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apócrifa << E l martes 9 de marzo de 1886, Gaston, sobrino de Julio Verne, dis- paró sobre su tío a las puertas del número 2 de la calle Charles Dubois, en Amiens, el domicilio del aclamado novelista. Las razones que lle- varon al hijo de Paul, hermano menor de Verne, a cometer ese atentado siguen sien- do un misterio. Uno de tantos que rodean la vida del escritor, quien se definió como el más desconocido de los hombres. En mi novela La tumba de Verne, Miguel Capellán, un periodista que pretende con- solidar una titubeante carrera literaria, des- cubrirá horrorizado cuáles fueron las razo- nes de aquellos disparos y qué manos, además de las del propio Gaston, apreta- ron el gatillo del arma. Su investigación se convertirá en una peligrosa aventura que lo conducirá hasta la tumba del escritor en pos del último Verne. De resultas del atentado, una bala se alojó en la cabeza de la tibia, más arriba de la garganta del pie de Verne, dejándo- lo cojo para siempre. Se trataba de una bala de 9 milímetros disparada por un re- vólver, pero en realidad tal vez no fue sino un instrumento del azar para que los fo- cos alumbraran a un hombre a quien ni la Academia francesa ni sus colegas escrito- res miraron como un igual, a pesar de su ingente obra y de los miles de ejemplares que de ella se vendieron –tal vez, precisa- mente por eso lo menospreciaron–. Verne nació a las doce de la mañana del día 8 de febrero en el número 4 de la

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El martes 9 de marzo de 1886,Gaston,sobrino de JulioVerne,dis-paró sobre su tío a las puertas delnúmero 2 de la calle CharlesDubois,enAmiens,el domicilio del

aclamado novelista. Las razones que lle-varon al hijo de Paul, hermano menor deVerne,a cometer eseatentado siguen sien-do un misterio.Uno de tantos que rodeanla vida del escritor, quien se definió comoel más desconocido de los hombres. Enmi novela La tumba de Verne, Miguel

Capellán,un periodista que pretende con-solidar una titubeante carrera literaria,des-cubrirá horrorizado cuáles fueron las razo-nes de aquellos disparos y qué manos,además de las del propio Gaston, apreta-ron el gatillo del arma.Su investigación seconvertirá en una peligrosa aventura quelo conducirá hasta la tumbadel escritor enpos del último Verne.De resultas del atentado, una bala se

alojó en la cabeza de la tibia, más arribade la garganta del pie de Verne, dejándo-

lo cojo para siempre. Se trataba de unabala de 9milímetros disparada por un re-vólver, pero en realidad tal vez no fue sinoun instrumento del azar para que los fo-cos alumbraran a un hombre a quien ni laAcademia francesa ni sus colegas escrito-res miraron como un igual, a pesar de suingente obra y de los miles de ejemplaresque de ella se vendieron –tal vez, precisa-mente por eso lo menospreciaron–.Verne nació a las doce de la mañana

del día 8 de febrero en el número 4 de la

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calle Olivier Clisson de Nantes, en la de-nominada Isla de Feydeau, donde el ríoLoira abría sus brazos para acoger una zo-na unida al resto de la ciudad por puen-tes. Fue la primera de las innumerables is-las de la vida de Verne –islas misteriosas,islas flotantes, jangadasque interpretabanel papel de islas…–.Nantes, a pesar de estar situada a 40

kilómetros del mar, era entonces un acti-vo puerto gracias al río Loira. La infanciade Verne se consumió viendo el ir y venir

de barcos, soñando con destinos remotosy aventuras que, a pesar de la comúncreencia, sí llegó a vivir personalmente,pues fue propietario a lo largo de su vidade tres yates,todos llamadosSaint Michel,con los cuales realizó largas travesías.Hijo de un procurador y abogado,Pierre

Verne, y de Sophie Allote, se crió en el se-no de una familia burguesa,y élmismo in-terpretó el papel de hombre“de orden”to-da su vida, aunque en sus historias pare-cía pensar como un anarquista ilustrado,

siempre anhelando mundos diferentes alque le había tocadoen suerte vivir.Casadocon una viuda, Honorine de Viane, en1857, a pesar de su militante aversión almatrimonio,tuvo unúnico hijo,Michel JeanPierre.Verne mantuvo con él una tormen-tosa relación durante buena parte de suvida.

Mensajes cifradosEn La tumba deVerne, los personajes des-cubrirán un lado insólito de la vida del es-

VVeerrnneeEl

Mariano F. Urresti

Nuestro colaborador MarianoFernández Urresti acaba depublicar su nueva novela, LaTumba de Verne –Suma deLetras, 2013– un fascinanterecorrido por los enigmas delescritor galo. Avanzamos algunosde los misterios que le rodearon.

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critor y de sus novelas. Los relatos se estructuran como viajes de iniciación, frecuentemente a partir de mensajes cifrados, algo a lo que Verne era muy afi-cionado. En Viaje al centro de la Tierra, los pro-

tagonistas deberán interpretar un texto ir-landés del siglo XII escrito en caracteresrúnicos para comenzar su aventura. En LaJangada, la clave para salvar la vida al pro-tagonista se obtendrá descubriendo la ci-fra con la que fue escrito un enigmáticotexto…A las claves misteriosas se añadía la

elección de los nombres de los héroes deVerne, frecuentemente bautizados con jue-gos de palabras. Por ejemplo, Ardan, unode los viajeros a la Luna, debe su nombreal apodo que tenía un gran amigo del es-critor, el fotógrafo Félix Tournachon, cono-cido como Nadar. Ardan no es sino un jue-go leyendo al revés ese apodo. Podríamos proponer más ejemplos so-

bre la importancia de los nombres de lospersonajes vernianos, pero creo que serásuficiente con mencionar a uno más:Phileas Fogg. El 9 de octubre de 1903, elperiódico T.P.’S Weekly publicaba la entre-vista que el periodista Robert H. Sherardrealizó al novelista en Amiens. En ella,Verne subrayaba la importancia de la elec-ción de los nombres de sus criaturas, y de-claró que “cuando encontré el apellidoFogg me sentí complacido y orgulloso. Fueun gran éxito. Lo consideré como real ha-llazgo”.Cabría preguntarse a qué se debía el

entusiasmo de Verne a propósito del ape-llido del héroe de La vuelta al mundo enochenta días. La respuesta tal vez la en-contremos en lo que él mismo recordó al

periodista: “la palabra Fog quie-re decir niebla en inglés”.

La Sociedad de la NieblaNiebla. He ahí una palabra cla-ve en la vida de Verne, según es-tudiosos de su obra, comoMichel Lamy. En La tumba deVerne los protagonistas senti-rán durante su investigaciónque no están solos en su aven-tura. Sus pesquisas parecenmolestar a alguien, que no du-da en matar para ocultaraquello que ellos tanto anhe-lan.En 1863, Verne vio publi-

cada su primera novela,Cinco semanas en globo. Tras va-rios rechazos editoriales, Pierre-JulesHetzel, editor afincado en la calle Jacob deParís, aceptó, tras proponer varios cambiosen el manuscrito, publicar la obra. Hetzelera editor de George Sand, entre otros.Verne estableció con él una relación másque estrecha.Hetzel y su socio Jean Macé, un decla-

rado masón, crearon Magasin d’Educationet Recreation, donde, por entregas, se pu-blicaron las obras de Verne. Cuando los ca-pítulos habían visto la luz de ese modo, sereunían en forma de libro. Pero hay quienpropone que esa sociedad empresarial erala tapadera de otro tipo de sociedad.Se cuenta que en el siglo XVI un impre-

sor lionés, Gryphe –Sebastian Greif–, ha-bía alumbrado una sociedad secreta, LaNiebla, cuyo libro de cabecera era El sue-ño de Polifilo, una obra críptica escrita envarios idiomas cuya redacción se atribuyea un monje dominico llamado FrancescoColonna en 1499.En La tumba de Verne esa sociedad se-

creta, a la que pudieron pertenecer, ade-más de Verne, Alejandro Dumas padre–amigo y protector de Verne–, GeorgeSand, el pintor Delacroix y, posiblemente,el propio Hetzel, jugará un papel estelar.Y si regresamos ahora al nombre dePhileas Fogg, entenderemos mejor lasrazones por las que Verne considerabauna excelente elección ese nombre.Como él mismo recordó en esa entre-vista, la palabra fog, en inglés, significa

Bajo estas líneas,fotografía de JulioVerne tomada trassu fallecimiento. Enla otra página, latumba del autor enel cementerio deLa Madeleine, enAmiens y ediciónfrancesa de Viaje alcentro de la Tierra.

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niebla. Y el nombre Phileas recuerda sin es-fuerzo al título del libro de cabecera de lasociedad secreta a la que pudo pertene-cer el novelista, en cuyas novelas se pue-den rastrear sin dificultad alusiones a lamasonería –en Los quinientos millones deLa Begun, Robur el Conquistador o Los hi-jos del capitán Grant–, a los rosacruces–Robur el Conquistador evoca en ambasiniciales, R + C, a ese grupo hermético. Lomismo que el Reform Club, del que era so-cio Fogg–, o incluso a la alquimia, dado quevarios de sus personajes parecen no en-vejecer y son descritos como tipos queaparentan una edad notablemente inferiora la real.

Errores de un profetaUna de las facetas más conocidas de Verneson sus supuestas profecías o anticipa-

ciones científicas, las cuales él siempre ne-gó. En varias entrevistas aseguró que nohabía en sus novelas otro secreto que eltrabajo duro –diariamente, a las cinco dela mañana comenzaba a escribir–.Es frecuente que se subrayen sus anti-

cipaciones científicas, pero no tanto quese aireen sus errores o se minimicen susaciertos. El equilibrio es lo más prudente.Por ejemplo, cabe recordar que el alumi-nio ya se usaba en el siglo XIX antes de quea Verne se le ocurriera emplearlo en algu-nos ingenios de sus obras. El uso industrialde ese material había sido concebido en1854 por el químico Saint-Clair Deville.Jesús Navarro, en su obra Sueños de

ciencia, recuerda que era conveniente lan-zar el cohete en el momento en el que ladistancia que este tuviera que recorrer fue-ra la menor posible, lo que se conseguiríasi se hacía de forma vertical, es decir cuan-

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Es posible que Julio Verneperteneciese a lallamada Sociedadde la Niebla

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do a la Luna le restasen cuatro días, unahora, diecisiete minutos y veinte segundospara llegar el cenit. En ese momento, elpunto idóneo para el lanzamiento debía si-tuarse, tal y como mencionaba el obser-vatorio de Cambridge en la novela de Verne,entre 28º de latitud norte y 28º de latitudsur. Como el eje de rotación de la Tierra es-tá inclinado 23º 27’ respecto al plano dela eclíptica, y la órbita de la Luna ofrece unángulo de 5º con ese plano, únicamenteel área de latitudes antes indicado ofrecíala posibilidad de hacer un disparo como elrequerido. O lo que es lo mismo: podía es-cogerse Texas o Florida. Pero como el pri-mero de esos estados tenía más ciudadespróximas, lo cual podría provocar peligrosa la hora del lanzamiento, se opta porFlorida, donde únicamente Tampa apare-cía como ciudad destacada. Por tanto, noes que Verne anticipe Cabo Kennedy, sinoque la NASA, muchos años después, si-guió el mismo razonamiento simplementeporque es el más lógico.El informe de Cambridge que Verne cita

en su obra considera necesaria una velo-cidad de 12.000 yardas por segundo–aproximadamente, 11,2 kilómetros porsegundo– para lograr que el proyectil es-capara del campo de atracción de nues-

tro planeta. Pero olvida el rozamiento.Barbicane, uno de los protagonistas, esti-ma que la resistencia del medio será in-significante al calcular que el proyectil atra-vesará la atmósfera en cinco segundos.Obviamente, Verne y Barbicane se equivo-can estrepitosamente. Eso, por no men-cionar la metedura de pata de Verne cuan-do los expedicionarios deciden lanzar alespacio el cadáver de uno de los perros.Los protagonistas abren la puerta del co-

hete y, escribió Verne: “…el cadáver deSatélite fue proyectado al exterior. Apenasse escaparon unas moléculas de aire y laoperación funcionó tan bien que, más tar-de, Barbicane no tuvo miedo de desha-cerse de esta manera de los residuos inú-tiles que molestaban dentro del proyectil”.¿Era así como pensaba deshacerse

Barbicane de la orina y de las heces de losexpedicionarios? Si Verne era un visiona-rio podríamos preguntarnos cómo no se leocurrió vestir de otro modo a sus héroes yno hacerlos viajar ataviados con levita ychistera. ¿No vio en sus visiones que losfuturos astronautas llevarían un complejosistema para recuperar la orina y el sudorpara obtener agua y que los residuos só-lidos se almacenarían y no se arrojan alexterior de la nave?

Sobre estas líneas, el autor posando ante la maqueta del proyectil enviado a la Luna en la novela de Verne. A laderecha, manuscritos expuestos en el Museo de Julio Verne en Nantes.

El último Verne

El único ensayo que Verne realizó sobre un escritor lo de-dicó a Edgar Allan Poe, por quien sentía una especial ad-miración, aunque no compartía sus propuestas fantásticas.Verne prefería apoyarse en la ciencia.De Poe hereda Verne el gusto por los mensajes crípticos

que el norteamericano había llevado a la excelencia en Elescarabajo de oro. Pero incluso llega a acometer la em-presa de hacer una continuación de La narración de ArthurGordon Pym en la novela La esfinge de los hielos. Es más,

Cinco semanas en globo no se en-tendería sin La aventura sin par de untal Hans Pfall, un relato de Poe en elque su protagonista llega a la Lunaa bordo de un globo que emplea unacomposición secreta de gases.Igualmente, La vuelta al mundo enochenta días se basa en la idea quePoe propuso en Tres domingos porsemana. En ese relato, un joven pre-tende casarse con su prima, pero elabuelo no lo permite. Para quitar-se de encima al joven, el abuelopromete conceder la mano de lachica cuando “tres domingos trans-

curran uno detrás del otro”. Entonces, el joven idea un ar-did: envía a un amigo a dar la vuelta al mundo en direcciónOeste, y a otro, en dirección Este. Mientras, él permaneceen el mismo lugar. Cuando los tres amigos se reencuen-tren, para quien marchó hacia el Oeste el domingo serámañana; para quien fue hacia el Este, el domingo fue ayer,mientras que para quien permaneció en el mismo lugar, eldomingo es hoy. En definitiva, tres domingos seguidos.La idea de que viajando hacia el Este se acorta el tiem-

po 4 minutos por grado (4 x 360º = 1.440 = 24 horas) ser-virá a Fogg para ganar su apuesta en la novela de Verne.

Siguiendo los pasos de Poe

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Pero hay más: el novelista comete unerror de bulto a la hora de describir el fe-nómeno de la ingravidez. Planteaba que amedida que el proyectil se alejara de laTierra y se aproximara a la Luna experi-mentaría la disminución de la atraccióngravitatoria terrestre, pero aumentaría la lu-nar. Y anticipa que habría un punto en queambas atracciones se equilibrarían, y en-tonces los tripulantes experimentarían unainsólita ingravidez.En la novela se recoge un episodio que

ilustra bien el error de Verne al respecto.Se trata del instante en el que MiguelArdan, para celebrar que han llegado a eseimaginario punto del espacio, coge una bo-tella, tres vasos y propone un brindis. Verneno explica cómo pudo conseguir echar ellíquido en el interior de los vasos.

1898Verne falleció el 8de febrero de1905, a la edad de77 años. Pero sie-te años antes, en1898, sucedierontres cosas notablesen su vida. Por unlado, junto a suamigo el escultorAlbert Roze, diseñóun extraño sepulcro repleto de claves her-méticas en su decoración y cuyo motivocentral es un musculoso hombre de már-mol blanco que sale de la tumba con ellienzo mortuorio sobre la espalda. Una ma-no se alza al cielo, sin que se acierte a sa-ber si se trata de un desafío o de un rue-go. El conjunto escultórico recibió el títulode Hacia la inmortalidad y la eterna ju-ventud, como si Verne hubiera elegido esesingular epitafio para su última morada. Ybajo ese título se presentó dos años des-pués de la muerte del novelista en laExposición de Artistas Franceses. Pero,cuando finalmente se inauguró en el ce-menterio de La Madeleine de Amiens, elepitafio no fue grabado. ¿Por qué?Esa misma pregunta planeará sobre los

personajes de mi novela, los cuales no po-drán dejar de advertir otro de los sucesossingulares de aquel año protagonizadospor Verne: la destrucción de numerosos

documentos personales, manuscritos iné-ditos e incluso libros de cuentas. MichelLamy recuerda que ese comportamientoera norma entre sociedades secretas co-mo los Iluminados de Baviera. Finalmente, en 1898 Verne se embarcó

en la redacción de una novela singular, Eltestamento de un excéntrico. En ella se na-rra la decisión del millonario William J.Hipperbone, que vive en Chicago, de do-nar su fortuna a quien gane una singularpartida del juego de la oca. Para ello, seprocede a un sorteo entre los habitantesde la ciudad y se selecciona a seis perso-nas. El juego es verdaderamente extraordinario, puesto que los jugadores lorealizarán sobre un gigantesco tablero: elterritorio de Estados Unidos, donde cadaEstado es una casilla, reservándose la de

la oca a Illinois.La elección de

Illinois no es casual.Existe una leyendaque asegura que eljuego de la oca na-ció en Troya –Ilion–,y, en francés, oca seescribe oie. Al pro-nunciar Illinois enfrancés, el sonido essimilar al obtenidosi se pronuncia Ilion

seguido de oie. Pero lo más notable es que los seis ju-

gadores serán derrotados finalmente porun misterioso séptimo jugador conocidoúnicamente por las iniciales XKZ, y cuyaidentidad se desvela al final de la historia.Se trata del millonario que puso en mar-cha la charada y que, finalmente, no ha-bía muerto. La catalepsia con la que Verneexplica el caso es un hábil recurso paradisfrazar una resurrección iniciática.El entierro de Verne fue multitudinario,

pero apuesto a que muy pocos, tal vez na-die, conocía sus secretos. Él, como afirmasu personaje Robur al final de la historia,pudo pronunciar estas palabras: “… mevoy, pues, y llevo conmigo mi secreto”.Pero, ¿qué sucedería si ese secreto pu-

diera ser descubierto? ¿Y si, como suce-de en mi novela, hubiera un último Verneque explicara lo que nunca reveló el másdesconocido de los hombres?

París en el siglo XX fue la segunda novela que Verne es-

cribió, aunque Hetzel se negó a publicarla. En ella se des-

cribe el París de 1960 un siglo antes. La visión de Verne

es oscura, la ciencia no ha cubierto las expectativas

creadas, y el humanismo ha muerto.

Este manuscrito, editado finalmente en 1994, con-

tiene frases extraordinarias, en las que Verne demues-

tra su olfato –¿o algo más?– para intuir el futuro:

“Aunque ya nadie leía, todo el mundo sabía leer”, “El la-

tín y el griego no solo eran lenguas muertas, sino ente-

rradas”, “Serás mayor de edad a los dieciocho años”, “Ya

no hay mujeres, se han pasado al género masculino”…

Numerosas imágenes similares nos obligan a estre-

mecernos mucho más, incluso, del hecho de que en esas

páginas parezca describir el fax y otros adelantos técni-

cos. ¿Y si los conocimientos de Verne sobre el futuro

tuvieran una fuente real de documentación?

París en el siglo XX

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Los que hablan de que Verne fue un visionariono tienen encuenta sus errores