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CULTURALES ___ ---<f NUEVA YORK, NUEVA YORK: El mural de Tom Wolfe ROBERTO BURGOS CANTOR 40

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Page 1: NUEVA YORK, NUEVA YORK

CULTURALES___ ---<f

NUEVA YORK,NUEVA YORK:

El mural de Tom Wolfe

ROBERTO BURGOS CANTOR

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Al final de la segunda guerramundial, en la última mitadde los años cuarenta, se vivía

en los Estados Unidos de América laexpectativa del surgimiento de unanueva generación de novelistas. Setenía la esperanza de una épocasemejante en riqueza literaria, expe-rimentos, acogida de los lectores yhallazgos de estilo, a la de Faulkner,Thomas Wolfe,DosPassos yHeming-way. Los historiadores de la litera-tura apreciarán si tal espera fuesatisfecha. Pero es innegable que enel aire de los tiempos la novelagozaba de un prestigio que no obs-tentaba ningún otro género. No seráfácil explicar por qué ese culto a lanovela. Como si la imagen que elnovelista testimoniaba de una so-ciedad fuera parte de su construc-ción y afirmación. De alguna maneraseñal de su tránsito, efímero o dura-dero, por los días de la tierra.

Las personas que escribían en losperiódicos, en las agencias depublicidad y en las revistas, reser-vaban un lugar de su porvenir parala novela. Todo se subordinaba a laobra futura, manifestación de lafigura de héroe que se atribuyó alescritor.

Sin embargo, la mayoria de losescritores cuya formación proveníade las universidades tenían más omenos de modelos a Becket, Pinter,kafka. Es curioso que esos exponen-tes de la literatura de la desespe-ranza, incrédulos de la comunica-ción y fervorosos de mostrar elsinsentido de la vida y el mundotuvieran tan amplia acogida en unpaís que estaba en plena recupera-ción después de la gran Depresión.A lo mejor asimilar las enseñanzasde la literatura que Europa produjo,de entre las cenizas de su predicadohumanismo arrasado por el bárbarofuror nazi, constituyó para los escri-tores norteamericanos una manerade matar al padre. El monstruoimpiadoso que cada año leyó a DonQuijote de la Mancha y que una vezdijo: los cinco mejores novelistascontemporáneos somos Wolfe, yo,Erskine Caldwell, Dos Passos yHemingway. En diversa ocasión,Faulkner explicó, que su selecciónde autores estaba en función del

espléndido fracaso por lograr elimposible. Así, todos fueron unabanda de fracasados.

Venganza de la tradición

Al quedar tiradas las fuerzas del fra-caso, espléndido, los escritores queseguían abandonaron la tradicióndel realismo que sirvió muy bienantes de la Depresión y después deella para las revelaciones que apa-recían en sus ficciones. La mayoríase enfrentó entonces a las elabora-ciones sofisticadas de metáforas,generales y deliberadas, sobre eldestino del hombre. La literatura erala imposición de un gran tema. Losaconteceres ocurrían en un espacioideal de personajes sin nombre. Porsupuesto, nadie podía negarles elderecho a·su libre elección.

En tanto ocurrían transformacio-nes en el oficio de periodista. Losreporteros esperaban ansiosos laoportunidad de largarse de losperiódicos y ponerse a escribir sunovela. Más de uno lo logró conéxito. Otros se aferraban a la pasióndel oficio y en medio de la indiferen-cia eran capaces Qe dar la vida poruna buena crónica. Y unos pocosiniciaban para escándalo y asombroel tratamiento literario de la infor-mación. Aquí se cuentan de pione-ros, habrá muchos, Jimmy Breslindel Herald Tribune y Gay Talese dela revsta Esquire. También, claroestá, Tom Wolfe quien al doctorarseen literatura norteamericana en1957 salió de la universidad a traba-jar en periódicos.

Discutida por los literatos lo queconsideraron una intromisión de losperiodistas en su coto sagrado y lalegitimidad del procedimiento, seacuñó la etiqueta de Nuevo Perio-dismo para la innovación alcanzadaque recibió la aceptación de los lec-tores.

Las claves del nuevo periodismo

Si bien los lectores se regocijabancon la eficacia narrativa de losperiodistas que utilizaban las sabi-durías de la novela, para los escrito-res el asunto era distinto. Un asuntoque despertaba celos. Ellos -losescritores- se daban perfecta cuen-

ta de que los periodistas manejabancon soltura las técnicas de la novelarealista sin ningún complejo.

Le concedieron la importanciaque merece al diálogo. Conversa-ciones verdaderas y cuidadosas quecumplen el papel de mostrar al per-sonaje y describirlo con una econo-mía y certeza que remplazan cual-quier descripción.

Evitaron la secuencia cronológicaen el relato de los hechos y la susti-tuyeron por una unidad novedosaen el periodismo: la escena. Estodinamiza la manera de contar lahistoria.

Pusieron atención fundamentalen el problema del punto de vista. Osea, cómo se logra la participacióndel lector. Desde cuál perspectiva.En este aspecto son maestras lassoluciones que en la óptica de latercera persona y manteniendooculto al narrador consiguió Talese.

Recuperaron una antigua ense-ñanza que consiste en pintar enforma adecuada los ambientes, elvestido, el mobiliario, las comidas,los decorados. Al fin y al caboexpresan la situación del personaje,son una especie de radiografíasocial que caracteriza una situaciónde alguien en el mundo.

Es posible que se encuentren másrecursos literarios en el NuevoPeriodismo. Los anteriores bastanpara saber que detrás de su cambiose encuentran Balzac, Dickens,Faulkner, Hemingway, una torren-cial corriente del realismo.

El golpe de gracia

Pero lo peor no había ocurrido paralos escritores que soportaron conresignación el ingreso de la litera-tura al periodismo y que huyeron dela tradición realista a lo mejor bajola consideración de ser poco inte-lectual y de vulgar elaboración.Estaban perplejos y sin una opcióntécnica que los rescatara. En eseestado el desastre final vino con lapublicación, como libro, en 1966 deA sangre fria de Truman Capote.Había investigado durante cincoaños los detalles mínimos del asesi-nato de una familia de Kansas. Untrabajo meticuloso que casi lo enlo-quece y acaba y cuyo resultado fue

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devolverle su merecida fama y repu-tación. Sus lectores se sumaron pormillones.

Capote llamó a su obra unanovela de no-ficción y considerósiempre haber puesto el primerladrillo de un género nuevo. Elresultado indudable de este bellí-simo reportaje, combinación deinteligencia y sensibilidad, intui-ción y talento, consistió en mostrarque un escritor de la trayectoria deTruman Capote utilizaba los proce-dimientos del Nuevo Periodismoque sus colegas condenaban.

Pasaron pocos años y un escritorconocido, Norman Mailer, se ejer-citó en lo mismo con un libro querelata la marcha sobre el Pentágonoenla cual él participó. Mailer debajodel título, Los ejércitos de la noche,agregó: la Novela como historia, laHistoria como novela. En amboscasos pudores de intelectual.

El proyecto de Tom WoHe

Wolfe fue protagonista de la aven-tura del Nuevo Periodismo. Y ade-más su teórico. Es un convencido delas posibilidades del realismo. Llegóa Nueva York al empezar los añossesenta y su primera observación seconvirtió en parte de los fundamen-tos de su posterior narrativa. La ciu-dad en pleno desmadre, como él lasintió esa vez: "Un universo de gor-diflones y gordiflonas peripuestos ymelosos de cuarenta-y-cinco-añoscon ojos como cáscaras de nuez quese les iban delante de los pastelesde menudillos, que llevaban fajas yminifaldas y pestañas Little Egypt ypatillas y botas y campanitas y pul-seras del amor (...)". Pero el interro-gante de Wolfe, el mismo que lesuscitó California, fue el de un escri-tor. Quién va a contar esta maravilla.A lo mejor en ese instante no pensóque le correspondería a él. A pesarde que intuía llegado el momento.Reflexionó, con el correr de los días:para mi gran asombro Nueva Yorkpermaneció sencillamente como lamina de oro del periodista. El casoes que los novelistas parecían retro-ceder ante la vida de las grandesciudades en su totalidad. El pensa-miento de tener que habérselas consemejante tema parecía aterrarles,

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confundirles, hacerles dudar de suspropias facultades.

Wolfe experimentó primero conCalifornia y escribió de la vida quenacía con los movimientos psicodé-licos, la contracultura, un libro conla fuerza del lenguaje y el ritmo paraatrapar la realidad que allí, inme-diata, golpeaba los ojos y trastor-naba el alma. The Electric Kool-Aidtest.

La Nueva York que incitó alperiodista es el desenvolvimientode aquella que pintó en 1925. DosPassos en Manhattan Transfer. Unapanorámica cruel y amarga pobladapor antihéroes que buscan al precioque sea una oportunidad, enloque-cidos por el dinero y desde enton-ces: en esta ciudad lo que importa esla facha. En sus memorias de losaños inolvidables Dos Passos escri-bió: Nueva York es por sí sola uncontinente. A través de mis amigosy de las nuevas relaciones que ibaestableciendo me encantaba explo-rar los arroyos, los canales y los pan-tanos de la ciudad ... siempre conprisas, siempre como un turista decamino para la estación del fe-rrocarril.

En 1974, con apreciaciones casidogmáticas en relación con lavigencia del realismo social, sin quelos novelistas, a quienes tildó demediocres hubieran hecho la novelade Nueva York, convencido de queel novelista más que un creador esun observador, al salir de una confe-rencia que dictó, exaltado con Bal-zac, Tom Wolfe mencionó por pri-mera ocasión que iba a escribir lanovela de Nueva York y se llamaríaLa hoguera de las vanidades. NuevaYork es realmente una hoguera devanidad.

Nueva York es la ciudadde la ambición

La novela empezó a publicarla porentregas semanales en la revistaRolling Stone. Indudable homenajea sus queridos maestros Zola y Dos-toievski. Entre insomnios, tensio-nes, ratos de mente en blanco y unafe derivada de las constatacionesque ponía la realidad, Wolfe ter-minó La hoguera de las vanidades yla publicó como libro en 1987. Unfresco gigantesco de Nueva York en

el cual aparecen con ironía y sar-casmo y descripciones minuciosas,los conflictos raciales, la integra-ción de los inmigrantes, la locuradel arribismo social, los tipos socia-les que genera el mercado de valo-res, el ineficiente y corrupto aparatojudicial, los barrios gastados, eloportunismo político y allí, imper-turbable el monstruo de cemento,hormigón, baldosas, vidrio y acerodonde se consumen y frustran losamores, las ilusiones, los odios enmedio de una dureza y crueldad sinpares.

La novela es incomparable. Mitigóla espera a la que fueron sometidosde manera infructuosa los lectorespor los anuncios repetidos y lospasabocas de Truman Capote yNorman Mailer. Es probable que lafuerza para escribirla salió de laconvicción casi maniática de Wolfeen la vigencia del realismo. En sudemostración fehaciente de lasrelaciones del contexto social con lasicologia personal. Ello tambiénexplica su renuncia a la imagina-ción y el énfasis reiterado en el infor-tunio de la vida. Si bien hay largosperiodos donde el lector resiente loplano y uniforme de la construcciónnovelística, sigue adelante porqueun dosificado suspenso de hábilreportero lo obliga a encontrar lasolución en lo que continúa. Elesfuerzo para que el lenguaje res-ponda a la realidad alocada yvibrante, que describe el autor conmaestría de viejo cronista, llevó allúcido Kermode a llamar su estilobarroco popo

La hoguera de las vanidades seinscribe en la tradición de El nom-bre de la rosa que son la primera delautor y que tienen una acogida nousual, masiva, de los lectores.

Ahora, el lector insaciable desiempre estará atento al próximopaso de este novelista que noreniega del periodismo, que viste deblanco en invierno, y que se consi-dera un cronista que tiene la pasiónde descubrir y escribir sobre lo quedescubre. Por lo pronto John DosPassos dormirá tranquilo y loscaminos de indagación de la no fic-ción con su capacidad de darcuenta de la realidad, criticándola,están abiertos.