luuk van middelaar

23

Upload: others

Post on 16-Jul-2022

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Luuk van Middelaar
Page 2: Luuk van Middelaar

Luuk van Middelaar

El paso hacia EuropaHistoria de un comienzo

Prólogo de Josep Ramoneda

Traducción deDiego J. Puls y Mariona Vilalta

Page 3: Luuk van Middelaar

Asunto nuestro

El paso hacia Europa lleva ya un recorrido de sesenta años y no hay indicios de que el proceso vaya a completarse pron-to. ¿Es Europa, para decirlo al modo aristotélico, una po-tencia condenada a no realizarse nunca definitivamente como acto? ¿El estado de tránsito permanente, la culmina-ción imposible, es la condición de esta Europa que se busca a sí misma? ¿Estamos ante un nuevo modo de organización política que ha hecho de la provisionalidad su razón de ser y su fuerza? La respuesta a estas preguntas depende de cuál sea la meta, el objetivo que se pretenda alcanzar. Si se trata de hacer de Europa una gran nación –‍al modo de Estados Unidos–‍, con una ciudadanía propia, depositaria de una so-beranía única, capaz de alcanzar su plenitud como Estado unido, no hay indicio en el horizonte que permita poner fe-cha a esta conquista. Es más, dado el material del que está compuesto el continente, es legítimo preguntarse no sólo si este objetivo es posible si no incluso si es razonable y desea-ble. A día de hoy la idea de una Europa posnacional suena a quimera. Y ni siquiera una Europa supranacional parece es-tar al alcance del proyecto europeo y de la voluntad de sus principales actores políticos.

Historia de un comienzo. Con este subtítulo, Luuk van Middelaar, nos sitúa, desde las primeras líneas del libro, en este estado de transición permanente que caracteriza al pro-yecto europeo. Han pasado sesenta años y sólo es el comien-zo. Y, sin embargo, forma parte de la cultura de este largo paso hacia Europa una cierta impaciencia, una queja perma-nente por no alcanzar estadios definitivos de integración.

Page 4: Luuk van Middelaar

8 ElpasohaciaEuropa

No es nada raro: forma parte de la naturaleza de las cosas políticas, porque, como recuerda el autor, «la política es la forma en que una sociedad se ocupa de la incertidumbre». Y vivir instalados en la provisionalidad no facilita la legiti-mación de un entramado institucional de nuevo cuño.

Europeísta confeso y convicto, Van Middelaar se mueve siempre entre la ambición y el realismo: Europa avanza a golpes de crisis. Denme un Estado y ya me encargaré yo de construir una nación que lo soporte, dicen algunos, aunque la historia no siempre les dé la razón. Pero cuando no se tiene ni siquiera un Estado, sino un complicado equilibrio institucional en un continente articulado sobre un sinfín de naciones con larga historia y crueles desencuentros, es muy difícil crear una ciudadanía a imagen y semejanza propia.

El libro de Van Middelaar es una invitación a la sereni-dad: los pasos que Europa ha dado han sido muchos y posi-tivos, precedidos casi siempre de crisis que amenazaban con desestabilizar todo el proceso. ¿Quién podía imaginar que de la modesta Comunidad del Carbón y del Acero, fundada por seis países con la intención de neutralizar las pulsiones belicosas de Alemania, surgiría la actual Unión Europea con enormes renuncias a la soberanía nacional por parte de los Estados, como por ejemplo a la moneda propia? El carbón y el acero: Europa surge del tabú de la guerra. Después del descenso a los infiernos de la Segunda Guerra Mundial una idea empezó a imponerse como superego colectivo: «Nun- ca jamás». Del control de Alemania a la construcción de un tabú de la guerra entre europeos. Éste es probablemente el fundamento más sólido que tiene la Unión Europea, quizá la única identidad posible. Mientras el tabú exista, el riesgo del paso atrás, de la ruptura y vuelta al pasado, estará neu-tralizado.

Van Middelaar construye el relato de estos sesenta años de proyecto europeo a través de un modelo estructural en trípode. Desde el inicio del proceso establece una compleja y conflictiva relación entre tres actores: los Estados, la ciuda-danía y los despachos. De las combinaciones entre estos tres

Page 5: Luuk van Middelaar

Asuntonuestro 9

elementos en la práctica política emana la estructura y evo-lución del discurso europeo. El supranacionalismo late en la relación entre los despachos y los ciudadanos; el interguber-namentalismo rige entre los despachos y los Estados; y el constitucionalismo vincula a Estados y ciudadanos.

Los Estados, aferrados al poder nacional, piensan en tér-minos de diplomacia entre gobiernos, de confederalismo, de cooperación europea. Para ellos, Europa es y será un trata-do intergubernamental. Los despachos, lo que hoy se lla- ma los burócratas de Bruselas, se apoyan en la legitimidad de los expertos, tienen una visión funcionalista del proceso y hacen de la integración europea su bandera e incluso la razón de ser de sus puestos de trabajo. Los ciudadanos han sido durante mucho tiempo espectadores de un proceso de-sarrollado con formas propias del despotismo ilustrado, que ha tardado demasiado en apelar a los europeos a asumir sus responsabilidades y actuar como pueblo soberano. Se les in-vitó tarde a incorporarse a unas tareas desarrolladas a sus espaldas y, cuando han tenido ocasión, los ciudadanos se han vengado de esta desconsideración. Hay un consenso amplio a favor de la idea de Europa, pero un descontento grande respecto a las instituciones europeas. A los habitan-tes de esta tierra gastada corresponde representar la idea de una Europa federal, que encuentra su legitimidad en una nueva soberanía de ciudadanos ya no nacionales, sino euro-peos. En realidad, las intervenciones de los ciudadanos en el proceso han sido escasas, en circunstancias excepcionales, y por vías más bien indirectas. Pero su voz ha producido sacu-didas relevantes.

La pugna política cotidiana la han protagonizado los des-pachos y los gobiernos, con las opiniones públicas como telón de fondo. Y lo escribo en plural porque nunca ha habido una opinión pública europea. Sólo ha existido una yuxtaposición de opiniones públicas nacionales. Unos y otros –‍gobiernos y despachos–‍ han tratado de utilizar a los ciudadanos en bene-ficio propio. Y la ciudadanía se ha defendido con algún que otro revolcón: el más sonoro de todos ellos, el rechazo de la

Page 6: Luuk van Middelaar

10 ElpasohaciaEuropa

Constitución por parte de Francia y Países Bajos. Los despa-chos –‍cada vez más alejados del ideal fundador y más asenta-dos en la legitimidad tecnocrática (que en los tiempos que corren equivale a la legitimidad económica)‍–‍ han tratado de atraerse a la población con la promesa de un protagonismo que no llega. Es cierto que la creación del Parlamento Euro-peo, a regañadientes de los Estados, ha sido una conquista democrática. Pero en la práctica vive lejos de la ciudadanía, en este universo demasiado impenetrable que son las institu-ciones europeas. Los gobiernos han tratado de utilizar el arraigo nacional de los ciudadanos para mantener en sus ma-nos la rienda de los procesos. Y sobre todo gozan de la legiti-midad democrática de la que carecen los despachos.

El resultado es que Europa sesenta años después sigue siendo por encima de todo un tratado intergubernamental. La última palabra la siguen teniendo los gobiernos. De modo que la política europea es la resultante de las relacio-nes de fuerzas entre países con niveles de compromiso diver-sos (no es lo mismo estar en la zona euro que estar fuera)‍ en que Alemania y Francia llevan la ventaja de ser los más po-derosos, con el Reino Unido en segundo término, jugando sus cartas desde un ventajismo sofocante.

Los mejores momentos de la Comisión –‍los despachos–‍ se asocian con liderazgos de envergadura. El más reciente, que se recuerda ya con melancolía, es el de Jacques Delors: el último gran innovador. Pero los gobiernos buscan, cada vez más, la docilidad de los que ocupan los altos cargos en Europa, para que nada escape a su control. Esta dinámica genera depresiones cíclicas y tiene a la Unión sometida al capricho de las políticas nacionales. La guerra de Iraq es un icono de la mezquindad partidaria. Las pulsiones mesiáni-cas de Tony Blair y la fatua frivolidad de José María Aznar organizaron la gran traición, al preferir equivocarse con Es-tados Unidos antes que trabajar en una posición pacificado-ra europea conjunta. Y Europa sufrió una división de la que todavía no se han sanado todas las heridas. La crisis actual vuelve a poner a prueba a Europa, en la medida en que ha

Page 7: Luuk van Middelaar

Asuntonuestro 11

puesto de manifiesto la ausencia de una verdadera política europea. A falta de ella, Alemania ha impuesto su ley. Pero una vez más se ha demostrado que Alemania tiene una polí-tica alemana para Europa, pero nunca ha tenido una políti-ca europea para Europa.

Ante estas crisis se repite la misma consigna: necesitamos más Europa. Lo que esta idea sugiere y urge es el paso de un tratado intergubernamental a una unidad política supra- nacional. De ahí que la utopía democrática reaparezca cí- clicamente. La única manera de avanzar hacia una Unión Europea más fuerte que los Estados es dotarla de mayor le-gitimidad democrática. Pero para ello es necesario que la ciudadanía tome la palabra. ¿Cómo ciudadanía europea? De momento, es una ilusión: no hay las bases culturales compartidas suficientes para pasar de las ciudadanías na- cionales a una sola europea. Los habitantes de estas tierras somos actores en Europa por nación interpuesta. Con las últimas ampliaciones, Europa está alcanzado ya casi sus lí-mites físicos. Los diferentes países del continente impreciso, cuyos confines en el Este nunca han estado claros, se han ido incorporando a la Unión. Queda un gran problema por re-solver: Turquía. Dado que la opción rusa parece de todo punto impensable: ni Rusia quiere, ni Europa soportaría un peso demasiado desequilibrante, el mapa se está completan-do pero la unidad política sigue en el terreno de lo utópico. Europa carece de una voz en la que todos se sientan identifi-cados.

¿Es pensable una ciudadanía europea? ¿Cómo legitimar las instituciones europeas a ojos de la ciudadanía? ¿Cómo pasar del «Nos, los Estados» al «Nos, los ciudadanos». Ésta es la gran cuestión a la que Middelaar dedica la parte final del libro. Y lo hace a partir de tres modelos: el alemán identitario, el romano pragmático y el griego democrático. O si se prefie-re, nuestro pueblo, nuestro interés, nuestras propias decisio-nes. Middelaar no escoge. Más bien sugiere que hay que tener en cuenta elementos de cada uno de los modelos. Y explica cómo despachos y gobiernos han pugnado por la seducción

Page 8: Luuk van Middelaar

12 ElpasohaciaEuropa

de los pueblos, unos, apelando a la ciudadanía supranacional, los otros, apoyándose en su natural clientela nacional.

La estrategia alemana apuesta por la identidad cultural e histórica. Es un sueño casi imposible, porque es inimaginable repetir a mayor escala la destrucción constructiva que dio lu-gar a los Estados nacionales modernos. Las naciones europeas siguen siendo culturalmente muy endogámicas. La diversidad lingüística y cultural hace impensable repetir el viejo es- quema: una lengua, una cultura, una nación y un Estado. De modo que habría que inventar nuevas formas identitarias. La identidad Europa debe pensarse más en términos de ciudad que de nación: la ciudad como lugar de convivencia entre ex-traños, para utilizar la expresión de Zygmunt Bauman. Y debe fundarse más en la universalidad del pluralismo que en la particularidad de lo nacional.

De Roma hay que aprender la lección del pragmatismo. Los Estados se legitiman por su utilidad. La ciudadanía ha de sentir que las instituciones europeas le son útiles. Y que defienden realmente sus intereses. Pero la crisis está dejando muchas heridas y marcando un serio retroceso en la confian-za de la ciudadanía. En fin, la estrategia griega es la que da el control en última instancia a la ciudadanía. Voto, voz, ma-yorías: es decir, la legitimidad democrática. Como explica Van Middelaar, la ley de las mayorías es fundamental para avanzar; los vetos y las unanimidades son paralizantes y desfiguran el proyecto político. La política es debate, con-frontación, palabra.

La cosa pública –‍escribe Middelaar–‍ es precisamente aquello en lo que el público se descubre a sí mismo. Percibe, ve, oye algo –‍una carencia, un acontecimiento, un abuso–‍ y piensa: “Esto nos concierne”». Y, a renglón seguido: «Hay que hacer algo». «Asunto nuestro»: cuando la ciudadanía asuma las cuestiones europeas como propias, Europa estará cerca de su plenitud política. El paso hacia a Europa habrá alcanzado todo su sentido.

Este libro es una inmersión insólita por su realismo y por su profundidad en el camino recorrido hasta ahora. Y desde

Page 9: Luuk van Middelaar

Asuntonuestro 13

ella nos ofrece las claves para que realmente algún día lle-guemos a alguna parte: la Europa de los ciudadanos. Es de-cir, que la tercera pieza del trípode europeo, excesivamente ninguneada hasta ahora, adquiera la prevalencia que le co-rresponde. Y sobre esta base Europa consolide unas institu-ciones que no tienen por qué ser una simple mimetización del estado-nación a mayor escala.

Josep Ramoneda

Page 10: Luuk van Middelaar

Prefacio

Decidir la fecha resultó tan difícil como determinar el conte-nido del discurso. La declaración política sobre Europa del primer ministro británico que, de tan esperada, acabó deno-minándose «El discurso», ya se había aplazado varias veces cuando en el número 10 de Downing Street descubrieron que el día elegido, el martes 22 de enero de 2013, iba a coincidir con el cincuenta aniversario del tratado de amistad franco-alemán. Irrumpir en una conmemoración tan sagrada podía convertirse en la afrenta diplomática que colmara el vaso. Adelantar un día el acontecimiento significaría tener que disputarse el protagonismo con la segunda investidura del presidente norteamericano, que esa misma semana había ad-vertido a su colega británico que cortar los lazos con Bruselas no haría más que reducir la influencia de Londres en Wash- ington. La elección del viernes 19 de enero, que parecía ser una fecha segura, y de un escenario en los Países Bajos (en concreto la capital Ámsterdam en vez de la sede gubernamen-tal de La Haya, lo cual permitiría al primer ministro holan-dés, buen amigo suyo, mantener una distancia cortés)‍ se vio frustrada por una escalada terrorista en el norte de África que le obligó a aplazar de nuevo el discurso hasta el día 23. Llega-do a ese punto, concluyó que una sala abarrotada en las de-pendencias londinenses de una agencia de noticias estadouni-dense también serviría para su propósito. Es decir, que incluso antes de que su líder hubiera pronunciado una sola palabra, al público británico le había quedado muy claro que cual-quier intento de redefinir la relación de su país con el resto de Europa iba a estar sujeto a determinadas restricciones.

Page 11: Luuk van Middelaar

16 ElpasohaciaEuropa

Aunque éste no es más que el episodio más reciente de una larga historia que afecta a todo el continente y que con-tinuará sin duda durante muchos años, las contradicciones y las cuestiones clave en torno a la Unión Europea se hacen particularmente patentes en el debate británico. ¿Para qué sirve Europa? Al parecer debemos elegir entre dos visiones: o bien se trata de un proyecto político, un sueño, una pro-mesa de democracia, hasta cierto punto un fin en sí mis- ma, un sentimiento; o bien simplemente de un mercado, un proveedor de servicios, un medio hacia un fin, algo pura-mente práctico. ¿O acaso la estamos analizando de un modo equivocado?

¿Qué es lo que impulsa a la Unión y por qué está avan-zando? Algunos apuntan a una conspiración burocrática de Bruselas, otros a un reajuste pragmático en un mundo en rápida evolución, y aun otros a un impulso colectivo incons-ciente. A ello se añade la relación cada vez más cargada en-tre la Unión y los pueblos de Europa. Los dirigentes políti-cos parecen a veces vacilar entre implicar a los votantes o evitar cualquier riesgo de desafío por parte del público. Al-gunos comentaristas defienden que las decisiones sobre el tamaño y la forma de los pepinos o sobre las cuotas de pesca de sardina pueden tomarse sin necesidad de todo el circo democrático, pero entonces ¿cómo es posible que estos asuntos sean el detonante de vehementes debates nacionales sobre la soberanía y la democracia, sobre el mantenimiento del control y la capacidad de decisión?

La crisis de la zona euro, todavía viva en el momento en que este libro va a imprenta, ha exacerbado todas estas ten-siones y ha hecho que sea más urgente que nunca entender mejor lo que está en juego y sus posibles desenlaces. Los banqueros y los inversores de Estados Unidos y China, los socios comerciales alrededor del globo, el mundo entero quiere saber cómo Europa va a superar esta prueba.

De acuerdo con la lógica binaria de los artículos de opi-nión, tendríamos que elegir entre los «Estados Unidos de Europa» y Eurocalypse Now. Unos articulistas argumen-

Page 12: Luuk van Middelaar

Prefacio 17

tan que la turbulencia va a obligar a los Estados miembros a dar el «salto federal» que algunos desean tan apasionada-mente; los otros afirman que la intensa actividad destinada a poner fin a la crisis simplemente marca el principio del fi-nal, los últimos fuegos artificiales antes de que caiga la no-che sobre el Viejo Continente. El relato que sigue sugiere que no nos espera ninguno de estos dos destinos: ni una revolu-ción, puesto que Europa es paciente; ni el desmembramien-to, puesto que Europa es tozuda. La aventura de convertir un continente en una Unión, aunque impulsada por crisis y dramas, es un proceso lento que a menudo ha tomado de-rroteros que nadie había previsto. Quizá eso no debería sorprendernos. También Estados Unidos ha vivido innume-rables giros, vuelcos, retrocesos, crisis y nuevos comienzos en su viaje desde 1776 hasta la actualidad.

No cabe duda de que la experiencia reciente dejará hue-lla, tanto más por haber sido dolorosa. A partir de ahora, ningún ciudadano de la zona euro podrá ignorar que la mendacidad griega, la exuberancia española y la temeridad irlandesa pueden afectar sus perspectivas laborales, su jubi-lación o sus ahorros. Eso no sólo indica que las economías son interdependientes. En 2011, una votación sobre el euro en el parlamento eslovaco acaparó los titulares en toda Europa, al igual que un resultado electoral en Finlandia, el anuncio de un referéndum en Grecia y, un año más tarde, una senten-cia del Tribunal Constitucional alemán y una decisión del Banco Central Europeo. En 2013, en todo el continente se siguieron con enorme interés tanto las elecciones nacionales en Italia, con un reparto formidable y con mucho en juego, como las de Alemania, el motor de la Unión. El descubri-miento de que todos los países del euro comparten un mis-mo destino crea sin duda tensiones, pero la voluntad políti-ca tanto de los dirigentes como de los pueblos de mantenerse unidos ha demostrado ser más fuerte de lo que muchos ha-bían vaticinado –‍o de lo que alcanzan a explicar.

Tal como se ha demostrado ampliamente en los últimos sesenta años, la Unión dispone de un pegamento político

Page 13: Luuk van Middelaar

18 ElpasohaciaEuropa

único. El material adhesivo es quizá invisible, pero funcio-na, e infravalorarlo puede significar tener que pagar un pre-cio (en dinero real para quienes apostaron por el desmembra-miento del euro en 2012 y perdieron cientos de millones de dólares)‍. Al hacer más palpables tanto la fuerza cohesiva de la Unión como sus contradicciones internas, los aconteci-mientos recientes nos ayudan a enfocar el futuro, en primer lugar aclarando malentendidos y reformulando los términos del debate. Hay dos elementos que saltan a la vista: las fuer-zas motrices de Europa y la necesidad de aceptación por parte del público. Ambos están interrelacionados: la descon-fianza de la gente hacia Europa ha sido avivada por la per-cepción de que los cambios que se le imponen son parte de una trama de Bruselas. A cualquiera que lea asiduamente los periódicos de su país, la política nacional le parece una co-rriente constante de sorpresas, reveses y escándalos, a menu-do con resultados absolutamente imprevistos. Está claro para todo el mundo que, en un contexto democrático, mu-chas cosas no van según el plan previsto; muchas más de lo que podríamos temer o esperar. Europa, en tanto que club de democracias volátiles, funciona del mismo modo.

Los impulsos surgen a partir de una serie impredecible de decisiones, tomadas a menudo por dirigentes nacionales en su forcejeo con los acontecimientos tanto de su país como del extranjero, que además se ven obligados a gestionar conjuntamente, a veces con reticencias manifiestas. Esta in-teracción política aporta una explicación más plausible que, por un lado, la seudo lógica de la teoría de la integración y la teleología federal y, por otro lado, la visión euroescéptica de un mundo lleno de conspiraciones malignas y planes de Bruselas para imponer un dominio extranjero. A partir del momento en que la vorágine griega se hizo evidente, a prin-cipios de 2010, se han esfumado certidumbres y violado ta-bús; se han cruzado líneas rojas y reescrito reglas. Arrastra-da por la necesidad, espoleada por conflictos de intereses y choques entre culturas políticas sobre los que nadie ha sido capaz de presentar un plan general o una visión común, la

Page 14: Luuk van Middelaar

Prefacio 19

Unión está enfrentándose al shock de formas profundamen-te instructivas.

A veces funciona tirar del «freno de emergencia», pero es simplemente imposible hacerlo cuando la presión de los acontecimientos es extrema. En ese caso, es preferible inten-tar sacar partido de los cambios; incluso los británicos, a menudo tan inflexibles, han aprendido esa lección. Sea como fuere, a la mayoría de los países miembros les parece natural que Europa evolucione con el tiempo, una idea ya implícita en la célebre expresión, presente desde el principio, de que había que crear «una unión cada vez más estrecha». Cuando quiere rebatir esa visión, el único país europeo que no dispone de una constitución escrita invoca a menudo la letra del Tratado, mientras que para muchos países conti-nentales lo que cuenta es el espíritu –‍un espíritu que como mejor se puede resumir es afirmando que «avanzamos jun-tos»–‍. Sin embargo, a la hora de «hacer cosas juntos», esa convivencia vagamente definida puede ser en momentos cruciales más importante que los asuntos concretos a tratar. O sea, que cuando los políticos británicos se quejan de que sus socios están «cambiando las reglas del club», están errando el tiro, puesto que Europa siempre estuvo –‍y está–‍ destinada a ser un club con reglas eternamente cambiantes.

Y eso es por una buena razón. Ningún proyecto, ningún tratado puede anticipar la creatividad de la historia, y no di-gamos ya preparar una respuesta adecuada. La idea de los Estados fundadores de anclar Europa en un sistema de reglas, con la esperanza de que proporcionaran un determinado gra-do de civismo y de previsibilidad a las relaciones mutuas, fue un plan visionario tras la larga doble guerra mundial de 1914-1945. Las limitaciones de esta estrategia se revelan cada vez que surgen nuevos retos y que los Estados miembros sienten la necesidad de afrontarlos de forma conjunta. He aquí el origen de la tensión, en el transcurso de las últimas seis déca-das, entre el deseo de anclaje y la necesidad de abordar los cambios. Ello explica por qué Europa es un club al que le en-cantan las reglas pero que no cesa de adaptarlas.

Page 15: Luuk van Middelaar

20 ElpasohaciaEuropa

Una simple ojeada al pasado de la Unión muestra lo im-probable que es haber llegado al punto en el que nos encon-tramos hoy. Esta observación tiene enormes implicaciones sobre el modo en el que enfocamos su futuro. En la actuali-dad no nos hallamos en un período de flujo tras el cual las aguas van a volver a su cauce. El cambio económico y tecno-lógico a escala global, las transformaciones en el paisaje geopolítico, la marcha de los pueblos vecinos hacia la igual-dad democrática; todas estas tendencias graduales pueden tener repercusiones repentinas. Los acontecimientos segui-rán generando sorpresas y habrá que hacerles frente de un modo u otro.

Ello nos lleva al segundo tema sobre el que hay que refor-mular los términos del debate: la necesidad del apoyo públi-co. En términos generales, los tres objetivos principales de la cooperación europea en los últimos sesenta años han sido la paz, la prosperidad y el poder. Todos los Estados miem-bros suscriben cada uno de estos tres fines, si bien con di- versos grados de intensidad. Según la época se ha puesto mayor énfasis en uno u otro aspecto; es bien sabido que el motivo de la paz, decisivo en el momento fundacional pos-terior a 1945, ha perdido peso en Europa Occidental, mien-tras que el reto de actuar conjuntamente en un mundo glo-balizado ha ganado importancia. Pero también existen diferencias entre los Estados: algunos países han puesto el énfasis en los motivos económicos, concentrándose en el crecimiento y la prosperidad, mientras que a otros parecían atraerles más los objetivos políticos de la estabilidad conti-nental, el afianzamiento de la democracia y la influencia de Europa en el mundo. No siempre es posible establecer una distinción precisa entre los dos, algo que se ha confirmado con la crisis de la zona euro: la decisión de Berlín de evitar que Grecia abandonara el euro estaba motivada tanto por preocupaciones de orden financiero como político. Además, el objetivo económico de la prosperidad también requiere

Page 16: Luuk van Middelaar

Prefacio 21

medios de carácter eminentemente político, incluido el arte de convencer al público.

La ventaja de retratar Europa como un medio práctico, una herramienta para conseguir resultados, es obvia: se re-duce a un aparato tecnocrático, por lo que todos tendríamos que poder ponernos de acuerdo. El componente político está enmascarado. El mercado único –‍especialmente precia-do por los británicos, los holandeses y los escandinavos–‍ es la piedra de toque de ese enfoque pragmático. A primera vista un mercado muestra similitudes con algo tan inofen- sivo como una unión aduanera o una zona de libre comer-cio. Sin embargo, la realidad es que construir un mercado, a diferencia de crear una zona de libre comercio, requiere con-tinuamente nueva legislación que, aunque predominan- temente técnica, a veces conlleva tomar decisiones profun-damente políticas. ¿Quién determina las reglas de privacidad de los consumidores en la economía de internet europea? Si una familia británica se muda a Francia para abrir un bedandbreakfast, ¿tendrán tanto los padres como los niños acceso a los hospitales y las escuelas locales? ¿Y qué suerte les espera a los ciudadanos polacos o lituanos en el Reino Uni-do? Si existe un mercado europeo para los servicios financie-ros, ¿quién tendrá que pagar cuando un banco quiebre? Los británicos abandonaron las primeras negociaciones sobre el mercado, en 1955, precisamente a causa de estas implicacio-nes políticas. Un mercado no es una fábrica que produce resultados («apriete el botón del crecimiento»)‍; es más bien un terreno de juego para los intereses económicos cuya for-ma viene definida por decisiones y opciones políticas que a menudo son el resultado de negociaciones y conflictos en-carnizados.

Aquí es donde empiezan los problemas: ¿cómo puede un gobierno conseguir apoyo público para una legislación so-bre el mercado si sabe que los socios pueden votar mayori-tariamente en contra? Al fin y al cabo, en la Unión las bata-llas políticas se libran tanto dentro de los países (entre la industria y los sindicatos, por ejemplo)‍ como entre países

Page 17: Luuk van Middelaar

22 ElpasohaciaEuropa

(por ejemplo entre los que abogan por el proteccionismo y los que priorizan las importaciones baratas)‍. Aun cuando casi todas las decisiones europeas se presentan como solu-ciones transaccionales, seguramente se producen situacio-nes en las que un país resulta claramente perdedor. Pero ¿cómo hay que explicar esto de vuelta a casa?

Comparemos esto con la política a nivel nacional. Cual-quier gobierno –‍el de Polonia, pongamos por caso–‍ toma cada día decisiones que pueden ser impugnadas en gradacio-nes diversas por los partidos de la oposición, o que pueden no ser del agrado de muchos votantes, o que incluso pueden sus-citar protestas o huelgas. No obstante, por regla general, in-cluso los manifestantes aceptan la legitimidad del gobierno polaco en sí mismo. Quizá desean que el primer ministro di-mita mañana mismo, pero seguirán considerándolo «nuestro (exasperante)‍ primer ministro» y seguirán refiriéndose a «nuestro (decepcionante)‍ parlamento» y a «nuestras (malas)‍ leyes». La identidad política supera el desenlace del proceso político. Está claro que éste es el punto débil en el caso de Europa. Poca gente considera que las decisiones europeas son «nuestras» decisiones o que los políticos europeos son «nues-tros representantes». (Es significativo que, en la mayor parte de los países, «nuestro comisario» se refiere únicamente al compatriota entre los comisarios europeos, mientras que los miembros del Parlamento Europeo se consideran a menudo como representantes de «Bruselas» más que como «nuestros» portavoces en el exterior.)‍ Y sin embargo es precisamente ese sentimiento de propiedad –‍increíblemente difícil de entender, y no digamos ya de crear–‍ lo que se necesita para conferir le-gitimidad a las decisiones conjuntas. Los resultados son im-portantes, pero por sí solos no bastan, porque es posible que después de una buena temporada vengan malos tiempos y porque las decisiones son a menudo producto de una batalla política. Ésa es una de las razones por las que la ausencia de un veto nacional hace que el desafío sea mayor.

Un primer paso indispensable a la hora de reformular los términos del debate consiste en reconocer que Bruselas no es

Page 18: Luuk van Middelaar

Prefacio 23

el principal escenario del juego europeo. La política europea se desarrolla entre los gobiernos, los parlamentos, las juris-dicciones y los ciudadanos de todos los Estados miembros. En última instancia, el círculo de los miembros es anterior a la Unión. No se puede reducir Europa a dos quilómetros cuadrados de edificios en Bruselas, Luxemburgo y Estras-burgo.

El presente libro es una versión actualizada del que se publi-có en neerlandés en 2009. Se podría pensar que la tormenta que ha hecho estragos desde entonces iba a obligar a rees- cribirlo desde cero, pero la forma en que Europa ha res- pondido a los acontecimientos y las principales sacudidas constituyen precisamente el tema central del libro. En este sentido, la crisis del euro ha sido una «prueba con fuego real» que ha arrojado más luz sobre el componente político de la Unión que este estudio pretende describir.

En mi relato he procurado evitar tomar partido. En mi opinión, la mejor filosofía política es la que predicaban Ma-quiavelo, Locke, Montesquieu y Tocqueville: no un pensa-miento normativo con pretensiones universales, sino una reflexión sobre la política basada en la experiencia, a menu-do personal, de cada época.

Da la casualidad que tengo la ventaja de ser testigo de los últimos episodios desde un punto de vista privilegiado. En enero de 2010 renuncié al estatus de autor independiente para convertirme en el redactor de los discursos del primer presidente permanente del Consejo Europeo. Observé la mon-taña rusa griega desde el inicio, a la que siguieron cambios de gobierno en Dublín, Roma y París, negociaciones noctur-nas entre los dirigentes y banqueros europeos para ver quién iba a ser el primero en pagar por Grecia (los banqueros per-dieron la partida)‍, la saga de la detención de Dominique Strauss-Kahn en el momento en que emprendía vuelo hacia Berlín para hablar sobre el euro con la canciller alemana, grises directores de los bancos centrales que se despertaron

Page 19: Luuk van Middelaar

24 ElpasohaciaEuropa

un día y se encontraron con que la prensa los había conver-tido en superhéroes, y la noticia de que «un acrónimo había ganado el Premio Nobel» (en palabras del viceprimer minis-tro británico)‍: han sido años llenos de acontecimientos. En el momento de escribir el presente prólogo están por ocurrir muchas más cosas; ha remitido la amenaza de que Grecia abandone la zona euro, ha hecho su aparición la de la salida británica, y las elecciones europeas de mayo de 2014 prome-ten ser fascinantes.

Mi primera estancia en Bruselas supuso un impulso en mi educación política. Los códigos implícitos, los dobles o triples sentidos que se esconden tras cualquier frase o acto, las rivalidades institucionales, las batallas para asegurarse una silla en una determinada mesa de negociaciones, las fil-traciones a la prensa, el juego del tiempo y los aplazamien-tos…; para captar la importancia de todas esas cosas, había que estar allí, sobre el terreno.

Me llamó la atención el hecho de que la Comisión, en sus folletos y campañas informativas, se dirigiera a un públi-co imaginario de «ciudadanos europeos» sin esperar nin- gún tipo de respuesta. Los referéndums sobre el tratado constitucional que se celebraron en Francia y los Países Bajos en 2005 me permitieron analizar los efectos de esta negligencia en el trato del público desde una perspectiva dis-tinta. En aquellos momentos trabajaba de asesor político del parlamento neerlandés. Entre los parlamentarios de La Haya observé una tendencia predominante a considerar a la Unión Europea como un poder de ocupación, lo cual refor-zó mi convicción de que la batalla por el público debería ocupar un lugar central en cualquier relato sobre la política europea. La falta de interés en el tema se debe en parte al modo en que se escribe y se habla sobre Europa. Por eso decidí evitar cualquier jerga. El lenguaje especializado no sólo permite esconderse tras palabras vacías (que ya de por sí es muy grave)‍, sino que a menudo hace las veces de panta-lla de humo, encubriendo más que explicando las jugadas políticas y los juegos de poder. Por lo tanto, exceptuando

Page 20: Luuk van Middelaar

Prefacio 25

algunas citas y las notas del final del libro, el lector no halla-rá todos esos confusos acrónimos que caracterizan a los ma-nuales jurídicos y políticos. En vez de escribir UE, hablaré de la Unión, y así sucesivamente.

La decisión de evitar la jerga especializada no se debe solamente a que prefiero hablar sin rodeos. Es parte de un intento de escapar al control de los conceptos existentes y desarrollar nuevas herramientas. Cuando comencé a escri-bir intuía que la narrativa y los análisis de Europa existentes pasaban por alto algo esencial. De alguna manera, parecía como si faltara su existencia política. Pero ¿cómo podía presentar esa existencia sin caer en la trampa de seguir las líneas de pensamiento habituales? Para descubrir algo nue-vo, primero hay que dejar de lado lo que ya se sabe. Un ataque frontal a los conceptos existentes probablemente no haría más que reforzarlos. El filósofo norteamericano Richard Rorty escribió que la filosofía interesante general-mente es «una controversia entre un vocabulario arraigado que se ha convertido en un estorbo y un vocabulario nuevo a medio formar que promete vagamente grandes cosas». Lo que dice a continuación resume perfectamente mi motiva-ción: «No voy a presentar argumentos contra el vocabulario que quiero sustituir. En lugar de eso, voy a intentar hacer atractivo el vocabulario que quiero promover mostrando cómo utilizarlo para describir una serie de temas».

La llave para escapar de la prisión del lenguaje existente está en la experiencia. Por eso he mirado hacia el pasado, hacia los fundadores y hacia quienes han trabajado en la Europa política: líderes nacionales, ministros, diplomáti-cos, parlamentarios, funcionarios y jueces. Sus experien-cias afloran en discursos y debates, en sus memorias y en incidentes transmitidos por periodistas e historiadores. También he recurrido a mis observaciones y a conversacio-nes inestimables con muchos de sus participantes. A los ochenta y nueve años, Adenauer, el antiguo canciller ale-mán, reconoció que «la experiencia guía el pensamiento y la actuación; no hay nada que pueda sustituirla, ni siquiera

Page 21: Luuk van Middelaar

26 ElpasohaciaEuropa

la inteligencia innata, y aún menos en política». La política es el medio a través del cual las sociedades intentan contro-lar el interminable devenir de la historia. Por consiguiente, no se puede entender fuera del tiempo o de la experiencia del tiempo; de la presión de los acontecimientos, la simul-taneidad de exigencias en conflicto, los momentos de cri-sis, la tentación de aplazar. El término «paso» que aparece en el título del libro ayuda a evitar términos gastados como «integración» y «construcción», pero también sirve pa- ra introducir una dimensión temporal: evoca movimiento a través del tiempo y en determinada dirección y acentúa una analogía entre las metamorfosis de la Europa política y los «ritos de paso», las ceremonias que garantizan la con-tinuidad simbólica en los momentos de transición en la vida de un individuo (nacimiento, bautismo, matrimonio, coronación…)‍. De ahí el hincapié en formas intermedias como el umbral, la puerta, el puente, en los nombres y los cambios de nombre, y en la importancia de distinguir entre un paso y un salto.

Muchos de los debates teóricos que encontramos ac- tualmente en la literatura sobre el tema caen en una trampa del lenguaje, razón por la cual este libro prefiere partir de la pregunta clásica de «qué es la política». Examina tres for-mas de política: la toma de decisiones y la aplicación de la ley (Primera parte)‍, la capacidad de actuar en la contingen-cia del tiempo (Segunda parte)‍ y el intento de vincular a los gobernantes con la gente (Tercera parte)‍. Europa se analiza en tanto que ejemplo ilustrativo. Temas de moda como la oposicion entre «poder duro» y «poder blando», las sutile-zas de la «gobernanza a varios niveles» o la profundidad del «déficit democrático» no tienen aquí mucha cabida. Me concentro más en categorías clásicas tales como la funda-ción, el cambio, la representación, la legitimidad, la res- ponsabilidad, los acontecimientos y la libertad. Aunque el tratado y las instituciones tienen obviamente un papel im-portante, éste no es el trabajo de un jurista o de un politólo-go, sino un libro escrito por un filósofo e historiador de la

Page 22: Luuk van Middelaar

Prefacio 27

política, convencido de que la esencia de la política radica en su relación con el tiempo.*

Una liebre disecada no nos puede explicar cómo encon-tró comida ni cómo saltaba por el bosque ni cómo huyó de un zorro. A quien intente entender el desarrollo y el funcio-namiento de un sistema político, las gráficas y los diagramas válidos en un momento determinado tampoco le van a decir gran cosa. Evidentemente que podemos decir «aquí está el morro y aquí las patas», o bien «aquí están los electores y aquí el tribunal», pero eso significaría pasar por alto las mo-tivaciones que hacen que la vida sea tan fascinante, esa suce-sión interminable de acontecimientos y encuentros que nos obligan a actuar.

Forest (Bélgica)‍, 1 de septiembre 2013

* El libro termina con un extenso ensayo bibliográfico en el que se destacan las principales fuentes utilizadas y en el que se define más a fondo su posición en relación con los estudios existentes.

Page 23: Luuk van Middelaar

Este libro fue publicado con el apoyo de la Fundación neerlandesa de las Letras.

Título de la edición original: De passage naar Europa. Geschiedenis van een beginTraducción del neerlandés: Diego J. Puls y Mariona Vilalta

Publicado por:Galaxia Gutenberg, S.L.

Av. Diagonal, 361, 1.º 1.ª A08037-Barcelona

[email protected]

Círculo de Lectores, S.A. Travessera de Gràcia, 47-49, 08021 Barcelona

www.circulo.es

Primera edición: noviembre 2013

© Luuk van Middelaar, 2009Edición original en neerlandés de Historische Uitgeverij

© de la traducción: Diego J. Puls y Mariona Vilalta, 2013© del prólogo: Josep Ramoneda, 2013

© Galaxia Gutenberg, S.L., 2013© para la edición club, Círculo de Lectores, S.A., 2013

Preimpresión: Maria GarcíaImpresión y encuadernación: Liberdúplex

Depósito legal: B. 21389-2013ISBN Galaxia Gutenberg: 978-84-15472-94-0ISBN Círculo de Lectores: 978-84-672-5593-5

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede realizarse con la autorización

de sus titulares, a parte las excepciones previstas por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos)‍ si necesita fotocopiar o escanear fragmentos de

esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45)‍