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Los mapas de Bolivia y Paraguay en 1928 Cuando estalló la crisis desatada por el incidente de fortín Vanguardia en diciembre de 1928, los mapas cobraron una importancia esencial para cualquiera que quisiera entender el problema que consumía desde hacía 50 año a Bolivia y Paraguay. Pero los mapas, que debieron haber contribuido a entender una situación de por sí compleja, más bien se prestaron a enredarla y complicarla. ¿Por qué? Porque los mapas bolivianos y los paraguayos dibujaban a ambos países con sus pretensiones geográficas completas y opuestas, mientras que los mapas “neutrales” en los atlas del resto del mundo mostraban una frontera diferente y supuestamente neutral, que a ambos países litigantes les resultaba extraña e injusta. Así, los mapas bolivianos mostraban una Bolivia que incluía la totalidad del Chaco Boreal, hasta la confluencia de los ríos Pilcomayo y Paraguay, enfrente mismo de Asunción. Era el reclamo maximalista de Bolivia, del cual Daniel Salamanca era el primer y más ardiente partidario. El diario Frankfurter Zeitung reflexionaba en aquellos días de crisis que “Bolivia nunca ha hecho un secreto de su reclamo sobre el Chaco Boreal y, por ejemplo, no hay en el país ningún mapa en el que no se estire la frontera de Bolivia a lo largo del río Paraguay hasta Asunción. Una demarcación tal equivaldría, como es evidente en el mapa, a la conquista de la mitad del país Paraguay”, cosa que por supuesto, el Paraguay no podía concebir. Por su parte, el mapa maximalista paraguayo también estiraba las fronteras de ese país “ni más allá, ni más acá del río Parapití” (Parapetí para los bolivianos), que incluso hoy queda adentro del territorio boliviano, con lo cual reclamaba para sí todo el Chaco Boreal, lo cual Bolivia tampoco podía consentir.

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Los mapas de Bolivia y Paraguay en 1928Cuando estalló la crisis desatada por el incidente de fortín Vanguardia en diciembre de 1928, los mapas cobraron una importancia esencial para cualquiera que quisiera entender el problema que consumía desde hacía 50 año a Bolivia y Paraguay. Pero los mapas, que debieron haber contribuido a entender una situación de por sí compleja, más bien se prestaron a enredarla y complicarla. ¿Por qué? Porque los mapas bolivianos y los paraguayos dibujaban a ambos países con sus pretensiones geográficas completas y opuestas, mientras que los mapas “neutrales” en los atlas del resto del mundo mostraban una frontera diferente y supuestamente neutral, que a ambos países litigantes les resultaba extraña e injusta.

Así, los mapas bolivianos mostraban una Bolivia que incluía la totalidad del Chaco Boreal, hasta la confluencia de los ríos Pilcomayo y Paraguay, enfrente mismo de Asunción. Era el reclamo maximalista de Bolivia, del cual Daniel Salamanca era el primer y más ardiente partidario.

El diario Frankfurter Zeitung reflexionaba en aquellos días de crisis que “Bolivia nunca ha hecho un secreto de su reclamo sobre el Chaco Boreal y, por ejemplo, no hay en el país ningún mapa en el que no se estire la frontera de Bolivia a lo largo del río Paraguay hasta Asunción. Una demarcación tal equivaldría, como es evidente en el mapa, a la conquista de la mitad del país Paraguay”, cosa que por supuesto, el Paraguay no podía concebir.

Por su parte, el mapa maximalista paraguayo también estiraba las fronteras de ese país “ni más allá, ni más acá del río Parapití” (Parapetí para los bolivianos), que incluso hoy queda adentro del territorio boliviano, con lo cual reclamaba para sí todo el Chaco Boreal, lo cual Bolivia tampoco podía consentir.

Otras varias líneas fronterizas rectilíneas, negociadas y nunca ratificadas por uno o ninguno de ambos países a lo largo de 50 años, se superponían garabateando gran parte de la geografía disputada. No vale la pena mencionarlas.

Pero aparentemente los geógrafos y autores de atlas y mapas en el resto del mundo, se pusieron de acuerdo en utilizar como frontera —aunque no oficial— la línea diagonal trazada por el tratado Ichaso-Benítez de 1894, no aprobado por ninguno de los países litigantes, que dividía el Chaco en partes más o menos iguales.

Es ese mapa, con esa frontera rectilínea y diagonal, el que se reprodujo centenares de veces en la prensa internacional durante las dos semanas más intensas de esa crisis internacional. Sobre esa frontera escribió el diario socialdemócrata Vorwärts de Berlín:

Cuando se toma un atlas moderno y se ubica la frontera entre Bolivia y Paraguay, una frontera de unos 500 kilómetros de largo, se ve que está representada por una línea

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recta. Eso significa que es una frontera trazada por diplomáticos munidos de una regla. Y esto, porque se trata de regiones que nadie conoce y en las que tal vez ningún humano ha asentado el pie. O en todo caso, ningún ser humano civilizado con instrumentos topográficos o de otro tipo, de los que se necesita hoy para establecer una frontera. ¿Hay ríos, montañas, humedales, asentamientos humanos? Nadie lo sabe. El Atlas ilustra esta gigantesca región de unos 500 kilómetros de largo por casi 200 kilómetros de ancho como una superficie lisa, sin rasgos, sólo atravesada por una línea punteada: a saber, la mencionada frontera. Ninguno de los nombres de los así llamados fortines, de cuyas conquistas y recuperaciones por parte de uno u otro contendiente se informa de manera tan profusa en los días pasados, están señalados en el mapa. Entonces entendemos que se trata a lo sumo de chozas de troncos en esta selva-desierto, y además que allí viven mil veces más monos y serpientes que personas.

Pero más importante aun, es sobre esa mapa, sobre el que no había ningún dato preciso ni siquiera en los buenos atlas geográficos, que los diarios y la opinión pública internacional asumían posturas y tomaban partido.

Y resulta que según ese mapa, con la frontera Ichaso-Benítez de 1894, había, dentro de lo que ese mapa no oficial reconocía como boliviano, fortines paraguayos, como Patria, Galpón o Fuerte Olimpo. Más aun: fortín Vanguardia quedaba muy, pero muy adentro de territorio boliviano.

El problema era que ningún periodista sabía dónde estaba fortín Vanguardia, ni dónde se había producido el incidente. Se dibujaba a fortín Vanguardia en cualquier parte más o menos cercana a la línea Ichaso-Benítez, cuando lo cierto es que estaba más o menos cerca en el mapa —pero lejos en la realidad— de Puerto Suárez.

Aquellos diarios —e incluso los delegados de la Liga de las Naciones o de la Conferencia Panamericana— que deseaban tomar partido o hacerse de una opinión informada sobre los hechos, hubieran tenido la tarea mucho más sencilla si el gobierno boliviano hubiese informado a los cuatro vientos la localización exacta de fortín Vanguardia, sitio que está incluso hoy, tanto tiempo después de finalizada la Guerra del Chaco, dentro de territorio boliviano.

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