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SUPLEMENTO ESPECIAL A un ao de la muerte de Nstor Kirchner
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Esta convocatoria para que una hable
de la muerte de alguien tan querido
la siento como muy funeraria y no
es mi intencin. No puedo hablar
de la muerte pensando en Nstor, es como
imposible. No puedo ni quiero hablar de la
muerte. Es imposible. Un ser tan vivo, tan
vital, tan increble que nos dio tanto. Un
hombre que cuando uno lo piensa parece
que piensa en un chico. Y tal vez mucho
tiempo cremos que l era as como muy ju-guetn. No s si le veamos esta fibra de po-
ltico. Esta fibra de hombre decidido. Cuan-
do estabas con l no podas hablar mucho ra-
to porque l era muy inquieto, y se levantaba
y se paraba; iba y vena.
Y si hablamos de la vida? Y si hablamos
del da en que naci? Yo quiero hablar de
eso. Seguramente cuando naci su pap y su
mam estaban felices. Despus el nio creci
y result un nio muy travieso. Un nio al
que le gustaba romper vidrios, segn l con-
taba, que se escapaba, que alguna vez rob
una gallina. Me encanta esa parte, sa es la
parte juguetona. Y despus ese nio creci y
se vino a estudiar a La Plata, a estudiar dere-
cho. Y a hacer una militancia intensa y acti-
va. Un poco lo haba hecho ya en su lugar y
despus creci mucho con los compaeros de
La Plata.Muchos de los compaeros de Nstor eran
compaeros de mis hijos. Mucha gente que
vena a mi casa, algunos parientes mos. Y
me da mucha emocin haber sentido que sin
saberlo en aquel momento estaba tan cerca.
Ahora, con el libro sobre Cristina de Sandra
Russo, me di cuenta que mis parientes eran
sus compaeros.
Y si hablamos de la juventud? De cuando
conoci a Cristina? Del amor que se empeza-
ron a dispensar los dos? De esa pareja que no
se soltaba? De esa chica tan bonita y este
hombre al que le decan pingino porque ve-
na del sur y tena la nariz grande? No sera
un pingino de verdad? Nos trajo esa forma
de caminar tan ligero, esa alegra. Los pingi-
nos estn siempre contentos, vieron? Uste-
des se fijaron que cuando caminan, caminan
contentos; cuando vuelan, vuelan contentos,
y no les cuento cuando se tiran al mar. Y
Nstor, un poco, cuando se tiraba desde el es-
cenario adonde estbamos nosotros, adonde
estaba el pueblo, se tiraba de cabeza, como
los pinginos cuando se tiran al mar. Por
qu no hablar de eso? Por qu no hablar de
la alegra inmensa que tena de vivir? Por
qu no hablar del amor inmenso que les tena
a sus hijos? A ese sur, a ese lugar de vientos
increbles. Porque l era ventoso, le encanta-
ba el viento, siempre con las ventanas abier-
tas. Extraaba el viento. Por qu no hablar
de eso? De la alegra increble con la que vi-
vi. Esa alegra que nos entreg junto con la
poltica. Y la alegra tiene que ver con el
amor, con el color, con el mar. Por qu no?Y poco a poco se fue poniendo ms enojado
por lo que pasaba. Tena mucha rabia con las
cosas que pasaban, pero no hablaba mucho.
Me deca Cristina que cuando l se enojaba
no hablaba, pero se pona colorado porque
tena un corazn demasiado grande. Tena la
ideologa o el sentimiento de la solidaridad.
Y tena algo muy importante, que era la
bronca contra la injusticia. Y esa bronca se le
iba amontonando en el pecho. Esa bronca
contra la injusticia. Porque l era un tipo di-
vertido, jodn. Eso era, tena todo eso, todas
cualidades de buen poltico. Honesto, simp-
tico, carioso, amoroso y jodn; siempre te-
na un chiste para hacerte.
Hablemos de la vida.
No recordemos esto con dolor, al contra-
rio, con alegra. Fue un hombre que vivi
con tanta intensidad que nos transmiti, so-bre todo a la juventud, estas ganas inmensas
de hacer poltica. No nos lo dio en cuenta-
gotas porque l estaba apurado por vivir. Nos
lo dio casi todo de golpe. Nos cost tragarlo,
masticarlo, porque nos lo dio as, de golpe.
Como una tormenta. Nstor es todo eso.
No quiero hablar en pasado. Nstor no se
fue. Nstor no se muri. Pero no porque
hay un cantito que lo dice. Porque nadie
que hace lo que hizo l puede abandonar a
su pueblo. Y no mueren de verdad porque
una los siente en todos lados. Cuando una
canta, a veces; hay que pensarlo en profun-
didad. Ustedes vieron cmo reza la gente
en la iglesia? Algunos rezan maquinalmen-
te, y otros rezan profundamente para pedir.
Bueno, cuando decimos Nstor no se mu-
ri, por favor, pensmoslo, que nos taladre
el cuerpo, que nos abra la cabeza. Nstor no
se muri, por eso no voy a hablar de su
muerte.
* Presidenta de la Asociacin
de Madres de Plaza de Mayo.
Por Hebe de Bonafini *
Y si hablamos de la vida?
Muchos de los compaeros de Nstor eran
compaeros de mis hijos. Mucha gente que vena
a mi casa, algunos parientes mos.Telam
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Por Estela Barnes de Carlotto *
El legado de los desaparecidos
El 27 de octubre de 2010, las
Abuelas lloramos la muerte
del ex presidente Nstor
Kirchner. A un ao de su
partida, si bien el dolor no se ha di-
sipado, supimos, una vez ms, trans-
formarlo en fortaleza para seguir lu-
chando.
Poco conocamos a Nstor cuando
accedi a la presidencia de la Na-
cin. Sin embargo, lentamente fui-mos descubriendo su compromiso y
voluntad por construir un pas ms
justo y soberano. Gratsima fue la
sorpresa cuando fuimos recibidas en
su despacho de la Casa Rosada y nos
encontramos con un hombre de ex-
trema sencillez, abierto a escuchar y
a resolver nuestros requerimientos
de larga data.
Prometi y cumpli. Fue l quien pi-
di perdn en nombre del Estado por
las atrocidades cometidas durante la l-
tima dictadura y as abri las puertas a
la verdad histrica: se anularon las le-yes de obediencia debida y punto final;
comenzaron los juicios a los genocidas
y sus cmplices; y cada lugar de encie-
rro, de tortura y de muerte se convirti
en un espacio de memoria.
Afortunadamente, Nstor no hizo
nada de esto solo, porque supo tejer
lazos, reconstruir el vnculo social, ge-
nerar puentes, dialogar, confiar, apos-
tar, exigir, dar, en fin, edificar un pro-
yecto colectivo y popular. Nstor lle-
g para hacer poltica, para militar,
como lo haca desde que estudiaba
Derecho en La Plata junto con su
compaera Cristina.
Este legado de compromiso, de so-
lidaridad, de lucha contra el indivi-
dualismo y de apuesta a lo pblico
es el que ha sembrado junto a nues-
tra querida Presidenta y es el que
hoy recogen cientos de jvenes mi-
litantes. El mismo legado que deja-
ron los 30 mil desaparecidos y miles
de detenidos y exiliados de la dicta-
dura.
Hace un ao decamos que deba-
mos acompaar a Cristina para seguirprofundizando las polticas iniciadas
para que todos y todas vivamos en un
pas ms justo. Hoy, luego de los con-
tundentes resultados que arrojaron las
elecciones nacionales, podemos decir
con felicidad que ms de la mitad de
los argentinos acompaa este proyec-
to de pas inclusivo con memoria, ver-
dad y justicia.
Sabemos que todava falta mucho y
Nstor ya no est. Pero es ineludible
la existencia de un movimiento polti-
co comprometido con este cambio so-
cial que continuar y esperamos sigaprofundizndose para cumplir con los
sueos de Nstor y el de sus compae-
ros, nuestros hijos.
* Presidenta de Abuelas
de Plaza de Mayo.
Telam
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Por Horacio Gonzlez *
Revelacin y acogimiento
Utilizo para escribir este artculo sobre
Nstor Carlos Kirchner el ttulo de
uno de los pocos, si no el nico, li-
bros argentinos de extraordinaria va-
la sobre teora esttica: el de Luis Juan Guerrero,
Revelacin y acogimiento de la obra de arte. Los me-
moriosos habrn de recordarlo. Considerada con
visin librrima, la idea de acogimiento puede ser
relacionada con el estilo personal de Kirchner. El
poltico que se presenta como una tabla porosa
capaz de impregnarse de todas las revelacionesdel ambiente y la poca. Podra confundirse este
rasgo de carcter con una tendencia a la indefini-
cin o a la componenda. Pero en Kirchner era
una disposicin de apertura al mundo, no slo
querer la justicia sino descubrir alguna vez el tem-
blor de lo justo en s mismo. No lo digo por ha-
berlo conocido personalmente, pues dos o tres ve-
ces habr tenido un dilogo con l, tan slo de
circunstancias. Lo digo porque evidenciaba en sus
actitudes estar esencialmente dispuesto a la situa-
cin de acogimiento, entendida como un estado
de disposicin permeable, expuesta a la justa no-
vedad. De ah su aspecto distrado, con algo de
olvidadizo, algo de traspapelado.No fue hombre de fijar cnones polticos,
aplicar eptomes o administrar breviarios. Rela-
tivista entonces? Quiz podramos guiarnos por
su frase: Mi verdad es relativa frente a la ver-
dad relativa de los dems. Pero tampoco. Es
cierto que rechazaba todo absolutismo en el jue-
go de opiniones. Sin embargo, haba algo ms
que no poda confundirse con un despreocupado
pragmatismo o un oportunismo con gracia. Era
su vocacin por gozar con la mltiple rareza de
las cosas, la realidad misma de resquebrajadura y
heterogeneidad de la que se compone el mundo.
No puedo decir esto ms que sobre la base de in-
tuiciones o conjeturas. Poco o nada haba escu-
chado hablar de l antes de 2003. No obstante,
creo que no haba abandonado la idea de una
carrera poltica convencional paso a paso, de
intendente a gobernador, lenguaje de internis-
mos, sabiduras ligadas al infinito sucederse de
las trifulcas aldeanas, cuando al mismo tiempo
se puso a vivir una circunstancia existencial to-
talmente despojada de la idea de constituirse en
el hombre del destino. Es de recordar que el
origen de esa frase provena de la identidad pol-
tica designada precisamente por la notoria per-
sona que le daba nombre.
Pero no haba destinacin en Kirchner. El c-
lebre hombre del destino, esa confianza profesio-
nal autoatribuida ante la tormentosa realidad del
pas, no habitaba su estilstica personal. Haba en
cambio accin de acogimiento. Actitud
abierta y receptiva, pero no la del profe-
sional del pluralismo, casi siempre temero-
so de que lo pesquen en un dictamen au-tocrtico, por lo que debe fingir que escu-
cha a todo el mundo con aire serfico,
mientras farfulla para s mismo que los minutos
del tiempo presidencial valen oro. No. El acogi-
miento era la voluntad de no hacer pasar nada
de ndole ideolgica, doctrinaria o encasilladora,
por encima del estado de indigencia prctica en
la que estaban las posibilidades de un colectivo
social concreto. De ah el permanente gnero de
la convocatoria. Al poltico le gusta hablar el
idioma de la convocatoria, hacerlas cuando sea
necesario desde artificios lingsticos ya consa-
grados, pero no siempre es fcil que aparezca unpoltico que viva ineluctablemente la encrucija-
da de no poder hacer otra cosa que una convoca-
toria. Convocar quieren todos, aunque es difcil
desprenderse de la idea del vengan hacia m,
de franca raigambre milenaria, por la cual se
convoca para sumar a lo que uno ya es.
En Kirchner, segn creo, no era as. Convoca
no para sumar (eso ocurrira como un posible re-
sultado) sino para fragmentarse, vulnerarse a s
mismo. Bastaba ver el tono de su oratoria desgoz-
nada, mezcla de fervorosas hilachas que evocaban
las gestas pasadas y de las obvias fraseologas del
poltico argentino que nunca surge de una sacris-
ta sino de la hornacina palmaria, en la que rei-nan los idiomas de las ciclpeas internas. Emana-
ban de Kirchner frases de las que llamaramos
para la historia y otras teidas de ostentacin
discutidora, al ras de la coyuntura, por ejemplo, la
rimbombante Qu te pasa, Clarn?. No haba
all un clculo de conveniencias, ni la aplicacin
de frmulas de posicionamiento. Pareca mejor
el procedimiento del apostador, personaje central
de las actitudes de acogimiento. En la apuesta,
ms que una conciencia fija que ve rodar ante s
una loca bolilla, hay un apostador que tiene su
conciencia en excntrico rodaje.
Entonces sumaba no porque fuera un convo-
cante profesional de lo diverso sino porque la di-versidad poda entrar en el interior de su con-
ciencia desgarrada. Es habitual escuchar al polti-
co decir esto suma, esto
no suma; pero Kirchner no
se propona agregar un esla-
bn adicional al piln que
pareca ya consolidado. Su-
maba porque no pretenda
ir de agregado en agregado,
de retazo en retazo, de ladri-
llo en ladrillo. Era un perso-
naje lo suficientemente
agonal para no hablar el
lenguaje de la acumulacin
poltica, que es la cartilla
mayormente en uso entre
nosotros, sino para vivir el
momento intenso all don-
de se corra peligro de per-
derlo todo, de que no hu-
biera suma, de que la acu-
mulacin misma saltara
por los aires.
Si no me equivoco,
Su vocacin por gozar con la
mltiple rareza de las cosas, la
realidad misma de
resquebrajadura y
heterogeneidad de la que se
compone el mundo.
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Kirchner entendi en algn punto de su itinerario
que su carrera no estaba referida a una frase que se
ha escuchado hasta el hartazgo en los cenculos
polticos: tal o cual lleg. No, la actitud del pol-
tico del acogimiento no es llegar luego de los con-
sabidos derechos de piso, del tragamiento de sapos,
de la gacha resignacin del sempiterno internista.
No digo que demasiado o mucho de eso no haya
pasado.
Pero en Kirchner el acogimiento era en el fon-
do una revelacin. Cosa laica, no asistida por pre-
figuradas destinaciones. Lo que se revela no es loque surge de un posicionamiento (se mide lo
que se dice) sino de una conciencia posicional de
lo poltico (se dice lo sin medida). Kirchner haba
llegado y lo haba hecho en medio de un acogi-
miento de los pedazos dispersos de revelaciones
antiguas que haba que revisar y reformular. No
haba reposicin sin revisin, resurgir de lo mis-
mo sin ser otro. Por eso haba llegado sin llegar,
haba mostrado quiz pueda comprenderse aho-
ra que, ms all de sus programas y palabras, to-
do lo que haba acogido su persona era finalmente
lo poltico como revelacin tenaz, la pedagoga de
lo que nunca se completa.
* Director de la Biblioteca Nacional.
Sumaba no porque fuera un
convocante profesional de lo
diverso sino porque la diversidad
poda entrar en el interior de su
conciencia desgarrada.
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Por Luis Bruschtein
A un paso del infierno
Antes de Kirchner haba una sociedad
que descrea de la poltica y de la
democracia. Kirchner recuper los
valores de la poltica como herra-
mienta de cambio y apuntal as las institucio-
nes. Antes de Kirchner miles de jvenes se mo-
vilizaban para expresar su desconfianza en lospolticos. Ahora miles de jvenes se movilizan
convocados por la figura de Kirchner.
Historia conocida en Argentina. Miles de jve-
nes en la calle en 2001 movilizados para protestar
contra la poltica. O sea, miles de jvenes reprimi-
dos y decenas de ellos asesinados. Otra vez una ge-
neracin empujada a la violencia. Una sociedad
que nuevamente empujaba a sus jvenes, a sus hi-jos, a la inmolacin. Ya pas una vez y se estaba al
borde de repetirlo, se era el borde del infierno.
Los que balconean, los que se limitan a merode-
ar por sus ombligos, nunca se dieron cuenta. Se
saltearon el 19-20 de diciembre, o los asesinatos
de Kosteki y Santilln. Dijeron los dos demonios,
o peor, que se haban matado entre ellos. Nunca
vieron, como no lo hicieron antes, en los 70, loque estaba pasando, sobre todo entre los jvenes.
Creyeron que se trataba de una discusin acad-
mica. De un debate sobre la violencia. Y se trata-
ba de la vida, un lugar que frecuentan poco. En la
vida, la sociedad argentina estaba encaminada
nuevamente hacia la violencia. En la vida, no se
lucha contra la violencia estando en contra de la
violencia como damas y caballeros de saln. Se
lucha contra la violencia abriendo posibilidades
de cambios en paz. No se trata de clamar contra la
violencia, sino de mostrar que la paz es fructfera y
puede ser justa.
La frustracin y la impotencia ante las injusti-
cias llevan a la violencia. Primero fueron los mi-
litares y despus las corporaciones. Los golpes de
Estado y los golpes de mercado. Fueron las corpo-
raciones que frustraron las expectativas cuando le
doblaron el brazo a Alfonsn, cuando corrompie-
ron el peronismo de Menem, cuando disuadieron
el progresismo de la Alianza. Una frustracin de-
trs de otra. Esa poltica, esos polticos, los inte-
lectuales que respaldaron a esos polticos, todos
ellos empujaban a la violencia. Clamaban contra
ella, pero contribuan a crear las condiciones para
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que prospere. No hubo intelectuales progresistas
para explicarles a los chicos que murieron el 19-
20 de diciembre que no tenan que ser violentos.
No haba que explicar nada, haba que ser progre-
sista de verdad y es probable que los chicos no
hubieran muerto.
Todo lo que dejaron de hacer los progresistasradicales, frepasistas y socialistas y los peronistas
menemistas desde 1983 hasta 2003, finalmente lo
hizo un flaco al que, encima lo vapulean los que
no hicieron lo que deban hacer. Y lo vapulean
por eso, por haber hecho lo que ellos no se ani-
maron. Estn ofendidos, en vez de agradecidos,
porque los puso en evidencia. Ese flaco sac al
pas de la violencia porque gener condiciones
para iniciar un proceso de cambios pacficos y en
democracia. Es quizs el aporte institucional ms
importante que se ha hecho desde el retorno a la
democracia.
Nadie est limpio, todos pasamos por la misma
historia, al igual que Kirchner. Y no importa si lo
que hizo estaba en su cabeza, formaba parte de su
programa, si lo hizo en forma espontnea, por re-velacin divina, por impulso o por carta. Lo ni-
co importante es que lo hizo y los dems no, y te-
nemos que estar contentos de que haya alguien
que haya podido abrir camino a la democracia
rompiendo los fantasmas intocables del neolibe-
ralismo y de las corporaciones que orientaron y
decidieron las polticas sociales y econmicas del
pas hasta el 2003 sin que nadie los hubiera ele-
gido. En democracia, los poderes fcticos, corpo-
rativos, tienen que estar subordinados a los pode-
res democrticos. Son los pueblos, los ciudada-
nos, los que deciden cmo quieren vivir.
Esa fue la lucha de Nstor Kirchner, un lucha-
dor poltico que nunca se la dio de San Martn, ni
de Pern, un flaco con esa pinta de pingino anti-
hroe que hizo todo lo opuesto al culto a la perso-nalidad y que discuta mano a mano con cualquie-
ra, aun siendo presidente. Cuando lo acusan de
caudillo estn diciendo pavadas. Los que odian
la violencia y las injusticias, los que aman la paz y
la vida en democracia, los progresistas de todos los
orgenes o los nacionales y populares o esas tres
cosas a la vez, y los argentinos en general, tienen
que estar agradecidos a Nstor Kirchner. Quizs,
alguna vez, todos se den cuenta.
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Por Ricardo Forster *
Aquellos das de octubre
Una pancarta hecha y sostenida por
manos inexpertas sintetiza, para m,lo caudaloso del legado de Nstor
Kirchner, la intensidad con la que
toc hondamente el alma de millones de argenti-
nos. En letras bien visibles y desprolijas se poda
leer: Los gitanos de Santa Cruz te recordaremos
por siempre, Lupo; fuerza Cristina. Ese puado de
familias gitanas que al costado del camino que lle-
va al cementerio de Ro Gallegos sostenan, en
medio del fro y del viento patagnico, ese cartel
de agradecimiento, se contrapona, dramtica y
decisivamente, a las nuevas formas del racismo y
la exclusin europeas. Mientras que, en Francia,
Sarkozy expulsa a los gitanos, en nuestro pas se
acoge con enorme generosidad, y gracias a una leyimpulsada por este gobierno, a los migrantes que
buscan habitar nuestro suelo. Los gitanos simboli-
zan, con su sufrimiento, a los pueblos humillados y
excluidos por los ricos del planeta, mientras que
en nuestro continente, tantas veces saqueado y
lastimado por esos mismos poderes, vemos de qumodo corren otros vientos que encontraron en
nuestro pas, y en el giro histrico que sig-
nific la llegada a la presidencia de Kirch-
ner en 2003, la fuerza de la hospitalidad.
Parece una ancdota menor, una nota de
color en medio de un acontecimiento estre-
mecedor que marca una inflexin en el de-
rrotero de la Argentina; y sin embargo, es
la metfora de una manera de concebir la
poltica y de imaginar los caminos de la re-
paracin de una sociedad fragmentada y
profundamente daada por dcadas de de-
gradacin y de concentracin en pocas ma-
nos del poder econmico. Kirchner, en to-
do caso, quebr, de modo inesperado, el
rumbo inercial de una sociedad devastada y
atrapada entre las redes de poderes impla-
cables e inclementes que fueron desmon-
tando, con siniestra prolijidad, tanto la rea-
lidad como la memoria de una poca ms
equitativa en la que los derechos tenan co-
mo eje al mundo de los trabajadores.
Kirchner como el nombre de una repara-
cin, como el santo y sea de un giro que
habilit la restitucin de derechos y de memoria,
pero tambin como el nombre de una refunda-cin de la poltica, sacndola del vaciamiento y
la desolacin de los 90. Y hacindolo de manera
transgresora, pero no al modo de la farandulesca,
banal y prostibularia transgresin del menemis-
mo sino quebrando el pacto ominoso de la clase
poltica con las corporaciones, tocando los resor-
tes del poder y haciendo saltar los goznes de insti-
tuciones carcomidas por la deslegitimacin.
Kirchner como el nombre de una inslita deman-
da de justicia en un pas atravesado por la lgica
del olvido y la impunidad.
Ese nombre tantas veces gritado y llorado en
esos das de octubre guardaba dentro suyo, y como
un ments histrico al fraude meditico, la verdadde lo negado, la verdad de aquello que quiso ser
ocultado, el gesto desenfadado de quien haba cre-
ado las condiciones, tal vez inimaginables aos
atrs, de una esencial reconstruccin no slo de la
economa sino, fundamentalmente, de la vida so-
cial, cultural y poltica envilecida por dcadas de
degradacin y asoladas por algunas marcas indele-
bles como lo fueron la dictadura, la desilusin de
Semana Santa y de las leyes de la impunidad, la
cada en abismo de la hiperinflacin, la frivolidad
destructiva del menemismo y la desesperacin
posterior a las jornadas de diciembre de 2001.
Cabalgando contra esa desolacin y viniendo
de una tierra lejana, cuyo nombre no deja de te-
ner resonancias mticas y fabulosas, un viejo mili-
tante de los 70, aggiornado a los cambios de una
poca poco dispuesta a recobrar espectros dormi-
dos, derram sobre una sociedad, primero azorada
y luego sacudida por un lenguaje que pareca defi-
nitivamente olvidado, un huracn de transforma-
ciones que no dejaron nada intocado y sin pertur-
bar. Un giro loco de la historia que emocion a
muchos y preocup, como haca mucho no ocu-
rra, a los poderes de siempre. Sin esperarlo, con la
Con l regresaron debates
que permanecan ausentes o
que haban sido vaciados
de contenido. Pudimos
redescubrir la cuestin social.
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impronta de la excepcionalidad, Nstor Kirchner
apareci en una escena nacional quebrada y sin hori-
zontes para reinventar la lengua poltica, para sacu-
dirla de su decadencia, reinstalndola como aquello
imprescindible a la hora de habilitar lo nuevo de un
tiempo ausente de novedades.
Kirchner, entonces y a contrapelo de los vientos
regresivos de la historia, como un giro de los tiem-
pos, como la trama de lo excepcional que vino aromper la lgica de la continuidad. Raras y hasta in-
slitas las pocas que ofrecen el espectculo de la
ruptura y de la mutacin; raros los tiempos signados
por la llegada imprevista de quien viene a quebrar la
inercia y a enloquecer a la propia historia, redefi-
niendo las formas de lo establecido y de lo aceptado.
Extraa la poca que muestra que las formas eternas
del poder sufren, tambin, la embestida de lo inespe-
rado, de aquello que abre una brecha en las filas ce-
rradas de lo inexorable que, en el giro del siglo pasa-
do, llevaba la impronta aparentemente irrebasable
del neoliberalismo.
Es ah, en esa encrucijada de la historia, en eso in-
slito que no poda suceder, donde se inscribe elnombre de Kirchner: un nombre de la dislocacin,
del enloquecimiento y de lo a deshora. De ah su ex-
traeza y hasta su insoportabilidad para los dueos
de las tierras y del capital que crean clausurado de
una vez y para siempre el tiempo de la reparacin so-
cial y de la disputa por la renta. Kirchner, de una
manera inopinada y rompiendo la inercia consensua-
lista, esa misma que haba servido para reproducir y
sostener los intereses corporativos, reintrodujo la po-
ltica entendida desde el paradigma, tambin olvida-
do, del litigio por la igualdad.
En el nombre de Kirchner se encierra el enigma de
la historia, esa loca emergencia de lo que pareca
clausurado, de aquello que remita a otros momentosque ya nada tenan que ver, eso nos decan incansa-
blemente, con nuestra contemporaneidad; un enig-
ma que nos ofrece la posibilidad de comprobar que
nada est escrito de una vez y para siempre y que, en
ocasiones que suelen ser inesperadas, surge lo que
viene a inaugurar otro tiempo de la historia. Kirch-
ner, su nombre, constituye esa reparacin y esa inau-
guracin de lo que pareca saldado en nuestro pas al
ofrecernos la oportunidad de rehacer viejas tradicio-
nes bajo las demandas de lo nuevo de la poca. Con
l regresaron debates que permanecan ausentes o
que haban sido vaciados de contenido. Pudimos re-
descubrir la cuestin social tan ninguneada e invisi-
bilizada en los 90; recogimos conceptos extraviadoso perdidos entre los libros guardados en los anaqueles
ms lejanos de nuestras bibliotecas; volvimos a ha-
blar de igualdad, de distribucin de la riqueza, del
papel del Estado, de Amrica latina, de justicia so-
cial, de capitalismo, de emancipacin y de pueblo,
abandonando los eufemismos y las frases formateadas
por los idelogos del mercado.
Casi sin darnos cuenta, y despus de escuchar azo-
rados el discurso del 25 de mayo de 2003, nos lanza-
mos de lleno a algo que ya no se detuvo y que atra-
viesa los grandes debates nacionales. El nombre de
Kirchner, su impronta informal y desacartonada de
discursos y prcticas, nos habilit para volver a soar
con un pas que habamos perdido en medio del des-
ierto de una poca caracterizada por las proclamas
del fin de la historia y la muerte de las ideologas, e
incluso de la poltica. Apertura de un tiempo capaz
de sacudir la inercia de la repeticin maldita, de esa
suerte de inexorabilidad sellada por el discurso de los
dominadores. Pero tambin un nombre para nom-
brar de nuevo a los invisibles, a los marginados, a los
humillados, a los ninguneados que, bajo sus banderas
multicolores y sus rostros y cuerpos diversos, se hicie-
ron presentes, en esos das inolvidables surcados de
tristeza y desafo, para despedir a quien abri lo que
pareca cerrado y clausurado. Los otros del sistema,
los pobres y excluidos, pero tambin los pueblos ori-
ginarios, los habitantes de la noche y los jvenes de
los suburbios, los migrantes latinoamericanos que se
encontraron con sus derechos y las minoras sexuales
que se adentraron en un territorio de la reparacin.
Todos, absolutamente todos, estuvieron para nom-
brarlo, para llorarlo, para agradecerle y para juramen-
tarse. Nadie utilizaba, en la plaza multitudinaria, re-
tricas polticamente correctas y todos se sintieron
identificados con la irreverencia de los putos pero-nistas, como si en ellos, en su delirio agradecido, es-
tuviera, una vez ms, el nombre de quien disloc el
curso de una historia de la infamia, el olvido, la des-
igualdad y la represin.
Extravagancias de una historia nacida de lo ines-
perado y que se desliz por una grieta mal cerrada del
muro de un pas desguazado; que lo hizo para inter-
pelarnos de un modo excepcional y que pareca pro-
venir de otros tiempos y de otros corazones, pero que
se manifestaba en la encrucijada de un presente que
pudo, gracias a su aparicin a deshora, desviarse de la
ruta de la intemperie y la desolacin para dirigirse,
con la intemperancia de lo inaudito, hacia la recons-
truccin y la reparacin de una sociedad descreda
que, por esos enigmas de la vida y de la historia, se
descubri de nuevo alborozada por antiguas y nuevas
militancias, de esas que entrelazaron lo anacrnico y
lo contemporneo, y que se derramaron de a miles,con su tristeza a cuestas, pero tambin con su deseo
de seguir y seguir, para despedir a ese flaco desproli-
jo, pcaro, entraable y decidido que nos cambi la
vida a todos. Extrao y maravilloso privilegio el de
aquel que recibe de ese modo el amor de los inconta-
bles de la historia; enigma de una vida vivida con la
fervorosa plenitud de los elegidos. Privilegio, el nues-
tro, de haber sido tocados por su mpetu.
El nombre de Kirchner convertido para miles y
miles de jvenes en Nstor, en una alquimia de pa-
dre y de compinche, en uno ms que se entramaba
con la emergencia, tambin inesperada y formidable,
de la participacin y de fervores desconocidos que
remitan a otra Argentina. Los jvenes supieron dequ va el nombre de Kirchner, descubrieron qu se
guardaba en ese flaco desgarbado que dej una marca
indeleble y que hizo descender sobre todos nosotros,
y al mismo tiempo, la tristeza infinita por su muerte
con la potencia y la energa de saber que todo est
all, junto a Cristina, para transformar la sociedad y
volverla ms justa, solidaria y festiva.
* Doctor en Filosofa y ensayista.
Con la impronta de la
excepcionalidad, Nstor
Kirchner apareci en una escena
quebrada y sin horizontes para
reinventar la lengua poltica.
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Por Mario Wainfeld
La pasin y la sed
JUEVES
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1
El cronista, remixando a Joan Manuel Se-
rrat, busc en el techo inspiracin para es-
cribir estas lneas. Evoc dilogos persona-
les y circunstancias pblicas. Y sonri. La
sonrisa no es periodsticamente correcta ni termi-
na de expresar sus razones, sus sentimientos, la pe-
na. De todas formas, el cronista sonri. Es que Ns-
tor Kirchner induca a la sonrisa, en el trato profe-
sional-poltico y en la escena pblica. Borges, para
explicar qu es un oxmoron, acu la expresin
graciosa torpeza. Aluda a una mujer, entre tant-simas diferencias del personaje con el ex presiden-
te. Pero, como Borges escriba muy bien, lo de gra-
ciosa torpeza pinta bien a Kirchner: jugando con
el bastn presidencial, llevndose por delante cual-
quier objeto fijo o abrazando a un interlocutor con
movimientos, ejem, heterodoxos. El hombre era
afectuoso, manejando su cuerpo lo mejor que poda.
Ya frente a la compu, el cronista repasa discusio-
nes sobre notas publicadas o sobre pareceres que se-
guramente seran escritos. Contra cierto sentido
comn profesional, no advierte nada cuestionable
en que un protagonista polemice con lo que se es-
cribe. Los periodistas cuestionamos, exigimos de-
signaciones o despidos de funcionarios, dictamina-mos. La controversia es vlida y no deja de ser un
halago que un presidente lea lo que uno escribe.
Debatir con un presidente, claro, es diferente de
hacerlo con cualquier otra persona: el poder y la in-
vestidura pesan... Kirchner no era inocente para
hacerlo sentir. Pero, a la vez, su ansia era conven-
cer, sumar. Y sus modos, no siempre mansos, termi-
naban en una chicana amigable o en uno de esos
saludos ya mentados. Por eso la sonrisa: el tipo era
entrador, a su manera. Desconfiado tambin: le to-
maba su tiempo sincerar emociones. La primera vez
que conmovi al cronista fue cuando mano a mano
le confi que jams haba visto ni imaginado po-
breza como la del norte argentino, que conoci encampaa. Vibraba, literalmente.
Esta nota aspira a eludir el enunciado de medidas
o movidas memorables o controvertidas, que se re-
pasan cotidianamente en este diario. En un plano
general, es imperativo resaltar su pasin por la pol-
tica, que en su devenir se transformaba en acciones.
Era un hombre de gobierno, lo animaba una pasin
ejecutiva. Su sed era reparar los daos causados por
la dictadura y por los desvaros econmicos de los
90. Acumulaba recursos de poder, muchos nos ba-
mos asombrando de cunto. A l le pareca siempre
poco: escasas las reservas en el Banco Central, insu-
ficiente su elevada imagen pblica, parciales los in-
dicadores del repunte de la economa y el empleo.
Lo enorgullecan, ojo: disparaba datos atropellada-
mente, los redondeaba con un eh?, no siempre
con rigor matemtico. Pero no saciaban la sed.
El cronista tuvo la desafiante suerte de reportear a
varios presidentes argentinos y a dos de pases herma-
nos. Con ninguno empatiz tanto como con Kirch-
ner. Hay razones de manual: la misma generacin, un
recorrido poltico (de distinto volumen ms vale)
bastante similar, el furor contra la dictadura, hasta la
fidelidad atvica con los mocasines. Pero la mayor
empata tributa a todo lo que puso patas arriba. Entre
otras cosas mucho ms relevantes, la hiptesis perso-
nal del cronista de haber quedado encasillado para
siempre en lucha de minoras, abarcando las ms no-
bles de la Argentina. De haber quedado confinado a
un sesgo opositor: dedicarse, con la frente alta y en
formidable compaa, a resistir a los gobiernos o a co-
lar en su agenda demandas o a ponerle lmites. Fue
pura sorpresa que luchas notables, amasadas en aos,
se convirtieran en realizaciones, acompaadas por
mayoras crecientes. Era una hiptesis desechada, ba-
rrida por la historia, a principios de este siglo.
Kirchner tambin replante la pertinencia del pe-ronismo como herramienta de cambio progresivo e
incluyente. Varios la habamos dado por terminada,
lo que no distaba de la experiencia vivida ni era
irrazonable. Sin abundar en un tema que da para un
libro y no para ochenta lneas, el hombre revitaliz
al peronismo, lo dot de sentido, lo cruz con otras
tradiciones. La cuestin no est resuelta ni zanjada,
pero esa discusin s que la reabri, jugando de lo-
cal: en el terreno de los hechos.
Un oxmoron, al menos, invent Kirchner: se de
la verdad relativa. No era el nico plato de su me-
n, pero exaltaba la idea. Una verdad relativa del
cronista es que Kirchner les movi el piso a todos
los que crean (creamos) que la mejor accin pol-
tica se realizaba desde afuera de la Casa Rosada, a
menudo en contra de sus inquilinos transitorios.
Cuando transform consignas y banderas avanzadaso reformistas en realidades, as fueran imperfectas,
el tipo nos alter las coordenadas. Algunos reaccio-
naron sumndose, otros como aliados crticos, otros
empacndose en negar hasta lo evidente, algunos
enojndose y encerrndose. Para el cronista y para
este diario es un blasn que reclamos o ideas fuerza
en las que empeamos aos de compromiso (en mi-
nora o hasta en soledad) se transformaran en pol-
ticas de un gobierno. La respuesta fue acompaar,
sin deponer la crtica ni las exigencias.
Uno respeta a ese gran presidente que se fue de-
masiado pronto. Tambin lo quiso, en una relacin
delimitada por el rol de cada cual y por la pasin
poltica, para nada exenta de broncas y reconoci-mientos. Lo aora un ao despus, como preanun-
ci el mismo da de su muerte. Por eso, cuando ter-
mina estas lneas imperfectas, uno ya no sonre: tie-
ne la carne de gallina.
Tlam
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JUEVES
27DEOCTUBREDE2011
JUEVES27DEOCTUBREDE2011
12
Por Edgardo Mocca *
Nstor, el poltico
En septiembre de 2008, Nstor Kirch-
ner particip, invitado por la Red de
Fundaciones Progresistas del Cono
Sur, en un foro de discusin poltica
entre lderes polticos e intelectuales de la re-
gin. Dijo entonces: Es uno de los problemas
que tiene que afrontar el progresismo en la re-
gin: si va a seguir optando por ser poltica-
mente correcto o va a tener la capacidad trans-
gresora de cambiar definitivamente las reglas
de juego (revista Umbrales de Amrica del Sur ,N 7, diciembre 2008-marzo 2009). Hablaba en
nombre de un gobierno, el de Cristina, que ve-
na de atravesar la dura experiencia de la resis-
tencia del empresariado agrcola que, articulada
por los grandes medios de comunicacin, aglu-
tin en contra del gobierno a vastos sectores de
las clases medias rurales y urbanas. Fue una re-
sistencia, debe decirse, que cont con un acti-
vo protagonismo de fuerzas polticas locales que
se reconocen parte del universo ideolgico del
progresismo regional.
La incorreccin poltica fue y sigue siendo
uno de los sellos distintivos de la experiencia
kirchnerista. Es una cuestin de estilo y de
convicciones. Pero lo ms interesante es el
cruce entre la ndole del personaje poltico y
la poca que le toca protagonizar. En ese senti-
do, algo que, como deca Borges, ciertamente
no se nombra con la palabra azar quiso que
ese personaje tuviera decisiva importancia enla vida de un pas que atravesaba por una ins-
tancia crtica, en la que su propia existencia
como comunidad poltica lleg a estar en cues-
tin. En tales circunstancias, la desmesura del
derrumbe habilita la exploracin de nuevas ru-
tas y la recuperacin de viejos lenguajes picos
que suelen ser prematuramente enviados al
museo de antigedades.
Nstor fue el hombre de esa poca. Asumi
la presidencia pocos meses despus de que Lu-
la lo hiciera en Brasil. Poco tiempo despus
Evo Morales ganara la presidencia de Bolivia;
gran parte de los gobiernos de los pases del
Cono Sur, entre ellos algunos de los ms in-
fluyentes, cambiaron en pocos aos el color
poltico de la regin. Tampoco aqu la palabra
azar alcanza a dar cuenta de esa sincrona.
Los partidos populares y de izquierda acceden
al gobierno, en la mayora de los casos, en el
contexto de la crisis del paradigma conocidocomo Consenso de Washington. Pero ya no
son, en todos los casos, las izquierdas de otras
pocas anteriores a las experiencias dictatoria-
les de los aos 70. Hay, en el interior, de es-
tas fuerzas, una discusin a veces larvada, a
veces explcita que concierne a su lugar en un
mundo y en una regin transformados por la
globalizacin, en el que se ha consolidado el
rgimen democrtico y permanecen vigentes
las condiciones que hacen a nuestra regin la
ms injusta socialmente del mundo.
Nstor Kirchner, en aquella reunin inicial-
mente referida, sugiri a sus interlocutores inte-
lectuales y polticos la necesidad de actuar con
mayor espritu transgresor. Estaba interviniendo
en una discusin central, la que define si los
partidos populares y de izquierda sostienen una
identidad crtica y transformadora frente al ca-
pitalismo global o se limitan a la expectativa de
conformar buenos gobiernos, respetando las
reglas de juego vigentes. La expresin cambio
de las reglas de juego, usada por el ex presiden-
te, tiene el valor de tocar el nervio ms sensi-
bles de cierto moderantismo republicano bas-
tante habitual en el pensamiento y la prctica
de lo que, con un poco de imprecisin, se llama
progresismo. Para los cultores del lenguaje de
la izquierda descafeinada, el llamado a cam-
biar las reglas institucionales despierta la pre-
vencin ante hipotticos desvaros populistas
capaces de hacer involucionar a lasgauches
criollas a los tiempos del vanguardismo milita-
rista y la desvalorizacin de las instituciones de
la democracia liberal. Pero la historia recienteilustra que el territorio de la democracia es fr-
til para las iniciativas transformadoras, a condi-
cin de que las fuerzas que las impulsan sepan
distinguir entre la plena vigencia de la libertad
poltica que nadie est cuestionando seriamen-
te desde esta tradicin y la aceptacin de
otras reglas de juego.
El monopolio comunicativo, la privatizacin
de la seguridad social convertida en mercado
cautivo de grandes grupos financieros, el respe-
to incondicional a los organismos internacio-
nales de crdito, la limitacin de derechos indi-
viduales por la presin de una jerarqua eclesis-
tica, entre muchas otras ominosas realidades
con las que hemos convivido los argentinos,
eran parte de la naturaleza de las cosas y condi-
cin esencial para el sostenimiento de la demo-
cracia. As pareca ser en la Argentina hasta2003: podan cambiar las tradiciones histricas
en cuyo nombre se ejerca el gobierno, pero los
pilares emblemticos del poder en la Argentina
no estaban en discusin.
Se les suele reprochar a Nstor y tambin a
Cristina que las ms importantes transformacio-
nes que pusieron en marcha no eran materia de
sus planes y plataformas previas. Que muchas
haban sido planteadas por otros dirigentes y
otros partidos. Que otras son hijas de las peripe-
cias propias del duro conflicto poltico atravesa-
do. Ese subjetivismo extremo fracasa en el an-
lisis de cualquier proceso histrico que quera-
mos pensar. En realidad las impugnaciones tie-
nen como blanco ni ms ni menos que a la pol-
tica. Los cambios sociales pueden inspirarse en
buenas o malas doctrinas, en buenos o malos
antecedentes, pero son siempre fruto de una vo-
luntad y de una capacidad para ejercer, conser-
var y reproducir el poder que es el terreno espe-
cfico de la poltica. Al margen de los conflictos
reales, se pueden invocar valores y criticar pro-
cedimientos, pero se corre el riesgo de estar
siempre a favor de las causas justas y casi nunca
dispuesto a satisfacer las demandas del poder
poltico necesario para alcanzarlas. Nstor
Kirchner fue, ante todo, un poltico.
* Politlogo.
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La incorreccin poltica fue y
sigue siendo uno de los sellos
distintivos de la experiencia
kirchnerista.
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Por Martn Granovsky
La trastienda de la mediacin entre Santos y Chvez
Yo no vine ac de pelotudoL
a mediacin entre Colombia y Vene-
zuela no fue un paseo. En agosto de
2010, los dos pases estuvieron a pun-
to de entrar en guerra y Nstor
Kirchner pareca tener la nocin de que haba
que ir con cuidado pero no dilatar la solucin.
A m no me van a tomar por pelotudo, dijo
una tarde en Bogot. Pasado el 7 de agosto, da
del traspaso de mando, Alvaro Uribe no era ya
el presidente de Colombia. Haba asumido el
ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos,con quien Kirchner se haba entendido muy
bien de movida a pesar de las diferencias ideo-
lgicas. Ambos se tuvieron confianza, se creye-
ron uno al otro y se pusieron a trabajar. Con
Hugo Chvez la relacin era ms vieja. Pero en
una negociacin internacional cuentan no solo
las relaciones sino los tiempos de cada uno, las
percepciones, los clculos.
Kirchner, como secretario general de la
Unin Suramericana de Naciones, ya haba
conversado con Santos en Buenos Aires, con
Uribe en Bogot, con Chvez en Caracas y otra
vez con Santos en Bogot. Fueron negociacio-
nes frenticas y contrarreloj. Kirchner dio orden
de apurar el paso a sus dos colaboradores, Rafael
Follonier y Juan Manuel Abal Medina. El do-
mingo 8 la delegacin mediadora consigui un
primer objetivo: Chvez y Santos se reuniran el
10 en Santa Marta. No era cualquier sitio sinoun santuario laico. All, en el Caribe colombia-
no, muri Simn Bolvar, a quien Venezuela y
Colombia veneran como Libertador.
Pero hubo un instante en que la marcha se hi-
zo ms lenta. No estaba claro qu ocurrira exac-
tamente en Santa Marta. Poda ser que los presi-
dentes solo se comprometieran a reanudar rela-
ciones en el futuro. Y al mismo tiempo empeza-
ban a aparecer dudas formales pero capaces de
embarullar la declaracin y arruinar todo el es-
fuerzo. Cmo nombrar a la guerrilla? De qu
manera poner en palabras la necesidad de una
negociacin en la frontera? Cules seran los
trminos exactos que no irritaran a nadie pero al
mismo tiempo dejaran constancia de los com-
promisos?
Todo se precipit ese domingo 8 en que
Kirchner dijo que no lo iban a tomar por pelo-
tudo. Sigui con otra frase: Yo no vine ac depelotudo. La primera fue una catarsis. En voz
alta y con testigos, pero como si hablara para s
mismo. La segunda frase, en cambio, fue un
mensaje poltico transmitido con esa nitidez a
colombianos y venezolanos por si acaso. Por si
alguno tuviese dudas del objetivo. Despus de
la palabra pelotudo vena una jugada fuerte.
O los presidentes anunciaban en Santa Marta
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la reanudacin de relaciones diplomticas, y
no simples conversaciones, o la mediacin se
terminaba all mismo.
Lula, todava presidente de Brasil, estaba al
tanto del ritmo de la negociacin y la acompa-
aba haciendo llamados. Kirchner, como siem-
pre, tambin hablaba a cada rato con Cristina.
La mantena al tanto y la escuchaba. Un ida y
vuelta permanente que no se daba solo en losviajes sino cada vez que no estaban juntos. In-
cluso en el saln VIP de un hotel de Bogot
Kirchner poda mirar un partido de ftbol (si
era Racing, mejor; pero si no tambin) y ha-
blar ininterrumpidamente por los telfonos
que le iba acercando Juan Alarcn, Tat, su
secretario de entonces. Poda llamar a Cristina
o a Lula, pero tambin a un intendente del co-
nurbano, a un dirigente de Santa Cruz o a un
amigo para cargarlo.
El 10 por la maana, el pequeo aeropuerto
de Santa Marta estaba convulsionado. La ciu-
dad ms antigua de Colombia festejaba el bi-
centenario de su emancipacin y reciba a dosex presidentes y al secretario de Unasur. Pri-
mero aterriz el jet de Nicols Maduro, el can-
ciller venezolano, que haba salido de Bogot.
Despus lleg Chvez. Tercero Santos. Y al fi-
nal Kirchner. No se pueden quejar, se ri la
flamante canciller colombiana, Mara Angela
Holgun. Ustedes son como Maradona: siem-
pre se hacen notar.
El almuerzo de Chvez, Santos y Kirchner se
sirvi en la quinta San Pedro Alejandrino, don-
de muri Bolvar el 17 de diciembre de 1830.
Dur cuatro horas y no hubo una sola pelea.
El documento final anunciaba el restableci-
miento de las relaciones diplomticas. Tam-bin prometa un dilogo transparente, direc-
to, respetuoso y privilegiando la va diplomti-
ca, que buscara garantizar la permanencia y
estabilidad de la relacin bilateral. Ambos
pases avanzaran en la integracin sobre todo
de las zonas y comunidades fronterizas, donde
acordaron impulsar programas conjuntos en
materia social y econmica. Pondran en fun-
cionamiento cinco comisiones de trabajo. Una
sobre deuda e impulso de las relaciones comer-
ciales. Otra sobre complementacin econmi-
ca. Una tercera, para planes de trabajo e in-
versin social en la zona de frontera. La cuarta
para el desarrollo conjunto de obras de in-fraestructura. La quinta, para seguridad.
El captulo llamado Mecanismo de Coopera-
cin qued redactado sin rispideces, pero tena
su miga. El Mecanismo deba asegurar un tipo
de abordaje sobre las problemticas de fronte-
ra en materia social, econmica y de seguridad,
que entre otros fines, busque prevenir la pre-
sencia o accin de grupos alzados al margen de
la ley. En la frmula caban las Fuerzas Arma-
das Revolucionarias de Colombia y el Ejrcito
de Liberacin Nacional, pero tambin los pa-
ramilitares colombianos.
Despus, Chvez y Santos hicieron el anun-
cio en el mausoleo de Bolvar. El calor hmedo
era insoportable. Kirchner, baado en sudor
como el resto, no habl en la ceremonia. Son-
rea. Pareca un tipo satisfecho. El ltimo p-
rrafo del acuerdo dejaba constancia de que el
Mecanismo sera acompaado por la Secreta-
ra General de Unasur.
Tuvimos mucho cuidado de la privacidad en
una situacin difcil como sta dijo despus.
Estos no son temas para banalidades y requie-
ren mucha madurez no slo para enfrentar la
crisis entre dos pases, sino para crear las condi-
ciones que impidan cualquier otra situacin
igual en la regin. Hay que preservar lo que
avanzamos. La Argentina y Uruguay acaban de
llegar a un acuerdo importante, y ahora Vene-
zuela y Colombia. Recordemos que antes, para
resolver nuestros problemas de frontera con
Chile, hasta tuvimos que recurrir al Vaticano.Ya era de noche en Santa Marta. La comiti-
va de Unasur march veloz hasta el hotel don-
de esperaban las valijas. Kirchner tena reser-
vado un apart con una mesa en el centro. Ha-
ba frutas y, cerca, una picada. El triunfo crea-
ba un clima relajado en el que cada uno se
mova como si fuera un cuarto alquilado entre
amigos que comienzan unas vacaciones juntos.Cada uno busc algo de tomar mientras Kirch-
ner se daba una ducha rpida. Luego de cinco
minutos apareci rozagante y con una enorme
sonrisa. Cuando algo le sala bien despus de
haber jugado fuerte, contaba la historia como
si nunca hubiera tenido dudas acerca del final.
Te dije que iban a negociar hoy mismo, eh?
desafiaba. Viste?, repeta desmenuzando
con los dedos una galletita hasta hacerla pol-
vo. Che, te dije, eh?
Ya est el avin?, le pregunt de golpe a
Tat. Vamos, dejen de boludear!
Y se fue feliz, como una tromba.
O los presidentes anunciaban
en Santa Marta la reanudacin
de relaciones diplomticas,
y no simples conversaciones,o la mediacin se
terminaba all mismo.
Tlam
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Por Washington Uranga
Sorpresa y pasin
Se fue casi de la misma manera que lle-
g: imprevistamente y luchando. Du-
rante su gestin de gobierno, Nstor
Kirchner hizo de la sorpresa una de
sus armas preferidas. Nadie (a veces ni siquiera
sus colaboradores ms cercanos) conoca con
anticipacin las medidas ms trascendentes
que adopt durante sus aos al frente del go-
bierno. Como lo demostr en el 2009, redobl
la lucha en la adversidad. Ambas caractersti-
cas de un estilo compartido con Cristina Fer-nndez. Su muerte, su partida sin preanuncios
y abocado en plenitud a la batalla poltica, tu-
vo el mismo sello que su vida como poltico y
gobernante.
Goz de aciertos y errores. Ms de los prime-
ros, sin duda. Los resultados estn a la vista.
Pero ms all de esa evaluacin, lo que sedujo
(y hoy sigue marcando a tantos jvenes a los
que rescat para la poltica) es la pasin que le
puso a todo lo que haca. Nstor Kirchner fue
un apasionado de la poltica, le entreg su vi-
da convencido de que ese era su mejor y ms
radical aporte y hoy constituye gran parte de
su legado. Aun cuando la pasin haya sido
tambin la razn de algunas de sus equivoca-ciones. Pero est claro que todo lo que encar
lo hizo convencido y comprometido, sin dejar
transparentar incertidumbre aunque uno pue-
da sospechar que tambin los miedos y la falta
de certezas lo acecharon en ms de una oca-
sin. Los que estaban en torno a l percibieron
en su accionar la sensacin de una personasiempre convencida de los pasos a dar.
En medio de un escenario poltico na-
cional atravesado por la mediocridad,
las improvisaciones y los clculos, Ns-
tor Kirchner le aport a la vida poltica
una cuota de compromiso, de pasin
(tambin de riesgo) poco habitual en
los tiempos que lo precedieron. Y de es-
ta manera cautiv a muchos y a muchas.
Rescat en el mejor sentido algo
esencial de aquel espritu setentista
que hoy algunos intentan presentar co-
mo una mancha o como un pecado. La
pasin es una caracterstica juvenil que
no est siempre atada a las hojas del al-
manaque. Por eso Kirchner sintoniz
con los jvenes. Es muy probable que
sa sea tambin la fuente de muchas de
sus enemistades. Porque sobre la pasin
tambin emerga un espritu confronta-
tivo incmodo para sus adversarios pol-
ticos, a los que no sola dar tregua. Por
la constancia y persistencia en las ideas
de las que estaba convencido, pero tam-
bin porque utilizaba la sorpresa como un ar-
ma permanente de la lucha poltica. Para anti-
cipar o para descolocar. Y ahora con qu se
saldr Nstor?, fue la pregunta emergente en
ms de una reunin de opositores de distintos
colores y banderas.
Sorpresa y pasin son parte integral de una
herencia respecto de la forma de hacer y en-
tender la poltica. Con Nstor Kirchner la po-
ltica dej de lado el aburrimiento. Acaso por-
que no daba lugar a las medias tintas: de un la-do o del otro. Puede ser esta una caracterstica
negativa y de hecho este ha sido el motivo
principal de algunos enfrentamientos que pu-
dieron evitarse. Pero era parte de su esencia,
de su personalidad. Nadie ni nada lo habra
modificado. La condicin de luchador a veces
confundida con la de peleador fue parte esen-
cial de su constitucin como hombre poltico.
Por eso tambin sola perder la calma cuando
algn astuto adversario le rehua la pelea, le
cambiaba el escenario, evitaba el roce. Nstor
necesitaba de la adrenalina propia del fragor
de la lucha. Era as. Otro adjetivo que le cabe
es el de audaz. Durante su mandato tom deci-
siones riesgosas y durante el gobierno de Cris-tina apoy otras del mismo tenor, tales como
renacionalizar el sistema jubilatorio, cancelar
la deuda con el FMI, la asignacin universal o
enfrentar al oligopolio meditico ms poderoso
del pas a travs de la ley de SCA y el Ftbol
para Todos. Ms de un comentarista adjetiv
salto al vaco para cada una de estas iniciati-
vas y predijo su cada como inevitable conse-
cuencia de stas y otras determinaciones. Los
resultados tambin estn a la vista.
Con sorpresa, pasin y audacia, Nstor
Kirchner le aport a la poltica argentina una
mirada puesta en la eficacia de la gestin y en
el compromiso con una forma de entender la
historia. Lejos de la perfeccin, lo suyo sirvi
para oxigenar el mundo de la poltica despus
del que se vayan todos, para motivar a pro-
pios y extraos, para que todos nos animse-
mos a hacernos otras preguntas y salir de la re-
trica vaca, para alentar a los suyos y para
desafiar a los adversarios. Junto a los amores y
las veneraciones gener, tambin e inevitable-
mente, enconos y odios. As fue Nstor Kirch-
ner. Por cierto, a nadie dej indiferente.
Rescat algo esencial de
aquel espritu setentista quealgunos intentan presentar
hoy como una mancha o
como un pecado.
Con Nstor Kirchner la
poltica dej de lado elaburrimiento. Acaso porque
no daba lugar a las medias
tintas.Carolina Camps
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Por Eduardo Jozami *
Esa maana de julio
JUEVES
27DEOCTUBRE
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La maana invernal del mes de julio no pare-
ca propicia para reunirse al aire libre. Sin
embargo, no ramos pocos los integrantes de
Carta Abierta cobijados bajo un menguado
sol en el Parque Lezama. Seis das despus de las elec-
ciones, an no se haba asimilado el resultado, injusto
para algunos, inexplicable para otros, atribuido tanto
al poder de los medios y a la multimillonaria campa-
a de De Narvez como a ciertas limitaciones de
nuestra propia poltica. En los corrillos se escuchaban
reflexiones pesimistas: Sin mayora en el Congreso,olvidate de la ley de medios, ahora el gobierno ten-
dr que negociar.
Ese da se deben haber escuchado algunos discursos
importantes aunque, seguramente por la depresin
reinante, no recuerdo ninguno, ni siquiera el que pro-
bablemente haya pronunciado yo. Hasta que lleg
Nstor Kirchner. Nos conmovi su presencia en la
asamblea: visitar Carta Abierta no era precisamente
un paso para acercarse a los grandes intereses con los
cuales segn algunos no tendra ms remedio que
pactar. Fue un discurso corto, reconociendo el mal
momento, pero afirm que la nica respuesta era se-
guir avanzando, profundizar el camino. No importa
cuntos lo creyeron entonces, s importa que efecti-
vamente eso es lo que ocurri. En menos de un ao,
respondiendo al aguijn de la derrota, el gobierno
sancion muchas de las medidas ms significativas de
todo el proceso kirchnerista.
Cmo no recordarlo en la gozosa noche del triunfo,
cuando quedaron en el pasado no en la historia tan-
tos de sus principales cuestionadores: la pitonisa cada
vez ms incomprendida, el caudillo de Lomas de Za-
mora que ha fracasado definitivamente en su propsito
de ser considerado un estadista. El, por el contrario, es-
t ms presente que nunca. No porque se extrae su
presencia en un gobierno cubierto por una Presidenta
notable en tantos sentidos sino porque como seal
la misma Cristina en su discurso despus de la victo-
ria fue l quien se puso al frente de la recuperacin,
negando la posibilidad de una derrota.
En ese momento, Nstor Kirchner sigui refutando
los apotegmas que sustentaban el sentido comn ele-
mental que signaba la poltica argentina. De las crisis
se sale por la derecha, decan con resignacin los mis-
mos que haban aceptado como natural que un presi-
dente dejara sus convicciones en la puerta de la Casa de
Gobierno. Nstor Kirchner no crey ninguna de las dos
cosas y por eso su muy significativa contribucin. A diezaos del estallido que en 2001 denunci la crisis de to-
das las representaciones, el kirchnerismo sigue avanzan-
do en la construccin de un sistema poltico democrti-
co y participativo. El primer paso necesario era el que
dio Nstor: mostrar para qu poda servir la poltica.
El entusiasmo por la victoria, el cario con que re-
cordamos al presidente de los derechos humanos, qui-
z lleve, en estos das, a que todos nuestros escritos y
declaraciones adopten un tono apologtico. Defensor
de la perspectiva crtica para el anlisis como de la
actitud militante en la poltica, quien esto escribe no
est dispuesto a avergonzarse por una exaltacin tan
sincera. Seguramente an hay muchas cosas que co-
rregir para seguir ampliando y organizando el torrente
kirchnerista, pero ya no caben dudas de que la histo-
ria de los argentinos dir que un hombre y una mujer,a comienzos del siglo XXI, nos mostraron un camino
que la mayora de los argentinos no queremos dejar
de recorrer.
* Director del Centro Cultural Haroldo Conti.
Afirm que la nica respuesta era
seguir avanzando. No importa
cuntos lo creyeron entonces, s
importa que eso es lo que ocurri.
Tlam
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JUEVES
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Por Sandra Russo
Los de 17
Cuando Nstor era un adolescente y
cursaba el ltimo ao del secunda-
rio en el colegio Repblica de Gua-
temala, en Ro Gallegos, gobernaba
el dictador Juan Carlos Ongana. Lleg enton-
ces una circular del Ministerio de Educacin
que impona nuevos requisitos a los directores
de colegios. Las exigencias estudios secunda-
rios con orientacin pedaggica dejaban fuera
de juego a la querida rectora del colegio, AnitaFlores de Lpez.
Fue as que, a los 17 aos, Nstor obtuvo su
primera presidencia. Fue la del centro de estu-
diantes del colegio Repblica de Guatemala.
Fue creado a instancias de un grupo de estudian-
tes, entre ellos Nstor Kirchner y Pepe Salvini,
que queran hacer algo para mantener en supuesto a Anita Flores de Lpez.
Fue as desde el principio. Antes de irse a es-
tudiar a La Plata, antes de que la efervescencia
de los 70 lo sumergiera en la militancia de la
FURN (Federacin Universitaria de la Revolu-
cin Nacional). Lo que aquel grupo de
estudiantes santacruceos hizo final-
mente para salvar a su rectora fue polti-
ca. El centro de estudiantes se organiz
rpidamente, y la estrategia fue sacar el
conflicto del colegio, involucrar a los
vecinos, que eran sus padres, y peticio-
nar. Era 1968. Ongana se dio una vuel-
ta por all para inaugurar la nueva pistadel aeropuerto. Los estudiantes aprove-
charon esa oportunidad.
Redactaron dos cartas, de las que toda-
va estn las copias, una dirigida a Onga-
na y otra a su mujer. Esa fue otra buena
idea: darle entidad a la esposa de un dic-
tador. Apelar a su sensibilidad de mujer
para hacerle saber lo mucho que se haba
hecho querer por sus alumnos otra mujer,
Anita Flores de Lpez.
Fueron cientos al aeropuerto a recibir a
Ongana y entregaron las cartas al ede-
cn, que no los dej llegar ms cerca.
Despus se retiraron tal como haban lle-
gado: en fila india y en silencio absoluto.
Pocos das despus lleg la confirmacin
de que no habra cambio de autoridades
en el colegio Repblica de Guatemala.
Desde los 17, entonces, fue que Ns-
tor arranc su militancia, igual que tan-
tos de 17 de hoy. El domingo, en la Pla-
za, muy tarde, slo quedaban los ms j-
venes, que entrada la madrugada se-
guan siendo varios centenares. Bailaban
alrededor de la Pirmide. Era algo extrao y fa-
buloso aquello. Festejaban una victoria que losincluye. Este es otro tipo de inclusin sobre el
que se habla poco. La inclusin en la lucha,
pero tambin en la victoria, la inclusin en la
iniciativa y en la movilizacin, la inclusin en
agrupaciones que estn su vez incluidas en un
proyecto de un pas que se propone incluir ca-
da vez ms.
Con algunos amigos mirbamos ese espectcu-
lo de adolescentes ardorosos, casi todos ellos del
conurbano o de barrios perifricos de la Capital.
Andaban enredados en sus banderas, gritando
sus cantos, bailando sus canciones, abrazndose y
reconocindose. Los que tenemos edad de ser pa-
dres de esos chicos, o los miramos con la misma
ternura con la que miramos a nuestros propios
hijos, sentimos por Nstor una enorme gratitud.
Esa es una extraordinaria yapa que nos dej, un
hilo de oro que se tensa entre generaciones y nos
permite a padres y a hijos hablar un mismo idio-
ma y compartir emociones e ideas. Eso es polti-
ca, pero la traspasa, porque se cuela en la intimi-
dad de los hogares, se filtra en los sentimientos
amorosos y forma parte de las capas ms ntimas
de nuestras vidas. Esa es otra de las razones por
las que Nstor nos sigue haciendo felices.
A los 17 aos, Nstor obtuvo
su primera presidencia. Fue la
del centro de estudiantes del
colegio Repblica de
Guatemala.
Fue as desde el principio.Antes de irse a estudiar a La
Plata, antes de que la
efervescencia de los 70 lo
sumergiera en la militancia
de la FURN.
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Por Damin Loreti *
En la historia de los pueblos
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Menos de un mes despus de la asuncin
de Nstor Kirchner, el 18 de junio de
2003, el Senado sancion la ley
25.750, de Preservacin de Bienes y
Patrimonios Culturales, que haba sido promovida
desde el Ejecutivo y obtuvo aprobacin en Diputa-
dos durante el interinato de Eduardo Duhalde. Julio
Ramos, dueo y director deAmbito Financiero, fue
quien rebautiz la nueva regulacin como Ley Cla-
rn. La norma fija, entre otras cosas, un tope del 30
por ciento para la participacin del capital extranje-ro en las empresas de medios locales. Con su entrada
en vigencia, tanto Clarn como el resto de los multi-
medios locales que se haban endeudado durante la
convertibilidad para financiar su expansin a mlti-
ples mercados, quedaron a salvo de ser absorbidos
por sus acreedores extranjeros. El nuevo presidente,
que haba llegado al poder con el 22 por ciento de
los votos, encontraba en el mbito de las polticas de
comunicacin como en muchos otros un primer
condicionamiento impuesto por los poderes fcticos.
En rigor de verdad, las corporaciones pretendieron
marcar la agenda desde que Kirchner dio su primer
discurso como presidente electo, el 14 de mayo de
2003. Al da siguiente, Jos Claudio Escribano publi-c en La Nacin su ya clebre columna en la que sos-
tena que la Argentina haba decidido darse gobier-
no por un ao y apostrofaba al mandatario electo
porque se permiti la temeridad de sembrar dudas
sobre cul ser el tono de su relacin con el empresa-
riado y con las Fuerzas Armadas. Tener esto en
cuenta permite entender las caractersticas del actuar
de Kirchner con algunos medios de comunicacin.
El Qu te pasa, Clarn? y su denuncia pblica de
las presiones de los multimedios para seguir recibien-
do lo que antes reciban y tambin para quedarse
con ms, son slo dos ejemplos. Si quisiramos otros
casos, tendramos las desgravaciones millonarias
otorgadas por el Comfer desde la recuperacin de lademocracia y suspendidas en 2003.
Tambin hubo frases dursimas para titulares de
medios y para periodistas. Aun as, Kirchner siempre
tuvo clara la diferencia entre ambos actores de la
profesin. Sus permanentes referencias a la falta de
autonoma de los periodistas respecto de sus emplea-
dores instalaron en la agenda pblica la necesidad de
introducir un mecanismo de clusula de conciencia,
cuya instrumentacin se debate hoy en el Congreso.
Algo similar ocurri desde su llegada a la presiden-
cia con la decisin de no accionar penalmente con-
tra periodistas, que hizo extensiva a todos los miem-
bros de su gobierno. Pocos aos ms tarde, a raz del
fallo de la Corte Interamericana en el caso del perio-
dista Eduardo Kimel, CFK impulsara la ley que des-
penaliz las calumnias e injurias para expresiones re-
feridas a temas de inters pblico.
A lo largo de su mandato, Kirchner puso de mani-
fiesto e hizo pblica la presin de los poderes fcticos
y la resistencia que esos mismos actores ofrecan
frente a cualquier tipo de medida destinada a fortale-
cer el rol del Estado como garante de los derechos de
todos los ciudadanos. Slo en el contexto de ese giro
copernicano que implic la recuperacin de la polti-
ca como herramienta central para alcanzar una so-ciedad ms justa e igualitaria es posible entender el
proceso que condujo a la sancin de la Ley de Servi-
cios de Comunicacin Audiovisual. En diversos fo-
ros locales y extranjeros se describe el surgimiento de
la nueva ley en el contexto de la polarizacin emer-
gente del conflicto con las patronales agropecuarias
en 2008. El dato es innegable, pero harto insuficien-
te. Existen evidencias que demuestran que este tipo
de iniciativas formaba parte del ADN poltico de
Nstor y Cristina.
Esto es pblico y notorio, no solo para quienes to-
mamos parte del proceso de elaboracin de la nueva
ley sino tambin y sobre todo para sus ms enrgi-
cos detractores. El 5 de octubre de 2007, en una notareferida a la plataforma electoral de CFK, el diario La
Nacin la acusaba de copiar y pegar el programa de
gobierno presentado por su marido en 2003. El artcu-
lo sostena que a pesar de los borradores que duermen
en algn cajn, otra deuda de 2003 es la sancin de
una nueva ley de radiodifusin, que suplante la
22.285, promulgada durante la ltima dictadura mili-
tar y que slo ha sufrido modificaciones parciales. Se-
gua el texto en tono de periodismo crtico: Tal vez
Cristina Kirchner lo pueda hacer, ya que tambin fi-
gura en su plataforma. El cronista no poda siquiera
imaginar que dos aos despus se sancionara la nuevaLey de Servicios de Comunicacin Audiovisual con
una movilizacin de tal magnitud. Pero haba quienes
s lo imaginaban. Fundamentalmente los candidatos
del Frente para la Victoria a la presidencia, quienes
como queda visto antes de la realizacin de las elec-
ciones de 2003 y 2007 haban incorporado en las pro-
puestas de gobierno presentadas ante la Justicia elec-
toral el siguiente objetivo: Estmulo al desarrollo de
la cultura. Intangibilidad de los fondos para el desarro-
llo de las artes. Nueva ley de radiodifusin.
Como en aquel video que lo muestra exigiendo
juicio y castigo a los responsables del terrorismo de
Estado en una unidad bsica perdida en la estepa
santacrucea en 1983, Kirchner confiaba en la de-mocracia y en el poder transformador de la prctica
poltica para revertir el legado de inequidad de las
ltimas tres dcadas.
En Historia del Peronismo, Eva Pern diferencia la
historia de los pueblos de la de los hombres. En el
caso de Nstor Kirchner alcanza con recordar, por
ejemplo, el Procedan previo a la bajada del cuadro
de Videla, la reapertura de los juicios por crmenes
de lesa humanidad, la renovacin de la Corte Supre-
ma, o la intervencin como secretario general de la
Unasur en el conflicto Venezuela-Colombia, para te-
ner claro que su nombre ya forma parte de la historia
de los pueblos.
* Doctor en Ciencias de la Informacin.
CFK impulsara la ley que
despenaliz las calumnias e
injurias para expresiones referidas
a temas de inters pblico.
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PorJuan Sasturain
Lpin, The Penguin, Salvo & Co.
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No es infrecuente que un hombre pblico tenga un apodo permanente
o apenas circunstancial, generado por la comparacin en la aparien-
cia, e incluso en algn dato ms sutil con algn personaje de los me-
dios masivos tan pblico como l, o ms. No suele ser una referencia
elogiosa. Sin bajarnos de la Primera magistratura, a algn usurpador hijo de puta lo
compararon sigilosamente con la Pantera Rosa, a cierto penoso desgraciado y des-
graciante le decan Pan Triste, y a otros les han dicho (literalmente) de todo sin
poder agotar el repertorio de apodos o personajes ms o menos infamantes. No es
el caso de Nstor Kirchner. O mejor: lo es en exceso.
Quiero decir: Kirchner no slo ha tenido apodo/sobrenombre de personaje
habitual sino que ha tenido ms de uno y pareciera que por alguna rara cuali-dad o circunstancia su figura tiende a generar, en todos los sentidos, cierto ti-
po de asociaciones grficas que seguramente no son casuales. As, en primer lu-
gar, Kirchner ha sido largamente Lpin (o Lupn, como solan decir los pibes),
el maravilloso personaje de historieta creado por Guillermo Guerrero en los se-
senta a la medida de sus sueos, y a su propia imagen y semejanza. El minsculo
piloto del biplano ms bonito y que ms horas de vuelo tiene en toda la historia
de la historieta argentina provey el perfil y los ojos saltones para la compara-
cin. La deformacin Lupo no demasiado amistosa reconoce el mismo origen
pero desva la etimologa hacia el campo semntico de la visin y los / las len-
tes. Y, recordemos, el Lpin del glorioso Guerrero es la versin castellanizada y
simple de looping, ese arriesgado rulo acrobtico. Le cerraba por todos lados al
osado narign.
El segundo apodo estable fue y es el Pingino, un sobrenombre que seamos se-
rios: no mistifiquemos designa ms a una clase que a un individuo. Impuesto oautoimpuesto por la latitud de origen y pertenencia la pinginera de Santa
Cruz, el Pingino no deja de ser, inevitablemente, por aadidura y sin contradic-
cin, un nuevo personaje de historieta: el pertinaz enemigo de Batman que alguno
de los mltiples guionistas contiguos a Bob Kane ms precisamente Bill Finger
invent hacia 1941. Pero es claro que ni Burgess Meredith en la tele ni el pattico
y memorable De Vito en la de Tim Burton tienen nada que ver con Nstor, otro
Pingino, sin frac, con impresentable saco cruzado.
Y el personaje final, la imagen ltima con que se fue investido Kirchner al dar
las hurras hace un ao, no pudieron ser ms emblemticos. Que los jvenes mi-
litantes y jvenes lectores lo hayan enfundado en la pilcha precaria y desafiante
con que el osado y aterrado Juan Salvo sale a la intemperie y a la Historia, sin
dejar por eso de mirar atrs y a la ventana de casa es, por lo menos, sintomtico.
El cruce de su figura con todo lo que connota hoy el personaje de Oesterheld y
Solano Lpez paradigma del hombre solidario con sus iguales en una lucha queles da sentido a sus vidas revela que algo que no es poco ha cambiado en la
cultura de este pas.
El de El Eternauta es un traje que a pocos les queda justo. Para ponerse o me-
jor para que te pongan esa pilcha, ese apodo, tens que estar preparado o estar
dispuesto a seguirla hasta el final, que ser nunca.
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Por Horacio Verbitsky Desde Ro Gallegos
La resurreccin
No era necesario ser creyente para sentir
emocin durante la sobria y clida cere-
monia con que tres sacerdotes amigos de
la familia Kirchner despidieron a Ns-
tor, el viernes en el cementerio municipal de esta
ciudad que l condujo, como intendente y goberna-
dor. Todo transcurri con una intensidad, un decoro
y una ternura que ninguno de los privilegiados que
pudimos asistir olvidar. Cristina quiso que la acom-paara un centenar de personas, entre representantes
de organismos defensores de los derechos humanos
que llegaron desde Buenos Aires, familiares de Kirch-
ner, unos pocos legisladores a los que siente prxi-
mos, como Agustn Rossi o Eduardo Fellner; amigos
de toda la vida y compaeros de militancia, de ella,
de Nstor y de Mximo Kirchner. En cambio, dispuso
que los ministros y funcionarios no abandonaran el
trabajo en Buenos Aires, con escasas excepciones co-
mo el jefe de gabinete Anbal Fernndez y su vice
Juan Manuelito Abal Medina, y aquellos que acom-
paaron a los Kirchner desde Santa Cruz, como Julio
De Vido, Carlos Zannini, Hctor Icazuriaga o Nicols
Fernndez, o en la militancia setentista, como Carlos
Kunkel y El Pampa Alvaro. Algunos que ignoraban
la consigna, o que decidieron ignorarla porque nece-
sitaban una foto, debieron volverse del Aeroparque
sin asiento en los aviones, como el Procurador del
Tesoro, Joaqun Da Rocha, el resistente.
Muri sereno
Mientras aguardaba dentro de la capilla la llega-
da de la comitiva, el padre de Plaza de Mayo Julio
Morresi se acerc a Mara Ostoic y le dijo que con
su hijo se haba ido el mejor. Ya va a venir otro,
respondi la madre del ex presidente, que al filo de
sus 90 aos mostr una serenidad asombrosa. Con-
t que en el rostro de su hijo muerto vio una expre-
sin relajada. Muri sereno. Como quien refle-
xiona en voz alta dijo que el acto en el Boxing
Club con los gobernadores le son como una des-
pedida y que no entendi qu intentaba transmitirKirchner cuando dijo que volva a Ro Gallegos.
Tal vez as impidi una tragedia mayor, reflexio-
n, enigmtica. No pareca que estuviera hablando
de poltica. Suspir y dijo: Vuelve a la ciudad en
la que naci. Los hijos deberan enterrar a los pa-
dres y no al revs. Amigos de Ro Gallegos conta-
ron que Kirchner acababa de comprar una parcela
en el cementerio local y que la noche anterior a su
muerte haba hablado de ello con Cristina. Los dos
dijeron que no les gustaban los velorios en el Con-
greso, a cajn abierto, en los que los restos de lo
que fue una persona quedan expuestos a las miradas
morbosas de cualquiera. En la segunda fila de la na-
ve escuchaba estos comentarios la hija menor de
Mara Ostoic, Mara Cristina Kirchner, Macris o la
verdadera Cristina Kirchner, como bromean los n-
timos, a quien acompaaban sus hijos, un morocho
fornido de 12 aos y una seoritunga pizpireta de
11. Farmacutica del hospital local, Macris rara vez
viaja a Buenos Aires. Todos los Kirchner han here-
dado la nariz de Mara Ostoic, pero Macris compar-
te el rostro romboidal de su sobrino Mximo, a
quien se parece ms que a sus hermanos Nstor y
Alicia. Mximo, que durante ms de veinte horas
no se separ de su madre en la capilla ardiente, se
estremeci con un recuerdo al abrazar a un compa-
ero en Ro Gallegos. Al matar a ese pibe en
Constitucin tambin mataron a mi viejo. Estaba
indignado. Todos esos tipos tienen que ir en cana,
musit. Junto con Cristina y sus hijos lleg su her-
mana, la mdica Giselle Fernndez. En la capilla
tambin se abrazaron Alessandra Minnicelli, la es-
posa del encanecido Julio De Vido, quien haceapenas un mes perdi a su hijo Facundo, de 21
aos, en un estpido accidente cuando su auto
mordi un cordn y embisti un poste, y la actriz
Andrea del Boca. Hace cuarenta aos ambas actua-
ron en Andrea, una pelcula infantil filmada en esa
misma ciudad. No haban vuelto a verse desde en-
tonces. Se tenan de la mano, con los ojos empaa-
dos por el llanto.
La muy austera ceremonia ocurri en la capilla del
nico cementerio de Ro Gallegos, que no es privado
por si hace falta decirlo, y estuvo a cargo de tres sacer-
dotes de estrecha relacin con la familia Kirchner.
Junto al espacio reservado para el fretro instalaron
una corona muy sencilla, de pocas pero frescas flores,
con una cinta argentina de plstico que slo deca
Cristina, Mximo y Florencia. No fue una misa, sino
la lectura de un breve texto bblico y una conversa-
cin entre amigos. Por eso el obispo Juan Carlos Ro-
mann, quien desde el conflicto docente encabez la
oposicin provincial, acept un consejo de conocidos
cautos y se abstuvo de comparecer. Todos tenan pre-
sente el sonoro improperio, Hipcrita, con que un
feligrs catlico respondi a las melifluas palabras del
cardenal Jorge Bergoglio, y el fastidio que caus la fu-
DyN
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gaz aparicin para las cmaras en la Casa Rosada de
Alcides Jorge Pedro Casaretto, luego de siete aos en
que ambos polticos episcopales trataron de hacerle
las cosas difciles a Kirchner y a su esposa en todo lo
que estuviera a su alcance. Esa jerarqua tiene escasa
relacin con el gobierno pero preferira que se notara
menos. Lo siente como una capitis diminutio porque
slo se concibe como parte de una Iglesia del poder,
aunque declame lo contrario. En cambio se comenta-ba con tolerancia, por su edad y porque nunca hostili-
z a Kirchner, el rezo del jubilado obispo de San Isidro
y Morn, Oscar J. Laguna, y con respeto la discretsi-
ma visita del arzobispo de Lujn, Agustn Radrizzani,
a quien CFK debi consolar cuando le tom las ma-
nos en un pasillo lateral, lejos de la vista del pblico, y
la de su predecesor, el jubilado Rubn Di Monte.
La ltima zambullida
Imposible imaginar mayor contraste entre el boa-
to y la artificiosidad del rito celebrado en la Cate-
dral portea y el encuentro afectuoso entre viejos
conocidos en la capilla patagnica. Sus paredes es-tn pintadas de un vivo color salmn, y vidrios
amarillos y ocre, sin iconos, filtraban la luz de un
da nublado. Con su techo de madera clara y ape-
nas una cruz como smbolo religioso, es tan despo-
jada como un templo protestante. All se celebr la
vida y no la muerte. La comitiva logr vadear con
mucha dificultad y lentitud el ro humano que se
desbord a los lados de la ruta desde el aeropuerto.
Algunos presuntos buenos cuberos estimaron que
se haba volcado a la calle la mitad de los 117.000
habitantes de la capital provincial. Como haca en
vida, Kirchner se zambull por ltima vez en la
multitud. Al pasar por algunos barrios se vean ms
lgrimas que dientes. Unas pocas vallas cayeron porla presin humana y no faltaron empellones, entre
petroleros y albailes, a ver quin cuidaba mejor a
Cristina. Los invitados por la presidente vieron por
televisin en Ro Gallegos cuando Cristina hizo
detener el auto, baj y les recrimin a los policas
por empujar a quienes slo queran despedirse de
Kirchner. Fue un gesto como para que nadie tuvie-
ra dudas sobre el carcter de la persona al mando, a
la que tantos se proponen ayudar, con las mejores o
las peores intenciones. Los amigos de Santa Cruz
acotaron que no era un gesto para los medios, que
lo mismo hizo durante la campaa electoral con un
custodio que empuj a un militante que intent
acercarse al helicptero. Las elecciones se ganancon votos y no con seguridad. Y los votos se ganan
de a uno, le dijo.
Resucitar en el pueblo
Dentro de la capilla, que termin de construirse
durante la intendencia de Kirchner, el cura Lito Al-
varez recibi a la presidente y su familia. Cristina se
sent en la primera fila a la izquierda del fretro, jun-
to con sus hijos, el gobernador Daniel Peralta y el
presidente de Venezuela. A la misma altura, sobre la
derecha, seguan su suegra, sus cuadas y sus sobrinos.Este es mi cura preferido le explic Cristina a
Hugo Chvez Fras, sealando a Lito Alvarez.
Y yo, qu soy? protest el sacerdote Juan Car-
los Molina, el rubio alto de barba rala que durante
las interminables horas del velatorio porteo perma-
neci de pie consolando a su amiga Alicia Kirchner.
Bueno, los dos son mis preferidos. Pero no se
hagan los locos concedi Cristina.
De pantaln y campera los dos, azul tejida Alva-
rez y de pao gris Molina, el nico ornamento