mouffe, chantal. desconstrucción, pragmatismo y la política de la democracia

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Teoría Política.

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Mouffe, Chantal. 1. Desconstruccin, pragmatismo y la poltica de la democracia, en Desconstruccin y pragmatismo. Varios. Argentina, Paids, 1998. pp. 13-33.

1. Desconstruccin, pragmatismo y la poltica de la democracia

Chantal Mouffe

Jacques Derrida y Richard Rorty estn en el centro de muchas controversias y no resulta sorprendente, dado que las implicancias de su obra socavan radicalmente las bases ltimas de la perspectiva racionalista hegemnica. No sorprende entonces que la desconstruccin de Derrida y el nuevo pragmatismo de Rorty hayan sido repetidamente desacreditados por los filsofos tradicionales. Sin embargo, esto no ha impedido que sus libros ejerzan una enorme influencia; en realidad su impacto se ha sentido en todo el mundo. Sin duda, sus perspectivas son muy diferentes pero el rechazo de una concepcin fundamentalista de la filosofa que comparten los coloca del mismo lado en gran nmero de debates, especialmente aquellos que conciernen a la herencia del Iluminismo.

Derrida y Rorty estn de acuerdo en rechazar el planteo de Habermas de que existe un vnculo necesario entre universalismo, racionalismo y la democracia moderna y que la democracia constitucional representa un momento en el desarrollo de la razn vinculado al surgimiento de formas universalistas de ley y moralidad. Ambos niegan la viabilidad de un punto de Arqumedes como sera la Razn que pueda garantizar la posibilidad de un modo de argumentacin que hubiera trascendido sus condiciones particulares de enunciacin.

Sin embargo, su crtica del racionalismo y del universalismo no impide que estn fuertemente comprometidos en la defensa del aspecto poltico del Iluminismo, el proyecto democrtico. Su desacuerdo con Habermas no es poltico sino terico. Comparten su compromiso con la poltica democrtica, pero consideran que la democracia no necesita fundamentos filosficos y que no es a travs de un basamento racional como pueden fundamentarse sus instituciones.

Plantear la existencia de un territorio comn entre Derrida y Rorty no impide el reconocimiento de las importantes diferencias entre sus perspectivas. De lo que se trata es de sugerir que puede suponerse un dilogo fructfero entre ellos a pesar de o mejor debiera decirse precisamente a causa de estas diferencias. ste fue el propsito del simposio que es el origen de este volumen. Su objetivo fue indagar de qu manera la desconstruccin derrideana y el pragmatismo rortiano podan contribuir a la elaboracin de un pensamiento no fundamentalista sobre la democracia. La idea fue analizar sus puntos de convergencia tanto como sus desacuerdos en este terreno especfico, y discutir sus respectivas propuestas. En ese sentido, invitamos a dos tericos que contribuyeron a desarrollar la perspectiva desconstructiva a travs de lneas levemente distintas: Simon Critchley, que la complement con una apertura levinasiana a la experiencia tica del otro, y Ernesto Laclau, a quien se propuso vincular la desconstruccin a la lgica de la hegemona.

DESCONSTRUCCIN Y POLTICA

En el encuentro, estaban en juego varias cuestiones. Para empezar, tuvimos que determinar la relevancia de la desconstruccin para la poltica. No se la poda dar por supuesta y no constitua un punto secundario en la discusin. En realidad, mientras celebraba la importancia de Derrida como un ironista abierto al mundo, Rorty negaba insistentemente las implicancias polticas de su obra. De acuerdo con la distincin entre ironista privado y liberal pblico que propone en Contingencia, irona y solidaridad, Derrida deba ser considerado un ironista privado. Su obra no tena utilidad pblica y nada poda aportar a la vida poltica en una sociedad liberal.

Esta tesis fue analizada y rechazada por Simon Critchley, quien plante revisar la significacin tica de la desconstruccin. Segn Critchley, Derrida debe ser considerado como un pensador pblico, y su obra, con su creciente nfasis en la justicia y la responsabilidad, tiene importantes implicancias ticas y polticas. Por cierto, la concepcin de la justicia de Derrida como una experiencia de lo indecidible no puede ser instaurada en el espacio pblico, pero esto no significa que no tenga consecuencias para la poltica. Es la rgida distincin de Rorty entre lo pblico y lo privado lo que no le permite ver la complejidad de la trama entre las dos esferas y lo que lo lleva a denunciar cualquier intento de articular la bsqueda de la autonoma individual con la cuestin de la justicia social.

Ernesto Laclau, por su parte, trajo al foro la relevancia para la poltica de dos dimensiones de la desconstruccin: la indecidibilidad y la decisin. En su opinin, el tema central de la desconstruccin es la produccin poltico-discursiva de la sociedad. Mostrando la indecidibilidad estructural de numerosas reas de lo social, la desconstruccin revela la contingencia de lo social, ampliando de esa manera el campo de la institucin poltica. Es por esto que resulta, ante todo, una lgica poltica. Al ser compatible con una variedad de estrategias polticas, es particularmente importante para una teora democrtica pues permite la radicalizacin de algunas de sus tendencias y argumentos. Para Laclau, la indecidibilidad, y la decisin son constitutivas de la tensin que hace posible una sociedad poltica. Sin embargo, argumenta que, para producir todos sus efectos polticos, la desconstruccin requiere de una teora de la hegemona, es decir una teora de la decisin tomada en un terreno indecidible. Slo la hegemona puede ayudar a teorizar la distancia entre lo estructuralmente indecidible y lo efectivamente existente.

EL NUEVO PRAGMATISMO DE RORTY

En relacin con la versin de Rorty del pragmatismo, el tema de controversia no fue su relevancia para la poltica, que nadie niega, sino la clase de utopa liberal y el tipo fragmentario de organizacin social que promueve. Al insistir en la necesidad de mantener completamente separados los espacios de lo privado y lo pblico y considerando a la poltica nicamente en trminos de lo pragmtico, de los compromisos de corto plazo, no est perdiendo de vista una importante dimensin de la perspectiva democrtica? Puede un reformismo de este tipo hacer justicia a la multiplicidad de luchas que reclaman una radicalizacin del ideal democrtico?

Critchley entr en tema con la aseveracin de Rorty de que no hay manera de unir o reconciliar los dominios de lo pblico y lo privado y debemos aceptar que tenemos dos vocabularios finales e irreconciliables: uno en el que domina el deseo de la autocreacin y la autonoma y otro en el que lo que predomina es el deseo de comunidad. Cuando declara que esos dos diferentes vocabularios funcionan en dos juegos de lenguaje diferentes, el de lo privado y el de lo pblico, y que es peligroso confundir su campo de aplicacin, Rorty nos priva del rico potencial crtico abierto por ironistas pblicos como Nietzsche y Foucault. Ms an, se pregunta Critchley, acaso una distincin del ser entre ironista y liberal no crea las condiciones para el cinismo poltico?

Segn Laclau, es slo en un mundo racionalista claramente contrario a las premisas antifundamentalistas de Rorty que las exigencias de autorrealizacin y las de la solidaridad humana pueden diferenciarse ntidamente. En su opinin, la distincin pblico/privado, importante como es para la poltica democrtica, no resulta esencial. Debe ser problematizada y considerada como una frontera inestable continuamente atravesada, en la que la autonoma personal incorpora planteos pblicos y lo privado se politiza cada vez ms. Por lo tanto, no hay razn para oponer de forma tan drstica las exigencias privadas de autocreacin y las pblicas de solidaridad humana.

Criticar la poltica de Rorty no significa, empero, que debamos renunciar al pragmatismo. Aun insatisfecho con la poltica liberal fragmentaria defendida por Rorty, Laclau seala que no est convocando a un rechazo de la perspectiva pragmtica. En realidad, expresa su acuerdo con varios aspectos del planteo rortiano que, dice, es compatible con diferentes tipos de poltica. Las premisas pragmticas no llevan necesariamente al tipo de liberalismo preferido por Rorty y pueden, por ejemplo, articularse con una perspectiva radicaldemocrtica.

A pesar de que sus argumentos no alcanzan para convencer a Rorty, me parece que tanto Critchley como Laclau presentan, aun por caminos diferentes, una convincente demostracin de la importancia de la desconstruccin para la poltica. Sin embargo, sus opiniones no son completamente convergentes. Ambos concuerdan en que un argumento vinculado a la indecidibilidad estructural no puede proveer, dentro o fuera de ella, ninguna fundamentacin positiva a una decisin, y que se requiere algo ms. Pero sus posiciones difieren en cuanto a la clase de complemento que se necesita. Hay algo ms encontrado por Critchley en una fundamentacin tica a travs de la perspectiva levinasiana: la apertura radical al otro es una experiencia primaria de la cual pueden derivarse contenidos normativos. Por el contrario, para Laclau, este momento de casi fundamentacin (la decisin) es algo parecido a una autofundamentacin que es, empero, radicalmente contingente; apunta en este sentido a una primaca de la poltica ms que de la tica y a una teora de la hegemona como un puente entre la indecidibilidad y la decisin.

DEMOCRACIA Y RACIONALIDAD

Un punto en el que hubo acuerdo fue que, a pesar del hecho de ser imposible derivar un tipo nico de poltica tanto de la desconstruccin como del pragmatismo, ambas perspectivas pueden proveer importantes visiones para la poltica democrtica.

Creo que Rorty es ms til cuando critica las pretensiones de los filsofos de inspiracin kantiana como Habermas, quien trata de encontrar un punto de vista que est por encima de la poltica y que garantice la superioridad de la democracia. Seguramente tiene derecho a afirmar: Deberamos abandonar la vana tarea de buscar premisas neutras polticamente, premisas que puedan justificarse para cualquiera, de las cuales inferir una obligacin de adherir a la poltica democrtica. Segn Rorty, debemos saber que nuestros principios democrticos y liberales definen un nico juego de lenguaje posible entre otros. Es entonces intil buscar argumentos a su favor que no sean contexto-dependientes tratando de protegerlos de otros juegos de lenguaje poltico.

En oposicin a Apel y Habermas, Rorty sostiene que no es posible derivar una filosofa moral universal de la filosofa del lenguaje. Para l no hay nada en la naturaleza del lenguaje que pueda servir de base para justificar, ante toda audiencia posible, la superioridad de la democracia liberal. Insiste en que considerar los avances de la democracia como si estuvieran vinculados a los progresos de la racionalidad no es til, y que debemos dejar de presentar a las instituciones de las sociedades liberales occidentales como si ofrecieran la solucin racional al problema de la coexistencia humana; como la solucin que otros pueblos habrn de adoptar necesariamente cuando dejen de ser irracionales. En su opinin, lo que est en juego aqu nada tiene que ver con la racionalidad, sino que es una cuestin de creencias compartidas. Considerar irracional a una persona en este contexto, sostiene, no es decir que no est usando sus facultades mentales adecuadamente. Es slo decir que no parece compartir suficientes creencias y deseos con uno como para poder conversar con ella sobre un asunto fructfero. Entonces, hay que usar ms la fuerza que la persuasin.

En esta perspectiva, la accin democrtica no requiere de una teora de la verdad y de nociones como incondicionalidad y validez universal, sino ms bien de una variedad de prcticas y movimientos pragmticos destinados a persuadir a la gente de que ample el espectro de su compromiso con los dems, de que construya una comunidad ms inclusiva. Para Rorty, el avance de la democracia se produce ms a travs de la sensibilidad y la simpata que por medio de la racionalidad y el discurso moralista universal. se es el motivo por el que considera que libros como La cabaa del To Tom han desempeado un papel ms importante que los tratados filosficos en promover el progreso moral.

sta es, por cierto, una manera ms alentadora de pensar en la poltica democrtica, y comparto la conviccin de Rorty de que es tiempo de separar al liberalismo iluminista del racionalismo iluminista. En la coyuntura actual, caracterizada por un creciente rechazo a la democracia, es particularmente importante comprender cmo se puede establecer una fuerte adhesin a los valores e instituciones democrticas, y que el racionalismo constituye un obstculo para esta comprensin. Es necesario darse cuenta de que los valores democrticos no han de extenderse ofreciendo sofisticados argumentos racionales ni a travs de la construccin de exigencias de verdad que trasciendan el contexto sobre la superioridad de la democracia liberal. La creacin de formas de la individualidad es un complejo proceso que tiene lugar a travs de una diversidad de prcticas, discursos y juegos de lenguaje.

Hay algo en lo que el pragmatismo rortiano, con la importancia que otorga a los vocabularios compartidos, puede ayudarnos a comprender mucho mejor que las teoras morales universalistas y racionales. Al poner nfasis exclusivamente en los argumentos necesarios para asegurar la legitimidad de las instituciones liberales, la filosofa poltica y moral ms reciente ha estado formulando la pregunta equivocada. El verdadero camino no es encontrar argumentos para justificar la racionalidad o universalidad de la democracia liberal que la puedan volver aceptable a cualquier persona racional o razonable. Los principios democrtico-liberales slo pueden defenderse de un modo contextualista, como constitutivos de nuestra forma de vida, y no debemos intentar fundamentar nuestro compromiso con ellos en algo supuestamente seguro. Para conseguir lealtad y adhesin a esos principios, lo que se necesita es la creacin de un ethos democrtico. Tiene que ver con la movilizacin de pasiones y sentimientos, la multiplicacin de prcticas, instituciones y juegos de lenguaje que provean la condicin de posibilidad de los sujetos democrticos y formas democrticas de voluntad.

La mayora de los tericos liberales estn condenados a obviar la relevancia de este tipo de reflexin, pues operan con una concepcin metafsica que ha considerado al individuo como previo a la sociedad, como poseedor de derechos naturales, maximizador de la utilidad o sujeto racional segn la rama del liberalismo que se siga pero, en todo caso, como aislado de las relaciones sociales, de poder, lenguaje, cultura y de todo el conjunto de prcticas que hacen posible la accin. En realidad, lo que est dejado de lado en todas estas perspectivas es la crucial pregunta de cmo es posible el funcionamiento democrtico; de cules son las condiciones de existencia del sujeto liberal-democrtico.

Contra el tipo de liberalismo que busca una justificacin racional y universal, y que cree que las instituciones democrticas sern ms estables si puede probarse que fueron elegidas por individuos racionales bajo el velo de la ignorancia o en una situacin de comunicacin no distorsionada, el pragmatismo de Rorty nos recuerda los lmites de los planteos de la razn. Al obligarnos a pensar en trminos de prcticas, nos lleva a enfrentar los verdaderos problemas que deben ser abordados en funcin de acrecentar la ciudadana democrtica.

FILOSOFA, POLTICA Y DEMOCRACIA

Sin embargo, una vez que se ha tomado cuenta de la importante contribucin de Rorty, tambin se necesita sealar los inconvenientes de su perspectiva. Al igual que Critchley y Laclau, tengo serias reservas con respecto a su utopa liberal y los peligros de complacencia que sta implica. Deseo sugerir que los problemas centrales subyacen en el hecho de que Rorty no percibe la complejidad de la poltica y que esto est ligado a su reticencia a cualquier investigacin terica en el terreno de lo poltico. Para l, la poltica es una cuestin de lo pragmtico, de reformas de corto plazo y de compromisos. Algo para discutir en trminos triviales y familiares.

En su opinin, los enemigos de la felicidad humana son codiciosos, perezosos e hipcritas y no se requiere de profundos anlisis para comprender cmo pueden ser eliminados. A lo que nosotros los liberales debemos tender es a crear el consenso ms amplio posible entre la gente acerca de la vala de las instituciones liberales. Lo que se necesita es una mayor dosis de liberalismo al que define en trminos de promover la tolerancia y minimizar el sufrimiento y un creciente nmero de sociedades liberales. La poltica democrtica es slo cuestin de permitir que un creciente nmero de personas se cuenten como miembros de nuestro nosotros moral y conversacional. Al igual que su hroe John Dewey, la comprensin de Rorty de los conflictos sociales es limitada porque es incapaz de acceder a las implicancias del valor del pluralismo y aceptar que el conflicto entre valores fundamentales no puede resolverse jams. Tiene la esperanza de que con el crecimiento econmico y el desarrollo de actitudes ms tolerantes podr establecerse finalmente la armona.

Es por esta razn que no puede ver la utilidad de esa especie de reflexin cuasi-trascendental desplegada por Derrida en torno de la infraestructura. Para l, nociones derrideanas como suplementariedad, arqui-rastro, diffrance, iterabilidad y seal no tienen relevancia alguna para la poltica democrtica. Si nos permitimos tomar distancia de ese cuestionamiento metafsico, el pragmatismo, o al menos as lo cree Rorty, nos provee un punto de partida desde el cual acceder al contacto con las verdaderas cuestiones de la poltica.

Pero una cosa es afirmar que la democracia no puede tener y no necesita fundamentos filosficos, y otra bastante distinta es rechazar la utilidad de cualquier tipo de reflexin filosfica y creer que nada se obtiene con una indagacin en la naturaleza de la democracia y que podemos prescindir de ella. Cualquier concepcin de la democracia poltica, incluso una tan antifilosfica como la defendida por Rorty, implica necesariamente una comprensin de la naturaleza de la poltica. Tambin implica el privilegiar uno de los varios sentidos de un concepto tan discutido como el de democracia. No es un territorio neutral, supuestamente incontaminado por la filosofa, del cual poder hablar.

Extraamente, cuando se analizan las presuposiciones implcitas sobre poltica y democracia en Rorty, se lo encuentra con su insistencia en el dilogo y la conversacin ms afn a Habermas de lo que podra esperarse. Ambos, por ejemplo, se refieren al progreso moral y poltico en trminos de universalizacin del modelo democrtico liberal. La diferencia consiste en el hecho de que, mientras Habermas cree que un proceso semejante habr de tener lugar a travs de la argumentacin racional y que requiere de argumentos con premisas transculturalmente vlidas a favor de la superioridad del liberalismo occidental, Rorty sostiene sus expectativas en la persuasin y en el progreso econmico. Dado que para l la democracia es bsicamente una cuestin de que la gente se vuelva mejor con los dems y se comporte de una manera ms tolerante, imagina que todo depende de que las personas tengan condiciones de existencia ms seguras y que compartan ms creencias y deseos con los dems. De all su conviccin de que a travs del crecimiento econmico y el tipo adecuado de educacin sentimental puede construirse un amplio consenso a favor de las instituciones liberales.

La diferencia bsica entre las dos perspectivas concierne a los diferentes caminos que consideran para la creacin del consenso liberal. Por ejemplo, Rorty declara que La justificacin pragmtica de la tolerancia, la libre investigacin y la bsqueda de una comunicacin sin interferencias slo puede tomar la forma de una comparacin entre sociedades que ejemplifiquen esos hbitos y otras que no lo hagan, dejando caer la sugerencia de que nadie que hubiera experimentado ambas preferira la ltima. Queda claro, entonces, que lo que encuentra insatisfactorio en Habermas no es su bsqueda de una comunicacin sin interferencias sino la manera en que trata de alcanzarla.

Por supuesto, no es sta una cuestin menor y ya he sealado que encuentro ms adecuada la perspectiva de Rorty. El problema, en mi opinin, reside en lo que comparte con Habermas o, debera decir, en lo que falta en ambos. En realidad, ninguno de los dos es capaz de comprender el papel crucial del conflicto y la central funcin integradora que desempea en una democracia pluralista. ste es el motivo por el que terminan proponiendo lo que puede llamarse una visin consensual de la democracia.

Lo que eluden con ese movimiento es una dimensin muy importante de la democracia poltica. En realidad, la especificidad de la democracia liberal como una nueva forma poltica de sociedad consiste en la legitimacin del conflicto y el rechazo a eliminarlo por medio de la imposicin de un orden autoritario. Una democracia liberal es sobre todo una democracia pluralista. Su novedad reside en su comprensin de la diversidad de concepciones sobre el bien, no como algo negativo que debe ser suprimido sino como algo para ser valorado y celebrado. Esto requiere de la presencia de instituciones que establezcan una dinmica especfica entre consenso y disenso. Por supuesto, el consenso es necesario, pero debe limitarse a las instituciones que son constitutivas del orden democrtico. Una democracia pluralista necesita tambin dar lugar a la expresin del disenso y a los valores e intereses en conflicto. Y esto no debe verse como un obstculo temporario en el camino hacia el consenso, dado que con su ausencia la democracia dejar de ser pluralista. se es el motivo por el cual la democracia poltica no puede plantearse siempre la armona y la reconciliacin. Creer que es eventualmente posible una resolucin final del conflicto, incluso cuando es considerado con un acercamiento asintomtico a la idea reguladora de comunicacin libre y sin restricciones, como en Habermas, es poner en riesgo el proyecto de democracia pluralista.

En realidad, no se puede tomar seriamente la existencia de una pluralidad de valores legtimos sin reconocer que van a entrar en conflicto. Y este conflicto no puede visualizarse simplemente en trminos de intereses en competencia que pueden ser resueltos y acomodados sin ninguna forma de violencia. Muchos conflictos son antagnicos porque tienen lugar entre interpretaciones enfrentadas de los valores tico-polticos comprendidos en las instituciones democrtico-liberales. El progreso de la democracia, pace Rorty, jams tendr la forma de una evolucin suave y progresiva en la que nosotros, los liberales, seamos cada vez ms numerosos y ms inclusivos cuantos ms derechos sean reconocidos. Los derechos entrarn en conflicto y no podr existir ninguna vida intensamente democrtica sin una verdadera confrontacin democrtica entre los derechos en conflicto y sin un desafo a las relaciones de poder existentes.

La poltica, en especial la poltica democrtica, no puede nunca superar el conflicto y la divisin. Su objetivo es establecer la unidad en un contexto de conflicto y diversidad; est ocupada en la formacin de un nosotros en oposicin a un ellos. Lo especfico de la democracia poltica no es la superacin de la oposicin ellos/nosotros sino la manera diferente en que es manejada. ste es el motivo por el cual comprender la naturaleza de la poltica democrtica requiere adecuarse a la dimensin del antagonismo presente en las relaciones sociales.

Esta dimensin antagonstica que he propuesto designar como lo poltico es precisamente lo que la perspectiva del consenso es incapaz de comprender. La distincin es despreciada por racionalistas como Habermas, dado que su concepcin de la democracia debe postular la viabilidad de un consenso sin exclusiones, en realidad un consenso que sea expresin de una acuerdo racional y que pueda eliminar por completo el antagonismo. Es tambin dejada de lado por otros como Rorty (aunque tambin es cierto para Rawls), dado que su fuerte separacin entre lo pblico y lo privado los lleva a la equivocada creencia de que los desacuerdos deben ser relegados a lo privado y debe crearse un consenso sobreimpuesto en la esfera pblica. En ambos casos, el resultado es el mismo: una concepcin de la sociedad democrtica bien ordenada supuestamente libre de antagonismos y sin exclusiones en otras palabras, la ilusin de que es posible establecer un nosotros que no implique la existencia de un ellos.

DESCONSTRUCCIN Y DEMOCRACIA

Este privilegiar el consenso con las diferentes formas que adopta habitualmente en las numerosas versiones de democracia deliberativa representa, en mi opinin, una seria equivocacin acerca de la naturaleza de la democracia. Ese es el motivo por el que una perspectiva como la de la desconstruccin, que revela la imposibilidad de establecer un consenso sin exclusin, es de fundamental importancia para comprender lo que est en juego en la poltica democrtica. Dado que nos previene contra la ilusin de que la justicia puede ser instanciada en las instituciones de cualquier sociedad, la desconstruccin nos obliga a mantener viva la exigencia de democracia. Sealando la inerradicabilidad del antagonismo, nociones como las de indecidibilidad y decisin no slo son fundamentales para la poltica, como seala Laclau, sino que proveen tambin el verdadero terreno en el que puede formularse una poltica democrtica pluralista.

Como lo expresa Derrida, sin tomar en cuenta rigurosamente a la indecidibilidad es imposible pensar los conceptos de decisin poltica y de responsabilidad tica. La indecidibilidad no es un momento que pueda ser atravesado o superado, y los conflictos del deber son interminables. Jams podr quedar satisfecho de haber hecho una buena eleccin, dado que una decisin a favor de una alternativa se hace siempre en detrimento de otra. Es en este sentido que puede decirse que la desconstruccin est hiperpolitizada. La politizacin no cesa nunca, dado que la indecidibilidad sigue habitando la decisin. Cada consenso aparece como la estabilizacin de algo esencialmente inestable y catico. El caos y la inestabilidad son irreductibles pero, como lo seala Derrida, esto implica a la vez un riesgo y una posibilidad, dado que una estabilidad permanente implicara el fin de la poltica y de la tica.

Si Rorty comparte con Habermas una opinin sobre la poltica que pone gran nfasis en el consenso, la problematizacin desconstructiva de la propia idea del consenso se ensambla con varios aspectos de la perspectiva de Stanley Cavell. En su crtica de John Rawls en las conferencias de Carus, por ejemplo, Cavell seala que la descripcin de Rawls de la justicia omite una dimensin muy importante en lo que tiene lugar cuando establecemos las exigencias que se nos hacen en nombre de la justicia en situaciones en las que lo que est en cuestin es el grado de acuerdo de la sociedad con su ideal. Est en desacuerdo con la aseveracin de Rawls de que Aquellos que expresan resentimiento deben estar preparados para mostrar por qu ciertas instituciones son injustas y cmo los han perjudicado otras. Segn la opinin de Rawls, si son incapaces de hacerlo, podemos considerar que nuestra conducta est ms all de todo reproche y dar por terminada la conversacin sobre la justicia. Pero, pregunta Cavell, qu pasara si hay un reclamo de justicia que se expresa no en el sentido de haber perdido en una lucha desigual aunque limpia, sino en el de haber sido excluido desde el comienzo?. Dando como ejemplo la situacin de Nora en Casa de muecas, la obra de Ibsen, muestra cmo la privacin de una voz en la conversacin de la justicia puede resultar obra del propio consenso moral. Impulsa a darse cuenta de que poner fin a una conversacin es siempre una eleccin personal, una decisin que no puede presentarse simplemente como una mera aplicacin de procedimientos y justificarse como el nico movimiento posible en esas circunstancias. Por supuesto, una decisin as puede justificarse en ciertos casos pero jams debemos rechazar el asumir la responsabilidad por nuestra decisin invocando la direccin de principios o reglas generales.

Si Rawls tuviera que tomar seriamente la objecin de Cavell, deberamos abandonar la idea de que la justicia pueda instanciarse alguna vez en una sociedad bien ordenada. Pero, lamentablemente, su escrito reciente no ha seguido ese camino y la distincin que establece ahora entre simple pluralismo y pluralismo razonable va en la direccin opuesta. En realidad, le permite excluir de la conversacin sobre la justicia a todos aquellos que no acuerdan con las premisas liberales, mientras presenta esta decisin poltica como una exigencia moral, producto del libre ejercicio de la razn pblica democrtica. Una forma an ms drstica de silenciar la voz de aquellos que no estn de acuerdo con el consenso dominante y permitir la posibilidad de que los liberales se sientan ms all de todo reproche.

Cuando aceptamos que todo consenso existe como un resultado temporario de una hegemona provisional, como una estabilizacin del poder, y que siempre implica alguna forma de exclusin, podemos empezar a considerar a la poltica democrtica en una forma diferente. Una perspectiva democrtica que, gracias a las percepciones de la desconstruccin, es capaz de conocer la real naturaleza de las fronteras y reconocer las formas de exclusin que esconden, en vez de tratar de disfrazarlas bajo el velo de la racionalidad o la moral, nos puede ayudar a pelear contra los peligros de la complacencia. Dado que no se le escapa el hecho de que la diferencia es la condicin de posibilidad para constituir la unidad y la totalidad, al mismo tiempo que provee los lmites esenciales, esta perspectiva puede contribuir a subvertir la tentacin siempre presente en las sociedades democrticas de naturalizar sus fronteras y esencializar sus identidades. Por esa razn, un proyecto de democracia radical y plural realizado por desconstruccin ser ms receptivo a la multiplicidad de voces que abarca una sociedad pluralista y a la complejidad de la estructura de poderes que implica esta red de diferencias. En realidad, ser capaz de comprender que la especificidad de la democracia moderna y pluralista no reside en la ausencia de opresin y violencia sino en la presencia de instituciones que permite que esos aspectos sean limitados y rechazados. Y, por lo tanto, ser ms adecuado preguntarse cmo pueden multiplicarse y mejorarse esas instituciones.

La poltica democrtica no puede realizarse sin reflexin filosfica, porque para poder comprender su propia dinmica necesita deducir todas las consecuencias del hecho de que el poder y el antagonismo no son erradicables. Pero es justamente esto lo que resulta imposible cuando algunas exclusiones son presentadas como la expresin del libre ejercicio de la razn pblica. De aqu la importancia de la perspectiva desconstructiva y su superioridad sobre todos aquellos que se aferran al consenso. Para poder impedir la clausura del espacio democrtico, es vital abandonar cualquier referencia a la posibilidad de un consenso que, dado que se fundamentara en la justicia o en la racionalidad, no podra ser des estabilizado. Creer en la posibilidad de un consenso semejante, aun cuando sea concebido como una tarea infinita, es postular que el objetivo de una sociedad democrtica es la armona y la reconciliacin. En otras palabras, es transformar el ideal pluralista y democrtico en un ideal autorrefutado, dado que el propio momento de su realizacin coincidira con el de su destruccin. Como condiciones de posibilidad de la existencia de una democracia pluralista, los conflictos y el antagonismo constituyen al mismo tiempo la condicin de imposibilidad de su desaparicin final. ste es el doble vnculo que devela la desconstruccin. se es el motivo por el cual, en palabras de Derrida, la democracia siempre estar por llegar, atravesada por la indecidibilidad y manteniendo para siempre abierto su elemento de promesa.

Es importante expresar que Critchley se refiere a la concepcin de justicia de Derrida como una experiencia de lo indecidible y no como una experiencia de lo inexperienciable, como dice Rorty en su respuesta a Critchley. Son dos cosas bastante distintas.

Rorty, Richard: Sind Aussagen universelle Geltungsanspruche?, Deutsche Zeitschrift fr Philosophie, n 6, 1994, pg. 986.

Rorty, Richard: Justice as a Larger Loyalty, paper presentado en la Sptima Conferencia de Filsofos Este-Oeste, Universidad de Hawai, enero de 1995, mimeografiado, pg. 20.

Ibd., pg. 22.

Rorty, Richard, Notas sobre Desconstruccin y Pragmatismo, en este volumen, pg. 35.

Rorty, Richard, Objectivity, Relativism and Trutb, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, pg. 29. [Trad. cast.: Objetividad, relativismo y verdad, Barcelona, Paids, 1996.]

Vase a este respecto Mouffe, Chantal: The Return of The Political, Londres, Verso, 1993.

Rawls, John: A Theory of Justice, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1971, pg. 533.

Cavell, Stanley: Conditions Handsome and Unhandsome, Chicago, Chicago University Press, 1990, pg. xxxviii.

10. La distincin entre simple pluralismo y pluralismo razonable es elaborada por Rawls en Political Liberalism, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Para una crtica detallada de sus implicancias, vase Mouffe, Chantal: Democracy and Pluralism: A Critique of the Rationalist Approach, Cardozo Law Review, vol. 16, n 5, marzo de 1995.