maravall, menéndez pidal y la renovación de la historiografía

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  • Al celebrar los noventa aos de nuestro gran historiador donRamn Menndez Pidal, tal vez lo ms sorprendente y admirableene en su obra pedamos sealar sea que sta es hoy ms actualque nunca. No est ante nosotros esa obra como un monumentoacabado y en lejana, sino que se teje con nuestro presente inte-lectual y cientfico, de manera tal que hoy en Espaa trabajarsobre determinadas reas de la Historia, y an de otras cienciasafines, supone, precisamente si se quiere contar con la actualidad,hacerse cuestin de la obra de Menndez Pidal, tal como siguedesenvolvindose da tras da, con una continuidad de objetivos,.de mtodos y de realizaciones que tal vez no tenga igual.

    Resulta que esa obra, cuyos frutos maduros se iniciaron haceya cerca de setenta aos con La leyenda de los Infantes de Lar&,es cada da ms citada por investigadores de nuevos campos, enlos cuales se extiende, constantemente en progresin, el interspor los trabajos y las teoras de Menndez Pidal. Hace todavatreinta aos su nombre apareca en general a la gente como el der:ii gran sabio fillogo, ejemplar justamente en su especialidad,difcil de abordar, inaccesible casi para los que no entraban enaqulla. Sin embargo, no slo el historiador y el lingista, sinotambin el jurista, el poltico, el socilogo, el filsofo, le estudianhoy. De ese modo su nombre y sus libros aparecen citados cadavez ms y en-campos ms amplios de la actividad cientfica. Ellono depende de que el crecimiento extensivo de la produccin cien-tfica de tan ilustre maestro haya trado como consecuencia suaproximacin a esos oros campos de actividad intelectual, Su re-percusin e influencia se deben a internas condiciones de la obra;esto es, de un lado a la concepcin de la ciencia, y ms especfi-camente, de la ciencia histrica que en aqulla Se manifiesta y

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  • TOSE ANTONIO MAEAVALI.

    de otro lado, a las rigurosas y eficaces aplicaciones de esa concep-cin, las cuales ofrecen un inters muy actual.

    Un hecho que merece la pena ser observado es el de que pre-cisamente el nombre de quien entre nosotros apareca como ejem-plar mximo del sabio especialista y alejado se haya convertido aun escritor de gran pblico sin ms que dejar pasar algn tiempo.Esos libros y trabajos de Menndez Pidal que tan ampliamente seestn difundiendo en estos aos son los mismos que empezaron pu-blicndose en ediciones muy especializadas. Ya poco despus de1930, en una coleccin de libros de ensayos apareci un volumeade Menndez Pidal sobre El Romancero, teoras e investigaciones\El volumen fue ledo por un pb% muy amplio. Sin embargo^los escritos en l reunidos no eran ensayos ni escritos fcilesQu es lo que a un pblico indiferenciado pudo interesar eaun libro que si era de Historia, nada tena que ver con la His-toria que se daba en -el mercado editorial comn? Pero, es ms,,de veinte aos a esta parte Menndez Pidal se ha convertido en elautor ms abundantemente representado, y aun ms reeditado, enuna coleccin popular muy difundida; figuran en ella dieciocho t-tulos suyos de Historia, de Historia literaria, de Historia de lalengua, de Histeria, de ideas, etc.; esto es, de una serie de ma-

    terias reunidas bajo la rbrica general de la Historia. Cabe en-tonces suponer que los miles y miles de lectores de esos titulesbuscan hoy lo que desde hace arios buscaban y hallaban' en laobra de Menndez Pidal los especialistas, cualquiera que sea el ma-tiz que ios diferencie. Sencillamente esto: una nueva concepcin le-la Historia, la' cual transforma profundamente la visin de los te-nias histricos que al presente interesan.

    I. TEORA DE LA CIENCIA HISTRICA

    No cabe duda de qua en los ltimos decenios ha tenido lugaren Espaa una renovacin profunda de la Historiografa. En pri-mer lugar por la utilizacin ele nuevos y ms depurados materia-les? en segundo lugar, por la adopcin de nuevos puntos de vis-ta. Esto ltimo es lo importante y lo decisivo para el desenvolvi-miento de la escuela histrica espaola. Y en uno y otro aspecto,esa renovacin deriva- de la obra y la enseanza de Menndez Pi-dal, aunque sobre todo la influencia a l imputable haya sido la de la

  • 3SEKENDEK PIDAL Y I.A PHNOYACION 0E LA HISTORIOGRAFA

    renovacin de los puntos de vista y de los problemas. Unos materia-les ms o menos no cambian nada; a lo sumo, algn dato par'cia. Lo que transforma un panorama cientfico es disponer denuevos problemas, de nuevas ideas, de nuevos puntos de vista,de nuevas hiptesis interpretativas- que ensanchen el horizonte ypermitan dar entrada en la visin a zonas hasta entonces no con-templadas (i). LOS materiales nuevos y tambin tantos otros as-pectos que en documentos ya conocidos no han sido vistos, slose hacen visibles, slo adquieren relevancia desde nuevos supues-tos tericos.

    La influencia da Menndez Pidal en el aspecto bsico de larenovacin de nuestra historiografa es, a nuestro parecer, la de,mxima importancia. Un libro de Historia, en. Espaa, y ms sies sobre. Historia de Espaa, se diferencia de otros cuando resul-ta posterior a la difusin de la obra pidaliana, y esto aunque la.influencia suya no aparezca inmediata, porque esa influencia estya en el ambiente. La diferencia entre tinos libros y oros a eserespecto est tanto en lo que se entiende por Historia como en.los problemas e interpretaciones que se formulan en relacin conel pasado espaol. Relativamente a esto ltimo, el nombre de He-andez Pidal adquiere el valor de rotular una nueva etapa en el.desarrollo de nuestra concepcin histrica nacional, cuya lnea,,arrancando de San Isidoro, signe con Jimnez de Rada y Aloivso Xf con el P, Mariana, con Cnovas y termina con Menndez.

    Al cambio en. la manera de entender la Historia se liga elcambio en la manera de hacer Historia de Espaa que l hatrado, y tambin el cambio que en relacin a esta ltima se haproducido entre los investigadores y cientficos extranjeros. A Me'nndez Pidal se debe, que los estudios sobre materia tan. decisi-vamente histrica como la de nuestra pica tomen un aspecto

    (i) El descuido en archivar memorias fu grande*, y ('.promover esenuevo escogimiento de memorias histricas es un primer paso fcil deAr, comenta en relacin a la Historiografa espaola M. PlDAL; mas leqe importa es trabajar descubriendo y trayendo a luz aquellas zonas dela vida pretrita que estn olvidadas por no caer bajo el ngulo visualtfe les intereses historiogrficos, despiertos en otros tiempos y po otresautores; zonas cuya iluminacin proyecta reflejos del pasado sobre el pre-sente. Ver prlogo al vol. I del tomo I de la Historia de Espaa dirigidapar l mismo; pg. CIII.

  • JOS ANTONIO MAKAVALL

    universal y en sus problemas se ocupen ahora franceses, alema-nes, italianos, americanos del norte, etc., etc., aplicando catego-ras y puntos de vista sacados del estudio de la pica espaola ypropuestos muy tempranamente por aqul (2). Dmaso Alonso,con su autoridad en la materia, reconoce que a Menndez Pidalle estaba reservado el derribar la barrera -que nos aislaba de losmtodos cientficos conquistados en el ltimo tercio del siglo XIX.As, slo un positivo y exacto mtodo histrica y filolgico es loque hace posible su primera gran obra. Pero algo ms adelante,Dmaso Alonso aade unas palabras que tienen para nosotrosespecial inters; ".Cuando un trabajador emplea estos mtodosa lo largo de los aos, forzosamente el terreno se le va cuajandode tal modo que ha de llegar a la formulacin de teoras gene-i-ales que expliquen como sistema el vasto panorama descubier-tov> (-5). Mas si tratamos de desarrollar lo que Dmaso Alonso ex-presa bajo la metfora del terreno que cuaja, hallaremos que ioque eso significa es que en Menndez Pidal se datan desde elcomienzo dos mtodos s un. mtodo de investigacin que le per-mite descubrir y depurar nuevos datos, y un mtodo e construc-cin que hace posible la elaboracin inteligible y terica de estosdatos. Ambos estn presentes desde el comienzo en su obra; nohay manera de investigar datos si no se sabe previamente paraqu son dados; no hay manera de construir si no se tienen ma-teriales. Lo que acontece es que, naturalmente, en los comienzosla labor de acopio y depuracin de materiales predomina. Perocerno en la ciencia espaola yo me atrevera a decir que de loque ha sufrido siempre ha sido de raquitismo terico y raqu-tica es tambin la teora que no se apoya en el suelo fecundo delos datos, resulta que lo que de verdaderamente extraordinarioliaba desde el primer momento en la obra de Menndez Pidal,frente al enteco positivismo -o, mejor, pseudopositivismo de en-tonces y de despus, era precisamente la teora. (Pinsese en ladiferencia a este respecto entre el erudito Menndez Pelayo y el

    (3) Ver ('.Problemas de la poesa pica, conferencia de 1951, recogidae;i el vol. Los godos y la epopeya espundia, col. Austral, Madrid, pginas59-87.

    (3) Las citas corresponden a las pgs. 11 y 23 del estudio de DMASOALONSO, Metindez Pidal y su obra, inserto ea cabeza del folleto quecontiene la conferencia de ste, Los Reyes Catlicas segn Muquicwelo yCastigUone, en publicaciones de la Universidad de Madrid, 195-2.

  • MENENDE7. IHDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGKAI'IA

    cientfico Menndez Pidal.) Con el tiempo, ese mtodo de cons-truccin que es el que define la ciencia, ha tomado la primacaen la obra de nuestro gran historiador, y el enriquecimiento te-rico de la misma ha hecho cambiar la faz de la Historia que lnos ha dado. Tal es la causa de que desde esa obra haya podidoirradiar luz a campos tan extensos y diferentes y de que hoy suinfluencia aparezca por todas partes. Todo el que en nuestrotiempo trabaja en Historia ha de contar con la obra de Me-nndez Pidal. Ea primer lugar porque es seguro que tendrque manejar textos estudiados y publicados por l en rela-cin con los cuales hay que observar no slo el rigor de sus edi-ciones? sino el carcter im-porknte de tales textos ya que la im-portancia en Historia es una categora fundamental, cosa que seolvida por tantos que se ocupan en reeditar lo que no1 tiene valoralguno. Pero lo interesante es que hoy todo aquel que hace His-toria, en cualquier campo que sea, tiene que manejar categorasacuadas por Menndez Pidal tradicionalidad, arcasmo,anonima, etc. y tiene que enfrentarse con interpretacionessuyas sobre el mozarabismo, sobre- la idea imperial leonesa, sobrela comedia espaola, etc. Y esto es lo que fundamentalmentecuenta y lo que confiere a la obra de Menndez Pidal su granfuerza expansiva.

    En sus grandes controversias con tantos cientficos -pocos hantenido ms mpetu polmico que este sabio tan sereno no hansido los temas discutidos la. falsedad o autenticidad de un docu-mento, la exactitud o error en una fecha, la precisin de un ras-go biogrfico, etc. Las grandes polmicas por Menndez Pida! sos-tenidas han versado sobre temas tericos, sobre categoras e in-terpretaciones. Lo que llena su obra es la disputa sobre indivi-dualismo y tradicionalismo, sostenida con Bedier y otros; loque le preocupa es no dejar pasar sin rplica el confuso conceptode tpico y el impreciso uso que de l hace un Curtis {4). Sustrabajos son siempre una ordenacin y articulacin de datos, peroen cuanto stos son base para desarrollar interpretaciones de los te-

    (4) Ver Frmulas picas cu el Poema del Cid.", en Romance Philology,Vil, 1954; reproducido en el vol. Los godos y la epopeya espaola, pgs.241 y ss. En La Espaa del Cid discute el concepto de Edad Media y sos-tiene que no distinguir fases en da :>e.s confundir especies de hombresmuy dispares, vol. I, pg. 63, ed. de Madrid, 1929.

    5.3

  • JOS ANTONIO MAHAVALI.

    mas estudiados, esto es, de las concepciones polticas del Cid y deAlfonso VI, las doctrinas del P. Las Casas, la innovacin teatral deLope, el valor nacional ele las crnicas, etc., etc.

    La obra de Menndez Pidal nos pone de manifiesto el esque-na completo de la ciencia: a) Un sistema de categoras aplica-fcles a la realidad; b) Un conjunto de materiales en los que stase nos ofrece; c) Una articulacin lgica de interpretaciones conlas que damos cuenta racionalmente de esa realidad. Del cientfico

    .que de esta manera opera, su obra cuaja en conceptos y en leyes.Pocas veces se ha hablado de esto en relacin con la obra de Me-nndez Pidal y, sin embargo, es uno de sus aspectos- ms valiosos.En principio, esas categoras con que l construye sus interpreta'ciones por ejemplo, la de testado latente-- tienen un valorepistemolgico de leyes. Pero hay leyes expresamente formuladascomo tales en sus obras.. Recordemos la ley histrico-social detransmisin ce las innovaciones y variantes, que tiene un interssociolgico grande (5). La ley de las ulracorrecciones enuncia-dla en obra de la primera fase, como es Orgenes del espaolnos permite entender ciertos movimientos sociales de imitacinal formularnos que una ulracorreccin del lenguaje ---fenmenode pseudoimitacin- - se produce cuando los que se sirven, de unalengua en un medio de escasa o incipiente cultura se muevenbajo la presencia de una norma lingstica ms prestigiosa que. lapropia (6).

    Expresamente Menndez Pidal se levanta contra la negacinde las leyes fonticas por la moderna dialectologa. Es cierto,dice, que cada sonido se produce en una palabra que tiene suhistoria especial y, por tanto, aqul tiene en cada caso un des-envolvimiento diferente. Cada palabra tiene su propia historia fo-ntica. Pero, adems, cada sonido tiene su evolucin que se pro-duce con cierta autonoma a travs del tiempo, como una ver-dadera ley que sigue su desarrollo. Por ejemplo, todas esas pala-bras que cambian cli en e - -tales como de carreira en carrera, devaica en vega, de inairino a merino, etc. van a parar con eltiempo a una solucin comn porque estn sometidas a una ten-dencia general. De este, modo, cada sonido de una lengua es un

    (5) Poesa juglaresca y .orgenes de as literaturas romnicas. Madrid,segunda edicin, 1957* pg. 365.

    (6) Orgenes del es-paol. Cito por la e.d. de, 1929; ver pgs. 550 y ss.

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  • Z PIDAL Y I.A RKNCVACON DE LA HISTORIOGRAFA

    elemento constructivo de que dispone, el idioma, y como tal tie*ne una existencia ideal propia esto es, una existencia que pue-de formularse en una ley -. Entonces nos encontramos que, comoresulta con'el concepto de caso. relativamente al de ley, cada pa-labra es un nuevo episodio en la historia general de cada unode os elementos fnicos que la integran. El desarrollo de cadasonido responde a tendencias que se traducen en normas gene*rales, en leyes fonticas regulares si bien la constitucin de lasmismas slo se alcanza en lapsos" de tiempo muy prolongados- -.Ciato que esas leyes se dan en situaciones que tienen un valor sin-gular. Por ejemplo, la ley que lleva a la prdida de f inicial o susustitucin por h responde en Castilla a un sentido de gusto porel carcter familiar, llano, desafectado, del lenguaje; en cambio,al pasar el fenmeno a las reas leonesa y aragonesa, respondea un propsito de '(expresin selecta y refinada, por imitacindel habla de Castilla. En consecuencia, la innovacin en Castillaprocede de una tendencia de estimacin de lo popular, frente ala lengua culta; en Len tiene un origen culto y se toma de fue-ra por afn de seleccin, frente a la lengua popular.

    Ante el ingente desarrollo de la obra cientfica pidaliana, hoynos es fcil advertir que su leccin principal es la que tan tem-Twanamerite escuch de ella Ortega; Ciencia no es erudicin,sino teora (7). Pregntemenos, por ejemplo, algo como esto:Qu es lo que aade al estudio de los juglares por Mil y Fon*tais o Menndez Peayo, por Gauthier o Fara, por Bertoni yoros la obra de Menndez Pidal? Sencillamente, una interpreta*cin. Toda una interpretacin que nos hace comprender no tanslo una cuestin de Historia literaria, sino formas de vida socialy humana de la Edad Media europea; esto es, una interpretacinc;e, desde el ngulo visual de la Historia literaria en este caso,nos hace comprender la Historia como conocimiento cientfico delpasado humano.

    De sus profundos trabajos, tan sistemticamente desenvueltos,sobre la lengua, la pica, la cancin breve, el romancero, cul .ha sido su ms valioso resultado? Nos lo dice un eminente hom*bre de ciencia en estas materias, el profesor Lapesa; de ese es*tucio ha extrado una teora cada vez ms amplia y elaborada, so-

    17) Obras completas, vol. III, pg. 516.

  • TOSE ANTONIO MARAVALL

    bre lo que es la tradicionalidad en el lenguaje y en la literatu-ra (8).

    Y no cabe duda de que, por ejemplo, en su magno- estudiosobre los juglares y los orgenes de las culturas romnicas, comoen cualquier otro que se escoja, hay un inmenso acopio- de datosy la cosecha de stos es tan esplndida, se nos muestran tan. ca-ramente perfilados y son tan hermosos en su genero, que a vecesquisiramos detenerlos en la memoria, Pero esos datos no esta-ran ah, no habran sido encontrados, ni aun buscados, y aun'que nos tropezramos con ellos no nos diran nada, sin que SOSJCellos no pusiera el autor de la obra algo que es el instrumentoreconocido y estudiado por toda la ciencia de ho-y; algo que, coa-ira tanto miope pseudopositivista, Menndez Pidal no tiene in-conveniente en llamar con la palabra que usan, todos los que encualquier campo de la naturaleza o de la sociedad o- del hombretrabajan cientficamente: hiptesis (9). Por eso- l afirma que al-guna hiptesis es siempre necesaria, pues sin ella no podrsalir de un atontado agnosticismo (10) frase en la queiodo llama la atencin la enrgica repulsa de la actitud contraria.Es sa una idea bien asentada en el pensamiento de MencaclezPidal: es el eje de su concepcin y de su obra, efectiva. Y ese su

    "pensamiento tiene un interesante parentesco con toda la teora dela ciencia en nuestros das, tal como ha sido formulada por Eias-tein, Schrodinger, De Broglies lo hipottico, sostiene Menn-dez Pidal, es simpre necesario en todo trabajo bien fundado, y esde asombrosa ingenuidad la ilusin que la crtica positivista sehace sobre prescindir de toda hiptesis. Apoyado en esa afirma'cin, imputa a Bdier que por pretender ciegamente que su trabajoexcluyera toda formulacin hipottica, su obra se qued en merahiptesis. Mas lo realmente interesante es que al objetar en estostrminos a Bdier, le acusa de recaer en la vana pretensin deNewton {n). Esta que Menndez Pidal llama vana pretensin?no es otra que la afirmacin newtoniana tan conocida hiptesesnon fingo Cuntas veces, en el pensamiento cientfico de nues-

    (8) Bol. de la R. A. E., XXXIX, CLVI, enero-abril 1959; pg. .21.(9) Ver mi Teora del saber histfico, Madrid, 1958.(10) Cantos romnicos atidaluses, en el val. Espaa, eslabn entre

    a Cristiandad y el Islam. Madrid, 1956; pg. 63.( n ) Reliquias de la poesa pica espaola, Madrid, 1951; pgs, Xfl

    y XIV.

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  • MHKNDSiZ PID1L Y LA REXOVACIOX DE LA HISTORIOGRAFA

    tros das, en las obras de los grandes fsicos actuales, se hace re-ferencia a esa misma frase de Nevrton para hacer comprender loque la ciencia se crey ser y no puede ser I, interesante considera-cin de Menndez Pidal con un pensamiento tan de hoy.

    En la ciencia, cualquiera que sea su rbita, con tal que se tratede una ciencia de hechos, no tratamos de alcanzar criterios aliso -luos de verdad, sino de ensayar interpretaciones que nos dea ra-zn de los hechos observados Menndez Pidal nos enuncia lo -quees el modo de operar de la ciencia, en un prrafo que parece torna-do y la coincidencia es de muy relevante inters - de una p-gina del matemtico H, Poincar, el cientfico en quien se encuen-tra el arranque de este tipo de pensamiento' actualsimo. Dice Me-nndez Pidalt lo que nicamente habr que decidir ser cul delas dos hiptesis, la individualista o la tradicionalista, es ms razo-nable y necesaria, cul es ms explicativa de los hechos conocidos,cul puede darnos mejor cuenta del aparecer en Francia y en Es-paa repentinamente, en los siglos XI y XII, las obras maestras deun gnero literario antes no manifiesto, que suponen un largo cul-tivo anterior de ese gnero (12). Sirvindose del tema en especialde los orgenes de la pica occidental, nos perfila en esas palabrasMenndez Pidal la actitud del historiador, coincidente con la deque cultiva hoy otras ramas de la ciencia.

    II . El . PUNTO DE VISTA DE I.A HISTORIA Dlll. PENSAMIENTO

    Si se considera que hacer Historia es pensar sobre el significa-do de los hechos y comprobar hiptesis interpretativas de los mis-mos, se cae en la cuenta fcilmente de que es un elemento nece-sario de la misma aqullo que pensaron sobre el significado de ta-les hechos sus mismos autores y otras gentes coetneas. Con elloaparece como un aspecto esencial de la Historia, la Historia delpensamiento, a la cual corresponde una gran parte en el incremen-to bibliogrfico y metodolgico de la Historiografa al presente.Tal vez de lo que ms se escribe hoy, dentro de la Historia, es deHistoria del pensamiento. Muchos e .importantes historiadores denuestros das es en esa historia en la que. trabajan y hacia ella seorientan interesantes tareas colectivas.

    (12) Reliquias de la poesa pica espaola, pg. XIV.

  • JOS ANTONIO MARAVALL

    En la renovacin de la 'Historiografa y en la correlativa trans-formacin del panorama histrico espaol que la obra de Me-nndez Pidal ha motivado tiene un papel decisivo la Historia delpensamiento. En los primeros decenios de su labor era difcil deestimar as, aunque vemos hoy que estaban dadas las bases paraello. Pero ahora es fcil observar cmo la direccin historiogrfi-ca seguida por Menndez Pidal, de acuerdo con la marcha de laciencia histrica europea, se orienta -francamente hacia objetos deHistoria del pensamiento.

    La Historia del pensamiento no es un aadido ornamental enuna exposicin histrica, ni es propiamente una rama historio-grfica ms, aunque tenga un punto de vista que le es propio yana cierta organizacin autnoma de sus problemas. La Historiadel pensamiento es una manera de contemplar el objeto total dela Historia: trata de ver el acontecer humano, pero' tal como serefleja en la mente de los mismos que en l se hallan implicados.Si es exagerada la afirmacin de Collingwood, no hay ms his-toria que la Historia del pensamiento)), s cabe legtimamenteafirmar que toda Historia en el fondo es Historia del pensamien-to (13}. Y a eso que en toda Historia es, quirase o no, Historiadel pensamiento, es a lo que cada vez ms decididamente se haido orientando la obra de Menndez Pidal (14).

    De esto que acabamos de decir, su ltimo libro nos da unejemplo -de valor insuperable. En tal medida cuenta el punto cevista, de la Historia del pensamiento en su manera de resolver losproblemas planteados por la Chdnson de Koland, que en su cr*tica de la consabida interpretacin individualista a lo Bdier detales problemas, se basa en la tesis de que el ideario del Rolandno corresponde al siglo XI, sino a finales del vm, es a saber, a!pensamiento de una guerra religiosa tal como se daba en la pocade Carlomagno, tal como fue formulada por Alcuino y Teodulfo,

    (13) Puede verse un desarrollo de estos temas en mi estudio La His-toria del pensamiento poltico, la Ciencia poltica y la Historia, en la RE-VISTA DE ESTUDIOS POLTICOS, ndm. 84.

    (14) Llevado tambin de la moderna orientacin hacia la Historia deipensamiento, SNCHEZ ALBORNOZ sostiene que el historiador pretende "tpe-net'ar en la entraa de los hechos... para descubrir los pensamientos ylas pasiones que han ido forjando la Historias;. Ve.r Espaa, un enigmahistrico. Buenos Aires, 1956; vol. I, pg. 24.

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  • MENENDEZ PIDA!. Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    muy diferente de la idea de cruzada del siglo XI, que Bdier creadescubrir en la -.Chanson {15).

    Siempre y cada da ms, Menndez Pidal ha puesto su aten.'cien, para interpretar Its hechos histricos, en el pensamientoque los envuelve o acompaa. Las ideas polticas de El Tortoso de Ben Jaldim, como las de. Carlos V o el P. Vitoria, como lasideas literarias del Arcipreste de Hita o de Lope de Vega, etc-.ei'a, etc., le han servido de base para penetrar" en el sentido deciertos hechos, que han adquirido entonces un aspecto nuevo. EnSIE gran obra sobre el Cid es tenido constantemente en cuenta el'Pensamiento poltico de Pontfices y legados, de Reyes y otrospersonajes polticos y eclesisticos. En. esa obra, piezas tales comolos conceptos de rey o de vasallo;, lo misino en el mbitocultural de los clrigos que en el de los nobles, la evolucin deideas sobre la realeza o sobre las relaciones feudales, la idea decruzada, etc., tienen 1111 papel decisivo en la construccin historio'grfica montada por el autor.

    Qu es lo que ha pretendido' con ello Menndez Pidal? Elmismo nos lo dice en obra tan caracterizada en el conjunto desu produccin como La Espaa del Cid; conocer, nos dice, unconjunto de vida pasada mayor que el conocido por los historia'dores anteriores. Ya veremos (contina diciendo) hasta qu puntoideas de tal significacin como la del imperio leons prmane'can ajenas a la Historia; otros puntos carecan de precisin, comofes sucesivos caracteres que toma la Reconquista, el valor de lascruzadas en Espaa, las aspiraciones de los varios Estados penivsalares, sus relaciones mutuas... (16), Segn esto, parece que ira*porta ms saber con qu ideas gobernaron nuestros reyes medie'vales que no un exceso de datos genealgicos o biogrficos sobrelos mismos.

    Plenamente al punto de visto de la Historia del pensamiento

    I15) IM Chanson de Roltind y el neotradidonalismo. Madrid, 1959;pginas 216 y ss. En la concepcin de lo deberes del vasallaje enun-ciados con exaltada pasin por Roland, y en las exhortaciones de Turpin,jise se' siente ms vasallo que arzobispo, escuchamos en las postrimerasce siglo XI un vivo eco de las ideas ms peculiares y corrientes de losssglos VIH y IX, segn hemos visto. Kste profundo elemento histrico nopoda el Turoldo, creador d la nada, hallarlo ni en EGINHARDO ni en la'eaiidad regalista y feudal del siglo XI, pg. 249.

    S16) ha Espaa del Cid, ed. de 1929, vol. I, pg. 61.

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  • JOS!! ANTONIO R5ARAVALL

    corresponde uno de los ltimos libros pidalianos: El Imperio his-pnico y los cinco reinos {16 bis).

    Reaccionando contia las malas consecuencias de una afirma'cin de Ranke (17) tal coaio durante -varias generaciones fue coni-prendida, JVlenndez Pidal nos ha hecho ver que no puede ha-cerse la tristona atendiendo a los puros documentos mudos, re-nunciando a las crnicas y otros textos de interpretacin cosa'nea o prxima a los acontecimientos. Desde el momento en quemetodolgicamente se toma en cuenta el pensamiento como ca-mino para penetrar en el sentido de los hechos, todo ese mate.rial literario que los positivistas absurdamente consideran elnico subjetivo, cobra un valor principal. De ah que los estu-dios de Menndez Pidal sobre las crnicas y su posterior utilizacinen su contraccin histrica responda a una posicin terica fun-damental. Con esos estudios sobre crnicas que. empiezan en1898 (iS)t y que le llevan a superar la gran empresa de edi-tar el texto primitivo de la Primera Crnica General (i9), repro-ducida recientemente con valiossimos prlogos (20), MenndezPidal ha buscado no slo fijar datos nuevos o rectificar los ya co-nocidos, sino poner en claro lo que sobre los hechos de su pro-pia historia pensaron los espaoles en la larga etapa de fofiia-cin de su nacionalidad.

    Esos estudios sobre las crnicas han puesto en claro, segn Me-nndez Pidal, el valor histrico de la epopeya, cuyos textos po-ticos tantas veces han sido prosificados en esas crnicas. Claroque no se trata de buscar en ellos datos concretos, los cuales no-pueden ser utilizados si los documentos no los confirman. Y lie

    (ifi bis) Ver el texto que citamos en la nota 99.(17) Deca RANKE : Creo que pronto ilegar da en que la Historia

    moderna se escriba tomando como base no los. informes de ios historia^dore.s, ni siquiera de los contemporneos de los hechos, y mucho menosde los compuestos de segunda o tercera mano, sino a base de las relacio-nes de los testigos oculares y de los documentos ms autnticos y direc-tos. Sobre este punto de vista y su insuficiencia, ver mi estudio citaeleen la nota 13.

    (18). Catlogo de la Real Biblioteca. Manuscritos, Crnicas Generales JeEspaa, Madrid, 1899 (3.a ed., 1918).

    (19) Primera Crnica General. Estoria de Espaa que mand cedvponer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289-1, .N'. B.A. E., vol. V, Madrid, 1906.

    (:K>) Madrid, Ed. Credos, 1955; dos vols.

    60

  • MENKNDEZ PDAI. Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    atn la grave declaracin de Menndez Pida!; siempre, ms quehechos concretos, la epopeya nos habr de dar situaciones, cos-tumbres, ideario y ambiente; pero tambin es cierto que todas es-i&s cosas son de ms alto inters histrico que los hechos (ai)-Y veamos en qu est ese inters histrico: si no podemos lo-grar certidumbre de los hechos que refieren las gestas, por muyveraces que las descubramos, nos pueden informar sobre el am-hiente y las condiciones generales que rodeaban la vida de aque-Ees siglos {22). Por ejemplo, la gesta del infante Garca nosha permitido suponer cules eran las ideas polticas del antiempe'radbt* navarro {23). La Leyenda ci la condesa traidora, talcomo se relaciona con la gesta castellana de los condes Garci'Fer-rtndex y Sancho Garca, simboliza la oposicin entre las ideaspolticas -de una princesa pirenaica, extraa a Castilla, y la eni'presa recenquistadora e hispnica que en sta se perfilaba (24). El^'cantar de Fernando I par de Emperador recoge el eco de laspretensiones polticas de exencin respecto' al Sacro Imperiopor parte del reino castellano {25).

    Sin la epopeya ignoraramos, con muchas costumbres, ritosy modos de ser, muchas maneras de pensar y de sentir, las m&simpulsareis de la vida, las que nos dan a conocer la antigua civili-zacin medieval mejor que cualquier otra crnica de la poca (26).Alguna vez se ha objetado1 a Menndez Pidal sobre el valor quel confiere a la pica para completar el cuadro histrico de lospueblos europeos y, muy particularmente, del castellano (27). 'Pero

    i'21) Alfonso X y las leyendas heroicas, en Cuadernos Hispanoame-vinimos, mim. 1, enero de 1948; reproducido en el vol. De -primitiva lricaespaola y antigua pica,. pgs. 57-58, (El subrayado es nuestro.)

    522) Obra citada, pg. 59.(23) Ver El romanz del infant Garca y Sancho de Navarra antem-

    peradorji, en el vol. Studi... dedicati a Pi Rupia, Florencia, 1911; repro-culcido con mucha mayor extensin en. Historia y epopeya, 1934. y sines documentos, en el vol. Idea Imperial de Cardos V, Madrid, 1940; p-ginas 73-125: se trata de comprender el pensamiento y la actuacin delmayor rey de Navarra, dobie aspecto que interesa siempre a nuestro graninvestigador.

    (24) La leyenda de la Condesa traidora, en el vol. La idea imperial& Carlos V, pgs. 37-72.

    (7.5) .Reliquias de la' poesa pica espaola, pgs. 240 y ss.(26) Alfonso X y las leyendas heroicas, ya cit., pg. 66.(7,7) SPITZER: Sobre el carcter histrico del Cantar del Mi Cid,

    en N. R. F. H., II, 2, abril-junio 1948; pgs. 105-107.

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  • JOS ANTONIO MARA.VAL.

    no trata aqul de extraer de los cantares elementos anecdticosni datos concretos sobre hechos y personajes que, aunque tengas!su fondo de verdad, no son, sm ms, utilizables. Lo que se pre-tende es captar en la epopeya esas maneras de pensar y de. sea'tir sin las cuales los hechos carecen de sentido y de valor paralos que viven despus.

    Sorprende, en la inmensa extensin de la obra pidaliana, laescasez, l ausencia casi total de trabajos de tipo biogrfico. Segua.Eduardo Meyer, la biografa no es historia, y la obra de Menzi-dez Pidal es historia eminentemente. Algn lector probablemen-te pensar en uno de los principales ttulos, por todos conocidocomo objecin a lo que acabamos de afirmar: La Espaa del ddppero ese magno estudio sobre el Cid es todo- menos una bioga-fa. Su autor expone de la siguiente manera su propsito: Te-nenios que oponer un continuo empeo de destacar la figura delCid sobre el fondo de su poca. As resulta que en los primeroscaptulos de mi obra se hablar ms de otros personajes que delCid, pas ste an. no es protagonista y nos importa conocer elescenario donde l va a actuar; despus la Historia de Espaaconverger naturalmente hacia el Campeador {28-). Es la Histo-ria de Espaa entera la que se refleja en sus pginas, toda itns>amplia situacin histrica presentada, a efectos de su construc-cin sistemtica, sobre el centro de imputacin -de un personaje-cardinal. La Historia del Cid, para Menndez Pidal, no es unabiografa, como- tampoco lo fue para Droysen la de Alejandro.como no lo son tantas excelentes obras historiogrficas que lle-van por titulo uu nombre de persona. En aquel caso, lo quese desarrolla ante nosotros es la Historia del esfuerzo poli'tico y militar de Castilla por el predominio peninsular y lapugna de los distintos reinos hispnicos por alcanzar una or-ganizacin de su coexistencia; es la lucha encarnizada entre lasnovedades del europesino que la admirable dinasta navarra ira'pone, frente al mozarabismo arcaico y el estancado goticismo leo-ns, representado frente al Cid por personajes como los Beni-G-niez. De este modo, el Cid simboliza, en la obra pidaliana, la reac-cin, victoriosa al fin, que trata de superar la crisis de castella-nidad producida con la muerte de Sandio y la vuelta de Al-fonso, crisis que se supera con la reafirmacin de un programa;

    (28) Vo!. I, pg. 60.

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  • MENKNDEZ PIDAL Y LA RENOVACIN Dli LA HISTORIOGRAFA

    hispnico --ese programa que, centrndolo en el Cid precisanien-te, enunciaba Ben Bassam, segn el texto interesantsimo tan citadopor Menndez Pidal. Cuando ste ha escrito sobre el Cid o sobreAlfonso X, Carlos V, Santa Teresa, Guevara, etc., no ha ocupadosu pluma en trazar rasgos biogrficos. Los elementos biogrficosaparecen y se utilizan como piezas de una construccin histricaPor eso l no escribi el Cid en la Espaa de su tiempo, sinoLa Espaa del Cid.

    Lo que s, en cambio, nos ofrece esta obra es una utilizacinai mximo de los puntos de vista de la Historia del pensamientoen ci plano de la Historia general. Venios all la accin poltica ymilitar del Cid, de Alfonso VI, del Conde de Barcelona, de losreyes moros de taifas, que se desenvuelve en un cuadro de ma-neras' de pensar y de sentir, con las cuales se nos hace compren-sible el acontecer histrico en cincuenta aos de vida espaola.Y de este modo la Historia no resulta un puro capricho hazaoso,sino una continuidad dotada de sentido.

    Al concebir de esta manera la Historia vuelve a tener valor-algo que el criterio de la Historia considerada como libre azarhaba frivolamente desdeadof algo que, en definitiva, es uno delos aspectos fundamentales de la Historia del pensamiento: la in-vestigacin de las fuentes - entendiendo por fuentes procedenciade los hechos o ideas- -. Claro que ahora el problema viene plan-teado de modo muy distinto. No consiste su objeto en buscar ante-.cedentes que, en relacin de imitacin directa o de precedencia- ex-plicativa sobre un pasaje, idea, hecho, en singular, muestren un.caso aislado de derivacin, ni siquiera muchos casos repetidos, perotomados singularmente. Ahora lo que queremos hacernos com-prensible es toda una situacin, para lo ojal hemos de filiar suselementos, y ello nos lleva a indagar sus fuentes de modo siste-mtico y conjunto. Por tanto, no quedndonos en la mera com-probacin externa de uno o varios casos de dependencia, sino tra-tando de indagar cul es el sentido de que esa dependencia sed. Contra una banal actitud antihistrica que rechaza el intersde los estudios sobre fuentes, orgenes, procedencias, etc., en laliteratura y en cualquier rama, podemos aadir nosotros, nosconfiesa Menndez Pidal; Yo conservo la antigua estimacin.Siacia el estudio de las fuentes porque es el mejor modo de apre-caar So que el autor inventa, es el nico modo de situarle dentro

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  • JOSK ANTONIO MARAVALL

    del 'medio espiritual en que se form y vivi (29). Segn esto,hay que estudiar, pues, las fuentes de manera tal que podamosdefinir una situacin en la que alguien se encuentra, hasta preci'sar su medio, y esto no para determinar forzosamente por l unapersonalidad, sino para comprender la accin de sta histrica-mente, que es la nica manera de comprenderla. Por eso, diceMenndez Pidal. es, a mi juicio, principio fundamental en elestudio de las fuentes literarias, que el conocimiento y eleccin de lafuente por parte del autor no se lia de interpretar como efecto delacaso, sino como la primera manifestacin del propio carcter queluego el autor habr de desarrollar en el modo de aprovechar elcaudal que de la tradicin toma ('-jo).

    Este principio lo aplica Menndez Pidal en el plano de la His-toria de un pueblo y con referencia a ese depsito del pensamien-to comunitario que es el lenguaje. Menndez Pidal que respon-diendo una vez ms a su inters por las corrientes de pensamien-to a que van ligados los hechos pide que sobre la historia ge-ntica se atienda a la histeria literaria de las palabras, exigemetodolgicamente que cuando un historiador de la lengua seocupe de los prstamos y esto es algo que interesa fundamen-talmente a todo historiador se fije la atencin no slo en losprstamos que la lengua de un pueblo recibe, sino en aquellosque exporta, porque -stos nos dirn con qu calidades y valoresera estimada una lengua y, con ella, el grupo humano de los quela 'hablaban. De este modo podemos ayudarnos a penetrar en lainterna estructura de la que fue situacin histrica de tal grupoo pueblo en una poca determinada (31). -

    (2.9) El estilo de Santa Teresa, en la rev. Escorial, octubre de 1941;recogido en el val. La lengua de Cristbal Coln, la cita en la pg. 162.

    (30) i-Notas al Libro de Buen Amor, en el vol. Poesa rabe y Poe-sis europea, pg. 156.

    (31) El lenguaje del siglo XVI, en el vol. La lengua de Cristbal Ca-ln, pg. 70. Prestamos del espaol al italiano y al francs, tales comodesenvoltura o grandioso, que H . PlDAl. seala, son interesantes lobjeto que exponemos.

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  • MENNDEZ PIDAL Y LA R5NOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    IIL INDIVIDUO Y GRUPO EN EL PLANO DE LA HISTORIA

    Fuentes, prstamos, aspiraciones, ideas, etc., estos son los ele-mentos que la investigacin pidaliana persigue para dar cuentade los hechos, mostrando las corrientes de pensamiento en losque van situados, para llegar a construir la figura del pasado, Pero-esas corrientes ofrecen un carcter colectivo, multiindividual t enuna corriente participan muchos, y para aquel en quien la reco-nocemos resulta ser, en cierta medida por lo menos, algo recibi-do. Cul pue'de ser el papel del individuo en este plano? Cules su articulacin con el grupo? No tanto por los materiales queha manejado como por las teoras que sobre ellos ha construido,Menndez Piclal ha tenido que plantearse, como el primero desdesi punto de vista sistemtico y como el ms importante proble-ma ole su concepcin historiolgica, el de la relacin -entre indi-viduo y colectividad. El ha enfocado esta cuestin en dos esferasen las que esa relacin tiene un ms radical sentido la de laepopeya y la de la lengua> dos esferas en las que aqulla ofreceuna intensidad muy particular. Por eso lo que sobre tal problemaaporta Henndez Pidal es valiossimo para la Historia en gene'tal, sirviendo para ayudarnos a desentraar el interno esquemadel acontecer social y humano. Por eso lo dicho a este respectopor Menndez Pidal tiene, como cuanto hasta aqu llevamos vis-to, un inters decisivo para todo aqul que trabaje en ciencias.sociales y humanas.

    El historiador tiene siempre ante s individuos insertos en gru-pos, grupos en los que se produce la accin de los individuos. Sindarse cuenta de cmo esa interaccin se constituye, sin desentra-ar la relacin dialctica entre individuo y comunidad, el histo-riador no puede comprender nada de lo que contempla. Desdefines del siglo pasado hasta nuestros das., desde los tiempos, deTonnies a los de Litt y a los de Mac-Iver, Gndsberg, etc., todo elesfuerzo de las ciencias sociales e histricas ha tenido que empezarpor afrontar el problema individuo-comunidad. Y es una vez msde observar - -y ello es prueba de la actualidad intelectual constantede Menndez Pidal que ese ha sido, tambin, aproximadamentepor los mismos decenios, el gran tema suyo: el individuo y elgrupo, bipolaridad que l contempla en los grandes temas de lacreacin de la epopeya y del lenguaje.

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  • |OSF. ANTONIO MAKAVALL

    Menndez Pidai tuvo que habrselas todava con la confusin*,romntica que disolva u ocultaba el individuo en u'n espritu ce-lectivo, dotado ce una mstica capacidad creadora. En el terreno-de la historia literaria G. Pars sostena por entonces que los gran-des poemas picos precedan de cantilenas picos-literarias cantadas-por el pueblo. Pero la gran polmica de .Menndez Pidal tuve-que dirigirse contra el superindividualismo de Bdier, que se nes-gaba a dar cualquier especie de realidad al grupo y sostena que-les cantares picos eran obra culta y acabada de individuos aisla--dos, los poetas, inconexamente pululantes entre oros individuas-los clrigos latinizantes, de los que aqullos reciban para su obra-el pretexto y la ancdota, algunos datos externos, datos extrados;sin. continuidad ninguna de bibliotecas y archivos eclesisticos,

    La epopeya, dice Pidal frente a unos y oros, es obra de una-serie de poetas que sucesiva y espontneamente colaboran en ecantar. No es obra compuesta de una vez por' mi poeta, no esobra tampoco de una mente colectiva e impersonal; es obra enla que un poeta tras otro introduce cambios o desarrollos nuevos,no preocupado de su creacin personal, sino del gusto de los de--ms por su innovacin. Teda innovacin es personal, pero se acep-ta y propaga por otros que, a su vez, introducen sus nuevas va-riantes.

    No hay diferencia cualitativa entre la obra de un poeta y laoba de varios poetas; sta no es producto de fuerzas mecnicas,inconscientes (32,). Es decir, en cualquier caso, una y otra ,res--ponden a una conciencia individual. Esta elaboracin colectiva.que hasta en sus mnimos detalles es siempre obra de un indivi-duot no hay razn vlida para calificarla de obra inconsciente no hay raxn ninguna para desechar su poesa como no cong-nere ni ascciable a la poesa de autor nico individual (33}. Or--gmariamente, un poeta ha compuesto, corno Bdier sostiene, laChanson de Roland o el PoevM de Mi Cid; pero sobre esa pri-maria redaccin, cuantos juglares-poetas las han cantado despus'han ido introduciendo variantes, han. llevado a cabo refundido--ness parciales o totales, y a travs de esta-larga cadena de- colabo-raciones se lia ido formando el cantar en la forma oue ha

    (32) Lt Chanson de Roland y el neodradiciondismo, Madrid, 1959Spgina 451.

    (33) Ob. cit., pg. 53. '

  • MENHNDEZ PIDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTOR10GRAMA

    do hasta nosotros. Luego volveremos sobre esto. Ahora lo quenos interesa es ver en la pica una obra social producida por in-dividuos que participan en un hacer comn a travs del tiempo.Esta afirmacin de la permanencia de un cantar en reelaboracina travs de generaciones es el ncleo de la doctrina pidaliana deltradicionalismo', Como venios, no afirma menos que el individua-lismo una accin individual, slo que no la presenta aislada, sinoen cadena, -de manera tal que la accin de cada individuo se orien-a y desenvuelve en conexin con las de los oros. Ese tradicio-nalismo, dice Menndez Pidal, es ms individualista que lastesis opuestas, porque ve en toda actividad social una serie de es-fuerzos individuales (34) Esos procesos -que por fundir tal acumu-lacin de esfuerzos podemos llamar colectivos;), mas no porqueprocedan de una voluntad colectiva, 110 solamente no excluyentoda iniciativa personal decisiva, sino que la exigen y la postu-lan con reiteracin (35), Recientemente me deca Menndez Pi- .dal que en el ultimo Coloquio de Poiiers sobre problemas de lapica medieval, afirm que su teora tradicionalista era un pliifi-individudismo.

    La cancin tradicional tiene siempre su arranque en la cancincompuesta por un individuo, la cual, si es del gusto del grupo, sepropaga y generaliza, y sus mltiples repetidores introducen, cons-ciente o inconscientemente, variantes {36) que corrigen y refundenel texto primitivo. De esta manera, y slo de esta manera, pode-rnos decir que el estilo juglaresco va trocndose en estilo colec-tivo a fuerza de sucesivas refundiciones annimas, las cuales sonsiempre obra de un autor individual y se van superponiendo' unasa otras (37), El que transmite un cantar, en una sociedad profun-damente interesada en el mismo, no es nunca un copista pasivosmeramente mecnico, sino -que lo repite en tensin potica reno-vadora.' Por eso cambia un verso, altera una escena, reforma el ca-rcter de un personaje, introduce o suprime un episodio. Ese es e

    (54) Poesa juglaresca, etl. cit., pg. 367.(53) La Chanson de ioland, pg. 49.(36) Sobre el concepto pidaiiano de evariaatej-, un?, de sus categoras

    hi.toriolgicas ms interesantes, ver su estudio Sobre geografa folklrica,publicado como primera parte del vo!. Cmo vive un romance, en cola-boracin con D. CATALN y A. GAI.MKS, anejo LX de la R. F. F.., enespecial cap. IV.

    (37) Poesa juglaresca, pg. 3

  • JOS ANTONIO MAKAVAIJ,

    fenmeno que Menndez Pidal llama tradicionalidad (38), fen-meno tpico de socializacin, de interpretacin comunitaria. RecogeMenndez Pidal el hecho de que en las cinco copias hoy conser-vadas de la aChanson de Rolando), coincidentes a veces estrofa aestrofa, frase a frase, no se encuentran, sin embargo, dos versosidnticos entre ellas. Esto lo advirti ya Rdier, sin podrselo ex-plica?. Ella se debe a la actividad refundidora de cada uno de loscinco copistas, esto es, a los que repitieron el poema y lo transmi-tieron tradicionalinente.

    Un fenmeno parecido se produce a teda hora en el campo dellenguaje. Ninguno de los que se sirven de esta obra comn, dejade introducir innovaciones, deja de crear variantes. Todo cam-bio lingstico procede de la voluntad de un individuo, todo- fen-meno del lenguaje es imputable a un autor individual y se trans-mite a otros por su aceptacin. Slo que los cambios -que en el len-guaje permanecen son menos y mucho ms lentes. Ya veremos porqu. El ms pequeo cambio evolutivo del lenguaje procedesiempre de la voluntad consciente o semiinconsciente de un indi-viduo innovador, de la inteligencia acertada o errnea, de la sensi-bilidad o imaginacin de un individuo que, en su habla, conformao deforma a su gusto, a su manera, la pronunciacin, el vocabula-rio o la fraseologa de la lengua materna aprendida. Pero- sucedeque todas o casi todas las innovaciones que cada hablante intro-duce, se extinguen, rechazadas por la mayora que acepta el pa-trn del lenguaje; muy pocas hallan imitadores que las propa-guen ? y as la lengua comn, aunque vara en cada uno que la ha-bla, tiende a permanecer invariable en su esencia, siendo sus mu-danzas pocas, leves y lentas, aunque hemos de insistir en quetoda mudanza depende de un individuo que obra sobre muchosindividuos, y el resultado de muchos actos voluntarios y coinci-dentes no es nada inconsciente ni mecnico. El individuo, por s,slo puede influir en el lenguaje de la comunidad lo mismo quepuede influir en unas elecciones por sufragio' universal: captan-cose adhesiones)) (39). El lenguaje no es un mecanismo' sujeto adeterminacin, ni es un bloque mineralizado, inmvil. Es unfenmeno de vida social que responde a la misma interaccinindividuo-grupo, relacin en la cual sus tesis tradicicnalistas no

    (38) Ob. cit., pg. 370.{39) Ob. cit., pg. 366.

  • HKNKNDEZ PIDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    impiden a Menndez Pidal dar al individuo todo su papel, ne-gndose a ver en el lenguaje un- depsito situado fuera de lavoluntad ce los depositarios^ -como quera F. de Saussure. Desde suarranque individual, la lengua est en variedad continua y en per-manencia esencial. Cada hablante moldea los materiales que en sumemoria ha depositado la tradicin, los transforma asustndolos alestmulo expresivo que le mueve a hablar, los vivifica dndoles una existencia singular que nunca tuvieron antes ni volvern a enedespus jams; pero, a pesar de eso, la lengua permanece en suidentidad esencial, pues el individuo crea su habla en continuoajuste y contraste con la comprensin del oyente y con el usogeneral de los dems hablantes. De un modo algo semejante, laescritura, forma grfica del lenguaje, aparece personalizada encada individuo, aunque a la vez reviste formas fijas y comunesa todos, pues ha de ser legible para todos. As, aun admitida estadirecta participacin personal, es evidente que, siendo el lengua-je actividad colectiva de una sociedad humana, su desarrollo glo-bal es independiente de la voluntad del individuo, como decael positivismo. Sin duda, el individuo por s solo es impotentepara alterar el curso de las modificaciones que el lenguaje tiendaa sufrir | pero tambin es evidente que los cambios que se pro-duzcan en el lenguaje, siendo ste un hecho humano, sern siem-pre debidos a la iniciativa -de un hombre, de un individuo que,al desviarse de lo habitual, logra la adhesin o imitacin de otros,y stos logran la de otros; en suma, el proceso de cualquier neo-logismo ser idntico al proceso por el que se propaga cualquieropinin o cualquier costumbre en un grupo humano, hasta hacer-se propia de la mayora (40). Iniciativa de un individuo, imita-cin por otros, adhesin de nuevos grupos, propagacin como unaonda que al irradiar va modificndose y engendrando a su vezotras lneas de difusin. Desde muy pronto, Menndez Pidal ha-ba construido este esquema de los fenmenos sociales del lengua-je y de la pica, en el cual se puede expresar el esquema de todofenmeno de socializacin. Ya el propio Pidal se dio cuenta tem-pranamente de esto y anunci esa relacin dialctica de indivi-duo y grupo, con un alcance ms general: cualquier cambio^ enla actividad colectiva tradicional, lo mismo respecto al lenguaje

    (40) La unidad del idioma, en el vol. Castilla, la tradicin, elma, pgs. 196-197; y La Chanson de Roldnd, pgs. 50 y sigs.

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  • JOS ANTONIO MARAVAE.L

    que a la cancin popular, que a la costumbre jurdica, etc., sefunda en el hedi de que muchas generaciones consecutivas par'icipan de una misma idea innovadora y la van realizando persis-tentemente {41). Esa persistencia de la idea innovadora a tra-ves de siglos y generaciones, que se descubre incluso en cam-pos tan propicios al individualismo como el de la invencin po-tica, nos da el juego del movimiento social; innovacin-adhesin.

    Estas materias, tales como el lenguaje o la epopeya; en lascuales se produce tan libremente, tan sin presin alguna de unpoder organizado, su socializacin y tradicionalizacin en elsentido pidaliano son materias que tienen una gran fuerza parafundir, en unidad un grupo social en la etapa de formacin deste. Por eso la epopeya perdi despus esa capacidad de ser re-fundida, revivida soeialniente. Ello, en tal campo, es propio tanslo de la edad heroica -otra de las categoras pidalianas im-portantes que su autor matiza mucho ms ajustadamente queotros que se han servido sin tanto rigor de un concepto similar,como Rajna, Ker, Chadwick, etc. Edad heroica, es aquella que vivenlos pueblos antes de desarrollar una historiografa culta en su len-gua -propia, cuando sienten la necesidad de cultivar su propia histo-ria sirvindose para ello de cantos pblicos animados por un sent'miento poltico unnime, movidos por un inters en el que todosparticipen (42). Pidal parece definir aqu la etapa de fusin o deintegracin de una comunidad poltica, etapa por la que pasaron lospueblos europeos precisamente en los siglos de florecimiento dela pica. Como la empresa secular y comn cantada en esos poe-mas se impone a todos, todos participan en ellos, sintiendo al un-sono esa pica, reelaborndola; mas como esto no se hace porinters personal, sino solidariamente, nadie tiene cuidado en sal-varse de la inoniinia. Pero bien entendido que anonima y cola-boracin dejan a salvo la individualidad del poeta (43); esto es,socializacin y solidaridad estn tejidas de voluntades indivi-duales.

    (41) Orgenes del es-paol, .pg. 562.(42) Problemas de la poesa pica, ya cit., pg. 72; y La Chamo de

    Rodnd, pgs-. 433 y sigs.(43) Reliquias de la poesa pica, espaola, pg. X. Sobre la anoni-

    ma como fenmeno propio de las literaturas primitivas, diferente de loscasos que en las literaturas modernas se dan, ver Poesa juglaresca, pgi-nas 361 y ss.

  • MENRNDR7. PIDAL Y LA 3BNOVACI0N Dli LA HISTORIOGRAFA

    Tenemos, pues, que todo hecho social (ejemplo eminente, ellenguaje) depende de los individuos. Estos son los que crean einnovan y, al introducir cambios, ven stos impuestos por pres-ligio o por presin de cualquier otro tipo. La imitacin los gene-raliza y se asegura as una transmisin que es siempre cambian.'te y evolutiva, que se hace siempre a travs de variaciones.Como una verdadera ley formula Henndez Pida! esta tesis; la'pica vive en variantes, como la balada (44); pero despus delo que llevamos dicho comprendemos ya que esa ley puede ser.aplicada a nuevos campos de la vida social y que el concepto devanante es vlido en toda el rea de la Historia. Pero hay ms.Menndez Pidal comprueba que si el campo de transmisin esextenso y de gran densidad, los cambios individuales, que exis*ten siempre, encuentran una resistencia mayor y la aceptacin ygeneralizacin de las variantes es ms lenta? en cambio, si elcampo social es menos denso, las resistencias son menores y lasinnovaciones triunfan ms fcilmente. Con esta profunda obser'vacien, que confirma el carcter tardgrado de la sociedad, deque hablaba Ortega, nos ha dado Menndez Pidal una ley his--trico--social de mxima importancia, cuyo enunciado, cindonosexactamente al pensamiento de su autor, podramos formular enestos trminos i la propagacin de un qumbio social se desarrollacon velocidad inversamente -proporcional a la densidad y exten*sin del grupo sn que se propaga.

    Los casos en que especifica Menndez Pidal el alcance de estaley tienen para, nosotros muy especial inters: 'En la evolucinpoltica de un pueblo, evolucin en la que toma parte activa unapequea minora, se pueden producir cambios bruscos y es fcil'mente perceptible la accin de la individualidad a cuya nter*vencin se deben; en la evolucin del lenguaje, dado que enella intervienen todos los individuos que componen el campo so-cial,'los cambios son lentos y ms suaves y, aunque tienen sieni*pre por autor a un individuo, no permiten, por su condicin decasi imperceptibles, reconocer en cada caso a su autor y, en cot'secuencia, adquieren aparentemente un carcter annimo 'que t eruamos como colectivo {45).

    (44) La Chanson de Rol&nd, pgs. 6a y ss.{45) Poesa juglaresca, pgs. 364*365, y tambin T-A unidad del idioma.,

    ya citado.

  • JOS T O M O HAEAVALL

    IV. ARCASMO Y TRADICIONALIDAD

    Hemos expuesto antes el. concepto de tradicionalidad y para;.acabar de comprender lo que es un operar tradicional en la doc-trina de KL Pidal vamos a considerar brevemente sus caracteres..

    Con su riguroso saber positivo, M. Pida! ha puesto en claro-los aspectos de tradicionalidad en los cantares de gesta espao-les; a) La asonancia -Jos cantares franceses que empezaron sien'do asonantados, buscaron muy pronto las formas aconsonanta'das, mientras que los espaoles conservaron aqulla hasta el finaljpasando luego a los romances {46')? b) El metro irregular o cedesigual nmero ele slabas, usado originariamente en la picafrancesa, segn presuncin que se confirma al ver que ese me-tro irregular se usa en las gestas anglo-normandas y franco-italia-nas que viviendo en reas periricas de la cultura francesa, SOEesencialmente arcaizantes. {47), mientras que, en cambio, los ju-glares espaoles, como esos otros anglo-normandos, franco-italia-nos y tambin los venecianos, incluso cuando adoptan para supblico poemas franceses, no practican el cerrado sistema de ver--sos isoslabos que los poetas franceses haban establecido (48);c) Las tiradas de desigual nmero de versos, frente a la forma.estrfica que adoptar, como producto de importacin y con in-dependencia de primitivas formas peninsulares estrficas, e mes-ter de clereca. Es un carcter especial de la literatura espaola.el de mantener formas arcaicas desaparecidas en otros pases (4

    (46) Poesa juglaresca, pgs. 268-269.(47) JA Chanson de Roland, pg. 23.(48) La forma pica en Espaa y en Francia, en R. F. E,, XX

  • MBNF.NDE2 P1DAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    Junto a estos caracteres formales, los juglares de gesta espao-les se diferencian de los franceses por aspectos que ataen ai fon.'do. Los relatos de los cantares de gesta castellanos son poemasbreves que representan el tipo originario de la" pica, mantenidoen Castilla, como haban existido antes breves cantares narrativosteutnicos y escandinavos. Esos cantares de Castilla, a diferenciade los franceses que en los siglos XI y XII slo poetizaban sobre.Carlomagno y sus inmediatos sucesores, se ocupaban de hroes yasuntos de actualidad, dando a su pblico noticias de los aconte-cimientos que vitalmente le importaban, siguiendo en esto tam-bin una prctica primitiva (50).

    Pues bien, esos caracteres de. austeridad narrativa y noticieray de verismo histrico se conservan entre los juglares espaoleslargo tiempo-, incluso en la poca de florecimiento de las gestas{1140-1236). KL Pidal ha comprobado su presencia hasta en poe-mas picos modernos del siglo XVII. Claro que esa tendencia alverismo no es pretensin de autenticidad histrica, corno aclaraen respuesta a Spitzer, ni hay siquiera un propsito de fidelidada los hechos. Pero lo cierto es que por ocuparse de acontecimien-tos muy prximos en el tiempo y aun contemporneos, se conser-vaban fielmente en la memoria y podan relatarse los hechos enforma ms veraz. De esta manera, el verismo histrico de ios-cantares espaoles no es historicidad buscada, sino efecto de lacoetaneidad (51).

    Con el conocimiento reciente de nuevos textos rabes refe-rentes a la conquista de Valencia por el Cid, textos descubiertospor Levi Provencal e identificados por ste como fragmentos deBen Idari que recoge extractos de Ben Alcama, ha podido MenndezPidal ratificarse en su tesis y afirmar que siempre que podamosalcanzar una forma primitiva, o al menos suficientemente arcai-ca de un relato pico, lo encontramos Heno de verdad de poca...y conforme el relato pico toma nuevas formas en siglos sucesi-vos, le vemos dejarse invadir cada vez ms de elementos nove-

    arcasmo la asonancia, segn ya llevamos dicho, sino un tipo de asonancianmy primitivo. Ver La forma pica en Espaa y en Francia, ed. cit., p-gina 41.

    (50) Poesa juglaresca, pgs. 2.54-255.(51) Poesa e Historia en el Mo Cid, en N". R. F. H., III, 1949;

    reproducido en De primitiva lrica espaola..., pgs. 11-53.

  • OSE ANTONIO MARAVALL

    Seseos {52}. As se observa comparando la Chtnson de Roland,con el Poema de Mi Cid, o mejor el mismo poema cidiano- conlas Mocedades de Rodrigo.

    Tenemos aqu una elocuente leccin para los que son dadosa sacar apresuradamente consecuencias sobre los caracteres, pocomenos que indelebles, de los pueblos (53). Resulta que de ese ve'risnio histrico slo podemos decir que es un carcter de la pi'ca hispana en la medida en que es tan slo un estado de rea'tiva duracin en la misma, nunca una esencial condicin. Por eso,dice Menndez Pidal, los estados arcaicos conservados por la li'tetatura espaola debieron por fuerza existir en pocas ms anti'guas de la literatura francesa (54).

    Tambin en el campo de la lrica ha llegado P. Pidal a con--dusiones semejantes, cuya confirmacin por descubrimientos r eentes constituyen uno de los xitos ms resonantes del mtodopidaliano. Aparece ahora una lrica con caracteres arcaizantesmucho ms antigua que cualquiera otra de Europa y en relacincon la cual hay que afirmar que tambin en su campo, y no sloen el de la pica, la literatura espaola tiene un gran valor paratodos los problemas de orgenes. Arte de una poca annima quevive en refundiciones y variantes, que no se caracteriza por serinculta e inconsciente, sino popular, y de colaboracin pluriin'dividual (55). Una lrica primitiva castellana encontraba KL Pidalque estaba irrefutablemente testimoniada en relatos cronsticos,en textos de la Chronica Adefon-si Imperatoris, de la Historia Com-postelana y de la Historia annima de Stthagn, tesis que su autor

    (52) La poltica y la reconquista ea el siglo XI, publ. en RE?. DEESTUDIOS POLTICOS, nm. 35-36 1948; recogido en Miscelnea histrico'literari; ver pg. m .

    {53) Por ejemplo, el haber habido o rio primitivamente lrica enCastilla no es un carcter sino un fenmeno que se producira en rela-cin a una situacin o por eso resulta ahora que s debi existir tallrica.

    (54) Poesa juglaresca, pg. 235.(55) Cantos romnicos anddinsies, en ed. cit., pgs. 64 y ss. No se

    apone el carcter comunitario', ms que popular, de la pica y aun de lalrica espaolas a un posible carcter culto (LAPESA observa cmo el poe-ta-juglar -de Mi Cid opta por formas como siniestro y can, frente aizquierdo y perro-, por estimar stas vulgares. Historia de la Len-gvM, Espa*ola, Madrid, 2.a ed., pg. 158.

    74

  • 5/3NHNDKZ PIDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    sostuvo en un discurso de I 9 I 9 {56} y desarroll, estudiando losdiferentes tipos de poesa puestos de manifiesto por esas Crnicas,en i?43 (57) Unos aos despus volvi a recordar esa hasta en-tonces hiptesis suya, cuando en C&nios romnicos andaluses es-tudi el descubrimiento sensacional de las muwaschajas hispano-rabes e hispano'hebreas con jarchyas en romance. En ese mo-mento recordaba Menndez Pidal que durante mucho tiempo sehaba sostenido que Castilla no haba posedo una lrica primiti-va y s slo tina pica y aadamos que de ello se deducan im-pertinentes conclusiones sobre su carcter guerrero, etc. Ahorala incuestionable presencia de una lrica espaola obliga a replan-tear muchos de estos tenias y echa por tierra muchas suposicio-nes gratuitas, que 110 hiptesis cientficas. Y ante estos resultadosha escrito KL Pidal: La cancin romnica andaluza dio vida ala nitswaschaja y al zjel en los albores del _ siglo X, y el zjel ydems canciones andaluzas asistieron al nacimiento de la lricaprovenzal a comienzos del siglo- xil (58) En un caso concreto,parece darse aqu la frmula de la accin histrica de Espaa, enalguno de sus aspectos. En la labor de trazar el inventario denuestro pasado nacional operacin que no slo tiene inters his-trico, sino poltico, en la vida de un pueblo- - 110 habr que ol-vidar esa nueva herencia que los descubrimientos llevados a cabopor Menndez Pida! o hechos posibles por la aplicacin de sus teo-ras, nos ha trado a los espaoles.

    (56) La primitiva poesa lrica espaola, discurso de recepcin enla R. A.' E., 1919; reproducido en Estudios literarios, 4.a ed., pgs. 181y siguientes.

    (57) uDst primitiva lrica espaolar, en Cultura neolatina, III, 1943;reproducido en e! vcl. del mismo ttulo, ya cit., pgs. 113-12S.

    (58) La cancin andaluza entre los mozrabes, en el vol. Espaa,eslabn entre la Cristiandad y el Islam; ver pg. 20. Sobre la utilizacinpor los- rabes de precedentes de raz hispnica, a parte del indudable ori-gen romnico de las jarchyas y de sus formas estrficas, ignoradas por lacasida monorrima, hay que tener en cuenta el dato, sealado tambinpor M. PIDAL, de que desde los primeros tiempos islmicos, los rabesrecogen y adaptan narraciones de tipo edificante de los cristianos, lo quepermite pensar que los musulmanes de Espaa utilizaron muchas narra-ciones literarias o populares que circulaban en el ambiente romnico del

    pas en tiempos prximos ,1 la invasin. Ver Las leyendas moriscas eisu relacin con las cristianas;;, en Estudios literarios, pg. 116.

    75

  • OSE ANTOXIO MARAVALL

    V. CONTINUIDAD Y DISCONTINUIDAD EN SL PROCESO HISTRICO.LA NOCIN DE ESTADO LATENTE

    En la cera de Menndez Pidal, como centro desde el cual seorganizan, todas sus partes, ha habido un problema principal, par-tiendo del cual se lian ido planteando todos los dems; el de losorgenes de la pica, que tan inmediata relacin tiene con el dsla formacin de las modernas, comunidades polticas. Meditandosobre ese problema tuvo lugar la gran intuicin de M. Pidai: lade la tradicionalidad de -ciertas formas literarias, en la cual se nosmuestra lo que de continuidad y solidaridad hay en las formas oevida comn que han granado en las naciones del 'Occidente ereropeo. Desde el primero de sus libros, sobre los Infantes de L',hasta el ltimo de ellos, sobre el Roltind, ha sido aqul ei gran.tema de egregio historiador (59).

    Esa tradicionalidad empleamos la palabra en el sentidopidaliano', ajeno a toda otra tesis tradicionalista-- es el esquemade la vida social? es la continuidad que enlaza la invencin deun individuo y su reelaboracin parcial y sucesiva por cuantos leprestan adhesin, integrndose en un grupo. Esa continuidad 110niega las individualidades, sino que las supone y las exige, por-que de lo contrario sera ms bien uniformidad. La Historia esun continuo en el que se dan discontinuidades. Y si lo decimosde esta manera, es porque resulta difcil expresar la nueva pos-tura que a individuo y grupo, mutuamente integrados en una re'lacin dialctica inseparable, atribuye el pensamiento actual ai-yas frmulas, las tesis de M. Pidal sobre el fenmeno literario lashan anticipado en gran medida. Un ejemplo particularmenteinteresante de la relacin del individuo con el grupo es ese quenos proporciona la poesa pica, tal como M. Pidal lo ha puestoen claro. Tiene especial valor el ejemplo porque nos ofrece unode esos casos de interaccin justamente en la poca de fusin deunas comunidades, esto es, en su Edad heroica. Como este es-tado se ha prolongado ms en Espaa que en otras partes, el case

    (59) La ltima parte, de. Poesa juglaresca, la conferencia sobre Pro-blemas de la poesa picas, y la primera parte de Ld Chanson de Rolandson los textos que fundamentalmente hay que tener en cuenta acerca dela cuestin enunciada.

  • S1ENENDSZ PDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    de la pica espaola es especialmente fecundo para estudiar elproblema, ya que, a su vez, esa pica conserv durante ms tiem-po sus caracteres arcaicos y goz de una muy interesante super-vivencia en oros gneros la crnica, el romance, el teatro.En todos estos gneros tan eminentemente sociales puede ser con-siderada la radicionalidad de la pica y, en el aspecto poltico ysocial que entraa junto a otros aspectos-- puede estudiarsems a lo vivo en plazo mayor y ms prximo a nosotros.

    t-La epopeya romnica -ha dicho M. Pidal es la hermanamayor de la historiografa;' race cuando la historia no exista, oslo se escriba en latn, lengua extraa a la comunidad1 (6o).Y nace oorciue esta comunidad la necesita, como expresin de la

    *. A. y A.

    empresa heroica y colectiva, en cuya accin se est fundiendoel vnculo comunitario. Por esta razn, la epopeya surge reclama-da por la apetencia historial de un pueblo que se siente empe-ado en una empresa secular {61).

    Junto al clrigo latinizante que participa en una tradicin doc-ta, internacional y difusa, el juglar y poeta en romance se hallaimplicado desde su origen en una tradicin vulgar, esencialmentevinculada a una comunidad, y en ella expresa las primeras inicia-tivas creadoras de las lenguas romnicas que tienen en esos altossiglos medievales su despertar literario1.

    Contra la tendencia de Paral y tantos otros, H. Pidal sostieneque se ha exagerado el papel de los clrigos cultos y transmisoresde latinidad, en los orgenes de las literaturas de los pueblos ro-mnicos. Por de pronto, entre ciento y pico de trovadores y jugla-res de la escuela provenzal, slo se encuentran cuatro clrigos.Y en Espaa- el "espritu de los cantares de gesta es tan civil, tanno eclesistico, que se da el caso de que en el Cantar de Mi Cidse nombran veinticinco personajes, todos ellos seglares, cuya exis-tencia real se ha comprobado siempre, y no se cita ms que dospersonajes eclesisticos, uno de ellos el de un monje que, a pesarde ser un importante abad, lleva el nombre equivocado (62).

    No hay que aceptar la tesis de que unos posibles relatos pri-mitivos, rudos e inartsticos, fueron olvidados, y que, bajo la in-fluencia de la cultura latina de los clrigos empez una segunda

    (60) Problemas de poesa pica, ed. ya cit., pg. 73.(61) La Chdnson de Roland, pg. 429.(62) Poesa juglaresca, pgs. 357 y ss.

    77

  • TOSE ANTONIO 5IARAVALL

    etapa de las literaturas romnicas con los grandes y cultos poemaspicos. Menndez Pidal se niega a reconocer que haya que sepa-*rar dos pocas con un gnero potico diverso cada una, la primeracon relatos orales inartsticos y la segunda con chtmsons de gesteescritas. Lejos de eso, afirma una perfecta continuidad de lalnea tradicional entre los siglos XII y XIII y los anteriores (63),,

    Una actividad literaria regular la ha tenido que haber siein--pre, hasta en los llamados siglos oscuros. Lo original, sobre todoen la tesis de ll. Pida!, es ir a buscar en esa actividad soterrada ycontinua la fuente de las literaturas de los pueblos modernos, quedirectamente entroncara con su etapa heroica y ormativa. Susproducciones se han perdido en su casi totalidad, porque por su.ndole vulgar no interesaban a los clrigos que formaban las \-bliotecas, porque la materia en que se escriban (lo muestra el na.-Rusento de Hiena y Mtirid) era pobre y deleznable, y, finalmente]en Espaa, porque el cambio de la letra mozrabe a la glica hizoilegibles en unas pocas generaciones todos los libros antiguos.Pero no por eso liemos de olvidar, como historiado-res, la escon--dida corriente tradicional y, seguros de la gran extensin deesa poca latente de la literatura primitiva, alumbrarla ante nos-otros (64). Por nuestra parte, podemos pensar que en la medidaen que se consiga esto se pondr en claro un testimonio valios'simo sobre el proceso de formacin de los pueblos modernos,y en general sobre los recnditos y fecundos movimientos de las-que nace una comunidad poltica.

    Para comprender, desde cualquier disciplina que tenga relacincon la realidad histrica, ese proceso, tiene un gran valor un con-cepto categora! acuado por H. Pidal. Nos referimos al de estado'latente (65). Su propio autor nos llama la atencin acerca ole laamplitud de validez del mismo y denuncia el error en que fre-

    (63) La Chanson de Roland, pg. 56.(64) Poesa juglaresca, Ice. cit.(65) Sobre este, concepto; aparte de los textos del autor que levatsies

    ya citados, ver su reciente estudio Le toman-cero et l'tat latcn de laposie pique, en La Tdble ronde, nni. 133 ene 1959, y tambinD. CATAIAS La escuela lingstica espaola y su concepcin del lenguaje,Madrid, 1955, cap. VII j LB GENTIL I La aoiioa d'tat laten e les detnieretravaux de Menndez Pidal, en BHE. Hispamqiie, LV, 1953, Y ^artculo de J. MARAS: La idea ce estado latente en el mtodo de Me*nndez Pidal, en nsula, XII, 141, agosto de 1958.

  • MRXNDKZ P1DAL Y J,A RENOVACIN Dii LA HISTORIOGRAFA

    cuentemente caen los estudiosos del lenguaje y de la literaturas.as como los tratadistas de las instituciones polticas y de las eos-tumbees, por no tener presente en sus construcciones histricas (66)la posible laencia en que los hechos sociales pueden vivir durantevarios siglos (67). En otra parte, insiste en referir el concepto deestado latente a una actividad social cualquiera y habla de unarealidad latente (68). Esta ltima formulacin llevara a plan-"era problemas de otro tipo y prueba lo fecunda .-que puede serla utilizacin de esta idea. Tal como ha venido sosteniendo IVL Pidalsignifica que una actividad literaria, o de otra ndole, de la quepor no disponer de testimonios se ha negado su existencia, existe,sin embargo, en una sociedad, y al mismo tiempo que continauna lnea anterior est en condiciones de provocar, cuando la oca-sin llega, un nuevo florecimiento de los fenmenos con que se re-laciona. Los contemporneos de un hecho o uso social latente no-se d&n cuetityt de l, porque tan habitual les es, o no dun cuentade l, por estimarlo obvio o insignificante y estimar que 110 mereceen uno y otro caso su mencin escrita.

    La nocin de estado latente, dice Menndez Pidal, no es unaexplicacin de cualquier fenmeno lingstico en s; explica slo-su existencia cuando parece no existir y apoya la explicacin que-puede briscarse en la accin de un sustrato, o de. una coloniza-cin o de un influjo lejano cualquiera (69). Haba efectivamenteen la Historia muchos casos de influjos remotos, de reaparicionesque no tenan fcil explicacin. En la Historia del pensamiento-estos fenmenos son frecuentes y, a veces, de casi' imposible ex--plicacin. Esta viene a ser apoyada ahora por esa realidad latenteque ciertos hechos parecen poseer y en virtud de la cual se hace-perfectamente comprensible la existencia, de fenmenos de sus-trato empleando ese tilsimo concepto de los fillogos, quenosotros hemos propuesto se acepte como un concepto de validengeneral en tedo el campo de la Historia- - (70).

    Los fenmenos de estado latente que presenta nuestra Historia

    (66) Llamo la atencin sobre, el uso por M. PlDAL del concepto de(construccin histrica. Acerca del sentido del mismo, ver ni Teo-A de'isaber histrico', cap. 3, III.

    (67) Poesa juglaresca, pg. 340.(68) Cantos romnicos andaluces, en ed. ya cit., pgs. 149-151.(69) Poesa juglaresca, pg. 338.(70) El concepta de Es-paa en

  • JOSSi ANTONIO MARAVALL

    son francamente extraordinarios y ponen de manifiesto el valorde ese concepto historiolgico para entender esa Historia espaola,al iluminar algunos aspectos decisivos de la misma. El propio Me*nndez Pidal cita una serie de ejemplos del mayor inters. Uno deellos, entre los que muestran curiosa relacin con ciertas condicionesde nuestro pasado comn, es el caso del latn vulgar. Ese latn vulgar,a diferencia riel bajo latn, vivi en toda la Romana en estadolatente. Nadie lo escribi porque era una lengua brbara y ruda yporque empleaba sonidos que no se podan representar con el al*-rabeto del latn culto y con sus reglas gramaticales. Y sin embargo,ese latn deducido por la filologa en consideracin a la evolucinde las lenguas romnicas, existi y se nos ha revelado en escritu-ras del reino de Len,- mostrando la fuerza de la cultura vulgar y,a la vez, ciertos elementos de arcasmo (71).

    Otros muchos ejemplos rene ML Pidal en apoyo- de su teoraque adems del inters general que en relacin con sta tienen, sondignos de ser tenidos en cuenta en otros aspectos particulares de laHistoria espaola. Aparte los de carcter lexicogrfico1 de ocul-tacin mulisecular de vocablos prerromanos olvidados que siglosdespus reaparecen, hay oros ms elocuentes an, con referen-cia al fondo hispnico. Eminente es el caso de ios romances tradicio-nales, un uso social literario que se mantuvo en estado latente du-rante siglos, y cuya existencia ni Duran, ni Amador de los Rosni M. Pelayo, todava en i.9oo, sospechaban, siendo- as que es unproducto hispnico conservado en todo el mbito en que se habla

    (71) En los siglos X y XI, cuando el renacimiento cultural que en esapoca se inicia ha eliminado el latn vulgar, consrvase ste en Len. Sinotarios francos de los siglos VII a IX dejan escapar alguna manifestacinde aqul, las usan todava dos siglos despus los notarios leoneses arcai-zantes, probablemente de procedencia mozrabe y, por tanto, de pas enel que la cultura rabe haba estancado las viejas formas ele la lenguahablada, en tiempos de la invasin. Este latn, leons es, por lo tanto, unapreciosa supervivencia del latn hablado en la ms alta Edad Media, allen los siglos v o VI, cuando empezaban a formarse los romances. Desdefines del XI decae y llega a desaparecer. Pero ese latn vulgar arcaico-, sidesapareci de la escritura para siempre, continu ejerciendo influenciaen el habla romance, manifestndose restos suyos abundantes en muchossemicultisrnos de los antiguos monumentos literarios conservados de lossiglas XII y Xin as en el Auto de os Reyes Magos, en BERCEO, enALFONSO X (Orgenes del espaol, pgs. 478-485).

  • aiENisNDEZ PIDAS, Y LA RENOVACIN BE LA HISTORIOGRHA

    espaol (72). Tambin la lrica primitiva permaneci durante mu-chos siglos en estado de latencia insuperada, hasta que hace es-casos aos se descubrieron las cancionciMas de una lrica mozra-be. Luego nos volveremos a referir a este hecho muy particularde nuestra Historia (73}. Con estas jarchyas mozrabes se lia ve- .nido a descubrir otro fenmeno de latencia s Los que haban! estu-diado la cancin popular espaola crean que la cuarteta octosil-bica, con rima asonante o consonante salo en los verses ssguadoy cuartos que en toda la Pennsula es la forma ms genuna deaquelk cancin, era una forma que no apareca hasta el si-glo xvi, y aliora se descubre en ei XII y ss nos muestra, en esta-do latente durante tan largo tiempo {74) Y junte a estos ejem-plos hay que aadir e de algunas costumbres sociales y jurdicasvisigodas que conservadas latentemente reaparecen, muy avanzadala Edad Media (75)

    De ese fondo de visigotismo que como realidad latente actacondicionando nuestra Historia procede el uso social, y an podra-mos decir poltico, de la pica (76). La tesis de Henndeg Pida! es

    72) Ronamcero Hispnico, Teora s Historia) Madrid, 1953, y C&mo viveun romttnae, en colaboracin con CATAIK Y GALMs, ya d i . Ahora, ade-ms, ver el estudio del propio MSNNDEZ 'PIDAL: JLe fomomcevo si l'S'cekttent de Ut posie pique, ya cit.

    (73) Poesa jugkuresca, pgs. 339 y ss., y Cantos romnicos andeksies,ya citado.

    (74) Ahora nos sale al paso, nada menos que a comienzos del siglo XII,una autntica copla popular, octoslaba asonantada, idntica en su formaa las que hoy resuenan de continuo en toda Espaa y sirven para la in-cesante efusin lrica popular, desde Andaluca a Asturias, desde Catata-a y Aragn hasta Galicia y Portugal. Sabemos ahora de cierto que lacopla octoslaba vivi ignorada de todos los eruditos, por ser mirada comomuy vulgar; vivi en estado latente desde tiempo inmemorial, hasta queen el siglo XII tm insigne poeta hebreo, Jud Ha Lev, nos salv delolvido eterno tina muestra. Con este descubrimiento, la otra muestra queel mismo Pl>Al. haba hallado en el Cancionero Musical de Palacio, fecha-da en 1430, cobra una interesante significacin de lazo intermedio en unacadena multisecular. Ver Cantn romnicos andtustes, pg. 100.

    {75) Los godos y \ epopeya espaola, pgs. 34-35.(76) El carcter poltico se comprueba en fecha muy avanzada, res-

    pecto a una ms moderna derivacin de la epopeya, es a saber, los ro-mances. Todava Enrique IV manda componer romances para ser canta-dos ante el pueblo, sobre la nueva entrada en Granada en 1462.. Y en lapoca de los Reyes Catlicos, poetas cortesanos componen romances paranoticiar al puebla la victoria de. Toro, la rendicin de Setenil o de Rondaetctera, etc.

  • JOS ANTONIO MARAVALL

    que ni en la literatura latina clsica ni en la medieval no hay nadade donde pudiera proceder ese gnero de poesa historial cantada, ese gnero pico de los cantares de gesta, y que la nica explica'cin razonable consiste en enlazarlo directamente con lo cantos-historiales de los pueblos germanos, que sabemos con certeza ha'befse continuado en la Hispania visigoda y en la Galla merovingia. y carolingia (77}. Sobre la base de un texto de San Isidoro, perfec-tamente ajustado a su tesis, contenido en el pequeo tratado 'peda-ggico, Isistitutionum. disciplmae, texto en el que se recomiendahacer escuchar a los jvenes los carmina maiorum quibus audito-res provocati dd gloriam excitetur, sostiene M. Pidal, relacio-liando ese dato con la supervivencia de leyendas godas atestigua'das por Jordanes, que son stas residuos de una mayor produc-cin, hoy perdida, de las que representan algn eslabn aislado- deuna cadena tradicional. Representa el trabajo de innumerables:cantores, unos en lengua gtica, otros en los varios dialectos his'pano-romnicos; representa incontables creaciones individuales^unas felices, otras desafortunadas, supone, en fin, un estado poti-co perdurable en torno a un tema dado {78). Ese. estado potico'perdurable es, sin duda, una de las maneras de presentarse elproceso de formacin del destino comn de un pueblo

    Los godos, en e oriente de Europa, posean cantos picos queentonaban los guerreros o se cantaban ante ellos, segn testimoniode Jordanes y otros. Esos cantos historiales, de multisecular tea--dicin, se conservan por el pueblo godo en Occidente, y cada gru-po germnico aparece cultivando el recuerdo y la exaltacin pica.de hroes propios interesante momento ste de la parcelacinde la epopeya entre los pueblos europeos.Los datos sobre losgodos, precisamente, son escasos; pero basta el texto ce San Isvdoro sobre esos carmina maiorum, que se hacan aprender a losjvenes para su educacin (prueba interesante de la fuerza con>figurativa poltica de la epopeya). De ah, la continuidad del mitogoticista entre nosotros, y su vigorizacin con posterioridad a la in-vasin musulmana. Ello dar lugar a que en los siglos X, XI y XIIaparezcan sentimientos y costumbres, mitos y leyendas, manifes'taciones de cultura de carcter germnico que haban permanecidoen estado latente. Apoyan esta interpretacin algunos datos muy

    (77) Los godos y la epopeya espaola, pg. 39.(78) Poesa juglaresca, pg. 251.

    82

  • MENKNDEZ PIDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    concretos, tales como la perduracin de la leyenda del rey Ro->drigo, la presencia en la Espaa medieval de la leyenda de Walerde Aquitania, y la tan singular de la liberacin del pueblo por el.precio de un caballo, que, presente en la Historia, de Jordanes esutilizada tadamente por el poeta del cantar de Fernn Gonzlez (79)

    Por todo ello, es posible afirmar, de un lado, que, en Espaa*la pica latente anterior al siglo Sil no es mera hiptesis sinuna realidad imperiosamente inducida de muy varios hechos con-cordantes entre s (80). Pero-, por otra parte, M. Pidal Jha demostrado cmo, en nuestra Historia, esa pica contina despus de los.siglos XII y XIII, y transvasada su sustancia y con ela su capa-"cidad cohesiva en otros gneros literarios llega al teatro nacionalde Juan de la Cueva y de Lope Vega. Y todava fueron.abundantemente elementos suyos en la revolucin literarialtica del Romanticismo (81).

    V. POESA R HISTORIA

    La tesis de la continuidad de la pica espaola ha. permitido aMenndez Pidal, por de pronto, resultados valiosos en el plaao de laHistoria literaria, llevndole al descubrimiento y parcial restauracin!de antiguos cantares: el de La Condesa traidora, sobre las des-gracias del conde Garci-Fernndez; el del Infante Garca, l-timo vastago de la Casa Condal castellana; el de KLOS Infantes de-Salas cuyo texto ha reconstruido en su forma originaria^ en graBparte- ; el de ((Fernando I, par de Emperador {82); el del AbadJuan de Montemayon (83), etc.

    (79) Un resumen de la polmica suscitada sobre ste tema puede verse;en el trabajo de nuestro eminente medievalista RAMN DE ABADAL; A pro*pos du legs visigothique en Espagne, SettimOne di studio del Centro teliano sull alto medievo Spoleto, 1958.

    (80) Reliquias de la, poesa pica espaola, pg. XXII.(81) La epopeya castellana a travs de la literatura espaola, Buenos

    Aires, 1945, capt. VIL(8a) Si la obra de M. PIDAL, con su primer libro, se inici precisa-

    mente con esta labor, hace pocos aos ha podido reunir en un grueso vo-lumen parte de los resultados conseguidos en ese campo. Es el titulado ReK-

    quias de la poesa pica espaola, al que nos venimos refiriendo' con fe*cuencia.

    (83) Ver La leyenda del Abad don Juan Montemayar, en Historia 5?

    83

  • JOSK ANTONIO &I&RAVAU.

    Con estas investigaciones, ha cobrado una amplitud mayor yan pleno sentido un hecho que, ya desde i89o5 con motivo de unanotable antologa publicada por A. Resten, resultaba darames-Je observable? hecho, sin embargo, que o ha llegado a ser visto-en sn verdadera significacin hasta las teoras de KL Pida! P>Mico ea el citado ao Restori na antologa de la literatura es''paala en la que, ciiidose a la gesta del Cid, feuna testos deiodos los siglos y de todos los gneros. Despus M. Pida! hho.algo parecido con la leyeada del rey Rodriga, en cuyo Mo pudfe-ensartar obras de todas las pocas y tendencias? y algo semejanteofaefvaba Mor: que poda llevarse a cabo con la leyenda de losInfantes de Salas, {84).

    Todo elo es cierto que, de una paite, pone

  • BENENDEZ PIDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRFIA

    A estos sentimientos de la epopeya se debe su utilizacin afernn--dante en as primeras obras que responden a una concepcin po-ltica de Hispania, esto es, en las Crnicas del ciclo de Alfonso III,,COHIO tambin posteriormente en las grandes Crnicas .latinas deLucas de Tay y Rodrigo Jimnez de Rada; pero sobre todo en la

    Historia de Espaa propiamente tal, en la Crnica General

    La epopeya dio a la Crnica, en virtud dei verismo a que aqu--l a se atiene aunque slo sea en la forma que ya antes expli-camos-, una gran masa de materia historibale; pero sobre todo;le dio una concepcin poltica de su objeto,, como historia de una:comunidadi, que u decisiva en el desarrollo del gnero. A ellose debe que Espaa ofrezca las primeras manifestaciones de una.Historia nacional} antes que en los otos pases europeos y en for-ma que todava sorprenda a historiadores franceses del siglo XI' {87)...Epopeya y Crnica tienen siempre un. estrecho parentesco, pero EB.Espaa esa relacin es an ms prxima y se mantiene ms largo.tiempo Desde los comienzos de la Edad Media coexisten dos es-cuelas historiogrJcas que trabajan regularmente la una al lado:de la otras la de los juglares para la gente lega y la de los ero'lstas para los clrigos y doctos (88). La Historia espaola debea estos' ltimos muchos datos eruditos, mucho material culto sobreel concepto de Espaa (89); pero debe a los primeros la difusin po-pular del sentimiento hispnico y de aquellos otros sentimieatos,jue han cooperado histricamente en la coagulacin de un nucea-de vida comn.

    Relatos juglarescos en los que se tratan ya temas del siglo VIIKy a los que se van aadiendo otros contemporneos, aparecen en,las Crnicas primitivas, como en la Albendense y la de Alfonso ,. as la traicin del Conde Julin, la rebelin de Pelayo, etc..,En la Crnica pseuda-Iridoriana que un mozrabe escribi en To-ledo, entre los siglos x y XI, en la Crnica Silense, en la Najerensey otras, esos relatos se van ampliando. En 1236, el obispo don Lu-

    (87) Ta! es e testimonio de JBAN GOULAIN, que tradujo ai francs eCrnica universal de GONZALO DE HINOJOSA. Ver ClROT: Les Histoiresgenrales d'Espagne entre Alphonse X et Phitippe II. Burdeos,'Pars, 1905?pginas 13 y 19.

    (88) Poesa juglaresca, pgs. 240 y ss.(89) Ver mi obra El concepto de Espaa en la Edad Media, captar-

    lo I; Espaa como objeto historiogrfico.

    85

  • JOS ANTONIO MARAVALL-

    cas' de Tuy termin su Crnica, que le encargar escribir la reinaBerenguela, madre de Fernando el Santo, y en su prosa latina, conmucha mayor extensin, de lo que hasta entonces se haba hecho,inserta nuevos relatos juglarescos de tradicin heroica, como el deBernardo del Carpi y algunos ms (9o). Desde entonces,' ser ese

    ' mu elemento que entre en la composicin de la gran histotiogra--fa espaola de ia baja. Edad Media, que, como hemos dicho, esla ms nacional de todas las de ese momento europeo. Cuando enel siglo XIII se extinga la que M. Pidal llama poca heroica, expr*sada en la poesa juglaresca, narrativa y noticiera de los cantaresde gesta, en Espaa se habr asegurado su continuidad, bajo* nuevasformas, no slo literarias, sino polticas, que inspiran las crnicasde la nueva edad.

    En ese momento crtico a que nos referimos, Alfonso X r-1presenta, como dice M. Pida!, la nacionalizacin de la epopeya yde la historia. Al utilizar en medida amplsima, por nadie iguala'da, las narraciones de la vieja pica, Alfonso X supera, a la parque a sequedad de estilo de la crnica primitiva, las limitacionesdel concepto historiogrfico a que sta responda. Alcanza con ello,por primera vez en Europa, un nuevo concepto general de his'loria patria, de tal modo que su obra se agranda con las pro*porciones que confiere la realizacin de las magnas empresas cons'ttutivas de un pueblo (9i). M. Pidal, en sus estudios sobre la.Crnica, de Alfonso X, no slo fij la interna estructura de laobra, lio slo analiz sus fuentes antiguas y medievales, y lleva cabo una clasificacin de los manuscritos conservados, sino quemostr las corrientes histricas de pensamiento a que responde laproduccin, alfonsina e hizo ver cmo la introduccin de relatostomados de la pica sobre personajes que no fueron reyes -nicos-de los que hasta entonces se haba ocupado la historiografa ofi'eial cre y difundi en obras posteriores toda una galera de h*roes hispnicos, dotados de fuerza mtica, que han tenido un granvaler conio factores de integracin comunitaria (9a).

    (90) Sobre la formacin de esta leyenda heroica de tan neto carcterhispnico .R. DE ABADAL seala un posible origen cataln.

    fel) Alfonso X y las leyendas heroicas', en el vol. D

  • 1HENENDEZ PIDAL Y LA RENOVACIN DE LA HISTORIOGRAFA

    ' A partir de ese momento, la Crnica adquiere el carcter tradi-cional de la epopeya, al desaparecer esta ltima. Es esa una' muypeculiar condicin de la historiografa hispana. Se presenta en-tonces el fenmeno de la anonima y se desarrolla una intensaactividad refundidora, que muestra