mural 3.2

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El Mural Del capitalismo gastronómico. Por Gisela Arroyo No siendo el capitalismo otra cosa que la distribución inequitativa de los medios de producción o de las rique- zas en la sociedad, he descubierto un ámbito más de la vida en el cual éste se manifiesta: la alimentación. Existe aquello que he denominado capitalis- mo gastronómico y consiste en la re- partición inequitativa, no de las rique- zas, sino de las ricuras. Ya no se trata solo de un sistema económico injusto, sino también de una forma de comer donde predomina la desigualdad. ¿O acaso quién no se ha quejado de que “a mi papá le pusieron más que a mí” o “a mi hermano le dieron la mejor parte” o “por qué al otro le sirvieron aquello en vez de esto que me dieron a mí”? Siempre pasa. Los mejores bocados, los alimentos más apetecidos o la abundancia culinaria siempre va para los burgueses: los papás, hermanos mayores o personas con ma- yor jerarquía familiar, mientras que quienes producen y coci- nan tales manjares, usualmente las mamás, tienen que con- formarse con cantidades menores de dichos alimentos, al igual que el resto de personas en los últimos escalones de la jerarquía familiar. Podría decirse que la hora de la comida es toda una “lucha de hambres”, donde los menos favorecidos tienen que con- formarse con lo menos rico o una menor cantidad de lo que se cocina, y al igual que en el capitalismo como sistema económico, el goloso no pasa de quejarse o lamentarse de su condición sin hacer más nada al respecto. Es necesario en- tonces, despertar de nuestro estado de alineación gastronó- mica por nosotros mismos, para que así se dé la revolución que nos lleve a los dos últimos estadios: el “sacialismo” y el “comidismo”, donde las ricuras y las mejores porciones de- jen de ser propiedad exclusiva de papás y hermanos mayores y sean distribuidas de forma imparcial entre todos los miem- bros de la familia. Ahora la lluvia es de sonrisas Por Mayra Alejandra Romero S. Ya iban siendo la 1:00pm cuando sentí que Jorge frenó el carro, tomé posición er- guida y me incliné hacia adelante para ob- servar qué pasaba. En ese momento bajó el vidrio, tomó 1.000 pesos y gritó: “Ey mojarrita agarra, nojoda vale mía buen trabajo”. Cinco horas antes la seño Luchy y mu- chas otras docentes estando frente a las instalaciones del colegio de Campo de la Cruz, en medio del sonido de los pick-up´s que animaban las carrozas, la alga- rabía de los niños y las risas de los adolescentes se acercó a nosotros, tres jóvenes forasteros que llegamos a vivir el car- navalito intercolegial de ese municipio, y dijo: -Aquél que ven allá es el personaje más famoso de este pue- blo, así como lo ven pintado de verde y con esos zapatos que piden auxilio, sale todos sábados, y ni qué decir de esa vara de tres metros que lleva en la mano, con ese palo corretea a todos los pelaos de acá, las calles se vuelven un río de gente cuando el Mojarrita arranca a correr-. Pocos lo conocen por su verdadero nombre, pero todos reco- nocen que su pasatiempo se ha convertido en una tradición digna de respeto. “Él irradia alegría y no se mete con nadie”, exclamó alguien atrás. Ahora volvió a aparecer y en el mejor escenario: los carna- vales del retorno a la alegría. Meses antes, Campo de la Cruz era famoso en las pantallas de los televisores, la voz de los locutores y las letras de los periódicos por ser víctima de las inclementes lluvias e inun- daciones que azotaron sin piedad el sur del Atlántico y con- virtieron en un pueblo fantasma -ó más bien acuático e in- habitable- a este municipio del departamento. Una sola voz Sin embargo, todas las lágrimas derramadas, los bienes per- didos y la inutilidad de muchas tierras no fueron suficientes para impedir que los habitantes de este lugar unieran sus fuerzas y decidieran renacer tomando como principal motivo aquello que los identifica y se agarra a su idiosincrasia: los carnavales. Ya eran alrededor de las 10:00am y los callejones de Campo eran los anfitriones del desfile de reinas, comparsas y disfra- ces. A lo lejos se visualizaba en una paredilla un aviso que decía: “se vende cerbeza lay a 30mil de contado”. Por otro lado Anny, una de mis amigas, decía -aquí un niño se pierde y la mamá puede coger cualquier otro, todos son iguales-. Eso es Campo de la Cruz. Así pasaban las horas y la aglomeración en la plaza principal era sorprendente. Al son de la cumbia soledeña, el repique de los tambores y la melodía de la flauta de millo los campe- ros bailaban, compartían, alardeaban de sus buenos pases, y ante todo, las carcajadas y burlas inundaban el lugar. Allí en medio de presentaciones folclóricas y la prueba de talento de las reinas se fueron las horas y culminó el evento. De esta forma los habitantes de Campo de la Cruz ratificaron su espíritu emprendedor y se reivindicaron con su cultura que a gritos pedía renacer. Desde que llegué y miré al cielo vi algo venir, los nubarro- nes blancos y las miradas felices anunciaban un gran agua- cero, con el transcurrir de los minutos el vigor y el ánimo de las personas corroboraron que vendría un chaparrón, y así ocurrió…sólo que esta vez La Lluvia fue de sonrisas. Foto, Nicolás Sastoque. Parte de la colección personal que será exhibida en los próximos meses. De acuerdo con el diario El País de Cali tan solo el 5% del mercado de celulares en Colombia lo tiene Research In Motion (RIM), ¿le suena raro ese nombre?, tal vez si le digo Blackberry entenderá de in- mediato que le estoy hablando del famoso ‘BB’, el Smartphone que ha causado una revolución en la manera de comunicarnos, pues a diferencia de muchas otras plata- formas, RIM logró desarrollar un aplicación que práctica- mente derrumbó las fronteras permitiéndonos estar en con- tacto con cualquier otra persona en el mundo a bajo costo por medo del famoso Blackberry Chat, a través del Personal Identification Number, en otras palabras lo que le he queri- do decir todo este tiempo es que si hoy no tenemos PIN sen- cillamente no existimos. ¡Falso! ¿Quién le dijo a usted que si no tiene la ‘zarzamora’ que está moda no logrará entrar a un círculo social? Si bien recuerdo esta generación se crió en la calle, sentado en los bordillos hablando con los amigos de la cuadra, de tú a tú, si tenía algún ‘arrocito en bajo’ con un niña o un niño la visitaba en la casa, le llevaba un lokiño o en su defecto un barrilete. Si alguna vez no pude entrar a un círculo social fue por no sa- ber bailar ‘El Caballito’ de Carlos Vives en las fiestas infan- tiles, no por no tener lo último en guarachas. Entiendo que hay que entrar en la onda de los Smartphones, pues hacia allá se dirige el mundo, en contar con una comu- nicación inmediata a través de mensajes instantáneos que van más allá del texto y en donde se pueden transmitir imá- genes y video en tiempo real, pero me rehuso a caer en ese inframundo del que no se puede salir tan fácilmente, pues tengo entendido que ni apagando el celular los mensajes de- jan de llegar. Sin contar por supuesto con las acrobacias que les toca hacer, o es que acaso no ha visto que las personas han desarrollado un sexto sentido para identificar los objeti- vos que tienen en frente mientras caminan y textean al mis- mo tiempo? ¡nunca se chocan! De algo estoy seguro y es que de mi boca no saldrá aquella expresión popularizada en esta generación postmoderna llena de niñas de 10 y 11 años que dice “Dame tu PIN”. Si mi evolución como especie de- pende, como dice Darwin, de que me adapte al cambio, se- guiré siendo entonces un primate al que no le gustan los fru- tos rojos, sólo las manzanas. Antes de decidirse a comprar un Smartphone le recomiendo pensar en su salud, mental y física, en su relación, si es que la tiene. Analice los pros y los contras de comprar una ‘mora negra’ de casi 500.000 pesos a la cual si le quita el BB Chat (como sucedió en octubre del año pasado en todo el mundo) se convierte en otro Nokia 1100 con el cual solo podrá llamar y buscar las llaves en la noche. Sin contar las consecuencias que le traerá a su relación, ya que si ambos cuentan con este dispositivo móvil muy seguramente usted estará vigilado las 24 horas a través de la “discreta” herra- mienta que le avisa a la otra persona cuando usted recibió y leyó el mensaje. Si me ponen a elegir prefiero la libertad y tradición de un mensaje de texto, corto pero sustancioso, poder recurrir al viejo truco de decir “no tengo saldo”, y si necesitas ubicar- me puedes escribirme al Whatsapp, porque mientras pueda evitaré a toda costa toparme con un Blackberry. Enviado desde mi iPod (Eso último es a propósito) ¡No tengo Blackberry y qué! Por Daniel Cueto MIRADA HACIA EL PERIODÍSMO MODERNO ¿Qué tiene que saber el periodista hoy? ¿todo? Por: Maria Angel Orjuela “Haz lo que mejor sabes conectado con los demás” es la frase utilizada por Ramón García Ziemsen, periodista de la Deutsche Welle y profesor del de- partamento de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte, para iniciar su semina- rio y taller experimental con estudiantes y asisten- tes en Cátedra Europa 2012. El futuro periodístico depende de un periodista capaz de crear y contar nuevas historias, dándole relevancia a la sociedad, construyendo un ciudadano crítico abierto y transparente. Además el organizar la infor- mación y tener un moderador de contenido que proporcione confianza y seguridad a una comunidad receptora, genera “roles” que permiten acabar con la exclusión. Por otro lado, Ramón explica la existencia de varios tipos de periodis- tas dentro de los cuales se encuentra el periodista empírico, que puede ser cualquier persona; el periodista científico que posee un título de co- municador social y periodista utilizando la inducción como base; y el periodista práctico, aplicando primero la práctica y después la teoría (inducción). Los retos periodísticos del siglo XXI en Colombia se centran en la in- dependencia que deben adquirir los medios de comunicación frente al estado, formando una especie de socialismo con responsabilidad y li- bertad, en donde se participe sin ningún tipo de problema convirtiéndo- lo en un mecanismo con una gran fuente de información y capacidad intercultural. La competencia, capacitación y el volverse un ser crítico produce cua- tro tipos de seguridades periodísticas. La primera de ellas es la seguri- dad temática, que es el saber lo que es un tema y conocer lo que es un enfoque; el segundo es la seguridad investigativa, saber que es una in- vestigación limpia. También existe la seguridad técnica, esta permite saber que es una dramaturgia y conocer el story telling. Por último, la seguridad creativa, que es saber organizar la creatividad. Lo anterior muestra la importancia de conocer el tema que se va a tra- tar, que enfoque se le va a dar, hacia quien va dirigido y si genera opi- nión o conflicto. El periodismo joven debe ser actual, activo, despertando interés en quienes lo leen, escuchan o ven; sin conceptos vacíos y con una gran claridad y calidad informativa. Un medio que no es incluyente es un medio impedido Edición No2, Año 3 Publicación mensual abierta para todo aquel que quiere y tiene algo que decir

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Segundo número, tercer año de El Mural

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Page 1: Mural 3.2

El Mural Del capitalismo gastronómico. Por Gisela Arroyo

No siendo el capitalismo otra cosa

que la distribución inequitativa de los

medios de producción o de las rique-

zas en la sociedad, he descubierto un

ámbito más de la vida en el cual éste

se manifiesta: la alimentación. Existe

aquello que he denominado capitalis-

mo gastronómico y consiste en la re-

partición inequitativa, no de las rique-

zas, sino de las ricuras. Ya no se trata

solo de un sistema económico injusto, sino también de una

forma de comer donde predomina la desigualdad. ¿O acaso

quién no se ha quejado de que “a mi papá le pusieron más

que a mí” o “a mi hermano le dieron la mejor parte” o “por

qué al otro le sirvieron aquello en vez de esto que me dieron

a mí”? Siempre pasa. Los mejores bocados, los alimentos

más apetecidos o la abundancia culinaria siempre va para los

burgueses: los papás, hermanos mayores o personas con ma-

yor jerarquía familiar, mientras que quienes producen y coci-

nan tales manjares, usualmente las mamás, tienen que con-

formarse con cantidades menores de dichos alimentos, al

igual que el resto de personas en los últimos escalones de la

jerarquía familiar.

Podría decirse que la hora de la comida es toda una “lucha

de hambres”, donde los menos favorecidos tienen que con-

formarse con lo menos rico o una menor cantidad de lo que

se cocina, y al igual que en el capitalismo como sistema

económico, el goloso no pasa de quejarse o lamentarse de su

condición sin hacer más nada al respecto. Es necesario en-

tonces, despertar de nuestro estado de alineación gastronó-

mica por nosotros mismos, para que así se dé la revolución

que nos lleve a los dos últimos estadios: el “sacialismo” y el

“comidismo”, donde las ricuras y las mejores porciones de-

jen de ser propiedad exclusiva de papás y hermanos mayores

y sean distribuidas de forma imparcial entre todos los miem-

bros de la familia.

Ahora la lluvia es de sonrisas Por Mayra Alejandra Romero S.

Ya iban siendo la 1:00pm cuando sentí

que Jorge frenó el carro, tomé posición er-

guida y me incliné hacia adelante para ob-

servar qué pasaba. En ese momento bajó

el vidrio, tomó 1.000 pesos y gritó: “Ey

mojarrita agarra, nojoda vale mía buen

trabajo”.

Cinco horas antes la seño Luchy y mu-

chas otras docentes estando frente a las

instalaciones del colegio de Campo de la Cruz, en medio del

sonido de los pick-up´s que animaban las carrozas, la alga-

rabía de los niños y las risas de los adolescentes se acercó a

nosotros, tres jóvenes forasteros que llegamos a vivir el car-

navalito intercolegial de ese municipio, y dijo:

-Aquél que ven allá es el personaje más famoso de este pue-

blo, así como lo ven pintado de verde y con esos zapatos que

piden auxilio, sale todos sábados, y ni qué decir de esa vara

de tres metros que lleva en la mano, con ese palo corretea a

todos los pelaos de acá, las calles se vuelven un río de gente

cuando el Mojarrita arranca a correr-.

Pocos lo conocen por su verdadero nombre, pero todos reco-

nocen que su pasatiempo se ha convertido en una tradición

digna de respeto. “Él irradia alegría y no se mete con nadie”,

exclamó alguien atrás.

Ahora volvió a aparecer y en el mejor escenario: los carna-

vales del retorno a la alegría.

Meses antes, Campo de la Cruz era famoso en las pantallas

de los televisores, la voz de los locutores y las letras de los

periódicos por ser víctima de las inclementes lluvias e inun-

daciones que azotaron sin piedad el sur del Atlántico y con-

virtieron en un pueblo fantasma -ó más bien acuático e in-

habitable- a este municipio del departamento.

Una sola voz

Sin embargo, todas las lágrimas derramadas, los bienes per-

didos y la inutilidad de muchas tierras no fueron suficientes

para impedir que los habitantes de este lugar unieran sus

fuerzas y decidieran renacer tomando como principal motivo

aquello que los identifica y se agarra a su idiosincrasia: los

carnavales.

Ya eran alrededor de las 10:00am y los callejones de Campo

eran los anfitriones del desfile de reinas, comparsas y disfra-

ces. A lo lejos se visualizaba en una paredilla un aviso que

decía: “se vende cerbeza lay a 30mil de contado”. Por otro

lado Anny, una de mis amigas, decía -aquí un niño se pierde

y la mamá puede coger cualquier otro, todos son iguales-.

Eso es Campo de la Cruz.

Así pasaban las horas y la aglomeración en la plaza principal

era sorprendente. Al son de la cumbia soledeña, el repique

de los tambores y la melodía de la flauta de millo los campe-

ros bailaban, compartían, alardeaban de sus buenos pases, y

ante todo, las carcajadas y burlas inundaban el lugar. Allí en

medio de presentaciones folclóricas y la prueba de talento de

las reinas se fueron las horas y culminó el evento.

De esta forma los habitantes de Campo de la Cruz ratificaron

su espíritu emprendedor y se reivindicaron con su cultura

que a gritos pedía renacer.

Desde que llegué y miré al cielo vi algo venir, los nubarro-

nes blancos y las miradas felices anunciaban un gran agua-

cero, con el transcurrir de los minutos el vigor y el ánimo de

las personas corroboraron que vendría un chaparrón, y así

ocurrió…sólo que esta vez La Lluvia fue de sonrisas.

Foto, Nicolás Sastoque. Parte de la colección personal que será exhibida en los próximos meses.

De acuerdo con el diario El País de Cali

tan solo el 5% del mercado de celulares en

Colombia lo tiene Research In Motion

(RIM), ¿le suena raro ese nombre?, tal

vez si le digo Blackberry entenderá de in-

mediato que le estoy hablando del famoso

‘BB’, el Smartphone que ha causado una

revolución en la manera de comunicarnos,

pues a diferencia de muchas otras plata-

formas, RIM logró desarrollar un aplicación que práctica-

mente derrumbó las fronteras permitiéndonos estar en con-

tacto con cualquier otra persona en el mundo a bajo costo

por medo del famoso Blackberry Chat, a través del Personal

Identification Number, en otras palabras lo que le he queri-

do decir todo este tiempo es que si hoy no tenemos PIN sen-

cillamente no existimos.

¡Falso!

¿Quién le dijo a usted que si no tiene la ‘zarzamora’ que está

moda no logrará entrar a un círculo social? Si bien recuerdo

esta generación se crió en la calle, sentado en los bordillos

hablando con los amigos de la cuadra, de tú a tú, si tenía

algún ‘arrocito en bajo’ con un niña o un niño la visitaba en

la casa, le llevaba un lokiño o en su defecto un barrilete. Si

alguna vez no pude entrar a un círculo social fue por no sa-

ber bailar ‘El Caballito’ de Carlos Vives en las fiestas infan-

tiles, no por no tener lo último en guarachas.

Entiendo que hay que entrar en la onda de los Smartphones,

pues hacia allá se dirige el mundo, en contar con una comu-

nicación inmediata a través de mensajes instantáneos que

van más allá del texto y en donde se pueden transmitir imá-

genes y video en tiempo real, pero me rehuso a caer en ese

inframundo del que no se puede salir tan fácilmente, pues

tengo entendido que ni apagando el celular los mensajes de-

jan de llegar. Sin contar por supuesto con las acrobacias que

les toca hacer, o es que acaso no ha visto que las personas

han desarrollado un sexto sentido para identificar los objeti-

vos que tienen en frente mientras caminan y textean al mis-

mo tiempo? ¡nunca se chocan! De algo estoy seguro y es

que de mi boca no saldrá aquella expresión popularizada en

esta generación postmoderna llena de niñas de 10 y 11 años

que dice “Dame tu PIN”. Si mi evolución como especie de-

pende, como dice Darwin, de que me adapte al cambio, se-

guiré siendo entonces un primate al que no le gustan los fru-

tos rojos, sólo las manzanas.

Antes de decidirse a comprar un Smartphone le recomiendo

pensar en su salud, mental y física, en su relación, si es que

la tiene. Analice los pros y los contras de comprar una

‘mora negra’ de casi 500.000 pesos a la cual si le quita el

BB Chat (como sucedió en octubre del año pasado en todo

el mundo) se convierte en otro Nokia 1100 con el cual solo

podrá llamar y buscar las llaves en la noche. Sin contar las

consecuencias que le traerá a su relación, ya que si ambos

cuentan con este dispositivo móvil muy seguramente usted

estará vigilado las 24 horas a través de la “discreta” herra-

mienta que le avisa a la otra persona cuando usted recibió y

leyó el mensaje.

Si me ponen a elegir prefiero la libertad y tradición de un

mensaje de texto, corto pero sustancioso, poder recurrir al

viejo truco de decir “no tengo saldo”, y si necesitas ubicar-

me puedes escribirme al Whatsapp, porque mientras pueda

evitaré a toda costa toparme con un Blackberry.

Enviado desde mi iPod

(Eso último es a propósito)

¡No tengo Blackberry y qué! Por Daniel Cueto

MIRADA HACIA EL PERIODÍSMO

MODERNO

¿Qué tiene que saber el periodista

hoy? ¿todo?

Por: Maria Angel Orjuela

“Haz lo que mejor sabes conectado con los demás”

es la frase utilizada por Ramón García Ziemsen,

periodista de la Deutsche Welle y profesor del de-

partamento de Comunicación Social y Periodismo

de la Universidad del Norte, para iniciar su semina-

rio y taller experimental con estudiantes y asisten-

tes en Cátedra Europa 2012.

El futuro periodístico depende de un periodista capaz de crear y contar

nuevas historias, dándole relevancia a la sociedad, construyendo un

ciudadano crítico abierto y transparente. Además el organizar la infor-

mación y tener un moderador de contenido que proporcione confianza

y seguridad a una comunidad receptora, genera “roles” que permiten

acabar con la exclusión.

Por otro lado, Ramón explica la existencia de varios tipos de periodis-

tas dentro de los cuales se encuentra el periodista empírico, que puede

ser cualquier persona; el periodista científico que posee un título de co-

municador social y periodista utilizando la inducción como base; y el

periodista práctico, aplicando primero la práctica y después la teoría

(inducción).

Los retos periodísticos del siglo XXI en Colombia se centran en la in-

dependencia que deben adquirir los medios de comunicación frente al

estado, formando una especie de socialismo con responsabilidad y li-

bertad, en donde se participe sin ningún tipo de problema convirtiéndo-

lo en un mecanismo con una gran fuente de información y capacidad

intercultural.

La competencia, capacitación y el volverse un ser crítico produce cua-

tro tipos de seguridades periodísticas. La primera de ellas es la seguri-

dad temática, que es el saber lo que es un tema y conocer lo que es un

enfoque; el segundo es la seguridad investigativa, saber que es una in-

vestigación limpia. También existe la seguridad técnica, esta permite

saber que es una dramaturgia y conocer el story telling. Por último, la

seguridad creativa, que es saber organizar la creatividad.

Lo anterior muestra la importancia de conocer el tema que se va a tra-

tar, que enfoque se le va a dar, hacia quien va dirigido y si genera opi-

nión o conflicto.

El periodismo joven debe ser actual, activo, despertando interés en

quienes lo leen, escuchan o ven; sin conceptos vacíos y con una gran

claridad y calidad informativa.

Un medio que no es

incluyente es un medio

impedido

Edición No2, Año 3 Publicación mensual abierta para todo aquel que quiere y tiene algo que decir

Page 2: Mural 3.2

Taxonomía gastronómica Por Daniel E. Aguilar R.

Una de las cosas que más me atraen de vivir

en Barranquilla es su deliciosa oferta gas-

tronómica: Kibbes árabes, patacón con queso

costeño, jugo de níspero, chicharrón de la 38

y, por supuesto, las infaltables carimañolas de

un reconocido desayunadero local. Cabe ano-

tar, sin embargo, que se trata de delicias que

disfruto ahora que todavía no tengo problemas

con los niveles de colesterol ni triglicéridos en

la sangre, ni espero tener, pues me vería obligado a abandonar la arepa e´

huevo, la papa rellena y los suculentos deditos “churucuteadores” de la

tiendecita.

Sin embargo, lo que me llamó profundamente la atención sobre la gastro-

nomía local, en mi condición de cachaco, no fueron los fritos y hornea-

dos, sino la denominación otorgada a cierto manjar que la Real Academia

de la Lengua Española definiera como “Masa de harina, con otros ingre-

dientes, de forma redonda, que se cuece a fuego lento” y que, en el inter-

ior llamamos coloquialmente como Ponqué, Torta, Pastel, pero que en la

costa Caribe se le designa con el nombre de Pudín. Y me llamó la aten-

ción, pues dentro de la taxonomía gastronómica andina podría decirse que

tal nombre constituye un error, más que semántico, de tipo conceptual im-

perdonable.

La palabra Pudín proviene del vocablo inglés Pudding y está íntimamente

relacionado con el concepto del Budín de otros países de Latinoamérica.

Sin embargo, todos los anteriores hacen parte de los flanélidos, o postres

de contextura coloidal, cuyo sabor dulce y carameloide constituye los pla-

ceres que suceden a un almuerzo excesivo en carnes grasas. Por otra par-

te, están los que en el interior denominamos Tortas, Ponqués y Pasteles,

que a pesar de su parecido estético, corresponden a especies culinarias

distintas, por lo que agruparlas como si fuesen la misma cosa, constituye

otro error conceptual imperdonable. Las primeras pertenecen al Filum de

las Tortáceas, típicas de las costas lusitanas, en la península Ibérica y se

distingue de las otras por tener una alta tendencia a incluir en sus ingre-

dientes el dulce sabor de la semilla de planta de Cacao, que los Aztecas

precolombinos llamaran Xocolatl y cuya preparación requiere del hornea-

do. La segunda pertenece a la familia de los Ponquésidos, que pueden lle-

gar a involucrar mezclas criogenizadas de cremas lácteas saborizadas con

néctar de fruta, razón por la cual se requiere de un ensamblaje post- hor-

neado, dado que la crema en cuestión podría verse afectada por el intenso

calor del horno. Finalmente, los Pastelidos pertenecen a otro filum, dado

que no se limitan a los sabores dulces como elemento central de su coc-

ción. De hecho, puede requerir de previa fritura de otros ingredientes, que

posteriormente se verán mezclados o introducidos en el corpus horneado

de aquello que se denomina vulgarmente con el término Pastel.

Los manjares anteriormente descritos con cuidadoso rigor taxonómico

constituyen los placeres palatinos de niños, jóvenes y adultos, quienes de-

ciden celebrar sus respectivos natalicios, acompañando los mencionados

platos con bebidas, principalmente frías, de origen gaseoso y con un alto

porcentaje de azúcares procesadas que suele alojarse en los glúteos y sec-

ción posterior de los brazos de las mujeres, los cuales se balancean armo-

niosamente cada vez que levantan la mano para saludar a alguien en la

distancia. Sin embargo, los tortáceos adquieren un matiz particular cuan-

do son acompañados por una bebida caliente, de características cafeínicas,

altamente recomendada para adelantar largas jornadas pedagógicas y cuyo

consumo parece presentar una correlación significativa y directamente

proporcional al nivel académico de las personas.

Con la anterior disertación espero, humildemente, haber desalojado las

dudas concernientes al error conceptual que implica el designar lo que

claramente se reconoce y determina como Tortáceo, Ponquésido o Pasteli-

dos, como si se tratase de un manjar pudínico, que aunque delicioso, es

menos firme que un flan.

Una pulga incomoda a los más

Grandes Por Daniel Valencia

Hablar sobre Messi y sus habilidades se ha con-

vertido en una labor compleja. La pulga hace

que los calificativos se agoten, convirtiéndose

en redundancias. Él se las arregla para superar-

se cada vez que pisa el césped de un estadio, lo-

grando que la capacidad de asombro no sea su-

ficiente para describir lo que nuestros ojos apre-

cian, que hasta en ocasiones no dan crédito de

lo que son testigos: la magia del rosarino. Sim-

plemente es el mejor, pero de aquí nace un in-

terrogante que viene en boca de quienes gustamos del deporte rey

hace ya algunos meses, ¿Es Lionel Messi el mejor de la historia?

La respuesta sería sí, únicamente si la historia del fútbol llevase 10

años de transcurrida, pero el 10 del Barcelona se tiene que someter a

criterios, en muchos casos, subjetivos, de quienes vieron jugar y ga-

nar a grandes como Di Stéfano, Cruijff, Púskas, Beckenbauer y so-

bretodo, Pelé y Maradona. Estos dos últimos son la piedra angular

para las aspiraciones de “Lio” de consolidarse como el más grande

futbolista de todos los tiempos. Las comparaciones, por el momento,

llevan a una única conclusión: si Messi no levanta una copa del mun-

do, no puede estar a la altura de Pelé y Diego, los más grandes.

Seguramente su calidad ya ha deslumbrado a muchos, que lo ponen

en lo más alto, como es el caso del consagrado director técnico argen-

tino Carlos Bianchi, quien afirmó: “Messi es el mejor jugador que vi

en mi vida”, y para quién ser el mejor no pasa por los títulos. Pero

Pelé y Maradona jugaban también de manera sensacional, ganando

mundiales, entre otros muchos títulos. Pelé, el hombre de los mil go-

les, y Diego “el barrilete cósmico”, se alzaron con la copa del mundo

de la FIFA siendo las estrellas de sus equipos, así que una buena for-

ma de medir y compararlos, lastimosamente para Messi, es a través

de los títulos obtenidos.

Si tenemos en cuenta que Pelé logró marcar su gol mil a la edad de

28, eso quiere decir que Messi debería hacer 746 goles en cuatro años

para alcanzar tal proeza del hasta ahora rey del fútbol. Muchos dirán

que la liga en que jugaba Pelé era menos competitiva, pero su rendi-

miento era muy superlativo, igual que Messi en La Liga BBVA o si se

quiere, Uefa Champions League (no todos logran anotar cinco goles

en un sólo partido en fase de eliminación directa de UCL). Esto pue-

de llevar a una conclusión práctica: son contextos distintos, y tanto

Pelé, Diego o Messi, se enfrentaron a los mejores rivales de su época,

saliendo victoriosos y manteniendo un gran nivel muy por encima de

los demás. Messi por su parte, tiene la ventaja de haber sido galardo-

nado con el Balón de Oro por tres veces consecutivas, y a sus 24 años

de edad, su futuro es más que prometedor. Su gran reto es Brasil

2014, sin duda el que debe ser su mundial, ya que llegará con 26

años, y cumplirá 27 en el transcurso del certamen, sin duda su mejor

momento de madurez.

Probablemente Lionel no alcance la estratosférica cifra goleadora de

Pelé, o llevar a Argentina a dos finales de mundial como Diego, pero

si es capaz cuestionar el trono de ambos es debido a su enorme cali-

dad, la cual seguramente lo llevará a seguir haciendo maravillas con

él balón, y para las que se quedarán cortos los adjetivos. Sin duda el

pequeño rosarino es el mejor de su época, sólo hay que disfrutarlo al

máximo mientras dure su reinado.

El Mural "Un momento siempre te busca a ti, siempre y

cuando estés consciente de la maravilla de la luz"

Foto, Nicolás Sastoque. Parte de la colección personal que será exhibida en los próximos meses.

Tenga personalidad #Ombe Por Carolina Monsalvo

Años atrás en nuestra adorada Barranquilla no era muy común

ver o escuchar personas que les gustara un ritmo diferente a la

salsa o el vallenato, sin embargo, me he dado cuenta que está de

moda ser rockero, rasta, bohemio, indie, entre otras variaciones

que aquí no puedo mencionar por aquello de la censura. Otra co-

sa que también está de moda es ser inteligente, quizás porque los

nerds han escalado muchos puestos en la pirámide social, y aho-

ra usar gafas de aumento es tener un sex appeal indescriptible, o

porque The Big Bang Theory les ha enseñado que sí se puede

conseguir novia siendo un come libro.

Es aquí cuando nos preguntamos por qué vemos tantas personas uniformadas con el

mismo jean, los mismos colores, zapatos, gafas, sombreros, la misma profesión

(fotógrafos empíricos), peinados y lo peor, por qué los escuchas cantar fuertemente en

cualquier lugar como para que todo el mundo sepa que se saben una canción que el

otro desconoce; por qué se creen bateristas o guitarristas mientras van en los buses o

por qué, como dice una amiga, ahora todos aman la troja e ir a la Berbetronik.

Toda esta nueva onda es lo que llamamos ser un “Wanna Be”, personas que tienen la

capacidad de adaptarse a todo y para todos en cualquier momento sin importarle los da-

ños visuales o sonoros que producen sus cambios; es querer ser, actuar, hablar y pensar

como otros. Sin embargo, no podemos decir que en algún momento de nuestras vidas

no hemos sido wanna be de algo, quizás lo disimulaste más que los demás o tal vez

no entras en las estadísticas y siempre has sido como eres.

Pero entonces cómo diferenciamos a un “Wanna Be”?, simplemente ellos quieren

hacerse notar, llamar tu atención, que notes el cambio, que veas que ahora sí están en la

onda, que después de rumbear con tacones altos todos los fines de semana y odiar la

champeta, ahora la bailan con los mismos tacones pero combinada con electrónica, que

después de no tener ni idea qué era el foco ahora le sacas fotos hasta las hormigas de tu

casa, entre muchos otros interminables ejemplos. Por el contrario, las personas que

cambiaron porque se dieron cuentan que tenían otras opcionesn no mejores ni peores

sino diferentes, y lo hicieron a conciencia, no les importa que los vean ni que todo el

mundo se haga partícipe de su decisión.

Si te sentiste identificado con la anterior descripción, mi consejo es el siguiente: Prime-

ro, ten personalidad #Ombe, se tú mismo, no sigas modas; si descubriste que te gusta el

reggae no quiere decir que ahora eres Bob Marley ni el fan número uno de Cultura

Profética. Segundo, no niegues tu pasado, todos hemos bailado reggaetón, vallenato,

salsa, todos fuimos a minitecas cuando estábamos más pequeños, todos hemos rumbea-

do. Y por último, si vas a ser un “Wanna Be” procura escoger bien tu cambio porque en

Facebook las cosas son para siempre.

Apreciados Lectores.

En el año 2010, justo en el mes de Marzo, salió a la luz la

primera edición del periódico El Mural, a una página, con

cuatro textos escritos por profesores, con la intención de to-

mar el pelo a los estudiantes y de generar un debate saludable

y ameno en torno a la vida universitaria.

Tres años más tarde, El Mural cuenta con lectores de otras

Universidades, ciudades e incluso otros países. Lectores que

han hecho aportes de textos, fotografías y caricaturas para

nuestra publicación. Tres años más tarde cuenta con un blog

en wordpress y próximamente uno en la página de la Univer-

sidad del Norte.

Ahora, para esta edición de Abril de 2012, queremos incluir

una nueva faceta. Queremos introducir una sección de POD-

CASTS en nuestra página web

(www.elmuralun.wordpress.com), de manera que si alguno

de nuestros lectores siente inclinación por la radio y tiene la

forma de grabar en audio sus columnas de opinión, noticias,

crónicas, poesías o, por supuesto radionovelas, tales aportes

serán muy bien recibidos. Asimismo, proponemos el plan El

Mural Lector, en el cual, si alguno de ustedes tiene la dispo-

sición de regalarnos un poco de su tiempo libre y grabar en

audio algunos de los textos que hemos publicado en edicio-

nes pasadas de El Mural, será igualmente, muy bien recibido.

Las inclusiones arriba propuestas corresponden a que El Mu-

ral, como cualquier otro medio escrito, se dio cuenta que co-

mo tal es muy limitado, pues hay una población que por una

u otra razón no puede leer los textos que publicamos. Así que

pensamos que sería una buena idea tener acceso a otros tex-

tos, así como también al contenido que irá impreso.

Así pues, esperamos contar con su colaboración en este nue-

vo proyecto, porque un medio que no es incluyente, es un

medio impedido.

Cordialmente,

El Editor.

Debo reconocer que gran

parte de la culpa la tene-

mos nosotros, los hom-

bres, ya que a lo largo de

nuestra adolescencia, de-

jamos el mando de las

relaciones personales al

instinto.

Seguramente la marcada prevención de las mu-

jeres con respecto al sexo opuesto sea producto

de años de acoso sexual por parte de hordas de

jovencitos cuyos rostros afloraban su desorden

hormonal en forma de acné. Quizás sea produc-

to de siglos de discriminación sexista. No lo sé.

El caso es que dicha prevención -¿O debo decir

perversión?- se refleja en diversas situaciones

cotidianas, especialmente cuando intentamos

entablar una conversación con una mujer. Es

entonces cuando inconscientemente se presenta

en su interior de manera más o menos matizada

la misma fantasía recurrente:

Está ella en la playa cuando de repente aparece

montado en un caballo negro, Antonio Bande-

ras vestido de blanco, quien con una insinuante

mirada le ofrece un paseo en su corcel para lle-

varla en brazos al chalet donde se consumará el

inicio de un idílico romance.

Pero muy a nuestro pesar, y el de ellas, la reali-

dad es otra.

Para comenzar porque no estamos en la playa,

ni existe tal caballo. Tampoco gozamos del sex-

appeal del señor Banderas ni de su chalet con

vistas al mar. ¡Nada de eso! Es más, en el caso

particular de este servidor, en lo que respecta a

relaciones conyugales, ya está todo encarrilado

o descarrilado, depende cómo se mire.

Así que respetuosamente me gustaría aclarar

que el hecho de reconocer abiertamente, por

ejemplo, la sensualidad de una cabellera, la ca-

lidez de una conversación amistosa o disfrutar

de la belleza de los bien torneados cuádriceps

de una nadadora, no implica que exista

una segunda intención solapada.

Simplemente se trata de compartir una conver-

sación en una tesitura diferente a la de los ami-

gotes, dejarse llevar por el aroma de

una melena bien cuidada o maravillarse de la

belleza indiscutible de la anatomía femenina.

Ni más ni menos. Es y debe ser entendido como

eso.

Sería bonito un mundo en el que un halago a

una mujer, dejara de ser erróneamente interpre-

tado como una propuesta erótico-romántica.

Que dejara de una buena vez de ser visto desde

una perspectiva sexista para ocupar el lugar que

le corresponde: El de un simple reconocimiento

a la magnificencia y encanto de la mujer.

Las Mujeres Solo Piensan En El Sexo

Sexo: (del latín sexus)

1- Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.

2- Conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo (masculino o femenino)

3- Placer venéreo o relativo a Venus.

Por Iván Patricio

Un medio que no es

incluyente es un medio

impedido

Page 3: Mural 3.2

¿Qué le pasa al campeón?

Por Sergio Lalinde

Con todo esto de la globalización hoy, como

por decir un ejemplo casual, podemos encontrar

hinchas más apasionados del Barcelona en Ba-

rranquilla que en la propia ciudad española. Y

es que cualquiera se vuelve hincha de un equipo

que ha ganado por tres años seguidos la liga, y

que de la actual en la que se han disputado 27

partidos solo ha perdido dos. De esta manera

podría decir que en Colombia resulta muy difí-

cil seguir con pasión y fidelidad el fútbol local, la inestabilidad en te-

ma técnico, deportivo y económico es el común denominador de los

clubes colombianos.

De ahí que la pregunta: ¿Qué le pasa al campeón? que se ha hecho

gran parte del país durante los tres partidos de Copa Libertadores y

siete de Liga Postobón, en donde se ha visto un oscuro panorama del

Junior de Barranquilla no resulte ser una novedad en los oídos de los

que hemos estado acostumbrados a la inestabilidad, que dicha en

otras palabras habla de la falta de inversión en los equipos tanto a ni-

vel monetario como en proceso. (en esto espero que tengamos clari-

dad a lo que me refiero).

Por situaciones como ésta es que un Junior Campeón escasamente

hace tres meses, hoy se muestra desmotivado e inseguro y debatién-

dose en el boca a boca de hinchas y periodistas: el grupo no es el mis-

mo y no está unido. Lo peor es que el panorama se vuelve más deso-

lador cuando uno se da cuenta de que la gente e incluso algunos juga-

dores, no ven más allá de la falta de gol de Luis Páez o de Luis Car-

los Ruíz, o de las faltas que pitan o dejan de sancionar los árbitros.

Mi pronóstico es que lo que le pasa al Campeón más reciente del

fútbol colombiano no es algo nuevo, es una enfermedad que trae uno

o dos semestres de malos resultados luego de quedar campeón, y que

también ha contagiado a algunos campeones tiempo atrás y a otros,

incluso, se los ha consumido. Ahí está América en la B, el Nacional

de séptimo, Junior de onceavo y Once Caldas casi en la última posi-

ción de la tabla.

En fin, guardando las debidas proporciones, que más quisiera uno

que el equipo de su ciudad tuviera la estabilidad de los grandes clu-

bes de Europa como el Barcelona, Manchester United o Real Madrid

que traen a su afición una felicidad cada fin de semana.

El Mural Una moneda.

Por Eduar Barbosa

Una moneda.

Una moneda con rostro,

con un árbol o con una bandera,

un pedazo de mundo

con destinos infinitos.

Una moneda bajo tres (o seis)

luces

que imparten el ritmo a tantos

cuerpos

arropados

o desnudos.

Una moneda.

Un pedazo de metal

que compra los minutos.

El Águila Por Daniela Yepes

Raudo y muy sereno en las alturas vuela

Majestuoso e imperturbable por los aires se

desliza

Con mirada inquisidora a su nueva presa

hechiza

Mientras que su compañera a su cría el sueño

vela

Con ímpetu la fuerza y la esbeltez despliega

Siempre procurando alcanzar su meta

Ni el tiempo, las montañas ni la brisa inquieta

La firma decisión que en su alma impera

El águila en Los Andes muy cerca a las

estrellas

Y aquí sobre la tierra auscultando el mundo

Seguimos decididos sin cambiar el rumbo

Haciendo de la vida una fiesta bella.

Banderilla Daniel E. Aguilar R. (El Jefe)

Alberto Martínez (El Gurú)

Gisela Arroyo (la Cuchilla)

Nicolás Sastoque (El Fotólogo)

En este número participaron:

Alejandra Romero

Daniel Cueto

María Ángel Orjuela

Gisela Arroyo

Sergio Lalinde

Daniela Yepes

Eduar Barbosa

Andrea Páez

Raúl el Loco

Daniel Aguilar

Nicolás Sastoque

Carolina Monsalvo

Iván Patricio (Bogotá)

El dedito machuca´o El malgenio instantáneo que amarga la

mañana y en la noche se olvida. Por Andie Páez

El baño es sin duda un lugar donde muchas cosas

pueden salir mal, una razón podría ser debido al

apuro en que uno entra, porque son otras muchas

razones las que nos hacen pasar por ese lugar de

afán. Malo podría ser que se te quede la toalla,

entonces te ves forzado a gritar por la puerta a ver

si algún alma caritativa se manifiesta, o si definiti-

vamente te tocó correr desnudo y mojado como

para que exista la posibilidad de resbalarse por to-

do el lugar. Malo podría ser que se te olvide que el

jabón se había acabado y tengas que salir a bus-

carlo o que no haya nada, igual con el shampoo.

Pero hay una cosa que supera todo, "que se acabe

el papel higiénico".

Se llamaba Rosario y aunque a veces tenía una regla en la mano

nunca nos pegó. No usaba jeans ni llegaba con un morral en su

espalda, pero debajo de sus vestidos largos y anchos dejaba adi-

vinar que existía un cuerpo. Recuerdo que era flaca y un poco

desgarbada a sus treinta y tantos años, la mayoría de ellos al

frente de un tablero con una tiza en la mano. Tal vez en ese

tiempo pensaba que las profesoras deberían ser solteras pues

sólo así podían enamorar a los niños.

Me parecía por eso natural su soltería, intrínseca a su oficio. Re-

cuerdo mucho los juegos pesados de mi madre y sus largas riso-

tadas al insistirme en su fealdad, mientras yo, lloriqueando, corr-

ía detrás de ella intentando convencerla, con mis pequeños pu-

ños y manotadas, de que la profe era la mujer más hermosa del

planeta. Mientras me decía “es fea” “es fea”, ella iba corriendo

de espaldas por el zaguán, protegiéndose con sus manos de mis

intentos, partiendo de la cocina y finalmente llegando al

planchón de cemento del secado de café, que quedaba en todo el

frente de la casa y dejaba a la vista ese horizonte verde y azul,

muchas veces lleno de nubes y de lluvia.

Ahora volvía a mí esa sensación. Sentado frente a la pantalla. La

primera escena me evocaba el recorrido que hacía desde mi ca-

sa, a toda carrera por un pequeño camino, rodeado de matas de

escoba, hacia la casa de don Arnulfo. Parece que hubiese sido

exactamente esa locación. Al llegar, de manera intermitente,

podía encontrar bien fuera un caballo atado a un palo de una cer-

ca, o un novillo. Los niños se parecían a mí y a mis amigos en la

finca, tal vez, en relación con el juego de fútbol, podría acercar-

me más a Poca Luz, pero por mi posición en el grupo, a lo mejor

mi carácter era mucho más parecido al de Manuel. Curiosa coin-

cidencia, que en esa época de mi vida todo el mundo me decía

Manuel, pues ese era mi nombre de pila, antes de decidir llamar-

me Raúl, mi segundo nombre

Al abrir el plano y mostrar el pequeño valle, evoqué de inmedia-

to el paisaje de montañas verdes que se abría hacia el horizonte.

No tuve un padre tan rudo como el suyo, el mío era más comple-

jo, por algunos lados menos bueno, pero por otros más sensible,

pero si una madre que como la suya muchas veces llevaba un

dolor por dentro, aunque la mía finalmente fue tal vez más deci-

dida que la suya. Tuve también hermanos menores que me des-

pertaron sensaciones parecidas a la del suyo, y tengo también

ese recuerdo de haber visto personas con armas bajo la ruana

que rondaban por los alrededores de la finca. Es más, en alguno

de mis sueños de niñez, tuve esa sensación desesperada y de

completa vulnerabilidad de sentir a un helicóptero sobrevolando

y revoloteando sobre el techo de la casa y bombardeando los al-

rededores. Sin embargo, aunque todas estas evocaciones de lo

que fue mi infancia en un contexto rural fueron provocadas por

escenas de la película Los Colores de la Montaña, las memorias

y las vivencias no tenían muchas coincidencias

A esos personajes no siempre los odiábamos, creo que en princi-

pio no aparecían como seres misteriosamente malos de por sí,

sino más bien como salvadores. Como quienes cuidaban las fin-

cas en nuestras ausencias y como quienes no dejaban que se ro-

baran nuestra vaca o nuestro caballo. Es más, a veces eran muy

cercanos, inclusive en algunos momentos nos dejaban tocar sus

armas o inclusive jugar con ellas descargadas, lo cual por su-

puesto era fascinante. Después vinieron los muertos y los des-

aparecidos, cada uno con su justificación. Como cuando mata-

ron al papá de Durleidis, ese señor al que un día en un acto no sé

si suicida, de estupidez o de valentía, le grité “suegro” y me co-

rreteó con un machete en la mano preguntándome a gritos que

cómo un cojo como yo –que equivalía más o menos a un casi in-

vidente como Poca Luz- que no estaba completamente apto para

trabajar en el campo, y que más bien se la pasaba estudiando o

leyendo, podría mantener a su hija. No lo mataron por sapo, ni

por tener hijos que habían dicho que se iban para la Costa y que

en lugar de eso se habían subido mucho más para el monte. De-

cían que lo mataron porque era cuatrero y se robaba las vacas de

don Ignacio.

Yo me fui de la finca antes de que llegara el segundo ejército,

ese que, aunque tenía uniformes similares, no era el supuesto

formalmente en nuestras mentes, ni en el seguro servicio militar

obligatorio para todo campesino, sino el “real”, el que llegaba a

“pacificar”. De eso sólo tengo algunos relatos vagos, como to-

dos esos relatos sin memoria que construimos todos los días so-

bre la guerra, de quienes en ese entonces fueron niños y niñas y

estudiaban conmigo en la escuela de la vereda. Si en esa vereda

enclavada en la mitad de una montaña o del valle de una peque-

ña quebrada, en medio de las cordilleras andinas. Al igual que

los hombres de armas debajo de la ruana no llegaron solos, ni

tampoco obligaban a todo el mundo. Al igual que ellos, éstos lle-

garon también con muchas complicidades. Sí, porque los hom-

bres de las armas debajo de la ruana hablaban de la lucha por la

tierra, hablaban de justicia, hablaban de cosas comunes a lo que

antes se decía en las reuniones de la Junta de Acción Comunal o

la de la Asociación de Usuarios Campesinos, aunque nunca lle-

garon a ser ellos mismos.

Este nuevo ejército llegó con la complicidad de don Ignacio, el

dueño de la mitad de la vereda, el dueño de esas verdes monta-

ñas que adornaban el paisaje, que quedaban al frente y a los la-

dos de la casa y que a veces eran tan hermosas que parecía que

no tuvieran dueño. Era el papá de Hernán, el único que tenía un

balón de cuero, que a su vez inflaba con la bomba de su bicicle-

ta, una Monark Cross, pues tan sólo había dos bicicletas en toda

la vereda. Le envidié la suya pero por fortuna me di los primeros

totazos, que me causaron llagas en las piernas, en la Monareta

de Durleidis. Hernán siempre llevaba ponqué Ramo con cajitas

de La Lechera de merienda a la escuela y un día lo odié profun-

damente cuando sentado a mi lado en el pupitre que a veces

compartíamos, en la clase de dibujo, yo rompía la hoja de papel

intentando sacar brillo en mi pintura, con mis colores Recreo, de

cajita de cartón de seis unidades, con doble punta, mientras él,

desplegaba con holgura los diferentes tonos que le daban sus

Prismacolor, ordenados de manera sistemática en su empaque

original de treinta y seis unidades, que se abría en tres cuerpos y

que odiosamente invadía también la parte que me correspondía

de mi pupitre. No sólo era dueño de las montañas, sino que tam-

bién tenía las condiciones para dibujarlas y colorearlas de mejor

manera.

También eran amigos de otros señores de los alrededores de la

finca a quienes sólo veíamos en sus camionetas y se detenían a

los lados de la carretera y hablaban con las personas sin bajar

completamente los vidrios de las puertas de las mismas y que en

principio nos parecieron buenas personas porque tenían mucha

plata y ayudaban a la gente. Sí, me acuerdo que compraban las

bolsas de colombinas en la tienda de don Marcos, luego nos las

tiraban por el piso para que jugáramos a competir por ellas entre

nosotros, pero cuando ya nos habíamos dado suficientes trompa-

das y codazos, y estábamos a punto de matarnos entre nosotros

mismos, nos decían que las repartiéramos por igual entre todo el

grupo, inclusive que las compartiéramos con los que acaban de

llegar de caminar jugando trompo por la carretera, de tal forma

que a nadie le fuera a tocar más que a nadie. No solamente eran

buenas personas, sino que además nos parecían justos. Si, eran

buenas personas, cuando llegaron y vieron la tienda de don Mar-

cos, con las paredes de bareque derruidas, y casi destechada, le

regalaron no solamente láminas de Zinc, sino bolsas de cemento

para que la arreglara. Querían tanto a don Marcos y a su tienda

que decían que sentían que esa tienda era como si fuera de ellos

Después vinieron otros muertos, que también tenían justifica-

ción, bien fuese porque apoyaban a los hombres de ruana, por-

que eran personas raras, es decir, mechudos, vagos, drogadictos,

o bien porque tenían sus fincas al lado de la de don Ignacio y a

él le daba miedo que allí vivieran los bandidos y por eso había

que hacerlos ir.

Un jueves me mandaron para el pueblo a seguir estudiando el

bachillerato y después me fui a la capital a estudiar ingeniería

química y después de eso poco iba a la finca. Por eso vi crecer a

mis amigos de niñez en la distancia, tal vez me protegió la limi-

tación de mi pierna pues luego vi como unos iban a “pagar” ser-

vicio militar y se quedaban allí como soldados profesionales, in-

clusive uno como francotirador, de cuyos logros se enorgullecía,

otros que poco a poco se enrolaron con los hombres de armas

bajo la ruana y otros más con el otro ejército. Inclusive, me

acuerdo de los hermanos Cortés. Uno en el bando de los de rua-

na, el otro en el de los de la camioneta negra y un primo militar.

Si, tal vez en algunos momentos tuve un fuerte odio por los

hombres de armas bajo la ruana. Cuando Hernán nos contaba

que a veces ellos visitaban a su papá y a él lo hacían esconderse

en el cuarto, cuando veía a Durleidi llorar por el papá, pero so-

bretodo por esos días en que al finalizar la clase mi profesora se

quedaba conversando de manera coqueta con uno de ellos. Era

más viejo, mucho mayor que ella. Era la forma como lo miraba,

como se reía y como movía sus manos, con un dejo de nerviosis-

mo, de entrega, de vulnerabilidad, mientras él la miraba con su-

ficiencia. Tan distinta a la manera tan segura y sobrada con que

me sonreía y de manera juguetona frotaba con sus manos mis

cachetes en un acto casi que involuntario, mecánico, tal vez mu-

chas veces pensado y después asimilado como estrategia pe-

dagógica. Pensaba en la idea de armar un ejército con mis ami-

gos, tal vez como el de los niños que perseguían a Osama Bin

Laden, en el segmento de Egipto de la serie de cortos de distin-

tos países sobre el once de septiembre, tal vez con armas de ju-

guete construidas con palitos o ramitas secas, o en un caso extre-

mo, con las escopetas de fisto que tenían nuestros padres, guar-

dadas y en desuso, diría yo, de tal forma que los pudiera ahuyen-

tar, no sé si de la vereda, pero al menos de al lado de mi profeso-

ra.

Pero no fue necesario. Hablar con los hombres de armas bajo la

ruana también era un pecado, peor era si se estaba mucho tiem-

po cerca de su entorno, tal vez podría fatal si se llegara amar a

uno. No la volví a ver, tal vez se jubiló prematuramente por tra-

bajar en “zona de orden público”, tal vez se fue con el hombre

de la ruana, a lo mejor se fue buscando la ciudad o a lo mejor

nunca se fue. No la lloré, ni pregunté por ella, tal vez la distan-

cia que me dio ir a “la ciudad” hizo más fácil la ruptura. Nunca

he pensado en preguntar por ella, pero a veces al recordarla sent-

ía un profundo odio también por los hombres de la camioneta

negra. Lo cierto es que a veces, cuando ha habido un amor tan

grande, so pena de sentir un profundo dolor, es mejor no pregun-

tar.

Si alguien puede finalizar una película con un vallenato chillón

que habla de los caminos de la vida, por qué no cerrar una histo-

ria con el recuerdo de una de las canciones que interpretaron

Alicia Juarez y José Alfredo Jiménez, la cual a veces le escucha-

ba cantar a la profe en los ratos del recreo y que trae la añoranza

de todos esos bellos recuerdos rurales, correr por caminos de es-

coba, jugar trompo por la carretera de regreso de la escuela, ju-

gar con las armas de los hombres de ruana, montar en la mona-

reta de Durleidi, pelearse a codazos por las colombinas que nos

tiraban al piso los amigos de don Ignacio, pero sobretodo, ver a

mi profesora ayudándome a empacar los cuadernos en el morral,

sabiendo que antes de irme a casa me frotaría los cachetes con

una sonrisa mecánica y con un gesto de suficiencia me daría un

beso en uno de ellos. Al irme al pueblo, tomé distancia de la fin-

ca, luego al irme a la ciudad he tomado mucho más distancia de

mi pueblo. Si, definitivamente “las distancias apartan las ciuda-

des… las ciudades destruyen las costumbres”.

La profe, los colores y la montaña Por Raúl el Loco

Me tienen arrecho con tanta juepuerca preguntadera, que qué color tiene mi bandera

/que si yo soy godo o soy liberal

Me tienen verraco con tanta juepuerca averiguadera, que si soy ELNo, EPLo

/ó siquiera apoyo a las AUC o si soy de las FARC.

Me tienen mamado con tanta juepuerca interrogadera, que si yo a la tropa le abro la cerca

/y si le doy agua del manantial

Yo soy hombre del campo o mejor dicho soy campesino, así que les ruego, suplico y pido

/ya no más preguntas, no me jodan más.

Yo soy campesino trabajador, pobre y muy honra`o, vivía muy alegre pero me tienen embejucao

Campesino Embejucao de Ósca Gómez

Un medio que no es

incluyente es un medio

impedido