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ISSN 1669-7456 (Edición Impresa) ISSN 1853-1296 (Edición Online) Número 8 Buenos Aires - 2012

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ISSN 1669-7456 (Edición Impresa)ISSN 1853-1296 (Edición Online)

Número 8Buenos Aires - 2012

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Directores

Silvia ChinenEstudiante de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Red de Investigadores sobre Genocidio y Política Indígena, Argentina

Nancy MoranoProf. de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Instituto de Arqueología, Argentina

Miriam VommaroEstudiante de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, Argentina

Comité Editorial

Dolores CarnigliaLic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Museo Etnográfico Juan Bautista Amrosetti, Argentina

Erico GaálEstudiante de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Museo Etnográfico Juan Bautista Amrosetti, Argentina

Ana L. GuaridoEstudiante de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, Argentina

Mariana OcampoEstudiante de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, Argentina

Ivana L. OzánLic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU)

Ariadna SvobodaLic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Centro Nacional Patagónico. Instituto de Arqueología, Argentina

Miranda Rivas GonzálezProf. de Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Instituto de Arqueología, Argentina

Celeste T. SamecLic. en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)Instituto de Geocronología y Geología Isotópica, Argentina

Anabella VasiniEstudiante de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA)Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL)Argentina

Comité Académico

Dr. Alejandro AcostaCONICET - INAPL

Dra. Elvira Inés BaffiCONICET - Museo Etnográfico Juan Bautista Ambrosetti - UBA

Dr. Ramiro BarberenaCONICET - Laboratorio de Geoarqueología - UBA - UNC

Dr. Luis Alberto BorreroCONICET - IMHICIHU - UBA

Dra. Adriana CallegariInstituto de Arqueología, - UBA

Lic. María Magdalena FrèreInstituto de Arqueología - UBA

Dr. Luis GonzálezCONICET - Instituto de Ciencias Antropológicas - UBA

Dra. María Isabel GonzálezInstituto de Arqueología - UBA

Dr. Daniel LoponteCONICET - INAPL

Dra. Liliana M. ManziCONICET - IMHICIHU - UBA

Dr. Javier NastriCONICET - Fundación Felix de Azara - UBA

Dr. Axel NielsenCONICET - INAPL - UNC

Dr. Daniel OliveraCONICET - INAPL - UBA

Dr. José Antonio Pérez GollánCONICET

Dra. Paola S. RamundoCONICET - UBA

Dra. Myriam TarragóCONICET - Museo Etnográfico Juan Bautista Ambrosetti - UBA

Dra. Beatriz N. VenturaCONICET - Instituto de Arqueología - UBA

Dra. Verónica I. WilliamsCONICET - Instituto de Arqueología - UBA

Dr. Hugo D. YacobaccioCONICET - Instituto de Arqueología - UBA

Auspicios Institucionales

Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. Resolución Nº 1715.

Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Resolución Nº 249/2004.

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA). Resolución Nº 3300.

Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario (UNR). Resolución Nº 969/2004.

Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy (UNJu). Resolución Nº D-164/04.

Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e I.M.L. Universidad Nacional de Tucumán (UNT). 08/06/04.

Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. 17/05/04.

Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina (AAPRA). 5/9/04.

Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta (UNSa). Resolución 1261/05.

Instituto de Arqueología, FFyL, UBA. 3/11/08.

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Dra. Florencia ÁvilaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

Dra. Inés BaffiConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Museo Etnográfico Juan Bautista AmbrosettiUniversidad de Buenos Aires

Dr. Ramiro BarberenaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Laboratorio de GeoarqueologíaUniversidad de Buenos Aires - Universidad Nacional de Cuyo

Dra. María Carolina BarbozaConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Centro de Estudios Interdisciplinarios en AntropologíaUniversidad Nacional de Rosario

Dra. Karen BorrazzoConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto Multisciplinarion de Historia y Ciencias HumanasUniversidad de Buenos Aires

Dra. María Amanda CaggianoConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto Municipal de Investigaciones Antropológicas de ChivilcoyUniversidad Nacional de La Plata

Dra. Morita CarrascoInstituto de Ciencias AntropológicasUniversidad de Buenos Aires

Lic. Teresa CivaleroConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento LatinoamericanoUniversidad de Buenos Aires

Lic. Luis CollMuseo Etnográfico Juan Bautista AmbrosettiUniversidad de Buenos Aires

Dr. Guillermo De la FuenteConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Laboratorio de Petrología y Conservación CerámicaEscuela de Arqueología - Universidad Nacional de Catamarca

Lic. Alejandro R. DiazConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Escuela de Arqueología - Universidad Nacional de Catamarca

Dr. Cristian M. Favier DuboisConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Núcleo Consolidado de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario PampeanoUniversidad de Buenos Aires

Dr. Catriel GrecoConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Museo Etnográfico Juan Bautista AmbrosettiUniversidad de Buenos Aires

Dr. Kevin LaneFreie Universität, Berlin.

Dra. Sonia LanzelottiConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Museo Etnográfico J. B. AmbrosettiUniversidad de Buenos Aires

Lic. Rodrigo MontaniUniversidad Nacional de Rosario

Dr. Javier NastriConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Universidad MaimónidesUniversidad de Buenos Aires

Dra. Cecilia Pérez de MicouConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento LatinoamericanoUniversidad de Buenos Aires

Lic. Laura C. PiazzeUniversidad de Buenos Aires - Universidad Nacional de CuyoDra. Paola S. RamundoConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Museo Etnográfico Juan Bautista AmbrosettiUniversidad de Buenos Aires

Dr. Julián SalazarConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Centro de Estudios Históricos Profesor Carlos S. A. SegretiUniversidad Nacional de Córdoba.

Dra. María Carlota SempéConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Universidad Nacional de La Plata

Dra. Maria Ximena SenatoreConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto Multisciplinarion de Historia y Ciencias HumanasUniversidad de Buenos Aires - Universidad Nacional de la Patagonia Austral

Mg. Olga SulcaUniversidad de Buenos Aires - Universidad Nacional de Tucumán

Dr. Jorge SubyConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Laboratorio de Ecología Evolutiva HumanaUniversidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

Dr. José María VaquerConsejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)Instituto de ArqueologíaUniversidad de Buenos Aires

Dr. Marcelo WeisselComisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires Fundación de Historia Natural Félix de Azara, Centro de Estudios Biomédicos, Biotecnológicos, Ambientales y de Diagnóstico - Universidad Maimónides

Evaluadores del Número 8

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La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología

La Zaranda de Ideas es una revista anual con referato que pertenece al Núcleo Básico de Revistas Científicas. Esta publicación tiene como objetivo la difusión de resultados de investigaciones de estudiantes de grado y egresados recientes de carreras de arqueología o disciplinas afines. La Zaranda de Ideas acepta contribuciones vinculadas a arqueología, antropología, bioantropología, historia, patrimonio y temas afines vinculados con la diversidad cultural en tiempo y espacio.Los autores firmantes son responsables del contenido de sus escritos, de adecuar sus trabajos a nuestra guía estilística, de la exactitud de los datos consignados, de la correcta atribución de las citas y referencias bibliográficas, de los derechos legales por la publicación del material enviado y del apropiado manejo y tratamiento de las cuestiones relacionadas con la coautoría del mismo. No podrán presentarse manuscritos que están a consideración de otras publicaciones. La convocatoria es permanente, los trabajos pueden enviarse durante todo el año. Las Normas Editroales se encuentran disponibles en www.lazarandadeideas.com.ar .

El proceso editorial consta de:

1) Envío del manuscrito.2) Evaluación por parte de dos investigadores especializados en la temática -en el caso de artículos e informes- y uno para las notas. Las demás secciones son consideradas sólo por el Comité Editorial de la revista.3) Evaluación editorial (normas y estilo) por parte del Comité Editorial.4) Correcciones de las observaciones por parte de los autores.5) Devolución y revisión por parte de evaluadores y Comité Editorial de los cambios realizados por los autores.6) Edición del trabajo.7) Envío de prueba de galera a los autores.8 ) Edición y compaginación de la revista.9) Publicación.

La Zaranda está incluida en:

Núcleo Básico de Revistas CientíficasCatálogo Latinindex (folio nº 15292)Indizado por Anthropological Literature (Harvard University, hollis catalog number 010132040)EBSCO host databaseBiblioteca Dialnet

Impreso en la Argentina(2012) Número 8 - ISSN 1669-7456 (edición impresa) - ISSN 1853-1296 (edición online)Hecho el depósito que marca la Ley 11.723La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en ArqueologíaSociedad Argentina de AntropologíaPresidente: Dra. Verónica I. WilliamsMoreno 350 (1091) Ciudad Autónoma de Buenos [email protected] - www.lazarandadeideas.com.ar

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Índice

Editorial .......................................................................................................................................................

ArtículosSomos en el mundo... Seres, materialidad y paisajesAlina Álvarez Larrain .............................................................................................................................

Las maderas en el registro arqueológico porteño: primera aproximación a las transformaciones dentro y fuera del sistema socialIván A. Díaz ............................................................................................................................................

Elecciones tecnológicas en la alfarería. Un abordaje preliminar de la cerámica de Corral Alto, Antofagasta de la Sierra (Catamarca)Leticia I. Gasparotti y Patricia S. Escola ...............................................................................................

Intensidad de ocupación humana en cazadores-recolectores: una mirada microestratigráfica desde las Ciencias del SueloIvana L. Ozán .........................................................................................................................................

Primera exploración de la inversión de trabajo en los conjuntos líticos de la costa Norte del Golfo San Matías de la Provincia de Río Negro (Argentina)Jimena Alberti ........................................................................................................................................

Tiempo y espacio: el sitio “Talapazo” (Valle de Yocavil, Provincia de Tucumán)Mario G. Maldonado, Álvaro J. Cordomí, Liliana Neder y María M. Sampietro Vattuone ...............

Arqueología, senderos y paisajes en el Valle de BalcosnaEmilio A. Villafañez .................................................................................................................................

InformesLos campos agrícolas de Las Pailas (Cachi, Salta)María E. Prieto, Yamila C. Besa, Gimena Alé Marinangeli, Eduardo F. Riegler y María C. Páez .....

“A la luz de los datos...” de un análisis antracológico en la costa norte de Patagonia (Río Negro)Florencia V. Ortega .................................................................................................................................

NotasAcerca de la significación cultural de la colección del ”Museo” local de PotrerillosCecilia Frígole y Rosa Moyano .............................................................................................................

EntrevistaEntrevista a la Lic. Mónica de Lorenzi. Directora del museo arqueológico Pío Pablo Diaz de CachiKergaravat, Marisa ................................................................................................................................

Rescate Humorísticopor Marcelo Vítores ...............................................................................................................................

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EDITORIAL

Nuevamente, llega el momento en el cual se nos hace necesario realizar una evaluación de la situación general del proyecto del que formamos parte, de mencionar los logros alcanzados y los objetivos aún perseverantemente perseguidos. Este año fue, sin lugar a dudas, un período de grandes esfuerzos y por esa razón también fue un año de grandes logros. El primero de ellos es la incorporación de La Zaranda al DOAJ (Directory of Open Access Journal), un catálogo de acceso libre y gratuito a miles de publicaciones de alta calidad en más de 50 idiomas. El segundo logro que nos enorgullece enormemente poder mencionar es la incorporación de la revista a la biblioteca electrónica SciELO, un objetivo para el que se ha trabajado intensamente durante varios años. Cuatro miembros del Comité se han capacitado especialmente para operar bajo las normas de esta plataforma internacional que exige una edición particular de cada trabajo.

Al igual de lo que acontece con todo proyecto que pretende mantenerse pujante, seguimos incorporando nuevos miembros al Comité Editorial con la esperanza de revitalizar permanentemente la fuerza de trabajo, las ideas y los proyectos. Por estas razones les damos la bienvenida a Celeste Samec, Ana Guarido y Miranda Rivas.

Y en un período de grandes logros no podíamos dejar de lado el desarrollo de nuestra página Web, su diseño y contenidos renovados. Para seguir en ese camino se incorporó a nuestra revista Mariana Ocampo, con el objetivo de reforzar este importante aspecto del proyecto de trabajo así como también nuestras vías y formatos de difusión. También a ella le damos una calurosa y afectuosa bienvenida.

Finalmente, pero no por eso menos importante, queremos agradecer expresamente a la Dra. Diana Rolandi por habernos recibido en su casa, el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, y brindado todo su aval para pudiéramos realizar el seminario Las Múltiples Caras de una Cerámica Arqueológica: articulando la aplicación de los análisis petrográficos, la activación neutrónica y los estudios de residuos orgánicos. Una mención especial merecen las Licenciadas Patricia Solá, Rita Rosa Plá e Irene Lantos, quienes dirigieron las clases. No menos importante fue la ayuda que recibimos del personal de seguridad, técnicos y asistentes que facilitaron enormemente nuestra labor y colaboraron para que pudiéramos brindar un excelente seminario. Les agradecemos a todos por el esfuerzo realizado y habernos ayudado a brindar una enriquecedora experiencia académica. A pesar de los logros alcanzados nuestros proyectos no se detienen y seguimos trabajando para brindar nuevos cursos en lo que resta del año.

Sin más preámbulo, damos comienzo a este nuevo número, esperamos sinceramente que disfruten tanto al leerlo como nosotros lo disfrutamos al prepararlo.

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SOMOS EN EL MUNDO… SERES, MATERIALIDAD Y PAISAJES

Alina Álvarez Larrain1

RESUMEN

El presente trabajo es un ejercicio teórico que tiene como objetivo la reflexión de ciertos conceptos relacionados a la Arqueología de los Paisajes y de la Arquitectura. La importancia de la experiencia práctica, de nuestras actividades como seres en un mundo material, ha llevado a repensar la cuestión espacial y nuestras categorías a la hora de su estudio. Proponemos entonces desde una Perspectiva del Habitar ver el paisaje como una red de relaciones entre lugares que arraigan el pasado en el entorno, siendo la arquitectura un elemento para moldear ese paisaje y la expresión de una actitud cultural hacia el mismo. Las reflexiones aquí planteadas permitirán pensar en otros términos la evidencia arquitectónica registrada en Andalhuala, valle de Yocavil y cuestionar la perspectiva soberana de la razón abstracta y universal (encarnada por la ciencia), que trata los mundos de vida de los distintos pueblos como “visiones del mundo” que se superponen a la “verdadera” realidad de la “naturaleza”.

Palabras clave: Seres; Materialidad; Paisajes; Perspectiva del Habitar; Arquitectura.

WE ARE IN THE WORLD… BEINGS, MATERIALITY AND LANDSCAPES

ABSTRACT

This work is a theoretical exercise which has as its objetive to reflect on certain concepts related to the archaeology of landscapes and architecture. The importance of practical experience in our activities as beings set in a material world has led us to rethink the question of space and our criteria at the time of its study. We then propose from a Dwelling Perspective a vision of landscape as a network of relationships between places anchoring the past in the environment, with architecture as an element that shapes this landscape and as an expresion of a cultural attitude toward the same landscape. The concepts raised here allow us to think in other terms concerning the architectural evidence from Andalhuala, Valley of Yocavil, and questions the dominant abstract and universal reason perspective (emphasized by the sciences), that deals with the living worlds of different peoples as “world visions” that overlap “true” reality with that of “nature”.

Keywords: Beings; Materiality; Landscape; Dwelling Perspective; Architecture.

1 Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti (Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires). E-mail: [email protected]

Recibido en febrero de 2012; aceptado en mayo de 2012.

Álvarez Larrain, Alina. 2012. Somos en el mundo... Seres, materialidad y paisajes. La Zaranda de Ideas: Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8(1): 9-30. Buenos Aires.

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Alina Alvarez Larrain - Somos en el mundo... Seres, materialidad y paisajes.

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Somos familia de todo lo que brota, crece, madura, se cansa muere y renace.

Cada niño tiene muchos padres, tíos, hermanos, abuelos. Abuelos son los muertos y los cerros. Hijos de la tierra y del sol, regados por las lluvias hembras y las lluvias machos, somos todos parientes de las semillas, de los maíces, de los ríos y de los zorros que aúllan anunciando cómo viene el año.

Las piedras son parientes de las culebras y de las lagartijas.

El maíz y el frijol, hermanos entre sí, crecen juntos sin pegarse.

Las papas son hijas y madres de quien las planta, porque quien las crea es creado.

Todo es sagrado, y nosotros también. A veces nosotros somos dioses y los dioses son, a veces, personitas nomás.

Así dicen, así saben, los indígenas de los Andes.

(Galeano 2010:335)

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo es un ejercicio teórico que tiene como objetivo la reflexión de ciertos conceptos relacionados a la Arqueología de los Paisajes y de la Arquitectura, que están teniendo un auge importante en los trabajos arqueológicos de las últimas décadas tanto a nivel internacional como local1. Las cuestiones aquí abordadas van desde corrientes teóricas que abogan por la revalorización de la materialidad de la vida social, pasando por la importancia de la percepción humana y la relevancia de la experiencia práctica cotidiana planteada por distintas corrientes fenomenológicas y la Perspectiva del Habitar, hasta la los aportes de la Teoría de la Práctica.

Algunas de las ideas aquí planteadas han sido expresadas previamente (Álvarez Larrain 2010, 2011) y varias de ellas han sido reconsideradas. No hay pretensiones de arribar a definiciones cerradas ni verdades absolutas sino revisar terminologías y contrastar ideas y autores para conformar una caja de herramientas coherentes entre sí que puedan ser aplicadas para entender

cómo es la relación entre los sujetos y su entorno. Sin duda la revisión bibliográfica se encuentra lejos de ser exhaustiva (la cual por cierto es casi inabarcable) pero apostamos que lo presentado sea un aporte para seguir pensando ciertas problemáticas en boga en la arqueología contemporánea.

El interés por reflexionar sobre estas temáticas parte de un proyecto abocado al estudio de los sitios arqueológicos con arquitectura y la construcción de los paisajes en la localidad de Andalhuala, sur del valle de Yocavil (provincia de Catamarca)2. Andalhuala se encuentra a unos 25 km al SE de Santa María, capital del departamento homónimo. Enmarcada por ríos de agua permanente que desembocan en el río Santa María (Yapes, Zampay y Andalhuala), es una de las poblaciones actuales más grandes del valle de Yocavil, con numerosas fincas de régimen de propiedad privada. La actividad agrícola no utiliza maquinaria para el laboreo de los campos y depende del agua de riego. Los principales cultivos son los pimientos, el maíz, la vid, distintos árboles frutales y los nogales, siendo estos últimos el principal producto comercializado. Esta actividad se combina con la cría de ganado europeo menor. La localidad de Andalhuala cuenta con gran cantidad de vestigios arqueológicos y ha sido visitada desde los comienzos de los estudios en Yocavil hasta la actualidad (Liberani y Hernández (1950 [1877]; Ten Kate 1894; Bruch 1911; Weiser y Wolters 1923-24; Quiroga 1931; González 1954; Arocena y Carnevali 1960; Tarragó et al. 1988; Palamarczuk et al. 2007; Álvarez Larrain et al. 2009). Estos trabajos y las prospecciones llevadas a cabo en los últimos años, con especial énfasis en una terraza cuaternaria que hemos denominado terraza de Andalhuala-Banda- dominada visualmente por la Loma Rica de Shiquimil (Figura 1)-, han complejizado el panorama de ocupación de esta región indicando diferentes paisajes que se sucedieron en el tiempo a partir de distintas maneras de relacionarse con el entorno (Álvarez Larrain 2010, 2011; Álvarez Larrain et al. 2011). Una primera categorización de las estructuras

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arquitectónicas registradas en la terraza permitió distinguir entre recintos, muros de contención de terrazas, morteros múltiples en bloques pétreos, despedres monticulares y megalitos, entre otros (Figura 2).

Nos proponemos entonces pensar sobre los paisajes teniendo presente esta área de estudio y sus problemáticas. Creemos que hacer explícitas varias de las cuestiones tratadas aquí es relevante también a la luz de los cuestionamientos de las últimas décadas a la pretendida validez científica del método positivista y la autoproclamada superioridad del pensamiento occidental frente a otras relaciones de conocimiento y de habitar.

Figura 2. Ejemplos de estructuras registradas en la terraza de Andalhuala-Banda: (a) despedre monticular; (b) mortero múltiple; (c) líneas de piedra de espacios agrícolas; (d) muro doble tardío.

HUMANOS Y MATERIALES

La arqueología como disciplina se ha definido a sí misma, explícita o implícitamente, como el estudio de los vestigios materiales de poblaciones pasadas (Renfrew y Bahn 2007). Sin embargo, autores como Olsen (2003) plantean que la materialidad de la vida social ha sido marginalizada por los discursos científicos de la mayor parte del siglo XX, teniendo implicancias importantes para los estudios arqueológicos. Los objetos, entendidos como epifenómenos o reflejos de los procesos socioculturales subyacentes que los generaron, fueron estudiados sólo para acceder a algo más importante, procedimiento analítico ejemplificado en la expresión de conocer el sistema detrás del indio y del artefacto (Flannery 1967). Como plantea Latour (2007 [1991]) la ciencia moderna, de la cual la arqueología es hija, implantó una separación ontológica entre la naturaleza y la cultura, y repartió los seres entre ambas categorías. Las explicaciones buscaban separar los mixtos, purificar las formas para extraer aquello que venía del sujeto o de lo social y aquello que venía del objeto, de ahí la necesidad y proliferación de la división disciplinar (Wolf 1987 [1982])

Recientemente esta dicotomía entre los sujetos y los objetos, heredada del pensamiento moderno positivista, está siendo puesta en crítica desde distintas posturas filosóficas y antropológicas (Wolf 1987 [1982]; Ingold 2000; Latour 2001 [1999], 2005, 2007 [1991]; Knappet y Malafouris 2008). Latour considera que el primer principio para una antropología simétrica será librarnos de los cortes epistemológicos, lo que a su vez implicará no hablar ya de naturaleza y cultura, sino de “naturalezas-culturas”, dado que “… el lazo social no se sostiene sin los objetos que la otra rama de la Constitución permite a la vez movilizar y volver para siempre inconmensurables para el mundo social” (Latour 2007 [1991]:162). De esta manera Latour busca reestablecer la simetría entre las dos ramas del gobierno, el de las cosas y el de los hombres,

Figura 1. Vista panorámica hacia el noroeste de la terraza de Andalhuala-Banda y la Loma Rica de Shiquimil.

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Alina Alvarez Larrain - Somos en el mundo... Seres, materialidad y paisajes.

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donde el entendimiento no estará en los polos sino en las redes de relaciones entre los seres.

Propuestas como la de Latour están teniendo su correlato en nuevos enfoques arqueológicos sobre el estudio de la materialidad (Gell 1998; Ingold 2000; Keane 2005; Miller 2005). Como plantea Olsen (2003), las cosas, los objetos, los paisajes poseen cualidades reales que afectan y moldean tanto nuestra percepción de ellos como nuestra convivencia con ellos. Haciendo alusión al ensayo de Latour (2007 [1991]), Olsen aboga también por una “arqueología simétrica”, fundada en la premisa de que las cosas, todas aquellas entidades físicas que conocemos como cultura material, son también seres en el mundo. En este sentido autores como Tilley (1999) plantean, a partir de trabajos etnográficos, que los objetos no son creados en contradicción con las personas, dado que la producción es un acto (performance) a través de la cual personas y objetos se crean y definen los unos a los otros. Abogamos entonces por un materialismo donde el conocimiento se deriva del estudio de un mundo material real (Tilley 2000).

Diversas corrientes fenomenológicas preocupadas por la experiencia práctica de estar en el mundo, han sido una fuente de aportes a los nuevos enfoques sobre la materialidad (Ingold 2000; Thomas 2006). Desde la Fenomenología Hermenéutica de Heidegger desarrollada por las décadas de 1920 y 1930, el mundo es entendido como parte de nuestro ser, no algo externo a nosotros. Los seres humanos tienen una forma de existencia siempre localizada en múltiples contextos y relaciones, esto es lo que Heidegger llamaba: being-in-the-world (Thomas 2006:46). El concepto de Dasein, central en la obra de Heidegger, como lo explica Dreyfus (2002 [1991]:22), refiere justamente a la “existencia humana cotidiana”, donde no es suficiente ser un sujeto conciente para existir, dado que toda conciencia presupone la existencia como la esencia de lo humano. Esta concepción de “Ser-en-el-mundo” implica dejar de lado la separación entre cuerpo

y mente. Las cosas se nos revelan en un mundo práctico, no son sólo objetos pensados. Como plantea Dreyfus, Ser-en, en el sentido de estar involucrado, de relacionarse con el mundo, no es un atributo o una posibilidad del Dasein, sino lo que es en sí mismo. “Heidegger quiere llegar a una modalidad de ser-en que podríamos llamar ‘habitar en’ (inhabif), ‘residir’ o ‘vivir en’. Cuando habitamos en algo, éste deja de ser un objeto para nosotros y se convierte en parte de nosotros invadiendo y penetrando nuestra relación con los demás objetos del mundo. (…) El habitar es el modo básico de ser-en-el-mundo del Dasein” (2002 [1991]:45)

La preocupación de Heidegger por una existencia concreta de seres siempre inmersos en contextos particulares fue posteriormente abordada por la Fenomenología de la Percepción de Merleau-Ponty (Ingold 2000; Thomas 2006), quien trató de entender cómo los humanos se conducen en condiciones particulares y experimentan el mundo a través de la existencia material de sus cuerpos. Así, la percepción, como medio de comprender el mundo, se basa en la experiencia que se da antes de cualquier tipo de reflexión o teorización, y que tiene lugar en las actividades cotidianas de los humanos. La experiencia de ser-en-el-mundo no se trata sólo de actividad cognitiva, implica siempre sujetos corporizados (embodied). Un ser humano corporizado puede ver, oler, probar, tocar y moverse, posicionándose en relación a las cosas. La percepción involucra el uso simultáneo de todos los sentidos (sinestesia) y esto no sería posible a través de una mente descorporizada o de un cuerpo sin conciencia (Tilley 2004; Thomas 2006). “El cuerpo-sujeto es una mente corporizada, un cuerpo y una mente que siempre encuentran al mundo desde un particular punto de vista, en un contexto particular, en un tiempo particular y en un lugar particular, un sujeto físico en tiempo y espacio” (Tilley 2004:2, traducción nuestra). En palabras de Ingold (2000:171), “cuerpo y mente, después de todo, no son dos cosas separadas sino dos maneras de describir la misma cosa- o mejor, el mismo proceso- a

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saber, la actividad ambientalmente situada de la persona-organismo humano”.

Según Thomas (2001:171), la división del ser humano en persona externa (cuerpo) y persona interna (mente), “en el que el cuerpo humano habita un mundo geométrico de meros objetos y todos los significados son acontecimientos que tienen lugar en el metafísico espacio de la mente”, implicaría que la información recogida en el mundo exterior se interioriza y se utiliza para generar una simple imagen mental del entorno. “Pero pensar no es algo que ocurre en un espacio interior; es parte de nuestra inmersión corporal en el mundo” (2001:172). Para Ingold (2000), siguiendo las ideas de la Sicología Ecológica desarrollada por Gisbon, la actividad perceptiva implica el movimiento de todo el ser (cuerpo y mente como unidad indisoluble) en su ambiente. El conocimiento adquirido a través de la percepción es práctico, es un conocimiento sobre el ambiente necesario para llevar a cabo determinada actividad en la cual el sujeto está inmerso. Las percepciones heterogéneas de un mismo lugar por personas que provienen de contextos diferentes (podemos pensar por ejemplo las distintas formas de percibir un paisaje por arqueólogos y gente de una comunidad local), no se debería entonces a la interpretación de la información sensorial por esquemas cognitivos disímiles sino por la experiencia corporal previa que implica una conexión diferente en términos sensoriales con el ambiente y por la actividad en la cual esté implicado quien percibe. Claro está que esa experiencia corporal previa está formada por nuestros propios contextos cotidianos que han generado distintos tipos de relaciones con el entorno.

CUERPOS, LUGARES Y PAISAJES

La revalorización teórica que desde las ciencias sociales y humanas se está haciendo sobre la experiencia práctica, nuestras actividades y tareas como seres en el mundo, ha llevado a repensar la cuestión espacial y

nuestras categorías a la hora de su estudio (Soja 1985; Criado Boado 1993; Tilley 1994; Anschuetz et al. 2001; Thomas 2001). La separación antes mencionada entre naturaleza y cultura como entidades aisladas y opuestas que se generó a partir del pensamiento moderno, llevó a considerar a los sujetos como seres activos que observan y manipulan una naturaleza pasiva, considerada objeto/recurso de la ciencia y la industria. Esta combinación de la noción del espacio natural como imagen/recurso, y la de seres humanos observadores/propietarios, tuvo sustento en la visión occidental del espacio como escenario, contenedor o superficie natural para la acción humana. Será principalmente desde la Geografía Humana de los años ´70 y ´80 en adelante que se cuestione esta visión meramente cartesiana del espacio, ausente de asuntos humanos (Cosgrove 1985; Gregory y Urry 1985). Como plantea Criado Boado (1993), el concepto de espacio es una categoría dotada de valor por nuestro sistema de saber-poder, por tanto no puede ser utilizado directamente y sin reflexión previa para pensar en las relaciones que los distintos pueblos, pasados y presentes, establecen con su entorno.

Autores como Smith (2003) ven al espacio como uno de los aspectos que integran la noción más abarcadora de paisaje. El espacio refiere entonces a las formas físicas, pero siendo sólo inteligible desde las relaciones establecidas entre los objetos. La ontología relacional propone que una discusión significativa sobre el espacio se basa en entender las relaciones establecidas entre sujetos y objetos antes que en las propiedades esenciales de cada uno. En otras palabras, podemos decir que el espacio hace alusión a la materialidad del entorno, la cual cobra relevancia sólo a la luz de las personas que la habitan. Desde una visión materialista, Soja (1985) plantea que estar vivo es participar en la producción social del espacio, formar y ser formado por una espacialidad constante.

Existe así una realidad física y material

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concreta en la cual los seres humanos nacen y con la cual entran en relación, que ofrece resistencias y constricciones pero que no determina la forma de las entidades sociales ni el emplazamiento de los asentamientos y que ya no puede ser entendida como un background universal definido de manera objetiva por nuestra ciencia (Smith 2003; Bender 2006; Latour 2007 [1991]). Esa “primer naturaleza” como la llama Soja (1985:93), se encuentra siempre socialmente mediatizada y se funde en una “segunda naturaleza” que surge de la aplicación acumulada del conocimiento y el trabajo humano. De esta forma la vida social se inscribe en un espacio, al tiempo que lo produce. Como producto social, la espacialidad es a la vez “…resultado-encarnación-producto y medio-presupuesto-productor…” de la acción social y las relaciones (Soja 1985:98-99); traducción nuestra3.

Escapar a la separación ontológica entre naturaleza y cultura como vemos no es fácil. La perspectiva soberana de la razón abstracta y universal (encarnada por la ciencia), trata los mundos de vida de los distintos pueblos como construcciones alternativas, cosmologías o “visiones del mundo” que se superponen a la “verdadera” realidad de la “naturaleza”. Desde esta perspectiva la antropología se encargaría del estudio comparativo de esas visiones del mundo mientras la “ciencia” investiga el funcionamiento “real” de la naturaleza (Ingold 2000). Pero autores como Ingold van más allá, reemplazando el concepto de “naturaleza” por el de “ambiente”, donde así como no puede haber organismos sin ambientes, no puede haber ambientes sin organismos. De esta manera mi ambiente no es una realidad externa, es el mundo que existe en relación a mi persona y se desarrolla conmigo, formándonos mutuamente. Como muestra Ingold (2000), para los Ojibwa de la zona de los lagos canadienses el sol, al igual que otros seres del ambiente, es experimentado como una persona, sin embargo desde la antropología esto es visto como una idea en la mente de los Ojibwa, es decir, una

construcción cultural particular de una realidad externa. Si pensamos en un ejemplo más cercano, para las poblaciones originarias de los Andes, las montañas no son “como dioses”, las montañas son dioses, son seres vivos con los cuales entran en relación (e.g. Gil García F. y G. Fernández Juárez 2008) . Como retomaremos más adelante, esto tiene implicancias importantes en las formas de generar conocimiento y los principios de validez exigidos desde parámetros modernos. Reconocer esto exige tomar en serio ese conocimiento, no como mero dato o construcción alternativa impuesta sobre la realidad, sino como otra forma de relacionarse con el mundo.

El concepto de “paisaje”, tan usado actualmente no es menos problemático que el de “naturaleza” o “espacio”. Como plantean algunos autores (Orejas 1991; Anschuetz et al. 2001; Thomas 2001) el uso de este término ha crecido de manera exponencial en las publicaciones arqueológicas de los últimos años, sin dejar de ser un término conflictivo dada su falta de precisión y polisemia, mostrando en la práctica múltiples usos. Históricamente, el término ha tenido dos connotaciones importantes. La primera deriva de lo que Orejas (1991:195) llama el “paisaje de los artistas”, es decir, la representación pictórica de los espacios que nace en los siglos XV y XVI (Cosgrove 1985; Thomas 2001). El observador -el artista- percibía visualmente al paisaje estando fuera de él. De esta forma, la naturaleza era observada, capturada y vendida en forma de obra de arte. Contemporáneamente, se convirtió en objeto de estudio por parte de geólogos y geógrafos, haciendo una caracterización del espacio natural desprovisto de la presencia humana (Cosgrove 1985; Orejas 1991). Como plantea Thomas (2001), el arte paisajístico y la ciencia empírica, son variantes de la misma forma moderna de apropiarse de la naturaleza, siendo así también relaciones de poder (Layton y Ucko 1999). El primer uso formal del término paisaje en geografía fue realizado por Sauer (1925), quien reconoció la presencia de un

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paisaje cultural que era el producto de una cultura, entendida aquí como agente, actuando sobre un área natural, concebida como medio (nuevamente la distinción naturaleza-cultura). Si bien el paisaje era entendido como un área objetiva que podía ser estudiada a partir de observaciones y mediciones, cobraba relevancia la impronta humana sobre el mismo. En estos primeros usos del término prevalecía la idea del paisaje como imagen o constructo visual producto de la mente, con un fuerte carácter romántico (Johnson 2007).

Desde entonces mucho se ha escrito y

reflexionado sobre el concepto de paisaje. Hoy en día, dentro de la gran variedad de escuelas y enfoques al respecto (Orejas 1991; Tilley 1994; Criado Boado 1999; Layton y Ucko 1999; Ingold 2000; Anschuetz et al. 2001; Thomas 2001; Bender 2006; Johnson 2007, Preucel y Mrozowski 2010, entre otros) , se puede identi f icar un denominador común: el paisaje ha dejado de ser sinónimo de espacio, naturaleza o medioambiente. Así, ya no habría paisajes naturales y culturales, dado que todo paisaje implica ya una construcción social producto de la interrelación del hombre con el mundo que lo rodea. Algunas definiciones pueden ayudarnos a recuperar aspectos que creemos fundamentales del paisaje:

“…los paisajes pueden ser definidos como conjuntos de relaciones percibidas y corporizadas entre los lugares, la estructura del sentimiento humano, la emoción, el habitar, el movimiento y la actividad práctica dentro de una región geográfica que puede o no poseer límites topográficos precisos” (Tilley 2004:25). Traducción y énfasis nuestros.

“…una red de sitios relacionados, que han sido gradualmente revelados mediante las interacciones y actividades habituales con las personas, a través de la proximidad y la afinidad que éstas han desarrollado con ciertos emplazamientos y a través de acontecimientos

importantes...” (Thomas 2001:173). Énfasis nuestro.

“…el paisaje se constituye como un registro permanente - y testimonio- de las vidas y los trabajos de las generaciones pasadas que han habitado en él… (Ingold 1993:152). Traducción y énfasis nuestros.

“…el paisaje es tierra (land) transformada por la percepción o actividad humana. Si la tierra es un concepto objetivo, un sólido físico que compone la superficie del planeta, entonces el paisaje puede ser entendido como la tierra que los humanos han modificado, construido, recorrido o simplemente contemplado. Debido a este sentido de producción humana inherente al término, el paisaje no debe ser entendido como un espacio o lugar sino como una síntesis de espacialidad y temporalidad (Smith 2003:10). Traducción y énfasis nuestros.

Las definiciones aquí seleccionadas, con implicancias teóricas y metodológicas diversas, tienen sin embargo varios puntos en común. Como mencionamos, el paisaje es un término amplio que incluye la dimensión material de la existencia humana, pero también la percepción, entendida como la interacción sensorial y emotiva con el entorno, y la imaginación reflejada en los discursos y las representaciones sobre el espacio (Smith 2003)

Un segundo aspecto que sobresale es la idea de producción social del paisaje pudiendo haber tantos paisajes como grupos que lo habitan. Desde la Perspectiva del Habitar (Dwelling perspective) propuesta por Ingold (1993, 2000) las tareas (task), aquellas prácticas llevadas a cabo por agentes con destrezas en un ambiente durante sus vidas, son los actos constitutivos de habitar el mundo. Es la relación entre todas estas tareas, las actividades que generan el proceso social de la vida, lo que se constituye como taskscape (1993:157-158). Las formas del paisaje se generan entonces a partir del propio proceso de habitar el mundo, estando

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el paisaje siempre en proceso de construcción. Los paisajes como el tiempo nunca se quedan quietos, son siempre trabajos en curso (Ingold 1993; Bender 2002). La tierra no es tanto un escenario para la acción humana y el transcurso de la historia sino que es en sí misma historia congelada (Ingold 2000), la síntesis de la temporalidad y la espacialidad (Smith 2003)

Un tercer aspecto relevante es que toda práctica sucede en un tiempo y un lugar determinados. Es a partir del compromiso y las relaciones de las personas (y sus cuerpos) con el mundo en su tarea de habitarlo que cada lugar cobra su significado único. El concepto de lugar (place) no implica simplemente una porción de espacio, se transforma en lugar en la medida que se vuelve significativo desde la experiencia humana, a la vez que participa en la formación de la existencia de los sujetos (Tilley 1996; Zedeño 2000; Thomas 2006), pasando a formar parte de mundos más extensos de sentido y acción humana (Zedeño 2000; Smith 2003). Resumiendo, consideramos que el paisaje es fundamentalmente una red de relaciones entre lugares que arraigan el pasado en el entorno. Habitar la tierra es constituir los lugares. A partir de un modelo relacional se establecen relaciones de crecimiento no solo con el ambiente sino también con todos aquellos seres, humanos y no-humanos que lo habitan, siendo los lugares los focos de nutrición (Ingold 2000).

Retomando la dimensión imaginaria del paisaje que propone Smith (2003) como representación o discurso, creemos necesario hacer un paréntesis para reflexionar sobre el uso que se hace de la cartografía al referirse a cuestiones espaciales en disciplinas como la arqueología. Los mapas, como toda imagen construida históricamente, no proporcionan una visión transparente del mundo (Harley 2002). La cartografía moderna, surgida durante el Renacimiento frente a las demandas de la expansión europea, estableció un cambio ideológico en las formas del ver al mundo.

“Ofreció oportunidades para la visualización de la tierra no sólo en un sentido intelectual, sino también para su conquista, apropiación, subdivisión, mercantilización y vigilancia” (Harley 2002:524). En este sentido, el poder colonial fue reforzado y legitimado a través de la cartografía oficial elaborada por los países conquistadores. En mucha de esta cartografía, el paisaje americano era representado como un gran espacio vacío, donde la acción comenzaba con la llegada del conquistador. Así “los mapas fueron el primer paso en la apropiación del territorio” (Harley 2002:532); traducción nuestra. Situación semejante se dio posteriormente con la conformación de los Estados-Nación y la construcción de las identidades nacionales (Thomas 2001; Johnson 2007).

Reflexionar sobre la visión cartesiana de la tierra implica reconocer que los mapas presentan una visión distante, dado que observando sólo las representaciones bidimensionales de los mapas es imposible aprehender los paisajes donde los lugares están inmersos (Thomas 2001). En las grandes escalas- espaciales y temporales por la condensación de eventos que aparecen estáticos en una sola imagen- de los mapas y las fotografías aéreas, la pequeña escala de los movimientos humanos se pierde (Johnson 2007). Los sitios suelen ser dibujados, visualizados e interpretados como planos bidimensionales; sin embargo, como bien argumenta Richards (2000), ¿cuantos lugares nosotros vivimos en el día a día como bidimensionales? La representación cartográfica que hacemos hoy del pasado presenta sin duda una visión particular del paisaje, nuestra visión del paisaje, que conlleva también consecuencias políticas (Zedeño 2000; Smith 2003)4. Como plantea Tilley (2000), el tiempo y el espacio han sido muchas veces usados como simples coordenadas en la práctica arqueológica. El espacio proveía las coordenadas para mapear sitios y artefactos y el tiempo permitía ver en que medida esos patrones se habían ido modificando. En los mapas de distribución cada sitio era

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representado gráficamente como un punto y cada punto era equivalente a cualquier otro. No buscamos con esto abolir el uso de este tipo de metodologías de análisis (mapas, imágenes satelitales o fotografía aérea de los cuales la autora ha hecho uso de manera sistemática, Álvarez Larrain 2011), sino ser concientes de que esta manera de entender el tiempo como un conjunto de fechas y el espacio como un contenedor implica abstracciones desligadas de lo social. Los mapas son representaciones selectivas de la realidad y por tanto para nada objetivos mientras que las fotografías aéreas se caracterizan por la dominancia de las formas del espacio independientes de la agencia humana (Johnson 2007). Pero desde una perspectiva materialista como la aquí propuesta, el tiempo y el espacio están recursivamente ligados a lo social y no pueden ser divorciados (Tilley 2000). En el trabajo cartográfico moderno, el conocimiento generado a partir del movimiento entre lugares dentro de una región es luego presentado como si fuera producto de una visión totalizadora, por encima y más allá del mundo experimentado, procedimiento característico de la ciencia (Ingold 2000). En este sentido, los mapas de la conquista de América no hubiesen sido posibles sin los movimientos que los propios conquistadores emprendieron por el continente, en la mayoría de los casos, junto a los pobladores nativos que los guiaban. De ahí surge la necesidad de encarar estudios localizados espacialmente, pasando progresivamente de la abstracción, la generalización y la visión global a perspectivas locales (Ingold 2000).

Diversos autores han buscado nuevas formas de encarar los estudios del paisaje, con resultados debatibles, como la Fenomenología de los Paisajes, retomando las ideas de la fenomenología centrada en el cuerpo propuesta por Merleau-Ponty (Tilley 1994, 2004; Thomas 2001; Bender 2002; Johnson 2007). Thomas (2001), al pensar al paisaje como una entidad relacional cuyo significado se produce a través del funcionamiento dinámico de las relaciones

entre personas, cosas y lugares, propone entrar en el mismo conjunto de circunstancias materiales en que las personas se encontraron a sí mismas en el pasado, evitando la utilización en el análisis espacial de categorías y medios cartográficos generados exclusivamente a partir de la óptica occidental. Como plantea Bender (2002), los paisajes y el tiempo nunca pueden estar ahí afuera, ser neutrales, ellos son siempre subjetivos. Es necesario estar ahí, estar en los lugares desde nuestra propia corporalidad y experiencia.

Los enfoques fenomenológicos en los estudios de paisajes han recibido críticas tanto desde otras escuelas post-procesuales como de la arqueología procesual (Criado Boado 1999; Fleming 2006). Críticas como las de Fleming (2006), niegan que los métodos de la arqueología “científica” impliquen ver al paisaje como bidimensional y tildan a los enfoques fenomenológicos como hiper-interpretativos, no siendo verdaderas investigaciones al no contar con los métodos de verif icación y constrastación de la evidencia. Las críticas en ambas direcciones (Tilley 2000; Fleming 2006) parecen centrarse en “quien se ensucia las botas” haciendo verdadero trabajo de campo (Johnson 2007). Lo que Fleming tal vez no quiere ver es que la verificación y las “series de medidas de confianza” (2006:272) siguen implicando la validez de nuestras propias ideas en función de nuestros propios criterios. Nosotros nos decimos a nosotros mismos que está bien lo que estamos diciendo y nos quedamos tranquilos. Volviendo al ejemplo mencionado antes, ¿quién dice que es más válido ver a una montaña como una masa de rocas formada por los movimientos de las placas tectónicas que como un ancestro o una divinidad?... Nosotros. El tema no pasa por liberarnos de la tecnología, los métodos de registro, la cámara de fotos y los mapas, sino darnos cuenta de que la manera “natural” que nosotros tenemos de ver el mundo (en un doble sentido: de estar naturalizada y de

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ver el mundo que nos rodea como natural, externo a nosotros y con sus propias leyes), es una manera entre tantas.

Críticas como las de Criado Boado (1999, 2006), cuestionan la posibilidad de acceder al “sentido original” del paisaje arqueológico desde nuestra percepción actual mediatizada por nuestros cuerpos. Según Criado Boado, el problema de este acercamiento es que reconstruye el subjetivismo en su forma más extrema. Es subjetiva dado que sustituye la reconstrucción de la percepción del mundo por parte de los otros con nuestra propia percepción, a la vez que es subjetivizante dado que al hacer esto extiende nuestro patrón de percepción al pasado histórico estudiado, lo que en palabras de Johnson (2007) sería negar la otredad del pasado. La interpretación exclusiva desde nuestra lógica siempre tendrá el sesgo de nuestra propia subjetividad, dado que coincidimos con Criado Boado, en que ésta se encuentra históricamente formada. Sin embargo, y retomando la discusión aquí planteada desde el inicio, el estudio “objetivo” del paisaje apelando a criterios de contrastación y validación es igualmente sesgado dado que implica la aplicación de categorías propias (modernas) a las demás sociedades. La creencia de poder acceder por un método u otro al sentido original, como lo llama Criado Boado, consideramos que es una tarea en vano. Todas las aproximaciones buscarán acceder a mayores grados de verdad, estando a su vez siempre marcadas por la historicidad del investigador (Barrett 1994). Coincidimos con Ingold (1993) en que la práctica arqueológica es también una forma de Ser-en-el-mundo, dado que nunca podemos escapar de nuestros propios cuerpos y por lo tanto presentamos una subjetividad que no puede ser dejada de lado. En este sentido, como plantean Anschuetz y colaboradores (2001), un paradigma sobre el paisaje arqueológico ofrece un potencial para integrar diferentes perspectivas teóricas, incluso cuando esos constructos aparecen en tensión unos con otros como representantes

de construcciones alternativas del pasado.

Como apuntan Layton y Ucko (1999), no consideramos posible inscribirse en las mismas circunstancias que las personas del pasado, pero sí creemos que las relaciones con la materialidad que se nos presenta en el campo, históricamente contingentes, pueden ser una herramienta más para ser contrastada con posibles estudios etnohistóricos, etnográficos o con el uso de documentación histórica, entre otros. Es claro que estaríamos experimentando los paisajes bajo estudio a partir de nuestro propio cuerpo, no como una forma de empatía, dado que hay tantos paisajes como maneras de habitarlo, sino como una forma de generar interpretaciones alternativas que nos ayuden a entender mejor esos paisajes (Thomas 2001). En este sentido es válido traer aquí una anécdota de campo. Se había propuesto realizar sondeos en la terraza de Andalhuala-Banda en estructuras arquitectónicas que en función de su morfología y técnica constructiva creíamos pertenecían a distintos momentos de ocupación. El primer lugar elegido, una estructura tardía tipo RPC, implico un trabajo bastante arduo. La vegetación era rala, y el sol y la aridez eran inclementes. La excavación brindó pocos materiales y un piso bien definido. Una vez concluido el primer sondeo nos trasladamos en dirección este. Nos acompañaba en las tareas Jony, hijo de la familia dueña de los terrenos donde se emplaza la terraza. Todos notamos un cambio en el ambiente, percibíamos algo distinto: la vegetación había cambiado, el río se escuchaba a lo lejos, el registro arqueológico definitivamente se había modificado respecto del anterior y una sensación de bienestar invadió nuestros cuerpos. Estuvimos de acuerdo con algo: este lugar era diferente y de haber vivido en el pasado éste sería el lugar elegido para asentarnos, Jony puso en palabras lo que todos percibíamos: “aquí sí hay vida”. El sondeo confirmó nuestras sospechas, una casa formativa se encontraba debajo de nuestros pies. Al estar embarcados en el mismo ambiente, en la misma tarea, nuestras percepciones ya no parecían tan inconmensurables.

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En este sentido cobra relevancia la frase de Tilley (1994:73-74) “…la piel de la tierra ya desapareció, (…) pero no su forma. Los huesos de la tierra -las montañas, los cerros, las rocas y los valles, los acantilados y crestas- han permanecido iguales (…) y pueden ser observados. (…) Son los huesos de la tierra y sus relaciones con los sitios y los monumentos por lo que estos estudios arqueológicos se preocupan principalmente”; traducción nuestra. Esta frase puede sonar excesivamente romántica5, pero apunta a la materialidad que aún hoy podemos observar con la cual las personas del pasado se relacionaron (Tilley 2000). Los paisajes son el producto de las interacciones entre la gente y el mundo material, y por tanto accesibles para la práctica arqueológica (Zedeño 2000).

ARQUITECTURA Y PRÁCTICA

Las formas del paisaje , sus lugares significativos, se construyen y cambian a partir de la temporalidad del movimiento de los hombres que lo habitan (Tilley 1996). Sin embargo, el estudio de los paisajes es posible porque las múltiples actividades humanas del pasado han dejado en muchos casos una impronta detectable (Orejas 1991). La arquitectura, como parte de la materialidad a estudiar, vuelve a los lugares visibles (Richards 2000), siendo una dimensión importante al abordar los paisajes. Su solidez es la que nos permite estudiar los rasgos de este paisaje tiempo después de que las acciones que le dieron origen han cesado (Ingold 1993). Si el paisaje tiene que ver con un sentido de lugar, la arquitectura es simultáneamente un elemento para moldear ese paisaje y la expresión de una actitud cultural hacia el mismo (Johnson 1994). Desde la perspectiva del habitar, edificar, construir casas, es parte de habitar el mundo, no una instancia separada: construir la casa es habitar el mundo. Edificar no puede ser entendido como la mera transcripción de un diseño pre-existente a un sustrato material. La

forma en que la gente edifica surge del contexto específico de las relaciones prácticas con el entorno (Ingold 2000). Como plantea Tilley (1994), la arquitectura es la creación deliberada del espacio hecho tangible, visible y sensible.

Moviéndose a través de los paisajes las personas adquieren conocimiento sobre las cosas y sus relaciones (Tilley 2004). Aprender sobre el paisaje actúa como un medio importante de socialización dado que conocerlo es saber quienes somos, cómo debemos actuar y a dónde pertenecemos (Tilley 1996, 2004). Desde la Teoría de la Práctica de Bourdieu (1977), la cual ha tenido un fuerte impacto en la teoría arqueológica, los agentes se constituyen en los lugares particulares de la actividad práctica, es decir en espacialidades significativamente construidas (Johnson 2007). Como desarrolla Vaquer (2007), según Bourdieu, cuando no existe una institucionalización de la educación como práctica autónoma, el grupo y el ambiente simbólicamente estructurado ejercen una acción pedagógica anónima donde se transmiten los principios fundamentales del habitus6 a través de la práctica no discursiva. La producción del sentido no se limita a la estructura, a la lógica interna, sino que adquiere su máxima expresión en la práctica cotidiana. Así el habitus no se expresa en la práctica sino que subsiste gracias a ella, un planteo coherente con la perspectiva del habitar (Ingold 2000). Bourdieu incorpora aquí un concepto también afín a la fenomenología de Merleau-Ponty: el cuerpo como fuente de intencionalidad práctica, como principio de una significación intersubjetiva arraigada en el nivel preobjetivo de la experiencia. El aprendizaje se realiza durante la performance y ésta a su vez se encuentra en el origen de las transformaciones de la estructura. Las acciones de los agentes ya no serán simples epifenómenos de la estructura tendientes a cumplir con reglas implícitas (Bourdieu 2007 [1980]). Así, desde la Teoría de la Práctica, el espacio estructurado cumple un rol principal en la transmisión práctica de los esquemas constitutivos del habitus (Vaquer 2007).

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Desde La Arqueología de la Arquitectura se define a la misma como:

“…la manipulación antrópica de un espacio dado mediante técnicas constructivas que varían a lo largo del tiempo atendiendo a factores sociales, culturales y económicos. La arquitectura estaría relacionada tanto con su entorno físico como con la sociedad que la genera, siendo su forma concreta fruto de una idea o percepción compartida por la colectividad de individuos de una sociedad, y por lo tanto comprensible dentro de ella, directamente relacionada con los códigos de uso y concepción del espacio y con los esquemas de pensamiento de una sociedad” (Mañana Borrazás et al. 2002:14).

Siguiendo a Barrett (1994), consideramos que la arquitectura genera determinada orientación de los movimientos del cuerpo, permitiendo la realización de actividades en lugares particulares, haciendo foco en los sujetos. La arquitectura opera como una tecnología para ordenar el tiempo y el espacio, permitiendo que las actividades sean localizadas y unidas secuencialmente (la temporalidad y la espacialidad). De esta forma el significado del espacio edificado emerge a partir de ser contenedor de prácticas situadas: “El espacio arquitectónico puede ser definido como la concretización del espacio de la existencia” (Parker Pearson y Richards 1994:4). La arquitectura, como sistema de signos, se presenta así como un “signo vehículo” que puede ser descripto dentro de un determinado código denotando funciones y sucesivos significados por connotación sobre la base de futuros códigos (Eco 1997). Así, la materialidad arquitectónica, como forma significativa, capaz de denotar y connotar significados, se convierte en registro factible de ser estudiado. Como plantea Rapoport (1972 [1969]:66), la forma de las casas (vale decir de cualquier espacio edificado) es el resultado principalmente de factores socioculturales en su sentido más amplio. Las condiciones climáticas, el

entorno físico, los métodos de construcción, los materiales disponibles, la tecnología, los emplazamientos, así como también las creencias y valores de un grupo, todo entra en relación para afectar la forma final de las construcciones (Rapoport 1972 [1969]; Sanders 1990). Así, se amplia el enfoque funcionalista al plantear que el espacio construido responde tanto a condicionamientos ambientales y a necesidades biológicas como así también a exigencias culturales (Mañana Borrazás et al. 2002), siempre constreñido por una materialidad y un orden espacial preexistente (Parker Pearson y Richards 1994:5). De esta forma, la “casa” y el espacio construido pueden ser considerados mecanismos físicos que reflejan, pero también crean, una visión del mundo imponiendo esquemas de organización y conducta social (Rapoport 1972 [1969]; Sanders 1990). Se llega así a un espacio arquitectónico que se constituye como parte de la dimensión formal del paisaje, participando de lleno en la construcción y reproducción de las prácticas domésticas y rituales y del imaginario colectivo de la comunidad que lo construye y habita.

Propuestas como la de Zedeño (2000), desde una perspectiva materialista y relacional del espacio, pueden ser aportes metodológicos que sirvan para aproximarnos a los paisajes del pasado. Zedeño plantea que el paisaje puede se definido como una red de interacciones entre la gente y el mundo material el cual se transforma en landmarks. Los landmarks son marcadores espaciales modificados o no por el hombre (como formaciones rocosas, fuentes de agua, edificios, enterratorios, petroglifos, etc.) donde se realizan actividades y se interactúa con el entorno. En este sentido los landmarks no son sólo locus de actividad sino también partes de la historia del paisaje, que se van ligando progresivamente hasta conformar un agregado.

De esta manera el paisaje puede ser considerado a partir de tres dimensiones

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analíticas: 1) formal: las características físicas de los lugares/ landmarks; 2) relacional: los lazos interactivos (económico, social y ritual) que se establecen entre los landmarks a partir de los movimientos de la gente; y 3) histórica: los lazos secuenciales que se generan por los usos sucesivos de los lugares (Zedeño 2000). En la dimensión formal pueden ser registradas variables como: topografía, ubicación, recursos disponibles, visibilidad, arquitectura, arte rupestre, caminos, etc. que pudieron condicionar la elección de los lugares para determinado uso o performance. En la dimensión relacional podemos decir que se refleja la espacialidad del paisaje, al conectar distintos landmarks que hayan formado parte dentro de un mismo momento de habitar el paisaje (esto se puede establecer a partir de fechados de los materiales encontrados, iconografías, modalidades estilísticas y técnicas arquitectónicas que permitan asociar dichos eventos). En la dimensión histórica se pueden reconstruir las trayectorias de vida de los landmarks a partir de su formación, uso, transformación e incluso abandono. Muchos lugares pueden ir aumentando su significancia a medida que son reiteradamente utilizados a lo largo del tiempo. Los paisajes pueden así estar formados por lugares no estrictamente contemporáneos dado que la gente tiende a ligar viejos y nuevos lugares en su tarea de habitar el mundo. Estas dimensiones son tan sólo una herramienta analítica que permite ir priorizando ciertos aspectos según avanza el estudio de una región pero siempre deben ser consideradas de forma complementaria si queremos reconstruir los paisajes del pasado. El punto de partida será un determinado landmark, reconstruyendo progresivamente los lazos formales, relacionales e históricos con otros landmarks a partir de la acción de los agentes.

Volviendo a la terraza de Andalhuala-Banda, podemos pensar en ese espacio como un landmark significativo, tal y como lo demuestran los innumerables vestigios en superficie que se

observan gracias a que la ocupación actual no ha hecho uso extensivo de la terraza (con la excepción de algunos corrales fuera de uso, un sector modificado por el trazado del camino vehicular para el mantenimiento de las torres de alta tensión de Minera Alumbrera y la construcción de una cisterna para agua potable). No sabemos con certeza aún el momento de construcción de todas las estructuras arqueológicas, sí podemos plantear que hubo una ocupación formativa, evidenciada por la abundante cerámica temprana, la excavación del sitio Soria 2 y los nuevos sondeos realizados (Palamarczuk et al. 2007; Álvarez Larrain et al. 2009) y posteriormente otra (u otras) ocupaciones tardías (hay cerámica de estilos San José, Shiquimil, Loma Rica y Santa María)7.

Las evidencias de ocupación temprana no obstante, parecen a priori estar concentradas en el este de la terraza, un sector próximo al río y efectivamente más húmedo y con abundante vegetación. Llama la atención la numerosa cantidad de megalitos in situ, de diversos tamaños y formas, contando muchos de ellos con marcas de modificación antrópica como pulidos, morteros en sus cumbres o construcciones de pirca en sus bases (Figura 3). Al igual que las evidencias tempranas, su presencia disminuye a medida que nos desplazamos hacia el oeste. Entonces nos hacemos una pregunta: ¿pudo ser este sector de la terraza de Andalhuala-Banda elegido para ser habitado (en el sentido propuesto por Ingold 2000) por motivos que no se ajustan exclusivamente a las condiciones ecológicas del lugar, como ser tierras fértiles o presencia de agua? Sí las construcciones se basan en principios establecidos del orden cosmológico (Richards 2000), ¿pudieron ser los megalitos, pensados desde la lógica del culto a los antepasados y los cerros del espacio andino (Gil García 2002; Gil García y Fernández Juárez 2008), un elemento primordial de la elección de ese espacio? Una lógica igual puede aplicarse al asentamiento en pukaras como la Loma Rica de Shiquimil. Si bien para momentos tardíos se ha planteado un momento de conflictos endémicos

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red de significados que los ligan al mundo de los ancestros (Ingold 2000; Johnson 2007). Para distintas comunidades aborígenes, el parentesco no se limita a las relaciones entre las personas. Los ancestros, sean estos personas que hayan vivido en el pasado, espíritus que habitan el paisaje, o seres míticos, todos contribuyen al bienestar de las personas brindando alimento, protección o sabiduría (Ingold 2000). Esto caracteriza también a las comunidades andinas para quienes la pachamama, los cerros, el agua y los antepasados, entre otras huacas, son seres que tienen incidencia directa en la vida, motivo por el cual se los quiere, respeta y teme (Haber 2007, 2010; Vilca 2010). Convertidos los antepasados en protectores del mundo de los vivos, sus restos mortuorios pasan a ser tratados como símbolos sagrados, metáforas primarias de sus ancestros (Gil García 2002; Nielsen 2010). En las relaciones con los

antepasados, la materialidad de los mismos jugaba un rol fundamental en la forma de malqui (momia del difunto), sepulcros, máscaras funerarias o huancas (monolitos de piedra). Como plantea Nielsen (2010), a diferencia de los cuerpos, los objetos imperecederos- los ancestros litificados- podían trascender el tiempo marcados en el espacio. Si bien tenemos más conocimiento sobre el culto a los antepasados en épocas cercanas a la conquista hispánica, la arqueología ha demostrado que este culto pudo retrotraerse varios milenios atrás, conociéndose máscaras, suplicantes y monolitos de épocas formativas (García Azcarate 1996; Aschero 2007; Scattolin 2010) ¿Pudieron entonces ser los megalitos presentes en la terraza los antepasados-huancas de los pobladores que la habitaron?

No tenemos aún elementos suficientes para responder estas preguntas. Estos megalitos pudieron ser significativos sólo durante un tiempo, por ejemplo durante la ocupación

temprana que se encuentra asentada entre los mismos (Figura 4), o pudo haber tenido una importancia a lo largo del tiempo, la dimensión histórica de la cual nos habla Zedeño (2000). Sabemos que solían reverenciarse peñascos de formas o colores particulares, como huancas a imagen de las montañas sagradas. Estas piedras al igual que los cerros, además de ser puentes con el otro mundo, actuaban como

Figura 3. Distintos megalitos en la terraza: (a) y (d) megalitos con morteros en la parte superior; (b) cavidades pulidas de posible origen antrópico; (c) vista desde abajo de megalito con círculos de piedra alrededor de su base.

Figura 4. Vista general, desde el megalito de la Figura 3-c, del sector este de la terraza con evidencias de ocupación temprana y tardía. Las flechas indican distintos megalitos.

que implicó el asentamiento en sitios de altura (Tarragó 2000), ¿pudo el asentamiento sobre un cerro estar reflejando la importancia de la protección de seres inmateriales frente a un momento de conflicto o incertidumbre?

Estudios etnográficos realizados entre los aborígenes australianos han mostrado como elementos que desde la visión occidental son considerados “naturales”, forman parte de una

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y cuantificables en términos materiales) y propiedades subjetivas. Cada grupo introduce sus propias pautas de ocupación, material y no material, añadiendo estratos a los restos materiales del uso anterior de otros grupos culturales (Anschuetz et al. 2001). La arqueología del paisaje busca entonces entender los efectos de la gente real en su vida real (Johnson 2007).

Es por esta capacidad de trasmitir información de cómo las comunidades se relacionan con sus entornos a lo largo del tiempo, que los estudios sobre el paisaje pueden servir también como un medio para un diálogo entre las culturas. En este sentido, no queremos dejar de hacer mención aquí sobre la relevancia que cobra el estudio del espacio y de los paisajes, pasados y presentes, a la luz de las luchas populares, especialmente campesinas y de pueblos originarios del continente americano. Los mapas de la conquista y la colonización fueron el producto de un intercambio entre colonizadores y colonizados que nunca fue reconocido desde la perspectiva europea (Harley 2002). Es hora de comenzar a aceptar el conocimiento del otro en un momento donde el espacio, y principalmente los territorios, se presentan como lugares vitales de resistencia y de construcción de alternativas al modelo occidental, a la vez que reconocemos que nuestra producción académica no es independiente de las cuestiones del presente y constituye una práctica política (Thomas 2000; Johnson 2007). La idea de mentes corporizadas en un tiempo y espacio no hace alusión sólo a las poblaciones que habitaron en el pasado, o a las poblaciones que habitan hoy lugares estudiados por la arqueología, sino también a nosotros en nuestra tarea de habitar haciendo arqueología. Hacer explícita esta noción no es algo menor frente a las corrientes teóricas de corte positivista que abogan por un conocimiento científico-académico que se postula como el único válido y de carácter global apelando a la razón y el método científico, suprimiendo así la validez de otras maneras de relacionarse con el mundo (Gnecco 1999; Castro-Gómez 2005).

monumentos que insertaban a la comunidad en una trayectoria histórica, articulándola con un pasado mítico o real a la vez que legitimaban la propiedad de la tierra (Tarragó y González 2004). Mientras buscamos mayores datos que nos permitan afirmar o negar esto, es interesante reflexionar sobre las interpretaciones clásicas donde los factores ecológicos ya parecían ser condición suficiente para el asentamiento. Consideramos que la perspectiva del habitar es coherente con nuevos enfoques que critican el fuerte determinismo ecológico- que en el mundo andino predominó durante mucho tiempo- considerando que las personas son agentes dinámicos que no sólo responden a los factores ambientales, sino que también crean, modelan y transforman sus ambientes (McGlade 1995; Erickson 1999). En este sentido pudo no haber una distinción de lugares rituales, domésticos o productivos (Thomas 2001), la terraza vista en conjunto pudo y debió ser todo eso a la vez. Es por el emplazamiento en el mundo que la gente no sólo genera su percepción sino también la esencia misma de su ser (Ingold 2000). “The landscape itself is a reticulate maze of criss-crossing lines of ancestral travel, with the most significant localities at its nodal points. Localities identified by particular landscape features – hills, rocks, gullies, waterholes and so on – embody the ancestors’ powers of creativity and movement in a congealed form. It is these powers, in turn, that engender living persons” (Ingold 2000:141).

REFLEXIONES FINALES

Esperamos que todo lo dicho hasta aquí haya permitido ver que el estudio de los paisajes se presenta como un marco apropiado para percibir y abarcar la extensa red de relaciones que las personas establecen con su entorno. Como constructos culturales que enmarcan la interacción de las personas con sus entornos estructurando percepciones y significados, incorporan recursos objetivos (tangibles

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En la Argentina, en las últimas décadas, la conformación de comunidades indígenas con personería jurídica y los reclamos por los territorios se han incrementado de manera sustancial. La problemática está lejos de tratarse simplemente de la “devolución” de las tierras a sus dueños originarios, habiendo una incontable cantidad de actores sociales involucrados, conflictos de intereses y luchas de poder. La localidad de Andalhuala no es ajena a esta realidad y actualmente se encuentra comprendida en el territorio reclamado por la Comunidad Indígena Ingamana, con personería jurídica reconocida por el Estado Nacional a través del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI)8. Según los estudios etnohistóricos, los Ingamana habrían sido originalmente mitmaqkuna incaicos, colonos trasladados por el inca para cumplir diversas funciones. Hasta la segunda mitad del siglo XVII estuvieron asentados en el valle de Yocavil, específicamente en los alrededores de Punta de Balasto (Lorandi 1988; Rodríguez 2008a) - lugar que hoy se constituye como centro político de la comunidad actual-, siendo encomendados a distintos conquistadores durante las Guerras Calchaquíes.

El discurso arqueológico, histórico y etnohistórico sostuvo durante mucho tiempo el supuesto “vaciamiento” de los valles Calchaquíes luego de la segunda campaña militar de Mercado y Villacorta en 1664, que logró sofocar los alzamientos indígenas. Las poblaciones locales fueron desnaturalizadas, trasladándolas a distintas zonas, prevaleciendo la idea de que a partir de ese momento no quedaron indígenas en los valles (Lorandi y Boixadós 1987-88). La implicancia política de tal afirmación es clara, dado que anula las relaciones de los actuales pobladores con los habitantes originarios pero sobre todo con las tierras donde de por sí viven.

Afortunadamente esta imagen a comenzado a cambiar a partir de trabajos que reflexionan sobre la idea de “vaciamiento de los valles”, mostrando que la presencia de la población

indígena fue constante (Marchegiani et al. 2003; Rodríguez 2008b), resaltando una problemática de la arqueología argentina, principalmente del Noroeste: la ausencia de las poblaciones locales en los producción arqueológica de las últimas décadas, relacionado tanto con la definición del objeto de estudio de la disciplina como con un estilo particular de escritura relacionado a una práctica “a- política” (Marchegiani et al. 2006). Estas poblaciones- se reconozcan o no como originarias- fueron así consideradas elementos neutrales al margen de los proyectos estrictamente arqueológicos. Los movimientos indígenas actuales, más allá del grado de incidencia en las distintas zonas, pusieron en jaque esa neutralidad al reclamar derechos sobre el territorio, el “patrimonio arqueológico”9 y los discursos generados sobre ambos.

Un análisis exhaustivo de este fenómeno excede ampliamente los objetivos de este trabajo pero es necesario comenzar a pensar estas problemáticas, que por otro lado afectan directamente a la arqueología, como uno de esos actores involucrados (y con intereses claramente expresados en proyectos de investigación). Si los reclamos de los pueblos originarios están centrados en los territorios y nosotros (arqueólogos) defendemos que tenemos algo que decir sobre los mismos, consideramos que las tendencias antes mencionadas deben comenzar a revertirse sobre todo a la hora de estudiar los paisajes “arqueológicos” donde las poblaciones actuales habitan y de los cuales tienen su propia percepción.

Como plantea Porto-Gonçalves (2009), sociedad y paisaje son indisolubles, dado que toda sociedad al conformarse lo hace constituyendo su espacio, su hábitat, su territorio. De esta manera los territorios se presentan como modos distintos de apropiarse de la tierra por culturas diferentes. La imposición modelo occidental que separa ontológicamente a la naturaleza de la sociedad ya no puede ser sostenida, de lo contrario sería negarles a los otros pueblos la posibilidad

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misma de su constitución. Desde el modelo relacional propuesto por Ingold (2000), la personalidad de alguien no depende de elementos o características esenciales transmitidas de generación en generación sino de la experiencia cotidiana de habitar el ambiente, las actividades prácticas de la gente en el curso de sus vidas, de ahí la importancia fundamental de la tierra en la constitución de los organismos. Si la identidad de las personas se define sólo por los atributos heredados de sus antecesores, esto implicaría que la generación de las personas es independiente del proceso de la vida. Por el contrario, es en este proceso de la vida donde se conforma netamente la identidad de las personas y se entabla la relación con el ambiente, de ahí la importancia de los reclamos por la tierra. El territorio es la esencia…

NOTAS

1 Este trabajo se basó en una versión anterior presentada como monografía final al Seminario de Doctorado Arqueología, Materialidad, Significado y Poder dictado por el Dr. Axel E. Nielsen en diciembre de 2010 en el Instituto Interdisciplinario Tilcara (UBA).

2 Variabilidad en la construcción y el uso de los paisajes arqueológicos en el valle de Andalhuala y aledaños, valle de Santa María, Catamarca. Proyecto doctoral presentado en FFyL- UBA. Ms.

3 En el original (Soja 1985:98-99): Outcome- embodiment- product and medium- presupposition- producer.

4 Un ejemplo interesante del uso de la cartografía en arqueología lo brinda Quiroga (2007) al reflexionar sobre las representaciones cartográficas generadas en los estudios del Noroeste Argentino.

5 Especialmente si tenemos en cuenta contextos donde la minería a cielo abierto está “eliminando” cerros enteros, fenómeno que está afectando críticamente a muchas poblaciones actuales de la Argentina, como bien apuntara uno de los evaluadores del manuscrito.

6 Bourdieu (2007:86) define el habitus como “sistemas de disposiciones duraderas y transferibles,

estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente reguladas y regulares sin ser para nada el producto de la obediencia a determinadas reglas, y, por todo ello, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de orquesta”.

7 El momento de producción de las alfarerías San José, Shiquimil, Lorohuasi y Loma Rica, propuestas como de inicios del Tardío (Perrotta y Podestá 1978), los vínculos que tienen entre sí, y su relación con el estilo Santa María se encuentran en revisión (Álvarez Larrain et al. 2012).

8 El caso de la Comunidad Ingamana tal como se manifiesta en Andalhuala es relativamente reciente y sumamente complejo por la multiplicidad de actores involucrados. Un desarrollo serio del tema requerirá en adelante diversas instancias de comunicación.

9 La cuestión del patrimonio arqueológico es también bastante complejo. ¿Qué se considera dentro del patrimonio? ¿En función de los criterios de quién? ¿A quién pertenece dicho patrimonio? Estas son algunas de las preguntas que actualmente están en el centro del debate (Endere 2002).

AGRADECIMIENTOS

Agradezco al Dr. Nielsen por sus aportes teóricos y a mis compañeros de cursada del seminario por hacer de la estadía en Tilcara una agradable experiencia. Quiero agradecer especialmente a Carolina Quintana, Álvaro Martel, Catriel Greco y Romina Spano, por sus lecturas de versiones preliminares de este trabajo y a José María Vaquer y Kevin Lane por sus recomendaciones bibliográficas y los interesantes comentarios hechos a este trabajo. No obstante todo lo escrito corre exclusivamente por mi cuenta.

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1 Alina Álvarez Larrain es Licenciada en Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología y Profesora en Enseñanza Media y Superior en Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde el año 2005 participa en el Proyecto Yocavil. Actualmente se desempeña como becaria doctoral del CONICET con un proyecto sobre el estudio de la arquitectura y la construcción de los paisajes en la localidad de Andalhuala, sur del valle de Yocavil (Catamarca, Argentina.

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LAS MADERAS EN EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO PORTEÑO: PRIMERA APROXIMACIÓN A LAS TRANSFORMACIONES

DENTRO Y FUERA DE LA ESTRUCTURA SOCIAL

Iván Díaz1

RESUMEN

Este trabajo constituye un acercamiento preliminar en la búsqueda de explicaciones que den cuenta de las posibles causas de la escasez de maderas en el registro arqueológico de la Ciudad de Buenos Aires. Se procedió a partir de lo observado en algunas maderas arqueológicas procedentes de seis sitios de San José de Flores. A su vez, se tuvo en cuenta el contexto general socio económico e histórico de Buenos Aires. El análisis general y particular de los datos permitió hipotetizar que posiblemente la poca visibilidad de las maderas en el registró arqueológico porteño fue dada por la suma y articulación conjunta de diversos factores como la distribución geográfica de los bosques nativos, las características climáticas de la ciudad y la limitación de los recursos para ciertos sectores sociales, entre otros.

Palabras clave: Ciudad de Buenos Aires; Procesos post-depositacionales; Reutilización; Maderas; San José de las Flores.

TIMBER ARCHAEOLOGICAL RECORD IN BUENOS AIRES CITY: A PRELIMINARY APPROACH TO THE TRANSFORMATIONS INSIDE

AND OUTSIDE SOCIAL STRUCTURE

ABSTRACT

This paper is a preliminary approach in search of explanations to account for the possible causes of the scarcity of wood in the archaeological record of the City of Buenos Aires. We proceeded from that observed in some woods from six archaeological sites of San José de Flores. In turn, we took into account the overall context of socio-economic and historical Buenos Aires. General and specific analysis of the data allowed us to determine that perhaps the poor visibility of timber in the archaeological record of Buenos Aires was given by the sum and articulation joint of various factors such as geographic distribution of native forests, climatic characteristics typical of the city, the limitation of resources for certain social groups, among others.

Keywords: Buenos Aires City; Post-depositional processes; Reuse; Timber; San José de Flores.

1 Proyecto Arqueológico Flores, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Argentina. E-mail: [email protected]

Díaz, Iván A. 2012. Las maderas en el registro arqueológico porteño: primera aproximación a las transformaciones dentro y fuera del sistema social. La Zaranda de Ideas: Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8: 31-48. Buenos Aires.

Recibido en junio de 2011; aceptado en marzo de 2012.

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Ivan Díaz - Las maderas en el registro arqueológico porteño...

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INTRODUCCIÓN

Debemos pensar el contexto urbano de Buenos Aires del siglo XIX y de los pueblos periféricos, con sus actividades económicas constructivas, como parte integrada de un todo, modificado por las diversas influencias externas e internas. Estas influencias generaron cambios en la configuración territorial de la ciudad y zonas periféricas, mediante la incorporación y eliminación de diversos recursos naturales, entre ellos las maderas. En este trabajo nos enfocaremos en algunas zonas de la actual Ciudad de Buenos Aires, sin descuidar su importancia histórica y económica como ciudad-puerto.

De esta forma, podemos ir prefigurando el objetivo de este trabajo, que consiste en intentar una aproximación al entendimiento de por qué en el contexto arqueológico urbano del barrio de Flores es difícil el hallazgo de restos maderíferos abundantes y en buen estado de conservación.

El planteamiento inicial, determinado por los trabajos arqueológicos, requiere que nos situemos en el seno de un contexto y periodo histórico concreto, a saber, el barrio de San José de Flores durante el siglo XIX y principios del XX. Se pretende extender el enfoque hasta englobar variables específicas como las condiciones climáticas y el suelo característico de la zona de estudio. También en un plano más abarcativo, intentaremos mencionar brevemente algunas dinámicas sociales porteñas de la época, y sus conexiones con las zonas aledañas, respetando el periodo mencionado. También, mencionaremos algunas modalidades de explotación maderifera durante el periodo considerado, en ámbitos urbanos y peri-urbanos.

En este trabajo sólo pretendemos indagar sobre algunas pistas importantes que permitan entender el problema de la visibilidad y conservación de los artefactos de madera en el contexto porteño actual.

Se partirá del análisis de algunos objetos de madera hallados en el marco del Proyecto Arqueológico Flores, dirigido por el licenciado Ulises Camino, haciendo hincapié en los variados patrones de descarte propuestos por el modelo de flujo artefactual de Schiffer (1987), el cual nos permitirá aproximarnos al objetivo buscado.

Las causas que originalmente nos llevaron a plantearnos este estudio han sido varias, pero una de las fundamentales es la falta de bibliografía arqueológica en Argentina que trate esta problemática, sobre todo, adecuada al contexto de la ciudad de Buenos Aires.

En este análisis convergen conocimientos y metodologías provenientes de distintas disciplinas. Por esta razón el objetivo es darle un enfoque somero desde la biología y la botánica, ya que no nos atañe concentrarnos en un análisis profundo desde estos campos. Así, la perspectiva utilizada es histórica y sociológica, sin desviarnos del campo analítico arqueológico en concreto.

Modelo teórico

Utilizaremos el modelo teórico propuesto por Schiffer (1987) para el flujo artefactual relacionado a la transformación sufrida por los artefactos antes de que los sitios arqueológicos queden enterrados; y los que sufren luego de su enterramiento. Mencionaremos sólo los conceptos más importantes de este modelo, entre ellos el concepto de reutilización.

El autor postula la existencia de procesos post-depositacionales culturales (C-transforms) y naturales (N- transforms). Para comprender mejor los procesos post-depositacionales culturales, Schiffer incluye dentro de estos los procesos de reclamación. Estos se producen cuando existe una transformación o paso de los objetos desde un contexto arqueológico a un contexto sistémico. Incluido dentro de los procesos de reclamación, junto a otros

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conceptos como reincorporación y rescate, se encuentra la idea de reutilización. Previamente a los procesos de transformación de los objetos arqueológicos en objetos de uso cotidiano, el autor reconoce que pueden existir otros tipos de conductas frente a los artefactos, como los descartes primarios, secundarios y provisionales (Schiffer 1987).

La reutilización es una forma de reclamación artefactual que se produce secuencialmente detrás de eslabones previos tales como el uso y descarte del artefacto.

Por otra parte , los procesos post-depositacionales naturales son los hechos naturales que determinan tanto el enterramiento como la supervivencia del registro arqueológico (Renfrew y Bahn 1998). Los agentes naturales más importantes que puedan afectar un contexto arqueológico son la lluvia, el viento, la fauna y flora circundante, entre otros.

Los aspectos mencionados son aplicables a todos los artefactos pero debemos dejar lugar para abordar particularmente los materiales orgánicos que nos conciernen y la manera específica en la que también son perjudicados por los procesos post-depositacionales naturales.

Contexto histórico

A mediados del siglo XIX se llevaban a cabo en Europa los procesos de industrialización dentro de la denominada segunda revolución industrial, situación que motivó la transformación de Buenos Aires en un puerto exportador de productos agropecuarios hacia Europa, sobre todo a Inglaterra (Ferrer 1963). Atmósfera que podría sintetizarse adecuadamente en la conocida frase del economista Richard Cobden (1879): “Inglaterra será el taller del mundo y la América del Sur su granja.”

Tal escenario tuvo un impacto directo en la demografía nacional y local, provocando un

repentino crecimiento poblacional en las zonas urbanas y, por consiguiente, un fuerte efecto en el volumen de las mercancías nacionales.

Mientras que en el contexto internacional se desarrollaba el avance de la industrialización, en el contexto nacional y sobre todo el porteño, bajo el gobierno de Rosas específicamente, se implementaba la integración de la economía del ganadero, con la industrialización y comercialización del producto (Jauretche 2008 [1966]). La creciente expansión agropecuaria repercutió directamente en la infraestructura de Buenos Aires, fomentando la aparición, desarrollo y auge de cuatro elementos esenciales. Estos fueron: 1) el frigorífico, cuya aparición permitió un aumento del ganado local, mayor aprovechamiento del mismo y de las tierras para su desarrollo, reemplazando así al mercado del tasajo (carne seca y salada para su conservación); y 2) la aparición del ferrocarril con la creación en 1857 de la primera línea nacional que permitió el desarrollo y expansión de la agricultura, favoreciendo la cohesión geopolítica. Como consecuencia directa de los anteriores se implementó 3) el cercamiento como perímetro para el ganado y delimitación de las tierras de cultivo. Por último, 4) si bien ha precedido en relevancia y antigüedad a los anteriores, no debe desestimarse el rol medular de la construcción de embarcaciones, sin las cuales no hubiese sido posible insertar los productos y materias primas en el contexto internacional.

Concentración urbana y población

Con su crecimiento, la población de la Ciudad de Buenos Aires empezó a experimentar cambios en su composición estructural. Considerando el periodo entre 1857 y 1911, la inmigración de ultramar representó la base del crecimiento urbano en la Argentina. De esta forma, la aglomeración metropolitana concentró entre el 25 y el 30% de la población extranjera total (Gino Germani 1995). Con posterioridad a 1930 se produce otro periodo

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de crecimiento urbano. Como afirma Giberti “Toda esta concentración obliga a construir rápidamente una gran ciudad (...) instalaciones portuarias y estaciones de ferrocarril, edificios para la administración de los negocios, etc...” (1964:19).

Algunas utilizaciones históricas de los recursos maderíferos

Como sugerimos anteriormente, el puerto de la Ciudad de Buenos Aires cumplió un rol esencial en la situación socio-económica de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Esto puede ser articulado con las afirmaciones de Jauretche, quien considera que el puerto: “...determina la concentración de todo el aparato administrativo del Estado y se convierte en el gran centro de consumo y trabajo, donde son posibles, además de los consumos esenciales, los consumos de lujo y confort...” (Jaouretche 2008 [1966]:116). Esta situación de demanda, generada por una concentración mayor de personas, tanto del propio país como extranjeras, también empezó a impactar en el consumo del recurso maderífero. El consumo en aumento de este recurso natural, no solo derivó en la utilización de diversos artefactos utilizados para las construcciones a la intemperie (e.g. tarugos para el enmaderado de calles, adoquines, postes, vigas, etc.), sino también en artefactos de ebanistería, carpintería, elementos de uso cotidiano (e.g. muebles, pinceles, broches), derivados de la madera como alcoholes, aserrín, empleos mas delicados como instrumentos musicales (Díaz 2010) y por supuesto un amplio uso en embarcaciones. Desde el siglo XVIII se demandó cada vez más cantidad de madera (ya sea proveniente directamente del árbol, o de restos de artefactos previamente manufacturados), que fue el reflejo directo de la progresiva concentración urbana acaecida por las dinámicas económicas. El resultado fue el aumento del uso de la madera como combustible, tanto para empleo doméstico (cocción, calefacción), como industrial, este

último asociado íntimamente al ferrocarril (cuya demanda iba desde madera para los durmientes de las vías, hasta madera para combustión de la locomotora).

En relación al uso de la madera ligada al ámbito doméstico como la cocción y calefacción, ya desde el siglo XVIII esta provenía principalmente desde el Tucumán, Paraguay y la Banda Oriental (Furlong 1946). En el ámbito local, procedía, mayormente de los durazneros plantados en los pueblos aledaños a la Ciudad de Buenos Aires, como San José de Flores, Belgrano, San Isidro y otras fincas periféricas. También de los bosques de tala, que en palabras del ingeniero agrónomo Tortorelli, al poseer un tronco sinuoso: “... no permiten su uso en aplicaciones que, como construcciones civiles y navales, podría ser apropiada por su dureza; se utiliza, en cambio, en escala importante para leña y carbón.” (Tortorelli 2009: 321)

Con respecto al incremento del consumo del recurso maderífero para el empleo en postes de cercamiento, durmientes y artefactos de construcción, las principales maderas utilizadas fueron el ñandubay (Prosopis algarobilla) y palmeras de yatay (Butia yatay), ambas procedentes de Entre Rios. También se utilizó el quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae), el quebracho colorado santiagueño (Schinopsis lorentzii), el quebracho blanco (Aspidosperma quebracho-blanco), el algarrobo blanco (Prosopis alba) y el lapacho negro o lapacho (Tabebuia ipe) (Tortorelli 2009).

Es fácil percibir que muchas de estas especies comenzaron a explotarse con mayor intensidad luego de 1857, cuando el ferrocarril empieza a expandirse y adentrarse hacia los grandes bosques que permitían una extensa explotación de sus recursos, sobre todo, acompañando la ampliación de la frontera que implementaba el gobierno nacional hacia el norte. Este enfoque puede comprenderse mejor con la afirmación de la antropóloga Marcela Brac: “...la producción

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de la región chaqueña era subsidiaria al modelo pampeano, se aplicó para ella una política puramente extractiva. La madera que se producía en Chaco y Santiago del Estero, servía de postes para alambrado de campos -de la región pampeana- y para el tendido de las vías férreas.” (2008:23)

Antes que el ferrocarril ampliara su extensión por los lugares económicamente estratégicos de la Argentina, en los bosques (Figura 1) donde se empezó a extraer la materia prima para los primeros durmientes, el árbol de quebracho (en algunos casos ñandubay) recién cortado era trasladado hacia los aserraderos en cachapés. El cachapé era un carro antiguo, arrastrado por bueyes, empleado para transportar troncos en las forestaciones, y constaba sólo de un armazón ligero colocado sobre los ejes.

de algún tipo de carro típico del siglo XIX, que pudiese soportar largas distancias con bastante peso. Los carros típicos tenían una armazón consistente en un bastidor con listones o cuerdas para sostener la carga, tablas en los costados y a veces en los frentes para sujetarla (Alemani y Bolufer 1948).

Evidencia arqueológica

Para visualizar el pasado y la historia de los artefactos de madera hallados, procederemos a describirlos con sus particulares características. En San José de Flores fueron hallados en dos sitios diferentes, llamados Corralón de Floresta y Rodríguez-Visillac, algunos materiales de importancia que posiblemente nos permitan aproximarnos al entendimiento de la escasez de maderas en el registro: tres durmientes enteros, uno fragmentado y un trozo de marco de abertura (puerta o ventana).

Los sitios que aportaron artefactos de madera no fueron los únicos tenidos en cuenta para apoyar el planteo. También se consideraron otros cuatro sitios: Nazca 313, Plaza Pueyrredón, La Moyosa y Sanatorium Flores. Todos los sitios -un total de seis- se ubican en San José de Flores y fueron investigados en el marco del Proyecto Arqueológico Flores.

Se debe recordar que los descartes de materiales de la Ciudad de Buenos Aires, iban a parar muchas veces a los pueblos colindantes, como relleno de terrenos (Camino 2011). A su vez, el flujo material entre la Ciudad de Buenos Aires, los pueblos vecinos y las áreas rurales periféricas, era muy activo. Por lo tanto, las vastas zonas que rodeaban a la gran ciudad recibían gran cantidad de materiales, ya sea cómo basura o como mercancías.

En el sitio Nazca 313 fueron hallados un total aproximado de 769 materiales, entre los cuales no se registraron fragmentos ni instrumentos de madera. Los restos fueron fechados con seguridad como anteriores a

En relación al traslado de los troncos o durmientes ya elaborados, desde el lugar de extracción y labrado hasta la provincia de Buenos Aires y los respectivos puntos de empleo, es probable que se trasladaran a través

Figura 1. Distribución boscosa del país.

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1909 (Camino 2011). En este sitio, se realizaron excavaciones sistemáticas.

En Plaza Pueyrredón se hallaron también, entre materiales enteros y fragmentados, aproximadamente 5463, de los cuales solo se pudieron identificar en estado fragmentado 21 restos de maderas. Los materiales fueron fechados para 1930 (Camino 2011). Estos artefactos resultaron del planteo de cuadrículas, una trinchera y recolección superficial. Los fragmentos de madera hallados se encuentran a l tamente fragmentados, d i f icu ltando la identificación de las especies a la cual pertenecen.

2011). El pilote se obtuvo en un contexto estratigráfico bien definido, producto de excavaciones sin restricciones de tiempo. Sin embargo, el fragmento de durmiente se halló descontextualizado.

Finalmente, en el sitio Sanatorium Flores se hallaron escasos fragmentos de maderas (Camino com. pers. 2011), algunos mal conservados. Se realizaron excavaciones de rescate y recolección superficial.

Con respecto a los artefactos hallados en Rodríguez-Visillac y Corralón de Floresta, vemos que: las dimensiones del fragmento

El sitio Corralón de Floresta fue el que aportó evidencias maderíferas claras. De un total de 4563 materiales procesados, solo se identificaron los tres durmientes y el trozo de marco (Figura 2). El sitio fue fechado con seguridad entre finales del siglo XIX y principios del XX. Se realizaron excavaciones sistemáticas y de rescate, obteniéndose contextos estratigráficos bien definidos, ya que son productos de relleno (Camino 2011).

Las excavaciones realizadas en el sitio La Moyosa arrojaron un total aproximado de 878 restos materiales, entre los cuales no se identificaron maderas. Los restos fueron datados entre los años 1880 y 1950.

Otro sitio con restos maderíferos en forma de fragmentos y artefactos, fue Rodríguez-Visillac. De un total aproximado de 1200 materiales contabilizados, se halló un pilote y un fragmento de durmiente de quebracho. Ambos fueron fechados antes de 1857 (Camino

Figura 2. Fragmento de marco.

de durmiente son de 27 x 24 x 10 cm y se destaca por poseer una canaleta de 25,3 cm de largo, 10 cm de ancho y 6,5 cm de profundidad, que lo atraviesa de extremo a extremo. Esta canaleta presenta un corte regular (observado en su forma y bordes), rasgos que indican una actividad antrópica planificada. A su vez, a una distancia de 7 cm de uno de los extremos de la canaleta, se observa un pequeño agujero de forma ovalada de 6 x 3,5 cm (Figura 3). Este artefacto fue hallado debajo del piso de una de las estructuras excavadas (en Rodríguez-Visillac), en posición vertical. Posiblemente el durmiente sirvió como poste para el antiguo cerco que dividía el predio de las vías del ferrocarril. En algún momento, tal vez debido a algún esfuerzo sobre el durmiente, éste se quebró, quedando un trozo depositado en el suelo. En cuanto a la canaleta que presenta el fragmento, aún no hemos podido determinar su funcionalidad.

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Los tres durmientes completos tienen una dimensión aproximada de 82 x 19 x 8 cm, pero presentan diferencias entre sí con respecto al grado de conservación

de ellos, que posee restos de asfalto en parte de una de las caras. Los tres durmientes fueron encontrados donde antiguamente se emplazaba una herrería (Corralón de Floresta) encargada del herrado de los equinos que se utilizaban en la recolección de residuos domiciliarios zonales (Turk 2009). Según ex trabajadores del predio, los durmientes fueron utilizados para el transporte de carbón hacia la herrería a través de una vagoneta montada sobre rieles (Camino 2009).

Finalmente, el fragmento de marco presenta medidas de 67 x 9,3 x 6 cm, con un agujero rectangular de paso -posiblemente de cerradura chica- hacia uno de los extremos de 3,4 x 7,9 cm, y posee restos carbonizados en uno de los extremos, abarcando ambos lados. El extremo opuesto al quemado se encuentra fracturado de forma posiblemente manual, o sea quebrado por alguna fuerza que no ha dejado rastros de golpes ni de instrumentos filosos cortantes.

Breve descripción del clima y suelo del área

El territorio de la actual Ciudad de Buenos Aires se ubica en un área de clima húmedo subtropical. Las estaciones cálidas presentan abundantes precipitaciones, sobre todo entre noviembre y abril. Dentro de este periodo, abril es el mes que presenta mayores días con precipitaciones (entre cinco y diez) (Camilloni y Barros 2010). También estos autores argumentan que “La mayor frecuencia de tormentas se registra durante los meses de verano. Esto es consecuencia de la intensa convección que se

Figura 4. Uno de los durmientes hallados. Dimensión aproximada 82x19x8 cm.

Figura 3. Fragmento de durmiente.

(Figura 4). El primer durmiente analizado presenta un corte cóncavo en uno de sus extremos que abarca parte de ambas caras, que probablemente haya sido producto de algún esfuerzo humano (por la forma del corte). También, se observa en uno de sus lados, hacia el extremo opuesto del corte cóncavo, un agujero de 9 x 8,8 cm, con una profundidad de 2,5 cm. Tal agujero, quizás, sea producto del deterioro post-depositacional u otro agente no humano, ya que no evidencia cortes o daños de índole instrumental, presentando, por el contrario, una concavidad desprolijamente redondeada y agrietada. La otra cara exhibe partes carbonizadas y partes de los bordes con óxido ferroso, producto del contacto con el hierro de las vías. Los dos durmientes restantes están mucho mejor conservados, excepto uno

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produce en la región alimentada por el vapor de agua que es transportado por una intensa corriente en chorro en los niveles bajos de la atmósfera” (disponible online). La ubicación geográfica de la ciudad y los datos pluviales muestran una acumulación de humedad sobre el territorio de Buenos Aires.

Los suelos de la Ciudad de Buenos Aires y el área circundante son clasificados como “Molisoles” que se han desarrollado a partir del “Loess pampeano”, características edáficas que favorecen las potencialidades geotécnicas y agronómicas (Morras et al. 2010). Según la clasificación de los suelos efectuadas por estos autores, “...Los molisoles de la Pampa Ondulada, dentro de la cual se encuentra el área metropolitana de Buenos Aires, se han desarrollado en un ambiente húmedo, denominado údico...” (disponible online).

Por otro lado, en relación al sedimento típico de la ciudad de Buenos Aires, Rimoldi y Morras (2010) afirman que: “Todos los terrenos ubicados en cotas inferiores a seis metros (msnm) poseen características desfavorables para la urbanización, dado las proporciones variables de arcillas expansibles y las malas condiciones de permeabilidad. Estos materiales aparecen principalmente en la zona norte y sur (...) debe tenerse presente que las áreas de relleno ganadas al río son terrenos inestables y poseen altas tasas de subsidencia. A su vez, la presencia de sedimentos arcillosos y la humedad propia de estas áreas dificulta la compactación de los terrenos” (disponible online).

Como se puede inferir de la cita anterior, los suelos típicos de Buenos Aires varían en su composición arcillosa, limosa y arenosa, provocando muchas veces variaciones de permeabilidad que afectan de forma diversa a los artefactos orgánicos. Pero este agente no es el único que podría afectar a estos materiales.

Asimismo, geográficamente, San José de Flores se encontraba sobre una meseta

cruzada por los arroyos Maldonado y Cildañez. Al no haber erosión visible y poseer un buen equilibrio entre el egreso e ingreso de material sedimentario, generó condiciones aptas para el cultivo, con tierras de buen drenaje (Camino 2011).

Conservación de los artefactos

Se llegó a la determinación de que los durmientes fueron confeccionados en quebracho colorado chaqueño y el marco de abertura, muy probablemente, en madera de tala. De todas formas, antes de mencionar cómo se llegó a tal determinación, nos referiremos a algunas formas históricas de conservación.

Las maderas reservadas para alguna implementación constructiva, históricamente, debían mantenerse secas o tratarse con conservantes para evitar su descomposición (tal como actualmente se realiza). De esta forma, existe la posibilidad de que alguno de los artefactos aquí descriptos hayan sido tratados, por ejemplo con Cresota, una mezcla compleja de varios éteres obtenidos a partir de la destilación seca de la madera, que presenta buenas características antisépticas. Este compuesto fue utilizado a partir de las últimas décadas del siglo XIX (López y Zigaran 1973). A modo ilustrativo, podemos mencionar nuevamente a Furlong quien afirma, para las maderas próximas a ser utilizadas en construcciones “...el remedio es Gachuela de boñiga de bueyes, y con ella bañar bien toda la madera (...) poniéndola después a la sombra, y en donde no le de el agua (...) la preserva de encombarse o torcerse, como también de que no se raje.” (Furlong 1946:101). Es probable que la aplicación de algún tipo de conservante a las maderas, haya retrasado el deterioro producido por los agentes orgánicos y factores climáticos.

Sin embargo, considerando también algunas propiedades adicionales, los durmientes enteros y fragmentados, al estar construidos

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en madera de quebracho colorado es posible que hayan resistido un poco más a los agentes post-depositacionales orgánicos que el resto de las maderas. Quizá, esta conservación se deba al gran contenido de tanino que posee dicha madera, que es considerado por los especialistas como un producto de excreción que aumenta la resistencia de la madera a diferentes tipos de parásitos, dada la propiedad antiséptica del compuesto (Gola et al. 1936).

Metodología en el laboratorio

Los ar tefactos confecc ionados en quebracho colorado y tala fueron determinados como tales por la Dra. María Agueda Castro, bióloga del Laboratorio de Anatonomía Vegetal del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental (DBBE) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.

Las observaciones y análisis microscópios fueron realizados en base a la estructura anatómica de la madera. Se emplearon f r a gmentos pequeños de l a m i sma , cuidadosamente extraídos de uno de los extremos de cada artefacto. Los vasos de la madera, fibras y radios leñosos fueron las variables que permitieron la identificación específica.

El reacondicionamiento de los artefactos en el laboratorio se realizó bajo observación detallada y análisis macroscópicos. Los que mejor conservación presentaban fueron los tres durmientes enteros, mientras que el fragmento de durmiente y el marco de abertura exhibían un mayor deterioro. Por ejemplo, en el segmento de durmiente pudimos observar hongos de color blanquecino, que probablemente sean los llamados Mildiu, pertenecientes a la familia de los Saprofitos (organismos que no puede obtener su alimento mediante la fotosíntesis y en su lugar se nutren de restos de materia vegetal

o animal), y a su vez pertenecientes a la subfamilia de los Erysiphaceae (que incluye a los mildius pulvurentos). Estos últimos se llaman así porque sus numerosas esporas de color blanco forman una especie de telaraña polvorienta sobre la superficie de la madera (Smith et al. 1988).

Posteriormente, como mencionamos en un trabajo anterior (Díaz 2010), siguiendo recomendaciones profesionales de la conservadora del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires, Patricia Frazzi, para evitar la re-aparición de hongos en algunos sectores del fragmento de durmiente y, sobre todo, la expansión a sectores no atacados, se lo embebió con alcohol etílico y se lo envolvió con papel aluminio por más de 48 horas. Pasado ese lapso, se comprobó la eliminación casi total de los hongos sin la necesidad de aplicar algún tipo de fungicida. Finalmente procedimos a la limpieza del fragmento con un cepillo chico de pelos suaves y palillos de bambú para poder retirar fácilmente los restos de tierra (Díaz 2010). También presentaba restos de brea, la cual fue retirada cautelosamente (con elementos más resistentes) para no generar astillas.

Al trozo de marco no se le dedico ningún procedimiento conservante, simplemente se lo resguardó en un lugar seco y seguro.

Con respecto a la conservación de los tres durmientes enteros, tampoco fue necesaria la aplicación de técnicas conservantes, únicamente se extrajo la tierra, el polvo y restos de hollín con un cepillo grande. Uno de ellos también presentaba restos de brea que fue retirada cuidadosamente.

En ninguno de los artefactos fue necesaria la aplicación de conservantes químicos (como algún tipo de tapaporos, selladores de vetas, etc.), para lograr una mayor consolidación de la madera y evitar así su desintegración.

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DISCUSION

En la introducción expusimos que se debe considerar al contexto histórico-urbano de Buenos Aires y sus zonas aledañas como una parte integrada en un todo más amplio, sometido a interacciones e influencias externas que intervinieron en la configuración territorial de la ciudad y su periferia. Esto se produjo a través del uso y descarte continuo de los recursos materiales, entre ellos las maderas.

Parte de la información que tal vez pueda servirnos para entender qué aspectos del contexto histórico-social podrían haber intervenido en los circuitos artefactuales sistémicos. Algunos de esos aspectos son aquellos mencionados más arriba (contexto histórico). Estos macro componentes, posiblemente interconectados entre sí, podrían llegar a mostrar -directa y/o indirectamente- algunas dinámicas en los usos y descartes de los recursos maderíferos.

Jaureche mencionó a los tres primeros elementos como componentes económicos de gran importancia durante el siglo XIX para la expansión agropecuaria de la Argentina (Jauretche 2008 [1966]:99). Estos elementos fueron tomados, articulados entre sí y sumados a otro, que creemos de gran importancia, como la construcción de embarcaciones. Componentes de mucha importancia para las actividades socio-económicas de la zona de estudio.

Por otro lado, casualmente, los componentes que nombra Jauretche han involucrado el uso a gran escala de madera, por eso son propuestos en este trabajo como actividades económicas de gran influencia en los usos de estos recursos. Estos aspectos mencionados, son solo una pequeña fracción de los diversos e innumerables aspectos involucrados en las actividades materiales.

Pensamos que estos componentes agenciales podrían haber repercutido en los diversos tratamientos a los que se han sometido los artefactos de madera durante el proceso de circulación sistémico.

En relación a los cuatro elementos propuestos, el desarrollo del cerco, del ferrocarril y del frigorífico deja en evidencia un problema esencial con el que venía lidiando la Ciudad de Buenos Aires: la mencionada falta de grandes bosques nativos de madera resistente. Pero ¿qué relación hay entre el cerco, el ferrocarril, el frigorífico y la falta de bosques nativos de maderas duras y resistentes? El punto en común es que los nuevos implementos técnicos necesitaban grandes cantidades de maderas, y estas no se encontraban localmente disponibles. Asimismo, la falta de extensos bosques nativos que sirvieran como límites naturales a la administración y delimitación de pastizales, y tierras para el cultivo y animales, motivó la implementación del cerco (Giberti 1964).

Esta necesidad estuvo dada por la imposibilidad de desarrollar cultivos y actividad ganadera importante antes de la aparición a gran escala del cerco. El cerco otorgó un “ordenamiento” (aparte de posibilidades defensivas frente al ganado intrusivo) a la periferia semirural que bordeaba la ciudad y así, permitió abastecer las demandas de materias primas de la ciudad-puerto. A su vez, el ferrocarril transportó grandes volúmenes de cereales, y el frigorífico procesó grandes volúmenes de carne vacuna traída del ganado que pastaba en las periferias.

Como afirma Graupera (1984:40), existió una: “...paulatina necesidad de generar una reorganización de las tierras mediante el proceso de cercamiento que permitiera sostener la creciente demanda de materias primas”.

A su vez, esta carencia mostraba la real falta

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de madera para la construcción y desarrollo a gran escala de postes de cercamiento, es decir, madera resistente a los embates de la intemperie y posible ganado intrusivo. Esta limitación a la disponibilidad del recurso maderífero para el uso de cercos fue quebrada poco a poco por la aparición del ferrocarril, y su expansión hacia el resto del país (en ese momento, la Confederación Nacional), donde los bosques nativos proporcionaban gran cantidad de especies de árboles, aptos para la explotación de su madera a mayor escala. Pero aquí surge nuevamente el inconveniente de la falta de grandes bosques nativos, debido a que la expansión del ferrocarril también demandaba el empleo a gran escala de maderas para la confección de durmientes. Es probable que los primeros durmientes estuviesen confeccionados con madera procedente del bosque Chaqueño, Paraguay o la Republica Oriental del Uruguay.

Por otra parte, volviendo al cerco, no olvidemos que los árboles que podrían haber sido utilizados como cerco natural, fueron en innumerables ocasiones cortados para expandir las áreas cultivables.

Se puede suponer que durante el siglo XIX podrían haberse utilizado plantaciones artificiales para una explotación a gran escala de la madera y que, a su vez, sirvieran de limitación al ganado vacuno y los campos sembrados. Pero las plantaciones mayoritarias de la época probablemente no proporcionaron el abastecimiento de madera requerido para el ritmo de expansión del ganado y cultivos, ni tampoco al ritmo y calidad de madera necesaria para desarrollar el ferrocarril. Dichas plantaciones eran: los durazneros (Prunus persica) -con una vida útil comercial de entre siete y nueve años-, los pinos (Pinus sylvestris), las higueras (Ficus carica), vides (Vitis vinifera), magnolias (Magnolia grandiflora), el ombú (Pircunia divisa), el arce real (Acer platanoides), el fresno (Fraxinus excelsior), entre otras. Tampoco los bosques de tala (Celtis tala) y

sauce criollo (Salix humboldtiana), que eran autóctonos, satisfacieron dicha necesidad. Las especies introducidas tenían finalidades ornamentales, predilección heredada de la colonia y ligada más al trazado urbano de la ciudad y pueblos que a la actividad económica (Suárez y Cueto 2010). Estas plantaciones (algunas de ellas presentes en San José de Flores) brindaban principalmente leña a la Ciudad de Buenos Aires.

Por este motivo, al considerar la flora del área, no podemos dejar de pensar que si bien existieron bosques nativos de tala en la provincia de Buenos Aires, la madera resultante, quizá, no era buena para producir instrumentos de alta resistencia como durmientes o postes. También existen registros de quebracho blanco en las zonas ribereñas, pero su densidad poblacional no era abundante como para sostener un empleo económico a gran escala. Los bosques autóctonos de tala se encontraban dispersos y alejados de las zonas de buenos pastizales, sobre todo a lo largo de barrancas y superficies accidentadas (Silveira com. pers. 2011). A su vez, no se niega un probable uso, en ocasiones, de madera de mala calidad para cercar el territorio, pero, como se menciona arriba, ésta posiblemente no era óptima para postes resistentes y de larga duración. De hecho, una estrategia de cuidado del territorio fue la vigilancia continua del ganado o áreas cultivadas en él, y/o el empleo de plantas espinosas.

Por otra parte, Flores fue uno de los pueblos periféricos a la Ciudad de Buenos Aires que, junto a Belgrano y Luján, constituían áreas de influencia económica y poblacional de ésta. Flores captó directa e indirectamente los cuatro elementos mencionados anteriormente. Tres de los cuales, como mencionamos, fueron propuestos originalmente por Jauretche.

Primero, la línea de ferrocarril desarrollada en 1857 tuvo allí su parada (estación Flores) con el objetivo de conectar la Ciudad de Buenos Aires y el pueblo, que era uno de los

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principales destinos vacacionales de la elite porteña (poseían propiedades semirurales). Esta conexión existía desde la colonia, ya que el pueblo se construyó a la vera del Camino Real, ruta que conectaba el puerto con el interior (Camino 2011). A su vez, en 1871 también llegó a Flores la primera línea de tranvías procedente de Buenos Aires. El tren también transportaba leña y frutos a la ciudad.

Segundo, hacia 1801 Flores, con el crecimiento económico y demográfico de Buenos Aires (producto de su constitución como nueva capital del Virreinato del Río de La Plata) comenzó a ser parcelado, con la finalidad de vender sus tierras. Esta parcelación también implicó un elevado empleo de madera. Con el paso del tiempo la parcelación se fue extendiendo cada vez más, hasta alcanzar su punto culmine con la llegada del ferrocarril.

Tercero, las tierras parceladas de Flores también permitieron el desarrollo del ganado, cultivo y plantaciones en ellas, sobre todo frente a la aparición del frigorífico. Este apareció comercialmente por primera vez en 1842, pero la conservación de alimentos congelados a gran escala no surgió hasta fines del siglo XIX con la aparición de los congeladores mecánicos.

Cuarto y último, los nuevos medios de transportes y/o la facilidad de acceso del trazado de caminos desde y hacia Buenos Aires, sumados al crecimiento demográfico de Flores, impactaron en el desarrollo productivo del mismo, sobre todo a través de productos agropecuarios (ganado, frutos y cereales) que tenían como destino la ciudad y el comercio internacional. Es posible que este flujo de mercancías no se hubiese dado sin la construcción de embarcaciones que se implementaba en la zona portuaria.

San José de Flores probablemente, no se autoabasteció de maderas a gran escala y calidad, ni tampoco lo hizo a la Ciudad de Buenos Aires. Como mencionamos más arriba,

las plantaciones estaban destinadas, entre otras cosas al abastecimiento de leña. Posiblemente, en un principio, las maderas para el cercamiento hayan sido traídas de plantaciones naturales de baja calidad, presentes en las zonas ribereñas, y/o de países vecinos.

Por otro lado, consideramos que los artefactos también han sido perturbados y dañados por los procesos postdepositacionales naturales. Como se mencionó más arriba, todos los sitios presentan redepositaciónes sedimentarias y estratigráficas procedentes de acumulaciones residuales. Estas acumulaciones, además de presentar intervención humana en su formación, dejan entrever que la acumulación de restos artefactuales de madera en compactos residuales heterogéneos, tienden a perturbar y transformar los materiales blandos o biológicos (fracturas, deformaciones, desplazamientos, etc.).

También, debemos considerar que los contextos de relleno, propician las condiciones para generar la fragmentación de las maderas, por ejemplo, a través del pisoteo (durante el proceso de relleno), o por el peso de los escombros (peso sedimentario), etc. En consecuencia, es viable considerar cierto grado de perturbación y alteración de los restos maderíferos.

Por otra parte, los artefactos de madera son afectados especialmente por los suelos, sedimentos, clima, humedad, flora, fauna pequeña, diversos insectos, como los xilófagos (comedores de madera) y también bacterias, como las metanogénicas (que obtienen su energía a través de la producción metabólica de gas metano). Estos agentes provocan no sólo la perturbación química y física (composición/dureza) de los artefactos, sino también desplazamientos posicionales en la estratigrafía. Sin embargo, en algunas ocasiones (y así lo demuestran parte de los artefactos hallados) un suelo o porción de suelo muy húmedo puede provocar en las maderas el efecto contrario,

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por ejemplo, su conservación. Esto se debe a que el exceso de agua genera un ambiente con poco oxígeno que suscita la preservación del material orgánico, en este caso las maderas. Esta humedad, provoca también la aparición de hongos (como se pudo constatar), que a largo plazo contribuyen al deterioro del artefacto o resto de madera.

Relacionando la información y las interpretaciones.

Cuando hablamos de reutilización, no sólo estamos aludiendo a cambios en los usos de los artefactos sino también, indirectamente, a cambios o permanencias en las relaciones sociales que incitan a modificar o mantener los usos originales de los mismos. Relaciones que están ampliamente vinculadas a los procesos económicos-sociales y a las condiciones ambientales locales. Es de esperar que la reutilización se haya producido debido a que no todos los individuos pudieron acceder a los recursos maderíferos de la misma forma. Existen innumerables situaciones de esta índole a lo largo de la historia. Recordemos que hacia mediados del siglo XIX había un amplio sector de libertos, que trabajaban como artesanos en la ciudad y peones empleados en las zonas rurales y fincas, ambos sin títulos ni fortunas. En efecto, estas personas eran explotadas por los mercaderes, terratenientes y hacendados que los sometían arduamente a una “...compleja red de relaciones de dependencia personal” (Azcuy Ameghino 2008: 22). Entonces, dadas estas condiciones, quizás pudo haber sido frecuente el cambio o traspaso de sector social de los artefactos de madera. Sin embargo, no siempre las relaciones sociales estructurales de la Ciudad de Buenos Aires condicionaron exclusivamente el acceso a los recursos críticos. Muchas veces, posiblemente éste haya sido establecido ideológicamente por la elite dominante que vio las limitaciones maderíferas para el tipo de desarrollo socio-económico que quería implementar y generó procesos que permitieron romper con esas limitaciones.

El consumo de madera a partir del desarrollo agrícola-ganadero (por consiguiente del cerco) y del ferrocarril incrementó abruptamente la incorporación y transporte de madera a la sociedad, sobre todo de madera de mejor calidad como la de los caldenes pampeanos y los quebrachos chaqueños.

Pero no sólo fueron los costos de traslado del recurso (Schávelzon 2000), y los usos principales al cual estaban destinados (industriales, agrícolas, ganaderos) los que pudieron haber motivado la reutilización de las maderas. Posiblemente pudo haber sido, a nuestro criterio, el monopolio del recurso escaso (orientado a los principales usos mencionados arriba) y la alta concentración de mano de obra en actividades comerciales centralizadas entorno a pocos individuos. Por ejemplo Furlong, basado en cédulas reales de la corona española, muestra la existencia desde el siglo XVIII de algunos pocos individuos carpinteros en la ciudad (para 1780, había 57 maestros carpinteros), de los cuales el más destacado fue Isidro Lorea, que además de artesano era un importador de maderas que: “...tenia galpones llenos de toda clase de ellas, era él el primero en presentarse en todas las licitaciones (...) pero tenía múltiples obreros, sobre todo esclavos a su disposición, hacia puertas y ventanas, mesas y sillas...” (Furlong 1946:119). Creemos que esta situación también puede ser extensible para el siglo XIX y principios del XX.

A s im i smo, t odo s l o s a r t e f a c to s hallados muestran rastros de haber sido descontextualizados de sus lugares de depositación primaria y reutilizados de una forma u otra. Por ejemplo, el trozo de durmiente se lo halló a tres metros aproximadamente de las vías del ferrocarril, dispuesto de una forma muy similar a los postes típicamente utilizados como divisorios perimetrales (vertical). Por otro lado, los tres durmientes y el fragmento de marco se encontraban muy cerca del lugar donde se ubicaba una balanza empleada hasta 1912, luego destruida y su agujero rellenado con

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escombros. Cuando se excavó dicho sector del terreno, se halló una gran cantidad de carbón de fogón junto a uno de los durmientes y el marco. Ambos presentan partes carbonizadas. Por consiguiente, es probable que tales artefactos hayan sido utilizados con la finalidad de provocar la combustión para algún objetivo que satisfaga una necesidad de corto plazo, como la cocción de alimentos, sobre todo teniendo en cuenta que no se hallaron más durmientes que los mencionados. O bien, para quemar restos de basura. La evidencia más clara de descontextualización de los restos (a excepción del pilote hallado en Rodríguez Visillac), es su carácter de material de relleno, material en claro contexto secundario.

Por esto, las necesidades de la población de Buenos Aires y áreas periféricas, en materia de satisfacción a corto plazo de insuficiencias cotidianas que requerían uso de maderas, posiblemente habrían llevado a la reutilización de los artefactos de madera, por lo menos hasta agotar su vida útil y terminar como material fragmentario de relleno.

Los artefactos posiblemente reutilizados están confeccionados en base a maderas que, durante el siglo XIX y principios del XX, fueron consideradas costosas, excepto el fragmento de marco. Esto demuestra, posiblemente, que no podían desaprovecharse maderas sobrantes de construcciones destruidas porque el costo de obtención era elevado y, sobre todo, la calidad de las maderas ligadas al desarrollo del ferrocarril y parcelamiento rural era muy buena como para desperdiciar las piezas que ya no se utilizaban en las construcciones de origen.

Los durmientes de quebracho indicados podrían haber sido reutilizados en nuevos tendidos viales ferroviarios, pero no existe evidencia contextual de ello.

Mencionados los aspectos anteriores, podemos evidenciar que la depositación, perturbación y representación de las maderas

en la formación de los sitios arqueológicos en Flores, posiblemente se han visto influenciados por: 1) las características climáticas/edáficas de la zona, 2) por las particularidades de los rellenos sedimentarios de los sitios, y 3) por las grandes actividades económicas llevadas a cabo en la zona.

Es de esperarse que los procesos de reclamación como la reutilización, junto a los factores naturales hayan sometido a los materiales maderíferos a una continua y elevada perturbación, favoreciendo a la conformación de un registro arqueológico urbano con escaso contenido de materiales maderíferos (también se pueden encontrar otros mater ia les de índole orgán ica reutilizados y deteriorados, como huesos, etc.) Así creemos que lo indican los sitios mencionados en este trabajo.

ÚLTIMAS PALABRAS

Como se ha podido ver, el contexto urbano de Buenos Aires y sus pueblos periféricos fueron una parte integrada en un todo más amplio sometido a interacciones e influencias externas que intervinieron en la configuración y ampliación territorial de la ciudad. Vimos que estas influencias estaban vinculadas a los desarrollos económicos y socio-históricos regionales, nacionales y mundiales, que fueron los causantes de un repentino crecimiento poblacional en las zonas urbanas y de un fuerte impacto en el volumen total de las mercancías nacionales.

Este impacto poblacional fomentó la aparición de cuatro elementos esenciales interconectados entre sí y que mostrarían, tal vez, las fluctuaciones en los usos y descartes de los recursos maderíferos. La distribución geográfica de los bosques nativos con buena madera, al estar alejados del principal centro urbano, elevaron los costos de transporte. Este encarecimiento posiblemente limitó el

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acceso maderífero de buena calidad a sólo aquellos que pudieran pagar esos costos, es decir, sectores ligados a la burguesía (dedicada a la manufactura de algunos productos y a la exportación de materia prima); y a la aristocracia terrateniente, también conectada a la exportación e importación. Al concentrarse cada vez más los recursos maderiferos en pocas manos, los sectores con menos recursos y fuerzas productivas a su disposición, posiblemente se vieron obligados a depender de maderas de menor calidad provenientes de artefactos previamente confeccionados para otros fines y destinados a sectores sociales diferentes. Al mismo tiempo, tal vez pudieron emplear maderas de buena calidad, pero condicionados a la presencia y abundancia de descarte de las mismas. Recordemos que el creciente desarrollo de ciertos factores productivos fue implementado como parte de necesidades frente a decisiones económicas burguesas regionales y nacionales. Por otro lado, en el registro arqueológico, los artefactos empezaron a sufrir las consecuencias naturales y climáticas (procesos post-depositacionales naturales) propias de la región bonaerense, consecuencias que, sumadas a las particularidades sedimentarias, y a los posibles procesos pre y post-depositacionales culturales como la reutilización, incrementaron su deterioro. Debemos recordar que el desgaste de algunas maderas no sólo podía darse por la conjunción de aquellos dos procesos, sino también por el elemento definitorio que era la calidad de la madera utilizada.

Los sitios que aportaron maderas para nuestro estudio, procedentes de San José de Flores, nos permitieron visualizar cómo, en términos generales, la sociedad de Buenos Aires fluctuaba activamente y de forma diversa entre ambos lugares. En palabras de Camino: “Otro aspecto fundamental es la dependencia del pueblo de Flores a la ciudad de Buenos Aires, puerto de entrada y de salida de todos los productos de la Cuenca del Plata” (2011:185).

Como dijimos, estas breves observaciones a lo mejor, podrán aproximarnos a los procesos a los que fueron sometidas las maderas cuando todavía eran parte de un sistema social estructurado y jerarquizado. Y asimismo, a la clase de procesos a las que podrían haber estado sometidas cuando cambiaron de sector social y pasaron a componer nuevos artefactos u otras aplicaciones (e.g. combustión). Y finalmente, podrán acercarnos a lo sucedido con las maderas cuando éstas dejaron el sistema social y pasaron a integrar el registro arqueológico de Flores.

Quedan abiertos múltiples interrogantes y posibles líneas de trabajo a futuro, como por ejemplo, poder demostrar diferencias históricas a partir del registro arqueológico, entre las modalidades de explotación y utilización de las maderas en ámbitos urbanos y rurales o peri-urbanos. También habría que establecer comparaciones entre las especies arbóreas más explotadas entre tales ámbitos. A su vez, poder determinar también qué porcentaje de maderas a nivel regional eran utilizadas para actividades píricas y qué porcentual de maderas fueron utilizadas para la fabricación de artefactos. Asimismo, poder identificar las variaciones estaciónales en la explotación de la madera.

Por último, habría que avanzar en dirección hacia una sistematización teórico-metodológica local, de los tipos de huellas y marcas más frecuentes de índole pre y postdepositacional encontradas en las maderas.

Estos procesos en el registro arqueológico, al ser de gran envergadura, aún son difíciles de visualizar con claridad y, por lo tanto, debe profundizarse mucho más su estudio. Sin embargo, esperamos haber podido contribuir a esclarecerlos un poco.

AGRADECIMIENTOS

Al licenciado Ulises Camino por el aporte

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de datos, materiales, incentivo y comentarios de especial relevancia. Al Dr. Sebastián Pastor por la atenta lectura del manuscrito original, aportes y sugerencias. A los doctores Daniel Schávelzon y Mario Silveira por sus comentarios que permitieron orientar mejor la investigación. A los evaluadores y editores por las acertadas correcciones. Finalmente, a mis compañeros del Proyecto Arqueológico Flores, por su apoyo y sugerencias.

NOTAS

1 Esta claro que el poste o madero como delimitación territorial tiene usos muy antiguos, y no propios de los contextos capitalistas. La propuesta es la aparición y expansión a gran escala del mismo bajo determinadas situaciones comerciales y de conflicto y/o vandalismo.

2 Los tres durmientes presentan variaciones milimétricas entre sí. Por cuestiones de resumen, se adoptan las mismas medidas para los tres.

3 Bacterias pertenecientes al grupo de las arquebacterias (microorganismos unicelulares procariotas, muchos de los cuales no requieren ni oxígeno ni luz solar para vivir) (Alemani y Bolufer 1948).

4 Seguramente éste no haya sido el único factor que encareció los costos de traslados de las maderas, es muy probable que el encarecimiento del traslado también fuera un proceso cíclico, ligado a los costos de los productos en la ciudad. Cuando los costos de las materias primas en Buenos Aires bajaban, el transporte de carga a larga distancia se abarataba (Cardozo y Brignoli 1979).

5 Ver trabajo de Segui y González del año 2009 publicado en el CD-ROM de las jornadas de: El área pampeana. Su abordaje a partir de estudios interdisciplinarios. Organizado por el Centro de Estudios en Ciencias Sociales y Naturales de Chivilcoy (CECH).

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1 Iván Alexis Díaz es estudiante de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente forma parte del Proyecto Arqueológico Flores y Arqueocoop Ltda., investigando los diferentes usos históricos de las maderas (y antracología) en la Ciudad de Buenos Aires.

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ELECCIONES TECNOLÓGICAS EN LA ALFARERÍA. UN ABORDAJE PRELIMINAR DE LA CERÁMICA DE CORRAL ALTO,

ANTOFAGASTA DE LA SIERRA (CATAMARCA)

Leticia I. Gasparotti1, Patricia S. Escola2

RESUMEN

En este trabajo se lleva a cabo un análisis preliminar del conjunto cerámico proveniente de la recolección superficial efectuada en el sitio Corral Alto (Antofagasta de la Sierra, Catamarca). A partir de una perspectiva tecnológica, el presente estudio se propone evaluar las elecciones propias que realizó cada alfarero/a en el proceso de manufactura de cerámica. Asimismo, se pretende acceder de manera preliminar a las intenciones o finalidades que guiaron la producción del conjunto. En este sentido, a partir de la elaboración de Grupos Cerámicos se analizan una serie de variables vinculadas con el componente tecnológico de los tiestos. Cabe destacar que los resultados alcanzados constituyen una novedosa contribución para el Tardío regional (ca. 1000 a 1430 d.C.) desde los sectores intermedios de la cuenca de Antofagasta de la Sierra.

Palabras Clave: Antofagasta de la Sierra; Cerámica; Tecnología; Período Tardío.

TECHNOLOGICAL CHOICES IN POTTERY. A PRELIMINAR APPROACH OF THE CERAMIC RECORD FROM CORRAL ALTO,

ANTOFAGASTA DE LA SIERRA (CATAMARCA)

ABSTRACT

In this paper a preliminary analysis of a ceramic assemblage from the surface collection of the site Corral Alto (Antofagasta de la Sierra, Catamarca) is presented. The study is developed from a technological perspective that evaluates the choices that each potter made during the manufacturing process. It also attempts to learn about the intentions or purposes that guided the production of the assemblages. In this sense, from the development of ceramic a number of variables related to the technological component of the pots are discussed. The results achieved bring new information on the regional Late Period (ca. 1000-1430 d.C.) from the intermediate sectors of the basin of Antofagasta de la Sierra.

Key words: Antofagasta de la Sierra; Pottery; Technology; Late Period.

1 Escuela de Arqueología. Universidad Nacional de Catamarca. E-mail: [email protected] CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. E-mail: [email protected]

Recibido en julio de 2011; aceptado en febrero de 2012.

Gasparotti, L. I. y P. S. Escola. 2012. Elecciones tecnológicas en la alfarería. Un abordaje preliminar de la cerámica de Corral Alto, Antofagasta de la Sierra (Catamarca). La Zaranda de Ideas: Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8 (1):49-64. Buenos Aires.

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INTRODUCCIÓN

Los materiales cerámicos arqueológicos proporcionan diverso tipo de información sobre las sociedades del pasado. No obstante, una forma de abordar esta problemática es conocer su proceso de manufactura, es decir, referirnos a la tecnología implicada en la elaboración de la cerámica. La tecnología se puede definir como un proceso de producción que implica conocimientos sobre los gestos y acciones implicados en la transformación de los materiales involucrados, mediante el uso de determinados instrumentos, y así obtener el producto deseado (Lemonnier 1992).

Desde esta perspectiva, se pretende identificar las elecciones permanentes que realiza el alfarero/a en el proceso de manufactura, con las cuales se podrá constituir una cadena fija o secuencia de operaciones esenciales (Lemonnier 1992). Asimismo, es de suma importancia considerar las discusiones sobre forma, tecnología y uso. Estas se basan en las decisiones que se tienen en cuenta al hacer un objeto, con el fin de modificar propiedades en función de clases particulares de usos para los cuales se ha concebido dicho objeto, aunque su función no quede restringida a esta primera idea a lo largo de su vida (Rice 1989).

En esta oportunidad pretendemos abordar el estudio de un conjunto cerámico mediante esta noción de tecnología y así, contribuir con nueva información de la microrregión de Antofagasta de la Sierra (Catamarca).

ANTECEDENTES

Los primeros antecedentes sobre la problemática arqueológica para la microrregión (sensu Olivera 1992) de Antofagasta de la Sierra (Catamarca) corresponden a un trabajo de J. B. Ambrosetti (1904) el cual se basa en los datos de un viaje que G. Gerling realizó entre 1897 y 1898 a la región, durante este

recorrido se obtuvo información sobre dos tumbas excavadas, cuyo material fue asignado a momentos Tardío-Inka, aunque también acompañado de materiales de contexto puneño. Luego, durante la V-VI expedición financiada por B. Muñiz Barreto (en los años 1923 y 1924), la zona fue visitada por W. Weiser, quien además de detallar cuidadosamente en su diario importantes lugares con arte rupestre, realiza un plano del sitio La Alumbrera. Hacia 1969 Omar Barrionuevo realizó varios viajes a la región y describe algunos sitios, al mismo tiempo que realiza una sistematización general de la cerámica (Vigliani 1999; Pérez 2009).

En el año 1973 se publica un trabajo realizado por Raffino y Cigliano que genera un nuevo enfoque sobre la situación en el “oasis” de Antofagasta de la Sierra (Raffino y Cigliano 1974). En este sentido, los autores realizan estudios arqueológicos en diferentes sitios de la zona, entre ellos La Alumbrera, a través de los cuales afirman que este sitio posee conjuntos cerámicos relacionados con el período alfarero Tardío, pero vinculados al imperio incaico. También describen el sitio El Coyparcito asignándole una funcionalidad de carácter defensivo, con recintos habitacionales en los cuales recogieron cerámica en superficie correspondiente al Horizonte Inca (Pérez 2009).

Estos autores establecen para el Tardío un modelo de control vertical (sensu Murra 1972) entre el valle de Hualfín (1300 msnm) y las estepas puneñas (4000 msnm). En este modelo, el sitio La Alumbrera (ubicado en un oasis de Puna) tendría un papel relevante, ya que funcionaría como un lugar estratégico donde se concentraba gran parte de la energía producida en este desierto de altura, que luego era comercializada por productos de otros ambientes provenientes de los valles de Catamarca y La Rioja que se encontraban bajo el dominio de la cultura Belén (Raffino y Cigliano y 1974).

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En este contexto, las ocupaciones correspondientes a tiempos prehispánicos tardíos en Antofagasta de la Sierra fueron consideradas como instalaciones humanas estratégicas, desde donde se proveía a las cabeceras de las jefaturas ubicadas en el valle de Hualfín, de productos tales como lana y sal, así como también se llevaban a cabo actividades pastoriles (Raffino y Cigliano y 1974). Cabe destacar que recientemente, a partir de información vinculada a representaciones rupestres, este modelo está siendo discutido y se evalúa la posibilidad de una situación de conflicto o tensión entre distintas esferas sociales: por un lado, la elite o cierto tipo de grupo corporativo en el fondo de cuenca y, por otro, las antiguas unidades familiares de pastores en los sectores intermedios (Martel y Aschero 2007; Cohen 2011).

En la década de 1980 Olivera y su equipo inician investigaciones en la región centrándose en la problemática agrícola-pastoril de sociedades tempranas. Posteriormente se suman investigaciones que intentan comprender los cambios experimentados por las sociedades de los momentos más tardíos de la secuencia (luego de ca. 1100 años AP). Inicialmente, en 1988, Olivera sistematiza el material cerámico recolectado en superficie en el sitio Bajo del Coypar vinculándolo con ocupaciones agro-alfareras tardías del Noroeste Argentino y, en particular, a la región Valliserrana Sur. Los autores destacan tipos cerámicos definidos como Belén seguidos por Santa María, luego un tipo negro sobre ante y algunos fragmentos de posible filiación incaica; el resto corresponde a tipos no decorados e indeterminados (Olivera 1988).

Posteriormente, los trabajos se concentraron en los sitios del fondo de la cuenca de Antofagasta de la Sierra: el sitio Bajo del Coypar I, con importantes estructuras agrícolas (Olivera y Aguirre 1995), y en Bajo del Coypar II, en los Cerros del Coypar, inmediatamente al oeste de los campos de cultivo mencionados (Vigliani 1999; Olivera y Vigliani 2000/2002). Por otro lado Vigliani (1999), refiriéndose

específicamente al período Tardío y trabajando en los sitios de Bajo del Coypar, encuentra una alta estandarización asociada principalmente a aquellas vasijas relacionadas con el almacenaje de granos, que se hace evidente en las características físico-mecánicas y morfológicas de las mismas.

OBJETIVOS

La mayoría de los trabajos llevados a cabo en la región para el período Tardío se centraron en ocupaciones del fondo de cuenca de la microrregión. Es por eso que en esta oportunidad resulta interesante abordar la problemática del Tardío regional a través de un sitio que se ubica en un microambiente diferente: los sectores intermedios (3550-3800 msnm). Por otro lado, existen escasos antecedentes sobre el abordaje tecnológico del registro cerámico para este período y en esta región, y si los hay, están relacionados a ocupaciones de fondo de cuenca (Vigliani 1999; Olivera y Vigliani 2000/2002; Vigliani 2005).

A raíz de lo expuesto, el presente trabajo busca realizar un análisis inicial del material cerámico del sitio Corral Alto (quebrada del río Miriguaca). Al respecto, se pretende identificar y establecer los procesos tecnológicos que se han realizado para la elaboración de los materiales, y con esto intentar esbozar las características y la utilidad que se le dio a un conjunto cerámico de ese momento (a partir de ca. 1100 AP) en Antofagasta de la Sierra.

EL CASO DE ESTUDIO: CORRAL ALTO

En la microrregión (sensu Olivera 1992) de Antofagasta de la Sierra, la cuenca del río Punilla es la red hidrográfica más importante de la zona. Este río, que finaliza su recorrido en las lagunas de Antofagasta, presenta una serie de tributarios que desaguan en él entre los que se destaca el río Miriguaca (Olivera et

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al. 2004) (Figura 1). Este último en su camino al Punilla, comprende una quebrada estrecha y protegida, con un curso de agua permanente y una excelente vega de buena pastura.

En el curso medio del río Miriguaca, a 3680 msnm se encuentra ubicado el sitio Corral Alto (Figura 1), que presenta características par t iculares en su emplazamiento. E l asentamiento se ubica sobre una terraza sobreelevada, que se prolonga desde la ladera del farallón ignimbrítico; esta localización permite un amplio control visual desde el sitio, sobre la quebrada del río, con un panorama de gran parte de la misma, de 180 grados de visión. Es interesante destacar que para acceder al sitio se debe ascender por una explanada de pendiente moderada y mediana dificultad, teniendo en cuenta que las características del terreno hacen que no sea posible observar las estructuras hasta llegar a la cima.

pueden diferenciarse una serie de alineaciones de piedra que subdividen el gran espacio, conformando un conjunto de estructuras circulares de pirca seca (tres contra la pared del farallón y una adosada al patio).

Figura 1. Ubicación del sitio Corral Alto dentro de la microrregión de Antofagasta de la Sierra. (Tomado y modificado de Rodríguez 2004)

En el sitio es posible diferenciar dos grandes sectores o espacios arquitectónicos discontinuos compuestos por un número escaso de recintos y diferenciados por una marcada pendiente entre ellos (Figura 2). El primero, al que se accede desde el ascenso, es el sector sudoeste, que presenta un muro de pirca seca que delimita un espacio semicircular de grandes dimensiones (una superficie de 360 m2) contra el farallón ignimbrítico. En su interior

Figura 2. Planialtimetría de Corral Alto. Diferenciación de los sectores de recolección superficial.

Próximos a los muros de estos recintos, cabe destacar la presencia de un conjunto de orificios circulares (posiblemente horadaciones para fijación de vigas), alineados en la pared del farallón ignimbrítico, atestiguando la presencia de espacios de actividad que habrían tenido estructuras de techado. Continuando en dirección noreste, un extenso muro de pirca seca (ca. 20 m) guía la circulación en el sitio, obligando a transitar por un estrecho pasillo (2 a 4 m) de pronunciada pendiente, que queda limitado por el muro y la pared del farallón. El mismo conduce hacia el segundo sector (noreste), ubicado en la parte más baja del sitio, donde se registró un conjunto de estructuras rectangulares de pirca y muros elevados dispuestos aprovechando un bloque de derrumbe de importantes dimensiones. En este segundo sector también se han registrado orificios circulares alineados sobre la pared de ignimbritas, en la proximidad de las estructuras, que muestran un patrón arquitectónico recurrente en el sitio y que estaría vinculado al reparo de ciertos espacios de uso y actividad.

Dentro del sector noreste, en una de las estructuras rectangulares (Estructura 1) se llevó a cabo en el año 2006 un sondeo estratigráfico

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que comprendió la excavación de 2 m2. Como resultado de dicho sondeo se obtuvo un fechado radiocarbónico por AMS que dio 720 ± 40 AP (Ua 33241; endocarpo de chañar) asociada a un contexto de ceniza con abundantes desechos de talla, restos óseos termoalterados y una punta de proyectil. Asimismo, durante 2008, al continuar con la excavación estratigráfica de la misma estructura se obtuvo un nuevo fechado. Su procesamiento dio una datación de 660 ± 60 años AP (LP 1986; carbón).

Se debe señalar que se registró en superficie abundante material lítico y cerámico, por lo que se efectuó su recolección tomando en consideración los siguientes sectores (Figura 2): a) Rampa de acceso al sitio, b) Patio (con excepción de las estructuras 1, 2, 3 y 4 que se hallan dentro del perímetro del Patio), c) Pasillo sudoeste hasta Rampa, d) Pasillo y Sector noroeste, y e) Pasillo y Sector Extremo noreste (con excepción de las estructuras 1, 2 y 3).

METODOLOGÍA: ABORDAJE DE LOS TIESTOS

El material analizado en este trabajo corresponde a la recolección superficial realizada en el sitio Corral Alto. Para este primer análisis, se eligieron sólo dos sectores del sitio y se consideró principalmente dos cuestiones: la abundancia de material y su ubicación dentro del complejo de recintos. De este modo, los sectores seleccionados fueron el “Patio” y el “Pasillo sudoeste hasta la Rampa”. Los tres sectores restantes, “Rampa de Acceso”, “Pasillo y Sector noroeste” y “Pasillo y Sector Extremo noreste”, contaban con una densidad relativa de fragmentos menor que los dos sectores mencionados anteriormente. En el sector “Patio” se recuperó un total de 416 fragmentos cerámicos mientras que en el “Pasillo sudoeste hasta la Rampa” se recolectaron 541 tiestos. Así, la muestra utilizada en este estudio fue de 957 fragmentos.

Para comenzar el análisis, luego de la limpieza y siglado de cada tiesto, se agrupó

el material en grandes “Grupos Cerámicos” 1. Este procedimiento consistió en separar los fragmentos en grupos de semejanza macroscópica general, tanto en cocción, pasta y apariencia (decoración, acabado de las superficies, etc.). Con esto se pretendió generar una descripción a grandes rasgos del conjunto cerámico con el cual se estaba trabajando.

Una vez que se obtuvo este panorama, se

procedió al análisis de cada fragmento a ojo desnudo y con lupas de bajos aumentos. Cabe aclarar que debido a cuestiones de tiempo (y en función de la gran cantidad de material disponible 2), para este paso se decidió tomar una muestra aleatoria asistemática de 187 fragmentos. Estos fragmentos representan el 19,5% de la población total; porcentaje dentro del cual se seleccionaron fragmentos de todos los “grupos cerámicos” establecidos anteriormente. Así, dependiendo de la cantidad de tiestos correspondiente a cada grupo se seleccionó aleatoriamente un número de fragmentos representativo de los mismos para analizar.

Las variables que se tuvieron en cuenta, se

relacionan con el componente tecnológico de cada fragmento; entre ellas: la presencia y el tipo de inclusiones en la pasta, su densidad y tamaño. Esto permite por un lado, identificación potencial de fuentes de procedencia de las materias primas en un futuro, y por el otro, analizar las propiedades físico-mecánicas de las materias primas y su posible elección para priorizar ciertas características necesarias para determinadas funciones. La observación de cavidades o poros que, además de estar relacionada con el amasado de la arcilla, atañen a las propiedades de eficacia calórica y a la permeabilidad o no de líquidos (Orton et. al. 1993).

Por otro lado, la identificación de la forma y técnicas de tratamiento de las superficies, también contribuyen a elaborar una imagen acerca de las intenciones que guiaron a los alfareros/as, ya que es posible establecer qué

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tipo de formas o tratamientos de las superficies benefician ciertas actividades o funciones pensadas para el objeto (Rice 1987). Así también la posible identificación de evidencias de uso y/o depositación aportará información sobre las actividades de las que fueron objeto luego de su elaboración propiamente dicha. Finalmente, en los casos que fuera posible, se consideró su adscripción estilística, no como una forma de asignación crono-cultural, sino más bien como un dato más.

RESULTADOS

A continuación se exponen los resultados obtenidos siguiendo los pasos expuestos previamente que involucran un acercamiento a los tiestos con resolución diferenciada. En primera instancia, y tomando en consideración una primera separación “de grano grueso” del conjunto total de 957 fragmentos, se lograron separar los siguientes “Grupos Cerámicos” que fueron descriptos para generar una primera aproximación del conjunto:

Grupo 1: Fragmentos cerámicos cocidos en atmósfera oxidante, de espesor bastante fino (no superan los 3 cm) y de pasta compacta y pareja, generalmente no decorada. Esta cerámica es de muy buena calidad. Se analizaron 46 tiestos 3.

Grupo 2: Un grupo reducido de fragmentos cuya pasta es oxidante, tiene la particularidad de presentar inclusiones de color blanco de gran tamaño que en algunos casos superan los 3 cm de diámetro. Este grupo es fácilmente diferenciable del resto. La factura es bastante tosca. Se analizaron 8 tiestos.

Grupo 3: Cerámica cuya pasta presenta la particularidad de poseer la superficie exterior oxidante y la interior reductora, es decir que el núcleo de la pasta muestra dos colores. La superficie externa generalmente posee un engobe de color bordó o rojo oscuro y puede

estar decorada con color negro. Este grupo está relacionado con la cerámica tradicionalmente denominada tipo Belén. Se procesaron 28 fragmentos.

Grupo 4: Un grupo variado de fragmentos oxidantes que poseen en su pasta una gran cantidad de inclusiones blancas (posiblemente cuarzo) de pequeño a mediano tamaño, con bastante cantidad de micas (20% de las inclusiones), muscovitas principalmente. Todos presentan un espesor de pasta medio, entre 3 y 5 cm, y una factura tosca. Algunos fragmentos pueden evidenciar un uso reducido, con superficies aparentemente expuestas al fuego. Se procesaron 87 tiestos.

Grupo 5: Cerámica cocida en atmósfera reductora, de aspecto tosco y con muchas inclusiones, entre un 20 y 30%. No hay ejemplos decorados. Se procesaron 5 fragmentos.

Grupo 6: Un conjunto que se destaca a simple vista de cerámica oxidante, de pasta muy fina, menos de 2,5 cm, donde las inclusiones son invisibles a simple vista. La pasta es de una factura excelente y compacta. Aparece siempre decorada en la superficie externa con un baño crema y motivos negros y a veces también rojos. Posiblemente este tipo de fragmentos puede ser asociado a cerámica Santamariana bi o tricolor. Se analizaron 6 fragmentos.

Grupo 7: Un grupo muy grande de cerámica de aspecto muy variado, que no puede asociarse a ninguno de los grupos anteriores, ni tampoco pueden componer grupos particulares debido a su gran variedad interna. Se procesaron 7 fragmentos.

Así, al comenzar con el análisis de las variables en la muestra de 187 fragmentos, el primer paso fue generar un panorama de los tipos de pastas presentes dentro de la muestra. A partir de la observación de los tipos de inclusiones, su densidad, tamaño, forma, como así también las cavidades o poros de las pastas,

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intentamos establecer correlaciones con los grupos descriptos anteriormente para poder plantear recurrencias o variaciones dentro de los grupos.

Las inclusiones son elementos generalmente no solubles, que pueden estar presentes de manera natural en la arcilla escogida, lo que puede ayudar a identificar arcillas similares o provenientes de la misma fuente, o bien, pueden ser incluidas intencionalmente por el alfarero para otorgarle un mejor manejo de la pasta y mayor resistencia al objeto. Sin embargo, es difícil asignar estos elementos a una conducta intencional, por eso, optamos por usar el término inclusión, implicando la posibilidad de su doble origen natural o intencional (Zagorodny 2000).

En un principio, se identificó una gran variedad de combinaciones de inclusiones que resultaron en veinticuatro agrupaciones diferentes. A continuación, para facilitar su interpretación, se procedió a simplificarlas en función de su asociación y semejanza. Este procedimiento dio como resultado nueve grupos o asociaciones, los cuales son (Figura 3):

Grupo con predominancia de inclusiones blancas asociadas a cuarzo y muscovita.

Conjunto con preponderancia de inclusiones negras, asociadas a cuarzo y muscovita.

Grupo con predominancia de inclusiones blancas, biotita y cuarzo.

Un grupo amplio con inclusiones blancas y negras, asociadas a cuarzo, feldespatos y micas.

Grupo con presencia de litoclastos graníticos junto con cuarzo, micas, feldespatos e inclusiones blancas y negras.

I n c l u s iones p reponderan temente conformadas por litoclastos volcánicos (vidrio volcánico y tobas) y graníticos, asociados con cuarzo, feldespatos y minerales metalíferos.

Grupo con litoclastos sin identificar, junto con micas, inclusiones blancas y negras y feldespatos.

Inclusiones de cuarzos y micas con ausencia de litoclastos.

Conjunto con inclusiones de nódulos de arcilla visibles.

Una vez establecidos estos grupos se procedió a correlacionarlos con las restantes variables que nos permitieron establecer los diversos tipos de pastas presentes en la muestra.

En lo referente a las inclusiones, a partir de su densidad y tamaño, se dedujeron las características de las pastas, ya que se consideran pastas finas aquellas que

Figura 3. Frecuencias de los diferentes grupos de inclusiones presentes en la muestra (N=187).

presentan una densidad de inclusiones menores al 10% y un tamaño de menos de 0.05 mm. Serán pastas regulares o medias aquellas que muestren una densidad de inclusiones entre el 20 al 30% y un tamaño entre 0.05 y 3.0 mm. Finalmente, se consideraron pastas toscas o gruesas aquellas que presenten una densidad alta de inclusiones (con más de 40%) y cuyo tamaño supere los 3.00 mm (Espiro 2006).

A partir de estas correlaciones se obtuvieron 18 tipos de pastas, las cuales se describen a continuación:

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Tipo de pasta 1: presenta el tipo de inclusiones A en baja densidad y de tamaño pequeño. Muestra una baja densidad de cavidades o poros. Es una pasta de factura fina y cocción oxidante incompleta en algunos casos. Presente en el Grupo Cerámico 2.

Tipo de pasta 2: compuesta por inclusiones del tipo A con baja densidad y tamaño medio (entre 0.05 y 3.0 mm). La densidad de los poros es baja, lo que da como resultado una pasta de aspecto regular o medio en cuanto a su compactación. Es de cocción oxidante. Este tipo está representado en el Grupo 4.

Tipo de pasta 3: formada por inclusiones del tipo A, cuya densidad es media y su tamaño pequeño. La densidad de las cavidades es media. La factura es regular y su cocción oxidante. Tipo presente en el Grupo 4.

Tipo de pasta 4: muestra inclusiones de tipo A en densidad y tamaño medio. Hay cavidades presentes en densidades media a alta. Su factura es bastante tosca. Su cocción es reductora, dando como resultado una pasta grisácea. Este tipo se encuentra dentro del Grupo 5.

Tipo de pasta 5: conformada por inclusiones de tipo B, con baja densidad y tamaño pequeño. Sus poros son igualmente poco densos. Esta es una pasta fina de cocción oxidante, resultando una pasta naranja muy característica. Se observa en el Grupo Cerámico 1.

Tipo de pasta 6: presenta inclusiones correspondientes al grupo B, con baja densidad y tamaño mediano. Las cavidades se presentan en una densidad baja a media. Cocción oxidante. Se relaciona con el Grupo 4.

Tipo de pasta 7: constituida por inclusiones de tipo B, con una densidad y tamaño medio. Las cavidades son variables entre medias y altas. Su cocción es reductora. Esta pasta se considera regular. Se observa en el Grupo 5.

Tipo de pasta 8: este tipo está conformado por inclusiones del grupo C, con baja densidad y tamaño pequeño. La densidad de las cavidades es baja, dando como resultado una pasta fina, de cocción oxidante visible dentro del Grupo 1.

Tipo de pasta 9: conformado por inclusiones de tipo C, baja densidad y tamaño medio de las inclusiones. Sus cavidades o poros se presentan en baja densidad. Da como resultado una pasta regular de cocción oxidante incompleta existente en el Grupo 7.

Tipo de pasta 10: con inclusiones del tipo C, con tamaño y densidad media. La densidad de sus cavidades es baja, con cocción oxidante. Se correlaciona con el Grupo 2.

Tipo de pasta 11: conformada por inclusiones de tipo D con baja densidad y tamaño medio. Sus poros se muestran en cantidad media. Es una pasta regular. La cocción muestra el interior reductora y el exterior oxidante. Presente principalmente en el Grupo Cerámico 3.

Tipo de pasta 12: muestra inclusiones del tipo D, densidad y tamaño medio de las mismas. Las cavidades tiene una densidad baja a media. Resulta una pasta regular con cocción oxidante. Asociada al Grupo 7.

Tipo de pasta 13: se observan inclusiones de tipo E con una densidad y tamaño medios con cavidades bajas, con cocción oxidante. Puede asociarse al Grupo Cerámico 4.

Tipo de pasta 14: muestra inclusiones del grupo F con densidad y tamaño medio y cavidades pequeñas. Resulta en una pasta media de cocción oxidante. Relacionado con el Grupo 4.

Tipo de pasta 15: formada por inclusiones de tipo G en baja a media densidad y pequeño tamaño. Sus cavidades o poros son pocos. Es una pasta fina de cocción oxidante. Se asocia este tipo de pasta con el Grupo Cerámico 6.

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Tipo de pasta 16: constituida por inclusiones de tipo G en densidad media a alta y de tamaño grande; la densidad de las cavidades es media. Da como resultado una pasta regular de cocción oxidante, asociada al Grupo 7.

Tipo de pasta 17: elaborado con inclusiones de tipo H en baja densidad y pequeño tamaño. Sus poros también son pocos. La cocción es oxidante. Se presenta en el Grupo 4.

Tipo de pasta 18: realizado con inclusiones de tipo I, con baja densidad y tamaño medio. La presencia de poros es baja. De cocción oxidante incompleta. Presente en el Grupo 7.

Al establecer los tipos de pastas pudimos correlacionarlas con los Grupos Cerámicos y sus características. Así, se puede observar que el Grupo 4 es el que presenta mayor variedad interna, con varios tipos de pastas, con diferente composición (tipos 2, 3, 6, 13, 14 y 17). Esto puede deberse a que este es el grupo más numeroso y del cual se analizaron más fragmentos. El Grupo Cerámico 7 también se presenta como variado, con pastas de tipo 9, 12, 16 y 18. Por otro lado, también encontramos Grupos que presentan tipos particulares de pastas, por ejemplo el Grupo 1 solo presenta dos tipos de pastas (5 y 8), el Grupo 2 (1 y 10) y el Grupo 5 (4 y 7). Asimismo, los Grupos que más se destacan por sus particularidades son el Grupo 3, que solo se presenta con la variedad de pasta 11, y el Grupo 6, con el tipo de pasta 15.

Una vez demarcado esto, se puede señalar que, en cuanto a la forma de las inclusiones, la mayoría de las pastas presentes en el conjunto cerámico de Corral Alto muestran una importante homogeneidad, con predominancia de las formas sub-angulares (N=112) y angulares (N=63) (Orton et. al. 1993) (Figura 4). Este aspecto nos permite considerar la posible intencionalidad del agregado de ciertas inclusiones, ya que no parecen estar rodadas o desgastadas

por acción geológica (erosión), lo que caracterizaría a inclusiones naturales de la arcilla (Orton et. al. 1993). De este modo, podemos hablar de una probable selección e inclusión de antiplásticos específicos para lograr un resultado buscado. Este aspecto puede vincularse principalmente con los Grupos Cerámicos 2, 3, 4 y 5. Por el contrario, dentro de los Grupos 1 y 6 parecería que la intencionalidad del alfarero/a fue la de seleccionar arcillas prácticamente sin inclusiones, para lograr una pasta muy fina y homogénea.

Ahora bien, en cuanto a otro aspecto de la elaboración de las piezas, una variable que se presenta bastante homogénea es la técnica

Figura 4. Forma de las inclusiones de las pastas (N=187).

que se utilizó para elaborar o “levantar” la pieza. A pesar que solo un porcentaje relativamente bajo de los fragmentos (28%) permitió observar esta variable (debido casi exclusivamente a la pequeña dimensión de los tiestos o por la cuidadosa terminación de las superficies, por ejemplo Grupo 6) se pudo identificar esta variable dentro de los Grupos 1, 3, 4 y 7 (N=54). Así, el 96% presenta una elaboración “tipo rodete” y un 4% un “tipo laminado” 4.

Se debe destacar que la técnica de tipo laminado se relaciona estrechamente con el tipo de pasta 14, es decir, con el Grupo 4. Mientras tanto, la elaboración tipo rodete,

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mucho más frecuente, afecta a los tipos de pasta 1, 2, 3, 4, 6, 7, 8, 11, 12 y 13, los cuales se encuentran representados en los Grupos 1, 3, 4, 5 y 7.

Luego, se abordó la variable que atañe a la forma de los objetos. A pesar de que para este caso se pudo evaluar sólo un 4% del total (N=10), dentro de este porcentaje se puede afirmar que predominan las ollas con un 75% (de las cuales un 12% pertenece a ollas subgloburales, mientras que en el resto, 63%, fue imposible distinguir qué tipo de forma específica tenían, por lo cual se decidió englobarlas dentro del término general “olla”), generalmente sin ningún tipo de decoración con perfiles abiertos. Además, cabe destacar que los pucos o escudillas también presentan un porcentaje importante (Figura 5).

Por otro lado, la estimación sobre los perfiles de los objetos se realizó sobre 22 fragmentos, especialmente bordes y cuellos. Estas formas pertenecen principalmente a los Grupos 2, 4 y 7 (Figura 6).

Con respecto al grosor de los fragmentos, que refleja la dimensión de las paredes de los recipientes, la evidencia muestra un promedio de 0.671 cm, es decir, recipientes con paredes bastante gruesas exceptuando a los Grupos 1 y 6 que son muy finos. Este grosor se relaciona estrechamente con el tamaño del contenedor y su uso intencionado, cuestión que no impide que luego dicho recipiente se haya utilizado para fines diferentes para el que fue pensado.

Figura 5. Porcentajes de las formas identificadas (N=10). Figura 6. Porcentajes de los tipos de formas (N=22).

Otra variable importante a tener en cuenta es el tipo de tratamiento que se les ha dado a las superficies. En este caso, más allá de los aspectos estéticos, nos interesan las cuestiones referidas a la porosidad/impermeabilidad con la cual se dota a una pieza. En la muestra que analizamos vemos que existe una clara predominancia de la ausencia de tratamiento en las superficies (75%) (N= 187) que implique impermeabilización de las mismas. El 19% muestra algún tipo de tratamiento en el interior de los recipientes, ya sea baño o engobe, mientras que el 6% restante presenta cierto tipo de tratamiento en la superficie externa, especialmente en el caso de los Grupos 3 y 6. Particularmente, se destaca el Grupo 3 que muestra tanto un tratamiento externo como un tratamiento especial en su superficie interna (baño de color rojizo/marrón), característica que no está presente en ningún otro grupo.

También podemos destacar las diversas

técnicas de acabado de las superficies, tanto externa como interna (Figura 7, 8 y 9). Así, se puede ver una preferencia por los alisados, generalmente buenos en la superficie externa, particularmente en los Grupos 1, 3 y 6, mientras que en la interna se observó el predominio de un alisado más tosco, que en algunos casos hemos llamado “alisado con instrumento” ya que se pueden ver las marcas del artefacto que se utilizó para dicho acabado, esto posiblemente pudo estar relacionado con la accesibilidad al

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Figura 7. Técnicas de tratamiento observadas en las superficies (N=187).

Figura 8. Frecuencias de las diversas técnicas de acabado de la superficie externa de los fragmentos (N=187).

Figura 9. Frecuencias de las técnicas de acabado de la superficie interna de los fragmentos (N=187)

Figura 10. Porciones representadas en el conjunto de fragmentos analizados (N=187).

interior de la pieza para realizar un acabado más cuidadoso. Esta característica se puede observar dentro de los Grupos 2, 4 y 5.

Las grandes ollas prevalecen, con un promedio de 35,5 cm de diámetro de cuerpo para el conjunto de fragmentos al que se le pudo calcular esta medida (N= 40), de paredes gruesas, bastante porosas y sin mucha atención dedicada al acabado de las superficies, representado en los Grupos 2, 4, 5 y 7.

Con respecto a las porciones de los objetos representadas en los fragmentos analizados (N=187) encontramos que un 66% es indeterminable, el 20% pertenece a cuerpos de vasijas, un 10% de bordes y un 1% de bases entre otros (Figura 10).

En general, un elemento a destacar es la llamativa falta de bases (solamente se encontró una dentro del muestreo). Su ausencia podría estar relacionada con un alto uso (desgastado o calcinado) que haya conducido a su desaparición. Sin embargo, pareciera que esto es una posibilidad remota ya que no se hallaron claras evidencias de exposición al fuego entre los fragmentos analizados. Otra explicación posible de este panorama puede estar relacionada con la manera en que fueron depositadas las vasijas. Resulta bastante común que si una vasija es

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colocada boca hacia abajo, la parte superior, es decir la base, sea lo primero que se destruye. Esta posibilidad se respalda en el hallazgo de una pequeña vasija (que no se incluye en este análisis) encontrada en la excavación de uno de las estructuras de Corral Alto. Dicha vasija se encontraba ubicada contra una pared y boca abajo.

La adscripción estilística del material cerámico siempre ha sido un dato de suma relevancia en todos los trabajos arqueológicos. Aunque somos conscientes que no es un dato decisivo, se ha decidido realizar esta separación. El resultado de esta variable, basada principalmente en la decoración, ha dado como resultado un 82% (N=187) de fragmentos indeterminables, un 15% de fragmentos Belén y un 3% de fragmentos Santa María (Figura 11).

F i n a l m e n t e , o t r a v a r i a b l e q u e consideramos importante analizar es la de los posibles efectos de uso observables en los fragmentos cerámicos (Figura 12). De este análisis podemos afirmar que la mayoría de los tiestos no muestran efectos de uso

Figura 11. Adscripción estilística de los fragmentos de la muestra (N=187).

Figura 12. Frecuencia de efectos de uso (N=187).

que sean visibles (N=123), mientras que las alteraciones posiblemente sufridas por el calor o fuego son escasas (N=10). También se observaron otras alteraciones, como las manchas negras en la superficie externa (N=33), cuyo origen no podemos determinar, aunque probablemente sean causa de su uso en situaciones que impliquen calor, como la exposición de las superficies al fuego. Cabe destacar que los grupos que muestran mayor tendencia a presentar estos posibles efectos de uso están claramente ubicados dentro de los Grupos 2, 5 y 7.

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CONSIDERACIONES FINALES

Lo esbozado hasta el momento tiene la intención de mostrar, a grandes rasgos, algunas características básicas del conjunto cerámico de Corral Alto. Sin embargo, si pretendemos asignar algún tipo de funcionalidad a los contenedores de cerámica se debe tener en cuenta que estos tienen lugar en al menos tres amplios dominios: almacenaje, transformación o procesamiento y transferencia o transporte. En este sentido, cada categoría de uso de una vasija requiere una combinación diferente de atributos de forma y composición para almacenar un producto que cumpla con sus necesidades especiales. Siempre se debe tener en cuenta que no existe una correlación directa entre las variables de uso y forma, y que además, muchas vasijas pueden servir para funciones múltiples (Rice 1987).

Tomando en cuenta esta idea, y dadas las características preliminares de este trabajo, se buscó arribar a la comprensión de la intencionalidad que tuvo el/la alfarero/a a la hora de materializar la idea de cada objeto.

Como plantea Rice (1987), existen cuatro propiedades que pueden describirse como características relacionadas con el uso, que derivan de la composición, el levantamiento y horneado de una vasija. Estas propiedades son: grosor, resistencia al estrés mecánico, conducta térmica y permeabilidad/porosidad/densidad. Aquí consideramos la forma de los recipientes, el grosor de las paredes y las características de las pastas -con sus inclusiones y cavidades o poros- que hacen a la permeabilidad, a la porosidad y a su densidad.

De esta manera, los datos presentados señalan la existencia de un repertorio cerámico destinado al uso doméstico, a excepción posiblemente, de los Grupos 3 y 6. Podemos afirmar esto teniendo en cuenta el mayor porcentaje de formas abiertas, es decir sin cuellos restringidos, que indicaría la utilización de dichos recipientes para almacenar, guardar o transportar

elementos sólidos (como semillas). Según Rice (1987) las formas abiertas no favorecen el almacenamiento de líquidos ya que posibilitarían el derrame de su contenido. Esto también está estrechamente relacionado con la accesibilidad que se tiene a los contenidos de los recipientes. Si una vasija tiene un orificio restringido, como un cuello angosto, es difícil acceder o manipular el contenido del mismo (Rice 1987).

Por otro lado, la presencia de paredes gruesas puede beneficiar el almacenamiento, ya que incrementan la estabilidad y la preservación de la humedad dentro o fuera del recipiente. Por el contrario, las paredes gruesas serían una desventaja para la cocción, ya que son las paredes finas las que conducen mejor el calor. Además, los recipientes de paredes gruesas son mucho más pesados y en consecuencia, de difícil transporte (Rice 1987). Asimismo, la alta porosidad de los recipientes, denotada por las cavidades distinguidas en las pastas, estaría reforzando la vinculación de los recipientes con el almacenamiento de materiales sólidos, debido a que esta característica no es de utilidad para la contención de líquidos.

No se puede dejar de señalar la poca evidencia de uso relacionado a la cocción en el conjunto analizado, ya que es notable la ausencia de hollín en las superficies.

De acuerdo a lo planteado estamos en condiciones de afirmar que el conjunto cerámico hallado en Corral Alto se corresponde con un repertorio de vasijas que podemos denominar utilitarias, conformado principalmente por grandes ollas de paredes gruesas, difíciles de transportar por su peso y dimensiones. El conjunto presenta muy escasas evidencias de exposición al fuego, calcinamiento o desgaste excesivo, y además muestra grandes aberturas en sus bocas que indican una fácil accesibilidad al contenido de los recipientes. Esto estaría representado por los Grupos Cerámicos 2, 4, 5 y 7.

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Luego, se advierten tres conjuntos bien diferenciados (Grupos 1, 3 y 6) que, por el momento, se destacan por sus características particulares, pero que deben ser objeto de una mayor investigación en cuanto a su rol dentro de las actividades llevadas a cabo en Corral Alto. El primero de estos conjuntos se caracteriza por tener una cerámica de cocción oxidante, de pasta muy fina y de pequeño espesor, con inclusiones muy pequeñas y sin decoración.

El segundo grupo se compone por fragmentos caracterizados por rasgos asignables al repertorio estilístico Belén, tanto en decoración como en la composición de su pasta. Son en su totalidad tiestos pintados de negros sobre engobe rojo, que presentan una cocción característica con el interior de atmósfera reductora y el exterior oxidante, y comparten una pasta homogénea de aspecto granular con inclusiones blancas y de micas (mayormente muscovitas) bastante visibles.

Por último, el tercer grupo está conformado por fragmentos claramente diferenciados del resto, ya que muestran una pasta muy fina, de gran calidad con inclusiones invisibles a simple vista. Estos fragmentos están decorados y pueden asociarse a fragmentos cerámicos Santamarianos (algunos, posiblemente tricolor) muy particulares. Este conjunto podría relacionarse con material semejante a los hallados en el Valle Calchaquí central en la primera mitad del Tardío (Olivera com. pers. 2010). La presencia de este material tan diferente deja abierta la posibilidad de indagar sobre interacciones macro regionales, como así también la posibilidad que se hayan establecido recorridos o intercambios, no a largo del Valle Calchaquí-Santamaría, sino por las cuencas occidentales que van hacia la zona de Miriguaca. Sin embargo, aún carecemos de evidencias concretas sobre estas cuestiones y falta aún efectuar más investigación sobre el tema.

La producción alfarera encierra una gran variedad de aspectos. En este sentido, la

tecnología cerámica resulta una fuente de información relevante ya que estos materiales son producciones sociales y, por lo tanto, se sitúan histórica, política y económicamente, participando en las prácticas de las personas, estructurándolas y siendo estructuradas por ellas (Dobres y Hoffman 1994, Miller y Tilley 1996).

Es por ello que con el cúmulo de datos obtenidos a partir de estos análisis se puede decir que, a pesar que se ha observado dentro del conjunto cerámico analizado una heterogeneidad importante en cuanto a la manufactura y características de los diversos grupos individualizados, al mismo tiempo existe un conjunto predominante, representado por los Grupos 2 y 4. Se trataría de grandes ollas que, según sus características, no serían apropiadas para el transporte ni para contener líquidos, principalmente por su porosidad y por sus formas inestables para este fin (Rice, 1987). Sin embargo, sí sería un conjunto más apropiado para almacenar elementos sólidos, probablemente granos. Esto puede relacionarse estrechamente con las actividades que se llevaron a cabo en el sitio, y también en relación con el entorno, teniendo en cuenta la cercanía de la vega del río Miriguaca, y la posibilidad de que hayan existido en las proximidades espacios destinados a la agricultura. Al respecto debemos destacar, por un lado, la abundancia de morteros identificados en distintos sectores del sitio cuyo número hasta el momento alcanza un total de 26. Por otro lado, en las proximidades de Corral Alto, aguas arriba se relevó una corta serie de tres canales secundarios y un segmento de lo que podría corresponder a un canal principal que los integraría en una red de riego. Finalmente, la presencia de dos “maquetas” en superficies tanto inclinada como plana dentro del sitio estarían sugiriendo prácticas de manejo del agua mediante la ejecución de pequeñas oquedades interconectadas por líneas o canales sinuosos (Aschero et al. 2009).

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En síntesis, estas evidencias nos obligan a pensar qué papel jugó la agricultura en esta quebrada, o bien qué importancia tuvo el almacenamiento de granos y/u otros elementos sólidos en Corral Alto. Estas y otras posibilidades quedan abiertas a próximas investigaciones sobre el tema y la región. Hasta aquí se han mostrado los avances de una investigación que se encuentra en curso en Corral Alto.

NOTAS

1 Los “grupos cerámicos” son entendidos a los largo de este trabajo como una manera de realizar una primera agrupación de los fragmentos cerámicos disponibles en base a sus semejanzas. Estos “grupos cerámicos” en un futuro, y en base análisis más detallados, como observaciones con lupa binocular o cortes delgados, podrían ser subdividas en “familias de fragmentos” (sensu Orton et. al. 1997)

2Este trabajo se llevó a cabo en el marco de una Beca de Estímulo a la Investigación para alumnos otorgada por la Universidad Nacional de Catamarca cuya duración fue de diez meses.

3 Debemos aclarar que los N° de cada grupo forman parte de la muestra aleatoria de 187 fragmentos, los cuales fueron analizados particularmente.

4 Conceptos basados en la 1º Convención Nacional de Antropología. Primera Parte. Cerámica.

AGRADECIMIENTOS

A Valeria Espiro por su importante colaboración en el análisis e interpretación de los materiales. Este trabajo es el resultado alcanzado a través de una Beca de Estímulo a la Investigación otorgada por la Secyt (UNCa) en el 2010. Asimismo, se enmarca dentro de los proyectos 02/A228 (UNCa) y PIP-Conicet 6398.

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1 Leticia Inés Gasparotti cursa actualmente la carrera de Licenciatura en Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca. Es Ayudante alumno en la cátedra de Historia Colonial Americana (Escuela de Arqueología – Universidad Nacional de Catamarca). Este trabajo forma parte de los resultados obtenidos en una Beca de Estímulo a la Investigación otorgada por la SECyT (UNCa), formando parte a su vez del Proyecto de investigación arqueológica en la quebrada del río Miriguaca (Depto. Antofagasta de la Sierra, Catamarca).

2 Patricia S. Escola es egresada de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y posee el Doctorado de dicha facultad. Es Investigadora Independiente del Conicet y Profesora Titular de la Cátedra de Arqueología del Viejo Mundo I (Escuela de Arqueología – Universidad Nacional de Catamarca). Desde 2006 dirige un proyecto de investigación arqueológica en la quebrada del río Miriguaca (Depto. Antofagasta de la Sierra, Catamarca). Este trabajo responde a los primeros avances de dicho proyecto en el sitio Corral Alto.

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INTENSIDAD DE OCUPACIÓN HUMANA EN CAZADORES-RECOLECTORES: UNA MIRADA MICROESTRATIGRÁFICA

DESDE LAS CIENCIAS DEL SUELO

Ivana Laura Ozán1

RESUMEN

En este artículo me propongo generar algunas reflexiones teórico-metodológicas en torno al concepto de “intensidad de ocupación humana” en poblaciones cazadoras recolectoras. Para tal discusión organizo el trabajo en tres grandes preguntas: 1- ¿qué es la intensidad de ocupación?; 2- ¿es la geoarqueología una vía apropiada para comprenderla? y 3- ¿qué expectativas de trabajo pueden formularse a partir de una revisión “geo-etnoarqueológica”? De este planteo se desprende que las Ciencias de la Tierra y el Suelo (con cierto énfasis en los análisis micromorfológicos) resultan herramientas de gran potencial para indagar sobre la duración y redundancia de campamentos residenciales de poblaciones con baja demografía y alta movilidad.

Palabras clave: Intensidad de ocupación; Cazadores-recolectores; Geo-etnoarquelogía, Ciencias de la Tierra; Micromorfología de suelos.

INTENSITY OF HUMAN OCCUPATION IN HUNTER-GATHERERS: A MICRO-STRATIGRAPHICAL VIEW FROM SOIL

SCIENCIES

ABSTRACT

In this article I propose a theoretical and methodological analysis of the “intensity of human occupation” in hunter-gatherers populations. In order to discuss this issue, the paper is organized around three main questions: 1- what is intensity of occupation?; 2- is a geoarchaeological approach an effective tool to understand it?; and 3- which kind of expectations can be generated from a “geo-etnoarchaeological” revision? This evaluation concludes that Earth and Soil Sciences -with certain emphasis in micromorphological studies- have a significant potential to recognize duration and redundancy in residential camps corresponding to low demography-high mobile populations.

Key Words: Intensity of occupation; Hunter-gatherers; Geo-etnoarchaeology; Earth Sciences; Soil micromorphology.

1Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas – CONICET. Saavedra 15 (ACA1083), Capital Federal, Argentina. E-mail: [email protected]

Recibido en septiembre de 2011; aceptado en marzo de 2012.

Ozán, Ivana L. 2012. Intensidad de ocupación humana en cazadores-recolectores: una mirada microestratigráfica desde las Ciencias del Suelo. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8 (1): 65-81. Buenos Aires.

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Ivana L. Ozán - Intensidad de ocupación humana en cazadores-recolectores...

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo se enmarca en un proyecto de investigación mayor que propone analizar la señal geoarqueológica de intensidad de ocupación de grupos cazadores-recolectores en sitios arqueológicos del norte de la Isla Grande de Tierra del Fuego para el Holoceno Tardío (Massone 1987; Massone et al. 1993; Horwitz 1995; Morello Repetto et al. 1998; Favier Dubois 2001; Borrazzo 2010, entre otros). Es en este contexto donde se vuelve necesario profundizar sobre algunos conceptos para delimitar expectativas de trabajo. Por esta razón, mi objetivo general en el presente artículo es el de generar reflexiones teórico-metodológicas en torno a tres ejes articulados: 1) intensidad de ocupación humana; 2) la geoarqueología como abordaje sensible para la detección de aquella señal de intensidad de ocupación; y 3) evaluación de casos etnoarqueológicos, etnográficos y etnohistóricos para la generación de expectativas arqueológicas.

1. INTENSIDAD DE OCUPACIÓN HUMANA

Movilidad

La discusión acerca de la intensidad de ocupación humana en un territorio específico se relaciona con el patrón de movilidad de una población dada, es decir, la intensidad es al menos uno de los aspectos que la comprenden. La movilidad puede caracterizarse como un fenómeno complejo y multidimensional, siendo una propiedad inherente a los seres humanos (Kelly 1992). Se trata de “…la capacidad de desplazarse en el espacio de acuerdo a deseos, conveniencias y posibilidades…” (Politis 1996:133), adoptando una frecuencia, ciclicidad y distancia determinada. En esta última dirección se puede agregar que no existen sociedades “sedentarias”, sino individuos o grupos de personas que se mueven cuantitativamente menos (Kelly 1992), aunque este hecho

–cabe agregar- dispare procesos adaptativos cualitativamente distintos.

La movilidad puede ser residencial, logística (Binford 1980), network (para fomentar la red de interacción social); informacional, militar y/o exploratoria (Kelly 1992; Politis 1996; Binford 2006; Whallon 2006; Borrero et al. 2011). Esta clasificación equivale en cierta medida a decir que lo que impulsa el movimiento es, por un lado la búsqueda de recursos para la subsistencia, obtención de materias primas, circunstancias climáticas excepcionales y/o el deterioro de las condiciones sanitarias del campamento; y por otro lado, el luto por la muerte de algún ocupante, la celebración de un ritual específico, la necesidad de visitar parientes, las alianzas político-económicas, los conflictos interpersonales, etc. (e.g. Woodburn 1968; Binford 1980, 2006; O`Connell 1987; Kelly 1992; Kent 1993; Politis 1996). Más allá del peso circunstancial de los distintos motores considero que las variables ambientales constituyen la condición necesaria, aunque no suficiente sobre la cual se toman decisiones (Jones et al. 1999). Los casos de “maladaptaciones” o “fracasos” (Borrero 1989-90) justamente ilustran que la estructura de los recursos y las variables ambientales (geomorfología, estacionalidad, recursos, condiciones climáticas, etc.) son en general un aspecto fundamental en el éxito de supervivencia de las poblaciones. Más aún, los trabajos de síntesis etnográfica de Kelly (1992, 1995), Binford (2001, 2006) y Marlowe (2005), entre muchos otros, encuentran correlaciones entre la estructura de los recursos, variables climático-ambientales y cantidad de movimientos residenciales. Así, los autores han coincidido en que las poblaciones focalizadas en la caza de animales terrestres son, entre los cazadores-recolectores, las que poseen mayor frecuencia de movilidad residencial anual (Binford 2001). Esta tesis es, a su vez, consistente con el caso arqueológico del norte de Tierra del Fuego (Borrero 2001; Borrazzo et al. 2008).

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Duración, ciclicidad y otros factores

Se entiende por intensidad de ocupación la forma en la que grupos humanos han utilizado un lugar determinado del paisaje en distintas escalas espaciales (Dincauze 2000; Barberena 2008); Figura 1. La permanencia de un grupo en el espacio se vincula con la duración, la periodicidad, la funcionalidad y la demografía de una población dada. También la intensidad dependerá del grado de conocimiento que las poblaciones tienen del paisaje y sus recursos, es decir, si éstas se encuentran en una fase exploratoria o de ocupación más efectiva del espacio (Borrero 1994-95; Zedeño 1997)1.

Centrándome en la idea de intensidad tal cual la defino aquí, la labor de Horne (1993) resulta útil para ahondar en el concepto. A través del análisis de una sociedad pastoril del nordeste de Irán, plantea dos ángulos: “estabilidad locacional” y “estabilidad ocupacional”. La primera acentúa la espacialidad, siendo el grado

en el que los asentamientos son continua o repetidamente localizados en el mismo espacio. El segundo ángulo alude a la temporalidad, es decir, la duración (no interrumpida) de un lugar específico. En otras palabras, la idea es pensar acerca de cuántas veces se vuelve a ese lugar y cuánto tiempo se permanece en él. Otros autores han referido a ideas parecidas, pero bajo otras denominaciones; por ejemplo Schlanger (1992) habla de “lugares persistentes” como aquellas ocupaciones reiteradas cuya ubicación en el paisaje presenta cierto atractivo para las poblaciones humanas, en donde la expectativa arqueológica de estos loci serían sitios multicomponentes.

La redundancia de la que en última instancia están hablando ambos autores puede, a su vez, descomponerse en “re-uso” y “reocupación” (Brooks y Yellen 1987). El primero implica la re-instalación en un lugar en coincidencia espacial con la ocupación anterior (e.g. colocación de un fogón en un mismo sitio de una estación

Figura 1. Esquema de conceptos interconectados mencionados en el apartado uno. Las listas debajo de los recuadros son términos de distintos autores refiriendo a las mismas ideas.

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a la siguiente). El re-uso es de alta visibilidad arqueológica y es más común en sitios de actividades específicas o espacios constreñidos como reparos rocosos. Por otro lado, la reocupación es la vuelta al lugar previamente utilizado, pero sin una superposición exacta del mismo espacio. Este caso –siguiendo a los autores- oscurecería el patrón del uso del espacio y sería más característico de campamentos residenciales.

Kent (1991, 1992, 1993) planteó que

cuanto mayor es el tiempo que un grupo planea permanecer en un lugar, más grande es el sitio, el diámetro de las viviendas, la densidad poblacional, la cantidad de artefactos, las estructuras de almacenamiento formales, los depósitos secundarios y más compleja también es la arquitectura. La autora afirma que los campamentos Khutse Game, Basarwa y Bakgalagadi (Botswana, sur de África) no presentan redundancia de ocupación. Sin embargo, esta tesis no explicaría casos como el de los Nukak (Politis 2007) en donde el planeamiento de la duración no influye en las características del campamento. No obstante, el elemento más complejo de este trabajo es la ausencia de un planteo arqueológico que de cuenta de cómo se expresa la conducta vinculada al planeamiento de la duración de la ocupación.

Pensando el uso del espacio desde una perspectiva arqueológica, Borrero y colaboradores (2008) distinguen para la región al sur del río Santa Cruz, “asentamientos programados” y “asentamientos al paso”:

“… los `asentamientos programados` implican frecuencias altas de hallazgos, alta redundancia en el uso del lugar (que, en los casos de los nodos alcanza muchas veces redundancia específica), alta intensidad de uso, localizaciones pautadas en función de los recursos principales (o que responden a un modelo de `gravedad` en el sentido de Jochim 1976) y continuidad ocupacional en ciclos

variables. En cambio, los ̀ asentamientos al paso` implican frecuencias bajas de hallazgos, baja redundancia en el uso del lugar (redundancia genérica como máximo), baja intensidad de uso, localizaciones no necesariamente óptimas en función del abastecimiento de recursos, discontinuidad ocupacional y distribución relacionada con corredores.” (Borrero et al. 2008:162)

En esta definición la intensidad se vincula con el grado de duración y redundancia, es decir, ocupaciones más largas y cíclicas tienen que ver con “asentamientos programados”, mientras que las más breves y no periódicas con “asentamientos al paso”.

Barberena (2008) también afirma para contextos arqueológicos que: “El concepto de `baja redundancia` no tiene un significado intrínseco, por lo cual no es directamente contrastable (…) Señalamos las existencia de un continuum que va desde sitios ocupados en forma intensa (…) a casos que presentan mínimas evidencias culturales…” (Barberena 2008:272-273).

Metodológicamente, el autor trabaja desde múltiples líneas de evidencia (material lítico, estructuras de fogones, restos macro-botánicos, registro óseo, sedimentología y química de suelos), destacando en cada caso la importancia de controlar el tamaño de la muestra, las técnicas de recuperación, los procesos de formación y las medidas de cuantificación. Cabe agregar que el control cronológico resulta un factor clave para aproximar el tempo de las ocupaciones (Mengoni Goñalons et al. 2009).

En síntesis, la intensidad podría definirse como la forma de ocupar el espacio dentro de un patrón de movilidad específico que implica distintos grados de planeamiento o programación y genera un continuum de contextos con distinta medida de duración y redundancia. Este hecho sin duda se relaciona con las características del paisaje y sus recursos

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fundamentalmente. La cantidad de personas y el tipo de actividades llevadas a cabo seguramente también darán firmas algo diferentes a aquellos grados de intensidad ya que existen múltiples formas de generar registros densos.

2. LAS CIENCIAS DE LA TIERRA COMO APROXIMACIÓN METODOLÓGICA

La utilización de metodologías de la geología con objetivos y preguntas arqueológicas (e.g. Butzer 1982; Waters 1992) constituye la interdisciplina que denominamos geoarqueología. Ésta considera al ser humano de manera contextual, en constante inter-juego con los distintos componentes del medioambiente (Butzer 1982), a la vez que lo considera un agente biológico, sedimentario y geomorfológico con la capacidad de interrumpir, acelerar, retardar o modificar la dinámica natural de meteorización, transporte, depositación y acumulación clástica (Zárate 1994). Metodológicamente existen varias herramientas para detectar aquella modificación antrópica y la elección de las técnicas más adecuadas dependerá de la naturaleza del registro arqueológico, la escala espacio-temporal de trabajo, el tipo de paisaje y los procesos de formación predominantes en cada caso.

“Si consideramos que el ambiente funciona como un sistema abierto y que el contexto arqueológico –que incluye los artefactos, el sedimento y el paisaje- es el producto de la interacción de los procesos culturales y ambientales, se puede advertir la importancia que adquiere el enfoque geoarqueológico para resolver determinados problemas (…) la Geoarqueología no es una mera aproximación metodológica, sino que, además, constituye una aproximación conceptual” (Zárate 1994:24).

Los estudios geomorfológicos, sedimentarios, edafológicos, geoquímicos, mineralógicos, petrográficos, isotópicos, etc. han sido líneas de evidencias muy utilizadas en la arqueología de

nuestro país en general y en la región patagónica en particular. Sin embargo, la micromorfología de suelos aplicada a contextos arqueológicos aún cuenta con muy pocos antecedentes en el área en cuestión (Taulé I Delor 1996; Scaife 2009; Balbo et al. 2010; Borromei et al. 2010; Ozán y French 2011; Villagrán et al. 2011). Conocidas las potencialidades de las metodologías enumeradas arriba, me concentraré en los próximos párrafos en la micromorfología, sus alcances, limitaciones y pertinencia para la evaluación de la intensidad de ocupación humana.

Micromorfología

La micormorfología es una técnica aplicada a las Ciencias del Suelo que describe, cuantifica e interpreta microscópicamente los componentes y la organización de los suelos y sedimentos2. Esta metodología resulta útil para comprender génesis de suelos, taxonomía, cronología relativa y procesos físico-químicos y biológicos tanto actuales como pasados. La evaluación de los factores y procesos formadores de suelos hacen de ésta una herramienta especialmente útil para el análisis paleoambiental. Asimismo, el trabajo con altos aumentos visibiliza aspectos tales como la microestratificación, transformación y neoformación de minerales. La diferenciación de elementos in situ vs. incorporados es otra virtud de este método.

Por lo dicho arriba, en arqueología esta técnica permite: 1) analizar detalladamente numerosos procesos de formación del registro, 2) detectar hiatos en secuencias ocupacionales, 3) evaluar la intensidad de uso del espacio, y 4) registrar el tipo de actividad llevada a cabo a través de la observación de microartefactos y microvestigios (fitolitos, diatomeas, polen, carbones y esporas). Es además una estrategia de alta resolución para visualizar cenizas, microtefras y reemplazos de materia orgánica por precipitaciones de hierro, manganeso, fosfatos, carbonatos, silicatos, etc. Estos reemplazos permiten observar materia orgánica

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imposible de detectar con tamizado, flotación o análisis de porcentaje de materia orgánica. Respecto al tema que me ocupa, sostengo que la micromorfología incluso podría contribuir en algunos contextos a trazar una línea entre alta duración y redundancia (escenarios potencialmente confundibles). Es en este sentido que esperaría que en el segundo caso se observen hiatos, es decir, alternancia de señal antrópica y dinámica natural muchas veces difícil de detectar a ojo desnudo en el perfil (e.g. Balbo et al. 2010). Un estrato “homogéneo” macroscópicamente puede comprender varios eventos naturales y/o antrópicos con altos aumentos (Goldberg y Berna 2010).

Cabe destacar que esta herramienta resulta de gran utilidad sólo si se trabaja en múltiples escalas espaciales, de la regional a la local. Esto sin duda posibilita disminuir los problemas de equifinalidad inherentes a la micromorfología. Esta limitación también se ve subsanada con abordajes multi-proxy que además potencian su poder explicativo, tales como la sedimentología, geoquímica de suelos y mineralogía.

Entonces, ¿es la geoarqueología una perspectiva sensible para evaluar intensidad ocupacional? Pues por todo lo dicho hasta aquí considero que sí lo es (Veth 2005; Barberena 2008), siendo la micromorfología especialmente apta para tal propósito. En síntesis, propongo que a través de técnicas microscópicas se puede lograr un acercamiento de gran potencial para evaluar la intensidad de ocupación de cazadores con alta movilidad residencial. Como afirma Borrero: “Los sitios más grandes perfectamente pudieron formarse por la acumulación de numerosas ocupaciones pequeñas (…) de manera que sólo podemos dar significado a uno de los extremos del continuum de sitios clasificados según su tamaño. La interpretación del otro extremo (sitios grandes) se presenta como un desafío para los arqueólogos, quienes tendrán que desarrollar metodologías nuevas y más adecuadas para enfrentarlo” (Borrero 2001:91-92).

3. GEO-ETNOARQUEOLOGÍA

Existen algunos problemas de “practicidad operativa” en la bajada arqueológica de conceptos que surgen de síntesis etnográficas. La generac ión de “puentes teór ico-metodológicos” es justamente el desafío de las perspectivas actualísticas o de “rango medio”. Una de ellas, la etnoarqueología, se define como una estrategia de investigación tendiente a dar cuenta de la relación causal entre la cultura material y las conductas que le dieron lugar. El objetivo de este ejercicio es mejorar la interpretación arqueológica, generar expectativas/ hipótesis/ modelos contrastables con el registro arqueológico y sensibilizarnos acerca de la variabilidad de escenarios posibles. La etnoarqueología opera con el principio de analogía, inferencia inductiva en donde todas las premisas pueden ser verdaderas y –sin embargo- sus conclusiones falsas; por esta razón, los enunciados que ella genere deben entenderse en términos de probabilidades. Es importante entender que dicha analogía está dirigida a identificar variables relevantes para detectar patrones y no constituye un enunciado explicativo en sí mismo (Binford 1968; Hayden 1978; Gould 1980; Kent 1987 Borrero y Yacobaccio 1989; Yacobaccio 1994; David y Kramer 2001; Politis 2004). Dicho de otra manera, la fortaleza de dicha analogía no radica necesariamente en la similitud entre la fuente y el sujeto, sino en la estructura lógica de la argumentación y en la capacidad del investigador de aislar patrones más allá de las diferencias formales (Politis 2004). La “analogía directa” (o “continua”) es aquella que presupone una continuidad histórica entre la fuente y el sujeto, mientras que la “analogía general” (o “discontinua”) es la que compara sin aquella presunción (Gould 1980; Borrero 1991). No importa tanto cual se utilice para la investigación siempre que se tenga presente que la permanencia en el espacio de una población no implica necesariamente mayor similitud con la población que generó el registro arqueológico. En otras palabras, los cambios diacrónicos

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pueden en determinadas circunstancias ser mayores que las diferencias entre poblaciones sincrónicas, por caso: “During the period from 1975 and 1979, Hitchcock observed the same Kua practicing a different residencial mobility pattern than what we recorded in 1985-1986” (Bartram et al. 1991:84). El cambio de patrón de movilidad entre los Selk`nam de acuerdo al tipo de contacto con poblaciones europeas es otro buen ejemplo de este aspecto (Borrero 2001). No obstante, existen casos de continuidad cultural durante miles de años (Gould 1971).

En síntesis, observar la noción de intensidad

de ocupación de un espacio en poblaciones actuales de cazadores-recolectores contribuye a pensar las condiciones bajo las cuales es posible registrar una determinada señal de ocupación. Asimismo permite comprender de una manera más holística el fenómeno en cuestión, por ejemplo su articulación en un patrón de movilidad regional.

Los enfoques geológicos en etnografía promueven el registro y sistematización de información vinculada a las modificaciones físico-químicas y biológicas del ambiente como resultado de la conducta humana, tanto macro como microscópicamente. No obstante, esta perspectiva no ha sido muy transitada. De hecho los trabajos de Shahack-Gross y colaboradores (2004) son los únicos que definen explícitamente una línea de trabajo que denominan “geo-etnoarqueología” para el estudio de sociedades con alta movilidad como los pastores Masaai del sur de Kenya. Mallol y co-autores (2007) suman otro antecedente en esta línea de trabajo entre los Hadza de Tanzania. Sin embargo, cabe destacar que, no obstante la falta de un enfoque geoarqueológico, existen producciones etnoarqueológicas, etnográficas y etnohistóricas con información útil en esta dirección, aunque menos sistemática.

Casos y expectativas

En este apartado resumiré algunos trabajos etnoarqueológicos y etnográficos de

cazadores-recolectores desde un punto de vista geoarqueológico, atendiendo al espectro de conductas susceptibles de dejar determinadas evidencias en el suelo o sedimento. Para tal fin organizo –analíticamente- acciones que impliquen: 1) remoción y mezcla de partículas del sustrato; 2) incorporación y mezcla de material sólido y/o líquido; 3) extracción de cubierta vegetal; 4) pisoteo prolongado de humanos/animales y/o compresión del sustrato; y 6) combustión. Todas estas constituyen evidencias positivas de modificación antrópica en el sustrato; sin embargo, debemos tener en cuenta que ciertas actividades tienen el efecto de simplemente interrumpir la dinámica natural del paisaje (morfogenética o pedogenética) y -en consecuencia- presentar “anomalías” respecto al área natural de control.

En los siguientes apartados sintetizo las conductas con sus expectativas arqueológicas que surgen de la revisión de los casos Nukak de la Amazonia Colombiana (Politis 1995, 1996, 2007); Aché de las selvas del Paraguay (Hill et al. 1984; Borrero y Yacobaccio 1989); Nunamiut del centro-norte de Alaska (Binford 1978, 1991); Alywara del centro de Australia (Binford 1986; O`Connell 1987); Ngatatjar del oeste de Australia (Gould 1980; Gould y Yellen 1987); Dobe !Kung de Botswana (Brooks y Yellen 1987); Hadza del centro-norte de Tanzania (Woodburn 1968; O`Connell et al. 1991; Mallol et al. 2007); Kua del sur de África (Bartram et al. 1991); y Selk`nam del norte de Tierra del Fuego (Gallardo 1910; Dabbene 1911; Chapman 1982; Gusinde 1982 [1931]; Sarmiento de Gamboa 2005 [1768]). Cabe destacar que éste último caso no se encuentra en el mismo nivel que los anteriores, es decir, no se trata de observaciones etnoarqueológicas sistemáticas. No obstante, las descripciones permiten generar ciertas expectativas arqueológicas.

Actividades vinculadas a la remoción y mezcla de material

a) Limpieza (barrido) de la vivienda y el

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campamento.b) Preparación de superficies para el

levantamiento de la vivienda (excavación, barrido y extracción de la vegetación).

c) Excavación para hoyo de poste, pozo de agua, roasting pits, almacenamiento, trampas para animales, excavación de tubérculos y enterramientos humanos.

d) Ahuecamiento para la instalación de fogón; y

e) Acción de perros3 como agentes de transporte y consumo de restos alimenticios.

f) Influencia de mega, meso y micro-fauna del entorno incrementada en consecuencia de los restos orgánicos dejados por las poblaciones humanas.

g) Acción de la vegetación incrementada en consecuencia de los restos orgánicos dejados por las poblaciones humanas4.

Bajo altos aumentos, se esperaría que todas las acciones de barrido tengan una señal “discordante” en el perfil y con cierto grado de selección de los clastos, es decir, homogeneidad en cuanto a su tamaño (e.g. O`Connell 1987; Kligmann 2009; Miller et al. 2010). Algunos puntos podrían incluso resultar obstrusivos a nivel macroscópico.

La extracción de la cubierta vegetal puede ocasionar la infiltración masiva de material arcilloso que arrastra componentes orgánicos y limosos desde los horizontes superiores a los inferiores. A estas arcillas “impuras” se las denomina “dirty clays”. Revestimientos en granos y poros de éstas se dan en lugares con árboles caídos, deforestación por incendios naturales, sobrepastoreo de mamíferos herbívoros, sequías, lluvias torrenciales, acción de animales fosoriales u otros fenómenos más excepcionales de remoción en masa (Bullock et al. 1985; Courty et al. 1989; Stoops et al. 2010). Sostengo que la escasa o nula vegetación por acciones antrópicas puede generar una presencia más acentuada de aquellos revestimientos de arcillas desordenadas5 (sucias).

Mamíferos pequeños, reptiles, anfibios, insectos y crustáceos producen bioturbación de los suelos (e.g. Waters 1992; Canti 2003; Favier Dubois 2008, Stoops et al. 2010). Por ejemplo, lombrices y hormigas remueven y seleccionan las partículas del sustrato, generando modificaciones macro/ microscópicas de la estructura del mismo (aspecto “granular”). Las lombrices también alteran la química al transformar la materia orgánica de los horizontes superficiales en humus. A su vez, tanto los Lumbricidae como otros animales e insectos desarrollan galerías y canales al circular por el suelo, rasgos visibles a través de la micromorfología (también a ojo desnudo si se trata de animales de mayor tamaño). Esta técnica también permite observar excrementos de ácaro (asociados generalmente a materia orgánica en descomposición), material óseo muy pequeño, cáscara de huevo, restos microscópicos de valvas y materia fecal de otras especies. La vegetación, por su parte, también desarrolla canales en el suelo y acumulación de bacterias en la zona radical. Comúnmente, en micromorfología, se observan pellets de ácaros alojados en las raíces en descomposición. Por lo tanto, si sostenemos que las ocupaciones humanas aumentan los niveles de materia orgánica de los suelos y éstos, a su vez, promueven la actividad biológica en distinta medida, pues sería esperable hallar en sitios arqueológicos más rasgos de bioturbación de flora y fauna (Waters 1992). Microscópicamente esto se traduciría en: estructuras más granulares, menor compactación, canales, cámaras y galerías; materia fecal, presencia de esporas y restos biominerales.

Conductas relacionadas con la incorporación de sustancias al suelo

De acuerdo a la bibliografía revisada (ver supra) este grupo de acciones son las más numerosas y ubicuas entre los campamentos residenciales y se pueden resumir en:

a) Depositación de restos de alimentos vegetales y animales producto de su

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procesamiento, consumo y descarte (material óseo, carne/ grasa, pelaje, cuero, plumas, cáscara de huevo, tubérculos, insectos, frutos secos, hojas, hongos, semillas, miel, cera, etc.).

b) Vertimiento de agua (con minerales, coloides, iones, etc.), grasa, sangre, cera, miel, sustancias ponzoñosas y resinas en estado líquido como consecuencia de la preparación de alimentos o manufactura de objetos.

c) Desechos del trabajo de material lítico, madera, fibra vegetal, cerámica, cuero, pluma, resina, pigmento, metal.

d) Colapso de vivienda/ paraviento (postes de madera, ramillas, cueros, hojas) tras el abandono del campamento.

e) Colocación de pastos, ramillas y/o cueros en piso de vivienda.

f) Acopio de madera y alimentos.g) Depositación de sedimentos tamaño

arena y rocas calentadas en fogón sobre piso de vivienda para calefacción.

h) Incorporación de materia fecal y orina de los ocupantes y perros si los hubiere.

i) Depósitos de acumulación secundaria por actividades de limpieza; y

j) Dispersión de cenizas durante el barrido como preparación del piso.

Las partículas inorgánicas incorporadas a la matriz pueden ser detectadas y descriptas cuali-cuantitativamente con técnicas sedimentológicas (tamiz y pipeteado/ serigrafía), la mineralogía y los análisis micromorfológicos de suelos. Esta última junto con técnicas de recuperación como la flotación y la geoquímica de suelos pueden asimismo visualizar materiales orgánicos. Por ejemplo, la preparación de un suelo con pastos y el procesamiento/ depositación de material orgánico puede dejar líneas de fitolitos, compactación de poros, enriquecimiento en fosfato y cambios en la microestructura observables en cortes delgados (Stoops et al. 2010). Estos últimos autores también sostienen –a través de análisis experimentales- que poros en forma vesicular en las estructuras de combustión pueden ser consecuencia de la quema de carne y grasa animal.

Remoción de cubierta vegetal

La extracción de la vegetación puede ser intencional, como cuando se prepara el piso de la vivienda; o no-intencional, a saber, por pisoteo (tránsito de personas, sectores de juego, dog yards, etc.). Desde la microestratigrafía pueden percibirse señales de remoción de cubierta vegetal ya que la ausencia de esta puede alterar la forma en la que las arcillas iluvian hacia los horizontes inferiores (ver descripción en apartado anterior). Una vez más, una evaluación microestratigráfica puede arrojar luz sobre estos procesos.

Del pisoteo o tránsito también se puede

esperar ruptura de material y compactación de la matriz del suelo o sedimento. Lo primero tiene mayor impacto en el registro óseo, aunque todo dependerá de cuan duro sea el sustrato ya que de ser blando el material tendería a enterrarse en detrimento de su fractura (Nielsen 1991; Politis 2007; Ozán 2009; Miller et al. 2010). Por su lado, la compactación (ausencia, disminución o achatamiento del espacio poral entre los clastos) se da por sobre-peso en superficie o redundancia de tránsito sobre la misma. Los ya citados Shahack-Gross y coautores (2004) han registrado compactación en muestras micromorfológicas de corrales de cabras, aunque “…the soil type found in the study area may form compacted surfaces only under very heavy loads (i.e., cattle vs. human; ~ 200 kg vs. ~ 60–70 kg)…” (Shahack-Gross et al. 2004:1408). No obstante, como en el caso de la ruptura, este rasgo también depende del tipo de suelo y hasta el momento no hay información sistemática disponible respecto a la influencia humana sobre la porosidad a partir del pisoteo o tránsito intensivo. El uso de instrumentales especí f icos como los penetrómetros, vuelve cuantificable esta propiedad de la compactación (Tchilinguirian com pers. 2011) que puede evaluarse cualitativamente en micromorfología.

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Estructuras de combustión

De los casos revisados se observa que los fogones están presentes en absolutamente todos los campamentos residenciales, tanto en las áreas comunes como dentro de la vivienda. Su ubicuidad y cantidad sin duda obedece a sus múltiples usos (calelefacción, iluminación, caza, sistema de comunicación, limpieza, etc.). La variabilidad de las estructuras de combustión radica en su modo de preparación (semi-enterrados/ superficiales), dimensiones, combustible utilizado, tiempo que permanece ardiendo y en su forma de mantención si la hubiere (barrido, volcado, vaciado, etc.). El perfil de un fogón comprende (de abajo hacia arriba): sedimento no alterado (similar al natural de la región), rubefacción, capa de cenizas, material calcinado, carbón y material orgánico quemado en diferentes grados. La presencia de todos estos componentes y la abundancia de ellos dependerá de cuánto estuvo ardiendo el fogón, la eventual limpieza del mismo y la actuación de procesos postdepositacionales (Mallol et al. 2007; Miller et al. 2010). Generalmente los fogones son estructuras bastante obstrusivas en los sitios arqueológicos. Sin embargo, la acidez del suelo, precipitaciones abundantes, la acción eólica y la flora y faunaturbación (sensu Waters 1992) constituyen factores de alteración fundamentales (Canti 2003). En efecto, la expectativa de hallar estructuras de combustión si aquellos están presentes debe ser considerablemente menor.

Mallol y coautores (2007) han desarrollado trabajos etnoarqueológicos entre los Hazda vinculados específicamente a la variabilidad y forma de utilización de sus fogones. Ellos destacan que: “… burning directly on the ground for 20 min had non-reversible effects on the substrate which, given rapid sedimentation and geochemical stability, could be preserved over time.” (Mallol et al. 2007:2047).

La conclusión del análisis de un fogón de breve duración para cocer alimentos, con fuego

ardiendo a baja intensidad y cuya muestra fue tomada 10 días después de realizarse la combustión, fue la siguiente: rubefacción (enrojecimiento) de las arcillas, disgregación de la microestructura del suelo (cambio en la porosidad, arreglo de las partículas constitutivas, etc.), materia orgánica vegetal y animal carbonizada y carbonato de calcio producto de la quema de plantas. La potencia del depósito fue algo menor a 10 cm y no se detectó ceniza. Es justamente la presencia de éstas y el espesor de la estructura lo que contrasta con fogones que han ardido por más tiempo. Por caso, una estructura encendida por dos meses muestreada un bimestre luego de su abandono ha mostrado más de 15 cm de potencia (siete cm de cenizas blancas y 12 cm de arcilla quemada), además del material orgánico en diferente grado de carbonización. El espesor del fogón constituiría, entonces, un proxy de duración (en ausencia de factores de alteración) puesto que varía proporcionalmente con la cantidad de horas que este estuvo ardiendo. Difícilmente puedan ofrecerse valores cuantitativos para esta proporción.

Estos autores y otros subrayan además que bajo determinadas condiciones de preservación es posible detectar el tipo de combustible, la temperatura, la duración de la fuente de combustión que le dio lugar, el tipo de grasas vertidas, las actividades relacionadas con el mantenimiento, limpieza y cantidad de episodios de utilización del fogón (Courty et al. 1989; March et al. 1989; Canti 2003; Mallol et al. 2007; Balbo et al. 2010; Goldberg y Berna 2010; Miller et al. 2010; Villagrán et al. 2011).

En Síntesis…

La pregunta que debemos hacernos ahora es si es factible evaluar cuantitativamente la modificación antrópica, en otras palabras ¿es posible observar cuánto se ha alterado el sustrato como consecuencia de la duración/ redundancia de ocupación humana? Partiendo

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desde la óptica de las Ciencias de la Tierra y de modo preliminar, podría decir que sí, la intensidad es cuantificable. Resta pensar cómo medirla.

Los casos etnográficos pertenecen a distintas poblaciones de cazadores-recolectores con demografías y campamentos con diferentes duraciones. Sin embargo, los tipos de acciones que distinguen las ocupaciones más prolongadas de aquellas de menor duración, si bien existen, son débiles si se los proyecta en la escala arqueológica. Dicho de otra forma, las probabilidades de hallar rasgos diagnósticos de ocupaciones largas (a saber, acumulaciones secundarias por mantenimiento, estructuras de almacenamiento, corrales de perros, etc.) son bajas al ser rasgos muy circunscritos dentro de un espacio habitado. Por esta razón, geoarqueológicamente, la intensidad debería verse desde el grado de modificación, más que desde el tipo de alteración. El “grado” tiene que ver con cuán diferente es la muestra del sitio respecto a una ubicada fuera de él en términos de: granulometría (selección, homogeneidad, relación gruesos/finos, microestructura, fábrica, etc.), mineralogía, pH, geoquímica, cantidad de materia orgánica, porosidad y presencia de microvestigios (tales como polen, diatomeas, fitolitos, carbones, ceniza, etc.) (Courty et al. 1989; Kligmann 2009; Stoops et al. 2010).

Por lo tanto –metodológicamente- la toma de muestras por fuera del sitio arqueológico (área natural de control), la experimentación, la evaluación tafonómica, el trabajo en varias escalas espaciales articuladas y el análisis de otras líneas de evidencia para entender la naturaleza de la ocupación son las vías para avanzar en esta dirección.

De la revisión geo-etnoarqueológica realizada también se desprende que muchas de las actividades que podrían estar dejando señales macro y/o microscópicas en el sustrato se vinculan más con elecciones culturales (arquitectura de la vivienda, presencia de roasting

pits, forma de preparación del fogón, materia prima y clase de tecnología confeccionada, etc.) o los recursos consumidos (también específicos de un área), que con la duración de la ocupación per se. Por ejemplo, acumulaciones secundarias por mantenimiento se relacionan con ocupaciones más prolongadas como la de los tres meses de los Alyawara, pero –al mismo tiempo- en campamentos breves como los de los Nukak (cinco días) también se llevan a cabo aquellas actividades, que por su parte no fueron registradas entre los Selk`nam con ocupaciones de igual duración. Entre los Nukak, Politis (2007) encuentra que en las ocupaciones más prolongadas (ca. 10 días) hay mayor acumulación secundaria que en las más breves (menores a ocho días). En esta lógica, parece ser que lo “más intensivo” o “menos intensivo” debe resolverse dentro de la dinámica de la propia población ya que un campamento de 10 días para los Nukak es intensivo, mientras que para los Hadza, cuyos campamentos residenciales se establecen prácticamente toda la temporada, no lo es; por lo tanto, la intensidad debe evaluarse al interior de cada grupo.

PALABRAS FINALES

La baja densidad de artefactos que presentan muchos sitios arqueológicos de cazadores-recolectores de Patagonia meridional puede deberse a una baja tasa de depositación como consecuencia de una baja intensidad ocupacional, a la destrucción del material orgánico (cuya presencia aumentaría la densidad del registro) y/o a distintos procesos de formación de sitio. En todos los casos, se vuelve necesaria una evaluación tafonómica para explicar la equifinalidad (Borrero 2006). En este trabajo he propuesto discutirla desde una mirada geoarqueológica (Favier Dubois 2001; Barberena 2008; Kligmann 2009; Borrazzo 2010; Morales 2010). La revisión de trabajos etnoarqueológicos desde esta perspectiva me ha permitido generar ciertas expectativas de modificación antrópica de la matriz (suelos o

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sedimentos) en los sitios arqueológicos. Estos enunciados deberán contrastarse en el campo con las muestras del área natural de control a fin de destacar el grado de contraste.

He puesto un especial acento en la micromorfología de suelos por tratarse de una técnica poco utilizada en la arqueología argentina y con gran potencialidad si se la interpreta junto con análisis sedimentológicos y geoquímicos. Este paquete metodológico tiene la virtud de describir y cuantificar un registro arqueológico microscópico no artefactual, al tiempo que presenta una gran capacidad para detectar eventuales procesos de formación. No obstante, sin sedimentación o pedogénesis, no es posible utilizar aquellas herramientas. Este requisito no debe ser perdido de vista sobre todo en paisajes en los cuales los procesos eólicos de deflación están presentes (Schiffer 1987; Waters 1992). Otro punto que debo subrayar es que estas técnicas se utilizan en la escala de sitio, en efecto, los datos que ellas arrojan son difícilmente trasladables a otras escalas espaciales mayores. Esto es una limitación como consecuencia de la alta resolución de la información que se obtiene con estas líneas de evidencia. Vale destacar que existen otras formas de evaluar intensidad de ocupación desde la geoarqueología, como es la relación entre las tasas de sedimentación y la densidad artefactual (Waters 1992; Favier Dubois 2000), pero este ejercicio requiere dataciones absolutas de los contextos estratigráficos.

¿Por qué es importante desarrollar metodologías apropiadas para evaluar cómo y cuánto ha sido utilizado el espacio en poblaciones cazadoras-recolectoras? Como discutí en el primer apartado, la duración y redundancia de ocupación se inserta en la discusión acerca del uso del espacio y –en efecto- la interrelación ser humano/ paisaje. Esto sin duda abre el juego a preguntas vinculadas con conductas y procesos adaptativos (Gould 1980; Borrero 1989-90) de poblaciones humanas con alta movilidad.

AGRADECIMIENTOS

A Luis Borrero y Pablo Tchilinguirian por sus comentarios sobre el manuscrito original. También a los evaluadores Cristian Favier Dubois y Ramiro Barberena cuyas sugerencias han mejorado considerablemente mi trabajo. Y finalmente a los editores de la revista por leerme atentamente. Todos los errores u omisiones son de mi responsabilidad.

NOTAS

1. La acepción de “intensidad” del presente trabajo es distinta a la discutida en otros contextos en donde se hace referencia a la energía invertida en el desarrollo de ciertas tareas en un momento y lugar particular (e.g. Mengoni Goñalons et al. 2009) o al incremento en la cantidad de trabajo para la obtención de un recurso ya sea por un desbalance entre la oferta y la demanda, o bien, para generar un excedente (un síntesis de estas otras definiciones puede puede verse en Holdaway et al. 2008).

2. El muestreo se realiza introduciendo una caja metálica en el perfil de excavación. Una vez que se extrae la porción, la muestra debe secarse y consolidarse con resinas para realizar el corte y pulido a 30 µm (= 30000 mm). Una vez obtenida la sección delgada se la observa al microscopio de luz polarizada o petrográfico (hasta 600x).

3. Un perro juvenil, doméstico y en un espacio acotado de decenas de m2 puede, en el transcurso de una semana: 1) transportar decenas de objetos menores a un kg a una distancia máxima de ~35 m. 2) Realizar media docena de pozos (de dimensiones similares). 3) Enterrar material óseo (igual locus). 4) Remover una superficie acotada de cobertura vegetal; y 5) producir ca. 2,200 gr de excremento (observación personal).

4. La acción de perros (e), fauna (f) y flora (g) es indirecta a la conducta humana. Sin embargo, la menciono porque es la presencia de un grupo de personas habitando un espacio la que genera la actuación cuantitativamente mayor de aquellos agentes. Por su lado el caso de la presencia de perros podría correlacionarse en gran medida con la presencia humana.

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5. Las arcillas son filosilicatos y –como tales- presentan una estructura química laminar. Si las arcillas iluvian lentamente en el perfil se ordenan formando revestimientos alrededor de clastos y poros de manera tal que muestran una propiedad óptica específica en el microscopio con nicoles paralelos y al girar la platina. Esta depositación laminar de las arcillas se da en suelos con buen drenaje, buena cobertura vegetal (que frena el impacto de la gota de agua), precipitaciones regulares y con cierta estacionalidad. Por el contrario, sin cobertura vegetal, la iluviación es más rápida y los resultantes revestimientos de arcilla estarán mezclado con material orgánico, humus y limo, y además no orientados homogéneamente (Bullock et al. 1985; Courty et al. 1989; Stoops et al. 2010).

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Ivana Laura Ozán. Licenciada en Cs. Antropológicas, orientación arqueológica (2009) de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Actualmente se encuentra realizando su doctorado con una beca tipo 1 de CONICET en la universidad antedicha. Los temas que la ocupan son los vinculados con la geoarqueología, específicamente la micromorfología de suelos aplicada a contextos cazadores-recolectores de Patagonia Meridional. Es adscripta de la cátedra de Geología General y Geomorfología del Cuartario (FFyL) y forma parte del comité editorial de la presente revista.

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PRIMERA EXPLORACIÓN DE LA INVERSIÓN DE TRABAJO EN LOS CONJUNTOS LÍTICOS DE LA COSTA NORTE DEL GOLFO

SAN MATÍAS, PROVINCIA DE RÍO NEGRO (ARGENTINA)

Jimena Alberti1

RESUMEN

En el presente trabajo se aborda el conjunto artefactual lítico de la costa norte del golfo San Matías (provincia de Río Negro) desde una perspectiva macroscópica morfológico-descriptiva. En este sentido, se aplican por primera vez las nociones de “inversión de trabajo” y “clase técnica” para discernir esfuerzos de manufactura puestos en las diferentes clases artefactuales que integran la muestra bajo estudio. Esta perspectiva se integra con la noción de riesgo con el fin de relacionar los esfuerzos de manufactura y las condiciones ambientales y de explotación de recursos en las cuales habrían vivido los grupos que habitaron el área. Además, se consideran las distintas materias primas utilizadas para la manufactura de los artefactos. Se concluye que los conjuntos presentan en general una baja inversión de energía en su confección, lo cual estaría vinculado con una baja y/o nula conservación de la materia prima dentro de un contexto de bajo riesgo en la explotación de los recursos.

Palabras clave: Instrumentos; Materias primas líticas; Inversión de trabajo; Clase técnica.

EXPLORING LABOR INVESTMENT TRENDS IN LITHIC ASSEMBLAGES FROM THE NORTHERN COAST OF SAN MATÍAS

GULF, RIO NEGRO PROVINCE (ARGENTINA)

ABSTRACT

In this paper we study the lithic artifacts of the Northern coast of San Matías Gulf (Río Negro province) from a morphologic-descriptive macroscopic approach. In this sense, we use the notions of “work investment” and “technique class” for the first time in order to distinguish efforts of manufacture in the making of the different artifact classes that integrate the assemblage. This perspective is integrated with the notion of risk to relate the efforts in the manufacture and the environmental and resource exploitation conditions in which the hunter-gatherers that inhabited the area may have lived. Also, we consider the different lithic raw materials that were used to make the artifacts. We conclude that, in general, the assemblage exhibits a low level of energy investment in its manufacture, which could be related to a low and/or none conservation of lithic raw materials in a context risk’s low level in the resource exploitation.

Keywords: Artifacts; Lithic raw materials; Labor investment; Technique class.

1 Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas - CONICET. Saavedra 15 (1083), 5to Piso. Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected]

Alberti, Jimena. 2012. Primera exploración de la inversión de trabajo en los conjuntos líticos de la costa Norte del Golfo San Matías de la Provincia de Río Negro (Argentina). La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8(2):83-100. Buenos Aires.

Recibido en mayo de 2012; aceptado en septiembre de 2012.

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INTRODUCCIÓN

El análisis tecnológico busca dar cuenta de las acciones realizadas por actores que usan ciertos materiales seleccionados para alcanzar un resultado determinado (Torrence 1989a). De acuerdo con Jeske (1992), el principal objetivo de la tecnología lítica es el incremento de la extracción de energía del medio. En particular, los instrumentos de los cazadores-recolectores pueden ser analizados teniendo en cuenta que el objetivo principal es obtener la mayor eficiencia posible (Bleed 1986). De acuerdo con Hocsman y Escola (2006-2007), algunos instrumentos pueden ser producidos con muy poca inversión de energía mientras que otros requieren de un gran esfuerzo de producción. Es de esperarse que en aquellos ambientes en donde la variabilidad espacial y temporal distribuye los recursos en forma heterogénea, los conjuntos artefactuales muestren una mayor inversión de energía para incrementar su eficiencia en la explotación y procesamiento de recursos (Jeske 1992; Bousman 1993), por ejemplo, siendo más complejos y diversos (Torrence 1983). Por el contrario, en situaciones en donde la energía se distribuye más homogéneamente, y pensando en términos de costo-beneficio, el trabajo invertido en la manufactura de los conjuntos líticos tendería a minimizarse ya que no serían necesarios artefactos muy complejos para la explotación de los recursos disponibles en el ambiente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en lugares donde la distribución de recursos es homogénea, pero su comportamiento es impredecible, es de esperar la aparición de tecnologías especializadas y efectivas para su explotación (Winterhalder y Smith 1992).

Teniendo esto en cuenta, podemos considerar que una forma de abordar la variabilidad interna de los conjuntos líticos es a través de la estimación de la inversión de trabajo puesta en la manufactura de las distintas clases artefactuales de los conjuntos arqueológicos (Bousman 1993). En el presente trabajo

aplicaremos de forma exploratoria la noción de “inversión de trabajo” (sensu Hocsman y Escola 2006-2007) y aquella de “clase técnica” (sensu Aschero y Hocsman 2004) a los conjuntos de instrumentos recuperados en la costa norte del golfo San Matías. A partir del análisis, buscamos distinguir esfuerzos diferenciales en la manufactura de las distintas clases artefactuales encontradas en los conjuntos y discernir tendencias respecto de la explotación de los diferentes tipos de rocas encontrados en el registro. Esto además lo relacionaremos con la noción de riesgo planteada por Torrence (1989a) a fin de poder evaluar la relación entre la manufactura de instrumentos líticos y las condiciones ambientales bajo las cuales vivieron los grupos que habitaron la costa norte del golfo San Matías durante el Holoceno Medio y Tardío.

EL RIESGO, LA NOCIÓN DE INVERSIÓN DE TRABAJO Y LA CLASE TÉCNICA

Los distintos autores que han estudiado la inversión de tiempo y/o energía necesaria para la manufactura de instrumentos, han estimado la inversión de trabajo en base a la aplicación de conocimientos generales de la talla lítica (Hocsman y Escola 2006-2007). Siguiendo estos lineamientos, Aschero y Hocsman (2004) han introducido la categoría analítica “clase técnica” a fin de abordar con mayor exactitud la estimación de la inversión de trabajo en los artefactos líticos tallados a partir de la superposición de los lascados que pueden cubrir total o parcialmente la superficie de una o de las dos caras, entrecruzándose o no en el eje medio del instrumento (Aschero y Hocsman 2004). De esta forma, dichos autores (Aschero y Hocsman 2004; Hocsman 2006; Hocsman y Escola 2006-2007) distinguen ocho clases técnicas en función de una inversión de trabajo creciente: artefacto con trabajo bipolar, artefacto con trabajo no invasivo alternante, artefacto con trabajo no invasivo unifacial, artefacto con trabajo no invasivo bifacial, artefacto con reducción

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unifacial, artefacto con adelgazamiento unifacial, artefacto con reducción bifacial, y artefacto con adelgazamiento bifacial. De acuerdo con Hocsman y Escola (2006-2007:76), existe un continuum en la morfología de los artefactos que va desde los que pueden ser producidos con muy poco esfuerzo tecnológico, hasta los que implican un mayor esfuerzo de producción.

Por otra parte, al considerar la inversión de trabajo que puede tener un instrumento o conjunto de ellos, es necesario tener en cuenta la noción de diseño utilitario planteada por Escola (2004). La autora sostiene que la demanda funcional es uno de los elementos condicionantes de este tipo de diseño, que no incluye solamente formas de filos simples que servirían para la realización de gran cantidad de actividades, sino también ciertas configuraciones de borde para funciones específicas (Escola 2004). Como esta variable de diseño adquiriría significado en situaciones sin estrés temporal, sería de esperar que las tareas de mantenimiento y reparación fuesen poco frecuentes y que las actividades de manufactura, uso y descarte se dieran en el contexto de uso (Escola 2004).

Adicionalmente , Hocsman y Escola (2006-2007) consideran que la clase técnica únicamente da cuenta de una parte de la inversión de trabajo puesta en un instrumento y sólo hace referencia a la formatización del mismo, con lo que es necesario tener en cuenta un mayor número de variables al momento de hacer el análisis. De tal forma, los autores proponen cuatro categorías analíticas para poder abordar los diferentes diseños utilitarios (Hocsman y Escola 2006-2007):

1. Clase técnica (tal como ya fue definida).

2. Requerimientos de extracción de la forma base: se relaciona con la búsqueda o no de una forma base con caracteres específicos para su formatización posterior. Los autores diferencian entre percusión dirigida (con mayor

inversión de trabajo) y percusión no dirigida, destacando que, aunque en ambos casos hay una intención de obtener una pieza adecuada, en el primer caso la intencionalidad es la obtención de un producto concreto, mientras que en el segundo hay una amplia variedad de productos que pueden ser usados.

3. Requerimientos de formatización de la forma base: implica la presencia de características de la forma base que inciden sobre la inversión de trabajo.

4. Requerimientos de imposición de forma: tiene que ver con la inversión de trabajo requerida para trabajar las diferentes partes de un instrumento, o con la forma y dirección de los lascados de formatización.

Además, Hocsman y Escola (2006-2007) proponen un conjunto de variables que están en relación con las distintas categorías de clase técnica que usaremos para el análisis. A los efectos de no generar confusión, definiremos solamente aquellas que se encuentran presentes en los conjuntos aquí considerados1:

1. Artefacto con adelgazamiento bifacial: son piezas en las que la intencionalidad de los lascados bifaciales está puesta en rebajar el espesor y generar una sección regular biconvexa sin afectar el ancho del artefacto. Se espera que los lascados se extiendan desde el borde hasta por lo menos el centro del artefacto y que se superpongan con los provenientes del margen opuesto.

2. Artefacto con reducción bifacial: son artefactos confeccionados por lascados bifaciales que afectan menos los bordes que las caras. En general, estos lascados no cubren el centro de la cara o, de hacerlo, no se superponen con los que provienen del otro borde. El énfasis está puesto en la conformación de contornos.

3. Artefacto con reducción unifacial:

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piezas en las que la formatización unifacial afecta más la cara que el borde, y son respuesta a la búsqueda de contornos y secciones específicas.

4. Artefactos con trabajo no invasivo bifacial: en este tipo de instrumentos el énfasis está en lograr un filo particular a partir de lascados en ambas caras, los cuales afectan más a los bordes que a aquellas. Tanto en esta categoría como en la siguiente, los lascados no alcanzan las zonas centrales (son de tipo marginal, sensu Aschero 1975).

5. Artefactos con trabajo no invasivo unifacial: en estas piezas se busca una morfología de filo específica a partir de lascados que afectan el borde en una sola cara de las piezas.

En combinac ión con las var iab les anteriormente propuestas, para este trabajo utilizaremos el concepto de riesgo tal como ha sido planteado por Torrence (1989a): la probabilidad de sufrir una pérdida y la severidad de tal pérdida. Para esta autora, es el riesgo el que actúa como una fuerza selectiva que estructura las estrategias tecnológicas, y es la tecnología la que permite lidiar con los riesgos económicos a través de un mecanismo de prevención de la pérdida (Torrence 1989a).

En relación con el manejo de los riesgos económicos, es necesario tener en cuenta que cuanto mayor es el riesgo de pérdida de un recurso, mayor va a ser el tiempo invertido en la manufactura de los instrumentos para adquirirlo, y que bajo condiciones de riesgo y estrés, las estrategias tecnológicas se orientan a reducir la probabilidad de errores (Nelson 1991). En esta misma línea de pensamiento, Hayden (1981 en Bamforth y Bleed 1997:116) sostiene que la especialización en unos pocos recursos debería ser acompañada por un conjunto de herramientas especializadas y complejas para reducir el riesgo de pérdida. Por otro lado, si el incremento en la confiabilidad se da a través de la diversificación de la dieta, las herramientas deberían ser complejas y diversificadas (Hayden 1981 en Bamforth y Bleed 1997:116).

EL ÁREA DE ESTUDIO

Según su orientación, la costa rionegrina del golfo San Matías puede dividirse en dos sectores (Figura 1):

Figura 1. Mapa con el detalle de las divisiones entre la costa norte y la costa oeste (tomado de Alberti 2010).

La costa norte del Golfo abarca desde el balneario El Cóndor hasta la Bahía de San Antonio, corre de este a oeste y presenta acantilados activos con plataformas y entrantes costeros, en los que se observan cordones litorales y terrazas cubiertas de sedimentos eólicos (Favier Dubois et al. 2008; Manzi et al. 2009). En este sector se combinan la accesibilidad a las especies marinas (moluscos, peces y lobos marinos), la presencia de agua en dunas, la disponibilidad de rocas y la existencia de reparos topográficos (Borella 2006; Favier Dubois y Borella 2011). Han sido identificados más de 50 loci, en general de superficie, y se han recuperado tiestos, artefactos óseos y de valva, cáscaras de Rheidae grabadas, material arqueofaunístico y enterratorios (Favier Dubois et al. 2008). Las fechas de estas localidades (ver las principales en la Figura 2) se ubican entre los ca. 6000 y los 450 años 14C AP (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009). El sector oeste no será tomado en esta investigación, en la que sólo nos enfocaremos en la costa norte del Golfo, previamente descrita.

En los conjuntos recuperados en los distintos loci de la costa norte se han podido discernir variaciones en términos de la abundancia de

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las diferentes clases artefactuales, las cuales pueden responder a cuestiones cronológicas, a la variación de los microambientes y/o a cambios en la dieta (Cardillo et al. 2007; Cardillo 2009; Cardillo y Favier Dubois 2011). Se han identificado patrones de ocurrencia de artefactos con baja inversión de energía en su formatización, y se han podido caracterizar sectores en los cuales se presentan - de forma co-ocurrente y junto con los instrumentos de formatización sumaria - instrumentos con mayor inversión de energía, como raspadores y raederas (Cardillo et al. 2007).

A través de la información generada por las investigaciones llevadas adelante en la costa rionegrina del golfo San Matías por parte del equipo dirigido por los Dres. Favier Dubois y Borella, se ha propuesto que este sector de la costa de Norpatagonia habría sido aprovechado de diferentes formas a partir del Holoceno Medio. En la primera etapa de la ocupación (desde los 6000 años 14C AP, pero fuertemente evidenciada en los sitios entre los 3100 y hasta los 2200 años 14C AP), las sociedades habrían estado volcadas principalmente a la explotación y consumo de recursos marinos (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009; Favier Dubois y Scartascini 2012). En un segundo momento (entre 1500 y 450 años 14C AP) la evidencia sugiere una dieta mixta, con la incorporación de vegetales y recursos terrestres (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009). Finalmente, alrededor del siglo XVIII, se produce el virtual abandono de la costa al incorporarse el caballo (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009).

Estos cambios en la dieta, sustentados por análisis isotópicos efectuados sobre restos esqueletales humanos (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009), tendrían su correlato en la tecnología que habría sido usada por los grupos que habitaron la costa norte del Golfo para su explotación. En este sentido, para el primer bloque temporal, con una dieta predominantemente marina, la tecnología habría sido simple, en concordancia con la explotación de estos recursos que no requeriría de herramientas complejas (Cardillo y Favier Dubois 2011), mientras que en el segundo bloque temporal, con la disminución del componente marino y el aumento del terrestre en la dieta, se da la aparición de cerámica, puntas de proyectil pequeñas y un aumento de los artefactos de molienda (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009). En estos momentos se registraría un aumento del riesgo y un mayor estrés temporal (Cardillo y Favier Dubois 2011).

La tecnología lítica

La mayoría de las fuentes de materia prima lítica del área de investigación se presentan en forma de depósitos secundarios: conjuntos de rocas redepositadas por acción marina (Cardillo y Scartascini 2007), y de origen fluvial o glacifluvial (González Díaz y Malagnino 1984; Favier Dubois y Borella 2011). Estos depósitos, de distribución extensa y relativamente homogénea, son de gran importancia en el estudio de las estrategias de aprovisionamiento y explotación de materias primas, ya que implican que en el espacio

Figura 2. Ubicación de las principales localidades arqueológicas de la costa norte del golfo San Matías.

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existen distribuciones de rocas de distinta extensión y variada litología, y no puntos “localizados” para el aprovisionamiento de materias primas (Alberti 2010).

En el sector oeste del Golfo existen f uen te s p r imar i a s cons t i t u i d a s por afloramientos porfídicos con vetas y bloques de sílice de diferentes calidades (sensu Aragón y Franco 1997), y nódulos de calcedonia de calidad excelente en depósitos primarios y secundarios en lugares puntuales, distribuidos de manera más heterogénea y de menor densidad que los de la costa norte (Cardillo y Scartascini 2007). También hay diversos tipos de rocas en depósitos primarios, presentes en cañadones, barrancos y restingas, y secundarios en forma de rodados (Favier Dubois et al. 2009).

En lo que respecta al aprovechamiento de las fuentes de material lítico, Cardillo y Scartascini (2007) sostienen que no hay una conducta que apunte a la economía de materias primas, y que la homogeneidad que se observa en las estrategias de explotación y reducción de nódulos contrasta con la variabilidad de los tipos de rocas descartadas en los dos sectores de la costa rionegrina del golfo San Matías (norte y oeste) (Cardillo 2009). Las diferencias en las frecuencias de rocas usadas pueden deberse a una explotación de materias primas locales en el sector oeste y no locales en el sector norte (Cardillo y Scartascini 2007). Por otro lado, en base al análisis y muestreo de las fuentes de materias primas y de los conjuntos líticos de dos loci de la costa norte, representativo cada uno de un bloque temporal, en trabajos previos hemos propuesto que, debido a que en el área norte del Golfo las fuentes de materias primas son ubicuas y abundantes, el abastecimiento de rocas no habría constituido un factor de riesgo para los grupos humanos que habitaron la zona (Alberti 2010).

De e s t a fo rma , F av i e r Dubo i s y colaboradores (2008) proponen que, en general, los conjuntos líticos de la costa rionegrina del golfo San Matías fueron producidos fundamentalmente en el marco de una estrategia expeditiva, con instrumentos poco estandarizados y una baja inversión energética en su manufactura. Las puntas de proyectil , las bolas de boleadora y algunos diseños de raspadores constituyen excepciones a este patrón (Favier Dubois et al. 2008). En lo que respecta al uso de materias primas en el caso de instrumentos que evidencian mayor inversión energética, en la costa norte se aprovecharon rocas no locales (Favier Dubois et al . 2008; Orlando 2009). El basalto ha sido usado mayoritariamente para la confección de instrumentos con filos largos y biseles abruptos (por ejemplo las raederas), las rocas silíceas para raspadores, muescas y denticulados, y rocas sedimentarias blandas y materias primas de menor calidad para la talla fueron aprovechadas en la confección de bolas sub-esferoidales pequeñas, de manufactura sumaria, que posiblemente funcionaron como pesas de líneas (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009; Scartascini 2010).

METODOLOGÍA DE TRABAJO Y RESULTADOS DEL ANÁLISIS

Para el análisis se tomaron instrumentos enteros o cuyo grado de fragmentación no impidiese la asignación a un grupo tipológico particular (ver algunos ejemplos en la Figura 3). Todo el conjunto corresponde a instrumentos asignados al bloque temporal temprano (desde los 6000 a los 2200 años 14C AP) (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009; Favier Dubois y Scartascini 2012). El análisis se hizo siguiendo los lineamientos propuestos por Aschero (1975, 1983). A fines de facilitar los tests estadísticos, calcedonias, jaspes y ópalos (aunque este último sea un

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mineraloide y no una roca stricto sensu) fueron agrupadas bajo el rótulo de “rocas criptocristalinas”. Esta agrupación está relacionada con la calidad de estas rocas para la talla (de excelente a muy buena) (sensu Aragón y Franco 1997). También fue utilizada la categoría “rocas de grano fino oscuro” (en adelante RGFO), definida por Charlin (2005), y que en nuestra región implica tanto rocas sedimentarias como volcánicas de colores oscuros, cuyas variedades pueden ser identificadas al microscopio mediante cortes delgados pero no a ojo desnudo.

Las variables fueron volcadas en una planilla de Excel, las medidas tomadas con calibre y para el análisis estadístico exploratorio fue usado el software Past 2.1 (Hammer et al. 2001). Mediante el uso de este programa se realizaron tests de X2 para establecer asociaciones entre variables. Estos tests se corrieron sobre las frecuencias de instrumentos en relación con las categorías analíticas propuestas por Hocsman y Escola (2006-2007) para abordar los diferentes diseños utilitarios. Además, mediante los análisis estadísticos se buscó discernir tendencias a partir de la comparación de grupos de variables y casos (instrumentos).

RESULTADOS

Presentamos en primer lugar la clasificación de los instrumentos en grupos tipológicos (Tabla 1). El grupo tipológico predominante en la muestra analizada es el de los denticulados (44.59%), seguido de los raspadores (22.97%) y el de las pesas (9.45%). Los denticulados constituyen un grupo que está presente en forma predominante en ambos bloques temporales, de acuerdo a estudios efectuados previamente (Cardillo et al. 2010).

La Tabla 2 presenta las clases técnicas identificadas en la muestra analizada y sus frecuencias.

Adicionalmente clasificamos los instrumentos de acuerdo con las diferentes variables tomadas por Hocsman y Escola (2006-2007) para abordar los diseños utilitarios (Tabla 3). Nuevamente fueron calculadas las frecuencias absolutas y también los

Tabla 1. Frecuencias de instrumentos por grupo tipológico.

porcentajes de cada una de las variables.A partir del análisis multivariado de

correspondencia (Legendre y Fortin 1989) y empleando todas las variables antes definidas (requerimientos de extracción y de formatización de la forma base, requerimientos de imposición de forma y las diferentes clases técnicas), los resultados mostraron que el primer eje explica el 75% de los datos, mientras que el segundo, el 17% de los mismos. Sin embargo, la superposición de categorías hacía confuso el poder discernir tendencias claras, especialmente debido a la presencia de variables con baja frecuencia, a lo que este método es particularmente sensible (Legendre y Fortin 1989). Por ello, para incrementar la eficacia del método, se decidió remover aquellas variables poco representadas y volver a correr el análisis. En este caso, fueron dejados de lado los instrumentos confeccionados sobre rocas sedimentarias, y las clases técnicas adelgazamiento y reducción bifacial, y reducción unifacial. De esta manera, el 88% de los datos fueron explicados por el primer eje del análisis, el 11% por el segundo eje y se pudieron discernir tendencias más claras (Figura 4).

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En la Figura 4 podemos observar que las RGFO y las rocas criptocristalinas se muestran relativamente agrupadas y asociadas con variables como la percusión no dirigida y el trabajo no invasivo unifacial. Por otro lado, se acercan también a la/s variable/s que define/n ausencia de requerimientos de formatización de la forma base y a la ausencia de imposición de forma. Los pórfidos se encuentran más asociados a la presencia de requerimientos de formatización de la forma base y al trabajo no invasivo bifacial. En el caso de las vulcanitas y los sílices, las tendencias no son

tan claras, lo cual puede deberse a que han sido usadas para confeccionar una cierta variedad de instrumentos y/o, en el caso de los sílices, a que se observaron en baja frecuencia en el registro arqueológico.

Mediante los tests de X2 comparamos en primer lugar los requerimientos de extracción de la forma base de acuerdo con las diferentes materias primas. La hipótesis nula sostiene que estos requerimientos de extracción de la forma base son independientes de la materia prima empleada, mientras que la alternativa propone que

Figura 3. Detalle de algunos instrumentos de la muestra estudiada. A) Bifaz, RGFO. B) Bifaz, roca silícea. C) Raspador y cuchillo, roca silícea. D) Punta burilante, RGFO. E) Denticulado, RGFO. F) Preforma de punta de proyectil, roca silícea. G) Denticulado, ópalo.

Tabla 2. Frecuencia de instrumentos por clase técnicaNota: formato de tabla tomado de Hocsman y Escola (2006-2007:81). *Adelg. bifacial: adelgazamiento bifacial; *Reduc. bifacial: reducción bifacial; *Reduc. unif.: reducción unifacial; *Trab. no inv. bifacial: trabajo no invasivo bifacial; *Trab. no inv. unifacial: trabajo no invasivo unifacial.

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están asociados. Este test dio como resultado un X2 de 3.83, p>0.01, lo cual indica que hay diferencias significativas en la forma en que las diferentes materias primas se emplearon para la confección de instrumentos de acuerdo con los requerimientos de extracción de la forma base. Luego se realizó el mismo test para comparar los requerimientos de formatización de la forma base con las materias primas. En este caso, el resultado fue de X2 12.06 p>0.05. Finalmente se compararon la presencia y la ausencia de los requerimientos de imposición de forma respecto de las materias primas, lo que dio como resultado un X2 de 12.11 p=0.05.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Tal como se observa en las tablas presentadas en el acápite anterior, la clase técnica predominante es el trabajo no invasivo unifacial, que representa el 74% de la muestra analizada. En orden de importancia, pero con una menor frecuencia, le siguen el trabajo no invasivo bifacial (menos del 20%) y el adelgazamiento bifacial, (5.4%). Esto indicaría una baja inversión de trabajo en el conjunto en general, salvo en aquellos casos en los que la bifacialidad es un requisito necesario (bifaces y puntas de proyectil).

Respecto de los requerimientos de extracción y de formatización de la forma base, predomina la percusión no dirigida en el primer caso (75.67%), y la ausencia de requerimientos de formatización en el segundo (85.13%). Esto estaría dando cuenta de la búsqueda de una amplia variedad de formas base que podrían ser aprovechadas sin tener una formatización previa al estadio final de manufactura, y no de un producto específico. Finalmente, en un 78% de la muestra no fueron necesarios los requerimientos de imposición de forma al tallar los instrumentos.

En general, entonces, el presente estudio señala una baja inversión de energía en los conjuntos artefactuales, situación que ya ha sido mencionada por trabajos anteriores (Favier Dubois et al. 2008). La baja diversidad de grupos tipológicos representada en estos conjuntos estaría acorde con una dieta predominantemente marina, asociada a una baja complejidad en la manufactura de los artefactos para la explotación de estos recursos (Cardillo et al. 2010; Cardillo

Tabla 3. Caracterización de los instrumentos mediante las categorías analíticas necesarias para el estudio de los diseños utilitarios

Figura 4. Resultados de análisis de correspondencia multivariado. Mediante elipses se señalan los grupos de variables que exhiben mayor asociación entre sí.Nota: Perc._Dirig.: requerimientos de extracción de la forma base: percusión dirigida; Perc._no_dirig.: requerimientos de extracción de la forma base: percusión no dirigida; RFAus.: requerimientos de imposición de forma ausentes; RFPres.: requerimientos de imposición de forma presentes; FBAus: requerimientos de formatización de la forma base ausentes; FBPres: requerimientos de formatización de la forma base presentes; Trab._no_inv._unif.: trabajo no invasivo unifacial; Perc._no_dirig.: percusión no dirigida; Trab._no:_inv._bif.: trabajo no invasivo bifacial.

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y Favier Dubois 2011). No se identificó el predominio de alguna clase técnica en los grupos tipológicos registrados. Sin embargo, se detectó que los raspadores y denticulados, grupos predominantes, han sido manufacturados principalmente mediante trabajo no invasivo unifacial, que requeriría de una baja inversión de energía.

Esta baja inversión de energía en los conjuntos líticos del bloque temporal temprano de las ocupaciones cazadoras-recolectoras de de la región de estudio, estaría dando cuenta de la baja o nula incidencia de conservación de la materia prima lítica. Si ésta escasease, probablemente deberíamos esperar instrumentos líticos más estandarizados y con una inversión mayor de trabajo en su manufactura a fin de conservar y maximizar el uso de la roca disponible (Andrefsky 1994). Sin embargo, en el área de estudio la escasez de materia prima no habría constituido un factor de riesgo para estos grupos humanos. Por otro lado, cabe destacar que las rocas aptas para la talla presentes en la costa rionegrina del Golfo son, en general, de calidad buena a excelente (Alberti 2010). Este atributo habría permitido la formatización de instrumentos con mayor inversión energética.

Llama la atención el hecho de que tanto las RGFO como las rocas criptocristalinas presentan las mismas tendencias en lo que hace a las variables de clase técnica y a las categorías analíticas del estudio de los diseños utilitarios. Esto es de destacar ya que las RGFO están disponibles localmente y requieren un muy bajo tiempo de búsqueda, pero las rocas criptocristalinas se encuentran presentes en la costa norte en muy bajas frecuencias, lo cual habría implicado mayores costos de búsqueda y obtención, y/o un aprovisionamiento en lugares distantes en el espacio, como ser la costa oeste del Golfo o sectores hacia el interior del continente. A pesar de esta diferencia en la disponibilidad, ambos tipos de rocas se habrían aprovechado de la misma manera y de forma expeditiva. En rocas de calidad menor, como

los pórfidos, observamos una tendencia más clara hacia la presencia de requerimientos de formatización de la forma base, posiblemente debido a la regular calidad de estas rocas para la manufactura de instrumentos, que habría requerido una inversión mayor de energía.

Los resultados de los tests de comparación por pares de variables también aportan información significativa. Respecto de los requerimientos de extracción de la forma base, ya hemos mencionado que hay diferencias significativas en los mismos de acuerdo con las materias primas. Al realizar el análisis de correspondencia, podemos ver que la percusión no dirigida se encuentra asociada con las rocas criptocristalinas y las RGFO, mientras que la percusión dirigida, aunque se acerca más a los sílices y a las vulcanitas, no presenta una asociación clara con alguna materia prima en particular.

Por otra parte, la comparación de los requerimientos de formatización de la forma base no dio diferencias significativas, lo que estaría postulando que la presencia o ausencia de este atributo no es claramente dependiente del tipo de roca. Al observar la Figura 4 podemos ver que la presencia de requerimientos de formatización de la forma base estaría más asociada con el trabajo de los pórfidos que con el resto de las materias primas, mientras que la ausencia de este atributo podría relacionarse con las RGFO.

Finalmente, la comparación entre tipo de materia prima y la presencia y/o ausencia de requerimientos de imposición de forma dio un resultado que es marginalmente significativo. Dado que p=0.05 no se puede afirmar ni descartar la asociación entre los dos grupos de variables. Posiblemente este resultado mejoraría al aumentar el tamaño de la muestra.

Siguiendo a Hocsman y Escola (2006-2007), podríamos sostener, entonces, que los artefactos formatizados analizados en este

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trabajo entrarían dentro de la categoría de diseño utilitario. Es decir, instrumentos que presentan baja inversión de energía en todas las variables analizadas: requerimientos de extracción y de formatización de la forma base, de imposición de forma y en la clase técnica. Esto contrasta con lo propuesto por Parry y Kelly (1987) respecto de la asociación de la tecnología con baja inversión de energía en su manufactura con sociedades sedentarias. Los autores sostienen que, independientemente de la disponibilidad de materia prima lítica apta para la talla, los grupos sedentarios tenderán a manufacturar instrumentos de forma más expeditiva (Parry y Kelly 1987). Sin embargo, en los conjuntos analizados encontramos herramientas manufacturadas de forma expeditiva pero no estamos frente a contextos de sociedades sedentarias. Cabría preguntarse, entonces, si la baja inversión de energía observada sugiere la ausencia de requerimientos de performance o de alta eficiencia tecnológica, por razones como la ausencia de necesidad de contar con herramientas más conservadas debido al tipo de recursos explotado, o hay otros factores que intervinieron en la toma de decisiones tecnológicas. Es necesario tener en cuenta que ésta debe ser entendida como una adaptación que funciona bajo principios de optimización operantes en condiciones locales específicas, con lo que es importante no perder de vista el contexto en el cual fue recuperado el conjunto analizado (Torrence 1989b).

Por otro lado, ha sido planteado para estos momentos tempranos de la ocupación de la costa rionegrina del golfo San Matías una situación de bajo riesgo en general. El aumento del mismo se habría registrado para momentos más tardíos (a partir de los 1500 años 14C AP), en conjunto con un mayor estrés temporal (Cardillo y Favier Dubois 2011), con la consecuente diversificación en el consumo de recursos y las herramientas usadas para su aprovechamiento (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009). En este ambiente los recursos habrían estado distribuidos de forma homogénea, con lo que se esperaría una baja

diversidad artefactual con una baja inversión de energía en su manufactura. Esto lo hemos podido comprobar mediante el análisis efectuado en este trabajo. Podríamos estimar así que el riesgo de pérdida de un recurso no habría sido muy grande, ya que no se registró una inversión de energía grande en los conjuntos ni tampoco evidencias materiales que dieran cuenta de su conservación de los mismos.

En el bloque temporal considerado en este trabajo la especialización de los grupos habría sido principalmente hacia los recursos marinos. En este sentido, de acuerdo con Hayden (1981 en Bamforth y Bleed 1997:116), deberíamos esperar un conjunto de herramientas especializadas y complejas. Esto no es lo que hemos observado en este conjunto, ya que los instrumentos que lo componen tienden a tener funciones generalizadas y no son de manufactura compleja, sino que más bien ésta se hizo de forma expeditiva y sin estandarización. Habrían existido redes, líneas y anzuelos de pesca, pero no se han conservado (solamente hemos encontrado las pesas correspondientes a estas técnicas de pesca, manufacturadas de forma expeditiva y sobre materias primas de calidad regular a mala para la talla, en general). Instrumentos con mayor inversión de energía en su manufactura, como las puntas de proyectil, no aparecen en abundancia en este bloque temporal. Sus mayores frecuencias se registran durante momentos más tardíos (Favier Dubois, Borella y Tykot 2009).

Sin duda, la muestra bajo estudio debe ser ampliada para poder obtener resultados que permitan la comparación a nivel diacrónico de las estrategias tecnológicas puestas en juego por estos grupos humanos. Asimismo, esto permitirá delinear tendencias en relación con el aprovechamiento y explotación de las materias primas, y con la intensidad de trabajo invertido en los distintos grupos tipológicos que aparecen en estos conjuntos. Por otra parte, la aplicación de este método de análisis a los artefactos correspondientes al bloque temporal

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más tardío, probablemente permita registrar cambios en las tendencias temporales respecto a la inversión de energía puesta en la manufactura de la tecnología lítica en la costa rionegrina del golfo San Matías, incorporando además tipos artefactuales ausentes en el bloque temporal estudiado en este trabajo.

NOTAS

1 Para mayor grado de detalle ver Hocsman y Escola 2006-2007:76-78.

AGRADECIMIENTOS

A Cristian Favier Dubois y Marcelo Cardillo por la lectura y corrección del manuscrito de este artículo. A Ivana Ozán por el tratamiento digital de las imágenes. A los evaluadores por sus correcciones y sugerencias.

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COMENTARIO 1

Alejandra M. Elias2 INAPL, CONICET

En este artículo Jimena Alberti encara el estudio de un conjunto de instrumentos líticos procedentes de la costa norte del Golfo de San Matías (Prov. de Río Negro). El objetivo de la autora es continuar aportando a la comprensión de las estrategias tecnológicas líticas de las sociedades que habitaron el área desde ca. 6000 años 14C AP hasta 2200 años 14C AP, correspondiente al primer bloque temporal de ocupación.

Busca comprender estas estrategias en relación a los riesgos (probabilidad y severidad de pérdida) asociados básicamente con la distribución espacial y disponibilidad temporal de los recursos de subsistencia. Parte del supuesto de que cuanto mayor es el riesgo de pérdida de los recursos mayor será el tiempo y trabajo invertido en la manufactura de los instrumentos líticos destinados a adquirirlos. Se aboca, entonces, a evaluar la inversión de tiempo/energía en los instrumentos líticos aplicando las siguientes categorías analíticas: clase técnica (sensu Aschero y Hocsman 2004),

requerimientos de extracción de forma base, requerimientos de formatización de forma base e requerimientos de imposición de forma (sensu Hocsman y Escola 2006/2007).

Este trabajo aporta a destacar el amplio espectro de estrategias tecnológicas líticas puestas en práctica por las sociedades cazadoras-recolectoras y a considerar la tecnología lítica en directa asociación, como señala la autora haciendo referencia a Torrence (1989b), con las condiciones y contextos locales específicos en que vivieron los grupos. Creo que sería muy interesante profundizar y discutir aún más la variabilidad interna de los conjuntos en términos de inversión de tiempo/energía. Si bien la tecnología lítica de estos grupos respondería predominantemente a decisiones tomadas en el marco de estrategias expeditivas, algunos aspectos de esta también podrían ser resultado de estrategias conservadas. Como plantea Escola (2004), generalmente se caracteriza una tecnología como básicamente conservada o expeditiva, sin embargo, un acercamiento más profundo puede revelar un apretado entretejido de estrategias ajustadas a las necesidades y prioridades de cada grupo humano en circunstancias particulares, y agregaría frente a recursos particulares.

Otro punto que me interesa subrayar, referido a la metodología, es el carácter exploratorio, y por ello novedoso y con potencial a futuro, de la aplicación de las categorías analíticas propuestas por Aschero y Hocsman (2004) y Hocsman y Escola (2006/2007) en el estudio de los conjuntos líticos del golfo San Matías. Ahora bien, concluyendo este comentario, deseo realizar ciertas dudas y sugerencias metodológicas que podrían enriquecer la investigación.

Hago a la autora la siguiente pregunta: ¿cuál es el objetivo o qué hipótesis busca contrastar al considerar la variable materias primas junto a las restantes categorías analíticas en los distintos tests estadísticos aplicados

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(análisis multivariado de correspondencia y X2)? Entiendo que esto aporta a comprender si existe variabilidad en lo que respecta a las decisiones tecnológicas de los grupos en la explotación y aprovechamiento de los distintos recursos líticos, en relación, por ejemplo, a su disponibilidad espacial. Sin embargo, me pregunto si sería posible incorporar, asimismo, la variable grupos tipológicos (sensu Aschero 1983). Esto permitiría contrastar más exhaustivamente si todos los grupos tipológicos identificados son producto de diseños utilitarios (sensu Escola 2000). Es decir, si se seleccionaron soportes específ icos (materias primas específicas, formas bases con características determinadas) y aplicaron técnicas particulares de reducción y formatización en la manufactura de alguno de ellos (por ejemplo, puntas de proyectil). Incorporar los grupos tipológicos, mencionados en el texto por la autora, posibilitaría una caracterización más detallada de la variabilidad presente en los conjuntos líticos y de las decisiones tecnológicas de las que son consecuencia (ver supra Escola 2004).

Finalmente, sugiero que en futuros aportes se tomen en consideración los núcleos y desechos de talla. El registro de determinadas variables en estas clases tipológicas (sensu Aschero y Hoscman 2004) permitiría una apreciación más completa de la inversión de tiempo/energía por parte de las sociedades en su tecnología lítica, complementando la información obtenida a partir del análisis de los instrumentos (expuesta en esta oportunidad). Entre estas variables podemos mencionar la designación morfológica de los núcleos y la presencia/ausencia de regularización en frentes de extracción de lascas y núcleos (sensu Aschero 1983).

COMENTARIO 2

Federico Restifo3

IDA, FFyL-UBA, CONICET

El trabajo de Jimena Alberti se centra en

una problemática central de los estudios de artefactos líticos como es la relación entre variabilidad artefactual y riesgo. Dado que no soy especialista en la arqueología de la costa norte patagónica me encuentro imposibilitado de realizar comentarios sobre el aporte de este trabajo al panorama de investigación general (aunque asumo que el trabajo es valioso). Sin embargo, el trabajo en cuestión también invita a la reflexión sobre teoría, especialmente sobre los modelos involucrados en el trabajo. Desde mi punto de vista esto es tan importante como bienvenido, y será el foco de mi comentario.

La autora evalúa la relación entre variabilidad artefactual y riesgo a partir del concepto de “inversión de trabajo”. Sus resultados le indican un bajo grado de inversión de trabajo en artefactos líticos, medido a partir de la aplicación de diferentes variables discretas. De esta manera, se concluye que las diferentes rocas disponibles en el área habrían sido tratadas expeditivamente, es decir, con un bajo grado de esfuerzo tecnológico y baja conservación. Pienso que los resultados son claros y convincentes. Sin embargo, un aspecto de la interpretación es el que creo que merece un comentario aparte.

En un tramo de la sección “discusión y conclusiones” la autora afirma que el “riesgo de pérdida” habría sido bajo dada la baja inversión de trabajo en los artefactos analizados y la falta de indicadores de conservación en los mismos. Esta afirmación supone que el riesgo puede estimarse a partir de las características de los conjuntos líticos. Desde mi punto de vista, el razonamiento debería ser totalmente inverso. El riesgo siempre es la variable independiente, mientras que los conjuntos líticos son los que pueden variar en función de él. De este modo, el riesgo debe ser caracterizado en sí mismo, por ejemplo a partir de información paleoambiental, funcionando así como un marco para comprender el registro arqueológico. Tal vez, lo más conveniente sea optar por definiciones de riesgo más abiertas, como

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aquellas derivadas de modelos de minimización del riesgo (e.g. modelo z-score), que no se centran exclusivamente en tecnología lítica. Esto debido a que la tecnología lítica no siempre es el componente principal de una estrategia de adaptación humana.

Finalmente, destaco el modo en que son considerados diferentes modelos sobre la variación en tecnología lítica. En algunos pasajes de la discusión la autora destaca la incongruencia entre sus resultados y las expectativas de algunos modelos generales (e.g. Parry y Kelly 1987). Es interesante ver que esto la conduce a generar razonamientos o hipótesis alternativas, es decir nuevos caminos a los que dirigir la investigación. Creo que esto es clave para el avance de la misma. Con esto me refiero fundamentalmente a considerar que los modelos, lejos de aportar una solución, son herramientas para pensar y problematizar un caso de estudio, lo que en este trabajo se refleja plenamente.

COMENTARIO 3

María Victoria Fernández4

IDA, FFyL-UBA, CONICET

En su trabajo, Alberti explora la inversión de energía en la manufactura de artefactos líticos formatizados correspondientes a la costa norte del golfo San Matías, entre los 6000 y los 2200 años 14C AP. Para esto su propuesta se centra en los análisis de inversión de trabajo y clase técnica aplicados a cada clase artefactual representada.

Dentro del marco teórico adoptado, selecciona acertadamente la noción de riesgo para indagar los factores que habrían incidido en el grado de inversión de energía en la manufactura de cada clase artefactual. Respaldada por los datos obtenidos a partir de los diferentes proxies trabajados por el equipo de la costa del golfo San Matías, genera una serie de expectativas vinculadas con la disponibilidad

ambiental y el aprovechamiento de recursos en el período considerado, en particular recursos marinos y materias primas líticas.

El tratamiento de los datos, mediante variados tests estadísticos, le permite relacionar las variables consideradas en los análisis de inversión de trabajo y de clase técnica con las clases artefactuales y materias primas seleccionadas para su manufactura. Este sólido tratamiento de los datos la conduce a conclusiones que refuerzan de manera independiente las hipótesis que se vienen contrastando para ese período en el golfo San Matías: una baja inversión general de energía en la manufactura de artefactos líticos que apoya la propuesta de un bajo riesgo acompañado de un aprovechamiento intensivo de recursos marinos.

Para aseverar un bajo riesgo durante el Holoceno medio, Alberti se apoya en la evidencia de una baja inversión de energía en la manufactura de los artefactos líticos sumada a una alta incidencia de recursos marinos en la dieta. Considero que no en todos los casos una baja inversión de energia en la manufactura pueda ser un indicador suficiente de escenarios de bajo riesgo. Una estrategia tecnológica expeditiva -baja inversión de energía- podría ser la solución más eficiente frente a un contexto socio-ambiental cualquiera, inclusive uno de alto riesgo. Quedaría por explicitar qué factores estarían determinando que el aprovechamiento mayoritario de recursos marinos sea una opción poco riesgosa, de qué tipos de recursos se trata, su abundancia y predictibilidad. Por otra parte, en cuanto a las clases artefactuales, el grupo de los raspadores, ampliamente representados en la muestra, se presenta como con “trabajo no invasivo unifacial”, lo que implica en este análisis baja inversión de energía. Sin embargo, como la autora lo sugiere, citando a Cardillo et al. (2007), tanto raspadores como raederas requieren de cierta inversión de trabajo para su manufactura. Este es un buen punto para explorar las fortalezas y limitaciones de estos tipos de análisis, aunque esto en sí no debilita

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las conclusiones a las que arriba la autora ni su análisis lítico.

Finalmente, interesa destacar el uso que hace Alberti de la información ambiental y arqueológica ya disponible para la región y su integración en una nueva propuesta que armoniza con el marco teórico y los modelos con los que su equipo trabaja.

RESPUESTA

Jimena Alberti IMHICIHU-CONICET

En primer lugar, quisiera agradecerles a

los Lics. F. Restifo y V. Fernández y a la Dra. A. Elías la lectura detallada y los comentarios excelentes que han hecho sobre este trabajo. Considero que esta forma de intercambio es de importancia fundamental para lograr que las investigaciones y las discusiones sobre diferentes temáticas arqueológicas se enriquezcan y avancen.

Respecto del comentario efectuado por el Lic. Restifo en relación con la estimación del riesgo a partir de, por ejemplo, la información paleoambiental y no a partir de los conjuntos artefactuales, concuerdo totalmente. La forma en que el párrafo mencionado por el autor se encuentra redactado en el trabajo quizás de a entender lo contrario, pero lo principal es que considero que los conjuntos artefactuales no son en sí mismos una forma de estimar el riesgo. En el caso de nuestra área de estudio, la propuesta de una situación de bajo riesgo para los momentos más tempranos de la ocupación (desde los 6000 años 14C AP, pero evidenciado fuertemente entre los 3100 y los 2200 años 14C AP), y un aumento del mismo a partir de los 1500 años 14C AP, ha sido formulada a partir del estudio de evidencias tecnológicas, isotópicas en restos esqueletales humanos y de arqueofaunas presentes en el registro (Cardillo y Favier Dubois 2011). Esta es una forma

correcta de proceder para proponer diferentes situaciones de riesgo que se habrían dado en el pasado. En este trabajo, el conjunto artefactual lítico fue tomado como una evidencia más de la situación de bajo riesgo propuesta para el bloque temporal temprano de ocupación de la costa norte del golfo San Matías. Por otro lado, acuerdo con el Lic. Restifo respecto de que la tecnología lítica no es siempre el componente principal de las adaptaciones humanas, con lo que debe ser abordada dentro del conjunto de materiales del registro arqueológico.

En relación con el comentario realizado por la Lic. Fernández, claramente los raspadores requieren de cierta inversión de energía y, a pesar de estar manufacturados mediante el trabajo no invasivo unifacial, precisan mayor inversión energética que, por ejemplo, un denticulado. Entonces, a pesar de que tenemos la misma clase técnica, hay dentro de ella ciertas variaciones respecto de la inversión energética necesaria para la manufactura de los diferentes grupos tipológicos. Esto podría ser un punto débil de este método de análisis que sería necesario refinar con otras aproximaciones.

Por otro lado, claramente una baja inversión de energía en la tecnología lítica por sí sola no es indicadora suficiente de la presencia de escenarios de bajo riesgo ya que, tal como la Lic. Fernández propone, una estrategia tecnológica expeditiva puede ser una solución plausible a situaciones que se presenten en contextos de alto riesgo. En nuestro contexto de estudio, los recursos marinos presentan una opción de bajo riesgo debido a su abundancia, disponibilidad y facilidad de captura en la costa rionegrina del Golfo (e.g. Favier Dubois, Borella y Tykot 2009).

Para responder a los comentarios realizados por la Dra. Elías, vale aclarar que la inclusión de la variable “materias primas” dentro de los análisis estadísticos junto con las categorías propuestas por Hocsman y Escola (2006-2007), apunta a buscar patrones diferenciales de explotación de rocas entre las distintas materias

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primas, independientemente del instrumento manufacturado. Es decir, si algún tipo de roca en particular se explotó con mayor o menor intensidad que otro y de forma más o menos expeditiva. Seguramente la incorporación de los grupos tipológicos aportaría un mayor grado de detalle a los análisis de los conjuntos artefactuales. Esta sugerencia es muy bienvenida y será tenida en cuenta en futuros trabajos.

Finalmente, cabe destacar que núcleos y desechos de talla fueron dejados de lado en el presente trabajo ya que éste constituye solamente una primera aproximación y una exploración acerca de cómo funciona esta metodología de estudio aplicada a los conjuntos de la costa rionegrina del golfo San Matías. A futuro, y en análisis que ya están en curso, estas categorías artefactuales serán incorporadas para lograr una mejor caracterización de los conjuntos líticos del área de estudio.

1Jimena Alberti es Profesora de Enseñanza Media y Superior en Cs. Antropológicas y Licenciada en Cs. Antropológicas con orientación en Arqueología de la Universidad de Buenos Aires (FFyL). Es becaria doctoral de CONICET. Su área general de investigación es la tecnología lítica, en particular el abordaje del aprovisionamiento y uso de rocas en la costa rionegrina del golfo San Matías. La discusión que dio origen a este trabajo se planteó en el marco del trabajo final para el seminario de doctorado dictado por el Dr. Salomón Hocsman en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en mayo del año 2011, titulado “Aproximaciones teórico-metodológicas al estudio de artefactos formatizados tallados: perspectivas desde la morfología descriptiva macroscópica”.

2Alejandra M. Elías es Doctora de la Universidad de Buenos Aires, especializada en el área de arqueología. Se dedica al estudio de las sociedades que habitaron el Noroeste Argentino luego de ca. 1100 años AP a partir del análisis de su tecnología lítica. Actualmente, trabaja en el INAPL y cuenta con una Beca Posdoctoral de CONICET para llevar a cabo el proyecto “La Alumbrera: entre opuestos y complementarios. Prácticas tecnológicas líticas y organización social en

el Tardío de Antofagasta de la Sierra (Prov. Catamarca, Puna meridional argentina)”. E-Mail: [email protected]

3Federico Restifo es Licenciado en Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es becario de post-grado tipo II del CONICET, con lugar de trabajo en el Instituto de Arqueología de la Universidad de Buenos Aires, y se encuentra en la etapa final de su doctorado. Su investigación se centra en el estudio de las trayectorias de continuidad y cambio en las estrategias tecnológicas de las poblaciones humanas que ocuparon la Puna Argentina, a partir de la aplicación de modelos evolutivos. Ha participado en diferentes proyectos de investigación en la puna de la Provincia de Salta, en áreas como la Cuenca de Pastos Grandes y el Valle de San Antonio de los Cobres. E-Mail: [email protected]

4María Victoria Fernández es licenciada en Ciencias Antropológicas con orientación arqueológica, de la FFyL, UBA. Actualmente trabaja en su doctorado en el marco de una Beca Tipo I CONICET dentro del equipo del Dr. Mengoni Goñalons. Su trabajo se centra en los recursos líticos disponibles y su selección en varias localidades arqueológicas desde el séptimo milenio AP hasta tiempos históricos. El área de investigación se ubica en el N.O. de la provincia de Santa Cruz, desde la localidad de Los Antiguos a Paso Roballos. E-Mail: [email protected]

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TIEMPO Y ESPACIO: EL SITIO “TALAPAZO” (VALLE DE YOCAVIL, PROVINCIA DE TUCUMÁN)

Mario Gabriel Maldonado1, Álvaro José Cordomí2, Liliana Neder3 y María Marta Sampietro Vattuone4

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es caracterizar la ubicación del sitio arqueológico Talapazo (valle de Yocavil) en su espacio geomorfológico y su cronología relativa y establecer comparaciones con otros sitios vecinos. Para ello se efectuó una fotointepretación morfogenética (escala 1:50000), se identificaron posibles sitios arqueológicos, se realizaron recolecciones de superficie y excavaciones y análisis macroscópico del material cerámico. Se concluye que las instalaciones formativas (500 AC-1000 DC) están dispersas en la ladera, valle fluvial secundario, abanico fluvio-aluvial y terrazas del valle fluvial del río Santa María, mientras que las del período de Desarrollos Regionales (1000-1480 DC) e Inca (1480-1535 DC) están en el sector apical del abanico, superpuestas a las formativas. Sitios arqueológicos vecinos y del tercio central de la Sierra de Quilmes presentan distribución similar, lo que puede relacionarse con cambios en las condiciones de humedad durante los períodos aludidos.

Palabras claves: Asentamientos agroalfareros prehispánicos; Uso del espacio; Geomorfología; Cronología relativa; Sierra de Quilmes.

TIME AND SPACE: THE “TALAPAZO” SITE(YOCAVIL VALLEY, TUCUMAN PROVINCE)

ABSTRACT

The objective of this paper is to characterize the localization of the archaeological site Talapazo (Yocavil Valley) on its geomorphological space and relative chronology, and to compare it with other close sites. We made the morphogenetic photointerpretation (scale 1:50.000), identifying possible archaeological sites, superficial potsherds were recollected together with archaeological digs and macroscopic ceramic analysis. It was possible to conclude that Formative settlements (500 BC-1000 AC) were dispersed on slopes, secondary fluvial valleys, fluvio-alluvial fans and terraces of Santa María River, while Regional Developments (1000-1500 AC) and Inca settlements are disposed on the apical area of fluvio-alluvial fans, overlying formative structures. Neighbor archaeological sites, and from the central third of the Sierra de Quilmes, present similar distribution. This could be related with changes on humidity conditions during those archaeological periods.

Key Words: Prehispanic agricultural settlements; Space use; Geomorphology; Relative Chronology; Quilmes Range.

CONICET. Laboratorio de Geoarqueología. Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán. Av. Alem 114, Tucumán, Argentina. E-mails: [email protected], [email protected], [email protected], [email protected]

Recibido en junio de 2012; aceptado en noviembre de 2012

Maldonado, M., A. Cardomi, L. Neder y M. Sampietro Vattuone. 2012. Tiempo y espacio: el sitio “Talapazo” (Valle de Yocavil, Provincia de Tucumán). La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8(2):101-117. Buenos Aires.

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INTRODUCCIÓN

El valle de Santa María o Yocavil es un valle tectónico elongado en sentido meridiano, de 120 km de longitud y 30 km de ancho aproximadamente, que se extiende desde la Provincia de Catamarca, a través del noroeste de la de Tucumán y hasta el sur de Salta. Pertenece al sistema morfoestructural de Sierras Pampeanas Noroccidentales y está flanqueado por las Cumbres Calchaquíes y la Sierra del Aconquija al este, y la Sierra de Quilmes al oeste. El colector principal es el río Santa María, que recibe las aguas desde ambas laderas del valle.

En el valle de Yocavil , en los siglos anteriores al dominio incaico se desarrollaron importantes centros poblados, como los erigidos en los faldeos de la Sierra de Quilmes que evidentemente comunicados entre sí, conformaron una red integrada. Los antecedentes arqueológicos éditos evidencian que, precisamente, los sectores más investigados en el lado occidental del valle corresponden a los grandes asentamientos de Tolombón, Pichao, Quilmes, Fuerte Quemado y Rincón Chico, quedando escasamente conocidos los espacios intermedios entre ellos, conocimiento que es necesario para obtener un cuadro más completo de las ocupaciones prehispánicas en el área. En este marco el sitio Talapazo es el asentamiento objeto de estudio y se ubica en la quebrada homónima entre los sitios de Quilmes al sur y El Pichao al norte (Figura 1).

El objetivo de este trabajo es caracterizar la ubicación del sitio arqueológico Talapazo (valle de Yocavil, Tucumán) en su espacio geomorfológico y su cronología relativa y establecer comparaciones con sitios arqueológicos vecinos. Talapazo presenta características similares a las de los sitios menc ionados , d i ferenc iándose áreas habitacionales con estructuras rectangulares y circulares complejas de muro doble relleno y relativamente concentradas, áreas de andenes

de cultivos y lugares de molienda con morteros comunales cerca de los cauces. No obstante también se observan estructuras circulares simples o adosadas de muro simple, dispersas entre los andenes de cultivos. Estas diferencias parecen evidenciar superposiciones cronológicas, cuestión que se analiza en este trabajo.

Figura 1: Ubicación del valle de Yocavil dentro de la Provincia de Tucumán, y del sitio arqueológico Talapazo en la vertiente oriental de la Sierra de Quilmes.

ANTECEDENTES

Las investigaciones arqueológicas en Talapazo son muy escasas. Tartusi y Núñez Regueiro (2000) señalaron la ausencia de cerámica de filiación Aguada entre los fragmentos de excavación del sitio y su baja frecuencia entre los de superficie.

En otro trabajo, enmarcado en el período de Desarrollos Regionales, Stemborg (2001) presentó el registro de material cerámico superficial de Talapazo y lo comparó con el del sector X de El Pichao, el más próximo espacialmente, para evaluar si pudieron existir conexiones entre ambos lugares. Determinó que los materiales cerámicos de Talapazo muestran pocas similitudes con los del sector X, pero no divergen con los de los sectores lll,

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lV y VIII de El Pichao. El tipo más frecuente es el rojo ladrillo (59% de la muestra), el 83% de ellos están pintados de blanco (Santa María) y un 17% de rojo (Belén, según la clasificación del autor).

En la misma publicación, Bengtsson (2001) presentó el mapeo de partes de los sitios de Talapazo, Pichao y Tolombón, como base para compararlos e inferir rasgos arquitectónicos típicos de la tradición cultural Santa María. Las construcciones de estos sitios están concentradas en conos aluviales al oeste del río Santa María y se asemejan y diferencian en sus muros, techumbres, función y organización interna.

Por otro lado, Maldonado (2007) analizó macroscópicamente cerámica de superficie y excavación de la estructura rectangular de una Casa Ambrosetti1, para obtener un diagnóstico cronológico relativo del sector habitacional y de la estructura excavada. Entre el material superficial se hallaron escasos fragmentos del período Formativo y otros de Desarrollos Regionales (1000-1480 DC) e Inca (1480-1535 DC). En el conjunto de excavación coexisten tiestos Santa María Bicolor, Santa María Negro sobre Rojo y cerámica ordinaria. A los 50 cm de profundidad se detectó un piso evidenciado por cambios sedimentarios y por los hallazgos, entre los 30 y 50 cm, de fragmentos cerámicos, líticos, huesos de animales, carbón, un trozo de mica, malaquita, obsidiana, lentes de carbón, cuentas de collar y una punta de proyectil de limbo triangular y base escotada. Se concluye que la mayor frecuencia de Santa María Bicolor y Santa María Negro sobre Rojo indicaría que el sector estuvo habitado mayormente durante los últimos momentos de la tradición cultural Santa María, y que en la estructura excavada se desarrollaron actividades domésticas.

De los antecedentes presentados se desprende la escasez de conocimientos (en comparación con sitios vecinos mejor conocidos) y falta de articulación en los temas de investigación. No se abordó la inserción

del sitio en el espacio geomorfológico y son insuficientes los datos cronológico-culturales. Por ello esta localidad no se halla incluida en las interpretaciones o síntesis de carácter regional.

METODOLOGÍA

Se efectuó una fotointerpretación morfogenética del área de estudio mediante screenscope, sobre fotograf ías aéreas pancromáticas de escala 1:50000 (1970). Se tomó la unidad geomorfológica como unidad de análisis (Van Zuidam y Van Zuidam 1985) y se mapearon posibles estructuras arqueológicas. Con ello se construyó un Sistema de Información Geográfico (SIG) con el software ILWIS 3.6, y se elaboró el mapa geoarqueológico, corregido con observaciones en el terreno.

Las tareas de campo consistieron de recolecciones de superficie y excavación, en el área de estructuras habitacionales concentradas, ubicada en el ápice del abanico fluvio-aluvial de Talapazo y en el área de andenes de cultivos con estructuras dispersas, en el valle fluvial secundario (Figura 2). Las áreas de recolección se denominan con una sigla, compuesta de la letra inicial del nombre del sitio y un número distintivo (T1, T2, T3, T4 y T5) (Figura 3). Se dividió el área de estructuras habitacionales concentradas (T1) en tres transectas con orientación norte-sur, recolectándose 967 fragmentos cerámicos de superficie. Luego se seleccionó una estructura rectangular (T1-1), en la cual se recolectaron 86 fragmentos de superficie y se abrió una trinchera de 3 x 1,5 m en niveles artificiales de 10 cm, en relación con los bloques de rocas del lado interno del muro, con el objetivo de comparar los materiales cerámicos de excavación y de superficie. Posteriormente se excavó una extensión de la trinchera, de 60 cm de longitud sin control de niveles, para despejar más el muro y determinar la profundidad del nivel de ocupación con relación a él (Figura

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3). Se alcanzaron los 60 cm de profundidad, recuperándose 251 tiestos2. En cuatro sectores del área de andenes con estructuras dispersas (T2, T3, T4, T5) se recolectaron en total 671 fragmentos cerámicos de superficie.

La muestra cerámica total (de superficie y excavación) es de 1975 fragmentos y fue analizada considerando atributos tecnológicos y decorativos (Primera Convención Nacional de Antropología 1966). Se agruparon fragmentos

Figura 2. Mapa morfogenético de la localidad de Talapazo y alrededores.

Figura 3. Mapa geoarqueológico de la localidad de Talapazo y plano de estructura excavada. Se ampliaron seis áreas del abanico fluvio-aluvial (cuadros A a F) y las estructuras de estas áreas (todas, excepto las más visibles del cuadro C) para mejor observación de los diseños de las unidades arquitectónicas y su distribución espacial.

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decorados y no decorados y se distinguieron grupos menores según técnicas decorativas y tratamientos de superficie. La comparación de los conjuntos de superficie de ambos sectores permitió evaluar similitudes y diferencias. Finalmente, se relacionaron las características de dichos conjuntos con las estructuras arquitectónicas asociadas, para evaluar el origen cronológico tales diferencias.

Para establecer distinciones cronológicas se utilizaron los indicadores cerámicos y arquitectónicos conocidos para el valle. Los estilos, tipos o agrupaciones cerámicas características del período Formativo en Yocavil son, entre otras: Vaquerías, Condorhuasi, Negro Pulido, Marrón Pulido y Monocromo Rojo para la fase Chimpa (100-450 DC); Ciénaga y Candelaria grises incisos y cerámica con cobertura blanca para la fase El Bañado (450-650 DC); Aguada y Guachipas Polícromo para la fase Colalao (650-900 DC) (Scattolin 2006a; Scattolin 2007). Para el período de Desarrollos Regionales son característicos: Shiquimil Geométrico, San José Tricolor y Loma Rica Bicolor (Perrota y Podestá 1978) para los momentos iniciales; Santa María Bicolor y Santa María Tricolor (Márquez Miranda y Cigliano 1957; Perrota y Podestá 1978), Santa María Negro sobre Rojo (Serrano 1958; Perrota y Podestá 1978; González 1977) y Famabalasto Negro Grabado (Palamarczuk 2009) para los momentos avanzados; Santa María Bicolor, Santa María Negro sobre Rojo, Famabalasto Negro Grabado, Quilmes Rojo Grabado (Palamarczuk 2009) y Yocavil Polícromo (González 1977) para el período Inca.

A n ive l arqu i tectón ico, entre los asentamientos formativos de la fase Chimpa (100 AC-450 DC) predominan las unidades domésticas simples, aisladas, congregadas, dispersas, de planta ortogonal, circular o trapezoidal localizadas cerca de sus terrenos productivos, corrales y fuentes de agua; en la fase El Bañado (450-600 DC), caseríos dispersos entre canchones y andenes de

cultivos cubrieron los conos aluviales; en la fase Colalao (650-900 DC) se definieron aldeas aglomeradas, sitios con túmulos, caseríos dispersos o semiconglomerados, puestos de caza y pastoreo y ocupaciones iniciales de sitios con un desarrollo posterior (Scattolin 2006b). Para el período de Desarrollos Regionales-Inca son característicos los trazados concentrados en damero regular (Raffino 2007 [1987]), constituidos por casas comunales (canchones con recintos circulares adosados), frecuentes en conoides de deyección y llanura aluvial, junto con unidades simples, asociadas y complejas aglutinadas en los sectores del cerro, falda y pie del cerro (Nastri 2001).

La conjunción de los mapeos geomorfológico, arquitectónico, el análisis cerámico y la consideración de los indicadores cronológicos característicos para el valle, permitió establecer un panorama temporal del sitio, su ubicación en el espacio geomorfológico y compararlo con sitios vecinos.

RESULTADOS

Mapa geoarqueológico Morfogenéticamente, el sector de estudio

se compone de: 1-ladera denudativa; 2-abanicos fluvio-aluviales; 3-valle fluvial del río Santa María, terrazas fluviales (2 niveles) y la llanura de inundación del río Santa María (Figura 2). Después del levantamiento de la sierra se produjo la denudación de la ladera oriental y la formación de los abanicos por ciclos, por el transporte y depositación hídrica de fanglomerados. La escarpa de falla a la altura de El Bañado condicionó la morfología del abanico de Talapazo. La dinámica lateral del río Santa María originó los niveles de terrazas, hasta tomar su curso actual.

En ese marco se detectaron estructuras en la ladera, en el abanico fluvio-aluvial y en el valle fluvial del río Santa María. En el ápice

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del abanico hay estructuras rectangulares con circulares adosadas y circulares aisladas, todas de muro doble relleno, también estructuras rectangulares y circulares de muro simple y amplias extensiones de andenes de cultivos en el valle fluvial secundario. Estos sectores contienen el asentamiento de Desarrollos Regionales y posibles estructuras formativas. Los andenes continúan hacia la parte media y distal del abanico, con estructuras dispersas, circulares aisladas o adosadas entre sí y estructuras subrectangulares, todas de hilera simple, con características asociadas al Formativo en la región y arquitectónicamente diferentes a las del sector apical (Figura 3).

La cartografía geoarqueológica revela la presencia de sitios asignables a los períodos Formativo y de Desarrollos Regionales, con distribuciones diferenciales en el abanico. Pero diversos factores afectan la visibilidad arqueológica. Los sitios de Desarrollos Regionales están mejor preservados que los formativos. Además, producto de la dinámica geoambiental, las estructuras arqueológicas están más cubiertas en las partes distal y apical del abanico y menos en el sector medio. En el valle fluvial del río Santa María la visibilidad arqueológica es muy baja o nula por la sedimentación aluvial, eólica y la dinámica del río, que destruyó o cubrió distintos sectores. Por otro lado, las reocupaciones arqueológicas y actuales en el ápice del abanico fluvio-aluvial y en las terrazas del valle fluvial principal, alteraron la visibilidad de las evidencias arqueológicas. Las diferencias de vegetación también dificultaron la detección y/o interpretación.

Análisis cerámico

Área de estructuras habitacionales concentradas

En el conjunto cerámico superficial del área de estructuras habitacionales concentradas (Figura 3) se identificaron fragmentos decorados de los períodos Formativo (200 AC-1000 DC) (tres Condorhuasi Rojo sobre Blanco

y un Guachipas Polícromo) y de Desarrollos Regionales (1000-1480 DC) e Inca (1480-1536 DC), como el Santa María Bicolor y Santa María Negro sobre Rojo, seguidos en frecuencias menores al 1% por los tipos Santa María Tricolor, Quilmes Rojo Grabado y Famabalasto Negro Grabado. Un fragmento de estilo Inca Mixto y otro Yocavil Bicolor completan el conjunto. Los grupos no decorados son Alisado, Peinado, Peinado con Baño, y Gris Pulido entre otros (Tabla 1).

Las frecuencias entre los fragmentos de superficie del interior de la estructura seleccionada son similares a las del resto del área de estructuras habitacionales concentradas. Predominan los tiestos Santa María Bicolor, seguido por Alisados, Peinados y Peinados con Baño, en ese orden (Tabla 1).

Entre los fragmentos cerámicos procedentes de excavación, se identificaron los tipos Santa María Bicolor y Santa María Negro sobre Rojo, estando ausente otros identificados en la muestra de superficie. Los tipos no decorados presentes en el conjunto de excavación también están representados en los de superficie (Tabla 2). A través de los niveles excavados se evidencia la coexistencia de los tipos Santa María Bicolor y Santa María Negro sobre Rojo, cerámica alisada y peinada. El Gris Pulido se restringe a los primeros 3 niveles. El grupo más frecuente es el Alisado, Santa María Bicolor, Santa María Inclasificado y Santa María Negro sobre Rojo, en ese orden. A través de los niveles excavados se recuperaron también desechos de talla lítica y puntas de proyectil de limbo triangular y base escotada en cuarzo, junto con restos óseos de camélidos térmicamente alterados y espículas de carbón.

La distribución vertical de estos materiales pudo originarse en procesos de floraturbación y faunaturbación (Schiffer 1996 [1987]). En la excavación se registraron crotovinas hasta los 40 cm de profundidad, en una matriz arenosa, posibilitando la movilización vertical de artefactos, sumada a la perturbación de raíces

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Tabla 1: Frecuencias de fragmentos cerámicos por tipos identificados en el conjunto de superficie del área habitacional general y de la estructura sondeada.

Tabla 2: Tipos cerámicos identificados en el conjunto recuperado de la estructura sondeada.

de los arbustos detectada en los primeros 30 cm. No obstante se hallaron indicios de un piso en el nivel 5, tales como el cambio de color y dureza del sedimento y la mayor

diversidad del registro arqueológico entre los 30 y 50 cm: además de fragmentos cerámicos y desechos de talla lítica, se hallaron un trozo de mica, malaquita, obsidiana, lentes de carbón,

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una cuenta de collar, restos óseos animales, una punta de proyectil de limbo triangular y base escotada en cuarzo y un fragmento de borde de un puco Santa María Bicolor con un batracio modelado asomándose sobre el labio. La asociación cerámica sobre el piso de ocupación, y entre los 30 y 50 cm, es de Santa María Bicolor, Santa María Negro sobre Rojo, Alisados, Peinados y Peinados con Baño, que no difiere de la del resto del depósito.

Área de andenes de cultivos con estructuras dispersas

Comparando los tipos cerámicos representados en los conjuntos superficiales (Tabla 3) del área de andenes con estructuras dispersas y

los del área de estructuras habitacionales concentradas, coinciden en la presencia conjunta de fragmentos de los períodos Formativo, de Desarrollos Regionales e Inca. No obstante hay diferencias marcadas en las proporciones en que estos se presentan.

Entre la cerámica de superficie del área de andenes con estructuras dispersas hay mayor proporción de material cerámico asignable al Formativo que en el área de estructuras habitacionales concentradas, pero también se identificaron fragmentos de Desarrollos Regionales.

En el área de estructuras habitacionales concentradas (T1) y de andenes con estructuras dispersas (T3), la cerámica fina decorada de los

Tabla 3. Comparación de frecuencias de tipos cerámicos identificados en los conjuntos de superficie de las áreas habitacionales y de andenes.

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períodos de Desarrollos Regionales e Inca está representada en proporciones predominantes y poco representada la cerámica decorada del período Formativo. En cambio, en los puntos T4 y T5 hay claramente tipos cerámicos formativos y están casi ausentes los de Desarrollos Regionales e Inca.

Las proporciones de fragmentos decorados vs. no decorados (Tabla 4) permite establecer que, mientras en el área de estructuras habitacionales concentradas predominan los

DISCUSION

El análisis geomorfológico del área estudiada reveló la presencia de una ladera denudativa y de abanicos fluvio-aluviales. En coincidencia, Flores Ivaldi (1992) identificó conos de deyección, fallas y contactos litológicos, pero en el presente trabajo se identificaron también valles fluviales secundarios, ciclos en los abanicos y terrazas en el valle fluvial principal, distinciones importantes para relacionar la variabilidad geomorfológica con la ubicación de los asentamientos.

primeros sobre los segundos, en el área de andenes con estructuras dispersas las proporciones se invierten. Pero en ambas áreas predomina la pintura entre las técnicas decorativas y el alisado entre los tratamientos de superficie.

La composición tipológica de los conjuntos cerámicos señala diferencias notables entre los del área de estructuras habitacionales concentradas y los del área de andenes con estructuras dispersas, que parecen deberse a los factores cronológicos, lo que se discutirá en la siguiente sección.

Tabla 4. Frecuencias absolutas y porcentuales de fragmentos decorados vs no decorados, técnicas decorativas y tratamientos de superficie para los conjuntos superficiales de las áreas habitacionales y de andenerías.

En cuanto al análisis cerámico, en Talapazo hay tipos y grupos del período Formativo: Condorhuasi Rojo sobre Blanco, Guachipas Polícromo y otras variedades finas como Negro sobre Ante Natural Alisado, Negro sobre Ante Natural Pulido, Alisado con Baño Blanco, Alisado Monocromo Rojo, Negro sobre Engobe Marrón Pulido, Engobe Rojo Pulido, Engobe Negro Pulido, Naranja Natural Pulido y Negro Pulido. Tartusi y Núñez Regueiro (2000) identificaron cerámica Aguada de superficie en Talapazo, que posiblemente corresponda a la cerámica Guachipas Polícromo3.

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De manera similar a Talapazo, en El Pichao Núñez Regueiro y Tartusi (1993) reportaron hallazgos de superficie y excavación en el sector I, consistentes de fragmentos Ciénaga grises pulidos sin decoración o con sombreado zonal y Aguada pintados o grabados, en proporciones muy bajas. En el sector IV, unidad 12 se excavó la estructura 4, con muros de rocas erectas en trazado subcircular (Cornell y Stenborg 2001:Figura 5.1), de la cual se recuperó cerámica Roja Pulida y partes de un vaso cilíndrico con borde en ángulo recto pintado externamente con triángulos y puntos, junto con fragmentos Ciénaga, Aguada y Aguada Polícromo en pequeñas cantidades. Una datación por termoluminiscencia para el nivel 4 (cuadrícula 6, trinchera 32) arrojó 290 ± 100 DC (Cornell y Johansson 1993).

Cerca de Talapazo, en el valle fluvial del río Santa María, se hallaron evidencias del Formativo. En El Bañado se recuperó, del interior de una estructura rectangular, una urna para párvulos con vasijas asignadas a los estilos Condorhuasi, Candelaria y Ciénaga, siendo adscripto el sitio a las fases Chuscha (200-400 DC) y Choromoro (400-700 DC) de Candelaria (Pelissero y Difrieri 1981). Al norte de El Bañado en la finca La Vaquería, se halló otra urna funeraria con una jarra gris pulida similar a las de estilo Candelaria (Tarragó y Scattolin 1999). En Bañado Viejo, una secuencia cronoestratigráfica abarca casi todo el Formativo (Scattolin et al. 2001).

Al igual que en Talapazo y alrededores, las evidencias del Formativo en Yocavil son aún escasas y aisladas (Tarragó y Scattolin 1999), aunque se incrementaron en los últimos años (Scattolin et al. 2005; Palamarczuk et al. 2006, entre otros). No obstante hay una referencia cronológica de tres fases: Chimpa (100-450 DC), El Bañado (450-650 DC) y Colalao (650-900 DC) (Scattolin 2007). En Talapazo se halló cerámica de la fase Colalao, como el Guachipas Polícromo (Serrano 1958) en el área de estructuras habitacionales concentradas (T1)

y en la de andenería con estructuras dispersas (T4 y T5). Pero en T1 y T3 de ambas áreas, predominan los tipos cerámicos de los períodos de Desarrollos Regionales e Inca.

La frecuencia dominante de Santa María Bicolor junto con Santa María Negro sobre Rojo indicaría que el área de estructuras habitacionales concentradas fue ocupada al menos hasta los últimos momentos del período de Desarrollos Regionales y contemporáneo con el Inca. Márquez Miranda y Cigliano (1957) propusieron que el Santa María Bicolor representa los momentos más tardíos de la tradición, contemporáneos con la presencia Inca. El Santa María Bicolor aparece en la fase III de la secuencia de Perrota y Podestá (1978) y domina en las IV y V, en ésta última asociado con vasijas decoradas en negro sobre rojo con influencia Belén. La fase V es contemporánea de la conquista incaica y perduró en el Hispano-Indígena.

La seriación de Perrota y Podestá se realizó con vasijas de la mitad sur del valle de Santa María, pero es pertinente para el área de estudio dado que está en el ámbito de la tradición Yocavil del estilo santamariano (Caviglia 1985). Dicha secuencia recibió críticas por la falta de fechados, limitación para aplicarla a fragmentos, ocultamiento de la variabilidad e incidencia de factores diferentes al cronológico en ella (Nastri 1999, Velandia Yagua 2005). La agrupación de cerámica negro sobre rojo también es problemática, porque no se estudiaron las diferencias entre las piezas completas y aunque se definieron tipos cerámicos para los períodos de Desarrollos Regionales e Inca, la fragmentariedad usual de los hallazgos es una limitación (Marchegiani et al. 2009). Por estas razones y por el tamaño de la muestra analizada, la asignación cronológica de Talapazo debe tomarse como tentativa.

Junto con los fragmentos de estilo Santa María, en Talapazo se recuperaron tiestos de estilos o tipos cerámicos con fechados y/o

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asociaciones tardía-incaica, como Quilmes Rojo Grabado (Palamarczuk 2009), Famabalasto Negro Grabado (Palamarczuk 2009) y Yocavil Polícromo (González 1977).

Las secuencias cronológicas de El Pichao (Cornell y Johansson 1993) y Rincón Chico (Greco 2010), basadas en fechados absolutos con asociaciones cerámicas, permiten sustentar una cronología relativa para Talapazo.

La secuencia cronológica de El Pichao (Cornell y Johansson 1993) abarca desde inicios del período Tardío hasta el Hispano-Indígena. En el sector IV, unidad 12 (casa comunal) el tipo Santa María, Negro sobre Blanco o Negro sobre Rojo, es el más común (Cornell y Stenborg 2001:54). De 10 fechados por termoluminiscencia 5 caen entre 1400 y 1500 DC (Cornell y Johansson 1993:Tabla 1). En el sector I, Unidad 6 (centro ceremonial) se halló una urna funeraria de fase IV datada en 1500 DC (Cornell y Johansson 1993:Tabla 1) y en el relleno, fragmentos Santa María Bicolor, Negro sobre Rojo o Natural, Famabalasto Negro Inciso, Santa María Tricolor y tiestos formativos, en ese orden (Tartusi y Núñez Regueiro 2001:94).

La secuencia cronológica de Rincón Chico consiste de cuatro fases para los estilos cerámicos de Desarrollos Regionales e Inca. De ellas, la fase 3 contiene Santa María Bicolor, Famabalasto Negro Grabado y Santa María Negro sobre Rojo. En la fase 4 se agregan las Ollas con Pié de Compotera, fragmentos Inca, Hispano-Indígena y Belén Pulido. En fechas calendáricas, la fase 3 tiene un inicio de 1330-1440 cal. DC y un final de 1400-1460 DC (Greco 2010:Tabla 3).

Las asociaciones cerámicas de las secuencias de Márquez Miranda y Cigliano y la de Perrota y Podestá, junto con otras fechadas en contextos funerarios y residenciales, permiten sustentar que el área de estructuras habitacionales concentradas de Talapazo fue habitada durante

la última parte del período Tardío e Inca. Los resultados señalan similitudes a nivel cerámico con los sectores lll, lV y VIII de El Pichao, aunque se identificaron en Talapazo más tipos cerámicos que el Santa María Bicolor o el negro sobre rojo dentro de la cerámica rojo ladrillo. El dominio de cerámica de fase Inca y la escasez de fragmentos Inca Mixto (1), coincide con lo conocido para El Pichao (Cornell y Galle 2003). El hallazgo de una cuenta de vidrio en el nivel 1 de la trinchera excavada llevaría la cronología hasta el período Hispano-Indígena. La cerámica no decorada es un indicador cronológico muy limitado respecto a la decorada, pero los tiestos peinados son del Tardío.

El mapeo de estructuras arqueológicas de Talapazo permite diferenciar sectores habitados durante los períodos Formativo y de Desarrollos Regionales-Inca, considerando diferencias en el diseño de las plantas y su disposición en el espacio geomorfológico. Si bien casi toda la superficie del abanico fluvio-aluvial presenta andenes de cultivos, las instalaciones habitacionales de Desarrollos Regionales-Inca están en el ápice de la geoforma, mientras que las asignables al Formativo están diseminadas en el abanico y en el valle fluvial secundario. Observaciones coincidentes se efectuaron en El Pichao (Cornell y Johansson 1993:31).

Los conocimientos de los patrones de asentamiento para el valle durante los períodos Formativo, Tardío e Inca, ayudarán a discutir estas observaciones. Raffino (2007 [1987]) distinguió tipos de trazados dispersos para el Formativo, siendo los más cercanos a Yocavil los tipos Cerro El Dique-Tafí y Cerro La Aguada-Buey Muerto (Raffino 2007 [1987]:Figura 4.51). El tipo Cerro El Dique-Tafí se compone de pequeños recintos de habitación semisubterráneos, de planta circular, dispuesto en forma radial en torno de otro más grande, de planta circular u ovoide. El tipo Cerro la Aguada-Buey Muerto se conforma de unidades residenciales de planta circular, elíptica y subcuadrangular, y se ubica desde la segunda mitad del Formativo inferior hasta

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fines del Formativo superior. La morfología y distribución de los recintos de ambos tipos coincide con lo observado en el mapa efectuado de Talapazo (Figura 3).

Respecto a los trazados concentrados, Raffino (2007 [1987]) afirmó que el damero regular se detecta en Yocavil desde la segunda mitad de los Desarrollos Regionales y en el período Inca, está constituido por la casa comunal y se emplaza en el fondo de valle, contiguo a campos agrícolas y algarrobales. No obstante hay fechados que sitúan las ocupaciones de las casas comunales desde comienzos del período de Desarrollos Regionales (Cornell 1991; Cornell y Johansson 1993:34-35; Tarragó 2007; Greco 2010:99) y en Talapazo, como en otros sitios tardíos vecinos, se ubican en el ápice de los abanicos (como se verá más adelante) y no en el fondo de valle.

Nastri (2001) menciona que la casa comunal es frecuente en zonas llanas (conoides de deyección y llanura aluvial) mientras que en los sectores del cerro, falda y pie del cerro predominan las unidades simples, asociadas y complejas aglutinadas. Nastri distingue en la casa comunal a los canchones o patios pircados de los recintos circulares que se le adosan. En los patios se determinaron actividades de procesamiento de alimentos y elaboración de manufacturas en cerámica y metal. En su interior hay alineaciones de lajas clavadas en el suelo, paralelas al perímetro del recinto y aproximadamente a dos metros del interior de este, entre las que colocaban ramas o postes para armar una galería techada. Los edificios circulares generalmente adosados a los recintos cuadrangulares, se interpretaron como silos, cocinas o habitaciones (Nastri 2001). En Rincón Chico 15 en particular (canchones sin estructura circular anexa), se determinaron áreas de actividades domésticas, de producción cerámica y metalúrgica en las estructuras rectangulares y áreas de actividades por fuera de estas, asociadas con montículos de desechos y lugares funerarios (Tarragó 2007).

En el patio de la casa comunal excavada en Talapazo, el registro arqueológico sugiere el desarrollo de actividades de procesamiento y consumo de alimentos, y producción de artefactos líticos en diferentes materias primas, acorde con funciones domésticas. Dado el emplazamiento marginal de la trinchera, en un sector del espacio posiblemente techado, el material recuperado puede pertenecer a un contexto secundario producto de la limpieza desde sectores centrales del recinto hacia los márgenes. No obstante se desconoce si los espacios techados tuvieron funcionalidades diferenciables o no respecto al espacio central sin techar. En Talapazo también hay estructuras rectangulares simples o canchones (Bengtsson 2001), pero aún no fueron excavados.

Otros trabajos sobre las características de las instalaciones y su ubicación topográfica para los períodos señalados, permiten ampliar nuestras interpretaciones. Los sitios formativos en Yocavil y sus localizaciones muestran variaciones que pueden deberse a factores funcionales, culturales y temporales y a las características de formación diferente entre aquellos de las laderas y los del fondo del valle (Tarragó y Scattolin 1999). No obstante Scattolin (2006b) señala diferencias temporales en los patrones de asentamiento formativos en Yocavil y alrededores. En la fase Chimpa (100 AC-450 DC) las unidades domésticas varían entre simples, aisladas, congregadas, dispersas, de planta ortogonal, circular o trapezoidal, localizadas cerca de sus terrenos productivos, corrales y fuentes de agua. En la fase El Bañado (450-600 DC) los sitios agrícolas se emplazaron en las laderas aluviales y fondo de los valles, con numerosos conos aluviales cubiertos con los restos de tales trabajos y viviendas entre los canchones formando caseríos dispersos. En la fase Colalao (650-900 DC) se llenaron los vacíos y se estabilizaron modos de ocupación que abarcaban aldeas aglomeradas, sitios con túmulos, caseríos dispersos o semiconglomerados, puestos de caza y pastoreo y las ocupaciones iniciales de

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sitios con un desarrollo posterior. Pocos sitios mencionados en dicho trabajo corresponden a la Sierra de Quilmes, no obstante puede relacionarse la dispersión de sitios formativos en el espacio geomorfológico de Talapazo con la expansión agraria propuesta por Scattolin para las fases El Bañado y Colalao.

Durante el período de Desarrollos Regionales la asociación espacial entre un centro poblado de primer orden con otro de segundo, sugiere la integración de ambos, junto con puestos e instalaciones productivas, en un mismo patrón de asentamiento transversal al valle, que permite dar cuenta de formas de acceso directo a los recursos de subsistencia (Nastri 2003). Los poblados aglomerados se fundaron en puntos altos de las serranías y sus piedemontes, con cultivos mesotérmicos en la llanura aluvial del río Santa María, pastizales de altura para el pastoreo de camélidos, maderas y frutos en el fondo de valle (González y Tarragó 2005). En coincidencia con este modelo (aunque es más bien de un centro de segundo orden), el área habitacional tardía de Talapazo se ubica en el ápice del abanico fluvio-aluvial y hay estructuras en el valle fluvial secundario y en la ladera adyacente de posible uso tardío, según antecedentes para el sur del valle (Nastri et al. 2004), aunque no conocemos instalaciones tardías en el valle fluvial principal.

En el período Inca intervienen factores sociopolíticos en los patrones de ocupación espacial , además de los estrictamente económicos de subsistencia. En el norte de Yocavil el poder estatal se traduce en un reacomodamiento de los espacios en los asentamientos locales, o en la existencia predominante de cerámica de Fase Inca y esporádicamente Inca Imperial como en Tolombón (Williams 2003) y en Pichao (Cornell y Galle 2003). Las evidencias incaicas en el sur de Yocavil aparecen en una distribución heterogénea y, casi siempre, enmascaradas por la presencia mayoritaria de técnicas o materiales locales (González y Tarragó 2004).

Estas cualidades darían cuenta de las áreas con un valor particular para los objetivos políticos y económicos cuzqueños (González y Tarragó 2004). Las nuevas condiciones debieron disparar la competencia entre las formaciones nativas para hegemonizar posiciones ventajosas, reflejada en mayores o menores frecuencias de cerámicas de variedades Inca respecto al Santa María Bicolor (González y Tarragó 2005). Los resultados obtenidos para Talapazo se asemejan a los de Tolombón (Williams 1993), Pichao (Cornell y Sjödin 1990) y Rincón Chico (Palamarczuk 2008), con predominio de Santa María Negro sobre Blanco y de la arquitectura local.

Sintetizando, en Talapazo se evidencian diferencias espaciales y temporales de ocupación que indican una superposición las tardías-incaicas sobre las formativas en el valle fluvial secundario y el ápice del abanico fluvio-aluvial, indicado por las diferencias a nivel cerámico y arquitectónico entre las denominadas área de estructuras habitacionales concentradas y área de andenes con estructura dispersas. Los andenes de cultivos pudieron ser utilizados durante todos los períodos aludidos, pero no tenemos evidencias concluyentes. Tampoco podemos afirmar que las estructuras formativas hayan sido reutilizadas. Las unidades de la ladera posiblemente fueron reocupadas, considerando datos de trabajos previos en la mitad sur de la Sierra de Quilmes (Nastri et al. 2004).

Comparando el mapeo y la distribución cerámica de Talapazo con los sitios vecinos (Figura 4), se observa el mismo patrón de estructuras habitacionales formativas dispersas sobre la ladera, valles fluviales secundarios, abanicos fluvio-aluviales y terrazas del valle fluvial principal, y estructuras de Desarrollos Regionales-Inca concentradas en el ápice de los abanicos. La cerámica formativa también está dispersa desde los valles fluviales secundarios hasta el valle fluvial principal inclusive, mientras que la de Desarrollos Regionales e Inca se distribuye en el sector apical de los abanicos

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y en lugares cercanos al valle fluvial principal. Esta tendencia se repite al menos en el tercio central de la Sierra de Quilmes y pudo originarse en variaciones paleoclimáticas de humedad (Maldonado et al. 2012) (ver en el artículo original los datos y discusión que sustentan esta propuesta). La dispersión de los sitios formativos en el espacio geomorfológico puede relacionarse con una expansión por condiciones paleoclimáticas favorables para la subsistencia agraria (cambio Sub-boreal/Sub-Atlántico). Durante el Tardío, la concentración poblacional en los ápices de los abanicos fluvio-aluviales, valles fluviales secundarios y en el valle fluvial del río Santa María (sectores con mayor disponibilidad de agua) pudo ser forzada por la aridización (Anomalía Medieval Cálida).

La ubicación de Talapazo y de los sitios tardíos vecinos sobre el flanco sur de las quebradas, puede estar revelando sectores más expuestos a los vientos húmedos (Figura 4).

CONCLUSIONES

La integración del análisis cerámico con el mapeo geoarqueológico de Talapazo permitió determinar diferencias espaciales y temporales en el uso del espacio. Si bien casi toda la superficie del abanico fluvio-aluvial presenta andenes de cultivos, las instalaciones de apariencia formativa (500 AC-1000 DC) están diseminadas desde la ladera, el valle fluvial secundario y el abanico hasta el valle fluvial principal, mientras que las de Desarrollos Regionales (1000-1500 DC) e Inca (1480-1535 DC) están en el ápice del abanico. Las diferencias cerámicas y arquitectónicas entre las áreas de estructuras habitacionales concentradas y área de andenes con estructuras dispersas responden a diferentes cronologías, sugiriendo superposición de ocupaciones en el valle fluvial secundario y ápice del abanico.

Comparando los sitios vecinos con Talapazo, las estructuras formativas están dispersas en la ladera, valles fluviales secundarios, abanicos fluvio-aluviales y terrazas del valle fluvial principal, mientras que las de Desarrollos Regionales e Inca se ubican sólo en el ápice de los abanicos y valles fluviales secundarios. Estas diferencias en el uso del espacio geomorfológico pueden relacionarse con cambios en las condiciones de humedad durante los períodos arqueológicos aludidos.

A futuro es necesario ampliar las áreas prospectadas y excavadas en el sitio, para sustentar las proposiciones cronológicas y de uso del espacio geomorfológico. Son necesarias muestras cerámicas de otros sectores y fechados radiocarbónicos. Complementariamente, el estudio de procesos de formación de sitios en las diferentes unidades geomorfológicas

Figura 4. Distribución en el espacio geomorfológico de estructuras y conjuntos cerámicos por períodos, en el sitio Talapazo y otros vecinos. Las estructuras habitacionales de Desarrollos Regionales-Inca están encerrados en óvalos. Circulo: Período Formativo. Cuadrado: Período de Desarrollos Regionales. Triángulo: Período Inca.

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permitirá obtener un control riguroso de los resultados, lo cual constituye por sí una investigación aparte.

NOTAS

1 Los materiales de excavación analizados para aquella publicación y en esta oportunidad son en parte los mismos referidos por Tartusi y Núñez Regueiro (2000). Pero para el presente trabajo se agregaron nuevos materiales superficiales y el mapeo geomorfológico, con un objetivo más abarcativo.

2 Estas excavaciones fueron efectuadas en el año 1991 y dirigidas por el Dr. V. A. Núñez Regueiro.

3 El tipo Guachipas Polícromo fue definido por Serrano (1958), y rotulado como Aguada Decadente por González (1977). Se han señalado diferencias iconográficas con la cerámica Aguada de Hualfín y que esta última casi no está presente en Yocavil (Scattolin 2006a), pero también se ha clasificado como Aguada la cerámica del valle estilísticamente emparentada (Núñez Regueiro y Tartusi 1993; Cornell y Stenborg 2001; Nastri et al. 2004 entre otros). A pesar de no haber acuerdo respecto a las denominaciones, son asignadas a la fase Colalao (650-900 DC) de la secuencia cronológica presantamariana propuesta por Scattolin (2007) para el valle.

AGRADECIMIENTOS

Al Dr. V. A. Núñez Regueiro, por brindar la oportunidad de trabajar los materiales recuperados del sector de estructuras habitacionales concentradas. A la Comunidad India Quilmes. Esta investigación fue financiada con fondos de los proyectos CIUNT G26/450, PIP 0030 CONICET y ANPCyT 0490.

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1 Mario Gabriel Maldonado es Arqueólogo y actualmente realiza su doctorado en Ciencias Naturales (Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Argentina) investigando la apropiación y uso de los espacios a lo largo del tiempo por parte de las sociedades agroalfareras prehispánicas que habitaron en el sector oriental de la Sierra de Quilmes (Tucumán), tema del que deriva este artículo.

2 Álvaro José Cordomí es Arqueólogo y actualmente desarrolla investigaciones geoarqueológicas del Periodo Hispano-indígena del Valle de Yocavil, Tucumán, Argentina.

3 Liliana Neder es Doctora en Geología y atualmente es vicedirectora del Laboratorio de Geoarqueología y Profesora Adjunta a cargo de cátedra de Geología del Cuaternario. Es investigadora en el proyecto PICT 2010-0490 “Geoarqueología, agricultura prehispánica y ocupación del espacio en el noroeste argentino”.

4 María Marta Sampietro Vattuone es Doctora en Arqueología y actualmente se desempeña como directora del Laboratorio de Geoarqueología y Profesora Adjunta a cargo de cátedra de Antropología Biológica, ambos en la misma institución. Es Investigadora Adjunta de CONICET y dirige el proyecto PICT 2010-0490 “Geoarqueología, agricultura prehispánica y ocupación del espacio en el noroeste argentino”.

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ARQUEOLOGÍA, SENDEROS Y PAISAJE EN EL VALLE DE BALCOSNA

Emilio Alejandro Villafañez1

RESUMEN

Este trabajo tiene como finalidad acercar al lector las primeras investigaciones arqueológicas sistemáticas realizadas en el Valle de Balcosna, Provincia de Catamarca. Este Valle ubicado en las estribaciones finales de las yungas, cuenta con muy pocas referencias en la bibliografía arqueológica, por lo que nuestras primeras preguntas fueron guiadas por la necesidad de conocer cómo fue la construcción social del paisaje en el valle, para averiguar qué rol jugaba a nivel regional en relación con las investigaciones e interpretaciones que se generaron en valles vecinos. Metodológicamente llevamos a cabo prospecciones guiadas por las sendas que aún persisten en el valle, junto a la ejecución de sondeos estratigráficos para delimitar diferentes contextos de uso de las estructuras. Los resultados que expondremos a continuación son más que prometedores, ya que hemos registrado gran variedad y cantidad de sitios arqueológicos de diversas formas y tamaños junto a complejos sistemas de terrazas de cultivos y arroyos destinados para almacenar agua. Interpretamos a este valle como un lugar donde el paisaje fue constantemente re-creado por un grupo que habría habitado de forma permanente en estrecho contacto con otras regiones interconectadas por la red de sendas que se usan en la actualidad, y que posiblemente fueron utilizadas en el pasado.

Palabras clave: Paisaje; Espacio; Sendas; Yungas; Prospecciones.

ARCHAEOLOGY, PATHS AND LANDSCAPE IN BALCOSNA VALLEY

ABSTRACT

This paper aims to present the first systematic archaeological investigations conducted in the Balcosna Valley, Catamarca Province, NW Argentina. This valley located in the end of the foothills of the Yungas, has not extensively been mentioned in the archaeological literature. Therefore, our main objectives were understanding and interpreting the social construction of landscape in the valley. This is to say, which was the role it played regionally, in connection with the available information of the surrounding valleys. Methodologically, we conducted surveys following the paths that still exist in the valley, along with the implementation of stratigraphic test pits to delimit the different contexts of use of the identified structures. The results presented here are more than promising since we have recorded a great variety and number of archaeological sites of various shapes and sizes, together with complex systems of terraced fields and reservoirs for water storage. Thus, we interpret this valley as a place where the landscape was in constant re-creation. People who lived there probably had a permanent settlement which in turn conformed a network system interconnected with paths that are used today and, possibly, in the past.

Keywords: Landscape; Space; Paths; Yungas; Surveys.

1 Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba - CONICET. Boulevard San Juan 870 11 D, Córdoba, Argentina. E-mail: [email protected]

Villafañez, Emilio A. 2012. Arqueología, senderos y paisajes en el Valle de Balcosna. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8 (2):119-136. Buenos Aires.

Recibido en abril de 2012; aceptado en octubre de 2012

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Emilio A. Villafañez - Arqueología, senderos y paisaje en el Valle de Balcosna.

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INTRODUCCIÓN

El Valle de Balcosna se encuentra en la parte más septentrional del Departamento Paclín, ubicado en el centro de la Provincia de Catamarca (Figura 1). En dicho valle predomina una superficie marcadamente ondulada, originada por la disección del relleno espeso del valle, formado especialmente por el piedemonte que baja de la Cumbre del Potrerillo (González Bonorino 1950; Navarro 1990). Una característica de esta región es la presencia de sierras y cuencas internas en forma longitudinal, con cordones cuyas líneas de cumbres no demuestran cortes o incisiones. Estas cumbres poseen una sección asimétrica, cuya caída más fuerte está siempre al oeste. Los flancos orientales presentan una superficie regular más o menos incidida por los cauces que bajan en pequeños valles longitudinales (Cattania y Varela 2010).

Balcosna cruza por el interfluvio formado entre el Cerro del Kiko y la Cumbre del Potrerillo, para luego desembocar en el dique de San José, en Graneros, Tucumán (Cattania y Varela 2010). El régimen del río es pluvial, con características torrenciales, produciendo crecidas extraordinarias sólo en la época de verano. El Valle presenta suelos fértiles y precipitaciones superiores a 1200 mm anuales (Ojeda y Cisternas 1994; Morlans 1995).

El Valle de Balcosna forma parte de una de las estribaciones finales de las yungas. Si bien el mismo no cuenta con antecedentes de trabajos arqueológicos locales de larga data, se sitúa en una región que a sido intensamente estudiada por la arqueología. Las investigaciones llevadas a cabo en el Campo del Pucará o el Valle de Ambato han incorporado al Valle de Balcosna a sus propios modelos de desarrollo macro regionales (Villafañez 2007; Pantorrilla 2008; Pérez Gollán et al. 2000). Sin embargo, esta incorporación se dio bajo una serie de preconceptos, pues la arqueología del Noroeste argentino (NOA) siempre fue interpretada, explícita o implícitamente, desde un punto de vista “andino-céntrico” (González y Pérez Gollán 1966, González 1982, Albeck 1994; Garay de Fumagalli 1994; Ventura 1994; Garay de Fumagalli y Cremonte 2002; entre otros). En este sentido, aunque la ceja de selva no estuvo ausente en los escritos arqueológicos, fue subvalorada y asociada a procesos sociales marginales, como de hecho ocurrió con nuestra zona de estudio.

Por distintas razones históricas que no trataremos aquí, muchas de las investigaciones arqueológicas pioneras en Catamarca se realizaron en el área valliserrana, donde el marco teórico “histórico cultural”, influyente en la segunda mitad del siglo pasado, hizo que fuera posible la descripción detallada de diversas “culturas arqueológicas”. Luego, con los aportes de las posturas teóricas funcionalistas, se lograron delimitar complejos procesos sociales a nivel local, en los cuales su particular economía se habría forjado en base a modelos

La cuenca del río Balcosna está conformada por varios arroyos que nacen en las quebradas y las cumbres de la localidad de Balcosna de Afuera. Este río cruza dicha localidad en dirección norte-sur. Al recorrer casi 5 km, un gran meandro propicia su cambio de dirección en la Villa de Balcosna y Las Lajas, adoptando un sentido sur-norte, siendo su afluente principal el río Potrerillos. Finalmente, el río

Figura 1. Ubicación del departamento Paclín y el Valle de Balcosna

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de complementariedad similar a los formulados por Murra (1975) que estableció un control social y político de diferentes pisos ecológicos (Núñez Atencio y Dillehay 1995).

Las interpretaciones realizadas en base a estos modelos en boga argumentaban que, en general, las yungas fueron un lugar sin demasiada importancia socio-cultural, salvo por los abundantes recursos que eran sustraídos y administrados desde los lugares centrales. Esto permitió que, por mucho tiempo, se incorporara a las yungas a los modelos de interacción social, sin la necesidad de exhaustivos trabajos de campo (Garay de Fumagalli y Cremonte 2002).

Es importante decir que nuestra zona de estudio no estuvo ajena a estas consideraciones; veamos brevemente entonces, cuáles fueron los antecedentes previos que tuvo el Valle de Balcosna, para luego presentar los modelos que influyeron en la visión que se tuvo por mucho tiempo de la porción de ceja de selva que estamos estudiando.

ANTECEDENTES DEL VALLE DE BALCOSNA

La casi total ausencia de información a nivel arqueológico fue uno de los problemas que tuvimos al comenzar nuestros trabajos en el valle de Balcosna. Tal es así que este lugar sólo fue nombrado de manera directa en la bibliografía arqueológica por el hallazgo de un “suplicante” (González 1977; Tartusi y Núñez Regueiro 1993, 2001, 2004, 2005a, 2005b; Pérez Gollán 2000; Gentile 2001, entre otros) y un “menhir” (Kriscautzky 1999, 2006) considerado excepcional ya que nunca antes se había contado con un hallazgo de estas características, tanto a nivel local como en otros lugares próximos.

A su vez, Amalia Menecier y Juan Schobinger, en el marco de un trabajo de reconocimiento

de sitios arqueológicos realizados en los Departamentos Capital, Ambato y Paclín, mencionaron el hallazgo de material cerámico en el tramo del camino que une La Merced con Balcosna, ante lo cual señalaron: “Lo visto bastó para poder considerar que este pintoresco valle alto, también tuvo una abundante población agro-alfarera; pero no sabemos si hasta allí llegó la Cultura Aguada, o si por el contrario se trata de otro grupo, de filiación y antigüedad desconocida. Valdría la pena realizar una amplia campaña de prospección en todo el valle, para descubrir yacimientos potencialmente interesantes” (Menecier y Schobinger 1992:98).

Fue también Alberto Rex González quien se animó a señalar que: “Seguramente cuando se conozca bien la arqueología de la zona aledaña a la sierra de Ancasti y Balcosna, que parece albergó una facie Aguada de rica cerámica y pinturas rupestres de complejos motivos, la descripción detallada de los motivos enumerados abarcará muchos capítulos” (González 1977:183).

Partiendo de esta base, casi especulativa, es que en el año 2006 comenzamos nuestros trabajos en la zona. En primera instancia, planteamos realizar una serie de prospecciones en la localidad de Balcosna de Afuera, tanto en el fondo de valle como en la cumbre homónima, lo que nos permitió obtener los primeros resultados (ver Villafañez 2007) que se detallan a continuación:

- Existen pocos sitios de gran tamaño y muchos pequeños.

- Los sitios muy grandes se encuentran separados entre sí.

- La disposición de los sitios no es al azar, ya que se asientan en los lugares más favorables para el asentamiento humano, con buena visibilidad y cercanos a algún curso de agua.

- Los sitios registrados por cada unidad

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de prospección indican una alta ocupación del valle, la que no se restringe a un nivel altitudinal específico, ya que están dispersos por todo el espacio de manera continua.

- Aunque no existen evidencias de una fuerte producción agrícola (e.g. terrazas, andenes) o pastoril (como corrales), se infiere que la primera pudo haber sido de importancia, atendiendo a las notables obras de manejo del agua en muchos arroyos; y en cuanto la segunda, aún faltan evidencias para determinar la funcionalidad de algunas estructuras.

Estos trabajos parciales nos brindaron un panorama que se alejó de la idea general que se tenía de un sector típico de yungas y nos indicaron vínculos a nivel regional en otros sentidos “que descartan mecanismos tan rígidos como colonias o islas y, en cambio, nos hablan de procesos más complejos, de interdependencia y no de independencia, de interacción y no de control, de una zona que habría jugado un rol más activo en los procesos sociales y no pendientes o dependientes de ellos” (Villafañez 2007:133).

Debemos considerar que nuestras investigaciones anteriores han sido iniciales y provisorias, con un acotado universo de estudio prospectado, pocos hallazgos en excavaciones, muy poca evidencia en cuanto a construcciones agrícolas, todo lo cual nos ha llevado a pensar que aún no logramos entender cabalmente la dinámica social de los grupos prehispánicos en el Valle de Balcosna (Villafañez 2010). Si bien este trabajo no pretende llegar a entenderla en su totalidad, sin duda esperamos que sea un avance hacia ello al brindar los datos e interpretaciones de las nuevas prospecciones y excavaciones.

M O D E L O S I N T E R P R E TAT I VO S VIGENTES

Fueron Núñez Regueiro y Tartusi, quienes se preocuparon por entender la dinámica social de los sitios Condorhuasi-Alamito del Campo

del Pucará, y siguiendo hasta último momento una postura normativa con ribetes procesuales como marco teórico, intentaron explicar el origen de la cultura de La Aguada en base a contactos con otras regiones (Núñez Regueiro y Tartusi 1990; Tartusi y Núñez Regueiro 1993, 2001, 2004, entre otros)1.

Con el difusionismo como principal herramienta explicativa, los mencionados autores plantearon que, a mediados del primer milenio los moradores de Alamito habrían abandonado el Campo del Pucará desplazándose en varias direcciones: por una parte, se dirigieron hacia el Valle de Ambato, y por otra, se desplazaron por la sierra y Valle de Escaba y por el Valle de Balcosna hacia llanura chaco-santiagueña (Núñez Regueiro y Tartusi 1990). Aunque la alusión al Valle de Balcosna es escasa, se hace referencia al mismo cuando mencionan todas las vías de tránsito que posiblemente utilizaron para desplazarse y colonizar toda el área de yungas (Núñez Regueiro y Tartusi 1990). En sus propuestas sostienen que: “…hacia el 450 o 500 d.C. los sitios del Campo del Pucará fueron abandonados; sus moradores al parecer migraron, algunos hacia el Sur, en dirección al Valle de Ambato; otros hacia el oriente, por la zona de la Sierra de Escaba, desplazándose luego hacia la llanura. Esta movilidad espacial ocurrió en los momentos en que se produjo el tránsito del Formativo Inferior al Medio, que dio lugar a lo que se manifiesta como Aguada Ambato” (Núñez Regueiro y Tartusi 1990:151).

Pasados más de 15 años los autores siguen sosteniendo para el área pedemontana1 (la que incluye Escaba, parte de los Llanos de Alberdi, Balcosna, etc.) que “la información sustantiva recogida hasta el momento apunta a la colonización de ese territorio, posiblemente en forma continua, a partir de Condorhuasi, pasando por Aguada” (Tartusi y Núñez Regueiro 2001:37). Esta colonización previa del espacio de selva, por parte de Condorhuasi, agregan los autores, habría sentado las bases para un posterior surgimiento de Aguada (Pantorrilla 2008).

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Desde esta perspectiva, el área pedemontana fue considerada como un lugar que se incorporaba a la dinámica de poblaciones de los valles valliserranos. Esto se produjo mediante la inclusión de asentamientos correspondientes a la denominada cultura Condorhuasi y posteriormente Aguada. El interés por este sector se fundamentó, para dichos autores, a partir de la existencia de una gran variedad de recursos, ausentes en las zonas centrales de emplazamiento de estos grupos, los que en algunos casos se incorporaron como espacios para producción agrícola-ganadera (Pantorrilla 2008).

Para el caso del Valle de Ambato, en cambio, se plantea la existencia de una sociedad internamente diferenciada y estratificada, de lo cual hay claras evidencias, como las variaciones en la densidad y clases de sitios domésticos y públicos (Assandri 1999, 2000; Assandri y Juez 2000; Laguens 2004), los grandes sistemas de infraestructura vinculados a la agricultura, la producción excedentaria y los bienes materiales que denotan el simbolismo de una ideología dominante con motivos que reflejan a una elite (Laguens 2002, 2003). Se plantearon algunas hipótesis respecto a los procesos de complejización y diferenciación social (Pérez Gollán et al. 2000; Laguens 2003), que pudieron haber estado vigentes de modo simultáneo o sucesivo, de forma total o parcial, cubriendo a su vez escalas geográficas distintas. Así, dentro de este modelo tenemos:

- En primer lugar, se plantea una visión tradicional, basada en la posibilidad de desarrollo local de una producción agrícola excedentaria, gracias a las características naturales y al conocimiento y habilidad tecnológica (Pérez Gollán et al. 2000).

- Asimismo, se ha esbozado la posibilidad del surgimiento de una mayor complejidad y diferenciación social, así como su mantenimiento, en asociación a desarrollos similares en otras zonas, con las cuales se establecían y mantenían

importantes relaciones socioeconómicas a través de redes de transporte e intercambio, apuntaladas por el control de fuentes de aprovisionamiento de recursos claves (metal, cebil, madera, tabaco) (Pérez Gollán et al. 2000).

- Una tercera línea destaca la consideración de la ubicación estratégica de la región del Valle de Ambato entre zonas económicamente complementarias y la inversión de la producción excedentaria en el flujo interregional de bienes, junto con el control de rutas de intercambio y el manejo de alianzas sociales que mantuvieron control total o parcial de determinadas regiones (Pérez Gollán et al. 2000).

Aunque este modelo tuvo cierta influencia para la época, a partir de los sucesivos planteos y nuevas líneas de investigación del Proyecto Ambato, últimamente se ha hecho hincapié (entre tantas otras cosas) en la producción agrícola-ganadera, realizando investigaciones que dan cuenta de un sistema económico mixto, en el cual los grandes complejos agrícolas dispuestos en las vertientes de las cumbres se relacionan directamente con corrales y viviendas. Esta articulación “tendría numerosas ventajas, como la diversificación de la dieta, la obtención de fertilizante de estiércol, el uso de los campos en barbecho para forrajeo, el uso de los animales para transporte de la cosecha, la prevención de la erosión de los suelos y el uso de residuos agrícolas como alimento del ganado, prácticas de uso común en la actualidad” (Figueroa et al. 2010:10). Esta novedosa postura ha cambiado algunas formas de entender al Valle de Ambato, al dejar de lado los postulados de la complementariedad económica entre regiones como elemento esencial para la producción y reproducción de la diferenciación social. A partir de nuevos hallazgos e interpretaciones, se planteó la posibilidad de una estrategia agrícola-ganadera, que constituyó una innovación a nivel local (Figueroa et al. 2010).

Es interesante destacar que el modelo de complementariedad económica esbozado

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en una primera instancia, no utilizó en sus fundamentos datos de áreas vecinas, sino que se asumían algunos criterios relacionados a cierta inferioridad de esas áreas. En contraste, la última propuesta mencionada arriba que proyecta una postura de innovación local como base para el sostenimiento de la producción y reproducción de la estratificación social, nos parece interesante desde nuestra perspectiva, pues no se infiere a priori ningún pre-concepto sobre los valles aledaños. Así esperamos que nuestros trabajos sean un aporte para conocer la dinámica social en relación al contacto entre regiones.

Lo importante de destacar aquí, es que los modelos antes planteados no se fundamentan en base a investigaciones en las regiones vecinas que en algunos casos se mencionan con insistencia. Es por eso que es evidente la importancia de realizar trabajos más sistemáticos en el área de yungas para entender su propia dinámica local, así como también para aportar más información a la dinámica inter-regional, entre los valles intermontanos y la ceja de selva.

MARCO TEÓRICO

Tratar de acercarnos a los paisajes arqueológicos del Valle de Balcosna implica, en primer lugar, romper con algunas concepciones básicas de la arqueología espacial del NOA, pues en mucho casos la influencia de la arqueología procesual de corte sistémico y funcionalista impuso una concepción del espacio a partir de una perspectiva contemporánea que prima el componente económico y determinista, poniendo el énfasis en la rentabilidad y la maximización de recursos y esfuerzos. Esta idea del espacio ha propiciado perspectivas reduccionistas, donde el hombre es un ser eco-sistémico y el espacio es visto como un elemento empírico y medible (Villafañez 2011).

Las críticas a los postulados extremadamente

cientificistas llegaron en los ‘70, a los que se les cuestionó que se preocupaban más por las técnicas analíticas que por el desarrollo y profundización de una auténtica teoría del espacio; que además se había convertido en un objeto geométrico, teórico, separado de la vida concreta de la gente, justificador del orden social existente y carente de una dimensión ética (Bertrand 1987; Pillet Capdepón 2004).

El llamado “giro espacial” que se produjo en la geografía (la ciencia del espacio), generó para entonces un acercamiento de esta ciencia a otras, haciendo de la trans-disciplinariedad y la inter-disciplinariedad una pieza clave para lo que Hiernaux y Lindón (2006) entienden como una “espacialidad explosiva”. Esto llevó a incluir a la materialidad espacial como un aspecto significante en las relaciones sociales, siendo a partir de los años ´70 que se acuñan conceptos tales como “espacio vivido”, “lugar” y “experiencia” (Sanguin 1981; Nogue i Font 1985). Estas nociones fueron básicas para la renovación crítica de la geografía humana y la arqueología post-procesual, sirviendo de punto de partida para entender al paisaje como un nuevo objeto de estudio social (Villafañez 2011).

Los nuevos enfoques otorgaron a la cultura material y las formas espaciales un papel activo en la conformación de la vida social. Existe entonces, una relación dialéctica entre las prácticas y las relaciones sociales que los sujetos desarrollan, y los objetos y las formas espaciales que emplean para llevarlas a cabo. Es así que tanto los objetos como las formas espaciales están significativamente constituidas; o sea, tienen significados y narrativas inscriptos en ellos (Criado Boado 1995; 1999). La interacción y aprehensión de la materialidad y espacialidad no es simplemente un proceso intelectual, sino que se da a partir de la experiencia corporal (las personas no son espectadores, sino agentes) (Acuto 2007).

La intención de este trabajo es acercarnos a la arqueología del Valle de Balcosna desde la perspectiva arriba planteada, en la que el espacio

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es continuamente construido y significado. Por esto entendemos al sitio arqueológico como “representaciones discretas de lugares discretos del espacio producto de la actividad humana” (Curtoni 2007:78 el subrayado es nuestro), donde “un lugar no es simplemente un punto en el espacio sino más bien una red de relaciones especificas, entre materialidad, gente, significado y narrativas” (Acuto 2008:169).

Haremos hincapié en algunas cuestiones que entendemos son básicas para acercarnos a dicho paisaje y a esa red de relaciones que menc ionamos arr iba , prestando especial atención a cuestiones de visibilidad, sonoridad (Criado Boado 1993; Acuto 2007) y transitabilidad (Roura et al. 1990; Criado Boado 1999). También hay que tener en cuenta que el análisis de caminos y/o sendas, y por ende del tránsito, no implica necesariamente contactos entre regiones distantes sino la capacidad de las poblaciones para relacionarse entre sí y con el paisaje circundante.

METODOLOGÍA

Este trabajo pretende ser una continuación de aquel empezado en el año 2006, y que tuvo como resultado una tesis de licenciatura. En dicha oportunidad tomamos como universo de estudio el valle de Balcosna, sub-dividido en diferentes sectores, a saber: a) sector bajo, que incluye los niveles aterrazados y el piedemonte, con un límite en los 1600 msnm, donde la vegetación cambia; b) pastizales de altura, desde los 1600 msnm hasta llegar a punta de cumbre; c) pasos naturales y d) algunas sendas actuales.

En trabajos posteriores nos concentramos en prospectar aquellos lugares que había dejado de lado esa sub-división. Así, nuestro universo de estudio siguió siendo el valle de Balcosna, pero con los siguientes límites: a) hacia el este el río Balcosna; b) al sur el caudaloso arroyo del campo de Martín Cordero; c) al oeste la punta de cumbre de Balcosna y d) al norte donde ésta

termina, a la par del camino actual de la cuesta de Singuil (Figura 2). En total el área consiste en aproximadamente 46 km2.

Al llevar a cabo las prospecciones, no se recorrió la totalidad de la zona antes descripta. En estos trabajos se prefirió, en cambio, prospectar adoptando el criterio de caminar por el paisaje del valle siguiendo los senderos y vías de tránsito. Esta metodología, que podríamos llamar “sistema de prospección por sendas”, nos ha permitido acercarnos al paisaje de otra manera: si bien no se recorre “sistemáticamente” la totalidad del área, una persona puede moverse “naturalmente” a través de ella. Las sendas nos brindan un modo de conocer el paisaje de manera diferente, al permitirnos comprender que algunos lugares que a priori parecían alejados por la distancia y la topografía, son posibles de conectarse mediante sendas que se acomodan a las sinuosidades propias del terreno.

En relación a las estructuras, hemos seguido las categorías de Assandri y Laguens (2003) quienes las clasificaron de acuerdo a los metros cuadrados construidos2. A partir de ello, para el caso del Valle de Balcosna definimos cuatro categorías:

1- Unidades pequeñas: estructuras que varían entre unos pocos metros hasta 150 m2. Se caracterizan generalmente por ser unidades simples, y en algunos casos por tener divisiones internas y/o uno o más recintos adosados.

2- Unidades medianas: estructuras superiores a los 150 m2 que llegan hasta 300 m2. Se distinguen de las anteriores fundamentalmente por el tamaño. También se observan con mayor frecuencia estructuras con varios recintos adosados y algunos no adosados. En algunos casos éstas estructuras se encuentran cerca de las terrazas de cultivo.

3- Unidades grandes: su tamaño oscila entre los 300 a 600 m2. Consisten en una gran diversidad de estructuras, por lo general

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complejas, con recintos que presentan varias divisiones internas y sectores. Muchas de ellas están asociadas a terrazas de cultivo y morteros.

4- Unidades muy grandes: aquellas que superan los 600 m2. Se caracterizan por tener recintos grandes y amplios, además de recintos adosados y no adosados alrededor. Generalmente se vinculan a unidades de menor tamaño y a terrazas de cultivo.

En cuanto a la recolección de los datos, la información fue registrada mediante una planilla estandarizada con 75 variables, entre las que se destacan las ambientales, procesos de formación de sitios, formas y tamaños de los mismos, técnicas constructivas, visibilidad de percepción, etcétera. Se utilizó planillas especiales para los arroyos encauzados, terrazas de cultivo, morteros y dispersiones de material. También se hizo un relevamiento detallado de las sendas, tomando tiempos, distancias y realizando tracks completos con GPS.

RESULTADOS OBTENIDOS

Las prospecciones llevadas a cabo a lo largo del Valle de Balcosna dieron como resultado un total de 164 sitios arqueológicos (Figura 2) de diferentes tipos, que incluyen posibles unidades de vivienda, corrales, almacenamiento y dispersiones de material cerámico. Además, se hallaron 28 arroyos encauzados, 29 morteros y un total de 22 sectores con terrazas de cultivo.

En cuanto a las técnicas constructivas, logramos observar dos grandes grupos: los muros simples y los muros dobles. Los primeros, representan una porción mínima de las construcciones (tan sólo el 8%) y están confeccionados con rocas dispuestas una sobre otra pegadas con barro. En cuanto a los segundos, representan el 92% del total de las construcciones y se pueden distinguir tres sub-tipos:

1- El muro de piedras paradas, constituido por lajas dispuestas a 0,80 m entre sí y relleno de tierra en su interior. Este muro por lo general sobresale en la superficie cerca de 0,30 m y representa el 80% de los casos de los muros dobles.

2- El muro doble con lajas horizontales, que consiste en una combinación con el tipo de muro anterior, pues sobre las lajas dispuestas verticalmente a 0,80 m se disponen otras de forma horizontal. Este subtipo representa el 4 % de los casos.

3- El muro doble en afloramiento, que se implementa en la confección de recintos adosados junto a algún afloramiento rocoso, el cual conforma uno o dos muros de los mismos. Este subtipo representa el 16% restante de los casos de muros dobles (Figura 3).

La construcción de las unidades se habría llevado a cabo a partir de la extracción de rocas de los afloramientos de granito y gneis que se encuentran a lo largo de toda la cumbre. Por lo general se habrían usado los dos tipos de roca, siendo la base de los muros de gneis en

Figura 2. Vista general del Valle de Balcosna, donde se puede apreciar la parte baja cultivada y la evidencia arqueológica relevada

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algunas ocasiones combinado con granito. En casos muy específicos, donde existen canteras de cuarzo, éste material también fue utilizado.

Podemos de f in i r, a par t i r de l a s observaciones en el campo que la técnica de muro simple sólo se encuentra en los sitios

con claridad la disposición de las estructuras en el espacio salvo contadas excepciones. Al prospectar en los campos de cultivo hemos relevado y recolectado una importante cantidad de material cerámico, indicio principal para indicar que esta parte del valle también habría estado ampliamente habitada.

pequeños. El muro doble junto con sus tres subtipos, está presente en todo todos los tipos de sitios, y aquellos realizados en un afloramiento rocoso son sitios medianos a grandes.

Además, la técnica de construcción de muro doble de piedras clavadas con lajas horizontales se registra por lo general en lugares donde la erosión no influyó de manera acentuada, lo que habría permitido que el muro se conserve. No habría sucedido lo mismo en aquellos sitios que se disponen en los filos de quebrada (que son la mayoría) donde los procesos erosivos hicieron que la parte superior de la pared se desplome y sólo permita ver la parte inferior del muro, o sea las salientes de las rocas. A su vez, esto produjo que el 93% de los sitios tenga una visibilidad media a baja, dificultando muchas veces su registro.

Antes de referirnos al emplazamiento de las estructuras, debemos mencionar un tema de suma importancia y que se relaciona con el fondo de valle: el avance del cultivo actual en este sector nos ha impuesto una limitación importante en la investigación, pues no nos ha dejado observar

Figura 3. Diferentes muros: (a) Muro simple; (b) Muro doble; (c) Muro doble combinado con un afloramiento de rocas naturales

Fuera de dichas áreas de cultivo actual, las estructuras se disponen a lo largo de las quebradas laterales de toda la cumbre, desde los 1200 msnm hasta punta de cumbre (a los 1850 msnm). No existen niveles predilectos para las construcciones, puesto que encontramos estructuras muy complejas y también de gran tamaño en niveles de pastizales de altura o recintos pequeños en niveles inferiores y viceversa. Es evidente que uno de los criterios fundamentales para la elección de un lugar de emplazamiento fue la cercanía (entre 10 a 120 m de distancia) a algún curso de agua, ya que el total de las estructuras se vincula a un arroyo permanente.

Otro tema que consideramos fundamental para la disposición de los sitios en el espacio es la inter–visibilidad, propiedad de visualización entre estructuras, puesto que el 91% de los sitios “mira” por lo menos a uno de los otros. Vemos, de este modo, cómo más allá de la simple disposición en sectores de quiebre de pendiente en cercanías a los cursos de agua, las estructuras se disponen estratégicamente en relación a otras.

ESTRUCTURAS AGRÍCOLAS Y CONTROL DEL AGUA

El agua es, y fue sin lugar a dudas, uno de

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los elementos más preciados y claves para la elección de los lugares donde instalarse y vivir. En la red hidrográfica actual del valle de Balcosna, descienden desde la cumbre homónima un total de siete arroyos con un importante caudal de agua permanente hacia el río.

En la actualidad existe un promedio de 1200 mm anuales, la marcada estacionalidad de las lluvias (intensas entre los meses de diciembre y marzo) hacen que el resto del año la zona sufra de stress hídrico y una drástica disminución del volumen del río y arroyos. Podría considerarse, con suficiente cautela, que esta característica de la zona podría haber incidido también en la vida de las sociedades que habitaron en ella, experimentando una importante necesidad de

la acumulación de más de 30.000 m3 de agua en tan sólo uno de ellos. El 45% de las estructuras se vinculan de alguna manera a uno de estos arroyos (Figura 4).

En cuanto a las terrazas de cultivo, seguimos los criterios utilizados por Figueroa (2008), quien las clasifica en dos grandes grupos: las terrazas de contorno, que siguen las sinuosidades del terreno, y las terrazas rectas, que cortan parte de las quebradas inter fluviales. En este sentido, hemos registrado más de 500 terrazas de cultivo, algunas de las cuales se vinculan exclusivamente a una estructura, identificando entre 10 a 12 terrazas con un promedio de 20 m de largo. No obstante, en la mayoría de los casos es difícil asociarlas a un sólo sitio. Existen lugares donde

Figura 4. Diferentes técnicas constructivas de tecnología agrícola: (a) Vista general; (b) Parte de muro de un arroyo encausado para almacenamiento de agua; (c) El mismo muro anterior en épocas de lluvia colmado de agua; (d) Terrazas de contorno; (e) Terrazas rectas

acumular agua, cuestión evidenciada en parte por la existencia de numerosos sistemas de arroyos encauzados.

Como ya hemos dicho, se han registrado un total de 28 arroyos con trabajos de encauzamiento. Para su construcción se levantaron una serie de muros transversales a una distancia de entre 5 a 10 m, de acuerdo al grado de pendiente del cauce. En la mayoría de los casos se ensanchaba parte del mismo y se lo amurallaba, formando de este modo diques a lo largo de su recorrido. Se han registrado desde pequeños embalses de 2 m2 con una profundidad de 0,5 m, hasta algunos que superan los 20 m2 con más de 1,5 m de profundidad, lo que permitía

se observan entre 80 a 100 terrazas (rectas y de contorno) con largos que superan los 40 m; allí hemos registrado que de los muros que cortan los arroyos que forman los diques contenedores de agua se desprenden terrazas de contorno, por lo que podemos inferir cierta vinculación del agua con las terrazas. Así, observamos que el 35% de los sitios se vinculan a terrazas, pero de los 20 sistemas de terrazas, el 98% se vincula a un arroyo encauzado (Figura 4).

C R O N O L O G Í A A B S O L U TA Y RELATIVA

Uno de los mayores inconvenientes fue la realización de una cronología relativa para el

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valle. Lo que antes habíamos señalado como una dificultad para el fondo de valle, en relación al hallazgo de estructuras, de a poco se fue convirtiendo en una virtud al recorrer los grandes campos de cultivo, que nos permitió recolectar una acotada cantidad de cerámica y lítico.

El análisis de dicho material (aún en proceso) nos ha brindado un panorama cronológico, por lo pronto bastante amplio para el fondo de valle. Así, en relación a los estilos cerámicos se cuenta con la presencia de estilos Condorhuasi, Ciénaga, cerámica Chaco-santiagueña y Aguada. En cuanto a su distribución, en tan sólo un lugar hemos hallado material temprano, asociándose el resto al estilo Aguada Ambato Negro Pulido y Ambato Tricolor.

Aunque fue evidente que el fondo de valle tenía una importante concentración de material Aguada, nos queda la duda sobre qué sucedió respecto a las estructuras relevadas, ya que sólo en dos sitios con recintos se recolectó apenas unos pocos tiestos toscos (Villafañez 2007).

Esto nos llevó a plantear varios sondeos y excavaciones3, siendo la más importante la que se realizó en el sitio 111. Éste se encuentra en una hondonada a 1550 msnm, en la parte baja de una quebrada, la cual se bifurca y se une a otra hacia el sur. Es un complejo de tres recintos, dos de los cuales tienen un tamaño de 4 x 4 m y un tercero de 10 x 11 m.

La excavación se llevó a cabo en uno de los recintos más pequeños, en el que se realizaron tres cuadrículas de 1,5 x 1,5 m. En total, el sitio contaba con una profundidad de un metro aproximadamente. Los primeros 0,40 m consistieron en material de relleno y los 0,20 m siguientes mostraron parte del derrumbe del muro (de donde se retiró una apreciable cantidad de rocas junto con algunos fragmentos de cerámica). La excavación

continuó hasta llegar a un metro, donde pudo identificarse un sedimento compacto, posiblemente el piso del recinto, en el cual apareció la mayor cantidad de material arqueológico.

En la cuadricula 1 pudieron registrarse tres rocas dispuestas alrededor de un sedimento rojizo junto a algunos fragmentos de carbón4, lo que interpretamos como un fogón. En cercanías de éste, se obtuvo una importante cantidad de material tosco con rastros de hollín. En la cuadrícula dos y tres se recuperó material tosco en iguales condiciones y una cuenta de malaquita. En total, en la excavación se encontraron ocho fragmentos cerámicos decorados, cada uno de ellos asociado a material Aguada.

Gracias a esta excavación pudimos corroborar la asociación de, por lo menos, una estructura a momentos Aguada. Es difícil no extrapolar este dato a otras estructuras de la zona, aunque aún hace falta realizar más excavaciones para poder contrastar esta aseveración. Por lo pronto, podemos inferir que gracias al material recolectado en el fondo de valle y el extraído de la excavación la asignación a momentos Aguada parece clara.

HACIA UN PAISAJE DEL VALLE DE BALCOSNA

Hemos visto hasta aquí algunos datos estadísticos acerca de la distribución espacial del registro arqueológico en el Valle de Balcosna, ahora trataremos de acercarnos a un paisaje del mismo.

Lo primero que podemos observar en el valle de Balcosna es la dispersión casi continua, entre las estructuras a lo largo del estrecho valle. Aunque dicha continuidad algunas veces se ve atenuada por algunas zonas sin evidencia (lugares donde no existen cursos de agua y niveles altitudinales elevados) podemos

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visualizar cierta lógica en la ocupación del paisaje.

Creemos válido aclarar primero algunas cuestiones respecto al fondo de valle, pues si nos guiamos por la percepción actual del paisaje, este sector bajo habría sido (como lo es hoy) uno de los lugares más llamativos a la hora de elegir un asentamiento estable, pues cuenta con un gran espacio para la construcción de viviendas, las prácticas agrícolas y la cría de animales, además de la cercanía al río como curso de agua permanente.

Si pensamos en la cumbre como un sector restrictivo para asentarse y llevar a cabo cualquiera de las actividades antes mencionadas, creemos que incurriríamos en un error. El agua no habría sido prohibitiva acorde a la cantidad de arroyos que existen. Aunque a priori las quebradas limitan la cantidad de terreno construible (para viviendas, corrales, etcétera), existen grandes explanadas propicias para llevar a cabo cualquier tipo de edificación. También se habría ganado espacio mediante la tecnología de los muros de contención y los sistemas de terrazas de cultivo habrían tenido el mismo propósito en las laderas de las quebradas.

Ahora bien, si pensamos en base a la información recogida cómo era la vida en este valle desde una escala más pequeña, por ejemplo desde una unidad o un grupo de viviendas, podríamos obtiene el siguiente panorama.

Los sitios habitacionales, ubicados por lo general en los puntos de quiebre de la pendiente de las quebradas, estaban vinculados a otras estructuras de menor grado de complejidad que, en algunos casos y por similitud a otros lugares investigados, podríamos interpretar como corrales5 o lugares de almacenamiento. En cercanía a estas estructuras o en algunos casos entre ellas, se encontraban morteros y terrazas de cultivo.

Como ya hemos dicho también, el agua no habría sido solamente suministrada por cursos permanentes, sino también (y siempre que existían terrazas de cultivo) por estructuras que permitían almacenarla para tiempos de escasez. De este modo, se aseguraba una provisión constante de este recurso, lo que evitaba posiblemente la dedicación exclusiva del cultivo a secano.

En relación a esto último, en muchos de los sitios se observó que tendían a asociarse a uno o varios sistemas de terrazas, aunque hemos registrado sitios con sistemas agrícolas pequeños que podríamos interpretar como domésticos, y sectores donde no se visualizaron dichos sistemas ni estructuras para manejo del agua. Por lo general, vemos que los asentamientos tenían un carácter “comunal”, donde los vínculos entre las personas que habitaban la zona habrían estado dados por la cercanía de las estructuras emplazadas de las quebradas adyacentes.

Para acercarnos a estos v íncu los correlacionamos todas las variables que ya mencionamos (técnicas constructivas, tamaño y complejidad, estructuras agrícolas, etcétera) y las asociamos con algunos aspectos de carácter sensorial, que si bien no dejan evidencia empírica contrastable, en estas últimas décadas han sido objeto de numerosos estudios (Criado Boado 1991, 1999; Tilley 1994; Acuto 2007; Ingold 2010; entre otros).

Si tomamos como ejemplo un grupo de las numerosas quebradas prospectadas, y si tenemos en cuenta que con el grado de visibilidad actual es posible ver los restos de las estructuras cercanas en quebradas adyacentes, es inevitable en este caso no retrotraernos al pasado e imaginar construcciones que posiblemente llegaban a casi dos metros de altura, viviendas con techos construidos con algún material perecedero, y el humo de los fogones que salía de las cocinas, corrales llenos de animales y terrazas en plena producción,

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escenario que hacía que la vegetación propia de este ambiente se confundiera con un paisaje completamente construido y humanizado. Otro aspecto referido a las percepciones sensoriales que pudimos experimentar en el campo6, fue la capacidad de percibir sonidos a diferentes distancias y alturas. Entre varios sitios y a distancias que a veces superaban los 400 m es posible escucharse con cierta claridad. A partir de esto consideramos que ser visto, pero también oír y ser escuchado, habría sido importante para esta sociedad emplazada en esta particular topografía.

La prospección por sendas nos ha permitido entender, en parte, la lógica en cuanto a la movilidad en el paisaje del valle de Balcosna. De esta forma, un tema que no queremos dejar de mencionar fue la transitabilidad: si una persona podía ver y escuchar a otra, podía también caminar hacia ella siguiendo la red de senderos existente. Así, lograría sin demasiados problemas cruzar todo el valle hacia otros valles por sendas que los conectaban, como aun lo hacen en la actualidad. Pero también podía caminar desde el fondo del valle hacia cualquiera de las quebradas de la cumbre, además de cruzar entre ellas mediante pasos que actualmente perduran y son mantenidos gracias al tránsito constante de animales y personas. Estos senderos, entonces, conforman una red plausible de ser vinculada a los sitios arqueológicos.

Si tomamos una vez más como ejemplo el sitio 111 ya excavado (con claras evidencias de ser una estructura habitacional), transitar desde allí hacia el fondo de valle habría significado hacer, tal vez, el siguiente recorrido: caminar por la misma quebrada donde se encuentra el sitio hacia el este (senda 1), siguiendo la senda más descansada (que la mayoría de las veces no es la más corta), pasando cerca de ocho sitios y algunos sistemas de terrazas, hasta llegar a una quebrada lateral que gira hacia el noreste y llega al fondo de valle.

En cambio, si alguien quería cruzar desde el sitio 111 al 120 (desde los cuales es posible ver y oír a otra persona), tendría que caminar por los lugares que la topografía le permitiera, siguiendo las sendas que a ella se acomodan. Una primera opción sería tomar la quebrada subsidiaria del sur (senda 2), pasando en cercanías a cuatro sitios y bajando por la ladera al final de dicha quebrada, en la cual sortearía una importante cantidad de terrazas de cultivo hasta subir por los faldeos de la siguiente quebrada lateral, cruzando por otros dos sitios más hasta llegar al sitio 120. Como segunda opción, podría bajar hasta el sistema de arroyos encauzados hacia el sur (senda 3) y subir por la quebrada transversal donde se disponen por lo menos tres sitios y un mortero hasta llegar a su destino (Figura 5).

Si pensamos en esta red de vínculos en una escala mayor (Figura 6), podríamos obtener resultados similares. Tomando como ejemplo nuevamente el sitio 111, considerando que una persona quisiera desplazarse hacia el sitio 100, ca. 4000 m de distancia del primero, podría realizar un camino fácil y corto a partir de los siguientes tramos de sendas: subiría la quebrada al este (senda 4), donde se encuentra el sitio 111, para pasar por la senda que la une a otra al norte, remontaría por la quebrada lateral que corre en dirección suroeste, para cruzar nuevamente hacia otra quebrada y, subiendo, cruzaría por último por una de las estribaciones de la cumbre hasta ascender a la senda en los pastizales de altura donde está el sitio 100. Si quisiera seguir desde este punto hacia el norte (senda 5), por ejemplo al sitio 90, que se encuentra a 4600 m de distancia, podría simplemente ascender a punta de cumbre y caminar por los pastizales de altura hasta llegar al comienzo de la quebrada7 que corre en dirección noroeste y descender por una de sus estribaciones laterales al oeste.

Para el primer recorrido, en esta escala mayor, una persona tendría que pasar cerca de 15 sitios y ascender desde los 1500 msnm hasta los pastizales de altura a los 1850 msnm. El

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segundo recorrido es más sencillo aún, ya que se camina por punta de cumbre, lugar desde donde se observa el Valle de Ambato, y donde se pasa cercanamente a siete sitios hasta llegar a destino.

En síntesis, el transitar desde un lugar a otro en el valle de Balcosna, cualquiera sea la senda elegida, implicaba estar en contacto permanente con otras personas que habitaban la zona. La cercanía o lejanía

CONSIDERACIONES FINALES

Este trabajo tuvo como finalidad brindar al lector un primer panorama general acerca de la arqueología del Valle de Balcosna. Aún queda mucho por investigar, pero hasta el momento la información disponible basta para afirmar la existencia de una amplia distribución espacial de sitios arqueológicos a lo largo de toda el área prospectada. Debido a la destrucción de la mayoría de la evidencia que implicó el cultivo actual en el fondo de valle, nunca sabremos a ciencia cierta si existían diferencias particulares entre este sector y las quebradas laterales que de la cumbre se desprenden. Sin embargo, lo

Figura 5. 1) posible senda desde el sitio 111 al fondo de valle, 2 y 3) posibles sendas al sitio 120

entre lugares condicionaba de alguna manera las interacciones sociales. La red de sendas y pasos que conectaban el paisaje, facilitaba el hecho de compartir ideas, percepciones, experiencias y conocimientos, muchos de los cuales podían visualizarse mediante la similitud de técnicas constructivas, el uso del agua y las prácticas agrícolas, entre otras cosas. La materialidad y la espacialidad en el valle de Balcosna producían una comunidad que tendía a la cohesión, acercando a las personas. El ver y ser vistos, el escuchar y ser escuchados, el tránsito mediante, pasos, huellas y sendas unían (como aun unen hoy) todos los lugares en el paisaje.

Figura 6. 4) Posible senda desde el sitio 111 al sitio 100, 5) posible senda desde el sitio 100 al 90

que podemos decir con cierta seguridad es que hubo una amplia ocupación en momentos Aguada.

Si concebimos al valle de Balcosna en relación a la problemática planteada al inicio de este trabajo, no negamos los vínculos constantes con la región, pero nos es difícil pensar en un valle que tuvo un uso complementario respecto al de Ambato o Alamito. Descartamos las ideas extremas de una zona que fue colonizada por grupos provenientes desde el área Valliserrana, donde su única importancia habría consistido en los recursos económicos.

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Sostenemos, en cambio, que en el Valle de Balcosna, la variabilidad y complejidad de las estructuras, los sistemas de terrazas de cultivo, su evidente asociación al recurso hídrico y la forma en que estos grupos de estructuras se disponen en el paisaje, se estructuran en términos de procesos locales. De esta forma, las unidades productivas, tanto individuales como comunales, habrían estado a cargo de pequeños grupos de agricultores y pastores, dispuestos en un paisaje construido y vivido. Allí mismo, el vínculo con valles vecinos habría sido frecuente, y tal vez cotidiano, a través de las sendas que aún persisten y se transitan en el paisaje.

NOTAS

1. Como una reacción al debate centrado en la interacción económica que predominó en la literatura arqueológica, Núñez Regueiro y Tartusi (1990) criticaron el uso que se hacía del concepto de “área”, tanto en la perspectiva difusionista como en el marco ecológico, planteando que estos enfoques tendían a ignorar o dejar de lado la permanente relación dialéctica que se habría dado entre los pueblos y su ambiente; por lo tanto, plantearon que la determinación del área debía efectuarse en forma mecánica, superponiendo variables culturales a variables geográficas. En función de ello, propusieron un uso del término “área” de manera que considerara históricamente el vínculo entre la sociedad y su medioambiente. Así definen la “Macro-área Pedemontana”, cuyas características no responden ni a lo andino ni a la llanura, sino a una síntesis de la relación dialéctica de ambos. A partir de entonces, el énfasis es colocado en las interacciones que se desarrollaron entre los habitantes de las diversas áreas de los valles y quebradas, las yungas y la puna.

2. No pretendemos que esta clasificación represente un criterio jerárquico para los sitios del valle, simplemente es un método para ordenar los diferentes clases de recintos que han sido relevados.

3. En total se llevaron a cabo seis sondeos y dos excavaciones, en este trabajo se detallará la última

excavación, pues es la única que brindó datos relevantes.

4. Se recuperó la suficiente cantidad de carbón para hacer un fechado de AMS, el cual está siendo procesado en la actualidad en el laboratorio de “NSF Arizona AMS Facility. The University of Arizona”.

5. Nos basamos en los trabajos realizados por Figueroa (2008, 2010) para el Valle de Ambato, donde se llevaron a cabo sondeos en dos estructuras interpretadas como corrales. Dada la similitud entre estructuras pensamos que algunos de los recintos que hemos relevado pueden haber tenido la misma función.

6. Esto pudo registrarse debido al hecho de que muchas veces grupos de personas (prospectando) tomaban sendas diferentes para poder abarcar más espacio lo que permitía poder escucharse uno del otro a grandes distancias.

7. La quebrada a la que hacemos mención los pobladores de la zona le llaman “la cumbrecita” y fue paso obligatorio para todas aquellas personas que iban o venían desde Tucumán. En su recorrido, el cual supera los siete km, se puede descender hasta el río Singuil en cercanías de la Localidad de Escaba.

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1 Emilio Alejandro Villafañez. Egresó en el año 2008 de la carrera de Licenciatura en Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca. Este trabajo forma parte de sus investigaciones como becario Doctoral de CONICET. El autor es un apasionado por investigar cualquier temática vinculada al que él considera su lugar en el mundo: la localidad de Balcosna.

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Recibido en febrero de 2012; aceptado en mayo de 2012

LOS CAMPOS AGRÍCOLAS DE LAS PAILAS (CACHI, SALTA)

María Eugenia Prieto1, Yamila Carla Besa2, Gimena Alé Marinangeli3,Eduardo Francisco Riegler4 y María Cecilia Páez5

RESUMEN

El sitio arqueológico Las Pailas constituye uno de los enclaves agrícolas de mayor importancia en el Valle Calchaquí Norte. Incluye 500 hectáreas de campos agrícolas irrigados por una amplia red de canales, con características que hacen suponer una ocupación continua desde los inicios del Primer Milenio de la era cristiana. Las prospecciones realizadas en los últimos años han permitido detectar una nueva área de cultivo denominada Las Pailas 2, la cual está espacialmente vinculada al sector 1 y muy similar en lo que hace a la estructura del espacio agrícola. A pesar de la vastedad de la extensión agrícola de la región, su estudio ha sido relegado dentro de las investigaciones. La reanudación de los trabajos ha permitido ampliar el conocimiento sobre el vínculo que estas sociedades habrían mantenido con la tierra, las características del cultivo en el sitio y el tipo de estrategias hidráulicas desarrolladas para asegurar la productividad agrícola. En muchos casos, éstos encuentran importantes puntos de anclaje con las prácticas campesinas de los actuales pobladores locales de esta porción de los Andes Meridionales.

Palabras clave: Valle Calchaquí Norte; Las Pailas; Estructuras de Cultivo y Riego; Prácticas Agrícolas.

LAS PAILAS AGRICULTURAL FIELDS (CACHI, SALTA)

ABSTRACT

The archaeological site of Las Pailas is one of the most important agricultural enclaves in the North Calchaquí Valley. It includes 500 hectares of farmland irrigated by a network of canals, a characteristic which leads us to think that the place was settled since the beginning of the First Millennium AD. Research carried out in the past few years has identified a new cultivation area, Las Pailas 2, which is spacially linked to Las Pailas 1. It is supposed to be related to the former and it is very similar regarding the structure of agricultural land. Despite the vastness of the agricultural extension of the region, its study seems to have been relegated to secondary research. The resumption of exploration has improved knowledge and raised awareness of the relationship between ancient societies with their land, the features of the kind of farming carried out, and the type of hydraulic strategies developed to ensure agricultural production. In many cases the former aspects, are important connections to the current farming practices of local people living in this portion of the southern Andes nowadays.

Keywords: North Calchaquí Valley; Las Pailas; Agricultural and Hydraulic Structures; Agricultural Practices.

Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Avenida 7 877, La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mails: 1 [email protected]; 2 [email protected]; 3 [email protected]; 4 [email protected] CONICET. Museo de Ciencias Naturales, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Avenida 7 877, La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected]

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INTRODUCCIÓN

El Valle Calchaquí Norte ha presentado una ocupación prehispánica continua durante milenios (Tarragó 1978; Tarragó y Díaz 1972; Tarragó y Lorenzi 1976). Las investigaciones de arqueológicas y etnohistóricas desarrolladas a partir del siglo XIX hasta nuestros días han permitido abordar la forma en que los distintos procesos sociales y culturales tuvieron lugar en este sector del Valle Calchaquí, contribuyendo así a la reconstrucción de la historia de las sociedades prehispánicas que habitaron el territorio (Tarragó 2003).

No obstante, el estudio de las prácticas agrícolas es un aspecto relativamente relegado dentro de las investigaciones de la región, las que mayormente se centraron en los espacios de vivienda o en los espacios públicos. Tal falta de atención no se corresponde con la vastedad de la extensión agrícola en el Valle, lo que da cuenta de la importancia de las prácticas de manejo de la tierra y el agua para la vida de las sociedades prehispánicas del área. En este sentido, es importante mencionar los trabajos de Baldini y Villamayor (2007) para la cuenca del río Molinos entre los siglos IX-X AD y de Williams et al. (2008) y Korstanje et al. (2010) para el momento tardío-inca en la cuenca de Angastaco-Molinos. Aquí se mencionan amplias áreas de cultivo que incluyen terrazas y campos, asociados a estructuras hidráulicas y de control de la erosión.

El análisis de la evidencia arqueobotánica da cuenta de un registro vegetal vinculado a la agricultura, conformado por macrorrestos de maíz, algarrobo y zapallo, que habrían sido consumidos en los distintos momentos cronológicos de la ocupación de la región. Así lo documenta el análisis de los restos arqueológicos recuperados tanto para el momento temprano -sitio El Churcal- (Raffino 1984), como para las ocupaciones más tardías -sitio La Paya- (Ambrosetti 1907).

En este trabajo se presentan los resultados

de las investigaciones desarrolladas en los últimos años en el sitio arqueológico Las Pailas, las que se vinculan con especial interés a las características de los campos de cultivo del sitio y su relación con la red de riego. Se hace énfasis principalmente en los aspectos morfológicos que servirán de base para posteriores interpretaciones de corte funcional o aún, cronológico. En relación a este último aspecto, es materia de investigaciones profundas la forma en que se habría ido conformando el amplio espacio agrícola que se visualiza en la actualidad, y la forma en que se habría vinculado con los tipos de canales identificados (Páez y Giovannetti 2011), teniendo en cuenta la larga historia ocupacional del sitio (Tarragó y De Lorenzi 1976). Se parte de la concepción de que las prácticas agrícolas deben entenderse no sólo dentro del sistema económico, como forma de subsistencia, sino fundamentalmente inmersas en un sistema más amplio de significados y valores históricos que tienen que ver con la forma en que es concebido el cosmos en el mundo andino. Así, la Tierra es personificada y divinizada como la madre universal e inmanente, donde el hombre es un elemento más en el todo y mantiene una relación respetuosa y recíproca con el resto de la naturaleza (Van Kessel 2000, 2003; Van Kessel y Condori Cruz 1992).

ANTECEDENTES

El sitio arqueológico Las Pailas constituye uno de los enclaves agrícolas de mayor importancia en el Valle Calchaquí Norte. Ubicado a los 25º02’05’’ de latitud Sur y 66º13’25’’ de longitud Oeste, incluye aproximadamente 500 hectáreas (ha) de campos agrícolas que fueron irrigados por una amplia red de canales que transcurrieron sobre y bajo la superficie del suelo. Las primeras investigaciones en el sitio datan de la década de 1970, a partir de los trabajos de M. Tarragó y V. Núñez Regueiro en el marco del Museo Arqueológico de Cachi. Al incorporarse en el registro de sitios de la Institución recibió la denominación SSalCac 18,

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nombre con el que se ha dado a conocer en la mayor parte de las publicaciones (Tarragó 1977; Tarragó y De Lorenzi 1976).

El sitio incluye un sector residencial con habitaciones concentradas formando un poblado semiconglomerado, rodeado hacia las cuatro direcciones cardinales por campos cultivados. De noroeste a sudeste se encuentra surcado por los ríos Peñas Blancas y Potrerillos (Figura 1), ambos de cauce permanente, generados a partir del deshielo de los picos nevados que conforman el nevado de Cachi. Estos ríos se unirán luego en el río Las Arcas, que aporta un caudal hídrico significativo a la actual población de Cachi.

da lugar a un clima más riguroso donde el suelo tiende a helarse, afectando el ciclo de cultivo. En rasgos generales, la vegetación forma parte de la provincia fitogeográfica prepuneña, donde no hay ningún tipo de vegetación arbórea, hallándose únicamente cardones (Trichocereus pasacana) los que le otorgan al lugar una característica distintiva (Tarragó 1977).

Los trabajos que se vienen realizando desde el año 2010 como parte de las investigaciones de una de las autoras permitieron avanzar en el conocimiento de las características y potencialidades del manejo de la tierra y el agua de riego en el sitio, que constituyeron una parte sustancial de la vida social de los grupos que allí

E l c l ima de la zona compar te las características generales del Valle Calchaquí, pero con rasgos propios generados por los desniveles topográficos y en función de las diferencias estacionales. Así, durante el verano se puede observar la formación de microclimas debido fundamentalmente a la gran pendiente del lugar, lo que posibilita el desarrollo de una densa vegetación sobre el suelo. En invierno, en cambio, la diferencia de altura con respecto al poblado de Cachi (de aproximadamente 900 m)

Figura 1. Sector relevado correspondiente a lo que se ha denominado Las Pailas 1.

habitaban. En una primera instancia se realizó un relevamiento del sector a partir de imágenes satelitales (QuickBird) obtenidas desde el navegador Google Earth. Se dividió la amplia extensión agrícola en tres franjas (A, B y C) en lo que se denominó Las Pailas 1, permitiendo una caracterización inicial de los campos de cultivo y recintos asociados, así como de los sectores reutilizados en la actualidad (Figura 1). Asimismo, se reconoció una nueva área, vinculada espacialmente a la anterior y muy

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similar en lo que hace a la estructura del espacio agrícola, que fue denominada Las Pailas 2 (Páez y Giovannetti 2011; Páez et al. 2011) (Figura 2).

acopio de granos, altas plataformas formadas por la acumulación de rodados de distinto tamaño generados a partir de la limpieza de

Figura 2. Sector correspondiente a Las Pailas 2. Obsérvese el camino que comunica ambas áreas.

El amplio sector de cultivo incluye campos o canchones1 junto a un conjunto de estructuras que en la mayor parte de los casos se vinculan con la función de cultivo. Tal es el caso de estructuras circulares que pueden asociarse al

los campos (muros de despedre) y espacios de habitación (Tarragó y De Lorenzi 1976; Páez y Giovannetti 2011; Páez et al. 2011) (Figura 3). También se identificó una arquitectura que por su morfología podría relacionarse a la actividad

Figura 3. Despedres en medio de los campos agrícolas en Las Pailas 1 (izquierda) y Las Pailas 2 (derecha).

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funeraria, lo que fuera posteriormente confirmado a partir de excavaciones. Es remarcable que las tumbas están dispersas entre los campos, así como en el sector residencial (poblado). Los patrones morfológicos, espaciales y cronológicos de las prácticas funerarias son aspectos que están siendo actualmente trabajados.

Las características del sitio hacen suponer una ocupación continua desde los inicios del Primer Milenio de la Era Cristiana, donde el componente agrícola habría desempeñado un papel importante en la estructura y funcionamiento de este espacio. La ocupación más tardía del sitio estaría representada por la ocupación del poblado central articulado con el sector de cultivo circundante (Tarragó 1977). No obstante, también hay elementos tecnológicos que permiten inferir la presencia incaica en la zona.

METODOLOGÍA

Las tareas de campo se realizaron en dos campañas de trabajo sucesivas en el mes de septiembre de los años 2010 y 2011, e incluyeron trabajos de prospección, relevamiento y excavación de las estructuras de cultivo. El relevamiento y caracterización de los campos agrícolas se realizó a partir de prospecciones sistemáticas a lo largo de la extensión total del sitio, previamente dividido en las tres franjas mencionadas, definidas por los ríos Potrerillos y Peñas Blancas (Figura 1). En el primer período de trabajo de campo se procedió al muestreo de los campos a través de transectas de relevamiento detallado, muestreando cada 100 m las características arquitectónicas de las estructuras dentro de la misma. Se definieron tres transectas con dirección NO-SE cubriendo un total de 12 km abarcando un espectro amplio de estructuras asociadas al cultivo. Los parámetros de análisis contemplados incluyeron: tipo y características métricas de la estructura (ancho y largo); características de los muros (tipo, ancho,

alto, material, ángulos y técnica constructiva); relación espacial con otras estructuras próximas y presencia/ausencia de estructuras de riego.

En una segunda etapa de campo se trabajó específicamente sobre sectores que habían presentado un interés particular en la primera etapa, ya sea por la morfología de las estructuras agrícolas incluidas o por alguna de las características específicas presentadas (arquitectura o dimensiones de los campos, características de los despedres, rasgos hidrológicos, etc.).

Asimismo, se trabajó sobre los canales, tanto aquellos de transcurso aéreo, como los subterráneos. El relevamiento de la red hídrica se realizó de manera diferencial según se tratara de unos u otros. Para el caso de los canales aéreos2 se tomaron direcciones, medidas de ancho y profundidad y se procuró una descripción detallada de la sección de los mismos, así como de su morfología en el pasaje de un campo a otro. Para el caso de los canales subterráneos se tomaron medidas de ancho interno, externo y profundidad, se describió la arquitectura de los mismos y el tipo de materia prima pétrea utilizada, así como también se tomaron las direcciones y la vinculación de los canales con la pendiente del sector.

CARACTERIZACIÓN DE LOS CAMPOS AGRÍCOLAS

La extensión total del área de cultivo, incluyendo Las Pailas 1 y 2, alcanza las 500 ha. Hacia el sur del primero de los sectores, entre los campos actuales se distinguen alineamientos de piedra que habrían constituido estructuras agrícolas prehispánicas, con lo cual los cálculos areales de la superficie cultivada para momentos prehispánicos alcanzaría valores mayores, cercanos a las 700 ha (Páez et al. 2011).

En Las Pailas 1, los cuadros de cultivo presentan diferentes morfologías a lo largo

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de la superficie relevada. En los sectores más próximos al poblado hasta aproximadamente unos 800 m en dirección al NO, los cuadros son subcuadrangulares, subredondeados o irregulares (Figura 4 a y b). En ninguna de las estructuras relevadas, ni en aquellas observadas a lo largo de las transectas trazadas se observaron ángulos rectos. A partir de los 800 m aproximadamente, los cuadros se hacen más alargados y extensos hasta alcanzar incluso los 100 m, con predominio de una longitud sobre la otra. En algunos casos se encuentran limpios de rodados, en tanto en otros la superficie del terreno da cuenta de una escasa limpieza.

Para el levantamiento de los muros se utilizaron rodados medianos y grandes del lugar, en su mayoría de origen metamórfico y en menor medida, plutónicos, los que se apilan de manera simple o doble (Figura 5). En este

el área. En algunos casos, entre un cuadro y otro se identificaron agrupamientos de piedra destinados a disminuir la velocidad del agua de riego en el pasaje de uno a otro. En estos casos, las canalizaciones transcurren de forma aérea, siguiendo la pendiente del terreno. Asimismo, fueron identificados canales subterráneos que cortan la pendiente y transportan el agua hacia los campos.

Cruzando la serranía que se ubica hacia el oeste se localiza el espacio que se ha referido como Las Pailas 2. Las características de los campos agrícolas no difieren de aquellas descriptas para el sector 1. No obstante, en este caso hay una mayor cantidad de terreno que, si bien delimitado como parcelas individuales, presenta abundante cantidad de rodados pequeños en su interior. Esto daría cuenta de

Figura 4 (a y b). Morfología de las estructuras agrícolas relevadas en el trayecto que comprende desde el poblado semiconglomerado hasta aproximadamente 800 m en dirección NO. Las Pailas 1.

último caso, con mortero de barro y piedras. Los despedres o acumulaciones de rocas producto de la limpieza de los campos conforman, en la mayor parte de los casos, la división entre un espacio de cultivo y otro. Estos son variables en longitud y altura, pudiendo contener recintos circulares en su interior, dispuestos de manera consecutiva.

Los cuadros se ubican en todo el sitio, tanto en el sector central como en los sectores laterales, a cada lado de los ríos que atraviesan

que, o bien no llegaron a cultivarse, o que este cubrimiento sería el resultado de prácticas de abandono (Páez et al. 2011). En Las Pailas 2, estos sectores se localizan con más asiduidad hacia el norte y el oeste del sitio, en tanto en Las Pailas 1 pudieron observarse en los sectores más altos que se ubican al NO, en dirección al Nevado de Cachi.

Una particularidad presente en la mayor parte de los campos, tanto en el sector designado Las

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Pailas 1 como en Las Pailas 2, es la presencia de rocas en el medio de ellos. En su mayor parte se disponen verticalmente con alturas aproximadas del orden de los 0,50 m, aunque en algunos casos pueden alcanzar 1,5 m, con un ancho variable. Se trata de rocas del lugar, de origen metamórfico o granítico que, o bien podrían no haber sido removidas intencionalmente de los sectores destinados al cultivo, o bien fueron trasladadas al medio de los campos desde sus ubicaciones originales. La literatura arqueológica para el área andina sugiere su utilización como huancas en rituales de fertilidad, adjudicándoles la propiedad de las parcelas cultivadas, por lo cual se les dedicaban diferentes ofrendas y sacrificios con fines propiciatorios (Robin Azevedo 2010).

dispersa por todo el sitio, tanto en Las Pailas 1 como en Las Pailas 2. En las prospecciones se identificaron dos tipos de estructuras para conducir el agua, unas que transcurren de manera aérea, excavadas en la tierra, sin revestimiento, y otras que suceden bajo la superficie del suelo, con revestimiento de piedras en las paredes y el techo. Respecto a estas últimas, se encuentran escasos antecedentes hidráulicos en el Noroeste Argentino, constituyendo una de las excepcionalidades registradas.

Los canales aéreos pudieron ser clasificados de acuerdo a su morfología y dimensiones en canales de primer, segundo y de tercer orden o regueras (Denevan 1980). Los canales de primer orden son minoritarios en relación a los otros, transportan grandes flujos de agua y finalizan en un artificio destinado a disminuir la velocidad del agua al entrar en los canales de segundo orden. Tienen dimensiones de entre 3 y 4 m de ancho, con profundidades variables. Toman el agua del río Peñas Blancas, de acuerdo a lo que pudo observarse de las condiciones estructurales de cada uno de los ríos. Los canales secundarios conducen flujos hídricos menores; miden entre 0,40 y 0,60 m. Éstos se encuentran cavados en la tierra, de geometría en sección transversal semicircular, pudiendo llegar hasta los 0,50 m de profundidad. Estos canales se ramifican en varias regueras o hijuelas de riego, que miden por lo general entre 0,20 y 0,40 m de ancho y escasa de profundidad (Figura 6). Todos los canchones relevados están atravesados por al menos un canal aéreo, dependiendo de las dimensiones del cuadro (Figura 4 a y b). En algunos casos se identificaron hasta tres canales.

Los canales subterráneos se ubican en las Franjas A y C del sitio, las que están delimitadas a partir de los dos cursos de agua permanentes mencionados. Se encuentran a profundidades variables bajo la superficie del suelo. En la mayor parte de los casos se identificaron a partir del carcavamiento producto de la erosión que dejó distintos tramos de los conductos al descubierto.

Figura 5. Alineamiento de piedras que conforma los límites de uno de los cuadros de cultivo de Las Pailas 1.

CANALES DE RIEGO

La amplia extensión de cultivo habría visto asegurada su productividad a partir de la construcción de una amplia red de drenaje,

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Se trata de estructuras de sección cuadrangu lar, con techo y l a tera les confeccionados en rocas metamórficas de caras planas. En la base no presentan revestimiento,

lo que podría deberse a que quizás estarían asentados sobre niveles geológicos de arcilla, otorgando así la impermeabilidad necesaria para que no hubiera pérdida de agua por

Figura 6. Canales aéreos de tercer orden.

Figura 7. Canales subterráneos de Las Pailas 1 y 2.

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escurrimiento. Las medidas de los canales oscilan entre 0,15 y 0,20 m de ancho interno y entre 0,10 y 0,20 m de profundidad (Figura 7). Las direcciones identificadas para cada tramo y punto relevado dan cuenta de que en algunos casos estos se habrían intersectado, dirigiéndose siempre hacia los campos de cultivo. Algunos canales están colmatados, en tanto en otros su trayecto interno se encuentra relativamente limpio. Esto hace suponer que los conductos habrían requerido una limpieza y mantenimiento frecuente para un óptimo funcionamiento en tiempos prehispánicos.

A diferencia de los canales aéreos que siguen siendo utilizados por los pobladores actuales del lugar -en algunos casos modificados con el agregado de cemento- aquellos de transcurso subterráneo han sido abandonados en su totalidad. Así se destruyen año a año con el avance de la erosión, que acontece en el período estival. Por esta razón, ha sido un aspecto prioritario de la investigación el relevamiento morfométrico de los tramos y puntos identificados, lo que permitió un registro que cuenta con al menos 25 estructuras subterráneas en estudio, cantidad que se amplía constantemente con cada trabajo de campo.

CONSIDERACIONES FINALES

Los trabajos realizados en los últimos años han aportado continuidad a las investigaciones iniciadas en el sitio en la década de 1970, enfocados, en la actualidad, al desarrollo agrícola del sitio. Las 500 ha de campos arqueológicos relevados permite sostener la importancia productiva de este sector del Valle, permitiendo hipotetizar un abastecimiento que superaría las demandas locales de productos cultivados, lo que se desprende de la relación espacial entre el área doméstica y aquella agrícola (Páez et al. 2011). Esta interpretación no implica que todos los campos fueran creados en un mismo momento cronológico. Por el contrario, y en consonancia con lo propuesto por Tarragó y

De Lorenzi (1976) para la ocupación del sitio, sería probable que el área de cultivo se haya ido expandiendo con el tiempo. Por otro lado, la presencia de sectores delimitados para el cultivo pero con escasa limpieza de la superficie podría indicar una planificación no concretada en la utilización de los campos, la que podría responder al abandono obligado de los mismos (Páez et al. 2011).

En este sentido, la cronología es un aspecto que necesita ser explorado en investigaciones futuras, las que puedan indicar si las diferencias expuestas entre algunos sectores de cultivo en lo referente a morfología y dimensiones podría responder a factores temporales, o a variables funcionales.

Los tramos de cana les , aéreos y subterráneos sugieren la necesidad de un riego artificial para asegurar la productividad de los campos. Aquellos que transcurren de forma aérea habrían estado organizados en una red que pudo ser reconstruida parcialmente, con tomas de agua y canales de distinto orden que finalizan en conductos menores dispersos a través de los campos. A juzgar por la profusión de estructuras de riego, este aspecto debió jugar un papel fundamental para asegurar la productividad de la tierra. Los canales subterráneos sólo han sido localizados en las franjas A y C del sitio, con una arquitectura elaborada y estandarizada, tanto en lo que respecta a la morfología como a las dimensiones. La direccionalidad observada en los mismos –perpendicular a la pendiente- indica un elaborado conocimiento hidráulico requerido para su construcción. Éste debió haber sido fundamental en la etapa posterior al funcionamiento para evitar, por ejemplo, su colmatación y consecuente inutilización.

Uno de los aspectos aún no resueltos es la existencia o no de vinculación entre ambos tipos de canales, que se replican en Las Pailas 1 y 2. Los aéreos se observan en toda la extensión del sitio, en tanto los subterráneos sólo fueron divisados

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en las franjas laterales a ambos lados de los dos ríos principales. Es preciso mencionar, en este sentido, que por estar enterrados sólo pueden observarse cuando, lamentablemente, actúan los procesos erosivos en el sitio. El carcavamiento es un rasgo fundamental que nos ha permitido su identificación, a la vez que destruye con notable aceleración los restos materiales existentes hacia el E y O del sitio. En la franja B –sector entre ríos- no hay mayor afección de este tipo de erosión y no fueron individualizados, hasta el momento, canales subterráneos. Por tanto, nuevos trabajos de campo permitirán resolver este y otros aspectos relacionados al manejo del agua en Las Pailas.

Es importante mencionar el reconocimiento en el terreno de un nuevo sector –Las Pailas 2- que amplía la extensión de cultivo del sitio. En este caso se trataría sólamente de un

tanto en lo que se refiere a las características de los campos como a las de la red hidráulica que los habría abastecido. Asimismo, uno de los aspectos recurrentes es la presencia de piedras paradas a la manera de huancas, que podrían haber desempeñado una función simbólico-ritual de acuerdo a las investigaciones registradas para el área andina central y a los relatos orales de los pobladores actuales de Las Pailas.

La existencia de campos cubiertos por rodados pequeños o medianos es una característica observada en ambos sectores. En el caso, de Las Pailas 2 está presente con mayor asiduidad hacia el extremo oeste del sitio. En Las Pailas 1 es visible hacia el extremo noroeste, coincidiendo con los canchones de mayores dimensiones y menor elaboración en su construcción (Figura 8). Una de las hipótesis

sector de naturaleza agrícola sin estructuras semiconglomeradas a la manera del poblado identificado en Las Pailas 1. La existencia de un camino que relaciona ambos espacios refuerza aún más la posible vinculación entre estos dos sectores, que presentan notables similitudes

que están siendo exploradas gira en torno a una utilización más tardía de estas tierras en Las Pailas 1, a medida que aumentaron los requerimientos de terrenos para el cultivo. En el caso de Las Pailas 2 ha sido propuesto que todo el sector podría corresponder a los momentos

Figura 8. Campos agrícolas con delimitación perimetral, aunque cubiertos de rodados pequeños y medianos en su interior.

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finales de ocupación de Las Pailas. Esto aparece avalado por la presencia de cerámica tardía, estando ausente los tipos asignados al Período Temprano local que fueron identificados en el sector 1 (Páez et al. 2011).

Finalmente, es preciso mencionar las notables coincidencias entre el registro prehispánico y las prácticas agrícolas actuales. Los sembradíos de los campesinos de Las Pailas se han establecido sobre los campos arqueológicos, respetando inclusive su morfología, en algunos casos, o con modificaciones parciales, en otros. En estos últimos, es evidente la afección del registro arqueológico, lo que permite suponer que la extensión agrícola en momentos prehispánicos sería muy superior a la observada en la actualidad. La reutilización de los canales de riego, en particular los de transcurso aéreo, es otra característica a resaltar. Algunos de ellos se encuentran modificados amén del uso de materiales modernos como es el caso del cemento; otros en cambio no presentan diferencias morfológicas ni estructurales con aquellos arqueológicos. La vinculación con la tierra es, actualmente, un aspecto fundamental en la estructuración de las relaciones y en la idiosincrasia de los pobladores de Las Pailas, pudiendo encontrar importantes puntos de anclaje con quienes habitaron este mismo territorio algunas centurias atrás en el tiempo.

NOTAS

1 De acuerdo a Raffino (1975:26), el término canchón de cultivo remite a “…parcela de tierra delimitada con paredes de piedra o barro, emplazada sobre terrenos de poca pendiente, 2 a 8%. Se dispone generalmente en forma longitudinal a la pendiente”. En este trabajo los conceptos cuadro, canchón y campo agrícola se utilizan de modo análogo.

2 Estos corresponden a lo que Farrington (1980) denomina canales en tierra de cauce abierto.

AGRADECIMIENTOS

A los Dres. Myriam Tarragó, Rodolfo Raffino y Marco Giovannetti por su apoyo durante

la investigación. Al Museo de Antropología de Salta y el Museo Pío Pablo Díaz de Cachi por el otorgamiento de los permisos de investigación. El trabajo de campo fue posible gracias al financiamiento de CONICET y la UNLP, y contó con la ayuda de la Lic. Gregoria Cochero y las Srtas. Aldana Insaurralde, Laura Lugano y Lucía Aljanati. Finalmente, un profundo agradecimiento a la Comunidad de Las Pailas y en particular a Milagros e Isidro Liquín, quienes participaron de todas las instancias de producción de conocimiento y con quienes compartimos, además, momentos gratos. La responsabilidad de lo expresado es exclusiva de los autores.

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1 María Eugenia Prieto es estudiante de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, actualmente cursando el quinto año. Es integrante del proyecto La construcción del paisaje agrario en el Valle Calchaquí Norte. Manejo de la tierra y relaciones sociales durante el Segundo Milenio de ocupación prehispánica (CIC-CONICET Dra. M.C. Páez).

2 Yamila Carla Besa es estudiante de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, actualmente cursando el quinto año. Es integrante del proyecto La construcción del paisaje agrario en el Valle Calchaquí Norte. Manejo de la tierra y relaciones sociales durante el Segundo Milenio de ocupación prehispánica (CIC-CONICET Dra. M.C. Páez).

3 Gimena Alé Marinangeli es estudiante de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, actualmente cursando el quinto año. Es integrante del proyecto La construcción del paisaje agrario en el Valle Calchaquí Norte. Manejo de la tierra y relaciones sociales durante el Segundo Milenio de ocupación prehispánica (CIC-CONICET Dra. M.C. Páez).

4 Eduardo Francisco Riegler es estudiante de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, actualmente cursando el cuarto año. Es integrante del proyecto La construcción del paisaje agrario en el Valle Calchaquí Norte. Manejo de la tierra y relaciones sociales durante el Segundo Milenio de ocupación prehispánica (CIC-CONICET Dra. M.C. Páez).

5 María Cecilia Páez es egresada de la carrera de Licenciatura en Arqueología de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca (2005), y Doctora en Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (2010). Actualmente es Investigadora de CONICET a cargo del proyecto “La construcción del paisaje agrario en el Valle Calchaquí Norte. Manejo de la tierra y relaciones sociales durante el Segundo Milenio de ocupación prehispánica”.

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1 Facultad de Filosofía y Letras (UBA). IMHICIHU, Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected]

Ortega, Florencia V. 2012. “A la luz de los datos...” de un análisis antracológico en la costa norte de Patagonia (Río Negro). La Zaranda de Ideas: Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8: 151-158. Buenos Aires.

“A LA LUZ DE LOS DATOS…” DE UN ANÁLISIS ANTRACOLÓGICO EN LA COSTA NORTE

DE PATAGONIA (RIO NEGRO)

Florencia Victoria Ortega1

RESUMEN

En este trabajo se indagan los mecanismos de recolección de leñas destinadas al encendido de fuegos, utilizadas por los cazadores-recolectores que habitaron la costa norte del golfo San Matías (Río Negro) durante el Holoceno Medio-Tardío. Se sintetizan los primeros resultados obtenidos a partir de análisis antracológicos de carbones arqueológicos recuperados en concheros ubicados en tres de las localidades arqueológicas que componen dicha investigación. Luego, a la luz de los datos aportados por nuevas líneas de evidencia como la palinología, se replantean hipótesis previas y se presentan los datos a ser discutidos en el escenario ambiental delineado a partir de los análisis polínicos. Por último, se evalúa qué tipo de estrategias –en un rango que se extiende desde la recolección azarosa hasta la selección de un determinado taxón– utilizaron estos grupos para la recolección de combustible vegetal.

Palabras clave: Antracología; Carbón de concheros; Selección o recolección azarosa; Golfo San Matías; Holoceno Tardío.

“IN THE LIGHT OF THE DATA…” OBTAINED THROUGH AN ANTHRACOLOGYCAL ANALYSIS IN THE NORTHERN

SHORE OF PATAGONIA (RIO NEGRO)

ABSTRACT

This paper presents the general characteristics of this research aimed to studying the mechanisms used to collect wood by hunter-gatherers, living on the northern shore of San Matías gulf during the last six thousand years. The collected wood was used to build fires where these groups would crack the shells of the collected shellfish. This paper also shows a synthesis of the first results obtained in three archaeological localities. The results obtained through the charcoal analysis will be discussed taking into account the new data available through pollen analysis. The aim is to evaluate the mechanisms applied to the collection of firewood used during the environmental conditions depicted through the palynological techniques. These mechanisms range from a “random gathering” to a thorough “selection” of the wood types according to the properties that make them optimal to be used as fuel.

Key words: Anthracology; Shellmidden`s charcoal; Selection or random gathering; San Matías gulf; Late Holocene.

Recibido en marzo de 2012; aceptado en septiembre de 2012.

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INTRODUCCIÓN

A lo largo de la costa norte del golfo San Matías, en la provincia de Río Negro, grupos nómades de cazadores-recolectores se movilizaron en busca de recursos faunísticos, líticos y vegetales durante el Holoceno Medio y Tardío (Favier Dubois et al. 2008, 2009). Las investigaciones que se están desarrollando desde el año 2004 en el área, bajo proyectos de investigación regionales, exploran cuál fue el uso del espacio y sus recursos por parte de estos grupos así como sus cambios a lo largo del tiempo (Favier Dubois y Borella 2005, Favier Dubois et al. 2008, 2009).

El área de estudio se ubica en el sector comprendido entre el Balneario El Cóndor (desembocadura del Río Negro) y la Bahía de San Antonio, abarcando una extensión de más de 200 km (Favier Dubois et al. 2008). Se caracteriza por ser una costa de erosión, interrumpida por la presencia de entrantes costeros donde se han dado procesos de sedimentación, y en donde la evidencia arqueológica es abundante, principalmente en superficie por el efecto de la deflación sobre la costa actual (Favier Dubois y Borella 2007; Favier Dubois et al. 2008, Manzi et al. 2009). Esta característica hace posible el desarrollo de estudios distribucionales que permiten analizar la densidad y distribución del registro material en grandes superficies y, a partir de los datos obtenidos, estudiar el comportamiento de estos grupos cazadores-recolectores en grandes espacios (Favier Dubois et al. 2008, Manzi et al. 2011).

El presente trabajo forma parte de las investigaciones en curso y consiste en el análisis de restos carbonizados de leños utilizados como combustible en contextos de concheros. Los primeros datos fueron publicados en artículos (Ortega y Marconetto 2009, 2011) o presentados en reuniones científicas (Marcos y Ortega 2011) y aportan información acerca de la explotación de leñas utilizadas para alimentar

fuegos por parte de los cazadores-recolectores que habitaron este litoral durante el Holoceno Medio-Tardío.

Las localidades arqueológicas incuidas en esta investigación son las que aparecen ubicadas en la Figura 1: Faro San Matías, Bajo de la Quinta, y Bahía Creek. En estas localidades se realizaron diferentes sondeos sobre concheros de los que se obtuvo material para analizar y cuyos fechados oscilan entre 700 y 3400 años 14C AP (Favier Dubois y Borella 2007; Favier Dubois et al. 2008, 2009, Favier Dubois 2009). Trabajos previos (Ortega y Marconetto 2009, 2011) han arrojado los primeros resultados de los estudios antracológicos realizados sobre los carbones recuperados en concheros ubicados en algunas de las localidades mencionadas. A partir de estos resultados se comenzó a discutir sobre las formas de aprovisionamiento de combustible vegetal por las que habrían optado los cazadores-recolectores que habitaron la costa norte del golfo San Matías durante el Holoceno Medio-Tardío. Análisis en curso (Marcos y Ortega 2011) aportan nuevas ideas e interrogantes acerca de estas estrategias de recolección de leña y de la existencia o no de relación entre éstas y los cambios en la oferta ambiental de leñosas. En el presente trabajo se realiza una síntesis de los datos obtenidos hasta el momento, se discuten los mismos y se proponen nuevas hipótesis de trabajo. Estas

Figura 1. Mapa de las localidades bajo estudio ubicadas en la costa norte del Golfo San Matías.

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hipótesis fueron formuladas en función de los nuevos datos acerca de la diversidad florística, actual y pasada, aportados por los análisis polínicos realizados en el área (Marcos et al. 2011, Marcos y Mancini 2012).

Hacia la definición del problema…

Durante la ocupación de la costa del golfo San Matías se sucedieron diferentes eventos climático-ambientales en norpatagonia –entre ellos la Anomalía Climática Medieval y la Pequeña Edad de Hielo (Villalba 1990; Schäbitz 1994)– que pudieron haber afectado la densidad, diversidad y distribución de la vegetación en el pasado. Esto podría haber impactado, asimismo, en la dinámica poblacional y el uso del espacio costero por parte de los grupos humanos. No obstante, recientes análisis polínicos realizados en la región demostraron que, durante el lapso temporal en que el área de estudio estuvo ocupada, unos 6000 años, predominó en términos generales una vegetación arbustiva típica de Monte, similar a la actual (Marcos et al. 2011). Los cazadores-recolectores se movilizaron en este ambiente en su búsqueda de combustible vegetal a ser utilizado en el encendido de fuegos destinados a abrir las valvas marisqueadas. Esta práctica da como resultado acumulaciones de valvas de forma lenticular o “concheros” en los cuales se pueden recuperar carbones cuyo análisis permite constatar cierta recurrencia en el uso de leños tales como Prosopis sp., Condalia sp. o Larrea sp. Esto indica que estas especies resultaban útiles como combustible para el encendido de este tipo de fuegos que, al momento, son el único tipo de estructura de combustión hallado en el área. Las especies leñosas mencionadas previamente son conspicuas en el ambiente, al igual que lo son pastos tales como Hyalis sp. y Sporobolus sp. Si bien estos últimos podrían haber sido utilizados como combustible, su ausencia en el registro antracológico impide discutir al momento su uso por parte de estos grupos.

En relación al tema que nos ocupa, las formas de aprovisionamiento de combustible vegetal por las que habrían optado estos grupos, es posible plantear una primera hipótesis de trabajo a ser testeada a través del registro antracológico, a saber: cuanto más azarosa sea la recolección de leña, las asociaciones florísticas presentes en los conjuntos carbonosos tenderán a asemejarse a la diversidad florística del ambiente. No obstante, atendiendo al hecho de que seguramente operaron pautas culturales de selección y tomando en cuenta propuestas acerca de la toma de decisión racional planteadas por la Ecología Evolutiva, es esperable que esto no suceda. Este hecho permite proponer una segunda hipótesis de trabajo: los cazadores-recolectores que habitaron la costa rionegrina durante el Holoceno Medio-Tardío optaron por una estrategia de selección de determinados taxones como combustible. Las diferencias observadas a nivel taxonómico entre los diferentes conjuntos antracológicos no responderán en forma directa a fluctuaciones ambientales o en la oferta de leñosas, sino a la selección de especies particulares, determinada por pautas culturales como la preferencia de determinados taxones por su calidad como combustible.

S Í N T ES I S DE RES U LTADO S A DISCUTIR

Se presenta a continuación una síntesis de los datos presentados en trabajos previos (Ortega y Marconetto 2009; Marcos y Ortega 2011), obtenidos a partir del análisis antracológico del material recuperado en las localidades mencionadas en la Figura 1: Faro San Matías (FSM), Bahía Creek (Paesani) y Bajo de la Quinta (BQ), cuyos fechados oscilan entre los 688 y los 3137 años cal AP (ver Tabla 1 para un detalle de los sondeos y sus fechados). Como se mencionó previamente, a partir de estos datos se discutirán las implicancias en relación con la disponibilidad ambiental de leñosas y las estrategias de recolección. Esta discusión se realizará en función de las nuevas hipótesis

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de trabajo, formuladas a partir de los datos aportados por los análisis polínicos en curso (Marcos et al. 2011; Marcos y Mancini 2012).

casos, seguido de “Piquillín” Condalia sp., en el sondeo 2, y de “Chilladora” Chuquiraga sp., en el sondeo 6 (Ortega y Marconetto 2009).

Luego, en Bajo de la Quinta, donde se registró la mayor riqueza taxonómica (10 géneros diferentes), el “Piquillín” Condalia sp. presenta una altísima frecuencia en relación al resto del conjunto, seguida por el “Algarrobillo” Prosopis sp. (Marcos y Ortega 2011).

Por último, el material antracológico proveniente de Bahia Creek (Paesani) se destacó del resto ya que, a pesar de presentar una frecuencia taxonómica similar a la registrada en el conjunto de Bajo de la Quinta y mayor que en el resto de los conjuntos (ya que se registraron ocho taxa diferentes), no presenta un taxón en particular que se destaque del resto de forma significativa. Se registraron altas frecuencias tanto de “Jarillas” Larrea sp., como de “Algarrobillo” Prosopis sp., seguidas de “Pelasuri” Lycium sp., “Zampa” Atriplex sp. y “Mata brasilera” Bougainvillea sp., con lo cual, en Bahía Creek no parece estar marcándose de forma tan clara la selección de un taxón en particular, como ocurre en las otras dos localidades (Ortega y Marconetto 2009).

Datos de análisis polínicos

El análisis de diferentes muestras tomadas de un perfil fluvio-lacustre excavado en los bordes de una laguna seca ubicada en la

Sitio arqueo-lógico

Contexto Edad 14C obtenida (años AP)

Rango calibrado**

Rango calibrado**

Bahía Creek ( P a e s a n i , sondeo 1)

E ó l i c o t e r r a z a

fluvial

1100±90 (AC 1710; valva; Õ13C = 0‰)*

688 - 881

B a j o d e l a Q u i n t a ( s e c t o r 1 , sondeos 1, 2 y 2/B)

Eólico

3 0 7 7 ± 5 4 ( A A 647787 ; mo l a r humano; Õ13C=

–13.8‰)

2918 - 3137

3000±90 (LP 1878; valva; Õ13C = 0‰)*

2788 - 3051

F a r o S a n Matías (FSM sondeo 2)

E ó l i c o t e r r a z a Pleistocena

2910±90 (LP 1877; carbón; Õ13C =

–24‰)2716 - 2944

F a r o S a n Matías (FSM sondeo 6)

E ó l i c o t e r r a z a Pleistocena

1380±90 (LP 1873; carbón; Õ13C =

–24‰)953 - 1172

Datos de análisis antracológicos

Del material antracológico recuperado en sondeos realizados en estas tres localidades, se ha analizado un total de 506 fragmentos de carbón que suman un volumen total de 520 cc. En líneas generales se pudo observar que en la mayoría de los sitios, a pesar de la diversidad florística que presentan los conjuntos carbonosos (entre cinco y diez taxones por conjunto) existen uno o dos taxa cuya frecuencia se eleva muy por encima del resto (Figura 2).

En primer lugar, en el caso de Faro San Matías, cuyos conjuntos carbonosos presentan una riqueza taxonómica igual a siete (sondeo 2) y cinco (sondeo 6), el “Algarrobillo” Prosopis sp. resultó ser el taxón predominante en ambos

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos de sondeos realizados en las localidades arqueológicas cuyos resultados se presentan en este trabajo (Favier Dubois y Borella 2007; Favier Dubois et al. 2008, 2009); *Programa CALIB REV 6.0.0 (1986-2005 M. Stuiver y P.J. Reimer). Edades calibradas en años AP a un sigma y utilizando la curva para el Hemisferio sur; en las edades sobre valvas marinas (**) se utilizó el valor local de efecto reservorio de 266 ± 51 años AP en su calibración (Favier Dubois 2009).

Figura 2. Distribución de los resultados de análisis antracológicos obtenidos en los sitios (Ortega y Marconetto 2011).

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localidad de Bajo de la Quinta permitió la reconstrucción de la historia de la vegetación del área (Marcos et al. 2011). Para el período considerado en este trabajo (688 a 3137 años cal AP), los datos polínicos registran dos momentos: un primer momento, entre los 4200 y los 1500 años cal AP, en el que predominan grupos arbustivos típicos de Monte, similares a los observados en la actualidad. Para este momento se registra, asimismo, una disminución de la familia de Chenopodiaceae; y un segundo momento, comprendido entre los 1500 y los 603 años cal AP, en que se registra una disminución en la cantidad de pastos y un aumento de las hierbas y los arbustos de la familia Chenopodiaceae (Marcos et al. 2011). Análisis polínicos actualmente en curso han detectado, en un perfil extraído del centro de la laguna, una secuencia de polen que ha sido dividida en seis diferentes zonas. Este perfil ha permitido realizar inferencias climáticas y describir los cambios de vegetación a nivel regional (Marcos et al. 2012). No obstante, estos datos no serán tenidos en cuenta en el presente artículo.

DISCUSIÓN

Los análisis de carbón procedente de contextos arqueológicos permiten identificar qué especies leñosas de aquellas ofrecidas por el ambiente fueron las que utilizaron los cazadores-recolectores de forma regular durante el Holoceno Medio-Tardío y, también, inferir las estrategias de recolección de combustible favorecidas. Partiendo del supuesto, tomado de Piqué i Huerta (1999), que aquellos leños más utilizados serán los que tengan más probabilidad de dejar un porcentaje mayor de residuos, se considerará que aquellos taxa que presenten un mayor porcentaje de volumen en relación al resto del conjunto habrán sido los más utilizados. Por su parte, el registro polínico no se ve afectado por factores antrópicos, ya que ingresa en la estratigrafía del área en forma natural. De este modo, ha permitido

reconstruir la historia de la vegetación del área y el escenario en el que se habrían estado movilizando los cazadores-recolectores en su búsqueda de combustible vegetal.

El área de estudio se encuentra dentro de la provincia fitogeográfica de Monte (Cabrera 1976) y está dominada actualmente por una vegetación arbustiva en la cual la diversidad de leñosas no es escasa. Si bien la diversidad florística actual de las tres localidades consideradas es similar, las frecuencias taxonómicas observadas a partir de los análisis del carbón procedente de dichas localidades resultan diferentes entre sí y con respecto a la oferta ambiental. Asimismo, como se mencionó en el apartado anterior, los análisis polínicos en el área de Bajo de la Quinta han demostrado que, para el período considerado en este trabajo, habrían predominado en un primer momento arbustivas típicas del Monte, y en un segundo momento habría disminuido la frecuencia de especies leñosas y aumentado la abundancia de pastos y plantas de la familia Chenopodiaceae –como, por ejemplo, el “Zampa” Atriplex sp. (Marcos et al. 2011).

A través del registro antracológico,se observa en términos generales una mayor presión sobre uno o dos taxa en particular, como en el caso de los sitios Faro San Matías (sondeo 2) y Bajo de la Quinta, donde predominan “Algarrobillo” Prosopis sp. seguido de “Piquillín” Condalia sp. y “Piquillín” Condalia sp. seguido de “Algarrobillo” Prosopis sp., respectivamente. Ambos conjuntos carbonosos se habrían formado en un período durante el cual predominó la vegetación de Monte (Marcos et al. 2011). Esta situación podría vincularse a cuestiones culturales, como las pautas de selección de combustible. A partir de los resultados obtenidos se desprende que la selección de determinados taxa debió jugar un papel importante en las estrategias de recolección de combustible por las que optaron estos grupos. Estos resultados son consistentes con la segunda hipótesis

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Florencia V. Ortega - “A la luz de los datos...” de un análisis antracológico...

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planteada, que considera que los cazadores-recolectores del litoral rionegrino habrían optado por una estrategia de selección de determinadas especies leñosas a ser utilizadas como combustible.

El caso del sitio Paesani, sin embargo, se aparta de los anteriores por diversas razones. En primer lugar, este sitio se ubica cronológicamente en el segundo período mencionado (en función de los datos polínicos), en que habría disminuido la proporción de plantas leñosas y habrían aumentado aquellas plantas del tipo “Zampa” Atriplex sp. en el área de Bajo de la Quinta. Si bien estos datos polínicos no se pueden extrapolar al resto del área de la costa norte del golfo San Matías, es posible que los eventos climático-ambientales que se sucedieron durante el Holoceno Medio-Tardío (Schäbitz 1994), los cuales generaron cambios en la distribución y diversidad florística en el Bajo (Marcos et al. 2011), hayan también afectado en alguna medida la oferta de especies leñosas en el área de Bahía Creek, ubicada a unos 35 km al E de este lugar. De todos modos, aún no contamos con datos polínicos regionales suficientes para asumir tal variación. En segundo lugar, a diferencia de los otros tres sitios, Paesani se ubica dentro del Período Cálido Medieval durante el cual las condiciones ambientales se habrían hecho más cálidas y secas (Villalba 1990 y Marcos et al. 2012). En este escenario más cálido y seco los modos de vida de los cazadores-recolectores de la región pudieron verse alterados. Esto podría explicar la tercera diferencia que presenta este sitio y que implica un registro antracológico que no presenta un solo taxón en particular que se destaque del resto de manera significativa. En este conjunto se observa la presencia de dos tipos de leños, “Jarillas” Larrea sp. y “Algarrobillo” Prosopis sp., que presentan la misma alta frecuencia de uso, seguidos de “Pelasuri” Lycium sp. Esta situación podría estar mostrando un cambio en las estrategias de recolección de combustible, hacia una recolección más azarosa, no centrada en una o dos especies en particular. De ser este

el caso, el sitio Paesani se alejaría de la segunda hipótesis planteada, y se acercaría más a la primera hipótesis que propone una recolección azarosa de especies leñosas. Las diferencias que se observan en los conjuntos carbonosos de la localidad de Paesani respecto a aquellos de BQ y FSM, relacionadas posiblemente con cambios en las estrategias de recolección, podrían estar respondiendo a factores ambientales y/o culturales. Futuros análisis antracológicos en Paesani, cruzados con nuevos datos polínicos colaborarán en dilucidar esta cuestión.

Por último, el sondeo 6 de FSM también se ubica en este segundo período en que habría disminuido la frecuencia de leñosas en Bajo de la Quinta, pero, a diferencia de Paesani, se ubica en un período previo al Cálido Medieval. El conjunto antracológico presenta una frecuencia muy alta de “Algarrobillo” Prosopis sp. seguido de “Chilladora” Chuquiraga sp. De este modo, estaría vinculándose a una estrategia de selección de combustible, al igual que FSM sondeo 2 y BQ, y resultaría ser, a diferencia de Paesani, consistente con la segunda hipótesis planteada.

La comparación de estos resultados con los que se obtengan en futuros análisis de carbón procedente de otros sitios del área aportará nuevos datos a ser contrastados con las hipótesis planteadas. La discusión sobre los cambios en las estrategias de recolección de combustible se ve enriquecida a partir de los datos aportados por otras líneas de evidencia como los estudios polínicos (Marcos et al. 2011, Marcos y Mancini 2012). La cruza de nuevos datos aportados por ambas líneas de evidencia permitirá reforzar los planteos realizados.

CONSIDERACIONES FINALES Y EXPECTATIVAS A FUTURO

Los trabajos previos en que se publicaron los primeros resultados obtenidos de análisis antracológicos marcaron un rumbo a seguir.

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La Zaranda de Ideas 8 (2):151-158 (2012)

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A través de las hipótesis y los modelos planteados para contrastarlas, se propuso que los cazadores-recolectores que habitaron el área de estudio se habrían movilizado en la búsqueda de combustible vegetal, seleccionando determinadas especies en función de pautas culturales.

Actualmente, nuevas líneas de evidencia como la palinología, aportan datos que permiten ajustar las hipótesis, desechando algunas ideas y reforzando otras. En un primer momento se formularon supuestos acerca de cambios en la cobertura vegetal producto de cambios climáticos, que se asumió podrían haber afectado las actividades de recolección de leña (Ortega y Marconetto 2009). Luego, a través del modelado de la vegetación actual, se ideó un escenario posible en el que podrían haberse movido los cazadores-recolectores (Ortega y Marconetto 2011). Ahora, algunos de estos supuestos y planteos se vieron confirmados para el área de Bajo de la Quinta, a partir de los datos de los análisis polínicos que permiten acercarnos al ambiente florístico en el cual los cazadores-recolectores se movilizaron en su búsqueda de leña (Marcos et al. 2011, Marcos y Mancini 2012). La cruza de los datos aportados por ambas líneas de evidencia permite vincular los resultados de análisis florísticos con pautas de selección de combustible por parte de los cazadores-recolectores que habitaron el área de Bajo de la Quinta, y se pueden hipotetizar situaciones similares en las áreas de Paesani y Faro San Matías.

En el futuro, será enriquecedor poder complementar esta investigación con estudios experimentales con las especies leñosas actuales. Estos estudios aportarían datos acerca de la combustión diferencial y el poder calórico de cada uno de los taxa importantes para estudiar la tafonomía de los conjuntos, en el primer caso, y la calidad de los leños como combustibles, en el segundo, de lo que aún se sabe poco. Por otro lado, se podrán profundizar los análisis incorporando otras líneas de evidencia, como los recursos faunísticos o

el instrumental lítico, lo que permitirá tener una visión más global sobre las estrategias de subsistencia y el uso del espacio y los recursos por estos grupos. Asimismo, se incrementará la frecuencia de muestreos de carbones arqueológicos, tanto en los sectores analizados en este trabajo como en otros nuevos, con el fin de poner a prueba las ideas aquí presentadas.

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer al Dr. Cristian Favier Dubois y a la Dra. Bernarda Marconetto por los valiosos comentarios y las sugerencias realizadas sobre este trabajo. A las instituciones que financiaron las investigaciones (PICT 38264 y, PIP CONICET 112-200801-00756). Los errores que pudieran encontrarse son responsabilidad de la autora.

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Florencia V. Ortega - “A la luz de los datos...” de un análisis antracológico...

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1 Florencia Victoria Ortega es estudiante avanzada de la carrera de Ciencias Antropológicas (con Orientación en Arqueología) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Este trabajo forma parte de su tesis de Licenciatura en curso. Actualmente es adscripta al Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU) donde realiza los análisis antracológicos que forman parte de su investigación.

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INTRODUCCIÓN

El museo de Potrerillos (Mendoza) cuenta con una pequeña colección arqueológica y paleontológica, que fue generada a lo largo del tiempo a partir de las prácticas de “coleccionismo” de los habitantes de la localidad. Dicha colección, junto con la antigua Estación de Ferrocarril que la albergaba y donde funcionaba también la Biblioteca Popular “Armando Tejada Gómez”, debió ser trasladada por los pobladores a raíz de la construcción del dique Potrerillos, que la dejaría bajo las aguas.

Cuando los arqueólogos comenzaron a trabajar en conjunto con los habitantes, estos dejaron de llevar materiales al museo, y la colección sólo se incrementó con algunos elementos al momento del llenado del dique. Actualmente, los objetos se encuentran en la delegación municipal de la villa Potrerillos, sede temporaria de la biblioteca, y están en proceso de ser incorporados al Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Objetos Arqueológicos (RENYCOA) a cargo del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). Algunos de estos elementos serán inscriptos en el Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Restos Paleontológicos, a cargo del Museo

1 Laboratorio de Geoarqueología, FFyL/UNCuyo-SECTyP. E-mail: [email protected] Laboratorio de Geoarqueología, FFyL/UNCuyo-CONICET. E-mail: [email protected]

ACERCA DE LA SIGNIFICACIÓN CULTURAL DE LA COLECCIÓN DEL “MUSEO” LOCAL DE POTRERILLOS

ABOUT THE CULTURAL SIGNIFICANCE OF THE POTRERILLOS LOCAL “MUSEUM” COLLECTION

Cecilia Frigolé1 y Rosa Moyano2

Frigolé, Cecilia y Rosa Moyano. 2012. Acerca de la significación cultural de la colección del ”Museo” local de Potrerillos. La Zaranda de Ideas. Revista de Jóvenes Investigadores en Arqueología 8 (2):159-173. Buenos Aires.

Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (Decreto 1022/2004). Una vez registrada esta colección será una de las primeras en manos de un organismo no gubernamental que cumpliría con los requisitos que establece la Ley Nº 25.743.

En esta nota se hacen algunas consideraciones sobre el patrimonio cultural y natural de la zona, sobre las acciones de los pobladores e investigadores por preservarlo, y las medidas insuficientes del Estado en relación a la conservación de dicho patrimonio. Se reflexiona acerca de la significación cultural de los objetos de la colección, y de la necesidad de flexibilizar las normativas que protegen nuestro patrimonio para que contemplen las realidades de este tipo de museos1. Finalmente, se considera la importancia de la participación de la población local en los procesos de interpretación y conservación de la colección. Estos pobladores fueron quienes resignificaron los materiales del museo en relación a su historia reciente.

EL VALLE DE POTRERILLOS

El valle de Potrerillos cuenta con un rico patrimonio cultural y natural (ICOM 2006). Se ubica a 65 km al noroeste de la ciudad de

Recibido en abril de 2012; aceptado en octubre de 2012

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Cecilia Frigolé y Rosa Moyano - Acerca de la significación cultural de la colección...

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Mendoza, departamento de Luján de Cuyo, en lo que se denomina corredor andino, circuito turístico que corre a lo largo de la ruta nacional 7, ocupando una parte de la precordillera frontal.

Potrerillos se halla enclavado en el valle del río Mendoza, a 1350 msnm., entre la Precordillera y la Cordillera. El Río Mendoza, junto al Río Blanco y sus arroyos, que bajan desde el Cordón del Plata y atraviesan el valle, han sido las directrices de los asentamientos humanos en la zona, papel compartido por las vías ferroviarias y las rutas en la primera mitad del siglo XX (Villegas 2002). Esta zona de gran belleza paisajística es uno de los centros turísticos de mayor importancia del área de alta montaña.

PAT R I M O N I O G E O L Ó G I C O Y PALEONTOLÓGICO DE LA ZONA

Las secuencias del norte de Mendoza ayudaron a establecer las bases de la geología y paleontología de la Argentina. La zona de Potrerillos ha sido profusamente estudiada desde principios del siglo XX, constituye un área clásica de la literatura geológica del Triásico en Argentina por tratarse de la región donde se definieron las secciones tipo de distintas formaciones geológicas (Artabe et al. 2007).

En el área se encuentran yacimientos paleontológicos y geológicos de 240 millones de años de antigüedad, localizados entre los cerros Cocodrilo, Bayo y Cabras, que constituyen uno de los santuarios de fósiles más importantes de la provincia. Las rocas expuestas en el área de Potrerillos se depositaron a comienzos de la Era Mesozoica, en el Período Triásico, dentro de estas rocas se encuentran numerosos restos fósiles de organismos que habitaron estos lugares entre los 233 y 210 millones de años. La concentración de estos fósiles en la zona le otorgan las características de monumento paleontológico y como tal debe ser preservado

y protegido (Zavattieri y Volkheimer 2001). Recientemente, se han llevado a cabo estudios sistemáticos de la paleoflora en el perfil tipo de la Formación Potrerillos, como los de esporas y granos de polen hallados en las formaciones Potrerillos y Cacheuta (Rojo y Zavattieri 2005) y descripciones de especies de granos de polen de gimnospermas y de algas clorofíceas que constituyen nuevos registros para el Triásico de la Argentina (Zavattieri y Rojo 2005).

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO La zona de Potrerillos ha sido estudiada por

distintos equipos de arqueólogos, el Proyecto Arqueológico Pampas Altas, dirigido por Pablo Sacchero, los trabajos de Víctor Durán, Valeria Cortegoso, Alejandro García, Horacio Chiavazza, entre otros. El área ha generado un cuerpo de información considerable y diversa (Durán y Cortegoso 1994; Durán 1997; Durán et al. 2002; Chiavazza y Cortegoso 2004; Bárcena 2004; Cortegoso 2004, 2005, 2006, 2008; Moyano et al. 2010; Frigolé 2010; Gasco et al. 2011; entre otros).

Las ocupaciones más antiguas corresponden a las de un sitio en cordillera, El Piedrón 1 (Durán 1997), uno de los pocos correspondientes al Holoceno medio en el norte de Mendoza. El Piedrón habría sido ocupado estacionalmente por cazadores recolectores que incluyeron el sitio en distintos sistemas de movilidad (Cortegoso 2005).

Durante el Holoceno tardío, habitaron en el valle comunidades agro-pastoriles que usaron pequeñas casas circulares y semi-subterráneas (Cortegoso 2004, 2006; Gasco et al. 2011). Estas comunidades utilizaron tres ambientes distintos: las estribaciones precordilleranas, los valles intermontanos y sectores de cordillera, quebradas y pampas de alturas. Ocuparon en forma estacional los ambientes de cordillera y precordillera para aprovechar los distintos recursos disponibles,

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mientras que su asentamiento permanente habría tenido lugar en el valle de Potrerillos, donde se hallaron las primeras unidades domésticas registradas de forma sistemática en la arqueología local (Cortegoso 2004, 2006).

Los trabajos realizados en Potrerillos han aportado datos valiosos acerca de la subsistencia, movilidad, patrones de ocupación y tecnología de quienes habitaron y explotaron los recursos de los distintos ambientes del área. Las ocupaciones registradas en la zona abarcan un lapso temporal amplio que incluyó cambios importantes en la demografía, en la subsistencia y en la tecnología, por lo que el patrimonio arqueológico del área resulta fundamental para comprender la evolución de las sociedades prehistóricas en la zona.

E L D I Q U E P OT R E R I L L O S , S U IMPACTO EN EL PATRIMONIO Y L O S O B S T Á C U L O S D E L O S I N V E S T I G A D O R E S P A R A PROTEGERLO

La organización racional del agua ha sido siempre vital para el desarrollo de los asentamientos humanos mendocinos, debido a ello a fines de la década de los noventa se inicia en Mendoza la construcción de la presa Potrerillos, que fue inaugurada en el 2001, cuyo propósito es el de de regular las aguas del río Mendoza. Este tipo de obras demanda importantes inversiones en el sistema hídrico, lo que implica decisiones políticas y económicas que llevan implícito un costo ambiental y social (Gudiño 2002).

La construcción de la presa Potrerillos trajo y traerá grandes transformaciones para la población local y su patrimonio. Investigadores y equipos multidisciplinarios han llamado la atención desde el momento de la construcción del embalse acerca del impacto en el paisaje natural y cultural, han destacado la necesidad de crear un espacio precordillerano equilibrado

y controlado, acompañado de un verdadero ordenamiento del territorio que surja del análisis profundo del paisaje (Gudiño 2002; Villegas 2002; Valpreda y Elissonde 2002; D’Inca 2002; entre otros). Sin embargo, una estrategia adecuada de desarrollo sustentable para el valle de Potrerillos y la planificación de un ordenamiento territorial que integre las necesidades de sus pobladores y la protección del patrimonio natural y cultural (ICOM 2006) aún se encuentra en proceso de diseño.

El área de Potrerillos resulta de gran interés arqueológico y paleontológico. La construcción del dique, la relocalización de la villa y la construcción de la variante de la Ruta 7 afectaban yacimientos de gran valor patrimonial, por lo que se llevaron a cabo tareas de rescate y se tomaron medidas para la conservación. Sin embargo, la intervención de los investigadores en muchos casos fue posterior al inicio de las obras, incluso cuando con anterioridad al inicio de las mismas se habían realizado estudios de impacto que advertían sobre el riesgo patrimonial. Esto trajo consecuencias irreversibles en algunos casos.

Debe tenerse en cuenta que no se disponía en aquel momento de la ley nacional (Ley Nº 25.743/2003) y que la ley provincial (Ley Nº 6.133/94) no estaba reglamentada; sin embargo, la ley provincial de preservación, conservación, defensa y mejoramiento del ambiente (Ley Nº 5.961) estaba plenamente vigente y reglamentada. Dicha ley contemplaba la conservación en términos preventivos, entendiendo por ambiente: “…el conjunto de elementos naturales o inducidos por el hombre que interactúan en un espacio y tiempo determinados.” (art.4). En el art. 16 establece: “…la defensa jurisdiccional de los intereses difusos y los derechos colectivos, brindando protección a esos fines al medio ambiente, a la conservación del equilibrio ecológico, los valores estéticos, históricos, urbanísticos, artísticos, arquitectónicos, arqueológicos y paisajísticos.”

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Impacto y rescate en el yacimiento geológico y paleontológico de Potrerillos

El yacimiento geológico y paleontológico de Potrerillos fue afectado debido a la construcción de la variante alta de la Ruta 7 que destruyó parte del mismo al pasar la ruta entre los cerros Bayo y Cocodrilo, en donde se ubica el valioso santuario de fósiles que se describió anteriormente. Previo al inicio de las obras, profesionales del IANIGLA, CCT-Mendoza advirtieron que el proyecto de la ruta afectaría negativamente el patrimonio geológico, paleontológico y cultural de la zona (Zentil 2000; Zavattieri y Volkheimer 2001). Entre los años 1998 y 2000, el gobierno provincial, encomendó a la Universidad Nacional de Cuyo y a una empresa privada el estudio de base, en el cual se recomendó la no afectación del área; sin embargo, se siguió adelante con el proyecto.

En respuesta geólogos, paleontólogos locales, y la Asociación Paleontológica Argentina (APA) llevaron a cabo el reclamo por el daño del yacimiento interviniendo ante el Gobierno de la Provincia, la Dirección Nacional de Vialidad y el Banco Interamericano de Desarrollo (que financiaba la obra y que obligó a las partes a llegar a un acuerdo). A fines del año 2000 se llegó a un Acuerdo de Partes (interviniendo también la Academia Nacional de Ciencias, el Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires y de La Plata y la Universidad de Buenos Aires). En dicho acuerdo se aceptó que la construcción de la ruta se continuaría con la condición de que un especialista idóneo realizara el control paleontológico de dichas obras. Durante el rescate se realizaron importantes y numerosos hallazgos y colecciones de fósiles que ingresaron en las colecciones del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas, Juan Cornelio “Moyano” de la ciudad de Mendoza (Zavattieri y Volkheimer 2001). Algunos hallazgos fortuitos de los pobladores locales de flora triásica se encuentran en el museo local.

Impacto y rescate de sitios arqueológicos Desde los años 80’ las obras de represas

han generado el interés de los investigadores en realizar tareas de rescate de los sitios arqueológicos antes que queden bajo las aguas (ver antecedentes de trabajos de rescate vinculados a obras de represas en Endere y Rolandi 2007).

Respecto al impacto sobre el patrimonio arqueológico de la construcción del dique Potrerillos los profesionales de la Universidad Nacional de Cuyo advirtieron sobre la necesidad de efectuar tareas de conservación y rescate ante la realización de las obras para el dique, así como lo habían hecho los paleontólogos. Se presentó en el año 1995 un proyecto integral de rescate: Proyecto Presa de Potrerillos: salvataje, investigación arqueológica y programa de puesta en valor patrimonial (Cortegoso et al. 1995, en Durán et al. 2002:76), dicho proyecto preveía siete años de trabajos sistemáticos en la zona, tiempo necesario para el rescate completo de los sitios (Durán et al. 2002). Sin embargo, las tareas de rescate debieron hacerse en un tiempo mas acotado y los arqueólogos tuvieron que trabajar contra reloj cuando las obras ya se habían iniciado.

En virtud de un convenio celebrado entre el Ministerio de Ambiente y Obras Públicas y el Instituto de Estudios, Asesoramiento y Servicios (IDEAS) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, se realizó el relevamiento y rescate del área a afectar por el emprendimiento. Se llevó a cabo entre los años 2000 y 2001 y estuvo a cargo de cinco equipos de trabajo dirigidos por arqueólogos de la Facultad de Filosofía y Letras, que trabajaron en forma coordinada. Las tareas de rescate fueron intensivas, los hallazgos efectuados fueron inéditos y de suma importancia para la arqueología regional, los mismos permitieron obtener un registro arqueológico que abarcaba los últimos 2000 años de ocupación del valle (Durán et al. 2002).

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Como ya se mencionó, la ley nacional (Ley Nº25.743/2003) aún no había sido promulgada. Las disposiciones de la Constitución Nacional reformada en 1994 sobre el patrimonio habían motivado a las provincias a sancionar sus propias leyes (Endere y Rolandi 2007). Las leyes provinciales (Ley Nº 6.034/93 y Ley Nº 6.133/94) ya habían sido sancionadas, pero se trataba de leyes programáticas cuya reglamentación aún no se había realizado y por lo tanto no contaban con procedimientos específicos para su aplicación.

La ley provincial dejaba librado al criterio de la autoridad de aplicación los plazos y medidas para el rescate y conservación, mientras se esperaba su reglamentación: “…los hallazgos fortuitos de bienes que presuntamente sean significativos para el patrimonio cultural de la provincia, producidos en el marco de ejecución de obras publicas y privadas, deberán ser denunciados inmediatamente a la autoridad de aplicación quien determinará el procedimiento a seguir en el plazo perentorio que determine la reglamentación de la presente ley” (Ley Nº 6.043/93, art.18). Recién a partir del Decreto Reglamentario Nº 1882/2009 se contó con disposiciones específicas para la intervención, conservación y protección de bienes patrimoniales.

L A V I L L A D E P OT R E R I L L O S , S U R E L O C A L I Z AC I Ó N Y L O S OBSTÁCULOS DE LOS POBLADORES PARA PROTEGER SU PATRIMONIO

Uno de los mayores cambios al construirse el dique fue experimentado por los pobladores de la villa de Potrerillos, que debieron ser relocalizados debido a que sus viviendas se emplazaban en la zona del vaso del embalse y del perilago (Therburg 2000), por lo que quedarían bajo las aguas del dique. En los estudios sobre el impacto socio-económico de la relocalización, se ha señalado que: “…la construcción del dique ha sido teñida de una visión neoliberal del orden social y ha traído consigo una menor posibilidad de participación,

una reducida capacidad de decisión ciudadana y mucho menos poder de los sectores menos favorecidos de la población” (Benedetto 2008:437).

A lo largo del siglo XX, los habitantes construyeron sus viviendas sin ningún tipo de ayuda externa. Usaron diversos materiales, pero siempre al estilo rural, dentro de terrenos amplios, sin muros ni cerramientos que limitaran la contemplación del paisaje. Cada cual cultivaba lo que consumía, criaba algunos animales y elaboraba algunos productos para los turistas (Gudiño 2002).

Con la construcción del dique se realizó un barrio para los ex pobladores de la villa, que poco tenía que ver con lo que habían sido sus hogares. Aunque según el equipo técnico-social del Instituto Provincial de la Vivienda (IPV), la respuesta arquitectónica surgió de la consideración de costumbres y modos de vida de los pobladores, así como también de la opinión de los mismos, de esta manera se habría logrado, según los expertos, un estilo definido de arquitectura de montaña (Equipo Social de Gerencia de Evaluación IPV 2002).

Muchos de los vecinos consideraron que se llevo a cabo un reemplazo de sus casas por viviendas muy caras (Gudiño 2002). Al no tener título de propiedad, los pobladores que habían ocupado durante tantos años sus terrenos debieron pagar estas nuevas casas, por lo que se les descontó el valor de las viviendas de la compensación que el Estado debía hacerles por haber sido relocalizados (Equipo Social de Gerencia de Evaluación IPV 2002).

Los habitantes expresaron su disconformidad por los términos en que se llevó a cabo la relocalización, pero igualmente debieron instalarse a disgusto en un paraje aún inhóspito y alejado tanto de la actual ruta de tránsito internacional como del lago de la presa (Gudiño 2002). En ese entonces un puestero manifestaba que ya no tenía donde plantar ni

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Cecilia Frigolé y Rosa Moyano - Acerca de la significación cultural de la colección...

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poner sus caballos y exigía a los “representantes del pueblo” que los visitaran para considerar su situación (Izuel 2002). Actualmente, los pobladores de la villa habitan las nuevas casas y no han logrado mitigar su desarraigo, algunos de ellos todavía evitan mirar el espejo de agua del dique bajo el cual quedaron sus tierras y hogares.

Antes del dique, en la antigua estación de ferrocarril de Potrerillos funcionó por más de diez años la Biblioteca Popular “Armando Tejada Gómez”. La ocupación de la estación se llevó a cabo a través de un comodato con los organismos de control de los bienes ferroviarios, durante esos años se garantizó el uso comunitario del espacio y se mantuvo de manera íntegra el patrimonio mueble e inmueble de la estación.

La biblioteca cumplía el rol de un centro cultural donde se llevaban a cabo clases de apoyo para los chicos de la villa y localidades vecinas, exposiciones de arte y artesanía, presentaciones de libros, etc. Funcionaba además la escuela de fútbol y se brindaba información turística (Salustro 2002).

En la estación existía una sala de museo en la que se exponía una pequeña colección arqueológica y paleontológica, compuesta por fósiles de flora triásica, artefactos (material lítico y cerámico) y ecofactos (huesos de animales) (Resolución 1134/2003 Anexo II: Glosario de términos arqueológicos). Esta colección fue el resultado de las prácticas de coleccionismo de los pobladores a lo largo del tiempo, quienes hallaban los materiales y los donaban al centro cultural con la intención de resguardarlos, sin saber que descontextualizaban los objetos. Dichas prácticas cesaron cuando los arqueólogos comenzaron a trabajar en la zona, y los habitantes tomaron conciencia acerca de la pérdida de información que acarreaba este coleccionismo, algunos de ellos colaboraron con los arqueólogos en las excavaciones del rescate y organizaron visitas a las mismas.

La colección sólo se incrementó con algunos elementos al momento del llenado del

dique cuando las obras vinculadas al mismo ya habían iniciado, previo a que se les diera la posibilidad a los equipos de arqueólogos de intervenir en la zona. Durante la remoción de suelos con maquinaria pesada, niños del lugar detectaron la presencia de algunos restos que pudieron haberse perdido por completo de no haber sido por la intervención de vecinos de la villa, ya que si bien los arqueólogos se presentaron al día siguiente, las máquinas no habían detenido su labor, quedando todo el suelo removido (Cortegoso 2004).

Cuando los habitantes de la villa debieron trasladarse a las casas que les habían sido destinadas, la biblioteca debió mudarse, ya que la antigua estación de ferrocarril también quedaría bajo las aguas del lago. Los miembros de la biblioteca decidieron no dejar la estación, y además de afrontar los costos del traslado de su propio hogar, mudaron la estación desarmando piedra por piedra el antiguo edificio, con la ayuda de una empresa de demoliciones, la Fundación Vivencias Argentinas y la Dirección de Patrimonio Histórico-Cultural. Posteriormente hicieron lo mismo con la casilla de durmientes, esta vez sin otra colaboración más que la de algunos pobladores (Salustro 2002). El Estado había desestimado la recuperación de este bien patrimonial e incluso había dispuesto su demolición. Actualmente, los encargados de la biblioteca mantienen este material en custodia con el propósito de comenzar con su reconstrucción para la cual se presentaron proyectos que no fueron financiados (Salustro 2002; Carmona y Moyano 2002).

La intención de estos pobladores es que los materiales de la estación ferroviaria, que resulta parte fundamental de su patrimonio histórico, junto con la colección paleontológica y arqueológica que ellos mismos generaron, quede en Potrerillos. Los arqueólogos que han trabajado en la zona coinciden con los pobladores:

“…en cuanto al destino final de los materiales recuperados se considera que sería de gran importancia integrarlos, al menos

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parcialmente, al patrimonio de un Centro de Interpretación o Museo Local. Para ello, debería generarse un espacio apropiado en el cual exponer las colecciones y los resultados del rescate y de las investigaciones derivadas del mismo. El retorno de este patrimonio cultural a la comunidad sería de gran importancia, tanto para promover el turismo como para potenciar labores futuras de investigación y protección” (Durán et al. 2002:76).

Hoy la biblioteca cuenta con un terreno donado por la Dirección de Ordenamiento Ambiental y Desarrollo Urbano del Gobierno de Mendoza (DOADU) para la reconstrucción de la estación que funcionará como biblioteca y museo local, pero después de más de diez años no se han aportado fondos para edificar. Actualmente, el depósito de libros de la biblioteca y la colección del museo local se mantienen en una habitación que la delegación municipal cedió hasta tanto puedan tener su propio lugar, mientras que parte de los materiales del ferrocarril se encuentran en el terreno de la presidenta de la biblioteca, quien los resguarda del deterioro.

Si bien la municipalidad de Luján ha prestado la habitación para que se guarden estos materiales, los miembros de la biblioteca con el apoyo de la Dra. Valeria Cortegoso han tenido que batallar contra los reiterados intentos de desalojo del material de parte de algunos funcionarios de la delegación. Recientemente, uno de los funcionarios de la gestión municipal demócrata (partido de tradición conservadora de la provincia de Mendoza), se comunicó con la dirección de patrimonio de la provincia para que decomise el material y este sea trasladado al repositorio provincial Museo Cornelio Moyano, de acuerdo a lo que dictan la Ley Nº 25.743, art. 16 y 41 y el Decreto Reglamentario provincial Nº 1882/2009 Anexo 1 (art. 7, inc. g y art. 22, inc. c y d). Sin embargo, la dirección de patrimonio decidió no llevar a cabo el decomiso dado que la colección se encuentra en proceso de registro para ser incorporada al Registro

Nacional de Yacimientos, Colecciones y Objetos Arqueológicos (RENYCOA) (Ley Nº 25.743, art. 5, inc. a y Decreto Nº 1022/2004).

Las tareas de registro son llevadas a cabo ad honorem por una de las autoras de este trabajo, con la colaboración de miembros de la biblioteca y de Cortegoso, a pesar que la ley establece que es la autoridad jurisdiccional de aplicación quien deberá hacerse cargo de dicho registro en primera instancia (Ley Nº 25.743, art. 6, inc b, Decreto Reglamentario provincial 1882/2009, art. 10, inc. a y Anexo 1, art. 20). Esta situación es común ya que en la práctica suele no contarse con recursos humanos y económicos para llevar a cabo los registros. Existen antecedentes de este tipo de experiencias, como es el caso del museo local de Rodeo (San Juan) donde el registro (RENYCOA) se lleva a cabo con al trabajo voluntario de arqueólogos y miembros de la comunidad (Biasatti y Jofré 2010).

REFLEXIONES ACERCA DEL MUSEO LOCAL

¿Por qué es valiosa la colección?

Como ya se ha explicado el patrimonio cultural y natural de la zona es de un valor excepcional, pero la colección arqueológica y paleontológica del museo local se encuentra descontextualizada debido a que fue generada por el “coleccionismo” de los pobladores, previo a la existencia de las leyes que hoy protegen nuestro patrimonio. Como consecuencia de esta práctica se perdió la información que podrían haber brindado los objetos que se recogieron. Sin embargo, se trata de objetos relacionados (ICOMOS 1999a) y son útiles como soporte material o como puntapié inicial para dar a conocer los resultados de años de estudios bien documentados que los investigadores de distintas disciplinas han llevado a cabo en el área, este tipo de información es fundamental para la interpretación de los sitios (ICOMOS

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2008 y ICOMOS 1999a). La comunicación de los resultados de dichos estudios permitirá dar a conocer a los pobladores locales y al público la historia geológica y paleontológica de Potrerillos, así como también los modos de vida que adoptaron los primeros pobladores en un lapso temporal muy amplio (desde el Holoceno medio al tardío).

Debe tenerse en cuenta que la significación cultural (ICOMOS 1999a) no surge sólo de la investigación y valorización2 académica, sino que el proceso de valorizar comienza cuando los individuos, instituciones o comunidades deciden que algún objeto o lugar debe preservarse porque representa algo digno de recordar, algo sobre sí mismos y sobre su pasado, cuya historia debe ser transmitida a las generaciones futuras (Avrami et al. 2000). En Potrerillos esta decisión no fue sólo tomada por los arqueólogos, paleontólogos, e instituciones estatales, sino también, y primero que nadie, por la comunidad, quienes valorizaron estos bienes incluso antes del rescate cuando coleccionaban materiales arqueológicos y fósiles, y los acercaban al museo local. En este proceso de valorización los objetos fueron resignificados por los pobladores en función de su propia historia reciente, ya que estos materiales fueron testigos y protagonistas de ella.

Debido a que los objetos del museo fueron recolectados por los pobladores, son ellos quienes han tenido un papel importante en la determinación de los tipos de bienes con los que cuenta la colección (Byrne et al. 2011), los objetos han sido “elegidos” por parte de la población local para protegerlos, conservarlos y “enseñarlos” al público. Endere señala que hay una decisión, una elección de una comunidad o parte de ella sobre los bienes tangibles o intangibles que se quieren proteger, y cuyo significado se quiere transmitir a las generaciones futuras. En este sentido “…el patrimonio es una construcción social que se hace desde el presente con una fuerte intencionalidad respecto de lo que se desea preservar” (Endere 2009:29).

Dado que el patrimonio es dinámico (Endere 2009) al igual que su interpretación (ICOMOS 2005) es posible comprender que quienes interactuaron con estos objetos fueron transformando su significado, cargándolos de nuevo sentido a medida que “acompañaban” o eran parte de conflictos que experimentaba la población. Las interacciones entre los objetos y personas a través del espacio y el tiempo generan un conjunto complejo de redes materiales y sociales (Byrne et. al. 2011). Así, las personas que interactúan con los objetos reformulan las colecciones de los museos, y estos objetos pueden entonces actuar como una ayuda de la memoria, activando recuerdos personales significativos y procesos de readaptación que los pobladores vivieron. En este sentido, la colección de Potrerillos evoca las historias de vida de los individuos involucrados en el proceso de recolección. Los objetos que recolectaron los pobladores no solo referencian su historia más remota, sino que al mismo tiempo guardan relevancia contemporánea.

El proceso de relocalización de los habitantes de Potrerillos significó desprenderse de una vida asociada al espacio rural para incorporarse a las reglas de un espacio percibido en algunos casos como urbano. Su traslado fue traumático, “…no sólo porque quienes lo experimentan se sienten obligados a construirse una nueva identidad que tiene algo de ajeno, de prestado, sino porque le implica asumir la pérdida de las redes de solidaridad social de las que dependía para subsistir” (Benedetto 2008:437). Estas pérdidas hicieron que los habitantes cargaran con un sentimiento de desarraigo que marcó la vida de muchos.

Como ya se ha mencionado, el cambio de hábitat implicó para estas familias el traslado de sus bienes y el de la biblioteca, y con ella la colección del museo. La colección fue afectada por el traslado y también perdió su espacio por la construcción del dique, ahora relegada en una habitación de una municipalidad simboliza

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los esfuerzos de los pobladores en salvar y preservar lo “suyo” por sobre los obstáculos que el mismo Estado les impuso. Así, el contexto en que se mudó el museo hace que su colección no sólo evoque las historias personales de los individuos que interactuaron con los objetos, sino también uno de los hitos más conflictivos en la historia local: el traslado y desarraigo de la villa.

La historia de Potrerillos es en parte una historia de postergaciones, las acciones del Estado en torno al desarrollo de la zona se llevaron a cabo relegando los intereses de los pobladores locales en función de las necesidades de los pobladores del Gran Mendoza. Esto ha sucedido así históricamente, desde la construcción de los grandes hoteles de montaña, en la primera mitad del siglo XX (grandes obras monopólicas que ofrecían servicios exclusivos a las elites y que en los sesenta entran en decadencia) hasta la construcción del dique. Esta construcción responde a un interés del Estado provincial por el avance de una obra pública de gran envergadura, y los múltiples beneficios que esto traería aparejado (Benedetto 2008), especialmente para el Gran Mendoza y para la inversión inmobiliaria, se proyecta, por ejemplo, la licitación de la construcción de hoteles de categoría 4 y 5 estrellas en el perilago (Villegas 2002).

Estos proyectos demuestran que las dec i s iones po l í t i cas se han tomado pensando en las grandes concentraciones de población, mientras que las pequeñas localidades de montaña son marginadas política y económicamente (Villegas 2002). Los emprendimientos turísticos propuestos desde el Estado no contemplan el beneficio económico de los pobladores. Se ha llamado la atención acerca de la necesidad de planificar actividades económicas que favorezcan el desarrollo de la zona y que no estén “…necesariamente orientadas a la elaboración de pan o empanadas para los turistas que se acercan al nuevo barrio” (Villegas 2002).

A pesar de las dificultades, los habitantes de Potrerillos tratan de tener desarrollo propio, independiente de la gran ciudad. Esto lo están logrando mediante actividades de servicios, turismo, comerciales, educativas (escuelas y capacitación laboral) y con la formación de asociaciones y emprendimientos comunitarios (como la Biblioteca Popular, que sigue funcionando en una habitación de la delegación municipal, la Ecovilla comunitaria “El Llano” para proyectos productivos familiares y turísticos, Ballet Folklórico integrado por jóvenes de Las Vegas, Unión Vecinal villa Las Carditas, Asociación Avenida Los Cóndores, entre otras).

Recientemente, en septiembre de 2011, el Estado ha manifestado la intención de preservar el paisaje natural y planificar el desarrollo socio-económico de la zona, declarando el área como Reserva de Usos Múltiples a partir de un esfuerzo conjunto entre la municipalidad, los vecinos y las ONGs locales. Esto significa un avance ya que ha participado la comunidad, aún falta mucho por hacer respecto a la gestión y protección del patrimonio cultural (ICOM 2006), cuestión que sigue pendiente.

¿Por qué la colección debe quedarse en Potrerillos?

La ley Nacional, en sus art. 16 y 41, establece que quienes tengan en su poder colecciones arqueológicas o paleontológicas deberán, dentro de los 90 días posteriores a la fecha de promulgación de la misma, denunciarlas a la autoridad competente para ser inscriptos en el Registro Oficial, quedando luego bajo su posesión. Sino lo hicieran serán apercibidos y los objetos deberán ser inscriptos dentro de los 30 días, de lo contrario los bienes son considerados de procedencia ilegal y serán decomisados. El Decreto Reglamentario provincial 1882/2009 toma los mismos plazos y sanciones para los mismos casos, exceptuando a quienes tengan proyectos de investigación arqueológica o paleontológica.

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Como ya se ha mencionado la colección de Potrerillos se encuentra en proceso de ser registrada, pero es importante considerar que existen casos similares de museos locales conformados por prácticas de coleccionismo de sus habitantes, en distintas localidades del país. En muchos de estos casos los plazos legales para poner en conocimiento a las autoridades de aplicación de la existencia de las colecciones no se cumplen, debido a la falta de información de los pobladores y al temor a que se les quiten los bienes.

En casos como estos el decomiso no es una medida adecuada, ya que se alejan las colecciones de donde fueron generadas, para su aparente protección, pero se las termina aislando de sus marcos locales de sentido (Endere 2007), lo que va contra “...los derechos, responsabilidades e intereses de carácter consuetudinario tanto de la comunidad local como los de los propietarios particulares y otras comunidades implicadas” (ICOMOS 2005:16). Endere se refiere a la necesidad de no extraer los bienes culturales de sus marcos de referencia: “…el patrimonio cultural o natural no puede ser separado de su entorno social y cultural, en el sentido de que la conservación y rehabilitación de un bien patrimonial no puede hacerse en desmedro de la comunidad que habita en el lugar, sea o no descendiente de quienes produjeron dicho bien...” (Endere 2009:28 y 29).

Es necesaria una normativa especial más flexible que contemple casos como el del museo de Potrerillos, y que al mismo tiempo facilite el registro de sus colecciones, poniendo en funcionamiento mecanismos generales para dar a estas localidades la oportunidad de poner en valor su patrimonio. Para ello también es necesario que se destinen recursos humanos y económicos que permitan cumplir con la ley.

Respecto al destino de los bienes decomisados y hallazgos fortuitos, el Decreto Reglamentario 1882/2009 expresa: “Los repositorios provinciales del patrimonio (Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan

C. Moyano, Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú-Casa de Fader, Biblioteca Pública Gral. San Martín, Archivo General de Mendoza) recibirán en depósito los objetos hallados y procederán a su evaluación y clasificación con el fin de garantizar su conservación y seguridad, salvo mejor criterio de la Autoridad de Aplicación.” (Art. 7, inc. g).

En la provincia de Mendoza funciona un consejo asesor desde el año 1995, en donde pueden participar la comunidad y profesionales interesados, lo que significa un gran avance. Sin embargo, las decisiones del mismo no son vinculantes, y en última instancia el criterio para la interpretación y conservación sigue quedando en manos de los funcionarios. Es necesario que todos los agentes interesados tengan un poder real de decisión para evitar que los bienes patrimoniales sean interpretados y conservados por agentes que desconocen todos los aspectos de su significación cultural, o queden almacenados o expuestos tras una vitrina lejos de sus marcos de referencia.

Se reconoce que las leyes nacionales y provinciales que protegen actualmente nuestro patrimonio son de fundamental importancia. Pero, necesariamente deberán ampliarse, y para ello los pobladores locales interesados deberán ser consultados a la hora de reglamentar las leyes.

Es de suma importancia que existan disposiciones específicas (como las que contiene el Decreto Reglamentario 1882/2009) para la protección del patrimonio, porque permiten que la comunidad pueda defenderlo. Pero al mismo tiempo no deben restringir la posibilidad a la misma comunidad de decidir sobre la interpretación y conservación de su patrimonio, por el contrario, las normas deben brindar marcos legales que aseguren esa participación y que sean lo suficientemente flexibles dado la diversidad y dinámica del patrimonio. Barreiro (2006) señala que las leyes deben enriquecerse y transformarse a través

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del consenso y a partir del cuestionamiento de las verdades sobre las cuales se han edificado: “La legalidad es la manifestación normativa, pero la vida social late bajo ella.” (Barreiro 2006:212). La incorporación de las realidades que existen al margen de la normativa (como el caso de estos museos locales) permitirá que la ley sea efectiva.

Entonces, debería tenderse a que las colecciones se queden en las localidades donde fueron halladas, para que la población pueda participar de la gestión de estos bienes. En caso contrario, la población quedaría ajena a los procesos de interpretación y conservación, lo que terminaría vaciando de contenido los objetos y silenciando una parte de su significación cultural.

La gestión de la colección: interpretación y conservación

Las disposiciones de diversas cartas internacionales han contemplado la necesidad de la participación de comunidades y poblaciones locales en la interpretación, conservación y gestión del patrimonio (UNESCO 1972; ICOMOS 1990; Conferencia de Nara 1994; ICOMOS 1999a, 1999b; UNESCO 2003; ICOMOS 2005; ICOM 2006; ICOMOS 2008; entre otros).

La gestión del patrimonio es una actividad basada en valores; sin embargo, a pesar que mucho se ha dicho y escrito acerca de los múltiples significados del patrimonio cultural, las autoridades muestran dificultades a la hora de integrar dichos significados en la planificación de sitios y museos (Dutton y Luckie 1996). Si bien el patrimonio natural y cultural pertenece a todos los pueblos (y todos debemos velar por conservar sus valores universales) (ICOMOS 1999b), también materializa valores particulares de las comunidades (como en el caso de Potrerillos), por lo que cada una de ellas debe

tomar parte en la gestión, para dar cuenta de esos múltiples significados que posee el patrimonio.

Interpretación

Los procesos de interpretación (ICOMOS 2008 y ICOMOS 1999a)3 requieren la participación de la comunidad local, ya que si bien las investigaciones arqueológicas y paleontológicas son la base de la interpretación, también son necesarias “… las hipótesis históricas alternativas, tradiciones e historias locales…” (ICOMOS 2008:3) que aportan los pobladores. La carta de Ename (ICOMOS 2005) ha caracterizado a la interpretación como una actividad dinámica y continua, que debe incluir todos los puntos de vista, a la vez recomienda que en los programas de interpretación del patrimonio se hallen implicadas todas las comunidades locales y sectores interesados.

El hacer hincapié en la participación de los pobladores o comunidades en la interpretación no implica no incorporar el discurso académico. Como ya se ha dicho, se debe negociar la participación de todos los actores que deben establecer un diálogo para definir las formas de interpretación y conservación que se desean. Así la sociedad debe recibir el conocimiento experto y no percibirlo como algo ajeno, al mismo tiempo los investigadores y profesionales que intervienen en el manejo del patrimonio deben tener en cuenta las perspectivas del resto de los agentes (Barreiro 2006).

Al implicarse todos los agentes interesados en los procesos de interpretación se crean redes sociales, que darán nueva fuerza a los objetos del museo, las vidas de los actores que han estado o siguen estando entrelazadas con los objetos del museo, dan a las colecciones un papel clave en el rescate de la memoria reciente de los sujetos implicados. Para rastrear esa memoria será de gran utilidad conocer la biografía de los objetos (Byrne et al. 2011), su

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trayectoria nos dará información acerca de las historias de vida de los individuos que los recolectaron, que los valorizaron y del contexto socio-político en que la colección se generó.

Conservación

Según la carta de Burra (ICOMOS 1999a) conservación incluye todos los procesos de cuidado de un sitio tendientes a mantener su significación cultural. En el caso de los objetos y en un sentido estricto, la conservación hace referencia a la respuesta técnica que se da una vez que un objeto o sitio es considerado patrimonio.

En un sentido más amplio, la conservación es un proceso social complejo y diverso (Avrami et al. 2000), en este proceso también debe participar la comunidad. El objetivo último de la conservación es proteger y mantener los valores encarnados por el patrimonio, para protegerlos es necesario conocerlos examinando por qué, por quién y cómo se valora el patrimonio.

Por ejemplo, en el caso de Potrerillos, será necesario indagar acerca de qué llevó a los pobladores a actuar en defensa de su patrimonio, conocer la posición de la comunidad en su conjunto y no sólo de quienes han estado relacionados a la biblioteca, o viven en la villa, sino también de quienes viven en lugares mas alejados del centro de Potrerillos. Esto es necesario para tener una idea acabada de todas las percepciones acerca de la colección. Para algunos habitantes de la villa los objetos del museo local pueden simbolizar las conquistas ante las decisiones políticas que marginaban sus intereses. Quizá para otros pobladores los materiales no guarden un significado particular o sean percibidos como materiales que le han dado cierto status de referentes a quienes los guardaron, o incluso pueden desconocer su existencia.

Será necesario hacer un análisis profundo de los significados que todos los habitantes de Potrerillos han otorgado a su patrimonio para poder integrarlos en los procesos de interpretación, conservación y gestión. Así, la participación de los mismos en la gestión del museo permitirá “abrir” la colección a la sociedad. El acto de “abrir” las colecciones equivale a problematizarlas a través de un interrogatorio acerca de cómo surgieron y qué simbolizan (Byrne et al. 2011), esto posibilitará a los pobladores contar estas historias en primera persona, a través de los materiales del museo.

CONSIDERACIONES FINALES

El museo local de Potrerillos y su colección simboliza los esfuerzos de la comunidad local y de equipos de investigación para proteger el patrimonio. El Estado no puso en funcionamiento todos los mecanismos necesarios para que sea preservado, lo que resulta coherente con la tendencia de las decisiones políticas que han afectado históricamente a esta localidad, donde la prioridad siempre fueron las necesidades de la gran ciudad. Actualmente, los pobladores llevan a cabo acciones para proteger su patrimonio cultural y natural, y las autoridades parecen por fin hacerse eco de algunas de sus necesidades.

Dentro de estas necesidades está la de llevar a cabo la gestión del museo local, que implica la interpretación y conservación de los objetos del museo. A pesar que la colección fue conformada a lo largo del tiempo por la recolección de los pobladores, encierra un gran valor debido a que hace referencia a la riqueza paleontológica y arqueológica de la zona y a la historia reciente de los pobladores, dado que fue resignificada por ellos durante su conformación. Esta colección habla de sus luchas, de su desarraigo y de su capacidad de sobreponerse a los obstáculos que les fueron impuestos, simbolizando sus conquistas.

La situación de este tipo de museos debe

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ser contemplada por la legislación, ya que sus bienes no pueden ser considerados de procedencia ilegal. Los investigadores, las autoridades de aplicación jurisdiccionales, y los pobladores de las localidades deben colaborar mutuamente para la gestión de estos bienes patrimoniales, sólo así se podrá dar a conocer todos los aspectos de la significación cultural que encierran los objetos.

NOTAS

1-Se decidió llamarlo “museo”, porque así lo denominan los pobladores de Potrerillos, si bien debe aclararse que el “museo” de esta localidad no se encuadra del todo en la acepción del Código de Deontología para Museos ICOM 2006.

2- Según Avrami et al. (2000), existe una sutil diferencia entre la valoración (proceso que se inicia antes que la identificación de un bien como “patrimonio” y que consiste en la apreciación de valor existente) y la valorización (proceso que da valor agregado en el que están involucrados aspectos intervencionistas y de interpretación y que comienza con el simple acto de identificar algo como patrimonio).

3- Si bien estas cartas establecen el concepto para los sitios, se han considerado adecuadas también para los bienes muebles patrimoniales.

AGRADECIMIENTOS

Se agradece a la SECTyP-UNCuyo, CONICET, a Valeria Cortegoso, Marta Carmona, Mariana Raffani e integrantes de la Biblioteca Popular Armando Tejada Gómez por su voluntad incansable en preservar los bienes del museo local, a la Dra. María Luz Endere quien corrigió la primera versión de esta nota generada a partir de un curso de posgrado, y a la evaluadora Laura Piazze por sus comentarios enriquecedores.

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1 Cecilia Frigolé es licenciada en Historia (Orientación Arqueología), egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Actualmente es becaria doctoral SECTyP-Programas I+D UNCuyo, investigando aspectos vinculados a la tecnología, morfología y decoración de la cerámica proveniente de distintos ambientes del noroeste de Mendoza (período temprano-medio de la etapa agro-alfarera del COA).

2 Rosa Moyano es egresada de la Licenciatura en Cerámica Artística de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo. Actualmente es becaria doctoral de CONICET y desarrolla lineas de Arqueología Experimental para investigar acerca de la manufactura de cerámica del norte de Mendoza, durante los períodos inicial y temprano-medio de la etapa agrícola del Centro-Oeste argentino.

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INTRODUCCIÓN

Mónica de Lorenzi realizó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Rosario, donde se graduó con los títulos de Profesora en Historia en el año 1969, y Licenciada en Historia en 1972 (Figura 1). Su tesis de Licenciatura versa sobre La Influencia Incaica en el Sector Septentrional del Noroeste Argentino, y parte de ella se encuentra publicada en la Revista de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba. Cuenta con publicaciones sobre la arqueología de las Provincias de Jujuy y Salta, además de variados trabajos de divulgación en Prehistoria e Historia Colonial del Noroeste Argentino. Su actividad museológica se inició en el Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz de la localidad de Cachi, Salta, como Secretaria Técnica, y continuó durante 24 años en el Complejo Museo Histórico de la Ciudad de Salta, dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación. Actualmente, y desde el año 2008, desempeña el cargo de Directora del Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz de Cachi.

ENTREVISTA

¿Cómo se acercó a la Arqueología?

S iempre tuve tendenc ia hac ia l as humanidades, y me inscribí en la Facultad de

Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral, que luego pasó a ser parte de la Universidad de Rosario (1968). Me inscribí en la carrera de Historia, que en ese momento tenía cuatro orientaciones, y una de las orientaciones era Arqueología. Me interesó mucho, quizás por los referentes, por las materias; era todo un descubrimiento del Noroeste Argentino que nosotros conocíamos muy poco. Y tuve una gran duda, si seguía Historia Colonial Americana, o Arqueología. Finalmente, me incliné por la arqueología. Pero, también a la par continuó mi interés por la parte Colonial, algo que trabajé posteriormente. Mi interés en la arqueología estaba relacionado un poco a la aventura del campo, al misterio que siempre lo rodea. En ese momento no teníamos una concepción muy

ENTREVISTA A LA LIC. MÓNICA DE LORENZI. DIRECTORA DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO PÍO PABLO DÍAZ DE CACHI

Marisa Kergaravat1

1Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas CONICET. Saavedra 15 (ACA1083), Ciudad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: [email protected]

Recibido en marzo de 2012; aceptado en abril de 2012.

Kergaravat, Marisa. 2012. Entrevista a la Lic. Mónica de Lorenzi. Directora del museo arqueológico Pío Pablo Diaz de Cachi. La Zaranda de ideas. Revista de Jovenes Investigadores en Arqueología 8 (2):175-183. Buenos Aires.

Figura 1. Mónica de Lorenzi.

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Marisa Kergaravat - Entrevista a la Lic. Mónica de Lorenzi...

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integral de la arqueología, entonces atraía un poco también la relación con los viajes, veíamos que el Instituto de Antropología de Rosario, que pertenecía a la facultad, hacía muchos viajes. Es un interés también un poco aventurero, de acuerdo a lo que uno había leído, y que después a lo mejor es totalmente diferente al trabajo de campo.

¿Qué personas considera que fueron sus referentes durante su formación universitaria?

Bueno, una de ellas fue Myriam Tarragó. Yo trabajé con ella. Si bien hay una distancia de años mínima, y casi nos iniciamos juntas, yo era su ayudante de investigación. Me presenté a dos concursos ad honorem que había en ese momento, y me tocó trabajar con Myriam. Lo primero que hice con Myriam fue una seriación de San Pedro de Atacama. En ese momento no había computadoras ni nada, así que todo era en planillas con lápiz. Ella había trabajado en el Museo Le Paige (Chile), y yo le ayudé a hacer toda la seriación. Y después seguí trabajando con ella el Período Temprano en Campo Colorado (La Poma). Fue un referente, porque aparte de la capacidad que tiene, es una gran trabajadora; tiene un método de trabajo, así como claridad y comprensión.

Y otro referente muy importante para mí fue

Pedro Krapovickas, yo trabajé bastante tiempo con él. Fui ayudante de cátedra, no recuerdo si era en Arqueología Argentina o Americana, que abarcaba también la parte del Noroeste Argentino. Yo creo que fue la visión que él tenía sobre la arqueología, sobre la prehistoria, lo que me influyó mucho: interpretando la arqueología como una ciencia humanística. Con él trabajé en ese momento el incaico, la parte incaica estaba muy poco estudiada. Krapovickas decía siempre: “miren que en todo lugar hay que ver incaico”. Fue uno de mis referentes más importantes. Con él también trabajamos en el laboratorio el tema de Yavi, analizando cerámica. Esto fue ya terminando mi carrera. Y mi tesis,

La Influencia Incaica en el sector septentrional del Noroeste Argentino, la hice con Krapovickas, él fue mi director.

Obviamente también Rex González; pero yo no fui alumna de Rex, él ya no estaba en Rosario. Pero siempre me influyó mucho. Trabajamos aquí, en el museo de Cachi bastante seguido.

Ya recibida, trabajé en este museo1. Después, por cuestiones de la vida personal, me quedé en la provincia de Salta, pero sin equipo, fue un momento de éxodo en el país. Yo me fui a vivir a Cafayate por distintas circunstancias después de casarme. Después tuve la oportunidad de seguir trabajando en museos históricos, que es diferente. Pero para la gestión de museos y el manejo de colecciones, la arqueología me ayudó mucho, para poder transferir esa experiencia a la parte histórica: el objeto museable, cómo contextualizarlo. En ese momento los museos históricos estaban muy abandonados. En los museos en los que me tocó trabajar a mí, era un conjunto de cosas, a veces sin contextualizar, sin tiempo, el objeto no decía nada. Ahora ha cambiado. El museo histórico en ese momento era muy fáctico. En cambio en el museo arqueológico había un espíritu científico de investigación, que no lo tenía el museo histórico, y que debería tenerlo. Pero era una exhibición, un escaparate de cosas. No solamente en Salta, sino en muchos lugares, el museo histórico era mucho más fáctico, más tradicional. Pero no había un equipo atrás de investigación. Así que se luchó mucho en su momento, en los años ochenta, para lograr eso.

¿Qué recuerda de su experiencia de trabajo en el Museo de Cachi? ¿Con quién trabajó?

Yo empecé a trabajar aquí con Pío Pablo Díaz, él fue el primer director de este museo, y siguió muchos años después (hasta 1993). Yo estuve aquí cinco años. Trabajé primero en Campo Colorado con Myriam, con Núñez Regueiro en Las Pailas, más tarde en Guitián y

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en La Paya. Trabajé bastante en la recolección y clasificación de material Precerámico, aunque no era mi tema de investigación, mi tema era el Incaico. Primero fueron tres años muy intensivos, y después mis referentes, en el caso de Myriam, y Víctor Núñez Regueiro, – que murió hace poco y al que le tenía un gran afecto –, no volvieron. Yo seguí trabajando aquí, en el museo. Mi cargo era Secretaria Técnica, entonces tenía que ocuparme un poco de todo, inclusive la parte burocrática de hacer notas. Con el correr del tiempo se fue desmantelando el museo. Es triste, porque es un museo que nace realmente bien, con todo un apoyo por parte de profesionales.

En ese momento, por ejemplo, cuando se hizo el descubrimiento de Puente del Diablo (La Poma), la provincia dio presupuesto para traerlo a Marcellino2. Vinieron distintas personas para hacer estudios, informes sobre este hallazgo. Quiere decir que en ese momento hubo un apoyo muy importante de la Provincia a Díaz, al director. Pero son estos museos que están bajo los cambios políticos, y muchas veces no hay una percepción de lo que puede ser un museo a largo plazo, una valorización. Y después, pienso que el museo hizo como una meseta, ni mala, ni buena… pero ya al irse Díaz que tenía ese interés en traer investigadores, traer profesionales, ya es como que el museo se quedó.

Luego de su trabajo en el Museo de Cachi, había comentado que continuó su labor en Museos Históricos ¿En cuáles tuvo la oportunidad de trabajar?

Yo siempre trabajé en el Museo Histórico del Norte, que abarca el museo que está en el edificio del Cabildo de Salta, y comprende también el Museo Pte. José E. Uriburu, que es un museo en el que fuimos haciendo un trabajo sobre los usos y costumbres. Y después comprende también el museo Posta de Yatasto, que es un museo muy evocativo.

La puesta en valor de Posta de Yatasto se hizo en base a las testamentarias, los documentos históricos de los siglos XVII y XVIII. Así se pudo contextualizar, cosa que antes no se había hecho. Se colocaba un instrumento y decía a lo mejor “instrumento antiguo”, pero no había contextualización, no había narración de ese museo, qué significaba una casa, una hacienda, una posta, y se fue haciendo así todo el trabajo de la parte histórica.

Y decía que la arqueología la ayudó…

Y sí. Digamos que en ese momento la arqueología era también sistematizar mucho, el estudio de la cerámica, las tipologías…, ahora todo eso está ya bastante superado. Entonces, al trabajar sistemáticamente con los objetos, ayuda a la clasificación o a la documentación misma de la pieza. Cuando yo voy al museo histórico, todo eso no estaba hecho, entonces, ayudó a documentar nuevamente las piezas, con otro criterio. Pero todo ese trabajo sistemático, que tenía en ese momento la arqueología, lo pude transferir a otros museos.

¿Qué otro tipo de formación tuvo para trabajar en gestión?

Estuve mucho en el ICOM (Consejo Internacional de Museos). Cuando en 1982, en la época de Alfonsín, asume una Directora de Museos Nacionales, la Lic. Mónica Garrido, yo creo que fue la etapa más feliz de los museos argentinos. Para empezar, gestionó muchísimo, se da cuenta que en todos los museos históricos, – bueno, lo que estamos adoleciendo acá también –, falta personal. Entonces crea plantas en los museos, concursos; cosa en la que ahora hay como un retroceso, ya no se concursa. Profesionalizó los museos. Yo me acuerdo que en el Museo Histórico del Norte se creó toda una planta que no existía, se concursaron todos esos cargos nuevos, profesores de Historia, Acción cultural y

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extensión al medio, el cargo de subdirector, la parte del área de conservación, los guías. Los concursos tampoco son garantía de muchas cosas, pero… es una manera de formalizar, de especializar un museo. Entonces se trabajó mucho, se intensificaron los cursos, los trabajos, las publicaciones. Nosotros publicábamos mucho a través de la Secretaria de Cultura de la Nación: sobre museos, sobre el estado de los museos, cómo se ve un museo. Así que fue una época que dejó una huella bastante importante. En conservación también lo hizo, gestionó muchos cursos de este tema, enviaba muchos especialistas al interior. Así que fue una época importante que creo no se retomó más.

Antes mencionó que en algún momento el Museo de Cachi pasó por una meseta, ni buena ni mala, pero a partir de su gestión se reactivaron muchas cosas…

Bueno, yo ya estoy jubilada, retirada, todo. Cuando tomé el cargo como Directora del Museo de Cachi, lo pensé una semana larga. Recibí un llamado de la Secretaria de Cultura de la Provincia, me llama Ferrer3, pensó en mí porque sabía que yo estaba viviendo aquí. Cuando me retiré del Museo Histórico vine a vivir cerca de Cachi con mi familia. Y bueno, me ofrece esto, sé que hubo un conflicto político con la gestión previa, malas interpretaciones y pensaron en un cambio. Era conflictivo para mí volver, pero lo hice.

La realidad es que si acepto, quiero hacer algunas cosas…, entonces tratamos de hacer un cambio y darle a este patrimonio el valor que tiene, porque realmente la misión fundacional del museo era investigación, conservación y divulgación, lo que decimos siempre en los museos. Pero a veces no se cumple. En cuanto a conservación, empezamos a ordenar gracias a la ayuda de Jorge Cabral, y luego de Diego Lama4. Se hizo toda el área de reserva, falta obviamente, pero por lo menos podemos encontrar lo que se busca… las piezas están ubicadas. Es decir, la

idea es que un área de reserva funcione como un archivo. Uno dice “quiero ver tal cosa”, y que el archivo responda, y con eficiencia.

Ahora, tenemos que darle una vuelta en conservación, tenemos que poner cortinas de lienzo negro, que no lo hicimos todavía por cuestiones de presupuesto. Y después, en esta nueva etapa de la interpretación en arqueología, creo que se consultan los archivos mucho más que antes. Es más, a veces hay más consultas de archivo por parte de los especialistas que trabajo de campo. Entonces el archivo tiene que responder a la investigación. Esa es la idea.

Creo que ahora la arqueología en general comparte la idea de retomar los trabajos de campo que se hicieron durante los últimos treinta y hasta cien años, como pasa con el trabajo de Ambrosetti aquí, y aprovechar toda esa excavación que se hizo y ponerla al día, como usted dice, con la interpretación actual. Y no excavar tanto…

Sí, sí. Y si generalizamos, lo que yo creo que pasó en muchos museos del interior, por las condiciones en las que nacen los museos, los depósitos, los investigadores que dejan las piezas, sumado a que en ese momento no había personal especializado para contextualizar la pieza, entonces se dejaban a veces las piezas en cajas, y después se perdía el dato. Influyen las situaciones políticas, a veces los investigadores no vuelven, muchas veces quedan esas piezas sin información, eso es lo que no debe pasar a partir de ahora. En realidad desde hace ya muchos años los museos están ante otro tipo de actitud. Eso pasó en muchos de los museos del interior, entonces hay que rescatar todo lo posible, volver a preguntar. Lo que pasa es que muchos investigadores de hace cuarenta años tal vez ya no están. Pero sino, también realizar una re-contextualización, es decir, ir uno interpretando, contextualizando.

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Para continuar, hablaba sobre los proyectos que se reactivaron a partir de su gestión y los nuevos proyectos…

Nos propusimos en estos años los siguientes proyectos: Conservación, como decía, el ordenamiento del área de reserva. Y dentro de Divulgación las publicaciones, que si bien son publicaciones con interés científico, es una forma de divulgar los trabajos que los arqueólogos hacen en la zona. La idea fue primero divulgar la región, pero también tener la revista abierta a los trabajos de antropología, arqueología e historia. Convocamos a la parte de historia pero no tuvimos respuesta. Hay que trabajarlo más, porque en Salta se están haciendo trabajos muy importantes de Historia, y particularmente aquí, en el Valle Calchaquí.

La revista había estado más de 15 años sin publicarse5, y para mí es fundamental que todo museo divulgue sus trabajos. Retomamos algunas cosas del espíritu original como la apertura a la Historia, y también recuperar la memoria del museo. Por ese motivo se publican partes de las libretas de campo de Díaz, junto con algunas anécdotas. Por ejemplo, en las revistas anteriores se publicaban los sitios. Ahora, en la nueva serie decidimos no publicarlos. En la sección llamada La mirada desde el museo, en el número anterior contamos cómo nació Tero , y en el segundo número se hablará sobre las colecciones, y también la relación con la comunidad de Cachi. Eso es un poco hacernos conocer a través de la realidad del museo.

También proyectamos un nuevo circuito para las salas del museo, haciendo un nuevo guión museográfico, adecuando el vocabulario, junto con fechas a actualizar. El museo original respondía a un esquema general del Noroeste Argentino, pero en el transcurso de estos años, se aprendió un poco más del Formativo local, las nuevas fechas, estamos trabajando eso. También estamos actualizando la conservación dentro de las salas: se colocaron luces led,

nuevos paneles, nuevas explicaciones. Porque si el museo hubiera quedado igual que en los años setenta, hubiera sido un museo prolijo, pero después se fueron produciendo cambios, a lo mejor no fundamentados, y con distintos criterios de conservación. Ahora tenemos estas luces, que son luces frías. Hay que estar a la par de las nuevas técnicas. Queremos presentar el museo adecuadamente. Nos está costando en el sentido de que es necesario gestionar dinero. Ahora recibimos una donación de una empresa privada de forestación, buscamos sponsors, ayuda, etc.

Luego, dos de las salas actuales, Vida en la Piedra y, Aquí cerca y hace tiempo, piedra y metal7, van a ser retiradas. Fueron dos pruebas piloto que hicimos para ver cómo reaccionaban las vitrinas. Son dos exposiciones temporarias y temáticas, que van a estar hasta que empecemos con las salas permanentes. Las dejamos para ofrecerle al público algo, hasta que armemos todo el circuito. Entonces estas salas van a ser desmanteladas y parte de ese material pasará a integrar las salas permanentes. Donde está Vida en la Piedra, la idea es una biblioteca, un lugar de venta, que el visitante pueda acceder a internet con su computadora, como una sala de descanso, y quizás un café.

En las salas permanentes hasta ahora tenemos una introducción, integrando Puente del Diablo, con su nuevo fechado. En el caso de Puente del Diablo, había un cuerpo momificado en exhibición, que fue retirado durante la gestión anterior, porque resultaba muy agresivo ante la comunidad, cosa con la que estoy de acuerdo. Entonces, ahora cuando hablamos de Puente del Diablo, hablamos de qué fue Puente del Diablo, se exhiben algunos restos de madera de cardón que se hallaron, un pequeño equipo de caza: puntas bien triangulares, un gancho propulsor. No se exhiben los restos momificados. Primero porque comparto ese criterio y segundo porque se guardaron mal. Se guardaron en una caja de madera hecha de álamo, y eso transmitió hongos. Entonces

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el cuerpo, que estuvo tantos años exhibido y no le pasó nada, cuando lo guardaron, se destruyó. Esto es una cosa que hay que tener en cuenta. Cuando uno retira algo, -que es un trabajo que en los museos es muy difícil, retirar algo y enseguida reemplazarlo por una nueva propuesta rápido- no hay que retirarlo sólo para decir que lo hemos retirado porque es agresivo al público, y luego guardarlo mal. Siempre en un museo cuando querés hacer cambios, tenés que tener pensado cómo guardar bien las cosas.

Ahora estamos terminando la sala del Formativo. Se trabajó con durlock, cosa que aísla toda la exposición de la pared. Eso resultó muy costoso. Lo único que falta en esta parte de la sala es que lleguen las vitrinas de Salta Capital, que ya están hechas. Entonces, con eso se terminaría de armar esta segunda parte, y después nos queda la parte de Desarrollos Regionales, Incaico, e Hispano-indígena. Nos podemos demorar un año en terminar, pero la idea es terminar con Formativo y hacerle una propuesta al público mostrando cómo se va a continuar. Entonces, con las vitrinas viejas que tenemos, dar una solución hasta el Hispano-indígena, aunque sea pequeñita. Porque es costoso. Está el tema de los recursos, pero había que hacerlo, porque es un museo que refleja todo el patrimonio del Norte del Valle Calchaquí.

En cuanto al circuito de recorrido de las salas, volvemos al circuito original, porque antes el museo empezaba allá (señala el ala izquierda del museo) donde va a empezar ahora, y terminaba aquí (ala derecha del museo). Después se cambió el circuito. No es que yo quiera volver a la forma original, sino que realmente la circulación del museo es así. Es como las agujas de un reloj. Ese es el proyecto que tenemos.

Después tenemos la extensión al medio, a cargo de Silvina Martínez y María Fernanda Zigarán, que trabajan también con Mónica Montenegro de Tilcara, quien las asesora. Y

trabajan con El museo va a la escuela. Llevan dos años trabajando con las escuelas, inclusive hubo mucha demanda de los docentes, que realmente nos sorprendió. Hay docentes que realmente están interesados. Hay una materia en el secundario que se llama Materiales Técnicos, una materia práctica. Con ellos se hizo un lindo programa para trabajar con la cerámica: qué es la cerámica, qué es el antiplástico, qué materiales actuales se utilizan industrialmente para hacer la cerámica, para qué sirven. Después hay otro que realmente es muy divertido, que también sirve para los chicos que vienen de visita, y para los chicos de acá, que es “arqueología infantil”; está programado para Febrero (2012).

Primero empezamos con la experiencia de ir al río, donde enterrábamos cosas, por supuesto cosas artificiales, vasijas modernas, un esqueleto de plástico. En el río el marco era mucho más natural, pero molestan los insectos… Entonces hicimos ahora unos cajones, los llenamos de arena, y lo hacemos en la recova, la galería del museo. Y convoca más público, porque viene incluso gente grande a mirar. María Fernanda Zigarán entierra lana, husos, entonces – “¿para qué pudo haber sido usado ese lugar?… para tejer –”. Se van interpretando las actividades, la cocina, con hollín, el fogón; como lo hacen los arqueólogos.

Otro de los proyectos que tenemos, además de la publicación de la revista del museo, es la publicación del catálogo de las piezas del museo. Ya tenemos las fotos. Con las fotos colaboraron Miguel Xamena8, una fotógrafa de la Secretaría de Cultura, María Fernanda Zigarán y yo. Es un libro que va a tener una orientación más turística, porque es algo que se pide. La organización de la información del catálogo no es cronológica, sino temática. Primero se plantea una introducción de los distintos períodos del valle. Después se muestra el metal, la cerámica, la piedra, y las misceláneas, que serían hueso, madera. Y obviamente que todo está contextualizado, tratando de dar una buena información pero sin ser densos en

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los textos, es un trabajo más de divulgación. Creemos que su publicación es inminente porque podríamos conseguir el presupuesto para su financiación a través de una fundación de Salta, que funciona haciendo préstamos, y la idea es después devolver el dinero a través de las ventas. El interés nuestro es principalmente la divulgación, y más adelante que beneficie también al museo.

Cuéntenos un poco sobre el nuevo personal técnico estable del depósito, su formación…

El museo, tiene una carencia de personal técnico; muchas veces los intercambios con las universidades, cuando vienen a hacer trabajo de campo, a estudiar material, nos ayudan mucho. Ahora el convenio con el Instituto de Tilcara9 también nos ayuda, si bien todavía no empezamos muchas actividades, pienso que nos va a favorecer a ambos.

Otro aspecto en el que insistimos es en la formación de Diego Lama, que es una persona de aquí, joven. Lo cual es muy importante, porque al ser nativo de aquí, está arraigado, no se va a trasladar a otro lugar. Tal vez podríamos conseguir un técnico, pero va a tener sus intereses en otra ciudad, en otro lugar. Y él está muy conforme, es una persona con el secundario completo, que maneja la parte de informática, entonces se lo fue formando poco a poco en el manejo del área de reserva. Creo que está haciendo un buen trabajo, asesorado también por personal del Instituto de Tilcara. La idea, a partir de su formación, es integrarlo al material, porque cuando ingresó no lo conocía. De todas formas, la gente de aquí tiene muy incorporado el tema de la arqueología porque están los antigales, las tejitas, como llaman a veces a la cerámica. Es muy cotidiano para ellos. Entonces su formación consiste principalmente en el manejo de toda el área de reserva, para lo cual realizó varios cursos en Tilcara, sobre conservación, contrabando de piezas arqueológicas, patrimonio histórico,

las leyes de protección…,. Por ejemplo en este momento está revisando unos lotes de material lítico, de recolecciones de superficie de distintos sitios del valle. Son lotes que nunca se revisaron. Además, el inventario se está revisando permanentemente.

Lo que tenemos pend iente es l a informatización de toda la documentación, de las fichas. Lo que se quiere hacer es volcar toda esa información en una ficha digital10. Había una persona haciendo ese trabajo, sustentada por la Asociación de Amigos del Museo, pero en este momento está pendiente. Entonces falta mucha documentación. Para cuando se hayan pasado todas las fichas de papel, el resto de las piezas si bien están inventariadas, no tienen descripciones. Entonces hay que empezar a describir, y complementarlo con un registro fotográfico. Estamos un poco parados con eso, pero es fundamental.

Además de los trabajos que comentó, de divulgación y “arqueología infantil”, ¿qué otro tipos de actividades desarrolla el museo?

Bueno, con las escuelas se trabaja muchísimo, y después se realizaron una serie de charlas. Por ejemplo, el verano pasado estuvo Lidia Baldini contando su experiencia de más de 30 años de trabajo en el Valle Calchaquí, en Molinos. Y asistió mucho público, así que ese tipo de charlas que organizamos es otra forma de relación con el medio, y de divulgar la acción del museo. Después el museo apoya otro tipo de actividades, que a veces no tienen una relación directa con la arqueología; pero ofrece también un espacio. Ahora nos cedieron un lugar, que nosotros llamamos Centro Cultural. Son dos salas pequeñas parte de una propiedad privada, una casa que fue restaurada por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), que llevó a cabo una restauración de fachadas, pero esa casa fue elegida para una restauración completa. Es una casa del Siglo XIX, con características de la arquitectura del Valle. Y el compromiso de

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Marisa Kergaravat - Entrevista a la Lic. Mónica de Lorenzi...

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los dueños fue ceder dos salas de la casa por 17 años, a la Dirección General de Patrimonio Cultural. Entonces Patrimonio consideró que el Museo lo podía manejar. Allí hacemos actividades de otro tipo, para las que no se necesita tanta seguridad, alarmas. Se hicieron unas pequeñas exposiciones, se hizo una muy interesante, que se levantó hace poco, de Horacio Pagés11, que es un plástico salteño, pero tiene relación también con nuestra temática porque él trabaja con los colores de la tierra, trabaja la cerámica, hizo todo un Land Art. Es una persona que tiene mucho prestigio dentro de la plástica salteña, y además es muy didáctico. Asistió mucho público del pueblo, para formar los colores, después ir al río, elegir la arcilla, fue una actividad de dos semanas.

Después, se organizó también la Noche de los Museos, igual hay que entender que Cachi no es para la Noche de los Museos, porque no es la Capital de Buenos Aires, ni Salta. Así que nosotros lo hacemos por la tarde. Se hacen visitas, reconocimiento de piezas, juegos de búsqueda del error: pusimos una pieza extraña en una vitrina, y así.

Luego se organizan otro tipo de actividades externas al museo; por ejemplo hay una asociación de padres que solicita la utilización del patio del museo para representaciones teatrales de chicos. Se les cede también el Centro Cultural y los días sábados viene una profesora de teatro de la Secretaría de Cultura. Están los Músicos Amigos del Museo, que son gente de aquí, que tocan el acordeón, la guitarra, y organizamos un encuentro de músicos, de copleros.

Para ir cerrando, ¿qué futuro se proyecta para el museo?

El futuro del museo va a depender de la política que tenga la provincia. Yo veo, por ejemplo, que se le ha dado mucha importancia a la parte de museos de arte contemporáneo;

al MAAM (Museo de Arqueología de Alta Montaña), por los cuerpos momificados. Va a depender que las direcciones de Patrimonio reconozcan el valor que puede tener esto, el significado de la investigación, la importancia de la conservación, el apoyo a los profesionales. Se puede proyectar muchísimo con las nuevas técnicas, con las nuevas cosas, pero vamos a ver qué pasa.

Actualmente estamos en vías de crear una fundación. Nos faltan algunas cosas legales, pero con una fundación ya podemos conseguir más fondos. Y eso la Dirección de Patrimonio lo permite hacer. Yo creo que en este momento para poner en valor este patrimonio, eso nos va a ayudar mucho; no depender de los presupuestos de la provincia… sabemos que en este momento los presupuestos son exiguos, y falta mucho por hacer. Entonces creo que si podemos tener un proyecto tiene que ser por esa vía. No permitir tampoco que el Estado se olvide.

Por último, alguna anécdota sobre el museo, sobre su trabajo en la zona, alguna historia que haya quedado…

Hay tantas anécdotas en los museos, bueno en todos los trabajos hay anécdotas todos los días. Sí me marcó mucho, sobre todo al principio cuando venía, los viajes. Cómo llegábamos a La Poma. Por lo general, siempre es más fácil para el que está en la Universidad venir a trabajar en el verano, pero es la peor época, porque llueve. En esa época no existía el camino a La Poma como el que está ahora. Sino que se hacía el camino por el lecho del río; entonces si llovía mucho no se podía ir o volver. Entonces una vez, cuando ya teníamos que volver, nos prestaron dos mulas y volvimos junto con el correo que se llevaba en mulas. Nosotros nos reíamos… ya que era la única forma de comunicarse, y decíamos siempre que las “expreso” venían en la cabeza, las comunes en la cola (risas)… porque las expreso llegaban antes (risas). Bueno,

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La Zaranda de Ideas 8 (2): 175-183 (2012)

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en realidad llegaba todo junto. Entonces ese día nos volvimos con el correo, porque las mulas del correo estaban bien baqueanas, y nosotros las seguíamos a caballo. Eso me marcó mucho, porque realmente tener que volver a caballo de La Poma…, llegábamos a Cachi y esto te parecía Nueva York.

Hay tantas anécdotas, pero ese es un recuerdo que me quedó…

NOTAS

1. Se refiere al Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz de Cachi.

2. El Dr. Alberto J. Marcellino, antropólogo físico de la Universidad Nacional de Córdoba, estudió los restos humanos de Puente del Diablo y de Tastil.

3. La Prof. Eleonora Rabinowicz de Ferrer, estaba frente a la Secretaría de Cultura de Salta en 2008, cuando la Lic. Mónica de Lorenzi acepta el cargo como directora del Museo Arqueológico de Cachi.

4. Jorge Cabral es estudiante de Antropología de la Universidad Nacional de Salta. Entre 2007 y 2008 fue pasante del área de reserva del Museo de Cachi. Diego Lama se ocupa actualmente del cuidado del área de reserva del museo.

5. En el año 1972 el Museo Arqueológico de Cachi editó el primer número de Estudios Arqueológicos. A partir del siguiente número la revista pasó a llamarse Estudios de Arqueología, y las publicaciones se sucedieron de la siguiente manera: el N°2 en 1973; los N°3 y 4 en 1983 (edición conjunta); y el N°5 en 1992. El primer número de la nueva serie de la Revista ESTUDIOS ANTROPOLOGÍA. HISTORIA, del Museo Arqueológico “Pío Pablo Díaz” de Cachi se publicó en el año 2010. Actualmente se encuentra en edición el segundo número de la nueva serie.

6. Tero es un sitio arqueológico tardío que se encuentra en un barrio del actual pueblo de Cachi. En los años ´70 cuando avanzaba la construcción del barrio, el Director del Museo, P. P. Díaz, llevó adelante un rescate de gran envergadura. Un predio dentro del sitio fue cedido por el municipio para crear un museo de sitio “Parque Arqueológico El Tero”.

7. La exposición “Vida en la Piedra” es una muestra de material lítico correspondiente a diferentes contextos cronológicos y culturales (herramientas, utensilios, adornos corporales, esculturas y petroglifos). Tanto la sala “Vida en la Piedra” como la exposición “Aquí cerca y hace tiempo, piedra y metal” fueron parte de una muestra mayor del mismo nombre (“Aquí cerca y hace tiempo, piedra y metal”). La misma tuvo lugar en la sede de Pro Cultura Salta, en Salta Capital en el marco del XXXIVº Abril Cultural Salteño, en el año 2010.

8. El Museólogo Miguel Xamena fue director del Museo Arqueológico P.P. Díaz de Cachi en una gestión anterior. Actualmente se desempeña en el cargo de Coordinador General de Museos.

9. En Octubre 2011 se firmó un convenio entre la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta destinado a programas de asistencia y cooperación entre el Instituto Interdisciplinario de Tilcara (Jujuy) y el Museo Arqueológico Pio Pablo Díaz de Cachi, Salta. El convenio abarca el intercambio de docentes e investigadores con el propósito de desarrollar actividades de investigación y docencia de grado y posgrado, el dictado de conferencias, seminarios, cursos y talleres, así como también actividades de capacitación de técnicos y colaboración en la elaboración de publicaciones científicas y de divulgación.

10. Se utiliza la Ficha Única para Registro de Objetos Arqueológicos (INAPL – Secretaría de Cultura de la Nación – Ley Nacional 25.743).

11. Horacio Pagés Frascara (1962), artista plástico conocido por su Art Land, propuesta de arte efímero en las que el autor juega con espacios y materia “reales”, dentro de un paisaje típico.

1 Marisa Kergaravat es egresada de la carrera de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se encuentra investigando los espacios de reunión social tardíos del Valle Calchaquí Norte como parte de su proyecto de doctorado.

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RESCATE HUMORÍSTICO

por Marcelo Vítores

“TESITURA...”

“MAMUTUCIDIO...”

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Rescate humorístico... por Marcelo Vítores

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“DE LA CUNA AL TAMIZ...”

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“NO TODO LO QUE SE PICA ES PIEDRA...”

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Se terminó de imprimir endiciembre de 2012,

en Rolta (4865-7337),Ecuador 334, Buenos Aires.Cantidad de ejemplares: 40