miedo, seguridad y resistencias_ el mied - aldana, oscar useche

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Polis 19 (2008) Violencia: razones y sinrazones ................................................................................................................................................................................................................................................................................................ Óscar Useche Aldana Miedo, seguridad y resistencias: el miedo como articulación política de la negatividad ................................................................................................................................................................................................................................................................................................ Advertencia El contenido de este sitio está cubierto por la legislación francesa sobre propiedad intelectual y es propiedad exclusiva del editor. Las obras publicadas en este sitio pueden ser consultadas y reproducidas en soporte de papel o bajo condición de que sean estrictamente reservadas al uso personal, sea éste científico o pedagógico, excluyendo todo uso comercial. La reproducción deberá obligatoriamente mencionar el editor, el nombre de la revista, el autor y la referencia del documento. Toda otra reproducción está prohibida salvo que exista un acuerdo previo con el editor, excluyendo todos los casos previstos por la legislación vigente en Francia. Revues.org es un portal de revistas de ciencias sociales y humanas desarrollado por Cléo, Centre pour l'édition électronique ouverte (CNRS, EHESS, UP, UAPV). ................................................................................................................................................................................................................................................................................................ Referencia electrónica Óscar Useche Aldana, « Miedo, seguridad y resistencias: el miedo como articulación política de la negatividad », Polis [En línea], 19 | 2008, Puesto en línea el 23 julio 2012, consultado el 26 agosto 2012. URL : http:// polis.revues.org/3893 ; DOI : 10.4000/polis.3893 Editor : Antonio Elizalde Hevia (Chile) http://polis.revues.org http://www.revues.org Documento accesible en línea desde la siguiente dirección : http://polis.revues.org/3893 Document generado automaticamente el 26 agosto 2012. La pagination ne correspond pas à la pagination de l'édition papier.

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  • Polis19 (2008)Violencia: razones y sinrazones

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    scar UsecheAldana

    Miedo, seguridad y resistencias: elmiedo como articulacin poltica de lanegatividad................................................................................................................................................................................................................................................................................................

    AdvertenciaEl contenido de este sitio est cubierto por la legislacin francesa sobre propiedad intelectual y es propiedad exclusivadel editor.Las obras publicadas en este sitio pueden ser consultadas y reproducidas en soporte de papel o bajo condicin deque sean estrictamente reservadas al uso personal, sea ste cientfico o pedaggico, excluyendo todo uso comercial.La reproduccin deber obligatoriamente mencionar el editor, el nombre de la revista, el autor y la referencia deldocumento.Toda otra reproduccin est prohibida salvo que exista un acuerdo previo con el editor, excluyendo todos los casosprevistos por la legislacin vigente en Francia.

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    Referencia electrnicascar UsecheAldana, Miedo, seguridad y resistencias: el miedo como articulacin poltica de la negatividad,Polis [En lnea], 19|2008, Puesto en lnea el 23 julio 2012, consultado el 26 agosto 2012. URL: http://polis.revues.org/3893; DOI: 10.4000/polis.3893

    Editor : Antonio Elizalde Hevia (Chile)http://polis.revues.orghttp://www.revues.org

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    Miedo, seguridad y resistencias: elmiedo como articulacin poltica de lanegatividadIntroduccin

    1 El miedo es hoy uno de los elementos constitutivos ms poderosos de las relaciones socialesy de los procesos de produccin de subjetividades. Los profundos miedos individuales,arraigados en nuestro cerebro primitivo desde el ser humano de las cavernas que apenas sisobreviva a todas las catstrofes y amenazas de la naturaleza que lo rodeaba, se han idotransformando en la ep-Idemia de los miedos colectivos.

    2 Para los hombres y mujeres contemporneos el miedo se vive como una realidad cotidianaen cada uno de los espacios de reproduccin social y se representa como una ausencia deseguridad en cada instancia de una vida vivida como una experiencia angustiosa.

    3 La psicologa se ha ocupado de buscar explicaciones a esta emocin perturbadora que algunavez ha tenido que ver con el comportamiento de todos los humanos. Para la tradicin lacanianadel psicoanlisis, la neurosis es el miedo. A la pregunta sobre qu empuja a la gente a pedirayuda, Lacan responde que es el miedo; cuando no comprende (la gente) lo que sucede, tienemiedo, sufre por no comprender y poco a poco cae en la angustia. Luego aade que la angustiaes algo que se sita ms all de nuestro cuerpo, un miedo pero de nada, que el cuerpo elespritu incluido puede motivar. En suma, el miedo del miedo1. Desde este punto de vista, elmiedo implica una posicin subjetiva en tanto la angustia denota una entrada en la subjetividadpor la puerta del sufrimiento.

    El miedo como dispositivo de poder4 El miedo es incertidumbre de lo porvenir que emplaza el imaginario de una vida estable que se

    plasma como una subjetividad dominante y como oferta suprema del capitalismo. La felicidadentendida como la seguridad de acceso a todos los bienes y servicios; la certeza de que siel individuo se atiene al pacto social, acepta las regulaciones y legitima el monopolio de laviolencia por el soberano, entonces recibir a cambio proteccin y abrigo, segn lo que dictael sentido comn. Y para eso est el Estado, el que todos pagamos, al que todos remozamoscon nuestra obediencia y que, naturalmente, debe darnos garantas colectivas ante nuestravulnerabilidad individual.

    5 La bsqueda de certidumbres como remedio para los miedos que asaltan diariamente alindividuo entonces no es algo ajeno a los dispositivos del Poder. El miedo no es un fantasmaque ronda a las personas y externo a las relaciones en las cuales stas se forman como sujetos.No es un fenmeno atinente exclusivamente a la psique individual, aunque por supuesto laatraviesa. El miedo se produce y se actualiza en el acontecimiento mismo del ejercicio delpoder. Es en los escenarios en los cuales se construyen hegemonas y se destruyen sueos, endonde los imaginarios del comn sentido son sometidos a la prueba de las fuerzas reales quedesgarran el sujeto y ponen en evidencia que las certezas que le otorga su identidad de buenciudadano (y que por tanto le deberan otorgar todas las garantas) no son para nada un caminounidireccional asegurado hacia un cada vez mayor bienestar, o una cada vez ms amuralladaseguridad. Ya Deleze lo haba advertido: Porque la incertidumbre personal no es una dudaexterior a lo que ocurre, sino una estructura objetiva del acontecimiento mismo, en tanto queva siempre en dos sentidos a la vez, y que descuartiza al sujeto segn esta doble direccin. Laparadoja es primeramente lo que destruye al buen sentido como sentido nico, pero luego eslo que destruye el sentido comn como asignacin de identidades fijas2.

    6 Por una va muy tortuosa los colombianos han entendido esta encrucijada por la cual nada esseguro ni en la vida cotidiana, ni mucho menos en los territorios de la guerra. Ha dejado defuncionar fluidamente el pacto hobbesiano de obediencia a los poderes soberanos a cambio de

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    proteccin. No vale endosar libertades y aceptar restriccin de los derechos. La amenaza sigueah. Los poderes soberanos parecen afanados en mostrar capacidad para ofrecer seguridad.La seguridad democrtica, por ejemplo, se erigi en el centro de la poltica del Gobiernode Uribe. Muchos ciudadanos manifestaron su complacencia de que el Estado garantizarasu movilidad en las carreteras asoladas por el secuestro y el asalto armado y no tuvieroninconveniente en sumarse a caravanas seguras franqueadas por tanques de guerra, tropasy helicpteros de combate. Segn el Estado y la opinin mayoritaria de los medios decomunicacin esto permiti volver a las certidumbres de que la produccin y el comerciocapitalista eran factibles. En particular esto reactivara el maltrecho sector turstico.

    7 Lleno de paradojas est un cuadro como el descrito. Tal como lo seal un agudo analistade la prensa colombiana Cmo puede ser seguro un desplazamiento civil que requiereun despliegue militar de tal envergadura y que convierte en objetivo militar al paseante?Si se toma distancia, y se despoja de lecturas ideolgicas, la situacin ms bien deberaproducir escalofros. Una sociedad que para garantizar el esparcimiento de algunos de losms afortunados, y que tienen los recursos para costearse la molicie en un balneario, debaemplear un operativo de guerra, est en el extremo de su propia inseguridad. Pero la costosay aterrorizante medicina contra el miedo produce adhesiones polticas y no cesa de serestimulada. El miedo, aplacado por miedos an ms aplastantes, renueva el espejismo de quela incertidumbre ser resuelta avanzando en una sola direccin. En el alma de los sujetos estaidentidad con las polticas del miedo y que medran de l, producir un alivio transitorio, slohasta que una nueva experiencia de espanto actualice la incertidumbre y se genere como nuevaconsecuencia un escalamiento de las adhesiones o rupturas con el soberano.

    8 Sumada a las frustraciones del modo de ser en la sociedad actual en donde la identidadque garantiza la inclusin en el sistema est definida por el tener, en donde el abismo entrelas ofertas del mercado y la capacidad de compra se amplan da a da y, en fin, en dondela vida humana se siente amenazada por tantos factores simultneos, el miedo agudiza demanera determinante el deterioro de los modos de convivencia y se traduce en una degradacinacelerada y generalizada del tratamiento de los conflictos entre seres humanos. La opcin porel camino de la agresin, de la violencia y de la muerte como va casi fatalmente aceptada, endonde el miedo y el permanente nerviosismo del ciudadano asustado, cristaliza o se convierteen justificacin de enfermedades sociales del tamao de la violencia intrafamiliar o de lamonstruosa violencia contra los nios y las mujeres, esta ltima convertida en muchos lugaresen autnticos feminicidios.

    9 La incapacidad para aceptar al otro, al diferente, que se expresa a cada rato en actitudes deviolencia, produce espacios en donde la afectacin de los cuerpos transita por emociones comoel odio, la envidia y la venganza, y pone en movimiento fuerzas brutales y polarizadas que seincorporan a las mquinas de subjetivacin que buscan la homogenizacin y la desaparicinde las diferencias, as sea a costa de la liquidacin de los diferentes.

    La violencia contra las mujeres. El miedo a la mujer comosubjetividad patriarcal

    10 El caso de la actitud de las sociedades patriarcales frente a las mujeres es bien ilustrativo.En siglos de predominio de patriarcalismo, como forma de dominacin social y poltica, laexclusin de las mujeres de la vida pblica se ha consagrado en torno de imaginarios depretendida superioridad masculina y de sospechas sobre poderes ocultos de las mujeres quehacen peligrar la estabilidad de quienes han administrado tradicionalmente el conocimiento,la economa y la vida misma.

    11 La cacera de brujas en las postrimeras de la edad media europea, asociada con la persecucina otras minoras que la cultura dominante perciba como muy riesgosas3 es la respuestamedrosa y a la vez agresiva de elites que cultivaron el patriarcado como la paradoja del temorreverencial al otro que se desconoce y del reconocimiento de un poder que ese otro tiene yque no se puede manejar o controlar por los medios habituales.

    12 Jean Delumeau dedica tres captulos de su libro antolgico sobre el Miedo en Occidente4aanalizar la gran represin contra la brujera, ligada a las races del miedo a la mujer en el

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    varn, esa especie de ginofobia o misoginia del poder patriarcal que merece explicacionessociolgicas ms profundas que las intentadas por S. Freud circunscritas a sus especulacionessobre el complejo de castracin5, para interrogar en cambio el fenmeno mucho ms desdelas dificultades del patriarcalismo para reconocer o asimilar la potencia de la diferencia queanida en la mujer, en su poder de producir la vida, en el misterio de su sexualidad que rebasalos estrechos limites de la satisfaccin masculina y est en capacidad de encontrar caminosinditos para el deseo.

    13 La figura femenina emerge como una figura subversiva y mgica. Subversiva en la medida enque encarna una fuerza que no es posible capturar por el patriarca en tanto resulta incodificableen trminos de su manipulacin. Las mujeres dan vida directamente y por eso aparecen msligadas a la naturaleza y sus secretos, exhiben la fuerza de la vida, mientras el patriarca slopuede exhibir el poder de la violencia y la abstraccin de su dominacin.

    14 Mgica, en el sentido de que en muchas civilizaciones tradicionales se le atribuyeron a menudopoderes adivinatorios o profticos, as como facultades para curar o daar con el uso de yerbaso recetas que, se intuye, proviene de misterios que slo ellas conocen de la madre naturaleza,saberes esotricos que tendran su origen en su estrecha relacin con la tierra, fuente de viday a la vez gran urna para el reposo de los muertos, de quienes, se teme, obtienen restos paraagregar a sus pcimas. As la mujer maneja hilos en zonas lmite de la vida y de la muerteque los hombres bajo la estructura patriarcal no han podido descifrar, han preferido manteneroscurecidos y reprimir con distintas estrategias. Como no, si de esos poderes indescifrablesprovienen incluso cuestionamientos implcitos a muy caras ideas patriarcales, tales como lasoberana incuestionable de la fuerza y la nocin de patria.

    15 Martha Lpez, por ejemplo, seala que: la relacin estrecha entre la madre y la tierra estpresente en los mitos arcaicos que atribuyen a ese ligamen la fuerza de mutacin posibilitadoradel renacimiento, slo la tierra como diosa madre es capaz de proveer un tero, un lugarde paso al cabo de la muerte donde renacemos como otro. Las analogas caverno-uterinasreiteradas por los mitos, muestran hasta qu punto el ritornelo femenino extiende su poderde asimilacin de lo natal a la patria, mas estrictamente esta palabra extraa al sentido queaqu se rescata parecera escamotear, mediante el lenguaje, el sustrato femenino en que sebasa, la palabra matria y no patria, sera en todo caso ms propia y menos contaminada alrespecto del poder patriarcal presente en el lenguaje. La matria y no la patria son propiamenteel ritornelo femenino de que se trata y que conserva la fuerza telrica y tectnica de la GranDiosa presente en las mitologas y en los relatos fundantes6.

    16 El patriarcado medieval decidi exorcizar sus miedos demonizando a la mujer y a susrepresentaciones subversiva y mgica. Se embarc en una larga y sangrienta campaa contralas brujas, esas figuras emblemticas del poder femenino inescrutable e indomable. Para ellorecurri al miedo a la mujer largamente elaborado por el ascetismo cristiano (aunque no fueste el que lo cre), que ubicado dentro de las lgicas de poder del imperio romano habarenunciado al discurso revolucionario de Jess, explcito tambin en trminos de igualdadentre el hombre y la mujer.

    17 Delumeau recuerda que la actitud de Jess respecto a las mujeres fue tan innovadora quechoc incluso a sus discpulos. Mientras que las mujeres judas no participaban para nada enla actividad de los rabinos y se hallaban excluidas del culto del templo, Jess se rodea de buengrado de mujeres debido a que las consideraba como personas enteras y verdaderas, sobretodo cuando estn despreciadas (La Samaritana, la pecadora pblica). Asocia a las mujeresen su actividad de predicacin: Y con l iban los Doce y algunas mujeres que haban sidocuradas de espritus malos y enfermedades: Mara la llamada Magdalena y Juana la mujer deCusa, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas, las cuales les servan de sus haberes.(Lucas, VIII, 1-4). Mientras que todos los discpulos, salvo Juan, abandonan al Seor el da desu muerte, las mujeres permanecen fieles al pie de la cruz. Ellas seran las primeras testigosde la resurreccin, punto sobre el que concuerdan los cuatro Evangelios7 Tal vez sea esteel origen de las versiones, que contradicen el mito oficial de las iglesias cristianas, acercadel matrimonio de Jess, del papel de Mara Magdalena como uno de los discpulos y dems

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    leyendas ahora actualizadas mediticamente por la publicidad al supuesto Evangelio segnJudas Iscariote o la muy comentada novela-ficcin El Cdigo Davinci.

    18 El miedo a la mujer deriv en todo caso en la mezcla de admiracin y repulsa de los poderespatriarcales clsicos y medievales por el componente femenino de la sociedad y se condens enel imaginario de impurezas y debilidades de ellas, de su doble condicin de putas y madres, deseres venerados por dar la vida y temidos por anunciar la muerte o la desgracia de los hombresy a quienes era preferible mantener alejadas del sacerdocio y de las armas, es decir excluirlasde los mbitos del poder de centro espiritual y fctico.

    Las formas de operar de los miedos19 El miedo afecta los cuerpos y las mentes, traduciendo el estrs en un signo de los tiempos que se

    somatiza en enfermedades mortales y convirtiendo la tensin extrema en diversidad de locurasy patologas mentales que explotan de vez en vez, incrementando su frecuencia. En todo casola potencia de los cuerpos individuales y del cuerpo social se ven disminuidas y la mutuaafectacin entre los seres humanos, que debiera incrementar su potencia de ser, se transformaen angustia ante la inseguridad ciudadana en las calles y en los rincones de los lugares dehabitacin. Las amenazas permanentes que se ciernen sobre el transente desprevenido sonadems reproducidas sistemticamente por los discursos polticos del poder y se vuelvenrecurrentes tpicos de los medios de comunicacin. La sensacin de soledad, desconfianza eimpotencia en el ciudadano comn se amplifican por estas vas.

    20 Analizar el miedo en sus profundidades como dispositivo de poder y las formas como operaes entonces un problema de investigacin pertinente para contribuir a entender la complejidadde esta relacin social que hace parte de la produccin biopoltica de la que hablara Foucault.Es de gran inters en esta direccin, dado su poder explicativo, relacionar la teora Spinozianasobre el deseo y las pasiones, as como su conexin con el miedo Ya Spinoza haba definidoel miedo en relacin con la esperanza, fundada en su teora de la afectividad. La esperanza,en efecto, no es nada ms que una alegra inconstante nacida de una cosa futura o pretrita decuyo suceso dudamos. El miedo, por el contrario es una tristeza inconstante nacida tambinde una cosa dudosa. Adems, si se quita de estos efectos la duda, de la esperanza resulta laseguridad y del miedo la desesperacin; es decir una alegra o una tristeza nacida de la imagende una cosa que hemos temido o esperado8.

    21 Baruch Spinoza despliega su propuesta tica abordando la naturaleza y la fuerza de los afectosy de lo que l llama la potencia del alma sobre ellos definindolos de esta manera: Porafectos entiendo las afecciones del cuerpo por los cuales la potencia de obrar del cuerpo mismoes aumentada o disminuida, favorecida o reprimida, y al mismo tiempo las ideas de estasafecciones9.

    22 Siguiendo este razonamiento los cuerpos son afectados positiva o negativamente porfenmenos o cuerpos externos que pueden ser amados u odiados en la medida en queproduzcan afectaciones de alegra o tristeza asociadas a ellos. La alegra es una fuente depotencia del cuerpo en tanto que la tristeza sobreviene si la mente imagina su impotencia. Enconsecuencia, la alegra es la transicin del hombre de una menor a una mayor perfeccin.La tristeza, en cambio, es la transicin del hombre a una menor perfeccin, por cuanto es unafecto por el cual es disminuida o reprimida la potencia de obrar del hombre.

    23 Los malos presagios, por ejemplo, provienen generalmente de cosas o fenmenos a loscuales les tenemos odio y que nos empeamos en alejarlos como causas de miedo. Creemosfcilmente lo que esperamos -dice Spinoza- pero difcilmente lo que tememos (). Y de estohan nacido las supersticiones, por las cuales los hombres son dominados en todas partes, puesen buena medida se encuentran en la base de las fluctuaciones de nimo de los seres humanos.Ahora bien que no hay esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza.

    24 La alegra, la tristeza y el deseo, as como todo afecto que se compone de stos, o que derivade stos, es decir del amor, del odio, de la esperanza, del miedo, son pasiones10. El deseo espara Spinoza la esencia misma de la naturaleza de cada cual en cuanto se la concibe comodeterminada por una disposicin cualquiera dada a obrar algo. Se dan pues tantas especiesde deseo cuanto son las especies de alegra, de tristeza, de amor, etc. Apetito, voluntad, deseo

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    o impulso deben comprenderse conjuntamente. Entonces el deseo abarca todos los esfuerzos,impulsos, apetitos y voliciones del hombre, que segn la disposicin del mismo hombre sondiversos y no raramente tan opuestos unos a otros11.

    25 Corresponde a la voluntad humana la capacidad de regular las afectaciones. Un ser humanolibre ser aquel que conozca de sus pasiones y de sus lmites, so pena de ser esclavizado porellos. La posibilidad de fijar sus propias fronteras y de resistir a la manipulacin de los afectoses el fundamento de la construccin de las opciones ticas. Spinoza describe este proceso as:A la impotencia humana para gobernar y reprimir los afectos la llamo servidumbre; porqueel hombre sometido a los afectos no depende de s, sino de la fortuna, bajo cuya potestad seencuentra de tal manera que a menudo est compelido, an viendo lo que es mejor, a hacer,sin embargo, lo que es peor12.

    26 El punto de vista de la afectacin implica entonces relaciones de poder. El post estructuralismoretoma los postulados de Spinoza y los relaciona con su teora del poder, particularmente consu negativa a centrar el problema en que es el poder? o, de dnde viene?, y relevar ms bienla pregunta de cmo se ejerce? Un ejercicio de poder aparece como un afecto, puesto que lapropia fuerza se define por su poder de afectar a otras. Incitar, suscitar, producir constituyenafectos activos, y ser incitado, ser suscitado, ser obligado a producir, tener un efecto til,constituyen afectos reactivos13

    27 La tristeza es un afecto reactivo, es la disminucin o represin de la potencia de pensar delalma. Cuando el alma se entristece, la potencia de entender, esto es de obrar, se disminuye oreprime. El miedo se constituye entonces en una fuerza que dramatiza las pasiones y que operatanto en lo pblico como en lo privado. Se convierte en una pasin triste que obstaculiza nuestrapotencia de actuar y nos entrega a los fantasmas, a las supersticiones y a las mistificacionesdel tirano.

    28 El miedo se coliga con los fenmenos que fracturan la confianza sobre la que puede construirsela sociabilidad; todos ellos adems estn imbricados con las dificultades extraordinariaspara reconocer al otro, para ensayar modos diversos de vivir la alteridad; as como conlas condiciones existenciales definidas alrededor de las relaciones sociales de vecindad ysolidaridad, y las formas particulares como se produce la subjetividad de los individuos paraenfrentar el entorno, con sus dudas, incertidumbres y temores.

    29 En el trasfondo aparece una profunda crisis de semiotizacin global. Los mecanismos degestin semitica e institucional y los que operan la regulacin social ya no son suficientespara detener el auge de subjetividades emergentes, que pueden estar anunciando el nacimientode nuevas dimensiones existenciales, pero que en muchos casos han significado el surgimientode formas caticas y salvajes de sociabilidad. La subjetivacin dominante opta entonces porformas de control que agudicen la sensacin de inseguridad y que fomenten una reaccinasustadiza, que reclame la fuerza del leviatn para poner orden. El miedo de los poderososa la explosividad de las clases subalternas produce subjetividades de terror generalizado queconducen a un autntico desmoronamiento de la subjetividad colectiva, especialmente en loatinente a referentes vitales de sociabilidad. El ser humano es entonces presa de todos lospnicos. Los peligros son tantos y se reproducen en escalas tan tremebundas que no es posibleaguzar la potencia de actuar. Es esta prdida de los territorios existenciales la que plantea unenorme vaco de subjetividad colectiva.

    30 Hay un gran tnel de no-sentido14, planteara Guattari, reflejando la angustia del sercontemporneo que percibe la fragilidad de su existencia en una sociedad que no parece serde nadie, pero que en todo caso no le pertenece a l; l, que se lanza a las calles diariamentea esforzarse por comportarse como debe ser, pero con la sensacin de que todo naufragaa su alrededor.

    31 Tal situacin atiza ese nerviosismo generalizado, esa paranoia que lleva a desconfiar de todoy de todos y que establece un amplio campo del sin-sentido, de la propensin a la locura, quepuede expresarse en la incubacin de estallidos violentos

    32 La capacidad del Estado para administrar la vida ahora se mide por su posibilidad de dar pasoa la reestructuracin de la convivencia humana mediante reglas de exclusin y jerarquizacinque son funcionales al poder ejercido y que permitan amoldar los miedos. Es ms, el proceso de

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    reestructuracin del capitalismo, que mediante las nuevas tecnologas de la informacin pudodar el paso a la desconcentracin y descentralizacin del aparato productivo, antes restringido alos lmites de la fbrica, ha generado nuevos agenciamientos productivos tendiendo cada vezms a descentrar sus ncleos de poder de las estructuras de produccin de bienes y de servicioshacia las estructuras productoras de signos, de sintaxis y de subjetividad, especialmente atravs del control que ejerce sobre los medios de comunicacin, la publicidad, los sondeos,etc.15

    33 Es ah donde se puede analizar el uso del miedo como dispositivo de control y poder. Laadministracin de la vida implica la intervencin en las ms diversas esferas existenciales delciudadano. As, no obstante que a diario el Estado se muestra incapaz de proveer los serviciospblicos esenciales y que asiste impasible al debilitamiento extremo de la materialidad y elsentido de lo pblico, se esfuerza por gestionar y controlar el cuerpo social.

    34 El mundo de las relaciones de convivencia, del conocimiento, de la sensibilidad, de la cultura,del arte, del amor, de la locura, de la muerte, de la angustia, de la infancia, y, por supuesto, delmiedo, es decir todos los elementos existenciales que producen subjetividad, son ahora objetocentral del inters estatal y de los poderes de centro para la implementacin de propuestasespecializadas para la fijacin de marcos normativos y de control.

    35 Se requiere de la homogenizacin por cuanto el manejo de la nocin de totalidad, indispensablepara el agenciamiento del control y del gobierno, se deriva de la corporeidad poltica de la queest investida la sociedad.

    36 Es una lucha en el terreno del lenguaje, de los smbolos y los significados, de lasrepresentaciones y los imaginarios. Cambian entonces los usos del concepto de guerra y stase vuelve una metfora para caracterizar los ms dismiles aspectos de la vida. Ahora se hablade la guerra de los sexos, o de la guerra contra la pobreza para nombrar las necesidades demovilizacin estatal o social a la manera de esfuerzos blicos. Pero la retrica blica, que yaatraviesa el conjunto de los discursos predominantes, abandona su enunciacin abstracta paratornarse en un discurso lleno de significados concretos cuando se define la guerra contra elterrorismo, esa guerra de enemigos difusos contra los cuales sin embargo ya las armas noson las polticas culturales o los esfuerzos econmicos concertados, sino el uso exterminador,masivo y continuo de la violencia letal y el acentuamiento de polticas restrictivas y de estadosde excepcin, que no tienen lmites de espacio o tiempo.

    37 De all se desprende la promocin de un estado de modulacin que pretende la estandarizacinde comportamientos, la negacin del disenso y la diferencia, la suavizacin de toda alteridad.Los diversos regmenes semiticos y en particular las semiticas de subjetivacin (que abarcanlos equipamientos colectivos) estn en funcin de proteger el cuerpo social de cualquiersobresalto proveniente de la irrupcin de un otro singular que pueda escapar a la totalidad.16

    38 El miedo es una semitica de subjetivacin plena de negatividad que se constituye, a travs deestos mecanismos, en un medio de subordinacin del espritu, del alma de los ciudadanos, quese opone a la liberacin de nuevos segmentos del deseo y a la difusin de las pasiones gozosas,afirmativas de la vida. Adems se produce una confluencia entre los miedos personales ylos miedos colectivos y va desapareciendo la diferencia entre la angustia entendida como lainterioridad de la incertidumbre y el miedo como la representacin en la esfera de lo pblico,como el sentimiento pblico de la inseguridad. Eso es lo que conduce a Virno a proponerencontrar un trmino distinto tanto de miedo como de angustia que de cuenta de su fusiny que el propone como perturbacin ominosa, una forma de expresar que hoy, todas lasformas de vida experimentan ese no sentirse en la propia casa, que segn Heidegger, estaraen el origen de la angustia17.

    El miedo como operador de los territorios para el control yla contencin del deseo

    39 Los flujos de deseo en una sociedad son, a pesar de todo, irreductibles. El ser humano es unser deseante y ello es lo que lo impulsa a la accin. Y como el deseo siempre reaparece, losflujos de deseo son flujos de conflictividad. Para reducirlos se han edificado dispositivos deregistro, seguridad y convivencia social, para mencionar algunos cuya importancia se deriva

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    de las dimensiones adquiridas por la dinmica que prefigura las sociedades de control. Se tratade dispositivos sociales de tipo maqunico que canalizan y delimitan los territorios por dondefluye el deseo humano, y que proceden a la manera de una ciencia hidrulica que pone cotas ycanales, o de un gran ejercicio de pastoreo que pretende conducir con el menor sobresalto a lamultitud de singularidades de las cuales est compuesta la vida. Hay que empujar, convencery amedrentar para que los descarriados sean los menos.

    40 Para ello se instauran equipamientos del tipo de registro desde donde se formalizanlos territorios de la identidad, de la ciudadana normalizada y sealan los lmites dereconocimiento ante el Estado (tambin los paraEstado idean sus propios dispositivos deregistro) fuera de los cuales no se es nadie. Son mecanismos de control que contribuyena crear la sensacin de la omnipresencia del poder que se intensifican con las tecnologasde la vigilancia satelital, cuya principal encarnacin, en manos del Departamento deEstado norteamericano, no han vacilado en ser denominada por ellos mismos como ElGran Hermano, por su capacidad de husmear en la vida cotidiana de la gente, en suscomunicaciones privadas va telefnica o de Internet.

    41 Atrapado en este dispositivo, el ciudadano de hoy, como seala Virilio, est privado, en primerlugar de voluntad. Acorralado por la necesidad: esa es la definicin elemental de aquel que,ao, tras ao, reduce la materia ontolgica de su existencia. La falta, la angustia, la fatiga,las obsesiones solitarias que nos llevan a creer que se est perpetuamente vigilado, seguido,amenazado, interpelado, no son, como se dice, inconvenientes del progreso, accidentes de lavida moderna, sino realidades proyectadas por un sistema18.

    42 Por su parte los equipamientos de seguridad indican los territorios del orden, de la confianza, ylos delimitan de los espacios del peligro, del riesgo, del desorden. El hogar como smbolo dellugar resguardado del peligro, la casa amurallada, el barrio cerrado, los escenarios controladospor la fuerza pblica (la ciudad policial), los trayectos en los cuales se est acompaado degente de confianza o de guardas de seguridad personal, la institucin policial, la ciudad regidapor el cdigo de polica, o, en el extremo, por el estado de excepcin.

    43 En estos equipamientos se condensan las dos caras del miedo como dispositivo de poder: una,afrontar el miedo producido por la extensin de la amenaza de las clases subordinadas, dela multitud, del trabajo inmaterial, de todas las formas que toma la fuerza viva del deseo.La otra el miedo para generar subordinacin y control, para luchar en contra de un enemigocomn y responder a la histeria colectiva que clama por la seguridad, y que ha sido produciday amplificada en el seno de estos mismos dispositivos. Son diferentes maneras de usufructuarel malestar del ser humano con relacin a su hbitat y de controlar y apropiarse del tiempoy del espacio humanos, reconstruyendo la relacin que haba instaurado la modernidad entretiempo, espacio y sujeto.

    44 De otro lado, los equipamientos de convivencia que incluyen escenarios para la resolucinde conflictos como las comisaras de familia, las inspecciones de polica, toda forma demediacin institucional, buena parte de los equipamientos ldicos y, en fin, todos aquellos queterritorializan las semiticas jurdicas.

    45 Gran parte de la crisis de legitimidad del Estado en Colombia y de la forma particularmenteviolenta que ella ha asumido en nuestros territorios urbanos y rurales se explica porla debilidad e ineficiencia de los equipamientos colectivos construidos y por la francainexistencia de otros que pueden ser indispensables para hacer el corte de flujos intensosde deseo provenientes de subjetividades minoritarias que se plantean la vida de una maneraespecialmente vigorosa.

    46 Los modos dominantes de valoracin de los individuos y los grupos procuran inscribir alconjunto de la sociedad bajo referentes de uniformidad. El beneficio personal, el consumo, lavida fcil, el dinero como nico patrn. Al mismo tiempo, se exacerban las segregaciones yse incrementa la exclusin.

    47 Por eso, ya no se trata solamente de los viejos campos homogneos que designaban lasclases sociales y la vida colectiva mediante su delimitacin econmica, poltica y culturalen los conocidos pares dialcticos burguesa-proletariado; estado-sociedad civil, y dems, que

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    daban explicaciones totalizantes y simplificadas de las realidades de los actores sociales delcapitalismo en su fase industrial.

    48 Los modernos antagonismos provienen de los flujos de desarraigados, arrojados del campopor las dinmicas de la violencia nacional, que arriban a ciudades que no estn dispuestas paraacogerlos, y aportan al caldo de la violencia citadina sus propios pesares, su carga de tristezasy odios, al tiempo con sus lenguajes, sus tradiciones, sus particulares sentidos.

    49 De los jvenes, sometidos a la obscena convocatoria del consumismo en un mundo deexpectativas sin satisfacciones, que criminaliza la pobreza y ha convertido al joven enindividuo objeto de sospecha y al grupo juvenil que ocupa una esquina del barrio en blancode odios y asesinatos preventivos.

    50 De las mujeres, principales actores de los procesos de migracin forzosos hacia las ciudades,quienes han debido echarse sobre sus hombros las tareas ms fatigosas de la construccin delos nuevos asentamientos urbanos y para quienes el cambio de roles, producto de el sacudnsocial, apenas si les ha dejado tiempo para reconocerse en el vrtigo de la metrpolis.

    51 De los nios, vctimas por excelencia de una ciudad que los convierte en rehenes del miedo yla pobreza, en una sociedad que pareciera regodear su inhumanidad ejerciendo una violenciasistemtica contra ellos. Maltrato intrafamiliar, nios sentenciados a vagar por las calles y a sercarne de can de depravaciones y asesinatos. Horror de un sistema que incrementa el trabajoinfantil y de una guerra en donde todos los bandos reclutan a los menores como soldados desus mortandades.

    52 En fin, de los millares de marginados que pueblan nuestras ciudades y campos sometidos a unaprofunda segregacin social y a una no menos severa exclusin simblica que no los reconocecomo ciudadanos y a veces ni siquiera como seres humanos. Todas estas enunciaciones seagregan a la diversidad de nuevas fuerzas y flujos de energa, de produccin material eintelectual que proceden de esa multiplicidad irreductible que hoy no puede ser contenidapor ninguna nica o uniforme identidad, pues se trata de innumerables tipos especficosde trabajo, formas de vida y territorializaciones que comparten la caracterstica bsica deltrabajo inmaterial que hoy tiende a predominar. producir comunicacin, relaciones socialesy cooperacin19.

    El orden de la guerra y el miedo civil53 La hegemona de los poderes soberanos se hace entonces sumamente compleja. La guerra se

    ha ido erigiendo como la alternativa por excelencia para intentar controlar a esa multitud desingularidades sin cauce. De ah que la guerra se extienda y mute su carcter hacia un estadode guerra global y permanente. La globalizacin armada va en contrava del desarrollo dela democracia. La desolacin de la guerra se hace an ms tremenda con la incapacidad dela sociedad para fundar sistemas de expresin y relacionamiento intersubjetivos desde donderenazca la democracia que ahora cada vez es ms reclamada como el poder de todos.

    54 La guerra, y la lgica totalitaria que conlleva, profundizan la prdida de la palabra quehumaniza el encuentro, el relato que produce referentes, la existencia de interlocutores quelegitimen la diferencia y den cabida a la alteridad. El escndalo de la produccin insensatay a gran escala de la muerte, hace de este desangre una forma absurda de ordenamientode la violencia. Y el hecho de carecer de sentido, hace que sea ms espantosa todava estaespiral de muerte que slo produce miedo. El miedo y toda forma de explicacin de las causasestructurales, objetivas y subjetivas de esta masacre puede llevar a restituir un sentido a loque no parece tener sentido alguno20.

    55 Los sistemas de coaccin social, que se acentan con el estado indefinido de la guerra,conducen igualmente a una conservadurizacin de la subjetividad de los ciudadanos. Tambinmuchos de ellos, en la medida en que han interiorizado las claves de significacin de laexistencia planteadas desde la dominacin, se han hecho refractarios al disenso, y ms bientienden a replegarse sobre si mismos, a aceptar el despojo de sus territorios existenciales, aacomodarse en medio de la entropa de la subjetividad dominante y a endosar en los polticosprofesionales y en los guerreros la responsabilidad de regir la organizacin social.

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    56 Hay un inmenso sector de la poblacin en el que se impone el miedo a lo pblico, cuya msdura expresin es la indiferencia, la falta de conmiseracin y solidaridad hacia el dolor ajeno.Las poblaciones tienden a sumirse en un estado de cohabitacin natural con ese mundo delaniquilamiento, se convierten en habitantes obligados del sistema (Virilio), en donde esevaco creciente, esos territorios convertidos en desiertos de chatarra y de basura, ese sin sentidoproducido por la organizacin misma del sistema, son asumidos como el objetivo intrnsecodel orden.

    57 La falta de autonoma de muchas colectividades, el que la produccin de subjetividad colectivase atenga a leyes que les son ajenas y est impulsada por operadores o interpretes del sentidodesde la institucionalidad de la guerra y la dominacin, se da a la par con la generacin dediversas formas de ser de las resistencias.

    58 Para los poderes soberanos, antes que representaciones electorales y movilizacionesciudadanas en la esfera de la poltica convencional, el arte de la direccin de los procesossociales radica ahora en la elaboracin de imgenes compartidas y en complejos procesos desubjetivacin. De ah la importancia de la administracin de los miedos, de la transformacinde stos en subjetividades de autoridad y seguridad, que se incorporan como disociacindefinitiva entre las necesidades humanas integrales de la ciudadana -otrora reconocidascomo derechos- y los modos de operacin del sistema. As el reencuentro entre la fantasmalsociedad civil y los Estados o Para Estados slo va a reconocerse ahora en esas nuevasanti-sociedades de las que habla Virilio, en donde progresivamente desaparece la nocin deservicio pblico, de ciudadana social, de Estado de Derecho, de bienestar colectivo, para darlugar a la licitud del empobrecimiento y de la violencia crecientes, como programa permanentedel Estado suicida. El tiempo del ghetto se acaba. El loco y el asesino son los hijos legtimosque el Estado suicida engendra y reconoce. La nueva megalpolis es su cuna, su lugar dedetencin a perpetuidad. La expiacin es, en adelante, general.21

    59 Las mltiples manifestaciones de la crueldad humana en contra de sus semejantes, que tomanproporciones masivas en el escenario de la guerra colombiana, requieren de un anlisistransversal que recurra a la genealoga de los miedos y procure ahondar en las relaciones defuerza que encarnan formas particulares de funcionamiento del poder.

    60 El lenguaje del miedo habita de manera preferente los territorios de la guerra. An en la era dela difuminacin de los lmites y los procesos globales de des-territorializacin, los guerrerostienden a fortificarse, a procurarse santuarios, territorios seguros y la base de su seguridad escontar con poblaciones leales o subordinadas. Se trata de un ejercicio del poder fundado en laviolencia. Pero el problema de la violencia no se circunscribe a la cuestin blica, est en elorigen mismo de la organizacin poltica y social que asumieron las colectividades humanasde manera predominante y en la base de la regulacin, del derecho y del Estado que brota delorden de la modernidad occidental.

    61 Hay quienes pretenden demostrar una oposicin antagnica de la violencia y el derecho.A aquellos que ejercen una violencia extrainstitucional, por ejemplo, se les convoca aencaminarse por el sendero de la paz y -como corolario- respetar el Estado de derecho. Sinello no puede aclimatarse la concordia. Por su parte los ejrcitos que se declaran en insurgenciasiempre intentan establecer formas paraestatales desde donde ejercen la regulacin de losterritorios y las poblaciones. Su propuesta en ltimas es la del surgimiento y legitimacinde una nueva juridicidad. En Colombia ya son innumerables los ejemplos por los cualesdestacamentos como las FARC emiten legislaciones de todo tipo, incluidas las relacionadascon el establecimiento de una estructura fiscal.22

    62 Muchas evidencias y diversos estudios tienden en cambio a mostrar una ntima y permanenterelacin de causalidad que ha convertido histricamente a la violencia como elemento fundantede las relaciones jurdicas.

    63 En su investigacin sobre la violencia, Walter Benjamin advierte que fundacin de derechoequivale a fundacin de poder y es, por ende, un acto de manifestacin inmediata de laviolencia. Justicia es el principio de toda fundacin divina de fines; poder, el principio de todafundacin mtica de derecho.23

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    64 De ah que, en principio, el sometimiento del ser humano al derecho fue un sometimiento porla fuerza (la fuerza del derecho, que es la fuerza de la violencia del poderoso). En cualquiercircunstancia, an en la de mayor indulgencia, la violencia interviene en la fundacin oconservacin de las relaciones sociales de derecho. Si es como fundacin, ser el resultadode la legitimacin de la victoria. Si es como conservacin, se tratar de la violencia ejecutivadestinada a mantener el orden establecido y en este caso tendr un alto componente deviolencia simblica.

    65 El gran ideal de la igualdad jurdica de los ciudadanos que brota de las revoluciones liberaleses controvertido de este modo. El orden de la guerra, fundado en el estatuto jurdico que seotorg a la violencia consigui que la igualdad, en ltimas, fuera concebida principalmentecomo la tensin entre violencias igualmente grandes.

    66 Ahora bien, como han demostrado los estudios histricos de la investigacin para la paz, laviolencia no es intrnseca a la sustancia del ser humano y son muchas las sociedades que hanlogrado dejar su huella a partir de una convivencia pacfica. Una definicin genrica de laviolencia podra corresponderse a todo aquello que, siendo evitable, impide, obstaculiza, o nofacilita el desarrollo humano, el crecimiento de las capacidades potenciales.24

    67 Lo que queda en evidencia es que la relacin social violenta es resultado de un complejosistema de agenciamientos subjetivos. De alguna manera ha sido una ardua construccinhistrica que ha requerido de mltiples agentes para enunciarla, refinarla y sostenerla comoparte esencial del andamiaje semitico del poder. Lo interesante del anlisis es la maneracmo la violencia como dispositivo de poder que ha dado paso a las formas jurdicas desu establecimiento y naturalizacin, han hecho uso recurrente del miedo para afincarse en lamemoria colectiva.

    68 En el centro de este proceso ha estado la relacin entre el cuerpo y el poder; y por ende, lasomatizacin de los miedos, la dominacin de los cuerpos a partir del uso de los miedos. Elapoderamiento del cuerpo, su sujecin hacen parte de lo que Foucault llama la microfsicadel poder (25) El ejercicio de la violencia sobre el cuerpo es el desarrollo de la funcinpunitiva del poder. El castigo ha devenido en una funcin social compleja que ha incrementadosu fuerza disuasiva dirigida a controlar los estallidos de la desesperacin, la emergencia devoces disidentes que propicien lneas de fuga del orden constituido, o la consolidacin desingularidades que desafen las normas. Microfsica del poder y proyeccin poltica del cuerpovan a la par.

    69 La comprensin de los oscuros abismos en los que se ha cultivado la violencia que hoy nosarrasa, est ligada a la evolucin de las formas, los significados y las tcnicas con las cuales seha plasmado el poder punitivo, cargado de significados en el terror que transcribe el mensaje dela obediencia. Desde la premodernidad se difundi el terror a ser castigado y a que ese castigorecayera crudamente como un martirio del cuerpo, terror inducido casi que ceremonialmentepara producir domesticacin.

    70 Deleuze, resumi las caractersticas de este modelo indicando que su objetivo y funcioneseran...extraer antes que organizar la produccin; decidir sobre la muerte antes que organizarla vida26. Su eficacia se refera a su visibilidad e intensidad a partir de su funcionamiento a lamanera de ritual punitivo, que colocaba toda su fuerza dramtica en el sacrificio del condenado,en el tormento de su cuerpo como pago de su ofensa al soberano.

    71 El cambio hacia las sociedades disciplinarias abarca un proceso de casi dos siglos, desde lasegunda mitad del siglo XVIII, perodo en que se consolida el capitalismo industrial, se creannuevas formas de relacin social, surge el derecho burgus y se define toda una nueva moral,propia del acto de castigar.

    72 El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economa de losderechos suspendidos.27 El verdugo es reemplazado por funcionarios que aplican la pena atravs de nuevos engranajes. La publicidad educadora del acto es referida solamente al juicio.La ejecucin de la pena es slo una vergenza suplementaria.

    73 El miedo ya no est centrado en la posibilidad del suplicio del cuerpo, del sufrimiento delas carnes. Ahora se ha desplazado hacia el miedo a ser excluido de las libertades civiles yen particular de la libertad de movilizacin. Es un miedo a perder los derechos y a hacer el

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    trnsito hacia el encierro fsico y mental; el miedo a no poder desplegarse en la realizacinde sus deseos. Pero estos miedos se superponen. El miedo a la muerte siempre est presente.Esta violencia conservadora de derecho pretende ir mas all de la reparacin del crimen, paraconvertirse en una accin pedaggica destinada a reformar comportamientos, a ejemplarizar ya recuperar para la sociedad al individuo. La reinsercin del delincuente es el triunfo delejercicio de la disciplina social y la comprobacin de que el poder puede ya no solo dominarel cuerpo del individuo, sino tambin doblegar su espritu.

    74 Las sociedades disciplinarias han provocado entonces modificaciones profundas en el rgimenpunitivo y en la produccin simblica de a lo que hay que temer. La inclusin social implicaobediencia, la trasgresin, la inadaptacin solo conduce a la exclusin. Se generaliza entoncesel temor a la anormalidad. Por eso la construccin de figuras emblemticas del monstruoy el loco en la modernidad. Como lo analiza extensamente Foucault el concepto mismo dedisciplina proviene de la necesidad de prevenir el delito, la trasgresin de la norma y para ellodisminuir el deseo que hace atractiva la infraccin.

    75 Se hace alusin a una relacin ms refinada del poder soberano y el cuerpo de los sbditos.La sociedad industrial descubri que la disciplina procede ante todo de la distribucin de loscuerpos en el espacio y que organizar los territorios de la produccin y de la vida a manerade centros de encierro, en donde cada individuo tenga un lugar y un rol asignado, posibilitabarecomponer la economa de los intereses y poner diques a las pasiones.

    76 Los lugares de habitacin (familia), educacin (escuela), produccin (fbrica), curacin(hospital) o rehabilitacin (crcel) del individuo se construyeron como centros de clausura,medios cerrados estrictamente normalizados por la fuerza de las leyes y los cdigos demoralidad. All se aprende a no retar al poder establecido; en unos a travs de castigosmenudos, en otros con punicin severa, pero ante todo con la amenaza del repudio social. Paraentonces estas instituciones se han convertido en focos de reproduccin del poder del centrocuyos mtodos y concepciones repercuten y atraviesan la topologa de las organizaciones comoun enorme poder instituyente.

    77 El ciudadano de la sociedad disciplinar habr de pasar durante su vida sucesivamente de unmedio de encierro a otro, siendo la prisin el medio de encierro por excelencia. La prisines la que sirve de modelo analgico28.

    78 La preocupacin por el encauzamiento de la conducta se manifiesta en los esfuerzos porreglamentaciones estrictas, de tal manera que el cuerpo jurdico global es complementado pormultiplicidad de reglamentos especficos, de manuales para la vida cotidiana, de recetas parael mantenimiento de las buenas costumbres, que van constituyendo un aparato semitico quebusca hacer cuerpos dciles a travs de la disciplina.

    79 Disciplina espartana en los cuarteles y en las prisiones, pero tambin disciplina del detalle, delo minsculo; mstica de lo cotidiano que promueve la importancia de las cosas pequeas comoforma para aclimatar el gobierno de los humanos. Contra el deseo incontrolado, las buenascostumbres; y estas hay que inculcarlas desde la ms tierna edad, reactualizando los miedosancestrales, los terrores a los dioses mitolgicos, a las brujas y a las hadas malvadas. Todos losequipamientos colectivos, los destinados a la pedagoga, los conventos, los cuarteles, difundenlas recetas y adiestran en los cdigos de comportamientos. Slo el orden y la obedienciaproducen seguridad. Y en las instituciones disciplinares no hay cabida para los insumisos.

    80 Sujetar los cuerpos, adscribirlos a sistemas de control por medio de infinidad de procesosminuciosos, con frecuencias de repeticin que crean rutinas y fomentan hbitos, desbrozan elcamino de la obediencia y actan sobre los colectivos, descomponindolos, jerarquizndolos,convirtindolos en rganos del cuerpo societal el cual est preparado para sancionar moral ofsicamente a los renuentes.

    81 Y en el claroscuro, como una presencia disuasiva, la crcel, produciendo signos comprensiblesa todos, hablndole a todos los culpables posibles de la conveniencia de controlar sus apetitosy de preferir la virtud al delito. El miedo a la crcel, con sus horrores que el poder se preocupade difundir adecuadamente, hace que los ms rebeldes incluso prefieran la muerte.

    82 Pero adems, toda esta parafernalia disciplinaria es completamente funcional a las leyes delmercado, son el complemento de la disciplina del mercado. Todo ciudadano sensato y de

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    buenas costumbres entiende que los lmites de su deseo de consumo estn marcados por sucapacidad de pago. All est marcada la tolerancia del sistema para con su ambicin. El roboes el peor crimen imaginable en esta sociedad y se sabe que ser castigado con rigor.

    83 La violencia del derecho esta representada con la mayor claridad en lo atinente al derechode propiedad, el nico inviolable, como reminiscencia de la inviolabilidad del botn obtenidoen justa lid. Y la sonoridad de la palabra libertad, adquiere sus verdaderas dimensionescuando se refiere a la libertad de comercio, base de todas las libertades y de la democracia.

    84 El adiestramiento para la convivencia, la introyeccin de las buenas maneras, el temorreverencial a la ley, son entonces indispensables para sostener estas libertades y derechos yson una forma de violencia simblica con la cual se sella la representacin de la voluntadgeneral y se releva a los poderes constituidos del uso predominante de la violencia fsica. Serequiere entonces de pactos sociales en los cuales los individuos se comprometan a respetarestos lmites, a sustituir la agresividad fsica en la bsqueda de la satisfaccin de sus deseos,a respetar la vida y la propiedad de los dems y las reglas del juego de la sociabilidad. Acambio, podr participar en el mercado, en la bsqueda de la satisfaccin de un solo deseo:poseer bienes. Para ello se hace indispensable la igualdad, cosa que en este caso significa,compartir costumbres semejantes para competir en el mercado.

    85 La regulacin de lo cotidiano es entonces elemento de gran significacin en las sociedadesdisciplinares. La disciplina le asigna lugar de consideracin poltica a los detalles de laconvivencia, ocupndose de la descripcin, de los procedimientos y de las tcnicas meticulosasdel comportamiento humano.

    86 Con ello no slo contribuye al control de las conductas del ciudadano, sino que definelas lneas de perspectiva para la objetivacin del hombre de bien, del ciudadanodecente, diferencindolo de aquel que no se atiene a la norma, del no-conviviente. Seconstituye entonces en un mecanismo de exclusin, que as mismo objetiviza al anormal, alsospechoso. All se crean los rostros del delito o la cara amable del hombre de bien.

    87 Como se observa se trata de reglas de carcter cultural y social que no tienen ninguna eficaciajurdica, sino que basan el poder de su accin en la generacin de imaginarios colectivos queposibiliten la regulacin y la sancin social. En ellas se denota la inclinacin por reglamentarde manera minuciosa la presencia del individuo en el escenario social. La generacin desentimientos de subordinacin y obediencia a ese orden, fundado fuera del ciudadano, peroque lo compele y limita, conlleva mucho de una violencia simblica emparentada con el ansia,nunca extirpada del poder, de ver marchar a sus ciudadanos con una uniformidad militar,manteniendo un orden ideal que abomina la anormalidad.

    El miedo y las regulaciones de la sociedad de control88 Las principales instituciones cerradas de las sociedades disciplinares muestran una crisis de

    desintegracin. La ms resistente y adaptativa hasta ahora, la familia nuclear, se fractura sinremedio. Pero todas, sin excepcin muestran su declinacin, sin que por ello dejen de cumplirsu papel instituyente y normalizador.

    89 En la sociedad se va dibujando los nuevos perfiles del leviatn encarnados en la sociedad decontrol. Las nuevas velocidades, los nuevos ritmos introducidos por la tecnologa y la cienciase traducen en flujos de todo tipo que rompen los lmites de las estructuras cerradas y que,igualmente, se manifiestan en formas de aceleracin inusitada en los mecanismos de controlen espacios abiertos.

    90 La cultura tecnolgica no ha hecho mas que perfeccionar la apropiacin de los elementosmotrices, y acrecienta incesantemente nuestra dependencia de los sistemas que regulan elsentido de la apropiacin (contadores de velocidad, tableros de mando, teleorientacin...).Creadora de itinerarios de direccin, aplica a la tierra y a la naturaleza (a la naturaleza humana)la frmula de Bacon: Nada es mas vasto que las cosas vacas... y finalmente crea el vaco y eldesierto por que slo la nada es continua y, por ello conductora29.

    91 Se impone el control continuo y se reorganiza el poder poltico, centrado ahora en las redesde comunicacin, en la vigilancia automtica y la respuesta inmediata a cualquier amenaza

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    contra el orden. La ciudad (polis) se va transformando en la ciudad policiva (sic). La ciudadpunitiva tiende a adquirir la forma de la ciudad controladora.

    92 La disciplina impuesta desde cada uno de los centros de encierro, que contaba con normasespecficas para cada uno, va siendo subsumida en las operaciones de modulacin de lasconciencias que reclama el autocontrol en todos los espacios, a travs de la utilizacin masivade nuevos lenguajes numricos, cibernticos, simblicos.

    93 Los cdigos especficos para cada compartimiento social, desde donde se disciplinabaal ciudadano, dejan su lugar o son complementados por un mar de informacin que seproporciona a todos los individuos, desalentando las sensaciones propias y confirmandocotidianamente por medio de una lluvia de imgenes cul es el mundo que lo rodea: el vaco,la nada.

    94 El punto de partida de esta transformacin es el vuelco que ha tomado la produccin.La descentracin y deslocalizacin de la fbrica, posibilitada por la revolucin de lascomunicaciones, la proliferacin del trabajo inmaterial y el cambio de nfasis hacia laproduccin de servicios, soportan una completa dispersin de la actividad productiva.

    95 La ciudad, el pas, la regin hacen parte de una gran empresa global que integra a su lgica losantiguos centros de produccin y reproduccin del capital. La familia, la escuela, el ejrcito,la fbrica no son ya mas centros analgicos diferenciados que convergen en un propietario,Estado o potencia privada, sino las figuras cifradas, deformables y transformables de unamisma empresa que funciona nicamente con gerentes30.

    96 Las modernas tcnicas de la administracin (control de calidad, reingeniera, etc.) perfeccionanlos mtodos de incorporacin del conocimiento del productor directo y del consumidor a lagran inteligencia artificial del capitalismo y permiten ajustes rpidos en la tecnologa y laescala de la produccin. Al trabajador se le asigna as tambin un papel en la gestin de laempresa. Lo que estn emergiendo son nuevas formas de vida y de produccin, cargadas deintensidad, de cultura, de interacciones lingusticas. Ahora se hace ms difcil diferenciar laexperiencia colectiva del hacer individual, las formas de aproximacin social discurren por lavisibilizacin de las facultades comunes del gnero humano, el lenguaje, el intelecto general, locomn compartido. Se avanza hacia la individuacin de lo universal y se replantea el problemade que es lo que vuelve singular a una singularidad. De ah la afirmacin categrica de Deleuzeen el sentido de que no nos encontramos ya ms ante la pareja masa - individuo y portanto se requiere el reexamen de categoras como ciudadano, productor, pueblo y de viejasdicotomas como la diferenciacin entre lo pblico y lo privado que hagan posible nuevasentradas analticas sobre los procesos de subjetivacin contemporneos y su relacin con ladialctica entre el miedo y la bsqueda de seguridad.

    97 Diariamente se acenta la inclinacin a perfeccionar mecanismos de vigilancia total sobrelos ciudadanos. El ojo del gran hermano que describa Orwel31ha abandonado las pginas delas novelas de ficcin. En las esquinas se instalan sistemas de video-grabacin que registraninfracciones de trnsito. En las calles consideradas neurlgicas se despliegan sistemas dedeteccin de delitos que faciliten una reaccin inmediata de los cuerpos de seguridad. Ya seha incorporado a los sistemas penitenciarios el cumplimiento de una pena mediante el controlelectrnico del individuo sin necesidad de mantener al penado encerrado en prisin.

    98 La sociedad tambin est ante la nueva guerra. La guerra postmoderna, antes que una guerraentre potencias o entidades polticas soberanas se parece ms, incluso en el nivel planetario,a la nocin de guerra civil, esto es un conflicto armado entre combatientes soberanos y/o nosoberanos dentro de un mismo territorio soberano32. La guerra se convierte en un estado deexcepcin ilimitado que circunscribe las conquistas de la democracia y cuestiona abiertamentela vigencia de los derechos, especialmente de los derechos humanos y ciudadanos.

    99 La guerra actual profundiza la relacin binaria amigo-enemigo elaborada a cabalidad por elidelogo de la derecha Nacional-Socialista alemana, Carl Schmith. Solo que ahora el enemigono est representado principalmente por otro Estado soberano, sino que se da curso a la ideafraguada desde el perodo de la guerra fra, del enemigo interno, aunque con una figura difusaque lo liga a redes externas que no dependen de poderes soberanos del tipo Estados-Nacionales.Slo con echar una ojeada a la literatura oficial colombiana sobre el movimiento guerrillero

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    como enemigo se descubrir que solo hace unos aos las FARC eran financiadas por el orode Mosc y el Eln por la conspiracin comunista cubana. Hoy estos movimientos se calificancomo vinculados con redes terroristas internacionales. Pero sobretodo estos enemigos estnnecesariamente ligados a clases peligrosas, a antisociales internos.

    100 El hecho ms significativo de esta nueva etapa de la guerra es que el poder poltico la reinscribeconstantemente en todo tipo de instituciones sociales y es codificada como una lgica queafecta todas las formas de dominacin, y las relaciones de poder en general, as ellas no hayanestado hasta entonces marcadas por la violencia fsica. Por ese camino no tarda en aplicarla dialctica que conmina a la poblacin a situarse del lado del bien para combatir el malencarnado en todo aquel que cuestione algn aspecto de la dominacin, as ese cuestionamientono haya implicado ninguna forma de contestacin armada y se haya limitado a formas deresistencia social pacfica. As se criminaliza no nicamente al llamado enemigo armado sinocualquier forma de insubordinacin.

    101 Por esa va la guerra se convierte en un asunto que combina las estrategias militares conlas acciones de polica, puesto que prevalece la sensacin de un enemigo siempre presentecuyo reservorio natural es el desorden. El enemigo debe servir de esquema trascendentalen el sentido kantiano, pero en la direccin contraria: debe demostrar no lo que es el poder,sino de qu nos guarda el poder33. Esta omnipresencia del enemigo resalta entonces el papelhobbesiano del poder: debe proveer proteccin y seguridad a los ciudadanos. En esto estjustificado todo recorte de las libertades; al fin y al cabo una guerra no es otra cosa que unestado de excepcin,

    102 Tambin las polticas del miedo se transforman y articulan a las nuevas modalidades de laguerra. Las batallas de alto componente tecnolgico estn destinadas a infringir el mximode dao con el mnimo de costo en vidas humanas para quien posee el mayor poder blico.Se debe asegurar el aniquilamiento de las fuerzas contrarias y la mayor destruccin de susinfraestructuras. Los denominados daos colaterales que inflingen a la poblacin civil engran escala estn dentro de los clculos del combate, una de cuyas estrategias principaleses infundir el pnico. Este tipo de miedo se publicita y sobredimensiona. Hay todo unmarketing del horror para que la resistencia sea horadada por la desmoralizacin.

    103 La sociedad de control apenas se prefigura y en territorios como Colombia solo comienzana despuntar algunas de sus manifestaciones. Buena parte del dispositivo disciplinario sigueen pie y se operan situaciones transicionales en casi todas las esferas de la vida. En este pasadems se presenta una realidad mltiple en la cual se vive con crudeza formas premodernasde imposicin de las soberanas, al tiempo que se conectan con las formas disciplinares y decontrol.

    104 Quizs las principales dificultades para que se impongan en nuestras urbes las ondulacionesprovenientes de la reestructuracin social son las condiciones culturales sobre las cuales debendesplegarse y las debilidades del Estado- y de los equipamientos de que dispone- para imponersu hegemona sobre otros poderes soberanos y para regular las relaciones entre los ciudadanosen las nuevas circunstancias.

    El paradigma de la seguridad y la accin policial105 La nocin de seguridad ciudadana siempre ha sido vaga y cenagosa. La primera pregunta que

    surge es, seguridad para quin? Y la segunda es, cmo ha sido garantizada? El tratamientode estas cuestiones no ha ido mucho mas all de la concepcin de brindar proteccin contralas clases peligrosas y contra los individuos indeseables, asegurando los intereses de lossectores propietarios, procurando mitigar el miedo de los ciudadanos medrosos y protegiendola estabilidad de las instituciones.34

    106 Ahora cuando la seguridad ciudadana se vincula inevitablemente a la guerra surgen nuevaspreguntas sobre su operacin. La funcin de seguridad ha sido asignada a la polica. En elterritorio asolado por la guerra en caliente, para el caso colombiano, es compartida con lasFuerzas Militares. La polica es una institucin que no deja de ser peculiar en tanto ejerce unaviolencia que se sale de los marcos de aquellas que son fundadoras o conservadoras de derecho.

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    107 La accin policiva consiste en administrar una violencia cotidiana que a la vez regula asuntosque no estn inscritos en una clara situacin de derecho y situaciones que se desprenden de laconservacin de derechos ya instituidos, as como de los derechos bastardos que ella mismaha contribuido a generar con su actividad.35

    108 De tal manera que a la violencia polimorfa que afecta a los ciudadanos hay que agregar laviolencia amorfa que proviene de la polica en cumplimiento de su mandato de garantizarla seguridad. Ella est dirigida, de manera muchas veces ciega, contra esa construccinsocial subjetiva que la operacin policial muchas veces contribuye a delinear: los elementospeligrosos y amenazantes y todos aquellos para quienes el Estado no tiene necesidad deproteger.

    109 La accin discrecional de la polica se ha constituido en fundadora de un derecho sinuoso,que algunos llaman menor, que pretende arbitrar la convivencia ciudadana y que cobija unsinnmero de situaciones que no estn incluidas en el derecho mayor, que conforman elcuerpo de leyes y el cdigo penal.

    110 La jurisdiccin de polica es un esfuerzo por sistematizar las normas que han surgido de laaccin de polica. Con l adquieren estatuto jurdico reglas del juego que se han ido imponiendodesde la administracin, intentando establecer consensos y arbitrar conflictos. Como reza elcdigo de polica de Bogot : El fin principal de la polica es el de mantener y garantizarel orden pblico interno, previniendo y controlando las perturbaciones que atenten contra laseguridad, tranquilidad, salubridad, moralidad, ecologa y ornato pblicos36.

    111 Ntese que se mantiene completamente dentro de la lgica de las sociedades disciplinarias,procurando intervenir sobre diversos territorios de la existencia cotidiana de la ciudad que, porsu particularidad y movilidad, no pueden ser intervenidos desde el mbito de la ley que tieneuna dimensin ms universal. Pero ahora debe evolucionar en el marco de la nueva guerra yde la constitucin de sociedades de control. En el primer terreno la accin de la polica debeestar centrada en la deteccin y contencin del enemigo terrorista. Esta funcin implica unincremento de su capacidad punitiva.

    112 En el segundo campo de accin se trata del reconocimiento, por lo menos para el casocolombiano, de la existencia de amplios sectores de ciudadanos para quienes es culturalmentelegtimo estar fuera de la ley, por lo que exige una intervencin en el terreno de la cultura. Elex alcalde de Bogot Antanas Mockus lo planteaba as: el problema de la seguridad no esnicamente un problema de ley, de manejo judicial y policial de la transgresin a la ley...esun asunto de capacidad de una cultura, de unos cdigos culturales para poner lmites, de qucomportamientos son vlidos y en que contextos37.

    113 Para este tipo de visin se requiere tambin de unas normas mnimas de comportamiento,apelando a elementos de moralidad, de interregulacin social, de normalizacin jurdica y demodificacin de contextos. La moral aparece aqu como pieza clave en la generacin de control(autocontrol?) social, referida a la responsabilidad del individuo mas que a la posibilidad desu auto-legislacin.

    114 La interregulacin social est planteada como la ayuda y vigilancia que unas personas prestana otras para que cumplan las normas. En realidad se hace referencia a la presin que la censuray el control social ejerce sobre las conductas del ciudadano. La llamada de atencin del vecinoo del transente, su desaprobacin, ante un ciudadano que incumple una norma. Pero tambinla legitimacin de la costumbre de delatar al sospechoso.

    115 Lo relevante de este planteamiento es que aparentemente procura romper la binariedadestablecida en la regulacin basada en la relacin Estado - sociedad, para proponer unaaccin de control social al nivel ciudadano-ciudadano. En realidad propugna por involucrar alciudadano en el control del otro. El aparato del Estado no tiene porqu echarse encima todala carga para que se de un orden pblico cuando se tiene gran conocimiento y experienciaen las maneras en las cuales el poder de centro puede repercutir en mltiples espacios. Lainterregulacin tiene como presupuesto que hay un grupo de ciudadanos que conoce y respetalas normas, que ha asimilado el valor de la obediencia y que se ha conseguido un nivel deconsenso sobre las reglas mnimas, por lo que un primer resultado del planteamiento se da enla esfera de la legitimidad.

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    116 Pero, al tiempo, se exige del ciudadano una posicin activa con su responsabilidades ante elestado (de ah el presupuesto moral). No basta con ser un buen ciudadano, hay que contribuircon su ejemplo y con la accin de reprensin a quienes se colocan por fuera de las normas,aplicndoles una cierta forma de castigo consistente en la crtica abierta o la ridiculizacinde su comportamiento. O, llanamente de su delacin a la polica. Se trata de una forma deprocurar acceder a la disciplina social, descentralizando un mnimo el poder de castigar. Ygeneralizando una nueva forma del miedo: el miedo a la sancin social, al que dirn, a nopoder mantenerse dentro del rostro del ciudadano.

    117 Aunque esta forma de regulacin social pareciera minar la centralizacin del poder de castigary de normalizar a los ciudadanos por parte del Estado, pues de alguna manera descentraliza unpoco dicho poder, lo que surge y se promueve, en una sociedad tan polarizada como la nuestra,son ideales policivos con participacin ciudadana. Se somete a los ciudadanos entonces a viviren el pas de la sospecha en donde los individuos se controlan unos a otros con base en lacerteza moral de cada cual de que la suya es la correcta interpretacin y aplicacin de la norma.

    118 Hay que examinar hasta qu punto esta tendencia se adecua a las necesidades de las sociedadesde control, para las cuales pareciera ser muy til la idea de Skinner de que debera ser posiblela organizacin de un mundo en el cual rara vez se produzca una conducta acreedora de castigo,o incluso no se produzca nunca38.

    119 El programa skinneriano en busca de un mundo en el cual la gente pueda comportarse bienautomticamente, considera que el problema es cmo inducir a que las personas se comportenbien. La visibilidad del control y la aplicacin del castigo son las dos variables que intervienenen esta definicin. Un Estado que transforma a todos sus ciudadanos en espas, o una religinque fomenta el concepto de un Dios omni-vidente hace prcticamente imposible eludir a quiencastiga, y las contingencias punitivas adquieren entonces su mximo grado de eficacia. Lapersona puede comportarse bien aunque no exista una supervisin visible.

    120 El asunto es entonces cmo crear los ambientes para que el control, a travs del miedo ode la certeza de que no se puede escapar a la vigilancia, sea el mximo y as tambin semaximice la economa del castigo. Para esta perspectiva lo que hay que modificar entoncesson los ambientes que limitan la eficacia de las tcnicas de control que habrn de producirel hombre automticamente bueno.

    121 Quizs sea este el porvenir de las sociedades de control. Este es el plano sobre el que debeconstituirse el mapa de las nuevas relaciones que se produzcan.

    La vida resiste122 El escenario de estos rdenes de la seguridad que se desprenden de la guerra puede ser

    alterado desde la irrupcin de valores diferentes, de proyectos existenciales singulares que, noimportando su masa, puedan convertirse en lo que Guattari llama lneas de fuga creadoras,que no se detengan tanto en la forma, a veces aterradora, de esas mquinas y de esos sistemasque ahora nos determinan, sino en las finalidades.

    123 Hace mucho se sellaron caminos expeditos que pretendan colocarse en la balanza de lospoderes totalizantes para buscar invertir el orden de cosas que agobia a la humanidad. Porreproducir los rituales del poder y legitimar los mtodos de la subordinacin de los dems,quedaron gravitando en la lgica de un sistema violento e inhumano.

    124 Hoy se abren los caminos de resistencia y afirmacin de la vida. El lenguaje es unode los campos privilegiados de lucha. La palabra verbalizada, gestualizada, imaginizada,recreada; las mltiples interacciones que proveen de fugaz contorno a lo comn, vislumbranel restablecimiento de conectividades creativas de las expresiones singulares, la comunicacinde los fragmentos de vida que nos toca recomponer desde los compartimentos en que se haterritorializado nuestra prctica econmica, tcnica, social, poltica y, por supuesto de la vidacotidiana.

    125 La palabra es principalmente produccin de subjetividad autnoma y construccin de lgicasque permitan a los grupos humanos reapropiarse de su propia existencia, de vivirla en mediodel conflicto, reinventando las coordenadas de los tiempos y los lugares aceptables de lasocialidad.

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    126 Hay que identificar las caractersticas del nuevo sistema de control social que se impone.El rol de los dispositivos policiales y de seguridad que pretenden abarcar todo el escenariode la vida social. Los territorios y los tiempos de transformacin cambian aceleradamente.Es indispensable entonces romper la lgica binaria de la guerra y promover los tejidos de latrama de las singularidades vitales. De eso se trata la resistencia pacfica que se alza ante losenunciados del miedo.

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    Notas

    1 Jaques Lacan. Entrevista. 1974. Citado por Mara H. Crdenas. Los nombres de la angustia en el malvivir actual. Nueva Escuela Lacaniana. Guayaquil. 2006. http://www.nel-amp.com/jornadas/guayaquil/

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    2 Guiles Deluze. Lgica del Sentido. Editorial Paids. Buenos Aires. 1989. Pg. 503 El ejemplo por antonomasia es el de la cuestin juda alrededor de la cual se larv el antisemitismoque redundara en el horror de los progroms que atravesaron Europa entera incluyendo la Rusia delos zares y ms tarde en la solucin final de los nazis. Pero es el mismo temor reverencial a culturasdiferentes como la de los gitanos, nmadas y siempre indciles; o la de minoras religiosas, o las deopcin sexual, o todo aquel que sea percibido como diferente o resistente a la normalizacin hegemnica.4 Ver Jean Delumeau. El Miedo en Occidente. Taurus. Madrid. 1989, pgs. 71-6005 No obstante, como dice Delumeau, el miedo masculino a la mujer, va pues ms all del temor a lacastracin identificado por Freud. Pero el diagnstico de ste no es, sin embargo errneo, a condicin desepararlo del sedicente deseo femenino de poseer un pene, que el psicoanlisis haba postulado en susinicios sin prueba suficiente. Informes clnicos, mitologa e historia confirman, en efecto, el miedo a lacastracin en el hombre. Se han encontrado ms de trescientas versiones del mito de la vagina dentadaentre los indios de Amrica del NorteEn el inconsciente del hombre, la mujer suscita la inquietud, noslo porque ella es el juez de su sexualidad, sino porque l la imagina insaciable, comparable al fuego quehay que alimentar sin cesar, devoradora como la mantis religiosaPorque de todos modos el hombre nogana nunca en el duelo sexual. J. Delumeau, op.cit., pg. 4726 Martha Lpez. La tierra y lo natal, en scar Useche, et. Al. Tramas de resistencia Esap. Institutode Derechos Humanos Guillermo Cano. Bogot. 2003. Este captulo fue publicado en Nova et Vetera.No. 50. Boletn del IDH. Esap. Bogot. 2004. Pg. 317 Jean Delumeau. Op. Cit. Pg. 4778 Baruch de Spinoza. tica demostrada segn el orden geomtrico. Fondo de Cultura Econmica.Mxico. 1996. Pg. 1599 B. Spinoza. Ibid. Pg. 15110 B. Spinoza. Op. Cit. Pg. 198. Desde esta perspectiva los afectos pueden ser acciones si se producenpor causas adecuadas (es decir aquellas cuyo efecto puede percibirse por la causa misma), o pueden serpasiones si su efecto no puede percibirse ni explicarse tan claramente.11 B. Spinoza. Ibid Pg. 15412 B. Spinoza. Ibid pg. 20713 Pilles Deleuze. Foucault. Pids. Barcelona. 1998. P. 10014 Felix Guattari, Las tres ecologas. Cuadernillos para el Tercer Milenio. Bogot, 1996. Pg. 1215 Felix Guattari, op. Cit. Pg. 1916 Guattari propone reagrupar en cuatro principales regmenes semiticos los instrumentos sobre los quereposa el capitalismo post-industrial, que el prefiere denominar Capitalismo Mundial Integrado (CMI) :-las semiticas econmicas (instrumentos monetarios, financieros, contables, de decisin...);-las semiticas jurdicas (ttulo de propiedad, legislacin y reglamentaciones diversas)-las semiticas tcnico-cientficas (planes, diagramas, programas, estudios, investigaciones...)-las semiticas de subjetivacin, algunas de las cuales coinciden con las que acaban de ser enumeradas,pero a las que convendra aadir muchas otras plenas de negatividad como las relativas a las producidaspor la guerra, el miedo, la muerte, etc. Y otras de afirmacin de un modelo de produccin de la vidacomo la arquitectura, el urbanismo, los equipamientos colectivos, etc.Debemos admitir que los modelos que pretendan fundar una jerarqua causal entre esos regmenessemiticos estn a punto de perder todo contacto con la realidad... En la actualidad, el objeto del CMIes un conjunto inseparable: productivo-econmico-subjetivo. Felix Guattari. Las tres ecologas, op.cit. Pg. 3317 Paolo Virno. Gramtica de la multitud. Colihue. Buenos Aires. 2003. p.2318 Paul Virilio, la inseguridad del territorio. La Marca. Buenos Aires, 1.999. p.2719 Antonio Negri y Michael Hardt. Multitud. Guerra y Democracia en la era del Imperio. RandomHouse Mondadori. S.A. Barcelona.2004. Pg.1720 Giorgio Agamben. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Pretextos.Valencia. 2002. Pg. 3921 P. Virilio. Op. Cit. P. 3622 Ver Ley 001 y Ley 002 de las FARC. http//www.anncol.com/23 Walter Benjamin. Para una crtica de la violencia y otros ensayos. Iluminaciones IV. Taurus.Madrid, 1991. All se lee tambin: La funcin de la violencia en el proceso de fundacin de derechoes doble. Por una parte la fundacin de derecho tiene como fin ese derecho que, con la violencia comomedio, aspira a implantar. No obstante, el derecho una vez establecido, no renuncia a la violencia. Lejosde ello, slo entonces se convierte verdaderamente en fundadora de derecho en el sentido ms estrictoy directo, porque este derecho no ser independiente y libre de toda violencia, sino que ser en nombredel poder, un fin ntima y necesariamente ligado a ella.

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    24 Mario Lpez, et.al. Enciclopedia de Paz y conflictos. Instituto de la Paz y los Conflictos.Universidad de Granada. . Editorial Universidad de Granada. 2004.. Pg. 116025 El cuerpo est tambin directamente inmerso en un campo poltico; las relaciones de poder operansobre l una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unostrabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de l unos signos. Este cerco poltico del cuerpo vaunido, de acuerdo con unas relaciones complejas y recprocas, a la utilizacin econmica del cuerpo.M. Foucault. Vigilar y castigar. Siglo XXI editores. Mxico 2003. Pg. 14126 Gilles Deleuze. Las sociedades de control, en, Revista Encuentros No. 3. Pg. 68.27 M. Foucault. Vigilar y Castigar Op.cit. Pg. 2 328 G. Deleuze. La sociedad de Control. Op.cit. Pg. 3129 Paul Virilio. Esttica de la desaparicin. Anagrama. Barcelona, 1988. Este urbanista francs hadesarrollado una teora de la velocidad como factor esencial en los cambios en el modo de producciny dominacin de la subjetividad. En la obra citada agrega: !No tenis cuerpo, sois cuerpo! clamabaayer Wilhelm Reich; a lo que el poder y sus tcnicas responden hoy No tenis velocidad, soisvelocidad. Ya en mi libro Vitesse et Politique, mostr de qu modo la modulacin y la manipulacinde las velocidades vectoriales (la polica logstica) haban sido, en los diversos conflictos militares yrevolucionarios, los elementos ms eficaces para lograr la cohesin de las masas en Europa y EstadosUnidos. Pero, al mismo tiempo seal que el fin buscado por el poder no era solo la invasin u ocupacinde los territorios sino, sobre todo, la creacin de una suerte de resumen del mundo obtenido mediante laubicuidad, la instantaneidad de la presencia militar, es decir un puro fenmeno de velocidad, un fenmenoen marcha hacia la realizacin de su esencia absoluta Pg. 4230 G. Deleuze.Las sociedades de control. Op.cit. Pg.6331 George Orwell. 1984. Ediciones Destino. Barcelona. 1999. All puede leerse: En cada descansillo,frente a la puerta del ascensor, el carteln del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esosdibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno dondequiera que est. El gran hermano tevigila, decan las palabras al pie. Pg. 932 A. Negri. M. Hardt. Multitud. Op.cit Pg. 8933 A. Negri. M. Hardt. Multitud. Op. Cit. Pg. 7234 Para una ampliacin del tema, ver: lvaro Guzmn, et.al. Violencia urbana y seguridad ciudadana,en Revista Foro. No. 22. Bogot. 1993, Pginas 12- 2435 El derecho de la polica indica sobre todo el punto en que el Estado, por impotencia o por loscontextos inmanentes de cada orden legal, se siente incapaz de garantizar por medio de ese orden, lospropios fines empricos que persigue a todo precio. De ah que en incontables casos la polica intervengaen nombre de la seguridad,... como cuando, sin recurso alguno a fines de derecho, inflige brutalesmolestias al ciudadano a lo largo de una vida regulada a decreto, o bien solapadamente lo vigila. WalterBenjamin. Op. Cit.36 Cdigo de polica de Bogot Distrito Capital. Acuerdo No. 18 de 1989. Biblioteca ActualidadJurdica. Editorial Publicitaria. Bogota,199337 Antanas Mockus. Seguridad Ciudadana. Revista Sicurex. Bogot, enero de 1995. Pg. 2038 B.F. Skinner. Mas all de la libertad y la dignidad. Editorial Fontanella, Barcelona 1977. Pg. 104

    Para citar este artculo

    Referencia electrnica

    scar UsecheAldana, Miedo, seguridad y resistencias: el miedo como articulacin poltica de lanegatividad, Polis [En lnea], 19|2008, Puesto en lnea el 23 julio 2012, consultado el 26 agosto2012. URL: http://polis.revues.org/3893; DOI: 10.4000/polis.3893

    Autor

    scar UsecheAldanaEconomista, Magster en Investigacin Social Interdisciplinaria, ha realizado estudios de Doctoradoen el Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada donde obtuvo el Diploma deEstudios Avanzados (DEA). Investigador sobre temas de conflicto, derechos humanos y convivencia.Actualmente es profesor de la Universidad del Rosario, profesor e investigador de la Maestra enInvestigacin social de la Universidad Distrital y Director del Centro de Estudios e InvestigacionesHumanas y Sociales (CEIHS) y de la Revista Polisemia de la Universidad Minuto de Dios. Email:[email protected]

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    Resmenes

    El miedo es hoy uno de los elementos constitutivos ms poderosos de las relaciones socialesy de los procesos de produccin de subjetividades que buscan la homogenizacin y ladesaparicin de las diferencias, as sea a costa de la liquidacin de los diferentes. El miedose constituye en un operador de los territorios del poder para el control y la contencindel deseo de los ciudadanos y, las polticas que lo promueven, se transforman y articulana las nuevas modalidades de la guerra. La guerra posmoderna se convierte en un estadode excepcin ilimitado que cuestiona abiertamente la vigencia de los derechos humanos ysociales, criminalizando no nicamente al llamado enemigo armado, sino cualquier formade resistencia social pacfica. El escenario de los rdenes de la seguridad que se desprendende la guerra puede ser alterado desde la irrupcin de proyectos existenciales singulares, querompan con la lgica amigo- enemigo. De eso se trata la resistencia pacfica que se alza antelos enunciados del miedo.

    Peur, scurit et rsistances: la peur comme articulation politique dela ngativitLa peur est aujourdhui un des plus puissants lments constitutifs des relations sociales et desprocessus de production de subjectivits qui recherchent lhomognisation et lradicationdes diffrences, y compris au dtriment de la liquidation des diffrends. La peur se c