los autonautas de la cosmopista - julio cortázar

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    Jardineros.

    Segn el mapa oficial de la autopista, en este paradero no hay nada, aparte de su funcin de

    zona de descanso. Basta instalarse para descubrir que no slo los viajeros lo ocupandurante la breve pausa de un pic-nic o del W.C.; una poblacin ms estable se mueve en su

    territorio, entregada a tareas de remodelamiento y de ampliacin. Jvenes obreros

    completan canteros de tierra fresca, y en el momento de instalar a Fafner cerca de unbosquecito propicio, vemos a dos de ellos que repiten el eglgico gesto de sembrar al voleo

    lo que suponemos sern semillas de un futuro csped. Ms tarde otro trabajador llega para

    levantar las piedras que el arado dej en descubierto; con movimientos pausados y llenos de

    una antigua gracia, se inclina para alzar las piedras, las junta en una brazada segura, y va a

    echarlas en un montn que crece poco a poco. Desde mi atalaya una mesa de piedradonde almorzamos a la sombra saboreando la fragante ensalada de garbanzos y cebollas

    preparada por Carol veo esta escena a la vez fuera del tiempo y mezclada con el paso

    vertiginoso de autos y camiones por la autopista que apenas esconde un talud herboso.

    Cada vez ms sumidos en este interregno en el que cosas y tiempos se difunden, se

    confunden, a veces se funden, qu relacin persiste entre esa carrera en la que slo cuentalo que an no se ha alcanzado, ese ms all que concentra y petrifica la mirada de losconductores, y este eterno tema de la primavera y la germinacin, este gesto fuera de la

    historia con el que los jvenes trabajadores lanzan a la tierra puados de semillas?

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    Mutacin.

    Como siempre, la prctica manda al diablo toda teora demasiado segura de s misma. Era

    presumible que un avance por una autopista que prcticamente todo el mundo recorre a lamxima velocidad, detenindose apenas para orinar, tomar nafta o a lo sumo descansar un

    rato en un parking acogedor, sera muy diferente de esta reptacin imperceptible en la que

    todo se invierte: el vehculo pierde su importancia pues apenas ha salido de un paraderotiene que echar el ancla en el siguiente; las urgencias urinarias o intestinales dejan de ser

    una razn para interrumpir la marcha o alterar el horario previsto; las zonas de reposo se

    vuelven infinitamente ms importantes que la cinta blanca tendida en un espacio que

    devora al automovilista que lo est devorando.

    Todas esas alteraciones eran previsibles mientras organizbamos la expedicin, pero

    ningn adelanto terico pudo darnos una idea de su magnitud, de su riqueza. Estamos

    apenas en el tercer da de viaje y los parmetros usuales han cedido frente a otra manera devivir la autopista. Sensaciones primarias: apenas ms all de Fontainebleau, tenemos la

    impresin de estar muy lejos de Pars, al punto que Marsella no nos parece ms distante que

    nuestro punto de partida. El tiempo muerde en el espacio, lo transforma; ya no alcanzamosa imaginar una diferencia importante entre este paradero y los ltimos que nos esperan en lavspera del fin de la expedicin.

    Ms importante que eso: la alteracin paulatina de la nocin usual de autopista, la

    sustitucin de su funcionalidad inspida y casi abstracta por una presencia llena de vida y de

    riqueza: las gentes, los altos, los episodios en sus escenarios ms o menos arbolados, actos

    sucesivos de una pieza de teatro que nos fascina y de la que somos los nicos espectadores.Fafner, rojo dragn devorador de kilmetros a lo largo de tantos aos y pases, es ahora un

    dcil elefante inmvil que slo se desplaza diez o veinte minutos para volver a quedarseplcidamente anclado en sus cuatro patas gomosas. No lo toma a mal, muy al contrario,

    parecera que se solidariza con nosotros y que su fuelle anaranjado, que alzamos en cadaetapa y que lo convierte en una casita donde es grato vivir, leer y escribir, es como un signo

    de que se est esponjando satisfecho a la hora de darnos lo mejor de s mismo. No nos cabe

    la menor duda de que Fafner es el tercer explorador y que aprueba este avance en lentitud yprofundidad, mientras que otros viajes le habrn parecido acaso demasiado frvolos,

    demasiado a rienda suelta como no creemos que les guste a los dragones y a los elefantes.

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    Segunda metamorfosis, los autopistenses. Qu idea nos hacamos de esa faunalanzada a la velocidad mxima, rota apenas por un sandwich o una carrera al W.C.? Cierto,

    cuando se est en la hora del hasto despus de cincuenta u ochenta kilmetros igualmente

    montonos, surgen los nicos temas posibles de conversacin: Mira, otro belga y ya van

    cinco. Ahora un alemn, cuatro franceses, dos suizos, un ingls. Y esa chapa? Bulgaria,

    parece. Qu raro, Bulgaria, primera vez que veo un blgaro por aqu. Y tambin loscamiones: Cada da son ms grandes y ms temibles, ahora corren a cien o ciento diez por

    hora, no respetan nada, y esos con acoplados que de golpe se convierten en serpientes y te

    largan un coletazo, hay que guardar siempre mucha distancia al pasarlos, aunque engeneral son ellos los que te pasan, van realmente como locos.

    Nada de eso ha cambiado en el fondo, pero todo ha cambiado para nosotros. Las

    observaciones en la ruta se reducen a cero o poco menos: todo ocurre ahora en los

    paraderos, donde camiones y autos entran lentamente, casi delicadamente, para detenersecon suma precaucin los unos al lado de los otros. Lo que era un enorme paraleleppedo

    amenazante, un blido llamado Porsche o un zigzagueante Renault 5, se nos acercan ahora

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    con la lenta y amistosa reptacin de un perro que busca caricias o un gato que sospecha unresto de sardinas.

    Pero eso es poco al lado de lo esencial: Las cosasbuscan su lugar, se detienen, y de

    las cosas empiezan a bajar seres humanos, slo tericamente presumibles en la implacablecarrera de la autopista. De ese inmenso camin que se anuncia como TRANSPORTS VIALLE,

    con sede en Thiviers, Prigord, y que nos habra sobrepasado como un horrendo dinosaurio

    azul y blanco a cien por hora, aterrando al pacfico Fafner, desciende ahora un muchacho

    rubio que estira las piernas al lado de la portezuela, nos hace un gesto cordial al vernos tancerca, y se encamina alegremente al snack-bar donde lo esperan bifes con papas fritas y el

    vino tinto del descanso. De ese Mercedes prepotente que sin duda no abandona jams la

    franja de la izquierda reservada a las mximas velocidades, emerge una pareja que el auto

    parece proyectar al mismo tiempo por las dos portezuelas delanteras, como una extraa

    gallina mutante capaz de poner a la vez dos huevos de marcado aspecto alemn. Las cosas,entonces, estaban realmente habitadas; los paraderos son el lugar y la hora de la verdad,

    donde la vida sigue teniendo dos piernas y dos brazos, mientras los robots de la autopistayacen inmviles, abatidos, muertos en su silencio y su impotencia.

    DIARIO DE RUTAViernes, 28 de mayo.

    Desayuno: Naranjas, magdalenas, dulce de higos, caf,

    10.08 h. Partida. Niebla.10.15 h. Paradero: AIRE DE LA RESERVE.Vacas!Primera cosa, damos de beber a Fafner (gasolina ordinaria, puesto que esun dragn de costumbres sencillas).Tiempo gris, con asomos de sol. Menos fro que ayer.Hay una tienda y un restaurante. Compramos un termmetro parasustituir al que no anda.

    Orientacin de Fafner: S.E.

    Almuerzo: huevos con mayonesa, biftec con papas fritas, mousse de

    chocolate, caf (en el restaurante).

    13.10 h. Primer contacto telefnico con la patrulla d salvamento; todova bien en Pars.13.18 h. Partida.13.21 h. Entramos en Borgoa.13.24 h. Paradero:

    AIRE DE LA RACHEUSE.Bello prking arbolado.20C.Encontramos un gusano.

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    Cena: chucrut (que nos da pesadillas), queso, caf.

    Observaciones cientficas: en el segundo paradero habamos observadouna babosa de color terracota, que meta la cabeza en una botella decerveza vaca tirada en el suelo. Esta noche, despus de haberestacionado prudentemente a Fafner en un terreno libre de impurezas,cocinamos un chucrut. Inmediatamente despus observamos la presencia deuna babosa, igualmente de color ladrillo, que se acercaba a nuestrovehculo. Cinco minutos ms tarde, toda la superficie del terreno frentea Fafner estaba cubierto de babosas que avanzaban hacia nuestra cena.Relacionando el incidente del segundo parking con la experiencia deesta noche, nos vemos obligados a concluir que las babosas son de origenalemn.(Buscar imgenes de babosas, su nombre en latn, etc.) Son un signo delenemigo? No olvidar el corcho cuidadosamente pinchado en la alambrada.

    Mini-campamento en una zona hostil: Fafner-muralla, los Horrores Floridos, la

    micro-mesa y el jerrican de agua potable.