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Al igual que con cualquier pérdida, falta o duelo, la Función Paterna se pone a prueba; de allí que las diferen-tes versiones del padre: real, imaginaria y simbólica, que hacen su aparición de forma cambiante y florida, justifican los resquebrajamientos de autoridad y el cuestionamiento de la figura del padre. Suplir al padre, restaurarlo, invo-carlo o sostenerlo es la Función simbólica del Padre en todo duelo. El Otro paterno da consistencia fálica simbólica al ser, paliando así la pérdida del objeto imposible y la amenaza del enigma, sin solución, acerca del goce femenino suplementario —más allá de toda representación fálica— de ese Otro sexo, que encierra la pregunta: ¿qué quiere una mujer?; pregunta a la que el sujeto solo puede responder con su fantasma inconsciente.

Durante los años 1974-75, Lacan califica al Nombre del Padre como Nombre de Nombre de Nombre.1 Esta triplicidad del Nombre representa la triple Función de Nominación del Padre:

1. La Nominación real: el padre como nombre que se nombra a sí mismo y contesta a su nombre con un sin-nombre, con un agujero (“soy lo que soy”), que es como el Dios Bíblico se presenta a Moisés, un real sin concepto, un sinsentido, un nombre impronunciable.

2. La Nominación imaginaria: ser nombrado (por la madre del Deseo en la Metáfora Paterna)3. La Nominación simbólica: el padre nominador, que nombra a los hijos y a todas las cosas (nombre que

remplaza a la cosa, señalando un agujero que consiste en la castración y la prohibición del incesto). Lacan define el amor humano como “amor de un nombre”,2 amor de una vida singular, reconocida en sus par-ticularidades inconfundibles como Otro humano. Reconocimiento simbólico que marca una proceden-cia, una pertenencia, una herencia y una transmisión del deseo, en una continuidad, de una generación a otra. Del Nombre del Padre, Lacan sostiene: “es el significante de la vida.”3

Devenir padre condensa la simultaneidad de la sincronía y la diacronía. La sincronía de responder a su nom-bre (sin identificarse), de ser nombrado y del acto de nominar, ya que nombrar es un acto. Transmite la estructura básica del lenguaje y el orden simbólico. En la diacronía, el sujeto se confronta a tres generaciones: el hijo de un Pa-dre accede al status de padre; la hija de un padre se vuelve la mujer de un padre de un niño.4 Así la sincronía de los tres registros del nombre se superpone a la diacronía de la estructura genealógica de la filiación de las generaciones.

Los Padres del Nombre, en tanto agujeros en sus tres Funciones de nominación, comunican su consistencia al nudo Borromeo de lo real, lo imaginario y lo simbólico y, agrega Lacan, forman nudo con él actuando como regulador y aportando un orden. Lacan, en RSI,5 trata la nominación como Función del Padre, refiere que la nomi-nación no es solo simbólica:

“es en la nominación que la palabra se anuda con algo de lo real […] reduzco el Nombre del Padre a su función radical, que es dar un nombre a las cosas con todas las consecuencias que eso comporta… y en forma notable hasta en el gozar”

La producción significante no se da sin la producción de goce, y esto se evidencia en los fenómenos de lalen-gua, la lengua propia e íntima, inconsciente del sujeto, expresión de un lazo social y de la pertenencia a un discurso. A partir de esta nominación y a través de lo imaginario, “los nombres se adherirán a las cosas”. Lacan denomina también esta función de Nominación del Padre como función Sínthoma, y a decir de Freud, función de lazo. “La nominación es lo único que vemos con certeza que hace agujero”, 6 situando el lugar del deseo. Así su deseo y su síntoma se articulan con su Nombre Propio. 1 Lacan, Jacques, RSI, 11 de marzo de 1975, inédito. “El (almenosun) Dios, el verdadero de lo verdadero, es Él —con E mayúscu-la—, quien enseñó al parlêtre a hacer Nombre para cada cosa. El no incauto del Nombre de Nombre de Nombre del Padre, el no-in-cauto yerra: sin eso, para bien o para mal, eternidad.”

2 Lacan, Jacques, La angustia, Seminario 10 (1962-63), Buenos Aires: Paidós Editorial, 2006, p. 365.

3 Lacan, Jacques, Seminario 9, La identificación, 28/2/1962.

4 Porge, Erik, Les Noms du père chez Jacques Lacan. Ponctuations et problématiques, France. Point Hors Ligne, col. Érès, 1997, p. 171.

5 Lacan, Jacques, RSI, Seminario 22, 11 marzo 1975, inédito.

6 Lacan, Jacques, RSI, 15 abril 1975, inédito.

En estos Padres del Nombre (RSI) se sostiene el nudo Borromeo y la subjetividad, ya que el amor indispen-sable que se da en las tres clases de identificaciones simbólicas (la histérica o al deseo del Otro, al rasgo unario y al Nombre del Padre) recae sobre el cuarto nudo del Sinthome.

IMAGINARIO

REAL SIMBÓLICO

SINTHOME Σ

El nudo Borromeo de 4 elementos enlazados Los 4 registros de la subjetividad

LA IDENTIFICACIÓN TRIPLE

cuerpo

sentido

aG

Identi�cación histérica con el deseo del Otro

Identi�cación con el Nombre del Padre

Identi�cación con el rasgo unario (einziger zug)

Identificándose el Otro real del nudo mismo con su imaginario, tenemos la identificación histérica con el deseo del Otro en su fantasma. Identificándose con lo simbólico del Otro real del nudo mismo, tenemos la iden-tificación con el rasgo unario (einziger zug). Identificándose con lo real del Otro real del nudo mismo, tenemos el Nombre del Padre.7

En su accionar constante de regulación y orden, los Padres del Nombre actúan como un torbellino que in-tenta cumplir su inagotable función. ¿Y cuál es su inagotable función? Es la de conseguir la pérdida de goce sobre el cuerpo del hablanteser, circunscribiendo, ajustando y regulando una porción de goce, de todo el goce que afecta al sujeto, asegurando así la operatividad del deseo. Por ello pueden “ser tantos y tantos nombres”...8 y 9

Un niño de 11 años escribe un relato que titula “Mi padre astronauta”:

“Cuando yo era pequeño, mi padre me explicaba cosas increíbles. Me explicaba que él era astronauta y que estaba flo-tando en el espacio. Él vio todos los planetas: Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. De broma me decía que Saturno estaba casado porque tenía un anillo. Me decía que había estado en una nave espacial, y que había sido una de las primeras personas que había pisado la Luna. Hoy en día, ya no lo puede explicar, yo ya soy abuelo y se lo explicaré a mis nietos para que ellos se lo expliquen a los suyos.”

El Padre del Nombre o padre nominador presta al hijo la función identificatoria del nombre propio, la posibi-lidad de nombrarse, ser nombrado y nombrar a otros y es el fundamento del apego al padre y a la subjetividad. En el relato el padre hace la nominación simbólica de todos los planetas y le trasmite al hijo ese don, ese nombre, para que este tome el relevo del padre en la cadena generacional. Trasmite así primero la estructura básica del lenguaje y su orden simbólico (los planetas nombrados y ordenados), y segundo la cadena del padre simbólico y la estructura genealógica de la filiación a través de las generaciones. Crea de esta manera un orden y por tanto una imposibili-dad. La referencia a lo increíble —lo imposible— de las cosas que su padre le explicaba y que el niño, como padre y abuelo, explicará a sus nietos, ilustra la Función Paterna como semblante.10

Un padre increíble —se nomina como real imposible—, casado como Saturno, es decir, nominado por el deseo de una mujer, nombra a todos los planetas y generaciones.

7 Lacan, Jacques, RSI, 18 marzo 1975, inédito: “Si hay Otro real no es en otro lado que en el nudo mismo, y eso es porque no hay Otro del Otro.”

8 “Ser tantos y tantos nombres...” Incluso la Diosa Blanca, citada por Lacan en el Prefacio al Despertar de la Primavera, de Wade-kind y estudiada por Robert Graves.

9 Graves, Robert, La Diosa Blanca: gramática histórica del mito poético, Madrid: Alianza, 1986. “Es una diosa madre primitiva, anterior al reconocimiento religioso de la intervención paterna en la procreación.”

10 Lacan, Jacques, De un discurso que no fuera del semblante. Seminario 18, Buenos Aires: Paidós Psicoanálisis, 2009.

Puede gestionar estas operaciones identificatorias un padre deseante, cuyo hijo tenga un lugar en su deseo, pero cuyo objeto causa de deseo sea exterior a él, no el propio hijo, sino una mujer. Lacan, al final de su enseñanza, afianza esta versión del padre como hombre; el padre no es sólo prohibidor, es también un padre que goza de la madre, y hace de ella el objeto a de su fantasma, encarnando así el enlace entre la ley de prohibición del incesto y el deseo. Humaniza entonces el deseo, ya que incluye un objeto como causa de su deseo. Que la causa de deseo no sea el propio hijo (como sí ocurre con el Deseo Materno: “en tanto sus cuidados llevan la marca de un interés particularizado, aunque lo sea por la vía de sus propias carencias”),11 permite al hijo ser también un sujeto deseante y dividido.

Esta versión paterna evita la forclusión o preclusión del significante del Falo como significante del goce y marca la precisa orientación del padre con respecto al deseo femenino, ya que facilita la posesión del Falo en el varón y la recepción del Falo en la mujer. Esta Función del Padre, de separación y discriminación, inscribe a los sujetos en la Función Fálica, semántica, donde encuentran un sentido a su goce.

Para que esto ocurra, tanto la madre como el padre tienen que estar atravesados por la castración y la falta. Lacan plantea como condición para la transmisión, que se realiza de padres a hijos, que ésta esté atravesada por un deseo que no sea anónimo, es decir que esté incluido en una subjetividad. Lacan apostilla, “Del padre: en tanto su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo.”12

El anudamiento Borromeo de cuatro produce una diferenciación del objeto a como objeto plus de goce, y el objeto a como causa de deseo, a partir de la operación simbólica de la castración.

La operación simbólica de la castración inconsciente, tiene la función de anudar, de forma borromea, el re-gistro real, el simbólico y el imaginario y el cuarto nudo o Sinthome, es decir, la subjetividad.

La serie pulsional y la serie de la elección de objeto de amor (imaginario y simbólico) convergen en la llamada por Freud fase fálica, en la que las pulsiones parciales se reúnen bajo la primacía del Falo simbólico (la Función Fálica), permitiendo el acceso a la genitalidad. La castración simbólica es el articulador de ambas series entre sí y de las mismas con la estructuración edípica de la subjetividad.

El fantasma ($ ◊ a), como cicatriz de la estructuración edípica, es el nudo de los objetos reales (a), imagi-narios i (a) y simbólicos ($). El fantasma inconsciente es la respuesta estructurante a lo real de la castración del Otro, a la falta de significante en el Otro S( ) para configurar la posibilidad del acto sexual, siempre fantas-mático y sintomático. Es la fijación del deseo del sujeto: $ a su goce pulsional: objeto a. En el fantasma, el sujeto se identifica como objeto de goce, siendo el soporte del deseo. (Ver cuadro en página siguiente.)13

11 Lacan, Jacques, “Nota sobre el niño” Otros escritos, Buenos Aires: Paidós, 2012, p. 393.

12 Ibidem.

13 Ferrer, N. Psicoanálisis con niños y adolescentes, Barcelona, Ed. Acto, 2014, p.120.