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KOBIE (Serie Paleoantropología), Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.º XXIV, pp. 125-168, 1997 ISSN 0214-7971 LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) Jacinto Campillo Cueva* RESUMEN Este artículo estudia los despoblados medievales de la Honor de Sedano (Burgos) a la luz de los restos ar- queológicos, la tradición oral y las fuentes diplomáticas. La incorporación de datos nuevos y la aplicación de una metodología rigurosa han permitido la rectificación de errores tradicionales así como la constatación de un tipo de poblamiento rural muy denso basado en peque- ños núcleos. RÉSUMÉ Ce travail releve les lieux déserts d'époque médiévale dans l'Honor de Sedano (province de Burgos) au moyen de l'archéologie, de la tradition populaire et de les sources diplomatiques. Les nombreaux renseignements nouveaux et la méthodologie scientifique rendent possible la rectification d'erreurs traditionnelles et la constatation d'un type de peuplement rural tres dense en petits villages. LABURPENA Salakera honek Sedanoko Landan (Burgosen) Erdi Aroan zeuden basarteak aztertzen ditu; horretarako, arke- ologi hondakinak, ahotik belarrirako kontakizunak eta diplomazi iturriak erabiltzen ditu. Jakingarri berriak erantsi <lira; horrezaz gainera, metodología zurruna erabili da; hori dela bide, betiko oke- rrak zuzendu egin <lira eta, beste alde batetik, gune txikietan zeutzan landa-biztanleguneen mota bat egon zela egiaztatu da. * Petronila Casado, nº 22 09005 Burgos.

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KOBIE (Serie Paleoantropología), Bilbao Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia N.º XXIV, pp. 125-168, 1997 ISSN 0214-7971

LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS)

Jacinto Campillo Cueva*

RESUMEN

Este artículo estudia los despoblados medievales de la Honor de Sedano (Burgos) a la luz de los restos ar­queológicos, la tradición oral y las fuentes diplomáticas.

La incorporación de datos nuevos y la aplicación de una metodología rigurosa han permitido la rectificación de errores tradicionales así como la constatación de un tipo de poblamiento rural muy denso basado en peque­ños núcleos.

RÉSUMÉ

Ce travail releve les lieux déserts d'époque médiévale dans l'Honor de Sedano (province de Burgos) au moyen de l'archéologie, de la tradition populaire et de les sources diplomatiques.

Les nombreaux renseignements nouveaux et la méthodologie scientifique rendent possible la rectification d'erreurs traditionnelles et la constatation d'un type de peuplement rural tres dense en petits villages.

LABURPENA

Salakera honek Sedanoko Landan (Burgosen) Erdi Aroan zeuden basarteak aztertzen ditu; horretarako, arke­ologi hondakinak, ahotik belarrirako kontakizunak eta diplomazi iturriak erabiltzen ditu.

Jakingarri berriak erantsi <lira; horrezaz gainera, metodología zurruna erabili da; hori dela bide, betiko oke­rrak zuzendu egin <lira eta, beste alde batetik, gune txikietan zeutzan landa-biztanleguneen mota bat egon zela egiaztatu da.

* Petronila Casado, nº 22 09005 Burgos.

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126 JACINTO CAMPILLO CUEVA

l. INTRODUCCIÓN

Hace ya algunos años, nos propusimos la realiza­ción de un estudio global y sistemático de los despo­blados medievales de la Honor de Sedano de tal suer­te que se diese cabida a las fuentes arqueológicas, a los textos diplomáticos y a la tradición oral. La razón de este reto no era otra que las particularidades obser­vadas en los escasos trabajos anteriores que habían tratado similares contenidos ya que, en general, su elaboración se había acometido superficialmente y de manera harto inconexa, de ahí la conformación de un panorama falto de unidad. Las referencias orales apa­recían muy reducidas o brillaban por su ausencia, de modo que era urgente una compilación exhaustiva de todos los aspectos legendarios. Otro tanto sucedía con los datos diplomáticos, ora dispersos en diversas publicaciones ora quintaesenciados en primeras refe­rencias cronológicas. Tales disyuntivas aconsejaban un tratamiento general y conjunto que no eludiera ningún aspecto por muy mínimo que fuese. Por últi­mo, el tipo de vestigios arqueológicos que se necesi­taban apenas se habían incorporado a las cartas espe­cíficas salvo de modo anecdótico o meramente testi­monial. Era, pues, un deber conferirles igual impor­tancia que al resto de los yacimientos con el fin de elaborar un estudio secuencial que jalonara todo un milenio. ,

Dar cohesión a todo ello no era, lógicamente, una tarea fácil, de ahí la postergación temporal en benefi­cio del estudio de las necrópolis, tema intrínsecamen­te con menores dificultades. Actualmente, en cambio, estamos en condiciones de dar continuidad a los tra­bajos históricos y arqueológicos que emprendimos hace años sobre la Honor de Sedano, en especial aquellos de carácter arqueológico centrados en la Edad Media, a través del estudio de sus despoblados, recordados por la tradición popular o por las fuentes escritas y ratificados por los vestigios materiales.

Un atento examen de la bibliografía específica sobre los despoblados de la Honor deparó, desde un principio, numerosas deficiencias, cuya subsanación creímos ineludible al objeto de evitar ulteriores malentendidos. A veces, tales arbitrariedades eran producto de una inadecuada interpretación de los datos diplomáticos, dada la precipitación o la falta de contraste con otras referencias posteriores, y, en otras ocasiones, debido a la comisión de errores por parte de los estudiosos. Después de haber analizado y sope­sado la cuestión, nuestro objetivo debía centrarse en una interpretación más correcta y estricta de las fuen­tes a fin de reducir al máximo el número de equívo­cos.

Asimismo, creemos que el título requiere una serie de explicaciones previas. En primer lugar, entendemos por "despoblado" el sitio yermo o no

poblado que en otro tiempo tuvo población. Esta defi­nición no sólo da cabida a núcleos catalogados den­tro de la categoría de "villas" y "lugares" sino tam­bién a otros de rango demográfico y superficial menor como pudieran ser "aldeas", "granjas" y "caseríos" aún cuando esta última denominación no ha existido en nuestro ámbito. Deliberadamente se ha prescindido de los barrios desaparecidos ya que su proximidad a localidades, aún hoy habitadas, imposi­bilitaba la obtención de datos precisos acerca de su nacimiento o desaparición. En cambio, se han inclui­do aquellos núcleos que tuvieron durante algún tiem­po la categoría de "barrio" debido, en el caso de Sie­ro, a su alejamiento espacial con respecto al pobla­miento principal.

Por tanto, se incorporan todas aquellas entidades de población, ocupadas durante la Edad Media, que desaparecieron con anterioridad al inicio de la Edad Moderna. Con todo, se incluyen aquellos núcleos que perduraron con posterioridad como granjas (Valdegó­mez y Covasant), barrios (Siero) o casas (Valdepuen­te y Trascasa) siempre que hayan deparado materiales arqueológicos de cronología medieval.

En segundo lugar, y a tenor del adjetivo "medie­val" con que se califica a los despoblados, el marco temporal de nuestro estudio abarca, en teoría, desde la caída del Imperio Romano en el siglo V d.C. hasta la consolidación de la monarquía de los Reyes Cató­licos a finales de la XV centuria. Sin embargo, si se admite la despoblación de la cuenca del Duero a raíz de las campañas de Alfonso I, el marco cronológico sería aún más reducido, pues arrancaría de los siglos VIII-IX, momento en que se supone tuvo lugar la repoblación cristiana de la comarca. No obstante, la presencia de restos artísticos más antiguos en Quinta­nilla-Escalada, Tablada, etc. abogaría por una conti­nuidad de la población y, por ende, también de algu­nos emplazamientos (El Castillo de Siero y El Llano de Gredilla). La ocupación de los hábitats célticos o romanos por los cristianos no significa forzosamente que la población autóctona continuara sin interrup­ción alguna. Es necesario esperar al hallazgo de nue­vos datos arqueológicos que lo determinen, pero, de momento, es imposible de dilucidar dado el abando­no al monte de estos antiguos terrenos de labor. Pare­ce muy probable que a lo largo de las centurias VIII a IX se fundaran nuevos asentamientos que incre­mentaran el exiguo catálogo precedente. También consideramos que esa etapa de la alta Edad Media fue el período de eclosión del poblamiento rural de la Honor así como los siglos XIII y XIV marcaron la desaparición de la mayor parte de los despoblados, por su inviabilidad, aun cuando algunos pervivieran como granjas. Así pues, el máximo apogeo de este tipo de colonización, basado en pequeños núcleos, se produjo en los siglos XII y primera mitad del XIII,

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coincidiendo con el éxito del estilo románico y los inicios del gótico.

En último lugar, la Honor de Sedano fue una enti­dad territorial surgida en el siglo XIV como tenencia concedida por el rey Alfonso XI a su hijo ilegítimo D. Tello. Desde un primer momento, cohesionó a varios lugares que habían pertenecido a los alfoces de Mora­dillo y Siero-Sedano, que durante el pleno medievo se integraron en la merindad de Burgos con Río de Ubiema, perteneciente a la merindad mayor de Casti­lla. Al poco de su creación, el señorío jurisdiccional pasó a la familia de Femando Rodríguez de Villalo­bos. La viuda de éste, doña Inés de la Cerda, lo ena­jenó en favor de Ruy González de Castañeda que a su vez lo cedió a Juan Rodríguez de Castañeda. Por matrimonio de su hija Isabel, la Honor pasó a los Sil­va, condes de Cifuentes. En poder de esta casa nobi­liaria estuvo hasta que en 1480 Lope de Silva la ven­dió a Juan Manrique, conde de Castañeda y señor de Aguilar. En 1482 los Reyes Católicos agraciaron a su hijo García Femández Manrique con el título de mar­qués de Aguilar, dentro de cuyos estados permaneció hasta bien entrado el siglo XIX. La Honor componía un solo ayuntamiento pese a contar con una villa (Sedano ), cabecera de la entidad, un barrio (el barrio de Sedano en Pesquera del Butrón) y veinticinco lugares (Ayoluengo, Bañuelos del Rudrón, Ceniceros, Cortiguera, Covanera, Cubillo del Butrón, Escalada, Gredilla de Sedano, Huidobro, Moradillo del Casti­llo, Moradillo de Sedano, Mozuelos, Nocedo, Pes­quera de Ebro, Quintanaloma, Quintanilla-Escalada, San Andrés de Montearados, San Felices del Rudrón o de Sedano, Santa Coloma del Rudrón, Tablada del Rudrón, Terradillos de Sedano, Tubilla del Agua. Turzo, Valdeajos y Valdelateja).

El Valle de Sedano constituye una pequeña por­ción del solar burgalés alojada en un sector norocci­dental de la provincia contiguo al valle cántabro de Valderredible. Su superficie se significa por el predo­minio de las tierras elevadas y anfractuosas, situadas en tomo a 1.000 m. de altitud y seccionadas por que­bradas y cañones de notable desnivel y pendiente. Su perímetro obedece exclusivamente a factores históri­cos ya que no existe una clara diferenciación geográ­fica con respecto a zonas circunvecinas. No obstante, su territorio ofrece una notable cohesión y uniformi­dad, producto, sin duda, de una disposición compac­ta pero ante todo por una común andadura secular.

Desde el punto de vista geológico, la Honor ocu­pa un sector marginal de la Meseta, a caballo entre las estribaciones meridionales de la cordillera Cantábrica y las prolongaciones más septentrionales del Sistema Ibérico. Esta circunstancia explica el dominio de los materiales de época mesozoica que, debido a la ero­sión posterior, fueron reducidos a una penillanura. En ella, lo más relevante son los páramos, formas de

relieve plegado invertido, caracterizados por la exis­tencia de altiplanicies con materiales santonienses y campanienses, y los valles fluviales con una disposi­ción de estratos que van del wealdense al cenoma­nense. El predominio de las rocas calizas ha favoreci­do la carstificación y el afloramiento de excelentes bloques utilizados para la construcción.

Conforme a la estructuración del relieve, el paisa­je ofrece dos variantes contrapuestas. Por un lado, los páramos, de estructura tabular, provistos de suelos delgados, pobres y pedregosos y, por ende, poco aptos para la agricultura aunque relativamente apro­piados para prácticas ganaderas. Por otro lado, los valles excavados por ríos y arroyos introducen angos­turas y grandes desniveles que apenas dejan terrenos susceptibles de cultivo, salvo en los espacios ribere­ños.

Por su situación latitudinal y por estar en el inte­rior de la península, a la Honor de Sedano le corres­pondería un clima templado de tipo mediterráneo con­tinentalizado, pero la elevada altitud media de sus tie­rras recrudece hasta tal punto sus valores termoplu­viométricos que posibilita su catalogación como clima somontano. Ello explica la atemperación de las tem­peraturas máximas y la disminución de las mínimas, y, por ende, la fuerte oscilación térmica y la impor­tancia de las heladas y de los vientos gélidos. Otra consecuencia destacable es el aumento de las precipi­taciones con respecto a las áreas comarcanas más bajas, así como las producidas en forma de nieve.

A tenor de las características orográficas, climáti­cas y edáficas la vegetación autóctona ofrece un mar­cado carácter transicional que da cabida a especies perennifolias, propias del dominio mediterráneo (encina, carrasca ... ), junto con árboles caducifolios, típicos de las zonas oceánicas (quejigo, haya ... ). La dicotomía existente entre el páramo y los valles es igualmente perceptible en el campo de la vegetación. En el primero quedan algunos rodales de encinares, carrascales o quejigales, mientras que los segundos ofrecen un escalonamiento o una distribución selecti­va de los hayedos en las umbrías y los robledales en las solanas. A lo largo de los cursos de agua se orde­na una vegetación ripícola con predominio de chopos, alisos, sauces, fresnos ... La acción antrópica ha pro­ducido la deforestación del bosque primitivo, tanto en páramos como en laderas, con la finalidad de obtener tierras de labor y pastizales. Sin embargo, reciente­mente se ha acometido la repoblación de las áreas marginales, no aptas para el cultivo, mediante la plan­tación de pinos o de especies autóctonas. No obstan­te, el principal factor de la regeneración ha sido el éxodo rural ya que ha conllevado el abandono de las tierras de peor calidad o de difícil laboreo con el trac­tor en beneficio del monte bajo y, por consiguiente, el avance de especies autóctonas.

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Desde el punto de vista hidrográfico, la Honor es drenada fundamentalmente por el Rudrón y sus afluentes, entre ellos: el San Antón y el Moradillo, aunque en el extremo septentrional también discurre el Ebro por espacio de breves kilómetros.

Al menos desde la alta Edad Media el poblamien­to típico del Valle de Sedano fue el concentrado en pequeños núcleos. Sin embargo, éste coexistió con edificaciones dispersas, tales como molinos, granjas, ventas, etc., muchos de ellos documentados aún en la Edad Moderna y algunos todavía existentes. La rela­tiva elevada densidad de hábitats en la actualidad (27) no es sino un recuerdo de una nómina considerable­mente mayor. Los núcleos actuales disponen de un caserío reducido y de un escaso término campanil, frecuentemente repartido entre el valle y el páramo. En la Edad Media, los términos debieron ser conside­rablemente menores ya que el número de lugares poblados fue bastante mayor (71). Los pueblos están muy próximos entre sí, separados por retazos de pára­mo y unidos por valles. También se localizan prefe­rentemente en los valles, al abrigo de los vientos frí­os dominantes, aunque en las primeras épocas tendie­ron asimismo a establecerse en los páramos y hondo­nadas inmediatas, a pesar de que los cambios climá­ticos contribuyeron poco después a su abandono.

Entonces, el núcleo principal estaba constituido por varios barrios, algunos compuestos por poquísi­mas casas, distribuidos en tomo a fuentes y ermitas. Pero, el crecimiento demográfico y espacial de los mismos determinó una mayor cohesión y, a la postre, la desaparición de la separación en barrios. Desde siempre, la casa rural honoriega se ha construido a base de la piedra caliza del país, prefiriendo el empleo de muros de mampostería y reservando la cantería para esquinales y enmarque de los vanos. Estos, por la crudeza del clima, son poco numerosos y de pequeñas proporciones por lo que el aspecto del edificio resulta compacto. Sólo a partir del siglo XIX se introdujeron innovaciones consistentes en la cons­trucción de balconadas y galerías. La tradicional casa rural responde al tipo de casa bloque ya que todas las dependencias (vivienda, establos, almacenes ... ) se encuentran bajo el mismo tejado.

2. HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES

Nuestro estudio sobre la investigación de los des­poblados de la Honor se ha fundamentado en la iden­tificación toponímica de los mismos y no en la mera cita proporcionada por los cartularios. Por este moti­vo consideramos oportuno prescindir de su recopila­ción dado que, además, cualquier tipo de referencia diplomática se incluye en el catálogo de forma por­menorizada. Así pues, solamente se pretende ofrecer

un esbozo general de las características principales que han presidido dicha investigación y de la evolu­ción experimentada por la misma.

El estudio de los despoblados honoriegos es un fenómeno muy tardío si se compara con otras mani­festaciones medievales coetáneas, en parte debido a haber despertado un menor interés entre los estudio­sos locales, más atraídos por los vestigios artísticos o sepulcrales, de carácter más vistoso. Esta tardanza entraña una escasez de publicaciones específicas o relacionadas con el tema, la mayoría de las veces, además, impresas sin demasiada crítica. Esta actitud es fácilmente explicable en razón a su exclusivo apo­yo en las citas diplomáticas y bibliográficas anterio­res. Como es lógico, esto implica la existencia de un conocimiento parcial basado en la simple afirmación de que se trata de un despoblado.

Frente a este panorama un tanto ambiguo, surgie­ron los estudios de Martínez Díez, todavía fundamen­tados en los cartularios, pero incorporando algunos aspectos generales de la tradición oral. Casi a un mis­mo tiempo apareció la carta arqueológica del partido judicial de Sedano donde se recogían los despoblados que habían deparado materiales arqueológicos. Sin embargo, esta desconexión existente entre la arqueo­logía, la diplomática y la tradición generó un panora­ma falto de rigurosidad y cientificismo. Por un lado campeaban las falsas identificaciones (Valdetobes, Sedanillo y Cabarrosa), por otro, las omisiones fla­grantes bien por no utilizar ciertos cartularios (Lacio y Cisterna) bien por no disponer de información oral suficiente y contrastada (Covarrés y Escalote). A ello se unía, en el mayor de los casos, la omisión de las leyendas respecto al despoblado o la carencia de especificación acerca del tipo de restos hallados ya que las alusiones se reducían a recoger exclusivamen­te restos de piedras de construcción y cementerios

En cuanto al establecimiento de una secuencia cronológica en el estudio de los despoblados honorie­gos cabe distinguir varios hitos. Los primeros momentos se caracterizan por la simple aparición de los nombres de los lugares yermos, casi siempre aso­ciados a trabajos de carácter artístico, histórico, diplomático o arqueológico abordados por especialis­tas. De ahí su dispersión y falta de unidad. El paso siguiente lo dio Osaba en 1966 al recopilar en un solo artículo la práctica totalidad de las referencias ante­riores. No obstante, el catálogo se limitó a reseñar el nombre de los despoblados sin ningún rigor o crítica de la fuente utilizada, lo cual resta valor al conjunto. Mayor importancia revistieron las publicaciones de Martínez Díez en 1981 y 1987 ya que se recoge por primera vez casi todos los despoblados citados por las fuentes diplomáticas y por la tradición oral. Sus obras han servido de fundamento a otros autores más recientes (Cidad, Gutiérrez, Martín Vico, etc.) que, en

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general, no han aportado aspectos novedosos sobre el tema. Finalmente, la publicación de la carta arqueo­lógica de Sedano en 1984 supuso un complemento a todo lo anterior además de la incorporación de un tipo de fuente distinta más rigurosa y fiable.

3. METODOLOGÍA UTILIZADA

La Honor de Sedano es una de las zonas más pobres de la provincia de Burgos no sólo desde el punto de vista económico sino también arqueológico. En este último aspecto cabe exceptuar, sin embargo, las manifestaciones dolménicas y las necrópolis medievales. A ellas añadimos hoy los despoblados coetáneos dado el elevado número de los catalogados en un ámbito geográfico tan exiguo. Esto no hace sino ratificar la relevancia que tuvo el poblamiento cristiano en una época muy temprana así como su continuidad hasta nuestros días.

La primera tarea de cara al estudio de los despo­blados fue la recopilación de la totalidad de las refe­rencias bibliográficas existentes hasta la fecha ya fue­sen de índole diplomática, oral o arqueológica. Acto seguido, se imponía su enjuiciamiento y contraste entre ellas con el fin de concretar, completar o diluci­dar los datos.

Desde un principio, nos propusimos dar primacía a las fuentes arqueológicas por ser éstas una prueba irrefutable de la existencia de un despoblado, estuvie­ra o no incluido en la documentación diplomática o en la tradición oral. Para ello era necesario la realiza­ción de encuestas específicas entre el vecindario y una prospección sistemática de los asentamientos. La pobreza de la zona, unida al abandono de las tradi­cionales tierras de cultivo, ha dificultado enormemen­te nuestra labor en detrimento del hallazgo de mate­riales que, por este motivo, son escasos y, en general, poco representativos.

Asimismo, éramos conscientes del escaso valor que las publicaciones anteriores habían conferido a la tradición oral referente a los despoblados, por ello nos propusimos la incorporación de cuantas leyendas populares se conservaran en nuestros pueblos, puesto que, en origen, son encubridoras de una realidad más profunda.

· Junto a la documentación diplomática publicada echamos en falta otro tipo de documentación manus­crita más amplia, aunque reciente, como son los pro­tocolos notariales, apeos, amojonamientos, libros parroquiales, etc. que, una vez manejados, permiten precisar y enriquecer notablemente el panorama con hagiotopónimos titulares de templos, datos artísticos, pleitos, referencias arqueológicas, etc.

Después de acopiar este cúmulo de datos, proce­día la realización de una prospección de los emplaza-

mientas no sólo para la obtención de una documenta­ción gráfica y fotográfica de los mismos sino también para la detección de materiales arqueológicos que ratificasen su existencia como entidad habitada. De esta forma comprobamos la extensión superficial, la naturaleza de los restos conservados y su estado actual, lejos de aquellos tiempos en que su terreno era arado.

Este estudio, aunque supone una novedad y un hito importante, no agota todas las posibilidades por cuanto se seguirán publicando nuevos documentos que confirmen o amplíen el número de despoblados y porque ulteriores consultas o prospecciones bien podrían complementar los datos orales y arqueológi­cos aquí ofrecidos y todos, en última instancia, coo­peren a identificar con su verdadera denominación ciertos despoblados que sólo conocemos a través de topónimos recientes.

4. CÁTALOGO DE DESPOBLADOS

4.1. DESPOBLADOS DOCUMENTADOS (FIG. 1)

Dentro de este apartado se recoge un total de 44 despoblados cuyo denominador común es no ofrecer ningún tipo de duda acerca de su naturaleza. La con­dición de documentados les puede venir dada por cri­terios de tipo diplomático, ratificados por la toponi­mia antigua o reciente, por criterios de carácter artís­tico-arqueológico que certifican su cronología medie­val o por criterios de índole legendaria, transmitida por la tradición pero respaldada por vestigios de construcciones.

En general, la leyenda no ha pasado por alto los despoblados citados por las fuentes diplomáticas, sal­vo ciertas excepciones (Valdetobes, San Florencia, San Mamés, Lacio y Cisterna). Tampoco ha omitido aquellos que han deparado materiales arqueológicos a no ser que el despoblado aparezca muy distante o que fuese abandonado tempranamente, circunstancias que explicarían la pérdida de la tradición.

Un despoblado debe considerarse totalmente seguro cuando las referencias diplomáticas están rati­ficadas por restos arqueológicos, dado que así se dis­pone de su verdadero nombre y de vestigios que con­firman su existencia en aquella época. Cierto grado de inseguridad se percibe cuando el topónimo actual no se corresponde con la denominación original del despoblado, fruto de un cambio toponímico, o cuan­do la tradición no está respaldada por materiales arqueológicos.

De los 44 despoblados catalogados, 42 han sido localizados con total garantía, pero solamente 16 de ellos aparecen registrados en las fuentes diplomáticas

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130 JACINTO CAMPILLO CUEVA

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Fig. l. Distribución de los despoblados medievales de la Honor de Sedano (la numeración coincide con la del catálogo).

y 33 deparan algún tipo de vestigio arqueológico. Únicamente ocho de estos yacimientos unen ambas modalidades. Al conjunto hay que agregar dos despo­blados ilocalizados (San Salvador y Tobarejo) pues, a pesar de ser citados por las fuentes diplomáticas, aún permanecen sin identificar dado que su nombre no coincide con ninguno de los topónimos conocidos.

l. ALTORRIBA

A 2.200 m. al SO de Valdeajos se encuentra el tér­mino de "Altorriba " o "Altarriba '', asiento de un posible despoblado medieval conocido actualmente por estos nombres. Su emplazamiento, situado a 1.041 m. de altitud, se halla en la cumbre de una len­gua de páramo delimitada longitudinalmente por la vega de Valdeajos y el vallejo de Valperondo. La fuente más cercana surge en la ladera nororiental. El terreno se ha aprovechado tradicionalmente para pas­tos, pero hace pocos años se han roturado algunas fin­cas. Sus coordenadas coinciden con los 42º 43'55" de latitud norte y los Oº 15'11" de longitud oeste. El despoblado ocuparía una extensión pequeña y tendría forma irregular. Sólo conserva una fila de piedras hin-

cadas así como montones aislados y atrincheramien­tos construidos durante la última contienda civil.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo cuyo cementerio estaba situado a 200 m. más al norte, en el pago de "San Juan", donde llaman "El Cementerio" o "La Cotorra", a juzgar por el des­cubrimiento de numerosas tumbas de lajas y sarcófa­gos (Cidad 1976 a y 1978,; Bohígas, Campillo y Chu­rruca, 1984 y Campillo, 1995). Aunque las referen­cias del vecindario sitúan en el alto "residuos de casas", en superficie no se vislumbran restos arqueo­lógicos, sí en el cotorro donde se emplazó la ermita de San Juan, su primitiva iglesia. Aquí se conservan los cimientos rectangulares del templo, abundante teja curva roja y bastante cerámica torneada de color anaranjado o claro de superficie lisa, salvo un trozo que porta una decoración de estrías muy finas en dis­posición horizontal y paralelas entre sí (Fig. 2, nº 1). Además, existen dos fragmentos de bordes redondea­dos y cuello recto. El uno presenta un engrosamiento al exterior muy pronunciado mientras que el otro lle­va un saliente interior para asegurar la tapadera (Fig. 2, nº 2). Según referencias, también fueron halladas una moneda de vellón, atribuida por su descubridor al siglo XII, y otra de plata de época indeterminada.

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Fig. 2. Materiales arqueológicos de época medieval de Altorriba (1y2), Brañosera (3), Escalote (4), Espinosa (5-7), Fontanares (8-12), Las Peñillas (13 y 14), La Pila (15) y Quintana de Valdeajos (16-19).

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132 JACINTO CAMPILLO CUEVA

2. ARENILLAS

A 2.100 m. al N-NE de Moradillo de Sedano se encuentra el término de "Arnillas", asiento de un des­poblado medieval cuyo nombre, según la toponimia antigua debió ser "Arenillas". Su emplazamiento, sito a 1.042 m. de altitud, se establece sobre un cerro cir­cular de superficie plana, individualizado del páramo por vaguadas y profundos valles, de donde manan fuentes como la de Fuentelengua. Hasta mediados de siglo, su terreno fue cultivado pero hoy se dedica a pasto tieso. Sus coordenadas coinciden con los 42º 42 '56,, de latitud norte y los Oº 00'3 l" de longitud este. El despoblado ocupa una extensión considera­ble, adaptando su forma al cerro, pero la densidad de vestigios constructivos se reduce a algunas paredes y moruecos aislados.

La tradición popular afirrna que en este punto hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997). La prospección de su super­ficie sólo ha deparado algunos fragmentos atípicos de cerámica torneada, quizá pertenecientes a la Edad Media. Con este despoblado debemos relacionar los materiales de cronología reciente que Delibes, Rojo y Sanz (1986) descubrieron en la cámara del sepulcro megalítico emplazado en su cima. Se trata de frag­mentos de cerámica elaborados a tomo y de pasta anaranjada o clara. Entre ellos descuellan un borde vuelto y tres fondos planos así como un galbo con restos de pintura negra. La documentación de esta técnica decorativa permitió aventurar la datación del conjunto en la alta Edad Media. Asimismo se exhu­mó un cornada de vellón acuñado por Femando el Católico en la ceca de Pamplona poco después de 1513.

3. BRAÑOSERA

A 1.250 m. al N-NE de San Andrés de Monteara­dos se encuentra el término de "Los Casares'', asien­to de un despoblado medieval conocido actualmente por este nombre, si bien su denominación antigua debió ser "Brañosera", topónimo conservado en la advocación de su ermita. Su emplazamiento, sito a 1.011 m. de altitud, se halla sobre un alomamiento de la paramera delimitado por vaguadas y vallejos abier­tos por el arroyo del Rebollar y sus afluentes. Dispo­ne de dos manantiales, uno junto al santuario de Bra­ñosera y otro al SE. El terreno estuvo cultivado pero en la actualidad se ha dejado para pastos. Sus coorde­nadas coinciden con los 42º 43'12" de latitud norte y los Oº 12'57" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión pequeña y de forma rectangular en fun­ción de la disposición de la loma. Restos del mismo son los casares y paredes conservados.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo

un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Cidad, 1988 b) cuya iglesia sería la ermita de Brañosera. Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció a un quincallero en la cavidad de El Cuevallón, donde aún hoy se aprecia la forma de una hornacina. En este lugar se encontró la imagen, pero el pueblo decidió trasladarla al sitio que hoy ocupa la citada ermita donde le edificaron un templo. Sin embargo, a la Vir­gen no la debió agradar su nuevo santuario, ya que volvió a aparecerse en El Cuevallón.

A lo largo del siglo XIII se menciona el monte de "Brannossera" al referirse a heredades que el monas­terio de Santa María de Aguilar poseía en las proxi­midades de Panizares, Icedo, Espinosa y Bañuelos (Merchán, 1982). Asimismo, en 1249 aparece como testigo de una pesquisa Domingo Brannoxera, vecino de Lorilla (Merchán, 1982 y Lizoáin, 1985). Su exis­tencia en dicha centuria, si no antes, está avalada por los vestigios artísticos de estilo románico (ábside de la ermita y pila bautismal fechada en 1214) y gótico (imagen sedente de Nuestra Señora y arco apuntado del presbiterio) (Cidad, 1988 b ).

La prospección del lugar ha deparado el descubri­miento de escorias, teja curva antigua y varios frag­mentos de cerámica torneada de color anaranjado o claro, aunque fuertemente deslavados y provistos de desgrasantes de caliza y mica, en ocasiones de tama­ño mediano. Sobresalen tres fondos planos y dos bor­des redondeados algo exvasados y otro más de cuello recto. Toda la cerámica es lisa, salvo un fragmento de pasta grisácea con superficies anaranjadas que está pintado con una línea horizontal de la que parte otra perpendicular, ambas de color vinoso (Fig. 2, nº 3).

4. CASARES

A 1.050 m. al N-NE de Porquera del Butrón se encuentra el término de "Los Casaritos", antigua­mente denominado "Los Casarejos" y "Casares", asiento de un despoblado medieval de nombre desco­nocido. Su emplazamiento, sito a 960 m. de altitud, ocupa un pequeño alomamiento circular existente en una zona deprimida del páramo, próximo a una fuen­te. La cima, llena de paredes y moruecos, permanece inculta, mientras que sus laderas suroccidentales se cultivan. Al oeste de la depresión se yergue un coto­rro rodeado de un muro, a modo de muralla, con cimientos rectangulares en su interior. Sus coordena­das coinciden con los 42º 48'55" de latitud norte y los Oº O l '00" de longitud este. El despoblado tiene una extensión pequeña y de forma circular.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo. La leyenda cuenta que, al quedar en él solamente una vieja, ésta solicitó asilo en Porquera, pero, como sus vecinos se lo negaron, decidió trasla-

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 133

darse a Ahedo del Butrón donde fue aceptada por el concejo. Como consecuencia de este hecho, gran par­te de su terreno lo donó a esta última localidad.

Con motivo de la realización de la concentración parcelaria se descubrieron numerosos fragmentos de cerámica torneada de color anaranjado y rojizo que permitieron datar el yacimiento en la baja Edad Media (Bohígas, Campillo y Churruca, 1984).

La prospección de su superficie ha confirmado este tipo de hallazgos así como fragmentos de cerá­mica vidriada, en tonos anaranjados, y un trozo de pasta negruzca con abundante desgrasante micáceo. Según referencias, de aquí proceden algunas mone­das de vellón muy deterioradas e ilegibles, salvo una atribuida a Enrique IV. En este mismo paraje se des­cubrió un tesorillo de 30-40 monedas, según algunos de época romana, entre ellas algunas de Trajano y Antonino Pío. Este debe ser el origen de una piedra volandera de un molino de mano circular que se guar­da en el pueblo.

5. CISTERNA

A 3.500 m. al NE de Masa se encuentra el térmi­no de "Tistierna", asiento de un despoblado medieval conocido con el nombre de "Cisterna". Su emplaza­miento, situado a 1.030 m. de altitud, se halla en la ladera suroccidental de La Dehesilla, dominando una depresión abierta en el páramo, y no lejos del manan­tial de Tistierna. El hábitat se estableció en los rella­nos de la vertiente al final del monte de roble y carrasca, pero contiguo a las actuales tierras de culti­vo. Sus coordenadas coinciden con los 42º 38'24" de latitud norte y los Oº 00'39" de longitud este. El des­poblado ocupa una extensión pequeña, de forma irre­gular y no demasiado compacta, como demuestran los casares, corrales, paredes y moruecos visibles entre la abundante vegetación.

Debido a su alejamiento y temprano abandono, la tradición oral no ha conservado recuerdo alguno de su existencia. No obstante, en el año 947 se cita la "villa de Cisterna" con motivo de la realización de un des­linde de los terrenos pertenecientes a "Lacio" (Serra­no, 1910). Su perduración hasta el siglo XIII está ava­lada por su inclusión en una bula dada por el papa Gregorio IX en 1234 para confirmar las propiedades que tenía el monasterio de Santa María de Rioseco. Entre las mismas se mencionan las granjas de Quinta­najuar, Cisterna y Covasant con posesiones en Quin­tana (= Quintanaloma) (Álvarez Palenzuela, 1978). Según este autor, la incorporación de Cisterna al do­minio monasterial sería errónea ya que no sólo era esta la única vez que aparecía registrada en la docu­mentación perteneciente a Rioseco sino que también se omitía en la confirmación de Fernando III. Sin

embargo, esa desaparición debería explicarse, tal vez, en función de una temprana despoblación del lugar.

Este despoblado estuvo dentro del término redon­do denominado "Los Casares de la Vega" o "San "Pedro de Cardeña", propiedad del monasterio de Santa María de Rioseco y comunero de los concejos de Quintanaloma y Cernégula. Los apeos de 1604 y 1650 citan un mojón en "El Cerro de la Herrería", aguas vertientes a "La Vega de Cestierna o Cirsterna" de Masa1

La prospección del lugar ha deparado el hallazgo de varios cimientos de muros rectilíneos delimitados por paramentos de grandes bloques pétreos, apenas desbastados, cuyo interior se rellena de ripio. Su anchura frisa los 75 cm. Asimismo, se ha documenta­do una construcción de planta circular, en parte arra­sada, donde se halló un fragmento de sierra de hierro muy oxidada. En la finca inmediata se ha recogido un trozo de cerámica de planta grisácea, con abundante desgrasante de cuarzo, al parecer elaborado a torno bajo, y dos fragmentos de machacadores.

6. CONCEJERO

A 500 m. al N-NO de Ayoluengo se encuentra el término de "Las Tejeras", asiento de un despoblado medieval denominado, al parecer, "Concejero". Su emplazamiento, situado a 1.020 m. de altitud, se halla en la solana de una hondonada abierta en el páramo loriego, cerca de la fuente de Ampudia, atribuida a los romanos por la tradición popular. El terreno se encuentra inculto, salvo la vaguada sita a sus pies que se dedica al cultivo. Sus coordenadas coinciden con los 42º 45'12" de latitud norte y los Oº 11'03" de longitud oeste.

El despoblado ocupa una pequeña extensión de forma alargada aunque de perímetro indeterminable dado que los montones de piedras se emplearon para el firme de la carretera.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987) y una teje­ra si bien nadie la conoció en funcionamiento. Al construirse la carretera local que divide el yacimien­to se descubrieron tejas y algunos objetos de hierro como mangos de sartenes y tenedores, En la actuali­dad no se documenta otra cosa que teja curva y las piedras de un corral inmediato.

7. CORCOS

A 2.000 m. al NO de Gredilla de Sedano se

ADB (Archivo Diocesano de Burgos), Quintanaloma, Libro de Apeos: 1604 (f º 113v ) y 1650 (s.f).

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134 JACINTO CAMPILLO CUEVA

encuentra el término de "Corcas'', asiento de un des­poblado medieval conocido actualmente por este nombre. Su emplazamiento, sito a 1.034 m. de altura, se halla sobre la cima y laderas meridionales de un cotorro desgajado del páramo por los arroyos de Vallarcón y Valdescañillo. En la periferia oriental dis­pone de un humedal, nuncio de un manantial. La superficie donde están las ruinas ha sido invadida por el matorral desde que dejó de cultivarse a mediados de siglo, no así la periferia septentrional que aún se explota. Sus coordenadas coinciden con los 42º 44'18" de latitud norte y los Oº 02'08" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión mediana, de forma circular, pero muy compacta como demues­tran los casares existentes.

La tradición oral afirma que en este paraje hubo un pueblo de cierta importancia a juzgar por la abun­dancia de piedra escuadrada (Martínez Díez 1981 a y 1987 y Gutiérrez 1991 y 1997). Sin embargo, la pros­pección del lugar no ha deparado más que un frag­mento de cerámica atípica de color gris anaranjado, provisto de desgrasantes y elaborado a tometa. En cambio, son abundantes los bloques regulares, tal vez como resultado de una exfoliación natural. Con todo, el hombre ha aterrazado la ladera con faenas agríco­las y quizá también habitacionales.

8. COVARRÉS

A 2.000 m. al O de Sedano se encuentra el térmi­no de "Cuarrés", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por este nombre derivado del topónimo antiguo "Covarrés". Su emplazamiento, sito a 920 m. de altitud, se acoge a una incipiente hondonada abierta al borde del páramo de Campo­Tubilla, a la altura de la cueva y fuente de Cuarrés. Su superficie se ha dedicado al pastoreo, pero anti­guamente se cultivaron sus casares. Sus coordenadas coinciden con los 42º 42'29" de latitud norte y los Oº 04'48" de longitud oeste.

El despoblado ocupa una pequeña extensión de forma casi circular y de aspecto compacto como demuestran sus casares.

La tradición sostiene que aquí hubo un pueblo de escasa importancia (Gutiérrez 1991 y 1997). La pros­pección sólo ha deparado el hallazgo de alguna teja curva antigua y varias piedras labradas. El centro de las ruinas está ocupado por un espacio circular, a modo de plaza, donde parecen converger calles.

9. COVASANT

A 1.800 m. al NE de Gredilla de Sedano se encuentra el término de "La Nogalera", asiento de un

despoblado medieval llamado por la toponimia "La Granja" y que las fuentes escritas denominan "Cova­sant" o "Covasanta". Su emplazamiento, sito a 870 m. de altitud, se halla en el fondo del valle excavado por los arroyos de Cubillas y de Cueva Pobre o del Valle, justo en la confluencia de ambos, si bien el manantial de La Granja se localiza 100 m. al SO. El terreno ha dejado de cultivarse desde hace 30 años y sirve de pasto. Sus coordenadas coinciden con los 42º 43'30" de latitud norte y los Oº 00'58" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión reducida e irregular ya que debió adaptarse a la angostura del valle como demuestran las paredes y casares conser­vados.

La tradición popular afirma que en este punto hubo un pueblo (Osaba, 1966; García Rámila, 1981; Martínez Díez 1981 a y 1987; Gutiérrez, 1991 y 1995 y Martín Vico, 1995) o mejor una granja de frailes cuyo dominio comprendía un amplio coto redondo a su alrededor y una tenada para encerrar el ganado en Cueva Pobre. Cuando sus moradores la abandonaron, el terreno pasó a ser propiedad del concejo de Gredi­lla. Se cree que la denominada ermita de La Granja, dedicada a la Virgen, pudo ser una primitiva iglesia (García Sáinz de Baranda, 1961). Sin embargo, los libros parroquiales no la recogen, sin duda por tratar­se de un simple humilladero provisto de una reja don­de se solían arrojar monedas. Fue destruido hacia 1940 a raíz del ensanchamiento de la carretera de Sedano a Pesadas y la imagen trasladada a la parro­quial.

Según Serrano (1906 y 1935) y García Sáinz de Baranda (1961), en 1175 Alfonso VII cedió la villa de Covasante, sita en el alfoz de Siero, a Gonzalo Pérez de Siones, maestre de Calatrava. Cinco años después, éste y su mujer Elvira donaron al monasterio de San Cipriano de Montes de Oca la heredad que poseían en "Covasant" con la condición de que dichos monjes se instalaran en Quintanajuar (Serrano, 1935; García Sáinz de Baranda, 1961 y Álvarez Palenzuela, 1978). En 1189, Alfonso VIII confirmó la propiedad del monasterio sobre la granja de "Cobasanta" (García Sáinz de Baranda, 1961) que producía de renta al cabildo 30 fanegas de pan mediado, media fanega de nueces y dos gallinas. Se desconocen los avatares por los que pasó hasta 1203, año en que Gustios Díaz donó la granja de Covasant. En 1204, una hija de Martín Martínez de Bisjueces dio a dicho monasterio una heredad en Rioseco a cambio de que se le conce­diera en usufructo la granja de Covasant y los medios necesarios para ponerla en explotación, entre ellos ganados, grano y una cuba para el vino. En 1234, el papa Gregorio IX confirmó las propiedades que tenía el entonces monasterio de Santa María de Rioseco en "Covasant". La última mención data de 1242 cuando Ruy Díaz vendió la heredad que tenía en Quintanaor-

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 135

tuño por el usufructo de la casa de "Covasant" y 12 almudes de trigo anuales en Cendrera, granja cercana a Sotopalacios.

Los protocolos notariales de Sedano mencionan en 1601 a Juan Herrero, vecino de la granja de "Que­basante" a quien Nicolás Parra debía 15 ducados por un buey2

• En 1602, figura como testigo de una defun­ción de Noceda un habitante de La Granja de Gredi­lla, prueba indiscutible de que aún era habitada en el siglo XVIP. No obstante, en la XVIII centuria debía estar deshabitada ya que el Catastro cita un molino sobre el arroyo de La Granja y un término redondo, propiedad del convento de Santa María de Rioseco, de 14 fanegas de sembradura, 60 nogales y una tena­da que llevaba en renta el concejo del lugar y por lo que sus vecinos pagaban 334 rs. de vellón4

La prospección del lugar no ha proporcionado material arqueológico alguno, sin duda por estar inculta su superficie, aunque, según referencias, de aquí proceden varios poyos de piedra.

10. CUBILLO

A 2.500 m. al N-NO de Valdeajos se encuentra el término de "Cubillo", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por este nombre. Su emplazamiento, situado a 1.070 m. de altitud, se halla en una amplísima planicie del páramo, al sur de la fuente de Cubillo. El terreno se ha aprovechado tradi­cionalmente para pastos, salvo algunos hoyos que aún se cultivan. Sus coordenadas coinciden con los 42º 45'52" de latitud norte y los Oº 14'09" de longitud oeste. El despoblado ocupa una mediana extensión que adopta una forma un tanto irregular y no dema­siado compacta como demuestran los montones de piedras y casares.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Cidad, 1988 a) con el cual se vinculan algunos esquinales de casas conservados "in si tu". La posesión de este terreno suscitó un largo pleito entre Sargentes, Roca­mundo y Valdeajos que, aunque estuvo a punto de ter­minar en tragedia, fue solucionado de forma pacífica por la Audiencia de Burgos. Es creencia general que de este lugar se trasladó a la iglesia de Valdeajos una imagen de la Virgen del Rosario.

En sus inmediaciones, los labradores han hallado hachas pulimentadas, puntas de lanza de hierro

AHPB (Archivo Histórico Provincial de Burgos), prot. 3816/1 (1601), f! 360r-364r. ADB, Noceda, Libro de Difuntos 1584-1638 (año 1602). ADPB (Archivo de la Diputación Provincial de Burgos), Catas­tro del Marqués de la Ensenada, Gredilla de Sedano, nº 791 y 792.

(Campillo, 1994) así como teja y bastantes monedas de cobre muy desgastadas que no hemos podido ver.

11. DOBRILLO

A 1.550 m. al O de Huidobro se encuentra el tér­mino de "Dobrillo", asiento del despoblado medieval denominado con este nombre o también "Hudobrillo" según la gente del pueblo. Su emplazamiento, sito a 1.070 m. de altitud, se halla en una hondonada abier­ta dentro del vallejo de Valdobro por el arroyo del Cárcavo, en la base occidental de El Otero. Junto al hábitat está el manantial de Fuentelengua y poco más alejados la fuente de La Pinilla y la de La Magdale­na. El terreno, aunque tradicionalmente se ha dedica­do al cultivo, en la actualidad se halla invadido de monte bajo y sirve de pasto para el ganado vacuno. Sus coordenadas coinciden con los 42º 46'15" de latitud norte y los Oº 01'27" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión mediana con forma irregular aunque tiende a concentrarse en tomo a la fuente como demuestran los vestigios de paredes y moruecos.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997). Cuenta una leyenda que la última moradora fue una vieja viuda que se fue a Noceda con el ánimo de ser bien recibida, pero sus vecinos no la aceptaron. Al verse rechazada, solicitó cobijo en Huidobro cuyo concejo la acogió de buen grado. Por esta razón, el término de Dobrillo pasó a depender íntegramente de este último. Sin embargo, circula otra versión, según la cual en Dobrillo quedaron dos viejas, la una se marchó a vivir a Huidobro y la otra a Noceda, por eso se dividió el término entre los dos pueblos.

En 1580 se firmó un compromiso entre Valdelate­ja y Huidobro sobre el goce de pastos y aguas de Dobrillo, pero las disputas no tardaron en surgir. Así, en 1659 el corregidor de la Honor de Sedano amparó al concejo de Valdelateja en su costumbre de pastar y beber sus ganados en él dado que tenía alcance en este término propiedad de Huidobro5

Dentro del circuito de Dobrillo existieron, según la toponimia, varias ermitas, entre ellas San Vicente, Santa Marina y San Andrés. A una de ellas corres­ponde el cementerio de tumbas de lajas y estela de cabecera discoidea localizado en este pago (Campi­llo, 1995). No muy lejos debió ubicarse el ermita de San Miguel donde se veneraba la imagen del arcángel y que al arruinarse aquélla se trasladó, según la leyen­da, a Cortiguera.

ADB, Valdelateja, pleito de 1580.

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136 JACINTO CAMPILLO CUEVA

La prospección no ha deparado material arqueoló­gico alguno ni tan siquiera piedra labrada ya que la caliza de El Otero, aquí utilizada, se reaprovechó en construcciones de Huidobro.

12. ESCALOTE

A 2.000 m. al O de Mozuelos se encuentra el tér­mino de "Escalote", denominado "Peña Gatón" en Sedano, asiento de un despoblado medieval conocido en Tubilla por "Escalote". Su emplazamiento, situado a 975 m. de altitud, escoge una prolongación del páramo delimitada al N y O por una vaguada y al S y E por el valle excavado por el arroyo de Valdepuente. Es posible que el terreno fuese cultivado alguna vez, aunque más bien debió servir para pastos. Actual­mente se ha repoblado de pinos. Sus coordenadas coinciden con los 42º 41 '34" de latitud norte y los Oº 05' 45,, de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión notable a juzgar por las paredes y moruecos de piedra existentes. Su perímetro se adapta al cerro y, por lo que deja entrever el pinar, tuvo forma circu­lar.

La tradición popular, recogida en Tubilla, afirma que en este lugar hubo un pueblo ya que siempre se ha dicho que en él existieron casas. Las mismas refe­rencias recuerdan la existencia de una piedra labrada decorada con motivos geométricos, hoy desapareci­da, así como infinidad de restos de sarcófagos, algu­nos descubiertos en este paraje, pero la mayoría hallados en las paredes de dos corrales sitos al NO, dentro del término de Tubilla (Campillo, 1995). Ade­más de estos vestigios arqueológicos, se conservan poyos y quicios de piedra y dos bloques trabajados, el uno con una oquedad rectangular para recoger el agua y un canal para su salida y el otro provisto de dos pozas. Los desmontes practicados para la plantación de pinos han ocasionado el hallazgo de una punta de hierro (Fig. 2, nº 4) y bastantes fragmentos de cerá­mica de pasta grisácea o anaranjada con abundante desgrasante de mica y caliza. Al parecer, todos están elaborados a tomo a pesar de hallarse muy deteriora­dos superficialmente. Entre ellos cabe destacar un trozo decorado con estrías horizontales muy leves y un borde redondeado y algo exvasado.

13. ESPINOSA

A 2.400 m. al O de Tablada del Rudrón se halla el término de "Espinosa", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por este nombre. Su emplazamiento, sito a 1.040 m. de altura, se ubica a ambos lados de una leve vaguada del páramo abierta al oeste, hacía el barranco de la Fuente del Sapo. En

la actualidad, la zona ocupada por sus ruinas se halla inculta, aunque esporádicamente se labre algún casar. Sin embargo, hace unas décadas se araba toda su superficie. Sus coordenadas de localización coinci­den con los 42º 43, 40" de latitud norte y los Oº 11 '00"de longitud oeste. El despoblado ocupa dos áreas como demuestran las evidencias actuales de paredes, casares y moruecos: una pequeña e irregular situada al NO, rodeada de tierras de cultivo, y otra grande y rectangular al SE, abandonada al monte.

La tradición afirma que en este paraje hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Cidad, 1988 b). Según los vecinos de Tablada, la fuente de Valca­vado surtía de agua a sus moradores. La leyenda ase­gura, asimismo, que en una covacha, próxima al abo­vedamiento del manantial, está enterrada una piel de buey repleta de monedas de oro. A juzgar por la topo­nimia del siglo XVIII la iglesia estuvo dedicada a San Pedro y debió estar fundada en la cota más elevada, donde han aparecido sepulcros (Campillo, 1995).

Aunque las fuentes diplomáticas citan en diferen­tes ocasiones pueblos con el nombre de Espinosa, ninguno de ellos ha podido ser identificado con éste. Así, en 1169 aparece un Espinosa entre las confirma­ciones realizadas por Femando III al monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo (Merchán, 1982). En 1234, con motivo de la confirmación que hiciera Gregorio IX a Las Huelgas de Burgos, figura "Spino­sam" junto con Escalada, El Embid y Robledo Sobre­sierra (Rodríguez López, 1907 y Lizoáin, 1985). Años después, en 1250, actuó de testigo de un docu­mento don Gil d'Espinosa en compañía de otros per­tenecientes a "Tovilla" (=Tubilla) y "Cernielos" (=Ceniceros) (Lizoáin, 1985).

Su existencia en la Edad Media fue demostrada por nosotros (Bohígas, Campillo y Churruca, 1984 y Campillo, 1985 y 1995) pero debe rechazarse la cali­ficación de "castro" aventurada por Martín Vico (1995).

La prospección del lugar ha deparado el hallazgo de teja curva, escorias, un fragmento informe de hie­rro y una punta de lo mismo (Fig. 2, nº 5). Más abun­dante es la cerámica de paredes gruesas, pasta negra o grisácea, elaborada a tomo lento y provista de numerosos desgrasantes de caliza, mica y cuarzo de tamaño considerable. Dentro de este apartado destaca un fragmento decorado con dos fuertes incisiones paralelas horizontales (Fig. 2, nº 6) similares a otros ya publicados (Bohígas, Campillo y Churruca, 1984). Existe otra variante cerámica de paredes más finas y pasta más decantada como demuestran un fondo pla­no, un fragmento decorado con estrías horizontales paralelas (Fig. 2, nº 7) y un borde redondeado y exva­sado provisto de dos finas estrías en su conexión con el cuello. Además aparecen cerámicas de paredes gruesas, de pasta anaranjada, elaboradas con tometa

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 137

y provistas de abundantes y gruesos desgrasantes de cuarzo y mica. Estas especies recuerdan sobremanera la cerámica romana de cocina, pertenecientes a gran­des vasijas.

14. FONTANARES

A 2.650 m. al SE de Mozuelos se encuentra el tér­mino de "Antanares" u "Hontanares", asiento de un despoblado medieval denominado primitivamente "Fontanares". El emplazamiento, situado a 990 m. de altitud, se halla en la parte alta de una ladera de fuer­te inclinación, con vistas al páramo y al valle excava­do por el arroyo de Hontanares, inmediato a la fuen­te de su nombre. El terreno está poblado de robles y espeso sotobosque salvo en el perímetro superior que se aprovecha para el cultivo. Sus coordenadas coinci­den con 42º 40'00" de latitud norte y los Oº 03'01" de longitud oeste. El despoblado parece ocupar una extensión pequeña o mediana, con forma irregular y un tanto dispersa como demuestran los casares, pare­des y moruecos conservados.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997), cuyos habitantes se trasladaron a Nidá­guila. Según este último, por aquí pasaba uno de los caminos romanos que unían Poza con Amaya. Asi­mismo, atribuye su despoblación a la Peste Negra. Sus ruinas han servido de cantera para los pueblos circunvecinos. Su iglesia, sita en lo alto del caserío, estaba dedicada a San Torcuato. En ella se realizaron excavaciones furtivas, fruto de las cuales fue el des­cubrimiento de un ábside semicircular de 3 m. de diá­metro, dos capiteles muy toscos, fustes de columnas y dos piezas de alero decoradas con el típico ajedre­zado románico. Igualmente, se desenterró la pila bau­tismal, perteneciente al siglo XII, que, como sucedió con el resto de las piezas, se trasladó a Sedano.

La primera cita diplomática se remonta a 1099 cuando Elvira Hannec donó al obispo de Burgos un solar con sus divisas en "Fontanares" junto con otros en Lagos, Sedano y Quintanamontán (Serrano, 1936; Garrido, 1983 y Martín Vico, 1995). En 1181 Ordo­ño Díez vendió al arcediano Marino la heredad que tenía en la villa de Valdetobes, siendo testigos de la misma Petro Iohannes, Pelagio y Martín Petriz, veci­nos de "Fontanares" (Serrano, 1936; López Mata, 1957 y Garrido, 1983)6

• Al año siguiente, en otra escritura de venta, figuran como testigos de "Fonta­nares" Petrus Iohannis, Iohannes Petri y otros (Garri­do, 1983). Su existencia debió perdurar hasta 1317 ya

Aunque Serrano desconocía su ubicación, López Mata lo iden­tificó erróneamente con Hontanilla, término situado al E de Tubilla del Agua.

que en dicha fecha la comendadora de Santa Eufemia de Cozuelos arrendó a Juan Martínez de Mediavilla algunas tierras que este monasterio poseía en "Fon­tanares" (Burriel, 1753).

Según un apeo de 1744, el convento de Santa Fe de Toledo, heredero de las posesiones del de Cozue­los, era propietario de seis solares en "Hontanares", de una tierra a "La Ylesuela de San Torquaz", encima de Las Callejas y otra un poco más adelante, donde decían "La Ylijuela de San Torquaz'', que surcaba al ábrego con la ermita de San Torcaz, ya por entonces caída7

En 1752, el concejo de Sedano poseía un pedazo de monte bajo y brezal en "Ontanares" que era pro­pio de la villa y comunero con Mozuelos, Nidáguila, Fresno de Nidáguila y Masa 8

• También el concejo de Masa tenía un pedazo de matorral de roble en el mon­te de "Fontanares" que se cortaba cada doce años produciendo seis carros de leña. Este coto, donde algunos vecinos también poseían matorrales, medía un cuarto de legua de circunferencia y se extendía medio cuarto del cierzo el ábrego y la mitad de medio cuarto del solano al regañón9

• El arado de tierras peri­féricas y los desmontes han permitido detectar varios fragmentos de cerámica. Unos son de pasta negra provista de desgrasantes medianos y elaborados con tometa. La mayoría poseen una tonalidad anaranjada o clara, utilizan pastas más decantadas y han sido fabricados a tomo. Entre ellos destacan dos fragmen­tos decorados con finas estrías horizontales y parale­las (Fig. 2, nº 8 y 9) y tres más con acanalados más amplios y profundos formando bandas (Fig. 2, nº 10 y 11). Hay, además, un fondo plano, perteneciente a una vasija grande, y dos bordes, uno engrosado y vuelto y el segundo recto. Cabe destacar un fragmen­to decorado con una red de rombos pintados en tonos ocres (Fig. 2, nº 12).

15. FRESNILLOS

A 1.780 m. al N-NO de Tablada del Rudrón se encuentra el término de "Fresnillos", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por este mismo nombre y no por "Fresnillo" (Martínez Díez 1981 a y 1987). Sin embargo, la toponimia más anti­gua sólo recoge el de "Fresnos" 10

• Su emplazamien­to, sito a 1.030 m. de altitud, se ha establecido en el

10

AHPB, Concejil nº 44, f 0 48v. ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Sedano, nº 1948 y 1950. ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Masa, nº 1041, fº. 169 r y v y nº 1043, fO. 183 r. ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Tablada del Rudrón, nº 1995 y 1996.

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138 JACINTO CAMPILLO CUEVA

comienzo de la suave hondonada del páramo que abo­ca al barranco de Duerna, no lejos de las fuentes de Ruseras y de Duerna. La superficie habitada está cul­tivada, con excepción de algunos pequeños casares que permanecen incultos desde hace tres décadas. Sus coordenadas coinciden con los 42º 44'20" de latitud norte y los Oº 10'00" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión más bien pequeña, aunque sus ruinas presentan cierta cohesión espacial, no exenta de irregularidades, como demuestran las paredes y casares existentes.

La tradición popular afirma que en este punto hubo un pueblo cuya propiedad se extendía desde la raya con Ayoluengo en Duerna hasta La Cotorra y Espinosa. Estos terrenos suscitaron numerosos plei­tos entre Tablada y Ayoluengo hasta que finalmente fueron desamortizados. En la venta judicial, Tablada se quedó con la propiedad del suelo a cambio de per­mitir el pasto a los ganados loriegos.

La prospección del lugar ha deparado el hallazgo de teja curva con improntas de yemas de dedos, frag­mentos informes de hierro y escorias. También se han recogido cerámicas de paredes delgadas, pasta negra, elaboradas con tometa y provistas de los típicos des­grasantes. Más esporádicos son los de pasta anaranja­da fabricados a tomo. Asimismo han aparecido hue­sos humanos antiguos, tal vez relacionables con algu­na necrópolis medieval.

16. LACIO

A 2.275 m. al O de Cemégula se encuentra el tér­mino de "La Dehesilla'', también llamado "Lacio", asiento de un despoblado medieval conocido con esta última denominación. El emplazamiento, sito a 1.066 m. de altitud, se halla sobre la cima de un cerro con vistas a la vega de Cemégula y próximo a Las Fuen­tes. El terreno está cubierto de carrascas que impiden el acceso y, por tanto, la delimitación del hábitat. Sus coordenadas coinciden con los 42º 38'29" de latitud norte y los Oº O l '40" de longitud este.

La tradición popular no recuerda la existencia de un pueblo situado en estos parajes y citado en los car­tularios. En el año 947 Bermuda Godestioz entregó al monasterio de San Pedro de Cardeña su villa de "Lacio" junto con sus antiguos términos comprendi­dos entre "Villa Cisterna", el camino de Castilla, el de Poza de la Sal y la fuente Saúco, hidrónimo con­servado en Quintanaloma como Torca Saúco. Este coto redondo se llamó posteriormente "Los Casares de la Vega" o "San Pedro de Cardeña", propio de los · concejos de Quintanaloma y Cemégula. Serrano (1910), basado en una escritura de 1173, ubicó esta población al norte de la capital burgalesa, entre Villí­mar, Sotopalacios, Celada de la Torre y Hurones,

como también hizo García Rámila (1981). En tomo a 1186, Elvira Muñoz, de acuerdo con sus hijos, ofre­ció al monasterio de Quintanajuar la villa de "Lucio" o "Lacio" (Serrano, 1935). El cotejo del documento de 947 con otro de 1227 permite localizarlo en estas latitudes ya que Moriel y su mujer Elvira vendieron al Hospital del Rey de Burgos la aldea de La Cabaña, en el Butrón, sita cerca de "Lazo" (Palacín y Martínez García, 1990)11

Esta identificación está refrendada por una sen­tencia de 1565 y dos apeos de 1604 y 165012

• Según ellos, la mojonera del término de "San Pedro de Car­deña" iba por El Vallejo de Lacio y atravesaba La Loma de Lacio hasta alcanzar el cerro más alto de Lacio, a ojo de la ermita de La Magdalena, situada en término de Cemégula, al pie de La Dehesilla. La sen­tencia de 1565 recoge la advocación de su iglesia, dedicada a Nuestra Señora.

17. LA LASTRA

A 1.250 m. al o~so de Ayoluengo se encuentra el término de "El Crucero", dentro del cordal rocoso conocido por "La Lastra", asiento de un despoblado medieval denominado probablemente con este nom­bre. El emplazamiento, sito a 1.000 m. de altitud, se halla en la solana de una suave vaguada abierta en el páramo por el arroyo del Rebollar. El terreno se dedi­ca a pasto, salvo el fondo del valle que sirve de culti­vo. Sus coordenadas coinciden con los 42º 44'47" de latitud norte y los Oº 11'43,, de longitud oeste. El despoblado ocupa una pequeña extensión con forma irregular pero compacta aunque gran parte de sus materiales pétreos se han trasladado al pueblo que­dando sólo algunos montones de piedras.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981ay1987), aun­que se ignora su nombre. La denominación actual obedece a la existencia de un cruce de caminos y de dos humilladeros, construcciones de planta cuadrada de poco más de un metro de alto, uno arriba y otro abajo de La Lastra. En el siglo XVI, varios vecinos de los pueblos loriegos conservaban este topónimo como apellido.

El terreno de La Lastra perteneció a los propios de Ayoluengo hasta que fue desamortizado en 1880. Se sabe que dentro de este término entraba La Vallejada de Las Tejeras y La Lastra del Crucero, donde tam­bién había tierras labrantías de particulares así como

11

lZ

La Cabañuela dista 3.750 m. de La Dehesilla y 4.500 m. del manantial de Titierna o Tistierna. ADB, Quintanaloma, Libro de Apeos, 1586, f º 45v- 50r y l 15v-116r.

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 139

dos humilladeros o santuarios de ánimas que no se incluyeron en la venta13

18. LAS LASTRAS

A 2.250 m. al N-NE de Gredilla de Sedano se encuentra el término de "Las Lastras", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por esta denominación aunque los apeos antiguos sólo men­cionan "La Lastra". Su emplazamiento, a 1.050 m. de altitud, se halla sobre la cima del páramo y en la par­te superior de su ladera meridional que delimitan la vaguada de El Llano y los vallejos del manantial de La Pila y del Marojal. Al oeste de las ruinas está la fuente de Quintana. La superficie ocupada por los vestigios del poblado está abandonada al monte aun­que hace algunas décadas se cultivaba. Sus coordena­das coinciden con los 42º 44'18" de latitud norte y los Oº 01 '08" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión mediana que adopta una forma irregu­lar de aspecto compacto como demuestran los casares actuales.

La tradición popular ha situado en este punto un pueblo sin añadir otros detalles (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997). En el siglo XIX se descubrieron en la ladera occidental, junto a la fuente de Quintana, unos sepulcros y un juego de bolillos de oro atribuidos a la época romana (Huido­bro, 1956; Osaba, 1964 y Bohígas, Campillo y Chu­rruca, 1984) y que nosotros juzgamos medievales (Campillo, 1995).

La prospección de su superficie ha deparado el hallazgo de grandes piedras labradas, tejas curvas de color amarillento y rojizo, un fragmento de una pequeña pieza de lagar de 38 cm. de diámetro y 12 de grosor, una pila de piedra calcárea, muy deleznable y tallada a cincel, que mide 70 cm. de largo por 4 7 de ancho máximo, alguna escoria y un fragmento de borde de cuello recto elaborado a tomo con pasta de color grisáceo y superficies claras provistas de des­grasantes medianos.

19. LORA

A 2.000 m. al E de Tablada del Rudrón se encuen­tra el término de "Lora", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por este nombre. Su emplazamiento, sito a 988 m. de altitud, escoge dos eminencias del páramo, con vistas al valle del Rudrón, y separadas por una profunda vaguada don­de surgen las fuentes de La Tejera y Drada. El ámbi-

13 AHPB, prot. 3903 (1883), f' 133r-139v; Cidad, 1988 a y Expe­dientes de Hacienda, Leg. 48, nº 17, 19 y 26.

to ocupado por las ruinas del poblado permanece inculto, aunque en otro tiempo fue aprovechado para la agricultura. Sin embargo, parte de los terrenos peri­féricos siguen cultivándose. Sus coordenadas coinci­den con los 42º 43 '25,, de latitud norte y los Oº 07'50"de longitud oeste. El despoblado ocupa dos zonas: una grande de forma más o menos rectangular, al N-NO, y otra bastante más reducida, de aspecto circular, al E, dominando el meandro del Rudrón, como demuestran los casares, paredes y moruecos actuales.

La tradición afirma que en este lugar hubo un pue­blos (Huidobro, 1923; Escagüés, 1949; Osaba, 1966; Martínez Díez, 1981 a y 1987; Cidad, 1988 by Mar­tín Vico, 1995) de gran importancia ya que fue capi­tal de la zona y dio su nombre a la comarca de La Lora. Cuenta la leyenda que, poco antes de desapare­cer como poblado, quedó solamente una vieja. Esta acudió a Tablada con el fin de solicitar su amparo, pero al serle denegado se dirigió al alto que hay fren­te a Tubilla. Contra lo esperado, los vecinos no la acogieron, de modo que se acercó a El Barco, encima de Covanera, y desde allí pidió que la recibieran como vecina a lo que el concejo accedió. Según Hui­dobro, esta vieja fundó en el siglo XVI una memoria piadosa para celebrar en la iglesia de Covanera. Esta afirmación resulta cuando menos sospechosa a tenor de la documentación existente ya que el archivo parroquial carece de la mencionada fundación. Por otro lado, es más probable su vinculación a Tablada dado que su terreno pasó a ser propiedad suya y varios de sus vecinos llevaron el apellido De Lora.

A pesar de su gran extensión y presunta importan­cia, las fuentes diplomáticas no la mencionan nunca. En cambio, Huidobro (1923 y 1929 b) ubicó en este paraje un campamento militar romano, restos de población y caminos antiguos, acaso de aquella mis­ma época (Bohígas, Campillo y Churruca, 1984 y Campillo, 1985). Es probable que la iglesia de Lora estuviese bajo la advocación de San Asen jo dado que en 1483 se cita este topónimo (Cidad, 1977), donde el obispo burgense poseía una tierra (Huidobro, 1952). Martín Vico (1995), deudor de la carta arqueológica, califica este asentamiento de "castro" y lo considera como un "nudo vial de gran importancia", afirmacio­nes difíciles de sostener.

La cerámica recogida se reduce a escasos frag­mentos torneados de pasta rojiza y carentes de deco­ración junto con algunos vidriados. Sin embargo, la teja es abundante encima de la fuente de La Tejera, donde funcionó una tejera hasta el siglo XX, propie­dad de Tablada, Covanera y Tubilla. Mayor interés revisten un pozo de planta circular fabricado con pie­dra y otra estructura contigua a modo de embocadu­ra, ambas llenas de barro.

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20.ELLLANO

A 1.500 m. al N de Gredilla de Sedano se halla el término de "El Llano" o "Los Llanos", asiento de un despoblado medieval conocido actualmente por "El Llano". Su emplazamiento, situado a 1.052 m. de altura, ocupa la cima de un cerro alargado, desgajado del páramo y delimitado por una vaguada y por los valles de los arroyos de Vallejo y Cubillas o de Fuen­te Remando. La superficie donde aparecen sus ruinas se halla ería desde que a mediados de siglo se dejó de cultivar. Sus coordenadas coinciden con los 42º 43'50" de latitud norte y los Oº 01'11" de longitud oeste. El despoblado ocupa una gran extensión super­ficial, aunque de forma un tanto laxa como demues­tran las paredes conservadas.

La tradición popular afirma que en este punto hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987) cuya denominación no debió ser la actual dada su vacila­ción entre "El Llano", "Llanos" y "Los Llanos" y el topónimo de "El Castro", reservado para sus laderas donde surgen varias fuentes ( Sofuentes, Castro, ... ). La leyenda refiere que el emplazamiento fue habitado por los moros, esto explicaría la existencia, en el roquedo meridional, de una cavidad denominada "Cueva de los Moros". Sin embargo, su antigüedad debió ser mayor a juzgar por los datos avanzados por Huidobro (1929 by 1956), González (1950 y 1953), Ibero (1955), Osaba (1964 y 1968-72) y Bohígas, Campillo y Churruca (1984).

Según éstos, los pueblos celtas escogieron este punto para fundar un castro, posteriormente romani­zado, que en ocasiones se ha identificado con un cam­pamento militar romano y con la ciudad cántabra de Moroica. Prueba de su importancia serían los sílex tallados, los restos de fortificaciones antiguas, los objetos de bronce de época "ibérica", un prótomo de toro romano así como molinos manuales, cerámica y monedas de cobre y plata de César Augusto y Nerón.

De aquí procede un molino circular de mano y varias monedas de vellón ilegibles, conservados en el pueblo. La cerámica se reduce a algunos fragmentos atípicos de pasta negra con abundante desgrasante de mica y cuarzo al parecer elaborados a tomo bajo. Otros, en cambio, son de pasta oscura pero con super­ficies de color anaranjado o claro, también provistos de desgrasantes. Junto a este lote hay fragmentos de pasta anaranjada muy decantada pero muy deslava­das, todos ellos fabricados a tomo.

21. MONASTERUELO

A 4.750 m. al SE de Sedano se encuentra el tér­mino de "Fuentelavega", también llamado "Monaste­ruelo", que según referencias obtenidas en Sedano

fue asiento de un despoblado medieval llamado hoy "Marivueblo", probablemente corrupción de "Mari­campo", conservado como apellido en el siglo XVI en habitantes de Sedano y Quintanaloma. Su empla­zamiento, situado a 920 m. de altitud, se halla en la parte baja de la solana del valle abierto por el arroyo de la Canaleja, a 150 m. al N-NO del manantial de Fuentelavega. Aunque el lugar donde aparecen las ruinas está parcialmente aterrazado, la inclinación no permite el cultivo, de ahí que se reserve para pastos. Sus coordenadas coinciden con los 42º 40'25,, de latitud norte y los Oº 02'35" de longitud oeste. El despoblado ocupa una reducida extensión que dibuja una forma irregular tendente al círculo en virtud de las características del terreno y la disposición de los casares existentes.

La tradición popular afirrna que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981ay1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997) y un "convento" que, a juicio de éste último pudo estar bajo la advocación de Santa María y pertenecer a los templarios o cluniacenses. Sin duda, estas elucubraciones se basan en el topónimo reciente de Maripueblo y en el descubrimiento de una necrópolis medieval próxima (Gutiérrez, 1991 y 1997 y Campillo, 1995).

El topónimo más antiguo es el referido en 1753 14•

Entonces Pedro Díez Gallo llevaba un cuarto del tér­mino redondo que llamaban Monasteruelo propio del Marqués de Aguilar, mientras que los pastos pertene­cían a al villa de Sedano. El mismo marquesado pose­ía en 1731 un colmenar en dicho término15

• En 1648, el concejo de Sedano, con el fin de salir de sus aprie­tos económicos, acordó con los vecinos de Masa la explotación de la broza, hacina, brezos, aulagas y espinos de este término por espacio de un año16

• Es probable que dependiera del despoblado la ermita de San Pelayo (Campillo, 1995) dado que en el Catastro de Masa17 un vecino poseía un matorral de leña en El Brezal de San Pelayo, término comunero de la villa de Sedano y Masa, aunque por entonces estaba erío.

Muchos de sus sillares han sido reutilizados en la construcción de un colmenar próximo que, según la leyenda, sirvió de leprosería. A los pies del despobla­do, hacia el este, se descubrió hace bastantes años una tumba con su correspondiente esqueleto.

22. LAS PEÑILLAS

14

¡;

16

17

A 800 m. al S de Valdelateja se encuentra el tér-

ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Sedano, nº 1948 y 1949. AHPB, prot. 3828/2, f º 27r-28v. AHPB, prot 3820/l (1648), f º 123r-124v. ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Masanº 1041, fº 4llr.

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 141

mino de "Los Casares" o "Espeñillas'', corrupción del topónimo antiguo "Las Peñillas", asiento del des­poblado medieval de este nombre. Su emplazamien­to, sito a 830 m. de altitud, se halla en el rellano exis­tente al pie del páramo de La Loma, sobre el río Rudrón. Parte de su superficie aún se dedica al culti­vo, pero sus casares permanecen incultos así como la parte más baja que, debido a los afloramientos roco­sos, es improductiva. Sus coordenadas coinciden con los 42º 46'02" de latitud norte y los Oº 05'00" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión pequeña, de forma irregular, pero bastante compacta como demuestran los casares y paredes.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987), primer asentamiento de Valdelateja, que, debido a la falta de agua, fue abandonado en beneficio de Siero. Según referencias, al arar esta zona se descubrieron tejas y en sus proximidades existió una ermita, quizá dedica­da a San Martín.

La prospección del terreno ha permitido constatar la presencia de grandes piedras colocadas "in situ", sin duda pertenecientes a cimentaciones. En la peri­feria del poblado se han hallado varios fragmentos de cerámica de color negro y con abundante desgrasante de mica y cuarzo. Todos ellos son trozos elaborados a tomo bajo. Cabe destacar un fondo plano pertene­ciente a una vasija grande, dos bordes vueltos y engrosados provisto de una línea incisa en su cone­xión con el cuello y un fragmento decorado con una tosca digitación (Fig. 2, nº 13 y 14).

23. LA PILA

A 1.250 m. al N-NE de Tablada del Rudrón se halla el término de "La Pila", asentamiento de un despoblado medieval conocido hoy día por este mis­mo nombre. Su emplazamiento, a 990 m. de altitud, se encuentra en la solana de una pequeña vaguada abierta en el páramo y delimitada por dos vallejuelos que confluyen en la fuente de La Pila. El terreno ocu­pado por las ruinas permanece inculto, aunque anta­ño fue aprovechado con fines agrícolas, no así parte de su periferia que ha sido roturada. Sus coordenadas geográficas coinciden con los 42º 44'31" de latitud norte y los Oº 08'30" de longitud oeste. El despobla­do ocupa una extensión mediana que configura una forma compacta más o menos cuadrada como demuestran los casares y paredes existentes.

Según la tradición, en este pago existió un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987) cuya última morado­ra fue una vieja apodada "La Carraspa". Al final de su vida se dirigió hacia San Felices y desde el alto pidió a sus habitantes que la acogieran como vecina, pero aquellos la tildaron de "bruja" y "carraspeña"

por lo que decidió solicitar la vecindad en Tablada. Cuando estuvo encima de la peña de San Pedro voceó para manifestar su deseo. Al punto, el concejo tabla­deño determinó recogerla. Por este motivo, el térmi­no que dependía de La Pila, que llegaba hasta Valde­viñas y Edrada, se incorporó al de Tablada. La iglesia del lugar, según algunos, se halló en la ladera opues­ta de la vaguada, donde hay un casar. En una esquina del mismo se conservarían parte de sus cimientos.

En su superficie se han descubierto escorias, cris­tales planos traslúcidos y cerámica. Los fragmentos más representativos están fabricados con pasta negra provista de abundante desgrasante de mica y cuarzo, la mayoría de paredes delgadas, salvo dos que pre­sentan un grosor similar a los grandes recipientes de cocina romanos. Todos ellos están elaborados con tomo bajo. Hay que destacar un borde redondeado y un fragmento decorado con un mamelón ovalado y puntiagudo (Fig. 2, nº 15). Más modernos deben con­siderarse algunos fragmentos vidriados, en especial uno provisto de una perforación circular.

24. POBLADOR

A 600 m. al SO de Cubillo del Butrón se encuen­tra el término de "Poblador", asiento de un posible despoblado medieval conocido actualmente por este nombre. Su emplazamiento, sito a 920 m. de altitud, se halla en el arranque de las laderas de un vallejo abierto al oeste por el arroyo de Santa Justa, cerca de la fuente de Poblador. El fondo del valle permanece cultivado, pero las vertientes se han abandonado al monte. Sus coordenadas coinciden con los 42º 47'50" de latitud norte y los Oº 00'38" de longitud oeste. El despoblado fragmentado en dos núcleos ocupa una pequeña extensión, con forma irregular como demuestran moruecos, paredes de contención y corral conservados.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo, confirmado por la piedra labrada del corral de Santa Justa. Además, la leyenda sostiene que los habitantes de Poblador entraban a la iglesia parroquial de Santa María por la puerta occidental del pórtico mientras que los de Cubillo ingresaban por la opuesta.

La prospección, sin embargo, no ha deparado hallazgos, dado que gran parte de su superficie está cubierta de robles, salvo en las zonas aradas donde hay restos de teja y algún fragmento de cerámica gri­sácea lisa elaborada a tomo y provista de los típicos des grasantes.

25. QUINTANA DE BAÑUELOS

A 1.800 m. al SE de Bañuelos del Rudrón se

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encuentra el término de "La Ermita", asiento de un despoblado medieval denominado "Quintana", según los apeos antiguos. Su emplazamiento, a 1.008 m. de altitud, se halla situado sobre una amplia explanada del páramo y sobre la ladera meridional que da vistas al barranco del Monte, cerca de las fuentes de La Lancha y Hontañón. La superficie ocupada por las ruinas, antaño cultivada, se ha abandonado, salvo algunas zonas periféricas que se han roturado. Sus coordenadas coinciden con los 42º 41 '10" de latitud norte y los Oº 09 '21" de longitud oeste. El despobla­do ocupa una gran extensión cuya forma adquiere un aspecto irregular, aunque compacto, como demues­tran las paredes y casares.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo denominado por Martínez Díez ( 1981 a y 1987) y Cidad (1988 b) "La Pililla". Sin embargo, los apeos antiguos llaman a este pago "Páramo de la Quintana", hoy olvidado. Su parroquia estuvo dedi­cada a San Saturnino, pero se transformó, tras su des­población, en ermita, la ermita de Quintana, sita jun­to al camino de Bañuelos a Tablada. Según la leyen­da, la pila bautismal románica existente en la iglesia de San Esteban procedería de aquí. Algo más al NO está La Hoya de San Vitares, dentro de cuyo ámbito hubo una ermita con la misma advocación. De momento, este asentamiento no debe calificarse de castro pese a la afirmación realizada por Martín Vico (1995).

De este yacimiento proceden dos piezas de lagar elaboradas en piedra rojiza del país, tejas y un anillo de plata (Bohígas, Campillo y Churruca, 1984) así como un fragmento de molino de mano.

26. QUINTANA MAYOR

A 3.000 m. al N-NO de Cemégula se encuentra el término de "Los Corrales de Pozo Rubio", asiento del despoblado medieval denominado "Quintana Mayor" o "Cabarrosa". Su emplazamiento, sito a 1.025 m. de altitud, se halla sobre un suave alomamiento abierto en la hondonada del páramo y cerca de La Pila Vieja y Pozo Rubio. El terreno se ha dedicado tradicional­mente al pasto, aunque es probable que sus casares fueran cultivados. Sus coordenadas coinciden con los 42º 39'45" de latitud norte y los Oº 02'25" de longi­tud este. El despoblado ocupa una extensión pequeña y de forma un tanto irregular como demuestran las paredes y casares conservados.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo que hoy se denomina "Pozo Rubio" (Mar­tínez Díez, 1980) pero el nombre verdadero fue Quin­tana Mayor, aunque vulgarmente también se solía lla­mar Cabarrosa según un documento fechado en 1186 (López Mata, 1950; García Sáinz de Baranda, 1961 y

Osaba, 1966)18• En 1237, Femando III añadió a las

propiedades que ya tenía el monasterio de Santa María de Rioseco, entre otros lugares, Quintana Mayor con todos sus términos y pertenencias (García Sáinz de Baranda. 1961).

La identificación de Pozo Rubio con Cabarrosa nos la proporcionan una sentencia en 1565 y los ape­os de 1604 y 1650 19

• En el primer caso se cita un mojón cerca de Pila Vieja, encima del sendero que iba a "Quintana Cabarrosa" y la mojonera seguía ade­lante por todo el contorno de "Quintana Cabarrosa". En el segundo caso se menciona un mojón encima de los corrales de "Caparrosa", cerca de Pila Vieja y más significativamente, en "Pozo Rubio" junto a la carrera que estaba hacia "Quintana Caparrosa" que se llamaba "Los Corrales de Por;o Rubyo", pegando al mojón de la propiedad de Quintanaloma. En parte, este término estaba dentro del coto redondo de San Pedro de Cardeña que era propio de los concejos de Cemégula y Quintanaloma.

En 1691 se suscitó un pleito entre Quintanaloma y el monasterio de Santa María de Rioseco de la granja de Quintanajuar por el término de "La Vega" o "San Pedro de Cardeña", comunero de Quintanaloma, Cemégula, Quintanajuar y sus granjas de Monte Espinoso y La Cabañuela. El usufructo de que goza­ba Quintanaloma se traducía en el pago de cierto tri­buto al convento de San Pedro de Cardeña20

• En 1378 el ganado de Poza se entrometió en Pozo Rubio, pro­piedad del monasterio de Rioseco, quien ganó una sentencia contra el transgresor (Pérez Embid, 1986). Según García Sáinz de Baranda (1961), el monasterio tenía alcance en el término de San Pedro de Cardeña con todos sus ganados y granjeros amén de que estos últimos y los criados podían coger cargas de leña de carrasco. En 188121 se subastaron los bienes de pro­pios que poseía el concejo de Quintanaloma en Pozo Rubio tasados en 50 pts.

El vallado del terreno para su aprovechamiento como coto de caza impide el acceso al mismo.

27. QUINTANAMONT ÁN

A 1.150 m. al S de Moradillo de Sedano se encuentra el término de "Las Cruces", asiento de un despoblado medieval cuya primitiva denominación

" 19

20

21

Martínez Díez ha identificado Cabarrosa con el término de "Casares" en Cemégula, ya próximo a la raya con Abajas. ADB, Quintanaloma, Libro de Apeos 1586, f" 61 v, 117r y 124r. ADB, Quintanaloma, pleito de 1691. Según el Catastro del Mar­qués de la Ensenada (ADPB, Quintanaloma, nº 1470 y 1471) el concejo de este lugar pagaba el monasterio de San Pedro de Car­deña l lrs y 24 mrs. de infurción perpetua por gozar de este tér­mino redondo para pasto del ganado. AHPB, prot. 3880/1 (1881), fO 29r - 34v.

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 143

debió ser "Quintana" ya que en 1706 se nombra "una tierra en la Loma de Quintana, donde llaman Las Cruces". Esta misma denominación aparece en el Catastro de Ensenada junto con "Los Corrales de Quintana Yermo" o "Quintana Yerba", alusivo a su despoblación. Su emplazamiento, sito a 1.003 m. de altitud, se halla en un retazo de la paramera delimita­do por el arroyo del Pardo y el barranco de Hontani­llas, cerca de las fuentes de Hontobada y Vallejo. Su superficie se aprovechó para la agricultura hasta que a mediados de siglo se dejó para pasto. Sus coorde­nadas coinciden con los 42º 41 '30" de latitud norte y los Oº 00'58" de longitud oeste. El despoblado forma dos núcleos: el de mayor extensión está en "Las Cru­ces" y el más pequeño en "Codonales". Ambos pre­sentan un aspecto compacto pese a su forma irregular como lo demuestran los casares y paredes existentes.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997) donde se dice que habitaron los moros. Según algunos, "Codonales" sería un barrio de "Las Cruces", aunque otros sugieren que se trataba de dos pueblos diferentes. Los labradores, en las labores de arada, han descubierto piedra labrada, poyos, ruedas de lagar, quicios y teja curva de color rojizo. La pros­pección de su superficie ha permitido localizar algún fragmento de teja antigua y varios trozos de cerámica torneada de color anaranjado en el interior y grisáceo al exterior con desgrasantes de cuarzo. Más llamati­vas son las piedras provistas de oquedades, algunas conservadas en Moradillo de Sedano, otras aún en el yacimiento. Entre estas está un bloque de 88 x 46 x 30 cm. que porta un rebaje tallado sobre cuya super­ficie se ha abierto un canal y una perforación circular de 7 cm. de profundidad. Una segunda pieza, de menor tamaño, presenta un rebajo rectangular con una estría y, por el otro lado, un canal longitudinal.

Tradicionalmente, el poblado de Quintanamontán de las fuentes escritas se ha identificado con Quinta­naloma (Menéndez Pidal, 1969; López Mata, 1957; Osaba, 1966; Martínez Díez, 1981 a y b y 1987 y Lizoáin, 1985), aunque muy probablemente coincida con Las Cruces dado que todavía en 1392 Quintana­loma se denominaba simplemente Quintana (García Aragón, 1985) hasta su unión a Loma. Desde enton­ces se llamó Quintana de Loma. Además, el empla­zamiento de Las Cruces guarda más relación con la montaña que Quintanaloma, asentada en una valleja­da22.

En 1068 Aznar Sánchez y su mujer Guntroda eran dueños de algunas posesiones sitas en "Quintana Montane" (Serrano, 1930; Ubierto, 1976 y Martín Vico, 1995). En 1074, la carta de arras otorgada por

22 Sólo García Rámila (1984) dice que este lugar ha desaparecido.

el Cid a Jimena recoge ciertas porciones en "Quinta­na Montane", Moradillo, etc ... ( Menéndez Pidal, 1969; Garrido, 1983 y Martín Vico, 1995). Poco des­pués, en 1099, Elvira Hannec donó al obispo de Bur­gos un solar con sus divisas en "Quintanamontán" además de otros en Sedano, Lagos y Fontanares (Serrano, 1936; Menéndez Pidal, 1969 y Garrido, 1983). La siguiente mención data de 1182 cuando Ordoño Pérez vendió al obispo burgense Marino par­te de su heredad de Valdetobes, estando presente Pelagius de Quintanamontán (Garrido, 1983). En el siglo XIII se cita en varias ventas realizadas en 1242, 1244 y 1250 junto a poblaciones como Pesadas, El Cuerno y Moradillo (Rodríguez López, 1907; Lizo­áin, 1985 y Lizoáin y García, 1988). En 1266, el abad de Oña dio a Diego de Quintanajuar y a su mujer Mari García de Quintanamontán un huerto en Padro­nes (Álamo, 1950). Es probable que "Quintana Moca", recogida en el Becerro de Behetrías, sea una cacografía por Quintana Montán, aunque todos los autores la hayan identificado con Quintanaloma (Menéndez Pidal, 1969; Martínez Díez, 1981 b y Álvarez Borge, 1987).

28. QUINTANA DE VALDEAJOS

A 3.000 m. al O de Valdeajos se encuentra el tér­mino de "Quintana", asiento de un despoblado medieval conocido con este nombre, aunque Madoz (1846) lo denomina "Quintana de Altaniva" (sic), por "Quintana de Altarriba". El emplazamiento, sito a 1.000 m. de altitud, se halla sobre un estrecho colla­do existente entre dos alturas del páramo, no lejos de la fuente de Quintana. La superficie está en gran medida cultivada, con excepción de los sectores peri­féricos. Sus coordenadas coinciden con los 42º 44'34" de latitud norte y los Oº 15'48" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión pequeña y de forma imprecisable como demuestran las paredes y montones de piedras apiladas.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Madoz, 1846; Osaba, 1966; Martínez Díez, 1981ay1987; Cidad, 1987 y 1988 by García Rámila, 1984). Además, Osaba (1966) asegura que su iglesia estuvo dedicada a San Román, sin duda moti­vado por una errónea interpretación del Madoz. Para Cidad (1988 b), en cambio, estaría bajo la advocación de San Juan, término conservado a 1 Km. al NE del despoblado, y por lo tanto difícilmente relacionables a no ser como ermita dependiente de su iglesia. Tam­poco es probable que perduraran sus ruinas en 1795 ya que la piedra reutilizada para la reparación de la espadaña de la parroquial de San Cristóbal procedía de la ermita de San Juan y no de la ermita de Barrio como afirma Cidad (1988 b). Este autor (Cidad,

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144 JACINTO CAMPILLO CUEVA

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Fig. 3. Cerámica medieval de Quintana de V:~'d . "' ea1os.

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1987), basado en un apeo de los bienes parroquiales de Barrio-Panizares realizado en 1562, sostiene que por entonces existía el despoblado de "Quintana" con su iglesia de San Juan. El dato es a todas luces falso ya que Huidobro (1952) no se refiere a él en los seño­ríos de los prelados burgaleses de 1511. Según una sentencia arbitraria de 1547, los pastos, rozas, aguas, diezmos y alcabalas del término de San Juan eran comunes a Barrio-Panizares y Valdeajos. Sin embar­go, en el siglo XVIII, los vecinos de este último se habían propasado a rozar la leña y a roturar ejidos y baldíos23

• En cambio, el término de Quintana no era comunero pues, incluso las fincas situadas en terreno de Barrio-Panizares, pertenecían a sus explotadores, casi siempre vecinos de Valdeajos24

Los labradores han encontrado varias puntas de hierro en los prados de Quintana y un as, al parecer de Claudia, que no hemos podido ver.

La prospección del lugar ha deparado abundantes vestigios arqueológicos como son teja curva roja, afi­laderas, molino de mano, trozos informes de hierro, escorias así como piedra labrada y huesos de anima­les. Sin embargo, los restos más importantes corres­ponden a la cerámica. De momento, los fragmentos más abundantes pertenecen a pastas muy decantadas, de color anaranjado o claro, esporádicamente con el interior grisáceo, de grosor pequeño o mediano y ela­boradas a tomo. La mayoría son lisas, predominando entre las decoradas las pintadas y luego las estriadas, Entre las primeras, existen temas muy variados a base de la combinación de trazos verticales, horizontales u oblicuos, siempre paralelos, en tonos vinosos, u oca­sionalmente ocres, que se disponen en cuello, panza y asas. En varios casos formaban frisos metopados. Más raras son las ondas y reticulados (Fig. 2, nº 16-19, Fig. 3, nº 1-14 y Fig. 4, nº 1-4). Entre las estria­das predominan las estrías horizontales y paralelas de trazado algo amplio y bastante superficial con resalte intermedio y los dibujos similares pero de gran finu­ra y muy próximos entre sí (Fig. 4, nº 9 y 11-16 y Fig. 5, nº 2-3 y 5-8). Menos comparecencia tienen las inci­sas a base de ondas y líneas (Fig. 4, nº 5 y 6 y Fig. 5, nº 1, 4 y 9) o las perforadas o con punciones (Fig. 4, nº 8 y 10) y las acanaladas (Fig. 4, nº 7). El tipo de fondos documentados son invariablemente planos y las asas acintadas o redondeadas bien lisas, bien pin­tada. Los bordes son redondeados y vueltos.

En segundo lugar está la cerámica de pasta gris­negruzca con desgrasantes de mica y cuarzo que tie­ne paredes medianas y está fabricada a tomo bajo o

23

24

AHPB, prot. 9797/3 (1787), fº 14r-15v y prot. 3828/2 (1731), f º 701 r y v. ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Barrio-Panizares, nº 241.

alto. Aparte deben mencionarse aquellos fragmentos de paredes muy gruesas y pastas apenas decantadas, con muchas y notables partículas micáceas y algo de cuarzo, relacionables con la cerámica común romana de cocina. En este grupo predomina la cerámica lisa, aunque se documentan algunos fragmentos decora­dos con estrías horizontales y paralelas de trazado fino o algo profundo (Fig. 5, nº 3, 5 y 6). Los fondos son invariablemente planos y los bordes redondeados y vueltos. En último término están las cerámicas vidriadas en tonos verdosos o amarillentos.

29. SAN FELICES

A 2.500 m. al N de Moradillo de Sedano se encuentra el término de "Saelices", también denomi­nado popularmente "Sailices" o "Seslices", asiento de un despoblado medieval conocido con el nombre de "San Felices". Su emplazamiento, a 960 m. de alti­tud, se halla en una suave ladera dentro del vallejo abierto por el arroyo del Valle y cerca de una fuente. El terreno se ha abandonado al monte, aunque fue cultivado hasta mediados del siglo XX. Sus coorde­nadas coinciden con los 42º 43'28" de latitud norte y los Oº 00'10" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión pequeña, de forma un tanto irregular como demuestran los casares y paredes existentes.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997). El término de San Felices constituía un término redondo propiedad del marquesado de Agui­lar de Campoo y del concejo de Moradillo. Asimis­mo, los marqueses eran dueños de un pedazo del paraje de Saelices que en 1713 estaba dividido en heredades arrendadas a vecinos del lugar25

• En virtud de una provisión ganada en 1678 por Francisca Fer­nández Manrique, los vecinos de Moradillo estaban obligados a satisfacer ciertos pagos a sus dueños. Sin embargo, aquéllos no siempre lo reconocieron, de ahí que surgieran pleitos entre las partes. Desde tiempo inmemorial los marqueses recibían del concejo 3 fanegas y 9 celemines de trigo álaga, 6 fanegas y 3 celemines de cebada y 32 mrs. en dinero. Para hacer­les más llevadera esta carga, el marqués les dio el uso, goce y aprovechamiento del término y pastos del coto redondo titulado de Saelices o Santelices, situado en jurisdicción de Moradillo, pero limítrofe con Gredi­lla, que pertenecía en pleno dominio y propiedad al marquesado. Además, les dejó labrar en él 2 fanegas de sembradura26

• La situación de este pago entre Moradillo y Gredilla suscitó varios pleitos, sobre todo

25 AHPB, Judicial, nº 781, f º 33r. 26 AHPB, prot. 3884 (1852), fº 280r-282v.

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Fig. 4. Cerámica medieval de Quintana de Valdeajos.

JACINTO CAMPILLO CUEVA

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o 1cm ~

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en razón del aprovechamiento de hierbas y aguas que en 1827 se resolvieron en favor de Moradillo21

La prospección del lugar ha deparado el hallazgo de una afiladera, al parecer en forma de hacha, elabo­rada en piedra de Huidobro.

30. SAN FLORENCIO

A 2.000 m. al E de Huidobro se encuentra el tér­mino de "San Llorente", asiento de un despoblado medieval conocido por el nombre de "San Floren­cia". Su emplazamiento, sito a 1.020 m. de altitud, se halla en una ladera de la hoya de Huidobro, en tomo al manantial de San Llorente. El terreno se ha dedica­do a pasto, aunque ocasionalmente también sirvió para el cultivo. Sus coordenadas coinciden con los 42º 45'36" de latitud norte y los Oº 01 '02" de longi­tud este. El despoblado ocupa una extensión pequeña y de forma irregular según se desprende de la distri­bución de las paredes y moruecos existentes.

No se conserva ninguna referencia oral sobre el despoblado, aunque en 1222 Femando III donó al monasterio de las Huelgas el pueblo de Castrillo que estaba situado en el Butrón, entre Villalba, Pesadas, Villaescusa del Butrón y "Sanctum Florencum" (Rodríguez López, 1907; López Mata, 1957; Lizoáin, 1985 y Martín Vico, 1995).

Según una sentencia de 1352, el monasterio de San Martín de Escalada poseía la iglesia de San Llo­rente de Villaescusa del Butrón (Huidobro, 1957). La tradición cuenta que aquí hubo una ermita con esta advocación que perteneció al circuito de Huidobro, pero no se cita nunca en los libros parroquiales de este pueblo ni en los de Villaescusa.

31. SAN MAMÉS

A 1.800 m. al SE de Covanera se encuentra el tér­mino de "El Santo" o "San Mamés", probable asenta­miento de un despoblado medieval conocido con el nombre de "San Mamés". Su emplazamiento, situado a 720 m. de altitud, se halla en un amplio aterraza­miento existente en la margen izquierda del río Mora­dillo, a la altura del vallejo de Valdeménez y junto a Fuente Fría. El terreno se ha dedicado tradicional­mente a la agricultura pero hoy permanece erío. Sus coordenadas coinciden con los 42º 43 '32" de latitud norte y los Oº 05'38" de longitud oeste. El despobla­do ocupa una extensión pequeña, con forma irregular y adaptándose a la embocadura del vallejo como demuestran las paredes existentes.

27 AHPB, prot. 3857 (1826), fº 91r-92v, 130r-131v y 250r-25lr y prot. 3858 (1827), fº 368r-369v y 3899 (1877), fº 122v.

La tradición popular no es unánime a la hora de ubicar en este lugar un pueblo, pero tanto la aparición de paredes como el descubrimiento de teja en las labores de arada o la conservación de la ermita de San Mamés parecen ratificarlo. Además, Doña San­cha Díez donó en 1160 al abad de San Cristóbal de Ibeas los bienes que poseía en varios lugares de la comarca entre los cuales estaban los de Covanera, Tubilla y "Sancto Mamete" (Cidad, 1978 y 1988 b). Todavía en 1511 el obispado de Burgos era propieta­rio de una tierra en San Mamés de Covanera (Huido­bro, 1952).

Según la leyenda popular, en este paraje estaba La Cueva del Moro, cuyas paredes exhibían "escudos" de los moros grabados. Dentro de ella, un pastor encontró la imagen de San Mamés apodada "El San­tillo", que aún se venera en su ermita.

La prospección del terreno no ha deparado ningún material arqueológico, salvo teja.

32. SAN MARTÍN DE ESCALADA

A 500 m. al S-SE de Quintanilla-Escalada se encuentra el término de "La Abadía", asiento del despoblado medieval de "San Martín de Escalada". Su emplazamiento, sito a 700 m. de altitud, se halla dentro del valle del Ebro, en la solana de Peña Mayor, zona de abundantes manantiales. Las partes más bajas y aterrazadas del hábitat han sido cultiva­das hasta nuestro siglo, pero en la actualidad la mayoría permanecen incultas o alteradas por la construcción de la estación de carga del petróleo y la carretera. Sus coordenadas coinciden con los 42º 4 7 '45" de latitud norte y los Oº 05 '08,, de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión mediana, de forma irregular, como demuestran las paredes y casares conservados.

La tradición popular afirma que en este punto hubo un pueblo (Osaba, 1966; Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Cidad, Diario de Burgos, 1988 c) cuyo case­río se encontraba debajo de un gran arco rocoso que existía entre la Peña Mayor y otro alto situado más el este. El derrumbamiento de este puente natural sepul­tó el pueblo. Se cuenta que también hubo una abadía, sita un poco más abajo, en la estación de carga del petróleo. La leyenda recuerda un general que descen­día de Masa cuyo hijo estaba empeñado en estudiar en este convento, pero él intentó desengañarle adu­ciendo que tenía el presentimiento de que allí halla­ría la muerte. No obstante, el joven no accedió a sus requerimientos e ingresó en el cenobio. Al poco tiempo de llegar, fue emparedado y, como si lo hubie­ra presentido, el padre acudió al lugar y descubrió el emparedamiento. Como represalia ordenó prender fuego al convento con todos los frailes dentro.

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148 JACINTO CAMPILLO CUEVA

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Fig. 5. Cerámica medieval de Quintana de Valdeajos (1-9), Valdegómez (10-13), Villafria (14-18) y Siero (19-23).

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LOS DESPOBLADOS MEDIEVALES DE LA HONOR DE SEDANO (BURGOS) 149

Según una copia del siglo XIII (Pérez de Urbel, 1945) en el año 721 ó 763 Femando y su mujer Godi­na hicieron testamento. En el mismo se menciona al abad Roldán y a sus compañeros, recompensados por el matrimonio con la entrega de un coto redondo por el establecimiento del monasterio de San Martín de Escalada. Huidobro (1957), basado en Argáiz (1661), atribuyó la fundación de esta colegiata al conde Fer­nando Negro, al parecer durante el reinado de Alfon­so II el Casto (789-842). Según el mismo autor, poco después entró en decadencia hasta que en 1076 fue reconstruida por los condes de Bureba, sucesores de Femando Negro. En 1086 Gonzalo Salvadores y su esposa Elvira la declararon exenta del patrimonio familiar (García Sáinz de Baranda, 1917; Pérez de Urbel, 1945 y 1969; Huidobro, 1954; Cidad, 1978 y Martín Vico, 1995). En 1141, Alfonso VII el Empe­rador entregó a Juan, abad del monasterio de San Martín de Escalada, la heredad que poseía en Ayo­luengo y Quintanilla-Escalada (Serrano, 1936; García Sáinz de Baranda, 1917 y Cidad, 1988 a). En una venta realizada en 1244 se mencionan como testigos a Gorn~:alvo Florid y a Domingo Petriz, canónigos de Sant Martín d'Escalada (Rodríguez López, 1907 y Lizoáin, 1985). Por otro documento fechado en 1290 se cabe que Alfonso X había comprado esta abadía, por lo que pasó a ser de patrimonio real y, por ende, sometida a la jurisdicción del rey (Cidad, 1985 y Pereda, 1984).

Los enfrentamientos entre el concejo de Quintani­lla-Escalada y el monasterio de San Martín por razón del término redondo fueron frecuentes. El más impor­tante data de 1499-150!28. Todavía en 1511 (Huido­bro, 1952), el abad y canónigos de este monasterio pagaban al obispo burgense 60 r. de una procuración. En 1541, Juan Manrique, III marqués de Aguilar, embajador de Carlos V en Roma, virrey y capitán general de Cataluña, solicitó la anexión de esta cole­giata a la de San Miguel de Aguilar de Campoo. En otra parte29

, se afirma que fue su hijo Luis Manrique de la Cerda, miembro de los Consejos de Estado y Guerra, quien, siendo embajador en Roma, consiguió tal agregación. Desde entonces hasta 1718 fue servi­da por un canónigo de San Miguel de Aguilar y toda­vía en 1784 el concejo de Quintanilla-Escalada paga­ba 22 rs. por tocar las campanas de la abadía. La igle­sia del monasterio estaba dedicada a San Martín y, según la visita de 1709, era "muí fuerte, a lo antiguo y con sus molduras muí rnriosas por fuera". Por entonces, conservaba también algunas ruinas del claustro. A pesar de estar en despoblado, los vecinos de Quintanilla-Escalada tenían obligación de acudir

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29

ADB, Quintanilla-Escalada, pleito de 1499-1501. ADB, Quintanilla-Escalada, papales sueltos, 1742.

allí a misa por ser el único templo con pila. Sin embargo, al erigirse la de San Román, la abadía per­dió su primitiva importancia reduciéndose a un sim­ple camposanto (Madoz, 1849). A raíz de la desa­mortización eclesiástica el terreno de La Abadía fue adquirido a la Nación por los vecinos de Quintanilla­Escalada y repartido en lotes30

En la actualidad, se conservan "in situ" algunos cimientos del edificio así como tres basas y fragmen­tos de fustes lisos. Algunas piezas se han reaprove­chado en la ermita de San Roque (capitel historiado) y en una casa particular (canecillos y friso románi­cos). Asimismo, se han descubierto numerosas tum­bas de lajas y sarcófagos correspondientes a su anti­guo cementerio (Bohígas, Campillo y Churruca, 1984 y Campillo, 1995).

33. SAN PEDRO DE LOBOS

A 2.500 m. al SO de Mozuelos se encuentra el tér­mino de "San Pedro", asiento de un despoblado medieval llamado "San Pedro de Lobos". Su empla­zamiento, situado a 960 m. de altitud, se ubica en el fondo de un estrecho vallejo abierto en la paramera por el arroyo de San Pedro. La fuente se halla 50 m. al N. Hasta mediados del siglo XX, el terreno fue cul­tivado, pero en la actualidad el solar principal donde aparecen las ruinas está inculto, no así algunas fincas colindantes. Sus coordenadas coinciden con los 42Q 40'15" de latitud norte y los OQ 05'22" de longitud oeste. El despoblado ocupa una pequeña extensión, de forma totalmente irregular y dispersa como lo demuestran los moruecos y paredes existentes, inclu­so a 200 m. al sur del núcleo principal.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981ay1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997) y un convento de monjas. Igualmente se dice que los vecinos de Nidáguila se llevaron la pie­dra de la iglesia de San Pedro. Según la leyenda, en principio, el terreno perteneció a Tubilla pero luego lo perdió en una apuesta. Sin embargo, Mozuelos siguió permitiendo la entrada de su ganado a beber y seste­ar en la fuente de San Pedro por el tiempo que el pas­tor tardara en hacer unas abarcas. Según otros, fue Tubilla quien compró el resto del terreno de San Pedro a costa de Terradillos que por entonces tenía menos poder.

Las fuentes escritas mencionan el término de San Pedro de Lobos (Cidad, 1988 b)31 que a lo largo del siglo XVI suscitó varios pleitos entre Tubilla y Terra­dillos. En 183132 los vecinos de Tubilla fueron

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JI

AHPB, prot. 3.894/1 (1868), f' 190r-209v. AHPB, Concejil, nº 44, apeo de 1744. AHPB, prot. 3861/1 (1831), f' lr-2v.

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150 JACINTO CAMPILLO CUEVA

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Fig. 6. Cerámica medieval de Siero.

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demandados por Sedano y Mozuelos en razón de ciertas roturaciones que habían realizado en este terreno aduciendo que era término solariego por el cual se pagaba a las monjas de Santa Fe de Toledo33. A través de los protocolos se sabe que una parte de este paraje era propio de Tubilla34 y otro de Sedano, no figurando Mozuelos porque nunca llegó a tener término propio. Otra porción era comunero de Terra­dillos y Tubilla. A raíz de las leyes desamortizadoras, ambos concejos acordaron en comprarlo y repartírse­lo equitativamente, pero los de Tubilla no respetaron lo pactado y se quedaron con todo.

En 1943 se conservaban en Tubilla monedas de Trajano y de otros emperadores romanos procedentes de este término, asiento de una colonia de tal época (Bailly, Bailliere y Riera, 1943). En las labores de arada, los labradores descubrieron cristales y trozos de vasijas.

La prospección del lugar ha deparado el hallazgo de los cimientos de una estructura rectangular de 6 x 11 m., situada sobre la horquilla formada por una vaguada y el arroyo de San Pedro. Su orientación E-0 permite identificarla con la iglesia del despoblado, dedicada a San Pedro, que luego se convertiría en ermita aunque no haya constancia documental de ello. En las áreas próximas a las ruinas se han halla­do numerosos fragmentos de cristales planos traslúci­dos, huesos y cerámica torneada lisa de tonalidades anaranjadas y grisáceas, estas últimas provistas de abundante desgrasante de mica y cuarzo. Entre ellas destaca un fondo plano, semejante a otro vidriado.

A 250 m. al SO del pueblo estaba su cementerio, en el pago que hoy se denomina "La Espina" o tam­bién "El Cementerio'', donde se han exhumado varios restos de sarcófagos (Campillo, 1995).

34. SAN PELAYO

A 3.450 m. al O-NO de Valdeajos se encuentra al término de "San Pe/ayo", asiento de un presunto des­poblado medieval conocido actualmente con este nombre. El emplazamiento, sito a 1.088 m. de altitud, se halla sobre un alto que domina el páramo de la Lora. El terreno es improductivo ya que, en parte, aflora la roca y se halla cubierto de árgoma. Sus coor­denadas coinciden con los 422 45'43" de latitud nor­te y los 02 15' 40" de longitud oeste. El despoblado ocuparía una extensión pequeña cuya forma quedaría definida por los contornos del cerro. Sin embargo, la mayor parte de las piedras aparecen al pie de la ele­vación, en forma de casares que rodean las fincas.

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AHPB, Concejil n" 44. Apeo de 1744. AHPB, prot. 3880/l (1881), f' 149r-165v y prot. 3904 (1884), f' 476r-483v.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Cidad, 1988 b) denominado San Pelayo, aunque según otras versiones pudo llamarse "Cendera". La leyenda sitúa en la cumbre una ermita dedicada a San Pelayo, si bien Martínez Díez sostiene que estuvo emplazada 300 m. más al sur. Sin embargo, su nom­bre no aparece en los libros parroquiales. Se supone que estaba fundada en la cima ya que allí apareció teja curva y un enterramiento infantil. Antiguamente se hacía en ella una famosa romería que congregaba a numerosos pueblos de Valderredible y La Lora. En sus inmediaciones se yergue el "Mojón de las Tres Hermanas", donde antaño se descubrieron tejas y paredes. Junto a él discurría un camino carretero que utilizaban los arrieros de Castilla para llevar el trigo a Santander. Bajo una losa de su empedrado se des­cubrió un tesorillo de monedas antiguas, en paradero desconocido.

En dos documentos fechados en 1169 y 1206 Fer­nando III y Alfonso VIII, respectivamente, confirma­ron el monasterio de Santa María de Aguilar de Cam­poo el derecho a la percepción de dos carros de jun­cos en "puteo Sancti Pelagii"(Merchán, 1982). Su identificación con San Pelayo es bastante probable dado que aparece citado junto a Panizares, monte de Brannossera, Icedo y Espinosa.

La prospección del lugar sólo ha deparado el hallazgo de varios fragmentos de teja curva cuya anti­güedad no puede precisarse debido a que parte de la cumbre fue habilitada durante la guerra civil para la construcción de trincheras y parapetos.

35. SAN QUIRCE

A 3.000 m. al SO de Tubilla del Agua se encuen­tra el término de "San Quince" o "San Quirce", asien­to de un despoblado medieval conocido actualmente por este nombre. Su emplazamiento, sito a 980 m. de altitud, se halla en la solana de la amplia vaguada abierta en el páramo por el arroyo de Briniega, a 500 m. de la fuente abovedada de San Quirce. El terreno que ocupan las ruinas del despoblado se halla inculto, salvo alguna finca recientemente roturada. Sus coor­denadas coinciden con los 422 41 '08,, de latitud nor­te y los 02 07'52" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión media, con forma irregular y no demasiado compacta como demuestran las paredes, moruecos, corrales y casares existentes. A 1.250 m. al S existió un segundo núcleo en el pago denominado "Los Corrales Nuevos" o "El Calero". Para algunos se trataría de un simple barrio de San Quirce, para otros de un pueblo diferente.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987; Cidad,

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1988 by Gutiérrez, 1991 y 1997). Cuenta la leyenda que el último habitante que quedó fue una vieja que se dirigió a Terradillos, pero aquí no la admitieron como vecina. Ante este rechazo, optó por acudir a Tubilla donde fue acogida. Por este motivo, el terreno que pertenecía a San Quirce pasó a depender de este pue­blo. Se dice, igualmente, que de la ermita de San Quir­ce se bajó a Tubilla la imagen de Santa Julita, conser­vada en la iglesia de Santa María hasta hace poco.

El templo del lugar se hallaba al otro lado del vallejo, en el reborde del páramo. En 1791 el visita­dor diocesano mandó que se demoliera, debido a su estado indecente, y que se bajara el santo a la iglesia de Santa María. En 1599 el cura Nicolás Parra se refugió en ella para librarse de la peste (Campillo, 1992). Alrededor del edificio se han descubierto infi­nidad de sepulcros de lajas y sarcófagos ricamente decorados (Campillo y Ramírez, 1984; Bohígas, Campillo y Churruca, 1984 y Campillo, 1995). Esto, sin embargo, no justifica la afirmación de Martín Vico (1995) que ubica aquí un monasterio.

La prospección de su superficie ha deparado el hallazgo de fragmentos de teja curva y algún trozo de cerámica atípica junto con piedra labrada y varios poyos de piedra, todo ello encontrado en el asenta­miento principal. Queda en pie una construcción rec­tangular de paredes elevadas y de buena sillería en los esquinales y en la puerta, cuyo dintel conserva la ins­cripción "AÑO DE 1662". En cambio, en el núcleo de "Los Corrales Nuevos" no aparece otro vestigio que no sean piedras labradas.

36. SAN SALVADOR

Las fuentes diplomáticas (Burriel, 1753) refieren la existencia del pueblo de "San Salvador'', aún no localizado, pero situable, a tenor del contexto, en esta comarca de Sedano. Tal vez coincida con alguno de los catalogados, aunque el topónimo de San Salvador no se conserva en la actualidad sino para designar al titular de la iglesia de Mozuelos.

En 1317, la comendadora de Santa Eufemia de Cozuelos arrendó a Juan Martínez de Mediavilla, del monasterio de San Miguel de Tubilla, las propiedades que le pertenecían en Covanera, "Sant Salvador", Fon­tanares y Masa que pertenecían a dicho monasterio.

37. SIERO

A 600 m. al SE de Valdelateja se encuentran las ruinas del barrio de Siero, asiento de un despoblado medieval denominado "Siero". Su emplazamiento, sito a 776 m. de altitud, se halla sobre un collado y las laderas meridionales del cerro de "El Castillo", a

826 m., cuya cima pudo servir también de fortaleza (Campillo, 1996). Se trata de un terreno inculto, aun­que en otro tiempo se cultivaron las terrazas. Sus coordenadas coinciden con los 42º 46'07" de latitud norte y los Oº 04'45" de longitud oeste. El despobla­do ocupa una extensión mediana, de forma irregular como demuestran las paredes y casares conservados.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981ayby1987; Huido­bro, 1923; de la Cruz, 1973 y Gutiérrez, 1991y1997) que fue barrio de Valdelateja hasta que en 1914 fue abandonado por sus últimos moradores que pasaron a residir al barrio de Abajo. Según la leyenda, el primer asentamiento se estableció en Las Peñillas, de donde se trasladó a Siero y, finalmente, a Valdelateja. Sus habitantes se surtían del agua potable de dos fuentes, una situada al E de Siero, y otra al O, más alejada, pero con suficiente aforo para no secarse en verano.

A pesar de la gran importancia que tuvo Siero dentro de esta comarca, su aparición en la documen­tación resulta esporádica. La primera referencia, data­da en el año 721 o 763 (Pérez de Urbel, 1945), se ha trasmitido por copias del siglo XIII. En ella se hace mención al testamento de Femando Negro, señor de Castrosiero, y de su mujer Godina. En el 934, el con­de Femán González concedió al monasterio de San Millán de la Cogolla la percepción de un censo por parte de todas las poblaciones de su condado, entre ellas Siero (Ubieto, 1976)35

• Lo cierto es que ya por entonces existía, dado que en el 945 Nuño donó la villa de Castrillo, sita en el alfoz de Siero, al monas­terio de Cardeña (Serrano, 1910). La siguiente refe­rencia data de 1160. Entonces, Sancha Díez entregó al abad de San Cristóbal de Ibeas los solares y here­dad que poseía en Siero (Cidad, 1978 y Garrido, 1983). No obstante, ya por estas fechas su protago­nismo debió pasar a Sedano (Martínez Díez, 1981 a) aunque siguió conservando su categoría de villa dado que en el Becerro de Behetrías (Hemández 1866 y Martínez Díez 1981b) aparece como "Siera" y "Siero de Valde lateja". Era en parte de behetría y en parte del obispo de Burgos, del monasterio de San Martín de Escalada y de Femando Rodríguez de Villalobos. En 1317 aparece como testigo de una escritura de cambio Femando de Siero (Oceja, 1986). Su inde­pendencia con respecto a Valdelateja pervivió en el siglo XV como demuestran un pleito de 1461 con la abadía de San Martín de Escalada (Huidobro, 1956 a) y los protocolos de Juan Femández Delgado (Cidad, 1976 by 1977). Sin embargo, desde el siglo XVI esta equiparación se decantó a favor de Valdelateja, redu­ciéndose a Siero a un simple barrio, aun cuando su

35 Este autor considera la escritura como una falsificación de 1140-1143.

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parroquial de Santa Eulalia continuó teniendo, hasta el siglo XX, una única pila para ambos.

A pesar de la pobreza de las fuentes diplomáticas, las referencias sobre manifestaciones artísticas y arqueológicas son más prolijas e incluso de cronolo­gía más antigua. Tanto "El Castillo" como sus lade­ras meridionales fueron asiento de un castro céltico durante la Edad del Hierro a juzgar por la cerámica encontrada (Bohígas, Campillo y Churruca, 198436

).

Sin embargo, esta primera ocupación no debió ser influida por la celtiberización, pese a las referencias avanzadas por Huidobro (1952, 1956 b), González (1953), García Sáinz de Baranda (1950) y Osaba (1964) en pro del hallazgo de cerámica celtibérica. Más segura, aunque no importante, debió ser la roma­nización en virtud del descubrimiento de algunos fragmentos de "terra sigillata" tardía (Huidobro, 1929 a y b, 1952 y 1956 b y Bohígas, Campillo y Churruca, 1984) y de dos estelas romanas (Abásolo, 1984). La presencia visigótica tampoco está muy cla­ra aunque tanto Huidobro (1923, 1929 a y 1956) como González (1950) refieran el hallazgo de vesti­gios de tal época. En el mejor de los casos, estas evi­dencia deben datarse en tomo al siglo VIII, a tenor de la inscripción conservada en el ábside de la ermita de las Santas Centola y Elena: FREDENANDUS ET GUTINA ERA DCCCXX (Osaba 1976; Andrés Ordás, 1987 y Caballero, 1989). Incluso, algunos ves­tigios sepulcrales habría que situarlos en tomo al siglo XI ya que se hallaron incrustados en los muros de la iglesia de Santa Eulalia, datada a principios del siglo XIII (Huidobro, 1923 y 1929 a y Campillo, 1995).

En 1317, el obispo Gonzalo de Hinojosa mandó trasladar los cuerpos de las santas vírgenes y mártires Centola y Elena, enterradas en la iglesia de Santa Eulalia de Siero, a la catedral de Burgos. Según este documento, el martirio tuvo lugar en el año 304 en la ciudad de "Siarya". La tradición popular también recuerda que las santas fueron decapitadas en la cima de El Castillo, sobre un afloramiento rocoso hoy pro­tegido por un edículo (Flórez, 1772; Pérez de Urbel, 1945; Osaba, 1966; De la Cruz, 1973 y Huidobro, 1956 b).

Los principales hallazgos arqueológicos se han producido a lo largo del camino que asciende al cerro testigo y en la ladera, Además de los vestigios de tejas, escorias y trozos informes de hierro hay que destacar la cerámica. La mayor parte de los fragmen­tos son de pasta decantada de tonalidad clara o ana­ranjada, de grosor fino o mediano y siempre elabora­dos a tomo. Aunque predominan los fragmentos

36 En esta obra se recoge toda la bibliografía anterior, por eso aquí se omite.

lisos, hay algunos decorados, sobre todo con estrías y en menor consideración con pintura de color vinoso, con perforaciones e incisiones. Las decoraciones estriadas (Fig. 6, nº 4 y 7-9) suelen responder a traza­dos de haces de líneas horizontales y paralelas de cierta amplitud y separadas por un resalte intermedio. Menos frecuentes son aquellas especies con amplios acanalados suavemente afinados o aquellas estrías muy finas y juntas. Todos estos esquemas suelen eje­cutarse en la panza o cuello de la vasija. La decora­ción pintada (Fig. 5, nº 19-23 y Fig. 6, nº 1) se basa en la combinación de horizontales, verticales y obli­cuas que forman composiciones muy sencillas, rara vez unidas a perforaciones (Fig. 5, nº 22 y 23 y Fig. 6, nº 3, 5 y 6). Éstas últimas, pueden traspasar las paredes y suelen aparecer solas, casi siempre en asas acintadas o en las proximidades del borde. En oca­siones aparece una incisión a modo de onda (Fig. 6, nº 2) y en otras una impresión punzante (Fig. 6, nº 5 y 6). Entre las partes identificables hay varios fondos planos, asas acintadas y bordes de terminación plana, redondeada con engrosamiento y hasta provistos de una aguda carena.

Las especies de pasta grisácea o negruzca, menos decantados, suelen llevar desgrasantes visibles de mica y cuarzo, pero son poco frecuentes. Al parecer se han elaborado a tomo y la mayoría de las veces no portan decoración, salvo algún fragmento con estrías horizontales y paralelas a la altura del hombro (Fig. 6, nº 9).

38. SUTIELLO

A 3.000 m. al NE de Moradillo de Sedano se encuentra el término de "Los Corrales", conocido como "Sutiello" en Quintanaloma, asiento de un despoblado medieval cuyo primitivo nombre debió ser "Sutiello". Su emplazamiento, situado a 1.030 m. de altura, se dispone en la solana de una vaguada de orientación SE-NO, junto a una encrucijada de caminos vecinales. Una parte de su superficie ha servido de monte bajo, pero casi todos los casares y las zonas bajas han sido cultivadas hasta mediados de siglo. Sus coordenadas coinciden con los 42º 43'00" de latitud norte y los Oº 01 '07" de longitud este. El despoblado ocupa una gran extensión de for­ma un tanto irregular, pero de aspecto compacto como demuestran los casares y las paredes existen­tes. Asimismo, se conservan bloques pétreos escua­drados "in situ" correspondientes a cimentaciones y esquinales.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981ay1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997). Al parecer, también se llegó a conocer el lugar donde estaba su cementerio, a 150 m. al N

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aunque no ha podido comprobarse (Campillo, 1995). El alejamiento de todo núcleo de población y las difi­cultades agrícolas y de transporte mediante bayarte han permitido la detección de algunas plantas de viviendas, pero, en cambio, impiden la detección de materiales arqueológicos. Los únicos vestigios se reducen a algunos fragmentos de teja curva antigua y de ruedas de lagares.

39. TOBAREJO

Las fuentes diplomáticas (Burriel, 1753) mencio­nan el pueblo de "Tovarejo", sin duda localizable en las proximidades de Sedano ya que las dos veces que se cita aparece al lado de Tubilla, Valdepuente, Mozuelos y Sedano. Es probable que coincida con alguno de los catalogados (Escalote o Covarrés), pero su nombre no ha pervivido en la toponimia. , Con motivo de una venta realizada en 1229 por Iñigo López de Escalada al fraile Martín, comenda­dor del monasterio de San Miguel de Tubilla, figura como testigo D. Miguel de Tovarejo. Casi un siglo después, concretamente en 1317, la comendadora de Santa Eufemia de Cozuelos otorgó una carta de arriendo a Juan Martínez de Mediavilla, del monaste­rio de Tubilla, en la que se mencionan propiedades que dicho monasterio poseía en "Tovarejo".

40. TRASCASA

A 1.000 m. al N de Nocedo se encuentra el tér­mino de "Trescasas", asiento de un despoblado medieval que la toponimia más antigua registra como "Trascasa". Su emplazamiento, situado a 1.070 m. de altitud, se aloja en unos aterrazamientos existentes en la ladera media de El Otero, encima de la fuente del Segadero. Su superficie, antaño cultiva­da, se ha abandonado al monte. Sus coordenadas coinciden con los 42º 45'28" de latitud norte y los Oº 01 '50" de longitud oeste. El despoblado ocupa una pequeña extensión de forma irregular y no muy com­pacta como demuestran las paredes, casares y moruecos actuales.

La tradición popular afirma que aquí hubo un pueblo (Martínez Díez 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997) cuya gente lo abandonó para fundar el actual Nocedo. Según algunos, hasta principios del siglo XX se conservaron en dicho lugar varias casas de piedra, luego demolidas para la reutilización de los materiales. Antiguamente, el arado puso al des­cubierto vestigios de teja, trozos de vasijas, piedra labrada y un sarcófago (Campillo, 1995 y Campillo y Rico, 1996), pero en la actualidad no se aprecia

otra cosa que fragmentos de teja curva de color roji­zo.

41. VALDEGÓMEZ

A 2.600 m. al O de Terradillos de Sedano se encuentra el pago de "San Clemente" dentro del tér7 mino de "Valdegómez", asiento de un despoblado medieval denominado con éste último nombre. Su emplazamiento, situado a 930 m. de altitud, se halla en el valle abierto por el río San Antón, a la altura del vallejo de El Canalón y no lejos de la fuente de su nombre. La superficie aterrazada se ha dedicado tra­dicionalmente a la agricultura, quedando los sectores periféricos abandonados al monte. Sus coordenadas coinciden con los 42º 39' 41" de latitud norte y los Oº 09' 40" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión mediana de forma triangular ya que tiene que adaptarse a la orografía como demuestran las paredes conservadas.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Madoz, 1849; Huidobro, 1952; Osaba, 1966 y Martínez Díez, 1981 a y b y 1987) cuya iglesia parroquial estaba dedicada a San Cle­mente Papa. Su pila bautismal románica fue trasla­dada a la iglesia de Terradillos, en cuyo atrio se con­serva. Asimismo, al otro lado del valle del San Antón, a media ladera, existió un "convento" cuya piedra se aprovechó para encauzar el río y levantar un molino. La opinión general es que el último mora­dor que quedó en el pueblo fue una vieja que, según se dice, se marchó a vivir a Burgos. Este hecho expli­caría que los vecinos de Terradillos que explotaban las tierras de Valdegómez estuvieran obligados a pagarle una determinada cantidad de grano que debí­an transportar hasta Masa. En este punto se cargaba en carromatos que lo conducían a un depósito de Burgos. Según otros, el pueblo desapareció al sufrir un incendio. Esto obligó a la única vieja que queda­ba a avencindarse en Terradillos, de ahí que las tie­rras, pertenecientes a Valdegómez, pasaran a propie­dad de aquél. Asimismo, se cuenta que el último mozo que quedó en Valdegómez, al marchar al ser­vicio militar, decidió enterrar en una de las cuevas de El Vallejón una bola y varios bolos de oro para cuan­do volviera, ya que no tenía familiares. Sin embargo, el joven no regresó y el tesoro enterrado aún perma­nece en alguna de estas covachas. Al parecer, los casares de Valdegómez se repartieron en suertes entre el vecindario hasta que finalmente los sorteros compraron las tierras.

A pesar de la antigüedad de los restos artísticos, Valdegómez no aparece citado hasta 1352 (Hemán­dez, 1866 y Martínez Díez, 1981 b). Entre 1477 y 1486 (Cidad, 1976 by 1977), varios protocolos nota-

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riales recogen el nombre de algunas personas vecinas de Valdegómez. No obstante, su importancia debió de ser mínima ya que, según un privilegio otorgado por Felipe II al marqués de Aguilar en 1583 figuraba como granja37

Por la documentación del siglo XVIIP8, se sabe

que Valdegómez era un término redondo pertenecien­te al duque de Abrantes que cedía 100 fanegas de sembradura para usufructo del concejo. La iglesia de San Clemente, según el visitador, fue antiguamente parroquia, aunque en 1714 ya estaba anexa a la de Terradillos. Contaba con un beneficio, integrado por 8 tierras, que percibía la mitad de los diezmos deno­minados de Valdegómez. En 180739 se concedió al ganado merino de Santa Coloma el derecho de pastar en Valdegómez, aunque al año siguiente los vecinos de Terradillos limitaron su presencia al realizar varias roturaciones40

Aunque los labradores han encontrado en este paraje monedas de vellón y puntas de hierro, la pros­pección superficial sólo ha deparado el hallazgo de numerosas tejas curvas antiguas y cerámica así como muchos huesos humanos y tumbas (Campillo, 1995). La mayoría de los fragmentos cerámicos son de pas­ta decantada de tonalidad clara o anaranjada, a veces con el interior grisáceo, y elaborados a tomo. Entre los mismos hay que destacar dos trozos pintados con líneas vinosas horizontales y paralelas combinadas con otras oblicuas (Fig. 5, nº 10 y 11). También hay otro con perforación (Fig. 5, nº 12), así como dos bor­des redondeados, el uno exvasado y el otro reentran­te. Los fragmentos de color grisáceo o negruzco son raros, destacando uno ornamentado con estrías hori­zontales (Fig. 5, nº 13). Mayor comparecencia tienen los restos cerámicos vidriados de tonalidad verdosa, patente sobre todo en un fondo plano.

42. VALDEPUENTE

A 2.100 m. al SO de Sedano se encuentra el tér­mino de "Santiuste", asiento del despoblado medie­val denominado "Valdepuente". Su emplazamiento, sito a 750 m. de altitud, se halla en la margen izquier­da del arroyo de Valdepuente, entre el río y el arran­que de la solana a ambos lados del cauce formado por el manantial de Vallejo. El terreno estuvo cultivado hasta hace unas décadas, pero en la actualidad se

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ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Quintanilla-Esca­lada, nº 1542. ADPB, Catastro del Marqués de la Ensenada, Terradillos de Sedano, nº 2029 y 2030 y ADB, Terradillos de Sedano, nº Ape­os de 1701y1831. AHPB, prot. 3847 (1807), f' 157r-158r. AHPB, prot. 3848/2 (1808), f' 21r-22v.

encuentra erío o plantado de manzanos. Sus coorde­nadas coinciden con los 42º 42'04" de latitud norte y los Oº 04'48" de longitud oeste. El despoblado ocupa una extensión pequeña cuya forma primitiva es difícil delimitar debido a la escasez de vestigios pétreos (paredes de contención, casas y corral) que, al pare­cer, se repiten en la margen opuesta del arroyo.

La tradición popular afirma que en este punto hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutiérrez, 1991 y 1997) con una iglesia dedicada a San Justo y Pastor, cuyos santos se enterraron cuando se demolió.

En 1182 Ordoño Pérez vendió al obispo de Bur­gos una heredad en la villa de Valdetobes de la que fue testigo Iohannes de Valdepont, vecino de Sedano (Garrido, 1983). En 1229 se realizó otra venta por parte de Íñigo López de Escalada al fraile Martín, asistiendo al otorgamiento Pedro Domínguez y Domingo Illánez, vecinos de Valdepuente (Burriel, 1753). De nuevo, en 1317, se menciona el pueblo de Valdepuente, donde el monasterio de San Miguel de Tubilla tenía algunas propiedades (Burriel, 1753). Su existencia se halla asimismo atestiguada en 1352 ya que el Becerro de Behetrías (Hemández, 1866; Mar­tínez Díez, 1981 by Álvarez, 1987) lo registra como perteneciente al señorío de Villahúte junto a otros ocho lugares más del partido de Villadiego.

El nombre del pueblo, una vez desaparecido como entidad, siguió utilizándose como apellido indicando procedencia u origen. Así en 1491 y 1492 aparece Juan de Valdepuente, vecino de Sedano (Cidad, 1978). En el siglo XVI el recuerdo del despoblado debía estar vivo ya que un censo de 1576 menciona una tierra en el término de "Las Casas", en Valde­puente, junto al camino real de Villadiego41

• Este topónimo siguió vigente en el siglo XVIl42 quizá por­que aún perduraba alguna construcción. La documen­tación de la centuria siguiente afirma que el convento de Santa Fe de Toledo poseía en Valdepuente un molino caído43

, recordado luego con el topónimo de "La Presa de Valdepuente". Asimismo, un protocolo de 1711 cita la existencia de nogales y colmenas así como una tierra en Valdepuente, en La Hoya de San­tiuste, que lindaba con la ermita y por la parte de arri­ba con el camino real de Terradillos y por debajo con el río44

• En el siglo XVIII, al afán roturador de los vecinos de Valdemoro ocasionó grandes cambios pai­sajísticos en el témino de Valdepuente tanto es así que acabaron con las cañadas y los casares para encerrrar el ganado45

• La antigua iglesia de los Santos Justo y

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AHPB, Judicial, nº 792. AHPB, prot. 3817/2 (1609). AHPB, Concejil, nº 44, apeo de 1744. AHPB, prot. 3826/1 (1711), f' 113r-119v. AHPB, 3831/2 (1786), f' 18r-19v.

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Pastor, convertida en ermita, estaba situada debajo de Vallejo, entre el camino a Terradillos y el río. Fue demolida de forma definitiva en 1803.

La prospección de su superficie ha deparado varios fragmentos de teja curva de color rojizo, trozos de cerámica torneada del mismo color con desgrasan­te muy fino y otros vidriados con tonos verdosos y anaranjados.

43. VALDETOBES

A 2.300 m. al SE de Sedano se encuentra el térmi­no de "Valdetobes", asiento de un despoblado medie­val denominado con este nombre. Se emplazamiento, sito a 820 m. de altitud, se halla en el fondo del valle abierto por el río de Valdetobes, en torno al manantial de su nombre y no lejos del de Fuente Herrera. La superficie se ha dedicado hasta hace muy poco a la agricultura, pero actualmente está erío o plantado de manzanos. Sus coordenadas coinciden con los 42º 41'43" de latitud norte y los Oº 02'33" de longitud oeste. El despoblado debió ocupar una extensión pequeña ya que apenas quedan restos de paredes para delimitarlo, salvo en la confluencia con el barranco de Hontanillas donde hay moruecos y paredes.

La tradición popular no recuerda la existencia de un pueblo en este lugar, pero las fuentes diplomáticas (López Mata, 1957; Cidad, 1978 y Gutiérrez, 1991 y 1997) lo citan en numerosas ocasiones, aunque Menéndez Pidal (1919) y Martínez Díez (1980 y 1987) lo identifican con Tobes.

La primera referencia se remonta a 1068 cuando Sancho II concedió al obispo Simeón y a la iglesia de Oca un excusado en "Valle de Toues" o "Valle de Tobis" (Serrano, 1906 y Garrido, 1983). En 1127 (Berganza, 1721) se cita el monasterio de San Miguel de Valdetobes, cuyo abad Armentario lo entregó al obispo de Burgos. Pero, en esta ocasión, debe referir­se a Tobes ya que su parroquia está dedicada al arcán­gel y la de Valdetobes tenía la advocación de San Román. A finales del siglo XII, este despoblado se cita frecuentemente. Así en 1180 Gutiérrez Muñoz vendió al arcediano Marino la heredad que tenía en la villa de "Ualdetoues'', acudiendo al acto el concilio de "Ualdetoues", formado por 14 testigos (Garrido, 1983). Ese mismo año, Álvaro Basto y su mujer ena­jenaron en favor del mismo arcediano sus heredades en la villa de "Ualdetoues" en presencia de testigos de Sedano, Lagos, Trascastro y el concilio de "Ual­detoues" (Garrido, 1983). En 1181, Gonzalo Martí­nez y sus hermanos vendieron al citado Marino la heredad que poseían en dicha villa asistiendo como oyentes y confirmadores los concilios de "Ualde­toues" y Moradillo así como testigos de Tubilla y Lagos (Garrido, 1983). Este mismo año, Fernando

González y Doña Elvira, su hermana, vendieron a María Pérez la heredad que tenían en "Ualdetoues" en presencia de su concejo (Garrido, 1983). Entonces vendió Ordoño Pérez al arcediano Marino su heredad de la villa de "Ualdetoues", asistiendo al acto testi­gos de Sedano, Gredilla, Valdetobes y Fontanares (Serrano, 1936 y Garrido, 1983). En 1182, los mis­mos realizaron otra transacción, apareciendo como testigos gentes de Sedano, Gredilla, Fontanares, Quintanamontán y el concejo de "Ualdetoues" (Garrido, 1983). Ese mismo año, Marino, obispo de Burgos, adquirió la heredad que Fernando González y su hermana doña Elvira y Gonzalo Martín y sus hermanos poseían en "Ualdetoues", con asistencia del concejo de "Ualdetoues" y Johannes de Ualde­toues (Garrido, 1983). Todavía en 1185 D. Ordoño y Pedro González vendieron al obispo Marino otra heredad en "Ualdetoues" (Garrido, 1983). La exis­tencia del lugar está avalada en el siglo XIII por un documento de venta fechado en 1211 en que figura como testigo Diag Munnoz de Ual de Toues (Menén­dez Pidal, 1919 y García Aragón, 1985). En 1244 (Rodríguez López, 1907 y Lizoáin, 1985), el obispo D. Juan y el cabildo de la catedral de Burgos cam­biaron al caballero Roy Díaz de Ualdetoues cuanto tenían en Pesquera por lo que éste poseía en Moradi­llo de Sedano. Este mismo personaje aparece como fiador en otros documentos de 1248 y 1249 (Lizoáin, 1985 y Merchán, 1985).

Según un privilegio de confirmación dado por Alfonso X en 1255, el obispado de Oca tenía un excu­sado en "Valle de Tobis" (Serrano, 1936) en alusión al documento de 1068. En una ratificación de donación de 1326, figuran como testigos Martín Royz de Ual de Toues y Gómez Royz de U al de Toues (Rodríguez López, 1907 y Castro, 1987).

Según Huidobro (1952), en 1511 el obispo de Burgos todavía disfrutaba de varias heredades de Sedano, en el término de "Valdetodes" (sic) que pro­ducían dos fanegas de pan mediado. Una de ellas radicaba en el prado de "Quintana", arriba de la igle­sia de San Román. Asimismo, Juan Rodríguez paga­ba a la dignidad arzobispal dos fanegas de pan media­do por las heredades que tenía en "Valdetobes". En 1584 se sacó licencia para llevar a la villa la piedra de la ermita de San Román, pero el traslado no se debió acometer hasta años más tarde.

La pila bautismal que estaba en San Román se lle­vó a la iglesia de Sedano en 1618 por mandato del visitador, pero la demolición de la ermita no se efec­tuó hasta poco después de 1643 cuando se dio nueva licencia para aprovechar la piedra en la construcción de la torre de la parroquial46

• A juzgar por la toponi-

46 ADB, Sedano, Libro de Fábrica 1564-1647.

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mía, debió existir una ermita de Santa Marina, depen­diente de la iglesia de San Román, sita en la margen derecha del río de Valdetobes, junto a la carrera de su nombre47

• En 1723, el concejo de Sedano era dueño de la dehesa de Valdetobes cuyos beneficios utilizaba para el pago de sisas y cientos48

Debajo de la fuente aparecen numerosos restos de tejas y algo de cerámica, la mayoría vidriada de tonos verdosos y rojizos. También hay fragmentos de pasta rojiza, elaborados a tomos y carentes de decoración.

44. VILLAFRÍA

A 4.300 m. al N de Valdeajos se encuentra el tér­mino de "Villafría", asiento del despoblado medieval conocido por este nombre. Su emplazamiento, situa­do a 1.080 m. de altitud, se halla en pleno páramo, cerca del borde de La Lora con Valderredible. Una parte del terreno permanece en cultivo, pero el inte­rior de los casares más pequeños se ha abandonado para pasto. Sus coordenadas coinciden con los 42º 46'50" de latitud norte y los Oº 13'27" de longitud oeste. El despoblado ocupa una gran extensión de for­ma un tanto irregular y compartimentada en varios núcleos como demuestran los casares, moruecos y paredes existentes.

La tradición popular afirma que en este lugar hubo un pueblo (Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Cidad, 1988 b) cuya iglesia, dedicada a la Virgen María, estaba en terreno de Valdeajos mientras que el resto de las ruinas se extendían por el de Sargentes. Según la leyenda, cuando desapareció el templo, el campa­nillo y la imagen de la patrona fueron trasladados a la ermita de Brañosera, luego a Ceniceros y finalmente a un convento de Burgos. También se dice que se pro­dujo una disputa entre varios pueblos de La Lora y Valderredible acerca de la propiedad de este terreno y del de Navazalejos, pero, a la postre, fue Valdeajos quien lo consiguió.

En 1293 María de Sargentes, viuda de Frenando González de la Población, concedió al monasterio de Santa María de Aguilar de Campoo varios solares, poblados y por poblar, en Valdeajos y Sargentes y otros dos más en Villafría (Merchán, 1982 y Gonzá­lez de Faure, 1991). Por entonces, un registro de las rentas de dicho monasterio permite comprobar que poseía cinco heminas en "Uilla Fría". Poco después, en 1296, el abadengo de Aguilar de Campoo entregó a Femando Lopyz y su mujer María Femández unos solares que poseía en Villafría y en Sargentes así como una casa en Valdeajos (Merchán, 1982).

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AHPB, Judicial, nº 781, inventario de 1708-1711. AHPB, prot. 3827/1 (1723), f' lr-3v. ADB, Pesquera de Ebro, Libro de Apeos (1693).

Su vida continuó al menos hasta el siglo XIV ya que en 1352 figura en el Becerro de Behetrías (Her­nández, 1866 y Martínez Díez, 1981 b). Es posible que perdurara hasta la XV centuria toda vez en 1486 un vecino de Sargentes vendió a un clérigo de Valde­ajos unas tierras que poseía en "Billafrya a do dicen Cotillo" (Cidad, 1977).

La prospección de su superficie ha deparado el hallazgo de cristales planos, hierros informes, teja abundante, sobre todo donde se dice que estuvo su iglesia, y cerámica. La mayor parte de los trozos son de color anaranjado o claro y están elaborados a tor­no con arcilla muy decantada. Aunque casi todos carecen de decoración, algunos se ornamentan con estrías horizontales y paralelas (Fig. 5, nº 14 y 16) o pintura (Fig. 5, nº 17). Además hay que destacar un fondo plano y dos bordes redondeados provistos de un resalte interior para facilitar el ajuste de la tapade­ra (Fig. 5, 'nº 18). Más raros son los fragmentos de pasta negra de factura algo tosca, y la cerámica vidriada en tonos verdosos, especialmente dos bor­des.

4.2. DESPOBLADOS INDOCUMENTADOS

Dentro de esta calificación se incluyen aquellos topónimos que han sido publicados como despobla­dos, aunque no aparecen citados como tales en las fuentes diplomáticas ni la tradición popular les con­fiere otra categoría que no sea la de ermita o conven­tos. La equiparación realizada por Martínez Díez del significado popular de este último término con un despoblado medieval, posible en algunas zonas bur­galesas, no parece muy viable dentro de la Honor ya que hay varios ejemplos en que responde a la exis­tencias de una ermita con un cementerio. Solamente en el caso de Santiuste el visitador diocesano49 regis­tra que en otro tiempo solía ser parroquia cuyo bene­ficiado era presentado por el concejo de Pesquera. Pero esta afirmación es confusa dado que, en princi­pio, se trató de una iglesia monasterial (Serrano, 1910; Cidad, 1978; Martínez Díez 1981 a y 1987 y Martín Vico, 1995).

En pro de nuestro aserto se decanta la arqueolo­gía, dado que ninguno de ellos ha deparado materia­les, ni tan siquiera restos de construcciones. Además, la mayoría carece de una superficie adecuada para el establecimiento de un hábitat por encontrarse en valles fluviales estrechos. Estas pruebas abogan por su catalogación dentro del apartado de los despobla­dos inexistentes.

Aparte de esta categoría, existen ciertos presuntos despoblados que, aunque son recordados por la tradi­ción, no conservan ningún tipo de vestigio arqueoló­gico ni evidencia constructiva. Estas circunstancias

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aconsejan catalogarlos dentro de los despoblados dudosos, como sería el caso de Altorriba y San Pela­yo.

En cambio, no deben incorporarse en este aparta­do aquellos presuntos despoblados citados esporádi­camente en las fuentes diplomáticas, pero desconoci­dos por la tradición popular como sucedería con algu­nos perfectamente localizados (San Mamés y San Florencio) o con aquellos presuntamente ilocalizados (Tobarejo y San Salvador). Sin embargo, este no sería el caso de Valdetobes, bien documentado por las escrituras medievales, pero ignorado por la tradición oral.

4.3. DESPOBLADOS ERRÓNEOS

Bajo este epígrafe se recogen aquellos despobla­dos, citados por las fuentes diplomáticas que, estando fuera de la Honor de Sedano, han sido localizados en su jurisdicción, o que, estando dentro de ella, se han situado en tierras foráneas. Entre los primeros, cabe destacar el caso de Sedanillo, ubicado en dos parajes diferentes del término municipal de Sedano (López Mata, 1957; Martínez Díez, 1981 a y 1987 y Gutié­rrez, 1991 y 1997). Sin embargo, su aparición en varios momentos de los siglos XII y Xill al lado de Peñahorada, Villaverde Peñahorada y Quintanameján (Del Álamo, 1950 y Oceja, 1983) aboga por su ubi­cación en la merindad de Río Ubiema, tal como con­firma el Becerro de Behetrías. Algo similar sucede con el poblado de Celada de Rebollar, localizado, según la misma fuente, en dicha merindad, probable­mente coincidiendo con Celada de la Torre. No obs­tante, Martínez Díez (1981 a y b y 1987) y Cidad (1986) lo han identificado con el topónimo de Cela­dilla, existente en el término de Moradillo del Casti­llo, pese a que este paraje no ofrezca vestigio alguno que lo corrobore.

En la misma línea hay que señalar los despoblados de Quintanilla de los Caballeros, Pesquera de Suso y Cuevas de Puerta, que Osaba (1966) ubicó respecti­vamente en los términos de Tubilla del Agua, Pes­quera del Ebro y Moradillo de Sedano, fruto de una lectura apresurada de las publicaciones originales. Sin embargo, su trascendencia fue mínima por no compartirlo autores posteriores.

Entre los despoblados honoriegos localizados fue­ra de nuestra jurisdicción están los de Valdetobes y Quintana Mayor o Cabarrosa que Martínez Díez (1980 y 1987) ha situado en Tobes y Cemégula res­pectivamente.

Otras veces, las incorrecciones se deben a la fal­ta de información contrastada (Los Casares por Sutie­llo) o a una falsa deducción (La Pililla por Quintana de Bañuelos). En ambos casos la identificación del

hábitat es correcta pero no así su denominación. A fuer de exhaustivos no se puede olvidar los topóni­mos cacográficos introducidos por Martínez Díez en despoblados como Dobrillos, Fresnillo y Trescasas cuyas verdaderas grafías son Dobrillo, Fresnillos y Trascasa respectivamente.

5. CONSIDERACIONES GENERALES

La identificación de unas ruinas actuales con un poblado antiguo o medieval no siempre resulta tarea fácil. Tanto es así que los lugareños no relacionan toda concentración de casares, paredes o moruecos con un pueblo, sino solamente aquéllos que están avalados por la propia tradición y que, en general, proporciona­ban fragmentos de tejas, vasijas o cualquier otra evi­dencia atribuida a una actividad humana.

No obstante, mayor dificultad entraña la identifi­cación de estos vestigios, propios de un poblado desa­parecido, con el primitivo nombre del mismo. En este sentido, se consideran fidedignas las denominaciones transmitidas por la documentación diplomática siem­pre y cuando sean coincidentes con sus respectivos topónimos actuales. Es evidente que la tradición oral ha conservado en varias ocasiones la denominación primitiva, a veces evolucionada (Villafría, Valdeto­bes, Valdepuente, Valdegómez, Siero, San Martín de Escalada, San Mamés, San Llorente, Hontanares, pstiema), pero, en otros casos, la ha cambiado (Ca­barrosa, Lacio, Valdepuente, Covasanta, Brañosera) o simplemente la ha olvidado (Concejero, El Crucero). Es probable que ese cambio o ese olvido se deban al alejamiento del despoblado con respecto a los poste­riores núcleos habitados. En más de un caso, esta cir­cunstancia ha conllevado que el nombre del pueblo haya sido sustituido por topónimos recientes, bien relacionados con pervivencias más evidentes o próxi­mas en el tiempo (Los Casares, Los Corrales, Las Cruces, El Crucero, La Ermita, La Granja), bien vin­culados a la advocación de su iglesia (Santiuste por Valdepuente y San Clemente por Valdegómez).

Frecuentemente, los hagiotopónimos referentes a despoblados resultan cuando menos dudosos con res­pecto a su naturaleza habitacional, aun cuando algu­nos autores como Martínez Díez les hayan otorgado tal categoría (Santiuste y San Vicente en Pesquera, Santo Tomé en Moradillo del Castillo, San Vítores en San Andrés de Montearados y San Antón en Santa Coloma del Rudrón). En puridad, esta norma no pue­de ser aplicada a San Quirce, San Pedro o San Feli­ces, dado que los vestigios existentes en ellos son una prueba irrefutable de su condición, pero su denomi­nación, actual y antigua, debe relacionarse con el san­to titular de su templo respectivo y no con el nombre del despoblado. Escapan a esta generalización San

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Martín de Escalada, San Mamés y San Florencia, documentados por los cartularios. No así San Pelayo que, tal vez, no pasara de ser una simple ermita.

Con el paso de los siglos, las dificultades de iden­tificación pueden aumentar al producirse una corrup­ción cacofónica, detectada en Saelices, Las Espeñi­llas, Trescasas, San Quince, Antanares, Arnillas ... Ello obliga a consultar fuentes escritas modernas (apeos, protocolos, catastros ... ) con el fin de descu­brir el topónimo más antiguo. Con todo, en ocasio­nes, el término actual que sirve para denominar el paraje donde estuvo el poblado no coincide con el nombre de éste ni con el de su iglesia, quizá por des­conocimiento de la gente (Pozo Rubio, Los Casares, Fuentelavega, La Nogalera, La Ermita, Los Corra­les ... ) o simplemente por comodidad (La Abadía, Las Tejeras, Codonales ... ). Estas razones, entre otras, contribuyen a que se ignore el nombre primitivo del despoblado, ora por la falta de referencias diplomáti­cas ora por la toponimia actual, cuando menos sospe­chosa de ser reciente y debida a aspectos particulares. Este sería el caso de Trascasa, Las Peñillas, Fuentela­vega, Concejero, Altorriba, Escalote, etc.

A estas dificultades cabe añadir los nombres de los despoblados citados por las fuentes diplomáticas, como Tobarejo y San Salvador, que no han podido ser identificados, aunque seguramente coincidan con alguno de los publicados con otra denominación. A este panorama, ya de por sí confuso, se añaden las denominaciones erróneas aventuradas por Martínez Díez (La Pililla, Fresnillo, Dobrillos, Trescasas, Sedanillo ... ).

Los despoblados identificados se reparten desi­gualmente por todo el territorio de la Honor de Seda­no y, aunque se localizan en casi todos los términos de los pueblos actuales, se observa una mayor con­centración en Sedano, Tablada, Moradillo de Sedano, Gredilla y Valdeajos. En todo caso, se localizan pre­ferentemente en zonas que pueden calificarse de páramo o están muy relacionadas con él desde el pun­to de vista económico y espacial, como sucede con las cabeceras de vallejos. En cambio, los núcleos asentados en valles fluviales poseían un grado mayor de viabilidad y de ahí la excepcionalidad de su aban­dono (Valdetobes, Valdepuente, Valdegómez, San Martín de Escalada, San Mamés, Covasanta ... ), tal vez motivado por su exigüidad. El predominio de las parameras, seccionadas por angostas quebradas, jus­tifica la predilección de los despoblados honoriegos por las altiplanicies. A ello debieron coadyuvar unas condiciones climáticas más idóneas que las presentes, las cuales, en última instancia, explicarían la elevada densidad ocupacional. Fruto de este carácter montuo­so general es la notable altitud media de los despo­blados de la Honor.

Junto a este determinante físico cabe reseñar su

ubicación en las zonas periféricas de los términos municipales de las localidades actuales. Algunos, incluso, se sitúan en la misma raya divisoria (Escalo­te, Villafría, San Florencio, San Felices, Lora, Fonta­nares, Sutiello, Casares, Quintana Mayor, Cisterna, Lacio, Quintana de Valdeajos, etc.). Esto conlleva, lógicamente, un alejamiento con respecto a los núcle­os habitados. En teoría, los despoblados más extensos deberán encontrarse a mayor distancia de las entida­des supervivientes, mientras que los despoblados más pequeños estarían próximos y serían absorbidos muy pronto.

Como todo establecimiento humano, los despo­blados medievales del Valle buscaron la proximidad de manantiales y fuentes de agua potable y abundan­te, capaces de abastecer de todo lo necesario a sus habitantes y ganados. No se observa, en cambio, una predilección por la cercanía a ríos y arroyos, salvo excepciones, debido, sin duda, a la peligrosidad de sus avenidas o a la variación de sus cauces. Una vez lograda esta prioridad, la mayoría de los emplaza­mientos procuraron buscar aquellas zonas soleadas, frecuentemente solanas aterrazadas, protegidas de los vientos fríos dominantes mediante algún accidente geográfico. Junto al agua y la buena insolación jugó un papel primordial la disponibilidad de suficientes tierras de cultivo, por paupérrimas que éstas fuesen, como demuestra el control de llanos y valles.

Además de estas generalidades, conviene distin­guir, a efectos prácticos, una división elemental entre los emplazamientos situados en el páramo de aque­llos que prefieren el valle. A su vez, los estableci­mientos en el páramo se subdividen en tres tipos, a veces no del todo nítidos, de acuerdo con la forma que adopta el terreno en donde se asientan. En primer lugar está el hábitat en altura que escoge una eminen­cia, a modo de loma, horquilla o cerro testigo, que domina los contornos. Este es el caso de despoblados sitos sobre el llano o en el borde del páramo como Escalote, San Pelayo, Lora, Las Lastras, Espinosa, Brañosera, Quintanamontán, Arenillas, Quintana de Bañuelos, Lacio, El Llano y Altorriba). En segundo término está el hábitat en llano que prefiere ocupar zonas en pleno páramo o junto al borde del mismo. Dentro de esta variante se encuentran los de Villafría, Espinosa, Cubillo, Covarrés, Fresnillos y Las Peñi­llas. Finalmente, está el hábitat en hondonada, ya sea ocupando el fondo o la ladera meridional. A esta variedad pertenecen los despoblados de San Quirce, San Felices, La Pila, Poblador, Covarrés, La Lastra, Concejero, Corcos, Sutiello, Quintana Mayor, Fresni­llos, Dobrillo, Casares, Cisterna, San Pedro de Lobos, Quintana de Valdeajos y Trascasa.

Los emplazamientos en valle se subdividen a su vez, en dos subtipos. El primero se realiza en el fon­do, laderas o collado de un vallejo excavado por

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algún torrente como es el caso de San Florencío, Poblador, Fontanares y Monasteruelo. Esta variante está muy relacionada con el hábitat en hondonada del páramo. No así el segundo subtipo o hábitat en valle fluvial cuyos emplazamientos escogen el fondo, rellano o ladera del valle. En este apartado tienen cabida los de Valdetobes, Valdepuente, Valdegómez, Síero, San Martín de Escalada, San Mamés, Las Peñí­llas y Covasant.

Desde tiempo inmemorial, la superficie ocupada por la mayor parte de los despoblados se ha aprove­chado para el cultivo de cereales, leguminosas o tubérculos hasta mediados del siglo XX que se pro­dujo el éxodo rural en la comarca. Sin embargo, en la actualidad, la esterilidad de los suelos, la gran pen­diente de las laderas o la abundancia de casares hacen inviable una práctica agrícola rentable y competitiva. Por este motivo, las tierras pobres y marginales se han abandonado para pastos o se han dejado a merced de una vegetación subserial cuando no del monte. Inclu­so, en algunos casos se ha procedido a su repoblación con pinos (Escalote y San Pelayo). Esta situación de desamparo, lógicamente, determina la cantidad de los hallazgos arqueológicos, ya de por sí pobres, y los reduce a restos de construcciones apilados en paredes y moruecos. Solamente las hondonadas y tierras de suelos profundos de los páramos se siguen cultivando sí bien de forma parcial y marginal. En el mejor de los casos se labran algunos casares o áreas centrales (Víllafría, Altorriba, Quintana de Valdeajos y Fresni­llos), pero en la mayoría de las ocasiones lo arado se circunscribe a fincas próximas al despoblado (La Pila, Espinosa, Las Peñillas, Poblador y Fontanares). Paradójicamente, el cultivo de las tierras de los emplazamientos situados en el valle han experimen­tado un abandono, sí cabe, mayor pues, salvo Valde­gómez, sólo Valdepuente y Valdetobes concitan cier­to laboreo por servir de pomares. De aquí se deduce que solamente estos yacimientos, pero en especial aquellos que se labran en su totalidad, deparen los mejores materiales arqueológicos (Quintana de Val­deajos, Víllafría, etc.).

La primitiva extensión espacial de los despoblados honoriegos resulta, a falta de excavaciones arqueoló­gicas, difícil de precisar debido, en gran medida, al cultivo de su superficie que ha removido las piedras de construcción. Posteriormente, los labradores las han amontonado en aquellos puntos donde no pudie­ran interferir sus labores agrícolas formando casares, paredes de contención y moruecos o montones de pie­dras de contorno redondeado. No obstante, es la deli­mitación del perímetro de los despoblados la que pre­senta mayores dificultades, sobre todo en aquellos emplazamientos que carecen de límites naturales. En cambio, los hábitats situados en cerros no plantean este tipo de problema ya que, generalmente, son los

escarpes, laderas o vaguadas los que imponen el cir­cuito habitado. En función de su tamaño, puede hablarse de despoblados pequeños, medianos y gran­des. Sin embargo, no resulta fácil, a simple vista, determinar la línea de reparación entre ambas catego­rías. De manera provisional, todos ellos responden a núcleos reducidos, compuestos por un pequeño núme­ro de casas. No se diferenciarían mucho con respecto a las localidades actuales situadas en los páramos (Mozuelos, Nocedo, Ceníceros, Ayoluengo ... ), es decir con una veintena de casas, a lo sumo, y menos de quince vecinos por entidad. Otros, en cambio, se califican de grandes por ser de mayores proporciones, similares a algunos pueblos mayores de la zona (Tablada, Escalada, Valdeajos ... ) lo que supondría contar con más de cincuenta construcciones y cerca de cuarenta vecinos. Conviene, no obstante, precisar que no todas las ruinas conservadas deben responder, obli­gatoriamente, a un mismo momento ocupacional ya que el hábitat se ha podido extender hacía algún sec­tor abandonando otro. A tenor de la observación, los núcleos mayores serían Lora, Espinosa, Villafría, El Llano, Quintana de Bañuelos y Quintanamontán. Los medianos estarían representados por los de Escalote, Valdegómez, Síero, San Quirce, San Felices, La Pila. Las Peñíllas, Las Lastras, Fontanares, Fresnillos, Dobrillo, Cubillo, Sutiello, Corcos, Casares, Arenillas y Brañosera... De pequeños podemos calificar a Covarrés, Valdetobes, Valdepuente, Trascasa, San Pedro de Lobos, San Martín de Escalada, San Mamés, San Florencio, Poblador, Monasteruelo, Covasant, La Lastra, Concejero, Cisterna y Lacio.

Esto demuestra que la mayoría de los núcleos estarían comprendidos entre los pequeños y media­nos, teniendo siempre presente que estos calificativos se aplican teniendo como parámetros las localidades actuales de la comarca.

En cuanto a su forma, la mayoría responde a perí­metros irregulares, generalmente marcados por las propias características del terreno. En las zonas de ladera, las construcciones se ven obligadas a adaptar­se a las curvas de nivel y a disponerse en sectores ate­rrazados. En ocasiones, los poblados presentan una forma regular, cuadrada o rectangular, más resultado de apilamientos recientes que de realidades primitivas (Lora, Brañosera, Casares, Covarrés, La Pila ... ). En todo caso, su aspecto es compacto, es decir que las construcciones aparecen unas junto a otras formando mallas tupidas. No obstante, este típico hábitat con­centrado y cohesionado puede ofrecer ejemplos con cierta dispersión periférica (San Pedro de Lobos, Quintana de Bañuelos, Poblador, Las Lastras, El Lla­no, Fontanares, ... ) o incluso llegar a formar barrios separados del núcleo principal (Lora, Espinosa, Vílla­fría, Quíntanamontán, San Quírce, ... ).

A pesar del deterioro sufrido por el paso de los

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siglos y los efectos del laboreo de su superficie, algu­nos despoblados honoriegos conservan "in situ" par­te de los cimientos de sus construcciones, formados por grandes bloques de piedra, apenas desbastados (La Pila, Las Peñillas, Cubillo, Cisterna, Sutiello, San Pedro de Lobos ... ) que deben corresponder a vivien­das y en casos excepcionales a templos (Fontanares, San Pedro de Lobos, San Martín de Escalada ... ). El ejemplo más significativo es el de Sutiello que con­serva bastantes esquinales y varias plantas de casas debido, sobre todo, a su alejamiento, a la dificultad de transportar los bloques y al haber permanecido secu­larmente inculto. En la mayoría de los casos, las cimentaciones y muros originales se hallan cubiertos o enmascarados por apilamientos posteriores coloca­dos encima de ellos. El traslado de sillares, poyos, dinteles, etc., se hacía tradicionalmente mediante el bayarte o "corza" tirado por bueyes. Las ruinas de los despoblados honoriegos han servido, desde tiempo inmemorial, de canteras. Por eso, la mejor piedra ha desaparecido y se ha reutilizado en los pueblos cir­cunvecinos para edificar nuevas viviendas. La expo­liación ha sido mayor en las despoblados más cerca­nos y accesibles. Excelentes sillares se han extraído de Lora y Corcas; poyos de Quintanamontán, Sutie­llo y San Felices; sarcófagos de Altorriba, San Mar­tín de Escalada, Trascasa y San Quirce; pilas bautis­males de Fontanares, Valdetobes, Quintana de Bañue­los y Valdegómez ...

La notable presencia de despoblados en la Honor de Sedano ha ejercido un cierto atractivo entre sus gentes. Generación tras generación se ha transmitido que ciertos casares y paredes eran una prueba irrefu­table de la existencia de un pueblo en aquel paraje. Bien es cierto que la tradición no precisa la cronolo­gía de estos establecimientos, que podrían ser de cualquier época, pero la ruptura cultural que se pro­dujo entre la caída del Imperio Romano y la ocupa­ción cristiana de la zona se decanta en favor de una continuidad en la tradición que difícilmente podría remontarse más allá de la alta Edad Media. Sin embargo, sólo la mitad de los despoblados han con­servado algún tipo de leyenda, por breve que esta sea, referente a los mismos. Es posible que esta perviven­cia se deba a una despoblación más reciente o, inclu­so, a una mayor aproximación geográfica con respeto al núcleo actual. En contraposición a esto, la ausencia de leyendas implicaría, en principio, un distancia­miento y una despoblación más temprana que, lógi­camente, no siempre se cumple. La leyenda más difundida se refiere a los últimos momentos del poblado, previo a la despoblación. En todo caso es una vieja - mayor longevidad femenina - la última superviviente que, temerosa de su final, decide buscar cobijo en algún pueblo vecino. El premio reservado a los receptores sería siempre la entrega del término

que pertenecía al despoblado como muestra y pago de su agradecimiento. Este es el caso de Valdegómez, San Quirce, La Pila, Lora, Dobrillo y Casares. A veces, como en Valdegómez, se enriquece la leyenda con la salida del último mozo a realizar el servicio militar y el necesario escondimiento de objetos de oro, como también sucede en Espinosa y San Antón de Santa Coloma. Con el despoblamiento del núcleo tienen que ver también las leyendas que cuentan el traslado del pueblo de un lugar a otro (Las Peñillas, Trascasa y Siero ), el derrumbamiento de una roca que sepultó el caserío (San Martín de Escalada) o, inclu­so, el traslado de las pilas bautismales y estatuas de sus iglesias a los pueblos cercanos (Valdegómez, Villafría, Cubillo y Quintana de Bañuelos) o el ente­rramiento de las imágenes titulares de sus parroquias (Valdepuente y Quintana de Bañuelos).

Frente a esto, apenas hay referencias a los momentos iniciales del poblado, sólo su relación con los moros, patente en El Llano y Quintanamontán, permite aventurarse en tiempos oscuros y remotos al igual que sucede con la cueva de San Mamés. Este carácter religioso y cristiano, evidente en el hallazgo del "Santillo", se detecta en la aparición de la Virgen en El Cuevallón y la posterior construcción de la ermita de Brañosera, íntimamente relacionada con el despoblado. Poco más variadas son las leyendas que cuentan algo sobre el tiempo en que el despoblado tuvo población. En algunos existieron "conventos" de monjas o frailes - que no se aclara la gente - como en San Pedro de Lobos y Monasteruelo así como en otros puntos, calificados por Martínez Díez como despoblados (Santiuste, Santo Tomé, San Vítores, San Vicente y San Antón). Sin embargo, la mayoría de estos "conventos" no pasarían de ser simples ermitas, en principio iglesias de sus respectivos poblados, como se recuerda para San Quirce, Valde­puente, Valdegómez y Villafría .. En algunas, como la de San Pelayo, se celebraban concurridas romerías, y de otras, como la de San Martín de Escalada, se afir­ma que fue abadía. Los habitantes de Poblador, sin embargo, acudían a la iglesia de Cubillo, a cuyo pór­tico accedían por una puerta construida exclusiva­mente para ellos, mientras que los vecinos del pueblo ingresaban en el templo por otra opuesta.

Las fuentes diplomáticas sólo mencionan el nom­bre de 18 despoblados entre los siglos VIII y XIV, un 40% de los catalogados, aunque, a tenor de las evi­dencias artísticas y arqueológicas, existieron otros muchos más. La explicación hay que buscarla en la escasez de documentación para épocas tan remotas en una zona tan pobre como ésta. Esto explicaría, en par­te, el reducido número de despoblados recogidos en los cartularios, pero su incomparecencia también sería posible en razón a su mayor antigüedad, anterior al apogeo económico y artístico de la región (siglos

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XII-XIII). Al menos, esto parece intuirse en algunos casos (Escalote, San Quirce ... ) que han deparado sepulcros ornamentados con motivos prerrománicos o en aquellos otros que han proporcionado materiales arqueológicos antiguos (Espinosa, La Pila, Quintana de Valdeajos, Las Peñillas, El Llano, Fresnillos ... ).

Conviene, sin embargo, añadir que este tipo de fuentes diplomáticas son de carácter principalmente económico y que, por tanto, sólo mencionan el nom­bre del poblado. Un análisis pormenorizado de estos datos permite comprobar una notable perduración temporal, a lo largo de cuatro centurias o más (Siero y San Martín de Escalada), sin duda debido a la exis­tencia de una continuidad cultural cristiana sin nin­gún tipo de ruptura (García González, 1995). Ello no obsta para que algunos despoblados sufrieran una despoblación momentánea seguida de un renacimien­to a tenor de la evolución de las crisis de subsistencia.

Las primeras citas, pese a su actual controversia, arrancan del siglo VIII y tienen un carácter esporádi­co, sin duda acorde con la categoría de los núcleos mencionados (Siero y San Martín de Escalada). En la décima centuria parece observarse un afianzamiento al incorporarse nuevas localidades como Cisterna y Lacio, trayectoria que se irá consolidando en el siglo XI con la aparición de Valdetobes, Quintanamontán y Fontanares. Pero será durante los siglos XII, XIII y primera mitad del XIV, cuando los despoblados hono­riegos conozcan su apogeo como demuestran el incremento de referencias y la incorporación de nue­vos núcleos (Valdepuente, San Pelayo, San Mamés, Covasant, Quintana Mayor, Villafría, Tobarejo, San Florencia, Brañosera, Valdegómez y San Salvador). Es probable que el despegue de este fenómeno haya que relacionarlo con un aumento de la población, al amparo de una mejora económica general que propi­ciara la fundación de nuevos asentamientos. No obs­tante, a mediados del siglo XIV se manifiesta un pro­fundo declive de los despoblados honoriegos. El cote­jo de las fuentes diplomáticas con el Becerro de Behetrías permite asegurar la desaparición de algunos núcleos (Valdetobes, Tobarejo, San Salvador y Fonta­nares) poco antes de 1352. En la primera mitad del siglo XIV estaban vigentes, según las fuentes diplo­máticas, 9 poblados, la mitad de los documentados entre las centurias VIII y XV. De ellos, sólo sobrevi­vieron 5. Por lo tanto, no todos desaparecieron en el siglo XIV. El inicio podría retrotraerse, en algunos casos, a finales del siglo XII (San Mamés), aunque el ritmo se acelera en la centuria siguiente con Quinta­na Mayor, Cisterna, Lacio, Brañosera, Covasant, Quintanamontán, San Pelayo y Tobarejo) al compás de la decadencia económica general.

Los documentos del siglo XV no registran el nom­bre de los poblados supervivientes, salvo Valdegó­mez, que a finales de la centuria aún existía como tal.

Esta falta de datos impide establecer el momento exacto de abandono, aunque la disponibilidad de un apeo, realizado en 1511, pemlite suponer que todos ellos (Villafría, Valdepuente, Valdegómez, Siero y San Martín de Escalada) habían desaparecido como núcleos independientes pasando a convertirse en barrios (Siero), granjas (Covasant y Valdegómez) o simples caseríos (Valdepuente). En cambio, sus igle­sia pervivieron durante más tiempo con la categoría de ermitas (Valdetobes, Valdegómez y Valdepuente) o parroquiales (San Martín de Escalada y Siero ).

La elevada altitud media y el terreno quebrado han determinado la pobreza cultural de las poblaciones medievales de la Honor de Sedano. Desde el punto de vista arqueológico, el panorama es, si cabe, aún más desolador por disponer solamente de hallazgos super­ficiales y por encontrarse los yacimientos invadidos por la vegetación. Con todo, el hombre honoriego de la Edad Media ha dejado constancia de su presencia. Primeramente aprovechando la piedra del país para la construcción de pozos (Lora), pilas (Las Lastras y Escalote), poyos (Covasant, Quintanamontán, San Quirce y Escalote), quicios (Quintanamontán y Esca­lote), molinos de mano (El Llano, Brañosera, Quinta­na de Bañuelos y Quintana de Valdeajos) o piezas de lagar (Las Lastras, Sutiello y Quintana de Bañuelos). Luego para dejar plasmados en la materia sus gustos y destrezas artísticas, evidentes en pilas bautismales (Fontanares, Valdegómez, Quintana de Bañuelos y Valdetobes), comisas cubiertas de ajedrezado (Fonta­nares y San Martín de Escalada), capiteles, basas y frisos figurados (San Martín de Escalada). Otras veces su inquietud se centró en la estereotomía con fines sepulcrales, manifestada a través de sepulturas de lajas, sarcófagos y estelas (Altorriba, Dobrillo, Escalote, Espinosa, Monasteruelo, San Martín de Escalada, San Pedro de Lobos, San Quirce, Siero, Sutiello, Trascasa y Valdegómez). Además, en la mitad de los despoblados catalogados se tiene noticia de sus primitivos templos, convertidos luego en ermi­tas, o de su advocación conservada por la toponimia.

A pesar del retraso cultural y del aislamiento geo­gráfico, estas poblaciones conocieron las actividades metalúrgicas, en especial la siderurgia, como demuestran los restos de escorias (Brañosera, Siero, Quintana de Valdeajos, Espinosa y La Pila). Pero, en realidad, se reducirían a simples fraguas, garantes del aprovisionamiento de los utensilios necesarios para la vida rural. Quizás, en este sentido deben considerar­se los vestigios informes de hierro (Fresnillos, Quin­tana de Valdeajos, Espinosa, Siero y Villafría), no así las dos puntas de este metal (Escalote y Espinosa), susceptibles de enastilar, a juzgar por las perforacio­nes existentes, cuya procedencia bien pudiera ser foránea. Paradójicamente, esta actividad metalúrgica no siempre se relaciona con despoblados recientes

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como tampoco sucede con la aparición de monedas, generalmente, de vellón (San Pelayo, Altorriba, Casares, Quintana de Valdeajos, Cubillo, El Llano, San Pedro de Lobos y Valdegómez). No obstante, algunas piezas parecen pertenecer a época romana (El Llano, Quintana de Valdeajos, Casares y San Pedro de Lobos). Este hecho es difícil de explicar ya que estos yacimientos no han deparado materiales de tal cultura. Por eso, debería interpretarse como un fenó­meno fortuito o como tesorillos.

Más esporádicos son los hallazgos de cristales (San Pedro de Lobos, Villafría y La Pila), general­mente planos y traslúcidos, sin duda de cronología más reciente y relacionables con las ventanas de las viviendas. Otro tanto sucede con los huesos (Quinta­na de Valdeajos, San Pedro de Lobos, Espinosa, Fres­nillos y Valdegómez), unas veces correspondientes a inhumaciones y otras a restos faunísticos vinculados a la dieta alimenticia del hombre.

Mayor representatividad tienen los vestigios cerá­micos como es el caso de las tejas curvas, de color rojizo, amarillento, grisáceo o negruzco, si han sido expuestas a un proceso de postcocción. Su aparición es frecuente en la mayoría de los yacimientos, espe­cialmente en los tardíos, debido posiblemente a la existencia de numerosas tejeras locales. Pero, sobre todo, destacan los restos de vasijas. En ellas, la coc­ción reductor fue la primera en utilizarse, aunque posteriormente coexistió con la oxidante hasta que ésta logró desplazarla: La excesiva fragmentación de los restos cerámicos impide la reconstrucción de sus formas aunque éstas no variarían mucho con respec­to a las documentadas en comarcas vecinas (jarras, cántaros, ollas, orzas, fuentes, platos y escudillas).

Dentro de las cerámicas de cocción reductora, las más antiguas corresponden a recipientes de gran tamaño, elaborados con arcillas sin decantar como demuestran los abundantes desgrasantes de caliza, cuarzo y mica. Las paredes son gruesas y están pro­vistas de superficies toscamente alisadas y carentes de decoración, salvo la presencia esporádica de pro­fundas incisiones horizontales y paralelas que reco­rren el cuerpo superior del recipiente (Espinosa). A pesar de su factura y acabado descuidados, es proba­ble que estos vasos fueran elaborados con tometa. Asimismo, parece verosímil que algunos fondos pla­nos (Las Peñillas y Espinosa) pertenezcan a esta modalidad cerámica.

En segundo lugar, pero indudablemente algo más perfectas y, quizás, más modernas, están las vasijas de tamaño pequeño o mediano que presentan una pas­ta negruzca. La arcilla utilizada está poco decantada,

'a juzgar por los numerosos gránulos visibles de cali­za y mica, y forma paredes de grosor medio o delga­do con superficies bastante cuidadas pese a dejarse sin ornamentación. Sin duda, fueron fabricadas con

tomo bajo aunque no se conserven sus huellas inte­riores por haber estado expuestas a la intemperie (El Llano, Las Peñillas y La Pila). En este mismo aparta­do habría que incluir el fragmento decorado con un mamelón (La Pila).

En tercer lugar se encuentran aquellos fragmentos de pasta grisácea o negruzca, a veces con la superfi­cie exterior ligeramente anaranjada. Se trata de arci­llas sin decantar, con abundantes y grandes desgra­santes calizos y micáceos. Las paredes son muy grue­sas y están provistas de superficies descuidadas y carentes de decoración. Al parecer, estos vestigios corresponden a grandes recipientes, sin duda elabora­dos a tomo bajo, que recuerdan vasijas similares de la cerámica común romana (Espinosa, La Pila y Quinta­na de Valdeajos).

Finalmente, dentro de las cerámicas reductoras, están las elaboradas con arcillas bastante decantadas, según se desprende de los finísimos desgrasantes visibles. Todos ellos muestran una pasta de color gri­sáceo o excepcionalmente negruzco - tal vez debido a una postcocción -. Las paredes son delgadas o de gro­sor medio, cuyos interiores conservan las estrías pro­ducidas por el tomo rápido, mientras que el exterior permanece con un alisado muy cuidado. A veces se decoran con estrías, ya finas y muy juntas ya algo más profundas y separadas por resaltes intermedios, que recorren la parte superior de la panza y cuello de los recipientes formando haces de líneas horizontales y paralelas. En este apartado tienen cabida algunos ejemplares decorados con incisiones, ya sean rectilí­neas, onduladas o formando redes romboidales. Estas cerámicas parecen más tardías que las precedentes e indudablemente coetáneas de las oxidantes.

Los fragmentos de cocción oxidante son más abundantes y, en principio, de cronología más recien­te. La pasta suele adquirir tonos anaranjados, amari­llentos o claros bastante homogéneos, salvo en vasos que han sido sometidos a una cochura incompleta cuyo resultado final es un núcleo de color grisáceo o unos manchones oscuros en el exterior. En general, los barros aparecen muy decantados, aunque esto no obsta la aparición de desgrasantes minúsculos. Las paredes tienden a ser delgadas, salvo en los recipien­tes de gran tamaño que adquieren grosores medianos. La superficie externa se encuentra muy cuidada y a veces pulida, mientras que el interior suele conservar intactas las huellas del tomo rápido. A su carácter de vajilla de lujo se debe la proliferación de fragmentos decorados así como la plasmación de técnicas orna­mentales más refinadas y variadas. Los temas com­positivos realizados mediante estrías son muy fre­cuentes, aunque su tratamiento es diferente de los estriados de las especies reductoras ya que las líneas son más homogéneas y totalmente paralelas entre sí. Junto a ellas aparecen recipientes provistos de

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amplias acanaladuras de fondo pulimentado, pero similares en lo demás a los motivos anteriores. Tanto esta variante como la precedente se manifiestan aisla­das, sin combinarse con otra técnica decorativa, pero prefiriendo localizarse en cuellos, hombros y panzas. Los fragmentos pintados abundan tanto como los estriados, pese a escoger recipientes de superficies muy cuidadas. El tipo de pintura utilizado es mayori­tariamente de color vinoso oscuro, si bien se docu­mentan algunos ejemplares con tonalidades rojizas. Generalmente, ambas aparecen por separado si bien en algún caso se emplean combinadas. Los motivos pintados predominantes son líneas rectas horizontales y paralelas de grosor mediano que guardan una cier­ta separación entre sí. También son frecuentes las líneas oblicuas y verticales paralelas con distribución similar a las horizontales. Con frecuencia estas tres variedades se combinan en un mismo vaso formando composiciones diversas como redes romboidales, aje­drezados, metopas, etc. Estos motivos geométricos se completan con la aparición de ondas, generalmente de mayor grosor y situadas en la parte superior del cuello, junto al borde, puntos y triángulos dentro de frisos. Las demás composiciones pintadas tienden a localizarse en la panza, cuello, asas y excepcional­mente en el borde e interior de la vasija y en la parte posterior de las asas. Esta técnica decorativa, de momento, no aparece combinada con estrías, pero en algún caso se asocia a punciones y perforaciones.

El resto de técnicas decorativas documentadas sobre cerámicas oxidantes es mucho más infrecuente. Tal es el caso de la impresión conseguida mediante punciones rasgadas y profundas, que generalmente no llegan a perforar las paredes. Los trazos se dispo­nen alternos a lo largo de un espacio horizontal o ver­tical, aquel reservado a cuellos y proximidades del borde, éste a asas. Aunque su aspecto resulta algo tos­co, su aparición está muy unida a cerámicas de super­ficies cuidadas. Menor comparecencia tienen las ondas incisas documentadas en contados fragmentos a la altura de la panza.

El último grupo lo forman las cerámicas vidriadas o esmaltadas, de cronología mucho más reciente y mucho menos abundantes. Estas especies ofrecen pastas de color rojizo bastante homogéneo, muy decantadas y compactas. Tanto la superficie interior como exterior está cubierta de esmalte de tonalidad verdosa, amarillenta o rojiza que, en parte, han perdi­do por estar en contacto con la intemperie. A tenor de los fragmentos conservados, los colores se manifies­tan de forma homogénea por toda la superficie sin lle­gar a representar motivo decorativo alguno.

A tenor de los materiales arqueológicos, en espe­cial de los cerámicos hallados en 18 yacimientos, se puede establecer una sucesión cronológica, en gran medida provisional debido al incipiente conocimien-

to secuencial de los mismos (Gutiérrez y Bohígas, 1989), a la larga perduración de las técnicas decorati­vas más prototípicas y a la dilatada pervivencia de los hábitats. Por eso, para obtener resultados más satis­factorios hay que valerse de otras referencias más fidedignas como son la utilización del tomo bajo o alto, la presencia de la cocción reductora u oxidante, las fuentes escritas o los restos artísticos datados, teniendo presente que estos dos últimos pueden cir­cunscribirse exclusivamente al apogeo del poblado.

A pesar de las lógicas reservas, de momento, los núcleos más antiguos deben ser La Pila, Espinosa, Las Peñillas, Frenillos, El Llano y Siero, en este caso avalado por vestigios artísticos de los siglos VIII al XI, ya que en ellos son exclusivas o predominantes las cerámicas reductoras poco decantadas, elaboradas a tomo bajo y carentes de decoración, excepto las fuertes incisiones horizontales documentadas de for­ma esporádica. Además, la mayoría de estos yaci­mientos han proporcionado materiales prehistóricos y se sitúan en plena paramera, a veces sobre un típico emplazamiento castreño. Salvo Siero, su desaparición debió ser temprana ya que no están recogidos en los cartularios ni deparan cerámicas oxidantes. Si esta hipótesis se confirmara, anularía la presunta relación de la conservación de leyendas orales con una mayor modernidad. Asimismo, no está claro si esta fase, centrada en los siglos VIII al XI, si no antes, repre­senta su vida completa, el apogeo o el abandono. La suma pobreza de los yacimientos abogaría por esto último ya que la miseria reinante conllevaría un apro­vechamiento integral.

La plena Edad Media, datada en las centurias XI y XII, estaría representada por la difusión de la cocción oxidante como se aprecia en cerámicas decoradas con motivos pintados y estriados y elaboradas con barros decantados mediante el empleo del tomo rápido. En este momento cabría situar a Siero, Quintana de Val­deajos, Las Lastras y sobre todo Escalote - con sarcó­fagos del siglo XI -, Altorriba, Brañosera, Fontanares y Valdegómez con restos sepulcrales o artísticos de época románica.

Algo más tardías, principalmente de la XIII cen­turia, serían las pastas de tonalidades claras que ofre­cen estriados muy regulares, ocasionalmente combi­nados con motivos pintados, derivados del dominio del tomo alto. Sin embargo, el mantenimiento de las decoraciones pintadas y estriadas no impide la apari­ción de las punciones y, sobre todo, de las primeras cerámicas vidriadas. Dentro de este momento estarí­an Villafría, Valdegómez y Siero, éste con vestigios artísticos del siglo XIII. Asimismo, es aceptable la pervivencia de Quintana de Valdeajos, Fontanares y Las Lastras.

Durante los siglos XIV y XV se generalizan los vidriados aun cuando no lleguen a sustituir los ele-

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mentas cerarrncos anteriores. Es sintomático que hayan aparecido fragmentos vidriados en Valdepuen­te, Villafría, Valdegómez y Siero, citados en el Bece­rro de Behetrías (1352). Lógicamente, también debie­ron existir por entonces Valdetobes, Quintana de Val­deajos y Casares, dado que han deparado materiales afines, aunque tal vez no pasaron de ser simples gran­jas en proceso de desaparición.

Así como la cronología de la despoblación resulta dispar, así deben ser también sus causas. En virtud de los datos arqueológicos, algunos núcleos se deshabi­taron durante la alta Edad Media, tal vez debido al agotamiento del terrazgo o a las mortandades produ­cidas por sucesivas crisis de subsistencia cuya expli­cación última habría que buscar en alteraciones cli­máticas difíciles de precisar. No obstante, a tenor de los datos diplomáticos el fenómeno despoblador por antonomasia se sitúa en la segunda mitad del siglo XIII y primera del XIV. Su desarrollo coincide con el inicio de una crisis general marcada por las adversi­dades climáticas, los abusos de los señores y la cares­tía más absoluta. Para algunos autores como Martínez Díez (1987), en cambio, la despoblación del norte castellano estaría íntimamente relacionada con la repoblación de Andalucía, recientemente arrebatada a los musulmanes. Sin embargo, Martínez García (1986) defiende como causa principal de la despobla­ción el aumento del control señorial sobre el territo­rio que obligó a la concentración paulatina del pobla­miento en pocos núcleos para facilitar el cobro de rentas solariegas. Este proceso migratorio llevaría consigo el abandono de las aldeas en beneficio de lugares próximos más poblados como sucedió con Valoria y Quintanapuercas (Campillo, en prensa). Paradójicamente, también sufrieron los efectos des­pobladores núcleos grandes, de ahí que haya que pen­sar en la confluencia de otras causas junto a las ya aducidas.

Tradicionalmente, el motivo principal que expli­caría la despoblación acaecida en el siglo XIV sería la Peste Negra de 1348 (Cabrillana, 1968). Aunque su repercusión en el obispado de Palencia es irrefutable, su influencia en el resto de Castilla y, sobre todo, en áreas montañosas debió ser escasa. Por eso, Vaca (1977) aboga por una mayor complejidad y diversi­dad de causas que, a la postre, conducirían a un pro­ceso lento de despoblación cuyo origen arrancaría de bastante más atrás.

Los vestigios arqueológicos demuestran que la Honor de Sedano no sufrió una despoblación absolu­ta durante la alta Edad Media. De hecho hubo una continuidad en el poblamiento, a pesar de una primi­tiva laxitud, que se irá tupiendo paulatinamente con la aparición de nuevos núcleos. El momento álgido habría que situarlo en los siglos XII y XIII ya que entonces se lograron densidades de hábitats tan ele-

vadas que nunca antes habían existido ni nunca des­pués se volverían a conocer.

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