marx sin ismos. fernandez buey

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Marx (sin ismos)* Francisco Fernández Buey Universitat Pompeu Fabra. Departament de Filosofia Barcelona. Spain Papers 57, 1999 21-32 Resumen El artículo introduce al libro Marx (sin ismos) escrito por Francisco Fernández Buey. La intención de la obra es ofrecer una comprensión de Marx distinguiéndolo del marxismo y de lo que en la historia otros autores han dicho y hecho en o contra su nombre: Marx no como un determinista económico sino precisamente como el autor genialmente críti- co cuyo mensaje lleva a revelarse contra los determinantes económicos. La lectura de Korsch, Rubel y Sacristán, la comparación de Marx y el comunismo con la historia de Jesús de Nazaret y el cristianismo, así como las imágenes de una serie de gran- des películas sobre el tema, inspiran el relato que esta obra propone. Palabras clave: Marx, marxismo, comunismo, socialismo, historiagrafía. Abstract. Marx (with no isms) This article is part of a book on Marx (sin ismos) written by Francisco Fernández Buey. This work pretends to understand Marx, discerning him of Marxism and what others have said and done on his and against his name: Marx is viewed not as an economic determinist but as a genial critical author whose message is that mankind needs to be liberated of its eco- nomic determinants. The reading of Korsch, Rubel and Sacristán, the comparison of Marx and Communism with Jesus and Christians’ history, as well as the images of some big films about this theme, inspire the relate of this book. Key words: Marx, Marxism, Communism, Socialism, hitoriography. * Este libro se publicó en El Viejo Topo en 1998 (N. de la R.)

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Marx Sin Ismos. Fernandez Buey

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Marx (sin ismos)*Francisco Fernndez BueyUniversitat Pompeu Fabra. Departament de FilosofiaBarcelona. SpainPapers 57, 1999 21-32ResumenEl artculo introduce al libro Marx (sin ismos) escrito por Francisco Fernndez Buey. Laintencin de la obra es ofrecer una comprensin de Marx distinguindolo del marxismoy de lo que en la historia otros autores han dicho y hecho en o contra su nombre: Marxno como un determinista econmico sino precisamente como el autor genialmente crti-co cuyo mensaje lleva a revelarse contra los determinantes econmicos.La lectura de Korsch, Rubel y Sacristn, la comparacin de Marx y el comunismo conla historia de Jess de Nazaret y el cristianismo, as como las imgenes de una serie de gran-des pelculas sobre el tema, inspiran el relato que esta obra propone.Palabras clave: Marx, marxismo, comunismo, socialismo, historiagrafa.Abstract. Marx (with no isms)This article is part of a book on Marx (sin ismos) written by Francisco Fernndez Buey.This work pretends to understand Marx, discerning him of Marxism and what others havesaid and done on his and against his name: Marx is viewed not as an economic deterministbut as a genial critical author whose message is that mankind needs to be liberated of its eco-nomic determinants.The reading of Korsch, Rubel and Sacristn, the comparison of Marx and Communismwith Jesus and Christians history, as well as the images of some big films about this theme,inspire the relate of this book.Key words: Marx, Marxism, Communism, Socialism, hitoriography.* Este libro se public en El Viejo Topo en 1998 (N. de la R.)IKarl Marx ha sido, sin duda, uno de los faros intelectuales del siglo XX. Muchostrabajadores llegaron a entender, a travs de la palabra de Marx, al menos unaparte de sus sufrimientos cotidianos, aqulla que tiene que ver con la vida socialdel asalariado. Muchos obreros, que apenas saban leer, le adoraron. En sunombre se han hecho casi todas las revoluciones poltico-sociales de nuestrosiglo. En nombre de su doctrina se elev tambin la barbarie del estalinismo.Y contra la doctrina que se cre en su nombre se han alzado casi todos losmovimientos reaccionarios del siglo XX.El siglo acaba. Prcticamente toda forma de poder que haya navegadodurante estos cien aos bajo la bandera del comunismo ha muerto ya. Nosabemos todava lo que darn de s las revoluciones pasivas de este final delsiglo XX, que han nacido del temor al espectro del comunismo y del horrorque produjo la conversin de la doctrina comunista en Templo. Sera pre-suntuoso anticipar lo que se dir en el siglo XXI sobre esta parte de la histo-ria del siglo XX.Pero una cosa parece segura: en el siglo XXI, cuando se lea a Marx, se leleer como se lee a un clsico.A veces se dice: los clsicos no envejecen. Pero eso es una impertinencia:los clsicos tambin envejecen. Aunque, ciertamente, de otra manera. Un cl-sico es un autor cuya obra, al cabo del tiempo, ha envejecido bien (incluso apesar de sus devotos, de los templos levantados en su nombre o de los embal-samamientos acadmicos).Marx es un clsico. Un clsico interdisciplinario. Un clsico de la filosofamundanizada, del periodismo fuerte, de la historiografa con ideas, de la socio-loga crtica, de la teora poltica con punto de vista. Y, sobre todo, un clsicode la economa que no se quiere slo crematstica. Contra lo que se dice aveces, no fue Marx quien exalt el papel esencial de lo econmico en el mundomoderno. l tom nota de lo que estaba ocurriendo bajo sus ojos en el capi-talismo del siglo XIX. Fue l quien escribi que haba que rebelarse contra lasdeterminaciones de lo econmico. Fue l quien llam la atencin de los con-temporneos sobre las alienaciones implicadas en la mercantilizacin de todolo humano. Leen a Marx al revs quienes reducen sus obras a determinismoeconmico. Como leyeron a Maquiavelo al revs quienes slo vieron en suobra desprecio de la tica en favor de la razn de Estado.IIMarx no cabe en ninguno de los cajones en que se ha dividido el saber uni-versitario en este fin de siglo. Pero est siempre ah, al fondo, como el clsicocon el que hay que dialogar y discutir cada vez que se abre uno de estos cajo-nes del saber clasificado: economa, sociologa, historia, filosofa.Cuando uno entra en la biblioteca de Marx la imagen con la que sale es la22 Papers 57, 1999 Francisco Fernndez Bueyde que all vivi y trabaj un hombre del Renacimiento. Tal es la diversidadde temas y asuntos que le interesaron. Y eso que lo que l llamaba la ciencia,su investigacin socioeconmica de las leyes o tendencias del desarrollo del capi-talismo, la hizo, casi toda, en una biblioteca que no era la suya: la del MuseoBritnico.Una obra que no cabe en los cajones clasificatorios de nuestros saberes essiempre una obra incmoda y problemtica. Y ante ella hay dos actitudes tantpicas como socorridas. Una es la de los devotos. Consiste en proclamar queel Verdadero y Autntico Saber es, contra las clasificaciones establecidas porla Academia, el de Nuestro Hroe. La otra actitud consiste en agarrarse a loscajones y despreciar el saber incmodo, como diciendo: si alguien no ha sidofilsofo profesional, ni economista matemtico, ni socilogo del ramo, ni his-toriador de archivos, ni neutral teorizador de lo poltico, es que no es nada, o casi nada.La primera actitud convierte al clsico en un santo de los que ya en su tier-na infancia se abstenan de mamar los primeros viernes (aunque sea un santolaico). La segunda actitud ningunea al clsico y recomienda a los jvenes queno pierdan el tiempo leyndolo (aunque luego stos acaben revisitndolo casia escondidas).Si el clsico tiene que ver, adems, con la lucha de clases y ha tomado par-tido en ella, como es el caso, la cosa se complica. Pues los hagigrafos conver-tirn la Ciencia de Nuestro Hroe en Templo y los acadmicos le imputarn laresponsabilidad por toda villana cometida en su nombre desde el da de sumuerte. Por eso, y contra eso, Bertolt Brecht, que era de los que hacen peda-goga desde la Compaa Laica de la Soledad, pudo decir con razn: se haescrito tanto sobre Marx que ste ha acabado siendo un desconocido.Y qu decir de un conocido tan desconocido sobre el que se ha dicho ya detodo y todo lo contrario?Pues, una vez ms, que lo mejor es leerlo. Como si no fuera de los nues-tros, como si no fuera de los vuestros. Como se lee a cualquier otro clsicocuyo amor el propio Marx comparti con otros que no compartan sus ideas:a Shakespeare, a Diderot, a Goethe, a Lessing, a Hegel. Tratndose de Marx,y en este pas en el que estamos, conviene precisar: leerlo, no releerlo, comose pretende aqu siempre que se habla de los clsicos. Porque para releer deverdad a un clsico hay que partir de una cierta tradicin en la lectura. Y enel caso de Marx, aqu, entre nosotros, no hay apenas tradicin. Slo hubo unbosquejo, el que produjo Manuel Sacristn hace ahora veintitantos aos. Y esebosquejo de tradicin qued truncado. Hablando de Marx, casi todo lo demshan sido lecturas fragmentarias e intermitentes, lecturas instrumentales, lec-turas a la bsqueda de citas convenientes, lecturas tradas o llevadas por lospelos para acogotar con ismos a los otros o para demostrar al prjimo, conotros ismos, que tiene que arrepentirse y ponerse de rodillas ante eso que ahorase llama Pensamiento nico.Marx sin ismos, pues. Tal es la intencin de este libro: entender a Marx sinlos ismos que se crearon en su nombre y contra su nombre.Marx (sin ismos) Papers 57, 1999 23IIIKarl Marx fue un revolucionario que quiso pensar radicalmente, yendo a laraz de las cosas. Fue un ilustrado crepuscular: un ilustrado opuesto a todaforma de despotismo, que siendo, como era, lector asiduo de Goethe y deLessing, nunca pudo soportar el dicho aquel de Todo para el pueblo pero sinel pueblo. Karl Marx fue un ilustrado con una acentuada vena romntica, enmuchas cosas emparentado con el poeta Heine, pero que nunca se dej llamarromntico porque le produca malestar intelectual el sentimentalismo decla-matorio y aorante. Karl Marx fue, de joven, un liberal que, con la edad y viendo lo que pasa-ba a su alrededor (en la Alemania prusiana, en la Francia liberal y en el hogarclsico del capitalismo), se propuso dar forma a la ms importante de las here-jas del liberalismo poltico del siglo XIX: el socialismo.Karl Marx se hizo socialista y quiso convencer a los trabajadores de que elmundo poda cambiar de base, de que el futuro sera socialista, porque en el mundo que le toc vivir (el de las revoluciones europeas de 1848, el de la liberacin de los siervos en Rusia, el de las luchas contra el esclavismo, el de la guerra franco-prusiana, el de la Comuna de Pars, el de la conversinde los EE.UU. de Norteamrica en potencia econmica mundial) no haba msremedio que ser ya pensaba lalgo ms que liberales.Desde esa conviccin, la idea central que Marx leg al siglo XX se puedeexpresar as: el crecimiento espontneo, supuestamente libre, mercado capi-talista desemboca en concentracin de capitales; la concentracin de capitalesdesemboca en el oligopolio y en el monopolio; y el monopolio acaba siendonegacin no slo de la libertad de mercado, sino tambin de todas las otraslibertades. Lo que se llama mercado libre lleva en su seno la serpiente de lacontradiccin: una nueva forma de barbarie. Rosa Luxemburg tradujo plsti-camente esta idea a disyuntiva: socialismo o barbarie.IVComo Marx era muy racionalista, como aspiraba siempre a la coherencia lgi-ca y como se manifestaba casi siempre con mucha contundencia apasionada,no es de extraar que su obra est llena de contradicciones y de paradojas. Ycomo usaba mucho en sus escritos la metfora aclaradora y abusaba de losejemplos, tampoco es de extraar que algunos de los ejemplos que puso parailustrar sus ideas se le hayan vengado y que no pocas de sus metforas se lehayan vuelto en contra. As es el mundo de las ideas.Algunas de esas contradicciones lleg a verlas l mismo. Una de ellas, lams honda, la menos formal, las ms personal, la vio incluso con cierto humornegro: Nunca se ha escrito tanto sobre el capital dijo el autor de El capitalcareciendo de l hasta tal punto. Otras de esas contradicciones le hicieronsufrir hasta el final de su vida. l, que no pretendi construir una filosofa dela historia, y que as lo escribi en 1874, tuvo que ver cmo la forma y la con-24 Papers 57, 1999 Francisco Fernndez Bueytundencia que haba dado a sus afirmaciones sobre la historia de los hombreshicieron que, ya en vida, fuera considerado por sus seguidores sobre todo comoun filsofo de la historia. l, que despreciaba todo dogmatismo, que tena pormxima aquello de que Hay que dudar de todo y que presentaba la crticaprecisamente como forma de hacer entrar en razn a los dogmticos, todavatuvo tiempo de ver cmo, en su nombre, se construa un sistema filosficopara los que no tienen duda de nada y se exaltaba su mtodo como llave maes-tra para abrir las puertas de la explicacin de todo.VEste Marx (sin ismos) tiene algo de paradjica grandeza y de conflicto inte-rior no asumido. Crey que la razn de su vida era dar forma arquitectnica ala investigacin cientfica de la sociedad, pero dedic meses y meses a pole-mizar con otros sobre asuntos polticos que hoy nos parecen menores. Creyque la historia avanza dialcticamente por su lado malo (e incluso por su ladopeor), y tal vez acert en general, pero no pudo o no supo prever que la verdadconcreta, inmediata, de esa razn fuera a ser otra forma de barbarie. Acasopodemos, entre humanos, hablar de progreso tan en general?Karl Marx am tanto la razn ilustrada que se propuso, y propuso a losdems, un imposible: hacer del socialismo (o sea, de un movimiento, de unideal) una ciencia. Hoy, cuando el siglo acaba, nos preguntamos si no hubie-ra sido mejor conservar para eso el viejo nombre de utopa, seguir llamando alsocialismo como lo llamaban el propio Marx y sus amigos cuando eran jve-nes: pasin razonada o razn apasionada. Pero en un siglo tan positivista y tancientificista como el que Marx maduro inauguraba tampoco poda resultarextrao identificar la ciencia con la esperanza de los que nada tenan. Hastaes posible que por eso mismo, por esa identificacin, los de abajo le amaranluego tanto. Y es seguro que por eso casi todos los poderosos le odiaron y anle odian (cuando no se quedan con su ciencia y rechazan su poltica).VIMarx quera el comunismo, claro est, pero no lo quera crudo, nivelador detalentos, pobre en necesidades; aunque su tono a veces proftico, como el deltrueno, pareca negar el epicreo que haba en l. Ser el escndalo moral queproduce la observacin de las desigualdades sociales lo que hace profticos alos epicreos? Sea como fuere, Marx estableci sin pestaear que la violencia esla comadrona de la historia en tiempos de crisis; pero al mismo tiempo criti-c sin contemplaciones la pena de muerte y otras violencias. Marx postul quela libertad consiste en que el Estado deje de ser un rgano superpuesto a lasociedad para convertirse en rgano subordinado a ella, aunque al mismo tiem-po crey necesaria la dictadura del proletariado para llegar al comunismo, a lasociedad de iguales.Marx (sin ismos) Papers 57, 1999 25Marx, el Marx que se leer en el siglo XXI, nunca hubiera llegado a imagi-nar que un da, en un pas lejano cuya lengua quiso aprender de viejo, seraobjeto de culto cuasireligioso en nombre del comunismo, o que en otro pas,an ms lejano, y del que casi nada supo, se le comparara con el sol rojo quecalienta nuestros corazones. Pero aquel tono proftico con el que a veces tratde comunicar su ciencia a los de abajo tal vez implicaba eso. O tal vez no.Quizs el que esto haya ocurrido fue slo la consecuencia de la traduccin desu pensamiento a otras lenguas, a otras culturas. Toda traduccin es traicin.Y quien traduce para muchos traiciona ms.VIIMarx sin ismos, digo. Pero es eso posible? Y no ser eso desvirtuar la inten-cin ltima de la obra de Marx? Se puede separar a Marx de lo que hansido el marxismo y el comunismo modernos? Acaso se puede escribir sobreMarx sin tener en cuenta lo que han sido los marxismos en este siglo? Nofue precisamente la intencin de Marx fundar un ismo, ese movimiento alque llamamos comunismo? Y no es precisamente esta intencin, tan expl-citamente declarada, lo que ha diferenciado a Marx de otros cientficossociales del siglo XIX?Para contestar a esas preguntas y justificar el ttulo de este libro hay que irpor partes. Marx fue crtico del marxismo. As lo dej escrito Maximilien Rabelen el ttulo de una obra importante aunque no muy leda. Rabel tena razn.Que Marx haya pretendido fundar una cosa llamada marxismo es ms quedudoso. Marx tena su ego, como todo hijo de vecino, pero no era Narciso.Es cierto, en cambio, que mientras Marx vivi haba algunos que le aprecia-ron tanto como para llamarse a s mismos marxistas. Pero tambin lo es quel mismo dijo aquello de Yo no soy marxista.Con el paso del tiempo y la correspondiente descontextualizacin, estafrase, tantas veces citada, ha ido perdiendo el significado que tuvo en boca dequien la pronunci. Escribir sobre Marx sin ismos es, pues, para empezar, res-taurar el sentido originario de aquel decir de Marx. Restaurar el sentido deuna frase es como volver a dar a la pintura los colores que originalmente tuvo:leerla en su contexto. Cuando Marx dijo a Engels, al parecer un par de veces,entre 1880 y 1881, ya en su vejez, Yo no soy marxista, estaba protestandocontra la lectura y aprovechamiento que por entonces hacan de su obra eco-nmica y poltica gentes como los posibilistas y guesdistas franceses, inte-lectuales y estudiantes del Partido Obrero Alemn y amigos rusos queinterpretaban mecnicamente El capital.Por lo que se sabe de ese momento, a travs de Engels, Marx dijo aquelloriendo. Pero ms all de la broma queda un asunto serio: a Marx no le gusta-ba nada lo que empezaba a navegar entre los prximos con el nombre de mar-xismo. Por supuesto, no podemos saber lo que hubiera pensado de otrasnavegaciones posteriores. Pero lo que sabemos da pie a restaurar el cuadro deotra manera. No querra engaar a nadie: hacer de restaurador tiene algunos peli-26 Papers 57, 1999 Francisco Fernndez Bueygros, el principal de los cuales es que, a veces, uno se inventa colores demasia-do vivos que tal vez no eran los de la paleta del pintor, sino los que aman nues-tros ojos. Tratndose de texto escrito pasa algo parecido. Pero afrontar ese riesgovale la pena. Y afrontarlo no tiene por qu implicar necesariamente declarasemarxista. Esa es otra cuestin. No hay por qu entrar en ella aqu. De la seriabroma del viejo Marx slo pueden deducirse razonablemente dos cosas. Primera:que al decir Yo no soy marxista el autor de la frase no pretenda descalificara la totalidad de sus seguidores ni, menos an, renunciar a sus ideas o influiren otros. Y segunda: que para leer bien a Marx no hace falta ser marxista. Quienquiera serlo hoy tendr que serlo, como pretenda el dramaturgo alemn HeineMuller, necesariamente por comparacin con otras cosas. Y con sus propiosargumentos.VIIIQueda todava la otra pregunta: se puede escribir hoy en da sobre Marx sinentrar en el tema de su herencia poltica, es decir, haciendo caso omiso de lo queha sido la historia del comunismo en el siglo XX? Mi contestacin a esa pre-gunta es: no slo se puede (pues, obviamente, hay quien lo hace), sino que sedebe. Se debe distinguir entre lo que Marx hizo y dijo como comunista y loque dijeron e hicieron otros, a lo largo del tiempo, en su nombre. Querraargumentar esto un poco.La prostitucin del nombre de la cosa de Marx, el comunismo moderno,no es ya responsabilidad de Marx. Mucha gente piensa que s lo es e ironizaahora sobre que Marx debera pedir perdn a los trabajadores. Yo pienso queno. Dir por qu. Las tradiciones, como las familias, crean vnculos muy fuer-tes entre las gentes que viven en ellas. La existencia de estos vnculos fuertestiene casi siempre como consecuencia el olvido de quin es cada cual en esatradicin: las gentes se quedan slo con el apellido de la familia, que es lo quese transmite, y pierden el nombre propio. Esto ha ocurrido tambin en la his-toria del comunismo. Pero de la misma manera que es injusto culpabilizar alos hijos que llevan un mismo apellido de delitos cometidos por sus padres, oviceversa, as tambin sera una injusticia histrica cargar al autor del Manifiestocomunista con los errores y delitos de los que siguieron utilizando, con buenao mala voluntad, su apellido.Seamos sensatos por una vez. A nadie se le ocurrira hoy en da echar sobrelos hombros de Jess de Nazaret la responsabilidad de los delitos cometidos alo largo de la historia por todos aquellos que llevaron el apellido de cristianos,desde Torquemada hasta el General Pinochet pasando por el General Franco.Y, con toda seguridad, tildaramos de sectario o insensato a quien pretendieraestablecer una relacin causal entre el Sermn de la Montaa y la Inquisicinromana o espaola. No s si en el siglo XVI alguien pens que Jess de Nazarettena que pedir perdn a los indios de Amrica por las barbaridades que loscristianos europeos hicieron con ellos en el nombre de Cristo. Slo conozco auno que, con valenta, escribi algo parecido a esto. Pero ese alguien no dijo queMarx (sin ismos) Papers 57, 1999 27el que tuviera que pedir perdn fuera Jess de Nazaret; dijo que los que ten-an que hacerse perdonar por sus crmenes eran los cristianos mandamases con-temporneos.Comparaciones odiosas? No conozco otra forma ms ecunime de hacerhistoria de las ideas. Eso lo aprend de Isaac Berlin, con cuya obra sobre KarlMarx, muy conocida, discuto en este libro, precisamente porque en este casoBerlin no me parece ecunime y porque discutiendo con los maestros se apren-de.Y, puesto ya a las comparaciones odiosas, aadir que tambin hay algoque aprender de la restauracin historiogrfica reciente de la vida y los hechosde Jess de Nazaret, a saber: que ha habido otros evangelios, adems de loscannicos, y que el estudio de la documentacin descubierta al respecto enlos ltimos tiempos (desde los evangelios gnsticos hasta algunos de losManuscritos del Mar Muerto) muestra que tal vez esas otras historias de lahistoria sagrada estaban ms cerca de la verdad que la Verdad canonizada. Enesa odiosa comparacin me he inspirado para leer a Marx a travs de los ojosde tres autores que no fueron ni comunistas ortodoxos, ni marxistas canni-cos, ni evangelistas: Korsch, Rabel y Sacristn. Hay varias cosas que diferen-cian la lectura de Marx que hicieron estos tres. Pero hay otras, substanciales param, en las que coinciden: el rigor filolgico, la atencin a los contextos his-tricos y la total ausencia de beatera, no slo en lo que respecta a Marx sinotambin en lo que atae a la historia del comunismo. Tambin ellos hubie-ran podido decir (y, de hecho, lo dijeron a su manera) que no eran marxis-tas. Y, sin embargo, pocas lecturas de Marx seguirn siendo tan estimulantescomo las que ellos hicieron.IXRecupero ahora el final del punto primero de este escrito para concluir sobrela relacin entre Marx y el comunismo modelo.No slo me parece presuntuoso, sino manifiestamente falso, deducir de ladesaparicin del comunismo como Poder la muerte de toda forma de comu-nismo. Concluir tal cosa ahora, en 1998, es un contrafctico, es una afirma-cin contra los hechos: en el mundo sigue habiendo comunistas, personas,partidos y movimientos que se llaman as. Los hay en Europa y en Amrica,en frica y en Asia. Nuestros medios de comunicacin, que han publicadonumerossimas reseas del Libro negro del comunismo, apenas si se han fijado enello, pero, con motivo del 150 aniversario de la aparicin del ManifiestoComunista, este mismo ao se reunieron en Pars mil seiscientas personas, lle-gadas de Asia y de frica, de las dos Amricas y de todos los rincones de Europa,que coincidan en esto: la idea de comunismo sigue viva en el mundo. Tampocoes habitual ahora tener en cuenta la opinin de historiadores, filsofos y lite-ratos que, como el ruso Alexander Zinoviev o el italiano Giorgio Galli, hacenhoy la defensa del comunismo, del otro comunismo, sin ser comunistas y despusde haber cantado en dcadas pasadas verdades como las del lucero del alba que28 Papers 57, 1999 Francisco Fernndez Bueyles valieron la acusacin de anticomunistas. Son los otros ex, de los que casinunca se habla, los que cambiaron de otra manera porque atendieron, contrala corriente, a las otras verdades.Antes de ofrecerse como fiscal para la prctica, tan socorrida, de los juiciossumarsimos en los que, por simplificacin, se mete en un mismo saco a lasvctimas con los victimarios conviene ponerse la mano en el corazn y pre-guntarse, sin prejuicios, por qu, como deca el ttulo de una pelcula irnica,hay personas que no se avergenzan de haber tenido padres comunistas, porqu, a pesar de todo, sigue habiendo comunistas en un mundo como en elnuestro.Si sigue habiendo comunistas en este mundo es porque el comunismo delos siglos XIX y XX, el de los tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres de losjvenes de hoy, no ha sido slo poder y despotismo. Ha sido tambin idearioy movimiento de liberacin de los annimos por antonomasia. Hay un LibroBlanco del comunismo que est por reescribir. Muchas de las pginas de eseLibro, hoy casi desconocido para los ms jvenes, las bosquejaron personasannimas que dieron lo mejor de sus vidas en la lucha por la libertad en pa-ses en los que no haba libertad; en la lucha por la universalizacin del sufra-gio en pases en los que el sufragio era limitado; en la lucha en favor de lademocracia en pases donde no haba democracia; en la lucha en favor de losderechos sociales de la mayora donde los derechos sociales eran ignorados uotorgados slo a una minora. Muchas de esas personas annimas, en Espaay en Grecia, en Italia y en Francia, en Inglaterra y en Portugal, y en tantas otraspartes del mundo, no tuvieron nunca ningn poder ni tuvieron nada que vercon el estalinismo, ni oprimieron despticamente a otros semejantes, ni jus-tificaron la razn de Estado, ni se mancharon las manos con la apropiacinprivada del dinero pblico. Al decir que el Libro Blanco del comunismo est por reescribir no estoyproponiendo la restauracin de una vieja Leyenda para arrinconar o hacer olvi-dar otras verdades amargas contenidas en los Libros Negros. No es eso. Nisiquiera estoy hablando de inocencia. Como sugiri Brecht en un poema cle-bre, tampoco lo mejor del comunismo del siglo XX, el de aquellos que hubie-ran querido ser amistosos con el prjimo, pudo, en aquellas circunstancias, seramable. La historia del comunismo del siglo XX tiene que ser vista como lo es,como una tragedia. El siglo XX ha aprendido demasiado sobre el fruto del rboldel Bien y del Mal como para que uno se atreva ahora a emplear la palabrainocencia sin ms. Hablo, pues, de justicia. Y la justicia es tambin cosa de lahistoriografa.XQu historiografa se puede proponer a los ms jvenes? Cmo enlazar labiografa intelectual de Karl Marx con las insoslayables preocupaciones delpresente? Estas son preguntas que se pueden tomar como un reto intelectual hoyen da.Marx (sin ismos) Papers 57, 1999 29Tal vez la mejor manera de entender a Marx desde las preocupaciones de estefin de siglo no pueda ser ya la sencilla reproduccin de un gran relato linealque siguiera cronolgicamente los momentos clave de la historia de Europa ydel mundo en el siglo XX como en una novela de Balzac o de Tolsti. Durantemucho tiempo sa fue la forma, vamos a decirlo as, natural, de compren-sin de las cosas; una forma que cuadraba bien con la importancia colectiva-mente concedida a las tradiciones culturales y, sobre todo, a la transmisin delas ideas bsicas de generacin en generacin. Pero seguramente ya no es laforma adecuada. El gran relato lineal no es ya, desde luego, lo habitual en elmbito de la narrativa. Y es dudoso que pueda seguir sindolo en el campo dela historiografa cuando la cultura de las imgenes fragmentadas que ofrecenel cine, la televisin y el vdeo ha calado tan hondamente en nuestras socieda-des. El posmodernismo es la etapa superior del capitalismo y, como escribiJohn Berger con toda la razn, el papel histrico del capitalismo es destruirla historia, cortar todo vnculo con el pasado y orientar todos los esfuerzos y todala imaginacin hacia lo que est a punto de ocurrir. As ha sido. Y as es.Y si as ha sido y as es entonces a quienes se han formado ya en la cultu-ra de las imgenes fragmentadas hay que hacerles una propuesta distinta delgran relato cronolgico para que se interesen por lo que Marx fue e hizo; unapropuesta que restaure, mediante imgenes fragmentarias, la persistencia de lacentralidad de la lucha de clases en nuestra poca entre los claroscuros de la tra-gedia del siglo XX.Imaginemos una cinta sin fin que proyecta ininterrumpidamente imge-nes sobre una pantalla. En el momento en que llegamos a la proyeccin una vozen off lee las palabras del eplogo histrico a Puerca tierra, de John Berger. Sonpalabras que hablan de tradicin, supervivencia y resistencia, del lento pasodesde el mundo rural al mundo de la industria, de la destruccin de culturaspor el industrialismo y de la resistencia social a esa destruccin. Estas palabrasintroducen la imagen de la tumba de los Marx en el cementerio londinensepresidida por la gran cabeza de Karl, segn una secuencia de la pelcula deMike Leigh Grandes ambiciones, en la que el protagonista explica, en la Inglaterrathatcheriana, cuando los obreros se apualan a s mismos por la espalda, porqu fue grande aquella cabeza. La secuencia acaba con un plano que va delos ojos del protagonista a lo alto del busto marmreo de Marx mientras laprotagonista, a quien va dirigida la explicacin, se interesa por las siemprevi-vas del cementerio (y tuvimos que mirar la naturaleza con impaciencia, diceBrecht a los por nacer; en casa siempre tengo siemprevivas, dice la protago-nista de la pelcula de Leigh).La explicacin de la grandeza de Marx por el protagonista de Grandes ambi-ciones enlaza bien con la reflexin de Berger y permite pasar directamente a lasecuencia final de La tierra de la gran promesa, de A. Wajda, la de la huelga delos trabajadores del textil en Lodz, que sintetiza en toda su crudeza las con-tradicciones del trnsito sociocultural del mundo rural al mundo de la indus-tria en la poca del primer capitalismo salvaje. Entre el Lodz de Wajda y elLondres de Leigh hay cien aos de salvajismo capitalista. Vuelve la imagen de30 Papers 57, 1999 Francisco Fernndez BueyMarx en el cementerio londinense. Pero en la cinta sin fin hemos montado,sin solucin de continuidad, otra imagen, la que inicia la larga secuencia deLa mirada de Ulises, de Angelopoulos, con el traslado de una gigantesca esta-tua de Lenin en barcaza por el Danubio.Es sta una de las secuencias ms interesantes del cine europeo de la ltimadcada, por lo que dice y por lo que sugiere. Presenciamos, efectivamente, el finalde un mundo, una historia que se acaba: el smbolo del gran mito del siglo XXnavega ahora de Este a Oeste por el Danubio para ser vendido por los restos dela nomenclatura a los coleccionistas del capitalismo vencedor en la tercera gue-rra mundial. Es una secuencia lenta y larga, de final incierto, que se queda parasiempre en la retina de quien la contempla. La cortamos, de momento, paraintroducir otra. Estamos viendo ahora la secuencia clave de Underground, deEmir Kusturica: la restauracin del viejo mito platnico de la caverna comoparbola de lo que un da se llam socialismo real. El intelectual burcrata haconseguido hacer creer al hroe de la resistencia antinazi, en el subterrneo,que la vida sigue igual, que la resistencia antinazi contina, y maneja los hilosde la historia como en un gran guiol mientras un personaje secundario, peroesencial, repite, entre charangas y esperpentos, una sola palabra: la catstrofe.Ninguna otra imagen ha explicado mejor, y con ms verdad, que sta deKusturica, el origen de la catstrofe del socialismo real. Hay muchas cosasimportantes en esta pelcula en la que los simples slo ven ideologa proser-bia. Pero fragmentamos Underground para volver a La mirada de Ulises, ahoracon otra verdad a cuestas, la del pecado original del socialismo real. La bar-caza sigue deslizndose por el Danubio con la gigantesca estatua de Lenin tam-bin fragmentada. Lo hace lentamente, muy lentamente. Desde la orilla delgran ro las gentes la acompaan, expectantes unos, en actitud de respeto reli-gioso otros, seguramente asombrados los ms. Da tiempo a pensar: el mundode la gran poltica ha cambiado; una poca termina; pero no es el final de lahistoria: las viejas costumbres persisten en el corazn de Europa. Tal vez notodo era caverna en aquel mundo. Cae la noche y la gran barcaza con su esta-tua de Lenin montada para ser vendida enfila la bocana del puerto fluvial.Cortamos la secuencia al caer la noche. Donde antes estaba el Danubio estahora el Adritico, hay ahora otro barco, el Partizani: es la secuencia final deLamerica, de Gianni Amelio, con la imagen, impresionante, del barco atesta-do de albaneses pobres que huyen hacia Italia mientras el capitalismo vuelve,gozoso, a sus negocios y nuestro protagonista ha conocido un nuevo coraznde las tinieblas. Premonicin de lo que no haba de ser el hegeliano Final dela Historia sino el comienzo de otra historia, por lo dems muy parecida a lasotras historias de la Historia.Cinta sin fin. Otra vez las palabras de Berger, la cabeza de Marx en el cemen-terio londinense, la gran estatua de Lenin navegando, lenta, muy lentamente,por el Danubio. Llega realmente a su destino? Puede haber pensamiento en lafragmentacin: la explicacin de Leigh en Grandes ambiciones, que se repite:Era un gigante. Lo que l [Marx] hizo fue poner por escrito la verdad. El pue-blo estaba siendo explotado. Sin l no habra habido sindicatos, ni estado delMarx (sin ismos) Papers 57, 1999 31bienestar, ni industrias nacionalizadas. Lo dice un trabajador ingls de hoyque, adems (y eso importa) no quiere rollos ideolgicos ni ama los sermones.Y tampoco es la suya la ltima palabra. La cinta sigue. Cinta sin fin.En esa cinta est Marx. Ha habido muchas cosas en el mundo que no cupie-ron en la cabeza de Marx. Cosas que no tienen que ver con la lucha de clases.Cierto. Pero de la misma manera que nunca se entender lo que hay en elMuseo del Prado sin la restauracin historiogrfica de la cultura cristiana, tam-poco se entender el gran cine de nuestra poca, el cine que habla de los gran-des problemas de los hombres annimos, sin haber ledo a Marx. Sin ismos,por supuesto.32 Papers 57, 1999 Francisco Fernndez Buey