lynch - rosas y las clases populares en bs. as

19
DE HISTORIA E HISTORIADORES HOMENAJE A JOSÉ LUIS ROMERO SERGIO BAGÚ * GREGORIO WEINBERG * LEOPOLDO ZEA RAFAEL GUTIÉRREZ GIRARDOT * LUIS GONZÁLEZ TULIO HALPERÍN DONGHI * ARTURO ARDAO • MALCOLM DEAS JUAN MARICHAL «ALBERTO TENENTI * JORGE E. HARDOY RICHARD M. MORSE * NICOLÁS SÁNCHEZ-ALBORNOZ JUAN A. ODDONE * JOHN LYNCH * ROBERTO CORTÉS CONDE JAMES R. SCOBIE * EZEQUIEL GALLO * ALBERTO CIRIA LEANDRO H. GUTIÉRREZ 1/19

Upload: pablo-monta

Post on 09-Feb-2016

64 views

Category:

Documents


12 download

DESCRIPTION

Historia Argentina I

TRANSCRIPT

Page 1: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

DE HISTORIA E HISTORIADORES HOMENAJE

A JOSÉ LUIS ROMERO

SERGIO BAGÚ * GREGORIO WEINBERG * LEOPOLDO ZEA RAFAEL GUTIÉRREZ GIRARDOT * LUIS GONZÁLEZ

TULIO HALPERÍN DONGHI * ARTURO ARDAO • MALCOLM DEAS JUAN MARICHAL «ALBERTO TENENTI * JORGE E. HARDOY

RICHARD M. MORSE * NICOLÁS SÁNCHEZ-ALBORNOZ JUAN A. ODDONE * JOHN LYNCH * ROBERTO CORTÉS CONDE

JAMES R. SCOBIE * EZEQUIEL GALLO * ALBERTO CIRIA LEANDRO H. GUTIÉRREZ

1/19

Historia
Text Box
4/3340 19 cop. Argentina I "B" (Gelman)
Page 2: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

ROSAS Y LAS CLASES POPULARES EN BUENOS AIRES

JOHN LYNCH

1

Juan Manuel de Rosas, hacendado, caudillo rural, gobernador de Buenos Aires desde 1829 hasta 1852, dividía a la sociedad entre los que mandan y los que obedecen. El orden lo obse­sionaba, y la virtud que más admiraba en las personas era la subordinación. Su visión de la historia argentina reflejaba esas simples ideas. Creía que el régimen colonial había impues­to instituciones básicas y gubernamentales fuertes; la revolu­ción de mayo de 1810 había sido un mal necesario: dio inde­pendencia a la Argentina pero dejó un vacío en que el desor­den prevalecía y la violencia reinaba, y él personalmente se adelantó en 1829 a rescatar al país del caos y restablecer la debida distinción entre gobernante y súbditos. El estanciero que había dado detalladas instrucciones a sus capataces y hecho es­taquear al sol a sus peones se convirtió en el gobernador que espoleaba a sus jueces de paz y llenaba las cárceles hasta el tope. En lugar de una constitución exigió la soberanía total, y en 1835 justificó la posesión de "un poder sin límites" afir-mando que era esencial para evitar la anarquía: "he cuidado de no hacer otro uso que el muy preciso con relación al orden y tranquilidad general del país".1 Más tarde, en el exilio, de­claró que había tomado a su cargo un país anárquico, dividi-do, inestable y en bancarrota, "un infierno en miniatura", y lo había convertido en un lugar adecuado para vivir. "Para mí, el ideal de gobierno feliz sería el autócrata paternal, inteligen-te, desinteresado e infatigable [...] he admirado siempre a los dictadores autócratas que han sido los primeros servidores de sus pueblos." 2

1 Rosas a López, 23 de enero de 1836, en Enrique M. Barba, Correspon­dencia entre Rosas, Quiroga y López, Buenos Aires, 1958, p. 310.

2 Entrevista de Vicente G. y Ernesto Quesada con Rosas, Southampton, 1873, en Arturo Enrique Sampay, Las ideas políticas de Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, 1972, pp. 215, 218-219.

[311] 2/19

Page 3: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

312 JO

HN

L

YN

CH

Si había algo que R

osas detestara más que la dem

ocracia era el

liberalismo.

La razón por la que

odiaba a los unitarios no

era que

quisieran una A

rgentina unida

sino que

eran libera­

les que creían en valores seculares de hum

anismo y progreso.

Los

identificaba con

francmasones

e intelectuales,

"hombres

de las luces y de los principios", subversivos que socavaban el orden y la

tradición y a quienes

consideraba los

responsables últim

os de

los asesinatos

políticos que

atormentaron

la vida

pública argentina

de 1828

a 1935. 3

Las

doctrinas constitucio-

nales de unitarios y federalistas no le interesaban y nunca fue un

federalista auténtico.

En

1829 negó

pertenecer al

partido federal o cualquiera otro, y expresó su desprecio por D

orrego. 4

Pensó y gobernó como un centralista y defendió la hegem

onía de

Buenos

Aires.

Explicaba

las divisiones

políticas en

térmi-

nos de estructura social, e interpretó el conflicto de 1828-1829

y sus consecuencias como una guerra entre las clases m

ás po­bres y la

aristocracia m

ercantil. "L

a cuestión

es entonces

en­tre

una m

inoría aristocrática

y una

mayoría

republicana."5

"A la m

asa federal la componen sólo la gente de cam

paña y el vulgo de la ciudad, que no son los que dirigen la política del gabinete."

6 Y

ocasionalm

ente confesaba

su federalism

o faute

de mieux: "E

stoy persuadido de que la Federación es la form

a de

gobierno m

ás conform

e con

los principios

democráticos

con que

fuimos

educados en

el estado

colonial sin

ser cono­

cidos los vínculos y títulos de la aristocracia como en C

hile y L

ima

[...] pero

aun así

siendo federal

por íntim

o convenci­

miento m

e subordinara a ser unitario, si el voto de

los pue­

blos fuese

por la

Unidad."

7 L

a unidad,

solía decir,

era m

ás apropiada

para una

aristocracia, y

el federalism

o para

una dem

ocracia. E

n abril

de 1839

sermoneaba

a sus

allegados al

atardecer bajo los ombúes de P

alermo, y su secretario el cons­

pirador Enrique L

afuente registra que alguna vez argüyó "que

3 Rosas a un capataz, 3 de m

arzo de 1835, en Adolfo Saldías, P

apeles de R

osas, 2 vols., La P

lata, 1904-1907, p

p. 1, 134.

4 "Nota

confidencial de

Santiago V

ázquez", 9

de diciem

bre de

1829, en

Sampay, L

as ideas políticas cit., pp.

129-136. 5 R

osas a L

ópez, 17 de m

ayo de 1832, en E

nrique M.

Barba,

Correspon­

dencia cit., p. 158.

6 Rosas a L

ópez, 1 de octubre de 1835, ibid. p. 267.

7 Rosas a Q

uiroga, 28 de febrero de 1832, en Enrique M

. Barba, "E

l pri­m

er gobierno de R

osas", A

cademia

Nacional de la

Historia, H

istoria de

la N

ación A

rgentina, ed.

por R

icardo L

evene, B

uenos A

ires, - 1950, t.

VII,

pp. II, 5.

RO

SAS

Y L

AS C

LASES PO

PUL

AR

ES E

N

BU

EN

OS A

IRE

S 313

nosotros éramos dem

ócratas o federales que para él todo es lo m

ismo desde los españoles". 8

Las

contradicciones son evidentes. E

n un contexto condena­

ba a la democracia, en otro la favorecía. E

so era retórica polí­tica:

en la Argentina no había dem

ocracia y el pueblo no go­bernaba.

¿Cuáles

eran entonces sus relaciones con

los sectores

populares? No es una pregunta nueva.

El

régimen

social de

Rosas

ha ocupado

a historiadores

de m

uchas generaciones,

y un

estudio ulterior

del tem

a podría

parecer superfluo.

¿No

es R

osas evidente

de por

sí? ¿N

o lo

conocemos

ya? S

armiento

no tenía

duda: "R

osas y

todo su

sistema fue aborto de la estancia:

él tenía doscientas leguas de territorio

suyo, y

sus herm

anos, fautores

y generales,

reunie­ron

más

de m

il."9

Mitre

lo identificó

inconfundiblemente

como un estanciero, el representante de los terratenientes, que

por medio del control absoluto del gobierno y la m

ano de obra determ

inó el desarrollo económico y social de B

uenos Aires du­

rante medio siglo. Según él, R

osas era "representante de los in­tereses de los grandes hacendados y jefe m

ilitar de los campe­

sinos". 10

Hay m

otivos, sin embargo,

para volver a examinar el

tema.

En prim

er lugar, todavía falta ubicar con precisión la base so­cial del rosism

o. ¿Tenía R

osas el apoyo de toda la clase terrate­niente? Si era así ¿cuál fue la razón de la revolución de

1839 en el sur, y de las deserciones de su causa en

1852? Otro pro­

blema, el tem

a del presente estudio, se refiere a sus relaciones con los sectores populares.

¿Tenía R

osas una masa adicta

en­tre

los gauchos?

Si era

así ¿cuál

fue su

respuesta a

su dura

política agraria? ¿Y no había otro grupo popular, un incipiente

sector medio de B

uenos Aires, artesanos y personal de servicio,

cuya relación con Rosas todavía está por establecerse?

En segundo lugar, la historiografía argentina, o parte de ella,

ha intrepretado ya a Rosas com

o un demócrata. E

sto estaba im­

plícito en el primer estudio revisionista de R

osas, el de Ernes­

to Quesada, quien describió el conflicto entre unitarios y fede-

rales como un conflicto entre la propiedad y la pobreza, la aris-

8 Lafuente a

Frías,

18 de abril de 1839, en

Gregorio F.

Rodríguez,

Con­

tribución histórica

y docum

ental, 3

vols., B

uenos A

ires 1921-1922,

pp. II,

468-469. 9 "S

ituación social",

en E

l N

acional, 1

de junio

de 1857,

en O

bras de

D. F

. Sarm

iento, vol. 24,

Buenos A

ires, 1899,

p. 27. 10 B

artolomé

Mitre,

Historia

de B

elgrano y

de la

independencia argen­

tina, 6a. ed., 4 vols., Buenos A

ires, 1927,

iv, pp. 183-184.

3/19

Page 4: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

314

JOH

N

LY

NC

H

tocr

acia

y

la

dem

ocra

cia,

el

co

nser

vadu

rism

o y

la

revo

luci

ón.

"Fom

entó

las

cla

ses

popu

lare

s:

su b

ase

eran

los

gau

chos

y l

os

oril

lero

s, a

los

que

uni

ó lo

s ne

gros

[..

.] D

emóc

rata

por

tem

pe­

ram

ento

, la

s m

asas

pop

ular

es f

uero

n su

bal

uart

e." 1

1 La

hist

orio

­gr

afía

seg

uía

disc

utie

ndo

a R

osas

en

térm

inos

de

esos

mar

cado

s co

ntra

stes

, de

l bi

en c

ontr

a el

mal

, y

la m

itol

ogía

seg

uía

acum

u­lá

ndos

e.

Eve

ntua

lmen

te

preo

cupa

cion

es

ideo

lógi

cas

se

adue

ña­

ron

del

tem

a,

y bu

ena

part

e de

la

m

oder

na

lite

ratu

ra

sobr

e R

osas

nos

dic

e m

ás s

obre

la

hist

oria

int

elec

tual

de

la A

rgen

ti­

na q

ue s

obre

el

prop

io R

osas

. H

ay n

uevo

s m

itos

, de

la

dere

cha

y de

la

izqu

ierd

a. J

osé

Mar

ía R

osa

ve a

Ros

as c

omo

el e

jem

plo

de

Dio

s y

de l

os g

auch

os,

el a

zote

de

la I

ngla

terr

a im

peri

alis

ta.12

Des

de e

l ot

ro e

xtre

mo

del

espe

ctro

, la

s op

inio

nes

de E

duar

do B

. A

stes

ano

no d

ifie

ren

bási

cam

ente

de

ésas

. A

la

vez

que

reco

no­

ce l

os v

erda

dero

s or

ígen

es s

ocio

econ

ómic

os d

e R

osas

com

o es

­ta

ncie

ro

y sa

lade

rist

a,

lo

pres

enta

si

n em

barg

o co

mo

un

diri

­ge

nte

popu

lar

cuyo

na

cion

alis

mo

abar

caba

no

lo

obje

tivo

s ec

onóm

icos

y

polí

tico

s si

no

tam

bién

un

a pr

ofun

da

conc

ienc

ia

soci

al.

En

esta

int

erpr

etac

ión

los

unit

ario

s er

an u

na a

rist

ocra

cia

urba

na

y m

erca

ntil

, m

ient

ras

que

los

fede

rale

s re

pres

enta

ban

a "l

as m

asas

", "

los

sect

ores

pop

ular

es".

Vei

nte

años

des

pués

de

la c

aída

de

Ros

as e

n 18

52,

un v

iaje

ro i

nglé

s vi

o a

un g

auch

o en

un

a pu

lper

ía

rura

l le

vant

ar

el

puño

ce

rrad

o gr

itan

do

"¡V

iva

Juan

Man

uel

de R

osas

!" A

stes

ano

com

enta

que

el

viaj

ero

esta

­ba

sie

ndo

test

igo

de l

a m

emor

ia p

opul

ar d

e la

rev

oluc

ión

popu

-la

r,

la r

evol

ució

n so

cial

in

icia

da p

or

Ros

as

cuan

do

llegó

vio

­le

ntam

ente

al

pode

r en

182

9 co

mo

"def

enso

r de

l or

den

y de

la

lega

lida

d,

repr

esen

tand

o la

m

asas

, lo

s ga

ucho

s, l

a pa

mpa

". A

co

ntin

uaci

ón

ampl

su

base

; se

gún

Ast

esan

o:

"El

rosi

smo,

co

mo

mov

imie

nto

popu

lar,

co

mo

expr

esió

n de

la

re

volu

ción

po

pula

r,

avan

za

ahor

a de

la

s ca

mpa

ñas

al

pobl

ado,

ga

nand

o ha

sta

los

mis

mos

neg

ros.

" 13

His

tori

ador

es p

rofe

sion

ales

han

int

erpr

etad

o a

Ros

as d

esde

un

punt

o de

vis

ta m

enos

com

prom

etid

o. E

l pr

ofes

or F

erns

lo

ex­

plic

a en

rmin

os

prag

mát

icos

co

mo

un

defe

nsor

de

la

in

de­

pend

enci

a na

cion

al

y un

a in

esca

pabl

e al

tern

ativ

a a

la

anar

-

11 E

rnes

to Q

uesa

da,

La

époc

a de

Ros

as,

Bue

nos

Air

es,

1923

, p.

64.

12

Jos

é M

aría

R

osa,

D

efen

sa

y pé

rdid

a de

nu

estr

a in

depe

nden

cia

econ

ó­m

ica,

3a.

ed.

, B

ueno

s A

ires

, 19

62;

Est

udio

s re

visi

onis

tas,

Bue

nos

Air

es 1

967.

13

Edu

ardo

B

. A

stes

ano,

R

osas

: ba

ses

del

naci

onal

ism

o po

pula

r,

Bue

nos

Air

es,

1960

, pp

. 64

-69.

RO

SAS

Y L

AS

CLA

SES

POPU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

315

quía

.14 M

iron

Bur

gin

insi

ste

en l

a cu

esti

ón d

el a

trac

tivo

pop

u­la

r: "

Aun

cua

ndo

fund

amen

talm

ente

rep

rese

ntan

tes

de l

os i

nte­

rese

s y

las

aspi

raci

ones

de

la i

ndus

tria

gan

ader

a,

los

fede

rale

s se

dir

igía

n al

mis

mo

tiem

po a

las

cla

ses

baja

s, t

anto

en

los

dis­

trit

os r

ural

es c

omo

en l

a ci

udad

. E

n lo

s di

stri

tos

rura

les

el e

s­ta

ncie

ro e

ra e

l di

spen

sado

r de

em

pleo

y l

a ga

rant

ía d

e la

seg

uri­

dad

econ

ómic

a.

Hab

laba

el

le

ngua

je

del

gauc

ho

y de

l pe

ón,

cono

cía

ínti

mam

ente

sus

háb

itos

y c

ostu

mbr

es y

com

part

ía s

u tr

adic

iona

l de

scon

fian

za d

e la

ciu

dad"

.15 S

egún

Tul

io H

alpe

rín,

la

pol

itiz

ació

n de

las

mas

as r

ural

es d

espu

és d

e 18

10 y

la

mov

i­liz

ació

n po

pula

r co

ntra

lo

s un

itar

ios

en

1829

co

nven

cier

on

a R

osas

de

que

sólo

era

pos

ible

gob

erna

r a

Bue

nos

Air

es "

popu

­la

rmen

te".

A

unqu

e R

osas

es

taba

le

jos

de

ser

un

dem

ócra

ta,

deci

dió

que

el n

uevo

equ

ilib

rio

era

irre

vers

ible

, y

se p

uso

a la

ca

beza

del

pel

igro

so s

ecto

r po

pula

r a

fin

de c

ontr

olar

lo y

uti

li­

zarl

o. H

izo

de l

as m

asas

rur

ales

a l

a ve

z su

cli

ente

la y

la

base

de

su

pode

r.16

2 Ros

as e

l es

tanc

iero

, és

e es

el

punt

o de

par

tida

. R

osas

era

el

es­

tanc

iero

arq

uetí

pico

. S

e an

tici

pó v

ario

s añ

os a

la

expa

nsió

n de

la

eco

nom

ía g

anad

era

en l

a dé

cada

de

1820

, y

dese

mpe

ñó u

n pa

pel

impo

rtan

te e

n la

tra

nsfo

rmac

ión

de B

ueno

s A

ires

de

ca­

pita

l vi

rrei

nal

en

cent

ro e

xpor

tado

r.

La

estr

uctu

ra

econ

ómic

a de

Bue

nos

Air

es t

al c

omo

emer

gió

del

régi

men

col

onia

l es

taba

do

min

ada

por

el

com

erci

o,

no p

or l

a ag

ricu

ltur

a.

Los

co

mer

­ci

ante

s de

l pu

erto

hac

ían

sus

bene

fici

os n

o ex

port

ando

los

pro

­du

ctos

de

l pa

ís

sino

im

port

ando

pr

oduc

tos

man

ufac

tura

dos

para

un

mer

cado

con

sum

idor

que

se

exte

ndía

de

Bue

nos

Air

es

a Po

tosí

y

San

tiag

o, a

cam

bio

de m

etal

es p

reci

osos

qu

e en

la

ép

oca

de

la

inde

pend

enci

a re

pres

enta

ban

el

80%

de

l to

tal

de

las

expo

rtac

ione

s de

Bue

nos

Air

es.

Has

ta a

lred

edor

de

1815

, po

r lo

ta

nto,

el

se

ctor

te

rrat

enie

nte

era

lim

itad

o,

tant

o en

el

­m

ero

de p

ropi

etar

ios

com

o en

la

exte

nsió

n de

sus

pro

pied

ades

. 14

H.

S.

Fer

ns,

Bri

tain

an

d A

rgen

tina

in

th

e N

inet

eent

h C

entu

ry

Oxf

ord

1960

, pp

. 21

1-21

7.

15 M

iron

B

urgi

n,

The

eco

nom

ic a

spec

ts o

f A

rgen

tine

fed

eral

ism

182

0-18

52

Cam

brid

ge,

Mas

s.,

1946

, p.

109

. 16

Tul

io

Hal

perí

n D

ongh

i, A

rgen

tina

: de

la

re

volu

ción

de

in

depe

nden

cia

a la

co

nfed

erac

ión

rosi

sta,

B

ueno

s A

ires

, 19

72,

pp.

301-

303.

4/19

Page 5: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

316 JO

HN

L

YN

CH

El legado colonial fue alterado por tres procesos. P

rimero, los

comerciantes

de B

uenos A

ires fueron

desalojados de

su papel

por los ingleses.

Con

sus recursos

de capital

superiores y sus contactos en E

uropa, los ingleses se apoderaron de

la función

empresarial ejercida previam

ente por los españoles y obligaron a

los porteños

a buscar

inversiones alternativas.

Incapaz de

competir en un com

ercio dominado por los ingleses,

el grupo

dirigente local

encontró salida

en otro

sector en

expansión, la ganadería. Segundo, B

uenos Aires se beneficiaba ahora de la

ausencia de

competencia

en la

exportación ganadera.

Desde

1813 Santa Fe, E

ntre Ríos y C

orrientes, cuya capacidad econó­m

ica era similar a la de B

uenos Aires, fueron devastadas por sus

guerras de secesión, mientras que la otra zona ganadera rica, la

Banda

Oriental,

resultó perjudicada

por la

revolución y

la invasión desde el B

rasil. La capital porteña se apresuró a apro­

vechar las nuevas oportunidades. Los cam

pos de pastoreo empe-

zaron a extenderse a expensas de la agricultura, y la provincia llegó a depender de la im

portación de granos. Tercero, el co­

mercio de B

uenos Aires con el interior había dependido de la

capacidad del interior de obtener beneficios de la venta de sus productos,

especialmente

de sus

actividades agrarias y sus

in­dustrias artesanales. P

ero la creciente penetración británica tra-jo una seria com

petencia a esas industrias, en un mom

ento en que la guerra y la secesión estaban elim

inando también los tra­

dicionales mercados de C

hile y el Alto P

erú. L

a combinación de la com

petencia inglesa y la declinación del interior hizo

que B

uenos A

ires llegara

a ser

económicam

ente incapaz de sostener a la élite com

ercial local, y ésta empezó a

buscar otras salidas para sus

capitales. L

a política

agraria del gobierno estim

ulaba la inversión en tierra, ganado y saladeros. D

esde 1822 B

ernardino Rivadavia introdujo el sistem

a de enfi­teusis,

permitiendo

que las

tierras públicas

fueran arrendadas

por veinte años con renta fija. 17 Si bien no era una política de

reforma agraria, en otros aspectos tenía sentido, pues al m

ismo

tiempo

ponía la

tierra en

uso productivo,

incluyendo nuevas

tierras en el sur y suroeste de la provincia, y satisfacía el ham­

bre de tierra de

los grupos dominantes.

No había lím

ite para las tierras que podía arrendar un propietario, y las com

isiones agrarias

que adm

inistraban la

distribución estaban

dominadas

17 Em

ilio A

. C

oni, La

verdad sobre

la enfiteusis

de R

ivadavia, B

uenos A

ires, 1927,

pp. 171-175; Jacinto

Oddone,

La

burguesía terrateniente argen­

tina, 3a. ed., Buenos A

ires, 1967, pp. 75-91.

RO

SAS

Y L

AS C

LASES PO

PUL

AR

ES E

N

BU

EN

OS A

IRE

S 317

por terratenientes.

Si

bien la enfiteusis facilitó

la explotación de

la tierra,

también estim

uló su

excesiva concentración.

En­

tre 1822 y

1830 un pequeño grupo de hombres se

adueñó de toda

la provincia;

en efecto,

538 individuos

recibieron 3 206

leguas cuadradas (casi 8 m

illones de hectáreas). A m

edida que la im

portancia de la ganadería fue aumentando y las propieda­

des ganaderas adquirieron un nuevo valor, los estancieros empe-

zaron a querer la propiedad sin límite de

tiempo,

condiciones ai

rentas. P

ara obtener

términos

convenientes, controlar

todo el proceso de producción desde la estancia hasta el puerto, y ase­gurar el sum

inistro de ganado para la exportación, el sector ru­ral necesitaba aum

entar su peso político. R

osas representó el ascenso al poder de un nuevo grupo social. E

l movim

iento independentista de 1810

había creado un

tipo de político burócrata y soldado profesionales que hicieron una carrera de la revolución y del nuevo estado producido por la revolución. 18 E

staban aliados a los comerciantes urbanos,

pero éstos, o parte de ellos, habían em

pezado a desplazarse hacia la tierra. A

medida que el

sector rural extendía sus propiedades

y desarrollaba

sus estancias,

fue adquiriendo

también

fuerza m

ilitar, pues había que autorizar a los estancieros a mantener

unidades armadas para la seguridad del cam

po y la defensa de la frontera. A

mediados de la década de 1820, por lo tanto, pueden

identificarse dos grupos socioeconómicos: los revolucionarios de

carrera aliados a la clase comerciante tradicional y la nueva clase

terrateniente, algunos de cuyos miem

bros procedían del comercio

y todavía tenían una base en él. El prim

er grupo miraba hacia

el extranjero tanto ideológica como económ

icamente, buscando

ideas liberales,

capital extranjero y

comercio

ultramarino.

El

segundo grupo se volvió hacia el interior para abrir tierras y

desarrollar rebaños y saladeros, m

ejorando así su inversión

al com

ercializar la

industria ganadera

para la

exportación. A

de­m

ás buscaron

un poder

político acorde

con su

fuerza econó­

mica. E

so causó la crisis del régimen de

Rivadavia,

que tenía

poder político pero carecía de una

fuerte base económica.

Su

ideología liberal,

sus intentos

de diversificar

la econom

ía, su

estímulo

a la

inmigración,

todo eso resultaba

profundamente

sospechoso para

los intereses

terratenientes, m

ientras que

la am

enaza de "nacionalizar" los ingresos de B

uenos Aires y dis­

tribuirlos entre las demás provincias en interés de una A

rgen-

18 Tulio

Halperín

Donghi,

Politics,

economics

and society

in A

rgentina in

the revolutionary period, C

ambridge,

1975, p.

205.

5/19

Page 6: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

318

JOH

N

LY

NC

H

tina

m

ayor

er

a vi

sta

com

o la

úl

tim

a pa

ja,

pues

lo

podí

a co

nduc

ir a

l au

men

to d

e lo

s im

pues

tos

prov

inci

ales

. L

os e

stan

­ci

eros

, po

r lo

tan

to,

ejer

cier

on

fuer

te p

resi

ón s

obre

Riv

adav

ia

y co

n la

caí

da d

e és

te

su

triu

nfo

fue

prác

tica

men

te

com

plet

o.

El

cont

rol

polí

tico

coi

ncid

ía a

hora

con

el

pode

r ec

onóm

ico,

y

eso

era

algo

con

side

rabl

e. E

n 18

30 l

a pr

ovin

cia

de B

ueno

s A

ires

te

nía

5 51

6 le

guas

cua

drad

as d

e ti

erra

ocu

pada

, qu

e es

taba

n en

po

der

de

980

pers

onas

; de

és

tas,

60

in

divi

duos

po

seía

n ca

si

4 00

0 le

guas

cua

drad

as,

o el

76%

del

tot

al.19

El

asce

nso

al p

oder

del

gru

po c

omer

cian

te-e

stan

cier

o, s

u in

­ve

rsió

n en

tie

rras

y s

u re

solu

ción

de

cont

rola

r la

pol

ític

a, t

ales

fu

eron

las

cir

cuns

tanc

ias

que

crea

ron

a R

osas

. "E

n ta

l se

ntid

o —

com

o se

ñaló

su

sobr

ino

Luc

io V

. M

ansi

lla—

Ros

as n

o se

hiz

o,

lo

hici

eron

lo

s su

ceso

s,

lo

hici

eron

ot

ros,

al

guno

s ri

cach

ones

eg

oíst

as,

burg

uese

s co

n ín

fula

s se

ñori

ales

, es

peci

e de

ari

stoc

ra­

cia

terr

itor

ial

[...

] tr

as

de

él,

esta

rían

el

los,

go

bern

ando

."20

Per

o ha

bía

algo

más

que

eso

en

Ros

as:

esta

ba e

spec

ífic

amen

te c

a­lif

icad

o pa

ra d

irig

ir a

los

est

anci

eros

. C

omo

esta

ncie

ro p

ione

ro

ente

ndía

la

econ

omía

rur

al d

esde

ade

ntro

; co

mo

seño

r de

mu­

chos

pe

ones

ej

empl

ific

aba

la

hege

mon

ía

soci

al

de

los

terr

ate­

nien

tes;

co

mo

hom

bre

de l

a fr

onte

ra s

abía

ent

ende

rse

con

los

indi

os.

Ade

más

, en

el

recl

utam

ient

o de

tro

pas,

el

adie

stra

mie

nto

y co

ntro

l de

mil

icia

s y

el d

espl

iegu

e de

uni

dade

s no

sól

o en

la

fron

tera

sin

o en

ope

raci

ones

urb

anas

, no

ten

ía i

gual

. F

ue l

a di

­m

ensi

ón m

ilit

ar d

e la

pri

mer

a pa

rte

de l

a ca

rrer

a de

Ros

as l

o qu

e le

dio

ven

taja

sob

re s

us r

ival

es.

Esa

dim

ensi

ón m

ilit

ar c

ul­

min

ó en

su

pape

l du

rant

e la

gue

rra

de g

uerr

illa

s de

182

9 co

n­tr

a lo

s re

beld

es u

nita

rios

, cu

ando

Ros

as r

eclu

tó,

diri

gió

y en

ca­

bezó

a l

as a

nárq

uica

s fu

erza

s po

pula

res

en e

l ej

érci

to i

rreg

ular

qu

e de

rrot

ó a

los

prof

esio

nale

s de

L

aval

le.

Ros

as e

ra u

n ca

u­di

llo

ante

s de

se

r el

egid

o go

bern

ador

. N

o im

port

aba

que

no

fuer

a el

m

ayor

te

rrat

enie

nte

de

la

prov

inci

a;

en e

l gr

upo

de

alre

dedo

r de

di

ecis

iete

est

anci

eros

co

n pr

opie

dade

s de

más

de

50 l

egua

s cu

adra

das

(alg

o m

ás d

e 12

000

hec

táre

as),

Ros

as o

cu­

paba

el

déci

mo

luga

r co

n 70

le

guas

cu

adra

das

(alg

o m

ás

de

17 0

00 h

ectá

reas

).21

P

ero

sus

peon

es,

sus

mil

icia

s y

sus

indi

os

19 A

ndré

s M

. C

arre

tero

, ''C

ontr

ibuc

ión

al

cono

cim

ient

o de

la

pr

opie

dad

rura

l en

la

pro

vinc

ia d

e B

ueno

s A

ires

par

a 18

30",

en

B

olet

ín

del

Inst

itut

o de

H

isto

ria

Arg

enti

na

"Doc

tor

Em

ilio

R

avig

nani

" t.

XII

I,

2a.

seri

e nú

m.

22-2

3 (1

970)

, pp

. 24

6-29

2,

espe

cial

men

te 2

51-2

52.

Not

a:

una

legu

a cu

adra

­da

eq

uiva

lía

casi

a

2 50

0 he

ctár

eas.

20

Luc

io V

. M

ansi

lla,

Roz

as,

ensa

yo h

istó

rico

-psi

coló

gico

, P

arís

191

3, p

. 14

5.

21 A

ndré

s M

. C

arre

tero

, "L

a pr

opie

dad

rura

l en

la

pr

ovin

cia

de

Bue

nos

RO

SAS

Y L

AS

CLA

SES

POPU

LA

RE

S E

N B

UE

NO

S A

IRE

S 31

9

"am

igos

" es

taba

n m

ejor

arm

ados

y b

ajo

cont

rol

más

fir

me

que

los

de c

ualq

uier

a de

sus

riv

ales

. R

osas

er

a de

pur

o or

igen

pa

tric

io.

Sus

ante

pasa

dos

cons

ti­tu

ían

una

anti

gua

fam

ilia

co

loni

al

de

terr

aten

ient

es

y fu

ncio

-na

rios

. S

u pa

dre

era

terr

aten

ient

e y

ofic

ial.

El

prop

io R

osas

era

un

gr

an

terr

aten

ient

e y

com

anda

nte

mil

itar

, m

ient

ras

que

su

espo

sa p

rove

nía

de l

a cl

ase

alta

por

teña

y h

abía

nac

ido

en l

a ri

quez

a. E

n ot

ras

pala

bras

, po

r m

ucha

s ge

nera

cion

es l

a fa

mili

a R

osas

hab

ía e

stad

o en

la

cim

a de

la

esca

la e

conó

mic

a y

soci

al

en u

na s

ocie

dad

dond

e la

mov

ilid

ad s

ocia

l er

a es

casa

. T

uvo

muy

po

ca e

duca

ción

ac

adém

ica,

pe

ro

fue

prep

arad

o pa

ra

su

pape

l y

fue

en l

a es

tanc

ia q

ue a

pren

dió

lo q

ue n

eces

itab

a sa

ber.

Dej

ó la

est

anci

a de

sus

pad

res

para

tra

baja

r po

r cu

enta

pro

pia,

pri

­m

ero

com

o sa

lade

rist

a y

lueg

o co

ncen

trán

dose

en

la

acum

ula­

ción

de

tier

ra.

Com

pró

la

gran

es

tanc

ia

de

Los

C

erri

llos

, su

pr

opie

dad

más

im

port

ante

, en

la

G

uard

ia

del

Nor

te

sobr

e el

Sa

lado

, ju

nto

a la

fro

nter

a de

los

ind

ios,

y s

igui

ó ac

umul

ando

ti

erra

par

a sí

mis

mo

y pa

ra s

us a

soci

ados

, lo

s A

ncho

rena

. G

e­ne

ralm

ente

act

uaba

com

o co

nsej

ero

y co

mpr

ador

par

a lo

s A

n­ch

oren

a, q

ue e

ran

prim

os s

uyos

, po

rque

él

era

el m

áxim

o ex

­pe

rto

en e

l va

lor

de l

a ti

erra

com

o in

vers

ión

para

el

mer

cado

de

exp

orta

cion

es,

y él

apr

eció

mej

or q

ue n

adie

la

nuev

a co

yun­

tura

más

fav

orab

le a

las

est

anci

as q

ue a

l co

mer

cio

y el

des

pla­

zam

ient

o de

l eq

uili

brio

pol

ític

o.

Es

evid

ente

que

el

grup

o R

osas

-Anc

hore

na

no

adqu

iría

es

­ta

ncia

s co

mo

sím

bolo

s de

es

tatu

s,

por

su

tam

año

únic

amen

te,

o pa

ra d

ejar

las

vaca

ntes

. T

odas

est

aban

sit

uada

s en

zon

as a

bun­

dant

es e

n ag

ua,

cuid

ados

amen

te e

scog

idas

por

su

prod

ucti

vida

d y

acce

so a

las

rut

as d

e ex

port

ació

n; y

tod

as e

ran

mod

elo

de i

n­du

stri

a y

rend

imie

nto,

pro

duci

endo

has

ta s

us l

ímit

es.

¿Cuá

l er

a el

tam

año

fina

l de

esa

s gr

ande

s po

sesi

ones

? E

l gr

upo

Anc

hore

na

era

el t

erra

teni

ente

más

gra

nde

de t

oda

la p

rovi

ncia

, po

seye

n­do

en

1830

tan

sól

o a

nom

bre

de J

uan

José

y N

icol

ás a

lred

edor

de

134

leg

uas

cuad

rada

s, y

200

leg

uas

cuad

rada

s en

nom

bre

de

todo

el

grup

o; e

sas

prop

ieda

des

habí

an a

umen

tado

a 3

06 l

egua

s cu

adra

das

(cas

i 75

000

he

ctár

eas)

pa

ra

la

déca

da

de

1840

.22

No

es t

an f

ácil

dete

rmin

ar l

a ex

tens

ión

tota

l de

las

pro

pied

ades

de

Ros

as.

En

su t

esta

men

to e

spec

ífic

o ci

erta

s re

clam

acio

nes

que

Air

es"

cit.,

pp

. 27

3-29

2;

sus

prim

os,

los

Anc

hore

na,

eran

los

pri

mer

os

con

134

legu

as

cuad

rada

s.

22 A

ndré

s M

. C

arre

tero

, L

a pr

opie

dad

de l

a ti

erra

en

la

épo

ca

de

Ros

as,

Bue

nos

Air

es,

1972

, p.

14

.

6/19

Page 7: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

320 JO

HN

L

YN

CH

sus herederos debían hacer contra el gobierno de Buenos A

ires por una com

pensación justa. Se refirió a "116 reses, 40 000 ove­jas", que había sum

inistrado al gobierno de Buenos A

ires; ade­m

ás "60 000 cabezas de ganado entre vacas, novillos y terneros, 1000 bueyes gordos, 3 000 caballos buenos, 100000 ovejas, cien m

il yeguarizos y demás de m

i propiedad", que el gobierno se había apropiado desde el

2 de febrero de

1852. H

arían falta

grandes estancias para mantener a todo ese ganado; la estim

a­ción

oficial fue

136 leguas

cuadradas (cerca

de 35 000

hectá­reas) . 23

La visión de R

osas de las clases populares estaba condicionada por sus intereses económ

icos y su posición social. Era una visión

predeciblemente

conservadora y autoritaria, basada sin em

bar­go no en una actitud de crueldad o desprecio sino al principio en la aprensión. P

oco después de tomar posesión de su estancia

Los C

errillos, escribió a las autoridades de B

uenos Aires que­

jándose de

la tem

ible inseguridad

causada por

las hordas

de vagabundos y delincuentes que no respetaban personas ni pro­piedades sino que, sin em

pleo, recorrían la campaña

causando problem

as: "A

penas es cum

plido un mes

que fui acom

etido en mi estan­

cia; porque traté de impedir en ella corridas de avestruces que

se hacían por decenares de hombres, que con tal

pretexto co­rrían m

is ganados, usaban de ellos, no los dejaban pastar, y me

los alzaban. Mi vida se salvó de entre los puñales; y desde en­

tonces sólo pende mi existencia de un golpe seguro con que la

asesten los ociosos y mal ocupados."

24

El

gaucho com

o delincuente,

esa interpretación

había de

volverse familiar. L

a reacción de Rosas fue decisiva. Su intensa

conciencia de la incipiente anarquía de la campaña hizo nacer

en él la resolución de conquistarla, prim

ero en su propio am­

biente y luego en el mundo político. H

ubo un periodo en que parece

haber tem

ido realm

ente un

movim

iento autónom

o de

protesta desde abajo, movim

iento que trató de captar y contro-

23 Antonio D

ellepiane, El testam

ento de Rosas, B

uenos Aires, 1957, p. 96;

Ricardo L

evene, La

anarquía de 1820 y la

iniciación de la

vida pública de R

osas, en

Academ

ia N

acional de

la H

istoria, O

bras de

Ricardo

Levene,

t. iv, Buenos A

ires, 1972, pp.

176-181; E

rnesto J. Fitte, E

l proceso a Rosas

y la confiscación de sus bienes, B

uenos Aires, 1973, pp.

123-135. 24 R

osas al gobierno provincial, 1817,

en Alfredo J.

Montoya, H

istoria de

los saladeros argentinos, Buenos A

ires, 1956, p. 41.

RO

SAS

Y LA

S CLA

SES PO

PUL

AR

ES

EN

B

UE

NO

S A

IRE

S 321

lar. Éste es el contexto en que debe leerse el

texto frecuente­m

ente citado de su entrevista con el enviado oriental Santiago

Vázquez. E

n esa ocasión, en diciembre de 1829, apenas al com

ien­zo de su gobernatura,

afirmó

que a diferencia de

su predece­sor él había cultivado a la gente "de las clases bajas" y se había agauchado él m

ismo con el fin de controlarlas.

Los gobiernos

anteriores, alegó,

"se conducían m

uy bien para

la gente

ilus­trada,

que es

lo que

yo llam

o m

oral, pero

despreciaban lo

físico, pues, los hombres de las clases bajas, los de la cam

paña, que son la gente de acción [...] m

e pareció que en los lances de la revolución, los m

ismos partidos habían de dar lugar a que

esa clase se sobrepusiese y causase los mayores

males, porque

Vd.

sabe la disposición

que hay siem

pre en

el que

no tiene

contra los ricos y superiores: me pareció, pues, desde entonces,

muy

importante

conseguir una

influencia grande

sobre esa

clase para contenerla o para dirigirla;

y me

propuse adquirir

esa influencia a toda costa;

para esto me fue

preciso trabajar

con mucha constancia, con m

uchos sacrificios de comodidades,

y de dinero, hacerme gaucho com

o ellos, hablar como ellos y

hacer cuanto ellos hacían; protegerlos, hacerm

e su apoderado, cuidar sus intereses, en fin, no ahorrar trabajo ni m

edios para adquirir m

ás su concepto". 25

Identificarse con la cultura gaucha, desde luego, no significa­ba necesariam

ente representar o elevar al gaucho. Muchos his­

toriadores rosistas han dado la impresión de que los gauchos se

levantaron espontáneam

ente por Rosas.

Una serie de

observa­dores contem

poráneos, es cierto, dijeron lo mism

o. Los m

inis­tros británicos inform

aban invariablemente que las clases bajas

de la ciudad y la campaña apoyaban a R

osas, y sus despachos dejan

la impresión

de hordas

de gauchos

galopando hacia

la capital por la causa de su salvador. P

hilip Yorke G

ore informó:

"Los gauchos, o habitantes de los distritos rurales, son ardientes

partidarios del general R

osas, a quien contem

plan desde

hace m

ucho con una devoción increíble, como a su jefe y benefactor

reconocido."26 E

l propio Rosas explicó a John H

enry Mande-

ville que en su país no había

aristocracia para

sostener a

un gobierno, y gobernaban la opinión pública y las m

asas. 27 Henry

25 "Nota

confidencial de

Santiago

Vázquez",

9 de

diciembre

de 1829,

en A

rturo E

nrique Sampay, L

as ideas políticas

cit., pp.

131-132. 26 G

ore a Palm

erston, 21 dé octubre de 1833, P

ublic Record O

ffice, Lon­

dres, FO

6/37. 27 M

andeville a Aberdeen, 7 de julio de 1842, PR

O, FO

6/84.

7/19

Page 8: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

322

JO

HN

L

YN

CH

Sou

ther

n cr

eía

que

"el

secr

eto

de s

u po

der

es q

ue é

l le

ens

eñó

al g

auch

o de

las

pam

pas

que

él e

ra e

l ve

rdad

ero

amo

de

las

ciud

ades

. F

ue s

obre

la

base

de

sus

prop

ios

peon

es

gana

dero

s,

carr

eter

os

y do

mad

ores

qu

e es

tabl

eció

pr

imer

o su

au

tori

dad,

qu

e ha

man

teni

do h

asta

hoy

med

iant

e un

uso

ast

uto

y di

estr

o de

la

mis

ma

arm

a".28

Per

o és

tas

son

impr

esio

nes

dist

orsi

onad

as,

o po

r lo

men

os a

bier

­ta

s a

inte

rpre

taci

ones

err

ónea

s.

En

prim

er l

ugar

, el

núc

leo

de

las

fuer

zas

de

Ros

as

eran

su

s pr

opio

s pe

ones

y

depe

ndie

ntes

qu

e es

taba

n ob

liga

dos

a se

guir

lo e

n la

gue

rra

igua

l qu

e a

tra­

baja

r pa

ra é

l en

la

paz.

Ent

re e

llos

habí

a ga

ucho

s,

ante

s nó

­m

adas

per

o ah

ora

atad

os a

la

esta

ncia

; in

dios

"am

igos

" qu

e vi

­ví

an

en o

cer

ca

de

las

prop

ieda

des

de

Ros

as;

fugi

tivos

de

la

just

icia

y

deli

ncue

ntes

qu

e ha

bían

en

cont

rado

en

su

s ti

erra

s re

fugi

o a

cam

bio

de s

ervi

cios

. E

n se

gund

o lu

gar,

eso

s le

vant

a­m

ient

os d

e la

pob

laci

ón r

ural

se

prod

ujer

on e

n m

omen

tos

de

cris

is e

xcep

cion

al,

rebe

lión

o g

uerr

a, c

omo

los

de 1

829,

183

3 y

1839

. E

n 18

28-1

829

Ros

as l

evan

tó d

elib

erad

amen

te f

uerz

as p

o­pu

lare

s a

fin

de e

nfre

ntar

la

rebe

lión

un

itar

ia.

No

"se

leva

n­ta

ron"

esp

ontá

neam

ente

ni

esta

ban

"pol

itiz

ados

". R

osas

man

a su

s ca

pata

ces

y ag

ente

s a

mov

iliz

arlo

s co

mo

mil

icia

rur

al,

y pa

ra l

a oc

asió

n se

les

sum

aron

ind

ios

amig

os,

mom

entá

neam

ente

al

iado

s. L

ejos

de

ser

empu

jado

a u

na p

osic

ión

popu

lar

por

un

leva

ntam

ient

o ru

ral,

le

jos

de

repr

esen

tar

a la

s m

asas

ru

rale

s,

Ros

as

man

ipul

ó fu

erza

s ga

ucha

s en

la

gu

erra

co

ntra

L

aval

le,

y un

a ve

z en

co

ntro

l de

l es

tado

pr

ácti

cam

ente

la

s de

scar

tó.29

Com

o se

ñaló

Sar

mie

nto,

las

fue

rzas

gau

chas

dur

aron

sól

o m

ien.

tr

as R

osas

las

nec

esit

ó. U

na v

ez q

ue R

osas

con

trol

ó la

bur

ocra

­ci

a, l

a po

licí

a, l

a m

azor

ca y

, so

bre

todo

, el

ejé

rcit

o re

gula

r, y

a no

nec

esit

ó ni

qui

so a

las

fue

rzas

pop

ular

es d

el c

ampo

y é

stas

tu

vier

on q

ue v

olve

rse

a su

s es

tanc

ias.

80 E

n te

rcer

lug

ar,

las

mi-

licia

s ga

ucha

s só

lo e

ran

fuer

zas

"pop

ular

es"

en

el

sent

ido

de

que

esta

ban

form

adas

po

r pe

ones

ru

rale

s.

El

hech

o de

pe

rte-

nece

r a

una

orga

niza

ción

mil

itar

no

les

dio

pode

r ni

rep

rese

n-

28 S

outh

ern

a P

alm

erst

on,

22 d

e no

viem

bre

de 1

848,

His

tori

cal

Man

uscr

ipt

Com

mis

sion

, L

ondr

es,

Pal

mer

ston

P

aper

s,

cc/s

o/24

1,

por

auto

riza

ción

de

lo

s fi

deic

omis

ario

s de

lo

s A

rchi

vos

Bro

adla

nds.

29

Tul

io

Hal

perí

n D

ongh

i (D

e la

re

volu

ción

de

in

depe

nden

cia

a la

co

n­fe

dera

ción

ro

sist

a ci

t.,

pp.

301-

303,

35

6)

habl

a de

"l

a po

liti

zaci

ón

de

los

rura

les"

, "l

a m

ovili

zaci

ón p

opul

ar d

e 18

29",

y "l

a im

plan

taci

ón d

e un

pod

er

popu

lar"

po

r R

osas

, pe

ro

esos

co

ncep

tos

pare

cen

ir

más

al

de

la

evi­

denc

ia.

30 D

omin

go F

. S

arm

ient

o, F

acun

do,

La

Pla

ta,

1938

, p.

287

.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SES

PO

PU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

323

taci

ón p

olít

icos

, po

rque

la

rígi

da e

stru

ctur

a de

la

esta

ncia

fue

tr

asla

dada

a l

a m

ilic

ia,

dond

e lo

s es

tanc

iero

s er

an c

oman

dant

es,

sus

capa

tace

s lo

s of

icia

les

y su

s pe

ones

la

trop

a. E

sas

trop

as n

o en

trab

an

en r

elac

ión

dire

cta

con

Ros

as;

eran

m

ovili

zada

s po

r el

pat

rón,

lo

que

sign

ific

aba

que

Ros

as r

ecib

ía e

l ap

oyo

no d

e ho

rdas

de

ga

ucho

s li

bres

si

no

de

esta

ncie

ros

que

llev

aban

a

sus

peon

es c

omo

cons

crip

tos.

El

prop

io R

osas

era

el

esta

ncie

ro

más

pod

eros

o y

su p

eona

da l

a m

ás n

umer

osa

y m

ejor

equ

ipad

a.

Per

o es

o no

hac

ía d

e él

un

dem

ócra

ta.

Incl

uso

el u

so d

el t

érm

ino

"gau

cho"

era

am

bigu

o en

la

ter­

min

olog

ía

rosi

sta.

T

enía

do

s si

gnif

icad

os,

segú

n la

si

tuac

ión.

E

n pú

blic

o er

a ut

iliz

ado

com

o un

tér

min

o de

elo

gio

y es

tim

a,

y pe

rpet

uaba

la

idea

de

que

los

inte

rese

s de

lo

s es

tanc

iero

s y

los

de l

os g

auch

os e

ran

idén

tico

s. E

n la

s pa

labr

as d

e un

a ca

n­ci

ón

popu

lar:

El

hace

ndad

o es

de

pleb

e Y

un

tend

ero

hom

bre

dece

nte

Ros

as,

adem

ás,

ayud

ó a

prop

agar

el

mit

o de

que

el

esta

ncie

ro

com

pren

día

al g

auch

o y

sólo

est

aba

inte

resa

do e

n su

bie

nest

ar.

En

priv

ado,

sin

em

barg

o, e

spec

ialm

ente

en

su u

so p

olít

ico,

la

pala

bra

gauc

ho s

igni

fica

ba

"vag

o y

mal

en

tret

enid

o",

es

deci

r de

linc

uent

e.

El

prim

er

uso

repr

esen

taba

pr

opag

anda

po

líti

ca.

El

sent

ido

peyo

rati

vo e

xpre

saba

di

stin

ción

de

cl

ase,

pr

ejui

cios

so

cial

es

y ac

titu

des

econ

ómic

as;

era

usad

o po

r el

ha

cend

ado,

es

caso

de

man

o de

obr

a, f

rent

e al

cam

pesi

no,

que

quer

ía p

erm

a­ne

cer

libr

e. S

egún

el

obse

rvad

or i

nglé

s W

illi

am M

acC

ann,

"E

l té

rmin

o 'g

auch

o' e

s of

ensi

vo p

ara

la m

asa

del

pueb

lo,

y se

en­

tien

de q

ue d

esig

na a

un

a pe

rson

a qu

e no

ti

ene

dom

icil

io

fijo

si

no q

ue l

leva

una

vid

a nó

mad

a; p

or l

o ta

nto

al h

abla

r de

las

cl

ases

pob

res

evit

aré

ese

térm

ino.

" 31

Las

cla

ses

pobr

es,

natu

ralm

ente

, er

an u

n gr

upo

hete

rogé

neo,

no

una

cla

se u

nifi

cada

. E

ran

peon

es d

e es

tanc

ia,

depe

ndie

ntes

so

met

idos

a u

n pa

trón

, tr

abaj

ador

es l

ibre

s, a

gric

ulto

res

y ar

ren­

data

rios

, pe

queñ

os g

anad

eros

y l

a po

blac

ión

mar

gina

l, co

mpu

es­

ta d

e m

onto

nero

s ca

si p

rofe

sion

ales

. S

emib

árba

ros,

an

alfa

beto

s,

igno

rant

es

de

los

prob

lem

as

polí

tico

s,

esos

gr

upos

no

po

dían

pa

rtic

ipar

ni

en

el

pr

oces

o po

líti

co

más

ru

dim

enta

rio;

er

an

inca

pace

s de

acc

ión

autó

nom

a, d

e or

gani

zars

e a

sí m

ism

os o

de

31

Wil

liam

M

acC

ann,

T

wo

thou

sand

m

iles

' ri

de

thro

ukh

the

Arg

enti

ne

prov

ince

s, 2

vo

ls.,

Lon

dres

, 18

53,

t. I,

p.

154.

8/

19

Page 9: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

324 J

OH

N

LY

NC

H

responder a una dirección política. Pero todo esto no responde

a la

pregunta de

si R

osas desem

peñó un

papel popular.

La

historia está repleta

de ejem

plos de

líderes que ofrecen

bene-ficios

a m

asas apolíticas

sin necesariam

ente incorporarlas

al proceso

político o

modificar

básicamente

la estructura

social. ¿H

izo Rosas eso? ¿D

io beneficios económicos y sociales a la po­

blación rural?

3 La concentración de la tierra y el dom

inio de la economía por

las estancias continuaron bajo Rosas. E

n 1830, 5 516 leguas cua­dradas de tierra ocupada en la provincia de B

uenos Aires per­

tenecían a 980 propietarios. En el periodo 1830-1852, 6 100 le­

guas cuadradas estaban en poder de 782 propietarios. En 1830,

60 personas

poseían el

76%

de esa

extensión: en

1830-1852, 200 personas, o el 28%

, tenían el 60% de las propiedades de m

ás de

10 leguas cuadradas.

Había

74 propiedades de más de

15 leguas, y 42 de m

ás de 20. Mientras tanto las pequeñas propie­

dades representaban apenas el 1% de la tierra utilizada, aunque

es cierto que existió una tendencia a la subdivisión y difusión de la

tierra hacia mediados del siglo, con el aum

ento del va­lor de la tierra y el desarrollo de

la ganadería ovina. 32 En

el periodo de R

osas lo que contaba por encima de todo era el ta­

maño de

las entancias y su núm

ero de anim

ales. E

sto estaba de

acuerdo con las realidades

económicas

de la ganadería va-

cuna: la tecnología era prim

itiva y estaba prácticamente estan­

cada; lo que im

portaba era la cantidad de ganado, no su cali­dad:

no había

selección, cuidado

ni m

ejoramiento

sino sólo

producción masiva de cueros, sebo, grasa, cuernos y tasajo.

Había tres m

étodos de distribución de la tierra: la venta, el

arrendamiento y la donación. 33 L

a ley del 10 de mayo de 1836

autorizaba la venta de 1 500

leguas cuadradas de tierras enfi-

téuticas y

desocupadas. L

os ocupantes

efectivos de

tierras en

32 Sobre la difusión de la tenencia de la tierra véase Jonathan C. B

rown,

A

socioeconomic

history of

Argentina,

1776-1860, C

ambridge,

1979, p

p.

158-160. 33 M

iguel A

. C

árcano, E

volución histórica

del régim

en de

la tierra

pú­blica 1810-1916, 3a. ed., B

uenos Aires,

1972, pp. 62-63;

Andrés

M.

Carre­

tero, La

propiedad de

la tierra

en la

época de

Rosas,

pp. 20-25.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SE

S P

OP

UL

AR

ES

EN

B

UE

NO

S A

IRE

S 325

enfiteusis podían comprar su

tierra, aunque no estaban obliga­dos a ello; pero una ley posterior del 16 de enero de 1838 orde­nó la venta de las tierras enfitéuticas cuya renta no hubiera sido pagada, y la ley del 25 de agosto de 1838 ordenó la duplicación de

las rentas. N

o hubo ninguna corrida para adquirir

tierras: el bloqueo francés deprim

ía la agricultura

comercial

al cerrar

salidas de exportación,

de modo que

el gobierno perm

itió la

compra

de tierras

mediante

un sistem

a de

cuotas y

con fre­

cuencia pasó por alto el incumplim

iento de la ley por quienes todavía arrendaban tierras en enfiteusis por m

enos de la renta legal

o sin

pagar renta alguna.

El

gobierno resolvió

también

regalar tierra, y el propio Rosas fue uno de los principales bene­

ficiarios de esa prodigiosa política. La ley del 6 de junio de 1834

le concedió la propiedad de

la isla de Choele-C

hoel, para

no hablar de otras concesiones m

enos espectaculares. Se le autorizó a cam

biar Choele-C

hoel por 60 leguas cuadradas de tierras pú­blicas donde quisiera, com

o propiedad para él y sus herederos. T

ambién la

lealtad recibía recompensa.

La ley del

30 de sep­tiem

bre de

1834 hizo concesiones de tierras hasta

un m

áximo

de 50 leguas cuadradas en total a oficiales que habían partici­pado en

la Cam

paña del

Desierto contra

los indios,

mientras

que una ley del 25 de abril de 1835 concedió tierras hasta

16 leguas cuadradas a soldados de la D

ivisión de los Andes de la

mism

a campaña. L

os militares que tom

aron parte en el aplas­tam

iento de la Rebelión del Sur en 1839 fueron recom

pensados por la ley del 9 de noviem

bre de 1839; los generales recibieron 6 leguas cuadradas, los coroneles,

5, los oficiales sin com

isión m

edia legua y los soldados un cuarto de legua. Tam

bién civiles fueron recom

pensados por su lealtad. Adem

ás, todos esos benefi­ciarios estaban autorizados a vender sus propiedades, y los arren­datarios

de tierra

en enfiteusis

estaban en

libertad de

com­

prarlas. L

os "boletos de premios en tierras", o certificados de propie­

dad de tierra com

o recompensa

por servicios m

ilitares, fueron

uno de los principales instrumentos de distribución de la

tie­rra

y en ese periodo se extendieron alrededor

de 8 500.

Una

de las razones para recompensar en esa form

a a militares y ci­

viles leales era la falta de fondos gubernamentales con qué cu­

brir salarios, pensiones y demás. O

bviamente tam

bién había un elem

ento político

operante, porque

la tierra

era la

máxim

a fuente de patronazgo existente, un arm

a para Rosas y un

sis­tem

a de patrocinio de sus partidarios. Rosas era el gran patrón

9/19

Page 10: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

326

JO

HN

L

YN

CH

y lo

s es

tanc

iero

s er

an s

u cl

ient

ela.

En

ese

sent

ido

el r

osis

mo

era

men

os u

na i

deol

ogía

que

un

grup

o de

int

erés

, un

vas

to s

iste

ma

de

ayud

a a

los

terr

aten

ient

es.

En

real

idad

qu

iene

s m

enos

se

be

nefi

ciar

on

con

las

reco

mpe

nsas

fu

eron

pr

ecis

amen

te

los

que

esta

ban

en s

ervi

cio

acti

vo e

n el

fre

nte,

por

que

sien

do l

os m

ás

alej

ados

de

la

ca

pita

l no

ten

ían

los

cont

acto

s ne

cesa

rios

pa

ra

cons

egui

r el

pro

nto

desp

acho

de

pape

les

ni p

odía

n pr

esen

tars

e pe

rson

alm

ente

en

Bue

nos

Air

es a

rec

lam

ar s

u re

com

pens

a. P

or

lo t

anto

, só

lo u

nos

poco

s so

ldad

os r

ecib

iero

n ef

ectiv

amen

te s

u pr

emio

. A

dem

ás,

prác

tica

men

te

no h

abía

nin

gún

sect

or s

ocia

l fu

era

de l

os g

rupo

s su

peri

ores

que

est

uvie

ra e

quip

ado

para

uti

­li

zar

las

conc

esio

nes.

La

estr

uctu

ra s

ocia

l ru

ral

era

rígi

da,

com

o se

ñala

ba M

acC

ann:

"T

odav

ía n

o ha

y cl

ase

med

ia;

los

prop

ie­

tari

os d

e ti

erra

s qu

e al

imen

tan

a re

baño

s in

men

sos

form

an u

na

clas

e, s

us p

asto

res

form

an o

tra.

" 34 C

ertif

icad

os d

e m

enos

de

una

legu

a er

an p

ráct

icam

ente

inú

tile

s en

man

os d

e so

ldad

os o

bur

ó­cr

atas

men

ores

, cu

ando

la

estr

uctu

ra a

grar

ia e

xist

ente

ten

ía u

n pr

omed

io d

e oc

ho l

egua

s po

r es

tanc

ia.

Per

o en

man

os d

e pe

rso­

nas

que

ya

tení

an e

stan

cias

o

disp

onía

n de

l ca

pita

l su

fici

ente

pa

ra c

ompr

arla

s ba

rata

s, e

ran

un p

oder

oso

inst

rum

ento

par

a la

ac

umul

ació

n de

tie

rras

. M

ás d

el 9

0% d

e lo

s ce

rtif

icad

os d

e ti

e­rr

as

otor

gado

s a

sold

ados

y

civi

les

term

inar

on

en

man

os

de

esta

ncie

ros

o de

qui

enes

est

aban

lle

gand

o a

serl

o.35

Las

gen

tes

men

os a

dine

rada

s,

que

no p

oseí

an c

apit

al p

ara

pobl

ar u

na e

s­ta

ncia

, ve

ndía

n su

s ce

rtif

icad

os

a qu

iene

s lo

te

nían

. E

n ot

ros

caso

s, h

ombr

es p

oder

osos

rec

ibía

n lo

s ce

rtif

icad

os d

e su

s cl

ien­

tes

y de

pend

ient

es,

o lo

s re

cogí

an e

n no

mbr

e de

sus

seg

uido

res

mil

itar

es.

Tod

o tr

abaj

aba,

con

la

coop

erac

ión

de u

na a

dmin

is­

trac

ión

com

plac

ient

e, p

or l

a ex

tens

ión

de l

as p

ropi

edad

es e

xis­

tent

es.

En

el

peri

odo

1830

-185

2 la

s ti

erra

s in

corp

orad

as

com

o re

sult

ado

de l

a C

ampa

ña d

el D

esie

rto

y la

pol

ític

a de

mej

orar

la

s re

laci

ones

con

los

ind

ios

aum

enta

ron

en u

n 42

%.

Ese

aum

en­

to d

e la

tie

rra

fue

supe

rior

al

aum

ento

del

núm

ero

de e

stan

cias

, 28

%,

y de

l nú

mer

o de

pro

piet

ario

s,

17%

.36

La

tend

enci

a de

l ré

gim

en d

e R

osas

fue

hac

ia u

na m

ayor

con

cent

raci

ón d

e la

pro

­pi

edad

en

man

os d

e un

peq

ueño

gru

po.

El

reve

rso

de

la

conc

esió

n de

ti

erra

s er

a la

co

nfis

caci

ón

de

tier

ras.

L

a le

y fu

ndam

enta

l de

exp

ropi

ació

n fu

e el

dec

reto

del

16

de

sept

iem

bre

de

1840

, em

itid

o en

un

mom

ento

en

que

la

34 W

illi

am M

acC

ann,

op.

cit

., t.

i, p.

15

8.

35 A

ndré

s M

. C

arre

tero

, L

a pr

opie

dad

de l

a ti

erra

cit.

, pp

. 25

-30.

3

6 Ibi

d.,

p. 3

1.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SES

PO

PU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

327

pres

ión

com

bina

da d

e lo

s en

emig

os f

ranc

eses

y u

nita

rios

acr

ecía

el

sen

tim

ient

o de

pel

igro

, qu

e au

tori

zaba

la

conf

isca

ción

de

toda

pr

opie

dad

pert

enec

ient

e a

unit

ario

s en

co

mpe

nsac

ión

por

los

daño

s ca

usad

os

por

el

gene

ral

Lav

alle

y

su

ejér

cito

in

vaso

r.

La

med

ida

esta

ba

orie

ntad

a a

desp

ojar

al

se

ctor

es

tanc

iero

op

osit

or d

e su

bas

e ec

onóm

ica.

Hub

iera

sid

o po

sibl

e en

carc

elar

o

exil

iar

a lo

s op

osit

ores

, co

mo

se h

izo

con

muc

hos,

sin

dañ

ar

a su

s fa

mili

as

y he

rede

ros,

pe

ro

el

golp

e ec

onóm

ico

era

más

ef

ectiv

o. V

iuda

s y

mad

res

se q

ueja

ron

amar

gam

ente

a R

osas

de

las

pena

lida

des

impu

esta

s a

sus

fam

ilias

. U

na q

ueja

típ

ica

fue

la

de u

na v

iuda

que

sol

icit

aba

la d

evol

ució

n de

un

a es

tanc

ia

conf

isca

da p

or e

l ju

ez d

e pa

z en

el

Par

tido

de

Lob

os.

Afi

rmab

a qu

e su

mar

ido

jam

ás h

abía

sid

o un

itar

io,

pero

"ac

abó

sus

días

el

20

de a

gost

o de

184

0, s

iend

o de

goll

ado

y m

util

ado

su c

uerp

o en

la

s ce

rcan

ías

de C

añue

las

[...

] su

mue

rte

fue

a m

anos

de

ho

mbr

es

viol

ento

s,

fede

rale

s en

el

no

mbr

e,

y ef

ecti

vam

ente

en

emig

os

de V

d.

y el

S

anto

Si

stem

a F

eder

al,

que

mi

espo

so

cord

ialm

ente

pr

ofes

aba"

.37

Otr

as

muj

eres

es

crib

iero

n a

Ros

as:

una

espo

sa p

idie

ndo

la d

evol

ució

n de

una

est

anci

a de

la

que

depe

ndía

la

su

bsis

tenc

ia

de

su

fam

ilia

, un

a m

adre

af

irm

ando

qu

e su

mar

ido

habí

a si

do a

trap

ado

en M

onte

vide

o po

r el

bl

o­qu

eo,

no e

stab

a ex

ilia

do,

su h

ijo

nunc

a ha

bía

sido

uni

tari

o y

la f

amil

ia n

eces

itab

a su

le

gíti

ma

prop

ieda

d.

Muc

hos

soli

cita

n­te

s al

egab

an q

ue s

us p

ropi

edad

es

habí

an

sido

co

nfis

cada

s po

r ju

eces

ba

jo

la

fals

a ac

usac

ión

de

ser

unit

ario

s,

mie

ntra

s qu

e er

an

"not

oria

men

te

fede

rale

s".88

Otr

os p

edía

n qu

e se

ob

liga

ra

a lo

s ju

eces

a d

ecla

rar

los

resu

ltad

os d

e la

s ve

ntas

de

bien

es c

on­

fisc

ados

. L

as c

onfi

scac

ione

s, p

or l

o ta

nto,

gol

peab

an d

onde

más

do

lía;

al

mis

mo

tiem

po r

ecor

taba

n lo

s re

curs

os d

e la

opo

sici

ón

para

com

bati

r y

los

med

ios

de r

eclu

tar

peon

es.

Era

n un

ins

tru­

men

to

de

terr

or.

Ade

más

di

eron

al

go

bier

no

otra

fu

ente

de

re

com

pens

as p

ara

sus

segu

idor

es.

Año

s de

spué

s,

en S

outh

amp-

ton,

se

pidi

ó a

Ros

as q

ue e

xpli

cara

las

raz

ones

de

ese

decr

eto,

y

repl

icó:

"Si

he p

odid

o go

bern

ar t

rein

ta

años

aq

uel

país

tu

rbul

ento

, a

cuyo

fre

nte

me

puse

en

plen

a an

arqu

ía y

al

que

dejé

en

orde

n pe

rfec

to,

fue

porq

ue

obse

rvé

inva

riab

lem

ente

es

ta

regl

a de

37 A

nton

ina

Vil

lam

ayor

a R

osas

, 12

de

ener

o de

184

1 ( A

rchi

vo G

ener

al d

e la

N

ació

n,

Bue

nos

Air

es,

Sala

10

, 17

-3-2

, G

obie

rno,

So

lici

tude

s,

Em

barg

os.

38 A

GN

, Sa

la 1

0, 1

7-3-

2, G

obie

rno,

Sol

icit

udes

, E

mba

rgos

.

10/1

9

Page 11: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

328 J

OH

N

LY

NC

H

conducta: proteger

a todo

trance a

mis

amigos,

hundir por

cualquier medio a m

is enemigos."

39

Sin embargo la política de confiscación introdujo un elem

en­to de inseguridad en el régim

en agrario que, unido a la práctica del gobierno de reclutar peones de las estancias y exigirles con­tribuciones en caballos, ganado y dinero, disuadieron a m

ucha gente de invertir m

ás en tierras. Y esas contribuciones de gue­

rra, naturalmente, eran exigidas, tanto a los partidarios del ré­

gimen com

o a sus enemigos. L

a política resultó ventajosa para los extranjeros, que eran exim

idos de esas penas y obligaciones nacionales,

porque R

osas era escrupulosam

ente correcto en su

tratamiento de los extranjeros residentes en la provincia, y éstos

eran prácticam

ente el único grupo que disfrutaba de la plena protección de la ley. Seguros en ese conocim

iento, los extranje­ros invertían con m

ás confianza que los argentinos. En esa for­

ma R

osas, en otros aspectos aclamado por su conspicuo nacio­

nalismo,

favoreció indirectamente

la penetración

extranjera en

la economía argentina. E

l proceso fue observado por un terra­

teniente inglés, W

ilfrid Latham

: "L

a protección

que sus tratados

aseguraban a

los extranjeros

los colocaba, en tales circunstancias, en posición ventajosa con respecto a los nativos, en la m

edida en que los primeros estaban

absolutamente exentos del servicio m

ilitar y las contribuciones forzosas,

a excepción

de los

caballos, que

eran considerados

como artículos de guerra; y cualquier daño a sus propiedades,

o la apropiación de sus ganados

en guerras intestinas,

consti­tuían

motivo

de com

pensación bajo

los tratados

existentes. Inducidos por el bajo precio de la tierra y la m

ayor seguridad de

que disfrutaban,

muchos

extranjeros, especialm

ente ingle­

ses, compraron abundantes tierras de las ofrecidas en venta."

40

Com

o señaló Lucio V

. Mansilla, "se tuvo suerte si

se era in­glés en

aquel entonces". Y

Tom

ás Anchorena se

quejó am

ar­gam

ente a

Rosas

del favor

que m

ostraba a

los extranjeros:

"Las

excesivas generosidades

que está

Vd.

dispensando a

los gringos m

e tienen de muy m

al humor."

41

Lo cierto es que los estrechos adherentes y colaboradores de

40 Ernesto Q

uesada, La

época de R

osas cit., p

p. 78-79.

10 Wilfrid

Latham

, T

he state

of the

River

Plate,

2a. ed.,

Londres,

1868, pp. 316-317.

41 Juan José

Sebreli, A

pogeo y

ocaso de

los A

nchorena, B

uenos A

ires, 1972, p

. 167.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SES

PO

PU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

329

Rosas

gozaban de

seguridad y

privilegios com

parables. L

os propios

Anchorena

eran el

mejor

ejemplo.

En

1846 T

omás

de Anchorena agradeció a R

osas por eximir a su hijo del

ser-vicio m

ilitar, que lo hubiera puesto en contacto con la

plebe: "E

l verlo rozándose en el cuartel con gente oscura, sin ninguna educación

y cargada

de vicios,

sería una

fatalidad que

sin duda alguna abreviaría los días de m

i vida." E

l propio R

osas adm

itió posteriorm

ente haber

eximido

específicamente

a las

estancias de los A

nchorena de

las demandas estatales

de peo­

nes y ganado, "distinción y privilegio que era en esos tiempos

de m

uchísimo valor

para ellos,

en sus

estancias, y

en todos

sus negocios en el campo y en la ciudad". 42

Los

estancieros dom

inaban las

instituciones del

estado ro­

sista. E

ntre las

alrededor de

ochenta personas

que fueron

miem

bros de la Cám

ara de Representantes entre

1835 y

1852, el

60%

eran estancieros

o tenían

ocupaciones relacionadas

con la

tierra. É

sa fue

la asam

blea que

votó a

Rosas

para el

poder y continuó votando por él.

Hasta

cierto punto

podían ejercer

un control

negativo sobre

la creación

de la

política: insistentem

ente negaron

a R

osas autorización

para elevar

la contribución

directa, un

impuesto

sobre capital

y propieda-

des, y

durante todo

su régim

en le

impidieron

aumentar

in­greso alguno a expensas de los estancieros. E

n 1850, cuando el

total de ingresos se elevó a 62 millones de pesos, procedentes

en su mayor parte de la aduana, la contribución directa apor­

tó apenas un

3%

del total,

y aun

así la m

ayor parte

de esa

cantidad fue pagada por el comercio, no por la tierra. 43 T

am­

bién la

administración

estaba dom

inada por

los estancieros.

El

más

cercano asesor

político de

Rosas,

Nicolás

Anchorena,

era el m

ayor terrateniente

de la

provincia, propietario

de al­

rededor de

306 leguas

cuadradas. Juan

N.

Terrero,

asesor económ

ico de R

osas, poseía

42 leguas

cuadradas y

dejó una

fortuna de

53 m

illones de

pesos. Á

ngel Pacheco,

general de

Rosas,

poseía 75

leguas cuadradas. F

elipe Arana,

ministro de

Relaciones

Exteriores,

tenía 42

leguas cuadradas.

Hasta

Vi­

cente López, poeta, diputado y presidente de la A

lta Corte, era

dueño de 12 leguas cuadradas. 44

Éstos son sólo algunos ejem

­plos. R

osas era el centro de un gran grupo de parentesco basado

42 Rosas

a Terrero,

Southam

pton, 21

de noviem

bre de

1863, en

Adolfo

Saldías, Papeles de R

ozas, cit., t. n, pp

. 353-354. 43 M

iron Burgin,

Econom

ic aspects

cit., p.

196. 44 A

ndrés M. C

arretero, La propiedad de la

tierra cit., pp. 38-39. 11/19

Page 12: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

330

JOH

N

LY

NC

H

en l

a ti

erra

, y

esta

ba r

odea

do p

or u

na e

stre

cha

red

econ

ómic

a y

polí

tica

qu

e un

ía

a di

puta

dos,

fu

ncio

nari

os

de

just

icia

, fu

ncio

nari

os e

stat

ales

y m

ilit

ares

que

era

n a

la v

ez e

stan

cier

os

y es

taba

n em

pare

ntad

os e

ntre

o co

n R

osas

. L

os A

ncho

rena

er

an

sus

prim

os;

los

Ezc

urra

er

an

pari

ente

s ce

rcan

os;

Fel

ipe

Ara

na

era

un

pari

ente

le

jano

; L

ucio

V

. M

ansi

lla

era

su c

u-ña

do;

mie

ntra

s qu

e G

erva

sio

y P

rude

ncio

Ros

as e

ran

sus

her­

man

os.

Ros

as

usó

su

patr

ocin

io

para

es

trec

har

más

n lo

s ví

ncul

os

dent

ro

del

grup

o.

En

una

cart

a ad

mir

able

men

te

es­

crit

a en

el

exil

io

para

hac

er r

ecla

mac

ione

s co

ntra

lo

s A

ncho

­re

na,

seña

ló q

ue

com

o go

bern

ador

"lo

s se

rví

con

noto

ria

pre­

fere

ncia

, en

tod

o cu

anto

me

pidi

eron

, y

en t

odo

cuan

do n

ece­

sita

ron.

E

sas

tier

ras

que

tien

en

en

tan

gran

de

esca

la

por

se h

icie

ron

de e

llas

, co

mpr

ándo

las

a pr

ecio

s m

uy m

oder

ados

".

4 Mie

ntra

s el

se

ctor

te

rrat

enie

nte

goza

ba

de

gran

es

tabi

lida

d y

cont

inui

dad

fam

ilia

r,

las

mas

as r

ural

es,

ya

fuer

an

gauc

hos

li­

bres

o

peon

es,

eran

m

ucho

m

ás

débi

les

inst

ituc

iona

lmen

te.

Est

o er

a en

pa

rte

una

divi

sión

ur

bano

-rur

al

entr

e do

s cu

ltu­

ras,

pe

ro

tam

bién

er

a un

a ca

ract

erís

tica

de

la

es

truc

tura

so

­ci

al.

Ya

sea

que

se

inte

rpre

te

en

térm

inos

de

ci

udad

y

cam

­pa

ña,

civi

lizac

ión

y ba

rbar

ie

o te

rrat

enie

nte

y as

alar

iado

, es

a di

fere

ncia

en

el

gr

ado

de

esta

bili

dad

fam

ilia

r fu

e un

a ca

rac­

terí

stic

a fu

ndam

enta

l de

la

soc

ieda

d ar

gent

ina.

E

ntre

lo

s ga

u­ch

os

y lo

s pe

ones

la

s re

laci

ones

ent

re

los

sexo

s er

an

con

fre­

cuen

cia

tran

sito

rias

y

las

fam

ilia

s re

sult

ante

s es

taba

n m

uy

tenu

emen

te

unid

as.

El

mat

rim

onio

er

a la

ex

cepc

ión

en

las

pam

pas,

y e

ra l

a m

adre

sol

tera

la

que

cons

titu

ía e

l nú

cleo

de

la f

amil

ia r

ural

, pu

esto

que

era

el

únic

o pr

ogen

itor

per

man

en­

te.

A m

enud

o su

cedí

a qu

e el

pad

re c

arec

ía d

e lo

s re

curs

os e

co­

nóm

icos

nec

esar

ios

para

que

dars

e y

man

tene

r a

un g

rupo

fam

i­li

ar:

tení

a qu

e ve

nder

su

trab

ajo

dond

e le

fue

ra p

osib

le,

o er

a re

clut

ado

por

algú

n ej

érci

to o

mon

tone

ra.

Los

gau

chos

y p

eone

s, a

dem

ás,

eran

víc

tim

as d

e un

rég

imen

tr

adic

iona

lmen

te d

uro

impu

esto

por

los

est

anci

eros

qui

enes

los

ve

ían

com

o "v

agos

y m

al e

ntre

teni

dos"

, oc

ioso

s qu

e se

sen

ta­

ban

en g

rupo

s a

juga

r o

a ca

ntar

aco

mpa

ñánd

ose

con

la g

uita

­rr

a,

tom

ando

mat

e o

algu

na b

ebid

a al

cohó

lica

, y

que

gene

ral-

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SES

PO

PU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

331

men

te n

o tr

abaj

aban

. E

l va

go s

e vo

lvió

un

deli

ncue

nte

por

defi

­ni

ción

, y

no t

raba

jar

era

un d

elit

o.45

Los

gau

chos

, ot

rora

lib

res

y nó

mad

as,

fuer

on

grad

ualm

ente

so

met

idos

a

cada

ve

z m

ás

lim

itac

ione

s de

stin

adas

a

empu

jarl

os

a la

s es

tanc

ias

y m

ante

­ne

rlos

al

lí.

Los

ca

stig

os

corp

oral

es,

el

enca

rcel

amie

nto,

el

re

­cl

utam

ient

o pa

ra l

a gu

erra

con

tra

los

indi

os y

otr

as

sanc

ione

s fu

eron

ut

iliz

adas

pa

ra

dom

ar

a la

po

blac

ión

rura

l.

La

esta

n­ci

a te

nía

sus

vent

ajas

, pu

es

prop

orci

onab

a se

guri

dad

bajo

un

pa

trón

po

dero

so

que

así

com

o de

fend

ía

su

gana

do

cont

ra

las

incu

rsio

nes

de l

os i

ndio

s ta

mbi

én p

rote

gía

a su

s pe

ones

con

tra

las

incu

rsio

nes

del

enem

igo

o de

l sa

rgen

to

de

recl

utam

ient

o;

el p

eón

perd

ía s

u an

onim

ato

y su

lib

erta

d so

cial

a c

ambi

o de

un

sal

ario

, co

mid

a, r

opa

y pr

otec

ción

. P

ero

si

la e

stan

cia

era

un

sant

uari

o,

tam

bién

er

a un

a pr

isió

n;

si

el

patr

ón

era

el

prot

ecto

r de

sus

peo

nes,

ta

mbi

én e

ra

prác

tica

men

te

su d

ueño

, im

poni

endo

su

auto

rida

d po

r su

riq

ueza

, su

pos

ició

n so

cial

y

sus

tale

ntos

. A

sí u

n pa

trón

reu

nía

una

peon

ada

que

lo s

egui

­rí

a ci

egam

ente

en

la

gu

erra

y

en

la

polí

tica

. ¿T

uvo

Ros

as u

na p

olít

ica

soci

al p

ara

los

peon

es?

Los

as

ala­

riad

os r

ural

es,

¿era

n ho

mbr

es

libr

es,

resp

etad

os

y de

fend

idos

? ¿C

ómo

trat

ó a

los

sect

ores

m

ás

bajo

s?

No

hay

evid

enci

a de

qu

e ha

ya c

uest

iona

do j

amás

la

estr

uctu

ra s

ocia

l y

agra

ria

exis

­te

nte.

E

s un

hec

ho q

ue

Ros

as e

ra

prop

ieta

rio

de

escl

avos

. A

pe

sar

de l

a re

volu

ción

de

may

o, l

as d

ecla

raci

ones

de

1810

y l

a su

bsig

uien

te

espe

ranz

a de

em

anci

paci

ón

soci

al

y po

líti

ca,

la

escl

avit

ud

sobr

eviv

ía

en

la

Arg

enti

na,

alim

enta

da

por

un

trá­

fico

ne

grer

o il

egal

qu

e ha

sta

fine

s de

la

cada

de

18

30

el

gobi

erno

tol

erab

a ab

iert

amen

te.

Por

un

decr

eto

del

15

de

oc­

tubr

e de

18

31

se

auto

rizó

of

icia

lmen

te

el

tráf

ico

de

escl

avos

ha

cia

el

país

, au

nque

li

mit

ado,

pa

ra

cont

rarr

esta

r la

es

case

z de

m

ano

de

obra

o,

co

mo

expl

icab

a el

de

cret

o,

"par

a ha

cer

sent

ir

a lo

s de

sgra

ciad

os

hijo

s de

Á

fric

a lo

s be

nefi

cios

de

la

ci

vili

zaci

ón".

R

osas

po

seía

va

rios

es

clav

os,

al

igua

l qu

e ot

ras

fam

ilias

di

stin

guid

as,

que

los

valo

raba

n co

mo

sím

bolo

de

es

­ta

tus

adem

ás d

e se

rvid

ores

. E

n el

per

iodo

181

6-18

22 R

osas

ad­

quir

ió t

res

escl

avos

en

Sant

a F

e. E

n 18

23 c

ompr

ó oc

ho,

y en

18

28 h

izo

otra

s co

mpr

as.

En

las

esta

ncia

s L

os C

erri

llos

y S

an

Mar

tín

sola

men

te,

tení

a tr

eint

a y

cuat

ro e

scla

vos.

Y

cr

eía

en

la d

isci

plin

a. E

n un

a ca

rta

fech

ada

en m

arzo

de

1833

or

dena

-

45 G

astó

n G

ori,

Vag

os y

m

al e

ntre

teni

dos,

2a.

ed.

, S

anta

Fe,

19

65,

p.

18.

12/1

9

Page 13: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

332 JO

HN

L

YN

CH

ba dar trescientos azotes a un esclavo de Nicolás A

nchorena. 46

Rosas tenía m

uchos negros empleados y m

uchos más a su ser­

vicio políticam

ente. N

o los

elevó socialm

ente, pero

tampoco

los discriminaba racialm

ente. Tenían un lugar aceptado en su

casa, y fuera de su círculo inm

ediato el elemento de

color le proporcionó un

apoyo útil en

las calles y form

ó parte

de su

respaldo "popular".

Los

negros m

iraban a

Rosas

como

a un

protector, y

los esclavos

también.

Algunos

esclavos considera­

ban a Rosas una vía de escape, un m

edio de emancipación, lo

que dem

uestra la estima que le tenían. H

ubo casos de esclavos escapados de barcos brasileños que se abrían paso hasta R

osas para

pedirle su

libertad. L

os propietarios

extranjeros de

es­clavos

en B

uenos A

ires estaban

particularmente

expuestos a

perder sus

esclavos. U

n ciudadano

norteamericano,

Andrew

T

horndike, solicitó

a Rosas

la devolución

de una

esclava li­

berada: "E

1 16 de noviem

bre se ha ido al cam

pamento de los Santos

Lugares

de R

osas la

criada C

andelaria Rodríguez de m

i pro­

piedad, sin mi licencia y autorización, y el 25 del m

ismo se m

e ha presentado con un pase cuyo tenor es com

o sigue: H

abién­dose presentado la esclava

Candelaria

Rodríguez

para obtener

3a libertad de Vuestro Ilustre R

estaurador de las Leyes, queda

anotada en este C

uartel G

ral, y pasa a la C

apital de

Buenos

Ayres a casa de su am

o en busca de su ropa, con licencia por ocho

días. E

ncargo a las

autoridades civiles y militares no

la pongan

impedim

ento alguno a su

tránsito y regreso sin justa causa. F

irmado P

edro Burgos.

"Y

como

no haya

llegado a

noticia que

esté decretada

por el gobierno del país la libertad de todos los esclavos, sien­do esta

criada una

propiedad exclusivamente

mía,

habiéndose ausentado de m

i casa después de celebrada la paz

con la N

a­ción Francesa, siendo la voluntad del G

obierno que se respeten las propiedades de los ciudadanos y extranjeros, y no habiendo querido yo venderla,

sin que

nadie tam

poco haya

tratado de

abonarme su im

porte, a V. E

. suplico se sirva dar las órdenes necesarias

a fin

de que

me sea

devuelta la

criada C

andelaria R

odríguez pues

que esta

gracia espera

merecer

de su

justi­ficación."

47

46 Rosas a M

orillo, Monte, 8 de m

arzo de 1833, en Andrés

M. C

arretero, L

a propiedad

de la

tierra cit.,

p. 50.

47 Thorndike a R

osas, 11 de diciembre de 1840, A

GN

, Sala 10, 17-3-2, Go­

bierno, Solicitudes,

Em

bargos.

RO

SAS

Y L

AS C

LASES PO

PUL

AR

ES

EN

B

UE

NO

S AlR

ES

333

Aparentem

ente la

apelación a

Rosas

de T

horndike fue

en vano, y éste perdió así una esclava que le había costado

1 200 pesos. Y

no es éste un caso aislado. Los esclavos podían obtener

de R

osas su

libertad m

ediante el

método

tradicional de

alis­tarse

en el

ejército. U

n francés

propietario de

una fábrica

solicitó a R

osas la devolución de uno de sus esclavos, que

le había costado 800 pesos:

"Uno de nuestros esclavos llam

ado Lorenzo S

arratea de edad de 46 años abandonó nuestra casa,

sin que hasta ahora

haya­m

os podido alcanzar el motivo de su fuga, porque por nuestra

parte ningún mal

tratamiento la

puede justificar; al

contrario siem

pre lo hem

os considerado al igual

de las

demás

personas em

pleadas en

nuestra fábrica

de som

breros."48

El esclavo efectivam

ente había llegado a Santos Lugares y se

había alistado en el ejército, y el propietario no obtuvo ni su devolución

ni una

compensación

monetaria.

Sin em

bargo, en

último

análisis R

osas no abolió la esclavitud y su dem

agogia entre negros y m

ulatos no hizo nada por modificar la situación

de éstos en la sociedad que los rodeaba. R

osas heredó del régimen colonial y de los prim

eros gobier­nos

republicanos una

legislación social

discriminatoria

y un

sistema

político diseñado

para excluir

la participación.

La

ley electoral del 14 de agosto de 1821, que se mantuvo en vigor

durante todo el gobierno de Rosas y m

ás allá, establecía elec­ciones directas y sufragio universal m

asculino; todos

los hom­

bres libres tenían derecho a votar desde los veinte años, y no había

condiciones de

alfabetismo o propiedad

para los

votan­tes.

Pero en

la práctica

los gauchos

no podían

ejercer libre­

mente el derecho de voto; para ellos el sistem

a era un fraude: el gobierno enviaba una lista de candidatos oficiales, y corres­pondía a los jueces de paz asegurarse de

que fueran

elegidos. E

l voto verbal y público, el derecho de los jueces a excluir a los votantes o candidatos que no les parecieran suficientem

en­te

calificados, la

intimidación

de oposición,

ésas y

muchas

otras malas

prácticas reducían las

elecciones a

una farsa. L

as listas de R

osas eran en realidad una orden absoluta, y los gau­chos y peones que acudían a las urnas lo hacían com

o rebaño electoral.

Mientras

se encontraba

políticamente

indefenso, el

gaucho era atacado por

todas partes por una legislación laboral dura.

48 Manigot y M

eslin a Rosas, 24 de febrero de 1841, A

GN

, Sala 10, 17-3-2,

Gobierno,

Solicitudes, E

mbargos.

13/19

Page 14: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

334

JO

HN

L

YN

CH

Las

le

yes

sobr

e la

va

ganc

ia

de

1821

-182

3 cl

asif

icab

an

com

o va

go

a to

do e

l qu

e no

tu

vier

a un

em

pleo

u o

cupa

ción

co

no-

cido

, re

spal

dado

po

r un

pa

trón

. E

n ba

se

al

mer

o te

stim

onio

ve

rbal

de

un j

uez

de p

az u

n ho

mbr

e po

día

ser

sent

enci

ado

al

serv

icio

mil

itar

por

vag

o. A

los

tr

abaj

ador

es l

es e

stab

a pr

ohi-

bido

aba

ndon

ar l

as e

stan

cias

sin

un

perm

iso

escr

ito.

P

ara

des­

plaz

arse

po

r el

te

rrit

orio

de

la

pr

ovin

cia

o sa

lir

de

ella

un

ho

mbr

e de

bía

tene

r pa

sapo

rte,

y

si

algu

no

care

cía

de

él

era

cons

ider

ado

vago

, ar

rest

ado

y en

viad

o al

ej

érci

to.

Com

o lo

ex

pres

ó H

erná

ndez

, "a

pal

os e

n lo

civ

il, y

a s

able

en

lo m

ili­

tar"

. E

n es

ta f

orm

a lo

s ho

mbr

es l

ibre

s er

an d

enun

ciad

os c

omo

vago

s y

mal

en

tret

enid

os,

los

gauc

hos

perd

iero

n su

s de

rech

os

civi

les

y se

tra

nsfo

rmar

on e

n pe

ones

com

plet

amen

te d

epen

dien

­te

s de

la

volu

ntad

de

un p

atró

n.49

La

seve

rida

d de

esa

s sa

ncio

nes

refl

ejab

a la

des

olac

ión

de l

as

pam

pas,

la

gran

esc

asez

de

pobl

ació

n y

la c

ríti

ca f

alta

de

man

o de

obr

a en

un

peri

odo

de e

xpan

sión

de

las

esta

ncia

s.

Por

est

a ra

zón

no

cabí

a es

pera

r qu

e R

osas

m

odif

icar

a bá

sica

men

te

la

legi

slac

ión

disc

rim

inat

oria

qu

e ha

bía

here

dado

, y

él

no

hizo

m

ás

que

form

ular

la

con

may

or d

etal

le,

esta

blec

iend

o co

n m

a­yo

r pr

ecis

ión

el d

elit

o y

la p

ena,

y a

plic

ando

tod

o el

rig

or d

e la

le

y co

ntra

va

gos,

la

dron

es,

dese

rtor

es

y ot

ros

deli

ncue

ntes

ru

rale

s,

que

desd

e lu

ego

care

cían

de

to

do

med

io

de

defe

nsa

lega

l. E

n to

do c

aso

la a

plic

ació

n de

la

ley

se h

izo

más

efi

caz,

pu

es b

ajo

Ros

as s

e te

ndió

a a

cort

ar y

ace

lera

r lo

s pr

oced

imie

n­to

s ju

dici

ales

, y

a tr

asla

dar

al e

jecu

tivo

muc

has

de l

as a

trib

u­ci

ones

del

po

der

judi

cial

. E

n el

tr

ato

con

sus

prop

ios

may

or­

dom

os y

est

anci

as R

osas

era

"el

pat

rón"

y l

as c

osas

se

hací

an

"por

ord

en d

el p

atró

n".

Se

tom

aba

un i

nter

és p

erso

nal

por

la

disc

ipli

na

de

las

esta

ncia

s:

"el

peón

qu

e se

le

fu

Ram

ón

Gua

lpa

lueg

o qu

e ll

egó

lo

puso

pr

eso

en

Zep

o C

alde

rón;

y

ahor

a lo

a m

anda

do t

raer

par

a ac

á, a

l Z

epo

de a

cá,

para

que

lo

ten

gan

diar

iam

ente

tre

s ho

ras

de c

abez

a, y

el

rest

o de

l dí

a y

de l

a no

che

de d

iez

está

seg

uro

hast

a qu

e se

le

cons

te e

star

bi

en

arre

pent

ido

de

su

deli

to."

50

Ros

as g

ober

nó e

l es

tado

com

o go

bern

aba

sus

prop

ias

esta

n­ci

as,

y no

hab

ía e

scap

e pa

ra

el

peón

. E

l lá

tigo

y

la

tort

ura

eran

uti

liza

dos

para

la

deli

ncue

ncia

rur

al,

adem

ás

del

recl

uta-

49 R

icha

rd

W.

Sla

tta,

"R

ural

cr

imin

alit

y an

d so

cial

co

nflic

t in

N

ine-

teen

th-C

entu

ry

Bue

nos

Air

es

Pro

vinc

e",

en

His

pani

c A

mer

ican

H

isto

rica

l R

evie

w,

60,

3 (1

980)

, pp

. 45

0-47

2.

50 R

osas

a L

aure

ano

Ram

irez

, 11

de

mar

zo d

e 18

45,

AG

N,

Sala

10,

43-

2-8.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SES

PO

PU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

335

mie

nto

forz

ado.

No

hay

may

or e

vide

ncia

, po

r lo

tan

to,

de q

ue

los

peon

es h

ayan

rec

ibid

o al

gún

bene

fici

o de

l ré

gim

en d

e R

o­sa

s,

exce

pto

quiz

ás e

mpl

eo,

que

no

todo

s qu

ería

n.

Bue

nos

Air

es

y su

pr

ovin

cia,

si

n em

barg

o,

aunq

ue

esta

ban

dom

inad

as

por

las

esta

ncia

s,

cont

enía

n ad

emás

pe

rson

as

que

no

eran

ni

te

rrat

enie

ntes

ni

pe

ones

. A

gric

ulto

res

arre

nda-

tari

os

y un

idad

es

fam

ilia

res

inde

pend

ient

es

podí

an

hall

ar­

se

en

una

seri

e de

lu

gare

s,

espe

cial

men

te

cerc

a de

la

ca

pi­

tal,

y ha

bía

opor

tuni

dade

s pa

ra

otro

s en

la

s in

dust

rias

, el

tr

ansp

orte

y

el

com

erci

o ru

rale

s.51

E

stab

an

apar

ecie

ndo

nue­

vas

ciud

ades

y p

uebl

os q

ue a

lber

gaba

n a

una

vari

edad

de

ti­

pos

soci

ales

, al

ti

empo

que

la

prop

ia c

iuda

d de

B

ueno

s A

ires

cr

ecía

en

tam

año

y po

blac

ión,

de

55 4

16 h

abit

ante

s en

18

22 a

90

076

en

18

55;

en

el

mis

mo

peri

odo

la

cam

paña

au

men

de 6

3 23

0 a

183

861.

52 A

pes

ar d

e la

pol

ariz

ació

n en

tre

esta

n­ci

eros

y

peon

es

¿no

habí

a ot

ro

sect

or

soci

al?

¿No

habí

a ot

ra

fuen

te

de

apoy

o pa

ra

Ros

as?

5 Es

posi

ble

iden

tifi

car

un

sect

or

casi

m

edio

fo

rmad

o po

r pe

­qu

eños

ag

ricu

ltor

es

y ga

nade

ros,

ar

rend

atar

ios

agrí

cola

s,

ca­

pata

ces,

te

nder

os

y pe

queñ

os

com

erci

ante

s,

trab

ajad

ores

de

l tr

ansp

orte

y s

us p

atro

nes,

tod

os d

e un

mod

o u

otro

dep

endi

en­

tes

de l

os g

rand

es

prop

ieta

rios

rur

ales

per

o de

po

sici

ón

supe

­ri

or

a la

de

lo

s pe

ones

, ca

rent

es

de

toda

pr

opie

dad.

A

és

tos

pued

en

sum

arse

lo

s ch

acar

eros

su

burb

anos

y

los

trab

ajad

ores

de

lo

s m

atad

eros

. F

inal

men

te

esta

ban

los

arte

sano

s ur

bano

s,

prop

ieta

rios

o

empl

eado

s de

ta

ller

es,

fabr

ican

tes

de

artí

culo

s m

anuf

actu

rado

s pa

ra

el

mer

cado

lo

cal

que

breg

aban

po

r un

a po

líti

ca

prot

ecci

onis

ta.

Tod

os

esto

s ti

pos,

de

sde

lueg

o,

dife

-rí

an a

mpl

iam

ente

ent

re e

llos

en c

uant

o a

ingr

esos

e i

nter

eses

, pe

ro

podí

an

tene

r un

a ca

ract

erís

tica

co

mún

en

su

ri

vali

dad

con

las

gran

des

empr

esas

co

mer

cial

es y

en

su

dem

anda

de

la

pr

otec

ción

de

Ros

as.

Es

verd

ad q

ue m

ucho

s gr

upos

soc

iale

s y

muc

has

acti

vida

des

urba

nas

eran

si

mpl

emen

te

una

prol

onga

-

51 J

onat

han

C.

Bro

wn,

A.

soci

oeco

nom

ic h

isto

ry o

f A

rgen

tina

cit.

, pp

. 15

1,

155-

160.

52

Ern

esto

J.

A

. M

aede

r,

Evo

luci

ón

dem

ográ

fica

ar

gent

ina

de

1810

-186

9,

Bue

nos

Air

es,

1969

, pp

. 33

-34.

14

/19

Page 15: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

336 J

OH

N

LY

NC

H

ción de la campaña;

así ocurría incluso en el sector com

ercial que vendía o exportaba los productos de una econom

ía exclu­sivam

ente ganadera, y en

el sector m

anufacturero, o

la parte

de él

que procesaba

los productos

agropecuarios en

los sala­

deros. T

ambién

en otros

aspectos B

uenos A

ires albergaba

a una

población "ruralizada".

En

los suburbios

había chaca­

reros y

asalariados agrícolas;

los m

ataderos em

pleaban esen-

cialmente

trabajadores rurales.

Adem

ás había

una considera­

ble población

de peones,

carreteros, "vagos

y m

al entreteni­

dos" y otros tipos marginales que estaban directa

o indirecta­m

ente sometidos a los propietarios rurales o eran buscados por

éstos, que con frecuencia residían en la ciudad y operaban en

el com

ercio. Según

un historiador,

en 1856

18 000 porteños

estaban registrados com

o "peones de

campo" y

más

de 2 000

estaban clasificados

como

"vagos", aunque

el núm

ero real de

éstos era

mucho

más

elevado, según

Sarm

iento porque

todos preferían

disimular

tal condición. 53

Pero si

bien B

uenos Aires era

así en

muchos

aspectos una

sociedad más rural

que urbana, tam

bién contenía las

tradicio­nales

industrias artesanales,

cuyos propietarios

y trabajadores

eran parte integrante de

la estructura urbana. C

onstituían un

sector relativamente

pequeño de la sociedad argentina, incluso

en el ramo textil, que era la industria m

ás importante. E

l his­toriador

buscará en

vano evidencia

de m

odificaciones indus­

triales básicas

o transform

ación de

un m

odo de

producción a otro. L

a calidad de los productos era generalmente baja, el

mercado

limitado,

la tecnología

primitiva

y la

fuerza de

tra­bajo,

además

de ser

reducida, estaba

diseminada

en las

pro­vincias interiores

en unidades aisladas en el

campo antes

que agrupada

en fábricas

o talleres.

En

Buenos

Aires,

sin em

bar-go,

la escala

de operaciones

era m

ayor y tam

bién el

número

de empleados.

Había num

erosos establecimientos urbanos para

la manufactura de ropa,

uniformes,

talabartería, zapatos,

som­

breros, artículos

de plata,

vehículos, m

uebles y m

ateriales de

construcción, así

como

para el

procesamiento

de alim

entos y

bebidas. 54 N

o es posible

cuantificar adecuadam

ente la

magni­

tud o

el crecim

iento de

la industria.

Las

estimaciones

oficía-

53 Gastón

Gori,

Vagos y

mal entretenidos

cit., p. 32.

54 José M

aría R

amos M

ejía, Obras com

pletas. 1-3. Rosas y su

tiempo.

3a. ed., 3 vols., B

uenos Aires,

1927, t. i, pp.

182-183, 227-240; Juan C

arlos Ni-

colau, A

ntecedentes para

la historia

de la

industria argentina,

BuenosA

ires, 1968, pp. 71-117.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SE

S P

OP

UL

AR

ES

EN

B

UE

NO

S A

IRE

S 337

les o

privadas son defectuosas

y a m

enudo no distinguen

en­tre

establecimientos

industriales y

comerciales.

Un

censo ofi-

cial de

1836 registra

un total

de 121

"fábricas", entre

ellas fábricas de som

breros, de sillas y de velas para la navegación; tam

bién incluye a una serie de "artesanos", entre ellos carpin­teros, herreros,

sastres, talabarteros, hojalateros,

plateros y to­

neleros. 55 D

iecisiete años

después, en

1853, un

censo de

es­tablecim

ientos registraba

un total

de 106

"fábricas"; aparte

de molinos de

trigo y saladeros, había 44 establecim

ientos de

tipo manufacturero,

aunque m

uchos de

ellos eran

plantas de

procesamiento de

alimentos.

Ninguna

de estas

estadísticas in­

cluye arm

adores, aunque

Buenos

Aires

Contaba

con una

pe­queña

industria de construcción y reparación

de barcos,

espe­cializada en em

barcaciones fluviales.

Es probable que estuvie­

ran em

pezando a

emerger

métodos

fabriles incipientes

y que

algunos sectores

de la

industria m

anufacturera com

o la

som­

brerería, la

fabricación de

velas de

barco, jabón,

muebles

y algunos

más

emplearan

a determ

inado núm

ero de

trabajado­res en un lugar con cierta especialización y em

pleo de maqui­

naria. 56 P

ara 1853

había probablem

ente seis

u ocho

motores

de vapor funcionando en Buenos A

ires, algunos en molinos de

trigo y otros en fábricas de jabón. Pero esos procesos no pue­

den disimular la ausencia de cam

bios fundamentales en el nú­

mero y tipo de los establecim

ientos. En tiem

pos de Rosas B

ue­nos A

ires tenía una industria artesanal

tradicional, nada más.

La producción estaba lim

itada por las dimensiones

del m

er­cado,

y cualquier

demanda

extraordinaria era

un beneficio

inesperado. L

a política

militar

de R

osas, por

lo tanto,

con­taba con

el apoyo incondicional del

sector industrial, pues

la guerra era lo

que m

antenía activas

a m

uchas de

esas em

pre­sas a través de la dem

anda de armas, equipo,

uniformes y di-

versos artículos. L

os gastos de la defensa no sólo estim

ulaban a

fundiciones y

talleres de

armas,

sino que

dieron gran

im­

pulso a otras manufacturas. L

os ejércitos de Rosas necesitaban

millares

de ponchos,

chaquetas de

colores, espadas,

lanzas y

otros equipos de cuero, tela y metal. L

os artesanos urbanos eran por lo tanto suficientem

ente numerosos para

tener cierto peso

político y, sin constituir un grupo de presión de los más fuer­

tes, para merecer consideración. A

parte de todo lo demás, era

55 Juan C

arlos N

icolau, Industria

argentina y

aduana 1835-1854,

Buenos

Aires,

1975, pp.

52-56. 56 Ibid., pp. 56-64.

15/19

Page 16: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

338

JOH

N

LY

NC

H

entr

e es

os

grup

os

que

Ros

as

recl

utab

a su

m

ilic

ia

urba

na.

El

prim

er

terc

io

cívi

co

esta

ba

form

ado

por

tend

eros

y

pequ

eños

co

mer

cian

tes;

el

segu

ndo

terc

io s

e re

clut

aba

entr

e la

juv

entu

d de

l se

ctor

m

edio

, ar

tesa

nos,

em

plea

dos,

ca

rret

eros

, po

seed

ores

de

pe

queñ

as

prop

ieda

des;

al

guno

s de

és

tos

eran

qu

izá

mie

bros

de

la m

azor

ca,

aunq

ue l

a di

rige

ncia

de

esta

org

aniz

ació

n te

rror

ista

se

mio

fici

al

esta

ba

form

ada

por

ex

ofic

iale

s de

m

ili­

cias

y o

tros

m

iem

bros

de

la

élit

e po

líti

ca.

La

terc

era

brig

ada

se

com

poní

a de

ne

gros

y m

ulat

os,

la

llam

ada

"neg

rada

fe

de­

ral"

de

un

ifor

me

rojo

. T

ales

m

ilic

ias

no

eran

m

uy

impr

esio

-na

ntes

m

ilit

arm

ente

, pe

ro

eran

un

a fu

erza

so

cial

pa

ra

Ros

as,

que

pare

ce h

aber

cul

tiva

do a

los

mor

enos

en

part

icul

ar.

El

naci

onal

ism

o ec

onóm

ico

era

una

pode

rosa

fu

erza

po

líti

­ca

en

Bue

nos

Air

es,

y te

ndía

a c

orta

r pe

rpen

dicu

larm

ente

la

s lí

neas

par

tida

rias

. C

omo

regl

a ge

nera

l, lo

s un

itar

ios

apoy

aban

un

a po

sici

ón d

e li

bre

com

erci

o,

y lo

s fe

dera

les

una

prot

ecci

o­ni

sta,

pe

ro

los

esta

ncie

ros

no

eran

po

r ci

erto

pr

otec

cion

ista

s in

cond

icio

nale

s,

pues

qu

ería

n im

port

acio

nes

bara

tas

y bu

e­na

s op

ortu

nida

des

de

expo

rtac

ión.

L

a pe

netr

ació

n ex

tran

jera

, y

prin

cipa

lmen

te

ingl

esa,

en

B

ueno

s A

ires

, au

nque

fu

e bi

en

reci

bida

po

r al

guno

s, p

rovo

có u

na a

mar

ga o

posi

ción

en

otro

s,

que

aleg

aban

qu

e eq

uiva

lía

al

cont

rol

extr

anje

ro

del

com

er­

cio,

co

mpe

tía

con

la

indu

stri

a lo

cal,

crea

ba

deso

cupa

ción

e

impe

día

el

desa

rrol

lo d

e un

a m

arin

a m

erca

nte

naci

onal

. P

ara

prom

over

la

s m

anuf

actu

ras

naci

onal

es

algu

nos

com

erci

ante

s lo

cale

s pr

opus

iero

n un

a po

líti

ca f

isca

l qu

e ib

a de

los

im

pues

tos

elev

ados

a l

a pr

ohib

ició

n ab

iert

a, y

su

opin

ión

fue

secu

ndad

a po

r lo

s ar

tesa

nos

de B

ueno

s A

ires

que

dur

ante

tod

a la

déc

ada

de

1820

co

ntin

uaro

n pr

esio

nand

o po

r la

in

terv

enci

ón

esta

tal,

exig

iend

o la

im

port

ació

n li

bre

de l

as m

ater

ias

prim

as n

eces

aria

s pa

ra l

a m

anuf

actu

ra y

la

prot

ecci

ón d

e lo

s ar

tícu

los

proc

esad

os

con

mat

eria

s pr

imas

loc

ales

, P

or s

u pa

rte

los

esta

ncie

ros,

inc

lu­

yend

o a

Ros

as y

Jos

Anc

hore

na,

pref

ería

n el

lib

re c

omer

cio

a la

pro

tecc

ión

en b

ase

a in

tere

ses

econ

ómic

os y

en

favo

r de

l se

c­to

r ga

nade

ro o

rien

tado

hac

ia l

a ex

port

ació

n, y

con

taba

n co

n el

ap

oyo

de q

uien

es s

e op

onía

n a

la i

nter

venc

ión

esta

tal

por

prin

­ci

pio

y ar

gum

enta

ban

que

la

indu

stri

a só

lo

flor

ecer

ía

cuan

do

estu

vier

a ca

lific

ada

para

hac

erlo

y q

ue l

as m

anuf

actu

ras

naci

o­na

les

que

no p

udie

ran

com

peti

r co

n la

s ex

tran

jera

s en

pre

cio

y ca

lida

d no

mer

ecía

n pr

otec

ción

. P

edro

de

Ang

elis

, un

o de

los

po

rtav

oces

más

esc

lare

cido

s de

l ré

gim

en d

e R

osas

, at

acó

enér

gi­

cam

ente

la

idea

de

prot

eger

la

indu

stri

a vi

tivi

níco

la d

e la

pro

-

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SE

S P

OP

UL

AR

ES

EN

B

UE

NO

S A

IRE

S 33

9

vinc

ia y

la

indu

stri

a de

l ca

lzad

o de

Bue

nos

Air

es,

sobr

e la

bas

e de

que

la

prot

ecci

ón e

leva

ría

los

prec

ios

para

la

mas

a de

con

­su

mid

ores

y d

esvi

aría

hac

ia l

a in

dust

ria

a jo

rnal

eros

que

est

a­rí

an m

ejor

em

plea

dos

en e

l se

ctor

agr

ario

. Si

n em

barg

o, l

a pr

eo­

cupa

ción

por

la

bala

nza

de p

agos

adv

ersa

, si

no

por

la m

ano

de o

bra

indu

stri

al,

era

sufi

cien

te p

ara

dar

a la

cam

aril

la p

rote

c ci

onis

ta

la

espe

ranz

a de

qu

e el

go

bier

no

pudi

era

cam

biar

de

op

inió

n.

En

1829

, a

impo

rtac

ione

s po

r va

lor

de

36 8

36 6

01

peso

s co

­rr

espo

ndie

ron

expo

rtac

ione

s po

r só

lo 2

5 56

1 94

0 pe

sos;

el

pa

ís

esta

ba g

asta

ndo

más

de

lo q

ue

gana

ba y

hab

ía q

ue

cubr

ir

la

dife

renc

ia

con

expo

rtac

ione

s de

din

ero.

L

as

cifr

as

de

may

o y

juni

o de

18

32 m

uest

ran

un c

onsi

dera

ble

dese

quil

ibri

o en

fav

or

de l

as i

mpo

rtac

ione

s, y

nue

vam

ente

sal

ía d

iner

o de

l pa

ís.57

La

infl

ació

n y

la c

aída

del

val

or d

e la

mon

eda

eros

iona

ron

la e

scas

a pr

otec

ción

que

ant

es s

e ha

bía

otor

gado

, y

en e

sas

circ

unst

anci

as

el g

rupo

ind

ustr

ial

tení

a un

a op

ortu

nida

d de

ha

cers

e oí

r.

La

indu

stri

a so

mbr

erer

a y

la c

reci

ente

ind

ustr

ia m

anuf

actu

rera

del

cu

ero,

ent

re o

tras

, al

zaro

n la

voz

en

dem

anda

de

prot

ecci

ón c

on­

tra

el f

lujo

de

impo

rtac

ione

s, y

en

algu

nos

caso

s co

ntra

la

com

­pe

tenc

ia p

or l

as m

ater

ias

prim

as.58

Otr

os h

abla

ron

por

los

arte

­sa

nos

del

país

co

ntra

la

pres

enci

a de

pe

rson

al

extr

anje

ro.

Un

arte

sano

esc

ribí

a en

183

2 al

egan

do q

ue l

os e

stab

leci

mie

ntos

ma­

nufa

ctur

eros

ex

tran

jero

s en

B

ueno

s A

ires

se

ve

ían

favo

reci

dos

por

su

exen

ción

de

l se

rvic

io

mil

itar

: "M

ient

ras

un

hijo

de

l pa

ís

tien

e qu

e se

rvir

per

sona

lmen

te

o pa

gar

pers

oner

o po

r sí

y

por

sus

depe

ndie

ntes

, un

ext

rang

ero

y lo

s su

yos

(que

gen

eral

­m

ente

son

de

su n

ació

n)

trab

ajan

sin

ser

int

erru

mpi

dos

en s

us

tare

as."

59

Ros

as f

avor

eció

a l

os e

stan

cier

os c

ontr

a lo

s pe

queñ

os a

rtes

a­no

s, m

antu

vo b

ajos

los

im

pues

tos

a la

im

port

ació

n y

se r

esis

tió

por

muc

ho t

iem

po a

las

sol

icit

udes

de

inte

rven

ción

. A

su

debi

­do

ti

empo

, si

n em

barg

o,

pres

aten

ción

a

los

defe

nsor

es

del

prot

ecci

onis

mo

y en

la

Ley

de

Adu

ana

del

18 d

e di

ciem

bre

de

1835

int

rodu

jo i

mpu

esto

s m

ayor

es.

La

tari

fa s

e el

evab

a a

par­

tir

de u

n 17

% d

e im

pues

to b

ásic

o a

las

impo

rtac

ione

s, d

ando

57 L

a G

acet

a M

erca

ntil

, nú

m.

2542

, 3

de a

gost

o de

183

2.

58 J

osé

Mar

ía

Mar

iluz

U

rqui

jo,

"La

indu

stri

a so

mbr

erer

a po

rteñ

a y

el

prob

lem

a de

la

s m

ater

ias

prim

as

(181

0-18

35)"

, en

T

raba

jos

y C

omun

ica­

cion

es,

12

(196

4),

pp.

139-

161.

59

Dia

rio

de l

a ta

rde,

4 d

e en

ero

de 1

832,

en

José

Mar

ía M

aril

uz U

rqui

jo,

Est

ado

e in

dust

ria

1810

-186

2, B

ueno

s A

ires

, 19

69,

pp.

85-8

7.

16/1

9

Page 17: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

340 JO

HN

L

YN

CH

mayor protección a productos m

ás vulnerables, hasta llegar al

punto de prohibir la importación de gran núm

ero de artículos com

o los textiles, de ferretería y, en ciertas condiciones, el tri­go. L

a tarifa de diciembre de 1835 fue antes una extensión que

una inversión de la política anterior. Desde

1810 sucesivos go­biernos habían intentado com

binar los principios del libre co-m

ercio con

cierta m

edida de

protección a

la industria,

y en

todo caso la mayor parte de los ingresos gubernam

entales siem-

pre había provenido de la aduana. Pero la política de 1835 era

nueva en cuanto buscaba dar asistencia positiva a la agricultura de arado y las industrias m

anufactureras. ¿Por qué hizo eso R

osas? ¿Creía realm

ente que la Argentina

podía llegar

a ser m

ás autosuficiente

en cuanto

a industrias?

¿Estaba convencido de que su régim

en podía reducir su depen­dencia de

las im

portaciones, resistir la com

petencia extranjera

y soportar los

costos de

vida m

ás altos?

¿O

lo im

pulsaba la

preocupación por lo que Miron B

urgin ha llamado "el

bienes­tar de las clases m

edias"? ¿Hubiera sido "políticam

ente peligro­so" resistir a esos intereses? Según esta interpretación, el parti­do federal

estaba perdiendo

terreno a m

ediados de

la década

de 1830 y necesitaba am

pliar su base social. "E

l partido fede­

ral necesitaba una vez más apoyo popular y estaba dispuesto a

pagar el precio. Reconoció que el libre com

ercio debía ser sa­crificado en el altar de

la conveniencia política."6

0

La

ley m

isma

carecía de

texto explicativo,

pero R

osas dio

algún indicio de sus

motivos

en su

Mensaje

a la

Cám

ara de

Representantes de diciem

bre de 1835: "Largo tiem

po hacía que la agricultura

y la naciente industria fabril del

país se resen-tían de la falta de protección y que la clase m

edia de nuestra población, que por la cortedad de sus capitales no puede entrar en em

presas de ganadería, carecía de gran estímulo al trabajo

que producen las fundadas esperanzas de adquirir con

él m

e­dios de descanso en la ancianidad y de fom

ento a sus hijos. El

gobierno ha tomado este asunto en consideración [...] notando

que la

agricultura e

industria extranjera

impiden

estas útiles

esperanzas sin que por ello reportemos ventajas en

las form

as o

calidad." 61

60 Miron

Burgin,

Econom

ic aspects

cit., pp.

237-240. 61 Juan M

anuel de Rosas, M

ensaje, 31 de diciembre de 1835, A

rchivo His­

tórico de la

Provincia de

Buenos A

ires, "Ricardo

Levene", M

ensaje de

los gobernadores de la provincia

de Buenos A

ires, 1822-1849, 2 vols., L

a Plata,

1976, t. i, p. 95.

RO

SAS

Y

LA

S C

LA

SES

PO

PU

LA

RE

S E

N

BU

EN

OS

AIR

ES

341

Sin embargo la L

ey de Aduana no puede ser juzgada exclusi­

vamente en térm

inos de los sectores populares, pues sus m

oti­

vos no eran exclusivamente sociales ni se aplicaba sólo a B

uenos A

ires. Com

o explicó el propio Rosas, la ley tenía un fuerte con­

tenido interprovincial: estaba

destinada a hacer creíble la

po­lítica

federalista proporcionando

protección a

las provincias

tanto como a B

uenos Aires. E

n consecuencia

Rosas

tuvo que

justificar el impuesto del 20%

a la importación de cigarros, que

perjudicaba al comercio de cigarros de C

orrientes hacia Buenos

Aires.

Le

escribió al

gobernador de

Corrientes:

"Por

lo que

hace a los cigarros tuve la fuerte consideración de que en esta provincia hay m

uchas m

ujeres pobres

que viven de esta

clase de

industria." P

ero continuaba

argumentando

que había

fac­tores com

pensatorios en otras partes de la ley, que favorecían a las provincias en contra de B

uenos Aires;

un ejem

plo de ello era

la prohibición

de la

importación

de ponchos

extranjeros, qué resultaban

notoriamente

más

baratos para

el consum

idor porteño que el artículo protegido, m

ás caro, producido en

las provincias. 62

Posteriorm

ente, después

que las

tarifas fueron

modificadas hacia arriba, R

osas afirmó en su M

ensaje de enero de

1837: "L

as modificaciones

hechas en la

Ley de

Aduana

a favor de la agricultura y de la industria han em

pezado a hacer sentir su

benéfica influencia

[...] L

os talleres

de artesanos

se han poblado de jóvenes, y debe esperarse que el

bienestar de estas

clases aum

ente."6

3 N

uevamente explicaba

que su

inten­ción era proteger no sólo a B

uenos Aires sino a las provincias.

Las consecuencias de las tarifas proteccionistas de

1835 han sido m

uy discutidas. Algunos críticos del sector industrial

afir­m

aron inmediatam

ente que la protección otorgada no era sufi­ciente. L

os zapateros, que eran de los artesanos más num

erosos de B

uenos Aires, declararon en

1836 que el impuesto del 35%

a

las im

portaciones establecido

por la

nueva ley

no era

sufi­ciente para

darles una protección

adecuada y que necesitaban

la prohibición total de la im

portación de artículos extranjeros para sobrevivir;

sólo la prohibición total podía detener la ere-

dente pérdida de capitales, el

trabajo por jornadas cortas, los

cierres y el desempleo. 64 E

s probable que los zapateros exage-

62 Rosas a R

afael Atienza, 20 de junio de 1836, H

istoria de

la Nación A

r­gentina cit., t. vii, p

p. II, 147.

63 Juan M

anuel de Rosas, M

ensaje, lo. de enero de 1837, Mensajes de los

gobernadores de la provincia de B

uenos Aires cit.,

t, i, p. 113.

64 José María M

ariluz Urquijo, E

stado e industria cit., pp. 123-124; M

iron 17/19

Page 18: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

342

JOH

N

LY

NC

H

rase

n; s

i bi

en e

s ci

erto

que

la

com

pete

ncia

ext

ranj

era

era

seve

ra

en

la

part

e m

ás

alta

de

l m

erca

do,

en

real

idad

B

ueno

s A

ires

ex

port

aba

calz

ado

haci

a ot

ras

prov

inci

as.

Los

ar

gum

ento

s de

l se

ctor

ind

ustr

ial

no i

mpr

esio

naro

n al

gob

iern

o. R

osas

ten

ía d

u­da

s co

n re

spec

to a

tod

o el

pro

blem

a de

la

prot

ecci

ón.

En

1838

lo

s im

pues

tos

a la

im

port

ació

n fu

eron

red

ucid

os

en

un

terc

io

para

min

imiz

ar l

os e

fect

os d

el b

loqu

eo f

ranc

és.

Más

tar

de,

ale­

gand

o la

nec

esid

ad d

e pr

ocur

ar n

uevo

s in

gres

os y

señ

alan

do l

a es

case

z de

cie

rtos

art

ícul

os,

Ros

as d

ecid

(el

31 d

e di

ciem

bre

de

1841

) pe

rmit

ir l

a en

trad

a de

una

lar

ga l

ista

de

mer

canc

ías

ante

s pr

ohib

idas

. L

a ar

gum

enta

ción

en

favo

r de

l li

bre

com

er­

cio,

en

ot

ras

pala

bras

, ha

bía

dem

ostr

ado

ser

corr

ecta

: la

pr

o­du

cció

n na

cion

al n

o ha

bía

resp

ondi

do a

la

prot

ecci

ón,

los

im­

pues

tos

no h

abía

n ca

usad

o si

no e

scas

ez y

aum

ento

de

los

pre­

cios

, y

las

prin

cipa

les

víct

imas

era

n lo

s co

nsum

idor

es y

la

te-

sore

ría.

E

l pr

opio

R

osas

pa

rece

ha

ber

perd

ido

la

fe

en

la

prot

ec­

ción

, y

por

sólid

os m

otiv

os.

La

prot

ecci

ón s

igni

fica

ba e

n re

ali­

dad

dar

resp

irac

ión

arti

fici

al

al

sect

or m

ás d

ébil

de

la

econ

o­m

ía y

a l

a ve

z es

tran

gula

r al

más

fue

rte.

M

uy p

ocas

per

sona

s se

lo

habr

ían

agra

deci

do.

En

el d

ebat

e so

bre

la L

ey d

e A

duan

a de

18

53 e

s ev

iden

te q

ue e

l pr

otec

cion

ism

o es

taba

ya

a la

de­

fens

iva.

Has

ta u

n ex

ros

ista

com

o L

oren

zo T

orre

s cr

itic

ó el

pro

­te

ccio

nism

o an

teri

or

por

inút

il

y co

stos

o,

afir

man

do

que

no

habí

a he

cho

nada

por

pro

mov

er l

a in

dust

ria:

"N

o ha

y fá

bric

as

en n

uest

ro p

aís,

sól

o ta

ller

es,

y aú

n és

tos

no h

an p

rogr

esad

o."

Cua

ndo

Cha

rles

M

ansf

ield

vis

itó

el

Río

de

la

Pla

ta

en

1852

-18

53 v

iaja

ba c

omo

un a

nunc

io a

mbu

lant

e de

mer

cade

rías

ing

le­

sas:

su

blan

co p

onch

o de

alg

odón

, co

mpr

ado

en C

orri

ente

s, h

a­bí

a si

do f

abri

cado

en

Man

ches

ter;

su

s es

puel

as p

late

adas

elé

c­tr

icam

ente

, co

mpr

adas

en

Bue

nos

Air

es,

prov

enía

n de

Bir

min

-gh

am.65

Hab

ía

muc

hos

obst

ácul

os

para

el

cr

ecim

ient

o in

dust

rial

en

la

Arg

enti

na,

y la

pol

ític

a de

Ros

as e

ra s

ólo

una

part

e de

la

si

tuac

ión

econ

ómic

a de

la

époc

a. L

a te

nden

cia

a un

a ec

onom

ía

gana

dera

or

ient

ada

haci

a la

ex

port

ació

n re

flej

aba

la

estr

uctu

­ra

so

cial

ta

nto

com

o la

s co

ndic

ione

s ec

onóm

icas

. L

os

grup

os

supe

rior

es

pref

ería

n la

s m

anuf

actu

ras

impo

rtad

as,

y el

re

sto

de l

a po

blac

ión

no a

lcan

zaba

a c

onst

itui

r un

mer

cado

con

sum

í-

Bur

gin,

Eco

nom

ic a

spec

ts c

it.,

p. 2

63.

65 C

harl

es

Bla

ckfo

rd

Man

sfie

ld,

Par

agua

y,

Bra

zil

and

the

Pla

te.

Let

ter

wri

tten

in

18

52-5

3, C

ambr

idge

, 18

56,

pp

. 28

9-29

0.

RO

SAS

Y L

AS

CLA

SES

POPU

LA

RE

S EN

B

UE

NO

S A

IRE

S 34

3

dor

para

una

ind

ustr

ia n

acio

nal.

El

sect

or i

ndus

tria

l, po

r lo

tan

­to

, no

era

suf

icie

ntem

ente

im

port

ante

ni

num

eros

o co

mo

para

co

nsti

tuir

un

a ba

se

de

pode

r,

y R

osas

no

te

nía

nece

sida

d de

ap

acig

uarl

o ni

de

cult

ivar

lo.

Si

lo h

izo,

tra

nsit

oria

men

te,

pare

­ce

hab

er s

ido

por

segu

ir u

na p

olít

ica

soci

al p

refe

rida

de

asis

tir

a lo

s qu

e la

ec

onom

ía

prev

alec

ient

e ha

bía

deja

do

atrá

s y

de

tom

ar e

n cu

enta

las

exc

epci

ones

a l

a re

gla

gene

ral,

la h

egem

o­ní

a de

la

esta

ncia

. R

osas

per

tene

cía

a lo

s in

tere

ses

terr

aten

ient

es y

era

su

port

a­vo

z le

al.

Man

ipul

ó lo

s se

ctor

es m

ás b

ajos

, co

mo

hem

os

vist

o,

pero

no

los

repr

esen

ni

los

priv

ileg

ió.

Sen

tía

horr

or

por

la

revo

luci

ón s

ocia

l y

cult

ivó

a la

s cl

ases

pop

ular

es n

o pa

ra d

arle

s po

der

o pr

opie

dade

s si

no p

ara

apar

tarl

as d

e la

ins

ubor

dina

ción

y

la v

iole

ncia

. C

reía

que

ten

ía u

na l

ecci

ón q

ue e

nseñ

ar a

otr

os

gobe

rnan

tes.

L

a re

volu

ción

de

1848

en

Fra

ncia

fu

e ob

jeto

de

su

en

érgi

ca

desa

prob

ació

n:

la

veía

co

mo

un

conf

licto

en

tre

quie

nes

no t

enía

n na

da q

ue p

erde

r y

los

sens

atos

pro

piet

ario

s;

y la

cul

pa e

ra d

el p

ropi

o go

bier

no f

ranc

és p

or n

o pr

esta

r at

en­

ción

a l

as c

lase

s ba

jas.

66 L

o qu

e él

pro

pugn

aba,

des

de l

uego

, no

er

a la

ref

orm

a so

cial

sin

o la

pro

paga

nda

y la

s re

stri

ccio

nes.

Ro­

sas

pose

ía u

n se

guro

ins

tint

o pa

ra l

a m

anip

ulac

ión

del

desc

on­

tent

o de

las

mas

as y

par

a vo

lver

las

cont

ra s

us p

ropi

os e

nem

igos

de

man

era

que

no a

fect

aran

la

estr

uctu

ra b

ásic

a de

la

soci

edad

. M

edia

nte

una

mez

cla

de

dem

agog

ia

y na

cion

alis

mo

logr

aba

hábi

lmen

te d

ar u

na i

lusi

ón d

e pa

rtic

ipac

ión

popu

lar

y de

cie

r­ta

com

unid

ad d

e in

tere

ses

entr

e pa

trón

y p

eón.

Per

o no

mod

i­fi

có e

l eq

uili

brio

del

pod

er e

n la

soc

ieda

d, y

su

polí

tica

ten

ía

esca

so c

onte

nido

ref

orm

ista

. E

n 18

71,

horr

oriz

ado

por

el a

vanc

e de

la

dem

ocra

cia

y la

re­

volu

ción

en

el

m

undo

qu

e lo

ro

deab

a,

Ros

as

escr

ibió

de

sde

Sou

tham

pton

: "C

uand

o ha

sta

en

las

clas

es v

ulga

res

desa

pare

­ce

n ca

da d

ía m

ás e

l re

spet

o al

ord

en,

a la

s le

yes

y el

tem

or a

las

pe

nas

eter

nas,

so

lam

ente

lo

s po

dere

s ex

trao

rdin

ario

s so

n lo

s ún

icos

cap

aces

de

hace

r re

spet

ar l

os m

anda

mie

ntos

de

Dio

s, l

as

leye

s, e

l ca

pita

l, y

a su

s po

seed

ores

." 6

7

Indu

dabl

emen

te s

on é

sas

opin

ione

s de

la

cons

erva

dora

vej

ez,

cond

icio

nada

s ta

nto

por

la r

evol

ució

n en

Eur

opa

com

o po

r el

ca

mbi

o en

Am

éric

a, p

ero

tam

bién

son

las

opi

nion

es d

e al

guie

n

66 R

osas

a

San

Mar

tín,

mar

zo d

e 18

49,

15

de a

gost

o de

18

50,

en

Ado

lfo

Sal

días

, P

apel

es d

e R

ozas

cit.

, t.

i, p.

303

, t.

n, p

. 57

. 67

Ros

as

a Jo

sefa

Góm

ez,

24 d

e se

ptie

mbr

e de

18

71,

en

Car

tas

del

exil

io,

1853

-187

5, e

d. d

e Jo

sé R

aed,

Bue

nos

Air

es,

1974

, pp

. 16

6-16

7.

18/1

9

Page 19: LYNCH - Rosas y Las Clases Populares en Bs. as

344 JOHN LYNCH

que había visto en la Argentina el espectro de la anarquía y ha-bía tratado de disiparlo. Y son exactamente las mismas opinio­nes que había sostenido cincuenta años antes.

19/19