¿necesitamos una realidad?

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Espacio de Formación Multimodal ¿Necesitamos una realidad? Rogers, C. R. (1991). ¿Necesitamos una realidad?. En Desarrollo del Potencial Humano: Aportaciones de una psicología humanista. (pp. 203-213). (Vol.1). México: Trillas.

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Page 1: ¿Necesitamos una realidad?

Espacio deFormaciónMultimodal

¿Necesitamos una realidad?

Rogers, C. R. (1991). ¿Necesitamos una realidad?. En Desarrollo del Potencial Humano: Aportaciones de una psicología humanista. (pp. 203-213). (Vol.1). México: Trillas.

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¿Necesitamos una realidad?

Carl R. Rogers

Creo que la mayoría de los educadores estaría de acuerdo en que una elevada

prioridad en la educación es ayudar al individuo a adquirir el aprendizaje, la

información y el crecimiento personal que lo capacitarán para enfrentarse más

constructivamente con el "mundo real". A menudo, lo anterior constituye un tema

propio de los discursos de graduación, en el que expresan las esperanzas o

temores acerca de la forma en que los recién graduados se enfrentarán y

manejarán al "mundo real". Es frecuentemente un tópico durante las horas finales

de los grupos de encuentro intensivos, cuando los individuos que han aprendido

mucho acerca de sí mismos y acerca de sus relaciones interpersonales, sienten

una preocupación en lo que se refiere a la manera en que se comportarán cuando

regresen a sus vidas "reales" en el exterior.

¿Qué es este "mundo real" del que estamos hablando? Esta es la cuestión que

deseo explorar, y creo que la dirección en la que un pensamiento me ha

conducido inexorablemente será mejor retratada presentando una serie de

ejemplos personales y ordinarios. Hace algunas semanas estaba sentado yo solo,

ya avanzada la noche, en el balcón de una cabaña junto a la playa, al norte de

California. Al estar ahí durante algunas horas, una brillante estrella en el horizonte

ascendió a donde se podía ver con claridad. Un brillante planeta se movió con la

misma majestuosa lentitud desde arriba de mí hacia un punto extremo a mi

derecha. En su movimiento, eran acompañados por la Vía Láctea y todas las otras

constelaciones. Obviamente yo era el centro del universo y los cielos giraban

lentamente sobre mí. Fue una experiencia de humildad (cuan pequeño soy) y una

experiencia edificante (qué maravilloso ser un punto tan central). Yo estaba viendo

el mundo real. Pero en otro rincón de mi mente sabía que yo y la Tierra debajo de

mí, y la atmósfera que me rodeaba, se movían a una velocidad que quita el aliento

—más rápido que un moderno jet— en la dirección a la que yo llamé el este, y

sabía que las estrellas y los planetas estaban, en relación con la Tierra,

comparativamente quietos. Aunque no podía ver lo anterior, sabía que éste era

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verdaderamente el mundo real, en vez de que lo fuera la percepción más obvia.

En algún otro nivel me daba cuenta de que yo era una infinitésima partícula sobre

un insignificante planeta en una de las galaxias menores del universo —de las que

hay millones, yo sabía que cada una de estas galaxias se movía a increíble

velocidad, con frecuencia alejándose entre sí. ¿Era también esto la realidad? Me

causaba confusión. Pero por lo menos había una realidad de la que podría estar

seguro —la pesada silla de madera en la que estaba sentado, la tierra sólida en

que se apoyaba, el balcón, la pluma de acero inoxidable que tenía en mi mano.

Esta era una realidad que no sólo podía ser vista, sino sentida y tocada. Estos

objetos podían soportar el peso y la presión. Eran sólidos. Pero no, yo sabía

suficiente ciencia para desafiar todo esto. La silla está hecha de células que antes

estuvieron vivas, complejas en su composición, que constan más de espacio que

de materia. La Tierra es una masa fluida en lento movimiento, que se estremece

muy frecuentemente al hundirse, quebrarse y reajustarse. La carretera sobre la

que había estado manejando el día anterior había sido parte de uno de esos

estremecimientos. Un día, en 1906, la tierra se estremeció un poquito y la

carretera se agrietó, habiéndose movido el lado occidental de la grieta, a seis

metros al norte de su continuación en el otro lado. ¡Tierra sólida de veras! ¿Y qué

hay acerca de la alentadora dureza de mi pluma de metal? Me dicen que está

compuesta de átomos invisibles que se mueven a gran velocidad. Cada átomo

tiene un núcleo y en años recientes se han descubierto más y más partículas en

esos núcleos, con características fantásticamente increíbles, moviéndose en

trayectorias posiblemente casuales, probablemente ordenadas dentro de los

grandes espacios internos de cada átomo. Está lejos de ser el firme y sólido objeto

que tan claramente siento y sostengo. El "mundo real" parece estarse disolviendo.

Me alienta pero también me deja perplejo la afirmación del gran científico físico, sir

James Jeans, que dice: "La corriente del pensamiento humano se dirige

imparcialmente hacia una realidad no mecánica: el Universo empieza a parecer

más un gran pensamiento que una gran máquina." Haz la prueba con tu amigo del

vecindario, o con tu plomero, o tu corredor de acciones. Diles, "El mundo real es

en verdad sólo un gran pensamiento." (¡Pensándolo un poco, el corredor de

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acciones podría creerlo!) De cualquier modo la concepción de un mundo real,

obvia para cualquiera, se escurre con rapidez completamente fuera del alcance de

mi puño. Pero al menos en el mundo interpersonal conozco a mi familia y a mis

amigos —lo cual es seguramente un conocimiento sólido en el que puedo actuar.

Sólo se necesita la simple ocasión de un grupo de encuentro suavemente

facilitado en el que se dé permiso para expresarse uno mismo, para descubrir

cuan tambaleante es nuestro conocimiento interpersonal. Los individuos han

descubierto en sus amigos más cercanos y en miembros de la familia, grandes

esferas de sentimientos escondidos. Existen temores previamente desconocidos,

sentimientos de inadecuación, iras y resentimientos suprimidos, extraños deseos y

fantasías sexuales, ocultos estanques de esperanzas y sueños, de alegrías y

temores, de impulsos creativos y de amores espontáneos. Esta realidad

interpersonal parece también, tan insegura y tan llena de incógnitas, como

cualquier otra de las que hemos considerado. Así, el individuo se vuelve otra vez

sobre sí mismo. "Por lo menos sé quién soy yo. Decido lo que quiero hacer y lo

que hago. Eso es real." Pero, ¿lo es? El habla con el conductista que le dice "tú no

eres más que la suma de estímulos que recibes y las respuestas condicionadas

que emites. Todo lo demás es ilusión". Bueno, por fin tenemos una realidad. No

soy nada más que un robot mecánico. Y, ¿es eso todo? ¿De dónde vienen mis

sueños? Tal vez eso también pueda explicarse. Pienso entonces en Jean, la mujer

que me dijo que su hermana gemela manejaba por la noche de regreso a su casa,

por un camino conocido, cuando Jean se despertó con el pánico de la certeza.

Telefoneó a la policía de caminos y les dijo: "ha habido un accidente en tal y tal

carretera. Es un automóvil blanco con tal número de placas, y lo conduce una

mujer sola". Hubo una pausa, y entonces el oficial dijo con voz confundida y

ligeramente sospechosa, "pero, ¿cómo lo supo, señora?; hace sólo dos minutos

que recibimos la noticia del accidente". ¿Qué hacemos con esa clase de realidad?

Ese pequeño episodio descubre toda una serie de pensamientos acerca de los

mundos internos y las "realidades aparte". ¿Qué hacemos con la visión o sueño

que Carl Jung tuvo a la edad de tres años —una gran caverna misteriosa

subterránea, con toda la luz enfocada sobre un gran pilar de carne con algo como

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una cabeza en la punta, el cual se hallaba sentado sobre un trono real.

Transcurrieron 50 años para que entendiera completamente esta experiencia;

redescubrió esta misma visión en los rituales fálicos de las tribus primitivas.

¿Cómo le había llegado esa visión a la edad de tres años? ¿A qué mundo real

pertenece este fenómeno? Lean la historia de Robert Monroe, un obstinado

hombre de negocios e ingeniero, quien después de algunas enigmáticas

experiencias se encontró una noche flotando en el techo de su cuarto mirando su

propio cuerpo y el de su esposa. Los relatos de su terror y de su creciente

disponibilidad para emprender viajes fuera de su cuerpo son ciertamente

asombrosos, y con frecuencia muy convincentes. No se puede evitar plantear la

pregunta: "¿Qué «realidad» puede abarcar tales experiencias, así como las

experiencias «reales» que conozco?" ¿Qué hay de Don Juan, el perenne indio

yaqui, quien abrió mundos completamente nuevos al empecinadamente escéptico

antropólogo Carlos Castañeda? Mundos de eventos mágicos, de vuelos a través

del aire, de un diálogo con un coyote, de una realidad no ordinaria, en donde la

muerte no es diferente de la vida, donde el hombre de ciencia tiene un espíritu

aliado, donde se tiene la experiencia de lo imposible. ¿Dices que son desatinos?

Sus propias experiencias fueron suficientes para forzar a Castañeda a reconocer

que existían otras realidades completamente ajenas al pensamiento de la mente

científica moderna. Pienso en John Lilly, un científico entrenado en el Tecnológico

de California, quien estudió neuroanatomía, medicina y psiquiatría, y tal vez sea

mejor conocido por sus 12 años de trabajo con delfines, tratando de comunicarse

con estos animales a los que cree, por lo menos, tan inteligentes como el humano.

Trazar su camino desde el científico que sólo creía en modelos mecánicos de la

realidad, hasta su punto de vista actual de los diversos niveles de alteración de

conciencia que ha alcanzado, es sorprendente. A lo largo de la vida, él se ha

llegado a convencer de que los delfines leen sus pensamientos. Son fenomenales

sus experiencias en el tanque de privación sensorial, flotando en agua tibia en un

tanque cerrado, con una estimulación absolutamente mínima de visión, sonido,

tacto o gusto. Se descubre que el mundo interno sin ningún estímulo externo es

increíblemente rico, algunas veces atemorizante y con frecuencia grotesco. Al

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tratar de entender este mundo interior, experimenta con LSD, obteniendo

resultados tanto iluminadores como aterradores. Pasa entonces a la meditación, la

transmisión espontánea del pensamiento y a estados de conciencia cada vez más

elevados en los que él, al igual que muchos otros antes de él, que eran llamados

místicos, tiene la experiencia del Universo como una unidad basada en el amor.

¡Qué distante de su entrenamiento en el Tecnológico de California! Estos y otros

relatos no pueden simplemente descartarse con desprecio o ridiculización. Los

testigos son demasiado honestos, todas sus experiencias demasiado reales. Ellos

indican que parece existir un universo vasto y misterioso —tal vez una realidad

interior, tal vez un mundo del espíritu del que formamos parte sin saberlo. Dicho

universo propina un aplastante golpe final a nuestra cómoda creencia de que

"todos nosotros sabemos lo que es el mundo real". Permítaseme ver si puedo

especificar en dónde estamos situados en relación con un objetivo mundo de la

realidad. Evidentemente, no existe en los objetos que podemos ver, sentir y

sujetar; no existe en la tecnología que tanto admiramos; no se encuentra en la

sólida Tierra o en las centelleantes estrellas; no descansa en el firme conocimiento

de los que nos rodean; no se encuentra en las organizaciones o costumbres

rituales de una sola cultura, ni siquiera está en nuestros propios mundos

personales. Debe de tomar en cuenta misteriosas "realidades aparte" actualmente

insondables, increíblemente diferentes de un mundo objetivo. De modo que

concluyo que hemos llegado a una nueva —y para muchos aterradora—

realización. Es esta: La única realidad que es posible que yo conozca, es el

mundo y el universo como yo los percibo y los experimento en cierto momento. De

la misma manera, la única realidad que puede conocer el lector, es el mundo y el

universo como los experimente en determinado momento. Y la única certeza es

que esas realidades percibidas son diferentes. ¡Hay tantos "mundos reales" como

personas! Carl Jung ha formulado una idea un tanto similar, en lenguaje

sumamente poético. "Ahora supe... que el hombre es indispensable para la

terminación de la Creación; que, de hecho, él mismo es el segundo creador del

mundo, quien por sí solo ha dado al mundo su existencia objetiva —sin la cual, sin

ser oído, sin ser visto, comiendo silenciosamente, dando a luz, muriendo, cabezas

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asintiendo a lo largo de cientos de millones de años, hubiera continuado en la más

profunda noche del no ser hasta su desconocido fin. La conciencia humana creó la

existencia objetiva y el significado, y el hombre encontró su indispensable lugar en

el gran proceso del ser." En lo que yo he dicho he ido aún más lejos que Jung. No

es sólo que la conciencia humana ha creado el mundo objetivo. Es que cada

conciencia humana, cada persona, crea su propio mundo de "existencia objetiva y

significado". De aquí que el hecho sea más aterrador de lo que Jung vislumbró. El

que haya tantos mundos reales como personas, produce un dilema de lo más

agobiante, un dilema nunca antes experimentado en la historia. Desde tiempo

inmemorial la tribu o la comunidad o la nación o la cultura han estado de acuerdo

en cuanto a lo que constituye el mundo real. Para estar seguros, diferentes

culturas o diferentes tribus pueden mantener visiones del mundo notablemente

diferentes, pero había por lo menos un grupo grande relativamente unificado que

tenía seguridad en su conocimiento del mundo y del Universo, y que sabían que

esta percepción era verdadera. De modo que la comunidad veía con reprobación,

condenaba, perseguía y hasta mataba a los que no estaban de acuerdo, a los que

percibían la realidad en forma diferente. Copérnico, aun cuando guardó sus

hallazgos en secreto durante muchos años, fue finalmente declarado hereje.

Galileo estableció pruebas de los puntos de vista de Copérnico, pero a los 70 años

fue forzado a retractarse de sus enseñanzas. Giordano Bruno fue quemado en la

hoguera en 1600 por explicar en sus clases que había muchos planetas y mundos

en nuestro universo. Los individuos que se desviaban en su percepción de la

realidad religiosa eran torturados y muertos. A un apasionado joven científico lo

volvieron loco sus perseguidores porque formuló, la entonces absurda afirmación,

que la fiebre puerperal, esa terrible plaga de las salas de maternidad, era

trasmitida de una mujer a otra por gérmenes invisibles a través de las manos y los

instrumentos de los doctores. Aberraciones obvias, hablando en términos de la

realidad de su tiempo. En las colonias americanas, aquellos que se sospechaba

que tuvieran poderes psíquicos eran colgados o aplastados bajo grandes piedras

por considerárseles brujos. La historia es una serie continua de ejemplos acerca

de los espantosos precios pagados por los que percibían una realidad diferente

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del mundo real convencional. Aunque la sociedad ha llegado con frecuencia a

estar de acuerdo con sus disidentes, como en los casos que he mencionado, no

hay duda de que esta insistencia sobre un universo cierto y conocido forma parte

de la argamasa que mantiene unida una cultura. Hoy nos enfrentamos a una

situación diferente. La facilidad y rapidez de la comunicación mundial significan

que cada uno de nos otros descubre una docena de "realidades"; y aunque

pensemos que algunas de ellas son absurdas, como la reencarnación; o

peligrosas, como el comunismo, no podemos más que darnos cuenta de ellas. Ya

no podemos existir en un capullo seguro, sabiendo que todos vemos el mundo en

la misma forma. Por esto quiero formular una cuestión muy seria. ¿Podemos hoy

en día permitirnos el lujo de tener "una" realidad? ¿Podemos todavía conservar la

creencia de que existe un "mundo real" con cuya definición estemos todos de

acuerdo? Estoy convencido de que éste es un lujo que no podemos permitirnos,

un mito que no nos atrevemos a mantener. Sólo una vez en la época actual se ha

alcanzado esta quimera en forma completa y fructuosa. Millones de personas

estuvimos de completo acuerdo en lo relativo a la naturaleza de la realidad

sociocultural, propiciado por la magnética influencia de Hitler. Esta visión de la

realidad casi marcó la destrucción de la cultura occidental. Yo no lo veo como algo

que deba ser imitado. Ha habido otro punto de unión en la cultura occidental

durante este siglo. Ha sido ante realidad de valores en donde ha habido acuerdo;

el evangelio estadounidense. Puede formularse muy brevemente: "Más es mejor,

más grande es mejor, más rápido es mejor, y la tecnología moderna alcanzará

estas tres metas eminentemente deseables." Pero ahora ese credo es un

decadente fracaso en el que pocos creen. Se está disolviendo en el humo de la

polución, el incremento de la sobrepoblación y la espada de Damocles de la

bomba nuclear. Hemos logrado con tanto éxito dar "un golpe tan grande por un

dólar", que estamos en peligro de destruir toda la vida que existe sobre este

planeta. Nuestros intentos, entonces, por vivir en el "mundo real" que todos

perciben en la misma forma, en mi opinión, nos han conducido al borde de la

propia aniquilación como especie. Quiero ser tan audaz como para sugerir una

alternativa. A mí me parece que el camino del futuro debe basar nuestras vidas y

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nuestra educación en la suposición de que hay tantas realidades como personas,

y que nuestra mayor prioridad es aceptar esa hipótesis y desde ahí seguir hacia

adelante. ¿Proseguir a dónde? Proseguir cada uno de nosotros, explorando con

mente abierta, las muy diversas percepciones que existen de la realidad. Creo que

enriqueceríamos nuestras propias vidas en el proceso. También nos volveríamos

más capaces para manejar la realidad en la que nos desenvolvemos cada uno de

nosotros, porque descubriríamos muchas opciones más. Bien podría ser una vida

llena de perplejidad y elecciones difíciles, que exigiría una mayor madurez, pero

sería una vida emocionante y arriesgada. Sin embargo, sería factible formular la

pregunta de si podríamos tener una comunidad o una sociedad basadas en esta

hipótesis de las realidades múltiples. ¿Podría no ser más que una anarquía

completamente individualista? Esa no es mi opinión. Supongamos que mi

reluctante tolerancia acerca de la visión particular que el lector tenga del mundo se

convirtiera en una plena aceptación de sí mismo y de su derecho para tener dicha

visión. Supongamos que en lugar de descartar las "realidades" de los demás,

como absurdas o peligrosas o heréticas o estúpidas, yo estuviera dispuesto a

explorar y aprender acerca de estas realidades. Supongamos que usted estuviera

dispuesto a hacer lo mismo. ¿Cuál sería el resultado social? Yo pienso que la

comunidad se basaría no en un compromiso ciego con una causa, credo o visión

de la realidad, sino en un compromiso común de unos con otros como personas

legítimamente independientes, con realidades independientes. La natural

tendencia humana a interesarse por otro ya no sería. "Me importas porque eres

igual que yo", sino "Te aprecio y te valoro porque eres diferente a mí." ¿Les

parece idealista? Claro que lo es. ¿Cómo puedo ser tan absolutamente ingenuo e

"irreal" como para tener cualquier esperanza de que pudiera ser concebible el

surgimiento del cambio así? Baso parcialmente mi esperanza de la historia

mundial en el punto de vista tan hábilmente formulado por Charles Beard: "Cuando

los cielos se oscurecen, las estrellas empiezan a brillar." De modo que así

podríamos ver el surgimiento de líderes que se moverían, en esta nueva dirección.

Mi esperanza se basa más sólidamente en el punto de vista enunciado por

Lancelot Whyte, el historiador de ideas, en el último libro que publicó antes de

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morir. Su teoría, sostenida por otros historiadores es que los grandes avances en

la historia humana son previstos y, probablemente producidos, por medio de los

cambios en el pensamiento inconsciente de miles y millones de individuos durante

el periodo que precede al cambio. Luego, en un espacio de tiempo relativamente

breve, una idea, una nueva perspectiva parece irrumpir en la escena mundial, y el

cambio ocurre. El da el ejemplo de que antes de 1914 el patriotismo y el

nacionalismo eran virtudes incuestionables; entonces empezó el tenue

cuestionamiento inconsciente que edificó una tradición también inconsciente que

cambió todo un patrón de pensamiento. Esto irrumpe a la luz entre 1955 y 1970.

"Mi país correcto o equivocado" ya no es una creencia para normar la vida. Las

guerras nacionalistas están fuera de época y carecen de apoyo; y aunque

continúan, la opinión mundial se opone profundamente a ellas. Whyte señala que

"¡en cualquier momento los niveles inconscientes aventajan a los conscientes en

la tarea de unificar la emoción, el pensamiento y la acción!" Para mí, esta línea de

pensamiento es enteramente análoga. Yo he afirmado que el hombre es más

sabio que su intelecto, que todo su organismo tiene una sabiduría e

intencionalidad que va más allá de su pensamiento consciente —creo que esto se

aplica al concepto que he estado presentando. Yo pienso que hombres y mujeres,

individual y colectivamente, están rechazando interna y orgánicamente la visión de

una sola realidad aprobada a nivel cultural. Creo que también se mueven

inevitablemente hacia la aceptación de millones de percepciones de la realidad:

independientes, desafiantes, emocionantes, informativas e individuales. Me parece

que es posible que esta visión —como el descubrimiento simultáneo e

independiente de los principios de la mecánica cuántica hecho por científicos en

diferentes países— pueda empezar a existir efectivamente en muchas partes del

mundo al mismo tiempo. Si fuera así, estaríamos viviendo en un universo

totalmente nuevo, diferente de cualquier otro en la historia. ¿Es concebible que se

produzca un cambio así? Aquí está el reto para los educadores —probablemente

la más insegura y atemorizada de las profesiones— abatidos por presiones

públicas, limitados por las restricciones legislativas, esencialmente conservadores

en sus reacciones. ¿Es posible que puedan abogar por una visión de realidades

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múltiples como la que he estado describiendo? ¿Pueden empezar a dar vida a los

cambios en actitudes, conductas y valores que dicha visión del mundo exigiría?

Ciertamente por sí solos no pueden, pero con el cambio subyacente en lo que

Whyte llama "la tradición inconsciente", y con la ayuda de la nueva persona que

vemos surgiendo en nuestra cultura, es concebible que pudieran tener éxito. No

hago predicciones. Yo concluiría entonces que si la sociedad sigue los mismos

pasos de siempre con respecto a las visiones independientes debido a la

velocidad de la comunicación mundial, tendrá que ejercer más y más coerción

para producir un acuerdo forzado, en cuanto a lo que constituye el mundo real y

sus valores. Esos acuerdos logrados por coerción variarán de nación a nación, de

cultura a cultura. La limitación dentro de cada grupo destruirá la libertad individual;

los choques entre las diversas visiones del mundo traerán nuestra propia

destrucción total. Pero he sugerido una posibilidad, si aceptamos como básico

para toda la vida humana el hecho de que vivimos en realidades independientes;

si podemos ver esas distintas realidades como el más promisorio recurso de

aprendizaje que se ha tenido en toda la historia del mundo; si podemos vivir juntos

para aprender unos de otros sin miedo, entonces vendría la alborada de una

nueva era. Y tal vez —nada más tal vez— las profundas direcciones orgánicas de

la humanidad están preparando el camino tan sólo para dicho cambio.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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York: Ballantine Books, 1969.

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Rogers, C. R. The Emerging Person: A New Revolution. Artículo inédito,

Whyte, L. L. The Universo of Exferience. Nueva York: Harper Torchbooks, 1974.

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