luis césar amadori

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Luis César Amadori: Dios se lo pague AQUEL CINE INMORTAL Escribe OMAR BELLO - “No he hecho películas artísticas, he hecho espectáculos para el público. No tengo miedo a ninguna escena mientras sea limpia, bien intencionada y sin trucos. Creo que por eso he tenido una vida tan larga, sin vergüenzas artísticas ni catástrofes �nancieras”, decía Luis César Amadori en la década del sesenta, pocos años antes de retirarse. 30 de agosto de 2014 A esta altura poca gente sabe que, durante la década del treinta y parte de los cuarenta, Argentina fue una de las mecas del cine mundial. Su destrucción como industria fue plani�cada por Estados Unidos; venganza que sobrevino gracias a nuestra posición neutral durante la Segunda Guerra Mundial. Los yanquis jamás nos perdonaron el hecho de haberlos dejado “solos” en el con�icto y decidieron crear un polo cinematográ�co más “controlable”. El destino elegido fue México (Brasil se di�cultaba por cuestiones de idioma), y hacia ese país fueron todos los recursos técnicos de Hollywood, en especial la cinta virgen que se importaba y escaseaba por el con�icto. Durante 1943, cuando los estudios criollos planeaban hacer la friolera de 85 películas (más que EEUU), la cinta jamás apareció, todo el remanente se enviaba a la capital mexicana que desde entonces nos robó los mercados hispano parlantes. El plan se cumplió en menos del 40%. Pero esa efervescencia de talentos generó una serie de personalidades muy interesantes. Luis César Amadori, esposo de la reconocida actriz Zully Moreno, es una de ellas. Los libros de cine nacional no suelen ser muy generosos con Don César. Pre�eren otros directores más nacionalistas, del estilo Lucas Demare (“La Guerra Gaucha”), o por el contrario, aquellos que fueron valorados en Europa, por ejemplo Torre Nilsson (“La Casa del Ángel). Las razones de este ninguneo hay que buscarlas en las propias palabras de Amadori: Hizo un cine espectáculo, capaz de llegar a las grandes masas, sin rebusques ni la necesidad poner gauchos para decir “Esto es exótico”. Pero la verdad es que sin Luis César Amadori, uno de los hombres más cultos (escribía sensacional), re�nados e inteligentes de la cinematografía latina, el cine argentino hubiera muerto mucho antes de los cincuenta. Fue uno de los predilectos de Walt Disney. No sólo eran amigos (Walt visitó Argentina en 1941) sino que tradujo al castellano �lmes como “Dumbo”, “Fantasía” y “Pinocho”. Las mejores películas de Nini Marshall son de Amadori, demostrando su ductilidad para el humor. Amadori nació en Italia y llegó a Argentina a los 5 años. Estudió medicina pero enseguida fue ganado por su búsqueda en el terreno actoral. Hizo puestas en el Colón, presidió Argentores y sus �lm tienen un sello de calidad técnica indiscutible. ¿Su especialidad? Narrar historias y miti�car actores, algo que era fundamental en la época del star system, cuando lo único que le importaba al espectador era cómo lucía la estrella de turno. Libertad Lamarque era una cantante arrabalera, casi en la línea de Tita Merello; gordita, menuda y con cierta brusquedad en los movimientos, hizo una carrera notable aunque su gran salto lo dio con Amadori, quien en “Madreselva” la transforma de una vez y para siempre en una �gura al estilo Hollywood. El maquillaje, la fotografía, las indicaciones de Amadori en cuanto a cómo moverse en el set, hicieron que en pocos meses doña Liber adquiriera un estilo re�nado con el que jamás había soñado; estilo que además se plasmaba en cintas con grandes escenografías, excelentes trabajos lumínicos y la sensación de que cada �lm costaba fortunas (no era siempre así, Don Luis sabía vender show). Su primer iluminador fue John Alton, hombre que terminó ganando un Oscar pocos años más tarde.

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Amadori, cinesasta argentino y peronista. Perseguido por el golpe militar del '55.

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Page 1: Luis César Amadori

Luis César Amadori: Dios se lo pagueAQUEL CINE INMORTAL

Escribe OMAR BELLO - “No he hecho películas artísticas, he hecho espectáculos para el público. Notengo miedo a ninguna escena mientras sea limpia, bien intencionada y sin trucos. Creo que poreso he tenido una vida tan larga, sin vergüenzas artísticas ni catástrofes �nancieras”, decía LuisCésar Amadori en la década del sesenta, pocos años antes de retirarse.

30 de agosto de 2014

A esta altura poca gente sabe que, durante ladécada del treinta y parte de los cuarenta,Argentina fue una de las mecas del cine mundial.Su destrucción como industria fue plani�cada porEstados Unidos; venganza que sobrevino gracias anuestra posición neutral durante la SegundaGuerra Mundial. Los yanquis jamás nos perdonaronel hecho de haberlos dejado “solos” en el con�ictoy decidieron crear un polo cinematográ�co más“controlable”. El destino elegido fue México (Brasilse di�cultaba por cuestiones de idioma), y haciaese país fueron todos los recursos técnicos deHollywood, en especial la cinta virgen que seimportaba y escaseaba por el con�icto.

Durante 1943, cuando los estudios criollos planeaban hacer la friolera de 85 películas (más queEEUU), la cinta jamás apareció, todo el remanente se enviaba a la capital mexicana que desdeentonces nos robó los mercados hispano parlantes. El plan se cumplió en menos del 40%.

Pero esa efervescencia de talentos generó una serie de personalidades muy interesantes. LuisCésar Amadori, esposo de la reconocida actriz Zully Moreno, es una de ellas.

Los libros de cine nacional no suelen ser muy generosos con Don César. Pre�eren otros directoresmás nacionalistas, del estilo Lucas Demare (“La Guerra Gaucha”), o por el contrario, aquellos quefueron valorados en Europa, por ejemplo Torre Nilsson (“La Casa del Ángel).

Las razones de este ninguneo hay que buscarlas en las propias palabras de Amadori: Hizo un cineespectáculo, capaz de llegar a las grandes masas, sin rebusques ni la necesidad poner gauchos paradecir “Esto es exótico”.

Pero la verdad es que sin Luis César Amadori, uno de los hombres más cultos (escribía sensacional),re�nados e inteligentes de la cinematografía latina, el cine argentino hubiera muerto mucho antesde los cincuenta.

Fue uno de los predilectos de Walt Disney. No sólo eran amigos (Walt visitó Argentina en 1941) sinoque tradujo al castellano �lmes como “Dumbo”, “Fantasía” y “Pinocho”.

Las mejores películas de Nini Marshall son de Amadori, demostrando su ductilidad para el humor.

Amadori nació en Italia y llegó a Argentina a los 5 años. Estudió medicina pero enseguida fueganado por su búsqueda en el terreno actoral. Hizo puestas en el Colón, presidió Argentores y sus�lm tienen un sello de calidad técnica indiscutible.

¿Su especialidad? Narrar historias y miti�car actores, algo que era fundamental en la época del starsystem, cuando lo único que le importaba al espectador era cómo lucía la estrella de turno.

Libertad Lamarque era una cantante arrabalera, casi en la línea de Tita Merello; gordita, menuda ycon cierta brusquedad en los movimientos, hizo una carrera notable aunque su gran salto lo dio conAmadori, quien en “Madreselva” la transforma de una vez y para siempre en una �gura al estiloHollywood.

El maquillaje, la fotografía, las indicaciones de Amadori en cuanto a cómo moverse en el set,hicieron que en pocos meses doña Liber adquiriera un estilo re�nado con el que jamás habíasoñado; estilo que además se plasmaba en cintas con grandes escenografías, excelentes trabajoslumínicos y la sensación de que cada �lm costaba fortunas (no era siempre así, Don Luis sabíavender show).

Su primer iluminador fue John Alton, hombre que terminó ganando un Oscar pocos años más tarde.

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A su enorme talento, Amadori le sumaba un olfato comercial digno de los grandes empresarios.“Qué diferencia hay entre director y empresario”, le preguntaron una vez: “El director debe pedir; elempresario, negar. El director debe soñar; el empresario tener los pies sobre la tierra. Entre ambosse hace el equilibrio para una obra digna. Claro que hasta cierto punto, porque depende de lamentalidad del público”.

Fue pionero en entender las leyes del mercado incluso antes que muchos directores americanos.Tanto que ya en su época decía que trabajaba pensando en un público no mayor a los 18 años (hoyesa es la clave del cine americano).

Filmó 52 películas en 25 años, casi todas ellas fueron grandes éxitos. Físicamente parecido aldirector inglés Alfred Hitchcock, alcanzó su zenit con el �lm “Dios se lo pague”, sobre una historia delbrasileño Joracy Camargo (un mendigo que se vuelve rico pidiendo). Y es en esa película dondetermina de darle forma a la construcción que, como pasó con Perón y Evita, terminó opacándolo:Zully Moreno.

“Cuando yo empecé Mirtha Legrand ya era famosa”, comentó alguna vez Zully Moreno. La mujerque murió en 1999 y de vivir hoy tendría 94 años estaba en los cierto. Zully trabajó en “Los MartesOrquídeas”, la película que catapultó a Mirtha. Nadie se �jó en ella. De hecho pasarían unos cuantosaños hasta que alcanzara el título de diva, y fue justamente de la mano de Amadori.

Luis César Amadori, quien por una tiempo largo había tenido un sonado romance con otra actriz(Alicia Vignoli) se enamoró de Zully pero por cuestiones de la época no pudieron blanquear surelación hasta 1947 (tuvieron un hijo, Luis Alberto Amadori).

En la obra de Camargo, el papel de la mujer del mendigo millonario es muy pequeño. Don Luis, quienestaba profundamente enamorado de Zully (hasta que él falleció en 1977 le envió rosas todos losviernes), hizo de esa pequeña participación uno de los roles más brillantes en la historia del cinenacional, tanto que la convirtió en una estrella internacional cuando nuestra cinematografía ya nosalía de las fronteras argentas. “Dios se lo pague” fue la primera película argentina nominada alOscar, aunque en ese tiempo sólo se las seleccionaba y no se le entregaba premio alguno.

Obvio que Argentina es un país difícil y Amadori, quien tenía simpatía por el peronismo (�lmó unapelícula sobre Eva en 1952), fue arrastrado por las prohibiciones de la Revolución Libertadora(1955), terminó preso y debió exilarse de Argentina.

Así contada la historia de Don César lo victimiza y en parte este rol le cabe ya que fue echadoinjustamente. Al mismo tiempo hay que decir que la exitosa pareja abusó de su poder. Por ejemplo,después de “Dios se lo pague” Zully Moreno exigió acciones de la productora Argentina Sono Film,tuvo absoluto control sobre los textos a �lmar, sus compañeros de elenco y preferencias queninguna actriz tenía (ni siquiera Mirtha que era su competidora).

Los Mentasti, dueños de Argentina Sono Film, sólo pudieron salir del con�icto creando otra �gurapara competirle: Laura Hidalgo.

Por su parte, Amadori se vinculó al peronismo y aceptó todo lo que éste proponía. En su biografía yya sin rencor, Libertad Lamarque recuerda como el famoso director corrió con tal de no sacarse unafoto con ella en el aeropuerto de México (Doña Liber había siso prohibida por Evita y vivía allá).

De todas maneras la calidad de Amadori, su sentido del espectáculo jamás estuvo en duda.

“La mujer de las camelias”, �lm que acá se estrenó recién tres años después de haber sido �lmado(fue prohibido por la junta militar de entonces) y sin el nombre del su director al �nal, ganó el GoldenGlobe en EEUU, premio que todavía sigue siendo tan prestigioso como el Oscar.

Zully era una actriz tan amada que la Revolución Libertadora no quería perderla, llegaron aproponerle que se separara del marido con el �n de seguir trabajando. No lo hizo y ni bien Amadorisalió de la cárcel ambos recalaron en España donde, gracias a su talento, Don Luis se convirtió enuno de los directores más importantes de ese país. Tuvo suerte: “La Violetera”, su primer �lm con

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Sarita Montiel fue un suceso mundial.

Zully también encontró su revancha al ganar el primer premio como mejor actriz en la película“Madrugada”. Obvio que lejos de su patria y con el paso de los años, decidió dejar su carrera y jamásvolvió a hablar con la prensa (sólo una pequeña aparición ya muy anciana). Murió en su casa deAvda libertador en 1999, llevaba años enferma de alzheimer y envuelta en nebulosos recuerdos.

Luis César Amadori falleció antes, en 1977. Cuando dejó de �lmar condujo el teatro Maipo. Dicenque a diferencia de su mujer, Zully, él no estaba resentido. El hermano de Zully se casó con MimiPons, hermana de Norma, quien poco antes de morir perdió las joyas (falsas pero de enorme valorhistórico) que Zully había usado en “Dios se lo pague”. Se las robaron en Córdoba.

“Es tarde para cambiar… No puedo comprometer en experimentos el dinero de los productores”,señaló Don Luis que se negó a hacer un cine distinto. “Lo único que podrán saber de mi es si estoymás gordo, más viejo o más triste”, agregó. Un epita�o extraño para el hombre que marcó tresdécadas en nuestra cultura.