nada nos pertenece, destruyamos todo

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ciudad colores Ciudad colores suicidio colectivo Nada nos pertenece, destruyamos todo Despojo bendecido, cadenas forjadas por la ambición. Economía subordi- nada, agonizante desde que nació. Saqueo multimillonario legitimado por la Conquista permitió la acumulación que dio a luz al Sistema Capitalista. Indios desterrados de sus propias tierras, legiones de seres sin hogar, Potosí convertida en cementerio, vomitando esclavos muertos por el Capital. Riquezas nativas convertidas en desgracia, alquimia del Mercado Internacional. Tierras arrasadas por el monocultivo, campesinos someti- dos a la esclavitud feudal. Los nadie, los olvidados, los esclavos asalaria- dos, que valemos menos que la bala que nos matará. Productores de todo, dueños de nada, ajenos a nuestras vidas Interminables ecos de un grito: ¡Tierra y Libertad! La obra de los Conquistadores continuada por el Fondo Monetario, mano de obra barata de acuerdo a los caprichos del Mercado. Sociedad de consumo, una fiesta con pocos invitados, el progreso es una travesía repleta de naufragios. El sistema está en guerra con los niños pobres que ha creado, educados para consumir lo que la miseria les ha negado. La miseria los obliga al robo o la prostitución, la realidad les niega lo que les ofrecen por televisión. Desposeídos organizados ¡Poco tenemos que perder! Por un mundo nuevo de igualdad y justicia, asambleas comu- nitarias, organización horizontal. Autogestión libertaria en nuestras comunidades, para dar respuesta a nuestras necesidades. La historia será abofeteada por los perdedores que olvidaron el silencio y vengaron las humillaciones. Los Nadie

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Despojo bendecido, cadenas forjadas por la ambición. Economía subordi-nada, agonizante desde que nació. Saqueo multimillonario legitimado por la Conquista permitió la acumulación que dio a luz al Sistema Capitalista. Indios desterrados de sus propias tierras, legiones de seres sin hogar, Potosí convertida en cementerio, vomitando esclavos muertos por el Capital. Riquezas nativas convertidas en desgracia, alquimia del Mercado Internacional. Tierras arrasadas por el monocultivo, campesinos someti-dos a la esclavitud feudal. Los nadie, los olvidados, los esclavos asalaria-dos, que valemos menos que la bala que nos matará. Productores de todo, dueños de nada, ajenos a nuestras vidas Interminables ecos de un grito: ¡Tierra y Libertad! La obra de los Conquistadores continuada por el Fondo Monetario, mano de obra barata de acuerdo a los caprichos del Mercado. Sociedad de consumo, una fiesta con pocos invitados, el progreso es una travesía repleta de naufragios. El sistema está en guerra con los niños pobres que ha creado, educados para consumir lo que la miseria les ha negado. La miseria los obliga al robo o la prostitución, la realidad les niega lo que les ofrecen por televisión. Desposeídos organizados ¡Poco tenemos que perder! Por un mundo nuevo de igualdad y justicia, asambleas comu-nitarias, organización horizontal. Autogestión libertaria en nuestras comunidades, para dar respuesta a nuestras necesidades. La historia será abofeteada por los perdedores que olvidaron el silencio y vengaron las humillaciones.

Los Nadie

La división internacional del trabajo ha especializado a unos países en ganadores y a otros en fracasados. América Latina en esto muy precoz ha sido, experta perdedora desde hace más de cinco siglos. De sus productos ganan más los países consumiendo, mucho más de lo que América Latina gana produciendo. Son más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores Wilson decía que no daban concesiones los Estados Unidos pues un país es dominado por el Capital que en él se ha invertido. El subdesarrollo del tercer mundo, victoria del Capital-ismo. Quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos. La historia nos maldijo por las riquezas de la tierra usurpadas por el capitalismo a cambio de hambre y pobreza.

El desarrollo desarrolla la desigualdad de una manera tan dram-ática que te puede asustar. El ingreso promedio de un norteameri-cano es siete veces mayor que el de un latinoamericano. Sesenta millones de campesinos explotados vendiendo el sudor de un día por veinticinco centavos. Ciento veinte millones de niños en el ojo del tornado, cada minuto muere uno, de enfermedad o de hambre asesinado. Entre doscientos ochenta millones de latinoamericanos hay a fines del ´70, cincuenta millones desocupados cien millones son analfabetos, la mitad vive en espacios infrahumanos. Los tres mayores mercados de América Latina no igualan sumados al consumo de Francia, estando mucho más poblados.

Hay algo de lo que el sistema no se ha percatado, la industriali-zación siembra desocupación, ¡el sistema vomita humanos! Misiones norteamericanas esterilizan mujeres para que no vean que esta tierra podría brindar a todos lo que a casi todos niega son secretas las matanzas en América Latina cada año estallan, silenci-osamente, tres bombas de Hiroshima. Los herederos de Malthus matan a los mendigos antes de que nazcan, McNamara y el Banco Mundial avalan las matanzas. Los Estados Unidos no sufren problemas de sobrepoblación pero su gobierno impulsa la planifi-cación con Rockefeller y Ford, justifican la desigualdad hermanán-dola a la sobrepoblación para poner un dique a las masas en movimiento y rebelión. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar revolucionarios en los úteros de sus mamás.

En Latinoamérica la gente falta en vez de sobrar: Brasil tiene 38 veces menos habitantes que Bélgica, Paraguay 49 veces menos que Inglaterra, Perú 32 veces menos que Japón. Italia está mucho más poblada que Haití y El Salvador. Sus pretextos ofenden la inteligen-cia, sus intenciones causan indignación: La mitad de los territorios están vacíos en Brasil, Venezuela y Ecuador. Tenemos todo prohibido menos cruzarnos de brazos? La pobreza no es un oscuro designio ni está escrita en los astros. Al identificarse con tranquili-dad y orden, la derecha razón tendría, Al ser el orden la cotidiana humillación de las mayorías. Tranquilidad de que el hambre sea hambrienta e injusta la injusticia. Perpetuar el orden actual es perpetuar la peor de las tiranías. La historia es un profeta con la mirada vuelta atrás por lo que fue, y contra ello, anunciando lo que será...

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“Lo verde brota a través de las ruinas del comunismo” dicen los liberales con descarado cinismo. Privatizaciones y desempleo por las reformas del mercado, obreros del tercer mundo serán fácilmente explotados. Si exigen prestaciones o vacaciones serán desechados por otros que no las demanden, taiwaneses o mexicanos.Nace un tercer mundo en los países desarrollados, “Al obrero que exige un salario justo no lo necesitamos”. Hipocresía Neoliberal. La mano de obra del primer mundo no hace falta y tampoco su consumo, está cubierta la demanda. La producción llevada a cabo en países colonizados y vendida a cómplices ricos, asesinos privile-giados. El monstruo del capitalismo ahora se ha deformado. La mitad del comercio no es comercio ni se rige por mercado. Intercambios internac-ionales dentro de una misma empresa. La dirección organizada especula con destreza. El TLC solo es bueno para las multinacionales, leyes protec-cionistas para los más grandes criminales. Dicen que el Libre Mercado usa los recursos con más eficiencia, pero nadie se molesta en señalar las consecuencias. En 1830 U$A impuso altas tarifas aduaneras para impul-sar su industria textil y evitar que fuera a quiebra. Si hubiesen sido fieles a su teoría de libre mercado exportarían pieles o estarían arruinados. Si la India hubiese desechado el modelo neoliberal habría llevado a cabo la Revolución Industrial.El tercer mundo es un modelo internacional y su gobierno la OMC, el FMI y el Banco Mundial. A puerta cerrada deciden de qué manera nos asesinan ¡No queremos una mano, sino que nos las quiten de encima!

"Dadme un punto de apoyo", dijo Arquímedes, "y moveré el mundo." La fanfarronada era muy segura, porque él sabía muy bien que no había punto de apoyo, y nunca lo habría. Pero suponga que él hubiese movido la Tierra; ¿Y qué? ¿En qué hubiese beneficiado eso a nadie? El trabajo nunca habría cubierto gastos, mucho menos hubiese dejado dividendos, así que, ¿De qué servía hablar de ello? Por lo que los astrónomos nos cuentan, debo entender que la tierra ya se mueve bastante rápidamente, y, si hubiese algunos chiflados que estuviesen insatisfechos con su marcha, para lo que a mí me importa, bien pueden empujarla ellos mismos; yo no movería un dedo ni suscribiría un solo penique para apoyar nada parecido.

Por qué un ciudadano como Arquímedes debería ser considerado un genio, es algo que nunca he podido comprender. Jamás he sabido que hiciese una fortuna, ni que hiciese algo de lo que valiese la pena hablar. Respecto a ese último contrato que emprendió, era la peor chapucería que yo haya conocido; el asumió la tarea de mantener a los Romanos fuera de Siracusa; Intentó una treta tras otra, pero ellos entraron de todos modos, y cuando le tocó enfrentarlos limpiamente, también en eso se quedó corto; un simple soldado, de una manera muy empresarial, acabó con todas sus pretensiones.

Es evidente que era un hombre sobrevaluado. Tenía el hábito de armar un gran escándalo por sus tornillos y palancas, pero su conocimiento de la mecánica era realmente muy limitado. Yo mismo no me considero un genio, pero conozco una fuerza mecánica mas poderosa que cualquier cosa que hubiese soñado el jactancioso ingeniero de Siracusa. Es la fuerza del monopolio de la tierra; Es un tornillo y una palanca, todo en uno; desatornillará hasta el último penique de los bolsillos de un hombre, y torcerá todo sobre la tierra para servir a su propia voluntad despótica. Dadme la propiedad privada de toda la tierra, y yo ¿moveré la tierra? No; pero haré más que eso. Me encargaré de hacer esclavos a todos los seres humanos sobre su faz. No esclavos encadenados exactamente, pero esclavos de todos modos. Qué idiota sería encadenarlos. Tendría que darles sales y senas cuando se enfermasen, y darles latigazos para que trabajen cuando haraganean. No, no es suficiente. Con el sistema que propongo, los muy tontos se imaginarían que son libres. Yo obtendría resultados óptimos, y no tendría ninguna responsabilidad. Ellos cultivarían el suelo; cavarían hacia las entrañas de la tierra en busca de sus tesoros ocultos; construirían ciudades, ferrocarriles y telégrafos; sus navíos surcarían los océanos; trabajarían y trabajarían, inventarían e idearían; sus almacenes estarían llenos, sus mercados repletos, y: Lo hermoso de todo el asunto sería que todo cuanto hiciesen me pertenecería.

Funcionaría de la siguiente manera, como verá: Siendo yo el propi-etario de toda la tierra, ellos tendrían que pagarme renta, por supuesto. No sería razonable que esperasen que yo les permita utilizar la tierra por nada. No soy un hombre insensible, y al fijar el valor de la renta sería muy liberal con ellos. De hecho, les permitiría que ellos mismos lo fijasen. ¿Qué podría ser más justo? He aquí un lote de tierra, digamos, una granja o una zona residencial, o cualquier otra cosa - si tan solo hubiese un hombre que la quisiese, pues claro que no me va a ofrecer mucho, pero si el terreno realmente valiese algo, no es probable que se produzca tal circun-stancia.

Por el contrario, habría un número considerable de individuos que la querrían, y que empezarían a pujar y pujar, uno contra el otro, con el fin de obtenerla. Yo aceptaría la oferta más alta - ¿Qué podría ser más justo? Cada aumento de población, cada extensión del comer-cio, cada avance en las artes y las ciencias aumentaría el valor de la tierra, como todos sabemos, y la competencia que naturalmente surgiría, continuaría haciendo subir las rentas, tanto así, que en muchos casos a los inquilinos les quedaría muy poco o nada para sí mismos. En este caso, cierto número de los que pasan tiempos difíciles buscarían un préstamo, y a aquellos que no la pasan tan mal, por supuesto, se les ocurriría que, si tan solo tuviesen más capital, podrían extender sus operaciones, y así hacer sus negocios más provechosos. Aquí entro yo de nuevo. El hombre que todos necesitan; un benefactor habitual de mi especie, siempre presto a ayudarles. Con la enorme renta que cobro, puedo proveerles de fondos, hasta donde pueda yo obtener seguridad; no podrían esperar que yo hiciese más que eso, y en cuestión de intereses sería igualmente generoso. Les permitiría fijar la tasa de interés exacta-mente de la misma forma en que fijaron la renta. Los tendría agarrados por el cuello, y si no llegasen a pagarme,sería la cosa mas sencilla del mundo vender sus bienes para compensarme. Puede que se lamenten de su suerte, pero los negocios son los negocios. Debieron haber trabajado más duro y ser más productivos. Cualquier inconveniencia que sufriesen, sería su problema, no el mío. ¡Qué gloriosos momentos pasaría! Renta e interés, interés y renta, y sin ningún límite para ninguno, excepto la capacidad de los trabajadores para pagar. Las rentas subirían y subirían, y ellos continuarían empeñando e hipotecando; y así irían cayendo, uno tras otro; sería el deporte más entretenido jamás visto. Así, con la sencilla palanca del monopolio de la tierra, no solo el mismísimo globo terráqueo, sino todo cuanto hay sobre el mismo, acabaría por pertenecerme. Sería rey y señor de todo, y el resto de la humanidad serían mis más fieles esclavos.

No necesita decirse que sería inconsistente con mi dignidad asociarme con el común denominador de la humanidad; no será muy político de mi parte decirlo, pero, de hecho, no solo odio el trabajo, sino que también odio a aquellos que trabajan, y no desearía tener a sus apestosas humanidades cerca de mí a ningún precio. Muy por encima de la despreciable horda, me sentaría en mi trono, rodeado de un círculo de devotos adoradores. Elegiría solo a quienes mi corazón deseara para ser mis compañeros. Les condec-oraría con medallas y cachivaches para espolear su vanidad; considerarían un honor besar mi guante, y le rendirían homenaje a la mismísima silla en la que me siento. Los valientes morirían por mí, los piadosos rezarían por mí, y las jóvenes más hermosas se desvivirían por complacerme. Para la apropiada administración de los asuntos públicos establecería un parlamento, y para la preser-vación de la ley y el orden tendría soldados y policías, todos los cuales habrán jurado servirme fielmente; no recibirían mucha paga, pero su elevado sentido del deber sería garantía suficiente de que cumplirían los términos de su contrato. Fuera del encantador círculo de mi sociedad, habría otros, luchando por ganarse mis favores; y detrás de estos habría otros distintos que estarían siempre luchando por ascender a los rangos de aquellos enfrente de éstos;, y así sucesivamente, cada vez más atrás y más abajo, hasta llegar a los rangos inferiores de los trabajadores, eternamente trabajando y eternamente luchando tan solo para vivir, con el

Quiero ver el Estado destruido, quiero vivir en libertad, con igualdad de oportunidades, un mundo de cooperatividad y es que este sistema está basado en las jerarquías y en la explotación de muchos para el lucro de la burguesía. Muerte al Estado. Muerte a todo patrón, todo cabrón, no quiero ser su esclavo jamás. Muerte al Estado. No quiero este sistema, es un fascismo con disfraz, No queremos sus leyes que solo buscan hacernos callar. No estamos nada conformes, queremos mucho más. Queremos cooperativismo, igualdad y libertad. Muerte al Estado. Muerte a todo patrón, todo cabrón, no quiero ser su esclavo jamás. Muerte al Estado. Quiero un mundo sin imposición, un mundo unánime, sin ninguna ley de coerción, sin ninguna autoridad. Muerte al Estado ¡Y viva la anarquía!

infierno de la pobreza eternamente amenazando con engullirlos. El infierno de la pobreza, ese ámbito exterior de oscuridad donde solo hay llanto y lamentos y el rechinar de dientes - la Gehena social, donde el gusano nunca muere, y el fuego jamás se apaga - he aquí un látigo mucho más efectivo que el más certero flagelo del esclavista, acechándoles de día, causándoles pesadillas de noche, absorbiendo la sangre de sus venas, y persiguiéndoles con implacable constancia hasta sus tumbas. Muchos, en la flor de su juventud, empezarían llenos de esperanza y con altas expecta-tivas; ¡pero, a medida que avanzan, desilusión tras desilusión, la esperanza cedería paso gradualmente a la desesperación, la copa prometida de la alegría se tornaría amarga, y hasta el más santo de los afectos se volvería una flecha envenenada clavada en el corazón!

¡Qué hermoso arreglo - la ambición jalonándoles por delante, la necesidad y el miedo empujándoles por detrás! En los intereses conflictivos que estarían involucrados, en la competencia despiadada que prevalecería, en la enemistad que se engendraría entre los hombres, entre marido y mujer, padre e hijo, yo, por supuesto, no tomaría partido. Habría mentiras y trampas, maltratos de los patronos, deshonestidad de los sirvientes, huelgas y protestas, asaltos e intimidación, riñas familiares y disputas interminables; pero todo esto no sería mi problema. En la serena atmós-fera de mi paraíso terrenal, estaría a salvo de todo mal. Me deleitaría con los más deliciosos manjares, y paladearía vinos de la mejor cosecha; mis jardines tendrían las terrazas más magníficas y las más bellas arboledas. Caminaría entre el exhuberante follaje de los árboles, las fragantes flores, el canto de las aves, el chorrear de las fuentes, y el chapoteo de aguas tranquilas. Mi palacio tendría muros de alabastro y cúpulas de cristal, habría muebles de la más exquisita artesanía, alfombras y cortinas de los más ricos tejidos y las más finas texturas, pinturas y esculturas que fuesen milagros del arte, jarrones de oro y plata, las gemas más puras brillando en sus montajes, las voluptuosas notas de la música más dulce, el perfume de las rosas, los sillones más suaves, una horda de lacayos que vienen y van según mi capricho, y una perfecta galaxia de belleza para estimular el deseo, y administrar a mi placer. Así pasaría las horas felices, mientras a lo largo del mundo se consideraría un signo de respetabilidad el imitar mis virtudes, y en todas partes se cantarían himnos en mi honor.

Arquímedes nunca soñó nada como eso. Sin embargo, con la tierra como mi punto de apoyo y su propiedad privada como mi palanca, todo eso es posible. Si se dijese que la gente acabaría por detectar el fraude, y que con rápida venganza nos arrojarían a mí y a mis parásitos adoradores a la perdición, yo les respondo, "Nada de eso, la gente es más buena que el pan, y lo soportarían como si fuesen de ladrillo - y apelo a los hechos de hoy para que sean mis testigos."