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Nadie tiene derteho la verdad ••• Solamente a lo que lu pIUCbu demuetlnlD. y nada mUo lobOOuccióD He visto a un niña CllTie»o aplicando 8 su oído las circunvoluciones de una CJtTIJ{;O!a de labios sua ves a lo cual , S03egado en silencio, luuta su mismo espíritu escuchaba intensamente; y pronto la ajeAda iluminó .tu rostro porque oía 10$ murmullOlf que de ella :surgian, con los que el motlitor expresaba una misteriosa uni6n con su mar natal. WlLUAM WORDSWORTH, La excursión Curiosidad y necesidad son los motivos esenciales subyacent es en la investiga- ción humana. O intentamos comprender el mundo que nos rodea en aras del cono- cimiento . o intentamos comprenderlo pa- ra poder proteger o mejorar la situación que nos depara. En cualqu)er caso. nues- tro conocimiento conlleva a menudo, al menos potencialmente, la aceptación de ciertos modos de perfeccionar las cosas que descubrimos. En otras palabras, cuanto más sabernos sobre nUe$uo entor- E. Howard Hunt no social y rlSico, mejor pertrechados es- tamos para actuar sobre él. Y e$to se aplica tant o a nuestro conoci miento de la poJitica corno al de otras mat erias. La clave para comprender y modificar nUe$- tro entomo poHtico es, expresado de la manera más simple, conocerlo mejor. Pero esta sencilla idea de conocer plan- tea dos interrogantes mucho menos sim- ples.: ¿Cómo conocemos? ¿Cómo debe- mos utilizar lo que sabemos? La primera es una cuestión de método: la segunda, de ética y preferencia. En el primer caso nos interesa obtene r y estruct urar el conoci- miento o la comprensión; en el segundo, nos atan en las obligaciones morales que les acompañan. Ambas cuestiones requie- ren que ejercitemos nuestro criterio per- sonal. y en ambas recurrimos a nuestra experienci a, pero cada una de ellas exige su propio y distintivo esfuerzo Para det erminar cómo conocemos, te- nemos que esta blecer ciertas rosas con las que definir la realidad políti- ca. Por ejemplo, podríamos definir la r. ea- lidad política como el conju uto de nues- tras e xpeúencias y observaciones de l ais- - - - - - - - - - - - - - - - r::- MANHEIM, J. y RICH, R. C. (1988). Análisis político empírico. Métodos de investigación en ciencia política. Madrid: Alianza.

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Nadie tiene derteho • la verdad ••• Solamente a lo que lu pIUCbu demuetlnlD. y nada mUo

lobOOuccióD

He visto a un niña CllTie»o aplicando 8 su oído

las circunvoluciones de una CJtTIJ{;O!a de labios suaves a lo cual, S03egado en

silencio, luuta su mismo espíritu escuchaba intensamente; y pronto la ajeAda iluminó .tu rostro porque oía

10$ murmullOlf que de ella :surgian, con los que el motlitor expresaba una

misteriosa uni6n con su mar natal. WlLUAM WORDSWORTH, La excursión

Curiosidad y necesidad son los motivos esenciales subyacentes en la investiga­ción humana. O intentamos comprender el mundo que nos rodea en aras del cono­cimiento. o intentamos comprenderlo pa­ra poder proteger o mejorar la situación que nos depara. En cua lqu)er caso. nues­tro conocimiento conlleva a menudo, al menos potencialmente, la aceptación de ciertos modos de perfeccionar las cosas que descubrimos. En otras palabras, cuanto más sabernos sobre nUe$uo entor-

E. Howard Hunt

no social y rlSico, mejor pertrechados es­tamos para actuar sobre él. Y e$to se aplica tanto a nuestro conocimiento de la poJitica corno al de otras materias. La clave para comprender y modificar nUe$­tro entomo poHtico es, expresado de la manera más simple, conocerlo mejor.

Pero esta sencilla idea de conocer plan­tea dos interrogantes mucho menos sim­ples.: ¿Cómo conocemos? ¿Cómo debe­mos utilizar lo que sabemos? La primera es una cuestión de método: la segunda, de ética y preferencia. En el primer caso nos interesa obtener y estructura r el conoci­miento o la comprensión; en el segundo, nos atanen las obligaciones morales que les acompañan. Ambas cuestiones requie­ren que ejercitemos nuestro criterio per­sonal. y en ambas recurrimos a nuestra experiencia, pero cada una de ellas exige su propio y distintivo esfuerzo intel~ual.

Para determinar cómo conocemos, te­nemos que establecer ciertas normas~rigu­rosas con las que definir la realidad políti­ca. Por ejemplo, podríamos definir la r.ea­lidad política como el conjuuto de nues­tras expeúencias y observaciones del ais-

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MANHEIM, J. y RICH, R. C. (1988). Análisis políticoempírico. Métodos de investigación en ciencia política. Madrid: Alianza.

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Capítulo 1
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EL PROCESO DE
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INVESTIGACIÓN
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1~ Análisis político empirico ,-,-"---~"--,_._"-"-

tema político:, Esto parece bien claro y concreto. Pero ¿qué es el sistema políti. co? ¿A qué tipo de observaciones nos referimos? ¿Hemos presenciado todos los acontecimientos políticos posibles, o es nuestra definición excesivamente limita­da? ¿Es la realidad política, como parece indicar nuestra definición, un producto del observador, o del propio sistema? Con semejante definición, observadores dife­rentes, que hayan tenido diferentes expe­riencias y perspectivas, no sólo llegarán a entender la realidad política de maneras distintas, sino que además tendrán modos

" de comprensión diferentes. El resultado puede ser un cúmulo de conocimientos sumamente individualizado sin mecanis­mo alguno para compartirlos .. Así pues, para determinar cómo conocemos se ha­brá de alcanzar un modo de definir la realidad que sea de general aceptación, un lenguaje común de investigación, para que .cualquiera que sepa las normas o .. hable el lenguaje,. pueda comunicar so­bre un común entendimiento con todos aquellos que hayan adquirido una forma­ción similar. Si todos convenimos en cuanto a cómo conocemos, habremos de convenir, en definitiva, al menos en abs­tracto, sobre la cuestión, de orden supe­rior, de qué conocemos.

Para determinar cómo debemos utilizar lo que sabemos se ha de seguir un proceso diferente. En éste no es necesaria la orto­doxia ni una preferencia común, aunque también necesitamos un lenguaje común que permita la comunicación y el debate. En última instancia, determinar la mejor o más conveniente aplicación del corioci­miento es una actividad subjetiva, perso­nal. Todos tenemos ciertos deseos o nece­sidades que nos llevan a dar preferencia a una aplicación del conocimiento determi­nada, y no es necesario -aunque pueda ser conveniente---- que Ueguemos a un juicio de valor común. Si bajan los im-

puestos, el ciudadano de ingresos medios vivirá más holgadamente, pero disminui­rán los servicios sociales esencialmente destinados a los pobres, las personas de 'edad y los enfermos. ¿Deben reducirse los impuestos? La respuesta, obviamente, no depende de lo que conocemos, sino de la relación que ese conocimiento guarda con nuestra posición social y nuestra esca­la de valores. Las ideologías y los sistemas políticos aportan los medios necesarios para estructurar y aunar las preferencias de los diversos individuos, pero son éstos quienes toman las decisiones uno a uno, sin recurrir a una P!'!rspectiva común.

Los expertos en ciencia política usan términos grandilocuentes para distinguir entre estos dos tipos de consideración. El primero, que se refiere a cómo (y qué) conocemos, se denomina aI).álisis empíri­co. El segundo, sobre cómo debemos uti­lizar nuestro conocimiento, se denomina análisis normativo.~EI análisis empírico trata de desarrollar y emplear un len­guaje común y objetivo para describir la realidad política. El análisis normativo trata de desarrollar y examinar fines subjetivos, valores y reglas morales que nos guíen al aplicar lo que hemos aprendi­do de esa realida~

La mejor ilustración de la diferencia entre ambos tipos de opción la proporcio_ nan tal vez los personajes de la serie de televisión Star Trek. El Sr. Spock, que interpreta en ella el papel del científico extraterrestre, es la personificación de la mentalidad empírica. Tan sólo le interesa lo que puede ser observado o deducido, y en modo alguno lo que sus compañeros humanos sienten o prefieren ~irracional­mente_o Percibe y evalúa la realidad, pe­ro no la juzga. El Dr. McCoy, médico de la astronave, en cambio, es la mentalidad normativa personificada. Aun cuando po­see una formación científica, se deja guiar invariablemente por la preferencia y por

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el sentido de la rectitud más que por la lógica y por el sentido de la eficacia. Por último, James Kirk, capitán de la astrona­ve, proporciona una síntesis de las opcio­nes empírica y nonnativa. Recurre al co­nocimiento y . la capacidad de raciocinio del Sr. Spock, pero tempera su juicio con la sensibilidad moral de McCoy. Rechaza los dos extremos, pero se sirve de ambas tradiciones. Invariablemente, obtiene el

éxito. La síntesis del capitan Kirk encierra

también una lección para nosotros, pues el análisis normativo sin el fundamento empírico puede llevar a juicios de válor apartados de la realidad. Por otro lado, el análisis empírico sin la sensibilidad para con las cuestiones normativas puede lle­var a la creación de una estructura factual en el vado, un conjunto de observaciones cuyo significado no estemos preparados para comprender plenamente. Por eso, el objeto que se persigue al emprender la investigación política es servirse de am­bos tipos de análisis ---empírico y norma­tivo--, no sólo para adquirir un máximo de conocimientos, sino también para com­prender la realidad política de la manera más completa posible. Y así, aunque en este libro se hace especial hincapié en el análisis político empírico, nuestro objeti­vo es, además de familiarizar al lector con los diversos aspectos de la técnica empíri­ca, lograr que valore la perspectiva nor­mativa, más amplia, en la que se interpre­ta el conocimiento.

En este sentido, podemos considerar la investigación científica como una manera de conocer, como un lenguaje común de investigación. Sin duda, no es la investi­gación científica el único modo de cono­cer, pero sí, en muchos casos y para múlti­ples fines, el más eficaz. Se puede cono­cer mediante la experiencia, pero no todo el mundo comparte la misma. Se puede conocer manteniendo los ojos abiertos,

B proceso de investigación 17

mas no se puede estar seguro de que a través de esa observación no cstruct1,\;tada vayan a percibirse todos los su~ im­portantes y ni siquiera un conjunto r!pre­sentativo de ellos. A1gunos pueden ~clu­so «conocer» mediante visiones o voces secretas, y otros habrá que tengan por veraces sus descripciones y narraciones, pero no todos pueden aprender métodos visionarios. Cada una de estas formas de conocimiento cumple un propósito y tiene sus aplicaciones, pero ninguna tiene en cuenta la totalidad de los hechos o conclu­siones ni el conocimiento de córrio se han obtenido. Cada una de ellas permite la comunicación, pero ninguna nos ayuda a adquirir una comprensión amplia y com­partida.

La investi~ación ci~n!ífica, en el senti­do de estudio orientado por el método cien~íf.i.co, sí lo pellllite, y con creces, pues no sólo nos ofrece la posibilidad de cono­cer la realidad y evaluar los modos de conocerla, sino también -por ser éstos comúnmente entendidos por quienes han aprendido el método--- la de perfeccionar nuestros medios de investigación. La in­vestigación científica es un modo de co­nocimiento autocorrector en continuo de­sarrollo.

Ello es así porque la investigación cien­tífica es explícita, sistemática y controla­da.Es explícita por cuanto todas I.<\s re­glas para definir y examinar la realidad están claramente establecidas. Nada per­manece oculto y nada se cree a ojos cerra­dos. Es sistemática, esto es, cada elemen­to de prueba está vinculado a otro por la razón o la observación. No se toleran explicaciones ad hoc ni se permiten ~egli­gencias de método. Es controlada Wque los fenómenos que se analizan, en UI. me­dida de lo posible, son observados de manera tan rigurosa como el estado de los conocimientos pennlte. Tan sólo se llega a conclusiones generalizadas después de

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18 An8I1~ poJítico empírico ..... ,." "

una evaluación ponnenorizada y cuidado-­sa, y es lema la precauóón (en el amplio sentido de prestar gran cuidado y aten­ci6n al detalle)' Y por todas sus limitacio­nes, o precisamente a causa de ellas, la investigación científica abre a los versa­dos en sus procedimientos un nuevo hori­zonte de comprensión de la realidad. Por esta razón, se aplica el método cienTífico al estudio de la política. I En el contexto que aquí nos interesa,

': c!~.nire~ la investiga.ción cientffic~!=o­mo la . investigación sistemática. contro-lada, empirica y crítica de las proposicio­nes hipotéticas sobre las relaciones su­puestas entre (diver:oos) fenómenos . 1: Es­ta frase no es nada improvisada, siñó que es un resumen relativamente exacto de los puntos que aquí nos ocupan. ~~~ ,!~.Ug.ción científica o, para nuestros fines ,j la investigación científica social, e~ un método' para contrastar trodas e hip6-tesis mediante la aplicación de ciertas normas de análisis a la observación e interpretación de la realidad en circuns­tancias estrictamente delirnltBdas .l Son es~ tas normas y limitaciones las q'ie. hemos de aprender si queremos adquirir y comu­nicar el conocimiento de la ciencia políti­

'8. Ta! vez, el mejor modo de empezar a

aprender esas normas y limitaciones sea el de preguntarnos: ¿cómo se desanolla la investigación:. en ciencia política? Como sugiere la pregunta, esta investiguóón no ha de entenderse precisamente como una serie de observaciones o teonas, silla ~­mo un proceso de acopio e interpretación de informaciones.' Este proceso de il)~~$~ ligación consta de seis etapas distintas pero sumamente interrelacionadas: 1) for­mulación de la teoría, 2) operadonaliza-

, fred N. ke,linger, I"ouodal>oos 01 BeMlViora! Resear~l, (Ne .... York: Hoh. Linchan and Winston, 1964). p. 13.

ción de la teoria. 3) selea:lón de técnicas de investigación apropiadas. 4) observa­ción del componamiento. S) análisis de lmi datos, y 6) interpretación de los resul­tados.: Estas seis etapas aportan el funda~ merito de organización para la mayor par­te de este libro, por lo que valdrá la pena examinarlas algo más detenidamente a continuación.

Formulacióa de 1. teoría

Al emprender 18 investigación en cien~ cia politica, lo primero que hay que hacer es seleccionar un tema de iQ.yesügat;ión adeCuadO, ·y e"; ese momento se ve fácil­mente la importancia: de combinar las consideraciones empíricas con las norma­tivas. ¿Qué criterios hacen que un tema de investigación se$- más apropiado que otro? Son varios los criterios que acuden a la mente, y que van d~ los intereses personales del investigador a los intereses colectivos de la sociedad, pero la mayoría de ellos están comprendidos en una de dos categorías principales. Un tema de­terminado merece investigarse o porque atiende a una necesidad específica --esto es, porque la respuesta al interrogante que plantea ha de mejorar nuestro conoci­miento teórico de cierto fenómeno-- o porque atiende a un9 necesidad social -esto es, porque dicha respuesta puede ayudarnos a tratar uno u otro de los pro­blemas que nuestra sociedad afronta.

Aunque estos dos tipos de temas de investigación, a los que se suele denomi· nar investigación básica e investiga­ción aplicada. no son mutuamente ex­cluyentes (abordar uno de ellos no signifi­ca necesariamente que no pueda abordar­se el otro), con frecuencia compiten entre sí. Por ejemplo, ¿debemos estudiar los determinantes hipotéticos de agresión en condiciones de estrés para construir un

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Eelo refinado de predicción del com­rtamiento humano, o. en lugar de ello. hemos corn:entre.rnos en las razones de

loe disturbios y en los medios de evitar­los? ¿Hemos de examinar con deteni­miento los procesos de toma de decisiones de los dirigentes nacionales para com­prender la actuación de éstos, o concen­trarnos en el modo de detenninar y evitar los tipos de decisiones que llevan a la guerra? Como son muy escasos los recur­sos de que se dispone (dinero. tiempo y personal capacitado) para estudiar todos los temas de investigación potencialmen­te interesantes o importantes, es frecuen­te el conflkto ent~ la necesidad de reali­zar una investigsción básica -----cuyos re­sultados prácticos, por notables que sean, se aprecian casi siempre de manera indi­recta y mucho mas tarde--- y la necesidad de utilizar sin demora nuestro conoci­miento científico en beneficio inmediato de la humanidad aun cuando, en el proce­so, podamos frenar ° impedir el desarrollo ulterior de nuestra ciencia. El investiga­dor habrá de elegir personalmente de acuerdo con sus propios valores.

Una vez que hemos determinado el tipo de problema que deseamos abordar y el tipo de contribución que deseamoS ba­cer, tenemos que formular un tema de investigación más específico. Varias con­sideraciones nos ayudan a tomar esta de­cisiÓn. En primer lug~r, debemos concre­tar el aspecto del problema en el que estamos particularmente interesados. Tan pronto como se desvanece e l entu­siasmo inicial de la búsqueda, y hasta que surgen las respuestas 8 nuestras pregun_ tas, la labor cotidiana f¡kilmente puede resultar tediosa. En tales ocasiones, el interés inherente del problema viene a ser un factor motivador importante. un acicate intelectual que nos manüene en acción hasta que se vislumbra el final del túnel. No puede hallars~ respuesta ade-

cuada a ninguna cuestión sin un arduo trabajo. Por eso, el mayoc rle 10$ e rTOres que podemos cometer es el de emp~ndef una tarea que nos merece escaso il]!erés. J En cuanto hayamos seleccionado un t~ma de investigación de inrer~s. t(8l!re­mos de examinar sus diversos e lementos o componentes para determinar cuál~ _lJI)Il_

importantes en nuestra investigación. De­hemos hacer uso de nuestras facultades de o~eryaciórl y raf::!~l~i2.Y, en especial, de la investigación -propia y ajena­que ya se haya realizado sobre temas afines, para establecer los factores princi­pales relacionados con el comportamiento que tratamos de comprender. Tal vez un ejemplo sirva para aclarar lo que deci­m",.

Imaginemos una ciudad llamada Pe­queña América , situada en medio del de­sierto y fonnada por _ varias millas de ga­solineras y restaurantes que se extienden desde la rampa de salida de una autopista interestatal hasta el límite del horizonte. En Pequeña América no puede hacerse otra cosa que comer y obtener gasolina.

Supongamos ahora que hemos decidido estudiar el comportamiento de voto de los habitanles de esa ciudad en las elecciones presidenciales para poder explicar por que unos votan por los demócratas y otros por los republicanos. En este ejemplo simplificado. los sujetos de nuestro análi­sis (los ciudadanos de Pequeña América) difieren entre sí, exceptuando sus prefe­rencias de voto, tan sólo en dos aspectos: o son propietarios o son trabajadores, y unos están vinculados a una gasolinera y otros a un restaurante. Cada uno de estos dos factores, que los expertos en vJencia política llaman varía bies, represepta la característica de un individuo detetmina­do. Un ciudadano de Pequeña América puede ser; 1) empleado de 2) restaurante que 3) vota por los demócrntas, o bien 1)

propietario de 2) gasolinera que 3) vota

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2u AnáliSIS poJitico empiriC<J

por los republicanos. Como queremos ex­plicar las diferencias en el comportamien­to de voto con relación a otros tipos de diferencias entre los votantes, habremos de centrarnos en todos los factores que puedan influir en la preferencia electoral personal. En este caw, únicamente tene­mos dos entre los que elegir: condición de empleado o propietario, y vinculación a una gasolinera o un restaurante. A estos dos factores los llamaremos, respectiva­mente, status socioeconómico (SES) --donde la propiedad representa una condición superior a la de empleado-- y vinculación comercial. ¿Hay alguna razón por la que el conocimiento de una u· otra característica personal nos ayude a prede­cir la preferencia de voto del individuo en cuestión?

Para contestar a esta pregunta debe­mos hacer dos cosas. En primer lugar, debemos pensar. Debemos preguntarnos: ¿hay alguna razón lógica por la que uno u

otro de esos factores pueda influir en el comportamiento de voto? En segundo lu­gar, hemos de consultar las publicaciones sobre ciencia política: ¿hay en los estudios ya realizados sobre este tema u otros afi­nes alguna prueba empírica de que uno u otro de esos factores influya en el compor­tamiento de voto? En realidad, hay esca­sos motivos para esperar que la variable de vinculación comercial, en este caso, ejerza gran influencia en el oomporta­miento de voto. Puede haber diferencias entre los vinculados a las gasolineras y los vinculados a los restaurantes, pero esas diferencias no es probable que tengan mucho efecto sobre las preferencias de voto de las elecciones presidenciales. En éstas, pocos candidatos se presentan con un programa a favor de las gasolineras y contra los restaurantes (o viceversa), y en igualdad de condiciones, no parece que esta variable nos vaya a ayudar a explicar el comportamiento de voto. En cambio, la

segunda variable, el status socioeconómi­co, es cosa bien distinta. Como el partido demócrata se identifica popularmente ca­mo el partido del trabajo, y el partido republicano como el del mundo comer­cial, y como las personas de SES más alto es más probable que voten por los repu­blicanos que las de SES más bajo, cabe esperar que los empleados se inclinen por el candidato demócrata y los propietarios por el republicano, Por supuesto, las pu­blicaciones de investigación están llenas precisamente de este tipo de relaciones. Por lo tanto, tanto el razonamiento lógico como las pruebas experimentales apuntan en la misma dirección. Así pues, el tema de nuestra investigación podría expresar­se con la siguiente pregunta:,~¿Influye el SES del votante de Pequeña América en' su preferencia de voto en las elecciones presidenciales? ~

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Es cierto que, en el mundo real, los individuos difieren en mucho más de dos o tres caracteristicas, pero el problema que afrontamos al formular un tema de investigación es esencialmente el mismo. Como no tenemos los recursos necesarios para medir toda variable posible, debe­mos escoger, de una manera razonada y documentada, entre los miles de caracte­risticas humanas (o institucionales) exis­tentes, algunas que parezcan servirr.os para explicar la pauta de comportamiento que nos interesa. Habremos de hacer uso de la lógica y de las publicaciones para prever y determinar los factores que pu­dieran estar relacionados con ese compor­tamiento. Al hacetlo, no prejuzgamos nuestros resultados, como a primera vista pudiera parecer, sino que_afinamos nues­tra reflexión sobre el problema de investi­gación para establecer las vías de estudio que ofrezcan mayores probabilidades de conducir a una explicación satisfactoria.' Este proceso de afinamiento del tema d'é investigación mediante una selección do-

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es lo que entendemos por foro

Operadoll&lh:.cióD. de la teom

Una vez que hemos establecido uno o varios temas de investigación y la teoría necesaria para Of'ientar nuestra búsque­dol, debemos pasar a la fase siguiente, que es la operacionalización. Esta cons!ste ~n la . conversión o redefinición de nuestras nociones teóricas, relativamente abstrec. ta.!, en términos concretos que nos permi­tan realmente medir aquello que nO$ pro­ponemos. Supone el paso d.!:! .J?I~~? con­cePtual (reflexión sobre un problema) al plano operacional (cómo resolverlo). Re­quiere que aprendamos a pensar en tér. minos prácticos.

Supongamos, continuando con nuestro ejemplo, que tenemos una hipótesis (he· mos determinado la respuesta que espe­rantO$ hallar para n uestro tema de inves. tigación): los ciudadanos de Pequeña. Amér~a de SES alto (proptetario!l) es más probable que voten a los republicanos en las elecciones presidenciales que los de SES bajo (empleados). Esto coincide con las conclusiones de innumerables estudios sobre el comportamiento de voto y es razonable esperar que se cumpla también en el presente caso. Pero ¿cómo averi· guarlo con seguridad? No podemos, sin más, abordar ·a uno de esos ciudadanos de Pequeña América y decirle: _buenas h.r­des. ¿Es usted de status sociocoon6mico alto o bajo? En primer lugar, es probable. que la persona entrevistada no entienda lo que decimos, ya que la expresi6n status socioeconómico es sumamente técnica y tiene muchas variaciones de significado. Y en segundo lugar, aun cuando obtenga •. mas una respuesta, probablemente no se­remos capaces de interpretarla. Suponga­mos que e! entrevistado contesta: -Si. soy

de status socioecOoómico aJlo.~ ¿Alto res­pecto al de quién? ¿Cómo de alto? ¿Cómo define la persona en cuestiÓn el sratus socioeconémico? ¿Significa lo mismo liara el entrevistado que para el investigador? En cuanto tenemos. un concepto abstr~o_ en la mente, debemos hallar el modo de definir de manera más explícita lo que para nosotros significa; y 9 continuación, habremos de fonnular nuesua definición en una pregunta o me-dida lo más inequí. voca posible.

De lo que se trata es de elegir opciones inteligentes, aunque arbitrarlas, entre nu· merosos matices de significado. Cuando lItilizamos la variable SES, ¿estamos peno sando en los niveles de ingresos de 105

·entrevistados, sus ocupaciones, o tal vez incluso e,n sus nociones subjetivas de la clase social a que pertenecen? Cada uno de esos factores podría ser un componen­te del SES, pero tiene lIn significado un tanto diferente y debe medirse de manera distinta: ¿cuáles fueron los ingre50S tota­les de $U familia el año pasado? ¿Cuál es su ocupación? ¿Se considera usted perte· neciente a la clase trabajadora, la clase media o la clase alta?

En otras palabra.s, tan pronto como he· mos establecido a1guna hipótesis o tema de investigación, tenemos que examinar muy de cerca lo que queremos decir exac· tamente con cada frase utilizada, y tradu­cir esa definición más pre<:isa en indicado­res mensurables. Lo que bu:'IC8lDOS, en efecto, es el fIÚnimo comun denominador de signiftcado. (Por ejemplo, aunque no todo el mundo asignada el mismo signifi. cado a la expresión status socioecanóm;-00, casi todos entenderían lo mismo por inAresos anuales en d6Iares). En el pfoce. so, se reducen nuestros conceptos,;' se pierden mati~s de significado, pero; pre· cisamente por eso, se afina mucrn;~ más nuestro pensamiento y aumenta en gran medida nuestra capacidad dt· comunicar

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22 Aná lisis palllico empirico

lo realizado en términos claros e inequí­vocos. Este proceso de conventón y sim­plificadón, q ue llamamos operncHJnaliza· ción, es la clave más jmfXJrtan(~ para rea/;zar una investigac;ón con sentido.

Selección de técnicas de investigación apropiadas

Una vez que hemos determinado lo que deseamos evaluar, habreffi05 de determi­nar e l modo de hacerlo. Debemos idear una ertrategia de investigación, un plan de ataque. En este punto, hay dos consi­deraCiones de primordial importancia. En primer término,hemos de seleccionar una técnica o una combinación de técnicas que nos permitan formular las preguntas concretas - medir las variables concre­tas-- que nos interesan, y hemos de ha­cerlo de manera coherente con nuestras operacionalizaciones. P or ejemplo, no po­demos evaluar las actitudes de los distin­tos votantes a nalizando el contenido de los periódicos sobre unas elecciones determi­nadas, porque ese contenido puede re· flejar las opiniones de un director o las de alguna5 personas cuyas cartas al director son publicadas sin que forzosamente re­flejen las opiniones de la mayoría de los votantes. Ademas, el análisis de las noti­cias o los editoriales no nos pennite distin­guir entre los diferentes tipos de votantes, como los de SES alto o bajo. Por lo tanto, con ese aruilisis no podemos responder a nuestra pregunta de investigrtci6n, es de· cir contrastar nuestra hipótesis. SI'!1ÍA más útil la labor de encuesta. Por otro lado, supongamos que deseamos eva luar el tra­tamiento dado por un periódico a una campaña política. Podríamos analizar, sencillamente. I'!\ contenido del propio pe­riódico, contando las referencias a los can­didatos, y así sucesivamente, o bien en­trevistar a los lectores del periódico para

evaluar la información que recuerdan ha­ber leido sobre la campaña. En el primer caso tendríamO$ una eva luación directa del contenido de la que habremos de de­ducir el impacto; en el segundo caso, ten­dríamos u"na evaluación directa del im­pacto de la que habremos de dl..-ducir el contenido. Según la precisión con que formulemos la pregunta. podrá ser prove­chosa una u otra estrategia o la combina­ción de ambas_ El hecho es que la conve­niencia de emplear una téc:nica de inves­tigación dete rminada viene dada en gran parte por e l problema cuyo estudio hemos elegido.

Pero hay una segunda consideración, que podríamos dl"nommar viabilidad. Es la etapa del proceso de inve~tigaci6n en la que nos disponemos a abandonar nuestra torre de marfil para entrar verdadera­mente en el mundo real. Por eso, debe­rnos cerciorarnos de que, cualquiera que sea el método o técnica que escojamos, puede empleane adecuada mente en e l particular conjunto de condiciones que muy probablemt>nte habremos de afron­tar. Por ejemplo. como en nuestra Peque­ña América no hay periódicos (solamente gasolineras y restaura ntes), no podemos aplicar el· análisis de contenido aunque lo qlleramos. Aná logamente, la manera mas directa de medir el gr9.do de tensión entre los. dirigentes de la República Popular China y los de la Unión Soviética podría consistir en rea lizar una serie de e ntrevis­tas personales con los Pf"opios dirigentes, pero dichas entrevistas son, en el mejor de los ce.sos, difíciles de obtener. En cada circunstancia, habremos de hallar el mo­do más idóneo posible de medir las varia­bles esenciales. Así pues, la técnica viable es aquella que ofrece la maxima eficacia dentro de las Iimitacionet de la situación en que se encuentra el investigador.

En resumen. debemos encontrar !.1M manera de medir las variables que desea-

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mas medir que sea 1) coherente con nues­tras definiciones de trabajo de las varia­bles y 2) factible. Debemos ser todo lo científicos que sea posible, pero ;¡ólo po­demos serlo en la medida que las circuns­tancias permiten.

Observación del comportamiento

La cuarta etapa del proceso de investi­gación supone la aplicación real de la estrategia de investigación desarrollada en la tercera. Son numerosos los factores que se han de tomar ahora en considera­ción, pero hay dos de ellos que merecen mención especial: el primero es la posibi­lidad de generalización, y el segundo, la reactividad.

La posibilidad de generalizacjón es la posibilidad de generalizar o ampliar con

cierto grado de seguridad las conclusiones 8 que hemos llegado observando el com­portamiento en algunos casos al compor­tamiento presumible de toda una pobla­ción. Es una cuestión que debemos tener en cuenta al seleccionar los casos particu­lares (individuos, decisiones, organizacio­nes o naciones) que deseamos estudiar. Se trata, en este aspecto, de un problema de escala. Por ejemplo, si un suceso o una cuestión que deseamos estudiar se produ­ce solamente cuatro o cinco veces o apa­rece sólo cuatro o cinco veces en un conjunto, podemos examinar cada uno de esos sucesos o cuestiones por separado y fonnular varios enunciados generales so­bre ellos con razonable seguridad de que nuestras conclusiones son aplicables a to­dos los casos. Pero si, como ocurre mucho más a menudo, nos encontramos con tan­tos cientos, miles o millones de casos que es imposible examinarlos todos de mane­ra directa, tendremos mucha menos segu­ridad de que el estudio de unos cuantos, tal vez menos del uno por mil, nos permi-

El proceso de inV6Stigación 23

ta fonnular enunciados exactos sobre todo el conjunto. En tales circunstancias, iJe­bemos establecer una estrategia, que~_ le llamarse procedimiento de muestrio, que nos pennita determinar, entre esos numerosísimos casos, unos cuantos que podamos estudiar para llegar a conclusio­nes aplicables a todos ellos. En este pun­to, hemos de precisar cuántos casos va­mos a estudiar y cómo seleccionarlos, y tratar de evaluar su representatividad. La clave para obtener las máximas posibili­dades de generalización radica en selec­cionar, para su observación, aquellos ca­sos que mejor puedan representar a todos los existentes, es decir que 'sean más ca­racterísticos del conjunto. ¡

Una vez que hayamos seleccionado los casos para analizarlos, tendremos que ob­servarlos cuidadosamente. Nos absten­dremos de evaluar los fenómenos o com­portamientos políticos de manera reacti­va. La reactividad alude a la sospecha de que la persona que realiza"el estudio o los métodos del propio estudio puedan influir en el modo de comportarse o de pensar de los sujetos observados, o modificarlos, en ausencia del investigador. Dicho de otra manera, existe el riesgo de que el propio acto de observación haga cambiar el com­portamiento de los observados y de que, en consecuencia, Jos resultados de la ob­servación sean engañosos. Probablemen­te, el caso clásico de observación reactiva sea un estudio efectuado en 1939 sobre los efectos que tuvieron las modificacio~ nes de las condiciones de trabajo en una determinada fábrica en la proauctividad de los trabajadores. Durante más de un año se modificó una serie de factores tiles como horas de trabajo, periodos de des­canso, alumbrado y métodos de paga:de un pequeño grupo de trabajadores. Cua­lesquiera que fuesen las condiciones de trabajo -más o menos horas, escasos o frecuentes períodos de descanso o alguna

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24 Análisis polítiCo empírico

otra variant~ ese grupo de trabajadores producía más que todos los otros compa* fieros de la fábrica. Se comprobó que el factor más influyente en su productividad era el grado inusitadamente elevado de moral del citado grupo, debido al hecho de que sus integrantes sabían que eran objeto de observación y experimenta* ción2

• Este efecto, llamado de Hawthome por el nombre de la fábrica donde se observó por primera vez, significaba que no podía obtenerse ninguna conclusión

también es reactividad, pero de un tipo mucho más difícil de detectar y de evitar.

No basta con lanzarse al ruedo annado con unas cuantas preguntas. y empezar a buscarles respuesta. Hemos de determi. nar con sumo cuidado cómo y dónde V8* mos a hacerlo, cómo y a quién vamos a observar. La mejor teoría y el mejor plan de ataque pueden malograrse si no aftna_ mos nuestra observación.

sobre la relación entre las condiciones de Análisis de los c:bJ.tos trabajo y la productividad porque el acto de observación creaba una realidad falsa, Los elementos de infonuación sobrec8* un ambiente de trabajo que no era el normal.

A veces, al emprender una investiga* ción en ciencia política nos encontramos con ejemplos similares y patentes de reac* tividad. Un entrevistador impertinente o desdeñoso, una pregunta tendenciosa o un observador indiscreto pueden deterio* rar tanto la situación de la investigación que no pueda darse crédito a sus conclu* siones. Pero las más de las veces el proce* so es más sutil. Por ejemplo, podríamos provocar reactividad aun habiendo alec* cionado al entrevistador debidamente pa* ra que haga la pregunta correcta. Pregun* ta: ~¿Está usted a favor o en contra de la política económica del Presidente?~. Res* puesta: ~Estoy a favor. Creo que es una buena idea~. Pero ¿cómo sabemos con certeza que nuestro entrevistado ha pen* sado realmente en algún momento en la política económica del Presidente antes de la entrevista? ¿No es posible que la propia entrevista haya actuado de catali­zador, cristalizando, en efecto, los pensa* mientos del entrevistado y creando una opinión donde no había existido? Esto

~ F. J. Roethlisberg y W. J Dickson, Matlao!e. menl and the Worker (Cambridge, Mas~.: Harvard Univet. ity Pres~ . 1939).

da caso que reunimos durante nuestras observaciones se llaman datos, y una vez que los tenemos en nuestro poder, vis· lumbramos el ftnal. En ese momento, se trata de aseguramos de las respuestas que hemos hallado a nuestro interrogante de investigación. Podemos hacerlo, en mu* chos casos, contestando a tres preguntas_ En primer lugar, ¿existe alguna vincula* ción entre el comportamiento que espera* mos explicar o comprender mejor y los factores que, según creemos, pueden ayu* darnos a hacerlo? Supongamos, por ejem* plo, que esperamos comprobar que las personas que difieren en su nivel de edu* cación fonual diferirán sistemáticamente en la probabilidad de votar. ¿Sucede eso? ¿Suelen diferir entre sí en una de esas variables las que difieren constantemente en la otra? ¿Muestran una mayor proba. bilidad de votar o de no votar, de manera regular, las personas con alto nivel de educación que las de bajo nivel? Al eX8* minar los datos, podríamos comprobar, por ejemplo, que los de menor nivel edu· cativo suelen votar en proporción pareci* da a la de los de mayor nivel; que cono· ciendo el gTado de educación de una per* sona no podremos predecir ni explicar la diferencia entre la probabilidad de que vote y la de que no lo haga. Si tal es el

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caso, decimos que el nivel de educación no influye en la probabilidad de votar, esto es, que no hay asociación entre am­bas variables. Nuestro análisis no respon_ de a nuestras expectativas. En cambio, si descubrimos que, en seis o siete ocasiones de cada diez, conociendo el nivel de edu­cación podemos predecir con exactitud la probabilidad de que "ote una penaona. ello vendrá a probar nuestro supuesto de que ambas variables están relacionadas. Esto nos indica que, en lo que al voto se refiere, las personas con mayor nivel edu­cativo son sistemáticamente diferentes de las de roen<)(' nivel y nos ayuda a como prender el comportamiento de voto de los SUjetOl que estudiamos. Así pues, lo pri­mero que se ha de averiguar al evaluar una hip6tesis, es si las dos variables están estadlsticamente relacionadas.

En cuanto se ha establecido esa rela­ción, debemos hacemos una segunda pre­gunta no menos importante: ¿Cómo están relacionadas las dos variables? ¿Mues­tran los de mayor nivel educativo una mayor tendencia a votar que los de nivel menor? Por el contrario, ¿muestran una menor incliilación a votar? O bien, ¿es aún más compleja la relación entre las

Tendencia 8 votar

Tendencia 11 no votar L ____ ___ _

El proceso de investigación 25

variables? Si hemos reOexionado sobre nuestra hipótesis y tenemos motivoS para esperar que el nivel . de educaciónt esté relacionado con el voto, probabIenrente pensaremos en uno U otra de esas pOibili. dades. ..;,

Podemos sostener, por ejemplo, que el hecho de tenec una mayor educación (or· mal acrece la posibilidad de poseer la aptitud e infonnac.ión necesarias para ali­mentar el interés por la política. En con­secuencia, será más probable que vote una persona más educada que una menos apta o infonnada. Por lo tanto, cabrá esperar que el voto sea más frecuente o más. común entre las personas mas eduaJl'

das. Este tipo de relación queda ilustrado en la figura 1.18, donde los. puntos de la Unea representan los valores correspon­dientes en ambas variables.

Pero también podriamos sostener que cuanto más alto es el nivel de educación de una perwna mayor es su tendencia a considerar fútil la actividad política. En esta perspectiva, la educación suscita e l desencanto, que a su vez reduce la incli­naci6n a votar. En este caso, esperamos que el voto sea mBll frecuente entre los menos educados de nuestros sujetos. de

/ Mfmor nivel educ.arivo

Mayor niv ... 1 educati .....

Menor nivel edw:,ativo

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" b) " FIGURA 1.1. Re/ed6n entre el nivel de educación y J/J probabilidad de "aro.

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2ti Análisis poIí/ico empírico

estudio. En la figura l.lb se ilustra este tipo de relación.

Podóamos incluso suponer que la edu­cación favorece las aptitudes e intereses hasta cierto punto, pero que quienes so­brepasan ese límite de educación (por ejemplo, los estudiantes universitarios) se sienten cada vez más desilusionados y menos interesados en la política. En tal caso, esperamos que el voto sea más fre­cuente entre los que poseen un grado moderado de conocimientos. y que los niveles de voto más bajos se sitúen en ambos extremos. Esta relación más com­pleja queda ilustrada en la figura l.lc.

En cada caso existe una relación entre el nivel de educación y la probabilidad de voto, pero es obvio que las consecuencias de esas relaciones cambiantes difieren ampliamente. Y así, es posible que halle­mos una neta relación entre las dos varia_ bles sin que por eno logremos corroborar nuestra hipótesis.

Por último, debemos hacemos una ter­cera pregunta, tal vez menos obvia. ¿Qué probabilidad hay de que cualquier rela­ción que hayamos encontrado entre las variables en el estudio de un pequeño número de casos la hallemos también al estudiar todo el conjunto del que los he­mos escogido? Este es, sencillamente, un modo estadístico de preguntarnos hasta dónde hemos conseguido que nuestra pe_ queña muestra sea representativa de la totalidad. Si hemos tomado las decisiones adecuadas al seleccionar los casos concre­tos de estudio, podemos afirmar con segu­ridad que nuestras conclusiones, aunque sólo estén basadas en unos cuantos casos, pueden aplicarse a todos. Si hemos come­tido errores, ahora tendremos menos se­guridad. Por desgracia, como se aclarará en capítulos subsiguientes, cuando nues­tras conclusiones se basan en una muestra de la población, nunca podemos estar to­talmente seguros de ellas.

Interpretación de los resultados

Finalmente, llegamos a un punto en que debemos reunir todos los elementos de nuestro estudio: ¿hemos logrado plan­teamos verdaderamente la cuestión que pretendíamos en nuestra investigación? ¿Qué hemos descubierto? ¿Cuál es la im­portancia esencial de nuestros hallazgos? ¿Hasta dónde responden esos resultados a nuestras expectativas? En esencia, he­mos acabado por reducir algún aspecto del comJXlrtamiento político a una serie de números que quizá puedan revelar relaciones estadísticas. Hemos de deter­minar lo que esas relaciones -y otras cosas que hemos aprendido a lo largo de nuestra labor~ nos dicen sobre la res­puesta al interrogante de nuestra investi­gación. Pero además debemos reflexionar con espíritu crítico sobre la propia investi­gación: ¿hemos cometido algún error gra_ ve en nuestra tarea que pueda invalidar las conclusiones? ¿Hemos logrado mante­ner una estrecha relación entre teoría e investigación y entre la teoría y la reali­dad de la actividad política? ¿Podemos atribuir todos nuestros hallazgos aparen­tes sobre el mundo real a lo que hemos hecho (o dejado de hacer) en la investiga. ción más bien que a los acontecimientos reales? Es difícil contestar a estas pregun· tas, pero el buen investigador siempre habrá de intentarlo porque, mientras no 10 haya hecho, no podrá saber el crédito que merece el producto de su investiga­ción.

Este breve panorama de las seis etapas del proceso de investigación dará una buena idea de cómo es la investigación en ciencia JXIlítica y de qué trata este libro. Dedicaremos gran parte de él a lo que ha de saberse para realizury evaluar cada una de esas tareas. Por supuesto, com­prendemos que la mayoría de los lectores no serán nunca investigadores en ciencia

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política. Pero sabemos también que los mismos conocimientos que son necesarios para efectuar una investigación propia de buena calidad pueden servir asimismo a la hora de adquirir una aptitud más cabal y más critica para la lectura y evaluación de las investigaciones ajenas, y que ésta es una capacidad que todos los interesa­dos en el estudio de la política harían bien en poseer. La investigación en ciencia social se utiliza cada vez más como base para las políticas públicas y las decisiones jurídicas. Por lo tanto, es también cada vez más importante que Jos ciudadanos puedan juzgar los méritos de la investiga­ción para cumplir sus responsabilidades en una sociedad democrática.

El proceso de investigaCiófl XI

El conjunto de conocimientos que lla­mamos ciencia política no se nos transmi­tió grabado en piedra en la antigüedad: crece, cambia y se perfecciona sin CIsar.

Cada elemento de investigación ef; un enriquecimiento potencial de nuestr6 ro­nacimiento y comprensión. Pero ese po­teflcial s610 puede cristalizar si la propia investigación resiste un análisis critico, sj

se ajusta a las normas admitidas. De estas normas trata nuestro libro, y su aprendi­zaje -para la propia investigación o para la lectura crítica- proporcionará una ba­se tanto para la comprensión de las publi­caciones de ciencia política como para hacec a ésta nuevas aportaciones.

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Las cuestiones políticas son siempre complejas. ¿Llevarán a una mayor igual. dad las resoluciones judiciales que condu­cen a la integración racial en las escuelas públicas, o incrementarán las diferencias raciales al fomentar la "fuga de los blan­.cos,. hacia los suburbios segregados? Si el Presidente retira las tropas norteamerica· nas de Europa, ¿asegurará esto la paz mundial o causará la guerra al provocar la agresión soviética? Si el Congreso rebaja el impuesto federal sobre la renta, ¿crea­rá con ello un nuevo gasto suficiente para reducir el desempleo o no hará otra cosa que aumentar la inflación? Emprende­mos la investigación en ciencias sociales pórque deseamos comprender el mundo complejo que nos rodea, ya sea por la satisfacción de conocer, ya sea porque queramos ser capaces de prever o incluso controlar los acontecimientos.

Así pues, la investigación científica em­pieza con algo que deseamos conocer. Este es nuestro tema de inveshj,ación, que, por lo común, es de orden muy gene­ral. Tal vez deseemos saber, por ejemplo, por qué algunos apoyan activamente la

protección dei medio ambiente mientras que otros se oponen a ella o son indiferen· tes. El modo más eficaz de hallar una respuesta exacta (y, por 10 tanto, útil) consiste en emplear métodos reconocidos de investigación empírica para estudiar las relaciones que vemos en el mundo. Para poder emplear procedirrúentos cien­tíficos en nuestro deseo de hallar una respuesta que sea de general aceptación, tenemos que convertir esa pregunta su­mamente general en una o varias muy específicas. De lo contrario, no sabremos qué observar para buscar la respuesta ni podremos comprender de qué modo se relaciona lo observado con nuestro tema de investigación.

Para transformar nuestra pregunta gew neral en una o varias específicas, hace falta formular algunas explicaciones plau­sibles de lo que observamos. Podriamos, por ejemplo, sostener que en la dpinión sobre la protección del medio ambiente influye el empleo del interesado? entre otras cosas porque ciertas ocupaciOnes se benefician de las medidas protectoras del medio ambiente, mientras que otras re-

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Capítulo 2
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CONSTRUCCIÓN DE
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LA TEORIA: CONCEPTOS E
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HIPÓTESIS EN CIENCIA
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POLÍTICA
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30 Analisis poIitiCO empírico

sultan peJjudicadas por éstas (al menos a corto plazo). También podríamos creer que la edad influye en la actitud para con la cuesti6n ecológica. porque los jóvenes, en su período de crecimiento, han cobra­do conciencia de los problemas de la con­taminación, en tanto que sus mayores crecieron antes de que se comprendieran esos problemas.

Estas explicaciones nos ayudan a redu­cir la complejidad de la vida social y nos ponen en situación de iniciar el estudio científico. Podemos aplicar la lógica y la información que ya poseemos sobre las relaciones empíricas al análisis de una serie de cosas que esperamos sean ciertas si nuestra amplia explicación es válida. Y ahora podemos formular preguntas como las siguientes: ¿apoyan los jóvenes la le­gislación sobre el medio ambiente más a menudo que los adultos? ¿Apoyan los oficinistas y los profesionales las medidas sobre el medio ambiente más a menudo que los trabajadores manuales? Podemos idear el modo de hacer observaciones que nos permitan responder a esas preguntas y, una vez que hayamos explorado pre­gUntas COnCtetas en número suficiente, contestar por fin a la pregunta inicial de nuestra investigación.

Cuando intentamos formular explica­ciones posibles de los acontecimientos, estamos teorizando o desarrollando teo­rías. Creamos éstas en nuestro esfuerzo por comprender. Las teonas nos ayudan a orientar nuestra investigación y a deter­minar si nueStra comprensión es correcta. Por eso, la construcción de la teoría es la primera etapa del proceso de investiga­ción, y por eso es esencial que compren­damos la relación entre teoría e investiga­ción.

Una teoría inadecuadamente desarm­liada puede llevarnos a realizar una 1n­vesti~ación que no sirva para dar respues­ta a "la pregunta que inicialmente suscitó

nuestro interés. Sin una teoría correcta no podremos afirmar por qué los .. halIai:gos» de nuestra investigación proporcionan una respuesta a la pregunta que en ésta nos habíamos planteado. Supongamos que iniciamos la investigación solamente con la pregunta antes expresada. Si pre­guntamos a una muestra adecuadamente seleccionada de 1.500 estadounidenses su opinión sobre la protección del medio am­biente y les hacemos una serie de pregun· tas sobre sus características, podemos uti· lizar nuestros resultados para describir los tipos de personas que están a favor o en contra de la legislación sobre el medio ambiente, pero no podemos afirmar por qu.é la apoyan o se oponen a ella.

Por otro lado, si partimos de una teoría que venga a explicar por qué los indivi­duos apoyan las medidas de protección del medio ambiente o se oponen a ellas y formulamos nuestras preguntas para com­probar si eran acertadas las expectativas que lógicamente se seguían de dicha teo­ría, nuestros resultados nos ayudarán a comprender por qué aquéllos adoptan una u otra actitud.

Para simplificar, supongamos que, se­gún nuestra teoría, la primera preocupa~ ción dé la gente es su bienestar económico y que su póstura sobre la protección del medio ambiente viene totalmente deter~ minada por la manera en que, a su pare~ cer, afectará a sus ingresos la legislación propuesta. Una expectativa o predicción que lógicamente se deriva de esta forma de razonar es que quienes esperen resul. tar económicamente perjUdicadOS por las leyes de protección del inedia ambiente se opondrán a ellas, mientras que quienes esperen resultar beneficiados las apoya­rán. Si nuestra teoría es una explicaci6n adecuada de cómo se adoptan ciertas acti­tudes sobre la protección del medio am­biente, esa predicción deberá ser una afir­mación exacta sobre las relaciones del

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mundo real. Entonces podremos hacen)C)S una idt>a de la utilidad de nuestra teoría comprobando la exaclitud empírica de la predK:ción que lógicamente se sigue de ella. Por ejemplo, podriamos preguntar a . la gente su opinión sobre la proteceión del medio ambiente y el efecto que, a su pare<:er, puede tener en sus ingresos, para averiguar si la predicción queda c.orrobo­~ada por lo que vemos en las reladones reales. Cualquiera que sea el resultado, la investigación nos indicará así, en cierta medida, por qué los interrogados opinan de un modo determinado sobre esta cues­heSn. si Ía investigación se ha realizado correctamente y la predicci6n resulta acertada, tendremos razones p&ra creer que hemos fonnulado una explicación sa­tisfactoria para el comportamiento estu­diado y buscar nuevas pruebas de su utili­dad. Si la predicción resulta equivocada, al menos tendremos motivos para creer que esta teoría probablemente sea infruc­luosa .para comprender las opiniones SO­

bre el tema, y podremos empezar a inda­gar otras explicaciones posibles.

Tanto si la iniciamos con una teoda coffl9 sin ninguna, la investigación puede mostrar los mismos hechos. Pero éstos sólo facilitarán nuestra comprensión si po_ demos vincularlos entre sí mediante una . teoría. Si sabemos que los oficinistas y profesiona!C'S tienen mayor tendencia que los trabajadores manuales a apoyar la protección del medio ambiente, esto sólo nos ofrecerá una explicación de las actitu­dC'S adoptadas si podemos dar alguna ra­zón por la que deban estar relacionadas la ocupaci:>n ' y la postura sobre la ecología. De otro modo, el hecho podría ser fortui­to, y no por conocerlo estaríamos: en mejo­res condiciones de explicar las actitudes de la gente. Las teorías proporcionan conjuntos de razones por la'! que los he­chos deben estar conectados de un modo determinado, y hacen que Jos hechos ~an

Construcción eJe la teoría 31

útiles al ofrec~rnos una estructura para interpretar/M y para ~r 18!J reJtiCionea entre eIJM.

El objeto de este capítulo es ayud;11te 8 comprerldeL-cómo se desarTollan la$'~eo­rías y cómo se utilizan Para orien~ la investigación. Expondremos en él la natu­raleza de.la teorización en la ciencia so­dal, los elementos de que constan las teorías, y la relación entre éStas y el resto del proceso de investigación. Cuando haya terminado el capítulo, deberá ser capaz de empezar a pensar en las cuestio­nes políticas que le interesan de: una ma_ nera que ~ prepare para emprender la investigación empírica si~temática, 8 fm de dar respuestas válidas (si no comple­tas) a dichas cuestiones,

Naturaleza de 1. teorta en Ciencia Soclal

Construimos teorías por dOs razones. En primer luga r. esperamos que nos sir­van Para simplificar la realidad con el fm de comprenderla p'ara controlarla mejor o adaptarla. En segundo lugar, Wla vez que hemos alcanzado esa comprensión, las teorías pueden guiamos para comprobar su exactitud. Para ello, nos ofrecen un fundamento lógico de expectativas o pre­dta:iones sobre el mundo que pueden compararse con la realidad mediante téc­nicas de. investigación apropiadas. Cuan­do nuestras predicCiones resultan funda­das, también lo es la interpretación que les sirve de base, y crece nuestra confian­za en haber entendido CÓmo funcionan las cosas. Cuando nuestras predicciones re­sultan inexactas, empezamos a po",r en duda nuestra interpretación de Jos *hoS ,.. Y a buscar la manera de mejorarla. -i .',

Las teorías son conjuntos de si~1oB lágieamente re/4Cionados que repTesen­tan /0 que creeme» que S/I< 'ec/e en el

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mundo. Son. simpleme nte, herramientas inte lectuales. Es importante entender es· to, pues nos sirve para comprender que las teonas no son, en sentido absoluto. verdaderas ni falsas;' tan sólo más o menos útiles. Así como hay más de una manera de hacer un martillo. hay muchos modos de desarrollar teorías que expliquen la vide. política. Esto significa que no cabe esperar descubrir una teona del mismo modo que un explorador descubre una nueva isla. ¿Por qué? Porque las teorías no existen ... ahí. para descubrirlas. Son producto de la imaginación humana, de un a rduo trabajo Y. a veces, de la buena suerte.

Si las téorfas son esenciales para una investigación correcta pero no pueden descubrirse simplemente examinando montañas de salidas impresas de ordena­dor durante horas intenninahles, ¿cómo trata remos de construir una teoría que nos oriente en nuestro esfuerzo por com­pre nder los a spectos de la vida política que nos interesan? ¿Qué procesos inter· vienen? La respuesta no es clara ni send~ lIa, pues las teorías se desarrollan de di · versas mane ras. No podemos esbozar una serie de procedimientos para lograr ,una teoría útil del'mismo modo que pódríamos describir la ~oera de construir una apa· rato estereofÓnico. Pero podemos dar una explicación de las principales ideas y eta­pas que generalmente conlleva (a cons· trucción de una te«ía. La primera es la cotlcepfualiZlff:ión del problema.

Lógica de la construcción de la leorla

E:npe.zando con el suceso o comporta. mie nto que deseamos comprender, debe_ mos preguntamos en primer lugar qué sabemos sobre el fenómeno que pudiera ayudamos a elltplicarlo. Podemos formar·

nos una idea basándonos en la experien­cia ¡>enanal, en la observación casual o en el penMUniento creador. Más a menudo, comprobaremos la conveniencia de inves­tigar lo que otros han averiguado sobre el tema. t..s teorías eficaces se inician a partir de un conocimiento pormenorizado de los sucesos que deseamos explicar. Sin tal conocimiento, probablemente no Jo. graremos comprender lo que ha de expli. carse ni tendremos una idea de dónde hemos de empezar a buscar las relaciones que nos servirán para explacar los sucesos.

Los disturbios masivos que tuvieron lu­gar en numerosas ciudades norteamerica­nas a fines de los años sesenta proporcio­nan un ejemplo de la importancia que tiene el conocimiento de los hechos para poder conceptualizar de manera adecua­da los problemas de investigadón. Cuan­do se produjeron por primera vez los dis­turbios. muchos funcionarios públicos dijeron que eran obra de un grupo de ciudadanos.. pobres sin vínculos estables con la sociedad. Si hubiéramos aceptado esa interpretación e intentado compren­der 105 disturbios, habriamos definido nuestra tarea diciendo que se trataba de explicar por qué ese «populacbo~ tan nu­meroso se habia concentrado en nuestras ciudades en aque\los momentos y qué le había impulsado a la revuelta. Para expli. carIo, muchos funcionarios públicos adujeron la supuesta presenc;ia de agita­dores exteriores.

Sin embargo, los expertos en ciencia social rea.li;zaron e ntrevistas en las duda~ des. agitl'das por los disturbios. y supimos que la revuelta no se limitaba al JXIpula­cho. En realidad, los revoltosos, conside· rados como un grupo, diferían bien poco del sector general de \a pob\ación negra de esas dudades·. Este hecho nos presen-

1 R. M. Fog..lson y R. B. Hill, . Wbg Riou? A Study uf Part icipallon ,n thO. 1967 R"m_, m Sup·

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ta una tarea de investigación muy dife­rente de la sugerida por la interpretacion sobre el populacho. Ahora debemos tratar de comprender lo que impulsó a rebelarse a· ciudadanos negros normales con em­pleos, familias y otros vínculos sociales. Las explicaciones subsiguientes se cen­tran en variables tales como la reacción de los negros ante el racismo de los blan­cos más que en la de los agitadores exte­riores.

En este caso, un conocimiento insufi­ciente de los hechos podría habemos in­ducido a errores fundamentales en nues­tra labor de construcción de la teoría. De ahí la importancia de la investigación aploratoria. destinada a establecer los hechos en un caso dado. De ahí, también, que hayamos de buscar en las publicacio­nes existentes información sobre los fenó­menos que tratamos de explicar si aspira­mos a deSarrollar teorías válidas.

Pero una vez que nos hemos formado una idea del mayor número posible de hechos que están a nuestro alcance, ¿có­mo construimos una teona que explique esas observaciones? Por lo general, em­pezaremos por indagar en los hechos aquellas pautas que den razón de los su­cesos observados.

Por ejemplo, cabría preguntarse qué provoca las protestas políticas en los cam­pus universitarios. Para contestar a esta pregunta, habrá que explicar lo que lleva a los estudiantes a tomar parte en las protestas. Si hemos figurado entre los re­voltosos o los hemos conocido, podremos hacernos una cierta idea de sus motiva­ciones, pero para formular una explica­ción de por qué participan numerosos es­tudiantes hará falta información sobre un número de personas mucho más elevado. Convendrá que intentemos obtener datos

plemenutJ Studies for the NafÍ<ma1 Advi .• o.ry Como m;~";on on Civil D;1I<}tder~(1968).

Construcción de la teoría 33

sobre las características y los motivos de los estudiantes rebeldes en ¡general,am el fin de formular nuestra explicación: Si entre los que protestan hallamos rasgos comunes que los distinguen de los qUICI no protestan, podremos deducir que esas ca­racterísticas ocasionaron su particiación en las manifestaciones. Entonces, el pre­dominio de aquéllas entre los estudiantes universitarios pasa a formar parte de nuestra explicación del motivo de la pro­testa.

Este proceso de generalización de 10 que hemos observado a 10 que,no hemos observado o no podemos observar se lIa/ ma inducción, y es la base de la teoría científica. Las teorías construidas por in­ducción de observaciones se dice que son empíricamente fundadas.

En el proceso de inducción, partiendo de lo que sabemos que sucede en ciertas situaciones, imerimoslo que podria suce­der en otras semejantes; establecemos un nexo lógico entre lo que hemos visto y la predicción de lo que no hemos visto, ba­sándonos en el supuesto de que existe alguna pauta constante y subyacente en los sucesos del mundo. Todos aplicamos la inducción en la vida diaria. Si observa­mos cinco veces consecutivas que la puer­ta del ascensor se abre cuando pulsamos un botón que hay en la pared, pronto llegamos a la conclusión de que el botón hace que se abra la puerta. Esto es una generalización inductiva de los pocos ca­sos que hemos observado (pulsando el botón cinco veces) a los casos que no hemos observado (pulsando el botón más veces o pulsando botones de ascensor en otros edificios). El proceso de inducción se muestra en el diagrama de la figura i'.la, que indica cómo se fundan en hechos las teorías construidas inductivamente ... -r

Pero para construir la teona no basta con la inducción. pu.es la indicación de los hechos no proporciona ulla explicación, a

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34 Análisis poIitico empírico

.) INDUCCION la gente interviene para cambiar las me­didas de actuación a las que se opone

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t Inducción

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FIGURA 2.1. Representación eSquemática de! razonamiento inductivo y deductivo.

menos que podamos indicar también por qué esos hechos han llevado a los resulta­dos observados. Volvamos al ejemplo de la protesta estudiantil. Supongamos que, según lo averiguado. los que protestan tienden a estar más insatisfechos con las medidas de actuación pública que los que no protestan, y que los primeros suelen también dar mucho menos crédito a la eficacia de la política convencional para modificar esas medidas. El establecimien_ to de este hecho constituirá una explica­ción de la protesta únicamente si pode­mos demostrar por qué esas actitudes de­ben conducir a un comportamiento de protesta. Para demostrarlo, probable­mente hará falta formular algunos su­puestos sobre el comportamiento político. Concretamente, habrá que suponer que

firmemente, y que viene a adoptar un comportamiento de protesta cuando cree que la participación política convencional (votar, escribir cartas, etc.) no va a modi­ficar esas medidas.

En ese punto, estos supuestos (también llamados axiomas o postulados) pasan a formar parte de nuestra teoría. Describen las condiciones en las que esperamos que sea probada la explicación provisional al­canzada. lndican, mediante enunciados generales sobre el comportamiento políti­co en ciertas condiciones, por qué espera­mos que se produzca la protesta estudian­til por lo que sabemos de los estudiantes en los campus universitarios. Ahora pode­mos explicar el comportamiento especifi­co (protesta) demostrando que éste se si­gue lógicamente de un conjunto de su­puestos teóricos.

Al hacerlo, realizamos la operación in­versa de la que hicimos cuando procedía­mos al razonamiento inductivo- Ahora, partiendo de enunciados abstractos sobre relaciones generales, llegamos a enuncia­dos concretos sobre comportamientos es­pecíficos. Este proceso de razonamiento de lo abstracto y general a lo concreto y específico se llama deducción. Todos nos servimos de la lógica deductiva en nues­tra vida cotidiana. Si suponemos que los. ascensores funcionan mediante un siste­ma de botones instalados en la pared y nos encontramos ante un ascensor, dedu­ciremos generalmente que para entrar en él hemos de pulsar el botón que haya nuestro alcance. Por medio de la deduc­ción, hemos ido de una generalización a la predicción de un hecho específico. Este proceso se esquematiza en la figura 2.tb.

La deducción es el proceso que 008 permite utilizar las teorías para explicar eventos del mundo real. Si podemos de­mostrar mediante un proceso de deduc-

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ción que cierto evento observado puede predecirse lógicamente basándose en el conjunto de supuestos que constituye nuestra teoría, ésta aportará una explica. ción del evento observado. La teoría nos ayuda a comprender el evento dándonos una razón de por qué es como es. La deducción tiene por objeto proporcionar ese vínculo entre la teoría y nuestras ob· servaciones.

Pero una teoría no es válida por el mero hecho de haberla ideado. Por lo general, podemos llegar a formular mu­chas teorías para explicar un hecho deter­minado. 1.0 que debemos preguntarnos es cuáles de ellas son las más útiles para ayudamos a comprender el mundo. Y para responder a esta pregunta, tendre· mos que cotejar distintas teorías con la realidad. Antes de ocuparnos de la con· trastación de las teorías, es importante que comprendamos dos cOsas. En primer lugar, hemos de conocer los rasgos que confieren utilidad a una teoría para saber cómo abordar la construcción de la mis­ma. En segundo lugar, debemos saber cómo están relacionados sus componentes entre sí y con la investigación empírica. Para que una teoría sirva para explicar las observaciones debe ajustarse a una serie de normas.

1. Debe ser contrastable. ¿Podemos inferir de la teoría expectativas sobre la realidad lo bastante concretas y específi­cas como para hacer observaciones que las confirmen o no las confirmen? ¿S,e puede establecer una relación entre la teoría y el mundo de manera sistemática, o la teoría sólo es un conjunto de abstrac­ciones?

2. Debe ser lógicamente correcta. ¿Po­see coherencia interna la teoría? ¿Son compatibles sus supuestos, e inequívocos los términos que contiene?

3. Debe ser comunicable. ¿Pueden

Construcción de la tecria 35

comprenderla otras personas con forma­ción adecuada de manera que, sjrv~ndo. se de ella, sean capaces de expli<;a,:r los hechos y proponer ensayos de hiP4J:esis derivadas de ella? ,~

4. Debe ser general. ¿Es posible'utili­zarla para explicar diversos hechos en diferentes momentos y lugares? ¿Pode­mos deducir de ella predicciones que pue· dan comprobarse en diferentes circuns­tancias, o está vinculada demasiado estre. chamente a un conjunto de observacio­nes?

5. Debe ser parsimoniosa. ¿Es lo bas­tante sencilla como para poder aplicarla y comprenderla fácilmente. o es tan com­pleja y profusa en condiciones y excepcio-. nes que resulta difícil extraer de ella ex­pectativas explícitas sobre los hechos del mundo real?

Las teorías pueden tener cada una de esas caractensticas deseables en grados diferentes, ya veces tenemos que escoger entre ellas al desarrollar una teona deter­minada. Tal vez hayamos de sacrificar un tanto la parsimonia, por ejemplo, para obtener una mayor generalidad o posibili­dad de verificación. Habremos de tener presentes esos rasgos deseables cuando fonnulemos la teoría para que el producto de nuestra labor sea verdaderamente pro­vechoso.

Componentes de la teoría en Ciencia Social

Las teorías se componen de conjuntos de conceptos que están relacionados por proposiciones lógicamente denvadáli· de un conjunto de supuestos. Esta es la es­tructura lógica de unateona. Y es'esta estructura la que nos permite utiliiar la teoría pata explicar los hechos, pues nos sirve para dar las razones por las que

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:ss A.n.:i&is político empírico

podemos esperar lógicamente que las ro­S9S sean como son.

Para elaboTar una teona eficaz se em­pieza por las decisiones que toml:unos so­bre 103 elementos de construcción de las teorías: los conceptos. Un concepto es simplemente una palabra o símbolo que representa a/~una idea. Los conceptos no son nad a extraordinario. Nos servimos de e llos a dia n o para afrontar la complejidad d e la reaJidad clasificando las CO$I1S que encontramos con arreglo a a lgunas de sus propiedades que tengan inte rés para no­sotros. Clasificamos los a nimales de cua­tro patas que vemos en vacas, gatos, pe­rros y otras especies, y esta clasirtcación , por sr sola, proporciona la base de a lgunas expectativas importantes (por ejemplo, los perros no son buena fue nte de leche). Asignando un nombre a algo, podemos predecir ciertas , osas sobre ello, porque el nombre e~ un simbolo de determinadas combinaciones de propiedades.

La misma finalidad cumple n los con­ceptos en la ciencia social. Indican las propi~ades de los objetos (personas, sis­temüs políticos, elecciones) que tienen in­terés pa ra un estudio determ inad o. Un obse rvador puede estar interesado en la

.. estructura de la personalidad de cierta persona, mientras otro estará interesado en la identificación de ésta con algún partido. y un tercero centrará su interés en su grado de alienación política . La persona posee todas esas propiedades (personalidad, identificación con un parti ­do, grado de alienación) y otras muchas. pero sólo algunas de ellas intereSan 8. una investigación concreta. Los tres observa­dores abordan la misma realidad. Simple­me nte, optan por organizar sus percepcio­nes d e manera distinta. Los conceptos nos ayudan a determinar, entre numerosos rasgos o a tributos, los que son importan­les para nuestra invesligación.

El hecho es que los conceptos, a l igual

que las leon as, no üenen vida propia. Son instrumentos q ue creames para ftnes es­pecificas y no pueden tildarse de verda_ deros o fa lsos: sólo puede decirse que son más o menos útiles.

¿En qué consiste la utilidad de un con­cepto? Hay que hact:r aquí tres conside­raciones principales.

En primer término, como hemos em­prendid~ un estudio el7lpírico, el concep­to, para ser útil, debe referirse a fenóme­nos que, al menos potencialmente, sean observables. En los tiempos medievaies e l concepto de Voluntad Divina jugaba un papel importante para explicar los acon­tecimientos. Sin embargo, no podemos comprobar tales explicaciones, porque no podemos obs<rvar la Voluntad Divina pa­ra afinnar si está presente o ausente en un caso dado. Sí ha de tener algún valor científico, el concepto debe referirse a algo que, de algún modo, rea mensurable a través de los sentidos.

No signifiea esto que todos los concep­tos deban referirse a cosas directamente observables. Algunos de los conceptos más útiles e n las ciencias sociales se refie­ren a propiedades que no podemos obser­var de manera directa. La gente no tiene, sin más, un rango social del mismo modo que puede ser pelirroja , pero si sabemos ciertas cosas de ella (sus ingresos o su ?Cupación. por eje mplo), podemos inferir su rango social. Análogamente, las nacio­nes no tienen si,l" mas políticos autorita­rios o deTnOCl'áücos del mismo modo que tie nen montañas o desiertos, pero pode­mos inferir e l grado de democracia que · existe e n una nación observando ciertas caractensticas de su vida política (como, por ejemplo, la índole de las elecciones y las disposiciones sobre libertades civiles).

La pregunta es: ¿podemos idear un conjunto de procedimientos para utilizar nl)cstros sentidos a fin de re unir informa­clón que nos permita juzgar la presencia,

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ausencia o magnitud en el mundo real de aquello a lo que el concepto se refiere? Si la respuesta es afirmativa, se dice que el concepto tiene referentes empíricos! se refiere a algo que es directa o indirec­tamente observable.

En segundo lugar. además de tener referentes empíricos, los conceptos deben ser precisos. Se han de referir a un conjunto de propiedades de algún fenó­meno y solamente a uno. Debemos saber exactamente de qué hablamos cuando utilizamos un concepto para describir un objeto. ¿Forma parte la raza de la clase social de una persona, o viene detennina­da esta clase exclusivamente por factores ajenos a la raza tales como los ingresos y la educación? El grado de desigualdad en la distribución de la riqueza de una na­ción ¿forma parte de lo que llamamos su sistema político democrático o autoritario, o la naturaleza del sistema político viene dada exclusivamente por otros factores? La precisión es importante porque nos indica lo que hemos de observar para ver cómo se manifiesta un concepto en un caso dado. Sólo cuando lo vemos podemos emplear el concepto en explicaciones em­píricamente fundadas.

La precisión nos ayuda también a de­tenninar nuestros referentes empíricos y hacer distinciones entre 10.'1 fenómenos observados. Si el grado de democracia significa sólo la presencia o ausencia de elecciones populares para cargos públi_ cos, tanto la Unión Soviética como Esta­dos Unidos son democráticos, ¿Deseamos tratar a estas dos naciones como ejemplos del mismo tipo de sistema político para los fines de nuestra investigación? De no ser así, tendremos que afinar el concepto. hacerlo mas preciso, para que en nuestro estudio podamos hacer una distinción en­tre ambas naciones.

Por ultimo, los conceptos, para ser úti. les. han de tener alcance teorico. Un con-

cepto tiene valor teórico cuando está rela­cionado con otros conceptos de la t~a en número suficiente como para de$em­peñar un papel importante en la explica. ción de los hechos observados. ~~

En nuestra explicación hipotética de la protesta estudiantil empleamos dos con· ceptos. Uno de ellos era la intensidad de las preferencias sobre políticas públicas, y el otro, la percepción de la eficacia de la acción política convencional para modifi­car esas politicas públicas. Estos dos con­ceptos quedaron vinculados por los su­puestos de que la gente intervendría para cambiar las normas con las que estuviera en profundo desacuerdo, y de que recu­lTiria a la protesta cuando le pareciera que otros medios de influencia no iban a dar resultado. Dados estos supuestos, ~1 encontrar la combinación concreta de ac­titudes a la que hemos aludido, vendre­mos a esperar un comportamiento de pro­testa. Cada concepto es esencial para la explicación y está vinculado tanto a los supuestos teóricos como al otro concepto. Ambos tienen valor teórico porque de­sempeñan un papel necesario en nuestra explicación.

Podemos empezar a comprender ahora que la teoría da eficacia a los conceptos vinculándolos de manera que puedan uti­lizarse al formular las explicaciones. La teoría une entre sí los conceptos estable­ciendo relaciones entre ellos, cuyos enun­ciados adquieren la fonna de proposi­ciones derivadas de nuestros supuestos.

Las proposiciones. en general, postulan uno de dos tipos principales de relación entre los conceptos: covariación y cau­salidad_ Las relaciones de covariación indican que dos o más conceptos tiebden a cambiar simultáneamente: a médida

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que uno aumenta (o disminuye), aumenta (o aisminuye) el otro. Estas relaciones nada nos dicen sobre lo que hace cambiar los conceptos simultáneamente. Por

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ejemplo, podríamos predecir que el grado de información política y la probabilidad de voto covarían, que a medida que crece el uno, crece la otra. Pero ¿es más proba~ ble que se vote porque se tiene más irúor­mación, se obtiene más información por_ que se piensa votar y se quiere tomar una decisión correcta, ° el grado de informa­ción y la probabilidad de voto dependen ambos de un te:-cer factor, como, por ejemplo, el interés por la política o el criterio que se tiene del deber cívico? La proposición no nos lo dice.

Las relaciones causales indican que los cambios producidos en uno o más concep­tos llevarán a que se produzcan cambios en uno o varios conceptos diferentes o conllevarán dichos cambios. Por ejemplo, podemos sostener que cuanto más fuerte sea la identificación con un partido, mayor será la probabilidad de voto. El hecho de sentirse miembro de un partido puede impulsar a votar, pero la probabili­dad de votar no crea la identificación con el partido.

Todos estamos acostumbrados a pensar en términos de causa a efecto en nuestra vida diaria, pero solemos utilizar estos conceptos de manera imprecisa. A menu­do, es muy difícil determinar las causas o consecuencias del comportamiento huma­no; cuando más importante es el hecho, más difícil es deslindar sus causas. ¿Qué provoca la guerra? ¿Un movimiento so­cial o la creación de un nuevo partido político?

A causa de esta complejidad, debemos ser cautelosos y no postular relaciones causales más que cuando se cumplan cua­tro condiciones simultáneamente: prime­ra, que la causa y el efecto postulados cambien juntos, o covaríen; segunda, que la causa preceda al efecto; tercera, que podamos determinar un vínculo causal entre la causa y el efecto supuestos (lo que significa que hemos de poder estable-

cer el proceso por el que los cambios en A ocasionan cambios en B), y cuarta, que la covarianza de los fenómenos de causa · y efecto no se deba a su relación simultánea con un tercer factor.

Esta última condición nos. previene so­bre el problema de las relaciones espu­rias_ Cuando A y B varían a la vez porque ambas son causarlas por C y no covariarían en ausencia de C, la relación aparente entre A y B se denomina espu­ria. Es esencial que analicemos cuidado­samente los supuestos que formulamos para descubrir la posible falsedad en las relaciones, antes de incorporarlos a nues­tras teorías como si fueran producto de una interacción causal. Un ejemplo clási­co de relación espuria es el caso en que un investigador averigua primeramente que el precio del ron importado y los sueldos de los ministros fluctúan al mismo tiempo, y de ello deduce que los cambios en el precio del ron causan los de los sueldos de los ministros. Es más probable que los precios del ron y los sueldos de los minis­tros varíen como consecuencia de la mo­dificación de las condiciones económicas generales y del nivel global de los precios. La relación entre las dos primeras varia­bles es de covariación, pero no causal.

Es importante reconocer otras dos ca­racterísticas de la causa1idad social. En primer lugar, un fenómeno puede causar otro de manera directa o indirecta: puede que A sea causa de B sólo en la medida en que lo es de e, que es causa directa de B.. Debemos tener presente el papel que cumple la causalidad indirecta para que nuestra teoría sea lo más completa posible. En segundo lugar, hemos de prestar atención al hecho de que, en ge_ neral, el comportamiento humano se debe a más de una causa. Al teorizar, debere­mos evitar la simplificación excesiva, y 1,

f" reconocer el papel que cumple la causa-lidad múltiple en la vida social. Esto

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ConstnJcción de la teoria 38

UrbanizatióD

Poblft(KiI'I d._ PoblaÓf'¡n pob~

represenlllnte

Condición socioeeonómN:1I

P osición del panido

POIIición de la delclaeión estatal

F'lOURA 2.2. Modelo c.u~1 de 10l'J determinantes del apoyo de los representante8 a la legislación !Sobre asistencia $OCia1 en el ConAfe.fO de los Estados UnichA. (De Richard C. Rich, _TIIe Representarion 01 lhe Poor in the Policy P,ocess: Changes in CongressionaJ Support rOt Wttf(are. , En Robert Eyelltone ( ed.), Pub.lic Policy Formation (Greenwich, CT: JAr Press.,

1984). p . 135. Reproducción lIutorhIlKlIJ).

quiere decir, sencillamente, que todo he· cho puede tener varins causas diferentes y que, a veces, deben reunirse muchos hechos para causar uno determinadol

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1 Ficura \lIlII amplia el'pCMición del ¡MIpe1 <¡LOe

dewmpeñan 1115 relacionet ca"cala en la teorización de l • ..,iencia social IIn Hubert M. BlaIoc:k. J" , CIlUMI lrúetences in Norre~ptlltiment .. 1 RC;Jearch

Para abordar toda esta complejidad, generalmente conviene esbozar un mode­lo causal de la teoria, esto es, un diagi;Qma donde se especifican con claridad 16das las relaciones planteadas en la teorut con lo que se ven má, rácilmente las implica-

(Chapel HilL Uni~tlity oC Nonh Cnrolina ?ren, 1964).

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40 Análisis poIitico empírico

ciones de nuestros argumentos. La figura 2.2 presenta un ejemplo de ese modelo. Cada una de las flechas representa una influencia causal, y la dirección en que apunta indica la variable que, según la teoría, ha de ser dependiente, y la que ha de ser independiente. La teoría esquema· tizada en la figura 2.2 afmna que in* fluyen diversos factores en la decisión de un representante de votar a favor o en contra de la legislación de asistencia so-­cial, y ello de manera directa e indirecta. Por ejemplo, se indica que la magnitud de la población pobre del distrito electoral del representante influye en el voto sobre asistencia social tanto de manera directa (independiente) como indirecta a través de la pugna electoral del distrito y del grado de antigüedad del representante.

Tanto las relaciones de covariación co­mo las causales pueden ser positivas o negativas. Esto significa que los dos con· ceptos pueden cambiar ya sea en la mis· ma dirección, ya sea en direcciones opuestas. Si cambian en la misma direc· ción, la relación es positiva. Una rela­ción positiva viene representada por el enunciado siguiente: cuanto mayor es la pobreza relativa de los sectores minorita­rios en una sociedad, mayor es la probabi­lidad de violencia política. La relación negativa se expresará mediante el enun­ciado siguiente: cuanto mayor es el grado de alienación política que siente una per­sona, menor es la probabilidad de que participe en actividades políticas conven­cionales. Nuestras teorías deben especifi­car si esperamos relaciones positivas o negativas entre los conceptos. Esta infor­mación se puede añadir a los diagramas causales colocando un signo más (+) o menos (-) en cada trayectoria para indi­car si se piensa que la relación es positiva o negativa.

Contrastación y elaboración de la teona

Las teorías no deben considerarse nun­ca como productos acabados, sino como instrumentos que ocasionalmente hay que analizar y que a menudo pueden mejorarse. Empezamos con un tema de investigación que requiere una explica­ción de los hechos observados. Seleccio­namos conceptos que, según esperamos, han de servir para explicarlos, y relacio­namos los conceptos mediante proposicio_ nes lógicamente derivadas de un conjunto de supuestos que optamos por formular para lograr una explicación. Y he aquí que ahora estamos entre la espada y la pared: ¿servirá de algo esta bonita estruc­tura? Al parecer, explica 10 que deseamos comprender, pero ¿podemos cOr.Jprobarla de alguna manera? ¿Podemos verificar su utilidad para saber la confianza que pode­mos depositar en ella y convencer a los demás de su valor?

La contrastación de la teoría es el nú­cleo del proceso de investigación. Como nuestras teorías se desarrollan por lo ge­neral partiendo de fracciones de conoci­miento sobre relaciones reales, la tarea de contrastación de la teoría consiste esen­cialmente en utilizar esta última para for­mular algunas expectativas acerca de otras relaciones que no hemos observado, y verificar luego si las observaciones rea­les se corresponden con lo que esperamos obtener. No podemos confiar en las rela­ciones que ya hemos observado, pues no habria contrastación alguna al indicar que la teoría conduce a esperar las propias relaciones que tratábamos de explicar al construirla.

En nuestro ejemplo del ascensor, des­pués de observar los ascensores de un edificio estaremos bien seguros de que funcionan en respuesta a un sistema de botones instalados en la pared. Incluso

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estariamos dispuestos a generalizar, par­tiendo de nuestras observaciones, y llegar a ia conclusión de que todos los ascenso­res funcionan de ese modo. Sólo podemos verificar la valipez de esta conclusión pro­bando realmente otros ascensores. Pero esto no nos sirve para confirmar la com­probación sobre los ascensores del edificio inicial, porque sabemos ya que funcionan en respuesta a los botones, y no por ello nos sentiremos más seguros de que otros ascensores también lo hacen. Tenemos que ir a otros edificios y ver cómo funcio­nan sus ascensores. Finalmente, nunca podemos probar que nuestra teoría sobre el funcionamiento de los ascensores es correcta, pues no podemos llegar a obser­var todos los ascensores del mundo. A medida que veamos más ascensores que funcionan de ese modo sin encontrar nin­guno que no lo haga, crecerá nuestra con­fianza en la validez de nuestra generaliza­ción. Si no encontramos ningún otro as­censor que funcione mediante botones, pronto deduciremos que nos hemos equi­vocado al generalizar las observaciones iniciales a todos los demás ascensores.

La contrastación de la teoría en cien­cias sociales obedece al mismo principio. Debemos pasar de lo que hemos observa­do al idear la teoría a lo que no hemos observado, para descubrir si ésta nos pro­porciona un conjunto correcto de expecta­tivas sobre el mundo. Supongamos, por ejemplo, que deseamos construir una teo­ría para explicar el comportamiento de voto. Consultamos las investigaciones ya realizadas sobre el tema y descubrimos que, en lo relativo a los ciudadanos de Estados Unidos, la educación superior es­tá positivamente relacionada con la incli­nación a votar. A un mayor número de años de escolarización corresponde una mayor probabilidad de voto. Basándonos en esta observación, incluimos en nuestra teoría el supuesto de que los niveles más

Conslrvcc;ión de la t90ria 41

altos de educación conllevan una probabi_ lidad de voto más alta. Sabemos q~ estos factores guardan relación en los F4tados Unidos, pero ¿yen otras naciones~ ¿Po­demos hacer, sin temor a equivOCiJ,mos, esta generalización de las observaciones de los Estados Unidos a las relaciones en otras naciones? ¿Habrá algo exclusivo del sistema educativo de este país que cree esa relación? El único modo de averiguar­lo consiste en observar a la gente de otras naciones.

Basándose en el supuesto de que la educación acrece la probabilidad de voto, podría predecirse que quienes poseen una cierta educación universitaria serán más propensos a votar que los que no han pasado del titulo de enseñanza secunda­ria. Se puede comprobar esta predicción viendo si refleja fielmente las relaciones halladas en los datos de diversos paises. Cuanto mayor sea la frecuencia con que encontremos pruebas acordes con la pre­dicrión, más seguros estaremos de que nuestra teoría sirve para predecir el com­portamiento humano. Nunca podremos estar absolutamente seguros de que la teoría es ~verdadera~, pues no podemos observar todos los casos ni saber con cer­teza cómo pueden cambiar con el tiempo las relaciones empíricas. Pero podemos adquirir más o menos confianza en la utilidad de la teoría comparando las pre­dicciones de ella derivadas con observa­ciones. La teoría será útil si nos permite predecir con exactitud lo que no hemos observado previamente.

Las teorías, como conjuntos de concep­tos, supuestos y proposiciones, nunca son, en definitiva, probadas ni refutad&: co­bramos confianza en la utilidad di! una teoría a medida que acumulamos Zabser­vacíones coherentes con las expecii:..tivas o hipótesis derivadas de elJa. Por el con­trario, nuestra confianza den~ce a medi­da que acumulamos observaciones discor-

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42 Análisis poIitico ampírico

danles con las hipótesis teóricamente de­rivada •. Y atí. lo que hemos llamado 000-

tmstación de la teoría se reduce, en reali­dad, a contrastación de hipótesi,. La ela­boración de la teoría se basa amplia'T1ente en un pt'oceso en el que se comparan las condiciones formuladas en la hipótesis con la realidad y, una vez que ten~mos los resultados, se modifica nuema teoría de modo que las hipótesis derivables de ella sean cada vez más acorde' con 10 que observamos. Por eso, es muy importante observar cómo se convierten 10$ interro­gantes de nUe"9tra investigacióo en hipóte­sis que puedan orientar los estudios empí­ricos y darnos indicios del grado en que son correctas nuestras explicaciones teóri­cas.

El papel d~ las hipótesi!;

Una hipótesis es esencialmente un enunciado de 10 que, según creemos, co· rresponde a los hechos. Expresa lo que esperarnos averiguar cuando efectuamos observaciones de la realidad adecuada· mente organizadas. Las hipótesis son fra· ses declarativas que indican relaciones previstas entre los fenómenos a los que se refieren nuestros conceptos. Por lo gene­ral, se expresan de la {onna siguiente;

Caa.a.to mM alto (máa ta.Jo, .. ,.... IDÚ amplio, __ leato, de.) es _, .... alta ( .... .,... tDaJ"OI". IIÚIII .........

~. etc.) es_

LA. , •• ea. blanco .: nen.nm con loa .... es de los feoómeoo& que espera­... C_hibir-d CXJIljuntamente. Por .ejem­pIa. patieodo del modelo de teoria repre-

.'*IiI;t ea. la Iizura 2.2. podríamos for­amIar .. hipótesis siguiente;

c.a.to "J"Or es la proporeióa de b; po­bladóll pobre de Wl distritO, mayor e. la

probabilidad de que aa rqnacataate"­le a favol" de la JecleladOo de ..-eDe&' ooclaI.

Esta es una hipótesi, predictiva. No nos dice cómo se determina el voto registra­do, pero apunta algo que podemos obser­var a fin de obtener alguna prueba sobre la coincidencia entre nuestra teoría y la realidad.

La obtención de esa prueba mediante .observación empírica requiere que pase­mos' del nivel muy general de la leona a un nivel más especifico en el que poda. mos organizar las observaciones. Para ello, hemos de empezar a pensar en tér­minos de variables. Una variable puede definirse como una característica empíri­camente observable de algún fenómeno que puede asumir más de un valor, El sexo y la nacionDlidad son dos variables que sólo pueden asumir un número limi­tado de valo~ y pueden .. medirse ~ sólo cualitativamente por medio de designa­ciones tales como -masculinow o ... británi­ca.. La edad y la renta anual son dos variables que pueden asumir una gama mucho mas amplia de valores; se pueden medir cuantitativamente contando.

Las variables nos penniten convertir enunciados que contienen solamente con­ceptos abstractos en enunciados con refe­rentes empíricos más precisos, de modo que pueda evaluarse la exactitud empíri­ca de los enunciados. No es necesario emplear términos diferentes para desig­nar los conceptos con referentes empíri­cos daros como la edad o el sexo; pero si se usan conce ptos más abstractos, posible~ mente habrá que convertirlos en varia­bles para que puedan orientar nuestra investigación. Por ejemplo, el concepto de pluralismo desempeña un papel im­portante en la ciencia política, pero sus referentes empíricos no son nada claros. Para comprobar la exactitud empirica de

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cualquier enunciado sobre el pluralismo con alguna otra cosa, tenemos que con­vertir el concepto en alguna variable o conjunto de variables con claros referen­tes empíricos. Podríamos optar por utili­zar el número de grupos organizados de intereses de una nación como variable para representar el concepto de pluralis_ mo en nuestra investigación. Luego, po­demos reflexionar sobre nuestra observa­ción de las relaciones entre las variables para evaluar la validez empírica de los enunciados sobre las relaciones entre los conceptos. Si estamos dispuestos a supo­ner que la variable número de grupos organizados recoge el sentido esencial del concepto pluralismo, optaremos por ad­mitir que esta variable está relacionada con alguna variable (como el nivel de gastos del gobierno en atenciones socia­les) como prueba de que el pluralismo también está relacionado con esa otra va­riable o con el concepto que la representa.

Las variables ocupan un lugar cemral en el proceso de investigación por dos razones. En primer término, nos ayudan a determinar lo que habremos de observar para contrastar nuestra teoría, pues pro­porcionan referentes empíricos más preci­sos. En segundo lugar, podemos organizar nuestras observaciones conociendo el pa­pel que desempeñan las variables en las hipótesis. Las variables cuyo valor se piensa que cambia en respuesta a los cambios de valor de otras variables se denominan variables dependientes. Su valor depende del valor de otras vana­bIes. Las variables que influyen en el valor de otras mediante los cambios de sus propios valores se llaman variables independientes.

Una variable será dependiente o inde­pendiente según sea la relación expresada por las hipótesis que la contienen. Una misma variable puede ser dependiente en un estudio e independiente en otro. Por

Construcción de la teoría 43

ejemplo, un teórico, al observar los es­fuerzos de presión de los grupus de inf.ere­ses, puede deducir que cuanto mayO! sea el número de grupos organizados deinte­reses de una nación, más alto será el,Qivel de gastos del gobierno en programas de asistencia social. En este caso, el número de grupos es la variable independiente {o VD, y el nivel de gastos es la variable dependiente (o VD). Un segundo teórico pensará tal vez que los grupos organiza­dos de intereses se fonnan cuando se cree en la posibilidad de obtener beneficios del gobierno, por lo que, en su razonamiento, deducirá que cuanto mayores sean los gastos del gobierno en atenciones socia­les, mayor será el número de grupos orga­nizados de intereses. En este otro caso, los gastos del gobierno son la variable inde­pendiente, y el núm~ro de grupos es la variable dependiente. La diferencia entre estas dos perspectivas de las relaciones en cuestión se representa en el diagrama de la figura 2.3.

Esto es importante porque el tipo de proyecto de investigación requerido vie­ne determinado en parte por el papel asignado a las diferentes variables. Si afirmamos que el aumento del número de grupos de intereses conlleva el de los gastos del gobierno, no nos interesa obser4 var el aumento de los gastos del gobierno entre 1960 y 1970 y ver luego el cambio que se haya producido en el número de grupos organizados entre 1970 y 1980. No se puede atribuir a este incremento el nivel de gastos que 10 ha precedido. En cambio, si en nuestra hipótesis supone­mos que el aumento de los gastos ocasiona el aumento del número de grupos, será adecuada la estrategia de observación que acabamos de describir. El conoci­miento del carácter dependiente o inae­pendiente de nuestras variables nos sirve para organizar la labor investigadora, por lo que en nuestras hipótesis se habrá de

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- -_ .. _-- - - --.. Análisis poIitico empírico

inrlicar dicho carácter con toda claridad. Un detenido examen de la figura 2.3

~vela otro tipo de variable importante en el análisis social. En la teoría reswnlda en el d iagrama de la figura 2.38, la actividad de presión es una de las variables intervi, nientes: actúa entre el número de grupos orga nizados de intereses y el nivel de gastos del gobierno. Las variables1nter­vinieDtes aportan el nexo e ntre las va, riables independientes y ¡as dependien, tM. En este caso los grupos de intereses DO Afectarían al nivel de gastos del gobier, no si no presionaran para obtener fondO!! .dec:uados a su causa. S i las organizacio­nes tuviesen prohibido cabil4ear e n la legisla tura, la aparición de organizaciones representantes de grupos de intereses no estaria relacionada con el nivel de gastos del gobierno.

En la figura 2.3b, la evenlu4!obrención de beneílCKM sirve de variable intervi­niente. La organización de grtlpo$ de inte­re5e$ noestarla relacionada con e l nivel de gasto público si los integrantes de los gm, po8 no creyeran que pueden obtener al, guna ventaja organizándolos. Por ejem, plo, si casi todo el gasto del gobierno se destinase a proyectos de defensa y muy poco a programas internos, muchos ciuda,

danos probablemente no verían beneficio a lguno en que se a umentara el gasto pú' blico ni se organuarian e n' grupos aun cuando éste credera rápidamente.

Las variab(~ intervinientes condicio­nan las re lacione. entre las otras vana_ bIes. Esto significa. que el valor a1canzado por las variables: intervinientes puede in­fluir en la solidez y dirección de las rela_ ciones entre las otra.!! variables. Si en la figura 2.3a es escasa la actividad de pre, sión, tamb~n lo será la relación entre la organización de grupos de intereses y el gasto público. Si dkha actividad es inten, sa, habrá una marcada relación entre las otras variables.

Como las variables intervinientes con­dicionan las relaciones entre las otras, el conocimiento del papel que desempenan influirá en nuestras expectativas sobre las relaciones entre variables. Si en nuenra teona suponemos que la actividad de pre­sión interviene entre la organización de grupos y e l aumento del gasto, podemos hacer las siguientcll predio:iones:

La orga.nizaclóD de trupos de intereses estará polltÜYAmeDte relacionada con el aumento de 101: gutos del gobierno cuando sea lntensa Ja actividad de pre­sión.

al Los grupos romo variabl.,. illdepe-ndi~nI~ y ~J gallo como variable de-peodienle

Fonnacíón de grupos ___ _ ____ Eslllen:os de _ _ _ _ _ _____ ~ •• Awnento ~I

de i"t~ preotiOO gasto dd

gobierno

b! fAS grupos como variable dependiente y ~¡ ga~o Como v-olriable lnde\)endiente

Aumf!nIO del gasto ----____ •• Posibilidad de - ___ _____ ~ .. Formación de

del gobiefllQ beneficios que grllpos d~ eSp"ran obt~ner inle n'Jes loo; (p"upos poc influencia poIitiea

f'ICl'i<A 2.3. T eorías alternatillM que expliclln la ré/ación flnt,e la lICtivKlad de loo grupos d n

inlere~s y 103 nill"lf111i d e Aastos del Aobk,no.

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La organiución de gmpos de intereses estará sólo escasamente relacionada con el aumento de los gastos del gobierno cuando la actividad de presión sea muy limitada.

No nos daremos por satisfechos con predecir simplemente que la organización de grupos de intereses estará relacionada con el aumento de los gastos del gobierno, pues creemos que el que las dos variables estén relacionadas depende del valor de la variable interviniente, la actividad de presión. Por eso, debemos especificar el orden de relaciones y el papel que juega cada variable en nuestras teorías.

Un último tipo de variable que es im­portante a este respecto es la variable antecedente. Mientras que las variables intermedias se sitúan entre las variables independientes y dependientes, las ante­cedentes intervienen antes de la variable independiente. Los estudios realizados sobre el comportamiento de voto en los Estados Unidos revelan que quienes se identifican fuertemente con un partido político son más propensos a votar que quienes no lo hacen. Y así, supondremos tal vez en nuestra teoría que la identifica­ción con un partido conlleva u ocasiona la frecuencia en el voto. Pero ¿qué hace que algunos se identifiquen fuertemente con un partido y otros no? Cabría pensar que la firmeza de la identificación de los pa_ dres con el partido desempeña un papel importante en este sentido, en cuyo caso esa identificación de los padres con un partido será una variable antecedente en la cadena causal que produce la frecuen­cia de voto.

El empleo de variables intermedias y antecedentes en nuestras teorías ayuda a clarificar las cadenas causales que inter­vienen en la creación de los fenómenos que deseamos explicar. Esto nos propor­ciona una base cabal para deducir hipóte_

Construcción de la teoría <t5

sis con las que comprobar la utilidad de nuestras teorías, pues las hipótesis son esencialmente enunciados de refiii;iones entre las variables. Aportan una b~ pa­ra reunir pruebas sobre la utilidad ~píri­ca de nuestra estructura teórica. éhando más numerosas y detalladas sean las rela­ciones que postulamos, más predicciones podremos hacer sobre el mundo y, por lo tanto, más contrastaciones potenciales tendremos de nuestra teona.

Falta saber cómo llegamos a esas pre­dicciones o hipótesis; ¿cómo determinar las relaciones que hemos de expresar en forma de hipótesis, en tomo a las cuales podamos construir los proyectos de inves­tigación?

Formulación de las hipótesis

Llegamos a las hipótesis por el razona­miento inductivo o el deductivo. Utiliza­remos uno u otro según la etapa que hayamos alcanzado en el proceso de in­vestigación. Si empleamos todavía el mé­todo del ensayo y el error para construir una teoría, podríamos elaborar las hipóte­sis mediante un proceso de generalización inductiva. Por ejemplo, si observamos que entre los estados de los Estados Uni­dos el grado de participación política po­pular varía directamente con el de indus­trialización, podríamos hacer una genera­lización diciendo que esa relación entre variables se comprueba también cuando comparamos unas naciones con otras. Si obtenemos pruebas de la hipótesis, nos sentiremos más seguros para incluir la industrialización como variable ed una teoría ideada para explicar la participa­ción política. Sin embargo, hasta que no dispongamos de una teoría que revele por qué están relacionadas la industrializa­ción y la participación, no nos servirá el

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46 An4lisis poIitico empirico

hed10 de su relación para explicar la par­ticipación politica.

Las hipótesis obtenidas inductivamente pueden ser importantes en la ;ovesti~a­c;óo exploratoria, que nos ayuda a cons­truir las teorías, pero no nos sirven para explicar los fenómenos. Una vez que he­mos establecido una teoría que ponga en relación nuestras variables en un sistema lógicamente coherente, podemos deducir hipótesis de dicha teoría mediante el ra­zonamiento deductivo. Como estas hipó­tesis son predicciones sobre el mundo que están l6gtcamente implícitas en la teoría en la que trabajamos, su corroborncióo nos ayuda a explicar los hechos, pues refleja la validez del sistema teórico del que hemos extraído las hipótesis.

El razonamiento deductivo es una dis­

ciplina sumamente desarrollada. por lo que no intentaremos explicar Sus reglas3 •

Digamos, sin embargo - pues esto es im­portante-- que la lógica deductiva es un proceso por el que se puede hB«r expUci­ta la información contenida e n un conjun­to de enuru::iados. Por la sola deducción no podemos saber nada nuevo sobre las relaciones. La utilizamos sólo para ex­traer toda la información posible de lo que ya suponemos de el19S. Usamos la deducción para aclarar las implicaciones de nuestros supuestos, y esa clarificación es lo que produce las hipótesis.

E llo queda ilustrado en la deducción contenida en la fi gura 2. l b. Si el supuesto e n ésta establecido es correcto, esto es, si el partido republicano atrae .rolo a los conservadores, cualquier conjunto de miembros de ese partido será también conservador, y como los republicanos de M iddletown son miembros de é l, serán

l Wesl"y V. Salmon of......:;oo: una lnlroduoción de {lit.l lI!<I u ... a ... Ia malnia e n Lotic, 2.· f!d. (En¡1e­wood Cli ffs. N. J.: Pren'ice·H all. 1%3).

igualmente conservadores. Es éste el tipo de rlUooamiento a que nos referimos al decir 'que una conclusión ·_se sigue lógica­mente.. de otra. La conclusión de que todos las republkanos de Middletown se· cin conservadores está lógicamente im· plícita en e l supuesto de que el partido republicano atrae sólo a los conservado- . res.

La tarea de elaboración de la hipótesis consiste, lógicamente, e n extraer este tipo de conclusión de los supuestos que for. man nuestras teorias. Precisamente por­que las hipótesis se deducen de las teorías de este modo, la contrastacl6n de aquéllas aporta una contrastación indirecta de nuestras teorias. Si entrevistamos a una muestra adecuadamente escogida de re.. publicanos de Middlelown y averiguamos que no todos son conservadores, tendre. mos buenos motivos para dudar de la validez de nuestro supuesto. La existen. cia de liberales entre los re pub licanos de Middletown de muestra que. el ~rtido no atrae sólo. a los conservadores. En tal caso, optaremos por modificar nuestro su· puesto a fi n de que la teoría refleje más fielmente la realidad, expresándolo, por ejemplo, e n los siguientes términos: ~EI

partido repUblicano tiende a atraer más a los conservadores que a los liberales ... De este supuesto podemos deducir la hipóte. sis siguiente: "Entre "los miem bros del partido republicano de ~iddletown habrá más conservadores q ue Iibernles~ .

Si vemos que hay unos pocos liberales y numerosos conservadores entre los re_ public.:mos de Middletown, ¡x¡demos de_ cir que la prueba es consecuente con la hipótesis y con e l supuesto modificado del que se ha extraid o. No podemos dar toda. vía mucho crédito a la validez del supues_

. to, hasta que éste quede confirmado por la prueba sobre el carácter conservador o liberal de una muestra más amplia del partido republicano nadona!. Después de

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todo, puede que Middletown sea, de algu­na manera, excepcional. Tal vez haya tan sólo diez liberales en toda la ciudad y el hecho de que solamente unos cuantos miembros del partido republicano sean liberales obedezca a ello, y no a la relati­va atracción que ejerza el partido sobre liberales y conservadores.

Lo importante, en este aspecto, es que las pruebas de la exactitud de las hipóte­sis son pruebas de la exactitud de una teoría solamente cuando las hipótesis es­tán vinculadas a la teoúa POT lógica de­ductiva. Sólo entonces podemos apoyar­nos con verdadero fundamento en la pTUeba de la validez de una hipótesis para enjuiciar la teoría de la que ésta procede. Las teorías se desarrollan, amplían y mejoran mediante este proceso que con­siste en deducir lógicamente las hipótesis, cotejarlas con la realidad y evaluar la teoría a la luz de los resultados.

Hay un tipo de hipótesis que desempe­na un papel especialmente crucial en este proceso: la hipótesis rival alternativa. Todo hecho tiene múltiples explicaciones posibles. Algunas de ellas serán totalmen­te coherentes entre sí, y más de una pue_ de ser correcta. Pero en algunos casos las explicaciones serán opuestas unas a otras: si una es correcta, no puede serlo la otra. Si expresamos nuestras explicaciones en forma de hipótesis, llamaremos hipótesis rivales alternativas a las que sean incon­gruentes entre sí. Son alternativas porque aportan düerentes modos de observar o comprender el hecho que se ha de expli­car. Son rivales porque no pueden ser válidas las dos: si una es correcta, la otra tiene que ser incorrecta. No podemos comprobar ni comparar todas las hipótesis alternativas posibles relacionadas con un hecho, pero si hemos de dar algún crédito a la exactitud de cualquier hipótesis, de­bemos tratar de contrastar las principales hipótesis rivales para asegurarnos de que

ConstrucciÓll de fa teoría 47

no estamos desorientados por nuestras observaciones.

Una forma común de hipótesis rival alternativa es aquélla en que la relación entre dos variables cualesquiera $ espu· ria y los cambios producidos en-ambas obedecen, de hecho, a un tercer factor. Este tipo de hipótesis rival alternativa es especialmente útil en la contrastación de la teoría, pues sugiere una conclusión que nos proporciona una base sólida para de­terminar cuál de las dos hipótesis en cues­tión es más exacta.

Recordemos, por ejemplo, nuestro ejemplo en el que se infiere una relación causal entre los precios del ron y los suel­dos de los ministros partiendo del hallaz­go de que las dos variables están en reali­dad estadísticamente relacionadas. Una importante hipótesis rival alternativa es que esas fluctuaciones de ambas se deben a las modificaciones de las condiciones económicas generales, representadas por el nivel de los precios. Si esta hipótesis es correcta, la relación entre los precios del ron y los sueldos de los ministros desapa­recerá cuando ~ controlemos» (esto es, euando mantengamos constante) el efecto del nivel de precios. Los procedimientos estadísticos y los planes de investigación nos sirven para determinar si este es el caso. Si descubrimos que la relación esta­dística entre los precios del ron y los sueldos de los ministros desaparece cuan­do mantenemos constante el nivel general de los precios, tendremos un fundamento para rechazar las hipótesis originales y aceptar la hipótesis rival. Si la relación entre precios del ron y sueldos persiste aun después de haber mantenido el,nivel general de precios, daremos mayor~Frédi­to a la hipótesis de que ambas varjables están verdaderamente relacionadas.

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Conclusió ..

La teQl"ía cobra credibilidad como ins­trumento intelectual efica.% cuando obte­nemos pruebas de las predicciones d6 ella derivadas y eliminamos laS hipótesis riVD­

les alternativas. No obstante, debemos tener presente que ningún e~mento de investigación proporciona por sí solo prue bas suficie ntes para aceptar o recha­zar una teoría o parte de ella que corres· ponda a fe nómenos ajenos a los incluidos en e l estudio. Siempre existe la posibiH_ dad de que una investigación ulterior arroje pruebas contrarias a la validez de la teoría, y siempre he mos de estar dis­puestos a aceptar conclusiones opuestas y r~urrir de nuevo a la inducción para incorporar nuevas pruebas a teorías más fructuosas. La construcción de la teoría es un p roceso de interacción constante entre conjetura y evidencia, entre razonamien_ to e investigación. Requiere a la vez habi . lidad creadora y empirismo realista. Con­f.a mos en proporcionar una bue na dosis de este último en los capítulos siguientes.

Sugerencias p .... otras lecturas

Lns publicaciones sobre teoría de la ciencia social suelen ser tan enigmaticas que, por lo general, sólo las comprenden quie nes están fami liarizados con el uso especializado de los términos que apare­cen en la disciplina académica llamada filosofia de la ciencia. Con todo, esta como plejidad no debiera ocultar e l hecho de que el proceso de construcción de la ,teo­ría se funda en algunos principios fAciles de expresar y asimilar. Por su asequible tratamie nto del te ma y su valo r didactico. aconsejamos la lectura de I~ siguientes libros.

Uno de los análisis más amplios de los principios de la investigación en ciencia

social es Foundations oE Behavioral Re­search, de Fred N. Kerlinger (Nueva York: HoU, Rinehart y Winston, 1964). Con relación a este capítulo, tiene espe­cial utilidad la exposición del papel que desempeñan las hip6tesis, contenida en e l segundo capítulo de la obra de Kerlinger-. Tres libros que se concentran más exclu_ sivame nte en el desarrollo y utilización de la teoría en el proceso de investigación son: The Elementw QE Social Scienúrrc Thinkint, 3.· ed., de Kenneth R. Hoover (Nueva York: Sto Martín's Press, 1984); A Primer in Theory Construction, de Paul Davidson Reynolds (lndianapolis: Bobbs Merrill, 1971), y The Lollic of Scienre in Sociototy, de Walter Wallace (Ch icago: Aldine, 1971). lEdición en castellano: La. lóllica de la ciencia en la SCK;iologia, Ma~

drid. Alianza, 1976.) rile LtJgic of S urvey Analysis, de Mo­

rris RO$enberg (Nueva York: Basi(: Books, 1968), está dedicado esencialmen. te a los métodos del análisis de datos, pero contiene también un excelente estudio de la naturaleza de las variables y las rela_ ciones entre ellas. Una breve obra en la que se recorren con perspicacia y c1aridsd las etapa~ de conceptualización, construc_ ción de la teoría, generación de hipótesis y contrastación de hipótesis es la titulada Democracy in the American South. de Charles F. Cnudde (Chicago:. Markham Publishing Company, 1971). Su lectura ofrece una acertada imagen de los víncu~

los entre teoría e investigación. El mismo tipo de ejemplo proporciona el artículo ~ Work Life and Polítical Attitudes: A Study of Mar.ual Worken; _, de Lewis Lipsiu:. American PoliticaJ Science Re­view, 58 (diciembre 1964), pp. 951-62.

Ejercicios de investigación

l. La lista siguiente comprende varios conceptos que podrían u tilizarse en inves·

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tigación política. Piense en una o más variables que puedan servir para repre­sentar cada uno de ellos. Indique hasta que punto confía en que las variables escogidas para representar cada concepto adecuadamente reúnan todo lo que quie­re expresar al utilizar el concepto. ¿Nece­sita varias variables para abarcar el signi­ficado de algunos de los conceptos?

Desarrollo económico

Competencia de partidos

Ley y orden Tensiones

internacionales Igualdad política Urbanización

Representación política

Discriminación racial

Liberalismo Represión Terrorismo Poder

presidencial

2. Seleccione cuatro conceptos cuales­quiera de los enumerados en el ejercicio 1 y establezca una hipótesis que prediga una relación entre cada uno de ellos y un concepto no incluido en la lista con el que pueda estar razonablemente relacionado en la realidad. Formule dos de las hipóte-

Construcción de la teoría 49

sis donde se establezcan relaciones positi­vas, y dos que establezcan H'laciones ne-gativas. _

3. Seleccione una npticia sobre alguna tendencia o suceso político en el qu~ esté interesado. Imagine al menos dos ex"plica­ciones de la tendencia ú suceso y exprese­las con la mayor claridad posible. Haga una lista de los conceptos empleados en cada explicación y empareje cada uno de ellos con una variable correspondiente que pueda utilizar en un proyecto de investigación, indicando la Índole de cada variable (independiente, dependiente, in­terviniente, antecedente). Represente en un diagrama el flujo causal que conlleva cada una de las explicaciones.

4. Examine las explicaciones que ha imaginado en el ejercicio 3 para determi_ nar los supuestos que plantea sobre 185 relaciones en el mundo. Exprese estos supuestos del modo más claro posible. Reflexione sobre ellos para obtener algu­na conclusión sobre los sucesos que deba ser válida si lo son los supuestos. Exprese esa conclusión en fonoa de hipótesis pre­dictiva.

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Uno de Los pasos más importantes en la construcción de la teoría consiste en fami­liarizarse con las publicaciones sobre ciencia politica y, más concretamente, con todos y cada uno de los trabajos de investigación anteriores que traten de nuestro tema especifico. Y esto es así por dos razones: en primer lugar, porque pue­den ser sumamente alea:ionadores los éxitos y fracasos y las ideas de quienes ya han abordado problemas similares; y en segundo lugar. pocque debemos compren­der que nuestra propia labor puede con­tribuir también, por modesta que sea, al desarrollo intelectual de la disciplina. Si­tuándola en el contexto de lo publicado y apoyándose directamente en ello. aumen_ ta muy considerablemente el va lor poten­cial de nuestra aportación .. pues, e n efK­t o, nuestro trabajo pasa a formar parte de las publicaciones a las que otros investiga_ dores bien pueden recurnr más tarde.

Pero es mucho lo que se ha publicado sobre ciencia política y temas afines, e incluso en la biblioteca mejor organizada y más completa se halla sumamente dis­peno: puede e ncontrarse literalmente en

centenares de revistas especializadas y eI\

miles de- libros y monografias. Algunos de ellos están disponibles en forma impresa, y otros en microfichas ; algunos estén prácticamente e n todas las bibliotecas. y otros en muy pocas. Pero las dificultades, aunque puedan parKerlo, no son insupe­rables. Lo que necesitamos. sencillamen­te, es un plan, un modo sistemático de determinar; buscar y examinar una varie­dad de fuentes de información dispares que e:rtán relacionadas. con nuestro estu­dio. En este capítulo ofreceremos ese plan, y para ello. trataremos de responder a estas tres preguntas: 1) ¿Cómo podemos servimos de las publicaciones existentes para estructurar un tema de investiga­ción? 2) ¿Cómo realizar una búsqueda sistemática de esas publicaciones? y 3) ¿Dónd~ hemos de iniciarla?

Utlli&ación de las publieacionC8 '<; cmtentes

La ciencia política o, en general, toda disciplina académica, es un acervo de ro-

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Capítulo 3
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LOS CIMIENTOS: TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN
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BIBLIOGRÁFICA SITEMÁTICA
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52 Análisis pofítico empirico

nocimientos que se ha desarrollado lenta­mente durante largo tiempo mediante una serie de avances intelectuales relati­vamente pequeños. Incluso las innovacio­nes teóricas o metodológicas que conside­ramos más importantes pueden verse, en una perspectiva más amplia, como jalones lógicos alcanzados gracias a"l estado de los conocimientos en un momento determi­nado. Los nuevos aportes al conocimien­to, a medida que se difunden, requieren nuevas aclaraciones, que alguien no tar­dará en proporcionar, pero estas aclara­ciones plantearán, a su vez, nuevos inte­rrogantes en la investigación, que origina­rán asimismo aportaciones aún más nove­dosas. Y así sucede una y otra vez, sin cesar: las aclaraciones son cada vez más afinadas. los aportes al conocimiento más completos, y las preguntas más precisas. Es en el contexto de este proceso de crecimiento que enriquece nuestra com­prensión de la realidad política donde se ve con claridad la importancia del cuida­doso fundamento bibliográfico de nuestra investigación.

Para precisar lo que decimos, reducire­mos el problema a su más simple expre­sión. La ciencia política existe, en una u otra fonna, desde los tiempos de Sócrates, Platón y Aristóteles. La ciencia política empírica,. que se centra en la descripción sistemática y objetiva de la actividad polí­tica, se inició en buena parte en los años 40, pero sus raíces pueden detectarse ya en Maquiavelo. Hoy día, sólo en los Esta­dos Unidos hay unas 15.000 personas que se consideran expertos en ciencia política de uno u otro tipo, y hay muchos más en todo el mundo. Por eso, lo más probable es que cualquier tema de investigación que podamos planteamos, cualquier conjunto de cuestiones que podamos ex­plorar, haya sido ya planteado o explora­do por alguien, al menos en parte y de cierta forma. No quiere esto decir que

nuestra investigación no pueda hacer nin­guna aportación, sino que, seguramente, nuestra contribución consistirá en añadir algo al acervo de conocimientos existen­tes, y no en crear uno nuevo.

Al comprenderlo, es posible que quien esté iniciando una investigación se sienta muy desalentado, pues a primera vista puede parecer que toda la labor realmen­te interesante ya se ha realizado, que la especialidad está cerrada a toda innova. ción y que los propios logros no pueden llegar a gran cosa. Todas estas impresio_ nes son incorrectas: si se reflexiona, se caerá en la cuenta de que al considerar la adquisición de oonocimientoscomo un proceso acumulativo y de crecimiento, no queda tan limitada ni devaluada la inves­tigación que uno puede hacer. Por el con­trario, lo que esta perspectiva indica es que la labor investigadora es una empresa colectiva, una actividad comunitaria más que individual. Un nuevo modo de pensar sobre una cuestión, el enfoque reciente para resolver un problema, ° un nuevo elemento de prueba en una cadena de investigación, no son menos valiosos sim­plemente porque alquien haya pensado en la cuestión, investigado el problema u obtenido otras pruebas con anterioridad. Al contrario, cada nuevo avance en los conceptos, métodos o datos no sólo se apoya en el significado de los avances ya logrados, sino que además contribuye a mejorarlo. Por lo tanto, más que imponer limitaciones, el proceso de investigación lo que hace es abrir oportunidades. El conocimiento de las investigaciones reali­zadas ofrece una orientación para futuros estudios, y el valor del esfuerzo indivi_ dual queda reforzado por el contexto co­lectivo. El valor de un trabajo de investi_ gación aumenta al apoyarse éste en el común acervo de conocimientos de la ciencia política.

Si nos referimos a la tarea cotidiana,

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esto significa que al iniciar una investiga­ción debemos leer amplia e inteligente­mente lo publicado sobre las cuestiones relacionadas con nuestro terna. Hemos de considerar: 1) qué preguntas se han hecho (qué teorías se han planteado), 2) cómo han intentado responder a esas preguntas los investigadores, y 3) qué han averigua­do. Al hacerlo, no hemos de perder de vista estas dos cuestiones específicas: pri­mero, ¿qué ideas o informaciones se han desarrollado en lo publicado que se refie­ran, más o menos directamente, al tema que nos interesa? En otras palabras, ¿qué información esencial podemos entresacar de las publicaciones? Y segundo. ¿qué clarificaciones provechosas han logTado esos investigadores anteriores, qué erro­res han cometido y qué podrían haber omitido al contestar a sus interrogantes? O, dicho de otro modo, ¿qué lecciones metodol6gicas nos pueden enseñar las pu­blicaciones? La tarea consiste, pues, en leer con ojo crítico y desde la perspectiva del particular interés de Iluestra investi­gación, las publicaciones oportunas de la disciplina.

Pero ¿c6mo determinar las que son opOrtunas? ¿Cómo clasificar libros y re­vistas para escoger precisamente los que nos interesan? Por supuesto, un modo de hacerlo consiste en dirigirnos a una biblio­teca, localizar los estantes de ciencia polí­tica y empezar a leer títulos de los libros y revistas hasta encontrar algunos intere­santes. El inconveniente de este método es que resulta ineficaz por dos motivos. En primer Itlgar, este tipo de búsqueda a ciegas nos hace perder mucho tiempo. Probablemente nos obligará a examinar cientos de volúmenes y miles de artículos de revistas que en nada atañen al tema que nos ocupa para hallar los pocos que puedan interesamos. Es posible que esa búsqueda dé algún fruto, pero será a costa de una gran pérdida de tiempo y de mu-

Los cimientos 53

cho esfuerzo. Además, como la ciencia politica es una disciplina tan diversa. (no es nada raro encontrar trabajos de iñves­tigación sobre ella publicados en las Rl-vis­tas de sociología, psicología. comuRica~ ción, geografía y economía, por no citar sino unas cuantas); como los títulos de libros o artículos no siempre dan una clara indicación sobre su contenido; como los estantes de las bibliotecas no están pensa­dos para resolver los problemas persona­les de investigación; como los fondos de una biblioteca bien pueden no hallarse totalmente en sus estantes en un momen_ to dado (en ocasiones, los libros están prestados), y como en una búsqueda a ciegas se prescinde de ciertos elementos auxiliares de la investigación bibliográfica que pueden ser de gran ayuda, dicha búsqueda no nos permitirá encontrar la mayor parte de lo que necesitamos. Por estas razones, la búsqueda ciega es inade­cuada para determinar los documentos que nos interesan. La búsqueda biblio~ra. {ica sistemática aporta una solución.

Elaboración de un sistema

La búsqueda bibliográfica sistemática es, sencillamente, un modo de preparar la visita a una biblioteca y de sacar el mayor partido de ella. Comprende: 1) la especifi­cación de nuestras necesidades, 2) la pla­nificación del tiempo que hemos de pasar en la biblioteca, 3) el aprovechamiento óptimo de los recursos en ella disponibles, y 4) el mantenimiento de un registró de lo que averiguamos. VeaplOs más de cerca cada uno de estos aspectos. .~ ,

Lo primero que hemos de hacer en.esta temprana etapa del proceso de investiga-

•. < ción es codificar nuestros intereses con algo más de precisión. ¿Qué es lo que deseamos investigar? ¿Bajo qué epígrafe

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poddamos localizar las investigaciones u otros trabajos de interá? Un ejercicio muy útil para responder a estas preguntas consiste en hacer una lista de las llamadas palabras o frases clave. Supongamos, por ejemplo. que queremos utilizar la par­te del fichero de la biblioteca que está 'organizada por materias para localizar ciertos libros que tratan del grado de como petici6n entre los dos partidos politicos principales de Jos Estados Unidos. ¿Bajo qué palabras habremos de buscar en ese índice de materias para encontrar algunas referencias?

Podríamos empezar por considerar las palabras o frases principales que hemos empicado para describir lo que nos inte­tesa en la investigación. La primera de e llas es competición, pero si consultamos este epígrafe del fichero, es más probable que hallemos libros de atletismo que li­bros sobre los partidos políticos. AllÍ pues, competición es un término demasiado ambiguo o impreciso que no ha de sernos de utilidad. Del mismo modo, Estados U nidos es demasiado vasto, por lo que no nos sérvirá de gran cosa. Induso un epí­grafe más concreto como EstadfXI Unidos, tobjerno y politica es tan inclusivo que aunque dentro de él halláramos algunos libros de interés, su identificación sería un proceso tremendamente ineficaz. Des­pués de C5tO. solamente queda pnrtidos polít;c~. Es muy posible que la consulta de este epígrafe o de otro más especifico oomo' partidos poIiticos, Estados Unidos resulte fructuosa. No sólo corresponderán a nuestros intereses muchos de los libros que figuren en él, sino que además, muy probablemente, estará incluida allí una gran parte de lo que posee la biblioteca sobre nuestro tema. Por lo tanto, purtidos po¡¡tj~ es una expresión clave, que con toda probabilidad nos pennitirá encontrar una parte sustancial de las publicaóones que buscarnos.

¿Hay otras palabras o frases semejan­tes que. aunque no se deriven directa­mente del enunciado de riuestro proble­ma de investigación. puedan resultar va­liosas? Una posibilidad es Elecciones, E!J­fados Unido.! , dividido tal vez en ámbitos local, estatal y nacional;. otra podría ser comportamiento de voto, o bien los nom­bres de 'los distintos partidos políticos, el !J;stema bipartidhlt., o los nombres de di~ fecentes. candidatos. HaCt!r Una lista de palabras clave equivale, simplemente. a recopilar una lista a1fabetica (pues los fi­cheros e índices que utilizamos están dis­puestos de esa manera).de aquellas pala­bras ° frases que, según creemos, serán relativamente eficaces y efectivas para detectar las publicaciones relacionadas con nuestro tema. Es, en efecto, un inten­to de «sorprender_ a la biblioteca, de prever cómo está organizada la documen­tación que posee.

No siempre es esta una tarea fácil, al menos si se ha de hacer adecuadamente. Se nos ocurrirán en el primer momento una o dos opciones obvias, pero, por lo general. habrá que reflexionar detenida­mente para poder hacer una lista mucho más extensa. Una de las mayores dificul­tades al confeccionar una lista de palabras <::lave es evitar la inclusión de palabras o frases que, aun siendo potencialmente afines al tema, sean tan generales y tan inclusivas que. e n vez de ahorramos tra­bajo, nos lo hagan más dificil. AJ igual que otros muchos aspectos de la investigación en ciencia política, la creación de una lista de palabras clave e1 una hahilidad que sólo se adquiere con mucha práctica.

Otro problema relacionado con el em­pleo de listas de palabras clave se debe al hecho de que los bibliotecarios y los en­cargados de c:onfeceion~!f los ficheros e índices son personajes curiosos. Precisa­mente cuando creemos haber hecho una lista perfecta de palabras clave sobre un

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tema determinado, descubrimos que los clasificadores han optado por emplear pa­labras o expresiones diferentes para des­cribir la misma serie de asuntos, o que en un momento dado y sin razón evidente habían cambiado de pronto las palabras o expresiones que venían utilizando para describirlos, o que -si la suerte nos es insólitamente adversa~ han hecho am­bas cosas. Y así, un libro sobre la competi­ción entre partidos publicado en 1965 podría estar clasificado en organizaciones políticas, mientras que uno similar publi­cado en 1975 podría estarlo en el epígrafe partidos políticos. La biblioteconomía, al igual que la ciencia política, cambia. y tenemos que disculpar a quienes nos pro­ducen estos quebraderos de cabeza (pues no tenemos otro remedio), pero también hemos de estar dispuestos y preparados para afrontar las incongruencias de los ficheros e índices que utilizamos. En su­ma, debemos familiarizamos con los cam­bios observados en la práctica de clasifi­cación y ser lo bastante flexibles como para asimilarlos: no entrar en la biblioteca con la idea de que nuestra lista de pala_ bras clave está esculpida en granito, sino, más bien, dispuestos a actualizarla y revi­sarla a medida que avanzamos. Nuestro propósito es, después de todo, hacer el mejor uso posible de la biblioteca tal co­mo la encontrarnos.

Una vez que hemos preparado nuestra lista de palabras clave o, al menos, la lista con la que vamos a empezar, debemos establecer un plan para aprovechar al máximo el tiempo que pasemos en la biblioteca. Para ello, hay que saber algo sobre el modo en que están organizadas la mayoría de las bibliotecas, así como sobre los recursos que ponen a disposición de los lectores. En la mayor parte, los libros y volúmenes encuadernados de revistas (que generalmente no incluyen las del año más reciente) están clasificados por

Los cimientos 55

disciplinas con arreglo a uno de estos dos planes de organización: el llamado ~e­ma decimal Dewey, o el de la Bibl«-.eca del Congreso. Si las signaturas d« los libros de la biblioteca en cuestión empie­zan por números decimales del , tipo 301.592, la biblioteca utiliza el sistema decimal Dewey. Y si empiezan por una combinación de letras y cifras, como, por ejemplo, ]A74.5.M35, querrá decir que utiliza el sistema de la Biblioteca del Con· greso. (Digamos, de pasada, que ambas signaturas designan el mismo libro). La finalidad de cada sistema es idéntica: or­ganizar el fondo bibliográfico de una ma­nera sistemática por orden de materias.

En la actualidad, la mayoría de las bibliotecas universitarias y de investiga~ ción emplean el sistema de clasificación de la Biblioteca del Congreso. Con arre­glo a éste, a cada libro que se publica se le asigna un único número de identificación, que será el mismo en todas las bibliotecas que utilicen el sistema. Los números se asignan por temas. A cada disciplina o grupo de disciplinas se le asigna una letra del alfabeto. Así, por ejemplo, la H co­rresponde a la ciencia social en general; la J a la ciencia política; la K al derecho, y así sucesivamente. Se emplea una segun· da letra para designar los subtemas. La clasificación ] de la ciencia política se subdivide como sigue:

J Documentos oficiales JA Obras generales Je Teoría política JF Historia constitucional y

administración JK Estados Unidos

JL América Británica, América ~

Latina JN Europa

JQ Asia, Mrica, Australia, islas del Pacífico

JS Gobierno local

e e e­e­e---------------------------, ---". -, -'"' -... -.. ..­.. ---

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56 Análisis polítiCo empírico

JV Colonias y colonización JX Derecho internacional y

relaciones internacionales I

En el resto del número de índice o de identificación se organiza la co~ión por epígrafes aún más especializados y, den­tro de cada uno, por autores. El resultado es que todos los libros sobre un tema determinado y todos los de un mismo autor que haya sobre él estarán juntos en las estanterias.

En el fichero, estos fondos están clasifi­cados de cuatro modos diferentes. En el índice -de maferias se enumeran por te­mas las publicaciones de que dispone la biblioteca , por lo que habrá que consul­tarlo mediante un índice de palabras cla­ve. El ¡ndice de autores enumera las obras por el nombre de cada autor, y es de suma utilidad para encontrar publica­ciones suplementarias de un especialista cuando sabemos que ya ha trabajado en ~I asunto concreto que nos interesa. Y así, si en alguna otra búsqueda damos con los títulos de varias obras de WiIliam J. Crot­ty sobre los partidos políticos y que remos asegurarnos de que hemos haUado todos los libros de e-se autor que tratan del tema, buscando su nombre en el índice de autores encontraremos una lista de todas aquellas de sus publicaciones que p<lsee la biblioteca. El tercer sistema de referen­cias de los ficheros es el índice d e títulos, en el que figuran, con arreglo a IU$ títulos, todos los libros y revistas existentes en la biblioteca, y que wlo tiene utilidad cuan­do tratamos de localizar revistas especifi­cas o deseamos saber el código de estante­ría de un libro cuyo título ya hemos ano­tado. El índice final es la lista de estante­rías, donde cada libro figura bajo el cOOi-

, FÓKurJ> UN'llistJ> cnmpl~a dO! subda!¡rocaaolle'l

~n C~s.""riott: Clt.n J. PoIirica! Sc"",-, l." ..d. (1924).

go de clasificación decimal Dewey, o bajo el correspondienre a la Biblioteca del Congr~. Esta lista puede servimos cuando en las obras deja biblioteca que­remos buscar toda una categoría por el sistema de clasificación que .se utilice. Este; es un método similar a lo que antes denominarnos búsqueda ciega y raramen_ le es eficat, pero tiene la ventaja de que presenta en un solo lugar una Inta com­pleta de las publicaciones existentes en la biblioteca, clasificadas por temas amplios. En este índice figuran los libros que están prestados. Muchas bibliotecas están con­virtiendo ahora sus catálogos en sistemas informatizados, que están dispuestos co­mo los fi cheros y pueden consultarse de análoga manera. Estos sistemas ofrecen ciertas ve ntajas al usuario (por ejemplo, información sobre la disponibilidad de los libros en un momento dado), pero tienen el inconveniente de que condicionan la búsqueda bibliognifica a factore9 tales co­mo la disponibilidad de un terminal o el es~ado de funcionamiento del ordenador de la biblioteca.

El fichero (o su equivalente) es·la mejor guía para acceder a los libros que hay en una biblioteca, pero, bajo la perspectiva del investigador, adolece de dos defectos fundame ntales: en primer lugar, solamen­te enumera libros, y se da el caso de que una gran pane - si no la mayoria- de los trabajos importantes de investigación en ciencia polftica o en cualquie r otra mate­ria no figura en los libros, sino e n artículos de revistas especializadas y en tesis doc­torale!<. Es cierto que en el fichero apare­cen las revistas, pero no se indica su contenido. En segundo Jugar, el fichero sólo comprende las obras existentes en la biblioteca que estamos utili tando. Puede haber muchos recursos valiosos de que ésta no disponga y que otra librería pueda procuramos en un picaza relativamente corto. Pero esos recursos no se indican en

j . 1

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el fichero porque no forman parte de la propia col~cción de la biblioteca. Por for­tuna, ninguno de estos problemas es insu­perable.

Las revistas especializadas aparecen indizadas en ciertas publicaciones espe­ciales, la más útil de las cuales es, para los expertos en ciencia política, Social Scien­ce lndex (lndice de ciencias sociales). En esas listas figuran. por temas (palabras clave) y por autores, todos los artículos de cada uno de los números de una gran cantidad de revistas. Las listas se ponen al día periódicamente. Además, la mayo­ría de las propias revistas mantienen un índice anual de su contenido por títulos, autores y, en algunos casos, por materias (el índice suele estar encuadernado con el último número de un año determinado). Algunas, como la American Political Science Rev;ew (Revísta Americana de Ciencia Política), publican un índice sepa­rado y acumulativo de palabras clave. Pero, en general, las listas más completas, como el Social Scrence Index, ofrecen una mayor eficacia en la búsqueda de las publicaciones.

La mayor parte de las bibliotecas tie­nen en sus estantes números atrasados de !"us revistas especializadas, que el investi­gador puede consultar con facilidad. Se pueden localizar haciendo uso del código Dewey o el de la Biblioteca del Congreso asignado a cada revista. Los números de actualidad (de los dos últimos años poco más o menos) suelen estar en lugar apar­te, pero pueden localizarse utilizando los mismos códigos. La búsqueda de estos números más recientes puede resultar te­diosa, porque todavía no se han indizado detalladamente. En este caso, Cjuizás sea útil consultar la publicación titulada Ad­vanced BibliogTaphÍc Contents: Political Science and Govemment, o ABC Poi Sc;. Esta última enumera los títulos de todos los artículos que están a punto de publi-

Los cimientos 57

carse en ciertas revistas de ciencia políti­ca, y puede servir. tras su publicación, para hacer un rápido examen de lasfPOr­taciones más recientes. Esta fuen~ de información es un índice ·por autQ.ws y materias, pero sólo se edita una vez araño después de la publicación de los artículos.

Las tesis doctorales contienen una con­siderable información interesante que a menudo no se puede obtener más que en ellas. Sin embargo, su calidad suele ser desigual y son relativamente difíciles de conseguir. Muchas se resumen en DisseT_ tation AbstTacts lnternational y se pue­den consultar en microfilme mediante el pago de un derecho, pero, con frecuencia, hace falta mucho tiempo para lograrlo. Las tesis doctorales aparecen también in­dizadas por autores y materias en el Com­prehensive D;ssertation ludex. (son de es­pecial utilidad los volúmenes sobre dere­cho y ciencia política y los suplementos anuales).

La localización de libros que están en otras bibliotecas es tarea mucho más ar­dua, sobre todo porque requiere una bús­queda mucho menos centralizada. Se de­ben consultar varias fuentes, aunque la mayoría podrán estar clasificadas delltro de uno de estos tres grandes epígrafes: bibliografías generales, bibliografías por materias y bibliografías por temas especí­ficos. Por lo común, las bibliografías genf'­rales son listas de toda la colección de una biblioteca particularmente completa. Ejempio de ello son los fondos de la Bi­blioteca del Congreso, que están indiza­dos por autores en el National Union Ca­talog y por materias en el LibTary of CongTess Catalog, v"í como la London Bibliography of the Social Scie:1ces~~que enumera los fondos de varias bibliofécas británicas. Un ejemplo de bibliografí<! por materias es el Public Affairs I nfoTmátion Sen'ice BuIletin. en cuya listA por mate­rias figuran libros. ar"':.ículos. folletos y

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documentos de todos. los países de habla inglesa y que es especialmente útil para la investigación en política comparada y re­laciones internacionales. Las listas biblio­gráficas más numerosas, disponibles en una gran variedad de temas y más espe­cializadas, son las de temas específicos. Hay muchas de estas bibliografías espe­cializadas en los distintos aspectos de la ciencia política, que en su mayoría pue­den localizarse con facilidad mediante el Índice de materias del fichero o a través de una referencia titulada índice biblio­gráfico, que es una lista general temática de las bibliografías.

Huelga decir que, probablemente, ha­brá que dedicar mucho tiempo a toda esta labor de búsqueda, sobre todo si es am­plio el tema que investigamos o se le ha prestado mucho interes en las publicacio_ nes. Hay un modo de obviar esta dificul_ tad o, al menos, de ganar tiempo, y pode­mos recurrir a él aunque, hoy por hoy, resulte oneroso y aún no permita la am­plitud de análisis que debe tener una cuidadosa búsqueda bibliográfica. Aun así, vale la pena mencionarlo, aunque sólo sea por la difusión que seguramente ha de tener en los próximos años: se trata del empleo del ordenador para la búsque_ da de bases de datos bibliográficas, dispo­nibles mediante diversos servicios espe­cializados.

La búsqueda por ordenador tiene su pro y su contra: puede ahorrar al investi­gador horas enteras de minucioso examen de Índices y resúmenes (cuya lectura no es, precisamente, la más amena) y, dentro de los límites de las bases de datos dispo_ nibles, proporcionar extensas listas de ci­tas; pero este tipo de búsqueda por orde­nador, a diferencia de los otros servicios bibliotecarios, cuesta dinero. En los mo­mentos en que esto escribimos, los dere­chos de acceso a una base de datos oscilan entre 50 y 150 dólares por hora (aunque

una búsqueda raramente dura tanto) más una cantidad suplementaria de 10 a 50 centavos por cada cita impresa. Por tér­mino medio, una búsqueda viene a costar 50 dólares.

Las bases d(! datos bibliográficas están comercializadas en sistemas infonnatiza­dos de tiempo compartido y suele ser un bibliotecario quien accede a ellas y asiste al investigador. Se buscan utilizando pa­labras clave que en este caso aparecen en el título o resumen de cada entrada o en una lista especial de ténninos que acom_ pafia a cada una_ La mayoría de las bases de datos se puede buscar también por nombres de autor. La petición al ordena~ dar central se realiza mediante una cone­xión telefónica de larga distancia. Gene­ralmente, el resultado final es una copia impresa de todas las citas de interés, efec­tuada en el procesador central y enviada por correo al abonado (que suele ser la biblioteca), que a su vez la entrega al cabo de unos días. En algunos casos, el investi_ gador puede solicitar que se incluyan en dicha copia los resúmenes de las citas enumeradas. Existen tres sistemas comer­cializados de bases de datos que son de particular interés para los investigadores en ciencia política:

1. Servicio de Recuperación de Infor­mación DIALOGsM. Para los expertos en ciencia política, en la actualidad es ésta la más completa de las colecciones de bases de datos disponibles. Comprende, entre otros, el Social Science Citation lndex, que incluye unas 1.500 revistas de cien_ cia social de todo el mundo y artículos seleccionados de unas 3.000 revistas de otras especialidades (con datos de 1972 en adelante); United States Politieal Science Documents, . donde se indizan y resumen los artículos de 150 de las más importantes revistas norteamericanas so~ bre todos los ámbitos· de la ciencia política

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(los datos iniciales son de 1975); Disserta­tion Abstracts, que es un índice de temas, títulos y autores de las tesis doctorales leídas en las universidades estadouniden­ses (con datos desde 1861); Public Afrairs Information Service International, que recoge las publicaciones sobre ciencia po_ lítica y otras especialidades aparecidas en unas 800 revistas editadas en inglés, así como otras 6_000 publicaciones (datos desde 1972), y las bases de datos especia­lizadas en sociología y psicología_

2. BRS. Entre las bases de datos dis­ponibles en este sistema figuran el Social Science CHatlon Index. (cuyos datos son de 1972 en adelante), Dissertation Abs­tracts (desde 1861), Public Affairs Infor­mation Service (1972), los mismos servi­cios sociológicos y psicológicos disponibles en DIALOG, y varias bases de datos so­bre mujeres, familias, salud mental y mi­nusválidos.

3. ORBI'f®. Entre sus hases de datos de interés para los expertos en ciencia política figuran el Congressional I nforma­tion Service, que comprende las actas de las sesiones del Congreso, copias de las reuniones de los comités, y diversos infor­mes, documentos y otras publicaciones (desde 1970); el Congressional Record (desde 1981); el Federal Register (desde 1977), y el National Technical Informa· tion Service, con un índice de informes sobre los trabajos de investigación sobre temas de ciencias sociales y del comporta­miento (entre otros) patrocinados por el gobierno (desde 1964).

Con la posible excepción de las citas más recientes, las que podamos obtener mediante el ordenador podremos encon­trarlas también mediante una búsqueda manual en la biBlioteca. La razón es bien sencilla: las mismas fuentes que busca el ordenador electrónicamente existen en ésta en forma impresa. Hoy por hoy, la

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ventaja de la búsqueda por ordenador no es que facilite información que no pueda obtenerse de otro modo, sino que 10J;tace con gran rapidez. Pero aun en el ca!i9 de que recurramos al ordenador. de~os recordar dos cosas: primera, que la ~a­cia de la búsqueda dependerá de las pala­bras clave con la que la hayamos iniciado; y segunda, que dependerá asimismo de la base de datos que abarque. Cualquiera de estos factores, o ambos, pueden limitar considerablemente la utilidad de una bi­bliografía obtenida por ordenador. y ello con independencia de su coste.

Hay otras dos cosas .que suelen dar huenos resultados al preparar una bús­queda bibliográfica, aunque se hagan cuando ésta ya está realmente iniciada. La primera consiste en prestar gran aten­ción a las notas a pie de página que aparecen en todos: los libros o artículos que leemos. Si nos hemos esmerado en nuestra preparación. ya habremos detec­tado la mayoría de las obras citadas, pero, en ocasiones, encontraremos una nueva e importante referencia. Al leer las notas a pie de página, lo que hacemos, en efecto, es recurrir a la ayuda de otros investiga_ dores para localizar las fuentes dispersas. En segundo lugar, una vez que hemos iniciado la búsqueda, probablemente de· tectaremos a algunos investigadores que han publicado numerosos trabajos sobre el tema que nos interesa, A menudo, si les escribimos pidiéndoles informes obten­dremos una colección de trabajos aún iné­ditos que podrá sernos de gran ayuda en nuestra labor.

Tan pronto como hemos especificado lo que nos interesa en una serie de palabras o expresiones clave y establecido'" las fuentes bibliográficas que nos parSCen más útiles, estaremos preparados panten­trar en la biblioteca. Nuestro proredi­miento consiste, sencillamente, en em­plear la lista de palabras clav{~ para exa-

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ID AnálisIs político empírico

minar de manera sistemática y detenida las diversas fuentes que hemos enumera­do. Lo mejoc será que empecemos por consultar e l índice de materias del fichero (para localixar los libros) y los volúmenes más recientes del Social Science lnde~ (para lo relativo a los artículos). Según la experiencia de los .autores, en muchos casOs. una búsqueda cuidadosa en estas dos fuentes pennite encontrar al menos el 7S por ciento de todos los títulos disponi­bles sobre numerosos temas. Si lo que emprendemos es un proyecto en pequeña escala y a corto plazo, bien podremos contentarnos con esa búsqueda; si, por el contrario, se trata -de un proyecto de más envergadura, será necesario proceder a una búsqueda más minuciosa.

Se debe llevar a la biblioteca una bue­na cantidad de fichas en blanco (de 4 por 6 pUlgadas para la escritora pequeña y de

. S por 8 para la- escritura grande). Cada vez que encontremos una fuente poten­

cialmente útil (no todos los títulos que hallemos .parecerán de interés), escribire­mos en la parte alta de una ficha una nota bibliográfica completa que contenga, en su caso, el nombre del autor, el título, la revi!\ta (con el número de volumen, año de pu blicación y páginas), fe<:ha y lugar de publicación, editor y, en el caso de los libros, el código decimal Dewey o el de la Biblioteca del Congreso. Conviene deter­/Minar de antemano la fonna que vamos a adoptar para las citas de referencia en nut:Stro informe de investigación, y que registremos en esa forma la infonnacióu adecuada sobre cada una de Las fuentes. La uniformidad ayuda a evitar los descui­dos. Si induimos toda esa información al principio, no tendremos que volver otras ve<:es a consultar el fichero cuando mire­mos de nuevo en las estanterías y nos a horraremos nueva,. visitns a la biblioteca ('uando, mas tarde. e"'itemos redactando nuestro infonne. Las fichas deben orde-

narse luego con a rreglo a dos listas alfabé­ticas separadas: una de libros y otra d e ankulos de revistas, Esto nos servirá pa_ ra evitar -duplicaciones,

Una vez que hemos terminado estos registros. es decir una vez que hemos examinado todos los ficheros e índices disponibles, habrá que disponer las fichas de otra manera: las de los títulos de libros se colocarán por orden alfabético o numé­rico (según que se utilice el sistema de la Biblioteca del Congreso o el decimal De_ wey: respectivamente), por códil;os d e es­tanteda; y las de los títulos de articulas., por orden alfabetico, con arreglo al nom­

bre de la revista en la que aparece cada artículo. Los artículos de la misma revista se dispondrán por orden cronológico. Se­guidamente, se cotejará cada revista con el índice de títulos del fichero y se anotará el código de estantería correspondiente. Por último, habrá que unir los dos grupos de fichas en uno solo por orden de códi­gos, lo que facilitará la búsqueda en las estanterías.

Por fin estamos preparados para empe­zar la lectura de las publicaciones. Provis­tos de nuestro registro de citas y de un mapa. o una guía de la bib1.ioteca, nos dirigimos a las estanterías en busca del saber recopilado de todos los tiempos. Sin embargo, es posible que una gran pane de lo que encontremos sea muy d istinto de lo que esperábamos. pues muchas de las fuentes que e n los índices parecían prometedoras resultarán decepcionantes a la hora de la verdad. Las fichas de esos libro!\ o artículos que ya no tengan interés deberemos marcarlas con una gran X en su anverso, en cualc¡uier espacio que que­dé en blanco, para recordar que esas fuentes ya han sido localizadas y rechaza­das. Como seguramente tendremos que ir vanas veces a la biblioteca para realizar una búsqueda deta llada, y romo la me­moria huma na raramente retiene de ma-

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nera efectiva información sobt-e cincuenta a rtícu los oon un tituk:J aproximadamente igual, este sencillo melodo nos ayudsni a evitar la duplicación de esfuerzos.

Cuando e ncontramos e lementos q ue .ron de interés, las fichas cumplen un p ro­pósito más importante, que también se der iva de la fragilidad de la memoria: las uti lizamos para tomar notas. En éstas se deben induir todos los puntos principales del libro o articulo, todos los extremos o hechos de especia l utilKiad, un resumen del mttodo e mp)eado . y de las conclusio­nes cuando se infonne sobre una investi­gación. y todas aquella'!! citas que pudie­ran resultar útiles. Otra precaución, de menor im portancia pero no menos valio­sa, q ue conviene adoptar a l tomar las nolas es la de hacer frecuentC1l referen­cie.s a las páginas donde aparecen las citas específicas que registramos. La figura 3. 1 es un ejemplo de fi cha bibliográfICa hecha

E.\'lORV S. OOGAROUS

Los cimientos 61

con csta técnica. Igua lmente, se puede utilizar una ficha separada para cada. e le­mento de información, sin dejar de ~ird i ­

car en ella e l autor, la fuente y el núraero de página c~p·JOd iente. Estas fi;Shas individuales requieren más preparaó~n y son algo más embarazosas en un fich ero bibliográfico permanente, pero son más fáciles de manejar cuando llega el mo­mento de redactar un informe de investi­gación , pues se pueden desplazar de un sitio a otro ron los puntos esenciales que contie ne n y organizar éstos con indepen­dencia de otros de la misma fuente.

E l esmero que pongamos a l tomar no­

las en esta etapa nos hará ganar tiempo por dos razonC1l: en p rimer lugar, nos permitirá utilizar , citar y analizar cual­quiera de nuestras fuentes sin necesidad de volver a la biblioteca n i de releerla (si es que 10 lográramos, claro está .... pues despues de la primera lectura de$Cubrire-

HM '

·SOCIOLOQY OF PRESIDENTIAL TV PRESS CONFERENCES •• p ,

SOCIOLOGO Y AND SOCIAL II. ESE,ARCH ~ (l962\. pp_ UII ·S5.

4 F INES DE LAS COr-rF. DI;: PRENSA TELEVISADAS: 1) INFORMAR DIRECTAMENTE AL PUBUCO SOBRE ACTUACION o MEDI· DAS DEL GOBIERNO. 2) DESARROLLAR/MANTENER _CERCA NIA so· CIAL _ ENTRE PRESo y PUBLICO. 3 ) PERSUASION. 4) CREAR RELAC ION M EDIOS AUDlOVlSUAl..ES.PRENSA'·..."..'M

·UNA CONFERENCIA DE PRENSA T ELEVISADA ES TAL VO EL ME. I DIO MAS CONVENIENTE PARA COMUNICAR DE MANER..\ DIRECTA CON MUCHOS MIlLONES De CIUDADANOS EN EL LAPSO ESPACIOTEMPO· RAL DE UNOS MINUTOS,''''.

EL P RESIDENTE Df:BE AC f.pr AR TODAS u.s PREGUNTAS PERO TRI.· TA DE DAR RESPUESTAS AMP LIAS PORQUE EL PUBLlCQTELESPECTA. OOR E S MUY DIVERSO''' . \ r- ~ l · BOGARDUS

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MANHEIM, J. y RICH, R. C. (1988). Análisis políticoempírico. Métodos de investigación en cienciapolítica. Madrid: Alianza.

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mos tal vez que el libro lo ha tomado prestado un catedrático de los más anti­guos que piensa quedárselo hasta bien entrada la jubilación). En segundo lugar. si por algún motive tenemos que releer una fuente. las referencias a las páginas nos ayudarán a determinar con precisión la ' parte del texto que nos interesa. El tiempo y el esfuerzo que ahora dedique­mos '8 este labor dará a menudo frutos considerables.

. Al concluir esta tarea, habremos alcan­zado dos 'objetivos muy importantes. En primer lugar. dispondremos de una reco­pilació n relativamente completa de las publicaciones sobre el tema que nos inte­resa. En segundo lugar, nos habremos familiarizado con ellas lo bastante como para prever con más acierto los proble­mas, m ejorar nuestro propio trabajo y situarlo adecuadamente en el contexto más amplio del que forma parte.

Revista. de ciencia política

Antes de terminar este capítulo, cree­mos que será provechoso dar una relación parcial de las ,revistas de ciencia política con una somera indicación de su conteni­do. Aunque esta relación di$tll de ser exhaustiva. indica los tipos de documen­tación disponibles en las publicaciones de nuestra disciplina.

Administration and Society: organizacio­nes públicas y humanas. en especial sus procesos administrativos y sus efe ctos e n la sociedad.

American journal of Political Science: esencialmente sobre el gobierno nor­teame ricano y su politica. pero contie­ne articulos sobre todos los temas afi­nes.

American Po/iúcal ScietKe Review: artí­culos sobre todos los campos de la cien­cia política ; generalmente co nsiderada

como la revista más prestigiosa de la disciplina.

American PoIitic4 Quar/erly: artículos so­bre -política norteamericana.

BritiShjournal of PoIitical Science: todos los campos de la ciencia política.

Comparative PoliticaJ Studies: todos los a.;pectos de la politica comparada; eco­nomía política comparada.

Comparative Polittu: análisis comparado de instituciones y comportamiento polí­ticos .

Foreitn AfflJirs: asuntos Internacionales y política exterior.

Foreitn PO/ley: cuestiones actuales en la política exterior de los Estados Unidos.

J ntemational Organiza/ion: relaciones in­ternacionales, organizaciones interna­cionales, economía política. politica ex­terior comparada.

lnfernational PoliticaJ SCleoce Review: todos los campos de la ciencia política.

Intema/lonal Sludies Quarterly: politica intemacioO:al, derecho y organ~ión; estudios comparados; desarrollo políti­co; política exterior, investigación so­bre los conflictos y la paz.

joumaJ ofConflict Re~Jution: investiga­ciones sobre la guerra y la paz.

jourosl of Politles: todos los campos de la ciencia política.

Legislative Sfudies Quar/erly: todos los aspectos de los parlamentos y legislatu_ ras, incluidas sus relaciones con otras instituciones políticas, sus runciones en el sistema político y las actividades de sus miembros.

Policy Studies j oumallPolicy Sfudies Re­view: investigadones y análisis relacio­nados con la política.

Political BehaviOI: psicología social y $0-

ciología, socialización política, compor­tamiento del ciudadano y de la elite, aspeccos de l comportamiento de las ins­tituciones, toma de decisiones, política simbólica.

MANHEIM, J. y RICH, R. C. (1988). Análisis políticoempírico. Métodos de investigación en cienciapolítica. Madrid: Alianza.

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Political MethrxJology: avances en los métodos de investigación y el análisis de datos.

PoJitical Scicnce Quarterly: todos los as: pectos del gobierno, la política y Jos asuntos públicos.

Po/itica1 Studie:s: todos los campos de la ciencia política.

Polirica/ Theory: historia del pensamiento político, teoría moderna, pensamiento político norteamericano.

Polity: todos los campos de la ciencia política.

PubUc Admininration Review: adminis.­tra.ción, cuestiones políticas, presu~

puesto y recursos públicos, rela.óones entre el personal y el trabajo.

Pub/ic Opinjon Quarterly: opinión publi­ca, votaciones, comunicación política, métodos de investigación (especial­mente mediante encuestas), actitudes.

Pul;>Jius: federalismo, gobierno estatal, gobierno local y urbano, administra­ción pública.

Social Force:s: psicología social, soc:iologia política.

Social Science Quarterly: artículos de ca­rácter interdisciplinario.

Western Political Quarterly: todos los campos de la ciencia política.

W orld Polities: relaciones internaciona­les, política comparada, política exte-­rior.

Tampoco conviene olvidar las revistas de otras disciplinas y las revistas interdis­ciplinarias que a menudo contienen artí­culos de interés para los expenos en cien­cia política. He aquí algunas de ellas:

American Behaviora,l Scientist American joumal of Sociology American Soc.iologicaJ Review Anna/s o( the American Academy o( Po­

lirical and Social ScieflU Communication Re:rearch

Los cimientos 63

joumal of Abnormal and Social Psycholo­gy

journal of Communication :t..

joumal oE ElI.perimentaJ Social PsycilPlo-t.Y -- "1'~ _

joumal oE Marketinil Re~arch "* Journal oE Personality a.nd Social Psycho-

logy journaJ al Voluntary Actirm Research Journalism Quarterly Sociolo&>, and Socia] Research

La mayoría de estas revistas aparecen en el Social Science [ndell., poi" lo que es rácil acceder a ellas. El Soaal Science 1 ndell. enumera, por autores y materias, todos los artículos que se publican en muy numerosas revistas de ciencia política y de las demás ciencias sociales, y se actua­liza mensual y anualmente. Hasta 1965, este servicio se llamaba lnternatjonal In­dex, y desde entonces y hasta 1974, en que se separo en dos divisiones, Soaal Sience and Humanities lndex.. Es proba­blemente la guía más útil de las publh::a­ciones periódicas de la disciplina, y punto de partida obligado en casi todas las bUs­quedas bibliográficas.

Una segunda fuente, de ámbito un tan­to más reducido pero de mayor utilidad en otros aspectos, es·United States Polit;­cal $cience Documents (USPSD), que se publica anualmente en dos volumenes. El primero es un índice por palabras clave y por autores de todos los artículos publica­dos en más de 100 revistas de ciencia política y materias afines. El segundo comprende información bibliográfica completa de cada articulo citado así como un resumen, una lista de características especiales (como, por ejemplo, títulot,de todos los cuadros, figuras y mapas), ,j.lna lista de todos los Qutores citados, unapsta de las palabras clave que corresponden a cada artículo en el índice (útiles para am­pliar la propia bibliografía), y una lista de

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64 Análisis poIifico emoirico

todas la5 áreas geográficas a las que es Alllicable el artículo. Los distintos artícu­los se designan en la Parte I mediante códigos eJldusivos de ocho cifras. y en la Parte JI aparecen dispuestos por orden numérico para facilitar la referencia. Co­mo t."S obvio, la principal ventaja que ofrece el USPSD para la búsque da biblio­gráfica es el considerable grado de' detalle que proporcionan las entradas en la Parte JJ . En cuanto a los principales inCOnve­nientes, el primero es que sólo se incluyen las revistas de ciencia politica o muy afi­~ publicadas en los Estados Unldos, y el segundo, que el índice suele mantener los articulos durante unos dos años,

Como el Social Sience lndex y el USPSD se centran en las publicaciones de los Estados Unidos y los expertos en ciencia política que publican sus trabajos en otros lugares desarrollan a menudo ideas o investigaciones que pueden pare­cernos de interés aunque no estudiemos la politica comparada o las relaciones in­ternacionales propiamente dichas, la bús­queda en esos índices debería completar­se con un examen de lllternational PolÍti­ca/ Science Abstracts. Esta publicación trimestral de la Asociación Internacional de Ciencia Política y la Conferencia de Estudios Internacionales resume unos 1.400 artículos cada año, extrafdos de unas 150 revistas de diversos paises. Los resúmen~ de los artículos escritos en len­¡;.ua inglesa está n en inglés. y todos los demás e n francés. Al final de cada año se incluye un índice acumulativo de autores y materias.

Otra fuente bibliográfica de ámbito in­ternacional es Current Conttmts: Social and Be havioral Sciences, publicación se­manal que reproduce los índices de cente­nares de revistas de todo el mundo poco despues de que aparezcan los nuevos nú­meros. Su índice está cuidadosame nte dispuesto por palabras clave, púr lo que

se puede utilizar con facilidad con la pro­pia lista de palabras clave para mantener· se al día sobre lo que se escribe del tema que interese y conocer lo poblado en los últimos ailos. Además, Currenl Conlents publica las direcciones de los autores cuyos artículos se enumeran en cada edi­ción semanal, lo que pennite entablar contacto personal con quienes están in­vestigando sobre cuestiones similares a las nuestras.

También es provechoso para ampliar la búsqueda bibliográfJCa el Pub/K; Affairs lmormation Servi~ (PAIS) BulJetin, en cuyo índice figuran revistas. documentos y otras pubJiC9ciones de lengua inglesa sobre ciencia política, administración pú. blica, relaciones internacionales. derecho y medidas públicas, entre otras materias.

Por último, debe mencionarse otra fuente de citas, aunque raramente haya de utilizarse en investigaciones sobre ciencia politica: la Re4ders' Guide to the Periodical Lite rlltUFe, cuyo índice com­prende reyistas de la prensa popular tales como Time y Newsweek de modo análogo a como el Social Science lndex recoge las publicaciones especializadas. Casi nunca se podrá recurrir a las fuentes locali.zadas a través de la Rel1ders' Guide en una investigación bibliográfica, pero éstas pueden servirnos para obtener infonna­ción descriptiva sobre ciertos hechos o hacemos una idea de la opinión popular sobre una c~estión determinada.

Al indicar todas estas revistas y listas bibliográficas, no hemOs intentado abar­car todas las bases de búsqueda. sino que hemos tratado de señalar aquellas fuentes que más probablemente han de ser valio­sas en la mayor parte de los trabajos de investigación. La relación, para ser com­pleta, debería ser mucho más extensa. De todos modos. creemos que las fuent~

apuntadas, si la busqueda se realiza de la manera sistemática esbozada en este ca-

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pítulo, servirán para encontrar una parte muy sustancial de las publicaciones que versan sobre la mayoría de los temas de interés. Así pues, aunque nuestra lista sea necesariamente incompleta, las fuentes en ella incluidas abarcan, sin duda, un volumen muy considerable de publicacio­nes de ciencia política. Los estudiantes de esta especialidad que utilicen estas técni­cas y estas fuentes podrán dar un paso decisivo para sacar el máximo partido de su trabajo y situarlo en el contexto de la disciplina.

Sugerencias para otras lecturas

Research Guide in Political Science, 2. a ed., de Carl Kalvelage y Morley Segal (Momstown, N. J.: General Learning Press, 1976), ofrece una amplia lista ano­tada de las principales fuentes bibliográfi­cas para la investigación en ciencia políti­ca, así como otras orientaciones útiles pa­ra el investigador principiante, siendo de especial interés el capítulo 4. Figura una lista anotada de similar amplitud con las principales revistas y otras fuentes biblio­gráficas de ciencia política, sus diversas materias auxiliares y disciplinas afines en el Apéndice A de Barbara Leigh Smith et aL, Politica! ReseaTch Methods: Founda­tions and Techniques (Boston: Houghton Mifflin, 1976). Una extensa lista descrip­tiva de revistas de ciencia política es la contenida en Fenton Martín y Robert Goehlert, Political ScienceJouma! Jnfor­mation (Washington, D.C.: American Po-

lítica! Science Association, 1982). Mi­cbael W. Giles y Gerald C. Wri~ Je. ofrecen en síntesis una clasificacicJp de divel1!as revistas de ciencia políti~ por orden de calidad estimada en ~P~tica1 Scientists' Evaluations of Sixty~tbree

Journals ~ , PS 9 (975), pp. 254-56.

Ejercicio de investigación

A. Seleccione un tema de investiga­ción.

B. Haga una lista de palabras clave para buscar las publicaciones con él rela~ cionadas.

C. Esboce un plan de búsqueda. Con­cretamente, ¿qué hará cuando vaya a la biblioteca?

D. Aplicando su plan de búsqueda y

utilizando al menos tres fuentes bibliográ­ficas, elabore una bibliografía de 10 a 15 publicaciones que le parezcan de interés. Prepare una ficha con toda la información necesaria para cada una de ellas.

E. Localice como mínimo tres publica­ciones de su bibliografía en los estantes de la biblioteca. Por lo menos una de ellas deberá ser un libro y otra un artículo de revista.

F. Lea cada una de las publicaciones localizadas y tome notas de 10 que lee.

G. Analice la relación entre lo que ha leído y su tema de investigación: ¿de qué forma podría ayudarle esa publicación a estructurar más corr<!ctamente el tema o a proseguir la investigación?

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Cada calidad se manifiet;t~ en una cierta cantidad, y sin cantidad no puede haber calidad. HNita hoy muchos de nr.testTas camaradas todavía na compren­den qUe deben alcan;zar el aspecto cuantitativo de las co.sM: las estadistic& bá$icas, fOIl principaJe$ porcent~jes y los límites cuantitativos que determinan la calidad de las cosas. No tienen «cifras» en la cabet:~ y, como resultado de ello, no pueden dejar de cometer errores.

La investigación empírica es un medio de obtener respuestas a preguntas sobre la realidad. Nuestras preguntas pueden ser esencialmente prácticas o de- interés principalme~e académico. En cualquiera de los casos, lo probable es que las formu­lemos en términos abstractos. Y, sin em­bargo, las respuestas que deseamos sue­len ser concretas y específicas. Uno de los primeros problemas de la investigación es el de idear el modo de obtener, partiendo del nivel abstracto de las preguntas, algu­nas observaciones concretas que nos per­mitan responder a ellas.

Para tomar un ejemplo ajeno a la políti­ca, supongamos que deseamos resolver la polémica sobre cuál de dos jugadores de defensa profesionales es el mayor atleta. Evidentemente, necesitamos compararlos de algún modo para establecer el argu­mento. Pero ¿sobre qué bases vamos a compararlos? Queremos determinar cuál demuestra poseer más cualidades de gran atleta, pero la grandeza atlética es un concepto abstracto. Si hemos de evaluar a cada uno de los jugadores de defensa en

67

Moo Zedong

función de su calidad. tendremos que cuantificar el concepto de grandeza atléti­ca. Podríamos optar por contar los pases que realizan en los partidos televisados, dividir ese número por los pases que han intentado y atribuir a la cantidad resul­tante el valor de la grandeza atlética. O, más bien, podríamos efectuar varias de estas operaciones sobre diferentes aspec­tos de la actuación de los jugadores, con el fin de obtener un cuadro más completo de su calidad de juego en la posición de defensas, y combinarlas luego de alguna manera. Una vez que hayamos obtenido los números correspondientes, estaremos preparados para hacer comparaciones concretas y resolver el debate.

Lo que acabamos de describir es, esen­cialmente, el proceso por el que, a partir de un concepto abstracto, llegamos a for­mular una obseI'V8ción concreta en',la in­vestigación en ciencias sociales. Es una fase crucial del proceso de investigación, pues sólo cuando se ha realizado correcta­mellte, constituirá la información obteni­da una prueba de la utilidad de nuestras

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Capítulo 4
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DE LO ABSTRACTO A
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LO CONCRETO:
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MEDICIÓN
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-teorías o apof1"...ará respuestas a nuestras pregunt:&$. El proceso de seleccionar fe­nómeno! observables que representen conceptos abstractos se denomina opera­clonalizeción, y la especificación de los pasos que han de darse al foonular obser­vaciones se llama lustrumentación. La aplicación de un instrumento da lugar a una medición, y ésta es la que finalmen­te nos sirve de prueba al tomar decisiones y contestar a las preguntas.

En este capítulo describiremos estos . procesos en detalle y expondremos los problemas que pueden plantearse al tra­tar de operadonalizar y medir los concep­tos. Cuando haya terminado el capítulo, estará en rondiciones de fonnular"las ex­plicaciones que haya pensado tras; la bús­queda de liLs publicaciones, en una forma que le permita coteja rlas con las observa­ciones reoles. Las octividades que aquí exponeOlO8 son los últimos pasos que han de darse en el proceso de investigación antes de establecer e l proyecto y de ini­ciar verdaderamente el acopio de datos.

OperaciolUllización: El nexo entre teoría y observación

En el capítulo 2 he mos subrayado la importancia de contar con una teoría que oriente las observaciones. En el proceso de lnvestig:ación, tal como lo hemos des­crito, se trata sobre todo de comparar las observaciones reales con las expectativas sobre la realidad de rivadas de nuestras teorias, paTa determinar qué confianza podemos depositar en éstas, es decir, has­ta qué punto pueden explicar los renóme­nos políticos. Esas expectativas se han expresado en rorma de hipótesis, que pre­dicen ciertas relaciones entre las varia­bles que re presentan los conceptos conte­nidos en la teoría. El objeto de este capí­tulo._ e s exponer la manera de imaginar

observaciones que permitan hacer tales comparaciones. Se trata de saber cómo. podemos cuantificar nuestr91 conc:epto!

para establecer. en enunciados precisos. si nuestras expectativas. deducidas teóri­camente, 80n corroboradas o no por lo que observamos.

En este sentido, los pmblemas que se plantean en las ciencias sociales son bási­camente los mismos que en las ciencias fístc.a.s. Un sencillo ejemplo cc;mtribuirá a aclaraT a1gunos aspectos. Deseamos com­probar la hipótesis de que un abono quí­mico echado en un maizal estimulará más el crecimiento que las sustancias nutriti­vas natwales que hay en otro. El creci­miento es un concepto abstracto. No po­demos verlo directamente. Necesitamos convertiT el crecimiento en una variable ; empíricamente oI»ervabJe para poder eJe.. ­terminar cuándo ha crecido una planta más que otrlil..

Podemos hacer · que la variable altura alcanzada represente el concepto creci­miento, ya que las altuTas relativas son empíricamente observables. Mas las plantas de maíz no llevan señales que indiquen su altura, y te nemos que com­probarla nosotros mismos. Pero ¿cómo? Podemos recurrir al d iscernimiento hu­mano haciendo que algunos observadOTes clasifiquen las plantas de ambos maizales e n altas y bajas. Sin embaTgo, este proce­dimiento sólo permite hacer comparacio­nes toscas e ntre las pla ntas y está sujeto a todo tipo de errores, porque la gente di­fiere en sus apTeciaciones. Necesitamos un medio más preciso y fiable de determi­nar las alturas si hemos de hacer compa­raciones v~lidas.

Lo que ·debemos t..1Icer es convertir la variable altura a los términos de algún instrumento de medida que pueda utili­zarse para obtener indicaciones preci~ y normalizadas sobre el grado en que las distintas plantas de maíz poseen esa ca-

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racteristica_ Podemo.<: hacer que la altura venga representada por un indicador. como lon~jtud en pulgadas, y medir las plantas con una cinta métrica_ Las lectu­ras con ésta obtenidas Se convierten asf en los valores que asignamos a las plantas en función de la variable altura, y son ~tO$ valores m que realmente compara­mO$ al tratar de evaluar la exactitud de ntlestra predicción : que el crecimiento se· rá mayor en un campo que en otro_

y así, hemos pasado del concepto abs­tracto crecimiento a la variable altura: y de ésta al indicador lonAitud en pu/Aadas. Esta transformación es lo que se lla ma operacionalización, pues hemos reducido un concepto abstracto a un conjunto de valores que pueden obtenerse mediante operaciones especifkables. Por último, hacemos comparaciones con arreglo a las cuales estimaremos la exactitud de nues­tra hipótesis sobre el crecimiento relativo comparando los valores resultantes del proceso de medición (en este ejemplo, las lecturas obtenidas con la cinta métrica). Cuando hablamos de observación en ·una investigación, nos referimos al p.oce­so de aplica. un instrumento de medida para asitnar valores de alguna caracterís­tica o propiedad del fenómer.o en cues­tión a los CMOS e$tudiados. En otras pala­bras, la observación significa utilizar un instrumento para medir un rasgo o com~

portamiento_ Es importante comprender este punto,

porque aclara el signiracado de la opera­cionalización y la medición en el proceso investigador. Nunca podemos comparar verdaderamente los conceptos, aunque se formulen en conceptos nuestras teorías y, con frecuencia, los interrogantes de nues~

tra investigación. Lo que comparamos son indicadores de conceptos. En nuestro ejemplo, no podemos comparar el creci· miento de las plantas en los dos maizales; sólo podemos comparar las lecturas que

0fJ /o abstracfo a lo ~to •

obtenemos con la cinta ~trica, las medio das producidas por el indicaoor que, se· gUn hemos decidido, representa eh'!'ton-repto. ,.

Esto significa que nuestras com~cio_ nes sólo pueden se. exactas en la m~ida en que los indicadores escogidos reflejen el concepto que tratamos de medir. Si no hemos operacioll81izado adecuadalnente nuestros conceptos. la relación entre los indicadores puede no ser un reflejo fiel de la relación entre 105 conceptos que aqué_ llos deben representar. Y si es así, será errónea cualquier conclusión que extrai­gamos de nuestras observaciones sobre los conceptos O la teoría de que forman parte.

La figura 4.1 ilustra esta situación_ Nuestra teoría plantea una relación entre dos conceptos abstractos. Nuestra hipóte­sis predice una relación entre dos varia­b'es empíricamente observables, que re­ducimos a indicadores mensurables, y nuestras observaciones revelan una rela­ción (o falta de relación) entre dos conjun­tos de valores en esos indicadores. Evi­dentemente, sólo podemos inferir alguna cosa sobre la realidad de la relación teóri­ca si las variables representan con exacti­tud los conceptos y los indicadores repre- . sentan con exactitud las variables. La operaciQna!izaciOn &upone casi ;nevi(able­mente alguna simplificación o pérdida de significado, porque los indicadores rara­mente renejan todo lo que queremos de­cir con un conceptO. Casi siempre hemos de aceptar alguna pérdida de signiflCado. pero necesitamos operacional izar de tal modo que esa pérdida se reduzca todo lo posible. Tenemos que buscar indica4Pres que reúnan un rruiximo de significad; del concepto y representen al menos al~nOl!l aspectos de nuestros conceptos ~ la mayor fidelidad posible.

Podemos ver lo que todo esto implica en nuestro ejemplo agrícola, Una vez que

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70 Análisis poIitico empírico

TEORIA: ¡

HlPOTESIS; ¡

HIPOTESIS DE TRABAJO: ¡

OBSERVACJON (MEDICIONl:

EI~olt_'~~mnt'l~oB ¡ ¡

L.a vari llble a eJtli relaciol'lada mn la variatW: .. ¡ ¡

El ind~OI'" 1 esti relacionado con ,,( inckadac :1 ¡ ¡

Valn,..,s en in<!iCBdOl'" I

Valores en ' indimdcw 1

FIGURA 4. 1. Opetacionalizaciótl: las rel4Ciones de conceplo. variable y medid • .

hemos iniciado la investigación, compro­baremos que en el concepto «crecimien­to.. hay algo m as que altura, y que el indicador .. altura en pulgadas," no recoge plenamente lo que deseamos medir. Por ejemplo. puede suceder que la magnirud de crecimiento sea sustancialmente dis­tinta en los d os campos, pero que toda la dife rencia radique en e l diámetro de tOs tallos, la a nchura de las hojas y el peso de las mazorcas.. sjn que 'Ia altura de las plantas sea sensiblemente d istinta en los dos maizales. En e se caso, si sólo conside­rarnos la a ltura al eva luar los efectos del abono, nos engañaremos gravemente por_ que el vínculo entre e l concepto (creci­miento) y la variable que lo representa (altura) es imperfecto. La variable aquí utilizada no operaáonaliza plenamente el concepto que representa. No encierra ta­do el signiítcado que contiene el concepto, y a l emplearla nos engañamos respecto a la relación que existe en el mundo real.

El nexo entre variable e indicador tam­bién puede ser imperfecto. ·Supongamos que operacionalizamos la altu:-a como la longitud en pulgadas indicada por una cinta métrica y enviamos a cuatro ayu. dantes a que midan las plantas en el campo. Si e rróneamente les damos cuatro cintas m é tricas que están calibradas de manera direrente, las me didas que obten­gan no proporcionarán sino una compara­ción inexacta entre las alturas de las plan­tas, porque vendrán determinadas tanto

por el instrumento de medida empleado como por la altura real de la planta. Los indicado..es no representarán con exacti-tud nuestra varlüble. -

Con este tosco ejemplo se verá por qué es crucial la operacionalización para con· trastar la teoria y para el proceso de investigación en general. No es fácil ex­plicar la manera de obtener una operario­nalización adecuada. porque para selec­cionar variables que representen los COD­ceptos e idear indicadores q ue correspon­dan a las variables hace fa lta no ' poca capacidad creadora, y no podel1lO:!l redu­cir nuestra explicación a un conjunto de normas cuya fiel aplicación produzca in­defectiblemente buenos resultados. Lo que podemos hacer es indicar algunos de los escollos que han de evitarse en cl proceso y la manera de evaluar la idonei­dad de las operadonalizadones una vez que han s ido seleccionadas. Es lo que hacemos en las secciones de este capítulo que tratan de la medición.

Def'micioDCS operacionales

Pero antes de ocuparnos de la medición en ciencias sociales, debemos considerar lo que supone la operacionalización de un concepto. Se realiza ésta mediante la es­pecificación de un conjunto de procedi­mientos que se han de seguir o de opera­ciones que se han d e efectuar para ob'e--

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ner un indicador empírico de la manifes­tación de un concepto en un caso determi­nado. Y así, estos procedimientos propor_ cionan una definición operacional del concepto y su correspondiente variable. El proceso de operadonalización se redu­ce esencialmente a seleccionar definicio­nes operacionales de los conceptos.

Para que sean útiles (esto es, para que aporten medidas válidas y fiables de nuestros conceptos), las definiciones ope­racionales deben indicarnos de manera precisa y explícita lo que hemos de hacer para determinar qué valor cuantItativo debe atribuirse a una variable en cada caso dado. Han de especificar, paso a paso, todo lo que se ha de hacer en el proceso de medición.

Hay por lo menos tres motivos para ser precisos en esto: en primer término, tene­mos que estar en condiciones de decir a los demás exactamente lo que hemos he­cho para obtener nuestras medidas, a fin de que puedan evaluar nuestro trabajo y repetir quizá nuestro estudio para verifi­car sus resultados en otro marco de expe­rimentación. En segundo lugar, si tene­mos ayudantes que obtengan la informa­ción, las instrucciones que les demos ha­brán de ser lo bastante det&lIadas y preci­sas como para que cada uno de ellos realice la medición exactamente del mis­mo modo que los demás. Si nuestras ins­trucciones son vagas y nuestros ayudan­tes actúan de manera un tanto diferente para obtener las medidas, sus resultados no serán comparables y no podremos ex­traer conclusiones válidas de ellos. Por último, una indicación, precisa y porme­norizada del modo de operacionalizar las variables nos ayudará a evaluar los resul­tados que obtengamos y a eliminar las explicaciones rivales en que esencialmen­te se aduzca que los ~ hallazgos" se han producido por los defectos del proceso de medición. (Nos extenderemos sobre este

De /o abstraclo 8 lO calCfeto 71

punto en secciones subsiguientes de este capitulo).

La reflexión sobre el siguiente ejfmplo hipotético servirá para apreciar I_~ que implica el desarrollo de una defrrución operacional. Supongamos que una'" uni­versidad le ha contratado para que evalúe los efectos de las bebidas no alcohólicas azucaradas en el rendimiento escolar de los alumnos, con el fin de determinar si se han de retirar del campus las máquinas distribuidoras automáticas. Esencialmen­te, esta tarea consiste en comprobar la hipótesis siguiente:

Cuanto mayor es el nUmero de bebidas no alcohólicas azucaradas que CODsume un estudiante, menor es la calidad de su rendimiento escolar.

Para comprobarlo, tendrá que construir definiciones operacionales de los concep.­tos clave consumo de bebidas no alcohóli­cas y rendimiento escolar. Simplifique­mos imaginando que decide asignar la variable nota me(ba. al concepto rendi­miento escola.r, y que el otro concepto clave viene representado, a elección suya, por las respuestas que den los estu­diantes a una pregunta directa sobre su propio consumo de bebidas no alcohóli­cas. Después de escoger a los colegas y estudiantes que ha de incluir en el estu­dio, deberá idear un procedimiento para obtener las medidas apropiadas. e instruir a sus ayudantes sobre el modo de aplicar­lo. Para obtener los datos sobre la varia­ble dependiente (rendimiento escolar), tendrá que especificar dónde pueden en­contrarse las puntuaciones que haya,n de aplicarse, cómo se ha de calcular la'ftota media y cómo registrar esa információn en un formulario. Para obtener una ~i­da de la variable independiente, tendrá que indicar con precisión las preguntas que deben hacerse y especificar exacta-

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72 Análisis poIitico empírico

mente la manera de registrar las divel'sas respuestas posibles a dichas preguntas.

Cuando en su investigación elabore las definiciones operacionales de las varia­bles, deberá tener por norma formular por escrito una descripción de los procedi­mientos que vaya a seguir para obtener las medidas, con indicación pormerioriza­da de los diferentes pasos necesarios. No sólo le proporcionará esto un registro de . su investigación y asegurará la normaliza­ción de los procedimientos de medida, sino que además le dará una oportunidad de reflexionar sobre el acto de obtención de las medidas, permitiéndole descubrir posibles errores que podrían malograr la fiabilidad de los resultados.

Supongamos que queremos medir el grado en que los miembros de los dos partidos principales apoyan a su propio partido en la legislatura de un Estado. Podemos operacionalizar el concepto uni­dad del partido como votación conjunta en el registro de votos, y utilizar luego como indicador votación conjunta el por_ centaje del promedio de votos de los miembros que coinciden con los de la mayoría de su partido. Pero si hemos decidido hacerlo así, nos encontraremos ante una serie de opciones críticas en el momento de operacionalizar realmente nuestra variable.

Podemos obtener información sobre el voto de cada legislador en los registros de la legislatura, pero después tendremos que decidir qué votos hemos de incluir en nuestro cálculo de entre los muchos regis­trados. Algunos de ellos son unánimes (como. por ejemplo, cuando se trata de la proclamación de alabanza de un héroe nacional) y no reflejan la unidad de parti­do porque no implican posiciones parti­distas. La inclusión de todos los votos reduce el grado en que nuestra medida reneja el concepto. Debemos establecer criterios para seleccionar los votos que

hemos de incluir. Por ejemplo. podremos optar por incluir solamente tos registrados en votaciones donde hayan votado como mínimo dos tercios de los legisladores y donde la posición perded!)ra haya obteni­do no menos del 30 por ciento de los votos, para centrarnos únicamente en las cuestiones controvertidas.

Tenemos que establecer también el modo de idear un procedimiento que nos permita determinar cómo ha votado una mayoría del partido. para clasificar los votos de cada miembro en acordes o dis­crepantes con la posición de esa mayoría. Tendremos que decidir cómo vamos a tratar las abstenciones: ¿las consideramos como una falta de apoyo al partido, o las excluimos de nuestro cálculo? Además, habremos de concretar un procedimiento que sirva. en primer lugar. para calcular los porcentajes de los votos afirmativos de cada legislador, yen segundo lugar, pata obtener el promedio de aquél1os.

En cada operacionalización tendremos que tomar decisiones similares sobre el procedimiento exacto a seguir para obte­ner las medidas. Una definición operacio­nal completa revela cómo hemos decidido afrontar esos problemas y no deja am.bi­güedad alguna sobre lo qUe realmente hemos hecho al tomar nuestras medidas.

La construcción de una definición ope­racional permite elaborar un instrumento con el que obtenerlas. En las ciencias físicas, se utilizan instrumentos tales co­mo balanzas. fotómetros y micrómetros para obtener indicadores del grado en que las cosas poseen cierta propiedad. En las ciencias sociales los instrumentos de medida a.doptan formas diferentes. Entre los más característicos figuran: una serie de preguntas en un cuestionario; instruc­ciones sobre la manera de hacer y regis­trar observaciones de ciertos hechos, co­mo, por ejemplo. un debate en la asam_ blea de las Naciones Unidas. y un coojun-

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to de números que han de tomarse de un libro de consulta y las reglas para combi­narlos en una medida.

La adecuada instrumentación es tan importante en las c'iencias sociales como en las ciencias físicas. Del mismo modo que no intentaríamos medir el peso con una regla, no trataríamos de medir la alienación política con una serie de pre __ guntas que no revelaran el grado de alie­nación que se siente. En la sección si­guiente, ;:tI ocuparnos de la validez y fIa­bilidad de las medidas indicaremos algu­nas formas de comprobar los instrumen­tos elaborados en el proceso de operacio­nalización para adquirir una mayor segu_ ridad de que miden aquello que desea­mo,.

Medición

Operacionalizamos las variables para contar con un medio de cuantificar los conceptos abstractos, de modo que poda­mos hacer comparaciones significativas entre fenómenos del mundo real en fun­ción de las propiedades que esos concep­tos sugieren. Esta asignación de números que representan propiedades se llama medición 1. El resultado de ésta es que tenemos un valor que podemos asociar con alguna variable en un caso dad02•

, Esta definición de medición se desarrolla en N()J"INln CampboeU. What '" Science? (Nueva York: Dove r. 1952), p. 110.

2 Es e-encia! que distingamos entre una variable y Sus va/ore!$. Reconocemos una variable por su capacidad de adoptar diferentes valores. La varia­ble e li un concepto traducido en términrn; empíricos:. U.o valor es una magnitud O cualidad de la variable que puede n reflejar diSlinto& casos. Por ejemplo, 23 años es un valor de la variable edad; 25.000 dólares es un valor de la variable renta anual; 12 por ciento es un valor de la variable porcentaje de población nacida en e l extranjero, y ~alt •• es un valor de la variable condición socroeconóm>ca.

De lo abstracto a /o concreto 73

Esto significa, simplemente, que podemos hablar con más precisión del grado ~I) que una unidad de observación deternJhada (por ejemplo, una persona, una c¡pdad, una nación o una organización) manf,liesta la propiedad presentada por la variable que se mide. En vez de decir que una ciudad tiene un .. agudo problema de cri­minalidad», podemos hablar de índices concretos de criminalidad; y en lugar de decir que un hombre o una mujer es "ferviente republicano (o republicana),., podemos decir que ha alcanzado un 5 en nuestra medida de la fuerza de identifica­ción con el partido.

Niveles de medición

Los procedimientos de medición pro­porcionan un medio de clasificar y orde­nar los fenómenos, pero no todos produ­cen distinciones igualmente precisas y de~ talladas entre los hechos. Por eso habla­mos de varios niveles de medición. Cuando decimos que un procedimiento produce un determinado nivel de medi­ción, lo clasificamos con arreglo a la canti­dad de ¡nfoonación que nos proporciona sobre los fenómenos que se miden y las relaciones entre- ellos. Los niveles de me­dición se denominan nominal, ordinal y de intervalo.

La medición nominal es la que pro· porciona menos información sobre los fe­nómenos. Sólo nos da un conjunto de categorías separadas que utilizamos al distinguir entre los distintos casos. La me­dición nominal se obtiene simplemente nombrando los casos mediante cierto es­quema de clasificación predeterrnmado. La nacionalidad se «mide_ generaltnente en el nivel nominal clasificando a 101 indi­viduos en británicos, suizos, brasileños, f"tcétera. Esta «medición ... no nos dice en qué proporción poseen la característica

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74 Ana/is;s poIitiCo empírico

~ nacionalidad .. los diferentes individuos ni nos permite ordenarlos por grados. El empleo de la medtcmn nominal tan sólo nos sirve para agrupar los casos con arre­glo a los nombres utilizados en el esque­ma d e clasificación.

Para que tengan utilidad, los esquemas de medid6n nominal deben estar basados en conjuntos de categorías que seAn mu­tuamente acluyentes y 'eolectiva­mente exhaustivas. Esto significa que 1) no será posible asignar ningún caso a más de una categorla, y 2) las categOrias deberán establecerse de maneTa que to­dO!J tos casos puedan asignarse SI alguna categoría. Si deseamos clasificar a los vo­tantes de los Estados Unidos mediante un esquema de medición nominal, no podre­mos utilizar con éxito las categorlas dem6-crata . republicano, liberal y conservador porque estas categorías no !IOn · mutua­mente·excluyentes. Como los partidos po­líticos norteamericanos apelan a un am­plio espectro de votantes, es posible que una persona sea a la vez demócrata y conservadora o ·liberal, o republicana y conservadora o liberal. Las cat.egorías no nos permiten diferenciar a los votantes en todos los casos. Del mismo modo., si trata­mos de clasificar a los votantes por su afiliación a un partido utilizando solamen­te dos categorías. republicanos y demó­cratas, comprobaremos que nuestras cate­gori;ls no son colectivamente e )(hausti vas. ya que a lgunos votantes se conside ra n a si mismos independientes o mi<!mbros de otros partidos.

Para facilitar el análisis, probablemen­te tendremos que sustituir cada categorla poi" un mimero en el esquema de medi­ción nominal. Pero hay que tener en CUf:f'daI -y esto es impoftant~ que tales Dámetca no timen signifitado real en Ñe

lU""": sao sImpIemeote súnbob. Por el simple hec:bo de haber optado p:Ir susti­tuir la ca!egtJrta republicano por un 5 y la

categoría demócrata por UI) 1, DO.pode-- -

mas suponer que los republiaUlos están cinco veces más afiliados a su partido que los demócratas. Cualquier categoris de una medición nominal puede sustituirse por un número siempre que a cada cate­goría se le haya atribuido Wl único número.

La medición ordinal aporta más infOT* mación, pues no 561" permite clasificar los fenómenos por categorias, sino también ordenarlos por grados. Con ella podemos asociar un número a cada caso. Y este número no solamente nos iooK=a que e l caso es diferente de otros. e incluso con respecto a la va riable que se mide, sino que además nos dice cómo se relaciona con esos otros casos, esto es, en qué pro­porción manifiesta poseer una propiedad determinada. Con la medición ordinal po~ demos decir qué casos tienen la cualidad medida en mayor (o menor) proporción que otros, y podemos ordenar los casos con arceglo al grado en que rDanuJeStan esa cualidad. Esta clasificación proporcio­na una información más detallada y precio sa sobre los casos que la que obtendria­mos con la medición nominal. El concepto clase social se suele medir a nivel ordinal, clasificando a los individuos por clase baja, media y alta.

La medición de intervalo proporciona aún más infonnación . Cuando los casos se miden a este nivel, no sólo podemos clasi­ficarlos y ordenarlos por grad~. sino de­cir también en qué proporción mayor (o menor) contienen la propiedad medida respecto a los o tros casos. La medición ordinal no se bElsa en ninguna unidad normalizada de la variable en cuestión, ni nos dice qué dife rencia existe entre unos casos y otros con re lación a la variable. Sólo permite afitmal" que algunos son más armes que otros. lA medición de intervalo se funda en la idea de que hay alguna unidad normaliuda de la propiedad que se mide.

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Mientras que las medidas ordina~ se)..

lo dan una-idea aproximada de la relación entre los casos con respecto a una varia­ble, las medidas de intervalo proporciO­nau información sobre la ·,distancia _ en­tre los casos. La variable renta es un claro ejemplo de ello. Generalmente la renta se mide en unidades de moneda (dolares y centavos en los EstadDS Unidos). Como podemos utilizar unidades normalizadas en nuestra medición, podemos decir que la diferencia de renta entre 10.000 y 11.000 dólares anuales es exactame nte la misma que entre 50.000 y 51.000, cosa que no podemos hacer con la medición ordinal. Si medimos la rent!ll ordinalmen­te dividiendo a la gente en categorías tales como de renta inferior a 5.000 $ y entre 5.000 y 9,999 $, podremos··decir que una per50na tie ne más o menos renta que otra, pero no podremos decir ex,.cta­mente qué diferencia de renta hay entre ambas, pues ignoramos en qué punto que­da comprendido en la categoría un indivi­duo <Jado. La diferencia de renta entre una persona de la categoría 1 (menos de 5.000 $) y una persona de la categoría 2 (de 5.000 a 9.999 $) puede ser tan sólo de un dólar (5.000 menos 4.999) o de hasta 9 .999 $ (9.999 menos 0), según sea su rentn exacta, pero no podemos hacer esta distinción paniendo de una medida ordi­nal.

Además de ofrecemos informacion pre­cisa sobre las d iferencias absolutas entre los casos, la medici6n de intelVakl permi. te formular enunciados exactos sobre las diferencias ¡elativas entre los conceptos. Por ejemplo, podemos convenir en que una población de 50.000 personas es do­blemente numerosa que una de 25.000, porque se puede hablar, no sin razón, de un lugar que no tenga población alguna: en las verdaderas medidas de intervalo existe un punto cero. y es por lo menos concebible que en tales medidas corres-

lk Jo abstracto a /O COIICHJto 15 ....... _ ... ------ponda e l cero a un caso determinado. En una escala ord inal, el punto (cro no'tiene sentido, por lo que no cabe afirmal. po.­

ejemplo, que las personas de dase alta tengan do!! veces más .. clase. que·-las de clase baja: no sabemos lo que significa no tener rango de clase,

Sugiere esto un punto imponante sobt-e los niveles de medición. La fonna de me­dición nomina l es la de menor utilidad cuando tenemos que comparar los fen6-menos. Si la utilizamos cuando podemos aplicar un nivel de medición .. superior. (más preci50), probablemente des.aprove­charemos una información potencialmen­te valiosa. Si en un estudio. sobre el com­portamiento de voto nos limitamos a clasi­ficar a los individuos en republicanos. independientes y demócratas cuando po­demos formular un conjunto diferente de preguntas y obtener una clasificación.con arreglo a su mayor o menor identificación con un panido, es muy posible que pres­cindamos de una información que nos ayude a comprender las relaciones que observamos. La medición de nivel ordinal es más provechosa que la nominal, pero también tiene sus limitaciones. La forma de medición más conveJÚente es la de intervalo, no sólo por el grado de detalle de la información que proporciona , sino también por los procedimientos matemá­ticos que nos pennite aplicar a los datos que poseemos. (Nos extenderemos sobre este aspe<:toen los capítulos 17. 18 Y 19).

Lo cierto es que, mientras sea posible y adecuado. debemos esforzarnos para que nuestras operacionalizaciones permitan la medición de intervalo. Pero ¿cómo saber el nivel de medición que es apropiado para los conceptos que hemos de qpera­cionalizar? Para ello nos serviremosge la conce_ptuallzaóón y de la tecnología:ode la medición.

Al abordar en nuestra inv~sti&ación la etapa de construcción de la teoria, debe-

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JnO!l preguntarnos a nte todo si existe a lgu­na constante subyacente en las diferen­cias que observa mos e ntre los casos. En caso afinnativo. podemos idear medicio­nes ordinales e incl uso de interva lo de un concept o que , de otro modo, sólo podría medirse por cla sificación nom inal. Un ejemplo contr ibu irá a acla ra r la importan­cia de e ste punto.

S upongamos que estamos estudiand o los e fectos d e la nacionalidad de 10$ inmi­grantes en su grado de apoyo a los grupos políticos de las gra ndes ciudades de Esta­dos U nidos a principios del siglo xx.. Si operacionalizamos la nacionaltdad a n ivel nominal y clasificamos e l apoyo a l grupo político en los distritos electorales urba­nos. obtendremos un cuadro como el pre­sentado en la figura 4 .2a. No existe rela­ción aparen te entre la nacionalidad y e l comportamie nto de voto po:rq ue e l hecho de conocer b naciona lidad domina nte en un distrito no nos sirve para clasificarlo

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con relación a los demás. Pero a l a nalizar nuestro razonamiento, concluire mos tal vez que si suponemos relacionada la 03-

cionalidad con e l a poyo a un grupo políti­co es porque los países de origen difieren e n cuanto a las oportunidades de partici­pación política que dan a sus ciudadanos. Podemos pensar que qu~nes ha n tenido escasa experiencia sobre la política demo­crática en su tierra natal serán más pro­pensos a renunciar a su derecho de a uto­nomía .en fa vor de un líder político . Si podemos seguir este razonamiento y clasi­ficar las naciones de 'origen con arreglo al grado de participactón politica q ue conre- . den a sus ciudadanos. podremos construir un gráfico como el de la figura 4.2b, donde se a precia una relaci6n entre la nacionalidad ' y e l apoyo al grupo político. La ordenación por categorías en n uestra variabie independiente permite descubrir una pauta en su relación con la variable dependie nte.

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F IGURA 4.2. Ejem plo de la innuenci .. del nivel de me dición en la inte rpretación dtJ I~ datos.

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Si somos los bastante animosos, pode­mos incluso elevar nuestra medición de la variable independiente a un nivel de in­tervalo. Por ejemplo, podríamos contar las disposiciones jurídicas favorables a la participación política que se adoptaron en cada país en cuestión en los años inme­diatamente anteriores al comienzo de la emigración efectiva a los Estados Unidos, y utilizar las cifras obtenidas para clasifi_ car las nacionalidades según una escala de intervalo, haciendo comparaciones aún más precisas entre las variables inde­pendiente y dependiente.

Podremos lograr esa elevación de las variables del nivel nominal al nivel ordi­nal o de intervalo siempre que elabore­mos la base teórica necesaria para ello y tengamos la posibilidad técnica de aplicar los procedimientos que producen las me­diciones de nivel superior. Aun cuando podamos conceptualizar la nacionalidad en términos de intervalo, en nuestro ejemplo, es posible que no tengamos ac­ceso a los registros jurídicos necesarios para situar los países en la escala de inter­valo. En este caso, la tecTlologí8 de la medición limita nuestras posibilidades de acción al tratar de reforzar nuestras medi­das. Probablemente nos encontraremos con muchos casos semejantes. Por ejem­plo, si estamos investigando la relación entre el sexo y el comportamiento de voto, y sostenemos que la masculinidad es una característica que la gente posee en varios grados (el menor de los cuales co­rresponde al sexo femenino), en principio podremos clasificar a las personas según una escala de masculinidad ordinal o de intervalos si establecemos un conjunto de preguntas que revelen en qué proporción poseen esa cualidad (si la poseen). Pero si carecemos ·de los fondos necesarios para realizar una encuesta en la que la gente pueda responder a esas preguntas, lo más probable es que tengamos que recurrir a

De /o abstracto a lo concreto 71

la clasificación nominal hombre o mujer que hallamos en los registros de afilieción a los partidos. 1';.,

Debido a estos factores circunstiklcia_ les, es difícil establecer reglas sollce la operacionalización de los conceptos que permitan lograr ciertos niveles de medi­ción. Hay una, sin embargo, cuya aplica­ción nos parece aconsejable, y es la de W. Philips Shively3. Recomienda éste que utilicemos las medidas más precisas que permita el tema objeto de estudio y que no desaprovechemos información con me­diciones imprecisas. Por 10 general, esto quiere decir que elevemos los procedi­mientos de medición cuanto sea posible para alcanzar niveles superiores: que no acometamos una operacionalización que conduzca a una medición nominal cuando sea teóricamente defendible y técnica_ mente posible la medición ordinal o la de intervalo;

Dicho esto, hemos de añadir una salve­dad a la regla general. Hay casos en que realmente no conviene ser demasiado exactos en la medición. Shively ofrece un ejemplo de ello, que recogemos, adapta­do, en la figura 4.3. Come vemos en él, la relación entr~ la edad y el voto en las elecciones presidenciales de 1968 se pre­senta de dos modos diferentes. En la figu­ra 4.3a la edad se mide en años, y como son tan escasos los individuos comprendi. dos en cada grupo de edad (por ejemplo, 21-22,35-36, 50-51), el gráfico no mues­tra una pauta clara en la relación entre ambas variables. En la figura 4.3b la edad se mide, con menos precisión, de cinco en cinco años, y como hay más casos en cada grupo, podemos ver que existe una pauta amplia en la relación, dorjde la

3 W. Philips Shively, The Cr(JfI" o( rolitiCII. / Re­sc.rch, 2,"..d. (Englewood Cliffs, N. J,: Pre ntice­Hall, 1980), pp. 66, 80.

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. . FlGURA 4.3. Ejemplo del e(flCto de 18 a4ru¡HtCKm de datO!l en la interpretación ( W . PhiJip. S h;vcly, The Craft o( Political Research, 2." ed. Englewood Cliffl, N. J.: Prentit;e·HaJI, 1980,

pp. 67-68. Reproducción IJutoriJ!!.adll).

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probabilidad de voto aumenta a los 50 añal! y a panir de ahí tiende a di~minuir.

Al renunciar un tanto a la exactitud en nUestra medición: hemos ganado una mayor facilidad de análisis. El trueque será provechoso siempre que, por un ex­ceso de imprecisión, no perdamos nueva­mente de vista las ~Iaciones. Si medimos la edad de 20 en 20 anos, advertiremos poca diferencia en el porcentaje de cada grupa de edad que vota, de lo que podria­mos deducir erróneamente que la edad no gur.¡ Ja relación con la probabilidad de voto. Como, en genernl, hasta que no procedemos al verdadero aruilisis de los datos no sabemos qué precisión será nece­saria para descubrir las relaciones, debe­remos seguir la regla de operacionalizar nuestros conceptos 'con la mayor exacti­tud posible. Siempre podremos prescindir de la precisión que nos parezca inne;cesa­ria _abatiendo las categorías 4 (pasando a unidades de difere~iación más amplias); pero si no empezamos por reunir la infor­mación, no podremos recurrir a ella más adelante.

Hipótesis de trabajo

La medición asigna ciertos valores a los casos con respecto a determinadas varia­bles. Estos valores son los que utilizamos para representar los conceptos ruando comparamos las observaciones. Y para comprender las implicaciones que éstas tienen en nuestras teorías, hemos de con­vertir las hipótesis sobre las relaciones entre variables en hipótesis de trabajo, donde a su vez se enuncian las relaciones que esperamos hallar entre medidas o indicadores. La penúltima línea de la fi­gura 4 .1 sugiere la fonna que adoptan las h ipótesis de trabajo. Estas nos obligan a establecer 105 vínculos que, según cree­mos, ha producido nuestra operadonali-

08 lo abstracto a lo CCfICfeIo 79

-zación enlre kIs indicadores y las vana_

b"". Supongamos, tomando un ejem'plo so­

bre el estudio de las relaciones intetnacio­nales, que estamos interesados eh una teoría de la dominación en la esfeiá'inter­nacional. Partiendo de"la proposici6n teó­rica Cuanto más dominada esté una na­ción, máa Gonformista sera su politica eJ:­terior, podemos formular la hipótesis A medida que aumente la dependencia eco­nómica de una nación, aumentará su _apoyo a la politiC/l intemaciorW del esta­do protector. Podemos operacionaJizar la dependencia econ6mica como e l porcen­taje de la$ exportaciones de la nación dirigidas a l país protector. El porcentaje de las exportaciones pasa a ser nuestro indicador de la veriable independiente dependencia. El apoyo puede medirse poi" el porcentaje de votos emitidos en la Asamblea General de las Naciones Uni­das en que el voto de la nación cliente difiere del voto del estado protector_ Un porcentaje de votos en las Naciones Uni­das viene a ser nuestro indicador de la variable dependiente apoyo él la poIitica del estado protector. Ahora podemos es­tabJecer una hipótesis de trabajo que enuncie la relación negativa que espera­mos exista entre los indicadores: A medi­da que aumente el porcentaje de las ex­portaciones djri~;das al estado protector, disminuir,{¡ el porcentaje de voto.s discre­pantes con el estM10 prctectM en las Na­ciones Unidas.

Esta hipótesis de trabajo nos indica las observaciones que son acordes con nues­tra hipótesis y nuestra teoría. Sugiere, además, la relación que prevemo.~'entre

variables e indicadores. Esta relack>n es la presentada en el diagrama de lá~gura 4.4. . :1

Se ve en el diagrama -lo import8nte que es analizar detenidamente lu relQ(:ión en­tre nuestras medidas y nuestras variables.

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CONCEPTO: Dominación __ PROPOSIClON, CUllnto más dominada-+ CONCEPTO, Conformidad esté URa nación poir ot ..... m¡ís

ronforme .r. $U poIit;a, enerior 11 la de l-. nación dominante.

... medida qll(' aumenta el c0ftOe?tO. IlUmenta la vari.ble.

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A medidll qll(' lIumenta el concepto, lIumenta 111 v40riable.

I VARIABLE: Gmdo de --- HlPOTESJS, Cuanto mayor sea e l _VARIABLE: Apoyo a la

dt-pendencia grado de dependencia econÓmiclI, política el<terior econócniu major Mlrá el apoyo a la política del protectQf" I el1er;(lr de la nación protectora. I

A ",., .. tid, que "I<nenta A medida <lve III.IJfM!'Uta la vanab$e • .oumen(a la variable. di3m;ntI}'f' el indOcador. el indiClldor.

I I INDICADOR: Ptm:entaje--HIPOTESIS DE TRABAJO: Cuanto_INDICADOR: PQ'rcentaje

de exponaeiones al mayor te. el porcentaje de las de vota. de las NU prott:C:tQf expon.aeiol1es Qe Wla nación contrarios al voto del

diri&ida.t al protector. menor será protector el poro::entaje de votos de esa nación emitidos en las NU que sean contrllro a l voto del protector.

~ FIGURA 4.4 . EspecirlCllCión de las I'elacione:J entre r:onceptos. vltrittbleil e indicadorew.

La re lación prevista en la proposición y en la h ipótesis es positiva; pero la que se predice en la hipótesis de trabajo es neta­tiva, porque t ambién es negativa la rela­ción entre la variable dependie nte y su indicador. Quiere esto decir que, debido al modo en que hemos operacionalizado la variable dependiente. una re lación ne­gativa entre los indicadores aportará pruebas para una hipótesis y una proposi­ción teórica que prevé relaciones positi­vas entre los conceptos y las variables. H emos de tener esto presente para evitar una inte rpretación errónea de los datos y llega r a conclusiones correctas sobre la utilidad de nuestra teoría partie ndo de nuestras observaciones.

Es tan importante la claridad requerida e n la relación entre nuestros indicadores y las variables y los conceptos que repre. sentan que. E'n opinión de algunos exper-

tos en ciencia social, además de nuestras teorías sobre los fenómenos políticos, de­bemos ser capacel! de formular una teoría de la medición donde se indi.que por qué esperamos que nuestros indicadores estén relacionados con nuestros conceptos". ¿Por qué pensamos que la dependencia económica ha de estar relacionada con la concenh'ación de exportaciones? ¿Cómo es que la distribución de las exportaciones viene a reflejar lo que queremos decir al referirnos a la dependencia? E s este tipo de preguntas el que ayuda a responder una teoría de la medición bien elaborada.

• Vealle'. por ejemplo, Hube« M . Bl;Uodt. Jr., .TIle Measur-emenl ProbIem.: A Gap BetweesI the Lan¡uages of ~ and Rnearc:b •• 1M MethodD­togy in Socilll ReJIJt-u.. Hubm M. Bla.Iock. Jr. '1 Ano Blakldr, eds. (Nueva Ym: MdA ..... Hill. 1%8). pp. 5·27.

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La teoría de la medición está formada por ~upuestos que e!(plican por qué deben cambiar los valores de nuestros indicaoo.. ,res a medida que cambia el grado en que los casos manifiestan nuestros conceptos.

Los indicadores no s~ puedW escoger al azar, sino desplu~s de un cuidadoso razonamiento sobre la manera en que las cosas están relacionadas en el mundo. Este razonamiento elIi muy semejante al que seguimos al construir las teorías sobre los fenómenos políticos. Es posible que las conclusiones que alcancemos esté n equi­vocadas. De hecho, las propiedades a que nos referimos cuando utilizamos un con­

ccpto pueden no guardar relación con los indicadores que decidimos emplear como medidas empíricas de aquél.

Volvamos a nuestro ejemplo del estu­dio destinado a detenninar si el consumo de· bebidas no alcohólicas afecta al rendi­miento e¡colar. Optamos por medir dicho consumo mediante una sencilla encuesta en la que se pregunta a los estudiantes que cantidad de bebidas espumosas coo­sumen en un lapso determinado. dando por supuesto que dirán la verdad y que a los que beben más se les atribuirá en nuestro indicador un valor superior que a los que beben menos. Pero supongamos que las respuestas de los estudiantes a nuestras preguntas dependeD totalmente de que hayan adivinado o no la finalidad del estudio y de si quieren engañar a la universKlad respecto a la cantidad de be­bidas espumosas que consumen. En este caso. el vínculo esperado entre la variable y el indicador será inexistente, y no po­dremos extraer válidamente ninguna con­clusión de nuestras investigaciones acerca de los efectos del consumo de tales bebi­das a no ser que arbitremos alguna otra medida distinta.

Esta cuestión de si existe aJguna corres­pondencia, por un lado, e ntre nuestros

conceptos y variables, y, por otro lado,

"" /o abstracto a /o concreto 81

entre nuestros indicadores o medidas, es el problema central de la medición en la ciencia. El interrogante de si los cambios productdcs en nuestros indicadores'¡¡be_ decen realmente a los cambios en \os

" conceptos que representan plante·a' los problemas de fiabi lidad y validez que abordaremos en secciones subsiguientes de este capítulo. Lo que importa retener aquí es que la idea de una teoría de la medición apunta el modo en que debemos enfocar estos problemas en nuestra inves­tiga..:ión.

-Cada operac:ionalizacióo de un concep­to es, en esencia, una hipótesis. Cuando operadona lizamos y decimos .. Este indi­cador corresponderá a ese concepto .. , for­mulamos la hipótesis de que las cosas que queremos expresar al utilizar el concepto quedan verdade ramente reflejadas en el indicador escogido; y esa hipótesis vend'rá

. o no corroborada por las observaciones. Nunca podremos dar por supues~ la ido­neidad de nuestras medidas. sino que ha­bremos de examinar nuestras observacio· nes con el fin de comprobar si represen­tan lo que pretendemos con nuestros con­ceptos. En las ciencias sociales, la búsque­da de procedimie ntos de medición validl'$ y fiables es, en muchos aspectos, un pro­ceso de verificación de hipótesis. Debe_ mos estar dispuestos a admitir nuestros errores y a volver 8 empezar cuando las pruebas indiquen que los indicadores no reflejan nuesuO$ conceptos. La compro­hacian de las medidas obtenidas se plan_ tea sobre todo cuando intentamos evaluar la validez y fiabi.lidad de los indicadores que hemos escogido.

, Error de medición: el enemigo i

.;. Como resultado del proceso de _ medi_

ción, se asignan diversos valores a los diferentes casoe, con arreglo fI la califica_

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82 Análisis poIi/ico empírico

ci6n que se dé a éstos en nuestros indica­dor~ Todas las diferencias de califica­ci6n pueden auibuirse a dos fuentes fun­damentales. Una es la medida e n que los casos demuestren poseer realmente dis­tintos grados o aspectos · de la propiedad que nos interesa. Se producen diferentes calificaciones cuando las medidas obteni~ das recogen de verdad esas diferencias. En este caso, las diferencias resles en el concepto quedan reflejadas en nuestras medkias. La otra fuente de diferencias en las calif~ciones es el grado en que a lgún aspecto de la propia medida o e l entorno en el que se aplica hace que obtengan califK:aciones distintas los diferentes ca­sos. Entonces, nuestras med.ldas mues­tran ciertas diferencias entre los casos que no son reales, en el sentido de que no reflejan diferencias auténticas en el con­cepto que deseamos medir. Cuando esto sucede, las diferencias que observamos 5e

deben a incongruencias en el procedi­miento de medición.

Si nuestras medidas fuesen perfectas, sólo revelarían el primer tipo de diferen­cias entre los casos; pero eS raro - por no decir imposible- que las medidas sean impe<:ables. Inevitablemente, las diferen­cias en los valores asignados a los casos no s610 reflejan diferencias reales en el grado en que esos casos manifiestan el concepto, sino también diferencias ~ artificiale! ~

creadas por el proceso de medición. Las diferencias e n los valores asignados a los casos que sean atribuibles a algo distinto a las diferencias reales se llaman errores de medición. No son diferencias reales entre los casos, sino diferencias que han sido erróneamente registradas por defec­lOS del proceso de medición.

Esta distinción entre las verdaderas va­riaciones de los valores y las variaciones debidas a un error de medici6n es se­mejante a la que existe entre las diferen­cias de objetos perceptibles a simple vista

y de manera directa y las diferencias que advertimos cuando sólo miramos su ima­gen reflejada en Wl espejo. Este. en la medida en que di!fonne las imagenes., ocultará diferencias que veríamos por ob­servación directa, o creará una impresi6n de diferencia que de otro modo no perci­biríamos. En las ciencias sociale!, rara­mente podemos ver nuestro!! conceptos clave de modo directo, y hemos de recu­rrir a procedimientos de medición análo­gos al espejo para reflejar esos conceptos en cada caso dado. Por kt tanto, la exacti­tud de nuestras impresiones del mundo depende de la precisión con que nuestras medidas reflejen la realidad.

¿CuáJes son algunas de las causas de defonnaci6n de las imágenes obtenidas en nuestra mcdki6n? ?ara contestar a esta pregunta, hemos de saber si vamos a controlar el error de medición o vamos a reconocerlo cuando se presente en nues­tros datos. Podemos enumerar varias de las fuentes principales de los errores de medicKm señalando las fuentes comunes de diferencias en los valores asignados a los casos que sean distintas de las verda­deras diferellciu en las características

que de.seamO$ medir5

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1. Diferencias en la distribución de otras características relativamente esta­bles entre los casos que sean reveladas de forma involuntaria por nuestras medidas. Por ejemplo, las preguntas que represen· tan nuestra medida de la ideología políti-

" Se exponen con rn;is detalle los punto!! que siguen en Clai~ Selltit. Lawrern::o! S. Wrigbtsman y Stuart W. Cook; Re.c.n:h Methods in Social Re/. tiaru, 3.- ed. (Nueva 'iork: Holt, Rinebart &nd Winston. 1976). pp. 165·68. Aunque su anoilisis es tributario de le tUldici6n de la psico~ Y COITn­pondo! nencialmente a la in_icación sot:no el ..... humlll\O, rnud_ <k a.x princip;o. expuesto. .en aplicables a la amplia &IllIUI <k sin.aciones que

exarninamos..

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ca pueden requerir un determinado grado de inteligencia para interpretarlas y res.­ponderlas. En ese caso, las respuestas no sólo reflejarán diferencias de ideología política. sino también diferencias de inte­ligencia entre los entrevistados. Al obser­var los datos obtenidos, se confundirán los efectos de la inteligencia con los de la ideología política, y no seremos capaces de distinguir las diferencias de califica­ción que reflejan las diferencias ideológi­cas de las que reflejan las de inteligencia. De igual modo. otras características de nuestras unidades de análisis (como la ubicación regional de las ciudades, los rasgos culturales de las naciones o las fuentes de documentación) pueden re­flejarse inadvertidamente en nuestras medidas y deformar nuestras percepcio­nes de la manifestación de los conceptos de que hemos hecho nuestro objetivo. Cuando podamos detectar y medir esas influencias .. contaminantes», deberemos comprobar si manteniendo sus valores constantes desaparecen, disminuyen o aumentan las diferencias en las califica­ciones que los casos tienen asignadas en nuestras medidasó •

2. Diferencias en la distribución de ca­racterísticas provisionales entre los casos que se reflejan en nuestras medidas. La disposición de ánimo o el estadu de salud de una persona puede afectar al modo de responder a los puntos de un cuestionario. La historia política reciente de las ciuda­des (como, por ejemplo, la revelación de corrupción entre los cargos públicos) pue­de crear diferencias sistemáticas aunque

6 Se expone con eficacia la manera de hacerlo en Donald F. Campbell, .Rewmmendatiolls ror APA Te$! Standards Regarding Constructo Trait: or Di~­criminan! Validity_, American P:rychoJogist, 15 (agosto de 1960), pp. 546_53. Y Morris Rosenberg, T~ Logicof Survey A"aI~ (Nueva York: &sic Books. 1968),

De lO abstracto a lo concreto 83

provisionales en el modo en que SUS ciu­dadanos contestan a las preguntas de una encuesta. Un desastre natural des:gran .magnitud puede ocasionar una mOdifica_ ción drástica, pero provisional, en "'esta_ dística con la que contamos para· indicar el grado de desarrollo económico. Los efectos de esas «anomalías» temporales son más difíciles de detectar y controlar que los de las características estables de nuestros casos. La única forma de preca+ vernos contra ellos es estar alerta ante los indicios de que los casos individuales es­tán sujetos a esas influencias transitorias (por ejemplo, estudiando la reciente histo­ria política de las ciudades incluida en nuestro ejemplo, o advirtiendo a nuestros encuestadores que no intenten entrevis­tar a una persona que esté temporalmen­te postrada en cama), y seguir los procedi­mientos que se indican en la correspon­diente sección de este capítulo para com­probar la fiabilidad de nuestras medicio­nes.

3. Diferencias en la interpretación de los sujetos sobre el instrumento de medi­da. Este problema se plantea sólo cuando los entrevistados deben responder direc­tamente a las preguntas, distinguiéndose del caso en que el investigador construye las medidas observando el comporta­miento. Si nuestras preguntas están re­dactadas de manera ambigua, las distin­tas interpretaciones que les den los entre­vistados pueden producir diferencias en su calificación en las medidas compuestas de esas preguntas. Imaginemos, por ejem­;Jlo, que en un estudio del comportamien. to de voto nos conten.,tamos con pregun­tar: ¿Votó usted en las últimas e.!eccio­nes? Si algunos de los entrevistad~ igno­ran que la semana anterior seh~ cele­brado elecciones locales, probab~nte contestarán que han votado, creyendo que en la pregunta se alude a las últimas elecciones nacionales, aunque no hayan

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84 Análisis político empíriCo

votado en las elecciones a que nos referi­mos en nuestra pregunta. Debemos guar­darnos de estos errores y de las consi­guientes diferencias involuntarias en nuestra medición verificando de antema­no las preguntas (como se indica en el capítulo 7) y comprobando la fiabilidad de las medidas obtenidas.

4. Diferencias en el entorno donde se aplica la medida. También es ésta una fuente de errores de medición, sobre todo cuando en la investigación se toman como medidas las respuestas personales a las preguntas. Por ejemplo, es bien sabido que en la investigación por encuesta la raza, el sexo y la edad de los entrevista­dos pueden influir en las respuestas. Es­tas (y, por lo tanto, las calificaciones que en la medición les asignemos) pueden di­ferir de un entrevistado a otro por el simple hecho de las características que tenga el entrevistador. Problemas simila­res pueden plantearse al margen de la investigación por encuesta; por ejemplo, si cometemos el error de hacer un análisis d~ contenido del noticiario nacional de un país y del noticiario de otro destinado únicamente al extranjero, en cuyo caso estaremos aplicando el mismo instrumen­to en entornos muy diferentes y, por este solo hecho, cabrá esperar algunas diferen­cias en las calificaciones. Sólo podremos evitar esta fuente de errores de medición procurando que, en la medida de lo posi­ble, no se apliquen nuestras medidas sino en situaciones normalizadas.

5. Diferencias en la aplicación del ins­trumento de medida. Las calificaciones asignadas a los casos pueden diferir a consecuencia de diversos errores cometi­dos al obtener y registrar la infonnación. Es posible que los entrevistadores hayan comprendido mal las instrucciones y ha­gan las preguntas en condiciones distintas • las que el investigador pretendía. Un alumbrado pobre puede hacer que el en-

trevistado marque erróneamente el cues­tionario; los lapiceros pueden romperse y la tinta de los bolígrafos agotarse en el momento crítico, en un grupo de interac­ción, con lo que los observadores no logra­rán quizá registrar heehos decisivos; un codificador aburrido o fatigado, probable­mente no se ajustará a las instrucciones o prescindirá de ellas al codificar los docu­mentos en un análisis de contenido. Estos tipos de variación en la administración de los instrumentos de medida provocan di­ferencias en las calificaciones, con inde­pendencia de las que pueda haber entre los valores reales de fa variable estudia­da. Además de emplear solamente a ayu­dantes dignos de confianza, 10 más impor­tante para obviar esta fuente de errores de medición es verificar de antemano nuestros instrumentos. Un ensayo con el instrumento nos ayudará a descubrir posi­bles problemas "mecánicos~ (como, por ejemplo, espacio insuficiente para regis­trar en forma codificada las respuestas características) y factores humanos que pudieran influir en los resultados (entre otros, el lapso de tiempo en que los obser­vadores pueden trabajar sin fatigarse).

6. Diferencias en el tratamiento y aná­lisis de los datos. Antes de ser analizada, la información se ha de someter a toda una serie de operaciones. Es frecuente que cambie de forma varias veces. Por ejemplo, en no pocos casos, los entre\lista­dores registran las respuestas a las pre_ guntas copiando cada una de las palabras que dice el entrevistado, y luego, al codi­ficar las respuestas, se reducen a un solo número esos pasajes escritos. El número escritO se transferirá tal vez a una ficha de ordenador en forma de perforación o punch en la columna apropiada, y esta perforación se convertirá a su vez en un bit (o unidad de información) en un disco o cinta magnética. En cada una de estas etapas el análisis de datos se ha simplifi-

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cado, pero también se han podido come­ter errores que podrían reflejar diferen­cias inexistentes de los casos en una varia­ble. Dada la posibiljdad de tales errores, siempre será conveniente comprobar dos o tres veces cada transformación y con­servar la forma original para ulteriores referencias.

7. Diferencias en el modo de respuesta personal ante la forma del instrumento de medida. Este problema se plantea espe­cialmente cuando nuestras unidades de análisis son los individuos. Los instrumen­tos de medida pueden adoptar formas taJes como entrevistas orales, cuestiona­rios que ha de rellenar el sujeto, yobser­vación por un investigador entrenado. Es­tas distintas formas exigen condiciones diferentes a las personas sometidas a es­tudio; por ejemplo, una entrevista requie­re facilidad de palabra, y para rellenar un cuestionario hace falta saber leer y escri­bir. Si los individuos difieren en esas apti­tudes, también diferirán las calificaciones que les asignemos aunque en realidad aquéllos sean iguales en la variable que operacional izamos. Para evitar e"ste tipo de errores de medición, 10 mejor es em­plear más de una Coona de medida al operacionalizar cada concepto. Tratare­mos este aspecto con más detalle en la sección de este capítulo dedicada a la validez.

Todos estos factores pueden introducir errores de medición en nuestra investiKa­ción. Los derivados de las siete fuentes de errores indicadas suelen clasificarse en sistemáticos y aleatorios. Errores siste­máticos son los que se deben a una confusión de variables en el mundo (como se indica ~n el apartado 1 de la lista precedente) o a la naturaleza del propio instrumento. Aparecen en cada empleo del instrumento y son constantes entre los casos y estudios donde se utiliza la misma

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medida. Los errores constantes invalidan los resultados en el sentido .-Jeque las diferencias (o semejanzas) que nue!tfras medidas parecen revelar no reflejan-iCon fidelidad las diferencias que creemosifue_ dir. Los errores aleatorios afectan. a cada aplicación del instrumento de mane­ra diferente. Se producen al azar y obede_ cen a características pasajeras de nuestros casos, variaciones de situación al aplicar el instrumento, defectos de aplicación y tratamiento, y otros factores que varían cuando cambia el modo de utilizar el ins_ trumento. Invalidan nuestras medidas de manera muy parecida a la de los errores sistemáticos. Los errores aleatorios anu­lan la fiabilidad de las medidas, pues si se producen al aplicarlas, no podemos obte­ner siempre los mismos resultados.

¿Cómo evitar que los errores de medi­ción falseen nuestros resultados y hagan inútil o equívoca nuestra investigación? Para contestar a esta pregunta habremos de prestar gran atención a las cuestiones de validez y fiabilidad.

Validez

Es raro que podamos obtener medidas directas de los conceptos utilizados en las teorías de la ciencia social. Conceptos ta­les como poder, democracia y representa­ción no pueden ser cuantificados -con la misma facilidad que los conceptos de lon­gitud y peso, por poner estos dos ejem­plos. Tenemos que usar indicadores que corresponden sólo indirectamente a los conceptos que representan. Y así, siem­pre cabe la posibilidad de que los indica· dores elegidos no reflejen adecuadamente los conceptos que hemos de medir. Yali­dez es el ténnino que empleamos<1para <expresar en qué grado corresponden nuestras medidas a los conceptos que de­ben reflejar. Interrogamos subre la vali-

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dez de una medida es tanto como p regun­larnos si en realidad estamos midiendo lo que pensamos medir cuando la utiliza­mos. El logro de esa validez suele consi­derarse como el problema fundamental de medición en las ciencias sociales.

Para que una medida sea válida debe ser a la vez apropiada y completa. Si, por ejemplo, nos interesa comparar la ca lidad de los servicios públicos prestados en di­ferentes ciudades, tenderemos tal vez a utilizor el número de profesores de las escuelas como indicador de la calidad de los servidos educativos. Esta medida es ¡napropiada, porque el numero de profe­sores de un sistema escolar viene amplia­mente delenninado por el número de es­tudiantes y la magnitud de la ciudad, y probablemente tendrá poco que ver con la calid~d de la enseñanza. Si utilizamos la proporción entre el número de estu­diantes y e l de profesores como indicador de los servicios educativos, tendremos una medida más apropiada, pues se redu­cirán o e liminarán las dife rencias debidas a la magnitud de la ciudad. Sin embargo, la medida seguirá siendo incompleta. La enseñanza requiere algo más que profeso­res: exige también edificios escolares, pe_ lículas, libros, medios docentes auxiliares y otTO$ diversos elementos. Si considera­rnos cualquiera de estos factores por sí solo. lo más probable es que obtengamos una falsa impresión sobre la calidad tolal de los servicios educativos. Un sistema escolar puede tener una magnifica pro­porción a lumnos-profesor pero, al m ismo tiempo, unos medios y unos materiales de estudio insuficientes. Sería erróne o decir que ese sistema escolar es igual que otro con idéntica proporción alumnos-p rofesor y excelentes medios y materiales de estu­dio. Si hemos de alcanzar la validez, de­beremos esforzarnos por construir medi­das que ~ a la vez apropiadas y com--

Esto plantea dos interrogantes: ¿cómo podemos crear medidas completas y aptO­

piadas. y cómo saber si lo hemos kJcrado? La respuesta a la primera pregunta em­

pieza con e l proceso de operacionaliza­ción. Pod~mos defmir la validez como el grado en que las diferencias de califica­ción en una medido reflejan solamente las diferencias de distribución de los valores en la variable Que inte ntamos medir. Co­mo probablemente nunca podremos con­seguir Wl8 validez completa y total, nues­tro objetivo debe ser seleccionar medidas que puedan sufrir lo menos posible in· fluencias ajenas a las diferencias de nues­tra variable. Para ello, hemos de analizar cuidadosamente los procesos relacionados con nuestras medida: y tratar de descu­brir las 'posibles causas de las variaciones en la calificación . En este sentido, 10 esen· tia] es precaverse contra los efectos del error sistemático.

Imaginemos, por ejemplo, que q t¡.ere­mos medir e l grado de a probación de los ciudadanos d e dif~rentes naciones de las líneas de actuación de sus gobiernos, y que decidimos adoptar como indicador de la aprobación o la discrepancia las respues­tas a una serie de preguntas formuladas en una encuesta. Confi!J,mos en que las diferencias entre las opiniones reales de los ciudadanos sean las ú nicas que moti­ven las d ifere ncias reflejadas en sus res­puestas_ Pero si re nexionamos un mo­mento, veremos que hay otra posible cau­sa de variación: si alguna de las naciones incluidas en nuestro est udio tiene un go­bierno autoritario que recurre a la policía secreta para reprimir la disidencia y con­sidera cualquier critica a sus actuaciones como un acto de traición, es muy posible que sus ciúdadanos tengan miedo de ex­presar en una e ntrevista su desacuerdo con el gobierno. En este caso.. las califica­ciones en la medición vendrán determina­

,das. por lo menos, tanto por la actitud dp

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cada gobierno ante la disidencia como por las opiniones de Jos elltrevistad~. Es muy a lta la probabilidad -de que se produzca este tipo de error en la medición, por lo que la~ preguntas por encuesta consti­tuyen una operacionalizac.i6n inadecua­d.,

Asimismo, ya en los primeros pasos del proceso de investigación, debemos tener en cuenta que la medición ha de ser CQm­

pleta. Si vamos a medír la influencia rela­t¡'va de los diferentes grupos de intereses en la legislatura estatal, podremos adop­tar como indicador los informes de prensa sObre las intervenciones de esos grupos ante los ' comités legislativos. Pero debe­mos preguntarnos si el testimonio dado en Iss audiencias públicas es el único modo de "ejercer influencia política. Esa activi­dad se considera, con razón, como una parte'del proceso de influencias, pero hay tantos medios de ejercerlas que una medi­ción cúyo indicador sea exclusivamente el testirnonto dado será necesariame nte in­completa.

As! pue!i, para lograr operacionalizacio­nes apropiadas y relativamente comple­tas, no sólo tendremos que conocer muy bien e l tema de nuestro estudio. sino que además habremos de realizar un cuidado­so analisis lógico de otras posibles opera­cionalizaciones. Con todo. solamente po­dremos verificar la validez de nuestras mediciones para determinar si hemos ela­borado medidas correctas después de ha­ber obtenido los datos. El proceso de eva­luación de la validez de las medidas se denomina validación.

Son cuatro los métodos fundamentales de validación. Al primero se le suele lla­mar de validación pragmática. porque en ésta se estima la validez de una medida por las condiciones que demues­tra Poseer para facilitarnos la predicción de un comportamiento o un hecho deter­minado. Por ejemplo, si ideamos una me-

De lo ahstracto a /o concreto f!1

dida del grado de at,a~ción que los candi_ datos a un cargo público ejerrt'n sobre los votantes. podemos obt'!fler alguna ¡-~ica­ción de la validez de dicha medida -"apli­cándola a todos los candidatos al S~ado de los Estados Unidos en un alÍo eleCtoral determinado. y , prediciendo las posibili­dades de que resulten elegidos con arre­glo a la califiCación que obtengan en nues­tra medid'a del influjÚ sobre los votante!>. Cuanto mayor sea nuestro acierto en la predicción de la suerte electoral de los candidatos, mayor confl8JlZa podremos depositar e n lo validez de la medida, es dedr, 'en q!Je ésta refleja con fidelidad el concepto deseado. Las medidas que nos permiten predecir fielmente sucesos futu­ros se dice que tienen validez predlctl­va.

Para que la validación sea pragmática. !'tace falta a lgún otro indiCador que con cierta Seguridad puede ser reflejo válido de eUas. Cote;arnos nuestras medidas con ese otro indicador como podríamos co­tejar las declaraciones verbales sobre la edad con los certificados de nacimiento. Por desgracia, en la investigación en cien­cia social es raro que hayan otros indica· dores verdaderamente validos aplicables a los conceptos utilizados, por lo que, en general , hemos de recurrir al segundo tipo de validación: la vaJidacióncom,truida.

La validación construida se obtiene infiriendo la validez de una medida. me­diante pruebas. del gTad.> en (Iue las rela­ciones reales entre las calificaciones de diversas medides corresponden a lo que esperamos de la teoría que nos ha llevado a emplear un indicador determinado. Es­to implica dos Iínees de razonamienkl.

Nuestra primera reflexión será: -cSi el concepto X tiene una relación poSitiva con el concepto Y y una relación nelJiltiva con el concepto Z (como d ice nuestra teo­ría) , también será cierto quP. las califica­ciones en una medida válida de .X ten-

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drán una f"elación positiva con las califica­ciones en una medida válida de Y y una relación negativa COIJ las calificaciones en una medida válida de Z,.. No podemos validar la medida comparando sus califi­caciones con las de otra medida de la misma variable cuya validez nos com.ta .(como en e l caso del certificado de naci­miento). Pero podemo;; estimar su va lidez viend o, al utilizarla como indicador de nuestf"a variable, hasta qué punto produ­ce los tipos de relaciones que nos lleva a esperar nuestra teoría entre esa variable y otras distintas.

Supongamos, como ejemplo, que reali­zamos un estudio sobre a cuerdos interna­cionales. Podríamos crear una m edida de la solidez de un acuerdo basándonos en el análisis de contenido de los artículos de prensa de los países en cuestión. ¿Es un indicador v álido de la solidez del acuerdo entre d os países lo que los periódicos de cada uno dicen sobre el otro? Podemos hacernos una idea mediante e l razona­miento siguiente: "Según nuestra teoría, cuanto más sólido sea un acuerdo entre dos naciones, con mayor frecuencia vota­rán en el mismo sentido en la s Naciones Unidas y menores restricciones comercia­les se impondrán mutuamente. P or lo tan­to, las calificaciones en una medida vá lida de la solidez del acuerdo estarán positiva­me nte relacionadas con las calificaciones en las medidas de voto conjunto e n las N aciones Unidas, y negativamente rela­cionadas con las calificaciones en las me­d idas de numero de baffe ras comercia­le',,, . Seguidamente procedemos a efec· tuar el análisis de datos neces9rio para ver si eSla expectativa queda confirmada por nuestras observaciones. Si las re lacio­nes son las que esperábamos, tendremos m ás confianza en la validez de nuestra medida de la solidez del acuerdo. Si no es aSI, pondremos e n -duda que sea correcta nuestra medida de ese concepto.

Lo que acabamos de describir suele llamarse validación enema. Supone la comparación de las califICaciones de la medida que validamos con las califtcaeio­"es de las medidas de airas variables. Por supuesto, para emplear este método de validación tene mos que incluir medidas de las otras variables en nuestra investi­gación; esto es, t enemO& que empezar por pensar en la mane ra de validar nuestras medidas al principio del p roceso investi­tador. Ciertamente, cuando estemos dis· puestos a elaborar un plan de investiga­ción, debemos saber cómo vamos a com­probar la validez de nuestras medidas para estar seguros de que reunimos cual­quier otra información necesaria.

Con la vdlidació n externa solamente obtendremos pruebas convincentes de la validez de nuestra medida de una varia­ble si tenemos gran Confianza en la vali­dez de las medidas que utilizamos para las otras variables, Y así. en el últi~ ejemplo, no podriamos negar -a ninguna conclusión sobre la v~lidez de nuestra medida de la solidez del acuerdo basán­donos en las reladones entre los valores de esta variable y los de las otras dos si no creyéramos en la validez de nuestros indi­cadores voto conjunto y barreras comer­ciales. El método de validación externa debe aplicarse con cautela, pues en mll­

chos casos es difícil encontrar indicadores claramente válidos de las va¡-iables con las que debe estar relacionada nuestra variable principal. Esto es algo muy se­mejante a la contrastación de hipótesis. Ningún resultado garantiza po¡- sí solo la validez (o invalidez) de la medida, sino que nuestra confianza en su validez au­menta a medida que acumulamos aciertos en nuestros intentos de validación. Por eso e s conveniente seleccionar el mayor número posible de ¡-e lltCiones teó¡-icamen· te previsibles pa¡-a utilizarlas en la valida­ción externa. Cuantas más veriftcaciooes

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.tiferentes hagamos de la valide:. más sólido será nuestro argumento.

La misma lógica puede aplicarse a l se­gundo tipo de validación construida: la validación intema o convergente. En ésta. se han de idear varias medidas de la mi3ma variable y comparar los valores en esas medidas. Nuestro razonamiento es que si cada uno de los indicadores propor­ciona una medida válida del concepto en cuestión, los valores atribuidos a los dis­tintos C8505 en las medidas deberán estar estrechamente relacionados. Si A, B Y e son medidas válidas de X, todas las califi­caciones de A. B Y e habrán de ser muy similares.

Por eJemplo, si queremos obtener un indicador de la calidad del alumbrado en las calles de los barrios residenciales en un estudio de la distribución de los servi­cios públicos, podemos lomar como indi­cador las impresiones de los ciudadanos. sobre el alumbrado público <recogidas en una encuesta), preguntar a una muestra de los ciudadanos de una baniada cuál es su opinión sobre la calidad del alumbrado en su zona, y tomar la evaluación media como medida de la calidad del lidumbrado público. Para efectuar una validación in· terna también podemos medir la calidad del alumbrado: 1) utilizando un fotómetro para obtener una medida física de la lu­minosidad y la distribución del alumbra­do; 2) haciendo que evalúen el alumbrado

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De /o SOS/racto ti: /o concreto 8t

observadores adiestrados. y 3) pKliendo a los ciudadanos que comparen el alumbra_ do de su calle con e l que se \le en _na serie de fotografías que muestran c~el con diferentes calidad de alumb~ y calculando el promedio de sus dasiAta­cianes para obtener una medida de la barriada. Esto nos proporciona cuatro medidas áe la variable. y si cada una de ellas es válida. todas deberán estar estre­chamente relacionadas. Esto podemos comprobarlo con estadísticas apropiadas. Si averiguamos que las calificaciones en la medida basada en las respuestas a Las preguntas están poco relacionadas con las calificaciones de las otras tres medidas y que las de estas otras tres están estrecha­mente relacionadas entre sí, tendremos motivos para sospechar que no es válida nuestra primera medida.

Algo muy parecido sucede si p.;::samos un mismo objeto con tres balanzas dife­rentes: si cada una de 6t8S arroja un peso exacto y no tenemos motivo para suponer que el pC-so del objeto ha cambiado du­rante la veriflCOCión, esperamos que sean idénticos los pe$Os obtenidos con las tres balanzas. Si una indica un peso distinto, sospechamos que está desajustada.

En la figura 4.5 se muestran las dife­rencias entre las fonoas interna y externa de validación construida. En la figura 4.53 se ve que la validación interna se realiza comprobando la correspondencia

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FIGURA "'.5 . Forma.! de validación COII$froida.

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90 AnáliSis político emplrlco

de las calificaciones e n varias medidas diff"rentes del mismo concepto. Cuanto mlis estrechamente se correspondan. con mayor convicción sostendremos la validez de cualquiera de las medidas. En la: figura 4.5b vemos que para efectuar la valida­ciñn externa hay que determinar si nues_ tra medida de una variable indica que ésta esta relacionada con otras variables como cabe esperar de nuestra teoría. Si no aparecen las reladones previstas, ten­dremos razones para sospechar que el indicador que hemos esco¡:ido no propor­ciona medidas válidas del concepto. CEn el capítulo 18 nos ocuparemos de las esta. dísticas que pueden utilizar.oe paca deter­minar el verdadero grado de relación en­tre diversas medidas.)

La misma precaución que ha de tenerse al emplear los procedimientos de vaJida­ción externa se ha de tener con los de validación interna. No siempre podemos estar seguros de que sean válidas nueslras distintas medidas del concepto principal. Por eso, debemos ser cautelosos y no juzgar la validez o invalidez de una medi­da con una sola verificación. Podemos adquirir sensiblemente mayor confianza en los resultados de una validación inter­na si seguimos esla sencilla regla: Las m~didas a/temativa~; del concepto deben basarse en el mayor mimi!'ro posible de tipos diferentes de operacionalización.

En el ejemplo d@1 alumbrado público nll(.-stras medidas provienen de cuatro ti­pos de operacionalizac:ión distintos.: clasi­ficaciÓn oral por los dudada nos, medicio­nes físicas, opiniones de los observadores y selección de fotografías por los ciudada_ nos. CaJa uno de éstos representa un modo diferente de operacionaliZación. Cuanto mayor sea el número de modos diferentes que utilicemos y más indepen­dientes sean entre sí, mayor confianza PNiremos tener en nuestra validación. ¿Por qué? La razón e s la siguiente: la

principal causa de invalidez es el error de medición sistemático y a5eatorio; las me­didas diferentes están sujetas a diferentes tipos de error de medición, y cuantos más indicadores tengamos para una variable y más difieran entre sí, más improbable será que incida en todos ellos el mismo error de medición. Si esto es asi, tendre­mos una mayor ~rtunidad de reconocer el error de medición como causa de dife­rencias de calificación en cualquiera de nuestras medidas y, al mismo tiempo, de obtener una medida exacta de nuestra variable si utilizamos indicadorea múltiples 7 •

Por ejemplo. los factores que pueden invalidar nuestra medida física de la cali­dad del alumbrado público (tales como un fotómetro defectuoso) probablemente tendrán bien poca relación con los facto~ res que podrían introducir erTOTeS siste­máticos en la medida basada en las eva­luaciones de los ciudadanos (tales como la tendencia de éstos a sostener, movídos por un sentimiento de orgullo comunita­rio, que los servicios públicos de su barrio son tan buenos como los de las demás zonas). Si empleamos solamente un modo de medición, toda fuen te de errores pue­de innuir e n las calificaciones atribuidas en cada medida, lo que nos dará un indi­cador que nunca será válido, impidiéndo­nos hacer comparaciones correctas entre las medidas. Si, por ejemplo, confiamos sólo en la medida física del alumbrado pero tomamos lecturas de d iferentes ma­neras (digamos en la acera, en la curva de la calle y en la calzada), cualquier defecto del instrumento de medida (en este caso,

7 Figura un" ..,,,~LtTltl! ..,,,posición de l. ~ de 1 .. np!!<"lOCiona lilaciones mwt.iples tn D..vid C. Lee­ce y Wayne L. FrMcis. PoIiricaJ R~MCh (N...eva York, B3!lK Bookt. 1974). cap. 5. y John L. SullivlIfI y Stanley F"Id~n, Multiple Indic.a'"n (8evt'rly Hills, CaliL Sagl!, 19791.

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el fotómetro) afectará a todas las medidas y no podremos utilizar ninguna para com­probar las demás.

De esta lógica se desprende lo valioso que es contar con indicadores múltiples para nuestras variables. La dis¡xmibilidad de medidas múltiples no sólo nos da una oportunidad de verificar la validez de nuestros indicadores, sino que además, y en primer lugar, mejora nuestras posibili­dades de obtener una medida válida de las variables. La multiplicidad de medi­das puede hacer que mejore verdadera­mente la validez de la medición, pues nos permite combinar los resultados de diver­sos procedimientos de medida diferentes para obtener una calificación compuesta que será un reflejo válido del valor real de nuestra variable con más probabilidad que cualquiera de las medidas tomadas por separado. Es más probable que esa calificación compuesta sea una medida válida porque también es muy posible que lOs errores que invalidan cada una de las medidas queden eliminados cuando se combinen los resultados de vanos proce­dimientos de medición.

Esto es muy parecido a Jo que sucede cuando se pesa un objeto con numerosas balanzas diferentes: como éstas no son perfectas, cada una de ella!> puede arrojar un peso ligeramente distinto, por exceso o por defecto; pero si pesamos el objeto con un número suficiente de balanzas, las leyes de la probabilidad nos dicen que, en muchos casos, esos pequeños errores se anularán unos a otros, dándonos un peso medio correcto. Análogamente, si opera­cionalizamos nuestros conceptos de varias maneras diferentes de modo que el error de medición asociado a cada operacionali­zación sea independiente del atribuible a todas las demás, será muy probable que obtengamos una medida exacta de nues­tro concepto al combinar las diversas cali­ficaciones. (En las secciones del capítulo 9

De lo abstracto a lo concreto 91

dedicadas a la construcción de escalas e índices se describen posibles métodos de combinar las calificaciones plJI a obteller una medida compuesta). -4,

Un tercer método de validación eIl'la llamada validación discriminame. Cuando preguntamos si una medida" de­muestra poseer validez discriminante, esencialmente 10 que preguntamos e8 si al utilizarla como indicador de un concepto determinado podemos distinguir éste de otros conceptos. Por ejemplo, si deseamos medir el- concepto confianza en los diri­gentes públicos mediante una serie de preguntas formuladas en una encuesta, y hacemos también una serie de preguntas en el cuestionario destinadas a medir la confianza en la gente (en general), com­parando las calificaciones de las dos medi­das podremos preguntamos si nuestra pri­mera serie de preguntas refleja en reali~ dad otro modo de medir la confianza en la gente. Si las calificaciones son muy se­mejantes, decimos que la medida de la confianza política no tiene validez discri­minante porque no nos permite distinguir el concepto de confianza en los dirigentes políticos del concepto de confianza en la gente.

Un enfoque final de la validación radi­ca en el concepto de validez manines~ tao Algunas medidas están basadas en una observación tan directa del compor­tamiento en cuestión que no parece haber motivo alguno para poner en duda su validez: puede decirse que son válidas "a simple vista". Por ejemplo, supongamos que hemos de medir el cumplimiento de una ley estatal por la que los estableci­mientos comerciales deben tener expues­ta su licencia de funcionamiento eJ\. la puerta principal. Puede parecer que;; la intervención de observadores instru~os para anotar la presencia o ausencia. de tales licencias ha de proporcionar una medida evidentemente válida de ese

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V'"" Ma//~I~ poI/t/co emplrico

cumplimiento. Pero aunque debemos preguntarnos siempre si las medidas que hemos escogido parecen válidas a prime­ra vista, generalmente es un error confiar tan sólo en la validez manifiesta si hemos de obtener resultados exactos en nuestra investigación, y debererp.os esfor%srnos por confinnar la validez de las medidas mediante procedimientos reconocidos co­mo los ya indicados.

En la tabla 4.1 se resumen estos cuatro tipos de validación. Si hemos de extraer conclusiones exactas de nuestra investiga­ción, tendremos que contar con medidas váltd~; pero para que éstas lo sean, debe­mI:!: ser también fiables.

Fiabilidad

Cuando nos preguntarnos por la validez de una medida, lo que p reguntarnos es hasta qué punto se corresponden los valo­res que presenta con los verdaderos valo­res de la variable objeto de medición. Y

TABLA 4.1. Tipo$ de vaJidótción

Se retejan los no,ulla­

dos obtenidos mediante ",1 indicador con ios ob· tenidos mediante Olro i"dieado<- que. según 5e

s..,be, e$ una medida vá. lid ... del COOOI!pto. o se cumpnH!ba la ",Iide, prcdic/iVi!t del indicador ulilitándolo para p rede­

cir 111""'.0$ que renejen el concepto objeto de nwdición.

V,,¡¡elaci6n intem. (con· "er8ente); $e ¡n(jere 18 validez del indiaodor de $U relaciÓll con otros in_ dicOOoret del mismo concepl:o IIliliundo in· dicado ...... ",..,/riples.

Validación ezlelTUl ; se

infiere la valide, del in· dicador de su /e lación Con ot ros indicadores de Of, os conceptos 0Dn 101 que t"";';camente debl! estar relllcionado e l ((>n ­

,,",plO objeto d(' medi­ción.

cuando nos interrogamos sobre la fiabW­dad de una medida, nos estamos pregun_ tando lo estables que son sus valoces. ¿Podemos obtener el mismo valor para un caso dado cuando.aplicamos la medida varias veces, o de cada aplicación resulta la asignación de un valor diferente a cada caso? Si no obtenernos esencialmente el mismo valor para un caso dado tras apl'" caciones sucesivas de una medida, es que ésta no es fiable como indicador del con_ cepto. Las reglas están hechas de mate­rias no elásticas para asegurar la flabili· dad. Si fuesen de materia elástica, po­drian muy bien irKIicar longitudes dife­rentes para un mismo objeto aunque la verdadera longitud de éste no hubiera cambiado, simplemente porque la regla exper4nentaría estiramientos y contrac_ CIOnes.

Una medida que no sea fiable no puede ser válida, pues por lo menos a lgunas de las diferencias en las calificaciones asig­nadas a los casos se deben a e rrores de medición y no a las diferencias reales que

Validación

eI;:ga;minanle

Se infi ...... la va lide2 del indicador del ¡Tildo en que no e.tá relacionado con indicadore' de otrOl conCeptOl teól"kamente d~inTOI del wnoepto objeto de medición.

Se iUpone J. "lIlide", pot"

el carácler mllnifimo del indieador. (¿Se pue­

de pet"'luadir 11 Persona enlendida, de que n válido Wl indicador del conceptO?)

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existen entre los casos. Recordemos nues· tro ejemplo del estudio del a lumbrado público: ¿qué pasaría si el fotómetro que utilizamos fuese tan sensible que además d e registrar la luz del alumbrado captara la luz de la luna? En ese caso, los valores asignados a cada calle en la variable cali· dad del alumbrado público dependerán tanto del brillodel alumbrado como de fac· tores tan a leatorios como la plenitud de la luna y la densidad de la capa de nubes. En la medida en que estos factores aleato­rios influyen e n nuestros resultados, la medtción no será un reflejo valido de las diferencias reales de-calidad del alumbra· d o público, En tal caso, la falta de fiabili · dad origina la invalidez.

Una medida puede ser fiable y, al mis· mo tiempo, no ser válida. Volvamos a l ejemplo e n e l que se trataba de averiguar hasta qué punto estaban conformes los ciudadanos de diferentes naciones con las líneas de actuación de sus respectivos go­biernos. Dedamos que las preguntas foro muladas en una encuesta pueden propor· cionar medidas que no sean válidas por· que los ciudadanos de países autoritarios tal vez tengan miedo de decir la ve rdad sobre sus opiniones. Como este factor pro· voca un error sistemático más que un error aleatorio. las preguntas pueden pro· ducir resultados muy estables, Es muy probable que la gente, por mucho q ue se le pregunte, dé siempre la misma res· puesta; pero esto no hace que la medida sea vá lida.

Así pues, una medida puede ser fiable y no ser válida, pero no puede ser vá lida si no es fiable. Mientras que la validez está condicionada tanto por el error si$te· mático como por el aleatorio, la fiabilidad sólo está sujeta al error aleatorio, Esto signiflC8 que si una medida ha sido con· vincentemen~e validada en estudios ante­riores, podemos util izarla sin preocupar· nos d e su fiabilidad: ha de ser fiable si es

De lo '/lbs/racro a lo concreto 93

valida. Pero la demostración de fiabilidad no garantiza su validez.

¿Cómo precavernos contró! la falra de f18bilidad? ¿Cómo determinar si es-'¿ no fia ble una medida determinada? -- Para prevenir la falta de fiabilidad, hem& de tener presentes las diversas causas de error aleatorio de medición indicadas en este capítulo, y hacer lo posible por con· trolarlas. Y para ello, se f1a de analizar el verdadero proceso de medición y verifi~ car de antemano nuestros instrumentos de medKla a fin de descubtlr las causas de error aleatorio que anteriormente no se hubieran advertido.

En las ciencias sociaJes, muchas veces es difícil determinar si es fiable la medida que hemos adoptado. La razón es que el verdadero valor de las variables que nos interesan puede cambiar profundamente con el tiempo y la:;¡ circunstancias: la gen~ te cambia de opinión con arreglo a su experiencia, las naciones modifican la for·­ma de _ distribuir sus recursos entre los servicios sociales y el capítulo de defensa según los riesgos militares que perciben, y así sucesivamente. Cuando los valores reales cambian de éstas y otras maneras, es difícil distinguir los efectos del error aleatorio de medición' de las auténticas fluctuaciones en los conceptos que se mi­den. Esto quiere decir que la fiabilidad se debe verificar en el lapso más corto posi. ble.

Esencialmente, 50n tres los grandes métodos de evaluar la fiabilidad de las medidas en las ciencias sociales, El pri. mero es el método de verificación reitera ~

da, En éste se aplica It; misma medida al mismo conjunto de casos una y otra vez a lo largo del tiempo. Con esta técni&! se plantea una difu::ultad cuando se trattl de entrevistar a la gente (a diferen<:i~ del caso en que se miden objetos inanimAdos o se observa a la gente sin que ésta lo a..Ivierta). Si repetimos las pH"guntas en

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un breve inte rvalo de tiempo, los entre­vi:tl adO!< pueden recordar su primeTa res­puesta y, por un deseo de ser consecuen­tes, repetir la m isma en vez de contestar como verdaderamente sienten. Si esto sucede, no podemos obtener una impre­sión exacta de la fiabilidad de las pre­guntas como indicador del concepto. Con e l fin de evitar este efecto ·de la verifi­cadón, podríamos esperar d urante bas­tante tiempo para hacer las preguntas por segunda vez; pero e ntonces nos en­contrariamos con otro problema: que los verdaderos valores de la va riable pueden haber cambiado con el transcurso del tiempo y tal vez no seamos capaces de rlintinguir las diferencias de calificación debidas a la falta de fiabilidad en la me­dida de los cambios reales producidos en la variable.

En vista de esta dificultad. se ha eIaba­flIdo un segu ndo tipo de verificación de la f18bilidad: e l llamado m é todo de las {ar­mas alternativa.'i de medición. En éste, se aplican diferentes formas de la medida a l mismo grupo de casos, o se aplica la mis­ma medida a diferentes grupos al mismo tiempo. De este modo no p uede haber efecto de verificación porque ningún caso se medirá más de una vez, y como no transcurre e l tiempo entre las aplicacio­nes de la medida, los cam'::lios reales en las variables estudiadas no pueden influir en 10$ resultados, Sin embargo. e l éxito de e!\ln estrategia depende de que las formas a lternativas de la medida sean perfecta­mente comparables entre sí como medida del conct!plo, o de que loo dos grupos sean vinua lmente equivalentes con respecto a la distribución de la variable que se mide. En el supue!>'to de que se cumplan estas condiciones, cuanto mayor sea e l numero de calificaciones semejantes en las dos medida s o en los dos grupos'. mayor con­fianza tendremos en nuestra medida. Pe­ro si no podemos obtener medidas o gru-

pos comparabl~, no podremos utilizar el método con propiedad.

El último p rocedimiento h8sico de ven­ricar la fiabilid&d de una medK:la es el llamado método de 3ubmuestreo. Consis­te en tomar una muestra de casos y divi­dirla en varias submuestras de manera que cada una de ellas sea muy semejante a las demás en su composición., Luego se aplica la misma medida a todas las sub­muestras y se utiliza la similitud o dife­rencia de las respuestas de una submues­tra a otra como indicador de la fiabilidad de la medida. Como usamos la misma medida, no hemos d~ preocuparnos por la comparabilidad como en el método de las formas altemativ3s; y como podemos con­fiar en la teoria del muestreo para asegu­ramos la equivalencia de las submues­tras, no tenemos que inquietarnos por que los grupos escogidos para la medición no sean lo bastante similares. Ningún caso se mide dos veces. lo q ue nos permite des­cartar la posibilidad de que el efecto de verificación ma logre la exactitud de nues­tro test de fiabi lidad. Las medidas se apli­can de manera simultánea, por lo que los cambios reales en la variable no pueden, con este método, crear los problemas que se derivan del mé todo de verificación rei­terada. Con todo, la aplicación del méto­d o de submuestreo depende de que poda­mos tomar una muestra lo suficientemen­te amplia C/)fiO para dividirla y, a su vez, obtener submuesuas lo bastante amplias como para dar sentido a nuestros ensayos estadísticos. Esto no siempre es posible y puede suponer un obstáculo para aplicar el método de submuestreo en la verifica­ción de la fiabilidnd,

Existen varios procedimientos estadís­ticos para interpretar l<ni resultados de cada uno de estos tests de fiabilidad8 •

• Se ell~n a1p'_ en ~ W. Bobrn!ledt. .Reli.;¡biJity and Validtly Asseumenb in AnillKk

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Estos IT'étodos tienen numerosas varia­ciones. Según el tiempo y los recursos de que se disponga para realizar la investiga­ción, en cada proyecto convendrá utilizar una u otra de ellas, atendiendo también a la índole del estudio. Por ejemplo, si he­mos de medir el alumbrado público me­diante observadores adiestrados que lo evalúen en diversas manzanas, bien po­dremos aplicar el método de verificación reiterada sin preocuparnos del efecto de verificación. El alumbrado público no va a cambiar por el solo hecho de que al­guien lo mida, y podemos hacer que di~ tintos observadores, actuando de manera independiente, evalúen el alumbrado de una calle en una misma noche. No podría­mos confiar tanto en este método si nues­tra medida de la calidad del alumbrado público se basara en las respuestas de los ciudadanos. a las preguntas formuladas en una encuesta.

Con independencia del test de fiabili­dad que escojamos, es importante que establezcamos la fiabilidad de nuestras medidas antes de iniciar verdaderamente la investigación. Esto supone la verifica­ción previa de la medida mediante el acopio de algunos datos exclusivamente destinados a evaluar los instrumentos que hayamos de utilizar en el estudio final. De no hacerlo así, probablemente no ad\'erti­remos que las medidas de las variables principales no son fiables (ni, por lo tanto, válidas) hasta después de haber termina­do el estudio. Quiere esto decir que no podremos dar ningún crédito a los resulta­dos de la investigación y que, en todo o en parte, habremos malgastado nuestras energías. La verificación previa de /a vali­dez y la fiabilidad de las medidas debe formar parte de todo proyecto de investi-

Measurement "~o e n Gene F. $um"""r,;. ed., Artitud<,­Measurerne"r (Skokie. I11.: Rand McNaUy, 1970), pp. 80-99.

De lo Íilbstracto a lo concreto 95

gación cuando las medidas utilizadas no hayan údo convincentemente "'alidadas en otra ocasión, o cuando sólu f¡ayan~ido validadas en situaciones muy difertlntes de aquéllas en las que van. a utilizarie.

• Conclusión

Hemos presentado hasta ahora todos los elementos básicos del proceso de in­vestigación. En la figura 4.6 se represen_ tan las relaciones entre ellos. La operacio_ nalización de nuestros conceptos median_ te el desarrollo de indicadores mensura_ bles nos prepara para entrar en el terreno práctico y hacer observaciones en las que basar nuestras conclusiones. Pero para poder hacer estas observaciones necesita_ mos un «plan de ataque~, un esquema con el que, al hacerlo, podamos obtener el mayor número posible de conclusiones dignas de crédito. Este plan o proyecto de investigación es el objeto del capítulo 5.

Sugerencias para otras lecturas

La mayoría de las explicaciones de me­dición en ciencias sociales figura en las publicaciones que infonnan de ¡os resul­tados de la investigación o desarrollan técnicas de medición perfeccionadas. Son escasas las introducciones generales al te­rr,a. Sin embargo, podemos indicar algu­nas fuentes de utilidad además de las obras citadas en las notas de este capítulo. Figura una provechosa exposición de los fundamentos lógicos de la medición en Fred N. Kerlinger, Foundations of Beha­vioraI Research (Nueva York: HolP,- Ri­nchart and Winston, 1964), y, en Abraham Kaplan. The Conduct df In­quiry (San Francisco: Chandler Publis_ hing Ca., 1964). Se aclaran algunos de los problemas que se plantean en la medición

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T...n.. ~_--_ <Supuestos ah$traetO& en ~

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Formuladón de concepto, y proporicionec que Jo. re lac:iornm

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Ind.ucción

Anális.i5 de datos (determinación de relaciones obset"vad .. entre medid .. )

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Obect-.. ac:ionea ~----(me<Iicionew de­

.Uee801 empirico&)

FIGUR .... 4 .6. M odelo del pl"OceXJ de i nveui;fa<.i6n .

en John M. j ohnson, Doinl1 Field R e­search (Nueva York: Free Press, 1975), y una de las mejores introducciones a las estrategias de medición es la de W. Phi­Iips Shively, Thc Craft of Political Re­$carch. 2.- ed. (Englewood Cliffs. N. 'j. : Prentice-Hall, 1980). Expone a lgunruo en. roques más aVllnzados de la medición H . M . Blalock, Jr., ed., Meas!Jrement in the Social Sciences (Chicago: Aldine. 1974), y H . M. Bla lock, Jr., ConceptualizBtion snd Measurement in the Social SciellCl':3

<Beverly Hills, Calif.: Sage, 1982). Figura un breve panorama de los métodos de verificación de la validez- y fiabilidad en Edward G. Carmines y R ichard A. Zeller, Reliability and ValidityAs.tessment (Be. verly Hills, Calif.: Sage, 1979).

Ejercicios de investigación

1. E n una de las publicaciones de cien· cia polítif 99 ..ameradas en e l capitulo 3,

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kx:alizar un artículo que ¡nforFo\(: sobre los resultados de una investigación empírica. Hallar dos: conceptos principales de dicho articulo, como mínimo, y exponer po¡ es· crito cómo ha sido operacionalizado cada uno de e llos. Si en el articulo sólo se hace una operacionalización de cada concepto, describir al menos otras dos de cada uno. Si se hace más de una operacionalizadón, describir al menos una operacionalización optativa de cada concepto. En lo posible . las operacionalizaciones se basarán en in· dtcadores cuya forma sea diferente a la utilizada e n el artículo.

2. Seleccionar otro artículo eSpe<iali. zado que infonne sobre los resultados de uno investigación empírica. Descubrir a l menos dos de los conceptos principales empleados y exponer cómo fueron opera· cionalizados. Establecer una linea de ra· zonamiento por la Que quepa esperar Que el indicador escogido para cada variable camble cuando lo hagan los valores de la misma. En otras palabras, establecer una leerla de la medición que ju:otifique el empleo de ese indicador.

3. Sirviéndose de las variables del artí.

De lo abstracto B /o 00fJCret0 W1

culo seleccionado para el ejercido 2, idear por kl menos dos teonas de medición distintas que muestren cómo se p~en producir cambios e n cada indicador k. pleado en el articulo 8 consecuencia á~ tos cambios de alguna variable diferenti de la utilizada para representarlot;. Dicho de otro modo, detectar por lo menos dos posibles causas de invalidez para cada indicador.

4 . Utilizando uno de los artículos esco­gidos en cualquiera de los ejercicios ante­riores.. hallar dos medidas clave que se hayan empleado en él. Indicar cuál de los tres grandes métodos de veriflC8ción de Habilidad de las medidas es adecuado utilizar para comprobar la Habilidad de éstas, y justificar su elección. Exponer cómo se establecerlon Las observaciones necesarias para efectuar la verificación de cada medida. Por ejemplo, .Al principio y al final de cada una de las entrevtsw, incluiría una versión de la pregunta en que se basa la medida, y compararia lal>

respueUas que diera cada entrevistado a ambas preguntas •.

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