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NOTAS BIBLIOGRAFICAS NADA, novela de Carmen Laforet. Edi- ciones Destino S. L. Barcelona, 1946. La novela que a continuación vamos a comentar, nos causó una grata sorpresa. Primeramente declaramos que el nombre de la autora nos era completamente des- conocido. Carmen Laforet, cuenta en la actualidad con veintiséis años, pertenece, por tanto, a la generación más joven de escritores españoles. Una generación de la cual conocemos muy poco, casi nada. Los únicos datos biográficos que poseemos de Laforet, los obtuvimos del forro de la edición de su novela. Son ellos muy sim- ples. Nació en Barcelona en 1921; a los dos años de edad fue a vivir a las Islas Canarias, donde permaneció hasta los die- ciocho años, volviendo a la ciudad de su nacimiento para ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras. Actualmente reside en la capital de España. Nada, como máxima calidad valorativa, posee una unidad formal lograda en torno a una multiforme exposición de caracte- Tes y hechos. El clima de sus páginas re- corre toda la escala de los sentimientos y pasiones humanos. Gracias a Stendhal, conocemos la célebre frase, atribuída por él, al abate Saint-Real: "La novela es un espejo que paseamos por el camino." En este caso, nos parece que Nada res- ponde directamente a la máxima citada. Pues si podemos pensar que en más de una ocasión alcanzamos a presentir la con- fesión de la autora, la anotación minu- ciosa de situaciones vividas por ella, mu- cho más cierto es que la autora logra sublimar esta realidad tangible, vivida, y permaneciendo fiel a su tarea de novelis- ta, consigue separarse de aquello que per- tenece meramente al dominio individual, para elevar esa misma realidad a lo in- temporal, a entrañar el significado pro- fundo de la vida, aun cuando porte el signo claro de una época. Nosotros cree- mos con firmeza que el arte, por fuerza, necesita llevar implícito el centro vital en torno al cual nace. No olvidamos que se escriben constantemente novelas aéreas, centradas en torio a ejes imaginarios, que no responden a lo anterior apuntado, que son leídas con fruición, y satisfacen ce- rebros pobres, cansados, desorientados, falsamente refinados a base de novedades o de argumentos igualmente falsos en lo romántico. En este caso presente, Nada, no ocurre así. Sus personajes son violen- tos, crudos, pasionales, la acción corre alocada hasta que llegamos a la última página de lectura. El argumento no es otro que el presentado en torno a la autora durante tres años de permanencia en Bar- celona. Su mundo lo ha descrito valién- dose de una determinada situación de una familia de la clase media. Una familia que nos es presentada con todos sus im- pulsos, pasiones, vicios, bondades, etc. Los personajes de Nada, al obrar en la forma que indicamos, están respon- diendo, en la novela, a la máxima de Stendhal, a los imperativos del medio que los rodea. Este medio se introduce en ellos, crea atmósferas especiales, logra - 251-

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NOTAS BIBLIOGRAFICAS

NADA, novela de Carmen Laforet. Edi-ciones Destino S. L. Barcelona, 1946.

La novela que a continuación vamos acomentar, nos causó una grata sorpresa.Primeramente declaramos que el nombrede la autora nos era completamente des-conocido. Carmen Laforet, cuenta en laactualidad con veintiséis años, pertenece,por tanto, a la generación más joven deescritores españoles. Una generación de lacual conocemos muy poco, casi nada. Losúnicos datos biográficos que poseemos deLaforet, los obtuvimos del forro de laedición de su novela. Son ellos muy sim-ples. Nació en Barcelona en 1921; a losdos años de edad fue a vivir a las IslasCanarias, donde permaneció hasta los die-ciocho años, volviendo a la ciudad de sunacimiento para ingresar en la Facultadde Filosofía y Letras. Actualmente resideen la capital de España.

Nada, como máxima calidad valorativa,posee una unidad formal lograda en tornoa una multiforme exposición de caracte-Tes y hechos. El clima de sus páginas re-corre toda la escala de los sentimientos ypasiones humanos. Gracias a Stendhal,conocemos la célebre frase, atribuída porél, al abate Saint-Real: "La novela esun espejo que paseamos por el camino."En este caso, nos parece que Nada res-ponde directamente a la máxima citada.Pues si podemos pensar que en más deuna ocasión alcanzamos a presentir la con-fesión de la autora, la anotación minu-ciosa de situaciones vividas por ella, mu-

cho más cierto es que la autora lograsublimar esta realidad tangible, vivida, ypermaneciendo fiel a su tarea de novelis-ta, consigue separarse de aquello que per-tenece meramente al dominio individual,para elevar esa misma realidad a lo in-temporal, a entrañar el significado pro-fundo de la vida, aun cuando porte elsigno claro de una época. Nosotros cree-mos con firmeza que el arte, por fuerza,necesita llevar implícito el centro vital entorno al cual nace. No olvidamos que seescriben constantemente novelas aéreas,centradas en torio a ejes imaginarios, queno responden a lo anterior apuntado, queson leídas con fruición, y satisfacen ce-rebros pobres, cansados, desorientados,falsamente refinados a base de novedades ode argumentos igualmente falsos en loromántico. En este caso presente, Nada,no ocurre así. Sus personajes son violen-tos, crudos, pasionales, la acción correalocada hasta que llegamos a la últimapágina de lectura. El argumento no esotro que el presentado en torno a la autoradurante tres años de permanencia en Bar-celona. Su mundo lo ha descrito valién-dose de una determinada situación de unafamilia de la clase media. Una familiaque nos es presentada con todos sus im-pulsos, pasiones, vicios, bondades, etc.

Los personajes de Nada, al obrar enla forma que indicamos, están respon-diendo, en la novela, a la máxima deStendhal, a los imperativos del medio quelos rodea. Este medio se introduce enellos, crea atmósferas especiales, logra

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descargar esos mismos elementos que des-cienden del cel·ebro. Esta es la realidad deltrabajo de Carmen Laforet como nove-lista. Es, asimismo, la clave del nom-bre de su obra: Nada. Por eso vemos ala jovencita heroína de dieciocho años-la misma edad de la autora cuando llegóa Barcelona-, cambiando de carácter amedida que transcurren los meses de viviren compañía de tan sugestiva familia,reaccionando a impulsos ante las sensa-ciones producidas en ella por aquellosseres, sus parientes. Y, como a la heroínacentral, auscultamos a los demás perso-najes, obrando a impulsos de situacionesdeterminadas, producidas durante el des-arrollo de la novela, u obrando desde lalejanía de hechos pasados que en la no-vela no ocurren, pero se sugieren. PorejemIJlo, la huella de una pasada guerra.Una huella que se hace más profunda anteuna realidad presente, desoladora, de paz.

Nada, permanece fiel a su signo denovela, de verdadera novela. Sahemos quecontenidos diferentes, exigen estilos di,ferentes, formas de expresión adecuadas.Mediante esto podemos observar en laliteratura, la única y quizá superficialevocación del a rte acorde con la evoluciónhumana. Esta' exigencia obliga al artis-ta, si desea que su obra vinl, y que en-riquezca el conocimiento del hombre y delmundo, a desentrañal' la unidad y el sen-tido de la época en que vive. La formaaquí empleada corresponde a la exigenciadescrita. Es, directamente, un vehículo deexpresión de la receptibilidad de su au-tora. Contiene elementos puramente plás-ticos, situaciones descritas con palabrasque escapan al mero significado de signostácitamente aceptados. Palabras que noslanzan a comprender un cúmulo de senti-mientos, de emotividad, toda la necesariapara que sus personajes vivan, con ple-nitud humana, dcntro del cerebro del lec-tor.

Laíoret, con su agitada y movida acción,no cifm en ella el principal valor de suobra. La acción pasa a segundo térmiuo

dominada por la psíquica. Consigue así unadisolución del individuo y el medio. Es unplanteamiento hábil, dentro de una ator-mentada acción. Los personajes aparecendesignados en sus elementos momles y sub-conscientes, frente a aquellos otros ele-mentos determinados por el medio. La au-tora, mediante la acción de los segundossohre los primeros, logrando éstos modi-ficar a aquéllos, y los segundos condicio-nando a los primeros, fundamenta los im-pulsos, las pasiones, los vicios y todasaquellas partes de la conciencia, que obrandesde los rincones del cerebro, determi-nando un comportamiento.

Carmeu Laforet, se ha colocado en lamisma línea literaria que arranca -para110 indagar prolijamente en sus fuentes-en Shakespeare, ~' desciende por Balzac.v Dostoiewsky.

C. A.

*EL I-JO~mRE y EL MUNDO DE LOS

TBOLOGOS ESPAÑOLES DE LOS SI-C;LOS DB ORO, pOI' ,'osé M. Gallegos!:oca/,l/Il. Edítorial Stylo. México, 1946.

La h istoría tiene que ser para nosotros!lll erisbl en el que podamos auscultar laslespuesta s de las propias preguntas nués-tras. N o poüemos comprender a la historiat"n súlo como un mero l'ecuento eruditod,: sucesos, hatallas, héroes y reyes. PorCS(), la historia significa un foco de ense-¡,anzas, de experiencias, que el hombre"ontemporÍJueo comprende en razón direc-ta de su propia comprensión de la vida,Y, ademÍJs, es necesario señalar que, den-t ro de esta historia, cada época, cada ge-nemeí6n, halla en ella ciertos capítulosm{¡s sugestivo~, m{¡s directos y ligados alinterés común del momento. En nuestrocaso -seres que nos movemos en un mUll-de de (,reaciím y postguerra-, solemosmirar con simpatía, con amor, con admi·ración, a los homhres del 1500. Encontra-mos en e~te período de la vida humana,apal'te de las consecuentes particulari-

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dade.s debidas a la evolución del pensa·miento, muchos puntos afines, situacionesy deseos paralelos. Hé aquí el por qué dela reciente publicación de tantos buenosestudios sobre el Renacimiento.

Entre ellos se encuentra, desde luego,este sugestivo libro de Gallegos Rocafull.Trata de uno de los más entrañables as-pectos del siglo XVI: la explicación quedió del mundo y el hombre que lo ha-bita, esa pléyade magnífica de teólogos-españoles. Sus ideas sobre el bien, su do-ble planteamiento de la gracia y la pre-destinación, su amoroso querer ·que en losmísticos castellanos, más que en los teó-logos, se convierte en "llama de amor vi·va,", fuego que purifica y da vuelo deeternidad. Ese sentido, que es como uninstinto de orientación en el hundimientodefinitivo de un mundo, el medioeval,y- la necesidad, la fuerza, que tienen decrear otro, pero una fuerza que no tansólo significa búsqueda del porvenir, sinotamhién balance del pasado.

El Renacimiento ·desemboca en el viejocontinente en pos de un mismo afán, perono sigue, en los diferentes países, un uni·lateral camino, una senda de unidad. Eu-ropa busca su nueva medida, con deseosanálogos pero diferentes, siguiendo co-rrientes disformes. Entre todas ellas, des-cuella la de los teólogos españoles con unsigno claro y patente que se encuentraencerrado en el pleno significado de lapalabra 1to'mbre, El hombre, como supremobien, como sér con todos los derechos yplena conciencia de sus deberes.

R<lcafull, en el trabajo que nos presentaen este libro, nos conduce a la nueva va·lorización de los atributos que se esfor-zaron por enseñar y predicar los teólogosde la España l'ecientemente unificada porlos Reyes Católicos. Así van desenvol·viéndose sus capítulos: los teólogos en ladivisoria entre dos mundos, la justicia enla guerra, el Papa y el César, Dios y elHombre, la libertad del hombre, utopis-mo y realismo, etc.

La teología trata de "un decir de

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Dios" y su existencia y relación con elmundo. Pero los teólogos españoles del1500, se separan de la escolástica en lano aceptación de que prevalezca este sis.tema <lomouna mística que es ' , teoríade divinidad", que por sus raíces intelec-tuales corre a separarse de la teología omística propiamente dicha. Santo Tomásl'epresenta la culminación del aristotelismoen cuanto utiliza las enseñanzas del fi·lósofo griego para la interpretación des-tinada a eliminar todo lo que pueda sercontrario a la verdad revelada. Santo To-más logra regular las relaciones entrerevelación y filosofía, fe y razón. Paraél no existe roce alguno entre los dos cam-pos, ni antagonismos, ni tampoco, asimis-mo, absorción de una parte por la otra.Tanto la verdad revelada como la racio-nalización tienen sus campos que se com-plemen_tan hacia un mismo servicio: laverdad.

Para el tomismo, la razón es librecomo parte principal de la indagaciónfilosófica, pero nada de lo que la razónpretenda esclarecer puede ser contrario aldogma establecido, a la verdad revelada,porque la verdad del orbe anida en laconformidad con Dios, y la verdad delentendimiento -única arma valedera dela razón- reside en su conformidad conlas cosas que integran este orbe. Con ésto,Santo Tomás, ent!'oniza el final transi-torio de la entonces polémica entre la teolo-gía natural -griega- y la revelada delcristianismo, opositora hasta Santo To-más del saber racional de Dios.

AllOl'abien, tanto para los teólogos comopara los místicos castellanos, "el almae3 el centro de actos emocionales y no in-telectuales o volitivos". La teología comola mística de España, busean la moral ycon este fundamento se esparcen por loscorazones de todos los españoles de laépoca y cristaliza el cristianismo ibérico.El hombre trajo a Dios a morar en elalma y el alma se perdió por los la-berintos inaccesibles en busca de Dios.Raíz en la que está contenido el ímpetu

amoroso de claro y singular signo ibé-rico. Impetu que es esperanza de bien,que lanza al hombre a la a~ción, a laafirmación de su voluntad. Oliveira Mar-tins, comprendiendo muy justamente elsigno místico de España, escribió: ' 'Elmisticismo empieza a aparecérsenos comouna transformación de la caballería -ca-ballería a lo divino- en Santa Teresa,en la vida de San Ignacio y en San Juande la Cruz. "El caballero celeste, Cristianode la estTella bTillante, etc., son títulosde obras que sin más comentarios demues-tran este hecho por lo demás generalmentesabido." Defender a los oprimidos y ven-gar al desgraciado es uno de los heraldosde este movimiento.

El libro de José M. Gallegos Rocafullnos lleva, con un estilo y exposición de lamás alta calidad, por todas estas grandesenseñanzas de teólogos como Luis Car-vajal y Francisco de Vitoria, MelchorCano y Fray Alonso de Castro, Domingode Soto, Maldonado, Diego Ruiz de Mon-toya, San Ignacio, Molina, Suárez, Ba-ñez, Medina, y tántos y tántos otros quesegún frase de Marcelino Menéndez yPelayo: "Apenas hay memoria de hom-bre que baste a recordar a todos, ni si-quiera a los más preclaros, de' aquella in-vic ta 1egión. "

Clemente Airó

*FILOSOPIA DE AYER Y DE HOY,

por Francisco RomeTo. Editorial Argos.Argentina, 1947.

En Buenos Aires se ha comenzado aeditar una magnífica biblioteca que lle-var el nombre de Argos y que tiene elpropósito de publicar obras de interéseultural permanente. Entre los libros apa-recidos hasta el momento, debemos desta-car el Laocoonte, de G. E. Lessing, yla estupenda Estética, de Geiger, obra quepor primera vez se traduce al castellanoy que es, sin duda alguna, una de las

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obras magistrales de este siglo. Los ta-lleres argentinos continúan su admirablelabor de difundir cultura a través de lospaíses de habla castellana. En traduccio-nes estupendas, cuidadosamente hechas, yen ediciones que nada tienen que envidiara las norteamericanas o europeas, los mer-cados culturales de América han sidosurtidos magníficamente por el gran paísaustral.

Ahora, en la Biblioteca Argos, Pran-cisco Romero recoge su último libro conel significativo título de Filosofía de ayery de hoy. Cada aparición bibliográfica deRomero es esperada en toda la América conmarcada impaciencia por un anchurosonúmero de lectores que han encontrado enel insigne pensador un maestro impar enlos problemas de la cultura. CiertamenteRomeTO ha sabido satisfacer el interéscada día más creciente de Hispanoamé-rica por los problemas intelectuales dealta jerarquía. En países como el nuéstro,donde los institutos de alta cultura res-ponsables de la misión que tienen que cum-plir, sólo han sido fundados recientemen-te por la Universidad del Estado, la pa-labra de Romero ha ido formando pen-sadores magníficos que han heredado suno ble estilo y su generosa actitud vital.Si fueran pocos los méritos de Romerocomo pensador, aquí está este título demaestro para compensar todo su desveladointerés en enseñar a pensar a sus lejanosy tántas veces desconocidos discípulos.

Prancisco Romero no ha sido el filóso-fo sistemático que tánto hemos admiradoen la historia de la filosofía, especialmen-te en la mentalidad alemana. Ya pareceque el tiempo de los grandes semidiosesde la sabiduría, de los que andaban conla misma propiedad por las comarcas dela física que por las regiones de la filo-sofía ode la astronomía, ha pasado. Lacomplejidad del saber ha llegado a altu-ras realmente admirables y que sólo cau-san pasmo a quien se atreva a admirarlascon un poco de perspectiva. El linaje deesos hombres ha desaparecido. Un Leibniz

contemporáneo, descubriendo nuevos pro-blemas y nuevas leyes en matemáticas, enfísica, en filosofía, en filología, resultapoco menos que imposible en nuestro tiem-po. Romero, con capacidad suficiente parahaber sistematizado sus ideas filosóficas,ha preferido dejar a sus lectores cuida-dosos el descubrimiento de un cuerpo dedoctrina que ya comienza a divisarse através de las páginas de sus libros. Pero,además, Romero ha desempeñado una la-bor de mayor trascendencia: la de maes·tro. El ha sido el guia por excelencia dela naciente mentalidad filosófica de Amé-rica. Desde este punto de vista, sus librosson colecciones de ensayos aparecidos enrevistas, en periódicos, en cuadernos es-pecializados, es decir, desde cualquierade los lugares desde donde se puede ejer-cer el noble magisterio intelectual. Sal-tando de la filosofía de la historia alproblema de la ontología más reciente,Francisco Romero ha sido una suerte deDon Juan del conocimiento. Ha ido des-cubriendo temas vírgenes, poniendo envigencia viejas ideas de las que hace sal·tar de su seno la inquietante semilla delo permanente, siempre incitando a la me-ditación y al estudio sin detenerse nuncamás que el tiempo necesario en cada pro-blema de los que han preocupado su in-teligencia zahorí.

Filosofía de ayer y de hoy participa delas viejas virtudes del maestro. El estiloclaro y directo, estilo que sabe exponerideas sin rebuscamiento pero con elegan-cia que lo torna discreto y agradable. Elorden mental, inevitable en quien tienesus conocimientos precisados y seguros. Lavariedad de los temas y la profundidadcon que han sido indagados, profundidadque nunca es exhaustiva, pues parece queel maestro quiere dejar un secreto campopara que sus lectores se adiestren en elarte de descubrir por sus propias fuerzasnuevas relaciones. Diez y ocho ensayosintegran el libro que comentamos. En susrenglones, apretados de ideas, se resumennotablemente innúmeras ideas que Ro-

mero ha regado como invitando a quese medite sobre ellas, incitando a que selas lleve a su total y cabal realización sis-temática.

'Entre los ensayos que integran el vo-lumen de Filosofía de ayer y de hoy, cabedestacar el titulado Sobre la ontologíade la cultura, publicado hace ya variosmeses en esta misma Revista de la Uni-versidad Nacional de Colombia. Este pro-blema de la cultura es uno de los másrecientes y casi, casi que podemos afirmarque sólo la más moderna meditación filo-sófiea se ha preocupado por su reflexión.

Romero comienza su ensayo haeiendouna introducción histórica al problema.El hombre antiguo no descubre la culturacomo un asunto conexo, porque es un hom-bre vertido sobre las cosas. Sólo en unperíodo de reflexión antropológica, comocuando aparece la Filosofía de la Historiay la Sociología Positivista, podría preo-cupar a las mentes más agudas el proble-ma de los objetos culturales. El sigloXVIII aparta la capital preocupación delfilósofo de la metafísica al estilo clásicoy la vuelve hacia el hombre y las cosasdel hombre. Por eso, a este período dela historia se le deben algunos de los pro-blemas más interesantes en torno de lacuestión de la cultura.

Luégo Romero entra a estu<1iar los ob-jetos culturales descubriendo que el nú-cleo ontologógico de ellos es de índolepsiquico-espiritual: "La prueba es que enmuchos casos -no en todos ciertamente,sin que el principio sea violado por estasexcepciones- todo lo material sea reem-plazable sin que el objeto cambie, mien-tras que el contenido psíquico-espiritualdehe mantenerse sin modificaciones paraque el objeto a su vez no se modifique."Esta afirmación se entiende fácilmente enel ejemplo que el propio Romero trae ensu ensayo: la finalidad de un martillo espercutir. Mientras el contenido psíquico-espiritual no sea violado, el martillo, cual-quiera sea el material de que esté cons-truído, debe servir a esa finalidad.

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y precisamente esa- capa1lidad de obje-tizar es lo que hace prima·riamente alhombre. El hombre puede contruír el mun-do que le rodea, crearse su propia atmós-fera, es decir, su cultura. Históricamenteel hombre, al objetivizar, no hace más quecrear objetos culturales. Pero estos obje-tos culturales se independizan de su crea-dor' toman formas fijas y precisas que esimposible cambiar. Adquieren una auto-nomía frente a su creador que los hacepatrimonio de toda la comunidad. El poe-ta puede imaginar multitud de poemas,pero hasta que no se publiquen no comien-zan a ser objetos culturales.

Romero ve en el hombre un enemigoacérrimo de cualquier límite, el eternoprotestante. Mediante la facultad de ob-jetivar se levanta de los entes particula-res, del mundo natural que recorta al ani-mal, y puede crearse su mundo propio, esdecir su cultura. "El hombre es el ser quese construye su medio -la cultlll'a- poralgo así como una proyección o materia-lización externa de su interioridad; peroeste medio, aun siendo expresión particu-lar del hombre, lejos de ser un recorte oespecialización como el del animal, tiendehacia lo absoluto, porque la particulari-dad del hombre -o una de sus particula-ridades- es buscar sin tregua lo univer-sal.' ,

Claro Astá que para poder conseguir unestudio serio sobre este perenne objetivardel hombre hay que remitirse a la inten-cionalidad de la conciencia. ResueltamenteRomero afirma que lo más esencial de laconciencia es su intencionalidad : ' , Ensuma, la conciencia es de índole inten-cional, consiste en un haz de intencionesprovenientes del centro subjetivo y quevan a cuanto aparece ante el sujeto aunen su zona privada, a cuanto se hace pre-sente en su horizonte, sean objetos, seanestados: sin intencionalidad no hay con-ciencia. ' , A esta altura de su ensayo,Romero hace un recuerdo de su teoría dela trascendencia, en la que el jovell pen-sador colombiano Danilo Cruz Vélez ha

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creido encontrar uno de los rasgos esen-ciales de la filosofía del ensayista aus-tral. El párrafo al cual nos referimos esel siguiente: "Sin querer ahora traeragua a mi molino, y a título de meraindicación, quiero recordar que en lasideas que he ido bosquejando comoesquema para la interpretación de los pro-blemas últimos, el puesto central lo ocupala noción de trascendencia, y que ya enla constitución de la conciencia desempe-ña la trascendencia el papel principal,porque la intcncionalidad de la concienciano es sino la trascendencia de su centrosub.ietivo hacia lo apuntado en cada in-tención, y aunque el acto mediante el cualel sujeto cobra conciencia de sí es un actode indudable carácter trascendente, por-que el sujeto en él sale de sí para volversobre sí mismo, se refleja sobre sí, se tras-dende en un acto sui-generis en el cual elpunto de partida y el de llegada es el mis-mo, sin que por eIllo el movimiento tras-eendente se anule. No sólo la concienciaen general, en cuanto intencíonalidad, estrascendencia, sino que la misma concien-cia en sí es imposible sin la intervencióndel acto trascendente." (Ver Programa deuna filosofía en Papeles pam una filoso-fía ".)

En una breve nota bibliográfica seríaimposible rozar siqniera los apasionantesinterrogantes que se hace el maestro Ro-mero en este ensayo que comentamos.El ha hecho aportaciones irrevocables eneste terreno al descubrir la necesaria rea·lización objetiva de estos entes para po-der entrar a figurar en el terreno de locultural; la índole psíquico-espiritual deestos objetos; la trascendencia de la con-ciencia, que forma parte necesaria en elproceso de objetivizar, como la cultura' yel hombre están unidos irrevocablemente,lo mismo que el ambiente histórico quenecesitan ciertos valores para, poder pa-aar de lo meramente personal al campo delo universal.

Ah'aro Bonilla Aragón

REALIDAD

En momentos especialmente dramáticospara la cultura occidental, Francisco Ro-mero comienza en Buenos Aires la publi-cación de una revista de ideas que llevael nombre de Realidad. El propósito deesta publicación será el de mantener unaprofunda fe en el espíritu que ha infor-mado las grandes conquistas intelectualesde la humanidad a través de los siglos.Como muy bien lo explican en la primer'anota editorial, los guias de Realidad es-tarán atentos a las investigaciones rea-lizadas en las diversas ciencias con el pro-pósito de llevarlos al mayor número delectores posibles; eso sí, las que corres-pondan a una actitud de profunda nece-sidad del hombre y no de los meros jue-gos intrascendentes y frívolos que durantetan largo tiempo han aflorado en revis-tas similares.

y ciertamente ninguna namon estaballamada a realizar' esa tarea cultural me-jor clue la Argentina. La gran naciónaustral, admirable y ejemplar en Amé-rica por el cúmulo de virtudes auténti-cas, se ha preocupado profundamente pordotar a las mejores inteligencias de unacultUl'U vasta y honda que las capacitepara las grandes tareas espirituales con-temporÍlneas. Trabajando silenciosamente,, 'sin pausa pero sin prisa", muestran hoyfrutos espléndidos, originales, en variascomarcas de la cultura. Aportaciones no-tables a la cultura europea han hecho enel campo de la filosofía, de la filología,de la Jiteratlll'a, para no dar sino tresejemplos notables. Han creído mÍls con-veniente estudiar con atención el desarrollode los viejos pueblos europeos que volverlos ojos hada un pasado propio, que pocodejó para aprender. Han preferido, sintemor alguno y menos aun sin complejode inferioridad, entrar en la corriente dela historia del pensamiento occidental.Planteados así los problemas, necesaria-mente tienen que adquirir una extraordi-naria dimensión universal. Este aspec-

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to ecuménico sería una de las notaspara la definición de la auténtica culturaargentina.

Realidad tiene una dilatada labor paracumplir. En el caótico mundo de hoy, tur-bulento y tremendo, debe ser una guíade los más experimentados y expertos enel manejo de los problemas de la cultura.El hombre contemporáneo ha quedado depronto desnudo, a la intemperie, sin esacostelación de creencias y de ideas que13 resguardaban de muchos peligros exte-riores y que le daban una seguridad casiabsoluta en su conducta. Vamos marchan,-do, pues, un poco a ciegas. Nos encon-tramos quizá en un instante de transi-ción de la Historia Universal. Lo que an-tes pareeía eterno e inconmovible, co-mienza a periclitar y a tornarse terrenodeleznable. Urge una ayuda, descubrir unaluz en este mundo casi ca6tico. Y ella, 10repetimos, no puede venir sino de las men-tes ¡p-ejor equiparadas, de las mejor pre-para1fas para sostenerse firmes en la ad-versidad.

Es decir, esa asistencia s610 nos puedeIlegal' de hombres magistrales. Por esono resulta extraño, pero sí altamente sig-nificativo, que haya sido Francisco Ro-mero el fundador y director de esta re-vista de salvaei6n. Nadie como él ha vi-vido atento al pulso de América y tam-poco ninguno ha entregado una larga vidallena de virtudes mentales a nuestra na-ciente cultura como el insigne pensadorsureño. En la revista, en la cátedra, enel periodismo, en la amistad personal, hasido el generoso descu bridor de nuevasrutas insospechadas hasta entonces. Cuan-do se haga el balance final de la culturaamericana, el nombre de Francisco Ro-mero figurará como el de un apóstol quesacrificó una obra sistematizada por de-diearse diariamente al apasionado diá-logo con las juventudes que buscaban enél, como en el viejo Sócrates, la palabrade salvaci6n.

N osotros, colocados al norte del conti-nente de Bolívar y de San Martín, quere-

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mos saludar con verdadera efusión inte-lectual a Realidad. Hemos querido mos-trar a quienes se interesan por estos pro-blemas de la cultura; cuál es el perfil dela revista. Ya el tiempo irá revelando cómoese destino se cumple fielmente. Partici-pantes de las dudas y congojas del hom-bre de nuestro tiempo, en Realidad y ensu insuperable director queremos ver alauténtico guía que ha de conducir a nues-tra América por los caminos que le hande otorgar un lugar universal, en breveplazo.

A. B. A.

*AMBIENTE AXIOLOGICO DE LA TEO-

RIA PURA DEL DERECHO, por Ra-fael Carrillo. Universidad Nacional. Bi-blioteca Filosófica. 1947.

La Biblioteca Filosófica que ahora pre-senta la Universidad Nacional es un sín-toma revelador del nuevo clima que co-mienza a reinar en ella. Además de unaintensa agitación en todas las ramas dela cultura, 1la propiciado el trabajo filo-sófico. La prueba de ello es esta biblioteca,que se inicia con un libro de Rafael Ca-rrillo, una de las principales figuras dela naciente filosofía colombiana.

El nombre de Rafael Carrillo no fueelegido deliberadamente para iniciar laprimera biblioteca filosófica que apareceen Colombia. La elección obedeció a unpuro azar. Pero a quien conozca nuestroambiente cultural ha de parecerle que laelección fue deliberada. Entre nosotrosCarrillo tiene los mejores títulos paraexigir esta elección. Nuestro ambiente fi-losófico le debe mucho a su labor. El fueuno de los primeros que entregaron su vidaa la filosofía, y su ejemplo ha sido decisivopara que muchos jóvenes realizaran lamisma entrega. Antes sólo había aficio-nados que cultivaban la filosofía al mar-gen de otras actividades. Carrillo, en cam-bio, ha considerado esta disciplina comola tarea de su vida y su vida misma la ha

vivido en función de la filosofía. Tiene,además de la autoridad intelectual, la au-toridad moral, tan indispensable para elverdadero magisterio filosófico. Por es-to es, sin lugar a dudas, uno de los maes-tros de la filosofía colombiana. Y su elec-ción para iniciar una biblioteca de filoso-fía colombiana ha de considerarse comoun acto de justicia a sus virtudes y a suin teligencia.

Carrillo se propone demostrar en sutrabajo cómo la Teoría Pura del Derechonecesita buscar sus fundamentos en unafilosofía de los valores, contra lo que creeHans Kelsen, su creador.

El tema anterior le exige una previameditación sobre los valores. Porque élparte del supuesto de que los valores sonobjetivos y tal objetividad es algo quetodavía está en discusión. Teniendo encuenta el estado actual de la filosofía delos valores, Carrillo tenía que partir deuna meditacióu sobre ella, so pena de de-jar en el aire su crítica a la teoría deKelsen. El que quiera utilizar la nociónde valor, considerado como un objetotrascendente al sujeto, tiene que conquis-tar dicha noción contra bravos enemigosque le salen al paso resucltos a disolverel valor en la subjetividad. A pesar de lasgrandes cabezas que han intenenido enla discusión, en este campo nunca se hadicho la palabra definitiva. En 1913 seprincipia a publicar la Etica, forma yética material de los valores, de MaxScheler, quizá la mayor defensa de laobjetividad del valor presentada hastaahora, y, sin embargo,en 1919 tenemosahí el libro de Müller-Freienfels, Funda-mentos de una nueva teoría de los valores,el intento más inteligente para destruirdicha objetividad. En 1927 Hartmann sepronuncia en la misma dirección de Sche-ler, pero pocos años después vuelve a re-petirse la empresa de Müller-Freienfels.Además, en los últimos tiempos se ha di-cho que la filosofía existencial destruyetoda posibilidad de sostener que los va-lores son objetivos. Por los anteriores mo-

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tivos, todo el que quiera utilizar el valorcomo objeto tiene que intervenir en ladiscusi6n antes de entrar a tal utilizaci6n.Carrillo está en este caso. De ahí su ca-pítulo preparatorio sobre los valores.

Se ha alegado contra la objetividad delos valores el hecho de existir una muta-ción de los valores y un fracaso del hom-bre en su realización.

Contra la primera objeci6n Carrillo uti-liza, con bastante libertad, los argumen-tos de Scheler y Hartmann, que nosotroscompartimos. No hay tal mutación de va-lores, sino una mutación de la concienciavalorativa del hombre. La conciencia va-lorativa del hombre sufre cambios a tra-vés de la historia, pero los valores per-manecen independientes de estos cambios.Lo único condicionado históricamente esel hombre. Los valores están por encimade todo tiempo.

'rampoco el fracaso del hombre en larealización del valor destruye, según Ca-rrillo, su objeÚvidad. Al contrario, estefracaso viene a demostrar su trascenden-cia. Estamos de acuerdo con esta afirma-ción, pero no compartimos las razones enque se apoya nuestro autor para soste-nerla. Según él, si el valor es producido,como dicen los psicologistas, no se puededecir nunca que el hombre fracase ensu realización. Esto porque sería contra-dictorio que el productor de valores losprodujera para no poder en cualquier mo-mento y circunstancias traerlos a realidad.El hombre no se entrega a crear lo que nopuede realizar, pues ya lo uno implica lootro. Viendo las cosas en el fondo, crea-ción y realización son lo mismo, dice Ca-rrillo.

Creemos que las anteriores afirmacionesde Carrillo no son muy acertadas. Elfracaso del hombre en la realizaci6n delos valores no destruye su trascendencia,pero no por las razones que él alega. Sise admite que los valores son creados porel hombre, esto no obliga a sostener queel hombre no pueda fracasar en su rea-

lización. Carrillo parece que sólo tuvieraen cuenta en la creaci6n y en la realiza-ción al mismo nombre. Pero podría ocu-rrir que los valores, por ejemplo, creadospor una nación, o por una época, fueraninaccesibles a hombres de otras nacioneso de otras épocas. Los psicologistas nodicen que un valor creado por un hombresólo valga para él. Müller-Freinfels hablade los valores por tradición, es decir, devalores que han valido a través de lostiempos, después de haber sido creados.y en la realización de estos valores sepodría admitir que un hombre actual fra-casara. La razón para refutar la afirma-ción según la cual el fracaso del hom-bre en la realizaci6n de los valores des-truye su objetividad radica en otra parte..El hombre fracasa en la realización de losvalores precisamente pOI'que es hombre.El puede actuar conforme a los valoresy traerlos a realidad, porque es un serespiritual. Pero no es solamente un serespiritual, sino también un ser natural.Vive decidiéndose entre estos dos elemen-tos de su ser. Cuando se impone sobre élsu elemento que cae del lado de la natu-raleza, cuando, por ejemplo, obedece a suspasiones en lugar de decidirse por losvalores, es cuando fracasa en la realizaciónde éstos. Y, precisamente, este fracaso noshabla de la trascendencia del valor. Por-que si el hombre fracasa en su realizaciónprecisamente cuando obedece a su orga-nización sensible, los valores no puedenmanar de esta organizaci6n sensible, co-mo creen los psicologistas.

Lo más original de la primera parte deltrabajo de Carrillo son las observacionessobre lo que él ha bautizado la epojéaxiol6gica. Por medio de esta epojé axio-16gica se puede demostrar la trascenden-cia del valor. Al lado de la epojé escép-tica y de la fenomenológica, Carrillo noshabla, pues, de una tercera epojé de tiporadicalmente diferente. La fenomenoló·gica no adopta ninguna actitud ante elmundo trascendente, porque en eso preciosamente consiste: en poner entre parén-

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tesis todo lo que está fuera de la con-ciencia. La escéptica sí se declara re-sueltamente contra la trascendencia. Encambio la epojé axiológica afirma la tras-cendencia. Por medio de ella muestra Ca-rrillo la trascendencia del valor. Aquí nopodemos entrar a desarrollar las inteli-gentes ideas de nuestro autor, debido alos límites de una nota bibliográfica. Re-mitimos al libro que comentamos, dondese puede ver en detalle este original puntode vista en favor de la objetividad delvalor.

Después de dejar asegurada la tras-cendencia del valor, Carrillo entra, en lasegunda parte de su libro, a presentar unacrítica de la Teoría Pura del Derecho,llena de agudeza y originalidad.

En su anselo de alejar de la ciencia ju-rídica todo lo que no sea Derecho, Kel-sen quiere desterrar de ella lo que él lla-ma toda instancia metajurídica. La TeoríaPura del Derecho sólo se propone dar cuen-ta de la esencia del Derecho positivo. EsteDerecho positivo está constituído por unaescala de normas, cada una de las cualesrecibe su validez de la anterior. Y cadanorma es positiva únicamente por apo-yarse en otra norma, que le confiere susignificación, y que es a la vez una nor-ma positiva. Al vCl'ter esta o aquella nor-ma su significación sobre otra, esta otraqueda caracterizada por ese solo hecho,como norma positiva. Pero la norma queha realizado tal versión significativa sobrela otra, a su turno, está en la misma re-lación con la inmediatamente superior.En esta escala jerárquica de las normas,que va desde las normas inferiores hastalas normas constitucionales, no salimosnunca de la positividad. Pero esta escalano es ni puede ser infinita. En la cima dela escala nos encontramos con una normafundamental, que es el fundamento de todala escala. Esta norma, dice, según Kel-sen, que hay que obedecer al legislador ori-ginario. Aquí en esta norma termina lapasividad. Ella no es positiva porque norecibe su positividad de ninguna otra.

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A.demás, si ella es la que funda el ordenjurídico positivo, ella tiene que ser dis-tinta de todo orden jurídico positivo. Estanorma se sale, pues, del orden jurídico, estrascendente al orden jurídico, trascen-dencia que quería evitar a todo tranceKelsen, movido por sus anhelos de pureza.

Carrillo señala esta trascendencia dela norma fundamental y dice que cuandorealizamos esta salida entramos a una re-gión donde la podemos equiparar con el va-lor. No repetimos aquí sns agudas obser-vaciones con que lleva a cabo esta equi-paración. Sólo consignamos aquí los re-sultados, inteligibles para el que estéfamiliarizado con la ontología de los va-lores.

La norma fundamental y el valor noson objetos entes, valen solamente.

La norma fundamental y el valor sonesquemas de interpretación.

La norma fundamental y el valor sonil1dependientes del acontecer psíquico enque son queridos o representados.

La norma fundamental y el valor tie-nen un carácter supratemporal y supra-espacial.

La norma fundamental y el valor sonautónomos, no reciben su validez de nin-guna otra cosa.

La norma fundamental y el valor nosson dados con una exigencia de realiza-ción.

Del trabajo de Carrillo se desprende quela Teoría Pura del Derecho no cumplelos ideales de pureza que determinaron suelaboración. Indudablemente hay una ins-tancia transpositiva, un elemento meta-jurídico, contra lo que anhelaba Kelsen.Además, que este elemento trascendente alorden jurídico positivo, tiene similitudesextraordinarias con el valor. Por eso ha-bla del ambiente axiológico <lue rodea laTeoría Pura del Derecho.

Danilo Cruz Vélez

HISTORIA DEL DERECHO ARGENTI-NO. Ricardo Levene. Editorial Guiller-mo Kraft. Buenos Aires.

Ricardo L8yene, el gran maestro de lahistoriografía argentina, condensa en estaobra, concebida con la mayor amplitud-diez volúmenp_, de los cuales se han im-preso ya tres de más de quinientas pá-ginas cada uno de e11os- los resultadosde toda una vida de trabajo intenso y con-tinuado, consagrada preferentemente ala investigución histórica del Derecho In-diano y del Derecho Nacional Argentino.

Yo he dicho en alguna ocasión que lalabor historiográfica de Levene represen-ta en América algo de tan alta signifi-cación como la alcanzada en España porla obra american ista de] maestro Altamira.

Desde que en 1924 publicó su éxcelen-te Introilucción a la Hi.gtoria del DerechoIndiano, y poco tiempo después su impor-tante ohra sobre La Re1Jolueión de Mayo.1/ M,!ria110 Moreno, el 'estudio de la colo-nización española en América y el de lahostoria nacional argelJtina, hau venidopolarizando su atención inteligente y suesfuerzo perseverante, con desarrollo pa-ralelo. Una enumeración escueta de su pro-ducción histól'ica en libros y artículos derevistas, ocuparía varias p:lginas. Recor-demos sólo, que bajo su experta direc-ción y l~on su colaboración personal, sehan editado la Historia de la Nación Ar-gentina y la amplísima Historia Generaldc América, en cuya redacción participa-ron las figuras más destacadas de la his-toriografía contemporánea de Europa yAmérica, especializadas en los disintQsaspectos de lo que se ha llamado ameri-canismo.

y además de un realizador excelenteha sido y es Levene, un animador infa-tigable. Desde sus cátedras de las Univer-sidades de La Plata y Buenos Aires, des-de el Decanato de la Facultad de Huma-dades y desde la presidencia de la Uni-yersidad de La Plata, al frente de la Jun-ta de Historia y Numismática y de la

Academia de Historia Argentina, y másrecientemente en la Dirección del Insti-tuo de Historia del Derecho Argentino, hasabido llevar a cabo una labor estimulantey arti<mladora de esfuerzos, que ha ren-dido los miís brillantes resultados.

I)a obra que motiva estos comentariosha de aba real' desde las primeras mani-festaciones históricas del Derecho India·no hasta las últimas elaboraciones jurí-l1ieas del Derecho Nacional Argentino.IDn la sistemática establecida por el autor,se diferencian cuatro períodos históricos:el del Derecho Indiano; el de la forma-ción del Derecho Patrio Argentino, hastael advenimiento de Rosas en 1829; el dela época de Rosas, y el de la estructura-eióll y vigencia de los Códigos Nacionalesy de h¡d leyes complementarias. Dentrode cada uno de estos períodos se estudian,por separado, las Fuenfes del Derecho ylas distintas instituciones jurídicas, pres-tando, además, el valiosísimo servicio a10R investigadores de publicar, en volú-menos aparte, nutrida documentación se-k(~eionada sobro las diversas materias ob-jeto de estudio.

Los tres tomos publicados hasta ahora,tratan: el primero, de las Fuentes delDerecho Indiano; de las Instituciones deDerecho Público y de Derecho Privado, elsegundo; en el tercero, se recogen docu-mentos, inéditos en gran parte, sobre laaplicación de las Leyes de Indias en lasProvincias del Río de la Plata.

Todo el vasto y complejo panorama dela vida jurídica colonial, queda en estosvolúmenes sistemáticamente expuesto ysagazmente comentado. El dominio que elprofesor Levene posee de todos y cadalino de los temas analizados, se acusa demanera destacada. La lectura de estas pá-ginas, de tan denso contenido, produceinequívoca sensación de que su autor semueve siempre en un terreno firme y se-guro.

Creemos sinceramente que la apariciónde obra de' méritos tan relevantes, debeser señalada con singular complacencia

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a todos los estudiosos de la historiografíahispanoamericana.

José M~ Ots

*ASTROGILDO RODRIGUEZ DE ME-

LLO. O trabalho lorcado de indigenasnas lavo'Uras de N ova. Espanha. SaoPaulo, 1946. (Universidade de Sao Pau-lo. Faculdade de Filosofía, Oiencias eLetras. Boletim LXIX. História daOivilizacao Americana, N9 3.)

El profesor de la Universidad de SanPadro, Dr. Astrogildo Rodríguez de Mello,presenta en este extenso estudio monográ-fico un cuadro sistemáticamente concebi-do y muy seriamente documentado, de lasinstituciones reguladoras del trabajo in-dígena, en tierras de la Nueva España.

Oomo precedente histól'ico obligado delrégimen de trabajo impuesto a los abo-rígenes por los colonizadores hispánicos,se hace, en un primer capítulo, una su-cinta exposición de la. situación jurídica,económica y social del trabajador aztecaal tiempo de la llegada de las huestescortesinas. Pel'mite esto captar con segu-ridad el hilo de la evolución histórica delproblema a lo largo de todo el períodode la dominación española, diferenciando,con precisión, el aporte indígena y lasnuevas modalidades introducidas por loscolonizadores, al tratar de resolver cues-tión de importancia tan vital para la vidaeconómica de estos países.

Lo que significaron a lo largo de todoel período colonial la esda vitud de losindios impuesta al amparo de la llamadajusta guerra, las encomiendas con losservicios personales antes y después de1542, el sistema de los repartamientos 101'-zoros y el de la libertad de trabajo, con-tran-estado este último con el trabajo obli-gatorio para el pago de deudas, quedaclaramente expuesto, sobre la base de unadocumentación poco menos que exhaustiva,a través de las páginas de este estudio.

No ha descuidado el profesor Rodrí-

guez de Mello, discernir, con objetividad yseguro espiritu crítico, entre la doctrinasancionada en la ley al regular las dis-tintas instituciones y la realidad econó-mica y social de cada momento histórico.El pro y el contra de este aspecto de lacolonización española en América, el al-cance y las causas del tan discutido di-vorcio entre el derecho y el hecho, estánsobria y desapasionadamente expuestos,sin actitudes preconcebidas y sin inten-ciones polémicas, tan lamentablementefrecuentes en esta clase de trabajos.

En la monografía que venimos comen-tando, se limita el autor a exponer, lisay llanamente, su verdad histórica. Unaverdad que en este caso aparece respal-dada por una autoridad profesional biencimentada y por uua análisis cuidadosoy excelentemente aprovechado, de fuen-tes historiográficas y documentales muynutridas.

José M'!- Ots

*OLARENCE H. HARING. The Spanish

Empire in America. New York. OxfordUniversity Press, 1947.

El prestigioso historiador norteameri-cano Clarence H. Haring, que ostenta laelevada jerarquía académica de RobertWoods Bliss pro[essor o[ Latin-AmericanHistory anil Econornics y Master o[ Duns-ter House en la Universidad de Harvard,presenta en esta obra una síntesis, magis-tralmente lograda, de la política coloni-zadora desarrollada por España en tierrasde América.

Constituyen la base de este libro, segúnel propio autor recuerda en el prólogo,las lecciones de un curso dictado durantela primavera de 1934 en el Instituto His-pano-Oubano de Historia de América, fun-dado en Sevilla por el inolvidable mece-nas don Rafael González-Abreu. Por seryo entonces director de aquel instituto,pude seguir personalmente las lecciones deeste curso, con toda la cuidadosa atención

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que la destacada personalidad del confe-renciante requería. El favorable juicio queen aquella ocasión hube de formar del con-tenido de estas lecciones, lo he puesto derelieve cou la amplia utilización que deellas mismas he hecho en algunas publica-ciones mías.

En este libro, en el que aquellas ense-ñanzas han logrado plena madurez y sehan enriquecdo con las más recientes apor-taciones bibliográficas, presenta su autorun cuadro muy completo de las institucio-nes hispano-americanas del período colo-nial.

Unos capítulos preliminares -del 1 alIlI- sobre el carácter de los descubri-mientos, sobre las primeras experienciasde gobierno de España en América y so-iJre los núcleos sociales del pueblo eon-quistador y del pueblo indígena, sitúancerteramente al lector frente a los pro-iJlemas iniciales que condicionaron el na-cimiento y desenvolvimiento histórico dela estructura institucional de estos paísesbajo el signo político de la soberaníaespañola.

Se estudia luego -capítulos IX a X-la organización territorial de los dos pri-meros virri ena tos: el de Nueva Españay el del Perú; el significado y actuaciónpolítica del Real y Supremo Oonsejo delas Indias; el carúcter de Virreyes y Au-diencias, junto con el de los otros órga-nos de la Administración Provincial y conel complemento obligado de las Visitasy los J vicios de Residencia,. los OabildosMunicipales de las ciudades coloniales yla función de la Iglesia, cumplida bajo elrégimen del Regio Patronato.

El panorama histórico de la escuela yde la sociedad colonial, así como los ras-gos más salientes de la producción lite-raI'ia, científica y artística, son presen-tados con criterio seguro y sistemático enlos capítulos XI y XII, cerrándose esteanálisis institucional de la vida de lacolonia, con una exposición metódica dela política económica' y fiscal -industriay agricultura, organización de la Real Ha-

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cien da y régimen de comercio-, rematadacon unas observaciones muy precisas so-bre la fase final de la colonización.

Una nutrida guía bibliográfica, selec-cionada con acierto, y un índice de ma·terias, personas y lugares geográficos,aumentan la utilidad de esta obra, queconstituye un aporte muy valioso, dignodel justo y bien ganado renombre de suautor.

José M~ Ots

*EN UN VALLE DE IRIJANDA, por

LiMIl O 'Flaherty. Editorial FuturoBuenos Aires.

Una novela más de Liam O'Flaherty, elgrande escritor irlandés, ha sido publicadarecientemente en español por la EditorialFuturo de Buenos Aires, bajo el hermosoy sencillo título de En un valle de Irlanda.

El famoso autor de El Alucinado, obratambién vertida a nuestro idioma haceya algún tiempo, nos ofrece ahora en lanovela que comentamos un cuadro vigo-roso y palpitante de la vida de los cam·pesinos de su país, a mediados del siglopasado, bajo la dominación inglesa. Perola época y el lugar donde la acción dis-curren en nada limitan sus proyeccionesuniversales, porque se trata de problemassociales y humanos de perenne vigencia.

El Valle Negro, escenario de la novela,es una porción de la Irlanda legendaria yaltiva, limitada no sólo por los accidentesde una geografía hostil, sino también porla opresión social y económica de que sonvíctimas sus sencillos y humildes mora-dores.

El gran protagonista de esta obra es elpueblo mismo encarnado fielmente en lafamilia de Briam Kilmartin, una sencillafamilia de cultivadores de papas, comotodos sus vecinos, que se debaten contrala adversidad de las plagas, contra la na·turaleza implacable y contra la extorsionde los terratenientes extranjeros y susmétodos feudales.

Pero estos personajes, sin perder susvínculos con la gran masa anónima que losrodea, y obrando, por el contrario, en fun-ción de hijos de la gleba, tienen, sin em·bargo, su propio carácter, su fisonomíainconfundibÍe, se mueven con ademanespropios y pasan por las páginas del librounidos por el amor, constreñidos por elhambre y la opreSlOn, enfrentados porodios ciegos y primitivos, limitados por laignorancia y la torpeza, y casi aplastadosbajo el peso inexorable de la miseria. Ma-ría, joven y hermosa, rebelde contra losprejuicios seculares; Martín llevado a lainsurgencia por el torbellino ciego de losacontecimientos; el doctor Rynes, vaci-lante y cobarde, que termina por pereceroscuramente; y Silly O 'Ranlon, conducidaa la locura y el crimen, todos ellos vivenla plenitud de su drama humano y social.

Por eso si se tratara de clasificar estanovela de Liam O 'Flaherty, tendríamosque decir que pertenece a esa vigorosa co-rriente de la literatura moderna que bienpodría llamarse el neo-realismo, porqueaprovecha los elementos y conquistas delrealismo clásico, pero lo supera ventajo-samente al incorporar a la novela el dra-ma humano, no simplemente en su aisla-miento insular, en su limitado círculo in-dividual, sino en todas sus extensas pro-yecciones sociales.

Alvaro Sane lemente

*LA FAMILIA KARNOVSKY, por lsme!

Singer. Editorial Futuro. Buenos Aires.

El nombre y la obra de Israel Singer,el fecundo y vigoroso escritor polaco fa-llecido tres años atrás en los EstadosUnidos, donde residía últimamente, cons-tituyen un auténtico patrimonio de la li-tera tura universal. Ensayista denso y ori-ginal' preocupado por los grandes proble-mas de nuestro tiempo, que supo analizaral través de su vasta y profunda cultura,Israel Sin gel' ha sido, sin embargo, más

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conocido por sus grandes novelas, entreellas Hermanos Áskenazi y Sucesos verí-dicos, consagradas a presentar, con legí-timo realismo, en toda su descarnada ver·dad, la tragedia íntima y conmovedora delpueblo judío, dentro de los marcos deesta época identificada por sus signos deviolencia, de injusticia y de desesperación.

La vida literaria de Israel Singer seinidó en 1916, cuando se hallaba en pIe·no desarrollo la primera guerra mundial, yse extinguió en 1944, mientras la huma·Jlidad se debatía de lluevo en medio deuna sangrienta hecatombe. Ese período,fecundo \)11 grandes acontecimientos, des-crito e interpretado con extraordinaria fi-delidad, VIve plenamente en las novelas delgrande escritor polaco y es lo que les daese earacter de testimonio perdurable.Camarada Najman y Yosche Kalb, edita-das hace varios años, y La familia Kar-rlOvsky, recientemente publicada en espa-¡iol por la Editorial Futuro de BuenosAires, SO)) trozos maravillosos de la histo-ria contempOI'ánea. En ellas, esa parte dela humflnidad, vilipendiada y escarnecidaque es el pueblo judío, aparece en plenaactividad vital que es como decir en fun-~jón ae lucha, de heroísmo, de sacrificio y

de eteruidad.

La familia Karnm'sky es el relato sen·cilla de la vida de David Ka1'1lovsky, un.judío del oriente europeo que decide aban·donar su tierra natal para ir a establecerseen Berlín en busca de un ambiente máspropicio. Su hijo, Georg, alcanza el título<1emédico, combate en la primera guerramundial y m[¡R tarde, curado ya de unadecepción amorosa, se casa con una mu-chacha alemana. De esa unión nace JegorKarllovsky, uno de los protagonistas prin·cipales de la novela. El niño crece simul-t{tneamellte con la marejada de odio racialdesatada por los nazis en Alemania al lle-gar al poder. Este acontecimiento histó-neo y la mezcla de sangre. que lleva ensus venas originan la tremenda tragediaque marca el destino del adolescente. Lafamilia Karnovsky, víctima de la perse-

cuci6n, logra huir y establecerse en losEstados Unidos. Pero ni aún así el almaatormentada de Jegor, deformada por labrutalidad nazi, pervertida por el odioracial y la exacerbaci6n de los más bajosinstintos nacionalistas, encuentra su re-denci6n. La tremenda lucha que se libraen su interior conduce al joven a buscaren el suicidio una definitiva soluci6n.

Como todas las grandes novelas moder-nas, también esta de Israel Singer no sereduce a presentar el drama humano en sulimitada significación. Todos sus persona-jes actúan en medio de ese vertiginosotorbellino que es la sociedad actual. Perolo humano de sus criaturas y lo dramáticodel medio en que se mueven, forman unasíntesis maravillosa de belleza y verdadque es la característica de la obra de artedestinada a la perennidad.

Alvaro Sanclemente

*CANTICO.~Selección de poemas de Julio

Barrenechea. Ediciones Librería SigloXX. Bogotá, 1947.

La colección Cántico, que ha llegadoa su número 13 bajo la dirección del jovenescritor Jaime Ibáñez, ha publicado ensu última entrega una selecci6n de poemasdel ilustre poeta chileno señor Julio Ba-rrenechea, quien actualmente se encuentra.sirviendo con extraordinario acierto y bri·llantez el cargo de Embajador de su pa·tria en Colombia.

Esta selecci6n, hecha con verdaderoacierto, recoge lo más representativo de

Espejo del sueño, Rumor del mundo yLibro de amor, este último aparecido hacealgunos meses en Colombia. Se aprecia,pues, con gran claridad y mucha certi-dumbre, el proceso lírico de Barrenechea.desde hace diez años hasta ahora. La par-te más brillante y deslumbradora es la.inicial donde las imágenes se sucedenininterrumpidamente con fertilidad sinigual. Los poemas de tánta belleza y su·tileza como Muchacha dttrmiendo, que esuno de los más populares de este notablelírico, se van transformando en otros desobriedad, serenidad y equilibrio formal yconceptual como Poder ser solo, que tieneun marcado sentido clásico.

Desde luego la obra de Barrenechea esde suma personalidad. En ella se conjuganelementos muy variados pero que al en·contrarse y mezclarse producen una indi-vidualidad distinta que se hace muchomás notable que la mera suma de estosfactores. Está, por ejemplo, la diafanidaddel aire donde se mueven las figuras desus poemas. Es un aire formado por pre·sencias casi angélicas. Al mismo tiempoestá la presencia del tiempo como una en-tidad destructora, que se semeja, o que esla muerte. Está también la memoria dela infancia, plena de atributos de admi-rable poder espiritual.

Barrenechea cuenta ya con una fama.muy s6lida en todo el continente graciasa las virtudes esenciales de su poesía, queson suficientes para mantenerlo claramen-te situado entre los grandes poetas ame·ricanos del siglo. Esta selecci6n de Cán·tico recoge lo más sedimentado de su obra.

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