mosaico de baco. complutum, museo arqueológico regional de madrid (alcalá de henares).doc

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Visita al Museo Arqueológico Regional. Pieza romana escogida: MOSAICO DE BACO Estaba dispuesto originalmente en el suelo de una domus romana, y representa a Baco con un tocado de hojas y racimos de vid y con algunos acompañantes suyos, un tanto ebrios. A ambos lados de la cartera (la imagen principal), en las orlas, se encuentran dos grandes felinos (que parecen ser leopardos) que custodian una pequeña vasija. El mosaico corresponde a la época comprendida entre finales del siglo III d.C. y principios del IV d.C., que supone el período de mayor esplendor de Complutum. De esta época igualmente son la mayoría de grandes mosaicos encontrados en la vieja ciudad romana. Los mosaicos, por ser ornamentación cara y laboriosa (como veremos a continuación), si son hallados frecuentemente en un período determinado, suponen un claro indicio de una época de riqueza, gloriosa. La palabra mosaico ha llegado a nuestra lengua a través de la forma latina mosaicu(m), que es un derivado del griego mouseios “relativo a las musas” (y que comparte la misma raíz que museo, en griego mouseion y en latín museu(m), que era “el lugar donde habitan las musas”), tal vez evolucionado de forma extraña en la Edad Media por un cruce con mosaikon, “relativo a Moisés”. Las musas eran las nueve divinidades grecorromanas de las artes y las letras, y la acepción original griega posiblemente ponga de manifiesto las primeras temáticas de los mosaicos: la mitología, o bien, o complementariamente, hagan referencia al carácter artístico de los mosaicos. Los romanos heredaron la tradición musivaria griega. Esta forma de arte se vale de teselas (pequeñas piezas de vidrio, piedra, terracota, vidrio, mármol u otros materiales) incrustadas en cemento para crear diseños figurativos o geométricos, en general sobre superficies planas (suelos, paredes interiores, etc...), aunque también pueden encontrarse en objetos cotidianos. Dado que los materiales empleados en los mosaicos son bastante resistentes al deterioro, se han conservado con el mismo brillo original gran cantidad de mosaicos antiguos.

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Page 1: Mosaico de Baco. Complutum, Museo Arqueológico Regional de Madrid (Alcalá de Henares).doc

Visita al Museo Arqueológico Regional. Pieza romana escogida: MOSAICO DE BACO

Estaba dispuesto originalmente en el suelo de una domus romana, y representa a Baco con un tocado de hojas y racimos de vid y con algunos acompañantes suyos, un tanto ebrios. A ambos lados de la cartera (la imagen principal), en las orlas, se encuentran dos grandes felinos (que parecen ser leopardos) que custodian una pequeña vasija.

El mosaico corresponde a la época comprendida entre finales del siglo III d.C. y principios del IV d.C., que supone el período de mayor esplendor de Complutum. De esta época igualmente son la mayoría de grandes mosaicos encontrados en la vieja ciudad romana. Los mosaicos, por ser ornamentación cara y laboriosa (como veremos a continuación), si son hallados frecuentemente en un período determinado, suponen un claro indicio de una época de riqueza, gloriosa.

La palabra mosaico ha llegado a nuestra lengua a través de la forma latina mosaicu(m), que es un derivado del griego mouseios “relativo a las musas” (y que comparte la misma raíz que museo, en griego mouseion y en latín museu(m), que era “el lugar donde habitan las musas”), tal vez evolucionado de forma extraña en la Edad Media por un cruce con mosaikon, “relativo a Moisés”. Las musas eran las nueve divinidades grecorromanas de las artes y las letras, y la acepción original griega posiblemente ponga de manifiesto las primeras temáticas de los mosaicos: la mitología, o bien, o complementariamente, hagan referencia al carácter artístico de los mosaicos.

Los romanos heredaron la tradición musivaria griega. Esta forma de arte se vale de teselas (pequeñas piezas de vidrio, piedra, terracota, vidrio, mármol u otros materiales) incrustadas en cemento para crear diseños figurativos o geométricos, en general sobre superficies planas (suelos, paredes interiores, etc...), aunque también pueden encontrarse en objetos cotidianos. Dado que los materiales empleados en los mosaicos son bastante resistentes al deterioro, se han conservado con el mismo brillo original gran cantidad de mosaicos antiguos.

El origen de los mosaicos es bastante antiguo. En Creta y en la península griega durante la edad del bronce (1600-1000 a.C.) se utilizaban guijarros para hacer mosaicos en los suelos. Estos mosaicos ya existían en la civilización helénica entre el siglo VI y el siglo IV a.C. Antes de finales del siglo III a.C., los guijarros fueron sustituidos por teselas de piedra o de vidrio. La superficie lisa de las teselas aumentaba la resistencia del mosaico y permitía crear diseños más elaborados. Al cortar las teselas en trozos muy pequeños los artesanos podían componer escenas realistas con figuras humanas, animales, plantas y paisajes de enorme precisión. Los romanos, más tarde, elaborarían su propio estilo musivario, que extendirían por todo el Imperio.

Aunque los mosaicos parietales no aparecen en el mundo romano hasta el siglo IV-V d.C., su presencia en los suelos de importantes residencias romanas o edificios públicos era constante. El tratamiento del mosaico, no obstante, era caro y laborioso. La superficie que iba a ser cubierta recibía una triple capa de yeso. La primera (una mezcla de sal, arena y polvo de ladrillo) se aplicaba sobre la pared hasta conseguir una superficie lisa. A continuación se aplicaba una segunda capa (de cal, arena y paja cortada), de un grosor de 1’25 a 5 cm., y se rascaba o labraba para recibir la tercera capa de yeso y polvo de mármol que se iba esparciendo por zonas. A continuación se pintaba el dibujo al fresco y luego se colocaban encima las teselas siguiendo los trazos.

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Entre los diferentes tipos de mosaico se encuentran el opus tesselatum, con sencillos dibujos geométricos, el opus vermiculatum, originario de Egipto, con piedras minúsculas que permitían formar fácilmente líneas curvas o figuras de personas, animales, plantas u objetos, el opus musivum, para los muros de una casa, y el opus sectile, con dibujos compuestos por piedras más grandes de diferentes tamaños. Asimismo, la temática musivaria era muy variada. Podía representar acontecimientos históricos, tener como punto central o referencial asuntos mitológicos (que era muy frecuente, como ya hemos mencionado), retratar a las gens o dueños de la casa en que iba a estar situado, etc.

Pese a que la representación plástica romana es bastante plana, y no tiene muy en cuenta la perspectiva ni la profundidad, el tratamiento de las teselas le da una apariencia muy rica al dibujo. De hecho, el mosaico no utiliza pigmentos; el color lo proporcionan directamente las teselas, en función de los materiales, su tamaño y su disposición. Las teselas se iban colocando de una en una sobre el dibujo, con lo que la superficie quedaba irregular de forma intencionada. Estas irregularidades atrapan la luz y dan mayor luminosidad a la pared o al suelo una vez acabado el mosaico. En muchos casos las teselas se colocaban inclinadas hacia abajo en filas dejando un espacio entre ellas para que, observadas a distancia, dieran la sensación de profundidad, así como que la graduación de los colores produce un juego de sombras muy vistoso en muchas ocasiones. Las diferentes formas del mosaico (tanto figurativas como geométricas), eran delineadas con teselas más oscuras o más gruesas, con lo que, al estar el fondo cromado (solía ser de un mismo color en diferentes tonos para crear profundidad), se resaltaban.

En cuanto a nuestro mosaico de Baco, responde al tipo del opus vermiculatum; las teselas son pequeñas y aportan mayor dinamismo a la imagen, aunque en su mayoría son homogéneas en cuanto a tamaño se refiere. El fondo y las formas están muy claramente definidas. Un punto importante en los mosaicos romanos es la simetría. La imagen suele guardar una relación de equilibrio, las orlas son equidistantes de la cartera, y ni las figuras ni su posición están repartidas arbitrariamente en el dominio del mosaico. En el de Baco, las orlas de los leopardos y las vasijas se hallan a ambos lados de la cartera, en posición vertical, pareciendo una tira gráfica en ambos flancos. En el derecho los leopardos están situados dando la espalda a la cartera y por tanto en dirección derecha, y a la inversa en el lado izquierdo, guardando así una forma equilibrada y armónica. Asimismo, en cada tira hay dos leopardos que miran de frente a la vasija y la resguardan, cada uno por un lado, reiterando en el mismo efecto.

La figura protagonista del mosaico, como ya hemos dicho, es Baco. Baco es el correlato romano del dios griego Dionisio o Dionisos, patrón del éxtasis, el vino y por tanto la embriaguez, relacionado con la fertilidad, el teatro y que simbolizaba el desenfreno, la pasión, y también la alegría. Era hijo de Júpiter (el griego Zeus) y una mortal, Sémele, por lo que en teoría habría de ser un héroe o una semidivinidad y no un dios en toda regla, pero su influencia fue tan significativa que se hizo inmortal para sus gentes. El culto a Baco/Dionisio es tardío en ambas culturas (en la romana se produjo en tiempos de la segunda Guerra Púnica, cuando los ejércitos de Cartago asolaban la península itálica), pero muy importante, y se caracterizaba por séquitos peripatéticos de personas ebrias, pues se decía que Baco caminaba por las ciudades expandiendo su talante festivo e invitando al éxtasis a quienes encontraba a su paso. Por eso desató, tanto en la mitología como en la sociedad, grandes opositores a su culto, llegando hasta una brutal represión manifestada en multitud de encarcelamientos y condenas a muerte antes del S II d.C., en que ya fue tolerado y se propagó su veneración por parte de los latinos.

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La simbología de los leopardos y las vasijas me ha sido un tanto difícil de esclarecer. Los leopardos suponen una fauna muy común en toda África y Asia. A juzgar por la fecha del mosaico, estas fieras ya eran muy conocidas en todo el Imperio, pues eran unas de las principales víctimas de las velationes romanas de los anfiteatros. Los grandes felinos siempre han simbolizado una manifestación salvaje de la naturaleza, seres peligrosos, pero también por ello grandes guardianes y centinelas. Ya en muchas mitologías anteriores ( y también posteriores) a la romana (en la que no suelen aparecer estos animales) se les representa como seres un tanto divinizados, bien sea por la parte simbólica de un felino (su silencio, su agilidad, el tópico de su elegancia, etc.), o bien porque eran habituales en la fauna de la región. No es tampoco extraño encontrarlos representados en el arte romano, en este caso posiblemente como centinelas de las vasijas. También hay que mencionar que en las representaciones de Baco se encontraban a menudo animales. No es por el hecho de que supusieran parte de su séquito, propiamente dicho, como, por ejemplo, sí era el caso de Orfeo, pero sí como seres también sometidos a la voluntad de un dios, que por su alegría y su canto vitalista resultaba ser, desde una amplia perspectiva, una divinidad universal que implicaba a todas las criaturas terrestres. En sus Metamorfosis, Ovidio lo describe como un ser que llevaba la música donde fuese, y a cuyo éxtasis se sumaba cualquier mortal, como un embrujo, que se hallara a su paso. Por el contrario, las vasijas o las ánforas, por otro lado, en un contexto de Baco tienen una simbología bastante sencilla de deducir: eran el recipiente en que se escalciaba el vino, bebida sagrada que nunca había de tomarse en estado puro (eso era cosa de bárbaros).