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Huellas dedinosaurios

tridáctilosencontradas

en elyacimiento

del�Tambuc�(Millares)

Los yacimientosde icnitas en el

Macizo del CaroigEl yacimiento del "Tambuc" en

Millares es el más representativo de

la Comunidad Valenciana

La presencia imborrable de los dinosaurios

queda, en la actualidad, reducida a icnitas, huevos

y restos óseos. Los yacimientos de icnitas (nombre

científico por el que se conoce a los restos

fosilizados de huellas) del Macizo del Caroig se

encuentran entre los mejores de toda la

Comunidad Valenciana. De hecho la Conselleria

de Cultura inició, en el mes de junio de 2004, el

expediente de declaración de Bien de Interés

Cultural como Zona Paleontológica los yacimientos

de icnitas localizados en Bicorp, Dos Aguas y

Millares, por contener fósiles de interés relevante

tanto de carácter científico como didáctico. Y por

lo que se refiere a los huevos y restos óseos, en

el territorio del Macizo del Caroig recientemente

se han encontrado vestigios de ellos en �La

Solana�, en el término municipal de Tous.

Pero además la Dirección

General de Patrimonio Cultural de

la Conselleria, el pasado mes de

noviembre de 2004, ha presentado

ante la UNESCO la candidatura

para que los yacimientos de huellas

de dinosaurios de la Península

Ibérica sean declarados Patrimonio

Material de la Humanidad. Es el

inicio de la conservación de los

yacimientos valencianos. La meta

no es conocer la presencia de

dinosaurios, sino ponerla en valor

y mantenerla para las generaciones futuras. En la referida candidatura tiene

una gran importancia la Comunidad Valenciana, que presenta la misma junto

a otras autonomías, pues el yacimiento icniológico de "Tambuc" en Millares

es el mejor de los yacimientos valencianos. Los yacimientos icniológicos de Dos

Aguas y Millares, de una edad aproximada de 80 millones de años (Cretácico

superior) constituyen una de las últimas evidencias de la existencia de dinosaurios

previa a su repentina desaparición, en el Cretácico terminal.

El yacimiento icniológico de Bicorp está ubicado en el Barranco del Randero.

Sus icnitas se localizan sobre estratos de calizas laminadas, en disposición

subhorizontal. Se han identificado 2 icnitas tridáctilas mexaxónicas completas,

107

de diferente tamaño, y una tercera icnita parcialmente conservada. Las huellas,

por su morfología (tridáctilas, talón agudo, dígito III de mayor tamaño) y tamaño

(hasta 50 cm de anchura), pueden ser atribuidas a dinosaurios terópodos de

talla media a gran talla. Pertenecen al Cretácico Superior. La icnitas se encuentran

moderadamente marcadas sobre las láminas más superiores del estrato rocoso,

aunque el contorno de las mismas se encuentra difuminado por acción de las

aguas meteóricas.

En el yacimiento de Dos Aguas se identifica un rastro principal, compuesto

por aproximadamente 27 icnitas, dispuestas según una dirección norte-sur. Es

cruzado por varios rastros de menor longitud, mal definidos, de dirección

prácticamente perpendicular al rastro principal. En total se han encontrado

unas 50 icnitas. Agunas de ellas están marcadas con gran profundidad, con

morfología mal definida, de subcirculares a ovaladas. El fondo de algunas sí

parece mostrar cierta morfología tridáctila. Por su distribución, las huellas del

rastro principal son atribuidas, con reservas, a un dinosaurio bípedo. Pero

también la disparidad de tamaño obliga a pensar a una correspondencia con

impresiones de las manos y pies de un dinosaurio cuadrúpedo.

Por lo que se refiere a los yacimientos de Millares, el "Tambuc-Este" y el

"Tambuc-Oeste", podemos decir que son los mejores de los yacimientos

valencianos. Estos cuentan con el mayor número de icnitas, más de 200, de la

Comunidad Valenciana, y por otra parte presenta muy buenas expectativas de

incrementar el número de huellas expuestas. El depósito de Millares es uno de

los más representativos de la Comunidad valenciana, según los paleontólogos.

El "Tambuc" tiene muy buenas condiciones de exposición y la posibilidad de

crear itinerarios de visitas, y además se encuentra cercano al yacimiento de

Bicorp. Ocupa una extensión de 6.000 m2, y es el yacimiento que goza de

108

mejor estado, una circunstancia que ha permitido

obtener valiosa información de cómo vivía y qué

dimensión adquirió el dinosaurio del Cretácico.

En el "Tambuc-Este" se han identificado una

total de 84 icnitas de morfología tridáctila. Unas

62 son aisladas y 22 forman parte de 6 rastros. El

análisis de las icnitas determina una dirección

preferente de desplazamiento noroeste-suroeste.

Las huellas pueden ser atribuidas a dinosaurios

terápodos y ornitópodos de talla reducida a media.

Existe cierta variabilidad en tamaño y forma por lo

que no se descarta de que hayan sido impresas por

dinosaurios de diferente estado de desarrollo dentro

de una población monoespecífica. En el "Tambuc-

Oeste" se han identificado un total de 132 icnitas

tridáctilas, 109 de ellas son aisladas y 19 forman

parte de 6 rastros. La orientación preferente es

hacia el suroeste. Las huellas pertenecen también

a dinosaurios terópodos y ornitópodos. Ambos son

del Cretácico Superior.

Yacimiento del �Tambuc�(Millares)

109

El arte rupestredel Caroig

El agua que discurre por los montes

y los barrancos de la cuenca del Júcar

ha excavado oquedades en las paredes

rocosas del Macizo del Caroig,

formando abrigos que contienen

multitud de pinturas rupestres. Muchas

de ellas, ya casi imperceptibles, nos

sorprenden por la complejidad de su

temática y la calidad de su ejecución.

Son la expresión más directa de los

pobladores prehistóricos de estas

tierras; documentos insustituibles para

conocer sus modos de vida y su

pensamiento simbólico.

Las escenas de la

pintura rupestre, con sus

expresiones de fauna,

nos remiten a un

medio ambiente

poco alterado. Sin

duda alguna

extensos

bosques

El entorno

natural

cubrían entonces el

Macizo del Caroig, en los

que habitaban numerosas

especies silvestres: ciervos, corzos,

cabras, uros, caballos silvestres y

abundantes carnívoros. Con la implantación

de la agricultura y la ganadería durante una

fase avanzada del Neolítico comenzó la

transformación del medio, la deforestación y un progresivo

empobrecimiento en especies. En este ecosistema los ciervos fueron muy frecuentes

durante la Prehistoria, así como los uros y caballos representados asimismo en las

Cuevas de la Araña. Se han identificado encinares en la secuencia de la Ereta del

Pedregal (Navarrés). Pero el Macizo del Caroig es aún hoy una de las mayores

reservas naturales de nuestra Comunidad y un excelente escenario para conocer

nuestra prehistoria.

Barranco Moreno (Bicorp)

Patrimoniode la Humanidad

110

La voz del pasado

Todos los pueblos han intentado saber acerca de sus orígenes. Los complejos

arqueológicos han guardado información, a veces intacta o bien protegida,

que nos brinda la oportunidad de acercarnos a nuestras raíces más profundas

para descifrar la etapa más oscura de la evolución humana.

El arte prehistórico nos ayuda a comprender mejor el pasado de los pueblos,

ya que es la expresión no tan sólo de un sentimiento estético sino también de

un sentimiento religioso, vital e histórico. Grabados, esculturas y pinturas, ya

sea en cuevas o abrigos, nos hablan del mundo real y del sobrenatural, constituyen

un lenguaje y la plasmación de un pensamiento complejo y simbólico, siempre

difícil de interpretar.

Las manifestaciones del arte rupestre nos permiten intuir y conocer las

inquietudes y preocupaciones espirituales �así como diversos aspectos de la

vida cotidiana- de los pueblos prehistóricos que nos precedieron.

Patrimonio de la Humanidad

El Arte Rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, en el que

se incluyen las pinturas rupestres de los pueblos del Macizo del Caroig, fue

declarado Patrimonio de la Humanidad el 5 de diciembre de 1998 por la

UNESCO. Esta declaración afecta no sólo al arte rupestre sino también al

territorio que le acoge. Esta declaración de patrimonio universal afecta a más

de 30 yacimientos arqueológicos con pinturas rupestres en la zona de ámbito

de la Asociación Macizo del Caroig, y a las 7 poblaciones que los albergan:

Bicorp, Millares, Dos Aguas, Quesa, Moixent, Enguera y Navarrés.

La UNESCO reconoció de esta manera los grandes valores de estas

manifestaciones artísticas del pasado, como exponentes de la creatividad

humana de las últimas sociedades de cazadores-recolectores. En definitiva, unas

Cabra y ciervo dela Cueva de laAraña (Bicorp)

111

Las pinturas rupestres en el Macizo del Caroig y sus

estilos

La riqueza del ecosistema y su magnífica situación geográfica han hecho de

esta zona una de las más ricas en arte rupestre prehistórico. Los primeros

descubrimientos de arte rupestre en la zona se remontan al año 1920, cuando

fueron descubiertas las Cuevas de la Araña. Desde entonces no han dejado de

localizarse nuevos conjuntos y todavía hoy continúan produciéndose hallazgos

extraordinarios.

Los abrigos y cavidades del Caroig conservan muestras de diversos estilos de

arte rupestre prehistórico. Se ha afirmado la existencia de Arte Macroesquemático

en algunas figuras conservadas en el Barranco del Bosquet de Moixent, en el

abrigo de Roser de Millares o incluso en los abrigos del Barranco Moreno de

Bicorp. Se trata de grandes figuras de tendencia esquemática pintadas en color

rojo que representan figuras humanas con los brazos levantados y grandes

serpentiformes de desarrollo vertical.

No obstante y pese al enorme interés de estas manifestaciones, el estilo más

extendido en la zona del Caroig es el Arte Levantino. El rasgo más característico

de esta forma de expresión es la composición de escenas de muy diversa

temática, protagonizadas por hombres, mujeres y animales. Entre ellas predominan

las de caza, aunque abundan también los grupos de arqueros en muy diversas

actitudes; marchando provistos de arcos, como en el abrigo del Ciervo (Dos

emocionantes expresiones artísticas de belleza y plasticidad exclusivas, que se

denominan en el ámbito especializado, �estilo levantino�. El reconocimiento

internacional hace hincapié en el aspecto cultural, pero con un valor natural

añadido dada la singularidad de estos espacios naturales, no sólo como una

mirada hacia el pasado sino también como una visión de futuro.

Arquero delAbrigo del Ciervo

(Dos Aguas)

112

113

Aguas) o en el abrigo del Barranc de les Alcusses (Moixent). En otras ocasiones

los descubrimos participando en danzas, como la del abrigo del Voro (Quesa),

donde aparecen cuatro guerreros en fila, pertrechados con arcos y flechas, en

lo que parece algún tipo de ritual ya que además de la posición danzante están

tocados con gorros y plumajes que les confieren una actitud especial.

De cariz completamente distinto son las escenas de la vida cotidiana, de las

que contamos con buenos ejemplos en el abrigo de Lucio (Bicorp) y las de

recolección, cuya mejor muestra la encontramos en las Cuevas de la Araña

(Bicorp). En la zona más alta de la roca, alrededor de una oquedad natural que

parece representar una panal, hay unos trazos gruesos de los que cuelgan tres

cuerdas que llegan hasta la parte inferior de la pared. En su extremo superior,

junto al agujero, una figura humana que parece curvar las cuerdas por el peso

lleva en la mano un recipiente similar a una cesta. A su alrededor aparecen

representadas las abejas de diferentes tamaños.

Esta escena, a pesar de la sencillez, constituye el primer documento gráfico

sobre la recolección de la miel en la prehistoria y ha pasado a convertirse en

símbolo mundial de la apicultura. Pero sin duda alguna las escenas más frecuentes

y de mayor expresividad son las cinegéticas. En ellas grupos de arqueros se

representan acechando o lanzando flechas contra cabras, ciervos, caballos y

otros animales. En algunas escenas de caza los podemos observar a la carrera,

siguiendo huellas, acosando a los animales heridos o cobrando sus presas. En

las Cuevas de la Araña (Bicorp), se conserva una escena de cacería en la que

al menos nueve arqueros cercan y disparan sus flechas sobre un rebaño de

cabras. Algunos animales yacen muertos y otros huyen heridos de los cazadores.

Pero los animales aparecen también en actitud reposada, tal y como debieron

ser vistos por los cazadores levantinos en la exploración de su territorio. Son

buenos ejemplos el grupo de cabras, ciervo y cierva del abrigo II de las Cuevas

de la Araña o el gran toro de la tercera cavidad de este mismo conjunto, una

de las figuras de mayor tamaño de todo el repertorio levantino peninsular.

El tercer estilo identificado en los abrigos del Macizo del Caroig es el Arte

Esquemático. El emplazamiento de las manifestaciones esquemáticas es similar

al de los otros estilos descritos, con los que comparte cavidades y en ocasiones

incluso se superpone a ellos. A diferencia del Arte Levantino este estilo incluye

además de la pintura la técnica del grabado. La pintura es normalmente roja,

pero también se usan pigmentos anaranjados, negros y blancos. Para aplicar

la pintura sobre la roca se usan a modo de pinceles los dedos y tampones

anchos, que dejan trazos irregulares y de bordes imprecisos. La técnica de

grabado esquemático es normalmente por picado de la roca creando surcos

anchos e irregulares. La característica que mejor define este estilo es la

simplicidad gráfica a la hora de representar las figuras humanas y animales.

No obstante existen muchas variantes. Otros motivos como soliformes, ídolos

y representaciones geométricas completan el repertorio temático del Arte

Esquemático.

Los conjuntos esquemáticos más importantes del Macizo del Caroig se

encuentran en el Barranco Moreno, con la Balsa de Calicanto y el abrigo de los

Gineses como conjuntos principales; en el Barranco del Bosquet de Moixent

o en el Cinto de la Ventana de Dos Aguas.

Las investigaciones en torno al poblamiento prehistórico en el Macizo del

Caroig, todavía se encuentran en una fase preliminar. Sin duda alguna el futuro

nos deparará nuevos hallazgos que mejoren el conocimiento que tenemos de

su prehistoria y de la evolución del paisaje.

Principales conjuntos del

Arte Rupestre del Caroig

En la zona del Macizo del

Caroig se encuentran entre

el 25 y el 30 % del arte

rupestre de la provincia de

Valencia, aunque todavía hoy

no han dejado de localizarse

nuevos conjuntos. Sus pinturas

sorprenden por la complejidad de su

temática y la calidad de su ejecución. Se

estima que éstas tienen entre 7.000 y

8.000 años, aunque es difícil evaluar su

origen. Están realizadas con pigmentos

naturales. La privilegiada situación

geográfica de la zona hizo, con toda

probabilidad, que ésta sea de las más ricas

en arte rupestre, contando con abrigos que

están preparados para la visita.

encontramos la Cueva de la Araña, En En Bicorp

encontramos la Cueva de la Araña, cuyas pinturas son un

clásico del arte rupestre levantino y del prehistórico en general.

Está situada en el Barranco de Hongares, afluente del Cazuma. Destaca

también el Abrigo del Lucio y el Abrigo de la Balsa de Calicanto. Otros importantes

abrigos de esta zona son los del Charco de la Madera y el de los Gineses.

En Dos Aguas encontramos la Cueva de La Cocina, localizada en el Barranco

Falón, afluente del río Júcar por su margen izquierda. Contiene un importante

yacimiento prehistórico, con niveles correspondientes al Mesolítico y al Neolítico

También de esta zona son los importantes Abrigo del Ciervo y Cinto de la

Ventana.

En Millares podemos contemplar el Abrigo de Vicent, que se encuentra

ubicado en la Rambla del Tambuc, en la cuenca del Escalona y el Júcar. Y el

Abrigo del Roser que se halla en el Barranco de la Puerca en la Rambla Seca.

El abrigo de Las Cañas y la Cueva de las Donas contienen también importantes

pinturas.

En Quesa se halla el Abrigo del Voro, ubicado en la cuenca de los ríos Escalona

y el Júcar. Dentro del estilo Levantino encontramos conservados guerreros

puestos en fila, pertrechados con arcos y flechas, en lo que parece algún tipo

de ritual, con personajes danzantes ataviados con gorros y plumajes en la

cabeza, o con adornos en los brazos o las piernas.

En Enguera tenemos el Abrigo del Charco de la Pregunta, ubicado en el

Barranco de la Hoz, en la cuenca de los ríos Canyoles, Albaida y Júcar. En la

Cueva del Chorro se conservan motivos geométricos pintados con trazos anchos

de pintura roja anaranjada.

En Moixent está el Abrigo de la Penya, que está localizado en la cuenca de

los ríos Canyoles, Albaida y Júcar, en el Barranco de Les Coves (del Bosquet).

Los abrigos del Barranc del Bosquet, el del Barranco de la Cueva de Les Alcusses

y el de Gontrán, son los otros importantes abrigos de esta zona.

En Navarrés tenemos el Abrigo del Garrofero, que se halla en la cuenca de

los ríos Grande, Escalona y Júcar. Es un abrigo abierto en un resalte rocoso de

la margen derecha del río Grande, a 385 metros de altura.

114

ABRIGO DEL CIERVO(Dos Aguas)

CINTO DE LA VENTANA(Dos Aguas)

ABRIGO DE VICENT(Millares)

ABRIGO DE LAS CAÑAS(Millares)

CONJUNTO DEL BARRANCO MORENO(Bicorp)

CHARCO DE LA PREGUNTA(Enguera)

CONJUNTO DELBARRANC DE LES COVES(Moixent)

ABRIGO DEL GARROFERO(Navarrés)

ABRIGO DEL VORO (Quesa)

CUEVAS DELA ARAÑA(Bicorp)

115

Yacimientode la Ereta

del Pedregalen NavarrésPara conocer los momentos más

recientes de la Prehistoria del Macizo

del Caroig el yacimiento arqueológico

más conocido y que aporta más

información es el de la Ereta del

Pedregal (Navarrés), declarado como

Bien de Interés Cultural por la

Generalitat Valenciana.

Es uno de los más célebres yacimientos arqueológicos

valencianos y españoles. Se trata de un yacimiento al aire libre

en un buen estado de conservación, emplazado junto a una antigua

marjal desecada, de fácil acceso y con un entorno paisajístico netamente agrario

entre campos de cultivo. Presenta construcciones de planta rectangular e irregular,

conservando restos de una posible muralla, construida desde la fase tercera del

poblado. Una parte del yacimiento se encuentra protegido por una valla metálica.

Al parecer La Ereta estuvo ocupada durante un milenio, desde el 2.800 al

1.800 a.C., es decir, adscrito al período del Neolítico Final. Los habitantes de

este asentamiento practicaban la agricultura y la ganadería pero continuaron

desarrollando una actividad cazadora muy importante,

como demuestran los hallazgos arqueológicos allí

encontrados.

Algunas de las manifestaciones

rupestres de la zona, como

el Ar te Rupest re

Esquemático, pueden

ponerse en relación con

estas sociedades. En el

Eneolítico

Plano de la Eretadel Pedregal

116

(Edad de los Metales) y debido a la vida alrededor del campo de cultivo, se

generalizan los poblados junto a ellas, como este de la Ereta. Este período se

caracteriza por un ritual sepulcral múltiple, por la generalización de la instalación

de poblados al aire libre, con el paulatino abandono de la habitación en cuevas,

y por unos materiales arqueológicos muy concretos, que van desde cerámicas

lisas, las puntas de flecha de retoque bifacial, a variados elementos ornamentales

y representaciones de ídolos en estilizaciones antropomorfas y materiales muy

diversos. La metalurgia en general es escasa y poco incidente.

Los materiales líticos encontrados en este yacimiento fueron numerosas puntas

de flecha de sílex, geométricos, hachas, azuelas y molinos. Por lo que respecta

a los materiales cerámicos se encontró cerámica lisa a mano, cucharones y

campaniformes incisos. Los materiales metálicos más importantes fueron fragmentos

de punta de cobre, punzones de sección cuadrada de cobre y hachas planas.

Asimismo fueron hallados huesos de animales pertenecientes a ciervos, corzos,

jabalíes o uros. Otro tipo de materiales encontrados fueron cuentas de collar,

botones de perforación en V y esferoides de barro cocido.

Los ídolos son otro elemento muy localizado en el Eneolítico del Levante.

El gran ídolo de La Ereta, trabajado en asta de ciervo, apareció en el estrato III,

a 0'90 metros de profundidad y a 1 metro otros dos ídolos oculados sobre

huesos largos fragmentados. El estrato III es el primero en el que no hay indicios

de metal, y es curioso que también en ese estrato apareciera un cráneo

humano, lo que podría relacionarlos con un enterramiento. Los únicos ídolos

de este período que aparecen estratigrafiados son los de La Ereta del Pedregal

y por ello interesa particularmente este yacimiento, fundamental para el

conocimiento del Eneolítico valenciano, con sus secuencias desde el Eneolítico

al Bronce.

La fecha de Carbono 14 referida ha sido muy contestada por parecer

incongruente con la cronología actual del Eneolítico, ya que la muestra procedía

de la base del yacimiento. La continuación de las excavaciones ha llevado a una

nueva interpretación de la secuencia. El estrato I correspondería al Bronce

valenciano; el II al Eneolítico final; el III y IV con dos niveles de fondos de cabaña,

al pleno Eneolítico, sin metal; el V sería del Eneolítico inicial. Se ha puesto en

duda la posibilidad de establecer una relación entre las estratigrafías antiguas

en que aparecieron los ídolos y los resultados de los últimos trabajos.

Puntas de flecha encontradas en La Ereta

117

La mala conservación de la cerámica impide que se disponga de una adecuada

tipología, y de formas y decoraciones que serían de gran utilidad, entre las que

se cree que aparecerán las campaniformes desde el 2500 a. de C., como ya se

han encontrado recientemente para niveles posteriores al 2000. Hacia el 2000

las defensas naturales se refuerzan con la construcción de una muralla o basamento

pétreo de empalizada. La probable desecación del lago obligaron al abandono

del lugar, ya que no ofrecía seguridades defensivas y desde el 2000 hay tendencia

al encastillamiento, lo que se generaliza a partir del 1600 a. de C.

Los análisis polínicos realizados nos presentan un paisaje abierto, intensamente

influenciado por la acción humana a través de los cultivos y el pastoreo de

ganado; con bosques de pinos y carrascas (encinas), con predominio alternativo

según las épocas; algún castaño y sauce en las zonas más húmedas, junto a

abundantes herbáceas, especialmente las que acompañan a los cultivos.

La fecha que proponen Martí y Gil para el desarrollo de los niveles eneolíticos

II-V, estaría entre el 2.500 y el 2.000, es decir entre el final del Neolítico, a

mediados del III milenio y los comienzos del Bronce hacia 1.900/1.800.

Recientemente se ha hecho un breve balance de los resultados de las excavaciones

en La Ereta. El nivel inferior, con el que se inicia la vida del poblado correspondería

al final del Neolítico y comienzo del Eneolítico en la primera mitad del III milenio.

El siguiente, sin metales, son del pleno Eneolítico, a mitad del III milenio. El III

estrato, donde se ha localizado la muralla del poblado y en donde aparecen

los primeros objetos metálicos y escasos fragmentos de vaso campaniforme

inciso, se sitúa a finales del Eneolítico (2.000 a.C.). El nivel IV presenta tierras

removidas con materiales eneolíticos y algunos de la Edad del Bronce.

Como se puede comprobar el yacimiento de la Ereta del Pedregal se presenta

ciertamente complejo, tanto por las alteraciones sufridas como por su misma

naturaleza y el medio en el que se encontraba. La fecha "post quem" viene

determinada por la datación del C14, que da el 4180 +- 300 a. de C. De acuerdo

con esto la vida en el lugar, es decir, el primer asentamiento, se pudo realizar

hacia el 3000 a. de C. continuando ininterrumpidamente la vida durante el

Eneolítico, con ruinas de cabañas o grupos de ellas. Fundamentalmente la

economía se basaba en la explotación agrícola y ganadera como actividades

principales, completada con la actividad cinegética y quizá la pesca en un lago

con suficiente extensión y profundidad.

Cuchillos hallados en La Ereta

118

Una ciudad ibérica del siglo IV a. C.

Visitar La Bastida de les Alcusses, en el término municipal

de Moixent, es como realizar una visita completa al pasado.

Esta fue una de las ciudades más importantes del norte

de la Contestania ibérica en el siglo IV a.C. Sin embargo

desconocemos su nombre, así como también las causas

históricas que motivaron su destrucción y su abandono

hacia el 325 a.C., después de una corta existencia de

cerca de 100 años, justo en el período de máximo

apogeo de la Cultura Ibérica, aunque de las

excavaciones se deduce una destrucción violenta. Se

accede por la carretera de Moixent-Fontanares, con

acceso señalizado, o a través de un agradable paseo

entre pinos. Ocupa una extensión de 650 m. de longitud

y unos 150 metros de anchura. Está considerado como

uno de los principales poblados ibéricos de la Comunidad

Valenciana.

Las ruinas fueron descubiertas en 1909 por Luís Tortosa,

y en el mismo año fueron visitadas por Ballester Tormo,

que inició las excavaciones arqueológicas. Las realizadas

por el Servicio de Investigación Prehistórica de la

Diputación de Valencia entre los años 1928 y 1931

descubrieron, aproximadamente, la mitad de la

superficie de la ciudad. La magnitud de los restos

constructivos y la riqueza de los hallazgos, entre

los que destacan una lámina de plomo con

escritura ibérica tartésica; figuras como la del

Guerrero de Moixent, una estatuilla de bronce de

un guerrero a caballo de una altura de 7'3 cm.; gran

cantidad de instrumentos de hierro y una variada vajilla de

cerámica, hicieron que este yacimiento fuera declarado

Monumento Histórico-Artístico en el año 1931.

La Bastidade les Alcussesde Moixent

Estatuilla�Guerrer de Moixent�

119

El entorno geográfico y el paisaje

El poblado está situado en la cumbre de un cerro alargado y aislado del

sistema montañoso de la Serra Grossa, a 741 m. sobre el nivel del

mar. La Bastida limita al norte con el llano de les Alcusses y al

sur con el valle del Alforí de Fontanares. En este punto se

cruzan dos vías de gran importancia histórica que aprovechan

sendos corredores naturales: el camino que pone en

comunicación la costa con la meseta y la Alta Andalucía,

conocido en época romana como la Vía Augusta, y el curso

del río Vinalopó que se dirige hacia las tierras alicantinas.

Esta situación privilegiada convirtió la Bastida, aparte de

En la actualidad, el Museo de Prehistoria ha retomado la línea de investigación

en La Bastida con un amplio proyecto de excavaciones, restauración y difusión

del yacimiento con el fin de mostrar a todos los visitantes la importancia del

patrimonio arqueológico de Moixent, y al mismo tiempo, la posibilidad de

descubrir, conocer, e incluso reproducir como vivían nuestros antepasados, los

íberos. En los nuevos estudios se han identificado conjuntos de edificaciones

de posible función sacra o palaciega.

Estancias delas casasencontradasen laBastida

El sistema defensivo y el urbanismo

La ciudad ocupaba una extensión de más de 4'5 hectáreas, protegida por

una muralla de trazado sinuoso que se adapta a la cima de la montaña. El

acceso se realizaba por la parte occidental a través de un camino del que se

conservan tramos con huellas de carriles excavados en la roca por el paso de

carros. Después de atravesar una gran espacio, de 1'5 hectáreas, delimitado

por un largo lienzo ciclópeo y sin restos constructivos, se llega al recinto

enmurallado. De la muralla se conserva la base de piedra, de 4 metros de ancho

y 2'5 de alto, a la que hay que añadir el alzado de adobes que tiene una altura

original entre 6 i 8 metros. Esta construcción estaba revestida por una capa de

fango y, posiblemente, coronada de almenas. En el frente oeste del recinto se

abre la puerta principal y a su lado se conservan dos torres cuadrangulares

aunque hay huellas de la existencia de otras seis torres en la misma área, hoy

desaparecidas. Otras dos puertas, más pequeñas, se sitúan en los lados norte

y sur, y una cuarta en el extremo oriental, también defendida por una torre.

La Bastida muestra un urbanismo complejo, con grandes casas agrupadas en

manzanas y dispuestas a un lado ya otro de la calle central que recorre todo

el poblado. De esta calle principal arrancan las calles secundarias perpendiculares,

así como la plazas, una de ellas con una gran cisterna. Un camino de ronda

recorre todo el perímetro enmurallado. Tanto la red viaria como las viviendas

se adaptan al relieve del terreno, cuya pendiente obliga a nivelar el terreno

donde se han construido las manzanas de casas mediante muros

de contención que están rellenados de piedras y tierra. Así,

las habitaciones van escalonándose, lo cual

condiciona la organización

un oppidum defensivo, en un centro económico donde materias primas y productos

manufacturados indígenas se intercambiaban por objetos de prestigio importantes,

tales como las cerámicas griegas.

El estudio de las maderas carbonizadas encontradas en la Bastida, y en la

cercana necrópolis del Corral de Saus, muestra que durante la época ibérica

había un paisaje de bosque de encinas, despejado por zonas de pinos silvestres,

y sotobosque denso formado por enebros, sabinas, coscojas y espinos. El fresno

nos indica un bosque de ribera en las márgenes del río Canyoles.

Muralla de entrada al poblado ibérico

120

121

La vida en el poblado

La vida cotidiana del poblado gira entorno de los trabajos relacionados con

la transformación, la preparación y el almacenamiento de alimentos. Los molinos

giratorios para moler el cereal y los centenares de vasos cerámicos encontrados

así lo hacen entender. La cerámica, fabricada en torno y decorada con motivos

geométricos, comprendía una gran variedad de formas como ánforas y jarras

para almacenar alimentos, vajilla fina de mesa y ollas más bastas para cocinar.

También es frecuente la presencia de vasos griegos, verdaderas piezas de lujo,

que son un claro exponente del comercio con otros pueblos mediterráneos.

La actividad textil queda testimoniada por los contrapesos de arcilla, que

tensaban la urdimbre de los telares de madera, y por las fusayolas, piezas

cerámicas pequeñas asociadas a los husos para hilar. Las agujas de hierro y

los restos de esparto carbonizado muestran el aprovechamiento de las

fibras vegetales para la fabricación de alfombras, capazos, albardas o

alpargatas.

El trabajo de los metales ha dejado gran

cantidad de huellas en la Bastida de les

Alcusses a través de escorias, hornos

metalúrgicos y objetos metálicos. Los íberos

fabricaron en hierro todo tipo de

herramientas de labranza e instrumentos

artesanales de carpintería, adobe o

pedrería, así como un magnífico

armamento compuesto de cuñas,

espadas, cuchillos, lanzas, dardos,

espuelas y escudos. Los objetos de

uso personal, como fíbulas, botones,

broches de cinturón o anillos, son

en bronce, mientras que la plata

y el oro se reservaban para la

joyería fina de pendientes,

diademas o anillos.

La láminas de plomo

escritas en alfabeto ibérico

interna de las casas y la situación de las puertas que se abren en los lugares

más accesibles.

Las viviendas de la Bastida son de una sola planta, compartimentada en

diversas habitaciones y con una superficie entre 80 y 150 m2. Los espacios se

distribuyen de manera diferente según las necesidades y las actividades de sus

ocupantes, aunque predomina el modelo de vivienda principal donde se

encuentra el lar, centro de la vida doméstica, y estancias secundarias que se

destinan a almacenes, áreas de trabajo o establos. Muchas de estas casas

muestran remodelaciones y ampliaciones que en muchos casos invaden y

reducen el espacio de las calles.

Entradade carro

meridional muestran la complejidad de la

sociedad ibérica. Son planchas muy finas,

que suelen aparecer enrolladas, escritas por

las dos caras. Aunque la escritura ibérica

todavía no ha sido descifrada, el plomo de

Almacén

Patio

HornoMolino

Sala principalVestíbulo

122

El trabajo en el campo

La agricultura era la principal actividad productiva de los íberos, complementada

con la ganadería. Poseían un variado instrumental agrícola de hierro, muy

semejante al utilizado hasta nuestros días, compuesto por rejas de arado y

agujas, hoces, podadoras (podones), layas, alcotanas, etc. que nos hablan,

como también lo hacen los restos carbonizados de entonces, de la importancia

del cultivo de secano. La introducción del arado de timón, arrastrado por bueyes,

permitía cultivar en extensión tierras que antes eran improductivas. Así, a los

pies del poblado se extendían los campos de cereales (trigo, cebada y, en menor

medida, mijo), de viñedos y olivos, mientras que en las márgenes de los cursos

de agua, en zonas bien irrigadas, se cultivaban legumbres y se plantaban árboles

frutales.

la Bastida parece tratarse de una lista de nombres propios seguidos de numerales

rallados, lo cual se interpreta como un documento comercial de cuentas

canceladas. Igual que las series de pesas y platos de balanza, todo nos habla

de activos comerciantes conviviendo con los artesanos y campesinos en la misma

ciudad.

Los animales domésticos comprendían ganados de ovejas y de cabras,

fundamentales para el abastecimiento de carne y de leche, pero también de

pieles y de lana. No se puede olvidar la importancia del consumo del cerdo y

del ganado bovino. El buey era muy valorado como fuerza de tiro, el asno como

un animal de carga, mientras que el caballo era considerado un animal noble

de montura. La caza también fue un recurso económico significativo, en especial

el ciervo y el conejo, así como el aprovechamiento de frutos silvestres.

Lámina deplomo escrita enalfabeto ibérico

Reviviendo

una casa ibérica

La reconstrucción de una

casa ibérica en la Bastida nos

permite revivir el ambiente

doméstico de una familia

campesina de hace 2300 años.

La vivienda, de 125 m2, reproduce

una casa, excavada en 1928,

compuesta por un núcleo central (vestíbulo, sala principal, área de molienda

y cocina), un patio y un almacén.

A partir de los restos encontrados en la excavación se han utilizado los mismos

materiales y técnicas constructivas que usaron los íberos, todos ellos procedentes

del terreno: la tierra, la piedra y la madera. Las casas tenían un zócalo de piedra

sobre el que se levantaban las paredes de atabones que, a su alrededor, se

revestían de tierra, se lucían con cal y, a veces, se decoraban con tonalidades

rojizas, azuladas o negras. El suelo era de tierra pisada y solo excepcionalmente

de piedras (cantos) y losas. Los tejados eran planos y consistían en un denso

entramado de vigas y troncos, y una cubierta vegetal que sostenía una gruesa

capa de tierra. Este tipo de construcción en la que el material predominante

es la tierra, requería un mantenimiento constante.

Después de un estudio riguroso y científico de los ajuares encontrados durante

la excavación se ha recreado, mediante réplicas, la ambientación interior de la

vivienda. Un telar, un molino giratorio, jarras y ánforas de almacenamiento,

vajilla de mesa y de cocina, herramientas de labranza, cestas, alfombras y pieles

son los equipamientos y utensilios domésticos que reviven esta casa tal y como

la dejarían sus ocupantes unas horas antes de la destrucción y el abandono de

la Bastida de les Alcusses, allá por el final del siglo IV a. C.

El Ayuntamiento de Moixent ofrece la posibilidad de concertar visitas, tanto

para particulares como para grupos de escolares, de manera totalmente gratuita.

En este último caso la visita incluye la proyección de un vídeo sobre el yacimiento,

una visita al Museo de Prehistoria en el que se pueden contemplar piezas

arqueológicas encontradas en el poblado, la posibilidad de moler trigo en un

molino de piedra, abrir las puertas de la casa con enormes llaves de madera y

practicar la escritura íbera a través de símbolos.

123

Representaciónfigurada de lascasas de la Bastidade les Alcusses

Vigas y troncos

Tierra

Enlucidode cal

Zócalo depiedra

Atabones

Decoración dealmangra

Tierra piconada

Revestimientode barro

Domingos y festivos: de 10 a 15 horas

De martes a sábado:

de octubre a abril: de 10 a 14 h. y de 16 a 18 h.

de mayo a septiembre: de 10 a 14 h. y de 18 a 20 h.

Visitas guiadas y reservas:

de miércoles a domingos de 10'30 a 14 h.

Calendario y horarios:

Ajuntament de Moixent: 96 229 51 36

Romero

124

La necrópolis ibérica delCorral de Saus deMoixent

La necrópolis

ibérica de Corral

de Saus toma su

nombre de un

viejo habitáculo

rural contiguo a las

tierras donde fue

localizada (sita en

la partida de

Gramoixent o Les

Ventes), que fue

abandonado y

asolado ya en 1971,

cuando se descubrió

el yacimiento

arqueológico.

Se encuentra situada

a 8 kilómetros de

Moixent, junto a la

autovía Madrid-Valencia

por Albacete. Está situada en las inmediaciones

del Río Cànyoles y constituye hoy la necrópolis

ibérica valenciana más septentrional de las conocidas.

Es la única de estas características en la Comunidad

Valenciana al norte del Júcar, con estructuras y

restos arquitectónicos de esta naturaleza.

La presencia de los ajuares encontrados implica

que la riqueza arqueológica material de las necrópolis

ibéricas es generalmente muy superior a la de las

ciudades. El Corral de Saus es uno de los dos yacimientos de gran importancia

arqueológica de Moixent, es contiguo al otro gran yacimiento de la población:

la Bastida de les Alcusses. Ocupa una extensión aproximada de 10.000 metros2,

de los que hay excavados unos 400. Hasta el momento el Servicio de Información

Prehistórica de la Diputación de Valencia, de la mano del arqueólogo José

Aparicio, ha realizado allí nueve campañas de excavación

arqueológica, y seguirán haciéndose más con miras a

crear "in situ" un museo en torno al tema "El más

allá en el mundo ibérico. El mundo de los muertos".

Dicho museo podría ubicarse en

una construcción rural que se

encuentra dentro del

perímetro acotado, y

acogerá los prototipos de

los cuatro modelos de

tumbas localizadas en el

lugar, alguno de ellos

único.

�Damita�

125

El descubrimiento, en 1971, de esta

necrópolis ibérica causó una auténtica

sensación, pues sus tumbas, restos

arquitectónicos y esculturales aportaron una

considerable masa documental a la

arqueología nacional, concretamente a la

Cultura Ibérica. En el Corral de Saus existen

grandes tumbas cuadrangulares con paredes

de piedra en seco y cubierta protectora

(encachado) tumularia; una gran tumba

cuadrangular con tres gradas de sillares

encuadrados; tumbas en hoyo protegido

con pequeñas piedras, y tumbas en caja

rectangular revocada. Hay presencia de

enterramientos dobles o colectivos, muy

frecuentes en toda el área ibérica,

generalmente tumbas de mujer y niño, con

restos óseos quemados. Asimismo fueron

hallados materiales cerámicos (sobre todo

de cocina) y metálicos que se pueden

contemplar en el Museo Municipal Histórico-

Artístico de Moixent. También fueron

recuperados restos de la malacofauna, sin

estar determinado si estamos ante especies

terrestres o marinas.

Esta necrópolis es básica para el

conocimiento del período orientalizante o

arcaico de la Cultura Ibérica. Con los restos

encontrados se demuestra que a principios

del Siglo IV a. C. todo el mundo representado

por los animales fantásticos y exóticos

extraños al propio mundo indígena, se vino

abajo, y cómo en las tumbas cuadrangulares,

con gradas o sin ellas, se emplea trozos de

sus monumentos previamente desmontados,

escuadrados, corazados y cercenados o

mutilados en su caso. Se trata, pues, de una

necrópolis única y singular.

El monumento de estructura funeraria

que podemos hallar en el Corral de Saus es

el conocido por el de tipo pilar-estela, cuya

principal característica es la de estar

compuesto por un basamento escalonado,

pilar, capitel y un remate escultórico

zoomorfo (toros, leones, ciervas, esfinges y

sirenas). Del análisis de los restos

arquitectónicos y escultóricos procedentes

de los pilares-estela, destaca el capitel de

gola decorada con las "damitas", con

granadas y adormideras características de

la cultura ibérica y la iconografía

mediterránea.

Busto con ojosalmendrados

126

Del estudio de las muestras

procedentes de un mol ino

barquiforme y de uno de los relieves

de la Tumba de las Sirenas, además de

otras muestras de rocas, se ha concluido

en que la materia prima empleada para la

talla de las piezas procede del entorno del

yacimiento, y por extensión se deduce que

también ocurre lo mismo con la piedra de las

esculturas de la necrópolis.

El rito funerario de los íberos era el de la incineración

o cremación del fallecido junto con sus pertenencias sobre

una pira de troncos, en un lugar destinado a este fin.

Posteriormente se recogían las cenizas y se introducían en una

cerámica, la cual, a su vez, se enterraba en un hoyo. Alrededor

acompañaban al difunto diversos enseres para su viaje al más

allá (vasijas cerámicas de distintos tipos, armas, adornos personales,

alimentos, etc.). Todo este conjunto de urna y ajuar era cubierto

de distintas maneras, según su categoría social un simple túmulo

de tierra, un encachado de piedras, una estructura piramidal

rematada con alguna escultura), y de todos estos tipos hallamos

ejemplos en el Corral de Saus.

En el Corral de Saus han aparecido cientos de restos escultóricos, figurativos

y arquitectónicos (esfinges, grifos, arpías, sirenas), esculpidos en una piedra

caliza amarillenta traída de canteras cercanas, son todos fragmentos

intencionadamente desfigurados y manipulados para ser reutilizados como

simples sillares o mampuestos de los túmulos que cubrían las tumbas mayores

halladas en las excavaciones. La escultura mayor, a la que pertenecen las

piezas halladas en esta necrópolis, está fabricada en piedra y destinada,

bien a representar la imagen de la divinidad u otros enseres sagrados, bien

a enaltecer los valores guerreros de los jefes, o simplemente a dejar constancia

de las escenas asociadas a los rituales (damas oferentes, músicos, sacrificios,

etc.). Asimismo hay que considerar como escultura mayor los elementos

arquitectónicos que acompañan a estas figuras (capiteles, volutas, plintos,

columnas, frisos, etc.) muchos de los cuales representan decoración en

bajorrelieve, geométrica o figurativa. Casi todas las esculturas del Corral de

Saus pertenecen a la fase clásica o helenizante (500-300 a. C.).

Vasocaliciforme

Vasos funerarios

127

Los restos arqueológicos hallados en

las sucesivas excavaciones proceden de

los ajuares de las tumbas, en lo que se

refiere a materiales cerámicos, armas u

objetos de adorno; y de encachados o

túmulos de las tres tumbas principales, en

lo referente a los restos escultóricos.

Del interesante "corpus" cerámico

señalar que los restos aparecidos

acompañando a sus propietarios

difuntos corresponden a una

variadísima gama de vasijas ibéricas

(urnas, tinajas, caliciformes, tarros,

platos, pateras, jarros, copa,

cuencos, etc.) o de importación (de

barniz negro y campanienses), así como fusayolas. La

decoración abarca desde temas geométricos hasta

zoormorfos y simbólicos. El material metálico incluye, en

hierro: armas (falcatas, lanzas y soliferreum), anillas, clavos,

etc.; y en bronce: agujas, anillos, brazaletes, botones,

hebillas, pinzas, ganchos, asas, etc. Otros materiales

menos abundantes son el hueso (cabezas de alfiler,

arandelas, barras, placas perforadas), la pasta vítrea

(cuentas de collar y colgantes), la terracota (mascarillas

con rostros femeninos, placas circulares, tégulas) y la

piedra (alisadores, molinos, azuelas). A estos materiales

habría que añadir los restos humanos (restos de huesos

calcinados y, sobre todo, cenizas) y faunísticos.

�La Sirena�

128

Poblado ibérico de CerroLucena en Enguera

El yacimiento arqueológico de Cerro Lucena de Enguera se localiza en un

cerro de 429 metros de altura máxima y con una altura relativa respecto al llano

de 110. Forma parte de una pequeña sierra paralela a la Plana de Enguera,

localizada al norte de ésta. La extensión del yacimiento supera ampliamente

las 5 Has. de superficie. El cerro tiene dos elevaciones, coincidiendo con cada

uno de sus extremos: la más alta es la occidental con 429 metros, mientras que

la oriental mide 417 metros. En esta última se localiza la zona excavada entre

finales de la década de los sesenta y principios de la de los setenta del siglo

pasado. Como consecuencia de estos trabajos se pueden ver los restos de

aproximadamente una veintena de departamentos y una torre de aparejo

ciclópeo, de clara influencia helenística. Se trata de un asentamiento fortificado,

con un espacio perfectamente estructurado en su época del que se conocen

más de una veintena de yacimientos.

Hasta el momento Cerro Lucena es sin duda el mayor yacimiento de época

ibérica y el más interesante de la comarca de la Canal de Navarrés. Por la

superficie del mismo y por su localización en un punto estratégico en altura

está clasificado como un yacimiento de segundo tipo, comparable solo a un

reducido grupo de yacimientos de su entorno geográfico. A pesar de la excelente

visibilidad de la que disfruta, algunos yacimientos de su subzona escapan de

su control visual directo, situación que se ve compensada con su interrelación

con otros de su área de influencia.

Este yacimiento controla una extensa zona agrícola situada al norte del

poblado. La presencia de varias fuentes en el entorno incrementa el potencial

económico de su área de captación de recursos. La presencia de la Plana de

Enguera al sur del mismo, sierra que separa el Valle de Enguera del Valle del

Cànyoles, contribuye a diversificar los recursos disponibles en el poblado.

Entre los materiales encontrados, conservados algunos de ellos en el Museo

Arqueológico Municipal de Enguera, destaca un conjunto de cerámicas ibéricas

con decoración figurada. Junto a varios vasos decorados donde predominan

las temáticas fitomorfas, se cuenta con dos fragmentos con decoraciones

zoomorfas y uno en el que se conserva parte de la cabeza, torso y extremidades

superiores de una persona. Los materiales arqueológicos recuperados durante

la excavación nos indican que el poblado de Cerro Lucena permaneció ocupado

129

al menos desde principios del s. IV a de C.

hasta la segunda mitad del s. I d. de C.

El tamaño del yacimiento, la presencia de

un urbanismo y un sistema defensivo

elaborado, cerámicas ibéricas decoradas, e

importaciones griegas, junto con la

documentación de plomos escritos en el mismo

nos permite reconocer su carácter urbano.

Hasta la fecha éste es el único yacimiento con

estas características en la comarca de La Canal

de Navarrés.

Las últimas investigaciones sobre el

poblamiento en la Contestania hacen plantear

la posibilidad de que un yacimiento de las

características de Cerro Lucena pueda tener

un territorio propio, aunque desconociendo

el grado de autonomía que gozaba respecto

a la próxima Saitabi, con la que existía una

vía de comunicación directa. Podemos hablar

de la existencia de una red viaria que

vertebraría la comarca ya desde época ibérica,

y que, ahora, se empieza a conocer.

Recientemente se ha identificado, integrado

en este conjunto de vías, un camino que une

el yacimiento de Cerro Lucena con Saiti y con

el resto de poblados del Valle del Cànyoles.

Esto es lo mismo que afirmar que el poblado

de Cerro Lucena se encontraba comunicado

con una de las arterias de comunicaciones

más importantes de la Península ibérica en la

antigüedad: la Vía Heraclea/Augusta.

Se cuenta con testimonios que demuestran

que en el mismo cerro donde se ubica el

yacimiento, hace años, se podían observar las

carriladas o marcas de las ruedas de los carros

dejadas sobre la base rocosa por la que

discurría el camino, hoy tapadas por la cubierta

vegetal. En la actualidad se constata la

existencia de esta antigua vía en algunos

tramos del Azagador de Lucena, donde son

visibles las marcas sobre el lecho de roca del

camino, originadas por la intensa circulación

de carros y que constituyen la prueba visible

de la existencia de este camino.

El camino localizado en el Azagador de

Lucena comunica hacia el oeste Cerro Lucena

con el yacimiento ibérico de Castellar de Meca

y hacia el este con el yacimiento más

significativo de la Contestania, la ciudad de

Saitabi; que los investigadores no dudan en

clasificar a esta última como la capital de al

menos el norte de la �región� ibérica de la

Contestania.

130

El tesoro de �Gramoixent�

Parte de las monedas del tesoro

La moneda fue introducida en Hispania por los colonizadores griegos,

quienes hacia el 550 a. de C. fundaron algunas colonias. Allí mismo, un

siglo después, comenzaron a acuñar monedas con los epígrafes de las

cecas de Emporion y Rodas (Gerona), Contagiados por ellos, los pueblos

indígenas (íberos) iniciaron emisiones propias en numerosas ciudades,

imitando los patronos griegos, si bien con los epígrafes escritos en su

lengua vernácula. La colonización fenicia y las posteriores invasiones

cartaginesa y romana, complicaron el panorama monetal de tal modo

que empezaron a circular en Hispania monedas griegas foráneas, hispano-

griegas, hispano-fenicias, cartaginesas foráneas, hispánicas indígenas

y romanas.

Pero la moneda tardó en introducirse de lleno en la conciencia ciudadana y

en el comercio. Fue la necesidad de pagar a las tropas la que aceleró el proceso

de monetización, y la que provocó que se ocultaran muchos "tesoros". El hecho

de que se les pagara indistintamente con diversos patrones monetales, así como

la variada procedencia de la monedas, explica que en esos tesoros aparezcan

monedas de diversa índole, incluso de bandos opuestos.

Uno de esos "tesoros" fue escondido en un ánfora por tropas cartaginesas

o romanas en la actual partida de "Gramoixent" (Moixent), en algún lugar

cercano al poblado ibérico del "Castellaret de Baix" y su necrópolis del "Corral

de Saus", poco después de la toma de Cartagena por Escipión en el año 209

a. C., es decir, en plena Guerra Púnica. Estaba compuesto, además de algunas

láminas de plata en bruto todavía como sistema premonetal, por 149 monedas

(todas de plata), casi todas anepígrafas (sin inscripciones relativas a ciudades

o personajes), repartidas de la siguiente forma: 115 monedas hispano-

cartaginesas probablemente acuñadas en Cartagena, 2 monedas hispano-

fenicias acuñadas en Ebussus (Ibiza), 29 monedas hispano-griegas acuñadas en

131

Emporion (Ampurias), 1 moneda romano-hispánica acuñada en Sagunto, 1

moneda púnica de valor desconocido, muy rara, probablemente acuñada en

Ebussus y 1 moneda griega acuñada en Siracusa (Sicilia). Además, existen otras

3 monedas también hispano-cartaginesas que podrían haber pertenecido al

tesoro, con lo que el número total de monedas podría haber sido de 152, de

las que en la actualidad se conservan 53, y el resto se halla en paradero

desconocido.

El tesoro de "Gramoixent" (o simplemente "de Moixent") fue hallado en

1910, y ese mismo año lo publicó Luís Gestoso en el "Boletín de la Real Academia

de la Historia", ofreciendo descripciones de las monedas, aunque cuando el

tesoro llegó a sus manos ya le faltaban algunas piezas. Poco después, Antonio

Vives seleccionó al menos una moneda de cada serie para la colección del

Instituto Vives de Don Juan, de Madrid, dejando un fichero con los datos de

estas piezas. Posteriormente el tesoro se dispersó.

De las 53 monedas que se conservan en la actualidad, incluyendo las tres

que ofrecen dudas, 40 se hallan en el citado Instituto madrileño, 10 en el Museo

Británico de Londres, y 3 en el Museo de Albacete. La moneda siracusana se

ha perdido, pero se conserva un vaciado en escayola que permite su identificación.

Un estudio de Mª Paz García-Bellido, de 1990, rescató piezas que permanecían

inéditas, corrigió errores anteriores y añadió aclaraciones, además de otros

datos sobre cada una de las monedas. Gontrán Cháfer, en otro estudio, habla

de las características de este tesoro y su iconografía (básicamente de la dinastía

cartaginesa de los Bárquidas, a la que pertenecían los caudillos Amílcar Barca

y sus hijos Aníbal y Asdrúbal).

El tesoro es de gran importancia para conocer el trasiego monetal de aquella

época, unida a su valor arqueológico, numismático y hasta material. Los

mogentinos están realizando acciones para recuperarlo de alguna manera, en

el amplio sentido de la palabra, tanto rescatándolo del olvido y conociéndolo

bien, como intentando -por parte de las autoridades- devolverlo a su lugar de

origen, siquiera una sola de las piezas, que enriquecería notablemente los

fondos del patrimonio histórico-cultural de Moixent.

132

El castillo-conventode Montesa

El Castillo es, sin duda, el atractivo turístico más

importante de Montesa. El 13 de abril de 1926 fué declarado

Monumento Nacional. Se encuentra actualmente en ruinas,

pues está derrocado a raíz de los terremotos de los días 23 de marzo

y 2 de abril del año 1748, y en él tan solo se puede reconocer algunas

dependencias de lo que fue en su día el Sacro y Real Convento de la orden

de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama. Las partes más legibles

del castillo son el claustro, la sala capitular, parte de la planta de la iglesia

del convento, algibes y otras dependencias menores.

Sus ruinas, abandonadas a su suerte por la misma orden de Montesa, pasaron al

Estado después de la Desamortización de 1835. En 1887 compró el castillo Leopoldo

de Pedro y Nash, marqués de Benamejís de Sistallo y caballero de la orden de Montesa,

el cual se lo cedió a su hijo, Joaquín de Pedro. Este último se lo vendió a Ramón

Jorge de Dalmau i Falces, más tarde marqués de Olivart, hasta que finalmente

el Ayuntamiento de Montesa lo adquirió en 1970, después

de un pleito con éste.

Aunque su origen se remonta a la

época islámica, las partes que se

conservan datan de los siglos XIV al

XVI principalmente, ya que por decisión

del rey Jaime II sobre esta fortaleza se edificó

un convento de la orden de Santa María de

Montesa. La distribución espacial del edificio

siguió la planta promovida por la orden del Císter,

a la cual estaba unida Montesa.

En el castillo solían vivir una veintena de frailes, cuya ocupación

principal era la plegaria, siguiendo la regla de San Benito. El gobierno

de los religiosos estaba encomendado a un prior, hasta el año 1668

monje del monasterio de Santes Creus (Tarragona). Un caballero de la orden, con

el título de sub-comendador, hacía las funciones de alcaide del castillo, mientras que

otro, el sub-llavero, ejercía la jurisdicción que tenía la orden de Montesa sobre ésta

y sobre Vallada. Cuando una persona quería recibir el hábito de caballero, una vez

realizados los trámites que prescribían los estatutos de la orden, pasaba al castillo de

Castillo y población de Montesa

133

Entrada al Castillo

134

Montesa. Una vez nombrado caballero, tenía que residir al menos durante cuatro

meses en el castillo, para aprender las ceremonias y oficios de la orden. Para los

religiosos la forma de tomar los hábitos era más sencilla que la que se realizaba para

cruzar a los caballeros. Después de un año de noviciado ya podían profesar. Más

adelante los que querían recibían la orden sacerdotal, pasando algunos de ellos a

las parroquias donde la orden tenía a su cargo el cuidado de las almas.

Teniendo en cuenta las obligaciones religiosas que iban a tener los religiosos de

la orden de Montesa, en el castillo se edificó un monasterio que en la medida en que

lo permitió el terreno se adaptó a las plantas típicas promovidas por los monasterios

cistercienses. Las obras más importantes se ejecutaron durante el gobierno del tercer

Maestre de Montesa, fray Pere de Tous (1327-1374), quien mandó construir la sala

capitular, el refectorio, la iglesia, una cisterna, el horno y la muralla que rodeaba el

convento. Todavía hoy, en uno de los muros de la torre del homenaje, se conserva

el escudo del Maestre Tous. A finales del siglo XIV, durante el gobierno del maestre

fray Berenguer March, se construyó el claustro. El resto de maestres de Montesa

realizaron otras construcciones, así fray Lluís Despuig (1453-1482) construyó el

dormitorio y la capilla de San Jorge, mientras que fray Francesc Llançol de Romaní

mandó hacer una magnífica portada para las habitaciones del maestre, hoy en día

en el Palacio de la Generalitat, en Valencia.

La distribución espacial de los elementos del castillo, atendiendo a textos del siglo

XVIII, empezaba por la puerta del recinto, a la cual se accedía por un puente levadizo.

Tras ella se encontraba un horno de gran capacidad, y contiguo al mismo había una

hospedería. Luego le seguía un salón y la habitación de los Grandes Maestres. Tras

135

ella, inmediatamente, se hallaba iglesia, después el refectorio, la cocina y en la parte

este estaba una torre cuadrada con una bóveda de más de 20 palmos de gorda y

las correspondientes paredes. Desde esa torre, dando una rodeo en dirección nordeste,

estaba el dormitorio del noviciado y la habitación del prior. Asimismo estaba allí la

pitancería, y en el patio había una pequeña caballeriza, que a través de una escalera

dividía éste y los cuartos del comendador mayor, que estaban sobre el portal. El centro

de estas obras se dividía en tres partes, la primera un patio con su cisterna; la segunda

el claustro y la sala capitular, y por último otro patio con una gran cisterna que

terminaba en la torre.

El castillo y la villa de Montesa adquirieron importancia a partir de la época islámica,

debido a que su ubicación estratégica dominaba el valle. El castillo conserva todavía

elementos espaciales típicamente islámicos, tales como la entrada en codo y la

albacara. Con el paso de Montesa a manos cristianas el castillo quedó a cargo de

Bernardo de Bellvís. En 1312 se puso fin a la antigua orden de los Templarios. Jaime

II consiguió la creación de una nueva orden militar con los bienes que tenían los

templarios y los hospitalarios, radicando en Montesa el convento de la nueva orden.

La elección de Montesa fue debida al hecho de encontrarse en la frontera sur del

antiguo reino con una numerosa población musulmana ya conquistada, pero también

se debió a esa situación estratégica de control del valle de Montesa, vía de acceso

hacia Castilla. El año 1317 se promulgó la bula de fundación de la orden, aunque

no se instituyó oficialmente hasta mediados de 1319. Después de diversos avatares

históricos, los terremotos de 1748 fueron definitivos. El castillo se derrocó por completo

enterrando a la mayor parte de sus moradores. Como consecuencia de la catástrofe

136

los frailes de la orden de Montesa

supervivientes se trasladaron, ese mismo año,

a Valencia al Palacio del Temple, donde se construyó

un nuevo convento.

El Ayuntamiento de Montesa, dentro de las posibilidades

económicas de un pueblo pequeño, inició el año 1996, después

de muchos años de olvido por lo que respecta a intervenciones

en el castillo de Montesa �las últimas datan de los años 50-,

una serie de pequeñas actuaciones, que pretendían evitar la

destrucción total de los restos del Convento.

Así, se le encargó al arquitecto Salvador Vila Ferrer el primer

proyecto. El objetivo que perseguía el mismo era la consolidación

y reconstrucción de algún elemento, así como la limpieza del

recinto, siempre con el ánimo de hacerlo visitable. Fruto del

esfuerzo de distintas instancias entre los años 1997-2000 se

llevaron a término obras de consolidación de muros y se recuperó

la rampa de acceso original al castillo.

Iniciada la actual legislatura, no hace falta insistir en que el

símbolo definitorio de la villa de Montesa (su castillo) tenía que

ser también un objetivo prioritario. Así, siguiendo el trabajo de

recuperación iniciada hace unos años, en octubre de 1999 se

solicitó a la Asociación Macizo del Caroig, a través del Leader

II, ayudas per poder dotar al castillo de una �acometida� de

energía eléctrica y una de agua, infraestructura inexistente hasta

entonces pero necesaria para poder realizar cualquier obra en

el futuro. La intervención permitirá abaratar los gastos de

cualquier obra de consolidación que se realice dentro del castillo,

facilitar la instalación de maquinaria para la que se necesite

energía eléctrica, subrayando en algunos aspectos la belleza

del monumento, con la iluminación de alguna de sus partes y

el ajardinamiento del claustro.

En 1997, la Dirección General de Patrimonio de la Conselleria,

encargó al arquitecto Salvador Vila Ferrer un proyecto de

consolidación de aquellas estructuras más deterioradas, aunque

todavía nada se ha llevado a cabo al respecto. El pasado año

2004 la Diputación otorgó al Ayuntamiento de Montesa una

subvención de 15 millones de las antiguas pesetas, con el fin

de iniciar el proceso de reconstrucción de la Sala Capitular del

Castillo, proyecto que también se le ha encargado a Vila Ferrer

y que comenzará a ejecutarse en breve.

HABITACIONESDEL GRANMAESTRE

HORNO

PUENTE

137

COCINA

TORRE

REFECTORIO

SACRISTÍA

IGLESIA

CLAUSTRO

SALACAPITULAR

HABITACIONESPRIOR Y NOVICIADO

CISTERNA

PATIO DE LACISTERNA

Para visitar el castillo hay que pedirla llave en el Ayuntamiento

Distribución espacial de los elementos del Castillo,según un texto del siglo XVIII

138

Retablo de"San Miguel

de Tous"de Bartolomé

BermejoEl 5 de abril de año 1468, el caballero militar Antoni

Joan i Marrades, V Barón de Tous y Terrabona, pagó a

Bartolomé Bermejo, en Valencia, el primer anticipo del

encargo que terminaba de hacerle, para que el joven artista

le pintara un cuadro dedicado al Arcángel San Miguel, en

el que él mismo iba a estar retratado en actitud orante, con

destino a la parroquia de la baronía (creada en 1347, siendo

su tatarabuelo Bernat Joan el señor de Tous). En Valencia, San Miguel se

asociaba en ocasiones con la reconquista, además era popular y frecuente

en la literatura.

Bartolomé Bermejo fue uno de los principales artistas españoles del último tercio

del siglo XV, la última etapa del gótico internacional. Dominó perfectamente la técnica

del óleo, y los matices de su estilo hacen suponer un período de entrenamiento

flamenco, aunque el trabajo de Bermejo no deja lugar a dudas respecto a su origen

español, pues su pintura se caracteriza por el refinamiento lírico. Entre sus mejores

obras está este admirable San Miguel, un trabajo intensamente estilizado, con las

texturas perfectas, maravillosamente decoradas en virtud de armonías y ritmos de

colores. Como típico artista español de esa centuria gusta de pintar cuadros en los

que el efecto de riqueza sea uno de sus principales valores, y debido a ello, conserva

los fondos de oro como era frecuente en la Península. Las pinturas góticas internacionales

están caracterizadas por figuras alargadas, trajes elaborados, y con ricos detalles

naturalistas. En el caso de Bermejo sus personajes, en general, se imponen por su

grandiosidad y por la sensación de estabilidad que producen.

La obra, pintada al óleo sobre tabla de madera, tiene unas dimensiones de 1'97

m. de altura por 0'82 m. de ancho. Se trata de una representación policromada en

la que el arcángel aparece con una espléndida armadura ceremonial cargada de

joyas. Su cuerpo forma un arco que comienza con la espada que sostiene en la mano

derecha en posición de ataque. El arcángel, figura principal, presenta unas alas de

plumas y están sombreadas en tonalidades que van del rojo al verde. La coraza de

la armadura, que parece de oro, refleja las agujas y torres góticas de una ciudad

(probablemente Jerusalén Celeste). La colocación de la capa que lleva San Miguel

produce la sensación de estar volando. El autor quiso, al parecer, producir el efecto

de personaje sobrenatural. En la parte inferior derecha aparece la figura del demonio,

una figura que llama mucho la atención, el polo opuesto al bello arcángel. Se trata

de un monstruo mezcla imaginaria de dragón y otros animales. En la parte inferior

izquierda aparece la figura arrodillada de Antoni Joan, con una espada que algunos

especialistas califican de auténtica maravilla. El suelo es básicamente de piedra, con

piedras, hierbas y algunas amapolas.

Todos los indicios indican que el San Miguel de Tous era la parte central de un

retablo que estaría compuesto, además, por cuatro piezas más. Estuvo en la primitiva

iglesia de Tous, como parte central del retablo barroco que presidía el altar mayor,

139

Retablo de San MiguelArcángel de Tous

140

que sin duda existió en ella hasta que, casi tres siglos después, hacia 1740, se trasladó

el mismo a la nueva Iglesia. La Iglesia se construyó bajo el señorío de los Castellví

(Condes de Carlet), en unos solares existentes junto al río Júcar, y es la que conocimos

antes del traslado del pueblo y aún después de 1982, cuando por la rotura de la

presa emergió de las aguas.

El transcurso del tiempo, el consumo de velas y aceites para el culto a lo largo de

los siglos y la humedad derivada de las muchas inundaciones, provocaron que a

finales del siglo XIX el cuadro estuviese muy deteriorado. De las inundaciones sufridas,

la más terrible para los habitantes de Tous, de la que se guarda memoria, fue la del

4 y 5 de octubre de 1864, ésta dejó -en palabras reflejadas por el informe regio

redactado por D. Miguel Bosch y Julià- a la Iglesia en muy mal estado, pues el agua

subió dentro de la misma a la altura de 6'64 m. sobre el nivel del suelo. A ello hay

que añadir que en 1878 hubo otra riada.

En un inventario parroquial, practicado el 28 de diciembre de 1864 entre D. Ramón

Benlloch (cura párroco de Tous) y D. Ramón Millet (regente de la misma, nombrado

por el Arzobispo por la enfermedad que afectaba al primero) se mencionaba, entre

los bienes propiedad de la parroquia, un "cuadro del Arcángel San Miguel".

Posteriormente, D. Francisco Catalá (cura ecónomo) hace otro inventario, firmado

por el Juez D. José Fantova y D. Pascual Guitard, el 27 de diciembre de 1878, en el

que refleja que hay "un cuadro de madera de san Miguel muy deteriorado que dicen

tiene algún valor". El 15 de mayo de 1886, después de la toma de posesión en la

Parroquia de D. Francisco Berrinas, se realiza un nuevo inventario en el que se recoge

"un cuadro de San Miguel muy deteriorado". Y en el inventario de 1902 ya no

aparece la referencia del cuadro y, por tanto, parece claro que entre ambas fechas

tuvo que haber desaparecido.

Antoni Joan i Marrades,V Barón de Tous y Terrabona

141

Se desconoce qué hizo que el marchante alemán Charles Dowdeswell apareciese

por el empobrecido Tous. Es inexplicable cómo pudo primero llegar allí (un pueblo

sin ni tan siquiera camino carretero, casi olvidado y oculto) y después adquirir un

extranjero el cuadro central del retablo de San Miguel. Y además lo hizo por el escaso

caudal que posibilitó la compra de los candelabros y la cruz procesionales. Quizás la

llegada del tren al vecino pueblo de Alberic, en noviembre de 1895, facilitase la

transacción. Es un época oscura de la que poco sabemos. Según algunas informaciones,

que no se han podido comprobar, en 1890 ya estaba la obra en Berlín, en manos

de un comerciante alemán.

Pero según el investigador D. Elías Tormo, el que mejor ha estudiado el tema, es

en 1904 cuando aparece y lo adquiere Sir Julius Wernehes, en cuya casa palacio ha

estado en poder de sus herederos (Sir Harold y la familia Butter) hasta que en agosto

de 1995 fue adquirido por el gobierno británico para la Nacional Gallery, el principal

museo de Londres y uno de los más importantes del mundo. Precisamente como

"espléndida tabla, y una de las adquisiciones más importantes que ha hecho la N.

Gallery en los últimos años" es calificada por la dirección del museo. El cuadro debió

salir de Tous, pues, hace cien años. El cuadro aparece en una de las salas principales

del referido museo en un lugar destacado.

Desde hace algunos años se había desarrollado la idea de recuperar el cuadro.

Vista la imposibilidad de ello se asumió la consecución de realizar una copia artística

del cuadro original que fue venerado en Tous durante cuatrocientos años. Finalmente

se eligió aprobar el proyecto del joven pintor, también de origen cordobés como el

original, I. Cevaquevas Siles. Desde entonces el pueblo de Tous ve a diario la copia

que se hizo a mitad de la década de los noventa.

142

143

La tabla de la"Virgen de Gracia"

de la parroquiade Enguera

Pintura de la tabla dela Virgen de Gracia

La Iglesia Arcipestral de San Miguel Arcángel de

Enguera, de estilo tardorrenacentista herreriano y

construida entre 1585 y 1645, cuenta con uno de los

más bellos retablos del arte valenciano: el de la Virgen

de Gracia, y formando parte del mismo está el cuadro

de la Virgen de Gracia, del s. XVI y de estilo gótico-

renacentista, pintura atribuida al artista italiano Paolo

de San Leocadio. Este pintor fue uno de los primeros

maestros en introducir en España el estilo del Quattrocento

italiano (Renacimiento). Esta documentado que estuvo en

Valencia entre 1472 y principios del s. XVI, muriendo en esta

ciudad el año 1520. Su pintura de la �Virgen del caballero

de Montesa�, óleo sobre tabla conservada en el Museo del

Prado, es una de las primeras obras en las que aparece la

sensación de perspectiva.

Esta tabla formaba parte de un retablo gótico-renacentista

y fue arrancado de su altar plateresco por un desconocido,

en agosto de 1936, y se llevó a Xàtiva para ser guardado

durante la guerra civil como patrimonio del pueblo. Allí

estuvo desde 1936 a 1939 en el que fue devuelta a Enguera.

Ya de vuelta en su pueblo de origen y a instancias del Alcalde

Jaime Barberán Juan en 1961 -por mediación de D. Eduardo

López Palop- fue llevada al Museo del Prado donde se

encargó de su restauración D. Manuel Pérez Tormo,

(restaurador general de Bellas Artes y miembro de la Junta

de Conservación del Estado). Allí quedó expuesto hasta

finales de noviembre del mismo año.

En marzo de 1963 llega la tabla a la Diputación de Valencia,

quedando expuesta en el salón Dorado de la Generalitat del

19 al 14 de septiembre, rodeada de las fotografías de la

restauración. El 29 de septiembre de 1963, quedó instalada

en la capilla del Bautismo de la Iglesia Arciprestal de San

Miguel Arcángel de Enguera, para la admiración de los fieles.

Mide la tabla 2'10 m. de alto por 1'38 de ancho.

En cuanto al origen del cuadro se puede afirmar que

procede de una donación de D. Miguel de Borja, Señor de

Enguera y Duque de Gandia. Esta tabla data del 1500 y

después de su restauración en el Prado, se observaron una

serie de coincidencias con otra tabla, propiedad del museo,

comprada a los Osuna, descendientes de los Borja. Se trata

de La Virgen del Castillo de Montesa, que pintó Paolo de

San Leocadio y con otra tabla más pequeña, que representa

a la Virgen de los Dolores y que es de la misma época.

Entre la tabla de Enguera y la de Montesa hay una serie

de coincidencias: el niño es el mismo y también la alfombra,

144

lo que hace sospechar que ambas fueron pintadas en

el mismo lugar. Se ha descubierto similitud en la delicadeza

de las manos de la virgen y en las telas que arrullan al

niño. En las tablas de la Virgen de Gracia y la de los

Dolores la modelo es la misma, incluso en la inclinación

de la cabeza y las delicadas sedas que adornan su rostro,

y también llevan la misma joya. Todo esto hace sospechar

o atribuir la pintura de Enguera a dicho pintor, que por

aquella época estuvo en Valencia y Gandia bajo el

mecenazgo de los Borja.

El cuadro repite el esquema de composición que venia

siendo habitual en los pintores (florentinos y sieneses)

desde la Edad Media a la hora de repesentar a la Vírgen:

entronizada entre ángeles músicos. A sus pies hay dos

minúsculas damas orantes, la de la izquierda con toques

de viuda, al parecer. El italianismo está patente en las

figuras, incluso en las dimensiones de las donadoras,

pues en el norte suele dárseles las mismas de los seres

celestiales. También es italiano de tradición el fondo de

oro. En cambio, la técnica flamenca sorprende en la

manos de María, sobre todo en el transparente, sutil

cendal con la que cubre la desnudez del Hijo.

La tabla de Enguera muestra el logro alcanzado en la

coyuntura efímera: es un conjunto majestuoso, rico y

lleno de sentimiento por la hermosura melancólica de

la Virgen; por la expresión hondísima del Niño, que

bendice; por las bellas figuras y actitudes de los ángeles;

por la intimidad realista de las devotas orantes; por el

colorido, con los tonos púrpura y oros rebajados

dominantes; por la labra del brocado y la delicadeza del

armiño y los brillos de las joyas.

Particular resalte adquiere en la tabla la cesta de cañas,

al pie de la Virgen: ofrenda humilde, con hogazas, huevos

y medio pan de rollo. Es un pormenor más del gusto por

el natural vibrante propio de la vertiente flamenquizante

de la pintura, que contrasta con lo solemne de la

composición vista en el arte de Italia. Es pintura de simple

composición y desprovista de episodios.

El altar plateresco de madera sobredorada, obra de

Adrián de Antich, era el originario de la tabla. Fue donado

por el sacerdote, Carlos de Borja (hermano del Señor de

la villa). La Hornacina donde se guarda está recubierta

por un díptico representativo del Bautismo de Cristo,

obra en talla del artista valenciano Francisco Sambonet

y pintado por Vicente Rodríguez (profesor de pintura en

la academia de San Carlos y Director-Conservador de la

casa museo José Benlliure). En la Parroquia de Enguera

hubo una cofradía de la Virgen de Gracia, de mucha

solera y arraigo, con un libro manuscrito del siglo XVI

encuadernado en pergamino y que se conserva en el

archivo parroquial. También existe en esta capilla un

armario (muy bien disimulado) que guardó los Palios.

145

Detalle de los ángeles

146

El retablo mayor de la Fontde la Figuera, de Joan deJoanes

Juan Macip Navarro, más conocido con el alias de Joan de Joanes,

nació alrededor de 1510 en La Font de la Figuera y murió en 1579.

La pintura valenciana tiene en su figura no sólo a uno de sus grandes

maestros, sino también al creador plástico que consolidó una manera

específica de interpretar esta disciplina artística.

Retablo mayor de la Iglesia de la Natividad de la Font de la Figuera

147

Sus cánones estéticos denotan las influencias tanto de la trayectoria de su

padre y maestro (el pintor Vicente Macip) como del contexto estético de la

Valencia renacentista. La iconografía religiosa del renacimiento tiene en Joan

de Joanes uno de sus exponentes más relevantes, con una sensibilidad

exquisita para captar el latido de su tiempo y plasmar en su obra, con un

talento singular, las ansias y vocaciones de sus contemporáneos. Su obra

trae a la pintura del Renacimiento español la tendencia artística de los

discípulos de Rafael. Su colorido, como en todo buen manierista, tiene

calidades de laca recorrida por fulgores misteriosos. La dimensión de su

pintura y la notoriedad que alcanzó en vida, ha hecho que sea un referente

de la pintura española del Renacimiento.

La pintura halla en Joan de Joanes un nuevo esplendor. Su estilo participa

de una tradición consolidada donde el individuo adquiere un protagonismo

cada vez mayor. La luz, acompañada de una sugestiva perspectiva, intenta

148

transparentar la psicología de los personajes. El rostro adquiere una gracia

contenida que no oculta la resolución del hombre por conquistar el espíritu.

Su pintura reconstruye el paisaje con un sentido místico, hay un afán por

fabular y llenar de leyenda cada uno de sus cuadros. La conversión del

color en una parábola de los sentidos alcanza en los trazos de este pintor

un inusitado mensaje: la grandeza no está en la imagen tácita y manifiesta,

sino en la razón que se presiente, más allá de la figura, y el silencio. Su

pintura nos hace reafirmar la raíces de un patrimonio que nos integra

decisivamente a lo mejor del universo de la creación artística.

Entre la producción de Joan de Joanes se encuentra el retablo mayor de la

Iglesia Parroquial de la Natividad de Nuestra Señora de La Font de la Figuera,

considerado como un valioso referente del pintor y una de sus obras más

emblemáticas. Este retablo, de gran envergadura y con un gran número de

pinturas de Joan de Joanes, finalizó en enero de 2005 su última restauración

a cargo de la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat Valenciana.

En esa intervención se han eliminado los barnices de la restauración que se

le hizo en El Prado (años 40) y los retoques, así como la suciedad que se

había adherido a la superficie durante siglos. El colorido original se ha podido

recuperar sólo en algunas tablas, pues el incendio acaecido en la Iglesia en

vísperas de la guerra civil, del cual se salvó milagrosamente gran parte del

retablo, dañó algunas de ellas de forma irreversible a causa de las grandes

temperaturas.

Estuvo expuesto en el Museo de Bellas Artes �Pío V� de Valencia hasta finales

de febrero de 2005 y finalizada la exposición fue trasladado nuevamente a su

ugar de origen. La carpintería original del retablo se perdió en 1936, pero por

fortuna sus pinturas nos han llegado en su casi totalidad. El retablo fue rehecho

tras la guerra civil, incorporándole en el sagrario copia moderna del pintor

Vicente López, de un Salvador rematado en arco según un modelo que guarda

el Prado en el que destaca la calidad del Dios Padre. La datación del conjunto

está fechada en torno al 1547, y encargado al pintor por Dª. Brianda Maza

Carroz de Arborea, señora de La Font de la Figuera desde ese mismo año, que

Detalle delretablocorresponienteal Tránsitode María

149

lademás costeó la reedificación de la capilla mayor y parte

del cuerpo de su iglesia.

De hecho, Dª. Brianda aparece en una de las pinturas

del retablo como donante de oración, en la parte izquierda

en la tabla del Nacimiento de María. La edificación de la

capilla debió emprenderse antes de 1550 en que Doña

Brianda renuncia al Señorío de La Font de la Figuera a

favor de D. Ramón Ladró. El retablo pudo ser pintado

inmediatamente después.

La organización y temática del retablo, con escenas

alusivas a la Vida de la Virgen en la mayoría de sus paneles

principales y a la Pasión en bancal y espiga, trata de emular

el retablo mayor de la catedral de Segorbe (1529-34),

documentado a nombre del padre del pintor, pero en el

que también él indudablemente colaboró, guardando un

imborrable recuerdo a juzgar por las múltiples soluciones

de aquél tomadas para realizar el de La Font de la Figuera.

El retablo contiene 28 pinturas: Dios Padre y Espíritu Santo,

San Miguel, Ángel Custodio, Nacimiento de María, Virgen

Anunciada, San Gabriel, Adoración de los Pastores,

Adoración de los Magos, Oración del Huerto, Crucifixión,

Descendimiento, Resurrección, Ascensión, Pentecostés,

Tránsito de María, Salvador Eucarístico, Melquisedech rey

de Salem, El Sumo Sacerdote Aarón, San Sebastián, San

Vicente Ferrer, Santa Lucía, Santa Bárbara, San Francisco,

San Onofre, San Ambrosio, San Gregorio, San Jerónimo

y San Agustín.

El guardapolvo superior del retablo, en el que Joan de

Joanes prefiere las figuras de Dios Padre y el Espíritu

Santo, es de las únicas pinturas autógrafas del pintor. La

pieza del Nacimiento de María es muy importante por

ofrecerse en ella, a la izquierda, un retrato de Dª. Brianda

que recuerda ostensiblemente a Ghirlandaio por su

enorme solemnidad. En la Adoración de los Pastores

Joanes ofrece características muy personales y una

iluminación más contrastada. En el Descendimiento

subyace el modelo de Sebastiano del Piombo. Comentario

aparte merecen las 3 pinturas que configuraron el

primitivo tabernáculo que, separadas del altar en

determinado momento, se conservan en el Museo del

Prado: el Salvador Eucarístico, Melquisedech y Aarón. El

reverso de estas tablas ofrece un rico esgrafiado en oro,

que seguramente configuraría la parte exterior del

sagrario. Las efigies pintadas, también sobre fondos de

oro, se hallarían en su interior, con la figura de Cristo en

el batiente de la portezuela.

Un elemento muy interesante y enigmático que ha

aparecido tras la limpieza de la última restauración es el

pictograma aparecido en el escudo del soldado durmiente

de La Resurreción. Es el único conocido en cualquiera de

las pinturas de Joan de Joanes, y que se sepa hasta la

fecha ningún historiador ha hecho referencia a él.

150

Las pinturas dela Iglesia

Parroquial deMontesa

La Iglesia Parroquial de la �Mare de Déu de l�Assumpció� de Montesa

es un templo de una sola nave, con capillas laterales entre contrafuertes

comunicadas entre sí a través de arcos de medio punto, que preside la

Plaça de la Vila de Montesa. Uno de los elementos más importantes de

su decoración lo forman sus interesantes pinturas, de varios estilos

pictóricos, que se han conservado.

Retablo deLas Ánimas

151

En las capillas

laterales del templo se

encuentran una serie de

cuadros. En primer lugar

un Calvario, ejecutado a

principios del siglo XVI (c.

1500-1520) por e l

denominado Mestre de

Borbotó. Se trata de una tabla de estilo gótico-renacentista.

De excelente factura es también el Retablo de las Almas, pintado durante

el último tercio del siglo XVI (c. 1590-1600) por el artista valenciano Vicent

Requena �el Joven�, de claro estilo renacentista.

Procedente originalmente de la Ermita de San Sebastián, podemos contemplar

en una de las capillas de la iglesia el Retablo de San Sebastián, patrón de

Montesa, pintado en 1559 por uno de los discípulos del círculo del gran

pintor del Renacimiento Valenciano Joan de Joanes.

El muro de la parte de los Evangelios del presbiterio está ornamentado por

la pintura de estilo barroco de La Resurreción de Cristo, que data del siglo

XVII (1637-1678), pintado por el interesante pintor valenciano Vicent Salvador

i Gómez. Por su parte el muro del presbiterio situado enfrente se ornamenta

con un cuadro atribuido al pintor José Amorós, pintado durante la primera

mitad del siglo XVIII. Se trata de la pintura Santa María de Montesa con

Retablo deSan Sebastian

152

las santas mártires Ágata y Lucia, y

en ella podemos ver -bajo la Virgen-

la vi l la de Montesa todavía

enmurallada y con el castillo en pie.

En la sacristía se conserva un

Calvario sobre tabla, de principios

del siglo XVI (c. 1500-1510),

atribuido al Mestre de Xàtiva o taller,

de estilo gótico-renacentista. Existen

en Montesa algunas pinturas más

de interés, pero éstas forman parte

de la colección que podemos

contemplar en su Museo Parroquial.

Calvario. Maestro de Borbotó

153

Los cucos dela Sierra de Enguera

Visitar los cucos en general, y los de la Sierra de Enguera en particular, es

como ir a un museo abierto, en el cual el mismo territorio es el soporte físico.

No se pueden extraer estas obras y encerrarlas en una sala, obviamente por su

tamaño, pero también porque éstos son manifestaciones de una cultura agrícola

y rural que tan sólo pueden ser admiradas y comprendidas en su entorno

natural, en sus paisajes de calzadas de piedra caliza, confundiéndose entre los

bancales y en sus barrancos.

Los Cucos de la Sierra de Enguera son elementos arquitectónicos característicos

y definitorios del paisaje agrario enguerino. Estas construcciones se levantan

en las fincas de secano de pequeño y medio tamaño, y se encuentran

relativamente alejadas del núcleo urbano. En ellas prevalece el aspecto práctico

sobre cualquier otro, mientras que el valor estético es un valor añadido y

normalmente no buscado de una manera intencionada por el constructor.

Los Cucos son construcciones que forman parte de la historia de Enguera,

manifestaciones de su cultura, y un legado arquitectónico tan importante como

humano, levantados con el esfuerzo de sus antepasados y por esto susceptibles

de conservación. No se puede visitar y admirar los Cucos de Enguera sin dejar

de sentirse transportado a un mundo y a una época de la que somos herederos.

Para ello se ha establecido una ruta de carácter turístico en la que, a través de

una guía donde éstos están reflejados, es toda una aventura el poder reconocer

estas construcciones situadas en un paisaje natural de piedra con el que a veces

se confunden.

Algunos de los Cucos que no puede dejar de visitar son: los de Miguel Gómez

Bleda, el de Mª Teresa Francés, el de Jaime Francés López, el Cuco Magna, el

Cuco Montanyola, el de Vicente Martínez Aliaga, el Cuco de José Esteve, etc.

CucodelAyuntamiento

Los "Cucos" (Enguera) son edificaciones de piedra seca de un altísimo

valor cultural y etnológico, ya que implica al agricultor con su entorno,

convirtiéndolo en arquitecto y protector del mismo, al evitar la erosión

del suelo y la destrucción del paisaje. Son parientes cercanos de los

"Bombos" de Ciudad Real, los "Chozos" y "Cubillos" de Albacete o los del

Maestrazgo en Castellón, "les Buries" del sur de Francia o los "Trulli"

italianos.

154

Técnica constructiva

El cuco se construye con los mismos materiales que se encuentran en los

campos de cultivo: la piedra caliza para levantar las paredes y las losas de

"tapar" para la cubierta. Se construye el cuco en el sitio elegido como más

idóneo dentro de la finca, habitualmente en donde no se puede cultivar. Si el

lugar elegido cuenta con una base firme no necesita cimentación previa. Para

la construcción de las paredes se emplea la técnica conocida como mampostería,

sin utilizar mortero. Es por esto que se dice que nos encontramos ante una

arquitectura de piedra en seco. Los muros de estas construcciones se levantan

a dos caras. Las piedras no suelen estar labradas. El acabado de las paredes

depende tanto de la calidad y forma de las piedras como de la habilidad de su

constructor.

Otro elemento que recibe especial atención a la hora de la construcción es

la puerta y el corredor de acceso que se forma en los cucos de paredes más

anchas. Para el remate superior de la puerta se emplea la utilización de una

losa a modo de dintel, o un arco de descarga formado por dovelas. Las paredes

interiores del cuco sirven de soporte para la construcción de diversos elementos:

chimeneas, alacenas, bancos corridos o poyos, y en un caso se puede ver un

pesebre (el cuco Magna). La anchura media de las paredes se sitúa entorno al

metro y medio, aunque no suelen tener un ancho uniforme. Otra constante es

la integración de rampas en las propias paredes para facilitar la construcción

y el mantenimiento de los cucos.

La cubierta de los cucos se construye con la aproximación sucesiva de las

hiladas. Con esta técnica el aspecto del acabado es similar al de una cúpula.

Se construye con diversos materiales, el principal es la losa (de caliza o de tapar).

El interior de los cucos suele mostrar las paredes desnudas, aunque hay ocasiones

en las que el interior está revocado con barro o incluso están encalado.

Normalmente los cucos se conciben como un elemento único. Es una

construcción sencilla que tiene un uso muy puntual, pero en determinadas

circunstancias el constructor las complementa con otras estructuras: habitaciones

adosadas de planta cuadrada con cubierta de tejas, cercados junto a los cucos,

bancos de piedra caliza, o incluso el caso único (partida del Boneguillo) de la

conservación de una pileta de picar uva o lagar. Una variante funcional del cuco

tradicional es el denominado cuco de agua, que en realidad es un aljibe construido

para almacenar agua de lluvia.

Cuco Magna

155

Clasificación de los CucosObservando las características de los cucos documentados en la Sierra de

Enguera podemos clasificarlos a grandes rasgos basándose en dos variables:

la forma de planta exterior y la forma de planta interior. Las plantas exteriores

se pueden agrupar en tres tipos: los de planta circular (con algunas subdivisiones),

los de planta rectangular y aquellos que se encuentran integrados dentro de

una calzada y que no se pueden clasificar en las dos categorías referidas. Las

plantas interiores ofrecen menos variantes y hay fundamentalmente solo dos

tipos: la circular y la cuadrangular.

Los cucos pueden aparecer exentos en una campiña, o pueden integrarse

dentro de una calzada. Respecto a la clasificación por el tipo de entrada hay

también de dos tipos: con las paredes del pasillo construidas "a plomo" formando

un plano perpendicular con el suelo, y los que las paredes forman un plano

convergente a medida que ganan altura. A pesar de que el cuco es una

construcción de una concepción bastante simple, la enorme variabilidad de

formas, volúmenes, tamaños, no hace sino plasmar la creatividad de cada

"constructor" y la multiplicidad de soluciones para una misma intención: la de

construir un refugio.

Funcionalidad

El fin de estas construcciones no es otro que el de servir de refugio ocasional,

ante los rigores del tiempo, cuando se realizan en las campiñas las tareas agrícolas

propias de cada momento. Si las labores de labrar, recoger, segar, etc. duraban

varios días, los cucos servían para albergar a los trabajadores. Además de refugio

ocasional o estacional el cuco aún cumple otras funciones. En un paisaje agrario

donde la tierra de cultivo es un bien escaso, el agricultor debe agudizar su ingenio

y poner en explotación las zonas aptas o marginales. Las campiñas de la Sierra de

Enguera se caracterizan por la abundancia de piedra caliza. El agricultor al comenzar

una roturación debe organizar la nueva explotación en función del relieve y del tipo

de suelo presentes en la parcela. Así puede emplear la piedra en la construcción

de calzadas o para ordenar los bancales para la producción, o bien puede construir

un cuco, que cumpliría así la doble misión de

servir de refugio y, a la vez, emplear el

exceso de piedra presente en la parcela.

156

Las barcasdel río

"Xúquer"El "Xúquer" ha ido construyendo la

comarca de La Ribera. Este río marca

el eje a lo largo del cual se articulan

simétricamente los ambientes riparios,

los sucesivos nichos ecológicos, las

arquitecturas básicas del paisaje y

hasta las morfologías del territorio.

Pero además el río vivido por los

ribereños es un producto de la historia

humana que ha ido uniendo las formas

de vivir y habitar una hoja de

inundación. No gratuitamente los

propios ribereños han ido modelando

el "Xúquer" aprovechándolo para

real izar d iversas act iv idades

productivas en las gruesas riberas

fluviales.

Las barcas del "Xúquer" son un

testimonio de este pasado todavía próximo

del río, pues éstas pertenecen a la larga

memoria del río. El agua y el río, unido a

su población, la economía, el paisaje y el

patrimonio cultural son el elemento común

de esta zona. Y uno de los referentes de

este patrimonio y paisaje singular son

precisamente las barcas, prácticamente

desaparecidas en su totalidad hoy en día,

y casi olvidadas. Las barcas del "Xúquer"

nos documentan acerca de la cotidianeidad

de los diferentes pasos fluviales por unos

parajes ahora abandonados, sobre la

diversidad de un río de aguas abundantes

antes de las obras de regulación y

expansión de los nuevos regadíos, y sobre

las generaciones y sagas de barqueros y

de maestros carpinteros y calafateadores.

Las barcas llanas y anchas, humildes,

transportadoras de vecinos, viajeros o

cargas nos hablan de un "Xúquer" vivo y

cercano, brillante y provechoso. Son una

muestra de valiosos recortes de la memoria

de los ribereños, una muestra de una

riqueza cultural perdida vinculada al hecho

de la rivalidad. La barca fue, para los

ribereños, un vehículo de unión y de

comunicación.Barca entre Cotes y Antella, en Càrcer

157

La historia de las barcas del "Xúquer" es también una historia de personajes:

barqueros, calafateadores, transeúntes y vecinos de las diferentes localidades

de La Ribera. Desde la misma conquista cristiana del siglo XIII, los ríos y las

barcas de paso fueron consideradas regalías, y por tanto formaban parte del

Real Patrimonio. En algunos casos estas se mantuvieron en manos de la Corona,

en otros los privilegios fueron otorgados a señores particulares, como es el caso

de la mayoría de barcas del "Xúquer". Al lado de estas barcas de uso público

y complemento de la red de caminos, se documentan también barcas privadas,

entre las cuales destacan las que formaban parte del utillaje de los molinos y

las denominadas "areneras".

La referencia más antigua que se conoce sobre las barcas del "Xúquer", es

una franquicia concedida por D. Gonçalo García al abad de Valldigna para

poder utilizar sus barcas de Segayren, Albalat y Riola. Del año 1388 data un

primer listado de barcas del "Xúquer". Una después la documentación notarial

recoge una subasta de los peajes de Alzira y de la arca de Alcosser. El control

de los pasos del río entre Alzira y Cullera no estuvo exento de problemas, así

encontramos un primer proceso entre Corbera y Huc de Mur por diversas barcas

en 1432. Los litigios sobre los derechos de barcas continuaron a través de la

historia. Se conocen también ejemplos de barcas para uso particular en el

"Xúquer" que datan del año 1416 y 1460.

Las comunicaciones entre Valencia y su Huerta con las tierras del sur del

"Xúquer" siguieron tres itinerarios. El occidental, a través de la Vall de Càrcer

(Vallfarta según Cavanilles); el central, por Alzira y el oriental, por Cullera.

Prácticamente hasta el siglo XX solo habían puentes en Alzira y Cullera. La

dificultad para poner puentes resistentes a las inundaciones se suplió, por tanto,

con las barcas de paso, que en la Edad Media eran 4 entre Alzira y Cullera

(Albalat, Segayren, Riola y Fortaleny) y 2 entre Cofrentes y Alzira (Sumacàrcer

y Alcosser). Frente a los ríos de las características del "Xúquer" la única alternativa

158

la daban los puentes de madera o de barcas, o las barcas propiamente dichas,

muy utilizadas en este río hasta el siglo XX. Ya a principios del siglo XX se

construyeron seis puentes metálicos desde Gavarda a Cullera (el de Alzira, el

de Cullera, el de Gavarda -1917- y los de Albalat de la Ribera, Riola-Sueca y

Sueca-Corbera).

En el tramo comprendido entre Alberic y Tous son también 4 las barcas

documentadas:

-la de Alcosser: alquería entre Gavarda y Alberic, despoblada en el siglo XIX,

es la más antigua y aparece documentada desde el siglo XIII. La denominada

barca del rey dependió en el siglo XVII del Duque del Infantado. Al construirse

la carretera en el año 1786, Carlos III recuperó la regalía instalando una nueva

barca entre Alcàntera y Beneixida y Gavarda-Alberic. El aumento de los

transeúntes y de las diferencias del lecho del río, llevó a colocar dos barcas en

el siglo XVIII, separadas unos 400 metros. A finales del siglo XIX esta barca fue

sustiuida por un estrecho puente de madera, hasta que en 1917 se construyó

el puente de Gavarda

-la de Sumacàrcer: fue colocada en el río por privilegio del año 1431, dejó

de prestar sus servicios alrededor de 1960 al construirse una pasarela

-la de Tous: aunque son usos medievales comenzó a tener presencia continuada

desde el año 1617, se mantuvo en el "Xúquer" hasta los años 70 del siglo XX,

cuando el pueblo de Tous cambió de emplazamiento

-la de Antella y Cotes: conocida por "la barqueta" comenzó a ejercer como

vehículo de paso entre las dos poblaciones en el año 1684, aunque solo a partir

de 1756 tuvo privilegio real. La barca más joven ha sido las que más ha durado,

todavía el 20 de octubre de 1982, día de la "pantanada" de Tous hacía el

servicio para el que fue construida, su último barquero fue Joan Folques Major.

La barca de Antella y Cotes

Cruzando el río por el parajedel molino viejo de Tous

159

Las reparaciones de las barcas y la construcción de las nuevas naves corría

a cargo de los maestros carpinteros y calafateadores contratados por el señor

de la población, casi siempre procedentes de Catarroja y El Tremolar. Sus

dimensiones no eran siempre las mismas, solían tener más de 10 metros de

eslora y más de 4 de manga. Para su construcción se utilizaba sobretodo madera

de pino rojo, eran calafateadas con sumo cuidado por dentro y fuera, con

alquitrán y estopa. Las barcas se utilizaban básicamente para cruzar el río, ante

la necesidad de tener que trabajar en las tierras de la otra parte de la ribera,

pues habitualmente los términos municipales se extienden a uno y otro lado.

Los trabajos diarios del barquero consistían en vaciar de agua la bodega si se

había producido alguna filtración, soltar las cadenas del amarre, girar el remo

y tirar del cable para acercar bien la barcas y facilitar el cómodo acceso de las

personas y los animales que esperaban; y después, arrancaba con esfuerzo el

movimiento de la barca hacia el otro costado, que por efecto de la corriente

continuaba sola al resbalar sobre el cable con ayuda del torno.

Con la edición, por parte de la Asociación Macizo del Caroig, del libro de

fotografías de Fermín J. García Pons "Les barques del Xúquer" se ofrece una

mirada de las actividades de las barcas a lo largo de la época foral, captando

la cotidianeidad natural y cultural del río antes de su desaparición. En él, hay

documentación que habla del pasado secular de las modestas barcas establecidas

en los pasos del río. Las barcas y los puentes de barcas también fueron claves

en el antiguo Reino de Valencia. La edición de libro trata de concienciar a la

gente e instituciones de la necesidad de recuperar estos fondos patrimoniales.

Las 100 imágenes que reúne toman como tema monográfico las barcas del

"Xúquer" de Tous, Sumacàrcer, Antella-Cotes, Càrcer-Gavarda, Alcosser-Alberic,

Alzira, Riola, Albalat de la Ribera, Fortaleny-Sueca y Cullera.

Las cámaras fijaron numerosos momentos de un río atravesado por vecinos

y viajeros, reteniendo los nombres de las últimas barcas y la fisonomía de

aquellos viejos barqueros y de ocasionales transeúntes, mientras otros utilizaban

los modernos puentes de hierro. Por otro lado las primeras páginas analizan

las barcas del "Xúquer" desde la documentación archivística, un trabajo del

historiador Vicente Pons Alós.

Calafateando la barca

160

Los pueblos que componen

la zona del Macizo del Caroig

ofrecen una rica y variada

oferta gastronómica a sus

habitantes y visitantes. Todos

ellos podrán elegir entre una gran

variedad de platos típicos -en

función de la zona y la época-, que

les harán recordar los olores y sabores

de antaño, las tradiciones y las materias

primas del resto del Mediterráneo. La situación

geográfica de su territorio hace que la gastronomía

tradicional de la zona del Caroig sea una combinación de la cocina valenciana

y la cocina manchega. Es una cocina sencilla, de carácter rural, practicada

durante siglos por pastores, labradores y cazadores. El viajero que se interne

por estas comarcas interiores puede encontrarse con más de una sorpresa

gastronómica, ya que el tipo de cocina que practican sus habitantes pertenece

a una corriente culinaria que viene en llamarse "cocina de interior", en clara

oposición a la "cocina de litoral" mucho más conocida y difundida.

El Macizo del Caroig posee una cocina típicamente autóctona heredada de

sus antepasados. Es recia, pero sencilla en su elaboración, y muy sabrosa.

Preparada con productos naturales de la tierra que combina los productos de

la zona de huerta con las carnes, y con recetas que se hunden en las diferentes

tradiciones locales. Como buenos valencianos también algunos habitantes de

estas comarcas del interior son unos grandes consumidores del arroz, en todas

sus modalidades. Según las maneras de cocinarlo tenemos arroces caldosos,

secos (en el horno) y los guisados en paella, en donde los ingredientes son

variadísimos, por lo que el recetario es muy intenso.

Quizá sea lo intrincado del paraje lo que ha preservado una joya culinaria: los

griñones, un guiso arcaico donde los haya. Su nombre

procede de la denominación valenciana de los

granos de trigo, granyons. Este plato combina

la carne y el trigo con alubias secas, hierbas

aromáticas del Caroig y "verdura"

silvestre, como las collejas o los rabanillos.

La otra joya culinaria la encontramos

en la zona más

occidental del

Macizo del

Gastronomía

161

162

Caroig, en donde se ha conservado hasta nuestros días una rica gastronomía

que, antaño, constituía la comida de pastores, carboneros, cazadores y todas

aquellas personas que tenían en el monte su medio de vida. Se trata del

gazpacho, un plato con el que se alimentaron los moriscos de esta tierra que

fueron expulsados en el año 1609. El gazpacho de Caroig es el plato estrella.

Es sin duda el elemento cohesionador del sentimiento de orgullo y pertenencia

a este pequeño territorio rural. Es un plato tradicional y popular que ha sido

transmitido a través de generaciones para convertirse en herencia propia.

En diciembre de 2003 se celebró en Enguera el I Concurso Nacional de

Variedades del Gazpacho "Macizo del Caroig", organizado por la Asociación

para la Promoción Socio-Económica "Macizo del Caroig" y Turcaroig (Asociación

de Empresarios Turísticos del Macizo del Caroig). Su objetivo es valorizar este

plato típico y característico de la zona, y convertir la gastronomía en un

complemento de desarrollo y promoción turística del territorio. La iniciativa ha

nacido con una vocación de continuidad, formando ya parte del circuito de

grandes eventos gastronómicos de la Comunidad Valenciana. De hecho, en

febrero de 2005 se celebró la II Edición. Se pone así en valor la gastronomía

del Caroig derivada de la carne de caza. En la época actual, en la que el regreso

al campo se produce por causa del cansancio de la vida urbana, se busca lo

rural como lo natural, como enlace de un pasado más puro. Así, el territorio

del Macizo del Caroig, cuna de los gaszpachos, busca su progreso y desarrollo

a través de la valorización de su patrimonio gastronómico.

Nuestra cocina ofrece un amplio espectro: carnes a la brasa, los gazpachos

del Caroig, las diferentes clases de paella, guisos diferentes y alimenticios

como "la olla de pastor" y la "paella de monte", cazuelas al horno, arroces

y pucheros figuran entre los platos predilectos que se elaboran con carnes.

No olvidemos los embutidos selectos y artesanos realizados con fórmulas muy

antiguas (longanizas, morcillas, patrotas, chorizos...) y la carne de orza, que

nos retrotrae a otras épocas en que la comida se tenía que guardar en época

de bonanza para los momentos de necesidad, incluso en algunas poblaciones

(La Font de la Figuera) todavía se sigue realizando la tradicional matanza

del cerdo. Es característica la elaboración de la "carne de jarrón", que consiste

en freír carne de cerdo y embutido con abundante aceite para guardarlo en

un recipiente de barro. Otra de las especialidades culinarias muy extendidas

en la zona son la tortas, también llamadas "cocas", en donde a las más

163

tradicionales de pimiento y tomate se le unen

otras de embutido.

Las huertas y las sierras de la zona proporcionan variedad y calidad con hierbas y

hortalizas que se usan como base de algunos platos típicos: arroz con hierbas (con

tomate y hierbas de la zona), gachamigas (sofrito hecho a base de pan duro, tocino

y ajo), mojete arriero (especie de "esgarrat" en el que se asa verdura al horno y se

sirve a temperatura ambiente con bacalao), mojete "bullío", paella con alcachofas

y habas, cazuela con "pencas", arroz al horno, arroz con "fesols i naps", arroz en

tanda, las "farinetes" (un sopa de ajos tiernos), la "borreta" (un plato de vigilia con

bacalao, coliflor, ñoras, ajos, laurel y aceite), etc.

El mundo de la repostería del Caroig es amplísimo, con muchas particularidades

y con un variadísimo recetario de dulces tradicionales, capaz de satisfacer los

paladares más exigentes. De entre los típicos dulces artesanales podemos citar:

los "pastisos de moniato", las "monas de Pascua", los "rollicos" de anís,

"orelletes", "rosegones", brazos de gitano, turrón de "rosas" y de almendras

y cacahuetes, el "arnadí" (hecho de calabaza y boniato), hogazas, "coques

cristines", la torta de "llanda", la torta de chicharrones, etc. En la práctica cada

localidad ofrece sus particularidades y hay algunos que sólo se elaboran en

determinadas fiestas, como el pan bendito.

Los productos típicos más extendidos son la miel (de azahar, romero, girasol,

mil flores...), la almendra y la naranja. Capítulo aparte merece la elaboración

del aceite de oliva virgen en zonas como Bicorp, Quesa, Navarrés, Bolbaite,

Enguera, Millares, Dos Aguas y Moixent, con importantes cooperativas y

almazaras que producen el aceite, en algunos casos, de forma artesanal y

ecológica. El aceite de la zona es de una excelente calidad.

Pero no podemos olvidar que en algunas poblaciones se elaboran quesos

frescos de servilleta y cazoleta, se cultivan y elaboran plantas aromáticas y especias

culinarias, y sabrosísimas y variadas frutas. La gran tradición enológica y el buen

hacer de algunas bodegas han dado lugar a unos excelentes vinos blancos y

tintos de alta calidad, como son los de las zonas de La Font de la Figuera,

Moixent y Enguera. Asimismo ha adquirido gran importancia la elaboración de

vinos ecológicos, producidos en algunas bodegas de la zona de Moixent.

164

El folkloreen las tierras

del CaroigLas poblaciones del Macizo del Caroig integradas

en las comarcas naturales de la Vall de Càrcer (Ribera

Alta), la Vall de Montesa (La Costera) y la Canal de Navarrés,

han sido tradicionalmente cruce de caminos entre La Mancha

y Valencia y zona de convivencia de ambas culturas. Ello

queda claramente patente en su música tradicional, que

goza de la riqueza de la hibridación.

Música de baile: En el Macizo del Caroig, al igual que en todo el sureste

peninsular, el baile suelto espontáneo se basaba en estos tres géneros:

seguidillas, fandangos y jotas. La principal diferencia con manchegos y

murcianos estriba en el tempo: las melodías valencianas se suelen interpretar

con un ritmo más pausado y cadencioso o que facilita el melisma. En la

actualidad este repertorio tradicional es guardado celosamente por las

asociaciones culturales y grupos de danza de la zona, entre las que cabe

destacar los grupos de Enguera, la Font de la Figuera, Moixent, Chella,

Navarrés...

Las seguidillas son uno de los géneros musicales más antiguos de cuantos

forman el repertorio tradicional, cosa que explica que nos hayan llegado pocas

versiones en la comarca. Existen dos tipos, diferenciados en el rasgueo y

golpeado de la guitarra: las manchegas y las torrás. Aunque formalmente

no lo sean, las jeringonzas del interior valenciano presentan un acompañamiento

musical similar al de las torrás, cosa que también observamos en la mayoría

de versiones manchegas. Se trata de un baile antiguo, ya documentado a

165

mediados del s. XVI, muy extendido por casi toda la geografía estatal, desde

Galicia a Canarias. Era un baile de rogle indispensable en cualquier baile

público: los participantes se disponen en círculo en cuyo interior un bailador

ha de seguir con pericia las mudanzas que le marca la bailadora bajo la atenta

mirada de los participantes. Se muda de pareja siguiendo las indicaciones de

la letra de la canción.

Mucho más numerosos son los ejemplos de fandangos recogidos. En los

pueblos valenciano hablantes se les llama ball de l�ú o de l�ú i dotze. Hemos

de hacer referencia aquí al llamado baile de cuentas o ball de comptes, que

tuvo su época de esplendor desde mediados del s. XIX hasta la década de los

30 del pasado siglo. Es un baile escolarizado, opuesto, como signo de distinción,

al baile espontáneo y mimético popular, mucho más sencillo. Para aprender

este tipo de baile, las familias bienestantes, contrataban los servicios del llamado

maestro de cuentas. Las mudanzas del baile de cuentas, se llaman passaetes,

pasaetas o pasaícas porque su característica principal es el cruce con la pareja

pasando al otro lado. Son muy comunes en La Canal, pero sobretodo en la

vecina comarca de La Costera, donde su capital, Xàtiva, fue foco difusor de

este tipo de bailes de escuela bolera.

El más moderno de los géneros de baile suelto es la jota, que en su expansión

decimonónica destrona a los anteriores géneros. Son abundantísimas las versiones

recogidas y es habitual que un mismo cantador conozca múltiples variantes

melódicas. Su ritmo alegre y la sencillez de su baile y acompañamiento musical

pueden explicar su rotundo éxito entre las clases populares, y especialmente

entre las familias labradoras. Pero desde finales del s. XIX la jota tiene que

empezar a competir con otros géneros modernos, de procedencia extranjera,

como habaneras, mazurcas, valses, polkas. Para cantar la jota, y ante la falta

de mejores instrumentos, bastaba con acompañarse de cacharros de cocina o

de una guitarra rasgueada.

Otra de las características de la jota en la comarca es la abundancia de estribillos

cantados que intentan paliar la escasez de instrumentos musicales. Y a fe que

166

lo consiguen. Cuando el cantador solista acababa

de cantar la copla, comenzaba uno o varios

estrebillos o arremachos que eran cantados a coro

por los presentes en el baile. Destacaremos las

jotas recogidas en Moixent, Vallada, Navalón,

Enguera, Chella , Navarrés, Bicorp, Sumacàrcer...

Dentro del repertorio de bailes, hay que destacar

sin duda alguna las llamadas Danses o Danzas,

características de la zona. Se trata de una muestra

de música tradicional que todavía conserva mucha

vitalidad en la zona, especialmente en la Font de

la Figuera, Moixent y Enguera. Se trata de una

manifestación ligada a las celebraciones de calle

y a las fiestas patronales, de raíz bastante arcaica

y antigua. En la actualidad suele ser ejecutado

por las bandas de música aunque tiene su origen

en los bailes públicos de "dolçaina i tabalet". Las

bailadoras lucen trajes muy vistosos que combinan

elementos rituales y prendas tradicionales, creando

así un atuendo específico para el acto: guardapiés

de seda, mantón de Manila, abundantes joyas,

cintas y lazos, flores... Los participantes bailan,

al son de una música muy cadenciosa, lenta,

solemne, ejecutando pasadas del "ball de

compte", en un recorrido marcado por la

tradición... Al final, este ritmo da paso a una

música mucho más alegre que se acelera

progresivamente par marcar un estruendoso final:

son las llamadas folías en Enguera, conocidas

como seguidilles en la Font de la Figuera.

Música de ronda: Las más importantes son sin

duda las rondas de quintos, que sobreviven en

algunas poblaciones. También hemos de citar en

la zona las valencianes y las albaes, que se

conservan especialmente en las fiestas para

homenajear a las festeras, clavariesas, camareras...

En tiempo de Navidad se cantaban por las calles

y en las casas los llamados arguilandos o

aguilandos, alegres cantos destinados a pedir

turrones, "pastissos", "rotllets"... Estos cantos

cuentan con una abundante presencia de

instrumentos de percusión populares: botellas,

castañuelas, panderas, cañizos, cascabeles,

morteros, trébedes, zambombas...

Música para acompañar las faenas: La zona

cuenta con un interesante repertorio de canciones

que acompañaban a hombres y mujeres en su

trabajo cotidiano. En el de ellas abundaban los

romances y canciones narrativas, que cuentan

toda clase de historietas reales o ficticias, la mayor

de las veces con una trama novelesca. En el de

167

AntoniGuzmán Madrigal

ellos destacan las canciones de labrar, segar o trillar,

dotadas de unos complicadísimos cantos melismáticos

de gran belleza.

Música religiosa: La música religiosa tradicional

cuenta todavía con importantes muestras vivas, que

pueden disfrutar especialmente durante las

abundantes celebraciones festivas de la zona. Por su

especial belleza musical hay que señalar las llamadas

Despertás del Rosario de la Aurora, entre las que

destacamos por su vitalidad las versiones de Quesa

y Anna, que combinan antiguas canciones polifónicas

con un majestuoso y solemnísimo acompañamiento

musical por parte de la banda de música local. También

se conservan numerosas salves y oraciones cantadas.

En la mayoría de los pueblos las procesiones suelen

concluir con el canto de los gozos, poemas narrativos

que relatan obra y milagros del santo festejado, y

que son de tradición medieval. Las celebraciones de

la Semana Santa guardan también antiquísimos cantos

de la Pasión, entre los que destacaremos los de

Navarrés.

Otras músicas folklóricas: El repertorio infantil,

de corro, de comba, de contar, de saltar... se conserva

con mucha vitalidad, ya que todavía hoy es usado

por los niños en sus juegos. En los ambientes festivos

adultos hay que destacar las habaneras y las canciones

humorísticas, para beber vino, de crítica, de burla...

Recientemente, la casa discográfica Tecnosaga,

empresa madrileña especializada en música tradicional,

ha publicado un disco compacto que recoge una

pequeña muestra del folklore de la zona. El trabajo

se titula �Enguera y la Canal. Música tradicional

valenciana� y es el volumen 34 de la prestigiosa

colección �La tradición musical en España�, que

edita esta casa. Con ello, y gracias a su difusión

en internet y diversos medios de comunicación el

folklore de la zona ha dejado de ser ese gran

desconocido. Pueden ampliar su información, o

conseguir este dignísimo trabajo en la página web

(www.tecnosaga.com), o acudiendo a la Escuela de

Folklore de Enguera (Casa de

la Cultura de Enguera).

168

En la zona del Macizo del Caroig ha

existido desde siempre una gran tradición

artesana, y aún hoy hay personas que

mantienen las formas artesanales de

trabajar. La práctica totalidad de los pueblos

que conforman este territorio tiene, entre

sus habitantes, a alguien que se ocupa de

algunas de las manifestaciones en el campo

de la artesanía. La zona ha apostado

claramente por su recuperación y puesta en

valor, por mantener vivas las costumbres

de la zona y a su vez determinar su potencial

como atractivo turístico.

La artesaníaen el Macizo

del Caroig

Exposición de productos artesanales enun stand de la Feria del Caroig

Uno de los productos artesanales más extendidos de

la zona es el esparto. Con él se elaboran, entre otras

cosas, sandalias, capazos, alfombras y aparejos para

animales. Trabajan el esparto artesanal: el Sr. Blas

Moreno, de Bicorp; el tío "Cosechas" (D. Alfredo

García Navarro), el tío "Cucharón" (D. Juan Bausá

Primo) y D. Juan Albuixech, los tres de Quesa; el tío

"Espardeñero" (D. Vicente Abad) y el tío "Chavos"

de Navarrés; Fina "La Ramonica", Irene "El Fevero" y

la tía "Eduvina", las tres son de Millares y hacen

manualmente las típicas "Esparteñas"; D. Juan Briz

Dauder de Tous; y también en las poblaciones de

Bolbaite, Enguera, La Font de la Figuera, Antella

y Sellent.

También trabajan la palma (con la que

se confeccionan escobas) los tres

artesanos de Quesa. La pleita (con

la que se hacen capazos y

correas) la trabaja en Navarrés

169

D. Vicente "Esquena", con restos

de cintas de plástico, y también

la trabaja Paco "La Pura" de

Millares; el mimbre (elaborando

cestería y muebles) se trabaja en

La Font de la Figuera, en

Bolbaite y en Vallada; el rattan

(para realizar muebles) se elabora

en La Font de la Figuera); y la

"boga" (para "embogar" sillas)

la trabajan los tres artesanos de

Quesa, Vicente "Esquena" de

Navarrés y José Barberá "Pepe

Cándida" de Millares.

Ocupa un lugar preeminente la

confección de bordados (los de

Estubeny, Antella, los de Dª. Consuelo Perucho de Cotes y los de Dª. Carmen

Benavent de Gavarda). También es importante la confección de trajes

artesanales (vestidos de niños y de primera comunión, se hace principalmente

en Antella; el ganchillo lo trabajan las mujeres de Navarrés y de Estubeny;

el encaje de bolillos tiene mucha tradición en Chella (la Sra. Vicenta "La

Agustinica") el que realizan los miembros de la Asociación La Vall de

Montesa y los de Dª Carmen Benavent (de Gavarda), que además realiza

manteletas de fallera ). Hay asimismo una gran tradición cerámica (en Antella

y en Alcàntera de Xúquer) y también de fabricación de pelotas de badana

para el juego del "raspall" (confeccionadas por las Sras. Dolores Tortosa y

Josefa Samper Sanchis, de Montesa; y las realizadas en Sellent).

No podemos dejar de lado la fabricación de puros caliqueños

(Bolbaite, Navarrés y Chella, en donde destacan

sobremanera) de muy buena calidad; la fabricación de

castañuelas (en La Font de la Figuera) con un diseño único

y característico que tienen algunos vecinos), la forja

(Enguera), la madera (Enguera), el hierro

(haciendo hoces, azadas y otros aperos, en

Antella), el cristal (Navarrés) y la piedra (en

Estubeny y en Chella, para fachadas,

chimeneas, calzadas, etc.).

Pelotas de badana parajuego de �raspall�