maria ines tato cuadernos del claeh 91

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Articulo de Maria Ines Tato - ¿Alianzas estratégicaso confluencias ideológicas?Conservadores y nacionalistasen la Argentina de los años treinta

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  • SUMARIO

    Tema central:Emergencia social y ms all

    Propuestas universales de distribucin del ingreso.Una revisin normativa.Cristian Prez Muoz ............................................................................................5-27

    La atencin a la emergencia social.Informe sobre los primeros meses del PANES en el Uruguay.Denise Courtoisie, Nstor Da Costa ................................................................... 29-54

    Polticas de reduccin de la pobreza femenina y empleo en Montevideo.Un estudio de caso.Florencia Picasso Risso ...................................................................................... 55-79

    Polticas de infancia, adolescencia y juventud en el Uruguay.Aportes para reflexionar sobre la situacin actual.Ana Sosa Ontaneda, Mariana Sienra ................................................................. 81-95

    Contorno

    Colombia y Venezuela. Motores y verdugos de la integracin andina.Juan Pablo Milanese ......................................................................................... 97-117

    Alianzas estratgicas o confluencias ideolgicas?Conservadores y nacionalistas en la Argentina de los aos treinta.Mara Ins Tato ................................................................................................ 119-135

    Crtica y resea ............................................................................................... 137-162

    91Montevideo, 2. serie, ao 28

    2005-2. ISSN 07976062

  • * Instituto de HistoriaArgentina y AmericanaDr. Emilio Ravignani,Facultad de Filosofa y Letras,Universidad de Buenos Aires.

    [email protected]

    CUADERNOS DEL CLAEH n. 91Montevideo, 2. serie, ao 28, 2005-2ISSN 07976062 Pp. 119-135

    Alianzas estratgicaso confluencias ideolgicas?Conservadores y nacionalistasen la Argentina de los aos treinta

    Mara Ins Tato*

    Los primeros nacionalistas salieron a la accin desdela redaccin de La Fronda. All fueron convocados,y all llegaron desde los puntos ms diversos, paraformar los cuadros iniciales de la vieja Liga Republi-cana. De los hombres de su generacin, muy pocoscomprendieron como el doctor Uriburu las nuevasideas, y ninguno pudo prestarles, como l, el apoyoque La Fronda signific, en los difciles comienzos,para sus solitarios defensores. Fue el suyo el nicodiario nacionalista durante largo tiempo.(Roberto de Laferrre, en el primer aniversario de lamuerte de Francisco Uriburu, El Fortn, julio de1941)1

    La asociacin que establece el militante nacionalistaRoberto de Laferrre en la cita precedente entre el dia-rio La Fronda y su propio movimiento poltico datade la segunda presidencia del radical Hiplito Yrigo-yen. Por entonces, ese diario representativo del con-servadurismo fundado y dirigido por FranciscoUriburu auspici las actividades de los jvenesnacionalistas que se iniciaban activamente en la pol-tica argentina y se sirvi de ellos en su campaa deagitacin antigubernamental.

    Indudablemente el diario y los nacionalistas noeran totalmente asimilables. Aunque ambos adscriban

    1 Citado en Carlos Ibarguren (h.), Roberto de Lafrrere (pe-riodismo-poltica-historia), Buenos Aires, Eudeba, 1970,p. 37.

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  • 120 cuadernos del claeh 91

    al conglomerado de la derecha y en buena medida compartan una extraccin socialcomn, representaban tendencias diferenciadas en su ideologa y en sus prcticas yestaban separados por una brecha generacional.2 Sin embargo, al igual que en la Euro-pa de entreguerras, en una coyuntura percibida como crtica, estas tendencias en apa-riencia antagnicas tendieron a confluir, a morigerar sus puntos de friccin y a instituirrelaciones ms o menos firmes.3 Este trabajo se propone examinar la evolucin de esarelacin durante la administracin de Agustn P. Justo (1932-1938) a fin de dilucidar losfactores explicativos y los lmites efectivos de esa convergencia y determinar si esaalianza constituy meramente un acercamiento estratgico y circunstancial o implicadems coincidencias ideolgicas ms profundas.

    LOS ORGENES DE UN VNCULO AMBIGUO

    El poltico y periodista Francisco Uriburu se embarc en un combate sin tregua contrael radicalismo desde el momento mismo en que esta agrupacin se hizo cargo del go-bierno nacional en 1916.4 Durante la gestin de Marcelo T. de Alvear (1922-1928) con-fi en la posibilidad de establecer un sistema republicano libre de las distorsiones quele habra infundido Hiplito Yrigoyen. A tal fin inici un acercamiento a la vertienteantipersonalista del radicalismo y colabor con un gobierno al que lo unieron afinida-des sociales y polticas, as como la decidida voluntad de extirpar del escenario electo-ral al yrigoyenismo y a las prcticas y valores que encarnaba. La confluencia con elantipersonalismo se prolong en el respaldo a su frmula presidencial en 1928, ante eltemor al eventual retorno de Yrigoyen al poder.

    El resultado adverso de las elecciones presidenciales de 1928 para su causa in-crement la combatividad de Francisco Uriburu y de su diario, que chocaron inicial-mente con la apata de la opinin pblica y la inactividad de las fuerzas opositoras aloficialismo. La Fronda desempe en cambio su papel tradicional de sostn perma-nente de la causa antiyrigoyenista. Para el desenvolvimiento de la campaa contra elgobierno radical, reemprendida con el mismo vigor que en 1916, Uriburu cedi mayorespacio en su diario a un conjunto de jvenes periodistas que en algunos casos sedesempeaban tambin en dos publicaciones representativas de las nuevas orienta-ciones de la derecha: La Nueva Repblica y Criterio. Varios de estos redactores sehaban sumado al diario de Uriburu a partir de 1926, cuando la direccin del mismoqued a cargo de Justo Pallars Acebal, y particularmente desde 1928. Ese fue el caso

    2 Acerca de la composicin social de los nacionalistas, vase Sandra McGee Deutsch, Las dere-chas: the extreme right in Argentina, Brazil, and Chile 1890-1939, Stanford, Stanford Univer-sity Press, 1999, pp. 203-204.

    3 Para una exploracin del vnculo entre los conservadores y la extrema derecha en Europa du-rante la primera posguerra a travs de diversos casos nacionales, vanse Martin Blinkhorn(ed.), Fascist and Conservatives: the Radical Right and the Establishment in Twentieth-Cen-tury Europe, Londres, Unwin Hyman, 1990; y Fascism and the Right in Europe, 1919-1945,Londres, Longman, 2000.

    4 Acerca de la trayectoria poltica de Uriburu y de sus diarios, consltese Mara Ins Tato, Vientode Fronda. liberalismo, conservadurismo y democracia en la Argentina, 1911-1932, BuenosAires, Siglo Veintiuno Editores, 2004.

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  • 121CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    de Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Juan E. Carulla y Lisardo Za. Otros periodistas,que tambin compartan el credo ideolgico de los ya mencionados, venan desempe-ndose desde mucho tiempo antes en la hoja de Uriburu, como era el caso de Robertode Laferrre y de Delfn Ignacio Medina. En ltima instancia, la radicalizacin del dis-curso de La Fronda se debi menos a las nuevas incorporaciones al plantel que a la dispo-sicin de Uriburu a emplear todos los recursos a su alcance para atacar a su sempiternoenemigo, el yrigoyenismo. En consecuencia, el propietario de La Fronda prioriz losbeneficios que podan reportar a su campaa antigubernamental los aportes de esta nuevageneracin, aun cuando lo separaran de ella divergencias ideolgicas nada menores.

    A partir de mediados de 1929, cuando Francisco Uriburu reinici sus prolongadasestadas en Europa, el desarrollo de la actividad opositora de La Fronda qued en manosde los jvenes nacionalistas. Estos no se limitaron a difundir desde esta tribuna losdenuestos antidemocrticos propios de la tradicin maurrasiana, sino que tambin seabocaron a la creacin, a fines de setiembre, de una entidad destinada a combatir en lascalles al yrigoyenismo: la Liga Republicana (LR), que mantuvo una estrecha vincula-cin con La Fronda. Prcticamente todo el plantel del peridico revist en sus filas5, sucuartel general se localiz en las mismas oficinas del diario y Uriburu financi sus activi-dades.6 Sin embargo, el fundador de La Fronda no comparta el trasfondo ideolgicode la organizacin. Esta se haba organizado para combatir al Klan radical unaorganizacin de militantes de la Unin Cvica Radical (UCR) que actu como grupo dechoque al servicio del gobierno con sus mismos mtodos, en la conviccin de quela lucha partidaria y parlamentaria eran mecanismos obsoletos e inoperantes. En elloincidan el antiparlamentarismo y la oposicin al sistema democrtico de partidos ca-ractersticos de la extrema derecha europea. Uriburu, en cambio, asignaba a la LR elpapel de complemento y no de reemplazo de las tareas de oposicin de los parti-dos. Sin embargo, las posibilidades de reclutar adeptos para la LR entre las diversasfuerzas opositoras se vieron dificultadas por el ideario antidemocrtico de los liguis-tas, que entraba en colisin con los sectores que confiaban en la estrategia de comba-tir al radicalismo desde una perspectiva institucional.

    No obstante, los alcances de su postura antisistema eran por entonces bastante limita-dos. A pesar de su proclamado desapego por los procedimientos electorales, los nacionalistasde La Fronda debatieron intensamente la modalidad que deba asumir su participacin en laselecciones legislativas de marzo de 1930. En tanto el grueso de la LR se inclin por respal-dar en las urnas a los candidatos de las principales fuerzas opositoras en cada distrito,dada la carencia de un frente o coalicin homogneo en el nivel nacional, Rodolfo Ira-zusta pretendi crear una lista mixta constituida por Manuel Carls (presidente de laLiga Patritica Argentina), el poeta Leopoldo Lugones, algunos socialistas independientesy miembros de la LR; al ser derrotada su mocin, renunci a la entidad.7

    5 Integraron la Liga Republicana los siguientes colaboradores de La Fronda: Hctor Bustamante,Juan E. Carulla, Roberto de Laferrre, Rodolfo Irazusta, Ernesto Lombardi, Delfn IgnacioMedina, Pedro E. Meitin, Carlos Monla Valdez, Eduardo Muiz (h.), Ernesto Palacio, JustoPallars Acebal, Luis Len Uberman, Lisardo Za.

    6 Juan E. Carulla, Al filo del medio siglo, Buenos Aires, Huemul, 1964, p. 254.7 Julio Irazusta, Memorias (historia de un historiador a la fuerza), Buenos Aires, Ediciones Cul-

    turales Argentinas, 1975, p. 190.

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    De todos modos, pronto se hizo evidente la inviabilidad de esos procedimientos.En los comicios el yrigoyenismo se impuso en trminos globales pero se redujo el margende diferencia frente a las fuerzas opositoras. Sin embargo, la escasa proyeccin inme-diata de esos resultados sobre la dinmica poltica concreta alent otra solucin pol-tica alternativa al crecimiento electoral gradual de la oposicin.

    En julio de 1930 Francisco Uriburu se involucr en una conspiracin antiyrigo-yenista de manera indirecta, a travs de su diario. Emprendi un largo viaje a Europa,deleg en su plantel de redactores la campaa propagandstica en pos del derroca-miento de Yrigoyen y renov su exhortacin a las organizaciones de la derecha a amal-gamarse a fin de presentar una alternativa coherente al radicalismo. Aun cuando avi-zoraba un golpe de Estado, Francisco Uriburu segua pensando en una escena polticaen la que los partidos tenan un reconocido protagonismo. Esta perspectiva de la si-tuacin pareca distanciada de dos de las corrientes conspirativas que por entoncesestaban operando: la que tena por eje al vicepresidente Enrique Martnez, que busca-ba la renuncia de Yrigoyen para efectuar la sucesin constitucional, y la que giraba entorno de su primo, el general Uriburu, cuyo plan revolucionario pretenda prescindir dela colaboracin civil.8 En cambio, pareca ms cercana a la conspiracin que tramaba elgeneral Agustn P. Justo en connivencia con los partidos polticos opositores y con eldiario Crtica.9

    Los nacionalistas de La Fronda tuvieron una intensa actuacin en el golpe deEstado que el 6 de setiembre de 1930 puso fin a la segunda presidencia de Yrigoyen,tanto en lo que respecta a la exhortacin pblica a la revolucin como a la accin direc-ta a travs de la LR o de la Legin de Mayo (LM).10 El objetivo inmediato de FranciscoUriburu y de los nacionalistas haba sido alcanzado. Quedaba pendiente redefinir elfuncionamiento de la poltica una vez suprimido el radicalismo.

    LA REVOLUCIN ANUNCIADA

    Durante la efmera experiencia militar que sigui al golpe, La Fronda se convirti en eldefensor a ultranza del gobierno revolucionario. El diario comenz a apartarse del libe-ralismo avalando las constantes violaciones de las garantas constitucionales efectuadas

    8 Juan V. Orona, La revolucin del 6 de setiembre, Buenos Aires, s/e., 1966, pp. 31-32, 44-58;Adolfo A. Amaya, Seis de setiembre de 1930: ensayo histrico, poltico y jurdico, BuenosAires, Baudino, 1993, p. 117.

    9 Acerca de este vespertino y de su participacin en el golpe de Estado del 6 de setiembre de1930, vase Sylvia Satta, Regueros de tinta. El diario Crtica en la dcada del 20, BuenosAires, Sudamericana, 1998.

    10 La LM haba surgido el 25 de agosto de 1930 bajo la direccin de Alberto Vias diputadoconservador y ocasional colaborador de La Fronda por iniciativa directa del general Uriburu,a quien se hallaba subordinada en ltima instancia. Aunque algunos frondistas, como HctorBustamante, Juan E. Carulla, Eduardo Muiz y Roberto de Laferrre se contaron inicialmenteen las filas de la LM (Julio A. Quesada, Orgenes de la revolucin del 6 de setiembre de 1930,Buenos Aires, Librera Anaconda, 1930, p. 81), La Fronda no tuvo con ella el mismo vnculoestrecho que con la LR. De hecho, tras el golpe de Estado ensalz particularmente la accin dela LR en la preparacin del clima previo (La Liga Republicana, La Fronda en adelanteLF, 9/9/30), pero no hizo alusin alguna a la LM.

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  • 123CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    por el gobierno y la postergacin indefinida de la vuelta a la normalidad institucional.De hecho, exhibi las mismas indefiniciones que el rgimen uriburista acerca del pro-yecto poltico a implantar tras el derrocamiento de Yrigoyen.11 Ambos estaban con-vencidos de la necesidad de suplantar la ley Senz Pea por algn sistema alternativode representacin que evitara la reedicin de la democracia yrigoyenista. Pero losmecanismos concretos para alcanzar ese fin fueron difusos; como mucho, pretendie-ron ser la anttesis absoluta de la ley Senz Pea (voto voluntario, pblico y calificadopor criterios de educacin o morales; escrutinio descentralizado; exigencia de certifi-cados de vecindad y de buena conducta para emitir el sufragio).12

    La propuesta de una organizacin poltica corporativa formalizada por el generalUriburu en su manifiesto del 1 de octubre de 193013 cont con el tibio apoyo de LaFronda, pero ese sistema, vagamente postulado desde el gobierno, no haba surgidocon anterioridad desde el diario, que tampoco lo defendi con demasiado ardor hastala crisis abierta tras la derrota del oficialismo en las elecciones bonaerenses del 5 deabril de 1931.14 Por entonces La Fronda insisti en reflotar la propuesta corporativa yla reforma de la Constitucin auspiciadas previamente por el general Uriburu, al tiempoque inst al gobierno a perpetuarse en el poder hasta operar la transformacin drsticade las instituciones, condicin previa a cualquier retorno a la va electoral. Postul laalianza ya propiciada por Lugones en La patria fuerte y en La grande Argentinaentre la fuerza y la inteligencia, entre el ejrcito y los intelectuales nacionalistas,15y llam a

    formar una liga de patriotas armados, una santa hermandad de gente decente, dispuesta acontener por los medios que correspondan el arrollador avance de la horda de forajidos[...] palos, s; votos, no!16

    Pocos das despus fue legalizada la Legin Cvica Argentina (LCA), fuerza dechoque al servicio del gobierno; sin embargo, por entonces La Fronda se mantuvodistante de esta organizacin, que trat de absorber a las agrupaciones nacionalistasexistentes y gener la divisin de la LR.17 Auspici, en cambio, a dos entidades quesucesivamente buscaron dar respaldo civil al gobierno para el rediseo institucional ala vez que actuaron como grupo de presin para evitar que perdiera su rumbo original.La primera de ellas fue Reaccin Nacional; entre sus miembros se contaban varios

    11 Acerca de la vaguedad del proyecto institucional del uriburismo, cf. Fernando J. Devoto, Nacio-nalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna. Una historia, Buenos Aires,Siglo Veintiuno Editores, 2002, cap. 5.

    12 La ley electoral, LF, 3/6/31.13 Reproducido en La palabra del General Uriburu, Buenos Aires, Roldn Editor, 1933, pp. 21-

    25.14 En las elecciones provinciales celebradas en esa fecha se impuso el radicalismo, razn por la

    cual el gobierno decidi anular los comicios.15 L. Z., Lo que la patria espera, LF, 21/4/31.16 Ante los primeros cmputos, LF, 10/4/31.17 Carulla acept la fusin con esta entidad netamente oficialista, en tanto Roberto de Laferrre

    se opuso a ella reclamando autonoma organizativa (Carlos Ibarguren hijo, o. cit., pp. 54-55).Acerca de la LCA, vase Omar Cerdeira et al., La Legin Cvica Argentina (1931-1932), Bue-nos Aires, CEAL, 1989.

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  • 124 cuadernos del claeh 91

    colaboradores de La Fronda.18 Apenas un mes despus, el diario propici un nuevomovimiento de opinin, que buscaba unificar al nacionalismo y proponer una alterna-tiva a la salida electoral: Accin Republicana. Su manifiesto, redactado por otro cola-borador del diario, Leopoldo Lugones, contena las habituales crticas a la partidocra-cia y propona un conjunto minucioso de medidas econmicas y sociales netamentenacionalistas.19 Sin embargo, segua ausente una propuesta institucional alternativa ala constitucional o a la borrosamente insinuada por el uriburismo.

    A pesar de sus esfuerzos, los nacionalistas de La Fronda no pudieron lograr queUriburu atendiera sus demandas y postergara el llamado a elecciones. Debieron resig-narse a la reanudacin de las luchas electorales sin el correlato de la modificacin delsistema de representacin, y, peor aun, a la candidatura presidencial del general Justo.Francisco Uriburu regres de Europa precisamente durante la fase de los aprestoscomiciales y puso a su diario al servicio de una discreta propaganda a favor de la can-didatura Agustn P. Justo-Julio A. Roca (h.). Para sus colaboradores nacionalistas,manifiestamente la revolucin haba fracasado al no poder reformar el sistema poltico.Uriburu no comparta ese diagnstico. Su evaluacin del rgimen de setiembre mostra-ba los lmites de su confluencia circunstancial con otros actores de la revolucin. Entanto las expectativas del nacionalismo se haban centrado en cambios contundentesdel ordenamiento poltico, Francisco Uriburu slo haba anhelado la liquidacin delyrigoyenismo. Aunque la revolucin no lo haba logrado plenamente, la reinstaura-cin del fraude era a sus ojos un sustituto igualmente eficaz, que de hecho le granjeuna banca de diputado nacional por el Partido Conservador bonaerense, que usufruc-tu durante toda la gestin de Justo.

    LOS PORQUS DE LA CONTINUIDAD

    El desencanto de los nacionalistas con la fugaz experiencia uriburista encontrmanifestaciones tempranas en algunos colaboradores de La Fronda, que pronto sedesvincularon del diario, como Rodolfo Irazusta y Ernesto Palacio, abiertamente crticosdel general Uriburu desde la direccin de la tercera poca de La Nueva Repblica.20Ambos recorreran durante la dcada del treinta el impensado camino de la rehabilitacinde Yrigoyen, al que previamente haban denostado implacablemente.21

    18 Justo Pallars Acebal, Ernesto Palacio, Lisardo Za, Luis Len Uberman, Ernesto Lombardi,Marcelo de Laferrre, Arturo Stantero, Carlos Monla Valdez, Marcelino Fidalgo y AlejandroHevia (Reaccin Nacional, LF, 9, 10 y 12/6/31).

    19 El problema poltico argentino. La Accin Republicana ofrece soluciones patriticas de ndo-le poltica y econmica. El peligro de los partidos demaggicos, LF, 16/7/31. La nica pro-puesta poltica consista en la separacin del padrn militar y del padrn cvico, asimilados apartir de la ley Senz Pea. Entre los firmantes del manifiesto se contaban Leopoldo Lugones,Rodolfo y Julio Irazusta, Ernesto Palacio, Justo Pallars Acebal, Csar Pico, Mario Lassaga yLisardo Za.Acerca de esta iniciativa, vase Enrique Zuleta lvarez, El nacionalismo argentino, BuenosAires, La Bastilla, 1975, tomo I, pp. 274-275; Irazusta, o. cit., pp. 198-200.

    20 Devoto, o. cit., pp. 275-277.21 Alberto Spektorowski, The origins of Argentinas revolution of the right, Notre Dame, Indiana,

    University of Notre Dame Press, 2003, pp. 108 y 157; McGee Deutsch,o. cit., pp. 206-207.

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  • 125CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    Otros, como Roberto de Laferrre, reconoceran su desilusin retrospectivamente,cuestionando la apertura del general a la influencia de los crculos conservadores y surenuencia a implementar cambios estructurales.22 Sin embargo, en los inicios de la res-tauracin conservadora demoraron en sumarse al xodo nacionalista que comenzaba aabandonar La Fronda.

    La permanencia de estos jvenes en el diario, a pesar de sus hondas divergen-cias con Francisco Uriburu, encontr alicientes en la desconfianza comn con respec-to a las intenciones polticas del nuevo gobierno as como en la reactivacin del radi-calismo. Aunque el propietario de La Fronda haba adherido por razones pragmticasa la candidatura del general Justo, eran claramente perceptibles sus recelos frente alnuevo presidente, compartidos por los nacionalistas. Estos recelos se fundaban en lanegativa de Justo a liderar un golpe de Estado preventivo en 1928 para evitar el retornode Yrigoyen a la presidencia, en sus vnculos con algunos sectores de la UCR y en suapuesta al desgaste del gobierno provisional encabezado por el general Uriburu, a finde potenciar su propia candidatura.23 El diario consider que la falta de definicin delgobierno es inquietante. Por una parte desdea la cooperacin de los elementos que lohan encumbrado; y por otra, se empea en inclinarse, con morbosa insistencia, haciaquienes lo repudian categricamente (los radicales).24 En el primer aniversario de laasuncin de Justo, los artculos de La Fronda fueron sumamente escuetos y mesura-dos, y tendieron a centrarse ms en recapitular la situacin del pas en vsperas del 6 desetiembre y, consecuentemente, en ensalzar la magna obra de reconstruccin delgeneral Uriburu, que en analizar la labor de su sucesor.25 A ste le recordaron su pro-clamada lealtad a la causa setembrina y lo exhortaron a continuar en todas las reas degobierno la senda abierta por Uriburu: el gobierno debe ser fiel a sus orgenes. Tal esel nico camino de su slido mantenimiento, de su eficacia en la gestin pblica quedebe realizar y de su misma dignidad poltica.26

    Por otra parte, la UCR, reorganizada bajo el liderazgo de Alvear, retom las activi-dades conspirativas que haba desplegado durante el gobierno militar. El descubrimien-to del complot liderado por el teniente coronel Atilio Cattneo, en diciembre de 1932, ydel organizado por el teniente coronel Roberto Bosch, en 1933, condujo a numerososdirigentes radicales a la prisin o al exilio. Pero tambin reaviv la conviccin de que laprincipal tarea de la revolucin de setiembre la supresin definitiva del radicalis-mo permaneca como una asignatura pendiente. La Fronda tuvo pruebas palpablesde la resistencia del radicalismo a aceptar la extincin a la que pretendan condenarlo

    22 Fuimos uriburistas en setiembre de 1930. No podemos seguir sindolo en enero de 1941. [...]El gobierno de la revolucin, con ser el mejor que hemos tenido en lo que va del siglo, fracas,porque cambi de plan en el camino o, mejor dicho, porque renunci a todo plan, inmovilizadopor la accin subterrnea de sus enemigos, que no eran, por cierto, los muecos polticos delPartido Radical, sino [...] hombres sonrientes y amistosos de la tendencia conservadora (cita-do en Ibarguren (h.), o. cit., pp. 84-85).

    23 Notas al margen, LF, 28/6/31; La ltima carta, 14/7/31; Cuidado con las ilusiones!, 15/7/31; El pastel del negro, 17/7/31.

    24 Decreto antihistrico, LF, 6/8/32.25 El aniversario de hoy, LF, 20/2/33. dem en El aniversario y Hoy hace un ao que el

    ilustre patriota se retir del gobierno, 20/2/33, y en Nueva apoteosis, 21/2/33.26 Orientacin poltica del gobierno, LF, 28/4/33.

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  • 126 cuadernos del claeh 91

    sus adversarios. El 28 de febrero de 1932, tras el retorno de Yrigoyen de su prisin enla isla Martn Garca, tuvo lugar un tiroteo frente a sus oficinas, con un saldo de variosmuertos y heridos. El incidente culmin en la detencin de treinta y siete periodistasdel diario o militantes de la LR, arrestados durante casi dos meses hasta que la justiciadispuso su sobreseimiento definitivo por constituir un caso de legtima defensa; slo Fran-cisco Uriburu qued eximido de ese trance por su inmunidad parlamentaria.27 Esteepisodio estimul la desconfianza de los nacionalistas respecto del gobierno y nutrilos alegatos de resistencia heroica frente al enemigo radical y frente a la arbitrariedaddel oficialismo, que campean en los testimonios y memorias de muchos militantes.28

    La lucha contra el enemigo comn la incgnita gubernamental y el radicalis-mo y la defensa de la reciente empresa compartida el mito de setiembre29facilitaron la continuacin de la alianza entre los nacionalistas de La Fronda y el con-servadurismo de su propietario, aun cuando ambos adoptaron estrategias diferentes:mientras que Uriburu se refugi en un distanciamiento prudente del gobierno, los na-cionalistas de su diario, con Laferrre a la cabeza, optaron por participar en sucesivasy fracasadas conspiraciones militares que aspiraron a derrocar a Justo.30

    Esta alianza se ciment tambin en la coincidencia en torno de un proyecto pol-tico cultural fundado en la defensa de una identidad nacional considerada acechadadesde varios flancos. A lo largo de la dcada de 1930, perodo de acentuada radicaliza-cin ideolgica y poltica, particularmente expuesto a los acontecimientos europeos,31La Fronda se interes por la defensa nacional y el fomento de la autarqua econmica,por las expresiones artsticas consideradas representativas de la Argentina (entre lasque por cierto no se contaba el tango) y por las polmicas en torno de la construccin delpasado nacional (con la contundente condena a la obra de Ricardo Rojas y con indiferen-cia frente al despuntar del revisionismo histrico). Su subttulo mismo Queremosuna Argentina gobernada por argentinos era indicativo de un nacionalismo a ladefensiva, que lo condujo a profesar un activo anticomunismo. Como advierte Dolkart,este constituy una verdadera obsesin en la dcada de 1930, que llev a etiquetarcomo comunista a un variado abanico de adversarios y de enemigos polticos.32 Noes de extraar que el diario de Uriburu asociara con la expansin local del comunismosovitico a su tradicional enemigo, el radicalismo, especialmente luego del affaire de la

    27 La Fronda fue asaltada al terminar el mitin irigoyenista, Puntos sobre es, La Liga Repu-blicana y Los detenidos, LF, 29/2/32. Cf. esta versin con la sostenida por sus antagonistas,segn la cual los simpatizantes radicales habran atacado al diario slo con piedras, para recibircomo respuesta copiosos disparos de carabinas, fusiles Mauser y Winchester, pistolas y re-vlveres (versin recogida por Elena Pieiro en La tradicin nacionalista ante el peronismo.Itinerario de una esperanza a una desilusin; Buenos Aires, A-Z Editora, 1997, p. 103).

    28 Por ejemplo, en los trabajos de Carlos Ibarguren y de sus hijos Carlos y Federico.29 Ronald H. Dolkart, La derecha durante la dcada infame, en David Rock et al., La derecha

    argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y clericales, Buenos Aires, Ediciones B, 2001,p. 158.

    30 Carlos Ibarguren (h.), o. cit., pp. 67-68.31 Sobre el impacto de los acontecimientos y de las tendencias ideolgicas internacionales sobre

    la vida poltica argentina durante ese perodo, vase Tulio Halperin Donghi en La Argentina yla tormenta del mundo. Ideas e ideologas entre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI Edito-res, 2003.

    32 Dolkart, o. cit., pp. 169-170.

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  • 127CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    Iuyamtorg, sociedad comercial acusada en 1931 de constituir un centro de propagandasovitica. La vinculacin laboral con la empresa de Honorio Pueyrredn y Mario Guidocandidatos de la UCR a la gobernacin bonaerense en las elecciones del 5 de abrilfue ampliamente utilizada por el diario para vincular al radicalismo con la expansinlocal del comunismo.33 En trminos de Lugones, largamente compartidos por La Fron-da, El izquierdista es un liberal que se maneja con la utopa demaggica del sufragiouniversal.34 Las demandas radicales de democratizacin, las iniciativas parlamenta-rias del Partido Socialista en pos del sufragio femenino y del divorcio, y la banca sena-torial que obtuvo el socialista Alfredo Palacios en 1935,35 fueron vistas como la ante-sala de la expansin del comunismo, infiltrado en las escuelas y en los talleres, en lasfbricas y en las reparticiones pblicas, en los cuerpos militares y civiles, en los sindi-catos obreros y en todas las federaciones.36

    La reincidencia radical en la estrategia abstencionista y revolucionaria tras elveto de la candidatura de Alvear para las elecciones presidenciales de 1932 por el go-bierno de Uriburu foment la exhortacin a la accin de la juventud nacionalista y laexigencia al Estado de medidas represivas, entre las que se contaban disposicionesantiinmigratorias y anticomunistas.37 El anticomunismo del diario comenz a impreg-narse, adems, de ribetes antisemitas, bastante extendidos en la dcada de 1930.38 Enprincipio una reaccin xenfoba asociada al diagnstico de la crisis del proyecto depas vigente desde 1880, el antisemitismo de La Fronda se transmut, a medida queavanz la dcada, en una visin conspirativa de la realidad centrada en el complot ju-deo-marxista internacional,39 como lo puso de manifiesto El Kahal-Oro, novela anti-semita del escritor catlico Hugo Wast, de la que el diario public varios fragmentos.La afirmacin de la existencia de tal conspiracin condujo a Uriburu y a La Fronda aexaltar la obra destructivoconstructora del fascismo italiano y, en menor medida, delnazismo.40 Otros aspectos de ambos fenmenos especialmente del fascismo tam-bin eran congeniales con el ideario de Uriburu y de los nacionalistas de La Fronda:el nacionalismo, la aspiracin a un gobierno fuerte, la crtica a la democracia y al libe-ralismo.41 La fascinacin por el fascismo estuvo muy extendida por entonces en todoel arco de la derecha argentina, como lo testimonia la admiracin que despert en unconservador de viejo cuo como Ezequiel Ramos Mexa.42

    33 El binomio al servicio de los soviets, LF, 2/8/31. Acerca de las actividades de la Iuyamtorg,Isidoro Gilbert, El oro de Mosc, Buenos Aires, Planeta, 1994, pp. 84-97.

    34 Citado en Carlos Ibarguren (h.), o. cit., p. 66.35 La verdad en su sitio, LF, 5/4/35.36 Prejuicios ideolgicos, LF, 17/8/32; Alberto Vias, Barranca abajo, 18/7/32.37 En su carcter de diputado nacional, Francisco Uriburu suscribi un proyecto de ley de represin

    del comunismo, en sintona con el formulado por Matas Snchez Sorondo en el Senado en1932 y en 1936 (Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados de la Nacin, ao 1936, tomoI, sesin del 10/6/36).

    38 Acerca de la centralidad del antisemitismo en esta etapa, Daniel Lvovich, Nacionalismo yantisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, Ediciones B, 2003, cap. 6.

    39 La patraa del antisemitismo, LF, 20/8/32.40 Monopolios ilegales, LF, 8/4/33.41 Reaccionarios y progresistas, LF, 13/9/32: Escuela de civismo integral, 27/10/32; La

    conciencia histrica, 26/6/34.42 Ezequiel Ramos Mexa, Mis memorias, 1853-1935, Buenos Aires, La Facultad, 1936, cap. XVIII.

  • 128 cuadernos del claeh 91

    Otro elemento que sirvi de amalgama a las dos tendencias que convivan en LaFronda fue la apelacin al catolicismo. El diario se haba caracterizado histricamentepor una acendrada tradicin laicista, abandonada durante el gobierno militar, cuandoel peridico estuvo plenamente en manos de los nacionalistas. Si el retorno de Francis-co Uriburu de Europa en vsperas de la renovacin presidencial elimin de su hoja lostonos ms estridentes del discurso catlico, este adquiri estabilidad, recayendo enniveles encomisticos durante la celebracin del Congreso Eucarstico Internacionalen Buenos Aires, en setiembre de 1934.

    Negando su misma tradicin laicista, defini a la Argentina como una nacincatlica: El pueblo argentino ha sido siempre esencialmente religioso. Tan religiosocomo militar. Fue fundado con la cruz y con la espada, y con uno y otro smbolo ha idocumpliendo todas las etapas de su evolucin cultural.43 La afirmacin de una unidadorgnica entre religin y patria se corresponda con un panorama poltico marcado porla simbiosis de las fuerzas armadas, la Iglesia y los nacionalistas.44 El viraje de Uriburuhacia una, en ocasiones, desbordante devocin catlica parece haber estado dictadopor el redescubrimiento de la religin como recurso privilegiado para el mantenimientodel orden social, tal como lo postulaba el maurrasianismo; un orden social que, en elcontexto de la Argentina de Justo, pareca doblemente amenazado por el radicalismo ypor la izquierda.45 En consonancia con esa mirada del momento poltico, La Frondaidentific al radicalismo con el atesmo marxista y abog por la bsqueda de correspon-dencia entre el pas real, catlico y antiyrigoyenista, que se habra expresado plena-mente en la revolucin de setiembre y en el Congreso Eucarstico, y el pas legal, queparadjicamente se expresaba en las urnas en un sentido diametralmente opuesto.46

    Por otra parte, el diario de Uriburu colabor activamente en la difusin de lasactividades desarrolladas por las agrupaciones nacionalistas. Anunci las reunionesy los mtines de las principales organizaciones y public sus declaraciones, discursosradiofnicos y manifiestos. Mientras que entre 1911 y 1928 Francisco Uriburu hababregado incansablemente por la fusin de las fuerzas conservadoras en un partidoorgnico nacional, en los primeros aos de la dcada de 1930 estimul la unificacin delas dispersas agrupaciones nacionalistas. Como rememor Federico Ibarguren, las ofi-cinas del diario fueron el escenario de peridicas e infructuosas reuniones en pos delescurridizo objetivo de la unidad de accin del nacionalismo.47

    43 Intrigas despreciables, LF, 9/10/34. dem en La conciencia nacional, LF, 22/6/34; Con-ceptos de patria, 28/6/34; Religin y nacionalismo, 24/11/34.

    44 Loris Zanatta, Del Estado liberal a la nacin catlica. Iglesia y ejrcito en los orgenes delperonismo, 1930-1943, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1996.

    45 Defenderemos la religin del Estado, respetuosos de todas las creencias, pero combatiremos laprdica que busca arrancar de las masas populares la fe en un sobrenatural divino, para darles, encambio, la impostura de un sobrenatural econmico (Palabras del Dr. Francisco Uriburu, LF,9/7/32).

    46 Por la verdad del sufragio, LF, 17/10/34.47 Federico Ibarguren, Orgenes del nacionalismo argentino, 1927-1937, Buenos Aires, Celcius,

    1969, pp. 106-109, 114, 147, 158, 168-169.

  • 129CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    DESLINDANDO POSICIONES

    Sin embargo, el posicionamiento de Uriburu frente a algunas decisiones del gobiernode Justo entr en rpida colisin con las ideas nacionalistas. Esto se hizo evidente ensu evaluacin del Tratado Roca-Runciman, que busc regular el comercio con Inglate-rra a fin de atemperar el efecto sobre las exportaciones argentinas de la poltica comer-cial britnica instaurada a partir de la Conferencia de Ottawa. Uriburu no dud en ca-lificar al pacto como el ms venerable de nuestros tratados internacionales.48 Huel-ga resear aqu la oposicin que esta medida despert en los grupos nacionalistas,que por entonces exhiban un combativo antiimperialismo y una briosa oposicin alliberalismo econmico. Basta repasar sus declaraciones como el manifiesto de la LR,del 22 de mayo de 193349 o sus reflexiones ms sistemticas como La Argentinay el imperialismo britnico, de los hermanos Irazusta para comprobar el hiato exis-tente entre las posiciones de Uriburu y las del nacionalismo.

    Otro indicio de sus diferencias lo proporcionan los comentarios del diario res-pecto de la refriega con militantes radicales que ocurri frente a su local el 25 de mayode 1933; este enfrentamiento concluy con la muerte de un nio, ampliamente explota-da por Crtica, el principal contendiente periodstico de La Fronda por esos aos.Aunque el diario de Uriburu resalt el mvil defensivo de los nacionalistas de la LRinvolucrados en el incidente, se deslig totalmente del mismo.50 Asimismo, pas a elo-giar y a dar cobertura menguante con el avance del tiempo a las actividades de laLCA y de ANA/ADUNA,51 entidades acusadas por la LR de conciliar con la modalidadoficialista, esto es, de colocarse bajo la rbita del gobierno de Justo.52 El distancia-miento ideolgico y poltico de Francisco Uriburu y la LR adquiri concrecin materialen diciembre de ese mismo ao: la LR traslad su sede desde las oficinas del diario enla calle Florida, donde haba visto la luz, a un nuevo local en la avenida Quintana,53desvinculndose de su antiguo mentor, aun cuando algunos de sus miembros, comoLisardo Za y Lugones, continuaron vinculados laboralmente a La Fronda.

    El alejamiento entre Uriburu y los nacionalistas se profundiz en marzo de 1935en torno de la crisis interna del Partido Demcrata Nacional (PDN) bonaerense.54 Porentonces el gobierno de la provincia estaba en manos de Federico Martnez de Hoz,una figura de bajo perfil del Partido Conservador cuya candidatura a la gobernacin en

    48 Roca, LF, 27/5/33.49 Reproducido en F. Ibarguren, o. cit., pp. 160-163.50 El crimen, La Fronda estaba cerrada y Ante la difamacin, LF, 27/5/33.51 Accin Nacionalista Argentina, denominada luego Afirmacin de una Nueva Argentina, haba

    sido fundada por Juan P. Ramos en 1932.52 F. Ibarguren, o. cit., p. 204. Segn Zuleta lvarez (o. cit., p. 283), Justo ejerca un contralor

    sutil de estas organizaciones nacionalistas, desvindolas hacia el combate contra el comunis-mo en pos de aplacar su lucha contra el oficialismo.

    53 F. Ibarguren, o. cit., p. 206.54 El PDN se form en 1931 a partir de la unin de diversos partidos provinciales, el principal de

    los cuales era el Partido Conservador bonaerense; radicales antipersonalistas y socialistas inde-pendientes se asociaron al PDN y dieron origen a la Concordancia, coalicin representativa deloficialismo justista.

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  • 130 cuadernos del claeh 91

    1931 haba contado con el aval de Justo, que quera evitar la consolidacin de unliderazgo poltico fuerte en la provincia. Martnez de Hoz recibi el apoyo de MatasSnchez Sorondo ex ministro del Interior durante la gestin de Uriburu y del cau-dillo Alberto Barcel, as como el activo respaldo de agrupaciones nacionalistas comola ANA. En 1934, a raz de la discusin del presupuesto en la Legislatura, el gobernadorentr en conflicto con la cpula del PDN provincial. A fin de zanjar un eventual cisma,esta impuso a Rodolfo Moreno como ministro de Gobierno, respaldado por Justo en suafn de mantener bajo control la interna del PDN bonaerense columna vertebral de laConcordancia y de limitar las esferas de influencia de los nacionalistas. No obstantelas intenciones de esa designacin, el resultado esperable fue una crisis de gabinete.El 7 de febrero de 1935, Martnez de Hoz fue forzado a renunciar por la cpula partida-ria, provocando una fugaz intervencin provincial que en menos de veinticuatro horaslo repuso en su cargo. La conflictividad facciosa continu, por lo que el PDN y el go-bierno nacional buscaron una conciliacin, apoyada en la renuncia de Martnez de Hoza su cargo y en la declinacin por parte de Rodolfo Moreno de toda aspiracin a lacandidatura a gobernador para las elecciones de 1936. La frmula de consenso paraese cargo favoreci a Manuel Fresco y Aurelio Amoedo. Aunque Martnez de Hozacept inicialmente esta solucin transaccional, luego se resisti a renunciar y redise- su gabinete con la incorporacin de tres ministros ligados al nacionalismo. Con ellomotiv su juicio poltico, que finalmente culmin en su renuncia en marzo de 1935.55

    Recapitulando el conflicto y fijando su posicin frente a los hechos, FranciscoUriburu record que desde sus inicios apoy al gobierno de Martnez de Hoz y queconden la maniobra del 7 de febrero que pretendi privarlo de su cargo, a la que con-sider un bochorno para las instituciones y una pgina triste en la civilizacin polti-ca argentina. Se proclam no dispuesto a declinar nuestro juicio sobre la actual or-ganizacin del partido gobernante, ni silenciar reparos contra influencias dirigentesque conceptuamos nocivas para la agrupacin. Sin embargo, a su criterio el goberna-dor no estaba sirviendo la causa de la revolucin de setiembre en cuyo nombre decaactuar sino que, por el contrario, estaba facilitando el retorno del radicalismo.

    En momentos en los que debi pronunciarse por una de las orientaciones en pugnadentro del partido la de Martnez de Hoz y Snchez Sorondo, respaldada por lasagrupaciones nacionalistas, y la faccin oficial del Partido Conservador, el propie-tario de La Fronda expres su alineamiento con esta ltima:

    ese partido, con sus errores y sus aciertos, fue el de nuestras horas juveniles, y ahora, yaencanecidos y siempre fieles a su bandera, apartamos el recuerdo de los agravios e injus-ticias de una larga travesa para no abandonarle en el momento difcil, sirvindole, por elcontrario, con idntica fe e idntico patritico desinters. No podemos acompaar al go-bernador de Buenos Aires en su nueva poltica.56

    55 Para un relato ms minucioso de esta crisis, vase Richard J. Walter, La provincia de BuenosAires en la poltica argentina, 1912-1943, Buenos Aires, Emec, 1987, cap. 8.

    56 Buenos Aires, LF, 9/3/35. Al da siguiente, el diario reprodujo ntegramente el manifiesto del PDNal pueblo de la provincia, que puntualizaba las causas del conflicto entre el gobernador y el partido.

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  • 131CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    En el marco del levantamiento de la abstencin por parte de la UCR,57 Uriburuconceptu indispensable consolidar la unidad de su partido y cerrar filas con el go-bierno nacional, poniendo fin de hecho a la alianza forjada en las postrimeras de lasegunda presidencia de Yrigoyen con los representantes del nacionalismo.

    Aunque Uriburu se abstuvo de polemizar con sus antiguos discpulos, no renuncia apelar a las divididas huestes del nacionalismo para propiciar sus propias causaspolticas. Por ejemplo, en vsperas de las elecciones legislativas que le depararan unsegundo mandato consecutivo como diputado, en 1934, intent persuadirlas para queno votaran en blanco como forma de canalizar su repudio por los procedimientos elec-torales propios de la democracia liberal, refutando sus principales argumentos.58

    Uriburu renov la exhortacin a la confluencia entre nacionalistas y conservado-res en 1936, en ocasin de la tentativa de formacin de un frente popular que integraraa radicales, socialistas, comunistas y democrataprogresistas para enfrentar a la Con-cordancia en las elecciones presidenciales del ao siguiente. A pesar de subestimar lafuerza poltica de ese embrin de frente popular,59 La Fronda inst con vehemencia ala creacin de un frente nacional que lo neutralizara, compuesto por

    los partidos polticos de orden y cualesquiera que sean las diversificaciones de su ideolo-ga. Un frente nacional cuya vanguardia de lucha est compuesta por los bravos mozos delas agrupaciones nacionalistas [...] que agrupe a las fuerzas sociales del trabajo [...] elejrcito y la marina de la Repblica [...] conjuntamente con los ncleos religiosos,

    que oficiara de muralla defensiva contra los desbordes demaggicos.60 Laempresa de sumar apoyos para esta iniciativa a cargo de Federico Pinedo, ministrode Hacienda de Justo61 concit la adhesin del PDN y de una fraccin nacionalistacercana a Carulla. Aunque La Fronda adjudic esa adhesin a la totalidad del na-cionalismo,62 el respaldo de ese sector de la derecha fue mnimo. En ese sentido, primel rechazo a incorporarse a esa iniciativa conservadora, como lo puso en evidencia elmanifiesto firmado por Laferrre:

    El nacionalismo argentino rechaza la idea de cualquier vinculacin con el Frente Nacio-nal, cuya novedad, por lo dems, slo consiste en el nombre. [...] Es un empeo ms deprolongar la triste historia de los viejos partidos en derrota, cuya misin en la polticaargentina ha consistido desde hace treinta aos en engendrar, estimular y aun resucitar[...] aquello mismo que se propusieron combatir: el radicalismo del seor Yrigoyen y desus continuadores.63

    57 Acerca de las motivaciones de esta medida, decretada el 3 de enero de 1935 por la convencinnacional de la UCR, vase Tulio Halperin Donghi, La repblica imposible (1930-1945), Bue-nos Aires, Ariel, 2004, pp. 109-118.

    58 El voto en blanco, LF, 2/3/34.59 Clculos falsos, LF, 3/5/36.60 Contra el frente popular: el frente nacional, LF, 4/5/36; El frente nacional, 5/5/36.61 Federico Pinedo, En tiempos de la repblica, Buenos Aires, Mundo Forense, 1946, tomo I, p.

    184.62 Se realiz la anunciada asamblea del nacionalismo, donde se fij su posicin ante la situacin

    nacional, LF, 9/6/36.63 Manifiesto del 3/6/36, citado en F. Ibarguren, o. cit., p. 352.

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  • 132 cuadernos del claeh 91

    EL RETORNO A LAS FUENTES

    A partir de 1935, el diario de Uriburu se inclin sin ambages hacia el campo conserva-dor y rompi amarras con sus incmodos aliados. El levantamiento de la abstencinpor la UCR y la consagracin como gobernador cordobs del radical Amadeo Sabattini(a quien el diario le atribuy una ideologa roja sovitica),64 seguida por triunfos desus correligionarios en Santa Fe, Entre Ros y Tucumn, impulsaron al gobierno deJusto a tolerar y aun a incentivar cualquier medida destinada a impedir el retorno delradicalismo al poder.65 La certidumbre de que Justo combatira decididamente el resur-gimiento radical, que obtuvo de su pasividad ante el fraude que entreg a Fresco elcontrol de la provincia, convenci a Francisco Uriburu de la necesidad de alinearsetras la Concordancia. Ello explica tambin el cambio en su apreciacin de la gestin deljustismo: desde la cautela y el escepticismo de su primer aniversario, el balance desem-boc en un panegrico del presidente, de quien elogi especialmente su conceptoexperimental y prctico de la poltica, distante de los extremismos dogmticos.66El apstata de la revolucin uriburista que haba vislumbrado en sus primeros das degobierno se transfigur en su fiel heredero y continuador.67 La apelacin a la gestasetembrina revelaba que el clivaje de la poltica argentina continuaba siendo el queseparaba al radicalismo de sus enconados adversarios. Las tentativas de Uriburu y deJusto de desactivar la cuestin radical haban demostrado su ineficacia, por lo que eldilema de las fuerzas conservadoras segua en pie.

    El propietario de La Fronda fue, en consecuencia, un entusiasta defensor delfraude practicado por el oficialismo para negarle al radicalismo las posiciones que ledeparaba el mantenimiento de la poltica electoral.68 De ah su respaldo sin concesio-nes al gobernador Fresco, cuya desinhibicin para proclamar las virtudes de las prc-ticas fraudulentas fue sealada por Uriburu como prueba indiscutible de una saluda-ble sinceridad poltica.69 Uriburu no se qued a la zaga. Al celebrarse las eleccionespresidenciales de 1937 y ante las previsiones de las agrupaciones opositoras de unextendido fraude, La Fronda recalc lo que estaba en juego en los comicios: nada menosque salvar a la repblica de un retroceso infamante, cueste lo que cueste y opngasequien se oponga.70 Mientras que la frmula de la Concordancia Roberto M. Ortiz-Ramn Castillo encarnaba la continuidad de la empresa setembrina,71 el binomio radi-cal Alvear-Mosc (como dio en llamar a la frmula radical Marcelo T. de Alvear-Enrique Mosca) representaba la reiteracin de la nefasta gestin yrigoyenista y el avancede las fuerzas de la izquierda internacional.72 Relativiz las denuncias de fraude efec-

    64 El programa de la horda, LF, 10/11/35.65 Halperin Donghi, La repblica imposible, o. cit., pp. 164-174.66 Cuatro aos de gobierno, LF, 20/2/36.67 6 de setiembre de 1934, LF, 6/9/34.68 No volvern, LF, 8/6/35.69 El verdadero lenguaje, LF, 30/4/36.70 Por la civilizacin nacional, LF, 5/9/37.71 La proclamacin de esta noche, LF, 6/7/37.72 La frmula Alvear-Mosca y el comunismo, LF, 28/8/37; Peludismo moscovita, 30/8/37;

    Un discurso ms, 1/9/37.

  • 133CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    tuadas por la oposicin, al mismo tiempo que recurri a una argumentacin similar a laempleada aos atrs para justificar el golpe de Estado que derroc a Yrigoyen:73

    no son las elecciones irreprochables desde el punto de vista de los formalismos legales lasque garantizan la felicidad y el progreso de una nacin. Una y otra cosa se consiguen conlos buenos gobiernos, con estadistas capaces y avezados, aunque los comicios de dondehayan surgido no hayan tenido la virtud de satisfacer a todo el mundo.74

    Ante la esperanza del candidato radical de remontar pese a todo los obstculosinterpuestos a su ascenso por la ingeniera del fraude, La Fronda ironiz, segura de lainexactitud de esas expectativas: Bienaventurados los pobres de espritu, porque deellos ser el reino de los cielos, pero no el gobierno de la Repblica.75

    Sin embargo, Francisco Uriburu aspir a dejar de lado los mecanismos fraudulen-tos, a abandonar la repblica imposible, no para dar vida nuevamente a la repblicademocrtica con la que so en 1911 sino para retornar a los viejos tiempos de la rep-blica oligrquica. Para ello volvi a proponer la eliminacin de la ley Senz Pea, con-junto de principios aceptables slo en teora, pero funestos en grado sumo a la luz deuna experiencia definitiva.76 Implementada de buena fe como un experimento polti-co, como un ensayo perfectible, los resultados que produjo convertiran a su propioautor en el primer enemigo de esa ley, cuya crisis mortal ameritaba su drstica revi-sin.77 Sin embargo, el consenso poltico no acompa la propuesta de Uriburu. Eloficialismo persisti en mantener en vigencia la invocacin a la voluntad popular, aunal precio de burlarla en la prctica, mientras que los nacionalistas rechazaron de planola poltica electoral y partidocrtica.

    REFLEXIONES FINALES

    En coyunturas vividas como crticas por la derecha argentina el retorno del yrigoye-nismo al gobierno y los sucesivos experimentos polticos que buscaron erradicarlolos nacionalistas de La Fronda y Francisco Uriburu establecieron una alianza en laque convergieron mviles de orden diverso.

    En primer lugar, existieron confluencias ideolgicas que explican ese acercamien-to. Del lado de Uriburu, su frentico antiyrigoyenismo facilit su derrape antidemocr-tico y su aquiescencia al discurso maurrasiano propalado por sus redactores. Del ladode estos operaron notables ambigedades ideolgicas frente al liberalismo, que actua-ron como lmites de su proyecto poltico.78 Ms all del mantenimiento de una retricaen ocasiones antiliberal, los nacionalistas de La Fronda plantearon su oposicin a Yri-goyen desde la perspectiva de la tradicin liberal. Asimismo, reivindicaron al rgimen

    73 Hechos, s; palabras, no, LF, 16/9/30.74 Las elecciones y sus consecuencias, LF, 7/9/37.75 Cuentas claras, LF, 8/9/37.76 El voto pblico, LF, 31/8/37.77 La crisis de una ley, LF, 9/9/37.78 El equvoco vnculo del nacionalismo y la tradicin liberal ha sido abordado para un perodo

    ms extenso en Devoto, o. cit.

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  • 134 cuadernos del claeh 91

    79 Cf. Francisco Uriburu, Mensaje, LF, 13/11/30, y La ideologa de la revolucin, 14/11/30.80 Marcelo Snchez Sorondo, Memorias. Conversaciones con Carlos Pay, Buenos Aires, Sud-

    americana, 2001, pp. 72-73.

    al que solo censuraron la apertura democrtica y no ofrecieron en principio unapropuesta poltica alternativa a la provista por el liberalismo.

    Sin embargo, a pesar de esta doble sintona, tambin fueron perceptibles diver-gencias ideolgicas entre el propietario del diario y su plantel de colaboradores. A pesarde abjurar de la democracia, Uriburu sigui considerando vlidas algunas de sus con-vicciones ideolgicas previas, como el parlamentarismo, la fe en el sistema de partidosy hasta el rol subordinado atribuido al ejrcito en la escena poltica. Si bien reconocicomo imprescindible para derrocar al radicalismo el recurso al elemento militar, Francis-co Uriburu no pareci conferirle el carcter medular en la escena poltica posrevolucio-naria que s le otorgaban los nacionalistas. Esto puede deducirse de su nfasis en laimportancia de los civiles en el movimiento setembrino,79 as como de su por demsindicativa ausencia del pas durante el gobierno militar y su retorno una vez puesta enmarcha la institucionalizacin.

    En segundo lugar, indudablemente hubo consideraciones estratgicas que favo-recieron la alianza. Para los nacionalistas, La Fronda sirvi como plataforma de lanza-miento a un segmento de la opinin pblica diferente de aqul al que interpelaban desdeLa Nueva Repblica y Criterio: un pblico lector de extraccin liberal-conservadora,fuertemente antiyrigoyenista y laico. Para Francisco Uriburu, por su parte, los nacio-nalistas resultaron aliados muy tiles para la agitacin, la conspiracin y la nueva eta-pa en la que estaba en juego la definitiva eliminacin del yrigoyenismo de la arenapoltica. Su relacin no dej de tener una faceta instrumental, tendiente a subordinar-los a su estrategia de construir un escenario poltico libre de la participacin del radi-calismo, pero fundado en la poltica de partidos.

    Los recelos generados por la trayectoria poltica de Justo y el resurgir de una levan-tisca UCR preservaron temporalmente ese vnculo. Sin embargo, una vez que el gobier-no blanque su poltica hacia el radicalismo, disip las objeciones de Francisco Uri-buru y por consiguiente lo condujo con firmeza al redil del oficialismo. La alianza conlos nacionalistas se hizo innecesaria y embarazosa, y se vio complicada por una crecienteincompatibilidad ideolgica entre ambos. Desde el efmero gobierno uriburista, el na-cionalismo fue definiendo ms ntidamente su perfil ideolgico, dejando afuera al libe-ralismo, la democracia y la poltica de partidos, aun cuando continu siendo imprecisoel bosquejo del sistema poltico sustitutivo del vigente y las acciones concretas parainstaurar un nuevo orden. Como perspicazmente recordara dcadas despus MarceloSnchez Sorondo (hijo del senador conservador y diligente militante nacionalista),

    los nacionalistas de mi generacin no tenamos ideas claras de la poltica como mtodopara alcanzar el poder. Tenamos s visin intelectual y pasin ideolgica, que se tradu-can en reflexiones, pero carecamos de una interpretacin prctica de la poltica. Haba-mos elaborado una ortodoxia doctrinaria, demasiado vehemente, que no se condescendacon las concesiones inevitables que reclaman los entendimientos propios del eventualejercicio del poder. Los hombres del nacionalismo ramos intemperantes y refractarios ala coalicin con otras figuras de la poltica.80

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  • 135CONSERVADORES Y NACIONALISTAS EN LA ARGENTINA DE LOS AOS TREINTA

    La ortodoxia doctrinaria y la intransigencia poltica hacan inevitable la rupturade los nacionalistas con las estrategias que Uriburu propiciaba dentro del marco delsistema de partidos. Los forzosos roces entre ambos, atemperados por el fragor de lasluchas polticas durante ms de un lustro, se hicieron entonces mucho ms manifiestos.

    Sin embargo, de esa contradictoria vinculacin subsisti una herencia perdura-ble. As como hasta los primeros aos de la dcada de 1930 el nacionalismo argentinose desarroll en el seno del horizonte ideolgico del liberalismo para iniciar una gra-dual evolucin hacia una definicin poltica emancipada de esa tradicin, algunos desus valores nodales fueron permeando insensiblemente a otras expresiones del espec-tro poltico. En un clima de ideas signado por una creciente polarizacin ideolgica ypor el ascenso irrefrenable de los autoritarismos europeos que habra de desembocaren una nueva guerra, el anticomunismo, el antiliberalismo, el antisemitismo y el des-apego por las instituciones democrticas temas blandidos tradicionalmente por losnacionalistas hallaron una acogida cada vez ms favorable en amplios sectores delarco poltico. Aunque dbiles organizativamente y formalmente rechazados por el con-servadurismo, los nacionalistas ejercieron una influencia desproporcionada frente asu peso numrico y dejaron un rastro indeleble e insospechado en el imaginario de lasociedad argentina, como lo continu evidenciando el discurso radicalizado de la mis-ma hoja de Uriburu a lo largo de la dcada del treinta.

    ResumenEste artculo aborda la vinculacin establecida entre dos tendencias de la derecha losconservadores y los nacionalistas durante una coyuntura clave de la historia argen-tina: la crisis de 1930. A travs del anlisis del caso del diario conservador La Fronday de la nacionalista Liga Republicana, se evalan los factores que llevaron a la instau-racin de esa alianza y a su posterior disolucin. En esa equvoca sociedad intervinie-ron decisivamente consideraciones estratgicas ante el enemigo comn (el gobiernoradical), pero tambin fueron centrales las convergencias ideolgicas en ambas direc-ciones: inicialmente el peso de la tradicin liberal y luego la creciente influencia delideario nacionalista.Palabras clave: Argentina, poltica, historia poltica.

    AbstractThis paper deals with the link between two tendencies of the right conservatives andnationalists during a key juncture of Argentinean history: the crisis of 1930. Throughthe analysis of the case of the conservative newspaper La Fronda, and the nationalistLiga Republicana (Republican League), it assesses the factors leading to that alliancesfounding and later dissolution. In that ambiguous society, there were decisive strate-gic considerations in front of the common enemy (the Radical government), but ideo-logical convergences in both directions were central too: initially, the importance ofthe liberal tradition, and later the increasing influence of nationalist ideas.Key words: Argentina, poltics, political history.

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