martín txeis, john better y carlos polo - revista huellas

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Número de la Revista Huellas de la Universidad del Norte en que destaca una selección de trabajos literarios y poéticos donde se incluye a Martín Txeis, John Better y Carlos Polo.

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  • HUELLAS REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL NORTE

    http://www.uninorte.edu.co/publicaciones/huellas.asp

    No. 78 y 79

    1Huellas 78 y 79 Uninorte. Barranquilla

    pp. 1 116. 12 / MMVI 04 / MMVII ISSN 0120-2537

    CONTENIDO 2. La creacin del departamento del Atlntico. Semblanza del general Diego A. de Castro Palacio. Jorge Becerra Jimnez 12. El problema de la esclavitud en la Ilustracin, la Revolucin Francesa, las Cortes de Cdiz y su recepcin por los ilustrados neogranadinos. Dolcey Romero Jaramillo 23. El negro en las letras, la historiografa y el arte del Caribe colombiano. Notas para su estudio. Martha Lizcano Angarita y Danny Gonzlez Cueto 32. Omeros y Simulacin de un reino y la deconstruccin del canon occidental. Amlkar Caballero de la Hoz 42. Notas sobre narracin e ideologa frente a la diversidad latinoamericana. Miguel Alvarado Borgoo 54. Hacia una crtica cultural latinoamericana segn Patricia DAllemand. Eleucilio Niebles Reales 58. Memorias del subdesarrollo cinematogrfico. Carlos Franco 61. Lectura y escritura en la universidad: desastre que se avecina Carlos Snchez Lozano 63. Literatura joven y nueva en el Caribe de Colombia: prosa y poesa. Alfredo Marcos Mara 64. Puerto Valds (El esperado). Luz Mara Cabrales Llach 70. La cpula del cielo (o Del superlativo). Martn Txeis 73. Bnker. Gerardo Ferro Rojas 81. Eva ha despertado. lvaro Serje Tuirn 82. Los grandiosos viajes de mis abuelos. Catalina Rodrguez Gonzlez 83. Poesas. Silvia Viviana Visbal Escobar 84. Amigo fugado y otros trabajos. Carlos Polo 91. Breves estancias del humor amargo. John Better 93. De otras armas. Devinso Jimnez Sierra 96. Diario de un joven escritor. Jos Villamil Villadiego 98. Ojo de pez. Fadir Delgado Acosta 100. Trabajos. Luis Mallarino 102. Poe-mar-io. Pepe Enciso 104. Poesas. Daniella Snchez Russo 106. Textos. Viridiana Molinares Hassan 107. La vida del poeta. Valerie Durn Gonzlez 108. Vamos a navegar. Kathy Stella Porto Fadul 111. Entre mares. Anglica Santamara Paternina 113. India: nostalgia y olvido de un pasado aciago. Claudine Bancelin Se autoriza la reproduccin citando la fuente. Los conceptos sonresponsabilidad exclusiva de los autores. Licencia del MinGobiernon 001464, ISSN 0120-2537. Apartado Areo 1569, Barranquilla,Colombia. Impresin: Javegraf, Bogot. e-mail: [email protected] Meses de aparicin: Abril (04) - Agosto (08) - Diciembre (12).

    CONSEJO DE DIRECCION JESUS FERRO BAYONA - Rector - Director VILMA GUTIERREZ DE PIERES - Editor ALFREDO MARCOS MARIA - Editor CONSEJO DE REDACCION RAMON ILLAN BACCA RUBEN MALDONADO ORTEGA PAMELA FLORES PRIETO ADELA DE CASTRO PILAR YEPEZ COLABORACIN GRAFICA GISELLE MASSARD LOZANO MUNIR KHARFAN DE LOS REYES Huellas, Revista de la Universidad del Norte, esuna publicacin institucional que difunde la culturauniversal, regional y local, abarcando la historia, elarte, las letras, la filosofa y la ciencia, para estimularel pensamiento, promover la reflexin, y revelar lostorbellinos humansticos de un pueblo que indaga sintregua y crea sin cesar, desde el Caribe colombiano.Huellas es para los lectores que piensan y losuniversitarios que suean. Huellas es miembro de la Asociacin de RevistasCulturales Colombianas, ARCCA. Ilustracin de la portada: Voltil de ROBERTOMARIO ANGULO GUTIRREZ DE PIERES (2007.acrlico sobre lienzo 140 x 120 cm.) Naci en Barranquilla, 1982. Comunicador Social dela Universidad del Norte con Minor en produccin decomerciales. Autodidacta de la pintura, present suprimera exposicin colectiva en 2007.

  • 2Cuando el 7 de agosto de 904 el seor presidente Rafael Reyes llega a la primera magistratura de Colombia y se posesiona del cargo, no es cuando empieza a estudiar las reformas que implant durante su mandato. Entre las muchas medidas muypensadasporl,conantelacinyconfinesala mejor administracin de la nacin, ya tena en mente la nueva estructura geopoltica mediante los cambios producidos con la creacin de nuevos departamentos. Eran medidas que se vean de ur-gencia y que deban parcelar los grandes territorios que constituan los Estados Sobe-ranos as llamados hasta entonces. Era en el seor Reyes una de las ideas fijas que haba sostenido desde la Asamblea de Delegatarios que aprob la nueva constitucin de 886. Todas estas medidas iban en la direccin de ordenar este pas con tendencias anrquicas que ya hemos conocido.

    La reaccin de los estamentos polticos tradicionales fue como se esperaba: se rasgaron las vesti-duras los sempiternos caciques y, particularmente desde el Congreso de la nacin, le declararon abierta oposicin al gobernante. En medida inmediata tomada por el ejecutivo, clausur el Congreso y como alternativa dentro de su programa de orden y progreso y en la prc-tica de ms administracin y menos poltica, estableci la Asamblea Nacional con participacin

    de miembros del partido liberal. Esta Asamblea Nacional, atendiendo las directivas presidenciales, auspici la creacin de las nuevas circunscrip-ciones departamentales. Se crearon en 905 los departamentos de Caldas, Huila, Atlntico, Valle y Norte de Santander. Se estableci la comisara de Caquet y ya en 904 se haba creado el departa-mento de Nario. Aqu pasa la Costa: con el des-membramiento de las provincias de Barranquilla y Sabanalarga separadas del Estado soberano de Bolvar, surgira el departamento del Atlntico, con

    la sede del gobierno en la ciudad deBarranquilla.Cuando finaliza-do el quinquenio del seor Reyes, un nuevo espritu en el gobierno, tratando de cambiarle la plana, reorganiz el Atlntico cambindole el nombre y anexados algunos mu-nicipios del Magdalena; en el ao de 9 lo llam con el nombre de Departamento de Barranquilla.

    Las jurisdicciones departamen-tales que de ese examen resultan, fueron producto ante todo del conocimiento personal, lleno de experiencias directas del Jefe de Estado. Desmiembra el departa-mento de Bolvar para crear el del Atlntico; Caldas resulta del de

    Antioquia; Huila era parte del departamento del Tolima Grande, romntico y paldico, que le de-can los oradores veintejulieros; Galn y Quesada fueron los otros dos, pero no sobrevivieron al parto quntuple. Aprobada la criatura por la Asamblea Nacional como se requera, con la ley No. 7 del de abril de 905, viene la reglamentacin por decreto ejecutivo, en que el presidente Rafael Reyes fijlafechaparalainauguracindelDepartamentodel Atlntico el da 5 de junio de 905. Y as para cada uno de los otros.

    La creacin del departamento del AtlnticoSemblanza del general Diego A. de Castro Palacio*

    Jorge Becerra Jimnez, Pbro.**

    * Primera parte del captulo homnimo del libro indito Pri-mer centenario del departamento del Atlntico: conexin Boya-c-Atlntico, cedido por su autor especialmente para Huellas.

    ** Nacido en Sorac, Boyac, 927. Estudi Filosofa y Teo-loga en el Seminario de los Padres Lazaristas, Bogot. Licen-ciado en Derecho Cannico, Universidad Lateranense, Roma. Autor de libros histricos, ha ejercido su ministerio en la Di-cesis de Barranquilla.

    Huellas 78 y 79. Uninorte. Barranquillapp. 2-. 2/MMVI - 04/MMVII. ISSN 020-2537

    Estatua de Diego A. de Castroen Barranquilla.

  • 3Cito una pgina del padre Pedro Mara Revollo, escrita al celebrar el cincuentena-rio, que dice: No hay duda que la primera creacin del departamento (las comillas son mas), promovida por el presidente de la re-pblica, general Rafael Reyes y creada por el Congreso de 905 con su ley de abril de ese ao, e inaugurado el 5 de junio siguiente, fue un paso enorme en la era del progreso local y del progreso departamental.

    Acabamos de ver la explicacin de por qu Revollo habla de una primera creacin de nuestro departamento. En esa misma fecha del cincuentenario, celebrado obvia-mente el 5 de junio de 955, el mismo Revollo escriba: Debe al presidente Reyes el departa-mento del Atlntico, cuyo cincuentenario con-memoramos, su existencia jurdica o poltica. Es este ilustre colombiano natural del departamento de Boyac, pero considerado caucano porque en ese otro departamento vivi largos aos, form su hogar y ejerci sus energas de hombre de gran-des empresas y su pericia y mritos militares. No puede negarse que el presidente Reyes fue un gran progresista, que sac a Colombia de la postracin en que la dej la guerra de los tres aos anteriores al advenimiento de su gobierno. La creacin de este departamento contribuy a ello. (En Revista Mejoras, AAVV: n 28).

    La vinculacin de Reyes con esta regin culmi-na, no termina, con la ereccin del departamento, pero vena desde bien antes. Para con su gente, y en especial por la amistad y admiracin mutua con el general Diego A. de Castro, tena desde ha-ca tiempo hondas races. El mismo triunfo de la campaa presidencial en que sali elegido Rafael Reyes llevaba el sello de Diego A. de Castro. No sermuyedificantelacomponendaelectoreraaque se debi esa presidencia: si alguna explicacin se puede dar al caso es que la misma jugada iba a darse desde Bogot. De modo que bien vala la pena adelantrsele desde la Costa.

    Un cacique de Riohacha, el general Juanito Iguarn, viene a Barranquilla a participar en el entierro de un amigo comn, y en la marcha hacia el cementerio les cuenta a Diego A. de Castro y al seor De Mier, con quienes forma en la procesin fnebre, que l, Juan Iguarn, tiene todava sin sellar el resultado de la eleccin entre el general Joaqun F. Vlez y el general Rafael Reyes en es-pera de instrucciones de Bogot, sobre cul de los dos es la persona a la que debe endosarle el triun-

    fo. Diego de Castro ya no deja solo un instante al seor Iguarn. Y as se logra, gracias a su amigo, consignarle al nombre de Rafael Reyes el triunfo que lo lleva a la presidencia. Episodio este que se conoce como el Registro de Padilla.

    Ya en el 2005, en esta efemrides centenaria, lafiguradeDiegodeCastroPalaciodeberecor-darse por elemental justicia en el primer plano de la historia de la regin. Desde el ao de 885 en fecha del 7 de julio entra en alto escalafn mi-litar en grado de teniente coronel nombrado por el general Rafael Reyes. El 2 de noviembre de 894 el ejecutivo lo asciende a brigadier general, y es el presidente Holgun quien le reconoce la antigedad a partir del 9 de abril de 885. Una de las actuaciones ms destacadas en las guerras civiles en que es vencedor el general De Castro es la batalla de los Obispos del 25 de octubre de 899, y el 6 de noviembre de ese mismo ao, al mes de la dicha batalla de nombre episcopal, recibe en Barranquilla el ascenso a general de divisin del ejrcito nacional. En el gabinete ministerial delpresidenteReyesdel7deagostode1904fi-gura como ministro de la guerra el seor general Diego A. de Castro. En el momento de la ereccin del departamento, Diego de Castro formaba parte del gabinete ministerial de Reyes en Bogot Sin duda, su trayectoria en las relaciones para con el seor Reyes y su presencia en el gabinete ejecuti-vo,fuerondeimportanciadefinitivaparacrearelnuevo departamento.

    Hombre forjador de industrias luego de haber residido en Nueva York, en plena mocedad cuando se march de su casa en bsqueda de formacin tcnica para la vida, se empe, ya de regreso, en la industria de materiales de construccin: una fbrica de ladrillos fue de sus primeras inquietu-des al ver que se despertaba con la inmigracin

    Puente sobre el ro Magdalena.

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  • 4nacional y extranjera en Barranquilla el mpetu en la construccin. Seguidamente, animado por el auge de la produccin cafetera que despuntaba en diversas regiones del interior del pas, incur-sion en una planta para la molienda de grano a finalesdelsigloXIX.Contandoconhombresdeempuje, la ciudad de Barranquilla tuvo entonces a fundadores de bancos, promotores de ganaderas, exportadores en grande hacia las islas del Caribe; entre todos, como abanderado de esas iniciativas, sin duda hay que destacar a Diego A. de Castro.

    El seor general Reyes, que quera a Diego de Castro por sus mritos personales y por el posterior desempeocumplidoencombatesdefinitivosparala causa conservadora de la legitimidad, y por la hidalgua de su cuna barranquillera y por tantas afinidades comunes de energa, de preparacintcnica, de formacin en la escuela del trabajo que los una entraablemente, Reyes, que se haba manifestado ajeno a tanto poltico y abogado y a tanto empleado del presupuesto pblico, y que anhelaba, como lo hizo hasta donde pudo, formar generaciones de tcnicos, ingenieros de todas las especialidades, encontraba en De Castro, el tipo del nuevo hombre colombiano: un ingeniero industrial, empresario, formador de generaciones de obreros y mecnicos. Al crear el departamento nativo del general De Castro, barranquillero de an-cestro y de temperamento, no poda encontrar otro

    candidato para desempear el cargo de gobernador nmero uno de la nueva administracin. Ni el uno ni el otro debieron dudar un instante: De Castro renuncia al ministerio en la capital de la repblica y Reyes encabeza con l la primogenitura de los mandatarios de su departamento.

    mulos en el campo del trabajo y mulo de Reyes en los peligros y triunfos de guerra, se en-tendan en la capacidad de ser grandes servidores desupatria.Esassonlasafinidadesytambinlas emulaciones cordiales que los unan en la causa comn, que, cansada de luchas estriles, necesitaba salir adelante en el manejo de la cosa pblica con honradez, con desinters y con toda la energa de sus enormes capacidades.

    Tomemos los discursos cruzados entre el presi-dente del Tribunal Superior y el seor gobernador en el acto de la posesin con que hace ya ms de cien aos se empieza la historia del Departa-mento del Atlntico, que tenemos el privilegio de conmemorar.

    disCurso del Presidente del tribunal suPerior

    Seor Gobernador: En mi carcter de presiden-te del Tribunal Superior del Distrito Judicial del Atlntico, me ha correspondido la inmerecida

    Foto de Giselle MassardPanormica de Barranquilla.

  • 5honra de recibir juramento al primer Gobernador del Departamento que hoy se inaugura, al favor de la Divina Providencia. Y esa honra es mayor, porque la sagrada promesa la hemos escuchado de un hombre como vos, que ya en el elevado car-go de Ministro de Guerra habis hecho patentes, con general beneplcito, vuestras indiscutibles dotes de funcionario organizador y enrgico y por sobre todo ello la inquebrantable volun-tad que os conduce siempre por el camino del bien. Prueba de esa afirmacineseldesprendimientocon que habis dejado aquel pues-to en el que fueron innumerables los servicios que en corto tiempo prestasteis al pas, para venir a desempear el de Agente de la administracin central en esta seccin, aunque honroso, inferior en el orden jerrquico, y donde podis desplegar, una vez ms, vuestra actividad e inteligencia en beneficiodeestareginprivilegiadaqueoscuentacon orgullo entre sus hijos predilectos.

    La justicia inexorable, pero serena, ser el ele-mento principal de vuestro gobierno; como que as lo habis manifestado ya el da de vuestra llegada a esta ciudad, que proclamasteis como norma de vuestra conducta de gobernante, el programa que el Jefe de la Nacin ha sintetizado con la ya clebre frase: Ms administracin y menos poltica. Y en-contris el terreno preparado, animada como est la sociedad por el ms vehemente deseo de traba-jar de concierto en la consecucin de la felicidad general. Y como el engrandecimiento y progreso de los pueblos depende no slo del cumplimiento por parte del gobernante de sus atribuciones y deberes, sino tambin del cumplimiento por parte de los asociados de sus obligaciones, de las cuales es la primordial la obediencia a un gobierno justo, el porvenir del Departamento del Atlntico est asegurado.

    Seor Gobernador: En mi propio nombre y en el mis colegas de este tribunal os felicito, felicito al ilustre Jefe del Estado que tuvo el tino de elegiros, y felicito al nuevo departamento que ha alcanzado

    el honor de que seis su primer gobernante.

    disCurso del general diego de Castro

    Honorable Seor Presidente: Acabo de prestar ante vos y vuestros ilustrados colegas la prome-sa legal de cumplimiento y de hacer cumplir la Constitucin y la ley como primer gobernador del Departamento del Atlntico. Acto es este trascen-dental en mi modesta vida pblica, pues poniendo por testigo a Dios, de la lealtad de mis intenciones, hago solemne juramento ante la alta corporacin que presids, en presencia de un concurso respeta-ble de ciudadanos. Con profunda emocin he odo las palabras que habis tenido la condescendencia de dirigirme, y os agradezco, seor, los elogios inmerecidos que me tributis; siempre he tenido por norma el cumplimiento del deber, y en mis nuevasfuncionesoficialesmededicardebuenavoluntad a la organizacin de todos los ramos de la administracin pblica en el Departamento, no olvidando el ms esencial de ellos, el encomendado a vuestra ilustracin y honradez.

    Los pueblos jvenes, como los individuos, dan los primeros pasos inseguros y vacilantes. Habr

    Tajamar de Bocas de Ceniza, 2007.

    Foto de Giselle MassardTerminalmartinoyfluvialdeBarranquilla.

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    rillo

  • 6devencerdificultades:quecrearrentas,queim-pulsar la instruccin pblica y darle su mayor desarrollo; que proteger y ayudar en los trabajos de saneamiento y ornato de la ciudad capital, em-prendidos por el honorable Consejo Municipal con mtodo y pericia, y, en una palabra, se necesitar labor y constancia, y de las discretas indicaciones de todos, para que no muy tarde se palpe saluda-ble progreso y se demuestre as que no fue vana la idea de convertir esta importante seccin de la Repblica en entidad departamental.

    AgentedeunGobiernocalificadodejustamen-te fuerte y paternalmente suave por el Ilmo. Rvdo. Monseor Ragonessi, Delegado Apostlico, quien hacontribuidoconsupoderosainfluenciamoralycristianaaestablecerdefinitivamentelaconcordiaentre los colombianos, vengo no a hacer poltica, sino a cumplir las rdenes que emanan del Jefe delaNacin,yacontribuiralbenficodesenvolvi-miento de su programa de paz y trabajo. Termino, seor, repitindoos mis agradecimientos y solici-tando especialmente vuestro valioso concurso en la obra de reorganizacin que me ha tocado.

    ***Si por retraso de un minuto puede un pasajero areo perder el vuelo, si por el vuelo perdido puede perder la oportunidad de su vida, como en el legen-dario sorites, que ahora llaman sndrome domin, en el que por un clavo se perdi una herradura, por una herradura se perdi un caballo, por un caballo se perdi un caballero y por un caballero se perdi una batalla y por una batalla se perdi un reino; as en el caso de la poltica conservadora colombianadeprincipiosdesigloXXseperdierontodas esas cosas juntas: porque si en el ltimo perodopresidencialdefindelsigloXIXlospon-tficesdeesepartidohubierandado el turno al seor Reyes o a su contenedor Joaqun F. Vlez, cuando eran candidatos cordiales antagonistas por pri-mera vez, ni guerra de los tres aos, ni ruina fsica del pas, ni prdida de Panam hubira-mos padecido. Pero haba que dejarles el paso a Sanclemente,

    con sus 80 almanaques, y a su vicepresidente Marroqun, que andaba muy cerca de ese anciano yascuandoalfinvinoReyesyatodoestabacon-sumado. A pesar de los pesares, salimos adelante, con esa consigna y ese ejemplo que recordaba el general Diego de Castro: Paz y Trabajo, que ema-naban del presidente Reyes.

    Cien aos han pasado desde el presidente Re-

    yes, y lo mismo seguimos de torpes, de ciegos, y lo mismo de sordos a las voces de la Historia. Ni si Cristo, de quien dice el Evangelio que hizo ver a los ciegos y or a los sordos; ni si Cristo se les atravesara les hara el milagro a estos polticos, por ms milagroso que lo llamemos y por ms que lo paseemos en imagen por todos nuestros pueblos y ciudades todo ser vano con esta clase de prceres que nos gastamos. Lo nico que a este tipo del poltico colombiano le interesa colmar es su ambicin personal: aunque la nave se hunda, no ve ms all ni oye a nadie, mucho menos a la leccin de la historia.

    Muelle de Puerto Colombia,

    2007.

    Fotos de Alfredo Marcos Mara

  • 7Se debe distinguir, es observacin de perspec-tiva histrica, y distinguir bien claramente, entre democracia y mecnica democrtica. La mecnica democrtica es esta partija burocrtica en que las diversas corrientes polticas con sus intereses presupuestales y la consiguiente adjudicacin de contratos y todo el frondoso montaje de preben-das y sinecuras y comisiones y, en ltimas, el aprovechamientodelasmedidasoficialesdelasque se puede sacar tajada, con el sistema aquel de cmo voy ah esa es la mecnica, que sirve para conseguir en torno al cacique, las solidarida-des polticas que alimentan en los partidos a sus jefecitos, o jefes o jefazos.

    Mal necesario se, que se denomina La Poli-tiquera, pero innecesario y nefasto porque los alimenta y se alimenta de los peores apetitos humanos, deshonestidades y de toda la corrup-cin imaginable: por eso, por su naturaleza y sus efectos perversos tan arraigados en la condicin humana, las leyes y sus reglamentos, deben pro-curar mantenerlos a raya. De ah que en la medida de lo posible, deban los Estados defenderse, con los mximos controles de Fiscalas, Contraloras, Personeras, Defensoras, etc.

    En los tiempos de Nez y Reyes, se pens que un medio como la fraccin de los grandes Estados, si no bastara, al menos iba a ayudar a un mejor

    control y supervisin de las rentas y su inversin, en una palabra, a una sana administracin pbli-ca. Quizs hoy en da en un aumento bacteriol-gico de la corrupcin, la mayor cantidad de entes administrativos, se ha producido tambin mayor escala de abusos y de corruptelas. La reforma est en la conciencia de los administradores, no en la multiplicacin de las entidades. Pero en la mente de la Regeneracin se atac como mejor les pare-ci a los Regeneradores, y el paso mximo llev a la creacin de entidades administrativas ms pequeas que se controlaran ms fcilmente: fue el pensamiento.

    Atacaron, s, el mximo de los desrdenes, que fue el de las guerras internas y ya ste es un logro muy vlido y muy valiente que suman en el caos la administracin pblica, con los peridi-cos enfrentamientos de unos estados contra otros dentro del mismo organismo estatal. La transpa-rencia administrativa, como se la denomina en el lenguaje de nuestra actualidad, no la encontraron inminente en la reforma de la Regeneracin, por-que en ese tiempo la formacin en la honradez era la carta corriente, y nadie toleraba el cohecho, la malversacin ni el enriquecimiento, con los bienes pblicos: eran otros esos tiempos.

    Paraellogrodelapacificacindelosnimosy la estabilidad nacional con la eliminacin de

    Foto de Vilma Gutirrez de PieresMuelle de Puerto Colombia visto desde Pradomar, 2007.

  • 8las guerras internas, el presidente Reyes puso en prctica las nuevas y ms manejables divisiones territoriales que puso en la prctica con la creacin dicha de los nuevos departamentos, a los que dio como carta de navegacin su lema de paz y pro-greso y ms administracin y menos poltica. Con tales orientaciones quera Rafael Reyes encauzar lanacindesdelosprimerosdasdelsigloXXdesu ejercicio presidencial.

    El hombre escogido para enderezar los pasos nacientes de esta nueva vida colombiana en la seccin del nuevo departamento del Atlntico, era de una vida paralela a la del mismo presidente. As era el general Diego A. de Castro Palacio. Ambos haban ingresado a la vida poltica por el mismo camino, es decir, motivados en cierta forma por la fuerza de los acontecimientos. Ninguno de los dos haba trazado su vida como ejercicio de vocacin en la actividad poltica. Ms bien en su juventud se les haba antojado alejarse de las borrascosas ambiciones de la vida pblica. Uno y otro se ha-ban inclinado desde el principio al cumplimiento de actividades profesionales, propias de una vida dedicada a labrarse el porvenir en el ejercicio particular, para su perfeccin individual dentro de las sociedades, a las que pertenecan, cuando de pronto los acontecimientos de la vida nacional los haba atrapado al uno y al otro de su rea individual para lanzarlos al vrtigo de la vida p-blica, porque su capacidad personal sobresaliente losperfilabaparaconducirlaesferapblicadelservicio poltico en el pas.

    Mientras el encuentro de Rafael Reyes con la vida poltica se cumple en las orillas del ro Cauca y luegoen lasaguasdelocanoPacficorumboa Panam, ese ingreso se cumple tambin en el

    ingeniero mecnico Diego A. de Castro por la va militar y por ese camino a la vida poltica, en cu-rioso paralelo, sobre las turbulentas aguas del ro Magdalena. Y es en la misma fecha de la incursin de Reyes, ao 895, fecha de la revolucin contra Nez, capitaneada por el general revolucionario Ricardo Gaitn Obeso. ste se haba adueado del curso navegable del Magdalena hasta llegar a Barraquilla. Siendo la poca del despegue de la ciudad, conectada con el puerto de Sabanilla mediante la construccin del ferrocarril que hizo deBarranquillapuertomartimoyfluvialalunirel Atlntico con el ro. De Gaitn Obeso, se dice que era un hbil guerrillero, joven, de muy buena estampa, que al apoderarse del estratgico puerto barranquillero y recibido en l triunfalmente, repi-ti la historia de Anbal en las delicias de Capua: una pizpireta morena lo conquist a l y lo demor en la Arenosa por un par de meses, en el nterin de los cuales alcanz el gobierno central a hacer llegar por tierra las fuerzas leales, al punto de que cuando Gaitn se present a sitiar Cartagena y dominar toda la Costa, ya las cosas estaban a otro precio. Mientras llegaban las fuerzas de la legitimi-dad y a manera de soldado voluntario, Diego A. de Castro se incorpor a las que de Cartagena venan al rescate de Barranquilla e hizo sus primeras ar-mas. Derrotados en combate el de febrero en las inmediaciones de la Villa, cay prisionero De Castro vctima de su arrojo y osada. La fama de suactuacintrascendilasfilasdesuscompae-ros que lamentaban la mala suerte del prisionero. Tal fue el pesar entre los suyos que trataron de negociar su liberacin, pero el adversario con estas mismas gestiones a su favor, entendi que tena en su poder a alguien de la mayor categora y extremaron la vigilancia para con l.

    Los recursos con que sali de la encrucijada, re-petida dos veces despus, fueron sus recursos de ingeniero y su osado valor: arregl cautelosamente un pequeo buque arrumado como chatarra intil y una noche lo utiliz para su fuga hacia la liber-tad. La otra vez en que habiendo cado prisionero, lo tenan expuesto a la intemperie bajo mximo control, al sol quemante o a la lluvia torrencial, lo vigilaban por todos lados. Aburrido por esa into-lerable sevicia, una madrugada cuando dorman sus guardianes, se lanz sin miedo a las aguas del Magdalena arriesgndolo todo y alcanz a nado la orilla en las playas de Magangue. All fue, y en esas extrema circunstancia, el encuentro con Rafael Reyes, entonces comandante supremo del ejrcito del Gobierno. Naturalmente, entre los dos varones naci la relacin, que fue creciendo por Patio de la Casa de Bolvar, Soledad.

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  • 9el mutuo conocimiento de las virtudes y las em-presas del uno y del otro. Qu de raro entonces poda tener el ascenso a general de Diego A. de Castro? Efecto seguido fue el nombramiento que el general Reyes hizo a De Castro para jefe de la flotilladelroMagdalena:eralapruebadelapers-picacia del futuro presidente en el conocimiento de loshombresenquienespodaconfiarlarespuestade las responsabilidades, para lo que los haba elegido al desempear altas misiones, como lo hizo el barranquillero. Su desempeo constituy al ro Magdalena como la va garantizada para la movilizacin de las fuerzas del Estado.

    As como de las lides militares coyunturales Rafael Reyes se vio lanzado a los azares de la poltica, as exactamente le aconteci al seor De Castro: en la eleccin parlamentaria de 892 sali triunfante y luego en adelante ya no lo dejaron los compromisos de la poltica: seguidamente sali elegido al Congreso, por la provincia de Barranqui-lla como su representante. La Asamblea de Bolvar lo elige como senador en 896, y ya all Diego de Castroconsufirmasesumaalaprecandidaturapresidencial de Rafael Reyes para el perodo 898 a 904, frustrada, en mal ao, por el sanedrn que en Bogot tena pactado el ya aludido seor Ma-rroqun y su llave con Sanclemente y su perodo. Fatal, fatalsimo, con el desencadenamiento de la guerra de los Mil das y la secesin de Panam.

    De Castro sigui despus de la Gobernacin en el ejercicio de su profesin y de sus negocios personales, pero sin cejar en la jefatura del partido de sus convicciones ni en la preocupacin por el adelanto de su regin y de su ciudad. As llego al

    finaldesuexistenciaenelaode1922,queridopor unos y discutido por otros, pero admirado por todos. Hoy su memoria vence los tiempos y las opi-nionesfluctuantesyesdignadetodohomenaje,enel primer centenario del departamento del que es fundador, como el primero de sus gobernantes.

    No fueron una ni dos veces, a lo largo de estos aos marcados de demencial violencia eminente-mente poltica, en los que se empearon conserva-dores y liberales en pelearse la sal y agua al precio de la vida, en los que se vio prisionero en los com-bates entre hermanos. Sin embargo, Diego A. de Castro, con astucia e intrepidez, logr escaparse de las manos de sus captores en fugas espectaculares desafiandoelturbiotorrentedelMagdalena.

    La ltima fue una ocasin en que, rodeados por maleantes, fue asaltado l en compaa de su hijo mayor; entregados al trabajo contratado con una seria compaa de seguros. Lo relata un diario bogotano, El Da, con fecha de jueves 2 de marzo de 922. Es una columna necrolgica con ocasin del fallecimiento del general Diego A. de Castro Palacio, bajo el titular: El jefe que se ha ido. Reproduzco los ltimos prrafos: Retirado del servicio militar despus del 3 de julio, las compaas aseguradoras le propusieron que se hiciera cargo del salvamento del buque mercante Elbers, que haba naufragado con valioso carga-mento entre Barranquilla y Calamar. El general De Castroaceptlaproposicinyfirmelcontrato,no sin antes solicitar el apoyo de las autoridades para asegurar la custodia de las mercancas. Por egosmo o por otros mviles, las autoridades no prestaron el suficiente apoyo al generalDe

    Soledad desde la Casa de Bolvar: En esta mansin habit el Libertador desde el mircoles 4 de octubre hasta el domingo 7 de noviembre de 830 como husped de don Pedro Juan Visbal.

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    Castro. Sali a cumplir su contrato en compaa de su primognito y una noche fue asaltado por una numerosa guerrilla que iba all atrada por la presencia del vencedor de los Obispos. Aquel asalto fue una espantosa y feroz carnicera, y en l hubiera perecido el general si no se resuelve a confiarporterceravezsusuerteysuvidaalasondas del Magdalena. Con su hijo se arroj a la creciente y nadaron perseguidos por los disparos, hasta alcanzar la opuesta orilla.

    Es ya clara la distancia histrica que nos se-para de estos aconteceres lejanos. La invitacin es para nosotros a estas alturas muy til y al mismo tiempo muy sencilla: hagamos con todos estos datos el perfil vigoroso del padre de estedepartamento.

    Recuerdan los anales de Barranquilla y del departamentouncambiotantogeogrficocomopoltico. Fue en el ao de 908: se anexaron al Atlntico zonas de la orilla del ro que haban pertenecido tradicionalmente al vecino departa-mento del Magdalena y se le cambi el nombre al departamento del Atlntico: Por decreto No. .8 del 30 de octubre de 908, se agregaron al departamento de Barranquilla e incorporados al departamento del mismo nombre, los municipios de Sitionuevo, Remolino, Salamina, El Pin, Ce-rro de San Antonio. (Andrs M. B. Revollo, op. cit.) El del Atlntico se titulaba ahora Departamento de Barranquilla.

    En 9 todas las aguas recuperan su primiti-vo nivel: la franja del ro se reintegra a la goberna-cin de Santa Marta y el nombre del departamento del Atlntico se recupera como lo haba bautizado el seor presidente Rafael Reyes al momento de su creacin.

    Vale la pena en esta conmemoracin destacar algunas de las logradas empresas de Rafael Reyes en los cinco aos de presidencia de Colombia. Adems de todo lo ya enunciado en la trasforma-cin nacional, se debe agregar simplemente la organizacinde lasfinanzasestatales,enquie-bra total en el momento en que se encarga de la administracin pblica. A l se debe la fundacin del Banco Central y su recomendacin para sa-near las rentas y con tales instrumentos salvar la hacienda pblica. Con los escasos rubros que empez a manejar, sin corrupcin tolerada algu-na, su atencin se dirigi a restablecer la infra-estructura aniquilada en la guerra que acababa de terminarse, y se le debe anotar tambin una

    reforma trascendental por su importancia dentro del Ministerio de Obras Publicas, una de las cuales fueron las vas frreas, que empezaron a mover la riqueza y el contacto de unas regiones con otras en el turismo que es fuente de paz y de trabajo por la mano de obra que genera.

    Interiores de la Casa de Bolvar, Soledad.

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  • Otro captulo de magna importancia fueron las redes de carreteras que enlazaron los dis-tintos sectores de la nacin. Al respecto, vale la pena recordar que el primer automvil que lleg a la provincia natal del seor presidente Reyes fue el suyo personal. Pasaron aos para que esa carretera se continuara, porque esa es la ndole colombiansima: la de echar atrs la obra de al-guno de los conciudadanos que logran destacarse en la vida personal y nacional.

    Sin haber terminado el mandato para el que estaba elegido y al que hubo de renunciar ante la oposicin de los sectores polticos que lo forza-ron a salir del pas, ste ya haba empezado a ser realmente otro: asombra ver que con tan escasos recursos logr sacar adelante tantas realidades. Hubo de cerrar el Congreso, que era una mula ojal muerta, sino bien viva, pero atravesada en la va de la nueva administracin, y esto fue la gota

    que rebos la copa de la oposicin al rgimen que oblig al mandatario a abandonar el pas.

    Viaj a Europa para poner entre sus oposito-res y la nacin, la distancia del ocano y del otro mundo en aras de la paz.

    fuentesArchivo familiar de descendientes del general Diego A. de

    Castro Palacio. AAVV. Pedro Mara Revollo, en Revista de la Sociedad de Mejo-

    ras Pblicas de Barranquilla, pp. 62 (956) nmero 28.Revollo, Andrs Benito. Geografa del Departamento de Barran-

    quilla. Ed. La Luz (909), Bogot, pp. 64 ss. El Da, Peridico. Edicin 2 de marzo (922), Bogot. Lpez, Javier Ocampo. Qu es la Constituyente. Ed. Plaza y

    Jans (990). Bogot, pp. 70 ss.Serna M. J. Alberto. Estudio de las Races Griegas. (999). Ed.

    Idioma. Bogot, pp. 44.El Apocalipsis. Nuevo Testamento. Sociedades Bblicas Unidas

    (999). Impreso en Corea, caps. II y III.Becerra Jimnez, Jorge. Historia de la Dicesis de Barranquilla

    (993). Ed. Banco de la Repblica, Bogot, pp. 77 ss.

    Pasillo principal de la Casa de Bolvar.Foto de Alfredo Marcos Mara

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    El problema de la esclavitud en la Ilustracin, la Revolucin Francesa, las Cortes de Cdiz y su recepcin

    por los ilustrados neogranadinos

    Dolcey Romero Jaramillo*

    * Licenciado en Ciencias Sociales; magster en Historia y estudios de doctorado en Historia. Profesor de la Universidad del Atlntico.

    un mal neCesario aCePtado Por todos

    Despus de haber transcurrido tres siglos, perodo du-rante el cual las grandes potencias europeas se dispu-taron entre s el lucrativo negocio de la trata, y de haber transportado y esclavizado por lo menos a 5 millones de africanos al llamado Nuevo Mundo, apareci en 794 la primera postura disidente condenando la prctica de este comercio. Si bien durante estos 300 aos se escucharon algunas voces solitarias o acciones un tanto annimas en contra de la esclavizacin de hombres y mujeres negras, lo cierto es que la esclavitud fue una condicin reconocida por la legislacin del mundo an-tiguo, que no transforma el cristianismo, que continu durante la Edad Media y que, en la Moderna, no slo se perpeta, sino que se aumenta con la trata africana. En este contexto de legalidad, la esclavitud, como era de esperarse, fue aceptada y defendida por las poten-cias europeas que se disputaron la trata, y tambin por Espaa, convertida en el perodo sealado en la mayor receptora de los esclavizados africanos con los que supla y fortaleca la ya casi inexistente y debilitada fuerza de trabajo indgena, que en la mayora del continente se haba reducido ostensiblemente.2

    DesdeelsigloXVIhastaelXIXmedianlosaosenquenosecuestionanieltrficonegreronilaesclavitud.Durante el tiempo sealado anteriormente esta prctica seafirmacudiendoinclusoaladefensadelosdere-chos naturales prioritarios, entre otros, el derecho a la propiedad.3 Pero lo extrao es que en todo este tiempo ni el catolicismo ni la Ilustracin se hubieran mostrado contrarios a la esclavizacin de millares de mujeres y hombres negros. Las voces altivas y combativas que se templaron tempranamente para condenar la esclaviza-cin indgena, entre ellas la de fray Bartolom de las Casas, y que lograron la abolicin de las encomiendas en 542, nunca se hicieron sentir en el caso de los hombres y mujeres negras; por el contrario, en el caso de De las Casas la solucin que propuso para detener el etnocidio indgena fue el de su remplazo por los negros.

    De acuerdo con Enriqueta Vila Vilar4, salvo algunas acciones aisladas, o voces ms o menos annimas, la Iglesia Catlica, como institucin, no puede ser consi-derada precisamente como paladn de la abolicin de la esclavitud. Slo hay dos bulas papales que la condenan expresa y tajantemente: una de Po II, de 462 cuando an no se haba descubierto Amrica. Otra de Gregorio XVI,de1839.Laprimeracayenelolvido:lasegundalleg demasiado tarde, cuando ya la bandera de la abo-licin estaba en otras manos

    la ilustraCin no se aCord de los hombres negros

    Si bien es cierto que la Ilustracin se puede considerar como un fenmeno heterogneo tanto en sus manifesta-ciones como en su duracin y valoracin, lo es tambin el que haya presentado algunas lneas generales que sirvieron para iluminar y caracterizar a todo un espacio temporal rotulado no gratuitamente como el Siglo de lasluces.DeallqueKanthubieradefinidoalaIlus-tracin como la liberacin del hombre de su culpable minora. Naturaleza, razn y felicidad son los tres ejes en torno a los cuales podra constituirse el nuevo mundo pensado para el hombre nuevo.5 A lo anterior habra que agregar otro rasgo comn a toda la Ilustracin: emancip al espritu europeo no slo de su minora de edad como lo manifestara Kant, adems lo sustrajo del sometimiento servil a la autoridad, la tradicin y la su-persticin. Seal una edad en que la razn descubri las verdades de la naturaleza, vindic los derechos de los hombres y mostr el camino de la perfectibilidad y felicidad humanas.

    De los anteriores presupuestos ideolgicos se podra colegir, segn David Briones6, que semejantes tendencias revolucionarias llevaran directamente al abolicionismo militante; pero en este sistema avanzado de pensamiento no hubo el mnimo espacio para enfrentar la esclaviza-cin del hombre y la mujer negra y, por el contrario, las justificaciones tradicionales de la esclavitud so-brevivieron a las posiciones y al espritu crtico de los humanistas,racionalistaseilustradosdelossiglosXVIIyXVIII.PeroloparadjicoesquefueenelSiglodelas

    Huellas 78 y 79. Uninorte. Barranquillapp. 2-22. 2/MMVI - 04/MMVII. ISSN 020-2537

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    luces cuando la trata de los esclavizados negros alcanz su mayor auge y el brillante negocio de la mercanca humana vivi sus aos dorados.

    Loms lamentable es quehasta losfilsofos queatacaron audazmente las injusticias estuvieron curiosa-mente ciegos frente a la esclavitud negra7. En efecto, los filsofosypensadoresmsencumbradosdelaIlustra-cin hicieron todos los malabarismos tericos posibles para mostrar la posibilidad de conciliar la defensa de la esclavitud con la creencia en la ley natural abstracta y los derechos naturales. La ley natural absoluta con-sideraba a todos los hombres iguales por naturaleza; pero la leynatural relativa justificaba laesclavitudyotras formas de subordinacin, dependiendo de las circunstancias y necesidades en que se produjera. En esta direccin podemos situar a Montesquieu, quien eradelcriterioquedadoslossuficientesalicientesquehaba en Europa para el trabajo voluntario la esclavitud all no desempeaba ninguna funcin. Pero se poda justificarestaenlospasestropicalesaduciendoalarazn natural, ya que all el calor volva a los hombres perezosos y opuestos a realizar los trabajos pesados, a no ser que se acudiera al temor y al castigo.

    Enelcasoespecficodeloshombresymujeresne-gros expres que tenan pieles tan negras y narices tan aplastadas que era casi imposible compadecerlos; o quedifcilmentesepodracreerqueDios,ensuinfinitasabidura, les hubiera puesto un alma No resulta im-posible suponer que esos seres fuesen hombres; porque, si suponemos son hombres, deberamos comenzar por creer que nosotros no somos cristianos.8

    As se manifestaba en torno a la esclavitud y el hombre negro, el intelectual y aristcrata que lleg no slo a presidir una de las instancias ms importantes del Antiguo Rgimen: el Parlamento de Burdeos, sino que cre en su obra El espritu de las leyes uno de los dogmas ms inmutables de los Estados moder-nos y contemporneos: la divisin de los tres poderes.

    Al lado de El espritu de las le-yes y de las dems producciones de los enciclopedistas debemos destacar tambin El contrato so-cial de Rosseau por la forma en queinfluyymarcelperododela Ilustracin. Como es de todos conocido, su sistema terico tiene por matriz la naturaleza o el estado de naturaleza; un estado en el que exista la igualdad y la bondad entre los hombres. De lo anterior algu-nos tericos de la poca9 coligieron que: siendo bueno, el hombre debe

    ser libre, y poseyendo la bondad y la libertad, el hombre razonable poseer igualdad. Buenos, libres e iguales, los hombres lgicamente sern soberanos. En este sentido la dicotoma a resolver es: naturaleza-sociedad, cuya solucin la hallar en el pacto social entre hombres libres para pasar del estado de naturaleza al estado de sociedad.

    Aunque es cierto que en Rosseau no se nota una actitud despectiva y peyorativa frente a los hombres y mujeresnegrasyunajustificacintericadelaescla-vitud, como fue el caso de Montesquieu, lo es tambin que en ella no se atac en forma directa a la esclavitud, cuando los elementos conceptuales desarrollados y contenidos en El contrato social lo permitan; en con-secuencia, los esclavizados de la poca estaban lejos deserbeneficiariosdelpactosocial,puestoquestepresupona a hombres libres.

    el Contagio de la revoluCin franCesa

    No obstante, de la heterogeneidad que presenta el pen-samientoilustradonohaydudadelainfluenciadesuspensadores en la conciencia e idearios de los revolucio-narios franceses de 789. Para algunos historiadores, la Revolucin Francesa es la consecuencia ltima de la Ilustracin con la cual el Viejo Mundo accedi a la contemporaneidad; y si bien las conexiones entre estos fenmenos parecen evidentes, fue la Revolucin Fran-cesa y no la Ilustracin el evento en que por primera vez se lograba el inicio del debilitamiento serio de la hasta ahora slida institucin esclavista.

    EnelartculoXVIIIdelosDerechosdelHombreyelCiudadano promulgados por la citada revolucin, se ad-

    San Pedro Claver.

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    vierte el nuevo rumbo que habran de tomar de ahora en adelante las relaciones entre los hombres, al determinar el gobierno de Pars que Todo hombre puede entrar al servicio de otro, pero no puede venderse ni ser vendido. Su persona nos es una propiedad enajenable La ley no conoce esclavitud: entre un hombre que trabaja y aquel que le emplea no puede existir ms que una obligacin mutua de cuidado y reconocimiento.0

    Pero la posicin crtica de los revolucionarios france-ses no slo qued plasmada en la formulacin terica de estos derechos; fueron ms all. El 4 de febrero de 794 la Convencin Nacional Francesa aboli la esclavitud negra en todas sus posesiones y colonias; considerando la esclavitud como un derecho horrible de un hombre sobre otro dotado igualmente de alma racional y en con-secuencia declaraba y decretaba que todos los hombres, sin distincin de su color, domiciliados en sus colonias, eran ciudadanos franceses y gozaran de todos los dere-chos consignados en la Constitucin.

    Sin lugar a dudas que la colonia ms fuerte desde el punto de vista econmico de los franceses en Amrica era la parte de la isla de Santo Domingo que ellos domi-naban: Hait; all, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII,sedesarrollunapoderosaindustriaazucarera,cuya productividad hizo que Inglaterra fuese perdien-do paulatinamente el control del mercado mundial del dulce. Adems de las otras actividades econmicas de la isla, esta industria se sustentaba en el trabajo de una frondosa mano de obra esclavizada negra, que a la postrefuelaprimerabeneficiadadeldecretode1794que abola la esclavitud negra en todas las posesiones y colonias francesas.

    En efecto, sin hacer abstraccin de los conflictospropios generados por la dialctica del amo y el esclavo y la lucha que se adelant en la isla contra el ejrci-to napolenico comandado por Leclerc y finalmente

    derrotado por los esclavizados haitianos, lo cierto fue que la sola promulgacin terica de la abolicin por parte de la Con-vencin Nacional Francesa sirvi de aliciente real para alcanzar la libertad, y convertirse Hait en la primera repblica americana que se liberara del colonialismo europeo en 80.

    Algunos historiadores que no ven en el esclavizado negro el gestor principal de su liberacin, han considerado que la abolicin de la esclavitud en Santo Domingo debe entenderse como una conse-cuencia directa de la Revolucin

    Francesa y del impacto de la expansin industrial fran-cesa, en su principal colonia americana. Se trat de una abolicinporreflejo.2

    De una u otra manera, la abolicin de la esclavitud en Hait en 80 y el acceso al poder de los hombres negros haitianos, ser tomada de ahora en adelante como un producto funesto y un ejemplo negativo de los efectos de los derechos del hombre promulgados por los franceses, y de esto se aferrarn los esclavistas cubanos durantetodoelsigloXIXpararechazarlaspropuestasde abolicin que se hicieron en Espaa desde las Cortes de Cdiz.

    Los sucesos de Francia de 1789 influyeron sobrelas polticas interiores de las monarquas europeas, que se apresuraron a decretar medidas de prevencin contra la difusin de la ideologa revolucionaria en sus territorios.3 En este contexto, Espaa no se mantuvo al margen de la poltica general de Europa, y tanto en la metrpoli como en las colonias se extremaron las medidas para evitar el contagio revolucionario.

    Desde antes de la Revolucin Francesa existan me-didas que regulaban la presencia de extranjeros en las Indias, pero despus de la revolucin estas medidas se extremaron. En el caso particular de la Nueva Granada, su virrey orden a todos sus tenientes de justicia que hicieran una relacin detallada de los extranjeros, su situacin y los contactos que mantenan tanto en el interior como en el exterior del virreinato.4

    Estas medidas estaban dirigidas a frenar la posible recepcin y transmisin de la propaganda revolucionaria en las colonias, sobre todo controlando a las personas que por su profesin requeran del contacto con otras, como era el caso de los mdicos, maestros, etc. Y pese a que el nmero de adictos a la revolucin fue escaso, se remitieron a Espaa unos cuantos espaoles y franceses

    Reunin del Comit de Salvacin Pblica, creado para hacer frente a la contrarrevolucin (Eustache Le Sueur, Museo Carnavalet, Pars).

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    acusados de mantener conversaciones sediciosas o de haber celebrado los triunfos de la revolucin.5

    El fantasma de la contaminacin ideolgica y las nuevas relaciones sociales y polticas que posibilitaban los presupuestos tericos de la Revolucin Francesa, adems de suscitar la guerra de la Convencin, tambin determin por efecto y extensin que todo este proceso desembocara en el Movimiento Juntero, las Cortes de Cdiz y la Constitucin de 82. Estos miedos son palpa-bles en la reaccin de algunos segmentos sociales desde 789, cuando el embajador de Espaa en Francia, conde Fernn Nez, equivocadamente, adems de dar gracias a Dios por haber evitado la calamidad de la imitacin y la influenciaenEspaade larevolucin,defenda losprincipios del Antiguo Rgimen, contraponindolos a la consigna de libertad, igualdad y fraternidad: Hace dos aos que de alguna manera se ha ido forjando esta revolucin preparada ya de antemano por las luces de lafilosofaydelaIlustracin.Ahorasehaqueridocon-jurarla en el ltimo momento, cuando haba tomado tal consistencia que oponerse a ella es arriesgar perder lo dems. Efervescencia sobre efervescencia, enredo de intereses privados y de ambiciones personales, inconse-cuencia sobre inconsecuencia, debilidad sobre debilidad, contemporizacin continua, que poda suceder si no es lo que hemos visto. Todava debemos dar gracias a Dios que las calamidades que nos amenazaban hayan podido ser evitadas. As se diriga el conde Fernn Nez al conde de Floridablanca (Pars, 20. VII. 789).6 Muchos quisieran que la revolucin fuera general para tener mas espacio y menos observadores y continuamente me hablan de albo-rotos en Espaa. Yo les respondo pueden estar tranquilos, pues lo estoy yo, que soy el mas interesado. Que si ellos se admiran de lo que aqu sucede, yo me admiro que no haya sucedido antes, pues todos los efectos producen indudablemente de una causa. Que todas las que aqu han existido muchos aos ha, no las hay en nuestro pas, donde hay religin, amor al Rey, moderacin de privilegios de cada Provincia y de cada individuo, asistencia perpe-tua de los obispos y de los empleados en cada Provincia y de cada individuo, asistencia perpetua de por lo cual no es extrao padezcamos nosotros, porque la imitacin en este punto no es la misma que la que hemos tenido hasta ahora en las modas y asuntos de puro capricho. El conde Fernn Nez al conde de Floridablanca (Pars, 23.XI.1789).7

    En su respuesta al conde Fernn Nez, el conde de Floridablanca asuma igual posicin en el sentido de sealar los efectos perversos del Siglo de las luces y el rechazo frontal a que tales ideas se implantaran en Espaa; en su posicin subyace tambin el miedo a la revolucin: Se ha dicho que el Siglo de las luces ha ins-truido al hombre en sus derechos. Pero le ha arrebatado, al mismo tiempo, con la verdadera felicidad, el reposo, la seguridad de su persona y la de su familia. Nosotros no deseamos aqu tanta iluminacin, ni lo que es su consecuencia: la insolencia de los actos, de las palabras y de los escritos contra los poderes legtimos8.

    No obstante se observa un tanto de serenidad en los cruces de informacin y opinin entre los dos condes citados, las noticias remitidas por el embajador en Pars ejercieron un impacto considerable en los ambientes cortesanosdeMadrid,calificadoporRichardHerrcomopnico; sobre todo lo referente a las doctrinas republi-canas, en las que puso especial atencin el conde de Floridablanca, evitando la penetracin de las noticias del vecino pas.

    De la reaccin de la poblacin se puede intuir su heterogeneidad. Mientras que algunos pasquines la estigmatizaban.9

    Recetaparafabricarunfrancs

    En alambique echarsa Lutero y a Calvino,un judo, un asesino,y luego le mezclarsla sangre de Barrabsy de Herodes inhumanoy en la hornilla de Vulcanodestila la quintaesenciay sacars sin violenciaun francs el ms humano.20

    Otros, por el contrario, la tomaban como advertencia a la nobleza espaola venida a menos en las actuales circunstanciasdelconflictocontraFrancia,ydeloqueles podra suceder si no cambiaban las cosas interna-mente en relacin con los pobres.

    Yo no s en qu ha venido el honor de la nobleza, pues se cuenta y se lee de la nobleza antigua en guerras pasadas que eran el laurel de la corona, los primeros en oponerse a los enemigos, los primeros en levantar tercios, y ahora tan obstinados, pues no tiran sino a sujetar al pobre. Pero cuidado que la olla va hirviendo, y tanto hierve que poco a poco se va el caldo, y no to-man ejemplo de la Francia, desgraciada Corona: que los grandes opriman tanto a los pequeos, que los grandes perdieron a los pequeos, pero stos perdieron a los grandes, pues primero fueron destruidos los poderosos que los pobres.2

    Finalmente tenemos la opinin de aquellos que llamaron a las reformas profundas, tomando a la Ilus-tracin y a los Derechos del Hombre como sustento para tales reformas que conduzcan a una revolucin pacfica.

    No es tiempo de reformas pequeas: el mal es de tal naturalezaquelosremediossuperficialesdenadaservi-ran sino para irritarlos, y es menester curarlos de raz (...) que la nacin se junte (...) La unin, la ilustracin y el conocimiento de los derechos del hombre os deben conducir necesariamente a formar un Cuerpo Poltico en que tengan parte todos nuestros pueblos, una Repre-sentacin Nacional... que... hara con poderes legtimos

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    lo que hoy hace el rey con poderes usurpados (...) Hecho esto, sobran en Espaa sujetos, y no falta instruccin, paraefectuartranquilamenteunamutacinpacfica,ya hacer despertar a sus naturales del profundo sueo en que han dormido tanto tiempo.22

    Las medidas de asepsia y de higiene poltica para evitar el contagio no dieron los resultados esperados. De nada vali la represin de la Santa Inquisicin para extir-par aquellas ideas y la soada libertad, que malamente suponen concedida a todos los hombres por naturaleza, la que dicen temerariamente hizo a todos los hombres iguales o independientes unos de otros.23 Tampoco el cordn de tropas que estableci Floridablanca en toda la frontera de mar a mar al modo que se hace cuando hay peste para que sta no se comunique.

    las Cortes de Cdiz y el desenCanto del humanismo liberal

    El empeo y las fuerzas invertidas en tratar de im-pedir el contagio revolucionario durante los 23 aos quetranscurrieronentre1789y1812,finalmentenorindieron ningn efecto; de nada vali la guerra de la Convencin que Espaa plante contra Francia para impedir la recepcin de las ideas revolucionarias, ni la represincontra los ilustrados espaoles;finalmentehubolanecesidaddeabrirunespaciodereflexinquedecidiera los cambios que la sociedad espaola necesita-ba y que la pusiera a tono con los nuevos aires liberales que soplaban en Europa.

    A estas expectativas y propsitos deban responder las Cortes de Cdiz cuya consecuencia fue la Consti-tucin de 82, y a diferencia de las cortes anteriores, la que se reuni en Cdiz a partir del 24 de septiembre de 80 constituy para algunos historiadores una asamblea nacional moderna. sta se congreg como un solo organismo y sus miembros representaban a la totalidad del mundo espaol, incluidas sus colonias de ultramar, representadas en 30 de los 04 diputados que congreg.24

    Como se podr observar, no haba equidad en la re-presentacin entre espaoles y americanos, los primeros superaban a los segundos en una proporcin de 3 a . Esta inequidad determin que la lite blanca america-na que representaba a todos los habitantes del Nuevo Mundo indios, negros, mestizos, mulatos acudiera tempranamente a la defensa de los derechos polticos de los indios y las llamadas castas, slo en la medida en que su validacin le serva para sumar los votos que le permitiera sobrepasar o igualar la representacin de los blancos espaoles. Si tales derechos eran avalados o reconocidos por las Cortes, los representantes del Nuevo Mundo ganaran en una ventaja de 3 a 2. As el tema de la raza era sumamente importante, pues la inclusin de los no blancos favoreca polticamente a las lites americanas.

    Un da despus de haberse instalado las Cortes, el 25 de septiembre de 80, los americanos, liderados por el quiteo Jos Meja Lequerica, sometieron25 a consideracin un decreto para elegir diputados adicio-nales americanos sobre la misma base con que se haba hecho en la Pennsula: uno por cada 50.000 habitantes. Subrayando la necesidad de incluir a todos los sbditos del rey, incluso los indios y las castas. Los peninsulares se opusieron a esta propuesta puesto que los dejara en minora, y en este sentido endosaran el dominio de las Cortes a los representantes del Nuevo Mundo.

    Desdichadamente para los intereses de la lite ame-ricana, el limeo Vicente Morales Duarez se opuso a que se concedieran derechos a las castas de descendencia africana;stafuelaposicinquefinalmenteseimpuso.Pero a partir de ese momento el tema de la raza lleg a ser tan incendiario que las Cortes tuvieron que debatirlo en sesiones secretas.

    Esta primera confrontacin entre peninsulares y americanos respecto a la equidad en la representacin qued solucionada el 5 de octubre de 80, es decir, tres semanas despus de haberse instalado las Cortes. El acuerdo estipul que los naturales que sean origi-narios de los dominios de los europeos o ultramarinos, son iguales en derecho a los de la Pennsula.26 De esta manera a los miembros de las castas originarias de frica no se les consideraba naturales de los dominios espaoles.

    En la poca se daba por seguro que Espaa contaba con 0 millones de habitantes y Amrica, segn las cifras de Humboldt, tena una poblacin de 6 millones, de los cuales 6 millones eran descendientes de africanos.27 Excluidos los negros del derecho al voto al no considerr-seles naturales de los dominios espaoles, se alcanzaba la igualdad en la representacin, ya que espaoles y americanos quedaban nivelados con el mismo potencial de votantes: 0 millones cada uno.

    dereChos PoltiCos y Ciudadana denegada

    Alcanzada la paridad por parte de las lites americanas, los derechos polticos de los hombres negros del Nuevo Mundo se echaron al olvido y el tema de los negros no se volvera a tocar hasta 8 cuando Guridi y Alcocer propuso la abolicin de la esclavitud.

    El acuerdo que estableci la representacin equitati-va entre peninsulares y espaoles, tuvo como trasfondo el tema de las razas y estuvo precedido por un intenso e incisivo debate denominado en su momento la cuestin americana.

    Dado el desdn y la falta de importancia que los peninsulares daban a la cuestin americana, a los diputados americanos no les qued otra opcin sino la de enrostrarles la llamada leyenda negra a lo cual respondieron los peninsulares tildndolos de hipcritas

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    y poniendo en entredicho la supuesta simpata de stos por los indgenas, los mestizos y las castas; recordn-doles que ellos eran miembros de la lite blanca que por tantos siglos haba hecho sufrir a los no-blancos en sus grandes haciendas de ultramar.28 Es de suponer entonces que la diputacin espaola estaba convencida de que la supuesta defensa de los derechos polticos de los no blancos por parte de los americanos, estaba di-rectamente relacionada nicamente con las aspiraciones de incrementar su representacin en el parlamento.

    A mediados de diciembre de 80, los americanos presentaron un programa de puntos que se cons-tituy en la espina dorsal del debate de los intereses americanos en las Cortes a lo largo del ao y medio siguiente: representacin igualitaria, libertad para cul-tivar y manufacturar lo que les conviniera, libertad de comercio y navegacin, comercio libre entre Amrica y Filipinas, y entre stas y Asia, abolicin de los monopo-lios, libertad para la explotacin de las minas de azogue; concesin de derechos iguales a los americanos, indios y mestizos para ocupar cargos civiles, eclesisticos y militares; mitad de todos los cargos pblicos debera ser otorgada a los originarios de cada reino; creacin de juntas de consejeros en Amrica para la nominacin de aquellos que desempearan los cargos pblicos, y la restauracin de la orden de los jesuitas en el Nuevo Mundo.29

    De lo anteriormen-te citado evidentemente se puede colegir que los negros ya no aparecen, o no contaban para la cuestin americana. Des-pus que los america-nos consiguieron la igual representatividad; y no obstante de que algunos diputados americanos, entre los que sobresalen el sacerdote mejicano Jos Miguel Guridi y Alco-cer y el ecuatoriano Jos Mara Meja Lequerica, suplente por la Nueva Granada, seguan luchando sin xito por la igualdad de las castas de ascendencia africana, fue el grueso de los representantes americanos los que se opusieron a tal propuesta.30 Igual actitud asumi la mayora de los representantes espaoles.

    Agotado este punto que decidi que franjas sociales eranlasquesepodanbeneficiardelejerciciodelosdere-chos polticos que conceda el cnclave liberal gaditano, la cuestin nacional americana deba enfrentarse a un nuevo obstculo: el tipo de persona que poda lograr la categora de ciudadano. Pero despus de un largo y encendido debate, los diputados alcanzaron una especie

    de acuerdo en torno a este aspecto que qued plasmado en una serie de artculos de la constitucin de 82. En ellos vemos cmo a las personas de ascendencia africana se les colocan las mayores barreras para acceder a la categora de ciudadano, o simplemente quedan por fuera del concepto liberal de ciudadano aprobado por las Cor-tesyposteriormentesantificadoenlaconstitucin.

    Artculo - La nacin espaola es la reunin de todos los espaoles de ambos hemisferios. Artculo 5- Son espaoles. Primero: Todos los hombres libres nacidos y avecinados en los dominios de las Espaas y los hijos de stos. Segundo: Los extranjeros que hayan obtenido de las Cortes cartas de naturales. Tercero: Los que sin ella lleven diez aos de vecindad ganada segn la ley en cualquier pueblo de la Monarqua. Cuatro: Los libertos desde que adquieran la libertad en las Espaas. El problema de los derechos polticos se hace evidente en el artculo18, queas define la ciudadana.Sonciudadanos aquellos espaoles que por ambas lneas traen su origen de los dominios espaoles de ambos hemisferios y estn avecindados en cualquier parte de los mismos dominios. De manera clara el artculo exclu-ye a los descendientes de africanos, mas el artculo 22 hace notar: A los Espaoles que por cualquier lnea son habidos y reputados por originarios de frica les queda

    abierta la puerta de la virtud y el merecimien-to para ser ciudadanos, pero los requerimientos eran rigurosos. En con-secuencia, las Cortes concedern carta de ciudadano a los que hicieren servicios ca-lificados a la patria, alos que se distingan por su talento, aplicacin y conducta, con la condi-cin de que sean hijos de legtimo matrimonio de padres ingenuos, de que estn casados con mujer ingenua y avecin-dados en los dominios de las Espaas, y de que ejerzan alguna profe-

    sin,oficiooindustriatilconuncapitalpropio.3 En pocas palabras, las castas de ascendencia africana que queran convertirse en ciudadanos tenan que cumplir con mayores requisitos que los dems pobladores de la nacin espaola.

    la aboliCin de la esClavitud y el trfiCo de esClavos: una ProPuesta inesPerada

    Despus de estos dos primeros intentos fallidos por el reconocimiento de los derechos polticos de las castas de ascendencia africana y de su acceso a la categora de ciudadanos, ao y medio despus, el 25 de febrero de

    Represin.JuanHorilloDomnguez(s.XX,leosobretela).

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    8, apareca una propuesta aun ms radical en torno alcitadoproblema:laabolicindeltrficodeesclavosy la libertad de vientres presentada por el sacerdote mejicano Jos Miguel Guridi y Alcocer32.

    Esta propuesta haba estado precedida por algunas y contadas voces aisladas, arriesgadas e inescuchadas en su momento, y que a la postre sirvi de modelo y referencia para las propuestas de Guridi y Argelles.

    DuranteelsigloXVIpodemoscitardoscasos:eldeBartolom de Albornoz y el de Toms Mercado. Albornoz fue un antiguo abolicionista castellano que hacia 573 en su obra El arte de contralor defenda el derecho de los hombres negros a disfrutar de su libertad natural, y en la que ataca tanto el comercio negro como la esclavitud basndose en los santos Evangelios. Toms Mercado en 587 escribi la suma de tratos y contratos donde se manifiestaenemigodelcomerciodeesclavos.33

    EnlaprimeradcadadelsigloXIXnosencontramoscon los precursores directos del abolicionismo espaol: Jos Marchena, Jos Mara Blanco-White e Isidro de Antilln. Los tres estuvieron untados de las ideas li-berales francesas e inglesas. Marchena, ms conocido como el Abate, estallada la Revolucin Francesa, se fue a Francia y all se contagio del ideario antiesclavista, regres a Espaa y junto con los franceses colabor en la difusin del pensamiento antiesclavista. Blanco White estuvo en Londres desde 80, all recibi la in-fluenciadelliberalismoingls,ideologaquecontrapusoal pensamiento del antiguo rgimen en tal extremo que desarroll una intensa campaa a favor de la emanci-pacin de las colonias espaolas. La actitud fue siempre antiesclavista.34 Isidro de Antilln pronuncia una confe-rencia en la Academia Matritense de Derecho Espaol y Pblico el da 2 de abril de 802 titulado Disertacin sobre el origen de la esclavitud de los negros, motivos que le han perpetuado, ventajas que se le atribuyen y medios que podran adoptarse para hacer prosperar nuestras colonias sin ellas.35 En sntesis, propona la suspensin inmediata de la trata, y de la esclavitud en forma gradual, quedando los eslavos divididos segn las edades, para acceder a la libertad de mayor a menor; al tiempo, se declararan libres los nacidos tras la promul-gacin de esta posible ley que no llegara a publicarse sino hasta 8 en Mallorca en forma de propuesta.36 Antilln fue diputado en las Cortes gaditanas; vctima de las persecuciones del absolutismo fernandino, pronun-ci sus discursos en las citadas cortes el 3 de agosto de 83. Pocos das despus, fue agredido y a partir de 84 perseguido y condenado a muerte.

    En trminos generales, ste fue el panorama que precedi la discusin sobre el espinoso tema de la aboli-cin de la trata y de la esclavitud propuesta inicialmente por Guridi y Alcocer, el 25 de marzo de 8. Muchos de los temas que estos precursores haban planteados, estaranpresentesenlasCortesytambinporreflejoen la Nueva Granada, en el debate que se suscit en el

    congreso de Ccuta de 82 en torno a la abolicin de los esclavos.

    Si el grueso de las Cortes, incluidos algunos ameri-canos, no haba cedido a la propuesta populista de las lites americanas de concederles derechos polticos a las castas y sobre todo a los descendientes de africanos, me-nos estaran dispuestos a la aprobacin de la abolicin de la trata y de la esclavitud, sobre todo cuando esta decisin afectaba los intereses econmicos de la mayora de los pases, sobre todo de los cubanos, a lo que nos referiremos ms adelante. Fue tal la conmocin que caus la propuesta del sacerdote mejicano Jos Miguel Guridi y Alcocer en todos los mbitos gaditanos, que slo siete das despus fue que se permiti publicarla en el Diario de las Cortes, cuando Agustn Argelles present supropuestasobreeltrficodeesclavosydelaaboli-cin de la tortura. Con esto, nuevamente las Cortes se agitaban en torno a la cuestin americana con un tema an ms espinoso que el de la igualdad, ste fue el de la abolicin de la esclavitud. El texto de la propuesta de Guridi y Alcocer es el siguiente:

    Contrarindose la esclavitud al derecho natural, estando ya proscrita aun por las leyes civiles de las naciones cultas, pugnando con las mximas liberales de nuestro actual Gobierno, siendo impoltica y desastrosa, de que tenemos funestos y recientes ejemplares, y no pasando de preocupacin su decantada utilidad al servicio de las fincas de algunos hacendados, debe abolirse enteramen-te. Pero para no perjudicar en sus intereses los actuales dueos de esclavos, se har la abolicin conforme las proposiciones siguientes:

    Primera: Se prohbe el comercio de esclavos, y nadie en adelante podr vender ni comprar esclavo alguno, bajo la pena de nulidad del acto y prdida del precio exhibido por el esclavo, l quedar libre.

    Segunda: Los esclavos actuales, para no defraudar a sus dueos del dinero que les costaron, permane-cern en su condicin servil, bien que aliviada en la forma en que se expresa adelante, hasta que consigan su liberad.

    Tercera: Los hijos de los esclavos no nacern esclavos, lo que se introduce a favor de la libertad, que es preferente al derecho que hasta ahora han tenido para los amos.

    Cuarta: Los esclavos sern tratados del mismo modo que los criados libres, sin ms diferencia entre estos y aquellos que la precisin que tendrn los primeros de servir a sus dueos durante la esclavitud, esto es, que no podrn variar de amo.

    Quinta: Los esclavos ganarn salario proporcionado a su trabajo y aptitud, bien que menor del que ganaran siendo libres, y cuya tasa se deja al juicio prudente de la justicia territorial.

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    Sexta: Siempre que el esclavo, o ya porque ahorre de sus sala-rios, o bien porque haya quien le d dinero, exhiba a su amo lo que le cost, no podr este resistirse a su libertad.

    Sptima: Si el esclavo vale menos de lo que cost, porque se haya inutilizado o envejecido, esto ser lo que exhiba para adquirir su libertad; pero si vale ms de lo que cost, por haberse perfec-cionado, no exhibir sino lo que cost, lo cual se introduce tambin en favor de la libertad.

    Octava: Si el esclavo se inuti-liza por enfermedad avanzada, dejar de ganar salario; pero el amo estar en obligacin de man-tenerlo durante la inhabilidad, ora sea perpetua, ora temporal.37

    De acuerdo con Enriqueta Vila Vilar,38 la proposicin de Argelles fue mucho ms modesta, slo iba encami-nadaalasupresindeltrfico.Insistienlaideadeque no se trataba de manumitir a los esclavos de las posesiones americanas pero s peda la abolicin inme-diatadeltrfico.Comerciarconlasangredenuestroshermanos, es horrendo, es atroz, es inhumano y no puede el congreso nacional vacilar un momento entre comprometer sus sublimes principios o el inters de algunos particulares. Habilidosamente estas propues-tasfueronpostergadasparaladiscusinfinaldeltextoconstitucional. Pero en la prctica era un aplazamiento, unamaneradeolvidotransitorioque,finalmente,des-emboc en una omisin; pues la pomposa constitucin liberal de 82 termin silenciando y excluyendo a los ascendientes y descendientes de africanos.39

    Finalmente, las Cortes consideraron que la conve-niencia poltica requera que se mantuviera la esclavi-tud y, como lo declar Esteban Palacios, to de Simn Bolvar y diputado suplente por Caracas: En cuanto a que se destierre la esclavitud, lo apruebo como amante de la humanidad; pero como amante del orden poltico, lo repruebo.40

    el hombre negro: un exCluido de la PomPosa

    ConstituCin liberal de 1812

    El liberalismo espaol que se forj en Cdiz aport las bases generales para un programa de modernizacin: abolieron las instituciones seoriales, el tributo a los indios,lostrabajosforzados,comolamita;dieronfinalaInquisicinyestablecieronuncontrolfirmesobrelaIgle-sia. La libertad de prensa fue proclamada formalmente.4 De lo anterior se puede deducir que las Cortes fueron permisivas frente a los indgenas; despus de aceptar

    todos los daos que se les haba causado, abolieron la mita por considerarla como una institucin depredadora del indgena. Adems, por lo menos en teora, se les reconoci sus derechos polticos y sociales.

    En contrava a esta actitud paternalista a favor del indgena, la nota predominante con relacin al hombre negrofuelanegacinyelsilenciamiento.Laflamanteconstitucin liberal de 82 discrimin al pueblo de origen africano al negarle sus derechos, as como su representacin.

    Las Cortes fueron testigos de la contradiccin his-tricamente insalvable entre liberalismo y propiedad privada, entre liberalismo y esclavitud. En el marco de esta contradiccin, en los debates sobre las castas los legisladores sealaban constantemente a la esclavitud como una institucin brbara; pero a la hora de la ver-dad pesaban ms los intereses econmicos y la milime-tra poltica que los presupuestos ilustrados y liberales que decan defender. En la realidad haba un acuerdo general no escrito entre los diputados del efecto negativo que en trminos polticos y econmicos se sobrevendran con la abolicin. En primer lugar, an estaban presen-tes en la memoria de la mayora de los diputados los efectos de la revolucin haitiana. Y en segundo lugar la presin de los esclavistas cubanos, quienes vean en la abolicin el elemento desestabilizador de la boyante economa azucarera, de la que la madre Espaa obtena jugosos dividendos. A esto hay que sumarle el prag-matismo poltico de los peninsulares al no dejar que a la poblacin negra accediera a los derechos polticos, pues con ello quedaban en desventaja con los america-nos, y en este sentido el control de las Cortes hubiera quedado en manos de stos. Pero el problema era ms de fondo, la mayor parte del andamiaje econmico colo-nial descansaba en los hombros de la poblacin negra,

    Proclamacin de la Constitucin de 82.

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    especialmente las actividades agrcolas, sobre todo en la zona del Caribe donde predominaba la agricultura de plantacin.Contraestarealidadfinalmenteseterminestrellando la utopa de los presupuestos ilustrados y liberales. Y como lo asegura la historiadora Enriqueta Vila Vilar,42 paradjicamente, la liberal y progresista Constitucin de 82 silenci absolutamente el tema de la esclavitud.

    la reCePCin del Problema de la aboliCin de la esClavitud en la nueva granada

    Es evidente que las Luces jugaron un papel relevante en las revoluciones de independencia americana, pero no es del todo cierto que stas sean su consecuencia lgica. Los criollos que lideraron los movimientos de independencia,sinlugaradudas,estuvieroninfluen-ciados por las ideas ilustradas; pero la recepcin y lectura que stos hicieron de tales ideas estuvieron mediadas por el individualismo, el utilitarismo y la mez-quindad. Llevar a la prctica los sagrados propsitos ideales de la Revolucin Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad, derechos del hombre y sus consecuencias, conllevaba a la abolicin de los ttulos de nobleza, a extirpar la discriminacin y abolir la esclavitud, entre otros privilegios, que socavaran las bases mismas de su poder y de su prestigio en la sociedad.

    En este sentido, por ejemplo, Humboldt, en una carta fechada de Cuman el 7 de octubre de 800, refrin-dose a los pocos ilustrados de la tierra aseguraba: A menudo se encuentran hombres que, con la boca llena debellasmximasfilosficas,desmientensinembargolos primerosprincipiosde la filosofa por sus actua-ciones: maltratando a sus esclavos, con el reinal en la mano, y hablando con entusiasmo de la importancia de la causa de libertad, venden los hijos de sus negros a los pocos meses de nacidos.43 La Ilustracin hispano-americana fue en gran medida la Ilustracin espaola que los espaoles peninsulares llevaron tardamente a la Amrica.

    En el caso concreto de los ilustrados neogranadinos, y por cuestiones de espacio, slo citaremos las posi-ciones de algunos de ellos en torno al problema de la esclavitud y la poblacin negra.

    En 809, Caldas public en su Semanario del Nuevo Reino de Granada un interesante trabajo con el ttulo de Estudios sobre las razas del Nuevo Reino de Gra-nada, en el que lo primero que salta a la vista son los dossectoresenqueclasificaalasociedadneograna-dina: salvajes y civilizados. En el primer grupo incluy a los indios, negros y mestizos, y en el segundo, como era de esperarse, a los espaoles en sus dos versiones: peninsulares y criollos.

    Msadelante,enelmismotrabajo,alentraratipificaracadaunadelasllamadascastas,elSabiocalificaalosindios de ignorantes, torpes, estpidos, e incapaces de

    cualquier servicio social. De los mestizos, despus de repetir el concebido estereotipo con que el mundo colonial losrotulflojosyholgazanesdicequelapacienciaconque sufren la represin y el castigo del que los gobierna los hace muy a propsito para todas las ocupaciones que exigen subordinacin y peonaje. Si eso pensaba de los indios y los mestizos, no podamos esperar un mejor tratamiento para los hombres negros; oigmoslo: Su carcter moral se compone de todas aquellas pasiones que hacen al hombre duro, y poco sociable; en efecto, junto con su extremada robustez, se nota su torpeza en las facultades intelectuales, que los hace tercos para sostener sus caprichos, soberbios para no reconocer su inferioridad y estado miserable, y tontos para resistir a cualquier instruccin que se le quiera dar.

    En los clebres Derechos del Hombre y el Ciudadano, de don Antonio Nario, no estuvieron representados los indios, mestizos y negros. Estos derechos fueron publi-cados y publicitados slo para defender los privilegios de los blancos criollos, mas no de los sectores sociales estigmatizados como castas, a los cuales tanto el sabio como el precursor consideraron como individuos de cualidades poco notables y aptos apenas para servir en los trabajos ms pesados como esclavos o siervos sujetos a la dominacin espaola. Las llamadas castas no tuvieron cabidas en los Derechos del Hombre y el Ciudadano simplemente porque no eran considerados como tales. Para acceder a la condicin de ciudadano, los negros y los indios tuvieron que ver transitar varias constitucionesdelsigloXIX,yaquelosrequisitosqueseexigan para ser ciudadano no estuvieron a su alcance, pero slo la Constitucin del 99 les reconoci teri-camente sus derechos.

    Antonio de Narvez y la Torre, uno de los criollos ilustrados ms importante en el Caribe colombiano a finalesdelsigloXVIII,siendogobernadordelaprovin-cia de Santa Marta y Ro Hacha en 778, ante la crisis de la agricultura del territorio bajo su jurisdiccin y la imposibilidad econmica para comprar esclavos para reactivar el campo, propuso el trueque de ganado vacuno de la tierra por esclavos jamaiquinos. En sus palabras graficabaesteintercambioasegurandoquesetratabade cambiar carne por carne.44

    La posicin de Bolvar en torno a la esclavitud en general y la abolicin en particular fue ambivalente y de pronto con un tinte de doble moral. En 85, por ejemplo, haba manifestado que las relaciones entre amosyesclavosenlacoloniahabansidotanbenficaspara los negros, que las diferencias de color no podan alterar las fraternales y recprocas relaciones de las razas latinoamericanas.45

    Frente al problema de la participacin de los esclavi-zados en la guerra de independencia, siguiendo a Jos Toms Boves y a Francisco Miranda, Bolvar fue prag-mtico: si los negros deseaban sinceramente la libertad, deban estar dispuestos a luchar o a morir por ella; de

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    all se decret en 86: El nuevo ciudadano que rehse tomar las armas para cumplir con lo sagrado deber de defender su libertad, quedar sujeto a servidumbre, como tambin sus hijos menores de 4 aos, su mujer y sus padres ancianos.46 La proclama de Bolvar garantizaba libertad slo a aquellos que expusieran sus vidas. Bolvar vea en la liberacin de los esclavos un bien en s mis-mo, como tambin un arma poltica contra el enemigo, que tambin le estaba proponiendo a los esclavizados la libertad; pero vea tambin en el servicio militar una oportunidad para disminuir la poblacin negra.47

    Conseguida la independencia en 89, llegara la hora de la verdad para los esclavizados negros. El primer escenario sera el Congreso de Ccuta de 82 de donde surgi la primera constitucin del proyecto bolivariano de la llamada Gran Colombia.

    En este congreso, despus de una agitada discu-sin lo que se aprob fue la ley de partos, o libertad de vientres. En sntesis, reduca la libertad slo a los que nacieran a partir de esa fecha; pero con el agravante, paraaquellosqueentraranaldisfrutedeestebeneficio,de adquirir la obligacin de trabajarle al amo de su ma-dre por un periodo de 8 aos, como contraprestacin por el alimento y vestido suministrado. Es decir que a la libertad no se acceda en 82 sino en 839.

    Cuando la lite neogranadina se enfrenta con el pro-blema de la abolicin de la esclavitud, ya haca ms de 30 aos que esta discusin se vena dando en Europa; por eso mucho de lo aspectos que contena la propuesta de Guridi y Alcocer presentada en las Cortes de Cdiz los vamos a encontrar tambin en la Constitucin neo-granadina de 82, tales como la libertad de vientres y la indemnizacin de los propietarios de esclavos, entre otros.

    De nuevo, como en Europa, en la Nueva Granada las ideas ilustradas y liberales se convertan en una utopa frente a los supuestos derechos de los amos y en la defensa de sus intereses. Desde todo punto de vista resultaba injusto y contradictorio que mientras los criollos hubieran liderado y conseguido el derecho a la libertad independizndose de Espaa, stos a su vez se opusieran a la libertad de sus esclavos. Pero, como lo plantea Germn Colmenares,48 el problema de la esclavitud negra no afectaba solamente al mbito de la ideologa o de las contradicciones institucionales y tena muy poco que ver con la buena voluntad procla-mada por ciudadanos virtuosos e ilustres. Se trataba de un problema ligado mucho ms profundamente a la estructura de la economa de las relaciones sociales y de la poltica.

    Paralelamente al proceso anteriormente descrito, los esclavizados siguieron utilizando las diferentes opciones y caminos de libertad que haban construido durante casi tres siglos desde su llegada a estas tierras, tales como el cimarronaje, el mestizaje, los favores sexuales

    y las vas legales. En las nuevas circunstancias, estas ltimas se materializaron en las reclamaciones, pleitos y procesos que adelantaron los esclavizados frente al Estado para forzar su libertad a travs de la va jurdica y, en especial, en las Juntas de Manumisin que apa-recieron con la ley de partos de 82, y que a pesar de laconstanteasfixiaeconmicaenqueestuvieronsumi-das, lo que les impidi materializar los propsitos para las que fueron creadas, se convirtieron en el principal centro receptor de las reclamaciones y expectativas que les brindaba el nuevo ambiente republicano.

    El periodo comprendido entre el Congreso de Ccu-ta de 82 y la Revolucin de Medio Siglo hacia 850, estuvo signado por el enfrentamiento de dos modelos econmicos y polticos de la lite que estuvo liderando el proceso de independencia, y que ahora en las nuevas circunstancias se abrogaba el derecho de construir y direccionar las estructuras fsicas y espirituales de la recin inventada nacin. La pugna de los dos modelos enfrentados: el que luchaba por reconstruir los fun-damentos coloniales de la economa nacional, y el que aspiraba a una ruptura con las mltiples trabas que se oponan al desarrollo moderno, se resolvi parcialmente en 850 con la imposicin del ltimo modelo, que se propuso,yfinalmenteaprob,unpaquetedereformasconocidas en la historiografa nacional como las Refor-mas o Revolucin de Medio Siglo. Entre ellas podemos citar la libertad de imprenta, de culto, de enseanza, y de industria y comercio. Aprob tambin el sufragio universal, la supresin de la pena de muerte y el libre cambio. Pero adems se propuso he hizo aprobar la abo-licin de la esclavitud en 85. Su presencia, al igual que los otros cambios citados, obstaculizaba el pretendido accesoalamodernidadylarupturadefinitivaconlaherencia colonial.

    En conclusin, los ilustrados y liberales neogra-nadinos abolieron la esclavitud slo cuando sta, ade-ms de no ser rentable se haba erigido como un serio obstculo para la modernizacin del pas. En las nuevas condiciones del desarrollo de las fuerzas productivas, era ms rentable tener obreros que esclavos. Ms que ideolgico y humanitario, la abolicin fue un acto motivado fundamentalmente por mviles econmicos. Tanto es as que el modelo que pretenda reconstruir los fundamentos coloniales de la economa nacional, que siempreseopusoalaabolicin,finalmentelaacepto,slocuandoaparecilafiguradelaindemnizacinparalospropietariosdelosesclavosquedefinitivamenteob-tendran su libertad a partir del de enero de 852, como lo haba estipulado la ley de abolicin el 2 de mayo de 85.

    notas Pozuelo Mascaraque, Beln. Los abolicionistas espaoles. En:

    Revista de Indias. Anexo 2: Estudios sobre la abolicin de la esclavitud. Madrid, 986, p. 285.

    2EnelcasoespecficodelCaribecolombianosehabadisminuido,debido al impacto devastador de la conquista, en un 75% entre 500 y 550.

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    3 Hernndez Snchez, Barba. El abolicionismo en el mundo. En: Revista de Indias. Anexo 2: Estudios sobre la abolicin de la esclavitud. Madrid, 986, p. 2

    4 VILA VILAR, Enriqueta. La postura de la iglesia frente a la escla-vitud,s.XVIyXVII.En:Esclavitud y derechos humanos. Francisco de Solano(cord.)ConsejoSuperiordeInvestigacionesCientficas.Madrid,990, p. 26.

    5 Gay Armenteros, J.C. La Ilustracin andaluza. Biblioteca de la Cultura Andaluza. Sevilla, 985, p. 6.

    6 Brion Davis, David. El problema de la esclavitud en la cultura occidental. El ncora Eds. Bogot, 996, p. 268.

    7 Ibd., p. 383.8 Montesquieu, uvres, I, 330-3; Lesprit des lois, citado por Brion

    Davis, op. cit., p. 395.9 Entre ellos A. Tardiu. Citado por Gay Armenteros, op. cit., p. 25. 0 Citado por Javier Lavia. Revolucin Francesa o miedo a la

    esclavitud. En Esclavitud y derechos humanos, p. 49. Ibd., p. 56.2 Deivi, Carlos Esteban. La abolicin de la esclavitud en Santo

    Domingo. En Esclavitud y derechos humanos, p. 322.3 Lavia, Javier, op. cit., p. 43.4 Ibd., 44.5 Ibd., 45.6 Prieto, Rosario: La revolucin francesa vista por el embajador de

    Espaa, conde Fernn Nez. Madrid, Fundacin Universitaria Espa-ola, 997, p. 82.

    7 Ibd., p. 69.8 Ibd., p. 76.9Gimnez,Enrique. El findel antiguo rgimen.El reinado de

    Carlos IV. En: Historia de Espaa, n 20, p. 8.20Cosas acontecidas en Barcelona. Diario manuscrito de R. Cornet

    (artesano cataln). En: Roaura, Ll. La recration de la Rvolution franaise en Espagne. Actas de... Niza?, 2000.

    2 dem.22Reflexionesimparcialesdeunespaolasunacin,sobreelpar-

    tido que debera tomar en las ocurrencias actuales (Bayona?, marzo de 793).

    23 Jimnez, Enrique, op. cit., p. 8. 2427americanosydosfilipinoshabansidoseleccionadosdiputados

    suplentes en Cdiz y slo uno de los 36 diputados principales arrib a tiempo para asistir a la sesin de apertura; los dems fueron acogidos a medida que llegaban.

    25 Vase Rodrguez, Mario. El experimento de Cdiz en Centroamrica, 1808-1826. Fondo de Cultura Econmica, Mjico, 984, p. 79.

    26 Ibd., p. 09.27 dem.28 Uno de los ataques ms furibundos contra los americanos fue el

    expresado por el Consulado mejicano. La representacin del consulado empezaba haciendo un recuento de la historia de los indios que hubiera enorgullecido a cualquier filsofo antiamericano.De acuerdo con elconsulado, antes de la llegada de los espaoles los indios haban sido bestias anrquicas y salvajes, y ms de doscientos aos de esfuerzos por mejorarlos haban logrado poco, dado que los naturales eran intrnseca-mente inferiores. As, los tres millones de indios de Nueva Espaa eran incapaces de gobernarse a s mismos. El indio, aseguraba el consulado, est dotado de una pereza y languidez y jams se mueve si el hambre o el vicio no le arrastran: estpido por constitucin, sin talento inventor, ni fuerzadepensamiento,aborrecelasartesyoficio,ynohacenfaltaasumodo de existir; borracho por instinto; carnal por vicio o incesto, provee sus deseos fugaces con la mujer que encuentra ms a mano: tan descui-dado, como insensible a las verdades religiosas y con desamor para todos los prjimos, no economiza sino los crmenes que pueden traerle castigo

    inmediato. Dos millones de castas eran igualmente desvergonzadas: con ms proporcin para adquirir dinero, con ms saciar sus vicios; con ms vicios para destruirse, no es de admirar que sean ms perdidos y miserables.Ebrios,incontinentes,flojos,sinpudor,agradecimientosnifidelidad,sinnocionesdelareliginydelamoral,sinlujo,aseonidecencia, parecen an ms maquinales y desarreglados que el indio mismo. Un milln de blancos y negros que se llaman espaoles ame-ricanos, muestran la superioridad sobre los otros cinco millones ms porsusriquezasheredadas,porsulujo,yporsurefinamientoenlosvicios, que por diferentes substancias de ndole. Qu hay de comn, qu equiparacin cabe o qu analoga pueda encontrarse en los derechos, situacin,espritu,finura,exigencias,intereses,instituciones,hbitosylocalidades de la Espaa conquistadora, y de las colonias conquistadas? Es preciso confesar que las leyes propias para la Madre Patria no son las mejores para sus Amricas. Rodrguez Mario, op. cit., p. .

    29 dem.30 Durante el primer ao constitucional de Cdiz hubo por lo menos

    cinco americanos que lideraron los intereses del continente: el ecua-toriano Jos Mara Meja Lequerica, suplente por la Nueva Granada; dos sacerdotes mejicanos, Alcocer y Jos Miguel Ramos, y dos centro-americanos, tambin sacerdotes: Antonio Larrzabal, de Guatemala, y Florencio Castillos, de Costa Rica.

    3 Constitucin Poltica de la Monarqua Espaola. En: Felipe Tena Ramrez (comp.), Leyes fundamentales de Mjico, 1808-1991,6 ed. Mjico, Ed. Porra, 99, p. 60-63.

    32 Jos Miguel Guridi