nuestro hombre del 98 - ministerio de educación y

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e NUESTRO HOMBRE DEL 98 CINTIO VITIER (*) (") La explosión del acorazado Maine en la bahía de La Habana, el 15 de febrero de 1898, resonó de muy distinto modo en Es- paña, en Cuba y en los Estados Unidos. Para España significó el próximo definitivo desplome de su imperio secular; para Cuba, por la intervención y ocupación nor- teamericanas, seguidas de la imposición de la Enmienda Platt, implicaría la frustración de los objetivos de las guerras de libera- ción iniciadas treinta arios atrás; para los Estados Unidos, el camino expedito hacia un nuevo tipo de expansionismo que des- de hacía casi un siglo venían proclamando como «destino manifiesto» sus estadistas y poetas'. El llamado «desastre» colonial espa- ñol, sellado con las derrotas navales de Ca- vite y Santiago y con el Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, abrió cauce a un replanteo del destino nacional y a una toma de conciencia de lo español, como rescate de esencias profundas y como po- sibilidad de inserción en la modernidad europea. Visto retrospectivamente y desde tierras hispanoamericanas, juzgado ade- más por sus frutos intelectuales y morales, no nos parece que fuera tan «desastre», e incluso nos suena a veces excesivo el tono pesimista, crudo, atormentado o nostálgico de los principales representantes de la lla- mada «generación del 98», sin que, hasta donde conocemos, un grito de respiro his- tórico se hiciera oír desde el fondo de aquellas boces (las de Baroja, Unamuno, Azorín, Maeztu, por caso), tan bien pro- longadas por el esclarecido Ideatium es- pañol —estoicismo y cristianismo— de Angel Ganivet en 1897. Los beneficios espirituales del «desas- tre» ofrecerán tonos más claros y construc- tivos en Ortega, D'Ors, Pérez de Ayala, y, desde luego, en los grandes poetas (iman- tados por el hechizo americano de Darío en su juventud), Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, padre este último tan dis- cutido como discutible de la generación del 27. Y así nos acercamos al más hermo- (*) Escritor y Presidente del Centro de Estudios Martianos. La Habana (Cuba). (") 16 de julio de 1997. Escrito para la Conmemoración del 20 Aniversario de la Fundación del Centro de Estudios Martianos. (1) «Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el "nada seria inäs conveniente" de JEFFERSON; con "los trece gobiernos destinados" de ADAms; con "la visión profética" de CLAv; con "la gran luz del Norte", de Wimsns; con "el fin es cierto, y el comercio tributario" de SUMMER; con el verso de St:wmi., que va de boca en boca, "vuestro es el continente entero y sin limites"; con "la unificación continental" de Evrxrri; con la "unión comercial" de DOUGLAS, con "el resultado inevitable" de INGAus, hasta "el istmo y el polo"; con la "nece- sidad de extirpar en Cuba", de BLAINE, "el foco de la fiebre amarilla"...» J. nurrf: Obras completas, Editorial Na- cional de Cuba, 1963-1973, t. 6, p. 48. En adelante, oc. Revista de Educación, núm. Extra (1997), pp. 191-199 191

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eNUESTRO HOMBRE DEL 98

CINTIO VITIER (*) (")

La explosión del acorazado Maine enla bahía de La Habana, el 15 de febrero de1898, resonó de muy distinto modo en Es-paña, en Cuba y en los Estados Unidos.Para España significó el próximo definitivodesplome de su imperio secular; paraCuba, por la intervención y ocupación nor-teamericanas, seguidas de la imposición dela Enmienda Platt, implicaría la frustraciónde los objetivos de las guerras de libera-ción iniciadas treinta arios atrás; para losEstados Unidos, el camino expedito haciaun nuevo tipo de expansionismo que des-de hacía casi un siglo venían proclamandocomo «destino manifiesto» sus estadistas ypoetas'.

El llamado «desastre» colonial espa-ñol, sellado con las derrotas navales de Ca-vite y Santiago y con el Tratado de Parísdel 10 de diciembre de 1898, abrió cauce aun replanteo del destino nacional y a unatoma de conciencia de lo español, comorescate de esencias profundas y como po-sibilidad de inserción en la modernidad

europea. Visto retrospectivamente y desdetierras hispanoamericanas, juzgado ade-más por sus frutos intelectuales y morales,no nos parece que fuera tan «desastre», eincluso nos suena a veces excesivo el tonopesimista, crudo, atormentado o nostálgicode los principales representantes de la lla-mada «generación del 98», sin que, hastadonde conocemos, un grito de respiro his-tórico se hiciera oír desde el fondo deaquellas boces (las de Baroja, Unamuno,Azorín, Maeztu, por caso), tan bien pro-longadas por el esclarecido Ideatium es-pañol —estoicismo y cristianismo— de AngelGanivet en 1897.

Los beneficios espirituales del «desas-tre» ofrecerán tonos más claros y construc-tivos en Ortega, D'Ors, Pérez de Ayala, y,desde luego, en los grandes poetas (iman-tados por el hechizo americano de Daríoen su juventud), Antonio Machado y JuanRamón Jiménez, padre este último tan dis-cutido como discutible de la generacióndel 27. Y así nos acercamos al más hermo-

(*) Escritor y Presidente del Centro de Estudios Martianos. La Habana (Cuba).

(") 16 de julio de 1997. Escrito para la Conmemoración del 20 Aniversario de la Fundación del Centro deEstudios Martianos.

(1) «Desde la cuna soñó en estos dominios el pueblo del Norte, con el "nada seria inäs conveniente" deJEFFERSON; con "los trece gobiernos destinados" de ADAms; con "la visión profética" de CLAv; con "la gran luz delNorte", de Wimsns; con "el fin es cierto, y el comercio tributario" de SUMMER; con el verso de St:wmi., que va deboca en boca, "vuestro es el continente entero y sin limites"; con "la unificación continental" de Evrxrri; con la"unión comercial" de DOUGLAS, con "el resultado inevitable" de INGAus, hasta "el istmo y el polo"; con la "nece-sidad de extirpar en Cuba", de BLAINE, "el foco de la fiebre amarilla"...» J. nurrf: Obras completas, Editorial Na-cional de Cuba, 1963-1973, t. 6, p. 48. En adelante, oc.

Revista de Educación, núm. Extra (1997), pp. 191-199 191

so ideal surgido del «desastre» español, la«República moral» que Martí soñara paraCuba en el Manifiesto de Montecristi, quesin duda quería también para España y cu-yos gérmenes presintió en figuras como Ju-lián Sanz del Río, Nicolás Salmerón,Francisco Giner de los Ríos, Francisco Pi yMargall, Fermín Salvochea, sin olvidar aConcepción Arenal, a la que llamó «una se-ñora de oro, con mente hecha a pueblos»2.

Dos rasgos importantes de los señala-dos por Angel del Río en la generación del98 habían aparecido ya en Martí: uno es supreferencia por la forma ensayística sobrelos géneros imperantes en el siglo XIX; elotro, que esa preferencia se abre espaciodentro del «gran crecimiento» del periodis-mo moderno. «En la España de nuestraépoca —observa Del Río— el ensayista acu-dió al periodismo quizá por razones eco-nómicas, como los escritores de otrospaises, pero sobre todo influido por el es-píritu cle cruzada intelectual y de aleccio-namiento sobre el destino del país quedesde sus principios tiene toda esta litera-tura crítica.» No fue Martí un «ensayista»que acudió al periódico, y ciertamente enparte lo hizo por razones económicas,pero sin duda llegó a hacer de su periodismoun ensayismo de gran porte crítico y artístico,como se ilustra con sus crónicas sobre Emer-son y Whitman, y de fundamentales conteni-dos ideológicos, como «Nuestra América».

Ya que «el espíritu de cruzada intelec-tual y de aleccionamiento del país» (o delos países de Hispanoamérica, en el casode Martí) resulta análogo, el rasgo básica-mente diferenciaclor está en que, de los

ensayistas del 98 español y sus sucesores,aunque el fondo de muchos de sus escritosfuera político y ocasionalmente participaranen la vida cívica, ninguno fue, como lo ob-serva también Del Río, lo que se llama un«hombre de acción», en tanto Martí llegó aserlo en grado sumo, al extremo de morircombatiendo como soldado de la guerra queél mismo organizó. Es bien sabido que todo elpensamiento político, social y cultural que susten-taba su concepción de aquella guerra iba tantocontra el sistema colonial español (nunca contrael pueblo español) como contra el neocolo-nialismo norteamericano que Martí, al cabode su larga estancia en los Estados Unidosen los arios de tránsito hacia el capitalismoimperialista, avizoraba claramente.

Por todo lo anterior puede afirmarseque el único cubano preparado paraafrontar política y culturalmente el virajehistórico del 98 era el mismo cuya muer-te en combate tres años antes, tan invo-luntaria como trágicamente, había facilitadoaquel viraje. Martí, en efecto, desde 1889, encarta a Gonzalo de Quesada, preveía con unalucidez escalofriante, rayana en videncia, laintervención y ocupación de Cuba por Esta-dos Unidos', y en su última carta a ManuelMercado, pocas horas antes de ser ultimadopor balas españolas, declaró el sentido an-timperialista de toda su obra revolucionaria.Antimperialismo que, dada su penetraciónpolítica y su conocimiento de las «entrañas»del nuevo «monstnio», ya no podía tener losmismos caracteres del anticolonialismohispanoamericano tradicional.

Como diría Máximo Gómez, Generalen Jefe del Ejército Libertador, cuando ya

(2) 0.c., t. 15, p. 184.(3) A. Da RIO y M. J. BERNARDETE: El concepto contemporáneo de España, Antología de ettságu (1895-

1931), Buenos Aires, Editorial Losada SA., 1946, p. 32.

(4) «Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan mas tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es

el intento de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el créditode mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres:

Ni maldad más fría», oc., t. 6, p. 128. La cursiva es mía. C. V. El «intento de forzar a la Isla, de precipitarla, a la

guerra» nos recuerda también el fracaso del Plan de Fernandina.

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estaba en vías de consumarse la frustracióndel movimiento independentista iniciadoen 1868, bajo la injerencia militar nortea-mericana: «Es un momento dificil, el másdifícil después que se inició la Revolución.Ahora Martí hubiera podido servir a la Pa-tria; este era su momento.» 5 Comenzaba, enefecto, la mayor necesidad que de él tuvi-mos y tenemos, la de un antimperialismoque es la versión política del nuevo inde-pendentismo y la versión cutural de la mo-dernidad a que aspirarnos, de la que Martífue promovedor consciente y solitario.

Considerando, por otra parte, la causainmediata del «desastre» español, llama laatención la ausencia, en términos genera-les, del tema norteamericano en la genera-ción del 98; tema que, en vísperas decumplirse los den años de la explosión del Mai-ne, la guerra hispano-cubano-norteamerica-na y el fin del imperio español, resulta sercada vez más, para decirlo orteguianamen-te, «el tema de nuestro tiempo». Las razo-nes que explican este vacío en la meditaciónde tan preocupados pensadores estaban,quizás, en el trauma interno, el primorrive-rismo y la problemática de los totalitaris-mos europeos que provocarían la GuerraCivil española y la Segunda Guerra Mun-dial. Diríase que los Estados Unidos desa-parecieron del horizonte mental de loshombres del 98 y de sus descendientes,con alguna que otra excepción, como la deOrtega y Gasset en pasajes de La rebeliónde las masas. Curiosamente en este ensa-yo, eurocentrista por los cuatro costados,se descartan «las virtudes del mando» his-tórico en Norteamérica sencillamente por-que era un pueblo joven que no había

sufrido aún.6 Se olvida la tragedia de laGuerra de Secesión, de la que se derivaronalgunos de los testimonios novelísticosmás amargos de los siglos XIX y XX, y elsufrimiento de los indios y los negros antesy después. Se omite lo mucho que ya en lafecha de aquel ensayo, 1930, el expansio-nismo yanqui, en sus varias fases, habíahecho sufrir a su entorno geográfico delsur; y que sustituyó a España en .el mando.histórico de toda Hispanoamérica, con susnuevos métodos intervencionistas, empresa-riales y financieros. Lo que Ortega objeta aNorteamérica es sólo el auge en ella delhombre-masa, fenómeno social que, comotodo lo bueno y lo malo de América, segúnél, procedía de Europa, única capacitadahasta entonces para seguir rigiendo el mun-do, aunque de ello estuviese perdiendo con-ciencia y ahí estaba Ortega convocando alpensamiento occidental para recordárselo.

Más penetrantes y aleccionadoras re-sultaron para nosotros las páginas de JuanRamón Jiménez tituladas «Límites del pro-greso» (Verbum, La Habana, 1937) y las desu «Diario poético» en la Revista Cubanadel mismo año. Contienen las primeras unagudo diagnóstico y advertidora sátira delmaquinismo y consurnismo del «americanway of life», del «hombre gris» que es suversión del «hombre-masa», y de su banalalienación creciente. Allí leímos:

Para vivir en esta máquina actual de NewYork, etcétera, dentro de esta máquina, senecesita mucho dinero, alimento dijerido,propio de la máquina y el hombre gris sepone a inventar lo menudo innecesario, yaque vive en lo colosal innecesario.'

(5) ORESTES FERRARA: las relaciones con Máximo Gómez, La Habana, Molina y Cía, 1942, p. 193. (La cursivaen la cita es mía. C.V.).

(6) «La rebelión de las masas», en Obras de José Ortega y Gasset, Madrid, Espasa Calpe SA., 1932, pp.1.145-1.146.

(7) Juan Ramón Jiménez en Cuba, compilación, prólogo y notas de C. VMER, La Habana, Editorial Arte yLiteratura, 1981, p. 64.

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Había empezado Juan Ramón por re-chazar la «poesía injeniosa», el «poeta in-jeniero», etcétera, lo que parecía caprichoo mala sangre. Cuando estalla la Guerra Ci-vil, intuye otra faceta histórica, política yética de ese fenómeno que había detecta-do en las células o átomos del poema. Así,dando un salto cognoscitivo, escribe enCuba (Carteles, junio de 1937):

Los países más armados de exterioridadittjettiosa, con hombres de la piel haciaafuera, ganan cómodamente terreno, dine-ro, todo lo extenso superficial, todo lo quese llama fuerza España, con sus hombresde la piel hacia dentro, ha permanecido di-fícilmente de pie, fuerte pobre, en su me-nos sitio, sitio alto y hondo que hoy secotiza menos.

Pero España, el hombre de España está de-mostrando en esta guerra, baja del lado delos injetziosos, hasta dónde puede «toda-vía» luchar el espíritu contra el injenio, elhombre contra la máquina, y cómo se im-pone en la vida la vuelta humana, en lapaz y en la guerra, al hombre...8

Y denunciaba Juan Ramón «la deca-dencia del progreso» como una «automá-quina» que ya se estaba descomponiendo«y que no va a poder ni autodestruirse conprecisión»9, y nos insinuaba la idea de una«poesía inmanente antimperialista» 1 °. Ynos hablaba siempre de aquella España delespíritu, «fuerte pobre», que era la que nosgustaba, la que Martí había amado, la quevolvíamos a encontrar en los escritoresmás entrañables del 98, como Unamuno,Azorín, Valle-Inclán. Pero ellos estaban en-simismados en lo suyo, con miradas a ve-ces profundas hacia Hispanoamérica; nadaquerían saber, o muy poco y superficial,

del enemigo que nos había derrotado jun-tos en campos contrarios. Y leyéndolos,consumiéndolos en las voraces lecturas dela adolescencia, sentíamos como una ex-traña orfandad.

Los cubanos del 98 y sus descendien-tes, en cambio, no hemos podido darnosel lujo de olvidar ni por un minuto la ame-naza que Martí previó como peligro cre-ciente para Cuba, para «nuestra América»,para «el equilibrio del mundo», y desdeluego para «el honor ya dudoso y lastima-do de la América inglesa»", según escribióa Federico Henríquez Carvajal el 25 demarzo de 1895, fecha del Manifiesto deMontecristi y de la despedida a la madre,que Unamuno juzgó «una de las más gran-des y más poéticas opciones —en ambossentidos del término oración— que se pue-den leer en español» u. Basta recorrer elimprescindible y magistral relato que delos sucesos del 98 cubano y de sus conse-cuencias inmediatas hizo Manuel MárquezSterling en su libro El proceso histórico dela Enmienda Platt (1941) para sentir el so-brecogimiento de un drama que es el argu-mento nacional cubano desde aquellafecha y en los días que corren se está con-virtiendo en argumento planetario.

Entre las varias escenas memorablesrecogidas por Márquez Sterling —cuya efi-gie de criollo fino, abrumado por una es-pecie de rara melancolía entre política yartística, constituye el mejor resumen deaquel proceso— queremos destacar algunasque nos parecen significativas por diversascausas. La primera se refiere al debate sos-tenido el 18 de abril de 1898 en torno alproyecto de Resolución Conjunta sobreCuba en el Congreso de los Estados Uni-dos. Para ponernos «en situación», Már-

(8) Ob. cit., p. 8.(9) Ibídem, p. 37.(10) Ibídem, p. 28.(11) Ibídem, t. 4, p. 111.(12) M. DE UNAMUNO: «Notas estéticas. Cartas de poeta», en Nuevo Mundo, Madrid, 10 de octubre de 1919.

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quez Sterling acude a una página de lasMemorias de una vida ávida de Mrs. JuliaBundy Foraker, viuda del senador de Ohioque tan tenazmente defendió las solucio-nes más honorables en todo el conflicto.La memorialista recuerda las galerías reple-tas de un público popular y apasionado,rememorando «algunas caras de aquellaAsamblea» en los siguientes términos:

En la galería diplomática estaba la Reinade Hawai, Liliukalani, amarillenta y triste,con el sello de su destino fatal, y la siluetaexótica de una Pitonisa. El Embajador delCeleste Imperio, Wu Ting Fang, inquisitivoe insondable, de pie todo el tiempo en elpasillo de la galería, miraba la escena, deuno a otro lado, con la expresión de unBuda irónicamente divertido. Y alrededordel Buda y la Pitonisa, y de Matsui, pleni-potenciario del Japón, vi la tez diplomáticay pálida del señor don José de Andrade,Ministro de Venezuela, y los ojos ansiososde los cubanos Quesada y Estrada Palma.Contemplé, alejado de todos estos países,a Sir Julián Pauncefote, tan brillante, tanlimpio, tan caballeroso, tan agradablemen-te gran británico; al Embajador de FranciaM. Jules Cambon, que lucía en el ojal unramo de anémonas; y al Dr. Holleben, elEnviado del Kaiser, que llevaba sus geme-los de ópera»

El tema de aquella ópera era el destinode una islita mestiza y desangrada del Ca-ribe. Por primera vez tantos ojos distantes,divertidos o desdeñosos se interesaban enaquella islita. Su interés, en realidad, salvoel de los «ojos ansiosos» de los dos cuba-nos y de algún que otro fraterno latinoame-ricano, era el de saber por qué interesabatanto a los yanquis aquella islita. Eran losyanquis los que la estaban haciendo visiblepara el mundo. Al menos así podían creer-lo los ojos distantes, pero en el pecho de

los dos cubanos que asistirían mudos aaquel debate debió resonar, como oleajeprofundo, la voz anterior que había dichopara aquel momento, para aquel recinto:

En el fiel de América están las Antillas, queserían, si esclavas, mero pontón de una re-pública imperial contra el mundo celoso ysuperior que se prepara ya a negarle el po-der —mero fortín de la Roma americana—; ysi libres —y dignas de serlo por el orden dela libertad equitativa y trabajadora— seríanen el continente la garantía del equilibrio,la de la independencia para la América es-pañola aún amenazada y la del honor parala gran república del Norte, que en el de-sarrollo de su territorio (...) hallará más se-gura grandeza que en la innoble conquistade sus vecinos menores, y en la pelea in-humana que con la posesión de ellas abri-ría contra las potencias del orbe por elpredominio del mundo»

Si estas advertencias no bastaban, lavoz también había dicho, y es impensableque los dos cubanos allí presentes lo hu-bieran olvidado:

La guerra de independencia de Cuba,nudo del haz de islas donde se ha de mi-zar, en el plazo de pocos años, el comerciode los continentes, es suceso de gran al-cance humano, y servicio oportuno que elheroísmo juicioso de las Antillas presta a lafirmeza y trato justo de las naciones ameri-canas, y al equilibrio aún vacilante delmundo.' 5

La palabra «mundo» resonaba enaquella voz tanto como la palabra «Cuba».Y sin embargo el mundo sólo volvía losojos hacia Cuba cuando su cazador empe-zaba a exhibirla en la trampa que le estabapreparando.

El Primer Acto después de la explo-sión que sepultó en la bahía de La Habana

(13) M. MÁRQUEZ STERLING: El proceso histórico de la Enmienda Platt, La Habana, Imprenta del Siglo XX,1941, p. 21.

(14) O c., t. 3, p. 142.(15) Ibídem, t. 4, pp. 100-101.

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a 266 tripulantes del Maine fue el debateen torno a la solemnemente hipócrita Re-solución Conjunta cuya aprobación con-movió a tantos cubanos de buena fe.Segundo Acto: C,acería de cocodrilos en laCiénaga de Zapata, organizada por el go-bernador militar Leonardo Wood el 16 defebrero de 1901. En ese marco Wood invi-tó a Méndez Capote, presidente de laAsamblea Constituyente, y a los miembrosde la Comisión de Relaciones, a un ban-quete en Batabanó, de donde los condujoa bordo del Kanawba, buque auxiliar dela escuadra norteamericana, rumbo a laCiénaga, y en ese agradable paseo les en-tregó las cinco estipulaciones enviadaspor el secretario de la guerra Elihu Root:es decir, la Enmienda Platt. Tercer Acto:Los comisionados cubanos son recibidospor el presidente Mc Kinley y por ElihuRoot, en su nombre, para supuestamenteaclarar o especificar ios términos de la En-mienda a la flamante Constitución. Martí-nez Márquez los acompaña en calidad deperiodista y escribe:

Es de presumir la emoción de los nues-tros en presencia de aquel hombre quepodía jugar con el destino de Cubacomo jugaba con la cadena de su reloj.Afeitado y limpio el rostro, insistente lamirada, carnosas las facciones, desvaí-dos y escasos los cabellos, el Presiden-te ganaba con lentitud la simpatía y elentusiasmo de sus interlocutores, nacio-nales o extranjeros. Habló. Habló despa-cio, como si temiera perder en majestadlo que ganaba en tiempo y en anima-ción. Resultaba interesante sin resultaratractivo. Podía reconocérsele a ratosverbosidad y de tarde en tarde acaso elo-cuencia, pero nunca elegancia. Más aún,alternaba entre pensar y decir; pero nodecía lo que pensaba»

Lo que pensaba, en verdad, era muysencillo. Después de dos intensas y tensassesiones de los comisionados cubanos17con el secretario Root, en las que se cansa-ron de refutar sus falacias, comprendierondos cosas: que la única alternativa a la En-mienda era la prolongación indefinida dela ocupación militar, y que la única inde-pendencia a que Cuba podía aspirar estababasada en el autodeclarado derecho de in-tervención de Estados Unidos, incluyendoinstalaciones navales en su territorio. La in-tervención como base de la independenciaera el último resorte de la trampa. Sólo que-daba la recepción de despedida («aparato-samente sencilla», dice con vengativaprecisión Márquez Stering) y la retóricacena final. ¿A qué seguir? La voz de nues-tro hombre del 98 ya lo había dicho; setrataba de «ensayar en pueblos libres susistema de colonización»'8. El primer en-sayo exitoso fue en Cuba; tanto, que ya en1934, firmada por el propio Márquez Sterlingcomo embajador en Washington y el se-cretario de Estado Cordell Hull, la abroga-ción parcial de la Enmienda, ya ésta noera necesaria. Economía y política por sísolas habían tejido las mallas de la tram-pa. Nuestra condición de víctimas del 98iba a durar hasta el 1 de enero cíe 1959.

Como reparación ideal a tanto agraviolos cubanos mejores pudieron hallar siem-pre en Martí la promesa de independencia,soberanía, libertad y justicia, a la vez quelos mejores votos para el futuro de Españay de los Estados Unidos. De la todavía Me-trópoli dijo en 1881 cosas que hubieran in-teresado a los hombres del 98 español,como cuando puntualizó la «lenta y magní-fica batalla entre una época de gloria mili-tar, dominio de castas y provecho ilegítimode pocos, y una época de gloria del trabajo,

(16) M. MÁRQUEZ STERLING: Ob. dt., p. 208.

(17) Los comisionados, presididos por Domingo Méndez Capote, era los generales Pedro Betancourt yRafael Portuondo, Diego Tamayo y Pedro González Llorente.

(18) 0.c., t. 6, p. 57.

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gobierno de la razón libre, y provecho le-gítimo de todos los hombres trabajado-res» 19 ; o cuando opinó acerca de lasluchas sociales en la península en lostérminos siguientes:

El problema agriado y dificultado en otrasnaciones por colosales odios presenta enEspaña, merced a la naturaleza hidalga ydesdén de la fortuna material que distin-gue a sus hijos, un carácter menos violentoy amenazador. La verdad llega allí más tar-de, pero como ha derramado menos san-gre, llega más segura. Resulta esto de queel amor a los bienes de la tierra que en de-finitiva resuelve, o acelera la resolución detodos los problemas, es señaladamentemenor que en otros pueblos, en el sobrioy espiritual pueblo de Esparia.2°

A lo que añadió en otra crónica delmismo ario (recién fracasada la intentonade la Guerra Chiquita, que le valió su se-gunda deportación de Cuba), con más op-timismo que acierto en el vaticinio, peroténgase en cuenta que confiaba en el tra-bajo de educación ético-social que los pre-cursores de la segunda República nopudieron sistematizar nacionalmente en lapenínsula:

Dice bien de España este odio al odio. Loscabecillas de los bandos se pondrán apunto de morir; pero una vez a este punto,darán su vida por salvar del riesgo a quelos han expuesto a sus rivales. España lle-gará al goce de la libertad sin aquella de-puración enorme y tremenda de laRepública Francesa. Defendió la libertadcon brío, antes que el resto de las tierras, ymerece gozar de la libertad en más pazque ellas.2'

Mucho es que quien llevó a la cinturay el tobillo una cadena de esclavo en elpresidio colonial considerase así las posibi-

(19) Ibídem, t. 14, p. 94.(20) Ibídem.(21) Ibídem, pp. 441-442.(22) Ibídem, t. 6, p. 162.

lidades históricas de España. En cuanto alos Estados Unidos, todo lo que pensó ydijo en contra de aquel naciente imperiocon «colorines de república» 22 lo pensó ydijo a favor de su verdadera democraciasin imperio, la que el sueño más puro delos peregrinos fundadores, la gesta de Lin-coln, el pensamiento de Emerson y la poesíade Whitman (no obstante sus contamina-ciones de «destino manifiesto», y como talpoesía) merecen. Como la obra pedagógi-ca de Francisco Giner de los Ríos no logróencauzar las pasiones españolas, tampocohombres como Bronson Alcott, igualmenteadmirado por Martí, pudieron hacerse oíren la cúpula dirigente de su país. No porello perdió la confianza, o al menos la espe-ranza, en las virtudes potenciales de todoslos pueblos, en cuanto manifestaciones dela especie humana, del hombre universalpor cuyo «bien mayor», que es la justicia,luchó y murió. En su último mensaje a laopinión pública norteamericana, desde elcampo de batalla el 2 de mayo de 1895, nodejó de tenderle, por última vez, su «manofranca»:

Una república sensata de América jamáscontribuirá a perpetuar así [cómo lo inten-tó Maximiliano en México], con el falsopretexto de incapacidad de Cuba, el almade amo que la sabiduría política y la hu-manidad aconsejan extirpar en un pueblopuesto por la naturaleza a ser crucero pa-cífico y próspero de las naciones. / Los Es-tados Unidos, por ejemplo, preferiríancontribuir a la solidez de la libertad deCuba, con la amistad sincera a su puebloque los ama, y les abrirá sus licencias to-das, a ser cómplice de una oligarquía pre-tenciosa y nula que sólo buscase en ellosel modo de afincar el poder local de la cla-se, en verdad 'ínfima de la Isla, sobre la cla-se superior, la de sus conciudadanos

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productores. No es en los Estados Unidosciertamente donde los hombres osaránbuscar sementales para la tiranía.23

Quien así hablaba podía considerarse,en rigor, el mejor de los norteamericanosposibles. Y aunque no era un iluso, y co-nocía todas las tramoyas que había entrebambalinas, tampoco era un hipócrita.Después de la liberación de Cuba de la Co-lonia española, nada le hubiera dado ma-yor alegría que la amistad sincera de losEstados Unidos. Pero la historia salvo rarí-simos momentos, no es, como diría Simo-ne Weil, el reino de la gracia sino de lagravedad económica y política, si bien lasinjusticias también van acumulando susgravitaciones, que un día se oponen y so-breponen a las otras.

Muy pronto —y lo peor, a solicitud delprimer presidente cubano— se aplicó la En-mienda revelada en la Ciénaga con el aus-picio de las fauces de los cocodrilos, yCuba volvió a ser ocupada por el Ejércitonorteamericano, mientras la devoración dePuerto Rico ya se había consumado. Cienarios después, la filosofía de la Enmiendapor primera vez ensayada en Cuba —el su-puesto derecho de Estados Unidos a inter-venir para garantizar la independencia, lapropiedad, la salud, los derechos huma-nos, la democracia, etcétera— en cualquierpaís del mundo, y especialmente del Ter-cer Mundo, se ha convertido en ley casiuniversalmente aceptada. Y decimos«casi» porque hay un pequeño país queno la acepta: el que primero sufrió la afren-ta de su aplicación.

Cuando a los cien arios del nacimientode Martí y a los cincuenta y ocho de sumuerte los estudiosos de su obra, dentro yfuera de Cuba, insistían en la dimensión li-teraria, José Lezama Lima llamó la aten-ción, categóricamente, sobre su «fuerza

como impulsión histörica»24. Poco des-pués, Fidel Castro, a punto de ser juzgadopor el asalto al Cuartel Moncada el 26 dejulio de 1953, declaraba que «el autor inte-lectual» de aquella acción era José Martí. Elpoeta veía en Martí ante todo el posibilita-dor de «los nuevos actos nacientes» 25 . Elrevolucionario subrayaba su autoría «inte-lectual». Los dos, sin saberlo, coincidían.Martí era y es el máximo intelectual de lavoluntad histórica cubana, voluntad y vo-cación configuradas por él en la medida enque supo identificarse con las aspiracionese inspiraciones más autóctonas y universa-les de su pueblo.

Llegar a estas convicciones y a la posi-bilidad nacional de ponerlas en prácticanecesitó de los cincuenta arios de repúbli-ca desmoralizada. Hubo que pasar por lasdepresiones del escepticismo político cadavez más justificado, y por el concomitanterealismo o naturalismo narrativo, más omenos presuntuoso, dolorido o cínico,hubo que pasar por la nueva injerenciafrustradora de la revolución antimachadis-ta, segadas en flor las principales cabezasde la primera generación republicana,hubo que pasar por la chatura, el robo y elcrimen entronizados, por el entreguismovestido de dril cien y de jaquet militar, en-golada la voz de un submunclo que veníade la ciénaga, hubo que pasar por el espe-jismo oratorio de una nueva Constituyenterodeada por todas partes de las conse-cuencias de la Enmienda, y de una flaman-te Constitución inaplicable; hubo quepasar por todos los carnavales de una de-mocravia representativa sólo del desgo-bierno y la impotencia; hubo que pasarpor el golpe seco de la fusta y los ríos desangre que parecían enredarse en sí mis-mos. Sólo un dato era inmutable; la injusti-cia con los pobres. Sólo dos luces eran

(23) Ibídem, t. 4, p. 156.

(24) J. LEZAMA LIMA: «Secularidad de José Martí», en Orígenes, La Habana, 1953, núm. 33, p. 4.

(25) Ibídem.

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claras: el arte de las mayorías y el de lasminorías. Sólo una esperanza se abría pasoen los orígenes del futuro: la misteriosavoz imantadora de José Martí. Los jóvenesde la Generación del Centenario la escu-charon, la obedecieron, quisieron realizar-la. Empezaron a realizarla.

En los umbrales del Tercer Milenio elnuevo 98 se nos presenta como amplifi-cación a nivel planetario de lo que empe-zó con la explosión del Maine en labahía de La Habana. El engendro de Or-ville Hitchock Platt ya no es necesario nisiquiera para una mala película de «sus-pense». Ya no hay Enmienda ni «suspen-se». Ya no hay (parece) alternativa. Eltodopoderoso imperio con colorines dedemocracia sigue salvando al mundo. Los«marines» constituyen el ejército de salva-ción mundial.

Es por eso que en esta hora nos permi-timos recordarles a los hermanos españo-les que las necesiten las siguientesautorizadas advertencias de don José Orte-ga y Gasset, quizás más necesarias hoy quecuando fueron escritas, en 1932:

Estas viejas cabezas europeas no tienenderecho a ser ingenuas. La ingenuidad enel viejo se llama chochez. Las cabezas eu-ropeas vienen afilándose desde hace mu-chos siglos en el asperón de la historia yestán obligadas a usar los ojos con agude-za, a no detenerse infantilmente en la su-

perficie aparente, sino a perforar esta ydeshacer las ilusiones ópticas en que secomplace la naturaleza (...) Los europeosestán obligados a ser muy inteligentes,porque son los hombres actuales de máslarga memoria. De otro modo sucumbi-rían, porque no es fácil que puedan poseercon plenitud las virtudes de la mocedad.Los pueblos nuevos pueden, sin graveriesgo, ser menos inteligentes porque sonjovenes. / Como paletos, los viejos europeosse colocaban con la boca abierta ante losEstados Unidos...26

A nuestros hermanos de Norteamérica,¿qué decirles? Los mejores entre ellos sa-ben que la situación espiritual de su países la peor en esta hora de su máxima pre-potencia hegemónica. Su mayor poeta des-pués de Whitman ya lo dijo: «Cadáveres sehan sentado al banquete / invitados por lausura» 27 . Dios se apiade, porque la historiano lo hará, de lo que ha venido a ser eneste siglo la patria de Lincoln, «el leñador deojos piadosos», como lo llamara Martí.

Y a nosotros mismos, conscientes denuestros errores, peligros y deficiencias¿qué decirnos? Queremos ser los hijos delúnico hombre cuyo pensamiento —pensa-miento del corazón— es capaz de hacerlefrente a los dos siglos del 98, el que ahoraestá agonizando y el que va a comenzar. Elhombre que a su hijo camal, en la última car-ta, sólo le dio un consejo: «Sé justo».

(26) J. ORTEGA y GAssrr: «Sobre los Estados Unidos», en Viajes y países, Madrid, Revista de Occidente,

1959, pp. 129-130.(27) E. PouND: «Con usura», traducción de José Coronel Urtecho en su Panorama y antología de la poesía

norteamericana, (1934).(28) 0.c., t. 6, p. 135.(29) Ibídem, t. 20, p. 480.

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