no mas duendes - gordon r dickson
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Nomásduendes,eslahistoriadeRolfGunnarson,unniñocuyopadreestáa cargo del lanzamiento del primer cohete aMarte desde Cabo Kennedy.Debido a la intensa actividad desplegada por su padre, Rolf se siente unpoco relegado (a su vez, su madre parece cuidar más de su hermanapequeña que de Rolf), considerando además que sus preocupacionesecológicas tienen más importancia para la humanidad que los viajesespaciales.
Undía,dandounpaseoenbicicletajuntoconsuperroShep,sufreunacaídade esas que te hacen ver estrellas. Cuando se recupera, se da con lasorpresadequesuperroestáhablando(discutiendoseríalapalabra)…¡conunduende!
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GordonR.Dickson&BenBova
NomásduendesePubr1.3
algarri21.12.14
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Títulooriginal:Gremlins,GoHome!GordonR.Dickson&BenBova,1974Traducción:ArielBignami&AnaMaríaRamb
Editordigital:algarriCorreccióndeerratas:KarsePubbaser1.2
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F1
altabaunasemanaparaellanzamientoaMarte.«El lanzamiento», como lo llamaban todos en los alrededores de Cabo
Kennedy.«¡Gran cosa!», pensó Rolf Gunnarson mientras abría la puerta del garaje. La
puerta se le resbaló de las manos y traqueteó ruidosamente en sus carriles hastagolpearsealfinaldeellosconunsonoroimpacto.PoruninstanteRolfsesobresaltópensando que el ruido despertaría a su hermanita menor; después apretó lamandíbula.¡Quesedespierte!
Rolfpasócondificultadjuntoalautomóvildesupadre—uncocheoficialdelaNASA—para llegarasuviejabicicletade tresvelocidades.«¿Asíquenonecesitounadediezvelocidades,eh?—murmuróparasí—.Élestádemasiadoocupadoconsu tiro al espacio para escucharme.Realmente necesito esa bicicleta para llegar alRefugiodeVidaNaturalyvolver.Peroaélnoleimportalaecología,elRefugioninada…¡salvoserDirectordeLanzamientoparaestevueloaMarte!».
ConceñoarrugadoRolfsacódelgarajelabicicletaylacondujoentreloscincooseisvehículosestacionadosa lo largode la calzada.En la calle estabadetenidouncamióngrandedetelevisión.Dentrodelacasa,lostécnicosdelatelevisiónestabanextendiendo cables e instalando luces y cámaras. Iban a entrevistar a su padre.Faltabanapenasunosdíaspara«Ellanzamiento».
—Parecequefueraunodeellos…unodelosastronautasquevaaMarte—dijoRolfaShep,queestabaacostadoalasombradelnaranjo,enelpatiodelanterodelosGunnarson.Shepseparecíaaunapelotade lanapardayblancacon la lengua rojaafuera,jadeando.
Era un día de losmás calurosos que puede producir Florida en verano. El solquemaba desde un cielo azul brillante veteado aquí y allá con nubes blancas yrelucientes.PeroRolfyanopodíaquedarseencasa.Primeroerasupadrediciéndole:«¡Ahorano,Rolf!¿Novesqueestoyocupado?“Ellanzamiento”primeroydespuéshablaremosdeeso».Despuéseralacuadrilladetelevisiónquealborotabaportodalacasadiciendo:Muchacho,¿quieressalirtedeenmedio?
Conunsilbido,RolfllamóaShepparaqueloacompañarayempezóapedalearrumboalRefugioNacionaldeVidaNaturaldelaIslaMerritt.Hoypensabanoirallá,quedarseencasa.Peroahora…
«Debíhabermetraídounpocodelimonadaoalgo»,sedijo,mientrasrecorríalacallepedaleandosubicicletaypasabafrentealaspulcrascasitasdecéspedyarbustosenflor.
Porun instantepensó en regresar, pero luego sacudió la cabezanegativamente.«Talveznoregresenunca»,pensólúgubrementemientrasvirabaparasalirdelacalleyencaminarsehaciaelCaminodeOldCourtnay.
Recorrióvarioskilómetrosensilencio,conShepcorreteandoasulado.Aunque
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hacíacalor,larapidezconqueandabahizoqueunabrisalesoplaraenelrostroyquesucamisadesabrochadaaletearasueltaasusespaldas,demodoquesintióresbalarelairesobresupechodesnudo,soplandoporloshuecosdesusmangascomosifuerasuacondicionadorpersonaldeaire.«Igualquelosastronautas»,pensó,representándosementalmente cómo debían sentirse dentro de sus vestimentas espaciales con aireacondicionado.
Andarenbicicletalehacíabien…aunconelcalor.AunqueenrealidadningunaclasedecalorpodíamolestaraRolf.Estabahabituadoaél.LomismoqueelbuenShep,queparecía tan lanudocomocualquierotroovejero inglésencualquierpartedelmundo,trotandojuntoalabicicletaconlarojalenguaafuera.QuiennoestuvierabieninformadocreeríaqueShepestabaporderretirse.PeroRolfsabíaqueelovejeropodíaseguirleeltrenasítodoeldía.AmboserannacidosycriadosenFlorida.Shepadivinaría que se encaminaban hacia el Refugio de Vida Natural, un sitio que legustabatantocomoaRolf.
LamayoríadelaspersonasnisiquieraadvertíanqueelRefugioexistía.Loúnicoquelesimportaba,comoalpapádeRolf,eralapartedeCaboKennedyocupadaporel Centro Espacial. En realidad el Refugio medía casi 35 hectáreas. Era casi elnoventa y nueve por ciento de toda la tierra que laAgencia Espacial poseía en elCabo.ElCentrodelanzamientoocupabaelunoporcientorestante.ElRefugioeraunasilo para aves.Oficialmente había 224 especies distintas de aves que lo visitabanregularmente…, aunque Rolf en persona había verificado 284 especies el añoanterior. Y estaban también los residentes permanentes: recios cerdos salvajes,serpientes,águilasdecabezablancayhastacaimanes.Unbuensitioadondeircuandoencasasellegabaalpuntoenqueunoqueríavoltearlaparedapuntapiés.
Eneseprecisomomento,sinembargo,esedeseoibadisminuyendoenél.Comode costumbre, la actividad de ir en bicicleta y la perspectiva de volver al Refugioestaban ejerciendo su influencia benéfica en su espíritu. Ahora que empezaba asentirsemejor,Rolfadmitióparasíqueenrealidadnoerancosascomonotenerunabicicletadediezvelocidadeslasquelofastidiaban.Era…nolograbadecirquéera.Aveces,cuandoestabalejosdesucasacomoentonces,resolvíanodejarquelascosaslo afectaran cuando retornase. Pero siempre lo afectaban. O al menos, desde quehabíaempezadoeseverano, siempre.Recordando lasúltimas semanas,Rolfarrugódenuevo el entrecejo.Se suponía que las vacacionesdeverano eran algoqueunoansiaba. Pero ese año nada parecía haber salido bien… desde que él resbalara deltrampolín y se lastimara la pierna, hasta ese momento. Primero había sido eseaccidente, luego el trastorno en la casa cuando nació su hermanita. Ahora «Ellanzamiento»…
Ocupadoensuspensamientos,llegóaloslindesdelRefugiocasiantesdedarsecuenta. Pero entonces, de pronto, el camino se internó entre extensiones de tierradespobladayRolfmiróenderredorsintiéndosebien.Talvezlamayoríadelagenteno habría visto gran cosa digna de disfrutar. Había tan solo pequeños altozanos
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arenososcubiertosdetoscahierbaymalezasachaparradas,portodaspartes,conunoqueotroárbolmásgrandealzándosetorcidohaciaelcieloresplandeciente.PeroparaRolferaunlugarnotableyfascinante,quebullíadevidavegetal,avícolayanimal,todos los seres que eran particularmente sus amigos.De la puerca salvaje con suscuatrolechonesqueeneseprecisomomentotrotabaaplenavistajuntoalcaminopordonde él iba, hasta un pelícano pardo que anidaba en una laguna secreta queRolfconocía,situadalejos,enelmonte—yquehabíaperdidoyaunodesustreshuevosporladelgadezdelacáscara,debidaalDDT—,todoseranindividuosporquienesélsepreocupaba.
Lapuercacondujoasufamiliaentrelasmatas,yunpocomásadelanteRolfsalióconsubicicletadelacarreteradehormigónparaentrarenelcaminodeasfaltoqueconducíaendireccióna lapartedelRefugio llamadaPlayalinda.Después,unpocomásadelante,abandonótotalmenteelcaminoyseinternóatopetazosporunodelosviejossenderosquecruzabanserpenteandoelVedado.
Oficialmente, nadie tenía que estar allí en ese momento. Por eso no habíaplaneadoiresedía.Playalindaestabaoficialmentecerradacuandohabíauncoheteenlaplataformade lanzamientodeLC-39, como lo estabaenese instante el cohete aMarte.
«Pero¿aquién le importabaeso?Loúnicoquesignificabaelcierrede laplayaera que no habría nadiemás por allí. ¿Y quién quiere alguienmás por allí?,—sepreguntóRolf—.Estarsoloesbueno.Nadieaquí,salvoShepyyo…».
«¿Shep?»RolfadvirtiódeprontoqueShepyanotrotabajuntoasubicicleta.Esoensíno
eratanraro,yaqueaveceslasendaerademasiadoangostaeimpedíaquelabicicletayelperrofueranjuntos.PeroenesecasoShepestaríadetrásdeél.Rolfmiróatrás,entrecerrandolosojosparaevitarelresplandordelsol…
Shepestabadetrásdeél,claro.Peromuchomásatrás.Elovejeroestabasentadoen el último recodo de la senda por donde habían pasado, unos cincuenta metrosdetrás de Rolf, contemplándolo con desaprobación. Rolf frenó la bicicleta y sedetuvo.Apoyólospiesenelarenososueloysevolvióamedias.
—¡Vamos!—gritó—.¡Shep,venaquí!Shepnosemovió.Peroladró…,locualcomplicabalacuestión.Shepsediferenciabadeotrosperrosenvariosaspectos.Unodeelloserasumodo
de ladrar.Para empezar, teníaunavoz áspera, perono se trataba solode eso.Casitodoslosperros,cuandoladran,parecenestardiciendo:«¡Oye,mealegrodeverte!».«¡Cuidado!».«¡Teloadvierto!».«¡Retrocede!».
ElladridodeShepseparecíamásaldeunancianocaballeroairadodiciéndoleaalguienquecuidarasusmodales.«Yaerahoradequellegaras»,parecíadecirShep.Obien:«¡Bastayadedisparates!».
—¡Rarf! —dijo en ese momento Shep. Fue exactamente como si hubieraexclamado:«¡Vuelveaquíenseguida!».
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—Shep—dijoRolfconlentitud—.Hoynoestoydehumorparaeso.¿Meoyes?—¡Gruof!—contestóShep.—¿Quétepasa,alfinyalcabo?—¡Rarf!¡Rarfraruf!—Escucha,voyaseguirestasendategusteono.—¡Rruff!—¡Puesentoncesirésolo!—¡Rarr!—Comogustes—dijoRolf dándose vuelta y poniendo la bicicleta otra vez en
marcha.—¡Siguenomáscomogustes!Ypartió.Unosminutosyunpardecurvasdelcaminomástardecaptódereojoun
levemovimiento,yalbajarlavistavioaShepandandodenuevoasulado.—Mrrp—mascullósombríamenteShepenlohondodesulanudagarganta.Pero
siguióandandojuntoalabicicleta.Rolfsintióunapequeñapunzadadeculpa.—¿Acasonohagoavecescosasquetúquiereshacer?—preguntóRolf.Shepcallabaahora.Seguíatrotandoconsunegranarizalaire.Rolfseencogióde
hombros,dándoseporvencido.LarenunciadeShepaseguirporelsenderocausabaaRolfmás curiosidad aúnporver adóndeconducía.Teníaquehaber recorrido antesesasenda,yaquehabíavagabundeadoportodaslassendasdelazonadePlayalindaen una u otra ocasión. Pero en ese precisomomento no podía recordar cuándo, oadóndeconducíaesasendaenparticular.
Subíanunapequeñaelevaciónhaciaunacimaarenosa.Másalládelacimanoseveíanada,salvoelcalientecieloazul.BajolasmovedizaspiernasdeRolf,labicicletasubió a la cresta y luego se inclinó en una empinada cuesta para iniciar un largodescenso.
«¡Nuncaviantesestelugar!»,pensóRolf.Y cuando la bicicleta bajaba, Shep se estiró hacia arriba, cerró firmemente los
dientes sobre el raído borde de los vaqueros recortados sobre la rodilla deRolf, yhundiósólidamenteenelsuelolascuatropatas,aplicandolosfrenos.
EralapiernadébildeRolf, laquesehabíalastimadoenlapiscina.Labicicletapatinóviolentamentedetravés,saliéndosedelasenda,yempezóacaerse.Aunasínodebíahabercaídodeltodo,yaqueRolferaunciclistaexperimentado.Sacólapiernaparasostenerlabicicletaydetenerlacaída.
Perosupieresbalóenelsueloarenoso,lapiernaseledobló,labicicletacayóyRolfcayórodandoporelrestodelacuestahastaelfondodeladepresión.
—¡Shep! —gritó… o trató de gritar. Cosa extraña, la voz le salió como unchillidito.
Furioso,Rolf intentó sentarse, pero no lo consiguió ni siquiera amedias.A sualrededor, la depresión parecía llenarse de una bruma blanca perlada. Le eraimposiblevernadaaunbrazodedistancia.Lacabeza lezumbabaconunviolento
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mareoqueledabalasensacióndeestargirandolocamente.Rolfsedesplomódenuevoenlaarenaytodoseoscureció.
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ocoapoco,Rolfvolvióensí.A través de los párpados aún cerrados, veía las cosas enrojecidas por el
cálido resplandor del sol. Se apagó lentamente en su cabeza un zumbido, y en sulugar pudo oír dos voces que discutían.Una era profundamente grave y de acentopuramenteinglés.Laotra,muyaguda,detenorybienirlandesa.
—…¡sobrutos!—resoplabalavozprofunda.—Ah, ¡conque tú de nuevo! —replicó la vocecilla de acento irlandés—. ¿No
sabes acaso que ahora nadie habla así? ¡En realidad, suenas exactamente igual aldoctorWatsonconSherlockHolmes,hacemásdecienaños!
—¡Pues ustedes «son» unos brutos!—gruñó la otra voz—. ¡Hato de bribones!Además,¿quéquieresdecirconeso…hablarcomohacecienaños?Hablocomouncaballerocabal,debuenosmodales,deexcelenteeducación,sisemepermitedecir…
—Noesasí—dijoconfastidiolavocecitairlandesa—,comonotengolamenorduda de que lo sabes bien. Es completamente artificiosa la manera de hablar queempleas,copiadadelasúltimaspelículasquevisteenlatelevisión.¡Puaj!
Lavozgravevolvióagruñir,peroestavezfueunverdaderogruñido.—Vamos, vamos, no hay que precipitarse —chilló la vocecita irlandesa, que
repentinamente pareció provenir de más alto—. En realidad, no quise ofenderlo,MisterSheperton.Deningúnmodo.
Rolfentreabrióunpárpadoparaverquéocurría.Yalinstanteprefiriónohaberlohecho.
VioaShepqueconellabioenroscadoymostrandolosdientes,mirabaconfijezahaciaunamata.Flotandoapenassobreella,suspendidoenelaire,estabaunincreíblehombrecito de no más de treinta centímetros de altura, con larguísimas orejas enpunta y enormes cejas blancas, vestido con chaqueta verde de estiradasmangas yajustadospantaloncitosqueterminabanenpequeñasbotasdepuntaagudaycorva.
YeraShepelquehablabaahora:—¿Televisión?¡Vayaconlaimpertinencia!Habloasíporquesoyquiensoy.¿Que
esunpocoanticuado?¡Nohayningúnmaleneso!—Por supuesto que no, Mister Sheperton. ¡Ninguno en absoluto! —dijo el
hombrecito,aúnflotandosobrelamata—.Tienesunaencantadoramaneradehablar,sindudaalguna;yaestátododicho.Ysiahorahablandeigualmodoenlaspelículasde televisión, es seguramenteporqueestán intentando lograrconprecisiónel estiloseñorial,característicodeuncaballerocomotú.
Shepseapartódelamata.Sulabiosedesenroscó.Rolfcerrónuevamente losojos.Nopodía ser…aquelloqueél estabaviendoy
escuchando. ¿Shep hablaba como un ser humano y un hombrecito verde lecontestaba?Pero…debíahabersegolpeadolacabezacontraunarocacuandocayódelabicicleta.Entonces,lasvocescallaron.Seguramente,cuandoabrieradenuevolos
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ojos,noveríamásquealbuenazodeShep,gimoteandocomocualquiervulgarperro,ytratandodelamerlelacara.
Pero…—Dejémonos de tonterías, entonces —dijo la vocecita irlandesa, con total
claridad—.Indudablemente,tenemoscosasmuchomásimportantesquediscutir,¿noesasí?
Rolfabrióambosojosalavez.Elhombrecitoflotabasobreelsueloalpiedelamata.Shepsehabíasentadosobresuspatastraseras.
—¡Si te refieres al chico —dijo ásperamente Shep— no tenemos nada quediscutir!Estábajomiprotección,¿sabes?Ynolocompartiréconningúnbribón,conninguna aparición, con ningún duende. Porque tú eres un duende, a pesar de tutrajecito verde y de tu verde pronunciación…Con respecto amimodo de hablar,¿quétaleltuyo?
—Vamos,vamos,MisterSheperton—dijoelduende,oquienfuera,conabsolutacalma—.Nodesenterremosahoraviejoshuesospararoer…
—¿Yporquéno?—refunfuñóShep—.Hepasadohorasmuyfelices,ocupadoendesenterrar.
—Solo quise decir que no necesitamos discutir cosas sin importancia—dijo elduende—.Essobreelniñoquedebemoshablar.Unexcelentemuchacho…
—Naturalmente.Yomismoloeduqué—dijoMisterSheperton.—Esoestáalavista.Nohayduda—dijo,apresurado,elduende—.Peroelcaso
esqueelchicoestáenunapuro…esonosepuedenegar.—Lavidanoesunlechoderosas—contestóduramenteMisterSheperton—.Hay
quesabertomarlobuenoylomalo.—Seguro.Pero¿porquéaceptarlomalo,sisepuedetomarsiemprelobueno?—¡Ayuda a templar el carácter, esa es la razón!—estallóMister Sheperton—.
Miratú…comoquierasquetellames…—Baneen—dijoelduende.—Mira, Baneen. Esto es cosa de seres humanos. ¡Saca de aquí tu narizota de
duendeentrometido!—continuóMisterSheperton—.Elchicohapasadounveranodifícil.Paraempezar,todosuinterésenlosanimalessilvestresloalejódesusamigos.Luego,cuandonuevamenteintentósersociable,apenascomenzadaslasvacaciones,tuvo la mala suerte de fracturarse una pierna al saltar desde un trampolín. Estabahaciendoostentación,esverdad,peroquémalhayeneso…,ytuvoquepasarvariassemanas enyesado. La mamá estaba ocupada con la hermanita pequeña. El papá,sumergido en su trabajo. Dejaron que el chico se las arreglara solo, justamentecuando comenzaba ameterse dentro de este asunto de la ecología y deseabahaceralgodeprovechoensuvida…Muybien.Élresolverásuspropiosproblemasdeunamanerauotra,yteagradecerénointerferir.
—¿Que «tú» me agradecerás?—chilló Baneen, brincando a unos pasos de lanariz de Shep, como bailando con sus botitas de punta curvada—. ¿Me lo
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agradecerás,entonces?Ysiyonodebointerferir,¿quéesloqueestáshaciendotú?—Yosoydelafamilia—gruñóMisterSheperton—.Ahíestálagrandiferencia.—¿Ah,sí?¿Deveras?¿Yesoteotorgaderechoparaimpedirqueelchicoreciba
todalainmensaayudaquelepuedadar?EnestolosojitosdeRolfseabrierontotalmente.—Cuando mucho, un toque, apenas un toquecito de magia de duende, y de
inmediatoélencontrarálasoluciónatodossusproblemas,atodossussueños.Todoestoacambiodeunapizquitadeayuda,nounamano,sinoapenasunmeñiquito…
MisterShepertongruñóyseparósobresuscuatropatas.Baneensaltóhaciaatrásun paso y comenzó a elevarse, alejándose de la tierra. Pero ambos quedaroncongeladosensusrespectivossitiosporunavoz,intempestivayamenazante:
—¡BANEEN!… ¿QUÉ HAS ESTADO HACIENDO HASTA AHORA,HOMBRECITOESCURRIDIZO?—Otroduende surgió tras lamata—.¿Quépasaaquí?—inquirió—.¿Yquiénerestú,perro?
—Sheperton.MisterSheperton—respondiófríamenteShep.Baneenechóunamiradasobrelatierra,ylarozóapenasconlospies.—¡Ah,tú,queridoLugh!—dijomientrasconservabaunojovigilantesobreShep
—;Seguramenteestafieramehubiesedadomuertecincovecesseguidassinofueraportusportentosospoderes,conlosquehasvenidoarescatarme…
—¿Rescatarte? Eso depende de lo que hayas estado haciendo—prorrumpió elsegundoduende—.Ahorabien,contéstameprontootepondrémedianteunhechizoenunhúmedosótanopormásdecincomil años…¡y tú sabesquepuedohacerlo!¡Esoycualquierotracosaquemepropusiese!
Rolf,queestabatendidoallí,mirandoalosotros,creyóalpiedelaletratodoloque decía el recién llegado. Había algo totalmente convincente en aquel duendellamado Lugh, aunque al mismo tiempo resultara misterioso. Porque, de algunaextrañamanera,Lughaparecíacomomuchomásgrandey terriblede loqueeraenrealidad.
Rolf le echó unamirada de soslayo, a la vez que se preguntaba si, después detodo,lacaídadelabicicletanohabíaalteradosucerebro.
Asimplevista.LugheraunduendecomoBaneen.Bueno;noexactamentecomoBaneenLugheralamitadmásalto,corpulentoyanchodehombros.Peronoeraestoloquelohacíaimponente.Yeraimponente,sindudaalguna.
Enciertomodo,sibienlosojosdeRolfinsistíanenqueLughnomedíamásdemedio metro, había algo en él que lo hacía diferente. Daba la impresión de estarhechoalamedidadeunjugadorprofesionaldefútbol:sólido,dereciasmandíbulas,fuertespuños.Un temibleoponentepara cualquier serque anduviese endoso auncuatropatas.
—¿Meoyes,hombrecito?—bramóahoraLugh,blandiendounpuñobajolanarizdeBaneen—.¡Habla,oirásabajoconhongosyescuerzospormásdecincomilaños!
—¡Vaya, pues! —dijo Baneen con voz temblorosa—. Tienes un carácter
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tremendo,realmente.Yyoquetansolointentohaceralgúnbien,yaseaahombre,abestia o a duende, o a todos a la vez: ¡Ah, toda la incomprensión que he debidosoportar lamayorpartedemivida! ¡Losmalentendidosdeaquellosaquienessolodeseohacertodoelbienquepuedo!
—¡Habla!—ordenóLughconfiereza.—¿Yquéestabahaciendoahora,precisamente?—dijoBaneencon«rapidez»—.
Como decía mi lengua, justo hace un momento, aquí estaba yo conversando conMisterSheperton…
—¿Mister Sheperton?—Lugh pestañeó y volvió lamirada al perro—. ¡Ah, sí,Sheperton!
—¡MisterSheperton!—gruñóShep,amenazante.—Bueno,bueno,quenohayaunmalentendido—dijoapresuradamenteBaneen,
interponiéndose entre el ovejero y Lugh—. Se trata, precisamente, de MisterSheperton;así lo llamólafamiliadelmuchachocuandolo trajerona lacasa.Yeraapenasuncachorrito,hacecasiseisaños.
Rolf parpadeó. Lentamente, desde lo más remoto de su memoria, surgió elrecuerdodeaqueldía cuando supadre trajera alperrito a sucasa.Eraverdad…elprimernombrequese lesocurrióparaaquelcachorro lanudodepatitas torpes,quedabatropiezossobreelpisodelacocina,habíasido«MisterSheperton».Yaentoncesseveía un aire pomposo en ese cachorrito que se contoneaba, regordete.De ahí elnombre.Porsupuesto,alabreviarlo,eloriginalcayóenelolvido.Selellamó«Shep».
—… y voy a presentarlos ahora—continuó Baneen—. He aquí a Lugh de laLargaMano,Príncipedetodoslosduendesenelexilioenestefríoyhúmedoplanetavuestro, no inferior a nadie, excepto Su Majestad Real, el Mismísimo Rey deDuendia… quiera que por mucho tiempo floten las nubes de polvo sobre sucrepúsculo.
Baneenconcluyósubrevediscursosonándoselanariz,visiblementeemocionado.Mister Sheperton y Lugh tomaron en cuenta la presentación, gruñéndose
toscamenteelunoalotro.—¡Príncipesoy,yanoolvidarlo!—dijoLugh,agitandodenuevosupuñoante
Baneen—.Sihayquehaceralgúntratoconloshombres,hedeseryoelencargado.¿Entendido?
—Seguro, seguro —lo calmó Baneen—. ¿Cómo puedes pensar que yo puedaolvidaralgotanimportante?Estabatansolopreparandolacuestiónparasometerlaaturealconsideración…nohayotracosa.Porque,medijeamímismo,aquíhayunchicoenapuros,yconapenasuntoquedemagiadeduendespodemosremediarlos;hayunnoblecanaquienayudarenelcuidadodelniño…
—¿Ayudar?¿Quiéndijoquenecesitoayuda?—protestóMisterSheperton.—Nadie,nadie;porsupuesto.Erasolounamaneradedecir…—continuóBaneen
—.Y acá estamosnosotros, exiliados de nuestro planeta natal, la hermosa, la bienamada, la resecaDuendia, en busca de unmodo de retornar a sus encantadoras y
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polvorientas cuevas. Por qué no ponernos todos de acuerdo, pensé, y con el nobleLughde laLargaMano—elbienamadodeDuendia,comosolíaél ser—urdirunplan,enlaseguridaddequealfinalserálafelicidadparatodos.
—¡Algrano,ohBaneen!—rugióLugh—.Mipacienciaseestáacabando.—Nomequedamásqueunapalabrapordecir—contestóBaneenrápidamente—.
Aquíestamos,perdidosdesdehacemilesdeañosenestehúmedoplanetadonde lomáximoquepuedenelevarnosnuestrospoderesmágicoses,alosumo,tresocuatrometrosenelaire.Yallánomás—BaneenseñalóendirecciónalLC-39—,hayunenormey bellísimo cohete a punto de salir rumbo aMarte, planeta tan próximo, aDuendia;yheaquíunniñocuyopadretrabajacompletamentededicadoaesemismocohete…
Un bramido de Lugh lo interrumpió. El duende miró a Rolf cuando fuemencionadoporBaneeny—demasiadotarde—,Rolfsediocuentaqueestabaallí,apoyadosobresuscodos,losojosbienabiertos.
—¡PORLAGRANGEMADELAMISMÍSIMADUENDIA!—rugióiracundoLugh,mientrasseaproximabaaRolfagrandeszancadas.Parecíaagigantarseacadapaso—.HasderramadosobreelmuchachopolvodeDuendia,Baneen…,¡yesosinpermisodenadie,muchomenosdemímismo!¡Élhaestadoaquíconlosojosbienabiertos todo el tiempo, viendo, escuchando y «entendiendo» todo lo que hemoshabladonosotrosyelperro!
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—¡L3
ugh!—aullóBaneen—.Grandullón,grandísimo…Lugh giró hasta enfrentarse con el duende pequeño y, entonces,
repentinamente,eltonodeBaneensedulcificó:—…hombresabioyprudente;esoeres tú.Porsupuesto, tehasdadocuentade
queelmuchachodebeestarencondicionesdevernosyhablarconnosotros,yaquenosproporcionaráelmediodeayudaranuestroamigoO’Rigami,pobrecito;esteeselmomentoenqueélynosotrosprecisamosauxilio.
Lugh,queparecíaprontoasaltarsobreBaneen,seechóatrás,ygolpeándoselaspatillasdelabarba,fruncióelceño.
—Ajá—dijopensativo—.O’Rigami,¿deélsetrata?—Elmismo;¿quéotropodríaser?Ah,yaveoquelohascomprendidotodo.Aquí
estamosnosotros,contodalabondaddelosverdescorazonesdeDuendia…MisterShepertonresopló.—Contodalabondaddenuestroscorazones,comodecía—continuósuavemente
Baneen—,dispuestosaayudaraestemuchachoenapuros.Lomásprobable,yaséqueloestáspensando,esqueéldeseehacernosunpequeñísimofavoracambio,¿noes cierto?Por supuesto, y eso no significarámás que unmínimo esfuerzo para unmuchachodespiertocomoél,aquiennoestorbaránelacerofríonitodasesascosasdurasqueponenloshombresparaquitarnosdeenmedio.
—Ah.Hmm…—LughsevolvióhaciaRolfconelentrecejoaúnfruncido.—¡Vamos, Lugh! —gritó Baneen—. Seguramente tendrás una sonrisa para el
jovencito,despuésdetuterribleaspectodehaceunmomento.—Una…sonrisa…—refunfuñóLugh.HizounesfuerzoparasonreíraRolf,taneficazcomosiunbulldogintentarauna
sonrisaestúpida.MisterSheperton,porsuparte,obienseaclarabalagargantaobiengruñía;era
difícildecirlo.—Cuidado con las promesas de los duendes —murmuró—. Si los troyanos
hubiesen prestado atención a ese consejo, nunca le hubieran abierto las puertas aaquelcaballo.
—Unmomento—dijoRolf,mientras sentándose cruzaba las piernas. Se sentíaahoraconmáscorajequeunospocosminutosantes.NoporlasonrisadeLugh—untigrenosehubiesesentidomuchomásbravodespuésdequeLughlesonriera—,sinoacausadealgoquehabíadichoBaneenyqueaún tintineabaensusoídos.Baneenhabía insinuado que había algo que él, Rolf, podía hacer, en tanto todos los otrosduendes, con todo su mágico poder, no podían conseguir. Rolf quería saber,precisamente,quéera.
—Continúa,Baneen.Lomenosquepuedohaceresescuchar.—Dijolamoscaalaaraña—refunfuñóMr.Sheperton.
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—¡Vamos,vamos,queyono soyningunaaraña!—protestóBaneen—.Apenassoylapálidasombradeunduende,alosumo,aquí,lejosdelasdoradasarenas,lejosdelasbrisasardientesdemitierranatal,náufragoencostasextrañas.Yasíestamostodos,pequeñoRolf.Nolodudes,todoslosduendesenexilioenestahúmedaTierranosconfiamosatumisericordia.Solotú,RolfGunnarson,cuyonombreresonaráenlos anales de la historia de la humanidad y de la historia de los duendes (si tú loquieresasí),puedescambiarelcursodeldestinodehombresyduendesydevolvernossanosysalvosanuestraDuendia.
Las orejas de Rolf enrojecieron indiscretamente. La grandilocuencia delhombrecitonoerafácildesobrellevar.NoparecíaburlarsedeliberadamentedeRolf,peroestesehabíavueltomuysensitivoante loquelagentedijesedeél,duranteelúltimopardeaños.
—Pareceserdemasiadoparaqueunextrañolohagaporustedes,¿noesasí?—preguntóRolf—.Despuésdetodo,jamásoíhablardevuestraDuendia.Enrealidad,vestidoscomoestánysegúncómosepresentanustedesdos,másbienmeparecen…¿cómoeraelnombredeellos?…gnomos.
—Bueno,bueno, sinduda lo somos.Pero¿quéhayconello?—dijoBaneen—.¿Quésignificaunnombre?Seguro;sihayalgunagentequegustallamarnosgnomos,nohaynadademaloeneso.
—¿Quieresdecirquesonrealmenteduendes,peroqueselesllamagnomos?—inquirióRolf—.Pero¿porquéhablanustedesconacentoirlandés?
—Acentoirlandés,¡porsupuesto!—gritóBaneen—.Bueno;eselacentonaturalygenuinodelosduendes,elquesehavenidooyendodesdehacecientosdemilesdeaños, antes de que Irlanda emergiera del mar. ¿Tenemos la culpa de que losirlandeses, populares por su oído sensible y musical, vinieran a elegir justamentenuestroacento?Enrealidad,nohayunacentoirlandés…setratadeltípicoacentodeduendeselqueustedesleshanestadoescuchando,yqueesidénticoalnuestro.
—¡Quéhistoriaincreíble!—gruñóMisterSheperton—.Rolf…—Buenonoimporta—dijoRolfrápidamente,antesdequeelperrocomenzarade
nuevo—.Baneen,hablabasdequenecesitabanayuda.¿Dequésetrata?¿Quépuedohacerporustedes?
—Ah,túpuedesliberarnosdeestaprisiónterrenal—contestóBaneen—.Puedesponernosencaminoderetornoalhogar.Oh,vernuestrahermosaDuendiaunavezmásantesde…antesde…
Seinterrumpióy,aparentemente,nopudocontinuar.—¡Vayaconestoshipócritasdescarados!—refunfuñóMisterSheperton—.Rolf,
notedejesengañarnitomarportonto.Comotodoslosduendes,soninmortales.EstapuedepasarelpróximomillóndeañosyaúnvolverasuDuendia, tanfrescocomounamargarita.
—¡Esoes;muybien!—dijoBaneen,llorandoahoraabiertamenteyenjugándoselaslágrimasconsuspobladascejas—.Reprocharmeahoraqueseainmortal.¿Yeso
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significaquenopuedotenersentimientos?—¿Hasoídoeso,Shep?—dijoRolfconmovido.—Cadavezque tedirijasamí—replicóelperrocongrandignidad—,prefiero
queusesmiverdaderonombre:MisterSheperton.PeroRolfyaestabadiciendo:—Sigue,Baneen.No hagas caso. ¿Qué puedo hacer por ustedes?Haré todo lo
quesearazonable.¿NecesitanalgoenespecialpararetornaraDuendia?—Bueno,mira—dijoBaneenrepentinamente,conlosojossecosdenuevo—.Es
apenas un puñadito de una cosita o algo así lo que necesitamos. En realidad, nisiquierasélosnombresdeesascositas.Peropuedollevartehastaunoquesísabe.SetratadelGranIngenieroparanuestroretornoanuestraDuendia.SellamaO’Rigami.
—¿O’Rigami? —repitió Rolf. El sonido de ese nombre le era extrañamentefamiliar.
—Porsupuesto;deélmismosetrata—dijoBaneen—.Estátanocupadoquenohapodidovenirhastaaquíparaconocerte.Pero,simedejas,conapenasunapizcadehechizopuedointroducirteenlaCañadadelosDuendes…
LosdedosdeBaneendibujaronunospasesmágicosenelaire.MisterShepertoninició algo que podía ser el gruñido de una advertencia, pero fue detenido deinmediato.
Rolf se encontró envuelto en un resplandor pálidamente amarillo, como unabrumadesvaídaaunqueluminosa,yelevadosobrelasuperficiepormanosinvisibles.Caminó,sindirigirconscientementesuspiesaúnmásabajodelasendadondehabíacaído.Latierraparecíabajarybajar;labrisadelcercanoocéanopermanecíamudayquieta. Pero justo en los límites de esta visión cubierta por la bruma, Rolf podíadistinguirzumbidos,murmullos,yocasionalmente,algunarisitaagudaychillona.
Entonceslanieblapareciódesvanecerseuntanto,yvioasuspiesaotroduende.Estabasentadosobrelaarena,conlaspiernascruzadasylacabezasobresutarea.Susmanos semovían rápidamente.Rolf se arrodillóparaverquéhacía el duende.Lospequeños deditos se movían con furiosa velocidad. Pero, por lo que vio Rolf, nohabíanadaenlasmanecitasdelduende.Nadaenabsoluto.
El duendemiróhacia arribayvio aRolf observándolo.Bajóprofundamente lacabeza.
—Ajá—murmuró.Rolfparpadeó.Esteduendeera tanpequeñocomoBaneen,yaúnmásdelgado.
Llevaba una chaqueta blanca sobre su trajecito verde y eran sus dedosextraordinariamente largos, delicados y flexibles. Se mantenían en increíblemovimiento.Lanieblasedisipabatodavíamás,yRolfpudoverademásdellaboriosoduendecillo, a docenas de otros que hormigueaban en torno de un objeto queparecía…no,nopodíaser.Peroera.Unacometa.Unaenormecometadepapel.
Algo debía estar pasando con el sentido de la vista de Rolf, sobre todo en loconcerniente a la noción de tamaño. Los ojos y la mente de Rolf se hallaban
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empeñadosenunadiscusiónsobrecuángrandeerarealmenteesacometa.Antesusojosaparecíacomounacometacomún,deaquellasqueRolfmismosolíaremontarenlaplaya.Perosumenteinsistíaenqueteníalasdimensionesdeunavióndechorro.Y,enverdad,habríaallí lugarsuficienteparacientosdeduendes.Quizámiles.Omásaún.
Sacudiólacabezacomoparadespejarse.—Bienvenidoamimodestocentlodemontaje—dijoelduendede la chaqueta
blanca.—Eh…Ah…Hola—balbuceóRolf—.¿Eresduendetútambién?—¡Pol supuesto!NacidoycliadoenDuendia, cinco-punto-tresmil siglosatlás.
Esto, en siglos telestles, pol supuesto. El año deDuendia es bastante difelente delvuestlo.
—Oh…sí.—Rolfsesentíaalgoaturdido—.Pero…esque…uf…parecequenohablasconelverdaderoacento…
—«¡Hai!» —El duendecillo saltó sobre sus pies—. Mi humilde acento es elgenuinoacentodeunduendetlatandodehablaltuidioma.
—Suenaajaponés.—¡Deningunamanela!Lahonolablegente japonesaadquilióesteacentodelos
duendesquevivíanentleellos.—Pero… —Rolf estaba completamente confundido—. Creí que todos los
duendeshablabanconacentoirlandés,ylosirlandeses…—Simepelmitesdifelil…Hubo un repentino estallido —tan fuerte como la detonación de un tapón de
corchoenunarmadejuguete—yBaneenapareciódeimproviso.—¡Vamos, vamos, mi buen Rolf! No es momento para perder fastidiando con
esasfrusleríasdelenguajeydetono.¡Haymuchoquehacer!Rolfpestañeó.—RolfGunnarson—prosiguióBaneen,sinsiquieratomaraliento—tepresentoal
GrandiosoyMagníficoIngenierodetodalaDuendiaenelExilio…O’Rigami.O’Rigamisiseóehizounareverencia.Rolfseencontróhaciendoéltambiénunainclinacióndecabeza,noobstanteestar
aúnsentadosobresustobillosenlaarenadelaCañadadelosDuendes.—En plenda de mi estimación —dijo gentilmente O’Rigami. Su mano aleteó
fugazmenteenelaire.Porapenasunasombrosoinstante,Rolfpudohaberjuradoquelamanoyelbrazoalaqueestaestabaunida,sehabíaextendidosobrelaarenadondelosduendestrabajabanenlacometa,muchomásdeunmetro.Brazoymanohabíanretornadoalanormalidad,perohabíaahorafrenteaélunpequeñocuadradodepapel.
ElcuadradodepapelpareciódesaparecermientraslosextraordinariosdedosdeO’Rigamiloplegabandándolelaformadeunhermoso,diminutocisnedepapelconlasalasextendidas.Elduendelodepositóenlapalmadesumano,ylaminiaturadepapelinmediatamenteagitólasalasyemprendióvuelo.Flotóenuncírculoalrededor
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delacabezadeRolfantesdeaterrizarsobresuhombroconelmáslevísimodelostoques.
—Un lecueldo en honol a nuestlo encuentlo —dijo O’Rigami, haciendo otrareverencia.
—¡Eslacosamásextraordinariaquehevisto!—dijoRolf.Tomódesuhombroalcisneylopusosobrelapalmadelamano.Peroaquelnopodíavolarotravez;estabasimplementesentadoallí,encantadorperoinmóvil—.¿Cómolohaces?
—He aquí una pregunta que llevaría mucho tiempo contestar —dijo Baneen,juntoaél—.Perosetratadeunartemaravilloso,inigualable,sinlugaradudas.Yasíes.
O’Rigamilevantóunamanoconmodestia.—Lasimpleaplicacióndesólidas técnicasdeconstlucción—dijo—unidaa las
aplopiadasfólmulasmágicas.—O’Rigami—dijoBaneenaRolf—,estáacargodelaconstruccióndelanave
quenosdevolverásanosysalvosanuestrabienamadaDuendia…conlaayudadevuestrocohete,porsupuesto.
Rolfvolviólavistahacialosafanososduendecillos.—Másbienpareceunacometa…—¡Yquéotra cosapodría ser, seguramente!—dijoBaneen—.Unade aquellas
tremolantes, grandiosas viajeras del espacio, con las que la poderosa Duendia haexploradolosarcanosdeluniverso,impulsadasporlossoberbiosvientosdelamagia,libresenelespaciolimpiodecualquieraasquerosahumedad.Enestacometa,enestamismísimacometa,retornaremosaDuendia…esto,sitodomarchabien…sujetosavuestrocohete.
Rolftosióconairecircunspecto.—Peroesdemasiadogrande…quierodecir—Rolfbuscabalamaneradedecirlo
sin herir sus sentimientos—.No creo que algo de este tamaño pueda agregarse alcohete sinhacer alguna trampa…quierodecir, auncuando la tripulaciónno laveaduranteellanzamiento.
—Pero, por supuesto, ellos no la verán —dijo Baneen con severidad—. Seráinvisible. En cuanto al tamaño, no hay tampoco problema. ¿No tenemos aquí aO’Rigamiparaplegarlademodoquenoseamásgrandequetupropiamano?
—¿Plegarla? —Rolf miraba de Baneen a O’Rigami, quien una vez más,diplomáticamente,siseóeinclinólacabeza.Deimproviso,lamentedeRolfhizolaasociación que venía buscando desde el momento que oyera el nombre del otroduende—.¿O’Rigami?¡Esclaro!«Origami»…¡medoycuentaqueoíhablardeélenlaescuela!Eselartejaponésdelplegadodepapel.Quieredecirqueélaprendióesemodotanhábildeplegar,queahoraél…
O’Rigamicerrólosojosydiovueltalacabeza.—¡Vamos, vamos, vamos!—gritóBaneen, cada palabramás aguda aún que la
anterior—. ¡Cuida tu lengua,muchacho, antes que te equivoques, insultes, y eches
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todoaperder!—exclamó—.¿Teparecequeunduendenecesitaaprenderalgodeloshumanos,siendoqueustedesreciénaparecieronhacecincuentamilaños,oalgoasí?¿SobretodotratándosedeO’Rigami,quecuentaconunrespetablemediomillóndeaños, o quizámás?Son los hombresquienes aprendierondeO’Rigami apenasunapizcadesunobilísimoarte,nolodudes…ynoalrevés.¿Acasonosellamóaestearteconsunombre?
—Bueno,yo…—dijoRolfentonobajo.—¿Acasollevaunnombrehumano?¿CuándohasoídoalgoparecidodelasIslas
delJapón?O’Rigami…asícomosuena,espuronombrededuende,talcomoLughocomoBaneen.
—Ummm…—¡Bah,bah,bah! ¡Por supuestoqueno!—dijoBaneen—.Niunapalabramás
sobreel tema.Seguramente, solo lasoberbiahumanapodríaatribuirse la iniciacióndeunartecomoeldeO’Rigami.
BaneenenganchóundedoenelojalinferiordelacamisadeRolfparallevarloaunlado.Elduendebajólavoz,casisusurrandoaloídodeRolf.
—Albuenentendedor…tienesquecuidarlalengua,muchacho.NohaynadaquenuestroGranIngenieronopuedaplegarsiselopropone.Silellevaslacontraria,nopuedodecirteloqueharía.¿QuieresverCaboKennedyplegadocomounflorero?¿Otúmismocomounaestampillapostal?
Rolfabrióbienlosojos.Peroantesdequepudieseimaginarunarespuesta,huboun estremecimiento en el aire junto a Baneen, y la figura de un duende femeninoapareció.Surostroeraatrevido,aunquetriste.Vestíaunatúnicaverdeyvaporosa,yllevabaunabandanegraenelbrazo;tomóformajuntoaellos.
—Ah, conque eztaz aquí, Baneen —dijo ella con suave, melancólica voz—.Mientgazteezpego,latriztezaylazoledadmeabguman.
—Eh,eh…seguro,seguro—dijoBaneen.Ella tomósubrazoderechoentre lossuyos,ysereclinósobreél.Baneenparecíaincómodo.
—Verás,heestadotanterriblementeocupadoaquí,intentandohallarelmododedarayudaaO’Rigami,juntoconestehumano,¿sabes?
—Medoycuenta—dijoladuendecilla,ahorasonriendotristementeaRolf—.Azíque tú eguez humano…Ezpego que no hayaz pegdidomuchoz zeguez queguidozduganteelTegog…
—Se llama Rolf —dijo Baneen—. La Damita aquí presente, muchacho, esCondesa de nuestra hermosa Duendia. Naturalmente, la reciente Revolución hadespertado en su sangre verdiazul la más profunda compasión por aquellosinfortunadosdenobleorigen…
—Ah,pgofunda,pgofundízima—suspirólaCondesa—.Endiecizieteocazionezlahojadelaguillotinaquedóatazcadagraciazamisagtezmágicaz.Deotgamanega,yotambiénhezidoútil.Pego¿quépuedehazegunasolapegzona?ZoyalgoazícomolaPimpinelaEzcaglata,aquelnobleinglezque…
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—Bravo, bravo —murmuró tras ellos de modo áspero Shep, evidentementeconmovidoenloprofundo.
—Ah, te conmueve el deztinode ezozdezdichadoz, ¿no es ciegto, peguito?—preguntó La Damita, volviéndose hacia Shep. Rolf aprovechó la oportunidad parahablarensecretoaBaneen.
—¿Acaso se refiere a laRevolución Francesa?—preguntó elmuchacho—.Yocreíaquehabíaocurridounpardesiglosatrás.
—Asíes—musitóBaneen,atiempoquehacíaaparecerunpañuelitoverdeconelquesesecó la frente—.Sentimientosduendescoscomo losde laCondesa,unavezdespiertos,novuelvenfácilmenteasucaucenormal.Queestoseaunalecciónparati,muchacho…bueno;debemoscontinuar,entonces…
—¡Ah,no,no,picarón!—dijoLaDamita, tratandodeasir conambasmanosaBaneen,quesedesvanecíaporcompleto—.Oh,zehaido.Pegdón.MonzieugGolf,perodeboencontgaglo.
Yasuturno,desapareció.Rolfmiróenderredor, peronoquedabanmásqueShepyO’Rigamipara darle
explicaciones.—¿Quéquierenlosduendesquehagayo?—preguntóaO’Rigami.—Ah, sí —respondió este con amplia sonrisa—. Necesitamos algunas piezas,
talescomotlansistoles…Sacóuncasiinvisiblepedacitodepapeldesusbolsillos.Peroelpapelcrecióde
modoextrañohastatrasformarseenunalargatiraaltocarlamanodeRolf.Habíaenellaunalistadeelementosmanuscritacontodaclaridad.
—Tlansistolesyalgunosotloscomponentesimplescindibles—dijoO’Rigami—.Sifuelastanamablecomopalaconseguílnoslos…
—Pero, unmomento—objetó Rolf—. ¿Por qué no consiguen ustedesmismosestascosas?
Baneenreapareció,estavezsolo,trasundébilestampido.—Frío acero —dijo Baneen, simplemente—. Seguro; y los lugares donde se
guardan están rodeados de acero por aquí, acero por allá. Es como si tuvieras quetraer algo tremendamente necesario para ti, delmismo centro de un horno al rojovivo.
—Deacuerdo,entonces—dijoRolf,quehabíaquedadopensativo—.Pero¿porquédebotraérselosyo?
—¡Eso, eso! —explotó Shep—. Cómo se les ocurre, ¡intentan utilizar almuchachoparasuscanallescosfines!¡Naturalmente,noesélquienserámandaderoparaunhatodeduendestunantes!Asísehablamuchacho.¡Díselo!
—Noesloquequisedecir—dijoRolf—.Loquedijeesque…—Ah,bueno,loquetepreocupaescuáleslaformaquetendránuestragratitud,
¿noeseso?—exclamóBaneen—.Tenporseguro,quenoaceptaremosfavoralgunosin dar algo a cambio. No, muchacho, no. Lo que te tenemos reservado es nada
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menosqueelGranDeseo;como looyes.Elmismoe ilimitadodeseoconcedidoalhumano que sea lo bastante hábil para robar… ah, esto es, devolver el GranSacacorchosdeDuendia,elsímbolodelaverdaderarealeza,sitalhumanollegaseaencontrarlodespuésdehaberseperdido.Unsolodeseo…loquetucorazónanhele.
HubounainsólitaysilenteexplosióndentrodelcerebrodeRolf.Enuninstantesurgió la imagen de su padre y de una multitud mirándolo maravillados en elmomentoqueélanunciabaqueconunsimplecastañeteodesusdedoslimpiaríatodalacontaminacióndelplaneta;yél lohacía.PeroShepyaestaba rezongando traselduende.
—¡No faltabamás!—resopló Shep—. Él rechaza este intento de soborno. Nopensaránustedesqueunmuchachocomoestevaa…
—Un momento, Shep—se apresuró a decir Rolf—. Baneen, ¿pueden ustedessalvar al mundo de la contaminación… quiero decir, limpiarlo de toda lacontaminaciónysanearparasiempreelambiente,siyolosayudo?
—¡LapromesadeesteBaneensecumplirá,nobienarribemosalmomentoenquenuestracometadespeguesintropiezoshacianuestrabienamadaDuendia!
—¿Meengañanmisoídos?—protestóShep—.Rolf,muchacho,piensabienantesde…
—¡Sindudaalguna!¡PalabradelmismísimoBaneen!—gritóesterápidamente—.Oh, trato hecho, entonces, y que su recuerdo perdure cálidamente en nuestroscorazones en los años venideros. Ahora, vete y consigue los transistores, o comoquieraquesellamen,paramañanaalanoche…
—¿Es este—clamaba Shep al cielo con acento trágico— el jovencito que hecriadocontodaclasedesacrificiosdemiparte?Elchicoalqueeduquécomosifueramío…
—Ahora,Rolf,amigomío—dijodeprisaBaneen—,¿seguramenteconocerásesaferreteríanomásalládediezcuadrasde tucasa,que tiene transistores,y todos loselementoseinstrumentospararadio,apiladoscomocarbónenundepósito,dentrodesusmuros?
—Oh —contestó Rolf—. Sí, claro. Pero… espera un momento. Esas cosaspuedencostarmucho,ymicuentadeahorros…
—Rolf. Rolf —pitó Baneen—. ¿Crees que somos la clase de gente que seaprovechade losahorrosde losamigos? ¡No,nunca!Nosaldráde tusbolsillosunsolocentavitoparaadquiriresostransistores.¡Solamentetienesqueestarestanochealrededordelasdiezfrentealaferretería,yharemosdemodoqueseacompletamentesimple para ti escurrirte dentro y obtener una y cada una de las cosas quenecesitamos!
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olfmirónerviosoporlacalleoscuraysolitaria.Todalaciudadparecíadormir,ylasúnicasluceseranaquellasdelospocosfarolesquebrillabanalolargode
laavenidaprincipal.Unadeellasselevantabaredondamentefrentealaferretería.—Reprobable acción—murmuróMister Sheperton—. Irrumpir en la ferretería
para robar cosaspara losduendes.Creí que la educaciónqueyo tehabíadadoeramejorqueesto.
Rolflohizocallar.—Noentiendes.Cállate.—¿Callarme?¡Porciertoquenoloharé!—replicóMisterSheperton,peroenun
gruñidosusurrante—.Tendríaganasdedartalalaridoqueatrajeradeinmediatoalapolicía.Sitansolohubieselunallena…
En tanto permanecía, indeciso, oculto en las sombras del vestíbulo de la salacinematográficadelaciudaddelCentroEspacial,Rolfsentíalosnerviosentensión.Shep tenía razón. Robar no era justo. Pero si un pequeño hurto podía asegurar elfuturo, la supervivencia del pelícano pardo y de todos los seres del mundo queestaban amenazados de ser destruidos mediante la contaminación de una u otramanera,sindudaqueelfinjustificabalosmedios.
—Estabas muy silencioso esta noche en casa —dijo a Shep—. ¿Por qué nohablasteentonces?
—No tenía nada que decir—replicó el perro—. ¿Querías que yo preparase lacenaparati?
Comodecostumbre,elpadredeRolfhabíaestadoausente.Lacuentaregresivaparael lanzamientoaMarteeratanimportantequeleimpedíairacenaracasa.Lamadre había estado ocupada otra vez con la bebita, y cuando Rolf volvió dePlayalinda,seencontróconquedebíaprepararsesucena.
Abrióunenvasedespaghettiyotrodecarneestofada,ycomióambascosasenfrío.Sheptuvosuacostumbradoalimentoparaperros,asícomolamitaddelacarneenlata.
LuegoRolfmiró televisiónporunrato,moviéndose inquietoen lasaladeestarmientras lacomidase lehacíaunbulto fríodentrodelestómago.Esperóhastaquefuese lo bastante tarde como para poder escurrirse de la casa. Rita Amaro habíallamado por teléfono para preguntar cuándo aparecería su padre en el noticiosotelevisivo,yRolflecolgótanprontocomopudo.
Ahora,cuandotodosdormían,Rolfaúnseinquietabaalmirarlacalledesierta.—Sieslapolicíaloquetepreocupa—dijofríamenteMisterSheperton—estoy
segurodequelosduendeshandemantenerlaocupadaenotrascosas.Puedencausartodaclasededesastresenelmundocuandoseloproponen.
Rolfseanimóuntanto.—Baneendijoquenosayudaría…
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—¿Nosayudaría?—LasorejasdeMisterShepertonsepusierondepuntaporuninstante—.Anosotrosno,jovencito.Ati.Erestúquienhaoptadoporelcaminodeldelito.
—Ea,vamos.Setratasolamentedeunostransistores.—Paraempezar.Rolfnosentíaganasdediscutir.Miróunavezmáslacalledearribaabajo.—¿Porquétendríanqueponeresefaroljustamenteaquí,frentealaferretería?Yeneseprecisomomento,esemismofarolsenubló,chisporroteóyluegoquedó
totalmenteapagado.Losescaparatesdelaferreteríaparecíanhabersidotragadosporlaoscuridad.
—¡Baneen!—Rolftuvoganasdegritardealegría—.¡Despuésdetodo,nosestáayudando!Talcomohabíaprometido.
—Confía en los duendes, que te ayudarán… a meterte en líos —murmurósombríamenteMisterSheperton.
Pero Rolf ya no escuchaba. Cruzaba velozmente la calle, y confundiéndose lomejorquepudoconlassombrasproyectadasporlosmuros,fuecalleabajohacialaferretería. Shep trotaba detrás de él, saltando sobre sus patas; las uñas tintineabansobreelpavimento.Nohabíaotrosruidos.Lanocheeratansilenciosacomooscura.Seescurrieronhacialaentradadelaferretería,ubicadaentrelosgrandescristalesdedosvidrieras.Estabamaravillosamenteoscuroahídentro.Tanoscuro,enverdad,queRolf no podía distinguir bien la puerta. «¿Cómo podré falsear la cerradura si nisiquieraveoelagujeroparalallave?»,sepreguntó.
—¿Haspensadoenlaalarmacontraladrones?—preguntóMisterSheperton.—¿Eh? ¿Alarma contra ladrones?—Rolf tocó en la oscuridad lamanija de la
puerta…¡Ylapuertaseabrió!Rolflasintióceder,abrirsehaciaadentro,ycasiperdióelequilibrio.Tambaleó,
intentandoevitarlacaída,ydeprontoseencontródentrodelaferretería.—¡Noestabacerrada!¡Seolvidarondedarllave!—Serámásbienotramuestradelasartesmágicasdelosduendes,meparece—
rezongóMisterSheperton—.Teayudanentodoloquepueden…mientrastúhagasloqueellosquieren.Loqueenrealidadestánhaciendo,porsupuesto,esayudarteaquetehagastantramposoyladróncomoellosmismos…
—Oh,vamos,Shep…Elperrolanzóungruñido.—Eh… Mister Sheperton. Todo lo que tenemos que hacer es encontrar los
transistoresadecuadosyunpoquitodecable.Laferreteríanoecharádemenosloquenosllevaremos.
—Peroesteessoloelprimerpaso,Rolf.Losduendesnoquerránquetedetengasahí.Unavezquehasempezadoatrabajarparaellos,unavezquehayasmordidoelanzuelodesuspromesas,yaestásenganchado.Siempreprometenmuchomásdelo
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que dan, y te impulsarán a hacer en cada ocasión, bribonadas más grandes yriesgosas. Finalmente, cuando hayan obtenido todo lo que quieren, tú estarás entrerejas.Opeoraún.Recuerdoelcasodeaqueljoven,unviolinista…
Rolfmeneólacabeza.—Noimporta.Tengoqueencontrar loquenecesitamos.Sacódelbolsillodesu
camisael trozodepapelyprocuró leer lacuidadosaescrituradeO’Rigami.Estabademasiadooscuropara ver gran cosa, pero de algúnmodo el papel parecíamuchomáslargoquecuandolohabíarecibido.
—Mejornoencenderningunaluzjuntoalosescaparates—dijoRolf,másparasíqueparaMisterSheperton.
Demodoque,lentamente,avanzóporelcorredorcentraldelatienda,guiándosemásporeltactoylamemoriaqueporloqueseveía.Despuésdealgunostropiezos,seocultótraselgranmostradordondeestabalamáquinaregistradora.Sentadosobrelostobillos,Rolfsacódelbolsillosulápiz-linternayloencendió.
La lista de O’Rigami parecía en verdad mucho más larga de lo que él larecordaba. Las letras verdes titilaron cuando la lucecita brilló sobre ellas, y Rolfpestañeó;incrédulo,cuandovioqueotrostresartículosseinscribíansolosalpiedelalista.
Tomando aliento, como un hombre a punto de zambullirse en picada desde unaltísimo trampolín, Rolf se puso de pie y comenzó a escudriñar por estanterías ydepósitos,enbuscadeloqueO’Rigaminecesitaba.
Letomólargorato.Rolfteníaquemanejarseenlaoscuridad,encendiendoapenassu lápiz-linterna en rápidos fogonazos para leer las etiquetas de los estantes y lascajasallíalineadas.
Ylalistadelduendeparecíahacersemáslargacadavezquevolvíaaleerla.Poco a poco, una pequeña pila de transistores, conexiones, cables y otros
elementosdetodotipo—incluyendonadamenosqueunmarcadorverdeconpuntadefieltro—crecíasobreelmostradordeatrás,juntoalaregistradora.
Rolfestabaponiendosobreelmostradordostransistoresmás,tanpequeñoscomopulgas,cuandoMisterShepertonadvirtió:
—¡Notemuevas!Rolfquedóparalizado.Elperroparecíaolfatearelaire.Luegodijo:—Noenciendaslalinternayescóndetetraselmostrador.¡Rápido!No bien Rolf acababa de ocultarse cuando un rayo de luz atravesó la tienda.
Atisbandodesdeelcostadodelmostrador,Rolfpudovercómouncochepolicialsehabíaacercadoalaaceraydirigíasuspotentesfocosalinteriordelaferretería.
«¡La puerta!». Los nervios de Rolf fueron como sacudidos por electricidad nobienrecordóquelapuertaestabaabierta.«¿Quéhago?Talvez,lapuertatrasera»…
Unpolicíayaestabafueradelcocheysedirigíaalaentrada.Rolfnoseatrevióamoverse;nopodíanirespirar.Elagentecaminólentamentehacialapuertasinllave,
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miró el farol todavía apagado, tendió la mano e intentó abrir la puerta. La puertapermaneciócerrada.Elagenteinsistió,lasacudióunasvecesmásyluegoretornóalcoche.
—Todo está bien —le oyó decir Rolf a su compañero del coche—. Cerradaherméticamente.Serámejoravisaralacompañíadeelectricidadparaadvertirlesquehayaquíunfarolinutilizado.
—¡Ahorano!—contestó sucompañero—.La radioestáenloquecida.Todas lasalarmascontraladronesenelcentrocomercialdelaciudadsehandetenidoalmismotiempo.Debemosiralláyaveriguarquépasa.
El policía saltó dentro del coche.Antes de que pudiera cerrar la portezuela, sucamaradayahabíadadomarchaatrásy se alejabade la acera.Luegoviraroncalleabajoconsuseñalrojadandodestellos.
Laoscuridadvolvióaenseñorearsedelatienda.Lentamente,Rolfsepusodepie.Teníalaspiernasdoloridasporloscalambres.Temblaba,empapadoensudorfrío.
Mister Sheperton se incorporó también y apoyó las patas delanteras en elmostrador.Seenojóalverlapiladecomponenteselectrónicos.
—¡Tantos riesgos por unas chucherías que apenas cuestan unos míseros diezdólares!
Rolfmirólapiladecosas.MisterShepertonteníarazón.Todasesasbaratijasnopodíancostarmásdediezdólares.
Depronto,acaricióaquellasorejotascaídas,aquellacabezalanuda.—Vamos,Sheee…Quierodecir,MisterSheperton.Vámonosdeaquí.—¿Ydejarelbotín?—Lollevaremosmañanaporlamañana.Legalmente.Cuandoabraelbancoyyo
puedasacarmisahorrosdelacuenta.Nomehabíapercatadodequeestascosaserantanbaratas.
Como no podía ser de otro modo, cuando Rolf empujó la puerta de entrada,estaba de nuevo abierta. Mientras él y Mister Sheperton trotaban calle abajo deretornoacasa,elfarolvolvióaencendersefrentealaferretería.
EldesayunoeracasielúnicomomentoenqueRolfveíayaasupadre.TomGunnarsonnuncahabía sidounhombrevocingleroni jovial.Peroenesos
díasestabatenso,nervioso,yapenaspronuncióunapalabramientrassuesposaponíasobrelamesasendostazonesdecerealparasushombres.
—¿Cómovalacuentaregresiva,papá?—preguntóRolf.—¿Eh?—TomGunnarsonparecíasumergidoenpensamientosprivados.Miróa
su hijo—.Ah, la cuenta regresiva…Bien, justo a horario. Todomarcha bien. Sincontratiempos.Nohayduendesmetiendolanariz.
Rolfcasiseahogóconunacucharadadecereal.—¿Du…duendes?—tosió.—Seresmitológicos—explicóGunnarsonconaireausente—.Cuandoquieraque
algoandemalconunapiezademaquinaria,lostécnicosdicenquelosduendesandan
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rondando.Seculpaalosduendesportodoaquelloquenoandabien;selossuponemuytraviesos.Enrealidadlosduendesnoexisten,porsupuesto.
Tragandoaduraspenas,Rolfpermanecíaensilencio.—No—continuó su padre, pensativo—.La cuenta regresiva está notablemente
libre de duendes. Todo va tan perfecto que parece cosa de magia. Lo cual merecuerdaalgo…enundíaodostendréunafelizsorpresaparatodosnosotros.
—Sitodovatanbien,¿porquénopasasmástiempoencasa?—barbotóRolf.—¡Rolf! —intervino su madre—. No seas atrevido. Sabes que, si pudiera, tu
padrepasaríamástiempoencasa.Ellanzamiento…PeroTomGunnarsonpusounamanohuesudayfuertesobreelbrazodesumujer.—En realidad, Rolf—dijo—, no fue el lanzamiento lo que me tuvo ocupado
anoche.—Suvozsonabalevementeconfusa,cansada—.Tuvimosunalargareuniónconelpersonaldevigilancia.
—¿Vigilancia?—chillóRolf.Elcorazónlediounvuelcointerior.—Sí. Alguien ha estado introduciendo furtivamente embarcaciones llenas de
turistas en la zona despejada de la costa de Playalinda. Eso no es realmentemuypeligrosoenestemomento,perolagentedevigilanciaestámuyintranquila.Esazonadebeserevacuadaantesdel lanzamiento,ysialgúnmarino ladrónseaprovechadelosturistasyestorbanuestrolanzamiento…
El padre de Rolf cerró el puño con tanta fuerza como para torcer metal. Porfortunanoteníalacucharaenlamanoenesemomento.
Terminaron el desayuno en silencio.O casi. La bebita empezó a llorar cuandoRolf se llevaba a la boca la última cucharada de cereal con leche. La señoraGunnarsonse levantóprontamenteyfuea lahabitacióndelaniñita.«Anteseramicuartodejuegos»,nopudodejarderecordarRolf.
Supadreselevantóunmomentodespués.—Hastaluego,hijo.—Estábien,papá.TomGunnarsonsaludóasuesposadesdelapuertadecalle.Ellalecontestódesde
eldormitoriodelabebita,diciéndolequetrataraderegresartempranoparadescansarbienesanoche.Después,élsemarchó.Rolfpermaneciósentadoenlacocina.«Solo,—pensaba—,solodenuevo».
Separólasilladelamesay,sindecirunapalabraasumadre,salióporlapuertatrasera.
SacabasubicicletadelgarajecuandollegóRita.TeníajustamentelamismaedaddeRolf;enrealidad,sehabíancriadojuntosperoahoraellaleparecíaunaextraña.
—Hola—dijoella.—Hola—contestóél,ocupadoensacarsubicicleta.—Oye,estuvofantásticoenlatelevisión,anoche—agregóRita.—¿Quién?—gruñóélsinmirarla.—¡Tupapá!—repusoellamostrándosesorprendida—.¿Novistea tupadrepor
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televisiónanoche?Lovimosen elúltimonoticiero.Yvolvieronapasarlootravezestamañana en el programa en cadena. Todos en el país deben haberlo visto estamañana.
—Grancosa—dijoRolf.—¿Quéquieresdecirconeso…grancosa?—insistióella,mirándolofijamente.—Grancosa—insistióél—.¿Sabes loquees importantehoyenelmundo?La
ecología;esoes.Pero¿creesqueverásaalguienenlapantallaporestartrabajandoenecología?Encambiocualquieraqueestéconectadoconlanzamientosespaciales…esfantaaástico.—Rolfestiróconsarcasmolaúltimapalabra.
—Rolf,eres…—casiexplotóella.Rolf la miró, entonces. Rita Amaro era una chica feliz, siempre sonriente, le
brillabanlosdientesencontrasteconsuteztostada.Ensecreto,Rolfhabíadecididodurante su anterior período escolar, después de que ambos habían más o menosperdidocontacto,queeraenverdadunalindamuchacha.Cuandofueragrande,seríaprobablemente tan hermosa comopara llegar a estrella de cine, azafata de avión oalgo así… y olvidaría haberlo conocido. En esemomento ella parecía a punto deenfadarseconél,peronolohizo.
—¡Es tu «padre», Rolf! —dijo ella—. Pensé que estarías orgulloso. Hombre,¡miraqueeresraro!
—Nosabenadadeecología—murmuróRolf—.Másaún,noleinteresa.Noesmásqueuntécnico.
Ella abrió la boca, y esta vez se preparó para una explosión, pero, en cambio,cerrónuevamenteloslabios.
—Rolf—ledijocasigentil—.Eres…Yonoséqué…—Raro—contestóRolf,tomandoimpulsoconlabicicleta—.Esoesloquesoy,
raro.Ymipadreesfamoso.¡Grancosa!Ladejóquietaenlacalle,mirándolocomositodavíaestuvieramedioenojaday
medioalgoqueélnopudodefinir.ShepsurgiónosesabededóndemientrasRolfpedaleabapor lacalle rumboal
centrodelaciudad,ycorrió juntoa labicicleta.Elsoldelamañananoestabaaúnmuyalto; eldíaera todavía fresco.Soplabauna lindabrisa;Rolfquería llegara laferreteríaenelprecisomomentoenquelaabrían.Peroteníaquedetenerseantesenelbanco.
Frentea la ferreteríahabíaunagrúamuyaltayensucabinaunelectricistaconcascoenlacabezaquegritabaasuayudante:
—¡Tedigoqueno le encuentronada! ¡Elque llamódiciendoque este farol nofuncionabaestaríabromeando!
—Fuelapolicíalaqueavisó—vociferabasuayudante.Elelectricistameneólacabeza.—Lamitaddelasalarmascontrarobos,descompuestas,y¿quéhacelapolicía?
¡Atenderfalsasdenunciassobrefarolitosapagados!
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Rolftratódenosonreírabiertamentemientrasdejabasubicicletacontralapareddelatienda;luego,entró.Shepseacomodójuntoalabicicleta.
Lapiladematerialesseguíaestandoenelmostrador,juntoalaregistradora.Unodelosjóvenesempleadosloacababadeverylocontemplaba,perplejo.
Rolfsedirigióhaciaél.—Jem,esoesmío—dijo—.Vineayer,enelmomentoenquecerraban,ycomo
no tenía bastante dinero para comprar tantas cosas, pedí al hombre que las dejaraaquí,asíyopodríarecogertodoestamañana.
Elvendedorfruncióelentrecejo.Miróalternativamentealapiladecomponenteselectrónicos,aRolf,alapilaotravez.
—Estuveaquíanoche,yayudéalimpiardespuésdecerrar.Ynorecuerdo…—luego, encogiéndose de hombros, agregó—: Bueno, lo que sea. Te prepararé lacuenta…
Eranexactamentetrecedólarescontrececentavos,loquenodejabamuchoenlasreservasdeRolf.
Meneandotristemente lacabezaalpensarcuánto tiempolehabía llevadoreuniresasuma,RolfaseguróelpaqueteenlacestadesubicicletayenfilóhaciaPlayalinda.
—Vamos,Shep—llamó—.Quieroverquéhacenconestaschucherías.
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ientras pedaleaba hacia la zona dePlayalinda y laCañada de losDuendes,RolfoíamascullaraShep,quetrotabajuntoasubicicleta.
—¿Quépasaahora?—preguntóRolf.—Tusmodales—contestóMisterSheperton—.Quévergüenzaenorme.Laforma
enquetratasteaesaniña…—¿Quién?¿Rita?—Sabesmuy bien queme refiero aRita. Fuiste escandalosamente grosero con
ella.Rolfsintióunapunzadadeculpa,peronocontestónada.Conunmovimientode
cabeza,dijo:—Ahh…¿aquiénleimporta?—Deberíaimportarteati—replicóMisterSheperton—.Yteimporta,losé.No
puedesocultarmetussentimientos,Rolf.Ellategustamucho.Hacíasalardefrenteaellacuandotecaístedeltrampolín…
Alrecordarlo,Rolfsintióunrepentinodolorenlapiernalastimada.—¡Noestabaalardeando!—protestó.Perotantoélcomoelperrosabíanbienque
estoerafalso.MisterShepertonsiguiórefunfuñandomientrasRolfpedaleabacuestaarriba.—Oh,Shep…quierodecir,MisterSheperton—dijoRolftrasalgunosminutosde
arduopedaleoenunapequeñapendientedelcamino—.NodigasnadadeRitanidemí a losduendes, ¿quieres?No tienenporqué saberque ella estaba cerca siquieracuandomelastimélapierna.
Shepresopló.—Es un poquito tarde paramantener el secreto, con ese embustero deBaneen
montadoenlosmanubriosdesdehacetiempo.—¿Baneen?¿Manubrios?—Rolfparpadeó.Algoasícomounapequeñadetonaciónsilenciosaexplotófrenteaél,yallíestaba
de pronto Baneen sonriéndole. Tal como lo había dicho Shep, el duende estabaencaramadoenelmanubrioderechodelabicicletadeRolf.
—Bueno, bueno, bueno, bueno, —exclamó jovialmente Baneen—. Es unhermosodía,sinduda…yahoradime,¿porquéquieresguardarensecretotuamistadcontanencantadoraseñorita?
—Noimporta—replicóRolf,recuperadodesusorpresa—.Ytú,¿quémedices?¿Dedóndehasvenido?¿Ycómoesqueestásaquí?
—Puracasualidad,puracasualidad…ytambiénunapizcadeansiedadmezcladaconeso—dijoBaneen—.Conlasegundavisiónquetenemoslosduendes,mecausócierta sorpresa cuando, al verte estamañana, comprobé que no habías conseguidoaquellas cositas que te encargamos. Oh, ¿qué haremos ahora nosotros, pobresduendesdesamparados?,mepregunté.Lugh tieneque saber esto,medije, y fui en
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buscade él.Pero antesde encontrarlo, cambiédeparecer.La ira del poderosísimoLughesterrible,y…
—Tanpobreydesamparadoél,porsupuesto—dijoShepconsorna.—Ah,nodistorsionesmispalabras,porfavor—dijoBaneen—.Penséenlairade
Lugh,ypenséenelmuchacho,ypensé tambiénenquenohabríanadademaloenhablar con Rolf primero y en un abrir y cerrar de ojos, mediante un simple pasemágico,aquímetienes,yveoque,despuésdetodo,traescontigoesascositas.
—Asíes—dijoRolf—.Estánallíatrás,enmibicicleta.—Yaloveo—dijoBaneen, lanzandounachispeante, inquisitivamirada, trasel
codo deRolf, al paquete de papelmarrón que estaba asegurado a la cesta.De allídesvió lavistahacia lasmalezasyarbustosquecrecían juntoal camino—.Puedesdoblaraquí,muchacho.
—¿Aquí?—preguntóRolfsorprendido.Almirarviounasendadesconocidaparaélyqueserpenteabaatravésdelamaleza.
—EsunpequeñoatajoquemarcamoshastanuestraCañada—explicóBaneen.Rolfviróporlasenda,quedoblabayseretorcíadeextrañasmaneras.Lepareció
queenpocossegundoshabíaperdidodevistaelcaminoqueacababandedejar.—¿Aquédistancia…?—empezóapreguntar.—¡Nadalejos,nadalejos!—dijoelduende—.Apenasuninstanteyyaestamos
allí.Unavezmás,tetocaatiponerlosojosenlosmisteriosyenlossecretostrabajosdenosotros,losduendes,quenadiemásquetúconoce.Comoesmuyciertoquefueradetinadiesabedenosotros,porqueunmuchachotanlistocomotúnohabráhabladodeestoconnadie,¿noesasí?—Repentinamente,ojosyvozdeBaneenseaguzaron—.Nisiquieraconesaencantadoraseñoritaquehablabacontigohacemenosdeunahora.
—¿Rita?¿Yporquéibayoa…?—Rolfseinterrumpióbruscamente,detuvosubicicleta y afirmó los pies en el suelo arenoso. Pues habían llegadode pronto a laentradadelaCañadadelosDuendes.Alláabajopudoveraunamultituddeduendesafanosamente ocupados en desplegar la enorme cometa de O’Rigami. El GranIngenieropermanecíadepieauncostado,observandoeltrabajo.Másallá,Lughseocupaba en dirigir a más duendes que cargaban, arrastraban, acarreaban cajas yrecipientesdeextrañasformassobrelaarena.Unospocosduendesflotabanamediometrodelsuelo,yconducíanunoscajonesverdesquetambiénflotabanjuntoaellos.
Todo en la Cañada era bullicio y trajín; por lo menos un millar de vocecillasparloteaban y chillaban a un tiempo. Y, como ya era costumbre, la magia de losduendes jugaba sus trucos con la visual de Rolf. La cometa parecía de nuevo tangrande como un avión de chorro, mientras que la Cañada misma no parecíaextendersemásalládelosdiezodocemetros.
Rolfsedispusoareanudarlafrasedondelahabíainterrumpido,peroantesdequepudierapronunciarotrapalabramás,Shepestallóenfuriososladridos.
—¿Quéesesto?¡Alto!¡Altoinmediatamente!,¿meoyes?¡Davueltaconesacosa
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ysácaladeaquí!RolfyBaneensevolvieronaver,yaqueShepmirabaendirecciónopuestaala
Cañada,hacialaplaya.—¡Que laGranDuendia nos proteja!—chillóBaneen—. ¡Es unmonstruo que
vienederechohaciaacáparadestruirnosatodos!—Esunatopadora—gritoRolf.En efecto, la máquina se acercaba a ellos con estrépito. Llego a lo alto de la
pendiente que separaba a la Cañada y que impedía verla desde la playa, y bajódirectamentehacialamismaCañada.
—¡Eh,vaadestrozarlacometa!—gritóRolf.—¡Paren!¡Paren!¿Meoyen?—ladrabaMisterSheperton.Perolatopadorasiguióenfilandohaciaallí.—¡Es inútil! ¡Es inútil! —clamó Baneen, saltando enloquecido sobre los
manubriosdelabicicleta—.Claro,¡siaquísomostodosinvisibles,dentrodelrecintomágicoquecircundaestelugar!¡Seremosrecogidoscomoguisantesenunaazadayahogadosenarena!
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a topadora bramaba y traqueteaba como un demonio enfurecido con piel deacero amarillo. Claro que en vez de exhalar fuego lanzaba al claro cielo un
suciohumonegro.ArremetíabajandoderechoalaCañadadelosDuendes,empujandopordelante,
consuenormepalaamenazante,unenormemontóndearena.Losduendeshuíanatodosladosentregritosdeterrorydeira.O’Rigamiseenloquecíatratandodeplegarsucometaantesdequelasruedasdelatopadoraladespedazaran.Baneensoplabayresollabayagitabaconviolenciasusmágicasmanos.Latopadoranisiquieraredujolavelocidad,aunqueelconductorestornudóunavez.
Rolfvioquelaenormemáquinaseleveníaencimacomounamontañamóvildearenaqueamenazarasepultarlo.
Mister Sheperton ladraba furiosamente. Baneen se elevó al aire revoloteandomientraschillaba:
—¡Esinútil,totalmenteinútil!¡Élnonosveninosoye!YentoncestronólavozdegigantedeLugh:—EN NOMBRE DE LOS POLVORIENTOS CIELOS DE DUENDIA, ¿QUÉ
ESTÁPASANDOAQUÍ?Antesdequenadiealcanzaraapronunciarunapalabramás,Lughalzólamirada
hacia la topadora que se acercaba. Sus cejas se unieron en un terrible ceño. Se lehincharonlasmejillasysusfosasnasalesaletearonpeligrosamente.
—¿Asíqueunfeoyenormemonstruomecánico?Puesyaveremos.La topadora había llegado exactamente al borde de la Cañada, siempre
empujandoarenapordelante.PartedelaarenasevolcabayadentrodelaCañadaysederramaba encima de algunos duendes, que chillaban dispersándose en todas lasdirecciones.LasmanosdeO’Rigamivolaban tan rápidoquenose laspodíaseguircon lamirada,plegando lavaliosa cometa.Rolf se erguíamontadoen subicicleta,mientras Baneen flotaba más o menos a la altura de sus ojos yMister Shepertongruñía,tenso,asulado.
Lugh adelanto la mandíbula y contempló airado a la máquina. Con los puñosapoyadosenlascaderasdemodoamenazador,seacercóazancadasjuntoalmonstruoatacante,confuriae ímpetuencadaunodesustiesospasosdediezcentímetrosdelargo.
—¿Quépiensahacer?—seextrañóRolf.—Noserá…—empezóadecirBaneen,que luego semetió ambospuños en la
bocamirandoaLughconojosdesorbitados.Descendióvelozmenteypusopieenelsueloarenoso…
Lughtendióelbrazoderecho,señalandoa laamarilla topadora,suvozse tornópotenteyterrible.
—¡QUE CAIGA SOBRE TU CABEZA LA GRANDE Y ATRONADORA
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MALDICIÓNDEDUENDIA!Baneensedesvaneció.MisterShepertonresoplócasicomosiestornudara.Rolfsoltóunhipo.Ylatopadorasedetuvolentamente.Subramidoseconvirtióenretumbo,después
en chirrido. El tubo de escape, que soltaba humo, pareció estremecerse y despuéslanzóaveintemetrosdealturaunaláminadellamaazul.Secortaronambascorreasdelatopadoraytodaslasruedassecayeron.
El conductor gritó algo descabellado y saltando de su asiento como si se leincendiasen los pantalones, se zambulló de cabeza en la arena. El motor de latopadora se disolvió en una enorme nube de humo. Los costados metálicos de lamáquinasedesplomaron,convirtiéndoseenherrumbrealllegaralsuelo.Lamáquinatodapareciódesplomarsecomounglobocuandopierdeelaire.
En menos de un minuto nada quedaba, salvo un conductor asustadísimo y unrevoltijodemaquinariahumeanteyherrumbradaquedesaparecíarápidamenteenlaarena.
Lughasintióunasolavezconlacabeza,talcomounhombrecuandosabequehapuestofinaunatareaylohahechobien.
—Que esto sea una lección para todos ustedes—declaró con firmeza—, tantoduendescomohombresyanimales.LugheldelaLargaManonosedejamaltratar.
Rolf no hacía más quemirar asombrado. Ya no quedaba nada de la topadora;apenas si una tenue columna de humo marcaba el sitio donde antes estaba. Elconductorestaba sentadoen laarenacomoquiennodacréditoanadade todoesoaunquelohubierapresenciado.Rolfvioqueeraunhombrejovendepelolargonegroy tez bronceada por el sol.No cesaba demenear la cabeza,mirando con fijeza ellugardondehabíaestadolatopadora.
MientrasRolfobservaba,Baneensemovióyseincorporótambaleante,usandolapiernadeRolfparaapoyarse.
—YatemíayoqueLughinvocaralaGranMaldición.Esdeextrañarquenonoshayasepultadoatodosconsumagiaterrible.
Otrohombreseacercabacorriendoalconductordelatopadora.Erademásedadylebrillabadesudorlanegrapieldondelacamisaabiertamostrabaelpecho.
—Eh,Charlie,¿paraquéparaste?¿Dóndeestálatopadora?Charlieextendióunbrazotembloroso,señalando.—Es…estabaaquímismo…—balbuceó.—¿Estaba?—repitió el negro mientras miraba con rapidez en derredor—. ¿Y
ahoradóndeestá?—Desapareció.Sedisolvió.Sedeshizoy se fueenherrumbre…asínomás—
respondióCharlie,tratandodecastañetearlosdedossinconseguirlo.Elnegroseagachóarecogerundiminutofragmentodemetalpintadodeamarillo
deshechoenherrumbre.
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—¿Quéseherrumbró?—repitióconvozsúbitamenteagudaporlaimpresión—.Unatopadoraenteranoseherrumbradepronto.
—Puesestalohizo.Charlie miró con fijeza a su compañero antes de extenderle los brazos y
levantarlodeuntirón.—Vamos, amigo. Estuviste demasiado tiempo al sol. Mejor salgamos de aquí
antesdequepaseelaviónpatrullerodelosguardabosques.Mientraslosdoshombressealejabanporlacuesta,Lughvociferódirigiéndosea
losdemásduendes:—Bueno,¿paraqué seestánallíparadoscon labocaabierta?Vuelvan todosal
trabajoantesdequelosconviertaenhongosvenenosos.Portodosladosparecieronbrotardelaarenaduendesqueempezaronatrajinarde
un sitio a otro. O’Rigami se puso a desplegar otra vez su cometa con tanta calmacomosinadalohubieseincomodado.
Baneenelevólavoz:—Lugh,mi principesco protector, tú no querrás que ese granmontón de arena
quedeallí,¿verdad?.—Biendicho.Elimínalo,embustero.Ytambiénlashuellasdelabestia.Baneensonriómuycontentoybailóenpequeñocírculoalrededordesímismo.—Ah,sí,nolosqueremostancercadenosotrosotravez,¿osí?Nisiquierapara
taparsuspropiashuellas.Al levantar lavista,Rolfvioque elmontónde arena se esfumabayvibraba al
calor del ardiente sol. Antes de que alcanzara a pestañear tres veces, lamontañitahabía desaparecido por completo.Y con ella los rastros dejados por las correas deorugadelatopadora.
—¿Nolesextrañaráquehayandesaparecidosushuellas?—inquirióRolf.—Oh, no, muchacho —repuso Baneen con animación—. Los hombres jamás
cuestionansubuenasuerte.Sololesextrañalamalasuerte.—Perotalvezdeberíandejarlashuellas—insistióRolf—.Asítendréalgopara
mostraralasautoridadescuandoinformedeesto.—¿Informar? ¿Informar, muchacho? Sin duda no hay nada que informar—se
apresuró a contestar Baneen—. Esa máquina mortífera ya no es más que unmontoncito de herrumbre y los villanosmismos se han ido.O en verdad quizá nofueranvillanos para nada, sino un par de seres humanos venidos de la estación deguardabosquescercanaparacumplirsusobligaciones,nomás.
MisterShepertongruñóvolviendolacabezademodoqueélyBaneenquedaroncaraacara,casitocándose.
—¿Puedopreguntar,entonces,porquéestabantanansiososporalejarseantesdequellegaraelpróximoaviónpatrullero?
—Escierto—admitióRolf.—Hummm.Síquedijeronalgoparecido,¿verdad?—Baneeninclinólacabezaa
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unladocomopensando—.¡Esosbribones!Pensarqueibanaechararenadentrodenuestra Cañada, nuestro único y pequeño refugio en toda la faz de este vasto ylíquido…Perovamos,vamos,lomássabioesdejarlascosascomoestán.Yasehanido.
—Pero no pueden permitir que se salgan con la suya haciendo algo semejanteaquí,enelcorazónmismodelrefugiodeVidaNatural—dijoRolf—.Notengomásremedioquedenunciarlos.¿Ysiregresan?
—Oh,vamos,novanaregresarnuncajamás—repusoBaneen.—¿Cómolosabes?—inquirióRolf.—Puesmelodicemisegundavisiónduendesca.Porciertoque…—Baneencerró
losojosy,pensativo,setocólanarizconlapuntadeunverdededo.—Veo estaCañada…y la playa…mañana…y al día siguiente…—Abrió los
ojos—.Ni señalesde lospillos ni deotrosde esos temiblesmonstruosmecánicos.Puedestranquilizarte,muchacho,ynoinquietartemás.
—¿Porquéteempeñastantoenquenolosdenuncie?—quisosaberRolf.—Sí—rezongóMisterSheperton—.Aver,contestaeso.Noestásdiciendotodo
loque sabes.Bastadeembustesdeduende,Baneen. ¿Quiénes sonesoshombresyquésetraenentremanos?
—¿Yquétehacepensarquelosé?—preguntóasuvezBaneen.—Séquelosabes—replicóelperro.—¿Ah,sí?—Puessí.—¡Jum!Estosinglesesconsusairesdesuperioridad…MisterSheperton lanzóungruñidograveyamenazador.Baneenseapartódeél
velozmenteparaocultarsedetrásdeRolf.—Enfin…nodigoquesepanadaconcerteza.Pero…bueno,sindudanohabrá
ningúnmalenmostrarlesalgo.Baneen fue trotando hacia el borde opuesto de la Cañada, y Rolf lo siguió
cruzandolacuestaporunospequeñosaltozanosdearenarumboalaplaya.MientrascaminabajuntoaRolf,MisterShepertongruñó:—Esebribonzueloverdesabemuchomásdeloquenoshadicho.—Pero… —repuso Rolf entrecerrando los ojos para eludir el resplandor del
deslumbrantesolquesereflejabaenlaarenablanca—.Sirealmentesupieraquépasa,¿habríadejadoquelatopadoraseacercarahastacasisepultarlaCañada?
MisterShepertonpareciómenearlacabeza.—Quién sabe lo que es capaz de hacer un duende… salvo que serámalo para
cualquierserhumanoqueestécerca.RolfsevolvióparamirarconfijezaaBaneenqueibamuycerca.Elmuchachoya
podía oír el siseante retumbar de la marejada y sentir en la cara la picante brisamarina.Empezóa subircorriendohaciadondeseencontrabaBaneen;elduendesediovueltaysellevóaloslabiosundedo;lehizoseñasparaqueseagachara.
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Reventando de curiosidad, Rolf se acercó reptando a lo alto de la duna. Asítendido atisbó entre la hierba. Mister Sheperton se echó a su lado, jadeandohúmedamenteenlaorejadelmuchacho.
Aprimeravista, la playa tenía un aspecto absolutamente común.PeroRolf vioquealguienhabíacavadoenellaunestrechocanal,ycolocadosobreesteunaespeciedepuente.Cubríaelpuenteunafinacapadearena.Lamarejadarompíaalolejos,porlomenoscienmetrosdelantedelcanal.
—Alguienerigióalláun rompeolas,comounabarradearenasubmarina—dijoRolf.
—Sí—asintióMister Sheperton—.Y un lugar donde traer una embarcación yocultarlabajoesepuentedearena.
—Camuflaje.El tableteodeunmotorhizoqueRolfvolviera lacabezahacia laderecha.Una
embarcación cruzaba el mar entre resuellos, encaminándose hacia el canaldisimulado. Mientras los tres observaban, la embarcación llegó y de su cubiertabajarondosmarinerosdeaspectosucio,concamisasharapientasypantalonescortos,quieneslasujetaronbienalospostesquesosteníanelpuente.
—Ellossonlosvillanosquenosenviaronlabestiamecánica—murmuróMisterSheperton—.Queríanmásarenaparacubrirsupuenteyecharensurompeolas.
En la cubierta apareció otro hombre. Era rollizo y de cara redonda. Vestíachaquetaazulypantalonesblancos,yhastacoronabasucabezaconunaairosagorritadecapitán.Convozchillonadioórdenesalosdosmarineros,queyaestabanotravezenlaembarcación,sudandoyforcejeandoconunaspesadascajas.
—Vamos, pronto—les chilló el capitán con desagradable voz aguda—.Quieroteneralmacenadosaquítodoslostelescopiosybinoculares,asípodremosusartodoelespacioparallevargenteeldíadellanzamiento.¡Muévanse,muévanse!
—Esoes,entonces—comentóMisterSheperton—.Éseeselqueinquietabaatupadre.Traeráturistasparaqueobservenellanzamientodesdeaquí,desdelaplaya.
—Sin embargo, algo más debe haber—objetó Rolf—. No se tomarían tantasmolestiasporuncargamentodeturistasdosotresvecesalaño.
—¡Muy cierto! ¿Qué dices de eso tú, duende?—preguntóMister Sheperton aBaneen.
—Enfin—respondióBaneen,incómodo;laverdadesqueeldegorrademarinotraedevezencuandogenteconarmasparacazarypescar.
Rolfsintiórepentinasnáuseas;mentalmenteveíaimágenesdelpelícanopardoyloslechoncitosensangrentadosymasacrados.
—¡PeroestoesunRefugio!—exclamóconvehemencia—.¡Eslaúnicapartedelambientenaturalqueestádesprotegidaporaquí!¿Ytúdicesquenovasadenunciaraalguienasí?.
—Esquenunca leshemospermitidohacerdañoa lasbestezuelasyavecitas—replicó Baneen con presteza—. Desde que estamos nosotros aquí, ninguno de sus
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cazadoreshalogradoniunasolapresa…—¡Lomismoda!—declaróRolf—.Nomeimportaloquehayanestadohaciendo
ustedes.Yovoyadenunciaraesesujetoysutripulación.—¡No, muchacho, no puedes! —respondió Baneen—. Vamos, escúchame. No
debemos tener policía y guardabosques y demás andando por toda la playa ypisoteandonuestraCañada.
—Losiento,peroestoesalgoquedebohacerybasta—adujoRolf.—Peromeescucharásunmomentoantesdehacerlo,¿verdad?—imploróBaneen
—.Aguardaunsolosegundo,Rolf,mientrasyotraigoaalguienquepuedaexponernuestrodesesperadoalegatomejorqueyo…
—Noleprestesoído,hijo—gruñóMisterSheperton.—Detodosmodos,noveocómohanlogradoevitarqueselosveaantes—dijo
Rolf.—Debeserbastantefácilveresamanchadeaceiteyesehumodebarcodesdeun
avióndeguardabosques.YsevolvióparamiraraBaneenconsuspicacia.—¡Vamos,vamos!—exclamóelduende—.Hemosutilizadoenfavordeellosun
levísimotoquedemagia,claroestá…apenaslosuficientecomoparaimpedirqueselosvea.Nadainvisible,fíjate.Solounapequeñísimadistracciónodosparahacerquelos patrulleros guardabosquesmiren a otro lado cuando vuelan sobre el ruido y lasuciedad.Peroaguardenaquíunminuto…
Ydesaparecióconunleveestallido.—Noloesperemos,Shep…quierodecirMisterSheperton—propusoRolf.—¡Deacuerdo!—rezongóMisterSheperton—.Yaestoyhartodelasmentirasy
evasivasdeesetunante…Conunnuevoestallido,Baneenregresóalaexistencia,arrastrandoconsigoaotro
duende…quetambiénvestíadeverde,escierto,peroconunalargaytristecapaazulverdosa sobre los hombros, larga cabellera negra colgando bajo el sombrero y unestuchedeviolínbajoelbrazo.
—Rolf, permíteme… —resopló Baneen, sin aliento— presentar a estegrandioso…músicoduende…O’KkaneBaro.
Elotroduendesequitóelsombreroy,barriendoelsueloconél,hizounaairosareverencia.Surostroerabienparecido,aunquemágico.
—¡Gloriosoes conocerlos!—exclamóconvoz sonoraygrave—. ¡Glorioso!Sinosemeestuvierarompiendoelcorazón,bailaríadejúbilo.Pero¿quiénbailaenunmundocomoeste?¡Díganmelo!
Ysesentólúgubrementeenlaarena,dejandoaunladoelestuchedeviolín.Rolflomirabapasmado.
—¡Chist!—lesusurróaloídoMisterSheperton—.Notedejesengañartampocopor este pillo. Es un duende gitano. ¿Sabes qué quiere decir «Hokkane Baro» enidiomaromaní?
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—Ah,síqueseestá rompiendodeveraselcorazóndenuestropobreamigo—dijoBaneen,pesaroso—.CuántosmilesdeañoshavividoyaconlaúnicaesperanzadevolveraverDuendia…
—¡Ah,Duendia,miluz,mibella!—exclamóO’KkaneBaroconvozresonante,tapándoselosojosconunamano—.Novolveravertejamás.¡Jamás…jamás!
—HokkaneBarosignifica—susurróMisterShepertonconseveridad—«elgrantruco»,unjuegoconelqueellossolíanestafaraloscampesinoscrédulos.
Rolfasintióconlacabeza.NoteníadudasdequeMisterShepertonestabaenlocierto. Pero la desdicha deO’KkaneBaro era tan convincente queRolf empezó asentirunapunzadaderemordimientoapesarsuyo.
—Laverás—dijoelmorenoduende—.Notepreocupes.—Ah, pero ¿la verá? —dijo Baneen—. Ahora que tú estás tan decidido a
denunciar lo que has visto. Sin duda bastarán unos minutos después de que lasautoridadesvenganamerodearporaquíparaquenuestramagiasearruineynuestraúltimaposibilidadderecobrarDuendiasepierdaparasiempre.
—Ah…—dijoO’KkaneBarodescubriéndose losojos—.Pero¿porqué llorar?—continuó,abriendolosbrazos—.Riamos…¡ja,ja,ja!
Rolfpensóquenuncaensuvidahabíaoídounarisatantriste.—¡Sí, riamos!—exclamó O’Kkane Baro mientras se incorporaba—. ¡Riamos,
bailemos,alegrémonos!¡Música!Ydiounaspalmadas;alsonarestas,seabriólatapadelestucheydeélsalióun
violín tamañoduendeque subióvolandoal aire.Loseguíaunarco tamañoduendequeseacomodósobrelascuerdas.
—¡Toca,gitano!—ordenóO’KkaneBarodandounpisotónenlaarena.Elviolíncomenzóatocarunamelodíaalocada,emocionante—.Llora,gitano…—yelviolínacometiódeprontounosgimientesacordes.Laslágrimasempezaronacorrerporlasmejillas deO’Kkane Baro—. Duendia… hermosa Duendia… nunca volveremos averte…—sollozó.
La música era avasalladora. También Baneen lloraba. Por la nariz de MisterSheperton también corrían lágrimas, y Rolf pestañeaba desesperadamente paracontenersedellorarcomoellos.
—Esperen…—imploróRolf—.Esperen…—¿Para qué esperar? —gimoteó Baneen—. Todo ha terminado. Y tan solo
porque alguien no pudo aguardar dos días para denunciar a unos bribones. ¡Ah, larazatodadelosduendesdespojadadesuúltima,últimaposibilidad!¿Nodijeyoquecuidaríamosdequeningúnanimaloavesufrieradaño?Pero¿acasoesoablandóeldurocorazóndealguienaquiennohacefaltaquemencione?No…
—¡Espera!—dijoRolf, tragando saliva—.Estábien.Dosdías.Puedoaguardardosdías…pero¡pareneseviolín!
—¡Ah, sí, detén al instrumento,O’KkaneBaro!—sollozóBaneen—.Tampocoyopuedosoportarcasiesedolor.
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Llorando, O’Kkane Baro hizo un ademán al violín, que dejó de tocar y seintrodujodenuevoenelestuche, juntoconelarco.Enel silencio llegóaoídosdetodosunavozaguda,ladelcapitándelbarco.
—… ¡allí! Allí mismo, sobre aquel risco. ¡No se queden allí quietos, vayan abuscarlos!¡Yaoyeronlamúsicaquesalíadeallíhastahaceapenasunsegundo!
Incorporándose de un salto, Rolf se asomó sobre la cima de la duna. Los dosmarinerosaquieneshabíanvisto,seguidosdecercaporelcapitándelbarco,veníanhacialaduna.CuandovieronaRolf,todosprorrumpieronengritos.
—¡Medescubrieron!—exclamóRolf—,¿yahoraquéharemos?—Intentaunantiguoardiddelosduendes,muchacho—aconsejóasusespaldasla
vozdeBaneen—.¡Huye!
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olfechóunavelozmiradaalosdosrobustosmarinerosquetrepabanladunaenposdeél.Luegoechóacorrerbajandoporelladoopuestodeladuna,perola
arenasueltaleimpedíairmásrápido.Mirandoporsobreelhombrovioquelosmarineroshabíanllegadoaloaltodela
elevaciónynolesfaltabamuchoparaalcanzarlo.Yganabanterrenoconrapidez.Baneenibadeunladoaotro,corriendoexcitadoencírculosyagitandolasmanos
indefenso.¿YMisterSheperton?Rolf oyóque el perro ladraba furiosamente tal como ladraba a los automóviles
quepasabandemasiadorápidoporlacalledondeellosvivían.Alvolverseunpoco,Rolf vio que Mister Sheperton arremetía contra los dos marineros mostrando losdientes, que tenían un aspecto feroz aunque su cabeza pareciera un estropajoenredado.
Losmarinerosretrocedieronuninstante.MisterShepertonlossorprendió,talvezhastalosasustó.Despuésunodeellosextrajodesucinturónalgolargoyamenazante.Rolfnologródistinguirsierauncuchilloounaporra.
—¡Shep…no!Pero Mister Sheperton no retrocedía. Mientras Rolf estuviera en peligro y él
consciente,elperroatacaríaalosmarineros.—¡Baneen…hazalgo!De pronto la boca abierta de Mister Sheperton empezó a lanzar espuma. Su
ladridocomenzóasonarmásbiencomogárgaras.Almarineroqueempuñabaelpalooloquefueraseleabrieronmuyredondoslos
ojos.—¡Unperrorabioso!—vociferó,ygirandosobresímismoechóacorrerhaciael
reparodelaembarcación.Suamigoloacompañó.Mister,Shepertoncorriótrasellos,lanzándolesmordiscosalostalones,hastaque
ellosllegaronaloaltodeladuna.Entoncessedetuvoylesladróvariasvecesmás.RolfentendióloquedecíaMisterSheperton:
—¡Ynovuelvanmás!¡Tunantes!¡Cobardes!Convencidodequetodoestabacomoeradebido,MisterShepertonbajótrotando
porlacolinadearenaparareunirseconRolfyBaneen.SoloentoncesadvirtióRolfque si el perro realmente lanzaba espuma por la boca, quería decir que estabagravementeenfermo.
—Shep…¿estás…?—No sé cuántas veces habrá que decirte que me llamo Mister Sheperton —
respondióelperro,unpocoirritadoysinaliento—.Ytú,Baneen,siteparece,hazmeelfavordesacarestaridículacremadeafeitarquemepusisteenlacara.Tienegustoalimaagria.Aj.
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—Ah, con un héroe tan magnífico como tú, Mister Sheperton, casi no fuenecesarioqueyohicieranada—repusoBaneen.Luegoagitólosdedosylaespumasesecóinstantáneamente,convirtiéndoseencoposcristalinosquefueronarrastradosporelviento.
YdeprontoRolfseechóderodillasyabrazóalviejoperrohirsuto.—Shep,Shep…creíqueestabasenfermo.Esta vezMister Sheperton no corrigió almuchacho. Se quedó sentado dejando
queRolfloabrazara.Hastamoviólacolaunaodosveces.Porfindijocontonoalgoturbado:
—Bueno, jrump…Supongo que serámejor alejarse de aquí antes de que esospilloscobrenvalorparavolver.
Deregresoa laCañada,Baneennocesódehablarsobre lacometaespacialdeO’RigamiylomaravillosoqueseríaretornaraDuendia.
—Y lo más maravilloso de todo —continuó el duende mientras danzabaágilmente en la arena—es que túmismo estarás a cargo total del lanzamiento delgranypoderosocohete.Elhombremásimportantedetodos,eseserástú,Rolfamigomío. Jem… una vez que hayas unido la cometa al cohete correctamente, porsupuesto.
Rolfasintióconlacabeza.Perointeriormentesepreguntabacómopodríallegaralcohete de supadreyunir la cometa, aun cuandoO’Rigami la hiciera invisible.Lamagiadelosduendesnoibaabastarparaesatarea.
Amedida que los tres se acercaban a laCañada,Mister Sheperton permanecíaextrañamentecallado.Rolfveíaduendesquecorreteabandeunladoaotro,ocupadosenmiltrabajosinadivinables.Lughseerguíaenelmediocomodecostumbre,enunpequeñomontículodearena, señalandoaquí,gritandoallá,con ladiminutacaradebulldogenrojecidadetantoponermalgesto,erizadoslospelosdelabarbilla.
RolflevantósubicicletaysedespidiódeBaneen.Bailoteandomuycontento,elduendelerecordó:
—No vayas a olvidarte de mañana. Mañana O’Rigami tendrá terminada lamagnífica cometa, y mañana por la noche tú estarás ayudando a juntarlacorrectamente al cohete. ¡Ah, Duendia, país de mi juventud! Pronto estaremosgozandootravezdetuspolvorientosplaceres.
—Claro—replicóRolfmientrassubíaalabicicleta—.Mañana.Pedaleando subió y se alejó de la Cañada de los Duendes y llegó otra vez al
caminoqueconducíaalacarretera.Perocuandopensabaenloshombresdelbarcoyen su propia promesa de no denunciarlos, notaba en su interior una desagradablesensacióndevacío.
ElpadredeRolftampocovolvióacasaacenaresanoche.Trasayudarasumadrealimpiarlacocina,Rolfsalióadarunpaseo.Elsolestababajoalsudoeste,labrisatraíayaunpocodelafrescuradelanochecer.
MisterShepertonseleacercódespacio,peroRolfledijo:
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—No,Shep.Quédate.Quieropensar,nodiscutir.Elperromurmuróalgosobrellamaralosdemásporsunombrecorrecto,mientras
regresabaalacasatrotandomuytieso.Rolfsalióalaangostaaceraquelindabaconeljardínyechóaandarlentamente
calleabajo.—¿Hasta dónde me estoy metiendo en esto? —susurró para sí—. Parece tan
descabellado.Paraempezar,¿ysialgosalemalcuandoestéayudandoalosduendesymeatrapan?
Enesapartedelaciudadhabíaunsoloárboldignodetreparse:unrecioyviejoroblequehabíaestadocreciendoquizácincuentaañosantesdequeseconstruyeranlas casas y se instalaran las calles. Por milagro había eludido a topadoras yconstructores, probablemente porque parecía demasiado grande y sólido para serderribadoconfacilidad.
Ese árbol estaba casualmente junto a la vieja casa de dos pisos de losAmaro,cercadelaventanadeRita.Rolfvacilóenlaoscuridad,alpiedelárbol,recordandocuántasveceshabíatrepadohastaalláparahablarensecretoconella,muchoantes,cuandoamboseranrealmentechicos.Peroahoranecesitabahablarotravezconellayelárbolparecíatantrepablecomosiempre.
Ascendióconfacilidad,perocomprobóquehabíacrecidodemasiadoparareptarsobre la rama que prácticamente rozaba la ventana de ella. Y la ventana estabacerrada,porqueenlacasasehabíainstaladoaireacondicionadopocotiempoantes.
«Nopuedoutilizarnuestraantiguaseñal»,recordandoelmodoenqueélsilbaba,igualqueunpájaro.«¿Cómopuedollamarla?».
Mientras él se acurrucaba sobre la rama grande, junto al tronco del árbol,Ritaabriólaventanaydijoporsobreelhombro:
—Bueno, mamá. Ya abrí la ventana. Avísame cuando vuelva a funcionar elacondicionadordeaireylavolveréacerrar.
RolfcreyóoíraBaneenriendoporlobajoentrelassombrasdelárbol.—¡Oye,Rita!—susurró.Ellaretrocedióunpoco,sorprendida.—¿Rolf?¿Quéhacesallí?—Queríahablarcontigo.EllasonrióyaRolflegustómásesoquelaluzdelaluna.—Comosolíamoshacerlo—repusoella—.Aguardaunminuto.Desapareció un momento adentro y luego, reptando, salió a la repisa de la
ventana.—Oye,no…esaramanopuedesostener…PeroRitayateníasobrelaramaunapiernaenfundadaenblue-jeans.—Nosoytanpesadacomotú.«Nitancautelosa»,pensóRolf.Peroellatrepóalarama.Estaseinclinóyosciló
bajosupeso,peroRitaavanzócontodacalmahastaquedarsentadajuntoaRolf,sana
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ysalva.—Hacemuchísimotiempoquenohacemosesto—dijomuycontenta.—Sí—respondióRolf.Eradivertido.Casi lo retrotraíadosañosatrás,antesde
queempezaraairsoloalRefugio.Conmásseriedad,Ritadijo:—Empezaba a pensar que ya no te gustaba más. En los últimos tiempos has
estadotanalejado.Lamentohaberdichoqueerasraro.Rolfhabíaolvidadoeso.—Oh,noimporta.—Lociertoesquehasestadoobrandodemaneraextraña.¿Meentiendes?—Puedequesí…Rolf no sabía por dónde empezar, cómo decírselo. Por un momento
permanecieron simplemente allí, con los pies descalzos colgando al fresco aire delanochecer.
—Rita…—dijo luegoRolf—.Escucha.Hayeh…algopara locualnecesito tuayuda.
—Claro,Rolf.¿Dequésetrata?—Tupadresigueestandoenelturnodelanoche,¿verdad?—Sí—repusoella,yagregóconorgullo—.Hasidoascendidoasargento.Ahora
tieneasusórdenestodounturnodeguardias.—Peroaúntrabajaenlamismaplataformadelanzamiento,¿no?—Sí…Vacilandounmomentomás,Rolfdecidiófinalmentelargarse:—Mira.Necesitoacercarmealcohete.Llegaralaplataformasuperiordelatorre
deverificación.Mañanaporlanoche.—¿Mañana por la noche?—repitió Rita, escandalizada. La oscuridad impedía
distinguir laexpresióndesu rostro—.Pero ¡es lanocheanterioral lanzamiento!Anadieselepermite…
Conlentitudytantocuidadocomopudo,RolfexplicóaRitalodelosduendesyque estos querían utilizar el cohete a Marte para que los ayudara a regresar aDuendia.
ExplicabamuyseriolodeO’RigamiylacometaespacialcuandoRitaseechóareír.Almirarlaextrañadolavioreírcontalfuerzaqueéltuvoquetenderunamanoparaevitarquesecayeradelarama.Lesubíanybajabanloshombrosysetapabalaboca con la mano para no hacer tanto ruido, porque si no los sorprenderían suspadres.«¡Mmmpff,mmppfff!»,seleoíahacerdetrásdelamano.
—Oye,noesgracioso—dijoRolf.—Oh,Rolf—dijoellaconvozahogada—.Cuandoquieresburlartedealguiensí
queerescapazdehacerlo…Ycomenzóareírdenuevoporlobajo.—Noesbroma,miencantadoradoncella.
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EralavozdeBaneenqueproveníadedetrásdelaorejadeRolf.Volviendo levemente la cabeza,Rolf vioque el duende estabaposado sobre su
hombro.Cosaextraña,élnosentíapesoalgunosobreelhombro.Después,mirandodenuevoaRita,advirtióquelosojosselehabíanabiertomuchísimo.Surisasehabíainterrumpido.Teníalabocaabiertaynopestañeaba.
—Concédeme el gran placer de ser presentado a esta encantadora damita —continuóBaneen…
SiempresujetandoaRitaporunbrazo,Rolfanunció:—EsteesBaneen…unodelosduendes.Baneen,estaesRitaAmaro.—Encantado, por cierto—dijoBaneeny sequitó lagorrita verde al hacer a la
muchachaunalargayampliareverencia.Ritarecuperólavoz.—¡Eres…eresreal!—Tan real como tus bellos ojos pardos, Rita niña mía. Y tan alegre como tu
hermosarisa.Perotodoslosduendesdeestevastoymonótonomundoestaríanmástristesqueelcroardeunsapodepantanosinofueraporesteexcelenteyvalerosomuchacho.
—Oh,Baneen,vamos—protestóRolf.—¿Quieren…quieren realmentequeRolf junteesa…esacometacon…conel
coheteaMarte?—¡Exacto!—lesonrióBaneen—.¡Quéjovencitamáslista!Síquehasentendido
enseguida,preciosa.—Yo estaré a cargo de la cuenta regresiva final—agregó Rolf—. Tendré que
demorarellanzamientoseisminutosapartirdelahoraprogramadaparaeldespegue.¿Noesasí,Baneen?
—Eso calcula O’Rigami… aunque francamente no tengo cabeza para losnúmerosynoséconcertezasiseisminutossonlacifraexacta.Pero¿quéimportasisonseisminutososesenta?Esecohetenosaldráhastaquetúlodigas,Rolf,amigomío.
Ritasemostróconsternada.—Rolf,¡podríasdesbaratarellanzamientoentero!—Oh, no—le aseguró Baneen—. Tan solo un pequeñísimo retraso y un leve
desvío.Ningúnproblemaenabsoluto.Ellasacudiólacabezadiciendo:—Estopodríaserrealmentegrave.—Loharé—dijoRolfconvozqueda.EstuvoapuntodehablarledelGranDeseoquelehabíanprometidolosduendes.
Entonces recordó que ella siempre había admirado al padre de él… a quien, eraobvio,noleinteresabalaecología.
—Tedigoquenohaynadaquetemer—repitióBaneen—.Vaya,conlamagiadelosduendesenacciónpodríamoshacerquesedurmierandurantequincedías todos
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los del centro de lanzamiento… ah, pero no queremos hacer eso, pese a estardesesperados.
—TienenquesalirdenuestroplanetayvolveraDuendia—dijoRolf—.Yyolosayudaré.
—Nocomprendoporqué…—Puesmuchacha,tediré,setratadeLugh…quézoquetecorpulentoyfanfarrón.
Un duende de pésimo carácter. Pésimo carácter—se estremeció Baneen—. Es unpríncipe duende, sabes. Pero nuestro rey, Hamrod el Cruel, siempre se estababurlando de Lugh. Le encantaba ver al grande y robusto Lugh de la LargaManoponerse rojo de frustración y cólera. Por eso Lugh robó el Gran Sacacorchos deDuendia, se tomóa símismoya todo su séquito… todosnosotros…yenun sologranesfuerzomágiconostrajoatodosalaTierrahaceyamilesdeaños.
RolfyRitaescuchabanfascinados.—Y bien, una vez a salvo aquí en este espantoso planeta aguachento, Lugh
descubriódoscosas.Una,quehabíaporaquímuchoshumanostorpesparaserpastode«sus»bromas.LughyanoestabaamerceddeHamrod;ahoraélteníahumanosalasuya.Sediovueltalasituación,porasídecirlo.Perolasegundacosaquedescubriófuequeaquíenesteacuosolugar,lamagiadelosduendeseslastimosamentedébil…lesdiréqueelaguaarruinalamagia…demodoquenuestrasarteslleganasermerastravesuras.Resultanaguadas.
—¿Cómolodeeliminarunatopadora?—preguntóRolf.—Sí, la GranMaldición. Lastimosa, ¿verdad? Pues en la segura y polvorienta
Duendia, cuando se invoca la Gran Maldición, estallan cuarenta cometas y lasestrellas bailan durante un mes. Pero aquí… —la voz de Baneen bajó hastaconvertirseenunmelancólicosusurro—pues,casinopodemoshacerotracosaquepequeñas travesuras. Detener relojes, hacer que las máquinas anden mal, cosasparecidas.Ni siquiera la granmagia de Lugh puede levantarnos a todos almismotiempo del suelo más de tres metros. Por eso necesitamos ese potente cohete deustedesparaquenosayudearegresaraDuendia.
Ritainquirió:—Pero ¿por qué quiere Lugh volver a Duendia si el rey de ustedes es tan
antipáticoconél?—Ah,eseeselmeollodetodo—repusoBaneenmientrassefrotabaconlacejala
comisuradeunojo—.Quémuchachalistaeres,Rita.Mira,esquebajotodoesemalgenio y esa fanfarronería de Lugh late un corazón de oro de las hadas. Sabe quédesdichadoshemossidotodoslosduendesaquí,enlaviejaTierraempapada,yestádispuestoasacrificarseparasalvarnosatodos.Dudoquepodamosdurarotrospocoscientos de años más aquí en la Tierra, con tanta agua en derredor. Lo dudointensamente,quesí.
—Yonosé…—dijoRita,indecisa.—Ah,peroyosíséloqueharáLughsinoconsigueayudahumanaparanuestro
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retornoaDuendia—continuóBaneenconvozestremecida—.Seráterrible.Utilizaráhasta la última pizca de magia de los duendes para hacerles lo más desgraciadaposiblelavidaaustedes,loshumanos.Cuántasvecesleoímurmurar—ylavozdeBaneencobróalgodelahondaasperezaqueteníaladeLugh—:«SinopodemosusaresecoheteparavolveraDuendia,loshumanosjamásllegaránausarloparallegaraMarte».
LetocóaRolfelturnodeescandalizarse.—¡Esonomelodijiste!Quieresdecirquesinolosayudamos…—Lughimpediráqueelcoheteparta—terminóBaneenensulugar—.Yélsíque
tienepoderparahacerlo.EsegrancohetesequedaráallícriandomusgoantesdequeLughlodejeir.
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uisieraquehoytequedescercadecasa—dijolaseñoraGunnarsonaRolfmientrasestedesayunaba.
ElpadredeRolfnohabíavueltoacasa.SequedaríaenelCentroEspacialdurantelastreintayseishorasfinalesdecuentaregresiva.
—Ay,mamá—dijoRolfentrecucharadasdecereal—.Poraquínohaynadaquehacer.TodoslosdemásmuchachosmevanafastidiarconlodepapáportelevisiónylodequeesDirectordeLanzamiento…
Sumadrelomiródemanerapenetrante.—¿Esohacen?—preguntó—.¿Fastidiarte?Rolfclavólavistaenelcereal.—Túno sabes loque es cuando tupadre…—murmuró, dejando la frase en el
aire.—Realmente deberías tratar de entenderte con los demásmuchachos—declaró
ella—.Yaqueestamos,deberíasaprenderallevartemejorcontupadre.—Nolehagofalta—mascullóRolfporlobajo,dirigiéndosealcereal.—¿Qué?—Nada—Rolf se apartó de la mesa de la cocina y se puso de pie—. Voy al
RefugiodeVidaNatural.¿Puedesprepararmedosotressandwiches?—Aguardaunmomento—dijo sumadre,y él sedetuvoa regañadientes—.En
estemomentotupadreestáagotadoconsutrabajo…talcomoyoestoyagotadaconla beba. Pero tú eres lo bastante grande como para hacerte cargo de parte de laresponsabilidadfamiliar,almenosporuntiempo.Prontoterminaráellanzamientoytu padre dijo, sí, que quizá entonces tenga una agradable sorpresa para todosnosotros.Sindudapodrásocupartedealgunascosas,incluyéndoteatimismo,hastaqueesemomentollegue.
—Sí,claro—gruñóRolf.—Puesbien.Puedesempezarpreparándotetuspropiossandwichesylimpiandola
mesadeldesayuno…Ydichoesto,laseñoraGunnarsonsaliódelacolina.Rolf limpió lamesaypuso losplatosen lamáquinade lavar.Despuéspreparó
cuatrosandwiches,tomóunabotelladeplásticollenadejugodenaranjaymetiótodoesoenlapequeñamochila,detrásdelasientodesubicicleta.ConunsilbidollamóaMister Sheperton y empezó a pedalear calle abajo, rumbo a la casa de Rita. Laencontróyasentadaenelsombreadoporche,antelaviejacasa.
—¿QuieresconoceraLugh?—lepreguntóRolfdeteniendosubicicletaenlabasedelosescalonesdelanteros.
ARitaseledilataronlosojos.—¿Puedo?—Claroquesí.
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Ellaabandonódeunsaltosusillayentrócorriendoen lacasa.Endosminutosexactosvolvióasaliraferrandoenunamanounpequeñoestucheconelalmuerzo.
Juntos se dirigieron en bicicleta hacia Playalinda, mientras Mister Shepertontrotaba pesadamente al lado de ellos y la brisa marina empujaba unas esponjosasnubesblancasa travésdelbrillantecieloazul.Eracomoenotros tiempos,antesdequeellanzamientoylosduendescomplicarantantolavidadeRolf.
SalvoqueMisterShepertonnodijounapalabraaRolfentodoeltrayectohastalaplaya.Nisiquieraladró.YsemantuvojuntoalabicicletadeRita,delladoopuestoaRolf.
«Estáofendidoconmigo»,comprendióRolf.—Cuandotelastimastelapiernazambulléndotedesdeeltrampolínmásalto—le
gritóRita,elevandolavozcomoparaseroídapesealsilbardelviento—,¿porquéintentaste esa zambullida? Nunca te habías arrojado antes desde el trampolín másalto.
Rolfseencogiódehombros.—Teníaqueenseñarlealagente.Losdemásmellamabangallina…—Noescierto—dijoRita—.Yoestabapresenteylosoí.Hubomuchasbromas
pesadas,peronadietellamógallina.Rolfsintióqueseleenrojecíalacara.—Pues… creo que me estaba fastidiando con ellos por alardear delante de
ustedes,laschicas.Noqueríaserexcluido.Ellossiempremellamabanchiquitínymemolestaban.Ytúlosestabasmirandoynoquisequemecreyerasungallina.
—Oh,Rolf—dijo ella sacudiendo la cabeza—, qué tontos son losmuchachos.¿Porquéibayoacreertegallina?Teconozcodetodalavidayséquenoloeres.Talvezunpocotontoaveces…
RioyRolfdescubrióqueestabariendoconella.—Creoquesoloqueríahacertepensarqueyoeratangrandecomocualquierade
losmuchachos.Tanimportantecomocualquieradeellos.Ellasepusoseriadenuevo.—¿Por eso estás ayudando a los duendes? ¿Para que te ayuden a sentirte
importante?—Sí…no…—Rolf se sentía confuso—.Oh,no sé.Ni siquiera sé con certeza
cómomemetíenesto.BaneennolosesperóantesdequellegaranalaCañada,comodecostumbre.Lo
cierto es que ambos llegaron a lamismísimaCañada antes de que los duendes lesprestaranalgunaclasedeatención.Cuando llegarona laorillade laCañadavieronporqué.TodoeltrabajoparecíahaberseinterrumpidoytodoslosduendesmirabanunrincóndelaCañadaqueparecíaestaroscurecidoporunanubedehumoverde.Rolf,curioso, fuehacia el humo, seguidoporRitayMisterSheperton.Al acercarseoyóvocesqueproveníandeél.EspecíficamenteoyólavozdeBaneenque,entonoagudoysarcástico,decía:
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—…Ah,¿asíqueredonda,no?¿Ununiversoredondo?Y¿quépasaconlamagiacuandoestásdel ladodeabajo,puedo inquirir?¿Todoquedacabezaabajo,verdad?¿Ytodosloshechizosalrevés?
—Noseñol—siseólavozdeO’Rigami.Rolf,conRitayMisterSheperton, seabriópasoa travésdelhumoverdehasta
encontrarunespaciodespejado,encuyointeriorO’RigamiyBaneenseenfrentabanseparadosporunosdosmetrosdedistancia.O’Rigamiprosiguió:
—Siendoledondo,todoslugalesenunivelsoidénticos.¡Hechizossiempleigual!—Ah,porfavor,y¿túcreesrealmentetalesdisparates?—preguntóBaneenconel
mismo sarcasmo—. Sin duda tendrás fiebre.He advertido que hoy no tienes buenaspecto…
Mientras hablaba se pasaba las manos una sobre otra, y O’Rigami cambió suverdecolornormaldeduendeporunvívidocastañorojizoacuadros.
—¡Estoy en pelfecta folma y colol!—exclamó secamente O’Rigami,mientrasbruscamenteseponíaverdeotravez.Susdedoscentellearon,yuntrozodepapelquehabíaaparecidodelanadatomórepentinamentelaformadeunafuentedejardínenminiatura—.Ytambiénentiendomásdelunivelsoqueatlasquequizásean todavíademasiadoignolantes…
Lafuentelanzódeprontounfinochorrodeaguaquedescribióunarcoenelairehacia adelante y luego descendió en brusca curva para rociar generosamente aBaneendetrásdesuspuntiagudasorejasdeduende.
Baneenlanzóunchillidoyesquivó.SúbitamenteseconvirtióenuncocodriloqueacometiócontraO’Rigamiconlasfaucesabiertas,bebiéndoseelaguadelafuentealcaer.
Los veloces dedos de O’Rigami confeccionaron repentinamente una capa detoreroespañolcon lacualejecutóa laperfecciónesepasedenominado«verónica».Totalmente engañado por la capa el cocodrilo pasó estruendosamente de largo,descubrióquenoteníaanadiedelanteygirósobresímismo.PeroO’Rigamiyasehabíaenvueltoenuncastillomedievaldepiedracompletoyseocultabaenél.
Elcocodriloseconvirtiódeprontoenuntejónqueavanzódeunsaltoyempezóaperforarenlatierrauntúneldondeseperdiódevistarumboalcastillo.Elcastilloselevantó sobre dos flacas piernas verdes y se apartó a la carrera. Se desplegó ysúbitamentedesapareció,revelandoaO’Rigami,cuyosvelocesdedostejieronunareddepescarenelaire,dondeinicialmentehabíaestadoelcastillo.
El tejón salió atravesando la tierra donde antes estaba el castillo. La red cayósobreél,enredándoloensuspliegues.YbruscamenteeltejónvolvióaconvertirseenBaneen,atrapadoenlatrama.
—¡Socorro! —gritaba el pequeño duende—. ¡Socorro! ¡Vamos, O’Rigami,ayúdame!¡Déjamesalirdeaquí!
—Solo—respondióseveramenteO’Rigami—acondicióndequenoinsistasmásenesedispalatedequeelunivelsoeschato.
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—Loprometo.¡Claroqueloprometo!¡PalabradeBaneen!—¡Nadadeeso!—exclamóO’Rigami—.Eslacatolcemilquinientosundécima
vezquetevienesconmismoalgumento.Noquielovolvelatenelquediscutilcontigonuncamás.Dametupalabladeduende…¡Otequedasenesaledpolunmillóndeañosmás!
—¡Ah,no!—rogóBaneen—.¡Esono!O’Rigami,amigodemijuventud…—¡Tu palabla de duende o te quedas ahí! —dijo implacablemente O’Rigami,
cruzándosedebrazos.Baneensuspiróyagachólacabezadentrodelared.—Estábien—repusomohíno—.Mipalabradeduende…¡enadelanteaceptaré
queelmundoesredondo!O’Rigami agitó las manos y la red desapareció. Baneen se incorporó
sacudiéndoseelpolvo,peroconexpresióndeenojo.—Ah—exclamó—síqueesterribleestodequeunduendeauténticoexijaaotro
la Promesa Inviolable. Pesadillas tenga tu cruel espíritu, O’Rigami, y que teatormentelaconcienciaporloquelehicisteaunviejoamigo…
En ese preciso instante advirtió la presencia de Rolf y los demás, que loobservaban,ysuenfurruñadaexpresiónsetrasformóensonrisa.
—¡Pero aquí está el muchacho y la muchacha también, para no mencionar aMister Sheperton! —exclamó Baneen—. Bienvenida a nuestra humilde morada,bellísimajoven.Complacidosestamosdequehayasvenidoavisitarnos…
LosojosdeRitabrillabancomolosdeunniñolamañanadeNavidad.—¿Cómosabíasqueyoibaavenir?Quierodecirquenotesorprendióverme,¿o
sí?—Claroqueno.Mira,esquelosduendespuedenpreverelfuturo…jum,aunque
soloenocasionesespecialescomoesta.Ysolohastaciertopunto,sabes.—¿Preverelfuturo?—repitióRita—.¿Puedenustedes…?—Ah,peronohasvenidoaoírmicharla,¿verdad?—dijoBaneen—.Hasvenido
aconoceranuestroimperiosoyterriblejefe,LugheldelaLargaMano,PríncipedelaRealCasadeDuendia.
Ritarioencantada.—¡Losabetodo!PeroRolf, quién sabeporqué, no se sentía tan feliz.Baneencondujo aRita al
interiordelabrumosaCañadayRolflossiguiódecerca.MisterSheperton,quecaminabajuntoaRolf,murmuró:—Los duendes sí que saben halagar a un ser humano hasta privarlo de su
sensatez…PeroparecíadecírseloasímismomásqueaRolf.MientrascruzabanlaCañada,Baneendecía:—Lughnoestáaquíenestemomento.Salióaobservaraesosbribonesintrusos
ensuaceitosabarca.
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—¿Estánotravez?—preguntóRolf.—Porcierto.Esecapitándevozchillonaysusdosfeosmarinerossehantraído
estavezaunoscuantosnegociantes.Lesestámostrandoelmagníficopanoramaquevanatenerparaellanzamiento.¡Yprometiéndolespatosilvestreasadoparalacena!Lughestáallí,enlaplaya,protegiéndolosparaquenolosveanloscazadoresfurtivos.Ehirviendoensupropiojugo,onoconozcoaLugheldelaTerribleCólera.
—Jum—dijoMisterSheperton.—Por eso les aconsejo que tengan cuidado de no ser vistos por los cazadores
furtivos—continuóBaneen—.Yquetenganmáscuidadoaúndenodesencadenarlaira de Lugh. Sin duda estará de pésimo humor. Hacer magia de manera continuadurantevariashorasesunesfuerzoterrible,especialmentecercadetantaagua,veanustedes.
Y es cierto que Lugh parecíamuy tenso cuando lo vieron. Ymás furioso quenunca.Sehallabadepiesobreunaaltadunadesdelacualseveíalaplaya,yteníalasmejillas hinchadas, roja la cara, los puños crispados.A veces, cuando soplaba unabrisadesdeelmar,llegabaaelevarsedelaarenaunoscentímetros,comounglobo,paraluegodescenderdenuevolentamente.
Cuandollegaronlobastantecercadeél,Baneenlointerpeló:—Lugh, maravilloso hacedor de magia, te he traído a unos visitantes que te
ayudaránapasarlamañana.Volviéndose,Lughrespondióconhosquedad:—¿Asíquevisitantes?Embustero,teagradeceréquevigilesunratoaesospillos
malolientesquereptanporelagua.—Nadapodríacomplacermemás,queridoLugh—repusoBaneenmuycontento
—quedartealgúndescansodetusgrandestareas.Yomeocuparédelosbribonesporti.
Yplantándoseenlacimadeladuna,Baneenhinchólasmejillas,apretólospuñoshastaque losnudillos se lepusieronmoradosyadoptóungestoceñudoycoléricoigualaldeLugh.
—Aaah…—exclamóLugh—.Yamesientomejor.TúdebesserlamuchachadequienmehablóBaneen.¿Hasvenidoenayudadeestejovencito?
—Puessupongoquesí—respondióRita,sentándoseenlaarena.—Ja.Ymenosmalquelohashecho.Yaescasihoradequeabandonemoseste
asquerosoplaneta,ynecesitaremostodalaayudaquepodamoslograr.—¡Noesunplanetaasqueroso!—replicósecamenteRita—.Esunbelloplaneta.Lughlamiróceñudo.—¿Ah,sí?Bueno,talvezlohayasidoantes,cuandollegamosnosotrosaquí,pero
hoyno.Nocuando tienenagente tan feacomoesade labarca,ensuciandoelairemismoquerespiramosconsushediondosmotoresysuaceitosabasura…
—¡Puesustedeslosestánayudando!—adujoRita—.Losestánprotegiendo.¿Porquénoutilizanalgodesumagiadeduendesparaecharlosdeaquí?
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Rolf la miraba con ojos saltones. En cualquier instante, lo sabía, Lugh iba aexplotaryconvertirlaenuntroncodeárbol.TendiólamanohaciaelbrazodeRita.
PerolarespuestadeLughfueextrañamentesuave,queda,hastatriste.—Ah,muchacha,esqueestenoesnuestromundo.Lesperteneceaustedes, los
humanos… es el mundo que se han hecho, por así decirlo. Antes creíamos poderayudarlossiustedesteníanvoluntadparamanejarbienlascuestiones…peroresultóserinútil,totalmenteinútil.
Ysealejóazancadas,cabizbajo.—¿Quéquisodecir?—preguntóRitaaBaneen.El duendecitomeneó la cabeza, aunque sin apartar lamirada de los hombres a
quienesdebíavigilar.—Esunatristehistoria,enverdad—dijo—.Yespecialmentetristeenlaparteque
conciernealmismoLugh.Veránustedes,fueideasuyadisfrazaralGranSacacorchosyutilizarlocomopruebaparahallarun serhumanoquesepreocupasemáspor losdemásqueporsímismo.Ycuandonosepudohallarunserhumanoasí, fueLughquienmáslosintió…aunquenuncaquisomostrarniunaseñaldesupesar.
—¿Queno sepudohallarun serhumanoasí?—repitióRolf—.Sindudahubomuchossereshumanosquesepreocuparonmásporlosdemásqueporsímismos…
—Oh,loshubo,esverdad…perosepreocupabanporotros«humanos».Todavíanoseencontrónuncaunhumanoquesepreocupasemásporotros«seres»queporsímismo.
—Pero cómo es posible que un sacacorchos indique la diferencia…—empezóRita.
—¡Ah,peronoesunsacacorchoscualquiera!—seapresuróadecirBaneen—.Esel Gran Sacacorchos de Duendia, ese símbolo de realeza entre los duendes quepertenecióaHamrodelCruelyqueelmismísimoLughrobóalreycuandonostrajoaquí… para desquitarse de Hamrod por todas sus burlas y tretas contra Lughprecisamente.Esqueantaño…hacetantotiempoquevuestromundoterrestrenoerasinounaboladebarrocalienteque seenfriabaparaconvertirseenunplaneta…elGran Sacacorchos era una prueba de realeza entre los duendes. Tan solo quienesgrimíamáspoderíoymagiaquecualquierotroduendepodíaextraerlodesuvaina.AquelquepudieraretirarelSacacorchoserareydetodaDuendiaporderechopropio.Cada mil años, más o menos, quien era nuestro rey duende tenía que extraer elSacacorchos para demostrar su derecho a gobernar. —Baneen hizo una pausa ysuspiró profundamente antes de continuar—:Si entonces no lograba sacarlo, todoslos demás duendes que quisieran probar tenían una oportunidad… hasta que unotriunfabayganabael trono.Ah,perollegóuntristeaño,yuntristemesyuntristedía…cuandoelqueeraentoncesreydeDuendianopudoextraerelsacacorchos…ycuandotodoslosdemásduendesdeDuendialointentarontambiénsinqueningunoloconsiguiera.
—¿Ninguno?—repitió Rolf—.Uno de ellos tuvo que haber tenido unamagia
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algomásfuertequelosdemás.Asíteníaqueser.Baneensacudiólacabeza.—No, muchacho —repuso—. Está claro que no comprendes los extraños y
maravillososprincipiosdelamagia.Nosetratadelofuertequeseatumagia,sinodecuántatienes.Cuandomásgrandeestualma,másmagiapuedesllevarcontigo.Yatravésdelossiglos,sinquenosotrosloadvirtiéramos,nuestrasalmasdeduendessehabíanvueltomásymáspequeñas,alpuntodequeni siquiera lasmásgrandesdenuestrasalmaspodíancontenermagiasuficienteparapermitirquesudueñoextrajeradesuvainaelGranSacacorchos.
—PerosinadiepudoextraerelGranSacacorchos—preguntóRita—¿quépasóconelreinado?
Baneenseencogiódehombros.—¿Qué podía suceder, en verdad? —dijo—. Ya que nadie pudo extraer el
Sacacorchos,estecayóendesusocomopruebadevalíareal.Elqueentonceserareypermaneció en el trono, yquienes lo sucedieron fueron cadavezmáspequeñosdealmahastaquealfinal,segúnserumoreaba,HamrodelCruelnoteníaninguna…ylocierto es que sus acciones parecían atestiguarlo. Pero aun así se dijo queHamrodsolíairensecreto,devezencuando,atirardelSacacorchosenelintentodeprobarqueerareyporderechopropio.YfueparaprivarlodeesaesperanzadedemostrarsurealezaqueLughrobóelSacacorchosylotrajoaquí.
—Yentonces,¿quées todoesodeusaresacosacomoprueba?—gruñóMisterSheperton—.Sinadiepodíaextraerlo,¿paraquéservía?
—Ah,¡peroesquesólonopodíaextraerloningún«duende»!—replicóBaneen—.Esonosignificabaquenoanduvieraporallíningúnserhumanoconunalmalobastantegrandecomoparaliberarlo.Adecirverdad,aLughhacíauntiempoqueloimportunaba la conciencia respecto de nuestros derechos como duendes en estemundo de ustedes, y si acaso este no había pasado a ser nuestro mundo… unasegundaDuendia,digamos…porelsolohechodenuestralargapermanenciaaquí.Ydecidióquemodificaríamosnuestraantiguacostumbredeaislarnos,yseguiríamosalos humanos si tan solo estos podían demostrarse dignos de ser seguidos. Por eso,paraaveriguarsitalpruebaeraposible,establecióunaleyendayunlugar,ydisfrazóalSacacorchosmismoparaquenadiepudieseadivinarsuorigen,yluegoaguardóaverquépasaba.
—Y¿quépasó?—preguntóRolf.—¿Hace falta que lo preguntes, Rolf?—intervinoMister Sheperton—. ¿No es
evidentequeestebribónprocurahacemoscreerquelacélebreespadaenlapiedra,delaleyendaarturiana,noerasinoeseSacacorchosdelosduendes?
—Yloera,enefecto—asintióBaneen.—¡Quédisparates!—resoplóMisterSheperton—.¡Asíqueunsacacorchos!¡Era
unaespada!—Pero…—dijoRolf—.El reyArturoextrajo laespadade lapiedrayporello
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fuecoronadoreydeInglaterra…—Lohizoy lo fue.Peronopudoextraer lahoja sinoconayudadeduendes…
aunquenisiquieraéllosospechó—repusoBaneen—.SucedióquecuandoeljovenArturo tuvo ocasión de tratar de zafar la espada, casi todo aquel que en Inglaterrateníaalgunaposibilidaddeseraceptadocomoreysilasacaba,yalohabíaintentadoyhabíafracasado.Ybien,Arturoeramuygrandedealma…peronolosuficienteporel anchodeunalade libélula, comosabemos todos losduendes.Sucedióentoncesque algunos de nosotros fuimos a rogarle a Lugh, y Lugh consintió, que nosintrodujésemosinvisiblementeenlapiedraparaempujarmientrasArturotiraba…yasísaliólaespada.
—¡Hurrah!—aclamóMisterSheperton.—Ah, pero como recordarán, todo terminó muy mal —continuó Baneen—.
Arturoprosperóun tiempoy trajo justiciaa su reino.Peroustedes recuerdancómoacabósureinado…loscaballerosdelaMesaRedondatodosdivididosentresí,conLancelote de un lado yArturo del otro, demodo que todo retrocedió de nuevo alsalvajismoyalabarbarie.
Hubounmomentodesilencio.—MegustaríatratardeextraereseSacacorchos—dijoRolfpensativo.Mientrashablaba,Baneenhabíaseguidovigilandolaembarcación,conlospuños
crispadosaloscostados.Alhacerlosehabíaelevadogradualmentedelsuelo.AhoratendióunamanohaciaabajoparahacerunbrevepaseenelaireanteRolf.Hubounresplandoryalgocobróforma.Aunquenoerafácilverloconclaridad,eraalgoasícomounenormemangodehuesounidoaunacosametálicaenvueltayenfundadaenluz.
—Inténtalo pues, muchacho —dijo pesadamente Baneen—. Nada malo puedesalirdeello…aunquetampoconadabueno.
Rolfvacilóunsegundo;luegoaferróelmangoconambasmanosytiró.Aunqueredoblósusesfuerzos,elmangonosemovió.
—¿Ves? —dijo melancólicamente Baneen. Hizo un ademán y el GranSacacorchos volvió a desaparecer—. Si hubieras logrado sacarlo, podrías haberemplazadoalaCasadeLugheldelaLargaMano,yalmismoLugh,porcualquiercosaquedesearas…yaqueesojuróLugh,dandosupalabradeduende,muchoantesdequeArturo fuesecoronadorey.Perocomoves, túnopuedeshacerlo…enestosdíasnopuedenhumanosniduendes.Yfueporesoque,cuandoArturofracasó,Lughdecidió que para nosotros no había esperanzas en los humanos, y todos debemosregresar aDuendia.Yesohacemosahora,por cierto, comosabes…«¡Duendiameproteja!».
Lasúltimaspalabrasbrotaronenungañido,ydesdeelreparodeladunaoyeronsúbitamente varias vocesmasculinas que gritaban a la vez.Alzando la vista haciaBaneen, Rolf vio que ahora el duendecito flotaba a casi cuatro metros del suelo,arrastradoporlabrisa,comounapompadejabón,conlosdiminutosbrazoscruzados
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sobreelpecho,surostroaúnvigorosamenteceñudo.—¿Qué?¿Quéestodoesto?—ladróMisterSheperton.Losgritosproveníandelaembarcación.Aladistancia,lavozdeLughbramó:—¡Baneen,grandísimoescuerzo,bájateya!Rolfseprecipitóaloaltodeladuna.SeechódebrucesehizoseñasaRitapara
queloimitase.Ellaasílohizo,asulado,yambosatisbaroncuidadosamenteatravésdelasaltashierbas.
La embarcación de los cazadores furtivos era un desastre.Enmitad de la navebrotabaunaltosurtidordeagua,yenlapopaelmotorlanzabaunaenormenubedehumo.Losmarineroscorreteabanpor toda la cubierta, sin saberevidentementepordóndeempezar.
Elcapitánchillaba:—¡Sehunde!¡Sehunde!Dos hombres con trajes de calle y anteojos para el sol semostraban pálidos y
asustados.Seencontrabanenlaproadelabarca,boquiabiertos.—¡Socorro!—llegódesdeloaltolavozdeBaneen,altiempoqueelsurtidorde
agua variaba súbitamente de ángulo hasta que empezó a rociar a los negociantes.Estos farfullaron ruidosamente y agitaron los brazos, tratando de protegerse dellíquidoquellovíasobreellos.
—¡Que«bajes» tedije!—rugióLugh,queotravezen laescenaalzaba lavistahaciaBaneen.
Este hizo unos movimientos sinuosos, agitando los pies en el aire, y gritóimpotente:
—¡PorlaSagradaPiedradeDuendia,hegastadotantamagiaenesostunantesquenopuedovolverabajar!
LacaradeLughsemejabaunanubedetormenta.—Puesqueelmuybribóncuelgueallíhastaquesepongaelsol—murmuró.YsealejóazancadasrumboalaCañadadelosDuendes.Rolfsequedótendidoenlaarena,volviéndoseparaobservarlafuriosaactividad
enlaembarcación,queseguíahaciendoaguayechandohumo.LuegomiródenuevoaBaneen.
Elduendecitoparecíaauténticamenteasustado.—Lugh,queridomío,¡nomedejesaquí,porfavor!Elvientoestácambiando…
mira, me lleva hacia el mar. No querrás que vaya a parar a una líquida tumba,¿verdad,Lugh,elmásguapoypoderosodelosduendes…verdad,Lugh…verdad?
LavozdeBaneensehacíamásagudaacadapalabra.Yporciertoqueempezabaaderivarhacialacimadeladuna,encaminándosehaciaelmar.
LughsedetuvoyalzólavistahaciaBaneen.—Para ti una tumba líquida, embustero. Con tus tretas te has puesto en este
atolladero;averahorasipuedessalirdeél.Yonoteayudaré.—Elaguaperjudicaalosduendes—dijoRolfaRita.
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—Podría ser muy perjudicial para Baneen caerse en el océano —admitió aregañadientesMisterSheperton—.Losduendessoninmortales,claroestá,peroasíytodo…
—Miren—señalóRolf—.Estáflotandoparaestelado.Talvezpodamossujetarlocuandolleguealoaltodeladuna…
—Lagentedelbarconosverá—dijoMisterSheperton.—Porahoratienenbastantesproblemas—contestóRolfconrapidez,echandouna
ojeadaalafrenéticaactividadenlaembarcación—.Nomiraránparaacá.YademásnopodemosdejarsimplementequeelvientoselleveaBaneensintratardeauxiliarlo.
MisterShepertoncontempló largo rato la agitada siluetadeBaneenque flotabalentamentehaciaellos.
—Está demasiado lejos—declaró el perro meneando su hirsuta cabeza—. Nopuedosaltartanalto.
Ritaasintióasuvez.—Metemoqueestéenlocierto,Rolf.Nopodemosllegaraél,nisiquieradesde
lacimadeladuna.Rolfsintióqueelrostroseleendurecíaenunceñudogestodeempecinamiento.—¿Ah, sí?Puesnovamos aquedarnos aquí dejandoque sevaya almar sin al
menostratardeayudarlo.Sepusodepieyechóaandarlentamentehacialabasedeladuna.Másomenosa
mediocaminoalzólavista,verificólaposicióndeBaneeny luegoempezóa trotarsiguiendolacuestadeladunaparaponerseexactamentedebajodelduende.Esperóunosinstantes,hastaqueBaneenllegaramáscercadeloaltodeladuna.
EntoncesRolfechóacorrer.Subióvelozmentelacuestadeladunahacialacima,unazancadatrasotra,cadaunamáslargaquelaanterior.BaneenestabayaenlacimayempezabaaflotarpasándolacuandoRolfalcanzólacúspideysaltó.
Susdedosestiradosenvolvieronunpie.Rolfcayóenlaarenaysedespatarródebruces,conBaneen(quechillabaysequejaba)asalvoenunamano.
—¿Yesoquées?—vociferóelhombredetraje.Rolfhabíacaídodelladodeladunaquedabahaciaelmar.MisterShepertonsalió
precipitadamenteyrecogióenlosdientesaBaneen,mientrasRitaveníaparaayudaraRolfaincorporarse.
—¡Otravezesechicoy superro!—exclamóelcapitánconvozchillona—. ¡Aellos,yestavezquieroqueselostraigaaquí!
Los cinco—ambos negociantes empapados, los dosmugrientosmarineros y elcapitán—salierontrepandodelaembarcaciónenposdeRolfysusamigos.
Rolfemprendióelregresohacialacimadeladuna,sujetandoaRitaporunbrazo.Pero en la cima vio a Lugh allí parado con las piernasmuy abiertas y los brazoscruzadossobreelpecho.
—Eresunjovencitovaleroso—declaróLughconseriedad—.Noteinquietesporesosmalandrines.
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Traslanzarunafieramirada,Lughseñalóconundedoaloscincohombresqueavanzaban.
—«Q-quelairadeDuendiacaigasobrevuestrascabezas».Rolfsevolvióparamirar.Inmediatamente una lluvia de botellas, colillas de cigarrillos, latas de cerveza,
papelapelotonado,vasosdeplástico;milyunobjetoscayerondelairevacíosobrelascabezasdelosqueseacercaban.Estosvociferaronygritaron,secubrieronlacabezaconlosbrazos,tropezaronycayeronenlaarenaalparqueunabotellatrasotra,unalatatrasotra,ceniceros,platosdepapel,unchaparróndebasuracaíaencimadeellos.
Lughsonrióconairesiniestro.—Hacesemanasquevienenarrojandoesascosasdesdesuhorrendaembarcación,
síseñor.Yyolasvineguardandoparaellos.Los desechos siguieron volcándoseles encima hasta que todos pudieron
refugiarse.Mágicamente,nohabíanadadebasurasembradaenlaplaya,queestabadespejada.
Mirando por última vez a los individuos mientras él y Rita pasaban sobre lasaliente de la duna,Rolf vio a los cinco agazapados bajo el puente, temblorosos yatónitos. Hasta el capitán estaba sucio de tierra y sudor, y cubierta de arena suhermosachaqueta.
CuandoseencaminabanderegresoalaCañadadelosDuendes,conLughvariospasosadelantede losdemás,Baneensepusoahacercabriolascon lavivacidaddesiempre.
—Ah,muchacho,mesalvaste.Mesalvastedeundestinopeorque lamuerte…agua.—Yelduendecitoseestremeció.
—Fuistevalerosísimo—aseveróRita.Rolfagitólasmanosconturbación.—Y ¡qué salto! —continuó Baneen—. El muchacho saltó como un atleta
olímpico.Yyocreyendoque teníasunapiernamala, jovencito. ¿Quizáya estédeltodocurada?
Rolf,quehabíaolvidado totalmentesupierna lastimada,sintióunextrañocalorinterior.
—Sí—repuso—.Creoqueestátotalmentecurada.—Ah, ¿ves ahora?—exclamó Baneen, volviéndose hacia Mister Sheperton—.
Los tratos del muchacho con duendes no lo han perjudicado tanto que digamos,¿verdad?Lecuramoslapiernasincasiprobarlo.
MisterShepertonseencolerizó.—Típicachicaneríadeduendes.Baneen,noteatribuyaselméritodelasaludde
Rolf.Lapiernaselecurósola.Soloquehastahoynolahabíapuestoaprueba.Nadatuvistequevertúconsucuración.
—Tal vez, tal vez. Pero el caso es que elmuchacho creía tener la pierna flojahastaqueyodispusemostrarlelocontrario.
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—¿Quetúdispusiste?—seasombróRolf.—Ah, bueno, en verdad no fue nada… absolutamente nada —repuso el
duendecitocomoaldescuido—.Ymehizobienal corazónveraesosmalandrinescorriendo de un lado a otro mientras la nave se hundía. Hablemos de cosas másinteresantes…
—¡Eso sí que no! —ladró Mister Sheperton—. Ya estamos hartos de tustrapaceríasdeduende.Porunavezqueremosunaexplicaciónclara.Rolf,Baneennohacíamásquedivertirseacostadelostripulantesdelabarca.Aesediminutocerebrosuyo ni siquiera se le ocurrió pensar en tu pierna hasta que todo hubo pasado.Nopermitasquetratedefingirotracosa.
—Ah,deveras,¡yquéperromagníficoysabioeresparadecirloqueyopensabayloqueno!—exclamóBaneen—.Dicesqueestáshartodenuestrastrapacerías…y¿alguna vez te pasó por lamente que a nosotros nos habían cansado un poco tusconstantesrezongosperrunos?¡Mira,tuseternascríticasytumenospreciodeloquehacemoslosduendesydetodoloduendescosonalgoquelacarneylasangreverdesnopuedentolerar!
—Aguardenunminuto—intervinoapresuradamenteRolf.PeroniBaneennielperroloescuchaban.
—Bueno, ¿quieres discutirlo, entonces? —gruñó mister Sheperton—. ¡Puesvamos!Desdequeeracachorrollaméalpanpanyalvinovino…yhastaquemuerallamaréduendeaunduende.Ysinoteagrada…
Mostró los dientes. Baneen saltó en el aire, fuera del alcance del perro, y allípendióvibrandodeindignación.
—¡Tú y tus colmillazos! —exclamó—. Crees que puedes salirte con la tuyasiempre… Pero ten cuidado, perro; nosotros los duendes no estamos desvalidos.Empújameapenasunpoquitomáseinvocaréaundragónquetemuerda,temasqueytemate.
—¡Ja!—resoplóMisterSheperton—.¡Asíque invocarundragón,nadamenos!¡Bastayadetuscuentosexagerados!
—¡Noesningúncuentoexagerado!—gritóBaneen,casibailandoenel airedefuria—.¡Comotalvezloaverigüesatucostasinotecorriges!
—¡Vamos,vamos!¿Undragón?¿Porquéclasedetontometomas?Sitienesundragón,¡veámoslo!
—¡Pobredetisiloinvoco!—¡Nomedigas«pobre»,duende!Dijequemuestreseldragónoadmitasqueno
lotienes.—Lamentarásloquedices,MisterSheperton…—¡Tal comopensaba!—resopló elperro condisgusto—.Cercadeustedes, los
duendes,nohaycosaqueseparezcaaundragón.—¡Quenohaycosa…!—chillóBaneen.—Esodije.
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—¿NingúnDRAGÓN?—¡Ninguno!—Perro,hoyhasidodemasiadolejos…—Esperen. Esperen—intervino apresuradamente Rolf—. Oigan, no hace falta
que los dos se alteren tanto por esto. Baneen, ¿por qué no le das simplemente aMisterShepertontupalabradeduendedequeeldragónexiste?Entonces…
—¿Palabra de duende? —Baneen tragó saliva de pronto con expresióndesdichada—.Glub…
—¿YAQUÉVIENETODOESTODELAPALABRADEDUENDE?—atronóunavozconocida,yLughpenetróazancadasenmediodeellos.
—Ah…Querido Lugh, ¿estás seguro de haber oído bien al muchacho en estemomento?—tartamudeóBaneen—.¿Fuerealmentelapalabraduen…?
—Oíloqueoíybiensabesquelooí—respondióLughconmalgesto—.¿AquétantohablardelaPromesaInviolable…ynadamenosqueconhumanosyperros?
—¡Nopermitiréqueseinsultemiinteligencia!—rabióMisterSheperton—.Esteverdeamigotuyoestabaamenazándomeconundragón.
—Yyo—agregóRolf,tratandoaúndeecharaceitesobrelasaguasrevueltas—,me limité a sugerir que Baneen diera aMister Sheperton su… ejem… palabra deduendedequeeldragónexistía,zanjandoconesolacuestión.
ElceñodeLughseensombreciótodavíamás.—¿Dóndeoístehablardelapalabradeduende,muchacho?—preguntó.—Puesapenaslaotravezqueestuveaquí—contestóRolf—.BaneenyO’Rigami
teníanunapequeñadiscusiónsobrelaformadeluniverso…—¡Ajá!—LughsevolvióhaciaBaneen,clavandoenélunamiradaamenazante.
Conairededisculpa,elduendemáspequeñosedeslizódelairealsuelo—.Dejasteescapar que hay una promesa que ningún duende puede violar, ¿no es cierto, miruidosocharlatán?¿Yahorahasdejadoquetulenguatetraicionerespectodenuestrodragónduende?Muybien,queestoseaunalecciónparati.Amenazastealperroconeldragón.¡Muéstraselo,pues!
—Ah,vamos,sindudanohacefaltallegaratanto…—empezóBaneen.—¡MUÉSTRALO!—¡Aguarden!—Rolf tragó saliva con fuerza—. ¿Quieren decir que realmente
hay…? No van a echar ningún dragón sobre mi perro… —agregó rodeandoprotectoramenteconlosbrazoselpescuezodeMisterSheperton.
—Quevenganomás—gruñóMisterShepertonmientrasrastrillabaelsueloconlaspatas delanteras—. ¡PorSan Jorge, enfrentaré a la bestia diente contradienteyuñacontrauña!
—Shep,cállate,¿quieres?—dijoRolfcondesesperación—.Lugh…Erguido, los brazos cruzados, Lugh miraba con fijeza a Baneen, quien muy
descontentohacíapasesconlasmanosenelaire.EnderredordelaCañada,todoslosdemás duendes habían quedado en silencio y estaban inmóviles, observando. Una
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bocanada de humo rojo remolineó entre lasmanos de Baneen, y el duendecito seapartódeunsalto.
Apresurado,RolfsepusoanteMisterSheperton,dandofrentealhumo.—¡Esperen! —gritó—. Si algo le pasa a Shep, no moveré una mano para
ayudarlesaquelacometa…—Demasiadotarde—dijoLughsombríamente.El humo rojo se atenuó… revelando, no un temible ser de gran tamaño, con
escamas y aliento de fuego, sino una mesita redonda con un mantel blanco y enmediodeellaunapequeñaconstrucciónblanca,untantoparecidaaunapajarera.
—¿Qué?—exclamóRolf,mirándolaextrañado.—¡Baneen!—exclamóimperativamenteLugh.Baneentragósalivaysevolvióhacialacasitadiciendoconunhilodevoz:—¡PoderosodragóndelapoderosaDuendia!¡Sal!¡Salymata!Deloscuroportaldelapajarerabrotóunanubecitadehumo;luegonada,durante
unos segundos; después otra nubecita de humo. Finalmente apareció una terceranubecitadehumoconunadiminutallamaamarillaenelmedio.
—¡«Sal», dragón! —exclamó Baneen con voz aguda, desesperada—. ¡Te loordenamos!Unaminúsculacabezaverdededragónseasomóporlaabertura,miróenderredor, lanzó un profundo suspiro y volvió a desaparecer. Dentro de la pajarerahubountraqueteometálico,otrosuspiro,yunavocecitachillótenuemente:
—¡Matar!¡Matar!Eldragónsalióbailandode lapajareraa lamesa,conunaespadaminúsculaen
cadazarpadelantera.—¡Matar! ¡Matar!—gritabamientras hacía ademanes amenazantes hacia todos
lados con las espadas y lanzaba redondas bocanadas de humo, con una que otrallamitaadentro—.¡Matar!Matar…matar…mat…
Eldragónempezóajadear.Lallamadesapareciótotalmenteyhastalasnubecitasdehumosedispersaron.Lasespadasqueempuñabaempezaronabajarse.
—Matar…—resollóeldragón,ymiróaBaneenconaireimplorante—.Matar…¿hasta…cuándo?Nosoy…matar…tanjovencomo…matar…comoantes,miren.
—¡Basta ya!—ordenó bruscamente Lugh con un ademán. Vuelve a tu casa ydescansa tranquilo. Palabra de Lugh el de la LargaMano que no serás llamado almenoshastadentrodediezmilaños.
—Huf…gracias…señor…—jadeóeldragón.Seocultóensucasayesta,conmesaytodo,desaparecióenotranubedehumo
verde…—Vuelvanaltrabajotodoslosdemás—ordenóLugh;losotrosduendesvolvieron
asusactividades—.¡Yahora,queesozanjelacuestión!Dichoesto,sealejóazancadas.Rolf,RitayMisterShepertonquedaronanteel
alicaídoBaneen.—Vaya,vaya—gruñóelperroenuntonocuriosamenteavergonzado—.Noquise
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ponerteenapuros,Baneen,miviejo.Realmentenocreíaquetuvieranundragón.Teruegoquemedisculpes.
—Ah, vamos,muy amable de tu parte,MisterSheperton—repusoBaneen contristeza—. Pero ese gran monstruo de Lugh tenía razón. Fue culpa mía poramenazarteconelpobreser.Lociertoesquemefuidelalengua…
—Nodigasmás—repusoelperroconvozronca.—Peroanteseraundragónde tamañonatural,claroquesí—continuóBaneen,
mirandoimplorantealperroytambiénalosdoshumanos—.Alláenla luminosaypolvorientaDuendia.EldragónpersonaldelaCasadeLugh,consusveintecodosdealturaycuarentayseiscodosdelargo.Sinembargo,huboqueachicarlounpocoparatraerloaestaTierradeustedes,ycomoyamencionéantes…enesteacuosolugarnisiquiera Lugh pudo lograr que el ser recobrara su tamaño adecuado… aunquetampoco habríamos querido que anduviera suelto y acaso se hiciera matar, comotodoslosdragonesnativosdeustedes,enlaépocadeloscaballeros.Ah,quécruelesfueron vuestros férreos antepasados con los dragones nativos, asesinándolos encuantolosveían,ytodoennombredelhonorylagloria.
Baneen suspiró profundamente.Rolf se encontró suspirando con el duendecito.Unoscuantosdragones,todavíavivos,podríanhaberhechomuchomásinteresantelavidamoderna.
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aneenyeseotroduende…—empezóRitamientraspedaleabanderegresoacasa.
—O’Rigami—dijoRolf—.EselGranIngeniero.—¿Ah,sí?—exclamóRita—.¿QuétedecíandeélyBaneenpocoantesdeque
nosmarchásemos?—Delosplanos—contestóRolf,siempresumidoensuspropiospensamientos—.
Noséporquénopuedenrobarseelloslosplanosenlugardedejármelotodoamí.—¿Quierenquerobesunplano?—exclamóRita—.¿Unplanodequé?—Delsistemadesosténvitaldelaespacionave—repusoRolf—.Lesdijequeno
podía.Auncuandolograraintroducirmeenlaoficinadepapá,yauncuandopudieraencontrarlosplanos,noreconoceríacuáleselquecorrespondeaunqueloviese.Voyaconseguirlesencambiounpóster.
—¿Unpóster?—Claro—lamiróRolfsindejardepedalear—.¿Recuerdasesepóstermuralque
conseguíenelCentrodeVisitantesaCaboKennedy,enmayopasado?Elquedetrástieneundiagramaquemuestracómosonloscontrolesdelaespacionave.
—Peroesonoeslomismoqueunplano—objetóRita.—Lo sé, pero creo que para los duendes no hay tanta diferencia. —Rolf
rememorócómoselohabíaexplicadotodoO’Rigami—.LoúnicoquehacefaltaesqueO’RigamitoquelaViltudEspecial…
—¿Laqué?—inquirióRita.—LaViltudEspecial…—Hablascomoconacentojaponés.—Esacentodeduendes—respondiómelancólicamenteRolf—.Porlomenosuno
deellos.Mereferíaala«VirtudEspecial»deunobjeto.DiceO’RigamiquelebastaconhacerquelaVirtudEspecialdelaespacionavetoqueelDispositivoMágico…osea la cometa espacial. Lo único que espero es que en mi póster haya La VirtudEspecial adecuada. —Meneó la cabeza—. La magia de los duendes no funcionacomonuestraciencia.
—Noloentiendo—declaróRita.—Yotampoco—admitióRolf—.Comoquieraquesea,ojaláelpósterfuncione
tan bien como los mapas para O’Rigami. Pero eso es lo más fácil. Lo que mepreocupaesllegaralatorredelanzamiento.Tengoquehacerloestanoche.
MisterSheperton,queveníatrotandoentrelasdosbicicletas,masculló:—Todosestosdisparatesdelosduendessonpuraspayasadas.RolfmiróceñudoalperroyluegodenuevoaRita.—Poresotienesqueayudarme…—¿Yo?—Bueno—insistióRolf—,nopuedo entrar en elCentroEspacial y llegar a la
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torrede lanzamientoyosolo.Tupapáexamina todas lasnochesa lossoldadosquecustodianlasentradas.Sifuerasalláporquequiereshablarconél,pensabayoquetalvezpuedasdistraerlomientrasyomeintroduzcoahurtadillas…
—¡Rolf!—exclamóRita,evidentementealterada—.Nopodríahacerlo.—Entoncesestamosperdidos.—Estamosno.Estás—repusolajovenconciertafrialdad.—Merefieroatodosnosotros:losduendes,elprogramaespacial,todo.Ritavolvióamirarloextrañada.Rolfsintióquesusojosloindagabanmientrasél
pedaleabaderechocaminoabajo,haciaelsolponiente.—¿Porquédiceselprogramaespacialy…todo?—inquirióellaporfin.—Porque —repuso él, mirándola otra vez— creo que Lugh puede realmente
impedirqueelcohetedespeguesiquierehacerlo.Papásiemprehabladelosmillonesdeelementosquehayencadacohete,ycómocadaunotienequefuncionarbien.SiLughpuedeimpedirquefuncionenaunqueseaalgunosdeellos,losimportantes,nosucederíanada.¡Oacasoestalleelcoheteentero!
—¡Noseríacapazdehacereso!¿Osí?Rolfseencogiódehombros.—Tienemuymalgenio.Lovidemolerunatopadora…¡pumba!,asínomás.Ritaasintióconlacabeza.—Si el cohete no sube… o si estalla… eso causaría problemas para todo el
programaespacial,deesonohayduda.—Túlohasdicho—asintióRolf.—Yo…bueno,¿ydequéserviráquelleguesalatorredelanzamiento?—Tengoqueunirlacometaalaespacionave—replicóRolf.Durantelargorato,Ritanadadijo.—Nosé…—contestóporfin—.Paraempezar,¿porquétepusisteaayudarlos?Lo miró de manera penetrante. Él siguió su marcha durante unos segundos,
mirandoelcaminoconexpresiónceñuda.—Baneenmedijo queyopodía tener unGranDeseo… lomismo, según creo,
queseobtienealextraerdesuvainaeseSacacorchosdeellos.Lespedíquelimpiarantodalacontaminaciónyprotegieranlaecología,yélmediosupalabradeBaneendequeloharíantanprontocomoyoloshubieraayudado.
—¿Lepedistesupalabradeduende?—quisosaberRita.Rolfmeneólacabeza.—Entonces no sabía lo de la palabra de duende. Supongo que debí hacerlo—
repuso.—Mejor,hazloahora.—Quizá.Aunque…—vaciló—.Sabes, cuantomás lo piensomás creo que los
duendesnopuedenhacerlo.TalvezdebíhaberlosospechadocuandoBaneenaceptósinmásnimás…
—¿Quenopueden?—preguntóella,mirándolomientrasavanzaban.
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—Realmenteno—gruñó él—. ¿Cómopodrían?Limpiar toda la contaminaciónambiental del mundo es una tarea demasiado grande, para empezar. Y aunquelograranlimpiarla,¿cómopodríanprotegerelambientedesdeahorasinquedarseensupuesto?Otracosa,sipodíanhacertodoeso,¿cómoesquenolohanhechoyaporcuentapropia?—meneólacabezaalcontinuar—.No,cuantomáslopienso,elúnicomododequepuedahacersealgotandifícilseríatrabajandojuntostodosloshumanosytodoslosduendes.
—Entonces,tendrásquepedireso—dijoRita.—Imposible.No puedo obligarlos a prometer que se queden aquí como precio
paraayudarlosairse.Nopuedenhacerambascosasalmismotiempo.—Rolf—dijoellabruscayenérgicamente—, ¡loquedicesno tiene sentido!Si
piensaseso,¿porquélosestásayudando?—Creo…—repusocon lentitud—creoqueesporquesupongoqueellos tienen
derecho a volver a su país… tal como los animales de aquí, del Refugio, tienenderecho a vivir sin ser cazados y los pelícanos pardos tienen derecho a que lacontaminaciónconDDTnodebilitelascáscarasdesushuevos.
Siguieronandandounratoensilencio.—Estábien—dijoRitapocodespués—.Teayudaré.Rolflevantólacabeza.—Magnífico—dijo.—¡Terrible!—protestóMisterSheperton.A las siete y media de esa noche, Rolf y Shep esperaban cerca de la Entrada
NúmeroTresdelCentroEspacial.Rolfestabamontadoensubicicleta,mientrasqueBaneen flotabaa su ladoapocaalturadel suelo.Eran todos invisibles…menos labicicletadeRolf.
—Y… y lo que no entiendo—decía Rolf a Baneen—, es por qué no puedesmantenermeinvisiblecuandopaselaentrada.Bastaríaconqueentrasesconmigo.
—Hijo,hijo—declarótristementeBaneen—,escucha,y¡cómovoyaexplicartelosterriblesmisteriosydemásdelamagiaduende,esaquelosduendeshantardadoañosenelaborar;ytúquerríasrespuestaparatodaslaspreguntasqueseteocurrieranalrespecto!
—Terrible…—murmuró Shep, agregando algo en voz tan baja que no se leentendió.
—Depasoseadicho—agregóBaneen—,bajoelcamino,en laentrada,hayuncable de metal con hierro suficiente para impedir que entre un duende. Para unduende,cruzarhierrofríoesalgoparecidoarecibirunadescargaeléctricaparaunserhumano.Esterriblementedañino.
—Podríasdarlavueltaalaentrada—sugirióRolf.—Bueno,esqueentodoelCentroEspacialhayobjetosyfragmentosdehierro…
odeacero,siquieres;quiénsabecuándopuedetropezarseconélunduendeyestanincómodo. Es por eso que, aunque estamos ansiosos por ver de nuevo los bellos
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cielos despejados de Duendia, se ha decidido que esperemos a salvo en nuestraCañada hasta la hora del lanzamiento, y entonces, con la magia, trasladarnosdirectamentealaproteccióndelacometaespacialquetúhabrásfijadoyaalcohete…
Se interrumpió bruscamente.Rita acababa de llegar en bicicleta, saliendo de laoscuridada las lucesde la entrada,yhabíadesmontadoparahablar conelguardiaquelavigilaba.
—Hola Tom—su voz les llegó con claridad a los oídos desdemenos de diezmetrosdedistancia—.¿Yaanduvoporaquímipapá?
—Todavíano,Rita—contestóelguardia—.¿Quépasa?—Oh,nada… tan soloqueríapreguntarle si una amigamía sepodíaquedar en
casa durante el fin de semana. Sus padres tienen que ausentarse y… —siguióparloteandoRita.
—Quégranmuchacha,porcierto—dijo,Baneenafectuosamente.—¡Claroqueloes!—comentóShepconenojo—.¡Ynograciasalascorruptoras
influenciasdelosduendes!—Vamos¿tepareceamabledecireso…?—Baneenvolvióainterrumpirse.UnblancoautomóvildevigilanciadelCentroEspacial llegabaa laentrada,del
ladodeadentro.SedetuvoydeélbajóelpadredeRita.—¡Rita!—exclamóalverla—.¿Quéhacesaquí?Yseaproximóalaentrada,yendohaciaelguardiaysuhija.—Papá, me dijo mamá que te lo preguntara —dijo enérgicamente Rita—.
¿ConocesaGinnyMagruder?PuessuspadressevanaNuevaOrleánsportresdías,para la boda de una prima de ella, y Ginny no quiere ir porque solo habrá gentemayorydetodosmodosnosimpatizaconesosprimos.Poresoledijequevinieraaquedarse conmigo el fin de semana y se puso muy contenta… la hubiera visto.Bueno,elladijoquetendríaquepreguntarasuspadres,yasílohizo,yellosdijeronquesí.
—¡Adelante, muchacho! —susurró Baneen—. Ahora, mientras los dos estántodavíaescuchándola.Elperroyyoteesperaremosaquídentrodeunahoraymedia.
—Noveoporquénopodríayo…—empezóarezongarShep.—No.Quédateaquí—contestóRolf.Enunamisióncomoesanoqueríatenerque
preocuparsemásqueporsímismo.Saltósobresubicicletayenesemomentorecordóalgo.SevolvióhaciaBaneen—.Todavíanotengolacometaespacial…
—¡Anda,muchacho!¡Anda!—susurróBaneen,dándolealabicicletadeRolfunempujón que, aunque leve, hizo girar las ruedas de modo que el muchacho llevóautomáticamentelospiesalospedales.
—¡Busca en tu bolsillo de atrás cuando llegues al cohete!—oyó que Baneensusurrabadetrásdeél.
Luegotraspusolaentradayfuerepentinamentevisible.Pero tanto elguardia comoelpadredeRita ledaban la espalda.Furiosamente,
Rolfempezóapedalearcaminoabajohacialaaltasiluetadelcohetelejano,enfocada
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por los reflectores, iluminada de acuerdo con la costumbre la noche anterior allanzamiento.
DetodaslasentradasalCentroEspacial,laNúmeroDoceeralamáscercanaalaplataformadelanzamientodelcohete.Peroaunasí,quedabaavarioskilómetrosdedistanciayRolf,pedaleandoconahínco, tardóunosveinteminutosenllegaraella.Al acercarse a la zona enfocada por los reflectores disminuyó la velocidad yfinalmentesedetuvo,fueradelalcancedelaslucesqueiluminabanlaplataformayelmismocohetecasicomosifueradedía.Ocultósubicicletaentrelasmatas,juntoalcamino,ylentamentepasódetrásdeunreflectorparainternarseenlasombra.Ocultoenellaescrutólazonadelanzamientobuscandoindiciosdeguardias.
Pensóque«tenía»quehaberguardias…y loshabía.Despuésdeobservarunosminutos localizóadosdeellos:unosentadoenunode losblancosautomóvilesdevigilancia;otroefectuandouna ronda regularde laplataformayelcohete,pasandoporlapartesuperiordelamismaplataforma.PocodespuésRolfvioqueelautomóvilde vigilancia se ponía en marcha y se alejaba llevándose consigo a uno de losguardias.
Elotroestabaahoradelotroladodelaplataformadelanzamiento,demodoqueRolfnoloveíaytampocoélaRolf.Elmuchachoseadelantóalaluzeinicióellargoascensodelarampaqueconducíaalaplataformadelanzamiento.
Estabademasiadoarribapara ircorriendo.Rolfavanzó lomás rápidoquese lopermitía el declive y llegó a lo alto de la plataforma sin ser visto. Siendo hijo dequien era, había absorbido conocimiento suficiente sobre lanzamientos como paraabrirsepasosindificultadhastaelascensorprimariodeservicio.Elascensorprimarioeraunajauladebarrotesmetálicos,tanjuntosqueimpedíanlaentradadecasitodalaluz externa proveniente de los reflectores.Rolf no se atrevió a encender la luz deltecho del ascensor, cuya presencia conocía. A tientas llegó al tablero de control,oprimióelbotóndesubidaylajaulaseelevó.
Condujoelascensoralpuntode transbordo,unosveintidósmetrospor sobre lasuperficiedelaplataforma;luego,locambióporlaestrechapasarelaquelepermitióllegaralsegundoascensordelatorredelanzamiento.Esteotroascensoreraunajaulamásabierta, locual lepermitióverdebajodeél laplataforma,mientrasseelevaba.Mirandoabajoviolafiguraenescorzodelprimerguardia,quevolvíaalasuperficiellanadelaplataformaymirabaasualrededor.
Rolf tragó saliva; pero ya no había tiempo de pensar en el guardia. Con elascensor fue al nivelmás alto, salió y cruzó otra estrecha pasarela que lo condujodirectamentea laespacionavemisma,posadaen loaltode los tresaltossegmentosqueeranlostanquescorrespondientesalasetapasdelcohete,llenosdecombustible.
Llegadoalaespacionave,tocósulisocostadodemetal.«Eshermoso—pensó—;comounaobradearte».Yahoralacometaespacialdelosduendes…Llevólamanoalbolsillodeatrás.
Porun instantecreyóqueallínohabíanaday la respiración se ledetuvoenel
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pecho.Luego,tocóunpequeñoobjetocomodepapelylosacó.Alaluzprovenientede abajo, lo contempló. Era la cometa espacial, sin duda, pero ahora tan pequeñacomoelcisnedepapelqueO’RigamihabíaplegadoparaélcuandoconocióalGranIngenierodelosduendes.
Sinpodercasicreerqueestapodíaserenverdadlacometaquehabíavistoantes,seestiróylaapretócontralasuperficieexternadelaespacionave.
Hubo algo así como un «¡puf!» silencioso. La diminuta forma comenzó ahenchirseconrapidezcadavezmayor.NotardóensertangrandecomolamanodeRolf,tangrandecomounapelotadebasket,tangrandecomo…
El pánico había brotado en Rolf cuando el objeto comenzó súbitamente aaumentardetamañoysuvisibilidadempezódeprontoadisminuir.Porprimeravezadvirtióquealagrandarse,lacometasevolvíatambiénmásdiáfana,hastaquepudoempezaraveratravésdeella…másaún:hastaquefinalmentelacometaseesfumó,tomándose invisible.Rolf se quedómirando una espacionave que parecía no tenerabsolutamentenadaadherido.
¡Asíqueeseeraelsecretodelacometaespacial!Podíahaberimaginadoquelosduendes habrían ideado algún modo de evitar que su vehículo espacial fueseadvertido por los astronautas humanos que por la mañana subirían a bordo de laespacionavemetálica.Sinperdermástiemposevolvióyseencaminódeprisahaciaelascensorsecundario,parainiciarsudescenso.
Llegadoalpuntodetransbordo,pasóalascensorprimario.Estelocondujohaciaabajo con todo el silencio de un equipo eléctrico que funcionaba a la perfección.Cuando el ascensor llegó abajo y la puerta se abrió automáticamente, Rolf habíaolvidadocasialguardia.
—¿Quiénandaahí?—seoyóunavozafuera—.¿Quépasaaquí?Unsegundomás tarde, elbrillante rayode luzdeuna linternapenetrabapor la
puertaabiertadelascensoryseoíanpasosapresuradosqueseacercaban.Rolf se encogió en un rincón del ascensor, mientras el corazón le golpeaba el
pecho como el de un conejo silvestre atrapado. Si tan solo hubiera sabido algo demagiaduende…almenoslosuficienteparahacerseinvisible.Nopodíasalirsinoporlapuertaabiertadelascensor,yelguardiaveníaderechohaciaella.Enun instanteseríadescubierto,yentonces…
Elguardiairrumpióenelascensor,pasandojuntoaRolfalacarrera.—¿Quiénhayaquí?—gritaba—.¿Quién…?Yempezóadarsevuelta.Nohabíaposibilidadalgunadeesquivarlosinservisto.
Desesperado,Rolftartamudeóloprimeroqueseleocurrió.—¡Que la Grande y Atronadora Maldición de Duendia caiga sobre ti! —
tartamudeóenvozalta.—Qué…¡aaaaCHUS!—estallóelguardia,volviéndose.Sulinternaoscilabadel
piso al techo, fuera de control,mientras él prorrumpía en una serie de estornudosdescomunales—.Quiéndijo…¡ACHús!Ach…
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Rolfnosedetuvoacontestarle.Escabulléndose juntoalhombrecegadopor losestornudos, emprendió el cruce de la plataforma y bajó el declive en busca de subicicleta,mientras losecosdeunosestornudosdesgarradores llegabanaél entre lanocheiluminadaporreflectores.
Despuésdehaberescapadoportanpoco,nofuecasinadaaguardarunmomentoaqueelguardiadelaEntradaNúmeroDoceledieralaespaldaparaescabullirseasuladoyverselibreenelRefugiodeVidaNatural,dondeShepyBaneenloesperabanconlainvisibilidadquelosprotegeríaenelcaminoderegresoacasa.
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llanzamientoestabafijadoparalasdiezdelamañana,HoraDiurnadelEste.Alas siete ymedia de esamañana, cuandoRolf yRita se encaminaban en sus
bicicletashaciaelRefugio,conMisterShepertonsiguiéndolosdecerca,colmabanyaloscaminosvehículosllenosdegentequehabíaidoaobservareldespeguedelcoheteaMarte.
EnlosríosIndioyBananahabíapequeñasembarcacionesancladasconlamismafinalidad.Y,avarioskilómetrosde lacosta,en lashondasaguasdelocéano,habíaincluso dos o tres grandes navíos con pasajeros que habían ido a ver elacontecimiento.
—Al menos los cazadores furtivos no podrán causar ningún problema—gritóRolfaRitamientrasambospedaleaban—.GraciasaBaneen,elbarcodeellostodavíaestáenreparaciones.
—Y ¿cómo vamos a entrar en el Refugio? —objetó Rita—. Habrá cochespolicialesydevigilanciaportodoslados…yaestátotalmenterodeado.
Por un instante, Rolf no contestó. Estaba ocupado en acomodar el pósterenrolladosobreelmanubriodesubicicleta.Elpóstererademasiado largoparaserllevadosinriesgodetrás.
—Baneennosesperaráamediocaminoynosayudaráaentrar—repusoporfin.—¿Haciéndonosinvisibles?—preguntóRita.Encogiéndosedehombros,Rolfcontestó:—No sé. La magia duende es muy extraña. A veces funciona muy bien, pero
precisamentecuandomásselanecesita…Un automóvil sedan gris, con insignias oficiales al costado, salió de entre los
demásvehículosyselesacercóalcostadodelcamino.RolfyRitallevaronaunladosusbicicletas.ARolf le latíaelcorazónconviolenciaalrecordarlanocheanterior.«¿Me habrá reconocido el guardia, después de todo?». Pero el automóvil pasó delargojuntoaellos;losdosoficialesqueibanadentronisiquieralomiraron.
Conunfuertesuspirodealivio,Rolfcomenzódenuevoapedalear.—Oye—dijoRitaacercándosele—esunalástimaquelosduendessevayan.Son
bastantegraciosos.Rolf la miró pestañeando. Advirtió que venía pensando en algo desde hacía
tiempo. No sabía con certeza cuándo se había empezado a inquietar al respecto.Posiblementefuerapocodespuésdelosucedidoconlatopadora,alláenlaCañada,cuandotantoLughcomoBaneenadmitieronquenolesagradabanpersonascomoelcapitán de barco que había estado trayendo gente al Refugio ilegalmente, ycontaminandoelambiente.Nopodíaexpresarloenpalabras,peroalgolopreocupabaconrespectoalosduendes.
—Tienesrazón—dijoaRita—.Nosésiesbuenoqueellossemarchen…—Mejorestaremossinellos—gruñóMisterSheperton.
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Rita seguíamostrándose alarmada cada vez que oía hablar aMister Sheperton.Podía aceptar a los duendes, pero eso de que el perro hablara parecía sorprenderlasiempre.
—Aver,escucha,Shep…digo,MisterSheperton—dijoRolfconirritación—.SéquenosiempresepuedeconfiarenqueBaneenylosdemásdiganlaverdadexacta,peroauncuandonohayanestadoenlaTierramillonesdeañosoloquesea,lociertoesquehacemuchoqueandanporaquí:Quiénsabesinolosnecesitamos…
En ese momento pasaban junto a un automóvil que, con todas las ventanillasabiertas,avanzabaconsumalentitudentrelosvehículosagolpados.Seoyóentonceslaagudavocecilladeunniño:
—Estáhablándoleasuperro,mamita.Mira,leestáhablandoasuperrito.—Sí, querido—respondió la voz distraída de unamujer—.Qué amable de su
parte.—¿Necesitar a los duendes? —inquirió Rita mientras seguían andando por la
colmadaruta—.Perosinohacenmásquecausarproblemas.Creíqueellosmismosloadmitían.
—EsodiceBaneen—admitióRolf—.Peromepreguntohastaquepuntoesoespuroalarde…
—¿Cómoarrojarsedeuntrampolínalto?—sugiriósecamenteMisterSheperton.—Viejo,¿yanosabesdecirnadaagradable?—exclamóRolfconenojo.—No se puede confiar en los duendes —insistió Mister Sheperton—. Los
necesitamoscomounapulganecesitainsecticida.Miraunpocoloquetehanhecho:casi te han convertido en ladrón y te hicieron introducirte en la plataforma delanzamiento.Vaya,sitehubieranatrapado…
—Puesnomeatraparon—contestóRolf—.¡Ynoporlaayudatuya!Ritaintentócortarladiscusiónvolviendoaltemainicial.—Sinecesitamosalosduendes,comotúdices,ellosdebensaberlo,yaquetienen
lacapacidaddeverelfuturo.¿Porquésevan,entonces?—Eso me gustaría averiguar —admitió Rolf—. El «verdadero» motivo de su
partida. Tengo la sensación de que ya me lo han dicho, pero de un modo muysolapado, indirecto, a lo duende.Algunas cosas que dijeron Lugh yBaneen…Nologrodeterminarexactamentequées.Sisupieraporquésevanenrealidad, talvezpodríaconvencerlos.
—Convencer de algo a un duende —murmuró Mister Sheperton, junto a labicicleta de Rolf—. Es como convencer a la Luna de que abandone el cielo. Sondemasiadoexpertosenconvenceralosdemás,noesposibleconvencerlosaellos.¡Siquierespersuadirdealgoaunduende, tienesquemostrarlepruebasque loseandeveras!
Rolfselimitóasacudirlacabeza,sintiéndosemuyconfuso.—Ah,vaya,hemosllegado,ymuybuenosdíasatodos—dijolavozdeBaneen.Bajando la vista, Rolf vio al duende instalado de nuevo en elmanubrio de su
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bicicleta. Esta vez notó que Baneen estaba sentado en el mango de plástico delmanubrio,nosobreelaceromismo.
—Notemas,hijo—ledijoBaneenconunguiño—.Ningunodeesosquepasanensushumeantescochespuedevermenioírme.ComotampocopuedenoírlaquejosavozdeMisterSheperton.
Sheplegruñó.—¿Cuántohacequeestásallí?—preguntóRolf.Baneen se había dado vuelta para hacerles unas caras horribles a la gente que
pasabaensusvehículos.Meneabalasgrandesorejaspuntiagudas,cruzabalosojos,seestirabalabocaconlosverdesdedosysacabalalengua.Nadieadvirtióparanadasupresencia,perovariaspersonasempezaronaestornudarasupaso.
—¿Cuántohacequenosescuchas?—quisosaberRolf.—Puesvinetanprontocomopude,aunqueestoysobrecargadodeobligacionesen
esta gloriosamañana de nuestra partida—respondióBaneen—. Pero es cierto queacabodellegar.¿Porquélopreguntas,muchacho?
—Queríasaber,nomás—contestóRolf.—¿Cómovasalograrquepasemosfrentealaspatrullasqueimpidenlaentrada
degenteenelRefugio?—inquirióRita.—Ah,esosíquenoesproblema—repusoBaneen,sonriente—.Denlavueltapor
aquí…Sacaron las bicicletas a la saliente del camino, conduciéndolas a la arena
apisonada.MisterShepertonlossiguió.—Yunapizcadepolvoduende…—Baneenarrojóconlamanoalgoinvisible;el
mundoparecióconvertirseporuninstanteenunablancanieblalechosa—.¡Yyaestá!—exclamóBaneenaldespejarselaniebla.
Enefecto,RolfvioqueseencontrabanenlaCañadadelosDuendes.Perolascosaserandistintas.Paraempezar,nohabíacorreteosniprisas.Pequeños
atisbas y vistazos de duendes que andaban por allí, como de costumbre, pero queparecíanmoversetrabajosamente,comobuceadoresenelfondodelmar.Losvistazosque tuvo Rolf de sus caritas puntiagudas permitieron verlos con expresionesinsólitamenteseriasyentristecidas.
LosúnicosdostotalmentevisibleseranO’Rigami—conaspectotanimpenetrablecomo siempre— y Lugh, que con gesto adusto contemplaba todo en general, másseveramenteaúnquedecostumbre.
Bajando de su bicicleta, Rolf entregó el póster a O’Rigami. Tan grande era elpóster,quecasiderribóalduende.
—Aaah,muchasglacias—dijoO’Rigami,trastabillandounpocobajoelpesodelpóster.Hizounacortésreverencia;luegosevolvióydioungolpecitoalpóster,queflotóenelaire,sedesenrollóysedesplegópulcramentesobreelarenososuelodelaCañada—. Excelente —continuó O’Rigami—. No es plecisamente lo quenecesitamos, pero se acelca bastante. ¡Tejedoles duendes, adelante y al centlo!—
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agregódandopalmadas.Hubo una especie de correteo semivisible en derredor y encima del papel
extendido.Mirandoconfijezalaescena,Rolfcomprobóquelerecordabaloquevequien conduce entre la niebla; es como si se intuyera que hay algo cerca antes deverlorealmente.
Paracualquierojohumanoeraimposibleverexactamentequépasaba,peroRolfcreyó poder distinguir que algo más bien invisible era armado encima del póster,colocado con la imagen hacia arriba.Algo así como el temblor de ondas calóricasfluyóatravésdelpóster,deunaalaotrapunta;luego,lentamente,seasentóycesó.
—¡Excelente! —dijo O’Rigami a los laboriosos duendes, casi invisibles—.Ahola,agalalbien.
Evidentemente esta parte de la tarea requería gran esfuerzo, ya que una doblehileradeduendessetornóvisibleenlosbordessuperioreinferiordelpóster.Conlaslenguasapretadasentresusdientescolorlima,lospiesbienseparadosylasmejillashinchadasporelesfuerzo,asíanfuertementealgoqueestabacomoveintecentímetrosporencimadelpóstermismo.
—¿Listos?—preguntóO’Rigami.Las figuritas semivisibles se afirmaron.De pronto uno de los que estaba en la
punta inferior del póster perdió pie y cayó.Como fichas de dominó, cayó tambiéntodalahileraquebordeabalapartedeabajodelpóster.
—¡Cuidado!¡Cuidado!—exclamóO’Rigami—.Agalenbienotlavez.Lahileradelaparteinferiordelpósterseformódenuevo.—Ahola—gritóO’Rigami—,tlesveces,segúncuenteyo.¿Listos?¡Uno!Ambas hileras de duendes semivisibles alzaron y bajaron los brazos. Algo
brumoso—unaláminadebruma—seformóenderredordeellos,sobreelpósteralaalturadondeelloscrispabanlasmanos.
—¡Dos!—gritóO’Rigami.Todos volvieron a subir y bajar los brazos, acompañados por un coro de
minúsculosgruñidosy jadeos.Rolf sediocuenta súbitamentedequeellos estabanhaciendolomismoquesolíanhacerélysusamigos,enlaplaya,cuandosacudíanlaarenadeunamanta.Salvoqueesta«manta»eraunafinapelículadebrumayqueenellanohabíaarena.
—«¡Tles!»—vociferóO’Rigami,saltandodelsueloconlasmanosalzadassobrelacabeza.
Losduendesquesujetabanquiénsabequé,losacudieronunavezmásconfuerzay luego cayeron de espaldas, tornándose visibles tal como yacían, aparentemente,exhaustos. También se había hecho totalmente visible lo que antes sostenían: eracomounfinoveloazuldemagníficatelacontrazosblancos.Bajóflotandoyseposóexactamenteencimadelpóster.
O’Rigamilanzóunsuspirodesatisfacciónmientrasseadelantabaalbordemismodeaquelobjetosemejanteaunvelo.
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—Vaya,¡siesunplano!—exclamóRita.En efecto: lo que había en el suelo, aunque parecía hecho de una seda
exquisitamentebella,teníatodoelaspectodeunplanotécnicomuycomplicado.—Polsupuesto—dijoO’RigamiaRita—.¿Quéespelabas,unamantadeplaya?—Pero¿cómopudieronobteneresodelpóster?—preguntóRolfmirandoelplano
conextrañeza.—Vamos,vamos,muchacho—respondióbruscamenteBaneen—.Estansencillo
comoencantaraunaprincesa.Elpósterfuehechocondiseñosdelaespacionavereal,¿noescierto?Ycomolaespacionaveasuvezfueconstruidasobreplanos,¿noquieredecirestoquelaformadelosplanosvivíaeneldiseñodelaespacionave,yquelaformadelaespacionavevivíaeneldiseñodelpóster?Losemejanteesigual,comosolíadecirunodeesosgeómetrasgriegos.Claroquesololahabilidaddelosduendestejedorespudoextraereldiseñoyhacerlovisible.
—Oh—dijoRolf,aquienlezumbabalacabeza.Habríadichomás,peroO’Rigamiacababadesacarunabolsitacontransistoresy
otrosartículosqueRolfhabíaobtenidoenlaferretería.—Y ahola —dijo el Gran Ingeniero—, aglegamos al plano los conectoles,
colectamentemagicados,conlocualloenelgizamosy…Arrojó al aire el puñado de pequeños componentes electrónicos. Estos flotaron
sobreelplano,descendieronaélydesaparecieron.Todossalvoundiminutotrozodealambre,quesedetuvoenunapuntaycorreteóencírculosporelplano.O’Rigamiloseñalóconundedo,golpeóelsueloconunpie,elalambrediounbrinco,seprecipitóasuposiciónadecuadaydesaparecióconunleveestampido.
—Conexión establecida —continuó O’Rigami—. Ahola adhelimos los planosactivadosalaespacionavehumanayalacometaespacial.
Dio una palmada. El plano desapareció, dejando tan solo el póster intacto.O’RigamisevolvióhaciaLughyseinclinó.
—Listopalasubil—anunció.Lughteníapeorgestoquenunca.Laexpresióndesurostrohabríadetenidoaun
elefantedegrantamañoenplenaembestida.Loúnicoqueteníadebuenoeraquenoparecíadirigirseanadieenparticular.
—Listo, ¿no? —gruñó Lugh—. Muy bien pues, ¿qué esperan todos ustedes?¡Subamosabordoysacudamosdenuestrasbotasdeduendeslabasurayelasfaltodeestemalhadadomundo!
Hubo como una inquieta ondulación en el aire de la Cañada y de pronto losduendes se tornaron visibles, cientos de ellos, miles de ellos, todos con airedescontento.
—¿Quéestánesperando?—bramóLugh—.¿Acasonolesdimossuoportunidadhacecasidosmilaños?¡SUBAN!
YcomolucesdiminutasqueseapagaronenderredordeRolf,MisterShepertonyRita,lashordasdeduendescomenzaronadesaparecer,dejandoalaCañadavacíacon
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una extraña y dolorosa soledad que Rolf pudo sentir concretamente. Era unasensación como nunca había imaginado antes. De pronto las últimas palabraspronunciadas por Lugh cobraron sentido para él y entendió por qué los duendesabandonabanrealmentelaTierra,yporquélecorrespondíaaéldetenerlos.
—¡Esperen!—exclamó.Peroyasehabían ido todos losduendesde laCañada,salvoLugh,O’Rigamiy
Baneen.MientrasRolfgritaba,O’Rigamihizounacortésreverenciaalosdossereshumanosyalperro,ydesapareció.LughlohizocasienelmismoinstanteyBaneensevolviótrasparente,parpadeandocomolallamadeunavelaqueseestáporapagar.
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aneen,espera!—volvióagritardesesperadamenteRolf.Por un segundo pareció que Baneen se hubiera ido casi. Después se
tornósólidodenuevo.—Perdóname,muchacho—dijo con suavidad—, pero no puedo esperar.Ya es
tiempo de que nos vayamos todos, y me esperan a bordo de la cometa espacial.Adiós…
Unasolalágrimalecorrióporelcostadodelanariz.Levantóunamanoenseñaldesaludoyempezóadesvanecerseotravez.
—Unminuto…porfavor.Baneen…¡solounminuto!—gritóRolf—.¡Escucha!¡Yaséporquésevan!¡Peronohacefaltaquelohagan!
—Adiós… —cantó tristemente Baneen. Mientras se volvía cada vez másindistinto,dijo:
—Un largoadiósa laTierra.—Cambióbruscamentede tonoy,casi sonriendo,agregó—:YRolf, hijomío, lamento haberte engañadopara que nos ayudaras.Eranuestroúnicomododepartir,yasabes.
—Esono tiene importancia—insistióRolf—.Loque importaesque…¡séporquésevan!¡Ynoesnecesarioquelohagan!
—Ah, sí. Lástima que… ¿que sabes «qué»?—exclamó Baneen, recobrando amediassusólidavisibilidad.
Rolf apenas podía mantenerse quieto; Rita, lo miraba con asombro. MisterSheperton,sentadoenelsuelo,mascullabaalgo.
—¡Te digo que sé por qué se marchan ustedes, los duendes! —repitiódesesperadamenteRolf—.¡Ynoesnecesario!Vuelve,Baneen.¡Escúchameaunqueseaunminuto!
Baneen volvió a brillar con luz mortecina, se desvaneció casi por completo yluegosevolviócadavezmássólidohastaquedenuevolotuvierondelante,tanrealcomoellosmismos.
—Oye,hijo,esinútiltratardeengañaraunduende.Porciertoquesabemostodaslastretasdesdequetusantepasadossepintabandeazulyseocultabanencuevas.
—¡Noesunatreta!—insistióRolf—.RealmenteséporquévuelvenaDuendia.Melohabría imaginadoantes,pero túnocesabasderepetirmeque laTierrano lesgustabanadayqueDuendiaeramuybella.PeroenrealidadatodosustedeslesgustalaTierra,¿verdad?
—Ah,¿qué importaya?Enmenosdeunminutoestaremos todosabordode lacometaespacialylistosparalapartida.Mira…
Baneenseñalóconunminúsculodedoverde.LabrumadelaCañadaparecíaestardisolviéndose. Bueno; no disolviéndose exactamente, sino contrayéndose,apretujándose enunabola de lechosablancuraque se empequeñecía cadavezmásantelamiradadeRolfylosdemás.
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—¿Ves?—continuóBaneen—.Elportalmágicosecierra.TengoquetrasponerloantesdequesecontraigadeltodoyyoquedeaquívaradomientrasmishermanosyhermanasvuelanderegresoaDuendia.
Yavanzódecostadohacialaesferablancaquesecontraía.Rolfloaferróporelflacobrazodiciendo:—SitantoodiabanlaTierra,¿porquénosemarcharonsiglosatrás?Baneensemostróevidentementeincómodo.—Puescomoyatedije,hijo,hayunahumedadqueimpidequenuestramagianos
elevesinoapocadistanciasobreelsuelo.Éramostotalmenteimpotenteshastaqueaustedes,loshumanos,selesocurrióconstruircohetesespaciales…
Laesferablancalechosateníayaeltamañodeunagranpelotadeplaya.—¿Ustedeslosduendesnadatuvieronqueverconqueinventáramosloscohetes?
—inquirióRolf.—Puesbien—repusoBaneen,retorciéndoseparazafarsedeRolf—,quizádimos
alaideaunempujoncitodevezencuando.ConlodelseñorDaVinci,yesosamigoschinos,ymástardeelseñorGoddard…
Laesferateníaeltamañodeunapelotadebasket.BaneentironeabaprocurandoapartarsedeRolf.
—Espera—dijo este—.Escúchame.Todo fue obra deLugh, ¿verdad?A todosustedeshabíallegadoagustarlesesto,peroLughnoqueríatenernadaqueverconlossereshumanosamenosque fuesenperfectos, ¿cierto?Tratódehacerque los sereshumanosseatuvieranaunapruebaenlaquenisiquieralosduendespodíantriunfaren esta época.Y cuando no pudieron hacerlo, decidió llevarlos a todos ustedes deregreso a Duendia… pero ahora ninguno de ustedes quiere realmente ir. Todosustedes son duendes «terrestres»… ¡por ejemplo tú, tan irlandés al hablar quecualquiera creería ver brotar tréboles en ti! ¡O’Rigami, japonés hasta la médula!O’KkaneBaro,queprobablementeseamásgitanoqueduende,segúnmepareceamí.YLaDamita,nosolofrancesahasta lo increíble,sinoenvueltaenunfragmentodehistoriaterrestrequenosignificaránadaalláenDuendia.¡NomedigasquetodoslosdemásquierenrealmenteabandonarlaTierra!¡EssolamenteLugh!¿Ono?
—S-sí…—tartamudeóBaneen…einmediatamentesetapólabocaconunamano—. ¿Qué digo? Calumnio a mi propio Príncipe… pero es verdad. Claro que esverdad,Lughpretendíaquenonosrelacionáramosconloshumanossiestosnoerancapaces de demostrarse dignos de esa relación. Es cierto que casi todos nosotroshemoshechoalgo,aquíyallá,cuandosurgíalaoportunidad,pequeñosardidesparaencauzaratuscongéneresenladirecciónadecuada.Perodepocosirvió,yaqueLughlos empujaba con fuerza para que se apresuraran a desarrollar susmáquinas y susmotores,ytodolodemás,hastaquetuviesenalgoquepudierallevarnosderegresoaDuendiacomopasajerossecretos.Pero¿cómopudistesaberlodeLugh,muchacho?
—Porqueyotambiéneraasí—respondióRolf—.Todoesteañoestuvehaciendoexactamentelomismo.Mimadreestabamuyabsorbidapormihermanitamenorymi
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papáteníaquetrabajarnocheydíaparaestelanzamiento,peroyolesreprochabaalos dos por no poder dedicarme tanto tiempo como antes. Esperaba que fueranperfectosen loqueamíconcernía, cualesquieraque fuesen susotrasobligaciones.FinalmentecomprendíloqueestabahaciendoalverqueLughhacíalomismo.NuncalogróolvidarcómoeranlascosasenDuendiayquisoquelaTierrafueseunacopiadeDuendia.Peronoloes…yéltienequeaceptarlo,talcomoyotengoqueaceptaramipropiafamilia.
Soltó el brazo de Baneen, pero entonces el duende permaneció inmóvil,mirándoloconfijeza.
—¡Alabado sea! —exhaló Baneen—. Si Lugh pudiera oírte… quizá todavíacambiaradeidea.Pero…—yelduendecitoseretorciólasmanos—ahorajamássedetendríaporningunasimplepalabra…
—¡Yolodetendré!—ladróMisterSheperton—.¡Losdetendréatodos,yaverán!Ydiciendoesto,elperrodiounbrincohaciaelportalmágico.—¡No!—chillóBaneen.PeroMisterShepertonseabalanzó,atravesóelportalydesapareció,ydetrásdeél
el portal se frunció y se contrajo. En cuanto se perdió de vista la cola deMisterSheperton,laesferablancalechosadesapareciódeltodo.
—¡Arruinóelportal!—clamóBaneen—.¡Yarruinarálacometaespacialdelotrolado!—Luegolosojosseledilataronrealmentedeterror—.Y¿cómovoyasubirabordo?¿CÓMOVOYASUBIRABORDO?
Rolfsequedósimplementeinmóvil,aturdido.LaprimeraenrecobrarlossentidosfueRita.
—¿Cuántotiemponosquedaantesdequedespegueelcohete?—preguntó.EsohizoreaccionaraRolf,quemirósurelojpulsera.—¡Oh,no!¡Quedansoloseisminutos!Baneencorreteabadeunladoaotro,angustiado,bajándoselascejashastalaboca
ymasticándoselasmientrasmascullaba:—Jmlggmmmgrmll…Rolflotomódelhombro.—¡Baneen! ¿Puedes hacer que lleguemos a la plataforma de lanzamiento en
menosdeseisminutos?Elduendesesacudió.—Puespodría…no,esonodaríaresultado.Osi…no,esonosirve…—¡Pronto!—exclamóRita—.¡Tienequeserenseguida!—Solo hay unmodo de lograrlo—declaró Baneenmirándolos desde abajo—.
Pero significa que tendré que ir con ustedes… y hay tanto hierro y acero…—Seestremeció.
—¡Esnecesario!—insistióRolf.Baneencuadróloshombros.—Tienesrazón,muchacho.Noquedaotracosaporhacer.Aunquesignifiquemi
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fin,quéimportaunsolopobrecitoduendecuando…—¡Termina!—gritóRita—.¡Pongámonosenmarcha!—¡Deacuerdo!—exclamóBaneen—.Subanlosdosasusbicicletas…YascendióplaneandohastaposarseenelmanubriodeRolf.—¿Lasbicicletas?—preguntóRita.—Nosquedansoloseisminutos—dijoRolf.—Confíenenmí—dijoBaneenconunasonrisacasisantaensurostrodeduende.Aquelviajeenbicicletanotuvoigualenlahistoriadelmundo.Enelinstanteen
que los pies de los jóvenes tocaron los pedales, las bicicletas partieron comoautomóvilesdecarrerayfueroncadavezmásrápido.Lasmatasylasdunasdearenaparecíanpasarvelozmentejuntoaellos.
—¡Allíestáyaelcamino!—gritóBaneenporsobreelbramidodelviento.Conunamanodiminutaseaferrabaalmangodeplásticodelmanubrio,ycon laotrasemanteníaelsombreroencasquetadoenlacabeza—.¡Síganlohastallegaralabase!
Rolfcalculóqueibanporlomenosacienkilómetrosporhora…yderechohacialadoblehileradevehículosqueseguíancolmandolacarretera.
—Vamosachocar—gritóRolfmientrasapretabalosfrenosdemano.Pero no logró reducir en nada la velocidad de su bicicleta. Él y Rita —con
Baneentomadodeunamano—seprecipitabandirectamentehacialosvehículosquetransitabanporlacarretera.
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orun instanteparecióque ibanaestrellarsedirectamentecontraelcostadodeuna enorme casa rodante. Entonces los manubrios se movieron solos y de
prontoambasbicicletasserpenteabanentreautomóviles,acopladosycasasrodantes,zumbandoporelcaminoa fantásticavelocidad, levantandoasupasounviento tanrápidoqueRolfapenaspodíarespirar.
Conductoresfrenéticosapretaronlosfrenos.Niñosymadressequedaronmirandoconojosdilatadoscuandolasdosbicicletaspasaronfrenteaellosestruendosamentecon la velocidad de aviones a reacción.Muchas vecesRolf cerró simplemente losojoscuandocorríanconprecipitaciónentreautomóviles,alrededordecamionesy—lojuraba—«porencima»deunautobúsllenodeturistasvenidosdeDayton,Ohio.
Baneenhabíaresbaladodelmanubrioyaleteabaalviento,colgadodeunamanoygritandocomoenloquecido.
—¡Auch! ¡Oh! ¡Cuánto… ¡uf!… hierro y acero! ¡Auch! ¡Protéjame la GranDuendia…auch!
Traselloscomenzabanasonar lasbocinasde losautomóvilesque ibandejandoatrás,comouncoromecánicodeenfurecidasmáquinas.Vertiginosospasaronfrenteaunpuestodecontrol;elguardiaqueestabadepiejuntoasusedangrisdejócaerdelamanoelmicrófonodesuradiomientrasatónitomirabapasarconestruendoesasdosbicicletas casi supersónicas. Su acompañante levantó el micrófono y se puso abarbotarporél.
Traspusieron laentradadelCentroEspacial con tanta rapidez,que susguardiasfueronderribadosporlaráfagadeviento.Luegoseincorporaronprecipitadamenteysepusieronavociferarporsusmicrófonos:
—Dos bicicletas… deben ir como a setecientos kilómetros por hora; ¡sí, sí,«bicicletas»!¡No,noestoyinsolado!
AlláenelCentrodeLanzamientoTripulado,elpadredeRitameneabalacabezaleyendo el informe que, mecanografiado a toda prisa, se le acababa de entregar.Guardiasdevigilanciaibandeunladoaotrodelrecintodondeélseencontraba;otroshombresymujeresatendíanradiorreceptoresoutilizabanmáquinasdeescribir.
AmedidaqueelseñorAmaroleíaelinforme,susojossedilataban.—¿Setecientoskilómetrosporhora?¿Bicicletas?¿Seestánvolviendotodoslocos
porallá?Porunode los altoparlantes radiales seoyóunavoz alterada:—¡Losveo!Son
doschicos…lasbicicletasvantanrápidoqueapenasseveunborrón.¡YvanderechoalEMV!
ElseñorAmaroarrugóenlamanolahojaescritaamáquina.—Locuraono,¡nadievaaentrarenelEdificiodeMontajedeVehículossinpase!
Vamos.Entre tanto,RolfyRita seguíansuvertiginosamarcha,encaminándosehacia la
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enormemoledelEMVdondesearmanloscohetesantesdellevárselosasuspuestosdelanzamiento.
—¡Auch!¡Oh!¿Novamosallegarnunca?—protestabaBaneen.—¡Miren!—gritóRita por sobre el aullar del viento—. ¡Se acercan coches de
Vigilancia!Rolfvio losblancos automóvilesque ibanvelozmentehacia ellosdesdeambos
ladosdelEMV.—¡Nopodemosirporalrededor!—gritó—.¡Tienenbloqueadosamboslados!—¡Hazalgo!—legritóRitaaBaneen.—Está bien… ¡aua!—exclamó el duende—. Suban derecho entonces… ¡uuy,
auch!Todoeledificioestállenodehierro,¿verdad?ArremetierondirectamentehacialarectaparedsólidadelEMVcomosifuesena
estrellarsecontraella.Rolfcerróinvoluntariamentelosojos,ycuandosediocuenta,lasbicicletascorríanen línea rectapared«arriba»,desafiando lagravedadyyendotanrápidocomoantes.
Abajo, en la base del edificio, el señorAmaro abandonó su coche de un saltoantesdequeelconductor lodetuvieradel todo.Luegoechó lacabezaatráscon talviolenciaqueselecayólagorrareglamentaria.
—¡Nopuedocreerlo!—murmuróparasí—.Loveo…¡peroesimposible!Ambasbicicletasfueronderechohastaloaltodelaparedydesaparecieronsobre
elbordedeltejado.—Es como estar en la cima de unamontaña—gritó Rolfmientras saltaban al
techodelEMV—.ApuestoaqueesteeselsitiomásaltodetodaFlorida.—Eslindoestarlejosdetantasbocinasygentequegrita—asintióRita.Pero no tuvieron más que un instante para disfrutar de la tranquilidad y del
panorama.ConBaneensiemprequejándoseacadapaso,seprecipitaronenlínearectaalbordeopuestodeltecho.
Rolf sintióque el estómago le dabaunvuelco cuando subicicleta y la deRitaabandonaban el techo a la carrera y hacía equilibrios sobre la pared posterior delEMV.Ambosdescendieronporlapareddeslizándoseytocándolasolamenteconlasruedas de atrás. Rolf bizqueó hacia abajo. Entre sus pies, que pedaleabanenloquecidos,yelsuelo,nohabíanadamásquedecenasdemetrosdelevísimoaire.
—¡Nomiresabajo!—gritóaRitamientraslasmanosselehumedecíandepronto.—¿Porquéno?—lecontestóRita,gritandoasuvez—.¡Esmuydivertido!Vaya,
¡síqueeslargalabajada!Rolfseconcentróenimpedirquelecastañetearanlosdientes.Llegaron al sueloyvolvieron apartir velozmente en el preciso instante enque
dosautomóvilesdevigilanciaaparecíanporunaesquinadeledificio.—Uuuf—dijoBaneenmientras recobraba suposiciónde sentado—.Almenos
estamoslejosdeeseantipáticohierroporunmomentito.Rolfechóunamiradaasurelojpulsera.Faltabandosminutosparaeldespegue.
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Ibanenlínearectahaciaelenormecoheteysusoportedelanzamiento,seguidospor cincoo seis automóvilesblancosdevigilancia,mientras a lo lejos sonaban lassirenas. Pero entonces Rolf vio que entre ellos y el soporte de lanzamiento seinterponíanmásvehículos,asícomocientosdepersonassentadasenlosestradosdelaprensa.
—¿Cómovamosaeludirlos?—preguntóaBaneen.—Pasaremospor encima—resopló elduende,que luegopreguntóen tonomás
bajo y triste—: De paso, muchacho, ese soporte de lanzamiento y la torre alta ygrande…estánhechosdehierro,¿verdad?
—Deacero—fuelarespuestadeRolf.Baneenhizorodarlosojoshaciaarribaybajólascomisurasdelaboca.—Enfin…¡arribayadelante!Las bicicletas se elevaron en el aire para recorrer una corta distancia; luego
saltarondenuevoalsuelo.Otrobrinco,estavezmáslargo,losllevóporencimadeunahileradevehículosestacionados.Baneenhacíamuecasdesobresaltoyseagitabainquieto.Luegosaltaronporsobreunalarmadogrupodefotógrafosquebrincaronygritaronytropezaronconlostrípodes,tansorprendidosquedaron.
Así,rebotando,llegaronalosestradosdelaprensadondecronistasyfotógrafosobservaban ávidamente los momentos finales de la cuenta regresiva. Se elevaronsobrelosespectadores,quechillaronyseagacharoncuandolasbicicletaspasaronaescasoscentímetrosdesuscabezas.
BajaroneneltramodeterrenoqueseparabaelestradodeobservaciónyelcanalacuáticoquecorríaentreelpuestodelanzamientoyelEMV.
—¡Agua!—gritóBaneenconvozqueda—.¡Duendiamisericordiosa!Elcanalmedíaunossesentametrosdeanchoyerahondo,comobiensabíaRolf.
Yellosseprecipitabanhaciaéltanrápido,quenopodríanesquivarlo.—¡Arribayporencima!—gritóBaneenconvozquetemblaba.Ambasbicicletasseelevaroncomoplaneadoresyvolaronsobreelcanal.Baneen
setapólosojosconunamanomientrasgemía:—Agua…¡uuuh!TambiénRolfcerrólosojos.Noteníainconvenientesenvolarenavión,pero¡en
unabicicleta…!Sintió que su bicicleta volvía a bajar, pero sobre algo que no era exactamente
terrenosólido.AlabrirlosojosRolfvioquesubíanporuncablepedaleando,conlabicicletadeRitajustodelantedeél.Comoacróbatascircensessubieronvelocesporelempinadodeclivedelcable.
Peseatenerlagargantaoprimida,RolfgritóaRita,queibadelante:—Este es el cable de escape… los astronautas lo usan para deslizarse desde la
espacionaveabajosialgosalemalantesdequeseenciendaelcohete.Ritasevolvióamediasensuasientoparamirarloporsobreelhombro.—Yasé.¿Noesdivertido?—exclamóconampliasonrisa.
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«¡Divertido!».Rolf sesentíaparalizadoensuvertiginosasubidaporeldelgadocable,yellapensabaqueeradivertido.«¡Tienemásfequeyoenlamagiaduende!».
Entre tanto, más de una docena de blancos automóviles de vigilancia se habíandetenidoconestruendojuntoalaplataformadelanzamiento.
Cinco o seis guardias se acercaron corriendo al coche del señorAmaro, quienbajódeunsaltoyempezóagritarles:
—Bueno,¿dóndeestán?¿Loshanvisto?—No,señor.¡Nolosencontramosenningunaparte!Ningunodelossoldadosmirabalobastantealtocomoparaverlasdosbicicletas
quecorríanvelocesporelcabledeescape.Detodosmodos,lasbicicletaseranapenasunborrón,tanrápidoiban.
—Puesdistribúyanse—ordenóelseñorAmaro—.Tienenquehaberseinfiltradoentrelamuchedumbreporallí.
Unodelosguardias,derostrosudorosoypreocupado,preguntó:—Señor, ¿y si pedimos alControl deMisiónquedemore la cuenta final?Esos
chicospuedenestarencualquierparte…—No—replicó el señorAmaro—, admito que tienen unas bicicletas demotor
velocísimas, pero tendrían que poder volar para cruzar el canal y llegar a la zonamismadelanzamiento.Esonoesposible.
—Claro—admitióelotroguardia.
Arriba,arriba,ylasdosbicicletascorríanmientrasBaneentemblabaygemía:—Hierroyacero,hierroyacero.Ooooh…FinalmentesedetuvierondegolpeyRolfvioqueseencontrabanahorasobrela
misma plataforma a la que él había ido la noche anterior por el ascensor. Laespacionave sealzabaaunextremode laplataforma, lisayblanca.Encuantoa lacometaespacial,pendíadelasuperficieexternadelaespacionave.Parecíadiminutayapenasvisible…peroalmismotiempo,Rolfpensóqueparecíatangrandecomounavión de pasajeros. Distinguió miles de duendes que se apretujaban dentro de lacometa,perdiendoy recobrandosuvisibilidadenun relámpago,comounaseriedeparpadeanteslamparitasnavideñas.
Enalgunaparteunaltoparlanteanunciaba:—Treinta segundos y contando… La torre de lanzamiento empieza ahora a
apartarsedelvehículocoheteyespacionave.Ylatorreiniciabaunlento,rechinante,ruidosomovimiento.—¡Lugh, imponente mole de magia principesca! —clamó Baneen mientras
brincabasobre laplataformadeacerocomosi lacubrierancarbonesencendidos—.Ven…¡oooh!Pronto.¡Haygrandesnoticias!
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—Veintesegundosycontando…Lughaparecióenelbordedelacometacomosiestuvieraparadosobreunalade
esta.—¿Quéhayahora,embustero?¿Tequedasconloshumanosalfinyalcabo?—Escucha…¡auch!,pronto,miqueridoLugh.Nohaynecesidaddeabandonarla
Tierra.Absolutamenteninguna.¡Paraningunodenosotros!AntesdequeLughpudieraresponder,empero,Rolfintervino:—¿DóndeestáShep…MisterSheperton?—Diezsegundos,nueve…—¿Elperro?—contestóLughcongestoceñudo—.Puesintentóarrancarnuestra
cometadelcohete.Yolorefresqué.¡Alláabajo!Lughseñaló,diolaespaldayseacercóalaorilladelaplataforma.Almirarabajo
en la dirección indicada por el otro, Rolf vio a Mister Sheperton chapoteandodébilmenteenungrancharcodeagua.
«¡Esaeselaguaquealimentalosrociadoresquerefrescanelescape!—advirtióRolf—.¡DentrodeunossegundoslasbombasatraeránaShephaciaabajoyluegololanzaránderechoalosgasescalientesdelescapecuandoelcohetedespegue!».
—Nueve,ocho…—¡Paren el lanzamiento!—gritó Rolf.Miró desesperadamente en su derredor.
Lughseguíadándolelaespalda.EntoncesunresplandoratrajolamiradadeRolf.ElGran Sacacorchos deDuendia tomaba forma a su lado.Almirarlo advirtió de piejuntoaélaO’Rigami,LaDamitayO’KkaneBaro, juntoconotrosduendescuyosnombresdesconocía.LavozdeBaneenlesusurróaloído:
—Sácalo,muchacho…enseguida.¡Teayudaremos!Ya O’Rigami y los demás desaparecían en el brillo de la vaina del Gran
Sacacorchos.Frenéticamente,Rolfloasióytiró.Hubounmomentoenquenopasónadaydespués,depronto,elGranSacacorchossedeslizófácilmentedesuvainaylabrillanteluzquedespedíaresplandecióenderredor.Lughsevolvióbruscamente.
—¡Detén el lanzamiento!—gritó Rolf, alzando en alto el Gran Sacacorchos yagitándolohaciaelpríncipedelosduendes.
—Cinco… cuatro… —retumbaba el altoparlante. Lugh permanecía inmóvil,asombrado.
Rolf ya no podía seguir esperando que Lugh actuara. Arrojó a un lado elSacacorchosyselanzóenprocuradelganchoquependíaalfinaldelcabledeescape.Enunabrirycerrardeojossedeslizabaenloquecidamenteporelcable,peroestavezhacia abajo, precipitándosehacia el sueloy el aguaquebordeaba la plataformadelanzamiento.Loúnicoqueloseparabadeunacaídadecientocincuentametroseraelvigordelosdedosconqueaferrabaelganchodelaagarradera.
Elaltoparlanteproseguíamonótonamente:—Dos…uno…cero…Al tocar el suelo con los pies, Rolf corrió atropelladamente hacia la orilla del
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tanque y, sin vacilar un instante, se zambulló en él. Mister Sheperton seguíaforcejeandoenelaguacomosialgunafuerzainvisiblelesujetaralaspatas…
—¡Shep,Shep…aquíestoy!¡Tesalvaré!—vociferóRolfmientrasnadabahaciaelcan.
—Demasiado tarde…—gorgoteó débilmenteMister Sheperton, y su cabeza sehundióbajolasuperficiedelagua.
En el salón de Control de Lanzamiento —un sitio colmado de técnicos eingenieros sentados ante una hilera tras otra de consolas de control—, el señorGunnarsonpartióendosunlapiceroabolillayechólospedazosalsuelo,juntoasuescritorio.
—¡Nohuboignición!¡Loscohetesnodespegaron!Cincooseishombresseapiñabanasualrededor.—Debeserelcontadordedespegue…—Olacarretillaprincipal.—Ounafalladelabomba.Gunnarsonqueríagolpearelescritorioconambospuños.Encambiotragósaliva
confuerzaydijocontodalacalmaposible:—¿Enlasconsolasaparecealgunaluzanunciandodesperfecto?—No,sontodasverdes.Aspiróprofundamenteycontinuó:—Estábien.Ajustenelcontadorregresivoalahoramenosdosminutosyrepitan
elproceso.Quizánoseamásqueunaconexiónfloja.Díganlesalosastronautasquerepetimoselcicloalahoramenosdosminutos…¡yqueestamoscontando!
—¡Muybien!—respondieron losdemásycorrieronotravezasusconsolas.ElseñorAmaroapareciójuntoaGunnarson.
—Hubonoséquétrastornosraroscercadelaplataforma…unpardechicosenmotocicletas…
—¡Ahora no!—respondió el señorGunnarson con brusquedad—. Tenemos unvehículo espacial cargado y listo para salir… ¡Es como una bomba a punto deestallar!
EnuninstanteRolfbuceabaenbuscadeShep,quesehundía;alinstantesiguienteestabaparadoenplenaCañadadelDuende,chorreandoagua,conShepallado.
—Quédía…Shepsesacudiólanzandounaverdaderalluviadesdesuempapadapelambre.—¡Oye, espera, terminadeunavez!—gritóRolfmientras intentabaprotegerse
conlasmanos.Se frotó los ojos para enjugárselos y sintió que el caliente sol de Florida lo
secaba. Entonces el aire de la Cañada tembló y apareció Rita, sosteniendo lasbicicletasdeambosyconairealgosorprendidoeinquieto.
—Rolf,¡estásbien!—Sí,claro…pero…
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Deprontoelaire,enderredordeellos, secolmóde luciérnagas,milesde lucesdanzarinasquegirabanentornodesuscabezasyseposabanentierra.Dondequieraqueunadelascentelleanteslucestocabaelsuelo,seconvertíaenunduende.Yahoralos duendes reían y bailaban ágilmente, abrazándose y remolineando tomados delbrazo.BaneenbailabaconLaDamita;O’RigamihacíapiruetasconO’KkaneBaro.
AparecióLugh…ynoreíanibailaba.Rolf jamáshabíavisto tanceñudoni tanterribleal líderde losduendes.Alverasupríncipe, losdemásduendescesarondebailarysusrisasseextinguieronenelsilencio.
—¡Ajá! —dijo Lugh mirando a Rolf desde abajo, aunque al mismo tiempoparecíaalzarse sobreél comounamontaña—.Asíquequisisteutilizarunardiddeduende…¿TratastedeburlaraLugheldelaLargaMano?Puesprontocomprobarásque apenas obtuviste un pequeño retraso… ¡y un largo tiempo de pesar paraarrepentirte por haber interferido en nuestra partida! ¿Así que me reclamaste quedetuvieraellanzamientoenvirtuddelGranDeseoobtenidocuandoextrajistenuestroSacacorchos de su vaina, no? Supongo que no vacilarás en extraer de nuevo elSacacorchos,tansoloparamostrarme,cuandoteestémirando,quetúysolotútieneslafuerzanecesaria…
—Yo…—¡Oh,vamos,Lugh!—parloteóBaneenapareciendojuntoaRolfconO’Rigami
y los demás—. Por cierto que es una hazaña terrible extraer de su sitio el GranSacacorchos.Noleexigirásalmuchachoquelohagamásdeunavez,ylasegundaenseguida de su primer poderoso esfuerzo. Cuánto mejor sería admitir nuestraderrota…
—¡SILENCIO! —bramó Lugh, y el silencio reinó en la Cañada—.MUCHACHO,¡AVERCÓMOEXTRAESELSACACORCHOS!
ElGranSacacorchos, de nuevo en su vaina, sematerializó frente aRolf. Este,semiparalizado por la voz de Lugh, tendió las manos y lo aferró y tiró de él. Yentoncesempezóapasarunacosaextraña…
Ante losojosdeRolf…anteelmismísimoLugh…primeroBaneenydespués,uno por uno, O’Rigami, La Damita y O’Kkane Baro, junto con otros duendesdesconocidos,empezaronadesaparecerenelresplandoryelbrillodelavaina…yelSacacorchosvolvióaquedarenlamanodeRolf.
Lughmiraba asombrado.Por un segundomovió lasmandíbulas sin que salieraningúnsonido.Luego,incrédulo,habló.
—¿Qué…quéesesto?¿UNMOTÍN?Baneenylosdemásreaparecieron.—¡Ah,queridoLugh!—exclamóelduendecito—.Claroqueporlocomúnjamás
contrariaríamostusdeseos.Peroesqueletenemosafectoaestemundo,despuésdetantosmilesdeaños,y…
—¡Silencio!—atronóLugh—.¿Quéclasededuendessonustedes?—¡Zomos los duendes buenoz! —gritó La Damita—. ¡Porque zomos buenos
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duendesluchamospogquedagnosenlaTiega!—¿LUCHAR?—bramó Lugh—. Pues todos ustedes saben que yo solo…—y
sacudió un nudoso puño—me basto y sobro contra todos los demás juntos. Qué,¿tendréque tomarlos a todosbajoelbrazoy llevarlosde regresoaDuendiapor lafuerza?Siesasí,pues…
Yempezóaenrollarselasmangas.—¡Espera!—gritóRolf.Lughsedetuvoylomiró—.Espera—repitióRolfcon
voz más queda—. Esto es culpa mía, pero alguien tiene que decirte que estásequivocado…
—¡Silencio, humano! —gruñó Lugh en tono amenazador mientras seguíaenrollándoselasmangas.
—Nomevoyacallar—insistióRolf—.Erescomoerayo…LughdejódeenrollarselasmangasymiróaRolfconfijeza,atónito.—¿Yo? —exclamó luego—. ¿Lugh el de la Larga Mano, como un mero
jovenzuelohumano?—Asíes—contestóRolf,yadecididoadecir loque teníaquedecir cualquiera
que fuese la reacción de Lugh—. Siempre trataba de hacer quemis padres fuesencomoyoqueríaquefuesen,peseaqueellosteníanotrasresponsabilidades.YtúhasestadotratandodeconvertirlaTierraenotraDuendia…EnDuendiarepetida,conlapruebadelGranSacacorchosyalguienqueseareyytodoeso…yahoraqueesonohadado resultado,vasahuirotravezaDuendiayaHamrodelCruel. ¡PrefieresaHamrod antes que admitir tu error!—Las orejas de Lugh giraron lentamente dosveces.
—¿Oigo lo que me parece oír? —murmuró—. ¿Un ser humano diciéndomesemejantecosaamí?
—¡Es hora de que alguien te lo dijera!—gritó Rolf—. Ninguno de los otrosduendesquierevolveraHamrod.Hanllegadoaquerera laTierra…¡ytú también,aunque no quieras admitirlo! Si lo admitieses en tu fuero íntimo, accederías acolaborar con los humanos, aunque ninguno de ellos tuviera un alma lo bastantegrande como para extraer el Gran Sacacorchos de su vaina sin ayuda, así comoningúnduendepuedehacerlo.¿PuedestúextraersoloelGranSacacorchos?¡Esclaroqueno!Yentonces,¿quiéntehadadoatribuciónparadecidirquetodoslosduendesdelaTierradebenregresaraDuendia?
Lugh comenzó a hincharse… su cuerpo real empezó a agrandarse hasta quepareciócrecereldobledesutamañonormal.Encuantoasuaura—esagranmarcaquesecerníasobreélen todomomento—crecióycrecióhastaparecer tangrandecomounamontaña.Habló…y su voz fue tan profunda que semejaba venir de lasentrañas de la Tierra y estremecer a la mismísima Cañada en derredor como unterremoto.
—¡RAYO!—dijoLughconesaespantosavoz.Deprontoelcieloseennegreciódenubessobrelascabezasdetodos.Untrueno
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retumbó,comounecodelavozdeLugh,ydelasnubesbrotóendentadalíneaunrayoquefueapresado,todavíadentadoytanbrillantequeningunopodíamirarlo,enlamanoderechadeLugh.
EstesopesóelrayoapuntándolocomounasaetahaciaRolf.—¡MUCHACHO!—dijo—.¡ADMITEQUEMIENTES!EncogiéndoseparaevitarelbrillocegadordelrayoqueardíaenlamanodeLugh,
Rolfsacudióempecinadamentelacabeza.—¡No!—gritó—.¡Tengorazón!¡Erestúquienseequivoca!Por un momento reinó en la Cañada un terrible silencio. Lugh permaneció
inmóvil.Despuéslevantóelbrazo.Deprontoelrayoqueempuñabacomounasaetavolódesumanoderegresoalas
nubes.Estas,asuvez,searrollaronydesaparecieron.Labrillanteluzdelsolvolvióaderramarse sobre todos ellos, y miles de gargantas de duendes soltaron un gransuspirodealivio.
—¡Ah, por cierto, su señoría!—dijo la voz atiplada de Baneen—. ¿Acaso nodijistetúmismoquesipodíashallarunhumanoaquienleimportaramásotroserqueél mismo, concederías a ese humano el Gran Deseo? Y ¿no tenemos aquí a unmuchachoquehoyloarriesgótodo,incluidasupropiavida,porladesufielperro…yenverdad,siunperronoesunser,quéloes?
Lugh clavó una fiera mirada en Baneen, luego en Rolf y por último en ladistancia.
—¡Pronto,hijo!—susurróBaneenaloídodeRolf—.Ditudeseo…¡ya!—¡Deseo—dijoRolfconrapidez—queenadelante losduendescolaborencon
loshumanosenlimpiarelmundoymantenerlolimpioyseguro!—¡Yaves,Lughquerido!—exclamóBaneendanzandofrentealpríncipedelos
duendes—.Túmismooístesudeseo.Ybien¿loconcedes?LughmiróceñudoaBaneenysevolvióparahacerlomismoconRolf.—¡Jrrrumf!—gruñóenloprofundodesugarganta—.«¡Rajumf!».JRU…umf…
¡estábien!Diomediavueltaysealejóazancadas.EnlaCañada,losduendesestallaronen
locasaclamaciones.Bruscamente el suelo tembló. El aire vibró como si el aliento de un gigante
recorrieraelmundo.Yaladistancia,mientrassobrelaCañadapasabaunaondatrasotradetrueno,todosvieronqueelcoheteaMarteseelevabamásymás,trepandoenlínearectaalcieloazulsinnubessobreunalenguadepurallama.
—Unaglanploezatécnica—oyóRolfquedecíaO’Rigami.ElcoheteaMarteseelevómásaún;disminuyóelrugidodesuspotentesmotores.
Seconvirtióenunamotadistante,luegoenunaluminosaestrellaquesemovíaconrapidezbrillandoenelcielomatinal.Despuéssealejótantoqueyaningunodeellospudoverlomás.
Rolfsintióganasdevitorear,perotodoerademasiadomagníficoyarrolladorpara
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algotanpequeñocomounasolavozhumana.Pero,enrealidad,noimportaba.Todoslos duendes lo estaban vitoreando a él. Rita trataba de abrazarlo. Los duendescercanos trataban de abrazarlo. Mister Sheperton, parado en las patas traseras,procurabalamerlelacara.Todoeraalgoasícomounmaravillosodesorden.
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—…T13
odoesteasuntofueunalocura—decíapensativoelpadredeRolf—.¡Unaabsoluta locura! Por otro lado, ¿qué importa? La nave partió sin
contratiempos,salvoesabrevedemoradedosminutosenelúltimoinstante…—¿Cuálfuelacausa?—inquiriólamadredeRolf—.Nomelodijiste.—Unadeesascosasqueocurrenunaenunmillón—respondióelpadredeRolf,
descartando la demora conun ademán—.Una conexión suelta en el cableríode laignición.Cuandovolvimosaempezaryprobamosdenuevo, la luzerablancaynohabíaindiciosdequenuncahubierasidootracosa.Peronomerefieroaeso…
Ensusilla,juntoalamesadeldesayuno,Rolfsemovía,inquieto.SabíaqueRitalo estaría esperandoya en su casa, perono se atrevía a llamar la atención sobre síabandonandolamesa.Supadre,comocasitodosloshombresbonachones,teníaunaodosmanías.Unadeellaseraquetodalafamiliasereunieraparaeldesayuno.
—…Despuésnuncanosvemos—solíadecir—.Lomenosquepodemoshaceressentarnosydesayunarcomolagenteantesdecomenzareldía.
Todo lo cual, por supuesto, no significaba que Rolf no pudiera abandonar lamesa…perohaciéndolomolestaríaasupadre,ylareaccióndesupadre,cuandoselomolestaba, era ponerse a recordar de pronto todas las preguntas que normalmentenuncallegabaaformularleaRolf.Porejemplo:¿Dóndehabíaestadoayertodoeldía,y por qué no había utilizado su pase de pariente directo para presenciar ellanzamiento del cohete, y qué había estado haciendo últimamente, en suma? Rolfpodíaperdermás tiempoque si se limitabaaquedarse sentadoesperandoaque supadrerecordaraqueerahoradeirsealaoficina.
—Casicomoparahacerqueunocreaenlosduendes—decíasupadre.—¿Duendes?—repitió lamadredeRolfmientrasprocurabadara labebitauna
cucharada de mermelada de manzana sin que la mitad se volcara en el baberofloreadoquerodeabaelcuellodelapequeña.
—Duendes, pequeños alborotadores imaginarios que siempre están tratando deimpedir que las cosas funcionen bien—dijo el padre deRolf con otro ademán—.AlguienlosimaginódurantelaSegundaGuerraMundial,segúncreo.Nomereferíaseriamenteacreerenellos.Aunqueesciertoquehaytodaclasedecosas…
Suspensamientosvagaron.—¿Quécosasquerido?—preguntólamadredeRolfmientraslimpiabalabarbilla
delaniñitaconelbabero.—Bueno,esacuestióndelaqueinformaronlosguardiasacercadeunaspersonas
quecorríanportodaspartesenmotocicletas.—¿Lasencontraron?—inquiriólamadredeRolf—.Lacajeradelsupermercado
decía…ElpapádeRolflanzóunresoplido.CasiseparecíaaShep.—¡Yaoílosrumores!—dijo—.¿Bicicletassubiendoatrescientoskilómetrospor
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horaporunladodelEMVybajandoporelotro?¿BicicletassaltandoporencimadelEstradode laPrensa?Ridículo.Además, si realmentehuboalguien involucradoenalgo semejante, ¿cómo habían salido del Centro Espacial cuando cada agente yautomóvildevigilancialosestabanbuscando?Enfin,almenostodovabienconlaespacionave. Los astronautas están informando que todo funciona con absolutaperfección.¡Nohayduendesabordodelaespacionave!
Rolfseesforzóparamantenerlaseriedad.ElseñorGunnarsonestornudó.—¿Te estás resfriando? —inquirió la madre de Rolf, mirando de pronto a su
marido.—No… no, no lo creo, —repuso este—. Pensaba no más en ese ataque de
estornudosquetuvierontodosenellanzamiento,unoodosminutosdespuésdequeseanunciólademora.Nadiesabenadadeestotampoco.Sepiensaquealgunanubedepolenpococomúnfuetraídaporelvientomásomenosaesahora.Bueno,yaves.Portodosladoscosassinsentido…—Señalóeldiarioqueacababadeabandonar—.CincooseissenadoresnacionalesopuestosalproyectodeleysobreProtecciónalaNaturaleza quedaron atrapados en un ascensor que se detuvo entre dos pisos y asíperdieron la oportunidad de votar contra el proyecto. Fue aprobado… Ciertopropietario de barco que venía introduciendo gente en la zona de Playalinda parapresenciar lanzamientos, introdujo su embarcación en la playa y quedó varado.Loapresaron. Afirmó que iba a entrar en un canal hecho por un amigo suyo mesesatrás…soloquealguienhabía trasladadoel canal. ¡Disparates!Locierto esque leerróalaentradadelcanalporcincuentametrosomás.Debehaberestadociego.Aquídice,además,quesegúnpareceelProgramaEspacialvaarecibirayudafinanciera,demodo que el Laboratorio Espacial puede iniciar estudios más vastos sobre cómocombatirlacontaminaciónaéreaylaerosióndelsuelomientrasexploraenbuscademásdepósitosderecursosnaturales.
—¿AcasoelLaboratorioEspacialnoestabahaciendoyamuchodeeso,detodosmodos?—preguntólamadredeRolfmientraslevantabaalahermanitamenordesusillaalta.
—Por supuesto. Aunque es asombroso qué pocos parecen saberlo—repuso elseñorGunnarson—.Con todo, esto harámuchomás importante aquí esa parte deltrabajó. Lo cual me recuerda… la sorpresa que les anuncié para después dellanzamiento. Se me ha propuesto dedicarme a este nuevo trabajo de estudioecológico…
—¿Tú?—exclamóRolf,mirándoloconfijeza.—Sí. Es un proyecto que acaricio desde hace un tiempo…No quería decirles
nadaalosdosporquenoestabasegurodequefueraaprobado.Peroahoratodoestápreparado.YoseríaDirectorTécnicoenél—continuópensativoelseñorGunnarson—.Quieredecirquedevezencuandotendríaqueviajaradistintaspartesdelmundo,peroquizápudiéramosligaralgunosdeesosviajesconlasvacacionesfamiliares.
—¡Vaya,meparecemaravilloso!—exclamólamadredeRolf—.¿Porquénome
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lodijisteantes?—Bueno,estabasdormidacuandolleguéalascuatrodelamañana,despuésque
finalizóellanzamiento—respondiósumarido—.Además,elúnicomomentoenqueestafamiliasereúneeseneldesayuno,ypenséquedebíamosconversarlojuntos.
MiróaRolf,quelomirabaasuvezconfijeza,ylepreguntó:—¿Quéopinas,Rolf?Estetragósaliva.—¡Bárbaro! —exclamó apresurado mientras se levantaba de la mesa—. Pero
ahoratengoqueirme:Ritameestáesperando.—Rita.Qué bien—dijo sumadre—.Me alegromucho de que dediques algún
tiempoatusamigos,porfin.—De paso, no me pediste un pase de pariente directo para el lanzamiento—
comentóGunnarson—.¿Adóndeestabasayer?—Oh,porahínomás—contestóRolfcasialsalir.—Yahoraquelopienso—prosiguiósupadre—,¿nomepedisteunabicicletade
diezvelocidadeshacecomounasemana?—Eh… bueno—respondió el muchachomientras se acercaba de costado a la
puerta de la cocina—, creo que mi vieja bicicleta de tres velocidades es bastanterápida,papá.Deveras.
—Pero…—¡Tengoque irme!—exclamóRolf. Se escabulló por la puerta de la cocina y
solosedetuvobrevementeenelpasillopararetirarunatoalladelarmario.—¿Adóndevan,querido?—legritósumadre.—¡A nadar! ¡A la piscina!—le contestó Rolf mientras salía por la puerta del
fondo.Allíloesperabasubicicleta,consutrajedebañoyaenelsoporte.Leagrególa
toallaysubiópensando:«AguardaaqueselocuenteaRita»…—Creíhaberteoídodecir…—unasombraqueeraelrostrodesupadrelehablóa
travésde lascortinasde laventanasemiabiertade lacocina—quenopodíasnadarporquetemolestabalapierna…
—¡Oh,mipiernaestámuybien!—lecontestóRolf—.Hacesemanasqueloestá.¡Hastaluego!
Ypartiópedaleando.—Esemuchacho…—oyóquecomentabasupadreasusespaldas,peroel resto
delaspalabrasquedaronatrás.Rolf atravesó la calle en su bicicleta, bajo el sol matinal, y por un segundo
volvieron a su mente las palabras de su padre acerca del nuevo puesto y lasvacacionesfamiliares.Supadre…¡nadamenos!Poruninstantesesintióagudamenteincómodopensandoenquémalhabíajuzgadoasupapá.Despuéslaincomodidadfuedisipada al pensar en los viajes. Realmente sería extraordinario andar por todo elmundo.CuandoselodijeraaRitayalosdemáschicosdelaescuela…Tendríaque
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preguntaraBaneencómosehacíaparaencontraralosduendeslocalesenotrossitios,cuandollegaseallá.SepreguntósilosperrosdeEspañaoJapónhablabanespañolojaponés,osipodríaentenderlestalcomoaúnpodíaentenderaShep…
No tenía sentidodesperdiciarelhechodequepodíavera losduendesyhablarconlosanimales.
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