modulo unidad 1
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DIRECCIÓN DE EDUCACIÓN ABIERTA Y A DISTANCIA Y VIRTUALIDAD
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA
CIENCIA,TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
MÓDULO EN REVISIÓN
CCOORRPPOORRAACCIIÓÓNN UUNNIIVVEERRSSIITTAARRIIAA DDEELL CCAARRIIBBEE
““CCEECCAARR””
CCIIEENNCCIIAA,, TTEECCNNOOLLOOGGÍÍAA YY SSOOCCIIEEDDAADD
PPRROOGGRRAAMMAA DDEE LLIICCEENNCCIIAATTUURRAA EENN EEDDUUCCAACCIIÓÓNN
BBÁÁSSIICCAA
DDIIVVIISSIIÓÓNN DDEE EEDDUUCCAACCIIÓÓNN AABBIIEERRTTAA YY AA DDIISSTTAANNCCIIAA
SSIINNCCEELLEEJJOO,, 22001122
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MMÓÓDDUULLOO DDEE CCIIEENNCCIIAA,, TTEECCNNOOLLOOGGÍÍAA YY SSOOCCIIEEDDAADD
CCOORRPPOORRAACCIIÓÓNN UUNNIIVVEERRSSIITTAARRIIAA DDEELL CCAARRIIBBEE
““CCEECCAARR””
CCIIEENNCCIIAA,, TTEECCNNOOLLOOGGÍÍAA YY SSOOCCIIEEDDAADD
COMPILADOR
JUAN CARLOS GÓMEZ GÓMEZ
PPRROOGGRRAAMMAA DDEE LLIICCEENNCCIIAATTUURRAA EENN EEDDUUCCAACCIIÓÓNN
BBÁÁSSIICCAA
DDIIVVIISSIIÓÓNN DDEE EEDDUUCCAACCIIÓÓNN AABBIIEERRTTAA YY AA DDIISSTTAANNCCIIAA
SSIINNCCEELLEEJJOO,, 22001122
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UUNNIIDDAADD 11
11.. INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS DE LA CIENCIA Y LA
TECNOLOGÍA
PRESENTACIÓN
En esta unidad se hace una presentación general, conceptual e integral de
ciencia, tecnología y sociedad “CTS”, con el apoyo teórico documental e
investigaciones, se presentan conceptos y reflexiones de autores respeto de
los avances científicos-tecnológicos y su impacto en la sociedad.
Temática que por mucho tiempo no había tenido o sido objeto de estudios
académicos e investigativos, pero por los efectos en el comportamiento
humano y en los cambios ambientales que se han generado han sido
tenidos en cuentas en las agendas de científicos, religiosos, empresarios,
ecologistas, políticos y gobernantes en todo el mundo. Se desarrollan
temáticas relacionadas con el origen y conceptos de CTS, factores de
transformación en las formas de producción del conocimiento en la
sociedad contemporánea, historia de la ciencia y la técnica, finalizando con
la relación Ciencia, Tecnología, Educación y Desarrollo.
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COMPETENCIAS A DESARROLLAR
Con el desarrollo de esta unidad el estudiante:
Interpreta los referentes conceptuales de la Ciencia, Tecnología,
Sociedad e Innovación
Analiza los factores de transformación en las formas de producción
del conocimiento en la sociedad contemporánea
Argumenta sobre la responsabilidad social y ética de científicos,
tecnólogos y administradores de la ciencia y de la tecnología
Valora la producción del conocimiento científico y tecnológico en los
avances de la humanidad.
Argumenta sobre los problemas sociales de la ciencia, tecnología e
innovación y su importancia en el contexto social
Propone proyectos de investigación susceptibles de soluciones
tecnológicas.
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DINÁMICA PARA CONTRUIR EL CONOCIMIENTO
AACCTTIIVVIIDDAADD PPRREEVVIIAA:: (Trabajo independiente)
1. Lea comprensivamente la Unidad uno en forma individual.
2. Responda de manera escrita la Evaluación Inicial, “Atrévete a Opinar”
3. Haga una síntesis sobre la temática tratada en la unidad.
4. Analice detenidamente todos los términos que aparecen en esta
unidad, en caso de no tener claridad sobre alguno investigar sobre
ellos.
5. Elabore un análisis general sobre toda la Unidad, para que afiance lo
leído.
AACCTTIIVVIIDDAADD EENN GGRRUUPPOO (CIPAS)
1. Reunidos en sus grupos de estudios (CIPAS), socializan la temática
de la Unidad uno con los resúmenes elaborados de manera individual
e independiente.
2. Socialicen las respuestas de la Evaluación Inicial, que respondieron
de manera individual.
3. Desarrollen los ejercicios que se encuentran en el desarrollo de la
Unidad y discútanlos en el grupo de estudios. Estos ejercicios deben
ser socializados en la sesión junto con todos los compañeros de
grupo y entregados al tutor.
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Evaluación inicial – ATRÉVETE A OPINAR
1.
Explica: ¿Cuál es su concepto sobre los términos ciencia, técnica y tecnología?
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
2.
Exprese. ¿Cómo inciden la ciencia y la tecnología en la sociedad?
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
3.
¿Por los avances en la ciencia y las tecnologías describe características de la sociedad del futuro?
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
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1.1. CONCEPTUALIZACIÓN DE LA CIENCIA, TECNOLOGÍA,
SOCIEDAD E INNOVACIÓN1
Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS). ¿Qué aporta de nuevo este enfoque?
Si CTS fuera solamente la suma de unos resúmenes comprimidos de esos
tres conceptos, las objeciones relacionadas a su relatividad, estarían
justificadas y, no tendría sentido su presencia en el pensum educativo de
manera diferenciada. Sin embargo, CTS es algo más que la suma de esos
tres términos. Supone una nueva aproximación o perspectiva sobre esos
conceptos que pone el acento en sus relaciones recíprocas, en las
complejas interacciones y en el impacto que generan en el comportamiento,
en el hacer y ser de las personas que hacen parte de la sociedad
reflejándose en las relaciones e interacciones sociales surgidas entre éstas,
debido a los desarrollo científicos y tecnológicos que, en la actualidad, se
dan vertiginosamente en los distintos contextos sociales.
Nuestro mundo es muy diferente al de hace cien o quinientos años. Esto es
algo obvio y comúnmente aceptado. Pero lo verdaderamente distinto, lo que
hace nuestro mundo y nuestro tiempo diferente de los anteriores, es el grado
de desarrollo que ha alcanzado la ciencia; hay quienes hablan del siglo XX
como el siglo de la ciencia y la tecnología, o, para ser más exactos, la
tecnociencia o el complejo científico-tecnológico, como también se las
conoce hoy. Bueno, ¿y qué? Alguien podría decir que en nuestro tiempo la
ciencia y la tecnología han avanzado mucho, pero que eso es lo normal. Eso
es lo que le ha sucedido a todas las ramas del saber y a otras muchas
actividades humanas como la música, la pintura, el cine, la arquitectura, la
poesía, etc. Que la ciencia y la tecnología modernas hayan avanzado mucho
no debería extrañarnos, es lo normal cuando va pasando el tiempo; y no
debería ser considerado como algo singular, sucede en todos los ámbitos de
la actividad humana. Sin embargo, en el siglo XX ha sucedido algo muy
1 GORDILLO, Mariano Martín, ARRIBAS, Ramírez Ricado, Otros. Módulo 1 Ciencia,
Tecnología y Sociedad. 2003
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especial con la ciencia y la tecnología que no ha pasado con el resto de las
actividades humanas. El desarrollo tecnocientífico ha sido de tal magnitud y
naturaleza que ha afectado radicalmente a las formas de vida social. Alguien
podría obviar el desarrollo en los diversos ámbitos del arte a lo largo del siglo
XX considerando que no ha afectado a su vida y quizá podría tener razón.
Pero nadie podría decir que no ha sido influido por el desarrollo de la ciencia
y la tecnología, porque éstas, a diferencia de otras actividades humanas, se
imponen a todo el mundo. Nadie que viva en sociedad puede escapar a los
efectos del desarrollo que se ha producido en la ciencia y la tecnología a lo
largo del siglo XX. Independientemente de que haya o no materias de
ciencias y de tecnologías en las instituciones escolares y de que existan o no
en los currículos educativos contenidos específicos de CTS, todas las
formas de vida humana están y van a seguir estando afectadas por la
tecnociencia.
Por ello, las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad deberían
importar de una forma muy directa a todos los ciudadanos al margen de las
inclinaciones o afinidades personales que puedan sentirse ante los
contenidos que tratan.
La sociedad está invadida por los productos de la ciencia y tecnología. De
entrada, la vida social está afectada por lo más obvio, lo que se ve todos los
días y a todas horas: los artilugios. El horno microondas, el teléfono celular,
la televisión, la Internet, las naves espaciales, los medicamentos, los
automóviles, como tantas otras cosas, son ejemplos de artefactos
tecnológicos actuales. En esto de los cacharros es donde quizá sea más
evidente una de las ideas predominantes en nuestro tiempo: la sociedad, o
sea la gente, avanza.
Suele considerarse que cada vez se vive mejor porque cada vez se tienen
más y mejores artefactos que liberan a los seres humanos de los trabajos
más duros y monótonos. De hecho, los grandes avances tecnológicos de la
medicina hacen que hoy se viva más y mejor que antes (o, al menos, así es
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en las sociedades más desarrolladas, porque en el tercer mundo, esos
progresos de la tecnología sanitaria no llegan en el mismo grado, la mayoría,
sigue viviendo igual de poco e igual de mal; incluso dentro de los países más
ricos sigue habiendo quienes viven en su particular tercer mundo, sin que les
lleguen los dones benefactores del progreso tecnocientífico). Pero, además
de los artefactos y productos materiales derivados del desarrollo de la
ciencia y la tecnología que proporcionan bienestar a las sociedades (o a
algunas sociedades) existen también otros efectos de la tecnología y de la
ciencia, no por menos visibles menos importantes para la vida en sociedad.
Hay también otras máquinas y otros artefactos tecnológicos que no tienen
una naturaleza material, pero que son tan artificiales y tan construidos como
los artilugios que se pueden ver y tocar. Las llamadas máquinas sociales son
también productos tecnológicos (en este caso, de las tecnologías de
organización social) que afectan a la vida en sociedad, tanto, como los
artefactos tangibles.
En una fábrica o en un ejército, además de las máquinas diseñadas para la
producción y la destrucción, respectivamente, hay otras máquinas también
artificiales y no menos importantes que las cadenas de montaje o las armas
para el logro de los fines de cada una de esas instituciones. El reparto de
jerarquías y la organización de las funciones entre obreros, ingenieros,
supervisores y administradores en el caso de la fábrica o entre soldados,
mandos y estrategas en el del ejército, son tan importantes o más que la
calidad de los artilugios materiales de los que se disponga. Pero no son
éstos los únicos ejemplos de máquinas sociales o tecnologías de
organización social que afectan cotidianamente a nuestras vidas. Los
restaurantes de comida rápida, las iglesias, los lugares de diversión, los
centros comerciales y hasta las mismas escuelas son escenarios artificiales
en los que las tecnologías de organización social producen notables efectos
sobre las formas de vida de los seres humanos.
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Esta frontera difusa entre las tecnologías materiales y la vida social sólo se
percibe cuando se amplían los conceptos de tecnología y de artefacto
tecnológico a las diversas formas posibles de organización social, las cuales
son tan artificiales, tan artefactuales, como los objetos materiales. Así, lo
tecnológico es también lo que transforma y construye la realidad social.
La importancia de la tecnociencia en la vida social actual podría seguir
mostrándose indefinidamente a través de numerosos ejemplos más o menos
evidentes para todos. ¿Quién no ha oído hablar de clonación, de alimentos
transgénicos, de vacas locas, de viajes espaciales o de genes que
supuestamente determinan la obesidad o la inteligencia? Los periódicos
sorprenden todos los días con noticias sobre estas cuestiones y tanto la
televisión como el cine prometen mundos futuros donde todo será
transformado por los efectos del desarrollo de la ciencia y la tecnología. Sin
embargo, al mismo tiempo que hay quienes auguran el advenimiento en el
futuro de un mundo feliz gracias al progreso tecnocientífico, cada vez más
gente es partidaria de una vuelta a la naturaleza, prescindiendo de todo lo
artificial y lo tecnológico.
En el cine hay muchas películas futuristas en las que aparecen fantásticas
tecnologías que solucionarán todos los problemas, pero también en muchas
otras películas se presenta, de forma más pesimista, un futuro en el que las
tecnologías provocarán graves catástrofes como guerras hipertecnológicas o
desastres naturales provocados, voluntaria o accidentalmente, por la
actividad tecnológica descontrolada o por el desmedido afán de algunos
científicos locos.
Lo único que parece unir a esos dos puntos de vista, optimista y pesimista,
sobre la tecnociencia es que tanto los tecnófilos (que piensan que todos los
problemas serán resueltos por los avances científico-tecnológicos) como los
tecnófobos (que consideran que todos los problemas son provocados por las
tecnologías) entienden que la sociedad y los individuos poco pueden hacer
ante la ciencia y la tecnología, como no sea admirarlas o detestarlas. Así,
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tecnoapocalípticos y tecnointegrados coinciden en que los ciudadanos no
pueden intervenir en la orientación del desarrollo de la ciencia y la tecnología
ya que tales decisiones están en manos de los expertos en ciencia y
tecnología.
Frente a estas imágenes tópicas y radicalizadas de la ciencia y la tecnología,
la perspectiva CTS, defiende que las relaciones de la sociedad con ellas no
deben reproducir las tradicionales relaciones de los profanos con la sagrada
divinidad (sea ésta un dios -para los tecnófilos- o un demonio -para los
tecnófobos). El enfoque CTS que estudia las relaciones entre ciencia,
tecnología y sociedad, pretende introducir una racionalidad laica al analizar
la interacción entre esos tres ámbitos. Favorecer una percepción más
ajustada y crítica de los temas de ciencia y tecnología, así como de sus
relaciones con la sociedad, será el primer objetivo de la perspectiva CTS. El
segundo, de carácter más práctico, será promover la participación pública de
los ciudadanos en las decisiones que orientan los desarrollos de la ciencia y
la tecnología a fin de democratizar y acercar a la sociedad las
responsabilidades sobre su futuro.
1.2. HISTORIA DE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA2
Toda sociedad humana produce conocimiento y utiliza técnicas para resolver
sus problemas. La ciencia es el saber conceptual oficial de una sociedad, el
cual es utilizado para comprender el mundo, para suministrar explicaciones,
relatos coherentes, clasificaciones lo más organizadas posibles de los seres,
los objetos, los acontecimientos de la vida humana. La ciencia nace como
una parte especializada del lenguaje verbal en la cual ese lenguaje se vuelve
más preciso y coherente que el lenguaje de uso diario. Se desarrollan
clasificaciones organizadas conceptualmente y conceptos cada vez más
generales y abstractos y de cada vez más amplia aplicación. Así surgen las
taxonomías y las teorías explicativas.
2 Antonio Mejía Umaña – Agosto de 2005
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La técnica es un saber hacer relacionado con objetos inanimados. Está
relacionada con el desarrollo y uso de artefactos (objetos que son producto
de la acción humana). Esos artefactos pueden ser para uso directo (vestido,
adorno, techo); o pueden ser herramientas, utensilios, objetos útiles en la
consecución de fines directos; o pueden ser herramientas para fabricar
herramientas y así sucesivamente en progresivos grados de elaboración. El
conjunto de artefactos que utiliza una sociedad es la base de su saber
técnico. Ese saber técnico puede ser tan sencillo que solo incluya un
centenar de utensilios, o puede ser más elaborado e incluir miles o millones
de ellos. El modo de vida de la sociedad determinará esa cantidad. En una
sociedad con un desarrollo técnico muy elaborado un solo dispositivo puede
tener miles de elementos.
A medida que aumenta el número de utensilios y dispositivos técnicos, se
van haciendo evidentes unos principios técnicos básicos, unos
procedimientos básicos, unos materiales fundamentales que se combinan de
muchas formas diferentes para dar origen a diferentes productos. Esos
elementos básicos caracterizan el desarrollo técnico de una sociedad y por
eso las primeras comunidades humanas se clasifican por los materiales que
usaban en Edad de Piedra, Edad del Bronce, Edad del Hierro. Una vez se
conocen los procedimientos para dar forma a los metales (al hierro, por
ejemplo) se multiplicarán los objetos para diferentes usos, que utilizan estos
materiales. Una vez se descubra un principio técnico, este se tratará de
aplicar de muchas formas. Por ejemplo, una vez se haya descubierto que el
filo de los objetos corta, o que una vara se puede usar como palanca, surgen
muchas aplicaciones de cada uno de los principios y luego aplicaciones que
combinan diferentes principios y conocimientos básicos sobre técnicas de
fabricación o de utilización de algún tipo de materiales.
Se descubren técnicas que se vuelven básicas para el desarrollo de otras
técnicas, como puede ser el caso de las técnicas de medición de longitudes,
de volúmenes, de pesos o el uso del dibujo técnico para representar lo que
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se va a construir o fabricar. Aparecen artefactos para desarrollar artefactos y
conjuntos integrados de varios artefactos. Este tipo de articulación de las
técnicas es lo que se denomina la tecnología de una sociedad. Es decir, que
tecnología es simplemente un conjunto más o menos articulado de técnicas.
El repertorio técnico y tecnológico que necesita - y que a su vez es capaz de
usar - una sociedad depende mucho de su forma de vida. El grado de
desarrollo tecnológico de una sociedad se puede dimensionar contando el
número de artefactos (hechos por los humanos), el nivel de elaboración e
interrelación de esos artefactos, el número máximo de elementos que puede
tener un dispositivo, la cantidad de diferentes materiales que se usan, la
cantidad de diferentes técnicas de fabricación.
En este punto debemos observar, que a lo largo de este curso se usará la
palabra técnica solamente para referirse al saber hacer relacionado con
objetos inanimados. Para el saber hacer relacionado con los seres vivos,
bien sean vegetales, animales o humanos se usará la palabra método en
vez de técnica y metodología en vez de tecnología. En ese sentido será
incorrecto usar la palabra técnica para referirse, por ejemplo, al método de
respiración utilizado para relajarse, o a la serie de pasos que se usan para
adiestrar una mascota, o a los diferentes métodos de injerto. Obviamente,
esos métodos pueden estar asistidos por artefactos provenientes de la
técnica. Puedo usar un reloj para medir el tiempo de relajación, puedo usar
correas y huesos artificiales para adiestrar a un perro, puedo usar el arado
para oxigenar la tierra y cultivar maíz.
El saber técnico tuvo un cambio cualitativo cuando el ser humano inventó la
aldea y el modo de vivir sedentario. Cuando esa aldea se hizo más estable y
se convirtió en ciudad la posibilidad de guardar muchos utensilios se hizo
inmensa y empezaron a aparecer más y mejores materiales. Además la
ciudad llevó a una mayor especialización en el trabajo, empezaron a
aparecer especialistas en cada una de las actividades, lo cual facilitó el
descubrimiento de más procedimientos básicos y más principios técnicos. La
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casa es un gran artefacto, compuesta por un número grande de elementos y
la ciudad puede verse como un sistema coordinado de muchos artefactos,
como un superartefacto, un gran dispositivo construido por el ser humano.
Obviamente no solo hubo un gran salto técnico y tecnológico al aparecer la
ciudad. Las relaciones humanas se volvieron mucho más complejas, el
lenguaje se hizo más elaborado. Fue necesario que el humano fuera
consciente de la organización social que se daba a sí mismo, por lo que
surgió la política y el derecho. El derecho con su serie de normas y
preceptos dio además un primer modelo para interpretar la realidad. La
naturaleza también debía seguir leyes. El derecho fue por lo tanto
predecesor de la ciencia. En resumen, la invención de la ciudad fue uno de
los mayores descubrimientos de la humanidad. No en vano muchos autores
afirman que las dos invenciones principales de la humanidad, que nos
separan del resto de primates, son el lenguaje verbal y la ciudad. Con el
progresivo desarrollo de la ciudad el mundo del humano se vuelve cada vez
más un mundo construido por la misma especie; cada vez más su hábitat se
limita a ser solamente lo que la especie misma ha construido.
La ciudad más antigua de que se tenga registro arqueológico, es Jericó, sus
vestigios tienen 12.000 años de antigüedad, aproximadamente. Con la
aparición de las primeras ciudades en Asia y Europa se desarrollaron las
edades de los metales, del cobre, el oro y el bronce primero y luego (al
menos en Europa y Asia), del hierro. Las primeras grandes civilizaciones
euroasiáticas coincidieron con el paso de la Edad de Bronce a la Edad del
Hierro aproximadamente unos 3.000 años antes de nuestra era. Hace 2.000
años ya existía una ciudad (Roma) con un millón de habitantes. El desarrollo
de la ciencia y la tecnología en Roma, en las demás ciudades del imperio
romano y en toda el área de influencia de esta red de ciudades, fue muy
grande. La sociedad urbana romana se extendió por Europa y sus
alrededores constituyéndose en un sistema interconectado que articuló
grandes áreas y fue el sistema social, político, económico, tecnológico,
cultural y militar más grande y complejo de la antigüedad, el cual anticipó el
actual hábitat artificial que construyó la especie encima del hábitat natural
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donde vivimos los seres humanos de la actualidad. También existieron
grandes ciudades en China, en el lejano oriente, en América, en África, sin
embargo seguiremos principalmente el curso de los acontecimientos en
Europa y en el Cercano Oriente, ya que fue en esta región donde
posteriormente se logró el desarrollo que dio origen a las actuales ciencia y
tecnología occidentales que se han difundido por todo el planeta.
Tanto la ciencia como el saber técnico son patrimonios de toda la sociedad
que las crea y existe una parte de esos saberes que es compartida por un
amplio número de sus integrantes. Sin embargo, en la medida en que la
especialización de labores avanza, se forman núcleos más o menos
cerrados dentro de los cuales se tiene un dominio más amplio de esos
saberes. Los sacerdotes primero y los filósofos después van haciéndose
dueños del saber conceptual teórico, del conocimiento oficial avanzado de la
ciencia. Los artesanos primero y luego el conjunto de técnicos,
constructores, tejedores, ceramistas, ferreros, van apropiándose del saber
práctico que aprovechan otros especialistas en otras labores como los
pastores, los agricultores o los soldados. En las sociedades urbanas de la
antigüedad se tenían ya redes sociales complejas que manejaban los dos
tipos de saberes. En Roma se dio una especialización avanzada en la cual
existían filósofos, escribanos, legisladores, políticos, historiadores,
sacerdotes y adivinos, astrónomos y naturalistas, que manejaban todos ellos
el saber verbal conceptual.
Por otra parte estaban los que hacían el trabajo físico, que básicamente eran
esclavos, o en todo caso, no eran ciudadanos romanos. Sólo aquellos más
sobresalientes en su oficio, en su arte, en su técnica podían aumentar su
fortuna, su importancia social e incluso convertirse en ciudadanos romanos
como muchos gladiadores, soldados y constructores famosos. Tal es el caso
de Vitruvius, eminente arquitecto romano del siglo I, al que se atribuye el
acueducto romano y quien escribió diez volúmenes en latín sobre las
técnicas de construcción y sobre el arte de la arquitectura, que luego
pasaron a la posteridad como la primera enciclopedia técnica del mundo. En
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la sociedad romana y en las sociedades esclavistas en general, se dio una
división de labores tal que las actividades relacionadas con los artefactos y
el mundo físico estaba reservado a los esclavos y ciudadanos no romanos y
el trabajo intelectual, el conocimiento conceptual, las artes liberales (de los
hombres libres), el derecho, la política eran para los ciudadanos romanos.
Ese carácter subordinado no permitió que el saber técnico se uniera al saber
de la ciencia, ya que esos dos tipos de saberes estaban, en principio, en
manos de clases diferentes de la sociedad.
En Europa fue necesaria la caída del Imperio Romano y el auge de los
pueblos provenientes del norte (francos, germanos, normandos y
posteriormente los pueblos escandinavos como los vikingos) para que el
conocimiento técnico y el científico empezaran a acercarse y se diera un
gran impulso al desarrollo de la tecnología. En los países donde la cultura
latina y la cultura proveniente de esos pueblos (los llamados bárbaros en
tiempos del imperio romano) se pudieron fundir, surgieron los maestros
artesanos medievales con cada vez mayor inteligencia práctica, lo que
finalmente produjo en Europa, siglo 18, lo que terminó llamándose la
Revolución Industrial, ese desarrollo de “dedos inteligentes y cabezas
duras”.
Simultáneamente, surgieron los científicos con espíritu cada vez más
práctico, desde Francis Bacon hasta James Watt que se fueron acercando
cada vez más a los problemas de la producción propios del saber técnico,
aportando ideas y nuevos principios que desarrollaron la metalurgia, la
construcción de máquinas, el desarrollo de instrumentos de medición y
dieron bases matemáticas y geométricas a la precisión en la construcción de
obras civiles y en la fabricación de todo tipo de artefactos. Científicos
prácticos que precedieron a los Faraday y a los Pasteur que posteriormente
darían lugar a los científicos empresarios o emprendedores como Thomas
Alva Edison a principios del siglo XX o Bill Gates en sus finales. La ciencia
europea cada vez más sistemática y rigurosa dio una base cada vez más
sólida a partir de los siglos 17 y 18 para la articulación de las técnicas en la
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tecnología europea. La tecnología cada vez más elaborada y compleja dio a
su vez un renovado empuje a la ciencia, realimentándose mutuamente. La
ciencia y la tecnología europeas lograron así unos niveles de elaboración
nunca vistos antes en la historia de la humanidad.
Durante muchos siglos en occidente, al igual que en las demás sociedades
humanas la ciencia estuvo basada en el criterio de autoridad. Solo al término
de la Edad Media algunos científicos europeos comenzaron a romper con
ese criterio y postularon la comprobación experimental mediante medición y
uso del lenguaje geométrico y matemático como el criterio para sostener su
autoridad. Esa ruptura fue posible por contar con utensilios de una técnica
refinada como relojes y telescopios. El éxito de la física estableció el modelo
matemático- experimental como paradigma en la ciencia; luego la química
empezó a realizar mediciones del aire, del agua en todos sus estados, del
calor y la presión y establecer leyes matemáticas para predecir el resultado
de otras mediciones en otras condiciones. Cuando se introdujeron
clasificaciones de plantas y animales que tenían una base conceptual
relacionada con la observación detallada de las partes que las componen y
de sus diferentes funciones y se empezaron a cuantificar algunas
propiedades, la biología también entró en un modelo similar de ciencia.
Los siglos XIX y XX han presenciado el cada vez mayor acercamiento entre
los saberes de la ciencia, de las técnicas, de la medicina y la biología, el
comercio, las finanzas, la publicidad, la psicología y la sociología hasta
producir la paradójica situación actual en la cual cada vez hay más saberes
especializados sobre áreas cada vez más pequeñas y simultáneamente se
están produciendo paradigmas generalizantes, transversales a muchos
saberes que tienen que dar cuenta tanto de los conceptos más generales
como de los desarrollos más detallados y locales. Surge la tecnociencia
como una fusión del saber práctico y el teórico y se generaliza el surgimiento
de saberes locales que tiene que articularse con un lenguaje universal. Sin
embargo todavía la humanidad está muy lejos de haber logrado esas
síntesis, como se ilustra muy bien en la dificultad aún hoy existente de
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integrar el desarrollo científico- tecnológico europeo, hoy extendido en todo
el mundo, con los conocimientos milenarios de Oriente o con la compleja
sabiduría de los pueblos amazónicos.
La construcción simbólica colectiva que trata de modelar sectores cada vez
más amplios de la naturaleza y de la vida humana es cada vez más
intrincada y compleja. La ciencia occidental ha tenido bastante éxito en el
modelamiento del mundo inanimado y en la predicción del comportamiento
de complejísimos dispositivos que ha construido a partir de la combinación
de artefactos más simples. Ha logrado con sus artefactos observar, medir e
intervenir en la vida de los seres animados. Ha tratado de duplicar con
modelos nacidos del método analítico cartesiano toda la complejidad de la
vida, considerando los millones de átomos y partículas elementales en que
ha subdividido la realidad. Pero a pesar de poder construir modelos con
números cada vez mayores de partículas y elementos, la complejidad de lo
viviente, del individuo humano y de las sociedades humanas se le desliza
entre los dedos. Uno de los primeros científicos en advertir la necesidad de
nuevos paradigmas fue Ludwig von Bertalanffy, padre de la Teoría General
de Sistemas. Sin embargo, muy temprano en la transición del siglo XIX al XX
ya Nietzsche había vislumbrado los grandes problemas de la ciencia y la
filosofía que hoy enfrenta occidente.
En cualquier caso, en la sociedad mundial seguirán subsistiendo técnicas
individuales, técnicas locales, técnicas de un grupo de personas, como
siguen subsistiendo interpretaciones divergentes del conocimiento oficial de
la sociedad, más o menos estructuradas y organizadas (el Candomblé y la
Macumba, por ejemplo). Sería totalmente inconcebible pensar que ya no
existe ninguna diferencia entre técnicas, tecnología y ciencia y que todos
estos desarrollos se van a fundir en una sola cosa. El ser humano vive cada
día más en un mundo construido por él mismo, el cual puede en buena
medida diseñar y controlar pero nunca debe aspirar a conocer y controlar
completamente el planeta y las fuerzas grandes y pequeñas de la
naturaleza. Además, aún le queda a la especie una tarea gigantesca que
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desarrollar, que es conocer y aprender a actuar adecuadamente sobre el
mundo de la vida, sobre el mundo del individuo humano y sobre la sociedad
humana. Aún queda mucho trabajo muy importante por hacer.
Historia de la ciencia en Colombia3
Las investigaciones sobre el desarrollo de la ciencia en Colombia se
encuentran apenas en su fase inicial. Aunque existe una copiosa literatura
sobre algunos aspectos de las prácticas profesionales, ante todo de la
medicina y la ingeniería, y aunque los estudios sobre historia de la
educación han producido resultados notables, las deficiencias metodológicas
de la mayoría de los trabajos publicados muestran la urgencia de un trabajo
más sistemático y riguroso. Es preciso superar los estudios en los que
apenas se enumera una serie de practicantes notables de una disciplina, sin
que sea posible establecer realmente qué hicieron, cuáles fueron sus
relaciones con el ambiente científico internacional, en qué medida realizaron
una incorporación exitosa de metodologías ya desarrollas en otras partes del
mundo, hasta qué punto sus trabajos superaron un nivel puramente imitativo
y repetitivo y condujeron a aportes en sus áreas respectiva. Y es importante
que se desarrolle una historia de la actividad científica que tenga en cuenta
las complejas relaciones de esta con el estado de desarrollo general del
país, tanto desde el punto de vista social y económico como desde el punto
de vista de las mentalidades, los prejuicios y saberes del sentido común que
entran en conflicto con una actitud científica moderna. Por último, las
condiciones mismas de actividad científica -la existencia de instituciones
científicas, laboratorios, grupos de trabajo, publicaciones, posibilidades de
debate y crítica y de acceso al saber internacional— requieren un estudio
preciso y sobrio en los últimos años, con el apoyo de Colciencias, un grupo
multidisciplinario ha hecho algunos avances notables en este sentido,
aunque los primeros resultados que se conocen son desiguales, se
3 MELO, Jorge Orlando. Conferencia de divulgación leída en Santa Marta. Bogotá,
Colombia. 1987. file:///C:/Documents%20and%20Settings/JUAN%20CARLOS/Escritorio/CTS%20ag16/Historia%20de%20la%20ciencia%20en%20Colombia.htm
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concentran en el periodo mejor conocido -el siglo XVIII- y revelan a veces un
dominio limitado de la literatura histórica general sobre el país, lo que
dificulta la localización precisa de los procesos científicos en la trama
histórica colombiana. Una revisión de estos materiales, así como los trabajos
clásicos de historia de la ciencia, permite sin embargo señalar algunos
elementos centrales del desarrollo científico colombiano y destacar algunas
características generales de éste, aunque en forma todavía muy provisional.
Resulta evidente que el desarrollo de la ciencia en Colombia es ante todo el
resultado de un proceso de aprendizaje y transferencia a partir de los países
avanzados. Por una parte, se apoya en la incorporación de tecnologías
productivas a la industria o la agricultura nacional. Tales tecnologías, al
generalizarse, se convierten en la base de una demanda de profesionales
que eventualmente configuran un grupo social amplio que ofrece un clima
viable para el desarrollo científico; su aplicación requiere además que estos
profesionales tengan una formación en la cual los conocimientos científicos
resultan base necesaria para la acción puramente tecnológica. Por otra
parte, el proceso de aprendizaje se ha dirigido específicamente a procurar
que el país adopte los resultados y métodos propios de la ciencia occidental.
La incorporación de tecnología ha sido determinada en forma relativamente
clara por el desarrollo económico nacional, y ha sido habitualmente el
resultado de decisiones empresariales o gubernamentales tomadas dentro
de márgenes muy estrechos, pues se trata de adquirir entre tecnologías ya
plenamente desarrolladas y probadas en otros países, aquellas que resulten
adecuadas a las posibilidades de mercado y a las estructuras de costos de
determinadas ramas de la actividad productiva nacional. La adopción de
metodologías y conocimientos científicos se ha hecho ante todo mediante el
impulso al sistema educativo nacional y el acceso a centros de formación
superior en los países avanzados. En ambos procesos —la incorporación de
tecnologías y la adquisición de los elementos de la ciencia moderna— han
desempeñado papel muy notable inmigrantes extranjeros, cuya formación,
dado el desnivel muy grande entre las instituciones educativas nacionales y
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las de los países avanzados, era más sólida y rigurosa que la de la inmensa
mayoría de colombianos formados en el país.
El hecho de que el flujo tecnológico y el sistema educativo hubieran estado
ligados a centros internacionales en forma directa e independiente, está
relacionado con uno de los rasgos esenciales del desarrollo de la ciencia en
el país: su escasa vinculación con el sistema productivo nacional. La
demanda directa de innovación tecnológica o de conocimiento científico
hecha por el sector productivo a los científicos nacionales ha sido ínfima,
pues ha podido satisfacerse en forma más rápida y menos costosa mediante
la adquisición de esas tecnologías en el exterior. De este modo, el desarrollo
científico ha tendido a vincularse esencialmente al sistema educativo, pero
un sistema educativo sin lazos estrechos con las demandas de la producción
o con la solución de problemas nacionales. Esto ha dado al desarrollo de la
ciencia una aparente gratuidad e irrelevancia, y ha colocado con frecuencia
a los científicos en una posición defensiva: deben justificar, de un modo u
otro, su pertinencia para un país que no la ve como evidente.
Esto ha generado varios tópicos relativos tanto a la utilidad de la ciencia
como a la orientación que ésta deba tener. Ejemplo recurrente ha sido el
debate acerca de la ciencia básica, la ciencia aplicada, el desarrollo
tecnológico, etc. Las formas de este debate y las distintas posiciones de los
participantes, así como las decisiones de política que a veces se han tomado
sobre este asunto, muestran cómo estos argumentos se polarizan
precisamente en la medida en que la escasa actividad científica no produce
resultados en un sentido o en el otro. Quienes desean respuestas urgentes a
los problemas nacionales tienden a despreciar las necesarias relaciones
entre la actividad tecnológica y un cuerpo científico básico, y quienes se
orientan a la ciencia básica tienden a desconocer la red de procesos que en
todo el mundo avanzado vinculan la investigación desinteresada con el
desarrollo histórico general de un país, con todos los aspectos prosaicos de
la producción, los ingresos y la asignación de recursos. En forma paralela, el
sistema educativo ha sido visto por los dirigentes nacionales como una
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alternativa orientada a preparar a los estudiantes para el trabajo productivo,
o a crear las bases para un desarrollo científico autónomo o independiente.
En el primer caso, se tiende a privilegiar la expansión de la escuela primaria,
el desarrollo de escuelas de artes y oficios o aprendizaje tecnológico y el
estímulo a profesiones definidas a partir de las exigencias del mercado de
trabajo.
En el segundo caso, la prioridad va a las instituciones de educación superior,
a los centros de investigación y a carreras con orientación científica o
humanística. Por supuesto, consideraciones políticas alteran esta tipología,
al menos durante amplios períodos de la historia nacional: el liberalismo del
siglo XIX, empeñado en generar una lealtad ciudadana a instituciones laicas,
prefirió impulsar la educación elemental y la formación de maestros, dejando
la formación superior al libre juego del mercado y la actividad privada. Y el
partido conservador, pese a su predilección por una educación para el
trabajo que fuera al mismo tiempo escuela de moralidad, impulsó
vigorosamente instituciones de educación superior como parte de un
proceso de control y orientación ideológicos de los grupos dirigentes.
Más recientemente, la expansión del sistema universitario ha permitido un
complejo entrecruce de tendencias, que se ven ya menos excluyentes entre
sí: la formación para el trabajo y la formación científica empiezan a aparecer
como congruentes, al menos en los propósitos de las instituciones
superiores.
Ahora bien, dada la desvinculación tradicional entre sector productivo y
ciencia y entre sector productivo y sistema educativo, el desarrollo de este
último, que es en fin de cuentas el que está creando las bases para una
actividad científica autónoma, ha sido el resultado no tanto de una política
científica, del deseo o el interés por desarrollar la ciencia, como de un
proceso impulsado por demandas de status social y de formación
estrechamente profesional. En los niveles inferiores, la educación fue ante
todo una educación en la ideología y los valores de los grupos directivos del
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país: civilismo liberal —en competencia con escuelas estrechamente
confesionales— en el siglo XIX, civilismo de fuerte contenido religioso y
moralista en la primera parte del siglo XX. La educación secundaria fue
igualmente irrelevante para la producción o la ciencia: ha sido ante todo,
hasta muy recientemente, antesala para el acceso a la universidad de los
hijos de la élite, que confirmarían con un título profesional su derecho a
dirigir el país y su deber de hacerlo dentro de ciertos marcos de servicio a la
comunidad.
La primera fase de la expansión del sistema de educación secundaria y
universitaria, que lo abrió a las clases medias en formación, y que se
extiende hasta mediados de la década de 1960, mantuvo en vigencia las
motivaciones tradicionales, e hizo que fracasaran todos los esfuerzos por
diversificar en forma substancial el bachillerato: éste siguió siendo
"humanístico", apenas un escalón en el proceso de formación del carácter y
la personalidad para acceder al título de "doctor" que validaría una nueva
posición social para los que lo obtuvieran.
Por lo anterior, los aspectos pasivos del sistema educativo originados en su
carácter periférico —se enseñaba una ciencia desarrollada en otra parte, por
maestros y docentes ajenos a la investigación y la producción de
conocimientos— se consolidaban en una enseñanza que sólo era —cuando
lo era— formalmente científica, en cuanto los contenidos que se transmitían
coincidían con los que aparecían en los textos y manuales de los países
avanzados, pero que seguía sin tener las condiciones propias del
pensamiento científico. La ciencia era un conjunto de conocimientos que
debía memorizarse, cuya validez dependía del principio de autoridad y cuya
utilidad en muchos casos se orientaba a su capacidad para reforzar el
pensamiento tradicional: hasta la década de los cincuenta la biología servía
en el bachillerato para refutar la teoría de la evolución y lo poco que se
aprendía en clase de física o psicología debía enmarcarse en apologética o
filosofía, dentro del tomismo aguado de los textos del padre Rafael Farías.
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Sin embargo, dentro de este sistema educativo y fuera de él, hubo en los
últimos doscientos años un proceso de incorporación creciente de la cultura
científica universal. Pero este proceso fue en buena parte el resultado de la
actitud voluntarista de individuos o grupos restringidos, que trataron, en sus
respectivos campos, de aprender realmente de la ciencia extranjera, de
aplicar metodologías desarrolladas en otras partes a problemas genuinos del
país, de impulsar las actitudes científicas en el sistema educativo, de
conformar grupos de investigadores que crearan las bases para una
dinámica más autónoma de aprendizaje, reproducción y creación del
conocimiento científico. Por eso una nueva historia de la ciencia en
Colombia tendrá al menos algo en común con la historia "hagiográfica"
hecha hasta ahora; será en buena parte la historia de pioneros, de
entusiastas que tras formarse usualmente en el extranjero, trataron de
reproducir en el país las condiciones para el trabajo científico. Por supuesto,
muchos fracasaron, y esa historia de la ciencia deberá ser también la historia
de esos fracasos y de sus razones: de los obstáculos ideológicos sociales,
económicos, institucionales que han bloqueado la acción de muchos
científicos, enfrentados a condiciones precarias de dotación, a prejuicios
religiosos o políticos y ante todo, al desinterés general de un país para el
cual la ciencia ha sido marginal y, cuando se ha necesitado extranjera.
Este proceso de doscientos años fue ante todo de aprendizaje y
consolidación de las bases para un trabajo autónomo (que no independiente,
dada la necesaria relación de toda ciencia actual con la comunidad científica
internacional), y sólo en forma muy tenue de creación de saber. La
búsqueda de este aspecto ha dado a muchos estudios tradicionales un
curioso sabor, pues en ellos se trata de subrayar ante todo la genialidad de
científicos colombianos que lograron, en sus doscientos años de soledad, sin
la formación adecuada ni los instrumentos requeridos, inventar una y otra
vez lo que ya estaba inventado en otras partes. Sin embargo, es fácil advertir
como en aquellos momentos en que empezó a consolidarse una comunidad
científica nacional, una parte notable del esfuerzo estuvo dirigido a la
realización de una especie de inventario, científicamente orientado, de la
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realidad nacional. La Expedición Botánica, la Comisión Corográfica, las
oficinas públicas que realizaron el inventario geológico nacional, son buenos
ejemplos de una actividad científica productiva, en la que la ausencia de
condiciones propicias no impidió la generación y creación de conocimientos
válidos y relevantes.
En los últimos cincuenta o sesenta años, justamente, el papel creciente del
estado, que requiere para la ejecución de sus funciones administrativas o
para el manejo de sus recursos, un conocimiento más exacto de éstos, ha
llevado a conformar núcleos de actividad científica separados de las
universidades: las labores desarrolladas por varios de los institutos públicos,
en su mayor parte de inventario, han formado parte esencial de la actividad
científica reciente, y han dado la base para la consolidación de varias
disciplinas investigativas.
Los grandes hitos
1. La época colonial. La llegada de los españoles produjo una ruptura
prácticamente total, en el terreno de las formas de conocimiento, con las
culturas indígenas. Durante los primeros dos siglos de la dominación
española, los conquistadores impusieron a las poblaciones indígenas y
africanas, y ante todo a la creciente población mestiza, los valores religiosos
ideológicos que regían en España. Estos valores resultaban bastante
extraños, cuando no hostiles, a la ciencia moderna que surgía entonces en
Europa. Para conservar la ortodoxia, amenazada por el protestantismo y el
pensamiento racionalista y mecanicista que empezaba a apoderarse de los
científicos, España trató de mantenerse aislada de Europa, y este
aislamiento impidió la incorporación de las formas nacientes de pensamiento
científico en las colonias americanas. Las instituciones universitarias se
centraron en la teología y el derecho, que conducían a las únicas
profesiones válidas: el abogado y el sacerdote. Por lo tanto, ninguna
disciplina científica hizo parte de la enseñanza universitaria, y el
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mantenimiento de la educación superior no requería la existencia de
"científicos".
Esta situación se mantuvo hasta la década de 1760. Los esfuerzos
españoles por revitalizar la economía colonial hicieron poner la atención en
tecnologías que elevaran la producción. La separación de oro y plata, la
búsqueda de sistemas de explotación de minas de veta, la mejora de
alambiques y trapiches planteaban problemas que requerían conocimientos
científicos para su solución, a diferencia de las tecnologías tradicionales,
apoyadas en un saber transmitido en el lugar de trabajo.
En la década de 1760, en el contexto de un rápido desarrollo económico
local, las autoridades y los dirigentes intelectuales empiezan a adoptar una
ideología de progreso apoyada en el conocimiento útil, que da valor a las
ciencias —la matemática, la química, la física, la astronomía, la botánica—
en !a medida en que permiten un dominio mayor de la naturaleza y por lo
tanto un desarrollo productivo más acelerado. Dos figuras se destacan
entonces: José Celestino Mutis, llegado en 1761 como médico del virrey,
traerá al país la medicina de la época, la física, la cosmología copernicana y
newtoniana y la matemática moderna.
El mayor impacto de la actividad se logró mediante la organización de la
Expedición Botánica, en la cual un puñado de criollos pudo hacer un
ejercicio de práctica científica moderna, al participar en el esfuerzo por
recoger y clasificar la flora y la fauna locales, así como por conocer la
geografía del país. Francisco Antonio Moreno y Escanden, un criollo que
ocupaba la fiscalía de la Real Audiencia, impulsó la modificación del sistema
universitario, para quitar el monopolio educativo a las órdenes religiosas y
establecer una universidad pública, en la cual tendrían lugar de preferencia
las ciencias exactas y se desterraría el dogmatismo escolástico. Aunque la
universidad pública no pudo establecerse, un plan elaborado por Moreno —
tal vez con la colaboración de Mutis— estuvo en vigencia entre 1774 y 1779,
y en su breve aplicación cambió el clima intelectual de la universidad y
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contribuyó a la formación de la élite científica que participó en la Expedición
Botánica.
Este esfuerzo, que conformó un primer grupo de criollos con intereses
científicos y una formación básica, no logró sin embargo consolidarse.
Aunque José Félix de Restrepo mantuvo una enseñanza moderna durante
varios años en el seminario de Popayán, y aunque se formaron individuos
con vocación y talento científico tan claro como Francisco José de Caldas,
las agitaciones políticas y sobre todo las luchas de independencia
destruyeron las condiciones para la actividad científica. Muchos de los
intelectuales fueron ejecutados por los españoles -Caldas, Jorge Tadeo
Lozano, José María Cabal, Miguel Pombo, etc.-, mientras otros se orientaron
a la política o la actividad jurídica —Francisco Antonio Zea, José Félix de
Restrepo, Lino de Pombo.
2. La república incipiente. El establecimiento de una república
independiente no afectó la ideología de los sectores dirigentes, quienes
siguieron proclamando la importancia de los conocimientos útiles para el
desarrollo de la nueva nación. Sin embargo, los esfuerzos por crear un
sistema educativo con buena base científica y por impulsar la actividad
científica tropezaron con múltiples dificultades. Los conflictos ideológicos
relacionados con las formas que debía adoptar el estado atrajeron la
atención de los jóvenes que iban a las universidades, y las ideologías
jurídicas y políticas reemplazaron en las nuevas generaciones la
preocupación por el saber científico.
A pesar del optimismo inicial sobre las posibilidades de desarrollo
económico, los años de 1820 a 1850 son de estancamiento, y esto limita
tanto los recursos del estado como el interés de los empresarios por la
adquisición de nuevas tecnologías. Los sistemas escolares se diseñan a
partir de concepciones ideológicas generales y resultan con frecuencia
claramente desligados de las posibilidades reales del país; son, por otra
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parte, modificados con mucha frecuencia, lo que rompe la continuidad de los
pocos esfuerzos que se estaban haciendo.
Una de las expresiones del interés gubernamental por la adquisición de una
base adecuada de conocimientos útiles estuvo en la búsqueda de expertos
extranjeros. Así, en la década del veinte se trajeron varios científicos
franceses para tratar de establecer una escuela avanzada de minería, donde
se enseñaría: química, matemáticas, botánica, física, astronomía, anatomía,
etc. La escuela no logró funcionar, y los sabios franceses hicieron unos
pocos estudios que apenas vinieron a divulgarse a mediados del siglo. En la
década del cuarenta, dentro del marco de una reforma de la educación
superior que pretendía debilitar la atracción por el derecho y fortalecer la
enseñanza científica, vinieron varios profesores franceses de química,
matemáticas y ciencias naturales. Los estudiantes, los padres de familia y
las autoridades locales se opusieron con vehemencia a estudios que
juzgaban sin ningún interés, no pudieron conformarse laboratorios
adecuados y al fin pocos resultados se dan de ese esfuerzo.
A mediados del siglo el gobierno contrató al geógrafo italiano Agustín
Codazzi, quien logró conformar y dirigir una expedición —La Comisión
Corográfica—, que hizo un primer estudio amplio de la geografía,
colombiana. A más de Manuel Ancízar, quien hizo el relato geográfico
conocido como Peregrinación de Alpha, participaron en la expedición José
Jerónimo Triana y Santiago y Felipe Pérez, y en ella hicieron su aprendizaje
científico. El interés por la geografía condujo a la publicación de las primeras
obras de conjunto sobre el país escritas por colombianos (en la década de
los treinta se había publicado la geografía de Feliciano Montenegro Colón y
un extenso artículo de Lorenzo María Lleras que salió anónimo en la
Enciclopedia Británica): la Memoria sobre la Geografía y la política de la
Nueva Granada de Tomás Cipriano de Mosquera (1853) y los trabajos
derivados de la misma expedición, como la geografía de Santander,
publicada en 1857, y los diversos libros de Felipe Pérez.
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Durante este período, pocos colombianos se dedicaron a alguna forma de
práctica científica estricta. Algunos botánicos continuaron sus actividades de
recolección de ejemplares y de enseñanza. El observatorio astronómico,
creado en 1803, mantuvo alguna actividad, y don Benedicto Domínguez
preparó inexorablemente los calendarios anuales. Don José Manuel
Restrepo publicó las primeras obras históricas, apoyándose en un extenso
material documental y en su propia participación en muchos de los sucesos
estudiados en sus obras. Pero la figura más importante fue sin duda Joaquín
Acosta (1800-1852) quien, originalmente dedicado a la vida militar, dedicó un
viaje a Europa entre 1825 y 1830 a asistir a cuanto curso estuvo a su
alcance: física, química, matemáticas, geología, astronomía, medicina,
historia y hasta baile y chino. Acosta, al volver al país en 1831, fue
nombrado profesor de química de la Universidad Central. Al comienzo tuvo
sesenta estudiantes, pero poco duró el entusiasmo. Acosta fue designado
también miembro de la Academia Nacional, entidad de promoción científica
creada por el gobierno en 1.826 y reorganizada en 1832. Además, ejerció en
forma casi continua la dirección del Observatorio Astronómico del Museo
Nacional, desde 1832 hasta 1841, y fue profesor de mineralogía en el
Colegio del Rosario. La guerra de 1839 lo volvió a la milicia y la política, y ya
coronel fue enviado especial a los Estados Unidos y Secretario de
Relaciones Exteriores en 1843-45. No lo alejó la política de su afán de
aprender, y en 1845 viajó de nuevo a Europa, a dedicarse otra vez a seguir
cursos y a diversas tareas de divulgación científica.
En 1847 publicó un detallado mapa del país, el más preciso y completo
hasta entonces. El año siguiente editó una cuidadosa obra de investigación
histórica, el Compendio Histórico del Descubrimiento y Colonización de la
Nueva Granada. Basada en manuscritos, constituyó una de las primeras
muestras de historia científica en el país. En 1849 publicó dos volúmenes de
estudios de J. B. Boussingault y Desirée Roulin, dos de los jóvenes
franceses que habían venido en los veintes; reeditó también el Semanario
del Nuevo Reino de Caldas. Al volver al país en 1849 se le ofreció un cargo
en el Colegio Militar, pero prefirió dedicarse a sus propios estudios. Hizo
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mediciones meteorológicas y publicó cartas astronómicas para los
almanaques de 1851 y 1852. Hombre rico, trajo equipos y libros de Europa
que donó a la Biblioteca Nacional.
En resumen, durante estos primeros años de vida independiente tienen lugar
los esfuerzos frustrados del gobierno por impulsar la enseñanza de las
ciencias, en un nivel que correspondería al de la educación secundaria,
como requisito para el ingreso a la universidad o como parte importante de la
formación militar. La carencia de docentes preparados, el elevado costo de
traerlos, la falta de laboratorios, y la escasa importancia social de la ciencia,
en un país en el que la única aspiración de los jóvenes de clase alta era la
obtención del doctorado en derecho (y poco a poco, en ingeniería y
medicina), crearon barreras muy elevadas para quienes pretendían que la
ciencia era esencial para el desarrollo del país.
La práctica científica propiamente dicha no alcanzó siquiera los niveles
logrados bajo la Expedición Botánica y los años del Semanario. Sólo en el
terreno de la historia emerge una disciplina creadora, y en la geografía se
inicia un esfuerzo riguroso de descripción e inventario del país. Las
matemáticas, la astronomía, la química, la física, reciben aplicaciones poco
complejas en el país, sin que exista un verdadero trabajo científico en ellas.
3. La consolidación de las profesiones. Entre 1850 y finales de siglo el
proceso principal es el de la consolidación de dos profesiones que requieren
una base científica: la ingeniería y la medicina. Ambas habían tenido algunos
representantes modernos desde finales del período colonial, pero todavía a
mediados del siglo XIX la mayoría de los médicos e ingenieros se habían
formado en el exterior o eran ellos mismos extranjeros.
Varios intentos de formación profesional en estas ramas tuvieron lugar, sin
mayores éxitos. Uno de los esfuerzos más notables ocurrió en el gobierno de
Tomás Cipriano de Mosquera, quien dio gran apoyo a un Colegio Militar y
lanzó un programa de obras públicas que generó una inesperada demanda
de ingenieros, en parte satisfecha con la llegada de varios europeos. La
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escuela militar funcionó razonablemente entre 1848 y 1854, bajo la
orientación, ante todo, de Lino de Pombo, y pese a su nombre, se dirigió
más bien a preparar ingenieros civiles que miembros del ejército. Sus
alumnos contribuyeron a la tarea de la Comisión Corográfica y realizaron
trabajos gráficos elementales, como un mapa de Bogotá. Sin embargo, la
escuela tropezó con la hostilidad de los liberales, que veían en ella un
ejemplo de elitismo, de militarismo y centralismo, y propusieron varias veces
su abolición.
Como dijo un representante a la Cámara, ellos no querían "obstáculos,
requisitos que conducían a la injusticia y promovían el favoritismo", ni
querían que existieran títulos, especialidades o condecoraciones. Este
igualitarismo radical impidió que la escuela, cerrada durante la crisis política
de 1854, tuviera el apoyo requerido para su reapertura. Sin embargo,
durante su breve existencia se entrenaron en ella algunos de los más
importantes ingenieros nacionales del resto del siglo —Como Manuel Ponce
de León, Juan Nepomuceno González Vásquez (que completó sus estudios
en Francia) y otros— quienes mantuvieron la enseñanza matemática en los
colegios bogotanos y luego, en 1868, organizaron la Facultad de Ingeniería
de la Universidad Nacional. Su práctica profesional consolidó la ingeniería,
en un contexto de auge de las obras públicas —caminos, puentes,
ferrocarriles, telégrafos—, de esperanzas entusiastas de desarrollo
económico y de apertura de algunas industrias con requerimientos técnicos
complejos.
La actividad del Observatorio Astronómico estuvo también por muchos años
en manos de ex alumnos del Colegio Militar, como Indalecio Liévano.
Mientras tanto en Antioquia la minería formó los primeros ingenieros locales,
y en 1874 la Universidad de Antioquia creó la Facultad de Ingeniería Ovil; en
1885 el gobierno de Núñez ordenó la creación de una Escuela Nacional de
Minas, la cual vino a abrirse en 1888.
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En el campo médico, la práctica profesional estuvo dominada por extranjeros
hasta mediados de siglo. A partir de estos años regresó al país un grupo
relativamente numeroso de médicos formados en París entre los cuales se
destacó especialmente Antonio Vargas Reyes. Ya en 1852 había tratado de
editar un periódico científico, La Lanceta, que sólo llegó al número seis. En
1864, y hasta 1867, editó la Gaceta Médica de Colombia que inició la larga
serie de revistas médicas publicadas en Colombia, y que fue seguida en
1870 por la Revista Médica de Bogotá y en 1887 por los Anales de la
Academia de Medicina de Medellín. Las campañas de Vargas Reyes y otros
colegas tuvieron bastante que ver con la reorganización de la Universidad
Nacional en 1867; Vargas Reyes fue el primer rector de la Escuela de
Medicina, abierta en 1868. Desde este momento el país contó con un centro
permanente de formación médica al cual se añadieron pronto las escuelas
de Medellín, Popayán y Cartagena, todas orientadas por el modelo de la
Universidad Nacional. Desde entonces hasta finales de siglo se consolida
una enseñanza médica moderna orientada por las escuelas dominantes en
Francia -la escuela clínica o anatomía-clínica— A partir de entonces las
ciencias naturales encuentran un lugar de práctica en las facultades de
medicina, aunque la investigación propiamente dicha se restringe a algunos
aspectos de la medicina.
A finales de siglo comienzan a aparecer algunas nuevas concepciones sobre
la enfermedad, que conducen al desarrollo de la bacteriología. Esta hace
imprescindible la conformación de laboratorios de análisis, como el
Laboratorio Samper Martínez, creado en la década de 1910, cuyas prácticas
están en la base de avances tanto en las ciencias biológicas como en la
química.
Buena parte de la consolidación de estas profesiones se debió a
colombianos que hicieron sus estudios en el extranjero. A raíz del cierre de
las universidades en 1851, muchos de los padres de los grupos acomodados
prefirieron mandar sus hijos a Estados Unidos y Europa. Curiosamente, a
pesar de que sus propios valores los habían llevado a la política y el
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derecho, muchos insistieron en que sus herederos aprendieran ciencias
útiles, ante todo las ligadas a la ingeniería. Así, Eustasio Santamaría -quien
sería Ministro de Relaciones Exteriores a fines de siglo-, estudió química en
Francia y Alemania. Vicente y Pastor Restrepo, después de estudiar minería
y metalurgia, abrieron los primeros laboratorios químicos en 1858. A fin de
siglo, José María Villa se graduó como ingeniero en los Estados Unidos, así
como Tomás Herrán y los hermanos Tulio y Pedro Nel Ospina.
Una de las actividades de preparación científica que se generalizó con la
reorganización de la Universidad Nacional fue la de las tesis de grado.
Aunque no han sido estudiadas en forma detallada es posible advertir que al
menos algunas de las que se realizaron en Medicina se enfrentaban a
problemas locales con una metodología científica adecuada, y contribuían al
conocimiento de la epidemiología local, de las condiciones de vivienda y
alimentación de determinados grupos sociales, etc. Esto contrastaba con las
tesis realizadas en las facultades de derecho, las cuales desde el comienzo
estuvieron marcadas por rasgos claramente ajenos a todo espíritu científico,
la especulación sin bases, la retórica descontrolada, la copia de textos
ajenos sin los reconocimientos debidos.
La falta de claridad en el planteamiento de los problemas y la erudición
puramente libresca caracterizaron desde entonces -y siguen haciéndolo hoy-
la producción de los estudiantes de las escuelas de derecho. Esta
experiencia investigativa inicial se continuó en muchos casos en los
docentes de las escuelas de medicina de la primera mitad de este siglo.
Profesores como Luis Patino Camargo, Federico Lleras Acosta, Roberto
Franco. Luis Montoya y Fiórez, Emilio Robledo, José María Lombana
Barreneche, Alfonso Esguerra y muchos más, publicaron los resultados de
trabajos de investigación sobre enfermedades locales o características
biológicas del hombre del país que, dentro de parámetros modestos,
constituían aportes científicos válidos y rigurosos. Esta actitud fue muy
explícita en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, que
desde su fundación en 1871 impulsó el estudio de las enfermedades del
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país, la medicina indígena y la realización de monografías sobre flora
regional, y en la Escuela Nacional de Minas, cuyas tesis avanzaron el
inventario geológico y minero de Antioquia, propusieron soluciones a los
problemas locales de transporte (Alejandro López propuso en 1899 el túnel
de La Quiebra en su disertación de grado, lo cual sólo fue adoptado dos
décadas después), etc.
La actividad científica propiamente dicha estuvo limitada durante la segunda
mitad del siglo XIX a áreas muy precisas. El Observatorio Astronómico
continuó realizando mediciones y observaciones en forma más exacta, bajo
la dirección de José María González Benito, un ingeniero formado en
Europa. Un amplio número de científicos europeos recorrieron el país, ante
todo realizando estudios geológicos y geográficos (H. Karstner, A. Hettner,
A. Stübel, W. Reiss). En el área de la botánica que tenía algo de tradición,
José Jerónimo Triana, formado en la Comisión Corográfica, viajó a Europa y
desarrolló allí, apoyado por el gobierno, una notable carrera científica.
Publicó una introducción a la flora colombiana y diversos estudios, entre
ellos uno muy detallado sobre las quinas nacionales. Otros colombianos
hicieron contribuciones menores en esta misma área de la botánica.
También en Europa se desarrolló la mayor parte de la actividad científica de
dos colombianos que alcanzaron reconocimiento por la calidad de su trabajo:
Ezequiel Uricoechea, quien hizo contribuciones a la prehistoria colombiana y
a la filología, y el gramático y filólogo Rufino José Cuervo, iniciador del
Diccionario de Construcción y Régimen. La historia, que había alcanzado un
alto nivel en el período anterior, con José Manuel Restrepo y Joaquín
Acosta, se convirtió en gran parte en arma de debate político y apologética
religiosa, como en las obras de José Manuel Groot y José María Samper;
sólo a finales del siglo pasado y comienzos de éste, bajo los estímulos de
una orientación más positivista, que se advierte en las obras de Vicente
Restrepo, Gustavo Arboleda, Ernesto Restrepo Tirado y otros, vuelve a
orientarse en una dirección que pretende ser científica.
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El gobierno mantuvo la actitud ya antigua de estimular estudios que pudieran
ofrecer perspectivas de utilidad para el país. Por eso creó en 1881 una
nueva expedición científica, la Comisión Científica Permanente. Fue
entregada a la dirección de José Carlos Mano, un francés cuyas
calificaciones no parecen haber sido adecuadas y cuyos informes, que
subrayaban la búsqueda de minerales explotables, entre los que promovió
los carbones de la Guajira y el Valle y los hierros de La Pradera en Boyacá,
fueron sujetos a violenta critica por parte de los científicos locales.
Particularmente interesante fue el informe de Jorge Isaacs sobre los
indígenas de la Sierra Nevada, que reinauguraba una tradición etnográfica
perdida ya casi por completo. A esto se añadió el envío de cuatro
estudiantes a Europa, los cuales enviaron reportes sobre motores de gas,
técnicas mineras, electricidad, producción artificial de diamantes y otros
temas similares.
Algunos elementos de institucionalización de la actividad científica surgieron
durante estos años, además de la consolidación de la enseñanza profesional
en las universidades. Por una parte, se crearon sociedades científicas con
actividad permanente, como la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales
(1873) y se regularizaron publicaciones como los Anales del Observatorio
Astronómico (1880) y los Anales de Ingeniería (1887).
4. La primera mitad del siglo XX. El avance de la ciencia durante el siglo
XX, y en especial a partir de 1910, está marcado por el surgimiento de la
industria moderna, con su impacto sobre profesiones como la ingeniería y la
economía y por la creciente presencia del estado, como usuario del
conocimiento, como empleador de científicos y como orientador de un
sistema educativo en constante aumento. El estado reforzó su capacidad de
intervención en la vida nacional ante todo a partir del gobierno de Rafael
Reyes, proceso que tuvo momentos de aceleración en la década de 1920
(especialmente en la administración del ingeniero Pedro Nel Ospina),
durante los gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos y bajo
la administración del también ingeniero Mariano Ospina Pérez.
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El gobierno creó oficinas e instituciones a las que encargó actividades de
información y análisis, y nombró para manejarlas a científicos ante todo
extranjeros, aunque poco a poco fueron pasando a la dirección de
colombianos que habían completado su formación en universidades
europeas o norteamericanas. Durante los primeros treinta años de este siglo
se consolidó en primer lugar la geología, centrada en la Oficina de
Longitudes dirigida por Ricardo Lleras Codazzi y luego en la Comisión
Científica Nacional (1916), puesta bajo la dirección de una serie de
científicos alemanes (Robert Scheibe, Emil Grosse, Otto Stutzer, Enrique
Hubach) y en el Servicio Geológico Nacional. La Escuela Nacional de Minas
formó también, bajo la orientación de Tulio Ospina Vásquez, una notable
generación de ingenieros con vocación geológica, como Juan de la Cruz
Posada. Por otra parte, desde 1941 el Instituto Geofísico de los Andes,
vinculado a la Universidad Javeriana, realizó el registro sismológico del país.
Por su lado, las compañías petroleras realizaron estudios geológicos cuyos
resultados, por lo regular, quedaron fuera del alcance de los científicos
colombianos.
En otros campos, se crea el Laboratorio Químico Nacional, cuyas funciones
de rutina en áreas de minería agricultura y drogas, permiten el ejercicio de
una actividad química permanente; algunos de los principales impulsadores
de la química hacen parte de su planta de personal. Crea también el
gobierno el Instituto Geográfico Militar (1934) que se convertiría luego en el
Instituto Geográfico Agustín Codazzi; la sección de biología vegetal del
Ministerio de Economía (1938) y adquiere el laboratorio Samper Martínez
(1925).
En el terreno educativo, comienza una diversificación de las profesiones,
sobre todo de aquellas vinculadas a la ingeniería. Ya desde finales del siglo
pasado se había dado una marcada divergencia entre las orientaciones de
las facultades de ingeniería de la Universidad Nacional, en Bogotá y la
Escuela Nacional de Minas, de Medellín. Mientras la primera, bajo la
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influencia de Julio Garavito Armero, astrónomo y matemático, propugnaba
por una formación matemática elevada, con independencia de su aplicación
profesional, la Escuela de Minas inicialmente independiente y luego parte de
la Universidad de Antioquia bajo la influencia de Tulio y Pedro Nel Ospina y
luego de José María Villa, de Alejandro López y otros, propugnaba por una
ingeniería vinculada a la solución de problemas nacionales, capaz de usar
materiales locales, con un curriculum pragmático, que formara al ingeniero
para su actividad práctica e incluso para una actividad empresarial.
Curiosamente, a pesar del énfasis pragmático de la Escuela de Minas, que
llevó al desarrollo de cátedras de economía, estadística, ingeniería industrial,
etc., y que permitió formar una generación de ingenieros preocupados por la
explotación minera de Antioquia por las vías de comunicación y
estrechamente libados a la modernización tecnológica de Colombia, ya para
la década de 1930 se había convertido en uno de los centros de excelencia
en la formación matemática en el país.
En todo caso, en Antioquia se creó desde 1904 una Escuela de Agronomía.
Alrededor de esta nueva línea profesional, y con el apoyo oficial, se
establecieron en el país algunas granjas experimentales, que iniciaron la
investigación en esta área: algunos antecedentes tímidos se habían dado a
finales de la década del setenta y comienzos de los ochentas en el Instituto
Nacional de Agricultura dirigido por Juan de Dios Carrasquilla y Carlos
Michelsen U
En el área de las ciencias sociales, poco avanzó el país hasta la década de
1930. En efecto, aunque desde 1880 Rafael Núñez había propugnado el
estudio de la sociología en Colombia, con la idea de que sería una disciplina
conservadora, que ayudaría a mostrar la necesidad y regularidad de los
procesos sociales y la arbitrariedad de los amantes de las revoluciones, y
había impulsado su enseñanza en la Universidad Nacional por don Salvador
Camacho Roldan, no pasó esta ciencia en sus primeros años de ser una
reiteración libresca de ideologías extranjeras. Los escasos análisis sociales
del país pertenecen, ante todo, a pensadores políticos y sociales que se
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enfrentan a algunos problemas nacionales con sentido común, buena
información y algún apoyo teórico. Entre estos análisis sociales hay que
recordar ante todo al ingeniero Alejandro López, autor del libro Problemas
colombianos (1927).
En la década del 30, la Escuela Normal Superior de Bogotá, dirigida por
José Francisco Socarrás, se convirtió por una década larga en una Facultad
de Ciencias Sociales de alta calidad, aprovechando un elevado número de
docentes europeos que habían escapado del fascismo español o habían
migrado en esos años. Allí se formaron sistemáticamente, por primera vez
en el país, lingüistas, antropólogos, historiadores y otros científicos sociales:
por allí pasaron Roberto Pineda Duque, Jaime Jaramillo Uribe, Luis Duque
Gómez, Virginia Gutiérrez de Pineda, y muchos más que, durante los
cincuentas y los sesentas, contribuirían en forma substancial a la
consolidación de la ciencia social en Colombia.
Los procesos de institucionalización científica que tuvieron lugar durante la
primera mitad del siglo resultan muy difíciles de presentar en forma sucinta,
y estuvieron ligados a la creciente densidad del medio académico, a los
procesos de urbanización, a la necesidad de intercambio de información en
un país con varios núcleos culturales importantes, al crecimiento de las
universidades, etc. En todo caso, en estos años se constituyeron varias
sociedades científicas, y los primeros centros de investigación, como la
Academia Colombiana de las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1933),
la Sociedad de Ciencias Naturales (1912), el Instituto de Ciencias Naturales
de la Universidad Nacional (1940) y el Instituto Geofísico de los Andes
(1941). Además, fuera de las revistas que sobrevivían del período anterior,
surgieron los Anales de Ingeniería (1913), la Revista de la Academia
Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1936), Caldasia
(1940) y la Revista Colombiana de Química (1944).
Finalmente, la Universidad Nacional tuvo en 1936 una importante
reorganización, que unificó bajo una sola administración y en un solo
campus las escuelas profesionales dispersas. Dentro de la nueva sede, se
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MMÓÓDDUULLOO DDEE CCIIEENNCCIIAA,, TTEECCNNOOLLOOGGÍÍAA YY SSOOCCIIEEDDAADD
crearon las facultades de Química (1939) y posteriormente de Ciencias
(1946).
5. El período reciente. El país que retornó a la vida republicana en 1957
presentaba rasgos que indicaban un proceso incipiente pero muy acelerado
de transformación económica, social y cultural. La urbanización tomó ritmos
impensados, al calor de una elevadísima tasa de crecimiento y de flujos
migratorios muy altos muy altos Las necesidades políticas del régimen que
reemplazó al gobierno de Rojas Pinilla llevaron a dar prioridad a la
expansión de la educación entre los programas sociales, lo que condujo a un
crecimiento sin antecedentes de la educación universitaria, que casi podría
definirse como la aparición de una verdadera universidad por primera vez en
la historia nacional. Los elementos tradicionalistas del pensamiento, tanto
entre los intelectuales como en las mentalidades populares, perdieron
mucho peso o se transformaron drásticamente. Los sectores de la élite
intelectual adoptaron una mentalidad laica que dejaba atrás la subordinación
del pensamiento científico a las necesidades de la ortodoxia religiosa. El
rápido desarrollo industrial generó nuevas demandas profesionales -
economistas, ingenieros químicos, ingenieros de petróleos, ingenieros
industriales, ingenieros eléctricos, etc.- aunque siguió sin exigir producción
científica. Y el fortalecimiento del estado, que alcanzó su punto más fuerte
bajo la administración de Carlos Lleras Restrepo - amplió las funciones
científicas estatales y dio mayor autonomía y poder a los institutos científicos
o tecnológicos adscritos al gobierno.
Por supuesto, algunos de estos institutos y casi todos estos procesos
hundían sus raíces en los períodos anteriores. En 1955, bajo el régimen
militar, se creó lo que sería el Instituto de Investigaciones Tecnológicas, y en
1959 se trató de vincular al país a las tecnologías de la era atómica con la
creación del Instituto de Asuntos Nucleares. La creación de nuevas
profesiones se hizo en buena parte por fuera de la Universidad Nacional,
que comenzó a perder paulatinamente el cuasi monopolio de la educación
que había tenido hasta los treintas, aunque mantuvo una hegemonía clara
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hasta finales de la década de los sesentas. La nueva situación. ya anunciada
por la creación de carreras como Ingeniera Química, que apareció antes en
la Universidad Pontificia Bolivariana, la Universidad de Antioquia y en la
Universidad del Valle que en la Nacional, está más bien caracterizada por la
existencia de cuatro grandes centros universitarios de carácter público, de
un nivel similar (Universidad Nacional, Universidad de Antioquia, Universidad
Industrial de Santander y Universidad del Valle), de una universidad privada
con vocación investigativa (Los Andes) y varias universidades privadas en
las que algunas de sus escuelas tienen una actividad científica reconocible
(Javeriana, Rosario, Bolivariana, etc.).
Estos años recientes presentan en el terreno de la práctica científica
propiamente dicha, varios rasgos que me veo obligado a presentar en forma
puramente enunciativa:
1. La aparición, por primera vez, de un sistema universitario que dedica
parte importante de sus recursos y da condiciones, estrechas pero reales,
para la práctica científica en sentido estricto, es decir, para la investigación,
con independencia de las exigencias directas de formación de profesionales.
2. El surgir de un grupo profesional vinculado laboralmente a las
universidades (ante todo públicas) con intereses directos en la práctica
científica: los profesores de tiempo completo. Este profesorado, resultado de
las reformas de la década del sesenta y de las recomendaciones de
misiones extranjeras, así como de la expansión de las universidades, ha
llegado a ver en la investigación una de sus actividades legítimas y
necesarias.
3. La aparición de esbozos de una política científica nacional, y la creación
de un organismo de apoyo a la actividad científica (Colciencias, 1969).
4. El refuerzo de las actividades de investigación de los organismos
estatales y semiestatales (Instituto Colombiano Agropecuario, Cenicafé, etc.)
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MMÓÓDDUULLOO DDEE CCIIEENNCCIIAA,, TTEECCNNOOLLOOGGÍÍAA YY SSOOCCIIEEDDAADD
y la aparición de centros de investigación privados, apoyados por la industria
(Cenicaña).
5. La consolidación de varias ramas de actividad científica. En la década de
los sesentas y setentas la historia alcanzó un nivel de producción y discusión
crítica que la colocaron por primera vez a niveles internacionales (Jaime
Jaramillo Uribe, Germán Colmenares, etc.). Algo similar ocurrió con la
sociología (Orlando Fals Borda, Virginia Gutiérrez de Pineda) y la
antropología (Gerardo Reichel Dolmatoff, sobre todo). En otras ramas
sociales se destacó la contribución, de impacto internacional, del ingeniero
Álvaro López Toro a la demografía matemática. La economía formó para
finales de los sesentas y de allí en adelante un grupo numeroso de
estudiosos de alto nivel, tanto en la vertiente neoclásica como en las nuevas
corrientes marxistas, cuyos trabajos han alcanzado el nivel de las
contribuciones internacionales normales.
6. El desarrollo de algunas áreas de investigación muy avanzadas, alrededor
de la actividad pionera de un grupo reducido de científicos con buenas
vinculaciones internacionales. En las ciencias médicas se han hecho
notables los aportes de genetistas e inmunólogos.
7. La creación de una situación de investigación habitual, una especie de
"normalidad científica" en áreas como la biología, las ciencias médicas
básicas, la química y algunas ramas de la física: en estas áreas existen
proyectos de investigación que enfrentan problemas nuevos, hay un
personal con calificación adecuada e instalaciones mínimas —laboratorios,
bibliotecas, revistas, sociedades científicas— que permiten trabajar en
condiciones que al menos hacen posible un diálogo con la comunidad
científica mundial.
Todo lo anterior permite señalar el período de 1960 a 1980 como el de
despegue de la actividad científica propiamente dicha en el país. Sin
embargo, cabe mencionar algunas limitaciones de esta actividad:
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1. El espíritu investigativo, es aún muy débil, incluso entre el profesorado
universitario. Buena parte de las publicaciones y de los proyectos se hacen
por motivos gremiales: alcanzar remuneraciones determinadas por
escalafones que premian las publicaciones y las actividades investigativas.
Como muchos de los profesores vinculados en la primera etapa de este
período no tenían experiencia ni formación científica, criterios políticos y
formas de clientelismo han subsistido en las universidades, aunque hay
razones para creer que se están debilitando.
2. Las revistas y publicaciones del país son de una calidad muy baja en
términos generales. En parte se debe esto a la falta de tradición y a celos
institucionales, que han llevado a la absurda proliferación de revistas "de
universidades", de contenidos misceláneos, o la multiplicidad de revistas de
"facultad", irregulares, con una distribución inadecuada y en buena parte
limitada a unos lectores cautivos parroquiales y, por supuesto, sin ningún
reconocimiento científico fuera del país: ¿cuáles revistas colombianas
figuran en los índices normales internacionales? Otra razón obvia de la baja
calidad de mucha revista universitaria es la necesidad de publicar los
artículos producidos en la propia institución, para que los colegas mejoren
sus sueldos y para evitar los conflictos que provoca no publicar sus artículos.
3. Del mismo modo, buena parte de los proyectos de investigación en
marcha son irrelevantes, repetitivos, mal planeados o nunca se concluyen.
La actividad científica aparente, medida por los proyectos aprobados porque
las universidades o por COLCIENCIAS, es muy superior a la que realmente
se hace, y a falta de análisis de los resultados de la investigación en el país,
es fácil detectar ésto cuando se analizan las publicaciones.
4. Es preciso reiterar un lugar común, y es que los recursos asignados a la
actividad científica, de cualquier manera que se midan —incluso colocando
en ella la actividad rutinaria de los funcionarios del Catastro o de la CVC,
como se hace en las cuentas oficiales— son muy bajos, lo que se refleja en
laboratorios pobres, bibliotecas con colecciones incompletas y saltonas de
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revistas científicas, proyectos que fracasan por falta de algún elemento
necesario e innumerables trabas burocráticas, que pretenden obligar a un
uso más cuidadoso de los recursos escasos pero sólo conducen al
desperdicio de tiempo y al aumento de los costos.
5. El hecho de que la comunidad científica que investiga y publica sea
apenas una porción todavía minoritaria del profesorado universitario que
cree y siente que debe o tiene que investigar, lleva a la proliferación
sospechosa de encuentros y simposios sobre las metodologías, las
condiciones y la situación de la investigación y en el campo de las ciencias
sociales, a un florecimiento parasitario de problemas filosóficos y
epistemológicos, de marcos teóricos y de modas que "agencian" las últimas
novedades y jergas extranjeras.
Actividad:
Respecto de las dos lecturas anteriores realiza un cuadro donde se
observe de manera paralela el desarrollo de la ciencia en el mundo y en
Colombia.
1.3. RELACIÓN CIENCIA, TECNOLOGÍA, EDUCACIÓN Y
DESARROLLO4.
La perspectiva CTS se enfrenta a la visión tradicional o concepción
heredada de la ciencia, según la cual la actividad científica tiene como fin el
descubrimiento de nuevos conocimientos sobre la realidad, con lo que sería
objetiva y neutral. Para esta concepción, la historia de la ciencia consistiría
en la acumulación constante de saberes de forma independiente de otros
factores del entorno. Por último, desde esos planteamientos la tecnología no
sería más que la aplicación a la práctica de los conocimientos producidos
por la ciencia. Por el contrario la perspectiva CTS defiende otra
Consideración de las relaciones entre ciencia y sociedad que podría ser
4 GORDILLO, Mariano Martín, ARRIBAS, Ramírez Ricado, Otros. Módulo 1 Ciencia,
Tecnología y Sociedad. 2003
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resumida en las tres premisas y la conclusión del llamado silogismo CTS. La
primera premisa afirma que la actividad tecnocientífica es también un
proceso social como otros; la segunda pone de manifiesto los efectos para la
sociedad y la naturaleza de la actividad tecnocientífica; la tercera premisa
supone la aceptación de la democracia, y de ellas se deriva una conclusión
final: es necesario promover la evaluación y el control social de la actividad
tecnocientífica. En todo caso, en los enfoques CTS se dan dos tradiciones
principales: una se centra en la primera premisa y la otra desarrolla más la
segunda, aunque ambas comparten la conclusión del silogismo.
Es algo comúnmente aceptado que entre la ciencia, la tecnología y la
sociedad se dan diversas relaciones. De hecho, los tópicos tecnófilos o
tecnófobos muestran algunas de las percepciones más habituales sobre
esas relaciones. La perspectiva CTS pretende superar esas visiones
maniqueas de la ciencia y la tecnología acercándolas a la sociedad para
promover la participación ciudadana en las decisiones más importantes
sobre las controversias relacionadas con estos temas. Sin embargo, los
enfoques CTS son relativamente recientes, de las últimas décadas del siglo
XX. Antes de aparecer una reflexión en clave social sobre la ciencia y la
tecnología había ya un gran desarrollo tecnocientífico que apenas era
analizado desde el punto de vista de sus relaciones con la sociedad que lo
propicia y sobre la que tiene tan importantes efectos. Con anterioridad a los
estudios CTS ha habido muchos estudios dedicados a aclarar en qué
consiste la actividad científica, qué se entiende por método científico, en qué
se distingue una ciencia de algo que no lo es, cómo avanza el conocimiento
científico, etc. Seguramente las ideas más o menos intuitivas que
comúnmente se tienen sobre lo que es la ciencia, tienen mucho que ver con
lo que esos estudios han planteado, aunque generalmente no se sepa
concretamente quién lo dijo ni cuándo. En realidad esta visión de lo que es la
ciencia es la más extendida entre los medios de comunicación, es la que
inspira muchas de las noticias relacionadas con estos temas que aparecen
en la televisión y en los demás medios. Este conjunto de ideas suele ser
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conocido como visión tradicional de la ciencia, concepción heredada o
positivismo por quienes gustan de los nombres más técnicos.
La concepción heredada sobre la ciencia considera, en primer lugar, que la
actividad científica es de carácter cognoscitivo, es decir, que su único fin es
producir nuevos conocimientos para ampliar el campo estudiado por cada
ciencia. Al identificarse la ciencia con el desarrollo de conocimientos, la
actividad científica tendría dos elementos esenciales: el sujeto que conoce
(el científico) y el objeto de ese conocimiento (la realidad en cada campo de
conocimiento). Se entiende que la labor del científico consistiría en descubrir
o develar nuevas verdades en el campo de la realidad sobre el que trabaja
su ciencia. El científico es, por tanto, un descubridor, alguien que con sus
intuiciones, sus métodos y sus experimentos es capaz de develar y mostrar
aquello que hasta el momento ha permanecido ignorado: los elementos de la
naturaleza y las leyes que gobiernan su funcionamiento. En la medida en
que el científico descubre la realidad, su actividad será objetiva. Es decir, los
conocimientos aportados por los científicos no estarán influidos por su
subjetividad como individuos pertenecientes a una sociedad concreta (con
sus intereses, opiniones o ideologías) sino que serán objetivos, al proceder
del propio objeto de su trabajo: de la propia realidad.
Esta manera tradicional de entender la actividad científica supone que la
evolución o la historia de la ciencia no es más que la descripción de cómo se
han ido acumulando conocimientos objetivos. Por ello, los filósofos
tradicionales de la ciencia no han prestado demasiada atención a las
cuestiones históricas o a las relaciones entre la actividad científica y los
contextos sociales en los que se desarrolla, suponiendo que la ciencia es
neutra en relación con los factores ideológicos presentes en los contextos
históricos y sociales. La historia de la ciencia no depende, según estos
planteamientos, más que de ella misma, con lo que la sociedad no es motivo
de estudio en relación con la ciencia. De hecho, ni siquiera la tecnología
merecería una reflexión específica según esta perspectiva tradicional. A lo
largo del siglo XX ha habido muchas más ideas para entender cómo
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funciona la ciencia cuáles son las reflexiones para comprender la esencia de
la actividad tecnológica. La filosofía de la ciencia está incomparablemente
más desarrollada que la filosofía de la tecnología.
Y ello es así porque tradicionalmente se ha considerado que la tecnología es
simplemente la aplicación a la actividad productiva de los conocimientos
desarrollados en el ámbito científico. La tecnología no sería más que ciencia
aplicada y, por tanto, la reflexión teórica sobre la actividad científica serviría
también para entender la actividad tecnológica. Frente a este punto de vista
tradicional, lo que se conoce como perspectiva CTS supone una ruptura con
estas ideas habituales sobre la ciencia y la tecnología. J. A. López Cerezo
resume el carácter de los estudios CTS en un silogismo que se basa en tres
supuestos o premisas principales de las que se deriva una consecuencia
práctica:
En primer lugar, se considera que el desarrollo tecnocientífico depende no
sólo de la propia ciencia o tecnociencia sino que también hay que tener en
cuenta factores culturales, políticos, económicos, etc. En relación con esto
se afirma también que no hay dentro de las tecnociencias algo así como un
saber oculto o inaccesible al no experto.
En segundo lugar, se afirma que la política científico-tecnológica, es decir, el
conjunto de decisiones sobre cuestiones tecnocientíficas (por ejemplo, la
autorización para utilizar un nuevo medicamento, la construcción de un tipo
determinado de central energética en cierto lugar, la posibilidad de
establecer un mapa genético de una especie, etc.) es algo que contribuye
esencialmente a modelar las formas de vida y la organización institucional.
Todas estas cuestiones son un asunto público de primera magnitud.
En tercer lugar, se supone que se comparte un compromiso democrático
básico, en el sentido de admitir el juego de las mayorías y asumir el diálogo
como forma de relación social.
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La consecuencia que se sigue de estas afirmaciones es que se debería
procurar y favorecer la valoración y el control públicos por parte de los
ciudadanos sobre el desarrollo tecnocientífico. Esto significa proporcionar las
bases educativas para una participación social formada y también crear los
mecanismos institucionales que hagan posible tal participación. Éste es uno
de los objetivos básicos de los estudios CTS.
La primera premisa ha sido más intensamente desarrollada por los estudios
CTS que tienen un mayor componente teórico y que se han dedicado a
investigar los aspectos sociales implícitos en la actividad de la ciencia y la
tecnología. La segunda premisa se refiere a aspectos más prácticos, a los
temas derivados de los movimientos sociales que han reivindicado en los
últimos años una mayor participación pública y democratización de las
decisiones sobre los temas tecnocientíficos.
Concepción heredada
La ciencia es una forma de conocimiento que devela o descubre la
realidad
La ciencia es objetiva y neutral. No hay intereses o factores subjetivos
entre sus contenidos
La historia de la ciencia consiste en la acumulación de conocimientos
objetivos al margen de condicionantes externos
La tecnología es la aplicación práctica de los conocimientos científicos
Perspectiva CTS
Premisa 1: El desarrollo tecnocientífico es un proceso social como
otros.
Premisa 2: El cambio tecnocientífico tiene importantes efectos en la
vida social y en la naturaleza.
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Premisa 3: Compartimos un compromiso democrático básico
Conclusión: Se debe promover la evaluación y control social del
desarrollo tecnocientífico
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Lectura Complementaria
Vannevar Bush y Unabomber, dos norteamericanos con actitudes diferentes
hacia la ciencia y la tecnología
Por encargo del Presidente Roosevelt, Vannevar Bush, un científico
norteamericano que dirigió la Oficina de Investigación y Desarrollo, elaboró
en 1945 un informe titulado “Ciencia. La última frontera”. En él puso las
bases de lo que sería la política científica de su país durante la segunda
mitad del siglo XX. Con ingenuo optimismo Vannevar Bush defendía el
modelo lineal de las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad: más
ciencia implica más tecnología y más tecnología implica más progreso
nacional y bienestar social. Es la famosa política del cheque en blanco a la
ciencia por la que los políticos deben conceder autonomía completa a la
ciencia e invertir en ella para esperar que, como fruta madura, se desarrollen
los avances tecnológicos que siempre conducirán al progreso del país. Sin
duda, Vannevar Bush encarna los planteamientos ideológicos de muchas
personas que, dentro y fuera de ella, consideran que cualquier actividad
científica será siempre socialmente beneficiosa y por ello debe ser apoyada
sin pedir cuentas sobre sus resultados.
Pocos años antes de que Vannevar Bush elaborara su informe nacía
Theodore Kaczynski quien llegaría a ser profesor de matemáticas en la
Universidad de Berkeley y el modelo más emblemático del científico
renegado. A finales de los años setenta abandona su brillante carrera
científica y emprende otra carrera pública que le hace más famoso: la del
terrorista anticiencia conocido como Unabomber. Entre 1978 y 1996 envía
bombas a diferentes personalidades de la universidad con el resultado de 3
muertos y 23 heridos. Los motivos de su campaña terrorista los expone en
un manifiesto de 67 páginas titulado “La sociedad industrial y su futuro” que
consigue que sea publicado en 1995 por el New York Times y el Washington
Post. En dicho manifiesto Unabomber considera que la sociedad actual vive
en un estado de frustración, incertidumbre y pérdida de libertad provocada
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por la ciencia y la tecnología ya que las decisiones son tomadas por una élite
con poder tecnológico que está muy alejada de la mayoría social. Frente a
esta situación Unabomber propone como única solución una revolución que
acabe con esta sociedad tecnológica. Coherente con sus planteamientos
tecnófobos vivió durante casi veinte años, hasta su detención y condena a
cadena perpetua, como un ermitaño con una única relación con la actividad
técnica: la preparación de bombas caseras que enviaba a investigadores
universitarios y grandes empresas tecnológicas.
Vannevar Bush y Unabomber compartían una visión radicalizada acerca de
las implicaciones sociales de la ciencia y la tecnología. El primero
consideraba que se debía invertir en ciencia y tecnología con la seguridad de
que esa inversión produciría siempre el progreso nacional y social con sólo
dejar hacer a los científicos su propio trabajo. El segundo consideraba que la
ciencia y la tecnología eran el principal enemigo de la sociedad y por ello
emprendió una alocada carrera en la que intentó no dejar hacer a los
científicos su trabajo enviándoles bombas. Es evidente que la conducta de
Unabomber es completamente repudiable, de hecho cumple condena a
cadena perpetua por ella. Pero ¿lo es menos la de Vannevar Bush? La
tecnofobia de Unabomber le convirtió en un terrorista, pero la tecnofilia de
Vannevar Bush le llevó a participar activamente en el Proyecto Manhattan
con el que se preparó la bomba atómica.
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RESUMEN
Ciencia, Tecnología y Sociedad trata de una perspectiva o movimiento que
pone el acento en la existencia de importantes interacciones entre ellos. A lo
largo de la historia, la ciencia y la tecnología han tenido gran importancia en
las formas de vida social (del mismo modo que, históricamente, las formas
de vida social han sido también determinantes del desarrollo tecnocientífico),
sin embargo ha sido en las últimas décadas cuando la interacción entre
ciencia, tecnología y sociedad ha sido más intensa y ha comenzado a
constituir un tema de reflexión sustantivo. La ciencia y la tecnología
condicionan a comienzos del siglo XXI las formas de vida humana en el
planeta, incluso las otras formas de vida natural. Ante esta situación hay
quienes consideran a la ciencia y la tecnología como los verdaderos
demonios de la modernidad. Frente a estos tecnófobos también hay quienes
sostienen que todo mal en el mundo tendrá su solución tecnocientífica, por lo
que lejos de ser algo diabólico, la ciencia y la tecnología tienen las virtudes
salvíficas que antiguamente se asignaban a los dioses. Tecnofilia y
tecnofobia son, por tanto, las dos actitudes sociales acríticas que se suscitan
ante la ciencia y la tecnología.
En cualquiera de los casos es de significativa importancia el estudio de la
ciencia, la tecnología y la sociedad, reconocer sus alcances a lo largo de las
historia, sus impactos sociales y sus proyecciones en búsqueda de una
cultura científica de las acciones humanas que propendan por la calidad y
preservación de la vida en el planeta.
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EVALUACIÓN DE LA UNIDAD
Atendiendo a los temas desarrollados en esta unidad.
1. Realiza un diagrama donde se muestre cronológicamente el
desarrollo histórico y evolución de la ciencia y la tecnología en el
mundo.
2. Describe cinco aspectos que han sido benéficos para la humanidad
respecto de los desarrollos científicos y tecnológicos hasta la época
actual.
3. Describe cinco aspectos que han sido dañinos para la humanidad
respecto de los desarrollos científicos y tecnológicos hasta la época
actual.
4. ¿Qué acciones según su criterio se deben ejecutar para mitigar el
impacto negativo de la explotación y uso de las tecnologías en el
mundo?
5. Explica las relaciones entre la economía de un país y sus avances en
materia científica y tecnológica.
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BIOGRAFÍA DE AUTOR
DISEÑO Y COMPILACIÓN: JUAN CARLOS GÓMEZ GÓMEZ
ESTUDIOS RERALIZADOS
Cursa Segundo semestre de Maestría en Tecnología Educativa. Unab –
Tecnológico Monterrey. Bogotá-México. 2011.
Especialista en Docencia. Corporación Universitaria del Caribe CECAR –
Sincelejo. 2009.
Especialista en Informática y Telemática. Fundación Universitaria del
Área Andina. 2008
Especialista en la Enseñanza de las Ciencias Naturales. Uniatlántico –
CECAR. 2005.
Experiencia Laboral:
Docente de tiempo completo de la Institución Educativa Los Palmitos.
1991 – 2011.
Catedrático y Tutor de CECAR. 2006 – 2011.
Director de Diplomados de Grado en CECAR. 2009
Rector Gimnasio Altair de La Sabana. Sincelejo 2010-2011
DIRECCIÓN DE EDUCACIÓN ABIERTA Y A DISTANCIA Y VIRTUALIDAD
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA
CIENCIA,TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD
Carretera Troncal de Occidente - Vía Corozal - Sincelejo (Sucre)Teléfonos: 2804017 - 2804018 - 2804032, Ext. 126, 122 y 123Mercadeo: 2806665 Celular: (314) 524 88 16E- Mail: [email protected]