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MÉXICO: EL CAPITALISMO CRIMINAL Raúl Romero Técnico Académico en el Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM. Licenciado en Sociología. Estudiante de Maestría en Estudios Latinoamericanos-UNAM. Ha publicado artículos académicos en libros colectivos y revistas especializadas. Es columnista frecuente en medios digitales nacionales e internacionales, como Rebelión y Agencia Latinoamericana de Información (ALAI). Sus líneas de investigación son: Movimientos sociales, Autonomías, Procesos emancipatorios, Capitalismo criminal y Violencias de Estado. El capitalismo encomienda el destino de los pueblos a los apetitos financieros de una minúscula oligarquía. En cierto sentido, es un régimen de delincuentes. Alain Badiou El problema El 11 de diciembre de 2006, apenas diez días después de haber asumido la presidencia de México, Felipe Calderón Hinojosa anunció la puesta en marcha del “Operativo Conjunto Michoacán” para combatir al “narcotráfico” en ese estado del país. El operativo implicó la coordinación de al menos 11 organismos federales, entre los que destacan el Ejército Mexicano y la Secretaría de Marina. El operativo en el estado de Michoacán fue el inicio de la militarización de la seguridad pública, medida que caracterizó al gobierno de Calderón, y que hoy continúa con Enrique Peña Nieto. En poco tiempo, fuerzas militares, marinos y policías federales fueron desplegados por todo el territorio nacional bajo el mismo pretexto: combatir al narcotráfico. En diciembre de 2008, los gobiernos de México y Estados Unidos de América (EUA) firmaron la primer “Carta de Acuerdo de la Iniciativa Mérida”, un programa al que el Congreso de EUA destinó 2.3 mil millo- nes de dólares 1 . La Iniciativa se basa en cuatro “pilares”: 1) afectar la capacidad operativa del crimen orga- nizado, 2) mantener el Estado de derecho, 3) crear la estructura fronteriza del siglo XXI y 4) construir co- munidades fuertes y resilentes 2 . Desde entonces, el gobierno de EUA ha asesorado, intervenido logística y operativamente o proporcionando armas o recursos económicos; violentándose claramente la soberanía de nuestra nación. Comenzó a evidenciarse así la dimensión geopolítica y los verdaderos objetivos del 1. Según datos de la Embajada de EUA en México, para diciembre de 2014 se había entregado al Gobierno de México 1.2 mil millones de dólares en equipo y entrenamiento. Ver: “Hoja informativa. Iniciativa Mérida – Panorama General”, en http://photos.state.gov/libraries/ mexico/310329/dec14/Merida- Initiative-Overview-dec-14-sp.pdf 2. Op. cit. 21 Revista Espacio Crítico 50

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El trabajo se compone de cuatro apartados. En el primero, Nuestros anteojos, hacemos un breve repasode las diferentes escuelas de pensamiento que han abordado el problema y definimos los principales conceptosque ayudan a comprender el proceso abordado. En el segundo y tercer apartado, El capitalismocriminal y El Estado criminal, analizamos las formas y repercusiones económico-financieras y jurídicopolíticasde esta forma del capitalismo. En último bloque presentamos nuestras consideraciones finales.

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MÉXICO:EL CAPITALISMO CRIMINAL

Raúl RomeroTécnico Académico en el Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM. Licenciado en Sociología. Estudiante de Maestría en Estudios Latinoamericanos-UNAM. Ha publicado artículos académicos en libros colectivos y revistas especializadas. Es columnista frecuente en medios digitales nacionales e internacionales, como Rebelión y Agencia Latinoamericana de Información (ALAI). Sus líneas de investigación son: Movimientos sociales, Autonomías, Procesos emancipatorios, Capitalismo criminal y Violencias de Estado.

El capitalismo encomienda el destino de los pueblos a los apetitos financieros de una minúscula oligarquía. En cierto sentido, es un régimen de delincuentes.

Alain Badiou

El problema

El 11 de diciembre de 2006, apenas diez días después de haber asumido la presidencia de México, Felipe Calderón Hinojosa anunció la puesta en marcha del “Operativo Conjunto Michoacán” para combatir al “narcotráfico” en ese estado del país. El operativo implicó la coordinación de al menos 11 organismos federales, entre los que destacan el Ejército Mexicano y la Secretaría de Marina.

El operativo en el estado de Michoacán fue el inicio de la militarización de la seguridad pública, medida que caracterizó al gobierno de Calderón, y que hoy continúa con Enrique Peña Nieto. En poco tiempo, fuerzas militares, marinos y policías federales fueron desplegados por todo el territorio nacional bajo el mismo pretexto: combatir al narcotráfico.

En diciembre de 2008, los gobiernos de México y Estados Unidos de América (EUA) firmaron la primer “Carta de Acuerdo de la Iniciativa Mérida”, un programa al que el Congreso de EUA destinó 2.3 mil millo-nes de dólares1. La Iniciativa se basa en cuatro “pilares”: 1) afectar la capacidad operativa del crimen orga-nizado, 2) mantener el Estado de derecho, 3) crear la estructura fronteriza del siglo XXI y 4) construir co-munidades fuertes y resilentes2. Desde entonces, el gobierno de EUA ha asesorado, intervenido logística y operativamente o proporcionando armas o recursos económicos; violentándose claramente la soberanía de nuestra nación. Comenzó a evidenciarse así la dimensión geopolítica y los verdaderos objetivos del

1. Según datos de la Embajada de EUA en México, para diciembre

de 2014 se había entregado al Gobierno de México 1.2 mil

millones de dólares en equipo y entrenamiento. Ver: “Hoja

informativa. Iniciativa Mérida – Panorama General”, en

http://photos.state.gov/libraries/mexico/310329/dec14/Merida-

Initiative-Overview-dec-14-sp.pdf

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conflicto, pues como nos recuerdan Gian Carlo Delgado y Silvina Romano, “la militarización/paramilitari-zación de la región se vuelve indispensable para garantizar la realización y transferencia de excedentes”3.

Hoy, casi nueve años después de iniciada la “guerra contra el narcotráfico” y a siete de la firma de la Iniciativa Mérida, la sociedad mexicana se encuentra sumergida en la barbarie absoluta: más de 120 mil personas asesinadas, más de 23 mil desaparecidas y más de 160 mil desplazados de sus lugares de origen, esto según las cifras más conservadoras4. Peor aún, pareciera que las fuerzas del “narcotráfico” no sólo no han disminuido, sino que se han fortalecido y extendido por todo el país; al tiempo que los proyectos extractivistas se incrementan y las reformas estructurales terminan por despojarnos de derechos y bienes sociales nacionales ganados en otras luchas.

Estos sucesos nos hacen preguntarnos si en verdad la guerra es contra el narcotráfico, como nos lo ha repetido la clase gobernante de este país a través de los medios masivos de comunicación. Basta con mirar más allá de nuestras fronteras y nuestro tiempo para encontrar respuestas y entender los motivos de la guerra. Es precisamente esto lo que intentamos desarrollar a continuación.

Aquí planteaos que el “narcotráfico” no es más que el argumento “legitimador” de un proceso mucho más complejo: la existencia de un capitalismo criminal, el cual tiene por objeto dinamizar la economía mediante la guerra, facilitar los procesos de despojo y acumulación, eliminar las resistencias y la mano de obra desechable, al mismo tiempo que mediante el miedo y el terror, se busca controlar a la sociedad. Sostenemos además que este capitalismo criminal es parte de una reconfiguración global del sistema5 en la que EUA, con sus aliados en la Unión Europea, buscan recuperar y fortalecer su hegemonía, por lo que en otros países y regiones se fabrican adversarios similares al “narcotráfico” para extender la guerra y continuar con el despojo, por ejemplo el Estado Islámico y otros grupos “terroristas” en Medio Oriente.

Para sostener este argumento, apelamos a experiencias pasadas y presentes, a análisis de casos concre-tos y disertaciones teóricas que se han elaborado sobre el mismo problema en otras regiones o sobre problemáticas similares con los mismos fines. Miramos con anteojos prestados otros calendarios y otras geografías para buscar claves de análisis de nuestra realidad inmediata.

El trabajo se compone de cuatro apartados. En el primero, Nuestros anteojos, hacemos un breve repaso de las diferentes escuelas de pensamiento que han abordado el problema y definimos los principales con-ceptos que ayudan a comprender el proceso abordado. En el segundo y tercer apartado, El capitalismo criminal y El Estado criminal, analizamos las formas y repercusiones económico-financieras y jurídico-políticas de esta forma del capitalismo. En último bloque presentamos nuestras consideraciones finales.

Aquí se plantea como “estudio de caso” al México de nuestros días, donde vemos las expresiones más terribles del capitalismo criminal, sin embargo, creemos que los planteamientos generales –con sus res-pectivas contextualizaciones– bien pueden ser útiles para explicar a otros países del Centro y Sur de Amé-rica, del África Occidental y en general a otros países donde las corporaciones criminales se han asentado.

Nuestros anteojosSomos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más y más lejos que ellos, no por la agudeza

de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos levantados por su gran altura.

Bernardo de Chartes

El fenómeno del crimen organizado como objeto de análisis en las ciencias sociales se ha vuelto una constante, lo que nos demuestra la amplia preocupación en el medio por explicar sus efectos y sus raíces. Google académico ofrece 53,300 resultados al poner la palabra “crimen organizado” en su buscador, y en las bibliotecas de la Universidad Nacional Autónoma de México tienen 263 libros que incluyen esta misma palabra en su título, la mayoría de ellos escritos entre 1990 y 2013.

3. G. Delgado Ramos y S. M. Romano, “Economía política de la seguridad interna en América Latina: transferencia de excedentes, ‘narco-insurgencia’ y control social”. En Espacio Crítico, no. 13 (julio-diciembre, 2010): 32. Ver: http://www.espaciocritico.com/sites/all/files/revista/recrt13/n13_a02.pdf

4. Los datos varían según las fuentes, que en su mayoría son periodísticas o de organizaciones no gubernamentales. Aquí retomamos los datos del Semanario Zeta (asesinados) [http://zetatijuana.com/noticias/reportajez/13991/los-muertos-de-epn-41-mil-en-23-meses], de la Procuraduría General de la República (desaparecidos) [http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/1078657.hay-23-mil-271-personas-desaparecidas-en-mexico-pgr.html] y del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (desplazados) [http://www.nrc.org.co/index.php/24-nrc-internacional/69-informe-global-de-desplazamiento-forzado].

5. P. Calveiro. Violencias de Estado, la guerra antiterrorista y la guerra contra el crimen como medios de control global. México: Siglo XXI Editores, 2012.

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Los trabajos sobre las “mafias” son el antecedente más importante, pero hay enormes diferencias. La forma de organización de las mafias era “artesanal”, muy semejante a los pequeños burgos que potencia-ron el desarrollo del capitalismo. Eran grupos organizados de forma gremial, compuestos principalmente por familias y redes de familias que compartían una misma identidad –étnica, nacional o religiosa–, con territorialidades limitadas y con inexistente división del trabajo.

Lo que llamamos crimen organizado es completamente diferente a la forma de organización de la mafia. Si quisiera hacerse una genealogía y buscar los origines de esta expresión del mercado, sería necesario rastrear desde ahí y quizá desde más atrás. Al respecto, Magdalena Galindo escribe que:

El crimen, por supuesto, ha acompañado a la humanidad desde sus inicios, pero hoy no es el mismo que prevaleció durante siglos. Lo que quiero destacar es el paso de

una criminalidad, digamos artesanal, a un amplio proceso de industrialización y de internacionalización hasta llegar a convertirse en verdaderos consorcios globalizados6.

Ahora bien, dentro de los diferentes abordajes que desde las ciencias sociales se han hecho, existen va-riantes que no sólo obedecen al tiempo y al espacio desde donde se realizan, sino a adscripciones ideoló-gicas que se ven reflejadas en los instrumentos teórico-metodológicos que se utilizan.

En la bibliografía que hemos revisado encontramos tres grandes corrientes:

1. La que observa al crimen organizado como un problema de seguridad y como una anomalía del mercado.

2. La que concentra su análisis en problemas como la corrupción y aspectos de la “cultura política”.

3. La corriente crítica, erigida principalmente sobre conceptos y teorías marxistas clásicas y contem-poráneas7.

Cada una de estas corrientes analiza problemas reales y aporta elementos interesantes –muchos de ellos complementarios– para la comprensión de nuestro tema. Sin embargo, la primera busca defender o sostener el orden dado, es decir el capitalismo, lo que le impide entender que el crimen organizado es precisamente una expresión del capitalismo y no una falla del mercado; como quiere verlo. Por su parte, la segunda línea de trabajo se olvida –intencional o inconscientemente– de vincular su objeto de análisis con fenómenos estructurales y plantear el problema en perspectiva histórica, por lo que no comprende que la “corrupción” es completamente funcional a la dinámica del sistema capitalista8.

En lo que a este escrito respecta, suscribimos y utilizamos el andamiaje teórico-metodológico de la co-rriente crítica, la cual a su vez también contiene formas distintas de abordar al crimen organizado, todas ellas complementarias y coincidentes al momento de mirarlo como un fenómeno consustancial al capita-lismo, pero con diferencias en cuanto a las posibles soluciones y alternativas9. Destacamos dos de estas líneas de investigación:

a. Los trabajos de autores que sostienen que el crimen organizado es resultado de estrategias neo-imperialistas y re-colonizadoras. El crimen organizado es visto como una empresa o corporación capitalista, mediante la cual se asegura la acumulación por desposesión, con la que las metrópolis o centros imperiales garantizan el abastecimiento de recursos naturales y materias primas. El pro-blema es visto fundamentalmente desde una dimensión sistémica y geopolítica.

b. Los que destacan al crimen organizado y al terrorismo como instrumentos para generar control, reproducir el sistema a través de la biopolítica y asegurar la reproducción del capital10.

6. M. Galindo, “El Capitalismo Criminal, Fase Superior del

Imperialismo”. En Revista Mundo Siglo XXI, no. 2 (otoño de

2005), p. 46. México: Instituto Politécnico Nacional - Centro

de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales.

7. Para profundizar en los postulados de cada una de estas corrientes,

revisar el texto de J. Estrada Álvarez y S. Moreno Rubio,

“Configuraciones (criminales) del capitalismo actual. Tendencias

de análisis y elementos de interpretación”. En J. Estrada Álvarez, (Edit.). Capitalismo

criminal. Ensayos críticos, Colombia: Universidad Nacional

de Colombia, 2008, pp. 15-62.8. P. González Casanova,

“Corrupción y capitalismo”. En Conceptos y Fenómenos Fundamentales de Nuestro

Tiempo, enero de 2007. http://conceptos.sociales.unam.mx/

conceptos_final/416trabajo.pdf9. Dada la comprensión y

planteamiento del problema, las alternativas y soluciones que proponen estas perspectivas son necesariamente postcapitalistas,

por lo que muchas veces el debate no es sobre cómo superar al

crimen organizado o contrarrestar sus efectos, sino como serán las sociedades emancipadas

y los caminos hacia ellas.

10. La principal división entre estas dos líneas de trabajo queda

expresada en el debate Imperio vs Imperialismo que sostuvieron Atilio Borón y Michael Hardt y

Antonio Negri, principalmente. Los temas de capitalismo financiero,

la generación de valor a través del trabajo y del conocimiento y el

papel de los Estados-Nación son los puntos medulares. Ver: A. Borón,

Imperio e imperialismo: una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio

Negri. Buenos Aires: Clacso, 2004 y A. Negri y M. Hardt.

Imperio. España: Paidós, 2005.

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En este ensayo intentamos hacer dialogar en lo posible a estas dos corrientes, pues consideramos que así se alcanzará una visión más general de dicho fenómeno.

El capitalismo criminal

El 17 de junio de 1971, en medio de la crisis económica y social que hacía tambalear a la clase gobernante, el entonces presidente de los EUA, Richard Nixon, señaló que las “drogas” eran el principal enemigo de los EUA11. Tres años después, en 1974, el gobierno norteamericano comenzó a invertir fuertes cantidades de dinero en países productores de materias primas para la elaboración de drogas, con el argumento de “erradicar el problema de raíz”. Vale destacar que la mayoría de estos países se ubicaban en América Latina y Medio Oriente.

La “guerra contra las drogas” tomó rápidamente centralidad en los discursos y acciones bélicas de los EUA. Junto a los “comunistas” y al “terrorismo”, las drogas fueron utilizadas como argumento para inter-venir política, económica y militarmente en otros países. Al mismo tiempo, la economía de EUA –basada principalmente en el negocio de la guerra– se reforzó y la presencia de sus principales empresas continuó expandiéndose por todo el globo. Al respecto, Silvina Romano escribe que “luego de la desarticulación de la Unión Soviética, el enemigo interno se reciclo de diversas formas: inestabilidad, crimen organizado, terrorismo, narcoterrorismo, etc.”12

Las drogas, o más precisamente el narcotráfico, cumplen a lo interno de las naciones con territorios es-tratégicos, la función del “enemigo interno”; un enemigo que a la vez es planetario y al que hay combatir con todos los recursos apoyando a los “gobiernos aliados”. Si el gobierno de la nación que se busca in-tervenir no es aliado, entonces se le acusará de patrocinar al terrorismo o de tener vínculos con el crimen organizado.

Donde hay “gobiernos aliados”, se busca construir o mantener la cohesión de la sociedad en torno al grupo que detenta el poder y se fabrica en el imaginario colectivo la idea de que, quien se opone al grupo en el poder, se opone a la sociedad en general. Progresivamente, el grupo en el poder va suprimiendo o restringiendo libertades y derechos individuales y sociales, criminaliza a la oposición y genera control a través del terror13. Es por medio de la propaganda y de los medios masivos de comunicación que se infunde el terror y se “legitima” la guerra.

Pero, si bien es cierto que las drogas y el narcotráfico son parte de una construcción mediática del ene-migo interno para generar miedo, terror y justificar intervenciones políticas, económicas y/o militares, también hay que reconocer que en las últimas cuatro décadas el mercado de las drogas se ha vuelto un factor importante en la economía global. Sin embargo, el mercado de las drogas es tan sólo una parte más de toda una economía criminal controlada principalmente por el crimen organizado.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), el crimen organizado transnacional se caracteriza por actuar en más de un Estado e “incluye virtualmente a todas las actividades criminales serias con fines de lucro y que tienen implicaciones internacionales”14.

El crimen organizado transnacional contempla al menos 23 delitos, entre los que destacan: lavado de dinero, secuestro, tráfico de armas, tráfico de personas indocumentadas, trata de personas y narcotráfico. Todas ellas son viejas formas de acumulación de capital, “ramas productivas” que han pasado a ocupar un papel central en la economía global.

El crimen organizado es un negocio que aglutina a otros y que genera ganancias millonarias. De acuerdo con datos de la propia UNODC, en 2009 el crimen organizado transnacional generó ganancias por 870 mil millones de dólares en todo el mundo, equivalente al 1.5% del PIB mundial de ese año. Entre los negocios más redituables estuvieron la venta de cocaína y heroína (320 mil millones de dólares), la trata de personas

11. Recordemos que en aquellos años el pueblo de los EUA vivió una vigorosa etapa de movilización social. Por un lado, la “revolución de los negros” puso en evidencia el racismo y la falta de libertades políticas y civiles para la población afrodescendiente. El asesinato de Malcom X (1965), de Luther King (1968) y de Fred Hampton (1969) agravó está problemática. Por otro lado, las protestas contra la guerra en Vietnam generaron el “mayor movimiento pacifista” en la historia de EUA (Howard Zinn dixit). A estos fenómenos hay que sumar el descontento generado por las reformas neoliberales, la eliminación de la convertibilidad del dólar con respecto al oro, el watergate y otros fenómenos que llevaron a dimitir a Nixon en 1974. Ver: H. Zinn, La otra historia de los Estados Unidos. País Vasco: Argitaletxa, 2005.

12. S. M. Romano, “Seguridad hemisférica, asistencia y democracia a inicios de la Guerra Fría”. E Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, vol. 7, no. 1, (Enero-Junio, 2012): 211-240, Bogotá. Las cursivas son nuestras.

13. J. Tapia Valdés, “Conflicto social y Terrorismo de Estado”. En El terrorismo de Estado. La doctrina de la seguridad nacional en el Cono Sur. México: Nueva Imagen, 1980, pp. 221-246.

14. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. “Crimen organizado transnacional” [en línea]. Tomado de http://www.unodc.org/ropan/es/organized-crime.html

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(32 mil millones de dólares), el tráfico ilícito de armas (entre 170 y 320 millones de dólares) y el tráfico ilícito de recursos naturales (3,500 millones de dólares)15.

Mucho del dinero que se obtiene de estos negocios es lavado en algunos de los principales paraísos fis-cales, ubicados en Suiza, Luxemburgo, Hong Kong, los Emiratos Árabes Unidos, Liberia, Nigeria, las Islas Caimán y EUA. En el mismo sentido, Magdalena Galindo nos recuerda que “los narcotraficantes no sólo recurren al mercado financiero para lavar dinero (…) también se blanquean fondos a través de la inversión en inmuebles, a través de las falsas ganancias en el juego, o incluso a través de subastas de arte” 16 y nos insiste que este dinero no se queda en el ámbito de lo ilegal, pues “los sistemas de blanqueo no se limi-tan a utilizar los paraísos, también operan en los mercados normales, de modo que cada transacción de blanqueo incluye por lo general un paraíso y dos, tres o más mercados normales”17.

El crimen organizado transnacional es un negocio que borra las fronteras entre lo legal y lo ilegal, involucra a banqueros, políticos, fabricantes de armas –entre otros– y a grupos criminales. Son ellos los que ponen las balas y armas que otros disparan; desde luego son también ellos los que reciben todas las ganancias.

Al igual que la “guerra contra las drogas”, el crimen organizado transnacional refuerza la economía global y a la élite político-económica mundial. Lo anterior, al facilitar los procesos de despojo y acumulación, pero también al generar nuevos instrumentos de control, dominación y la eliminación de poblaciones que son consideradas como “desechables”.

El crimen organizado no es una “anomalía” sino un producto del sistema capitalista, le es completamente funcional, de hecho es quizá su expresión más acabada. Galindo llega a esta misma conclusión:

La industria criminal no es un asunto marginal, surgido en las orillas oscuras de las sociedades capitalistas, sino que responde, en todos sus aspectos, a la lógica del capitalismo general y en particular en su etapa de globalización. Es además, en todas sus ramas, un espacio privilegiado para las ganancias extraordinarias18.

Es este papel central de la economía criminal en la economía global y la utilización de lo legal para la re-producción del capital ilegal una de las características de lo que aquí denominamos capitalismo criminal.

Se vuelven precisas dos aclaraciones. En primer lugar, el capitalismo siempre ha sido criminal. Un sistema basado en el despojo, la explotación, la dominación y sostenido sobre el asesinato de pueblos enteros para generar la acumulación originaria es fundamentalmente criminal. Sin embargo, como ya hemos di-cho, utilizamos esta expresión para señalar cómo el crimen organizado se ha convertido en actor principal del sistema capitalista. En segundo lugar, no pensamos que el capitalismo criminal se trate de una nueva etapa del capitalismo, más bien resulta la expresión lógica y natural de un sistema que desde sus orígenes se ha edificado sobre el crimen.

Ahora bien, las unidades de operación más básicas del capitalismo criminal son las corporaciones crimi-nales. Es ahí donde convergen actores legales e ilegales, los políticos, banqueros, fabricantes de armas y grupos criminales de los que antes hablamos. Estas corporaciones han logrado tejer una compleja red de alcance global capaz de penetrar a diferentes estados nacionales, sin importar las orientaciones político-ideológicas de sus gobiernos. Algunos de sus principales enclaves son México, Colombia, Italia, Rusia, China y EUA.

Las corporaciones criminales forman hoy parte de las burguesías nacionales, pero también de lo que Wi-lliam I. Robinson ha llamado clase capitalista transnacional19. Jairo Estrada y Sergio Moreno plantean esta idea de la siguiente forma:

No estamos, pues, frente a un simple “agente parasitario” extraño al bloque de poder, sino frente a una fracción de la clase dominante y, lo que es más importante, estamos frente a una parte

del engranaje de un bloque transclasista en cuyo interior la función hegemónica es desarrollada

15. Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

“Delincuencia organizada transnacional - La economía ilegal

mundializada”. Ver: http://www.unodc.org/documents/toc/factsheets/

TOC12_fs_general_ES_HIRES.pdf16. M. Galindo, op. cit., pág. 47.

17. Ibídem, pág. 47.

18. Ídem, pág. 49.

19. W. Robinson, Una teoría sobre el capitalismo global. Producción,

clases y Estado en un mundo transnacional. Colombia:

Ediciones desde abajo, 2007.

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por los estratos más ricos y poderosos, sean estos legales o ilegales (o una combinación de los dos) que fácilmente podrían ser denominados como una auténtica “burguesía mafiosa”20.

Al ser el capitalismo un sistema económico, político, social y cultural, la sociedad en su totalidad se ve modificada. La criminalidad toca todos los aspectos de la vida. Miles de familias, comunidades y pueblos son devastados por los efectos más concretos de aquélla. La exacerbación del individualismo y la ruptura del tejido social son algunas de las consecuencias más visibles. Asimismo, permea la idea de que todos somos criminales en potencia. Las víctimas se vuelven victimarios y se les convierte en responsables de sus propias desgracias.

Para las corporaciones criminales –y para el capitalismo en general– todo es mercancía: drogas, armas, hombres, mujeres, niños, niñas, órganos humanos, tierra, agua, minerales… la vida toda. Al observar esto, la filósofa Sayak Valencia ha llegado a la conclusión de que lo que opera en México es una especie de capitalismo gore, que opera por medio de la necropolítica:

La necropolítica es la reinterpretación y ejecución tajante del biopoder, basada en gran medida en las lógicas del enfrentamiento guerrero de las fuerzas, en tanto que ejerce una libertad, “pero

se trata más bien de una libertad que sólo puede ser comprendida como poder de arrebatársela a los otros”. La necropolítica es importante porque vuelve a situar al cuerpo en el centro de la acción sin sublimaciones. Los cuerpos de los disidentes distópicos y los ingobernables en México son ahora quienes detentan ‒fuera de las lógicas humanistas y racionales, pero dentro de las racionalistas-

mercantiles‒ el poder sobre el cuerpo individual y sobre el cuerpo de la población, creando un poder paralelo al estado sin suscribirse plenamente a él, al tiempo que le disputa su poder de oprimir21.

Si las corporaciones criminales son la expresión más concreta del capitalismo criminal en el ámbito eco-nómico-financiero, en lo jurídico-político el Estado criminal es la materialización de esta forma del capita-lismo. México es hoy una prueba clara de cómo operan el Estado criminal y las corporaciones criminales. Abordamos este tema en el siguiente apartado.

El Estado criminal

Para el capitalismo criminal y las corporaciones criminales es imprescindible incrementar el capital a cual-quier costo. Para ello echan mano del Estado criminal. En el caso de México en particular, observamos cómo las corporaciones criminales se han insertado en todas y cada una de las instituciones del Estado: presidencias municipales, diputaciones, gobernaciones, jefaturas de policía y un largo etcétera, han sido exhibidas por su vinculación o pertenencia a grupos criminales.

Al respecto, Gustavo Esteva ha señalado que “experimentamos [un]  lodo social y político. Del mismo modo que en el lodo no es posible distinguir el agua de la tierra, en México ya es imposible distinguir cla-ramente entre el mundo de las instituciones y el del crimen. Son la misma cosa; encarnan conjuntamente el mal que padecemos”22.

Las corporaciones criminales y en general el capitalismo se alimentan de la corrupción estatal. Esta última tampoco es una anomalía, es lo que enlaza lo legal y lo ilegal y crea ese lodo al que se refiere Esteva. En este contexto, combatir la corrupción implementando los más sofisticados y autónomos aparatos de transparencia son ejercicios necesarios pero insuficientes.

Ahora bien, si el Estado es “el instrumento de dominación de una clase sobre otra” –en este caso de los ricos sobre los pobres– las corporaciones criminales, como nuevos miembros de las burguesías nacionales y transnacionales entran también a la disputa por la materialización del Estado; es decir, las instituciones y los gobiernos. Ya no sólo financian campañas o utilizan a sus aliados de clase en la política, ellos mismos se vuelven parte de dichas instituciones y utilizan toda esa infraestructura para sus negocios. El primer

20. J. Estrada Álvarez y S. Moreno Rubio, “Configuraciones (criminales) del capitalismo actual. Tendencias de análisis y elementos de interpretación”. En J. Estrada (Edit.). Capitalismo criminal. Ensayos críticos, Colombia: Universidad Nacional de Colombia, 2008, p. 33.

21. S. Valencia Triana, “Capitalismo Gore y necropolítica en México contemporáneo”. En Relaciones Internacionales, no. 19, (febrero de 2012): 98.

22. G. Esteva, “Capacidad de respuesta”. En La Jornada, 13 de octubre de 2014. Ver: http://www.jornada.unam.mx/2014/10/13/opinion/020a2pol

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rasgo entonces del Estado criminal es que borra las fronteras entre lo legal y lo ilegal, entre lo institucional y lo criminal; peor aún, lo ilegal ocupa lo legal para seguir reproduciéndose.

Un ejemplo concreto de lo anterior es lo acontecido durante 2013 en el municipio de Aquila, Michoacán. Había surgido ahí una organización de autodefensa comunitaria. Dicha organización denunciaba una red de complicidad entre la Minera Ternium, las autoridades locales y los Caballeros Templarios. Cuando la Policía Federal y el Ejército acudieron a la zona detuvieron a 45 de los pobladores que se habían coordina-do para defender su territorio. Por el contrario, de Ternium y de los Caballeros Templarios no se investigó nada. Tanto la minera como el cártel siguieron operando a sus anchas. Por supuesto, el fenómeno no se reduce al caso de Aquila, también en el estado de Guerrero y otras partes de Michoacán se han documen-tado complicidades de megaproyectos –que implican despojo territorial–, crimen organizado y gobiernos de los tres órdenes y niveles23.

Encontramos en este mismo caso una segunda característica del Estado criminal: una política criminaliza-dora, mediante la cual busca anular el descontento social y las múltiples formas de resistencia que surgen en contraposición. De esta manera se criminaliza la protesta social y a ciertas ideologías y prácticas contes-tatarias, sobre todo aquellas que no se ajustan a los mecanismos e instituciones del Estado. Sin embargo, inclusive las protestas que actúan dentro de los márgenes de lo estatalmente permisible llegan a ser repri-midas, violentadas, acalladas o reducidas: los tribunales internacionales y las múltiples recomendaciones no inmutarán a un Estado que continuará actuando de manera criminal.

Situado en su dimensión histórica, el Estado criminal está fuertemente vinculado tanto al capitalismo en su fase neoliberal como al proceso de globalización: es un Estado al que se le ha eliminado todo conte-nido social y al que se le ha fortalecido para garantizar y salvaguardar la propiedad privada, así como la acumulación por despojo. Para muestra de ello, basta mirar el paquete de reformas estructurales de los últimos años –Educativa, Laboral, Energética–, la militarización de la seguridad pública con el consecuente despliegue del Ejército por todo el país; la creación de nuevas estructuras policíacas como la Policía Fede-ral, la Gendarmería Nacional o la Agencia Federal de Investigación, o bien la implementación de políticas de “tolerancia cero”.

En el Estado criminal, los crímenes de Estado son una constante. Las violaciones a los derechos humanos son sistemáticas y recurrentes. Las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales también son cotidianas. Activistas sociales, defensores de derechos humanos y periodistas comprometidos con la ver-dad se han vuelto “sujetos vulnerables”.

En el caso de periodistas y comunicadores en particular, la situación es alarmante. De acuerdo con datos la organización Reporteros sin Fronteras, en la última década (2003-2013) 80 periodistas han sido ase-sinados y 17 han sido desaparecidos24. Por su parte, las organizaciones Artículo 19 y el Comité para la Protección de Periodistas25 documentaron el asesinato de 31 periodistas de 2010 a 2014, suceso al que habría que sumar las amenazas y los actos de censura.

El encarcelamiento por motivos políticos resulta una herramienta más del Estado criminal. Según datos de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos y del Comité Cerezo México, actualmente existen en México 395 presos políticos y de conciencia26.

Pero la violencia del Estado criminal no va sólo dirigida contra las organizaciones, pueblos y comunidades que resisten, en realidad se aplica contra una mayoría de la población. Mantener atemorizada a la socie-dad se ha vuelto un instrumento estatal fundamental. El miedo y el terror son mecanismos por los que el Estado criminal controla a la sociedad. Al respecto, Sayak Valencia escribe que:

… en México, el narcotráfico y la criminalidad en general desempeñan más de un rol que beneficia al estado. Ya que, por un lado, representan una parte elevada del PIB del país y, por otro lado, el estado

se beneficia del temor infundido en la población civil por las organizaciones criminales, aprovechando

23. Si se quiere profundizar en casos concretos, ver: Congreso Nacional

Indígena – Ejército Zapatista de Liberación Nacional. “2ª

Declaración de la compartición CNI- EZLN. Sobre el despojo de

nuestros pueblos”. Tomado del sitio electrónico Enlace Zapatista

http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2014/08/16/2a-declaracion-

de-la-comparticion-cni-ezln-sobre-el-despojo-a-nuestros-pueblos/

24. Reporteros Sin Fronteras. “Reporte Mundial. Sección México”. Junio

de 2013. Tomado de http://es.rsf.org/report-mexico,184.html

25. Citado en P. Martínez, “Para no olvidar: Ellos y ellas son los

periodistas asesinados en México (segunda parte)”. En Animal

político, 19 de febrero de 2014. Ver: http://www.animalpolitico.

com/2014/02/ellos-y-ellas-son-los-periodistas-asesinados-en-

mexico-segunda-parte/

26. Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos y

Comité Cerezo México. Lista de presos políticos y de conciencia en México. Ver http://www.nodo50.

org/comitecerezo/presos.htm

México: El capitalismo criminal | Raúl Romero

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la efectividad del miedo para declarar al país en estado de excepción justificando la vulneración de los derechos humanos y la implementación de medidas autoritarias y de vigilancia cada vez más invasivas27.

En el capitalismo criminal los antiguos campos de concentración de los fascismos y las dictaduras milita-res se refuncionalizan y son utilizados como centros de “trabajo” esclavo. Los testimonios de migrantes hombres y mujeres que fueron detenidas o secuestradas para someterlas a explotación laboral o sexual se cuentan por miles. En la mayoría de estos testimonios también figura la participación de policías, gober-nantes o integrantes de diferentes partidos políticos. Para las corporaciones criminales, como ya hemos dicho, no sólo los territorios son “explotables”, también lo son los cuerpos.

Aunque el escenario es diferente, ninguna de estas estrategias es nueva, todas ellas han sido ocupadas en el pasado; ya sea por policías o ejércitos locales, por grupos paramilitares y de contrainsurgencia, o también por ejércitos invasores. Latinoamérica tiene larga experiencia al respecto. Ya sea con las dictadu-ras militares en el Sur del continente, o con los grupos de “contrainsurgencia” en el Centro, los pueblos latinoamericanos fueron sumergidos en un escenario de terror cotidiano; escenario en el que las ejecucio-nes extrajudiciales, la desaparición forzada, la prisión por motivos políticos y otras formas de represión y difusión de terror eran la constante28.

Los gobiernos y los Estados de las naciones donde más se ha desarrollado el capitalismo criminal llegan a convertirse en verdaderos aparatos de guerra contra sus sociedades. En el caso particular de México, algunos intelectuales y periodistas han llegado a la conclusión de que se trata de un Estado fallido. Argu-mentan que el Estado mexicano ha fallado en garantizar seguridad y que por tal motivo se vive un clima de violencia e inseguridad. Desde luego no compartimos esa opinión29. Observamos que en realidad el Estado mexicano obedece a la lógica del capital. No está fallando, sino adaptándose para cumplir una función: garantizar la acumulación y reproducción del capital. Veámoslo de esta forma: el Estado criminal es al capitalismo criminal lo que el Estado de bienestar fue al keynesianismo.

Consideraciones finales

El sociólogo mexicano Pablo González Casanova ha señalado en su más reciente trabajo30 que el mundo entero está en guerra, un guerra que es total (política, económica, social, informática, ideológica y cultu-ral) y global. Una guerra que está hecha de muchas guerras: contra el “terrorismo”, contra el “narcotrá-fico”, por “reinstaurar la democracia” y los “derechos humanos”; pero que en realidad es una guerra de despojo y exterminio contra los pueblos, contra los explotados y oprimidos del mundo. Sugiere además que México y Medio Oriente son hoy territorios donde puede observarse esto.

Por su parte, Ana Esther Ceceña plantea que uno de los aspectos nuevos del capitalismo en el siglo XXI es “el cambio en la idea de la guerra y sus propósitos. Si hasta ahora hemos estado acostum-brados a medir las guerras por sus ganadores y perdedores, hoy tendremos que adecuarnos a las guerras infinitas. Esas guerras indefinidas que buscan mantener los territorios en situación de guerra porque ya no son el medio sino el fin. Es la situación de guerra la que proporciona los beneficios: da paso al saqueo, estimula una variedad de negocios (armas, drogas, alimentos, trata de personas, mercenarismo y muchos otros) y permite un control sobre las poblaciones no legitimado porque se ejerce en condiciones de excep-ción”31.

Complementando estas ideas, lo que en este trabajo proponemos es que a la par de entender a la guerra “contra el narcotráfico” como parte de esa guerra total e infinita, veamos también la centralidad que ha cobrado la economía criminal, operada por las corporaciones criminales, en la economía global y en el rediseño de los Estados-nación; al tiempo que llamamos a mirar la guerra en México como proyecto de futuro indeseable para la humanidad.

27. S. Valencia Triana, op. cit., pp. 94-95.

28. Las estrategias de terror que buscan disciplinar a las “fuerzas disidentes” adquirieron una importancia tal, que se crearon grupos espácielas, de investigación y operación, para sofisticar los métodos; destacando al respecto las escuelas de Francia, Israel y EUA. En EUA, por ejemplo, el COINTELPRO (Counter Intelligence Program) del FBI (Federal Bureau Investigation) estuvo encargada de investigar y desarticular las organizaciones disidentes al interior de ese país. Observamos también cómo en EUA los principales líderes de la oposición fueron asesinados (Malcom X, Luther King y de Fred Hampton) o encarcelados.

29. Al respecto, vale mucho la pena revisar el artículo de Gilberto López y Rivas, “México no es un Estado Fallido”. En La Jornada, 16 de enero de 2015. Ver: http://www.jornada.unam.mx/2015/01/16/opinion/017a2pol

30. P. González Casanova, “Crisis terminal del capitalismo o crisis terminal de la humanidad”. Ponencia enviada al Seminario sobre el Pensamiento crítico frente a la Hidra Capitalista. En La Jornada, 9 de mayo de 2015. Ver: http://www.jornada.unam.mx/2015/05/09/politica/002a3pol

31. A. E. Ceceña, “Los golpes de espectro completo”. En América Latina en Movimiento, 21 de mayo de 2014. Ver: http://www.alainet.org/es/active/73900 El resaltado es nuestro.

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