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LA ARQUEOLOGIA DEL TIEMPO Cap. 1: Más allá de la cronología Gavin Lucas [The Archaeology of Time. Chapter 1: “Beyond Chronology”. Routledge, Londres 2005, pp. 1-31. Traducción: Andrés Laguens, Febrero 2010] Introducción: ¿por qué los arqueólogos deberían pensar sobre el tiempo? ¿Por qué el tiempo es importante para la arqueología – de hecho, por qué cualquiera debería escribir un libro entero sobre el tema, o para el caso, alguien leerlo? Como una vez escribió Stuart Piggott, “Cualquier investigación en el pasado que no considere el tiempo obviamente no tiene sentido” (Piggott 1959: 51). Podría parecer obvio que el tiempo es importante para la arqueología simplemente porque la arqueología trata sobre el pasado; es una ciencia o disciplina histórica. Sobre ese reconocimiento, luego, un libro sobre el tiempo no sólo es razonable, sino esencial. Aún, siguiendo con la reflexión, también se podría preguntar, ¿qué hay realmente para decir sobre el tiempo? La mayoría de los arqueólogos, cuando se les pregunta sobre el tiempo, podrían pensar sobre datación y cronología y, de hecho, esto es quizás lo que primero surge en la mente. Ciertamente, los tema de datación han sido, y continuarán siendo, una preocupación muy importante de los arqueólogos, pero debido a que este no es un libro sobre técnicas de datación – y mis disculpas al lector que abrió este libro pensando que lo era – ¿qué queda por decir? Bueno, realmente mucho. Lo que al menos puedo decir, en anticipación, es que este libro busca explorar el tiempo como un concepto teórico y cómo éste es entendido y empleado en la arqueología contemporánea. Debido a que precisamente el tiempo reside en el corazón de la arqueología es que podemos dar mucho por sentado y dejar en ver los modos en los cuales el tiempo, en particular el modo en que entendemos el tiempo, que afecta el modo en que hacemos arqueología. La presunción aquí, que no es extraña a la teoría social y filosófica, es que el tiempo no es un concepto sencillo sino que, de hecho, es extremadamente problemático. En este primer capítulo, quiero examinar las suposiciones dadas por seguras que tenemos sobre el tiempo en arqueología, en particular cómo esto se expresa a través del concepto central de cronología. Pero más que eso, también quiero argumentar que la concepción del tiempo que subyace a la cronología es limitante, especialmente cuando vemos que también ha influido en la naturaleza de las interpretaciones arqueológicas del cambio cultural y la prehistoria. El tiempo y el cambio son compañeros de cama muy estrechos – están tan relacionados como conceptos que, quizás, es difícil pensarlos por separado. De hecho, como tratará de explicar este capítulo, la concepción restrictiva de tiempo en la cronología es problemática precisamente debido a que realmente no se preocupa por esta relación, y esto mantiene un contexto para interpretaciones muy empobrecidas del cambio cultural. Al final del capítulo, reviso brevemente la literatura sobre la discusión arqueológica sobre el tiempo, la que es pequeña pero crece; la discusión teórica del concepto ha surgido recién en los últimos 15 años, pero ya se han establecido algunos campos amplios de investigación y direcciones, y éstos formarán la base de los siguientes dos capítulos. El capítulo 4 usa un caso de estudio para explorar estos temas con más detalle y el capítulo final resumirá los temas de este libro así como mirará en el futuro hacia nuevas direcciones a las cuales puede llevar la discusión sobre el tiempo en arqueología. La cronología y el tiempo arqueológico ¿Cómo conciben tradicionalmente los arqueólogos al tiempo? Quizás la forma más fácil de responder esto es considerar las frases empleadas para denotar el tiempo en arqueología. Por ejemplo:

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LA ARQUEOLOGIA DEL TIEMPO

Cap. 1: Más allá de la cronología Gavin Lucas [The Archaeology of Time. Chapter 1: “Beyond Chronology”. Routledge, Londres 2005, pp. 1-31. Traducción: Andrés Laguens, Febrero 2010]

Introducción: ¿por qué los arqueólogos deberían pensar sobre el tiempo?

¿Por qué el tiempo es importante para la arqueología – de hecho, por qué cualquiera debería escribir un libro entero sobre el tema, o para el caso, alguien leerlo? Como una vez escribió Stuart Piggott, “Cualquier investigación en el pasado que no considere el tiempo obviamente no tiene sentido” (Piggott 1959: 51). Podría parecer obvio que el tiempo es importante para la arqueología simplemente porque la arqueología trata sobre el pasado; es una ciencia o disciplina histórica. Sobre ese reconocimiento, luego, un libro sobre el tiempo no sólo es razonable, sino esencial. Aún, siguiendo con la reflexión, también se podría preguntar, ¿qué hay realmente para decir sobre el tiempo? La mayoría de los arqueólogos, cuando se les pregunta sobre el tiempo, podrían pensar sobre datación y cronología y, de hecho, esto es quizás lo que primero surge en la mente. Ciertamente, los tema de datación han sido, y continuarán siendo, una preocupación muy importante de los arqueólogos, pero debido a que este no es un libro sobre técnicas de datación – y mis disculpas al lector que abrió este libro pensando que lo era – ¿qué queda por decir? Bueno, realmente mucho. Lo que al menos puedo decir, en anticipación, es que este libro busca explorar el tiempo como un concepto teórico y cómo éste es entendido y empleado en la arqueología contemporánea. Debido a que precisamente el tiempo reside en el corazón de la arqueología es que podemos dar mucho por sentado y dejar en ver los modos en los cuales el tiempo, en particular el modo en que entendemos el tiempo, que afecta el modo en que hacemos arqueología. La presunción aquí, que no es extraña a la teoría social y filosófica, es que el tiempo no es un concepto sencillo sino que, de hecho, es extremadamente problemático. En este primer capítulo, quiero examinar las suposiciones dadas por seguras que tenemos sobre el tiempo en arqueología, en particular cómo esto se expresa a través del concepto central de cronología. Pero más que eso, también quiero argumentar que la concepción del tiempo que subyace a la cronología es limitante, especialmente cuando vemos que también ha influido en la naturaleza de las interpretaciones arqueológicas del cambio cultural y la prehistoria. El tiempo y el cambio son compañeros de cama muy estrechos – están tan relacionados como conceptos que, quizás, es difícil pensarlos por separado. De hecho, como tratará de explicar este capítulo, la concepción restrictiva de tiempo en la cronología es problemática precisamente debido a que realmente no se preocupa por esta relación, y esto mantiene un contexto para interpretaciones muy empobrecidas del cambio cultural. Al final del capítulo, reviso brevemente la literatura sobre la discusión arqueológica sobre el tiempo, la que es pequeña pero crece; la discusión teórica del concepto ha surgido recién en los últimos 15 años, pero ya se han establecido algunos campos amplios de investigación y direcciones, y éstos formarán la base de los siguientes dos capítulos. El capítulo 4 usa un caso de estudio para explorar estos temas con más detalle y el capítulo final resumirá los temas de este libro así como mirará en el futuro hacia nuevas direcciones a las cuales puede llevar la discusión sobre el tiempo en arqueología. La cronología y el tiempo arqueológico

¿Cómo conciben tradicionalmente los arqueólogos al tiempo? Quizás la forma más fácil de responder esto es considerar las frases empleadas para denotar el tiempo en arqueología. Por ejemplo:

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Lucas, G. La arqueología del tiempo /2

- El Holoceno comenzó alrededor de 10.000 años A.P. - Las vasijas para comida son un rasgo de la Edad del Bronce. - La ciudad romana tiene sus orígenes en el período Claudio-Neroniano. - Esta estructura pertenece a la Fase IIb. - Esta fuente tiene un terminus post quem

1 del 330 d.C. - Esta capa es más temprana que ese pozo.

Todos estos ejemplos expresan básicamente la misma concepción de tiempo – como cronología. La cronología, de acuerdo al Oxford English Dictionary, es la “ciencia de computar las fechas”, y todos los diferentes términos o frases resaltadas en los ejemplos se refieren a diferentes sistemas de datación o cronologías que los arqueólogos han construido a través de la historia de su disciplina. Para diferentes contextos se usan diferentes cronologías – por ejemplo, Edad del Bronce se refiere al Sistema de las Tres Edades2 creado por Thomsen para la Europa prehistórica en el siglo diecinueve, mientras que 10.000 años A.P. se refiere a la datación radiocarbónica establecida recién en la década de 1950. Cada uno de los ejemplos – y podría haber habido muchos más – se refiere a cronologías de aplicabilidad variada, desde específicas de sitios (por ej. Fase IIb) hasta universales (por ej. 330 d.C.). Algunas cronologías han sido de corta vida y algunos términos generalmente no son usados más (por ej., eneolítico3) mientras algunos han tenido un impacto duradero, especialmente el Sistema de la Tres Edades. Algunos son específicos de la arqueología (por ej., Edad del Bronce) mientras que otros derivan de otras disciplinas como la geología (Holoceno4) o los estudios clásicos (Claudio-Neroniano). El eje clave que diferencia a todas las cronologías arqueológicas, sin embargo, es la distinción entre cronologías relativas y absolutas. Por cronología absoluta, se entiende una cronología basada en un marco de tiempo que es independiente de los datos que están siendo estudiados – típicamente, esto se expresa a través del sistema calendárico, que data en años a.C./d.C. o A.P. El primer y el quinto ejemplos dados arriba usan cronologías absolutas. En contraste, una cronología relativa es aquella basada en una interdependencia de los datos que están siendo estudiados – esto puede ser cualquiera cosa desde la estratigrafía a la periodización. Aquí, la cronología de los datos es expresada solamente en relación a otros datos – todos los ejemplos, excepto el quinto, contienen una referencia a una cronología relativa. Las cronologías relativas pueden ser divididas en dos tipos principales: primarias y secundarias. Las cronologías primarias son principalmente sistemas para la elaboración de secuencias relativas de depósitos y artefactos arqueológicos a través de los principios de la estratigrafía (Harris 1989), la seriación (Marquardt 1978) y la tipología (Gräslund 1987). Estos métodos básicos fueron usados para construir sistemas cronológicos más grandes, secundarios, recopilando juntas varias de esas secuencias relativas. El Sistema de las Tres Edades en Europa es el ejemplo clásico de un sistema

1 El post quem es la fecha más antigua o lejana de la aparición de un objeto o fenómeno. El ante quem es la fecha más nueva o cercana de la aparición de un objeto o fenómeno. “Un objeto fechable, como una moneda u otro hallazgo, como una muestra de radiacarbono procedente de un estrato o una estructura, sólo da la fecha en la que o después de la que el estrato o la estructura fueron depositados, es decir, el llamado terminus post quem. De ello se sigue que en cualquier estrato sellado continuo en el que existen un determinado número de hallazgos con diversas fechas, la fecha del objeto más reciente es la que proporciona el terminus post quem. Debe tenerse la seguridad de que el objeto no es intrusivo (...) si hay alguna duda, (...) el objeto debe desecharse como elemento de datación (...).” En: Philip Barker, Techniques of

Archaeological Excavation. http://es.wikipedia.org/wiki/Terminus_post_quem. [N. del T.] 2 El sistema de las tres edades es la periodización de la prehistoria humana en tres períodos consecutivos, denominados por

sus respectivas tecnologías de fabricación herramienta predominante: La Edad de Piedra, La Edad de Bronce, La Edad de Hierro. El sistema es más apto para describir la evolución de las sociedades europeas y mediterráneas, aunque ha sido utilizado para describir otras historias también. El sistema ha sido criticado por ser demasiado determinista tecnológicamente. En: http://en.wikipedia.org/wiki/Three_age_system [N. del T.] 3 Eneolitico o Æneolítico (del latín aeneus "de bronce") es sinónimo de Calcolítico (del griego χαλκός khalkos "cobre" + λίθος

lithos "piedra") o Edad del Cobre de la prehistoria de Europa, entre el Neolítico y la Edad del Cobre, aproximadamente entre el 5000 y el 3000 A.P., y el 6000 y 5000 A.P. en Cercano Oriente. En: http://en.wikipedia.org/wiki/Eneolithic [N. del T.] 4 El Holoceno (del griego holos, todo, y kainos, reciente: la era totalmente reciente) es la última y actual época

geológica del período Cuaternario. Comprende los últimos 11.784 años, desde el fin de la última glaciación. En:

http://es.wikipedia.org/wiki/Holoceno [N. del T.]

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cronológico secundario o derivado. Todas las periodizaciones son cronologías relativas y mientras la mayoría de las periodizaciones arqueológicas están basadas en la compilación de sistemas primarios, unas pocas son tomadas de otras disciplinas tales como los períodos geológicos/ambientales o históricos. La datación absoluta en la forma de un sistema calendárico de años siempre ha sido reconocida en arqueología, pero la única manera de usarla, hasta recientemente, fue a través de la asociación con registros históricos. Esto significa o bien enlazar un sitio a un evento histórico a través de cierta continuidad o correlación – o teniendo un hallazgo arqueológico que tuviera una fecha sobre él (por ej., una moneda) o bien alguna referencia a un evento datado (por ej., una inscripción). Tales fechas deben ser tratadas con precaución, por supuesto, debido a los problemas de re-uso y no se debe confundir la fecha del objeto con la fecha de su depositación. La datación histórica, sea a través de rasgos asociados o intrínsecos, es correcta cuando hay registros históricos, pero para la mayor parte de la prehistoria, esto falta – de hecho, esta es una definición del término “prehistoria”. El desarrollo de técnicas científicas para proveer fechas absolutas sólo emergió en la década de 1950 cuando fueron hechas las aplicaciones arqueológicas de la desintegración radioactiva, de las cuales la mejor conocida es el radiocarbono o C14 (Zeuner 1946). Desde entonces, ha habido un espectro en constante crecimiento de técnicas científicas de datación (por ej., termoluminiscencia, resonancia del spin del electrón, racemización de aminoácidos), la mayoría de las cuales brinda un método de datación independiente, y por ende absoluto (Aitken 1990). De hecho, irónicamente, la datacion radiocarbónica, al menos en la medida que es expresada en forma calibrada, es propiamente un sistema relativo, debido a que es una referencia cruzada a otra cronología – la dendrocronología. Sin embargo, en principio es justo agruparla con las cronologías absolutas. La Tabla 1.1 resume las principales diferentes cronologías arqueológicas.

Tabla 1.1: Principales tipos de cronologías relativas y absolutas

Cronologías relativas Cronologías absolutas

Primaria Histórica

Estratigrafía Asociativa

Seriación Intrínseca

Tipología

Secundaria Científica

Periodización Radiocarbono

Dendrocronología

Etc.

La mayoría de las cronologías relativas pueden estar, y están, atadas a cronologías absolutas, especialmente las cronologías secundarias, pese a que esto no siempre ha sido fácil. En el caso de las periodizaciones romanas de los reinados imperiales (por ej., Claudio-Neroniano), existen registros históricos que brindan enlaces con nuestro sistema calendárico, pero en el caso de las periodizaciones prehistóricas tales como el Sistema de las Tres Edades, esto ha sido una empresa mucho más difícil que sólo el advenimiento de la datación radiocarbónica ha puesto sobre una base segura (Renfrew 1978). El método original fue una técnica llamada datación cruzada que se basó en registros históricos dejados por las “grandes civilizaciones” de Egipto y Mesopotamia. Uno de los intentos más tempranos fue el cuadro cronológico de Worsaae publicada en 1878. Sin embargo, fue Flinders Petrie quien más hizo para promover este método de datación cruzada usando los registros egipcios. El usar importaciones egipcias datadas halladas en contextos griegos e importaciones griegas halladas en contextos egipcios datados le permitió brindar una cronología absoluta para la Edad del Bronce griega. Sin embargo, extender este método más allá de Europa sudoriental resultó ser más que un desafío ya que las importaciones se hacían crecientemente raras cuanto uno más se movía al Norte y al Oeste. Montelius fue el primero en intentar un lazo más sofisticado entre las

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cronologías relativas y absolutas para la Europa noroccidental, pero fue Childe quien lo llevó a su celebración plena. La ampliación de la cronología implicaba la creación de una serie de cronologías relativas que podrían ser primero anudadas juntas y, a continuación, eventualmente, atadas a las cronologías absolutas disponibles para el Cercano Oriente. Montelius hizo un inicio anudando las cronologías regionales para Europa Occidental, pero tocó a la amplitud de visión de Childe crear la síntesis pan-Europea necesaria para crear los vínculos con el Egeo y el Cercano Oriente (Burkitt y Childe 1932). Sin embargo, la síntesis de Childe no ha resistido la prueba del tiempo, como él mismo comenzó a darse cuenta justo antes de su muerte (Childe, 1957). No sólo fueron espurios algunos de los supuestos en su argumentación difusionista (sobre todo la idea de que la innovación cultural siempre se propagó del sur-este al nor-oeste), sino que se demostró que estaba mal por la aplicación de nuevas dataciones científicas a saber, el radiocarbono. Sin embargo, el desarrollo de las técnicas de datación científica tiene que ser contextualizado y no sólo ser simplemente visto como una historia del progreso científico. Si bien es cierto que los diversos intentos de fijar cronologías relativas a una absoluta comenzó ya en el siglo XIX, fue sólo con el cambio en el enfoque del concepto arqueológico de la cultura de una idea universal (Cultura con C mayúscula) a una concepción regional (cultura-grupo) en la década de 1920 que la cuestión de la cronología absoluta se hizo más urgente (Trigger 1989; Lucas, 1997). Esto se debe a que bajo el concepto universal de la cultura, todo lo que realmente importaba era cómo cualquier cronología regional se ajustaba en el modelo universal de cambio cultural - el evolucionismo. Pero una vez que el interés se desplazó hacia las historias de las culturas regionales, las cronologías regionales sólo proporcionaron un método circular de datar esas historias y, por tanto, una cronología absoluta se hizo mucho más importante. En este sentido, se podría argumentar que es la misma síntesis de Chlide que hizo que sucediera la revolución del radiocarbono – si su transformación del concepto arqueológico de la cultura y la prehistoria no hubiera sucedido, tal vez no habría habido la intención de brindar una cronología absoluta o reconocer el valor de la desintegración radiactiva como una herramienta de datación en primer lugar (Lucas, 1997). Este cambio aparece de forma muy clara cuando se comparan dos citas, uno de Flinders Petrie en 1899 y la otra de Mortimer Wheeler, medio siglo después:

El principal valor de las fechas es mostrar la secuencia de los acontecimientos; e importaría muy poco si el tiempo de Augusto a Constantino haya ocupado seis siglos, en lugar de tres, o si Alexander habría vivido sólo dos siglos antes de Augusto. El orden de los acontecimientos y la relación de un país a otro es el principal esencial en la historia. De hecho, el sentido común tácito de los historiadores acuerda en el tratamiento más completo de los períodos de gran actividad y producción que las áridas edades de la barbarie, y así sustituir prácticamente un nivel de actividad como la norma en lugar de una escala de años.

(Petrie 1899: 295) En primer lugar, sin una cronología absoluta las culturas de diferentes regiones no pueden ser evaluadas: en otras palabras, los factores causantes vitales del "progreso" humano no puede ser reconstruido con autoridad, y puede ser ampliamente malinterpretados. En segundo lugar, el ritmo de las fluctuaciones de los logros humanos no puede ser estimado: el relámpago, por ejemplo, de la Atenas de Pericles, o el resplandor de las civilizaciones fluviales de lento movimiento.

(Wheeler 1954: 39)

A pesar de que he mantenido una distinción en esta sección entre la cronología absoluta y relativa, no todos los arqueólogos necesariamente acordarían con esta caracterización (Colman et al 1987; Ramenofsky 1998). Dentro de la física post-newtoniana, el tiempo es considerado, por supuesto, como más relativo que absoluto. De hecho, en muchos sentidos, la distinción entre tiempo absoluto

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y relativo es sobre todo una de escala y regularidad. Todas las cronologías están basadas en última instancia en eventos que incorporan el tiempo en su propia estructura – el ciclo planetario (es decir, la cronología del calendario), la desintegración de radiocarbono, el crecimiento de los anillos de árboles, la estratificación o el cambio tipológico; algunos están basados únicamente en unidades más pequeñas y en unidades de tiempo más regulares que otras. Así, Ann Ramenofsky ha propuesto que en lugar de utilizar la distinción entre cronologías relativas y absolutas, debería haber una distinción entre las cronologías basadas simplemente en los sistemas ordinales contra las que también incorporan un sistema de intervalos (Ramenofsky 1998: 79-80). La mayor parte de lo que, convencionalmente, llamamos cronologías relativas, son sistemas ordinales – es decir, cronologías que han tienen una dirección pero con de unidades de duración no determinadas – mientras que los sistemas de intervalo, por lo general cronologías absolutas, sí tienen unidades de duración determinada e iguales. En muchos sentidos, esto puede parecer una distinción semántica – ya que todos entendemos lo que entendemos por cronología relativa y absoluta, tal vez debamos seguir con estos términos. Tal vez. Sin embargo, la cuestión de la escala y la regularidad que en general distingue a las dos es una cuestión importante que no debe olvidarse, ya que se enlaza con la cuestión de interpretar el cambio. Podemos pensar que, como arqueólogos, nuestro problema principal a la hora del tiempo es el refinamiento de las cronologías – parece intuitivo que el control del tiempo es la cuestión temporal más importante en la arqueología. Sin embargo, esto es engañoso ya que el nivel de resolución cronológica está directamente relacionado con la naturaleza de la interpretación que tenemos que hacer. Discuto más esta cuestión en el próximo capítulo, pero el punto clave es cómo se comportan nuestras cronologías en relación a los requisitos de la interpretación – una cronología relativa u ordinal puede ser suficiente en muchos casos, pero en otros una cronología más absoluta o de intervalos sería mejor. Pero, aquí, la dicotomía se hace obstructiva, ya que es más un espectro de técnicas en lugar de una dicotomía; de hecho, la dicotomía sólo puede servir para confundir las cosas. Por ejemplo, Ramenofsky sostiene que los debates en torno a la datación de los primeros humanos en América del Norte en Meadowcroft Rockshelter es en gran medida un producto del conflicto entre dos sistemas – el sistema ordinal de periodización y el sistema de intervalo de fechas radiométricas (ibid.: 81 -2). El problema en este sitio es que las fechas radiométricas dan un tiempo que sugiere Pleistoceno tardío, mientras que todas las pruebas artefactuales y ecofactuales apuntan a una fecha del Holoceno. Desde una perspectiva, las fechas radiométricas deben estar mal, mientras que de otra, el supuesto límite del Holoceno/Pleistoceno puede estar mal. Este es un problema irresoluble, porque no es una cuestión empírica sino conceptual, un choque de dos sistemas cronológicos. La cronología y el tiempo universal

Los arqueólogos hoy dan por sentado el papel de las cronologías en la disciplina y no hay duda de que constituyen una parte esencial del razonamiento arqueológico. Pero en esta sección quiero plantear algunos interrogantes sobre éste, en particular, cómo la cronología afecta la naturaleza de la interpretación arqueológica del pasado. Me permito sugerir que la cronología – ya sea relativa o absoluta – en teoría es problemática y por una razón principal: se presenta al tiempo como un fenómeno uniforme, lineal, que ha tendido a definir el modelo de explicación histórica en una manera uniforme similar, lineal. Antes de profundizar en la teoría de esto, sería útil trazar el problema en términos de la investigación y de los marcos arqueológicos. Para empezar, es útil preguntarse qué es lo que las cronologías relativas y absolutas (u ordinal y de intervalo) tienen en común. Considere la Figura 1.2 – que muestra un gráfico temporal bastante común con una periodización de la cronología dinástica de Egipto (relativa) en una columna y una fecha límite de calendario (absoluta) en el otro. Dos características son similares en ambos sistemas: el orden lineal y su divisibilidad en unidades exclusivas. Tanto la periodización y el calendario fluyen en una dirección y cada uno se divide en unidades discretas, que no se solapan, es decir, períodos o

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años. La principal diferencia es que la periodización utiliza unidades mucho más grandes que el sistema de calendario, pero, en principio, comparten la misma estructura. En resumen, presumen una determinada concepción del tiempo como una secuencia uni-lineal o una serie. Teniendo en cuenta este concepto de tiempo muy específico subyacente a la cronología, ¿cómo afecta esto a la forma en que la arqueología concibe tradicionalmente al cambio cultural? En muchos sentidos, el Sistema de las Tres Edades en fines del siglo XIX era más que una periodización, sino que también contenía potencial explicativo. En particular, llevaba consecuencias evolutivas muy definidas que en la actualidad se han perdido mayoritariamente o diluido enormemente. Los ideales evolutivos que subyacen al Sistema de las Tres Edades fue articulado famosamente por estudiosos como Lubbock en Tiempos Prehistóricos [Prehistoric Times] (1865), pero la evolución como una teoría general de la historia fue presentada en más detalle por Morgan en La Sociedad Primitiva [Ancient

Society] (1877). Él agrupó a las sociedades y al curso general de la historia humana en tres etapas básicas: salvajismo, barbarie y civilización. Por supuesto, se reconoció que la historia no ha procedido de manera uniforme en todas partes y, de hecho, fue precisamente la presencia de "otras" sociedades contemporáneas con la Europa del siglo XIX la que proporcionó la base de este modelo.

El término habitual para este tipo de sociedades era el de supervivencias, es decir, restos de una edad pasada, que no habían progresado más allá de salvajismo o la barbarie. Algunos expertos alegaron también que algunas sociedades podrían retroceder tanto como progresar, por lo que el evolucionismo no era necesariamente en una dirección – las civilizaciones pasadas podrían haber descendido de nuevo en la barbarie, por ejemplo. En el siglo XX, este mismo esquema siguió con

Dinástico Temprano

Antiguo Reino

Primer Período Intermedio

Reino Medio

Segundo Período Intermedio Nuevo Reino

Tercer Período Intermedio

3000 AC

2500 AC

2000 AC

1500 AC

1000 AC

500 AC

Período Tardío

Figura 1.2: Cronología dinástica egipcia con fechas calendáricas convencionales

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Lucas, G. La arqueología del tiempo /7

adherentes, a pesar de la modificación de las nociones del concepto de cultura como se indicó anteriormente. De hecho, fue Gordon Childe, el mayor exponente de la nueva arqueología cultural, quien promovió la misma grandes etapas de evolución, con algunas modificaciones, en la mayoría de sus obras generales, tales como La evolución social (1951) o ¿Qué sucedió en la historia? (1942). La obra original de Morgan tuvo gran influencia en la teoría marxista, sobre todo en Engels, que se basó en La sociedad primitiva en su obra El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, y Childe, a su vez, estuvo muy influido por el marxismo en su re-interpretación de esquema evolutivo de Morgan. Sus ideas de una revolución agrícola y la revolución urbana, que desempeñan un papel clave en su análisis de la prehistoria, vinculan los cambios importantes en la naturaleza de la producción económica en las sociedades prehistóricas a las etapas evolutivas de Morgan y al Sistema de las Tres Edades (Childe 1935). Aunque el esquema de Childe ha sido abandonado en gran medida hoy en día, muchas de sus ideas perduran, en particular, su conceptualización de las revoluciones agrícola y urbana. En la década de 1950, surgieron nuevas ideas evolucionistas en América del Norte, en parte influenciados por Childe, y éstas se cristalizaron en la década de 1960 con el esquema evolutivo de cuatro etapas de Sahlins y Service basado principalmente en la complejidad de la estructura social: bandas, tribus, jefaturas y estados ( Sahlins y Service 1960). Estas etapas evolutivas a través de las cuales pasaron las sociedades humanas se distinguían de manera explícita del curso real de la historia de cualquier sociedad o región en particular. Los términos evolución general y específica fueron acuñados para subrayar el hecho de que las sociedades podrían retroceder tanto como progresar, y desarrollarse a ritmos diferentes y por medio de diferentes mecanismos causales. Este modelo neo-evolutivo es el que todavía está en uso hoy, aunque modificado (por ejemplo, Johnson y Earle, 1987), y sigue siendo el paradigma dominante del cambio social en los EE.UU. y, en menor medida, en Europa. Tanto los esquemas evolutivos tempranos y posteriores comparten un modelo tipológico de la historia y de la historia presente, en última instancia como un fenómeno uniforme, lineal (Lucas, 2001: 132; McGuire 1992: 155). Aun reconociendo que las sociedades pueden sufrir una regresión, así como el progreso, y que se desarrollan a ritmos muy diferentes – y ambas teorías evolucionistas, viejas y nuevas, reconocen esto, ya sea implícita o explícitamente – en última instancia, el modelo presenta todavía una visión universal de la historia. Todas las sociedades y toda la historia humana pueden ser abarcadas con este esquema tipológico simple de tres o cuatro etapas, que son mutuamente excluyentes y se disponen en una secuencia lineal, unidireccional. No importa que el curso real de la historia puede volver atrás así como hacia adelante, el orden conceptual es unidireccional – hacia la complejidad cada vez mayor en el caso de la banda al estado, o aumentando la humanidad/la cultura en el caso de la barbarie a la civilización. Y, en general, el curso real de la prehistoria es, la mayoría de las veces, presentado como siguiendo este orden conceptual. No es difícil ver cuán similar es la estructura temporal de la teoría evolutiva con la cronología (absoluta o relativa): ambas comparten la misma idea de una visión direccional, lineal del tiempo dividido en unidades discretas (Tabla 1.2). No sólo el evolucionismo, sino muchas narrativas arqueológicas comparten esta misma estructura; narraciones que sostienen un determinado modelo de explicación llamada totalizadora, que se sustenta en una concepción de tiempo específico según es expresada en la cronología. Julian Thomas ha criticado esta actitud de totalización con respecto a los discursos sobre el Neolítico, y la búsqueda de sus características definitorias (Thomas 1994), pero ¿cómo está implicado el concepto de tiempo en tales narrativas? Aquí, la crítica del historiador marxista Althusser es reveladora; en su libro Para Marx, Althusser problematiza el concepto de la historia por hacer frente a sus presupuestos acerca del tiempo (Althusser, 1969). Él sostuvo que al afirmar una temporalidad única (es decir, la cronología) en la que tiene lugar toda la historia, la interpretación histórica aspira en último término a la totalidad y al cierre. Debido a que la cronología presenta al tiempo como un campo universal y homogéneo en el que tienen lugar los acontecimientos, los historiadores tienden a suponer que la historia, en sí, se desarrolla en un modo similar. Como el tiempo es homogéneo y universal, así, en última instancia, es la historia. Frente a esto, Althusser sugiere que no hay tiempo único y continuo, de un marco de tiempo universal o de

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referencia, sino, más bien, temporalidades diferentes, que producen diferentes historias. La evolución cultural es el ejemplo obvio de este tipo de historia totalizante; aunque, de manera más en general, Althusser sugiere que cualquier tipo de historia que pretenda ser universal en su cobertura, como una periodización, reproduce la misma suposición sobre el tiempo. Este enfoque también ha sido vinculado a la política de la hegemonía europea en los contextos coloniales y al escribir sobre el "otro" (Young 1990).

Tabla 1.2 La estructura temporal de la cronología y el evolucionismo

Estructura temporal Dirección Unidad

Cronología absoluta

Pasado al futuro Años Cronología relativa Piedra a Hierro Períodos Evolucionismo Simple a complejo Etapas/Estadio

s Muchos arqueólogos pueden encontrar tranquilizadora a una narrativa totalizante, o no tienen ningún problema con ella. Sin embargo, hay una cuestión muy importante sobre la construcción de historias del pasado; en gran parte de la historia de la arqueología, ha habido grandes narraciones que intentan examinar el desarrollo de la cultura humana en su totalidad durante la prehistoria – éstas no siempre toman la forma sistemática de la evolución social, pero señalan desarrollos globales de la evolución cultural, tales como las revoluciones agrícola o la urbana (por ejemplo, ver Sherratt 1995). Muchos estudios arqueológicos contemporáneos evitan estos grandes relatos, sin embargo, al mismo tiempo, dan una coherencia a la arqueología como una disciplina. En última instancia, lo que está en juego aquí es la visión de una historia total de la Ilustración, de la arqueología como una ciencia de la humanidad donde puede ser abarcada toda la historia humana dentro de una visión única, una cronología única (véase también el capítulo 5). Aunque uno siente acerca de este problema, sin embargo, que es importante señalar que la concepción del tiempo que subyace en la cronología arqueológica, y también a las grandes narraciones arqueológicas de la prehistoria, es muy restringida. Esto no quiere decir que la arqueología debiera abandonar esta concepción de tiempo o de cronología, pero mantenerla como la concepción dominante en nuestra comprensión del pasado sólo empobrece ese entendimiento. Ha habido enfoques alternativos a la prehistoria para establecer una concepción muy diferente de tiempo, y me gustaría hablar de éstos brevemente y mostrar cómo se diferencian. Las escalas del tiempo y los sistemas no lineales en arqueología

Uno de los primeros intentos para buscar el cambio no lineal fue un estudio de los cambios en la moda femenina por Richardson y Kroeber en la década de 1940 (Richardson y Kroeber, 1952). Estudiando cualidades tales como la longitud del vestido, identificaron periodicidades y ciclos de una manera muy detallada y cuantitativa. Sin embargo, esto nunca fue realmente desarrollado teóricamente. Desde finales de 1980, sin embargo, se han producido dos nuevos enfoques de la noción de explicación histórica que emplean una estructura temporal diferente a la de un proceso lineal simple. Aunque inspirado a partir de fuentes muy diferentes, comparten la idea básica de que diferentes fenómenos históricos o procesos trabajan en diferentes escalas temporales. Un enfoque toma prestado de la teoría histórica francesa desarrollada por la escuela de los Annales, el otro de la ciencia post-newtoniana y la dinámica no lineal. La escuela de los Annales fue fundada en 1929 por Le Febvre y Bloch, pero su más famoso exponente, y la principal fuente para la arqueología, ha sido la obra de Braudel (Braudel, 1972, 1980), La escuela de los Annales fue muy crítica de la historia tradicional, por la que entendía a la historia escrita como una simple secuencia de eventos; en particular, se trató de cuestionar la dualidad de la historia como continuidad y cambio (por ejemplo, Bloch 1954). La respuesta de Braudel a estos implicó distinguir tres plazos específicos sobre los que se desarrolló la historia: la duración larga, media y corta. La larga duración, de la longue durée, cubría procesos muy lentos tales como los del medio ambiente; la duración media se refiere a la historia

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social o estructural, como la persistencia de formas de organización social o económica y, por último, la corta duración se refiere a eventos o a los individuos, generalmente el foco principal de la historia más tradicional. Para Braudel, cada escala afectaba el curso de las demás y todas estaban entrelazadas, aunque muchos han visto su foco principal en la larga duración. Ciertamente, para los arqueólogos, esta fue, inicialmente, la más atractiva dados las escalas de tiempo y la resolución cronológica a disposición de la arqueología. El interés sostenido en la teoría de los Annales en la arqueología surgió en la década de 1980 y principios de 1990 con la publicación de varios volúmenes inspirándose variadamente en esta escuela (Hodder 1987; Gurevich 1995; Last 1995; Bintliff 1991, Knapp 1992). Por ejemplo, en un estudio de los cambios en el medio oeste de Estados Unidos entre el 3000 a C y 1400 AD, Charles Cobb identificó dos escalas de cambio: una estructura de largo duración de una economía hortícola en expansión y ciclos de comercio de menor duración (Cobb, 1991). Cobb comienza por identificar las fluctuaciones en el intercambio interregional que se corresponden con la periodización convencional de los períodos Arcaico Tardío, Woodland-Hopewell, Medio, Mississippi. Cada período se caracteriza por el comercio activo de larga distancia que parece detenerse en la unión entre cada período, lo que sugiere un patrón cíclico. Sin embargo, por encima de estos ciclos repetitivos, Cobb saca un patrón lineal más general, de larga duración, para todo el lapso de tiempo, de producción agrícola aumentada, de desigualdad social aumentada y de depositación de ritual aumentada. Así, mediante el uso de dos escalas de análisis, Cobb es capaz de demostrar tanto una tendencia a largo plazo y fluctuaciones en esa tendencia, y, tanto de importante, que cada escala es necesaria para comprender la otra. Así, sostiene que la mayor producción agrícola proveyó excedentes que alimentaron el sistema de intercambio en beneficio de las élites; sin embargo, este sistema era intrínsecamente inestable ya que ni la organización social de la producción, ni la red de comercio en sí, fue muy coherente, y por lo tanto era propenso a derrumbarse. El artículo de Cobb es de interés porque se adhiere a nivel general con ciertos enfoques evolutivos que emplean modelos no lineales de cambio social. Estos modelos sostienen que ver a los sistemas sociales exclusivamente como entidades estáticas hace muy difícil explicar el cambio, especialmente el cambio repentino y, en cambio, sostienen que en el largo plazo, lo que caracteriza a estos sistemas no es tanto la continuidad como la discontinuidad - la inestabilidad en lugar de equilibrio (por ejemplo, Renfrew y Cooke, 1979; Friedman, 1982).Así, la historia no es un proceso lineal sino uno marcado por ciclos de períodos de rápida transformación. Los primeros intentos para desarrollar modelos no lineales de cambio se basaron en las teorías de la catástrofe desarrolladas en las ciencias naturales, especialmente el trabajo de Thom (Thom 1975), pero enfoques más tardíos han tomado la teoría del caos y las ideas de Prigogine (Prigogine y Stengets 1984) . Estos enfoques más tardíos ampliaron su perspectiva tomando la idea de las diferentes escalas o tasas de cambio como empleaba la escuela de Annales, pero intentan ofrecer un modelo más matemático de la relación entre estas diferentes escalas (McGlade, 1987, 1999, van der Leeuw y McGlade, 1997). Este enfoque coincide con los Annales en que la historia involucra diferentes tipos de cambio, desde los procesos geológicos a los acontecimientos humanos, y sugiere que gran parte de la discontinuidad en la historia puede verse como el producto de una coyuntura entre diferentes temporalidades. En consecuencia, se sostiene que las explicaciones arqueológicas de cambio deberían modificar su enfoque del cambio per se por la tasa de cambio - e incluso la tasa cambiante de cambio (Figura 1.3). Estos modelos no lineales de transformación social utilizan un modelo específico de las estructuras sociales como sistemas complejos que presentan dos características fundamentales: cualquier sistema siempre tiene una inestabilidad intrínseca, y esa inestabilidad, aunque normalmente en niveles bajos, tendrán un umbral por encima del cual, cuando se amplifica, tiene la capacidad de colapsar o transformar el sistema. En los sistemas sociales, esta inestabilidad en gran parte proviene de la agencia humana o de otro comportamiento idiosincrásico. En el ejemplo de los sistemas de intercambio de la Edad del Bronce en Wessex, McGlade sostiene que la transición de la Edad de Bronce temprana a la tardía se caracteriza por dicho umbral en un sistema de economía de bienes de prestigio (McGlade, 1997). Él sugiere que los sistemas de intercambio son

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inherentemente inestables en el largo plazo, ya que son impulsados por agentes individuales; en el caso de la Edad de Bronce de Wessex, la sobre especialización y la rigidez en la red de intercambio en el período temprano exacerbaron esta inestabilidad al máximo sobre el umbral de equilibrio por lo que se derrumbó en el período tardío. Tanto los Annales y los enfoques no lineales de los cambios sociales pueden resumirse, tal vez, en que comparten una concepción del tiempo como la tensión entre la continuidad y cambio. Por otra parte, articulan esta concepción en función de dos aspectos básicos de la historia – proceso (o el largo plazo)[larga duración] y evento (o el corto plazo). ¿Cómo difiere este concepto de tiempo a lo que subyace a la cronología y la teoría evolutiva tradicional? Como he mostrado anteriormente, este último tiempo, generalmente presenta al tiempo como una secuencia lineal, uniforme, y en gran medida definido por la continuidad; en consecuencia, el único problema fue el cambio, por lo que una teoría de la evolución tipológica ha sido la solución principal. Sin embargo, tanto para los Annales y los enfoques no lineales, la continuidad es tanto un problema como el cambio y, más significativamente, la articulación entre los dos se convierte en la verdadera cuestión clave. De diferentes maneras, cada uno resuelve este problema mediante el recurso a un modelo similar de escalas de análisis temporales múltiples. Además, ambas dan mayor peso a la noción de la singularidad de la historia y las historias particulares de diferentes sociedades y regiones, en lugar de promover una historia universal como la evolución..

Esto no quiere decir que los Annales o los enfoques no lineales abandonen la cronología - más bien, usan un concepto diferente del tiempo de la cronología en la construcción de las interpretaciones de la prehistoria, a diferencia del evolucionismo que emplea la misma concepción. Más concretamente, parecen hacer hincapié en que tiempo y evento no son necesariamente distintos – que el tiempo, en lugar de ser simplemente una medida independiente, homogénea o contenedor para eventos, en realidad es inseparable de los eventos. En la física moderna, especialmente en la termodinámica y la física cuántica, esta concepción del tiempo es ampliamente aceptada en contraste con la idea más

Años

Escala ambiental

Escala social

Escala individual

Figura 1.3: Representación esquemática de diferentes tasas de cambio de diferentes procesos

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vieja, newtoniana, del tiempo como una dimensión independiente. La cronología es ese viejo tiempo Newtoniano (pero véase Ramenofsky 1998). En muchos sentidos, esta asociación entre tiempo y evento es problematizada mejor a través de la tensión entre continuidad y cambio, una tensión que ha sido reconocida en las discusiones filosóficas de tiempo como se expresa en paradojas como la flecha de Zenón. Vamos a considerar la paradoja de la flecha de Zenón, ya que proporciona un camino útil hacia la filosofía del tiempo. Un breve interludio en la filosofía del tiempo

Zenón fue un filósofo griego que vivió en el siglo V antes de Cristo y su paradoja es simplemente esto: una flecha en vuelo ocupa siempre un cierto punto en un momento determinado – es decir, si la flecha se fuera a detener en cualquier momento presente (físicamente, mentalmente o a través de una fotografía, por ejemplo), puede decirse que tiene un lugar fijo en un tiempo fijo – es aquí, ahora (Figura 1.4). Debido a que una flecha en reposo también ocupa un lugar fijo en un tiempo fijo, podría argumentarse que la flecha en vuelo está siempre en reposo, ya que en cualquier punto en particular en su vuelo no es diferente de cuando está en reposo. Paradójicamente, la flecha en vuelo, entonces, en realidad nunca se mueve. Esta paradoja está basada en una visión del tiempo como una sucesión de instantes o momentos – de "ahoras" o "presentes". Si el tiempo es una sucesión de puntos, luego la flecha 'se mueve' en una sucesión de pasos; el problema es la forma de entender cómo un momento sucede a otro sin invocar el tiempo mismo, y esto es imposible ya que plantea la cuestión del cambio, y esto es exactamente lo que cuestiona la paradoja de Zenón. Uno se queda multiplicando la serie de pasos hasta el infinito y la sucesión en sí misma se hace imposible en última instancia. Sin embargo, la flecha se mueve.

Figura 1.4: La flecha de Zenón Esta paradoja fundamental o aporía del tiempo se puede resumir diciendo que cualquier intento de explicar el cambio o bien lo niega o lo presupone. Y el quid del problema radica en el hecho de que no podemos dar cuenta de las cosas que ocupan un punto y son cambiantes; la flecha de Zenón no puede a la vez estar en un punto determinado en un momento determinado, y moverse. El tiempo en este modelo es una sucesión infinita de instantes. Se han hecho varios intentos para salir de esta aporía - el filósofo griego del siglo cuarto, Aristóteles, quien lo presenta en su Física con otra de las paradojas de Zenón, como Aquiles y la tortuga, la refuta sobre la base de que Zenón está confundiendo dos sentidos de la infinidad - multiplicidad y divisibilidad. Aristóteles sostiene que el tiempo no está compuesto de instantes, y por lo tanto el problema del infinito es una pista falsa - más bien, el tiempo es un continuum que es infinitamente divisible, que no es lo mismo que infinitamente múltiple (Aristóteles, 1952). El debate del tiempo de Aristóteles en la Física IV, 10-14, se centra alrededor del problema de la continuidad y la diferencia desde el punto de vista del momento presente. Él discute el tiempo en

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términos de movimiento, y así lo hace dependiente del espacio y la magnitud, definiendo el tiempo en términos de una dualidad de cualquier momento presente - que el presente es a la vez un punto y una línea; el presente conecta el pasado y el futuro como un continuo, pero también es el fin del pasado y el comienzo del futuro y, por tanto, una puntuación (Aristóteles, 1952). Aunque por una parte, esto parece reconocer una cierta aporía del tiempo, por el otro, hace al tiempo derivativo de la sustancia o la divisibilidad del espacio – el tiempo se reduce al espacio. Es un salto largo desde la Atenas del siglo IV a. C. al siglo XX d.C. de Europa, pero a la vuelta del siglo XX hubo dos grandes escuelas que repensaron la naturaleza del tiempo: la filosofía analítica anglo-americana y la fenomenología continental. El filósofo británico McTaggart dice que hay, fundamentalmente, sólo dos puntos de vista sobre el tiempo, que él llamaba la serie A y la serie B (McTaggart 1908). La serie A se refiere al tiempo descrito en términos de tiempo [tense en inglés]5, es decir, pasado, presente y futuro, y hace hincapié en el carácter continuo del tiempo, como la duración. La serie B se refiere al tiempo descrito en términos de sucesión, es decir, más temprano que/antes, más tarde que/después, y hace hincapié en el tiempo como una serie de puntos o momentos. Sin embargo, para que la serie A tenga sentido, debe ser explicada en términos de la serie B, por ejemplo, cualquier evento no puede estar a la vez en el pasado, el presente y el futuro - ¿Cómo se cambia de uno a otro? Decir que el evento fue pasado, es presente, será futuro es presuponer la cosa misma que se trata de explicar; la única manera de salir es decir que en un momento determinado ésta tiene una de estas características, y en otro punto, otra. Pero luego utilizar la noción de un momento determinado en el tiempo, presupone la serie B, por lo que esto hace a la serie A derivada de la serie B. Sin embargo, el problema con la serie B es que, como una sucesión de puntos, no capta el flujo del tiempo que contiene la serie A; no parece relacionarse con la experiencia. Por ejemplo, el evento "X" siempre viene antes del evento `Y ', independientemente de nuestro punto de vista subjetivo; es decir, sea pasado, presente o futuro; sin embargo, decir que la relación entre los dos sucesos es la misma independientemente de las condiciones subjetivas, no es lo mismo que decir que un acontecimiento sea anterior a otro. La serie B no es simplemente un orden (lo que McTaggart llama a una serie C), ya que tiene dirección, y esta sólo puede derivar de nuestro punto de vista subjetivo del tiempo en tanto tiempo [tense]5, es decir, del pasado al futuro: la serie A. Para McTaggart, este problema, a saber que la serie A parece ser dependiente de la serie B y viceversa, significaba que el tiempo, en última instancia, debe ser irreal. La respuesta de McTaggatt a la paradoja se basa en su suposición de que la realidad debe ser lógica, y como el tiempo es ilógico, no puede ser real. La filosofía analítica posterior ha tendido bien a estar de acuerdo con la conclusión de McTaggart, o tratar de argumentar en favor de la primacía de una serie sobre la otra (por ejemplo, Mellor 1981). Sin embargo, es interesante contrastar este debate y la actitud a los desarrollos de la filosofía continental. El influyente artículo del filósofo francés Bergson en la división del tiempo en su percepción como duración (durée) y su representación como sucesión es, en cierta forma, similar a las series A y B de McTaggart (Bergson, 1910). A diferencia de McTaggart, sin embargo, Bergson disfrutaba de la paradoja entre ambas. Trató de mostrar cómo los problemas de la libre voluntad o las paradojas de Zenón se deben a una confusión entre el tiempo como duración y como sucesión; en Zenón y Aristóteles, el tiempo es visto en términos de espacio, es decir, como magnitud. Sin embargo, Bergson afirma que ésta es simplemente una representación, una convención - el tiempo no es primordialmente espacial (es decir, un punto o un continuo), sino una "continuidad heterogénea" (Bergson, 1910). En otras palabras, Bergson, está afirmando una definición inherentemente paradójica del tiempo. De hecho, reconoce la imposibilidad de dar al tiempo una definición lógica, debido a su naturaleza pre-conceptual en la experiencia vivida. Tan pronto como representamos al tiempo lo traicionamos - se trata de un intento explícito de formular

5 El término inglés tense se traduce como “tiempo”, pero se refiere a éste más en el sentido de lo que en

castellano entenderíamos como “estado”, “situación”, “modo” o “cualidad” del tiempo. Por ejemplo, el término tense se utiliza para definir el “tiempo verbal”: pasado, presente, futuro, etc. [N. del T.]

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la descripción más poética de San Agustín de la naturaleza enigmática del tiempo (Agustín, 1961: cap. XI). Con Husserl, esta formulación alcanza una sofisticación sin precedentes; su fenomenología del tiempo interno de la conciencia intenta describir en detalle esta continuidad primordialmente heterogénea - lo que él llama el flujo temporal (Husserl, 1966). El estudio de Husserl es sumamente complejo y es difícil hacer justicia en el pequeño espacio de aquí, así que sólo se dará el resumen más general. A raíz de Bergson, Husserl, sostuvo que la representación del tiempo como una sucesión de puntos es sólo una representación; que, de hecho, nuestra conciencia realmente percibe el tiempo como un flujo. Husserl utiliza el ejemplo de un tono musical - cuando lo escuchamos, fluye, no consisten en una serie de puntos. La única forma de realmente representar a esta característica, sin embargo, es utilizar la representación del tiempo como una serie, pero en dos dimensiones en lugar de una sola. Por ejemplo, el modelo normal de una dimensión escogida para representar el tiempo es como una línea de momentos sucesivos, como A, B y C (Figura 1.5 (a) - compare esto con la flecha de Zenón en la Figura 1.4). Por otra parte, sin embargo, Husserl sugiere que cada momento también tiene una profundidad o "eco” (lo que él llama retención) que da una segunda dimensión si se quiere, por ejemplo, A, A'y A'' (Figura 1.5 (b). En conjunto, el flujo del tiempo es, pues, una combinación de la sucesión y la retención que puede ser representada por una línea oblicua corriendo desde un momento determinado, de manera que cualquier momento presente es una combinación de los momentos del presente y de los anteriores pasados – por lo tanto C/B'/A" (Figura 1.5(c)).

Figura 1.5: Diagrama del tiempo de Husserl

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En cierta medida, esta presentación puede ser criticada por estar fundada en realidad en la concepción tradicional, secuencial de tiempo - los dos ejes representan una secuencia de puntos ideal tanto sea A-B-C o A-A'-A "- y, por tanto, en última instancia, el tiempo sigue siendo derivado de una línea homogénea, divisible en instantes (por ejemplo, ver Ricoeur, 1958: 29). Sin embargo, el mero hecho de intentar representar una descripción heterogénea de tiempo puede estar inevitablemente atrapado en una condición de inteligibilidad que exige homogeneidad. Lo que es importante, creo, en el relato de Husserl, es la forma en que se evoca la heterogeneidad de la homogeneidad, como la 'oblicuidad 'del decurso atraviesa y corta la 'rectitud' de la sucesión y la retención, y hace hincapié en la tensión entre los dos. Esto describe la duración sin que la trascienda, sino más bien por una compensación en función dos descripciones potencialmente trascendentes en una dialéctica continua. Podemos, tal vez, re-leer la descripción de Husserl de tiempo que aquella que media entre la línea y el punto, entre la serie A y la serie B.

De vuelta a la arqueología

Entonces, ¿cómo todo esto ayudará a la arqueología? Tal vez sea útil poner estos debates filosóficos en un contexto arqueológico para que su importancia se haga explícita. La concepción tradicional arqueológica de tiempo que se expresa a través de la cronología del evolucionismo puede ser vista como el punto de vista de la serie B de tiempo: el tiempo como una sucesión de puntos (es decir, períodos, años, etapas). Childe hizo explícita esto hace muchos años: “El tiempo arqueológico exhibe seriación, pero no duración" (Childe, 1956: 58). Sin embargo, claramente, como revelan los debates filosóficos, el tiempo es también duración, un flujo que tiene tiempo [tense] y que la serie B no puede representar. Se podría argumentar que la serie B es suficiente, que incluso se corresponde con un punto de vista objetivo o científico del tiempo, mientras que la serie A es puramente subjetiva y no tiene ningún papel en la arqueología. Pero, como demuestran los argumentos filosóficos, esto es engañoso, ya que una serie B sin la serie A es apenas tiempo – de hecho, es simplemente sucesión y, por otra parte, uno no puede hacer frente a la cuestión del cambio. Esto es muy claro en el caso del evolucionismo tradicional, que se basa en la serie B - no puede explicar el cambio en absoluto, ya que el cambio en última instancia es subsumido a una sucesión de etapas. Pero consideremos los enfoques adoptados por los arqueólogos influidos por la escuela de los Annales o de la dinámica no lineal. Para ellos, el núcleo del problema giraba en torno a la dualidad de continuidad y cambio, proceso y evento. Se dieron cuenta, implícita o explícitamente, que el tiempo no es simplemente una sucesión de momentos, sino una dualidad de la línea y el punto, de duración y sucesión: la serie A y la serie B. Al problematizar la continuidad y el cambio, se abrazaron a una concepción mucho más completa de tiempo que aquella representada en la cronología o el evolucionismo. Como Husserl, utilizan la serie B para representar el tiempo, pero mediante el uso de más de una escala de tiempo, son capaces de crear una temporalidad que tiene profundidad, que tiene más de una dimensión y, por tanto, es capaz de expresar la dualidad. Por supuesto, las mismas críticas de Husserl se aplican a estos enfoques, en que, en definitiva, aún dependen de la serie B para representar el tiempo, incluso si se multiplican a través de diferentes escalas. Pero entonces, quizás esto sólo reconoce el hecho de que el tiempo es, en esencia, paradójico y todo lo que podemos hacer es tratar de aproximarse a él. Mediante el uso de diferentes escalas de análisis arqueológico, tal como Husserl utilizó dos dimensiones de sucesión y retención para representar a la multi-dimensionalidad de la experiencia temporal a través de la línea oblicua, se crea una representación mucho más rica de tiempo. Uno de los problemas con la visión del tiempo de la serie B es que representa el tiempo a través de una metáfora espacial; tal vez sea inevitable, pero mediante el uso de múltiples dimensiones, algo de la naturaleza no-espacial del tiempo puede ser capturado de una manera analítica. De hecho, se dice a menudo que el tiempo es sólo de una dimensión, mientras que el espacio tiene tres; pero, bajo esta nueva concepción del tiempo, también se puede decir que tiene tres o más dimensiones. El tiempo es representado convencionalmente como un punto/línea, pero añadiendo otro punto/línea

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perpendicular como hizo Husserl para expresar el flujo del tiempo, el tiempo, en efecto, también adquiere múltiples dimensiones. Sin embargo, el diagrama de Husserl fue sólo abstracto; realmente podemos modificar el diagrama de Husserl para hacer que represente mejor los modelos no lineales de cambio histórico descritos anteriormente. Podemos hacer esto sugiriendo que quizás acontecimientos diferentes tienen diferentes "ecos" o longitudes de retención, que podrían corresponder a las diferentes escalas temporales utilizadas en los Annales o las explicaciones de la dinámica no lineal del cambio. Así, en cualquier punto en el tiempo, el "eco" o la resonancia de los eventos pasados, tendrá efectos diferentes o diversas repercusiones en el presente de acuerdo a la duración de su "eco", y algo de mucho más atrás en el tiempo realmente podría tener más impacto sobre algo más reciente del pasado debido a ello (Figura 1.6). Así, en el ejemplo, si el presente es G, entonces sólo los eventos anteriores B, D y F tienen una huella en G (líneas continuas), pero no en A, C o E (líneas discontinuas). Esta "ponderación" de los acontecimientos con una duración diferencial nos permite ver la similitud básica de la descripción de Husserl del tiempo con los modelos no lineales de cambio.

Figura 1.6: Diagrama de Husserl aplicado a modelos no lineales de cambio arqueológico Ahora es el momento de dejar atrás esas ideas y llevar este capítulo a una conclusión. Empecé mirando a la forma convencional en que la arqueología percibe el tiempo, específicamente discutiendo la noción de la cronología. Entonces sugerí que la cronología presenta una visión muy particular del tiempo, como una secuencia lineal, y propuse que ello ha influido mucho en las interpretaciones tradicionales del cambio cultural. La evolución cultural, como se expresa en términos de una tipología social y en las etapas de cambio histórico reproduce la misma estructura temporal básica que la cronología. Al mirar a los intentos más recientes de repensar la naturaleza del cambio en el pasado, especialmente los enfoques influidos por la escuela histórica francesa de los

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Annales, y también por la evolución teórica de la dinámica no lineal en las ciencias naturales, se puso de manifiesto una concepción alternativa del tiempo. Esa opinión incluye más plenamente la complejidad filosófica del tiempo tal como se expresa en términos de una dualidad o tensión entre dos tipos de tiempo - como un flujo sensual y como sucesión abstracta. Este primer capítulo se titula "Más allá de la cronología” y eso es exactamente lo que he tratado de hacer aquí - ir más allá de la cronología y ver cómo repensar el concepto de tiempo puede abrir nuevas posibilidades de hacer arqueología e interpretar el pasado. De hecho, esa frase puede funcionar como un epígrafe adecuado para los otros capítulos, y para este libro como un todo. Sin embargo, esto no debe tomarse como una llamada a abandonar la cronología - sigue siendo una parte vital y esencial de la arqueología. No veo cómo la arqueología puede funcionar sin ella. Más bien, es un intento de empezar a pensar en otros modos en las que otras percepciones de tiempo pueden enriquecer la disciplina. Hasta ahora, la mayor parte de esta discusión se ha centrado en examinar la relación entre la cronología y las explicaciones de los cambios culturales, aprovechando nuestros significados y percepciones del tiempo, por lo general implícitos, en estas explicaciones. Para terminar, me gustaría seguir adelante y presentar el modo en que otros arqueólogos han comenzado a examinar el concepto de tiempo y cómo esto afecta a la disciplina. Aquí, la discusión se alejará de los problemas del cambio social y se ampliará para cubrir una amplia gama de otros problemas, algunos de los cuales puede hacer referencia a los problemas filosóficos ya planteados, mientras que otros los ampliarán y desarrollarán. La teorización del tiempo en la arqueología

La discusión del concepto de tiempo en la arqueología ha sido prácticamente inexistente hasta hace poco. Los primeros arqueólogos que discutieron el concepto, tendieron a hacerlo en relación a otras cuestiones, en particular la construcción de cronologías. Sin embargo, una desviación interesante de esto fue un artículo publicado en 1951 por Arden-Close quien escribió sobre el tiempo en relación con la memoria, en particular sobre la recuperación de los pensamientos de la gente en el pasado a través de testimonios escritos, historias orales, mitos y leyendas e, incluso, la ficción (Arden-Close 1951). Sin embargo, artículos como éste no constituyen un discurso sobre el tiempo. Un análisis adecuado de la noción de tiempo en relación con la teoría arqueológica y el método no comenzó realmente hasta finales de 1970 y 1980. Uno de los primeros arqueólogos a examinar seriamente el concepto de tiempo fue Mark Leone en un artículo titulado “El tiempo en arqueología americana" (Leone, 1978). Sostuvo que los arqueólogos rara vez, si alguna, miraban cómo las sociedades del pasado veían al tiempo, o cómo nuestra propia concepción del tiempo afecta a nuestras interpretaciones del pasado. Basándose en el optimismo de Binford y la Nueva Arqueología, donde todos los aspectos de las sociedades del pasado están potencialmente abiertos a la investigación arqueológica - no sólo la tecnología o la economía, sino también la ideología - Leone sugiere que los arqueólogos pueden ver las percepciones pasadas de tiempo en el registro arqueológico. En particular, Leone se refirió a la situación ideológica del tiempo, tanto en cuanto a cómo las sociedades del pasado vieron el tiempo y cómo lo ven los arqueólogos. Un estudio mucho más detallado de algunos años posteriores fue llevado a cabo por Geoff Bailey, quien en dos artículos publicados en la década de 1980 expresó casi los mismos sentimientos de Leone en relación con la falta de debate sobre el tiempo (Bailey, 1981, 1983). Bailey también distingue los dos mismos temas que Leone, a saber, la percepción de las sociedades del pasado del tiempo y la percepción de los arqueólogos del tiempo y, en definitiva, aboga por verlas conectadas (ver más abajo). Sin embargo, Bailey tiene un ángulo muy diferente sobre la cuestión del tiempo, centrando su discusión a través de la teoría del perspectivismo del tiempo. Voy a discutir esto en detalle más adelante en el capítulo siguiente, pero, en general, esta teoría sostiene que diferentes procesos o fenómenos operan a escalas temporales muy diferentes (por ejemplo, a largo plazo y corto plazo) y, por consiguiente, requieren enfoques diferentes. Esto está ligado a la adhesión de las escalas temporales de la teoría de los Annales y de la dinámica no lineal discutidas anteriormente,

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pero tiene más implicaciones metodológicas que no se plantearon allí. El énfasis de Bailey estaba en los procesos a largo plazo ya que pensaba que eran un área especial, si no única, para la investigación arqueológica. Las visiones de Bailey fueron resumidas en un breve artículo publicado en 1987 por una edición especial sobre el tiempo en el Archaeological Review from Cambridge. En el mismo volumen había un artículo completamente diferente sobre el tiempo por otros dos arqueólogos de Cambridge, Michael Shanks y Christopher Tilley (Shanks y Tilley, 1987a). Ellos abordaron la cuestión del tiempo desde un ángulo post-procesual, un examen llevado a cabo en mayor detalle en su libro Social

Theory and Archaeology, también publicado en 1987. Critican al artículo de Bailey, pero también van a presentar una visión más radical del tiempo que es mucho más cercana a la de Leone, donde se reafirma el carácter ideológico del tiempo, en particular, asociando el concepto arqueológico de tiempo - en concreto, la cronología - con la visión del mundo capitalista moderno. Van mucho más allá que Leone en la deconstrucción de este concepto moderno de tiempo y, más que distinguir entre tiempo objetivo y subjetivo, sugieren un eje muy diferente de la diferencia: lo abstracto y lo sustancial. El tiempo abstracto es la percepción capitalista moderna de tiempo, el tiempo que consiste en unidades cuantificables y separadas de los acontecimientos, de la historia. Este es el tiempo como cronología. El tiempo sustancial, por el contrario, es un tiempo más estrechamente concebido como en las sociedades tradicionales, el tiempo que se incrusta en los acontecimientos y la historia, marcado en lugar de medido. Estos primeros trabajos de Leone, Bailey, Shanks y Tilley, enfatizaban la falta de debate sobre el tiempo en la arqueología, y pueden ser vistos sobre todo como textos de sensibilización. Ellos fueron los primeros en poner el tiempo en la agenda de la arqueología teórica. Todos ellos fueron escritos alrededor del tiempo en que el post-procesualismo estaba surgiendo como un nuevo paradigma teórico (Hodder 1985), sin embargo, sólo los textos de Shanks y Tilley podrían ser descritos como bastante post-procesuales. Sería más exacto decir que este nuevo discurso sobre el tiempo entraba en una fase de mayor desarrollo teórico, que incluyó al post-procesualismo pero, en general, se vio una nueva evaluación de la teoría procesual, alguna de las cual fue radicalmente anti-procesual, mientras que otra parte fue más sobre el desarrollo de la teoría procesual en nuevas direcciones. Los estudios analizados hasta ahora rara vez desarrollaron las ideas mucho más allá de la crítica - quizás, con la excepción de Bailey. No fue sino hasta la década de 1990 que comenzaron a aparecer investigaciones más de fondo. Algunos de los primeros estudios de caso que tenía implicaciones para la teorización sobre el tiempo, fueron los que explícitamente miraron más a la historia y al cambio social que el propio tiempo, en particular aquellos basados en la escuela de los Annales o el modelado de sistemas no lineales, como se indicó anteriormente. Sin embargo, en términos de teoría más específica del tiempo, es probable que sea justo decir que ha habido dos vertientes, siguiendo más o menos las divisiones generales identificadas por Leone y Bailey: los estudios sobre las percepciones del tiempo de las sociedades del pasado y las revisiones de la percepción sobre el tiempo de los arqueólogos. Los inicios de la década de 1990 vio la aparición de nuevas investigaciones en las percepciones prehistóricas del tiempo, especialmente la forma en que la memoria social se articula en la cultura material. Dos volúmenes de la revista World Archaeology se han dedicado específicamente a esta cuestión (en 1993 y 1998), y varias publicaciones desde entonces se han dedicado a este tema (por ejemplo, Gosden 1994; Bradley 2002; van Dyke y Alcock 2003). Del mismo modo, durante la misma década, ha habido críticas y presentaciones alternativas a cómo los arqueólogos conciben el tiempo en relación tanto al registro arqueológico como a la construcción de narrativas arqueológicas. Los debates sobre las relaciones entre el presente y el pasado, las historias de origen (Conkey y Williams, 1991; Moore, 1995) y las biografías de los artefactos (Appadurai, 1986; Thomas, 1996; Holtorf 2002a), expresan todas diferentes concepciones temporales. Más recientemente, se han realizado estudios sobre cómo un examen crítico del tiempo puede influir en nuestra comprensión de los registros arqueológicos y la cultura material en su nivel más básico (Gosden 1994; Thomas, 1996; Murray, 1999b).

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No hay duda de que el debate del tiempo ha ido aumentando lentamente desde el artículo de Leone en 1978, aunque es sólo a partir de la década de 1990 que se ha construido algo parecido a un impulso crítico. Además, como demuestra este breve estudio, hay mucha diversidad de enfoques, algunos complementarios, otros más radicalmente divergentes. Los diferentes aspectos del tiempo en la arqueología y las diferentes inspiraciones teóricas probablemente mantendrán esta diversidad, como demuestra la reciente publicación de los dos primeros volúmenes enteros dedicados al tema (Murray, 1999a; Karlsson, 2001a). Sin embargo, considerando que el tiempo es un concepto tan central en la arqueología, es sorprendente que haya tomado tanto tiempo para que se desarrollara este nivel de discurso - especialmente cuando uno considera que los artículos y volúmenes sobre el espacio aparecieron por primera vez en la década de 1970 (por ejemplo, Clarke, 1977; Hodder 1978; Hodder y Orton, 1976). Por qué la discusión sobre el tiempo se ha quedado tan por detrás de los discursos similares del espacio es algo a lo que me referiré más tarde en el libro. En los próximos dos capítulos, por lo tanto, quiero explorar con más detalle las dos vertientes identificadas de la teoría del tiempo y mostrar cómo una conciencia crítica y la creación del tiempo puede cambiar la forma en que hacemos arqueología.

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