lobos lunares: despues de la herejía

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TRASFONDO DE EL EJERCITO DE LOBOS LUNARES. JUAN MANUEL VALLEJO MONTAÑES

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Trasfondo de mi ejercito de Warhammer 40000 de Marines Espaciales.

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TRASFONDO DE EL EJERCITO DE LOBOS LUNARES. JUAN MANUEL VALLEJO MONTAÑES

LOBOS LUNARES: DESPUES DE LA HEREJIA

INTRODUCCIÓN Hola a todos. Ahora mismo, cuando empiezo a escribir estas palabras, no sé qué contar.

Todo ya está terminado, en lo que a trasfondo se refiere y ahora lo estoy pasando a un

archivo, todo junto.

Son más de 160 páginas, que incluyen los dos apéndices, Lobo Blanco y Caída y en un futuro

Tormenta sobre Kronus, casi un libro, así que he decidido subirlo en un archivo todo.

Este es mi trabajo de dos años, que se dice pronto, y desde este punto miro hacia atrás,

cuando empecé esto casi más como un pasatiempo que otra cosa. Han sido muchas horas, días

y meses dando forma a este trasfondo, inventando personajes.

Pero no solo eso, también me tuve que leer muchas cosas de Warhammer 40000 desde sus

inicios, cuando aún se llamaba Rogue Trader.

También son las novelas de la Herejía de Horus, las cuales comencé a leer y gracias a ellas me

encuentro en este punto.

Ante todo, os quiero agradecer a todos los que habéis leído estos relatos en el blog, a los que

desde Facebook me habéis dado apoyo, a los que desde Wikihammer 40k me habéis animado

a continuar escribiendo.

Seguramente muchas veces habréis pensado, esto no lo termina nunca, ya que yo mismo lo he

llegado a pensar, al ver que había sitios y partes en las que me he quedado atascado, que han

sido muchas. Solo quiero deciros a todos que en estas páginas he intentado plasmar lo mejor

que he podido estas historias, creando estos personajes.

Y sobre todo agradecer, ya que sin ellos esto no existiría, a Dan Abnett, Grahan McNeill, Ben

Counter, James Swallow, Mitchel Scanlon, Mike Lee, Anthony Reynolds, Gav Thorpe, Mathew

Farrer, Aaron Dembski-Bowden, Nick Kyme, Jonh French, Chris Wraight, Rob Sanders, Lindsey

Priestley , Christian Dunn y aquellos que en un futuro continúen escribiendo más novelas de

esta serie tan apasionante como es La Herejía de Horus, que forman parte de Black Library, a

Forge World por sus miniaturas pre-herejía, a Relic por sus juegos como son la serie Dawn of

the War y Space Marine y como no a Games Workshop (aunque algunas veces diga cosas que

tal vez no les guste, pero es que últimamente se lo están buscando), por haber creado este

mundo en el cual solo hay guerra.

Dedicado a mis padres, por vuestro recuerdo.

PERSONAJES Comandante Garviel Loken: Comandante de los Lobos Lunares, uno de los supervivientes de

Isstvan III.

Capitán Nero Vipus: Capitán de la X compañía, superviviente de Isstvan III. Está en el Mournival

donde es su mano derecha.

Sargento Kernya Janfell (Ferrus): Sargento de la escuadra Locasta. Salvado cuando era un niño

de unos piratas eldar por Loken, cuando creció se convirtió en el mejor explorador de los

Cachorros, donde ascendió de compañía en compañía hasta alcanzar la compañía táctica.

Cuando estaba a punto de graduarse tuvo un brutal accidente, una granada le estallo en la

mano y le destrozo los dos brazos y una pierna, causándole además graves daos neuronales.

Durante meses quedo en estado de coma vegetativo, del cual se recuperó gracias a los

cuidados del apotecario Dremis. Este junto el tecnomarine Arteus fueron quienes lo

recuperaron para los Lobos, ya que con su colaboración lograron crear una red neuronal

estable que recupero la conciencia del chico. Además el apotecario creo unas prótesis para él.

Después, el tecnomarine, por consejo de Kernya un sistema informático que controlaba sus

brazos, gracias al cual, el chico podía dirigir solo con pensarlo energía a sus brazos. Colocado

en su mochila, el sargento acude al campo de batalla solo armado con una pistola bolter, pero

las apariencias engañan ya que gracias a un generador sináptico colocado en su cabeza puede

lanzar con sus manos desde rayos de energía a bolas de fuego, o crear escudos de energía para

cubrir a sus compañeros. Loken lo asigno a la Locasta, solo por ser el mejor de todos los Lobos.

Capitán Andalecius Margoll: Capitán de la I compañía. Su reto es grandísimo ya que la I esta

maldita con el Legado de Abaddon, por lo que todos sus miembros, además de ser veteranos

curtidos en miles de combates, visten túnicas negras. Margoll fue quien, con permiso de

Loken, tomo esta decisión, ya que durante su juventud estuvo en los Ángeles Oscuros. Según

una antigua tradición de las Legiones, los futuros capitanes tendrían que pasar un tiempo

sirviendo en otra Legión de su elección y la suya fue los Ángeles Oscuros. Está en el Mournival.

Capitán Pequeño Tarik: Capitán de la II compañía. Loken lo encontró en uno de sus múltiples

viajes a Terra donde intento robarle cuando era solo un niño. Garviel lo acogió, ya que era un

huérfano que malvivía en Terra, no sabía su nombre así que Loken le puso el nombre de su

amigo, Tarik Togarddon, ya que en cierta medida le recordaba a él, siempre alegre y con ganas

de bromas. Gracias a él, accedió a una educación y cuando ya fue lo suficiente mayor decidió

ser un astarte. Rápidamente ascendió en los grados astartes hasta llegar a Comandante de

Fuerza, desde donde ascendió a capitán. Estuvo destinado con los Lobos Espaciales, donde

gracias a su carácter congenio con los toscos Hijos de Russ. Está en el Mournival.

Capitán Casius Dernell: Capitán de la V compañía. Estuvo destinado con los Ultramarines, por

lo que su forma de vestir y de ser es parecida ellos. También está en el Mournival, y es uno de

los consejeros más flemáticos de Loken, siempre punto de mira de las bromas de Tarik, del que

es su mejor amigo.

Comandante de Fuerza de Combate Radiax: Sargento veterano, compañero de Vipus y de

Loken en miles de misiones. Al ser el más experimentado, Loken lo asigno a la escuadra de

mando de la Legión, donde es el encargado de asignar a los sargentos de escuadra.

Tecnomarine Arteus: Tecnomarine de la Legión. Es un veterano, junto con Radiax y esta desde

los primeros días de la Legión, después de que Loken asignara a los ocho. Estudio durante

cerca de un siglo en marte, donde es adepto. Siempre va acompañado de un sequito de

servidores, así como de algún servo cráneo.

Inquisidora Mersadie Drem: La inquisidora es uno de los últimos fichajes de Loken. Inicial

mente debía de investigar la aparición de los Lobos para la Inquisición, pero una vez fue

adentrándose en la trama, Loken la atrajo para su causa. Actualmente forma parte de la

Legión, donde actúa como consejera de Loken, aunque sin la importancia del Mournival.

Loken, al aceptar la Legión, le regalo una armadura que perteneció a una de las Hermanas del

Silencio, Amendera Kendel.

Apotecario Dremis: Apotecario de la Legión. Otro veterano de mil misiones, quien forma junto

Radiax, y tres de los supervivientes de Isstvan III, el Portaestandarte, un veterano, segundo de

Radiax, y el Campeón de la Legión, de la Escuadra de Mando de la Legión.

Hastur Sejanus: Muerto en 63:19 por el Falso Emperador, Sejanus fue el mejor amigo de Horus

y su mejor capitán. Fue miembro del Mournival, siendo sustituido por Loken a su muerte. Pero

Horus, después de su caída, con la ayuda del Mecanicum Oscuro, intento mediante

simulaciones genéticas recrear a su amigo. Todas, las pruebas fallaron, hasta que en Tallarn,

antes de la asolación de este mundo por los Guerreros de Hierro, un adepto logro crear una

simulación genética estable basada en tejido clonado. Metido en un sarcófago de un

Dreadnough Comtemptor, paso allí seis mil años, hasta que lo encuentra Loken. Este no se fía

de él, ya que sabe que podría no ser leal al Emperador, al ser una creación del Mecanicum

Oscuro.

SECRETOS Actualidad

El inquisidor Transamar entro en la sala acalorado, casi jadeando. En una de sus manos traía un

hololibro, y arrastraba su famélico cuerpo casi a rastras. Allí estaban ellos, los Altos Señores de

Terra, el Consejo que gobernaba el Imperio. El inquisidor casi no podía hablar y las únicas

palabras que salieron de su boca fueron:

- ¡Hemos sido engañados durante mucho tiempo!

Los Altos Señores lo miraron incrédulos, casi sin creerse lo que estaban escuchando.

- Explícate mejor inquisidor- dijo el representante de la Inquisición.

- Mi señor – le contesto el hombre- hace unos meses ocurrieron unos hechos, que

seguidamente voy a relatarles, que para algunos de ustedes no han pasado

inadvertidos.

El Gran Comandante de la Guardia se levantó y comenzó a andar hacia el lugar que

ocupaba el inquisidor.

- Hace unos meses, una guarnición del Segmento Ultima informo de un ataque

devastador de orkos. Solo eran unos pocos cientos de soldados de la Guardia que se

enfrentaban a todo un Waaagh, formado por varios miles de esos salvajes verdes.

Todo lo rápido que se pudo se envió a un regimiento de cadianos con base en Kar

Duniash. Cuando llegaron informo su comandante unos hechos bastante irregulares.

Casi la mitad de la guarnición había muerto a manos de los orkos, pero lo que más

sorprendió fue lo que contaron los supervivientes.

- Mis Señores- dijo el inquisidor- cuando estaban derrotados, aparecieron unos marines

espaciales.

- Exacto inquisidor- volvió a decir el Gran Comandante- , aparecieron una compañía de

marines que masacraron con total efectividad a los salvajes.

- No es la primera vez que un capítulo de marines acude a una llamada de socorro de la

Guardia- dijo el representante de la Inquisición.

- No mi señor, pero como juraron, ningún capitulo contesto a la llamada.

- ¡La Legión de los Malditos otra vez!- dijo el Eclesiarca del Adeptus Ministorum- he

dicho cientos de veces que hay que terminar con ellos.

- Te equivocas hermano- dijo el Gran Comandante- no fueron ellos, sino algo

completamente distinto.

- El relato del oficial de mayor rango fue grabado en una holocinta, que está en los

archivos del Oficio.

El inquisidor apretó unos botones en su brazo y apareció la imagen de un hombre

herido vestido de oficial de la guardia.

“Aparecieron de repente, y comenzaron a disparar contra los orkos, cargando con una

escuadra de asalto. Vestían armaduras blancas, muy raras, con hombreras de color

verde marino y detalles en dorado. La verdad es que nos salvaron el pellejo, se

batieron con audacia y mataron al kaudillo orko casi en un abrir y cerrar de ojos,

aunque estaba rodeado de noblez. La verdad es que fueron muy eficaces. Al terminar

nos saludaron y se fueron”.

- Señores no existe ningún capitulo con esa librea. Rápidamente asigne a una

inquisidora a la investigación del suceso, Mersadie Drem. que me informó durante un

tiempo, aquí tengo su último informe.

Apareció la imagen de una joven, de unos veintidós años, vestida con una armadura de

la Eclesiarquia.

“Informe cuatro de la inquisidora Mersadie Drem para el inquisidor Transamar en

Terra. Después de seguir varias pistas erróneas creo que he averiguado algo

significativo. He consultado a un experto en astartes y no identifica el color de estos

con ninguno conocido. Pero me ha dicho que le suena el color verde marino, que es un

color que no lo usa ningún capitulo. Me ha dicho, que antes de la Herejía, solo una

legión usaba ese color en sus armaduras, los Hijos de Horus. También me ha dicho que

ninguno de ellos sobrevivió, todos están muertos o son traidores que siguen a

Abaddon y su Legión Negra. También me ha dicho que le choca el comentario del

oficial a referirse a armaduras raras, tal vez signifique armaduras antiguas, reliquias. Se

me olvidaba, la legión, antes de ser los Hijos de Horus, se llamaban los Lobos Lunares,

que si llevaban armaduras blancas. Me ha dicho que para más información consulte los

escritos de Mersadie Oliton y de un tal Kyril Siderman”.

- Esto es lo último que supe de ella, hace aproximadamente un par de meses. Al no

tener noticias de ella, investigue por mi cuenta y la verdad es que ella estaba en lo

cierto.

Todos lo miraron con incredulidad.

- No puede ser- dijo uno- esos traidores…

- Mi señor, la verdad les va a resultar aun todavía más increíble, lo que he averiguado. Al

parecer no es totalmente cierto lo que ha dicho el experto, ya que he descubierto que

existen los Lobos Lunares. Si mis señores, existen, y han existido durante los últimos

diez mil años. Pero todavía hay más, son supervivientes de los Hijos de Horus

originales que fueron masacrados en Itssvan III, junto con las legiones Guardias de la

Muerte, Hijos del Emperador y Devoradores de Mundos. Un reducido grupo de

legionarios de todas estas legiones sobrevivieron en Isstvan III. Solo un poco más de un

centenar.

- ¿Cómo es posible esto?, ¿Cómo durante diez mil años ha pasado esto?- dijo el Gran

Comandante.

- Señores, les voy a contar algo, algo que les resultara increíble, como me lo resulto a

mí, pero es cierto, y está a la vista de todo el mundo.

- ¿Quién se atrevería a hacer esto?- dijo el Señor del Administratum, con voz grave y

enfadada- ¿Qué traidor osaría hacer esto?

- Valdor, por orden expresa del mismo Emperador- le contesto el inquisidor-. Fue la

última voluntad del Emperador antes de ser sentado en Trono Dorado. Quería

recompensar a aquellos que más lealmente le habían servido durante la Herejía. He

accedido a unos archivos que han permanecido en secreto durante diez mil años,

escritos por Siderman, que relatan una reunión entre Valdor y los cinco capitanes

supervivientes de Isstvan III.

El inquisidor pulso un botón y apareció un hombre anciano, con aspecto venerable y

cansado.

“Soy Kyril Siderman y este es mi último escrito. Mersadie Oliton lo recoge para que

alguien en el futuro, pueda comprender el porqué de que Constantin Valdor tomo esta

decisión. Lo que les voy a relatar sucedió hace bastantes años, justo después de

finalizar la traición del Señor de la Guerra, Horus, cuando fue derrotado por el

Emperador en la Barcaza Espíritu Vengativo.

Valdor vino a verme para invitarme a una reunión secreta que tendría lugar en su

nave capital con una serie de personas a quienes siento el orgullo de conocer. Estas

personas son, el capitán de la séptima compañía de los Guardias de la Muerte,

Nathaniel Garro, el capitán de la primera compañía de los Hijos del Emperador, Saúl

Tarvitz, el capitán Erhlen de los Devoradores de Mundos, el capitán de la tercera

compañía de los Lobos Lunares, Iacton Qruze y el también capitán de la décima

compañía de los Lobos Lunares y miembro del Mournival, Garviel Loken.

Quería mi opinión de ellos, aquellos que salvaron mi vida durante los luctuosos hechos

ocurridos en Isstvan III, de los que fui protagonista en primera persona. Si porque este

viejo, fue quien vio, junto con la aquí presente Mersadie Oliton y la siempre respetada

Santa, Euphati Keeler, testigos de la infame traición que cometió Horus a nuestro

Emperador. Vi como bombardeo a sus hombres con bombas víricas en ese planeta y

como después asesino a sangre fría a todos los iteradores y rememoradores de la 63ª

Expedición. En esa nave fuimos salvados por el capitán Qruze, quien se enfrentó al

asesino enviado por Horus, y fuimos llevados a la fragata Eisenstein al mando del

capitán Garro, y como, luchando contra la Disformidad nos llevó de vuelta a casa, a

Terra. Una vez aquí me consagre a ser la voz de la Santa, y solo abandoné una vez esa

tarea, cuando fui requerido por el Regente para este servicio, mi último servicio que

voy a relatarles.

Entre en el salón, y allí estaban los cuatro. Salude a Tarvitz y a Erhlen, y abrace a Garro

y Qruze. Oculto en las sombras estaba Garviel, a quien vi más hundido y

apesadumbrado que nunca, me acerque a él con lágrimas en mis ojos y lo abrace.

También vi lágrimas en sus ojos, y me pareció extraño, ya que los astartes no tienen

sentimientos como nosotros, los humanos mortales. Pero Garviel había cambiado, el

sufrimiento de esos últimos años lo había cambiado y había perdido toda su ilusión por

vivir. Su mundo se había destrozado, todo en lo que creía se había desmoronado

delante de él. Aquello había destrozado al integro Garviel, un hombre al que quería

como a mi propio hijo, el hombre que me había salvado de morir en el Espíritu

Vengativo.

Hable con él un rato corto hasta que apareció Valdor. Vestía una sencilla túnica, ya que

aquello no era una reunión formal. Con una voz casi inaudible nos habló.

- Han pasado hechos que han cambiado nuestro mundo, hechos que nos han probado

hasta límites que ninguno de nosotros esperábamos. Han muerto compañeros,

amigos, seres queridos por todos nosotros, pero debemos seguir adelante con valor y

renovado ímpetu. Lo primero, señores es agradecerles todo lo que han hecho por

nosotros, como han luchado y muerto por defender el Imperio. También darles las

gracias a vosotros, al capitán Garro, al capitán Tarvitz, al capitán Erhlen, al capitán

Qruze y al capitán Loken. Sin ustedes no lo hubiéramos logrado.

- ¿Que hemos logrado?- respondió Loken, con resentimiento-, vivir esta pesadilla, ver

cómo ha muerto el Emperador y como han caído la mayoría de sus hijos que le

permanecían leales. La Legión ha muerto, Guilliman ha matado el espíritu de la Legión

y la ha convertido en un juguete para los políticos.

- Te comprendo Loken, pero esto es algo que debía hacerse. Ningún hombre podía

tener tanto poder en sus manos.

- He mandado a miles de hombres durante la Gran Cruzada, todos los que estamos aquí

lo hemos hecho, y antes fuimos mandados como legionarios astartes. Esto no es para

mí, nunca volverá a ser para mí.

- De eso hablaremos después, capitán. Ahora hablemos de otra cosa, de vosotros, mis

amigos. Tengo órdenes para todos, las últimas órdenes dadas por el Emperador antes

de ser sentado en el Trono Dorado. Nadie las sabe excepto yo, ya que nuestro Señor se

comunicó conmigo de forma telepática antes de ser sentado en el Trono. Ahora me

está hablando, como si estuviera en esta habitación, diciéndome lo que debéis hacer.

Capitanes, haced la última voluntad de nuestro Señor. Capitán Garro, tú y tus hombres

demostrasteis valor y algo más, os enfrentasteis a un maremágnum de muerte y

podredumbre, una vez te dijeron que se necesitaban a hombres como tú para una

misión, y esta no ha hecho nada más que empezar. Tú y tus hombres formareis un

cuerpo de elite, que reclutara astartes de todos los capítulos para luchar e investigar al

alienígena. Capitán Qruze, el más noble, entrenaras a una nueva raza de astartes, para

luchar y purgar al hereje y al impuro. Capitan Tarvitz, tu, el más honrado, el que

sostuvo su juramento a nuestro Señor hasta el final, formaras junto con tus hombres lo

que llamaremos El Circulo Interior Secreto de los Adeptus Custodes, algo que ni

siquiera el futuro Capitán General conocerá, solo yo, seréis los Protectores del

Emperador, los únicos que lo protegerán y partirán con el cuándo renazca para

combatir el Caos.

- Si me lo permite Capitán General, yo y mis hombres, los Perros de la Guerra, tenemos

una misión de sangre- dijo Erhlen- debemos vengar a nuestros compañeros muertos

por Angron. No parare hasta darle muerte.

Valdor asintió, hizo una pausa, tomo aliento y continuó.

- A ti, capitán Loken te daré la tarea más difícil. Serás el guante de acero envuelto en

terciopelo del Emperador. Tú y tus Lobos Lunares seréis la única Legión que continuara

viva, en secreto, preparándose para enfrentarse al enemigo. Tú y tus hombres

formareis la punta de lanza que atravesara el Caos, seréis los guardianes del Imperio y

no responderéis de vuestros actos ante nadie, ni Señores, ni Comandantes. Seréis

totalmente independientes y tendréis todo lo que necesitéis en vuestras manos. Pero

primero tendréis que fortaleceros, necesitáis crecer y convertiros en algo temible que

asuste al Caos solo con pronunciar vuestro nombre.

- Solo somos nueve, contando conmigo, diez con Iacton, ¿que podremos hacer?

- Tú ya sabes lo que hacer, y lo decidirás en su momento, ahora solo tenéis que

prepararos, montar una base secreta e iniciar vuestras acciones.

- Yo no puedo…

- Si puedes chico- dijo Qruze-, sabes lo que hacer, siempre lo sabes. Tú fuiste quien

descubrió todo, fuiste quien revelo la traición.

- Si no lo puedes hacer por ti, hazlo por los caídos, por los que murieron en Itssvan III-

dijo Garro.

- Por Tarik- dijo Saúl.

- Por Tarik- repitió Garviel-, por Jubal, por Udon, por todos los Lobos que murieron

leales en Isstvan. Allí estará nuestra base, y juro que llegara un día en el que Ezekyle

pagara por todo lo que nos hizo allí, lo juro por todos ellos.

Después de aquello nunca más vi a los cuatro. Tampoco sé lo que les paso, pero en mi

fuero interno, sigo pensando que somos protegidos y guardados por los mejores

hombres, los mejores astartes que existieron nunca. También yo me retiro, ya estoy

viejo y cansado, he visto mucho en esta vida, he visto el amor, el terror, la muerte y la

vida. Todos formamos parte de esta tragedia, que espero que un día se resuelva de la

única forma, que la Galaxia este en paz, pero todavía queda mucho para eso, solo hay

guerra y sufrimiento, pero estoy tranquilo, sé que cuando yo muera este mundo estará

protegido por estos hombres, mis amigos.”

La imagen desapareció. Un silencio recorrió la sala. Nadie oso decir nada, solo el

Capitán General del Adeptus Custodes logro decir algo.

- No…lo…sabia, no puedo creerlo, el propio Valdor, dentro de mí…

- Esto es lo que he descubierto, Mis Señores y creo que es lo más importante ahora es

decidir que va a pasar. Pero creo que esa decisión no la tenemos que tomar ninguno

de los que estamos aquí. Ya fue tomada hace diez mil años por nosotros. Sospecho

que la inquisidora Drem ha desaparecido porque se acercó demasiado a ellos, y la

verdad no sé qué le habrá sucedido. Tal vez ese tal Garro, o Qruze lo sepan, yo desde

luego no.

LA INQUISIDORA. Actualidad

El gran momento de la inquisidora Drem había llegado por fin. Después de unos meses de

intensa investigación por fin sabía exactamente lo que pasaba. La investigación fue mal desde

el principio, las pistas eran muy vagas, casi inexistentes hasta que hablo con el experto en

heráldica de marines. Él le explico que tal vez todo era más sencillo de lo que parecía y la

verdad era así, fácil. Le habían dejado multitud de pistas que ella, hasta ese momento no había

desentrañado. Y él se lo enseño. Aquella imagen del pictógrafo le desentraño parte de la

verdad. Aquellos cuatro hombres, con armaduras blancas eran la clave, y el experto le dijo

quién era cada uno. Abaddon, el Saqueador, Señor del Caos, antes de convertirse en aquella

bestia que era en esos momentos, Pequeño Horus, capitán de la 5 compañía, Tarik Togarddon,

capitán de la 2 compañía y Garviel Loken, capitán de la 10 compañía. Aquellos hombres fueron

el último Mournival antes de la caída de Horus. Aquellos hombres que veía en la foto

estuvieron allí y formaron parte de aquello y aunque parezca raro, estaba delante de uno de

aquellos hombres, el capitán Loken. Vestía una armadura antigua, tal vez una Mark IV de color

verde marino, el color de los Hijos de Horus. Llevaba una hombrera tachonada y la otra llevaba

heráldica de los Lobos, un lobo negro con una luna creciente abajo, en la parte derecha, al

contrario que sus hombres, los cuales la escoltaban. No llevaba casco, su rostro se perfilaba

con la armadura, y lo reconoció de inmediato, pero era distinto al de la pictografía, su pelo era

corto, casi rapado , cuando en la imagen lo llevaba largo, y su rostro estaba envejecido, no por

la edad, sino por el sufrimiento. En diez mil años aquel hombre había sufrido mucho, lo había

perdido todo, sus ideales, su legión, sus amigos, demasiadas perdidas incluso para un ser

inmortal como un astarte. Todo para él carecía de sentido y aquello se notaba.

- Bueno inquisidora, por fin nos ha encontrado- le dijo aquel hombre de forma cordial,

casi con cierta sorna.

- Usted será el capitán Loken, si no me equivoco- le respondió ella casi en un susurro.

Aquel hombre le imponía cierto respeto.

- Si no le importa, inquisidora, comandante, soy el comandante Garviel Loken.

- Lo siento, creí que….

- Sí, todo el mundo lo cree. Bueno, después de la Herejía, como la llaman ustedes, me

ascendieron.

- ¿Solo comandante?, porque no general o almirante o tal vez lord.

- Bueno, no me gustan demasiado los títulos y comandante era el más apropiado.

- Usted es el Señor del Capítulo, comandante, un capitulo que se supone que no existe.

- Eso también es verdad, durante diez mil años hemos sido invisibles a todos, y si le digo

la verdad, no somos solo un capitulo como usted dice inquisidora.

- Como…

- Somos la Legión, la única Legión que existe en la actualidad.

- El Codex Astartes prohibió las legiones después de la Herejía de Horus, demasiado

poder en manos de un solo hombre.

- Guilliman era un zoquete- respondió Loken sin alterarse- vio el momento que sus

ideales podían imponerse y lo aprovechó. A muchos no les pareció adecuado.

- ¿Qué significa adecuado?, había legiones que tenían más de diez mil hombres.

- Nuestra legión tenía más de veinticinco mil hombres, era la más poderosa, la que más

conquistas tenía en su haber, muy por encima de los Ultras, e incluso de los Puños y

los Lobos de Fenris. Vio su oportunidad de imponerse y la aprovecho. Ahora solo

somos un reflejo de lo que éramos, no somos más de tres mil.

- ¿Tres mil?, triplica casi a todos los capítulos existentes.

- Nuestro Capitulo de combate tiene solo mil doscientos hombres, el resto son solo

aspirantes y neófitos, que están en el Capítulo de los Cachorros. Y la Lobas son solo

medio centenar. Y por no decir de las Fuerzas Expedicionarias.

- ¿Solo tres Capítulos?

- Lo tuvimos que hacer, por problemas de logística.

- Tiene una base, inesperada.

- Si se puede decir que si, inesperada, pero lógica. Aquí caímos y aquí hemos renacido.

Somos nuevos y estamos dispuestos para todo.

- Pero porque ahora, ¿porque después de tanto tiempo?

- ¿Por qué no?, este momento es tan bueno como otro- dijo sonriendo Loken.

- No le creo comandante. Creo que usted lo ha hecho aposta, sino no me hubiera

recibido así.

- Le debo una explicación. La verdad es que no ha encontrado cuando nosotros lo

necesitábamos, cuando queríamos. Nadie sabe nada, solo usted, y la verdad no sabe ni

la mitad.

- Se lo suficiente, se lo de la reunión con Valdor, se lo de Garro, Qruze, Tarvitz y usted.

- No sabe ni la mitad. Bueno, creo que ya está preparada, así que venga conmigo.

- ¿A dónde? Este planeta esta devastado, no hay nada en él.

- Eso es lo que cree, eso es lo que todos creen. La superficie de Isstvan III oculta muchas

cosas.

- ¿Cómo hacen para que nadie sepa donde esta este sistema?

- Fue idea de Valdor, era la forma de protegernos. Nos catalogó como planeta muerto

para que nadie viniera aquí. Inquisidora este planeta es el campo de entrenamiento

perfecto para los astartes. Tenemos de todo, y de forma natural.

La inquisidora miro a su alrededor, todo lo que vio fue devastación, edificios destruidos y

quemados, barricadas y bunkers.

- Se lo que piensa, pero si viene conmigo lo comprenderá todo, y tal vez tenga

oportunidad….

- ¿Qué oportunidad?

- De formar parte de todo. ¿Viene o no?

Ella asintió. Loken hizo un gesto y los astartes que la habían acompañado desaparecieron.

Ella le siguió. Anduvieron entre escombros, edificios destruidos.

- Toda esta destrucción, fue él ¿no?

- Si fue él. Después del ataque vírico, cuando todos los que estaban luchando aquí nos

ocultamos donde pudimos. No sé si fue peor eso o la tormenta de fuego, pero todo fue

barrido de la superficie del planeta. Después vino lo peor.

- ¿Lo peor?

- La traición de nuestros compañeros y amigos. Durante semanas nos enfrentamos aquí,

contra ellos. No podían con nosotros, y al final Horus mando un ataque orbital. Miles

de nosotros murieron. Solo sobrevivimos unos cuantos.

Pasaron delante de una pared que tenía una pintada que decía “Cerberus os matara

traidores”

- Cerberus, un nombre curioso.

Loken sonrió.

- Si un nombre curioso. Creyó durante dos años que fue el único superviviente,

traicionado por todos, fue la Legión de Uno y llego a volverse loco.

- Lo conoció, ¿conoció al tal Cerberus?

- Si- se interrumpió Loken- fui yo mismo

El silencio se hizo entre los dos y continuaron avanzando, hasta llegar a la entrada de un

bunker.

- Si entra conmigo en ese bunker cambiara toda su vida, inquisidora.

- ¿Es una decisión que debo tomar?

- Sí, es una decisión. Pero debe tomarla usted, si quiere saber la verdad o volver a su

mundo. Le advierto que una vez la tome no tendrá marcha atrás. Se adentrara en un

mundo de secretos y mentiras, un mundo distinto al suyo, donde el Emperador no es

un dios, sino un hombre venerado y respetado por todos nosotros. Usted decide,

¿quiere seguir su vida, una vida de mentiras, o desea saber todas las verdades de este

mundo?

- Bien, creo que ya lo he decidido- dijo ella acercándose al bunker-, podemos…

- Cuando quiera inquisidora.

Loken abrió la puerta entro y ella le siguió. Todo lo que había era oscuridad, pero

Loken abrió una escotilla que estaba en el suelo, que ocultaba una escalerilla. Ella le

siguió y bajo después de él. Cuando bajo y miro a su alrededor se quedó alucinada,

veía delante de ella una ciudad, debajo de la destruida, con templos y manufactorums,

así como una gran estructura en el centro de todo.

- Inquisidora Drem, bienvenida a la Academia de Isstvan III.

FELLBLADE LOYALTY 850 M41

LEGION FELLBLADE

Perdidos en la mitad del desierto del planeta Tallarn, un grupo reducido de astartes avanzaba

lentamente. Serian una decena, mal armados, vestidos con armaduras MK VII, excepto dos de

ellos que llevaban unas antiguas MK IV.

- ¿Estás seguro que en este condenado desierto vamos a encontrar el depósito? – dijo

uno de los astartes que llevaba una MK IV, con honores tal vez de sargento.

- En el manifiesto de la nave encontrada hace dos semanas lo ponía claro, Nero, era un

deposito secreto del Señor de la Guerra.

- La nave estaba destruida hace cuanto, seis mil años, tal vez. La información podría

estar corrupta Garvi.

- No lo creo, acepto mi código del Mournival, y mostro la información.

- ¿Teníais hasta códigos de acceso?, desde luego yo no.

- Lo malo es que cualquiera hubiera podido acceder a la información.

- Estas muy equivocado, Garvi. Horus, Tarik y Aximand están muertos, solo tú y …

- Ezekyle, dilo Nero.

- Si, Abaddon. Garvi, no sé por qué te empeñas en llamarlo por su nombre. Ya no es

quien tú conocías, ni tu amigo, intento matarte.

- Lo sé, Nero. Aunque ha pasado tanto tiempo cada vez que lo recuerdo lo llamo por su

nombre. Éramos amigos.

- Todos erais amigos. Pequeño Horus mato a Tarik- la voz de Nero Vipus se embargó de

emoción- y ese si era nuestro amigo, Tarik. Horus nos bombardeó hasta matarnos a

casi todos.

- Era como un padre para mí, el Señor de la Guerra.

- ¿Por qué?, nos traiciono.

- Siempre le tuve mucho respeto, Nero. Las cosas no podemos cambiarlas.

- Y seguro que cuando veas alguna vez a Abaddon le extenderás la mano y él te la

cortara con esa espada que lleva.

- Cuando me encuentre con él…

- Sal corriendo, es mi consejo Garvi. Corre todo lo rápido que puedas. Es un suicidio

enfrentarse a ese loco homicida.

- En Isstvan estuve a punto de derrotarle.

- Tuviste suerte, el muro se colapsó encima de él por el Titán

- Sí, pero le podría haber vencido. De eso estoy seguro.

- Venga Garvi, déjate de tonterías. Aquí nos tienes en mitad de un desierto, tu diciendo

sandeces y yo de niñera.

- Son astartes como nosotros, han pasado todas las pruebas.

- No saben ni empuñar un bolter, míralos y dime, ¿después de todo lo que hemos

pasado para esto hemos quedado?

- Estamos rehaciendo la Legión Nero…

- Me llevas diciendo eso desde hace unos miles de años, Garvi y no somos más de mil.

Tenemos una guardería, eso es lo que tenemos. Dos mil huérfanos y huérfanas que

estamos cuidando.

- Los hemos salvado, merecen una segunda oportunidad.

- Yo no sé tú pero a mí me parece que nos siguen tomando un poco fuera de juego. No

tenemos medios para formar una compañía decente, encima somos un poco más que

niñeras y ahora somos hasta conejillos de indias.

- ¿Te refieres a la nave?

- ¿A qué te crees que me refiero? Nos dan una nave que nadie sabe cómo responderá

en combate.

- Es un modelo nuevo, Stormraven creo que me dijo Nathaniel que se llaman. Son un

prototipo, hasta dentro de unos años, no estarán en pleno funcionamiento. Los

contactos del Mecanicus de Nathaniel nos la han dejado. Además con los extras que

les hemos puesto quedan muy bien. Nadie sabe que estamos aquí.

- Si se puede preguntar, ¿de dónde sacaste esa tecnología?

- Es la misma que llevaban las antiguas naves negras de las Hermanas del Silencio.

Además recuerdas a los Invisibles de 63-19, las pantallas de invisibilidad, pues las

hemos adaptado a la nave. Es totalmente invisible a auspex y a la vista.

- Sigues siendo un fanfarrón Garvi, como en 63-19.

- Pero llegamos antes que la primera, o no.

- Tienes toda la razón, pero eres un fanfarrón.

Un astarte se acercó al dúo.

- Mi comandante, creo que ya regresa el explorador

- Bien sargento- le respondió Loken- veamos que dice.

Un astarte, embutido en una armadura de explorador avanzaba hacia ellos. Llevaba

una capa de color arena que le cubría, además de que, aunque la armadura que

llevaba era negra, las ropas eran también de color arena. Llevaba la insignia que le

denominaba como un Guardián de la Muerte, la gran I con la calavera en la izquierda y

en la derecha un cuervo negro con una gota de sangre que decía que pertenecía a los

Cuervos Sangrientos y era muy especial ya que aunque llevaba un respirador, se le veía

una melena rubia oscura que ondulaba al viento cálido del desierto. En sus manos

llevaba un fusil de francotirador.

- Comandante- dijo con voz suspicaz.

- Cyrus- le respondió Loken.

- No hay nada en varios kilómetros a la redonda, no se detecta guardia imperial, ni

hostiles. El punto que usted dijo está detrás de esas dunas a un kilómetro

aproximadamente.

- Gracias, explorador.

- Iré a colocarme en una posición a cubierto y le avisare si hay algún problema.

- De acuerdo Cyrus. Nero dile a los chicos que revisen el armamento y que estén

preparados por si hay problemas.

Cyrus le saludo y desapareció tan rápido como había aparecido.

- Extraño tipo- dijo Nero.

- Es el mejor explorador que tiene Nathaniel. Ojala tuviéramos uno como él en nuestra

Legión.

- Tan amargado, no gracias, contigo tenemos bastante.

- Hoy estas muy gracioso, no Nero.

- No Garvi, estoy nervioso.

- Continuemos.

El grupo siguió adelante desplegado en patrulla de combate. Loken iba en el centro,

con dos astartes a cada lado, otros dos iban en la derecha y en la izquierda Vipus con

dos más. Iban andando un poco más lentos, pero a una buena velocidad. Rápidamente

visualizaron las dunas.

- ¿Alguna novedad Cyrus?- inquirió Loken.

- Ninguna comandante, todo está tranquilo.

- Bien avancemos. Radiax tu a la derecha, Silhen la izquierda y Nero.

- Ya lo se me encargo de guardarte las espaldas, como siempre.

- Si, viejo amigo- le respondió Loken sonriéndole a través del casco.

Loken avanzo con dos legionarios. Hasta un punto, levanto la mano y cerro el puño.

Todos los demás se situaron a su alrededor, cubriéndolos.

- Chicos este es el punto. Debemos de buscar algo raro.

- Como esto comandante- dijo uno de los legionarios, dando con el pie en el suelo.

- Como eso Agias.

Los tres pusieron sus bolters a la espalda y comenzaron a excavar, con las manos

dejando al descubierto en nada de tiempo una superficie metálica de un metro

cuadrado.

- Tiene que abrirse de algún modo- dijo Agias.

- Solo puedo abrirla yo- le contesto Loken, poniendo una de sus manos en un soporte.

Se oyó un clic, y puerta metálica ascendió, dejando al descubierto una escalera.

- Agias, después de mí- dijo Loken- y después Jon.

Los chicos asintieron. Loken desapareció por la escalera, y después cada uno de los

chicos.

Vipus miraba a su alrededor nervioso. Ya hacía, casi diez minutos que Loken y los

chicos habían bajado, y todavía no tenía noticias de él. Impaciente, acciono su

comunicador.

- Garvi, contesta, demonios. Garvi aquí Nero, dime algo.

No se escuchaba nada, solo estática.

- Maldita sea. Radiax, quédate al mando. Voy a bajar a buscar al comandante. Vosotros

dos conmigo.

- Si mi capitán- Le contesto Radiax.

Estaban acercándose a la entrada cuando escucho una voz en su comunicador.

- Nero, aquí Garviel, baja con los chicos tienes que ver esto.

- Me has pegado un susto de muerte, Garvi- le dijo Nero.

- Si ya te tenía que haber llamado antes- le contesto, saludándolo.

- Sigo diciendo lo de siempre, eres un fanfarrón- le sonrió Nero que se había quitado el

casco y lo llevaba enganchado en la cintura.

Ni Loken ni los astartes llevaban ya los cascos.

- Sargento, vamos a hacer recuento, Nero ven conmigo.

El sargento comenzó a nombrar al grupo.

Vipus fue con Loken a un terminal.

- Veamos- dijo Loken manipulando el terminal holográfico-, vamos a ver. Aquí esta.

Abrir depósito.

Loken acciono el icono y uno de los paneles metálicos de la pared comenzó a moverse.

Loken y Vipus se unieron al resto y esperaron pacientemente que la gigantesca puerta

se abriera.

- Bien, Nero, tu primero.

- Gracias comandante- le contesto Vipus.

La vista del depósito era magnifica. Al principio todo estaba envuelto en oscuridad,

pero nada más detectar que había seres vivos allí, unos globos lumínicos se activaron,

iluminándolo todo como si fuera de día. Y entonces lo vieron. Allí había de todo,

armaduras de todos tipos, sobre todo Mark IV, Mark III y algunas Mark VI y Mark V.

También había armas, bolters pre-herejía, fusiles de plasma, pistolas, espadas sierra,

de energía, escudos y armas pesadas como cañones de plasma, cañones laser, lanza

misiles, cañones de fusión, bolters pesados y algunos vehículos, sobre todo Rhinos y

algún que otro Land Raider y algún Predator.

La sala era inmensa, pero fueron atraídos los diez hacia el centro de la estancia, donde

estaba una gran estructura cubierta.

- ¿Que será eso?- pregunto el sargento.

- No lo sé Radiax- le contesto Vipus- Pero es algo grande, muy grande.

- Veamos que es, descubrámoslo- dijo Loken.

Entre todos movieron un gigantesco toldo que cubría la estructura. Loken sintió como

se aceleraban sus corazones, ya sabía lo que era.

Cuando lo descubrieron vieron delante de sus ojos el carro de combate más grande

que habían visto en su vida, gigantesco, parecido a un Baneblade de la guardia

imperial, pero más antiguo, estaba a medio pintar pero se veían los colores de los Hijos

de Horus.

- Mi comandante que demonios es eso, ¿un Baneblade?

- No Radiax, es un Fellblade, el antecesor de los actuales Baneblade.- le respondió

Loken- Es un carro superpesado un …

- Un cazador de Titanes- termino Vipus-, pero este no es Khatek.

- No, este es nuevo, lo estaría preparando Horus para el ataque a Terra pero no les daría

tiempo a terminarlo

- ¿Crees que funcionara?

- No lo sé, pero mandare una señal al Legion of One para Arteus venga verlo

inmediatamente. También quiero que haga un recuento del material almacenado.

- Sería una buena base, está cerca de Itssvan.

- Ya lo sé, pero no tenemos tanto personal preparado en este momento. Es una buena

base para reparaciones y táctica, lo sé, pero ahora tenemos lo que tenemos. Cuando

Arteus me haga un recuento de todo, tal vez tengamos una moneda de cambio para

tratar con el Mecanicus.

- La última vez reusaron siquiera a considerarlo. Decían que era demasiado peligroso.

- Creo haber visto en un terminal que hay plantillas de construcción PCE, tal vez

podamos intercambiar información. Si les das un dulce piquen.

- Puede ser. El Fellblade es impresionante, ¿cómo lo llamaremos?

- Unconquerable Spirit, creo que le vendría bien, es nuestro espíritu, inconquistable.

- Loyalty también le vendría bien. La lealtad a nuestros ideales.

- Me gusta, Loyalty. Bien Nero, ese será su nombre Loyalty.

Loken uso su comunicador.

- Aquí Loken a Cerberus.

- Aquí Cerberus, mi comandante- contesto una voz metálica.

- Diríjanse a l sector 23 Gamma 2 para aterrizar. Una vez en ese punto le indicaremos el

lugar de aterrizaje. También póngase en contacto con Legion of One. Necesitamos a

Arteus y un grupo de trabajo en el mismo sector.

- Entendido, corto y cierro.

- Debe haber una pista de aterrizaje cercana. Tal vez oculta por las arenas.

- Seguro, alguno de esos controles debe de ser- dijo Vipus señalando unos terminales.

Los dos hombres se acercaron y lo observaron, y tras operar un rato encontraron los

controles del hangar, oculto bajo la arena.

- Horus lo tenía todo bien pensado, desde luego.

- No hacía nada a medias. Ese es nuestro espíritu. Debemos terminar lo que

empezamos. Y rápido. Llama a la Cerberus e indícale la posición del hangar.

- Entendido.

El comunicador de Loken zumbo.

- Aquí Loken, ¿Qué pasa?

- Comandante, soy Cyrus. Tenemos compañía.

Loken y Vipus estaban allí en la arena junto con Cyrus. Les había costado un poco

encontrarlo, porque estaba camuflado, pero él se mostró a ellos.

- ¿Quiénes son?- inquirió Vipus.

- Incursores de Tallarn, parece que están de patrulla. Son unos veinte.

- Son de los nuestros- dijo Vipus.

- Si, deben de pertenecer a la guarnición del planeta. Desde luego no nos buscan a

nosotros.

Loken miro con unos prismáticos y vio a unos hombres curtidos por el desierto, qué

estaban junto a un enorme Sentinel.

- Están muy lejos para estar de patrulla- dijo Cyrus-, nunca se alejan tanto de la

guarnición más cercana.

- Si pudiéramos escucharlos sería de gran ayuda- dijo Vipus.

- Puedo acercarme a ellos, no se darán cuenta- respondió Cyrus.

- Bien, hazlo Cyrus, con cuidado.

- No se preocupe comandante, no se darán cuenta que estoy allí.

Cyrus desapareció al instante.

Pasaron unos veinte minutos cuando el explorador volvió a aparecer.

- Mi comandante, no estaba equivocado. Siguen la pista a unos esclavistas eldar, que

deben de tener un incursor cercano.

- Piratas eldar, hacía tiempo que no oía hablar de ellos- dijo Vipus.

- ¿Puedes encontrarlos, Cyrus?

- Son bastante esquivos, pero puedo lograrlo. Además no deben estar lejos. Hablaban

que han atacado un asentamiento cercano. Han matado y empalado a todas las

mujeres y los hombres, se han llevado a niños.

- ¡Canallas!- dijo exasperado Vipus-, lo van a pagar caro, lo juro.

- Cálmate Nero, los encontraremos. Llama a Radiax, dile que se preparen los chicos, que

cojan armamento del depósito, lanzamisiles, cañón laser, un bolter pesado y algún

lanzallamas.

- Entendido.

Cyrus se adelantó y siguió a los incursores. Mientras Loken y Vipus esperaban al resto

de componentes de la escuadra.

- Informa Radiax- dijo Loken.

- Todo listo mi comandante. Los hombres están armados y preparados. Arteus ya está

en la base. Dice que debe leer esto- Radiax le paso un holomensaje del tecnomarine.

Loken lo leyó atentamente.

- Nero es un recuento del material. No está mal, doscientas armaduras completas y

cerca de mil piezas de armadura sueltas. También hay unos doscientos bolters,

cincuenta lanzallamas, veinte rifles de fusión, treinta bolters pesados, veinte

lanzamisiles, treinta cañones de plasma, ve tú la lista.

- También dice que hay un sarcófago de Dreadnought. Un modelo antiguo, tal vez hasta

este operativo.

- No me gustan los Dreadnought- dijo Loken.

- Garvi, puede ser de gran ayuda en combate. También hay que ver de qué lado esta.

- Yo me encargare de ello, más tarde. Ahora vayamos por esos niños.

Unos minutos más tarde, siguiendo la estela dejada por los soldados tallarianos, el

grupo se detuvo por orden de Loken. Cyrus lo había llamado por el comunicador,

diciendo que los habían encontrado y los soldados se estaban preparando para

atacarlos.

- Nero, ve tú por la derecha y llévate el bolter pesado y el cañón de plasma. Encárgate

de la infantería. Sargento, tu por la izquierda quiero ese incursor parado, destrózalo

con misiles y el cañón laser. Cerberus, aquí Loken. Quiero que estés en el aire

camuflado, dirígete a este sector, quiero que destroces los motores del incursor, así

será más fácil abordarlo.

- Y tú que harás Garvi.

- Entrar en esa nave y rescatar a los niños.

Delante de ellos estaba la nave. Loken vio aproximadamente una cincuentena de

piratas, vestidos de negro, con máscaras y unos extraños fusiles alargados, terminados

en sierras. Eran parecidos a los que ya había visto antes con eldars, pero eran

retorcidos y rezumaban maldad. La misma impresión le causaron los piratas. La

primera vez que vio unos eldars fue hace siglos, mientras era un marine de línea, al

principio de la cruzada. Les había parecido que eran delicados pero a su vez elegantes,

y sobre todo mortíferos en combate, como averiguo más tarde. Después, cuando

estuvo con Garro, entablo contacto con ellos y le parecieron amables y hasta cierto

punto, unos aliados confiables. Pero estos eran todo lo contrario. En ellos se veía la

maldad, sobre todo en su líder, un arconte, así creía que se llamaban. Era

impresionante, vestido con una armadura negra decorada con filigranas de color

cobre, pero lo que más le inquietaban eran sus ojos, llevaba puesto el casco y aquellos

ojos no eran normales, eran como un fulgor rojizo, que le hizo tener, un poco de

miedo. Le resultaba extraño, los astartes no tenían miedo, no se dejaban llevar por el

pánico como, por ejemplo la guardia imperial, pero eso era falso, él lo sabía, todos,

hasta los elegidos del Emperador lo tenían. El dicho, nosotros somos el miedo

encarnado, le sonaba a chiste a Loken. Todo el mundo tenía miedo, el miedo era lo

que te hacia sobrevivir. Los Ultras, después de diez mil años lo habían tergiversado

todo con frases como no conocemos el miedo. Ese era el punto débil de los Ultras, una

confianza extrema en el codex, pero Loken sabía la verdad. En la guerra, en la guerra

real no existen códigos de conducta, solo hay una regla no escrita: sobrevives o

mueres. Así de simple.

Vio a los soldados preparados para atacar. Sin duda los piratas ya habían detectado a

los tallarianos y están preparándose para atacarlos. Contaba con ello. Los guardias

imperiales serian una distracción necesaria, y además sabía que cerca de ellos estaba

Cyrus con su rifle de francotirador, quién también se apuntaría a la batalla.

- Cerberus en posición de ataque, cuando quiera comandante.

- Solo cuando ataquen los tallarianos. Destroza los motores y aterriza detrás de las

dunas. Te llevaras a los niños.

- Entendido Comandante. Cerberus fuera.

Los piratas se movían, preparándose para atacar. Uno de ellos cayó al suelo, muerto

de un disparo certero en la cabeza, su casco destrozado. Sonrió, ese debía de ser

Cyrus, quien a más de quinientos metros había hecho un disparo. A este le siguieron

más, seguramente de los soldados.

Los piratas dispararon los extraños fusiles. Los gritos de los soldados no tardaron en

escucharse. Loken dio la orden.

- Adelante, es nuestro turno.

La Cerberus fue la primera en atacar, apareciendo de la nada detrás del incursor eldar

y destrozo los motores. Vipus comenzó a disparar fuego de cobertura, y Loken junto

con sus hombres avanzaba disparando su pistola bolter. Antes de llegar al incursor ya

había matado a cinco. Avanzaba disparando con una mano y cortado y aserrando con

la otra, donde llevaba su espada sierra. Detrás de él, disparando sus bolters iban

cuatro lobos, cubriendo sus flancos. En pocos segundos llegaron hasta la base del

incursor.

- Quedaos aquí, voy a subir- dijo por su comunicador.

Loken de un salto subió al transporte. En él había tres piratas. El primero cayo nada

más subir, bajo disparos de su pistola bolter. El segundo que custodiaba a los cinco

niños intento atacarlo, pero uno de ellos, que no tendría más de ocho años se echó

encima de él y le engancho el cuello con la cadena que llevaba puesta en las manos. El

tercero, el artillero de lanza que disparaba al Sentinel, se volvió hacia Loken y este le

ataco con la espada sierra. Detuvo el golpetazo con la lanza de energía, pero la pistola

de Loken matraqueo y casi a bocajarro destrozo el pecho de la armadura del pirata,

quien vibro por los impactos del arma. Cayó su cuerpo sin vida al suelo. Loken se volvió

y vio al tercero de los eldar. Estaba en el suelo muerto, con el chico encima, quien lo

había asfixiado.

- Ya está chico- le dijo Loken tocando su espalda-, está muerto. ¿Cómo te llamas?

- Kernya- dijo el chico con la mirada perdida.

Loken lo levanto y miro al resto. Estaban aterrorizados. El gigantesco astarte se acercó

a ellos y les hablo.

- Tranquilizaos. Vais a venir con nosotros estáis a salvo.

Y al decir esto, con la espada sierra corto las cadenas de Kernya y del resto.

- Comandante- dijo una voz por el comunicador.

- Si estamos listos.

Los cuatro astartes ayudaron a Loken a bajar a los chicos, y los nueve corrieron cuando

Loken dio su orden.

- Radiax destroza el incursor.

El equipo de demolición del sargento actuó rápido. Un misil impacto en el centro del

vehículo y el cañón laser termino por hacer el trabajo. La nave reventó en medio de

una explosión.

Loken miro y vio que la lucha continuaba. Los tallarianos se estaban llevando la peor

parte del enfrentamiento. El Sentinel estaba casi destruido por los disparos de la

infantería y casi una docena de hombres habían caído. Valientemente, ocho resistían

el ataque con sus armas. Detrás de ellos, el Sentinel disparaba su cañón laser, causan

bajas a los atacantes.

- Nero, concentra el fuego junto a los soldados.

- Entendido.

- Coge a los chicos y llévalos hasta la Cerberus, el resto conmigo.

La llegada de Loken y sus astartes cogieron a los piratas desprevenidos y cuando se dieron

cuenta estaban entre dos fuegos. Loken y sus chicos, apoyados por el fuego de cobertura

del sargento avanzaban masacrando a los enemigos. Cuando se dio cuenta estaba delante

del Arconte.

Loken miro al pirata y lo reto señalándolo con la espada sierra. El enemigo lo miro y acepto

el reto. En una mano llevaba una espada de intricado diseño y en la otra un cuchillo y

ataco ferozmente al astarte. Detuvo el golpe con la espada sierra y golpeo con la culata de

la pistola en el casco del pirata. Este se echó para atrás aturdido y Loken contraataco con

una finta con la espada. Las dos armas chocaron y los dientes de su espada

chisporrotearon al tocar la espada enemiga. El pirata, con el cuchillo, golpeo a Loken en la

mano de su pistola y lo desarmo.

El astarte, lleno de rabia ataco con las dos manos en la espada sierra y corto uno de los

cuernos que llevaba en el casco el eldar, intento de nuevo acuchillarlo. Loken le propino un

puñetazo en pleno rostro que le destrozo la parte delantera del casco. El enemigo trastabilló y

cayó hacia atrás, pero se recuperó rápidamente e intento atravesarlo con su espada. Esta llego

a su destino, pero la armadura de ceramita repelió el ataque, momento que aprovecho Loken

para asestarle un golpe mortal, directo a su cabeza. Ye en se momento ocurrió algo extraño.

Una silueta se interpuso entre la espada de Loken y el arconte, a quien desgarro, cortándole la

cabeza. La figura de un monstruo cayó al suelo. Era un Ur-Crófago, un guardaespaldas del

eldar. El monstruo ciego paro el golpe y el arconte aprovecho el momento para intentar huir,

ya que vio que tenía perdida la lucha contra Loken. Este con rabia se lanzó detrás del enemigo

y tirando al suelo la espada, cogió el bolter que le colgaba a la espalda y disparo una ráfaga

contra el pirata. Falló. El arconte sonrió, el maldito tenia suerte y lo más seguro fuera que

escapara. En el suelo había unos aerodeslizadores, utilizados por algunos enemigos que habían

caído se montó en él, y saludando burlonamente con la mano emprendió el vuelo.

El arconte reía bajo el casco destrozado, una risa perversa y pervertida. Sabía que afortunado,

se había enfrentado a un humano de los que llaman marines espaciales y había sobrevivido. El

marine desde esa distancia no podía alcanzarlo armado con un bolter.

Loken vio con rabia como el enemigo se escapaba, cuando, estando a unos dos kilómetros, vio

un destello que impacto en el alienígena, que hizo que cayera al suelo. Loken, corriendo se

acercó al cuerpo sin vida del arconte. Un solo disparo, en la cabeza había acabado con él. Ya

sabía quién lo había matado.

- Garvi, vuelve – dijo la voz de Vipus por el comunicador-, tenemos problemas.

Loken volvió todo lo rápido que pudo. Vio allí a Vipus esperándolo. Habían derrotado al

restos de los piratas, los que no estaban muertos habían huido. Vio en su rostro

preocupación.

- Cyrus me ha dicho que puede que tengamos problemas con los tallarianos, quieren ver

a los niños.

- Bien dejemos que los vean

- Garvi, no pueden vernos, dirán lo que han visto…

- Lo se Nero, pero no tenemos más remedio. Hablare yo con el oficial al mando.

Loken se acercó dónde estaban Cyrus y el que parecía el oficial de mayor graduación

de los tallarianos.

- Este es mi oficial al mando- dijo Cyrus con voz vehemente.

El oficial lo miro de arriba abajo.

- Ante todo quiero darle las gracias, capitán. Nos ha salvado el pellejo a nosotros y a los

chicos.

- No tiene por qué darlas, teniente, no.

- Si teniente del 34 Regimiento de Tallarn.

- Pertenecemos a los Guardianes de la Muerte, estamos aquí en una misión de

reconocimiento para el Ordo Xenos.

- No visten las armaduras de los Guardianes- dijo suspicaz el teniente al ver la armadura

verde marino de Loken- ni su armadura ni la de sus hombres son iguales que la del

explorador.

- Si, la verdad es que hace poco nos reclutaron, solo para una misión.

- Tampoco llevan distintivo de ningún capitulo, además las de sus hombres son blancas.

- El oficial al mando tiene que distinguirse, no. Pero usted quería ver a los niños.

- Si, los niños. Su explorador me dijo que están bien.

- Si los tenemos en un transporte cercano. Alpha 1 trae a los chicos.

Unos minutos después Vipus y dos astartes aparecieron con los chicos. Eran dos chicos

y tres chicas.

- Ve teniente, están bien.

- Si ya lo veo, pero creo que deberían acompañarnos hasta nuestra base, allí el

comandante de puesto se hará cargo de ellos.

- Tenía otra idea, teniente. Un planeta como Tallarn no es un buen lugar para que

crezcan.

- Son tallarianos, pertenecen a este lugar.

- No, yo voy con él- dijo uno de los chicos, el que había matado a uno de los piratas.

- Chico, eres muy joven- dijo el teniente agachándose- con nosotros podrás…

- No, no, voy con ellos- dijo acercándose a Loken-, él nos ha salvado, nos protegió. Los

soldados de mi aldea no lo hicieron.

- Eres muy joven- dijo el teniente-. Ellos son extraños, nos los conoces de nada, no son…

- Quiero ser como el- dijo el niño-. El protege a los débiles.

El teniente miro a Loken.

- ¿Se lo llevara?

- Si quieren venir con nosotros no hay problema. Nuestra lanzadera es espaciosa.

- El comandante me preguntara.

- Dígale que están muertos, los piratas los mataron a todos.

- La muerte de los chicos podrá convencerlo, pero nuestra supervivencia, un docena de

hombres muertos, el Sentinel casi destruido. Eso no sé cómo explicárselo.

- Dígale la verdad. Los Guardianes de la Muerte lo ayudaron.

- Bien usted gana, llévese a los chicos y váyanse, antes de que me arrepienta.

Cuando volvían a la Stormraven, Loken se acercó a Cyrus.

- Buen disparo Cyrus.

- Gracias comandante. No puedo decir que sea de los mejores, pero lo abatí.

- Me gustaría decirte algo, en mi leg…capitulo hacen falta hombres como tú.

- ¿Está intentando reclutarme, comandante?, soy de los Guardianes, pero mi lealtad es

para mí capitulo.

- Lo sé, no quiero que dejes tu capitulo, solo que lleguemos a un acuerdo.

- Si el capitán Boreale se enterase, me mata. Casi llego a las manos con Garro cuando le

dijo que me reclutaba la para los Guardianes.

- Por algo será, Cyrus. Quiero que entrenes a algunos de mis hombres, a cambio

podríamos ofreceros información.

- ¿Qué información?- dijo Cyrus interesado.

- Tenemos unos archivos gigantescos, sabemos todo, o casi todo lo ocurrid desde la

Herejía de Horus hasta ahora. Podríamos…

- Saben algo del capítulo.

- Algo, si, algo que lo cambiaria todo.

- Sabe que para los Cuervos el conocimiento es poder.

- Exacto, si saben sus verdaderos orígenes.

- Usted lo sabe.

- Lo sospecho. Tu capitulo tiene muchos psíquicos, ¿no?

- Sí, tenemos conjeturas, unos dicen que podríamos ser un capitulo perdido de los

Ángeles Sangrientos, o de los Ángeles Oscuros, pero son solo eso, conjeturas.

- La verdad está escondida en Rahe, Cyrus. Solo te puedo decir eso.

- Es uno de nuestros mundos de reclutamiento. Si la respuesta está allí significa…

- Algo antiguo, muy antiguo. Sois de la sangre de los Hijos Perdidos del Cuervo. Eso sí

tened cuidado con Los Hijos Pródigos. Podrían intentar atraeros a la Oscuridad. No

puedo decir nada más. El conocimiento es poder, guárdalo bien.

Cyrus se quedó mirando a Loken fijamente.

- Comandante usted sabe muchas cosas, cosas que se supone no debe saber nadie.

- Cyrus, si quieres saber mi verdad, y la verdad de mis hombres, acepta. Todo te será

revelado.

- Acepto, pero solo por un tiempo. Entrenare a sus hombres.

- Bien, ante todo bien venido a los Lobos Lunares.

- Lobos…Lunares, ¿no son el antiguo nombre de la legión de Horus?

- Exacto. Somos los supervivientes de Isstvan III. Y eso es solo el principio Cyrus,

conocerás toda la verdad cuando lleguemos allí.

LEALTAD Y HONOR

Dreadnought Contemptor Pre-herejía

Loken estaba en su habitación solo. Desde que había llegado el grupo de Tallarn, algo le

inquietaba. El depósito les daba un respiro, pero todavía había muchas cosas que hacer,

demasiadas, y muy poco tiempo para hacerlas. La organización de una Legión no se hacía de

un día para otro. Durante los últimos siglos, tanto el cómo sus camaradas superviviente se

habían dedicado a hacer una base estable en aquella roca, antes conocida como Isstvan III. El

planeta estaba desolado, solo había escombros y restos de muerte. Eso lo sabía él desde hacía

tiempo. Al principio todo fue fácil, ya que poco a poco y con la ayuda de sus amigos había

logrado hacer un grupo de especialistas bastante interesante. La llegada del tecnomarine y

del apotecario fue una brisa de aire fresco. La incorporación después de un veterano como

Radiax también hizo mucho bien. Iacton lo encontró quien sabe dónde y lo recluto cuando casi

era un niño para la causa. Acababa de entrar en la Guardia Imperial, y había sobrevivido a un

ataque de pieles verdes, dirigiendo a un grupo reducido de soldados y a civiles hacia un sitio

seguro. Aquello fue mal visto por un comisario demasiado exigente, que estimaba que no

debía de haber abandonado su posición. Iacton apareció en el momento que iban a ejecutarlo,

gracias a la explicación de algunos civiles a los que conocía. Se enfrentó al comisario, y salvo la

vida de Radiax. Y se lo trajo a él. Tenía por aquel entonces quince años, y para él resultaba

demasiado mayor para convertirlo en astarte. Afortunadamente, el apotecario fue muy hábil y

sobrevivió sin ninguna tara. En poco tiempo se convirtió en un candidato para las escuadras

tácticas, donde sobresalió por encima del resto. Eso fue hacia unos cien años. Desde entonces

los había acompañado a él y Nero en muchas misiones y confiaba ciegamente en él.

Y ahora aquello. Habían encontrado un sarcófago dreadnought, antiguo, sería una reliquia.

Arteus le había comentado que podría ser de la época de la Herejía, y aquello lo asustaba. Le

aterraba saber quién era, quien había encerrado allí. Tal vez fuera algún antiguo hermano,

incluso alguno al que considerara como amigo. Aquello no tenía cabida en la cabeza de Garviel.

Muchas Legiones, y actualmente capítulos recurrían a ello para rescatar a guerreros celebres

que había quedado no muertos, pero si con heridas muy graves para continuar peleando. Pero

aquello era algo más. Notaba algo no natural, algo malsano en aquel sarcófago. No sabía si

Horus había encerrado allí aun leal o a un traidor, pero aun así no le gustaba. Arteus había

dicho que los procesos cognitivos no eran naturales, que habían sido creados en un

laboratorio, lo cual también se lo corroboro Dremis. Sea lo que hubiera allí no era natural.

Tenía material genético, pero también había algoritmos de programación muy avanzados, tal

vez procedentes de algún proyecto secreto del Mechanicum Oscuro. Porque era de ellos,

seguro, se lo había confirmado Arteus. Tenía la marca del Fabricador General de Marte. Y él se

unió a Horus contra el Emperador. El tecnomarine le había explicado, con muchos tecnicismos,

que según había podido deducir aquello era una versión del Proyecto Kaban, uno de los

mayores secretos del Mechanicum. Según le explico era una IA que controlaba un cerebro

humano, generado en laboratorio. Aquello aterrorizaba a Loken aún más. Según Arteus, se

habían basado en un ser vivo, para hacerlo. El tejido proporcionaba la base, el resto todo era

programación. El Kaban original no era ni la mitad de sofisticado que aquel. Envuelto en todos

estos pensamientos, su comunicador sonó.

- Sí.

- Comandante, aquí Arteus- dijo el tecnomarine con voz metálica- le necesito en el

manufactorum inmediatamente.

Garviel tardo una media hora en llegar. Era el primer manufactorum creado por

Arteus. Era tosco y pequeño, nada comparable a los creados por los adeptos del

Mechanicus. En su exterior estaba el Fellblade, listo para ponerse a trabajar sobre él,

pero no podrían hacerlo hasta que no llegase la embajada de Marte.

Loken entro en la forja. Allí estaban Arteus, Dremis y también Nero. Era importante si

estaban allí los tres.

- Bien, que pasa- dijo Loken mirando a los tres astartes.

- Arteus nos ha hecho venir- dijo el apotecario con la armadura, pero sin casco.

- Una reunión clandestina, esto no puede ser bueno- dijo Nero, siempre suspicaz.

- Los he hecho venir a los tres porque voy a conectar el dreadnought- dijo el

tecnomarine, quien tampoco tenía casco.

- Bien, Arteus, ¿Cuál es el problema?- inquirió Loken.

- Los necesito a los tres aquí, no quería hacerlo solo.

- Así si nos mata que nos mate a los cuatro, no Arteus- dijo Nero, medio en serio, medio

en broma.

- Procede - dijo Loken- veremos qué pasa.

Tanto Nero como él se llevaron sus manos a su pistola bolter. Sabían que aquello no le

haría nada, pero los tranquilizaba.

- No le he conectado ningún sistema motor ni de armamento- dijo Arteus- solo es una

prueba básica de testeo.

Todos asintieron. Nero se acercó a Loken.

- Y también quiere saber quién es, ¿no Garvi?

- Si, la verdad siento curiosidad, y miedo.

Nero asintió. El sentía lo mismo.

El tecnomarine opero los controles desde un terminal y la maquina reacciono como

con un chasquido. Su cintura giro con un sonido metálico. Su cabeza, que imitaba el

casco de una armadura Mk4 giro y sus ojos se iluminaron con una fulgurante luz roja.

- ¿Don…de es…toy?- dijo con voz metálica su sintetizador vocal.

- Tranquilo- dijo Arteus con voz calmada, operando el terminal-, dame tus datos.

- Dreadnought Proyecto 1. Sujeto experimental. Cuerpo biónico número de serie

NHJK56. Versión de memoria tipo 5.0.

- Dime tu nombre o apelativo.

El dreadnought se quedó en silencio.

- Me llamo…me llamo… Sejanus.

- Hastur…Sejanus- dijo Loken sorprendido.

- Si Hastur Sejanus, así me llamaba de mortal. Antes de ser un…- el dread se

interrumpio-, la Gran Cruzada ya ha terminado, ¿no, capitán Loken?

Eso sí dejo a Garviel fuera de sitio. Lo había reconocido.

- Si- contesto Loken-, la Gran Cruzada termino.

- Unificamos a la Humanidad, gracias al Emperador y al Señor de la Guerra.

Loken no contesto. Miro a Arteus, quien desconecto el dread.

- No puedo creer esto- dijo Nero mientras estaban en la sala de reuniones de la Legión.

- Ahora que lo pienso es lógico- le contesto Loken-. Era el mejor de todos, el más

cercano a Horus, como un hijo. Era su consejero, era quien le decía todas las verdades

en la cara. Si él hubiera vivido, no hubiera pasado nada. Él hubiera aconsejado a Horus.

- Pero murió- dijo el apotecario-, murió hace casi diez mil años en 63-19, ¿no?

- Si- dijo Nero, muy turbado-, lo mataron los Invisibles del Falso Emperador.

- El Señor de la Guerra nunca encajo bien la muerte de Sejanus- dijo Loken- siempre lo

tenía en su memoria. Alguna vez que otra me decía, Hastur hubiera dicho lo mismo.

- Te eligió a ti como su sustituto en el Mournival, Garvi. Eras quien más se le parecía.

- Tarik fue quien se lo aconsejo a Horus. Después del asalto al palacio, Ezekyle también

hablo bien de mí. Por eso me eligió.

- Eras el mejor- dijo Nero-. Por encima del resto, sé que Tarik se metía mucho contigo,

que te decía muchas cosas, casi siempre se reía de ti, pero era tu mejor amigo.

- Lo echo de menos, la verdad, pero eso que hizo Horus, no está bien- dijo Loken

cerrando su puño- no está bien. Nunca haría eso a nadie.

- No es su elección comandante- dijo el apotecario-. Cada uno elige su forma de

contribuir al Capítulo. Muchos eligen esta opción antes de morir, de ser olvidados para

siempre. Su semilla genética es retenida por los apotecarios. He revisado la huella

genética del dreadnought y es la de Sejanus. Idéntica.

- Eso quiere decir que es él, o un clon.

- Sí, eso es un clon, en todos los aspectos. Incluso en sus recuerdos- dijo el apotecario-

el problema es…

- Si aceptara todo lo que ha pasado en este tiempo, ¿no Dremis?

- Exacto comandante. Vera, su mente es la de Sejanus, sus recuerdos, todo. Por suerte

tiene una conexión con la realidad, usted, a quien ha reconocido.

- Es verdad- dijo Nero-, te reconoció.

- Debemos de aprovechar ese punto. A partir de ahí debería de ser fácil hablar con él.

Comandante tiene usted un nexo de unión con él.

- ¿Qué le digo?, mira Hastur, Horus nos traiciono a todos, casi nos mata y mato a

Sanguinus y al Emperador.

- Debe de saber la verdad- dijo el apotecario.

- Garvi si de verdad es Sejanus sabrá elegir lo correcto- dijo Nero-, era un héroe, era

noble, era…

- Era Sejanus, era Sejanus, solo Sejanus. Lo sé. Y lo haré, es mi deber. Soy el oficial de

mayor graduación, y quien lo más admiraba. Lo hare, cuando esté preparado.

Paso un tiempo, tal vez semanas, meses, cuando Loken tuvo otra vez valor para

enfrentarse a la máquina. Estaba allí, delante de él. Era impresionante, pero lo qué

más le impresionaba era quien estaba dentro en realidad. Arteus le había puesto ya un

brazo de combate, una mano metálica armada con un bolter storm, uno de los bolters

más potentes. Afortunadamente no tenía munición, pero un manotazo del dread con

la fuerza que tenía podía dejarlo fuera de combate durante un buen rato. También le

había conectado las funciones motoras, con lo cual el dread podía andar

perfectamente. El tecnomarine le había enseñado como conectarlo, porque lo quería

hacer solo. Loken seria muchas cosas, pero no un cobarde. Aquello demostraba el

carácter del cual estaban hechos los astartes del 30 milenio. Acciono el terminal.

Sejanus se movió. Su mano hizo un giro circular.

- Hola Garviel- dijo con voz metálica. Loken reconoció su voz, aunque distorsionada por

el sintetizador vocal.

- Hola Hastur-le contesto- ¿cómo estás?

- Creo que bien, si es como se dice. Si estoy bien, gracias.

- Tenemos que hablar Hastur, te puedo llamar así, ¿no?

- Si, puedes llamarme así, por mis recuerdos creo que teníamos alguna relación.

- Si, aunque más bien poca. Tú eras el capitán de la cuarta y yo el de la décima, un

capitán recién ascendido después de Ullanor.

- Recuerdo Ullanor, una gran victoria, recuerdo al Emperador, a Lupercal. Fue un gran

momento. Entonces se convirtió en el Señor de la Guerra.

- Si, fue un gran momento. Hastur debemos de hablar de él, del Señor de la Guerra.

- Bien, creo que llevo un gran tiempo fuera de combate. Cuenta.

- ¿Qué quieres saber?

- Todo lo que ha pasado.

- ¿Qué es lo último que recuerdas?

- Horus me envió a mí a mi escuadra a ver al Emperador de 63-19. Lo último que

recuerdo es que me arrodille ante él y le dije las palabras de cortesía.

Loken ando unos pasos hacia la derecha y miro fijamente al dread.

- El Falso Emperador os asesino a ti y a tu escuadra. Los Invisibles lo hicieron.

- Bueno, es lógico, si estoy en este cuerpo metido.

- Si, la verdad es que sí. Pero te vengamos. Horus mando una segunda embajada.

Maloghurt fue enviado. Y detrás nosotros. Lo derribaron y entonces actuamos.

- Bien hecho, cuenta más.

Loken le conto todo lo que paso, como se enfrentaron a los soldados, su pique con

Abaddon por llegar primeros a la torre y su enfrentamiento con los Invisibles. También

le conto como vio como mataban al Emperador. Recordó el chiste favorito de

Togarddon, Garvi tu viste matar al Emperador.

- Y cuando todo estaba perdido, cuando creíamos que estábamos muertos apareció

Horus y mató al Emperador. Cuando estaba a punto de caer por el borde, la mano de

Horus me salvo y me levanto. Caí sobre el suelo.

- Suena mucho a Horus, aparecer al final, justo a tiempo- dijo el dread mientras parecía

que sonreía

- Si la verdad es que sí.

Continuo contándole lo que ocurrió después, su ascenso al Mournival y de cómo fue

aceptado por todos como un miembro más. Le conto como Tarik lo ayudo a

establecerse. Al estar pacificado, en teoría 63-19, la Legión debía moverse a la

siguiente zona de conquista, solo quedaba por terminar con las Cabezas Susurrantes,

el último bastión de resistencia donde las tropas regulares tuvieron muchos

problemas. Horus le mando a él para solucionarlo.

Le conto lo que allí ocurrió, cuando tomaron el bastión, lo que le ocurrió a Jubal y

como afecto no solo a él sino a todos los demás, incluidos los rememoradores.

Llegados a este punto Sejanus hablo.

- Lo que me cuentas es hechicería, Garviel, seguro que fue eso.

- Lo hubiera creído sí, no hubieran sucedido cosas después, que te relatare a su debido

tiempo.

Continúo contándole lo que sucedió después, cuando encontraron a Tarvitz y a Lucius

en Muerte, su siguiente misión. Ahí fue Togarddon quien se llevó los honores, al salvar

a los Hijos del Emperador de una muerte segura, por el orgullo de Eidolon, el

comandante de la fuerza astarte.

Cuando hubo terminado, de contarle la campaña, Loken comenzó a contarle la

formación de logias en el seno de los Lobos. A él no le agradaba aquello, solo fue a una

reunión y lo dejo, porque le daba mala espina.

Después le comento su visita a Xenobia, como acabo todo con el robo de una espada,

el anatham y como salieron de allí y se dirigieron a sofocar una rebelión en Davin.

Loken hizo una pausa. Tenía que ser muy convincente en lo que iba a contar, ya que en

ello iba el peso de toda la historia. Continuo contándole lo sucedido en Davin, como

lucharon en la luna de Davin contra muertos vivientes, y como llegaron hasta Temba,

como Horus se enfrentó a él y como fue herido de muerte por una espada.

- No actuamos bien después de eso. Al llevar a Horus herido a la nave, pagamos nuestra

rabia con los humanos que nos esperaban para saber que le había pasado. Matamos a

muchos.

- No os controlasteis, solo fue eso. Un astarte es un ser poderoso, casi un dios a los ojos

de los humanos.

- No debimos haber cruzado aquella línea Hastur, no debimos. Después todo cambio.

Mientras Tarik y yo intentábamos hallar una cura para Horus, Aximand y Abaddon

actuaron por su cuenta, aconsejados por Erebus.

- Erebus, de los Portadores de Palabra.

- Exacto, le conociste, seguro.

- Si lo recuerdo. Nunca confié en ellos. Demasiados fanáticos.

- Lo que voy a contarte ahora es crucial. Mientras, como te dije antes, Aximand y

Abaddon llevaban a Horus a Davin, nosotros volvimos a la luna y allí encontramos el

arma que hirió a Horus y mato a Moy. Era el arma robada en Xenobia.

- ¿Un complot?, ¿quién quería herir o matar a Horus?

- Llegamos tarde Tarik y yo, cuando nos enteramos, era demasiado tarde. Cuando

regreso de Davin Horus ya venía cambiado, y se abrió una sima entre Aximan,

Abaddon, Tarik y yo. Se formaron dos bandos, el Mournival, por orden de Horus casi

fue desecho, y Erebus se convirtió en consejero de Horus. Las logias fueron autorizadas

por Horus. Después…descubrí cosas, ciertas cosas. Hastur, Erebus corrompió de alguna

forma a Horus, y después fuimos enviados a aquí, Isstvan III. Por qué estamos en

Isstvan III, mi última misión como Hijo de Horus.

Un silencio se hizo. Loken continúo.

- Descubrí que Erebus robo la espada que hirió a Horus, que todo era un plan de los

Portadores de Palabra. Tarik, quien estaba todavía en la logia revelo a todos la verdad

incluso se enfrentó a Erebus, a quien amenazo. Después la abandono. Aquello nos

aisló, pero encontramos un aliado, Tarvizt, quien también sospechaba de movimientos

extraños en su Legión. Pero además no estábamos solos. Iacton, quien tampoco

estaba de acuerdo con ellos mostro por primera vez desde hacía tiempo su carácter, y

además también varios civiles se nos unieron. Keeler y Oliton, dos rememoradoras y

Sidermann se unieron a nuestra causa y la verdad su unión fue crucial para lo que

sucedió después. A nosotros nos enviaron a este planeta.

Continúo relatándole lo que pasó a continuación, como los Primarcas eligieron

personalmente las escuadras que bajaron, y como, después lucharon allí.

- Fue una masacre, nos enviaron a nosotros, a los Devoradores de Mundos, a los

Guardias de la Muerte y a los Hijos del Emperador. Masacramos a los soldados

rebeldes, incluso llegamos hasta el palacio. Todo estaba bajo nuestro control y

entonces…entonces sucedió. Tarvizt se enteró de lo que pasaba y bajo al planeta,

cubierto por Garro. Y nos informó de lo que iba a suceder momentos antes, íbamos a

ser bombardeados desde la órbita con un virus devorador de vida. Murieron millones

en un momento, soldados, astartes, civiles, inocentes y culpables. Muchos nos

ocultamos y vimos claro lo que estaba pasando. Garro apenas pudo escapar con Iacton

y setenta Guardias de la Muerte. Su misión era ir a Terra e informar al Emperador.

Ellos tuvieron sus vicisitudes y cumplieron su misión. Mientras nosotros luchábamos

en Isstvan III por las nuestras. Luchamos durante semanas, contra todos, contra la

Guardia de la Muerte, contra los Devoradores de Mundos, contra los Hijos del

Emperador, contra los Hijos de Horus. Nos autonombramos los Lobos Lunares,

despintamos nuestras armaduras quitamos el Ojo de Horus y volvimos a garabatear el

lobo con la luna. Fuimos traidores a Horus, fuimos leales al Emperador. Después nos

traicionaron. Lucius nos traiciono y vino la verdadera masacre. Tarvizt, junto con Nero

y los demás huyeron de milagro, gracias al sitio donde estamos ahora. Nosotros…

tuvimos menos suerte.

- ¿Menos suerte?

- Tarik y yo ideamos un plan, enfrentarnos a Aximand y a Abaddon. Luchamos con ellos.

Tarik contra Aximand, yo contra Abaddon. Hermanos contra hermanos. Aximand mato

a Tarik- Loken se emocionó al recordar a su amigo-, le corto la cabeza. Creo que

Aximand estaba tan horrorizado como por lo que había hecho. Y Abaddon me dejo mal

herido, casi muerto. Después, Horus, al ver que se quedaba sin tiempo ordeno un

bombardeo orbital. Ya no recuerdo nada más, lo que paso después está en mi

memoria muy gris, pero viví en una pesadilla, de la cual desperté dos años después

enfrentado a Garro.

Sejanus miro con sus ojos rojos a Loken.

- Lo que me has contado es muy turbador, es… algo… no sé. Necesito pensar, necesito

salir de aquí, fuera.

- Hay una salida a la superficie pasando el manufactorum, si no me crees puedes verlo

por ti mismo, la devastación de Isstvan III.

Sejanus se volvió y salió pesadamente por la puerta del manufactorum. Loken se

volvió y emprendió camino a sus habitaciones. Sejanus debía de pensar y mucho de

qué lado estaba.

Pasaron unas horas cuando, Loken volvió a salir al exterior. Todo estaba como el

recordaba. Y allí encontró a Sejanus. Se acercó a él.

- Hola Garviel- dijo el dread.

- Hola Hastur.

- Termina de contar que sucedió después.

Loken le relato la traición de Isstvan V, y como Horus fue lentamente llevando la

guerra hasta Terra. Después le relato la lucha en el palacio, como lucharon hermanos

contra hermanos, como muchos Devoradores frente a Angron y como frenaron el

avance de este. Después le conto como Horus mato a Sanguinus, y su enfrentamiento

contra el Emperador. El, junto con Garro, Tarvizt y Qruze fueron testigos, con Dorn,

quienes lo encontraron mal herido, al lado de los cuerpos de Sanguinus y Horus. Y

como fue sentado en el Trono Dorado.

- Lo que sucedió después es ya historia. Continuaron una sucesión de guerras, las

Legiones Traidoras huyeron al Ojo del Terror. Después las Legiones desaparecieron,

sustituidas por capítulos. Fue idea de Guilliman, quien creo lo que se llama el Codex

Astartes.

- Pero los Lobos continúa como Legión.

- Si, la única Legión, uno de los hijos secretos del Emperador. Fueron sus últimas

órdenes. Garro creo las bases de lo que ahora se conoce como los Guardianes de la

Muerte, un grupo de marines seleccionados de distintos capítulos que se unen para

realizar misiones secretas. Forma parte de lo que se llama el Ordo Xenos, la

Inquisicion. Iacton puso las bases de lo que se llaman ahora Caballeros Grises, Ordo

Malleus, otro de los brazos de la Inquisición. Saul formo con sus hombres, una

veintena, una especie de Protectores del Emperador, nadie sabe que existe, ni siquiera

los Custodes, ni los Invisibles.

- Y tú tienes esto no.

- Si esto, una tarea bastante grande, sin medios, solo los que yo reúna.

- Y me encontrasteis.

- Si, en Tallarn, en una base secreta y abandonada de Horus. A ti y a un Fellblade que no

funciona.

- He estado pensando, todo. Sé que debo de tomar una decisión. Ser leal al Emperador

o a Horus.

- Exacto.

- Y mi supervivencia depende de ello. Si estoy en contra del Emperador me matareis,

¿no?

- Hastur, mira, no sé qué haremos. Pero si de verdad eres Sejanus ya has tomado una

decisión, y esa decisión será justa, ¿no?

- Me conoces muy bien. Sabes que fui un hombre de honor y como tal debo de ser.

Horus traiciono la Legión, al Emperador y a la Humanidad. Mi decisión ya está tomada.

Estoy con vosotros. Sois la Legión, sois mis hermanos.

ORGANIZACIÓN Y ORDEN La reunión con los Adeptos del Mechanicus había resultado exitosa. Nada ver lo que le habían

puesto sobre la mesa, habían dicho que sí. Era muy suculenta la colección de PCE que les

habían mostrado, pérdidas desde la época de la Herejía. Además la sola vista del Fellblade les

hizo que los ojos les centellearan. El Mechanicus era suyo. Les ayudarían a reparar el Fellblade,

además les surtirían de material para hacer manufactorums, armas, armaduras, vehículos,

todo lo que necesitaran. Además, construirían para ellos varias fragatas y acorazados de

combate. El primero sería Mournival, una gigantesca barcaza de combate, base de operaciones

avanzada en el espacio. Sería la base móvil de la primera, segunda, quinta y decima compañía.

Era inmensa, pero no era comparable al Espíritu Vengativo. Eso pensaba Loken. Además seria

su base, cuando no estuviera en la Legión of One. Las cosas pintaban mejor, pero todavía

tenían graves problemas. Al Fellblade todavía le quedaba un tiempo para estar activo, ya que

las reparaciones eran numerosas y muy delicadas. Además los tecnoingenieros del Mecanicus

tenían que consagrar el vehículo al Dios Maquina, y limpiar toda impureza que pudiera tener

del Caos.

Lo otro era peor. Tenían ahora más material que nunca, armas, armaduras de todos los tipos,

pero faltaba lo esencial, tropa suficiente para llevarlas. Ni siquiera un centenar de neófitos

tenían en ese momento, y solo podía contar con una veintena de astartes, algunos de los

supervivientes de Isstvan y poco más. Aquello era el verdadero problema y su mayor dolor de

cabeza. No podría tener un grupo viable hasta pasados por lo menos cien años. Pero ahora

debía de definir la futura estructura de los Lobos. Había pensado en hacer diez compañías en

activo, y el resto en reserva, con neófitos aprendiendo. Dos Capítulos. Los Lobos propiamente

dicho, y los que se autonombraban Cachorros. Vipus estaba allí con él, junto con Radiax,

Dremis, Arteus, y el resto de supervivientes de Isstvan.

- Garvi, lo que dices es cierto.

- La primera compañía deben formarla exclusivamente veteranos, los hombres de más

experiencia.

- Estoy de acuerdo contigo comandante- dijo uno de los supervivientes.

- Quiero que varios de vosotros seáis los capitanes de compañía. Tendríamos cubierta la

mayoría de las diez, solo quedarían una pequeña parte por cubrir. Radiax podría ser

capitán de alguna.

- Perdone, mi comandante, pero no estoy de acuerdo con usted- le contesto Radiax-, no

serviría para el puesto. Estoy mejor tratando con la tropa, para mí sería una dificultad.

- Bien, pensare otra cosa, Radiax, pero te necesito en un puesto de confianza. Ya está,

Comandante de Fuerza de la Escuadra de Mando.

- ¿Qué?- dijo Vipus - que es eso.

- Veras Nero. Sera como un sargento, pero mandara a todos los sargentos de todas las

Escuadras de Mando de todas las compañías. Sera como un capitán, pero de linea.

- Suena bien.

- También os quiero a vosotros ocho como capitanes de compañía. Vuestra experiencia

en combate será necesaria.

- Perdona Garviel, hemos estado hablando entre nosotros de esto hace un tiempo.

Servimos junto contigo desde hace milenios, pasamos juntos muchas cosas, pero creo

que no es para nosotros. Preferimos algo más discreto, por ejemplo formar parte de la

primera compañía.

- No os echéis atrás, os necesito a todos.

- Lo saben Garvi, lo saben. Todos pensamos igual- dijo Vipus-, nos necesitas con los

chicos. Debemos de enseñarles desde abajo.

- Así que voy a tener diez compañías sin capitanes, bien ya se me ocurrirá algo. Queréis

estar con los chicos, bien, hacedlo. Pero quiero informes de cada uno de los neófitos y

quiero vuestras opiniones sobre ellos. Si voy a necesitar capitanes, deben ser los

mejores.

- Comandante, muchos de nosotros veríamos un honor formar parte de la décima.

Sabes que estuve en la Locasta con Nero, junto con ellos- dijo señalando a otros dos.

- Os necesito con Radiax, en la Escuadra de Mando. Sois de mi entera confianza, y os

necesito con él.

- Cuenta con nosotros, formaremos la Escuadra de Mando de la Legión. Y yo seré el

Campeón de la Legión.

- Yo seré el portaestandarte, es un trabajo difícil, todos los disparos vendrán a mí.

- Seré el segundo de Radiax, necesitara alguien con experiencia a su lado.

- Bien creo que tengo ya Escuadra de Mando. He hablado con Nathaniel, y se ha puesto

en contacto con el Apotecarion. Dice que formaran a los candidatos que les enviemos.

- Eso es bueno- dijo Dremis- Ser el único apotecario de aquí es mucho trabajo.

- Quiero que veas candidatos, uno por compañía. Además necesito también quiero que

les enseñes para cuando vayan al Apotecarion sepan de lo es.

- No se preocupe comandante, irán los mejores.

- Los adeptos del Mechanicum- dijo Arteus con su voz metálica- me han comentado que

pueden enseñar a quien elijamos, los mejores tendrán que ir a Marte para completar

su formación.

- Haz lo mismo que le he dicho a Dremis, busca candidatos.

- Garvi, mi escuadra necesita personal.

- Ya lo sé, pero eso tendrá que esperar. Quiero que los mejores estén en la Locasta. De

eso te encargaras tú. Busca a los mejores, a la elite.

- Un trabajo duro, pero tienes razón.

- Poco a poco estamos formando el esqueleto de la futura Legión. Diez compañías, una

Escuadra de Mando General.

- ¿Sabes algo del viejo?- le pregunto Vipus.

- No, de Iacton no sé nada. Lo último que me conto Nathaniel fue que está intentando

revindicar a los Lobos. Se está topando con un muro. Los Altos Señores de Terra no

quieren saber nada. Iacton, desde su puesto en la Inquisición está haciendo todo lo

posible, pero no lo toman en cuenta.

- Llegará el día en que se den cuenta de su error.

- Exacto. El día que estemos preparados.

- Para lo cual falta una eternidad- dijo Vipus.

- También quiero contactos con los principales Capítulos, sobre todo con los nueve.

- Te refieres a los Ángeles Oscuros, Puños Imperiales, Manos de Hierro, Ángeles

Sangrientos, Lobos Espaciales, Cicatrices Blancas, Ultramarines, Salamandras y Guardia

del Cuervo.

- Exacto. Quiero contactos con ellos. Algo discreto.

- ¿Te acuerdas cuando tuvimos a hermanos de diferentes Legiones con nosotros?- dijo

Vipus.

- Si, buena idea Nero. Podríamos mandar a candidatos a los Capítulos. Así aprenderían

algo de ellos.

- Y eso nos enriquecería a nosotros.

- Exacto. Recuerda que todos somos hermanos, todos combatimos por lo mismo. Cyrus

es nuestro contacto con los Cuervos Sangrientos, le preguntare con quien confía el

más y podríamos tener contactos con ellos.

- Garvi, no son una de las nueve.

- El secreto de los Cuervos es precisamente ese. Son descendientes de los Corvidae de

Ahriman. Son Mil Hijos, los únicos que sobrevivieron al Caos.

- Y no lo saben.

- Todavía no. He puesto a Cyrus sobre la pista. Sé que estuvo en contacto con el Capitán

Boreale y sé que este ahora es nuestro apoyo más leal. Pero me dijo que confiaba

también en otros dos. Davian Thule y Gabriel Angelos. Sobre todo en este último. Al

parecer es un peso pesado de los Cuervos. También me hablo del primer capitán de los

Cuervos, Apollo Diomedes, un hombre recto pero que se deja demasiado llevar por la

confianza en su Señor del Capítulo Kyras. Dice que algunas veces esta cegado por

Kyras.

- Eso es malo. No sé si se podrá confiar en él.

- Ya lo sé. De momento intentare contactar con Boreale. Más tarde con Thule y Angelos.

- Comandante. Si no te parece mal, estaba pensando que te hará falta alguien con mano

de hierro en la primera. Cuenta conmigo. Seré tu capitán, pero quiero a estos cuatro

como Escuadra de Mando- dijo uno de los supervivientes.

- Bien, ya tengo una compañía. Elige bien a tus hombres.

- Lo sé. Pintaremos nuestras armaduras de negro. Además, quiero pedirte un favor. El

dreadnought puede ir con nosotros.

- Bien, lo pensare, pero antes hablare con él. Sabéis quien es, no.

- Sí. Sera un honor volver a luchar con mi capitán después de tanto tiempo. Yo estuve

con él como soldado de línea en la cuarta. Cuando lo mataron lloramos mucho su

asesinato.

- Bien Adelmus, será el Capitán de la primera. Y tendrás a Sejanus.

LA PRIMERA MISION 902 M40

La primera misión efectiva de los Lobos. La Legion of One había dejado la disformidad y

estaban allí, frente a aquel maldito planeta. Según los informes, aquel mundo lo habían

atrapado en una tormenta de disformidad durante varios siglos y ahora la tormenta lo había

escupido. Allí, en el puente de mando, Loken y Vipus, junto con Radiax y Adelmus revisaban la

situación.

- Adelmus tu compañía desembarcara aquí, en este punto- dijo Loken señalando un

punto determinado del holomapa.

- Bien, entendido- le contesto este-, no sabemos qué actividad hostil habrá.

- No, no sabemos nada, pero prepárate para lo peor. Según informes, los Portadores de

Palaba fueron quienes consagraron este planeta. Lo arrasaron junto con sus habitantes

para mayor gloria de Lorgar.

- Locos fanáticos- dijo Vipus-, Garvi te he dicho que esto no me gusta. Los chicos son

demasiado verdes para esto.

- Nero tú y la Locasta desembarcareis aquí. Vuestra misión es apoderaros de la piedra.

- ¿Todo por un pedrusco?

- Si, esa piedra es un artefacto alienígena. Según Nathaniel, el Ordo Xenos está muy

interesado en conseguir vestigios alienígenas. Esto es un favor personal.

- ¿Y por qué no vienen ellos?- dijo Nero.

- En teoría nosotros somos ellos- respondió Loken-. Recuerda las armaduras que

llevamos.

Nero miro con desaprobación. No llevaba su armadura blanca de los Lobos Lunares,

sino una armadura negra, parecida a la de la primera compañía, la hombrera izquierda

y su mano eran plateadas con el símbolo de los Guardianes de la Muerte y la derecha

era blanca, ribeteada en negro, sin ningún símbolo. Loken llevaba una igual, así como

cada uno de los integrantes de la Locasta. Adelmus y sus chicos iban con

servoarmaduras negras, ribeteadas de dorado.

- Como iba diciendo, Nero y la Locasta se apoderaran de la piedra. Nos reunimos en este

sector donde las thunderhawks nos recogerán.

- Capitán tu misión- dijo Adelmus.

- Esta fuera de tu conocimiento. Iré con vosotros, pero misión esta al Inner Sanctum del

enemigo. Allí esta su líder, intentare distraerlo todo el tiempo que pueda, hasta que

me deis la señal de que la misión está cumplida. Tenemos solo siete horas, después de

ese tiempo, una flota del Ordo Malleus arrasara el planeta. Ya tenéis todas las

órdenes. Una cosa, Radiax tu iras con Nero, serás el sargento al mando de la Locasta.

- Si capitán, Nero me dijo que me necesitaba en esta misión, la verdad los chicos están

impacientes por entrar en combate, sobre todo Kernyra. sera su primer mando de

escuadra.

- He dividido la Locasta en dos escuadras de combate, una la llevara Radiax, y otra

Janfel. Este me acompañara en mi misión- dijo Nero.

- Bien decidido. Recordad, llevad armas ligeras bolters con munición especial. Quiero

que matéis a todo el que se os ponga por delante. Adelmus, tú te encargaras del

perímetro defensivo de la zona de aterrizaje. Coloca trampas y tarántulas.

- Están en la nave listas, la verdad es que necesitaremos mucha suerte, los enemigos

atacaran con toda su fuerza.

- No escatiméis en tipo de armamento, llevad bolters pesados, lanzallamas, cañones de

plasma, laser, lanza misiles, atacaran con todo. Debéis detenerlos, pararles.

- Entendido, capitán, una cosa antes de terminar, toma esto- dijo Adelmus dándole a

Loken un holodisco- si me pasara algo aquí está mi última voluntad.

- No te pasara nada Adelmus- dijo Nero-, dentro de dos horas estaremos todos aquí de

nuevo, ya lo veras.

Adelmus medio sonrió a Vipus.

- Sincronicémonos, dentro de diez minutos es el lanzamiento, todos a vuestros puestos,

nos vemos en el planeta.

Adelmus y Radiax saludaron a Loken y se retiraron. Solo Vipus se quedó allí.

- Nero es hora de partir.

- A mí no me engañas Garvi- dijo alzando la voz- se cuál es tu misión.

- Nero, ya...

- ¡Lo vas a hacer!- dijo golpeando la mesa de la sala de proyección, lo cual hizo que el

holograma parpadease- ¡la venganza es lo más importante!

- Nero, vosotros debéis apoderaros del artefacto, yo debo de hacer otra cosa.

- ¡Ya se lo que es!, ese maldito Erebus, no. Tienes información de él sabes que está aquí.

Loken asintió.

- ¡Lo sabía! Garvi, deja ya esa maldita obsesión tuya.

- ¡Nero él fue el culpable de todo esto, el, Lorgar y esos malditos fanáticos!, ¡atrajo al

Señor de la Guerra a la Oscuridad y corrompió a nuestra Legión! ¡Destruyó nuestros

ideales, mato a nuestros compañeros!

- Garvi, la venganza no solucionara nada, el daño ya está hecho, después que harás,

quien será el siguiente.

- Sabes muy bien quien será el siguiente.

- Estás loco, no sé si estoy hablando con Garviel Loken, capitán de la X compañía de los

Lobos Lunares y amigo, o con el lunático de Cerberus, quien sobrevivió en Isstvan III,

desde luego no lo sé.

- Estas hablando con Garviel Loken, Comandante de los Lobos Lunares, ese soy, ese es

con quien estás hablando Nero.

- Bien, pues Garviel Loken, comandante de los Lobos Lunares, nos vemos en la zona de

embarque- dijo Nero enfadado- y te prevengo, todos los que mueran aquí será por tú

culpa.

Nero dio media vuelta y salió de la habitación. Loken cerró los puños. En su interior

sabía que Nero tenía razón. Aquella misión era un suicidio. No podía todo basarlo en la

venganza, su misión era recuperar el artefacto, pero en su interior también deseaba un

enfrentamiento con Erebus, eran dos sentimientos igual de fuertes. Sabía que Nero

tenía razón, cuando llegara a la zona de embarque se lo diría a Nero, pero también era

su deber, debía de vengarse de Erebus, lo deseaba.

La zona de embarque estaba abarrotada de personal que cargaba las diez

Thunderhawks negras que había allí. Garro le había, “prestado” varias naves, pintadas

con el color del Ordo Xenos para la misión. También estaba allí la Cerberus, pintada

ahora con los colores originales de los Lobos. Todas y cada una de las naves estaban

siendo cargadas con material y personal. Unos doscientos Lobos Lunares serian

desplegados en aquella misión, todos pertenecientes a la primera compañía. En

realidad era la única compañía en activo. Esos doscientos astartes era todo lo que

tenían los Lobos. Si había reclutas, unos quinientos, pero estaban en Isstvan III, eran

reclutas, muchos recién llegados, otros a punto de ser Hermanos de pleno derecho.

Apartados de todos estaba la escuadra Locasta, Nero vio a Kernya, Casius, Fabricio y a

Tarik, que estaban preparando las armas y se acercó a ellos.

- ¿Dónde está Andalecius?- pregunto Nero.

- Ordenes de última hora, Nero- dijo Kernya, que era quien tenía el mando cuando no

estaba él-. Al parecer a las nenazas de la Primera les hace falta alguien que los meta en

cintura.

- Garvi no me ha dicho nada, hablare con él antes de subir a las naves. Radiax se unirá a

nosotros, vosotros venís conmigo, el resto van con él.

- Entendido- dijo Tarik- el trabajo duro nos lo dejan a nosotros, como de costumbre.

Radiax y los otros se dedicaran a ver el paisaje…

- Que quede claro una cosa, chicos. Esto no es una excursión, vamos a un mundo

demonio, no sé si sabréis lo que es eso. Es vuestra primera misión seria, así que no la

cagueis. Haced lo que Kernya os diga, el estará al mando.

- ¿Yo al mando?, esto es una prueba ¿no?

- No Kernya, esto es más serio de lo que parece. Nuestra misión es de rescate. Debemos

de apoderarnos de un artefacto para el Ordo Xenos, es por eso que llevamos estas

armaduras. El lado bueno es el armamento que llevamos, bolters con visor, munición

Tormenta, Kraken e Infierno. Cualquier cosa que se os ponga por delante será

considerada hostil, no vaciléis a la hora de disparar. Y sobre todo tened cuidado.

Llevad también armas de cuerpo a cuerpo, aunque ya veo que Tarik la lleva en su

cinto.

- Mi espada va conmigo, no es así, Tío Nero- dijo sonriendo. Al verlo así le recordó a

Togarddon, ahora más ya que llevaba el pelo en un estilo parecido, sino idéntico a

este.

- Tarik deja de llamarme tío, no lo soy. Y déjate ya de tonterías, te quiero concentrado

en la misión, igual que al resto. Kernya, organízalo todo con Radiax, yo vengo en un

momento voy a hablar con Adelmus.

- Entendido Nero- dijo el chico.

Si Tarik le recordaba a Togarddon, Kernya era el retrato de Loken. Era rubio como él y

llevaba una Maximus que había sacado del arsenal de Tallarn. Ahora no la llevaba

puesta pero aun así veía a Loken en él, en sus gestos en su forma de ser. Que Garvi lo

salvara en Tallarn había influido en el chico hasta el punto de ser astarte. Y la verdad

sea dicha, era lo mejor que podía haber hecho. De los integrantes actuales de la

Locasta, era quien sobresalía por encima del resto, solo estando detrás de él

Andalecius y Tarik, pero a muchísima distancia. Estos chicos eran buenos, de los

mejores de los Lobos, pero Kernya era excelente en todos los sentidos. Mejor tirador,

mejor espadachín, mejor luchador cuerpo a cuerpo, era el mejor de todos y por eso lo

había elegido, no solo como su sucesor en la Locasta sino también como futuro

Capitán de la Décima. Se lo había dicho a Garvi, que ese chico sería el mejor, pero

Loken le contesto que había pensado en otro para ese puesto, él mismo, Nero. Nero se

negó, no quería esa responsabilidad. Loken le dijo que era el único que podía aceptar

ese puesto, ya que confiaba en él ciegamente, como confió en él cuando fue ascendido

a miembro del Mournival, hacía ya diez mil años. Nero no le contesto, solo dijo que ya

hablarían en otra ocasión.

Nero dejo a los chicos justo cuando llego Radiax con el resto de la escuadra, chicos que

había elegido él mismo. Confiaba en Radiax, ya que llevaba con ellos el suficiente

tiempo como para saber quién era. Además llevaba muchas misiones a cuestas, ya que

era uno de los nuevos astartes más experimentados que conocía. Radiax antes de ser

astarte fue un joven soldado imperial, salvado por Qruze de ser ejecutado por un

comisario demasiado exigente. El chico abandono su puesto para defender a un grupo

de civiles que fueron atacados por un Waaagh orko. Tenía quince años y mato a veinte

orkos él solo, pero el comisario interpreto que no era ese su sitio sino en el muro con

el resto de los soldados. El comisario iba apretar el gatillo de su bolter cuando apareció

Qruze quien al enterarse de lo que pasaba, se enfrentó al comisario. Este se río del

viejo y este, quien estaba ese día de un humor de perros, estampo al infortunado

comisario contra el muro de un puñetazo. Se acercó al chico y se lo llevo con Loken.

Cruzo la cubierta y Adelmus estaba allí repartiendo órdenes a sus sargentos. Nero se

acercó.

- Hola Adelmus,- dijo Vipus.

- Bien ya tienen sus órdenes, preparen el equipo.

Los sargentos asintieron y se marcharon.

- Me imagino para que estas aquí, Nero.

- Exacto, para eso. Andalecius es uno de mis mejores hombres.

- Por eso lo he elegido. Sabía que si cogía a Kernya ibas a montar en cólera, por eso

escogí a Margol. Lo quiero en mi escuadra de mando. El chico es capaz y sería un

excelente Comandante de Fuerza.

- Margol es insustituible en la Locasta, como todos los que la forman. Tú ya elegiste a

todos los veteranos y ahora coges a uno de mis mejores hombres. Se lo diré a Garvi, no

te quepa duda.

- Fue quien me lo recomendó, así que si tienes algo que hablar, díselo a él.

- No te preocupes que lo hare- dijo Nero enfadado.

- Mira Nero, no quiero que té enfades conmigo, no después de todo lo que pasamos los

dos en estos años, después de lo de Isstvan.

- Lo se Adelmus, yo tampoco quiero enfadarme contigo, perdona si sido un poco brusco,

pero …

- Sé que te quedaste después de la reunión, ¿qué pasa?

- Adelmus, esto es un error.

- Lo sé no debemos enfadarnos.

- No es eso, toda esta misión es un error. Garvi solo va allí por una cosa, venganza.

- Me dijo algo, pero dice que no interferirá en nuestra misión.

- Es de locos. Esos chicos están muy verdes. Sabes demasiado bien que solo nosotros,

Radiax y alguno más tienen la experiencia para sobrevivir a esto.

- Se lo dije a Loken, pero ya lo conoces.

- El caso es que no lo reconozco, Adelmus. No sé si Garvi está bien, ya sabes a lo que me

refiero.

- Te comprendo Nero.

- Creo que deberíamos de hablar con el viejo y Nathaniel, a ellos le echara cuenta.

- No creo que Qruze le diga más que nosotros y respecto a Garro, él es quien lo ha

metido en esto. De todas formas será mejor que ya dejemos esto, hay viene Loken.

- Vuelvo con los chicos, no tengo ganas de discutir de nuevo con él.

Loken vio a los dos y se acercó a ellos y antes de que le diera tiempo a Vipus a

desaparecer, Loken lo cogió por el brazo.

- Por lo que parece Adelmus, ya te está dando la vara Nero, ¿no? - Si, capitán, es por lo de Margol. - No hay ya ninguna discusión por lo de Margol, Garvi, si me disculpas tengo cosas que

hacer. - Vengo a veros a los dos. Adelmus, han llegado suministros de última hora, regalo de

Garro, ve a ver de qué se trata, creo que es algo que te va a gustar. - Bien iré a ver, pero me lo estoy imaginando por tu expresión, son las armaduras

tácticas, ¿no? - Exacto, diez armaduras de exterminador, repártelas tu discreción entre los tuyos. - Una ya tiene dueño, no creáis. Bien, voy a ver el regalito.

Nero miro enfadado a Loken.

- Mira Nero sé que estas enfadado, y con razón, compañero. - No quiero volver a ello Garvi. - Me remuerde la conciencia, Nero, no puedo bajar allí con esto entre los dos. Tienes

razón Nero, toda la razón, me dejo llevar solo por la venganza, arriesgo a los chicos. - No te disculpes Garvi, déjalo- le dijo Vipus todavía con cierto enfado. - Te conozco demasiado bien, como tú a mí. Estate tranquilo que será la última vez que

pase esto. Además, Nathaniel nos prometió las armaduras, y ya las tenemos. - ¿Una piedra por armaduras de exterminador?, tiene que ser importante el pedrusco. - Lo es Nero, es algo realmente importante. No me lo explico pero lo intuyo. Recuerdas

cuando estuvimos con los eldar, ¿no? - Como para no olvidarlo. - Bien allí, una vidente me dijo que hace siglos, tal vez milenios se perdió un artefacto

singular. Era una gema, que montada en un arma o armadura creaba un vacío de

disformidad. - Interesante. - Se lo conté a Garro hace mucho, y ahora nos manda a esta misión. Creo que ese

pedrusco como tú lo llamas es la gema. - Se pone interesante el asunto. - Este mundo lleva milenios perdidos, tal vez sea eso, lo sospecho. - Bien, si me disculpas debo de volver con los chicos.

- Un momento antes. Debo de darte algo. Ven. Vipus siguió a Loken hasta una zona apartada de la cubierta, abrió una caja y saco algo

de ella.

- Nero quiero que tengas esto. - Garvi mira no se… - Mira Nero, acéptalo, es mi forma de pedirte perdón. - Vale, pero no me engañes.

Loken saco una espada de energía, bastante bien ornamentado y una pistola bolter.

- ¿Sin segundas intenciones?- pregunto Vipus-, esto es demasiado para un simple

sargento de escuadra, aunque sea la elite.

- ¿A qué viene eso, Nero?

- Se lo que quieres, no me lo has dicho, pero sé que ronda por tú cabeza.

- No sé a qué te refieres- se sonrió Loken.

- Lo sabes muy bien, quieres hacerme capitán, lo sé. Necesitas a alguien más después de

la espantada, no.

- Nero, te necesito como capitán.

- Sabes lo que te voy a decir.

- Si, lo sé demasiado bien.

- Si necesitas una mano para dirigir esto, aquí la tienes, pero capitán es demasiado para

mí, mucha responsabilidad.

- Nero, eres el mejor que conozco, recuerdo cuando yo estaba en el Mournival que

llevabas muy bien la décima.

- Garvi eso fue temporal, el verdadero capitán eras tú.

- Lo sé y por eso sé que estas más que preparado para el puesto.

- No Garvi, no lo acepto.

- Piénsalo, Nero. Ya tengo decidido casi todas las compañías, haz como Adelmus.

- Adelmus lo acepto por que no te conoce como yo. Te lo repito, no. No es a mí a quien

corresponde esto Garvi. Es a ellos-dijo señalando a los chicos de la cubierta-. Es su

época, la nuestra pasó ya. Ellos son el futuro.

- Los tengo en cuenta, muy en cuenta. Adelmus me dijo que tiene pensado ya quien lo

va a sustituir, quiere a Margol.

- Bien, servirá como primer capitán. Cuenta también con Kernya, Tarik, Casius y Fabricio.

- Los tengo muy en cuenta. Los estoy observando muy de cerca. Por eso te los mande.

- Tarik y Kernya me recuerdan a cierta pareja de capitanes que llegue a conocer.

- Ya lo sé- la voz de Loken se congestiono-. A mí también me recuerdan a ellos.

- Bien, volveré con ellos.

- Nero se te olvida esto, creo que abajo te van a hacer mucha falta- dijo Loken

entregándole las armas.

- Vale, las acepto, pero ya hablaremos cuando salgamos de esto.

- Hablaremos, no lo dudes Nero.

Nero se despidió de Loken. Mientras iba con los chicos observo las armas, la espada

era bastante buena y antigua, digna de algún héroe de la antigüedad y la pistola era

especial. Noto por el peso que estaba modificado, tal vez el cargador. Lo abrió y vio

que podía introducir munición bolter, lo que la hacía más mortíferas que las de

reglamento. Esa pistola con cartuchos de fragmentación era un verdadero peligro.

Suspiro y la guardo en su cartuchera.

- Bien ¿cómo va todo?

- Preparado Nero- dijo Tarik sonriendo- Kernya está haciendo los últimos preparativos.

- Bien. Ah Tarik, toma esto- le dijo Vipus.

- Tú pistola.

- Si, esta es un regalo, guárdala bien, es una reliquia.

- Igual que tú, “capitán”.

- Tarik déjalo ya, sabes cómo me desagrada que me digas eso.

- Lo sé, por eso lo hago…

- Tarik, la he preparado. Cuídala.

- No te preocupes. Veo que el capitán te ha dado juguetes nuevos.

- ¿La espada y la pistola?, no están mal, pero yo sigo confiando en mi viejo bolter- dijo

Nero mostrando un bolter que estaba puesto en un estante de armas, un Umbra

Ferrox de la Herejía- ¿sabes cómo lo conseguí?

- Me lo has contado veinte mil veces ya. Fue durante tú periplo hacia Terra, un regalito

de algún astarte de alguna Legión, no.

- Fue un regalo de un tecnomarine al que salve la vida. No te cachondees de mi Tarik,

este bolter es un arma muy peligrosa en buenas manos.

- Tranquilo, “capitán”. Dejo ya de meterme contigo….

- Eres…, bueno no digo nada más por que quien sabes lo que me contestarías. Ten

preparado el equipo, saldremos dentro de poco.

En la thunderhawk donde iba Nero con los chicos se notaba la tensión. Observo como

Kernya jugaba con el bolter y lo revisaba veinte veces, Tarik simplemente miraba a sus

compañeros y de vez en cuando soltaba alguna broma, Casius se movía intranquilo y

Fabricio miraba de un lado a otro. Nero vio que Radiax llegaba de la cabina y se sentó a

su lado.

- ¿Cómo va todo?- dijo Nero a través de su comunicador codificado, ya que llevaba

puesto el casco igual que Radiax.

- Dentro de cinco minutos llegaremos al punto alfa, Nero.

- Bien, los chicos están ya intranquilos.

- Es normal, su primera misión.

- Ya lo sé, pero después de tantas y tantas, ya no sé lo que siento.

- Nero, las primeras siempre son las peores, no sabes cómo vas a actuar, después te vas

acostumbrando.

- Menos mal que es un descenso en thunderhawk- se rio Nero-, mi primera misión

descendimos en capsulas, vomite todo lo que había comido esa semana.

- Menos mal. Pero se supone que no debemos de sentir esto, Nero, nuestro código

genético lo impide.

- Si, esa es la teoría, como lo de no tener miedo y algunas cosas más. Garvi dice que si

no sentimos miedo, seguro que morimos en combate. Tenemos miedo, es normal y

lógico.

- Si pero no salimos corriendo, aunque estemos deseando hacerlo.

- Si esa es la diferencia, nuestra genética lo domina y nos hace más intrépidos.

- No recuerdo casi nada de cuando era soldado, pero creo que lo pasaría muy mal.

- Eso es lo malo de nosotros. No recordamos casi nada de antes de ser astartes.

- Nero, una pregunta, dices astarte, no marine espacial.

- No sé, es la costumbre. Yo todavía me veo como un legionario astarte, no como un

marine espacial. Y a vosotros igual, no sois marines, sois legionarios.

- La verdad es que es algo curioso, Nero.

- Si lo es.

- Capitán Vipus- dijo una voz a través del comunicador- estamos llegando al punto de

inserción.

Nero cambio de color, gracias a que llevaba el casco puesto. Ese “capitán” lo puso

nervioso. Había estado tranquilo, pero aquello lo puso nervioso.

- Entendido, piloto- respondió- pero no soy capitán, solo sargento.

- Perdone sargento, pero Lord Garro nos dijo que usted era el segundo al mando de la

misión, así que creí que era capitán.

- No pasa nada- dijo, pero aquello no se lo creía ni él.- Radiax prepara a los chicos.

- Entendido Nero- dijo el sargento veterano con aplomo a través del comunicador del

casco- Chicos, revisión antes del baile.

Nero escucho como cada uno contestaba al sargento. El grupo que había traído Radiax

era muy variado. Algunos eran componentes de novatos, recién ascendidos a marines,

la mayoría, pero otros pertenecían a la escuadra de mando. Junto a él estaba sentado

el Campeón de la Legión, Wulfen, al que llamaban así porque llevaba un casco con

forma de cabeza de lobo, aunque en aquel momento llevaba un casco de veterano,

con la armadura negra. Llevaba también una espada de energía y un escudo con un

bolter. Junto a él estaba Dremis, el apotecario, quien había decidido acompañarlos, ya

que Garro había mandado seis apotecarios para la misión. Marcelus, o Marcel como le

gustaba que lo llamaran, no estaba allí, ya que se había tenido que quedar con

Adelmus, quien llevaba el grueso de las fuerzas de ataque. El resto eran todos novatos,

incluidos sus chicos. Era el bautismo de fuego para todos, excepto para uno, Kernya. Él

ya tuvo su bautismo de fuego hace unos años, cuando era un niño y fue salvado por

Loken de unos corsarios eldars oscuros. El chico mato a uno de los eldars delante de

Garvi solo con una cadena, al que asfixió. Tanto Tarik, como Casius, como para

Fabricio, e incluso para Andalecius era la primera vez que entraban en combate.

Aquello era un honor para los chicos, ser acompañados por Nero.

- Luces en rojo- dijo el piloto a través del comunicador- descendemos en el punto

señalado.

- Legionarios- dijo Nero con voz autoritaria, sorprendido el mismo por el tono en el que

lo dijo- preparados para el combate.

Al decir esto, todos se pusieron de pie y montaron sus armas. Estaban agarrados a

unos tiradores que colgaban del techo con una mano y en la otra empuñaban el bolter.

La nave aterrizo.

Lo que sucedió después fue tan rápido que más de uno cuando se dio cuenta estaba ya

fuera de la Thunderhawk. El portón de desembarco bajo y los treinta legionarios

salieron a toda velocidad de la nave, ocupando sus posiciones en el perímetro de

seguridad. Las defensas de la nave no paraban de moverse buscando blancos de

enemigos.

- Perímetro asegurado- dijo la voz de Radiax por el comunicador privado en el casco de

Vipus.

- Bien, Radiax, estas al mando. Locasta conmigo.

Tarik, Kernya, Fabricio y Casius fueron detrás de él.

En el punto de desembarco, las cosas eran muy distintas. La llegada de varias

Thunderhawks alertó a los Portadores de Palabra, que acudieron en masa. Las naves

dieron buena cuenta de ellos, hasta que se instaló el perímetro de seguridad. Loken a

acompañaba a Adelmus, quien iba con una armadura de exterminador. Junto a él,

Marcel, con otra armadura igual portaba un banderín de batalla negro, sin ningún

distintivo.

- Comandante de Fuerza, organiza tus devastadores- le dijo Adelmus a Andalecius por

el comunicador-, Fuerza de Ataque Uno, conmigo.

La Fuerza de Ataque Uno era una escuadra formada por diez exterminadores, entre

ellos estaba Marcel. Andalecius colocó sus hombres en una posición defensiva. Los

devastadores con bolters pesados y cañones de fusión formaban la primera línea de

combate, detrás de ellos se alineaban otros con cañones de plasma y junto a ellos,

algunos con cañones laser. Las escuadras tácticas se alinearon entre los devastadores

y varias escuadras de asalto con retroreactores saltaron por encima de la línea para

unirse al grupo de Adelmus. Loken observo todo esto.

- Margol- dijo por el comunicador Loken-, estas al mando. Informa al capitán Adelmus.

- Entendido, señor- dijo el joven.

Loken miro a su alrededor y pulso en su brazo y se volvió invisible. Tenía trabajo que

hacer.

Nero y los chicos dejaron atrás a Radiax y sus legionarios y se adentraron en territorio

enemigo. Le inquietaba que todo estuviera tan tranquilo.

- Parece que estamos de paseo- dijo Tarik con su sorna habitual- ¿seguro que este es el

camino hacia nuestra misión?

- Vamos bien- le contestó Nero por el comunicador de su casco-, lo que si me mosquea

es que lo estamos teniendo demasiado fácil.

- Es extraño Nero- dijo Fabricio-, tal vez estén echando más cuenta en el punto de

inserción A.

- Hace un rato Radiax me informo que todo estaba tranquilo en el punto de encuentro-

dijo Kernya.

- Bien, sigamos adelante- dijo Nero molesto- estamos cerca. Casius y Fabricio, cubrid la

derecha, Tarik y Kernya la izquierda.

- Entendido- dijo Kernya.

Los cinco avanzaron sin muchos problemas y encontraron un edificio, prácticamente el

único que había en la zona, totalmente devastada. Grandes cañones de lava se abrían

en el suelo. Desde luego el planeta había recibido un castigo severo. Había ruinas por

todos lados, de edificios de los anteriores habitantes de aquel planeta. Allí parecía que

hubiese visto un asentamiento de importancia, tal vez una ciudad. El color de la tierra

quemada indicaba que allí hubo alguna catástrofe bastante grave. Nero vio en su visor

del casco que había ciertos niveles de radiación, lo cual pudiera indicar que se hubiese

usado material radiactivo, tal vez alguna bomba. La verdad es que la bomba debía de

ser muy destructiva para causar aquello. Vio como Casius saltaba sobre los restos en

ruinas. Ocultándose en los pocos restos de edificios que quedaban llegaron hasta allí,

su objetivo.

Loken, sin mucha dificultad llego hasta el Inner Sactum de los Portadores de Palabra.

Era una sala abovedada, excavada en una de las principales cuevas del recinto

principal. Había eludido con el manto de invisibilidad a los portadores y estaba allí.

Solo debía de buscar a su objetivo y acabar con él. La verdad es que sabía dónde

estaba, la información en ese caso era muy precisa, demasiado precisa. En su fuero

interno sabía que aquello era una trampa, pero debía seguir adelante, quería activar

esa trampa.

Fue avanzando por pasillos hasta llegar a una sala, donde había algo que le recordaba

al pasado. Tuvo la misma sensación de cuando descubrió hacía ya mucho tiempo en el

Espíritu Vengativo un templo corrupto. Había llegado a su destino.

Desconecto la capa de invisibilidad y observo a su alrededor. Agarro su viejo bolter

Ferrox y se dio la vuelta. Todo despejado, vacío. Y justo entonces escucho una voz que

le hablaba.

- No está aquí, Lobo Lunar.

Vipus y los chicos entraron en el edificio, y una vez en el interior vio que allí había una

especie de templo.

- Informad- dijo Nero por el comunicador. - Todo despejado- dijo Kernya. - Por este lado también – dijo Casius. - Bien, tomad posiciones.

Los chicos se ocultaron detrás de algunas columnas, y el avanzo hacia un pasillo que

estaba justo en el centro de la habitación y entro en él. Era estrecha y por el cabía una

sola persona y la verdad no estaba hecho para la envergadura de un astarte. Se puso

en la mano el bolter e iba avanzando de lado, cuando escucho un ruido a su espalda.

Miro y donde estaba antes la entrada al pasillo, vio un solo muro, lo habían encerrado

allí.

Nada más cerrarse el muro detrás de Vipus, un grito salvaje sacudió la sala. Kernya y

los chicos fueron sorprendidos por una cincuentena de Portadores quienes entraron

en la sala. Iban vestidos con túnicas rojas, y llevaban un pectoral metálico a modo de

armadura, cubierto de runas extrañas, seguro que en idioma colchisiano. Algunos

llevaban máscaras metálicas, pero otros iban con lo que parecía ser un uniforme

militar, solo que la parte superior era en rojo, sin mangas que dejaba al descubierto

fornidos brazos e iban con máscaras metálicas de color negro. Iban armados con

pistolas y espadas, algo que era un problema para los legionarios, pero detrás de ellos

apareció una figura enorme, de un astarte. Este iba vestido con una armadura roja,

con una especie de túnica y una grotesca mascara metálica que cubría su rostro. Nada

más verlo, los chicos comprendieron quien era. Un hechicero, un psíquico.

Tranquilamente Loken empuñó su bolter en dirección a donde salió la voz. Vio una

inmensa mole delante de él.

- Tú debes ser ese famoso Lobo- dijo la voz, manteniendo se ocultó en las sombras-. Mi

señor Erebus dijo que serias un gran contrincante, pero yo solo vero a un leal más.

- Antes de nada me gustaría saber con quién estoy hablando. Tú ya sabes quién soy.

- Bien me presentare- dijo saliendo a la vista de Loken-, me llamo Haagarr Defensor de

la Palabra.

Loken vio a un legionario del Caos, vestía una irreconocible armadura Cruzada

decorada con runas de escritura dorada. Era casi irreconocible porque estaba cubierta

por trozos de cuero, de procedencia humana intuyo Loken, además tenía piezas de

otros tipos de armadura y estaba decorada con cráneos humanos y restos de otras

razas.

- Ya que nos conocemos, creo que deberías saber que no es a ti a quien busco, ¿Dónde

está esa rata traidora de Erebus?

- Mi señor Lord Erebus sabía que venias y también sabia por lo que venias, no lo dudes.

Los psíquicos lo predijeron.

Aquello sentó a Loken como un tremendo golpe. Erebus no era tonto y alguien le había

puesto en alerta, se imaginó quien podría ser.

- Así que esto es una trampa, ¿no?

- Sí, eso es una trampa. Todos seréis una ofrenda a los Dioses.

- Bueno no sé si los psíquicos también han predicho que detrás de nosotros vendría una

flota de la Inquisición para purgar este planeta.

- La flota no podrá llegar nunca. Los Dioses nos protegen.

- Bueno, creo que se acabó ya la charla.

Y diciendo esto amartillo su bolter y disparo al Portador.

- Capitán Loken- dijo el caótico-, es usted un mal jugador. Esto es un duelo entre tú y

yo…

El Portador de Palabra golpeo a Loken con una maza demoniaca, y este salió

despedido contra una de las paredes.

Loken medio aturdido se puso de pie y busco su bolter, que estaba tirado en el suelo.

No podría alcanzarlo antes de que el caótico le volviese a golpear, así que saco su

espada sierra y la puso en funcionamiento.

Vipus avanzaba por el pasillo oscuro con la visión nocturna de su casco. Era estrecho y

recto, pero tan largo que no veía su fin. Siguió andando mientras se preguntaba como

estarían los chicos. Aquello le preocupó de forma alarmante. Nunca en tantos años

había sentido aquello por nadie, aquello chicos eran algo más que su escuadra. Los

había visto crecer desde que eran unos críos, hasta convertirse en lo que eran hoy,

verdaderos legionario. Tenía sentimientos por ellos y aunque Tarik le incordiaba

muchísimo y se cachondeaba de él, sabía que el chico sentía algo por él. No sabría

explicarlo, pero era un sentimiento mutuo por ellos, eran como sus hijos, si era eso, se

sentía como un padre cuando protegía a sus hijos. Eso lo sorprendió más aún. Se

suponía que los astartes no tenían sentimientos de ese tipo. Y pensó en Loken. Él

también los tenia, lo sabía seguro por que alguna vez se lo dijo, lo que sintió cuando

Pequeño Horus mató a Togarddon, lo que sintió cuando en 63-19 protegió a los

iteradores de la bestia en que se convirtió Jubal. Al fin al cabo eran seres humanos en

el fondo, con mutaciones genéticas pero humanos. Estaban mejorados y en su código

genético algunas de esas cosas habían sido anuladas, pero al final siempre se

imponían, a pesar de la manipulación genética. Sabía que Loken se sintió atraído por

Keeler y por Oliton de alguna forma, como ellas se sentían atraídas por él. Aquello lo

preocupo, nunca había sentido nada así.

De pronto se dio cuenta que el pasillo terminaba en una sala gigantesca. Salió del

pasillo, o bien podría decir hueco y vio lo que parecía una especie de capilla.

Los Portadores de Palabra aullaban y disparaban sus pistolas contra ellos, dirigidos por

el hechicero y un par de acólitos con servo armaduras. Casius disparo su bolter y

media docena cayeron al suelo muerto. Solo fue una ráfaga, pero vio como los

proyectiles estallaron antes de impactar en sus objetivos. Fabricio, un poco más atrás

quemo literalmente a otro grupo de una ráfaga.

En el otro lado Tarik y Kernya también daban cuenta de sus oponentes, algunos con

desmembramientos incluido. Uno de los acólitos disparo un bolter hacia su dirección,

pero Kernya le reventó la cabeza de un disparo. El proyectil atravesó la ceramita del

casco y exploto en su interior, seccionándole la cabeza de un tajo. Su cuerpo sin vida

cayó pesadamente al suelo. Miro a su alrededor. Y vio que por lo menos treinta de los

portadores habían caído ya. Las municiones especiales habían causado unas

tremendas bajas en los caóticos, solo veía cuerpos desmembrados y mutilados. Casi

todos los portadores tenían heridas mortales y alguno que estaba herido no tardaría

en morir. Observo como el enemigo se estaba reagrupando. El próximo ataque seria el

definitivo, pero sabía que una veintena no podría con ellos.

- Tarik- dijo por el comunicador-, se reagrupan.

- Ya lo sé Kernya- dijo esta vez sin el tono burlón que normalmente teñía su voz-, creo

que nosotros deberíamos hacer lo mismo, reunirnos con Fabricio y Casius, ¿no?

- Entendido. Casius, Fabricio me escucháis.

- Fuerte y alto sargento- dijo Casius.

- La próxima será más fuerte- le contesto Fabricio-, no me gusta nada ese hechicero y

aún queda otro acolito vivo. Esos si son enemigos peligrosos.

- Del Hechicero me encargo yo- dijo Kernya -. Fabricio encárgate tú del acolito.

- Sin problemas, vera ese quien soy.

- Bien debemos de estar preparados.

Andalecius estaba dirigiendo a sus hombres con una frialdad mortal. Cada ataque de

los Portadores de la palabra era rechazado por los hombres de Margol. Llamo a su

capitán por el comunicador.

- Mi capitán, ataque rechazado.

- Bien chico, les estamos dando bien a esos perros. Estoy terminando con los últimos y

me reúno contigo en la posición.

- Entendido señor- dijo el chico-, pero tenga cuidado. Este último salto ha sido más

peligroso. Creo que están preparando algo.

- No te preocupes chico, bien corto.

A Andalecius había algo que le decía que no iba tan bien la cosa. Los últimos ataques

habían sido grandes, pero noto que los estaban probando, buscando sus puntos flacos.

Esperaba, sabía que el siguiente ataque seria con algo más que con locos fanáticos

vociferantes. Los informes contaban que los Portadores tenían vehículos, pero ninguno

había aparecido hasta el momento y se imaginaba que en el próximo atacarían con

ellos, seguramente cubriendo a Legionarios del Caos, que vendrían en ellos.

- Comandante- dijo por el comunicador uno de sus sargentos-, ya vienen y lo que traen

no le gustara en lo más mínimo.

Loken se estaba recuperando del último ataque del caótico. El Paladín lo mantenía a

distancia con la terrible maza. Tenía la anchura de una cabeza humana y era lo

suficientemente larga como para evitar que se le acercara Loken con la espada. Su

táctica era no dejar que se le acercase, porque sabía que Loken usaría toda su maestría

para matarlo. La manejaba con las dos manos y cada golpe era demoledor. Su

armadura tenía varias abolladuras, todas las veces que se había intentado acercar a él.

Tenía que pensar algo rápido, ya estaba perdiendo mucho tiempo con el paladín. La

misión se había fastidiado y tenía que volver con los chicos, lo necesitaban.

Se movió rápidamente y de un salto golpeo al caótico con su pierna. El paladín, que no

se esperaba este ataque, retrocedió y Loken aprovecho ese momento para atacarlos

con la espada. El caótico paro el golpe con astil de la maza. Los dientes de la sierra

chirriaban al chocar con la empuñadura de la de acero. El paladín intento rechazarlo,

empujando al astarte contra la pared, pero fallo y no logro moverlo. Loken le dio una

patada en una de sus piernas y el caótico cayo pesadamente al suelo. Loken se separó

de él y preparo su siguiente movimiento. La armadura parecía impenetrable, pero aun

así lo atacó con la espada. La sierra desconcho la pintura carmesí de la armadura. El

caótico, desde el suelo hizo un movimiento circular con la maza dirigido a las piernas

de Loken, quien al ver el movimiento salto y se puso fuera del alcance de su enemigo.

Debía de acercarse otra vez y derrotarlo, lo cual era difícil, pero ya sabía cómo debía de

hacerlo.

Tarik avanzaba entre los portadores blandiendo su espada sierra, cada golpe que daba

cortaba una extremidad de alguno de sus enemigos, por otro lado, Casius ejecutaba

fríamente a sus enemigos. Mientras ellos se ocupaban de ellos, Fabricio busco a su

enemigo y se enfrentó a él. Vestía una armadura parecida a la Aquila, pero era distinta,

más parecida a la Herejía. El acolito tenía un hacha de energía, retorcida y con varios

filos cortantes, mientras que Fabricio solo tenía un puño de combate. El enemigo

sonrió detrás del casco que llevaba puesto al ver la desventaja en la que se encontraba

su enemigo. Lo que no sabía era que Fabricio era experto en combate cuerpo a cuerpo

y el puño era su arma favorita. El acolito se lanzó al ataque. Fabricio espero, solo

espero el momento adecuado y enfocó un golpe, un solo golpe. El puño de combate

del astarte impacto cargado de energía contra el cuerpo del caótico que salió

despedido contra una pared. Cuando aún estaba caído en el suelo, Fabricio salto

encima de él y lo remató en el suelo golpeándolo repetidamente con el puño.

Kernya, con el camino libre alzo su espada de energía y reto al brujo. Este le respondió

con un gesto parecido, como aceptando el reto. Vestía una armadura cubierta por una

túnica carmesí, y como casco llevaba una terrorífica mascara que era un rostro

demoniaco que gritaba. Por arma tenía un báculo de hechicero, terminado por un

cráneo que podría ser de cualquier criatura menos humano. Kernya, quien era un

excelente espadachín, ataco primero, pero el golpe fue detenido por el brujo casi sin

inmutarse. El choque de ambas armas cargadas de energía produjo un gran chispazo.

Ahora fue el brujo quien ataco, pero Kernya esquivo el ataque con maestría, casi sin

moverse del sitio y contra ataco con un golpe de su puño que impacto el pecho del

hechicero.

El brujo, al ver que su enemigo había atravesado su guardia, puso distancia entre

ambos y extendió el bastón, como tomando la distancia de su enemigo. Kernya adoptó

una posición de espera, viendo a ver que iba a hacer el brujo. Este atacó, pero el chico

volvió a esquivar el ataque, pero esta vez lanzo un tajo con la espada, que corto parte

del pectoral de la armadura. Del corte empezó a brotar sangre oscura. El brujo se llevó

la mano al pecho y al comprobar que estaba herido, lanzo un desesperado ataque

contra el astarte, pero este lo paro con la espada e hizo caer al brujo al suelo

repeliendo el ataque. El brujo se levantó y empuño el bastón con las dos manos y

concentro un ataque de energía, que impacto en la armadura del chico. La verdad es

que no fue mucho y se recuperó del ataque. Ahora Kernya empuño la espada con las

dos manos y se empleó a fondo en un ataque demoledor que destrozo la ya maltrecha

armadura del enemigo. Este cayó al suelo, sangrando a borbotones. Kernya le había

vencido y este estaba moribundo en el suelo. Pero de pronto sintió un frio que le helo

la sangre. Se volvió y vio al brujo de pie, sangrando pero entonando lo que parecía un

cantico. De repente se vio envuelto en lo que parecía una burbuja de poder.

Tarik derrotó al último de los portadores, cuando vio como el hechicero rodeado por

un aura de energía, elevaba a Kernya como si fuera un muñeco. Después vio como lo

arrojaba contra una pared, donde choco y volvió después a rebotar de ella. Vio como

Kernya extendía sus brazos, en un acto seguramente dirigido por el brujo y como, este

con una palabra de poder, arrancaba de cuajo uno de sus brazos una pierna,

lanzándolo violentamente contra una de las paredes que se derribó con la violencia

del impacto. Tarik, grito y empuño su bolter disparando contra el brujo.

- ¡Maldito bastardo!, ¡hijo de puta!- dijo mientras avanzaba corriendo disparando.

El aura de poder repelió los disparos del bolter. Al ver esto, Tarik empuño su espada

sierra y se lanzó a la carga contra el enemigo, al que golpeo con su armadura. Los dos

cayeron al suelo, pero Tarik se levantó de inmediato. El brujo levito, a unos palmos del

suelo. Tarik atacó con una furia imparable y el brujo intento parar el golpe con el astil

de su báculo, pero la potencia del golpe de Tarik era tal que lo rompió por la mitad,

alcanzando de lleno al brujo en parte de su rostro y el pecho. Este cayó al suelo, herido

ya de muerte. Tarik, aun así, al ver al enemigo medio muerto, tranquilamente recargo

el bolter, esta vez con munición perforante. El brujo yacía en el suelo bocarriba, pero

Tarik, apoyo un pie en el cuello del enemigo y puso el bolter en la cabeza del brujo.

- ¡Nadie le hace eso a un Lobo Lunar y sale indemne!

Y al decir esto disparo a bocajarro el bolter. El primer disparo destrozo el casco, pero

no le causó daño al brujo, pero el chico volvió a disparar, una y otra vez hasta dejar

vacío el cargador del arma. Cuando el cerrojo del arma le indico que no quedaba

ninguna munición observo la cabeza del brujo destrozada por los disparos del bolter.

- Kernya estas vengado.

Nero estaba en una sala que parecía una capilla, solo. La puerta estaba cerrada, y allí

delante de él había lo que podría ser un altar. Había visto cosas así antes, pero no de

esta forma. El altar estaba lleno de ofrendas, partes humanas y de otros seres y

sangre, mucha sangre por todos lados, pintada como símbolos caóticos. Y en el centro

de todo esto había una gema, del tamaño de un puño. Nero saco un dispositivo de

contención, donde metió la gema.

Ya tenía lo que venía a buscar, pero debía de salir de allí y reunirse con los chicos.

Observo la habitación y parecía quien solo había una salida una recia puerta de piedra,

que estaba cerrada desde afuera. Nero no lo pensó dos veces, cogió dos granadas de

fusión y las lanzó contra la puerta.

Andalecius no creía lo que veía. Esperaba vehículos, tal vez algún profanador, pero no

aquello. Delante de él veía un ejército de demonios que se dirigían a la posición de su

capitán.

- Mi capitán, se dirigen hacia usted una legión de demonios- dijo el chico.

- No te preocupes Margol, mis exterminadores y yo nos encargaremos de ellos.

- Están mandados por una bestia gigantesca, puede que sea un demonio de gran

entidad, armado con una espada. Adelmus, yo usted replegaría a los hombres hasta

nuestra posición. Desde aquí con el apoyo de las tarántulas y los cañones de las

cañoneras podremos rechazarlos.

- Negativo chico, podemos detenerlos. Con estas armaduras si podremos con ellos.

Y al decir esto desconecto la comunicación. Andalecius comprendió que no podía

hacer nada por convencerlo. Adelmus creía que iba a poder detenerlos, pero él sabía

que no sería así, debía de hacer algo y pronto. Intento contactar con Loken, pero solo

escuchaba estática, y con Nero también, pero nada igual, así que contacto con Radiax.

- Eso es una locura chico- dijo Radiax cuando le conto lo que sucedía-. Voy a replegarme

hasta tu posición. Mientras tanto piensa algo rápidamente.

- Entendido sargento, lo hare de inmediato.

Margol observo a su alrededor, tenía un buen contingente, pero sabía que no

resistirían el ataque, necesita ayuda y rápidamente, algún arma con la que poder

detener al demonio gigante. Y entonces vio que Arteus, el tecnomarine que estaba allí

con él.

- Arteus, debemos detener a ese demonio.

- No sé cómo comandante- dijo el tecnomarine con voz metálica.

- Necesitamos un arma potente y rápido.

- Bien, podría hacer algo, tal vez con los cañones de la cañonera. Si pudiera incorporarle

una célula de energía, podríamos tener un cañón de fusión lo suficiente potente para

detenerlo.

- ¿Cuánto tardaría?

- En condiciones normales un par de horas.

- No las tiene, debe de ser como mucho en cinco minutos.

- No se preocupe comandante, intentare improvisar algo.

Adelmus estaba henchido de orgullo. Con aquella armadura no había quien lo

detuviera. Había matado a cien enemigos, algunos de ellos legionarios del caos con

servoarmadura, que estaban a sus pies. La escuadra formada por nueve

exterminadores más estaba terminando con los últimos enemigos, cuando Adelmus

vio lo que se avecinaba comprendió al chico. Demonios, de todos los tamaños y

colores se acercaban a ellos con una rapidez pasmosa.

- Escuadra de asalto, vienen más- dijo Adelmus por su comunicador.

- Entendido capitán, intentaremos retrasarlos lo que podamos.

- Bien, escuadra preparados para el siguiente combate. Al grande y feo dejádmelo a mí…

Todos se rieron a través de la línea abierta del comunicador. Ahora Adelmus estaba

confiado en la victoria, demasiado confiado. Estaba infravalorando a un enemigo muy

superior en número, pero era algo lógico después del combate que había tenido hacia

un momento.

La escuadra de asalto diviso a su nuevo objetivo. Treinta legionarios con retroreactores

formaban la fuerza de ataque, y al ver a los demonios atacaron. La primera línea de

enemigos se deshizo delante de ellos, rodeándolos y apareciendo por detrás, pero no

los pillo por sorpresa ya que, con espadas sierras, pistolas bolter, de plasma,

lanzallamas y rifles de fusión aguantaron bastante bien el tipo. Hubo algunas bajas,

pero era normal debido al alto número de enemigos. Un montón de cuerpos de

demonios, que estaban ya casi vaporizados, los rodeaba. Pero no tuvieron descanso,

ya que una segunda oleada se les acercaba a marchas forzadas, eran unos demonios

de casi la altura de un marine, con cuernos y los había de varios colores, algunos eran

rojo brillante, otros eran un dorado mortecino y algunos eran negros como el carbón.

Y todos venían armados con espadas de fuego. Algunos venían montados en bestias

gigantescas, que avanzaban a una velocidad temible, pero lo peor de todo era un ser,

gigantesco que estaba en el centro de todo. Era grande, tan grande como una torre y

era rojo, de un rojo sangre e iba vestido con una armadura carmesí con runas típicas

de los Portadores de la Palabra. El sargento de la escuadra de asalto al verlo ordeno un

repliegue táctico hacia la zona ocupada por los exterminadores.

- Mi capitán, lo que viene ahí es imparable- le dijo el sargento a Adelmus.

- De eso no te preocupes ahora- le contesto- yo me encargo de él. Vosotros y los demás

encargaros de los otros.

Adelmus avanzo y blandió su Martillo Trueno. Al llegar a lo alto de un risco, para llamar

la atención del Demonio, golpeo el Martillo en el escudo Tormenta que llevaba. Si lo

que quería era llamar su atención lo consiguió, ya que el Demonio se giró y se encaró

hacia él. Adelmus grito, y salto encima de él blandiendo su arma. Un combate de

titanes estaba por comenzar.

Loken estaba ya cansado del combate. Su enemigo le tenía cogida la medida otra vez y

le costaba mucho trabajo volver a acercarse. Cada vez que lo intentaba, lo recibía con

un golpe de la maldita maza. Lo había tenido a su merced, pero el caótico era muy ágil

y lo evadía. Tenía que pensar algo y rápido. Sabía que lo hacía aposta, para

entretenerlo lo máximo posible y existía la posibilidad de que Erebus hubiese planeado

algo para dejarlos allí prisioneros en el maldito planeta. Por eso debía de terminar con

él, necesitaba que el enemigo se confiara, que tomara una posición de ataque que lo

desequilibrara y él aprovechar ese momento de confianza y acabar con él. Y sabía que

no tardaría en cometer un error que sería fatal.

El Paladín vio que Loken estaba cansado, y que ya era suyo. Su Señor le hablo mucho

de aquel ser, y lo advirtió. Sin duda su Señor lo había infravalorado, ya que para él no

era ningún desafío. Al principio si suponía algo, pero después de unos minutos

luchando había predicho todos sus movimientos. El tal Loken era patético, pensó, una

reliquia de otro tiempo, un tiempo pasado que no volvería. Él era el futuro y acabaría

ya con el viejo marine.

El caótico ataco con la maza y justo en el momento que dio el golpe, que Loken

esperaba, esquivo y con la espada sierra golpeo justo en uno de los pliegues de la

armadura. Sabía demasiado bien los puntos débiles de ese tipo de armadura y Garviel

lo aprovecho. Desgarró parte del cableado interno de la armadura y el caótico

arrodillado grito de impotencia. Loken saco la espada y con un golpe de maestro le

secciono la cabeza, que salió despedida del tronco a gran velocidad. Toda la sala se

tiñó con sangre negra del enemigo.

Loken paro la espada sierra, se agacho y cogió su bolter y acto seguido activo su capa

de invisibilidad. Debía volver con los chicos, le necesitaban.

La puerta literalmente desapareció de su vista cuando arrojo las granadas. La

explosión lo había cubierto de un polvillo amarronado, que al ser la armadura negra lo

había dejado casi blancuzco. Como llevaba el casco, no le importaba porque veía a

través de los sensores de las lentes. Pensó, que con una granada podría haber abierto

un agujero, pero no lo pensó y lanzo dos. Así soy yo, se dijo para sí. Salió de la

polvorienta habitación y tras doblar varios pasillos llego a la sala por la que habían

entrado. Pero lo que vio allí no le gustó nada.

La sala estaba llena de cuerpos, muchos mutilados por la acción de espadas sierra e

incluso de disparos de bolter. Fue avanzando lentamente en alerta por si había algún

enemigo, pero nada más andar unos metros comprobó que la matanza había sido

concienzuda, los chicos se habían portado como veteranos, literalmente, habían

arrasado al enemigo. Y entonces entro en la habitación donde estaban los chicos.

Todos estaban allí. Se acercó a ellos.

- Buena habéis liado- dijo Vipus.

- He intentado contactar contigo- dijo Tarik con voz exaltada- también con Garvi y con

Radiax, pero no contesta nadie.

- Seguro que son interferencias, nada más salgamos de aquí seguro que funciona, ¿Qué

pasa?

- Nero, yo…- dijo el chico titubeando. Aquello le extrañó mucho a Vipus, Tarik siempre

estaba de broma y ahora parecía serio, caso desencajado- es Kernya, está muy mal.

- ¿Qué le ha pasado?- dijo Vipus andando junto al chico.

- Está muy mal… ¡creo que está muerto!….

Nero fue con el chico hasta una pared donde estaban Fabricio y Casius arrodillados

ante un cuerpo. Cuando Nero reconoció a Kernya, algo le atravesó su alma.

- ¿Cómo demonios esta así?

- Había un psíquico con ellos, Nero. Lo teníamos todo controlado. Fabricio se enfrentaba

a un acolito, mientras Casius y yo terminábamos con el resto. Él fue por el brujo….

Nero actuó por instinto. Unas runas aparecieron el visor de su casco indicándole el

estado del chico. Estaba mal, pero vio que estaba estable.

- Esta estable- dijo, pero tiene que verlo Dremis.

- A perdido mucha sangre- dijo Fabricio, que estaba blanco como un papel-. El maldito

brujo le arranco el brazo y la pierna.

- Lo veo Fabricio, ya lo veo. Pero él tiene que verlo. Tarik, cógelo tú con cuidado. Yo

abriré la marcha, Fabricio y Casius en los flancos.

Los chicos asintieron. Tarik cogió la espada y el cuerpo exánime de Kernya en brazos. Y

comenzaron a andar para salir fuera de allí.

Una vez en el exterior, Nero vio que tenía señal y se puso en contacto con Radiax.

- Radiax, aquí Nero.

- Hola Nero, ¿cómo van las cosas?

- Mal, necesito a Dremis rápido. Kernya está muy mal- dijo Nero, el canal era codificado

y solo podían oírlo los dos-. Tiene miembros arrancados y creo que una contusión

grave en la cabeza. Necesitamos ayuda rápidamente.

- Estamos en el punto de inserción Alpha.

- ¿Habéis dejado la posición de desembarco?

- Si, Andalecius me necesita aquí. Nero las cosas están muy feas aquí. Ven todo lo rápido

que puedas.

- Estamos muy lejos y creo que el chico no llegara. Necesitamos un transporte.

- No te preocupes yo me encargo. Esta es vuestra situación ¿no?

- Sí. Esa es.

- Enseguida mando apoyo aéreo. Se lo comentare a Andalecius.

- Date prisa….

Andalecius observaba la batalla desde su puesto, vio como Adelmus saltaba desde el

risco y se enfrentaba al Demonio. Adelmus lo rechazaba como podía, y lo golpeaba

con su martillo. La bestia era muy lenta, pero cada golpe que daba era demoledor. Y

anticipándose vio lo que iba a pasar.

Adelmus fue cogido de improviso por el Demonio, quien literalmente lo apartó de un

manotazo. El capitán salió volando, chocando contra unas ruinas. El golpe fue

tremendo, pero aun así, el exterminador se levantó, pero para volver a caer al suelo de

inmediato. El Demonio grito….

Andalecius al ver esto contacto de inmediato con la Legión of One.

- Aquí Alpha, conteste Legión.

- Aquí Legión.

- Necesitamos apoyo aéreo pesado de inmediato.

- Cerberus sale de inmediato.

La orden fue dada y la Cerberus partió de inmediato. La cañonera estaba preparada,

lista para entrar en combate en cualquier momento. Además de su potencia de fuego,

llevaba colgado a Sejanus, el Dreadnought que sería dejado literalmente sobre el

enemigo. La nave partió de la fragata y se adentró en la atmosfera con su carga.

Radiax contactó con Andalecius.

- Andalecius, soy Radiax, Nero necesita ayuda rápidamente.

- Entendido, he pedido apoyo pesado, que tiene que estar por llegar.

- Bien, yo hablare con la Cerberus de inmediato.

Por encima de Andalecius paso como un rayo la Cerberus. Vio como Sejanus colgaba

de la nave y como al llegar al sitio de destino, esta lanzo al dread. También disparo sus

misiles contra el Demonio, que le causaron algo de daño. Hizo otra pasada y disparo el

cañón de fusión que pareció si dañarlo.

En ese momento una runa le alerto era Arteus.

- Todo listo comandante- dijo el tecnomarine con voz metálica.

- Fuego- dijo tranquilamente Andalecius.

Nada más ver la pasada que realizo la Cerberus, Radiax se puso en contacto con ellos.

- Cerberus aquí Radiax.

- Le escucho sargento.

- Diríjanse al punto 54.56.7, allí tendrán que recoger un paquete.

- Entendido sargento, tomamos nuevo rumbo.

- Dense prisa hay una vida en juego.

Las turbinas de la Cerberus rugieron y la nave ascendió. Enseguida tomo su nuevo

rumbo e instantes después, el piloto vio un grupo de edificios entre unas ruinas. Allí

estaba el punto de reunión. Gracias a los instrumentos de navegación detectaron

formas de vida.

Nero vio a la Cerberus y respiro tranquilo. Instantes después la cañonera descendía y

sus compuertas se abrían, para el grupo introducirse dentro e ir al punto de encuentro

Alpha.

El cañón de la Thunderhawk disparo, impactando de lleno en el Demonio. Eso sí que le

había dañado de verdad. Sejanus vio como el Demonio se agachaba tocado por el rayo

concentrado y aprovecho este momento para atacarlo. Apunto su proyector de

energía y espero a que el arma estuviera lo suficientemente cargada para disparar. El

impacto fue directo y el daño causado fue tremendo al enemigo, que cayó al suelo.

Sejanus aprovecho ese momento para, con su puño de combate, asestar un golpe

tremendo, pero no definitivo. El enemigo estaba casi vencido, pero no del todo.

Intento golpearle, pero Sejanus lo esquivo, y disparo su bolter tormenta que llevaba

en el puño. La ráfaga de disparos, directa a la cabeza entre los dos ojos del enemigo

fue letal para el ya dañado enemigo. Pesadamente cayó al suelo exánime.

- Zona controlada- oyó Andalecius por el canal de comunicación.

- Entendido Sejanus- le contesto-. Escuadras tácticas avancen hasta encontrase con él.

Seis escuadras tácticas avanzaron, iban armadas con bolters pesados y cañones de

fusión armas con las que contendrían tanto a infantería como a vehículos. Además,

desde una zona elevada, grupos de Devastadores armados con cañones laser y

cañones de fusión mantenían vigilancia sobre la zona.

La Cerberus descendió rápidamente sobre el punto Alpha. Abriendo sus compuertas

unos segundos antes de descender, lo que le permitió ver a Vipus como las escuadras

avanzaban al combate.

- Creo que llegamos aún a tiempo- dijo Fabricio casi sin inmutarse, cargando su bolter.

- Lo primero es dejar a Kernya con Dremis- dijo Tarik-, después se van enterar esos

bastardos de la furia de los Lobos Lunares.

- Bien preparados para la bajada- dijo Nero-. Afortunadamente no estamos en una

capsula de desembarco, si no ibais a echar hasta vuestra primera papilla.

- La genética mejorada de un astarte impide que le pasen esas cosas- dijo Casius.

- Vosotros nunca habéis sido lanzados desde una nave estelar en la atmosfera de un

planeta y aterrizado de un impacto sobre su superficie- dijo Nero- . deberíais probarlo,

la próxima misión lo haremos, veremos la genética mejorada de un astarte como

funciona.

Antes de tocar tierra, Nero y Tarik saltaron a tierra, incluso con Kernya en brazos. Le

siguieron Casius y Fabricio, ya con las armas dispuestas.

- Llévalo con Dremis, estaremos con Andalecius.

Tarik asintió y se dirigió hacia el improvisado hospital que tenía allí el apotecario

montado.

- ¡Dremis!- grito Tarik- ¿Dónde estás apotecario?

Dremis miro a Tarik con desaprobación.

- Tranquilo chico, le dijo, ven aquí, déjalo en esa mesa.

Tarik dio un par de zancadas y dejo el cuerpo exánime de Kernya en la mesa de

operaciones.

- Sabes como esta, dime algo- dijo el chico.

- Ahora vete de aquí, me estorbas, ya le informare a Nero.

- Necesito….

- ¡Vete fuera de aquí!, es una orden legionario- dijo Dremis muy enfadado- esta en mis

manos, no te preocupes.

Tarik cerró sus puños y dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir,

el apotecario hablo.

- Tarik está estable, se salvara.

Nero estaba con Andalecius y el resto cuando llego Tarik.

- ¿Me he perdido algo?- dijo el chico.

- Nada, le respondió Andalecius, ¿Cómo esta Kernya?

- Se salvara, o por lo menos eso dice Dremis- le contesto el chico-. Ahora solo necesito

matar unos cuantos Portadores para tranquilizarme.

- Las cosas están mal- dijo Radiax-, tienen muchas fuerzas y además demonios. La

destrucción del Demonio solo los ha retrasado algo. Sejanus y las escuadras tácticas

están en primera línea, apoyados por devastadores.

- ¿Se sabe algo de Adelmus y sus escuadras?- dijo Nero

- Todavía nada- respondió Andalecius-, no han llegado a esa zona, pero me temo lo

peor. Se enfrentó al Demonio y lo derroto de un manotazo.

- Bien lo primero es avanzar hasta su zona y ver si hay supervivientes, Locasta conmigo-

dijo Nero.

Los chicos cargaron sus bolters.

- Sin compasión- dijeron al unísono los cuatro.

- Radiax tú con tus hombres nos apoyaras, y Andalecius, dirige como hasta ahora todo

esto, lo estás haciendo muy bien. ¿Alguna noticia de Garvi?

- Nada desde que se fue- contesto el chico.

Nero no dijo nada. Comprobó su bolter y se puso en marcha.

Ver a la Locasta avanzar en el campo de batalla era todo un espectáculo. La escuadra

estaba desplegada en abanico y era mortalmente eficaz, destrozando con munición de

fragmentación al enemigo. Se sabía que por allí estaban pasando por el reguero de

enemigos muertos que dejaban a su paso. Ya hacia un rato que habían dejado atrás la

posición que mantenían Sejanus y las tácticas y se habían internado en zona de nadie.

De vez en cuando aparecía algún demonio que era eliminado sistemáticamente.

- Radiax cúbrenos, avanzamos.

- Entendido, pasamos a cobertura.

Nero y los chicos avanzaron y entonces los vieron, allí. Era un grupo reducido, pero

estaban vivos. Casi todos eran exterminadores, pero también había algunos

integrantes de las escuadras de asalto. Nero se acercó a ellos.

- Informen- dijo.

- Sargento Andrax, tercera escuadra de asalto. Casi todos están muertos, menos los que

estamos aquí. Las escuadras décima, segunda, cuarta y novena han desaparecido

enteras. No sabemos nada del capitán. Los exterminadores nos han ayudado a

mantenernos, pero la munición escasea.

- No te preocupes sargento. Reagrupa a tus hombres y salid de aquí. Andalecius,

necesitamos apotecarios en este punto.

- Entendido Nero, mando una Thunderhawk .

- Exterminadores con nosotros- dijo Vipus- vamos a por el capitán.

Solo seis de los diez exterminadores estaban allí. Según le contaron, tres fueron con

Adelmus, incluidos entre ellos Marcel, y no sabían nada desde el comienzo del ataque.

Al ir avanzando vieron el primer cuerpo de un exterminador, rodeado de enemigo que

había matado antes de morir. A pocos metros había otro también muerto Siguieron

avanzando y entonces encontraron a Marcel. Estaba vivo, pero bastante grave.

- Exterminador caído- dijo Nero-, teletransporte a zona de seguridad.

- Entendido capitán- dijo uno de los exterminadores al mando y usando su baliza como

señal, mando una señal a Arteus.

Arteus acciono un complicado aparato y el cuerpo de Marcel apareció al lado de las

thunderhawks, avisando de inmediato a uno de los apotecarios.

Nero siguió adelante y entonces vio el cuerpo de Adelmus. Estaba tendido bocabajo.

La armadura estaba destrozada, por lo cual la baliza interna no funcionaria. En su

casco apareció una runa que indicaba que estaba vivo, pero las constantes eran muy

inestables.

- Quédate con él y pide teletransporte, dile a Arteus que sois dos, para que lo tenga en

cuenta.

- Entendido capitán.

Nero oyó como Tarik reía casi a hurtadillas. El chico sabía que a Vipus no le gustaba

que le llamasen capitán, y ya lo habían hecho dos veces seguidas. Nero abrió un canal

privado.

- ¿Qué te hace tanta gracia Tarik?

- Nada, capitán- le contesto con sorna.

- Déjate ya de bromas, Tarik, esto es muy serio. Estamos rodeados de enemigos, así que

estate alerta.

- Entendido Nero- dijo el chico.

- Vosotros dos volved con los exterminadores que pasamos antes y teletransportaros.

Nosotros volvemos al punto de embarque…

Andalecius estaba viendo como la Thunderhauk partía con los apotecarios. Tendrían

mucho trabajo una vez llegados a su destino. Por las noticias que tenía, por lo menos

cincuenta legionarios de la escuadra de asalto habían muerto y por lo menos cerca de

treinta estaban heridos. Miro al frente y se preguntó si aquello era la guerra, una

matanza sin honor ni respeto. Estaba tan pensativo que no vio a Loken que apareció

detrás de él.

- Andalecius, ordena retirada- dijo Loken-. Esto es una trampa.

- Entendido, capitán. Nero y la Locasta están bastante adelantados.

- ¿Cuántas bajas?

- Muchas, por lo menos ochenta o noventa.

- Haz lo que te he dicho. La Cerberus está aquí, ¿no?

- Sí.

- Yo iré por Nero y la Locasta.

Cuando Nero regreso, todavía estaban allí los supervivientes de las escuadras de

asalto, a quienes se habían unido Radiax y los suyos.

- Hola Nero- dijo Radiax-, ¿los encontrasteis?

- Si, Marcel y Adelmus están graves, los otros dos muertos. Viene una thunderhawk a

recoger los heridos.

- Bien hare que mis hombres formen un perímetro de seguridad.

- Que te acompañen los exterminadores. ¿Sargento Andrax como esta, no le dije que se

fuera de aquí?

- Bien, señor pero hay muchos heridos y apenas tenemos munición. Hay muchos

enemigos hasta la zona de desembarco, además nuestros retroreactores están muchos

fuera de servicio.

- Que uno de tus hombres reparta munición a los que estén mejor.

- Entendido Nero.

Nero escucho el rugido de los motores de la Thunderhawk, que no tardo nada en

aterrizar. De ella bajaron cuatro apotecarios que empezaron a reconocer a los heridos,

que eran embarcados en la nave. Dos se acercaron a Nero.

- Capitán Vipus, necesitamos cobertura, tenemos que recoger la semilla genética de los

caídos.

- Bien, Tarik y Fabricio, id con ellos.

- Entendido Nero- dijo Fabricio.

Nero vio como los cuatro astartes se marchaban para hacer su cometido. Tendría que

acostumbrarse a que le llamasen capitán, aunque todavía no estaba muy seguro si

aceptaría. Entonces vio la runa. Ya venían.

Nero se unió a la línea defensiva. Tarik y Fabricio informaron que una gran fuerza de

ataque de los Portadores iba hacia ellos. Estaba formado por Legionarios del Caos y

vehículos, entre ellos un Profanador.

El ataque comenzó.

Los legionarios del Caos avanzaban disparando. Los defensores disparaban sus bolters

con munición especial y gran cantidad de los caóticos cayeron bajo el fuego de los

Lobos. Aun así seguían avanzando, lentamente pero sin pausa. Las armas pesadas de

las escuadras de Radiax vomitaban fuego y proyectiles de bolter pesado, pero aun así

continuaban. Hasta la Thunderhawk se había unido a la defensa, su cañón principal

disparaba munición de fragmentación causando daño entre los vehículos. Hasta ese

momento el Profanador no estaba a la vista.

Y entonces Nero vio una nueva runa en su casco. Y grito por el comunicador.

- ¡Retirada!, ¡todos a la Thunderhawk! ¡Locasta y Radiax fuego de cobertura!

La orden fue inmediata, todos excepto la escuadra Locasta y un grupo seleccionado

por Radiax entre los que estaban los cuatro exterminadores comenzaron a disparar.

- Capitán, ya estamos listos- dijo el piloto a Nero.

- Bien, Radiax y los exterminadores a la nave.

- No Nero, nos quedamos aquí contigo y la Locasta- le respondió el veterano sargento, y

diciendo esto ordeno a los exterminadores, que estaban ya sin munición que se

retiraran a la nave.

Estos obedecieron al sargento y entraron en la cañonera.

- Puede despegar piloto.- dijo Nero- nosotros cubriremos la retirada.

Y Nero, con Radiax, la Locasta y cuatro legionarios más se prepararon para recibir la

carga de los caóticos.

La cañonera partió. Y los caóticos atacaron.

El combate cuerpo a cuerpo no tardo en empezar. Nero con su espada de energía

mataba enemigos que lo rodeaban, Fabricio con su puño de combate derribaba a

enemigo tras enemigo, Radiax con su espada de energía destripaba a sus

contendientes y Tarik empuñaba su espada sierra en una mano y en la otra la espada

de energía de Kernya. Cada ataque era devastador, cortando carne y ceramita con sus

espadas. Los otros cuatro legionarios tampoco les iban a la zaga, entre ellos estaba el

sargento Andrax, quien se había negado a irse. Entre todos rechazaban a los enemigos.

En poco rato solo había un círculo de cuerpos que los rodeaba. Pero aquello no duraría

mucho, otros enemigos preparaban su carga y entre ellos venia el Profanador. Nero y

los demás se prepararon para el combate.

- Sin compasión- dijo Tarik.

- ¡Sin compasión! - gritaron el resto.

El ataque fue inmediato otra vez el enemigo les rodeaba, pero ahora eran más que

antes, estaban esperando lo peor cuando sucedió algo. Nero sonrió, era la Cerberus.

La compuerta de la Cerberus se abrió y un legionario se lanzó desde diez metros de

altura y cayo pesadamente entre los enemigos. Nero lo reconoció de inmediato.

- Ya era hora que aparecieras- le dijo.

- Estaba un poco entretenido, vosotros también, ¿no?

- Me alegra tenerte aquí capitán- le dijo Tarik por el comunicador-. Acabemos con ellos.

La llegada de Loken y la Cerberus revitalizo el ataque de los Lobos. Ya no estaban a la

defensiva y rompieron el círculo que los rodeaba.

Mientras la Cerberus, se enfrentó al Profanador. Disparo unos misiles que causaron

impacto en el vehículo y, realizando una pasada, con los cañones de fusión destrozo

una de las patas. El vehículo, sin uno de sus apoyos se tambaleo y la cañonera

aprovecho para, con todo su armamento disponible, darle el golpe de gracia. Después

de destruirlo fue hacia donde estaba Loken y los demás.

Nero, Loken y los demás estaban en la cañonera. Nero, por un canal codificado

hablaba con Loken.

- Era todo una trampa- dijo Loken.

- Me lo suponía- le contesto Nero-, y tú caíste.

- Si dímelo, lo se soy tonto.

- Lo eres, Garvi, pero la misión está cumplida- dijo Vipus señalando un dispositivo de

contención que llevaba en el cinturón.

- Bien, todos se están ya retirando hacia la Legion of One. Faltamos nosotros. Nada más

estemos allí saltaremos a la Disformidad.

- Me pregunto que pasara después que nos hayamos ido.

Habían pasado ya unas horas y Loken estaba revisando el informe de la misión. Había

tenido éxito, pero las bajas eran muy numerosas, de los doscientos, noventa eran

bajas y se habían recuperado solo un sesenta por ciento de las semillas genéticas.

Había cerca de cincuenta heridos, tres de ellos muy graves. Dremis le había pasado los

informes de Kernya, Marcel y Adelmus. El chico se recuperaría, pero había perdido un

brazo y una pierna, además le habían realizado una cirugía de urgencia para activarle

la red cerebral, que había resultado seriamente dañada, por lo que le habían

implantado un chip estimulador. Lo de Marcel y Adelmus era peor. Ambos estaban

fuera de servicio, y el apotecario le pidió permiso para meterlos en unos sarcófagos

para mantenerlos. Loken todavía no le había contestado, ya que no le gustaba la idea.

Pero ambos habían dicho, que si caían en combate con heridas muy graves, fueran

introducidos en dichos sarcófagos e implantados en unos Dreadnoughts. Loken debía

de dar la orden.

Garviel pulso su comunicador.

- Si capitán.

- Dremis adelante, hazlo.

INVESTIGACIONES Actualidad

La inquisidora estaba de un humor de perros y aquel día se levantó con la pierna izquierda.

Llevaba tres días intentando hablar con alguien del Mournival, pero todos la esquivaban.

Estaba intentando localizar a Loken, pero este, desde que ella había llegado no había vuelto a

dar señales de vida. Primero intento hablar con el capitán Margoll, pero le dijeron que no

estaba en Isstvan en ese momento, que había salido a una misión muy importante. Con Tarik,

el capitán de la segunda tuvo más suerte, hablo con él pero no le dijo lo que intentaba saber. Y

después lo mismo intento con Dernell, capitán de la quinta, pero este simplemente se negó a

recibirla. Y ya estaba harta. Tenía que hablar con alguien, tenía que saber que estaba pasando.

Veía el ajetreo y nerviosismo de la gente, y sabía que algo gordo iba a pasar. Además la

desaparición de Loken durante tres semanas la inquietaba, algo iba mal. Y ese día se lo iba a

jugar todo por el todo. Si alguien sabía dónde estaba Loken ese era el capitán Vipus, de la

décima. Aunque era el capitán de la décima, Vipus era en realidad su segundo al mando. Ese

honor le tocaba normalmente al capitán de la Primera, pero Vipus, junto con Loken y algunos

más era uno delos supervivientes de Isstvan III, además de amigo personal de Loken. Y además

sabía dónde encontrarlo. Siempre estaba últimamente en los manufactorums, supervisando la

reparación del Fellblade, que ya estaba casi terminado. Llevaba puesta una chaqueta de cuero

sobre su mono de combate que era su uniforme habitual cuando no estaba en ninguna misión.

La inquisidora sonrió. Allí estaba Vipus, dando órdenes a los astartes. Lo miro fijamente y vio lo

distinto que era a Loken. Mientras Loken era serio, Vipus era más cordial y alegre con los

marines. Charlaba con ellos como si no tuviera rango alguno, como si fuera uno de ellos. Tal

vez fue por eso por lo que lo eligió para el puesto.

Se acercó a él y le hablo.

- Hola capitán Vipus.

- Hola inquisidora-le contesto Nero, sonriéndole.

- Quisiera hablar con usted, si me lo permite.

- Claro, sé que lleva días buscando algo. Si necesita saber algo yo soy su hombre.

- Le he preguntado a todos los del Mournival por el comandante, ¿sabes usted dónde

está?

- ¿Garvi?, no tengo ni idea, pero, entre usted y yo, planea algo- dijo con voz profunda,

pero que denotaba cierto sarcasmo.

- Me lo imagino, pero usted sabrá algo más, ¿no?

- Solo sé que se recibió una comunicación de uno de nuestros contactos, y Garvi salió

con la Legion of One y la Primera Compañía. Debe tratarse de algo grave, supongo.

- No se ría de mí, capitán- dijo la inquisidora al borde de un ataque de nervios- ¿ustedes

están intentando reírse de mí?, le recuerdo que pertenezco al Ordo Hereticus, y puedo

en cualquier momento poner todo esto patas arriba. Solo una comunicación mía y….

- Y no sucedería absolutamente nada, inquisidora. Tenemos contactos, por encima de

los suyos. Una orden suya aquí no vale para nada. Tómeselo como quiera, pero no

sabrá nada de Garvi hasta que él regrese. Son sus órdenes. Y le aconsejo algo, dese

una vuelta por la Academia, puede que allí aprenda algo.

- ¡Cómo se atreve a dirigirse a mi así!, ¡usted solo es un capitán de compañía!

- Eso es lo que cree usted, pero cuando Garvi no está, yo soy el comandante de todo

esto, inquisidora, soy quien tiene que proteger todo y a cuantas personas viven aquí.

Y le diré algo más. Sé dónde está Garvi, lo sé muy bien, pero no se lo diré, se ponga

usted como se ponga. Bien si no le molesta, tengo que continuar con mi trabajo.

Buenos días.

Vipus se dio media vuelta y la dejo allí, con un palmo de narices.

Ahora sí que la inquisidora estaba enfadada de verdad. Tuvo que concentrarse

muchísimo para no hacer una barbaridad, como convertir en llamas a Vipus.

Necesitaba tranquilizarse, así que se dirigió hacia sus habitaciones, allí podría olvidar lo

sucedido.

Su habitación era para ella como su refugio. Allí huía de todo y de todos y estaba

tranquila. La actitud de los astartes la exasperaba, no los comprendía. Las ordenes de

Loken, sean cuales fueran, la dejaban a ella a un lado y eso no le gustaba. A los

inquisidores se los temía por toda la Galaxia, menos en aquel lugar. La excluían de

todas sus decisiones, la apartaban de su lado. Y Loken era el peor de ellos. No lo había

vuelto a ver desde que llego allí y tramaba algo. Vipus lo sabía, era algo importante.

Realmente importante si Loken se había llevado con él una compañía.

Pensando en todo esto un golpe quedo en la puerta la distrajo. No estaba

acostumbrada a aquello, ya que donde vivía ella en Terra las puertas eran automáticas.

Cuando alguien solicitaba verla, una voz sonaba y anunciaba al visitante. Allí era

arcaico. Se acercó a la puerta y la abrió. Delante de ella estaba un hombre joven, de

unos treinta años o tal vez menos, no parecía un astarte, llevaba una túnica de color

gris piedra, con un símbolo de un lobo con una luna creciente en su pecho.

- Buenos días, inquisidora Drem- dijo el joven-, el capitán Vipus me dijo que tal vez

necesitara mi ayuda.

La inquisidora lo miro de arriba abajo. Vipus era un bastardo y seguramente para

reírse de ella enviaba a un desconocido. Ella lo invito a pasar.

- Me presentare, mi nombre es Matthias Hensson. Soy iterador de la Academia. El

capitán pensó que podría venirle bien mis conocimientos.

- ¿Iterador? Perdóneme pero, desaparecieron hace miles de años.

- Bueno si, le explicare. Puedo sentarme ¿no?

- Si, como guste- dijo ella asintiendo.

- Le explicare. Efectivamente, desaparecieron hace miles de años. Pero el comandante

está formando una nueva generación. Piensa que el mundo podría ser mejor con

nosotros.

- ¿Está formando iteradores?, yo creía que solo había astartes aquí.

- La Academia está abierta a todo el que lo desee, ya sean astartes o humanos simples

como nosotros. Todos tenemos derecho a una educación.

- No me explico esto. No solo forma a astartes, sino también a humanos, ¿por qué?

- Según el comandante, todos tenemos que ser formados. Tanto en mente como en

espíritu y cuerpo.

- No lo comprendo.

- Bien, no lo esperaba. El comandante no es de esta época tan turbulenta. En el mileno

30, todos eran formados. El estudio con el gran Sidermann. Y él nos enseñó a una

buena cantidad de nosotros. Y nosotros enseñaremos a las futuras generaciones.

- Pero por qué. No lo comprendo.

- Bien, le estoy intentando explicar. En los Lobos Lunares todos tenemos una formación.

Lo mismo los astartes que el más humilde trabajador. Somos una familia.

- ¿Familia?

- Sí. Hace veinticinco años mi planeta fue atacado por adoradores de Khorne.

Aparecieron de la noche a la mañana. Arrasaron el planeta en poco tiempo. Éramos

esclavos, esperando nuestro turno para ser sacrificados. O bien ser convertidos en

adeptos. No teníamos elección. Y entonces aparecieron ellos. Loken y la Locasta,

acompañados por Vipus, Qruze, Garro y Tarvitz. Todavía lo recuerdo como si fuera

ayer. Tarvitz era la perfección hecha muerte. Aniquilaba a los enemigos como si no

fueran nada, Garro, salvaje pero efectivo, Qruze, caballero hasta en la guerra. Fue

Nero quien me libero, quien me dio la vida que llevo. Toda mi familia había muerto,

mis padres y hermanos sacrificados. Sobrevivimos unos veinte, que vinimos aquí. Yo…

quería ser como ellos, como Loken, como Vipus. Me presente con ocho años a las

pruebas, junto con más de medio centenar. Solo pasaron cinco y de ellos solo dos se

convirtieron en astartes. Actualmente están en alguna de las compañías de reclutas,

serán exploradores.

- La trasformación en marine es así, solo sobreviven unos pocos elegidos.

- Sí, es duro. Mire inquisidora, le cuento esto para que comprenda la importancia de

todo lo que está sucediendo. El comandante tiene a su mando a solo tres mil astartes,

menos de un diez por ciento de lo que fue nuestra legión, y de ellos, solo unos mil

doscientos son hermanos de batalla.

- Mil doscientos astartes. Un capitulo completo.

- Solo la primera compañía y la décima están al completo, el resto de las compañías

están a un cincuenta por ciento.

- No lo comprendo. Tiene la fuerza de combate más potente de la Galaxia…

- No tenemos todavía nada. Nuestros hermanos de batalla son novatos la mayoría, solo

han combatido en pequeñas campañas. Menos mal que sus capitanes si tienen

experiencia en combate. Hace años fueron enviado a distintos capítulos por ello. Allí

aprendieron a ser astartes de verdad. Y también formo lazos con el resto de los

principales Capítulos. El comandante tiene contactos en ellos.

- Así que el comandante se aseguró de estar en contacto con los Capítulos, pero en

teoría nadie debía de conocer la existencia de la Legión.

- Solo unos cuantos la conocen. Algunos de ellos son altos mandos en esos Capítulos y la

verdad solo conocen lo que el comandante ha decidido contar. Si quiere comprender

todo esto venga mañana a la Academia. Allí vera todo con más claridad y podrán

contestarle todas las preguntas que tenga.

- Bien acepto su ofrecimiento.

- La espero mañana, no falte no se arrepentirá.

El hombre saludo cruzando las manos hasta los hombros, haciendo la señal del Aquila.

La inquisidora se extrañó. El joven salió de su habitación. En su cabeza tenía muchas

preguntas y aquel joven dijo que se las responderían. Tal vez fuera un principio para

comprender lo que allí sucedía.

Paso todo el día pensando en aquello, que no se podía quitar de la cabeza, y decidió

despejarse un poco. Vivir bajo tierra, como vivían ellos era algo que la ponía nerviosa.

Salió de su cuarto y ando sin rumbo. La verdad es que la base que tenía allí Loken era

maravillosa. Había construido cientos de viviendas bajo tierra, donde vivían los Lobos,

era su refugio, pero ella necesitaba aire que respirar. Sabía que había una salida, una

gran puerta que salía al exterior. Estaba más allá de los manufactorums, y allí se

encamino. No tardo mucho tiempo en encontrarla. Era una puerta de ceramita,

gigantesca y acorazada. En ella había apostados dos guardias, que le extraño que no

fueran astartes. Vestían uniformes parecidos a los exploradores, por lo que supuso que

serían de las Fuerzas Expedicionarias. El primer día, Loken le explico, después de su

recibimiento, la jerarquía de la Legión. Aquellos, los expedicionarios, eran candidatos a

astartes que habían sido rechazados y que formaban parte de un contingente de

combate. Loken le había explicado su función, parte como tropas auxiliares, parte

como fuerza de seguridad. Aquellos pertenecían a la segunda compañía, que se

encargaba de la seguridad del complejo. La primera compañía estaba formada por

veteranos, algunos de ellos incluso con experiencia militar. Y los acompañaban en

algunas misiones, sobre todo como tropas de defensa. Cuando los astartes tomaban

un objetivo, ellos se dedicaban a defenderlo, fortificarlo y mantenerlo mientras los

astartes avanzaban. Pero aquellos dos eran solo un grupo de seguridad nada más, sin

entrenamiento militar. Paso por su lado y no le dijeron nada, se detuvo delante de la

puerta y espero. Los dos chicos charlaban sobre cosas sin sentido para ella, fueron

unos segundos, pero para ella fue una eternidad hasta que la puerta chirrió y se abrió.

Una bocanada de aire fresco le dio en la cara.

Al estar en el exterior, vio lo que tenía montado Loken allí. La puerta estaba rodeada

de bunkers, al menos dos, en ese momento vacíos, pero preparados para cualquier

eventualidad. Un generador, uno de los cientos que había en el planeta, traqueteaba.

Ella avanzo y cuando llevaba un poco de trecho se volvió y miro la puerta. Desde

afuera parecía vieja y desvencijada, coronada por un Aquila imperial en su parte

superior. Trampas antitanques estaban situadas en el camino. Se volvió y algo le llamo

la atención. En una colina cercana, había una especie de edificio, aquello le llamo la

atención y se dirigió a ellas. No estaba muy lejos, y además el andar le sentó muy bien,

ya estaba harta de estar bajo tierra. A medida que se iba acercando veía algo. Era un

edificio alto, con una gigantesca Águila Imperial rota que estaba en la entrada.

También vio que la Puerta tenía forma de águila. Le recordó a los Templos que se

dedicaban al culto del Dios Emperador, pero aquel era distinto. Junto a la puerta, a

cada lado había dos gigantescos ventanales que dejaban entrar luz en el interior. Por

su configuración en cruz, aquello se le antojaba como un templo. Miro arriba, a lo más

alto y vio que de su fachada colgaban estandartes, por lo que podía ver eran de

distintos Capítulos, pero todos tenían en común una cosa, eran los nueve originales.

Vio un estandarte de los Ángeles Oscuros, otro de los Lobos Espaciales y uno de los

Cicatrices Blanca en la fachada de la puerta. Entro. Al entrar vio una enorme nave, en

forma de cruz, solitaria y con una gran estatua que representaba un marine espacial

con una espada y un escudo. Le extraño el color, rojizo que habían usado para hacerla,

normalmente estas estatuas eran de piedra blanca o metálicas, doradas o plateadas.

Continuo avanzando y vio dos puertas en cada uno de los lados de la cruz, siguió

andando y miro hacia arriba. Era gigantesco, con tres plantas de pasillos. Eran como

balcones interiores, sin barandillas. Estaban en la zona de entrada y terminaban

encima de las puertas que formaban la parte trasversal de la cruz. Siguió andando en

dirección a la estatua. Estaba en un pedestal el cual estaba flanqueado por dos lobos

de piedra blanca. Eran muy realistas, pero lo que más le choco fue cuando observo los

signos que estaban en el pedestal. Reconoció el símbolo central, la heráldica de los

Lobos Lunares, en la parte superior izquierda estaba un cráneo recubierto por una

especie de corona, era el de la Guardia de la Muerte y justo en el lado contrario había

uno que era como un águila rodeada de rayos. Le extraño ya que ese símbolo le era

familiar, ya que le recordaba al de la guardia del Emperador, los Custodes. Justo

debajo en la parte derecha había uno que reconoció enseguida, el de los Cuervos

Sangrientos y en la parte izquierda uno que podría ser como un perro. Perros de la

Guerra, supuso, un símbolo de antes de la Gran Cruzada. Era extraño ver esos cinco

símbolos de heráldica allí juntos en el pedestal. En ese momento algo la altero. Se giró

rápidamente al escuchar un ruido.

Delante de ella había ¡un lobo! el animal era blanco como la nieve y estaba delante de

ella gruñéndole, enseñándole los dientes. Instintivamente se llevó su mano a la cadera

donde llevaba su pistola.

- Yo usted no lo haría inquisidora- dijo una voz detrás de ella. Se giró y vio a un astarte

que caminaba hacia ella.

- Capitán Tarik- dijo ella cortésmente.

- Inquisidora, creo que a Reev no le cae usted muy bien- dijo el joven. Lo miro de arriba

abajo y lo vio claramente su armadura blanca, pero con hombreras grises claro,

diferente a la que llevaban el resto de los Lobos. Llevaba un lobo en el pectoral, y

estaba cubierto de pieles de esos animales.

- Es suyo ese lobo, no.

- Sí, es mío, en teoría. La verdad es que me lo encontré hace muchos años- el joven lo

llamo y el animal fue hasta él corriendo. Se sentó a su lado y lo miraba fijamente con

devoción-. La verdad es que el me encontró a mí.

- Regalo de los Lobos Espaciales, si no me equivoco.

- En parte sí, pero no en realidad. Cuando estuve en Fenris tuve que pasar su iniciación y

durante ella lo encontré. Era un huérfano, así que creo que por eso lo adopte.

- ¿Qué este complejo?- dijo ella señalando con la mano a su alrededor.

- Curiosa pregunta, en realidad es un templo.

- Un templo, creí que los astartes no creían en dioses, salvo en el Emperador.

- Esto es el Templo de las Legiones. Y en realidad no es un templo. Es un monumento.

Acompáñeme y le contare lo que es.

La Inquisidora se unió al joven y ambos anduvieron hasta llegar a lo que parecía unas

escaleras. Subieron hasta una planta y se lo mostro desde las alturas.

- La estatua es diferente…

- La piedra es obsidiana- dijo él- el comandante creo que la trajo de Terra hace muchos

años.

- Parece un sitio de oración.

- Puede serlo. En realidad es un monumento a los que murieron aquí en este planeta

hace muchos años. Le hubiera gustarlo hacerlo donde estaba la Basilika Makariana,

pero aquella zona no es segura.

- Allí fue donde lucho Loken con Abaddon.

- Si, allí. También aquí murió Togarddon.

- ¿Era amigo del comandante?

- Su mejor amigo. Lo mato Pequeño Horus. Creo que por eso Garvi levanto esto.

- ¿Lo llama Garvi?

- Le extraña, inquisidora.

- Solo una persona lo llama así.

- Nero, si es el único y nosotros, Kernya, Casius, Andalecius, Fabricio y yo. Vera él, Garvi,

me salvo hace muchos años. Yo vivía en Terra, era un niño y me dedicaba a sobrevivir

en sus calles. Robaba a la gente en las calles. Y le robe a él.

- ¿Le robo?

- Si, le robe pero él me detuvo. Creí que me entregaría a los Arbites, pero hizo otra cosa.

Me cogió y me trajo aquí.

- ¿Cuánto hace de eso?

- Cincuenta años. Soy el más joven, el capitán más joven. La verdad es que tuve suerte.

- Y ha llegado a capitán, no está mal para un pequeño ratero.

- Si- dijo el sonriendo- tuve suerte de robarle. Mi vida desde entonces ha cambiado

mucho. Ahora estoy aquí y tengo a Reev.

- Es un lobo de Fenris, no.

- Sí, es un lobo de Fenris.

- Raro que este aquí.

- Es un animal fiel. Además es mi guardaespaldas.

- Así que estuvo en Fenris con los Lobos.

- La verdad es que me aceptaron bastante bien. Son un Capitulo extraño.

- Si, también están bajo sospecha desde hace muchos años.

- Se refiere a la mutación. Si la Inquisición tuviera que investigar a cada Capítulo no

acabaría nunca. Cada uno tiene su tara. Menos los Ultras, ellos son perfectos.

- Los Ultramarines son unos de los Capítulos que más ha colaborado con la Inquisición.

- No quiero hacer una charla con usted sobre pureza, cada quien es como es y hay que

aceptarlo tal y como es.

- Yo tampoco. Así que el comandante creo este Templo.

- Si, fue hace muchos años. En realidad es una especie de lazo que les une. En la fachada

de la entrada están cada uno de los símbolos de las nueve Legiones leales, con sus

respectivos banderines.

- Y los símbolos que están en la estatua.

- Ah esos. Habrá reconocido alguno.

- Si, algunos de ellos, ¿qué significan?

- Legiones traidoras que permanecieron fieles al Emperador, eso significa. Nosotros los

Lobos, Perros de la Guerra, Hijos del Emperador, Guardia de la Muerte…

- Y Cuervos Sangrientos, no lo comprendo.

- Los Cuervos son sucesores de los Mil Hijos. Antes de la destrucción de Prospero,

Magnus mando una flota por todo el universo. Unos Mil Hijos del culto Corvidae

llegaron a un planeta y se asentaron allí. De allí nacieron los Cuervos Sangrientos.

- ¿Un secreto?

- Exacto, una verdad revelada. Como muchas verdades ocultas.

- Los Hijos del Emperador no existen, ni los Perros de la Guerra.

- Muchos Devoradores murieron durante el ataque al Palacio Imperial de Terra, pero

algunos sobrevivieron muy pocos, Tarvitz y los suyos es lo único que queda de los

Hijos. Después de la Herejía cambiaron su nombre por los Protectores del Emperador y

se ocultaron en el Palacio Imperial. El resto ya lo sabe.

- Si ya lo sé. Lo que no se es como ha podido estar oculto durante tanto tiempo.

- Garvi y sus amigos se han movido cautelosamente. Tanto Garro como Iacton han

operado siempre en las sombras, poniendo a otros por delante. Durante un tiempo se

habló que un tal Jano dirigió a los Caballeros Grises, pero lo que nadie sabía era que el

tal Jano era Iacton. Todo el mundo pensó que era un inquisidor del Ordo Malleus.

Garro fue más allá. Creo los Guardianes de la Muerte y los dirigió en multitud de

misiones. Pero no fue idea suya. Siglos antes el Sigilita hizo lo mismo con Garro para

buscar un grupo de élite, formado por astartes de diferentes Legiones. Loken también

fue uno de ellos, su nombre clave era Cerberus. Lo ve usted inquisidora, siempre han

estado aquí, manejando los hilos, pero nadie se ha dado cuenta.

- Ahora comprendo muchas cosas, pero lo que se escapa a mi entendimiento son

ustedes. ¿Cómo estar ocultos durante tanto tiempo?

- De la misma forma, pero ocultos bajo distintos nombres. Aparecimos en Tallarn, en

Sexteus. Le contare lo de Sexteus. Era un mundo demonio que apareció hace unos

veinte años. Acababa de salir de la Academia y fue mi primera misión. En ella, aparte

de mi iban otros que seguro conoce, como a Ferrus, Andalecius Margol y a Casius

Darnel. Todos estábamos allí, recién ascendidos a Iniciados, nuestra primera misión

importante. Nos acompañaban Nero y Garvi, así como casi toda la primera compañía.

En realidad solo existía la primera compañía, ya que el resto eran neófitos. Como le

dije fue nuestra primera misión. El comandante quería vernos en acción en un mundo

hostil y que más hostil que un mundo demonio. Supongo que nunca habrá estado en

un sitio así.

- No

- Bien no sé cómo explicárselo, pero piense en el sitio que más aborrezca y odie, pues

un mundo demonio ni se acerca a eso, pero es parecido. Íbamos unos doscientos,

armados hasta los dientes. Teníamos la confianza y la fe necesarias para derrotar al

enemigo. Los Portadores de Palabra habían reclamado aquel mundo como suyo, pero

después nos enteramos que estábamos allí por una sola razón, Garvi había recibido un

soplo que allí se encontraba Erebus y quería matarlo.

- Era una venganza

- Exacto. Mientras nosotros distraíamos a los Portadores, él se enfrentaría contra el

traidor. Pero todo salió mal. Erebus no estaba allí, había estado pero en aquel

momento no estaba. Y nos encontramos en una trampa. Luchamos por cada metro

para salir de allí y a decir verdad casi no lo contamos. Sobrevivimos pero a costa de

muchas bajas, pero lo peor fue lo de Ferrus. Kernya se enfrentó a un psíquico, que lo

destrozo. Perdió su mano derecha y su pierna, así como sufrió graves daños en la

cabeza. Quedo como un vegetal durante un tiempo hasta que el apotecario y el

tecnomarine lo curaron. Y como le he dicho salimos de allí de milagro

La inquisidora no sabía lo que contestar. Miro la estatua y enseguida comprendió lo

que significaba. Aquello era un monumento a todos los astartes muertos en combate.

Pero algo la hizo reaccionar. Sonó un zumbido que procedía de Tarik, quien se llevó su

mano a la boca.

- Si, que pasa. Bien Nero enseguida.

- ¿Qué ocurre?

- Hay una reunión, debo de partir de inmediato y usted debe venir conmigo. Si quiere

respuestas ahora las va a tener.

La inquisidora y Tarik volvieron a la base. Durante todo su camino vieron que lo que

pasaba allí era importante. Toda la tranquilidad que se respiraba anteriormente se

había convertido en un torbellino de actividad. Veía a multitud de astartes y también a

ciudadanos normales ayudándoles, así como a expedicionarios, pero estos eran

distintos a los que veía comúnmente. Eran de la primera compañía y en ellos vio a

guerreros casi tan hábiles como los astartes que estaban preparados para todo. Pensó

que algo gordo estaba pasando.

La sala estaba repleta de mandos, estaban todos los capitanes de las compañías

además de mandos intermedios y mandos de las compañías de la Fuerza

Expedicionaria. Ella entro con Tarik y se dirigió dónde estaba Vipus, quien dialogaba

con Margol.

- ¿Qué es lo que pasa capitán?

- Garvi ha vuelto. Nos ha citado a todos aquí.

- ¿Algo importante?

- Si, creo que sí.

- ¿Usted ya lo sabe, no? siempre lo ha sabido lo que pasaba.

- Inquisidora no es mi competencia informar de esto. Garvi se lo dirá como al resto.

- Después de la reunión me gustaría hablar con él.

- ¿Es un ruego, inquisidora?

- No, no es un ruego, es una orden

En ese momento entro Loken en la habitación. Llevaba su armadura Mark IV verde

marino todavía. Todo el mundo se calló esperando que el hablara.

- Gracias por venir todos. Tengo que decirles algo muy importante, este mundo está

amenazado por un gran enemigo. Una flota de Legiones traidoras se dirige en este

momento hacia aquí.

Un silencio sepulcral hizo en la sala.

- Esto no es un simulacro, una flota de por lo menos siete naves de combate se dirige

hacia aquí. Es una fuerza de ataque mixta compuesta por naves del Caos de la Legión

Negra, Hijos del Emperador, Devoradores de Mundos, Guardias de la Muerte,

Portadores de Palabra, Guerreros de Hierro y Mil Hijos. No se descarta que también

aparezcan los Amos de la Noche y la Legión Alpha. Quiero que se pongan en marcha

todos los protocolos de defensa y evacuación inmediatamente. Tenemos de dieciséis a

setenta y dos horas para su llegada. Ya saben lo que tienen que hacer todos.

Todos asintieron y empezaron a salir por la puerta, en la habitación solo quedaron

Vipus y la inquisidora además de Loken.

- Nero quiero que dispongas la décima para defensa inmediata. Organiza a las escuadras

para los relevos.

- Entendido- dijo Nero acercándose a él- ella quiere hablar contigo, prepárate, amigo

mío.

- No te preocupes.

Vipus salió por la puerta, sonriendo. Loken se acomodó en un escalón en el suelo.

- Bien inquisidora.

- Ante todo, comandante, quiero decirle mi malestar por desaparecer durante una

temporada sin tener la cortesía de decir donde estaba.

- Perdone usted, pero tenía que hacer algo urgente y no podía revelarle nada de mi

plan. Si se siente ofendida le ruego que me perdone.

- También quiero que me explique qué es lo que pasa exactamente.

- Tenemos poco tiempo y se lo intentare resumir en pocas palabras. Una flota del Caos

se acerca a este sistema.

- ¿Si nadie en la Galaxia conoce esto? No lo comprendo.

- Ha llegado el momento de las explicaciones. Por lo que deduzco ha estado

interrogando a todos.

- Exactamente eso. Como inquisidora necesito saber lo que ocurre en todo momento.

Tengo el permiso de la Inquisición para ejercer mi poder.

- Lamento decirle esto, pero ni yo ni mis hombres reconocemos la autoridad de la

Inquisición en este planeta. Usted está aquí porque yo lo permito. Ya le dije cuando

llego que aquí las reglas son distintas.

- Comandante, usted no es quien para…

- Le guste o no es así. Usted obedecerá órdenes como cualquiera que está a mi mando.

Ahora le explicare. Mi ausencia estuvo debida a una misión secreta, ya la verdad no

tan secreta. Fui a la base de la Legión Negra para provocarlos.

- Usted los ha guiado hasta aquí, ¿pero para qué?

- Es la prueba final. Necesito saber si mis hombres están listos para el combate, para lo

que se acerca.

- No lo comprendo.

- Abaddon y otros villanos se acercan hacia aquí. Todos los que usted puede imaginar

vendrán. Mis hombres saldrán de aquí victoriosos o muertos.

- Usted está loco, Loken. Su necesidad de venganza es tan grande que expone a estos

chicos…

- Nos los expongo. Ellos saben lo que espero de ellos. No son niños, son astartes. Y ellos

saben exactamente eso. Si, reconozco que puede sonar demencial, pero me infiltre en

la nave insignia de Abaddon y le deje una especie de nota, un reto, un duelo entre él y

yo. Si Ezekyle actúa como yo creo aparecerá con todas las fuerzas que tenga

disponibles en este momento, además bastante cabreado por interrumpirle en un

momento muy delicado.

- Usted busca venganza y nos expone a una lucha abierta a muerte.

- Sí, pero es una prueba. Y mis hombres responderán a ella como espero. Se avecinan

tiempos revueltos, todo va a cambiar a partir de ahora, inquisidora. La venida del

Emperador está cerca y necesito a mis hombres preparados.

- ¿Qué?

- El Emperador renacerá al final del milenio, y sus Legiones deben de estar preparadas

para defenderlo. Suena a locura, lo sé pero es verdad. Dentro de unos años, no se

cuentos exactamente, él volverá a dirigir a sus Legiones Astartes. Usted no lo vera a lo

mejor, pero yo y mis hombres debemos de estar preparados.

- No lo entiendo Loken.

- Hay señales. Todos saben que está pasando en el Trono. Los adeptos de Terra no

pueden repararlo. La carcasa del Emperador desaparecerá y se rencarnara en un ser

vivo. Lo que no sabemos es cuándo ocurrirá. Mi Legión estará preparada para el

combate. Nos vamos a enfrentar al mayor enemigo de la Galaxia y me gustaría que

usted estuviera a mi lado.

- Puede contar conmigo. Pero no sé qué lograremos con eso.

- Solo espero una cosa de usted, que comprenda lo que va a suceder.

- Es su venganza, no.

- Si, Abaddon es mío. Esto está más allá de su comprensión. Ezekyle y yo tenemos que

acabar lo que se empezó hace diez mil años aquí, en este planeta. Sabrá que aquí

murieron los Hijos de Horus y renacieron los Lobos Lunares.

- Sí, estoy informada de ello.

- Bien, espero que comprenda lo que paso. Murieron demasiados amigos míos aquí.

- Lástima que Horus no esté vivo.

- Horus está vivo en Abaddon, inquisidora. Es el descendiente directo de Horus. Es el

único que sobrevivió, el único verdadero Hijo de Horus. Aximand, Sejanus, todos

murieron y Abaddon es el único que queda. Él es de su estirpe, su hijo y heredero. E

intenta hacer lo mismo que Horus, dejar que la Galaxia arda.

- ¿Cómo lo ha localizado?

- Un amigo me dio pistas sobre su paradero. La verdad es que Abaddon no ha sido muy

cuidadoso.Se intercepto una comunicación en el subsistema Aurelia que ha sido la

clave para encontrarlo. Como sabe allí está pasando algo muy gordo.

La inquisidora asintió.

- Usted misma dijo que una amiga suya estaba allí para impedir un Exterminatus sobre

el subsistema. Ella no es sola quien está allí. Los Cuervos están también, para ajustar

cuentas con un traidor. La Legión Negra también ha mandado sus efectivos para

impedir que un nuevo príncipe demonio se alce.

- ¿Cómo sucede eso?

- Podría socavar la autoridad de Abaddon en el resto de las Legiones Traidoras. A

Abaddon no le gusta ser un segundón. Él debe demostrar que está al mando. Por eso

se dirige hacia aquí. Su curiosidad es quien lo guía. Desea saber quién es tan atrevido

para retarle.

- Sospechara de usted Garviel.

- No creo. Recuerde estoy muerto hace diez mil años. Para él morí en este planeta.

Creerá que es Iacton quien lo reta. Y esperara que el aparezca.

- Y en su lugar aparecerá usted. Cree que le impactara.

- Seguro que se sentirá impactado, aunque no lo reconozca. Además le tengo preparada

una sorpresa.

- ¿Una sorpresa?

- Si algo para descentrarlo. Estamos preparando unos discursos que memorice de Horus.

Tenemos un software de simulación de voz que hará que pierda los nervios él y sus

hombres.

- Para desmoralizarlos.

- Algo así. Es una táctica que se usó con nosotros en las Cabezas Susurrantes en 63-19.

Allí nos bombardearon con mensajes acerca de Samus. Pensamos usar la misma

táctica aquí.

- Bien, ahora le comprendo un poco mejor, comandante.

- Creo que todos estaremos en las próximas horas muy atareados. Pero antes de dejarla

quiero que venga conmigo un momento, debo de enseñarle algo.

La inquisidora no dijo nada y le siguió hasta una sala contigua. Era una sala pequeña,

tal vez usada como salita de estar. En ella había armas y todo estaba presidido por una

armadura dorada.

- Vea esto inquisidora.

La inquisidora se acercó y admiro armadura. Era de una armadura antigua, muy

antigua, tal vez de la época de la Herejía. No pertenecía a un astartes, estaba segura, tal

vez a alguna mujer, una guerrera.

- ¿Qué sabe usted de las Hermanas del Silencio?

- Fueron las cazadoras de brujas en la época de la Herejía, ¿no?

- Exacto, también fueron las que, junto con los Custodes defendieron al Emperador. Esta

es la armadura de Amendera Kendrel, la líder de las Hermanas.

- Es preciosa.

- Si, la verdad es que sí. Es una armadura reliquia. Estuvo con ella en muchas batallas

hasta el final.

- ¿Qué le paso a ella?

- No lo sé. Tal vez Nathaniel lo sepa, él fue quien me la dio hace un montón de tiempo. Y

creo que usted debe de hacer uso de ella.

- ¿Hacer uso de ella?, comandante es demasiado valiosa para…

- Acéptela a modo de disculpa por cómo se le ha tratado durante esta semana. Además

le va a hacer falta algo más de lo que lleva puesto actualmente. Su armadura no está

mal, pero esto es mejor. También quiero darle esto- dijo sacando una cosa de una caja

cercana-. Esta joya es especial, tiene poderes de vacío de disformidad. No sé qué es lo

que es, pero si van a venir los Mil Hijos con Abaddon creo que será útil para

mantenerlos a raya.

- Bien acepto. Pero usted no tiene psíquicos.

- Sí, no quiero psíquicos aquí. El único que puede ser algo parecido es Ferrus, el

sargento de la escuadra Locasta. Pero eso es otra historia.

- El capitán Tarik me ha comentado algo acerca de él hace un rato.

- Kernya usa el poder psíquico para convertirlo en tipos de energía. No es natural, es

provocado por los implantes que lleva. Sabe lo suyo.

- Si, resulto herido.

- Estaba clínicamente muerto, pero Dremis y Arteus lo salvaron. Le pusieron prótesis,

pero aun así no reaccionaba. Arteus ideo un sistema psíquico para reanimarlo. Y

funciono, porque se recuperó al mejor sargento de los Lobos. Como me dijo Nero,

solo él podía liderar a la Locasta como él mismo la dirigió. Bien inquisidora debo de

retirarme, tengo mucho trabajo. Yo usted descansaría, en las próximas horas la vamos

a necesitar.

Loken salió de la habitación y ella le siguió. Se dirigiría a su habitación, tal vez lograra

dormir un poco.

SORPRESAS A MEDIA NOCHE El capitán General del Adeptus Custodes volvía a su habitación. La verdad es que poco le

importaba, ya que en la última semana no había logrado descansar. Todavía escuchaba las

palabras del inquisidor Transamar en su cabeza: “en los Custodes hay un Circulo Interno

secreto”. El inquisidor estaba equivocado, lo creía en su fuero interno, pero ¿y si fuera verdad?

¿Y si durante años hubiera existido? El llevaba unos veinte años en el cargo, pero nada le había

indicado nunca que hubiera existido algo así. Aun así ordeno a sus hombres una investigación.

Quería saber si había algo que no habían visto hasta ahora, pero sus pesquisas no habían dado

hasta ese momento ningún fruto. Y llevaba una semana en estado de máxima ansiedad. Solo

podía descansar cuando regresaba a su residencia en el Palacio. Pero cuando entraba en la

habitación volvía a sentir esa ansiedad. El resultado era que llevaba una semana sin descansar.

La habitación estaba a oscuras, en ese momento deseaba que estuviera así. De esa forma se

podría concentrar más e intentar dormir. Dejo caer su dorado casco y la espada, los cuales

sonaron de forma ruidosa. Y se dejó caer en la cama. Su habitación, como correspondía a una

persona de su rango era ostentosa y ricamente adornada, pero incluso prefería algunas veces

una habitación comunal, compartida con sus soldados. Si los otros Grandes Señores lo

supieran, diría que estaba loco, pero él no era un Gran Señor era un militar, solo un militar.

De repente se sobresaltó. Algo en la habitación le inquietaba, se levantó e intento coger la

espada, pero una voz tranquila lo detuvo.

- Creo General que eso no lo va a necesitar conmigo.

- ¿Quién es usted?, muéstrese- dijo con autoridad.

- ¿Me pregunta quién soy?, usted es quien me ha traído aquí.

- No le comprendo.

- Durante esta semana me ha estado buscando. Bien aquí estoy, hablemos.

Aquel hombre se presentó como Saúl Tarvitz, comandante de los Protectores del

Emperador. Vestía una armadura dorada, bastante parecida a la de los Custodes, pero

de fabricación astartes. Era seguro una armadura Maximus, una armadura de finales

de la Gran Cruzada, antes de la Herejía. Llevaba una capa carmesí, con el interior de un

purpura intenso, y las hombreras eran del mismo color, ribeteadas en dorado. Por eso

habían pasado completamente desapercibidos. En la masa no se distinguiría de una

armadura de Custodes. El hombre era de mediana edad, tal vez tendría unos treinta y

cinco, pero si era de verdad Tarvitz era muchísimo mayor.

- Bien, aquí estoy, pregunte- dijo con calma-, pregunte lo que desee.

- ¿Cómo han pasado tanto tiempo desapercibido?

- Bueno, eso. La verdad no ha resultado difícil. Valdor nos lo puso muy fácil. Tenemos

una zona entera para nosotros, el Palacio Imperial es un laberinto. Le daré un consejo,

no intente buscarnos, no nos encontraría.

- ¿Qué es lo que quiere?, ¿Por qué se muestra ahora después de tanto tiempo?

- Es difícil de contestar. La primera pregunta es casi obligada, pero la contestación es

que defender al Emperador. General usted y yo no somos enemigos, al contrario. Los

dos tenemos la misma misión, defender al Emperador. Y por qué ahora, se acercan

tiempos difíciles. Llegará nuestra hora, la de sus Custodes y la mía y de mis hombres.

Debemos de estar unidos para la lucha que nos espera.

- ¿Qué significa eso?

- Llegan los nuevos tiempos del nuevo Emperador. No se haga el tonto, sabe lo que está

pasando. Los adeptos no pueden reparar el Trono y el Emperador morirá. Pero

renacerá en otro cuerpo. No sé si será ahora o dentro de cien años, pero el Emperador

volverá y nosotros, tanto los Custodes como los Protectores debemos de estar

preparados.

- Los Custodes servimos al Emperador.

- Y nosotros también. El Caos está esperando el momento en que desaparezca el

Emperador para atacar. Tenemos que protegerlo cuando sea frágil. Otros amigos

están ya en la labor de buscarlo, encontrarlo antes que los caóticos, ellos nos lo traerá

a nosotros.

- Me está diciendo que no está solo en esto, que hay más gente. Los otros

supervivientes.

- Si, Garro, Qruze y Loken y sus hombres. Garro y Qruze son los que se encargan de esta

tarea. Loken está formando una fuerza de ataque lo bastante potente como para

mantener en jaque al Caos.

- Los supervivientes de Isstvan III, no. Ustedes forman un grupo curioso.

- La verdad es que sí. Y hablando de mis amigos, debo de pedirle un favor, General.

- ¿Un favor?

- Sí, tengo un amigo que está en serios problemas. En estos momentos una flota caótica

se acerca a Isstvan III, y va a necesitar ayuda.

- Diga lo que quiere.

- Necesito cien Custodes veteranos. Aquí tiene los nombres- dijo acercándole una nota-,

creo que conocerá a algunos.

El General examino con detenimiento la lista. La verdad es que los nombres eran todos

conocidos. Eran veteranos que llevaban años, algunos incluso varios siglos de servicio

al Emperador. Desde luego Tarvitz sabía quiénes eran esos hombres.

- Los conozco, es una buena elección. Son los mejores hombres de la Guardia.

- Lo sé, por eso los necesito.

- No se preocupe los tendrá, necesitara un transporte también.

- No se preocupe por eso, ya está previsto. Como imaginara no estoy solo en esto. Lo

que si le agradecería será un último favor.

- ¿Cuál comandante?

- No mencione a nadie esto, ni nuestra charla. Podría haber traidores infiltrados entre

nosotros.

- ¿Y si hay alguna pregunta acerca de los Custodes?

- Diga que van a unas maniobras, lo que usted quiera, pero no nos descubra. La vida de

mucha gente depende de ello.

- No se preocupe, Comandante.

- Gracias General. Ha tomado la decisión correcta. Y bien venido a nuestra hermandad.

Usted forma parte ya de nosotros.

Fue lo último que oyó. Después de nuevo el silencio tomo la habitación. Tarvitz

desapareció como había aparecido, sin dejar rastro. Algo más tranquilo se tendió en la

cama y durmió por primera vez en aquella maldita semana.

UDYAT Aquella mañana se levantó con un dolor de cabeza, como le estaba sucediendo los últimos

días. Tenía su uniforme, caqui, doblado al pie de la cama encima de un cofre. Era una sala

comunal, donde unos cien soldados la compartían y él era uno de ellos. Todos se habían ya

levantado y él era el último, sabía que se la iba a cargar. El sargento se lo dijo el día anterior

claramente, que no podría ocultarlo otro día más. Y hoy precisamente venía a hacer una

inspección el Comisario Marrker, uno de los más brutales comisarios de su regimiento. Sin

muchas ganas se levantó y empezó a vestirse. Se puso el pantalón y cogió la casaca y se la

puso, y cuando la empezó a abotonar una palabra sonó en su mente “UDYAT”. Casi se cae al

suelo del dolor de cabeza y se tuvo que sentar en la cama. Fuera escucho un revuelo y gente

gritando.

El sargento esta aterrado. El comisario estaba haciendo el recuento y faltaba un hombre, un

soldado de línea.

- Soldado Antioc Dent- dijo el sargento y nadie contesto. El comisario Marrker lo miro.

- ¿Problemas, sargento?- dijo el oficial.

- Señor, este soldado no está en formación.

- Un insubordinado, me gustan estos tipos, no se preocupe sargento yo me hago cargo.

- Señor, este soldado…. ha tenido problemas de salud últimamente, dolores de cabeza.

- Pues yo le voy a quitar el dolor de cabeza de inmediato, vaya por él y que lo traigan,

será una lección para todos.

El sargento mando a dos veteranos que fueran por el pobre soldado.

Cuando los dos veteranos entraron en la habitación, Antioc estaba sentado en la cama, a

medio vestir, con las manos puestas sobre la cabeza y en estado catatónico.

- Venga, Antioc, levanta que el sargento quiere que salgas.

- UDYAT

- Déjate de tonterías chico- dijo el otro veterano- levanta y ven con nosotros, el

sargento está muerto de miedo, el comisario es una fiera.

- UDYAT- volvió a decir el chico.

- Ayúdame a levantarlo Ivv. Trae su cinturón.

- Toma Andro- dijo el veterano mientras el otro veterano levantaba al chico y le

abotonaba la casaca-, creo que se va a liar bien.

- Lo sé, y me temo que a este chico le queda poco tiempo de vida- dijo esto mientras

ponía el último botón y cogía el cinturón, que llevaba una cartuchera, una cantimplora

y una bayoneta. Se lo puso-, dame su casco.

El otro veterano se lo dio y se lo puso al chico. Y entre los dos se lo llevaron para el exterior

del barracón.

- Nadie, y digo nadie, puede desobedecer a un superior- dijo el comisario- nosotros

debemos de dar ejemplo a los soldados, y en caso de insubordinación, castigar al

infractor con la pena adecuada a su falta- y al decir esto saco su pistola bolter y la

reviso.

- Señor, la infracción es leve….

- Sargento usted no es quien para saber que castigo le merece este soldado. Soy

veterano de muchas batallas, he estado en guerras que usted solo puede imaginar y se

cómo precisamente se trata a estos tipos. Son un mal ejemplo para el Regimiento, y

este tipo de ejemplos hay que ser tajantes con ellos.

Mientras decía esto, los dos veteranos venían con el chico. Los dos hombres lo traían casi a

rastras, mientras el chico, como un zombi, no paraba de repetir palabras inconexas.

- Aquí esta sargento- dijo uno de los veteranos dirigiéndose a él-, la verdad es que está

muy raro, conozco a Antioc y está muy raro.

- Tráelo aquí, Ivv- dijo el sargento- me da pena el chico, este salvaje se lo va a cargar

solo por una cosa, para aumentar su fama de carnicero.

Ivv avanzo con el chico del brazo hasta llegar a la altura del comisario. Este lo miro con

desdén, como si fuera un insecto.

- Por los derechos otorgados por mi rango, yo Frendink Marrker te condeno a muerte

por insubordinación. El castigo se ejecutara en este mismo momento de mi mano.

¿Tienes algo que alegar?

- UDYAT- dijo el chico mirando al comisario.

- Bien, ahora ejecutare la sentencia. Es mucho mi pesar pero debo de cumplirla.

El comisario apunto con su pistola al chico y disparo, justo en el pecho del chico. El chico se

echó para atrás al recibir el impacto, pero tuvo la suficiente fuerza para sacar la bayoneta de

su cinturón y gritando se lanzó encima del comisario.

-¡UDYAT!, ¡UDYAT!- decía el chico mientras, casi trastabillando se acercaba a el comisario

con la amenazante bayoneta.

El comisario se le salían los ojos de sus orbitas, un disparo de pistola bolter en el pecho podía

matar a un ser humano, pero aquel chico continuaba en pie y se le acercaba peligrosamente,

diciendo aquella palabra, estaba como paralizado, aterrorizado. El chico estaba junto a él y con

un hábil movimiento de la mano le corto el cuello al comisario. Su uniforme, antes limpio e

impoluto se llenó de roja sangre, caliente y fresca. Y entonces, como un loco acuchillo al

comisario sin control.

El sargento, como el resto estaba paralizado de terror. No podían reaccionar, no sabían cómo

reaccionar. Finalmente, cuando el chico se desmayó encima del cuerpo sangrante del

comisario, reacciono. Lo intento levantar, le dio la vuelta al chico que estaba completamente

lleno de sangre. Sacó su pistola laser y apunto al chico.

Justo cuando iba a disparar, el chico grito una palabra. UDYAT.

Todos cayeron al suelo, en una explosión psíquica sin precedentes. El chico se levantó y miro a

su alrededor y vio que todos estaban tendidos en el suelo inconscientes. Volvió a hablar.

- UDYAT.

En una nave, en órbita alrededor del planeta, una pequeña nave, un incursor, estaba un

Hechicero del Caos, vestido con una túnica roja que le distinguía como un Portador de la

Palabra. Su nombre era Afirr, y era un poderoso psíquico. Él con su poder había poseído al

uno por ciento de la población y estaba controlándola. Pero al ver que una de sus

herramientas iba ser asesinada reacciono rápidamente. Tomo control del chico y le dio la

suficiente fuerza para que asesinara al comisario. Después, a través de él descargo una

descarga psíquica que dejo a todos inconscientes. Así salvo a su recluta, y vio que poseía

una gran carga psíquica, justo lo que necesitaba para dominar el planeta. Lanzo unos

conjuros y el chico fue tele trasportado a través de la disformidad hasta la nave.

El chico lo miro.

- ¿Dónde estoy?, estaba vistiéndome para unirme a mis compañeros- dijo mirando a su

alrededor.

- No temas, estas en una nave, no te va a pasar nada, todavía no. Estas a salvo.

- Pero…pero... ¿qué es esto, y quien es usted?

- Soy un amigo, no temas, acabas de tener una mala experiencia, solo eso, confía en mí.

- Confió en ti….- dijo el chico, casi hipnotizado.

- Estas todo lleno de sangre, ve a tu celda y cámbiate- y diciendo esto llamo a un

servidor que apareció al instante-. Lleva a nuestro invitado a su celda.

El servidor asintió y desapareció con el chico.

En ese momento entro un guerrero con una armadura gris metálica.

- ¿Servirá para los propósitos de nuestro Señor?

- Sí, creo que sí, su potencial psíquico es muy alto.

- ¿Qué hacemos ahora, volvemos?

- No todavía no, hay algo que tenemos que hacer aquí, nuestro Señor necesita un

ejército, y ahí abajo hay uno. Necesitamos esos soldados.

- Un regimiento entero de cadianos, va resultar difícil.

- Más fácil de lo que piensas. Cuando despierten y vean al comisario muerto se

preguntaran que ha pasado.

- ¿No recordaran nada?

- Nada, no recordaran ni al chico. Y ese es el momento justo para que se unan a

nosotros. Deben de ser nuestros.

- Bien, mandare al demagogo a tierra junto con una escuadra.

- Mientras yo informare a nuestro Señor, ve ahora y haz tú trabajo.

El guerrero asintió y desapareció, casi de inmediato.

El Hechicero se acercó a un dispositivo y pulso una serie de teclas. Una imagen hololitica

apareció.

- Mi Señor, todo va según lo planeado.

- Bien- dijo el hombre que se veía en el holograma. Tenía la cara arrugada y estaba casi

calvo excepto una poca cantidad de pelo. Llevaba una bata de color ocre y a su espalda

tenía unos brazos mecánicos y todo tipo de tubos y jeringas-, sigue con el plan, ¿las

drogas dieron resultado?

- Sí, tengo uno de los especímenes a bordo. Le han herido, pero ha curado con una

rapidez increíble para ser un humano.

- Bien, ¿es un candidato viable?

- Si, tiene una gran capacidad, podrá influir en el resto, además los demagogos están ya

bajando al planeta, dentro de poco caerá en nuestras manos.

- Tu Señor estará contento, quería un planeta y lo tiene, espero que cumpla su parte del

trato.

- Lord Erebus siempre cumple sus promesas, Lord Fabius.

- Eso espero, mientras todo está preparado aquí. Contacta con él y dile que me envié la

muestra.

- Enseguida. También enviara el pedido de armaduras, y una muy especial.

- Espero que Erebus haya hecho algo realmente impresionante.

- La he visto antes de venir aquí y quedara muy satisfecho, Señor. Es idéntica, salvo

algunos detalles casi imperceptibles, recuerde que mi Señor era su mano derecha.

- Si, lo recuerdo. A pesar del tiempo pasado lo recuerdo.

- Contactare con él.

La imagen de Bilis desapareció y apareció otra imagen. El Hechicero se arrodillo.

- Mi Señor, la misión está cumplida.

- Bien- dijo el Apóstol Oscuro-. Mandare a Bilis lo que me pidió. ¿Funcionaron bien las

drogas?

- Si mi Señor. Las drogas funcionaron tal como dijo Lord Bilis.

- Que comience a desembarcar las tropas.

- Ya he dado la orden, dentro de poco tendremos otro planeta a nuestra disposición.

- El candidato…

- Esta ya a bordo. Las preparaciones ya han empezado.

- ¿Tiene un gran potencial?

- Muchísimo, ni él sabe lo que puede hacer. Derribo a un regimiento entero él solo.

- Cuando todo esté bajo control, mándale a Bilis el ejercito que convinimos, creo que

esos soldados imperiales servirán.

- Seguro, una vez que nuestros demagogos comiencen a predicar, todos serán nuestros.

- Correcto, queda poco tiempo, solo unas horas antes de la reunión. Asegúrate de que

todo va bien. Además quiero que hagas algo por mí. No podré ir a Isstvan, tengo otros

asuntos. Ve tú, ten cuidado, esos Lobos son peligrosos.

- Lo sé mi Señor. Ya me contaron lo que le hicieron a Vuestro Paladín.

- Haagarr fue asesinado por Loken cuando no me encontró. Además robaron la piedra.

- Loken tendrá su castigo, mi Señor, yo personalmente me encargare de él.

- No, no quiero que te veas involucrado, déjaselo a Lord Abaddon, tienen cuentas

pendientes. Prepara los imperiales.

- Si mi Señor Erebus…

La imagen de Erebus desapareció. En su lugar quedo un vacío. El Hechicero sonrió.

Bilis estaba en su laboratorio observando su creación. Ya le faltaba poco para terminarla.

Una vez lo hizo, pero el idiota de Abaddon destruyo su obra e hizo desaparecer todo su

trabajo. Había pasado mucho tiempo, demasiado, pero la espera había valido el tiempo.

Miro los tubos criogénicos y dijo una palabra: UDYAT……

KARUG AND Abaddon observaba la flota que tenía ante sí. Estaba compuesta por multitud de naves, de casi

todas las Legiones Traidoras. Los Amos de la Noche no habían contestado, al parecer no les

interesaba la vendetta personal de Abaddon y la Legión Alpha, mejor no hablar de ella.

Aquellos traidores, en ese momento estaban intentando crear un Príncipe Demonio en el sub-

sector de Aurelia para atraer a los Cuervos Sangrientos a su causa. Y él no lo permitiría,

Abaddon el Saqueador. No podía permitir que alguien de tan baja categoría como Kyras, un

traidor a sus mismos ideales, hiciera aquello. No él lo que quería era destruir a los Cuervos

Sangrientos, empezando por su capitán, Gabriel Angelos. Le haría pagar todo lo que les había

hecho, desde el ataque a las Forjas del Ángel de Meridian. Allí había mucho material que el

necesitaba y por culpa de los Eldars y Angelos, con la ayuda de Thule, sus marines y un tal

Aramus, se lo habían quitado. Por eso había enviado allí a Eliphas y a su hechicero, Neroth para

que de una vez se encargaran de los dos asuntos, destruir a Kyras y de camino terminar de una

vez con los Cuervos Sangrientos. Pero conocía a los dos, a Eliphas y Neroth y sabía que algo no

iba a salir bien. Estaba dispuesto a ir a Aurelia, cuando sucedió lo del Espíritu Vengativo. Un

extraño había entrado en el puesto de mando, dejado una hombrera de los Lobos Lunares y

detrás, escrito un mensaje: “Te espero en Isstvan III”. Aquello lo enfureció, tiro la maldita

hombrera contra una de las paredes, además de matar a varios servidores en el trayecto desde

el puesto de mando de la nave a hasta sus aposentos.

Y ahora estaba allí, contemplando la inmensidad de la Disformidad. Aquello podría volver loco

a cualquier persona normal, pero Abaddon no era normal. Era un astarte, uno de los Elegidos

del Emperador para conquistar la Galaxia. Pero ya no lo sería más. Todo había cambiado en

Davin, cuando el Señor de la Guerra fue herido de muerte. Allí cambio todo y también él

cambio.

Observaba las naves que le seguían, reconoció el perfil de la Terminus Est, la nave de Typhus,

Heraldo de la Guardia de la Muerte. La nave, aun siendo una sombra de lo que había sido, era

imponente y gigantesca. Era una nave de combate, una de las más grandes, si se exceptuaba al

Revienta Planetas. Esa era su nave, una gigantesca mole de acero y ceramita que surcaba el

espacio, pero que en aquel momento no estaba allí. Iba en el Espíritu Vengativo, la que fue

antigua barcaza de combate del Señor de la Guerra y que actualmente era su nave insignia.

Y junto a ellas, un montón de naves más, de todos los tipos, desde destructores a cruceros,

pasando por fragatas, incursores y acorazados. Todos estaban allí, todas la legiones que habían

respondido a su llamada y algunos Capítulos Renegados, como los Corsarios Rojos de Hurón

Blackheart, o los Despojacraneos y los Purgadores. La verdad era que eran incontables, y

había formado una formidable flota de por lo menos cerca de treinta naves.

En aquel momento entro su segundo al mando, Korda.

- Mi Señor.- dijo Korda.

- ¿Alguna noticia de esos estúpidos de Eliphas y Neroth?

- Por ahora no. En su último informe decían que habían abandonado Typhon, donde

habían encontrado resistencia de orkos y tiránidos, así como imperiales y habían

llegado a Calderis donde se han encontrado con Cuervos Sangrientos leales a Kyras. Se

enfrentaron a ellos y uno que tomaron cautivos que les informaron que se habían

enfrentado a otros Cuervos, traidores a Kyras, liderados por un capitán llamado

Diomedes, que también lo estaba buscando.

- ¡Les deje bien claro que no quería prisioneros, esos dos se van a enterar de quien soy!

Korda quédate al mando, voy a comunicarme con ellos.

- Entendido mi Señor- dijo Korda haciendo un gesto con el puño en su pecho – ¿ha visto

la nueva nave que se ha unido a la flota?

- ¿Qué nueva nave?

- Al parecer nuestro amigo Lord Khârn por fin ha encontrado unas mascotas dignas de

su respeto.

Korda señalo hacia la nave de los Devoradores de Mundos, y Abaddon vio una

pequeña y desvencijada nave.

- ¡Orkos! Lo que faltaba, como puede ser esto.

- Al parecer los encontró en un planeta del borde exterior. Uno de sus subalternos me

contó la historia, ¿Le gustaría escucharla?

Abaddon asintió, sentía curiosidad por ella.

Karug And era un orko, un noblez. Durante el ataque a un fuerte imperial, el líder de su tribu

fue asesinado por los imperiales y la tribu se desbando. Él junto con el resto huyó, pero tiempo

después, retornaron a lo que había sido su poblado e intento reclamar el puesto de Kaudillo.

Pero había otro noblez que también quería el puesto. Este era tanto o más aguerrido y salvaje

que él y como es natural en esta raza solo había una forma de saber quién de los dos era el

elegido. Se enfrentaron en un combate.

Karug era un orko fuerte, pero su contrincante, aunque no tan fuerte, tenía más armamento y

de más calidad que él. El combate fue desigual desde el principio. Karug golpeaba cegado por

el odio y sabedor de que lo aplastaría ataco, con fuerza desde el principio, sus armas antiguas y

toscamente fabricadas demostraron ser poco eficaces contra la armadura de su adversario.

Este, en un descuido le saco un ojo de un puñetazo y lo golpeo hasta casi hacerlo caer. Y

viendo que estaba medio derrotado, le amputo la mano izquierda. Karug cayó al suelo, donde

su adversario le golpeo hasta dejarlo sin sentido. Extrañamente, no lo ejecutó sino que lo

abandonaron en el desierto, a su suerte.

Karug despertó más tarde, estaba malherido y deambulo sin rumbo ni dirección hasta caer al

suelo agotado, después no recordó nada más.

Días más tarde despertó. Estaba en una tosca choza, en medio del desierto.

Una tribu de orkos salvajes lo había encontrado, eran unos parias, alejados de todo. Al ver a

aquel orko tan grande, pensaron que si lo salvaban tal vez sería un buen Kaudillo para su tribu.

Uno de los orkos de la tribu, el más mañoso le había puesto una mano nueva, una especie de

garra de metal, que resultó ser un buen sustituto. También le arreglo su ojo, injertándole uno

que había construido sacando materiales de quien sabe dónde y que sustituía al perdido. Así

fue como, cuando salió por primera vez de la choza donde lo habían estado cuidando y miro a

su alrededor.

El poblado estaba construido cerca de una inmensa mole de piedra, era un par de columnas

que soportaban el peso de un capitel desgastado por el paso del tiempo. En el capitel había

grabados símbolos, cráneos y otras figuras. Recreaciones de Gorko y Morko, pensó Karug. Y

entonces lo escucho.

Hacía mucho tiempo que no oía aquella voz. Antes, cuando salió de la tierra, cuando nació

escucho aquella voz. Después, con el paso del tiempo fue dejando de escucharla, o bien él no

le echaba cuenta. Tampoco se lo dijo a nadie. En su tribu, quien decía aquellas cosas era

sacrificado a Morko, su cuerpo era despedazado y sacrificado.

Durante años había negado aquellas voces que le susurraban. Ya hora allí, le gritaban.

Sangre, sangre, sangre. Eso decían las voces hasta volverlo loco. Se giró y vio cómo se acercaba

una especie de chaman. Era el orko más viejo que había visto nunca y se dirigía a él.

El chamán le hablo y le dijo que los dioses le habían enviado para dirigir a su tribu. Y además le

dijo que su Dios exigía una prueba. Quería sangre, que demostrara que era digno de dirigirlos.

Karug asintió y le pregunto qué prueba quería. El chamán le explico que no muy lejos, al norte

existía un asentamiento humano. Los humanos los atacaban algunas veces y mataban alguno

de ellos. Le dijo que tenía que acabar con ellos.

Kartug eligió a los cinco orkos más grandes, a los que más imponían. Se armaron con algunas

pistolas caseras hechas por el manitas, que a este paso se estaba ganado el puesto de

mekanico, ya que era bastante hábil a la hora de montar y desmontar cosas. También les

construyo algunas arcaicas hachas así como alguna que otra espada. No eran gran cosa, pero

lo suficiente como para poder rebanar a un humano por la mitad.

El asentamiento humano era pequeño, formado solo por una decena de casas, rodeadas por

una cerca de alambre. También había una pequeña guarnición, un pelotón de Guardias

Imperiales, armados con fusiles laser y poco más. También tenían un vehículo, un antiguo

camión, que servía para que se trasladaran en las patrullas.

Karug y sus orkos atacaron. Los Guardias Imperiales, sorprendidos por los gritos y disparos,

intentaron repeler el ataque. Pero antes de poder hacer nada, Karug había matado a uno y

tenía la cabeza de otro en sus garras. El resto de orkos, también atacaron y mataron al resto de

los Guardias. Después vino la masacre. Entraron en el poblado y mataron a todo lo que se le

ponía por delante, hombres, mujeres, niños, animales, todo. Los orkos se pintaron su cuerpo

con la sangre de los muertos y hasta el mismo Karug lo hizo.

Cuando volvieron al poblado, el chamán los miro aceptándolos. Traían lo que les había pedido

su Dios, sangre. Pero el Dios quería más, necesitaba más sangre.

Karug sabía que eran muy pocos, que solo si unía declaraba un Whaaag!!!, varias tribus se

unirían a él y lograría una fuerza que le proporcionaría la sangre al Dios. Y hablo con el

chamán, le explico que existía una tribu grande, que era respetada por todos. Era su tribu, y

con ella podían darle al Dios lo que pedía. El chamán asintió y le dijo, que desde ese momento

era el favorecido de su Dios, que le daría la fuerza que necesitara para hacer que necesitara.

Karug partió con su cohorte de noblez, todos pintados con sangre de sus víctimas. El plan de

Karug era presentarse en el poblado y retar a su líder, quien lo había derrotado. Obtendría lo

que quería, una fuerza de combate para el Dios y lo que más ansiaba, su venganza.

El mekanico había reparado fabricado nuevas armas, así como había mejorado una vieja

ametralladora que Karug tomo como suya. Mejoro su garra, haciendo que respondiera mejor a

sus deseos. También le fabrico un estandarte, donde exponer sus trofeos del cual ya colgaba

varias cabezas humanas. Así armados, fueron con el camión, ya zakeado por el mekanico y

convertido en todo un kamión orko. Era una maquina destartalada, cubierta de protecciones

metálicas por todos lados. También le había instalado un akribillador, un arma defensiva

potente así como una achicharrador. No estaba mal para empezar.

Cuando llegaron al poblado, todos los orkos se quedaron mirándolo. Todos ya le creían

muerto, pero verlo aparecer así la verdad si les asombro. Pero sin duda el más asombrado fue

su rival, el actual kaudillo de la tribu. Karug lo reto a un combate, puso en duda su autoridad.

El kaudillo se rio de él llamándolo enclenque, que si ya lo había vencido una vez lo volvería a

hacer. Pero esta vez lo mataría, no sería benevolente con él, y su cabeza adornaría su sala de

trofeos, para que así nadie más cuestionase su autoridad.

El combate comenzó. Karug llevaba solo su garra injertada en su brazo, mientras que su rival

empuñaba una rebanadora gigantesca, que casi le llegaba hasta su cintura. El rival ataco

primero, pero Karug lo esquivo. Este lo golpeó con su mano buena y el enemigo salió

despedido unos metros, Así supo Karug que el Dios estaba con él, que le dotaba de mayor

fuerza de la que nunca había poseído. Ahora ataco el con la garra, pero su rival paro el golpe

con la rebanadora, e intento con la otra mano asestarle un golpe. Pero Karug lo vio venir y

detuvo con su mano el golpe. Karug le dio un cabezazo que hizo a su enemigo recular. Ese

momento lo aprovecho Karug para atacarlo de nuevo. Esta vez su golpe si impacto y fue tan

brutal que el enemigo salió despedido unos metros. Una furia se apodero de Karug, no veía

nada, solo sangre en sus ojos. Ataco con una furia inusitada. Agarro al otro orko y lo levanto en

volandas y lo tiro contra el suelo. Una vez allí, retorciéndose de dolor, volvió a levantarlo, esta

vez con su mano normal y mirando a su público, acerco la garra a la cabeza de su enemigo y de

un tajo brutal, cerceno su cabeza. Karug estaba lleno de sangre orka, que salía como un

surtidor de donde había estado antes la cabeza de su rival.

Cogió la cabeza, aún sangrante y la mostro a todos. Uno de sus noblez le acerco su estandarte

y, como trofeo la colgó.

Así, Karug se convirtió en el Kaudillo de la tribu más importante de su planeta.

Pero su Dios quería más sangre, por lo que Karug emprendió el Whaaag!!! , ataco a humanos,

a otras tribus orkas que no lo aceptaban como Gran Jefe. Vertió mares de sangre, solo por una

cosa, satisfacer a su Dios. Y este se dio por satisfecho.

El pequeño poblado que rodeaba la mole de piedra se convirtió en ciudad, y entonces, cuando

el nombre de Karug And El Destripador se hizo famoso y temido en todo el planeta ocurrió

algo que lo cambio todo.

La enorme mole de piedra entro en funcionamiento y se generó un portal de energía del cual

emergieron unos Guerreros de armadura color Sangre. Eran los enviados de su Dios. Y Karug

And y sus elegidos acompañaron a los Guerreros de su Dios.

Korda termino de contarle la historia a Abaddon.

- Kharn y algunos de sus legionarios se habían quedados atrapados en la disformidad

durante un tiempo, y el sacrificio de sangre que ofreció aquel orko, fue el que abrió el

portal. Kharn lo vio como un agradecimiento de Khorne, que cuidaba de su más

ferviente seguidor. Además le ofreció un nuevo aliado, tan sanguinario como él.

- Veremos cuánto dura esa alianza- dijo Abaddon.

Korda hizo una pausa.

- Tengo también que informarte de algo, los Portadores de la Palabra dicen que su

flotilla no está completa, que una de sus naves se unirá a nosotros durante la travesía.

- ¿Qué nave es?

- Es una nave de Lord Erebus, en ella viene uno de sus lugartenientes. Creo que están

dominando un mundo así que vendrán con tropas de refresco.

- Korda quedas al mando, y vigila esa nave de los Portadores que falta, no me fio de

Erebus. Voy a encargarme de esa pareja de estúpidos que son Eliphas y Neroth.

-

Abaddon salió de la habitación, mientras Korda observaba los colores cambiantes del

Inmaterium……

PLANES DE COMBATE Desde la llegada de Loken seis horas antes el tiempo había pasado lentamente. Nero y él

estaban encerrados en aquella habitación, preparando planes y estrategias sobre el terreno.

- Garvi, esto es una locura. Los chicos son capaces, pero creo que esto los supera. En

realidad creo que nos supera a todos.

- Tienes razón, Nero. Pero ahí está el reto. Debemos de saber que podemos contar con

ellos, aun con lo que se avecina.

- Menos mal que disponemos de artillería pesada, el Fellblade y Sejanus nos vendrán

muy bien.

- El Fellblade y dos Land Raider Terminus Ultra son unos enemigos a tener en cuenta,

Nero. Sejanus nos aportara su experiencia.

- Estoy deseando verlos en acción, sobre todo a la unidad caza titanes.

- Según las informaciones que tengo, afortunadamente Abaddon no cuenta con el

apoyo de Titanes.

- Un punto a favor nuestro.

- Pero seguro que desplegara demonios. Y recuerda que la Guardia de la Muerte

también estará.

- ¿Crees que desplegaran esas cosas asquerosas que nos contó Nathaniel y Iacton?

- Mejor estar preparados. La primera será la punta de lanza, me lo ha pedido

Andalecius. Quiere enfrentarse a la Legión Negra.

- A ese chico se le ha subido a la cabeza. No sé cómo se te ocurrió mandarlo a los

Ángeles Oscuros y a los Templarios Negros. Has visto cómo van vestidos, con esas

túnicas y las armaduras negras.

- Nero la primera compañía es la elite de la Legión. Ya sabes cómo era Ezekyle.

- Si y también se quiénes fueron los únicos que les tocaron las narices- al decir esto

sonrió-. Eran buenos tiempos.

- La primera es entrega y devoción. Ellos dicen que llevan esas túnicas como agravio por

lo de Abaddon.

- Bien dejemos esto, veo que no voy a convencerte. No sé si estas tan loco como él.

Creo que sí, rematadamente loco. La Décima atacara desde aquí. El flanco derecho es

nuestro.

- Yo me uniré a la Locasta.

- Ferrus y sus chicos serán lanzados en una capsula, que los dejara justo en medio de los

enemigos. Le acompañara la escuadra Mando. Desearía estar con ellos.

- Tu obligación es estar al mando de la décima. Necesito que protejas el flanco derecho

mientras Casius protege el izquierdo.

- Tarik estará aquí, detrás de la primera. Cuando estos abran paso Tarik y sus Lobos

avanzaran y detrás de ellos el Fellblade.

- De acuerdo. La artillería estará situada aquí y aquí, casi en nuestra retaguardia,

defendida por la primera de los expedicionarios. Cuatro Whirlwind.

- Con nosotros en la derecha irán tres Land Raider y tres Predator. Por la izquierda irán

varios Rhinos y Vindicators. Las Thunderhawks también estarán preparadas.

- La estrategia es dejarlos caer justo encima de nuestros enemigos.

- Fabricio con la Sexta y veinticuatro escuadras de asalto causaran un gran desconcierto.

La verdad es que será un gran espectáculo.

- Si, lo será. Pero Abaddon cuenta con escuadras de Rapaxes, tenlo en cuenta. Y

también demonios voladores. Las Thunderhawks deben de limpiar el cielo.

- Y detrás de ellas las de transporte con Land Raiders y Predator. Así como varios

transportes de tropas, que lanzaran a la cuarta, tercera y séptima.

- La línea de devastadores estará aquí, justo entre la primera y la segunda, protegidos

por las tácticas de la Tercera con sus escudos. La verdad es que van a destrozar al

enemigo disparando desde tan cerca.

- Quiero que hagan el mayor daño posible a los Portadores de Palabra. Calculo que

vendrá unos seis o siete mil hombres.

- Son tropas desechables, sin protección alguna. Además están locos. Esa es la parte que

menos me gusta del plan. Garvi son fanáticos. Va a ser una matanza.

- Mientras caigan ellos y no nosotros estaré tranquilo.

- Sabes que nos superan seis a uno. Y encima sin contar con los demonios. Estamos en

desventaja numérica. No debí dejarte ir, Garvi.

- Esto es necesario. Sé que están preparados, todos.

- Las Lobas estarán en retaguardia, junto con las compañías sexta, octava, novena en

reserva.

- Los expedicionarios estarán ocultos justo detrás de las líneas enemigas, veinticuatro

escuadras. Doce de ellas con fusiles de francotiradores.

- Veremos si Cyrus les enseño bien. Si el enemigo los ve, lo van a pasar mal.

- Esperemos que no. Por eso a los francotiradores los he protegido con expedicionarios

con bolters, escopetas y cuchillos de combate. Irán acompañados por el comandante

Andraxus y sus chicos.

- ¿Los vas a exponer?, esos chicos no son como nosotros, son tropas normales, como

guardias imperiales.

- Andraxus me lo pidió. Dice que será un honor para ellos acompañar a los

expedicionarios como fuego de cobertura. Disponen de armamento pesado, así de

varias armas de fragmentación, como los misiles y lanzagranadas. Están más que

preparados.

- Otra de tus locuras, dejar que formaran compañías para acompañarnos. Fue como lo

de las chicas, las Lobas. Sabías que yo no estaba desacuerdo con ello.

- Fueron ellas las que decidieron. No sé de donde sacaría Nathaniel la información, pero

nos ha valido. Los documentos de Amendera Kendrel eran claros. Ellas querían hacer

unas Hermanas parecidas a los astartes. Pero no lo lograron, pero Nathaniel se llevó

mucho tiempo investigando y logro aislar el gen. Ahora tenemos un grupo de astartes

mujeres.

- Si Guilliman levantara la cabeza, se moría del susto. La verdad es que he de reconocer

que las chicas son valientes.

- Todo está listo y preparado. El cebo esta puesto. La inquisidora ira con la segunda. La

necesito allí, cerca de los Mil Hijos, necesito que sientan el vacío, así les será difícil

concentrarse.

- ¿Vas a enfrentarte a él?

- Si eso es lo que quiero. Un combate singular.

- Puede matarte lo sabes.

- Lo sé y yo también puedo matarlo a él. Aquella vez casi me mata, lo sé, pero ahora es

distinto. Soy más viejo y se unos cuantos trucos. Además cuento con una ventaja.

- ¿Cuál? Te enfrentas a un loco homicida metido en una armadura de exterminador. Te

va a hacer papilla.

- La sorpresa es mi ventaja. Él se espera seguramente a Iacton o a otro, no se espera

que sea yo. La sorpresa será devastadora. Además llevare el casco puesto para que no

pueda reconocerme antes de que yo lo rete.

- Esperemos que no, si lo hace todo el plan puede irse al garete. Estará loco pero no es

estúpido.

- Bien creo que esta todo. Deberíamos de descansar. Dentro de cuatro horas reunión

informativa con los chicos.

Nero asintió, dio media vuelta y salió de la habitación. Loken reviso una vez más el

plan. Era bueno y si salía bien la paliza que le darían a las Legiones Traidoras haría que

se volvieran a replegar al Ojo del Terror. Si aquello ocurría ganarían tiempo para estar

preparados para la siguiente ronda. Sabía que Abaddon volvería a atacarlo. Su misión

era terminar con él, las Legiones sin su líder quedarían descabezadas y correrían en

desbandada. Sabía que no había otro con el carisma de Ezekyle, que mantuviera

unidas las bandas en las que se habían convertido. Kharn no era muy lúcido, solo era

una bestia de matar, Ahriman era despreciado por todos, incluso por los suyos que lo

habían declarado un paria, Bilis no era nada nada más que un loco obsesionado con

sus experimentos y Lucius era también un homicida, pero no tenía el carisma de

Abaddon. Además sus sucesivas muertes y regeneraciones lo estaban destrozando,

cada vez teniendo menos control de sí mismo.

Necesitaba descansar, pero en su fuero interno sabía que era imposible. Estaba alerta

en tensión. Quería relajarse, tranquilizarse, era la impaciencia antes de la batalla. Era

para lo que vivían los astartes. El momento de la batalla era único, lo temía y lo echaba

de menos de la misma forma. Dejo todo y se dirigió hacia el salón de entrenamiento.

Allí se prepararía para su batalla final con Abaddon.

Nero estaba también nervioso. Andando sin rumbo había llegado a donde iba

habitualmente mucho. Miro a la derecha y vio que estaban allí los chicos. Estaban

sentados todos en una mesa, menos Andalecius y Casius, apartados del resto.

Seguramente estaban meditando sobre la batalla que se avecinaba. Miro a los dos y

pensó que nunca se habrían conocido si nos los hubiera salvado. Tan diferentes,

Andalecius de un planeta forestal y Casius de una Colmena, pero tan parecidos. Ambos

eran huérfanos, lo que los unía en una especie de hermandad. Todos los que estaban

allí lo habían perdido todo, su familia, sus amigos, hasta sus vidas tan normales e

insulsas. Y ahora estaban allí. Tarik, bueno, como le gustaba que le llamasen, pues ni él

ni Loken conocía su verdadero nombre. El chico había tomado aquel nombre después

de ver un holo video de batalla y ver a Togarddon luchando. Recordaba lo que dijo “mi

nombre es Tarik”, así de improviso. La verdad es que el chico se merecía aquel

nombre. Le recordaba al capitán de la segunda, en cada gesto, en cada sonrisa. Fuera

intencionado o no, el chico era el vivo reflejo de él. Era un bromista como Togarddon,

y sus compañeros muchas veces no lo aguantaban. Siempre era el primero en reírse de

todo, pero también era el primero en defender a cualquiera. Era valiente, casi osado

en la batalla. Era como Tarik, tal vez por eso Loken le asigno también la segunda. Junto

a Casius, Andalecius y el mismo formaban el nuevo Mournival. Nero sabía que aquel

chico debía ser el primer capitán, de hecho en teoría lo era, pero el verdadero lo era él.

Aunque estuviera al mando de la Décima, era él el segundo al mando. Aquello, lejos de

molestar al chico hasta le había agradado. De todas formas, Nero delegaba muchas

cosas en él. El resto de los capitanes estaban cortados por la misma tijera. Andrax, de

la tercera le recordaba un poco a Qruze, no decía mucho y casi nadie le tenía en

cuenta. Se sonrió al pensar en el viejo. Desde luego fue una sorpresa para el cuándo se

enteró que había abandonado a Horus. “Chico esa ya no es mi Legión” le dijo cuándo

se volvió a encontrar con él justo antes del asalto de Terra.

También estaba allí Thalsan, capitán de la cuarta. Vestía una especie de túnica abierta,

pero diferente a las que llevaban la Primera Compañía. Los Cicatrices Blancas le

habían puesto ese nombre, Thalsan y todo el mundo lo llamaba así. Era capaz de

conducir una motocicleta a 300 km por hora, atacar un objetivo y replegarse. Muchas

veces había visto entrenando a la Cuarta y le sorprendía como podían controlar esos

vehículos a tal velocidad. Ahora con la incorporación de dos escuadras de Land

Speeders la verdad es que eran la verdadera vanguardia de ataque de los Lobos.

Como su nombre indicaba eran como truenos, relámpagos en el campo de batalla.

Golpeaban al enemigo y este cuando se daba cuenta ya era demasiado tarde. Eso sí,

Thalsan había tenido el asesoramiento y la ayuda de Sejanus, el dread. Este le había

enseñado técnicas de ataque y se podría decir que Sejanus era como su segundo al

mando.

Y también estaba allí Sven. Era raro, pero el viejo Lobo Espacial había sido enviado

hacía mucho tiempo, después que Tarik había estado en Fenris. El viejo había sido

como un maestro para el chico. Era tosco, pero le gustaba contar historias, que todos

los chicos les encantaban escuchar. Nero había detectado en algunas historias que le

eran conocidas, pero con diferentes versiones, al parecer trasmitidas desde antes de la

Herejía. Y se había sonreído al escuchar algunas.

Junto con Sven habían venido algunos fenrisianos, huérfanos que les había enviado el

viejo cazador gris. La verdad que los lazos de hermandad entre los Lobos Lunares y los

Lobos Espaciales se habían estrechado desde que Tarik estuvo en Fenris.

Observo la escena. Sabía que probablemente muchos de los que estaban allí podrían

caer muertos en la batalla y aquello le entristeció. Era extraño, pero nunca había

sentido aquello. Era la primera vez que sentía una cosa así.

Salió de allí, no podía estar más encerrado. Cuando se dio cuenta estaba fuera, en las

puertas de la base. Aquello fue idea de Iacton, y la verdad es que era útil. La Tercera

Compañía había levantado ya fortificaciones, que estaban casi terminadas y en

horizonte podía ver lo que estaban haciendo. Habían construido un bastión, pero no

uno normal como el que se encuentra en cualquier lugar del Imperio. Este era más

alto, con planchas reforzadas en su base y estaba comunicado por el esqueleto de un

pasillo con una plataforma, donde estaban instalando un cañón laser. En la cúpula del

bastión habían instalado una antena, para tener una comunicación optima en toda la

zona durante la batalla y en el pasillo que iba hasta la plataforma iban a instalar un

cañón quad. Si los caóticos pretendían atacar con naves desde luego lo iban a pasar

mal con aquellas defensas. Miro a su izquierda y vio el Templo de las Legiones.

Construir aquello fue una idea de Garro, refrendada por todos. La verdad es que había

sido acertada, ya que todas las antiguas legiones pusieron sus estandartes de batalla

allí. Era algo normal. Garro hablo con sus contactos y explico la idea. En realidad era

una especie de homenaje a todos los muertos durante tantos años de lucha. La estatua

simbolizaba al legionario, al solitario legionario que luchaba por el Imperio. Esa era su

simbología, lo que ellos eran en realidad. Allí dentro no importaban los rangos, eran

todos hermanos. Recordó el día en el que se terminó. Loken y Garro invitaron a un

delegado de cada una de las antiguas legiones. Allí estaban Ultramarines, Ángeles

Sangrientos, Cicatrices Blancas, Salamandras, Ángeles Oscuros, Lobos Espaciales,

Guardia del Cuervo, Puños Imperiales y Manos de Hierro. Un capitán de cada Capítulo,

acompañado por un Guardia de Honor. Ellos le dieron sus estandartes a Loken, quien

los acepto. Pero la cosa no termino ahí. Unos años más tarde, otros Capítulos enviaron

a otros capitanes, quienes pusieron en la base de la estatua unas losas con sus

símbolos. Estaban los nueve, pero también estaban allí representados los Puños

Carmesíes, los Templarios Negros, y un sinfín de capítulos más, demasiados para

recordarlos todos. Muchos símbolos no pudieron ser puestos en la base de la estatua,

así que fueron puestos en las paredes el Templo. No los había contado, pero podría

haber unos quinientos, aproximadamente. Pero sorprendentemente podría haber

más ya que muchas veces enviaban algunos Capítulos sus símbolos para que allí los

pusieran.

De repente algo le sobresalto. No fue un ruido, solo una presencia. Se giró.

Allí estaba la inquisidora Drem.

- Hola inquisidora Drem- dijo Nero cortésmente.

- Hola capitán Vipus.

- Quisiera pedirle perdón si el otro día fui brusco con usted- empezó a decir.

- No tiene importancia capitán, creo que fui demasiado exigente con usted.

- Si la tiene, usted es nuestra invitada y la tratamos muy mal, tengo que reconocerlo.

- Bueno déjelo. Estuve ayer allí, en el Templo.

- Lo ha visto, ¿no?

- Si y si debo serle sincera me sorprendió.

- A mí también me sorprende, no lo crea inquisidora. Es un monumento a la

Hermandad.

- La verdad es que no me imaginaba algo así aquí. En un primer momento creí que era

un Templo dedicado al Emperador, pero después el capitán Tarik me lo explico.

- ¿Tarik se lo explico?

Ella asintió.

- Si él me contó la historia.

- Es algo más que esa historia. Es una idea, una utopía. Todos hermanados, juntos por

un mismo fin.

- Es algo bello, ¿quién lo construyo?

- Fuimos nosotros, Garvi, y los chicos. Después de nuestra primera misión oficial se

empezó.

- No creí que fueran artesanos además de luchadores.

- La verdad es que nunca habíamos hecho nada parecido. La idea fue de Garro.

- Sorprendente. Pero lo que más me sorprendió fue que enviaran a algunos chicos a

otros Capítulos.

- Fue idea de Garvi. Quería mantener relaciones con el mayor número posible, sobre

todo con los nueve.

- Pero ustedes ya habían contactado antes con alguno que otro.

- Sí, eso es cierto.

- Todos sus capitanes estuvieron en alguno de los nueve, pero ¿y usted?

- La verdad es que no. La Décima no está hermanada con ningún Capítulo.

- La única compañía.

- Exacto, aunque nuestra divisa difiere un poco de la original. Fue cosa de los chicos.

Ellos lo hicieron como homenaje a los caídos en este planeta.

- ¿Usted no fue a ningún capitulo?

- No, en teoría no.

- Rara contestación.

- Me explicare. Hace unos años, fui enviado a una misión, junto con los Cuervos

Sangrientos en el sistema Kronus.

- ¿Kronus?

- Sí. Allí conocí al capitán Davian Thule. Cuando nos enteramos de que iban a ser

enviados allí, Garvi decidió que fuera.

- Curioso, ¿pero tenían un contacto allí?

- Si, fue de los primeros. La verdad es que fui allí más como guardián que otra cosa. En

Kronus, Thule descubrió cosas, cosas secretas de los Cuervos. Debía de haber allí

alguien que lo aconsejara y lo protegiera.

- ¿Secretos peligrosos?

- Si, un secreto sobre ellos mismos. Creo que Garvi le dijo ya algo.

- Si me conto algo.

- La campaña de Kronus fue muy intensa. Nos enfrentamos a muchos y distintos

enemigos, incluso contra imperiales.

- ¿Lucharon contra Guardias Imperiales?

- Sí. Y la verdad es que fue extraño.

- ¿Estaban corruptos?

- Eso fue lo extraño. Fue un enfrentamiento más por cabezonería que por otra cosa.

Ellos no querían que nadie les pisara el terreno. Al final menos mal reino la cordura.

Incluso nos ayudaron contra los necrones.

- Fue dura la campaña. Me lo contaron.

- Fue durísima y distinta.

- Creo que voy a volver a dentro ¿me acompaña?

- Claro inquisidora.

Vipus y la inquisidora continuaron andando, charlando. Nero le conto como derrotaron

a los necrones, gracias a la habilidad de un sargento llamado Tarkus, muy amigo suyo.

Allí también conoció a Thadeus y a Avitus, sargento de asalto y de devastadores. Se

preguntaba donde estarían ahora….

Loken estaba había terminado su entrenamiento y descansaba cuando su comunicador

se ilumino.

- Hola Nathaniel.

- Hola Garviel, ¿cómo estás?

- Bien ¿y tú?

- No estoy mal, aunque tengo algunos problemas.

- ¿Puedes contarlos?

- Si es algo sin mucha importancia. Un capitán Ultramarine que está metido en un buen

lio. Lo acusan de herejía sus propios compañeros.

- Algo muy raro ¿no?

- Si, la verdad es que ha demostrado un gran valor y una excepcional resistencia a los

poderes de la Disformidad. Creo que es un psíquico.

- Extraño. ¿No lo detectaron?

- Eso parece, pero también puede ser que tuviera los poderes latentes, pasa algunas

veces. La verdad es que lo estamos protegiendo. No sé si lo conocerá alguno de tus

chicos, uno estuvo en la misma compañía que él.

- Si Casius estuvo en la Segunda, con el capitán Sicarius.

- Es uno de sus capitanes de línea, un tal Titus, fue enviado a una misión al mundo forja

Graia junto con el sargento Sidonus y un marine Leandros. Unos orkos habían invadido

el mundo.

- Tal vez si, le preguntare. ¿Qué paso?

- Pues que la cosa se fue de las manos y al final tuvieron que hacer frente a un ataque

de Marines del Caos.

- ¿Quién lo ha acusado?

- Leandros, dice que no siguió el Codex Astartes. Además hay también un inquisidor

detrás de él.

- Si necesitas ayuda solo tienes que decírmelo.

- Todo está controlado, no te preocupes. En cambio yo si estoy preocupado por ti.

- ¿Por mí?

- Sí. ¿Sigues adelante con tu plan?

- Sí. Ya vienen.

- ¿Necesitas ayuda?

- No Nathaniel, somos lo suficientemente autónomos como para tratar el problema

nosotros solos.

- Lo sé. Pero ya sabes mi opinión.

- Sí, pero te repito lo mismo. No necesitamos ayuda.

- Lo sé, amigo mío. Saúl te manda saludos, así como Iacton.

- Dales también saludos de mi parte.

- Garro fuera.

Loken miro la pantalla. Necesitaba dormir.

LA PRUEBA Kernya estaba de pie, delante del gran ventanal. Veía la ciudad, mejor dicho, sus implantes

cognitivos le hacían ver la ciudad, cada uno de sus detalles. No podía dormir, ni descansar. En

su visor ocular aparecía información que le confundía. Sus procesos corporales se estaban

acelerando, sus corazones latían a una velocidad mayor que la normal y su piel lucía una capa

de brillante sudor.

Su cerebro cibernético estaba computando cosas que se escapaban de su entendimiento. No

lo comprendía.

Pero su cerebro, además estaba libre de ataduras. Estando allí recordó.

Ahora veía la ciudad, pero no era como en la actualidad, si no como estaba ciento cincuenta

años antes. Solo veía unas parcelas vacías. La Academia estaba empezando a construirse y la

verdad solo era un tosco edificio donde iban a estudiar cada mañana.

Llevaba allí ya seis meses. Loken y Vipus lo habían traído allí, junto con los otros chicos, los

supervivientes de la masacre de los piratas eldar. Aquellos dos desconocidos le habían salvado

la vida. Era bien tratado, comía y le estaban dando una educación, algo que en su planeta natal

nunca había tenido. En Tallarn, después de la muerte de su familia, habría sido uno más, uno

de los muchos desplazados que malvivían en las ciudades y pueblos. Tendría que esforzarse,

tal vez acabara prisionero en alguna cárcel, cuando la necesidad lo obligara a robar, o

terminaría en uno de los miles de regimientos de la Guardia Imperial del planeta.

Allí era distinto. Se sentía seguro.

Pero aquel día era especial para él. Se iba a presentar a la prueba de admisión para la

Academia Astarte. Quería ser legionario, como lo eran Loken y Vipus. Los había visto en acción,

a ambos y quería ser como ellos.

Estaba nervioso, era un chico de casi nueve años, los cumpliría pronto. Y aquella mañana

cambiaria toda su vida.

Nervioso se reunió con el resto en la explanada. Estaba al aire libre, en un lugar cercano a la

puerta. Allí había lo que parecía ser un Águila Imperial, pero estaba rota, ennegrecida, pero en

su interior se veía lo que parecía ríos de energía, energía latente, energía que emanaba del

planeta.

Les habían explicado que era la prueba. Aquello en realidad solo era la primera parte, estaba

dividida en dos. En la primera prueba, debían de demostrar que eran capaces de sobrevivir a

una sencilla prueba de resistencia. Se les dejaría a varios kilómetros de la base y deberían

volver. Era a primera vista algo fácil, pero en realidad no lo era tanto. En la prueba debían de

demostrar que eran de verdad fuertes para lo que se avecinaba. Les daban pocas provisiones y

sabía que más de uno caería por el camino.

- Vosotros sois los candidatos- dijo el sargento. Kernya lo reconoció como uno de los

legionarios que habían estado en Tallarn, recordaba que se llamaba Radiax. Fue uno de

los que, cuando volvieron lo atendió y hablo con él. Durante el viaje hasta allí estuvo

hablando con él varias veces y descubrió que era buena persona, un poco rudo, pero

buena persona. Ahora estaba allí, intentando asustarlos. Kernya sabía que todo

aquello era una pose, un papel que debía de representar frente a los chicos.

- A llegado vuestro momento- dijo Radiax-, hoy veremos si estáis capacitados para ser

legionarios astartes. Lo primero que debo de deciros es que no será fácil, será muy

difícil, muchos de vosotros no soportara ni la primera media hora de esta prueba.

Seréis abandonados a varios kilómetros de aquí, en una zona totalmente agreste, con

una cantidad limitada de víveres y completamente desarmados. Deberéis de llegar

hasta aquí, hasta este Águila. Los que lleguen, pasaran a la siguiente prueba. Serán

pocos, os lo digo, pero estarán más preparados para la prueba final. Esta es muchísimo

más difícil, de ella solo sobreviviréis los que después ingresareis en la Hermandad

como exploradores. Pasaran años, hasta que seáis Hermanos de Batalla, pero solo lo

seréis si pasáis estas pruebas.

Recuerdo que nos llevaron hasta una nave. Era una nave gigantesca, para un niño de

ocho años. Era una Thunderhawk, una de las nuevas cañoneras que Garro le había

enviado a Loken. Recuerdo que cuando entramos en ella éramos unos sesenta,

estábamos apiñados en su interior, sentados unos al lado de los otros, e incluso

algunos en el suelo. Recuerdo a un niño menudo que se sentó a mi lado, después no lo

volví a ver, no paso la prueba.

Nos llevaron hasta la zona de la prueba. Recuerdo los esqueletos de lo que en otro

tiempo fueron casas, tal vez viviendas de la gente que pobló hacia siglos estas tierras.

Todo estaba destruido, la tierra estaba quemada y con grandes aberturas, provocada

por algún arma gigantesca.

Los rememoradores nos habían contado la historia de Isstvan III, el planeta que murió

dos veces. Fue bombardeado y destruido por Horus Lupercal, primero por un

bombardeo vírico y después por un bombardeo orbital. Allí fue donde fueron

traicionados y murieron los Hijos de Horus y renacieron los Lobos Lunares.

Pero aquello no era una de las ciudades principales, más parecía un ciudad secundaria,

tal vez una pequeña ciudad.

Mire a mi alrededor y vi los muros quemados y destruidos, los arboles calcinados y la

piedra quemada. Tenían un característico color grisáceo, y muchas de ellas estaban

fundidas.

Mire mi bolsa de provisiones. En ella había solo un par de raciones de guerra y con

aquello debería de aguantar hasta llegar a la base.

Los chicos se estaban dividiendo en grupos. Unos decían que deberíamos ir para el

norte, ya que la base estaba en el norte. Otros decían que no era al norte, si no al sur.

Otros, como yo simplemente callaban y observaban la situación. Uno de ellos atrajo mi

atención. Era pequeño, más pequeño que yo. Debería de tener unos seis años y era

menudo, pero vi en su cara una sonrisa, aquello que estaba pasando le divertía.

- Bien, cuando acabéis de pelearos- dijo con mucha sensatez- tomad el camino que os

dé la gana. Yo voy a la base, así que él quiera ir hasta allí, que se venga conmigo- dijo

riendo.

Un par de chicos, mayores que yo asintieron y otro de casi mi misma edad también

asintió.

- Estamos desorientados- dijo uno de los mayores- así que lo primero que debemos de

hacer es saber dónde estamos. Casius, ¿dónde calculas nuestra situación?

El otro chico mayor se acercó y miro al cielo.

- Estamos a unos cinco kilómetros de la base, han estado dando vueltas en círculos para

que estemos desorientados. Es una buena caminata. Esta cerca, pero creo que no va a

ser fácil llegar hasta allí, Andalecius.

- Bien, nos dividiremos en dos grupos, Casius llévate a los más mayores, yo iré con los

pequeños.

- Yo no voy contigo- dijo el chico pequeño- Yo sé por dónde debo de ir.

- Venga no seas…

- ¿Quién te crees que eres?- le dijo burlándose de él- encima de tener un nombre

pretencioso y estúpido, te crees que puedes mandarnos como así.

- ¿Quién eres tú?- le contesto el chico que se llamaba Andalecius.

- Me llamo Tarik Togarddon.

Todos se rieron casi al unísono, incluido yo. Togarddon era el nombre de unos de los

capitanes de los antiguos Lobos Lunares, muerto durante la batalla de Isstvan.

- ¿Qué os hace gracia a todos?- dijo-. ¿Mi nombre?

- Dinos tu verdadero nombre- dijo el que se llamaba Casius.

- Ese es mi nombre. Tú tienes nombre de niña pequeña- dijo riéndose….

- Venga Casius, Andalecius, dejadlo ya, si él dice que se llama Tarik, se llama Tarik- dijo

otro de los chicos. Era casi de mi misma edad.

- Está bien Fabricio- dijo Casius-, pero ese enano y yo ya hablaremos cuando lleguemos

a la base.

- No eres más que una nenaza, Casiniño- le dijo Tarik- cuando seas un hombre

hablaremos con los puños.

Y al decir esto le enseñó uno de sus puños. Pero lo hizo con una sonrisa en el rostro.

Casius lo miro ceñudo, si sobrevivían, seguro que habría problemas con ellos.

El que se llamaba Fabricio se acercó a mí y me hablo.

- Has estado muy callado durante el altercado, me llamo Fabricio.

- Kernya, soy Kernya. – Mire a Fabricio, y aunque tenía mi misma edad era más alto y

fuerte que yo. Pero vi en el algo distinto. Mientras que Andalecius me parecía alguien

con carisma nato y Casius era bueno pero muy estricto, Fabricio era cordial y abierto.

Mire a Tarik y vi en su rostro un gesto burlón. Era el terrano que habían estado

hablando todos los chicos, el nuevo que había venido hacia poco. Decían que era

insoportable y muy rebelde. Se había peleado con muchos chicos e incluso decían que

les había robado.

Miro a otro lado y con desdén comenzó a andar.

- Vamos con él- dijo Fabricio.

- ¿De verdad crees que es seguro?

- Quiero ver si ese fanfarrón esta en lo cierto. Si no siempre podremos aparecer con él

en el campamento en mis brazos. Eso le bajara un poco esos humos que tiene. Además

Casius y Andalecius se encargaran del resto, por eso no te preocupes.

Asentí y nos unimos al chico llamado Tarik.

Anduvimos durante un rato, varios caminos estaban cortados, destruidos. El

bombardeo orbital había creado riscos y acantilados donde antes había habido solo

carreteras y caminos. Si el resto tenían los mismos problemas que nosotros, pocos

llegarían a la base.

Habíamos dado un montón de vueltas y los supuestos cinco kilómetros de distancia de

se convirtieron en más. Además estaba anocheciendo, con lo cual deberíamos de

acampar y pasar la noche al raso.

Cuando acampamos, Tarik se distancio de nosotros. Yo, con algunas ramas

carbonizadas que encontré, medio hice una fogata, en la cual nos sentamos Fabricio y

yo.

- Hemos estado dando vueltas- dije-. La vuelta a la base será difícil.

- Creo que si- me contesto Fabricio-. Esto será más difícil de lo que parece.

- Esta allí solo, seguro que tiene frio.

- Seguro, pero no vendrá, tenlo por seguro. Es un fanfarrón y un arrogante, pero no dará

su brazo a torcer.

- Voy a ir a hablar con él. Si no confía en nosotros no lo lograra.

Fabricio asintió. Me levante y me acerque al chico.

- Hola- le dije.

- Si vienes a reírte como el resto da media vuelta y vete- dijo ceñudo.

- No, ven con nosotros- le conteste.

- Os reísteis de mí todos, ¿Qué os pasa?, ¿os creéis que sois mejor que yo porque soy un

vagabundo?

- No- le sonreí-, no lo creo, pero sí creo que tú eres un tonto si no vienes con nosotros.

Primero porque los tres juntos tendremos más oportunidades de llegar, segundo

porque dentro de poco empezara a hacer frio.

- Durante toda mi vida no he necesitado a nadie, además estoy acostumbrado a pasar

frio- dijo cínicamente.

- Bien, pero si quieres, puedes venir y decírselo a Fabricio. El no piensa moverse de la

fogata. Si cambias de opinión ya sabes dónde estamos.

Di media vuelta y volví con Fabricio. Charlamos durante un rato y me conto algunas

cosas de él. Era huérfano, como todos, y había sido rescatado por Vipus durante una

de sus misiones. Era un chico de campo, se había criado en un asentamiento agrícola, y

estaba acostumbrado al trabajo manual y a vivir al aire libre. Unos orkos atacaron su

mundo y lo arrasaron. La Guardia Imperial no pudo defenderlos y en ese momento

apareció Vipus con sus Lobos, quienes mataron a los orkos.

Yo le explique mi caso, como los piratas eldar nos habían cogido como esclavos.

- Y ahora estamos aquí- dijo el chico sonriendo-, estamos en un planeta que se supone

esta destruido hace diez mil años.

- Eso es verdad, dicen que Loken y Vipus fueron supervivientes de esto, ¿no?

- Algo he oído, dicen que son dioses, que son inmortales.

- Y nosotros puede que seamos como ellos, ¿no?

- Sí, eso puede pasar. La verdad, no me imagino dentro de diez mil años. ¿Cómo será el

mundo entonces?

- No lo sé. Donde yo vivía decían que en nuestro Universo solo hay guerra, que no hay

esperanza para un mundo mejor, solo muerte y destrucción. Servir al Emperador y

morir por él era un honor.

- Yo no creo eso- dijo una voz en la oscuridad-. Terra es un lugar terrible. El Emperador

no nos protege, allí solo hay muerte y pobreza.

El rostro de Tarik se ilumino con el fuego de la fogata.

- ¿Cómo sabes eso? -le pregunto Fabricio.

- He vivido allí desde que nací.

Tarik se unió a los chicos y les conto su miserable vida. Era un terrano y desde

pequeño había malvivido en los alrededores del Palacio Imperial. Conocía a los

Custodios, los gigantescos guardianes del Palacio. Nos contó que eran gigantescos,

más incluso que los legionarios. Conto que desde muy pequeño, vivió por los

alrededores. No tenía padres, murieron cuando él apenas era un bebe y desde

entonces estuvo solo, como otros tantos niños de Terra. Lo único que conocía de la

vida era su cara más amarga. Lo peor no eran los Custodios. Alguno de ellos incluso le

habían dado de comer algunas veces, lo peor eran los que se aprovechaban de su

situación. Los que tenían suerte podrían caer en manos de bandas organizadas de

ladrones y los que menos eran tratados solo como esclavos. Les conto cosas que les

helaron la piel.

- Con los años me convertí en un hábil ladrón. No había nadie quien me cogiera, ya sea

robando comida o bolsas de créditos a los ilusos. Pero hace unas semanas cometí un

error. Vi aquellos dos gigantes encapuchados y me acerque a ellos. Por su estatura y

complexión, creí que no me cogerían, la verdad es que nunca había visto un legionario.

Decían que tanto los Custodios como los Legionarios eran dioses, rápidos y letales. Yo

no lo creía. Me acerque y le arrebate la bolsa y salí corriendo, rápidamente- el chico se

sonrió-, pero creo que no fui lo suficiente. Cuando me di cuenta, aquel gigante me

perseguía, y os aseguro que los Arbitres eran lentos comparados con él. Lo intente

esquivar, salte, me arrastre, pero aquel condenado gigante me perseguía y lo peor era

que se adelantaba a mis movimientos. Finalmente me cogió con su gigantesca mano y

me levanto como si yo fuese una pluma. Me puso a la altura de su rostro y creí que me

mataría, o peor que me comería. Y entonces me hablo, me dijo que fuera con él. Unas

horas después me vi metido en una bañera, y después vestido con ropa de petimetre.

Me metieron en una nave y ahora estoy aquí con vosotros.

- ¿Porque quieres entrar en la Legión? – le pregunte.

- Si os digo la verdad no lo sé. La semana pasada estaba en clase, en una de esas clases

aburridas de Historia, cuando mostraron aquella imagen.

- ¿Qué imagen?- dijo Fabricio.

- Era antigua, muy antigua y allí estaba el gigante que me había capturado, arrodillado

delante de otros tres gigantes. Uno de ellos atrajo mi atención, no sé porque, pero me

obsesiono su imagen. Su rostro era distinto al resto, a los otros dos. Parecía simpático,

le pregunte al rememorador y me dijo su nombre, Tarik Togarddon, el mejor amigo de

Loken. Dije que yo me llamaba Tarik y que quería ser como él. Y aquí estoy con

vosotros.

- Bien creo que debemos descansar, nos espera un día bastante largo- dijo Fabricio.

Asentí. Pero Tarik dijo algo.

- Os apuesto algo a que llegamos mañana los primeros.

A la mañana siguiente, después de dar veinte mil vueltas, encontramos lo que parecía

un camino practicable. Tarik era muy ágil y podía meterse casi por cualquier sitio,

además no había nada que lo detuviera. Incluso por sitios que se suponía que no

podíamos pasar, los atravesaba. Y así, cuando nos dimos cuenta y después de

atravesar acantilados y riscos llegamos al sitio donde estaba el Águila. Allí estaba el

sargento, esperando.

- Hola sargento- dijo Tarik sonriendo-, creo que somos los primero en llegar.

- No, candidato- dijo el sargento- no sois los primeros, antes de vosotros han llegado

aquellos.

Lo dijo señalando a un grupo de unos veinte que estaban tendidos en el suelo.

- Eso sí, sois los primeros que llegáis por vuestros propios medios, habéis pasado la

prueba.

Un rato después, casi al acabar el día llego el grupo de Casius y Andalecius. Con ellos

venía solo un puñado de chicos, que no pasaban de los diez.

Recuerdo que pasamos dos semanas antes de enfrentarnos a la última y decisiva

prueba. Durante ese tiempo, Radiax, Vipus y Loken en persona nos enseñaron a

manejar armas, tanto de cuerpo a cuerpo como de fuego. No eran los bolters que

usamos ahora, si no armas de las que usan la Guardia, armas automáticas y

semiautomáticas y cuchillos de combate largos como los que usan los exploradores.

Nos tenían en jaulas de entrenamiento y allí aprendíamos algo sobre su manejo.

Pero las dos semanas pasaron y cuando ellos creyeron oportuno, nos cogieron y nos

llevaron a la última prueba. Recuerdo que nos levantaron temprano y entramos en la

Cerberus. Venían con nosotros los tres, Vipus, Radiax y Loken.

- Candidatos, esta es vuestra prueba decisiva- dijo Loken con voz profunda-. Os

dejaremos en este punto, y deberéis de avanzar hasta este y asegurar un importante

objetivo que hay en él. Os daremos esto a uno de vosotros y tendréis que encontrarlo.

Loken dio el objeto a Casius. Era un auspex, aunque en ese momento ninguno

sabíamos lo que era. Radiax había enseñado a Casius a manejarlo y eso era parte del

juego, se debía de proteger a Casius ya que era el único que podía encontrar el

marcador.

- Con esto llegareis al objetivo- continuo Vipus- y lo buscareis. Debéis encontrarlo y

traerlo a la base.

Nadie se atrevió a preguntar, ni siquiera el deslenguado de Tarik, Andalecius asintió,

así como Fabricio cerró su puño.

- No creáis que será fácil- dijo sonriendo Radiax-. Esta zona la llamamos La Muerte. Aquí

fue donde impactaron la mayoría de las bombas víricas. Por eso estáis preparados para

enfrentaros a cualquier peligro que encontréis.

- Llevareis estas armaduras. Son parecidas a las que llevan los guardias imperiales. El

casco lleva una pantalla de monitorización, parecida a las que llevamos nosotros,

además de un sistema de respiración. Lo tenéis que llevar puesto, ya que pueden aún

quedar bolsas víricas, sobre todo en zonas interiores. Se supone que cualquier rastro

quedo borrado tras la tormenta de fuego, pero mejor así, estaréis protegidos.

Recuerdo que me vi reflejado en uno de los mamparos de la nave. Estaba tan pulido y

limpio que parecía un espejo. En el vi a un niño asustado, con una armadura antifrag y

un casco parecido al que llevan los legionarios, que incluía un dorsal con un sistema de

respiración. Era arcaico pero serviría. Fue la última vez que vi aquel niño.

La Cerberus aterrizo en la zona de inicio de la prueba. El grupo lo formábamos los

supervivientes de la primera parte de la prueba. Éramos Casius, Andalecius, Tarik

Fabricio, Thalsan, que en aquella época no lo conocía ni sabía quién era, unos cuantos

más que ni siquiera recuerdo y yo. En total éramos trece.

Al salir de la nave adoptamos una táctica defensiva. Casius, que era primordial

defenderlo estaba en el centro. Andalecius era el líder, ya que Loken vio que era el que

tenía más carisma de todos nosotros.

La Cerberus partió, nos esperaría en la posición de evacuación, si lográbamos llegar a

ella. No había margen de error, era una lucha contra reloj. Teníamos un tiempo para

hacer la misión, el tiempo de duración de nuestras reservas de oxígeno,

aproximadamente una hora. Vipus dijo que tendríamos tiempo suficiente.

El día antes de la prueba, Andalecius y Casius se reunieron con Tarik, Fabricio y yo y

nos contaron una historia.

“Hace diez mil años, Nathaniel garro fue enviado en una misión a este planeta. Debían

de encontrar a un legionario, uno que formara parte del grupo que estaba reuniendo.

Cuando llegaron encontraron supervivientes, pocos, que hablaban de la Bestia,

Cerberus.

Decían que era un fantasma que los acosaba y mataba. Garro y su grupo fueron a

encontrarse con él. Se enfrentaron a la Bestia, pero cuando esto sucedió fueron

atacados por los supervivientes convertidos en demonios de Nurgle.

La Bestia, Garro y sus legionarios derrotaron a los demonios, pero Cerberus se

enfrentó con Garro en un duelo. Garro sabía quién era Cerberus, así que intento

hacerle el menor daño posible, pero la Bestia, atacaba con todas sus fuerzas. Al final

Garro venció a la Bestia y el mismo al final se reconoció con quien era, Loken. Según

dicen, vivía en un subterráneo, como único compañero de los restos de su mejor

amigo, Tarik Togarddon, al cual había arrancado su semilla genética...”

Ahora yo lo veía con mis propios ojos. Estaba allí, en aquel lugar maldito. Había

pintadas en las paredes que decían “Huid traidores, la Bestia os alcanzara” o escritos

como “Cerberus, Legión de Uno”. Hasta ese momento no vi que eran reales.

Avanzábamos rápido en grupo. Tenía casi nueve años, no sabía nada de tácticas ni de

nada. Ninguno sabíamos nada, éramos solo un grupo de niños jugando a ser

legionarios. Aún así, seguíamos adelante, según nos iba indicando el auspex de Casius.

- Parad, - dijo Casius- este es el lugar.

- ¿Estás seguro?- recuerdo la voz de Andalecius hablando a través del comunicador.

- Si- corroboro Casius-, este es el lugar.

- Disposición defensiva- dijo Andalecius.

Tarik, Fabricio y yo nos colocamos en posición. Llevábamos armas de fuego, unas

versiones primitivas de los bolters, que no hacían ni la mitad de daño que estos.

Observaba a mí alrededor, cuando note algo, un parpadeo casi imperceptible y hable.

- Creo que he visto algo moverse- dije.

- No me acojones Kernya- dijo Fabricio casi en un suspiro.

- Vamos o nos quedamos, chicos- dijo aseverando Tarik-, veremos quién se atreve con

nosotros.

- Deberíamos de comunicarse al resto- volvió a decir Fabricio.

- Podemos hacerlo nosotros- dijo Tarik- , es nuestra misión, somos capaces.

Mire a Tarik y vi en su mirada decisión. Era la primera vez que la veía, algo a lo que ya

estoy acostumbrado.

Así que, Tarik Fabricio y yo avanzamos, muertos de miedo, hacia donde habíamos visto

las sombras. Íbamos en formación, imperfecta desde mi forma de verla ahora. Yo era

la punta de lanza y Fabricio y Tarik iban unos pasos por detrás. Avanzábamos con

cuidado, midiendo nuestros pasos, como nos habían enseñado.

Llegamos al punto donde había visto yo el parpadeo.

- Nada- dijo Fabricio-, ¿Estás seguro de que viste algo?

Asentí…

- Volvamos- dijo Fabricio.

- Investiguemos un poco más- dijo Tarik. A decir verdad aquello le divertía y gustaba.

Sabía que los dos teníamos miedo.

- Observe a mí alrededor. Eran los restos de una edificación antigua, muy antigua, y

estaba cubierta de un polvo negruzco, que se pegaba a todo. La oscuridad nos

rodeaba, incluso mirando a través de los dispositivos instalados en los cascos.

- Esto no me gusta- dije con voz asustada.

- Aquí no pasa nada- dijo Tarik, su voz sonaba tranquila y divertida a la vez-, si hubiera

alguien o algo creo que llevaría mucho tiempo muerto.

Fabricio lo miro. La mirada de Fabricio era como la mirada de alguien a quien quisieras

fulminar. Sabía que Tarik se estaba riendo de nosotros.

- Sois tontos si cree…

Tarik no pudo terminar la frase. Un alarido helo mi sangre y creo que la de los tres. Era

un alarido salvaje, casi de un animal, más que de una persona. Apunte con mi arma

hacia donde creí que salía el sonido. Dispare….

Tarik y Fabricio, contagiados por mí también dispararon. Nuestra siguiente reacción

fue la de correr. No sé exactamente por qué, ni siquiera ahora, con mi cerebro

mejorado, pero nuestros instintos decían que eso era lo mejor.

Y eso hicimos, corrimos, como nunca habíamos corrido hasta que nos encontramos

con el resto.

Andalecius nos miró, atónito.

- Bueno que pasa- dijo Tarik con chulería- nunca has visto corriendo a nadie.

- Mirad detrás de vosotros- solo eso pudo decir Andalecius.

Nos giramos y los vimos. Eran cosas asquerosas, pensé. Ahora los reconocería como un

peligro inminente y gracias a mi naturaleza mejorada no serían más que una molestia

indeseable.

Pero entonces no era como ahora, solo era un chiquillo, y los que estaban allí no eran

mis compañeros de la actualidad, solo eran unos chiquillos tan asustados como yo.

Andalecius fue el primero en reaccionar y vi cómo le daba algo a Thalsan y le decía que

se fuera con el resto a la posición de rescate. Dio un paso adelante y nos miró.

- Vamos a demostrarles a esos que somos Lobos Lunares- dijo con voz grave, demasiado

grave para ser solo un niño.

Su fuerza de convicción se nos contagió al resto. Cogí el arma y apunte aquellas cosas.

Eran como seres humanos, pero estaban envueltos en una neblina de putrefacción, y

muchos tenían arrancados miembros. Les faltaban parte de sus rostros y algunos

enseñaban sus órganos internos, ya podridos. Se acercaban a nosotros, lentamente,

pero con paso firme. Dispare.

La primera ráfaga hizo que la línea delantera de enemigos cayera al suelo. Estaban

muertos, o eso suponíamos nosotros. Cargue mi arma y me prepare para la siguiente

descarga. Fabricio estaba a mi lado y me miro.

- Kernya, ahorremos munición, a la cabeza.

Asentí. Dispare de nuevo pero solo un disparo, como dijo Fabricio en su cabeza. Esta

reventó como un globo y el enemigo cayó al suelo. Al ver lo que hice, el resto me

imito.

Por nuestros disparos bien dirigidos los enemigos caían unos tras otros. La verdad no

sabíamos cuántos habría, ya que cuando matábamos a uno, dos lo remplazaban.

- Debemos salir de aquí- dijo Casius.

- Si- dijo Andalecius- Casius lidera el equipo, llévate a Tarik contigo. Vosotros dos

conmigo en retaguardia.

Tarik y Casius iban delante. Habíamos andado unos trescientos metros cuando tuvimos

que parar otra vez. Los enemigos continuaban saliendo, al parecer de todos sitios.

Casius, con el Auspex detecto varios cientos de formas de vida.

- ¿No decían que no había sobrevivido nadie al bombardeo?- dije casi sin aliento.

- Eso decían- me contesto Tarik sonriendo-, la verdad es que esos parecen estar más

muertos que vivos.

- No sé qué son esas cosas- dijo Fabricio- , pero lo único sé que se pueden matar, o al

menos detener.

- Ya queda poco para llegar a la zona de evacuación- dijo Andalecius- allí nos esperan los

legionarios. Ellos nos explicaran que pasa.

- Ellos sabían que esas cosas estaban aquí- dijo Tarik-, esto es la prueba final. Si

sobrevivimos seremos candidatos a Lobos Lunares.

- ¿Quieres decir que lo han hecho a posta?- pregunto Casius sorprendido.

- ¿Tú que crees?- le respondió Tarik- . Ellos saben perfectamente lo que hay aquí. Nos

entrenan durante dos semanas, nos enseñan a manejar un arma y tú tienes dudas. La

prueba no es llevar el objeto, la prueba es llegar vivo a la zona de evacuación…

Nos miramos unos a otros. Lo que decía Tarik tenía sentido, además era lo que todos

pensábamos. Ellos lo sabían, sabían lo que había allí y por eso nos habían llevado.

Teníamos que demostrarles que éramos capaces de sobrevivir a esto.

Andalecius dio un paso adelante y nos habló.

- Todo eso ya no vale para nada. Estamos rodeados. Nuestra misión es llegar a la zona

de evacuación ¿no? Pues adelante. Quieren que les demostremos que somos buenos

candidatos para ser Lobos Lunares. Les demostraremos que no solo somos eso, somos

unos legionarios de los Lobos Lunares.

Todos asentimos. En aquel momento me di cuenta de una cosa. Andalecius era un

líder nato, se metía a la gente en el bolsillo y nos lo hacía creer a nosotros, un puñados

de niños muertos de miedo.

Cargue mi arma. Aquello no era un bolter, solo era una arma semiautomática antigua,

anterior a las Guerras de Unificación. Arteus la había trucado para que aceptara

munición normal, de la que usaba la Guardia Imperial durante la Cruzada. Pero

teníamos una sorpresa, que no nos esperábamos. Teníamos munición perforante. Lo

descubrió Casius, casi por casualidad. Los cargadores eran de distinto color, llevaban

una capsula de color rojo. Aquello nos iba a salvar la vida.

Nos dividimos en dos grupos, Andalecius iba en el centro, como punta de lanza, yo iba

a su derecha y Fabricio a su izquierda. Tarik me cubría las espaldas y Casius a Fabricio.

Salimos al descubierto y comenzamos a disparar contra los enemigos.

La nueva munición partía, literalmente a nuestros enemigos. Una sola bala, un solo

disparo lo destrozaba, los partía en dos. Nuestros disparos combinados nos hacían

avanzar rápidamente. Y mientras avanzábamos dejábamos detrás de nosotros un

reguero de cuerpos desmembrados, cabezas arrancadas.

Cuando nos dimos cuenta, de entre los edificios en ruinas, apareció ante nosotros la

silueta de la Cerberus. Cuando la distinguí, algo asalto mi alma, mi corazón latía con

más fuerza.

- Mirad, la nave- dije.

Corrimos disparando. Mientras avanzábamos más enemigos salían, de quien sabe

dónde. Pero nadie nos podía detener, nadie, disparábamos a todos y cada uno de los

enemigos que se nos cruzaban. Cuando nos dimos cuentas estábamos a unos veinte

metros de la nave. Distinguí las armaduras, dos de color blanco grisáceo y una de color

verde marino. Estaban allí, esperándonos. Los tres.

- Ahora- dijo Andalecius.

Corrimos, aunque la distancia que nos separaba de la nave era corta. Pero solo éramos

unos niños humanos, no unos astartes como ahora. Ahora solo hubiéramos tenido que

dar unos pasos. En ese momento, esos pasos eran kilómetros para nosotros.

Avanzábamos disparando, matando a todo lo que se ponía por delante de nosotros, ya

faltaba poco, muy poco, cuando vimos una sombra una sombra gigantesca que se

interponía entre la nave y nosotros.

Nos paramos en seco. Delante de nosotros estaba un ser gigantesco y distinto al resto.

Vestía una armadura gris piedra, con adornos de color verde y llevaba como anagrama

en una de sus hombreras un cráneo coronado por un círculo de estrellas. En aquel

momento no sabía lo que era, pero ahora sí. Guardia de la Muerte. Aquel ser,

seguramente fue alguno de los miles de legionarios que murió en aquel infierno,

asesinado por el ataque vírico.

Disparamos nuestras armas, pero nuestros disparos revotaban en su armadura. Era el

único escollo que nos impedía llegar a la nave. Oímos algo parecido a una risa, pero

era un sonido callado y estridente a la vez,. Casi rasposo. Aquel ser se estaba riendo.

Nos miramos unos a otros. Estábamos tan cerca y aquel gigante nos impedía nuestra

victoria, nuestro ascenso. Tarik fue el primero en reaccionar.

- Eh, tu, pedazo de mierda viscosa- le dijo con bravuconería-, si nos quieres ven aquí, vas

a saber lo que es un Lobo Lunar.

Y al decir esto lanzo un grito y se lanzó hacia el enemigo. Aquello no tenía lógica

ninguna, ya que nosotros no teníamos ni las armas, ni la fuerza para enfrentarnos a él.

Pero todos seguimos a Tarik y rodeamos al Guardia de la Muerte. Le disparamos con

muestras armas, pero la armadura que llevaba hacia rebotar nuestra munición. Era

una armadura Cruzada, y entre las sombras que le rodeaban distinguí un punto en el

cual la carne putrefacta del legionario afloraba. Dispare a ese punto.

El enemigo cedió, y el resto se dio cuenta e hicieron lo mismo. Nuestros disparos le

arrancaban la carne muerta y aquello nos acercaba más a la nave.

- Corred- dije- id hacia la nave os cubriré lo que pueda.

Todos corrieron y yo me quede retrasado disparando a aquel ser. Sabía que podría con

él ya que mis disparos lo estaban debilitando, cortando su conexión con la

Disformidad. Dispare, una y mil veces, pero llego un momento que mi arma amartillo,

y entonces me di cuenta que no tenía munición, nada. Corrí, corrí como nunca había

corrido antes, Huyendo de aquel ser, para llegar a la nave.

Pero no fui lo suficientemente rápido ya que una de sus manos consiguió coger uno de

mis pies. Sentí como una fuerza irresistible tiraba de mí. Había llegado al final, y estaba

tan cerca de la nave. Cerré mis ojos y espere el abrazo de la Muerte.

Y en ese momento hoy el sonido. Era un sonido conocido, mecánico. Abrí los ojos justo

en el momento que Loken cortaba su brazo desprotegido con su espada sierra.

- Corre hacia la nave- me dijo.

Corrí, pero de repente me pare en seco y me di la vuelta y entonces lo vi.

Vi como Loken se enfrentaba al monstruo, como Loken, luchaba con él y como con su

espada lo destrozaba y cortaba en trozos. La armadura podría resistir los impactos,

pero los afilados dientes de la hoja de sierra de la espada no. Loken se movía con una

rapidez letal, esquivando los ataques de aquel monstruo, y cuando tenía oportunidad

le atacaba sin piedad. Vi sus movimientos, perfectos, como paraba cada ataque y

respondía con un puñetazo o una patada. Vi cómo, al final con el enemigo de rodillas,

Loken le cortó la cabeza. No fue un movimiento brusco, como esperaba, si no uno

elegante y casi sin esfuerzo. El gigante cayó muerto.

Mire a Loken y este me miro. Y me sonrió, vi cómo me sonreía y como se acercó a mí.

- ¿Estás bien?- me dijo.

Yo no podía hablar, así que asentí. Por segunda vez me había salvado la vida, la

primera en Tallarn y ahora allí. Di media vuelta y entre en la cañonera, con Loken

detrás de mí.

En la cañonera habíamos ocho candidatos. Fabricio, Casius, Andalecius, Tarik, Thalsan,

dos chicos más y yo éramos los únicos supervivientes del grupo.

Nos aceptaron como candidatos a Lobos Lunares. Nuestra andadura solo había

comenzado. Recuerdo que varias semanas después nos llevaron al edificio donde

Dremis había instalado el Apothecarion, donde nos convertirían en astartes. Recuerdo

como, nos metieron en unos tubos, pero aparte de eso nada más, solo dolor, mucho

dolor y sufrimiento.

No sabía cuánto tiempo había pasado, tal vez unos días, unas semanas cuando pude

levantarme. Casi arrastrándome llegue hasta un espejo y en el vi mi reflejo. Ya no era

el niño débil y asustadizo. Mi cuerpo había cambiado, era más musculoso y mi altura

también había cambiado. Mi rostro era el mismo, casi el mismo, pero mi cuerpo no.

Después me entere que solo Andalecius, Casius, Fabricio, Tarik, Thalsan y yo habíamos

resistido el cambio. Los otros dos chicos habían muerto en la sala de operaciones.

La imagen de la antigua ciudad subterránea desapareció de la vista de Kernya,

volviendo a la realidad. Ante él estaba la Academia de Isstvan III, así como su

habitación. Miro su cuerpo, y no era el mismo. Una de sus piernas era una prótesis y

uno de sus brazos era biónico. Y se miró en un espejo, y vio su rostro, el rostro de

aquel niño asustadizo, aun detrás de los implantes que tenía instalados.

Ando unos metros, cogió sus armas y se dirigió al Templo de las Legiones. Allí se

reuniría con el resto de su Legión, con el resto de los Lobos Lunares.

LA BATALLA (I PARTE)

Hace ya cincuenta años de esto, pero lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer. Estábamos

todos dentro del Templo. Allí había unos mil doscientos legionarios, de diferentes compañías,

pero todos eran Lobos, Lobos Lunares.

Recuerdo como nos habló Garviel Loken, comandante de los Lobos Lunares y como nos preparó

para la tormenta que se avecinaba.

¿Quién era yo?, un simple cronista, uno más que cuenta esta historia. Yo como otros muchos,

crecí en ese planeta. Me encontraron siendo un niño, un niño solo y desvalido, me cuidaron, me

alimentaron y me enseñaron a ser una persona, una buena persona.

Vi sus rostros, llenos de preocupación, pero también de determinación. Nadie podía pararlos

ya, nadie. Ni Abaddon, ni Typhus, ni siquiera el mismo Khârn, no les temían a nadie. Muchos de

los allí presentes murieron ese día, ese fatídico día. Se lo jugaban todo a una carta, era vencer o

morir. Era como una prueba, una prueba para que solo estuvieran los mejores, los que después

darían a los Lobos Lunares su nombre en las estrellas.

Recuerdo a los Capitanes, a los diez, a Andalecius, Tarik, Andrax, Thalsan, Casius, Fabricio,

Marius, Piet, Arnaldo y sobre todo a Nero, Nero Vipus. Este fue quien más me sorprendió, ya

que en su cara se reflejaba una infinita tristeza. Sabía lo que iba a pasar ese día.

Estaban todos allí, junto con Loken y fue este quien les hablo. Aún recuerdo sus palabras:

- “Lobos Lunares, ha llegado el día. El día en el cual sabremos lo que somos, si

verdaderos legionarios o caeremos en el olvido. Muchos nos han tildado de traidores,

pero hoy va a terminar todo eso. Hoy les demostraremos a todo el Universo de que

somos merecedores de llamarnos Hermanos de Batalla, que somos capaces de

enfrentarnos con el mayor enemigo que ha existido jamás. Somos pocos, pero tenemos

una cosa, la capacidad y el coraje para desafiar todo lo que se nos presente. Durante

años os habéis entrenado y estáis preparados para este reto. Ya me demostrasteis que

no le teméis a nada ni a nadie, pero hoy va a ser distinto.

Delante de nosotros vamos a tener a los más grandes villanos de la Galaxia. Ellos se

han ganado sus sobrenombres después de siglos de villanías y crueldades, son

psicóticos y algunos inmortales. Pero vamos a derrotarlos, no os quepa la más minima

duda. Sera aquí, en Isstvan III, donde se perpetro la traición más grande que pueda

cometer nadie. Aquí fueron traicionados y asesinados legionarios como vosotros,

precisamente por aquellos en ellos que más confiaban, sus amigos, sus hermanos. Aquí

se enfrentaron astarte contra astarte, como antes nunca lo habían hecho. Fuimos

vendidos, y después abandonados a nuestra suerte. Todo en lo que creíamos

desapareció, pero aquí también renacimos. Dejamos de ser los Hijos de Horus para

convertirnos de nuevo en Lobos Lunares. Aquí lo decidimos, borramos nuestras

insignias y garabateamos este símbolo, el lobo con la luna, Nuestro símbolo. Nos

trataron de traidores en ambos bandos. Para unos éramos igual que Horus, para otros

simplemente una hoja que cortar. Pero lo que no sabía unos y otros era que

sobreviviríamos y nos enfrentaríamos, a unos y a otros. No teníamos Legión, fuimos la

Legión de Uno, pero ahora somos la Única Legión.

Hoy se decide nuestra historia, seguir o morir. Por los Muertos, por los Vivos”

Todos repetimos sus últimas palabras. Eran el dogma de la Legión en lo que creíamos. Era

joven y aquella fue mi primera batalla, yo solo era un cronista y me embarque en una aventura,

una desgraciada pero maravillosa aventura. Allí vi a los más grandes Héroes del Universo,

enfrentados a los más grandes Villanos. Fue una oportunidad única y solamente puedo decir

una cosa: Yo estuve allí.

Al terminar, todos abandonaron el Templo y solo se quedaron Loken y el Mournival. Los miro y

hablo.

- Bien.

- ¿Ahora qué?- dijo Vipus mirándolo fijamente.

- Todos estamos preparados- dijo Margol-, mis legionarios serán la punta de lanza.

- ¿Seguro?- dijo Nero mirándolo fijamente-, esto no te vayas a creer que va ser un

paseo. Comparado con esto, nuestra misión en el mundo demonio fue una acampada.

- Entiendo que estéis un poco nerviosos- dijo Loken- yo lo estoy.

- Te voy a decir algo, Garvi, esto es de locos- le contesto Nero- te lo dije desde el

principio esto es una locura.

- Nero, estamos preparados- dijo Casius-, la moral es alta….

- Y mañana estaremos todos muertos, esa es la verdad- lo corto Vipus-. ¿Acaso soy yo el

único que ves esto así? Garvi rechazaste la ayuda de Nathaniel y Saúl, lo sé.

- Esto no tiene que ver nada con ellos- dijo Loken.

- Todo tiene que ver con todos- le espetó Vipus.

Loken se sorprendió, nunca Nero se había enfrentado directamente a él delante de los

chicos.

- Nero, mira yo...

- Garvi sé lo que pasa mejor que tú. Quieres hacer esto solo, enfrentarte a ellos. Pero

recuerda una cosa, no fuiste tú el único que estuvo aquí. Saúl, el resto y yo resistimos

sus ataques en la Basílica, vi a muchos hermanos de batalla morir aquel día. Cuando

Saúl dio la orden de evacuar, tuvo que empujarme ya que yo quería seguir

combatiendo. Garvi, tú no sabes lo que pasamos, no sabíamos nada de ti, ni de Tarik.

Durante mucho tiempo pensamos que estabas muerto.

- Pero no lo estoy.

- Nero, Garvi, creo que soy el menos indicado para decir esto, pero todo eso paso ya-

dijo Tarik muy serio- ahora debemos concentrarnos en lo que se nos viene encima.

Tenemos que estar unidos contra esto. Mis Lobos están preparados, incluso Sven y sus

hombres están deseando entrar en combate. Ya no podemos dar marcha atrás, ni

lamentarnos, ni echarnos en cara nada los unos a los otros. Ahora todos estamos

metidos en esto - Mi Compañía será la Punta de Lanza- dijo Margol- y estamos deseando enfrentarnos a

esos traidores que se hacen llamar la Legión Negra. Les haremos pagar todo lo que

hicieron a nuestros compañeros en este planeta. Nosotros somos la espada que los

cortara por la mitad. Nero miro al chico. Vestía una armadura de Campeón. Una antigua armadura, hecha

por un tecno sacerdote de los Templarios Negros, como la que llevaba el campeón del

Emperador. Fue un regalo del Mariscal Helbrecht, así como su espada que llevaba

enfundada, una Espada Negra, pero a la que habían convertido en espada de energía.

Cuando estaba sin funcionar, era como si estuviera oxidada, con unas capas de color

rojizo y anaranjado, pero una vez conectada era como si fuese una espada de fuego. El

escudo que llevaba fue un regalo de los Ángeles Oscuros, un recuerdo de su deber y su

credo. Andalecius era muy crédulo a la forma de ver de Nero y el chico había tomado

decisiones sobre su compañía que no le gustaban mucho. La primera fue la de

prescindir de escuadras de exterminadores, cuando casi todas las compañías tenían

por lo menos una y después lo de los hábitos negros. Túnicas negras sobre armadura

negra. Cuando le pregunto, le dijo que era por la vergüenza de que Abaddon hubiese

sido el Capitán de la Primera. Nero le contesto que eso no estaba bien, que no debía

de pensar en Abaddon ni en la Legión Negra, que ese no era el espejo en el que se

debían mirar. El chico le contesto que debían de mirarlo para no convertirse

precisamente en ello. A Nero había muchas cosas de todo que no le gustaban, pero muchas veces se debía

de callar. Pero ahora no era el momento de hacerlo, tenía que ser la voz discordante

del Mournival.

- Lo primero que tenéis que pensar- dijo Nero- que el enemigo que nos vamos a

enfrentar no es solo Abaddon y su maldita Legión Negra. Con el vienen otros tan

desquiciados y peligrosos como el, o más.

- Eso es cierto- dijo Loken mirándolo-, tienes toda la razón, no solo nos vamos a

enfrentar a un maniaco, sino a toda un pandilla de seres retorcidos. Abaddon tal vez

sea el más normal de ellos. Typhus, el Heraldo de Nurgle, es pestilente y sus marines

de plaga son un enemigo a tener muy en cuenta, Khârn, con sus bersekers es un loco

homicida que solo disfruta destrozando y descuartizando sus víctimas, Lucius… - Ese asqueroso traidor- dijo Nero- que nos vendió al cobarde de Eidolon y sus Hijos del

Emperador. Por culpa de él mataron incluso a heridos…. - Lucius es muy peligroso, ya que no puede morir. Si alguno de vosotros le vence en

combate y le mata, con el tiempo se convertirá en él. Renacerá, más demente y

peligroso. Arhiman, exiliado entre sus mismos hermanos, por no olvidar a Erebus y

Khor Phaeron, líderes de los Portadores. Y también esta Bilis. - Bilis es uno de los peores- dijo Nero-. Es un apotecario que se cree un dios. Realizando

experimentos aberrantes. - Vosotros no los conocéis, pero nosotros sí. Luchamos con ellos y contra ellos. Los

Devoradores eran como una máquina de picar carne, matan a todo lo que se pone

delante de ellos sin importarle nada- siguió Loken-. No nos enfrentamos contra

enemigos normales, tened eso en cuenta. Son los mejores, los más depravados de

todos. Ellos son el verdadero Enemigo. Todos se miraron en silencio, Nero fue el primero en hablar.

- Antes de decir nada, pensad en lo que os hemos contado y reflexionad. En esto hay

mucho en juego. Y mis quejas no son infundadas. Tanto él como yo los conocemos

muy bien, no solo por su fama como otros, una vez fueron nuestros hermanos y ahora

son nuestros enemigos. Al fin al cabo todo se trata simplemente eso. Una lucha entre

hermanos. - Ellos tomaron su decisión hace mucho tiempo. Nosotros debemos demostrarles que

podemos pararlos, esto no es un juego, ni un entrenamiento. Muchos van a morir en

estas horas, tal vez algunos de los que estamos aquí. Por eso os he preparado durante

tanto tiempo. Sé que estáis preparados para liderar a la élite del Emperador.

Volveremos a ser los que éramos, gracias a vosotros. Sois el futuro, nosotros somos el

pasado. Todos se miraron en silencio. Loken se dio media vuelta y salió de la habitación,

seguido por los chicos. Solo Nero se quedó allí, pensando que tal vez no los volvería a

ver nunca más…

La Legion of One era un hervidero. Ferrus, junto con sus hombres estaban

preparándose para cuando entraran en batalla. Ferrus preparaba su bolter, muy

parecido al de Nero, y que se lo había fabricado Arteus. La verdad es que Arteus les

había fabricado muchas cosas. Desde armas, pasando por armaduras e incluso les

había adaptado material inservible. El generador dorsal de Ferrus era una prueba de

ello. Era una miniaturización de un reactor de una armadura de exterminador,

adaptado para que Ferrus pudiera llevarlo. Con él, Ferrus no solo era un legionario, era

un Dios de la Guerra. Las heridas sufridas por Kernya fueron graves, pero entre Dremis

y Arteus le restauraron su red neuronal. Era mitad humano, mitad máquina, aunque

siempre intentaron que fuera como era él. Y lo habían logrado, gracias a algoritmos de

programación de muy alto nivel. Lo malo era el consumo de energía. Kernya se pasaba

casi todo el día conectado a una maquina impresionante, de la cual sacaba su energía.

Eso fue hasta que Arteus realizo el primer prototipo de mochila de combate para él.

Fue simplemente un dorsal de exterminador, pero con los años, entre él y Arteus

fueron disminuyendo su tamaño hasta el actual. Era pequeño y proporcionaba a Ferrus

energía para sus implantes cognitivos y lo más importante, su brazo biónico. Este lo

había convertido en un puño de energía potentísimo. Podía usar distintos tipos de

energía, rayos de energía, fuego, o cualquier cosa solo con pensarlo. También lo

dotaba de una velocidad impresionante, incluso superior a la que tenía antes. Pero no

solo Arteus había hecho esto, también había creado armaduras de exterminadores

tomando retales encontrados en el planeta y partes encontradas en las bases secretas.

Había logrado realizar unas armaduras bastante impresionantes, parecidas a las que

usaban los Caballeros Grises, pero con hombreras pre herejía. Además había adaptado

algunas armas poco usuales para los marines, muchos de los exterminadores llevaban

lanzas de energía en vez de los martillos trueno, e incluso algunos llevaban espadas

con células de energía, junto con escudos. También había armaduras normales, que

después les habían proporcionado el Mecanicus. Pero las fabricadas por Arteus

estaban todas en la Décima, la compañía de Vipus, donde había dos escuadras, una de

asalto, con lanzas, martillos y espadas y otra de cobertura con armamento pesado,

como bolters pesados, lanzallamas y cañones de asalto. También había modificado

armas para la Cuarta, donde había convertido rifles de plasma, lanzallamas y rifles de

fusión para que pudieran ser disparados cómodamente desde las motos. Tenían la

forma de pistolas, pero eran armas mucho más potentes que ellas. También había

adaptado cortadores láser para que actuaran como rifles laser, que podían llevar

cualquier escuadra. Y muchas cosas más, equipo bastante especializado y que solo los

Lobos poseían.

La escuadra estaba atareada preparando sus armas, en aquel momento, además de

Ferrus estaba formada por cinco miembros más. Eran veteranos, que habían luchado

en bastantes misiones. La mayoría de los integrantes de la Décima eran veteranos, así

que no era difícil ver que llevaran simbología especial. La Décima era una compañía de

elite, incluso por encima de la Primera. Siempre había sido la favorita de Loken, más

que nada porque él todavía la veía como su compañía.

Momentos antes había llegado Radiax con su Escuadra de Mando. Con el venían

Wulfen, vestido con su armadura de Campeón y con su casco siempre puesto. Era un

casco especial y solo había una persona que poseía uno igual en los Lobos, ese era

Tarik, capitán de la Segunda. El de Tarik era blanco como la nieve, pero el de Wulfen

era dorado, además de su cinto le colgaban dos armas, una espada de energía y un

hacha. La espada fue un regalo de Tarik, la había forjado cuando estuvo con los Lobos

Espaciales, incluso tenia runas de fortaleza inscritas en su hoja. El hacha la había hecho

él, siguiendo las indicaciones de Arteus, quien se la había convertido. No llevaba

ninguna pistola, ya que su labor era la de combatir cuerpo a cuerpo, donde Wulfen era

todo un experto, el enemigo que tratara de matarlo con armas a distancia lo tenía

difícil ya que Wulfen era rápido, muy rápido, letalmente rápido. Su misión en combate

solo era una, buscar a los campeones o elegidos de sus enemigos y enfrentarse a ellos

en combate singular. Y había que decir que había salido victorioso de ellos, por lo que

Wulfen era muy admirado por el resto.

Dremis también estaba allí, portaba una pistola bolter y en su mano izquierda todo lo

que necesitaba, su nartheciun y el reductor. Llegado el momento, podían ser una

buena arma para luchar cuerpo a cuerpo, pero pocas veces se había visto obligado a

ello. Llevaba su mochila de apotecario, con todos sus frascos y viales.

Dos Lobos más formaban el grupo. Uno era el abanderado, quien llevaba la bandera de

la XVI Legión. Esta era una reliquia rescatada por Loken en uno de los refugios y era

anterior al cambio de nombre por los Hijos de Horus. El otro veterano llevaba un rifle

de fusión reliquia, sacado de uno de los depósitos.

Y Radiax. Llevaba una armadura hecha con varias piezas, sacadas de diversos tipos de

armaduras. El peto era claramente de una Cruzada, aunque sus hombreras y

coberturas de brazos pertenecían a una más actual, tal vez una Corvus o una Aquila e

incluso a una Errante. Sus piernas estaban protegidas por una mezcla de piezas, la base

era una Aquila, pero la había retocado para adaptarla al peto de la Cruzada. Llevaba

también una espada al cinto y un escudo en su mano derecha con un bolter acoplado.

Aquello era un regalo de agradecimiento de Wulfen, quien le había dado su escudo de

Campeón cuando durante una misión le salvo la vida.

Todos estaban allí, en la cubierta de lanzamiento, esperando que llegara una persona

que les acompañaría durante el descenso, Loken.

Nero observaba el despliegue de las fuerzas. Loken había partido en una lanzadera

Aquila hacia la Legion of One, desde donde seria lanzado al campo de batalla junto con

la Locasta y el escuadrón de Mando. Aquello le parecía una locura, pero sabía que no

podría quitárselo de la cabeza a Garviel.

Nero había cambiado un poco la disposición táctica respecto a la original. Había

retraso al Fellblade y había cambiado su acompañamiento. Los Land Raider Terminus

habían sido sustituidos por un Land Raider Redentor y un Cruzado, que se encargarían

de protegerlo. Los Terminus tenían otra misión, la de proteger el flanco de Casius, con

la Quinta, junto con una batería de Predators y Vindicators. Junto con él se habían

desplegado varios Predators y Whirlwinds. El Fellblade acompañaría a la Tercera

quienes formarían una línea defensiva fuerte con sus escudos, protegiendo a los

devastadores.

La Sexta seria lanzada en Thunderhawks encima del enemigo, con lo cual causarían

mucha confusión, cosa que aprovecharía la Cuarta para causar el mayor número de

bajas posibles con sus escuadras de motos y Land Speeders.

La Primera y la Segunda serían las más expuestas, ya que encabezarían el ataque. La

Primera atacaría directamente por el flanco derecho mientras que la Segunda lo haría

por el izquierdo.

El centro seria dominado por la Tercera y el Fellblade donde abría una tierra de nadie,

una zona donde las compañías podrían retirarse en caso de problemas, aunque

seguramente esta posición seria tomada inicialmente por la Cuarta. Sejanus esta vez se

había unido a la Tercera ya que la Cuarta avanzaría demasiado rápido para él, pero en

cualquier momento se podría incorporar a la refriega gracias a la Cerberus que estaba

en espera, lista para recibir cualquier orden.

También estaban las Fuerzas Expedicionarias. Ellos se encargarían de la última línea de

defensa, la puerta del complejo y también estaría en el Bastón levantado por la

Tercera. Esa sería la segunda compañía quien lo llevaría a cabo. La primera compañía

había sido destinada a llevar a cabo una misión de vigilancia. Observaría la retaguardia

del enemigo y llegado el caso atacarían. Llevaban sistemas de ocultación e infiltración

así como armas pesadas. Y también les acompañaba Sven con sus chicos, la Manada de

Lobos. Estos eran fenrisianos que habían ingresado hacia años en los Lobos Lunares.

Eran huérfanos recogidos por Sven poco después de conocer a Tarik. Sabía que los

chicos no sobrevivirían a las pruebas de los Lobos Espaciales, y Tarik le había

demostrado que los Lobos Lunares eran tan capaces y honorables como los Espaciales.

Así que les dijo que sería un honor para los Lobos Espaciales que ellos formaran parte

de los Lunares. Sven llego con ellos a Isstvan y se encargó personalmente de su

entrenamiento.

Nero se volvió, y noto una presencia que lo saco de sus pensamientos.

- ¿Quién eres tú?- dijo Nero. Ante él estaba un muchacho joven, vestido con una túnica propia de un rememorador.

Seguro que era uno de los estudiantes.

- ¿Usted es el capitán Vipus? Nero asintió.

- El Comandante me dijo que me podría quedar con usted. Nero lo miro con indecisión. Desde luego Garviel estaba loco al meter a un civil en la

refriega que se iba a armar.

- ¿El Comandante te ha dado permiso?- inquirió Nero. - Si, capitán, el mismo en persona. Quería que alguien narrase de forma objetiva lo que

va a suceder hoy. Y yo fui el elegido. No me atrae mucho la idea, pero es mi deber con

la Legión. Aquello sorprendió mucho a Nero. Que un legionario dijese esas palabras lo

comprendía, ya que formaba parte de su entrenamiento y adoctrinamiento, pero un

civil. Desde luego en la Academia estaban haciendo bien las cosas.

- Bien, pero te advierto una cosa. Si las cosas se ponen feas, que se van a poner, corre a

ponerte a salvo. No podremos protegerte durante la batalla. - Lo se capitán, pero no se preocupe. Tengo entrenamiento militar, estuve hace tiempo

en las Fuerzas Expedicionarias, en la segunda compañía. Se manejar una pistola laser y

defenderme. Iluso, pensó Nero. Lo miro de arriba a abajo. Era un hombre menudo, de estatura

mediana. Nunca podría haber sido un legionario, pero aun así tenía el coraje y

entrenamiento de la segunda compañía. Sería una hormiga entre gigantes, pensó

Nero.

- Bien, ya sabes las reglas. Nos vamos a enfrentar contra un enemigo muy, pero que

muy peligroso. Creo que este no es sitio para ti, deberías de estar en el Bastión, con la

Segunda Compañía, ese es mi consejo. Si te quedas aquí con nosotros es por tu cuenta

y riesgo, ¿lo comprendes? - Si, lo comprendo- dijo el chico. - Bien. Está bien.

Nero se dio media vuelta y observo el campo de batalla. Todo estaba preparado, listo,

solo faltaba los invitados. Y estos no tardarían en llegar.

Abaddon miro el planeta. Algo le recorrió su cuerpo. Estaba ya vestido con su

armadura de exterminador. Recordó la última vez que estuvo allí, hacia cuantos ¿diez

mil años? no lo sabía a ciencia cierta. El planeta estaba igual que antes de partir a la

Gran Cruzada contra el Falso Emperador. Entonces los dirigía Horus, el Señor de la

Guerra. Miro su mano, mejor dicho su Garra. Era su Garra, la Garra de Horus, su

legado. Y con el aplastaría ese planeta y toda la Galaxia.

Unas cincuenta naves formaban la flota. Durante su travesía por la Disformidad, una

veintena de naves más se les habían unido. Había de todas la bandas menores del

Caos. Abaddon miro con aprobación, fuera quien fuera quien estuviera allí. Sufriría su

ira con todas las consecuencias. Los Hechiceros del Caos ya habían empezado con los

rituales para invocar demonios, los demonios serian su mayor baza frente a su

enemigo. No sabía lo que había allí, pero esperaba un ejército preparado y listo para

combatirlos. Hablo, dijo una sola palabra.

- Adelante, que arda de nuevo Isstvan III.

Comenzó el ataque. De las gigantescas naves salieron diminutos puntos, eran

cañoneras que transportaban tropas, equipo y hasta vehículos. También lanzaron

capsulas de desembarco, las llamadas Garras de la Muerte.

Pero algo distrajo a Abaddon. Y eso le hizo temer. Y el no temía a nada.

Le llegaron noticias, desde las naves de desembarco de palabras musitadas en las

comunicaciones. Él también las oyó. Aquello le hizo estremecer, no de miedo sino de

ira. Era la voz de Horus, eran las palabras de Horus.

Tarik, en su puesto de combate vio las primeras naves aterrizar y también las primeras

Garras aterrizar contra el suelo. Extendieron sus patas mecánicas y comenzaron a

bajar.

Oyó un estruendo detrás de él, era la señal. El Fellblade disparo su cañón principal

contra una de las capsulas caóticas y, literalmente, la destripo. La Garra voló por los

aires con todos sus ocupantes, y donde antes estaba solo quedo un cráter rodeado de

una mezcla de trozos metálicos y restos de legionarios caóticos.

Todos sabían lo que significaba el disparo. Rápidamente la barrera artillera de los

Lobos Lunares comenzó a bombardear a los traidores. Los Predators disparaban sus

cañones, los Whirlwinds sus misiles, los Vindicators sus cañones.

Todos tomaron sus posiciones de batalla. Los devastadores tomaron posición y

aseguraron sus armas y comenzaron a disparar contra el enemigo.

El ataque fue devastador, ya que cogió a la primera oleada de tropas enemigas

totalmente desprevenidas. Pero mientras esto sucedía, nuevas tropas desembarcaron,

entre ellas los Guerreros de Hierro, que comenzaron a montar sus monstruosos

cañones de asedio. Eso era un problema, ya que estas armas de asedio podían

destrozar la línea defensiva de los Lobos.

Nero se dio cuenta de ello y rápidamente dio la orden.

Un grupo de Thunderhawks partió de inmediato, su misión destruir, o en todo caso

debilitar la artillería enemiga.

La escuadra de Thunderhawks en poco tiempo tuvo en rango de visión su objetivo, y

mientras se acercaban dejaban caer algo más que bombas, las escuadras de asalto de

la Sexta Compañía.

“Yo estaba allí cuando los vi caer. El Capitán Stern lo llamaba el “Descenso de los

Ángeles”, como lo calificaban los Ángeles Sangrientos. Y la verdad es que eso parecía,

el descenso de unos ángeles, pero Ángeles de Muerte y Destrucción. Vi como los

portones de las naves se abrían y escupían las escuadras de asalto directamente sobre

el enemigo. Debajo de ellos, una mezcla de Portadores de Palabra y de Hijos del

Emperador los esperaba. El aterrizaje fue devastador. Los Portadores eran tropa

desprotegida, la mayoría cultistas y la caída de la Sexta fue como el chocar de un

meteorito contra el planeta. Los cuerpos, literalmente salían volando, destrozados,

mientras las escuadras de Lobos caían sobre ellos. Había algunas escuadras de otras

compañías, sobre todo las dos de la Décima y de alguna otra más. Los Hijos del

Emperador, sorprendidos, también fueron arrastrados por la marea. La retirada de las

tropas fue masiva, ya que los Portadores huían despavoridos por la ferocidad del

ataque de los legionarios de asalto.”

Abaddon acababa de aterrizar con su Thunderhawk, e iba a acompañado de su

Guardia de Honor, vio como los cultistas de los Portadores se retiraban ante el

arrollador ataque de los Lobos. En su fuero interno estaba orgulloso, pues vio allí que

el espíritu de la Legión continuaba vivo, aunque demasiado vivo para su gusto.

Ahora sabía a qué se iba a enfrentar. Pensó que se iba a enfrentar, en un principio

contra una pandilla de marines espaciales, pero lo que estaba viendo allí era algo que

no esperaba. Era el espíritu de la Legión, por lo que los Lobos Lunares fueron

conocidos y temidos por toda la Galaxia.

Vio como pasaron por encima de su posición las Thunderhawks de los Lobos y

arrojaron su mortífera carga de misiles sobre las posiciones defensivas de los

Guerreros de Hierro.

Abaddon miro a su lugarteniente. No hizo falta que le dijera nada, entendía

perfectamente lo que quería.

La posición fue tomada por la Legión Negra. Las escuadras de Exterminadores del

Caos, apoyadas por Aniquiladores tomaron posiciones alrededor de la Thunderhawk

de su comandante, mientras Legionarios salían de las naves. Miles de Legionarios.

El bombardeo de la posición artillera fue devastador. La mayor parte de las

edificaciones fueron destruidas por los misiles, aun así, muchas se salvaron del asalto,

pero estas fueron las que estaban más alejadas. El ataque de las naves había

sorprendido a los caóticos, que no habían preparado defensas antiaéreas, ya que

suponían que no poseerían una fuerza aérea considerable. Los subestimaron y

pagaron las consecuencias.

Vipus desde su posición vio el campo de batalla. El despliegue era completo de sus

fuerzas. Consulto en la pantalla de su casco las estadísticas y observo las columnas de

humo que indicaban el resultado del ataque aéreo. También observo como las tropas

enemigas se retiraban ante el ataque de la Sexta. Pero sabía que aquella victoria era

pequeña, ya que esta no había hecho nada más que empezar. Solo había señales de

cuatro legiones en el planeta, La Legión Negra, Hijos del Emperador, Guerreros de

Hierro y Portadores de la Palabra. Conocía que faltaban las más importantes y

peligrosas, los Guardianes de la Muerte de Typhus, los Devoradores de Mundos de

Khârn y sobre todo los Mil Hijos de Arhiman. Estos, a su modo de ver podrían ser los

más peligrosos. El uso de su poder de la disformidad podría traer legiones de

Demonios allí o algo peor.

Loken miro a su alrededor. La capsula era pequeña, ya que solo cabían doce

legionarios, además de sus pertrechos. Su mente vago hasta aquel, día, el fatídico día

del desembarco allí mismo, en ese planeta. Aquel día fue el de la traición. Desecho

aquella idea de su cabeza, había pasado ya mucho tiempo. Ahora no estaban allí ni

Vipus ni sus legionarios de la Locasta. Estos habían sido remplazados por aquello que

le acompañaban ahora. La nueva Locasta, al mando de Ferrus, era igual o mejor que la

de Vipus, además Kernya era discípulo de Nero, pensó. También estaba con el

escuadrón de mando, incluidos Wulfen, Dremis y Radiax.

Y entonces noto que los disparaban. Para ellos era la primera vez, pero para él no.

Noto el tirón, el tirón que salía de sus entrañas con el disparo de la capsula. Este

desaparecía al instante, pero el instante era eterno. Ahora sabía dónde estaba la

capsula, en la órbita baja del planeta. Sentía el calor de la re entrada, y que echaba de

menos. No era mucho, dado que llevaban las armaduras, pero aquello podría matar a

un humano normal, pero no a un legionario astarte. De pronto se preparó, su mente

estaba muy entrenada para el impacto. Serían unos segundos, en los cuales la capsula

se abriría como una flor, de cuyos pétalos saldrían los mortales Ángeles. Y ese fue el

momento tan esperado, el impacto contra el suelo, el ligero aturdimiento, y después el

sonido del bolter acoplado de la capsula. Ya estaban en tierra.

Nero desde su posición vio como caía la capsula. En ella iban Loken y los otros. El

deseaba estar allí, con ellos, como hacía muchos, pero que muchos años. Vio el

impacto de la capsula, como al caer en el planeta hizo un cráter. Pero no solo hizo el

cráter. La zona donde cayó era uno de los puntos de ataque de los Portadores, habían

caído justo en las líneas enemigas. Estaban rodeados de hordas de cultistas, mandados

por Paladines y de Legionarios de aquella infame Legión. Vio como los cuerpos,

despedazados, de los cultistas salían despedidos en todas direcciones. Vio cómo se

abrió la capsula y como el bolter acoplado instalado en ella dispara ráfagas contra todo

lo que tomara por hostil. En su casco midió el tiempo de reacción, eso era importante,

como le había instruido a Kernya, el tiempo de reacción de la escuadra después del

impacto. Diez segundos después del impacto y la apertura, Kernya y la Locasta habían

asegurado el perímetro. Vio, aliviado como estos tomaban control de la situación.

- Perímetro de control asegurado- dijo Ferrus con voz metálica a través de su

comunicador.

Loken lo escucho cuando, todavía un poco atontado por el impacto, estaba ayudando

a montar la zona de defensa con la escuadra de mando.

- Comprendido- le contesto-. Prepara la defensa del perímetro. Ferrus, Radiax conmigo.

Los dos se reunieron con él.

- Avanzaremos en punta de lanza- dijo Loken- tu Radiax a mi derecha y Ferrus a mi

izquierda. Armas de fusión y lanzallamas en primera línea. Armas pesadas en

cobertura.

Los dos asintieron. Había llegado el momento de enfrentarse al enemigo.

“Vi como avanzaban. El capitán Vipus me lo indico, me dijo que el comandante y sus

hombres avanzarían sobre las líneas enemigas. Su misión era la de enfrentarse con

Abaddon el Saqueador. Los vi, vi como avanzaban como una lanza que se clavaba en el

corazón del enemigo. El comandante iba al frente, a su derecha iba el Comandante de

Fuerza y a su izquierda Ferrus. Al lado de este iban dos legionarios, dos veteranos de la

escuadra Locasta armados uno con una especie de lanzallamas y el otro con un arma

de fusión y con ellos iba el apotecario. Con Radiax iba Wulfen, a su lado, con sus dos

armas de cuerpo a cuerpo listo a despedazar a cualquier enemigo que cayera en sus

manos y también dos veteranos con dos armas de fusión. Y en el centro iba el

Abanderado, flanqueado por dos legionarios, uno armado con un bolter pesado y otro

con un bolter de asalto.

Para mí, un simple mortal aquello fue un espectáculo que no olvidare jamás. Vi como

avanzaban, matando sin piedad a cualquier enemigo. Avanzaban lentamente, pero con

una elegancia que no he vuelto a ver nunca en un campo de batalla. Y la verdad es que

desde entonces he estado en unos cuantos.

Hacían su trabajo concienzudamente, sin dejar atrás ningún enemigo vivo. Nunca he

visto a ningún Capitulo actuar así, con tal eficacia, tal vez solo a los Lobos de Fenris,

solo a ellos. Pero al contrario que los fenrisianos, que basaban su ataque en una salvaje

eficacia, los Lobos de Loken, avanzaban con eficacia elegante. Sus muertes eran las

precisas, no brutales, no se ensañaban con el enemigo, solo actuaban con los ataques

precisos para matar al enemigo. Quizás Wulfen era quien más salvajemente atacaba,

pero era eficiente y muy rápido manejando sus armas. Ferrus derribaba a sus enemigos

casi sin veros, solo veía una estela y como los enemigos caían al suelo destrozados. El

comandante disparaba lo preciso, solo para acabar con los enemigos.”

Loken vio como habían avanzado. Observo el reguero de cadáveres enemigos que tenían a sus

espaldas. Casi todos eran Portadores de la Palabra, mucho de ellos cultistas y algunos

legionarios. Y delante ellos estaban más, aunque ya se empezaban a ver efectivos de la Legión

Negra. Eso era lo que él quería, que los vieran bien, que significaran un peligro para ellos. Solo

de esa forma Abaddon se enfrentaría a ellos.

-Abanderado alza bien nuestra enseña- dijo Loken por el comunicador-, que la vean bien que

sepan que los que están haciendo esto son Lobos Lunares.

- Comprendido mi comandante- le contesto una voz metálica. Todas las voces sonaban

metálicas por los comunicadores.

Abaddon, desde su privilegiada posición, estaba observando como el resto de las Legiones

Traidoras aterrizaban. Los Mil Hijos de Arhiman, con sus armaduras azules estaban

descendiendo, seguido por una cohorte de Hechiceros. Sabía que iban a hacer uno de sus

rituales, para traer al campo de batalla a sus aliados de la Disformidad. Una vez que ellos

estuvieran allí las cosas cambiarían. También los Devoradores, acompañados por unos orkos

rabioso de sangre, estaban allí, al mando de Khârn, así como sus tropas.

Y entonces lo vio. Vio como un pequeño grupo de marines avanzaba imparable. Destrozaban a

todos sus enemigos, a todos los que se les enfrentaban, ya fueran cultistas o legionarios.

Habían destrozado su flanco y estaban enfrentándose a sus hijos, los hijos de la Legión Negra.

Pero lo que más le llamo la atención fue el estandarte que portaba el cual reconoció al

momento. Era la antigua enseña de batalla de la Décima Compañía.

Aquello le hizo enfurecer. Aquella bandera era la antigua de los Lobos Lunares, la misma

enseña que lucho junto a él en Ullanor y en miles de batallas. La reconoció al instante, no cabía

duda. La habían retocado, ya que le faltaba la parte superior donde estaba el Ojo de Horus. En

su lugar estaba una palabra, Leales.

Abaddon sonrió, sabía que aquello era una afrenta. Observo más detenidamente el grupo y le

llamo la atención su formación, ya que era la típica punta de lanza que multitud de veces había

usado su Legión, la Legión de Horus en miles de batallas. Pero lo que más le atrajo la vista era

quien estaba en la primera fila de la punta. Era un marine con una armadura Maximus, color

verde marino, el color de los Hijos de Horus. Observo que en una de sus hombreras llevaba

pintado un lobo con la luna, el símbolo de los Lobos Lunares. Aquello hizo sacar su rabia.

Ya se estaban acercando a las filas de la Legión Negra. Las bajas que habían causado al flanco

que custodiaban los Portadores eran considerables. Frente a ellos, donde estaba su objetivo

solo quedaba la Legión Negra. Sabía que debía atraer su atención, si no la había atraído ya.

Loken alzo el puño, orden inequívoca de parar. La punta de lanza afianzo su posición. Aquello

era un desafío a la Legión Negra. Les estaban diciendo “aquí estamos, venid si os atrevéis”.

Loken lo sabía y lo sabían todos los que estaban allí con él. El abanderado afianzo el estandarte

en el suelo y cargo su bolter, que tenía la cabeza de un lobo. El veterano que llevaba el bolter

pesado reliquia, sacado de uno de los depósitos encontrados. Muchas de las armas que

llevaban eran reliquias, tanto la Locasta como la escuadra de mando.

Loken observo movimiento en las filas de los legionarios enemigos.

- Estad preparados- dijo por el comunicador.

Todos observaron la marea negra que se les aproximaba. No eran cultistas, eran legionarios,

vestidos con armaduras de un color negro brillante y con detalles en color cobre mal

envejecido. Llevaban cascos adornados con cuernos, con cráneos, tal vez trofeos de los

enemigos a los que habían matado. También llevaban estandartes con cabezas y cascos de

diferentes razas. Los exterminadores ocupaban la primera fila iban armados con armas

pesadas. Si disparaban, el plan se podía venir abajo. Pero si conocía a Abaddon, el mismo les

atacaría, eso podía asegurarlo. Todos los Lobos Lunares se prepararon para responder

cualquier ataque.

Abaddon vio la formación del enemigo. Estaban, plantándole cara, desafiándolo. Lo fácil era

mandar a sus guerreros más implacables, sus exterminadores para acabar con ellos, pero le

intrigaba quien sería el que llevaba la armadura Maximus. Se abrió paso entre sus hombres y

avanzo. Nadie podía detener las zancadas de Abaddon y si alguno de sus hombres no se

apartaba inmediatamente, recibía un puñetazo o un empujón, que lo apartaba. Pronto avanzo

entre la maraña que formaban los legionarios y se encontró frente a frente al grupo de

marines.

Los observo detenidamente, ya que sabía que así podría ver sus debilidades. El grupo era

compacto, formado por doce marines. Tres de ellos, incluido el de la armadura verde,

denotaban cierto aire de superioridad, sin duda eran los oficiales. Los otros dos, el que llevaba

la armadura Cruzada, era sin duda un oficial secundario, tal vez el sargento de la escuadra de

mando, por los detalles de las hombreras. El otro, mitad humano mitad máquina, seguro que

era un sargento de una unidad de elite, aunque en él no había nada que denotara rango, solo

salvo su arma modificada, ya que poco marines llevaban armas de ese tipo. Vio también al

resto, incluidos el apotecario, sin duda era la escuadra de mando y una escuadra de elite. Y

podría jurar, por ciertos detalles leves, que esta era la nueva Locasta. Algo en su interior se lo

decía.

Pero ahora su atención se fijó en el marine de la armadura Maximus. Su figura le era conocida,

familiar. La armadura era antigua, tanto como la suya y había sido reparada en bastantes

ocasiones. Miro sus hombreras y vio la tachonada típica de la Legión. Estaba decorada en

dorado, lo que le indicaba que ese personaje era un oficial de alto rango, quizás el de más alto

rango de todos. La otra hombrera era una sencilla hombrera Maximus, y en ella llevaba

pintado el lobo con la luna, pero se notaba que debajo había habido otro dibujo que había sido

borrado y apostaba que sabía que era el Ojo de Horus, todavía su contorno era apenas visible.

También leyó en ella un XVI en románico. Sabía lo que significaba aquello. El mismo lo había

llevado en su armadura hasta que lo borro.

- Tú debes de ser mi anfitrión- dijo con voz pausada, pero cargada de ira y rabia.

La figura asintió.

- Bien, parece que no eres muy parlanchín. Tú debiste ser quien entro en el Espíritu

Vengativo y dejo la hombrera. Y solo se me ocurren dos personas que pudieron hacer

eso. Una de ellas es un viejo estúpido, que no tiene los cojones suficientes para

hacerlo. El otro, que puedes ser tú- al decir esto se movió y se acercó dando un giro a

la figura con la Maximus-, solo puede ser un loco, un loco que podría haber

sobrevivido a nuestro ataque. Era un sargento de mierda, de una compañía de mierda,

que mandaba la peor escuadra de la Legión, no Nero Vipus. ¡Quiero ver tu rostro,

traidor! – dijo escupiendo saliva con cada palabra.

Por respuesta solo escucho el siseo del aire estancado salir del casco. Aquello indicaba

que había abierto el sello que separaba la armadura del casco.

Loken se llevó las manos a la cabeza teatralmente, quería que aquello tuviera el mayor

impacto posible en Abaddon, que lo pillara con la guardia bajada. Lo vio a través de sus

visores riendo triunfante. Así era como lo quería, confiado de su grandeza, para que

después cayera hasta el fondo.

Lentamente se quitó el casco, quería disfrutar cada segundo, ver la cara de Abaddon

cuando se diera cuenta quien era, quería sentir su miedo, su ansiedad, algo de lo que

nadie en el Universo podía disfrutar.

Abaddon vio cómo se quitaba el casco. Un cabello claro, quizás rubio le cubría la cara.

Era largo, pero no como antes. Un escalofrió recorrió su cuerpo, temblando, aquello

no podía ser, era un sueño, un maldito sueño.

Loken se quitó el cabello mojado por el sudor de su rostro. Abaddon lo miro, con los

ojos desorbitados. Vio como alzaba su mano temblorosa y decía algo ininteligible.

- Estas muerto, estas muerto - dijo Abaddon entre dientes.

- Hola Ezekyle, viejo amigo- le contesto Loken con una sonrisa en su rostro.

Abaddon lo miro, estaba como ido, como en otro tiempo, en otra era.

- No, no estoy muerto Ezekyle, estoy vivo- dijo Loken-. Por cierto, Nero también está por

ahí, cuando le cuente lo que has dicho no le va asentar muy ¿sabes?

Ahora fue Loken quien ando alrededor de él.

- Ahora no estás tan hablador como antes ¿no? ¿Traidores sin cojones, Ezekyle?, eso es

lo que crees. Yo creo otra cosa.

Loken se puso el casco en su cadera y continúo hablando. Sabía que el silencio de

Abaddon era buena señal.

- Aquí el único traidor que hay eres tú, el gran Abaddon el Saqueador, temido en toda la

Galaxia solo con pronunciar su nombre.

- Maldito… seas, perro traidor. Traicionaste a Horus, traicionaste a tú Legión por seguir

al Emperador Cadáver, abandonaste a tus compañeros por adorar a ese putrefacto

cadáver.

- Eso termino hace mucho tiempo, la traición, vuestra traición fue saldada. La muerte de

Horus la saldo. No estoy hablando de antes, hablo de ahora. Si eres un traidor, un

maldito traidor. No por traicionar al Emperador, eso ya no cuenta, si no por traicionar

algo más importante, la Lealtad a tus amigos. Si traicionaste y mataste a tus amigos, a

tus Hermanos de Batalla, a Hermanos de tú misma Legión aquí, en este maldito

planeta. Aquí murieron los Hijos de Horus, los mataste tú y los demás, y aquí

renacieron los Lobos Lunares, no estos, si no otros, los traicionados. Nero, Iacton, Tarik

y yo mismo. Solo sobrevivimos diez, diez Ezekyle, diez de aquellos a los que conocías.

Tú elegiste tu bando y nosotros el nuestro.

- Debí de haberte matado en la Basílika. El inútil de Aximand me lo impidió, debí de

haber vuelto y matarte con mis propias manos- al decir esto cerro la Garra de Horus- y

no dejar que te reventase el ataque orbital.

- Estaba esperándote Ezekyle, te esperaba, con esto- dijo Loken empuñando su espada

sierra-. Te iba atravesar con ella, no lo dudes. Esto es entre tú y yo, solo entre los dos.

- ¿Osas retarme?- le contesto Abaddon, quien poco a poco iba recuperando su entereza

y también su rabia interna. Loken contaba con ello, que explotara.

- Si, ¿Quién crees que eres?, solo eres una copia barata de Horus, Ezekyle. No puedes

compararte a él.

- ¿Eso es lo que piensas de mí?, esta “copia barata” como tú dices ha puesto en jaque a

la Galaxia y la ha puesto de rodillas frente a él, Garviel. Tengo más poder, mucho más

poder que Horus. Soy el Señor de la Guerra.

- Eso es lo que tú crees ¿no? Todos se mueren de miedo al decir tu nombre. Pues aquí

habremos unos cuantos que no te tenemos miedo. Ni a ti ni a tus “abominaciones”

que llamas amigos. Los Lobos Lunares no les temen a nadie, ni a ti ni a nadie. Nosotros

somos el miedo.

Loken dijo aquello mirando directamente a los ojos de Abaddon, sin parpadear. Con

aquello le demostraba que no le temía, que se enfrentaba abiertamente a él y a todos.

- Estás más loco de lo que creía- dijo Abaddon- Esa es la verdad. Tú solo con ¿dos mil

marines? contra nosotros, siete Legiones.

- Cada uno de mis hombres vale por veinte de los tuyos. En cierto modo vosotros los

creasteis. Cada uno de estos astartes fue un niño, al cual le arrebatasteis su vida, su

familia. Son huérfanos, no tienen nada que perder. Y solo les mueve una cosa, la

venganza. Vengar a sus seres queridos, muertos por gente como tú, Ezekyle.

Los dos se miraron. Loken observo a Abaddon. Apenas reconocía a su antiguo amigo,

era un extraño para él. Mejor, se dijo, así será más fácil lo que tengo que hacer.

Fue como la calma que precede a la tormenta. Ambos estaban quietos, mirándose

observándose, calibrando los puntos fuertes y débiles de cada uno. Y entonces

sucedió.

Abaddon fue quien ataco primero. Fue un movimiento rápido, pero no lo suficiente,

porque Loken lo esquivo. Después ataco él, usando el arco que le permitía su espada

sierra, la cual impacto en la armadura de exterminador de Abaddon, haciendo saltar la

pintura negra.

Abaddon, al verse tocado por la espada, contratacó con su espada demonio, pero

Loken, viendo el movimiento lo esquivo de nuevo.

Abaddon grito con rabia. Sus dos ataques habían sido esquivados por Loken y encima

su único ataque había impactado en su armadura. Aquello lo volvía furioso.

Ahora fue Loken quien atacó. Disparo su bolter, pero Abaddon se protegió con la

Garra, desviando los impactos del arma. Abaddon le respondió con un ataque de su

bolter acoplado, pero Garviel, demostrando gran agilidad esquivo los disparos rodando

y cambiando de posición.

Ambos se miraron, Loken sopeso su espada sierra y Abadon hizo lo mismo con su

espada Demonio. Los dos corrieron y empezó un combate solo con espadas. La sierra

de Loken chirriaba al chocar con la espada de Abaddon, quien paraba los golpes de su

contricante. De pronto Loken, en una finta, rebaso la guardia de Abaddon y rasgo todo

el pectoral de la armadura de exterminador.

- Ahora estamos en paz- dijo Loken señalando su servo armadura.

Abaddon se fijó bien y vio el destrozo que causo en la armadura de Garviel diez mil

años antes, cuando los dos se enfrentaron en la Basílika. Sonrió.

- Si Garviel, estamos en paz.

Y al decir esto ataco de nuevo, pero no con la espada si no con la Garra. Loken salto

hacia atrás, esquivando el ataque. Sabia, que estaba enfureciendo a su rival, pero era

la única forma de luchar con él. Sabia por experiencia que como lo golpeara se

acabaría la cosa.

Abaddon grito enfurecido. Loken lo estaba esquivando y atacaba cuando veía el

momento débil. Se preparó, iba a acabar con él.

Loken vio la posición que estaba tomando Ezekyle, y sabía lo que iba a hacer, lanzarse

encima de él y arrollarlo con el peso y la potencia de la armadura. Y también conocía

que se lo llevaría por delante. Se preparó para recibir el golpe, pero agarro la espada

sierra con las dos manos. Si quería eso, eso tendría.

Los dos emprendieron la marcha, una carrera loca que acabaría seguro con Loken

despedido en dirección contraria y con Abaddon con una herida de la espada sierra.

Loken observo como Abaddon atacaba con la Garra por delante, pero preparando la

espada para rematarlo. Que así fuera.

La carrera de ambos se hizo interminable, nadie luchaba alrededor de ellos, atentos al

combate. Radiax empuñaba su espada con fuerza, mientras Dremis sopesaba las

heridas que podría causarle Abaddon a Loken. Solo Ferrus sabía una cosa, Loken no se

iba a dejar matar así como así. Estaba preparado para entrar en combate, acumulando

energía en su brazo biónico. Una descarga de este dejaría a Abaddon atontado el

tiempo justo para que Loken reaccionara y pudiera huir.

El instante se hizo eterno. Los dos corrían y el golpe sería fatal seguro. Pero nada de

eso ocurrió.

En el momento que el golpe fatal se iba a desencadenar una figura oscura paro ambos

golpes, la espada sierra de Loken con una Garra y la Garra de Abaddon con una maza.

- ¡Basta ya!, ¡Dejad de pelear, Hermanos!- dijo con voz grave la figura.

LA BATALLA (II PARTE) “Aún recuerdo lo que sucedió aquel día. La batalla no estaba nada más que empezando,

cuando Loken y sus hombres se enfrentaron a Abaddon y la Legión Negra. A mi lado estaba el

capitán Vipus, quien, como yo observaba lo que estaba pasando. Vi la tensión que había entre

ambos cuando estaban hablando, y la tensión de todos los que los circundaban. Incluso con el

casco puesto, Vipus me transmitía una tensión increíble. Eran más sus gestos, aunque no podía

ver su cara, oculta.

Y cuando empezó el combate, aquello fue a más. Cada golpe que daba Loken, a su vez era dado

por el capitán. Y esto no fue nada comparado con lo que, a todos, nos dejó fríos, que fue la

aparición de repente, de aquel gigante, quien paro los dos golpes tanto del Comandante como

de Abaddon. Era imponente, con aquella armadura de exterminador gris oscura, y como, casi

sin esfuerzo tenia trabadas las armas de ambos tanto de Loken como de Abaddon. Mire a Vipus

y este, con un ademan, me hizo saber que no comprendía lo que pasaba, pero fuera lo que

fuera esto iba a ser malo y las cosas irían a peor”.

- ¡Basta ya!, ¡Dejad de pelear, Hermanos!- dijo con voz grave la figura.

Loken miro a la figura que estaba entre él y Abaddon. Era un exterminador enorme, más alto

que él y que su rival. Vestía una armadura de color gris, pero parecía casi negra. De su cintura

colgaban calaveras de enemigos muertos, pero en sus manos llevaba una maza, y en la otra

unas garras con un bolter de asalto acoplado en ellas, con las que sostenía su espada sierra,

mientras que con la maza había detenido el golpe de la Garra de Horus Abaddon.

La figura, sin apenas esfuerzo separo a los dos rivales. Entonces fue cuando Loken vio de

verdad al extraño. Su porte era distinguido, pero un toque caótico empañaba tal visión. Su

rostro, su rostro le era conocido, no literalmente, pero si algunos de sus rasgos. Al igual que

Abbadon aquel era un hijo de Horus. Y lo veía por la facciones, claras y parecidas al Señor de la

Guerra. No lo conocía, tal vez fue creado después de la traición de Isstvan, pero el aura que le

envolvía emanaba maldad.

- Soy Udyat el Sombrio, Señor de los Elegidos de Udyat, vuestro hermano- dijo el

exterminador.

Loken se fijó aún más y múltiples símbolos del Caos lucían en su armadura, tanto estrellas

como otros símbolos como calaveras. Pero lo que más le sorprendió, sin duda fue el

símbolo que llevaba en la hombrera izquierda, un símbolo que hacia siglos que no veía, el

Ojo de Terra. Pero este Ojo era distinto, pervertido por la esencia del Caos.

- Hermanos- continúo el extraño-, estáis aquí los dos, junto con vuestras legiones

luchando. Recordad una cosa, sois hermanos y una vez estuvisteis en la misma Legión,

los Hijos de Horus. Tú, Abaddon fuiste su Primer Capitán y líder respetado. Es hora de

dejar atrás todo y que Lobos Lunares y Legión Negra se unan de nuevo y formen una

sola Legión, de nuevo ser la Legión de Horus.

Abaddon miro al extraño y sonrió. Loken vio un atisbo de lo que se avecinaba. Aunque

hacia siglos que no lo veía, sabia como era Abaddon y como reaccionaria. Ahora mismo era

una bomba a punto de explotar.

- ¿Y tú nos dirigirás?- dijo Abaddon señalando a Udyat.

- No, mi Señor, Horus.

- Eres un estúpido mentiroso- dijo Abaddon, su paciencia estaba a punto de colmarse,

solo faltaba un empujoncito más y estallaría la rabia contenida-, Horus está muerto

hace diez mil años. Lo mató el Emperador Cadáver en su nave en Terra. Yo recogí su

cuerpo y hui al Ojo del Terror.

- Se esa historia- le contesto Udyat-, pero no me la han contado así. Tú no recogiste el

cuerpo de nuestro Señor, sino que lo destruiste, apoderándote de su Garra.

Ahora si Abaddon ya exploto.

- ¡NO SABES NI LA MITAD, ESTUPIDA IMITACION DE HORUS!- dijo Abaddon-, ¡YO SOY EL

VERDADERO HEREDERO DEL SEÑOR DE LA GUERRA! ¡YO SOY SU VERDADERO HIJO!

Abaddon miro a Udyat. Su mirada destila un odio abismal. Loken sabía cuál sería su

siguiente movimiento. Con unas señas, indico a Radiax que se debían de retirar. Debían de

salir de allí todo lo rápido que pudieran, ya que se iba a armar una buena.

- Mi Señor H…- Udyat no pudo terminar.

- TÚ SEÑOR HORUS NO EXISTE, ES UNA FALACIA. ¡YO SOY EL ÚNICO, EL ÚNICO SEÑOR

DEL CAOS, NO LO VES ESTUPIDO IDIOTA! ¡TODOS LOS GRANDES ESTAN AQUÍ

CONMIGO Y TÚ ESTAS SOLO!

Ese momento fue el que aprovecho Loken para ejecutar su plan, sabía que ya nadie podría

detenerlo. Debían de desaparecer mientras duraba la confusión, porque aquello sería un

caos.

- Nero, necesitaremos apoyo- dijo Loken por su comunicador, quien ya se había puesto

el casco-, las cosas aquí se van a poner feas.

- Intentare mandarte a la Cuarta para que abran un pasillo entre las tropas enemigas.

No será fácil.

- Lo sé, Nero. Tengo que reunirme con Andalecius.

- Entendido.

Moviéndose casi en sigilo, los componentes de grupo de Lobos Lunares se reunieron. La

voz de Abaddon fue subiendo de nivel, lo cual fue aprovechado por los astartes para, casi sin

que el enemigo lo sintiera reunirse en un punto. Por señas, Loken indico a la escuadra avanzar.

Cuando Abbadon estallo estaba muy lejos del lugar.

La impaciencia y rabia de Abaddon estallo.

- ¡SOY EL SEÑOR DE LA GUERRA!, ¡SOY EL SEÑOR DEL CAOS!, ¡NADIE PUEDE SER MAS

QUE YO!

Fueron las últimas palabras que pronuncio antes de atacar a Udyat. El exterminador no

vio el golpe, el golpe brutal que le asesto. Con los ojos inyectados en sangre atravesó

con la Garra, la verdadera Garra de Horus, el cuerpo del caótico. Un destello dorado,

seguido de un relampagueo cruzo la vista de Udyat. Sintió como sus entrañas eran

retorcidas. Lo siguiente fue como Abaddon lo levanto y, como si fuera un muñeco de

juguete, lo lanzo unos metros. Lo único que pudo hacer Udyat fue teletransportarse.

Abaddon al ver que su enemigo huía levanto sus brazos con gesto triunfante, y miro

con arrogancia, la arrogancia del ganador a su alrededor. Entonces un grito, en forma

de nombre salió de su garganta.

- ¡LOKEN!

“Desde nuestra privilegiada posición vimos el brutal ataque de Abaddon. Vimos como

miro a su alrededor y como grito el nombre del Comandante. Aquello hizo reaccionar al

Capitán Vipus, quien de inmediato dio la orden. La Décima atacaba, iba a reforzar la

posición de la Primera. También vi, como en una parte alejada, el exterminador caótico

se reunía con otras sombras grises. Se lo hice ver al Capitán, quien asintió. Había más

de aquellos guerreros. Como me conto el Capitán no los reconoció por que iban

mezclados con los Portadores, El color de las armaduras eran parecidas a las de esa

Legión antes de la Herejía, por lo que Vipus creyó que podrían ser algunos que todavía

no habían pintado su armadura de rojo sangre.

Junto a ellos vi otra cosa. Soldados. Bueno, parecían Guardias Imperiales, pero sus

uniformes eran parecidos, pero estaban distorsionados. Eran de un color gris oscuro,

algunos llevaban armaduras antifrac pintadas de rojo, otros de negro. En aquel

momento no lo aprecie, pero cuando me enfrente a ellos en el campo de batalla vi a

varios. Llevaban máscaras, algunas metálicas otros simplemente un rebozo

ocultándole su rostro. Otros, ni siquiera eso. Estaban ya tan corruptos por el Caos que

parecían más muertos que vivos, incluso sus fluidos vitales se escapaban por heridas o

pústulas. Pero eso lo descubrí más tarde, cuando nos enfrentamos a ellos. Y todos

llevaban en una hombrera la Estrella del Caos y en la otra el Ojo de Horus, el símbolo

de los Elegidos de Udyat”

El estruendo de las motos era ensordecedor. Parte de la Cuarta Compañía, con Thalsan

al frente, se movía para abrir un hueco por el que Loken y los demás escapar. El

aspecto de Thalsan en moto era asombroso. Si sin ella intimidaba, con su moto era un

enemigo muy peligroso. La moto estaba adornada en su parte delantera por dos rayos

que salían para cubrir sus manos. En otros Capítulos tenían formas de alas, pero

Thalsan lo había adaptado para que parecieran rayos. Los tecnomarines de la Legión

no se acercaban a los vehículos de la Cuarta. Solo los astartes de la Cuarta arreglaban

sus vehículos, ya fueran Speeders o motos. Cada moto era única, personalizada. El

vehículo era una extensión más del astarte, como si formara parte de él. Cada moto de

las diferentes escuadras era singular y había algo que las distinguía. La Cuarta estaba

formada por seis escuadras de motos y tres de Speeders, además de la escuadra de

Honor, que acompañaba a Thalsan. Estos, a imagen del Capitán, llevaban también

guardapolvos de diferentes colores. Eran tres su Guardia de Honor, los tres vestidos

con distintos colores. El guardapolvo de Thalsan era de cuero negro, algo gastado y

raído, por lo que parecía más de color gris que otra cosa, An-sha, vestía un

guardapolvo blanco como la nieve, en la parte delantera de la moto llevaba, en donde

debería estar el faro, la cabeza de un Lobo. Shen-san, era de color marrón oscuro, con

cubiertas de dorado. En su pecho llevaba una espada con dos rayos, símbolo de ser el

segundo de la Compañía. Y el último era Jin-shue. Este era sin duda el más joven de

los tres, pero no por ello el menos importante. Como el resto se había ganado el

puesto que ocupaba. Su moto llevaba unas alas como las de un ángel. Cuando le

preguntaban por qué llevaba eso, en vez de un rayo, respondía, “Si los Sangrientos y

los Oscuros las llevan ¿por qué no yo?”

Entre sus compañeros le llamaban Ángel, mientras An-sha era Lobo y Shen-san era

Trueno. Pero al Capitán todos le llamaban Thalsan, el nombre que le pusieron en los

Cicatrices Blancas.

Todos habían escogido sus nombres basándose en raíces chogorianas.

- Lobo, ¿qué harás cuando termine la batalla?- dijo Trueno, quien hablaba a través de su

comunicador general en la moto.

- Primero terminemos con esto y después ya veremos- le contesto- no creo que al

Comandante le haga mucha gracia que por culpa de tu cháchara lleguemos tarde, se

encuentra entre dos fuegos.

- No te preocupes por eso, siempre podemos echarle la culpa a Ángel, que es el más

lento.

- Creí que eras tú Trueno, el más lento- respondió Ángel, quien si llevaba puesto el

casco.

- Chico yo soy un relámpago letal, como indica mi nombre. ¿Tenéis las armas

preparadas?

- Afirmativo- respondió Ángel- solo una cosa Trueno, a ver cuando hablas con Arteus

para ver si termina de una vez de adaptar las armas. Me veo un poco tonto con este

rifle de plasma, cuando alguno de nuestros chicos llevan ya las armas nuevas

modificadas.

- Siempre quejándote- le contesto Lobo-, yo voy con un fusión y no me quejo.

- Si pero es de los nuevos, de los portátiles. ¿Crees que puedo conducir esta moto con

este armatoste en mis manos?

- Dejad ya de protestar- dijo Thalsan-, la próxima vez que os escuche protestar de esa

forma os vais a enterar. Y tú Ángel, podías haber cogido una pistola de plasma en vez

de quejarte tanto. Ya sabéis lo que tenemos que hacer. El comandante nos necesita ya

en combate, así que a correr.

La moto de Thalsan salió disparada como un rayo, atronando a su paso. Iba armado

con una lanza de energía de la que colgaban distintos juramentos del momento. La

empuño, dispuesto arrasar al primer enemigo que se le cruzara, algo que no tardaría

mucho en pasar.

Loken avanzaba rápido con sus hombres. No miraba atrás, era un error hacerlo ya que

lo único que vería seria el maremágnum negro que tenían detrás. Debían de avanzar

solo eso les valdría. Miro a Radiax, quien no llevaba puesto casco y le dijo algo, sin

palabras. Loken le contesto por el casco, por un canal privado.

- No lo sé.

- ¿Estás seguro?

- Si, ese exterminador me da mala espina.

- Tú lo escuchaste lo que dijo, ¿Horus estará vivo?

- No creo, Abaddon se encargó de hacer desaparecer su cuerpo después de arrancarle la

Garra.

- ¿Quién entonces ese Horus?

- Pueden ser dos cosas, un engaño, o un amigo que creí que murió hace mucho tiempo.

Dejémoslo, Radiax. ¿Los hombres están preparados?

- Si, con munición suficiente, tormenta e infierno.

- Bien si quieren un infierno lo van a tener.

Loken paro el grupo. Delante de ellos estaban los heréticos de los Portadores de

Palabra. La posición de la Primera estaba cerca, pero para llegar hasta ellos deberían

de atravesar la muralla de heréticos.

- Hay están.- dijo Loken a todos- Son los Primeros Heréticos, los primeros que nos

traicionaron. Ya hemos luchado con ellos antes- miro a Kernya y este asintió- saben

quiénes somos, de que estamos hechos. Vamos a demostrarles lo que es un Lobo

Lunar.

Y al decir esto, la formación en punta de lanza abrió fuego. Una llamarada de fuego

impacto en los heréticos que fueron consumidos por él.

Las motos de Thalsan atacaron por el costado izquierdo. El primero en caer fue un

Paladín del Caos, que llevaba una armadura roja llena de cráneos y de lo que en su día

fueron juramentos, ahora convertidos en jirones demoniacos. Se lo llevó por delante,

atravesándolo con su lanza. Un chisporroteo de energía y un olor a quemado fueron la

señal que le indico que el herético estaba muerto. Lo siguiente fue un revoltijo, un

caos de fuego y acero que provenía del choque, literal de las motos con los cuerpos de

los enemigos. Los bolters acoplados acribillaban a los caóticos, que caían

sistemáticamente, mientras los lanzallamas y las armas de fusión quemaban,

literalmente sus cuerpos. Más de un enemigo caía con un agujero producido por el

cañón de fusión de alguna moto, o era quemado vivo por los lanzallamas. Mientras por

la retaguardia se enfrentaban al huracán de fuego que eran Loken y sus dos escuadras.

Nero llego hasta la posición de Andalecius, donde combatía, codo con codo contra la

marea de enemigos que chocaba incesantemente.

“Cuando llegamos a la posición de la Primera vimos al Capitán Margol como los dirigía.

Para mí fue un shock, ya que era la primera vez que veía a los astartes en combate tan

de cerca.

Él era el primero, dirigiendo a sus legionario. Sobresalía del resto, ya fuera por su

armadura, negra como la noche, o por su porte. Llevaba en una mano una espada de

energía, que parecía de fuego y un escudo tormenta en la otra. Él era el primero en

punta de lanza de la unidad de asalto, todos armados con escudos de combate.

Escuche su voz que decía, Aguantad. El enemigo intentaba asaltarlos, pero los astartes,

armados con armas de energía la mayoría, lanzas, espadas, mazas, hachas e incluso

martillos tormenta aguantaban al enemigo. Soportaban la carga. La voz del capitán

sobresalía del resto.”

- ¡Aguantad!- dijo Margol.

Los astartes de asalto, con los escudos retenían al enemigo.

- ¡Aguantad!- volvió a decir, el empuje delos caóticos era increíble, pero increíblemente

lo aguantaban.

- ¡Empujad!

La orden fue obedecida de inmediato por el grupo, que empezó a empujar a los

enemigos, los moverían como unos veinte metros.

- ¡Atacad!- dijo ahora Margol. Él fue el primero en hacerlo, partiendo por la mitad a un

legionario del caos con su espada.

Lo que siguió fue una marabunta. La formación se abrió, con él al frente y la carga que

se produjo fue mortal. Los caóticos salían despedidos, mientras las escuadras de asalto

de la Primera, con la Catulana al frente, destrozaban a los enemigos.

Nero lo miro y tomo una decisión con determinación.

- ¡Atacad!

El ataque de apoyo de la Décima fue, combinado con el ataque de las escuadra de

asalto demoledor. Nero dirigía a sus hombres, los tácticos disparaban sus bolters

directamente a las cabezas de sus enemigos, los devastadores destrozaban con las

armas pesadas la carne y la ceramita por igual.

“Fue la primera vez que entre en combate. Enardecido por el ataque de los astartes,

me uní a ellos y dispare mi pistola laser. Abatí a un caótico, un cultista que vestía

harapos, una máscara sanguinolenta quedo en su cabeza cuando un disparo atravesó

su cabeza, fue mi primer afortunado disparo. Pero entonces yo fui como los demás,

otro objetivo más.

Vi como la Primera, a unos metros de mí, masacraba a los legionarios de los

Portadores. Las armaduras carmesíes eran destrozadas por el ataque combinado de

armas de cuerpo a cuerpo. Era monstruosamente deleitante ver cómo, el Capitán

Margol y los suyos destrozaban las filas del enemigo. Su ataque era coordinado, casi de

libro. Sus enemigos caían sistemáticamente. La formación solo se abría para que

asestasen golpes mortales. Cada golpe era un enemigo muerto. Me quede quieto,

como petrificado cuando la marea roja era detenida por la marea negra. Armaduras

negras y negros hábitos. Pero no todos los astartes llevaban hábitos. Las escuadras

tácticas solo llevaban las armaduras negras. No me había fijado en ello, solo el

sargento llevaba una de estas túnicas, como para indicar que era un veterano. Las

escuadras de asalto de veteranos que acompañaban al Capitán iban todas con túnicas,

ya que eran como su guardia más cercana.

Tan ensimismado estaba que, no vi que un enemigo se acercaba a mí.

Afortunadamente reaccione. El caótico gritaba detrás de una máscara metálica

oxidada. Cerré mis ojos y dispare dos veces, casi a quemarropa. Los abrí y vi como el

enemigo caía al suelo, lentamente con un impacto de laser en su pecho y otro que

había destrozado su máscara. Me acerque y pude comprobar que, su ropa eran

prácticamente harapos de color carmesí que contenían su cuerpo. La máscara,

destrozada dejaba entre ver la silueta de lo que en su día fue un rostro humano, ahora

distorsionado por la maldición del Caos. Tenía en el rostro, puesto directamente como

pinchos, que se adentraban en la carne y sanguinolentos. Algunos estaban como

oxidados y esta podredumbre se había transmitido a la zona en la que estaban

atravesada la carne. Era un espectáculo grotesco, a la vez que turbador. Que una

persona hiciese eso, no podía comprenderlo. De repente un sabor agrio vino a mi boca.

No pude soportarlo más y de repente, un dolor agudo en el estómago subió por mi

garganta. Casi sin querer, vomite. Me agache y vomite todo lo que tenía en él. Era algo

que no podía controlar.”

Dos de los astartes, los que Nero había asignado a la protección del joven

rememorador, se acercaron a él y lo protegieron. El chico estaba de rodillas,

vomitando. Uno de los astartes rio por su casco, pero el otro le hizo una señal y

disparo una ráfaga de proyectiles explosivos que tumbaron a un par de legionarios

enemigos.

- Estoy bien- dijo el chico.

- Continuemos. Tenemos que reunirnos con el Capitán, no podemos rezagarnos.

El chico asintió.

Loken vio como Thalsan había abierto un pasillo. Era el momento de aprovecharlo,

para poder introducirse en las líneas enemigas y avanzar hasta la posición de la

Primera. Thalsan y sus hombres abrían la marcha mientras que Loken y los suyos

avanzaban detrás. Lo que veía era un reguero de cuerpos destrozados por los disparos

de los bolters acoplados o por el uso de armas de fusión, bolters de gran calibre o

simplemente por armas de combate cuerpo a cuerpo. Masas sanguinolentas se

agolpaban en el camino. Loken, así mismo como Radiax advirtieron que muchos, la

mayoría eran heréticos, había pocos legionarios. Por el color de sus ropas, los que

tenían y de sus símbolos vio que eran Portadores de la Palabra. Sin duda estaban

atacando de fuerte a la Primera.

Nero vio como las motos de Thalsan llegaban a su posición, arrasando a los enemigos

que encontraban. Sabía que detrás venían Loken y su grupo, eso era seguro. Llego a la

posición cerca de Margol y hablo con él.

- ¿Qué tal van las cosas, Andalecius?

- ¿Cómo quieres que vayan capitán?, pues bien. Hemos rechazado ya a los enemigos

veinte veces, y veinte más los rechazaremos.

- No te confíes, chico-le dijo Nero-, sabes que solo te estas enfrentando a los

Portadores.

- Lo sé, Nero. Pero esto parece demasiado…

- Fácil, ¿no?

- Si, demasiado fácil.

- Ya se complicara la cosa, no te preocupes. Y a lo mejor antes de lo que supones- dijo

señalando a la nube de polvo que levantaban las motos de Thalsan- ¿Sabes lo que

significa?

- Thalsan viene con el comandante ¿no?

- Si, significa problemas.

Tarik vio como el ataque combinado de Guerreros de Hierro e Hijos del Emperador se

unían a hora los Mil Hijos de Ahriman.

Se acercó a la Inquisidora.

- Ha resistido bien los ataques hasta ahora.

- Usted también Tarik y su lobo ha matado a varios enemigos que se le acercaban

peligrosamente.

- Reev me protege, eso es todo. Es un depredador.

- Pues según parece nuestros amigos vienen por más ¿no?- dijo la inquisidora señalando

a un grupo de Hijos del Emperador.

- Por lo que parece si, Compañía, vamos a tener la visita de los Ruidosos, vamos a

prepararles un buen recibimiento.

La inquisidora vio un compacto grupo de legionarios traidores, estaba compuesto por

varias escuadras de Guerreros de Hierro apoyadas por marines Ruidosos de los Hijos

del Emperador.

Los Lobos de Tarik se prepararon para el ataque. Los Guerreros de Hierro avanzaban,

con paso lento pero decidido, apoyados como estaban por los Ruidosos, También se

les veía como detrás de ellos un equipo montaba lo que parecían cañones de combate.

No se habían visto vehículos, lo que indicaba que no se los habían tomado en serio,

seguros de su poderío.

La inquisidora miro atentamente como un grupo de Lobos se preparaba para el

ataque. Suicidamente iban a cargar, mientras un grupo de tácticos y otro de

devastadores los cubrían. Y comenzó el tiroteo.

Vio cómo, los Lobos de Tarik avanzaban corriendo, gritando. Iban armados con

espadas sierras dobles, hachas tanto de una mano como de dos manos, martillos,

espadas de energía, garras y puños de combate. Avanzaban sin pausa, a la carrera

mientras los devastadores lanzaban una marea de acero y fuego sobre el enemigo. Y

también vio como, por uno de los flancos avanzaba la escuadra táctica. Comprendió

que aquel ataque era ensayado, ya que mientras el enemigo centraba su atención en

las cuatro escuadras de asalto, los devastadores los cubrían con fuego de supresión y

la escuadra de diez hombres, armados con bolters, rifles de plasma y algún que otro

cañón, avanzaba casi a hurtadillas para colocarse en un punto en el que el enemigo no

los detectaba. Sabía que el ataque de esta escuadra iba a ser devastador. Observo.

Las escuadras de asalto avanzaban saltando por encima de los muertos gritando y

atrayendo al enemigo. Bajo el fuego de supresión de los devastadores cayeron varios

legionarios enemigos, y también varios Lobos de los asaltantes cayeron heridos o

muertos, pero aun así seguían avanzando comiendo les terreno. La escuadra táctica

estaba en posición, y a una señal convenida, abrió fuego.

El enemigo se encontraba ahora entre el fuego de supresión, el ataque de las

escuadras de asalto y el ataque lateral de la táctica que los bombardeaba con plasma.

Los Ruidosos abrieron fuego. Un sonido discordante, muy molesto salió de sus armas.

Sonaba como un instrumento antiguo que ella había visto en Terra, en un museo. Se

llamaba guitarra eléctrica, pero su sonido era más agradable, mientras que las armas

de los Ruidosos emitían como un zumbido distorsionado, sin ritmo. Era monótono,

pero muy punzante.

Afortunadamente aquel ruido duro poco, ya que los tácticos dispararon afortunados

disparos de plasma justo en el grupo de Ruidosos, quienes salieron desperdigados en

sanguinolentos trozos mezclados con plasma.

Los Guerreros de Hierro, al verse que no estaban siendo apoyados se retiraron de la

posición.

La inquisidora los miro como se retiraban y en ese momento sintió algo en su interior

que iba mal. No podía explicarlo, pero sabía que algo iba mal. Cogió a Tarik por el

brazo.

- Tarik, psíquicos.

Ahriman y su sequito estaban allí, parados en lo que fueron las ruinas de un viejo

templo. Este, gracias a sus poderes de disformidad sabía lo que era, un antiguo templo

dedicado a los dioses. Y por tanto se había vestido para la ocasión. No llevaba su

armadura normal, para esta ocasión había escogido una muy especial. Era una túnica

roja, sobre su armadura también roja y en una de sus hombreras llevaba el símbolo de

su Culto, el Corvidae. No se había puesto aquella desde la caída de Prospero, cuando

ardió por causa de los Lobos Espaciales. Era roja con detalles en dorado y aquello le

hacía sobresalir de entre sus acólitos. Además de él, les acompañaba otro hechicero,

de los Portadores de la Palabra que iba acompañado por unos psíquicos y un chico,

joven que por su porte podía ser un soldado imperial. Con el iban a hacer un ritual.

Ahriman comenzó la Enumeraciones, que su señor Magnus le enseño cuando lo

conoció. De esta forma mantenía el control del poder que iba a desatar, para que no lo

consumiera. Comenzó con las más sencillas y poco a poco comenzó a entonar cada vez

más complicadas. Esa era la única forma de controlar el poder de la Disformidad y que

ella no le consumiera.

A él se unieron el otro Hechicero y los psíquicos. Juntos entonaron una salmodia.

La tierra tembló, y parte del suelo se combo, o fueron ellos los que se combaron, no se

sabía en absoluto. Ahriman levanto uno de sus brazos y la piedra antigua, quemada

por la tormenta de fuego y después por el bombardeo orbital, se elevó. Pero no solo la

piedra. Donde antes solo había restos quemados comenzaron a salir columnas, un friso

y debajo del dos columnas más. El suelo tembló, y la punta de un obelisco, de piedra

reluciente salió. Estaba flanqueado por cuatro columnas, cada una representando uno

de los cuatro Dioses del Caos. Dos de ellas estaban rotas, paridas por la mitad pero las

otras dos, la de Khorne y Nurgle, estaban intactas, coronadas por unas vallas con

cráneos clavados. La de Khorne estaba bañada en sangre, aún fresca. La de Nurgle

tenía un halo de putrefacción e igual que la de Khorne, un cráneo la coronaba junto

con varios esqueletos, de los cuales salía una masa verdosa amarillenta, que caía por la

columna. Poco a poco, el terrible Sagrario del Caos fue saliendo de la tierra. Aquello

estaba allí desde hacía siglos, oculto. Tal vez fuera un antiguo templo de los dioses del

planeta, quien sabe. Pronto, el Sagrario, con un monolito y símbolos de los dioses del

Caos estaba desenterrado.

- Ahora entrad- dijo con voz atonal.

Varios de los psíquicos entraron, acompañando al joven. Lo pusieron en el centro,

justo en el cráneo que estaba en el centro y entonces, los psíquicos entonaron sus

voces. A la de ellos se unió la de Ahriman. Juntos sonaba un coro, un coro coronado

por unos canticos que destilaban maldad. El joven en el centro comenzó a retorcerse,

se abrió su camisa y en su pecho había un símbolo del Caos, quizás tatuado, pero

seguramente hecho con poderes oscuros. El tatuaje comenzó a cambiar,

convirtiéndose en una herida, supurante de sangre, pero fue cambiando, hasta que

solo fue como una cicatriz. Pero duro poco en ese estado. Otra vez cambio, esta vez

sangrando, pero no solo sangraba el tatuaje, el chico sangraba por todos sitios, y de

repente, estallo.

Su sangre mancho el suelo, el monolito y las columnas e incluso a los psíquicos.

Entonces el suelo tembló de verdad.

Ahriman, junto con el hechicero de los Portadores, comenzaron a cantar a coro. Y

entonces fue cuando comenzó a salir algo más grande del suelo. Primero fueron unas

columnas serradas, pero después, poco a poco, salieron más cosas, unos cráneos, unas

columnas coronadas por esqueletos, antiguos guerreros de una época anterior

convertidos en piedra, y con ellos unas escaleras, que llegaban hasta un símbolo del

Caos, inscrito en el suelo. Aquello era un Templo del Caos, un Altar de Poder.

Ahriman, seguido por el Hechicero del Caos entraron en él y rápidamente se sintieron

recargados de poder. Los psíquicos en el Sagrario, juntaron sus poderes a los de los

hechiceros y entonces, solo entonces un portal se materializo. Era de piedra, un friso

sostenido por dos columnas, con cráneos humanos y de animales. Era un portal, un

portal demoniaco.

Tan pronto como las voces alcanzaron el culmen, unas figuras, del tamaño de un

marine, de color rojo aparecieron. Eran los primeros demonios.

La Inquisidora y Tarik lo vieron, vieron como emergía de la tierra el templo del caos y

después como, la energía combinada de los psíquicos y los Hechiceros abrían el portal.

- Hay que detenerlos- dijo ella mirando a Tarik.

- Bien pongámonos en ello- dijo Tarik mirándola.

Las órdenes fueron dadas rápidamente. Los Lobos de Tarik se ponían en marcha,

acompañados por la Inquisidora. Avanzaban con una apisonadora, lentos pero

mortalmente eficientes. Delante de ellos estaban los Hijos del Emperador, con sus

rostros sonrientes deformados. Avanzaban gritando, como si fueran bestias. La grácil

forma de combatir de los Hijos ya no existía, ahora eran una sombra de lo que fueron.

Tarik estaba preocupado, ya que Lucius no había dado señales de vida. Sabía que

estaría por algún lado. Por un lado quería enfrentarse a él, pero no estaba preparado

para ese enfrentamiento. El choque de ambos grupos fue letal. Reev destrozo a un

legionario traidor, y lo arrojo al grueso del pelotón enemigo, mientras Tarik, con su

espada atravesaba el cuerpo de otro caótico. La Inquisidora, luchaba con su espada de

energía en una mano y una pistola Inferno en otra. El disparo del arma de fusión

destrozo la armadura de un legionario. El resto de los astartes tampoco lo hacían mal.

Destrozaban a los enemigos como si fueran una extensión del lobo, eran sistemáticos

dejando a los enemigos muertos a su paso, pero aun así, los enemigos eran

demasiados. Y además, Rubricas de Ahriman se unieron a la lucha. Estos eran antiguos

legionarios de los Mil Hijos, de los cuales solo quedaba en su interior la armadura.

Pronto se vieron rodeados por estos y por los Hijos del Emperador, mientras los

Guerreros de Hierro avanzaban con armas de cuerpo a cuerpo, para acabar con ellos.

La Inquisidora estaba rodeada, tenía enemigos al frente y detrás. Cerró sus ojos y rezó,

entono una plegaria, que no era tal, sino que conjuró uno de los poderes secretos de

los inquisidores. Desde su posición unos anillos de fuego mágico la rodearon, abrió los

ojos y extendió sus brazos y estos chocaron contra el enemigo, reduciendo a más de la

mitad de ellos solo a cenizas.

Pero aun así seguían siendo demasiados. Tarik estaba espalda con espalda con sus

hombres. De pronto escuchó un ruido, como un motor a reacción, sabía lo que era,

pero le sorprendió, más aún cuando una mujer aterrizo delante de él.

- ¿Qué te pasa hermano Capitán?, ¿tienes problemas con estas sabandijas?

Tarik la miro. Vestía una nívea armadura, parecida a la de los astartes, pero no llevaba

hombreras. Llevaba una capa de piel gris oscura, tal vez de un lobo o un oso, no sabía a

ciencia cierta de cual, Su casco era redondo, formando una perfecta cabeza humana,

con un visor en el cual se veía parte de su rostro de mujer. Su armadura se ajustaba a

su figura y en su pecho llevaba el símbolo del Aquila, pero la cabeza había sido

remplazada por la de un lobo. En su mano llevaba una espada de energía y llevaba en

su espalda un retrorreactor, más pequeño que los que usaban los astartes. Era un poco

más baja que Tarik, pero sus dos metros quince no se los quitaba nadie. En su otra

mano empuñaba una pistola de plasma, con la cual derribo a un enemigo.

Junto a ella aparecieron más figuras similares. La inquisidora las miro y dijo para sí

“estas deben de ser las Lobas”. Eran pocas, unas treinta, llevaban armas ligeras, pero

como vio eran letales a corta distancia. Tras ellas oyó el ruido de varios speeders, que

montaban bolters pesados y disparaban ráfagas rápidas sobre los enemigos.

Tarik miro de reojo a la inquisidora y dio orden de avanzar. Iban a destrozar al

enemigo.

Keller estaba, junto con el Comandante Andraxus, espiando el movimiento de los

enemigos. Esa era su misión, así de simple. Junto con él, llevaba a un grupo de

expedicionarios, como él de la Primera Compañía. Andraxus iba con un grupo de la

segunda compañía, chicos que se habían unido a la Fuerzas Expedicionarias por que no

habían pasado las pruebas. No tenían experiencia, como casi ninguno de los que

estaban allí. Ninguno menos Keller. Keller era un astarte, podría haber estado en

cualquier compañía, incluida la Primera, pero Loken le asigno otra misión. Ser el

Capitán de las Fuerzas Expedicionarias. Su grado no era capitán, si no Comandante de

Fuerza, como Radiax. Y por supuesto, aunque Andraxus era comandante, él era quien

estaba al mando. Fue uno de los mejores, a un nivel muy alto. También fue de los

primeros, junto con Radiax y alguno de los más veteranos. Estuvo en el Mundo

Demonio, estuvo en Tallarn cuando encontraron el Fellblade. Pero después de la

reorganización, Loken necesitaba alguien en quien confiar plenamente y ese alguien

era él. Tenía experiencia y sabía llevar un grupo de soldados.

Su unidad estaba formada por una veintena de exploradores, además de los

expedicionarios. En las Fuerzas había una distinción clara. Los expedicionarios vestían

armaduras negras, con hombreras en blanco y llevaban el símbolo del lobo lunar en su

derecha. Ellos, los exploradores, llevaban armaduras verde marino, con detalles en

blanco. No era casualidad, ya que la elección la hizo él. Cuando vio por primera vez a

Loken con su armadura, casi siendo un niño, le gusto aquel color. Y por eso aquel color

era su color. Había notado también una cosa, por lo menos después de unos años, que

algunos astartes, Lobos Lunares, pintaban partes de su armadura de aquel color, sobre

todo los integrantes de la Décima. Empezaron algunas escuadras pintando sus

hombreras de aquel color, pero hacia poco que había visto incluso armaduras pintadas

así. Pero ellos fueron los primeros, incluidos los francotiradores con capas de

camuflaje, que les hacía invisibles a los ojos de todos. La capa de color gris crema, los

protegía en ambientes rocosos o desiertos.

Miro la situación. El enemigo se estaba desplegando, delante de los Lobos. Desde su

posición, podía ver como los Guerreros de Hierro construían una especie de fortín,

para incluir en ellos cañones de bombardeo. Al ver esto informo.

- Pájaros, aquí Señuelo. Están construyendo defensas de asalto con cañones- dijo-, seria

de menester bombardeo de supresión.

- Entendido- le contesto la una voz metálica.

A los pocos minutos, una escuadra de Thunderhawks apareció y bombardeo la

posición.

Aquello en realidad le aburría. Era solo decir, apuntad aquí y voladlo. Él lo hacía, era su

deber, pero deseaba un combate. Estaba allí, armado con su puño de combate y

llevaba en su cadera una pistola de plasma. Eran nuevas, dadas después de la misión

en el Mundo Demonio, pero desde entonces, cuando le asignaron la construcción de

las Fuerzas Expedicionarias, no las había usado. Su armadura superior, verde marino,

tampoco tenía mucho uso. Llevaba también un pantalón gris, como las capas de los

exploradores. Junto a él tenía a varios exploradores, armados de diferentes formas.

Todos eran nuevos hermanos, en entrenamiento. Aún así eran los mejores de los

reclutas. Solo los mejores podrían estar en la Primera Compañía. El los elegía

personalmente, a todos y cada uno de ellos y los conocía perfectamente. Serian,

cuando estuvieran preparados, legionarios astartes y serían los mejores. El resto

formaban parte de la Segunda Compañía, junto con los voluntarios. Dentro de la

Segunda había una división clara, los reclutas y los voluntarios, que formaban

compañías distintas dentro de la compañía. Era complicado, pero era fácil distinguirlos

por sus uniformes. Mientras los reclutas llevaban armaduras de explorador de color

verde marino y hombreras blancas, los voluntarios llevaban armaduras negras con

hombreras verde y detalles en blanco. También estas eran distintas, mientras que las

de los reclutas era la armadura reglamentaria, la de los voluntarios era parecida a la

antifrag de la Guardia, aunque llevaban unos cascos con visores y completos, mientras

que los reclutas no los llevaban.

En esta misión les acompañaban varios voluntarios, junto con Andraxus. Además les

acompañaba Sven, cerca de quien estaban siempre la Manada de Lobos. Estos eran

uno de los casos únicos en los Lobos. Eran fenrisianos, huérfanos que había recogido

Sven y los había traído a Isstvan para que se convirtieran en Lobos Lunares. Llevaban la

armadura gris oscuro, pero sus hombreras eran blancas y la ropa era de color gris,

como la armadura de Sven. Pero se notaban que eran fenrisianos por sus armas, sus

fetiches y como por su forma de combatir. Eran valientes, hasta lo suicida y siempre

estaban peleándose o bebiendo. Se reunían mucho con Tarik, quien les tenía mucho

aprecio. Casi todos después formarían parte de su compañía, así que la relación era

muy estrecha.

Keller estaba inquieto. Algo iba mal, lo presentía. Había designado puestos de

vigilancia con exploradores, los más expertos, con armas de francotirador y capas de

sigilo. Nadie los vería y estos le informaban cuando algo ocurría. Y llevaban mucho

tiempo sin informar.

Aquel silencio le afectaba, hasta que por fin uno de ellos comunico.

- Aquí Alpha a Señuelo.

- Informa Alpha.

- Movimiento en el sector cinco.

- ¿Legionarios o cultistas?

- Peor, Señuelo, pieles verdes.

Keller comprendió de inmediato. Orkos en aquel planeta, seguro que había venido al

olor de una buena batalla. No sabía de qué bando estarían, ni siquiera si, en su frenesí

de combate, atacarían a ambos bandos. De los orkos cualquier cosa podía esperarse.

- Señuelo, eso sí, debo de decirte que son raros.

- ¿Raros?, explícate Alpha.

- No son como otros que haya visto antes, van bien armados, pero sus rostros y cuerpos

van cubierto de pintura roja, no sé si decirte si es pintura o sangre.

Había oído rumores, rumores acerca de orkos caóticos, pero siempre había creído que

eran falsos. Los mismos orkos desechaban a esos. Incluso los mataban, ya que

suponían que eran seres superiores, tocados por los dioses orkos. Así que los

sacrificaban a ellos, a Gorko y Morko y de esa forma los complacían.

Aquello lo dejo estupefacto, orkos caóticos, y con toda la pinta de ser seguro

seguidores de Khorne. Mal asunto.

- Dirección Alpha.

- Van al sudeste. Creo que se han separado del grueso del ejército. Son unos cincuenta y

van en varios vehículos destartalados. El que los guía parece un noble y el otro es un

“raro”.

Aquello de raro solo significaba dos cosas, o era un estrambotiko, o un mekanico.

Rápidamente dedujo, por su dirección donde se dirigían. Seguro que habían visto el

Manufactorum G, un antiguo edificio, medio en ruinas, que había servía como punto

de repostaje en las rondas de vigilancia para los rhinos. No había gran cosa en él, solo

combustible y algunas armas de corto alcance como escopetas y algunos bolters. Pero

aun así, no estaba decidido a que unos orkos andarán sueltos por el planeta.

- Comandante- dijo Keller- tenemos compañía en el sector cinco.

No escucho bien la contestación de Loken, ya que había algún ruido estático que entre

cortaba sus palabras, aun así le contesto.

- Son pieles verdes, comandante, creo que podremos lidiar con ellos. Sé exactamente a

donde se dirigen, al Manofactorum G. Iremos allí, que estamos más cerca y les

tenderemos una trampa. Vendrán conmigo Sven y los fenrisianos. Entendido.- Keller asintió. Era clara la orden de Loken, acabar con ellos.

El Manufactorum G era un trozo de chatarra, así lo había definido más de una vez

Vipus al referirse a él. Muchas veces Keller se había reído de las palabras del capitán,

pero ahora que lo tenía delante de él sabía que era cierto. Era un antiguo

Manufactorum, anterior a la caída de Isstvan III, pero pese a todo estaba en pie. Tenía

tres secciones, la primera era un pequeño almacén, que se usaba para el combustible y

armamento y unidos a ella por una pasarela, dos torres, una a cada lado. Eran las que

comunicaban con el hangar de vehículos, una extensión para que los vehículos

pudieran repostar, y de la tercera, solo quedaba una torre que estaba comida por el

óxido y sin posibilidad de acceso. Estaba destartalado y medio herrumbroso, a pesar

de los cuidados de varios servidores. Al verlo, de inmediato vio sus posibilidades

tácticas.

Sven estaba a su lado, mirando el viejo edificio.

- Estos orkos están locos, Keller- dijo con un fuerte acento-. Ese edificio es casi tan viejo

como yo, ¡jajajajaja!

Por una vez, Keller le daba la razón al viejo lobo espacial. Sonrió y en seguida vio la

táctica a usar.

La distribución era de libro. La escuadra Sigil se situaría en la única torre con acceso,

desde allí sus disparos serian mortales. Eso sí, tendrían poca cobertura contra armas

de cohetes, por lo que esperaba que los orkos no fueran armados con ellas. La Manada

de Lobos se dividiría en dos escuadras, una mandada por Sven, que incluiría todas las

armas cuerpo a cuerpo y otra se emboscaría en el hangar, y desde donde podrían

causar mucho daño. Además en esta última escuadra había un lanzamisiles, el cual

destrozaría los vehículos orkos y les cortaría la retirada. La escuadra Efestos tomaría el

edificio principal, al mando de Aramus, su segundo al mando. Él se uniría a los Lobos.

- Me gusta el plan- dijo Sven- aunque Keller, yo tú me quedaría con la Efestos, o con el

resto de la manada.

- ¿Por qué?

- Avanzar a disparo limpio- dijo el astarte-, y así apoyar a mi escuadra. Ellos nos llevan

ventaja. Eso si nosotros contamos con mejores armas.

- Y los tiradores- dijo Keller- y también armas pesadas.

- Si chico, pero en un combate nunca sabes cómo van a ir las cosas. Un arma se puede

encasquillar o un misil no impactar en donde debía. Creo que usando las dos

escuadras, una desde uno de los flancos, los cogeríamos desprevenidos, aunque los

pieles verdes son imprevisibles. Debemos de engañarlos, mostrarles un cebo. Los

orkos no dicen que no a una pelea, y menos contra unos marines espaciales. Yo y

parte de la Manada seremos los cebos.

- No me gusta, algo podría salir mal.

- Los orkos se cegaran con nuestra presencia. Un orko nunca dice que no a una buena

pelea, lo llevan en sus genes.

- Pero ¿y los vehículos?, no os podréis enfrentar a ellos.

- Les obligaremos a dejar los vehículos. En esta zona la orografía es muy difícil, si

además ponemos algunas barricadas y barriles, no podrán ir en ellos. ¿Ves aquello?-

dijo el viejo Lobo- tienen que entrar por en medio de esos dos cráteres, y la única

forma de hacerlo es sin vehículos, debemos obligarlos a ello.

Sven estaba señalando dos cráteres, de orografía muy pronunciada que estaban muy

juntos. Si a su lado ponían obstáculos, infranqueables, los kamiones no podrían pasar.

- Aun así es una pelea de dos contra uno- dijo Keller- no va a ser fácil vencerles.

- Cuento con ello, con el coraje de estos hombres y con los tiradores de elite. Ellos

deberán de matar al mayor número posible. Yo puedo con cinco o seis a la vez, con dos

o tres grandes supongo. Tú también puedes tumbar a unos cuantos con ese puño, y los

bolters y escopetas pueden causar mucho daño. Y ya no te digo nada de las armas

pesadas. El bolter pesado puede suprimirlos en su avance. Y el lanzamisiles puede

destruir los vehículos, con lo cual les cerraríamos su retirada.

Keller asintió. La idea del viejo lobo espacial tenía sentido. Ahora debían de esperar

que saliera bien.

Cada uno ocupo sus puestos. La escuadra Sigil, oculta en la torre, esperaba que el

enemigo estuviera a la vista. La escuadra Efestos, oculta entre los restos del otro

edificio, esperaba el momento del flanqueo. Y Keller, con algunos exploradores de la

Manada, estaba oculto tras el hangar de repostaje, dispuestos a esperar la señal de

ataque. Todo debía de ser sincronizado, para sorprender a los orkos.

Sven y una escuadra de la Manada de Lobos estaban ocultos tras una barricada. Eso de

oculto era mejor decir casi oculta, ya que la envergadura del Lobo espacial era lo

suficiente para que cualquiera se diera cuenta de que estaban allí. No le importaba,

para eso estaba. Una barricada de vigas de acero era lo que los protegía. Habían

cogido varias y las clavaron en el suelo, sujetadas a media altura por una gavilla y dos

crucetas, también de acero que habían encontrado entre los escombros. Aquella

barricada improvisada, de momento funcionaria. Eso y la mala puntería de los orkos,

con la cual contaba Sven, unido a la poca potencia de sus armas.

Desde su puesto de vigía, uno de los exploradores vio el humo de los vehículos, que se

acercaban a gran velocidad. Era esperpéntico, casi de risa ver aquellos destartalados

camiones, que avanzaban dando trompicones. Sus tubos de escape lanzaban un humo

negro. Conto por lo menos tres y en ellos venían una horda vociferante de orkos.

Desde allí, a varios kilómetros de distancia se escuchaban los gritos. Hablo con su

comunicador a Keller.

Keller recibió el aviso y comprobó su pistola de plasma. Su carga estaba al máximo,

como no era de esperar. Aquel arma era potente y fiable, pero tenía un defecto, podía

estallarle en las manos si no media bien el tiempo de sobrecarga del arma. Un par de

disparos cargados podían sobrecargar el arma y debería de esperar a que se enfriase

para volver a disparar. Cerró su puño, miro a sus hombres y los vio tranquilos. Dentro

de poco empezaría la batalla.

Sven estaba inquieto. Siempre lo estaba cuando iba a luchar. Mostro sus colmillos, en

un acto reflejo de furia. Estaba deseando entrar en combate, la sangre de Russ corría

por sus venas y esta hervía ante la perspectiva de un combate. Miro y vio justo lo que

esperaba. Los orkos pararon los vehículos y se bajaron de ellos. Los conto de forma

rápida, algo que tras siglos de lucha había aprendido casi instintivamente. Eran una

cincuentena, aproximadamente. Se estaban disponiendo en varias escuadras, unas

cuatro o cinco. Observo a sus cabecillas. De ellos sobresalía un orko gigantesco, tal vez

un noble, un jefe de guerra de aquella partida. Junto a él había otro, más enclenque,

que llevaba una garra de acero, al parecer que se encajaba en la mano y una pistola de

diseño extraño. No sería de esperar que lanzara algún tipo de rayo, pero seguramente

de baja potencia. También vio otros orkos grandes, que sobresalían del resto, pero no

tan grandes como el otro. Eran los que mandarían las escuadras, pensó.

- No disparéis hasta que yo lo diga- les dijo a sus hombres-. Estarán muy cerca, así que

apuntad bien e intentad abatir a la mayor cantidad posible. Usad las armas de

combate cuando estén cerca.

Uno de los Lobos asintió. Llevaba un hacha de energía, lo que le distinguía como algún

tipo de veterano, un sargento. Llevaba un peinado fenrisiano, con el pelo engominado,

muy tieso y unas coletas. Estaban preparados.

Los orkos se acercaban, lentamente. En su camino hacia el Manufactorum, Sven había

dispuesto pequeñas “sorpresas” como las denominaba. Eran trampas explosivas,

algunas ocultas en barriles medio llenos de combustible. Aquello causaría caos entre

los orkos cuando avanzaran e incluso, con un poco de suerte algunos morirían en las

explosiones. El primer grupo se estaba acercando a uno de ellos.

Estaría formado aproximadamente por unos doce o quince orkos, liderados por un

noble, que les sacaba una cabeza. Avanzaban con paso lento pero firme, dirigidos por

el grande, que iba a la cabeza. Sven había puesto cargas de cercanía, con lo cual,

cuando estuvieran a corta distancia estas se activarían. Ellas más el combustible,

crearían una bola de fuego que, por lo menos, haría ir más lento a los orkos.

El primer grupo llego a las cercanías de una de ellas y el barril estallo, causando una

lengua de fuego que atrapó a varios de los pieles verdes. Los gritos, mezclados con el

olor a carne quemada llegaban hasta los expedicionarios. Pero aun así, los grupos de

orkos continuaban su avance.

Sven los veía, dos grupos en el centro uno a la derecha y otros dos a la izquierda.

Empezaron a disparar. Una incesante lluvia de proyectiles caía a su lado, rebotando en

las vigas metálicas. Los orkos no tenían muy buena puntería, pero la cantidad de

disparos no les dejaba asomar la cabeza. Sven grito, apunto su pistola y disparo. Un

orko, que estaba más cerca de lo que él creía cayó abatido, con la cabeza rota por el

impacto. Los otros, al ver que el viejo lobo disparaba lo imitaron. De uno de los grupos

centrales, varios de los adversarios fueron abatidos.

- ¡Sacad las armas!- grito Sven- ¡Vamos a cargar!

Aquello sí que fue una locura. Sven y la Manada, armados con sus armas de combate

cargaron contra el grupo más cercano. La lluvia de proyectiles defensivos caía a sus

pasos, pero ninguna daba en ningún explorador. Sven vio como los orkos se

preparaban para el asalto. Vio a uno grande, seguro quien los dirigía y se lanzó con su

puño de combate dispuesto a golpear.

El choque fue brutal, el orko salió despedido, y la furia, tanto de Sven como de sus

acompañantes creció. Se notaba que eran hijos de Fenris, tanto en la forma de luchar

como en su forma de esquivar. El sargento, con su hacha, derribo a varios de los orkos,

que cayeron al suelo con miembros cercenados. El resto de los exploradores no

corrieron tanta suerte, uno de ellos fue atravesado por una rebanadora y cayó al suelo

echando sangre por la boca, mientras que otro era herido de gravedad, pero aun así

seguía luchando con valentía.

Keller vio la carga y en ese momento dio la orden a la escuadra Sigil, que estaba en una

posición excelente para disparar, encima de ellos.

La escuadra Sigil comenzó su tarea. Sus disparos selectivos, hacían caer orkos a

doquier por el campo de batalla. En pocos segundos, hasta una docena de pieles

verdes cayeron abatidos por los certeros disparos de los tiradores.

Los hombres de Keller, con este al frente salieron de su cobertura y comenzaron a

disparar. Un misil impacto en uno de los vehículos, que voló estrepitosamente por los

aires. Rápidamente preparo otro misil, que fue dirigido hacia otros dos vehículos que

estaban muy juntos y fueron destruidos. Esto jugó a su favor, y los orkos fueron

sorprendidos desde el flanco por los disparos. Varios de ellos, del grupo más numeroso

de la izquierda cayeron bajo el fuego de los bolters y escopetas. Keller acabo con el

más grande, el jefe del grupo con un par de disparos bien cargados de plasma. Su

pistola se puso en rojo y tardo un tiempo en estar operativa, mientras veía como los

sorprendidos orkos huían del campo de batalla. Pero lo que vio detrás de ellos no le

gusto. Vio a varios orkos de gran tamaño, y entre ellos sobresalía uno que parecía ser

el cabecilla. Intento poner orden en los que huían, incluso con su garra destrozo a

varios que, aterrados, no atendían a sus órdenes.

Mientras la escuadra Efestos, por su lado, derribaba también a varios orkos. Era el

grupo más numeroso, formado por lo menos por una veintena. Estos iban dirigidos por

el orko enclenque, el mekanico. Aramus ordeno el ataque, saco su rifle de

francotirador y abatió a varios de sus adversarios.

Estos, al ver de la zona que estaban siendo atacados, se giraron e intentaron cargar.

Los disparos precisos de los bolters y escopetas derribaron a varios, muertos, pero

cuando el bolter pesado comenzó a disparar, lo que fue una carga, se convirtió en una

auténtica desbandada. Y el primero en salir por patas fue el mekanico, que al ver como

el enemigo estaba armado, salió corriendo en dirección contraria a los disparos.

Mientras, Sven y los suyos se enfrentaban contra casi una veintena de pieles verdes.

Muchos yacían en el suelo, muertos. Sus armas estaban llenas de sangre. De los

manada de lobo, dos habían caído y un tercero estaba herido grave, pero aun así se

mantenían firmes. También les ayudaba a esto los disparos certeros de la escuadra

Sigil, que abatían a muchos enemigos.

Keller, por su parte vio como los orkos grandes se dirigían a su posición. Preparo su

puño de combate, iba a probar si era tan fuerte como Sven para derrotar a un orko.

Disparo su pistola y uno de los tres orkos grandes cayó al suelo muerto, mientras el

resto de su escuadra, rodeándolo, acababa con los que, después de los actos

convincentes de su líder, se habían unido a este. Cayeron abatidos unos diez, pero aún

quedaban en pie, dos nobles y el líder.

El lanzamisiles disparo a uno de ellos, que voló por los aires, desmembrándolo.

Keller reto al líder y se enfrentó a él, mientras el resto de la escuadra acababa con el

otro noble.

El líder acepto el desafío de Keller. Aquello sería un combate cuerpo a cuerpo, puño

contra puño.

El orko llevaba una garra, acabada en un gancho afilado. Keller sabía que si su enemigo

lograba atraparlo, además de atravesarlo, lo destrozaría. El comandante miro a su

rival. Era grande, más que los otros, pero su armadura no era muy buena. Su rostro de

animal estaba surcado por heridas, de las cuales salían regueros de sangre. No era

pintura, el mismo se había hecho esas heridas antes del combate y eso era suficiente

para determinar el grado de fanatismo y locura del orko. Nunca había visto nada así,

en todos sus siglos como legionario. Sin duda estaba tocado por el Caos.

Los dos se encararon, se miraron uno a otro. Keller tanteo a su rival, era fuerte, muy

fuerte, pero lo que no sabía era si, por su tamaño, era lento. Si era así podría

derrotarlo. El orko gruño, levantando un akribillador pesado que llevaba en su mano y

disparo a Keller. Este, rápidamente, rodo por el suelo, esquivando la ráfaga que le

lanzo su rival. Llego hasta una improvisada barricada y preparo su pistola de plasma. Si

lograba acertar, podía desarmar a su enemigo y destruir el akribillador. Respiro hondo

y salió de su parapeto. Disparo dos cargas una normal dirigida al orko y otra sobre

cargada a su mano. El orko grito, una mezcla de dolor y satisfacción. El akribillador,

destrozado por la carga de plasma, cayó al suelo. El rival miro a Keller y se lanzó hacia

él con una furia que solo podía salir del Caos. El enemigo, cegado por la furia intento

golpear a Keller en su cabeza, pero este, de nuevo, esquivo el ataque. El gancho pasó

casi rozándolo. Era de acero, muy deteriorado, con síntomas de oxidación, pero

también tenía restos de sangre, seguramente de victimas anteriores que fueron

asesinadas por la bestia. Keller se recompuso, y contratacó con su puño de combate.

El orko fue levantado del suelo unos metros y cayo cuan largo era varios metros. Keller

lo miro y se preparó para defenderse.

El orko, aún atontado por el golpe del puño, se levantó y miro a Keller. Sus ojos

estaban inyectados en sangre, con una furia inmensa.

Ataco. Antes de que Keller pudiera verlo, le ataco. Suponía que estaba atontado, pero

no era así y eso pillo desprevenido al explorador. Con la mano que no tenía la garra le

propino un puñetazo que lo derribo. El orko grito.

- ¡Khorne!

Nunca había oído decir eso a un orko y creo que nadie antes lo había escuchado. Esos

orkos eran especiales. Un aura rojiza envolvió al piel verde, como si un poder más allá

de lo real lo estuviera ayudando.

Keller lo miro. Vio en él el Caos, como se enseñoreaba y le daba un poder casi de Dios.

Volvió a atacarle, golpeándole. Keller escupió sangre, una sangre rojiza. Algo en su

interior debía de haberse roto, pero su organismo superior, genéticamente preparado

ya habría empezado a curarse. Agachado lo miro de reojo. Por su rejilla que le cubría el

rostro, cubierta de sangre, respiro. Concentro todo el poder de su puño. Ahora se

enteraría ese orko de lo que era capaz un legionario astarte.

Casi sin que el piel verde se diera cuenta, Keller se levantó y con una velocidad

impresionante se lanzó contra él. Lo único que vio el orko fue una estela negra y verde,

que le golpeo. Esta vez el orko, no salió despedido, si no que fue atravesado por el

puño. Keller, casi de forma instintiva saco el puño, dejando un agujero sanguinolento

en donde estuvo antes su pecho. El orko trastabillo, tocado, herido, pero no estaba

todavía muerto. Intento, de nuevo, engancharlo con la garra, pero fallo, ya que su

golpe no tenía apenas fuerza. Keller volvió a golpear, esta vez en el rostro, que además

de las heridas auto infligidas, se llenó de más sangre, esta vez de las que le había

causado Keller.

El orko se movía como si estuviera borracho, dando vaivenes de un lado a otro.

Intentaba golpear a Keller, pero este lo esquivaba. Y por fin, harto ya de esquivar el

astarte le propino el golpe final. Con su mano abierta, llena de energía, le destrozo el

rostro. Keller salto, para atrás, ya que el gigantesco orko cayó casi dejando a él

atrapado.

Respiro, y miro a su alrededor. La batalla casi había concluido. Sven estaba rodeado de

enemigos muertos, podía haber a su alrededor por lo menos seis o siete, y la escuadra

Efestos, o lo que quedaba de ella perseguía a un grupo de orkos, que al amando del

mekanico huían de la zona. Vio también como varios Manada de Lobo habían caído en

combate y como Sven se acercaba a ellos y les musitaba algo en silencio.

La escuadra Sigil salió a la luz, el sargento se acercó a él.

- Comandante, el Manufactorum es nuestro- dijo el explorador.

- Bien- pudo articular Keller- ¿Bajas?

- Un par de hombres de la escuadra Efestos, y varios de la Manada.

- Informare al Comandante.

Loken recibió el informe de Keller. El Manufactorum G estaba a salvo, pero varios de los

expedicionarios habían muerto. Miro a Vipus.

- Nero, creo que las cosas se han escapado un poco de nuestras manos.

- ¿Solo un poco?- dijo sarcásticamente-. Si miras allí comprobaras lo que se nos viene

encima.

Loken miro. Vio un gran grupo de Caóticos se dirigía hacia ellos, solo con ver el color

de sus armaduras supo de quienes se trataba.

- Radiax, reagrupémonos bajo el bastión- dijo con una calma asombrosa- díselo a todos

los capitanes de compañía, nos retiramos.

Comenzó la retirada de efectivos. Todos, exceptuando las fuerzas Expedicionarias, que

estaban fuera de vista, se retiraron.

Loken se reunió con todos los capitanes. Tarik y Andalecius se le acercaron, ambos

visiblemente enfadados.

- ¡Estábamos venciendo!- dijo el Primer Capitán.

Loken lo miro y no dijo nada. Fue Nero quien le contesto.

- Eso es lo que tú crees- dijo- ¡Mira allí!, ves lo que yo veo no. Lo mejor es esto

reagruparnos y prepararnos para lo que se acerca.

- Nero, estaban huyendo- fue ahora Tarik quien hablo-. Con las Lobas y mis hombres los

estábamos forzando a una retirada, ahora…

No pudo terminar, ya que Loken, esta vez fue quien contesto.

- Tarik, no seas tonto, ni tu Andalecius. Ahora que nos han tanteado nos van a atacar

con todo lo que tienen. ¿Qué creéis que ha sido esto? ¿una batalla?, es solo una

escaramuza, la preparación de un ataque más potente, con todo lo que tienen. Yo los

he visto, igual que Nero. Ya están aquí.

- ¿Quiénes?- `pregunto Fabricio, cuya nívea armadura estaba manchada con restos de

sangre rojiza seca.

- Devoradores de Mundos. Khârn y sus bestias de combate.

Se produjo un silencio. Nadie dijo nada.

- Capitanes, yo os he llevado a este punto, todo lo que está sucediendo es culpa mía. No

lo he visto claro hasta mi enfrentamiento con Abaddon. Solo os pido una cosa, que me

perdonéis. Mi sed de venganza nos ha llevado hasta aquí. Estamos solos, nadie nos

ayudara. Si tenemos que morir, así sea pero que nadie diga que los Lobos Lunares no

lucharon hasta el final.

- Por los vivos- dijo Nero.

- Por los muertos- repitieron a coro el resto de los capitanes.

Ese momento fue interrumpido por un sonido metálico, un sonido que hacia retumbar

el suelo.

Sejanus, Adelmus y Marcel se acercaban a pasos lentos, pero firmes al grupo. Los tres

dreadnoughts, estaban dispuestos para el combate.

Sejanus llevaba un aparatoso bolter pesado en su brazo derecho, mientras que en su

izquierdo llevaba un puño de combate con un lanzallamas y una gigantesca espada.

Adelmus llevaba un cañón de plasma, un puño y un bolter acoplado y Marcel un cañón

de fusión y un puno de combate con otro bolter acoplado.

- Estamos preparados- dijo Sejanus con voz metálica- listos para combatir y desterrar a

esos traidores.

Loken los miro. Hasta ahora no había contado con ellos. Era una buena adición al

ataque, ya que los tres tenían la suficiente potencia de fuego para detener al enemigo.

“El ataque comenzó, vi como los tres dread lo encabezaban. Nunca antes los había

visto y tengo que decir que me impresionaron bastante, sobretodo Sejanus. Había leído

mucho sobre él, fue uno de esos grandes legionarios de todos los tiempos, junto con

Loken, Togarddon e incluso Abaddon. Era un héroe, capaz de inspirar a las tropas lo

que necesitaban, coraje, valor. Y allí estaba, en cabeza, dirigiendo, como siempre. Los

capitanes le seguían, con nuevo y redoblado valor y junto a ellos iba también Loken, en

cabeza. Y delante de ellos, y eso era lo que realmente me asustaba, estaban siete

legiones, siete legiones que en su día traicionaron sus principios de honor y

hermandad. Pero no habían venido solos. Junto a ellos venían heréticos, la escoria de

los planetas que iban conquistando, dirigidos por apóstoles oscuros, que les inspiraban

para combatir, Demonios, sacados de la Disformidad, dispuestos a alimentarse de

carne y sangre humana y también algo, que hasta ese momento no había concebido.

Eran constructos, seres mitad máquina, mitad demonios y con parte de humanos. Eran

seres que se habían dejado arrastrar por el poder del Caos. Nunca los podre olvidar y

siempre están en mis más horrendas pesadillas. La verdadera batalla estaba a punto

de iniciarse.”

LA BATALLA (III FINAL) Udyat observaba la batalla junto con sus hombres. Veía como los Lobos Lunares se preparaban

para atacar el grueso de las tropas caóticas, amparados por la sombra del gigantesco bastión.

Terghian el Elegido estaba allí, junto con Maesteles el Apóstol. Él y sus hombres observaban el

ataque.

- Están locos- dijo el Apóstol-, es un suicidio, son solo unos cientos contra miles, Khorne

se va a pegar hoy un buen festín.

- No lo comprenderías nunca- dijo el Hechicero-, no sabes que es lo que les mueve, solo

ves lo que tú dios te deja ver. Yo los comprendo, sé cómo son. Donde tú ves locura yo

veo honor, dignidad, valor. Es una prueba.

Udyat lo miro.

- ¿Los admiras?- preguntó.

- Si mi Señor- contesto el Elegido de Tzeentch- los admiro. Es lo que más detesto, pero

sé lo que ellos sienten, el deber, cumplir con la misión para la que están hechos.

Defender a los más débiles, defender el Imperio.

- El Imperio está muerto- dijo el Apóstol- y Khorne se está alimentando de su sangre y

está haciendo un trono con sus cráneos.

- Es tú forma de verlo, Apóstol. No discutiré contigo. Pero ahí veo yo a más valientes y

decididos que en el bando de las Legiones. Las Legiones confían en su brutalidad y su

fuerza. En sus demonios y en su poder psíquico. Ellos tienen la fuerza de la Fe, de su

valor. En ese sentido esos marines valen por más de un millar de los legionarios.

- ¿Estás diciendo que se sacrificarían para destruirlos?- pregunto Udyat.

- Sí. Para ellos no existe el miedo, no existe el dolor. Su único cometido en este

momento es derrotar a las Legiones.

- Los multiplican siete a uno- dijo el Apóstol- es una locura, un suicidio.

- En tú forma de verlo sí. Hace diez mil años todos eran así. Abaddon y sus legionarios

han degenerado, se han pervertido. Ellos en cambio son la esencia del espíritu de los

antiguos Adeptus Astartes. Y su líder, el Lobo Lunar es sin duda uno de aquellos

astartes.

Udyat asintió.

- Si, Lord Abaddon se quedó blanco cuando lo vio. Suponía que estaba muerto.

- Los fantasmas vuelven de sus tumbas- dijo Terghian.

Los cuatro capitanes iban a su lado. Loken miro a su lado y Vipus estaba allí. Siempre estaba

cuando más lo necesitaba. Y aquel momento era uno. También vio al resto, sus Hermanos de

Batalla. Los niños que él había rescatado ya no existían, eran Hermanos de Batalla. Todos

estaban allí, Andalecius, con su armadura negra, Casius siempre tan flemático, Tarik con su

sonrisa, Kernya, listo para actuar y Fabricio, Thalsan, Piet, Andrax,Marius, Arnaldo y hasta

Androxinus. Todos y cada uno de los capitanes de las once compañías que formaban los Lobos

Lunares. Y juntos avanzaban hacia una muerte segura. Eso lo sabía, iban a morir. Pero iban a

demostrar algo, algo a todo el universo, algo a los traidores. Morirían, pero antes matarían a

todos los que pudieran. Frente a ellos estaban los seres más peligrosos y depravados de la

Galaxia.

Loken miro al cielo, al cielo que vio hacia diez mil años por última vez. Aquel día vio como una

tormenta de fuego caía sobre Isstvan III. Ahora estaba tranquilo, como si presagiara una

tempestad.

Alzo su espada sierra y apretó fuertemente su bolter.

- ¡POR LOS VIVOS!, ¡POR LOS MUERTOS!

El grito, no su grito, si no el de mil gargantas resonó en el planeta. Loken era el primero, pero

detrás de él avanzaba a la carga el resto de la Legión.

- Esto es una locura- se dijo para si Loken- , vamos a cargar a los Devoradores de

Mundos, una Legión especialista en cuerpo a cuerpo. Es de locos.

Era de locos, un suicidio, pero lo estaban haciendo. Y con él al frente.

Andalecius iba con los Caballeros Justaerin. Este había renombrado la antigua escuadra de

exterminadores, convirtiéndola en una escuadra de asalto, armados con unas impresionantes

mazas y unos escudos tormenta que amenazaban con destrozar a sus enemigos. Junto a ellos

iba el resto de la compañía, formada por figuras embozadas en hábitos negros. De pronto,

escucho un ruido metálico detrás de él. Giro su cabeza y vio a los dos Dreadnoughts. Estaban

pintados de negro azabache, aunque en uno de ellos se empezaba a ver una capa de verde

marino. Era Marcel, el abanderado. Delante de él, formidablemente armado iba Adelmus, el

que fuera antiguo Primer Capitán.

- ¿Creías que ibas a ir sin nosotros a la batalla?- dijo con voz metálica la mole de

ceramita.

- No Adelmus, estaba esperando que aparecieseis. Por lo que veo vais bien preparados

para la batalla- dijo señalando el cañón de plasma que llevaba el dreadnought y

observando su puño de combate con un bolter pesado que llevaba.

Andalecius escucho como un gorgoteo. Podría haber sido como una risa, pero sabía que el

dreadnought no podía reír. Estaba encerrado, lo poco de humano que quedaba de ellos en su

sarcófago, y aquello que escuchaba era solo una representación de sus pensamientos. Porque

si había algo que funcionase de ellos eran sus cerebros, lo único. Pero lo que más sorprendió a

Andalecius es ver, detrás de ellos aparecer una mole blanca, un auténtico dreadnought pre

herejía, uno de la clase contemptor. Y sabía quién era perfectamente. Sejanus. Cuando lo vio

sus pupilas se dilataron. Doblaba la altura de los otros dos, y llevaba en una de sus manos una

espada, una letal espada de casi su envergadura y un bolter pesado en su otra mano.

Vio como este se situaba en la vanguardia, con el resto de los Lobos. Lo siguiente que vio fue

una tormenta de fuego que cayó sobre el enemigo.

La carga de los astartes a los Devoradores fue brutal. Thalsan, con su moto golpeo a un

legionario que salió despedido por el golpe que dio con su martillo. En los anteriores combates

había perdido su lanza, atravesando algún enemigo y ahora llevaba un martillo tormenta con el

que destrozaba a sus enemigos. Pero sin duda, el más espectacular en el ataque era sin duda

Ferrus. Este, junto con Vipus y la Locasta eran sin duda el alma del ataque. Ferrus, armado con

un bolter reliquia en una mano y con un simple brazo biónico, destrozaba a todo enemigo que

se le acercaba. Acribillaba a sus enemigos con el bolter de forma precisa, mientras, el que

lograba llegar a sus inmediaciones, era destrozado con su puño, quemado, electrocutado o

congelado por la acción de sus implantes psíquicos. Sus ataques eran decisivos, además de que

hacían retroceder a los Devoradores.

Pero no solo él. Tarik era como un verdadero Lobo. Luchaba junto con sus hombres con una

fiereza digna de un hijo de Russ. El y Reev destrozaron a varios enemigos, mientras sus

hombres armados con hachas, martillos, escudos, espadas y cuchillas relámpago masacraban

al enemigo. Las armaduras de ceramita blanca y gris se tiñeron de rojo con sangre de sus

enemigos. Por otro lado, cayendo desde el cielo, Fabricio y sus Ángeles, se abalanzaban sobre

sus enemigos, causando un gran caos a su alrededor.

De pronto, la batalla paró.

Loken miro a su alrededor y vio lo que él y sus hombres habían hecho. Cientos de cuerpos, la

mayoría de legionarios de los Devoradores yacían muertos, destrozados en el suelo. En sus

filas también había bajas, pero sus enemigos eran más numerosos, así que estas en sus filas

eran más determinantes. Miro hacia un punto elevado, donde distinguió una armadura de

ceramita gris oscuro, acompañado por dos más, una de color negro y otra de color azul

metalizado.

Udyat había visto la escaramuza, como los Lobos habían destrozado la vanguardia de los

Devoradores de Mundos. Aquello, la visión de los astartes luchando le había marcado. Miro a

Terghian y este asintió. Ahora sabía lo que era ser un defensor del Imperio como los que

estaba viendo. Eran héroes y él, por ello, los admiraba. Era un sentimiento contradictorio. Por

un lado, eran enemigos naturales, pero por otro sentía una atracción por ellos. Era como si

deseara estar allí, con ellos luchando, pero no contra ellos, sino contra las Legiones Traidoras.

Aquello lo turbaba. No comprendía porque sentía aquello, aquella admiración. Cuando

volvieran con su Señor tendría que preguntarle sobre aquello, sobre aquel extraño

sentimiento.

Loken alejo su atención de la colina y vio unas siluetas que se entrecortaban entre la masa de

enemigos que venían a por ellos. Los reconoció de inmediato, Arhiman, Abaddon, Typhus,

Lucius y Khärn. Este último era fácilmente reconocible por su armadura roja plagada de

calaveras de sus enemigos y sus dos hachas sierra.

Avanzo, con un paso decididamente brutal, de entre la masa. La rabia contenida se notaba en

aquel personaje incluso con la armadura y casco puesto. Caminaba girando nerviosamente sus

hachas, dispuesto a entablar combate.

- Nero- dijo Loken- da orden de retirada.

- Pero Garvi- le contesto este.

- Haz lo que te digo, retira a los chicos, esto es entre Khärn y yo.

Loken avanzo, con la espada sierra en una mano y el bolter en otra. Cogió este último y se lo

colgó en bandolera, quedando solo en su mano la espada sierra, su espada sierra que lo había

acompañado durante tantos milenios, ya como Garviel Loken, capitán de la Décima Compañía

de los Lobos Lunares e Hijos de Horus, en la batalla de Ullanor, donde gano sus honores que

estaban pintados en ella luchando contra el ¡Waaagh! orko junto con su Primarca y el

Emperador. Aquella que le había convertido en Cerberus, La Bestia de Isstvan III.

Miro a su rival.

- ¡LOKEN!- dijo con una voz brutal, amplificada por su casco.

Alzo su espada, con lo que respondía al desafío lanzado. Recordó entonces su combate, si

podría ser llamado de algún modo, que tuvo con él diez mil años antes, cuando aquella fatídica

noche, Tarik y él se enfrentaron a Aximand y a Abaddon, que termino con la muerte de

Togarddon y el medio muerto entre las ruinas de la Basilika Makariana.

Se acercó a él. Su enemigo mantenía su furia a raya, lo sentía, dispuesto a dejarla ir cuando

comenzara el desafío.

- Khärn- dijo Loken tranquilo, necesitaba estar muy tranquilo para salir con vida de

aquel duelo.

- ¡Maldito gusano!, traidor. Voy a cavar contigo de una vez por todas, como hice con la

mayoría de tus amigos hace milenios.

- Aún recuerdo nuestro enfrentamiento, Khärn. Soy, mejor luchador que tú, y he

aprendido un par de trucos en este tiempo- le contesto Loken, sin estar muy

convencido de ello, pero debía de mostrarle que no lo temía.

- Aquella vez no me venciste, escoria traidora. Aquel vehículo me golpeo y me dejo

fuera de combate. Tuvisteis suerte tu amigo y tú.

- No tanta como crees. Pero no sé si has venido aquí para hablar o combatir.

Khärn dio un grito salvaje, aún más amplificado por aquel casco.

Loken se preparó para el ataque. Vio como se le venía encima una montaña de furia y odio.

Nero, mientras intentaba retirar a los Lobos, vio como Khärn atacaba a Loken. Vio como este lo

esquivaba y como Garviel le atacaba con la espada sierra. El Devorador de Mundos paro el

ataque con una de sus hachas e intento golpearle con la otra, pero Loken, entrenado en los

fosos de combate de Commorragh. Aquello pertenecía al pasado de Loken, a algo de lo que a

él no le gustaba hablar y que solo lo sabía él. Después de la Herejía, cuando él y Loken, junto

con él resto de Lobos supervivientes intentaban restaurar la Legión, sus pasos los llevaron

hasta la Ciudad Siniestra. Allí Loken se enfrentó a los mejores gladiadores eldars oscuros.

Aquello fue una de las locuras, como las llamaba él, del Loken que no aceptaba lo que había

sucedido. Perdió su fe en el mundo, y allí fue donde lo encontró, como Campeón de luchas de

gladiadores. Tenía que reconocer que siempre Garviel había sido uno de los mejores, cuando

estaba en el Espíritu Vengativo luchando en las jaulas de combate. Pero enfrentarse a Khärn

era otra cosa. Su Primarca, Angron había entrenado a sus capitanes y Khärn había sido su más

avanzado discípulo. Sabía muchos trucos; tantos como Loken así que la lucha sería interesante.

Loken dio un paso atrás y evito la hoja del hacha sierra. Así de fácil, pero así de complicado. Se

puso en guardia y espero el ataque de su contrincante, que no tardó en llegar. Este ataco de

nuevo con sus hachas, esquivo la primera y desvió la segunda con un mandoble que dio con

ambas manos. Volvió a la posición de guardia y observo a los ojos a su rival.

A través de las lentes de color verde vio el odio que transmitían. Era un enemigo formidable,

tal vez ahora pensaba que aceptar aquel desafío no había sido una buena idea. Pero ya no

había marcha atrás. Atacó.

Lanzo una finta al fondo con su espada sierra, que araño de forma estridente la armadura roja

sangre del Paladín de los Devoradores de Mundos. Este dio un grito salvaje.

Aquello no le había causado daño alguno, pero solo el pensar que alguien había logrado si

quiera arañar su armadura hizo que su furia estallara. Y que lo hiciera aquel que una vez

estuvo a punto de matar, el único que había logrado, podemos llamar, vencerle lo irritaba y

enfurecía.

Y eso es lo que pretendía Loken, que se enfureciera, que se cabreara. Su espada sierra no

podía penetrar aquella armadura, tal vez si hubiera tenido en sus manos una espada de

energía la cosa hubiera sido distinta, pero aquel arma solo podría dañarlo si lograba encontrar

un punto muy débil en la armadura, un punto por el que penetrar la ceramita.

Khärn ataco esta vez con toda su furia, y en ese momento Loken vio su momento para

desarmarlo. El adversario era muy hábil manejando dos armas, pero Loken sabia unos cuantos

trucos, no muy legales, pero que le habían salvado su vida más de una vez. Aprovechando que

su rival se había descompensado, esquivo el primer golpe, se ladeo y empuñando la espada

sierra con ambas manos, golpeo una de las hachas del rival, la cual salió despedida de su

mano.

Ahora sí que estaba enfurecido. Aquel traidor le había desarmado delante de sus hombres y

eso él no podía tolerarlo. Lleno de rabia se preparó para el siguiente ataque.

Loken respiro aliviado. Miro un instante hacia sus hombres, que se retiraban del campo de

batalla, todos excepto Radiax, Tarik, Fabricio, Ferrus, Andalecius, Thalsan, Casius y Vipus.

- Nero, te ordenado que te retires.

- No lo pienso hacer, capitán- le contesto su amigo- ni ellos tampoco. Si tenemos que

morir, moriremos junto contigo.

- ¿Desobedecéis una orden directa?

- Sí. Si con ello podemos devolverte la cordura.

- Haced lo que queráis- dijo Loken, cansado de la actitud de Nero.

Miro a su rival, sintió como la rabia le invadía. Khärn estaba muy nervioso y lo más importante,

enfurecido. Era un volcán a punto de estallar.

Ambos se miraron, dando vueltas uno alrededor de otro. El caótico iba a lanzar su taque

cuando un ruido atronador, seguido de una gran polvareda dejo a ambos cegados. Incluso los

astartes que estaban observando el combate salieron despedidos.

Casius estaba en el suelo, cuando sintió como una mano que le tendía lo levantaba.

- ¿Qué te pasa viejo amigo?, ¿Necesitas ayuda?

Aquella voz le resultaba familiar a Casius.

- ¿Titus?- dijo casi trastabillándose al hablar.

- Si amigo.

Delante de él estaba un marine espacial, llevaba una armadura de color gris acero, sin ninguna

heráldica, solo el águila imperial en el pecho y otra en una de sus hombreras. Llevaba en su

espalda un retro reactor y empuñaba en su mano libre un Martillo Trueno.

- Te creía con la segunda compañía de los Ultramarines en Graia. ¿Ya no estas con ellos,

por tu armadura…?

- Es una larga historia, que ya te contare en otro momento.

Casius se levantó, la nube de polvo se iba disipando y vio cerca de ellos, a poca distancia como

una capsula de desembarco de los Puños Profundos, un capitulo sucesor de los Puños

Imperiales, se habría y de ella salían una docena de marines con armadura de un marrón

grisáceo, hombreras amarillas y un puño en ellas, mandados por un tecnomarine, con una

armadura idéntica al resto y con un gran brazo mecánico en su espalda. Se desplegaron con

rapidez, dispuestos a defenderse de cualquier enemigo cercano. Estaban rodeados, pero en

ese momento una tormenta de fuego partió de sus bolters hacia el enemigo. Los certeros

disparos de los devastadores abatieron varios de ellos, pero uno de ellos llegó a las

inmediaciones del tecnomarine, quien, se enfrentó a él. El Devorador de Mundos estaba

armado con un hacha sierra, e intento cortar la cabeza del tecno marine, pero este, con su

brazo mecánico paro el golpe, reteniendo el arma del caótico y disparándole a quemarropa

con su bolter, destrozándole la armadura con una mortal ráfaga de munición de venganza. El

cuerpo exánime del caótico cayó al suelo, pasando el tecnomarine por encima de él. Los

devastadores se situaron en círculo y aseguraron el perímetro.

Loken, aturdido miro primero a su alrededor y después al cielo. Lo que vio le levanto sus

ánimo. El cielo de Isstvan III estaba plagado de capsulas, naves de desembarco, thunderhawks,

stormravens, stormeagles y cualquier tipo que pudiera transportar tanto tropas como

vehículos.

Abaddon también miro al cielo y lo vio así como el resto de los Caóticos, como descendían

desde los cielos un millar de estrellas, estrellas de distintos colores, estrellas que atravesaban

el cielo y caían hacia el planeta. Entonces comprendieron de lo que se trataba. Con redomado

valor, los Lobos Lunares, con todas las fuerzas que les quedaban, iban a asaltarlos. Era matar o

morir, nadie los podría detener.

“Desde mi posición en el bastión vi como llegaban. Eran cientos, cientos de naves de todos los

tamaños y colores. Miles de capsulas de desembarco habían sido lanzadas desde las naves

capitales imperiales e inundaban el cielo de Isstvan III. No había visto, ni nunca volvi a ver nada

parecido. Allí estaban todas las nueve legiones leales, los Ángeles Oscuros, la Primera Legión,

Lobos Espaciales, Puños Imperiales, Ultramarines, Guardia del Cuervo, Manos de Hierro,

Ángeles Sangrientos, Salamandras y Cicatrices Blancas, con sus vehículos de ataque rápido.

Pero además había más capítulos, algunos eran sucesores de los primeros, otro simplemente

eran otros capítulos, si bien no tan conocidos, pero que en algún momento habían tenido

alguna relación con el Comandante o con alguien perteneciente a la Legión. Estaban los

Caballeros Estelares, un capitulo que se cree sucesor de la perdida X legión, Los Martillos de

Wikia, Los Hijos del Águila, Templarios de Hierro y otros muchos. Todos estaban allí, junto con

algunas naves que parecían ser de la Inquisición por su heráldica. Vi como una de esas naves

aterrizaba cerca de donde se encontraba el Comandante con sus hombres, los capitanes que se

habían mantenido junto a él hasta el final. Detrás mía, al girarme, vi como hasta los reclutas,

iniciados e incluso los aspirantes y neófitos se unían a la lucha.”

Loken vio como estaba aislado. No veía a Khärn, quien había desaparecido entre las nubes de

polvo que se habían levantado con la caída de la capsula. Además vio que además de eso, una

nave, una thunderhawk por su forma, descendía a poca distancia de donde estaba. Casi a

ciegas, se dirigió hacia la nave. No veía ninguna heráldica ni nada por el estilo, pero su instinto

le hacía dirigirse hacia allí, sin saber si era amigo o enemigo. Eso si iba en alerta, listo para

defenderse en caso de peligro.

El ruido que hizo el portón de la nave al bajar, un sonido chispeante, le sorprendió. Poco a

poco fue bajando y le mostro un número de armaduras, desconocido para él. Apunto con su

bolter, pero pronto lo bajo, al ver, más claramente que las armaduras eran algunas de color

plateado, que le indicaban que eran el Ordo Malleus, sin duda. Detrás de ellos vio una figura

que le resultaba familiar.

- Nathaniel- dijo Loken de forma tranquila.

- Hola Garviel- dijo Garro, que llevaba puesta una armadura blanca, decorada en dorado

y con detalles en verde, así como una heráldica de su antigua legión, la Guardia de la

Muerte- ¿creías que ibas a estar solo en esto?

- Me has sorprendido, he de reconocerlo- le contesto Loken-, sea como sea, has llegado

justo a tiempo.

Loken se acercó a él y estrecho su mano.

- Como puedes ver no he venido solo- le contesto Garro-. En estos años los Lobos

Lunares han hecho muchos amigos y todos están aquí.

- Incluso un viejo Lobo que en su día dejo la Legión- dijo itra voz de tras de Garro.

Era la de un hombre mayor, muy mayor, con el pelo muy corto, casi ralo y con una barba casi

incipiente. Llevaba una armadura blanca, con detalles en dorado y que le dotaba de mucha

autoridad, así como en su pectoral la cabeza de un Lobo Lunar. Era antigua, pero parecía como

si hubiese sido repintada hacia poco tiempo.

- ¡Iacton!- dijo Loken- Creí que estabas en Terra.

- Estoy aquí muchacho, no podía perderme esto. La Legión vuelve al combate, así que el

viejo capitán vuelve con ellos.

- Bien, ya que estáis aquí, nos vendrá bien una mano. La situación es, se podría decir,

difícil.

- Has armado una buena- dijo Garro mirando a su alrededor.

- Merecía la pena ¿no?

Lucius, con sus Hijos del Emperador, miro el cielo atónito. Hacia milenios que no veía aquel

despliegue de fuerzas leales. Desde el ataque de Terra nunca se había enfrentado

abiertamente contra tantos marines espaciales. Y allí, al parecer se habían juntado todas las

antiguas legiones. Miro a su alrededor como un animal. Estaba junto con sus “Hijos del

Emperador”, los que le habían seguido o reclutado, antiguos legionarios y marines ruidosos,

que se preparaban para defenderse. De pronto, un número indeterminado de capsulas

cayeron a poca distancia de ellos. Estas se abrieron, disparando misiles y fuego de bolter, para

asegurar un perímetro para sus tripulantes.

Ante él vio a quienes iban en las capsulas, armaduras doradas y cascos en forma de pico fue lo

que vio y una palabra vino a su mente, Custodes, la guardia personal del Emperador. Ordeno a

sus legionarios que les atacaran.

Los Custodes formaron en una línea y levantaron sus armas, unas lanzas de energía con un

bolter acoplado y dispararon contra los caóticos. Algunos cayeron pero la mayoría se lanzó

contra los Guardianes. Estos, si mucho esfuerzo, los mataron y continuaron avanzando.

Lucius deseaba un combate contra ellos. Pero deseaba aún más que alguno acabara con su

vida y poder tener el placer de regenerarse y renacer en el cuerpo de alguno de ellos, y si era

en el Palacio Imperial en Terra mejor. Avanzo desafiante para luchar contra ellos, pero estos lo

ignoraban, no luchaban contra él, sino que elegían otros objetivos. Eso hacía que su furia

aumentara. Y entonces vio que algunos de aquellos Custodes llevaban armaduras distintas y se

mantenían en una formación de ataque que le resultaba muy familiar. Con un grupo de sus

legionarios fue a enfrentarse a aquel grupo.

Cuando estaba cerca se dio cuenta que las armaduras que llevaban eran distintas a los

Custodes. Eran armaduras Maximus, retocadas y reparadas, pero las reconocía, aunque fueran

doradas. La única diferencia era que las hombreras habían sido pintadas de morado oscuro,

parecido al que una vez llevo la que fue su legión, y además llevaban su símbolo, el que una

vez fue el símbolo de los Hijos del Emperador antes de la Herejía. No eran más de una

veintena, asi que les resultaría fácil acabar con ellos.

Pero no fue asi. Vio como atacaban con una perfección inusual. No había visto antes nada asi

solo… solo cuando lucho con Tarvitz. Aquello le enfureció aún más. Aunque este fue su amigo

en aquella época, también fue su rival.

Vio como caían muertos sus hombres, y entonces se dirigió al ataque. Iba a atacar a uno de

aquellos marines cuando una espada cruzo la suya y lo detuvo.

- No Lucius, pelea conmigo- le dijo una voz tranquila.

Lucius observo la espada. Le resultaba familiar, tanto como aquella voz, que había oído tantas

veces milenios atrás.

- ¡Tarvitzss!- dijo siseando.

- Si soy yo, viejo amigo.

- No ssoy tu amigo.

- Eso ya lo sé, solo eres un vulgar traidor. No solo traicionaste al Emperador, traicionaste

algo mucho más importante. Traicionaste a tus amigos.

Lucius observo a Tarvitz. Aunque llevaba el casco puesto, sabía que era él por su postura de

combate. Llevaba en una de sus manos una espada de energía y en la otra una espada corta.

Estaba en posición de defensa, esperando su ataque.

Lucius, altaneramente, acepto el desafío.

- Sera muy gratificante renacer en ti, SSSaúl.

- Veremos. Luchemos.

Con un movimiento fugaz, Lucius ataco a Tarvitz, pero este repelió su ataque con tanta rapidez

como su rival. Ahora fue Saúl quien ataco, pero el traidor paro sus golpes. Tarvitz finto su

espada, con un movimiento rápido y ágil, chocando su arma de energía contra la de Lucius.

Este intento zafarse del movimiento, pero Tarvitz, con su espada corta hirió a Lucius. Este, se

lanzó hacia atrás, y con expresión de placer y dolor. Abrió su boca y de ella salió una lengua

reptiliana.

- Está muy bien, viejo amigo. Me gusta esse golpe que acabass de dar. Solo lo que

tieness que hacer ess matarme. Venga, mátame- dijo Lucius con ansia.

Tarvitz sabía que aquello era una trampa. Conocía el secreto de Lucius y venia preparado para

la situación. Su antiguo amigo se iba a llevar una pequeña sorpresa.

Separados como estaban, esta vez fue Lucius quien ataco con su Látigo del Tormento, pero

Saúl giro en el suelo y esquivo el ataque del traidor. Tarvitz se preparó para su ataque. Debía

de ser devastador, dejar a Lucius fuera de combate, pero con una premisa, no matarlo. Se

lanzó contra él, armado con sus espadas.

Lucius paro un aluvión de golpes, cada cual más rápido y letal que el anterior. Llego un

momento que ya no veía por donde Saúl le golpeaba y este aprovecho ese momento para

derribarlo.

- Siempre te dije, Lucius, que mantenías tu guardia demasiado baja- dijo Tarvitz con sus

espadas apuntando al cuello del que en un tiempo fue su amigo.

- ¡ACABA YA CON ESSTO!, ¡MATAME!, ¡TEN TU VENGANZA, MÁTAME Y VENGA A

TODOSS LOS QUE TRAICIONÉ HACE DIEZZ MIL AÑOS EN ESTA ROCA PUTREFACTA!- dijo

Lucius gritando con placer. Esperaba que su antiguo amigo cayese en la trampa.

- No, viejo amigo, no voy a matarte- le contesto-, me encantaría hacerlo, pero sé tú

secreto, Lucius. Con el tiempo renacerías en mí. Pero tengo otra forma de dejarte

fuera de esto.

Detrás de Saúl aparecieron varias armaduras plateadas, de Caballeros Grises, bibliotecarios.

Empezaron a entonar una salmodia. De pronto, sobre el cuerpo de Lucius se abrió como un

portal, un portal a la Disformidad, por el que el caótico fue catapultado a quien sabe dónde.

Saúl Tarvitz miro el lugar donde estuvo antes el que antaño fue su amigo. Dio media vuelta y

volvió al combate, tenían que expulsar de ese planeta al resto de la escoria traidora.

Udyat y los suyos veían la batalla. Vieron como las capsulas y las naves descendían al planeta.

Terghian toco su brazo y este se giró.

- Deberíamos de irnos, Udyat. Hemos cumplido nuestra misión- dijo el hechicero.

- Sí, creo que sí. Debemos de irnos, ya no hacemos nada aquí.

Udyat y sus hombres se dirigieron hacia una antigua nave, una stormbird de antes de la Gran

Cruzada, sacada de quien sabe dónde, pero que se mantenía todavía en activo. Entraron en

ella y abandonaron el planeta.

“La batalla continuaba en el planeta. Como dije antes, nunca había visto a tantos marines

espaciales juntos en un mismo sitio. Había Ultramarines de la Segunda Compañía, al mando del

mismísimo Capitán Sicarius, Lobos Espaciales, que luchaban ferozmente contra los Mil Hijos,

Angeles Oscuros del Ala de la Muerte, con armaduras de exterminador, repartiendo muerte

entre los caóticos, apoyados por veteranos con túnicas blancas y el Ala de Cuervo, con sus

potentisimas motos y land speeders. También se lanzaron, desde Stormravens al combate

Angeles Sangrientos, y los Salamandras quemaban a los Guerreros de Hierro que estaban en

sus fortificaciones. Los Manos de Hierro luchaban contra los Hijos del Emperador que

quedaban, que habían huido en desbandada después de la desaparición de su líder, Lucius el

Sempiterno.

Los Puños Imperiales habían reforzado las defensas alrededor del Bastión y montado piezas de

artillería, que lanzaban rayos contra el grueso de los caóticos, destruyendo varios Diablos de

Forja que formaba parte del contingente enemigo. Los Demonios invocados estaban siendo

atacados por los Caballeros Grises, quienes habían matado a muchos de ellos.

Pero sin duda, los que más me impresionaron fueron sin duda dos capítulos, desconocidos para

mí. El primero fueron los Caballeros Estelares, quienes derrotaron a una hueste de Portadores

de la Palabra solos y los Hijos del Águila, quienes dieron buena cuenta de varios centenares de

legionarios de la Legión Negra.

Los Puños Profundos aseguraron una punta de lanza, desde donde los Martillos de Wikia, al

mando de su Señor del Capítulo, Lord Eledan y secundado por su escuadra de mando y varias

compañías, arrasaron completamente a las huestes de Typhus y de Huron Blackheart.

Lentamente, los caóticos fueron perdiendo terreno, mientras que las fuerzas combinadas de los

Capítulos los hacían retroceder. La victoria era de las fuerzas Imperiales.”

Abaddon vio cómo eran derrotados. Eso lo lleno aún más de rabia. Por esta vez, Loken le había

vencido, pero la próxima vez ya sabía dónde encontrarlo. Ahora Loken y sus Lobos Lunares

eran sus mortales enemigos. La próxima vez los destruiría.

La retirada de los caóticos fue desordenada. Los primeros en retirarse, tras ver el ataque los

lobos fueron los Mil Hijos de Arhiman, quien retiro sus tropas. Después todos fueron cayendo

por su propio peso. De los últimos en abandonar el planeta fueron los Devoradores de Mundos

de Khärn, que resistían los ataques de los marines espaciales, pero que, superados por número

tuvieron que retirarse, junto con los orkos que los seguían.

Loken miro el campo de batalla. Había miles de cuerpos, tanto de leales como de caóticos. Vio

como los Apotecarios de los distintos Capítulos, incluido los suyos, recogían las semillas

genéticas de los caídos y como equipos de limpieza quemaban con lanzallamas los de los

caóticos muertos. A su lado estaba Vipus, quien miraba absorto el campo de batalla también.

- Ya ha terminado- dijo Nero.

- Si, ha terminado. Los Lobos han demostrado su valía hoy.

- ¿Crees que significará algo, Garvi?

- Con esto creo que nos tomaran en consideración. Además con el apoyo de los

Capítulos de Primera Fundación, creo que el Alto Consejo de Terra tendrá que

reivindicarnos.

- Eso espero. Ha sido mucho tiempo.

- Si, deberían de haberlo hecho hace milenios, habernos tratado como a cualquier otro

capítulo. Hemos crecido en la sombra.

- ¿Y ahora que Garvi, que haremos?

- Seguir con nuestra misión. Volveremos a Terra con Nathaniel e Iacton.

- ¿Qué pasara con los Lobos Lunares?

- Han tenido su bautismo de fuego y lo han superado con creces. Se han ganado un

lugar y un nombre junto con el resto. Radiax lo hará bien como Comandante. Tendrá el

apoyo del Nuevo Mournival. Tarik, Andalecius, Casius y Ferrus serán buenos

consejeros, y por fin la Décima estará en buenas manos, no te preocupes Nero. Y

cuando nos necesiten, volveremos a ayudarlos, tú, Sejanus, Adelmus, Marcel, el resto

y yo. Siempre estaremos con ellos.

Pero el final, el verdadero final estaba por llegar. Cuando ya todos los vestigios de la batalla

desaparecieron, todos los capítulos se reunieron en El Templo de las Legiones, donde oraron

por los Hermanos de Batalla caídos.

Garro, Qruze, Tarvitz y Ehrlen entraron en la sala. Delante de ellos estaban los Altos Señores de

Terra, mirándolos de forma severa. Garro se adelantó y hablo con voz profunda.

- Continuaremos con nuestra misión. Tenemos que encontrar al Emperador.

EPILOGO Udyat entro en la gran sala comunal. Su semblante era sombrío. Junto a él le acompañaba

Terghian y Maesteles, el Apóstol. Era mejor así, ya que lo que le tenía que comunicar a su

señor no era una buena noticia.

Sentado en un trono, un legionario astarte miraba a los recién llegados. Llevaba una armadura

Máximus, de color verde marino, pero parecía retorcida. Aun se notaba que era tal pero parte

de ella estaba reparada con partes de otras armaduras, algunas más antiguas, otras más

modernas. También había cambiado algunos de sus símbolos. Donde antes había estado el

Águila Imperial, esta había sido removida y remplazada por otros símbolos, como cráneos. Y

también símbolos como la estrella de ocho puntas, que llevaba en una de sus hombreras. La

otra era una hombrera Máximus, con el símbolo de un ojo garabateado, medio borrado. Y en

uno de los brazos del trono había un casco Máximus. Estaba algo deteriorado, por el paso del

tiempo, pero aun así no tenía manchas del Caos. Llevaba una capa, de piel de algún animal,

que se conservaba en buen estado.

Pero lo que de verdad imponía de él era su rostro. Era muy parecido al de Udyat, pero una

gran cicatriz lo atravesaba.

Udyat y su sequito entraron y vieron que no estaban solos. Saardiar, junto con su

lugarteniente, Isstern, estaban allí.

Aquello no le gusto. Miro al Paladín de la Muerte, como le llamaban. Llevaba una armadura

muy elaborada, muy gótica, con labrados que emulaban a rostros gritando. Era lógico, ya que

Saardiar adoraba a Slaanesh. Era un sádico, un asesino peligroso. Él, su lugarteniente y la

caterva de mal nacidos que lo acompañaban siempre eran mortales enemigos de los Elegidos

de Udyat. Llevaban una armadura negra, con detalles en un dorado muy fuerte, más que los

Elegidos, y sus hombreras estaban pintadas de un color malva oscuro. Sabía que Saardiar

ansiaba el poder ser el Elegido, pero su señor lo había hecho a él. Se preguntaba, desde hacía

tiempo el porqué, porque su Señor había elegido a Udyat como Elegido.

Al pasar por su lado vio cómo su lugarteniente fijaba sus tres ojos en él. Isstern tenía tres ojos,

una tara del proceso de conversión en legionario. Paso casi de refilón y miro osadamente a los

dos paladines cultistas, Ashton y Derrick. Ashton llevaba una máscara roja, que le cubría el

rostro. Su cabello moreno, hirsuto y áspero remarcaba su faz. Se hacía llamar su culto De la

Máscara de la Muerte Roja. Llevaba un abrigo de un oficial imperial, al cual torturo durante

meses. Y Derrick, que estaba junto a él era otro que tal bailaba. Su especialidad era quemar a

sus víctimas. Eran unas malas bestias y no se fiaba nada de ellos, igual que de Saardiar.

Udyat llego ante su señor y se arrodillo.

- He fracasado mi Señor- dijo casi en un susurro.

- Ya decidiré yo si has fracasado o no, cuéntame lo que ha sucedido.

- Encontré a Lord Abaddon justo cuando se enfrentaba con el Lobo Lunar que los

comandaba.

- Entonces los informes eran correctos- sonrió- existe esa Legión.

- Si mi Señor. Y son poderosos. Su comandante es un hombre muy valiente, osado y

temerario.

- Descríbemelo.

- Era rubio, de rostro agradable, pero serio y a la vez con mucha pesadumbre, como si

llevara una gran carga a sus espaldas. Llevaba una armadura como vos, solo lo

diferenciaba que estaba mejor conservada y que en una de sus hombreras llevaba el

símbolo de los Lobos Lunares, pero debajo aparecía nuestro símbolo del ojo.

El Señor del Caos cerró uno de sus puños y susurro algo para sí mismo.

- ¿Les trasmitiste mi mensaje?

- Si mi Señor, palabra por palabra.

- Ya veo la contestación por parte de Abaddon- dijo-. La verdad es que lo esperaba de él,

es de esa forma.

- El lealista desapareció de mi vista.

- Es lógico que lo hiciera, si es quien creo, no quería estar allí cuando Ezekyle acabase

contigo.

- Me cogió desprevenido, me atravesó con la Garra y me lanzo después unos metros. Mi

Señor no supuse que tuviera tal fuerza.

- Lord Abaddon es una caja de sorpresas, espero que aprendieras la lección.

- Si mi Señor.

El Señor del Caos vio los destrozos de la armadura de Udyat y lo comprendió

perfectamente.

- ¿Qué sucedió después?

- Cuando me teletransporté, pude ver la batalla desde un punto alejado, pero vi todos

los detalles. Los Lobos Lunares lucharon valerosamente ellos solos contra las siete

Legiones. Fueron osados y temerarios, incluso las mujeres.

- ¿Mujeres?

- Si, las legionarias que luchaban con ellos. Eran temibles, con retrorreactores y armas

ligeras. Pero aun así fueron superados por número. Entonces se retiraron, la batalla

estaba perdida, pero ellos les plantaron cara. Y entonces sucedió lo inesperado.

Udyat miro a su Señor.

- Aparecieron de la nada, miles de capsulas de desembarco, y miles de naves de

desembarco. Todos los capítulos leales estaban allí, así como centenares de capítulos

menores. Incluso vi hasta Custodes entre ellos, Templarios Negros, Caballeros Grises.

Terghian miro al suelo. Aquello lo había turbado.

- Una verdadera muestra de hermandad- dijo el Señor-, fueron al auxilio de sus

hermanos de batalla.

- Si mi Señor. Me sorprendió, no esperaba eso. No esperaba que aparecieran y

vencieran a las Legiones.

- A mí no me sorprendería, Udyat, eso es algo que espero que aprendas algún día. El

honor y los lazos de Hermandad son algo sagrado entre los Astartes.

- Huimos mi Señor, debí de apoyar a las Legiones, pero algo me dijo que debía de

abandonar aquel lugar.

- Mi Señor- dijo Saardiar quien había permanecido callado hasta ese momento- Udyat es

un cobarde, como os dije, deberíais de haberme mandado a mí, ahora mismo tendría

la cabeza de Abaddon y de ese Lobo Lunar frente a vos.

- Ves Udyat. Esos son los lazos de hermandad de nuestra legión. Aprovecha la menor

oportunidad para clavarte un cuchillo por la espalda. No somos una legión, solo una

banda de perros rabiosos, en eso nos hemos convertido las Legiones. Saardiar, si te

hubiera mandado a ti, ahora mismo estarías muerto, como el resto de tus hombres.

- Mi señor dadme más legionarios y veréis lo que hago, este…

Saardiar no pudo terminar de hablar, ya que el Señor del Caos alzo su puño.

- Hiciste lo correcto Udyat- dijo, y aquello fue un golpe letal en el orgullo de Saardiar-,

cumpliste la misión como te había ordenado. Tu misión era ser mis ojos, como dice tu

nombre en antiguo aegyptum. Por eso te mande a ti y no a Saardiar, por eso eres tu mi

Elegido, el comandante de mi Legión.

Saardiar miro a su Señor con desprecio.

- Ahora si tenéis la bondad, idos, necesito estar solo para pensar.

Todos obedecieron sus órdenes.

Se levantó del trono y solo dijo una cosa acariciándose la cicatriz de su rostro.

- Estas vivo, viejo amigo.

Saardiar era un volcán a punto de estallar. Isstern estaba junto a él así como los dos

cultistas.

- Le he pedido a nuestro Señor mil veces legionarios y mil veces me los ha denegado. En

cambio a ese perro de Udyat, incluso en el fracaso lo premia.

- Mi Señor- dijo Isstern- quizás deberíamos tratar el tema de otra manera. Quizás

alguien más pueda apreciar más nuestras posibilidades que él.

- Bien pensado, Isstern, ahora sé por qué eres mi segundo. Ha llegado el momento de

que los Elegidos de la Muerte muestren su poder.

La noche era serena y tranquila. Una sombra se marcaba en los jardines de Terra. Una

figura, cubierta por un embozo esperaba algo. De repente vio que no estaba solo.

- Hola Garviel- dijo la otra figura.

- Ahora estoy seguro de que eres tú.

- Y yo también. Ha pasado mucho tiempo.

- Si, bastante. La última vez que nos vimos no termino bien la cosa.

- Lo sé, viejo amigo. Por eso estoy aquí.

- Me lo imagino. Creí que habías muerto.

- Yo también, durante siglos.

- Estuve muerto, Aximand, o debería de decir Horus.

- Tú puedes llamarme como quieras.

Aximand se relajó, igual que Loken. Este último se quitó la capucha de su capa y

mostro su rosto. Aximand hizo lo mismo.

- Estas igual que siempre, Garviel, tal vez un poco más viejo ¿no?

- Eso sí, a ti tampoco te ha tratado mal el tiempo.

- Peor de lo que crees- dijo señalándose la cicatriz- ¿Cómo está el viejo?

- Bien- Loken sonrió-, igual que siempre.

- Nunca lo tuvimos en consideración, al final demostró ser un verdadero Lobo Lunar.

- Si, lo es.

- ¿Cuántos sobrevivieron?

- Pocos, solo Nero y unos cuantos más.

- ¿El viejo Vipus?, ¿está contigo?

- Como siempre, siempre seré su capitán y el la Locasta.

- Tengo entendido que tuviste una disputa con Ezekyle de nuevo.

- Si, seguro que te lo dijo el exterminador, Udyat creo que dijo que se llamaba.

- Sí, me lo conto él, así como muchas más cosas.

- Entonces, lo sabes todo.

- No Garviel, si lo supiera todo no estaríamos aquí.

- Lo sé.

- Cuenta.

- No hay nada que contar. La muerte del Emperador nos dejó tocados. El Sigilita

también murió, así que el Imperio quedo descabezado. Horus se salió con la suya al

final. Alguien tenía que tomar el control, una mano fuerte. Ese fue Valdor. Él fue quien

nos dio una razón por la que vivir.

- Formáis una buena camarilla, tú, el viejo, Garro y Tarvitz.

- Podrías estar con nosotros si hubieras decidido aquel día en la Basilika.

- Lo sé, las cosas fueron difíciles.

- ¿Y tú?

- Fui herido durante el ataque a Terra. Casi estaba muerto. Aun así di la orden de

teletransportarnos al Espíritu cuando El Señor de la Guerra bajo los escudos.

Aparecimos unas cuantas salas después de la cubierta. Vimos como los lealistas, con el

Emperador al frente se enfrentaban a los nuestros. Nos retuvieron. Esos Puños

Imperiales son duros de verdad, Garviel, no creas. Solo cuando se retiraron y entre en

la habitación vi lo sucedido. Horus estaba allí, tendido en el suelo. Muerto.

Loken lo miro y vio en su rostro una sombra de apesadumbre.

- Me acerque a él y vi que estaba muerto. Di las órdenes, y me comunique con los

grupos en Terra. Ordene que el Espíritu se retirara de la batalla. Tenía que pensar que

pasaría. En ese momento entro Ezekyle. Garviel, nunca lo vi como aquel día, llorando

como un niño. Yo también lloraba. Estaba muerto, nuestro Padre, a quien habíamos

seguido durante siglos al combate.

- En seguida se preparó todo para el funeral. Aun así estábamos divididos. Algunos

opinábamos que la campaña debería de seguir, hasta conquistar Terra como había

ordenado. Abaddon no opinaba lo mismo, quería huir a un sitio seguro. Entonces

comprendí que estaba loco, loco de poder.

- Eso es algo que siempre intuimos, Aximand. Abaddon era una bestia, solo contenido

por Horus.

- Exacto, él lo contenía, pero en aquel momento nadie podía hacerlo. Dio órdenes de

pintar de negro las armaduras. Pero habíamos muchos que no estábamos de acuerdo

con eso. Sabía que había alguien quien podría hacer algo con Horus, y ese era sin duda

Bilis.

- Hable con Fulgrim y dio su consentimiento, estaba desecho por la muerte de su

hermano, y llorando. Robamos el cuerpo y se lo llevamos a él. Nos dijo que en pocas

horas podía tener clones de Horus, pero solo serían eso, clones. No tendrían

inteligencia a menos que… su cerebro le fuera trasplantado a alguno de ellos.

- Cuando se iba a poner a hacerlo apareció Abaddon. Alguien había avisado que

estábamos allí, creo sospechar que fue el propio Fulgrim. Garviel le explique lo que se

iba a hacer, que íbamos a devolverle la vida a nuestro Señor, pero no escucho.

- Ordeno a sus hombres disparar. Varios de los míos cayeron muertos por sus disparos.

Huimos de allí.

- Al contrario que el resto, no huimos al Ojo del Terror. Vagamos durante siglos,

milenios, hasta que llegamos a un planeta, alejado de todo y de todos. Éramos un

centenar o algo así. Muchos habían muerto en las batallas posteriores a la huida, así

que tenía que reconstruir la Legión. Cambiamos de nombre, ya no éramos los Hijos de

Horus nunca más, ya que Horus había muerto, así que fuimos los Elegidos de Horus, no

por él, sino por mí.

- Allí comprendí que sin una semilla genética no seriamos nadie. Solo había una persona

que pudiera hacerlo y ese era Bilis. Durante mucho tiempo lo busque hasta que hace

unos trescientos años lo encontré. Y le conté mi plan.

- Me contesto que era complicado sin una semilla genética pura, la mía se había

corrompido y necesitábamos una. Y yo sabía dónde estaba. Se lo dije a Bilis, que solo

una persona poseía una toma genética de Horus.

- Erebus.

- Exacto, el poseía el Anathan, la espada con la que hirieron a Horus en Davin. Allí habría

restos.

- Erebus es una serpiente.

- Lo sé, pero era un riesgo que debía de correr. Fui al Ojo del Terror y hable con él. Nos

unimos a las bandas, asaltamos, matamos. Y mis hombres comenzaron a cambiar,

incluso yo mismo. Note la presencia de los Dioses y aquello me asusto. Cuando

demostramos que éramos leales, Erebus nos dio los recursos suficientes, alguna nave

más y la prueba genética.

- Entonces Bilis fue cuando empezó a trabajar en ella. El primero fue Udyat, a quien se le

implanto la semilla.

- ¿Pero su parecido?

- Esa es otra cuestión. Udyat es un clon, no de Horus como muchos podrían pensar al

verlo, si no mío. Es un buen hijo, no creas y obediente. Al contrario que el resto.

- Bilis implanto la semilla a más cuerpos, algunos de traidores y muchos de victimas de

sus experimentos. Aun así no tengo ni una cuarta parte de tus hombres, dispongo solo

de trescientos.

- ¿Por qué querías verme, para esto?

Aximand sonrió.

- No, no solo para esto. Quiero que me hagas un favor, como amigo.

Aximand saco su espada de energía y se la entregó a Loken por la empuñadura.

- Cierra el círculo, mátame. Sé que tu solo puedes hacerlo, quiero que seas tú.

Aximand se arrodillo y bajo la cabeza delante de Loken. Este lo miro, lo observo.

Empuño la espada y la activo.

Aximand oyó el crepitar de la energía. Oyó como Loken balanceaba la hoja de la

espada y espero, espero lo que hacía siglos que ansiaba, que todo de una vez

terminara, las pesadillas, los sueños, todo. Quería estar tranquilo y en paz por una vez.

Sintió el silbido del arma y el golpe.

Creyó estar sordo o como inerte, pero oyó la voz de Loken.

- No Aximand, no. Tienes que pagar por lo que hiciste, mataste a mi mejor amigo, a tú

mejor amigo. Y la mejor forma de pagarlo es viviendo. Viviendo cada día con su

recuerdo, viviendo viendo su rostro y recordando sus mejores momentos. Esa es su

venganza. Aprende a vivir con tus demonios internos, no te voy a matar. Sé para ti eso

es una redención, así que vive con ello el resto de tú vida. Ese será tu castigo.

-

Aximand vio como Loken se alejaba. A su lado estaba la espada, clavada en el suelo.

Se levantó y la empuño, desactivándola. Entonces una figura femenina salió de la

oscuridad.

- Mi Señora- dijo bajando su cabeza.

- No hizo lo que esperabas.

- No.

- Entonces ¿Qué harás?

- Servirte, solo te serviré a ti.

- Lo sé Horus, tú serás la punta de lanza que de una vez acabara clavada en el corazón

de mis hermanos.

APENDICES LOBO BLANCO

Tarik estaba allí, en mitad del inmenso hielo de Fenris. La verdad es que el mismo se lo había

buscado, pero sintió en su interior que era su deber. Los Lobos Espaciales lo trataban muy

bien, con deferencia y rápidamente se adaptó a ellos, pero era solo eso, un invitado. De todos

los Lobos solo había trabado amistad con Sven, un viejo lobo espacial, que le contaba historias

del pasado, del pasado de Fenris. Y entonces le dijo lo la de la Prueba. Si pasaba la prueba seria

aceptado como un Lobo. Y Tarik se presentó a la Prueba.

Al principio les costó aceptarlo, pero persevero y lo hicieron. Ahora estaba allí, en medio de un

desierto de hielo. Hacía ya tres días que deambulaba por allí, buscando. Y había encontrado

piedras con las que fabrico un tosco cuchillo, que le sirvió para más tarde fabricarse una lanza

con hueso de algo muerto hacía mucho tiempo. Había matado algún animal y se había

cubierto con su piel, pero aun así tenia frio. Necesitaba buscar algo a cubierto, una cueva tal

vez donde resguardarse y hacer fuego. Sabía hacer fuego, otra cosa era que pudiera hacerlo.

Y encontró la cueva. Entro en ella en alerta con la lanza en posición de ataque, listo para entrar

en acción. Lamentaba no tener su armadura ni su casco, que lo podían haber alertado de

cualquier peligro. Aun así poseía la astucia de un legionario y su entrenamiento.

La Cueva era espaciosa, pero no lo bastante grande como para que cupieran muchas personas.

Se tuvo que agachar hasta llegar a una cámara, donde algo lo sorprendió. Un lobo.

Sven le había contado historias de ellos, de los Lobos de Fenris, el depredador más peligroso

del planeta y ahora estaba ante no uno, sino dos. Estaba en guardia, pero observo algo

extraño. Uno de ellos, el más grande, estaba tendido en el suelo como inerte y el otro, más

pequeño pero del tamaño de un perro normal estaba acurrucado. Lo olio y el lobo se levantó.

Era blanco como la nieve, con motas de pelo casi rubio, pero muy cercano al blanco. Lo miro

con sus ojos amarillos y le mostro los dientes. Lo observo y vio que era un cachorro, podría

tener unos tres o cuatro meses y seguro que el otro era su madre. Y estaba muerta. Tarik lo

observo atentamente y se movió con lentitud extrema. El animal podría atacarle e incluso

matarle. Si hubiera tenido su equipo de combate no hubiera sucedido nada, pero armado solo

con una lanza de hueso y vestido con pieles, poco podía hacer.

Le hablo, despacio y dulcemente, algo que era muy raro en él. El animal lo miro y ataco.

A Tarik lo cogió desprevenido, pero el lobo pasó de largo junto a él. Se giró y vi al enemigo, un

gigantesco Oso Blanco. El lobo se lanzó a por él y Tarik hizo lo propio. Sabía que si mataba al

lobo después iría por él.

La lucha era desigual, el oso intentaba sacarse al lobo, pero este lo mordía. Era muy valiente,

pero actuaba solo por instinto, proteger a su madre. Tarik, con la lanza le ataco y lo hirió

levemente. Entre los dos, lobo y astarte le atacaban. El oso se defendía, pero con los dos no

podía, asi que le lanzo un manotazo al lobo que salió despedido. Y chocó contra una pared.

Tarik atacó a fondo y le atravesó el corazón con la lanza. El animal continuaba sacudiéndose y

entonces utilizo el cuchillo, asestándole varias puñaladas. Por fin el oso cayó muerto.

Tarik, respiro hondo y se volvió rápidamente. El lobo estaba allí tirado en el suelo, herido. Tarik

se acercó a él y utilizando trozos de sus pieles le curo las heridas. El lobo le lamio la mano,

sabía que no estaba en condiciones y seguro moriría.

Tarik lo cuido en aquella cueva durante días. Hasta que al final, el cachorro se curó. Él le

hablaba y el animal parecía entenderle, y aunque parezca raro se hizo su amigo. Le debía su

vida y aquello era algo que lo uniría para siempre. Era ante todo lealtad.

Ambos partieron, hacia El Colmillo, que era la base de los Lobos Espaciales. Atravesaron hielo y

roca y por fin lo vieron.

Cuando Sven vio al chico no se lo creía, había pasado la prueba, había demostrado que era

digno para ser considerado un hermano lobo. Pero lo que más le sorprendió fue ver que venía

acompañado por un cachorro de lobo.

Para celebrarlo organizaron un ritual. Para él le regalaron a Tarik una armadura blanca,

cubierta por pieles de oso, pero lo que más le gusto al chico fue que Logan Grimnar, El Gran

Lobo le regalase una espada, cubierta con runas de poder escritas en fenrisiano. Y desde aquel

día seria conocido con un nuevo nombre, Lobo Blanco y sería considerado un hermano entre

los Lobos Espaciales.

CAIDA

Actualidad. El joven inquisidor estaba entusiasmado. Era un gran logro el que había tenido. Por fin había

descubierto algo inusual en los perfectos registros del Ordo Malleus. Su prueba era esa,

investigar fallos de concordancia en los registros. Y había encontrado algo muy interesante,

una escuadra entera del puño contra los psíquicos había desaparecido. La habían borrado, no

quedaba vestigio de ella. Pero el escriba, quien había llevado la narración había cometido un

fallo. En el texto se hablaba de veinte escuadras de Caballeros, pero en las anotaciones de

escuadras solo había diecinueve. ¿Cómo algo así podía haber pasado desapercibido durante

doscientos años?, al parecer nadie se había dado cuenta, o bien no se habían querido dar

cuenta. Y él estaba allí delante de su maestro, para contarle lo que había descubierto, ya que

formaba parte de su prueba.

- Mi maestro, he descubierto una incongruencia de datos en una de la bases del Ordo.

- Explícate.

- Bien, se supone que hace unos doscientos años, hubo una batalla en un mundo

demonio, cuyo nombre no aparece en los registros tampoco, en la cual unos cien

Caballeros Grises se enfrentaron. Este mundo estaba consagrado a Tzeencht y la

batalla fue brutal. Hubo muchas bajas, pero entre ellas se cuenta la de la escuadra

Enhon. Esta escuadra estaba dirigida por el hermano bibliotecario Enhon, quien era la

punta de lanza de los Caballeros. Pues bien, después de esto, esta escuadra

desaparece de los registros y no se la cuenta ni como superviviente ni como baja,

sencillamente desaparece.

- Extraño, discípulo, que hayas descubierto algo así.

- Estuve investigando sobre Enhon. Era uno de los más poderosos bibliotecarios del

Capítulo, cuya fuerza psíquica podía rivalizar con cualquiera de los más grandes

campeones. Cualquier poder psíquico para él era un juego de niños el usarlo. Incluso

más que cualquier psíquico del Caos. Pero después de esa batalla en ese mundo

desconocido desapareció, no se sabe nada más de él.

- ¿Cuál es tu hipótesis?

- Algo paso en ese mundo, algo que nadie podría esperar. Creo que la escuadra fue

destruida, todos murieron.

- ¿Y Enhon también?

- No puedo asegurarlo, maestro. Puede que sobreviviera y si lo hizo, desde luego que

fue una gran proeza, solo cuatro de las veinte escuadras regreso de aquella misión. El

mundo fue Exterminado y catalogado como mundo muerto.

- Bien, te has aplicado y has visto más de lo que ninguno de mis discípulos- dijo el

maestro-. Ahora retírate.

El chico inclino la cabeza y dio media vuelta, y con cierta presteza salio de la

habitación.

El maestro, que era un inquisidor miro al suelo, cerró los ojos y hablo para si.

- Hermano Enhon…

200 años antes… Abrí los ojos y estaba allí, junto con todos. El descenso había sido una locura y ahora,

cuando ya estábamos en el planeta lo vi claro. Nuestra misión, la Misión, era terminar

con el Demonio de Tzeencht que dominaba aquel mundo. Yo, junto con mis hermanos

Caballeros comenzamos a enfrentarnos a los engendros que lo habitaban. Llevaba una

armadura de exterminador, acorde a mi rango, como muchos de los que nos

acompañaban. Éramos la punta de lanza del Capítulo y debíamos limpiar la zona. El

ruido incesante de los disparos de los bolters de asalto solo era acompañado por el

siseo eléctrico de las espadas y las lanzas Némesis.

Avanzábamos destruyendo todo lo que se nos ponía por delante, teníamos que

avanzar lo suficiente. Las cuatro escuadras que íbamos a la cabeza limpiábamos la

zona, mientras, los paladines detrás de nosotros iban purificando los escondrijos y

cuevas donde se escondían los demonios. En mi escuadra, además de mí, íbamos

cuatro hermanos más. Empuñábamos espadas. Delante vi al hermano Enhon, con su

escuadra como iba purificando. Era el bibliotecario, quien dirigía la escuadra. Armados

con lanzas Némesis, cortaban a todo enemigo que los incomodara. Pero solo Enhon,

sin necesidad de su escuadra era capaz de hacerlo. Llevaba su báculo, y los rayos de

pura energía que salían de él destrozaban sus adversarios. Yo podía sentir su poder,

igual que él el mío. Y las dos escuadras, en conjunción arrasábamos a todos. Mis

exterminadores, con sables Némesis, bolters de asalto y un incinerador no dejábamos

nada vivo. Mire a Enhon, cerré los ojos y me comunique con él telepáticamente.

Las escuadras avanzaban. Las armas psíquicas destrozaban a enemigos por doquier, sin

necesidad, casi que fueran golpeados. Las escuadras, hasta ese momento, habían

tenido pocas bajas, muy pocas y sobre todo las escuadras de Caballeros con

servoarmadura. Los exterminadores habían caído pocos, muy pocos.

Avanzaban, lentamente hacia donde la fuente de Poder era mayor. Allí estaba el

Enemigo, a quien debían de derrotar. Les hablo.

- Vosotros sois esos que decís que sois puros, esos Caballeros sin macula. Os llaman

Grises, sois poderosos, pero nada podréis contra mí, EEErherom. Soy el sirviente de mi

Señor, Tzeentch, El Que Cambia Las Cosas y como yo, también cambiareis. Soy su más

poderoso y leal sirviente. Retiraos o sabréis lo que es de verdad el poder de un Dios.

Los Exterminadores abrieron fuego. Las cuatro escuadras dispararon al mismo tiempo,

mientras la escuadra Enhon avanzaba, también disparando.

El enemigo los vio, y con de su pico de ave salió un graznido, un sonido ensordecedor,

que derribo a varios de los exterminadores. No volvieron a levantarse, sus tímpanos

estallaron con aquella cacofonía, desangrándose y reventando el cerebro. Pero aún

así, la escuadra Enhon continuaba avanzando intacta. Las lanzas Némesis brillaban con

un fulgor especial. La escuadra se preparaba para el ataque.

El servidor de Tzeentch los vio, y alzando uno de sus brazos hizo aparecer, casi de la

nada un grupo de incineradores. Y se dirigieron hacia la escuadra de Caballeros.

Enhon y sus caballeros esperaron, y cuando estuvieron a su alcance, una oleada

psíquica los invadió. Los incineradores salieron despedidos, algunos ardieron,

estallaron y se convirtieron en un amasijo de rayos. La escuadra continuo avanzando,

directa hacia su objetivo, el siervo de Tzeentch.

Este al ver la amenaza directa de los exterminadores, voló de su posición y se fue a

otra parte de la gigantesca roca. Cubierto por rocas, preparaba su siguiente ataque

mágico, una horda de horrores.

Llegaban gritando, y una vez más los exterminadores se prepararon, pero ahora no

usaron sus poderes psíquicos. Uno de ellos avanzo y preparo su incinerador. Una

llamarada de fuego purificador ataco a los horrores, que ardían. El olor de carne

quemada se mezclaba con el del promethium líquido. Y el exterminador seguía

avanzando, imparable quemando a todos los enemigos que se le acercaban. Y

entonces cayó.

Fue la primera baja de la escuadra. De repente, su vista se nublo, su incinerador ardía

sin control y noto como, su vida se le escapaba de sus manos. Sintió hervir su sangre,

como le quemaba, como su carne, dentro de su armadura comenzaba a quemarse y

entonces cayó al suelo. Un ruido sordo, de metal siguió a su caída, y la escuadra vio

cómo su armadura se fragmentaba en trozos y de ellos solo salía polvo. Entonces

oyeron la risa.

Apareció como un fantasma, con una túnica azul, con símbolos de su dios. Pero no era

una imagen fija, cambiaba constantemente. El resto de la escuadra avanzo hasta el

nuevo enemigo, pero antes de llegar a su altura, un exterminador cayó al suelo

quemado. Al enemigo se habían unido más incineradores y horrores.

Enhon, con los hombres que le quedaba, elevo sus brazos. Una brutal onda psíquica

partió de él hacia sus enemigos. Los exterminadores abrieron fuego con sus bolters de

asalto y mataron a muchos de sus enemigos.

Pero la cohesión de la escuadra estaba rota. Dos Caballeros habían caído y Enhon y los

restantes mataban enemigos, pero cada vez el número aumentaba. Uno de los

Caballeros intentó algo desesperado.

Usando el teletransportador de su armadura, intento materializarse al lado del

enemigo principal. Pero aquello no salió bien. Sus coordenadas fallaron, y se tele porto

directamente en la roca. La mitad del cuerpo sobresalía de la roca, cuando los horrores

acabaron con él.

Enhon miro como lo mataban, con destrozaban su armadura y la ira le invadió. Sin

pensárselo avanzo, destrozando con su báculo a todo enemigo que se le plantaba

delante. Los dos exterminadores supervivientes le seguían de cerca, pero uno de ellos

fue abatido por el fuego azulado de los incineradores.

Juntos espalda contra espalda estaba Enhon con su único acompañante.

- Están todos muertos, hermano bibliotecario- dijo el exterminador por su casco

plateado.

- Lo se, solo quedamos tú y yo. Necesitamos matar al Elegido. Tú no podrías con él, así

que déjamelo a mí.

- Bien hermano, intentare aguantar todo el tiempo que pueda.

- Seré rápido, no creas. Si él es poderoso, yo también.

El exterminador disparo su bolter de asalto contra varios enemigos, mientras una

marabunta de Horrores se acercaba a él. Blandió su lanza Némesis y varios cayeron

muertos. Se concentró y de la hoja salió un brillo de energía psíquica. Se preparó,

mientras de reojo veía como el hermano bibliotecario se acercaba a su objetivo.

Enhon fulminaba a sus enemigos y era imparable. Era el caballero más dotado de

todos los tiempos, incluso algunos decían más que Lord Draigo. Dominaba todos los

poderes de la Disformidad y allí lo estaba demostrando con creces. Se abría paso hasta

su enemigo, aquel gigantesco ser. Lo miro y alzo su báculo. De él salió el poder de mil

tormentas, para golpearlo.

- Solo eso sabes hacer- dijo aquel ser-. Para vencerme deberás de ser más contundente.

Enhon se concentró y comenzó a recitar. Sus ojos se convirtieron en fuego y de su

báculo salió una energía de fuego que esta vez si hirió al monstruo.

Su grito se escuchó en todo el planeta, el grito de un ser que sabía que lo iban a

derrotar.

Enhon, al ver tocado a su enemigo, lanzo otro ataque. Estaba cansado, sobre todo

desde el ultimo, que lo había dejado casi sin resuello, pero debía de acabar con él. Un

momento antes giro su cabeza y vio como el último integrante de su escuadra caía

abatido por el enemigo, que lo superaba en número. Y entonces hablo.

- Demonio, te voy enviar al infierno de dónde has salido. Dile a tu Dios quien te ha

vencido, el Hermano Bibliotecario de los Caballeros Grises Enhon. Soy su más

enconado enemigo, y no descansare hasta verlo, como a ti, destrozado y muerto.

Y al decir esto, haciendo acopio de sus últimas fuerzas, lanzo un mortal ataque. Su

báculo brillo, cargado de energía y con él, salto hasta el demonio y le clavo el extremo

del arma. El cuerpo del demonio fue atravesado por un torrente de fuerza psíquica,

acabando con él.

Enhon recupero el resuello. Respiro profundamente.

- Muy bien Caballero Gris- dijo una voz en su mente-. Aplaudo tu fuerza y tu destreza.

Has acabado con uno de mis más fieles sirvientes. Me ha gustado tu forma de luchar,

como canalizas el poder arcano. Eres muy fuerte, pero no lo suficiente para mí. Por eso

y hasta que estés preparado, te voy a dar un regalo, un don podría decirse. Un regalo

del Dios del Cambio.

Enhon se vio de repente como un torrente de energía gigantesco partía del demonio

muerto. Intento salir de él, pero se vio empujado, literalmente contra el monstruo.

Noto como aquella energía, prácticamente, destrozaba su cordura, y como físicamente

su armadura era reducida a un amasijo de ceramita. Lo primero en fundirse fue su

capucha psíquica, que estallo, y entonces vio como el torrente atravesaba su cerebro,

y como lo volvía loco. Intento soportar aquel caudal inmenso, pero pronto perdió su

fuerza y solo pudo hacer una cosa, dejarse arrastrar y caer.

Recogí al hermano Enhon del suelo. Gracias a él vencimos, ya que cabo con el Gran

Demonio que tenía secuestrado aquel planeta. Lo recogimos y nos transportamos a

nuestra nave. Estaba mortalmente herido.

Todavía recuerdo las explosiones, que veía desde la nave capital. El inquisidor ordeno

un Exterminatus sobre aquel planeta, y su nombre fue borrado de los registros

imperiales. Nunca existiría más. Ni tampoco aquella campaña. Solo habíamos

regresado cuatro escuadras, el hermano Enhon estaba moribundo en el Apothecarion.

Pronto llegaríamos a Titán.

Los sentidos estaban como dormidos, o eso creía yo. Moví un brazo, o me pareció.

Intente moverme, pero algo me retenía, no sabría decirlo. Intente otra vez y nada.

Entonces me concentre, concentre mi fuerza interior y me libere. Abrí los ojos y estaba

en una sala. La reconocí al instante, era el Apothecarion. Debía de salir de allí, algo me

lo decía, algo me llamaba. Y lo obedecí.

Llegue tarde. Vi los cuerpos, destrozados de los que fueron mis compañeros. El tubo

estaba roto, destrozado. Con mi arma en la mano, corrí siguiendo el rastro de cuerpos.

Muchos compañeros cayeron ese día. Y entonces lo vi.

Llevaba una armadura de exterminador destrozada, desarmado, solo con un bolter

acoplado. Me disparo.

Instintivamente me agache y respondí a su fuego. Cuando volví a mirar no estaba ya

allí, había desaparecido. Pero aun así intente seguir su pista.

Iba hacia una de las cubiertas. No sabía por qué pero eso iba a hacer. Lo vi cuando

arrancaba la cabeza de un exterminador y le quitaba el casco para ponérselo. Le hable.

- ¿Dónde vas Hermano?

- Fuera- me contesto.

- Detente.

- No, no puedo. Tengo que huir, tengo que ir, me llama.

- No puedes, estas malherido, fuera vas a morir. La tempestad psíquica va acabar

contigo.

- No lo hará.

Entonces vi como abrió una puerta gigantesca y salió al planeta. Titán esta en batalla

continua. Ninguno de nosotros puede salir sin protección. Vi cómo se alejaba, casi a

rastras, hacia el ojo de la tormenta, aquella vez fui la última que vi, hace doscientos

años al hermano bibliotecario Enhon. Cerré mis ojos y pensé, como hago ahora..

Abrí los ojos. Aquello era distinto para mí. Estaba como en trance. No escuchaba nada

a mí alrededor, todo sonido estaba como apagado. Vi como aquel ser me decía algo,

que no podía entender muy bien. Deje de concentrarme y entonces lo escuche.

- Mira Terghian, esos locos van a cargar.

Mire hacia donde señalaba el exterminador. Llevaba una armadura gris oscura, casi

negra y en una de sus manos llevaba una maza y una garra en la otra, con un bolter

acoplado que yo le regale hace mucho tiempo. Los vi, vi una mezcla de armaduras

blancas y negras como avanzaban hacia ellos. Vi como los Lobos Lunares atacaban a las

siete Legiones.