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  • ti

    IV. La apacible cotidianeidad del contrabando

    Cuando se aborda el tema del contrabando en la historia comercialde la hispanoamrica colonial, es casi un acto reflejo imaginar a susprotagonistas organizados en bandas antes que en compaas o so-ciedades comerciales.

    Segn esta visin, el trfico que realizaban mercaderes no espao-les directamente en costas americanas casi siempre pasaba por unaetapa de "organizacin". para alcanzar otra de "madurez", asl se tra-tase de los portugueses en el Rlo de la Plata, como de los holande-ses en el Caribe, o de los franceses en playas peruanas. 1 Como si es-tas actividades estuvieran hechas de una sustancia distinta y respon-diesen a principios diferentes del resto de la vida comercial. A veces,dicha visin no deja de contener una dicotomIa: al mismo tiempo quese sanciona la rnarqtnatidad del fenmeno, se reconoce su importan-cia cuantitativa.

    Pero hay elementos que contradicen esta forma de aproximarse alproblema del comercio no autorizado por la Corona.

    Por un lado, resulta obvio que, tal como ya ha sido sealado por Ma-lamud, desde Amsterdam, Londres o Saint Malo, esas operacionesmercantiles nada tenlan de irregular o clandestino. Pero, adems, sinos acercamos a alguno de los protagonistas del contrabando, laimagen tradicional del contrabandista se desvanece rpidamente.

    Dentro del espacio y la poca que nos ocupan, Alberto Yansen (o Al-berto Yansz), un holands de Amsterdam que se hacIa pasar por natu-ral de Amberes, fue el mas pintoresco de aquellos personajes. VisitBuenos Aires en varias ocasiones, donde lleg por primera vez en oc-tubre.de 1657 capitaneando su navlo el "Len de Oro", alias "Las Ar-mas de Amsterdam". Lo acompaaba otra embarcacin, supuesta-

    1 Ejemplo de ello podemos encontrar en libros tan lejanos y diferentes comolos de Canabrava y Walker. Cf. Alice P. Canabrava, O Comercio portugus noRlo da Prata, San Pablo, Universidad de San Pablo, 1944, caps. VI al VIII; Ge-offrey Walker, Pol/tica espaflola y comercio colonial -1700-1789, Barcelona,Artel. 1979, en especial el cap. 11 y las pgs. 4142, y, en general, todo lo rete-rente al contrabando francs en el Pacifico.

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    mente inglesa y apresada en las costas del Brasil, cuyo capitn se lla-maba Juan Bautista de Garay. En realidad, se tratara de otro navlo desu propiedad, el "Halcn Dorado". Sea como fuere, ambos comer-ciaron sin ninguna molestia.

    Dos aos ms tarde, en julio de 1659, el capitn holands volvi alRlo de la Plata a bordo del mismo "Halcn Dorado", q.uetenIa por pi-loto Juan Henrlquez (o Jan Hendricksz Beets), mezclndose esta vezen empresas que lo IIevarlan a la crcel. Al poco tiempo de llegar ins-tal en su morada, de la que aparentemente era propietario " ... tiendapblica y pul perla ..." donde vendla manufacturas europeas y, sobretodo, azcar importado del Brasil. Algunos meses despus, lleg otronavo holands, "Las Armas de Amsterdam", con toda seguridad elmismo en el que Yansen habla estado en 1657, esta vez capitaneadopor Abel Henrlquez (Abel Hendricksz) y cuyos sobrecarqos eran doshermanos de Alberto Yansen. Dicha nave apres, frente a las costasdel Rlo de la Plata, a un negrero portugus cargado con unos 800esclavos. El capitn de este ltimo navo, Gerardo Rodrlguez Aterman(Gerard Hartman), probablemente tambin holands, habla llegado aun acuerdo con el gobernador Baygorri en virtud del cual ste reclamsu carca a los apresadores. Al [10 poder hacerse ningn arreglo, el go-bernador arrest a Abel Henrlquez, junto con Alberto Yansen, acusa-do el segundo de haber disuadido al primero de entregar los esclavos.Adems, en represalia a esa actitud se mand secuestrar el navo deYansen, el "Halcn Dorado". Vendido en almoneda pblica, locompr, con toda su carga, un oficia1 del Fuerte, el capitn ManuelEscorza, quien a su vez lo transfiri al piloto original, Abel HenrquezAsI, el navo, con Alberto Yansen, lleg a Amsterdam en los primerosmeses de 1661. Las otras embarcaciones permanecieron en BuenosAires un tiempo ms, para lue~ dirigirse al Caribe.

    Por su parte, en 1663,el capitn Yansen hizo una estad la en Madrid,durante la cual declar en la causa que se le segula, y, al parecer, es-tableci una serie de contactos relativos a sus negocios. En todo ca-so, el 7 de junio de .1677obtuvo en Bruselas una patente de corsolibrada por el conde de Montimey. De alll se dirigi a la Corua, dondeel conde de Beraguas, Gobernador y Capitn General, le entreg undespacho para que pasase a Cdiz a recibir rdenes. En lugar de ello,se encamin hacia las islas Canarias, cuyo Gobernador y Capitn Ge-neralle entreg despacho fechado el 20 de enero de 1678. Adems se!e autoriz a tomar cargamento. Como veremos en el capItulo siguien-~, los capitanes que salan de Amsterdam para comerciar en Buenos~Ires recorrieron frecuentemente el trayecto Costa Cantbrica - islass anarias - Rlo de la Plata. Donde Yansen reaparece, tres o cuatro me-c~s ,ms tarde, junto con un navio ingls, el "Carlos de Londres", alve~ddeClaraba haber apresado en el rlo mismo y cuya carga intent

    E er. IndUdablemente se trataba de otra simulacin.cam~!,,1momento de la llegada del holands se estaba efectuando elel ent~Ode gobernador. Rechazado por el saliente, Andrs de R~bles,tos ante, Joseph de Garro autoriz a Yansen a comprar bastlrnen-fun~ cue~os por valor de 14.000 pesos. Para ello y a tal e(ect?, dichooidorodna~loConvoc a Junta de Hacienda realizada con el ObiSPO,~n

    e a Audiehcia de Quito que esperaba para embarcarse hacla

  • Espaa, el capitn de los Navlos d~ Registr? en ese momento presen.-tes y los oficiales de la Real.Haclenda. Mientras tanto, el holandshabla entrado en contacto con un capitn de la guarnicin, FranciscoIzquierdo, Y Julio Albizuri, un pasajero de .105 Navos de Registro,quienes compraron mercancas a bordo, e Intentaron luego desem-barcarlas. Por alguna razn que desconocemos Yansen fue nueva-mente arrestado y estos dos hechos, adems de la simulacin con el"Carlos de Londres", se usaron en su contra en el proceso que se lesigui. Lo que no impidi que ambas embarcaciones, esta ltima y lasuya, zarparan sin l algunas semanas ms tarde. En abril de 1679,Yansen se encontraba en Cdiz, donde prest declaracin en sucausa; ignoramos cules fueron sus pasos posteriores. Ni pompa nisentido del espectculo le faltaron a nuestro personaje: atacado degota durante su ltimo viaje, los declarantes en el proceso que seabre con su arribada lo describlan desplazndose en.una silla monta-da sobre una plataforma, transportada por un squito de servidores, yen la que incluso lograba descender de su nave a la lancha que lo de-sembarcaba ... 2

    Aunque el ms espectacular, el ejemplo no corresponde al msafortunado de los mercaderes "furtivos" cuya presencia hayamos re-gistrado. Si nos extendimos tan largamente sobre l es porque su tra-yectoria concentra casi todos los rasgos del comercio ultramarino noautorizado por la Corona: acceso a las ms altas autoridades, infra-estructura local, ambigedad legal. Un contrabandista como ste nohabra existido si el contrabando hubiese sido una sucesin deempresas aisladas de resultado renovadamente incierto. Pero lo msimportante es que contrabando y contrabandista, supuestamente de-lito y delincuente, son trminos que nada nos dicen sobre el tipo so-cial de capitanes como Yansen, cuya carrera nos recuerda ms laimagen que la literatura sensacionalista difundi sobre algunos ar-madores griegos, que la no menos literaria del comerciante-pirata. Entodo caso, resulta bien peligroso extrapolar al siglo XVII nuestro con-cepto de contrabando -palabra que no aparece en las fuentes- asicomo nuestra nocin de delito. Finalmente, si Marla Moliner nos ense-a que contrabando es la introduccin de mercancfas sin pagar los de-rechos de aduana correspondlentes o el ejercicio de un comercioprohibido, los descaminos del siglo XVII algunos derechos pagaban,en particular la alcabala; en cuanto a la prohibicin, de ella hablare-mos ms abajo. 3 Por lo dems, la mayora de los capitanes extranje-ros que llegaban al Rfo de la Plata eran grandes comerciantes. O seasociaban a ellos, y encontraban pares cuyo poder econmico a ve-ces era comparable.

    Antes de volver sobre lo hasta aqu expuesto es necesario examinar

    2 Todo lo relativo al caso Yansen lo hemos extraldo de las siguientes fuentes:A.G.I., Escribanla de Cmara, leg. 876A, legajo 1 de Pleitos de Buenos AiresnO2, piezas 1" a 6"; Idem. leg. 8766, "Carta del gobernador", 191-1683; Id., leg.883A, "Auto del Gobernador", 9IV-1678, y legajo 6to. de Comisin de BuenosAlre~ nO 1; G.A.A.N.A., lias 2202, 12-VII-1657, Fol. 33; Id., lias 2.206, 21-111-1659;Id., has 1516, 1-V-1660; Id., lias 1559, 2Y1661, fol. 19; Id., lias 1141,8-111-1662,f~1. 23 verso~ Id., lias 1518, 9-IV-1664, fol. 212.

    Marla Mollner, Diccionario al uso del espallol, Madrid, Gredos, 1981.

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    . t>-DM:I~algunos mecanismos puestos en prctica por el comercio de B ~O-7i'()lOAires y, en primer lugar, su situacin legal. ,'- '*, ~- , .~~( '~L " lb d " . o.' ,.;.as arr a as , DEPAR A'A' IfTO

    -4 :? L. ~ ~

  • y tomando testimonio de aquellos autos y requerimientos, para sudescargo haciendo la forma de registro que les parece de lo que tra-en, slo por cumplimiento ...". 6 La Cdul~ ~rohibla esta prctica y or-denaba el comiso de los navlos que la hicieran.

    El documento citado fija el cuadro de lo que vamos a examinar enBuenos Aires, indicndonos que al usarse en las fuentes la expresin"arribada", a menudo seguida del adjetivo "maliciosa", estaba gene-ralmente sobreentendida la referencia a un tipo de comercio no auto-rizado por la Corona durante el siglo XVII, practicado por espaoles ysobre todo por extranjeros.

    Las arribadas comenzaron en Buenos Aires (como hemos visto enel capitulo 11)a partir de la ltima dcada del siglo XVI, encarnandar-pidamente una suerte de uso consuetudinario. Se trataba esencial-mente de naves portuguesas, a las que ms tarde se agregaban algu-nas holandesas. El gobernador Hernandarias se refiere a esas arriba-das haciendo una descripcin de la que surgen algunos elementoscomunes a los de la Cdula arriba citada, ms otras prcticas diferen-tes no necesariamente exclusivas 'de Buenos Aires. Una vez lIeg~da laembarcacin y obtenida.la autorizacin de estad la, permitida por lasleyes para efectuar reparaciones, vendlan de contrabando una pe-quea parte de su carga. Lo cual, al ser denunciado, daba lugar al co-miso del navlo. Vendida en almoneda pblica, la carga era compradapor comerciantes asociados al responsable del cargamento en la em-barcacin (capitn, armador o subcargo) o recuperada por ste. 7

    Agreguemos que el privilegio otorgado a los vecinos de. BuenosAires de comerciar con Brasil y las costas africanas, por medio de laspermisiones de 1602-1618, ayud a consolidar la versin local de u~fenmeno ms amplio. En este sentido cuenta subrayar que en la pn-mera mitad del siglo XVII el comercio de navos extranjeros no autori-zados se vinculaba principalmente con el trfico intercolonial, aun-que no hayan faltado naves holandesas y francesas en el Rlo de laPlata.

    Durante la segunda mitad del siglo, la situacin legal de las arriba-das sufri algunas "mejoras", paralelas a un cambio en las caracte-rfsticas del trfico atlntico, a saber, la presencia dominante de em-barcaciones holandesas en el Rlo de la Plata entre 1650 y 1670. Al fir-marse en 1648 el Tratado de Paz entre Espaa y los Paises Bajos delNorte, las arribadas reciben una nueva legitimacin. Como es sabido,dicho tratado contenla capltulos que prohiblan el comercio entre lasIndias Occidentales de Castilla y los Paises Bajos, incluidas sus po-sesiones coloniales -cuya existencias reconocla- pero hacia espe-cifica mencin a la entrada de naves holandesas en puertos hispa-noamericanos por causas accidentales. Al mes de firmada, una Real

    6 "Carta de Hernandarias de Saavedra al Rey", 5-VII-1615, en Revista de laBiblioteca Nacional, Buenos Aires, 1896, pg. 177; vase tambin Ral MOlina,"El primer banquero de Buenos Aires. Jerarqula alcanzada por su descenden-cia", en Revista de Historia Americana y Argentina, nms. 3-4, Buenos Aires,1958-59; y Jorge Gelman, Etude sur I'economie de Buenos Aires, memoria,~H.E.S.S., Parls, 1981, pgs. 29 a 31.

    R.C., Madrid, 25VII-1648 . R.E.B.A., 1867, t. 11,pgs. 19-20.

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    Cdula dirigida al gObernador de Buenos Aires le informaba sobre laspaces y reproducla los captutos del tratado referenteS- a la prohbt-cin de comerciar. Pero al mismo tiempo recomendaba buen trato alos holandeses que entraran aduciendo arribada forzosa. 8 Con locual, bajo pretexto de asegurar el admitido derecho de un navlo en di-ficultades a pedir socorro en el puerto ms prximo se redundaba enla autorizacin de una prctica cuyo objetivo, reconocido desde haciatiempo -por lo menos desde la Cdula de 158'3- era efectuar un co-mercio prohibido. Es decir, se sancionaba la ambigedad.

    Paralelamente la Corona intentaba impedir un uso excesivamenteliberal de lo contenido enlos textos arriba mencionados. En orden alo cual reiteraba medidas restrictivas y reglamentarias exigencias decontrol por parte de los funcionarios locales, a las que los historiado-res suelen atribuir efectos inmediatos sobre la vida mercantil con de-masiada rapidez. De hecho, las llamadas al orden destinadas a la ad-ministracin local reproduclan aquella ambigedad. Asl, una Real C-dula de 1.652ordenaba " ... guardis, cumplis 'y ejecutis, (el goberna-dor) precisa y puntualmente lo dispuesto por diferentes cdulas mlasy, por los capitulos de las paces hechas con Holanda que con ellas sehan remitido ... poniendo muy particular cuidado en no admitir enesos puertos ningn navlo de extranjeros que vayan a ellos con cual-quier pre~exto que sea, si no fuera aqullos que conforme a lo capitu-lado debiendo ser amparados examinando y reconociendo primero lacausa y justificndola como conviene ...". 9

    Dentro d~ aquella preocupacin de la Corona por limitar la activi-dad c.omerclal de ~os holandeses en las costas por sus posesionesamencanas, tambin podemos citar las Reales Cdulas del 2~1652Y del 2-111-1655.En ellas se hace referencia a la prctica de los ho-landeses que usaban patentes de corso otorgadas por la Corona uotras altas autoridades contra portugueses o franceses, para apare-cerse en los puertos acompaados de otra nave cuya carga se autori-zaba a vender por presa. 10 El primer y tercer viaje del capitn Yansenasl como toocumoo con el capitn Abel Henrlquez -aunque no estmuy clar~ SI el navlo atrapado era holands o realmente portugs-Son un ejemplo de ese tipo de prcticas. Otros que podemos citarla~ntre lo,~no ~~y. numerosos casos registrados- son los navos ho-"Sadne~es~~cnflclo?e Abraham" del capitn Outgert Walichson, y ella Platae~ro ,del capl.tn Cornelio Thomas, ambos llegados al Rlo deGuinea ~ 1661. El pnmero declar haber ido de corso a las costas deberlo h:Ch;gOla, donde at~ap un navlo portugus y el segundo ha-

    a las del Brasll. 11 Todos son bastante posteriores a la

    8 R.C., Madrid 18-111.1Cmara B76-A' en I 652, Idem, pg. 23; vase tambin A.G.I., Escribana detn Ald~ertsz Graef~~ autos relativos a la aceptacin de la arribada del capl-4-11I.1652,4-111.1654Y 2~1~I_reproducen las R.R.C.C. del 22-XII-1651, 18111-1652,9 R.E.B.A., pgs. 22 y 24.;655, que comentaremos a continuacin.

    10A.G.I:, Escribanla de ea 5. .n 1, pieza 3ra. mara, 876-A, Legajo n? 1 de pleitos de Buenos Aires,11 R.R.C.C., Madrid 26.VR.E.B.A., 1867, t. 11,pgs. 21~:1:i,455.Aranjuez 28-IV-1662, Madrid 6-VI1688,

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  • fecha de las cdulas, lo cual muestra que stas slo si~ieron a loshistoriadores Yque se trataba de un fenmeno cuya duracin fu.ebas-tante larga (lo constatamos entre 1650 Y 1680),aunque no muy Impor-tante. .

    La Corona tambin intent hacer ms eficaces los mecanismos re-lativos a las visitas a los navlos. Los oficiales de la Real Hacienda de-blan efectuarlas en todos aqullos que lIegaren al puerto; adems, laS'Cdulas Reales del 26-111-1654Y del 28-111-1662,que retomaban unams antigua de 1591, recordaban I~ obliga~in de enviar informesanuales sobre las arribadas que huberen tenido lugar y sobre los co-misos que eventualmente efectuaran. Ms ta~de, otra Cdula del 6-VI-.1681 declaraba que los gobernadoreS, corregidores, o alcaldes f!1~Yo-res d'eblan asistir, junto con los oficiales reales! al " ... fonde? y VISI~,~~de todos y cualesquier navos que entraren, arribaren Y,.s~lIeren ...Por otra parte en 1660 se habla dispuesto que el procedimiento de lascausas contr~ el contrabando fuera ms rigu.r~so,. otorgando, en loque se refiere a la inculpacin ~ prueba, los.prlvileqios que tenlan losdelitos de dificil probanza (herejas. extraccin de metales, etc.), reco-nociendo de pasada la importancia del fenmeno. 13 .

    Ahora bien, toda esta severidad legislativa no logr borrar -:-repe~l-mos- la ambigedad respecto de las arribadas, consecuencia, en ul-tima instancia, de una correlacin de fuerzas desfavorable. y e~ en lacorrespondencia destinada al Gobernador donde se la nota aun conmayor claridad. En una Real Cdula dirigida al gobernador Mercad? YVillacorta, en la que se le agradece lo actuado en el caso -descrlt?arriba- Yansen/Henrlquez en 1660, tambin se le recuerda la necesi-dad de respetar el buen trato a los navos de arribada forzosa, paraevitar protestas diplomticas. .' .

    " ...Disponiendo que en las arribadas legitimas y licitas que hl~lerenlos navos de holandeses a los puertos del distrito de ese Gobierno,se les haga buen pasaje Y tratamiento para que no puedan tener.oca-sin de justa queja o sentimiento de queno se les gua~da lo cap/~ula-do en los tratados de las dichas paces, pero esto nabls de practicar,ajustndoos a la observancia de lo .dspuesto Y declarado por losdichos capltulos Y cdulas para semejantes casos, d~ maner~ no seexceda de ello ni se les admita con el pretexto de las dichas arribadasa ningn gnero de comercio ...". 14 .

    Es interesante subrayar la mencin del peso que tenlan las even-tuales protestas diplomticas. Sobre tod~ que d,~ficil~en!~ podrla ca-lificarse lo ocurrido en ese caso como arribada legitima ,tanto mscuanto aparece implicado en un caso de piraterla. Por su parte, el Ca-bildo elev una queja al Consejo de Indias por la dureza con la que sehabrla comportado el gobernador con el capitn ~b.el.Henrlque~. 1.5

    Esta actitud de vaga tolerancia oequvoca prohibicin no se limita-ba a los holandeses. Cuando en 1660 la Corona comunic a BuenosAires el fin de los conflictos con Inglaterra Y Francia, hizo extensivo a

    12 RC., Madrid, 18-111-1660, RC. 25-IX-1660,ldem. pgs. 40-41.13 RC., Madrid, 18-VII-1661, Idem. pgs. 40-41.14 C.C.B.A., t. 111,pg. 4.15 RC., Madrid, 18-111-1660,R.C., 25-IX-1660, Idem., pgs. 35 y 37.

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    las embarcaciones de estas naciones lo ya dicho sobre el tratamientodebido a los navos "en dificultades". 16 Aunque anos ms tarde laCorona reaccion contra ataques ingleses ordenando, en Reales C-dulas de 1669, 1672 Y 1673, no slo la defensa frente a posibles ata-ques, sino tambin buscar represalias y detener y comisar todo navloo persona inglesa que intentase comerciar. 17 Esta forma de excluir aInglaterra revela las ventajas de que gozaban los dems "navlos opersonas" extranjeros.

    El gobernador Andrs de Robles pintaba la situacin con claridad.En una carta de 1678 afirmaba que todas las arribadas se considera-ban fraudulentas, pero que habla que admitirlas en virtud de los trata-dos de paz con Holanda y Portugal, asl como de las instrucciones re-ctbtdas.!? Su testimonio reviste particular importancia ya que dichogobernador fue tambin nombrado Juez de Comisin para investigarlas arribadas que tuvieron lugar durante el funcionamiento de la pri-mer Audiencia de Buenos Aires (1664-1674),fundada en 1662 por el te-mor a eventuales ataques y para evitar comercio extranjero, especial-mente intenso en el periodo inmediatamente anterior a esa fecha. Sinembargo, durante su funcionamiento, la misma Audiencia estuvoimplicada en 23 casos de arribadas y fue disuelta con la llegada deRobles. Este manifestaba en diferentes cartas que, siendo imposibleimpedir las arribadas, por todo lo dicho, tal organismo era completa-mente ineficaz en Buenos Aires, aconsejando se fundara una en Cr-doba para cortar el trfico a Potos. 18 Nltido reconocimiento del bru-moso terreno legislativo que' comerciantes porteos y capitanesextranjeros supieron aprovechar, ellos s con eficacia, en su favor. Ca-be preguntarse si una actitud ms tajante hubiese surtido algn efec-to sobre la marcha de los negocios'. Esto nos introduce en el problemade la corrupcin, a lo que nos referimos en ste y en el ltimo capitulo.Veamos antes cmo actuaban los implicados.

    b) La cotidiana trasgr,esin de una prohibicin incierta

    . Una vez entrados en el rlo, los navlos estableclan contactos con laCIUdadpara vender su cargamento de diferentes maneras, la mayorlade las cuales implicaban la intervencin oficialmente reconocida delas autoridades. A pesar de la dudosa legalidad de dichas interven-

    ~6e~~., Madrid, 20-111-1669, RE.B.A., 1867, t. 11,pgs. 47 y 48; A.G.I., Escribana17 A G7ara, 876-C, "Carta de los Oficiales Reales al Rey", 7-XII-1686.l8A'G'I" ~Obl.erno, Charcas 28; Carta del Gobernador, 28-11-1678.cas' 279' Cobierno, Buenos Aires, 241, R.C. 4-V. 1673; A.G.I., Gobierno, Cnar-imp~s'bi arta del Gobernador 15-XI-1677, donde afrma que" oo. dado por casoto por~ e el remedIO aunque asistiera el Cons. Real de las Indias en este Puer-que ue conSIste en la venida de ellos en la resolucin los que las hacen ylas ano;e Puede dejar de oyrlos oo. Como V.Mg. tiene bien entendido que todastado'" adas ... Son maliciosas, y sin necesidad alguna por lo reiterado Y apar-negO~~iest de.la comn navegacin ... y s610 vienen a fin de introduclf sumacin esn es Sin duda que llegar a oyrlos formalmente admltlndoles intor-23 . la causa de los excesos ... como lo e reconocido en los autos de las

    arribadas qu h b . . . e u o en tiempo de mi antecesor y Real Audiencia ...

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  • ciones, dejaron largos testimonios escritos que describen co~ ~etalle .la forma de operar de comerciantes locales, funcionarios, vl~Jer?s Ycapitanes extranjeros. Uno de ellos es e.1proceso quese le siguI a~6ficial de la Real Hacienda, contador Miguel Castellanos, por su actuacin en los navlos arribados entre 1668 y 1669. De dond~ podemostipificar tres modalidades que, detalle ms o menos, se reiteran a lolargo de todo el periodo estudiado:

    1) Una vez arribado el navlo, su capitn d,e~uncia~a ,los daos queaqul habla sufrido, lo cual provocaba una visita, casi slemp~e fraud~-lenta, y se dirigla al Gobernador -en el presente caso tambin ,presI-dente de la Audiencia, con cuyo acuerdo aqul actuaba- a q~len sesolicitaba autorizacin para desembarcar la carga ante ,el peligro deperderla. Urra vez conseguida, las merca,nclas se d~posltaba~ en ca-sas particulares, en ocasiones pertenecientes al mismo capitn? aamigos de ste. Junto con la autorizacin, se les otorga~a permisopara vender una parte pequea de la carga a fin de q~e pudieran pagarlos gastos y bastimentos necesarios, lo que daba pie a la venta total.

    2) Llegado el navlo, se procedla a un comiso, que ~uchas veces ~Icapitn solicitaba argumentando ~u,e los daos sufridos no le perrm-tlan continuar viaje si no era admitido. en el pu~rto. Efectuado .este,las mercanclas de la carga se trasladaban tambin a casas particula-res, o a los almacenes del Fuerte. Se procedla entonces a almo~edaspblicas, las ms de las veces falsas, en pul perlas o casas 'p~rtlcula-res, o se designaba a alguna persona -~asi siempr~ un ?flclal de laguarnicin- para su venta en Buenos Aires y en el interior.

    3) Cuando el comiso se producla como consecuencia de unconflicto con las autoridades, o comprendlan grandes ,cargamentosde esclavos, las almonedas se realizaban en rarnates-abiertos hechosen la plaza del Cabildo, con pblico pregn Yventa al mejor postor. ~9En todos los casos las mercanclas deblan qu~da~ tericamente ba]ola responsabilidad de un funcionari~, ~I DepOSitario Gener~l, y ser de-talladamente registradas por los Oficiales de la Real Hacienda.

    Mas todos los tesoreros Y contadores del periodo fueron acusado~de falsearlos. Por lo dems, diffcilmente entendemos c~o el epsl-tario General podla ejercer control alguno -de haber sido esa su in-tencin- en el primero y el tercero de los casos.

    Para ilustrar el punto 1 hemos tomado tr~s ejemplos de arribada~'que tuvieron lugar entre 1662 Y 1669. En la primera de estas fechas Ile,g Gaspar Barsabe, alias Pascual Iriarte, al ~ando del navlo vasco"San Pedro y San Pablo". Dicho capitn era pariente de otro vasco, Ig-

    19 Biblioteca Nacional de Madrid, M.S.S., 18-654(27); vase tambin c~rgoscontra Alonso Mui'\oz Gadea, A.G.L, Escribania de Cmara, 882, leqao n 4 deComisiones de Buenos Aires n? 2, RC. 9XII-1690, fue condenado a 4 aos depresidio en Africa y cumpli la condena, volviendo luego a Buenos Aires, carogos contra Juan de Reluz y Huerta, condenado a 8 aos de presidio en Afnca;A.G.L, Gobierno, Buenos Aires, 341, RC., 31-XII1679, todos estaban implica-dos en los mismos casos de arribadas entre 1668 y 1669.

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    nacio Maleo, que habla estado en Buenos Aires en 1658 y que volveraen 1663, en ambas ocasiones como titular de Navlos de Registro (v-ase cap, 111).En 1658 el viajero francs Accarette lleg a Buenos Aireshacindose pasar por sobrino de Maleo. Cuatro aos ms tarde, en1662, el francs hacia su segundo viaje en el navlo de Barsabe. Quien,a su vez, tuvo contactos con contrabandistas cuya carga ayud a de-sembarcar, mostrando nuevamente los vlnculos existentes entre losNavlos de Registro y los interlopes extranjeros.

    Volviendo al capitn Barsabe, este se present al gobernador Alon-so de Mercado conducido por el sargento mayor del Fuerte, Don Mar-tln de Borja. La mayor parte del cargamento se deposit en la mismacasa de Borja y en ella tambin se aloj Barsabe. Adems, estabacontigua a la del capitn Don Pedro de Morales y Mercado, tenientede gobernador, donde se hospedaban el portugus Fernando de Ve-lasco y el francs Masiaca (con toda evidencia, uno de los hermanosMassiac, autores de la famosa Memoria sobre Buenos Aires); amboscolaboraron en la venta en Buenos Aires de las mercanclas de Barsa-be, que a veces se hacia recorriendo casas de comerciantes con laslistas en mano.

    Por su Parte, el activo sargento mayor transport parte del carga-mento a Crdoba y a otras ciudades del Tucumn, donde las vendi,trayendo de retorno 18.000 de a 8 en plata y gran cantidad de lana devicua. Fue acompaado por Juan Berrotern, quien cobr mercan-clas dejadas por Accarette en 1658 en nombre de Maleo -pariente deBarsabe, como acabamos de ver-o De lo traldo por Borja, una parte dela lana se carg en dos navlos, uno holands y otro francs. El resto-es decir la plata y las 8.000 libras de lana- se lo embarc en el na-vo de Barsabe. Mientras tanto, este ltimo se habla quedado enBuenos Aires, Durante ese tiempo entr en contacto con dos navosholandeses -el "Gideon" y el "San Juan Bautista" -refugiados enlas islas San Gabriel. Desde alll, ayudados por Barsabe, desembarca-ron sus cargamentos -que inclulan 130 negros esclavos- en dos es-tancias del pago de Magdalena, usando lanchones que iban y venlanhasta los islotes. Como vemos, enredadas y nada subrepticias eranlas operaciones de Barsabe. Y cuando finalizaron el sargento mayorMartln de Borja se embarc en el navo de aqul. 20Los dos ejemplos restantes, con los que continuamos ilustrando

    el punto 1, forman parte de las arribadas por las que fue condenadoe~~ontador Castellanos. El patache "San Lorenzo" lleg el 20 dediCiembre de 1668, y su capitn, un portugus llamado Manuel deSouza Madeira, trala cartas de su gobemador que anunciaban lasp~ce~ pactadas entre las Coronas de Castilla y Portugal. La Audien-cia dictamin que no se trataba de. una arribada maliciosa, pero queera necesario vigilarlo para que no comerciase y que deba zarpar tanpronto como pudiera. Entonces el capitn apel solicitando autoriza-

    20 TOdo lo I . "bnia d re atlvo al caso Barsabe - Iriarte ha sido tomado de: A.G.I., Escn a-18 60eCmara, "Cargos contra Hernn Surez Maldonado", 8XII-1684, fols.Es~rib:~lverso, 88; A.G.L, Gobierno Buenos Aires, 341, RC., 12XI-1669; A~G.I.,1672. a de Cmara, 876-C, Legajo nO 1 de pleitos de Buenos Aires n 12-

    107

  • cin para desembarcar su carca, aduciendo que corrla riesgo de nau-fragar. La Audiencia lo acept bajo reserva de que se hicieran los re-gistros de rigor, y las mercanclas se condujeron a casas particulares.Pero dlas despus tambin se le concedi la autorizacin para ven-der "unos pocos" productos y costear asl sus gastos. Ms tarde alqu-:nas personas acudieron al Gobernador diciendo que dicho navlo ha-bla trado para ellos algunos gneros que no eran mercanclas, sino re-galos. En particular lo hicieron padres de la Compaia de Jess,quienes reclamaron y obtuvieron una partida de azcar, cera y negros.El resto de las mercanclas vendidas en supuesta almoneda con la in-tervencin personal del capitn eran azcar, aguardiente, cuchillos ylienzos. 21Algunos dlas despus que dicho navfo lleg el patache "Je-ss Marla y Joseph", cuyo capitn tambin trata despachos que anun-ciaban la paz. Lo dems ocurri siguiendo los mismos pasos: notifi-cacin para que volviese, apelacin aduciendo peligro de naufragio,autorizacin, etc. Esta vez las mercanclas fueron conducidas a la ca-sa del mismo capitn, tras lo cual Ias redistribuy entre las casas deJuan de Sosa, Gaspar Cruz Freire, Benito de Almeyda y Doa Poten-ciana, donde organiz "tiendas pblicas" y pulperfa para vender agua,vino y manufacturas europeas. Tambin en el presente caso la corn-pafa de Jess tuvo participacin. 22

    En lo que concierne a lo descrito en el punto 2, muchos fueron losnavlos, sobre todo holandeses, que solicitaron de manera ms o me-nos abierta ser decomisados por las autoridades locales. Slo citare-mos algunos ejemplos. Hacia fines de 1660 entr en el Rfo de la Platael navo "Santa Marra de la Concepcin" (Concepytie Maria), al mandodel capitn Juan de Aldersgrft (Jan Aldeertsz Graeff), quien dirigiuna carta al gobernador solicitando permiso para comprar bastimen-tos y efectuar reparaciones. La respuesta de aqul fue negativa, afir-mando que slo podla hacerlo si se entregaba de comiso, en cuyo ca-so recibirfa los despachos necesarios para reclamar en la Corte. Elcapitn, que afirmaba tener mercanclas por valor de 243.000 pesos,acept y envi junto a las cartas un detalle de las mismas. Por ellasrogaba poder cobrar por valor de 143.000 pesos debido a lo complica-do de los trmites en la Corte madrilea y para poder sufragar susgastos y los sueldos de su gente. Asl se entabl una correspondenciaque fue una verdadera negociacin de las condiciones del secuestro yregateo del valor de las mercanclas. El gobernador tomaba las decl-

    21 Biblioteca Nacional de Madrid, doc.cit., A.G.I., Escribanla de Cmara, 882,Legajo nO 4 de Comisiones de Buenos Aires nO 2, R.C., 9-XII-1690, fol. 4.22 " ... Cargos por haber permitido que llevase las dichas mercaderlas a la casade su morada (la del cap. Sousa Madeira) de que naci tener pulperla el dichocapitn en casa de Juan de Sosa, vendiendo el vino de mano de sus criados, yassi l como Gaspar de Cruz Freire y Benito de Almeida tiendas pblicas ensus casas y en las de Da. Potenciana (sic.] vendiendo todos sus gneros, co-mo eran lienzos, lanas, ~elas, medias de Inglaterra y otras mercaderlas a quieny como queran

  • las almonedas hechas efectivamente a modo de subasta pblica, yaevocamos el caso del capitn Diego Escorza, comprador en 1660 delnavlo confiscado a Yansen y a cuyas manos volvi. Para ello se va-liero.n del artilugio ~e transferirlo en beneficio de Henrlquez, el pilotode dicha embarcacin. Otro ejemplo revelador de cmo se efectuabanestas almonedas fue la subasta de lo secuestrado al capitn MiguelQuaresma, del navlo "San Miguel", en 1663. Por lo pronto de los 650esclavos originalmente transportados 300 "desaparecier~n". Luego,al re~lizarse la venta pblica, estaban presentes don Diego Londois,sobrino del gobernador y abogado de la Real Audiencia de BuenosAires, los sargentos mayores Don Juan del Pozo y Don Francisco Pa-lacios, junto a otros funcionarios menores, quienes bloqueaban lasofertas comprando los esclavos a bajos precios para despus reven-derlos.29

    Como venlamos observando, la intervencin de los miembros delaparato burocrtico-militar en las formas de proceder hasta aquldescritas era bien abierta, por lo dems, gracias a ello las fuentes ju-diciales espaolas registran dichas operaciones, lo cual permitfa elblanqueo de las mercanclas y, en consecuencia, mejores condicionesde reventa en los mercados del interior y el Alto Per. Pero no slo sebeneficiaban los mercaderes locales y extranjeros. En efecto, ademsde las ganancias irregulares, los diferentes funcionarios que partici-paban en la venta de lo "secuestrado" en las arribadas obtenan bene-ficios contemplados por la ley, pues les correspondla una parte de to-do lo comisado. A partir' del 31 de' agosto de 1657 la reparticin delproducto de la almoneda de las mercanclas requisadas se dtstrtbuadel siguiente modo: del monto total se extralan los derechos reales(almojarifazgo, alcabala y Unin de Armas); de lo restante, un sextopertenecla a los jueces de comiso, en nuestro caso, Ios oficiales re-ales. Si habla denunciante ste recibla un tercio de las cinco sextaspartes que quedaban, si no, todo terminaba en las cajas de la Real Ha-cienda. Una Cdula de 1688, ya citada, recordaba que el gobernadordebla participar junto a los oficiales reales y entender como juez enlas causas de comiso, correspondindole, en consecuencia, una par-te del sexto del producto de las ventas pblicas. 30 Obviamente, esto

    29 " ... que admiti a las posturas y remates de dichos negros a personas prohi-bidas por Cdulas Reales como fueron Don Diego Londoi'\io, sobrino del Go-bernador y Abogado de la Audiencia, y a los Sarxentos maiores Don Juan dePozo y Don Francisco Palacios, y a otros deudos dependientes familiares y mi-nistros inferiores de la Audiencia por cuia razn nadie se atrebfa a hacerlospuja de que resulta venderse dichos negros a menos precio ..." Biblioteca Nacional de Madrid, doc. cit.30 Recopilacin Leyes de Indias, op.cit.;libro VIII, ttulo XVII, ley XI, fol. 86 ver-so; vase tambin diferentes casos de reparticiones y conflictos por el sextode I~s Jueces en: A.G.I., Escribanfa de Cmara, 876-A, doc.cit., piezas 4 y 5to.corrusos de Yanssen 1559; Idem, "Carta del Gobernador" 29-V-1661 Certifica-cin de A~~os de los Oficiales Reales y el Gobernador 1;-VI-1661, ':Dictamendel. Fiscal, 18-IX-1674, A.

  • transgredlan la legalidad del honorable contrabando oficial. Qu im-.portancia cabe atribuirl~ a est~s actividades e.nel supuesto ~aso deque nuestra interpretacin sea correcta? Segun una evaluacin quedesarrollaremos en el captulo siguiente, dichas operaciones nonabrtan comprendido ms.del 20 al 30 por ciento del total estimado dearribadas. . .

    Tenemos entonces un conjunto de prcticas que, amparadas en loscmodos resquicios que dejaba la legislacin, aseguraron durante to-do el siglo XVII la continuidad del comercio atlntico de Buenos Airesno autorizado por la Corona. Para completar la visin que brinda sudescripcin sera til abordar un aspecto que, si bien no est ~irect~-mente relacionado con dichas prcticas, al menos revela la ntensi-dad de los vnculos mercantiles que habla detrs de las mismas. Setrata de losvtales de comerciantes de Buenos Aires a diferentes pun-tos de la economa atlntica. Durante la segunda mitad del siglo XVIIse dirigfan principalmente hacia puertos de Brasil y Europa, mientrasque a lo largo del perfodo anterior -cu.ando dicho~ contactos pare-cen haber sido ms frecuentes -tambin se mencionan las costasafricanas.

    Una vez ms los testimonios son dispersos y fragmentarios, peroaqu se combinan mejor con el resto de la informacin. Ya hemosmencionado que el sargento mayor de} Fuerte, Martfn de Borja, se em-barc en el navo de Barsabe al concluir la serie de operaciones co-merciales a las que estuvo asociado. Entre 1652 y 1654, Felipe Atinza,natural y vecino de Buenos Aires, se encontraba en Espaa, desdedonde retorn al Rfo de la Plata para vO+vera embarcarse, un ao mstarde en el navfo del capitn holands Avertos. En esta oportunidadse di~igi hacia Amsterdam. AIIf cambi la plata que llevaba consigopor mercancfas que condujo nuevamente a Espaa. 34.

    Ms complejo y rico es el caso del conocido comerciante contra-bandista Toms de Roxas, nieto 'de Diego de Vega, aquel otro contra-bandista de origen portugus, an ms conocido, que vivi durante laprimera mitad del siglo XVII. Acusado de ser representante de diferen-tes comerciantes, tanto extranjeros como espaoles, y de reexporta.rmercancfas a Potosf asociado a otras personas, en 1662 fue conduci-do "preso" a Espaa, efectuando el viaje con plata, mercancas yesclavos de Brasil para vender en destino, razn por la cual se le abriotro proceso. A pesar de ello, en 1663 un protocolo notarial sealaba.su presencia en Amsterdam. Cuatro aos ms tarde, mientras se en-contraba en Lisboa, donde ten fa un hermano "Secretario de Estado",se postul por interpsita persona como candidato a una licencia deNavlos de Registro (se trata de la flotilla que en 1668 conduclrla Mi-guel de Vergara). La presentacin de Roxas provoc la airada protestadel Consulado de Sevilla. 35 Podrfan agregarse unos pocos ejemplos

    34 A.G.\., Gobierno, Buenos Aires, 341, R.C. de Indulto 18-XI-1664.35 R. Molina, op.cit., pgs. 96 a 101; A.G.I., Gobierno, Charcas 127, R.C. de ln-dulto 5-IX-1665; Idem, "Autos enviados a Pedro de Rojas y Luna, oidor de laAudiencia de la ciudad de la Trinidad y dicho Puerto de Buenos Aires"; Idem,"Representacin del consulado de Sevilla", 5-XI-1668, G.A.A.- N.A., lias 2892,fols. 1459, 1483. .

    112

    ms. Casi todos revelan la utilizacin de un circuito Buenos Aires,Amsterdam, Lisboa o Sevilla, nuevamente Buenos Aires, parecido alrecorrido de Yansen en su ltimo viaje. En cambio, slo un comercian-te porteo habfa unido el Rfo de la Plata con puertos brasileos, aun-que las referencias indirectas son tan frecuentes que seguramenteesto se debe a una carencia de nuestras fuentes.

    Si no contramos con ms material que el expuesto en el presentecapftulo, ste ya serfa suficiente para demostrar que ' actividad co-mercial, llamada de modo genrico contrabando, nada tena de cir-cunstancial o aleatoria, ni de secreta y clandestina. Las cfras volca-das en los capftulos 11y V brindan un orden de magnitud aproximadodel trfico ultramarino que comprendi dicha actividad comercial, cu-yo valor y volumen superaban de lejos a los de las mercancfas intro-ducidas por los Navfos de Registro o desde Colonia Sacramento.

    O sea que, de lo que tenemos dicho hasta aqul, surge una primera yobvia constatacin: la persistente reiferacin de los ..procedimientosusados por los comerciantes implicados en el contrabando -conoci-dos por todo el mundo y practicados ms o menos abiertamente- nosaleja de la imagen de bandas semisecretas de mercaderes. Desde lodescrito por la cdula de 1582, hasta las acusaciones contra el conta-dor Miguel Castellanos, asf como contra el tesorero Hernn Surez,Maldonado y otros funcionarios, pasando por lo relatado en la cartade Hernandarias en 1615, los mecanismos utilizados no diferlan de-masiado.36 En el caso concreto del Rfo de la Plata, los comisos provo-cados, las entregas voluntarias, las almonedas fraudulentas, el usode estancias para ocultar mercancfas, en fin, todos los procedimien-tos, eran prctica corriente de un grupo de comerciantes que lograronimponer una suerte de tolerancia consuetudinaria -como ya diji-mos- y aprovechar las ambigedades legislativas respecto de lasarribadas.

    Ahora bien, a pesar de esa porosa situacin legal, cabra preguntar-se si la administracin local contaba con los recursos necesarios pa-ra reprimir, de haber querido hacerlo, unas actividades al fin y al caboprohibidas. Baste recordar que Buenos Aires era la sede de un gober-nador y capitn general, cuya tropa de guarnicin directamente bajosu mando variaba, segn la poca, entre 300 y 900 hombres, a lo quehabra que agregar una Audiencia que funcion durante casi diezaos, todo para una poblacin de unos 4.000 a 7.000 habitantes. Sibien es cierto que la extensin de las costas hacfa imposible des-cubrir cuanto navo se escondiese en ellas, en realidad, lo que su-puestamente hubiera debido tratarse era impedir el contacto del capi-tn extranjero con el mercader local, sin el cual el primero poco o na-da podla hacer anclado frente a la pampa. Para ello habla alcanzadoun soldado por cada diez habitantes como promedio. Pero el proble-ma no residfa all. Y esto nos introduce. de lleno en la cuestin de la~or~UPcinde los funcionarios y, ms en general, nos pone ante la ne-eSldad de ver a los hombres del contrabando un poco ms cerca.

    36 A.G.I., Escribanla de Cmara 903-B "Cargos contra el Thesorero Herman~urez de Maldonado", doc.Cit.;'vase tambin todo el legajo A.G.I., Gobierno,uenos Aires 341.

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  • Honorables Y fraudulentos:.contrabandistas, comerciantes yfuncionarios

    Aquellas acciones que, contempladas desde el presente, revelarfanuna excesiva devocin hacia el soborno y la ganancia ilegtima porparte de los funcionarios coloniales estaba lejos de constituir una

    I suma de numerosos actos aislados. Efectivamente, el fenmeno afec-t a las instituciones como tales y estuvo fuertemente enraizado en lavida econmica de todo el siglo XVII. No debemos olvidar que frente acasos de arribada el gobernador solfa actuar convocando a Juntas deReal Hacienda en las cuales estaban representadas todas las instan-cias de la Administracin local, incluido el Cabildo. Tambin notemosque este ltimo intervino como cuerpo en los casos de Henrquez y AI-deertsz Graeff, actitud sealada ya en el documento de 1582. Por otraparte, a todos los contadores, desde 1648 hasta 1702, se les prob par-ticipacin en el contrabando; asimismo, todos los gobernadores delmismo perodo participaron o toleraron arribadas fraudu!entas, comocasi todos los miembros de la Audiencia; aadamos tenientes de go-bernadores, miembros del Cabildo, jefes de guarnicin, capitanes deinfantera o caballgrta et0Sera pertinente entonces pens.ar que nosencontramos frente a una asociacin de intereses, a una alianza entrecomerciantes y funcionarios que asegur el xito de una actividad co-

    i mercial no autorizada por la Corona. __ Ahora bien si examinamos casos como el del citado Tomas de Ro-xas, se hace 'muy difcil determinar dnde comienza el funci?~ario ydnde termina el comerciante. En efecto, a la par que sus actividadesmercantiles, Roxas fue acumulando, sucesivamente, el desempeo-de los cargos de capitn de la guarnicin, alcalde ordinario y reqidordel Cabildo, adems del de Tesorero de la Santa Cruzada a partir de1660. Su ejemplo no tena nada de excepcional. Tiene sentido, enton-ces, hablar de "asociacin", "alianza", y hasta de "corrupcin"? Indu-dablemente es ms adecuado afirmar la existencia de un bloque decomerciantes-funcionarios (o funCionarios-comerciantes) cuyas ca-ractersticas y posibles conflictos, hasta aqu, se nos escapan. En re-alidad, la participacin del aparato burocrtico-militar en la vida co-mercial -ya hemos visto la importancia que tena en el caso de losNavos de Registro- constitua un fenmeno estructural que analiza-remos en el captulo VII. Por el momento retengamos esa idea de blo-que de comerciantes-funcionarios y que dicha participacin de la ad-ministracin comprendla todas las esferas institucionales.

    Un razonamiento similar podemos aplicar a las "complicidades"que necesariamente debla tener un capitn extranjero para poder co-merciar. El trmino, cargado como est de connotaciones delictivas yde sancin moral, parece ms apto para ser empleado en el caso deactividade.s heterclitas e irregulares, que para el de una vida comer-cial organizada y estructurada, aunque no exenta de sobresaltos, co-mo la que encontramos en Buenos Aires. Todo lo dicho sobre el usode chacras Y e~tancias,. los arreglos en las ventas pblicas, los comer-ciantes extranjeros alojados en casas de funcionarios o de otros mer-caderes, o pos~ye~do la propia, indica la presencia de una red de con-tactos Y aSOCiaCiones regulares. Ms apropiado sera entonces

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    hablar de un apa~ato comercial capaz de absorber las mercanclas lrn-portada.s, comunicando. a Buenos Aires con el Alto Per y los merca-dos regionales de las ciudades del interior.

    Dich~ red inclula ~n grupo de comerciantes extranjeros instalados~n I~ clu~ad portuaria. Ya nos hemos referido a la importancia de lainrruqracln de portugueses -tal vez ms de un tercio del total de lapoblaci.n blanca-:-.quie~es alcanz.aron puestos muy altos en la lerar-qula social y admmlstr~tlva de la ciudad. No eran los nicos; tambinlos hab.a de otras na~lones, cuyo nmero nos es imposible estimarpues dejaron rastros dispersos. Accarette se refiri a ellos afirmandoque holandeses, franceses y genoveses residan all hacindose pa-sar por ~spaoles. 37 Los siguientes ejemplos muestran que dichaasevera~ln no debla hacerse a la ligera. En 1660, el capitn WillenKoets afirmaba que durante su estad la en Buenos Aires -unos seismeses- estuvo alojado en .Ia casa del holands Francoys vanHavrem.38 Al referlrno~ ~I capitn Arpide hemos observado que muyprobablemente fuera onqrnano de los Pases Bajos, a pesar de que enel padrn de 1664 declarara ~er natural de Oyarzum, en Guipzcoa.Actu como traductor en varios procesos por arribadas de holande-ses -entre ellas la del mismo capitn Aldeertsz Graeff en relacincon lo cual figura citado arriba- en los que se afirmaba que el fla-menco era su lengua materna. 39 .

    En cambio, ninguna duda tenemos sobre el origen ttarnencou 'ho-I~nds d~ Juan de la Ros~a,. Francisco Errada -alfrez de la guarni-cin- ~Iego Horl~s y Crtstian de Cray -ambos artilleros del Fuer-te-, quienes tambin actuaron como intrpretes en diferentes arriba-das entre 1664 y 1683.40 El ltimo de stos -natural de Amberes-aparece en, el Padrn de Vecinos de 1664 gozando de tal condicinasl como un c~rujano i~lands, Toms de Len. Los ejemplos, aunqu~eecaeos, podran contnuarse. Como vemos, la comunidad de extran-eros no.portugueses debla de tener una modesta importancia. 41 Sup~esencla aumen!aba la.eficacia .del aparato de recepcin y distribu-cin del ~omerclo de Importacin que se haba desarrollado enBuenos Aires.Al comienzo del captulo dijimos que las andanzas del capitn Yan-

    sen no podan considerarse como un hecho aislado. Ahora vemos en~~ contexto debe~ ubicarse y cunto tiene de ejemplar su caso. En

    mismo prrafo afirmamos que presentaba rasgos comunes en todoe! co~ercio ultr~marin.o .n.oautorizado por la Corona: ambigedad le-gislativa, es decir, posibilldad para las autoridades locales {los capi-

    37 J P Duv' I "R I . .PI i' 10 s, e aton d~s voyages du Sr. Accarette dans la rivire de lati: de et de la parterre au Perou, et des observations qu'il y a faittes", en Bulle-38 G : la Facult~ des lettres de Strasbourg, n? 8, 1970, pg. 596.39 P~d~A. - N.A., II.as 1136,22-1-1660, fol. 61.A G 1 ~n d.e vecmos de la ciudad de Buenos Aires", 1664, R.E.BA 1859, t.I,40' A: 1 scnbanla de Cmara 876-C, doc. cit., 1661.2 PI'e'" lEscnbanla de Cmara 876-A, legajo 1 de pleitos de Buenos Aires nO-, za ra.: A G 1Gb'

    41 Vase t -, .: .. , o terno, Charcas 29, Autos del Gobernador 9-IX-16.B4.1970 ca ~~bln Jos Torre Revello, La Sociedad Colonial, Buenos AIres,de l PI~ta d't9. 44, y sgtes., quien sealaba la temprana presencia en el Ro

    personas provenIentes de diferentes puntos de Europa.

    115

  • tanes extranjeros de hacer pasar por legales a las arribadas; vlnculoscon las ms altas autoridades, que en realidad eran un aspecto de laparticipacin activa y estimulante de la administracin en la vida co-mercial de la ciudad; infraestructura local, es decir, una trama de co-mercializacin -enorme para la diminuta ciudad- cuyas caracterls-ticas y dimensiones superaban los estrechos limites de las relacionespersonales de complicidad. El comercio' ultramarino no autorizadopor Buenos Aires estuvo durante todo el siglo XVII estructural menteligado a la vida econmica de la regin comprendida entre el Alto Pe-r y el Ro de la Plata.

    Hasta aqul hemos tratado de acentuar el carcter "normal", regu-lar, del contrabando -palabra que usamos con mucha reti~encia-.Esto no significa que los representantes de la Corona Jam~ re-curriesen a la represin, lejos de ello, nunca faltaban contrabandistas)que terminasen en algn calabozo. No ob~tante,. el ~xame~ de la ~o-cumentacin correspondiente nos ha dejado siempre la lmpre~ln-por lo dems dificil de probar- de que las ms de las veces dlc~arepresin resultaba de conflictos ~~tre grupos d~ m~rcaderes-funclo-narios. Las autoridades civiles, militares y eclesisticas pareclan ac-tuar ms bien integradas a las facciones en pugna antes que enfre~-tando, como "aparato estatal", a supue~tos delinc.uent~s (las comi-llas valen por lo desmesurado del sustantivo en un villorrio com~ Bue-nos Aires durante el slqlo XVII). Sea como fuere, llama ta atencin elhecho de que el discurso de la critica al contrabando y la ~efensa dela borrosa legislacin fuese utilizado tambin por quienes m~smezclados estaban en el comercio illcito. Dicha conducta -algo Sin-gular observada desde hoy- no fue exclusiva de los mercaderes por-teos' los miembros del Consulado de Lima vinculados al contraban-do de 'los franceses -por ejemplo- actuaban de la misma manera. 42En todo caso al igual que en los Navlos de Registro, y como veremosms en detalie en el capitulo VII, prcticamente todos los implicadosen violaciones de las leyes que reglan la vida comercial fueron absuel-tos tras el pago de un indulto, verdadero tributo. .

    Contrabando, ineficacia del monopolio espaol o comercio directode las potencias no espaolas?

    Aplicada a la poca estudiada, la nocin de contrabando es un con-cepto vasto y algo impreciso, pues sirve para designar, por lo menos,dos fenmenos que -aunque relacionados, como veremos inme-diatamente- conviene separar con claridad: el fraude en el interiordel sistema monoplico espaol, por un lado y, por el otro, las activi-dades de las potencias europeas en las costas de las colonias espa-olas o, simplemente, el "comercio directo", como lo llama Malamud.

    42 Carlos Malamud, Consecuencies econmicas del comercio directo francsen el espacio peruano (1668-1725), Tesis doctoral, Universidad Complutense,Reproduccin facsimilar, Madrid, 1982, pgs. 277 a 281; G. Walker, op.cit., pg.176.

    116

    Segn este autor, las razones de la creciente importancia del segundode dichos fenmenos en relacin con el comercio peninsular a partirde la dcada de 1630 fueron mltiples y complejas: avidez de metalespreciosos (plata), creciente necesidad de materias primas, posibili-dad de los mercados americanos para las manufacturas norteurope-as, cambios en el trfico de esclavos, crisis espa'\ola, etc.43 Pornuestra parte tenemos dicho que el "comercio directo" fue, junto conel trfico hacia y desde el Brasil, la principal actividad ultramarina deBuenos Aires durante el siglo XVII.-Respecto del fraude en el interior del sistema monoplico espa'\ol,no es nuestra intencin entrar aqul en el examen de los problemasque plantea. Nos basta con recordar que, en el caso de los Navlos deRegistro a Buenos Aires, los indultos que pagaban a su retorno revela-ban que el valor real de las mercanclas transportadas debla superarhasta 10 veces lo declarado. .

    Un aspecto de esto, que hemosdesarrollado al estudiar la navega-cin legal al Rlo de la Plata, es el de las estrechas vinculaciones quela misma tenia con comerciantes extranjeros, en particular holande-ses. Resulta entonces evidente la relacin entre dichas vinulacionesy la actividad directa, en el Rlo de la Plata, de las potencias no espa-olas. Asl como es obvio el hecho de que ambos fenmenos deben si-tuarse en el contexto general de la creciente colonizacin extranjeradel comercio entre Espa'\a y Amrica (vase cap. V). Por ello nos pare-ce unilateral el tipo de anlisis consistente en buscar "causas" alcontrabando, como si se tratara de una aberracin coyuntural.

    En este sentido es interesante eomentar las afirmaciones de Rodrl-guez Vicente, quten expone una buena slntesis de las ideas general-mente admitidas sobre el tema al estudiar el Tribunal del Consuladode Lima. La autora considera al contrabandocorno un defecto del co-mercio entre Espaa ylas Indias, cuyas causas serfan las siguientes:

    a) Institucionales, es decir, el rgimen de monopolio, que resultabade erra alianza entre grandes comerciantes -interesados en el man-tenimiento de un rgimen de escasez constante- y la corona -irite-resada, a su turno, en el fcil control fiscal-. Los altos precios asl im-puestos dejaban fuera a los mercaderes medios y pequeos -segnla autora, que retoma esto ltimo de Harring-, cuya nica salida se-rlan las vlas ilegales. Adems, la centralizacin en pocos puertoshabra creado excentricidades como la de Buenos Aires, que favore-cerlan al contrabando;

    . b) causas funcionales, o sea, la corrupcin de los funcionarios,mherente a las condiciones en que desempeaban sus cargos (trende vida costosa, insuficiencia de sueldos, compra de cargos, necesi-dad de resarcirse, etc.), causas circunstanciales, vale decir, el aumen-

    43Carios Malamud, El comercio directo ..., op.cit., pg. 27.

    117

  • to de los impuestos que produca, en un circulo vicioso, el aumento delcontrabando seguido de un nuevo aumento de impuestos por falta derecaudacin. 44 .

    Retendremos la primera de estas explicaciones tradicionales ..45 Loaseverado sobre los efectos del monopolio es un enfoque que nuncadebemos olvidar al acercamos al problema del contrabando, pero s-lo seria suficiente como explicacin si ste hubiera sido un fenmenopuramente espaol (por lo dems, lo que la autora entiende -cor1 ra-zn- por monopolio, poco tiene de "institucional", habiendo sidouno de los aspectos centrales de la dominacin colonial y de los me-canismos de transferencia de excedentes por parte de la metrpoli).Despus de todo, otros monopolios tuvieron mejor suerte y su xitodependi de la capacidad de las metrpolis por imponer su presenciasconrnlca.w Las dems explicaciones -que tambin retoman tra-bajos anteriores- se subordinan a la primera. Sobre la segunda, esdecir, la corrupcin de los funcionarios, nada tenemos que agregar alo ya expuesto.

    En ltima instancia, las causas del contrabando no son distintas alas del comercio y, en lo que al presente estudio se refiere, a las queexplican el funcionamiento de la ruta Potosi-Buenos Aires, el trficocon el Brasil y la presencia de navos de diferentes nacionalidades.Vista desde la "demanda" de contrabando, por qu la lite de merca-deres-funcionarios no habra de comerciar con navos extranjeros ointentar la vinculacin con el Brasil? Vista desde la "oferta", ya no 'esms contrabando. Vale decir que las alternativas de la vida mercantilultramarina de Buenos Aires, la utilizacin de esta ruta para alcanzarel Alto Per, estaba ligada, por un lado, al funcionamiento de la circu-lacin en el espacio altoperuano-rioplatense, segn intentamosmostrar en el capitulo 11 y retomaremos en el VII, y, por el otro, a lascambiantes presencias en el Rio de la Plata. En este sentido, debe-mos aislar del concepto de contrabando al comercio directo de las po-tencias no aspaolas. Lo que significa ver al fenmeno, durante la se-gunda mitad del siglo XVII, como un aspecto de las transformacionesoperadas en el Atlntico a partir de 1630, algunos de cuyos rasgosdescribiremos someramente en el capitulo siguiente. Adems, el exa-men pormenorizado de las arribadas permitir estimar la magnitud delo que acabamos de exponer.

    44 Encarnacin Rodrlguez Vicente, El Tribunal del Consulado de Lima en la pri-mera mitad del siglo XVI/, Madrid, Ediciones de Cultura Hispnica, 1960, pgs.254-257; " ... En resumen podemos decir que el contrabando, como defecto delcomercio entre Espaa y las Indias, era originario por un sistema mercantil,inadecuado, puesto en vigor por funcionarios ineptos que hacan ineficaz laprctica de un sistema tericamente perfecto ...", pg. 257.45 Ya aparecen en Gervasio de Artio y Galdacano, Historia del Comercio conlas Indias durante el dominio de los Austrias, Barcelona, 1917, pg. 122.46 Sergio Bag, Economla de la Sociedad colonial, Buenos Aires, El Ateneo,1949, cap. 111.pg. 22 .

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    v. El movimiento de las "arribadas", 16481702

    Con el mismo decorado y los mismos personajes, hacia los prime-ros aos de la segunda mitad del siglo XVII cambiaron los actores queentraban a escena por el horizonte del ro. Si anteriormente los holan-deses se perdan entre la multitud de portugueses, a partir de 1650-1653 aqullos fueron dando la coloracin dominante a lo largo de 25aos. Es decir, hasta PQCO antes de la fundacin de Colonia Sacra-mento.

    Visto desde Buenos Aires el cambio no fue ruptura, en el sentido deque no alter en forma sustancial las caracteristicas de su vida co-mercial. Visto desde Europa el cambio fue un episodio de la crecientecolonizacin del comercio con Amrica por parte de las potenciaseuropeas no espaolas. En este proceso se combinaron, o se suce-dieron, la presencia extranjera en Sevilla, Cdiz y puertos cantbri-cos, la ocupacin territorial y el contrabando -comercio directo- deaquellas potencias en los puertos americanos. Durante el siglo XVIIlas alternativas y el resultado del conflicto entre la Corona espaola ylas Provincias Unidas de los Paises Bajos constituyeron una facetaparticularmente importante de dicho proceso. 1

    En cuanto al primero de los aspectos enumerados, las colonias decomerciantes extranjeros en Sevilla comenzaron a surgir mucho an-tes del descubrimiento de Amrica. A los genoveses se los mencionaen una fecha tan temprana como 1252. Tambin habia flamencos, ho-

    1 Para los aspectos generales del presente capitulo vase:Fernand Braudel, "Civilitation matriel/e, economie et capitalisme. XVe -XVI/leSictes., t. 3, Le Temps du monde, Parls, Armand Colin, 1979, pgs. 196a 199 y355 a 358; C.A. Boxer, The portuguese sea borne Empire, Londres, 1969, pgs.106a 127; Idem, Os holandeses no Brasil 1624-1654;pgs. 7 a 156 y 223 a 343;kiern, Salvador de S e a luta pelo Brasil e Angola, San Pablo, 1973, pgs. 55 a82; 236 a 305; Pierre Chaunu, S vil/e et f'Atlantique 1500-1650, Parls,S.E.V.E.E.N., 1959, t.V., pgs. 409 a 412; t.Vllll, pgs. 570 y 626; Ralph Davies,La Europa Atlntica, Mxico, Siglo XXI, 1977, caps. 5, 6 Y 9 a 13; C. FernndezDuro, Armada Espaola desde la Unin de los "Reinos de Castilla y Aragn,Madrid, 1895-1903, vol. IV, pgs. 97 a 106, 109, 338; Lutgardo Garca Fuentes:El comercio espaol con Amrica 1650-1700, Sevilla E.E.H., 1981, caps. V Y VI,Albert Girard, Le commerce Francais Seville et Cadiz aux remos des Habs-

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