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Más allá de aquello que concernía al mundo occidental, explora-mos el país del que nada se sabía pero sobre el que tanto se espe-culaba. Uno de los últimos lugares secretos del mundo, que bienpodía superar en grandeza a las cataratas Victoria o Niágara.

TENIENTE CORONEL F. M. BAILEY (1913)1

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Las montañas se extienden por doquier, con muchas dificultadesnos conducimos aquí y allá. El rastro se sigue arriba y abajo, nosmartirizan rocas que se interponen en nuestro camino. Nada pode-mos hacer para mantener el rumbo; si perdemos un solo pasojamás seremos capaces de regresar a salvo. Pero quien tuvo la for-tuna de adentrarse en esas regiones salvajes obtuvo de su esfuerzouna beatífica recompensa, pues encontró allí las mayores deliciaspara deleite de su corazón. Las regiones salvajes son pródigas entodo lo que deseamos oír, en todo lo que más puede complacer anuestra vista. Así, nadie podrá desear más cosas. Lo sé bien, por-que estuve allí.

GOTTFRIED VON STRASSBURG, Tristán e Isolda

Los mitos hagiográficos del viaje espiritual, no obstante y a travésde cualesquiera dificultades para acceder a la gracia divina, deven-drán en paradigma del viaje a los parajes de la posteridad medianteel ideal de la meta última… Eso, que es un puro mito, un paradig-ma de lo improbable, queda sin embargo fijo en nuestra memoriahistórica y actúa como contraste de la forma en que el humanoviaja –cualesquiera sean sus posibilidades y sus éxitos– sin podertrascender jamás el abismo de la futilidad.

JAS ELSNER Y JOAN-PAUL RUBIES, Voyages & Visions

Siempre hay dos clases de Arcadia: la escabrosa y la pulida; laoscura y la luminosa; la de los lugares bucólicos y la del pánico pri-migenio… Lo idílico, en fin, tanto como lo salvaje.

SIMON SCHAMA, Landscape and Memory

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EL CORAZÓN DEL MUNDO

Viaje al último lugar secreto

IAN BAKERIntroducción de Su Santidad el Dalai Lama

Traducción de José Luis Moreno-Ruiz

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Título OriginalThe Heart of the World

Primera ediciónEnero 2007

© 2004 Ian Baker

© 2007 para la edición en castellanoLa Liebre de Marzo, S.L.

TraducciónJosé Luis Moreno-Ruiz

Diseño gráficoBárbara Pardo

Impresión y encuadernaciónINO reproducciones S. A.

Impreso en España

Depósito LegalZ-3793-2006

ISBN978-84-87403-91-0

La Liebre de Marzo, S.L.Apartado de Correos 2215 E-08080 Barcelona

Fax. 93 449 80 [email protected]

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Para lo ilimitado…

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En las fronteras del Tíbet y la India, en tierra de salvajes, se extien-de Pemako, la suprema de todas las tierras ocultas. Este reino deloto es descrito como el cuerpo de Dorje Pagmo con cinco cha-kras… La nube y el océano como lugares habitados por dakasy dakinis. Hay aquí una amenaza constante, ofrecida por las ser-pientes ponzoñosas, por las sanguijuelas, por las moscas y un sin-fín de criaturas salvajes, aparte de la que suponen hombres tambiénsalvajes, peligrosos y sanguinarios. Uno puede sucumbir allí, fácil-mente, a causa de la fiebre y otras enfermedades debidas a lasfrecuentes úlceras y toda clase de heridas que se sufren como con-secuencia de la infinidad de obstáculos que le salen al paso al pere-grino. La región está poblada, además, por espíritus malignos quede continuo despliegan sus poderes mágicos y milagrosos. Aquellosque carecen del valor necesario, o aquellos a quienes asaltan lasdudas, o que van con sus concepciones mentales, o que se aferrana las apariencias de la vida, o que están llenos de ignorancia, caende inmediato en la aceptación plena de lo que ven, o en el rechazopleno de todo lo que ven… Esas gentes tendrán grandes dificulta-des para alcanzar esta tierra y acceder a lo más oculto. Cuando selas contempla en toda su naturaleza esencial, las montañas, laspeñas, las rocas y los ríos se muestran como reinos mágicos o comodeidades en sí. Aquellos a los que asalten las transgresiones espiri-tuales jamás podrán acceder a este gran Mandala.

LELUNG SHEPE DORJE, La deliciosa y verdadera historia de la tierra suprema de Pemako (1720)

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No sólo es Pemako un lugar extremadamente difícil de alcanzar,desde cualquier dirección en la que se vaya, sino que aún resultamás difícil de explorar cuando se consigue acceder a él. Rodeadoen tres de sus partes por la garganta del Tsangpo, su cuarta partequeda bloqueada por una sucesión de altas montañas nevadas,cuyos pasos sólo están abiertos unos pocos meses al año. Junto aesas barreras que se extienden del este al oeste y hacia el sur,hay también densos bosques poblados por tribus salvajes pocoamistosas… Y añadido a todo esto, el clima resulta terrible, puesvaría del subtropical al ártico, y la lluvia es constante, casi perpetua,y hay serpientes y animales salvajes por doquier, e insectos y san-guijuelas chupasangres, lo que puede dar una idea de todo aquellocon lo que ha de enfrentarse el viajero.

FRANK KINGDON WARD, The Riddle of the Tsangpo Gorges (1925)

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Aunque estemos acostumbrados a separar la naturaleza y la percepción humana en dos reinos,hay un hecho indivisible… El paisaje resulta de la acción de la mente.

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Sus escenarios están hechos más de estratos de memoria que de rocas.SIMON SCHAMA, Landscape and Memory

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Prefacio

EN LA HISTORIA DE LAS EXPLORACIONES a lo largo de la frontera tibetana,un oficial de campo británico escribió acerca de la búsqueda inútil delas cataratas del Tsangpo, un salto de agua colosal largamente soñado por losgeógrafos victorianos. Aludía el autor a una deidad amenazante que se apa-recía a los exploradores como un velo de agua, en la entrada a la garganta delTsangpo tibetano. Tan cambiante y elusiva cascada, según el autor, había lle-vado a generaciones de exploradores a una suerte de quijotesca –y a menudofatal– búsqueda de ese numinoso salto de agua en las más recónditas profun-didades de aquella tierra. Según el autor, Shinje Chogyal, el Dios de laMuerte «aún no ha dado fin a su añagaza de hacer que se oigan sus cantos

de sirena». Cuando se dejaban sen-tir éstos, sigue diciendo el autor,«semejaban… una risa demoníacanacida en el viento».1

Este libro es un homenaje a esarisa ambigua; una exploración delas fuerzas, tanto internas comoexternas, que me llevaron, al igualque llevaron a otros, a prestar aten-ción a las voces ocultas en la gar-ganta del Tsangpo… Un homenajea la llamada perenne de lo desco-nocido, de los lugares secretos.

Desde las infaustas andanzas decomienzos del XIX, al gambito finalde 1924, los exploradores británi-cos se adentraron más y más en lashonduras de aquella tierra, enbusca de una «catarata espectacu-lar», un salto de agua tremendo que

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cayera de una altura tras la que el Tsangpo –uno de los ríos de Asia másgrandes y menos conocidos– desaparecía en algún confín impenetrabledel Tíbet para reaparecer a 11.000 pies de distancia más abajo como elBrahmaputra, en las selvas de Assam. Los exploradores, guiados por unospresupuestos geográficos que tendían a expandir el Imperio, fueron elabo-rando así la fábula de las cataratas de la garganta del Tsangpo –tres vecesmás grande que el Gran Cañón– como gran rival de las cataratas Victoria,símbolo del poder imperial en el corazón de África.

Mucho más allá, sin embargo, de lo que hubiera podido imaginarse,los tibetanos se guiaban en el laberinto del Tsangpo por profecías mís-ticas, para descubrir el corazón de un paraíso terrenal llamado BeyulPemako, la tierra secreta con forma de loto.

DE ABRIL DE 1993 A NOVIEMBRE DE 1998 hice ocho incursiones en laneblinosa garganta del Tsangpo, siguiendo las rutas trazadas por los prime-ros exploradores británicos, y guiado igualmente por las narraciones, cierta-mente visionarias, de los lamas tibetanos, que llevaban siglos adentrándoseen la región. Este libro contiene las crónicas de mis viajes primero y último,así como el largo peregrinaje de agosto de 1995 a una montaña que guarda-ba la llave de ese sanctus sanctorum aún sin descubrir que era Pemako. Comome guiaba entre una topografía salvaje y una mitología vertiginosa, cadajornada de aquel periplo me abría una puerta de acceso al reino de la revela-ción, más allá de las coordenadas propias de una geografía convencional. Así,merced a digresiones históricas y a un acopio constante de notas, tratéde contextualizar las experiencias que me habían llevado, junto a mis compa-ñeros de viaje, a las ocultas cataratas del Tsangpo, un lugar que los geógrafosy los historiadores habían designado desde antiguo como «un romance de lageografía», o como «uno de los mitos más obsesivos de los tiempos modernos».

Incluso los tibetanos continúan en esa búsqueda de la garganta delTsangpo cual santuario que en sus textos sagrados definen como «el reinocelestial en la tierra». Las cataratas del Tsangpo, uno de los varios portalesque dan acceso a este dominio mistérico, no eran una meta en sí mismas,sino una suerte de lugar de paso necesario; una puerta –tanto en su senti-do literal como figurado– al reino oculto de la mente y el espíritu. Para elperegrino, Pemako, aun idílico, aun elusivo, no supone algo así como unEdén perdido, sino un paraíso auténtico, eminente; un paraíso velado máspor los hábitos de la percepción que por la dura urdimbre de sus paisajes.

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Extendiéndose sobre la costura de los continentes que colisionaron hacemás de cuarenta millones de años, Pemako es mucho más que la fuente de laque brota la leyenda de Shangri-La. La garganta del Tsangpo ofrece un ecosis-tema de pasmosa diversidad, que va de los saltos de agua helada a las junglassubtropicales repletas de plantas medicinales únicas. Como si fuese un perga-mino que se va ofreciendo y desenrollando poco a poco a los lectores de eseterritorio fantástico, Pemako, preñado de lechos de orquídeas, con las nubesalcanzando la foresta, cubierto todo por un musgo de verdor insólito que alcan-za los riscos y los picos circundantes, se ofrece al peregrino como una puerta através de la cual sólo puede accederse a los espacios reveladores del misterioprometido, a un mundo vivo en el que buena parte de los sueños más hondosde la tierra y de las especies que la pueblan aún poseen una vida vibrante.

En la medida en que seguía las rutas transitadas por los peregrinos delTíbet, como en su día lo hicieron también aquellos exploradores victoria-nos y eduardianos, Pemako se iba convirtiendo para mí en el reino de lasposibilidades más insospechadas, de las posibilidades ilimitadas. Un lugaren el que la exploración geográfica lleva consecuente e inevitablemente alas revelaciones del espíritu, si no a su descubrimiento más cierto. Estelibro, así, celebra a quienes se han aventurado en este reino, no tanto paraobtener trofeos inciertos o clamar por el éxito de su aventura, como lleva-dos de un afán de aventura espiritual, de un afán por oír e interpretar lasvoces ocultas de un mundo místico. En 1925, el intrépido recolectory estudioso de las plantas, Frank Kingdon Ward, escribió a propósitode su periplo: «Era totalmente consciente de que no estaba a mi alcancehacer una descripción completa y fiel de las regiones visitadas. Sólopuedo hablar, pues, de ilusiones –de mis ilusiones, si así se prefiere–, queno se disipan siquiera ante la visita a la gran garganta del Tsangpo».

MUCHOS LAMAS TIBETANOS, muchos estudiosos, y no pocos artistas, porsupuesto, inspiraron este libro. En 1977, Kappa Kalden me introdujo, gra-cias a sus pinturas, en otros caminos de la experiencia a través de los montesy los ríos. En Sikkim, en 1982, Sonam Denjongpa me ilusionó con sus his-torias de las tierras perdidas del Tíbet, y varios años después, el estudiosoTashi Tsering me estremeció con sus textos tan poéticos como oscuros, enlos que describía aquel mundo con tintes surreales. Chatral Sangye Dorje

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Rinpoche me animó a descubrir la autenticidad de los espacios circundan-tes a través de la permanencia durante unos meses en las más recónditas cue-vas del Himalaya, y Bhakha Tulku Rinpoche me hizo el regalo de las notastomadas durante sus periplos por Pemako, la más accesible y por lo tantorenombrada de aquellas tierras perdidas del Tíbet. En 1987 KhamtrulRinpoche me hizo una prolija descripción de sus viajes por la garganta delTsangpo, así como de sus visiones a propósito de las oscuras cataratas deShinje Chogyal, las cataratas demoníacas a las que se tiene por responsa-bles de la leyenda que habla de una cascada monumental oculta en la gar-ganta del gran río. Tulku Pema Wangyal me contaría posteriormente cómosu padre, Kanpur Rinpoche, pasó bajo una catarata desconocida hasta enton-ces, durante un viaje que hacía al santuario más importante de Pemako, elChimé Yangsang Né. Este libro está dedicado a todos ellos, grandes iniciados.

A propósito de mi primer viaje a Pemako, debo dar las gracias a RickFisher, muy especialmente, por haber organizado perfectamente la expedi-ción, y a dos geólogos chinos de la Mountains & Rivers Special Tours, porayudarnos a ir más allá de los límites previstos. De mis posteriores expedicio-nes, gracias también, con una mención muy especial, a Robert Parenteau,compañero de escaladas en nuestros días escolares y taoísta a su manera, asícomo a su intrépida y encantadora novia, Karen Kung, cuyos conocimientosdel chino mandarín tanto me ayudaron. Gracias, igualmente, a Laura Ide, porprepararnos confortables lechos de lana de oveja tibetana, en los que descan-sar cuando los esfuerzos de cada jornada nos rendían y el sueño se hacía acu-ciante. También, a Gil y a Troy Gillenwater, atentos siempre a la presencia deserpientes venenosas y sabandijas. Y a la doctora Oy Kanjanavanit, toda unaautoridad en los estudios ecológicos sobre la relación entre la lluvia y la fores-ta, así como en el conocimiento de las setas y los hongos, las flores de labanana y el jengibre salvaje, cosas de las que nos alimentábamos cuando esca-seaban las provisiones; y a Kawa Tulku, quien, mientras buscábamos esa plan-ta inductora de visiones, llamada tsakuntuzangpo, nos convenció para quecomiéramos también ciertas flores púrpura que crecían en las márgenes de losaltos senderos; y a Christian Kuypers, hombre temerario, siempre dispuestoayudar, que se salvó milagrosamente de ser arrastrado por una torrentera, enmitad de la lluvia, agarrándose a unos brotes de bambú; y a Pemba Sherpa,capaz de levantar magníficos campamentos incluso en lugares infestados desanguijuelas, cuando tan lejos nos hallábamos del campamento base; y aRalph Rynning, quien no dudó en aproximarse a un ave fantástica para foto-

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grafiarla, no obstante tener que situarse, para ello, junto a un nido de víboras;y al lama Solu Khumbu, que prefería caminar descalzo, aun por senderos enlos que se precisaba de un buen par de botas, para así resultar fiel a las exigen-cias de rituales budistas como el riwosangchod; y a Ani Rigsang, yogui deTerdrom, por su impagable compañía y representar en sí mismo las mejoresesencias del peregrino; y a Ken Store, por su pasión por las tierras más ocul-tas y salvajes; y a Hamid Sardar por creer, como yo mismo, que Yangsang esmucho más que un mito.

Gracias inconmensurables, también, a Namkha Drimed Rinpoche, porsus visionarios informes acerca de su viaje a Pemako, hecho no obstante lasdificultades que presentaba la invasión comunista del Tíbet; y a JigmeRinpoche, reencarnación del más reverenciado de los lamas de Pemako, porsus enseñanzas acerca de la topografía secreta de Pemako; y a LamaRinchen, y a Dugu Choegyal Rinpoche, y a Peko Jedrung Rinpoche, y aLama Dawa, y a Khetsun Sangpo Rinpoche, y a Lama Ugyen, por suamplia visión para discernir cuáles eran los mejores caminos a fin de acce-der al reino sin descubrir de Pemako. Gracias muy especiales, igualmente, aPalmo, Sonan, Pede y Tseyang, por sus danzas lingdro y sus buenos oficioscomo guías en nuestro viaje a las comunidades exiliadas en ese confínde Pemako que es Jeerong, en Orissa; y al sacerdote Giles, de la abadía dePluscarden, en Escocia, y capellán del castillo de Cawdor, por sus reflexio-nes acerca de la búsqueda occidental de la espiritualidad oriental, y por suelogio de los antiguos viajeros, como lo fue el conde de Cawdor, uno de losprimeros peregrinos en adentrarse en la garganta del Tsangpo; y a PeterMiller, y a Rebecca Martin, y a los demás componentes de la expedición dela National Geographic, por tomarse tanto interés por esa pequeña y des-conocida parte del mundo, y por patrocinar nuestra expedición; y a BarbaraMoffet, y a Maryanne Culpepper, y a Bryan Harvey, y a Cary Davidson,y al resto de responsables de National Geographic por ayudar a que estaregión del mundo sea al fin conocida. Gracias también a la AcademiaChina de las Ciencias, y al Departamento de Bosques del Tíbet, por susesfuerzos para preservar Pemako de las hordas de turistas y del desarrollohidroeléctrico. Gracias mil, por supuesto, a Scott Moyers, amigo y mi edi-tor en The Penguin Press, por su valentía, visión y paciencia; y a Francis L.Kellog, primo y embajador, por alojarme en su casa, un antiguo molino delXVIII, desde la que se veía una pequeña catarata que caía sobre las rocas.Gracias también a Ulrich y a Heidi von Schroeder por haber puesto a mi

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disposición imágenes de las deidades del Tíbet, y a Phuntsok Dhumkhangpor su caligrafía, y a Erik Pema Kunsang por su magnífica contribución alglosario de este libro. Quiero dar las gracias también a mi amantísimospadres, y por razones varias, igualmente, a gentes como Yeshe Dorje,Victor Chan, Charles Rambla, Jeff Greenwald, Steve Currey, WilliamMcGowan, Ann Godoff, Kate Condax, Robert Youdelman, OwenLaster, Robin Needham, Ken Cox, Brian Gregg, George Schaller, Shelleyy Donald Rubin, Richard Pegg, Carroll Dunham, Kete Armstrong,Peter Matthienssen, Jamuna Devi… y muchos más.

Quiero dar las gracias, de manera muy especial, unas gracias muy gran-des, además, a todos los lamas, aldeanos y cazadores con que me encontréen la garganta del Tsangpo –en algunos casos sus nombres aparecen cam-biados en este libro, para proteger su identidad–, gente que nos condujopor senderos difíciles de transitar, y que nos hizo partícipe de sus secretosy conocimientos mientras nos acompañaba a lugares que sin su ayuda nohubiéramos conocido. Y gracias a los lamas visionarios de otros siglos, queanduvieron por los predios más inaccesibles de Pemako sin miedo, plenosde esperanza, sin albergar dudas; capaces de ver, por ello, más allá de lavisión común. Estos auténticos terton, o reveladores de tesoros, me descu-brieron que en la garganta del Tsangpo es posible la transformación; y esome sirvió para convencer a otros de que se puede viajar más allá de los lími-tes convencionales, e imaginar mundos y selvas sin fronteras y sin muros.

Todo lo que se refiere en este libro es absolutamente real; cualquier seme-janza con la ficción es mera coincidencia. La única excepción es el tiempo enque se produjeron las conversaciones entre los miembros del equipo, su dura-ción y sus palabras textuales. Las he reelaborado merced a mis notas, a misrecuerdos y a la ayuda de esas personas. En determinadas ocasiones se hancambiado los nombres reales de las personas, por otros supuestos, paraprotegerlas. He hecho una trascripción fonética de las palabras tibetanas,guiándome para ello de los consejos recibidos de los estudiosos en la mate-ria. Así, Sbas-yul deviene en Beyul, y Pema-bkod resulta Pemako; y Gnasdeviene en Né, etcétera. He procedido de manera similar con las transcrip-ciones de los diagramas del sánscrito. Al final del libro se ofrece un glosarioy una descripción de las ilustraciones, para comprender mejor el conjunto.

IAN BAKER

Norbu Dzong, Katmandú marzo de 2004, Año del Mono

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Índice

PREFACIO

xix

INTRODUCCIÓN

por Su Santidad el Dalai Lama1

LA LLAMADA DE LAS TIERRAS OCULTAS

5

LA GARGANTA

93

LA MONTAÑA

211

LA CATARATA

347

LOS VELOS DEL PARAÍSO

483

Glosario, notas, bibliografía y lista de ilustraciones

487

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Introducción

Hace siglos que se descubrieron en el Tíbet textos en los que se describía Beyul,las tierras ocultas, y en los que se llamaba a las generaciones venideras al man-tenimiento de las esencias del budismo tántrico Se atribuye la revelación de esassagradas escrituras a Padmasanbhava, el venerado budista del XVIII conocidocomo Gurú Rinpoche, a quien debemos la implantación del budismo en el Tíbet.Ahí se describen valles que son una reminiscencia del Paraíso al que sólo podráaccederse merced a un gran esfuerzo de perfección. Los peregrinos que viajarona estos lugares distantes, ocultos y salvajes, dieron a menudo cuenta de las expe-riencias extraordinarias que tuvieron, similares a las que obtienen los muyespirituales practicantes del budismo, la senda de la liberación.

Una de las más mentadas de esas tierras ocultas es la que se extiende porla región de la garganta del Tsangpo, al sudeste del Tíbet. Es la región llama-da Beyul Pemako, «la tierra oculta con forma de loto». Muchos peregrinosla han recorrido en busca de sus santuarios más ocultos. Desde una perspectivabudista, sin embargo, lugares sagrados como Pemako no son puntos desde los quehuir del mundo, sino centros desde los que adentrarse en él más profundamen-te. Las cualidades inherentes a dichos lugares revelan la interconexión de todaslas formas de vida y hacen más honda la consciencia de las regiones ocultas de lamente y el espíritu. Al visitar dichos lugares, con la motivación y espíritu apro-piados, el peregrino aprende a contemplar el mundo de manera distinta, ajenaa las apariencias ordinarias, abrazando las virtudes budistas de la sabiduríay la compasión.

El hecho de que nunca se haya podido localizar geográficamente ese santua-rio entre las montañas neblinosas de Pemako, resulta cosa de importancia secun-daria. Para la tradición budista, la meta del peregrino no es tanto alcanzar undestino concreto, sino adquirir las cualidades y energías de los lugares sagrados,las cuales, por lo demás, moran en el interior de nuestras mentes.

Ian Baker ha hecho repetidos viajes a Pemako, siguiendo las enseñanzas delos textos tibetanos que describen las regiones propias del necesario peregrinaje.Esos textos revelan la garganta del Tsangpo como la morada vital de la deidad

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femenina Vajravarahi (Dorje Pagmo, en lengua tibetana), a la que se identifi-ca con la topografía de Pemako. Baker descendió a las regiones más hondas de lagarganta del Tsangpo, siguiendo los saltos de agua que muchos viajeros britá-nicos exploraron a lo largo de un siglo. Algunos tibetanos sostienen que esas cas-cadas conducen al centro oculto de Pemako. No obstante sean de verdadesas cascadas la puerta de acceso a Yangsang, según las leyendas, cosa que yo nome atrevo a decir, lo cierto es que las cataratas juegan un rol importante en elbudismo, como símbolo de transitoriedad y ayuda en algunas formas de la medi-tación. Ciertamente, determinados lugares poseen un poder que no somos capa-ces de describir ni mucho menos explicar. Cuando nos hallamos inmersos en suvacío y luminosidad, perdida la ilusión de las apariencias, esos lugares nos danla fuerza y el valor precisos para expandir nuestra visión, no sólo hacia nosotrosmismos, sino en la manera de contemplar la propia realidad.

Confío en que este libro de Ian Baker, en el que recoge y ofrece las experien-cias de sus viajes por una de las regiones menos conocidas del Tíbet, inspire aotros no sólo en la aventura de adentrarse en tierras desconocidas o poco siste-matizadas en el ordenamiento geográfico, sino en el descubrimiento de losreinos ocultos en el interior de nuestra más honda naturaleza.

TENZIN GYATSO,XIV Dalai Lama del Tíbet

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PRIMERA PARTE

LA LLAMADADE LAS

TIERRAS OCULTAS

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Muchas razas tienen su tierra prometida, y algunos lugares legenda-rios deben permanecer inaccesibles, necesariamente, protegidos porneblinosas barreras a través de las cuales no va el hombre común.

FRANK KINGDON WARD, The Riddle of the Tsangpo Gorges

En el principio y en el fin de la historia religiosa de la humanidadencontramos siempre la nostalgia del Paraíso… Los mitos a travésde los cuales se constituye esa ideología se cuentan entre los máshermosos y profundos de la existencia: son mitos del Paraíso y laCaída, de la inmortalidad del hombre primigenio y sus conversa-ciones con Dios, del origen de la muerte y el descubrimientodel espíritu.

MIRCEA ELIADE, Mitos, sueños y misterios

La gente comete errores en su vida, a causa de creer en exceso, peroestará abocada a la desgracia si cree poco.

JAMES HILTON, Horizontes perdidos

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SUPE DE LAS TIERRAS OCULTAS del Tíbet en 1977, hallándome enKatmandú, hasta donde había viajado por primera vez a mis diecinueveaños, inmerso entonces en un programa escolar destinado al estudio de laspinturas de los pergaminos budistas. Un día, mi profesor me habló decierto lugar del Himalaya en el que los mundos físico y espiritual eran unosolo. «Lo llaman Beyul y no aparece en ningún mapa», me dijo.

Aquellas palabras prendieron en mi mente, y tres años después acudíal New York’s Explores Club, tras obtener una beca, para estudiar cuantomás pudiera acerca de la geografía sagrada del Tíbet. El Tíbet era enton-ces un país muy cerrado; viajé a Sikkim, por aquel tiempo un reino budis-ta independiente entre Nepal, el Tíbet y Bután. Al llegar a la cumbre deuna baja montaña descargué mi equipaje del techo de un autobúsy comencé a caminar por un terreno sumamente accidentado hacia unmonasterio llamado Pemanyangtse, que significa Esencia vital del loto.Había arreglado mi estancia allí a través de la correspondencia mante-nida con un estudioso llamado Sonam Denjongpa, licenciado enAntropología por la Universidad de Brown.

Pronto vi a Sonam entre la neblina, conduciendo un jeep. Saltó delvehículo para recibirme; iba vestido cual es común en el Tíbet y llevababotas hasta las rodillas; un cíngulo negro le ceñía su túnica color rojosangre. Metió mi equipaje en el maletero y recorrimos varias millas antesde llegar al monasterio, perdido entre la neblina, en una tierra húmeda,verde y musgosa sobre la que se cernían las nubes.

Cuando alcanzamos el templo forrado de madera, Sonam saltó deljeep y abrió dos grandes puertas de hierro. La luz penetró en el templo,bañando las paredes, y él me señaló los murales del XVI que mostraban losshingkam, los paraísos budistas, pintados en aquellas paredes de arcilla delinterior. Comenté que aquellos reinos pintados con una pigmentaciónextraída de las plantas y mezclada con gemas preciosas y huesos redu-cidos a cenizas, semejaban la manifestación de un reino secreto.

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«No se trata de reinos imaginarios; son lugares de este mundo, loslugares llamados Beyul, tierras perdidas u ocultas, que se describen en tex-tos datados hace más de mil años. Muchos lamas los han buscado en losmás remotos lugares del Himalaya, y algunos perecieron en esa búsque-da… Otros no regresaron jamás», me dijo Sonam.

Después señaló a través de la ventana, hacia los picos cubiertos denieve del Kachenjunga, donde se alzan tres de las montañas más altasdel mundo.

«Uno de los reinos de Beyul se halla bajo los glaciares; los pergaminosdicen que brotó de una cueva del Tíbet hace más de quinientos años»,añadió Sonam.

Aquella noche, aullaron los chacales en la foresta circundante, mien-tras me hallaba sentado junto a Sonam y su familia en un lugar rodeadode lechos de rododendros. Mientras su esposa ponía al fuego una vasija debarro llena de agua y arroz, Sonam me contó que Beyul fue revelado enel XVIII por Padmasambhava, el santo nacido de la flor del loto, fuente dela que brota el budismo tibetano, o Vajrayana, la forma tántrica de budis-mo, que es tradición en las tierras ocultas. Según me dijo Sonam, «elsanto describió a su consorte, en pergaminos amarillos, cuáles son lascoordenadas secretas del lugar, y se los entregó para que los escondieseen las más ocultas cuevas, tras las rocas, a fin de que fuesen descubiertospor las generaciones venideras».

EL CORAZÓN DEL MUNDO

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