marco conceptual y metodológico para los paisajes españoles

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  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles.

    Aplicacin a tres escalas espaciales

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles.

    Aplicacin a tres escalas espaciales

  • Junta de Andaluca.

    Consejera de Obras Pblicas y Vivienda

    De las fotografas: los autores

    Centro de Estudios Paisaje y Territorio

    Coordina la edicin:

    Secretara General Tcnica

    Servicio de Publicaciones

    ISBN: 978-84-7595-244-4

    N Registro: JAOPV/SGT-01-2010

    Fotogrfias: Los dos autores

    Correccin: Rafael Ariza Galn

    Diseo grfico: Estudio Manuel Ortiz

    Impresin: xxxxxxxx

    Depsito Legal:

    MARCO conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles:

    aplicacin a tres escalas espaciales / coordinacin, Jos Gmez Zotano,

    Pascual Riesco Chueca; asesoramiento, Damin lvarez Sala, Jess

    Rodrguez Rodrguez. -- Sevilla : Consejeria de Obras Pblicas y

    Vivienda, Centro de Estudios Paisaje y Territorio, 2010

    467 p. : il. fot. col.; 26 cm.

    D.L. xxxxxx.- ISBN 978-84-7595-244-4

    Direccin cientfica facultativa y seguimiento institucional: Florencio

    Zoido, Centro de Estudios Paisaje y Territorio. Margarita Ortega

    Delgado, Direccin General de Desarrollo Sostenible de Medio Rural;

    Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino.

    1. Paisaje-Andaluca-Espaa 2. Geografa-Andaluca-Espaa 3.

    Anlisis Territorial- Andaluca-Espaa I. Gmez Zotano, Jos II.

    Riesco Chueca, Pascual III. Andaluca. Consejeria de Obras Pblicas y

    Vivienda VI. Andaluca. Centro de Estudios, Paisaje y Territorio

    Equipo realizador

    Investigadores principales

    Jos Gmez Zotano y Pascual Riesco Chueca

    Asesoramiento en el marco del proyecto

    Damin lvarez Sala y Jess Rodrguez Rodrguez

    Direccin cientfica, facultativa y seguimiento institucional

    Florencio Zoido Naranjo, Centro de Estudios Paisaje y Territorio

    Margarita Ortega Delgado, Direccin General de Desarrollo Sostenible del Medio Rural,

    Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino

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    Borrador de presentacin del libro marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    La presente publicacin, auspiciada desde el Ministerio de Medio Ambiente, viene a continuar una larga trayectoria de atencin al paisaje que, desde diferentes aproximaciones y con diverso nfasis, ha permitido ir reuniendo un cmulo de conocimientos y experiencia tanto desde el mbito univer-sitario, tcnico, como en el de las administraciones pblicas.

    La Junta de Andaluca participa en la generacin de este acervo. Lleva impulsando desde los primeros aos de andadura autonmica una lnea de trabajo encaminada a profundizar en el conoci-miento de los paisajes andaluces en todas sus dimensiones, con una vocacin de desarrollar polticas para el paisaje integrables y operativas en el conjunto de la accin pblica. El compromiso con el paisaje ya vio su primer fruto en la elaboracin de la Carta del Paisaje Mediterrneo, aprobada en 1992, iniciativa promovida por Andaluca y otras regiones europeas y que ha tenido un papel relevan-te como precedente y factor impulsor en el proceso de elaboracin del Convenio Europeo del Pai-saje. Particularmente, desde esta Consejera y desde el Ministerio, vinculados a la poltica territorial, cobra adems un sentido especial esta trayectoria porque, siendo el paisaje, tambin, territorio, un buen orden territorial est en la base de paisajes de calidad.

    El paisaje representa una de las ms sentidas, y recordadas en el tiempo, seas de identidad de un pueblo. Testigo permanente de una cultura territorial de adaptacin al entorno y de construccin de hogar a partir del lugar, en una suerte de apropiacin afectiva del territorio que se siente y valora como producto propio de las distintas sociedades.

    Esta consideracin del paisaje como escenario de vida es precisamente la orientacin que prima el Convenio Europeo del Paisaje y el reto que plantea de cara al futuro de nuestros paisajes. Con la ratificacin de este Convenio, el paisaje recibe un impulso nuevo y renovador en su consideracin e intencin, que requiere nuevos enfoques y demanda una ambiciosa labor conjunta de administracio-nes y sociedad en un proceso que ha de llevar a una poltica de paisaje, ahora s, con una intencin expresa que emana de las propias orientaciones del Convenio.

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    El Ministerio de Medio Ambiente, desde su fructfera colaboracin con el Centro de Estudios Paisaje y Territorio y las Universidades Andaluzas, nos brinda con estos trabajos que ahora se ofrecen a la sociedad los elementos, reflexiones y experiencias para conducir este proceso, desde fundamen-tos ms slidos, apoyados en valiosas experiencias ya contrastadas y validadas. Su oportunidad es clara, conscientemente, para llenar de contenido intencionado y actual los criterios y orientaciones del Convenio Europeo del Paisaje, ofrecindonos las claves de un nuevo lenguaje para el paisaje.

    Eduardo Tamarit PradasSecretario General de Planificacin, Ordenacin Territorial,

    Infraestructuras y Movilidad Sostenibles

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    Presentacin

    En junio de 2006 este Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino suscribi con la Universidad de Sevilla un convenio de colaboracin para el asesoramiento y la realizacin de varios trabajos como apoyo a la ratificacin por Espaa del Convenio Europeo del Paisaje del Consejo de Europa, suscrito por Espaa cuando se puso a la firma en Florencia en 2000, circunstancia que felizmente se ha producido en noviembre de 2007, habiendo entrado en vigor dicho acuerdo inter-nacional el 1 de marzo de 2008.

    Los trabajos realizados por la Universidad de Sevilla a travs del Centro de Estudios Paisaje y Te-rritorio (Consejera de Obras Pblicas y Vivienda de la Junta de Andaluca - Universidades Pblicas de Andaluca) han tenido diversas utilidades, principalmente la de apoyar el proceso de ratificacin, pero tambin la de orientar las tareas para la aplicacin del Convenio en nuestro pas.

    El trabajo que aqu se presenta, Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles. Aplicacin a tres escalas espaciales, realizado en el marco del referido convenio de colaboracin, ofrece unos planteamientos innovadores y completos respecto a las exigencias que establece el Con-venio Europeo del Paisaje en sus definiciones principales (paisaje; proteccin, gestin y ordenacin del paisaje; objetivos de calidad paisajstica) y a las medidas generales y particulares que deben ser puestas en prctica.

    La amplitud semntica del concepto de paisaje, que contiene referencias a sus fundamentos natu-rales, al proceso histrico que le da forma y a su valoracin por la sociedad, hacen de l un importan-te recurso para el gobierno de los territorios en su actual complejidad y en los diferentes niveles po-lticos necesarios (comunitarios, estatal, regional y local). Dicha labor ha sido afrontada en Espaa con mtodos procedentes de diversos enfoques disciplinares no siempre plenamente coherentes. Por ello, ante la magnitud de la tarea que es preciso realizar, la disponibilidad de la presente publicacin puede ser de gran utilidad. Principalmente si se tiene en cuenta que el concepto y mtodo en ella propuestos estn siendo los ms aplicados para conseguir dichos fines en toda Europa.

  • 10

    El Ministerio agradece a la Consejera de Obras Pblicas y Vivienda de la Junta de Andaluca, a la Universidad de Sevilla y al Centro de Estudios Paisaje y Territorio el esfuerzo realizado para llevar a cabo la sntesis valiosa que esta publicacin representa, esperando que pueda servir de referencia, ya que en relacin con los paisajes espaoles queda mucho por hacer en los diferentes niveles de la Administracin, particularmente en aquellos ms prximos a los ciudadanos, encargados de velar por la proteccin, gestin y ordenacin de los paisajes.

    Jess Casas GrandeDirector General de Desarrollo Sostenible del Medio Rural

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    Oportunidad y justificacin del trabajo

    Alain Roger seal hace ya casi tres lustros, en su breve y pionera obra Court trait du paysage (1997), la escasez de libros de autor nico en relacin con la temtica paisajstica. Pona as de manifiesto que la mayora de las aportaciones reflejaban puntos de vista iniciales o parciales y de enfoque diverso. En Espa-a hay algunas excepciones significativas a dicha afirmacin (Sancho Royo, 1974; Gonzlez Bernldez, 1981) y en el plazo transcurrido han aparecido en castellano publicaciones de un solo autor y de gran valor (Espaol, 1998; Cncer, 1999; Maderuelo, 2005), aunque tambin aqu siguen predominando los trabajos colectivos, principalmente actas de congresos, seminarios o reuniones multidisciplinares. El trabajo que ahora se justifica, realizado por un equipo formado por personas con diversas formaciones cientficas, es del segundo tipo; tiene el propsito de ofrecer un marco conceptual y metodolgico para los estudios y actuaciones en el paisaje desde una perspectiva nica: la utilidad del paisaje para el buen gobierno del territorio. En este ltimo sentido puede decirse que trata de superar la actual disociacin, justamente sealada por Augustin Berque (2009), entre un creciente aprecio social de los paisajes y el mantenimiento de modos de gestin insuficientes, puesto que la mayora de ellos continan degradndose.

    Esta publicacin es una de las partes del trabajo realizado por el Centro de Estudios Paisaje y Territorio (Junta de Andaluca Universidades Pblicas de Andaluca) para el Ministerio de Medio Ambiente entre 2006 y 2008, que contiene otras aportaciones1. Aspira a convertirse en una gua til para funcionarios, profesionales y estudiosos que en el futuro tendrn que dedicarse con mayor frecuencia que en la actualidad a las tareas de proteccin, gestin y ordenacin del paisaje, puesto que Espaa ha firmado y ratificado el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia, 2000, en adelante CEP), en vigor en todo el Estado desde el 1 de marzo de 2008. El equipo que ha realizado este

    1. Estudio sobre la situacin del paisaje en Espaa. Lneas de intervencin para el desarrollo del Convenio Europeo del Paisaje.Dicho trabajo consta de las siguientes aportaciones, adems de la presentada:

    - Estudio comparado de las polticas de paisaje en Francia, Pases Bajos y Suiza.

    - Recopilacin de referencias al paisaje en el ordenamiento jurdico espaol.

    - El paisaje en la esfera pblica. Discursos, percepciones e iniciativas ciudadanas en torno a los paisajes espaoles.

    - Bases para la aplicacin del Convenio Europeo del Paisaje en Espaa.

    - Asesoramiento a la Administracin General del Estado para la ratificacin del Convenio Europeo del Paisaje.

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    trabajo ha tenido presente en todo momento el gran servicio que en su momento prest la Gua para la elaboracin de estudios del medio fsico (1991) publicada por el Ministerio de Obras Pblicas y Transportes. Salvando las distancias temporales y de organizacin administrativa, se estima que en la actualidad el paisaje es una cuestin emergente, como entonces lo eran las ambientales y de planificacin territorial.

    Si se consulta la bibliografa reciente sobre paisaje producida en Espaa, se observar tambin que siguen prevaleciendo las aproximaciones temticamente parciales o vlidas exclusivamente para paisajes adjetivados (naturales o culturales, urbanos o rurales, histricos o presentes, etc.). El Con-venio de Florencia supera entendimientos fragmentarios, establece que todo territorio es paisaje (art. 2) y slo lo adjetiva para referirse a los espacios degradados, que tambin tienen la condicin de paisajes. Como acertadamente ha sealado Adrian Phillips (2007), director de la Countryside Com-mission inglesa, ha llegado el momento de superar una larga etapa de estriles debates nominalistas, de ponerse a trabajar desde los postulados del CEP para conseguir que las actuaciones pblicas y privadas marquen el punto de inflexin que exprese un neto cambio de tendencia en la evolucin negativa de la mayora de los paisajes europeos.

    Esta publicacin contiene una amplia bibliografa y realiza una sntesis (llevada a cabo por el profesor Pascual Riesco Chueca) de los distintos enfoques y escuelas cientficas que se han ocupa-do del paisaje a lo largo del siglo XX, principalmente en su segunda mitad, pero opta claramente por el concepto establecido en el Convenio de Florencia y por la adaptacin a las disponibilidades informativas espaolas de la prestigiosa metodologa britnica, surgida en el seno de la Countryside Commission, denominada Landscape Character Assessment (en adelante LCA). Esta ltima opcin est basada en varias consideraciones principales:

    En primer lugar, la LCA ha venido afrontando en los ltimos aos los problemas y oportunidades que se presentan en paisajes de distinto tipo, sean de dominante natural, rural, minera, industrial o urbana. Otras metodologas cientficamente asentadas estn casi exclusivamente referidas a los paisajes naturales y rurales.

    Por otra parte, se ha valorado de la metodologa britnica su sentido ms completo respecto a las necesidades de actuacin pblica. La LCA aborda una secuencia entera y progresiva mediante la identificacin, caracterizacin o cualificacin de los paisajes y el seguimiento de las actuaciones en ellos, sean de proteccin, gestin u ordenacin. Los restantes planteamientos metodolgicos son generalmente menos consecuentes desde el punto de vista pblico, se quedan en el anlisis y diagnstico de los hechos objetivos, tomando escasamente en consideracin la percepcin social, o proponen proyectar determinadas intervenciones sin conocimientos previos suficientes.

    Finalmente se estima como un hecho de valor que la LCA sea en la actualidad el mtodo de mayor utilizacin en el conjunto europeo. Si el CEP ha promovido nuevos objetivos para los pai-sajes europeos, abordarlos con un mtodo comn no es una cuestin balad o secundaria. En este ltimo sentido se estima como hecho muy significativo que la propia Countryside Commission, de existencia anterior al CEP y con aplicaciones previas de su propia metodologa, haya adoptado ex-

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    plcitamente este acuerdo internacional (www.naturalengland.org.uk) como punto de partida bsico (definicin, principios, terminologa, etc.) para sus actuales trabajos.

    Esta opcin ntida por la LCA (ver sntesis de la metodologa original en pgs. 217-231 de la presente publicacin) no supone el olvido de otras importantes contribuciones metodolgicas, caso principal-mente de la propuesta por Georges Bertrand (2002) y comnmente conocida como mtodo GTP (Geosistema, Territorio y Paisaje), tambin incorporada aqu. Igualmente se mantienen expectativas importantes sobre la nocin de estructura paisajstica creada por Jean Cabanel (1995), ampliamente utilizada en Francia, y por el concepto asentado en Suiza denominado concepcin de evolucin del paisaje (Bolliger y otros, 2002), ambos relacionados con los paisajes agrarios principalmente.

    La adaptacin de la LCA a las disponibilidades informativas existentes en Espaa tiene tanto li-mitaciones como aportaciones propias. No se trata de un simple mimetismo metodolgico sino, por una parte, de ver qu posibilidades de realizacin tiene cada fase del mtodo base en relacin con la iconografa, cartografa y documentacin escrita disponibles en Espaa y, tambin, de utilizar los conocimientos adquiridos en el Centro de Estudios Paisaje y Territorio en otras investigaciones y tra-bajos. Adems, se es consciente de que la propuesta metodolgica ofrecida no puede pasar de ser una gua indicativa, que es preciso actualizar constantemente y adaptar a las necesidades y posibilidades informativas existentes en cada lugar. Un ejemplo basta para transmitir con sencillez esta idea: la dis-ponibilidad de una buena monografa local o comarcal, o de una tesis doctoral de geografa regional, de historia moderna o contempornea, de ecologa o antropologa relativa a un mbito determinado, cambiar sustancialmente el esfuerzo necesario para identificar, caracterizar o cualificar sus paisajes.

    El marco conceptual y metodolgico aqu ofrecido pretende igualmente ser til para las dife-rentes escalas de trabajo necesarias y habituales en el gobierno del territorio en Espaa. Aunque no estn plena ni satisfactoriamente resueltas las cuestiones competenciales relativas al paisaje, y deban ser superadas ciertas ausencias de la Administracin General del Estado en esta materia (Zoido, 2009), determinados hechos de gran relevancia estn impulsando con fuerza la tendencia a que sean las Comunidades Autnomas el nivel poltico que administre los paisajes espaoles. Sin confundir escala con nivel poltico, se entiende aqu principalmente en relacin con las competencias nti-damente atribuidas de ordenacin territorial y urbanstica que las administraciones autonmicas y municipales van a desarrollar este cometido en relacin con tres escalas espaciales principales: regional, comarcal y local.

    La complejidad de la organizacin territorial del Estado en Espaa (variedad en dimensiones y en atribuciones competenciales, as como por la existencia o no de comarcas, territorios histricos e insulares, etc.) complica una mayor precisin de escalas en el ejercicio metodolgico que aqu se realiza. Los ejemplos reales a los que se refiere dicho ejercicio (el conjunto de Sierra Morena en Andaluca, la comarca andaluza de Sierra Bermeja y un sector de la aglomeracin metropolitana de Sevilla) han sido los posibles en el mbito de los conocimientos adquiridos en el Centro de Estudios Paisaje y Territorio y de los miembros del equipo de trabajo de esta propuesta metodolgica. Se trata, por tanto, de una propuesta posibilista, aunque con pretensiones y oportunidades de ser generalizada;

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    si bien se es plenamente consciente de sus limitaciones en este ltimo sentido, por lo que debe ser considerada slo como una gua.

    Se parte y se desarrolla con mayor nivel de detalle la escala comarcal por dos razones principales. En primer lugar por entender que, en el momento presente, abordar esta dimensin espacial (cen-tenares de km2) puede dar mayores utilidades en el efectivo gobierno del territorio, pero tambin porque se ha entendido que la comarca es, metafricamente, la escala legtima para relacionar los efectos con las causas, los procesos, las presiones y las dinmicas de la mayora de los paisajes.

    Efectivamente, como se ha argumentado recientemente (Manifiesto, 2006) para el buen gobier-no del territorio en Espaa existe una carencia real de instrumentos de ordenacin que hagan posible la coherencia entre los planes municipales en una escala mayor, la comarcal, llmese as o de otra forma, que aporten el conocimiento de las estructuras territoriales y vinculen los procesos naturales de base a la ordenacin de mbitos funcionales que generalmente superan el nivel local. Para esta finali-dad el paisaje aparece como una gran matriz de referencia que contiene y relaciona unos determinados fundamentos naturales de todo territorio con los procesos histricos humanos que lo han modelado y lo han convertido en cultura territorial, cargndolo de manifestaciones formales nicas y de smbolos.

    Cada paisaje, cada tipo de paisaje o rea paisajstica, siguiendo la terminologa de esta aportacin, se explica por las relaciones entre su base natural, su historia y la percepcin de las sociedades que lo ha tenido como marco vital. Ese triple encuentro se ha producido histricamente en la mayora de los paisajes europeos en una escala espacial de algunos centenares de km2 de extensin; aunque en la actualidad, a causa de las grandes transformaciones en las pautas espaciales de movilidad de las personas y del intercambio de bienes, dicho marco dimensional aparezca desbordado, no debe olvidarse que mantiene los mismos procesos naturales de base y que como territorio denominado contiene sentidos identitarios y patrimoniales de alto significado convivencial.

    En esta escala la eleccin de Sierra Bermeja se ha debido a la disponibilidad previa de una tesis doctoral (Gmez Zotano, 2006) con la que, hasta el momento, ha culminado en Andaluca una lnea de investigacin dirigida por los profesores Rodrguez Martnez y Jimnez Olivencia de la Universidad de Granada, con excelentes resultados (Jimnez Olivencia, 1991; Camacho Olmedo, 1995; Martos Fernndez, 1998) en aplicacin de los planteamientos tericos y metodolgicos de Georges y Claude Bertrand. El autor de dicha tesis es uno de los investigadores principales del presente trabajo.

    En la escala regional (o subregional, segn las caractersticas y dimensiones existentes en el nivel poltico autonmico) el paisaje es tambin de imprescindible consideracin, pues su tratamiento a nivel comarcal necesita referentes ms amplios, principalmente en los planos normativos y de participacin social, siempre en relacin con la perspectiva principal de esta aportacin en la que el paisaje se entiende con utilidad para la ordenacin y gobierno del territorio.

    En el ordenamiento jurdico vigente en Espaa sobre planificacin espacial (en la actual termi-nologa comunitaria) los instrumentos previstos se relacionan segn lo que se ha denominado un gradiente inverso de vinculacin y determinacin (Zoido, 2010). Es decir, los planes de mayor rango vinculan a los de niveles ms bsicos, pero a stos les compete la mayor precisin de las deter-

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    minaciones propias de estas figuras de planificacin (localizacin, delimitacin, fijacin exacta de magnitudes, etc.).

    Este argumento, ampliamente seguido y desarrollado en los pases europeos con mayor tradicin pla-nificadora, permite dotar de mayor firmeza a los planteamientos relativos a la ordenacin del territorio y a las polticas del paisaje. Las directrices o planes regionales (o subregionales de reas extensas que con-tengan ms de una comarca) deben establecer tipos o reas paisajsticas vinculables a valores y procesos naturales, patrimoniales y funcionales que exceden el mbito comarcal y que, simultneamente, se si-tan en un rango de mayor detalle que el que se pueda recoger en una norma general (ley, decreto) que refleje el reconocimiento jurdico debido al paisaje (art. 5.a del CEP), segn el compromiso contrado en Espaa por el instrumento de ratificacin del Convenio de Florencia (B.O.E. n 31 de 5/2/2008).

    Por otra parte, en el marco de relaciones sociales contemporneo, determinados instrumentos o me-canismos de participacin pblica exceden significativamente las escalas local y comarcal y, por tanto, deben ser tenidos en cuenta en relacin con los organismos y entidades sociales correspondientes. La participacin social en los procesos de decisin pblica (todava insuficientemente regulada en Espaa) cobra sin duda su mayor sentido en las escalas ms prximas al ciudadano, es decir, local y comarcal, pues en ellas se plantean las decisiones concretas que afectan a derechos y deberes particulares inheren-tes a toda planificacin territorial. A nivel individual estas mismas poblaciones muestran escaso inters, o incluso se inhiben totalmente, cuando el instrumento planificador desborda su marco de vida cotidiano. Pero en dichas escalas espaciales superiores se convierte en decisiva la intervencin de entidades pblicas o colectivas; pinsese en diputaciones provinciales, cabildos y consejos insulares con amplia capacidad de decisin en gestin o, incluso, en ordenacin territorial, en organismos de cuenca, en agrupaciones sectoriales de empresarios, en asociaciones cvicas para la defensa o custodia del territorio, etc., cuyos po-sicionamientos suelen ser afines a intereses generales de mayor escala que los locales o comarcales.

    En este trabajo se ha seleccionado el mbito de Sierra Morena, en su parte andaluza, por las razones recin enunciadas y por algunos otros hechos significativos desde la propia lgica del mtodo. El Plan de Ordenacin del Territorio de Andaluca (2006), figura prevista en la ley del mismo nombre de dicha Comunidad Autnoma, aprobado por decreto y adaptado a las regulaciones establecidas por el Parla-mento de Andaluca, designa Sierra Morena como uno de los cinco dominios territoriales en los que se divide la regin, con el fin de establecer las grandes orientaciones con relacin a la utilizacin del territorio y los recursos. Dicho Plan concede gran importancia al paisaje, aunque no desarrolla plan-teamientos o determinaciones especficas por mbitos intrarregionales. Justamente sa sera la tarea a realizar a partir del mtodo aqu propuesto; necesidad que puede aparecer tambin en otros grandes mbitos de Andaluca (litoral, depresin del Guadalquivir, etc.) o en otras Comunidades Autnomas.

    Por otra parte, se ha tenido en cuenta la gran homogeneidad territorial y paisajstica de Sierra Mo-rena; un mbito con gran unidad geolgica y como territorio humanizado dependiente de las ciudades prximas al Valle del Guadalquivir, segn la interpretacin, ampliamente influyente, del prestigioso historiador Antonio Domnguez Ortiz (1983). Los conocimientos cientficos disponibles en el Centro de Estudios Paisaje y Territorio permitan abordar este espacio extenso para ejemplificar las finalidades

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    antes sealadas, aunque con plena conciencia de sus limitaciones. En la actualidad el mismo Centro de Estudios realiza para la Consejera de Medio Ambiente de la Junta de Andaluca un nuevo trabajo de investigacin aplicada (Inventario de recursos paisajsticos de Andaluca) para cuya primera fase se ha elegido el mismo mbito y se estn profundizando los conocimientos que podran dotar de criterios ms desarrollados a la gestin autonmica de los recursos naturales y paisajsticos de Sierra Morena.

    Por ltimo el marco conceptual y metodolgico ahora presentado contiene un ejemplo relati-vo a la escala local. Tambin esta parte del trabajo realizado necesita ser justificada. El caso que se presenta ha sido realizado por Damin lvarez Sala, director del Gabinete de Estudios de Paisaje de la Empresa Pblica de Suelo de Andaluca; se basa en un trabajo previo orientador de un plan parcial residencial, relativo al sector meridional de la aglomeracin metropolitana de Sevilla, en las inmediaciones de la barriada de Bellavista y el llamado Cortijo de Cuarto.

    Obviamente se trata de un ejemplo entre otros muchos posibles en relacin con las que, sin duda, son las reas ms necesitadas y las que presentan mayores retos para la ordenacin con criterios paisajsticos: el borde urbano y los suelos urbanizables o de expansin, en muchas ocasiones carac-terizados por una mezcla de usos escasamente relacionados. Hace algn tiempo la arquitecta Rosa Barba (1999), pionera en Espaa de la consideracin del paisaje en tareas de ordenacin urbanstica y territorial, seal esta parte del territorio como innombrable y la ms seductora en lo que pueda aadir la consideracin del paisaje a su comprensin.

    En el momento actual se estn produciendo interesantes aportaciones sobre la dimensin pai-sajstica en relacin con diversas actividades a escala local, incluso al nivel del proyecto de obra; es el caso de la planificacin, proyecto y gestin de las carreteras (Espaol, 2008), las instalaciones de energa solar fotovoltaica (Mrida y Lobn, 2009) o las obras hidrulicas (Rodrguez y Espaol, 2010); paradjicamente, las actuaciones ms frecuentes y con mayor incidencia en los paisajes, las relativas a la expansin o crecimiento de los ncleos urbanos, apenas han atrado en Espaa la aten-cin de los estudiosos o proyectistas.

    Con el caso presentado el Centro de Estudios Paisaje y Territorio ha pretendido mostrar un primer ejemplo de relacin entre los aspectos bsicos del marco metodolgico aplicado a las otras dos escalas y la necesidad de desarrollarlos para el tratamiento de los paisajes urbanos al nivel local; no obstante, se es plenamente consciente de que para esta finalidad la mayor parte del trabajo est por hacer.

    Aunque los tres ejemplos elegidos para probar la metodologa sean andaluces, su lectura, as como la de los planteamientos conceptuales previos, puede ser til para trabajar con otros paisajes en cualquier parte de Espaa. Tal es el propsito de esta publicacin.

    Florencio Zoido NaranjoDirector del Centro de Estudios Paisaje y Territorio

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    Antecedentes y autora

    Proceso de realizacin

    El presente libro se origina en un Convenio suscrito entre el antiguo Ministerio de Medio Ambiente (actual MARM), la Universidad de Sevilla y el Centro de Estudios Paisaje y Territorio (CEPT),1 que, entre otras obligaciones, inclua la redaccin de un Marco conceptual y metodolgico para la aplicacin del Convenio Europeo del Paisaje.

    En el desarrollo correspondiente de la Memoria del Convenio, se sealaba la oportunidad de avanzar en la definicin de mecanismos conceptuales y metodolgicos que permitan la integracin de las diferentes clasificaciones e inventarios en una estructura jerarquizada comn. El presente estudio se deriva del punto B del mtodo expuesto en la Memoria: B. Realizacin de un diagnstico de la situacin actual de las polticas y los recursos paisajsticos en Espaa. Y, ms en particular, del apartado B3: Creacin de un marco conceptual que permita valorar el estado de los recursos paisajsticos en Espaa y la incidencia de las principales dinmicas y procesos que en mayor medida estn afectando a sus fundamentos y caractersticas bsicas.

    En cuanto a la inspiracin conceptual y metodolgica, el presente estudio es deudor de dos lneas de trabajo principales:

    El procedimiento de Georges Bertrand para la clasificacin del espacio geogrfico, ensayado y adaptado en la Universidad de Granada por Francisco Rodrguez Martnez y posteriormente consolidado como metodologa de paisaje por la profesora Yolanda Jimnez Olivencia2.

    1. Convenio Especfico de Colaboracin, suscrito en 2006 y completado en 2008, entre el Ministerio de Medio Ambiente (Secretara General para el Territorio y la Biodiversidad) y la Universidad de Sevilla para realizar el Estudio sobre la situacin del paisaje en Espaa y el establecimiento de lneas de intervencin para el desarrollo de la Convencin Europea del Paisaje.2. Cabe destacar, entre otras muchas, las siguientes aportaciones, referenciadas en la bibliografa: Jimnez Olivencia y Moreno Snchez (2006) y Jimnez Olivencia (2006).

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    18

    El cuerpo terico asentado en torno a las conexiones entre ordenacin del territorio y paisaje, muy destacadamente reflejado en la obra de Florencio Zoido Naranjo.

    El trmino paisaje, entendido en su sentido ms amplio, suscita actualmente un gran inters, que ha desembocado en innumerables aportaciones acadmicas y tcnicas. Pero la preocupacin por este tema, enfocado cientficamente y con un criterio geogrfico moderno, hunde sus races en capas ms antiguas de erudicin; y es de justicia sealar que fueron los gegrafos catalanes los primeros en desarrollar su inters hasta el punto de proponer una secuencia metodolgica para abordar este tipo de estudios complejos, si bien no desde la ptica actual del concepto paisajstico3. Con posterioridad, los gegrafos aragoneses del Instituto Elcano, inspirndose en obras clsicas de la geografa francesa como el pequeo libro de Cressot y Troux (1949), completaron otra serie de publicaciones de gran inters4. Los gegrafos y otros cientficos de esta hora saben bien el gran valor de tales estudios, considerados precursores del anlisis geogrfico que, en el fondo, subyace en el mtodo de trabajo propuesto en esta publicacin para la aplicacin del Convenio Europeo del Paisaje.

    A travs de sucesivas reuniones del equipo de trabajo, se fue desarrollando el contenido que da cuerpo al presente libro. Las aportaciones principales y el grueso de la redaccin han sido obra de Jos Gmez Zotano y Pascual Riesco Chueca. Gran parte de los textos fueron objeto de discusin en sucesivas reuniones del equipo, y se enriquecieron con la experiencia terica y conceptual del personal del Centro de Estudios Paisaje y Territorio.

    El libro consta de unos captulos iniciales, de introduccin y revisin metodolgica, que conducen a la propuesta de un mtodo simplificado para el estudio del paisaje a diferentes escalas; la parte siguiente trata de la aplicacin y calibracin del mtodo, ensayada en tres escalas que se consideran destacadas como referencia para la aplicacin del Convenio Europeo del Paisaje: escala local, comarcal y subregional.

    La autora de los captulos que componen el libro ha sido dividida con arreglo al siguiente esquema. El desarrollo de la escala comarcal, en la que se establece e ilustra con todo detalle el eje principal de la metodologa, ha correspondido a Jos Gmez Zotano. La referencia a la visibilidad en los desarrollos del mismo captulo, entendida sta como parte integrante del conocimiento del paisaje, se basa en planteamientos generales e indicaciones precisas de Jess Rodrguez Rodrguez.

    Han corrido a cargo de Pascual Riesco Chueca los captulos de la parte introductoria (Introduccin, Fuentes, Atributos, Dinmicas, Calidad). En la escala local, el ncleo ilustrador de la metodologa deriva del estudio Aplicacin a un proyecto de extensin en continuidad de la ciudad en el rea metropolitana de Sevilla. El Cortijo de Cuarto realizado por Damin lvarez Sala (2007), del Gabinete de Estudios de Paisaje, Empresa Pblica de Suelo de Andaluca, Consejera de Obras

    3. Vase en Lubelza (1911), Palau Vera (1915), Vila (1923) e Iglesias (1950). 4. Destaca Casas Torres et al. (1950). Es imprescindible mencionar, por otra parte, la extensa obra de Maria de Bols, de la que se incluyen algunas referencias destacadas en la bibliografa.

  • Pblicas y Vivienda. El resto de este captulo, as como el correspondiente a la escala subregional (Sierra Morena), han sido redactados por Pascual Riesco.

    Finalmente, en el captulo Mtodo: integracin en un procedimiento evaluativo y propositivo, que sirve de transicin entre la parte primera, introductoria, y la parte segunda, de calibracin de la metodologa mediante su aplicacin a ejemplos, se ha contado con contribuciones de Jos Gmez Zotano, de cuyo mtodo expuesto en la escala comarcal deriva la sntesis aqu expuesta; de Jess Rodrguez Rodrguez, quien ofrece una panormica sobre el mtodo britnico de estimacin del carcter paisajstico (LCA); y de Pascual Riesco, que complement y orden estos materiales.

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

  • 23

    En los ltimos aos, se registra una abundante floracin de estudios y proyectos de inspiracin paisajstica, una reiterada germinacin del trmino paisaje como palabra de moda, y la preocupacin emergente en algunos ambientes y sectores ante la rpida evolucin de las formas del territorio. Todos ellos son factores que se combinan para sugerir la oportunidad de ordenar conceptos y ofrecer propuestas clarificadoras que saquen provecho de la riqueza metodolgica existente, facilitando la tarea sobre todo a quienes, trabajando por encargo o al servicio de la Administracin, se enfrentan a la necesidad de realizar des-cripciones, inventarios, diagnsticos o proyectos referidos al paisaje espaol.

    La consideracin del paisaje, y por lo tanto, el contenido terico y prctico asociado a l, ha sido cambiante. Sin embargo, con unos u otros encuadres, el paisaje ha sido objeto de atencin creciente en Europa desde hace largo tiempo. Los primeros instrumen-tos legales, orientados a la defensa de objetos patrimoniales y enclaves de valor simblico-patritico, se suceden durante el primer tercio del siglo XX. Se trata de una legislacin dispersa en tiempo y carcter. La segunda guerra mundial supone una interrupcin general de la actividad legislativa, por lo que hay que esperar a los aos sesenta para registrar una nueva progresin, especialmente centrada en aspectos de ordenacin y gobierno del territorio.

    En la dcada de los ochenta, el paisaje est subsumido dentro de la reivindicacin de los valores ecolgicos y naturales. Se re-gistra por primera vez un esfuerzo de armonizacin de procesos y polticas, en parte dictado por las normativas de la Comunidad Europea. Las leyes de evaluacin del impacto ambiental, con mayor o menor repercusin paisajstica, hacen su aparicin. A partir de los noventa, se desencadena una intensa corriente de leyes y ordenanzas ms especficamente dirigidas al paisaje.

    Los rasgos dominantes de tal evolucin pueden ilustrarse con el siguiente esquema, que, aunque centrado en las caractersticas de las leyes, es en gran medida extensivo a otras manifestaciones tales como la investigacin y la valoracin del paisaje.

    Introduccin al marco conceptual

    Encuadre y perspectiva

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    24

    Figura 1: Conceptualizaciones dominantes del paisaje en la historia reciente Tras una poca en la que la poltica del paisaje era ante todo proteccin (Luginbhl, 1989; Cncer Tomar, 1995; Menor Tori-bio et al., 2003), alborea en efecto un nuevo modelo de interven-cin, cuyas lneas de fuerza son las tres componentes descritas por el Convenio Europeo del Paisaje: no slo proteccin, sino tambin gestin y ordenacin (Busquets Fbregas y Cortina Ramos, 2009). Simultneamente, la inicial canonizacin de paisajes sobresalientes, que en un principio eran los nicos con-siderados objeto de atencin pblica, es reemplazada por una vocacin totalizadora, que ve paisaje en todo el espacio. Este planteamiento sita al paisaje en la larga duracin y extiende el mbito de atencin para cubrir la totalidad del territorio: doble ampliacin, en lo espacial y lo temporal, que obliga a renovar radicalmente los presupuestos tericos y metodolgicos del an-lisis y la praxis del paisaje.

    Esta doble ampliacin del concepto supone cambios de im-portancia. En lo temporal, adems de la mirada insistente hacia el legado paisajstico que se concreta en la proteccin de las ma-nifestaciones heredadas del pasado (la naturaleza en su hibrida-cin con la historia, amasada por los siglos, produce el paisaje), se remarca la necesidad de ofrecer a los paisajes del presente una gestin, de abrirse a visiones de paisaje, concretadas en for-ma de objetivos para el futuro, y de tomar la iniciativa para diri-gir la evolucin de determinados territorios, mediante medidas de ordenacin. Con ello, el paisaje queda asentado sobre la total extensin temporal, y se aporta un estmulo de accin proactiva (el paisaje est tambin en el futuro) que puede ayudar a supe-rar el entumecimiento y la desmoralizacin causados por una actitud puramente defensiva basada slo en la proteccin. En lo espacial, la consideracin de todo el territorio como paisaje significa una llamada a la dignificacin de cualquier espacio, incluidos los paisajes ordinarios o degradados (Bigando, 2004; Luginbhl, 2007; Meinig, 1979), e implica que determinadas ca-tegoras visuales dejan de estar situadas en el centro de la discu-sin paisajstica. En particular, la referencia esttica no puede imponerse como centro argumental por diversas razones:

    Fuente: Elaboracin propia

    Paisaje como escenario simblico o reservorio de esencias patriticas

    1900-1930

    Paisaje como elemento en la ordenacin territorial o como marco

    de convivencia social

    1960

    Paisaje como marco vital: hincapi en los procesos y en las percepciones.

    Encuadre trasnacional

    1990

    Paisaje como indicador ecolgico

    1980

    PAUSA EN TORNO A LA GUERRA

  • Introduccin al marco conceptual

    25

    La difcil comunicacin en ausencia de un bagaje cognitivo y

    terminolgico muy depurado (Hamill, 1985; Kck, 1986; Parsons y

    Carlson, 2004; Ritter, 1963),

    El carcter eminentemente prctico de la valoracin paisajstica

    y, por lo tanto, indisociablemente ligado a consideraciones ticas

    (Seel, 1991, 1996).

    En lugar del argumento esttico, adquiere creciente impor-tancia el concepto de solidaridad, bienestar y salud (Luginbhl, 2006; Abraham et al., 2007), que se asocia con la consideracin del paisaje ms como marco vital que como decorado, ms en-tendido como un residir que como un visitar; y por lo tanto, el paisaje adquiere la condicin de un derecho ciudadano que impone unas prioridades de accin (Priore, 2002; Pedroli et al., 2006; Sgard, 2008), un derecho moldeable mediante un ejerci-cio de inteligencia colectiva para dignificar y expandir el bien-estar de la poblacin. El paisaje, como recurso que ofrece vas hacia el bienestar privado y pblico, suministra una informacin implcita, no declarativa, sobre el orden del mundo, aportando a la sociedad indicadores de armona y durabilidad. Es a la vez un marco vital y un garante de dignidad para la excursin de los sentidos sobre el territorio. El viajero, sea turista, sea paseante, destina energas a la contemplacin ritualizada de las cosas. El residente es pasivamente sensible a los objetos y composiciones de su espacio. Mejorar la calidad del paisaje equivale a trascen-der los lmites, automatismos y servidumbres de la instalacin humana en su entorno. A medida que aumenta el hacinamiento en el mundo y el potencial de conflictos por instalacin, la cali-dad del territorio se convierte en un requerimiento moral.

    De ah la importancia del paisaje como broche territorial, un marco de coherencia donde las polticas sectoriales y los intere-ses particulares se encuentran y armonizan. El paisaje revela, como un fiel contraste, los desajustes de la convivencia. En la misma medida, acta como instrumento mejorador de la demo-cracia (Zoido Naranjo, 2004). Los abusos y desconsideraciones en el aprovechamiento del espacio se ponen prestamente de re-lieve en la fisonoma del territorio. Un paisaje bien mantenido es un espejo preciso donde se refleja la sociedad, y donde los

    atropellos de particulares o empresas se hacen evidentes. No ocurre lo mismo en un paisaje degradado y catico, en el que las conductas abusivas pueden pasar desapercibidas dentro de la chirriante confusin general. sta es una dimensin que est en la raz del valor del paisaje: su capacidad de armonizar con-flictos (delatando anticipadamente tensiones sociales, ofrecien-do tareas para la creacin de comunidad, proporcionado claves de integracin al emigrante) y, por lo tanto, su potencial como factor de convivencia.

    De forma destacada, la necesidad de renovacin de las cate-goras del paisaje se ha manifestado a travs de la aparicin de la metodologa britnica de estimacin del carcter paisajstico (LCA, Landscape Character Assessment: Countryside Agency and Scottish Natural Heritage, 2002; vase una presentacin re-ciente en Swanwick, 2009). En s misma supone un giro en la concepcin dominante del paisaje, que pasa de ser considerado un fenmeno preferentemente visual a entenderse como una ntima y compleja relacin entre las personas y el lugar (people and place) (Jensen, 2005; Dakin, 2003; Russell, 1997; Setten, 2006), y como un agente unificador entre disciplinas de anlisis del espacio (Crumley y Marquardt, 1990; Vogt et al., 2002). La insistencia en el contenido relacional del concepto de paisaje, entendido por tanto no como un objeto sino como una relacin o un sistema, ya estaba presente en numerosos estudios tericos anteriores (Berque, 1990 y 1994; Joliveau, 1994). Como tal, el paisaje es resultado de numerosas entrefases, siendo a la vez sub-jetivo y objetivo, natural y cultural, ideal y material, individual y social (Bertrand, 1992). As pues, cualquier teora integradora del paisaje ha de ser capaz de rendir cuentas de esta aparente duali-dad entre lo real y lo representado, la naturaleza y la sociedad, las formas y los procesos, la constriccin fsica y la representacin psicolgica, el espacio y la imagen: dualidad que se resuelve en el seno de conceptualizaciones ms amplias y giles.

    Por otra parte, la metodologa LCA ofrece una respuesta pragmtica, bien ensayada, a la cuestin del deslinde entre pai-sajes: dnde termina un paisaje y empieza otro? En una re-flexin extensiva a los paisajes, Ingold (1993) sostiene: los luga-res tienen centros de hecho parece ms apropiado decir que

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    26

    son centros, pero no tienen fronteras. Cualquier despiece territorial, que lo zonifique mediante unidades, reas, tipos o de-marcaciones, no deja de ser una construccin mental al servicio de algn propsito. La mirada, la memoria y las expectativas del observador se derraman fuera de molde, enlazando cualquier paisaje con sus vecinos, prolongando el campo de lo contem-plado y desbordando los lmites de cualquier mbito. De forma emprica, la LCA propone una articulacin iterativa en reas y tipos, basada en el reconocimiento del carcter, en la que se alterna el principio de concrecin localizadora (cada rea es un lugar con un nombre) con el de tipificacin abstracta (cada tipo es un conjunto de rasgos de carcter que se manifiesta en distin-tas localidades).

    La otra pieza central en las reflexiones y aportaciones que siguen es el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), instrumento fraguado a partir de mediados de los aos noventa, elaborado en el seno del Consejo de Europa y concluido en 2000 en la ciudad de Florencia (Priore, 2006). Es el nico instrumento internacional dedicado exclusivamente a los paisajes europeos. A esta iniciativa, renovadora en lo conceptual y en lo adminis-trativo, se ha adherido una parte considerable de los Estados europeos (Espaa ratific el CEP en 2007). Es de gran alcance y contenido polmico la definicin de paisaje contenida en el convenio: cualquier parte del territorio tal como la percibe la poblacin, cuyo carcter sea el resultado de la accin y la in-teraccin de factores naturales y/o humanos. Por un lado, los factores naturales y los humanos aparecen deliberadamente en-lazados, para sugerir que el Convenio pretende apartarse de la discusin entre la dominancia, o incluso la polarizacin, entre ambos. Por otra parte, y ste es un punto que ha provocado cierto debate y alguna reticencia, el paisaje se sita en la sub-jetividad colectiva: tal como lo percibe la poblacin, o, en la versin francesa, telle que perue par les populations, un plural que quiere sugerir la heterogeneidad tnica y cultural que puede componer el poblamiento de un determinado paisa-je (huyendo de la asociacin tendenciosa que vincula un terri-

    torio a unos pobladores primigenios o naturales). Se corre con esta clusula el riesgo de someter algo destinado a perdurar, el paisaje, al capricho o a la superficialidad de un plebiscito. Las poblaciones pueden dejarse llevar por modas; pueden quedar a merced de la inestabilidad perceptiva caracterstica de una contemplacin perezosa, intermitente o ablica; pueden situar el paisaje en un segundo plano de atencin, dejando la inicia-tiva y cediendo la voz a agentes sociales con intereses robus-tos y sesgados. Todos estos peligros existen, ciertamente. Pero el Convenio pretende contravenirlos mediante un constante enriquecimiento del debate, y una llamada a ver y disfrutar el paisaje desde una pluralidad de territorios personales y trayec-tos cotidianos. La diversidad subjetiva, si es tratada en grandes conjuntos de opinin, presenta regularidades y coherencia. Lo subjetivo, cuando se incardina en una comunidad de discusin y percepcin, adquiere a travs de procesos de socializacin y deliberacin una solidez y una estabilidad de la cual no goza la subjetividad atomizada de los individuos.

    La oportunidad del presente intento metodolgico viene su-gerida en las Orientaciones que acompaan al Convenio. Las diversas prcticas ya en curso, experimentales u operativas, en los diferentes Estados europeos, revelan una diversidad de en-foques en la produccin de conocimientos que son el reflejo de la diversidad de concepciones culturales. No obstante, existe una clara conciencia de la inadecuacin de los instrumentos tericos y metodolgicos ms utilizados para las necesidades de la accin. Demasiado a menudo responden a universos disci-plinarios compartimentados, mientras que el paisaje demanda respuestas adecuadas a las escalas de tiempo y espacio transver-sales que puedan satisfacer la necesidad de conocimiento de las transformaciones permanentes a nivel local. En consecuencia, pueden entenderse estas pginas como un intento de superar la citada compartimentacin, ofreciendo una panormica meto-dolgica y una propuesta contrastada para adecuar nuestro co-nocimiento paisajstico a los nuevos requerimientos marcados por el Convenio Europeo del Paisaje.

  • Introduccin al marco conceptual

    27

    Una vez que el paisaje es asumido polticamente y se le dota del oportuno reconocimiento jurdico, se pone en marcha un proceso que, como se indica en el Convenio Europeo del Paisa-je, cuenta con las siguientes etapas fundamentales, antesala de toda accin paisajstica:

    el conocimiento de los paisajes, desglosado en las tres tareas de

    identificacin, caracterizacin y cualificacin;

    la formulacin de objetivos de calidad paisajstica;

    la puesta en prctica de estos objetivos mediante acciones de protec-

    cin, gestin y ordenacin del paisaje en el tiempo, distinguiendo entre

    medidas y acciones excepcionales, y medidas y acciones ordinarias;

    el seguimiento de transformaciones, evaluacin de los efectos de

    las polticas, posible redefinicin de opciones.

    Se desea evaluar hasta qu punto la experiencia descriptiva en materia de paisaje en Espaa satisface o anticipa las exigencias del Convenio en estos puntos. Para ello es importante tener en cuenta que el CEP ha producido una nutrida cosecha de textos acompa-antes, que ayudan a precisar y desarrollar las nociones de su arti-culado. Se trata, entre otros, del Informe Explicativo y de las Orien-taciones, disponibles junto con muchos otros materiales de inters en la pgina que el Consejo de Europa dedica al paisaje: www.coe.int/t/dg4/cultureheritage/heritage/landscape/default_EN.asp.

    Las tareas ligadas al conocimiento se expresan en el artculo 6.c. del CEP: Identificacin y cualificacin. Dicho artculo reco-ge dos obligaciones principales:

    A. Identificacin de paisajes nacionales. Se trata de identificar y

    caracterizar los paisajes, analizando sus atributos, as como las di-

    nmicas y presiones que los modifican; y rendir cuentas de tales

    transformaciones.

    B. Cualificacin, es decir, valoracin de los paisajes antes identifi-

    cados, incluyendo los criterios de valoracin que puedan emanar

    de los agentes sociales y la poblacin interesada.

    En el Informe Explicativo, estas tareas se argumentan como sigue. Se trata de ofrecer bases slidas para la accin a largo plazo sobre el paisaje. De ah la necesidad de profundizar en el conocimiento de ste, de documentar su evolucin y de inte-grar la valoracin de los habitantes. La calificacin o cualifica-cin inherente al punto segundo no ha de ser necesariamente numrica.

    Como indican las Orientaciones, ello implica un anlisis del paisaje en los planos morfolgico, histrico, cultural y natural, y de sus interrelaciones, as como un anlisis de las transformacio-nes. La percepcin del paisaje por las poblaciones que participan de l debe ser tambin analizada, desde el punto de vista tanto de su desarrollo histrico como de su significado reciente.

    La primera obligacin (caracterizacin e identificacin) puede considerarse parcialmente satisfecha gracias a la admira-ble iniciativa Atlas de los Paisajes de Espaa (Mata Olmo y Sanz Herraiz, 2003). En efecto, la descripcin del Informe Explicativo correspondiente a este punto menciona una tarea, ya realizada, de examen y censo de paisajes, mostrando el carcter especfico de los diferentes paisajes, en su combinacin particular de com-ponentes naturales y antropognicas. La referencia del informe a tcnicas informticas, y a la cartografa automtica, remite de nuevo a un desarrollo que el Atlas ha completado.

    La disparidad de los paisajes espaoles (116 tipos bsicos) obedece, segn los criterios del Atlas, a tres tipos de diversidad: la geomorfolgica, o natural, ligada al relieve; la bioclimtica, segn la cubierta vegetal; y la diversidad de usos humanos del suelo, que depende del aprovechamiento del suelo. Se trata de una descripcin eminentemente geogrfica, en la que las otras dimensiones del paisaje consagradas por el CEP reciben una atencin menos prioritaria. En cualquier caso, la existencia del Atlas es plenamente compatible con otros desarrollos tendentes a la caracterizacin e identificacin ms exhaustiva de partes del territorio. Determinadas comunidades autnomas han ini-ciado actividades descriptivas que llevan ms lejos el proceso

    Los requerimientos del Convenio Europeo del Paisaje y el contexto espaol

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    28

    iniciado en el Atlas, tanto en lo que se refiere a nivel de desglose (paisajes, en tipos y reas, de menor extensin) como al grado de ambicin otorgado a las caracterizaciones de cada paisaje. Por otro lado, son numerosas las iniciativas independientes de clasificacin de paisajes espaoles, en mbitos parciales o en la totalidad del territorio, con arreglo a diferentes criterios (Garca del Barrio et al., 2003; Garca-Feced et al., 2008; Blanco, 1979; Gmez Mendoza, 1999a; Daz Bea, 2000; Moniz et al., 2005).

    La obligacin siguiente, referida a la cualificacin, requiere sin embargo una movilizacin mucho ms intensa. Segn las Orientaciones al CEP, la cualificacin se compone de acciones

    dirigidas a determinar el lugar particular que la poblacin y los agentes implicados atribuyen [a un paisaje determinado], a partir de un conocimiento probado de las caractersticas de los lugares y de sus objetivos. Apenas se dispone en nuestro pas de informacin sistemtica sobre la organizacin social en torno al paisaje, ni de la sensibilidad al respecto, incluidas las coalicio-nes de inters y de discurso (Hajer, 1995; Hard, 1970; Pardoel y Riesco Chueca, 2008) que estructuran la opinin y la valora-cin social del paisaje. Anlogas limitaciones se registran en lo tocante a la participacin, la fijacin de objetivos de calidad, la articulacin de polticas del paisaje o el seguimiento de ste.

    A partir de las premisas anteriores, una sntesis conceptual y metodolgica como la que aqu se pretende ofrecer slo puede tener utilidad si ayuda a poner en valor todo el conjunto de enfoques analticos y toda la informacin en forma bruta o refi-nada disponible. El Convenio Europeo del Paisaje inaugura un extenso campo de tareas, que cuentan ciertamente con abun-dante apoyo documental, orientaciones y buenas prcticas. Las reuniones de los talleres para la aplicacin del Convenio, orga-nizados por el Consejo de Europa, han profundizado en temas tiles como referencia para la puesta en prctica del Convenio. Lo mismo cabe decir de iniciativas como la estimacin del ca-rcter paisajstico (LCA) iniciada en el Reino Unido. Esta abun-dante disponibilidad de recursos para el estudio y la poltica del paisaje supone a la vez un estmulo y una posible causa de des-aliento, ante la enormidad de las perspectivas que se abren y la espesa carga documental que flota sobre ellas.

    Dependiendo del rango taxonmico de un rea objeto de anlisis, las tareas definidas en el CEP pueden recaer en mayor o menor medida en la administracin del Estado5 o en niveles administrativos locales o autonmicos. Los mbitos de mayor grado de abstraccin (asociaciones segn la terminologa del

    Atlas de los Paisajes) y las categoras o gneros paisajsticos que gozan de alguna singularidad europea (dehesa, huerta), as como determinadas reas fronterizas o rayanas entre comunida-des autnomas, pueden recibir la atencin expresa de la Admi-nistracin central; otras reas ms localizadas recaeran, segn los casos, en otros niveles de la Administracin. A propsito de ello, es de inters sealar que el Convenio entre el Ministerio de Medio Ambiente y el CEPT que da origen al presente libro ha supuesto la elaboracin de unas Bases de Directrices para la Proteccin, Gestin y Ordenacin de los paisajes en Espaa. El citado documento tiene como finalidad el establecimiento de los principios, objetivos y estrategias a desarrollar por la admi-nistracin general del Estado en materia de paisaje, pudiendo identificar igualmente mbitos y lneas de coordinacin y co-operacin con otros poderes pblicos o agentes privados con el objeto de gestionar adecuadamente los recursos paisajsticos en Espaa. En la prctica, la elaboracin de estas bases de directri-ces ha supuesto entre otras cuestiones una clarificacin compe-tencial y un posicionamiento general del Estado en relacin con las polticas del paisaje, mediante el cual se han identificado los campos de actuacin especficos de la administracin central

    Planteamiento adoptado

    5. El Instrumento de ratificacin del Convenio Europeo del Paisaje (nmero 176 del Consejo de Europa), hecho en Florencia el 20 de octubre de 2000, fue expedido el 6 de noviembre de 2007 por el Reino de Espaa.

  • Introduccin al marco conceptual

    29

    y los mbitos en los que existe una confluencia competencial con las administraciones autonmicas y locales. A partir de esta clarificacin competencial, la administracin central del Estado podra definir la orientacin general y las actuaciones priorita-rias a desarrollar en los prximos aos en materia de paisaje.

    Regresando a los objetivos del presente libro, adems de ofrecer una estructura terico-metodolgica de anlisis paisajs-tico, el marco propuesto debe permitir, en estudios de conjunto que quedan planteados para el futuro, inferir criterios para rea-lizar un balance de situacin, mostrando valores y debilidades, en suma, el debe y el haber del paisaje espaol: cules son los recursos y oportunidades, y cules son las dinmicas, presiones y amenazas, as como sus repercusiones potenciales.

    Por otra parte, el citado marco terico-metodolgico permi-tira, y as se muestra usando algunos paisajes particulares como instrumento de ensayo, procesar la ficha descriptiva de un espa-cio de inters, sea cual sea su extensin en el rango local-comar-cal-subregional, acercndolo a los requerimientos del CEP. Y el anlisis de recursos y amenazas debe, en la medida de lo posi-

    ble, tener una orientacin constructiva, sealando oportunida-des que pueden instrumentarse para incrementar la conciencia ciudadana sobre el paisaje, hacer posible la definicin y acuerdo de los objetivos de calidad, mejorar el disfrute consciente del marco vital, y convertir el entorno paisajstico en espejo de bien-estar y armona social.

    As pues, el marco conceptual cuenta con la mencionada estructura terico-metodolgica paisajstica y su aplicacin o ca-libracin en tres mbitos paisajsticos a la escala local, comarcal y regional. Para atender urgencias insoslayables, partiendo de la anterior estructura, podra procederse en futuros trabajos a la identificacin y anlisis ms detallado de paisajes-tipo, represen-tativos de determinadas situaciones o dinmicas merecedoras de una atencin preferente. Esta tarea, segn el orden de trabajo establecido por el CEP (donde se establecen etapas previas de interaccin social antes de fijar las prioridades de gestin u or-denacin paisajstica), viene exigida por la situacin actual del paisaje en Espaa, en la que se constatan cambios intensos y alarmantes que convidan a una accin decidida y sin demoras.

    Se trata por lo tanto de reunir en estas pginas la muy diversa riqueza metodolgica disponible, y explicitar una propuesta conceptual y metodolgica para el paisaje espaol. Dado el alcance del trabajo encomendado, parece oportuno tener en cuenta la base de conocimiento y los criterios que guan la identificacin de paisajes del Atlas de los Paisajes de Espaa, el principal esfuerzo realizado en Espaa en la direccin que marca el Convenio Europeo del Paisaje. A efectos de mtodo se ha de aprovechar como ncleo director el procedimiento britnico de estimacin del carcter paisajstico (LCA); deter-minadas fuentes de informacin pueden nutrir la discusin y el calibrado del mtodo, entre ellas las proporcionadas por el Ob-servatorio de la Sostenibilidad (OSE) o los numerosos estudios, informes y tesis que se ocupan del paisaje en Espaa. Los tres niveles (paisajes, tipos, asociaciones) establecidos en el Atlas

    ofrecen un bastidor informativo de partida que es conciliable con el desglose iterativo en reas y tipos de la LCA, y han de tener adems un uso designativo: facilitan marcos, moldes y denominaciones territoriales para ensayar sobre ellos una me-todologa de valoracin del paisaje.

    Ha de entenderse que el marco conceptual que se propone en el presente texto no debe confundirse con su explotacin ex-haustiva. El cometido principal que nos compete es la explora-cin de recursos y procedimientos para ensanchar la compren-sin sobre la situacin y expectativas del paisaje espaol a la luz del CEP. Se trata pues de poner a punto un instrumental de anlisis, reconociendo actores, factores, taxonomas, procesos y, en general, estructuras del paisaje.

    Si el marco ha de ser til a diversas escalas de la Administra-cin, hace falta que sea aplicable a escalas de mayor o menor

    Contenidos del marco conceptual

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

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    nivel. No sera adecuado limitarse al nivel ms abstracto (por ejemplo, el de las asociaciones de tipos en el Atlas), puesto que se dejara de lado la posibilidad de valorar reas menores, de ms honda raz geogrfica e histrica, y por lo tanto, alejara la participacin social y la intervencin de niveles locales o auto-nmicos de la Administracin.

    Cabe sugerir el siguiente desglose de tareas, cuyo principio rec-tor debe ser ste: facilitar criterios para aprovechar las descripcio-nes existentes en la ya abundante bibliografa del paisaje espaol, orientndolas hacia la conceptualizacin inaugurada por el CEP. Es decir, se debe estar en condiciones de utilizar en la medida de

    lo posible la informacin preexistente, reequilibrando los datos ha-cia un tratamiento ms especficamente paisajstico. Para ello, es preciso aproximar las abundantes y ricas descripciones disponibles (por ejemplo, las del Atlas) a una modulacin en tres ejes (natural, histrico-funcional, escnico-perceptivo). Y por otro lado, es necesa-rio disponer de vas y recursos para impulsar el dilogo paisajstico preconizado por el CEP, mostrando la anatoma social del paisaje, y tendiendo puentes hacia todos los agentes implicados.

    En resumen, se trata de lo esquematizado en la figura adjun-ta, un conjunto de tareas que permiten estructurar los conteni-dos del presente libro.

    Figura 2: Esquema de contenidos del presente libro

    Fuente: Elaboracin propia

    7. PRIORIDADES:

    Tipos prioritarios de paisaje merecedores de atencin

    1. FUENTES:

    Revisin de los recursos analticos disponibles

    2. ATRIBUTOS:

    Pautas de caracterizacin de los paisajes espaoles

    3. DINMICAS:

    Revisin de las presiones y factores de cambio

    4. CALIDAD:

    Cualificacin (atribuir cualidades) y objetivos de calidad

    5. MTODO:

    Integracin en un procedimiento evaluativo y propositivo integrado

    6. APLICACIN:

    Calibracin del procedimiento en tres paisajes de referencia

    ESCALA LOCAL ESCALA COMARCAL ESCALA SUBREGIONAL

  • Introduccin al marco conceptual

    31

    Estas etapas tienen como fruto esperable la integracin en un procedimiento evaluativo y propositivo integrado. La estructura evaluativa debe ser abierta: por un lado ha de ser aplicable a reas de paisaje de distinta extensin, mbito y criterio taxonmi-co. Desde un rea metropolitana, a una comunidad autnoma, pasando por una comarca o un rea litoral: cualquier mbito de aplicacin ha de ser compatible con la estructura analtica pro-puesta. Por otro lado, debe servir para inspirar procesos impul-sados desde la administracin central, o para ofrecer una gua a otros niveles administrativos. Finalmente, debe permitir la incor-poracin de ingredientes objetivos junto a percepciones y valora-ciones de raz subjetiva y procedentes de la negociacin social.

    Para los efectos, se pretende hacer uso de la metodologa bri-tnica de estimacin del carcter paisajstico (landscape character assessment) adaptndola a la situacin espaola, mediante una atenta consideracin de los recursos disponibles, de las peculia-ridades del paisaje y de las presiones existentes. Indirectamente, del mtodo se podra inferir un balance de situacin del paisaje espaol, mostrando las oportunidades, precauciones y priorida-des necesarias para impulsar una poltica del paisaje. Con ello se suministra una orientacin a cualquier interesado en la eva-luacin paisajstica, ofreciendo caminos para aprovechar trabajos dispersos disponibles, que cabe considerar como material en bru-to para la puesta en marcha de la metodologa propuesta.

    Con las siglas LCA se alude en lo que sigue a la caracteriza-cin, catalogacin y valoracin del paisaje segn los esquemas del Landscape Character Assessment, Guidance for England and Wales, publicado por The Countryside Agency y Scottish Heri-tage en el Reino Unido. Establece el concepto de character areas (reas de carcter) y subraya que el paisaje es dinmico y en cuanto hecho histrico ofrece la biografa de un territorio. Por otra parte, se establece la sectorizacin del territorio en reas y tipos, un criterio distintivo que la mayor parte de la bibliografa del paisaje anterior a la LCA no aplicaba.

    La Countryside Agency surge como agencia gubernamental dedicada a promover la calidad de vida de los habitantes de las zonas rurales de Inglaterra. Tiene una reconocida divisin dedi-cada especficamente a la proteccin y valorizacin del paisaje

    (Landscape, Access and Recreation) que ha formado, a partir de octubre de 2006, la entidad Natural England, junto con Rural De-velopment Service, del Department of Environment, Food and Rural Affairs del Gobierno ingls y el English Nature. Promueve la elaboracin de estimaciones del carcter del paisaje en todos los condados ingleses, as como las respectivas estrategias de paisaje.

    El mtodo LCA, tal como fue concebido y expuesto por la Countryside Agency and Scottish Natural Heritage (2002), ha recibido el aval de numerosas aplicaciones sobre el terreno (Bis-hop y Phillips, 2004). El mtodo se centra, como se indica ms adelante, en el concepto de carcter paisajstico, un patrn dife-renciable y reconocible de elementos que se presentan de forma consistente en un paisaje (Swanwick, 2004); como herramienta descriptiva, el concepto de carcter ofrece una sedimentacin de percepciones procedentes de distintos campos cognitivos y vivenciales que dotan de unicidad al lugar. El carcter se ha asemejado a conceptos anteriormente usados como la atms-fera del lugar (Bhme, 1989, 1995; Arler, 2000) o la fisonoma del paisaje (Lehmann, 1986). A travs del anlisis sistemtico de atributos naturales y sociales, el procedimiento permite identifi-car reas y tipos de carcter. Por aadidura, se aspira a establecer objetivos para la planificacin que sean especficos y adecuados a las caractersticas de dichas reas y tipos.

    La identificacin de reas y tipos debe acompaarse de un esfuerzo de denominacin apropiada, apoyado en la toponimia, que sirva a los efectos de una mayor pedagoga del paisaje (Es-cribano et al., 1991), y que refuerce el arraigamiento y el vnculo territorial de los paisajes. Es en efecto importante contravenir el creciente uso de imgenes paisajsticas de aluvin, convertidas a travs de los medios en meros estmulos para un consumo to-talmente al margen de los anclajes culturales al territorio: la difusin en la publicidad y en los medios de comunicacin de soberbios escenarios sin nombre y sin lugar, imgenes de con-sumo de una sociedad desterritorializada (Mata Olmo, 2008). Cada territorio se manifiesta a travs de una fisonoma propia, que sedimenta en un carcter paisajstico particular.

    El mtodo LCA se usa actualmente de forma generalizada en distintos puntos del planeta, con aplicaciones tan geogrfi-

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    32

    camente distanciadas como Irlanda, Corea o China (Scottish Natural Heritage and Fife Council, 1999; City of Hong Kong, 2001; Environment and Heritage Service, 2001; Countryside Agency and Scottish Natural Heritage, 2002; Bishop y Phillips, 2004; Martin, 2004; McCormack y OLeary, 2004; Starrett, 2004; Swanwick, 2004, Kim y Pauleit, 2007; Van Eetvelde y Antrop, 2009). Puede consultarse una revisin de ejemplos de aplicacin europea de LCA en Groom (2005). Este autor ha reconocido en su revisin los siguientes factores definitorios de reas y tipos:

    Dimensin biofsica; forma y funcin en el paisaje:

    Geologa, topografa, formas del relieve.

    Clima.

    Suelo.

    Vegetacin.

    Cobertura de suelos.

    Vida silvestre y biodiversidad.

    Dimensin socio-econmica-tcnica; influencia humana sobre la forma paisajstica:

    Usos del suelo.

    Prcticas de gestin de la tierra.

    Dinmicas del uso del suelo.

    Formas espaciales de cultivos y asentamientos.

    Aspectos histricos y de profundidad temporal.

    Factores patrimoniales: edificios y yacimientos.

    Aspectos socio-econmicos.

    Dimensin humana y esttica; experiencia humana del paisaje:

    Consideraciones sobre el sentido del lugar y la identidad.

    Expresiones de tranquilidad, belleza, apartamiento; coherencia.

    Aspectos escnicos y estticos.

    Religin.

    Lenguaje.

    Dimensin administrativa; opiniones y derechos de los usua-rios y agentes sociales:

    Pblico general.

    Planificadores y gestores del territorio.

    Grupos especiales de inters.

    Como se ha indicado anteriormente, el mtodo presente se apoya libremente en la metodologa LCA; para ello se han apli-cado los siguientes criterios:

    Se hace uso en lo posible de la terminologa y el bagaje concep-

    tual aportado por el CEP.

    Se han tenido en cuenta otras experiencias nacionales (Francia,

    Alemania, EE.UU.) y regionales.

    Se ha ampliado la bibliografa, a fin de incorporar novedades

    metodolgicas internacionales.

    Se ha buscado la adaptacin y la crtica desde la realidad paisajs-

    tica espaola.

    Se procura la insercin en la tradicin analtica del paisaje espa-

    ola, con referencia a la labor acadmica y administrativa realizada

    hasta ahora.

    Se tiende a reforzar la metodologa en lo tocante a la modulari-

    dad (capacidad del mtodo para adecuarse a diferentes escalas) y

    el estudio de las dinmicas, ofreciendo recomendaciones sobre el

    anidamiento de reas y tipos.

    En paralelo a esta labor de adaptacin y sntesis, se desea com-plementar la dimensin metodolgica y generalizadora incluyen-do directrices de apoyo para su aplicacin y ensayo emprico. Se pretende poner al alcance de administraciones o particulares la impulsin de protocolos sencillos para la caracterizacin y toma de decisiones en torno al paisaje. Estos ejemplos constituyen muestras de calibrado y acercamiento al terreno. Un objetivo destacado es la ilustracin de las conclusiones del diagnstico mediante cartografa expresamente generada. Paralelamente, ser necesario aprovechar la labor de campo de estudios preexistentes, a fin de ilustrar con imgenes concretas las consideraciones tericas del mtodo.

  • Introduccin al marco conceptual

    33

    La integracin de los resultados conseguidos en las etapas ante-riores debe servir de base para futuros documentos-gua, a la mane-ra de los libros blancos o manuales para la evaluacin del carcter paisajstico. Paralelamente, el procedimiento podra concretarse en la obtencin de un conjunto de indicadores y de un esquema para la evaluacin de impacto paisajstico (Escribano Bombn, 2002; Pal-mer, 1983).

    Por otra parte, el Convenio de Florencia establece como uno de sus ms importantes preceptos (artculo 6) la definicin de objetivos de calidad para cada paisaje identificado. Esta determi-nacin no ha sido an suficientemente desarrollada en ninguno de los aspectos posibles, ni conceptuales, ni procedimentales, ni en su aplicacin. Para la mayora de los territorios europeos no

    se han producido an el debate ni el consenso necesario sobre sus objetivos de cualidad paisajstica.

    Se trata pues de incorporar al procedimiento evaluativo una etapa propositiva, en la que se indique cmo sumar las aportaciones cient-ficas a las preferencias de las poblaciones para componer una matriz de aspiraciones de calidad para cada paisaje objeto de atencin.

    La aplicacin del procedimiento evaluativo anteriormente de-sarrollado a tres reas de paisaje de referencia es el jaln final del presente marco conceptual. Se trata de elegir razonadamente cier-tas reas de paisaje, a escalas representativas de la diversidad meto-dolgica (local, comarcal, subregional), y someterlas a la estructura evaluadora integrada. En esta fase, a lo que se aspira es a calibrar el modelo, aplicndolo a ejemplos con buena cobertura informativa.

    Objeto de esta tarea, que queda pendiente para futuros desa-rrollos, es adelantar los criterios que permitiran proponer una lista breve de tipos prioritarios de paisaje en Espaa. Se entien-de con ello mbitos paisajsticos merecedores de una atencin urgente.

    En rigor, la designacin de estos tipos prioritarios debera es-perar a fases ms avanzadas en nuestro conocimiento del paisaje. Pero la evolucin acelerada y a menudo alarmante del entorno invita a adentrarse en un diagnstico inicial sobre las priorida-des. El propio informe del OSE sobre Cambios de ocupacin del suelo en Espaa (2006) ya permite adelantar algunas secciones del territorio en las que el deterioro general de los indicadores es alarmante. Las fachadas litorales, los entornos metropolitanos, las reas de agricultura intensiva son ejemplos visibles. A estos casos se aaden otros en los que el deterioro es ms insidioso, pero no menos preocupante: urbanizacin dispersa, concentra-cin parcelaria, disrupcin causada por obra hidrulica o vas de comunicacin.

    El paisaje agrario sufre, debido a la magnitud y escala de las transformaciones dirigidas a incrementar su productivi-dad, un proceso dual de intensificacin y abandono. En reas

    frtiles o energticamente privilegiadas, la explotacin ten-dente a obtener los mximos rendimientos agro-ganaderos se lleva a sus ltimas consecuencias, atrofiando en la prctica las otras funciones potencialmente asociadas al territorio. En reas poco accesibles, de suelos o clima adversos, apartadas de los ejes principales de comunicacin, se produce una ten-dencia de signo opuesto: el abandono agrario. El abandono acompaa tambin a las periferias urbanas, donde hay gran-des ruedos en expectativa de lucro inmobiliario, cuyo cultivo va progresivamente extinguindose.

    En general, ello conduce en los paisajes agrarios a una resultante formal que tambin se presenta en forma dual o paradjica: el paisaje se simplifica en su trama bsica, pero los apliques se multiplican; es un paisaje ms simple, pero ms agobiado. Sobre un parcelario geometrizado y de teselas grue-sas, se superpone una profusin de nuevos elementos: naves agro-ganaderas, alambradas, torres de alta tensin, molinos elicos, placas fotovoltaicas, casetas, silos, viaductos. Estos elementos aadidos se posan con el paisaje y dan lugar a hi-bridacin escalar, puesto que en muchas ocasiones responden a una lgica espacial ajena al lugar.

    Hacia unos tipos prioritarios de atraccin en el paisaje

  • La simplificacin radical del paisaje agrario. Arroyo rectificado. Valdunciel, Salamanca

  • Introduccin al marco conceptual

    35

    Para gobernar estos y otros procesos que afectan al paisaje, la Administracin debe tomar iniciativas. Adems de atender a de-terminadas dinmicas que amenazan el carcter de paisajes exten-sos, el Estado puede dar criterios paisajsticos para reas directa o indirectamente gestionadas por la Administracin: espacios prote-gidos (Jimnez Olivencia, 1991), embalses y canales, autovas.

    A ttulo provisional se proponen los siguientes temas que me-recen atencin prioritaria:

    Artificializacin del litoral e islas.

    Urbanizacin difusa y expectativa de lucro en los bordes de ciudad

    Segunda residencia en mbito rural.

    Abandono y negligencia en el paisaje rural. Equipamientos agra-

    rios. Accesibilidad peatonal.

    reas y ejes infraestructurales (energa, transporte rodado y ferro-

    viario).

    Es de importancia, por otro lado, atender con especial de-dicacin a determinados tipos paisajsticos de destacado valor europeo. Se trata de manifestaciones originales del paisaje espa-ol, cuya singularidad es perceptible aun tras someterlos a un encuadre tan rico en paisaje como es el europeo. En su mayora, son paisajes caracterizados por su pertenencia al medio medite-rrneo (Drain, 1998; Arias Abelln y Fourneau, 1998; Gonzlez Bernldez, 1992a, 1992b; Gonzlez Villaescusa, 2002; Joffre et al., 1988, 1999; Tello, 1999):

    Huerta mediterrnea.

    Llanuras esteparias.

    Dehesa.

    Cultivos bajo plstico en la costa mediterrnea andaluza. Llanos de Carchuna, Granada

  • 37

    Los datos en los estudios de paisaje

    A la hora de emprender un estudio o proyecto de paisaje con arreglo a las indicaciones del Convenio Europeo del Paisaje, es conveniente ser consciente del plano de partida que ofrecen los datos en bruto, de relevancia paisajstica, disponibles sobre el espacio europeo y, particularmente, espaol. Son abundantsimos los materiales documentales y cartogrficos, generalmente accesibles por va electrnica, que proporcionan la base informativa para cualquier estudio de paisaje en Espaa. Los materiales disponibles siguen pautas diversas, cuya conciliacin a efectos del CEP invita a un esfuerzo no trivial. No es fcil abrir vas de desarrollo y aprovechamiento sistemtico de toda esta informacin, pero pueden ofrecerse algunas ideas generales y remitir a las fuentes principales.

    Por otra parte, la ampliacin del concepto de paisaje que viene consagrada por la definicin del CEP significa ir ms all de un enfoque proteccionista y esttico, basado en cierto reduccionismo territorial y una conceptualizacin incompleta limitada al paisaje natural (Hildenbrand Scheid, 1996). El resultado de la extensin conceptual propugnada por el CEP y asumida en casi todas las tendencias contemporneas de accin paisajstica es la necesidad de enriquecer sustancialmente la base informativa que sustenta la toma de decisiones. En ayuda de tal enriquecimiento vienen nuevas tecnologas de adquisicin, gestin e interpretacin de datos, muy destacadamente las herramientas de anlisis espacial basadas en SIG y los sistemas de deteccin remota (Gulinck et al., 1999); los mtodos multivariantes combinados con SIG permiten proponer mtodos de clasificacin del paisaje (Cherrill, 1994; Alcntara Manzanares, 2008; Aguil Alonso et al., 2007).

    A la hora de poner en valor los datos disponibles, a los efectos de realizar clasificaciones y otras medidas inherentes a la accin paisajstica, surgen inevitables cuestiones de seleccin, precedencia, jerarqua e interrelacin. Son de utilidad las recomendaciones expresadas por Mcher et al. (2003), que, de forma adaptada, pueden sintetizarse como sigue:

    Fuentes: revisin de los recursos analticos disponibles

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    38

    Es preciso distinguir los diversos componentes de la informacin:

    abitico, bitico y cultural.

    Se ha de establecer una diferencia clara entre datos primarios

    (por ejemplo, pluviometra), datos interpretados (por ejemplo, co-

    berturas de suelos, derivadas de la interpretacin de datos proce-

    dentes de la deteccin remota), y valores anejos (por ejemplo, valor

    ecolgico, valor econmico, prioridad de conservacin de aspectos

    culturales o naturales).

    Las componentes o caractersticas mencionadas en el punto primero

    se organizan en un complejo correlativo, que exhibe interrelaciones

    de dichas caractersticas a lo largo de la historia, en su funcin actual

    y en su distribucin espacial. Ello permite construir clases o categoras

    dotadas de una combinacin especfica de caractersticas.

    Las relaciones de dependencia entre fenmenos se pueden expresar

    en una matriz de correlaciones. El tipo de relacin que tales matrices

    muestran suele ser asimtrico, pues algunos datos son relativamente es-

    tables e independientes, mientras que otros, la mayora, son dependien-

    tes. En general se admite que los fenmenos abiticos, relativamente

    independientes, influyen en la presencia y naturaleza de los fenmenos

    biticos, que son por lo general dependientes. Los cambios registrados

    en los primeros acarrean cambios en los segundos. De ah la posibi-

    lidad de ordenar jerrquicamente los datos con arreglo a su grado de

    dependencia, como se muestra en el esquema adjunto. Una clasifica-

    cin de paisaje debe incorporar estas relaciones para ordenar adecua-

    damente los materiales disponibles (Klijn, 1995). No es inconmovible,

    sin embargo, el orden jerrquico, puesto que la influencia antrpica ha

    crecido en importancia y capacidad de impacto durante la historia, con

    lo que se producen complejas retroalimentaciones de lo humano sobre

    lo natural (geomorfologa, suelos, vegetacin).

    Los factores ambientales han de ser ordenados con arreglo a su in-

    fluencia sobre los ecosistemas. Los fenmenos independientes (condi-

    ciones abiticas) ejercen influjo sobre otros fenmenos dependientes,

    como la vegetacin. Pero la clasificacin de los primeros es slo de in-

    ters a efectos de paisaje cuando va asociada con distinciones ecolgica

    y fisionmicamente relevantes. Por ejemplo, las tipologas climticas

    debern ir orientadas a su manifestacin ecolgica.

    El carcter paisajstico, concepto sobre el que se vuelve ms ade-

    lante, est ntimamente ligado a la fisonoma del paisaje e incluye la

    traza de la historia del territorio; es ante todo una sntesis obtenida por

    acumulacin de percepciones y disfrutes, que condensa muchos mo-

    dos de interpretacin (Stephenson, 2007), en la que se renen datos

    biofsicos (clima, geologa, geomorfologa, suelos) en compleja com-

    binacin con datos demogrficos y de historia poltica y cultural de los

    que depende el patrn de usos del suelo (Stillwell y Scholten, 2001).

    La herencia cultural contiene dimensiones sociales como el arraigo

    de la poblacin rural o el inters socio-econmico que muestran los

    agentes sociales por el paisaje. Algunos fenmenos de base cultural,

    sin embargo, dependen de condiciones fsicas, por ejemplo, la distri-

    bucin espacial del viedo, condicionada por los pisos bioclimticos.

    En general, los datos culturales no se prestan, dada su complejidad de

    interrelacin, a organizaciones jerarquizadas simples.

    La puesta en valor de datos, as como su ordenacin y explotacin

    a la hora de identificar y caracterizar paisajes, conlleva peculiari-

    dades que son especficas del lugar. No es posible establecer de

    forma unvoca y repetitiva un modelo de datos nico para todas

    las regiones que componen Europa. Las especificidades regionales

    han de ser tenidas en cuenta con suma atencin.

    Se deriva de lo anterior la necesidad de aplicar con flexibilidad el

    modelo de uso de la informacin disponible. Diferentes mbitos de

    accin paisajstica (gestin, proteccin, ordenacin) pueden sugerir

    modos tambin diferentes de agregar o sintetizar la informacin.

    La tarea clasificatoria, basada en encontrar agrupaciones signifi-

    cativas de atributos que se presentan consistentemente unidos, y la

    descripcin subsiguiente son etapas imprescindibles para aprovechar

    adecuadamente la informacin en bruto disponible. Las tecnologas

    de tipo SIG (sistemas de informacin geogrfica) permiten una gran

    flexibilidad y capacidad de intervencin sobre la marcha. Las bases de

    datos digitales pueden adaptarse a medida que avanza el conocimien-

    to o se accede a nuevos horizontes en la accin paisajstica.

    La escala de un estudio de paisaje tiene implicaciones tanto en lo

    que se refiere a la seleccin de datos requeridos como a la relevan-

    cia de stos. Determinados mbitos y escalas pueden enfrentarse a

    serias limitaciones en la calidad o disponibilidad de datos.

    La informacin disponible a un alto nivel de detalle debe adqui-

    rirse y procesarse de tal manera que sea fcil agregar y generalizar

    los resultados para presentar sntesis a escala ms gruesa.

  • Fuentes: revisin de los recursos analticos disponibles

    39

    La recopilacin aqu reunida se organiza segn las categoras siguientes:

    Climatologa e hidrologa.

    Geologa.

    Geomorfologa y topografa.

    Suelos.

    Vegetacin, fauna y medio ambiente.

    Usos del suelo.

    Cartografa agraria.

    Evolucin histrica, patrones de paisaje, parcelario e informa-

    cin catastral.

    Figuras de proteccin.

    Vas e infraestructuras.

    Planificacin.

    Precedentes en el estudio del paisaje.

    Percepcin, opinin, participacin.

    En lo que sigue se ofrece una breve revisin de capas de informacin relevantes para el paisaje. Las caractersticas gene-rales de la informacin, su disponibilidad y carencias son se-aladas de forma sumaria. Otros datos de inters se renen en anejos.

    Figura 3: Jerarqua aproximada de datos abiticos, biticos y culturales en el paisaje

    Fuente: Adaptado de Mcher et al. (2003)

    Dependencia creciente

    Componentes del carcter

    Abitico

    Bitico

    Cultural

    CLIMA, GEOLOGA

    GEOMORFOLOGA

    HIDROLOGA

    SUELOS

    VEGETACIN

    HBITAT FAUNSTICO

    USOS DEL SUELO

    ASENTAMIENTOS/ PARCELARIO

  • Marco conceptual y metodolgico para los paisajes espaoles

    40

    Es una capa de informacin esencial como base de los hechos eco-lgicos. El clima y la geologa determinan las caractersticas del suelo y la hidrologa, estableciendo condiciones y fronteras de via-bilidad para fauna y flora. Los valores medios y extremos de los datos climticos ejercen influencias directas sobre las respuestas de adaptacin y la fenologa de las especies. Los usos del suelo se ven condicionados ante las restricciones impuestas por periodos de he-lada, disponibilidad de agua, estaciones de crecimiento vegetativo, distribucin trmica y sucesos extremos. La altitud y latitud, junto a otros factores geogrficos, permiten diferenciar reas en funcin de su clima (Mcher et al., 2003). Las condiciones del clima son estables en una escala temporal corta, pero no en la larga duracin donde se manifiestan fenmenos de cambio climtico, tanto natu-ral como inducido por la actividad humana.

    A efectos de paisaje, la caracterizacin del clima persigue el descubrimiento de discontinuidades espaciales que permitan la delimitacin de unidades climticas. Despus de un encuadre general sobre el clima, se consideran factores geogrficos (lati-tud, situacin, configuracin, relieve y vegetacin) y termodi-nmicos (circulacin atmosfrica o sucesin de masas de aire). Tienen tambin particular relevancia los elementos termo-plu-viomtricos (temperatura y precipitacin).

    Por otra parte, es de sumo inters la informacin bioclim-tica, que refleja la incidencia del clima sobre la biocenosis, re-conociendo distintos pisos bioclimticos (Rivas-Martnez, 1984). Proceden de la consideracin de variables trmicas (termotipos) y mbricas (ombrotipos). Su definicin los sita en la frontera entre lo abitico (clima) y lo bitico (vegetacin).

    La disponibilidad de datos es diversa. Son abundantes las es-taciones meteorolgicas y los centros europeos de procesamien-

    to y modelado de datos (temperatura, precipitacin, evapotrans-piracin). A medida que se enriquece la red de informacin y se integran nuevas variables para el estudio del clima, incluidos los indicadores ambientales, se abren puertas para nuevas formas de clasificar los tipos de clima.

    La fuente principal de datos en Espaa es el antiguo Ins-tituto de Meteorologa, actualmente Agencia Estatal de Me-teorologa del Gobierno de Espaa. Para la generacin de cartografa, el Ministerio de Agricultura ofrece un servidor cartogrfico de superficies climticas con posibilidad de visua-lizar los mapas. Son numerosas las comunidades autnomas y organismos de cuenca que disponen asimismo de informacin climtica.

    El Atlas Climtico Digital de la Pennsula Ibrica (Nin-yerola et al., 2005) ofrece un conjunto de mapas climticos digitales de temperatura media del aire (mnimas, medias y mximas), precipitacin y radiacin solar. El Atlas se inici en el ao 2000 como iniciativa del Departamento de Biologa Animal, Biologa Vegetal y Ecologa (Unidad de Botnica) y del Departamento de Geografa de la Universidad Autnoma de Barcelona. Se desarroll un trabajo de investigacin para profundizar en aspectos relacionados con la interpolacin es-pacial de datos discre