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Los orígenes de la Biblia ¿Dónde, cuándo y cómo nació la Biblia? SAN PABLO

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  • Los orgenes de la Biblia

    Dnde, cundo y cmo naci la Biblia?

    SAN PABLO

  • Los orgenes de la Biblia

    J. BRIEND, W. M. SCHNIEDEWIND, P. GIBERT, A. PAUL, T. RMER,

    R JOANNES, P. BORDREUIL, R BRIQUEL CHATONNET,

    J. MLEZE-MODRZEJEWSKI, M. HARL, C. DOGNIEZ, M.-R BASLEZ,

    H. COUSIN, D. MARGUERAT Y J. ZUMSTEIN.

    SAN PABLO

  • SAN PABLO 2011 (Protasio Gmez, 11-lS. 28027 Madrid) Tel.91742S113-Fax91742S723 secretaria.edit(2>sanpablo.es

    www.sanpablo.es Bayard, Pars 2007

    Ttulo original: Aux origines de la Bible

    Traducido por Salvador Pea Martn

    Distribucin: SAN PABLO. Divisin Comercial Resina, 1.28021 Madrid Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050 ventas(3)sanpablo.es

    ISBN: 978-84-285-3775-9 Depsito legal: M. 14.704-2011 Impreso en Artes Grficas GarVi. 28970 Humanes (fvladrid) Printed in Spain. Impreso en Espaa

    http://www.sanpablo.es

  • Prlogo

    Con los orgenes de la Biblia ocurre como con los orgenes del mundo, de la tierra o del hombre: el fin del recorrido es el miste-rio. Se suceden las hiptesis, las teoras conviven. Expertos sabios y entusiastas luchan, sin descanso, por traspasar los lmites de lo desconocido. Una poderosa y fascinante analoga se impone: la Biblia comienza, precisamente, con el relato de los orgenes del mundo, de la tierra y del hombre. Por su estructura y apariencia, la Biblia se presenta como el doble, como el reflejo del cosmos en un cuerpo de escritura; la percibimos, as, como la proyeccin grfica del universo donde evoluciona la Tierra, cuya faz puebla un ilustrado ser que se autoproclama hombre. Y concluye con una fastuosa rplica que conduce al lector a los fantasmas ya concluidos de las realidades primordiales: el Apocalipsis o Re-velacin. Sobre el rea literaria de ese grandioso intervalo que se despliega entre el Alfa, y la Omega, tenemos el Testamento llamado Nuevo a continuacin del que llamamos Antiguo, que hemos de entender continuado y finalizado en aquel, en el Nue-vo. Esto es lo que los eruditos medievales acabaran llamando en griego latinizado Biblia, trmino que tardara en imponerse, pero que as ha quedado, no menos inmortal que el objeto nico que designa.

  • Los orgenes de la Biblia

    De manera natural y con autntica pasin, el ser humano co-rre tras el origen de aquello que condiciona y produce la vida, la transmite y, sobre todo, la explica. De manera an ms natural, el ser humano indaga en el origen de aquello que dice y descri-be el origen. Ascender hacia ese objeto abre el camino hacia las palabras. En la expresin primigenia de los valores infinitos, el ser humano est seguro -o al menos as lo cree- de que ver los sugestivos rayos de una luz que penetra hasta los arcanos orge-nes. Son estos los efectos indeseables de una tendencia innata en el hombre a deleitarse en la propia contemplacin? O, por el contrario, se trata de un anhelo sano y fecundo de acceder a un avistamiento de lo absoluto, de acercarse al principio mismo de la vida? Pues no dudemos de que es una cosa y otra, gracias a un nexo dialctico cuya sorprendente virtud es la de ayudar a vivir y, ms todava, a tener esperanza. Parece ser una necesidad congnita en el ser humano la de ascender hasta la arqueologa de su propia existencia y, an ms, hasta la eternidad que la fun-da y la autentifica. Es as como a la postre inventa o descubre a Dios, incluso aunque slo sea para negarlo. Ahora bien, ir hacia el origen no equivale a lanzarse hacia el fin, hacia el ms all, en un impulso que aguijonea la espera y estimula la esperanza? La clave del libro del Apocalipsis, en efecto, puede perfectamente hallarse en el Gnesis. De manera que la Biblia es un modelo y una fuente, una mediacin y una ruta. Cuerpo y alma a la vez, ofrece un paradigma para la lectura de lo que est vivo. A partir de ah, son mltiples las preguntas que cualquiera de nosotros se plantea, las mismas que los ms avezados expertos formulan para contestarlas. Preguntas como las siguientes: dnde, cun-do y cmo naci la Biblia? Sobre qu elementos se han forjado su propia gnesis, su escritura inicial, sus textos ms antiguos?

  • Prlogo Q 7

    Qu exista, pues, en el principio, ya como embrin? En qu marco histrico se pusieron los cimientos del edificio literario que es la Biblia? Cules eran la materia y la forma de sus prime-ras piedras? Y, aqu, una vez ms, como ocurre con el mundo, con la Tierra y con el hombre, se suceden las hiptesis, conviven las teoras. Lo cierto es que no hay una sola respuesta en cada caso, sino varias. Esto es lo que muestra, con datos, sabidura y convicciones, la primera parte de la presente obra.

    Pero la Biblia, tanto en sus comienzos como ms tarde, es un texto. Y, cuando hablamos de un texto, nos referimos a una rea-lidad singular, desarrollada y autnoma; a la superficie limitada en la que se organizan los signos, incluidos los vacos semnti-cos o los silencios elocuentes; al espacio portador y productor de sentido; al objeto annimo que ah est para que lo leamos, lo reproduzcamos o lo copiemos, a veces para corregirlo, a me-nudo para estudiarlo y comentarlo y, si se da el caso, traducirlo. De manera sucesiva el texto es a la vez el fruto y el objeto de la produccin y de la comunicacin, de la significacin y de la in-terpretacin. En s mismo es materia fecunda de analogas con el tejido vivo, pero en la medida en que este condiciona la pala-bra y la emite. El texto es al mismo tiempo palabra enunciada y reserva de palabra, memoria ya adquirida y memoria por llegar. Combina la anamnesis con la profeca. Y tambin est la propia materia del texto, que comprende las palabras en que se agrupan las letras, y las frases en que se articulan las palabras. Todo esto, en un sistema de funciones sociales que se denomina lengua. Pero, adems, el texto de la Biblia es literario. Lo cual significa que nos hallamos ante una escritura especfica, dotada de rasgos propios, magnificada, donde creacin y produccin, arte y tc-nica conjugan sus virtudes y multiplican sus efectos. Tanto en

  • Los orgenes de la Biblia

    poesa como en prosa, la escritura abraza necesariamente unas determinadas formas, unos gneros concretos, que los contem-porneos saben identificar y reconocer. Dichas formas y gneros exigen, adems, que la lengua sea tambin literaria. De esto se si-gue una nueva serie de preguntas. Qu antiguos modelos refleja la primera escritura bblica? A qu formas o gneros literarios rinde homenaje? Qu lengua fue la suya, con qu alfabeto y qu grafa? En qu medida result esa lengua enriquecida, labrada e incluso transformada en su cometido literario? En qu poca y en qu contexto vio la luz esta produccin? El segundo conjunto de estudios ofrece respuestas, que acompaan o completan a las anteriores, en torno a la gnesis de la Biblia.

    Pero el hecho bblico no se limita al texto. La Biblia es un libro compuesto de libros, e hizo falta tiempo, siglos, hasta un milenio para que llegase a existir. Aunque libro, de todos mo-dos, hubo enseguida: primero un libro, luego varios y, un da, el Libro de los libros. Observemos que el libro es un producto de escritura cerrado y condicionado, instituido y transmisible. El libro es al cuerpo humano lo que el texto es a la piel; se presen-ta como el cuerpo del texto, o mejor, de un texto, a un tiempo volumen social y soporte fsico de este. Como tal, es un objeto literario, orgnico y clasificable, fcilmente identificable y con frecuencia firmado. Un conjunto de informacin y de mensajes, escritos sobre rollos, ms tarde en las pginas de un coex, el an-cestro del libro moderno, y, por ltimo, un volumen de esa po-blacin accesible y clasificada que llamamos biblioteca. Un da llegar al mercado, porque lo que se vende y se compra es el libro, y no el texto. El libro, sfer en hebreo y biblos en griego, es una institucin milenaria. En la Antigedad se designaba as a todo documento literario presentado como tal, con indepen-

  • Prolog

    dencia de su extensin, de manera que libros eran, por ejemplo, un relato o una carta. Y el libro vino a ser un factor decisivo en la fijacin de las tradiciones orales de Israel; siendo, como era, una institucin noble, dio carta definitiva de naturaleza a dichas tra-diciones. Esto fue determinante para los orgenes de la Biblia; as, al menos, se sugiere varias veces a lo largo de la presente obra. Pero aqu surge otro problema: la relacin de lo oral con lo escrito, que, desde luego, dista de ser sencilla. Pues, acaso no es cierto que, en cierta medida, la accin de escribir influye sobre la creacin oral, y que esta ejerce asimismo su influencia sobre la creacin escrita? Dicho de otro modo, lo que realmen-te ocurre es que una sustituye a la otra? Si as es, en efecto, bajo qu condiciones y segn qu modalidades? Si, por el contrario, no es eso lo que ocurre, entonces, qu nexo se establece en-tre las dos modalidades de creacin, la oral y la escrita? Este es un problema real, enunciado diestra y claramente en una de las contribuciones que siguen.

    * * *

    La segunda vertiente de la obra que el lector tiene en sus manos adopta como eje un origen de la Biblia diferente y nuevo, a saber, la publicacin de la biografa o Ley de Moiss en lengua griega, durante el siglo III a.C, en el marco de la poltica cultural de los Ptolomeos o Lgidas en Alejandra. Era la poca en que se fund la clebre biblioteca en el orbe mtico del Museo o recinto de las Musas. En dicha biblioteca se haca acopio de obras griegas, cla-sificadas segn unas tablas que convertan, por eso mismo, a algunas de ellas en modelos literarios y lingsticos. As fue como se form el canon de los grandes autores, encabezados por

  • Los orgenes de la Biblia

    Homero, que seran objeto de ediciones crticas. Este dinamismo cultural era una novedad en la historia, y puede explicar en parte la versin griega de la Ley de Moiss. Fuera como fuese, esta pasa-ba a formar parte de la reserva literaria de la suntuosa e irradiante ciudad. Los judaioi, representados en Alejandra en nmero no desdeable, reciban, gracias a ese hecho de orden filolgico, los beneficios polticos del poder y del prestigio en la majestuosa metrpoli, que era griega en todos sus aspectos. Para ellos era un noble factor de integracin, no slo en la cultura, sino tambin en la organizacin de la ciudad, ya que el nomos o ley se presenta-ba como nomothesia, constitucin. Una nueva era comenzaba gracias a este bien literario de singulares virtudes, para el que se abra el espacio de Occidente, a la sazn griego. Muy pronto vi-nieron a unirse otros escritos al corpus helenizado de los libros de Moiss, entre ellos los que forman la serie de los Profetas. Aquel hecho de traduccin constituy un autntico acontecimiento, sin precedentes en el mundo de la cultura. El griego, lengua del pensamiento, se impona en esa poca como idioma universal en los inmensos territorios conquistados por Alejandro. En teora al menos, era lengua poco apta para la traduccin. Los griegos carecan por completo de un lxico adecuado para aquella tarea, as que hubo que inventarlo, y esa fue la labor de los pensado-res, fillogos o exegetas que integraban el grupo judeo-griego de Alejandra, entre ellos un eminente comentarista de la Ley, Filn, que se uni a la tarea. En lugar de inventar palabras nuevas, los integrantes de aquel grupo desplazaron el sentido de trminos ya existentes. As, hermeneia, hasta entonces expresin, signifi-cacin o interpretacin, pas a querer decir traduccin, siendo interpretatio su equivalente latino.

    La produccin de las graphi, o Escrituras en griego, despert

  • Prlogo [ Q 11

    buen nmero de vocaciones literarias entre los judeo-griegos de Alejandra, que escribieron mucho, siempre con el mayor respe-to hacia sus tradiciones sagradas, pero ahora -y esto supona una novedad- en griego y a la manera de los griegos. Podemos ima-ginar cmo era la biblioteca con la que contaban Filn y otros en la poca en que vivi Jess de Nazaret. En ella estaba presente, desde luego, la Ley de Moiss en su versin griega; pero tambin libros profticos, salmos y otros escritos ms o menos homolo-gados como libros santos, comentarios judos de las Escritu-ras, alegricos, sobre todo, y otros, considerados precursores o concurrentes. Adems, los lectores tenan a su disposicin obras filosficas, as como escritos poticos, lo que inclua piezas dra-mticas en verso de origen judeo-griego. Se trata de obras redac-tadas desde los comienzos del siglo II a.C. hasta la primera mitad del siglo I cristiano. Aunque eran judos y estaban comprometi-dos en la realizacin de una obra juda, los autores de estos escri-tos se esforzaban por adoptar los procedimientos de redaccin y las formas literarias de los clsicos griegos, incluida la mtrica de Homero para la poesa. Esto demuestra que contaban con las grandes obras de la Antigedad griega, tanto las ms distantes en el tiempo como las ms recientes. Entendemos que la lite de los judos que vivan en Alejandra tena acceso a la biblioteca. Paralelamente, si bien de manera endogmica, se fueron cons-tituyendo en la tierra de Jud otras bibliotecas, integradas en su mayor parte por libros en hebreo, la lengua casi sagrada de la Ley. Los cerca de novecientos rollos hallados en las once grutas que rodean las ruinas de Qumrn son testimonio elocuente de ello. Se trata, por lo comn, de obras bblicas y de textos inspirados, de cerca o de lejos, por la Ley y los profetas, algunos de ellos en arameo, la lengua popular.

  • Los orgenes de la Biblia

    El conjunto de la rica, e incluso muy rica, literatura judeo-helnica, con la Biblia griega en su centro, fue acogido y utili-zado por los primeros tericos del cristianismo, autores de los textos ms antiguos, todos ellos en griego. Esto supuso para los cristianos el poder contar con una cultura a priori. Y de ah extra-jo la nueva religin el vocabulario y las frmulas necesarias para la expresin de su doctrina. Pablo de Tarso, l mismo formado en esa cultura ms o menos institucionalizada, cuya riqueza y diversidad se reflejan en los manuscritos del mar Muerto, es el precoz y destacado representante de ese proceso. Tanto para la exposicin de la doctrina como para los ritos -bao de inicia-cin y comida sacrificial-, la comunidad recurra a las Escrituras, que se lean y se interpretaban en funcin de la enseanza de que se tratase o de la cuestin planteada. Junto con otros textos de origen judeo-griego, las Escrituras dotaban de una antigedad innegable al Evangelio que los nuevos cristianos anunciaban y celebraban. La interpretacin, creadora, que contribuy a fijar tradiciones y conocimiento en torno a Jess, proclamado Cristo e Hijo de Dios, desemboc en la redaccin de una serie de relatos y mensajes procedentes del iniciador o fundador, pero tambin de colaboradores prximos a l. Todo esto pas a formar parte del culto y, elaborado con mayor o menor rapidez en cadenas de tradicin, se transmiti de un lugar a otro, y ms tarde de una generacin a la siguiente. La proliferacin y la migracin eran la regla. Y fue as como comenzaron a redactarse directamente textos cristianos. Se formaron, en efecto, colecciones: cartas pri-mero, y ms tarde libros que reflejaban a su manera las formas o gneros propios de la produccin literaria de aquel tiempo, gre-corromana en esencia. En un principio, ninguno de los escritos de este nuevo flujo recibi la designacin de Escritura. Elpri-

  • Prlogo [C 13

    mero en dar el paso fue Ireneo, obispo de Lyon, en torno al ao 180. No obstante, desde los primeros tiempos, algunos de estos escritos eran vistos como algo aparte de los dems, considerados ellos mismos modelos y fuentes de proposiciones doctrinales y de expresiones litrgicas. Fue tambin al final del siglo II cuando las dos secciones que componen la Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento, recibieron su nombre y, por ende, quedaron insti-tuidas como tales.

    La mayora de los estudios de la segunda parte, cada uno a su manera, trata de estos asuntos; nos llevan desde la produccin literaria de Alejandra a la constitucin de las Escrituras cristia-nas sobre la base del cuerpo helnico de libros santos conocido como Biblia de los Setenta. Las cartas de Pablo y el evangelio de Juan reciben atencin privilegiada.

    ANDR PAUL, biblista e historiador (Pars)

  • I. Los debates

    sobre los orgenes de la redaccin

    de la Biblia

  • Los incesantes replanteamientos sobre los orgenes del texto bblico JACQUES BRIEND*

    Que la redaccin de la Biblia conoci varias etapas es algo que en la actualidad nadie pone en duda. Pero, cules fueron esas etapas? Cmo se articularon? Y cul fue el momento crucial de la formacin de la Tora? Del mtodo llamado histrico-crtico, elaborado desde comienzos del siglo XX, a los estudios literarios o semiticos, ms recientes, son numerosos los tiles que han hecho posible el escrutinio del Libro y la propuesta de hiptesis sobre su elaboracin. Para Jacques Briend, testigo destacado de los ltimos avances en la ciencia bblica, cada uno de los libros de la Biblia es fruto de reescrituras sucesivas que, sin embargo, preservan algunos elementos arcaicos.

    El Mundo de la Biblia": Se pueden distinguir y datar las fases ms importantes de redaccin de la Biblia?

    Jacques Briend: Para muchos, la historicidad de la Biblia es ya algo reconocido, admitido como tal. Con frecuencia el relato bblico es an visto por algunos como una crnica lineal, redac-tada al hilo de los acontecimientos que se van contando. Sin em-

    * Profesor honorario del Instituto Catlico de Pars. ** N. del E.: El Mundo de la Biblia (M. B.) hace referencia al ttulo de la coleccin en la

    que fue publicado este libro en su edicin original francesa.

  • Los orgenes de la Biblia

    bargo, numerosos descubrimientos de textos mesopotmicos, desde mediados del siglo XIX, acabaron por desacreditar esta visin simplista. El momento de mayor resonancia lo constitu-y seguramente la conferencia que Georges Smith pronunci en Londres, en 1872, para dar cuenta del descubrimiento de una ta-bleta cuneiforme que recoga una narracin del diluvio anterior al relato bblico (cf ms abajo). El gran pblico descubra as que en la Biblia haban influido otras culturas y que su redaccin se produjo en numerosas fases.

    A partir de esta toma de conciencia se elabor lo que aca-bara llamndose mtodo histrico-crtico, que consiste en relacionar cada texto con la poca de su redaccin, en someterlo a una criba para restablecer el ncleo original. Se llega as a la teora documental, que afecta esencialmente al Pentateuco, y que se comenz a elaborar en Alemania, entre los protestantes. En Francia los exegetas recurrieron a ella a partir de la encclica de Po XII, Divino afflante Spiritu, promulgada en 1943, que per-mita a los catlicos avanzar por ese camino.

    M. B.: Y en qu consiste exactamente la teora documental?

    /. B.: Para resumir, y refirindome a la poca indicada, pode-mos decir que los investigadores distinguan en el Pentateuco cuatro documentos primitivos subyacentes, que se habran fundido en distintos momentos de la historia bblica para de-sembocar finalmente en el texto que conocemos. En primer lu-gar tendramos el documento yavista, una narracin elaborada durante el siglo X, o acaso el IX antes de nuestra era, en el reino de Jud, y que emplea, ya desde el relato de la Creacin, el nom-bre de Yav; en segundo lugar, se habla del documento elohsta,

  • Los incesantes replanteamientos sobre los orgenes del texto bblico f(D 19

    procedente del Israel del Norte, en el que Dios recibe el nom-bre de Elohm. Estas dos fuentes acabaran juntndose, en un momento dado, lo ms seguro a finales del siglo VIII. El fondo del Pentateuco, en un tercer momento, se habra aadido en el siglo VII, y ms tarde, despus del Exilio, el conjunto debi de completarse con un documento de procedencia sacerdotal, que contena principalmente leyes.

    M. B.: En qu estado se haya esta teora en la actualidad?

    /. B.: Ha evolucionado muchsimo. A partir de 1970 se susci-taron dudas sobre la realidad de la fuente elohsta y la dificultad de distinguirla del documento yavista, cuya identificacin resul-taba ya delicada. En consecuencia, y en lo que respecta al Pen-tateuco, los especialistas no ven ahora ms que dos documentos reconocibles: el deuteronmico y el sacerdotal. Y, desde luego, que lleguemos alguna vez a encontrar los textos que los han pre-cedido es poco menos que una quimera...

    El anlisis se centra en el Pentateuco porque es en estos tex-tos donde se plantea la cuestin de la poca de una primera re-daccin y, en consecuencia, de las reescrituras subsiguientes. Cmo y cundo qued fijada la Tora juda, que ya se conside-raba como un todo en tiempos de Jess? Dicha fijacin se lleva a cabo al regreso del Exilio, bajo la forma de un conjunto no slo de leyes sino tambin de relatos que serva de referencia.

    Los textos legislativos del Pentateuco (Levtico, Nmeros y Deuteronomio) se cuentan entre los ms estudiados porque hay una lgica cronolgica en la elaboracin de las leyes. Es, de hecho, posible hallar la mdula primitiva de la legislacin si-guiendo a la inversa el hilo de su evolucin. Hemos de tener en

  • Los orgenes de la Biblia

    cuenta que los escribas tenan la costumbre de aadir textos para poner una cuestin al da, pero sin suprimir lo que ya estaba es-crito; proceder este que nos resulta desconcertante a nosotros, los modernos.

    Los Libros profticos as como los Escritos (los que conoce-mos como Libros histricos, sapienciales y poticos) son poste-riores y ms fciles de datar, incluso aunque, gracias al mtodo histrico-crtico, sepamos, desde el siglo XIX, que en el Libro de Isaas (en torno al 740-700 a.C.) intervino una mano de un deutero-Isaas o segundo Isaas (hacia el 550) e incluso de un tercer Isaas (siglo IV a.C.). De igual manera, todo el libro de Ezequiel no puede datar de la poca en que vivi este profeta (entre el 592 y el 571 antes de nuestra era). Pero, en suma, hay menos problemas y resulta ms fcil recomponer la evolucin de estos libros.

    M. B.: No ha habido polmicas?

    /. B.: S, claro que s. A partir de la dcada de los sesenta del pasado siglo XX algunos especialistas consideran que, a fuerza de tanto buscar el texto original oculto, se han pasado por alto las indicaciones que proporciona el texto con el que contamos. Fue as como empezaron a desarrollarse diversos tipos de anlisis li-terarios que analizan la Biblia por medio de procedimientos di-ferentes de la historia del texto. De este modo, el estudio retrico sigue el modelo establecido para los textos griegos o latinos, por ms que el texto bblico, que es semtico en su lengua, obedezca a una lgica diferente. Ms tarde, otros exegetas han centrado su atencin en los recursos narrativos, en los relatos, en su for-ma teraria. Es lo que se llama anlisis narrativo. La semitica,

  • Los incesantes replanteamientos sobre los orgenes del texto bblico f d 21

    por ltimo, permite a los lingistas estudiar la complejidad del trastexto.

    M. B.: Qu opinin le merece la tesis que Israel Finkelstein retoma en su libro La Biblia desenterrada (Siglo XXI, Madrid 2003), segn la cual lo esencial de la escritura de la Biblia datara de la poca del reyjosas (639-609 a.C.)?

    /. B.: Eso es concederle un papel demasiado importante a Jo-sas. Si este pudo redescubrir, o encontrar, la Ley, tal como se afirma en la Biblia (2Re 23,2-16), es que ya exista, verdad? La tesis ms corriente consiste en afirmar que as era, que ya exista, probablemente en tiempos de su bisabuelo, Ezequas, una pri-mera redaccin de un corpus de leyes, que Josas decide reto-mar. En el relato bblico del descubrimiento del rollo del Templo los sacerdotes le llevan el documento al rey y se lo leen, pues necesitan la autoridad real; lo cual confirma la autenticidad de lo narrado, que no pudo tener lugar ms que antes del exilio en Babilonia, en el 597, cuando la monarqua rega an Jud.

    M. B.: As pues, usted no cree, como otros investigadores, que todo se redact despus del Exilio?

    /. B.: Desde luego que no. Si abogamos por una redaccin pos-terior al Exilio, no hay manera de entender al judaismo antiguo. Si los israelitas hubiesen iniciado su destierro sin equipaje, se habran asimilado a los babilonios y ninguno de ellos hubiera vuelto a Israel al cabo de cincuenta aos. Es cierto que, como to-dos los inmigrados, acabaron por tomar prestados elementos de la cultura del vencedor, pero, al mismo tiempo, supieron adaptar su religin a las nuevas condiciones que el exilio les impona.

  • 22 f ( 3 Los orgenes de la Biblia

    Sea como fuese, resulta evidente que muchas cosas cambia-ron cuando los judos regresaron del Exilio. Volvieron a utilizar el Templo, si bien con nuevos ritos, y la posicin de los sacer-dotes se reafirm al tiempo que la realeza desapareca como tal. Con todo, es preciso reconocer que esos sacerdotes revisaron el Pentateuco, y este, en consecuencia, adopt su forma actual, probablemente durante un perodo de aos comprendidos entre el 450 y el 400 a.C.

    M. B.: La experiencia del Exilio dio, entonces, al traste con un conjunto de textos que ya exista?

    /. B.: S, tanto con textos como con prcticas. Un buen ejem-plo lo ofrece el libro del Levtico, que describe el ritual de los sacrificios (Lev 1-7): se trata de un texto muy bien construido, organizado a partir de una jerarqua de los sacrificios. Necesaria-mente tuvo que ser redactado por sacerdotes despus del Exilio. No cabe duda, sin embargo, de que la prctica de los sacrificios exista antes de este. Ahora bien, se contaba desde la poca de los reyes con un texto primitivo? La prctica estaba ya codifi-cada por escrito? Es difcil precisarlo. Verdaderamente, no po-demos asegurar que los restos de prcticas ancestrales que se detectan en ese texto indiquen que hubo una versin escrita ms antigua.

    Pero, sobre todo, hay que admitir que en cada uno de los li-bros de la Biblia coexisten elementos muy antiguos junto con otros mucho ms recientes. As, por ejemplo, el origen de la fies-ta de la Pascua o Psaj es sin duda muy antiguo. Se trata de una fiesta de primavera que sigue el modelo de las que celebran las tribus de pastores, mientras que otras fiestas judas -como la de

  • Los incesantes replanteamientos sobre los orgenes del texto bblico \Q 23

    Shavuot, Fiesta de las primicias, y la de Sukkot o Fiesta del taber-nculo, que marca el final de la siega- son celebraciones agrco-las de origen sin duda cananeo. No obstante, la Pascua apare-ce reforzada en los calendarios del Levtico (Lev 23,5) y de los Nmeros (Nm 28,16-17) con posterioridad al Exilio. Este rito ancestral, celebrado con sencillez en el marco de la familia, fue a todas luces reactivado durante el Exilio, poca durante la cual los desterrados no podan ofrecer sacrificios puesto que el Templo estaba destruido... As que dicho ritual fue codificado despus del retorno a Jerusaln.

    M. B.: Pero pueden recuperarse de la Biblia, a pesar de todo, datos histricos para el perodo de la monarqua?

    /. B.: Yo recalco siempre que, si bien hay elementos induda-blemente histricos en los relatos del Pentateuco, nada de ello puede entenderse al pie de la letra. As, la toma de Jeric por Josu no es en absoluto una narracin histrica de batalla, sino un texto litrgico guerrero, lo que es muy distinto.

    Los gestos de Sal o de David contienen recuerdos, rastros, por as decirlo. O pensemos, por ejemplo y asimismo, en los rela-tos de alianzas con pueblos que no tendran influencia alguna en lo que sigue, y, que, en consecuencia, slo se explican en un de-terminado contexto histrico. Esos rastros se han conservado tal cual; los escribas no tuvieron, despus del Exilio, motivo alguno para modificarlos. Un ejemplo ms: por qu, en un contexto histrico caracterizado por la falta de rey, esto es, al regreso de Babilonia, habran tenido que molestarse los judos en cantar las glorias de la monarqua? La uncin que el gran sacerdote recibe, al volver del Exilio, no se invent para l; es, por el contrario, la

  • Los orgenes de la Biblia

    uncin real transferida al sacerdote. Hay, en suma, una transmi-sin que contina an despus del Exilio. Nuestro gran proble-ma consiste en que no sabemos a travs de qu procesos fueron memorizados, conservados y reinterpretados, durante y despus del Exilio, los archivos, las crnicas, las leyendas, los versos.

    M. B.: De manera que la Biblia no se ha limitado a copiar y pegar un fragmento con otro...

    /. B.: Por supuesto que no! Srvanos como ilustracin los primeros captulos del Gnesis. Ciertamente nos encontramos ante dos textos. Pero su punto de vista es diferente, no dicen lo mismo ni se sirven de los mismos medios. El ms reciente (Gen l) ofrece una visin csmica de la Creacin que progresa sistemticamente hasta el hombre. El ms arcaico (Gen 2) sita, por el contrario, la Creacin en un mundo agrcola casi paradi-saco donde el hombre y la mujer son modelados en arcilla. Por otro lado, ambos textos acusan la influencia mesopotmica. Pero el redactor del ms reciente conoce perfectamente el texto ms antiguo y trata de completarlo. Con ello da prueba de una vo-luntad manifiesta de composicin literaria. Y tambin de crea-tividad: el Gnesis es, en efecto, en el mundo oriental, el nico relato de creacin donde la luz es lo que primero se crea. La tra-dicin mesopotmica, pues, se pone al servicio de una tradicin distinta.

    Palabras recogidas por Sophie Laurant

  • La tesis de una escritura en la poca de los reyes

    WlLLIAM M . SCHNIEDEWIND*

    Nuestros conocimientos arqueolgicos e histricos indican que la sociedad de los reinos de Jud y de Israel se alfabetiz a partir del siglo VIII a.C. y que fue entonces cuando comenz a exten-derse la escritura. Gracias a esta textualizacin se explica el que la mayor parte de los libros de la Biblia estuviese ya redac-tada antes del Exilio. No obstante, un segundo gran perodo de formalizacin textual comenz ms tarde, a partir del siglo III a.C, bajo el dominio griego.

    El Israel primitivo era, segn los expertos, una sociedad oral compuesta de pastores y campesinos que slo llegaban a procu-rarse lo estrictamente necesario para subsistir. La cuestin es, pues, cmo es que una comunidad pastoral y agrcola lleg a anotar por escrito la palabra y a concederle autoridad a ese escri-to?; cmo y por qu se divulg la escritura fuera de los crculos cerrados constituidos por los escribas reales y sacerdotales, lle-gando hasta los profanos? Esa diseminacin de la escritura he-brea por la Palestina antigua fue lo que democratiz la palabra escrita y le permiti adquirir autoridad religiosa en el libro que en la actualidad llamamos la Biblia. Cuando la Biblia se convirti

    * Profesor de Estudios Bblicos en la Universidad de California.

  • Los orgenes de la Biblia

    en libro, la palabra escrita suplant a la palabra viva del maestro. La antigua sociedad israelita se textualiz, y esa textualiza-cin supuso uno de los momentos decisivos en la historia de la humanidad, a saber: el paso de una cultura oral a otra escrita.

    Tenemos tendencia a leer la Biblia desde nuestro punto de vista, a concebirla como si hubiese surgido de un mundo habita-do por los textos, los libros y los autores. Sin embargo, la Biblia se escribi antes de que aparecieran los libros. El gran especialista francs Henry-Jean Martin ha puesto de manifiesto, en su libro Historia y poderes de lo escrito (Trea, Madrid 1999), lo mucho que ha evolucionado a lo largo de la historia el papel social de la escritura. A pesar de ello, los anlisis modernos de la literatura bblica dependen demasiado de nuestra perspectiva social mo-derna. Sirvindome de los avances ms recientes en el dominio de la arqueologa de Palestina y apoyndome en las ideas eje de la antropologa lingstica, he llegado a conclusiones muy dis-tintas sobre las razones que llevaron a la notacin escrita de la Biblia, as como sobre la poca en que esto comenz a suceder.

    En la antigua Palestina el dominio tcnico de la copia de manuscritos estaba poco extendido y resultaba muy costoso; lo controlaba el gobierno y lo aplicaban los sacerdotes. La es-critura era un don de los dioses. Ms que para hacer cannica la prctica religiosa, serva para inspirar miedo. La escritura, toca-da de lo sobrenatural, confera poder y era por ello coto cerrado de las lites polticas y religiosas. En virtud de sus propiedades mgicas, desempeaba una funcin muy precisa en el ritual re-ligioso (cf Nm 5,23) y en los mitos (cf x 32,32-33). Gracias a las inscripciones antiguas, sabemos que la escritura no estaba necesariamente ligada a la existencia de Estados muy desarro-llados como era el caso del Egipto antiguo o de Mesopotamia.

  • La tesis de una escritura en la poca de los reyes

    Tenemos, por ejemplo, noticia de que cada una de las pequeas ciudades-estado de Cana tena, a finales del segundo milenio a.C, su propio escriba. En la regin egipcia de Tell el-Amarna se descubrieron restos de la correspondencia que, a lo largo del siglo XIV a.C, mantuvieron esas entidades marginales con los grandes faraones del Imperio Nuevo. En 2005 sali a la luz, en Tel Zayit (Israel) un abecedario proto-hebreo, es decir, las letras del alfabeto en su orden tradicional, que podemos datar en el siglo X a.C. E Israel Finkelstein descubri otro abecedario, este del siglo XI, en el curso de las excavaciones, por l dirigidas, en el emplazamiento de una antigua localidad conocida actualmente como Izbet Sartah. Por otro lado, el clebre calendario de Gezer fue probablemente redactado sobre una tablilla de caliza muy blanda para que el texto pudiera araarse en el marco de ritos de carcter sobrenatural. El uso de este tipo de inscripciones en ce-remonias religiosas muestra, en efecto, hasta qu punto se crea en el poder mgico de la escritura. Otras, como la inscripcin real de comienzos del siglo IX y procedente del pequeo reino de Moab (en la Jordania actual), o la de Tell Dan, se realizaron para exhibirlas. Las colocaban, por orden de reyes y otros man-datarios, en lugares elevados, no para que nadie las leyera, sino slo para que la gente las viera. Un rey daba muestras de su po-dero por el modo en que controlaba y manipulaba la escritura. Si bien esta acab por liberarse de usos tan restrictivos.

    La invencin del alfabeto

    La invencin del alfabeto fue un momento clave en la historia de la escritura, pero no bast para hacer que esta traspasara los mu-

  • 28 [O] Los orgenes de la Biblia

    ros de los palacios y los templos. Segn los recientes descubri-mientos efectuados en Wadi el-Hol, en Egipto, el primer alfabeto datara de en torno al ao 2000 a.C. Todo apunta a que fueron la urbanizacin y la globalizacin de la sociedad las que hicieron posible que la escritura dejase de ser patrimonio exclusivo de las lites religiosas y letradas, y empezara a ser conocida por solda-dos, mercaderes y hasta obreros comunes. El comienzo de dicha globalizacin lo marc, en el siglo VIII a.C, el ascenso del Impe-rio asirio, el cual estimul decididamente la urbanizacin, pues esta favoreca su plan de explotacin econmica de un territorio en plena expansin.

    Creo que el perodo de composicin de los textos bblicos tuvo lugar entre los siglos VIII y VI a.C. Segn las fuentes ar-queolgicas, las condiciones sociales y polticas que permitan la propagacin de la escritura en el antiguo Israel concurrieron a finales del siglo VIII y persistieron hasta el fin de la monar-qua. Esto es lo que sealan igualmente Niel Silberman e Israel Finkelstein en su libro La Biblia desenterrada (Siglo XXI, Madrid 2003). Ellos, sin embargo, restringen este perodo de auge de las letras al reinado de Josas (639-609 a.C.) y suscriben la opinin convencional, que sita la produccin literaria en los perodos persa y helenstico (por ms que la arqueologa pruebe lo con-trario). De hecho, el florecimiento de la produccin literaria en el antiguo Israel data al menos del reinado de Ezequas (715-687 a.C). La expansin del Imperio asirio vino acompaada, como ya he indicado, de un impulso urbanizador que alcanz a la anti-gua Palestina. La escritura pas entonces a ser elemento crucial en una economa cada vez ms compleja y globalizada; su papel se acrecent a medida que se desarrolla la burocracia urbana en Jerusaln. Adems, la escritura se convirti en una herramienta

  • La tesis de una escritura en la poca de los reyes f d 29

    ideolgica cuya funcin era mostrar el poder y la importancia del rey. A finales del siglo VIII, tanto en Mesopotamia como en Egipto, los soberanos coleccionaban libros antiguos. El faran Shabaka (716-702 a.C.) localiza y preserva ciertos libros del Templo, y Senaquerib (705-681 a.C.) crea la gran biblioteca cuneiforme asiria de Nnive. Por otro lado, la escritura estuvo estrechamente ligada a la urbanizacin del Estado judo a finales del siglo VIII. Algunas fuentes arqueolgicas y otras inscripcio-nes dan a entender que la escritura se extendi entre todos los estratos de la sociedad juda en torno al siglo VII a.C, lo cual revolucion su cometido social. Precisamente las reformas em-prendidas por el rey Josas a finales del siglo VII son el resultado de esta profunda transformacin. La escritura se convirti en-tonces en instrumento al servicio de los reformadores religiosos, que fueron los primeros en proclamar la autoridad de la pala-bra escrita. Esta nueva funcin se manifiesta abiertamente en el Deuteronomio y en toda la historia deuteronmica, y alcanza su punto lgido con las reformas religiosas del rey Josas, fundadas sobre el descubrimiento de la palabra escrita y las prescripciones que esta genera (2Re 22-23). Adems y como es lgico, dicha modificacin en el cometido de la escritura importun a los gru-pos interesados en preservar la autoridad de la tradicin oral o de la palabra proftica (cf Jer 8,7-9).

    La codificacin textual del judaismo antiguo entra el des-plazamiento desde lo oral hacia lo alfabetizado. Al mismo tiem-po, el que la cultura pasara a ponerse por escrito gener tensin entre la tradicin oral y los textos escritos. El ascenso de estos hacia una posicin de autoridad en la monarqua juda ms re-ciente fue, as, acompaado de una crtica de la palabra escrita por parte de aquellos para quienes resultaba ventajoso proteger

  • 3 L@ L o s orgenes de la Biblia

    la autoridad del maestro, de la comunidad y de la tradicin ora-les. Y esta tensin entre lo oral y lo escrito, entre el maestro y el texto, prosigui y se acrecent a lo largo de la poca del segundo Templo, as como durante el perodo formativo del judaismo y del cristianismo. El lenguaje mismo de la escritura se fue modi-ficando a medida que la sociedad se familiarizaba con lo escrito. Resulta, as, revelador el que la palabra hebrea tora, que, en su origen significaba enseanza, instruccin, acabase por hacer referencia a un texto escrito, la Tora de Moiss en el perodo del segundo Templo.

    Aunque la composicin de la Biblia prosiguiera durante el Exilio, lo cierto es que esta poca fue poco propicia para el flore-cimiento de la literatura. El destierro a Babilonia, de hecho, priv a la tierra de Israel de una parte numerosa de sus habitantes, has-ta un 80% segn los estudios arqueolgicos. Habr que esperar al perodo helenstico para que la regin recupere una tasa nor-mal de ocupacin, que, en la poca indicada, era principalmente rural. En cuanto a Babilonia, y excepcin hecha de la familia real, la situacin de los exiliados no era ms halagea. Cuesta creer que los judos que trabajaban en las canteras del canal de Babi-lonia pudieran llegar a escribir o a prestarle atencin a la litera-tura. El rey de Jerusaln, Joaqun, y las personas ms cercanas a l, fueron llevados a Babilonia, donde, al parecer, habitaron un palacio al sur de la ciudad, esplndidamente provedos por los reyes babilnicos. Segn parece, la familia real, que no dej de reivindicar para s el trono de Jerusaln (contra las pretensiones de Sedecas), tena acceso a los libros de la biblioteca real y la del Templo, y promovan y publicaban textos que favorecan sus reivindicaciones y confirmaban su posicin. La influencia de la dinasta se dej sentir hasta el fin del siglo VI a.C. (cf Zac, Ag,

  • La tesis de una escritura en la poca de los reyes

    Esd 1-6), pero el papel que represent en la formacin bblica acab con Zorobabel hacia finales del siglo VI. Palestina, y sobre todo la regin de las colinas que rodean Jerusaln, sigui des-poblndose y empobrecindose durante los siglos V y IV a.C. Fue un perodo sombro para Jerusaln y la provincia persa de Yehud. Los especialistas de antao lo desconocan casi todo de aquella poca. Pero la arqueologa ha ido, poco a poco, llenando el vaco con el bosquejo de una penosa situacin general en la regin, lo que deja pocas dudas acerca de su escasa capacidad para desarrollar una literatura brillante.

    Autores rameos

    El aprendizaje de la lengua y de la escritura supone asimismo una dificultad para quienes afirman que la mayor parte de la Bi-blia se habra compuesto durante el perodo persa. La lengua es de una importancia capital para la identidad cultural y tnica; sin embargo, los judos pasaron del hebreo al arameo durante este perodo; y no dejaron de privilegiar a este ltimo ms tarde, durante las pocas persa, helenstica y romana, comenzando por adoptar su alfabeto. Pues, en efecto, el alfabeto que hoy llama-mos hebreo es, en realidad, arameo y coincide con el empleado a lo largo del perodo del segundo Templo. Hubo, eso s, movi-mientos nacionalistas para restablecer el uso del alfabeto hebreo, sobre todo durante las revueltas de los macabeos y de Bar Kojba, pero el arameo acab por triunfar. No es, as, de extraar que, mientras que se han hallado centenares de inscripciones ara-meas de la poca persa en Palestina, prcticamente no sabemos de ninguna en hebreo. Sacerdotes judos como Esdras y funcio-

  • Los orgenes de la Biblia

    narios como Nehemas recibieron formacin en las escuelas per-sas y, por ende, en arameo. Resulta, pues, poco chocante que los pocos libros que habran sido escritos durante el perodo persa (Esdras, Nehemas, Crnicas) reflejen la formacin aramea de sus autores. Se contaba con muy poca infraestructura para la en-seanza del hebreo, aunque es cierto que la educacin en arameo pudo contribuir a la conservacin e incluso a la edicin de textos hebreos clsicos. Pues, de hecho, una gran parte de la literatura bblica era sin duda muy anterior a este sombro perodo. Por otro lado, los sacerdotes se hicieron con la direccin de la comu-nidad juda en el curso del perodo persa y se comprometieron en la preservacin y edicin de los textos bblicos, textos de los que las lites habran de servirse para justificar su autoridad po-ltica y religiosa (cf Neh 8).

    El perodo helenstico, por su parte, se tradujo en la repobla-cin y la nueva prosperidad de Palestina. El fin del Imperio persa y el surgimiento del helenismo impulsaron el renacimiento de las escuelas judas y del hebreo. Libros como los de Ester, Daniel y acaso el Qphlet son probablemente de composicin helensti-ca. Otros escritos judos, como el Libro de Henoc, se redactaron en arameo. No es casualidad el que los ms antiguos manuscritos bblicos del mar Muerto daten de este perodo. En Jerusaln se crearon algunas escuelas judas, como la muy conocida de Ben Sir, y los textos sagrados judos empezaron a traducirse al grie-go. El judaismo, adems, comenz a interesarse tambin, bajo influencia del helenismo, por los autores de las Escrituras; y as, mientras que las obras clsicas del Antiguo Testamento no tie-nen autores, sino personajes, bajo la influencia del helenismo, la tradicin juda comenz de manera natural a experimentar la necesidad de que sus textos tuvieran autores.

  • La tesis de una escritura en la poca de los reyes [ Q 33

    Toda esa tensin entre la autoridad de la tradicin oral y la palabra escrita se prolong a lo largo del perodo del segundo Templo en el seno de los distintos grupos judos. La gestin de la biblioteca del Templo y de los textos sagrados estaba reser-vada a la aristocracia sacerdotal, cuya autoridad era temida por los partidarios de la tradicin oral. En contraposicin, para otros grupos, como los fariseos, donde los sacerdotes eran minora, la tradicin oral y el maestro seguan teniendo autoridad. En este aspecto es llamativo que la lnea de transmisin oral expuesta en la Mishnat Avot no incluya a ningn sacerdote. El cristianismo primitivo y el judaismo rabnico, surgidos de clases no clericales, lucharon contra esta tensin entre el texto sagrado y la autori-dad de la tradicin oral en el perodo que sigui a la destruccin del Templo. Aunque reconocan la autoridad de las Escrituras, defendan igualmente la correspondiente a la tradicin oral y la palabra viva del maestro. El cristianismo, con todo, asumi ense-guida el uso del manuscrito, lo cual debi de permitir que las Es-crituras adquiriesen autoridad en la Iglesia primitiva. El judais-mo, por su parte, tard un tiempo en adoptarlo y, an hoy en da, es un rollo de la Tora lo que se guarda en el arca de las sinagogas. A fin de cuentas, tambin el judaismo poda adornar su tradicin oral con un texto escrito. Con todo, una poderosa ideologa de lo oral habra de perdurar en el judaismo rabnico, por ms que la Tora oral y las tabletas escritas estuviesen incluidas ambas en una sola Tora preexistente, que estaba con Dios en el momento mismo de la creacin del mundo.

  • Los primeros indicios histricos

    PlERRE GlBERT*

    La historia de Israel plantea a los investigadores una doble cues-tin: en primer lugar, cul es el valor de los hechos, los aconteci-mientos y los personajes que van apareciendo a lo largo de la Bi-blia, desde el Gnesis hasta el Segundo libro de los Reyes, es de-cir, desde el origen del universo (Gen 1,1 ss.) hasta la liberacin del rey Joaqun, exiliado en Babilonia, en torno al ao 555 antes de nuestra era. Y, en segundo lugar, en qu momento comenz a escribirse esa historia, habida cuenta de que una historia no se redacta jams a partir del inicio que ella misma propone. Dicho de otro modo, si toda historia de un pueblo entraa una exis-tencia y una conciencia suficientes de este, tales que le permitan contar sus orgenes y elaborar un cuadro de conjunto de su ge-nealoga, cundo podemos datar el comienzo de la redaccin de la historia de Israel?

    Esta datacin, la correspondiente al inicio de la escritura his-trica en Israel, depende de dos tipos de razones: unas tienen que ver con el estado de nuestros conocimientos y con la crtica histrica, que a menudo promueve cierta sospecha acerca de lo veraces o plausibles que son los hechos transmitidos; las otras,

    * Exegeta y director de la revista Recherches de Science religieuse (Pars).

  • Los orgenes de la Biblia

    relativas al inicio de la escritura de una historia, se fundan en una metodologa universal. En el primer caso, las razones son tpicas de la cultura moderna, que, al cabo de dos o tres siglos, ha puesto efectivamente en duda el contenido histrico del conjunto b-blico. Mientras que, en el segundo caso, se trata de una cuestin que siempre se ha planteado a la humanidad desde el momento en que se escribe la historia; vale, pues, tanto para los redactores bblicos como para nosotros en la actualidad.

    Crtica histrica y cuestin de mtodo

    Si aceptamos que la historia, adems de ser del orden de la me-moria, es tambin del orden de la comprensin y, por tanto, de la explicacin, habremos de reconocer que la cuestin del punto de partida de su escritura pone ante nosotros importantes motivos que justifican nuestro inters por el asunto. Dejando a un lado la historia de los orgenes, esto es, los once primeros captu-los del Gnesis, que no afectan solamente a Israel, son dos los momentos que, a todas luces, se imponen como fundamentales, ambos de peso, tanto en el tiempo como en el espacio: la poca de los Patriarcas (Gen 12-50) y los hechos del Sina (x 19ss.), junto con los acontecimientos inmediatos en cada caso. Estos dos momentos, con independencia de su respectiva riqueza in-formativa, entraan, para que pudieran aparecer y desplegarse en su pertinencia fundadora, una experiencia y una conciencia suficientes por parte de Israel en un momento necesariamente posterior. Y es precisamente este momento el que permite y exi-ge que se pueda dar cuenta de tiempos establecidos como origi-nales, fundadores y, al mismo tiempo, garantes de la legitimidad

  • Los primeros indicios histricos [C 37

    de su existencia. Tales tiempos originales y fundadores deban, en efecto, facilitarle a Israel las respuestas a preguntas como: de dnde vienes y quines son tus ancestros?; quin es ese que, ubicado en los orgenes, te permite hoy vivir en la unidad de una nacin?; cules son, en consecuencia, tus leyes?

    As las cosas, se impone dar el siguiente paso: ir directamente al momento ms remoto de conciencia y de conocimiento de s mismo por parte de Israel, momento que ofrecer las mejores garantas para una historia, para una escritura, para cumplir con su doble cometido de explicar y ofrecer la memoria ms rica po-sible.

    La investigacin de la primera historiografa

    Durante las ltimas dcadas parece haberse creado cierto con-senso tanto acerca del retorno del Exilio, que se produjo despus del ao 530, es decir, en la poca de la dominacin persa de los siglos V y IV, como en lo que respecta a la influencia helenstica, que se dio principalmente a partir del siglo III, siempre a.C. De hecho, es innegable que Israel dispona ya, a la sazn, de docu-mentos y libros importantes y significativos, que permiten cierto grado de comparatismo con las culturas extranjeras pero vecinas, de las cuales no es descabellado pensar que pudo haber tomado prstamos (cosmogonas, corpus legislativos o histricos, etc.), aun manteniendo su propia originalidad.

    Estas pocas tardas ofrecen, sin asomo de duda, garantas tanto de verosimilitud como de objetividad. Incluso aunque admitamos que ese esfuerzo de informacin y de sntesis pudo prolongarse hasta los mismos albores de la era cristiana, lo cierto

  • 38 [ O Los orgenes de la Biblia

    es que un buen nmero de indicios contenidos en el texto bbli-co juegan a favor de esos dos momentos, que fueron histrica, teolgica y literariamente importantes para Israel y que culmi-nan, digmoslo as, en la historiografa llamada deuteronmica.

    Pero quedarse en ello slo, es decir, suponer que, aparte de algunas migajas, nada podemos captar de los siglos precedentes, es demasiado fcil y, en cierta medida, hasta ilusorio. Pues, aun a riesgo de decir una perogrullada, es necesario recordar que no puede haber sntesis, ni tampoco conciencia y conocimiento de s, ms que a partir de datos suficientes que no slo permitan tales sntesis y juegos de conciencia y conocimiento, sino que los hagan necesarios. De manera que no podemos limitar los tiem-pos pre-exlicos a la penumbra dudosa de una historia casi por completo legendaria. Sin embargo, aqu nos topamos con una nueva dificultad: qu momento puede ser satisfactorio en una bsqueda histrica digna de ese nombre? Durante el ltimo siglo transcurrido se han excluido, sucesivamente, la historia de los Patriarcas, demasiado anteriores a la escritura hebrea y a la conciencia de Israel para que este hubiese podido invocarlos, y, por las mismas razones, la historia del xodo; lo cual no significa en absoluto que la totalidad de estas historias dependa de la pura ficcin, como si se tratase de un cuento o de una novela.

    Pero de lo que aqu se trata es de dar cuenta de sntesis his-tricas que estimulen capacidades historiogrficas de un Israel lo bastante avanzado en esta historia, lo que no era el caso en tiempo de los patriarcas ni de Moiss.

    En los aos de entreguerras, sobre todo en Francia, pudo ver-se como transicional el perodo de los jueces, a menudo presen-tado como el verdadero comienzo de la historia de Israel. Y la toponimia contenida en el libro de los Jueces, la designacin

  • Los primeros indicios histricos

    de los santuarios ofrecen efectivamente comienzos, disper-sos desde luego, pero lo bastante importantes y claros como para satisfacer esta exigencia. De hecho, los momentos implicados por estos relatos son precisamente demasiado dispersos como para que no sean otra cosa que migajas de tradiciones, incluso aunque supongamos que en ese momento se inaugur una escri-tura de leyendas de santuario. Por otra parte, los relatos, que nos han llegado en sus ltimas sntesis, delatan el anacronismo de una ortodoxia monotesta ms propia de las sntesis que de los momentos que pretendidamente estn narrando.

    Como ms segura y, a la vez, ms amplia se impone, pues, la primera historia de reyes, la de Sal y, sobre todo, la de David, en los dos libros de Samuel, con el importante complemento de la historia de Salomn (IRe 1-11). Dado que toda institucin monrquica exige documentos (legislativos, administrativos...) y mantiene por ello un cuerpo de escribas, podemos concluir que la monarqua de David y ms an la de Salomn debi de contar con estos medios historiogrficos seguros. Pero, no es todo demasiado perfecto?

    Tenemos que reconocer que esta historia tard demasiado tiempo en contarse e incluye casi todo lo que caba esperar y era de desear para el surgimiento de una monarqua a la sazn indis-pensable de cara a la cohesin de un pueblo y, en consecuencia, a que este tomase conciencia de s mismo.

    Hay, en efecto, y por ms que no debamos excluir tradiciones genuinamente histricas, un despliegue de datos que de algn modo pretenden explicar demasiado, al dar cuenta ya sea de los motivos del fracaso de la monarqua, ya sea de los fundamentos de su legitimidad. As que, en cierto modo, en el arte consuma-do del relato, el afn de explicar llega a un punto que suscita la

  • Los orgenes de la Biblia

    sospecha de que, ms all del momento histrico, hay otro mo-mento, el que corresponde al del propio acto de narrar, y de que la narracin responde a motivos relacionados con las propias exigencias de la explicacin.

    Un momento banal?

    Segn este razonamiento, o, mejor dicho, segn esta cadena de razonamientos, entre la excesiva plenitud de una sntesis tarda y la correspondiente a los momentos fundacionales, llegamos sin ms remedio a un momento intermedio, que corre el riesgo de ser particularmente mediocre. Los siglos VIII y VII, en la divi-sin misma de los dos reinos, el del Norte y el del Sur, el de Israel y el de Jud, tienen la ventaja de presentar una realidad a la vez nacional, poltica, cultural y religiosa que no puede en princi-pio jactarse de momentos gloriosos, sino ms bien banalmente cotidianos, los cuales exigen tanto el funcionamiento habitual de las naciones como un mnimo de instituciones y de huellas escritas. Pero sobre todo, y he aqu un hecho nico en la historia, surgen entonces documentos originales, recogidos en un primer momento de manera muy dispersa, los escritos de los primeros profetas, Amos, Oseas, Miqueas...

    Cualquiera que sea el tratamiento que los libros de estos hayan podido recibir de la sucesin de redactores que acome-tieron la labor de sntesis y, sobre todo, de su adaptacin ms o menos anacrnica, el hecho es que ofrecen sin duda una parte del testimonio material de la poca. Por otro lado, que el drama de la cada de Samara en el 721, el cual puso fin al rei-no del Norte, pudiera, paradjicamente, contribuir a que los

  • Los primeros indicios histricos

    escribas de ambos reinos tomasen conciencia de esta realidad nacional que, en su precariedad y ruina, requera una explica-cin, una justificacin, depende, seguramente y en muy buena medida, de la propia reflexin de los profetas. Dicha cada, asi-mismo, trazaba una marca en el pequeo mundo internacio-nal de la poca e inscriba a Jerusaln en ese mundo, lo cual acabara, a su vez, debilitndola. En este momento, tanto en el Norte como en el Sur, la actividad escrituraria, a la vez normal y necesaria, daba lugar a un mnimo de documentos, legislati-vos y administrativos en primer lugar, pero tambin religiosos, como lo prueban los profetas, y acaso ya historiogrficos, pero en todo caso llamados a convertirse en fuentes de historia.

    Conviene, por supuesto, no magnificar la importancia de es-tos documentos, que estn en la actualidad como sumergidos en la masa textual del conjunto que va del Gnesis a los libros de los Reyes, y que se encuadran en la categora de historia-recuento tpica de los anales de la poca, donde los acon-tecimientos quedaban consignados de manera bastante seca y exenta de recursos; de hecho, son varias las anotaciones de los libros de los Reyes que traicionan este origen. Retomadas un da en el marco de una historiografa razonada a partir de las exigencias de la explicacin, y segn los criterios teolgi-cos inspirados de los profetas, tales anotaciones fundaran esta historia que precisamente exiga explicaciones, desarrollos, as como remotos orgenes fundacionales, en el Sina y luego con los patriarcas.

    De esta manera, la historiografa de Israel, al igual que to-das las dems, se fundara no en remotos orgenes ni en la sola inminencia de un fin presentido, sino en esos tiempos a la vez estables y frgiles que permitan las primeras escrituras, al

  • 42 [ Q Los orgenes de la Biblia

    tiempo que las exigan ya. Los siglos VIII y VII ofrecan, tanto al Norte como al Sur, esos tiempos, aunque an estuviesen le-jos de la autoconciencia y el conocimiento propio por parte de Israel, de donde deriva la historia que podemos leer hoy.

  • Existe la tradicin oral?

    PlERRE GlBERT*

    Muy a menudo omos hablar de tradicin oral a propsito de los escritos bblicos. Recientemente todava, tal o cual obra de divul-gacin sobre la Biblia ofrece como conocimiento adquirido, pero sin demostrarlo, el que los acontecimientos contados haban sido ya y durante generaciones transmitidos oralmente. Hace tiempo que los historiadores han puesto de manifiesto la imposibilidad de esta tesis que, sin embargo, no cesa de resurgir.

    Se recurre con frecuencia a la tradicin oral para explicar por qu los relatos de la poca de los patriarcas o de los reina-dos de David y Salomn se escribieron tardamente, nada me-nos que entre tres y doce siglos despus de las fechas en que se supone que habran tenido lugar los hechos narrados. En lugar de aceptar que se ponga en tela de juicio -o, al menos, que se matice- la historicidad de tales relatos fundacionales, hay toda una corriente de pensamiento, bastante moderna, que cree ha-ber encontrado una respuesta sencilla: estos relatos se habran transmitido de boca a boca durante decenas de generaciones...

    Sin embargo, ya a mediados del siglo XVIII, uno de los padres

    * Exegeta y director de la revista Recherches de Science religieuse (Pars).

  • Los orgenes de la Biblia

    fundadores de la exgesis moderna, Jean Astruc, refutaba esta ex-plicacin a propsito de las tradiciones del Gnesis: Quie-nes piensan que el conocimiento de hechos anteriores pudo ser transmitido a Moiss... por una tradicin puramente oral, es de-cir, boca a boca..., se aprovechan de la larga vida de los patriarcas para sostener que dicha tradicin oral pudo transmitirse desde Adn hasta Moiss gracias a la intervencin de un nmero muy escaso de personas... Pretenden de ese modo que la tradicin fue sencilla y segura, que no tuvo que pasar por un nmero exce-sivo de manos, en las cuales habra podido oscurecerse, debili-tarse, alterarse. No obstante, y por escaso que fuera el nmero de aquellos a travs de quienes los hechos habran llegado, de mano en mano, hasta Moiss, cuesta mucho persuadirse de que, tratndose de una tradicin varias veces repetida, pudieran los sucesivos transmisores recordar con precisin la topografa del Paraso terrestre..., la edad de cada Patriarca, el momento exacto en que cada uno de ellos fue padre y muri....

    Ante todo, el recurso a la oralidad es ajeno a lo que la Es-critura afirma de s misma. Israel y las primeras generaciones de cristianos, aunque sepamos que Dios ha hablado muchas veces y en diversas formas a nuestros padres por medio de los profetas (Heb 1,1), han tenido la certeza de que todo lo que leemos nos ha llegado por escrito. Es preciso, en efecto, comenzar por leer lo escrito, para as aprender o recordar lo que una vez se dijo. En todo caso, el uso de trminos y expresiones como la Escritura y las Escrituras en el Nuevo Testamento, pre-sentadas bajo la autoridad de Moiss y los Profetas, est muy lejos de abonar la tesis de lo oral, pues no slo hubo, en efecto, una escritura material, sino que en ningn momento se habla de lo oral como medio de conservacin de lo que fue, eso s, dicho

  • Existe la tradicin oral? [ O 45

    en un principio, al menos en parte, y mucho menos de lo que fue inicialmente escrito.

    Al respecto de este asunto, es hora ya de tener en cuenta los trabajos que, desde hace varias dcadas, arrojan luz sobre la na-turaleza y las condiciones de las transmisiones orales, sea en cul-turas de oralidad o de escritura, para hacerse una idea cabal de lo que implican unas y otras, en s mismas y en sus relaciones.

    Que la palabra es lo primero, y por tanto anterior a todo aprendizaje de la escritura, se desprende tanto de la sensatez cotidiana como de la experiencia histrica. Nuestras queridas cabecitas rubias o morenas nos lo recuerdan cada da, aunque, a partir de los seis aos, tengan que sudar ante la pizarra o la hoja en blanco. Pero de ah a deducir la omnipotencia de lo oral va un trecho demasiado largo.

    Se habla, a este respecto, de culturas orales, africanas u oce-nicas principalmente, a menos que incluyamos tambin los cuentos y leyendas de nuestras abuelas, tan europeas ellas. Aho-ra bien, desde hace varias dcadas, etnlogos y antroplogos nos ofrecen los frutos de sus observaciones. Recordemos, en primer lugar, los trabajos de Albert Bates Lord, quien, en los aos se-senta y setenta del pasado siglo XX, y a partir del estudio de los bardos yugoslavos, estableci las condiciones que deban darse para que hubiese tradicin oral: hacen falta ritmos y rimas, este-reotipos bien definidos y un gusto por la repeticin que faciliten la labor de la memoria, as como una determinada extensin de secuencias recitativas o declamatorias; todo lo cual, digmoslo ya, falta en la literatura bblica, con algunas excepciones muy breves.

    Pero es el maestro en la materia, Jack Goody quien, en su obra La domesticacin del pensamiento salvaje (Akal, Madrid 1985), y

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  • Existe la tradicin oral? [ 0 47

    Lo oral elaborado por el escritor

    Pero hay ms. Incluso lo oral es elaborado por escritores, ya sean novelistas, dramaturgos o periodistas. Podemos generalizar y decir que, tal como Jack Goody observ de modo experimental, la mera transcripcin de un discurso oral da como resultado un texto ilegible, sea por su banalidad o por los tartamudeos de la expresin y del pensamiento. Quien tiene la oportunidad de leer en papel lo que antes ha dicho o contado l mismo, consta-ta esa decepcionante sorpresa. As se explica que los escritores tengan que hacer un esfuerzo de elaboracin para hacer or, para que resulte audible y por tanto oral aquello que, en realidad, es fruto ntegro de su labor de escritura.

    En suma, hacer de la oralidad la garanta de una escritura que se presenta como poco o nada fiable entraa un desconocimien-to -cuando no desprecio- de lo que represent la gran inven-cin de la escritura en el rea del Oriente Prximo, de la que dependen nuestros escritores bblicos. Sin ella, sin la invencin fenicia del alfabeto, en el siglo XV antes de nuestra era, la Biblia habra sido impensable y las famosas tradiciones orales habran quedado en letra muerta -nunca mejor escrito-, al igual que lo esencial de tantas culturas orales, antiguas y recientes.

    La Biblia, as como las grandes culturas de la Antigedad, egipcias, mesopotmicas, griegas y romanas, es testimonio no slo de transmisin escrita, sino de una verdadera creacin lite-raria que ha sabido crearnos, entre otras cosas, la ilusin, suges-tiva y expresiva, de la oralidad. Si lo oral de la Biblia, pues, nos resulta interesante y agradable, no debemos olvidar que ello se debe al texto escrito, es decir, precisamente a la escritura, a las Escrituras.

  • 48 f

  • El da uno de la escritura

    ANDR PAUL*

    Toda investigacin y todo discurso sobre la escritura de la Biblia (limitada, en este caso, al Antiguo Testamento) estn sometidos a un requisito previo: que las fronteras del corpus cannico estn abiertas al continente literario en el cual evolucionaron primero las diversas piezas que lo componen, solas o en combinacin. Una vez reconocido esto, hemos de considerar que nos hallamos ante textos literarios, prosa y poesa. Ya es un supuesto adquirido que el uso escrito de la prosa literaria fue lo primero en la histo-ria; se asent primero en Grecia, entre los etngrafos e histo-riadores, durante el siglo VI a.C. En el siglo siguiente Herodoto representa ya el testimonio brillante y cumplido de ello. Ahora bien, para la germinacin bblica, era necesario un mantillo social adecuado; y este no pudo constituirse ms que bajo la dominacin persa, cuando la provincia de Yehud, avatar recom-puesto del reino de Yehud, hubo alcanzado un grado suficiente de estructuracin nacional. A la manera de otras naciones, este pueblo de fuerzas renovadas y autobautizado con el nombre de Israel, pudo entonces construir en la escritura su pasado y sus leyes, con su hroe fundador y su legislador nacional, y as ad-

    * Historiador y biblista.

  • Los orgenes de la Biblia

    quirir su independencia moral. Con todo, no procedi desde la nada, sino a partir de una base previa, compuesta de tradiciones, leyendas y mitos. Ese fue, sea como fuese, el da uno de una aventura literaria sin fin, nica en la historia: Y el hombre cre la Biblia. Estamos en el siglo V a.C.

    En el siglo siguiente, el IV, se alcanz el dominio de la escri-tura potica, para el orculo, llamado proftico, y para el canto, conocido como salmo. Al igual que en Grecia con las obras de Homero o Hesodo, la poesa de los hijos de Yehud no era hasta entonces ms que actividad oral; haba llegado, pues, la hora de la autonoma de la escritura potica, instituida como arte litera-ria. La Ley de Moiss iba a encontrar su culminacin en forma de libros profticos constituidos por multitud de orculos poticos, cada uno de los cuales se compona de piezas reunidas bajo un nombre, el de una figura que a posteriori se llamara profeta. A la manera de Moiss para la Ley, estas colecciones se ponan bajo el patronazgo de titulares cuyos nombres tenan que ver con las tradiciones ms destacadas que les servan de fuente. La Ley se surta de la historia de los orgenes de Israel y ms an de la biografa de Moiss, su incomparable profeta (Dt 18,18). Pero, dado que la proclamacin de este ltimo tuvo lugar antes de que Israel entrase en la tierra prometida, su insigne carrera re-clamaba una prolongacin en su primer sucesor, Josu. Muy par-cialmente y de manera mucho menos formal, el modelo narrati-vo de la Ley sirvi para un nmero de libros que se presentaban como profticos. Las agrupaciones de orculos se surtieron de elementos biogrficos relativos al signatario declarado. Adems, una y otra vez se hablaba de la situacin poltica o religiosa de Is-rael, lo cual confera a los orculos resonancia histrica concreta, as como una incontrovertible credibilidad.

  • El da uno de la escritura

    Anacronismo

    La historia, nacional e internacional, se rehaca afirmando, ac-tualizando y orientando los orculos segn los acontecimientos vividos por la nacin. Tal fue el avatar ejemplar de la primera historiografa. La escritura potica del orculo daba continuidad a la escritura de la historia (la historia de la Ley o la Ley en la historia). Ambas progresaran en una sinergia productiva de la que habran de nacer otras obras, los otros escritos, como se deca a comienzos del siglo II a.C, algunos de ellos incluidos ms tarde en la Biblia.

    Es as como, segn el traductor del llamado libro de la Sabi-dura, de Jess, hijo de Sir, en su famoso prlogo, y otros testimo-nios procedentes de las cuevas de Qumrn, eran dos los conjun-tos literarios que sabemos instituidos ya en los primeros aos del siglo II a.C, sin que ello fuera bice para que ambos se abrieran, subdividindose en diversos libros separados. Para designarlos, se recurra a las frmulas la Ley y los Profetas, y se sola hablar de ellos en conjunto: La Ley y los Profetas. Si bien todo indica que la constitucin de ambos grupos, su conjuncin y hasta sus divisiones internas eran ya de todos conocidas en el siglo precedente, el III. Con todo, por ms que tales conjuntos estuviesen ya bien formados -y es muy probable que hubiese otros, adems de los mencionados-, sera anacrnico pretender que hubo escritura de la Biblia en el sentido literario del trmino antes del siglo V a.C. El salto cualitativo que implica el acceso al arte y la maestra de la escritura literaria haba sido imposible hasta entonces, por motivos culturales y tcnicos, pero tambin, si profundizamos un poco, polticos y sociales.

  • II.

    El exilio en Babilonia, momento crucial

    i

  • Nacimiento de la Biblia

    THOMAS RMER*

    En el principio exista el Exilio. Es tentador resumir de ese modo el nacimiento de la Biblia hebrea. El exilio en Babilonia no pro-voc el fin del pueblo judo, sino que, paradjicamente, facilit el nacimiento del judaismo, el cual bebera en las fuentes de la Tora, y desde el siglo IV antes de nuestra era, su identidad. Y es que fue precisamente la deportacin de la intelligentsia juda a Babilonia lo que prepar de manera definitiva el advenimiento del Libro.

    El exilio en Babilonia fue consecuencia de las revueltas de los reyes judos contra el Imperio babilnico, que controlaba el Oriente Prximo desde el 605. En el 598 tuvo lugar el primer si-tio de Jerusaln, y una parte importante de los intelectuales y de la corte real fue deportada. Sedecas, el rey impuesto por los ba-bilonios, intent una rebelin, lo que provoc la destruccin de Jerusaln entre el 587 y el 586. La ciudad fue incendiada, el Tem-plo destruido y se decret una segunda ola de deportaciones. El reino de Jud haba dejado de existir, pasando a formar parte de la provincia babilnica de Samerina. Algunos textos bblicos dan la impresin de que Judea qued totalmente desolada y sin habi-

    * Profesor del Instituto Suizo Francfono de Ciencias Bblicas, Universidad de Lau-sana.

  • Los orgenes de la Biblia

    tantes en esta poca (2Re 25,21), pero, en realidad, la deporta-cin afect slo a un 10-15% de la poblacin. No obstante, es a esta minora intelectual a quien hay que atribuir la invencin y redaccin de la mayora de las respuestas del momento ante la crisis de la destruccin de Jerusaln.

    La primera edicin de una historia de Israel

    Un grupo de antiguos funcionarios de la corte redacta durante el siglo VI un fresco histrico que se extiende desde el libro del Deuteronomio hasta los dos libros de los Reyes. Se la conoce como Historia Deuteronmica porque sus autores se apoyaron en el Deuteronomio primitivo, editado en tiempos de Josas (en torno al 630), que para ellos constitua una autntica clave para leer la historia del pueblo de Israel. El Deuteronomio exhorta a Israel a respetar la alianza con Yav abstenindose de venerar a ninguna otra divinidad fuera de l. La Historia Deuteronmica quiere mostrar que toda la historia de Israel, desde la conquista del pas prometido, estuvo marcada por la desobediencia perti-naz del pueblo y de sus jefes, que no supieron respetar aquella exigencia fundamental. Desde la ptica de los autores de la na-rracin deuteronmica es, pues, el mismo Yav quien provoca la catstrofe del Exilio (2Re 24,3) para sancionar a Israel por su incumplimiento de la Ley codificada en el Deuteronomio.

    La historia deuteronmica no es ni historiografa en el sen-tido moderno ni una encuesta a la manera de los griegos. Con todo, hemos de entenderla como la primera tentativa de cons-truir una imagen global del pasado de Israel con el fin de darle sentido al presente. Los autores de esta historia de Israel son en

  • Nacimiento de la Bibl

    realidad redactores. No parten de cero, sino que utilizan textos de la poca de la monarqua, entre ellos una primera versin del Deuteronomio y del libro de Josu que datan del reinado de Josas; pero, adems, un libro de los Salvadores cuyo origen se sita en el reino del Norte y que constituye la base del libro de los Jueces, y asimismo una historia de la ascensin de David (lSam 16-2Sam 5).

    La novedad de la historia deuteronmica consiste en revi-sar estos textos antiguos, y elaborar con ellos una composicin coherente que relata la historia de Israel desde los orgenes al Exilio. La labor de estos deuteronomistas durante la poca babilnica y el comienzo del perodo persa prepara as el cami-no hacia una religin del Libro. En efecto, Deuteronomio 6,9 invita a los destinatarios a que escriban las palabras de la Ley en todas las casas de Israel, prctica que estaba tradicionalmente reservada a los santuarios; de modo que, tras la destruccin del Templo, toda casa puede convertirse en un santuario donde se escucha la palabra de Yav. El Deuteronomio se encuentra, por consiguiente y de algn modo, en el origen del culto sinago-gal.

    La formacin del corpus proftico

    Los profetas del siglo VIII haban denunciado las injusticias so-ciales y los desarreglos en el culto que tenan lugar en Israel y en Jud; tambin haban anunciado la llegada de un juicio divino. Marginales en su poca, adquirieron repentina credibilidad tras la catstrofe del Exilio, que vena a confirmar sus orculos de desgracia. El medio deuteronomista, ya responsable de la com-

  • Los orgenes de la Biblia

    posicin de los libros que van del Deuteronomio al segundo li-bro de los Reyes, comienza ahora a editar, sobre todo, los libros de Amos, Oseas y Jeremas, con lo que proporcionan a la his-toria deuteronmica un complemento profetice El cual viene a demostrar que el juicio ya lo haban anunciado, tiempo atrs, los profetas, no consiguiendo otra cosa que el rechazo reiterado del pueblo. De todos modos, el Exilio planteaba igualmente la cuestin de si podra haber todava un futuro para el pueblo de Yav. En contraste con la insistencia deuteronmica acerca del juicio, a partir del ao 540 comienza a desarrollarse un profe-tismo optimista. Este profetismo de la salvacin es percepti-ble, sobre todo, en la segunda parte del libro de Isaas, conocida como Deutero-Isaas (captulos 40-50). Se trata de un grupo de profetas annimos cuyos orculos se aadieron ms tarde a la primera parte del libro de Isaas. El Deutero-Isaas anuncia el fin del exilio y presenta el retorno al pas como un nuevo xodo y, a la vez, como una nueva creacin (is 43,18-20).

    La convivencia de una profeca de juicio con otra de salva-cin, convivencia que caracteriza al corpus proftico del Anti-guo Testamento, tiene, pues, su origen en la poca del exilio.

    La mayor parte de la literatura de la Biblia hebrea se debe a los exiliados o a sus descendientes. En contraposicin, las tradi-ciones sobre los patriarcas fueron transmitidas por la poblacin rural, que no fue deportada.

    De este modo, Ezequiel 33,24 pone de manifiesto que Abrahn ofreca una figura de identificacin a quienes se queda-ron en el pas. El pasaje sugiere, en efecto, que la poblacin de los no deportados se serva del Patriarca para legitimar la posesin del pas contra la reivindicacin de algunos exiliados: Uno solo era Abrahn y obtuvo el pas en herencia, mientras que nosotros

  • Nacimiento de la Biblia [ Q 59

    somos muchos; a nosotros se nos ha dado el pas en posesin. Abrahn era, pues, un personaje conocido en la poca babilni-ca; aunque parece que la primera redaccin del ciclo del Patriar-ca se produjo precisamente en esta poca. A su autor acaso haya que buscarlo en el entorno de Godolas, a quien los babilonios haban puesto al frente del pueblo para gestionar los asuntos co-rrientes de Jud. Contrariamente a los textos deuteronmicos, que exigen una estricta segregacin de Israel respecto a las de-ms naciones, la historia de Abrahn insiste en la necesidad de una convivencia pacfica de todos los pueblos de Siro-Palestina, los cuales mantienen, segn Gnesis 12-25, numerosos lazos de parentesco por mediacin de Abrahn.

    La Tora como patria porttil

    An en la poca del Exilio, las tradiciones sobre los patriarcas estaban en concurrencia con la tradicin del xodo (Ex 1-15) y de Moiss. Pero mientras que el libro del Gnesis apenas est marcado por la labor de redaccin de los deuteronomistas, la historia de Moiss s que est fuertemente impregnada del estilo y las preocupaciones de la escuela. Los primeros que reunieron en un mismo rollo las historias de los patriarcas y los relatos de la salida de Egipto y el paso por el desierto son representantes del medio sacerdotal. Cerca ya del final del Exilio o durante las primeras dcadas de la dominacin persa, estos sacerdotes publican el ncleo narrativo del Pentateuco distinguiendo tres pocas de la revelacin divina (cf x 6,2-4): los orgenes de la humanidad (donde a Dios se le llama Elohm), la poca de los patriarcas (durante la cual Dios se manifiesta como El Shadday)

  • 6o 0 Los orgenes de la Biblia

    y la poca de Moiss (cuando Dios se revela bajo el nombre de Yav). El medio sacerdotal insiste en la importancia del culto sacrificial (Lev 1-9), pero tiene en cuenta las circunstancias de un pueblo en dispersin. Los autores sacerdotales sitan el sabat (Gen 2,1-4), las reglas bsicas de la alimentacin (Gen 9,4), la circuncisin (Gen 17) y la Pascua (x 12) antes de la construc-cin del santuario, otorgando de ese modo a los exiliados ritos identificadores fciles de llevar a la prctica.

    Cada uno a su manera, los autores deuteronomistas y sacer-dotales toman en consideracin la crisis del Exilio. En la poca persa se encontrarn para editar, juntos, el Pentateuco: el docu-mento sacerdotal proporciona la estructura de base y el Deu-teronomio, separado de la historia deuteronmica, la final. El Pentateuco se convierte entonces en una patria porttil, pues la Tora puede leerse y practicarse tanto por la dispora (los des-cendientes de los judos del exilio en el extranjero) como por los judos que habitan el pas.

  • El relato bblico del diluvio y los mitos mesopotmicos*

    JACQUES BRIEND"

    El 3 de diciembre de 1872 un hombre llamado Georges Smith caus sensacin al anunciar ante la Sociedad de Arqueologa Bblica de Londres el descifrado de una tablilla cuneiforme que contena un relato del diluvio en diecisiete lneas. Haba que ren-dirse ante la evidencia: la Biblia, el nico monumento literario de la Antigedad, transmitido de generacin en generacin, tena races ms antiguas, concretamente en Mesopotamia.

    El relato del diluvio es sobre todo conocido a travs de dos textos mesopotmicos. En primer lugar, el llamado de Atra-Ha-sis, lo que puede traducirse como el Ms que Sabio o el Muy Inteligente. Esta versin, en lengua babilnica, data, como muy pronto, de la segunda mitad del milenio anterior a nuestra era. El escriba de la copia ms remota trabajaba, en efecto, en la po-ca del rey Ammi-sadqa, que rein entre 1646 y 1626 antes de nuestra era, pero lo ms probable es que el texto sea un poco ms antiguo. Existe, adems, otra versin del diluvio en la tablilla XI del clebre Poema de Gilgamesh. En la actualidad disponemos de

    * Conferencia pronunciada en la UNESCO (texto no definitivo). ** Profesor honorario del Instituto Catlico de Pars.

  • Los orgenes de la Biblia

    buenas ediciones de dichos textos, que permiten su cotejo con el relato bblico.

    Antes de acometer una comparacin entre los textos meso-potmicos y el bblico, es preciso recordar que tampoco el mis-mo texto bblico refleja una sola fuente. Ya en la Francia del siglo XVIII, Jean Astruc, mdico del rey Luis XV y gran lector de la Biblia, realiz sobre esta un estudio crtico en una memoria que titul Conjeturas sobre los documentos originales de los que al parecer se sirvi Moiss para componer el libro del Gnesis, con observaciones que apoyaban o aclaraban dichas conjeturas del sabio dieciochesco. El escrito, publicado en 1753, es decir, ms de un siglo antes de la intervencin de Georges Smith en Londres, ha sido recientemente reeditado por Pierre Gibert bajo el ttulo, ms sencillo, de Conjectures sur la Gense (Conjeturas sobre el Gnesis, Nosis, Pars 1999). Jean Astruc discierne doce documentos en el libro del Gnesis a partir de ciertas cons-tataciones que siguen siendo vlidas en la actualidad. Estn, en primer lugar, las repeticiones a lo largo del libro; pero tambin los dos nombres que se dan alternativamente a Dios: Elohm y Jehov; as como la comparacin entre el libro del Gnesis y res-to de la Tora, y la falta de respeto al orden cronolgico que se advierte cuando se lee el Gnesis con atencin.

    De esta manera, Jean Astruc distingue entre un texto A, don-de se usa el nombre Elohm para hablar de Dios, y un texto B que se sirve del nombre divino Jehov. Llega incluso a pensar que existe tambin un texto C al que slo adscribe tres versculos. En la poca de Jean Astruc, cuando los textos mesopotmicos no eran an conocidos, se admita ya casi con unanimidad que

  • El relato bblico del diluvio y los mitos mesopotmicos [ d 63

    el texto bblico era una sntesis de dos relatos, cada uno con su propia existencia, que haban acabado por fusionarse en algn momento. Si esto es exacto, como creo, no basta con afirmar que el texto bblico del diluvio tiene algo que ver con los mesopot-micos, sino que hay que preguntarse cmo es que hubo influen-cia mesopotmica sobre los dos relatos del Gnesis.

    Un texto bblico compuesto

    Los exegetas han sealado seis contradicciones o diferencias sustanciales entre los dos relatos del diluvio. En primer lugar, el motivo de que este tenga lugar se menciona dos veces: la perver-sidad del corazn humano (Gen 6,5) y, ms tarde, la corrupcin de la tierra y de toda carne mortal (6,11-13), en un texto que los exegetas actuales consideran sacerdotal.

    Cuando, adems, Dios dicta sus rdenes acerca de los anima-les que deben entrar en el arca, le indica a No que meta una pa-reja de cada especie animal (6,19-20) y, ms adelante, que tome siete parejas de los animales puros y una de los impuros (7,2). La diferencia estriba no slo en el nmero total de animales, sino, sobre todo, en la distincin entre puro e impuro, lo cual implica una prctica litrgica en la que ciertos animales eran sacrificados y otros no. El texto tiene que estar, pues, reflejando prcticas de culto mucho ms antiguas que el propio texto bblico.

    La duracin del diluvio es otro dato variable. Por una parte, el texto habla de cuarenta das y cuarenta noches, cifra caractersti-ca de las cronologas bblicas, probablemente de origen palesti-no; recurdese, por ejemplo, la peregrinacin de Elias, que dura tambin cuarenta das y cuarenta noches, o los cuarenta aos

  • 64 (D Los orgenes de la Biblia

    que Israel pas en el desierto. Por otra, el relato sacerdotal, ms reciente, afirma que la crecida de las aguas dur ciento cincuenta das, de modo que, desde el comienzo del diluvio hasta la restau-racin de la Creacin, pas un ao entero y diez das ms.

    En cuanto a la naturaleza del diluvio, en un caso fue provocado por lluvias torrenciales (7,12; 8,2b); mientras que en otro se tra-ta de una catstrofe csmica durante la cual las fuentes del Abis-mo suben y anegan todo el mundo, al tiempo que del cielo cae la lluvia, de manera que el agua viene a la vez de arriba y de abajo.

    Por ltimo, la salida del arca es ordenada por Dios en un caso (8,15-17) y, en otro, tuvo lugar tras una suelta de aves (8,7-12).

    Estos datos, inconciliables entre s, implican dos representa-ciones del cosmos y del origen de la lluvia. Un redactor tardo hubo de esforzarse por fundir los dos relatos, que no tenan un mismo origen y que seguramente procedan de pocas distintas, pero que l consideraba tan vlidos el uno como el otro. Y es que los redactores antiguos no podan limitarse a yuxtaponer dos re-latos distintos del diluvio, porque fue uno solo el momento en que se puso en peligro la Creacin, y el riesgo fue tan extremo que no poda concebirse ms que como una sola catstrofe. La tradicin, pues, pesaba tanto que se haca necesario reducir los dos relatos a uno solo. Un caso idntico lo tenemos en el libro del xodo, con el episodio del paso del mar Rojo (x 14).

    Paralelos y diferencias entre las tradiciones bblicas y mesopotmicas

    Intentemos ahora releer el texto bblico, en su versin cannica, cotejndolo con los textos mesopotmicos. En todos los textos,

  • El relato bblico del diluvio y los mitos mesopotmicos [Cl 65

    tanto los mesopotmicos como los bblicos, la decisin de pro-vocar el diluvio es divina. En el Atra-Hasis dicha decisin emana de Enlil, el dios de la tierra, para quien los hombres son dema-siado numerosos, hacen ruido y no le dejan dormir. En la tablilla XI del Poema de Gilgamesh, aunque se hace responsables a todos los grandes dioses en su conjunto, al mismo tiempo se acusa a Enlil de haber actuado sin reflexionar. Por ltimo, en otro texto, El mito de Erra, la decisin se atribuye a Marduk, el gran dios de Babilonia. Pero todos los textos babilnicos, en suma y sin excepcin, consideran que el diluvio fue una accin desastro-sa causada por un dios, cuyo nombre poco importa. Sobre este punto hay unanimidad porque solamente un dios puede tomar una decisin que pone en riesgo la creacin del mundo, que ha-ba sido obra divina.

    En la Biblia, muy por el contrario, la causa del diluvio cae del lado del hombre, a quien se considera maligno y cuyo corazn tiende a concebir el mal; o bien del lado de los hombres corrup-tos y que slo conocen la violencia. El diluvio se provoca, pues, por el mal que corroe a la humanidad.

    Si en la Biblia la construccin del arca la ordena Dios (Gen 6,14), en el Poema de Gilgamesh es Ea, el dios de la sabidura y de los artesanos, quien ordena su construccin. En el relato bblico el arca debe tener una longitud de cincuenta codos y una altura de treinta. En contraste, la embarcacin del Poema debe ser tan larga como ancha y el conjunto forma una construccin cuadra-da de sesenta metros de lado y otros sesenta de alto. El nico punto que comparten las dos tradiciones es la orden de hacer-le un techo a la embarcacin. Algunos ven en ello, ante todo, la imagen de un templo, pues no es fcil concebir que una cons-

  • 66 \(H Los orgenes de la Biblia

    truccin as pudiera navegar. El texto mesopotmico habla de un barco, pero la Biblia emplea el trmino equivalente a arca, que slo se menciona otra vez en referencia a la caja, el arca, en que Moiss fue depositado sobre el Nilo. Nada nos dice el relato b-blico acerca de la construccin del barco, salvo que el arca deba tener tres pisos. Puede que los autores se sintieran incmodos ante una construccin naval de caas, tpicamente mesopotmi-ca; en Palestina, pas de colinas, que no de navegantes, no exis-tan artesanos de la construccin naval. Un solo rasgo es comn a ambas tradiciones: la mencin de la pez para el calafateo; se trata de una tcnica mesopotmica que encontramos tambin en el relato bblico, donde el arca debe ser revestida por dentro y por fuera.

    En el arca entran la familia de No y los animales por parejas. Tanto para los autores bblicos como para los mesopotmicos, el mayor problema consista en la repoblacin de la tierra despus del diluvio. En el Poema de Gilgamesh es el conjunto del mundo animal el que entra en el arca, animales domsticos y salvajes, junto con todos los artesanos con oficio. En ese punto las inquie-tudes mesopotmicas miran al futuro, a lo que ocurrira despus del diluvio, cuando la maestra de los artesanos constituira un elemento de crucial importancia que era necesario de todo pun-to preservar.

    Una mencin particular, slo en el texto bblico, merecen las aves del cielo. Esto se explica perfectamente por el ritual israelita del sacrificio de los pobres, que permite ofrecer un ave en lugar de una oveja o un buey. Esta distincin tiene probablemente un origen litrgico y anuncia la reanudacin de los sacrificios des-pus del diluvio.

  • El relato bblico del diluvio y los mitos mesopotmicos ^Q 67

    Una vez que este ces -al cabo de siete das y de siete noches segn el Atra-Hasis-, hubo que esperar a que bajaran las aguas. En el texto bblico No abre la ventana del arca cuando hubieron transcurrido cuarenta das. El Poema de Gilgamesh aade una pin-celada muy humana: Abr un tragaluz; un aire fresco cay sobre mis mejillas*, dice el hroe, que, a continuacin, cae de rodillas y reza. El pasaje, muy emotivo, trae a la mente un contexto litrgico.

    En el texto bblico, despus de abrir una ventana, No suelta un cuervo y luego, por tres veces, una paloma, que, en su segundo regreso, trae una rama de olivo. Por qu una paloma? Sin duda porque en Palestina la paloma es un smbolo de fecundidad, y se espera que, tras el diluvio, la tierra ser fecunda. En el