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LOS CERDOS DEL BOSQUE

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Un cuento sobre las inconsistencias del SISTEMA

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LOS CERDOS DEL BOSQUE

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Había una vez un bosque en el que habitaban algunos cerdos. Un día se produjo un gran

incendio y los pobres animales fueron quemados por el fuego.

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Las personas que habitaban por aquellos

lugares estaban acostumbrados a

comer carne cruda, y decidieron probar la carne asada que sin pretenderlo provocó

aquel suceso. Su sorpresa fue enorme: la carne asada les pareció

deliciosa.

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Entonces se les ocurrió una gran idea: cada vez que querían comer cerdo asado,

incendiaban un bosque...

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Los resultados sucesivos de la experiencia no fueron del todo

satisfactorios por lo que intentaron perfeccionar el SISTEMA.

A veces los pobres cerdos se asaban demasiado, mientras que algunos

quedaban casi crudos. Estos fenómenos comenzaron a

preocupar al colectivo porque el SISTEMA fallaba y las pérdidas ocasionadas eran cada vez más

elevadas ‑ por aquel entonces los que se alimentaban de carne asada se contaban por millones y también millones los que se ocupaban en las

actividades de asado de cerdos. Por lo tanto el SISTEMA simplemente

tenía que mejorarse.

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Pero, curiosamente, cuanto más crecía la escala del

proceso, tanto mas parecía fallar y tanto mayores eran las pérdidas causadas. A partir de sus numerosas deficiencias, aumentaban

las quejas. Las necesidades de reformar profundamente

el SISTEMA ya era un clamor general.

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Surgieron a raíz de estos acontecimientos multitud de congresos, seminarios, conferencias con un propósito básico buscar soluciones a estos problemas.

Como las soluciones propuestas no eran totalmente satisfactorias, repetían y repetían periódicamente sus reuniones.

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Según los especialistas las causas del fracaso del SISTEMA podrían atribuirse:

a la indisciplina de los cerdos que no se quedaban quietos en el incendio,

o a la naturaleza imprevista del fuego ‑tan difícil de controlar cuando existen árboles tan diversos‑

o a la humedad de la tierra, o al servicio de informaciones

meteorológicas, que no acertaban en sus previsiones y no avisaban adecuadamente de las inclemencias climatológicas....

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Las causas eran, como pueden verse, difíciles de determinar debido en parte a la complejidad con la que se había enriquecido el SISTEMA. De hecho el SISTEMA disponía para cumplir con su cometido de toda una serie de mecanismos: • tecnología específica para las

actividades de incendio de bosques, personal especializado

• pirómanos de zona Norte, de zona Oeste, etc.

• pirómanos nocturnos y diurnos ‑con especializaciones: matutinas y vespertinas‑

• pirómanos de verano, invierno, etc.);• especialistas también en vientos (los

anemotécnicos);

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–Departamentos ministeriales encargados en el tema

–(un director general de Asadores y Alimentación, –también un Director de técnicas con fuego (con su Consejo General de Asesores), –un Administrador General de Reforestación, una Comisión Nacional de Tratamiento Profesional en Ganado Porcino, –un Instituto Superior de Cultura y Técnicas Alimentarias (ISCUTA) etc.

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Se establecieron proyectos de

formación de bosques y selvas, de acuerdo con las técnicas de implantación más

recientes ‑utilizándose regiones de baja

humedad y en donde los vientos no

soplaran más de tres horas seguidas‑.

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Eran millones de personas trabajando en la preparación de los bosques, que luego serían incendiados. Había especialistas extranjeros estudiando la importancia de mejorar los árboles y sus semillas, la intensidad y la potencia del fuego, etc.

Se construyeron grandes instalaciones para mantener a los cerdos antes del incendio dotados de mecanismos sofisticados para soltarlos en el momento oportuno.

Se configuraron planes de formación para especialistas en construcción de estas instalaciones, investigaciones que trabajaban para las universidades en donde se preparaban los profesores especializados en la construcción de las instalaciones para los cerdos, etc.

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Las soluciones que los congresos sugerían eran, por ejemplo, aplicar triangularmente el fuego después de alcanzar determinada velocidad del viento, soltar los cerdos 15 minutos antes que temperatura del fuego alcanzase los 47 grados, colocar ventiladores gigantes en dirección opuesta a la dirección del viento, etc.

Resulta ocioso indicar que pocos especialistas estaban de acuerdo entre sí, y que cada uno se refugiaba en sus especialidad y en sus hipótesis.

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Un día, un pirómano categoría AB/SODM‑VCLL (o sea, un pirómano de

Bosques Especializado en Sudeste Diurno, Matutino, con especialización en Verano lluvioso), llamado Juan Sentido Común, osó que los problemas del sistema tenían una fácil solución: bastaba con matar

primero al cerdo, limpiando y cortando adecuadamente al animal, colocando o poniendolo sobre una

armazón metálico sobre brasas, hasta que con los efectos del calor y

de las llamas, la carne se asase.

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Habiendo sido informado sobre las ideas del funcionario, el director general de Asadores mandó a llamarlo a su despacho, y después de verlo pacientemente, le dijo:‑Todo lo que Vd. dice, está muy bien, pero no funciona en la práctica. ¿Que haría Vd., por ejemplo, con los anemotécnicos, caso de que tuviésemos que aplicar su teoría? ¿A dónde iría a parar todo el conocimiento de los pirómanos de diversas especialidades?‑‑No lo sé‑ dijo Juan.‑¿Y los especialistas en semillas? ¿En árboles importados?¿ Y los espe cialistas de instalaciones para cerdos, con sus máquinas purificadoras de aire?‑‑No lo sé.

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Y los anemotécnicos que llevan años especializándose en el extranjero, y cuya formación cuesta tanto dinero al país? ¿Los mandaría a limpiar cerdos? ¿Y los conferenciantes y estudiosos, que año tras año han trabajado en el programa de Reforma y Mejora? ¿Que hago con ellos? ¿Resuelve con su solución todos estos problemas? ¿Eh?

‑No lo sé‑ repitió Juan, apesadumbrado.

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No se da cuenta que su idea no está conforme con lo que necesitamos, que, si todo fuese tan simple, nuestros especialistas ya habrían encontrado esta solución hace mucho tiempo.

¡Comprende Vd. hasta que punto es una simpleza convocar a los anemotécnicos y decirles que todo se resume en utilizar brasas, sin llamas! ¿Que espera Vd. que se haga con los kilómetros y kilómetros de bosque ya preparados, cuyos árboles no dan frutos ni tienen hojas para dar sombra? Vamos dígame.

‑No se‑

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Dígame, y nuestros tres ingenieros en Cerdopirotecnia ¿no considera que son personalidades científicas de un valor extraordinario?‑Si, parece que sí‑.‑¿Se ha enterado Vd. que precisamente nuestros ingenieros en Cerdopirotecnia más valiosos indican que nuestro sistema es muy bueno? En caso contrario ¿que haría con personas tan importantes para el país?‑No lo se.

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¿Lo ve? Su misión consiste en trazar soluciones para ciertos problemas específicos ‑por ejemplo, cómo mejorar las anemotécnicas actualmente utilizadas, cómo obtener más rápidamente pirotécnicos de Oeste (nuestra mayor carencia), como construir instalaciones para cerdos con más de siete compartimentos. Tenemos que mejorar el sistema, y transformarlo radicalmente, ¿entiende Vd? ¡Es Vd un insensato!‑

‑Realmente estoy perplejo! Respondió Juan‑.

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Bien, ahora que conoce las dimensiones del problema, no vaya diciendo por ahí que puede resolver todo. El problema es más serio y complejo de lo que Vd. se imagina. Ahora, entre nosotros, debo recomendarle que no insista en su idea. Podría traerle problemas para su cargo. Y se lo digo no por mi, sino por su propio bien, porque comprendo, entiendo perfectamente su posición, pero Vd. sabe que puede encontrar otro superior menos comprensivo...

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Juan Sentido Común, sin hablar, sin despedirse, medio atolondrado, medio asustado, cabizbajo, salió de puntillas y nunca nadie más lo vio. Por eso es que hasta hoy se dice, cuando hay reuniones para la reforma y mejora, que falta Sentido Común.