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| Domingo 11 De mayo De 2014 enfoques | 3 Martín Tetaz. “Es naíf hacer política económica sin tener en cuenta cómo la gente toma decisiones” –¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos los argentinos a la hora de invertir, ahorrar y comprar? –Uno de los más habituales es el “sesgo de representatividad”: cree- mos que todo el mundo es como las personas que nos rodean. Por eso todos tendemos a considerarnos de clase media, aunque no lo seamos. En la Argentina hay diez millones de familias, y la gran mayoría de la gente cree que hay cinco o seis mi- llones de familias más pobres. Pero si uno vive en un hogar con ingresos de más de 12.500 pesos por mes (por to- do concepto) se ubica en el 25% más rico de la población. Por eso cuando alguien dice: “Que paguen los que más tienen”, yo le diría: “Tengo noti- cias, flaco, uno de los que más tienen sos vos: tenés que empezar a pagar”. Otro error común es el “sesgo de sal- to a conclusiones”. Se supone que a partir de una muestra lo más grande posible hay que hacer estimaciones y sobre la base de eso tomar decisio- nes. Pero en un montón de temas en tu vida tenés que decidir más rápi- do, y actuamos sobre la base de dos o tres datos. Esto pasa en las corridas contra el dólar: hay un par de días de suba y todos creen que se va todo al diablo. Si eso pasa en un casino no hay problema, porque la ruleta no tiene memoria, y tu creencia y la serie pasada no influyen en lo más mínimo en lo que va a salir. Pero en economía, el pánico lleva a compor- tamientos en manada que terminan en profecías autocumplidas, como sucede con la suba del dólar. Esto tiene que ver con nuestra historia económica: hubo momentos en la Argentina en los que, si te dormías y no actuabas, perdías tu casa o tus ahorros. El salto a conclusiones aquí es más feroz, y acentúa la volatilidad. Existe un sesgo o error adicional, que te en la agenda de los políticos? –Poco, pero tiene una participación creciente. La economía del com- portamiento destaca el poder de las “opciones de default”, que son muy poderosas para orientar conductas. Está comprobado que la gente tiende más a donar sus órganos cuando tie- ne que informar que no lo hará (y la opción de default es donar) que en el caso inverso. Aquí, con los subsidios y con el dólar se adoptaron estas en- señanzas: por default sucede lo que le conviene al Gobierno, y los que se niegan tienen que hacer trámites que los desalientan. Un caso para- digmático fue la reforma de las AFJP en 1994. Se le decía a la gente que si no elegía quedarse en el Estado, con un trámite, automáticamente se lo pasaba a la privada. Lo cual favoreció a las administradoras. Algunos go- biernos locales están haciendo cosas interesantes. La municipalidad de Junín hizo un trabajo con el Cippec con las notas a morosos impositivos (N. de la R.: se probó la efectividad de distintos tipos de mensajes); y me consta que hay gente dentro del gobierno de la ciudad de Buenos Ai- res que está trabajando, desde el eje de innovación, en lo que se conoce como “arquitectura de opciones”: cómo hacer que la gente use más las bicisendas o que no estacione mal o que maneje a determinada veloci- dad. Aquí hay muchas sutilezas que se están incorporando. Es mucho más eficiente poner un cartel con el dibujo de una grúa llevándose un auto (que apela a nuestra memoria episódica, muy poderosa) que una “E” tachada de prohibido estacio- nar, que le habla a nuestro sistema semántico, completamente despro- visto de emociones. –¿El presidente que gane en 2015 tendrá una “unidad de compor- tamiento”? –Ojalá que sí, que esto aparezca ge una carrera universitaria. –En la Argentina, abundan los psicólogos y neurocientíficos. ¿Es una base para que este cam- po crezca? –Lo de la gran cantidad de psicó- logos es relativo, porque la mayor parte tienen una base muy fuerte de psicoanálisis. Si vos les planteás hacer un experimento te miran con pánico. Yo, además del posgrado, cursé dos años de la carrera de grado de Psicología en La Plata, y te puedo asegurar que los que acusan a los economistas de ser dogmáticos y “fundamentalistas del pensamiento único” es porque no se pusieron a es- tudiar psicoanálisis en la Argentina. Ahora están un poco más abiertos. Sí es cierto que tenemos neurocientífi- cos de primera línea y que son muy permeables a los estudios multidis- ciplinarios. Yo celebro que el nuevo libro de Facundo Manes sea un best seller; me parece bueno porque hay mucha gente sanateando sobre có- mo funciona el cerebro. –Hay quienes acusan a la econo- mía del comportamiento de ser algo naíf porque se enfoca en “pequeños temas”, cuando hay problemas “grandes” tan graves como la inflación o la pobreza. –En 1969, cuando el hombre llegó a la Luna, muchos decían: “Cómo se invierte plata y tiempo en esto si hay tantos problemas en la Tierra”, y lue- go lo que pasó es que la ciencia tuvo enormes beneficios a partir de la di- fusión de tecnologías que se hallaron con esa misión. Con la economía del comportamiento pasa lo mismo: el insight que se descubre en un estudio de penales de fútbol o en un campo pequeño luego puede trasladarse a políticas públicas o a beneficios para millones de personas. –¿Qué se sabe de la “economía de la felicidad” para la Argentina? –Junto a los economistas Pablo es el “sesgo de confirmación”: nega- mos cualquier tipo de información que contradiga lo que ya pensamos de antemano. Hay estudios de eco- nomistas en los EE.UU. que mues- tran cómo los medios radicalizan sus posturas para conformar a una audiencia que demanda que le den datos para reafirmar las creencias que ya tiene previamente. –¿Y los economistas no hacen lo mismo? ¿No les dicen a los empresarios lo que quieren es- cuchar? –En parte, sí. Pero en nuestra profe- sión hay más graves. Hay, por ejem- plo, un “sesgo de conformidad”, que estudió la psicología en la década del 50. Todo el tiempo queremos conformar a nuestros pares. Es muy riesgoso ser economista y tirar algo que sea distinto, tiene un costo alto diferenciarte. –¿Cuál es la relación entre la psi- coeconomía y la inflación? –Muy estrecha. En la inflación es fundamental el juego de las expec- tativas, y las expectativas son 100% psicología. Los precios suben en buena medida porque la gente cree que van a subir. La expectativa de inflación que mide la UTDT está por encima del 35% para los próximos doce meses. Si le gente espera ese ni- vel, los que pueden formar un precio, así sea uno pequeño, van a tratar de ganarle a la inflación esperada, y el fenómeno se retroalimenta. Un quiosquero, el dueño de un bar o un odontólogo ponen el precio sobre la base de la expectativa a futuro, de lo que creen que les va a costar reponer la mercadería. Y los que no forman precios convalidan luego en la gón- dola: como se espera un aumento elevado, no sorprenden las subas, se naturalizan. Muchos de nuestros problemas económicos están para el diván. –¿La psicoeconomía está presen- Schiaffino y Miguel Braun hicimos un capítulo para un libro sobre eco- nomía de la felicidad en América lati- na. La felicidad cayó mucho en los 90 por la suba del desempleo, luego au- mentó fuerte hasta 2006, pero desde ese año hasta acá está prácticamente congelada, en buena medida porque hubo muy pocas mejoras en materia de empleo. A nivel “micro” aparecie- ron cosas interesantes. Lo que más impacta es el tiempo que pasamos con seres queridos, con nuestra fa- milia y también en actividades socia- les. Suma más para el bienestar emo- cional estar en pareja que tener sexo. De hecho, la gente que tiene mucho sexo, pero no una pareja estable no es más feliz que la gente que no tiene relaciones y no está en pareja. –¿Y vos en tu vida cotidiana apli- cás estos principios? –(Risas) Viste que cuando uno habla mucho de estas cosas se las termina creyendo. Así que sí, pensamos de es- ta forma. Acaba de morirse el Nobel Gary Becker, responsable en buena medida de que muchos economistas le apliquemos a todo lo que se mueve el esquema de costo y beneficio: es el cuchillo con el que estamos cortados y a veces nos cuesta salir de ahí. Yo aplico la economía del comporta- miento en la interacción con otros; siempre trato de tener en cuenta las representaciones mentales del otro. Eso te ayuda a tener más empatía, de alguna forma. –¿Cómo fue medir el costo de la inundación de La Plata? –Hicimos un estudio con un grupo grande de voluntarios, con la direc- ción de María Lara Alzúa y mía, y tratamos de ponerles un precio a los daños sufridos. Determinamos un costo de 3400 millones de pesos, pero hay rubros que son imposibles de mensurar. ¿Cómo hago para po- nerle un precio a la única foto que alguien tenía de su casamiento y que se arruinó con el agua? ¿O al estrés o al pánico? Porque ahora, cada vez que llueve en La Plata, ves las caras de miedo en la calle. –¿Va a salir campeón Gimnasia y Esgrima de La Plata? –Ojalá. No tenemos mucho plantel: uno o dos jugadores buenos, un ar- quero excelente, y ahí pará de contar. Pero Pedro Troglio (el DT) adoptó la estrategia que recomienda la teoría de los juegos. Con esta debilidad, an- te los equipos grandes se va al “piña por piña”, como hizo (el boxeador) Maidana el otro día. Por ahí te sa- le bien y por ahí te sale mal, como nos pasó con Vélez. Podría ser que Gimnasia saliera campeón, porque en torneos cortos hay una cuota de aleatoriedad importante, que baja con los campeonatos más largos co- mo el que impuso Grondona. –¿Hiciste cálculos con el Mun- dial? –Sí, tomé la cotización de los jugado- res en Transfermarket.com, y me da que el 60% de los puntos del ranking FIFA de los últimos cuatro años son explicados por la diferencia de coti- zación de los equipos. Eso dice que hay bastante poca aleatoriedad. –¿Y qué predicción te da para la Argentina? –En cualquier ranking que mires, España es el mejor posicionado en todas las dimensiones. Luego vienen Brasil y Alemania, y la Argentina está un poco más atrás; necesitamos una cuota de azar importante para ganar el Mundial. Un punto que pocos mi- ran es la “varianza” en las cotizacio- nes: no es lo mismo tener un plantel con diez jugadores de 20 millones de euros que uno con uno de 200 millo- nes y el resto mucho menos, como le pasa a la Argentina con Messi o a Portugal con Cristiano Ronaldo. Ahí el riesgo es mucho mayor. ß como una política de Estado. Yo estoy trabajando con la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para hacer un “centro behavioral”, con la idea de que arranque en el segundo semestre. Me parece naíf hacer política económica sin tener en cuenta cómo la gente toma real- mente sus decisiones. Pensar que los consumidores maximizan la “utilidad”, que es algo que nadie vio nunca en ninguna parte. El otro día fui a la presentación del nuevo libro de Tomás Bulat en la Feria del Libro y estaba como presentador el genio de Juan Carlos De Pablo. De Pablo, que es muy provocador, decía que la economía del comportamiento se pasó de mambo, y que si suben un 30% los limones, se van a comprar menos limones, no hacen falta su- tilezas de psicología para inferirlo. Y eso es cierto, no hace falta econo- mía del comportamiento para eso. Ahora, sí la necesito para analizar decisiones más complejas: cómo de- cide ahorrar la gente, cómo invierte, cómo decide casarse o no o cómo eli- EntrEvista Viene de tapa Desde 2006, los niveles de felicidad en el país están estancados En economía, el pánico lleva a comportamientos en manada que derivan en profecías autocumplidas Tetaz, en diálogo con la nacion “Creo que de acá a 50 años la econo- mía va a ser una disciplina experi- mental al 100%, en contraposición a la modelización matemática vi- gente actualmente. Hoy los hacedo- res de política toman supuestos y en base a eso definen las medidas que, creen, van a tener mejores resulta- dos. Pero dentro de unos años va a haber sociedades virtuales donde se van a tomar millones de decisiones permanentemente, y gracias al fe- nómeno “big data” y a la interpreta- ción de toda esa información se van a poder probar modelos en tiempo real. Y esto va a ser un cambio enor- me con relación al que vemos hoy. Los gobiernos van a poder testear políticas reales con agentes hetero- géneos. Mucho experimento, mu- chos sistemas complejos y sutilezas de la psicoeconomía, veo una espe- cie de “gran Matrix”, para decirlo de algún modo. También deberemos ver qué sucede con el problema de la escasez dentro de 50 años, si uno le cree a la gente de Singularity Uni- versity y su hipótesis de que va a ha- ber un avance enorme de la ciencia, con un crecimiento exponencial de la frontera tecnológica, que solucio- nará muchos problemas de esca- sez. Y ahí habrá que ver qué sentido tiene la economía.” Una de las fotos más difundidas en diarios de todo el país tras la inun- dación de La Plata fue la del reen- cuentro entre Martín Tetaz y su pe- rra Pelu, que estaba perdida, tres semanas después de la tormenta. El episodio fue casual, pero indica- tivo del imán que este economis- ta tiene con los medios. Tras la pu- blicación de Psychonomics recorrió decenas de estudios de radio y TV, aparece habitualmente en Intra- tables y otros programas masivos, y conductoras como Cristina Pé- rez, Mariana Fabbiani y María Lau- ra Santillán lo presentan como “mi economista favorito”. En este senti- do, Tetaz es un bicho raro: tiene ha- bilidades de comunicación poco comunes en su profesión, pero a la vez es técnicamente respetado. “In- vierto dos horas por día en las re- des sociales, un mundo muy meri- tocrático, donde si vos posteás un contenido que está bueno se virali- za”, cuenta. Cree que muchos de sus colegas subestiman la exposición mediática y no saben comunicar: “Muchas veces los economistas le hablamos a nuestro micromundo. Nos enroscamos en ganar la batalla académica de café, y si persistís en esa actitud en un programa masi- vo, la gente cambia de canal. Creen que ganan la discusión, pero al final del día no convencieron a nadie.” Mano a mano Eficaz en los medios, respetado por colegas Un futuro posible, según Tetaz ¿Cómo imaginás el futuro de la economía como disciplina científica? fotos de dIeGo sPIVACoW / AfV

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| Domingo 11 De mayo De 2014 enfoques | 3

Martín Tetaz. “Es naíf hacer política económica sin tener en cuenta cómo la gente toma decisiones”

–¿Cuáles son los errores más comunes que cometemos los argentinos a la hora de invertir, ahorrar y comprar?–Uno de los más habituales es el “sesgo de representatividad”: cree-mos que todo el mundo es como las personas que nos rodean. Por eso todos tendemos a considerarnos de clase media, aunque no lo seamos. En la Argentina hay diez millones de familias, y la gran mayoría de la gente cree que hay cinco o seis mi-llones de familias más pobres. Pero si uno vive en un hogar con ingresos de más de 12.500 pesos por mes (por to-do concepto) se ubica en el 25% más rico de la población. Por eso cuando alguien dice: “Que paguen los que más tienen”, yo le diría: “Tengo noti-cias, flaco, uno de los que más tienen sos vos: tenés que empezar a pagar”. Otro error común es el “sesgo de sal-to a conclusiones”. Se supone que a partir de una muestra lo más grande posible hay que hacer estimaciones y sobre la base de eso tomar decisio-nes. Pero en un montón de temas en tu vida tenés que decidir más rápi-do, y actuamos sobre la base de dos o tres datos. Esto pasa en las corridas contra el dólar: hay un par de días de suba y todos creen que se va todo al diablo. Si eso pasa en un casino no hay problema, porque la ruleta no tiene memoria, y tu creencia y la serie pasada no influyen en lo más mínimo en lo que va a salir. Pero en economía, el pánico lleva a compor-tamientos en manada que terminan en profecías autocumplidas, como sucede con la suba del dólar. Esto tiene que ver con nuestra historia económica: hubo momentos en la Argentina en los que, si te dormías y no actuabas, perdías tu casa o tus ahorros. El salto a conclusiones aquí es más feroz, y acentúa la volatilidad. Existe un sesgo o error adicional, que

te en la agenda de los políticos?–Poco, pero tiene una participación creciente. La economía del com-portamiento destaca el poder de las “opciones de default”, que son muy poderosas para orientar conductas. Está comprobado que la gente tiende más a donar sus órganos cuando tie-ne que informar que no lo hará (y la opción de default es donar) que en el caso inverso. Aquí, con los subsidios y con el dólar se adoptaron estas en-señanzas: por default sucede lo que le conviene al Gobierno, y los que se niegan tienen que hacer trámites que los desalientan. Un caso para-digmático fue la reforma de las AFJP en 1994. Se le decía a la gente que si no elegía quedarse en el Estado, con un trámite, automáticamente se lo pasaba a la privada. Lo cual favoreció a las administradoras. Algunos go-biernos locales están haciendo cosas interesantes. La municipalidad de Junín hizo un trabajo con el Cippec con las notas a morosos impositivos (N. de la R.: se probó la efectividad de distintos tipos de mensajes); y me consta que hay gente dentro del gobierno de la ciudad de Buenos Ai-res que está trabajando, desde el eje de innovación, en lo que se conoce como “arquitectura de opciones”: cómo hacer que la gente use más las bicisendas o que no estacione mal o que maneje a determinada veloci-dad. Aquí hay muchas sutilezas que se están incorporando. Es mucho más eficiente poner un cartel con el dibujo de una grúa llevándose un auto (que apela a nuestra memoria episódica, muy poderosa) que una “E” tachada de prohibido estacio-nar, que le habla a nuestro sistema semántico, completamente despro-visto de emociones.–¿El presidente que gane en 2015 tendrá una “unidad de compor-tamiento”?–Ojalá que sí, que esto aparezca

ge una carrera universitaria.–En la Argentina, abundan los psicólogos y neurocientíficos. ¿Es una base para que este cam-po crezca?–Lo de la gran cantidad de psicó-logos es relativo, porque la mayor parte tienen una base muy fuerte de psicoanálisis. Si vos les planteás hacer un experimento te miran con pánico. Yo, además del posgrado, cursé dos años de la carrera de grado de Psicología en La Plata, y te puedo asegurar que los que acusan a los economistas de ser dogmáticos y “fundamentalistas del pensamiento único” es porque no se pusieron a es-tudiar psicoanálisis en la Argentina. Ahora están un poco más abiertos. Sí es cierto que tenemos neurocientífi-cos de primera línea y que son muy permeables a los estudios multidis-ciplinarios. Yo celebro que el nuevo libro de Facundo Manes sea un best seller; me parece bueno porque hay mucha gente sanateando sobre có-mo funciona el cerebro. –Hay quienes acusan a la econo-mía del comportamiento de ser algo naíf porque se enfoca en “pequeños temas”, cuando hay problemas “grandes” tan graves como la inflación o la pobreza.–En 1969, cuando el hombre llegó a la Luna, muchos decían: “Cómo se invierte plata y tiempo en esto si hay tantos problemas en la Tierra”, y lue-go lo que pasó es que la ciencia tuvo enormes beneficios a partir de la di-fusión de tecnologías que se hallaron con esa misión. Con la economía del comportamiento pasa lo mismo: el insight que se descubre en un estudio de penales de fútbol o en un campo pequeño luego puede trasladarse a políticas públicas o a beneficios para millones de personas.–¿Qué se sabe de la “economía de la felicidad” para la Argentina?–Junto a los economistas Pablo

es el “sesgo de confirmación”: nega-mos cualquier tipo de información que contradiga lo que ya pensamos de antemano. Hay estudios de eco-nomistas en los EE.UU. que mues-tran cómo los medios radicalizan sus posturas para conformar a una audiencia que demanda que le den datos para reafirmar las creencias que ya tiene previamente.–¿Y los economistas no hacen lo mismo? ¿No les dicen a los empresarios lo que quieren es-cuchar?–En parte, sí. Pero en nuestra profe-sión hay más graves. Hay, por ejem-plo, un “sesgo de conformidad”, que estudió la psicología en la década del 50. Todo el tiempo queremos conformar a nuestros pares. Es muy riesgoso ser economista y tirar algo que sea distinto, tiene un costo alto diferenciarte.–¿Cuál es la relación entre la psi-coeconomía y la inflación?–Muy estrecha. En la inflación es fundamental el juego de las expec-tativas, y las expectativas son 100% psicología. Los precios suben en buena medida porque la gente cree que van a subir. La expectativa de inflación que mide la UTDT está por encima del 35% para los próximos doce meses. Si le gente espera ese ni-vel, los que pueden formar un precio, así sea uno pequeño, van a tratar de ganarle a la inflación esperada, y el fenómeno se retroalimenta. Un quiosquero, el dueño de un bar o un odontólogo ponen el precio sobre la base de la expectativa a futuro, de lo que creen que les va a costar reponer la mercadería. Y los que no forman precios convalidan luego en la gón-dola: como se espera un aumento elevado, no sorprenden las subas, se naturalizan. Muchos de nuestros problemas económicos están para el diván.–¿La psicoeconomía está presen-

Schiaffino y Miguel Braun hicimos un capítulo para un libro sobre eco-nomía de la felicidad en América lati-na. La felicidad cayó mucho en los 90 por la suba del desempleo, luego au-mentó fuerte hasta 2006, pero desde ese año hasta acá está prácticamente congelada, en buena medida porque hubo muy pocas mejoras en materia de empleo. A nivel “micro” aparecie-ron cosas interesantes. Lo que más impacta es el tiempo que pasamos con seres queridos, con nuestra fa-milia y también en actividades socia-les. Suma más para el bienestar emo-cional estar en pareja que tener sexo. De hecho, la gente que tiene mucho sexo, pero no una pareja estable no es más feliz que la gente que no tiene relaciones y no está en pareja.–¿Y vos en tu vida cotidiana apli-cás estos principios?–(Risas) Viste que cuando uno habla mucho de estas cosas se las termina creyendo. Así que sí, pensamos de es-ta forma. Acaba de morirse el Nobel Gary Becker, responsable en buena medida de que muchos economistas le apliquemos a todo lo que se mueve el esquema de costo y beneficio: es el cuchillo con el que estamos cortados y a veces nos cuesta salir de ahí. Yo aplico la economía del comporta-miento en la interacción con otros; siempre trato de tener en cuenta las representaciones mentales del otro. Eso te ayuda a tener más empatía, de alguna forma.–¿Cómo fue medir el costo de la inundación de La Plata?–Hicimos un estudio con un grupo grande de voluntarios, con la direc-ción de María Lara Alzúa y mía, y tratamos de ponerles un precio a los daños sufridos. Determinamos un costo de 3400 millones de pesos, pero hay rubros que son imposibles de mensurar. ¿Cómo hago para po-nerle un precio a la única foto que alguien tenía de su casamiento y que se arruinó con el agua? ¿O al estrés o al pánico? Porque ahora, cada vez que llueve en La Plata, ves las caras de miedo en la calle.–¿Va a salir campeón Gimnasia y Esgrima de La Plata?–Ojalá. No tenemos mucho plantel: uno o dos jugadores buenos, un ar-quero excelente, y ahí pará de contar. Pero Pedro Troglio (el DT) adoptó la estrategia que recomienda la teoría de los juegos. Con esta debilidad, an-te los equipos grandes se va al “piña por piña”, como hizo (el boxeador) Maidana el otro día. Por ahí te sa-le bien y por ahí te sale mal, como nos pasó con Vélez. Podría ser que Gimnasia saliera campeón, porque en torneos cortos hay una cuota de aleatoriedad importante, que baja con los campeonatos más largos co-mo el que impuso Grondona. –¿Hiciste cálculos con el Mun-dial?–Sí, tomé la cotización de los jugado-res en Transfermarket.com, y me da que el 60% de los puntos del ranking FIFA de los últimos cuatro años son explicados por la diferencia de coti-zación de los equipos. Eso dice que hay bastante poca aleatoriedad. –¿Y qué predicción te da para la Argentina?–En cualquier ranking que mires, España es el mejor posicionado en todas las dimensiones. Luego vienen Brasil y Alemania, y la Argentina está un poco más atrás; necesitamos una cuota de azar importante para ganar el Mundial. Un punto que pocos mi-ran es la “varianza” en las cotizacio-nes: no es lo mismo tener un plantel con diez jugadores de 20 millones de euros que uno con uno de 200 millo-nes y el resto mucho menos, como le pasa a la Argentina con Messi o a Portugal con Cristiano Ronaldo. Ahí el riesgo es mucho mayor. ß

como una política de Estado. Yo estoy trabajando con la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para hacer un “centro behavioral”, con la idea de que arranque en el segundo semestre. Me parece naíf hacer política económica sin tener en cuenta cómo la gente toma real-mente sus decisiones. Pensar que los consumidores maximizan la “utilidad”, que es algo que nadie vio nunca en ninguna parte. El otro día fui a la presentación del nuevo libro de Tomás Bulat en la Feria del Libro y estaba como presentador el genio de Juan Carlos De Pablo. De Pablo, que es muy provocador, decía que la economía del comportamiento se pasó de mambo, y que si suben un 30% los limones, se van a comprar menos limones, no hacen falta su-tilezas de psicología para inferirlo. Y eso es cierto, no hace falta econo-mía del comportamiento para eso. Ahora, sí la necesito para analizar decisiones más complejas: cómo de-cide ahorrar la gente, cómo invierte, cómo decide casarse o no o cómo eli-

EntrEvista

Viene de tapa

Desde 2006, los niveles de felicidad en el país están estancados

En economía, el pánico lleva a comportamientos en manada que derivan en profecías autocumplidas

Tetaz, en diálogo con la nacion

“Creo que de acá a 50 años la econo-mía va a ser una disciplina experi-mental al 100%, en contraposición a la modelización matemática vi-gente actualmente. Hoy los hacedo-res de política toman supuestos y en base a eso definen las medidas que, creen, van a tener mejores resulta-dos. Pero dentro de unos años va a haber sociedades virtuales donde se van a tomar millones de decisiones permanentemente, y gracias al fe-nómeno “big data” y a la interpreta-ción de toda esa información se van a poder probar modelos en tiempo real. Y esto va a ser un cambio enor-me con relación al que vemos hoy.

Los gobiernos van a poder testear políticas reales con agentes hetero-géneos. Mucho experimento, mu-chos sistemas complejos y sutilezas de la psicoeconomía, veo una espe-cie de “gran Matrix”, para decirlo de algún modo. También deberemos ver qué sucede con el problema de la escasez dentro de 50 años, si uno le cree a la gente de Singularity Uni-versity y su hipótesis de que va a ha-ber un avance enorme de la ciencia, con un crecimiento exponencial de la frontera tecnológica, que solucio-nará muchos problemas de esca-sez. Y ahí habrá que ver qué sentido tiene la economía.”

Una de las fotos más difundidas en diarios de todo el país tras la inun-dación de La Plata fue la del reen-cuentro entre Martín Tetaz y su pe-rra Pelu, que estaba perdida, tres semanas después de la tormenta. El episodio fue casual, pero indica-tivo del imán que este economis-ta tiene con los medios. Tras la pu-blicación de Psychonomics recorrió decenas de estudios de radio y TV, aparece habitualmente en Intra-tables y otros programas masivos, y conductoras como Cristina Pé-rez, Mariana Fabbiani y María Lau-ra Santillán lo presentan como “mi economista favorito”. En este senti-do, Tetaz es un bicho raro: tiene ha-

bilidades de comunicación poco comunes en su profesión, pero a la vez es técnicamente respetado. “In-vierto dos horas por día en las re-des sociales, un mundo muy meri-tocrático, donde si vos posteás un contenido que está bueno se virali-za”, cuenta. Cree que muchos de sus colegas subestiman la exposición mediática y no saben comunicar: “Muchas veces los economistas le hablamos a nuestro micromundo. Nos enroscamos en ganar la batalla académica de café, y si persistís en esa actitud en un programa masi-vo, la gente cambia de canal. Creen que ganan la discusión, pero al final del día no convencieron a nadie.”

Mano a manoEficaz en los medios, respetado por colegas

Un futuro posible, según Tetaz¿Cómo imaginás el futuro de la economía como disciplina científica?

fotos de dIeGo sPIVACoW / AfV