miliband - marx y el estado

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,. \ MARX, El DERECHO Y EL ESTADO ncs sociales, pero, al querer transformar la antítesis en unidad, se basó en la idea del Estado, descuidando a la sociedad y relegándola a la esfera de lo particular y de lo real. Y, de este modo, ilega, inopinadamente, a una unidad ficticia -resuelta en la idea-, en la cual reaparecen acríticamente, no mediadas, las determinaciones sociales 70 . La hipótesis de Marx, a partir de ahí, consiste en que, por una parte, la separación de Estado y sociedad civil está arraigada en el interior de esta última (de modo que el Estado político es visto por él como función de una antítesis real que no puede ser unificada idealmente) y, por otra, en que sólo es posible: la construcción de una ·auténtica unidad en el sentido de resolución de antítesis reales y, a partir de aquí, que solamente es posible en el sentido de construir, no un Estado orgánico, sino una sociedad orgánica. Esta hipótesis caracterizará la investigación posterior de Marx. 70 Hegel -escribe Marx- «ha interpretado una concepción vieja [la del Estado no-político medieval] en el sentido de una concepción moderna» [en la que, en cambio, Estado y sociedad civil se hallan separados]. Y, nuevamente: «Hegel quiere el sistema medieval de los estamentos, pero en el sentido moderno del poder legislativo, y quiere el poder legislativo moderno, pero en el cuerpo del siste.la medieval de estamentos: es éste un sincretismo bastante malo», Marx, CFEH, pág. 149. Corno señala Delia Volpe, «se trata de una contaminación del "legitimismo" de un Haller con el "cons- tituciomlismo" de Montesquieu y con la "democracia" de Rousseau>> (nota 2 a la pági- na r 30 del volumen Opere filoso fiche giovanili, traducción italiana por G. Della Volpe de obras de Marx, en el que se halla contenida Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, Roma, 1950). En resumen, Hegel sólo da una razón de la separación moderna entre Estado y sociedad, introduciéndola en un Estado no-moderno, minado, sin embargo, por el «retorno, de los datos sociales modernos que trataba de excluir de la construc- ción, para subordinarlos a la idea del Estado orgánico. Considérese, por último, esta otra consideración crítica, cargada ya de indicaciones" positivas «[Hegel J no hace de la sociedad lo realmente determinante, puesto que, para ello, necesita un sujeto real. Y él no tiene más que un sujeto abstracto, imaginado•, CFEH, pág. 187. H. RALPH MILIBAND MARX Y EL ESTAD0 1 I Al igual que muchos otros aspectos de la obra de Marx, su pensamiento sobre el Estado ha sido visto frecuentemente a través del prisma de las interpretaciones y adaptaciones pos- teriores. Estas últimas han cristalizado desde hace mucho en lo que se denomina la teoría marxista o la teoría marxista-leninista del Estado, pero no puede considerarse que, de este modo, se expresen adecuadamente las concepciones del propio Marx. Ello no se debe a que estas teorías no guarden relación alguna con las concepciones de Marx, sino más bien a que destacan determinados aspectos de su pensamiento en detrimento de otros, y de esta manera se deforma, al simplificarlo excesiva- mente, un cuerpo de ideas extremadamente complejo y en absoluto ambiguo, ignorando, además, líneas de este mismo pensamiento de interés e importancia considerables. _En mismo, ello no significa que las concepciones posteriores sean mejores o peores que las de Marx; para decidir esta cuestión sería necesario no ya confrontar un texto con otro, sino con- frontar el texto con la realidad histórica o contemporánea misma. Tal cosa difícilmente puede hacerse dentro de los límites de un ensayo. Pero Marx se halla tan estrechamente ligado a la política contemporánea, su pensamiento está tan profundamente enterrado bajo la corteza del marxismo ofi- 1 Publicado en The Sociaiist Revister, 1965, págs. 278-96. 4

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Page 1: Miliband - Marx y El Estado

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MARX, El DERECHO Y EL ESTADO

ncs sociales, pero, al querer transformar la antítesis en unidad, se basó en la idea del Estado, descuidando a la sociedad y relegándola a la esfera de lo particular y de lo real. Y, de este modo, ilega, inopinadamente, a una unidad ficticia -resuelta en la idea-, en la cual reaparecen acríticamente, no mediadas, las determinaciones sociales70. La hipótesis de Marx, a partir de ahí, consiste en que, por una parte, la separación de Estado y sociedad civil está arraigada en el interior de esta última (de modo que el Estado político es visto por él como función de una antítesis real que no puede ser unificada idealmente) y, por otra, en que sólo es posible: la construcción de una ·auténtica unidad en el sentido de resolución de antítesis reales y, a partir de aquí, que solamente es posible en el sentido de construir, no un Estado orgánico, sino una sociedad orgánica. Esta hipótesis caracterizará la investigación posterior de Marx.

70 Hegel -escribe Marx- «ha interpretado una concepción vieja [la del Estado no-político medieval] en el sentido de una concepción moderna» [en la que, en cambio, Estado y sociedad civil se hallan separados]. Y, nuevamente: «Hegel quiere el sistema medieval de los estamentos, pero en el sentido moderno del poder legislativo, y quiere el poder legislativo moderno, pero en el cuerpo del siste.la medieval de estamentos: es éste un sincretismo bastante malo», Marx, CFEH, pág. 149. Corno señala Delia Volpe, «se trata de una contaminación del "legitimismo" de un Haller con el "cons­tituciomlismo" de Montesquieu y con la "democracia" de Rousseau>> (nota 2 a la pági­na r 30 del volumen Opere filoso fiche giovanili, traducción italiana por G. Della Vol pe de obras de Marx, en el que se halla contenida Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, Roma, 1950). En resumen, Hegel sólo da una razón de la separación moderna entre Estado y sociedad, introduciéndola en un Estado no-moderno, minado, sin embargo, por el «retorno, de los datos sociales modernos que trataba de excluir de la construc­ción, para subordinarlos a la idea del Estado orgánico. Considérese, por último, esta otra consideración crítica, cargada ya de indicaciones" positivas «[Hegel J no hace de la sociedad lo realmente determinante, puesto que, para ello, necesita un sujeto real. Y él no tiene más que un sujeto abstracto, imaginado•, CFEH, pág. 187.

H. RALPH MILIBAND

MARX Y EL ESTAD0 1

I

Al igual que muchos otros aspectos de la obra de Marx, su pensamiento sobre el Estado ha sido visto frecuentemente a través del prisma de las interpretaciones y adaptaciones pos­teriores. Estas últimas han cristalizado desde hace mucho en lo que se denomina la teoría marxista o la teoría marxista-leninista del Estado, pero no puede considerarse que, de este modo, se expresen adecuadamente las concepciones del propio Marx. Ello no se debe a que estas teorías no guarden relación alguna con las concepciones de Marx, sino más bien a que destacan determinados aspectos de su pensamiento en detrimento de otros, y de esta manera se deforma, al simplificarlo excesiva­mente, un cuerpo de ideas extremadamente complejo y en absoluto ambiguo, ignorando, además, líneas de este mismo pensamiento de interés e importancia considerables. _En sí mismo, ello no significa que las concepciones posteriores sean mejores o peores que las de Marx; para decidir esta cuestión sería necesario no ya confrontar un texto con otro, sino con­frontar el texto con la realidad histórica o contemporánea misma. Tal cosa difícilmente puede hacerse dentro de los límites de un ensayo. Pero Marx se halla tan estrechamente ligado a la política contemporánea, su pensamiento está tan profundamente enterrado bajo la corteza del marxismo ofi-

1 Publicado en The Sociaiist Revister, 1965, págs. 278-96.

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Page 2: Miliband - Marx y El Estado

)O l'vtARX.~ EL D.EIUjCHO Y 'EL ESTADO

cial v se invoca su nombre tan a Inenudo, ignorándolo, tanto ' ' ~ por sus partidarios como por sus adversanos, que vale ia pena preguntarse lo que él -y no Engels, Lenin o cmlquicr otro de sus seguidores, discípulos o críticos- dijo o pensó real-

, ' J ' · l 1 . . 1 l mente acerca del Estauo. Este es e. O ~l..J Cnvo ac, presente ensayo.

El propio Marx nunca intentó formular una teoría amplia v sistemática sobre el Estado. A finales de los años cincuenta ~scribió que pensaba realizar un _ estudio sistemático acerca del Estado como parte de un amplio esquema de trab~o proyec­tado, del cual El Capital era únicamente una parte2• Pero, de este csguema, sólo realizó de hecho ·la parte correspondiente a El Capital. Consiguientemente, hay que tomar sus ideas sobre el Estado de pihcs de circonstance históricas como La lucha de clases en Francia, E'l dieciocho brumario de Luis Bonaparte y La Guerra Cit,.il en Francia, y de observaciones ocasionaics sobre el tema en sus demás obras. Por otra parte, la capital importancia del Estado en su modelo de análisis queda clara­mente demostrada por las alusiones constantes al tema en casi todos sns escritos. El Estado era, igualmente, lt< preocupación central del <~joven M arx,,; su obra juvenil, desde finales de los años treinta a 1~44, se ocupó principalmente de la naturaleza 1 ] ~ l d 1 . , 1 . ':1" l ' . a.: l:.stac 0 v e su re. ae10n con n soocciac . .)U o 1ra mas sena,

aparte de ; u tesis doctoral, hasta los 1\1anusaítos econámiC(l­filosóficos de 1844, fue su O·ítica de la Filosofía del Estado de

.Hc,g;P. De hecho, Marx completó su emancipación del sistema hegeliano en gran parte a través de su crítica a la concepción del Estado de Hegel. La obra inicial de Marx sobre el Estado tiene gran interés porgue, aunque superó muy pronto las con­cepciones y las posiciones adoptadas entonces, algunas de las cuestiones con que se enfrentó en su examen de la filosofia de Hegel aparecen repetidamente en sus escritos posteriores.

2 Marx, K. a Lassalle, F., n de febrero de 1858, y Marx a Engds, 2 de abril de 1858 (la. segunda se hall¡¡ incluida en el apéndice al Libro I de la traducción castellana de El Cnpital, FCE, México, JS'66, págs. 661-65).

3 Para b C:rítica, ;Jid. d\1arx-Engels Gcsan:tiusg:1bc>), l~EGA., 1\'!oscú, 1927, 1, I ,IJ, págs. 403~ 553 ; para la lu:roduccián, pab!icada por vez prünera en los Atu:le5 Frat·;ro­A lemanfs de ~ 844, ihid., i~ I / I, págs. 607-21 [vid. en la Nota Bib!iográfica que figura al fina l de este volu!ncn, indicaciones acerca de las traducciones cas¡ellanas de estas obras. (N. del T.)].

MARX Y EL ESTADO

II

Las primeras ideas de Marx sobre el Estado llevan una clara impronta hegeliana. En los artículos escritos para la Gaceta Renana, de mayo de 1842 a marzo de 1843, habla repetida­mente del Estado como guardián del interés general de la

. i ' J • d , . ' ¡ 1 ¡·· d sonec.ad y uel crec11o como cncarnaoon ce a .J berta . La :filosofía moderna, escribe en julio de 1842, <(considera al Estado como un gran organismo en el cual ha de realizarse la libertad moral, jurídica y política, y en el c¡ue el ciudadano individual, al obedecer las leyes del Estado, obedece soiamente a las leyes naturales de su propia razón, de la rnón humana»4• ,

Por otra parte, Marx muestra ser m uy consciente de que esta elevada concepción del Estado se halla en contradicción con el comportamiento real del mismo ; «un Estado guc no sea la realización de la libertad racional es un mal Estado)>, escribe5,

y en su artículo sobre la legislación represiva del robo de leña de la Dieta Renana, denuncia elocu~~ntemente la violación por la Dieta de los derechos consuetudinarios de Jos pobres, y condena la atribución al Estado del papel de servidor del rico contra el pobre. Ello, afirma, es una perversión de la ver­dadera misión y de los verdaderos tlncs del Estado; la propie­dad privada puede desear que el Estado se degrade a su propio nivel de intereses, pero todo Estado moderno, en la medida en que permanece fiel a su propio significado, debe gritar ante tales pretensiones: «¡Vuestros caminos no son los míos; vuestras ideas no son mis ideas h>6•

Sin embargo, Marx se ve cada vez más empujado a des­tacar las presiones exteriores sobre las acciones estatales. En enero de 1843, al escribir sobre la condición de los productores de vino del Mosela, observa que, «en el examen de las institu­ciones del Estado, uno se siente tentado muy fácilmente de

4 MEGA, ibid., pág. 249. 5 l b id.' pág. 248. 6 !bid., pág. 2 8].

------- --~~

Page 3: Miliband - Marx y El Estado

52 MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

· descuidar b naturaleza concreta de las circunstancias {die

sachliche Natur dcr Verhaltnisse )J y de explicarlo todo por la

voluntad de quienes tienen poder para actuar»7.

Esta misma insistencia en la necesidad de considerar <<la

naturaleza concreta de las circunstancias>> constituye el centro

de la Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel, escrita por Marx

durante la primavera y el verano de 1843, después de que

la Gaceta Rc11a11a hubiera sido clausurada. Por aquel entonces,

sus horizontes se habían ampliado hasta tal punto, que hablaba

confiadamente de una <<ruptura» de la sociedad existente, a la

que «el sistema de apropiación y de comercio, de propiedad

y de explotación del hombre, conduce todavía más rápida­

mente que el incremento de la población8. El «absurdo» de

Hegel -escribe igualmente en la Crítica-, es que considera

los asuntos y las actividades del Estado de manera abstracta;

olvida que las actividades del Estado son funciones humanas:

«los asuntos estatales, etc., no son más que los modos de exis­

tencia y de actividad de las cualid~des sociales de los hombres>>9 •

El centro de la crítica de Marx a la concepción del Estado

de Hegel es que éste, mientras que advierte acertadamente la

separación de Estado y sociedad civil, afirma su reconciliación

en el Estado mismo. En su sistema hegeliano, la «contradicción»

se resuelve suponiendo que, en el Estado, se hallan representa­

dos la realidad y el significado auténtico de la sociedad civil;

la alienación del individuo respecto del Estado, y la contra­

dicción entre el hombre como miembro privado de la sociedad,

preocupado únicamente por sus propios intereses privados, y el

hombre como ciudadano del Estado, halla su solución en el

Estado, considerado como expresión de la realidad última de

la sociedad.

7 MBGA, ibid., pág. 360. Nótese también, en un artículo de mayo de 1842 sobre

la libertad de prensa, su despreciativa referencia a «el inconsistente, nebuloso y timo­

rato razonamiento de los liberales alemanes, que pretenden honrar a la libertad colo­

cándola en un ciclo imaginario y no en la sólida base de la realidad>> ibid., pág. 220;

Cornu, A., Karl Marx et Friedrich Engels, Leur Pie et ler1r oeuvre, PUF, París, 1958, Il,

pág. 17; traducción castellana de P. Canto y M . Alemán, Platina, Buenos Aires, 1965.

8 <<Marx a Ruge», mayo de 1843, MEGA, pág. 565 ; vid., también, «Marx a Ruge>>,

de marzo del mismo año. 9 MECA, ivid., pág. 424.

MARX Y EL ESTADO 53

Sin. ~mbargo, señala Marx, esto no es una solución, sino

una mistificación. La contradicción entre el Estado y la socie­

dad es una realidad. De hecho, la alienación política gue im­

plica es el elemento fundamental de la sociedad burguesa mo­

derna, puesto que el significado político del hombre se separa

de su condición real como individuo privado, mientras que,

en realidad, es esta condición la que le determina como ser

social, pues las restantes determinaciones se le aparecen como

exteriores e in esenciales: <<el hombre real es el hombre privado

de la actual constitución del Estado»1°.

Pero los elementos de mediación que en el sistema hege­

liano se supone que garantizan la solución de esta contradic­

ción -el soberano, la burocracia, las clases medias, el poder

legislativo-, según Marx no se hallan en absoluto en situación

de hacerlo. En último término, el Estado de Hegel, lejos de

estar por encima de los intereses privados y de representar el

interés general, se halla subordinado, de hecho, a la propiedad

privada. ¿ Cuál es -pregunta Marx- · el poder del Estado

sobre la propiedad privada? El Estado solamente se hace la

ilusión de ser determinante, mientras que, en realidad, es

determinado ; a veces puede someter las voluntades privada

y social, pero ello solamente para dar substancia a la voluntad

de la propiedad privada y para reconocer su realidad como

la realidad superior del Estado político, como la más elevada

realidad moral11.

En la Crítica, la solución de Marx a la alienación política

y a la contr-adicción entre el Estado y la sociedad, se considera

todavía principalmente en términos políticos, esto es, dentro

del marco de la «verdadera democracia». «La democracia es el

enigma descifrado de todas las constituciones»; en ella, «la cons­

titución aparece como lo que es: un producto libre del hombre».

«Todas las otras formaciones políticas son ciertas formas polí­

ticas particulares, determinadas. En la democracia, el principio

10 MEGA, ibid., págs. 498-99 ; vid. también Hippolite, J., Études sur Marx et

' Hegel, París, 1955, págs. 123 y sig. y Rubel, M., K Marx, Essai de Biographie Inte/­

lectuelle, Paris, 1957, págs. 58 y sig.

11 Ibid., pág. 519.

Page 4: Miliband - Marx y El Estado

54 MARX, EL DERECHO Y EL EST.'\ DO

formal es, a la vez el prinCipiO material.» Constituye, consi­guientemente, la verdadera unidad de lo universal y lo par-. ' 19 M .b b.' 1 1 1 t1cmar ~. 1 arx escn e t:1m 1en: <<En toe os os Estaoos que

difieran de la democracia, el Estado, la ley y la COilstítucián., dominan sin dominar realmente, esto es, sin ímpregr.ar m ate­rialmente el contenido de las otras esferas no políticas. En la democracia, la constitución, la ley, el mismo Estado, sólo son una autodeterminación del pueblo, un contenido determinado del pueblo, en cuanto este contenido es constitución política»13.

Democracia se entiende aquí como significativa de algo más que una forma política específica, pero Marx no define todavía qué otra cosa implica. La lucha entre monarquía y república, advierte, sigue siendo una lucha dentro de lo que llama «el Estado abstracto>>, es decir, el Estado alienado de la sociedad; la forma política abstracta de la democracia es la república. «La propiedad, etc. , en pocas palabras, todo el contenido del derecho y del Estado, con pequeñas diferencias, es casi el m ismo en América del Norte que en Prusia. Allá, la república es una simple forma del Estado, como entre nosotros lo es la monarquía>>14. En una democracia auténtica, sin em­bargo, la constitución deja de ser puramente política; de hecho, Marx alude a la opinión de algunos <<franceses modcrnosY·, según la cual «en la verdadera democracia desaparece el Estado polítíco»15. Con todo, el contenido concreto de Ia «verdadera

1 · · 1 r ·d acmocraCla» permanece maenm o .

La Crítica esboza ya ia convicción de que emancipación política y emancipación humana no son sinónimos. La cues­tión, que naturalmente es fundamental para todo el sistema de Marx, se explicita en los dos artículos que escribió para los Anales franco-alemanes, esto es, en La cuestión judía y en la Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel*.

12 MEGA., págs. 434-35 ; hay traducción castcJlana, CFEH, mencionada ante-riormente, pág. 56. 13 MECA, pág. 435; CFEH, pág. 57· 14 MEG.-1 , pág. 436; CFEH, pág. 58. "' MEGA, pág. 43 5; CFEH, pág. 57· * Vid. en la Nota Bibliográfica que figura al final de este volumen, indicaciones acerca de las traducciones castellanas de estas obras de Marx. Se utiliza aquí, cspecí-

MAHX Y EL ESTADO 55

En el primero de estos ensayos, M arx cntJCa a B runo Bauer haber confundido emancipación política y emancipa­ción humana, y <:cfíala q ue '-<El lím.i te de la cmancipad ón polí..:.. tica se manifiesta inmediatamente en el hecho de que d Estado puede liberarse de un limite sin que el hombre se libere real­mente de él, y que el Estado puede ser un Estado libre sin que e1 hombre sea un hombre lihw>16• Pero, incluso así, la emanci­pación política es un gran adelanto; no es la última forma de la emancipación humana, pero es, al m enos, la última forma de emancipación humana dentro del marco del orden social existcnte17. La emancipación humana, por otra parte, sólo puede ser realizada trascendiendo la sociedad burguesa «que ha disuel to todos los vínculos genéricos entre los hombres y los ha sustituido por el egoísmo y la necesidad individual, que ha disuelto el mundo de los hombres en un mundo de individuos atomizados, hostiles entre sP8. El significado más específico de esta emancipación se define en La cuestión judía en la critica de Marx contra el «hebraísmo)>, considerado aauí ' 1 si~ónimo del cm-::1ercio, del dinero, y del espíritu comercial que ha llegado a afecta r a todas las relaciones humanas. Desde este punto de v ista, la emancipación política de los hebreos, que M arx dcfiendc1g, no produce su emancipación social ; ésta solamente es posible en una sociedad nueva, en la que se haya humanizado la necesidad práctica y abolido el espíritu mer­cantil20.

En la Introducción a la crítica de la Filos~fia del Derecho de Hegel, que escribió en París a fmales de 1843 y principios de 1844, M arx habla de «la doctrina según la cual para el hom­bre el ser supremo es el hombre mismo, y del «imperativo categórico>¡ de echar por tierra todas las relaciones en que «el

ficamente, la de 'iVenceslao Roces, contenida en el volumen La Sajirada Familia y otros escritos .~los6ficos de la primera época, Grijalbo, México, 1962, citada SFEP en lo suce­sivo. (N. del T .) 16 MEGA, pág. 582; SFEF, p~g. 22. 17 MEG"1, pág. 585; SFEF, págs. 24-25. B MEGA. pág. 605 ; if. SPEP, rág. 43. 13 Vid. Avineri, S . . «Marx and the J(.'wish Enwncipation>', en j o!lmal of the History of Ideas, vol. XXV, j ulio-septiembre 1964, págs. 445-50. 20 MECA, op. rit. , pág. 6o6 ; SFEJ~ pág. 44·

1 ,

Page 5: Miliband - Marx y El Estado

.,

MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

hombre ~ca un ser humillado, sojuzgado, abandonado, y dcs­preciablc»21. Pero aquí añade un elemento nuevo al sistema

en construcción: el del proletariado como agente de la diso­

lución del orden social existcnte22 ; como veremos, esta concep­ción del proletariado ·es esencial, no solamente para el concepto

de revolución de Marx, sino también para su concepción del Estado.

En aquella época, Marx había calibrado ya la importancia

relativa de la política; de esa valoración no habría de apar­

tarse nunca, y ello tendría alguna consecuencia fundamental en

su pensamiento posterior. Por una parte, no quiere infravalorar

la importancia de la <<emancipación política», es decir, de las

reformas políticas que tienden a liberalizar y democratizar el Estado. Así, en La Sagrada Familia) escrita en r844 en colabo­

ración con Engels, Marx describe el «Estado democrático repre­

sentativo» como «el Estado moderno acabado»23 ; se refiere así

al Estado moderno burgués, y su perfección se deriva del hecho

de que <<el estado de cosas público no se enfrenta con 11Í11JfUna

exclusividad privilcgiada))2'1, es decir, que la vida económica

y política se ve libre de los vínculos y constricciones feudales.

Pero hay también aquí, por otra parte, una visión clara de

que la emancipación política no es suficiente, y de que la socie­dad sólo puede ser verdaderamente humana mediante la abo­

lición de la propiedad privada. «Lo que mantiene unidos a los

miembros de la sociedad civil es la necesidad natural, las pro­piedades humanas esenciales, por alienadas que parezcan estar; su

vínculo real es la vida civil, no la vida política. No es, pues, el Estado el que mantiene en cohesión los átomos de la sociedad

civil... Solamente la superstici6n política puede imaginarse toda­

vía en nuestros días que la vida social debe ser mantenida en

cohesión por el Estado, cuando, en realidad... es el Estado

el mantenido en cohesión por la vida dvil25.» El Estado demo-

21 MEGA, pág. 6rs ; SFEF, pág. 10. 22 MEGA, págs. 6r9 y sig. ; SFEF, págs. 14 y 15. 23 Marx, K. y Engcls, F., La Sagrada Familia en SFEF, pág. r8o, en el texto

inglés, de Miliband, se habla de «the perfect modem state>>. (N. del T.) 24 Jb id., pág. 183. 26 !bid., pág. 187.

MARX Y EL ESTADO 57

crá tico moderno «se . basa en la esclavitud emancipada, en la

sociedad burguesa ... la sociedad de la industria, de la compe­

tencia general, de los intereses privados que persiguen libre­mente sus fines, de la anarquía, de la individualidad natural

y espiritual enajenada de sí misma .. . >126• La <<esencia)) del Estado

moderno es que «se basa en el des::trrollo sin trabas de la sociedad

burguesa, en el libre movimiento de los intereses privados>>27.

Un afio más tarde, en La ideología alemana, Marx y Engels

definieron ulteriormente la relación entre el Estado y la socie­

dad burguesa: <<Por el mero hecho de que una clase no es un

estamento -escribían-, la burguesía se ve obligada a organi­

zarse a nivel nacional, y no ya local, a dar una forma general

a su promedio de interés»28• La misma concepción aparece en

La miseria de la filosofía de r847, en la que Marx señala de

nuevo que «las condiciones políticas son únicamente la expre­

sión oficial de la sociedad civih>. Y prosigue: «Los soberanos de todos los tiempos han estado sometidos a las condiciones

económicas, y nunca han podido legislar sobre ellas. La legis­

lación, ya sea política o civil, no hace más que proclamar,

y expresar en palabras, la voluntad de las relaciones eco­nómicas»29.

Esta línea de ideas sobre el tema del Estado halla su expre­sión más explícita en la conocida formulación del lv1anífiesto comunista*, según la cual «El poder político del Estado moderno

no es más que un comité de administración de los asuntos

comunes de toda la burguesía»30 ; el poder político «es, simple­

mente, el poder organizado de una clase para oprimir a otra»31.

Ésta es la posición marxista clásica sobre la cuestión del Estado,

y la única que puede hallarse en el marxismo-leninismo. Sin

26 La Sagrada Familia, cit., págs. 188-89. 27 Ibid., pág. 190. 2B Marx, K. y Engels, F., La ideología alemana, en E], citado, pág. 306. 29 Marx, K., La miseria de la filosojfa, en EJ. * Vid. la Nota Bibliográfica que figura al final de este libro, para indicaciones sobre

las traducciones castellanas de! A1anifiesto, El dieciocho brumarío de Luis Bonaparte y La guerra ci11il en Francia; las citas se refieren aquí a las que figuran en el volumen Marx­Engels, Obras escogidas, Cartago, Buenos Aires, 1957 (OE en lo sucesivo) . (N. del T.)

30 Marx-Engels, Manifiesto comunista, OE, pág. 16. 31 Ibid., pág. 27.

Page 6: Miliband - Marx y El Estado

<8 _, MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

embargo con respecto a Marx, y en cierta medida también res~ecto a Engcls, esta posición constituye únicamente lo que podría denominarse m1a concepción primaria del Estado32, pues, como se ha señalado en al¡::una ocasión en las discusiones sobre Marx y el Esta~:loa2, puecl~ hallarse en su obra también otra, a la que sería inexacto atribuir la importancia de la pri­mera3;\ pero que no deja de tener gran interés, pues sirve para esclarecer aquélia y proporciona un contexto esencial para algunos elementos importantes del sistema de Marx, en par­ticular, el concepto de dictadura del proletariado. Esta con­cepción secundaria es la de que el Estado es independiente de todas las clases sociales y superior a ellas, que es la fuerza domi­nante de la sociedad y no ya el instrumento de una clase do­mmante.

lii

Para empezar, puede ser útil señalar algunas puntualizacio­nes de I\1arx a su concept;ión principal d;l Estado. Hablando de los países capitalistas m ás avanzados de su época, Inglaterra y Francia, señala a m.cnudo gue, en un momento u otro, no es la clase dominante en su conjunto, sino sólo una fracción de ella, la que controla el Estado34, y que quienes realmente gobiernan el Estado pueden pertenecer a una clase distinta de la económi~amente dominante35. Marx no quiere decir que esto afcct~ _fundamentalmente al carácter de clase del Estado y a su papel de guardián y defensor de los intereses de la propiedad,

32 Vid. por ejemplo Plarnenatz, 1;, German l'vfarxism and R.ussían Emat¡cipation, Londres, 1954, pags. II4 y s1g.; Sanaerson, J., «Marx and Engds on the Statc», en Westem Política/ Quarteriy, vol. XVI, n.• 4, diciembre de I96J, págs. 946-55.

33 Como superen los dos autores citados en la nota anterior. .34 Vid. por t>jemplo, La lucha de clases en Francia, passim y El dieciocho brumario de

Lu1s Bonaparle, passim. 35 Cj M arx, K. y Engels, F. , «The Elections in Britain» en On Brítain, Moscú,

1953, págs. 353 Y sig.: «Los 'W'higs son los representantes aristocráticos de la bur&ue>Ía d 1 • . .. d . ¡ " ' e - ~ c:asc mecHa m ·ustn a y comercial. A condición de que la burguesía abandone a ello~, a esta olígarquí:t . de Ümilias 3ristocráticas, el monopolio del gobierno y la pcs::smn exdm~va de! polic:r, hacen a la clase m edia, ayudándola a conquistarlas, todas aquellas conceswnes que, en el curso del desarrolio social v político, han mostrado ser inevitables e i11apiazables (ibid., p5g. 353). ·

""""----'"'----------'----------------- --- - -· ---- -

M.~R:X Y EL J:Sf A.DO 59

perc está claro que introduce un demento de flexibilidad en su concepción dd funcionamiento partisano del Estado, y ello incluso porque la cornpcrcncia entre las diferentes facciones de la clase dominante puede facilitar la adopción de medidas (,_ vorablcs a los trabajadores, como la Ley de las Diez Horas36.

La manifestación extrema del p3pd independiente del Es­tado, sin embargo, ha de buscarse en el gobierno personal autoritario; en el bonapartismo. La más amplia discusión de .!. .1

este fenómeno por Marx, se halla en El dieciocho brwnario de Luis Bonaparte> escrito entre diciembre de 1851 y marzo de 1852. En este estudio histórico, Marx dedicó todos sus esfuerzos a determinar la naturaleza exacta del poder gue había establecido el golpe de Estado de Luis Bonapartc.

El go1pc de Estado --escribía- fue <<la victoria de Bona­parte sobre el Parlamento, del poder ejecutivo sobre el poder legislativo>>; en el parlamento <<la nación elevaba su voluntad general al rango de ley, es decir, elevaba la ley de la ciase dominante a su voluntad gcncrah1 ; por el contrario, «ante el poder ejecutivo, abdica de toda voluntad propia y se somete a los dictados de un poder extraño, de la autoridad,>; <(parece gue Francia solamente ha escapado al despotismo de una clase para caer bajo el despotismo de un individuo, y cnncrct .'-

1 • 1 • 1 ! d . ..J • ·¿ . . ' ! y l J:nentc O::IJO .a autorwad e un JnulVJ uo sm autondac.. .a lucha parece haber tennin<1do porque todas las clases, igual­mente impotentes e igualmente . mudas, se postraron de h:nojos ante la culata del fusih)37.

M.arx habla entonces de «este poder ejecutivo, con su in­mensa organización burocrática y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de Estado, un ~jército de funcionarios de medio millón de hombres, junto a un ejército de militares de otro m edio m illón de hombres, este espantoso organismo parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la sociedad francesa y le tapona todos los poros>188. Este poder burocrático,

36 On Brit,1in, rit. 1 píg. 368. 37 !vhrx, K. , E! diaiochc· lmmwío de L11is Bot;.aparte, en OE, pág. 215. 38 Ibid., pág. 21~ .

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6o MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

constituido durante la época de la monarquía absoluta, había sido primero «un medio para preparar el dominio de clase de la burguesÍa», mientras que, «bajo la Restauración, bajo Luis Felipe, y b2Jo la república parlamentaria era el instrumento de la clase dominante, por mucho guc ella aspirase también a su propio poder absoluto>>39• Pero el golpe de Estado ha modificado aparentemente este papel: «solamente bajo el se­gundo Bonaparte parece que el Estado ha adquirido una com­pleta autonomÍa»; «la máquina del Estado se ha consolidado ya de tal modo frente a la sociedad civil, que le basta tener a su cabeza al jefe de la Sociedad del ro de Diciembre [Luis Bonaparte] ... »40. '

Marx parece unirse así a la opinión de que el Estado bo­napartista es independiente de toda clase específica y superior a la sociedad. Sin embargo, prosigue describiéndolo con una frase que se cita a menudo: <(Pero el poder estatal no se halla suspendido en el vacío. Bonaparte representa a una clase, a la clase más numerosa de la sociedad francesa: la de los pcqueFíos propil!tarios campesinos»41• Sin embargo, la falta de cohesión de éstos les impide «hacer valer sus intereses de clase en su propio nombre a través del Parlamento, o a través de una convención»42;

consiguientemente, necesitan un representante que «pueda apa­recer al mismo tiempo como su señor, como una autoridad sobre ellos, y como un poder gubernativo ilimitado que les proteja contra las otras clases y distribuya desde las alturas el sol y la lluvia. La influencia política del pequeño propietario campesino, por consiguiente, halla su expresión última en el poder ejecutivo que subordina la sociedad a sí mismo»43.

«Representar» es aquí una expresión equívoca. En el con­texto, el único significado que puede tener es que los pequeños

39 El dieciocho de brumario de Luis Bonnparte, cit., pág. 2 16. 40 Jbid., pág. 2 I 6. 41 Ibid., pág. 2I6.

42 Marx señala, también, que la identidad de intereses de los pequeños propieta­rios campesinos, «no crea entre ellos una comunidad, un vínculo nacional, una orga­nización política», de modo que «no forman una clase», Ibid., pág. 216. Para una interesante discusión del concepto de clase en Marx, vid. Ossowski, S., Class Structure in the C/ass CoiiSciousness, Londres, 1963, cap. V.

43 El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, cit., pág. 217.

MARX Y EL ESTADO 6r

propietarios campesinos cotifían en que sus intereses serán re­presentados por Luis Bonaparte. Pero esto no transforma a Luis Bonaparte o al Estado en un simple instrumento de su volun­tad; a lo sumo, puede limitar algo la libertad de acción del ejecutivo. Marx escribe también que, «como poder ejecutivo que se ha convertido en fuerza independiente, Bonaparte se cree llamado a salvaguardar "el orden burgués". Pero la fuerza de este orden burgués está en la clase media. Consiguiente­mente, se cree representante de la clase media y promulga decretos en este sentido. Pero, si es algo, es gracias a haber roto y romper de nuevo diariamente el poder político de la clase media»; también, «al mismo tiempo, contra la burguesía, Bonaparte se considera a sí mismo como el representante de los campesinos y del pueblo en general, y qtúere que dentro del marco de la sociedad burguesa sean felices las clases infe­riores ... Pero Bonaparte se sabe, ante todo, jefe de la Sociedad del ro de Diciembre, representante del lumpenproletariat, al que pertenecen su entourage, su gobierno, su ejército y él mismo ... >>44.

Sobre esta base, Luis Napoleón puede <<representan> a esta o aquella clase (y Marx subraya ((la contradictoria tarea» del hombre y las «contradicciones de su gobierno, la agrupación confusa con la que pretende ora ganar, ora humillar, primero a una clase y luego a otra, y que acaba levantándolas a todas contra él...»45); sin embargo, su capacidad de iniciativa sigue estando, en gran parte, desligada de los deseos y las exigencias específicos de cualquier clase o fracción de clase.

Por otra parte, esto no significa que el bonapartismo sea, para Marx, neutral en algún sentido respecto a las clases en conflicto. Puede pretender representar a todas las clases y ser la encarnación de toda la sociedad. Pero, en realidad, existe y ha sido creado con la fmalidad de mantener y reforzar el orden social existente y el dominio del capital sobre el tra­bajo. El bonapartismo y el Imperio -escribió Marx mucho más tarde, en La guerra civil en Francia- sucedieron a la república burguesa precisamente porque «eran la única founa

44 El dieciocho de brumario de Luis Bonaparte, cit. , pág. 22 I.

46 lb id,' pág. 2 2 I.

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62 MARX, EL DERECHO Y H ESTADO

de gobierno posible en una época en cj'~e la burguesía había perdido ya la capacidad para gobernar ~la nación» y la clase obrera no la había conquistado todavía46~ "Fue precisamente en­tonces cuando «la sociedad burguesa, lib~rada de preocupacio­nes políticas, alcanzó un desarrolló cpc ella misma jamás había esperado)P. Por último, Marx define lo que llama «imperia­lismo)) -con lo que significa el régimen imperial de Napo­león--, como <<la más prostituida y, al mismo tiempo, la última f(mna de poder estatal que la naciente sociedad burguesa había comenzado a elaborar como medio para su propia emancipa-íón del feudalismo, y que la sociedad burguesa plenamente

desarrollada transformó finalmente en un m edio para la su­misión del trab;:jo por el capital))48•

En El origen de la família1 )a propiedad privada y el Estado, obra escrita un afio después de la muerte de Marx, Engels sei'iala igualmente: «Excepcionalmente, sin embargo, hay pe­ríodos en los cuales las clases en lucha se aproximan tanto a equilibrarse etitre- sí que e! poder estatal, como mediador aparente, adquiere momentáneamente una cierta independerr­cia respecto a ambaS>/19. Con todo, la independencia de que habia Engels parece tener una acepción mucho más amplia de aquélla en la que piensa Marx; así, Engels se refiere al Segundo Imperio <<que utilizó al proletariado contra la burguesía y a la burguesía contra el proletariado)>, y al imperio alemán de Bismarck, en el que <<capitalistas y obreros se equilibraron entre sí y fueron igualmente engañados en beneficio de los junkers prusianos de provincias, venidos a menos))50.

Para Marx, el Estado bonapartista, por independiente que haya podido ser polítícamente de una clase determinada, sigue siendo -y no puede ser de otro modo en una sociedad de clases­el protector de una clase económica y socialmente dominante.

4'; Marx, K., La guerra ci11if en Frmui.1, en OE, pág. 355· 47 Ihíd. , pág. 355· 48 lbid., pág. 355· 49 Engeis. F., Et origen de la fmr.iiia, la propiedad prit•ada r el Estado, tr2ducción

castellana en OE, di., pág. ó58 (11id. Nota Bibliográfica para otras ediciones de esta obra).

50 Ibid. , pág. 658. Para otras obscrvacione; de Engels sobre la cuestión, 11id., tam­bién, su carta a C. Schmidt, de 27 de octubre de r8yo.

MARX Y EL EST!,DO

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E 1 r-, ' ' 1 [ ~ · • rr ' [ E ' d JT • J\1 h b' n a c.nttca ae a 1"1/oso_¡za cíe . stadc e -zegel, · arx ,a 1a dedicado un largo y complicado pas2je aí elemento burocrá­tico del Estado, y al intento de dicho elemento <<por transfor­mar b finalidad de la burocracia en finalidad del Estadm 51.

Pero sólo m los años cincuenta empezó a analizar más estre­chamente el tipo de sociedad en la que el Estado parecía autén­ticamente situado «por encima de la sociedad)), es decir, las sociedades basadas en el <imodo de producción asiático)), cuya importancia en el pensamiento de Marx ha suscitado recien­temente mucho intcrés52. Lo (lllc en la Crítica había sido una referencia de pasada a los <<Estados despóticos de i\.siai;, donde ci poder político no es más c¡ue la vol untad arbitraria de un individuo particular, donde el Estado político, como el Estado material, está esclavizado))53, hacia 1859 se convertía en uno de los cuatro grandes estadios de la historia según Marx: «En líneas generales - escribía en el famoso Prefacio a la Contri-

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b . ' . 1 • d l " 1 p / ' . 1 _¡ d ttCLon a la cnttca t: a .cconomhJ 1"0 inca--, 10s n1ouos .e pro-ducción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno pueden ser considerados como épocas progresivas en la formación económica de la sociedad»54.

Los países de c¡ue Marx se preocupaba más al respecto, eran la India, China y, también, Rusia, como Estado «ser,~i­asiático>> o <(semiorientah. El modo de producción asiático, para Marx y Engels, tiene una característica fundamental, que es la ausencia de propiedad privada de la tierra: «ésta -escribía Marx a Engels en 1853- es la verdadera clave, incluso para el paraíso orientaL.)>55. «En la forma asiática (o, al menos, en

51 MEGA, op. cit., I, r/r, pág. 456. 62 Vid., por ejcn1plo, Witdogel, K., Oriental Despoti.<m, Y:1le, 1957, cap. IX;

Lichtheim, G., «Marx ami the " asiatic mode of production"», en St. Ant~1:y's Papers, número J4, Far Eastem.s Aff:lirs, Londres, I963. Cf , también, Marx, K., Formacioues econámica.< prPcapit,¡/i.<ta.<, con una introducción de E. J. Hobsbawn, traducción caste­llana, Ciencia Nuev;;, M adrid, I9ó7.

[)J A1FG .. 1, I, I / 1, pág. 438. M OE} p&gs. 2 .~0--41. 55 .!V1arx a Engels, 2 de junio de 1853.

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MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

la gue prevalece) -advertía- no hay propiedad, sino posesión individual; el auténtico propietario es, estrictamente hablando, la comunidad>>56 ; en la producción asiática, señalaba también, el Estado es «el auténtico propietario»57• Posteriormente escri­bió que, en este sistema, los productores directos «no se hallan frente al terrateniente privado, sino que, más bien, como en Asía [están] en subordinación directa al Estado, que se halla por encima de ellos, a la v~z como terrateniente y como soberano>>; «el Estado -proseguía- es aquí el supremo terra­teniente. La soberanía consiste en la propiedad de la tierra concentrada a escala nacional. Pero, por otra parte, no existe propiedad privada de la tierra, aunque existen la posesión y el uso de la misma tanto · privado como común»58.

Exigencia fu-ndamental del- modo- de -producción -asiático, ­impuesta por el clima y las condiciones dd terreno, era la irrigación artificial mediante canales y obras hidráulicas; en realidad, escribía Marx, ésta era «la base de la agricultura oriental». En países como Flandes e Italia, la necesidad de un uso común y económico del agua empuja a la empresa privada a la asociación voluntaria; sin embargo exigía en cambio, «en oriente, donde la civilización estába a un nivel demasiado bajo y la extensión territorial era demasiado amplia para suscitar asociaciones voluntarias, la intromisión del poder centralizado del gobierno. De ahí qu~ todos los gobiernos asiáticos deban asum1r una función económica: la de atender .a las obras públicas>>59•

Finalmente, en la Grundrísse} ·Marx habla del <<gobi~rno

56 Marx, K., Formaciones económicas precapitalistas. 57 New York Daily Tribune, 5 de agosto de 1853, en Lichtheim, óp. cit., pág . .94· 58 Marx, K., El Capital, vol. III, traducción castellana, FCE, México, 1966,

página 733· . • 9 Marx, K. y Engels, F. , The First Indían War of Independence, Moscú, s.f. , 1857-59,

página r6. En El Capital (trad. cit.), vol. J, pág. 430, nota 7, Marx señala, también, que «tma de las bases materÍales en que descansaba el poder del Estado indio sobre los pequeños organismos de producción incoherentes y desperdigados, era el régimen del suministro de aguase•; y, también: «La necesidad de calcular los períodos de las alternativas del Nilo dio origen a la astronomía egipcia y, con ella, al predominio de la casta sacerdotal como árbitro de la cultura» (ibid., nota 6). Para otras elabora­ciones del mismo tema, vid. también, Engels, F. , Anti-Dühring, Grijalbo, México, 1964, pág. I4I [y págs. 155, 170, 172-73 (N. del T.)].

MARX Y EL ESTADO

despótico situado por encima de las comunidades inferiores>>6o, y lo describe como «la unidad omníca~nprensiva que está por encima de todas estas pequeñas comunidades ... y, puesto que la unidad es el propietario real y la condición real de la pro­piedad común, le es perfectamente posible aparecer como algo separado y superior a las numerosas comunidades reales y par­ticulares ... el déspota aparece aquí como el padre de todas estas comunidades inferiores, realizando así la unidad económica de todas ellas>>61.

Es evidente, por tanto, que en las condiciones del despo­tismo asiático Marx considera al Estado como la fuerza do­minante de la sociedad, independiente y superior a todos sus miembros, y también que considera a quienes controlan su administración como los auténticos gobernantes de la sociedad. Karl Wittfogel señala que, con posterioridad a los años cin­cuenta, Marx no continuó elaborando este tema, y que «en los escritos de su último período, destacó el aspecto técnico de las obras hidráulicas a gran escala, mientras que anterior­mente había destacado su aspecto po1ítico»62. El profesor Wittfogel sugiere que ello se debe a que, «obviamente, el concepto de despotismo oriental ontcnía elementos que pa­ralizabarí la búsqueda de la verdad»63; de ahí las <<rearesiones» . b .sobre el tema. Pero la explicación de la falta de interés de Marx por esta cuestión parece ser n1.ucho más sencilla y menos siniestra: que en los años sesenta y principios de los setenta estaba preocupado, sobre todo, por el capitalismo occidental. Por otra parte, el conGepto de desp0tismo burocrático no podía preocuparle mucho a Marx, dado que había estudiado su equi­valente más próximo en la sociedad capitalista, esto es, el bonapartismo, y lo había analizado como un fenómeno com­pletamente distinto del despotismo de la sociedad asiática. No es exacto sugerir, como hace Lichtheim, que «Marx, por alguna razón, eludió el problema de la burocracia» en la sociedad

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60 Marx, K., Formaciones econámicas precapitalistas, cit. 61 !bid. 62 W ittfogel, K., op. cit. , pág. 381. 63 /bid., pág. 387.

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66 MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

postcapitalista64• Por el contrario, puede decirse que se tr:1ta de un elemento muy importante en el pensamiento de Marx a finales de los años sesenta y principios de b década del sc­tel1ta. Su preocupación por ~sta cue~tión y por el Estado se expresa durante este período en su discusión acerca de la na­turaleza del poder político en las sociedades postcapitalistas y, en especial, en su concepción de la dictadura del proleta­riado. Este tema le había ocupado ya en I 8 5 I -52; veinte años después, apareció nuevamente en primer plano por la Comuna de París, por las luchas con el anarquismo en la Primera In­ternacional, y por el programa de la socialdemocracia alemana. De este punto (uno de los más importantes y peor compren­didos de la obra de Marx), podemos ocuparnos ahora.

V

Ante todo, es necesario volver a la república democrática y reprbentativa, que es preciso distingüir claramente de la dictadura del proletariado. Para Marx, los dos conceptos no tienen nada en común. Un elemento de confusión puede de­rivarse del hecho de que Marx denunció duramente el carácter de clase de la república democrática, pero apoyó su aparición. La contradicción es sólo aparente: Marx consideraba la repú­blica democrática como el tipo de régimen político más ade­lantado en la sociedad burguesa, y deseaba quG prevaleciera sobre los sistemas políticos más atrasados y «feudales». Pero, para él, seguía siendo un sistema de dominación de clase; en realidad, el sistema en el que la burguesía gobierna más directamente.

Las limitaciones de la república democrática, desde el punto de vista de Marx, están especialmente claras en el JVfensaje del Comité Central de la Liga de los Comunisías, que escribió con Engels en marzo de r8so: «Muy lejos de desear la transfor­mación revolucionaria de toda la sociedad en beneficio de los proletariados revolucionarios -escribían-, b pequ~ña bur-

64 Lichtheim, op. cit., pág. no.

MARX Y EL ESTADO

guesía democrática tiende a un cambio dd orden social que pueda hacer su vida en la sociedad actual lo más llevadera y confortable>>. Por consiguiente, exigirá medidas como «un.J. reducción de los gastos estatales por medio de una limitación de la burocracia y la imposición de las principales cargas tri­butarias sobre los grandes terratenientes y sobre los burgueses ... la abolición de la presión del gran capital sobre el pequeño, mediante instituciones de crédito público y leyes contra b usura ... el establecimiento de relaciones de propiedad burguesas en el campo, mediante la completa abolición del feudalis1nm. Pero, para conseguir su objetivo, necesi tan «un régimen de­mocrático, que siendo constitucional o republicano, les propor­cione la mayoría a ellos y a sus aliados los campesinos; nece­sitan también una constitución democrática de los municipios, que les dé un control directo sobre la propiedad comunal y sobre una serie de funciones realizadas actualmente por bu­rócratas»65. Sin embargo, añadían, <<en lo que se refiere a los trabajadores, está claro que siguen siendo trabajadores asalaria­dos como antes; el único deseo del demócrata pequeño-bmgués consiste en mejores salarios y en una existencia m ;Ís segura para Íos trabajadores .. . confían en corromper a los trabaja d~)rcs con limosnas más o menos veladas, y quebrantar su fuerza revolucionaria con un mejor;:~micnto temporal de su situación>:.íi(i.

Sin embargo, prosiguen Marx y Engcls, <<estas reivindil <: ­

ciones no pueden satisfacer en modo alguno al partido del proletariado»; mientras que los pequeño-burgueses demócratas desean acabar con la revolución tan pronto como sea posible, «nuestro interés v nuestra tarea' consiste en hacr.r la revolu-' . ción permanente hasta que todas las clases más o menos posee-doras hayan sido expulsadas de su posición de domihación, hasta que el proletariado haya conquistado el poder del F.stado, y la asociación de los proletarios, no solamente en un país, sino en todos los naíses dominantes del mundo, se hava des-l.. •

arrollado hasta tal punto que haya cesado la competencia

65 Marx, K. y Engels, F., 111enJaje del Comité Central de la Liga de los Comutli!·tas, en OE, pág. 67.

66 ibid •'pág. 67.

Page 11: Miliband - Marx y El Estado

68 MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

entre los proletarios de esos países y que, al menos, las fuerzas

productivas decisivas de esos países están concentradas en

manos del proletariado. Para nosotros, no se trata de reformar

la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los

antagonismos de clase, . sino de abolir las clases; no se trata ~e

mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva>P.

Al mismo tiempo, aunque las reivindicaciones y los obje­

tivos del partido del proletariado van mucho más lejos de

lo q ~1e incluso los demócratas pequeño-burgueses más adelan­

tados y radicales están dispuestos a aceptar, los revolucionarios

deben apoyarles con reservas y tratar de empujar el movi­

miento democrático en un sentido cada vez más radical68.

Digamos, incidentalmente, que fue ésta precisamente la es'tra­

tegia que dictó la actitud posterior de Marx respecto a todos

los movimientos de reforma radical, y la que le condujo, en

la Alocución inaugural de la Primera Internacional de r 864, a

saludar la «ley de las diez horas» o los progresos del movi­

miento cooperativo como victorias de «la economía política

de la clase obrera sobre la economía política de la burguesÍa»69.

En 1850, Marx y Engels señalaban también que una tarea

fundamental de los revolucionarios proletarios era oponerse

a las tendencias descentralizadoras de los revolucionarios pe­

queño-burgueses. Por el contrario, <<los obreros no solamente

deberán defender una República Alemana una e indivisible,

sino luchar en esta República por la más resuelta centraliza­

ción del poder en manos del Estado ... »70•

Éste es no solamente el precepto más «estatista» de la obra

de Marx (y Engels), sino el único de este género, prescindiendo

de los primeros pronunciamientos <<hegelianos» de Marx sobre

la cuestión. Más importante es el hecho de que el precepto

110 se refiere a la revolución proletaria, sino a la revolución

&? Mensaje del Comité Central de la Lig~ de los Comu nistas, cit., págs. 67-68.

68 !bid., pág. 67.

69 Manifiesto inaugural de la Asociación' Intemacíonal de los Trabajadores, en OE,

página 255.

?o OE, pág. 7I.

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MARX Y EL ESTADO

democrático-burguesa71 . En 1850, Marx y Engels creían, y lo

afirmaron en el MellSaje, que los trabajadores alemanes no eran

capaces de «alcanzar el poder y satisfacer sus propios intereses

de clase sin haber pasado Íntegramente por un prolongado

desarrollo revolucionario>>72. La revolución democrática vería

el nacimiento de una forma de gobierno completamente dis­

tinta de la república democrática, esto es, la dictadura del

proletariado.

En una conocida carta a J. Weydemeyer, de marzo de 1852,

Marx había mostrado la importancia fundamental que atri­

buía a este concepto, al decir que, mientras que no había que

atribuirle el descubrimiento de las clases en la sociedad moderna,

o de las luchas de clases dentro de ésta, «lo que he aportado de

nuevo ha sido demostrar : r) que la existencia de .las clases está

ligada solamente a determinadas Jases de desarrollo histórico de la

producción; 2) y que la lucha de clases conduce necesariamente

a la dictadura del proletariado; 3) que esta dictadura constituye

solamente el paso a la abolición de todas las clases y a una sociedad · sin cl(lses»73 •

Desgraciadamente, Marx no definió de modo específico

qué implicaba en realidad la ,dictadura del proletariado y, más particularmente, cuál era su relación con el Estado. Hal

Draper ha afirmado, en un artículo extraordinariamente bien

,documentado, que la dictadura del proletariado es una «des­

cripción. 'social, una afirmación del carácter de clase del poder

p0lítico, no una afirmación sobre las formas de la maquinaria

.de gobierno»74• Mi opinión, por el contrario, es que la dicta­

dura del proletariado es tanto una afirmación del carácter de

clase del poder político cotno una descripción del poder polí-

71 OE, pág. 71 . Es interesante señalar al respecto que Engels consideró necesario

añadir una nota a la edición del r885 del Me11saje, explicando que este pasaje se basaba

en un «malentendido» de la experiencia revolucionaria francesa, y que «la autonomía

local y provincial» no está en contradicción con la «centralización nacional». !bid.,

página 71, nota 2.

~2 !bid., pág. 72.

73 Marx a Weydemeyer, 5 de marzo de 1852, en OE, pág. 748.

?4 Draper, H., «Marx and the Dictatorship of the Proletariat>>, en New Politics,

volumen I, n.o 4, pág. 102 .

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M.ARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

tico mismo, y que precisamente es b naturaleza del poder político gue describe lo que garantiza su carácter de clase.

En El dieciocho brumario de Luis Bonaparte; había formulado una afirmación que constituye un tema importante de su pen­samiento: que todas las revoluciones anteriores habían «perfec­cionado esa máquina [del Estado] en vez de destruirla. Los partidos que sucesivamente luchaban por el poder, conside­raban la posesión de ese enorme edificio estatal como el prin­cipal botín dd vencedon75• Ca~i veinte años después, en La g11crra civil Ctl Frm1cia, subrayaba nuevamente que todas Jas revoluciones anteriores habían consolidado <•el poder estatal centralizado, con sus órganos omnipresentes: el ejército per­manente, la policía, la burocracia, el clero y la judicatura>/; subrayab, también, que el carácter político del Estado «había cambiado simultáneamente con los cambios económicos de la sociedad. Al mismo tiempo que los progresos de la industria moderna desarrol.laban, ensanchaban y profmll~Ízaban el anta­gonismo de clase entre el capit:1l y el trabajo, el poder del

1 f ' .. -l d /~ 1 1 J d Estaao uc adqmnenuo ca ,a vez mas CJ caracter oe po er nacional del capiral sobre el trabajo, de una fuerza pública organizada para la esclavizaáón social y de un instrurnento del despotismo de clase. Después de cada revolución, gue señala un paso adelante en la lucha de clases, el cadcter pura­mente represivo del poder estatal se hace cada vez más evi­dente>>76.

Como señala Draper, Marx no había hecho referencia alguna a la dictadura del proletariado durante estos años. Por otra parte, no describe como tal a la Comuna de París. Lo que exalta en la Comuna es, sobre todo, que, en contraste a las convulsiones sociales anteriores, no buscó la consolidación del poder estatal, sino su destrucción. Lo gue la Comuna quería, dijo, era «restituir al cuerpo social todas las energías absorbidas hasta entonces por el Estado parásito, que se nutre a costa de la sociedad y entorpece su libre movimiento»~7• Marx des-

75 Marx, K. , El diecío;:/¡o br111nario de L1<i.< Bonaparte, en OE, pág. zró. 76 Marx, K., La gHttra CÍFii en Francia, en OE, pág. 354·· 77 Ibid., pág. 357·

MARX Y EL ESTADO 7I

taca, también, el car:íctcr popular, democrático e igualitario de la Comuna, y el modo en que «no sólo la administración municipal, sino toda la iniciativa hasta entonces detentada por el Estado, pasó a manos de 1a Comuna»78. Además, mientras gue la forma comunal de gobierno cÍ.ebía aplicarse, incluso, «al burgo más pequefio>>, «la unidad de la nación no debía ser rota, sino, por el contrario, organizada dentro de la constitu­ción comunal, v convertirse m realidad mediante ía dcstruc-

' ción del poder estatal CJUc pretendía ser la encarnación de esta unidad, independien te de la nación misma y superior a ella,

· mientras gue sólo era una excrecencia parasitaria»79.

Ea bs notas que escribió para La guerra civil en Francia, Marx formula incluso más claramente que en el texto publi­cado la importancia que atribuía al desmantelamiento del poder estatal por la Comuna. Como testimonio que contri­buye a la comprensión de su enfoque del problema, es extre­madamente revelador el siguiente pasaje de las notas: «Ésta fb Comuna 1 era -escribía- una revoiución no contra tal o cual forma de poder estatal legítima, constitucional, repu­blicana o imperiaL Era una revolución contra el Estado rnismo, ese aborto supernaturalista de la sociedad, una rcasumpción dd pueblo para el pueblo de su propia vida social. No fue una revolución para transferir el poder político de una frac­ción Jc la clase domina1Íte a otra, sino una revolución para abatir ese horribl~ instrumento de dominación de clase... El Segundo Imperio fue la forma final ( ?) [sic] de esta usurpa­ción estatal. La Comuna fue su negación definitiva y, por tanto, el comienzo de la revolución social del siglo XIXi>80•

78 La guerra ciflil en Francia, cit., pág. 356. 79 Ibid., pág. 356. 80 Jlvfarx-Eit.rzels Archive.<, Moscú, 1934, \'01. lli (VII), pág. 324. Agradezco a

M. Johnsron que me llamara la atención sobre estas notas. Véase, también, por ejem­plo, la siguiente: «Solamente los proletarios, inflamados por una nueva m isión social que dcbt~'l realizar para t<:>da la sociedad, acabar con bs clases y con la dominación de clase, podlar.:. ro.tnper el instru1nento de esa donlinación de ciase, d Estado, e1 poder gubernamental organizado y centralizado, que pretende ser el dueño y no el servidor de ia sociedad .. . Había nacido comra clios. Por cllm fue destruido, no como nm forma particular de poder gubernamental (centralizado), sino como b expresión más poderosa de la sociedad, complicada hasta parecer independiente de ella y, por tanto, su rea-

Page 13: Miliband - Marx y El Estado

MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

El veredicto de Marx sobre la Comuna cobra todo su sentido a la luz de estas . opiniones: fue «esencialmente un gobierno de la clase obrera», «la forma política, finalmente descubierta, para realizar la emancipación económica del trabajo))81.

Naturalmente, es cierto que, mientras Engels, mucho des­pués de la muerte de Marx, describió la Comuna de París como la dictadura del proletariado82, el propio Marx no lo hizo. La razón de ello parece bastante obvia: para Marx, la dictadura del proletariado sería la conclusión de una revolu­ción socialista a escala nacional; la Comuna, como escribió en r88r, fue «simplemente ellevantarniento de una ciudad en condiciones excepcionales», mientras que «la mayoría de la Comuna no era socialista, ni podía serlo»83. Pero, incluso así, puede considerarse acertadamente que la Comuna, en su desinstitucionalización del poder político, representó, para Marx, los elementos esenciales de su concepto de la dictadura del proletariado.

Pero, en general, se ha dado por sentada la opinión con-1traria; la afirmación siguiente, tomada de Lichtheím, en Mar­xism, es ampliamente aceptada: «Su [de Marx] hostilidad al Estado halló un freno en una doctrina decididamente autori­taria del poder político durante el período de transición; antes de ser arrojado al basurero de la historia, el Estado debía asu­mir poderes dictatoriales. En otros términos: la autoridad iniciaría la libertad, paradoja típicamente hegeliana, que no preocupó a Marx aunque alarmara a Proudhon y a Bakunin ... >>84.

La dificultad de la opinión de que Marx tenía una «doc­trina decididamente autoritaria» es que no puede apoyarse en

lidad más prostituida, más cubierta de infamia de la base a la cumbre, fundada en la completa corrupción en el interior y en la impotencia absoluta en el exterior>' Ibid., página 326. La incierta sintaxis de estos pasajes se debe a que se trata de notas no des­tinadas a la publicación.

81 Marx, K., La guerra civil en Fratlcía, en OE pág. 358. 62 «Recientemente -escribió Engels en la introducción de 1891 a La guerra civil

en Francia-, el filisteo sociaidemócrata se ha llenado de saludable terror al oír las palabras de «dictadura del proletariado". Pues bien, caballeros, ¿quieren saber qué es esta dictadura? Miren la Comuna de París. Fue la dictadura del proletariado". Ibid., pág. 338.

83 Marx a Domela-Nieuwenhuis, 22 de febrero de r88r. 54 Lichtheim, G., Marxism, Londres, 1961, pág. 374·

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ninguna prueba convincente de los propios textos de Marx; hay en ellos, en cambio, muchas pruebas directamente con­trarias a ella.

Marx fue indudablemente el principal adversario de los anarquistas en la Internacional. Pero vale la pena recordar, que su principal disputa con ellos se refería, sobre todo, al modo en que debía proseguir la lucha en favor de la revolu­ción socialista, insistiendo Marx en la necesidad de la acción política dentro de la estructura política existente, contra el todo o nada de los anarquistas, con su rechazo de la política; la disputa se refería, también, a la cuestión del tipo de organiza­ción necesario para el movimiento internacional de los traba­jadores, en lo qu~ Marx insistía en cierto grado de control por parte del Consejo General de la Internacional sobre sus organizaciones afiliadas.

En lo que se refiere al papel del Estado en el período de transición, existe el bien conocido pasaje de la <<circular pri­vada>> contra los anarquistas, emanacl,a del Consejo General en 1872, y escrita muy probablemente por Marx, Les Pré­tendus Scissío11s dans l' International: <<Lo que todos los socia­listas entienden por anarquismo, es lo siguiente: tan pronto como se haya alcanzado el objetivo del movimiento prole­tario, la abolición de las clases, el poder del Estado, cuya mi­sión es mantener a la gran mayoría de los productores bajo el yugo de una pequeña minoría de explotadores, desapare­cerá, y las funciones de gobierno se convertirán en simples funciones administrativas. La Alianza [la Alianza de la Demo­cracia Socialista de Bakunin] invierte esto completamente. Declara que el anarquismo en las filas de los trabajadores es un medio infalible para destruir la poderosa concentración de las formas sociales y políticas en manos de los explotadores. Con este pretexto, la Alianza le pide a la Internacional, preci­samente cuando el viejo mundo se propone aplastar nuestra organización, sustituir la organización por el anarqhismo. La policía internacional no podría desear nada m'ejor ... »85•

8" Stekloff, G. M., History of tlie First Intemational, Londres, 1928, págs. 179-80, y Freymond, J., Ed., La Premíere IntematiOIJale, Ginebra, I962, rr, pág. 295·

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Difícilmente se puede pensar que éste sea un texto autori­tario; ni es ciertamente autoritaria la observación de 1v1arx, en 1873, citada por Lerrin en El Estado y la RevaluciÚti~ !>egú!l la cual, í<Si la iucha política de la dasc .. obrera asume formas violentas, si ios trabajadores establecen su dictadura r evolu­cionaria en lugar de la dictadura de la burguesía, cometen el terrible crimen de violar los principios, pues, para satisfacer sus miserables necesidades vulgares y diarias, para aplastar la resistencia de la burguesía, en lugar de bajar las armas y abolir el Estado, dan al Estado una forma revolucionaria y transi­toria ... »86.

Tampoco hay muchas pruebas de la <<doctrina decidida­mente autoritaria;¡ de Marx en sus glosas marginales de r 875 al Programa de Gotha del Partido Socialdemócrata alemán. En estas glosas, Marx ataca duramente las referencias del pro­grama al «Estado libre» (<<Estado libre, ¿qué es?»), y es per­fectamente coherente con su creencia de que <<Estado libre» es una contradicción en los términos; se pregunta: <<¿Qué transformaciones experimentará el Estado_ en la sociedad co-

' munista? En otras palabras, ¿ gué funciones sociales existirán que sean análogas a las funciones actuales del Estado ?>>. Marx, con todo, no responde a la cuestión, sino que se limita a in­dicar que sólo es posible responderla 1<científicamente>>, y que, «uniendo mil veces la palabra pueblo a la palabra Estado, uno no se acerca un ápice a la solución del prohlema>>87• Luego, prosigue: «Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista, se halla el proceso de transformación revolucionaria de la una en la otra. A ello corresponde también un período de transi­ción política, en el que el Estado sólo puede ser la dictadura revolucionaria del prolctariado»BB.

86 Lenin, V. L, El Estado y la RetJo/uci6n, IV, 2. [El texto en que Lenin en esta obra cita a Marx, es como sigue: «Si la lucha política de la clase obrera- escribía Marx, ridiculizando a los anarquistas y a su negación de la política-, reviste formas revolu­cionarias; si, en lugar ele la dictadura de la burguesía, los obreros establecen una dic­tadura revolucionaria, cometen d terrible crimen de violar los principios, pues, para satisfacer sus miserables necesidades vulgares y diari2s, para 2plastar la resistenci:; de la burguesía, dan al Estado um forma revolucionaria y pasajera, en lugar de bajJr las arm;:cs y abolir el Estado. New Zeit 1913-14: tomo I, pág. 40». (N. del T.)].

87 Marx, K., Criiica del Programa de Gotha, en OE, pág. 464. 88 !bid., pág. 464.

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Todo esto no permite adelantar mucho, pero tampoco per­mite entrever d mfLs leve impulso <<autoritario». En la Crítica del Programa de Gotlw, lvbrx hace, como siempre, una estrict;! distinción entre la rcpúbíica democrática y la dictadura del proletariado, y Engels se equivocaba claramente cuando, en r89r , escribía gue la república democrática era, ·«incluso, la forma espedftca de la dictadura del proletariado>>89. Por el con­trarío, la actitud crítica de Marx hacia la república democrá­tica en la Crítica del Pro .. ~rama de Gotha muestra que conti­nuaba pensando que la dictadura del proletariado sería una forma de poder político completamente distinta e inconmen­surablcmcntc más libre. <<La libertad -escribió en la Crítica del Programa de Gotha- consiste en convertir al Estado, de órgano que está por encima de la sociedad, en un órgano completa­mente subordinado a ella .. Y0» Me parece que tenemos aquí. una definición excelente de la concepción del Estado de Marx en el período de la dictadura del r)roletariado. Sin duda habría suscrito el juicio de Engcls, expresado pocas semanas después de la muerte de Marx, según el cual, <<la clase proletaria de­berá ante todo adueñarse de todas las fuerzas políticas del Estado, y con su ayuda aplastar la resistencü de la clase ca­pital ista y reorganizar la sociedad))91• Pero resulta significativo que, tal vez con la única excepción de su observación de enero de 1873, citada anteriormente, el propio Marx prefiriera siempre destacar los aspectos liberadores y no los aspectos represivos del poder político postcapitalista; también tiene cierto interés que, en sus notas para La guerra civil en Francia, que natural­mente no estaban destinadas a la publicación, advirtiera a la clase obrera que la <(obra de regeneración» era siempre «frenada y dificultada por la resistencia de los intereses creados y los

89 Citado por Lenin, El Estado y la RetJolución, IV, 4- El comentario de Lenin es también desorientador: <•Engcls retoma aquí, poniéndola particularmente de relieve, la idc;; fundamental que marca como un trazo rojo todas las obras de Marx, es decir, qae la república democrática es el camino más corto que lleva a la dictadur;: del prolet;¡riado••. La fr:tse de Engels no permite esta interpretación, y cualquiera que sea el juicio sobre la afir¡nación de que la república democrática es el camino más corro para llegar a la dictadura del p:oletariado, no es de Marx.

9" En OE, pág. 464. 91 Engels a P. Van Patten , 18 de abril de 1833.

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MARX, EL DERECHO Y EL ESTADO

egoísmos de clase,,, pero sin hacer referencia alguna al Estado como agente de represión. Lo que dijo fue que <<[pueden ha­cerse] grandes progresos mediante las formas comunales de organización>>, y que «ha llegado el momento de iniciar el movimiento por nosotros mismos y por la humanidad>>92.

El hecho es que, lejos de tener la menor característica au­toritaria, toda la obra de Marx sobre el Estado se halla im-

preo-nada de un fuerte matiz antiautoritario y antiburocrático, o 110 solamente en relación a una lejana sociedad comunista, sino también respecto al período de transición que la precede. Es cierto que en ese período el Estado es una necesidad, pero lo único que lo hace soportable, según Marx, es la participación popular y el gobierno popular. Sí Marx debe ser criticado, no es por algún matiz autoritario, sino por infravalorar enor­memente las dificultades de la posición libertaria. Sin embargo, a la luz de la experiencia de los movimientos socialistas desde la época de Marx, puede considerarse que es una falta menos seria que la falta burocrática contraria.

92 Marx-Engels Archives, op. cit., pág. 334·

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III. NICOS POULANTZAS

EL EXAMEN MARXISTA DEL ESTADO Y DEL DERECHO ACTUALES Y LA CUESTIÓN DE LA «ALTERNATIVA>> 1

Si el problema del paso al socialismo, de la reforma, o de la revolución, se plantea actualmente en las sociedades occi­dentales altamente industrializadas también en función de su nivel político estatal, del derecho y de las instituciones, el examen marxista de este nivel adquiere una importancia ca­pital; como en todo estudio de sobrestructuras, lo importante aquí es la espec~ficidad de la sobrestructura jurídica y estatal.

De todos modos, hay que desconftar: el análisis no debe bosquejarse mediante la consideración de lo bello, de lo justo, de lo bueno, y de sus relaciones con la base; en tanto que tales, su especiftcidad, lejos de catalogarse desde el principio, como categoría trascendental o eidética, sólo se nos puede re­velar en el curso o al ftnal del proceso teórico-práctico del conocimiento. Los conceptos más universales-concretos, gene­rales-particulares o, en una palabra, simples-complejos, cuando se refteren a las sobrestructuras, como en el caso del arte, del derecho y del Estado, o de la moral, no pueden ser referidos inmediatamente a la base: sólo pueden ser captados mediante la investigación previa de sus relaciones históricas con ésta. El análisis puede empezar, por una parte, por la especiftcidad de la sobrestructura en general, y por su articulación dialéctica fundamental -pues remite a una articulación determinada históricamente- con la base y, por otra, por la especiftcidad

1 Artículo aparecido en Les 'temps ll1odemes, 1964, n. 0 219-20.