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Narciso Pizarro Metodología sociológica y teoría lingüística Comunicación

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Narciso Pizarro

Metodología sociológicay teoría lingüística

Comunicación

Indice

Páginas

Introducción ............................................................................................................................................3

1. El discurso como objeto.

1. El discurso en la perspectiva de la lógica y la retórica.

1.1. Introducción.-1.2. Sobre retórica.-1.3. Lógica. ...............................................................6

2. Fundamentos lingüísticos de la semiología.

2.1. Orígenes y presupuestos.-2.2. La noción de sistema y la oposición sincronía-diacronía.- 2.3. Lengua y contrato.-2.4. La lengua y el signo ............................................... 18

3. La semiótica del relato.

3.1. Preliminares.-3.2. Análisis estructurales del relato.-3.3. La semántica estructural.-3.4. Conclusión. ......................................................................

314. Discurso y contenido.

4.1. Lingüística y discurso.-4.2. El análisis del discurso en las ciencias sociales.-4.3. Métodos de inspiración lingüística ...................................................................................44

5. Frase y proposición: el sujeto en el discurso: .

5.1. Recapitulación. 5.2. Transformaciones y equivalencias gramaticales.- 5.3. Sujeto y proposición.5.4. Función significadora de las marcas de la subjetividad.-5.5. Hacia un modelo dialéctico del funcionamiento discursivo .........................................63

II. Las teorías sociológicas.

6. El sentido y el sujeto en la teoría sociológica:

6.1. Discurso y cultura.- 6.2. Las categorías fundamentales de la sociología.-6.3. Malinowski y el funcionalismo radical.- 6.4. El estructuralismo sociológico: Talcott Parsons.- 6.5. Los sistemas de acción.6.6. Auto y hetero-determinación de la acción: sentido y sujeto ..........................................................................73

7. Elementos de otro paradigma.

7.1. Introducción.- 7.2. Conceptos de ideología.- 7.3. Efecto de sentido, significado y «efecto del efecto».- 7.4. Reproducción social e ideología.-

2

7.5. Ideología y conciencia.- 7.6. Ideología y competencia semiótica. 7.7. Vuelta a la problemática. del modelo lingüístico y del estructuralismo .....................95

Conclusión ......................................................................................................................................... 114

Bibliografía ......................................................................................................................................... 118

3

INTRODUCCION

La relación entre objeto y método, lo sabemos todos, es lo que constituye una disciplina, un «campodel Saber». Pero esta constitución de la disciplina, esta delimitación de un «campo» es, esencialmente,el resultado de una diferenciación que sólo es posible efectuar en la continuidad indiferenciada de loidéntico..

Estas afirmaciones indican lo que es a la vez el resultado de una búsqueda y el origen de este texto,sustituyendo las concretas e ingenuas interrogaciones en las que y con las que comenzamos a hacersociología por unos términos abstractos que pertenecen a ese otro saber, desencantado y póstumo,que llamamos epistemología. Y puesto que una introducción es un discurso que precede al discurso,un proto-saber y un pre-razonar, hagamos de ésta, a la vez una descripción de las condiciones de pro-ducción del texto que sigue y el trazado de un recorrido que empezó del otro lado del recuerdo delpunto que tomamos como origen y que ha llegado al que damos como final. Como el origen lo vemosdesde un final que debiera ser ficticio, y el final desde la necesidad institucionalmente impuesta dedemostrar que se sabe llegar a algún sitio, el uno y el otro son igualmente arbitrarios.

Hagamos, pues, origen del recorrido que acaba, provisional y convencionalmente en este texto, unaconstatación: los datos brutos que maneja el sociólogo, los que transforma después en tablas de frecuencias yen un discurso que se llama sociología son, casi siempre, fragmentos de discurso, palabras y frases. Respuestas apreguntas, artículos de periódicos, textos diversos... De esta constatación salió otra, tan obvia como laprimera: el instrumento privilegiado de la investigación sociológica, la encuesta por cuestionario, es unartefacto para producir frases a partir de frases. Además, cuando el sociólogo, en el hacer de su oficio, noutiliza el cuestionario para producir fragmentos de discurso es porque, para resolver el problema quese plantea (o le plantean...) se encuentra con un material lingüístico en el que sólo tiene que escoger,producido sin esfuerzo propio, por ese continuo hablar que, como veremos después (si no o hemosentendido ya), caracteriza a los sujetos sociales y los ata a los objetos que designan.

La tercera constatación de esta originaria cadena de evidencias es que la operación que no sinrazón llamamos «codificación» de las «respuestas» inscritas en los cuestionarios, o de los textosdiversos utilizados como datos, consiste en atribuir a los fragmentos discursivos estudiados unainterpretación, en traducirlos -sistemáticamente, eso sí- a otro lenguaje, en el que se escribe el código. Ydado que la traducción -a menos que sea obra de máquinas-1 supone el pasar por la atribución de unsentido a los términos y frases del lenguaje objeto, como necesaria mediación para transcribirlo en lossignos del código, no encontrando ni en los manuales de técnicas de investigación ni en los decires decompañeros y maestros, indicación alguna de cómo se procede para efectuar lo que nos parecía ya laarriesgada, inevitable e incierta operación de determinar el sentido de palabras y oraciones, acabamosviendo el atisbo de una pregunta metodológicamente pertinente en ese silencio del discurso socio-lógico.

La transformación ulterior de los datos ya codificados en tablas de frecuencias, en porcentajes ymedias, en desviaciones standard, en coeficientes de correlación y factores, en probabilidades eintervalos de confianza y, en suma, en manipulaciones estadísticas, no dio lugar a más constataciónque la de la semejanza con las aplicaciones de ésta en otras ciencias. No hubo más sorpresa que laproducida por el descubrimiento de la constante previsibilidad de los resultados de tan complejas yfastidiosas tareas. Volvimos, pues, a buscar soluciones a lo que, inicialmente, nos parecía una modestacuestión técnica: ¿cómo se determina el significado de las palabras y frases que llamamos datos? Y,examinando las técnicas del análisis de contenido, acabamos «descubriendo» -como tantos otros- quesi el «cómo» se determina el significado era problema, éste provenía de nuestra ignorancia del «qué»...

Abreviando el relato de este viaje, diremos que llegamos casi simultáneamente a constatar que lateoría sociológica se ocupaba más de la función social del sentido que de los procedimientos por los quese le determina o de las especificaciones de su naturaleza. Constatamos también que del sentido de lasfrases enunciadas por un sujeto, la teoría sociológica pasaba, casi imperceptiblemente, a las1 Y a éstas las llamaríamos inteligentes.

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concepciones, valores y actitudes del sujeto mismo. Y acabamos entendiendo por qué la sociología que,según Max Weber, es la ciencia de la acción social, intentaba determinar os significados «contenidos»en los sujetos. Simplemente porque, por definición, la acción social es aquélla que está orientada por elsignificado subjetivo que tiene para el actor. Comprendimos también cómo se articula acción social einteracción, roles y estatutos, sistemas sociales y cultura.

En el edificio armonioso de la teoría encontramos, pues, respuesta a la cuestión de por qué seestudia el sentido subjetivo de los actos de los actores. Lo que no supimos encontrar fue ningunaindicación precisa sobre cómo se le identifica (cómo se pasa del discurso analizado a los significadoscontenidos en el sujeto) ni sobre qué es.

Pero encontramos, al menos, una referencia que nos orientaba claramente en la búsqueda de

respuestas a esas dos, para nosotros, embarazosas preguntas. La utilización de términos pertenecientesa las ciencias del lenguaje era una indicación clara de que, estando en la frontera entre éstas y lasociología, la tan ansiada respuesta se encontraba del otro lado... En el texto que sigue queremos,pues, describir y mostrar que lingüística y sociología están unidas y separadas por una frontera quepermite a ambas el atribuir a la otra o que pertenece a cada una como propio. Veremos así que lasciencias del lenguaje utilizan términos sociológicos para constituirse, que la sociología efectúa lamisma operación, sirviéndose de nociones lingüísticas y semánticas como de sólidos cimientos sobrelos que apoyarse. Intentaremos demostrar también que ese intercambio entre disciplinas es un curiosocomercio en el que se compra lo que se vende y se vende lo que se compra, y del que podríamosconcluir que no produce efecto alguno en una y en otra si no hubiéramos constatado que la ilusión delcomercio produce precisamente, a una y a otra. Una y otra consideran la ilusión de su comercio comoel comercio de su ilusión, lo que, para ambas, es un buen negocio.

Lo que lingüística y sociología intercambian y que ambas tienen, viene designado por los términosde significado y de discurso. Para entender cómo circulan ambos de una a otra, hay que aferrarse no ya alos términos que mencionamos, sino a su función en ambas disciplinas: veremos así que de lo queambas hablan -de discursos- es, para una, método para definir su objeto y, para la otra, objeto con elque se define el método. Ese ir y venir entre la determinación del sentido por el análisis de su expresióny la determinación de la expresión por el análisis del sentido no es una excursión dominguera, sino laconquista del espacio discursivo en ambas disciplinas.

Llegamos, pues, a un punto que si bien es el final de este trabajo, permite atisbar lo que podría serun nuevo recorrido que toma en él su origen. El análisis de lo que, por ser breve; llamamos discursoconstituye -un problema decisivo a la vez para la teoría lingüística y para la metodología sociológica. Yal revés, el sentido constituye un concepto operatorio problemático para la metodología lingüística y lateoría sociológica.

Pero como teoría y metodología no constituyen más que dos perspectivas complementarias ligadasen su común delimitación del objeto que, no hay que olvidarlo, es objeto del y en el discurso institucionalde la disciplina, nuestro trabajo cuestiona, pues, los objetos de ambas, al descubrir que ese trasiego denociones de una a otra se produce en un común espacio categorial: el de la subjetividad.

El esquema siguiente ilustra, simplificando y reduciendo, las localizaciones y desplazamientos delas nociones de sentido y de discurso en las dos disciplinas.

ESTATUTO DE LA NOCIÓN

TEORICO METOLÓGICO(en cuanto al OBJETO) (INTRUMENTO)

SOCIOLOGIA sentido discurso

LINGÜÍSTICA Discurso sentido

Las líneas que separan lingüística y sociología, teoría y metodología son, claro está, ficticias. Las

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flechas que unen discurso y discurso, sentido y sentido indican que se trata de nociones idénticas enambas disciplinas, a pesar de la diferencia de sus estatutos epistemológicos. Este doble desplazamientode lo idéntico tiene un punto de intersección en el que se encuentra la categoría del sujeto comocontinente del sentido -de todos los sentidos- como actor de todos los actos. Es su presencia la que permiteinvertir la expresión «el sentido del discurso» y transformarla en «el discurso del sentido». En efecto, siañadimos el término «sujeto» a ambas, formamos «el sentido del discurso del sujeto» y «el discurso delsentido del sujeto». La expresión «discurso del sujeto» transforma el discurso en acto y la de «sentido delsujeto» hace del sentido un contenido del sujeto que lo contiene. Por lo que la existencia de la líneahorizontal que va, en sociología, del discurso al sentido -y que significa «deducir de»- no impide enabsoluto la existencia de la que va del sentido al discurso en la lingüística y que significa lo mismo.Basta con considerar en una disciplina que el discurso manifiesta o expresa la estructura del sentidoanalizado (sociología) y, en la otra, que el sentido configura y ordena la estructura del discurso analizado,para que la categoría del sujeto, que permite ambas traducciones de la «deducción» haya resuelto lacontradicción aparente encontrada en el doble sentido de las flechas.

Veremos en el texto que sigue, que este esquema está enmascarado por las terminologías propiasde ambas disciplinas, por la definición de sus objetos respectivos como lengua (o competencialingüística) y sistema social y por las mediaciones nocionales entre ambas estructuras y las categoríasfundadoras del sujeto, de la acción y de su sentido. Por ello, el desentrañar las localizaciones y des-plazamientos de status epistemológicos de las categorías que unifican y diferencian el campo en queambas disciplinas se delimitan, supone el efectuar un sinuoso recorrido por el tejido discursivo deambas, hecho de curvas, avances provisionales y retrocesos aparentes en la línea argumentativa. Laforma de ese recorrido se traduce en el texto introducido por estas líneas.

Además de una tentativa de elucidación de los fundamentos comunes de las teorías lingüísticas ysociológicas, este libro es también una exposición (crítica) de los métodos contemporáneos de análisisdel discurso y de sus conexiones con la problemática sociológica, que no nos contentamos conmencionar, sino que desarrollamos con bastante detalle en la segunda parte.

Para algunos lectores, este aspecto expositivo será de mayor utilidad que las tesis, críticas opositivas, en las que se traduce nuestra investigación. Al menos, así lo esperamos, pues conviene quela actividad investigadora tenga subproductos pedagógicamente útiles, ya que lo propio de las cienciassociales es que los conocimientos nuevos se yuxtapongan con los que les preceden sin acumulación-que implica sustitución de una teoría por otra con más capacidad explicativa- auténtica, en una confusiónsemejante a esos actos rituales de toma de la palabra en la que todos hablan a la vez y nadie escucha anadie...

6

Primera parteEl discurso como objeto

7

1El discurso en la perspectiva

de la lógica y la retórica

8

1.1. Introducción

Desde que la retórica clásica salió del saber institucional y se transformó paulatinamente ensinónimo de demagogia, preciosismo y acientificidad, el estudio del discurso quedó relegado a la esferade la «literatura». La delimitación arbitraria de este nuevo campo de estudios, permitió a las cienciasdel lenguaje, que se habían hecho sintácticas y subjetivistas en un proceso histórico concomitante conel que constituye la narración como dominio de la literatura, el sustraer al rigor metodológico todoslos objetos de los que no tenían nada que decir. Así, la literatura se fue constituyendo como un sabercientífico, ámbito de un discurso sobre los discursos narrativos y, en general, poéticos, caracterizadopor el recurso a la «explicación» por la biografía del autor, paralela y complementaria del mito de la«creación» literaria. Con la noción de creación, la producción del texto es inefable y, al mismo tiemponecesita una continua glosa, un interminable comentario, imagen deformada y deformante, in-terpretación, exégesis y, casi siempre, pedagogía...

Los estudios literarios, separados de las ciencias del lenguaje y del conocimiento, han llegado a serel espacio de una «crítica» cuyos límites han sido suficientemente establecidos desde hace algunosaños.1 Este espacio de la crítica literaria, además de constituir una rama del árbol de la literaturamisma, un «género» literario más, tuvo el importante efecto de impedir toda tentativa de construcciónde teorías científicas del conjunto de productos sociales -y no «creaciones»- incluidas, bastantearbitrariamente, en su dominio. En estas tradiciones de la crítica literaria encontramos sin dificultadejemplos privilegiados de la eficacia de la explicación substancialista como «obstáculoepistemológico».2

Es inútil detenerse más en la crítica de la crítica, a la que otros investigadores se han consagrado.Nuestro objeto, además, no es la crítica literaria, sino el examen de algunas de las más significativastentativas de explicación científica del discurso. Pero importa el subrayar aquí, que el desarrollo de losestudios literarios ha coincidido, históricamente, con la eliminación de la retórica del «corpus» de lasciencias y con el desarrollo de teorías formalistas del lenguaje y del entendimiento.

Antes de examinar los fundamentos lingüísticos de la semiología (capítulo II), y las principalesteorías semiológicas (capítulo III), vamos a dedicar unas páginas al examen de las concepcionestradicionales, retóricas y lógicas, del discurso en general. Sin ninguna pretensión de exhaustividad, ycon un carácter puramente indicativo, las consideraciones de este capítulo tienen, ante todo, la funciónde suministrar un sistema de relaciones más amplio al análisis de las teorías semiológicas del discurso yde las teorías de la ideología.

1.2. Sobre la retórica

1.2.1. Condiciones sociales de su desarrollo

La retórica era una asignatura obligatoria de la enseñanza clásica en los colegios, cuando ésta nosólo estaba reservada a las clases dirigentes, sino cuando, además, tenía la función de desarrollar lascapacidades políticas -el sentido menos restrictivo del término- de los alumnos que por ella pasaban.Pero cuando, a fines del siglo XVIII en Francia y en Inglaterra el viejo aparato del Estado feudalabsolutista estaba ya enteramente desmantelado y, con él, sus instituciones ideológicas y culturales, lasformas de educación y los mismos contenidos de la enseñanza cambiaron. En el contexto de laideología liberal característica de las sociedades con hegemonía burguesa, la educación escolar tienecaracterísticas diferentes porque tiene funciones diferentes en el orden institucional: la escuela, laica,obligatoria, pública, sustituye a la Iglesia y, en cierta medida, a la familia. No olvidemos que yaRousseau considera al educador como un agente del orden más eficaz y más barato que un policía...

Con estas nuevas funciones del sistema de enseñanza, y dada la necesidad de un mínimo de

1 Macherey, Pierre: Pour une théorie de la production littéraire, París, Maspero, 1966.2 Bachelard, Gaston: La Formation de l'Esprit Scientifique, París, 1947.

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coherencia entre sus diferentes niveles y sectores, los contenidos de la enseñanza tenían que cambiar:formas, funciones, estructuras, procesos, son aspectos complementarios de la realidad social. Y laretórica no podía seguir siendo enseñada porque las nuevas funciones de la enseñanza exigían uncambio en sus estructuras, en sus formas y, por lo tanto, en sus contenidos.

Al fin y al cabo, la enseñanza de la retórica tenía en la sociedad clásica la función de desarrollar lacapacidad de producir discursos socialmente eficaces, de mostrar los mecanismos por los que el discursoproduce un sentido dado en el sujeto, sujetándolo así y, por tanto, constituyéndolo de una manera nomenos dada. Obviamente, una de las condiciones de la eficacia del discurso sobre los receptores delmismo es la ocultación de los mecanismos de producción, del camino que media entre la «intenciónde significar» que tanto interesó a la fenomenología (Husserl, Merleau-Ponty) y la experienciasubjetiva del significado. Por eso, en la escuela laica, gratuita y, no hay que olvidarlo, obligatoria, laenseñanza de la lengua tenía que reducirse a, primero, la gramática (enseñar las reglas de la lenguamaterna) y, después, la literatura: de la imposición del consenso se pasa a la exégesis de la «creación» y elelogio del «creador», evitando cuidadosamente toda reflexión sobre, primero, los procedimientos porlos que se produce el sentido y, después, sobre la función social de los discursos.

No es aquí cuestión de extenderse más sobre el complejo proceso social (cultural, ideológico,político, económico...) que llevó la retórica a esos desvanes en los que se conservan tesoros que sedesempolvan y armas que se engrasan cuando hacen falta, que la sustituyó en el campo de laenseñanza y de la investigación, en suma, en la Academia, institución con su propia coherencia y consus mecanismos de legitimación (que Bourdieu estudia en Le Reproduction), y que la sustituyóprecisamente, por una concepción consensual de la lengua, que suplanta al lenguaje. Pero teníamosque mencionarlo para inscribir este discurso sobre las relaciones entre la ideología y la narración en elcontexto de la reflexión, más amplia, en el que ha tomado cuerpo. Volvamos, pues, al tema que, másde cerca, estamos aquí examinando.

1.2.2. La retórica, hoy

La retórica se desarrolló en Europa hasta el siglo XVIII, fundada en las concepciones de la altaantigüedad griega y romana, desde Aristóteles a Quintiliano. Como hemos mencionado ya, la retóricase definió como el arte de convencer, de persuadir, de provocar la adhesión.3 En este sentido, las diferenciasentre retórica y dialéctica eran insignificantes, tanto que Aristóteles las identificaba.

Para los contemporáneos, la retórica es, esencialmente, la teoría de las figuras v de los tropos. Perono es así para los escritores del período neoclásico, que incluían en tratados de retóricaconsideraciones sobre materias diversas que, hoy, pertenecen a disciplinas como la fonética o lapsicología del conocimiento.

Desde la antigüedad greco-romana hasta el siglo XIX, se produce una lenta y progresiva desviacióndel objetivo confesado de los estudios retóricos: del «arte de convencer» se pasa al examen de losprocedimientos de adornar. Dicho de otra manera: se olvida poco a poco el estudio de los efectos parareducirse a la clasificación –esteticista- de las «formas».

En tanto en cuanto se fue olvidando la cuestión del efecto sobre el auditor, lector o interlocutor, ladefinición de los tropos no fue posible más que como desvíos respecto a un «lenguaje llano», con lo quelos tropos no podían ser más que fenómenos de «estilo», adornos, hechos estéticos. Por eso no es nadasorprendente que el abandono de la retórica vaya a la par con el desarrollo de la estilística. Bally, uno delos grandes estilistas franceses, que extiende la lingüística saussuriana a los modos de expresión,considera las tipologías de la retórica clásica como «pedantes v pesadas», además de poco claras.4 Porello, la estilística abandona las tipologías de la retórica, substituyéndolas con la noción de «figura deestilo», que no distingue entre metáfora, sinécdoque, metonimia, antonomasia, etcétera...

Pero si la figura de estilo es una desviación respecto a una norma, la definición de la norma misma

3 Lausberg, H.: Handbuch der Literarischen Rhetorik, Munich, Max Hueber, 19604 Bally, Charles: Traité de Stylistique Française, París, Klincksieck, 1957, 2 vol.

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es, como veremos, problemática. El «grado cero» de la escritura (R. Barthes) o de la literalidad no esfácil de definir, aunque se apele al contexto (y al archi-lector), como lo hace Michael Riffaterre. Por ello,la estilística y la nueva retórica estructural acabarán siendo disciplinas formalistas, de un teoricismo amenudo estéril. Hablar de «transformaciones de la superficie discursiva» supone, siempre quedefinamos de forma clara aquello que se transforma, la materia prima de la transformación.

En cualquier caso, el «estilo», la «literalidad» de la literatura, va siendo concebida como desvíorespecto al lenguaje llano. Dado que no todo desvío es literario -o poético-, el distinguir entre el «buen» oel «mal» desvío es indispensable. Por eso, se llega a introducir de nuevo la preocupación por los«efectos» en la estilística literaria. La pregunta «qué es lo que hace que una transformación sea eficaz»no va acompañada del «¿eficaz para qué»?, ni «y para quién?» Estas preguntas adicionales son esen-ciales, al menos en la perspectiva clásica de la retórica, arte de persuadir.

Pero no todos los estudios de pragmática del lenguaje se reducen al hecho literario, por lo que notoda la estilística es estilística literaria. En 1950, Perelman y Olbrechts-Tyteca publican un libro que sehará un clásico, en el que consideran que la «nueva retórica» es, esencialmente, el estudio de laargumentación.5 Obviamente, la noción de «argumentación» no es una novedad: la lógica clásica, con susclasificaciones de los tipos de silogismos, se había ocupado de ella. Por eso no es de extrañar que seaninvestigadores formados en la lógica los que sigan desarrollando las investigaciones sobre la argu-mentación. Mencionamos aquí el conjunto de trabajos del Centre de Recherches Sémiologiques de l'Universitéde Neuchâtel,6 dirigido por Jean Blaise Grize, que se centran sobre el análisis de discursos no literariosen una perspectiva interdisciplinar, que cubre desde la lógica hasta la sociología.

El desarrollo contemporáneo de la retórica está asociado con el de la semiología y, en particular,con la semiología francesa. En 1970 se publica en Francia la Rhétorique Générale del «Grupo µ» (Duboisy otros).7 La ambición de este tratado es la de fundar científicamente la retórica, apoyándose en lasteorías lingüísticas contemporáneas y en la semiología estructural. Tratan, sobre todo, de clasificar losdesvíos (écarts) respecto al «grado cero» de la escritura, fundando la clasificación en criterios racionales,aplicados de forma sistemática. Para ello, distinguen cuatro niveles de análisis lingüístico y dos«planos», el del significante y el del significado. La «retórica general» que resulta de estas distincionesiniciales es una clasificación de las figuras y de los tropos muy homogénea y con una terminología mássencilla que la de la retórica clásica; es una retórica combinatoria, cuyos fundamentos no son menosarbitrarios que los de la tipología tradicional.

La importancia del trabajo del «Grupo µ» ha sido considerable, porque representa la tentativa máscompleta y sistemática de reconstitución de la retórica a partir de los postulados lingüísticos de lasemiología. Por ello, nos detendremos con más detalle en su retórica literaria.

1.2.3. La retórica literaria del Grupo µ

Existe una «retórica literaria» dentro de la retórica general. No haremos una crítica de ella, dadoque está fundada en la semiología del relato de Barthes, y en los trabajos de Greimas queexaminaremos en el capítulo III. El punto de partida es la distinción de Hjelmslev entre forma ysustancia tanto del contenido como de la expresión.8 Recordamos que, para Hjelmslev, la «substancia»no es la materia, «el soporte físico o psíquico de naturaleza no-lingüística», sino un campo de posibilidadesdeterminadas por el soporte material: el campo fenomenológico del español es una «substancia»lingüística soportada materialmente por el aparato articulado de emisión sonora. La retórica literariautiliza esta distinción para diferenciar los variados aspectos de la estructura semiótica del relato.9

5 Perelman, Chaim, y Olbrechts-Tyteca, L.: La nouvelle rhétorique. Traité de l'argumentation, Presses Universitaires deFrance (Col. Logos), 1958.6 Estos trabajos están publicados en los Cahiers du Centre de Recherches Sémiologiques, Université de Neuchâtel,Neuchâtel, Suiza. Mencionemos, aparte de los trabajos de J. B. Grize, formado con Piaget, los de Jean Pierre Fiala y de MarieAnne Ebel. 7 Dubois, J.; Edeline, F.; Klinkenberg, J. M.; Minguet, P.; Pire, F.; Trinon, A.: Rhétorique Générale, Paris, Larousse, 1970.8 Hjelmslev, L.: Prolégomènes á une théorie du langage, en p. 13.9 Dubois et al.: Rhétorique Générale, op. cit., página 127.

11

Expresión novela, film, «tebeos» el discurso narrativo

-Contenidouniverso real o

imaginado, historiasreales o ficticias

el relato propiamentedicho

Esta distinción nos parece extremadamente útil para nuestros propósitos, pues el discurso narrativo,puede tener diferentes «substancias» y materias y seguir siendo un relato. Obviamente, hemosprivilegiado aquí la novela y el cuento, los relatos de una «substancia» gráfica cuyo soporte material eslo impreso (aunque también pudiera ser lo mecanografiado o lo manuscrito).

La retórica literaria se ocupa de la forma de la expresión y de la forma del contenido: en cuanto ala primera, la retórica del discurso narrativo se reduce a un examen superficial y mecánico de losprocedimientos de producción «d'écarts», de desvíos que aplica a todos los niveles de análisis retórico(y que se llama figuras). Estas son:

1ª Supresión.2ª Adjunción.3ª Supresión-Adjunción.

El desarrollo narrativo se analiza distinguiendo en él «los diferentes dominios en los que las

figuras pueden tomar forma»10:

1°. Las soluciones de duración. 2°. Los hechos y la cronología.3°. El encadenamiento de los hechos y el determinismo causal.4°. La representación del espacio en el discurso. 5°. El punto de vista.

El cruce de estas dos clasificaciones produce una topología de las figuras del discurso narrativo,que sin carecer enteramente de interés, es, a nuestro entender, de poca utilidad científica. Si la tentativadel «Grupo µ» hubiera consistido en relacionar la retórica del discurso (de la forma de la expresión)con la del relato (la retórica de la forma del contenido), el carácter formalista y clasificatorio de suproceder se hubiera borrado. Pero tal no es el caso, y nos encontramos con una tipología de las figu-ras del discurso narrativo y del relato en que cada una de ellas, distinguidas con poco fundamento,carecen de funciones estructurales precisas. Además, de una retórica fundada en la muy dudosa noción de«desvío» (écart) respecto a un «grado cero» de la escritura. Como lo han apuntado diversos críticos del«Grupo µ», esto invalida casi enteramente la tentativa de la «Retórica General».11 El trabajo de Dubois yel «Grupo µ» no ha sido la última tentativa de renovar la retórica: Valga de ejemplo el artículo deHelmunt Bonheim que, en 1975,12 pretende remodelar la retórica mediante el uso de una clasificaciónbinaria de las figuras. Con el carácter sistemático de la clasificación y con la amplitud de éste, pretenderesolver el problema de la prolijidad y la pretensión de las tipologías clásicas, así como extender algrafismo el efecto retórico. Pero Bonheim pierde de vista el objetivo de la retórica clásica: el estudio delos procedimientos para «alcanzar la adhesión», y se limita a una clasificación sin más fundamento quela «sistematicidad» de sus criterios.

No continuaremos aquí el examen de la literatura sobre retórica, que ha aumentadoconsiderablemente en estos años y que no presenta gran interés para nuestro trabajo. Mencionemos,de pasada, que los estudios de poética han alcanzado un desarrollo envidiable, a pesar de laslimitaciones que reconocen todos los especialistas. Merecen una mención muy especial el libro de Jean10 Ibid, p. 177.11 Yllera, Alicia: Estilística Poética y Semiótica literaria, Madrid, Alianza Editorial, 1974.12 Bonheim, Helmut: «Bringing classical Rhetoric up-to-date», Semiotica, 13:4, pp. 375-388, 1975.

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Cohen Estructura del lenguaje poético 13 -que desarrolla la noción de la antigramaticalidad y que demuestracómo la evolución de la poesía consiste en un aumento de los dominios en que la antigramaticalidadopera- y de Samuel R. Levin, Linguistics Structures in Poetry,14 que estudia los fenómenos deemparejamiento (coupling) de los poemas, fundando su estudio en los trabajos de Chomsky. Finalmente,mencionaremos el importante libro de Riffaterre, Essai de Stylistique Structurale, publicado en 1971, queexamina los desvíos respecto al contexto (y no respecto al «grado cero de la estructura», inalcanzablenorma)15.

Estos trabajos no se definen en el campo de la nueva retórica. Pero las fronteras entre retórica,estilística y poética son, como lo demuestra Alicia Illera,16 borrosas y movedizas. El «lenguaje poético»no se limita al verso y ni siquiera al verso libre: la «función poética» es el ingrediente esencial de la«literalidad» para algunos autores (como R. Jakobson y el Círculo de Praga). La relación entre elestudio de la poesía y el de la prosa narrativa se establece, pues, mediante esta concepción de la«función poética del lenguaje». Volveremos a mencionar los trabajos estructuralistas en el capítulotercero.

Lo esencial es, pues, que la nueva retórica comparte con la antigua el peor de los defectos de ésta,que llamaremos la «compulsión taxonómica»; la ciencia no se construye haciendo tipologías en lasque los tipos no conducen a consideraciones sobre la función, la estructura y los procesos que,efectivamente, se desarrollan. Además, no ha tomado conciencia de lo que, en la intención de laretórica clásica, era lo más fecundo: la búsqueda de procedimientos para producir efectos determinados en elOtro (oyente, lector, espectador).

«Hablar por hablar»: el acto de hablar fuera de toda determinación social, psicológica u otra, el actode hablar puramente lingüístico es, como veremos, el único objeto de la reflexión del lingüista. Peroparece ser que el «escribir por escribir», pura combinatoria de «tipos» es el único objeto de la reflexióndel «nuevo retórico» (o, como veremos también después, de la semiología del relato). Nuestro puntode partida es, justamente, que los relatos concretos no son combinaciones al azar de «elementos»narrativos, que tienen una estructura tan socialmente determinada como la de los efectos que producen. Por ello,del estudio del «lenguaje narrativo» -o de la «función poética del lenguaje»- nos parece evacuar elproblema esencial de la determinación social de la producción y de la recepción de ese producto socialque es el relato. Esta evacuación se ha efectuado de dos maneras opuestas y complementarias: una,haciendo de la estructura y de los procedimientos literarios en la obra algo inefable, resultado del geniocreador del artista. La otra, haciendo de la «obra» una actualización, una combinación específica de loselementos de una «lengua del relato». Es decir, la enumeración se hace considerando el relato o comoacto individual o como pura manifestación del sistema. Veremos en el capítulo siguiente cómo la oposi-ción entre sistema y acto es el ideologema constitutivo del pensamiento estructuralista y el mayorobstáculo para el análisis concreto de los procedimientos que producen tanto los textos como susespecíficos efectos.

13 Cohen, J.: La structure du langage poétique, París, 1966.14 Levin, S. R.: Linguistics structures in poetry, La Haya, 196215 Rifaterre, M.: Essais de stylistique structurale, París, Flammarion, 1971.16 Yllera, A.: Ob. cit.

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1.3. Lógica

1.3.1. Orígenes

A otro nivel de análisis, en lo que, aparentemente, es otro campo del saber, se ha estudiado tambiénlas «figuras de la forma del contenido del discurso»: ¿la lógica de las proposiciones no es, desde susorígenes, una ciencia de la argumentación? Obviamente sí lo es, y buena prueba de ello tenemos en lostrabajos que, iniciados por Perelman y Olbrechts-Tyteca,17 consideran la retórica como una ciencia dela argumentación: el Centro de Investigaciones Semiológicas de la Universidad de Neuchâtel, dirigidopor J. Blaise Grize, un conocido especialista en lógica, discípulo de J. Piaget, continúa estudiando lasarticulaciones discursivas con los instrumentos de la lógica.18

La moderna lingüística se encuentra en la confluencia de las antiguas retórica y lógica. Veremosque la lingüística tiene un carácter modélico respecto a otras ciencias: tanto la retórica como la lógicamoderna intentan explicar los fenómenos incluidos en sus campos con una extensión del concepto delengua. En el capítulo siguiente veremos cómo se ha construido ese concepto y demostraremos en elcapítulo tercero cómo la semiótica literaria consiste, también, en una extensión del concepto de lengua, sinmodificación alguna de sus características esenciales. Por eso importa que esbocemos en este párrafolos fundamentos de la moderna lógica, en cuanto son compartidos por el «modelo lingüístico».

1.3.2. La lógica formal

La lógica formal contemporánea distingue tres campos: lógica de las clases, lógica de lasproposiciones y lógica de las relaciones. Pero los sistemas que se construyen en estos tres campos sonrigurosamente isomorfos,19 con lo que consideramos los fundamentos de todos ellos idénticos. Así aldiscutir los fundamentos de la lógica proposicional, estamos considerando postulados que, conformulaciones diversas se aplican en las lógicas de las clases y de las relaciones. La lógica aristotélica-una lógica de las proposiciones- asentaba los fundamentos de un análisis de las articulacionesdiscursivas. Pero esta lógica, que reposa sobre el principio eleático de la identidad, no puede pensar lasleyes que rigen las formas de articulación de los elementos del discurso más que como determinadaspor el «orden del entendimiento». Esta sumisión del orden del discurso al orden del entendimiento,hace de la lógica proposicional una sintaxis del concepto, a la que el orden del discurso no se sometemás que parcialmente.

En efecto, y sin tener que hablar de Aristóteles para encontrar una lógica ligada a la lingüística y ala retórica, los trabajos del Círculo de Viena, de Carnap, Tarski, Wittgenstein y el mismo Rusell,conciben la lógica como una lengua bien hecha y los discursos naturales como imperfectos respecto a esta«lengua ideal». La lógica proposicional ha sido, desde sus orígenes, una ciencia de las articulacionesdiscursivas que se concebía como ciencia del pensamiento. Sus postulados y su funcionamiento sonsimilares a los de la sintaxis en lingüística, en tanto en cuanto la lógica formal, como la sintaxis, seoponen a la semántica, definiéndose como disciplinas formales respecto a una problemática delsignificado, que, identificado a un contenido de conciencia, es relegado a la semántica.

Bertrand Russell es quien ilustra mejor el proceder del positivismo lógico; en los PrincipiaMathematica intenta dar cuenta del modo de construcción del más explicito de los discursos científicos,del discurso matemático, utilizando para ello la lógica formal del concepto que no es más que unalógica de la identidad: aunque se pueda demostrar que la lógica proposicional tiene una estructura degrupo, no se puede por ello describir el discurso matemático en los únicos términos de la lógica.20 Asi-mismo, todas las tentativas de reducción de los discursos de las ciencias naturales a lenguajes formales,han resultado ser un fracaso.

17 Perelman, Ch., y Olbrechts-Tyteca, L.: Ob. cit.18 Ver los Cahiers du Centre de Recherches sémiologiques, que publica las investigaciones de este Centro19 Ver Piaget, J. (ed.): Logique et Connaissance Scientifique, París, Gallimard (Col. La Pléiade), 1966, y Grize, J. B.:Traité de Logique, París, Gauthier-Villars, 3 vols.20 El camino contrario es posible: la lógica matemática ha sido construida a pesar de que las «matemáticas lógicas» no han sidotodavía, y no Toserán probablemente nunca, producidas.

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1.3.3. Límites de la formalización

En otra perspectiva se había llegado también a la constatación del fracaso del pensamiento formal:se trata, precisamente, del pensamiento meta-matemático. Recordemos, de pasada, la significación delcélebre teorema de Gödel, que prueba la imposibilidad de construir un autómata que sea capaz de decidirsi un enunciado matemático cualquiera es verdadero o falso, a partir de un conjunto de reglas dededucción; obviamente, siempre se puede añadir un axioma más para deducir, con un conjunto dado dereglas de deducción, un enunciado dado, matemáticamente verdadero. Pero no se puede encontrarningún conjunto cerrado y finito de axiomas a partir del que se puedan pensar todos los enunciadosverdaderos.

La interpretación de este resultado es de gran interés, pues conduce a afirmar que las matemáticasno pueden fundarse de una vez para siempre, y una vez fundadas, reducirlas a un puro trabajo deductivo;esto subraya el aspecto constructivista del pensamiento matemático y, por lo tanto, la imposibilidad dedefinir un meta-lenguaje cerrado con el que se pueda describir todo discurso matemático.21 Si lanecesidad de una concepción constructivista del discurso se hace sentir en las tentativas de análisis deldiscurso matemático, es obvio que en otros tipos de discurso esta necesidad debiera manifestarse.

El callejón sin salida al que llevó la tentativa de Russell ha planteado con una extremada agudeza elproblema de los fundamentos del pensamiento formal a la lógica y a la filosofía. El positivismo lógicoy la filosofía del lenguaje han encontrado en Wittgenstein a la vez una cima y un límite. Partiendo delpostulado común de la lógica formal (y que tanto Russell como Carnap, por ejemplo, explicitan) queconsidera que el objeto es idéntico a la suma de sus propiedades, Wittgenstein llega a la conclusión de quetodo discurso es, o bien una tautología, o bien el enunciado de un hecho. La conclusión del Tractatus muestracon claridad la inadecuación a la realidad de los postulados semánticos que fundan el positivismo lógico.22

«6.54 Meine Sátze erláutern dadurch, dass sie der, welcher mich versteht, am Ende alsunsinning erkennt, wenn er durch sie -suf ihnen- über sie hinausgestiegen ist. (Er musssozusagen die Leiter wegwerfen, nachdem er auf ihr hinaufgestiegen ist.)

Er muss diese Sátze überwinden, dann sieht er die Welt richtig.

7. Wowon man nicht aprechen kann, darüber muss man schweigen.»

Pero la paradoja no puede resolverse ni anularse sin crítica y, como paradoja, no puede fundar unateoría. Si «de lo que no se puede hablar, lo mejor es callarse» representa la conclusión de unademostración rigurosa, entonces la forma de hablar o de lo que se está hablando o, incluso, las dos a lavez, están desprovistas de fundamento. Porque las proposiciones de Wittgenstein no carecen de sentido apesar de que, paradójicamente, su discurso sea filosófico. El hecho es que el discurso filosófico-como el mismo discurso poético- existe, pero que la teoría lógico-filosófica de Wittgenstein no puedetomarlos en cuenta.

El postulado fundamental de Wittgenstein es:

«3.23 Die Forderung der Moglichkeit der einfachen Zeichen ist die Forderun derBestimmtheit des Sinnes.»

Este postulado de la determinabilidad del sentido, de la existencia del significado del signo es, también, elfundamento de la lingüística saussuriana y del estructuralismo lingüístico. Además, es el postuladomismo de Russell: «el significado de una proposición resulta del significado de las palabras que laconstituyan: una proposición es una función del significado de las palabras aisladas».23

La lógica formal requiere, en efecto, que todo signo tenga un significado determinado21 Debo esta interpretación del teorema de Gödel a una comunicación personal del profesor André Joyal, una de las figurassignificativas de la meta-matemática contemporánea.22 Wittgenstein, Ludwig: Tractatus logico-philosophicus, Madrid, Revista de Occidente, 1957.23 Russell, B.: «Introducción» al Tractatus, ob. cit., página 23.

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unívocamente, de tal manera que la diferencia gráfica implique una diferencia conceptual. No hay quetomar en serio las afirmaciones de los lógicos formales, cuando pretenden que la cuestión delsignificado de los símbolos no es una cuestión lógica, sino pragmática o semántica. Lo que sí esverdad es que poco importa a la lógica formal cuál es el significado de cada símbolo, siempre y cuandotenga uno cada uno y cuando estos significados sean diferentes para dos símbolos diferentes.

Este postulado tiene graves implicaciones teóricas. Si el significado del signo está determinado erade la lógica, eso quiere decir que las operaciones lógicas no modifican en nada el significado.

1.3.4. El principio de identidad

El principio de identidad consiste, precisamente, en esto: A = A quiere decir que, en cualquiercontexto que encontremos «A», que hagamos lo que hagamos con «A», su significado seguirá siendo elmismo. La lógica formal, fundada en este principio, es entonces una combinatoria, y se comprende porqué en su discurso inicial se ha presentado como ciencia del entendimiento: la lógica de la identidad esuna lógica en la que el concepto está pensado como entidad subjetiva.

Se comprende entonces que la proposición sea concebida como una «forma interna» (empleandolos términos de W. von Humboldt): la lógica formal es un discurso sobre las «formas de loscontenidos», sobre lo que se podría llamar «estructuras profundas».

Estas «formas de los contenidos» que la lógica formal estudia están en una relación determinada conuna teoría semántica: lo menos que se puede decir de la teoría del significado implícita en la lógicaformal, es que ese «significado» es concebido como un contenido no sólo de las formas, sino también ysobre todo, de la conciencia del sujeto. Es curiosa, en efecto, la posición del sujeto en la lógica formal: lalógica, que considera sus símbolos como objetos definidos por, determinadas propiedades, no reservaal sujeto ningún lugar explícito en su discurso. Y es porque el sujeto es necesario para la lógica formal fuera deella: continente de los contenidos o significados que los símbolos lógicos deben tener y fuente de lasempíricas atribuciones de valores de verdad a las proposiciones elementales, el sujeto aparece como eldepósito de la substancia de las formas que la lógica estudia.

Esta forma de proceder de la lógica formal, que no conoce más que «objetos», «propiedades» de«objetos» y «relaciones» entre «objetos» no es compatible con cualquier epistemología: sólo unaconcepción idealista y subjetiva de la idea o del concepto puede corresponder al principio de identidad.Como decíamos más arriba, la aceptación de este principio implica que el discurso sobre «A» nomodifica el sentido de «A», siempre igual a sí mismo...

Claro está que, si se rechaza el principio de identidad, la posibilidad misma de una lógica formaldesaparece.24 Porque eso implica que las operaciones lógicas modifican el significado de los signos yque, al necesitar saber cómo lo modifican, no se puede continuar relegando los significados fuera de lalógica....

La dialéctica es, precisamente, esto -aunque no solamente esto-: la tentativa de constituir una teoríadel concepto fuera del principio de identidad.

Hegel había, también, comprendido que la concepción del significado como realidad idéntica a símisma en todas sus manifestaciones es complementaria de la concepción subjetiva del significado: estacomprensión necesitaba un análisis de la función del «Yo» en el discurso, análisis que Hegel esbozacon claridad en la primera edición de su Enciclopedia. Ahora bien, la crítica del subjetivismo no essuficiente: se puede hacer, como Hegel lo hace, desde una perspectiva idealista, desde el punto de vistadel «espíritu» absoluto.

24 Lo dicho no pretende poner en duda la legitimidad de la lógica matemática como empresa «local», como forma particular de lasmatemáticas que no pretende, en ningún caso, ser ciencia del pensamiento ni del lenguaje, y ni siquiera de las matemáticas.

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1.3.5. Sujeto y objeto en la proposición

Para muchos, este tipo de reflexiones sobre la función de la relación sujeto-objeto en la lógicaformal o en la lingüística son puras distracciones especulativas, sin gran interés científico. Fascinadospor el falso rigor del formalismo olvidan la existencia de algunos problemas que, desde hace siglos, lalógica no ha podido resolver: las llamadas paradojas semánticas.25

La teoría de los cuantificadores desarrollada a principios de siglo, sobre todo por B. Russell, haresuelto las paradojas lógicas, pero hay un grupo de paradojas, las llamadas «paradojas semánticas», queresisten a los esfuerzos de la formalización. Un caso típico es la paradoja del mentiroso, que se puedeformular así: «Zenón el cretense dice que todos y cada uno de los cretenses mienten siempre». SiZenón dice la verdad, la proposición «todos los cretenses mienten siempre» es mentira, pues Zenónpertenece a la categoría de los cretenses y sólo mintiendo que dice puede ser verdad.26 Este tipo deproblemas no ha podido ser resuelto y se llaman «paradojas semánticas» precisamente porque la lógicaformal no sabe resolverlas. La particularidad de esta paradoja consiste en la doble función del términoZenón en la formulación: en tanto que cretense, Zenón pertenece a una clase de objetos («todos loscretenses»). Pero en tanto en cuanto Zenón «dice que... » Zenón es un sujeto y no un objeto. Y noolvidemos que, para la lógica formal los sujetos no existen nada más que fuera de ella, como continentesde las representaciones de objetos sobre las que ella trabaja.

El sujeto, además, no tiene más propiedad que la de contener los contenidos. Porque sólo el objetotiene propiedades (contenidas en el sujeto): hablar de una característica de un sujeto es hacer de él un objetorespecto a otro sujeto. Esto es evidente en el texto de la paradoja que examinamos, que se puede traducirasí:

(«Yo digo que)

«Zenón es cretense»P1

Y=

«Zenón dice que»«todos los cretenses mienten siempre»: P2

El término «Zenón» en la expresión «Zenón es cretense» es un objeto de la predicación y estaexpresión es una proposición «sensu stricto», así como «todos los cretenses mienten siempre». Ahorabien, «Zenón dice que... » no es una proposición respecto a «todos los cretenses mienten siempre»,aunque sí puede considerarse como tal respecto a «Yo digo que». En efecto, Zenón es un objetorespecto a mi subjetividad cuando yo hablo de Zenón. Pero Zenón es sujeto respecto a la proposición P2,pues es él quien la enuncia.

La lógica formal no puede, con sus categorías, tratar este problema, porque precisamente, larelación sujeto-objeto no pertenece a la lógica formal. Lo malo es que esta relación «pertenece» alorden del discurso; más aún, es uno de los mecanismos determinantes del modo de producción del«efecto de sentido» del discurso.

Volveremos después, con algo más de detalle, a este problema de la función semántica de lasarticulaciones sujeto-objeto en el discurso. Por el momento nos contentaremos con constatar unaevidencia: que el sujeto aparece como lo que contiene representaciones, o, lo que es lo mismo, que elobjeto no es objeto más que respecto a un sujeto. Si se cambia de sujeto, el objeto no se conservanecesariamente, a menos, claro está, que los dos sujetos sean idénticos. Dado que la única propiedad delsujeto es la de contener, la identidad de dos sujetos quiere decir simplemente, la identidad de suscontenidos y la reserva formulada más arriba es, evidentemente, tautológica. Pero no por ello carece deimportancia, porque clarifica un aspecto esencial de ese sujeto, necesario para el funcionamiento del25 Semánticas, ya que no paradojas lógicas «sensu stricto».26 La forma más breve de esta paradoja es: «miento».

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discurso lógico, y que se sitúa siempre más allá de sus fronteras; se trata de que el sujeto de la lógica esun sujeto único, universal porque está neutralizado: es el continente del «consensus» colectivo que en-contraremos en la lingüística saussuriana o chomskyana, en la sociología, en todas las «cienciashumanas» contemporáneas.

1.3.6. Conclusión

El examen de una paradoja nos ha llevado a establecer la relación entre los postuladosfundamentales de la lingüística y de la lógica. La importancia de esta relación es tanto más grandecuanto el modo de formalización de la lógica constituye un «modelo»,27 no sólo para la lingüística, sinopara la semiología.

En lingüística encontramos una sintaxis formal que establece la relación entre el orden del

pensamiento, que la lógica estudia, y el orden de la expresión, acompañado de una concepción de estepensamiento que es idéntica a la de la lógica formal, pues es la de una combinatoria de significados, deunidades de sentido.

Podríamos avanzar que la lingüística contemporánea y la lógica formal comparten los postuladosfundamentales de las teorías de la acción: el acto de pensar o el acto de hablar están regidos por unsistema de unidades discretas, entidades interiorizadas, idénticas a ellas mismas, que se combinan entreellas siguiendo ciertas reglas, interiorizadas también, puesto que son las formas de la substanciainteriorizada.

La diferencia entre las dos consiste, únicamente, en que la lógica estudia las «estructurasprofundas», las «formas de contenido»; mientras que la lingüística estudia, sobre todo, las relacionesentre éstas y las «estructuras superficiales», o «formas de la expresión». Pero lo esencial es que, para launa como para la otra, la significación es el resultado de una combinación de significados que se identificany son constantes y permanentes, significados contenidos en la conciencia del sujeto.

En el capítulo quinto volveremos a ocuparnos de la función teórica de la diferencia entre frase yproposición, absolutamente esencial, a nuestro entender, para desarrollar una teoría científica deldiscurso.

27 «Modelo» en el sentido de objetivo a alcanzar, de copia o reproducción a realizar. Ver Badiou, Alain: Le concept demmodèle, París, Maspero, 1968.

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Fundamentos lingüísticosde la semiología

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2.1. Orígenes y presupuestos

La distinción saussuriana entre la lengua y el habla constituye la lingüística como disciplinaautónoma y ofrece, paralelamente, el modelo sobre el que habrán de basarse los procedimientosteóricos de las diversas escuelas estructuralistas. En efecto -como se verá más adelante-, la dicotomía«lengua-habla» será interpretada como un caso particular (y, sin duda, ejemplar) de la dicotomíafundadora del estructuralismo, a -saber: estructura vs. acontecimiento.

La posibilidad de esta distinción reposa sobre un conjunto de postulados que trataremos ahora deexponer. La dicotomía lengua-habla no existe fuera de un sistema de nociones en las que es necesarioanalizar los componentes y las articulaciones, sistema que se llamará a partir de ahora el «modelolingüístico», y que se estudiará a partir de los trabajos de Saussure.

Es necesario introducir aquí algunas observaciones indispensables para comprender el sentido delproceso a seguir y sobre las que volveremos a continuación.

En principio, el «modelo lingüístico» que tratamos de obtener en la obra de Ferdinand de Saussure,no puede, en ningún caso, ser identificado con la lingüística. Esta disciplina ha conocido, en efecto, unimportante desarrollo a lo largo del siglo y, aunque los trabajos de Saussure hayan sido un punto dereferencia decisivo para los investigadores que le han seguido, éstos han utilizado nociones que sealejaban más o menos, según los casos, y en direcciones diferentes, de este modelo. Por tanto, nuestracrítica del modo de construcción del objeto de la lingüística y del «modelo lingüístico» en Saussure nopretende de ninguna manera representar una contribución a la lingüística; se propone, simplemente,proporcionar los instrumentos necesarios para la comprensión y la crítica de las teorías semiológicasdel discurso, que emplean las nociones saussurianas como un «modelo». Sin embargo, el análisis de losfundamentos de la problemática del modelo, conduce inevitablemente a la formulación de cuestionesy de críticas que conciernen tanto a la lingüística como a otras disciplinas de las ciencias sociales.

Hay que subrayar también que la coherencia del «modelo lingüístico» que examinamos en lostextos de Saussure, se halla influida por su preocupación por la realidad y su conciencia de lacomplejidad de los problemas del lenguaje. Se encuentran así en el «Cours»1 enunciadoscontradictorios. Si no existieran, a un cierto nivel de análisis, unas regularidades y unas constantesoperando más allá de las contradicciones entre los enunciados, la expresión «modelo lingüístico» notendría ningún sentido fuera de una lectura parcial y sintética. Pero tales constantes existen y puedeverse cómo se articulan de forma coherente en lo que se ha llamado el «modelo lingüístico». Lasemiología de los relatos ha utilizado estos postulados y es en este sentido en el que ha tomadoprestado el «modelo lingüístico», a pesar de los diferentes modos de aplicación, a pesar de lasdivergencias y de las oposiciones sobre cuestiones más restringidas que, como se ha indicado ya, seencuentran igualmente en la obra de Saussure.

Antes de adentrarnos en la discusión de las implicaciones teóricas y epistemológicas de estadistinción, es preciso analizar la manera en que Saussure la concibe. «La lengua -decía Saussure- es unobjeto bien definido en el conjunto heteróclito de los hechos del lenguaje. Se la puede localizar en laporción determinada del circuito donde una imagen acústica viene a asociarse con un concepto. Lalengua es la parte social del lenguaje, exterior al individuo, que por sí solo no puede ni crearla, nimodificarla; no existe más que en virtud de una especie de contrato entre los miembros de lacomunidad.»

Así, pues, la lengua constituye un objeto susceptible de ser estudiado independientemente dellenguaje; mientras que el lenguaje es heterogéneo, la lengua es «de naturaleza homogénea: un sistemade signos en el que lo único esencial es la unión del sentido y de la imagen acústica, y en la que las dospartes del signo son igualmente psíquicas».

Dicho de otro modo, la lengua es «un objeto de naturaleza concreta: una institución social», un1 Entenderemos a partir de ahora por «Cours» Le cours de linguistique générale, de Ferdinand de Saussurere, París, Payot,1968. (Hay trad. castellana)

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«sistema de signos que expresa ideas». La lingüística, cuyo objeto es la lengua, forma parte de lasemiología -o ciencia general de los signos-, la cual, a su vez, constituye un sector de la psicologíasocial y, por tanto, de la psicología general.

La definición de la lingüística como parte de la psicología no es un error; es perfectamentecoherente con la definición de significantes y significados como «esencialmente psíquicos» y, por otraparte, del sistema de signos como una institución social, «una especie de contrato entre los miembrosde la comunidad». La lengua, como objeto de estudio, se define así en el contexto de una sociedadpensada como fundamentalmente contractual, en la que los miembros son los individuos.

El habla es, inversamente, «un acto individual de voluntad y de inteligencia en el que convienedistinguir: 1) las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con miras aexpresar su pensamiento personal; 2) el mecanismo psico-físico que le permita exteriorizar esascombinaciones».

Se ve claramente que la distinción lengua-habla está fundada en la oposición social-individual, y enuna concepción expresiva del habla como exteriorización del pensamiento individual por el uso de la lengua como código-instrumento. Como nota Paul Ricoeur, esta distinción permite poner entre paréntesis un hecho importante:que lo propio del lenguaje no es sólo que el sujeto que habla combine «signos», sino que los combine deforma específica en un discurso significante. Examinaremos más adelante las implicaciones de esta«puesta entre paréntesis» del discurso.

La lengua, objeto de la lingüística, debe, pues, ser analizada como un conjunto cerrado, autónomorespecto a los objetos de otras ciencias. Hay que explicar por la lingüística los fenómenos lingüísticos.La noción de sistema se inscribe en este proceso de cierre, por lo que es importante mostrar sufunción teórica y su estatuto epistemológico. Es necesario examinar detalladamente el conjunto denociones de las que derivan estas definiciones, así como los diferentes procesos que las legitiman.

2.2. La noción de sistema y la oposición sincronía-diacronía

La distinción en «el conjunto heterogéneo de los hechos del lenguaje»2 de un orden de hechossistematizables es una operación esencial en el pensamiento saussuriano.

La lengua «objeto bien definido» es el resultado de una distinción semejante. Para construir esteobjeto que es «un sistema que no conoce más que su propio orden»,3 hay que separar decididamente«todo lo que es extraño a su organismo, a su sistema, en una palabra, todo lo que se designa por eltérmino de «lingüística externa».4 Pero para separar todo lo que es extraño al organismo de la lengua,hay que conocer este «organismo» o, al menos, la frontera que permite hablar de un dentro y de unfuera.

La noción de sistema delimita la frontera entre lengua y habla. Saussure escribe «es interno todo loque cambia el sistema en un grado cualquiera».5 Lo que permite distinguir el interior del exterior, es lomismo que permite distinguir entre el sistema y el acto en los hechos del lenguaje; es necesario, pues,conocer los atributos del sistema y los del acto, ver por qué hay unos hechos que pertenecen aórdenes diferentes y se sitúan en una cierta jerarquía. Esta oposición sistema-acto constituye, como yase ha indicado, un caso modélico de la dicotomía estructura-acontecimiento, fundadora delpensamiento estructuralista.

Con ella se puede efectuar una partición en el conjunto de los hechos del lenguaje; de ella resultandos tipos de hechos: los que son hechos del sistema y los que no son más que «actos», y que noconstituyen un objeto de estudio científico. Saussure no se plantea la cuestión -señalada por

2 Ibid., p. 313 Ibid., p. 43.4 Ibid., p. 40.5 Ibid., p. 43.

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Malmberg-6 de la posibilidad de la existencia de más de un sistema de hechos en el lenguaje; en estaperspectiva la oposición sistema-acto se borraría, ya que el acto podría no ser más que la articulaciónde unos «hechos de sistema» pertenecientes a dos o varios sistemas diferentes.

Para Saussure el problema se plantea en términos precisos: un solo sistema en el lenguaje essuficiente, ya que la noción de sistema está de tal forma definida que no se puede concebir laposibilidad de dos sistemas determinando un campo de hechos. En el «Cours», en efecto, el términosistema es sinónimo de un conjunto de elementos, el cual, además, no puede ser estudiado más que deuna sola forma, a saber, por la comparación de las combinaciones efectivamente realizadas entre los elementos-los hechos- con las combinaciones posibles de los «elementos» postulados, para asegurar que las enti-dades así combinadas son elementos del sistema. Este procedimiento es imposible si se prevé la existenciaposible de dos o más sistemas.

Las consideraciones precedentes necesitan unas precisiones suplementarias a propósito, sobretodo, de la noción de elemento que es una de las preocupaciones centrales del «Cours». La noción deelemento plantea el problema de la relación entre entidades y unidades y el del estatuto de la frase. Ensuma, está estrechamente ligada a dos cuestiones fundamentales relativas al modelo lingüístico: ladicotomía sincronía-diacronía y el modo de definición del signo.

Saussure considera que la definición de los elementos del sistema de la lengua está unido a lacuestión de la identidad: en efecto, ¿cómo se puede decir que dos acontecimientos (o actos) de hablapongan en juego las mismas entidades lingüísticas? Así, escribe «en todas las ocasiones en que lasmismas condiciones son realizadas se obtienen las mismas entidades»,7 y añade que «las entidadesconcretas de la lengua no se presentan en sí mismas a nuestra observación.8 Es necesario, pues, enu-merar las condiciones realizadas para saber si son las mismas; sin embargo, una vez esta enumeraciónefectuada, ¿cómo se puede afirmar que las condiciones son las mismas?

Citando el ejemplo del expres «Génova-París de las 8,45 de la tarde», escribe: «Lo que hace el exprescomo tal, es la hora de su salida, su itinerario y, en general, todas las circunstancias que le distinguende los otros».9 Esta distinción no es, sin embargo, un dato; las circunstancias que distinguen un expresde otro para el usuario y para el maquinista no son las mismas. El usuario se interesa por la hora y porel itinerario, es decir, por las características que tienen para él una función. Para el maquinista, lalocomotora puede ser una característica significativa, y bajo este prisma dos expres pueden serdiferentes para él.

Saussure define la identidad por la función, dejando de lado la cuestión de saber en relación a qué sedefine la función en sí misma. Pero para ver mejor las articulaciones de las nociones de identidad y deunidad, hay que introducir la noción de valor.

Saussure escribe, en efecto, que «en los sistemas semiológicos como la lengua, en donde loselementos se mantienen recíprocamente en equilibrio según unas reglas determinadas, la noción deidentidad se confunde con la de unidad, de entidad concreta y de realidad.10

La función de la noción de valor en el «modelo lingüístico» ha sido abandonada por lossemiólogos;11 sin embargo, como acabamos de ver, está vinculada a la definición de los elementos ounidades del sistema y al problema de la identidad. El vínculo es muy claro: Las entidades son las mismas sitienen los mismos valores. En otros términos, se dirá que dos entidades son idénticas si «se realizan lasmismas condiciones, es decir, si tienen el mismo valor. Pero no se puede considerar, sin embargo, quelas entidades tengan unos valores absolutos: «Los valores permanecen totalmente relativos», escribeSaussure, quien añade: «La colectividad es necesaria para establecer unos valores cuya única razón de serestá en el uso y en el consentimiento general».12

6 Malmberg, Bertil: Los nuevos caminos de la Lingüística, México, Siglo XXI, 1969, p. 42.7 Saussure, Ferdinand de: Ob. cit., p. 151. 8 Ibid., p. 153.9 Ibid., p. 151.10 Ibid., p., 154.11 Veremos como, en efecto, los semiólogos emplean el término valor sin explicar claramente su función teórica.12 Ibid., p. 157. Subrayado del autor.

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Así, es el consentimiento general quien determina los valores y, por tanto, sí se puede decir que

dos entidades son idénticas porque tienen el mismo valor, es el valor que les ha sido otorgado por elconsentimiento de la colectividad. La definición de las unidades del sistema es el fruto de un procesoque compara unidades en cuanto a su valor y en cuanto a su función de sentido en la conciencia colectiva.

Por lo mismo, lo que permite distinguir dos entidades no viene dado por la observación: dossignificantes son diferentes solamente si la diferencia tiene una función de sentido ratificada por elconsentimiento colectivo. Para Saussure, la diferencia entre dos entidades es siempre una diferencia desentido ratificada por el consentimiento colectivo. La diferencia entre dos entidades es siempre unadiferencia de valores: la lengua es así una forma, un sistema de diferencias. Se ve, pues, que los elementos delsistema están definidos por el valor y que éste es relativo porque está únicamente determinado por el con-sentimiento colectivo. Una vez dicho todo lo anterior, sólo nos queda por ver cómo el estudio de lascombinaciones de los elementos permite definir las reglas del sistema.

El procedimiento de estudio «sistemático» es siempre el mismo para Saussure: Los hechos del lenguajeestán considerados como unas combinaciones efectivamente realizadas entre los elementos. Postula, enprincipio, que ciertas entidades tienen elementos, para estudiar a continuación sus combinacionesposibles y compararlas con las combinaciones efectivas. La diferencia entre unas y otras combinacionespermitidas/excluidas efectivamente- define las leyes del sistema. Sin embargo, para llegar a este resultadoes necesario que se realicen las condiciones siguientes:

a. Que se haya definido el conjunto de las unidades, lo que quiere decir que se hayan estudiado losvalores de numerosas entidades y que se haya encontrado un número determinado de entidadesdiferentes.

b. Que el número de entidades sea finito, para poder construir el conjunto de sus combinacionesposibles.

c. Que se disponga de un medio para saber cuáles son las combinaciones efectivamente realizadas.

Estas tres condiciones exigen que se construya la dicotomía sincronía-diacronía y que se considerela sincronía como condición «sine qua non» del estudio sistemático.

En efecto, si se acepta la noción de intervalo de tiempo, la cuestión de la amplitud del intervalo seplantea como problema científicamente pertinente. ¿Cuáles son los criterios que permiten definir elintervalo de tiempo que comprende los hechos a estudiar? O bien el intervalo de tiempo está definidopor unos criterios no-sistemáticos, o su amplitud es arbitraria; en los dos casos, el número deelementos está indeterminado, pues basta con ampliar el período para encontrar unos elementosdistintos, unos valores diferentes. El problema es el mismo en lo que se refiere a las combinacionesposibles. En el caso de combinaciones efectivamente realizadas, la indeterminación es total: nadapuede garantizar que una combinación posible, pero no llevada a efecto en el intervalo t1- t2 no lo seríasi se trasladase este intervalo de t2 a t3.

Está claro, en consecuencia, que si se quiere estudiar como sistema un conjunto de hechos, esnecesario incluir solamente hechos simultáneos. En rigor, esto es imposible, pues la sincronía no es dehecho más que una diacronía encubierta, ya que, de una parte, la simultaneidad de dosacontecimientos está siempre condicionada por el lugar y las condiciones de observación y, por otraparte, se produce una diferencia en el tiempo de observación que constituye ya una diacronía. ¿Cómose puede escuchar a diez «locutores nativos» simultáneamente? ¿Cómo se puede asegurar lasimultaneidad de observaciones recogidas en lugares diferentes?

2.3. Lengua y contrato

Hemos visto que la lengua es un sistema de elementos, delimitados en el lenguaje en función,precisamente, de la posibilidad de un tratamiento sistemático del conjunto de elementos así delimitado,

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procedimiento que exige un estudio sincrónico.

Se trata de precisar, ahora, como define Saussure, los elementos de este conjunto sistemático que sellama lengua y cuál es su naturaleza.

En la introducción del «Cours», se encuentra una formulación del problema sobre la que Saussurevuelve después de discutir los problemas de entidad, unidad, identidad y de la diferencia en sus relacionesrecíprocas. Vamos a seguirle en el orden de exposición: examinaremos, pues, ahora, la distinción social-individual y las dicotomías que le acompañan, así como su función en la definición de la frontera entrelengua y no-lengua.

En ocasiones sucesivas en el «Cours» se encuentran unos enunciados como los siguientes:

«Mais qu'est-ce que la langue? Pour nous elle ne se confond pas avec le langage; elle n'estqu'une partie déterminée, essentielle, il est vrai. C'est à la fois un produit social de la faculté dulangage et un ensemble de conventions nécessaires, adoptées par le corps social pour permettre l'exercicede cette faculté chez les individus».13

Se ve aparecer la noción de «convención adoptada por el cuerpo social», la de «ejercicio», la deindividuo. Es importante precisar la función de estas nociones en la definición de la lengua,examinando otros enunciados que especifiquen la función de esta dicotomía social-individual quevamos a analizar detalladamente a continuación. Saussure escribe:

«En séparant la langue de la parole, on sépare du même coup:

1. ce qui est social de ce qui est individuel; 2. ce qui est essentiel de ce qui est accessoire et plus ou moins accidentel».14

Precisa, además, el sentido de la distinción social-individual. La lengua es un hecho social porque«es el producto que el individuo registra pasivamente»,15 porque es «exterior al individuo, el cual nopuede crearla ni modificarla él solo», porque «no existe más que en virtud de una especie de contratosuscrito por los miembros de la comunidad».16 Escribe también: «Las asociaciones ratificadas por elconsentimiento colectivo cuyo conjunto constituye la lengua son realidades que tienen su sede en elcerebro».17

En estas citas se ve que el sentido del «fait social» está estrechamente asociado con la noción de«contrato», como se ha indicado anteriormente. Pero se puede precisar más todavía con otras citas, elcarácter pasivo de este «contrato» que Saussure considera como equivalente al «consentementgénéral». Así, la lengua es «un produit hérité des générations précédents et a prendre tel que»,18 es «unechose dont les individus se servent toute la journée et qui a sont siège dans le cerveau».19

Debemos hacer constar que la naturaleza de las estructuras para Lévi-Strauss es también, en últimainstancia, psicofísica; en efecto, las estructuras están definidas en términos de Lévi-Strauss como «unconjunto de imposiciones de naturaleza psicológica y lógica, que dan forma a nuestro pensamiento yque se encuentran sustancialmente idénticas, en todo espíritu humano, occidental o exótico, primitivoo civilizado. La existencia universal de estas imposiciones plantea, evidentemente, el problema de sunaturaleza. A nuestro entender, la hipótesis más verosímil, al menos a título provisional, es que seexpresan directamente en la vida mental, y que de una cierta manera proyectan en ésta aspectosdeterminados de la estructura cortical del cerebro y de su modo de funcionamiento».

13 Ibid., p. 25. Subrayado del autor. (14) Ibid., p. 30.14 Ibid., p. 30.15 Ibid., p. 30.16 Ibid., p. 3117 ) Ibid., p. 32. Subrayado del autor.18 Ibid , p. 105.19 Ibid., p. 105. Subrayado del autor.

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Esta afirmación es la conclusión lógica de los postulados del modelo lingüístico.

Se pueden precisar más las dimensiones de esta dicotomía social-individual y la concepciónsaussuriana de lo social, examinando en el otro término lo individual. Se lee en el «Cours».20

«La parole est au contraire un acte individuel de volonté et d'intelligence, dans lequel ilconvient de distinguer:

1) les combinaisons par lesquelles le sujet parlant utilise le code de la langue en vued'exprimer sa pensée personnelle ;

2) le mécanisme psycho-psysique qui lui permet d'extérioriser ces combinaisons.»

Esta cita pone en evidencia un aspecto muy interesante de las contradicciones que hemosmencionado entre el espíritu de sistema y el respeto de los hechos en el pensamiento saussuriano. Enefecto, está claro que la lengua tiene aquí un aspecto instrumental y expresivo que está vinculado a sudefinición como «système de signes exprimant des idées»21 donde los signos son unas «associationsratifiées par le consentement collectif»22 entre sentidos e imágenes acústicas, realidades que tienen «susede en el cerebro». En el capítulo IV de la 2ª parte del «Cours», titulado «La valeur linguistique», sedice que «la idea del valor así determinada nos muestra que es una gran ilusión considerar un términosimplemente como la unión de un cierto sonido con un cierto concepto»,23 no hay ideaspreestablecidas, y nada es diferenciado antes de la aparición de la lengua.24 «El rol de la lengua frenteal pensamiento no es el de crear un medio fónico material en la expresión de las ideas».25

Se ve en estas citas que si el habla es un acto en el que el individuo expresa su pensamiento, el rolde la lengua no es un «medio para la expresión». Existe, pues, una separación, así como unacontinuidad, entre el proceso por el cual Saussure define la lengua como un sistema de signos, hechosocial, porque las dos caras del signo están vinculadas por el consentimiento colectivo, y aquel otropor el que llega a la conclusión de que «la lengua no puede ser más que un sistema de valores puros» 26

porque las delimitaciones mutuas del concepto y del sonido se llevan a efecto a través de relacioneshorizontales. La apariencia de una separación está producida por la introducción de la noción de valor,que quita a la lengua su carácter instrumental en relación al pensamiento y que impide concebirlacomo un sistema perfectamente delimitado en relación al habla. Pero la noción de valor aseguratambién la continuidad, ya que posee el aspecto positivo, contractual y, por tanto, social, que permitedistinguir la lengua del lenguaje y construir el habla como acto del sujeto individual.

Examinemos ahora las relaciones entre las diferencias en la definición de la noción de signo, antesy después de introducir la noción de valor. Se podrá demostrar entonces que la distinción entre lenguay habla no tiene sentido si se descarta el postulado saussuriano de la existencia del consentimientocolectivo, de un contrato, ratificando las asociaciones de los significados con los significantes y queconstituye lo que Durkheim llamará la conciencia colectiva.

20 Ibid., p. 30321 Ibid., p. 33.22 Ibid., p. 33.23 Ibid., p. 157.24 Ibid., p. 155.25 Ibid., p. 156.26 Ibid., p. 155.

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2.4. La lengua y el signo

Las unidades del sistema se denominan signos; sólo el estudio de sus relaciones permite definir lossignos.27 No entraremos aquí en una discusión detallada de esta cuestión. Señalemos simplemente quela formulación del problema en términos de elementos -y de sistema de relaciones que definen estoselementos- presenta sobre todo unas dificultades de orden semántico y semiológico. No es suficienteatenerse a los niveles de la fonología y la morfología. El modo de definir las unidades elementales dellenguaje plantea precisamente el «problema de los niveles» en lingüística, que trataremos a continua-ción; la solución de esta cuestión exige una concepción más elaborada de la noción de estructuracomo sistema de transformaciones.

El problema se plantea, pues, en los términos siguientes: cómo definir los elementos cuyoconjunto estudiamos como sistema. Saussure nos advierte de cómo las relaciones definen los «elementos». Enotras palabras, se definen los signos estudiando las relaciones del sistema de signos.

El signo es significante y significado; el significante es significante porque existe un significado.Saussure nos dice que la idea delimita el sonido que la representa, al mismo tiempo que el sonido(imagen acústica) de la palabra define (delimita) la idea. Así, la idea, el concepto, es el significado de lapalabra (del signo). Se trata de relaciones «verticales» significante-significado. Pero existen tambiénrelaciones horizontales en las que el significante está delimitado en relación a otros significantes y elsignificado en relación a otros significados. Estas relaciones están vinculadas a lo que Saussuredenomina el valor del signo y sobre el que volveremos a continuación.

Saussure escribe que «los signos lingüísticos, por ser básicamente psíquicos, no son abstracciones;las asociaciones ratificadas por el consentimiento colectivo, y cuyo conjunto constituye la lengua, sonunas realidades que tienen su sede en el cerebro». Además, escribe, «el signo lingüístico une no unacosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. Esta última, no es el sonido material, cosapuramente física, sino la huella psíquica de este sonido, la representación que nos presta el testimonio denuestros sentidos».28 Saussure propone a partir de aquí reemplazar el «concepto y la imagen acústica,respectivamente, por significado y significante».29

Se llega a la definición del signo como unión del significante y del significado «entidad psíquica condos caras». La palabra signo se refiere, pues, a. la totalidad del significante y del significado.

Así definido, el signo posee, según Saussure, dos características principales. Primero, el signo,como totalidad en la cual están unidos significante y significado, es arbitrario; este carácter se deriva dela relación entre la idea y la imagen acústica, que no depende de la libre elección del sujeto que habla.Este «principio de arbitrariedad» requiere, como contrapartida, el carácter convencional del signo; estecarácter de convencionalidad es constitutivo de la lengua, institución social (contractual). El segundoprincipio es el carácter lineal del significante: el significante es de «naturaleza auditiva», se desarrolla solo enel tiempo y tiene los caracteres correspondientes al mismo: a) representa una extensión, y b) estaextensión es mensurable en una sola dimensión: es una línea.30

Benveniste discute sobre el atributo de «arbitrario» del signo31 y lo atribuye a la confusión de las

27 Esto nos lleva al problema de la diferencia entre las estructuras y la estructuración pensada como proceso. Ricoeur escribeque «para interpretar correctamente este trabajo, es necesario aprender a pensar como Humboldt, tanto en términos de proceso comode sistema, de estructuración como de estructura». Ricoeur, Paul: «La Structure, le mot, l'événement», Esprit, núm. 360, mayo1967, p. 819.28 Saussure: Ob. cit., p. 98. Subrayado del autor.29 Ibid., p. 99. Esta sustitución es importante. Gracias a ella se puede dejar de lado el problema de la distinción entre el «concepto(significado) y la huella psíquica de la imagen acústica (significante), los dos psíquicos». Los sucesores de Saussure identifican elsonido con su «huella psíquica», escamoteando así el problema que esta distinción saussuriana trataba de resolver. Ver, por ejemplo,Lévi-Strauss, «La Structure des Mythes», en Anthropologie Structurale, o Barthes, «Eléments de Sémiologie»,Communications, 4. (Hay traducción castellana de ambas obras.)30 Ibid., p. 103. Subrayado del autor .31 Benveniste, Emite: Problèmes de linguistique générale, París, Gallimard, pp. 49-55. (Hay traducción cast.)

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diferencias entre los significantes del mismo significado (la cosa) y las diferencias en las formas deunión necesaria del concepto y del sonido en las diferentes lenguas: «Lo arbitrario no existe aquí más que enrelación al fenómeno y al objeto material y no interviene en la constitución del signo».32 La posición deBenveniste es exacta, pero no deduce todas las consecuencias que se derivan de la misma: la negaciónde la pertinencia de la distinción entre significante y significado y el abandono de la noción de signocomo concepto científico.

Saussure afirma, por una parte, que el significado y el valor de un signo son realidades distintas.Por otra parte, que el valor define el significado. Esta distinción se basa en otra distinción, la del conceptoy de su «imagen acústica».

Saussure escribe: «Se ve a partir de aquí la interpretación real del esquema del signo. Así:

quiere decir que en castellano el concepto juzgar está unido a la imagen acústica juzgar; en una palabra,simboliza la significación, pero, por supuesto, este concepto no tiene nada de inicial, no es más que unvalor determinado por sus relaciones con otros valores similares, y sin ellos la significación noexistiría».33 Se ve claramente que para Saussure no existe un significado del signo sin el valor del signo, yque este valor depende de las relaciones con los otros valores.

La noción de valor, en el modelo lingüístico, tiene la función de factor positivo: debido a que lasentidades tienen unos valores, los signos son las unidades del sistema de la lengua. Los valores de lossignificantes y de los significados son relativos a las otras entidades de la misma naturaleza

«Un système linguistique est une série de différences de sons combinés avec une série dedifférences d'idées; mais cette mise en regard d'un certain nombre de signes acoustiques avecautant de découpures faites dans la masse de la pensée engendre un système de valeurs; et c'estce système qui constitue le lien effectif entre les éléments phoniques et psychiques à l'intérieurde chaque signe. Bien que le signifié et le signifiant soient, chacun pris à part, purementdifférentiels et négatifs, leur combinaison est un fait positif; c'est même la seule espèce de faiteque comporte la langue, puisque le propre de l'institution linguistique est justement de maintenirle parallélisme entre ces deux ordres de différences».34

El término «institution» indica claramente que es el consentimiento colectivo quien fija los valores yconstituye los signos, ratificando las asociaciones de los sonidos con los conceptos. Esta concepciónsaussuriana es de extremada importancia y es conveniente precisar los contornos y especialmente loconcerniente a las relaciones de los valores con la colectividad, el individuo y el habla. Saussureescribe:

«Mais en fait les valeurs restent entièrement relatives, et voilà pour quoi le lien de l'idée et duson est radicalement arbitraire.

A son tour, l'arbitraire du signe nous fait mieux comprendre por quoi le fait social peut seul créer unsystème linguistique. La collectivité est nécessaire pour établir des valeurs dont l'unique raison d'êtreest dans l'usage et le consentement général: l'individu à lui seul est incapable d'en fixer aucune».35

32 Ibid., p. 53.33 Saussure: Ob. cit., p. 162.34 Ibid., p. 166.35 Ibid., p. 157.

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Significado «Juzgar»

El acto de hablar es un «acto de voluntad y de inteligencia en el que conviene distinguir: lascombinaciones por las cuales el sujeto parlante utiliza el código de la lengua con vistas a expresar supensamiento personal».36

Saussure afirma que la lengua es una forma hecha de identidades y las diferencias son así unoshechos de conciencia. A la pregunta ¿qué es un hecho de lenguaje?, Saussure responde: Lo que essignificativo para un sujeto. En otras palabras: «Un hecho de conciencia». Diferencias y entidades noexisten en sí; hay identidad cuando las entidades tienen el mismo valor y el valor es relativo, es unaconvención, un contrato que regula los intercambios verbales de tal manera que las diferencias y las iden-tidades que constituyen la lengua definen unidades, los signos, que tienen un significado. Se podríainvertir a propósito de Saussure el enunciado célebre de Marx y Engels en La ideología alemana y decirqua para él, el lenguaje es la conciencia.

Estos dos párrafos nos permiten mostrar la forma de articularse la noción de valor con el acto dehablar: Los valores delimitan los signos, la lengua es el sistema de signos, el código que constituye la«herencia», «el tesoro», «la cosa de la que se sirven los individuos durante toda la jornada».37 Comohemos indicado anteriormente, para Saussure, el habla es una combinación de signos para expresar elpensamiento individual, pero estos signos están definidos por el consentimiento colectivo. Lossignificados sin los sonidos no existen y los sonidos están delimitados y diferenciados por lossignificados: por tanto, una concepción expresiva del habla viene acompañada del rechazo de laexistencia de ideas puras, de conceptos separados de los significantes e independientes de ellos. Loarbitrario del signo y su carácter convencional son dos aspectos de la misma realidad: la determinaciónsocial de los significados en la lengua.

Malmberg subraya con razón que Saussure ha tenido el mérito de introducir el significado en lalengua; pero es necesario comprender que esto ha sido posible gracias a una concepciónconvencionalista de los valores de los signos en el que el consentimiento colectivo llega a ser unarealidad mental que se inscribe en el cerebro de los individuos, al mismo tiempo que se constituye unsistema que no conoce más que su propio orden, que es autónomo en relación a los fenómenos nolingüísticos. Y, sin embargo, los valores, como acabamos de ver; no tienen otra «razón de ser» que «eluso y el consentimiento general». Por tanto, el uso -el habla- no puede ser pensada como únicamenteexpresiva; la función social de «la expresión de las ideas» individuales no es necesariamente expresiva.La ambigüedad del término expresión es manifiesta cuando se considera con Jakobson las seisfunciones del lenguaje: referencial, emotiva, cognitiva, práctica, fáctica, metalingüística.38 Incluso si nose acepta la clasificación de Jakobson, sigue siendo cierto que el habla no es un fin, sino también, ysobre todo, un medio. En otras palabras, el habla es un producto destinado a un uso particular: lasórdenes -forma imperativa- no tienen un fin expresivo, son unos instrumentos que, en unas relacionessociales dadas, producen efectos específicos, actos.

La especificidad del habla no depende, como dice Paul Ricoeur, de que los sujetos combinen unossignos, sino de que los combinen de forma específica en un discurso significante. Por tanto, reducir elhabla a la combinación de signos, es reducir la significación al significado, infravalorandoprecisamente que la producción o la reproducción de una frase por un individuo es siempre un hechosocial concreto que tiene lugar en el seno de relaciones sociales determinadas donde este productocumple una función precisa; producir un efecto dado, que se inscribe en el contexto del conjunto delas prácticas sociales. El habla es un instrumento de la producción material, en la medida misma en laque esta producción es social, colectiva. La coordinación de las operaciones de los agentes, que selleva a cabo a través de «actos del habla», hace de estos actos unas operaciones del proceso deproducción. La significación está ligada a la del proceso y a las relaciones sociales en el seno de las cualestiene lugar y no se puede de ninguna manera reducir a la combinación reglada de los significados delos signos.

Estas últimas consideraciones, cuyo carácter indicativo y somero es evidente, permiten, sinembargo, situar mejor la teoría convencionalista de los valores y de los signos, que se halla en la base36 Ibid., p. 31.37 Ibid., p. 107.38 Jakobson, Roman: Essais de linguistique générale, París, Ed. Minuit, coil. Points, 1970, pp. 213-222. (Hay traduccióncast.)

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de la dicotomía lengua-habla. Incluso si el significado es inmanente en la lengua, el modelo lingüísticoes una teoría idealista de la significación, ya que la lengua es un hecho de conciencia «colectiva».

En suma, Saussure, negando la existencia de las ideas fuera del lenguaje, desplaza el lugar de lasideas de la conciencia individual a la conciencia colectiva, pero pese a ello no abandona unaconcepción idealista de la idea.

Los fundamentos de la lingüística generativa no difieren, en lo esencial, de lo que acabamos deexponer.

La enorme cantidad de libros y artículos que resultan del desarrollo contemporáneo de las cienciasimpiden que, en el estrecho espacio de que disponemos, discutamos de forma extensiva esta cuestiónde los fundamentos. Dejamos al lector el verificar la exactitud de nuestras afirmaciones y vamos acontentarnos con el examen de la posición de Chomsky.

La teoría chomskyana del lenguaje se funda en la distinción entre la competencia lingüística y larealización (performance). La competencia es el objeto de estudio de la lingüística. Pero la competencia essiempre la competencia del locutor nativo idealizado.39 Y la teoría lingüística es, para Chomsky, unadescripción de esta competencia, lo que quiere decir -y Chomsky lo dice- que el conjunto de reglasgenerativas y estructurales que constituyen la sintaxis de una lengua están interiorizadas por el locutor yconstituyen lo que él llama competencia.40

Chomsky plantea el problema siguiente: el estudio de la competencia «pasa por» el análisis de lasrealizaciones lingüísticas, de la «perfomance» del sujeto. Y esta realización, nos dice Chomsky, estádeterminada por factores extragramaticales, emotivos, sociológicos, etc. La única manera de resolvereste problema consiste en hacer abstracción en el estudio de la «performance» de todo lo que no estégramaticalmente determinado. Sólo así el estudio de la «perfomance» nos permite elaborar una teoríade la competencia.

Vemos entonces en qué consiste el locutor nativo idealizado: se trata del locutor cuya«perfomance» está determinada exclusivamente por la competencia lingüística. ¿Pero cómo saber,estudiando la «perfomance» para conocer la competencia, si esta «perfomance» está determinada deforma exclusivamente gramatical? Para decidir, es necesario conocer la gramática -descripción de lacompetencia- y si se la conoce..., ¿de qué vale estudiar la «perfomance»?

Chomsky da otra solución: el locutor nativo ideal es el mismo lingüista. Y el lingüista sabe, en tantoque locutor nativo, lo que es lingüística y lo que no lo es en la determinación de la «perfomance»...

No insistiremos más en este aspecto de la cuestión, dado que Chomsky mismo en CartesianLinguistics se considera un continuador de la escuela de Port Royal, de su lógica y de su gramática, yque reconoce además el carácter mentalista de su teoría del lenguaje. Está claro que la competencia, objetode estudio, es un sistema (de reglas) interiorizado por el sujeto, que este sistema está interiorizado porcada uno y por todos los locutores de una misma comunidad, y que este sistema es un instrumento enla acción de hablar o «perfomance», cuya finalidad es la comunicación. Con esto, las categorías funda-mentales de la teoría gramatical chomskyana hacen de ella una teoría de la acción.

Hay otro aspecto de la teoría chomskyana sobre el que conviene insistir, pues va a permitirnosestablecer la relación entre la lingüística moderna y la lógica formal. Se trata de la conocida distinciónentre estructura profunda y estructura superficial de la frase. La estructura profunda es la estructura del sentido, lacual es transformada en una estructura de superficie por la aplicación de las reglas transformacionalesque constituyen el componente sintáctico de la gramática de la lengua interiorizada por el sujeto. Laestructura profunda «contiene toda información pertinente a la interpretación semántica» y la estructura39 Idealizado es un término de Chomsky mismo, y no un adjetivo calificativo usado por mí de forma peyorativa.40 Chomsky, Noam: Aspects de la Théorie Syntaxique. «Tout sujet parlant une langue a maîtrisé et intériorisé une grammairegénérative ou se formule sa connaissance de la langue», p. 19.

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de superficie «toda información pertinente a la interpretación fonética».41 A pesar de que la noción «re-presentación semántica» está lejos de ser clara»42 y que depende «de un tipo de relaciones gramaticalesque está lejos de ser transparente»,43 las «estructuras profundas» de las frases son, en la teoríachomskyana, proposiciones o frases elementales lógicamente articuladas entre ellas. Por eso decíamos más arribaque la estructura profunda es la estructura del sentido, la estructura del significado: porque la nociónlógica de proposición designa, precisamente, la estructura de la unidad mínima del significadointencional.

La consecuencia de lo dicho es que la sintaxis, las reglas generativas de la superficie fonética de lafrase, es lo que establece la relación entre esta superficie y la profundidad (interior) del sentidoestructurado. Esta estructuración del sentido es explicada, según Chomsky, en los términos de unasemántica general -que no existe todavía-. La estructura profunda podría ser caracterizada, afirmaChomsky, por la expresión de Humboldt «forma interna» 44 y no debe ser confundida con laestructura superficial, «forma externa», confusión que caracteriza las gramáticas estructuralesdistribucionales o taxonómicas: la lingüística generativa distingue las dos estructuras, que, engendradaspor el componente sintáctico, son relacionadas por este componente, este conjunto de trans-formaciones gramaticales.

La estructura profunda «determina completamente ciertos aspectos extremadamente significativosde la interpretación semántica»,45 y añade Chomsky, «Pero la imprecisión de ese último concepto haceimposible una afirmación más tajante», y las estructuras profundas de dos frases distintas pueden serlas mismas, mientras que una misma estructura superficial puede corresponder a dos estructurasprofundas distintas».46

Chomsky describe las estructuras profundas utilizando la relación sujeto-predicado y definiendo lasrelaciones «sujeto de» y predicado de»47: así «en esos términos, John es el sujeto, y saw Bill (leave) elpredicado de John saw Bill (leave), y la relación sujeto-predicado opera entre los dos.48 La estructuraprofunda será descrita como una «parentecización etiquetada» que «expresa la relación sujeto-predicado».49

Vemos entonces que las categorías de sujeto y de predicado, y la relación entre los dos, constituyenlos elementos de la estructura profunda.

La noción de predicado es fundamental en lógica: la preposición elemental o atómica de la lógicaformal moderna consiste, precisamente, en una predicación, es decir, en la atribución de unapropiedad a un objeto (en el sentido lógico), o en el enunciado de una relación entre dos o más objetos.50

El «sujeto» de Chomsky es casi siempre51 el objeto de la lógica, con lo que la estructura profunda es casisiempre una proposición.

Así, la distinción chomskyana entre estructura profunda y estructura superficial no es más que unanueva formulación de una concepción tan vieja como la historia misma de la gramática: la de laequivalencia entre la frase y la proposición. El análisis gramatical de la frase ha consistido siempre endescomponerla en frases simples, en proposiciones ligadas por relaciones de coordinación y desubordinación. La teoría sintáctica consiste, entonces, en la formulación de las reglas que transformanla superficie frástica en «profundidad» proposicional y recíprocamente. Estas transformaciones son,

41 Chomsky, Noam: La linguistique cartésienne suivie de la Nature formelle du langage, París, 1969, página 138.42 Ibid., p. 139.43 Ibid., p. 138.44 Chomsky, Noam: Aspects de la Théorie Syntaxique p 32.45 Chomsky, Noam: La Linguistique Cartésienne, página 139.46 Ibid., p. 152.47 Ibid., p. 153.48 Ibid., p. 153.49 Ibid., p. 154.50 Ver, por ejemplo, en Logique et connais scientifique, J. Piaget Ed.. el artículo de lean-Blaise Grize, «Historique. Logiquedés Classés et des Propositions Logique des Prédicats. Logique Modales».51 Veremos más lejos por qué, precisamente, es casi siempre y no siempre...

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claro está, de naturaleza expresiva, pues dado que la estructura «profunda» proposicional es laestructura del significado, la transformación que va de la «profundidad a la superficie» es unaexteriorización.

Otro eminente lingüista post-saussuriano, E. Benveniste, considera que el nivel de la frase es elúnico nivel del análisis lingüístico relativamente autónomo, porque el sentido de la frase estádeterminado por la proposición que ella contiene y porque la proposición es la mínima unidadautónoma (no definida por relaciones horizontales en el mismo nivel) de significación.52 Las cadenaslingüísticas mayores que la frase no pertenecen ya al orden de la lengua, sino al del discurso. Veremosdespués cómo el pensamiento estructural concibe este orden del discurso. Por el momento, basta paranuestro propósito el indicar que, explícita o implícitamente, la lingüística moderna, distribucional otransformacional, identifica la estructura semántica de la frase a la proposición «forma interna» y elanálisis de la frase a la relación entre su manifestación «superficial» y su sentido más o menos oculto.

Las variaciones de las concepciones teóricas entre las diferentes escuelas lingüísticas son mínimas:todas consideran que el objeto de la lingüística es un sistema de entidades psíquicas interiorizadas por elconjunto de locutores de una lengua, sistema que determina los actos de habla. Y este sistemainstrumental respecto al intercambio intersubjetivo de significados, respecto a la comunicación, cuyocarácter instrumental hace de él una realidad social. Las diferencias se sitúan al nivel siguiente: ¿quéentidades psíquicas componen el sistema? ¿Signos y relaciones combinatorias entre signos o reglas detransformación y de generación de frases?

Por otra parte, todas consideran que los significados que el sistema, en tanto que aparatoinstrumental, exterioriza, constituyen un repertorio ordenado de entidades interiorizadas, de contenidosde conciencia. Este repertorio de significados y el aparato instrumental analizado por la lingüística estánrelacionados de manera más o menos estrecha (como en la noción de lengua en Saussure o como laconcibe Chomsky, que distingue sintaxis y semántica...). Pero para todas las teorías lingüísticas, elfenómeno de la significación se analiza en términos de intercambio de articulaciones de significadosde una conciencia a otra, de un sujeto a otro.

Esto implica que los repertorios de significados son más o menos iguales en todos los sujetos yque es la mayor o menor amplitud de la parte común de dos repertorios lo que determina laposibilidad de comunicación. Y estos significados son representaciones de objetos o de propiedades deobjetos.

52 Benveniste, Émile: «Les Niveaux de l'Analyse Linguistique», en Problèmes de Linguistique Générale, Paris, Gallimard,1966. (Hay trad. castellana.)

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La semiótica del relato

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3.1. Preliminares

Hemos visto cómo, a partir de su definición de signo y de su método de análisis de los sistemas designos, Saussure concibe una ciencia nueva, la ciencia de los signos o semiología, en la que la lingüística noes más que una sección. Esta ciencia de los signos constituye una parte de la psicología social, pues elsigno -todo signo- es una entidad psicológica.1 La lengua es «solamente el más importante de estossistemas de «signos», escribe Saussure2 y el lugar de la semiología, que estudiaría las leyes generales delos signos, estaría determinado por la psicología. Saussure precisa «que considerando los ritos,costumbres, etc., como signos, los hechos aparecerán bajo otro prisma, y se sentirá la necesidad deagruparlos en la semiología y de explicarlos por las leyes de esta ciencia». Esta profecía define unproyecto cuya importancia es decisiva en la historia de las ciencias.

La tentativa de realización semiológica de Saussure se plasmó sobre todo en Francia en los últimosveinte años. Fascinados por las pretensiones de rigor de ese proyecto, numerosos son losinvestigadores que intentaron analizar diversos hechos sociales como «sistemas de signos». Sinembargo, los resultados no son nada concluyentes, particularmente en lo que concierne directamente alos relatos que, por tanto, como subraya Barthes, constituyen para el «estructuralismo naciente», unade «sus primeras preocupaciones».3

En este capítulo nos proponemos mostrar cómo el conjunto de postulados que hemos analizadoanteriormente, fundamentan las teorías y los métodos estructuralistas aplicados al estudio del relato, altipo de discurso más estudiado. Podremos así constatar la pertinencia de la fórmula empleada porBarthes cuando caracteriza el proyecto estructuralista como una tentativa «de dominar el infinito delas hablas llegando a describir la «lengua» de la cual ha salido y a partir de la cual se puede engendrar».4

Llegaremos, además, a reconsiderar el problema del signo y de la significación en sus diferentesvariantes post-saussurianas, que han sido elaboradas como instrumentos en la Teoría del relato o porlos semiólogos, o por los lingüistas. Este examen permitirá resaltar la constancia en la utilización delos postulados sobre los que reposa el modelo lingüístico.

3.2. Análisis estructurales del relato

Las primeras tentativas de análisis estructural de relatos, que emplean el «modelo lingüístico» parala construcción del objeto, son las de Claude Lévi-Strauss. Desde la «Anthropologie Structurale» hastasus obras más recientes, el trabajo de Lévi-Strauss se centra en el análisis estructural de los relatosmíticos. De «Le Cru et le Cuit» a «L'origine des manières de table», la serie de las «Mythologiques» seextiende progresivamente, con una constancia metodológica importante.

Sin entrar en un análisis detallado del trabajo de Lévi-Strauss, se puede indicar que trata deconstituir una meta-lengua mítica, un sistema autónomo, que no requiere consideraciones exteriorespara explicar los hechos que constata (y esto a pesar de que Lévi-Strauss, para dilucidar la significaciónde ciertos mitos, utilizada las relaciones de parentesco, la preparación de los alimentos y otras técnicasy costumbres).

Las unidades del sistema son los mitemas, «grandes unidades de significación» que «se definen comorelaciones» 5 y que reagrupan los «semantemas»; de la misma manera, estos últimos están compuestospor los «morfemas», y éstos, a su vez, por los fonemas. El método de análisis consiste endescomponer todo mito en una serie de mitemas, y en estudiar las articulaciones de estos mitemas en eldiscurso. Se trata, a partir de aquí, de considerar el mito como un elemento de un conjunto másamplio: una mitología. El mito particular es estudiado entonces como una de las variaciones posibles1 Saussure: Ob. cit., pp. 33-34. Subrayado del autor.2 Ibid., p. 33.3 Barthes, Roland: «Introduction a l'Analyse Structurale des Récits», Communications, 8, p. 1.4 Ibid., p. 1.5 Lévi-Strauss, Claude: L'Anthropologie Structurale, París, Plon, 1954. (Hay traducción castellana.)

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sobre un mismo tema; se pasa por transformación de uno a otro dentro de una mitología.

Lévi-Strauss estudia relaciones de dos tipos: relaciones entre actores en el mito v relaciones entrelas conductas de los actores. Por ejemplo, se puede mencionar el célebre estudio de los mitos bororo,tupi. y ge, en los que Lévi-Strauss prueba que se puede definir una serie de transformacionesreversibles, que permiten el paso de un mito tupi a un mito bororo y recíprocamente.

t1 t2TUPI GE BORORO

t3

Los mitos tupi, ge y bororo pueden, pues, ser considerados como un grupo cerrado detransformaciones.6

Lévi-Strauss persigue actualmente el análisis de conjuntos de mitos cada vez mayores. Su proyectoes definir la estructura del pensamiento mítico: es decir, el sistema (cerrado) de transformación detodos ellos.

El citado autor reconoce que este tipo de análisis lo hace posible la específica situación del relatomítico -literatura oral- entre la lengua y el habla (curioso sentido para una meta-lengua... ), entre lasincronía y la diacronía.7 En efecto, si el mito no perteneciese más que al orden del habla -en elsentido rigurosamente saussuriano del término- no poseería más que una organización sintagmática, yno se podría estudiar un conjunto de mitos como sistema. Dado que se sitúa a mitad de camino entrelos dos registros, el mito posee también una organización paradigmática, que determina su construcción ypermite la elaboración de la mitología como objeto sistemático, como meta-lengua. Pues el mito estambién un tipo de discurso que hace posible y legítima un análisis exclusivamente semántico, dejandode lado la configuración fonética, fonológica, sintáctica y morfológica. Es, al menos, la opinión deLévi-Strauss:

«On pourrait définir le mythe comme ce mode de discours où la valeur de la formule traduttore, -traditore tend pratiquement à zéro ( ...) La substance du mythe ne se trouve ni dans le mode denarration, ni dans la syntaxe, mais dans l'histoire qui y est racontée».8

La posibilidad de análisis depende, pues, de una propiedad del objeto de análisis.

El estudio del mito como historia, el modo de organización de los mitemas como traducción en unaproposición simple de los acontecimientos narrados en el relato, es posible, porque, en los mitos, sóloel contenido importa.9

Este contenido que se encuentra en la historia contada por el mito -pero que no es la historia- esconcebido como una serie de oposiciones constitutivas del universo semántico, condición de posibilidadde la historia mítica. Los mitemas establecen -manifiestan o expresan- las relaciones entre lascategorías del universo mental que estructura los relatos míticos.10

Para Lévi-Strauss, las unidades del relato mítico, los mitemas, contienen en sí mismos unasignificación, en tanto que se definen como manifestación de las oposiciones constitutivas de «laarquitectura del espíritu» (oposiciones como lo crudo y lo cocido, lo puro y lo impuro, el animal y el vegetal). Elmétodo de Lévi-Strauss está, pues, inseparablemente unido al postulado de la existencia, más allá delos relatos estudiados, de una estructura de los significados (forma del contenido) que los relatosexpresan, y de la que es una condición de posibilidad. Por ello, los mitemas están identificados con los

6 Ver Lévi-Strauss, Claude: Le cru et le cuit, París, Plon, 1964, y también Pouillon, Jean: «L'Analyse des mythes»,L'Homme, vol. VI, febrero-marzo 1966, páginas 100101. (Hay traducción castellana.)7 Lévi-Strauss, Claude: L'Anthropologie Structurale, París, Plon, 1969, p. 231.8 Ibid., p. 2329 Ibid., p. 233.10 Esto es discutido por Makarius, R. y L., en «Des Jaguars et des hommes», L'Homme y la société, número 7, p. 231.

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signos; unen un significante, el acontecimiento del relato mítico, y un significado, articulación de lossementemas.11

Esto le permite concebir la metodología como meta-lengua, situada entre la lengua y el habla. Elmitema, aunque sea una frase, constituye para Lévi-Strauss un signo (Lévi-Strauss ignora completamenteel problema de los niveles en el lenguaje, discutido por Benveniste). Si la frase (mitema) es signo, hayarticulaciones de los significantes que permiten el acceso a las articulaciones del significado. Estas«articulaciones del significado» forman la estructura del relato mítico, en la medida en la que la mismaestructura del significado, por transformación de las relaciones entre significantes, se encuentra detrásde los mitos diferentes.

Podemos darnos cuenta de la envergadura de los problemas que plantea la metodología de Lévi-Strauss, considerando las implicaciones de los postulados que subyacen en la misma. Apuntemosprovisionalmente que el autor, como ya se ha subrayado, llega a concebir que las estructuras queexplican los relatos implicados tienen una naturaleza psico-física y que están inscritas en el cerebrohumano, como la de la lengua en Saussure.

La crítica de las nociones de «sistema» y de unidades y de la forma de relación de las unidades -losmitemas- en el relato mítico, según los actores y según las conductas, no encontrará, sin embargo, unlugar más que al término de un examen de las teorías de otros autores como Greimas y Barthes, queemplean las mismas nociones y las desarrollan.

Encontramos en la metodología de Greimas los mismos supuestos que los que fundamentan la deLévi-Strauss: una concepción del signo como recipiente de un contenido cuya «estructura» está hecha deoposiciones. Esta concepción trae consigo un análisis esencialmente formalista del relato. El examendetallado de la citada teoría de Greimas permitirá la comparación con Lévi-Strauss. Llegaremos, enconsecuencia, a la Teoría General de la Significación de Greimas y a su «semántica estructural», querepresenta la generalización y sistematización de los postulados de Lévi-Strauss.

Inspirándose en los trabajos de éste, Greimas considera que es necesario tener en cuenta, en ladescripción del relato mítico, tres elementos fundamentales: a) armazón, b) el mensaje, c) el código.

Por armazón, Greimas entiende «la lengua del relato», es decir, «el conjunto de propiedadesestructurales comunes, de todos los mitos-relatos»,12 conjunto que, según él, implica dos planos:

a) El plano discursivo: «el mito considerado como unidad discursiva transfrásica».13

b) El plano estructural: «la estructura del contenido que se manifiesta por medio de lanarración».14

Según Greimas, la lingüística se limita al estudio de la frase. Y el análisis estructural de los relatosno puede considerar al discurso como una pura adición de frases, sino que, al contrario, lo debeconsiderar como «un todo de significación». El plano discursivo del relato (horizontal) es concebidocomo «una sucesión de enunciados cuyas funciones-predicados simulan lingüísticamente un conjuntode comportamientos que tienen una finalidad».15 El plano discursivo posee una dimensión temporal.

En cambio, el plano estructural, la estructura del contenido, es la articulación de «estructuraselementales del contenido» -las «categorías sémicas»- oposiciones de «semas».

El mensaje es, para Greimas, la significación particular de cada mito, significación que se sitúa enlos dos planos, discursivo y estructural. En el plano discursivo, el relato es una sucesión de acontecimientosimplicando actores.16 La descripción del relato en el plano discursivo se hace mediante una serie de11 Lévi-Strauss construye el mitema como traducción de una «frase simple» del acontecimiento narrado.12 Greimas, A. J.: «Eléments pour une théorie de l'interprétation du récit mythique», Communications, número 8, Seuil, p. 29.13 Ibid., p. 29.14 Ibid., p. 29.15 Ibid., p. 29.16 Esta definición del relato es, en lo esencial, adecuada, aunque el uso de «categorías actanciales» en el análisis del plano discursivola haga inoperante. (Ver N. Pizarro, Análisis estructural de la novela, Madrid, siglo XXI, 1970.)

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categorías actanciales: los actantes son individuales o colectivos, y dentro de esta clasificación, héroes-sujetosu objeto-valores,17 destinatarios o destinadores, oponentes-traidores o ayudantes-fuerzas benéficas.18 Pero los actores olos acontecimientos son para Greimas lexemas (significantes) «organizados por las relaciones sintácticas enenunciados unívocos».19

A estos lexemas corresponden, en el «plano estructural», ciertos «rasgos pertinentes» designificación, ciertos semas (o unidades de significación) que constituyen propiedades«antropomórficas» de esos significantes-actores y significantes-acontecimientos.

El código es la estructura formal de las unidades narrativas, es decir, de los significantes y de los«rasgos pertinentes de significación» que corresponden a esos significantes.20

Sin entrar en más detalles, vemos ya que, para Greimas, como para Lévi-Strauss, la estructura delrelato mítico (y del relato en general)21 es la estructura del significado concebida como articulación deoposiciones de «unidades de significado», los semas dentro de categorías sémicas (S - negación de S).

En análisis del discurso es, para Greimas, el análisis de la manifestación de la estructura del universo dela inmanencia.

Se puede resumir la «semántica estructural» de Greimas con sus propias palabras:

«El centro de toda nuestra reflexión teórica reside en la hipótesis ingenua de que, partiendode la unidad mínima de significación, se puede llegar a describir y a organizar los conjuntos designificación más amplios. Esta unidad mínima, sin embargo, que hemos llamado sema, no tieneexistencia propia y no puede ser imaginada y descrita más que en relación con algo que no es ellay en la medida en que forma parte de una estructura de significación».22

El análisis del relato conduce a una estructura que es la articulación de los semas que el relatomanifiesta a través del código.

Mensaje (código) estructura de la significación = articulación de categorías sémicas.

Hay que notar que la concepción del código es inseparable de un análisis formalista, y de laconcepción de lo social como contractual.

Greimas emplea en su análisis de los relatos la tipología que Propp elabora para el análisis de loscuentos rusos.23 Describiré rápidamente esta tipología de los actores y de las funciones porque ha sidoempleada por Greimas, y también por Bremond -que la modifica ligeramente, introduciendo lanoción de deseo- y porque inspira los análisis más complejos de R. Barthes.

Lo esencial del análisis de Propp es que para comparar los cuentos (relatos) hace falta una unidadde medida invariable. De esta manera se podrán considerar los cuentos como transformaciones regidaspor ciertas leyes de composición.

Los invariantes de los cuentos son las funciones de los personajes:«Se puede observar que los personajes de los cuentos fantásticos, permaneciendo diferentes enapariencia, edad, sexo, tipo de preocupación, estado civil y otros rasgos estéticos y atributivos,

17 Esta discusión es inoperante. Veremos cómo los actores son simultáneamente sujetos y objetos.18 Ver en Greimas, A. J., Langue et Langage, París, Larousse, 1966, el capítulo «Réflexions sur les modèles actantiels», pp.172-189, más general. Usamos el artículo citado porque es más reciente y más simple.19 Greimas, A. J.: Eléments pour une théorie de L'interprétation du récit mythique, p. 30.20 ¿Por qué «rasgos pertinentes»? Porque la atribución de una unidad de significado es una operación arbitraria.21 Ver Greimas, A. J., Sémantique Structurale, París, Larousse, 1966, pp. 172-189. (Hay trad. castellana.)22 Greimas, A. J., p. 103. Estructura de significación -categoría sémica-, oposición de un sema y su negación. Por ejemplo, fuerte-débil.23 Ver Todorov, Théorie de la littérature, París, Seuil, 1965, y el artículo de V. Propp, «Les transformations des contesfantastiques», pp. 234-262.

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ejecutan, en el curso de la acción, los mismos actos. Esto determina la relación de las constantes conlas variables. Las funciones de los personajes representan las constantes, el resto puede variar».24

A partir de esta comprobación, Propp encuentra treinta y una funciones distintas.25 Las funciones,únicas constantes del relato, permiten la clasificación de los actores en siete clases de actantes, cada claseagrupando un cierto número de las treinta y una funciones. Como se ha dicho, Greimas hace suya estaclasificación y la emplea en el plano discursivo del análisis del mensaje, plano discursivo que constituye laforma específicamente narrativa de la estructura del contenido.

Claude Bremond toma también la función como unidad de base para el análisis de los relatos. Lafunción es, según Bremond, el «átomo narrativo» de las «acciones y acontecimientos que reunidos enseries, engendran un relato».26

Las series elementales, combinadas entre ellas, forman las series complejas que poseen «configuracionesvariables». Las configuraciones típicas son: el encadenamiento la inclusión de un proceso en otro, laarticulación de dos series elementales en un mismo acontecimiento con funciones diferentes para dosagentes diferentes.

Bremond emplea tres nociones que definen los elementos de todo relato: la sucesión, la noción deunidad y el «proyecto humano» de los agentes. Estos tres elementos se definen, según Bremond, enrelación con la unidad básica, la función, y no pueden definirse más que en relación con ella, y entreellos.

Los conceptos de Bremond son importantes. A pesar del uso de la noción de función, ligada a unaconcepción formalista del relato (categoría morfológica), Bremond se interesa por las sucesiones deacontecimientos, sus articulaciones y el proyecto humano del «personaje».27

La importancia de estos conceptos para una teoría de la novela, ha sido expuesta en otro libronuestro.28

La obra de Roland Barthes constituye una de las tentativas serias de elaboración de una teoría delrelato que se inscribe explícitamente en una semiología.

El punto de partida de la tentativa de Barthes está claramente enunciado en su artículo«Introduction à l'analyse structurale des récits». Escribe:

«Quoique constituant un objet autonome, c'est à partir de la linguistique que le discours doitêtre étudié; s'il faut donner une hypothèse de travail à une analyse dont la tâche est immense etles matériaux infinis, la plus raisonnable est de postuler un rapport homologué entre la phrase etle discours».29

Este postulado de la «relación homológica» entre la frase y el discurso es también, como hemosvisto, el postulado implícito de las teorías de Lévi-Strauss, de Greimas, y de Bremond. No tienesentido más que en función de una concepción exclusivamente combinatoria de los hechos dearticulación en todos los niveles de análisis. Esta concepción es inseparable de la noción de «unidadelemental», empleada en cada nivel, y que se apoya, en última instancia, como veremos más adelante,sobre la existencia de «unidades mínimas de sentido».

Barthes considera los relatos como hechos del habla. Busca un modelo que describa la «lengua» de laque surge este habla, y «a partir de la cual se la puede engendrar».30

24 Propp, Vladimir: Morphologie du conte, París, Seuil, 1970, p 235. (Hay traducción castellana.)25 Greimas, A. J.: Sémantique Structurale.26 Bremond, Claude: «La logique des possibles narratifs», Communications, núm., 8, Seuil, 1966, páginas 60 y 76.27 Ibid., pp. 60-71.28 N. Pizarro: Análisis estructural de la novela, Madrid, Siglo XXI de España, 1970.29 Barthes, Roland: Ob. cit., p. 3.30 Ibid., p. 1.

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Esta definición del modelo es interesante. Por el contrario, la definición de estructura presentadadespués es contradictoria y bastante pobre.

Para Barthes, una estructura es «un sistema implícito de unidades y de reglas». La pobreza de estanoción, excluye que Barthes pueda utilizar de una manera coherente la distinción de Benveniste de losniveles del análisis lingüístico, incluso si escribe:

«Et pourtant il est évident que le discours lui même (comme ensemble de phrases) estorganisé, et que par cette organisation il apparaît le message d'une autre langue, supérieure à lalangue des linguistes: le discours, ses unités, ses règles, sa "grammaire": au-delà de la phrase etquoique composé uniquement de phrases».31

En el mismo texto, Barthes afirma que la lengua no puede ser definida más que con la ayuda de«dos procesos fundamentales»: a) la articulación que produce unidades (es la forma segúnBenveniste),32 y b) la integración que recoge las unidades en unidades de rango superior (es elsentido).33

A pesar de tomar de Benveniste la idea según la cual «ningún nivel puede por sí mismo producirun sentido»34 y a pesar de su noción de fragmentación del significado entre varios significantes,«distantes los unos de los otros y que no pueden ser comprendidos si se los toma separadamente»,35

Barthes no llega a construir una teoría correcta del relato. En lugar de analizar el discurso, este tipo dediscurso que se llama relato -como un nivel específico en la totalidad del lenguaje-, Barthes trata dedistinguir tres niveles en el relato: un nivel de las unidades narrativas, el de las acciones y un tercero dela narración. Así, no se queda de la teoría de Benveniste más que con el término «nivel» separado de laproblemática de la producción del sentido.

En Benveniste, la unidad del sentido no es, como en Lévi-Strauss, Greimas y Barthes, el «sema»,«semema» o «semantema», sino la proposición identificada con la frase. Sin embargo, Benveniste definelas unidades, de la frase hasta los rasgos pertinentes, de arriba a abajo. Barthes, al contrario, al igualque Greimas, analiza el discurso como homólogo de la frase, la frase como homóloga de la palabra; lahomología se basa en la presencia, en todos los niveles, del binarismo de las oposiciones semánticas.

«La unidad narrativa» es para Barthes una «unidad de contenido»: es «lo que quiere decir», «unenunciado que la constituye en unidad funcional».36 Distingue dos tipos de relaciones entre las unidades:las relaciones que corresponden a una «funcionalidad del hacer»: las funciones; las relacionesinterpretativas, verticales, que corresponden a «una funcionalidad del ser»: los índices. Las funcionesestán, por su parte, divididas en dos tipos: las que son los nudos del relato, las funciones cardinales y las quesirven para cubrir el espacio narrativo entre los nudos: las catálisis. Las funciones-nudos sonconjuntos finitos de términos poco numerosos que constituyen el armazón del relato. Los nudos sonelementos de sucesiones. Lo que le aproxima al uso corriente de la noción de función.

Barthes se plantea el problema de las reglas del encadenamiento de las unidades -las funciones- enel sintagma narrativo. Estas reglas darían lugar a una sintaxis funcional, cuyo problema central, en superspectiva, es el de las relaciones entre el tiempo y la lógica, entre la consecución y la consecuencia. Entrevéla solución de este problema en «la explicación estructural de la ilusión cronológica».37 Pero«estructural» y «lógico» en este contexto son sinónimos para Barthes, lo que indica la existencia de unproblema fundamental: el de la reducción de la «lógica del relato» a la lógica formal.38 Esta reducción

31 Ibid., p. 1.32 Ibid., p. 23.33 Ibid., p. 23.34 Ibid., p. 5.35 )Ibid., p. 5.36 Ibid., p. 7.37 Ibid., p. 13.38 Esto, incluso si Barthes distingue tres vías para esta lógica: la de Bremond, las de Lévi-Strauss y Greimas y la de Todorov,quienes combinan unos predicados de base. Ibid., p. 13.

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trae consigo complicaciones serias respecto al problema de la significación. Como veremos más ade-lante, esta concepción todavía está ligada a una teoría contractual de la lengua y al conjunto de lospostulados ideológicos del «modelo lingüístico»; implica que se desdeña la diferencia entre la frase y laproposición y, por lo tanto, el lugar del sujeto en el discurso.

El no reconocimiento del lugar del sujeto en el discurso está relacionado con el desplazamiento delanálisis del problema de la significación del discurso a las estructuras de la conciencia colectiva, a la«forma del contenido». Puesto que el sujeto no está en el discurso, los discursos son manifestacionesde la inmanencia del sentido en la lengua, sistema de entidades subjetivas establecidas contractualmente.

El nivel de las acciones está centrado sobre el problema del estatuto estructural de los personajes.En el relato burgués el personaje, según Barthes, es una esencia en tanto que en su teoría es un agente(inmanente y no trascendental), sometido a la noción de acción.

Escribe: «lo principal, hay que repetirlo, es definir el personaje por su participación en una esferade acciones, estas esferas son poco numerosas, típicas, clasificables; por todo ello se le ha llamado aquíel segundo nivel de descripción, a pesar de que es el nivel de los personajes, nivel de las acciones».39

El problema que esta perspectiva resalta es el de los criterios de clasificación empleados en las esferasde acción. Las categorías empleadas para las clasificaciones son «grandes articulaciones de la praxis(desear, comunicar, luchar)».40 Pero nada nos indica que estos términos, tomados prestados dellenguaje de la vida cotidiana, puedan convertirse en conceptos científicamente construidos y aptospara explicar el estatuto estructural de los personajes en el relato.

Afirmando que el personaje es un agente, Barthes confunde todavía la vida real y el relato, aunquepretenda lo contrario. El término acción en sí mismo, no lleva más que a tentativas de clasificacióntales como las de Greimas, Bremond y Todorov, que permiten la construcción de combinaciones máso menos complejas de tipos de acciones. Pero estos modelos actanciales acaban siempre en la mismacuestión frente a los textos concretos: ¿qué es una acción en los textos narrativos? ¿El viento quearranca las velas del barco es un agente? ¿O la acción está solamente ligada a los agentesantropomorfos? Dejaremos provisionalmente en suspenso estas cuestiones que no pueden encontraruna respuesta adecuada más que en el cuadro de una teoría del sujeto que sobrepasa las observacionessuperficiales que Barthes consagra a este problema.41

El tercer nivel es el de la narración. Se le puede caracterizar brevemente en los mismos términos deBarthes: «el nivel narrativo está ocupado por los signos de la narrativa, el conjunto de los operadoresque reintegran funciones y acciones en la comunicación narrativa, articulada sobre su donador y sudestinatario».42 Para Barthes no hay más que «dos sistemas de signos: personal y el a-personal»43 en lanarración. El estudio de las formas de los signos de la narrativa está ligado a la problemática de lacomunicación; el código narrativo «está situado entre» el mundo donde el relato se deshace (seconsume) y el de su producción, puesto que culmina los niveles anteriores.

Después de este breve resumen de los tres niveles de análisis estructural, nos queda por ver cómose articulan para formar el sistema del relato. Sobre este punto sabemos poca cosa, incluso nada, puesel sistema del relato no puede encontrar unas reglas, más que en función de su pertenencia a larealidad completa de las producciones sociales. Barthes se interroga sobre la función del relato y,siguiendo a Saussure, identifica esta cuestión con la del sentido del discurso narrativo. Así, «la funcióndel relato no es la de «representar», es la de constituir un espectáculo que permanece todavía muyenigmático, pero que no podría ser de orden mimético».44 He aquí, pues, lo que el relato no es. Paratener una idea de su función, del sentido producido por este producto específico que es el relato, seríanecesario discutir el problema del discurso en sus relaciones con la ideología del sujeto. Barthes nopuede siquiera formular este problema por la sencilla razón que se sitúa fuera de esta problemática. El39 Ibid., p. 1740 Ibid., p. 51.41 Ibid., pp. 17-18.42 Ibid., p. 21.43 Ibid., p. 20.44 Ibid., pp. 88-114.

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examen de su teoría semiológica, que abordaremos más adelante, lo muestra sin dificultad. A falta deuna formulación y de una respuesta a la cuestión del modo de producción del sentido por el discursonarrativo, «los niveles» que componen la teoría del relato de Barthes no pueden llevar más que adescripciones y a clasificaciones presentadas bajo la forma de una combinatoria.

Antes de pasar a analizar la teoría de la lengua y de la significación que subyace en los modelosestructuralistas que hemos descrito brevemente aquí, conviene resumir las constantes que sobresalenen el análisis precedente. Los modelos del análisis estructural del relato utilizan la distinción lengua-habla como punto de partida. Se sirven simultáneamente de la noción de signo como unión designificante y del significado. La teoría del relato está, en todos los casos, constituida como unconjunto de reglas de combinación de unidades de la «lengua del relato». Finalmente, estas unidadesestán definidas en relación con la noción de acción, que está desprovista de toda definición. Estaúltima está ligada, a su vez, a la de personaje.

En efecto, el análisis estructuralista del relato reduce el acontecimiento a la acción. El personaje llegaa ser entonces un actor, y el problema del encadenamiento de los acontecimientos en el relato, esentonces tratado como derivado de una tipología de las acciones-actores. Las tipologías actancialesocultan así la cuestión que se deriva del análisis de Muir; ¿las características del personaje estánsometidas a la lógica de los acontecimientos?, ¿o bien esta última está sometida a las características delos personajes? Para Muir, las relaciones entre las características de los personajes y el orden de losacontecimientos, constituyen el problema fundamental de la estructura del relato novelesco; lasolución de este problema no puede ser la reducción del acontecimiento al personaje. Hay dostérminos distintos -personaje y acontecimiento- y ligados.

La semiología del relato suprime la distinción entre acontecimiento y personaje reduciendo elacontecimiento a la «acción» del «actor», el encadenamiento de los acontecimientos a una tipología«actancial», considerando el relato como una combinación de actantes. Volvemos a encontrar esteproceso en la sociología estructural-funcionalista de Talcott Parsons, que reduce la sociedad a «unsistema social», combinación de «roles», cuya «integración» armoniosa está garantizada por laexistencia de un sistema de valores compartidos por el conjunto de los actores. En la sociologíafuncionalista, como en la semiología del relato, la unidad de análisis es el acto unidad («unity-act»).Vincula el actor a las orientaciones (normativas) de la acción que definen los fines y los medios de lamisma, definidos a su vez por los valores. Los valores, en la sociología parsoniana son signos.45 Ensemiología los signos son valores.

El análisis estructural del relato se basa en una teoría de la significación -una semántica- sin la cualla pareja acción-actor y el análisis combinatorio del relato, que se deriva del uso de esta dicotomía, noserían utilizables. Para reducir el «personaje» al «actor de la acción», y el «acontecimiento» a «la accióndel actor», hay que postular que el conjunto de los acontecimientos -y cada uno de los mismos- tieneun sentido en sí. La unidad del sistema del relato es una unidad porque es inmanente a la función, la demanifestar un sentido, inmanente a la lengua del relato y determinada por la estructura -«la forma delcontenido»- combinación de oposiciones de unidades elementales del sentido.

Es necesario, para completar nuestro examen de la semiología del relato, examinar la semiologíageneral en la que se funda, y particularmente las relaciones entre la cuestión del significado de lossignos y la de los niveles de análisis del discurso.

45 Véase The Social System. New York, The Free Press, p. 12. Parsons define los valores como un conjunto de signos comunes auna colectividad.

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3.3. La semántica estructural

El pensamiento estructuralista se apoya en concepciones semánticas, implícitas o explícitas, quehemos ido enunciando a lo largo del texto, caracterizadas esencialmente por una soluciónconvencionalista del problema de la delimitación del sentido y por la consideración de éste como unapropiedad inmanente de la lengua.

El convencionalismo y la teoría de la significación inmanente son complementarias. La «semánticaestructural» de Greimas presenta los dos caracteres. Considera que, «como observa Russell», «si esto esrojo es una proposición que afirma una cualidad a una sustancia, y si una sustancia no se define por lasuma de sus predicados, es, pues, posible que esto y aquello tengan exactamente los mismospredicados, sin que sean idénticos». El principio de identidad se encontraría así puesto en cuestión.46

Aceptando el principio de identidad, Greimas postula que «las cualidades definen las cosas, es decir,que el sema S es uno de los elementos que constituyen el término-objeto A, y que éste, al cabo de unanálisis exhaustivo, se define como la colección de los semas S1, S2, S3, etcétera».47

Este texto nos muestra que es la teoría de la significación la que sirve de punto de partida tanto para lasemántica estructural como para la lógica formal; analizaremos las implicaciones de este hecho.

Las relaciones entre la concepción «estructuralista» de la estructura y el problema de la significaciónse precisan considerablemente, si se tiene en cuenta el rol de la noción de «identidad» comofundamento de la «entidad»-unidad constituida por las «relaciones estructurales». En efecto, si seignora el concepto de estructura como sistema de transformaciones -simultáneamente estructurante yestructurado- y se considera como una combinatoria, más o menos completa, de unidades cuyas rela-ciones forman un sistema, es necesario admitir que estas «unidades» se definen «a priori» y que elsignificado depende de las relaciones entre «unidades de significación» -los semas de Greimas- cuyaexistencia es postulada más allá de su manifestación.

De hecho, Greimas lleva las contradicciones del pensamiento saussuriano a su conclusión, conclusiónque excluye las alternativas presentadas por Saussure mismo. Greimas considera que la significación de laspalabras (términos-objetos) resulta de la articulación de unidades elementales de significación, lossemas. Esta articulación, el sema (o término-objeto) se manifiesta por las relaciones del término-objetocon otros términos-objetos, otros semas. Pero, y es lo que importa, la relación es posible porque sepuede postular la existencia de una identidad entre los términos-objetos puestos en relación. Estaidentidad, que Greimas llama continuidad, resulta de la existencia de una categoría sémica, de un ejesemántico. Los términos «chico» y «chica» se ponen en relación en la continuidad dada por la categoríasémica «sexualidad», dentro de la cual se oponen, por la presencia de semas contrarios masculinos yfemeninos.

Las categorías sémicas son, para Greimas, las estructuras elementales de la significación. La categoríasémica está definida por la oposición de dos semas (S y S) en la continuidad de un mismo «ejesemántico». Así, utilizando su notación, si A y B son dos términos-objetos (chico y chica, porejemplo).

A / r(S) /B

r(S) designa el «eje semántico» (en el ejemplo: sexo), y la ecuación se analizará así: A(s1) r B(s2).

s1 = masculinidad =no s2, y, s2 = feminidad = no s1,

lo que conduce a la definición de la categoría Claude Saint «sexo» como dado por: si (en relación a) r2.

Este modo de análisis implica que se postula la existencia de unidades de significación, definidas «a46 Greimas, A. J.: Ob. cit., p. 42.47 Ibid., p. 27.

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priori», cuya forma de existencia es la relación entre los términos. Este postulado implica la existencia deun lugar de articulación sémica,48 de un «lugar» donde los «semas» están articulados y que no es el discursoconcreto. La inmanencia del sentido es posible en la medida en la que la estructura de la lengua estáidentificada a las «formas del contenido» de la conciencia colectiva.

Cuando Greimas discute el problema de la «significación práctica», es decir, del sentido contextual delas palabras, lo resuelve de manera igualmente idealista. Toda palabra en un relato y se analiza, piensaGreimas, de la manera siguiente. La palabra, «término-objeto», posee una significación que se puededividir en: 1) un núcleo sémico, compuesto por la articulación de los semas que forman lasignificación de la palabra en la lengua; 2) los semas clasemáticos, que dependen del contexto en el que lapalabra es utilizada en el relato.

El análisis del relato es, desde entonces, el estudio de las oposiciones e identidades de los semasclasemáticos, de los semas contextuales... Esta concepción coincide con la de Lévi-Strauss. Hemosindicado que Greimas formula en términos más generales el método Levi-straussiano de análisis de losrelatos míticos. Se puede ilustrar este método citando de nuevo un texto de Greimas que pone enevidencia el postulado común de la lógica formal y del estructuralismo:

«Le centre de toute notre réflexion théorique réside dans l'hypothèse naïve qu' en partant del'unité minimale de signification on peut arriver à décrire et à organiser des ensembles toujoursplus vastes de signification. Cette unité minimale cependant, que nous avons dénommée sème n'apas d'existence propre, et ne peut être imaginée et décrite qu'en relation avec quelque chose quin'est pas elle, que dans la mesure eu elle fait partie d'une structure de signification».49

Es, pues, evidente que la distinción entre lengua y habla en Greimas implica la existencia de«unidades» de significación, es decir, de ideas puras, que existen al nivel de la lengua en la concienciacolectiva. Esta hipótesis es necesaria para explicar el funcionamiento de la lengua como sistemaautónomo.

En Barthes, se encuentra la misma concepción. Acepta con matizaciones la distinción lengua-habla. Las matizaciones -más de erudición que de contenido- no afectan en nada el fundamento, lacondición de la posibilidad de la distinción: la lengua es un sistema de signos, que tiene como aspectosfundamentales el significante, el significado y el valor, y lo que es esencial, «en la lengua, el vínculo delsignificante y del significado es contractual en su principio, pero este contrato es colectivo, inscrito enuna temporalidad larga (Saussure dice que «la lengua es siempre una herencia») y, en consecuencia, encierta manera naturalizada».50

Es todavía una concepción convencionalista y contractual del problema de la significación, inclusosi «la significación puede ser concebida como un proceso». Pues para Barthes, proceso quiere decir acto.En efecto, el «proceso de significación es el acto que une el significante y el significado» 51 y, por tanto,la manifestación del contrato social, o el efecto de condicionamiento. Así la significación es inmanenteal lenguaje, como en Greimas: el habla manifiesta la articulación de los significados, «la forma delcontenido», pues esta articulación lingüística existe en el cerebro, resultado del amaestramiento, yúnica forma de existencia del contrato social.

3.4. Conclusión

El examen que acabamos de consagrar a la semiología del relato es suficiente, pensamos, paramostrar que los análisis estructuralistas del discurso narrativo utilizan todos el «modelo lingüístico»que hemos descrito anteriormente. Para construir las nociones destinadas al análisis de la formanarrativa y de sus articulaciones discursivas específicas, emplean todos la distinción lengua-habla enque se basa este modelo. El uso de esta distinción trae consigo, como lo hemos mostrado en estecapítulo, el uso de los postulados que hacen posible la delimitación de un «objeto bien definido» en el48 Greimas, A. J.. Sémantique Structurale, París, Larousse, 1966, y particularmente las pp. 102-104.49 Ibid., p. 103.50 Barthes, Roland: Communications, núm. 4, página 111.51 Ibid., p. 110.

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conjunto de los hechos del lenguaje -que este objeto- sea la «lengua» o la «lengua del relato». Lospostulados más importantes son los que conciernen: 1°) al carácter contractual del sistema de signos;2°) la reducción del habla a la noción de acto individual de voluntad e inteligencia, manifestando laestructura de los valores que define el sistema de la lengua, y 3°) el análisis de los discursos entérminos de unidades elementales -de niveles diferentes- cuya definición reposa sobre el postulado de laexistencia de unidades elementales de significación cuyas articulaciones constituyen «la forma delcontenido». Esta -como principio de clasificación- es idéntica al sistema de valores que define lalengua y que rige los discursos.

Hemos constatado, además ciertas analogías entre los postulados de base del análisis estructural delrelato -el «modelo lingüístico»- y la lógica formal. La lógica formal, al igual que la filosofía positivistadel lenguaje y del conocimiento en la que se inscribe, comparten el modelo lingüístico los postuladosconvencionalistas. Estos postulados nos llevan a la definición del signo, así como al análisis del sentido delos enunciados en términos de combinación de «sentidos» (fijos e idénticos a sí mismos), unidadeselementales que componen estos enunciados. Estas observaciones no tienen más que un carácterindicativo, pero pensemos que muestran el interés de un análisis simultáneo de la lógica formal y de lasemiología del relato como tentativa de explicación de las articulaciones discursivas.

Hemos indicado cómo los postulados que componen el «modelo lingüístico» aplicado a diferentesórdenes de hechos del lenguaje resultan de un proceso basado en la utilización de categoríassemejantes a las que se utilizan para el análisis de otros conjuntos de hechos sociales. Hacemosreferencia aquí, en particular, a la concepción de la totalidad de los hechos sociales en sistemas deacción tales como el «sistema social», el «sistema de la personalidad y de la cultura», que delimitan loscampos de estudio de diversas disciplinas de las ciencias «humanas». En efecto, las categorías quecondicionan la posibilidad de elaboración del modelo lingüístico son las mismas que componen el«cuadro de referencia» de la teoría general de la acción de Talcott Parsons. Este «cuadro de referencia»constituye y delimita conjuntos de hechos sociales; estos hechos son considerados como actos quemanifiestan las relaciones entre las «unidades» de un sistema, calificado precisamente de sistema deacción. Estas relaciones definen supuestamente las «unidades». Las relaciones en sí mismas se definen yse explican por la simple «evidencia» de su presencia en la conciencia del conjunto de individuos, losactores, los actos. Las relaciones entre estas «relaciones» -los valores- están establecidas en la concienciapor una especie de contrato. Ciertas variantes de esta concepción, no necesitan incluso explicación:sirviéndose de las mismas para explicar la existencia de un orden, este orden por sí mismo justifica suexistencia.52

Los procedimientos y los métodos empleados en la semiología del relato no pertenecenexclusivamente a esta «disciplina». Los mismos métodos y los mismos procedimientos permiten ladelimitación en la totalidad de los hechos sociales de conjuntos de hechos que constituyen los objetos-sistemas, las diferentes disciplinas de las ciencias humanas.

Es inútil insistir de nuevo sobre el carácter ideológico de este proceso y de las nociones queproduce; la ideología burguesa reduce al «contrato» las formas de existencia concreta de las relacionesde producción. La noción de signo como la de valor de la mercancía, representa los procesos deproducción de los productos (materiales o significantes) como entidades de cambio o de significación.La lengua, como la economía o el sistema social, aparecen como un sistema de relacionescontractuales en las que las voluntades individuales se someten a las leyes abstractas y convencionalesque permiten y favorecen el intercambio.

Estas consideraciones exigen que se busquen soluciones a los problemas planteados por eldiscurso narrativo, fuera del estructuralismo, pues, dejando otras consideraciones aparte, la esterilidadcientífica de este «método» es incuestionable.53

52 Es el caso, en particular, de Talcott Parsons. El cuadro de referencia que hemos descrito aquí someramente se encuentraexplícitamente desarrollado en The Structure of the Social Action, de Parsons (New York, Free Press Paperback, 1968), enel que la unidad de acción está definida en términos de actor, medios, fines, orientaciones normativas de la acción y de sus valores-criterios que orientan la elección de los medios y de los fines por los actores. Veremos en la segunda parte de este trabajo y con elnecesario detalle, la función teórica de estas concepciones.53 Se trata a menudo de reducir a cuestiones «metodológicas», el uso de categorías idealistas efectivamente utilizadas en los trabajossociológicos que se inspiran en la teoría general de la acción.

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La explicación estructural impide la formulación de nuevas cuestiones y deja fuera del campo de lo«científico» la cuestión del «por qué» y del «cómo» de las estructuras que descubre. La respuestaestructuralista es siempre la misma: existe un cierto número de significados que se articulan de maneraespecífica y cuyas combinaciones se manifiestan en los fenómenos estudiados. Postular la existenciade «unidades de significación», es recurrir -como la publicidad moderna y la medicina antigua- a laexplicación de la propiedad por la sustancia,54 a la explicación por la característica substancial de lasustancia («la virtud adormecedora» del opio o el «principio de limpieza» del detergente). Este tipo deexplicación, radicalmente anti-científica, que Bachelard denomina substancialismo, ha sido siempreperfectamente compatible con la noción de combinación.

Antes de concluir esta crítica -somera y provisional- del estructuralismo, hay que señalar que, apesar de las hipótesis científicas sobre las que se funda y los callejones sin salida a los que nos llevan,las investigaciones estructuralistas han abierto una alternativa importante en la investigación de lasciencias humanas. Su exigencia de rigor, a pesar de que haya conducido a este falso rigor tan nefasto,ha conseguido vencer una serie de obstáculos que trababan el estudio científico de las produccionesculturales.

54 Greimas define los ejes semánticos como «unidad de sustancia del contenido» (subrayado del autor), ob. cit., p. 27. Todoslos estructuralistas, desde Saussure, consideran la forma (opuesta a la sustancia) como la manifestación del contenido significante.

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4Discurso y contenido

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4.1. Lingüística y discurso

La frase suele ser el nivel superior, la unidad de mayor tamaño comprendida en el dominio ocampo de la lingüística.1 Hay, evidentemente, excepciones a esta afirmación: La más significativa paranuestros propósitos es, sin duda alguna, la de la lingüística estructural y transformacional de Z. S.Harris,2 en cuyos trabajos se han fundado buena parte de las modernas tentativas de «análisis deldiscurso».3 Pero, aun teniendo en cuenta estas excepciones, la afirmación precedente tiene funda-mentos que sobrepasan en general la distinción de niveles en el análisis lingüístico.

En efecto, y como hemos visto en el capítulo II, la lingüística estructural saussuriana se funda en ladistinción entre lengua y habla, entre sistema y acto. El habla, «acto individual de voluntad e inteligencia»,está excluida del análisis lingüístico porque sus determinaciones son ajenas al sistema de la lengua. Esobvio que «hablar de algo», de lo que sea, de cualquier manera, es un acontecimiento determinado poruna serie de condiciones sociales, individuales e históricas que caen enteramente fuera del ámbito de lalingüística saussuriana. Lo que se dice, el cómo, cuándo y por qué se dice, son cuestiones que notienen cabida en una reflexión sobre la lengua, concebida como instrumento, universal y consensual,condición de posibilidad de todo decir.

Además, la lengua es un sistema de signos, y los significados de estos signos tienen un carácterigualmente sistemático. Todo sentido o contenido de un elemento de lenguaje (y no de lengua) que nosea reductible al sistema está excluido de él y asignado a la libertad combinatoria del sujeto del acto de hablar.Para Saussure, el hablar es enunciar una frase; con lo que la sucesión de frases que constituye eldiscurso está enteramente fuera de toda reflexión lingüística. Y aunque algunos lingüistas post-saussurianos -Bloomfield entre otros- consideran que el encadenamiento sintáctico de las frasespertenece al dominio de la lingüística, el sentido del discurso está siempre excluido de este campo.

Si, en lugar de referirnos a la lingüística estructural saussuriana nos atenemos a la lingüística deChomsky y su escuela, no modificamos en nada la situación de exclusión del discurso. En efecto, paraChomsky el objeto de la lingüística es la competencia lingüística, o, lo que es lo mismo, lo que determinala «performance» del locutor nativo idealizado. Pero, como hemos visto, el «locutor idealizado» estáidealizado precisamente porque su decir no está determinado por ningún factor extra-lingüístico comola posición social, la personalidad, las emociones, la específica situación en la que el discurso seproduce. Además, en la lingüística chomskyana, lo que se analiza es la generación de la frase, de todaslas frases gramaticales. Y, aunque nada impide que se plantee el problema de los encadenamientosentre frases dentro de la sintaxis generativa,4 el estudio generativita de las sucesiones de frases excluye,por definición, toda consideración sobre la determinación «extra-lingüística» -es decir, social,psicológica e histórica- de las formas específicas del encadenamiento discursivo. Ahora bien, es en esteencadenamiento específico, «extra-lingüístico», en donde se encuentran las no menos específicasestructuras discursivas, los «contenidos» del discurso, su temática, sus efectos sociales y psicológicos, y,aunque el adjetivo sea discutible, sus efectos estéticos...

Para la lingüística generativa, pues, las condiciones de producción -por no mencionar también los procesosde producción- del discurso son irrelevantes, ya que no dependen únicamente de la competencialingüística, de la actividad enunciativa del locutor nativo idealizado. Como lo formulan bien unosanalistas franceses contemporáneos de octavillas políticas, el estudio del discurso supone «la passaged'un locuteur idéal (dont l'idéalité permet la congédiement) à des émetteurs implantés dans l'espacesocial et le temps historique».5

La noción de discurso aparece así en los huecos dejados por la lingüística contemporánea,6 no tanto

1 Benveniste, E.: «Les niveaux de l'analyse linguistique», en Problèmes de linguistique générale, París, Gallimard, 1966.2 Harris, S. Z.: «Discourse Analysis», Language, vol. 28, 1952, pp. 1-30.3 Ibid., «Discourse analysis: a sample text», Language, vol. 28, núm. 4, p. 424.4 El libro de Levin, Linguistic structures in Poetry, ob. cit., es un ejemplo de aplicación en la perspectiva chomskyana alanálisis del discurso poético.5 Demonet, M. y otros: Des tracts en mai 68, París, 1978, p. 35.6 En la época clásica, lingüística, lógica y retórica se distinguían menos, con lo que se puede considerar que el discurso estaba menos

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como problema asociado con el de la existencia, en el lenguaje, de unidades de mayor tamaño que elde la frase, sino como concepto asociado a la interrogación sobre las condiciones y los procesos deproducción de enunciados, así como a la investigación sobre los efectos sociales y psicológicos de !osenunciados.

4.2. El análisis del discurso en las ciencias sociales

4.2.1. El análisis de contenido

Lo que hoy constituye un objeto de estudio para ciertas escuelas lingüísticas, para la semiología ypara la «pragmática del lenguaje», ha sido -y sigue siendo un índice, dato o síntoma para numerosas (otodas) las disciplinas de las ciencias humanas. En efecto, el análisis de secuencias verbales o textualesde longitud superior a la de la frase es un medio de conocimiento de la realidad histórica, social ypsicológica del que es superfluo hacer una reseña histórica, pues se confunde con los orígenes denuestra propia historia. Además, el análisis de textos y su explicación han constituido la actividadprincipal de filósofos y estilistas...

No volveremos a transcribir aquí la historia, harto conocida, del análisis de contenido. De ellaencontramos amplios resúmenes en textos ya clásicos,7 así como inventarios de trabajos en estaperspectiva que mencionan, entre 1900 y 1958, más de 1.700 títulos.8 Nos contentaremos con indicarque el «análisis de contenido» hoy codificado y definido en numerosos estudios, no se caracteriza tantopor la cuantificación de elementos básicos o estilísticos en los textos, como por la utilización del análisisdel texto como medio para la verificación de hipótesis, definidas adecuadamente en una investigación dada,histórica, sociológica, psicológica, literaria u otra. Es esto, precisamente, lo que distingue la perspectivadel «análisis de contenido» de la estadística lingüística.

Si insistimos sobre este aspecto del análisis de contenido del discurso es porque nos interesa sobretodo el subrayar aquí que es esta característica la que apunta hacia la problemática de las condiciones deproducción del discurso, aun cuando en los textos clásicos9 no encontremos una referencia explícita a esteconcepto. Los trabajos americanos emplean preferentemente términos psico-sociológicos comoactitudes, valores, motivaciones, etcétera, aunque también se mencionan el «cuerpo de creencias» o «losfactores que determinan la difusión o restricción de doctrinas».10

En investigaciones recientes, sobre todo francesas, este concepto está explícitamente utilizado paradesignar las características de la entidad o entidades consideradas como determinantes o factores de laespecificidad del corpus analizado.11

excluido de la lingüística.7 Citemos el capítulo II «Trends and Issues in Content Analysis Research», en Stone, P. J., Dunphy, D. C., Smith, M. S., Ogilvie,D. M.: The general Inquirer. A computer approach to content analysis, Cambridge (Mass.), The M. I. T. Press, 1966.8 Barns, Francis E.: Communication Content: Analysis of the Research 1900-1958, Tesis Doctoral, Universidad deIllinois, Ann Arbor, Mich.; University Microfilms Inc., 1959.9 Me refiero a los siempre citados trabajos de Laswell, Berelson, de Sola-Pool y Osgood, que cito para recordarlos.

Laswell, H. D.; Leites, N., et alter: Langages of politics studies in quantitative semantics, New York, Steward, 1949.Berelson, B.: Content Analysis in Communication Research, Glencoe, The Free Press, 1952.Stone, P., Dumphy, Smith, Ogilvie: The general inquirer a computer approach to content analysis, Cambridge

(Mass.), M. I. T. Press, 1966.Sola-Pool, I. de: Trend in content analysis, Urbana, Univ. of Illinois Press, 1959.

10 Lasswell, H. D.; Leites, N., et alter: Langages of politics: studies in quantitative semantics, ob. cit., página 14.11 Entre ellos pueden ser mencionados los siguientes:

Culioli, A., Fuchs, C., Pêcheux, M.: «Considérations théoriques à propos du traitement formel du langage», en Documents delinguistique quantitative, 1970 (7).

Demonet, M., et alter: Des tracts en mai 68, París, 1978.Haroche, Cl., Henry, P., et Pêcheux, M.: «La sémantique et l, coupure saussurienne: langue, langage, discours», «Langages,

1971; 6 (24).Pêcheux, M.: Analyse automatique du discours, París, 1969. Les Vérités de la Palisse. Linguistique, sémantique,

Philosophie, París, 1975.Robin, R.: Histoire et linguistique, París, Colin, 1794.

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Obviamente, el término «condiciones de producción» del discurso, sin excluir los fenómenos decomunicación, no forma parte de una teoría exclusivamente comunicacional de los fenómenosdiscursivos. En las concepciones del lenguaje como «comunicación» priman los términos de «emisor»y «receptor», subordinados al imperio del «código», lo que conlleva el considerar como factorprimordial en la estructuración del «mensaje» (lo que se analiza) la existencia, en la conciencia delemisor, de un significado previo, que no está codificado o que lo está en un código distinto al delmensaje. Las teorías comunicacionales, en suma, hacen del sujeto (individual o colectivo) el origen de laestructura del discurso; Dado que el sujeto es, en ellas, un continente de significados, estas teorías acabanafirmando que el contenido del discurso está determinado... por su contenido.12

El que buena parte de los análisis de contenido estén inscritos en un esquema como el que hemosesbozado más arriba es, probablemente, la causa de que su lectura produzca esa desazón característicaen tantos lectores bienintencionados. Es difícil considerar afirmaciones del tipo «el análisis del corpusX producido por Y, evidencia que X contiene la concepción Z, do que demuestra que Y cree (o piensa,o defiende) en Z» sin que parezca una perogrullada, por muy cuantitativa y metódica que ésta sea...

No es aquí lugar de profundizar más la cuestión de das relaciones entre el sujeto y el discurso, puesdo hacemos en los capítulos siguientes. Volvamos, pues, a la definición del análisis del contenido.

En dos párrafos precedentes hemos apuntado que el análisis del contenido no es -¡o no debe ser!-una descripción más o menos sofisticada de un «corpus», ni tampoco una pseudo explicación de lascaracterísticas del contenido de éste por la presencia de las mismas características en la conciencia delemisor. Philip J. Stone considera que el

«content analysis is any research technique for making inferences by systematically andobjectively identifying specified characteristics within text».13

Obviamente, todo el problema del valor heurístico del método está, más que en su «sistematicidad»y su «objetividad», en la posibilidad de hacer, precisamente, inferencias a partir de las características pre-especificadas que se identifican en el texto.

Las más acerbas críticas del análisis de contenido provienen, precisamente, del uso de categoríasprevias para describir el «corpus» textual sometido a examen. En efecto, das «característicasespecificadas» que se utilizan en el análisis de contenido del texto son de carácter-semántico, y suutilización presupone que la inferencia se apoya en el presupuesto de la significación dada, sociológica,psicológica, estadística o histórica, de la presencia (o de la ausencia) en el texto de la característica previamenteespecificada.14

Antes de que Stone y sus colaboradores hubieran desarrollado el General Inquirer, métodoinformatizado de análisis de contenido, dos críticos apuntaban, sobre todo, da importancia de lasubjetividad del analista, de cuya interpretación del texto dependía la identificación de da característicapre-especificada. Con el desarrollo de las técnicas informatizadas, este aspecto del problema estáresuelto, pues el programa de ordenador no hace nada más que contabilizar las presencias de índicestan absolutamente explícitos como lo son das letras del abecedario (más los signos de puntuación). La«subjetividad» de un análisis de contenido informatizado no estriba, pues, en las variaciones deinterpretación del analista, sino en da utilización de un «diccionario» que empareja las categoríasanalíticas, de carácter semántico, con los índices léxicos. Obviamente este emparejamiento constituyeuna interpretación, que no por efectuarse de una vez por todas deja de ser subjetiva.15 Y no por el hechode que los términos -lexemas- empleados como índices sean polisémicos. La polisemia de dos lexemas se12 En otros lugares hemos hechos ya una crítica de estas “teorías de la comunicación” que, bajo pretexto de la evidente circulaciónde discursos –más o menos transformados de un sujeto al otro- y apoyados en la evidencia subjetiva de la «intención de significar»,pretendan reducir esta circulación a los nudos que recorre. Ver Pizarro, N.: «Reproduction et Produits Signifiants», Stratégie, vol.I, pp. 2-50, 1972.13 Stone, P. J., et alter: Ob. cit., p. 5.14 Un ejemplo típico de esta crítica se encuentra en Pêcheux, M.: L'Analyse Automatique du discours, París, Dunod, 1969.15 A este respecto la discusión que se encuentra en Gross, R. C., Gardin. J. C., Levy, F.: L'automatisation des recherchesdocumentaires, París, Gauthiers-Villar, 1964, es ejemplar.

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resuelve empleando un subprograma de desambiguación16 como el que ha sido añadido en 1973 alGeneral Inquirer. A pesar de su decidido empirismo, dos subprogramas de desambiguación logranidentificar automáticamente el sentido adecuado de dos términos polisémicos barriendo, a derecha eizquierda, el contexto inmediato17 en el que aparece el lexema analizado. La proporción de iden-tificaciones correctas supera el noventa por ciento.

Si la utilización de diccionarios que asocian ciertos lexemas -o combinaciones de lexemas- con unacategoría analítica dada implica una interpretación subjetiva, no se trata, pues, esencialmente, de unadistorsión inducida por la polisemia de muchos lexemas en las lenguas naturales. El fenómeno tieneun origen más profundo, que se asienta en la naturaleza misma del lenguaje.

Se trata, en efecto, de lo que en términos idealistas se ha llamado el aspecto «creativo» de laactividad discursiva. A pesar de la indudable existencia de códigos, de asociaciones normadas entresignificantes y significados, el lenguaje, la práctica discursiva, tiene la virtualidad de rompe, las asociacionescodificadas entre el lexema y su significado y de generar nuevas relaciones. Esta función del lenguaje no estálimitada al lenguaje poético, como lo pretenden algunos autores. El funcionamiento del discursocientífico es una evidencia permanente del hecho de que la enunciación de proposiciones articuladasen discurso genera significados para los términos que componen las proposiciones mismas. ¿O eltérmino «átomo» está asociado hoy con el mismo concepto que en tiempos de Bohr o de Mendeleiev?¿O «geometría» significa lo mismo hoy que en tiempos de Euclides?.18

Hemos examinado este problema, bajo el ángulo de la lógica, en el primer capítulo de este trabajo,y no es necesario insistir sobre la equivalencia existente entre el «postulado de la identificabilidad delsignificado del signo» y los fundamentos, implícitos, del análisis de contenido. Lo que importasubrayar aquí es que la objeción a las consideraciones precedentes, consistentes en afirmar que elanálisis de contenido se aplica a textos en los que esta función creadora del lenguaje es prácticamenteinexistente (dejando aquellos en los que es primordial para otro tipo de análisis), conduce a afirmarque el análisis de contenido no sirve más que para constatar la presencia del código... allí en donde nohay nada más. Y dado que el «código» es el diccionario previo, no se encontraría con él más que lo quese ha, previamente, depositado en él...

4.2.2. Preocupaciones semánticas en el análisis de contenido

La exposición y las críticas del párrafo precedente, no agotan la totalidad de las perspectivasteóricas y de las técnicas de análisis de contenido que se han ido desarrollando -sobre todo en losEstados Unidos- hasta nuestros días. Merecen especial atención los, trabajos de C. Osgood y,particularmente, su «Evaluative Assertion Analysis».19 Con esta técnica, Osgood y sus colaboradoresintentan sobrepasar el puro recuento de juicios de valor, positivos o negativos, que se emiten en uncorpus respecto a un objeto dado, para tener en cuenta las diferencias de intensidad en la valoración,positiva o negativa, del objeto valorizado. Los signos de estos objetos valorizados, los «attitudeobjects» son substituidos por pares de letras en el texto, para que el codificador que juzgue evaluacionesde estos objetos no se deje influenciar por sus propias actitudes respecto a ellas.

El análisis de los enunciados valorativos pasa por una segunda etapa, consistente en transformarlas frases del texto en proposiciones evaluativas estandarizadas «standard evaluative assertions»). Estatransformación pretende ser exclusivamente sintáctica, conservando la significación.20 En tercer lugar, lasdiferentes evaluaciones de un mismo objeto son clasificadas en una escala de tres puntos positivos ytres negativos. Finalmente, se establece la evaluación del objeto ponderando las proposicionesevaluativas.16 Los programas de desambiguación se apoyan en un diccionario de términos polisémicos y de las características contextuales quepermiten la distinción de las diferentes acepciones.17 Generalmente basta con «barrer» cinco términos a derecha e izquierda del lexema analizado. Se trata, pues, de contextos definidosnuméricamente.18 En Gros. R. C., el alter ob. cit., encontramos este problema en la investigación documental automática en ciencias naturales.19 Osgood, C. E., Saporta, S., y Nunnally, J. C. «Evaluative Assertion Analysis», Litera, vol. 3, 1956, páginas 3-47.20 Veremos en el siguiente párrafo cómo esta idea de Osgood -la utilización de formas sintácticas estandarizadas para compararcontenidos- ha sido empleada por otros autores.

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Si mencionamos aquí el «Evaluative Assertions Analysis», no es tanto por su utilidad real comoinstrumento de análisis, como por que en él aparece ya un procedimiento para resolver un problematradicional del análisis de contenido: la diversidad de estructuras sintácticas que aparecen en los textos y lasdificultades de comparación de términos situados en estructuras diferentes. El procedimiento -quecomo veremos es discutible- consiste en transformar las diversas estructuras sintácticas en unaestructura estandarizada, una forma canónica. Osgood la hace únicamente para los juicios de valor,pero otros autores generalizan este procedimiento a todos los enunciados.

Dejando de lado, por el momento, el problema planteado por los efectos de las transformacionessintácticas del texto inicial, el «evaluative assertion analysis» es un método cuyo ámbito de aplicación es muyrestringido. Las características que tienen que tener los textos para que este método sea aplicable no seencuentran más que en los textos-artefactos, producidos por las preguntas abiertas en cuestionarios oen propaganda poco útil. En efecto, para que la técnica de Osgood sea aplicable, el texto objeto debecontener enunciados evaluativos explícitos, juicios de valor sin máscara retórica alguna (como «Los chinos sonmalvados» o «Las huelgas son malas»). Cuando se aplica este método, por ejemplo, en análisis deeditoriales de periódicos, no produce, a menudo, ningún resultado, pues aunque la «lectura inteligente»de los textos ponga de manifiesto actitudes positivas o negativas respecto a «objetos de actitud» dados,estas «actitudes» no se manifiestan siempre por enunciados explícitos de juicios de valor. Suele sucederque un editorial intente convencer al lector, produciendo la adhesión mediante procedimientos retóricos. En unestudio efectuado por el autor de este trabajo, comparando las posiciones de diferentes periódicos deMontreal respecto a una huelga de funcionarios, no se logró encontrar ni un solo juicio de valor explícitoen un corpus de 50 editoriales sobre el tema.21 Los procedimientos argumentativos empleadosconsistían esencialmente en figuras de carácter metafórico, en sinécdoques, antonomasias ycontraposiciones poéticas diversas. Este caso no constituye una excepción improbable. Losprocedimientos retóricos y argumentativos son procedimientos discursivos normales: comomencionamos en el capítulo primero, el «discurso llano», «el grado cero de la escritura» es un ideal queno se realiza en ningún discurso real.

Los problemas planteados por las consideraciones precedentes sobrepasan con mucho el ámbitodel «Evaluative Assertion Analysis», pues están ligados con una característica universal de la prácticadiscursiva, ya mencionada: el que el discurso produzca y rompa asociaciones significantes entre lostérminos y los significados. Y, aún más, que el sentido del discurso no pueda reducirse al significadode sus unidades constitutivas, de cualquier nivel que éstas sean.

Debemos también a Osgood y sus colaboradores el desarrollo de otra técnica importante para elestudio psico-sociológico del discurso. Se trata de la de las diferenciales semánticas, que constituyen unasofisticación adicional en los métodos de análisis de contenido, restringida a los cuestionarios.22

Esta técnica presupone la introducción en la problemática psico-sociológica del análisis deldiscurso de una tentativa de solución al problema que planteamos en el apartado anterior: que launiversalidad del «diccionario» que asigna interpretaciones a los signos que se van a identificar despuésen un «corpus» de discursos borre diferencias semánticas entre los mismos términos en diferentesdiscursos.

La técnica de los «diferenciales semánticos» consiste en pedir a los sujetos encuestados que definanlos términos analizados, atribuyéndoles una posición en escalas de siete puntos en las que los extremosson cualidades antitéticas, atributos del término-objeto analizado. Tanto los términos analizados como las«dimensiones atributivas» -que son de naturaleza similar a los «ejes semánticos» en la SemánticaEstructural de Greimas23 puedan ser definidos por el investigador o extraerse del vocabulario delsujeto.

A partir del posicionamiento que el sujeto atribuye al término en las diferentes escalas semánticas,21 Investigación efectuada en el Seminario de Análisis Automático del Discurso dirigido por el autor. Departamento de Sociología,Univ. du Québec a Montréal, 1973. Se emplearon, además, diversos métodos automáticos aplicados al mismo corpus: AAD, S. A.T. O., etc.22 Osgood, C. E., Suci, G.J., y Tannembaum, P. H.: The Measurement of Meaning, Urbana, Univ. o f Illinois Press, 1957.23 Greimas, A. J.: Sémantique Structurale, ob. cit.

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se pueden comparar los mismos términos en diferentes sujetos, así como definir la «distancia» entrediferentes términos en un espacio multidimensional, utilizando las técnicas del análisis factorial.24

Osgood y sus colaboradores han buscado, con el análisis factorial de los datos suministrados por latécnica de los «semantic differentials», los universales semánticos. Encontraron tres, a partir de datosamericanos. Aplicando la misma técnica a sujetos de otras lenguas, los «universales semánticos» sequedaron en dos -los dos primeros-: «evaluación positiva versus negativa» y «fuerte versus débil». Latercera era «activo versus pasivo». Aunque estas categorías hayan sido utilizadas como «marco teórico»para los «diccionarios», utilizados en análisis de contenido, su origen nos parece, si no invalidarlos, almenos generar varias dudas sobre su validez. Porque, no lo olvidemos, el análisis factorial empleadopor Osgood, análisis clásico, utiliza datos numéricos (y distancias definidas en espacios cartesianos): elcarácter numérico de los datos brutos -los valores en las escalas semánticas- es más que dudoso.Además, el análisis factorial genera siempre factores...

Si hemos mencionado aquí las dos técnicas desarrolladas por Osgood, no es porque consideremosque resuelvan problemas esenciales del análisis del contenido del discurso, sino porque son tentativas desolución -y constataciones de la existencia- de problemas sintácticos y semánticos decisivos. Obviamente lasemiología francesa y la semántica estructural que hemos examinado en el capítulo precedente son,también, «análisis de contenido», aunque no en el sentido original del término -el de los añoscincuenta- sino en el que se va desarrollando en los Estados Unidos en los años sesenta, conpreocupaciones lingüísticas y semánticas. Lévi-Strauss, con su modo de construcción de los mitemas,25

hace la misma operación que Osgood en el «Evaluative Assertion Analyis»: transformar estructurasfrásticas complejas en «frases simples» (un sujeto, un verbo, un complemento): en predicaciones. Y,como lo hemos mencionado anteriormente, los «ejes semánticos» de Greimas son semejantes a lascategorías de Osgood.26

En un cierto sentido, la semiología estructural es otra escuela de «análisis de contenido», fundada enconcepciones teóricas de tradición diferente, pero que conduce a análisis concretos que no difierenmucho de los, del análisis de contenido americano. La «obsesión cuantitativa» -que critican incluso losinvestigadores americanos más sofisticados- es, quizás, la diferencia esencial entre las dosaproximaciones. O, si se quiere, el teoricismo de la sociología francesa...

4.2.3. Los métodos y el objeto de estudio

El «análisis de contenido» se desarrolló como un conjunto de procedimientos de análisis deldiscurso, centrados, ante todo, sobre las «inferencias» que, a partir del análisis podían hacerse sobreuna «situación» social, psicológica o histórica. Inicialmente, la reflexión sobre la naturaleza de loanalizado -precisamente, el discurso estaba casi completamente ausente-. Se fue tomando concienciade su importancia en cuanto que de esta «naturaleza» se derivaban obstáculos, dificultades metodológi-cas y técnicas.

Los fenómenos sintácticos y retóricos en la generación discursiva del sentido fueron apareciendocomo los obstáculos mayores en el proceso del análisis de contenido. Dado que lo real se constata,entre otras cosas, como resistencia a los proyectos humanos, las ciencias sociales fueron tomandoconciencia de la necesidad de una teoría del lenguaje. En un primer momento, esta necesidad fueexclusivamente instrumental; la teoría lingüística era un puro medio para alcanzar el mismo objetivo:analizar el «contenido» del discurso.

Aunque, desgraciadamente, buena parte de las investigaciones en ciencias sociales no hayan aúnsobrepasado ese primer momento de la constatación de la necesidad instrumental de conocimientos24 Benzegri, J. C. L'analyse des données, París, Dunod, 1973. En este libro se encuentran los modernos desarrollos del análisisde correspondencias, particularmente útil para datos cualitativos, para categorías semánticas. El análisis factorial clásico exigevariables numéricas.25 Lévi-Strauss, C.: Anthropologie Structurale, París, Plon, 1958.26 Es interesante apuntar que en los «ejes semánticos» de Greimas sólo hay dos valores, mientras que en los de Osgood hay siete:esta diferencia numérica es, fundamentalmente, una diferencia teórica. El eje semántico de Greimas es el espacio-vacío-definido porun atributo y su negación lógica (la «feminidad» es para Greimas simplemente la «no-masculinidad»), y este atributo es unaentidad, mientras que para Osgood el atributo es un índice de una dimensión semántica oculta.

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lingüísticos para analizar el contenido, la mera existencia de trabajos como el de Pierre Fiala y C.Ridoux,27 nos autorizan a suponer que estamos entrando en un nuevo período de desarrollo de laproblemática. En efecto, la interrogación sobre la relación entre el discurso y las ciencias sociales estállegando a cuestionar la función social del sentido y el concepto mismo de significado. Fíala y Ridoux, en un tra-bajo empírico, constatan que el efecto social específico de la difusión de un discurso dado -la octavilla delDr. Charpentier- no puede ser atribuido al contenido del texto, pues un análisis demuestra que elcontenido de la mencionada octavilla es idéntico al de otros textos que circulaban en Francia en elmismo momento y cuyos efectos sociales eran de diferente naturaleza. Los investigadores deNeuchâtel acaban considerando que el «contenido» de un texto, el «significado interno» no es el únicofactor que determina los efectos sociales observables de su circulación.

Al problematizar la relación entre el «contenido» o «sentido» de un texto y sus efectos sociales, seestá cuestionando el objetivo mismo del análisis de contenido. Si dos textos de «contenido» idénticoproducen efectos diferentes, puede suceder que textos con contenidos diferentes produzcan efectosidénticos. Es decir, que tanto en el texto mismo como fuera de él deben existir estructuras y procesosque co-determinan los efectos sociales de un mensaje y que no son reductibles al contenido. En el textomismo existen estructuras efectivas, que pudiéramos llamar significadoras, pero qué no tienen significa-ción propia, que no son estructuras del significado. Fuera del texto existen fenómenos sociales, ensentido estricto, como la forma de las redes de comunicación y la relación de estas redes con lareproducción de categorías sociales específicas.28

No es aquí lugar de extenderse más sobre este «segundo período» del cuestionamiento de lasrelaciones existentes entre las estructuras discursivas y los procesos y estructuras sociales. Pero síimporta mencionar ahora que la distinción entre estructuras significativas y estructuras significadoras es deprimera importancia para profundizar nuestra comprensión del funcionamiento y de la producción social delos discursos. En efecto, y aunque esta distinción no sea de carácter ontológico, sino metodológico, lasprimeras designan aquellos aspectos de la estructura discursiva que producen un efecto consciente en elreceptor: el sentido del discurso, siempre subjetivo.29 Las segundas, que llamamos «estructuras signi-ficadoras», se refieren a aquellos aspectos de la estructura discursiva que son, a la vez, condicionesobjetivas de la producción de efectos conscientes, del significado, y productores de efectos que, por no serconscientes, no son menos detectables.30 Las estructuras significadoras, además, no están compuestaspor elementos ni por relaciones de carácter semántico o sintáctico. Su descripción exige la utilizaciónde conceptos algebraicos.31

Si admitimos que, en la estructuración del discurso actúan estos dos niveles estructurales, cuyaeficacia en los receptores no es de la misma naturaleza, podemos, entonces, plantearnos el problemade la importancia relativa de uno y otro nivel en los diferentes tipos de textos y discursos. En un extremotendríamos aquellos discursos en los que las estructuras significativas son (casi) enteramentedominantes: discursos científicos -cuyo ideal tipo es el teorema con postulados y reglas de deducciónexplícitas, o artefactos construidos con «lenguas formales»-, descripciones «llanas», juicios de valorexplícitos. En el polo opuesto de lo que, provisionalmente, consideramos una dimensión única,encontraríamos la «literatura» -poesía, novela, teatro-, en donde las estructuras significadoras seríandominantes.

Los discursos en los que las estructuras significativas son dominantes32 son aquellos en los que el

27 Fíala, P., y Ridoux, C.: «Essai de pratique sémiotiquee», Travaux du Centre de Recherches Sémiologiques, núm. 17,Neuchâtel, 1973.28 Pizarro, N.: «Reproductions de Produits Signifiants», Stratégie, vol. 1, pp. 2-50.29 Jacques Lacan formula esta concepción diciendo que el sentido solamente existe para el sujeto (Ecrits, París, Seuil, 1966).Como mencionamos en otro lugar, la distinción hegeliana entre el concepto como entidad subjetiva y como entidad objetiva, plantea unproblema real, todavía por resolver.30 Empleamos la expresión «no conscientes» porque es más general que la de «inconsciente». Existe un inconsciente «freudiano» y uninconsciente «ideológico». En N. Pizarro, Crimen y suicidio, Barcelona, Bruguera, 1978, discutimos este tema.31 Un ejemplo de una de estas estructuras se encuentra en el capítulo V de nuestro Análisis estructural de la novela, ob. cit.32 Empleamos el término dominantes para indicar que, en todo discurso, ambos niveles estructurales -significativo y significador-están presentes. Lo que varía de un discurso a otro es el ámbito de eficacia de uno y otro nivel estructural, tanto en la producción comoen los efectos de cada discurso específico.

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«análisis de contenido» es más fecundo.33 Aunque conviene retener que, cuando se controlan lascondiciones de producción de un conjunto de discursos, la estructura significadora puede mantenerseconstante, y el análisis de contenido puede suministrar una aproximación suficiente de la descripción devariaciones en las estructuras significativas de éstos. Los artefactos discursivos generados porcuestionarios adecuadamente construidos y administrados puedan constituir un ejemplo privilegiadodel caso que acabamos de mencionar.

Por el contrario, cuando se utiliza el análisis de contenido para describir discursos en los quepriman las estructuras significadoras, la descripción producida por esta técnica no da cuenta más quede aspectos secundarios del objeto estudiado, cuya relación tanto con el emisor como con el receptorpuede ser contingente y carecer de significación psicológica, social, histórica o literaria. El análisis decontenido de textos literarios ha producido resultados extremadamente pobres. No hace falta ser unestudioso de la literatura para entender que ni la estructura ni los efectos de un gran poema o de unagran novela se reducen a su «contenido», y esto, aunque se matice la definición del «contenido» hastaincluir en ella categorías como las de «temas» o «imágenes».

4.3. Métodos de inspiración lingüística

4.3.1. El análisis del discurso y la lingüística

El artículo que Z. S. Harris publicó en 1952 bajo el título «Discourse Analysis»,34 fue el origen deuna serie de trabajos sobre el análisis del discurso, de considerable importancia para las cienciashumanas. En este artículo, Harris aborda el análisis del discurso en una perspectiva que se puedecaracterizar como una extensión del distribucionalismo hjelmsleviano.

No resumiremos aquí este trabajo, bien conocido y de fácil acceso, pero recordaremos el principiometodológico esencial en el que se basa. Se trata de considerar como equivalentes los segmentosdiscursivos que, en el corpus analizado, se presentan enmarcados en contextos idénticos o equivalentes.

Esta definición contextual de la equivalencia tiene el mérito de suprimir la necesidad de un diccionariopara establecer clases de equivalencia de morfemas- Como lo hemos indicado anteriormente, la utilizaciónde diccionarios para el análisis del discurso implica que el significado de los morfemas se da pordefinido fuera del discurso, en y por la lengua, con las consecuencias que esto implica en cuanto alexamen de las diferencias entre dos o más discursos y a la interpretación sociológica del análisis.

Harris concebía, además, el análisis del discurso como un método capaz de permitir el examen delas relaciones entre la «cultura y la lengua», entre el «comportamiento no-verbal y el verbal». Lalingüística que se limita al estudio de la frase, de «conjuntos arbitrarios de frases», pero no desucesiones de frases articuladas entre ellas y producidas en una situación definida, excluye, por ello, todaposibilidad de «tener en cuenta la situación social». Considera también que «la lengua no se presentaen palabras o frases independientes, sino en un discurso seguido» y que, por lo tanto, del análisis detales conjuntos arbitrarios de frases aisladas, sólo se puede extraer una verificación de descripcionesgramaticales. La crítica que hemos hecho de las lingüísticas saussuriana y chomskyana coincideenteramente con las posiciones defendidas por Harris en cuanto a las consecuencias, para lalingüística, de limitarse al estudio de conjuntos arbitrarios de frases y de separar, no menosarbitrariamente, el enunciado de sus condiciones sociales y psicológicas de producción.

Harris, sin embargo, piensa que el análisis del discurso es, metodológicamente, independiente de lagramática. La única relación que reconoce entre uno y otra es puramente contingente, de carácterexclusivamente práctico: la conveniencia, para efectuar las necesarias comparaciones de contextos enel análisis del discurso, de «transformar ciertas frases del texto en frases gramaticalmenteequivalentes». Esta transformación de una frase en otra, «gramaticalmente equivalente», planteaproblemas de difícil solución al análisis del discurso. Esencialmente porque la «equivalenciagramatical» de dos frases sólo puede establecerse tomando en cuenta el sentido de las palabras que la33 Ver, en el párrafo anterior, nuestra crítica de los límites del «evaluative assertion analysis»: en editoriales de periódicos puede nohaber enunciados evaluativos explícitos.34 Harris, Z. S.: «Discourse Analysis», Language, vol. 28, 1952, pp. 1-30.

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componen. Por el momento, no existe, a nuestro entender, ninguna gramática distribucional,transformacional o generativa que sea capaz de producir una frase «equivalente» a partir de cualquierfrase dada, sin recurrir a consideraciones semánticas sobre los elementos que la componen.

El «análisis del discurso», de Harris, acaba utilizando el sentido, reposando sobre él. Aunque el«análisis del discurso pretenda determinar no tanto «lo que el texto dice», si no «cómo lo dice», el «cómo»y el «qué» acaban estando asociados en los procedimientos de transformación de una frase en suequivalente.

La «equivalencia gramatical», generada por la «transformación gramatical», es una de las nocionesque fundan el actual pensamiento lingüístico. Como veremos en el capítulo siguiente, su utilizaciónimplica la reducción de la frase (hecho lingüístico) a la proposición (entidad lógica). En el mismo capítulotratamos de demostrar cómo esta reducción de la frase a la proposición -que funda la posibilidad dedistinción entre sintaxis y semántica hace imposible todo análisis del discurso como hecho social. Perono es aquí lugar de extenderse en estas consideraciones, que tienen únicamente la función de designarun problema que surge en el análisis del discurso cuando se acepta, desprevenidos, el transformar unafrase en otra para homogeneizar los contextos de substitución. Esta solución es tan «natural» quesuele ser aceptada sin critica.

4.3.2. El «Análisis automático del discurso»

En su célebre artículo, Harris, un profesional de la lingüística, definió el discurso como «unenunciado seguido (escrito u oral)».35 Pero en esta definición, aparentemente sin consecuencias,introducía en la lingüística, confortablemente instalada en el análisis de frases aisladas y, por lo tanto,separadas de sus condiciones sociales y psicológicas de producción, el problema de la determinación social de loshechos concretos de lenguaje. En efecto, en cuanto que se examina una sucesión de frases que seextiendan en un discurso, oral o escrito, la necesidad de atribuir a «factores extralingüístícos» ladeterminación de las características estructurales del objeto analizado surge naturalmente.

En efecto, cuando se añade a la pregunta de «qué» dice el discurso, la de «cómo» lo dice -objetivodel análisis de Harris-, es imposible evacuar las cuestiones del «para qué» (lo dice así) y del «por qué».Si la cuestión del «cómo» puede reducirse a la estilística, esto sólo puede hacerse desligándola del «porqué» y del «para qué». Si no se desligan estas diferentes cuestiones que pueden plantearse respecto aldiscurso, entonces su análisis se inscribe en preocupaciones retóricas, psicológicas y sociológicas. Cuando sepiensa, además, que la relación entre el «cómo» se dice y el «por qué» y «para qué» se dice, es unarelación necesaria y no una pura contingencia, se cuestionan radicalmente los fundamentos de lalingüística.36 No es de extrañar, pues, que el análisis del discurso haya interesado más a los sociólogosque a los lingüistas...

La sociología -una cierta sociología- comparte con la lingüística el postulado de la libertad delsujeto de la acción,37 libertad de elegir entre las alternativas ofrecidas por los diferentes nivelesestructurales de los sistemas simbólicos interiorizados que constituyen la cultura.38 Para esta sociología, eldiscurso es un acto que manifiesta o expresa los valores, u orientaciones normativas, que leconfiguran. El análisis del discurso se reduce entonces al análisis de contenido que hemos examinado yaen este capítulo, interesado en detectar la presencia de actitudes y valores del sujeto del acto.39

Pero cuando se concibe que el individuo ve sus actos determinados por la específica posición queocupa en las redes de relaciones sociales, «su» discurso aparece como determinado también por estaposición social. Dado que ésta sólo puede definirse en la estructura social, el discurso vienecondicionado por ella. Entonces, el discurso es más un producto social que un acto individual y, como35 Harris, Z. S.: Ob. cit., p. 1.36 La lingüística, estructural o generativa, admite que hay relaciones entre el «qué», el «cómo», el «por qué» y el «para qué» se dice.Pero estas relaciones las concibe como contingentes, resultados de la libertad de selección de alternativas del sujeto soberano...37 Discutimos estas cuestiones en la segunda parte de este libro.38 Parsons, T., et alter: Toward a General Theory of Action, New York, Harper Torchbook, 196239 El «Evaluative Assertion Analysis», de Osgood, no busca otra cosa. Y un examen de los diccionarios empleados por el «Inquirer»o de los objetivos de la gran mayoría de los investigadores que usan el análisis de contenido constituye una prueba suficiente.

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todo producto, tiene una «utilidad» (o productividad) y resulta de un proceso de producciónsocialmente determinado.40

Dentro de esta segunda concepción de lo social y de lo discursivo, existen variantes importantes.Una de ellas, la más generalizada, consiste en utilizar como mediación entre la estructura social y laestructura discursiva, la noción de ideología, asociada a la de clase social.

Evidentemente, esta variante de la segunda concepción, de la social mencionada en el párrafoanterior, es la defendida por la sociología marxista. Ha sido dentro de esta «escuela» sociológica dondeel «análisis del discurso» que Harris propuso en 1952 se transformó en alternativa al «análisis decontenido» y se vinculó, por una parte, a la teoría de la ideología y, por otra, a las modernas tentativasde aplicación de la informática en ciencias sociales.

En efecto, en 1969, Michel Pêcheux publica en París su tesis de doctorado de tercer ciclo, bajo eltítulo de Analyse Automatique du Discours.41 Redactada en 1967,42 defendida en 1968, la tesis de Pêcheuxes el origen de numerosos trabajos que han venido realizándose -sobre todo en Europa- desdeentonces.43 El método propuesto en ella puede resumirse como una automatización -parcial- de losprocedimientos de Harris, ligada -a veces más declarativa que realmente- con la teoría «marxista» de laideología.

Michel Pêcheux es un discípulo de Louis Althusser, que trabajó con él en la «Ecole NormaleSupérieure», que nunca rompió sus vínculos intelectuales, políticos y amistosos con su maestro. Deformación filosófica, preocupado por cuestiones epistemológicas, pero con una clara vocacióncientífica, Pêcheux intenta plasmar en protocolos de observación y de análisis empírico la concepciónde la ideología que su maestro ha ido desarrollando en los seminarios de la calle de Ulm. Para elloutiliza «materiales» diversos desde teorías lingüísticas hasta investigaciones psico-sociológicas, pasandopor el análisis de contenido americano (cita I de Sola-Pool y P. Stone) y por la problemática de latraducción automática.

El trabajo de Pêcheux suscitó un gran interés sobre todo en Francia, pero también en Suiza,Bélgica e Italia. Probablemente este interés era debido más a las intenciones que a los resultados delmétodo en él propuesto. La influencia de la escuela de Althusser era muy grande entre los sociólogoseuropeos y el «Analyse Automatique de Discours» (que, siguiendo la detestable moda del uso deiniciales entre los discípulos de Althusser, Pêcheux designa por AAD) prometía transformarse, nadamenos que en un instrumento -¡automático!- para el análisis empírico de las ideologías, en ladefinición marxista, versión Althusser, de estas últimas.

Como decíamos, y dejando de lado por el momento las cuestiones teóricas que legitiman su uso, elAAD se funda en concepciones similares a las de Harris. Dada la amplitud del interés que ha suscitadoy el número de artículos e investigaciones diversas que, a partir de él, en pro o en contra de él, se hanpublicado, vale la pena examinar con algún detalle sus diferentes etapas, los conceptos utilizados y lossupuestos que fundan su articulación.

Pêcheux define el problema que se ha planteado y en el que el AAD nos es propuesto como unasolución en los términos siguientes:

«Étant donné un état défini des conditions de production d'un discours-monologue Dx (soitҐx), et un ensemble fini de réalisations discursives empiriques de Dx (soit Dx1, Dx2, ..., Dxn)(1), représentatives de cet état, déterminer la structure du processus de production (∆x) quicorrespond à Ґx, c'est-à-dire l'ensembles des domaines sémantiques mis en jeu dans Dx ainsi queles relations de dépendance existant entre ces domaines».44

40 Ver Pizarro, N.: «Reproduction et Produits Signifiants», op. cit.41 Pêcheux, Michel: Analyse Automatique du Discours, París, Dunod, 1969.42 El «Inquirer», de P. Stone y colaboradores, se desarrolló poco tiempo antes, y la exposición del método se publicó en 1966. Pareceser que los desarrollos de la aplicación de la informática no son frenados por barreras ideológicas...43 El número 37 de la revista Langages, de marzo de 1975, está enteramente dedicado al análisis del discurso. Dirigido porPêcheux, constituye un balance de la investigación y da una buena idea de su amplitud y de sus protagonistas.44 Pêcheux, M.: Op. cit., pp. 27-28.

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Los conceptos que Pêcheux relaciona en este párrafo son, pues: 1°) Un estado definido de lascondiciones de producción de un discurso-monólogo, Fx; 2º) Un discurso-monólogo, Dx; 3°) Un conjuntofinito de realizaciones discursivas empíricas representativas de Dx (es decir, Dx1, Dx2, ..., Dxn); 4°) Un procesode producción ∆x, cuya estructura viene definida por 5°) Un conjunto de dominios semánticos (puestos enjuego en Dx) y por 6°) Las relaciones de dependencia existentes entre esos dominios semánticos.

El AAD es un método de análisis que, a partir de «un conjunto finito de realizaciones concretasempíricas (Dx1, Dx2, ..., Dxn)» que, en función de criterios ajenos al AAD como tal, se considerancomo representativos de «Dx», permite la constitución de un conjunto de dominios semánticos y de unconjunto de relaciones de dependencia entre estos dominios, considerados ambos como una descripciónempíricamente adecuada de la estructura del «proceso de producción ∆x que corresponde a Ґx».

Esta formulación nuestra tiende a subrayar que, de los seis conceptos empleados por Pêcheux enla definición del problema que pretende resolver con AAD, solamente el conjunto (Dx1, Dx2, ...,Dxn) de «realizaciones discursivas empíricas» representativas de Dx -pero no Dx mismo- y los dominiossemánticos y las relaciones de dependencia, tienen una referencia empírica explícita. Además, son los únicostérminos que designan entidades concretas en el AAD en cuanto método.45 En efecto, con elconjunto (Dx1, Dx2, ..., Dxn), Pêcheux designa un conjunto dado de discursos (un conjunto de octavillas, ouna serie de respuestas a un cuestionario, por ejemplo), que constituyen los datos sobre los que operael AAD. Los dominios semánticos y sus relaciones de dependencia son los resultados de la aplicacióndel AAD a los datos brutos.

Un examen crítico del método AAD tiene que distinguir dos niveles analíticos. El primero, queconsiste en discutir los procedimientos técnicos (y su justificación teórica) por los que, a partir de unconjunto de «realizaciones discursivas empíricas» (Dx1, Dx2, ..., Dxn), se llega a un conjunto de«dominios semánticos» y de relaciones de dependencia entre ellos. Él segundo, consistente enexaminar la significación teórica y metodológica de los resultados de la aplicación del AAD a un conjunto dedatos, seleccionados mediante criterios de los que hay que examinar la pertinencia, así como su relacióncon las teorías que fundan la interpretación de los resultados del análisis. Él examen crítico de estesegundo nivel en la discusión del AAD exige que cuestionemos los tres conceptos que carecen dereferencia empírica explícita en el método (así como sus relaciones con los datos y los resultados delAAD): condiciones de Producción Ґx, discurso-monólogo Dx y proceso de producción de Dx, ∆x.

Supongamos, por el momento, que el segundo nivel no representa problema alguno. Es decir, quedamos Ґx, Dx y ∆x por definidos de manera satisfactoria y que consideramos como científicamentefundadas las relaciones que Pêcheux establece entre ellos y los datos (Dx1, Dx2,..., Dxn) y resultados(dominios semánticos y relaciones de dependencia entre ellos) de la aplicación del AAD a los datos.Podemos entonces concentrarnos en el examen crítico del primer nivel, comparándolo con otrosmétodos de análisis del discurso.

Para describir el paso de un conjunto de discurso -los datos- a un conjunto de dominiossemánticos interrelacionados por relaciones de dependencia, es necesario entender qué es un dominiosemántico y cómo se definen y se analizan las relaciones de dependencia entre dominios semánticos.

El punto de partida de la reflexión de Pêcheux es la noción de sinonimia y su relación con la decontexto. En la concepción clásica, se afirma de dos términos que son sinónimos cuando tienen el mismosentido. Pêcheux, siguiendo la tradición distribucionalista de la lingüística estructural, considera que laafirmación de la identidad del sentido de los términos es el resultado de la constatación de que sepuede sustituir el uno por el otro. Pero, lo que condiciona la posibilidad de la sustitución es que cuando seopera en un contexto dado, el significado de la secuencia siga siendo el mismo.

Puede ocurrir, obviamente, que la sustitución de un término por otro no sea posible en ningúncontexto o que lo sea en varios o en todos los contextos posibles. En el primer caso el sentido de lostérminos es diferente y en el último idéntico. El caso más interesante es el segundo: cuando la posibilidad

La nota del texto citado distingue Dxi (un discurso dado del conjunto indefinido - Dx) de una subsecuencia, Di, parte de Dxi.45 Distinguiremos el AAD en cuanto método de los fundamentos teóricos del AAD.

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de sustitución es relativa al contexto.46 En este caso, se sustituye un término por otro que, aun no siendoun sinónimo en el sentido clásico, no cambia el significado del conjunto finito de secuencias en losque la sustitución es posible. Pêcheux llama efecto metafórico al «fenómeno semántico producido por unasustitución contextual» y considera que el desplazamiento de sentido entre x e y producido por unasustitución contextual «es constitutivo del "sentido" designado por x e y»,47 lo que equivale a afirmarque en las lenguas naturales, la meta-lengua es la lengua misma.

El efecto metafórico es, pues, la sustancia misma de lo que designamos con el término sentido. Por lotanto, analizar un discurso es, precisamente, definir los conjuntos de enunciados en los que se operansustituciones contextuales. Estos conjuntos definen el «sentido» de los términos sustituidos. Y esta definición es,obviamente, contextual, relativa al corpus en que se identifican los contextos de sustitución. Aún másimportante y atractivo sería que, á partir de esta concepción, el análisis del discurso no requirieradiccionario,48 con lo que los resultados de las comparaciones entre discursos no se verían afectadaspor la imposición, exterior al discurso mismo, de definiciones universales del sentido que uniformaranlos discursos comparativos, borrando así, al menos en parte, las diferencias buscadas.

A partir de estas concepciones, Pêcheux nos propone una técnica para identificar esos conjuntos decontextos de sustitución que definan lo que otros llaman «sentido». Los «dominios semánticos» son, en suma,estos conjuntos de contextos de sustitución.49

La técnica que Pêcheux nos propone tiene dos etapas distintas. La primera no está automatizada,mientras que la segunda es efectuada por un programa que, inicialmente, fue escrito en Fortran.50

La primera etapa consiste en la producción de descripciones de los discursos finitos como grafos,cuyos puntos son enunciados estandarizados y cuyas flechas representan relaciones gramaticales entreenunciados estandarizados. La transformación del discurso en un grafo de este tipo supone el realizarun análisis gramatical de las frases que lo componen, para transformarlas en enunciados estándar(canónicos) relacionados entre ellos por una u otra de las relaciones prefijadas por el protocolo deanálisis.

La finalidad de esta primera etapa es, evidentemente, la generación de contextos formalmentehomogéneos, que permitan la realización de comparaciones término a término, indispensables paraacabar constituyendo los dominios semánticos. Pêcheux le llama «enregistrement des surfacesdiscursives».

Los enunciados tienen una estructura canónica, descrita por categorías gramaticales, que es lasiguiente:

En = Fi (Di, N2, V, ADV, p, D2, N2), donde:

Fi = forma del enunciadoDi = determinante N, = nombre componen el sintagma nominal sujeto = SN1V = verbo

ADV = adverbio p = preposición D2 = determinante componen el sintagma nominal sujeto = SN2

N2= nombre

46 La sinonimia absoluta, la posibilidad de sustitución en todos los contextos posibles es, para Pêcheux, una extrapolación al infinitodel caso dos. Es, evidentemente, imposible definir todos los contextos posibles por enumeración, ya que se puede siempre inventar unomás.47 Ibid, p. 31.48 Veremos después cómo esta posibilidad de no usar diccionario en el análisis no se realiza efectivamente...49 La definición, más técnica, se encuentra en Pêcheux, op. cit., p. 139.50 Existe una versión en Algol, desarrollada en la Universidad de Ciencias Sociales de Grenoble, en 1972. (Realizada por M.Dupraz.)

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La «forma del enunciado», Fi, indica el tiempo, el modo, la voz (activa o pasiva) y otras características,esencialmente asociadas con el verbo, pero que actúan sobre el enunciado en su totalidad.

Con esta forma del enunciado, una frase como: «el caballo de Juan corre por la pradera», tiene queser descompuesta en dos enunciados:

E1: el caballo corre por la pradera E2: el caballo ∊ de Juan

En dos enunciados (en los que el lugar del adverbio está sin ocupar, y, en el segundo, el lugar de D2está vacío), para representar la frase inicial, van ligados por la relación de dependencia δ1, que indicaque el segundo enunciado, en el que el símbolo e en el lugar del verbo significa «es», es unarepresentación de la función de la expresión «de Juan» en la frase inicial. Esta se representaría, pues,cono:

E1, δ1, E2

E1, y E2 serían dos puntos del grafo que representa el discurso, y δ1 , sería una flecha, distinguida de lasotras relaciones posibles con el signo δ1.

Nos contentaremos con este ejemplo elemental del proceso de «registro de la superficie discursiva»y no reproduciremos aquí el protocolo de transformación del discurso en enunciados y relacionesentre enunciados que nos propone el autor. Tampoco entraremos en la discusión de las justificacioneslingüísticas de las diferentes etapas de este protocolo. En el libro publicado en 1960 hay una largadescripción, que es manifiestamente insuficiente. En 1972, Claudine Haroche y Michel Pêcheuxpublican un «Manual para la utilización del método del análisis automático del Discurso»,51 quecontiene reglas más explícitas y detalladas sobre cómo operar la transformación. Pero siguen siendoambiguas e incompletas. Lo cual es, dicho sea de paso, normal. Para que un protocolo detransformación del discurso en un conjunto de enunciados canónicos ligados por un conjunto derelaciones fuera capaz de representar de manera completa y unívoca cualquier discurso, la gramática quefunda el protocolo tendría que ser una teoría adecuada y completa de la lengua. Obviamente, talgramática no existe.

El resultado de la primera etapa consiste, pues, en dos conjuntos, uno de enunciados canónicos,E = (E1, E2, E3... En) y otro de relaciones binarias, que unen, cada una, dos enunciados del conjunto E.Estos son 1os datos sobre los que opera la segunda etapa del método AAD, el análisis -que, en estecaso está informatizado- de esos enunciados y de sus relaciones, para llegar a definir los dominiossemánticos.

No entraremos tampoco en los detalles del algoritmo. Nos contentaremos con subrayar losprincipios sobre los que se funda, para poder efectuar un examen adecuado de los supuestos y de loslímites del método.

En la memoria del ordenador se organiza un espacio idéntico para cada enunciado, subdividido enocho «cajas» (o términos), una para cada una de las categorías morfo-sintácticas del enunciado (Fi, D1,N1, V, ADV, P, D2, N2), en los que se introduce la palabra que corresponde. El enunciado vaidentificado por un número.

También se introducen en memoria las relaciones binarias entre enunciados. Estas relaciones quetienen la forma Ei R Ej, se traducen en tres números: el del primer enunciado, seguido del númeroque indica el tipo de relación y del segundo enunciado.

Recordemos que el objetivo de la transformación del discurso en enunciados «canónicos»,relacionados entre ellos, es que «las diferencias debidas a la variación de las construcciones sintácticas sin variación

51 Haroche, C. et Pêcheux, M.: «Manuel pour l' utilisation de le méthode de l'analyse automatique du discours (AAD)», T. A.Informations, 1972, 13 (1): páginas 13-55.El autor de este trabajo ha adaptado al español el método de transformación de frases en enunciados propuestos en el «Manual» (SanDiego, 1973).

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semántica se van eliminando lo más posible»,52 para poder comparar términos diferentes en contextossimilares o idénticos. Esta comparación se realiza automáticamente. El programa examina losenunciados dos a dos, comparando lo que contienen las «cajas» correspondientes a cada una de lasocho categorías gramaticales:

F D N V ADV P D2 N2

Ei

Ej

Si los contenidos en la misma «caja» (categoría morfo-sintáctica) son iguales, se inscribe un 1 y si sondiferentes, un cero, en el vector π. Este vector está, pues, compuesto por ocho números que son o ceroso unos.

Con base a estas comparaciones iniciales se puede estimar la semejanza entre dos enunciadosponderando los ocho elementos del vector n, que son ceros o unos, 5r que corresponden a las ochocategorías gramaticales del enunciado. Podríamos tener, como ejemplo, π = (1, 0 1 1 0 1 1 1) para dosenunciados Ei y Ej, lo que significa que los dos enunciados tienen el mismo nombre-sujeto (N1), elmismo verbo, la misma proposición, el mismo determinante y el mismo nombre-objeto. Si sumamos losocho números de it, tendríamos el valor 6, y este valor sería una estimación de la semejanza entre Ei yEj. Pero, si consideramos, como es el caso, que la igualdad del verbo o de N1 y N2 es más importante quela de D1, , D2, P y ADV, podemos ponderar la suma con, por ejemplo, los valores siguientes:

F D1 N1 V ADV P D2 N23 2 5 5 3 3 2 5

con lo que la estimación de la proximidad entre Ei y Ej sería 3x1 + 2x0 + 5x1 + 5x1 + 3x0 + 2x1 +5x1 = 22. Llamemos p a esta medida.

De la misma manera se puede estimar la proximidad entre los pares de enunciados ligados por lamisma relación binaria.

Ei R EjEk R El

Dos pares de enunciados constituyen una «zona de similitud sí

P1 + P P2≥ Pα

2

donde Pα es una borna fijada de antemano, elegida por el analista.

A partir de las «zonas de similitud», el programa construye «cadenas de similitud», sucesiones de«zonas de similitud» articuladas entre ellas por relaciones binarias. Finalmente, se construyen losdominios semánticos como conjuntos de cadenas de similitud, de la misma longitud, con las mismas relaciones binarias,en el mismo sitio y homogéneas Los dominios así constituidos son, pues, conjuntos de secuencias de enunciadosmás o menos similares entre ellos. El grado de similitud depende, obviamente, no sólo de lascaracterísticas del discurso, sino también del valor de la borna Pα.

Las relaciones entre los dominios semánticos se tipifican en función del origen de las secuenciascombinadas con operaciones sobre conjuntos. No entraremos en el detalle de sus definiciones ni delalgoritmo que las produce.53

Esta larga exposición de los principios del análisis automático del discurso va a permitirnossubrayar los problemas esenciales que su utilización plantea.52 Pêcheux, M.: Ob. cit., p. 85.53 Ibid., pp. 106-107.

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El primero de ellos y, a nuestro entender, el más importante, es que, a pesar del adjetivo«automático» que se utiliza en su título, el método no es enteramente automático. Si esto nos parece unproblema importante, no lo es en función de una valoración excesiva de la informática, sino porque elhecho de que no se haya podido informatizar el «enregistrement de la surface discursive», latransformación de los discursos «brutos» en series de enunciados y de relaciones binarias entre ellos,es un índice del carácter interpretativo (y también subjetivo) de esa transformación.

Hemos mencionado el problema de. la inexistencia de «gramáticas de reconocimiento» de las frasesque sean capaces de operar, automáticamente, el análisis de la estructura frástica que constituye elprimer paso hacia su transformación en enunciados relacionados entre ellos. Michael Pêcheux haintentado, con sus colaboradores, desarrollar esas gramáticas de reconocimiento,54 pero, por razonesque nos parecen esenciales, no lo ha conseguido. Ya mencionamos que el haberlo hecho supondríauna «revolución» en lingüística. Pretendemos, además, que se trata de una revolución imposible, porrazones que mencionaremos en el capítulo siguiente.

Obviamente, el método de Pêcheux emplea conceptos gramaticales en los que se apoya paraanalizar las frases y transformarlas en enunciados canónicos articulados entre ellos. Desde el punto devista lingüístico, se podrían criticar los procedimientos empleados por Pêcheux: se puede demostrar ellímite de la gramática transformacional, implícita o explícita, por él empleada, o la incoherencia de susplanteamientos gramaticales transformacionalistas con las ideas generativistas que aparecen de vez encuando en su exposición. Pero, desde nuestro punto de vista, el problema planteado por el protocolode transformación del discurso en enunciados y relaciones es mucho más profundo que el que puede seridentificado dentro de la perspectiva lingüística, el señalar la inadecuación de tal análisis o de tal regla.Como lo demostramos en el capítulo siguiente, el transformar una construcción en otra «equivalente» esuna operación que, aunque se haga «bien», invalida el análisis del discurso. Porque la transformacióngramatical de la frase presupone una interpretación del sentido. En la perspectiva semántica propia deun análisis del discurso enteramente coherente, la transformación de frases en otras equivalentestendría que ser una operación resultante de un análisis del discurso previo.

Otro aspecto del método requiere examen, aunque, relativamente al problema que acabamos demencionar, tiene una importancia muy secundaria. Se trata de que, como hemos indicado, la «cercanía»entre dos enunciados y, por lo tanto, la cercanía entre las cadenas de enunciados, se estimanuméricamente, ponderando los componentes idénticos en ambos y sumando esas ponderaciones.Luego, estas ponderaciones son comparadas con una borna y si su valor es igual o mayor que ésta, losenunciados son retenidos para constituir los conjuntos de cadenas que constituyen los dominiossemánticos. Es obvio, pues, que habrá más o menos dominios semánticos y que éstos tendrán unnúmero mayor o menor de cadenas, según que el valor de la borna se elija más o menos elevado.

Si el valor de la borna es alto, los dominios semánticos contendrán cadenas de enunciados muysemejantes, que podrán ser considerados como «metáforas» recíprocas. Pero habrá pocos dominiossemánticos, y éstos contendrán pocas cadenas, con lo que se habrá perdido gran parte de lainformación inicial. Si, por el contrario, el valor de la borna es bajo, tendremos muchos dominiossemánticos y éstos serán amplios. Pero los dominios semánticos contendrán cadenas de enunciadostan distintos que será difícil considerarlos como metáforas recíprocas que definan un camposemántico...

Como dijimos anteriormente, tanto la selección de los datos como la interpretación de losresultados del AAD está determinada por tres conceptos que excluimos, provisionalmente, del análisisdel método, considerándolos como más teóricos que metodológicos. Es ahora ocasión deexaminarlos.

Se trataba de las nociones de condiciones de producción Γx y de proceso de producción ∆x de un discurso-monólogo Dx. Los datos sobre los que se aplica el AAD, el conjunto (Dx1..., Dxn) de «realizaciones54 La tesis de Catherine Fuchs, Contribution à la construction d'une grammaire de reconnaissance du français, Thèsedu Doctorat de 3.em Cycle, Université de Paris, 1971, es uno de los resultados en el camino seguido.

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discursivas empíricas» está relacionado con Dx por el término «representativo». Los discursos-datosson representativos de Dx, como una muestra es «representativa» de un universo (en estadística).Pero mientras que en estadística aplicada sabemos cómo se elige una muestra representativa y existeuna teoría del muestreo, en este caso los criterios de la «representatividad» que el conjunto (Dx1...,Dxn) tiene respecto a Dx, están menos claramente establecidos. Tanto más cuanto Dx1 no es ununiverso, sino que está definido como un, discurso 55 del que el conjunto de discursos (Dx1..., Dxn) -quePêcheux llama «realizaciones discursivas empíricas»- son representativos... Es obvio que la únicainterpretación posible de este contrasentido es considerar que lo que nuestro autor llama «undiscurso Dx» no es un discurso en el sentido usual del término -que designa una entidad empíricamentedefinida- sino otra cosa. La lectura del texto comentado nos decepciona, pues no encontramos en élninguna definición explícita y satisfactoria de Dx, ese «discurso» que se utiliza para definir tantosotros términos.

Analizando el discurso de Pêcheux, llegamos a dar una definición contextual de Dx. En efecto,podemos leer expresiones como «proceso de producción de Dx» y «condiciones de producción deDx», los discursos concretos analizados, representan a Dx...

Se puede interpretar Dx como el conjunto de discursos posibles generado por un proceso deproducción definido a su vez por la combinación de unas «condiciones de producción» dada con unsistema lingüístico, dado.56 De ese conjunto de discursos posibles (Dx1..., Dxn), sería entonces una«muestra».

Lo malo es que el «proceso de producción» de Dx -que es lo que nos' permitiría definir Dx comoun conjunto de discursos posibles, diferenciado de un conjunto finito de «realizaciones discursivasempíricas» que no hacen más que representarlo- no está definido más que por la articulación de la lenguaL y de un estado dado de las condiciones de producción (¡de Dx!) Y, dando por definida la lengua L (ya esmucho suponer), queda aún por definir qué son esas «condiciones de producción», sin las que ni elproceso de producción de Dx ni el mismo Dx tienen una definición adecuada. Y esto aunque elproceso de producción tenga una estructura definida por el conjunto de dominios semánticos y susrelaciones...

De las «condiciones de producción» Γx, Pêcheux nos dice que son conjuntos ordenados de«formaciones imaginarias». Pero si las «formaciones imaginarias» son, precisamente, imaginarias...,¿cómo se las puede definir si se excluye de su definición los discursos que las manifiestan (o que ellasproducen)? Hasta ahora, que nosotros sepamos, y en todas las ciencias humanas, se llega a definir lasformaciones imaginarias -a partir del análisis del discurso-. Si excluimos el discurso como dato o síntomade las formaciones imaginarias, entonces éstas carecen de definición. Y si no lo excluimos, entoncesllamarlas «condiciones de producción» es, sencillamente, un abuso de lenguaje.

En cualquiera de los casos, las «condiciones de producción» no permiten la definición de Dx, almenos tal y como están definidas por Pêcheux. En la práctica del AAD, felizmente, lo que funda launidad de Dx, lo que, dicho sea de otra manera, nos autoriza a seleccionar un conjunto de discursosconcretos para analizarlos es un conjunto de conceptos que, aunque carentes de definición dentro dellibro de Pêcheux, tienen referencias empíricas claras y se asocian con cuestiones sociológicamenterelevantes.57

4.3.3. Otros campos...

El «análisis del discurso» se ha realizado, con menos ambiciones teóricas, en trabajos lexicográficosy en estadística lingüística. Primeramente, se ha establecido el léxico de corpus discursivos homogéneos-la obra de un autor dado- y se han calculado las frecuencias de los diferentes elementos del vocabulario.En una segunda etapa, favorecida por las aplicaciones de la informática, se ha procedido al análisis decontextos de un término dado y al estudio de co-ocurrencias de términos en contextos prefijados (por55 Pêcheux, M.: Ob. cit., p. 24. 56 Ibid., p. 24. Regla 1.57 Gayot, G., y Pêcheux, M.: «Recherches sur le discours illuministe en XVIII siècle: Louis Claude Saint Martin et lescirconstances», Annales, 1971 (3-4): páginas 681-704.

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ejemplo, de punto a punto). El estudio de las co-ocurrencias se ha podido mejorar considerablementecon el cómputo de co-ocurrencias ordenadas de términos.

Para tales estudios, se han desarrollado programas en los Centros de Cálculo de todas lasUniversidades importantes, diferentes en cuanto a los lenguajes de programación utilizados y encuanto a las diferentes posibilidades que ofrecen al usuario, pero con la finalidad común de permitir larealización de análisis, del género mencionado en el párrafo precedente, de cualquier tipo de textosque se introduzca en memoria. De ambiciones teóricas modestas, estos programas han permitido larealización de estudios de estilística y de semiótica literaria extremadamente refinados: basta para ellocon no hacer reposar sobre el ordenador el peso de la reflexión y del análisis, y utilizarle en unaprogresiva verificación de hipótesis que van surgiendo en el curso de la investigación. ¿Carece deimportancia el saber que en ciertos textos literarios más del 15 por ciento de los términos sonpronombres personales?, ¿que del total de términos empleados, el cinco por ciento de las ocurrenciasson de la única palabra «yo»? Se trata de un estudio de una novela de Samuel Beckett.58 Obviamente,en ningún tratado de matemáticas se encuentran, con frecuencias significativas, pronombrespersonales...

Estas comparaciones entre «corpus», si no revelan características «estructurales», son síntomas quepueden orientar un cuestionamiento, cada vez más complejo, del texto, de los textos y sus diferencias.

Los estudios lexicométricos de textos pueden dar lugar a análisis comparativos de las produccionesdiscursivas en grupos sociales dados, en circunstancias prefijadas, que planteen problemas de graninterés sociológico. Un ejemplo privilegiado es la obra colectiva Les Tracts en mai 68;59 a partir de unestudio lexicográfico de las octavillas producidas por los estudiantes franceses en mayo de 1968,efectúa un análisis de las diferencias entre los discursos de diferentes grupos políticos en universidadesdiferentes, recurriendo a métodos, como el análisis de correspondencias, que, aplicados a la relaciónentre las frecuencias de ocurrencias y co-ocurrencias léxicas y los grupos que originan los textos,permiten el establecimiento de proximidades y distancias sin recurrir a hipótesis teóricas arriesgadas ysin efectuar interpretaciones del sentido de las frases (sin transformarlas...).

Creemos que el desarrollo de una teoría del discurso y de métodos de análisis adecuados depende,claro está, de la elaboración teórica. Pero no hay teoría científica más que de fenómenos, descritos yclasificados, transformados en datos: Y conocemos muy pocos datos sobre la producción social dediscursos y de textos; la mayoría de los estudiosos -y, sobre todo, los lingüistas- se contentan con lainterpretación de sus lecturas y el «recuerdo» de discursos. En ciencias naturales, por el contrario, laelaboración de teorías explicativas (la de la gravedad, de Newton) se apoyan sobre análisis descriptivos(propiedades cinemáticas del movimiento planetario establecidas por Kepler) de datos acumuladosminuciosamente (lo que requiere modestia) durante años (las tablas de Tycho Brahe).

¿Estamos seguros de que el «movimiento del discurso» es más irregular que el de planetas yestrellas? Sabemos que es más complejo. Pero, quizás la ilusión del sentido es similar en susvariaciones, a las del brillo de los planetas en noches diferentes para los ojos, que creyendo ser losmismos, en la ilusión de su identidad, hacen variar los cielos...

58 Noel, F.: Tesis de Doctorat de troisième cycle en Littérature, Université de Paris, 1973..59 Demonet, M., et al.: Des tracts en mai 68, Paris, Champ Libre, 1978

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Frase y proposición:el sujeto en el discurso

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5.1. Recapitulación

El análisis del discurso plantea inexorablemente la cuestión del estatuto de la frase en la teoríalingüística, ya que, tradicionalmente, se analiza el primero como una sucesión de las últimas.

En la lingüística saussuriana el problema del sentido de la frase está resuelto de formacombinatoria, como resultante de la articulación de significados de los signos que lo componen. Pero elestudio de la frase queda excluido de la lingüística.

Cuando se intenta incluir la frase en el campo de la lingüística, el problema de su sentido se planteainmediatamente. La formulación de Benveniste es clásica y merece un examen detallado, pues intentageneralizar la noción de sentido.

El problema de los niveles de la lengua -merismático, fonético, morfológico, sintáctico- lleva aBenveniste a mostrar cómo sólo el sentido permite la separación de unidades de los niveles inferioresy, por lo tanto, la definición de los niveles como tales.

En efecto, la lingüística distingue -y, por tanto, construye- las unidades que componen un niveldado, examinando el cambio de sentido producido por el remplazamiento de una unidad de nivel (X)por otra, en una unidad de nivel (Y) inmediatamente superior.

Se pueden estudiar las relaciones horizontales (unidades de un mismo nivel) gracias a la existencia derelaciones verticales, que definen las unidades de un nivel dado como componente de las de unosuperior. Benveniste denomina forma las relaciones horizontales y sentido las relaciones verticales.1 Así,si una palabra es una unidad en relación horizontal -formal- con otras palabras, la definición depalabra como «unidad» léxica, no se puede hacer más que en función de su integración comoelemento de una unidad significante de nivel superior, es decir, como elemento de la frase.

Esta distinción entre forma y sentido tiene consecuencias importantes. El sentido define las unidadesde arriba a abajo y no al revés. Las frases definen las palabras como unidades significantes, es decir,distintivas; las palabras definen los fonemas, y éstos últimos, los rasgos. Pero, ¿qué es lo que define lafrase como «unidad significante»?

Benveniste da dos respuestas contradictorias. En principio, la frase es la unidad de significacióndada, autónoma. Y, escribe también Benveniste, la frase es la unidad del discurso, está definida comocomponente del mismo.

Su argumento es el siguiente. La frase es unidad del discurso, pero es una unidad de tipo particular,diferente de los niveles inferiores. Esta diferencia se deriva de la imposibilidad de inventariar todas lasfrases de una lengua. Si no puede haber un inventario, no pueden existir relaciones horizontales y, porlo tanto, no es posible una descripción estructural del nivel de la frase. Benveniste se ve obligado a atribuira la frase una especificidad en relación a otros niveles, especificidad que posee, sin duda, pero que noexplica nada por sí misma. Esta especificidad -la de ser una proposición- pensada como explicación,no se justifica más que sobre la base de una hipótesis sustancialista.2

La inclusión de la frase en la lingüística, en la óptica distribucionalista de Benveniste requiere, pues,que, para cerrar el sistema lingüístico, se atribuya a ésta el sentido de la proposición.. Fuera deldistribucionalismo, el generativismo chomskyano, cuyo objeto privilegiado de análisis es, también, lafrase, recurre a la identificación entre el sentido de la frase y la proposición dando un rodeo.

Chomsky se plantea el problema de la imposibilidad de definir por enumeración el conjunto detodas las frases. Su solución, que consiste en generar recursivamente un conjunto infinito de frases apartir de un número finito de reglas, presupone resuelto el problema del significado de los morfemas,que agrupa en categorías sintácticas y lexicales. Las reglas generativas de la gramática chomskyana -cuya1 Benveniste, E.: Ob. cit.2 Véase Bachelard. G.: La formation de l'esprit scientifique, ob. cit., en relación al obstáculo sustancialista

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aplicación recursiva genera un conjunto infinito de frases- se aplican, además, a una clase de objetos,definidos extra-gramaticalmente, que constituyen el origen del proceso que resulta en la generación defrases. Estos «objetos», que Chomsky llama estructuras profundas (de la frase...) son lo que se hadenominado tradicionalmente proposiciones.3

La «generación» chomskyana de la frase es, pues, la serie de «transformaciones» que describen elpaso de la estructura profunda (de la frase), de la proposición, a la estructura superficial, la frase. Lasintaxis tiene así, como condición de posibilidad, el postulado según el cual la «competencia(lingüística)», objeto de estudio de la lingüística es el instrumento (subjetivo) con el que se opera latransformación de la proposición en frase.4 Ahora bien, el hacer de la proposición una unidad designificado plantea a nivel lógico y semántico el problema de la delimitación de la unidad. Obviamente, enlo que a la proposición se refiere, la solución combinatoria del estructuralismo, que presupondría elinventario de todas las proposiciones posibles, es inaplicable. Quedan, pues, dos soluciones: o definirlas proposiciones en una perspectiva atomista, a partir de sus elementos, elementos que debendelimitarse sin apelar a su integración en proposiciones que existen en número infinito, por lo que susignificado debe ser inmanente. O dar una explicación extra-lingüística de la determinación del sentidode la proposición (y de la frase que la significa): volver al discurso y a la sociedad.

La solución elegida, tanto por la lógica formal como por la semántica estructural, es, como hemosvisto, el atomismo. Para la lógica, el objeto viene definido como la suma de sus propiedades o atributos. La nociónde meta-lengua y la teoría de la jerarquía de los lenguajes, que se ha desarrollado para resolver elproblema de las paradojas, mencionado en el primer capítulo, conduce, como lo ha demostrado A.SCAF,5 a resolver la cuestión de la significación en una perspectiva convencionalista. Pero las teoríasconvencionalistas del significado hacen de éste una realidad inmanente.

La «semántica estructural» propone una solución de la misma naturaleza que la elegida por la lógicaformal. El término-objeto, «al cabo de un análisis exhaustivo, se define como la colección de semas,S1, S2, S3, etc.».6 Además, los «semas» o unidades elementales (átomos) de significación, son lospredicados de la lógica.

El apelar a la existencia de unidades de significado, de átomos de sentido (semas, atributos,categorías semánticas) aparece, pues, como el insoslayable supuesto previo que permite el constituir,como disciplina autónoma respecto a las determinaciones sociales e históricas, las diferentes«disciplinas» que se ocupan de fenómenos de lenguaje.

5.2. Transformaciones y equivalencias gramaticales

Desde el punto de vista de los métodos de análisis del discurso, se plantea también la cuestión de larelación entre frase y proposición. Pero se hace mediante el uso de la noción de equivalencia gramatical, queaparece para legitimar la sustitución de una frase por otra de manera que se homogeneicen loscontextos de sustitución de segmentos discursivos.

La noción de «equivalencia gramatical» (de las frases) tiene una decisiva importancia para el análisisdel discurso en general, tanto el de Harris como el de todos los demás investigadores.7 Y es una nociónclave en las lingüísticas distribucional, transformacional y generativa. Por ello conviene el establecer3 Pizarro, N.: «Structure pro f onde et proposition», Travaux du Centre de Recherches Sémiologiques, Neuchâtel, 1974.4 Rechazando la distinción entre sintaxis y semántica, y rechazando al mismo tiempo la noción de estructura profunda, se haconstituido, sobre todo en los Estados Unidos, una «escuela» de lingüistas que definen su actividad como una «semántica generativa»,para demarcarse así respecto al punto de vista sintáctico de Chomsky. Estos trabajos, de un interés indudable, no se han presentadoaún como una teoría general, articulada y explícita, de los fenómenos de lenguaje. Mencionemos a Fillmore, Lakoff y Postal.

En otros campos, como el de la inteligencia artificial, se aborda el problema de las relaciones entre sintaxis y semántica sin utilizarla noción de proposición (porque los ordenadores electrónicos no tienen conceptos, sino que operan sobre entidades materiales). Lostrabajos de Winograd, Minsky y Norman dan una idea de esa orientación, que tiene aspectos comunes con la semántica generativa.5 Schaff, A.: Introduction à la Sémantique, París, Anthropos, 1969. (Hay traducción castellana.)6 Greimas, A. J.: Ob. cit., p. 27.7 En particular, para el Análisis Automático del Discurso. Pero también para las técnicas de traducción automática y para laautomatización de la investigación documental. Ver Gross, R. C., y otros, ob. cit.

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aquí con la mayor claridad posible, la definición y la función teórica de este concepto.

Obviamente, la noción de «equivalencia gramatical» y la de «transformación gramatical» estáníntimamente asociadas. La «transformación gramatical» de una frase produce otra frase«gramaticalmente equivalente» a la primera. Si la frase producida por una transformación dada no es«gramaticalmente equivalente» a la primera, la transformación no será considerada como «transforma-ción gramatical». Vale decir que la definición del concepto de «transformación gramatical» -esencialpara la lingüística moderna- sólo es posible si se considera previamente definido el de «equivalenciagramatical».

Podría, también, invertirse esta relación, y definir la «equivalencia gramatical» como el resultado deuna «transformación gramatical», siempre y cuando ésta última estuviera definida independientementede la primera. Pero, el hecho es que la lingüística ha procedido de la primera manera, definiendo latransformación a partir de la «noción de equivalencia».

Las razones de esta manera de proceder son obvias: la «equivalencia gramatical» es un conceptoque, además de ser intuitivamente «evidente», tiene una amplia tradición y está asociado conconcepciones profundamente arraigadas en el pensamiento filosófico y en el «sentido común»: dosfrases son equivalentes si «dicen lo mismo», pero de «otra manera», si tienen «formas» distintas y elmismo contenido. Siempre que se utiliza la noción de transformación, se designa a la vez el cambio de algo yla conservación de algo. En la transformación cambia la forma y se conserva la materia, la «sustancia», el«contenido». En el «sentido común», es decir, en la ideología como en la tradición lingüística, la«materia», «sustancia» o «contenido» de la frase es «lo que dice»: su sentido...

El afirmar la «equivalencia gramatical» de dos frases implica, pues, que se constata que tienenformas diferentes (sino las tuvieran no hablaríamos de dos frases, sino de una) y el mismo significado. Elejemplo clásico es la «transformación pasiva»: el paso de «Juan lee el libro» a «el libro es leído porJuan», o ejemplos similares.

La equivalencia, en cuanto al sentido de una frase en forma activa y su transformada en pasiva,parece obvia cuando, como en el párrafo precedente, se consideran las dos fuera de todo contextodiscursivo, en un ejemplo típico de libro de gramática. Pero la evidencia de la equivalencia semántica(mal llamada gramatical) de una frase y de su transformada (para seguir con el ejemplo) en pasiva, seapoya en una concepción implícita de en qué consiste el «sentido» de una frase, que conviene explicitar.

Para afirmar que una frase y su transformada en pasiva tienen el mismo sentido, hay que concebirque el sentido es la relación entre los objetos designados por los términos que en la terminología clásica sedesignaban como «sujeto» y «complemento directo»: en nuestro ejemplo, «Juan» y «el libro». Estarelación entre los objetos designados por los términos «Juan» y «el libro», se manifiesta en las frases porlas expresiones «lee» o «es leído por». El sentido es, pues, una relación constante entre los conceptos masque entre la materialidad de los términos. Entre una frase y la otra se han añadido letras (de «lee» a «esleído por») o fonemas (según el caso) o se han sustituido por otras... Las letras y/o los fonemas, a otronivel de análisis, son materia, son sustancia. El considerar que el cambio de «lee» a «es leído por» es uncambio de forma, una transformación, implica que hay que considerar, simultáneamente, que lasustancia, materia o contenido de las frases (lo que no cambia) es una pura relación conceptual.

Ahora bien, en la vida cotidiana, fuera de los ejemplos de los libros de gramática, las frases -todas-son enunciados producidos por alguien en una situación dada, en un contexto social definido. En la «vidacotidiana», en la realidad de la práctica discursiva, cuando alguien oye a alguien enunciar «Juan lee ellibro», el efecto que en el auditor produce ese enunciado no es el mismo que cuando oye «el libro esleído por Juan». Y esto porque la «forma» produce también efectos significantes, ligados con el contexto real-social, psicológico, histórico y, también, lingüístico- de la enunciación en su relación con elenunciado. De la «activa» a la «pasiva» hay un cambio de «énfasis»: se habla de Juan (que podría leeruna revista) o del libro -que podría ser leído por otra persona-. Se cambia de «estilo»: en castellano, estetipo de pasivas son tan poco frecuentes que para un locutor nativo castellano, el oír la pasiva denuestro ejemplo iría asociado con una sensación de extrañeza (el que la enuncia no es castellano... o noes «normal»). Podríamos acumular diferencias entre los efectos de una y otra frase...8

8 R. Jakobson ha analizado este fenómeno en términos funcionales.

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Lo esencial es, pues, que la noción de «equivalencia gramatical» identifica el sentido de la frase conuna relación conceptual (una proposición) despreciando así el efecto significante de la frase como fenómenode lenguaje (y no de ideas) que se produce en la realidad practica. Esta identificación conlleva unaconcepción racionalista9 del lenguaje, que va siempre aparejada con una concepción expresiva e instrumentaldel mismo: el punto de partida del acto de hablar es, en esta concepción, doble. Por una parte, laexistencia en la conciencia del sujeto, de una relación conceptual. Por otra, la existencia de una «voluntad designificar»10 (un «querer decir lo que se piensa»). En esto consiste el racionalismo.

Si el punto de partida del acto de hablar es un doble contenido de conciencia, la relaciónconceptual y la voluntad de hablar, el efectuar el acto, el expresar o exteriorizar la idea requiere elpensar la lengua como instrumento. Por eso, las lingüísticas racionalistas conllevan una concepcióninstrumental de la lengua. Deberíamos añadir, una vez más, que el racionalismo y el instrumentalismolingüístico presuponen un sujeto del habla libre de toda determinación, social o psicológica. El sujetolibre de decir lo que piensa en la forma que elige no existe más que en la ideología. O en los libros delingüística (¡y de ciencias sociales!).

Llegamos, pues, a una conclusión de graves consecuencias metodológicas: el efectuar«transformaciones gramaticales» de frases en otras «equivalentes» presupone que el análisis del discursocarece de pertinencia, puesto que reduce los efectos significantes de los segmentos discursivos -las frases-a una pura relación conceptual, con lo que el efecto significante del discurso completo se reduce a laarticulación lógica de los significados de las frases que lo componen, de las proposiciones. Y dado que elanálisis de las articulaciones de las proposiciones (a las que se reduce el sentido de las frases) es elobjeto de la lógica proposicional, el único «análisis del discurso» posible es un análisis lógico y nolingüístico o sociológico. El paso del significado de la frase a la frase que lo «expresa» no puede sermás que el resultado de la libre elección, por el sujeto, de alternativas admitidas en la lengua, siendo lasucesión de formas de las frases en el discurso una cuestión extra-lingüística (y extra-sociológica yextra-histórica): una cuestión de «estilo»...

No es de extrañar, pues, que la lingüística no se ocupe de estudiar textos o discursos: en ellos no haymás que frases, libertad del sujeto, determinaciones lógicas y preferencias estéticas.

Los resultados de la crítica que hicimos, en el capítulo segundo, de las concepciones que de lalengua se han hecho: Saussure y Chomsky coinciden, pues, con el análisis de la relación entregramática y análisis del discurso. Si las concepciones gramaticales dominantes son justas, el discursono es un objeto de estudio pertinente ni para la lingüística ni para la sociología. Y si por casualidad eldiscurso fuera objeto necesario de la lingüística y de la sociología, tendría que ser otra lingüística (noracionalista, concepción instrumental de la lengua) y, como veremos después, otra sociología.

5.3. Sujeto y proposición

La necesidad de situar la problemática del discurso fuera del formalismo, exige algunas notassuplementarias sobre el devenir del sujeto en la asociación entre frase y proposición.

El punto de partida del examen que efectuamos aquí es una constatación: la lógica formal no conocesujetos.

La lógica proposicional no comprende más que objetos, predicados (se pueden considerar lasrelaciones entre dos o más objetos como predicados) y conectores (lógicos). Consecuentemente, el sujeto(en el sentido estricto que precisamos después) está ausente de las proposiciones, enunciados «bienconstruidos» con los «símbolos» de la lógica simbólica (o formal).11

9 Esta concepción está claramente expresada por Noam Chomsky, que la reivindica con ardor en La lingüística cartesiana.10 En la fenomenología -Husserl o Merleau-Ponty- la noción de «intención de significar» es un tema clave. La etnometodología (A.Cicourel, en particular) la ha transformado en preocupación sociológica.11 Como referencias para la lógica proposicional, citemos, por ejemplo, Carnap, R.: Introducción to Symbolic Logic and itsApplications, New York, Dover, 1958, o Grize, J. B.: Traité de Logique, París, Gauthiers-Villars, 1972.

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E. Benveniste se interesó por el problema de los pronombres personales en la frase. En su artículocélebre «De la subjectivité dans le langage»,12 indica que no se puede considerar el pronombre «yo»como un término objeto en una proposición: «yo» no designa ni objeto concreto particular ni una clasede objetos. «Yo» designa la «instancia del discurso». Pero Benveniste no saca las conclusiones queestas constataciones exigen y continúa identificando la frase con la proposición y considerando esta últimacomo la unidad de significación. Estas posiciones son claramente contradictorias respecto a su análisis delos pronombres personales. Si en la proposición no hay más que objetos, predicados y conectores, lasfrases que contienen un pronombre personal «yo» no pueden reducirse a ninguna proposición, porqueno existe nada en la estructura de la proposición que represente al sujeto «yo». Por ello, laidentificación entre frase y proposición es inadecuada.

En efecto, cuando se intenta definir la proposición que constituye el significado de una frasecomo, por ejemplo, «yo soy sociólogo», lo que hay que hacer es definir qué objetos, predicados yoperaciones lógicas intervienen en ella y traducirlo a un lenguaje formal, el de la lógica proposicional.Obviamente, «sociólogo» es un atributo del término que precede al verbo ser...

Para la lógica formal, todo objeto distinto tiene que traducirse por un símbolo distinto. Y, comohemos dicho ya, el que dos objetos sean distintos implica que sus propiedades (o atributos) seandistintas. Lo que, dicho de otra manera, significa que si todo objeto tiene propiedades, toda propiedad espropiedad de (una clase) de objetos. Necesariamente.

Ahora bien, en la frase que examinamos, el término que precede al verbo ser no es un objeto, ni unaclase de objetos. No es un objeto porque hay muchos individuos que dicen ser sociólogos. No es unaclase de objetos porque el único atributo común de las entidades que el «término» yo designa es,precisamente, el hecho de «decir» yo. En efecto, si se puede escribir tanto «Yo soy sociólogo» como «Yono soy sociólogo», es obvio que el atributo «ser sociólogo» no caracteriza a todos los «yo». Y lo mismoocurriría con cualquier otro atributo. Con lo que lo único que tienen en común las entidades que «yo»designa es que se designan como «yo», al decir yo, en un discurso.

No teniendo más atributo que «el hecho de decir», el ser «instancia del discurso», el término «yo» nodesigna un objeto ni una clase de objetos (cualquier entidad que diga yo tiene, en efecto, los atributosdel yo). Por lo tanto, el término «yo» no tiene traducción en el lenguaje formal de la lógica, a menosque se sustituya yo por un nombre propio (el del objeto que, aquí y ahora, dice «yo»). Pero esto hace que laproposición «SOCIÓLOGO (XY)», que utilizaríamos para representar la frase «Yo soy sociólogo»,sustituyendo yo por el nombre propio, «XY» del que habla, representaría también la frase dicha por mí«XY es sociólogo»...

No basta con constatar que no hay nada en la proposición misma, capaz de distinguir quién lapiensa y dice. Hay que añadir que el «yo», la instancia del discurso está presente dentro de la frase misma.

Si esta presencia efectiva de la instancia del discurso en la frase, presencia no sólo en el término«yo», sino en la «forma» del verbo, en la «persona», no tuviera una función significadora, el colocarlefuera del «significado» de la frase sería una operación legítima. Pero tal no es el caso.

5.4. Función significadora de las marcas de la subjetividad

Como hemos visto en el capítulo tercero, la noción de «personaje» es un elemento estructuranteesencial del discurso narrativo. Pero, fuera de la narrativa, también lo es de todo discurso: lautilización de la referencia tiene una función significadora precisa, designada con la expresión«argumento de autoridad». Al fin y al cabo, la utilización del nombre propio de alguien, a quien seatribuye un discurso que el que habla asume como verdadero, es un procedimiento retórico similar aldel discurso narrativo, en el que el «personaje» es todo término al que se atribuye un discurso, externo(dice) o interno (piensa).

Si en la narrativa este procedimiento constituye una entidad como «persona» (je), y tiene unafunción estructural en el relato, en el discurso en general, político, religioso, filosófico, científico,12 Benveniste, E.: Problèmes de Linguistique générale, París, Gallimard, 1966. (Hay arad. castellana.)

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familiar -institucional en suma- el atribuir una proposición a una «tercera persona» asocia con la primeraatributos de la segunda...

Estos procedimientos «retóricos» no son puros adornos de un «lenguaje llano» que, como hemosmencionado ya, no existe. Lo que se ha designado como «procedimiento retórico» indica, al contrario,un aspecto esencial de la realidad social y psicológica: que el objeto, y sus propiedades, no existen másque para «un sujeto» (que habla a, al menos, otro, por lo que, en realidad, hace falta, al menos, dossujetos...)

En efecto, las «propiedades» del objeto son el equivalente, en la lógica de las proposiciones, de laclasificación en la lógica de las clases. El decir «Martín es sociólogo» puede traducirse tanto como «elobjeto M tiene el atributo S» -la proposición SOCIÓLOGO (MARTIN)-, como por «el objeto Martínpertenece a la clase S». Esta equivalencia entre la «propiedad» del objeto y las clases de objetos es útilporque pone de manifiesto el carácter «arbitrario» de la atribución de propiedades a un «objeto», alidentificar «atribución de propiedades» -predicación- con clasificación. Y ya sabemos que las «clases» -laspropiedades comunes- son resultados de la actividad clasificadora, determinada ésta siempre por factoresextra-lingüísticos y extra-lógicos. Factores que son «sociales» no porque sean «convencionales», sinoporque, con ese término designamos los efectos de las condiciones de reproducción -aquí y ahora- delos procesos sociales sobre la constitución de los sujetos, es decir, de lo que «dice» y al decir, se«sujeta». Pero el ser sujeto sólo es posible frente a objetos, es decir, frente a una realidad dosificadaque permite la predicación, ese «decir algo de algo» que, «aludiendo» la condición de posibilidad (laclasificación) de lo que le define (el mismo predicar a decir), es lo definitorio de la subjetividad.

La frase, pues, lleva las marcas del origen -enmascarado- de las «propiedades» o atributos de lostérminos-objetos del sujeto que la enuncia. Si todos los sujetos fueran idénticos, esto no plantearíaningún problema semántico ni lógico: el «consenso» y el sujeto neutralizado fundan -imaginariamente-una semántica idealista Pero no lo son (somos). Si los sujetos fuéramos idénticos, el discurso, comotoda comunicación, sería superfluo. Las llamadas «circunstancias» son tan esenciales que sin ellas nohabría ni sujetos (siempre del discurso) ni objetos: sólo la conciencia pura del ser absoluto y único,misteriosamente dividido en tres personas..

5.5. Hacia un modelo dialéctico del funcionamiento discursivo

Al examinar la reducción del sentido a la proposición, constatamos, pues, que el sujeto, actor ydepósito del sentido, se anula, se borra. El sujeto contiene al sentido pero no tiene sentido. Su función noes más que contener al consenso fundador del significado.

Por eso, el análisis del discurso plantea problemas insolubles al pensamiento lingüístico-lógico-semántico. La búsqueda de diferencias de significado lleva a admitir que hay una pluralidad de sujetosdistintos, a buscar diferencias. A admitir, por lo tanto, que éstos tienen más atributos que el purocontener. Y a postular que no se debe reducir la frase a la proposición, porque esta reducción va a lapar con la transformación de los sujetos en sujeto universal, neutralizado y único.

Si no se reduce la frase a la proposición, se puede pensar que, al menos, la primera contiene a lasegunda. Se admite entonces que la oración se analiza en tres partes: una proposición, un vínculo modal y unsoporte-sujeto, un yo-nosotros siempre dominante, un tú-nosotros siempre presente (el«destinatario») y un «él-ellos» siempre objetivado. Si representamos lo dicho simbólicamente con las letrasP para proposición, S para el «soporte» de la proposición (y no del enunciado, como ha propuesto Ross13

en un esquema formalmente similar, pero que sigue confundiendo frase y proposición), y v para el vínculomodal, este análisis puede representarse, en su forma más elemental, como

S v P

Decimos en su forma más elemental, porque esta fórmula puede desarrollarse a derecha y a izquierda.Esto se logra encerrando entre paréntesis la fórmula S v P y colocándola en el lugar de P en la fórmulaS v P, lo que produce13 Ross, J. R.: «On declarative sentences», en R. Jacobs and P. Rosembaun (eds.). Reading in transformational grammar,Mass, Waltham, 1970.

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S v (S' v ' P)

Este procedimiento puede repetirse S v(S' v' (S" v" P))

sustituyendo P por S v P.

El lector comprenderá fácilmente que la sustitución de P por S v P representa simbólicamente unprocedimiento discursivo muy frecuente: la cita. Un ejemplo esquemático lo ilustra claramente.

si P. = «el capital es una relación social»y si v = «digo que» «+» («a ti» v «a vosotros»)y S = «yo»

la fórmula S v P es un enunciado directo de la proposición (y presente, pero no encontraremos en un análisisdetallado de los componentes del vínculo modal v). Es obvio que la transformación S v P en S v (S' v' P),en la que S' = Marx, v' = decía que», representa (bastante) adecuadamente la referencia. En este caso,dada la naturaleza de v y v', esta referencia es la figura retórica del

argumento de autoridad. La fórmula S v (S’ ,v' (S" v" P))

representa el caso

(Yo) (digo que) ((Lenin) (afirma que) (Marx consideraba que) (el capital es una relación social))

La regla de sustitución, en la fórmula S v P de P por S v P implica que todo soporte de unaproposición precedido a la izquierda por otro soporte se convierte en objeto: un tipo particular deobjetos, los personajes, caracterizados por soportar la proposición que se encuentra a su derecha. Así, unnaipe o un conejo pueden ser personajes: basta con que en un discurso aparezcan a la derecha delorigen-S y a la izquierda de una proposición soportada por ellos...

El origen de la secuencia de «S v P» encajonados es, siempre, el yo de la enunciación, articuladocon el «tú-nosotros» (el destinatario). Uno y otro están presentes en el enunciado (aunque eldestinatario no tenga más significante que el enunciado mismo, fruto del mismo enunciar). Aunquesuceda a veces que el «yo» inicial del discurso quede lejos del enunciado que está en la memoria acorto término del destinatario: hay muchas novelas que están escritas como discurso autobiográfico deun personaje... Como muchos textos formalizados en los que el «yo» no aparece nada más que en elprólogo y en la definición inicial de axiomas y reglas de deducción.

Mencionemos, antes de dejar este tema, que el análisis de la frase que se propone aquí puederefinarse considerablemente, elaborando una tipología adecuada de los vínculos modales y de lasproposiciones. En cuanto a las proposiciones, basta con clasificarlas (utilizando cuantificadores se hacemejor) según que la atribución porte sobre 'un objeto, sobre un conjunto de objetos o sobre todos losobjetos de una clase, para tener en cuenta aspectos importantes de la estructura discursiva. Pero esobvio que se puede utilizar buena parte de los resultados de la lógica proposicional y, en particular, lasequivalencias entre diferentes combinaciones de los mismos objetos con diferentes operadoreslógicos, combinando este análisis con el de los vínculos modales.

Importa subrayar que los vínculos modales tienen funciones valorativas respecto a la proposición,además de contener, a veces implícitamente, el «alter» dialógico del soporte y precisar las relacionestemporales 14 entre proposición (y no enunciado) y enunciación.

En efecto, los verbos «digo», «pienso», «creo», «considero», «afirmo», atribuyen diferentes valores deverdad.

Este análisis presupone que el instante de la enunciación es el origen de la temporalidad discursiva,como de costumbre, y a la proposición que los sigue. Un análisis más fino de los vínculos modales podrá14 Un ejemplo interesante que formula el problema de la continuidad del yo en el tiempo es el análisis.

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demostrar que la relación entre el soporte y la proposición atribuye otros valores, además de los deverdad, a ésta. Valores morales y estéticos, ligados siempre, en nuestra cultura, y, por lo tanto, en nuestrodiscurso, a los de la verdad.

Pero no sigamos desarrollando aquí este tipo de análisis de la frase, que puede, obviamente,integrar muchos resultados de análisis sintácticos y morfosintácticos hechos en diferentesperspectivas.

Lo que importa subrayar es que cuando se reduce el efecto significante de la frase al sentido de laproposición contenida en ella, no es posible trasformar las frases en frases «equivalentesgramaticalmente», con lo que el análisis sintáctico es imposible. Lo único posible es el efectuar unanálisis del discurso al nivel del significante, utilizando como unidades morfemas y grafemas, agrupán-dolos en clases y asociándolos siempre con la concreta situación material, histórica y social, quedetermina a la vez su producción y su efecto. Sin olvidar, además, que los factores que determinan laproducción del discurso y su efecto pueden no ser los mismos.

Apuntemos, para terminar, que la crítica que Kuroda15 hace del modelo de Ross16 y que el primeroconsidera una «teoría comunicacional del lenguaje» no nos parece ser ni una interpretación fecunda delo propuesto por el último, ni una crítica antes de tiempo de lo que aquí proponemos. En efecto, en elanálisis de Ross, encontramos la fórmula

I Vp you S,

donde:

del ejemplo siguiente como autorreferencia: «yo dije basta»: (yo) [(digo) (ahora) (a ti) (que) (en otro momento)] ((YO)(decir) (BASTA)].

1° I es «Yo», equivalente únicamente aproximado de nuestro concepto de soporte de la proposición (que,como hemos indicado, puede ser soportada por la «tercera persona» o el «nombre propio», por unobjeto-subjetivado).

2° Vp es un verbo performante (afirmo, digo) similar a los mencionados por nosotros, pero que no seidentifica con nuestra categoría de vínculo modal, más amplia, ya que cubre desde el francés o elespañol «decir que» hasta el grafismo del texto teatral «Hamlet: To be or not to be...», en el que elvínculo es, sencillamente « : »...

3° «you», representa el «tú-nosotros» que nosotros incluimos en el vínculo modal.

4° S, representa una frase (Sentence) y no una proposición como P en nuestro modelo.

Las diferencias entre el modelo de Ross y el nuestro son grandes: las más importantes son lasdiferencias entre soporte y «yo» y la existente entre la frase (S) del mencionado autor y la proposición (P)en nuestra fórmula.

Ni Kuroda ni Ross han percibido la importancia de la dialéctica sujeto-objeto en el lenguaje, porqueambos identifican frase y proposición, producción de un discurso con acto expresivo, diálogo con«circulación» y la entidad «información» con «mensaje».

La crítica que Kuroda hace del modelo de Ross es tanto más feroz cuando con ese modelo, a pesarde sus imperfecciones, hace imposible el análisis sintáctico de las frases. Kuroda se pierde endisquisiciones metafísicas en su rechazo del «narrador omnisciente», sin comprender que producir undiscurso en el que «A dice que B piensa que C piensa que P» no es atribuir a A el «saber», sinotransformar B y C y modificar el efecto significante de P.

15 Kurola, S. Y.: «Reflections on the formulations of narrative theory», en Teun A. van Dijk (ed.), Pragmatics of language andliterature, Amsterdam, North-Holland, 1976.16 Ross, J. R.: Ob. cit.

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Estas consideraciones tienen efectos en la metodología e, incluso, en la teoría sociológica. Paraexplicarlas cenemos que hacer un inexcusable rodeo y examinar las relaciones entre sistema, sentido ysujeto en la sociología misma.

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Segunda Parte

LAS TEORIAS SOCIOLÓGICAS

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6

El sentido y el sujetoen la teoría sociológica

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6.1. Discurso y cultura

El estudio de las representaciones y de los valores imperantes en una sociedad dada ha formadoparte de la problemática de la sociología desde los orígenes de esta ciencia. Porque lasrepresentaciones y los valores regulan las relaciones sociales y los intercambios de la sociedad con lanaturaleza.

Aunque sepamos desde Durkheim y Marx que los valores y las representaciones conceptuales noson descripciones exactas y objetivas de las relaciones y procesos sociales, sabemos también que suexistencia forma parte de los fenómenos por ellos simultáneamente designados y enmascarados. Poreso, la sociología se ha planteado desde sus orígenes la cuestión de la función social de los sistemasconceptuales y valorativos.

Pero conceptos y valores, aunque existen como formas de organización de la convivencia, sonobservables ante todo en el discurso.

Ahora bien, el discurso sobre los valores, o sobre los conceptos, no es el único tipo de discurso en elque valores y conceptos manifiestan su presencia y su efectividad social. Lo esencial es, quizás, quecualquier discurso se produce en y desde valores y conceptos que, de forma implícita, lo organizan.

Valores y conceptos son elementos de la cultura, al menos en su definición antropológica. DesdeTylor, la antropología define la cultura como «ese complejo de conocimientos, creencias, arte, moral,derecho, costumbres y cualesquiera otras aptitudes y hábitos que el hombre adquiere como miembrode la sociedad».1 Más recientemente, Kroeber y Kluckhohn consideran que «el núcleo esencial de lacultura son las ideas tradicionales (es decir, históricamente generadas y seleccionadas) y, especialmente,los valores vinculados a ellas».2 Y, en la sociología americana contemporánea, el concepto de culturaes, esencialmente, el mismo que el de Kroeber3; para Parsons, en efecto, la cultura es un sistema deacción particular, compuesto de entidades simbólicas -representaciones conceptuales y valores- cuyaforma de existencia es la interiorización en la personalidad de los actores sociales y lainstitucionalización en los sistemas sociales.4 La posición de Parsons constituye una formulaciónparticularmente precisa, de un consenso casi total en la sociología académica anglosajona.5

El concepto antropológico de cultura, destinado inicialmente a describir sociedades primitivas, notiene en cuenta la existencia de clases sociales. Es un concepto sistemático, que postula la existencia deuna tendencia a la coherencia en las representaciones y valores de una colectividad. Por eso, elconcepto de «ideología», cuando aparece en la literatura antropológica, designa «racionalizaciones» o«justificaciones» de «formas de conducta seleccionadas»,6 sin referencia a subconjuntos o clasesdiferenciadas y opuestas dentro de la sociedad.

Para una buena parte de la sociología contemporánea, la palabra ideología no designa más que unode los modelos integradores de creencias morales y cognitivas, caracterizado por una voluntad decambiar radicalmente la sociedad, por un alto nivel de coherencia, por su poca apertura, por surelación con un grupo social organizado. En suma, identifica ideología con la «ideología políticamanifiesta y explicitada en un grupo social organizado.7

1 Tylor, Edward: Primitive Culture; Researches into the development of Mythology, Philosophy, Religion, Art andcustom, vol. 1, Gloucester, Mass.: Smith, 1958, página 1.2 Krober y Kluckhohn: The Nature of Culture, Chicago, Univ. o f Chicago Press, 1952, p. 299.3 Kroeber and Parsons, Talcott: «The concept of Culture and of Social System», American Sociological Review, 1958, núm.23, pp. 582-583.4 Parsons, Talcott: Toward a General Theory of Action, New York, Harper Torchbook, 19625 Merrill: Society and Culture, New York, Prentice Hall, 1969. Es un ejemplo, entre otros, de los manuales típicos de lasociología americana.6 Kroeber, A., y Kluckhohn: Ob. cit., p. 189.7 Shils, E.: Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales Edit. Aguilar, Barcelona, a-75, p. 600.«La ideología es una de las formas que pueden revestir los diversos modelos integradores de las creencias morales y cognitivas sobre elhombre, la sociedad y el universo (este último en relación con el hombre y la sociedad) que florecen en las relaciones humanas.»

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Esta concepción de la ideología no tiene ninguna relación genérica con el discurso. Sólo las«concepciones del mundo»,8 respecto a las cuales se definen las ideologías, pueden manifestarse en eldiscurso en general y en el relato en particular. Obviamente, existen otras teorías de los fenómenosideológicos y culturales, en las que la ideología aparece como «racionalización» y «justificación» deconducta, como lo piensa Kroeber, pero donde en lugar de asociarse con la colectividad, las«racionalizaciones» y las «justificaciones» vienen asociadas con una clase social. Tal es el caso de laconcepción marxista de la ideología (que examinaremos después con el debido detalle). Las ideologíastienen así una definición semejante a la de las «concepciones del mundo» de Shils, pero al contrario deéstas, no son la expresión del consenso mayoritario, sino la forma que toman las determinaciones dela posición de los individuos en la estructura social.

Podremos plantearnos el problema del modo de relación específica que existe entre la noción decultura y la de ideología con las estructuras del discurso. Para entender estas relaciones tenemos quedar un largo rodeo y adentrarnos en la difícil problemática de la función del término cultura en la teoríasociológica general, lo que implica un examen del sistema conceptual global en el que se inscribe.

6.2. Las categorías fundamentales de la sociología

La sociología es una de las disciplinas que tienen un estatuto más ambiguo en el campo de lasciencias humanas. Mientras que para algunos el término sociología designa todavía el proyecto -aúnpor realizar- de construir una teoría científica de los fenómenos sociales, en la que lo político, loeconómico, lo cultural, lo lingüístico, etc., no son más que aspectos de una ciencia integradora, paralos más, la sociología es una disciplina específica, un sector limitado de las ciencias sociales. Estadisciplina se define entonces al circunscribir un objeto y/o al definir un método.

Que objeto y método están íntimamente ligados, es una evidencia para los científicos formados enla tradición de las ciencias «naturales». Pero no lo es tanto para aquellos que, formados en la-relativamente- nueva horma universitaria de las ciencias sociales, y convencidos por las etiquetas demanuales y asignaturas, se han acostumbrado a concebir los métodos como un saber universalrespecto a los objetos, ligado a las teorías por el único lazo de la verificación (o falsificación). Esta últi-ma concepción, propia del más rupestre y vulgar de los positivismos idealistas, hace de lasmetodologías una ley, del metodólogo un juez y de la teoría un acusado siempre sospechoso de haberincurrido en el delito supremo de la estéril especulación filosófica...

En tanto que institución académica, que discurso sancionado con títulos, cátedras, becas ysubvenciones, la sociología está dominada, en el mundo anglosajón sobre todo, por esta últimaconcepción, cuyo más prestigioso exponente es Paul Lazarsfeld (en los Estados Unidos y en Francia,Raymond Boudon, discípulo). Para éste, la sociología es el conjunto de enunciados que resultan de la aplicacióndel método sociológico a cualquier realidad. Y este «método» se reduce, en la práctica, a una sofisticadaadministración y análisis de encuestas...

Veremos más lejos cómo la radical posición metodologista de Lazarsfeld, y el «teoricismo»parsoniano no son más que dos extremos aparentemente opuestos de una misma infraestructura categorial,y veremos que esta infraestructura es la del discurso de Parsons. Por el momento, lo esencial es elponer en evidencia, mediante una lectura de algunos de los textos teóricos y metodológicos másrepresentativos, las articulaciones y los elementos que constituyen esta «infraestructura categorial» deldiscurso sociológico.

El tipo de lectura que es necesario efectuar para alcanzar el objetivo buscado es minuciosa yconstructivista. Por eso no es posible aplicarla a un gran número de textos: tendremos que contentarnoscon elegir algunos, particularmente significativos y dejar al lector la responsabilidad de verificar si losresultados que hemos alcanzado se aplican a otros textos, si tienen la generalidad que le atribuimos.

Dado que «la sociología» está, como todas las «ciencias sociales», dividida en escuelas, tendencias ymodas, la elección de los textos es un asunto delicado, no tanto porque afecte los resultados de8 Ibid., p. 601.

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nuestro análisis, sino porque determina la confianza que el lector les acuerda. La solución que hemosadoptado, después de haber excluido la única totalmente satisfactoria y absolutamente irrealizable queconsistiría en analizarlos todos, es la de examinar en qué consiste la teoría funcionalista «sensu stricto»(Malinowski), el «estructuro-funcionalismo» que se atribuye a Parsons y el relacionar estas dos escuelascon diversos autores y posiciones que el azar o la moda han designado como alternativas respecto alfuncionalismo o al estructuro-funcionalismo.

Procediendo así, hemos dejado de lado, voluntariamente, algunas obras que, para muchosestudiosos, tienen mayor importancia que las que analizamos. Tal es el caso de la «Sociología», de MaxWeber.

En cuanto a la «sociología» de Marx y al marxismo, lo hemos excluido de la primera parte delanálisis porque, hasta hace poco tiempo, no formaba parte del discurso académico y porque hayelementos en el modo de producción del discurso específicamente marxiano muy diferentes de losque constituyen la infraestructura categorial del campo de las «ciencias sociales». Pero también porquehay en él, mezclados e incoherentes con ellos elementos comunes y porque estos elementos comuneshan servido de fundamento a las interpretaciones dominantes de la aportación de Marx: lasinterpretaciones que denominaremos leninistas, no porque Lenin haya sido su único ni principalexponente, sino porque todas las corrientes de esa interpretación están esencialmente ligadas alleninismo en tanto que movimiento político.

Desde que la expresión «estalinismo» fue utilizada para designar ciertos aspectos un tanto«incómodos» del funcionamiento y de la estructura del Partido y del Estado ruso, se ha abierto unabrecha en el imponente aparato del dogmatismo «marxista» por la que, desde una perspectiva deizquierdas, es posible empezar la crítica no sólo de las posiciones de Stalin en tanto que desvirtuadasde la línea de Lenin, sino de las posiciones leninistas mismas. La crítica del leninismo está, pues, a laorden del día. Pero se trata más de una crítica política que de una crítica científica, y las polémicassobre la cuestión son todavía un puro desbrozar, quitar celosías para poder contemplar el terreno.Todavía «tomar posición» sigue siendo más importante que evidenciar procedimientos discursivos,modos de construcción de objetos. Por eso, y a pesar de la innegable importancia de esta polémicapara designar, en la obra de Marx, los numerosos vacíos, errores e imprecisiones científicas sobre lasque se ha montado la ideología oficial del Estado Soviético y la de la Tercera Internacional, creemosque es más útil construir, sin tener en cuenta los textos marxistas en esta primera etapa, el modelo dela infraestructura categorial del discurso de la sociología y dejar para una segunda etapa de nuestrotrabajo el contrastar este modelo con los mencionados errores, vacíos e imprecisiones del discursomarxista. Esta estrategia tiene la ventaja de establecer diferencias fundadas.9

En cuanto a Max Weber, cuya obra contiene aspectos tan variados como para que se la interpreteora como antitética, ora como complementaria respecto a la de Marx, nos contentamos conmencionar que los tres primeros capítulos de su libro póstumo Economía y Sociedad, han sido, a nuestroentender, correctamente interpretados por Parsons: en esas líneas, Max Weber elabora una exposiciónde la sociología como ciencia de la acción social que constituye una de las más explícitas declaracionessobre los fundamentos de las teorías de la acción.

En efecto, Weber define la sociología como interpretación de la acción social, y ésta, como el tipo deacción en la que el significado subjetivo del acto para el actor tiene en cuenta a otros actores. Y, lo quees absolutamente esencial, Weber define la acción en general, como opuesta al comportamiento, por laexistencia de una significación subjetiva en la conciencia del actor, que orienta la acción, mientras que el purocomportamiento está sujeto a determinaciones objetivas. En esta definición, Weber y Parsons coincidenabsolutamente. Que en otros aspectos, los dos discursos puedan separarse e incluso oponerse, nosparece evidente. Pero, desde nuestra perspectiva, esas diferencias son secundarias. No es lo mismo unideal-tipo weberiano que una configuración particular de las «pattern variables» parsonianas, como noes lo mismo la comprensión interpretativa que la descripción estructural seudo-objetiva que nospropone Parsons... Al menos en cuanto a las superficies discursivas.

Se nos reprochará probablemente el excluir de un análisis que se pretende tan general como para9 Notamos que la lógica de la exposición no se corresponde con la de la investigación y que en nuestras investigaciones hemos tenido encuenta no sólo las obras de Marx y de Lenin, sino las de pensadores como Lukàcs y Althusser.

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alcanzar la sociología, escuelas tan contemporáneas como la etnometodología, el interaccionismosimbólico y la teoría de sistemas de Buckley. Si el lector de este texto nos concede el beneficio de laduda, esperemos que admitirá que estas escuelas producen un discurso organizado por la mismainfraestructura categorial que analizamos, en la que el sujeto, el sentido, el «consensus» y el código,íntimamente relacionados, constituyen lo esencial. Admitimos, sin embargo, que la cadena demediaciones que va desde esta infraestructura categorial hasta las respectivas superficies discursivas esmás larga y sinuosa y, por tanto, que no es fácil ver los fundamentos.

A título indicativo, recordemos que la fenomenología husserliana y/o la semántica generativa sonambas teorías del sentido y de la intención y que su aplicación al análisis de lo social no es más queuna variante de lo que Parsons llama una teoría voluntarista de la acción. La etnometodología, en susfundamentos, es una variante, sofisticada sin duda, del mismo sistema de categorías. Añadiremos queel interaccionismo simbólico está fundado en una utilización de la noción de código, y que esta nociónes inseparable de la de «consensus» y que ésta, a su vez, consiste en compartir significados. No esdifícil reconstruir el camino que va desde el paradigma sujeto-sentido-consensus hasta lasformulaciones del interaccionismo simbólico. Y en cuanto al trabajo de Walter Buckley (Sociology andModern Systems Theory, N. Y., Wiley, 1966), es fácil convencerse de que el uso de términos de lacibernética y de la teoría de la información no es más que metafórico, y que su discurso está articuladopor las mismas categorías.

Desde sus orígenes, la sociología se desarrolla como la disciplina cuyo objeto es la institución; ydesde sus orígenes, la sociología confiere a las instituciones un puro carácter instrumental respecto aun conjunto de finalidades que no son objeto de análisis sociológico, porque, como en el caso de Malinowski,10

esas finalidades pueden reducirse a necesidades biológicas o porque, como en el caso de Parsons, esasfinalidades son imperativos funcionales identificados a la existencia misma de lo social como social.

El carácter instrumental conferido por las ciencias humanas o contemporáneas a todo fenómenosocial estudiado, es de una sorprendente generalidad: la lingüística misma define la lengua comoinstrumento de comunicación (y la comunicación como intercambio de ideas...). Y también es un hecho dela misma generalidad el que se atribuya a este «instrumento» el calificativo de arbitrario, como formasencilla y rápida de explicar, por qué hay una variedad tan grande de instrumentos con la mismafinalidad. Pero lo que nos interesa más aquí es el que, al conferir a los diferentes órdenes de realidadsocial un carácter instrumental y al constituir estos aparatos instrumentales en objetos de las diferentesdisciplinas, las finalidades en cuestión son radicalmente excluidas de la investigación científica y relegadas, en el mejorde los casos, a la especulación filosófica. Por ejemplo, la lingüística, que define la lengua como instrumentode comunicación, de intercambio de significados, excluye de su campo el estudio de la significación,relegándolo a una disciplina especulativa, constituida exprofeso, la «semántica».

Para evitar que se nos acuse de propugnar un modo de explicación teleológico, importa indicaraquí que de lo que se trata no es de estudiar las «finalidades» de los «instrumentos», sino de no postularque los hechos sociales son «instrumentos» porque eso nos lleva, precisamente, a la teleología(¿instrumentos para qué?) y al subjetivismo (¿instrumentos de quién?). Evidentemente, la relación entre elcarácter instrumental conferido a lo social, la teleología y el subjetivismo no es absolutamente rígido:es posible separar algún término, como lo prueba Parsons. Pero no cualquier término: el subjetivismoconstituye el fundamento inamovible de la problemática de las diferentes disciplinas.

En la polémica sociológica se han distinguido, muchas veces arbitrariamente, «escuelas», cuyaoposición se basa en aspectos que son, después de todo, secundarios. Ello considerando el esquemacategorial común que es el fundamento de la unidad de la sociología como disciplina académica.

Una de esas escuelas es la llamada «funcionalista», en la que se incluye, mucha veces, toda lasociología... (excepto Marx y los marxistas).

Dado que el sentido matemático de la noción de función es tan general que todas las ciencias10 Malinowski, B.: Une Théorie Scientifique de la Culture, París, Maspero. (Hay traducción castellana.)

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serían «funcionalistas», si se entendiera en tal sentido, hay que buscar la especificidad delfuncionalismo como método en lo que lo diferencia del uso metodológico de relaciones funcionales. La crítica,tanto francesa como americana, ha insistido, como lo hemos mencionado ya, en el «biologismo», enla importación de un «modelo biológico» en el campo de la social, lo que produce una concepción dela sociedad-organismo cuya única problemática es el mantenimiento del orden, identificado a laexistencia misma de lo social. Se añade que esta forma de pensar lo social, el identificar existencia yequilibrio, niega la historia. En los términos de W. Buckley,11 la importación del modelo biológicopone entre paréntesis la existencia de procesos morfogenéticos al identificar la estructura al conjunto devariables (y a las relaciones entre ellas) que los procesos cibernéticos mantienen dentro de losumbrales que caracterizan al sistema.

Estas críticas, esencialmente justas, no tocan, sin embargo, más que un aspecto del problema, yaque, por una parte no designan en qué consiste, precisamente, la explicación funcionalista, y por otra, noidentifican lo que, precisamente el funcionalismo pretende explicar. Son estos dos aspectos los que nosinteresan primordialmente aquí.

Tampoco distinguen esas críticas lo que separa el funcionalismo a lo Malinowski y el estructuralfuncionalismo parsoniano, lo que impide también el entender lo que les une.

6.3. Malinowski y el funcionalismo radical

La obra de Malinowski es una de esas obras complejas y ricas que merecen una lectura atenta yrespetuosa aunque no por ello menos crítica. Hay que distinguir en ella, al menos, dos partes: la parteetnográfica, cuya lectura es de un gran interés por las minuciosas y agudas observaciones sobre losfuncionamientos y las estructuras sociales en las sociedades del océano Pacífico, y la parte teórica ymetodológica, que se encuentra concentrada sobre todo en Una teoría científica de la cultura. Dados losobjetivos de este estudio, lo que nos interesa es esta última.

En ella, Malinowski apunta una «Breve axiomática del funcionalismo» que constituye la primeradefinición de un término que ha servido para caracterizar la metodología de la sociología anglosajonacontemporánea, aunque no siempre adecuadamente: veremos que el estructuro-funcionalismoparsoniano es una variable importante del funcionalismo en el sentido -que llamaremos «radical»- deMalinowski.

Respecto a los hechos culturales (o sociales), Malinowski experimenta el mismo malestar que F. deSaussure respecto a los de lenguaje: son profusos, de distintos tipos, y cuando se quieren observar parasistematizarlos y analizarlos, hay tantos que no se sabe qué elegir... Una decisión se impone en cuantoa la definición de los «isolats» «extraídos del real concreto de la cultura», en cuanto a la elección de quéhay que observar y analizar. Para Malinowski, los datos que hay que extraer de toda observación tienenque ser institucionales.

En efecto, las instituciones son formas estables de organización de las conductas destinadas a satisfacer nece-sidades primarias (o biológicas) o secundarias, derivadas de las primeras. En este enunciado se encuentraun adecuado resumen del funcionalismo de Malinowski, así como el fundamento de las críticas másfrecuentes y banales que de la teoría de Malinowski se han hecho: el «biologismo» ingenuo, que buscaen una pintoresca lista de «necesidades biológicas»12 el fundamento de todo orden social...

Lo que Malinowski llama «relación funcional» es la explicación instrumental de las instituciones, entérminos de estas necesidades biológicas (que plantean pocos problemas, como veremos) y de las«necesidades» derivadas o secundarias. Cuando se establece que una institución sirve para satisfacer unanecesidad, se ha «explicado» la institución en términos funcionales. Lo malo es que Malinowski no secontenta con llamar «necesidades» a las condiciones de existencia del organismo humano, sino queadjetivándolas de «secundarias» o «derivadas», añade a las finalidades funcionalmente explícitas de lasinstituciones, entidades de una naturaleza muy diferente, como, por ejemplo, el «mantenimiento del11 Buckley, W.: Sociology and Modern Systems Theory, New York, J. Wiley and Sons, 1966.12 Pintoresca porque va desde la respiración hasta la reproducción, pasando por el excreción, el mantenimiento de la temperaturadel cuerpo, etc. Ingenua, porque el término necesidad no es un concepto biológico ni psicológico...

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orden». Justifica esta extensión de las necesidades con una explicación funcional: puesto que el ordenes necesario para que los hombres se alimenten, el orden es una necesidad derivada de laalimentación... Además, todas las instituciones, por el mero hecho de serlo, tienen una función, esdecir, satisfacen necesidades primarias o secundarias.

La crítica de este funcionalismo radical ha sido hecha desde muchos puntos de vista: se ha acusadoal análisis funcional de «biologicista» (lo que es verdad en el caso de Malinowski, pero no toda laverdad), de «organicista» y, sobre todo, en el contexto de la sociología americana, se le ha dejado delado, en sus aspectos teóricos, con el trabajo de Parsons, con el estructuro-funcionalismo, y en elmetodológico, con la brillante afirmación de Thomas K. Merton, el defensor de las «teorías de alcancemedio», de que existen... disfunciones, lo cual, aunque sea verdad, quita al análisis funcional lacoherencia metodológica que garantizaba el valor heurístico que pudiera tener.

El funcionalismo con disfunciones es ya otra cosa: los trabajos que son aún los grandes clásicos dela sociología empírica americana, como el célebre Street Corner Society, de William F. White, no puedenreproducirse porque la pregunta «para qué sirven las bandas de adolescentes de los barrios» no lleva,gracias a la noción de disfunción, a hacer una encuesta y a observar. Basta con decir que puesto queson gérmenes de delincuencia son disfuncionales respecto a los valores que definen la cultura. Peroesto se verá más claramente después de examinar la obra de Parsons.

Por el momento, tenemos que insistir en un aspecto de la metodología funcionalista de Malinowskique ha sido pasado por alto por la crítica, tanto estructuro-funcionalista como marxista. Se trata,precisamente, del punto de partida del razonamiento que conduce a Malinowski a definir su análisisfuncional: la definición de la institución que, como hemos visto ya, es siempre lo que hay que aislar en laobservación, el dato fundamental que el análisis explica al establecer la «función». Las instituciones sedefinen por la existencia de hombres, medios y un sistema de normas y valores que rigen la aplicaciónordenada (y repetida) de los medios para alcanzar los fines institucionales.

Mientras que en sus estudios etnológicos, Malinowski toma en serio el inventario de los mediosmateriales y del personal de las instituciones que observa, la sociología funcionalista no examina más quelos sistemas de normas y de valores que las rigen. Esto se debe, entre otras cosas, a que el sociólogono siente casi nunca obligación de describir, puesto que al escribir para la sociedad sobre la que escribe, ladescripción le parece redundante y se siente convulsivamente impulsado a explicar...

Ahora bien, hay otras razones, mucho más fundamentales y que dependen todas de un hecho quequeremos contribuir a establecer: que todo el pensamiento contemporáneo sobre lo social estáorganizado por un campo categórico en el que los datos son siempre actos de sujetos, en el que lossujetos son depositarios de un sentido y, finalmente, en el que la explicación consiste siempre enconstruir los sistemas de idealidades, los sistemas de acción por los que los actos puntuales se rigen.

En el pensamiento de Malinowski, esta proposición aparece con mucha menor constancia que enlos textos de Parsons o Chomsky. Precisamente por eso vale la pena detenerse un poco y examinardetalladamente un texto que para muchos no es más que un objeto rápidamente confinado en elmuseo del saber, en esa historia del pensamiento que se construye a menudo para evitar al lectorcontemporáneo la desagradable sorpresa de la constatación de la redundancia.

Cuando Malinowski afirma el carácter instrumental del orden institucional respecto a finalidades quellama necesidades primarias o secundarias, según que sean biológicas o no, está afirmando que existe unsujeto de la acción social. Y esto porque la noción de instrumento- está íntimamente ligada a la de sujeto ya la de acción: un objeto que no aparece como conjunto de medios de «alguien» para, evidentemente,alcanzar algún objetivo, no es un instrumento, aunque sea objeto. Malinowski insiste sobre la relaciónentre el instrumento y las «necesidades que satisface». Pero de la misma manera que las «necesidades»son necesidades de ese implícito sujeto colectivo, de «los hombres» de la sociedad estudiada, lainstitución, en tanto en cuanto se define como medio para alcanzar uno o muchos fines de alguien, estambién medio para alguien.

La institución de Malinowski «sistema organizado de actividades pautadas»,13 está organizada por un13 Ibid., p. 48.

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sistema de valores, que llama «estatutos», en cuyo nombre los hombres se organizan o se afilian aorganizaciones ya existentes».14 El sujeto es «los hombres», organizarse o afiliarse a organizaciones esel medio. Los fines se encuentran en las ya harto mencionadas necesidades biológicas...

Un aspecto esencial de esta forma de definir la especificidad del hecho social como hechoinstrumental es que las finalidades están siempre fuera del análisis sociológico (o antropológico oeconómico); «fuera» en el sentido de que no tienen por qué explicarse: basta con postularlas. Aúncuando en sistemas modernos y sutiles como los de Parsons o Chomsky, las finalidades no sean lassimplistas necesidades biológicas de Malinowski, como las de este último, se substraen también delanálisis, son exteriores a él. Cuando lo social es instrumental, lo que no es instrumental no es objetode análisis... aun cuando un instrumento sea inseparable de un «para qué».

Esta curiosa forma de proceder se comprende sin dificultad cuando se constata que del«instrumento» observado y analizado, lo esencial acaba siempre siendo los estatutos, el sistema de valores.El esquema con el que Malinowski sintetiza su concepción de las organizaciones-instituciones esabsolutamente explícito a este respecto:15

Estatutos

Personal Normas

Material

Actividades

Función

Los estatutos, es decir, los sistemas de valores dominan la institución: personal y normas se derivande ellos, y a su vez dominan el o los materiales con los que se efectúan las actividades que tienen unafunción...

Ahora bien, aunque los estatutos dominan el personal de la organización, puesto que los estatutosson valores, («en cuyo nombre los hombres se organizan»), estos valores son los valores de «loshombres»: «de» quiere aquí decir «interiorizados por», «constituyentes de la conciencia de». El «análisisfuncional» de Malinowski es, de forma menos clara y explícita que el de Parsons, una metodologíapara el análisis de la acción. Todas las características esenciales de ésta se encuentran en él: son losvalores de los hombres los que rigen la acción de los hombres y su organización. Por tanto, sólo alnivel de los valores se puede comprender el carácter sistemático de lo social, el orden...

Insistamos una vez más sobre el hecho de que, en sus estudios etnológicos concretos, Malinowskitiene en cuenta y describe los aspectos materiales de la organización social, que sus observaciones sonagudas y pertinentes. Pero el esquema categórico de la acción está en pleno centro de su análisisfuncional y esta afirmación nos parece esencial ya que se ha opuesto al accionalismo, el funcionalismo,como si se tratara de dos escuelas esencialmente opuestas en cuanto al modo de construcción delobjeto de las ciencias sociales. Parsons se defiende de la acusación de funcionalista y reivindica unestructuro-funcionalismo fundado, como veremos, en una teoría general de la acción de tradiciónweberiana. Y luego, Alain Touraine en su Sociología de la Acción,16 buscando sus orígenes en las teorías

14 Ibid., p. 48.15 Ibid., p. 49.16 Touraine, A.: Sociologie de l'Action, París, Seuil, 1966. Id.: La production de la société, París, Seuil, 1973. Id.: Laconscience ouvrière, Paris, Seuil, 1966.

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de la historia, hace algo similar.

6.4. El estructuralismo sociológico: Talcott Parsons

La importancia de la obra de Talcott Parsons en el pensamiento sociológico moderno resulta de laclarificación y explicitación de los postulados, casi siempre implícitos, de una disciplinafundamentalmente empírica. Parsons, a partir de 1937, en La estructura de la acción social y, sobre todo,en 1951, en Hacia una teoría general de la acción, analiza el sistema de coordenadas («frame of reference») que,en las ciencias humanas en general constituye el conjunto de categorías fundamentales a partir de lascuales se definen los conceptos de cada una de las disciplinas particulares.

En The Structure of the Social Action (1932), Parsons escribe17:

«Just as the units of a mechanical system in the classical sense, particles, can be definedonly in terms of their properties, mass, velocity, location in space, direction of motion, etc., sothe units of action systems have certain basic properties without which it is not possible toconceive of the unit as existing.»

Las propiedades que definen las unidades de los sistemas de acción, los actos, constituyen unsistema de categorías universales. Dada la importancia de esta afirmación, y porque el texto no carece deun cierto humor ingenuo, vale la pena citarlo, aún cuando el hacerlo no facilite la legibilidad de estetexto18:

«The origin of the mode of thinking in terms of the action scheme in general is so old andso obscure that it is fruitless to inquire into it here. It is sufficient to point out that, just likethe scheme of classical physics, it is deeply rooted in the common-sense experience ofeveryday life, and it is of a range of such experience that it may be regarded as universal to allhuman beings».

Vemos entonces que la universalidad de las categorías de la teoría general de la acción escomparable a las de física clásica: Parsons, como Kant, y como todo idealismo no dialéctico, envía alas calendas griegas el origen de los universales («a priori...») de la percepción. Porque el acto es, paraParsons y para todas las «ciencias humanas», lo dado, el fenómeno que hay que explicar: las categorías

Véase, además, N. Pizarro: «El sujeto y los valores: la sociología de Alain Touraine», publicado en 1979 en la Revista deInvestigaciones Sociológicas. Este artículo demuestra la identidad entre categorías fundadoras del discurso de Alain Touraine yel de Max Weber y Talcott Parsons.17 Parsons, Talcott: The Structure of Social Action, New York, The Free Press, p. 43, vol. 1.18 Ibid., p. 43.

En la edición española, este párrafo ha sido traducido como sigue:«El origen de la costumbre de pensar en términos del esquema de la acción en general es tan viejo y oscuro que resultaría vano

preguntarnos por él aquí. Basta con señalar que, del mismo modo que el esquema de la física clásica, está profundamente enraizadoen la experiencia de sentido común de la vida cotidiana, y es de un tipo de tal experiencia que puede considerarse universal para todoslos seres humanos», pp. 90-91.

Como se ve, en el texto inglés, Parsons utiliza la expresión «mode of thinking», que nosotros hubiéramos traducido literalmentepor «modo de pensar» o«forma de pensar» más que por «costumbre», expresión que, en cierta manera, traiciona el pensamiento delautor, mucho más estructural que histórico. Lo que Parsons analiza en esta obra podría expresarse como las variaciones y eldesarrollo de un paradigma (en el sentido de Khan n) o de un épistémè en el sentido de Foucault. Para confirmar la importanciadel matiz, basta con leer la continuación del fragmento citado en el que Parsons aduce como prueba de la universalidad de este«modo de pensar», el hecho de que los elementos básicos del esquema están enclavados en la estructura misma de todas las lenguas,como en la existencia universal de un verbo que corresponde al verbo inglés «to do» (Ibid., p. 91). Este argumento parsoniano nosparece extremadamente agudo y pertinente. Más lejos en el texto, mencionamos particularidades del mismo orden. Lo único que hayque reprochar a la argumentación parsoniana es el confundir las estructuras ideológicas, inscritas en el lenguaje, en las prácticas,en las subjetividades constituidas por la represión, por los códigos, con la estructura de un discurso científico que supera no sólo elsentido común, sino que genera estructuras que se sitúan fuera del sentido. Por eso la ciencia es un lenguaje que no es lengua...

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que lo definen son intocables, no necesitan explicación...

¿Qué nos dice Parsons de estas categorías? ¿Qué es? ¿Cómo se define el acto? La definición esinteresante: sus límites, sus vacíos e imprecisiones, son tan importantes como lo que afirmaperentoriamente:

«An "act" involves logically the following:

1) It implies an agent, an "actor". 2) For purposes of definition the act must have and "end", a futurstate of affairs toward which the process of action is oriented'. 3) It must be initiated in a "situation"of which the trends of development differ in one or more important respects from the state ofaffairs to which the action is oriented, the end.

This situation is in turn analyzable into two elements: those over which the actor has nocontrol, that is which he can not alter, or prevent from being altered, in conformity with hisend, and those over which he has such control. The former may be termed the "conditions» ofaction, the latter the "means". Finally. 4) There is inherent in the conception of his unit, in itsanalytical uses, a certain mode of relationship between these elements. That is, in the choice ofalternative means to the end, in so far as the situation allow alternatives there is a "normativeorientation" of Action. Within the area of control of the actor, the means employed can not,in general, be conceived either as chosen at random or as dependent exclusively on theconditions of action, but must in some sense be subject to the influence of an independent,determinate selective factor, a knowledge of which is necessary to the understanding of theconcrete course of action. What is essential to the concept of action is that there should be anormative orientation, not that this should be of any particular type».19

El acto, entonces, se define por la existencia de un actor en cuya conciencia existe una representaciónde la finalidad del comportamiento, un fin, y una representación de la situación, compuesta de medios ycondiciones, según se trate de elementos controlables o no de la situación. Y, sobre todo, existetambién en la conciencia del actor «un cierto tipo de relación» entre las representaciones precedentes,una relación llamada elección, entre las alternativas, de un medio para alcanzar un fin: esta relación sellama «orientación normativa de la acción».

El lector notará que los fines permiten la definición de la «situación» así como que las orientacionesnormativas de la acción constituyen un factor selectivo independiente y determinado, cuya existencia es«esencial para los llamados «sistemas de acción» no son, en definitiva, más que sistemas de orientacionesnormativas de la acción, pues éstas son los factores independientes (variables independientes) ydeterminados, esenciales, puesto que su posición en el discurso accionalista hace de ellas el factordeterminante, lo que explica la acción.

En 1951,20 Parsons modifica ligeramente su modo de definición del «sistema de coordenadas» delas categorías fundamentales de la teoría general de la acción: el esquema se reduce a: 1) un actor,«ego», «self» o «mind»: un sujeto; 2) una variedad de objetos (objetos de orientación) 3) un sistema deorientaciones normativas que relacionan el sujeto con los objetos.

Este esquema se precisa definiendo las clases de objetos (sociales, es decir, otros actores, o nosociales, es decir, objetos físicos o culturales) y los tipos de orientaciones normativas motivacionales yevaluativas. Los dos tipos de orientación comportan un aspecto cognitivo, es decir, la definición odiferenciación de los objetos por el sujeto.

A partir de este esquema, Parsons define los sistemas de acción como «pluralidades organizadas de19 Parsons, Talcott: The Structure of Social Action, New York, The Free Press, pp. 44-45, vol. 1.

Las notas que acompañan este texto de Parsons se leen como sigue (en la edición española, pp. 82-83):«' En este sentido, y sólo en éste, el esquema de la acción es intrínsecamente teleológico.² Debe indicarse especialmente que no nos referimos aquí a cosas concretas de la situación. La situación constituye condiciones de

la acción, por contraposición a medios, en la medida en que no esté sujeta al control del actor. Prácticamente todas las cosasconcretas de la situación son en parte condiciones y en parte medios...»20 Parsons, Talcott: Toward a General Theory of Action, New York, Harper Torchbooks, 1962, p. 51.

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tales orientaciones de la acción»,21 y centra su análisis en la estructura de estos sistemas. Lo esencialpara el teórico de la acción no es el acto, sino el sistema que rige todos los actos posibles.22 Ladistinción entre acto unitario y sistema de acción es una de las características fundamentales del modode pensamiento que caracteriza el campo de las ciencias humanas. Una vez hecha, sirve para definir elobjeto de las diferentes disciplinas, mediante un procedimiento de una sorprendente generalidad, queconsiste en definir un «subsistema de acción» para cada tipo de actos. Este subsistema, objeto de ladisciplina, es siempre un sistema de orientaciones normativas, interiorizado por los miembros de unacolectividad y rige los actos unitarios... normales. Cuando, en la práctica, se observan acciones que noson regidas por las orientaciones normativas del subsistema particular, se las denominan actosanormales o desviantes, y se caracterizan a los sujetos de tales actos como «desviantes» que, en el mejorde los casos, constituyen un «grupo marginal».23 La sociología americana procede así, y la teoríalingüística contemporánea, con su distinción entre «competencia» y «perfomance» (Chomsky); o entre«lengua» y «habla», constituye un caso ejemplar de este modo de constitución de la que no son másque pseudo objetos científicos...24

Los términos esenciales del nuevo esquema son sustancialmente los mismos que los del texto de1937: el actor y sus orientaciones normativas. Las relaciones entre los dos se expresan claramente en elenunciado siguiente: «Aún cuando la unidad actuante sea un individuo o una colectividad, hablaremos,al describir la acción, de las orientaciones normativas del actor».25 Y define estas últimas en términosmás abstractos, pero con el mismo contenido que en la primera versión del esquema. En efecto, «unacombinación específica de selecciones relativas a tales objetos (los «objetos de orientación»: N. P.),efectuada entre las posibilidades de selección disponibles en una situación específica, es lo queconstituye una orientación de la acción para un actor particular».26

Notemos que la distinción entre una acción colectiva y un acto individual se borra y no espertinente para el análisis de la acción, pues este análisis se hace en términos de orientacionesnormativas de la acción, es decir, de criterios de selección de objetos de orientación que existen,interiorizados, en la conciencia del actor individual y que, en el caso del actuante colectivo, al estarcompartidos por todos sus miembros, son únicos. Vale decir que no hay actuante colectivo más quecomo pura agregación de lo idéntico...

6.5. Los sistemas de acción

Sistemas de «orientaciones normativas», los sistemas de acción son realidades subjetivas, cuyafunción teórica e ideológica es compleja. La definición de la sistematicidad del sistema social entérminos de sistema de acción permite la exclusión de ciertas prácticas -y de los que las ejecutan- delcampo de la plena realidad social y su confinamiento en «márgenes». Pero la función teórica, en laacción, del «sistema de acción», tiene un alcance mucho mayor que esta distinción sistema-margen (onormal-anormal).

En efecto, y como lo hemos mencionado ya, los objetos de las diferentes disciplinas en las que sedivide el campo de las «ciencias humanas» o «sociales» son definidos -de facto- como sistemas deacción, como sistemas de orientaciones normativas que rigen un aspecto determinado de la «acciónhumana». En todas las disciplinas existe una oposición constitutiva entre sistema, objeto del discurso, y elacto que, siendo individual y el individuo siendo, por definición, libre, no puede ser objeto de ciencia.

Las «ciencias humanas» constituidas con este paradigma que estamos evidenciando, se diferencian

21 Ibid., p. 5. «The organized plurality of such orientations of action constitutes a system of action».22 Apuntemos la similaridad entre esta concepción y la que, del sistema -lengua saussuriana o competencia chomskyana- tienen loslingüistas.23 Ver, a este respecto, N. Pizarro: «Les groupes marginaux idéologie et réalité», en Socialisme 69, número 18, Montréal, 1969.24 Ver el capítulo II sobre este tema.25 Ibid., p. 4.26 Ibid., p. 5. La independencia de las orientaciones normativas de la acción así definidas parece menor que en la definiciónanterior. Pero, en la práctica del análisis accionalista, las situaciones específicas se borran para dejar en primer plano el objetobuscado: las orientaciones de la acción.

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de las ciencias naturales en que, mientras que las primeras estudian las normas, las segundas establecenleyes. Al menos así lo pretenden la mayoría de los discursos sobre las ciencias humanas, metodológicoso epistemológicos.27 Mientras que las leyes que las ciencias naturales estudian son universales y nopueden ser transgredidas, las normas son relativas a una cultura (definida en un instante y lugar dados)y pueden ser infringidas.28

Las relaciones entre la normatividad del objeto de las ciencias humanas y la libertad del sujeto humanoson evidentes: una ciencia social que estableciera leyes (en el sentido definido en el párrafoprecedente) no podría postular al mismo tiempo la libertad del sujeto. Y este postulado es, comoveremos, la afirmación que el discurso dominante sobre la sociedad no puede contradecir.

Importa subrayar que la libertad del sujeto y el postulado de la eficacia de la conciencia estáníntimamente ligados. Por «eficacia de la conciencia» entendemos el esquema descriptivo-explicativosiguiente: la conciencia es una especie de receptáculo que contiene entidades subjetivas (ideas, conceptos,nociones, relaciones-valores y normas), y estas últimas orientan los diferentes tipos decomportamientos objetivos. La relación entre las idealidades contenidas en la conciencia y elcomportamiento observable es de carácter intencional, voluntario. Pero, como la moral tomista nos haenseñado, no hay interpretación valorativa posible para un acto si a la conciencia no se juntanvoluntad y libertad. El postulado de la libertad del sujeto es una condición «sine qua non» para afirmar la eficacia delos contenidos de conciencia (ideas, valores, normas) en la «orientación de la acción. La libertad es libertad deelección de alternativas.

No olvidemos que, además, a otro nivel de análisis, la atribución de la libertad es la condición deposibilidad de la «responsabilidad» del sujeto respecto al acto que, mediante estos postulados devienesuyo. Y que la «responsabilidad» es el fundamento discursivo, la justificación ideológica, de la represión; esdecir, de la regulación homeostática del sistema social.29

El problema de las relaciones entre la libertad del sujeto y la existencia del «orden social» está enpleno centro de la reflexión sociológica. Parsons, en La estructura de la acción social, sitúa el problema delorden en la formulación de Hobbes como el necesario punto de partida para construir una teoríageneral de la acción. Según Parsons, la única manera de resolver la contradicción entre la existencia delorden (no hay guerra de todos contra todos a pesar de...) y la libertad (todos luchan libremente poralcanzar objetivos individuales) es postular que la libertad es una libertad de elección de cursos alter-nativos de acción (tal y como aparecen en la conciencia). Y, complementariamente, afirmar que,puesto que toda selección se hace aplicando criterios de selección, la «causa eficaz» del orden tiene queencontrarse en la existencia y en la estructuración de tales criterios de selección...

La definición de la noción de sistema de acción responde a este planteamiento. Veremos ahora cómoParsons define tres sistemas de acción, tres formas de estructuración de los criterios de selección.Pero antes de adentrarnos en el examen del sistema de acción de la personalidad, del sistema social yde la cultura, tenemos que mencionar un hecho esencial para la comprensión del paradigma queexaminamos aquí.

En pocas palabras, se trata de que la «solución parsoniana a la antinomia de Hobbes entre orden ylibertad no resuelve de ninguna manera el problema. Sólo lo desplaza, ya que si el orden es un resultado de laeficacia de los criterios de selección de alternativas de acción, si los criterios de selección mismos nopueden ser elegidos libremente por el sujeto, si están determinados socialmente, la libertad del sujeto noexiste. Y se podría añadir que, entonces, existiría, en el campo de lo social, un determinismo comparableal existente en las ciencias de la naturaleza. En efecto, las leyes sociales serían las que especificarán cuálesson las normas eficaces en el mantenimiento del orden en una sociedad dada...

Parsons, consciente de este nuevo problema, intenta resolverlo con un dispositivo que constituye una de las27 La posición de Claude Lévi-Strauss es bien conocida: la línea divisoria entre naturaleza y cultura es la que separa la ley de lanorma y que, digámoslo de paso, es, para este autor, la prohibición del incesto. Esta prohibición tiene, de la ley, la universalidad y,de la norma, la posibilidad objetiva de la trasgresión.28 Notemos que la definición misma de los principios físicos determinantes (leyes de conservación) está ligada a la invariancia delas leyes respecto al espacio y al tiempo.29 Abordamos este tema en N. N. Pizarro: Crimen y suicidio, Barcelona, 1978.

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partes peor comprendidas de su otra. Se trata de la teoría de las «pattern variables», las «variables pautantes»,30

desarrollada en Toward a General Theory of Action y en The Social System.31 Esta teoría ha sido mal comprendida porlos discípulos y por los vulgarizadores de Parsons precisamente porque no han comprendido qué problema éstequiere resolver con ella.32

A la pregunta ¿qué determina la eficacia de un sistema particular de orientaciones normativas?,Parsons no contesta directamente. Afirma primero que la organización abstracta33 de las orientacionesnormativas se denomina cultura. Ahora bien, la cultura, interiorizada por los actores, no puede estardeterminada, sino que tiene que ser el resultado, también, de una libre selección. Si no, se vuelve a caeren el infierno del determinismo. La teoría parsoniana de las variables pautantes es la explicación de cómo loshombres eligen libremente la cultura en función de la cual actúan...

En efecto, las «variables pautantes» son un conjunto de alternativas dicotómicas (cinco o seis,según qué texto consideremos), criterios de selección de los criterios de selección. Postular la existencia de tales«variables pautantes» lleva a Parsons a concebir cada cultura como el resultado de una combinaciónparticular de selecciones entre las dos alternativas de cada una de las variables dicotómicas. Ahorabien, si esta selección de criterios de selección fuera consciente, no se podría distinguir entre loscriterios de selección y los criterios de selección de los criterios de selección... La conciencia es unreceptáculo de entidades subjetivas, pero estas entidades están organizadas (y esta organización en laconciencia es lo que se llama, precisamente, el sistema de acción de la personalidad): situar el procesode selección entre las alternativas dicotómicas de las «variables pautantes» en la conciencia no es sólohacerlo homogéneo respecto a las selecciones operadas por las orientaciones normativas, sino,además, situar en la conciencia un «proceso de selección» que no corresponde a la experienciasubjetiva. Si tal fuera el caso, no sólo todo hombre antes de actuar, percibe, conceptúa, valoriza y eligeentre las alternativas, de su acción en función de orientaciones normativas conscientes, sino que,además, antes de aplicar las orientaciones normativas, a la situación, elige de antemano qué orientacionesnormativas va a aplicar a esta elección, y esto con las variables pautantes. Consecuentemente, todo hombre,antes de saber si delante de un mendigo que solicita una limosna, se la va a dar, lo que implica lautilización de una orientación normativa dada (llamémosla caridad, por ejemplo... aunque tambiénpodría ser otra, la justicia, por qué no) elegiría la orientación normativa que va a aplicar a la situación(la «caridad» o la justicia») eligiendo uno de los dos valores posibles de las seis variables pautantes.Dado que nadie está consciente de operar tal selección, no queda otra solución que la ofrecida porParsons: se elige entre las variables pautantes de forma inconsciente...

Con esto llegamos a una nueva paradoja, la de la elección inconsciente, que sustituye a la que Parsonsquería resolver. Porque elegir inconscientemente es como votar sin darse cuenta: un purocontrasentido. Pero un contrasentido que no es nuevo en las ciencias humanas. Desde que Freud,analizando el comportamiento «patológico» descubre en el discurso de los pacientes estructuras queorganizan éste, pero que no pertenecen al campo de la conciencia y que las sitúa en un lugar de lapsiquis que denomina inconsciente, se ha abierto una brecha importante en el esquema voluntarista de laacción. El testimonio de la Iglesia Católica y del comunismo-estalinismo, que, con argumentosdiferentes condenan el psicoanálisis, hasta que, con un enorme trabajo, se llega a «recuperarlo», esdecir, a interpretarlo en los términos voluntaristas que toda moral oficial exige, confirma laimportancia de la brecha. Porque admitir que existe una estructura eficaz respecto a la acción fuera dela conciencia y de la voluntad, es incompatible con una teoría de la acción: con el inconsciente, lalibertad deja lugar a las determinaciones sociales biológicas conjugadas. La interpretación recuperadoradel freudismo tiene dos corrientes: la que suprime lo biológico, reduciéndolo a un puro simbolismodel cuerpo y la que suprime lo social, reduciendo la objetividad de las relaciones sociales a otrosimbolismo: el de Edipo.34

No es aquí el lugar de una exposición crítica de la teoría freudiana, ni de su devenir en el discursocontemporáneo. Teníamos que mencionarlo porque la utilización parsoniana del término inconsciente en30 Y no pautadas, como se ha traducido en español.31 Parsons, Talcott: The Social System, The Free Press of Glencoe, 1951.32 Si no se ha comprendido es porque The Structure of the Social Action, a nuestro entender el mejor libro de Parsons, el menoscompulsivamente clasificatorio, es el que ha sido menos leído: el positivismo ha regido la exégesis, la reinterpretación.33 Abstraída de la personalidad y del sistema social, como veremos después.34 Ver Deleuze, Gilles, Guattari, F.: L'Antioedipe, París, Minuit, 1972.

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su teoría de las variables pautantes lo requería: si el término inconsciente tiene una significación es,precisamente, la del lugar en donde estructuras eficaces determinan los actos, fuera del alcance de lavoluntad consciente, de los valores, de las alternativas. Añadiremos que en Toward a General Theory ofAction encontramos un magnífico ejemplo de la recuperación accionalista del freudismo, del que noqueda más que una descripción de un aspecto del «proceso de socialización», gracias al que elindividuo interioriza los valores propios de una cultura por el «proceso» de identificación...

Pero el sujeto de la teoría de la acción es un sujeto incorpóreo: Parsons afirma que el cuerpo, para elsujeto, es algo que se posee como quien posee un martillo, que tiene un carácter instrumental respecto a lasubjetividad actora. En este sujeto sin cuerpo no puede haber un inconsciente freudiano porque lalibido es presencia del cuerpo, de sus determinaciones en la acción humana. Que esta presencia estámediatizada, que la mediatización sea relacional, es fácil admitirlo. Lo que importa es que elinconsciente es el lugar en donde esta eficacia del cuerpo se hace estructura rectora del acto, en dondeel cuerpo no es instrumento servil y neutro de una conciencia soberana, sino imperioso señor quemanifiesta su poder más en sus actos que en sus razones.

El admitir la existencia de una determinación del cuerpo en la acción no es cosa fácil para el discursomoral que domina nuestra cultura: la condenación del psicoanálisis por la Iglesia Católica (y por elestalinismo...) es una postura absolutamente coherente, totalmente necesaria. Para mantener losfundamentos del discurso moral hay que afirmar, sin lugar a dudas, el principio de la conciencia y de lavoluntad en la acción humana porque sin ellas no hay pecado ni legitimación de la pena. La únicaalternativa, una vez excluida la eliminación de la subversión freudiana es la integración de la teoría delinconsciente en el paradigma generador de las teorías de la acción. Y la única forma de integrarlo es elinterpretar el término inconsciente no como lugar de la determinación del cuerpo, sino como otro nivelde estructuración de los signos, como un código ignorado. Así se ha hecho: el auge del psicoanálisis enAmérica se explica como resultado del éxito de esta desnaturalización de lo que 35 en el discursofreudiano, subvertía todo discurso moral: el psicoanalista, reformado, es la nueva figura del confesor.Parsons no es el único teorizador que integra la terminología freudiana en el paradigma de la acción,deformándola al hacerlo. La deformación no es el resultado de la pura ignorancia del «sociólogo» enmaterias reservadas al arte iniciático del analista. Este último efectúa variantes de la misma operacióncomo condición «sine qua non» de la legitimidad social (y moral) de su práctica... Desde Fromm hastaLacan, una lectura atenta y crítica del discurso psicoanalítico demuestra cómo la materialidad de lasdeterminaciones corpóreas es reemplazada por estructuras simbólicas. ¿Cómo hubiera podidosubsistir y constituirse el psicoanálisis como profesión sin hacer esta «mínima» concesión al orden? Lagran deriva de Reich, tanto en su discurso como en su propia vida, es el más claro exponente de laincompatibilidad que existe entre el orden y su discurso y la afirmación de la corporeidad radical delsujeto, o, si se quiere, la negación del carácter puramente instrumental del cuerpo. La cárcel o el asilo.La cárcel y el asilo.

Tenemos que dejar de lado el psicoanálisis: nuestras afirmaciones entran en un campo polémicofuertemente estructurado y, lo sabemos, en estos campos la legitimación de una intervención pasa porla exégesis, por la elaboración de una interpretación erudita de la historia, siempre inmóvil, de sustérminos. Nuestra excursión profanadora tenía como objeto solamente el indicar la existencia de unaconexión más entre el paradigma que examinamos y otra «disciplina», una conexión de una im-portancia tal que el no mencionarla hubiera impedido establecer claramente qué contornos tiene el«actor social», el sujeto de las teorías de la acción.36

Hemos dicho, pues, que el sujeto de las teorías de la acción es un sujeto incorpóreo, un sujeto queno es cuerpo, sino que lo posee. Tenemos que insistir que la forma de «tener» es la figura jurídica de lapropiedad: libertad de uso de algo. Volvemos a decir que el cuerpo es un instrumento. Pero lo volvemosa decir insistiendo sobre un aspecto esencial, que establece otra conexión más, esta vez con lascategorías jurídicas y económicas. La importancia de la conexión estriba en que nos permite esta-blecer que con el «concepto» de propiedad (y de uso, pero de esto volveremos a hablar después), la35 «Lo que», porque en el texto de Freud coexisten el paradigma subjetivista y moral de la acción y una teoría que zapa losfundamentos de este paradigma.36 Si hemos leído todos L'Antioedipe y también los textos luminosos de Michel Foucault, sobre todo su Histoire de la folie àl'age classique. En otro lugar de este texto la marca de sur obras recibe el homenaje que nuestra tradición intelectual exige, no sé sicon razón.

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economía es, más o menos explícitamente, una teoría (sectorial) de la acción. Que el sujetoeconómico sea individual o colectivo no resuelve en nada los problemas planteados por la inscripcióndel discurso económico en el paradigma de las teorías de la acción.37

El «mercado», que designa el lugar ideal de los intercambios, o los intercambios sin mercado, sonel objeto de la economía. Pero tenemos que decir del intercambio de bienes, ahora, lo queprecisaremos luego respecto al intercambio de significados, respecto a la comunicación: que sonmovimientos referidos a sujetos, que el espacio del intercambio tiene como sistema de coordenadas el sujetode la teoría de la acción. Claro que este sujeto está «mucho mejor» definido: sus valores son cuantifi-cables y la interacción genera modelos matemáticos complejos y, a veces, bellísimos, que no tienenmás defecto que el de no permitir ninguna previsión. Pero el economista se contenta pensando que lefaltan todavía «factores», que el modelo sigue siendo demasiado simple.

Lo que importa es subrayar aquí que los precios -que, como se sabe, forma siempre un sistema, puesson siempre relativos- constituyen un subsistema de acción particular, cuantificada, eso sí, pero sistema deacción de todas formas: determinados por la libre elección de los sujetos económicos, son también«determinantes», puesto que constituyen criterios de selección que intervienen en las decisiones de losmismos sujetos económicos. Si hablamos de precios es porque éstos son. los valores,38 las orientacionesnormativas de la acción (cuantificadas) en lo económico.

Volvamos a Parsons. Ahora que hemos precisado un poco más en qué consiste el sujeto de laacción en el paradigma que examinamos, podemos entender mejor en qué consisten los tres sistemasde acción que el autor de la Estructura de la Acción Social distingue en 1951.39 Como decíamos, los tressistemas son la personalidad, el sistema social y la cultura.

Lo esencial es comprender el principio que permite la distinción de estos tres sistemas. Esrelativamente sencillo: se trata de una cuestión de punto de vista. Si nos planteamos el problema de lacoherencia de las diferentes orientaciones normativas de las acciones del mismo actor, entoncesexaminamos el sistema de acción de la personalidad. Si, por el contrario, nos planteamos el problemade la coherencia de las orientaciones normativas de dos o más actores en interacción, entoncesexaminamos el sistema social. Y si nos planteamos el problema de la sistematicidad de lasorientaciones normativas que rigen las acciones haciendo abstracción de su existencia como entidadesinteriorizadas, si las consideramos en sí, entonces estamos estudiando el sistema de la cultura. Este sis-tema, nos dice Parsons, no es un «verdadero» sistema de acción, puesto que sus elementos sóloexisten en la personalidad y en el sistema social, interiorizados e institucionalizados.

Los dos «sistemas de acción» que Parsons distingue tienen una estructura jerárquica desde el puntode vista ontológico, que va de lo que existe a la pura abstracción, a la construcción analítica. Lo que existe esla personalidad, y la construcción es la cultura. Pero, curiosamente, esta última explica la primera.Veremos cómo.

Para comprender cómo las diferentes orientaciones normativas de las diferentes acciones de unmismo actor son compatibles entre ellas, es decir, para examinar el sistema de la personalidad, Parsonsemplea una noción primaria: la de «need disposition» o conformación de la necesidad. El términonecesidad tiene connotaciones biológicas. La «necesidad» está arraigada en la «naturaleza». Pero lo queParsons afirma es que los objetos que satisfacen las necesidades no son objetos cualquiera, que estándeterminados (disposed) por la cultura y que, por lo tanto, son orientaciones normativas de la acción: unhombre que «tiene hambre» quiere comer lo que su cultura define como alimentos; un occidental noconsidera las hormigas como objetos de orientación respecto al hambre...

La noción de «need disposition» o «conformación de la necesidad» es la noción central del sistema dela personalidad. La satisfacción de la necesidad implica siempre una gratificación (según Parsons). Y el37 Calcul Economique et formes de proprieté, París, Maspero. Charles Bettelheim discute, a su manera, este tema, desde laproblemática de la interpretación marxista del Estado Soviético.38 No es aquí lugar para tratar el tema de la relación entre las teorías del valor trabajo y los precios, así como del estatuto de lacrítica marxiana de la economía. Ver Dostaler, Gilles: Théorie marxiste de la valeur, París, P. U. F., 1978.39 En Societies, N. Y., Prentice Hall, Parsons añade un sistema ecológico. Pero este añadido no tiene una función teóricaprecisa, es más una concesión retórica al movimiento ecológico que otra cosa.

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principio esencial de la acción individual es el de la optimización de la gratificación, que se puede resumiren pocas palabras: toda acción supone elección, toda elección supone exclusión de alternativasgratificadoras. La elección de todo actor es hacer siempre aquélla en la que el balance de gratificaciónes óptimo.

La noción de disposición o conformación de la necesidad no es, evidentemente, el único conceptodescriptivo de la personalidad. Pero es la noción esencial, puesto que permite asociar lo cultural y lobiológico, gracias al principio de optimización. Es obvio que la gratificación óptima está culturalmentedeterminada, puesto que las «disposiciones de necesidad» están, justamente, culturalmente«dispuestas»: son el resultado de la socialización, de los «procesos» de identificación, imitación ygeneralización.

Sin entrar en más detalles en cuanto al «sistema de la personalidad», podemos ya indicar la relación jerárquica entre ésta y el sistema social. Las orientaciones normativas de la acción que componen lossistemas sociales son denominadas «role expectations», expectativas de rol. La sistematicidad delsistema social consiste, esencialmente, en la complementaridad de las expectativas de rol de los actoresimplicados en los roles: la expectativa de rol del hijo respecto al padre es complementaria de la delpadre respecto al hijo...

Lo esencial es que Parsons afirma que las orientaciones normativas institucionalizadas lo son porqueson complementarias. Pero en cualquier caso, son «need dispositions», conformaciones de lanecesidad: lo institucional es, ante todo, una característica de la personalidad de los actores. Dicho deotra manera: lo primero es la interiorización de una orientación normativa (need disposition). Una vezinteriorizada, puede ser institucionalizada si es complementaria respecto a la de los otros actores en unsistema de roles.

Las orientaciones normativas, primero interiorizadas y después institucionalizadas son elementosdel sistema de la cultura. Aunque este sistema no existe más que como abstracción de laspersonalidades y de los sistemas sociales, su coherencia intrínseca es la que determina la estabilidad de los otrosdos sistemas de acción. En este sentido, la «cultura» es la determinación del orden social y del equilibriopsicológico de los actores. Pero, al mismo tiempo, la «cultura» es una abstracción de la realidad de esteorden y de ese equilibrio...

El esquema siguiente clasifica la estructura lógica del sistema de Parsons:

Sis te ma d e ac ción Elemen to Pr inc ip io

Personalidad Need Disposition Optimización de la gratificaciónSistema social Role expectation ComplementaridadCultura Valores Coherencia

Lo que importa comprender, ante todo, es que la teoría general de la acción es una psicología, que losocial para ella no es más que un aspecto de lo psicológico. «Lo social» es, evidentemente, tanto loeconómico como lo político y como lo puramente sociológico. Hemos visto ya cómo los fenómenosde lenguaje y de comunicación son también analizados en términos psicológicos, que el acto de hablar-el discurso- es siempre el resultado de la libertad que el sujeto tiene de seleccionar alternativas dentrodel sistema, que lo que orienta el acto -lo que determina el discurso- es el sentido, entidad psíquica,interiorizada, normativa y consensual. Pero volvamos a Parsons.

Sin entrar en más detalles -las clasificaciones cruzando variables se extienden a más de doscientaspáginas-, podemos sacar algunas conclusiones de estas definiciones: la primera y la más importante esque la noción de acción se define en términos de categorías subjetivas: Parsons dice a este respecto:

«Tercero: el sistema de coordenadas del esquema es subjetivo en un sentido particular, esdecir, trata de fenómenos, de cosas y acontecimientos, como aparecen desde el punto de vista del actorcuya acción está siendo analizada y considerada. Naturalmente, los fenómenos del mundoexterior tienen una importancia mayor en el mundo de la acción, pero en la medida en quepueden ser utilizados por este esquema teórico particular, tienen que (they must) ser reductibles

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a términos que sean subjetivos en este sentido particular.» (The Structure o f the Social Action, p. 46,)

Importa subrayar aquí que lo que Parsons dice es que las características de las ciencias humanas,que son ciencias de la acción, emplean, efectivamente, la noción del acto, la noción de actor y lascategorías de la acción, que son todas subjetivas.

Y si hay que subrayarlo es porque Parsons tiene razón cuando constata que, de Weber a Durkheim,pasando por Marshall y Pareto, toda la sociología es un discurso sobre la acción de actores. En lo queno tiene razón es en pensar que con esas categorías se puede hacer una ciencia: lo único que se puedehacer en esa «deutend verstehen», es esa interpretación comprensiva de la actividad social que MaxWeber llama «sociología»...

Desde sus orígenes, la sociología ha sido siempre una «ciencia» interpretativa. Weber, cuyo méritofundamental es el de haber sido claro, define la acción como «un comportamiento humano (pocoimporta que se trate de un acto exterior o íntimo, de una omisión o de una tolerancia), cuando y entanto que el agente o los agentes le comuniquen un sentido subjetivo».40

Cuando el objeto de una disciplina es la acción, y dado que la acción se define por el sentido subjetivoque tiene para el actor (en términos de fines, medios y orientaciones, o en términos de orientaciones yobjetos, poco importa), la disciplina no puede más que ser una «ciencia» de la interpretación.

Poco importaría que la sociología, desde Comte hasta Walter Buckley o Gouldner, pasando porWeber y Parsons, sea «una ciencia interpretativa» del sentido conferido por los sujetos a sus accionessi, en otras disciplinas, no encontráramos exactamente el mismo planteo del problema. Lo malo es,precisamente, que ese planteo, más o menos enmascarado, más o menos claro, envuelto en una y otraterminología, se encuentra en todo el campo de las «ciencias humanas». Ciencias que son «humanas»precisamente porque son ciencias de la acción del sujeto social, político, económico y hablante... Laacción, su sujeto, es el fundamento de la unidad de las ciencias humanas respecto a las demás ciencias.Interpretación en lugar de explicación. Pero interpretación enmascarada, cubierta por la terminología delsistema, por el esoterismo binario y eleático de las corrientes estructuralistas.

Al principio de este párrafo decimos que la sociología desde sus orígenes es una «ciencia» de lasinstituciones consideradas como aparatos instrumentales respecto a finalidades exteriores, necesidadespertenecientes a otros ordenes de explicación. Y es porque toda «ciencia de la acción» no puede sermás que un discurso sobre el sistema de acción, es decir, sobre las instituciones. En efecto, las institucionesson siempre sistemas de orientaciones normativas compartidos por un grupo de sujetos (clase, país, grupolingüístico), interiorizadas por todos los sujetos y consistiendo fundamentalmente en significados yrelaciones entre significados. Por el momento importa constatar que el acto exige el sistema de acción,la institución. Y que hablar de acción viene siempre a ser el hablar del sistema de orientacionesnormativas de la acción y, por lo tanto, del sujeto ideal, neutralizado, depósito del «consensus» y delsentido. Sólo la existencia de un tal sistema garantiza la satisfacción de las exigencias, necesidades oimperativos a los que lo social, en tanto que orden arbitrario, responde. Y sólo el sistema de acciónestablece ese delicado equilibrio del que Parsons no ha cesado de hablar, desde 1937 hasta 1968 (almenos... ), entre la libertad del sujeto, de los sujetos, y la existencia del orden social, identificado a laesencia misma de la sociedad. Libertad del sujeto: responsabilidad del sujeto. Las «ciencias» de laacción son siempre «ciencias» morales... Y, si quisiéramos resumir en una frase la historia del discursosobre los hechos sociales, desde la antigüedad hasta nuestros días, podríamos decir: la característica deesta historia ha sido el paso de un discurso normativo sobre lo social a un discurso «descriptivo» sobre un objeto socialdefinido como objeto normativo en su esencia.

Las categorías fundamentales de la teoría general de la acción, como Parsons las ha identificado,son las categorías que sirven para definir y constituir los objetos de las diferentes disciplinas delcampo de las así llamadas «ciencias humanas». En todas las disciplinas de este campo, el objeto deestudio es un sistema. Y este sistema se define siempre como sistema de entidades psíquicas interiorizadas porel sujeto de la acción. El origen de este sistema es un oscuro consensus. Y los sujetos, al actuar, eligenentre los elementos del sistema aquellos que su acto exterioriza o manifiesta. Los sujetos, claro está,contienen, en su interior, los elementos de este sistema...40 Weber, Max: Economía y Sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1964, capítulo I, primer párrafo.

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6.6. Auto y heterodeterminación de la acción: sentido y sujeto

Desde Weber, la definición de la acción y la cuestión de lo que la determina están íntimamenteasociadas. La asociación es tan fuerte, que no se pueden definir los términos del paradigma de la acciónfuera de las consideraciones causales. En efecto, ya Weber asociaba la distinción entre comportamiento yacción a la exterioridad o interioridad (respecto al sujeto), de la determinación del curso delcomportamiento. Sólo hay acción cuando la determinación de su curso es interior. Pero..., ¿qué quieredecir «interior»? No nos perdamos con las palabras y vayamos a los conceptos. La negación de ladeterminación externa es, sencillamente, la negación de toda determinación. Si el sujeto de la acción noestá hetero-determinado, es que está auto-determinado. Y la auto-determinación, no lo olvidemos, es,sencillamente, lo que el pensamiento moral ha entendido siempre por libertad.

El postulado inicial de las teorías de la acción, el supuesto previo y a menudo implícito es, pues, laexistencia del sujeto auto-determinado y la posibilidad y la necesidad de analizar la vida social cualificando laauto-determinación.41 (Por eso decíamos en otro lugar que las teorías de la acción son teorizacionesdel ideologema burgués de la libertad individual, asociado siempre con la responsabilidad ante la justicia-divina o humana- y con la conciencia y la voluntad que son prerrequisitos de la responsabilidad.)

El que las teorías de la acción postulen la libertad del sujeto de la acción, es lo que las constituye,diferenciando acción y comportamiento. Una vez constituido el campo del discurso accionalista, elanálisis de la autodeterminación del sujeto de la acción sigue pautas comunes, que aparecen comorespuestas a la pregunta «¿cómo se auto-determina el acto?»

Antes de entrar en el análisis de la concepción accionalista de la auto-determinación, recordemosque el sujeto de la acción es incorpóreo, que, como dice Parsons, el cuerpo del individuo no es más que un medio dela acción del sujeto. Si no fuera así, si el cuerpo fuera una parte constitutiva de la subjetividad, lasdeterminaciones corpóreas serían el canal por el que la acción perdería su sustancia y se transformaríaen puro comportamiento...

El sujeto, pues, no es su cuerpo. En el mejor de los casos, cuando lo necesita como medio paraalcanzar ciertos fines, tiene un cuerpo a su disposición. Pero si el sujeto no es el cuerpo..., ¿qué es elsujeto?

Obviamente, podemos decir sin traicionar el pensamiento accionalista, que el sujeto es el receptáculode la autodeterminación, el continente de entidades inmateriales, cuyo mero existir hace que la acciónexista. Recordemos que para Weber como para Parsons (y como para todo pensamiento moral), existela acción por omisión.42 La subjetividad agota su ser en ese contener entidades, en ese papel de receptáculode lo que se ha llamado «orientaciones de la acción», «sentido»...

Al afirmar la auto-determinación del acto, las teorías de la acción afirman, pues, que el sujeto de laacción tiene (contiene) orientaciones de la acción. ¿Cómo podría decirse lo contrario, a menos depostular la aleatoriedad absoluta de los actos? No olvidemos que el punto de partida es «¿quédetermina los actos?, ¿o lo de fuera, o lo de dentro, o no hay determinación?» Las orientaciones de laacción, tienen como propiedad. primera y definitoria la de orientar la acción desde dentro del sujeto,constituyendo así su libertad.

Un continente incorpóreo, lleno de elementos que orientan la acción. Los elementos en cuestión,no pueden tener más materialidad que la del recinto en que existen. Si no fuera porque todo ennuestra cultura nos ha enseñado a nombrarlos y a atribuirles una realidad, tendríamos grandesdificultades para concebir esas entidades inmateriales contenidas en el sujeto incorpóreo, determi-nantes del curso del acontecer social. Pero pensando que pensamos, pensamos que el sentido eseficaz, que tiene en él toda la eficacia: «Je pense, donc je suis».43 El ser humano identificado al41 Pizarro, N.: «L'idéologie américaine», Socialisme, núm. 18.42 Si no, la responsabilidad del sujeto libre se vería atenuada y no tendríamos ninguna legitimación del castigo. Hablamosya de este tema rápidamente en nuestro libro Crimen y suicidio, Barcelona, 197843 Consideramos que el sentido es, sin ninguna duda, eficaz socialmente. Pero no por eso el sentido tiene así el estatuto teórico de

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razonamiento en el racionalismo cartesiano, al alma por la tradición religiosa, se identifica en las teoríasde la acción con los contenidos de lo que más vale llamar por su nombre: la conciencia.

El sujeto de la acción es, efectivamente, conciencia: lugar en donde el sentido -significados, valores,normas- existe y se realiza. Y lo que es más: el único lugar en el que el sentido existe «Il n'y a de sensque pour un sujet» nos recuerda, impertérrito, Jacques Lacan en sus Ecrits, sacando apenas lasconclusiones de su afirmación en lo que precede y sigue a esta frase en el texto. Weber, con el rigor yla coherencia que nunca abandona, deduce de su definición de la acción por el sentido, que la socio-logía, ciencia de la acción, tiene que contentarse con un modo de comprensión interpretativa: cuando elobjeto es el sentido para el sujeto, comprender el objeto es impregnarse de ese sentido, manifestarle,evidenciarle, exteriorizarle, cuanto más se pueda.

La sociología, como el psicoanálisis, se constituye como un saber interpretativo, como unasistematización de la introspección ajena, toma de conciencia institucional, individual o colectiva delsentido de los actos. Porque si toda ciencia es discurso sobre fenómenos, atribución de significados aprocesos y relaciones, el discurso de una «ciencia» que tiene como objeto el sujeto mismo, el sentidoque lo constituye, se confina en la expresión sistemática de ese sentido, parafraseando el discurso inte-rior del sujeto, en un modo apenas distinto de éste.

Frente al mundo material, el discurso de las ciencias naturales constituye simultáneamente laobjetividad de la naturaleza y la subjetividad del sujeto del conocimiento. La sociología de la acción,por el contrario, al discurrir sobre el sentido, sólo logra fusionarse con él en una interminableparáfrasis que nunca llega a su término. El sujeto que conoce y el objeto del conocimiento no son másque uno. La verdad sociológica es, sencillamente, la evidencia de la identidad entre el sentido que el dis-curso sociológico expresa y el que le sirva de referencia sin llegar a ser nunca verdaderamente objeto.

La sociología de la acción es, pues, un discurso sin objeto, paráfrasis del sentido -cuando lainterpretación es justa- que la acción tiene para sus actores. Un discurso encerrado en los límites desus propios rechazos, que no explica lo que el actor no explica porque niega que la determinaciónexista fuera del sujeto. Discurso, pues, en el que la realidad y la voluntad se identifican, al identificar elsentido subjetivo de los actos y el fenómeno social.

No cabe duda de que el sentido subjetivo que los individuos atribuimos al acontecer social en el quenos encontramos como actores -¡tan involuntariamente!-, es un elemento esencial en la dinámica delos procesos sociales. Pero la historia -tanto la micro-historia de nuestra propia experiencia como laque leemos en los libros-, basta para que sepamos la distancia que separa el sentido de la acción de susresultados, la voluntad y la realidad, la subjetividad socialmente producida y productora de laobjetividad social, fruto también de la subjetividad que ella misma produce. Falsa conciencia comoocultación de las determinaciones del cuerpo social y del cuerpo biológico, instrumento y mecanismode determinaciones. La falsa conciencia, como la verdadera, son aspectos de la realidad social: lasteorías de la acción reducen la realidad a ese único aspecto. Y al hacerlo, la historia se acaba, noempieza: la sociedad es pura manifestación del sentido que el sujeto contiene. O lo que es lo mismo:todo está en el sentido, nada fuera de él.

Ahora bien..., ¿qué es el sentido? Obviamente, no intento aquí contestar esta pregunta, sinoanalizar la concepción explícita o implícita, que de este término tienen las teorías de la acción.

Comencemos diciendo que el sentido que interesa a las teorías de la acción es el que «orienta» laacción, el que manifiesta su curso. Decimos manifiesta porque las teorías de la acción consideran todasque la acción es pura exteriorización del sentido subjetivo (interno), que éste tiene para el actor. Esdecir: entre la acción y el sentido existe una relación expresiva, la primera reduciéndose al segundo en elanálisis. Pero esta reducción conserva siempre el primer término: el sentido es sentido de la acción (dela interacción en el caso de la acción social).

Dado que el sentido orienta la acción, es el sentido el que articula la situación con los medios y losfines. O mejor dicho: el que articula el significado subjetivo, la representación interna de la situación,los medios y los fines de la acción, permitiéndonos comprender el mecanismo de selección de fines, de

causa ni el de objeto.

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adecuación de medios y la influencia de la percepción de las condiciones de la acción en esta dobleselección. Los objetos físicos y culturales, el cuerpo, las relaciones sociales, aparecen entonces bajo laforma de representaciones subjetivas en la interioridad del sujeto de la acción. En tanto en cuanto estasentidades tienen una representación subjetiva, aparecen en las teorías de la acción como objetos.Particularmente, los desarrollos de Parsons en Toward a General Theory o f Action (1951), confieren elcarácter de objeto no solamente a los objetos físicos, sino a los demás sujetos, a las relaciones sociales ya los mismos valores en la medida en que el sujeto se orienta respecto a ellas, o más precisamente,respecto a su representación subjetiva.

El sentido es, tanto para Weber como para Parsons, la relación entre las representaciones subjetivas de losobjetos físicos, sociales y culturales y el sujeto mismo.

Obviamente, esta relación entre el sujeto y una conjunción de representaciones de objetos formaparte del sujeto mismo, es ella misma una representación de una relación. El sujeto, pues, se contiene así mismo, contiene una representación de sí mismo: es un conjunto de representaciones que contienen unarepresentación del conjunto.

Lo esencial, por el momento, es que el sentido (de la acción) es, en las ciencias de la acción, unacombinación articulada de representaciones de objetos (físicos, sociales y culturales), lo que planteainmediatamente la cuestión de qué determina la forma específica de esas representaciones, y de suarticulación en la conciencia, puesto que, obviamente, esta forma no es aleatoria y variable de unsujeto a otro: en las teorías de la acción, las representaciones están interiorizadas individualmente -re-sultado de la «socialización»-, pero el sentido, la forma de representar los objetos y sus relaciones vienedada por la cultura. La cultura es, precisamente, una forma específica de representar el mundo, conjuntode objetos relacionados, ese consenso que genera el sentido...

Que la forma de representarse el mundo es arbitraria aparece como una necesidad en las teoríassociológicas de la acción: arbitrariedad que manifiesta la libertad humana, la autodeterminación delsujeto de la acción. Pero el sujeto individual está sujetado: el sentido que le constituye es el resultado delconsenso. El sujeto no existe fuera del «contrato social» que explica la estabilidad en las formas derepresentarse el mundo. Por eso, dicho sea de paso, podemos suprimir la libertad de los insensatos, delos locos, de los que no participan en el consenso: al no representarse el mundo como lo estipula elcontrato que los constituía como sujetos, dejan de ser sujetos y podemos disponer de ellos enconsecuencia...

El contrato, el consenso que define el sentido, reconstituye, pues, las representaciones del mundo,de los objetos, al establecer las relaciones entre estos objetos representados en el sujeto y el sujetomismo. El sujeto puede exteriorizar ese sentido, manifestarle, realizarlo. Pero no puede cambiarlo,porque el sujeto no es nada más que el espacio en el que las representaciones existen, ese continenteque se agota en el puro contener el consenso generador del sentido, nada sin sus contenidos.

En las discusiones sobre las teorías de la acción, se evita, generalmente, toda mención a lascuestiones fundamentales, a las categorías que constituyen la condición de posibilidad del discursoaccionalista, la subjetividad y el sentido subjetivo. Se puede pensar que este silencio es debido, en lamayoría de los casos, al consenso existente entre los sociólogos respecto a las categorías fundamen-tales de la acción. Pero, aunque esta razón sea, sin duda, la más efectiva, existe otra: la necesidad, aúnfuera de las teorías de la acción, de pensar el sujeto y el sentido como hechos socialmente importantes,que exigen una explicación. Y esta exigencia de explicación no ha sido aún efectivamente satisfecha.Sin ninguna otra teoría sobre la cuestión, los sociólogos no discuten la concepción accionalista delsujeto y del sentido.

La explicación «consensual» del sentido, la «arbitrariedad» de las formas de representarse el mundoes un resultado de dos hechos. Primeramente, que no podemos atribuir solamente al mundo el origende las formas que toma su conocimiento: basta con recordar la existencia, no sólo de la historia, sinode la pluralidad de culturas. En segundo lugar, que ignoramos casi enteramente los mecanismos socialesque generan las formas específicas de representación. Por eso se ha tomado el resultado de los procesossociales como el punto de partida, haciendo de la existencia de formas comunes de significar, el hechodel que se quiere deducir todos los demás...

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En la Ciencia de la lógica (y en la Enciclopedia), Hegel distingue entre el concepto como entidad subjetiva y elconcepto como entidad objetiva. Esta distinción es absolutamente esencial y constituye uno de los aspectosdel hegelianismo que Marx ha conservado y que los «marxistas» no han logrado entender realmente(transformando así la crítica de la economía política en tratado de economía política, en algo tanabsurdo como «la economía marxista»). Desgraciadamente, no son sólo los marxistas los que no hanentendido la importancia de la distinción hegeliana, sino la casi totalidad del pensamiento «moderno».Si la única forma de existencia del concepto fuera la subjetiva, la sociedad como tal, no tendríaexistencia propia y la sociología sería una empresa absurda. Pero, al mismo tiempo, las formas derepresentación serían inexplicables, porque si el «consenso» no es el efecto -parcial- delfuncionamiento de estructuras sociales objetivas, hay que pensarlo como fruto de un «contrato». Si lasexplicaciones de un consenso, digamos político, en términos de contrato son dudosas, las explicacionesdel consenso que genera el sentido en términos de contrato son absurdas, porque para que el contratosignificante pueda alcanzarse, tendría que existir de antemano...

Por eso la hipótesis de Hegel sobre la existencia de una objetividad del concepto, es el punto de partidaindispensable de toda teoría científica del sentido y de la subjetividad. La relación social objetiva en laque se elabora el concepto explica, en gran parte al menos, las formas del consenso mismo y, lo que esaún más importante, genera sus condiciones de posibilidad. Así, las experiencias de Preemack -quetanto parecen reforzar las tesis consensualistas-, sobre la génesis de códigos en chimpancés, situadosen condiciones experimentales, se explican teniendo en cuenta que el «código» que los chimpancéselaboran «consensualmente», les viene impuesto por las condiciones materiales de interacción de-terminadas por el dispositivo experimental mismo: la «objetividad del concepto» precede y predetermina las«formas subjetivas», consensuales, que esta «objetividad» toma.

El consenso, pues, existe y funciona. Las teorías de la acción no se caracterizan por el hecho deadmitir esta existencia ni este funcionamiento, sino porque hacen de él el postulado inicial de lacadena explicativa, lo que explica sin ser explicado. Y nuestra crítica de las teorías de la acción noconsiste en negar ni la existencia ni la eficacia del «consenso» significante, sino el carácter explicativo deesos fenómenos.

Por eso pensamos que el accionalismo oculta aquello mismo de lo que y con lo que habla; lasubjetividad y el sentido son fenómenos que requieren una cuidadosa explicación científica, un estudiosistemático. El usarlos como causas viene a ser lo mismo, en la práctica, que despreciarlos, con laventaja de que, al hacerlo, se oculta también la existencia misma de la objetividad social y biológica.

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7Elementos de otro paradigma

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7.1. Introducción

La obra de Khunn, The Structure o f Scientificic Revolutions muestra bien que no hace falta ser marxistapara comprender que las instituciones sociales -materialmente traducidas en organizaciones formales,en redes de relaciones sociales concretas y en aparatos burocráticos- y las estructuras generativas deconjuntos discursivos están íntimamente asociadas. Por ello, un nuevo «paradigma»1 no llega aimponerse por su propio peso, por su verdad: las «revoluciones científicas», como las sociales,requieren que los individuos que ocupan posiciones en los aparatos y organizaciones que reproducenel orden social y discursivo, desaparezcan: como los individuos no «cambian de idea», los cambios deideas presuponen cambios de individuos.

Cuando en los intersticios de las redes sociales se generan discursos en los que aparecenconcepciones ajenas a los «paradigmas» dominantes, estas concepciones nuevas no sólo no desplazanlas determinadas por el paradigma dominante, sino que perduran mucho tiempo asociadas con él. Estaasociación no sólo es un efecto de la «dominación» institucional. En los primeros momentos de lagénesis de un nuevo paradigma, sus elementos no aparecen en el estado puro, sin relación alguna conlas concepciones dominantes, sino que están íntimamente ligados con ellas, y eso en el discursomismo que las genera. No es sorprendente, pues, que los más ardientes defensores de los paradigmasemergentes consoliden la dominación del antiguo sistema conceptual al que se oponen, pues,insistiendo sobre la diferencia existente entre lo que emerge y lo instalado, no perciben lo que ambostienen en común. Esta conciencia de los aspectos comunes es, además, una condición de posibilidadde la distinción efectiva y de la efectiva capacidad de sustitución del antiguo paradigma por el nuevo.

Tradicionalmente -es decir, desde hace un siglo- se ha opuesto al paradigma de la acción social(individual y orientada por el sentido) un discurso crítico que se ha caracterizado a sí mismo como«materialista, histórico y dialéctico». Si, en la historia de las ciencias naturales las concepciones nuevasno se imponen sin conflictos reales entre hombres reales, en la de las teorías de la sociedad, estasluchas son aún más cruentas. Los discursos sobre la sociedad son elementos esenciales en lareproducción de los procesos sociales: forman parte, pues, de las estructuras de esos procesos, de lasrelaciones sociales mismas.

Dado que aquello que afecta la reproducción social se define, socialmente, como político, lasconcepciones de la sociedad están asociadas, en la práctica, con movimientos políticos.

No es de sorprender, pues, que el discurso de Marx, filosófico, científico y político haya servido depunto de referencia, al que se rinde pleitesía, para diversos movimientos políticos. El discurso de Marxha sido codificado e interpretado por estos movimientos, transformándose en «marxismo». Estetérmino designa a la vez el discurso instituido por movimientos políticos y la aportación científica deun estudioso alemán que interrumpió de vez en cuando su trabajo para intervenir en la orientación delmovimiento socialista.2

No pretendemos aquí hacer una nueva exégesis de la obra de Marx, ni de sus seguidores, sinoindicar que, en ella se ha encontrado -o pretendido encontrar, según el caso- los elementos. esencialesno sólo para la crítica de ese «paradigma» del «sistema-sujeto-sentido-acto» que hemos venidodesentrañando en estas páginas, sino, lo que es aún más importante, para sustituirlo. Vamos, pues, adesignar rápidamente esos elementos, sin preocuparnos de la escolástica que los rodea.

Pero, antes de hacerlo, mencionemos de pasada que lo que Edgar Morin ha llamado tantas veces«la Vulgata marxista» no constituye para nosotros la marcha triunfal de una ciencia en irresistibleprogreso desde su nacimiento -el célebre «corte epistemológico» de Althusser-.3

1 Khunn, limita los paradigmas a los discursos científicos. Es obvio que si su noción tiene sentido, es más general.2 El libro de Marcuse, H.: Le marxisme sovietíque, París, Gallimard, 1965 (hay trad. castellana.), es un excelente estudio de lafunción del «marxismo» como discurso institucional del Estado Soviético, y de las dificultades generadas en la sociedad y en elEstado ruso por ese tipo de discurso.

Id: Lire le Capital, París, Maspero, 1966 (Hay traducción.)3 Althusser, L.: Pour Marx, París, Maspero, 1965 castellana.)

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Marx no es tampoco -siguiendo con la metáfora del «corte»- el cirujano que separa la recién nacidaciencia de su madre la ideología.

Las numerosas y contradictorias interpretaciones de la obra de Marx son, sin duda alguna, elproducto de las ambigüedades contenidas en ella, de sus relaciones nunca rotas con las categoríasrechazadas en ella. En ningún caso pueden reducirse estas «lecturas» de Marx a un conjunto de erroresatribuibles exclusivamente al «lector» y a su ideología. Se puede, en el mejor de los casos, afirmar queaunque en diferentes textos de Marx haya los elementos que justifican una lectura dada, hay tambiénotros... Una obra tan extensa, producida a lo largo de tantos años se reduce difícilmente a un esquemacoherente y único.

De esta obra, y para nuestros actuales propósitos, lo que más importa es el concepto de ideología yvamos a centrarnos en él, sin caer en la tentación de efectuar una nueva -y estéril- exégesistotalizadora.

El concepto de ideología es, en efecto, el que conlleva una negación radical de la problemática delsentido y del sujeto-actor, la mediación entre la estructura de los procesos sociales -los sistemas derelaciones sociales, que son la condición de la reproducción de éstos- y la producción de discursos. Dadoque, además, el problema cuya elucidación constituye el objetivo de este trabajo es, precisamente, el dela metodología del análisis del discurso como problema sociológico, para establecer el estatuto deldiscurso en la «sociología marxista» hay que establecer su relación con el término ideología, y precisarla función de esta noción en dicha teoría.

7.2. Conceptos de ideología

7.2.1. Preámbulo

No hay, en la obra de Marx, ninguna exposición sistemática y explícita sobre la función de la nociónde ideología en lo que se ha dado por llamar una «ciencia de las formaciones sociales». Lo que hay noes más que frases y párrafos, dispersos en la enorme y variada obra de Marx: definiciones parciales,contradictorias, en épocas muy diferentes. Además, pocas son explícitas, la mayoría son contextuales.

Lo que sí hay es una amplia discusión, marxista y no marxista, sobre esta noción, en textosposteriores. De esta discusión eliminaremos todas aquellas definiciones que reducen la ideología aldiscurso político producido por un movimiento político organizado.4 Se trata, esencialmente, de tentativas deincorporar el término ideología (y no el concepto) a un discurso accionalista en el que no cabe ni siquierauna teoría de las clases y de su conflicto.5 Pero mencionaremos aquellas concepciones -auto-identificadas o no como «marxistas»- que asocian, por lo menos, la noción de ideología con las posi-ciones, en las redes sociales, de grupos de individuos definidos por características comunes de lasposiciones mismas.

Dado que el objetivo del examen que aquí efectuamos del concepto de ideología es el deestablecer sus relaciones con la metodología del análisis del discurso, y no el precisar la coherencia delas posiciones de las diferentes escuelas y autores que lo utilizan, vamos a establecer las relaciones delconcepto de ideología con otros conceptos fundamentales de la sociología mencionando autores yescuelas de forma meramente indicativa.

7.2.2. Ideología y «vida social»

El obligado punto de partida es la célebre afirmación de Marx según la cual «No es la conciencia la4 La posición de E. Shils en su artículo sobre «Ideology», en la Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales,desarrolla esta definición del término, que es similar a la de Parsons.

5 Veremos después cómo, dentro de otra variante del pensamiento accionalista -la de los «teóricos del conflicto»-, los términos ideologíay clase tienen una función importante.7.2.2. Ideología y «vida social»

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que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia».6 La ideología está asociada con losfenómenos cuya sede se designa con el término de conciencia.

La conciencia es la instancia de la representación de los «procesos de vida real». Pero larepresentación de los procesos no es directa, es representación de «el desarrollo de los reflejos y de losecos ideológicos de ese proceso vital»7 y no del proceso como tal. La representación que tiene lugar en laconciencia está mediatizada por la ideología, con lo que, para Marx, la ideología no constituye unacaracterística de las representaciones mismas, sino un atributo posible de la mediación entre elproceso real y su representación.

La importancia de esta distinción es enorme, pues la mayoría de los autores marxistas concibenque la ideología es un conjunto de representaciones que reflejan (bien o mal) los procesos reales. Mientrasque Marx afirma que la ideología es «un reflejo» y «un eco» de esos procesos, representado después enla conciencia.

7.2.3. Ideología y Ciencia

La identificación entre la ideología y las características de lo representado en la conciencia es lo quehace posible su definición como «falsa conciencia». A la «falsa conciencia» ideológica se opone,obviamente, la «conciencia verdadera de la ciencia».

Importa subrayar que esto hace, de una u otra, «formas de conciencia», características de loscontenidos de la conciencia, las representaciones. La ciencia es, pues, una «forma de conciencia», unacaracterística de las representaciones. Y la ideología es otra forma, la falsa.

Ciencia e ideología no se diferencian, pues, más que por el atributo verdadero o falso. Y puesto queverdad y falsedad se excluyen, la ideología es, simplemente, la no ciencia. Tal es la posición de Althusser,si añadimos que el paso de una a otra es un acontecimiento: el «corte epistemológico». Pero, puesto que una yotra se excluyen, este «acontecimiento» no tiene más que actores y resultados, pero no tiempo, unmecanismo, una materia prima e instrumentos. No es, pues, un proceso que se puede estudiar comotransformación.8

Oponiendo «ciencia» a «ideología» la dimensión única de las «formas de las representaciones», delos procesos reales en la conciencia, una cierta tradición marxista hace de la ciencia la forma deconciencia posible del proletariado.9 La ideología, obviamente, es la forma de conciencia efectiva y actualde la burguesía, con lo que a la ideología -burguesa, por definición- no se opone otra ideología, sino laciencia. Haciendo del Partido la memoria, el guardián y el factor de desarrollo y transformación de laconciencia actual del proletariado en su conciencia posible, la actividad de sus militantes y, sobre todo,de sus burócratas, tiene la legitimación de la «cientificidad», de la verdad.10 Althusser no está tan aleja-do de los «historicistas» -Lukacs y Goldmann-11 como lo pretende: tal es el destino del «intelectualorgánico».12

Para otros pensadores, la «ciencia» no es el producto del proletariado, sino de los «intelectuales» queno estando ligados a los procesos de producción, no formando parte de ninguna clase, sinoconstituyendo un grupo liberado de las determinaciones económicas, no defiende más «interés» que la«verdad». La ideología es lo producido por los intereses de clase.13

6 Marx, C., y Engels, F.: La Ideología Alemana, Ed. Revolucionaria, La Habana, 1966, p. 26.7 Ibid., p. 26.8 Althusser, L.: Pour Marx, París, Maspero, 1965. Id.: Lire le Capital, París, Maspero, 1966. Id.: Lénine et laPhilosophie, París, Maspero, 1969. (Hay trad. castellana.)9 Lukàcs, G.: Histoire et conscience de classe, París, Minuit. (Hay trad. castellana.)10 Glucksman: Les maîtres penseurs París.11 Goldmann, L.: Recherches Dialectiques, París, Gallimard, 1959, pp. 1.18-145. (Hay trad. castellana.)12 Piotte, J. M.: Le pensée de Gramsci, París, Anthropos, 1970.13 Ver Manheim, K.: Ideología y Utopía.

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7.2.4. Ideología y clases

Lo más característico del uso habitual del concepto de ideología es su asociación con el de clasesocial: a cada clase corresponde una ideología, determinada por los intereses que derivan objetivamente de laposición ocupada en las relaciones sociales de producción. Hay así tantas ideologías como clases...

Obviamente, al asociar «conciencia» y «vida», Marx asocia «conciencia» y posición social, en tantoen cuanto las formas de vida están determinadas por la posición social. Pero esta determinación por laposición en relaciones sociales, de las «formas de conciencia», no da lugar a tantas «ideologías» comoclases (de posiciones). A menos que se identifique, como se ha hecho, las formas de conciencia con lasideologías.

Encontramos así una explicación del curioso fenómeno del estatuto de la noción de «ideologíadominante» en el discurso «marxista». Si por «dominante» entendemos «que domina» la existencia dela «ideología dominante», hace imposible la identificación de «ideología» con «forma de la conciencia»,a menos de rechazar que las formas de la conciencia están determinadas por la posición de clase14. Poreso, en el discurso «marxista» institucionalizado, «ideología dominante» es, simplemente, sinónimo deideología burguesa, sin que el adjetivo dominante tenga ningún significado concreto, pues si lo tuviera,la organización «marxista» estaría, en su ideología, dominada por la ideología dominante y no sería deposi-taria de la verdad...

La asociación entre ideología y clases no es propia del «marxismo» institucional. Las teoríasfuncionalistas del conflicto -Dahrendorf, Lenski, Lipset, Mills- la admiten sin dificultad. La ideología es,para ellos, una especie de subcultura, con funciones similares a las del sistema (de acción) de la culturadefinido por Parsons, pero que, en lugar de extenderse a la totalidad de los individuos, no determinaacciones más que de uno o de otro grupos o clases. El «sistema social» es un sistema dinamizado porese conflicto entre las clases y sus ideologías...

7.2.5. Ideología y sujeto

Al hacer de la ideología una forma de conciencia de una clase, no es difícil (aunque no seanecesario el explicitarlo siempre), hacer de la clase un sujeto colectivo. El sujeto colectivo -la clase- tieneuna «conciencia colectiva» cuya forma, la ideología, es la forma de sus contenidos, las representaciones«socio-céntricas» (Piaget),15 semejantes a las «visiones del mundo», de Goldmann16 (que constituyen el«máximo de conciencia» posible de una clase).

La distancia entre el «sujeto colectivo» y la subcultura parsoniana es mínima: en los dos casos, laconciencia individual participa en mayor o menor grado de las estructuras y contenidos de la«conciencia colectiva» del grupo.

Lo importante, para nosotros, es el constatar aquí que en cuanto se identifica la ideología con la«conciencia», se pasa del sujeto individual al sujeto colectivo. Porque la conciencia es el atributoesencial de la subjetividad, el espacio de la representación o, como hemos dicho ya, el «continente delos contenidos».

La comunicación «intra-subjetiva»17 dentro del sujeto colectivo es lo que constituye y consolida,según Goldmann, la conciencia colectiva: lo que genera el «consensus» significante. Piaget habla de la«solidaridad» para designar la misma hipótesis, típica del «estructuralismo genético». Pero pocoimporta, por el momento, esta génesis de idealidades. Lo esencial es que la conciencia individual contiene ese código, consensual, impuesto por la socialización o por la práctica. Y es el contener ese código loque hace del sujeto (una entidad sujetada) precisamente un «sujeto»: recipiente de contenidos deposi-tados en él desde fuera de él, por el proceso de socialización parsoniano o por la «variante» del14 0 a menos que no haya más que una clase, lo que es contradictorio con la utilización del concepto de clase.15 Piaget, J.: Etudes Sociologiques, Genève, Aros, 1965.16 Goldmann, L.: Sciences humaines et philosophie, París, Gauthier, 1966. (Hay traducción. castellana.)17 Id.: «Le sujet de la production culturelle», L'Homme et le Société, vol. I, núm. 6, 1967.

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mismo: el sujetamiento ideológico» mencionado por Althusser en un artículo muy citado.18

La ideología aparece como la forma de los contenidos de la conciencia, conjunto derepresentaciones, que constituyen al sujeto al asociarle al orden -Parsons- o a la reproducción social(Althusser), que «sujetan» al individuo haciendo de él un individuo sujeto. Pero si la sujeción esimportante es porque, siendo un fenómeno de conciencia, determina los actos (Parsons) o prácticas (Al-thusser), haciéndolos compatibles con la reproducción de las relaciones sociales, con elmantenimiento del orden institucional. Por eso Althusser escribe: «II n'y a d'idéologie que par le sujetet pour des sujets» y también «fi n'est de pratique que par et sous une idéologie».19

Equivalente «marxista» de la orientación de la acción por los sistemas de valores. Esta equivalencia

es tan clara que se puede considerar este artículo de Althusser como un resumen de las concepcionesparsonianas de las relaciones entre actor, acción, valores y socialización, en el que se hubiera sustituidoactor por sujeto, acción por práctica, sistema cultural por ideología y socialización por «sujetamiento»,sin cambiar los contextos de los términos ni las relaciones entre ellos... La «materialidad» de la ideo-logía no es, en Althusser, más que una declaración de principio. Acaba definiéndola como«materialización» (expresión» en las prácticas (actos) de... la ideología (valores). Con lo que ésta existe,antes de «materializarse», como contenido de conciencia.

7.2.6. Ideología y reproducción

Con lo dicho hasta ahora, es obvio que la ideología está pensada como elemento esencial en lareproducción de las relaciones sociales. Porque estas relaciones, aunque se adjetivan con la expresión«de producción» están pensadas como relaciones inter-subjetivas, y dado que los sujetos están constituidosideológicamente, la ideología determina sus relaciones, las mantiene y reproduce. Esta interpretación«marxista» no difiere mucho de la concepción parsoniana del papel de la cultura en la configuracióndel sistema social como sistema de roles.

En Marx, por el contrario, la ideología aparece ligada con los procesos productivos y con los procesos deintercambio. En El capital, existe ese célebre párrafo sobre el «Fetichismo de la Mercancía», en el queMarx precisa que la inversión ideológica del reflejo de los procesos reales permite que éstos tengan lugar.Aunque no está desarrollado claramente, en El capital se indica ya que esta función de la ideologíacomo condición de posibilidad del proceso material (el intercambio de mercancías en el mercado) es lo quedefine la relación entre sujetos y la que los constituye como tales. Dicho de otra manera, Marx apuntaque la relación social es la «representación» subjetiva de la forma del proceso objetivo de circulación deproductos, proceso éste que define el producto como mercancía y reduce el individuo productor a su«fuerza de trabajo». En esta concepción del autor de El capital aparece una diferencia importante conel «marxismo» escolástico y con las teorías de la acción. Volveremos a ello.

7.2.7. Ideología y discurso

La más explícita de las posiciones de Marx en cuanto a los fenómenos de lenguaje es la siguiente:

«... el hombre tiene también "conciencia". Pero no se trata de una conciencia que sea de golpeconciencia "pura". Desde el principio, una maldición pesa sobre el "espíritu", la de estar"manchado" de una materia que se presenta aquí bajo la forma de capas de aire agitadas, desonidos, en una palabra, bajo la forma del lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia-el lenguaje es la conciencia real, práctica-, que existe también para los otros hombres, existiendoentonces también solamente para sí mismo».20

18 Althusser, L.: «Idéologie et Appareils Idéologiques a Etat», La Pensée, junio 1970, pp. 3-38. (Hay traducción.castellana.)19 Ibid., p. 29.20 Marx, C., y Engels, F.: Ob. cit., p. 30.La traducción castellana es dudosa. La expresión «de golpe» ,me parece peor que «enteramente». Y tengo la certeza que el sentidodel texto exige que leamos «existiendo sólo entonces también para mí ». La traducción francesa (p. 33) des Editions Sociales, caeen los mismos errores de interpretación.

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Si la conciencia real es el lenguaje (y el lenguaje tiene como materia los sonidos), la conciencia (ellenguaje) individual está supeditada a los otros hombres, lo que posibilita que existe para mí mismo...

Si el lenguaje es la conciencia, y, como mencionábamos antes, las representaciones están mediatizadaspor los «reflejos y ecos» ideológicos..., ¿qué relación existe entonces entre ideología y lenguaje?

No es fácil contestar a esta pregunta, dado que Marx no emplea el término lenguaje situándolo enlas dicotomías modernas de lengua y habla, de competencia y «performance». Una interpretación seríael que, según Marx, en la conciencia no existen relaciones conceptuales puras (proposiciones), sinorepresentaciones de frases que presuponen la existencia social de sonidos y grafismos como soportematerial del significante.

Otra, que de la conciencia -de las representaciones- no se puede decir nada, que sólo se puedeanalizar su manifestación expresiva, el habla, los «discursos». El sentido existiría realmente, pero seríainalcanzable...

Marx, que había estudiado atentamente a Hegel, conocía la distinción, esencial en su Ciencia de laLógica, entre la subjetividad y la objetividad del concepto. El concepto como «entidad subjetiva», elsignificado o representación interna está en ella supeditado a la objetividad del concepto, a su existencia realfuera de la conciencia individual (Marx añadiría: fuera de la conciencia pura), en lo social y lo histórico.Dado que para Marx lo social y lo histórico tienen un carácter material y no es sólo «manifestación» dela universalidad del espíritu, la distinción hegeliana entre la subjetividad y la objetividad del conceptotenía que modificarse, atribuyendo a la objetividad un carácter material.

En los «marxistas», estas cuestiones no se han planteado claramente: «historicistas» y «estructuralistas»confieren al lenguaje -reducido a su aspecto normativo y sistemático, la lengua- un carácterinstrumental. El discurso expresa ideas, en suma. Recordemos la formulación de Pêcheux: Γx o L -->∆x, o sea: el proceso de producción de un discurso (∆x), resulta de la combinación de unascondiciones de producción y una lengua L. La estructura de ese proceso son dominios y relaciones se-mánticas. La lengua, L, asegura el paso de las formaciones imaginarias que caracterizan Γx a los dominios se-mánticos que caracterizan ∆x.

Esta formulación, una de las más sofisticadas dentro del «marxismo», atribuye a los «formacionesimaginarias» el origen de la «selección-combinación» dentro de la lengua. Es decir, atribuye a entidades subjetivasla conformación exterior, analizable, del discurso. Vale decir que éstas deben existir, si el autor de AADles atribuye una función causal...

Si mencionamos de nuevo a Pêcheux es porque, dentro del marxismo, las posiciones claras sobreel tema son poco frecuentes y se reducen todas a la vieja concepción expresiva del lenguaje. Dado quecon ninguna de ellas aparece claramente distinguida la ideología de las formas y contenidos de laconciencia, que es, no lo olvidemos, el lenguaje, no podemos apoyarnos en ellas para elucidar estacuestión.

7.3. Efecto de sentido, significado y «efecto del efecto»

7.3.1. A partir de Althusser

¿Existe alguna otra manera de plantear el problema de la relación entre el discurso y su generación,que el atribuir ésta a la selección libre de un sujeto poseedor de ideas (y poseído por ellas)? ¿Es posiblepensar los fenómenos discursivos sin recurrir al significado? Volvamos a examinar las concepcionesque, sobre la ideología, defiende el estructuralismo marxista contemporáneo, como punto de partida,ciertamente arbitrario, de un camino incierto para llegar a contestarlos...

En un artículo reciente,21 Althusser precisa y desarrolla su concepción de ideología. Insiste enprincipio sobre la función de la ideología en una formación social. La reproducción de las fuerzas21 Althusser, Louis: «Idéologie et appareils idéologiques d' Etat», La Pensée, junio 1970, pp. 3-38.

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productivas y relaciones sociales de producción es la condición de la reproducción de la formación.Por tanto, las fuerzas productivas comprenden los medios de producción y la fuerza de trabajo;reproducir esta última implica la reproducción de los agentes sociales de producción. La función de laideología para Althusser es la de reproducir la fuerza de trabajo, los agentes sociales de producción, esdecir, individuos sometidos a las exigencias de un lugar en el proceso de trabajo.

Precisando más, son los aparatos ideológicos del Estado, «Instituciones distintas y especializadas», quede la familia a la escuela, pasando por la información y el aparato jurídico, constituyen el mecanismode «sujetización» de los individuos. «Sujetización» -transformación del individuo en sujeto- es el medioa través del cual las relaciones de producción se reproducen.

Además, Althusser indica que la concepción de la existencia ideal, espiritual, de las «ideas» resultanexclusivamente de una «ideología de la idea» y de la ideología.22 Añade que una ideología «existe»siempre en un aparato, su práctica y sus prácticas. Esta existencia es material».23

Las relaciones entre la ideología, prácticas y el sujeto están claramente establecidas en losenunciados siguientes:

1) No existe práctica más que por, y bajo, una ideología.

2) Una ideología sólo existe en función del sujeto y para los sujetos.24

El segundo enunciado no presenta, pensamos, ningún problema. Althusser precisa que «todaideología» tiene por función «lo que la define» «constituir» individuos concretos o «sujetos».25 Esdecir, hacer aparecer las prácticas como derivando de «una subjetividad libre: un centro de iniciativas,autores y responsables de los actos».26

El primer enunciado, sin embargo, es menos duro; en efecto, la ideología se materializa en unasprácticas, y los ejemplos que Althusser da para ilustrar su tesis son claros y convincentes. Es verdadque la «sumisión a las reglas del orden establecido», la «sumisión a la ideología dominante» semanifiesta bajo «formas prácticas», por «actos» tales como arrodillarse, rezar, votar o llorar cuando seimponga.

A pesar de que este artículo de Althusser nos parece clarificar considerablemente la cuestión, nosparece también que la «materialidad» de la ideología está solamente enunciada. Falta una concepciónclara de su funcionamiento, que no se podría reemplazar por un estudio de sus efectos. Pues los actosque Althusser menciona no son más que efectos del funcionamiento de las estructuras ideológicas, queno hay que confundir con la ideología que las preside y que «les da un sentido». Incluso si se admiteque «las ideas» de un sujeto humano existen en sus actos, que estos actos están inscritos en sus prác-ticas y que «las prácticas» están regladas por rituales en los que estas prácticas se inscriben, en el senode la existencia material de un aparato «ideológico»,27 la noción de práctica no es clara, y la de «ritual»no garantiza ni la materialidad de la «práctica» ni la del aparato. Incluso la afirmación que «de noconsiderar más que un sujeto (tal individuo)», la existencia de su idea o de su creencia es material, enlo que sus ideas son actos materiales, regulados por rituales materiales ellos mismos; definidos por elaparato ideológico material del que se derivan las ideas de este sujeto,28 no es suficiente para resolverla cuestión del funcionamiento de la «materialidad». Althusser no formula, además, esta cuestión; lasustituye por la de la «diferencia de las modalidades de la materialidad»,29 que deja de todas formas ensuspenso.

22 Ibid., pp. 3-38.23 Ibid., p. 26.24 Ibid., p. 29.25 Ibid., p. 29.26 Ibid., p. 36.27 Ibid., p. 28.28 Ibid., p. 28.29 Ibid., p. 23.

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La cuestión a plantearse no es la de las «modalidades de la materialidad», sino la del análisis delproceso de producción de los productos significantes. Ya que, para formular así la cuestión, es necesariopreviamente distinguir entre los «actos» (en los cuales «existen» las «ideas») y la ideología misma.

Althusser esboza la noción de «efecto ideológico elemental» para designar el hecho de que ciertasrealidades «designan una cosa» o «poseen una significación». Esta noción permanece, sin embargo,insuficiente; el efecto ideológico elemental no es más que el de «reconocimiento»; es así ante todo,efecto de sentido, aunque el reconocimiento sea solamente una de las modalidades de producción de esteefecto. Además, Althusser, en su texto no articula la noción de efecto con el problema del sentido másque con ocasión de ejemplos.

Si la noción de efecto de sentido permanece confusa es debido a que Althusser no distingue el efectodel sentido del efecto de este efecto en los procesos sociales de producción. La dificultad se basa aquí en laausencia de una distinción clara entre producto significante y efecto de sentido, lo mismo que entre el efecto desentido y el efecto material de este efecto de sentido. No se pueden establecer claramente estas distincionesmás que en función de una teoría explícita de los procesos de producción de los productos significantes,que pueda establecer un vínculo entre las teorías de la ideología y del sujeto y una teoría del lenguaje,incluso embrionaria. Hemos constatado la ausencia, en los escritos de Althusser, de una concepciónexplícita de la función y del fundamento del lenguaje en los procesos sociales de producción. Tratare-mos en las páginas siguientes de indicar el camino posible para una concepción de las articulacionesentre lenguaje, ideología y sujeto.

Se puede considerar que un proceso de producción, que Althusser denomina «práctica» es: «todo procesode transformación de una materia primera dada, en un producto determinado, utilizando medios deproducción determinados».30 Si analizamos los discursos (productos del lenguaje) como resultados deun proceso de producción específico, la definición que da Althusser de la «práctica» nos permiteresolver varias contradicciones mencionadas anteriormente en cuanto a la definición de ideología.Podemos, a partir de aquí, definir la ideología como la estructura (sistema de transformaciones) de losprocesos de producción de discursos; o, en otros términos, la estructura generadora de prácticas significantes.Precisaremos más a fondo esta definición provisional estudiando los diferentes componentes delproceso de producción: materias primas, los instrumentos, el trabajo que aplican los instrumentos alas materias primas, las reglas de aplicación de este trabajo y los productos de los procesos.

Hay que subrayar, en principio, un aspecto de nuestra problemática cuya puesta en evidencia, eneste estadio del análisis se hace necesaria para evitar ambigüedades en la lectura. Precisemos, pues,que: nuestro análisis no se inscribe en la dualidad CIENCIA-IDEOLOGIA tomada como punto departida, como dato a priori. No postulamos que existan dos estructuras generadoras de prácticassignificantes, enteramente autónomas la una en relación a la otra, sino una estructura general, es decir,un sistema de transformaciones de los procesos de producción de los discursos. Por tanto, definiendolos tipos específicos de transformaciones podremos definir los tipos específicos de discursos, y, entre ellos, eldiscurso científico. Nuestro punto de partida no es, pues: ¿cuál es la diferencia de naturaleza entre laciencia y la ideología?, sino: ¿por qué proceso se opera la diferenciación del discurso científico enrelación al conjunto de otros discursos de los que la ideología es la estructura generadora? Respondera esta cuestión requiere, en primer lugar, una definición de la ideología.

Si se piensa la ideología como estructura del proceso de producción de los discursos, suexplicación debe rendir cuentas de los componentes de este proceso y de los productos particularesde este proceso.

Las materias primas del proceso de producción de los discursos son otros discursos, es decir,conjuntos de enunciados lingüísticos articulados entre ellos según leyes específicas. El estudio de lasleyes de articulación de los enunciados lingüísticos constituiría el objeto de una «ciencia del texto»,ciencia que, como se sabe, no existe todavía... Por tanto, el conjunto de los enunciados producidos enla totalidad de los discursos que existen en un momento histórico dado, constituye la materia primadel proceso de producción de los discursos, tal como se presenta en un momento determinado de lahistoria. Es obvio que las proposiciones que formulamos aquí no pretenden dar una explicaciónexhaustiva; tratan de delimitar, en un nivel general y muy abstracto, el campo real en el que se30 Althusser, Louis: Pour Marx, Maspero, 1968, páginas. 161-224.

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inscriben las prácticas significantes como proceso específico.

Los instrumentos de transformación de las materias primas (enunciados, discursos) soncombinaciones sobre las que actúan las regulaciones sociales (por ejemplo, las estructuras sintácticas)que definen el campo de las relaciones de un conjunto finito (pero abierto) de términos-soportes(marcas lingüísticas).

Las locuciones «términos soportes» o «marcas lingüísticas» engloban en parte las nocionescorrientes de «palabra» o «signo» que preferimos evitar en esta exposición, dadas sus implicacionesepistemológicas idealistas. Se podría tratar de sustituir «términos soporte» «por signo», pero con lacondición expresa de que esta noción de «signo» sea estrictamente separada de su acepción saus-suriana. Es decir, los «términos-soporte» no se confunden de ninguna manera con la definición saussuriana de lossignificantes. Los «términos-soporte no vehiculan significados que serían la contrapartida conceptual,sino que intervienen como componentes de enunciados, enunciados que en un contexto socio-históricodeterminado producen un efecto de significación. Volveremos más adelante sobre la definición delefecto del significado.

De la aplicación de los instrumentos de transformación a las materias primas, resulta un producto:el discurso... Pero los procedimientos de aplicación, es decir, los modos específicos de transformación de«los enunciados-materias primas, no están enteramente determinados por el "libre arbitrio de lossujetos productores de discursos". La producción del discurso (o según la terminología saussuriana el"habla") no es un acto individual de voluntad y de inteligencia». Esta producción particular, como latotalidad de las producciones sociales, está estructurada. Los modos de transformación de losenunciados (es decir, procedimientos de aplicación) están definidos -delimitados- por los modelosideológicos (que Julia Kristeva denomina sistemas modelantes secundarios). Los modelos ideológicos puedenestar definidos como tipos recurrentes de transformaciones temporalmente fijados y privilegiadosdentro del conjunto de las transformaciones posibles. La recurrencia de ciertos procedimientos deaplicación determinados asegura la producción de productos discursivos semejantes, y esta recurrenciaestá asegurada por la educación, más o menos homogénea, dentro de una clase social, de los agentesde la práctica discursiva,31 así como por la represión.

Esta noción de recurrencia socialmente regulada de los tipos de transformaciones de losenunciados, reintroduce, después de una explicitación, nuestra definición inicial de la ideología comoestructura generadora de las prácticas significantes.

En lo que concierne a los productos significantes, están en relación con el conjunto de los procesossociales de producción; y no se puede comprender su rol social más que definiendo el estatuto deestos productos en la esfera general de la producción -y de la reproducción- social.

Los discursos son productos que generan un efecto de significación. Se pueden distinguir diversostipos de efectos de significación, dependiendo del modo de inserción específico de los productossignificantes en los procesos sociales de producción. La posibilidad de distinguir tipos de efectos designificación constituye para nosotros el fundamento concreto de la distinción entre ciencia eideología.

La distinción corriente entre «valores» y «representaciones» indica, de manera imprecisa, dos tiposdiferentes de productos de las prácticas significantes.

En tanto que el término «representaciones» designa los discursos sobre los procesos, articulados comodiscursos del agente (articulación que constituye el agente en «sujeto» y el discurso en «conciencia»), eltérmino «valores» designa la relación particular del «sujeto» con su discurso sobre los procesos. Unejemplo hará esta distinción más sensible. Una frase del tipo: «Yo (creo que) - (A es B)» contiene:

1) Una proposición que se refiere a un hecho que es exterior al sujeto; «el sol es un astro»: Aes B.

31 Sobre la incidencia de la educación en las prácticas significantes y la diferenciación de las «culturas de clases», véase la obra deBourdieu y Passeron, J. C.: La Reproduction, París, Minuit, 1970,' col. «Le Sens Commun». (Hay traducción. castellana.)

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2) El pronombre personal «Yo»: la instancia del sujeto: el que habla; el agente de la práctica signi-ficante.

3) «Creo que»: el vínculo modal que determina un tipo de relación particular entre (Yo) y (Aes B). El vínculo «creo que» actúa como índice de valor (lógico) de verdad; significa que (A esB) es verdadero. El rol del vínculo modal consiste, pues, en atribuir un valor a laproposición enunciada.

Sin duda, existe, una relación directa entre las representaciones y los valores lógicos de verdad. Así,en una teoría científica, se pretende que todas las proposiciones sean verdad. En el discurso ideológicoen general existe también una relación entre las representaciones y los valores, pero esta relación no esnecesariamente de naturaleza lógica. La relación entre el sujeto y la proposición no es únicamente deltipo «Yo creo que», «me parece que», «pienso que», sino también del tipo «me gusta que», «debemos»,etc. Este tipo de conexiones entre el sujeto (el que habla) y la proposición que emite, es índice de lo quees deseado, y funda la categoría de los valores morales (sociales, políticos, etc.).

Es importante constatar que el discurso ideológico produce un efecto de significación que consisteen:

1) Delimitar un «significado» para las nociones, es decir, para los términos consideradossignificantes.

2) Relacionar el significado con una «idea», un contenido de conciencia del agente deldiscurso, constituyendo así la instancia del sujeto (el que habla) definiendo a la vez elsignificado (lo que el agente dice, lo que es representado) como significado del bien:atribuyéndome el origen de lo dicho a mí, ese signo. «Pienso lo que digo»: esta fraseindica no «lo que yo digo es lo que yo pienso», sino más yo convierte lo que pienso enlo que es.

3) Poner la instancia del sujeto en relación modal con la proposición que enuncia.

Estas indicaciones permiten caracterizar los productos del proceso de producción de los discursosideológicos. Pero no se trata más que de una caracterización provisional.

7.3.2. Ciencia e ideología

Podemos, ahora, en este estadio de nuestro análisis, plantear la cuestión siguiente: ¿por quédenominamos «científicos» a un cierto tipo de discursos? Althusser establece una distincióninteresante entre dos tipos de efectos de significación (aunque no se emplee jamás explícitamente eltérmino de «efecto de significación»); habla de un «efecto de conocimiento» que resultaría del discursocientífico, por oposición a un efecto de «reconocimiento» producido por el discurso ideológico. Lahipótesis de Althusser, a pesar de que marca una etapa importante en la tentativa de establecer unadefinición diferencial de la ciencia y de la ideología, permanece, sin embargo, incompleta. En efecto,Althusser no establece su distinción entre efecto de conocimiento y efecto de reconocimiento más quedentro de la esfera del proceso de producción de los discursos, lo que le impide plantearse elproblema fundamental de las relaciones entre los productos significantes y el conjunto de los procesossociales de producción. En otras palabras, tratar de definir la «cientificidad de la ciencia» fuera de lafunción social específica de los productos significantes científicos, no puede más que llevarnos a daruna definición idealista de la cientificidad como verdad inmanente en la práctica teórica rigurosa. Estepasaje de Lire le capital pone en evidencia los peligros de una restricción semejante de la problemáticade los efectos de la significación:

«Nous avons en effet montré que la validation d'une proposition scientifique commeconnaissance était assurée, dans une pratique scientifique déterminée par le jeu de formesparticulières, qui assurent la présence de la scientificité dans la production de la connaissance,autrement dit par des formes spécifiques qui confèrent à une connaissance son caractère deconnaissance "vraie"».32

32 Althusser, Louis: Lire le capital, París, Petite Collection Maspero, 1968, p. 82. (Hay traducción. castellana.)

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Estamos de acuerdo con Althusser cuando insiste sobre las «formas específicas» del discursocientífico, puesto que es lo mismo que decir que los enunciados del discurso científico estánsometidos a un cierto número de reglas rigurosas de producción. Pero si la coherencia interna y el«rigor» de un sistema conceptual son condiciones necesarias para «la presencia de la cientificidad» enun discurso, no son, sin embargo, condiciones suficientes. Además, determinar el carácter científicode un efecto de significación por la presencia de la cientificidad no explica, propiamente hablando,nada. Con especificar incluso que la cientificidad sea «el carácter del conocimiento (verdadero) delconocimiento», la explicación no se encuentra nada avanzada por la simple razón de que nada definelo que es la verdad (del conocimiento). Así, la cientificidad se explica por la verdad, e inversamente;pero ninguno de estos dos términos son definidos de otra forma, más que por su equivalenciarecíproca. Nos es necesario, pues, para resolver este problema, ver la realidad que recubre lascategorías filosóficas de cientificidad y verdad, es decir, estudiar las relaciones concretas y específicasentre los productos de la práctica científica y los productos de otras prácticas sociales, relaciones cuyascategorías de cientificidad y de verdad están verificadas.

Hemos afirmado que se podían distinguir diversos tipos de efectos de significación, dependiendode su modo de inserción específico en los procesos sociales de reproducción. Todo el problema de lacientificidad o del carácter ideológico de los productos significantes se encuentra allí. El problema seplantea precisamente en el nivel de la articulación de la producción significante y de la producciónmaterial, y no puede plantearse correctamente más que a ese nivel. En efecto, ningún proceso de producciónsocialmente organizado, aunque sea muy rudimentario, existe sin que el lenguaje intervenga en élcomo componente más o menos importante; pues el lenguaje (la producción significante) tiene porfunción permitir a la coordinación de las prácticas (o, en otros términos, asegurar los procesos deproducción). Estudiar los procesos de producción sin tener en cuenta la incidencia de los productossignificantes reduce el poder explicativo de la sociología, de la misma manera que estudiar losproductos significantes fuera de su función social específica reduce la semiología y la lingüística a unformalismo ideal y sin interés científico.

Estas últimas observaciones nos alejan de nuestro sujeto inmediato; pero sus importantesimplicaciones epistemológicas son la causa de esta corta disgresión. La necesidad de pensar comoindisociables los hechos del lenguaje y el conjunto de otros hechos sociales de producción, introduce lanecesidad de romper las barreras disciplinares que definen la sociología, la lingüística y la semiologíacomo «ciencias distintas». Esta división, sin fundamento científico, de las disciplinas, constituye elobstáculo mayor para la formación de verdaderas ciencias humanas.

Por tanto, la validez científica de un hecho de significación depende no solamente de la coherenciade sus reglas de producción (es decir, su producción en el interior de un sistema de transformación deenunciados reconocido como sistema científico), sino de su función social específica. La funciónsocial de un efecto de significación puede ser definida por el modo de intervención específico de este efecto designificación en los procesos sociales de producción.

El efecto de significación produce el mismo efecto social, lo que implica que el problema de lavalidez científica del efecto de significación se encuentra asimilado: la cientificidad del efecto designificación no se plantea (y no puede explicarse) más que considerando el tipo de efecto social de esteefecto de significación. Es, pues, el efecto del efecto el que determina simultáneamente la categoría filosófica dela cientificidad y los productos significantes que entran en esta categoría. Así, si un sistema detransformaciones de enunciados (o sistema modelante secundario) puede ser considerado como cientí-fico, es porque los productos significantes que genera producen un «efecto del efecto» específico.

Definiendo un tipo particular de efecto del efecto (es decir, efecto social del efecto designificación), se puede definir una clase de productos significantes generadores de este tipo particularde efecto del efecto, y que se llamará entonces productos científicos. En este nivel de análisis, unadistinción entre ciencia e ideología, entre efecto de conocimiento y efecto de reconocimiento, esposible sin recurrir a las categorías apriorísticas de cientificidad y de verdad.

El concepto de ciencia designa un conjunto de discursos que se refieren a unas prácticas,caracterizados por la objetividad,33 es decir, por su forma de adecuación al objeto. El discurso33 Empleamos aquí este término exclusivamente en el sentido definido por el párrafo, que se sitúa fuera de la oposición

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científico se refiere a su objeto de una forma específica: en las ciencias experimentales, el métodoexperimental garantiza la correspondencia entre una serie de enunciados (discurso) y un conjunto biendefinido de operaciones. Pero esta correspondencia no es un modelo -en el sentido de «reproducción dela esencia de la realidad»-; es un sistema de transformaciones por el que se asimilan operaciones conuna serie de conceptos e inversamente. Estos conceptos no son la imagen de los procesos reales queconceptualizan, sino reglas de operación que permiten coordinar las prácticas, es decir, dominar eldesarrollo de procesos reales. Así, la concepción actual del átomo no es la misma imagen que podríatener el modelo de Bohr; las ecuaciones ondulatorias de Schrödinger o las matrices de Dirac no nospermiten imaginar otras cosas más que ellas mismas. Las teorías científicas modernas nos hacencomprender que el discurso científico no reproduce la realidad como una imagen, sino que coordinaun cierto número de operaciones exteriores y materiales, así como interiores y materiales.

7.4. Reproducción social e ideología

Por tanto, cuando un conjunto articulado de conceptos (que generan un efecto de significación)produce el dominio real y la eficacia de un conjunto de operaciones sobre los procesos reales (efectodel efecto), este sistema de conceptos se le puede denominar científico. Volviendo a tomar laterminología althusseriana, se dirá que este sistema conceptual produce un efecto de conocimiento. Elpaso del sistema científico abstracto a las operaciones concretas está en el orden de las técnicas; unadefinición rigurosa de la noción de «técnica», así como un estudio serio de las realidades empíricas quedesigna esta noción, constituirían un hito decisivo en la elaboración de una sociología delconocimiento. Pero, una vez más, este trabajo queda todavía por hacer.

Sin pararnos en consideraciones de carácter puramente indicativo, podemos ver ahora en quéconsiste la diferencia entre el efecto del conocimiento y el efecto del reconocimiento, entre eldiscurso científico y el discurso ideológico. El primero tiene por efecto coordinar las operacionesreales de los agentes en las prácticas, en tanto que el segundo produce una imagen de las prácticas,imagen que las reproduce como modelo.

Los modelos econométricos son discursos que reproducen en sus articulaciones las de losprocesos económicos a los cuales hacen referencia. El enunciado vulgar «el capitalista da trabajo yhace vivir al obrero», es también una imagen, un «modelo» del proceso social al cual se refiere.34 Peroimpide la comprensión del mismo proceso, en sus relaciones con la totalidad de los procesos sociales.¿Cómo se producen los discursos? ¿Cómo se produce su efecto? Las materias primas son lasnociones: «capitalista», «trabajo», «obrero»... Los términos-soportes se articulan en un discurso,producto significante. El modo de articulación específico de los términos-soportes determina el efectode significación (efecto de reconocimiento o de reconocimiento). ¿Cuáles son los modelos ideológicosque rigen la aplicación de los instrumentos a la materia prima?

La distinción entre ideología teórica e ideología práctica es útil, aunque insuficiente para tratar elproblema. Es importante constatar que los discursos están modelados a partir de unas prácticas socialesreales; así el enunciado del cual hablábamos anteriormente, «el capitalista da trabajo y hace vivir alobrero» no puede existir más que en la medida en la que se refiere a un hecho concreto: pagar eltrabajo de diez personas y ser pagado por el producto de ese trabajo, es un proceso real. Sin embargo,este enunciado produce una representación puntual de la realidad a la cual se refiere; cristaliza en unaimagen simple un conjunto complejo de relaciones sociales de producción que permiten comprenderla relación real entre capitalista y obrero. Aislado del conjunto de las relaciones sociales deproducción y tomado como hecho aislado, la relación capitalista-obrero aparece como relación entredos sujetos autónomos, relación libre y voluntaria en la que el uno da trabajo y el otro lo recibe. El hechode ser capitalista u obrero aparece, entonces, como una propiedad contractual de los sujetos,impidiendo así la comprensión de la existencia del capitalista y del obrero como productos socialesespecíficos de un modo de producción históricamente determinado. El desconocimiento de losmecanismos sociales de producción permite la reproducción en el tiempo de un modo de produccióndado. En nuestro ejemplo, la representación del capitalista como sujeto «haciendo vivir» otro sujeto,

subjetivo/objetivo.34 Para la crítica de la noción ideológica de modelo, véase Badiou, Alain: Le Concept de modele, París, Maspero, 1969, SerieCours de Philosophie pour Scientifiques. (Hay traducción. castellana. )

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el obrero, abarca las relaciones sociales reales según las cuales, el capitalista vive de la plusvalíaproducida por el obrero al que compra la fuerza del trabajo. La desaparición de las relaciones socialescomplejas en y por el uso de la categoría del sujeto, es la condición de la reproducción de lasrelaciones sociales de producción.

Los enunciados ideológicos producen una representación puntual de las prácticas reales,separándolas de la totalidad de los procesos sociales. Esta representación es socialmente funcional, yaque asegura la reproducción de las prácticas dentro de las relaciones de producción ya existentes. Marxnos ha dado un ejemplo de transformación ideológica de las relaciones sociales en «cosas» aisladas ensu análisis del carácter fetichista de la mercancía. Al mismo tiempo, ha subrayado la necesidad, paramantener la circulación de las mercancías (es decir, para reproducir en el tiempo la producciónmercantil), de producir una imagen del valor que pueda recubrir (y enmascarar) su carácter social(gasto de fuerza humana, tiempo de trabajo... )

Así el discurso ideológico interviene en la reproducción de los procesos sociales constituyéndosecomo «contenido» de la «conciencia» de los agentes de estos procesos; y, en tanto que mecanismoregulador, el discurso ideológico produce el «contenido de conciencia», requerido por la situación delos agentes en el proceso. Volviendo a tomar el ejemplo ya citado, digamos que la asimilación por elobrero del enunciado «el capitalista hace vivir al obrero» contribuye a mantener su posición específicaen las relaciones de producción, es decir, a asegurar la fijación de su tipo de intervención en elproceso. En tanto que el discurso científico interviene como agente (es decir, introduce por medio de lastécnicas una coordinación de la fuerza de trabajo -racionalización y economía en el proceso-, eldiscurso ideológico actúa sobre los agentes para reproducir las relaciones sociales que subyacen en elproceso. Este último no es, pues, agente de producción, sino agente regulador (o agente de repro-ducción).

La ideología es, por lo tanto, en esta perspectiva, la estructura generadora del proceso deproducción de los discursos cuyo efecto social específico es la determinación del lugar de los agentesen los procesos sociales y, por lo tanto, en las relaciones sociales de producción. Es evidente que estaestructura generadora de enunciados funciona en la medida en la que está vinculada a un «aparatorepresivo». Bourdieu muestra cómo la «relación de autoridad» -relación social- en la que se inscribe elintercambio de enunciados que constituye el trabajo pedagógico, constituye su condición deposibilidad.35

7.5. Ideología y conciencia

La ideología no es una imagen o un reflejo de la realidad; no es un conjunto de representaciones,aunque sea la estructura del proceso que las genera. Interviene en todas las prácticas socialesconstituyendo la «conciencia» de los agentes, es decir, los discursos de estos mismos agentes,discursos que tienen por función reproducir su tipo de intervención en los procesos y su lugar en lasrelaciones sociales.

Precisemos, antes de continuar, que el uso casi abusivo de las comillas en los últimos párrafos nodeja de ser un índice de un problema terminológico importante. Así la expresión «contenido deconciencia», que hemos empleado varias veces, se refiere a un objeto real, pero a un objeto realpensado en el contexto idealista de la oposición espíritu/materia. El uso, con comillas, por más queparezca muy prudente, de nociones idealistas debe ser provisional, es decir, hasta el momento en quese puedan producir conceptos científicos capaces de describir y de explicar el objeto real que lanoción idealista de «conciencia» designa sin explicar. Para dilucidar el problema de la conciencia haríafalta un estudio profundo de los mecanismos energético-materiales que producen el efecto deconciencia en el homo sapiens (composición electroquímica del cerebro, influencia de las tasas deácido ribonucleico en los fenómenos de la memoria, etc.), estudio que, evidentemente no pertenece anuestro ámbito. Un proceso semejante depende del desarrollo de la neurología e incluso -apenas

35 Bourdieu, P.: La Reproduction, París, Minuit, 1970. Se puede considerar el trabajo de Bourdieu como un análisis del modo defuncionamiento de un aparato ideológico del Estado -el sistema de enseñanza. Pero, así como en el artículo de Althusser, la ausencia de una teoríaexplícita del lenguaje limita el ámbito del análisis. Por ejemplo, el «grado objetivo de arbitrariedad de una enseñanza» que Bourdieu mide entre la«pura fuerza» y la «pura razón» es una noción idealista que nuestro análisis anterior puede reemplazar, pensamos que con ventaja.

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empezamos a constatarlo- de la cibernética.

Sin embargo, pese a que el estudio del fenómeno de la conciencia como efecto de unaorganización específica de la energía-materia constitutiva del cerebro esté fuera de nuestracompetencia, podemos, a otro nivel de nuestra investigación (aquélla que se basa en el efecto designificación), producir hipótesis sobre el funcionamiento del pensamiento. Basta, entonces, que estashipótesis sean científicamente compatibles con las investigaciones a que hacíamos mención. Portanto, en lo que concierne a la expresión «contenido de conciencia», creemos poder circunscribirahora el objeto real que esta noción designa en el interior de una problemática materialista. Así, pode-mos transformar la noción vaga de «contenido» en la de conjunto de enunciados -discursos de los quehemos especificado anteriormente el proceso de producción-. Sabemos, pues, que los enunciados-discursos no son ideas puras, ni significados a priori, sino productos sociales particulares cuyo modode producción está históricamente determinado.

En lo que concierne a la noción de «conciencia», se la puede describir como la capacidad deasimilar y transformar enunciados-discursos. Esta capacidad de asimilación y de transformación de losenunciados es una propiedad objetiva de un producto social específico: el individuo humano, agentede la práctica discursiva. No se trata, pues, de una capacidad innata (del tipo: «la conciencia es lopropio del hombre»), sino del resultado de la producción de los individuos sociales. Esta capacidad deasimilar y de transformar los enunciados -y, de producción de la significación- no es uniforme entanto que está sometida a la educación diferencial de los agentes, es decir, a culturas de clase. Se podríaentonces hablar de competencia semiótica, concepto que se referiría a la capacidad de los agentes de lapráctica discursiva de articular enunciados significantes, y, por lo tanto, de producir efectos designificación.

Así, el grado de competencia semiótica de los individuos sociales, las variaciones de estacompetencia, serían analizadas en función de la pertenencia de los individuos a una clase socialdeterminada. En consecuencia, la noción de «conciencia de clase» podría estar relacionada a su vezcon el concepto de competencia semiótica, y el grado de competencia semiótica de una clase (su capa-cidad de producir productos significantes) podría estar relacionada de forma más o menos directa conla cantidad de materias primas disponibles (por ejemplo: monopolización de la información por lasclases dominantes), por su dominio de los instrumentos de transformaciones de las materias primas(conocimientos del léxico, dominio de la sintaxis, etc.), por su dominio de los sistemas modelantessecundarios (dominio del modo de articulación del discurso científico, del discurso político,novelesco, etcétera), lo que está en relación con lo que se denomina el «grado de organización». Portanto, cuanto más grande es la cantidad de materias primas a disposición de una clase social y máspronunciado es su dominio de los instrumentos de trabajo, así como de los procedimientos deaplicación de los instrumentos (sistemas modelantes secundarios), entonces más elevada es sucompetencia semiótica; o, si se quiere referir a su antiguo término, más desarrollada está su «concienciade clase».

Estas consideraciones pecan de una falta de exhaustividad evidente, pero su explicación yverificación empírica podrían constituir fácilmente el objeto de otra obra que no fuera ésta y cuyanecesidad nos parece inexcusable.

Sin embargo, no podemos, por el momento, más que formular algunas hipótesis programáticas,cuyo desarrollo desbordaría el ámbito del sujeto aquí tratado. Además, el tipo de razonamiento quedesarrollamos aquí es análogo al que los físicos anglosajones llaman «black box approach» y que esempleado para el estudio de los sistemas. Se puede comprender que lo que pasa por el cerebrohumano, cuando se tiene la impresión de comprender, que lo que denominamos efecto de sentido es unfenómeno que tiene lugar dentro de una «caja negra», puesto que se ignora lo que se produce en ella.Postulamos, sin embargo, que algo se produce, puesto que podemos estudiar lo que sale de la caja ylo que entra, así como las relaciones entre los «inputs» y los «outputs» con otros fenómenos mejorconocidos. Podemos hacerlo dado que, como se ha subrayado anteriormente, los mecanismospsicológicos y biológicos que hacen posible el efecto de sentido derivan de otra problemática.

7.6. Ideología y competencia semiótica

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Volvamos al concepto fundamental de ideología y a establecer rigurosamente la relación de esteconcepto con el de competencia semiótica. La distinción de estos dos conceptos es delicada pues,aunque estén próximos, no son por ello idénticos; además, no se podrían pensar independientementeel uno del otro. Se requiere, pues, una definición dialéctica, es decir, que su descripción respectivaincluya la definición de su dependencia recíproca.

Si la ideología es la estructura generadora de prácticas significantes, la competencia semióticaaparece entonces como el efecto de esta estructura sobre el agente de la práctica discursiva. En otraspalabras, la ideología, a través de los aparatos (ideológicos del Estado) por los que actúa (educaciónfamiliar, escolar, comunicación de masas, etc.) produce la competencia semiótica en los individuossociales. Debido al efecto de la ideología, los individuos biológicos constitutivos de las formacionessociales llegan a ser agentes de la práctica discursiva -por tanto, llegan a ser, propiamente hablando,individuos sociales-. Se ve, pues, este nivel de análisis, que el efecto de la ideología es doble: por unaparte, produce un producto social específico, que es el agente de la práctica discursiva, produciendo sucompetencia semiótica; por otra parte, estructura la práctica de este agente, es decir, define los límitessociales de su competencia semiótica delimitando las materias primas, los instrumentos de trabajo y losprocedimientos de aplicación de los instrumentos socialmente disponibles en un momentodeterminado de la historia.

Sin embargo, si la competencia semiótica de los agentes es una sub-estructura de la ideología, hayque mencionar también que produce a su vez un efecto sobre la ideología. Por ello la comprensión deestos dos fenómenos necesita su definición dialéctica. La competencia semiótica es, lo hemos visto,una condición indispensable para la posibilidad de la existencia de agentes de la práctica significante.El agente de la práctica significante, dotado de competencia semiótica socialmente adquirida, producediscursos, es decir, productos significantes. Por tanto, estos productos significantes, después de habersido generados por la ideología, intervienen en un segundo nivel bajo el título de enunciados-materiasprimas de un nuevo proceso de transformación, el cual reintegra la esfera de la ideologíamodificándola. Así, la competencia semiótica, estructurada por la ideología, aparece simultáneamentecomo efecto y como mecanismo de transformación de la ideología.

Se ve, pues, que la ideología y la competencia semiótica de los agentes de la práctica discursiva sondos conceptos indisolubles en tanto que no pueden definirse fuera de su inter-relación. Plantearse lacuestión de saber si la ideología, como estructura generadora de las prácticas significantes es anterior ala competencia semiótica de los agentes, o, si es a la inversa, es concebir los dos términos en laproblemática idealista de la dicotomía individuo/sociedad. No se trata de plantearse si los «sujetos»heredan la «conciencia colectiva», o si la conciencia colectiva se constituye por yuxtaposición de lasconciencias de los sujetos individuales, sino cómo el proceso de producción de los productos significantes y losagentes de este proceso se estructuran mutuamente. Este camino en la investigación nos permite sobrepasar elproblema insoluble -por haber sido mal formulado- de la primacía de las prácticas de los agentes sobrelas estructuras (historicismo) y su inversa complementaria, el de la primacía de las estructuras sobrelos agentes (estructuralismo).

Volviendo, después de esta breve disgresión, a la problemática ideología-competencia semiótica delos agentes, tratemos de ver cómo esta relación estructural aparece en el discurso. Dicho de otraforma, tratemos ahora de analizar el efecto significación ideológica (representación puntual de unapráctica) producido por un discurso cuyo objeto es el de rendir cuentas de su propio proceso deproducción. Formulemos, pues, el problema de la manera siguiente: ¿qué «imagen» produce eldiscurso ideológico de la intervención de los agentes en las prácticas discursivas?

En primer lugar, señalemos que en el discurso ideológico, la explicación de la práctica discursivaestá siempre relacionada con el libre arbitrio de los «sujetos parlantes». Desde este punto de vista, ladefinición saussuriana del habla como «acto individual de voluntad e inteligencia» es ejemplar.Relaciona la práctica discursiva con la acción de los sujetos considerados como elementosexplicativos, en última instancia, de los hechos sociales. Esta explicación subjetivista de la prácticadiscursiva implica, como corolario, una definición idealista de la significación como «contenido deconciencia» de los sujetos. El conjunto de las relaciones sociales que subyacen en la práctica discursivade los agentes se encuentran, pues, por decirlo de alguna forma, marcada por esta problemática. Hay,

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por una parte, sujetos; por otra, significaciones fijadas en el signo. La sustancia del signo es el significado-la idea- y la forma de existencia de ese significado es el significante.

El efecto del discurso ideológico basándose sobre las prácticas discursivas es, pues, el de crear la categoría del sujeto yconstituir como conciencia un conjunto de discursos pronunciados en la instancia del «Yo»,36 y de transferir la realidaddel efecto de significación de la práctica social discursiva a la inmanencia del significado del signo.

La crítica que hacemos aquí de las concepciones subjetivistas de la práctica discursiva no tiene porobjeto, evidentemente, el hecho concreto, empíricamente evidente, según el cual: existen individuosque producen discursos. Pero la existencia de individuos locutores no es un fenómeno inteligibleaisladamente, es decir, considerado fuera de las condiciones sociales que producen los individuos comolocutores Hay que pensar, pues, correlativamente la producción de los discursos y la producción de losagentes del discurso como dos aspectos indisociables de un mismo hecho social; y para hacerlo, es nece-sario formular conceptos que implican, en su articulación misma, esta correlación. Concebir laideología como estructura generadora de los procesos de producción de los discursos, implica quegenera, entre otras cosas, los agentes de este proceso, es decir, que produce la competencia semióticade los individuos biológicos que entran en la esfera de circulación y de intercambio de los productossignificantes (el dominio de la información en general y de la educación en particular). Llega a serposible considerar al individuo-locutor, no como un sujeto que expresa ideas llegadas de no se sabedónde, sino como una instancia discursiva relativamente autónoma, inscrita en el proceso social general deproducción de la significación. Por ello nos encontramos dándole a la práctica discursiva su carácterfundamentalmente social, salvaguardando el viejo refrán de: no hay discurso sin locutor.

Resumiendo, todo lo que pertenece al orden de la representación -de la significación- pertenece alorden de los hechos sociales; tanto los hechos mentales como los individuales deben ser, pues,científicamente especificados como sub-conjuntos de los hechos sociales; fuera de esta especificaciónno pueden inducir más que teorías idealistas, es decir, pseudo-explicativas. Las representaciones noexisten más que en y por el proceso social de producción de los discursos. El término«representación» no se relaciona con una abstracción cualquiera; denota los dos niveles fundamentalesde todo discurso: de una parte, el nivel de las articulaciones de los términos-soporte del discurso entreellos y, por otra parte, el nivel de la relación de las articulaciones discursivas con los referentes deldiscurso. Estos pertenecen al dominio de las prácticas sociales. Es importante subrayarlo, pues es elúnico medio por el que se suprime el falso problema de la «cosa en sí» como referente.

7.7. Vuelta a la problemática del modelo lingüístico y del estructuralismo

Como ha subrayado más de una vez Henri Lefebvre, la epistemología idealista ofrece soluciones alos problemas del conocimiento que tienen al menos el mérito, en relación al materialismo vulgar, desubrayar problemas reales.

La teoría convencionalista de la significación y del lenguaje respondía -hemos visto en quétérminos- a un problema fundamental: el de las relaciones entre el discurso y la realidad material.Benveniste había observado que lo «arbitrario del signo» reside en la relación que liga «las cosas» a lossignos, más que en la relación entre el significante y el significado.

El problema de las relaciones entre el lenguaje y la «realidad» ha sido discutido por los partidariosdel punto de vista «materialista» con la noción de «referente».

36 En lo que concierne a la categoría de la subjetividad, E. Benveniste la ha descrito como un efecto del lenguaje y no como unacategoría a priori. La puesta en relación de los enunciados con el anunciador, por intermedio del pronombre personal «Yo» es elfundamento concreto, según Benveniste, de la categoría del sujeto. Sería superfluo insistir sobre la relación existente entre laobservación de Benveniste con nuestro problema. Véase E. Benveniste: La Nature des pronoms personnels, y «De lasubjectivité dans le langage», en Problèmes de linguistique générale, Pars, Gallimard, cap. XXI. Althusser abandona elproblema del «Yo» y que, sin embargo, es una de las vías que conducen a la formulación del problema de los procesos de producciónde productos significantes -de la ideología- en sus relaciones con el sujeto. Es la vía que sigue J. Lacan en sus Ecrits.

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En esta óptica, el signo implicaba un significado (el concepto), un significante (imagen sonora) yun referente, la cosa.

Esta noción de referente difícilmente permitía resolver los problemas reales descubiertos por lospartidarios de los puntos de vista convencionalistas e idealistas. El problema que se ha mencionadomás a menudo, a este respecto, es el de las relaciones de las series de palabras que constituyen unparadigma, con una realidad física en lenguajes diferentes.

Saussure trata precisamente de este problema para exponer su concepción de lo arbitrario delsigno, concepción que justifica la reducción de la lengua a un sistema de valores relativos ycontractuales. Estos valores son la única explicación posible a la existencia del vínculo. Que exista enfrancés «mouton» y en inglés «mutton» y «sheep»37 que se refieren a un animal dado, pone demanifiesto, para Saussure, los valores relativos de los términos en las dos lenguas y confirma la necesidadde pensar el lenguaje como sistema de valores.

Las diferencias en las clasificaciones proporcionan los mejores argumentos al modelo lingüístico,justificando su concepción de la lengua como sistema de valores, como «principio de clasificación».38

Saussure tiene razón al afirmar que estas consideraciones demuestran la ausencia decorrespondencia entre la palabra y la cosa, y que incluso si, por una preocupación de realismo, se tratade introducir el término «referente» para designar «la cosa» a la que el signo está vinculado, seabandonan hechos ya establecidos. De ahí a concluir que la ausencia del vínculo supuesto entre lapalabra y la cosa obligue a considerar la lengua como un sistema de valores relativos, es decir,contractuales, que tienen su sede en el cerebro, existe una distancia que no se podría franquear sinconsecuencias. Como subraya, muy oportunamente, Lacan, en su crítica de Lévi-Strauss, la perspec-tiva estructuralista reduce «a la forma de un signo algebraico el poder de la palabra».39

En efecto, y como hemos visto, en la crítica de los fundamentos de la semiología del relato, ladistinción lengua-habla reduce la lengua a un sistema de valores, resultado de un contrato, que hacedel habla «esencialmente una combinatoria» que «corresponde a un acto individual».40

La constatación de la ausencia de relación entre la «palabra» y la «cosa» está ligada a una

concepción del habla como pura combinatoria y como acto, concepción que va de Saussure a Barthes.Acabamos de ver que esta concepción está ligada a la de ideología como sistema de ideas, y por tantoa una concepción ideológica de la idea vinculada necesariamente a la noción de sujeto libre yresponsable de sus actos.

La perspectiva desarrollada en este capítulo se inscribe de lleno en la problemática del lenguaje. Enefecto, cuando se plantea el problema de la inserción de los productos significantes en los procesos y lasrelaciones sociales de producción, se vuelve a formular la cuestión del referente: pues los enunciados-productos significantes-, los discursos «se refieren» a algo que no es una «cosa», sino a procesos y arelaciones sociales.

Es cierto que el lenguaje está relacionado con las clasificaciones, que las clasificaciones son hechos,es decir, tienen una existencia social. Estas consideraciones no imponen la obligación de construir unaentidad abstracta e ideal, la lengua, concebida como un principio de clasificación convencional ycontractual. Pensamos que debemos considerar que la producción del discurso, como todo procesode producción, está sometida a las limitaciones de la reproducción y que esta sumisión trae consigo lafijación (y la reproducción) de relaciones en las que el proceso de producción se inscribe. Las relacionesasí fijadas aparecen en la experiencia subjetiva como valores.

La confusión entre la experiencia subjetiva y el sujeto es otra condición de posibilidad de elaboraciónde una teoría contractual y convencionalista del lenguaje. Esta confusión elude la distinción entre elefecto del sentido -experiencia subjetiva- y el sujeto, pensado como estructura que genera este efecto37 Saussure, F.: Ob. cit., p. 160.38 Ibid. p. 25.39 Lacan, J.: Ecrits I, París, Seuil, 1966, p. 158. 40 Barthes, R.: «Elements de Sémiologie», Communications, núm. 4, p. 95.

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de sentido. Es la función del significado en el modelo lingüístico la que permite situar la lengua en la«conciencia» como «forma del contenido». Esta «forma del contenido», sistema de relaciones entre lasrelaciones, sistema de valores, es a la vez la forma de existencia del contrato en la conciencia colectivay el sujeto. Así se borra la realidad de la producción social de los discursos, suprimiendo la distinciónentre producto significante y efecto de sentido. La consecuencia más importante de esta confusión esque las relaciones en que se inscribe el proceso de producción de productos significantes -enunciadosy discursos- que están determinadas por su inserción en el conjunto de los procesos sociales deproducción a través de la actividad concreta de los productos, son borradas y reemplazadas por lossignificados y los valores que las definen, por el contrato, identificado con la experiencia subjetiva.

Lacan escribe: «el sujeto va más allá de lo que el individuo experimenta subjetivamente».41 Esimportante comprender bien la incidencia de este enunciado, cuya evidencia no es más que aparente.Indica la necesidad de distinguir entre las estructuras generadoras del efecto del sentido -la ideología(no consciente) y el inconsciente- y las relaciones entre los significados. Estas relaciones son la «formadel contenido» que los semiólogos estudian con la ayuda de técnicas análogas a las que emplea laescuela de Wundt: introspección controlada. Lacan expresa bien las relaciones entre el sujeto y éllenguaje:

«Le sujet aussi bien s'il peut paraître serf du langage, l'est plus encore d'un discours dans lemouvement universel duquel sa place est déjà inscrite à la naissance, ne serait-ce que sous laforme de son nom propre».42

Esta concepción del desplazamiento de la forma de «sujeción» del sujeto, de la lengua al«movimiento universal» del discurso, puede inscribirse, a pesar de la imprecisión del término«movimiento» en la problemática que hemos tratado de desbrozar. El «movimiento del discurso», enefecto, no es otra cosa que la reproducción de procesos en los que el sujeto se inscribe produciendoefectos específicos. Incluso si los efectos del discurso, en la experiencia subjetiva aparecen como«efecto del sentido», la función social del habla nos prohíbe concebir el discurso como una puracombinatoria de unidades mínimas de sentido.

41 Lacan, J.: Ecrits I, París, Seuil, col. Points, 1969, p. 142.42 Ibid. p. 495.

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Conclusión

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Hemos recorrido, en las páginas precedentes, un sinuoso camino por los textos, diferentementeetiquetados, que asocian el discurso, el sujeto y el sentido en sistemas y/o estructuras con nombresmás variados aún que los de los propios de los discursos donde aparece.

De este recorrido se deriva una constatación: las preguntas que se formulan en términos definidosdentro del espacio categorial del sentido subjetivo no permiten la constitución de una problemática enla que el desplazamiento signifique progreso, cambio de lugar. Y, como sabemos, desde lo que lahistoria y la filosofía de las ciencias de Bachelard a Khunn pasando por Koyré -y Canguilheim, nos haenseñado, que el progreso de la ciencia no suele hacerse dando una respuesta más al mismo problema,sino cambiando de problema, «hablando de otra cosa», vamos, en esta conclusión, a esbozar el mapadel camino que desde ella vislumbramos. ¿Es necesario decir que esperamos que los problemas que ladelimitan, si no son enteramente nuevos no sean solamente nuevos disfraces de lo Mismo? Y que, aúnsiendo nuevos, tendrían, además, que ser pertinentes y fecundos...

La pregunta de la que partimos es la siguiente: «¿Qué hacer para abandonar la perspectiva queasocia explicativamente las producciones discursivas y las prácticas sociales mediante un sentidosubjetivo consensualmente definido? »

La alternativa no puede constituirse con elementos que sean únicamente la negación deafirmaciones rechazadas. Porque se niega añadiendo un «no» a los mismos términos en los que seafirma...

Tenemos, pues, que buscar las materias primas de una nueva problemática en los lugares diversosdonde se han producido auténticas diferencias. Y contentarnos con mencionar preguntas yafirmaciones provisionales sin argumentación y sin prueba, en un orden arbitrario.

Empezamos, pues, formulando en otros términos la pregunta precedente:

1. ¿Qué mecanismos, estructuras y procesos hacen posible que las operaciones efectuadas por elcerebro sobre sus propios estados internos coincidan ampliamente con los procesos socialesobjetivos?

2. Empezamos a saber que los estados internos del cerebro no pueden describirse como «representa-ciones» ni como «imágenes», en el sentido matemático del término, de un conjunto exterior deobjetos. Los estados internos del cerebro aparecen como realidades dinámicas, operaciones queoperan sobre operaciones. (Maturana, von Foerster).

3. La coordinación entre los estados internos de varios cerebros es a la vez resultado y condiciónde las relaciones objetivas de los organismos biológicos con los procesos sociales.

4. Porque hay procesos sociales, en los que se transforman entidades materiales en otras -los pro-ductos-, en intervalos de tiempo de longitud variable.

5. Las entidades materiales producidas en los procesos sociales son constituidas como objetos -ylos organismos biológicos humanos como sujetos- en la reproducción de los procesos sociales.Es la reproducción -re-comienzo y coordinación de procesos- quien determina lascaracterísticas de las entidades materiales que intervienen en los procesos, así como lasrelaciones de los organismos biológicos humanos con esas entidades; las «propiedades quedefinen el objeto» aparecen, pues, bajo la forma de estados internos (dinámicos) únicamenteen tanto que las mencionadas entidades materiales estén implicadas en un sistema de relacionesfijadas por las exigencias de la reproducción de los procesos sociales... Estas relacionestendrían que llamarse más bien objetivantes que objetivas. Y, al mismo tiempo, subjetivantes.

6. Esta perspectiva implica, pues, que los elementos -unidades del significado, propiedades oatributos elementales de objetos- se refieren a y se relacionan con las formas más generales dearticulación de las entidades exigida por la reproducción de los procesos sociales deproducción. Implica también que ciertas formas de articulación tienen una constancia notable.De esta constancia depende la estabilidad de los objetos.

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7. Lo esencial, pues, parece ser que las «categorías» y las determinaciones de los «conceptos» seasocian con -y devienen- estados internos del cerebro como resultado de la relación de lasentidades en y con los procesos, y no como resultado de una relación directa entre lasentidades y el cerebro. Vale decir, pues, que la relación de las entidades con los cerebros estámediatizada por el lugar que los organismos humanos ocupan en los procesos.

8. En cuanto a los fenómenos del lenguaje, se puede decir que:

a) regularizan (en el sentido cibernético del término) las relaciones entre organismos humanos yprocesos sociales;

b) lo hacen etiquetando los estados dinámicos internos;c) permiten operaciones sobre los estados internos mismos. Maturana demuestra, en efecto, que la

diferencia esencial entre los organismos dotados de un sistema nervioso central como el nuestro y losorganismos «inferiores» que carecen de él, es que los primeros tienen la capacidad -de la que carecenlos segundos- de operar sobre los estados internos. El lenguaje permite, además, la operación sobre lasoperaciones...

Desde este punto de vista hay que considerar, además, las relaciones entre el lenguaje y los esta-dos internos del cerebro sin el perjuicio de la representación: el lenguaje no es la exteriorización deestructuras internas, no hay entidades que sean las correspondencias (imágenes) «profundas» de lascategorías gramaticales. Las unidades léxicas del lenguaje no tienen correspondencia biofísicas o«psíquicas» puntuales.

En otras palabras, la indudable correspondencia entre el funcionamiento del lenguaje y el de lasoperaciones internas del cerebro no se hace de entidad, sino de sistema operativo a sistema operativo.

9. Importa, pues, el subrayar lo que, desde el punto de vista metodológico, es esencial: que conesta perspectiva sólo se puede estudiar el lenguaje en su inclusión en los procesos sociales, que las relacionesoperatorias en el lenguaje sólo pueden comprenderse en relación con las operaciones y procesosextra-discursivos.

10. Las categorías semánticas -definidas por el atributo y su negación- aparecen entonces comorelaciones operatorias de segundo orden, como relaciones operatorias entre relaciones operato-rias internas y relaciones operatorias externas: su estabilidad o permanencia deriva de laestabilidad de las relaciones operatorias externas de los procesos sociales.

11. Por otra parte, el estudio de la circulación de «mensajes» en las redes sociales, así que el de lastransformaciones que sufren al circular, puede, en muchos casos, contestar a las preguntasformuladas en la figura del sentido.

12. Esta afirmación no es más que la consecuencia lógica de los apartados números 5, 6 y 7. Enefecto, la circulación no es más que un aspecto de la reproducción de los procesos sociales. Y,además, un aspecto determinado por los mismos procesos que se reproducen, al mismo tiempo,que una condición de la reproducción.

13. Pero la circulación no es «comunicación» ni, en general, «intercambio»: «intercambio» y «comu-nicación» son términos que designan la circulación referida al sujeto, que la sitúan en un sistemade coordenadas subjetivo. El considerar la circulación como «intercambio» o como «comu-nicación» impide que se entienda cómo se transforma el individuo en sujeto, el producto en ob-jeto y, en particular, la producción discursiva en mensaje con un «sentido» unívoco (o único... ).

14. Es posible el constatar que ninguna de las disciplinas cuyo objeto se define entre los productos«significantes» ha establecido jamás los hechos de circulación de esos productos. La lingüísticano ha estudiado el habla o la «perfomance», con lo que es obvio que no se ha planteado la cues-tión de la circulación del discurso. La semántica y la lógica no han examinado las variaciones designificación que induce en un discurso idéntico su circulación por dos redes diferentes.

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15. Se han empleado «modelos de comunicación». Esos modelos no corresponden a ninguna reali-dad social significativa. ¿Se ha tomado jamás en serio el hecho de que en la mayoría de las redessociales efectivas la comunicación circula en sentido único? ¿Y que la retroacción no se efectúa,normalmente, por la misma red?

16. ¿Hasta qué punto la posición de los individuos en las diferentes redes sociales y las caracterís-ticas de estas últimas determinan la significación de los «mensajes» aún más que la estructura deéstos o las gramáticas de las lenguas?

17. Situados en una larga tradición interpretativa, los intelectuales olvidan con frecuencia que todaproducción, comprendida la del habla, es una relación social. El hecho de hablar significa másque el significado de los enunciados: significa la relación social reproducida por ellos.

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Tal es la perspectiva en que el autoraborda el análisis de los fundamentoscomunes de las teorías lingüística ysociológicas

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