lo que hablan las mujeres

42
ACTO PRIMERO ESCENA 1 Se percibe un charloteo de mujeres que hablan a la puerta de la calle. Matea, una de las criadas, escucha cautelosamente desde el zaguán. MATEA.- Es que no hay otra conversación en Quesa desde que ha llegao esa forastera, ni que fuera una estrella del cine. (Huye de improviso hacia el interior al sentir pasos) ¡Huy! (Quien llega es el amo de la casa, D. Miguel, persona fina, de agradable presencia). D. MIGUEL.- ¡Lo que hablan las mujeres, señor! ¡Antes de misa, en misa, después de misa, a la puerta de la iglesia, a la puerta de cada casa!... ¡Jesús! Tu, ¿qué haces aquí? MATEA.- Que sentí llegar al señorito y dije: pues le voy a decir que ha estado aquí Juan el de la tasca. D. MIGUEL.- ¿Juan? MATEA.- El caso es que yo no estoy segura de que sea Juan. Uno alto que vino el otro día y que cuando se fue dijo usted: ¡así le parta un rayo! D. MIGUEL.- Por esas señas me confundo mucho. Lo mismo puede ser Juan, que Antonio, que Roque. MATEA.- Él es bizco de los dos ojos. D. MIGUEL.- Eso ya está más claro. ¿Te ha dejado algún recado? MATEA.- ¡Si viera usted, señorito D. Miguel, que yo no me fijo mucho en las cosas! D. MIGUEL.- ¡Ah!, ¿no te fijas? MATEA.- No señor, es lo malo que tengo. Ya se lo advirtió mi madre a doña Agustina cuando me contrató. Y Dª María Reyes al recomendarme. D. MIGUEL.- Menos mal. En fin, ya me enteraré yo por los periódicos de lo que quería el bizco que ha estado aquí. Toma mi sombrero y llévalo al cuarto. Y a ver dónde lo dejas. MATEA.- En la percha, ¿dónde lo voy a dejar? ¿Porque no me fije en las cosas no voy a saber donde se ponen los sombreros? ¡Qué cosa! (Se marcha por la puerta que conduce al jardín) (D. Miguel, atraído por la charla femenina, que sigue en la calle, se acerca a la puerta a escuchar). D. MIGUEL.- ¡Bueno! ¡Me ha tocado el gordo a mí con el viaje de la niña a Quesa! ¡La forasterita en todas las bocas y a todas horas! Como no se vaya pronto... Pero sí; sí, se irá, yo me encargo de ello. ¿O es que no voy a poder tener un sueño tranquilo? ESCENA 2 (Tres de las señoras que hablaban con otras a la puerta de la calle entran en el zaguán y pasan luego la cancela, sin dejar su charla. Son ellas, Agustina, la

Upload: jason-love

Post on 13-Sep-2015

233 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Versión adaptada y reducida

TRANSCRIPT

ACTO PRIMERO

ACTO PRIMERO

ESCENA 1

Se percibe un charloteo de mujeres que hablan a la puerta de la calle. Matea, una de las criadas, escucha cautelosamente desde el zagun.

MATEA.- Es que no hay otra conversacin en Quesa desde que ha llegao esa forastera, ni que fuera una estrella del cine. (Huye de improviso hacia el interior al sentir pasos) Huy!

(Quien llega es el amo de la casa, D. Miguel, persona fina, de agradable presencia).

D. MIGUEL.- Lo que hablan las mujeres, seor! Antes de misa, en misa, despus de misa, a la puerta de la iglesia, a la puerta de cada casa!... Jess! Tu, qu haces aqu?

MATEA.- Que sent llegar al seorito y dije: pues le voy a decir que ha estado aqu Juan el de la tasca.

D. MIGUEL.- Juan?

MATEA.- El caso es que yo no estoy segura de que sea Juan. Uno alto que vino el otro da y que cuando se fue dijo usted: as le parta un rayo!

D. MIGUEL.- Por esas seas me confundo mucho. Lo mismo puede ser Juan, que Antonio, que Roque.

MATEA.- l es bizco de los dos ojos.

D. MIGUEL.- Eso ya est ms claro. Te ha dejado algn recado?

MATEA.- Si viera usted, seorito D. Miguel, que yo no me fijo mucho en las cosas!

D. MIGUEL.- Ah!, no te fijas?

MATEA.- No seor, es lo malo que tengo. Ya se lo advirti mi madre a doa Agustina cuando me contrat. Y D Mara Reyes al recomendarme.

D. MIGUEL.- Menos mal. En fin, ya me enterar yo por los peridicos de lo que quera el bizco que ha estado aqu. Toma mi sombrero y llvalo al cuarto. Y a ver dnde lo dejas.

MATEA.- En la percha, dnde lo voy a dejar? Porque no me fije en las cosas no voy a saber donde se ponen los sombreros? Qu cosa! (Se marcha por la puerta que conduce al jardn)

(D. Miguel, atrado por la charla femenina, que sigue en la calle, se acerca a la puerta a escuchar).D. MIGUEL.- Bueno! Me ha tocado el gordo a m con el viaje de la nia a Quesa! La forasterita en todas las bocas y a todas horas! Como no se vaya pronto... Pero s; s, se ir, yo me encargo de ello. O es que no voy a poder tener un sueo tranquilo?ESCENA 2(Tres de las seoras que hablaban con otras a la puerta de la calle entran en el zagun y pasan luego la cancela, sin dejar su charla. Son ellas, Agustina, la compaera de D. Miguel de los Santos, esposa modelo y dama de nobles virtudes; Mara Reyes, viuda de buen ver, y Felipa Luengo, crnica viva y parlante de Quesa. Las tres vienen de velo.) FELIPA.- A m que no me cuente Clara! La que a m se me vaya en Quesa!... Conozco yo aqu hasta las ratas.... Llevo toda la vida, y adems tengo una gran aficin a meterme en todo. Aficin y derecho. Y memoria! De manera que s al dedillo la edad que tiene ella, y la que tienes t, y la que tienes t, y la que tiene tu marido.

D. MIGUEL.- Est usted segura, Felipa?

FELIPA.- Y tan segura!

D. MIGUEL.- Qu edad tengo yo?

FELIPA.- Cinco aos ms de los que se pone usted.

MARIA REYES.- ja, ja, ja!

FELIPA.- Los cumpli usted el da de la Cruz. Naci usted el ao de la ri que casi se lleva el puente, que fue el mismo ao en que se cas mi primo Rodolfo. Ya sabe usted la fecha, A m!

D. MIGUEL. Esa es la fecha, tiene usted razn. Esa edad es la ma. FELIPA.- (A Agustina). Diez aos largos ms que t.

AGUSTINA.- Exacto.

D. MIGUEL.- Yo no he podido remediarlo! MARIA REYES.- Ni creo yo que haca falta. Est usted en muy buena edad, Miguel de los Santos.

AGUSTINA.- Pero las ha tenido mejores.

MARIA REYES.- Mira, Felipa; deja ya esto de las edades, que es una conversacin muy antiptica.

FELIPA.- Pues que no me busque la lengua. Mira como a ti no te digo nada. Y s la edad que tienes! Y la que tena tu difunto, que se muri de veintisiete aos, y hace cuatro que se muri. Los nmeros no fallan!D. MIGUEL.- Pues alguna vez lo harn!FELIPA.- Se equivoca usted.

AGUSTINA.- (A su marido). No te pongas nervioso... No la conoces ya?

MARIA REYES.- Miguel de los Santos se irrita siempre con nuestra charla, sea de lo que sea.

FELIPA.- S; tiene la mana de que las mujeres hablamos mucho.D. MIGUEL.- Infundada, verdad? Y no es lo peor que hablen ustedes mucho, sino que hablan por hablar, venga o no venga a cuento. La cuestin es hablar!

AGUSTINA.- S, seor; ahora me toca a m defendernos, la cuestin es hablar! Hablar es como respirar. Miguel de los Santos. El que habla descansa, goza, se desahoga, se explaya... Hablar es muy sano! En cambio, el que calla, se traga todo ese veneno, se pudre, se consume, se muere, por callar!

FELIPA.- No acabar yo de esa muerte!

MARIA REYES.- Ni yo!

D. MIGUEL.- Ni yo tampoco! Pero esta maana ya no puedo ms. Felipa, cuando no tiene con quin, habla sola.

FELIPA.- No, seor; es que rezo, y parece que hablo. AGUSTINA.- Punto final. Ven, Miguel, all dentro conmigo. Dame la bolsa de los dineros, que nos vamos a llegar al Sper a comprar.

D. MIGUEL.- Y a seguir dndole a la sin hueso!

MARIA REYES.- S, seor, s; sesin continua. No acaba usted de oirle a Agustina que el hablar es salud?

D. MIGUEL.- Para el que habla! Pero, y el que escucha, Mara Reyes? Hay que ponerse en todo!

AGUSTINA.- Anda ya, majadero! (Se va con l al interior de la casa).ESCENA 3FELIPA.- Cuando se le teme a la lengua de las mujeres siempre es por algo!MARA REYES.- Oye, Felipa, ahora que estamos solas, no notas t estos das un poco preocupado a este hombre?

FELIPA.- Vaya!

MARA REYES.- Verdad que s?

FELIPA.- Digo yo y sus motivos tiene.MARIA REYES.- Si, eh? T sabes?FELIPA.- Qu no sabr yo? Sintate, y me confesar contigo, porque si no reviento. De algo hemos de hablar!

MARA REYES.- Cuenta, cuenta...

FELIPA.- Llevo tres das con esta desazn en el cuerpo. Estoy queriendo decirle esto a alguien, sin encontrar la persona, y hoy te ha tocado a ti. T vas a ser. En esta casa, que es la ms tranquila de Quesa, va a estallar una bomba el da menos pensado.

MARIA REYES.- Qu me dices?

FELIPA.- Una bomba que no va a dejar un cristal ni un cacharro en su sitio. Este matrimonio, que se cita aqu como buen ejemplo, va a saltar por los aires muy pronto.

MARIA REYES.- Por qu?

FELIPA.- Porque los hombres no tienen conciencia; porque son unos desalmados, que tienen un tesoro junto... y se van por ah a buscarMARA REYES.- Pero cmo? Algn devaneo de Miguel de los Santos?

FELIPA.- Y qu devaneo!

MARA REYES.- Es posible, Felipa?

FELIPA.- Entrate: esto ha estado oculto hasta ahora porque ha sido lejos de aqu, y nadie ha levantado la caza; pero la llegada a Quesa de esa nia forasterita sacar al aire todos los trapos sucios.

MARA REYES.- S? Qu tiene que ver?

FELIPA.- (Bajando la voz). De quin te crees t que es hija esa forasterita?

MARA REYES.- De su padre, que viene con ella!

FELIPA.- Ja! MARIA REYES.- Cmo ja?

FELIPA.- De su padre s; pero no del que viene con ella, que no es su padre.

MARIA REYES.- Felipa!

FELIPA.- Su padre es Miguel de los Santos.

MARIA REYES.- Felipa!

FELIPA.- Ah donde lo ves tan caballeroso como parece, al poco tiempo de casado tuvo un amoro en La Cantera, y del amoro naci esa nia.

MARA REYES.- Jess!

FELIPA.- Y cuando apenas haba cumplido dos aos, se preocup de legitimarla buscndole un marido a la madre, y lo encontr en un pariente lejano de l que, con tal de vivir a la sopa boba pasa por todo. Curro Cortina: Cortinilla, como le llamo yo. Quiso Miguel que su hija llevara su apellido, y de ah que se fijara en ese pariente.

MARIA REYES.- Quin lo haba de pensar de Miguel de los Santos! De manera que ese que viene con la nia como su padre...?

FELIPA.- Es el Cortinilla de que te hablo. Y su padre lo cree todo el mundo! Al cabo de los aos, quin va a presumir otra cosa!... Se cas con la madre, han vivido como un matrimonio dichoso, sin apuros -a costa de Miguel de los Santos, claro-, y jams se les haba ocurrido venir por aqu, miento: l s ha venido alguna que otra vez. Pero ella muri... y, pasado el luto, se conoce que el hombre ha credo pertinente hacerse visible. MARIA REYES.- Con qu fin?

FELIPA.-De seguro con el de sacarle ms dinero a este botarate, asustndolo con su presencia... Supongo yo!.. Ahora, que aqu estoy yo para vigilarlo. Si se contenta nada ms que con eso y se vuelve con viento fresco a Barcelona, me hago un nudo en las tripas y me callo. Pero como quiera vivir aqu, y entrar en sociedad, y alternar, entonces soy yo, Felipa Luengo, siete lenguas como me dicen, quien pone al corriente de todo a Agustina. Una amiga ma como ella no corre ese ridculo mientras tenga yo, no siete lenguas, una y muy pelada. Me sobran seis.MARIA REYES,- Jess, Jess, Jess!FELIPA.- Con que qu tal? Qu te parece el asunto?... Seor, lo que hablan las mujeres!MARA REYES.- No salgo de mi asombro, Felipa. Por que t me lo cuentas lo creo. Qu hombres!

(Vuelve Agustina. Trae consigo el monedero)

AGUSTINA.- Vamos?

FELIPA.- Vamos, s.

MARA REYES.- Aqu hemos estado ponindote de vuelta y media.

AGUSTINA- Lo creo. Antes de llegar al Sper vamos a pasarnos por casa de Mara la de Manuel, que tiene al marido con la gripe.FELIPA.- Anda y que se muera.

AGUSTINA.- Mujer!

FELIPA.- No compadezcas a ningn marido.

(Y, charloteando, se van a la calle las tres amigas, Queda un momento sola la escena, y en seguida reaparece por donde de se march nuestro preocupado D. Miguel de los Santos, que habla esta vez consigo mismo.)ESCENA 4D. MIGUEL.- Por qu me desconcierta y me inquieta a m de este modo la presencia aqu de esta criatura? Con el tiempo que hace que no la veo! Si ni me conocer siquiera! S, conocerme, s (Llega por la puerta Curro Cortina, de quien ya tenemos referencias suficientes) D. MIGUEL.- (Dando un salto.) Curro!

CURRO.- No te asustes, hombre; vengo solo y adems he visto salir a Agustina y la he saludado. D. MIGUEL.- A Agustina?

CURRO.- S; a tu mujer. Por qu no? Al pronto no cay en quin era yo. Una ausencia tan larga Por cierto que me ha presentado a una viuda que apaga las luces. Vaya una mujer guapa! Guapa... junto a la tuya! He dicho algo?

D. MIGUEL.- S; has dicho algo. Pero no desves la conversacin. Esta visita es impertinente.

CURRO.- Por qu?

D. MIGUEL.- A qu leches vienes, me lo quieres decir?

CURRO.- A verte, como otras veces he venido.D. MIGUEL.- Varan las circunstancias, Curro. T no sabes el revuelo que ha movido en Quesa la nia.

CURRO.- En los pueblos todo es motivo de revuelo! Pero acaso porque yo sea el padre de tu hija, cosa que no sabemos ms que t y yo, vamos a dejar de tratarnos?

D. MIGUEL.- T el padre de mi hija?CURRO.- O t el padre de la ma!.. Como quieras! No somos parientes? No llevamos el mismo apellido? Hemos roto alguna vez nuestras relaciones? Entonces! Has visto a la nia?

D. MIGUEL.- No. Rehuyo el encuentro.

CURRO.- Ese miedo va a delatarte.

D. MIGUEL.- Es posible, Desde que naci la criatura lo siento sin poder desecharlo. Figrate ahora! Esa nia es testimonio vivo de una traicin ma a la mujer ms buena del mundo, a la ms noble de las mujeres; no quiero pensar en la catstrofe moral que sera para mi Agustina el descubrirlo, creo que la matara el desengao.

CURRO.- No exageres, hombre. Y por qu ha de descubrirlo a estas alturas? T hiciste lo que debas para lavar tu falta: le buscaste a tu amante un marido, que adems se llamara Cortina, como t, para que la criatura llevase tu apellido, y ese matrimonio se consolid y hemos vivido veinte aos felices y contentos. La pobrecita lleg a tomarme cario. Te aseguro que a los pocos aos de casados ya casi no se acordaba de ti ms que cuando te retardabas en mandar el dinero, por ejemplo.

D. MIGUEL.- Pocas veces habr sido entonces.

CURRO.- No te vayas a picar ahora encima de todo. El favor que yo te hice tambin fue de arroba. D. MIGUEL.- El mayor que me han hecho en este mundo! No lo olvido, no. Y buenas pruebas creo que tienes t de ello. Dame un abrazo, Curro.

CURRO.- Tiemblas? Eres un chiquillo! No lo eches a rodar todo por tu flaqueza de ltima hora!

D. MIGUEL.- Pcaros aos!... Cmo lo enternecen a uno!... Oye, dime: sigue parecindose a su madre la nia?

CURRO.- Cmo no? Los ojos, sobre todo, son idnticos. D. MIGUEL.- Los ojos eh?

CURRO.- Pero, mira t lo que son las cosas; te vas a rer; todo el mundo dice que se parece ms a m que a su madre.

D. MIGUEL.- Hombre! CURRO.- Te lo cuento para que te tranquilices.

D. MIGUEL.- Dejemos esto. Me quieres decir ahora, Curro Cortina de mis entretelas, a qu santo me la has trado a Quesa?

CURRO.- Alto, Miguel de los Santos tambin Cortina! Yo no la he trado a ella: ella me ha trado a m.

D. MIGUEL.- Cmo es eso?

CURRO.- Una compaerita estuvo el mes pasado por Barcelona, y la invit cariosamente a pasar unos das en su casa. Y aqu estamos. No hay ms.

D. MIGUEL.- T tambin en casa de esa compaerita?

CURRO.- No, no, eso hubiera sido un abuso. Y yo no abuso ms que de ti, con quin me une, adems del sanguneo, este parentesco tan original.

D. MIGUEL.- Pero t has debido quitarle de la cabeza a Pepita

CURRO.- Yo de la cabeza a Pepita? No seas iluso. Pepita no hace nunca ms que lo que se le antoja. Es terca, caprichosa, tenaz En eso se parece tambin a mi Consuelo, que en gloria est. Te acuerdas?

D. MIGUEL.- S, hombre, s.

CURRO.- Y por si fuera poco, yo, como padre, no s negarle nada a Pepita. Soy un padrazo.

D. MIGUEL.- Ya ser menos. Pero bueno, yo procurar verla cuanto antes y en seguida, con cualquier pretexto, te la llevas de aqu.CURRO.- Falta que ella quiera, Miguel. Soy un padrazo.

D. MIGUEL.- Deja de ser padrazo por una vez! Tanto trabajo ha de costarte?CURRO.- Mira; se me ocurre de momento una idea feliz.

D. MIGUEL.- Una idea feliz?

CURRO.- Que te va a costar dinero.

D. MIGUEL.- Esa es una felicidad relativa.

CURRO.- Nunca llueve a gusto de todos.

D. MIGUEL.- Dime.

CURRO.- Cumplido ya de sobra el luto de su madre, la chiquilla tiene la ilusin de hacer un viaje a Granada, Crdoba, Sevilla.

D. MIGUEL.- Llvala. CURRO.- Y si la amiga que la ha nvitado... quisiera acompaarla?...

D. MIGUEL.- Llvala tambin. As es ms seguro el viaje.

CURRO.- Evidentemente. Bueno. Pero D. MIGUEL.- Si, hombre, s!

CURRO.-Es que no tienes ni idea de lo que estoy gastando.

D. MIGUEL.- Que yo no tengo ni idea?

CURRO.- La muchacha ha crecido mucho, el espejo no para de piropearla, le gusta vestirse, es elegantita... Y yo, te lo repito, Miguel no s negarle nada!

D. MIGUEL.- Ni yo tampoco! Todo se andar! Dame otro abrazo Curro!

CURRO.- De la mejor gana!

D. MIGUEL.- Lo que cuesta un secreto, Curro! Viene alguien?

CURRO.- Qu venga quien quiera! Vuelta al miedo otra vez?

D. MIGUEL.- Mrchate ya.CURRO.- Ahora mismo, ya nos veremos por ah. Adis Miguelillo.D. MIGUEL.- Adis, Currete.

CURRO.- (Saludando en el zagun a Aurelio y a Ramn, que llegan) Buenos das, seores.ESCENA 5AURELIO.- Buenos das.

RAMN.- Buenos das.CURRO.- Aqu tienes visita, Miguel. (Y se va a la calle)

(Aurelio y Ramn son dos muchachos de la buena sociedad de Quesa. El uno es muy listo y el otro muy bruto y, sin embargo, son buenos amigos).

AURELIO.- Don Miguel!

D. MIGUEL.- Hola, buena gente.

RAMN.- Est usted malo, D. Miguel?

D. MIGUEL.- No, por qu? Tengo mala cara?

AURELIO.- Como no ha ido usted por la tasca no bamos a tomarnos esta maana unas copitas?

D. MIGUEL.- Es verdad, Dnde se me ha ido la cabeza? Perdonadme, y no hay nada perdido, vamos a tomarlas aqu.

AURELIO.- Deje usted.

RAMN.- No hombre no, que no deje! Deja t!

D. MIGUEL.- (Llamando) Matea!

AURELIO.- (Impaciente) Es usted muy amigo del padre de?

D. MIGUEL.- (A Matea, que sale por la puerta del jardn) Oye Matea, llvanos al jardn una botella de vino y unas copas.

MATEA.- S seor.

RAMN.- Y unas lonchitas de jamn para empaparlo.

D. MIGUEL.- Eso no hace falta decrselo, hombre.MATEA.- De cual jamn pongo, D. Miguel?

D. MIGUEL.- Del que pruebas t siempre al cortarlo.

MATEA.- Ya se cual es (Y se retira relamindose)

D. MIGUEL.- Qu me preguntabas, Aurelio?

AURELIO.- Si es usted muy amigo del padre de de Pepita Cortina; de la forasterita.

D. MIGUEL.- Eh?

AURELIO.- No era ese que sala?

D. MIGUEL.- S, ese es.

AURELIO.- Qu chiquilla tieneD. MIGUEL.- S verdad?

AURELIO.- Usted no la conoce? No la ha visto ahora?

D. MIGUEL.-Ahora no.

AURELIO.- Pues est hecha un clavel! Qu chiquilla, D. Miguel! Qu hermosura!D. MIGUEL.- S, eh?

RAMN.- To lo que diga es poco. Una revolucin. Pasa por el casino y no hay burro que no relinche.

AURELIO.- Quieres callarte? No seas bestia! Yo la veo pasar y no relincho.

RAMN.- Pos no vayas al casino AURELIO.- D. Miguel, le aseguro a usted que la hija de ese hombre me est volviendo loco.

D. MIGUEL.- Muchacho! RAMN.- No es la primera ni ser la ltima: est ms enamorao que un mico.AURELIO.- Calla, borricote. He hablado con ella dos das de los que lleva aqu, y me he prendado como un tonto.

D. MIGUEL.- Muchacho!

RAMN.- Como un tonto: l lo ha dicho.

(Oye D. Miguel a Aurelio con disimulada emocin de padre, y a Ramn con ganas de pegarle, que es claro que disimula)

AURELIO.- Lo vale, D. Miguel. No es una muchacha bonita como hay tantas; es algo especial. Los ojos hablan, la boca mira, las manos ren...

RAMN.- Usted ver que es un fenmeno: to lo tiene cambiao. AURELIO.- Quieres callarte ya?

RAMN.- Y qu hacen las orejas, que no lo has dicho?

AURELIO.- Las orejas, cerrarse para no escuchar a idiotas como tu.D. MIGUEL.- Te veo muy encandilado Aurelio.

AURELIO.- Por algo le preguntaba yo a usted si es amigo del padre. Cuando usted la vea me dir si no tengo razn para estar as. A mis aos, hubiera usted sentido lo mismo que yo. Qu preciosidad, D. Miguel! Qu gracia, qu salero hablando! Y el color que tiene No le he dicho nada de su color! No hay palabras para describirlo, hay que verlo.

RAMN.- No ser pintura?

AURELIO.- Lo que te de la gana!

D. MIGUEL.- Ya tengo yo deseos de encontrarme con esa preciosidad.

AURELIO.- Y me dar usted la razn!

RAMN.- Falta te hace, porque la has perdio. No es que no sea bonita, pero no hay para ponerse como est este. Es una mujer pa correrse una juerga con ella.AURELIO.- Animal!

RAMN.- Pa convidarla de gena maana a chocolate y churros.

AURELIO.- Hombre, por Dios!

RAMN.- Pa verla baarse en la piscina Eh D. Miguel?

AURELIO.- Qu hago, lo estrangulo?

D. MIGUEL.- Lo que es yo, en tu lugar

RAMN.- Y adems, esa nia es de las que engordan.

AURELIO.- Usted oye?

RAMN.- Esa, en cuanto se case se pone hecha un bal.

AURELIO.- Ramn no sigas! Ve usted, D. Miguel? Este brbaro apenas me gusta una muchacha empieza a decirme esas cosas para desilusionarme. Y yo no lo mando a frer esprragos! Y soy su amigo! Y hasta tengo debilidad por l!

RAMONN.- Por agradecimiento! Si no hubiera sido por m, te habras casado ya seis o siete veces.

D. MIGUEL.- Escchame Aurelio: como yo hace mucho que no veo a Pepita Se parece tanto a su padre como dicen algunos?

AURELIO.- Vamos! Qu ms quisiera su padre!

D. MIGUEL.- No, verdad?

AURELIO.- Ni en la sombra, D. Miguel!

RAMN.- A quin se parece es a la madre.

AURELIO.- A la madre?

D. MIGUEL.- (Turbado) T la conociste?

RAMN.- No seor, pero cuando una criatura no se parece a su padre, se parece a su madre, a alguien se tiene que parecer!

AURELIO.- No se parece a nadie, sino a ella misma!

(Vuelve Matea)MATEA.- Ya estn servidos los seores.

D. MIGUEL.- Ale! Pues vamos a tomarnos esas copitas.

(Salen al jardn)

MATEA.- (Apenas se ve sola). De las cosas que me estoy enterando yo!... Huy!... Lo que es esta noche, en la ventana se las cuento a mi Vicentico!ESCENA 6(De pronto, en la puerta de la calle, se oye una voz de muchacha quejarse dolorosamente. Es Pepita, que viene acompaada de su amiga Nati; y que acaba de sufrir un percance).

PEPITA.- Ay!... ay!...

MATEA.- Qu es eso?

PEPITA.- Ay!...

MATEA.- Qu ha pasao?

NATIVIDAD.- Vaya por Dios!

PEPITA.- Ay!...

NATIVIDAD.- Levntate; no habr sido nada.

PEPITA.- Ay Me parece que me he roto el tobillo!

MATEA.- Eh? Pero, quin es? Ser la seora?

(Corre a la calle)

PEPITA.- Ay!, ay!

NATIVIDAD.- No ha sido nada, no el susto.

PEPITA Ay!... no puedo levantarme.

NATIVIDAD.- Vamos a entrar aqu mismo.MATEA.- Entre usted, seorita, entre usted. Se ha resbalao?

PEPITA.- Ay!

(Entran las tres en casa, Pepita, cojeando, se apoya en su amiga y en Matea, y as pasan hasta que sientan a Pepita en una silla)NATIVIDAD.- Ya se te aliviar, no ha sido nada.

PEPITA.- T no sabes lo que me duele Jess! Que batacazo ms tonto.

MATEA.- Sintese aqu Se habr roto usted algo?

PEPITA.- No lo se. Ay!NATIVIDAD.- Estn los seores?

MATEA.- La seora ha salio, pero D. Miguel est all dentro. Quiere usted que lo llame?

PEPITA.- No, no, por Dios!...

NATIVIDAD.- Mujer, pues ya lo creo, vamos a explicarle este asalto a su casa.PEPITA.- Ay!, lo que t quieras.

NATIVIDAD.- Llama, llama al seor.

MATEA.- (Desde el ventanal) D. Miguel! D. Miguel! Venga usted corriendo, que la seorita forastera se ha roto una pierna en la calle! (A Pepita) Quiere usted un poco de agua?

PEPITA.- S, treme un vasito.

MATEA.- Enseguida estoy aqu. (Se va por la puerta de servicio)

PEPITA.- Ay!... Ay!... Ay!...

NATIVIDAD.- Eres una cmica, Pepita! Pero qu cmica! Hasta a m misma me lo has hecho creer! No te duele de veras? PEPITA.- Qu ha de dolerme? T sabes lo que grito yo cuando me duele de verdad siquiera una ua? Espera y vers. (Se levanta un momento y da un gracioso paseito).

NATIVIDAD.- Ja, ja, ja! PEPITA.- (Volviendo a sentarse). Luego bailaremos en tu casa unas sevillanas! Yo te dije que hoy entraba aqu sin que me invitara nadie, y aqu estoy ya.

NATIVIDAD.- S; pero el por qu de esta comedia no me lo descubres.

PEPITA.- Cosas mas! (Sintiendo llegar gente). Aay!... Ay!... Aaaay!...ESCENA 7(Desolado aparece Aurelio por Donde se march y corre a ella. Inmediatamente lo siguen D. Miguel de los Santos y Ramn qu tambin acuden a Pepita, aunque con muy diversos sentimientos).

AURELIO.- Qu ha sido eso, Pepita?

PEPITA- Aurelio! T aqu?

NATIVIDAD.- Nada; no ha sido nada...

PEPITA.- Un resbaln, un batacazo... Me he torcido un tobillo... Ay!AURELIO.- Te duele mucho?

PEPITA.- Ay!... ay!...

D. MIGUEL.- Qu? Qu ha sido? Pepita! PEPITA.- Don Miguel! Dichosos los ojos!... (Le tiende una mano). He tenido que caerme a la puerta de su casa para que usted me vea.D. MIGUEL.- A este precio, no hubiera yo querido...

RAMN.- Pero, Pepita. A quin se le ocurre caerse? Los tacones! La culpa es de los tacones! PEPITA.- T tambin aqu? Veas! Estando Aurelio!...

NATIVIDAD.- Ha sido una cada ms tonta.RAMN.- Me hubiera gustao verla PEPITA.- Animal!

RAMN.- Oye usted, don Miguel? Me llama animal y me conoce hace cuatro das! PEPITA.- Figrese usted lo que le llamar cuando llevemos un mes de trato! Ay!...

(Viene Matea con el vaso de agua.)

MATEA.- El agua! Aqu est el agua!

PEPITA.- Trae ac. Ustedes gustan?

RAMN.- La que gusta eres t! Y si no que se lo digan a este!AURELIO.- Pero mira que eres necio!

PEPITA.- Muchas gracias, hija. (Le devuelve el vaso a Matea).

MATEA.- Servidora. (Se marcha hacia el jardn haciendo grandes aspavientos). PEPITA.- Ay!... Ay!...

D. MIGUEL.- No dejas de quejarte... Habr rotura, nia?

PEPITA.- No. no creo... Me dolera ms...

AURELIO.- Voy a ir yo por mi hermano, que es mdico! PEPITA.- No, Aurelio, no; no vale la pena...

D. MIGUEL.- Quiz baste con una friccin...PEPITA.- Puede...

RAMN.- De alcohol de romero! Ya mismo se la doy, si me deja! PEPITA.- Eso faltaba! (Irrumpe en este momento en la casa, en trgica actitud a tono con sus sentimientos de padre, asustando a todos con sus gritos, Curro Cortina.) CURRO.- Hija! Hija!.

PEPITA.- Pap! CURRO.- Qu me han dicho? Qu te ha pasado? Qu te has roto?

PEPITA.- Nada absolutamente!

CURRO.- Nada?

PEPITA.- Nada, papato! Mrame, estoy entera! (Se levanta y vuelve a sentarse). Ay!... No puedo moverme. Me duele mucho. Ay!...

AURELIO.- Yo voy a por mi hermano, Pepita!

PEPITA.- No, Aurelio, no!

AURELIO.- Vaya si voy ahora mismo!

RAMN.- Y yo por el alcohol pa las friegas!

(Se van los dos corriendo).

PEPITA.- Es una tontera... Una molestia intil... Ay!...

D. MIGUEL.- No, nia, no... Es mejor que alguien te vea...

PEPITA.- Usted cree?

CURRO.- T sabes lo que a m me haban dicho? PEPITA.- Pero ha corrido ya la noticia? Qu te haban dicho?CURRO.- Que te habas roto las dos piernas y una costilla, y te habas deshecho la cara!PEPITA.- La Virgen Santa!NATIVIDAD.- De dnde habr salida eso?

D. MIGUEL.- La imaginacin de la gente...

CURRO.- S; pero t calcula mi susto; hasta llegar aqu... (Conmovindose). No sabes lo que pas por m cabeza. D. MIGUEL.- S; ya, ya

PEPITA.- Pues no te apures, papato; que no estoy coja. T me vers bailar.

CURRO.- Hija de mi vida! Lo ve, Miguel? Soy un padrazo.

(Viene en esto de la calle, atribuladsima, tambin, Agustina. Don Miguel, al verla, no puede reprimir un movimiento de contrariedad, de temblor).

AGUSTINA.- Vlgame Dios!

PEPITA.- Eh?

AGUSTINA.- Ya me ha dicho Aurelio! Pobrecita! PEPITA.- Seora! AGUSTINA.- Quieta! No se levante! Se ha hecho usted mucho dao?

PEPITA.- No... S... Ay!...

AGUSTINA.- Aurelio me ha dicho que viene en seguida con su hermano. A mi me pas lo mismo esta primavera... Te acuerdas, Miguel? En la Huerta del Lugar.D. MIGUEL.- S AGUSTINA.- Y no fue nada, cuatro das de reposo y a correr. Te acuerdas?

D. MIGUEL.- S, s.NATIVIDAD.- En estas cosas suele ser ms el susto...

AGUSTINA.- S, s; al principio no deja de doler... Pero pasa pronto. Eso, s: cuatro o cinco das quietecita tendr usted que estarse... As descansarn los muchachos... Hija ma, cmo los trae usted!

PEPITA.- Yo? Pobre de m! AGUSTINA.- El pueblo entero est revuelto!... La forasterita!... la forasterita!... Qu cosas se oyen! Y yo crea que exageraban... Pero ya veo que no... Todo es merecido! PEPITA.- Seora, no me abochorne usted. Ay! AGUSTINA.- Es encantadora la chiquilla, Cortina... Ha tenido usted mucha suerte en su matrimonio.

CURRO.- Je! No puedo negarlo.

AGUSTINA.- Y es... hija nica?

D. MIGUEL.- nica del todo!

CURRO.- S, s; nica. Por eso la tengo tan consentida y mimada.PEPITA.- (Con explosin de amor filial.) Ay, qu rebueno es mi papato!

NATIVIDAD.- Se te va pasando el dolor?

PEPITA.- Un poquito.

CURRO.- Pues vamos a ir pensando en la manera de trasladarte a casa.

NATIVIDAD.- Que traigan un coche.

AGUSTINA.- Pero qu estn ustedes diciendo? Esta nia no se mueve de aqu hasta que venga el mdico y la vea y ella pueda salir por su pie.

NATIVIDAD.- En mi casa estar bien atendida.

AGUSTINA.- No te ofendas, Natividad... Quin puede dudarlo? Pero no es eso... Es que sera imprudente... Ahora, quietud completa...

CURRO.- Yo lo agradezco, pero comprenda usted, Agustina...

PEPITA.- Pap tiene razn: sera una molestia... un abuso...

AGUSTINA.- Ni hablar de eso, nia. Ya que ha tenido usted la suerte o la desgracia de caer aqu, yo he de hacer lo que debo.

D. MIGUEL.- (Como con una soga al cuello.) Claro! PEPITA.- A m me da mucho apuro.AGUSTINA.- En ltimo caso, el mdico decidir. Por de pronto vamos a llevarla a usted, entre Natividad y yo, a una cama turca que tenemos ah junto al jardn...

PEPITA.- Si usted se empea... Mucho haba odo hablar de su amabilidad, pero...

AGUSTINA.- Djese de cumplidos. Ande, apyese en m.PEPITA.- Ay!...

NATIVIDAD.- Agrrate bien.AGUSTINA.- Procure usted no pisar sobre el pie lastimado.

PEPITA.- Ay!NATIVIDAD.- Me duele a m de orla, tanto como a ella.

AGUSTINA.- Vamos: un pasito. As... Usted ve?

PEPITA.- Ay!...

(Entrando por la puerta que conduce al jardn. Don Miguel de los Santos y Curro se miran entonces interrogndose en silencio. Luego rompen a hablar.) D. MIGUEL.- Lo ha hecho Dios o lo ha hecho el demonio?

CURRO.- Ni el diablo ni Dios! Lo ha hecho ella!

D. MIGUEL.- Ella?

CURRO.- Ella! Ni le duele nada, ni est coja! La conozco como si fuera mi hija! Lo ha hecho ella!

D. MIGUEL.- Y ella... por qu? por qu?

(Y Curro no sabe qu contestarle).

FIN DEL ACTO PRIMERO

ACTO SEGUNDO

En el mismo sitio que el anterior, a los ocho das. Es a media tarde.

ESCENA 8(De la calle viene Mara Reyes y simultneamente sale Matea por la puerta que conduce al jardn).

MATEA.- Quin?

MARA REYES.- Soy yo. Buenas tardes. Estn los seores?

MATEA.- S, seora. Estn en el jardn. Hoy ha almorzao aqu la seorita forastera, y ha teno el capricho de que se pusiera la mesa en el jardn.

MARIA REYES.- Hay alguien con ellos?

MATEA.- El seorito Aurelio y el seorito Ramn han llegao hace un rato. A tomar caf. Por ms cierto que el seorito Ramn se ha tomao ya tres tazas. Sin leche y sin azcar. Esta noche no coge el sueo.

MARIA REYES.- Bueno, pues ve y dile a D. Miguel que deseo hablarle un momentito; que aqu lo aguardo.

MATEA.- En seguida. A ver qu tal me porto; porque ya sabe usted que no me fijo. (Se va).

(Mara Reyes se sienta, atento el odo a la puerta de la calle).

MARA REYES.- El viudo me vena siguiendo... Vaya! No entrar? S! Ya est ah. Le gusto yo a ese hombre; le gusto.(En efecto, Curro Cortina, que ha venido siguindola, llega a acreditar que ella no se ha engaado).

CURRO.- Mara Reyes!

MARIA REYES.- Cortina! CURRO.- Cmo aqu tan sola?

MARIA REYES.- Esperando estoy a Miguel. Vengo a pagarle los alquileres. No saba usted que es casero mo?

CURRO.- No.

MARIA REYES.- Pues s; es mi casero. Yo vivo en esa casa del rabal que es suya.

CURRO.- Ah!

MARIA REYES.- He querido comprrsela, pero no la vende, porque es un recuerdo de Agustina. Y ya ve usted, yo que tengo fincas propias en Millares, en Benali y en Ayacor, y vivo aqu de prestado... Y a usted qu lo trae?

CURRO.- Mi chiquilla. Vengo a recogerla. Si Agustina me deja llevrmela!

MARA REYES.- Le ha tomado cario?

CURRO.- Usted lo ve: no hay da que no se la traiga aqu un rato, con cualquier pretexto.

MARA REYES.- Agustina es tan buena! Y luego, como no tiene hijos, y los ha echado siempre tanto de menos... Sin contar con que Pepita se da a querer en donde quiera; en todas partes.

(Vuelve Matea).

MATEA.- Dice la seora que en seguida viene.

MARA REYES.- La seora? Si yo quera hablar con don Miguel!

MATEA.- Ah! Con don Miguel! Usted ve como no me fijo?

MARIA REYES.- No importa; es igual. Vete.

MATEA.- (Marchndose camino del jardn), Qu hara yo pa fijarme, seor? MARA REYES.- Ustedes se quedan en casa de la Nati, no es eso? CURRO.- La nia nada ms. Yo estoy en la pensin.

(Pausa. Se miran; se sonren.) MARIA REYES.- Qu est usted pensando?

CURRO.- Que en las pestaas de usted se puede tender ropa.

MARIA REYES.- Jess! Qu exagerao!

CURRO.- Su marido de usted se morira de gusto verdad?MARIA REYES.- Calle usted. No sea usted malvolo. Tiene usted mucha picarda.CURRO.- Cree usted?

MARA REYES.- Mucha pimienta, en las palabras y en los ojos.CURRO.- Y usted mucha sal en todas partes!

MARIA REYES.- Calle usted, calle usted. Yo no he venido a esta casa hoy a or ciertas cosas. Y menos de un hombre que hace dos aos perdi a su mujer.CURRO.- Es verdad.

MARA REYES.- Perdi a la madre de su hija.CURRO.- (Despus de otro suspiro). Ay! A que se parece, Mara Reyes usted que tambin ha pasado por ello- a qu se parece esa soledad en que se queda uno?MARA REYES.- A nada, Curro, a nada.

CURRO.- A nada!

(Sale Agustina, que viene del jardn.) AGUSTINA.- Pero, por qu no has entrado, criatura? Hola, Curro! No saba que estaba usted tambin.

CURRO.- Buenas tardes, seora.MARIA REYES.- La muchacha se ha equivocado. Yo le dije que avisara a Miguel. Vengo de inquilina.

AGUSTINA.- Ah, ya! Pues pasa al despacho: all lo tienes.

MARA REYES.- Voy all. Adis, Curro.

CURRO.- Hasta la vista, amiga ma.

AGUSTINA.- Vente luego por el jardn, que all estamos.

(Mara Reyes se marcha al interior de la casa, sonrindole al descuido a Curro.) ESCENA 9

CURRO.- Da mucha guerra mi chiquilla?

AGUSTINA.- Guerra? Gloria es lo que da! Me explico que est usted como tonto con esa mueca. No querr usted llevrsela ya?

CURRO.- A eso vena...

AGUSTINA.- Djela usted todava un rato... Ahora tiene all a Aurelio y al amigo... Vamos a no estorbarles. Sintese usted aqu conmigo un poquito.

CURRO.- Como quiera usted, Agustina. (Esta seora, frente a frente y a solas me da un poco de miedo.) AGUSTINA.- Nos trae cautivados Pepita, Curro. A mi marido tanto como a m. CURRO.- S... Ya...

AGUSTINA.- A veces la mira de manera que parece un novio.CURRO.- Je!

AGUSTINA.- Si yo fuera celosa...

CURRO.- Qu disparate!

AGUSTINA.- No, no es disparate. En una mujer celosa cabe todo. Por fortuna ma, ni lo soy ni lo he sido nunca.

CURRO.- Es que Miguel es un hombre ejemplar.

AGUSTINA.- Djese usted de hombres ejemplares. Descubre una todos los das cada elemento!... Dice mi marido que hablamos mucho las mujeres... Hablamos poco todava! Si yo le contara a usted cuatro cosas. En cambio, Curro, con dificultad podra usted contarme a m nada que yo no sepa.

CURRO.- Je! AGUSTINA.- De gente de este pueblo, naturalmente. Pero s le repito a usted, volviendo a los celos, que no caben en mi condicin. O se tiene o no se tiene confianza en un hombre. Si yo la hubiera perdido alguna vez en mi marido, hubiera sido con razn y para siempre. Me habra matado el desengao. Cralo usted.

CURRO.- Quin piensa lo contrario?AGUSTINA.- Nadie; no es que yo lo piense. Estamos hablando, porque ha rodado la conversacin. Hay nada ms ridculo que los celos? Su mujer de usted, era quiz celosa?

CURRO.- Tena sus ramalazos... Pero como a m no me ha faltado nunca jarabe de pico, duraban poco las tormentas, y hemos vivido muy felices.

AGUSTINA.- Era de Barcelona?

CURRO.- No; de la provincia: de Tarrasa.

AGUSTINA.- Muri muy joven?

CURRO.- S, muy joven. Yo le llevaba cinco aos, y ya me ve usted...

AGUSTINA.- Ya. ya. Est usted para conquistar todava.

CURRO.- No dira yo tanto...

AGUSTINA.- Yo, s. Y despus de lo que he visto con Mara ReyesCURRO.- Qu ha visto usted?

AGUSTINA.- Lo que nicamente un ciego no hubiera visto!CURRO.- Je je! Qu buen humor!

AGUSTINA.- Con qu pena se morira su esposa, Curro. No tanto creo yo por dejarle a usted como por dejar a su hija. CURRO.- Ciertamente. La adorabaAGUSTINA.- Hija nica adems! La tuvieron ustedes de recin casados?

CURRO.- Claro! Y tan recin casados! No pudimos tenerla antes! Trajo sello de urgencia!

AGUSTINA.- Y despus de Pepita... nada?

CURRO.- Nada. Un desbarato. Yo esperaba un varn... y se deshizo en el camino.

AGUSTINA.- Qu lstima! Vea usted una cosa que est muy mal repartida en el mundo.

CURRO.- A usted le hubiera gustado tener hijos?

AGUSTINA.- Hubiera sido mi completa felicidad! Esa falta s la deploro en mi matrimonio! Las cosas que yo he hecho para intentarlo, y nada!...CURRO.- Je!

AGUSTINA.- Le aseguro a usted, Curro, que cuando me convenc de que ya no venan, pas los meses ms amargos de mi existencia. No quiero acordarme. Qu derecho tena yo a quejarme de nada cuando me haba tocado en suerte un marido tan bueno?

CURRO.- Claro, claro!

AGUSTINA.- Pero estaba tan desquiciada y tan loca, que recuerdo que alguna noche, durante el insomnio... llegu a pensar en este absurdo: Ya poda Miguel no ser tan bueno, tan bueno... y tener por ah alguna cosilla de contrabando!" CURRO.- (Tosiendo inesperadamente.) Ejem! Ejem!

AGUSTINA.- Qu es eso?CURRO.- El tabaco. Ejem! Ejem! Se me agarra de una manera... Deca usted?

AGUSTINA.- Nada; que llegu a pensar hasta esa locura: que mi marido tuviese por ahCURRO.- Ejem! Ejem! Qu cosas!... AGUSTINA.- Acaba usted de hacer ahora un gesto clavado de Pepita.

CURRO.- Ah, s?

AGUSTINA.- Clavado! Qu misterio ste! Cmo sacan los hijos!...CURRO.- (Turbadsimo.) S, como sacan!...AGUSTINA.- La voz, los ademanes, un nosequ en los ojos, en la sonrisa. Qu s yo Seor, que no puede usted negar que es su padre!CURRO.- Naturalmente! Y, sin embargo, hay quien se asombra de este parecido.

AGUSTINA.- Por qu?

CURRO.- No s... Como ella es mujer y yo hombre... y ella es bonita y yo soy feo...

AGUSTINA.- Toma! Pues ah est la gracia! Ese es precisamente, el misterio de los parecidos!

CURRO.- Claro!

AGUSTINA.- La gente, por decir cosas originales... Lo lgico es que la criatura se parezca a usted!

CURRO.- Claro!

AGUSTINA.- No se va a parecer a mi marido!

(A Curro le da un golpe de tos mucho ms fuerte que el de antes) CURRO.- Ejem! Ejem!

AGUSTINA.- Caramba! Mal est eso, Curro.

CURRO.- Malo... malo est. Voy a tener que dejar el tabaco.

AGUSTINA.- Vamos otro poquito al jardn?CURRO.- Vamos, vamos donde usted diga.

AGUSTINA.- O prefiere usted esperar aqu a que salga la de la casa del rabal?

CURRO. - No, Agustina, no!... No juegue usted con fuego! AGUSTINA.- Yo? Pues vamos, vamos al jardn.

(Pasa delante de l Agustina y l dice, entre s, siguindola luego:) CURRO.- Qu ratito! He sudado sangre!

ESCENA 10

(Salen del interior de la casa Mara Reyes y D. Miguel) MARA REYES.- Aqu lo dej yo con Agustina.

D. MIGUEL.- Y dice usted que el hombre parece tocado?...

MARA REYES.- S seor, s... No mienten las seales... Las mujeres no nos equivocamos en eso.

D. MIGUEL.- Se le insina?

MARIA REYES.- Se insina... Unas miraditas, algn suspirillo... Qu clase de persona es?

D. MIGUEL.- Muy buena persona! Har usted lo que quiera de l.

MARIA REYES.- No! No corra usted tanto! Ahora, que nunca est de ms enterarse...

D. MIGUEL.- Tiene razn.

MARA REYES.- Ja, ja, ja! Es verdad! Adis, casero.

D. MIGUEL.- Adis, inquilina.

(l se vuelve al interior de la casa. Ella va hacia fuera, pero no llega a salir).

(Dentro se oye la voz de Ramn, que sale en seguida con Aurelio. Vienen del jardn.) RAMN.- A dnde va usted tan corriendo?

MARA REYES.- Eh? Quin?

RAMN.- Que a dnde va usted?

MARIA REYES.- Hola Ramn, hola AurelioAURELIO.- Hola, Mara ReyesRAMN.- Se va usted as, sin decirle na a Agustina? Pa el jardn va ahora mismo.MARIA REYES.- Me iba distrada. Pero voy a entrar a despedirme. Saldr por la otra puerta.

RAMN.- No perder usted el tiempo. Y habr quien lo agradezca!

MARA REYES.- (Disimulando.) Quin agradezca qu?

RAMN.- Vamos, no se haga usted la tonta! Usted sabe lo bien que sabe un vasito de agua con la calor que hace?MARIA REYES.- Qu Ramn ste! S hace calor hoy s... Vaya, hasta luego.AURELIO.- Adis, Mara Reyes.

RAMN.- Ande usted con Dios... que tiene usted hoy un color de sanda como pa no dejar ni las pepitas!

MARIA REYES.- Jess! (Sale al jardn.) ESCENA 11

AURELIO.- Qu mendrugo eres!

RAMN.- Mendrugo? Ser que no le ha gustao! Las mujeres estn hartas ya del nardo y de toas esas cursileras. Ese estilo tuyo se ha quedao mu antiguo. Las comparaciones con cosas de comer son las que les gustan. Y ah tienes t: con esta Mara Reyes era yo capaz de casarme.

AURELIO.- Hombre! Qu novedad! Y con sta, por qu?

RAMN.- Porque ya se ha casao con otro... y no ha engordao ms que una mijiquia! Lo justo!

AURELIO.- Ja, ja, ja! Qu mana con las carnes!

RAMN.- Ca uno tiene las suyas. Ya vers como se te va a poner a ti Pepita, si no haces caso. Y si el de Sevilla te la deja.AURELIO.- El de Sevilla!... Y dale! Si el de Sevilla es un cuento!...

RAMN.- Rete de cuentos. Cuando el ro suena... Quien dice el de Sevilla... dice el de aqu... que la ve a toas horas.

AURELIO.- El de aqu? Ahora no te entiendo.

RAMN.- Pos mira; me vas a entender. Esto no se me pudre a m en las tripas, Aurelio. (Confidencialmente) Somos mu diferentes de carcter pero somos buenos amigos. Y somos leales el uno con el otro. Y yo te lo digo a ti, Aurelio: don Miguel de los Santos est demasiado meloso con esa nia.

AURELIO.- Ramn!

RAMN.- Te lo advierto pa que te fijes.

AURELIO.- Qu historia es esa?RAMN.- Delante de ella no manda en su persona. Quiere disimular... y no sabe. Tartamudea, dice lo que no piensa, los ojos se le ponen tiernos... Yo lo he visto y t tambin lo has visto. AURELIO.- Qu manera de interpretar!... En qu cabeza cabe?... Don Miguel es un caballero!

RAMN.- Aqu en Quesa s.AURELIO.- Don Miguel es un marido intachable!

RAMN.- En Quesa. Pero sale de Quesa, que es donde le leyeron la carta de San Pablo, y en ca rincn tiene un compromiso.

AURELIO.- Vamos, Ramn, no digas tonteras!RAMN.- S, s; calumnias! y que le gustan tierneciquias... como sta. El jamn lo deja pa las tapas.

AURELIO.- Mira, vmonos a la calle, porque te voy a dar dos guantazos y no quiero drtelos aqu.

RAMN.- Ni en la calle que me los das tampoco. Pero vmonos. (Llevndoselo para la calle) Yo solo quiero que t observes; que te fijes; que se te caiga un menuto la venda. Don Miguel es un Don Juan y Pepita mu ligera de cascos...

AURELIO.- O te callas o...! RAMN.- A propsito: echa un ojo pa all... Echa un ojo! (Dice esto sealando a Pepita, que viene del jardn y se entra por la puerta del interior de la casa.) Ah la tienes. En busca suya va.

AURELIO.- (Gritando, sin poder contenerse.) Pepita!

PEPITA.- (Volviendo, sorprendida.) Qu es eso? Todava por aqu? Me llamabas, Aurelio?

AURELIO.- S... Te vi pasar... A dnde ibas?

PEPITA.- A despedirme de don Miguel. Ha venido mi padre a recogerme.

RAMN.- Pos de ti estbamos hablando!

PEPITA.- De m?

RAMN.- T crees que ste sabe hablar de otra cosa?

PEPITA.- Sabe hablar de muchas.

AURELIO.- No le hagas caso a este meln.

RAMN.- Que no me haga caso? No hablbamos de ella?

AURELIO.- Bueno, s; basta ya de simplezas; vete ahora.

RAMN.- Que me vaya? Pos no nos bamos los dos?

AURELIO.- Pero yo decido quedarme. Quiero hablar con Pepita sin que nos alumbres.RAMN.- As me gusta a m: las cosas claras y el chocolate espeso. Buenas tardes, Pepita.

PEPITA.- Adis, diplomtico.

RAMN.- Diplomtico? Ten t cuidado con ste. En la tasca te aguardo Aurelio Ya me dirs si te da calabazas! (Se marcha a la calle.) ESCENA 12AURELIO.- Qu bruto es el pobre!

PEPITA.- Y gana por horas! Cmo lo aguantas t?

AURELIO.- Porque no deja de divertirme. Y porque es un buenazo: muy leal, muy francote... Yo me he llevado ya muchos chascos con otros amigos. Con ste, no; ste est sin pulir, pero es oro de ley. T tienes amigos Pepita?

PEPITA.- Algunos tengo. Y amigas tambin.

AURELIO.- Ya me lo figuro.

PEPITA.- No; pues tengo ms amigos que amigas.

AURELIO.- Y tus amigos, qu necesitan para serlo?

PEPITA.- Con que sean inteligentes, me basta. Y me entiendo con todos. Y les doy palique donde me los encuentro. Y si estn fuera les escribo.AURELIO.- Ah, s?

PEPITA.- Yo soy muy comunicativa, muy charlatana.AURELIO.- Ya me gustara a m recibir una carta tuya!

PEPITA.- Pues no tienes ms que irte fuera!

AURELIO.- A ese precio!... Dejar de verte!...

PEPITA.- Si prefieres mi vista a mi carta...

AURELIO.- Prefiero las dos cosas, Pepita.

PEPITA.- Bueno, hombre; no te apures. Maana te escribo una carta por el interior.

AURELIO.- De veras?

PEPITA.- Ya lo vers.

AURELIO.- Qu vas a decirme?

PEPITA.- Si te lo digo ahora no te escribo! Ten paciencia.

AURELIO.- Ja, ja, ja! No dejes de escribirme esa carta, Pepita!

PEPITA.- Y voy a despedirme ya, que me estoy entreteniendo demasiado, Aurelio.

AURELIO.- Espera (Con dificultad. con esfuerzo). Escucha Don Miguel te quiere a ti mucho?

PEPITA.- Mucho. Me conoci de nia... Fue muy buen amigo de mi madre... No me vea haca un siglo. Y ahora que he venido aqu casualmente, al encontrarme ya hecha una mujer.... los recuerdos..., las cosas...

AURELIO.- Le escribes tambin a don Miguel desde Barcelona?

PEPITA.- Hasta ahora, no.

AURELIO.- No? Qu raro!

PEPITA.- Nada raro, Aurelio. Don Miguel, cmo ha de contar entre los amigos de qu hablbamos? Un seor de cierta edad ya... casado...

AURELIO.- Tus cartas son slo a los solteros?

PEPITA.- En general... Ahora, cuando me marche a Sevilla, te escribir a ti.

AURELIO.- Vas a Sevilla ahora?

PEPITA.- A Sevilla, a Crdoba, a Granada...

AURELIO.- Pero has dicho primero a Sevilla.

PEPITA.- Es la capital AURELIO.- Tienes all amigos tambin?

PEPITA.- En Sevilla, uno slo.

AURELIO.- Uno slo?

PEPITA.- Que vale por siete. Excelente muchacho.

AURELIO.- Y te escribe?

PEPITA.- Bastante.

AURELIO.- Y t le contestas?

PEPITA.- Claro! Primero, por gusto..., y luego..., por educacin.

AURELIO.- Detrs de cada amigo suele haber un enamorado, Pepita.

PEPITA.- Detrs y delante. No me descubres nada. Todos los amigos de una mujer estn siempre un poquito picados, Aurelio. Enamoradillos, envenenados..., inquietos..., con un no s qu..., que una s sabe qu... La prueba es que en cuanto se les pasa esa calenturilla..., enfran la amistad. T ests ahora en lo ms fuerte del ataque.

AURELIO.- Yo?

PEPITA.- T.

AURELIO.- Lo mo es otra cosa.

PEPITA.- Eso creen todos tambin.

AURELIO.- Lo mo, PepitaPEPITA.- Lo tuyo djalo estar as, que est en su punto. No te lances, Aurelio; no te despees. Djalo estar. Amigos, amigos siempre. Mira que los novios son algo absurdo, aburridsimo. As, as estamos muy bien. T me buscas, y a m me agrada verte; t me hablas, y yo te respondo; t te alegras al lado mo, yo me alegro al tuyo; t te res, yo tambin... Pero nada de que todo eso sea una obligacin. (A don Miguel, que sombrero en mano, sale al punto del interior de la casa.) Don Miguel, me pilla usted charlando.D. MIGUEL.- Igual que te dej en el jardn! Lo extrao hubiera sido encontrarte callada!AURELIO.- Yo ya me iba; sali ella y...

PEPITA.- Pues eso, como ya te ibas, vete ahora y hazme un favor.

AURELIO.- (Disimulando su contrariedad) T dirs qu quieres.

PEPITA.- Si te coge de camino, y si no te coge procura que te coja, vas a llegarte a casa y a decirle a Nati, que me est esperando desde las tres, que ir a recogerla a las seis. Tres horas de retraso! AURELIO.- Bueno!

PEPITA.- Lo hars, precioso?

AURELIO.- Ahora mismo, Pepita.

PEPITA.- La propina ser mi carta de maana.

AURELIO.- Gracias. Adis, don Miguel.

D. MIGUEL.- Adis muchacho.

AURELIO.- Adis, Pepita. (Vase preocupado a la calle).

ESCENA 13

PEPITA.- Adis, mensajero. Qu serio se ha puesto de pronto!

D. MIGUEL.- Es que yo no s si t te has dado cuenta pero lo has echado a la calle.

PEPITA.- S me he dado cuenta; s seor.

D. MIGUEL.- Y cmo le has hecho eso, chiquilla?

PEPITA.- Don Miguel! Porque vino a verme a la hora del caf y ya va a llegar la hora de merendar!

D. MIGUEL.- Para merienda... la que le has dado t.

PEPITA.- Como la que l le dio a Ramn hace un rato. El que a hierro mata...

D. MIGUEL.- No te agrada charlar con ese muchacho?

PEPITA.- Con Aurelio? S, seor, que me agrada.D. MIGUEL.- Aurelio el de lo ms formalito de Quesa. Trabajador, inteligente, rico, delicado...

PEPITA.- Pues ya lo s: no hace falta insistir. Y sintese usted aqu conmigo un ratito; no se vaya tan pronto a la calle, que con usted s que me agrada hablar.

D. MIGUEL.- Chiquilla!... Ms que con...?

PEPITA.- Ms que con nadie! Yo no s qu clase de simpata le encuentro a usted. De esas cosas que no se explican. No?

D. MIGUEL.- S, que no se explican...

PEPITA.- Que tendrn su explicacin, como todo en el mundo, pero que una no se las explica. Porque es que estoy tan contenta a su lado!...

D. MIGUEL.- Suerte ma que una muchachita como t, que me ha visto en la vida cinco o seis veces, est tan contenta junto a un viejo.

(Pausa, se miran complacidos)D. MIGUEL.- Vamos a ver, Pepita: a propsito de pregunta. Ayer, en un instante en que tambin estuvimos solosPEPITA.- Me iba usted a hacer a m una y lleg a impedirlo... mi padre. A que s? D. MIGUEL.- Eso es.PEPITA.- Crea usted que a m se me haba escapado?

D. MIGUEL.- No; ya veo que a ti no se te escapa nada.

PEPITA.- Pues hgamela usted ahora, y prontito, porque puede llegar otra vez!

D. MIGUEL.- Promteme decirme la verdad.

PEPITA.- La digo siempre.

D. MIGUEL.- Vamos a ver. El accidente aquel que dio ocasin a tu entrada en mi casa, fue verdadero o fue fingido?

PEPITA.- Le hace a usted falta que yo se lo diga?

D. MIGUEL.- S.

PEPITA.- Me parece que no.

D. MIGUEL.- Pues no.

PEPITA.- Usted lo ve?

D. MIGUEL.- Pero, bien; por qu lo fingiste? PEPITA.- Porque yo tena mucho empeo en entrar aqu... y tena tambin el presentimiento de que por las buenas no entraba. Se me haba metido en la cabeza que usted no quera verme a m, y menos en su casa.

D. MIGUEL.- Por qu, chiquilla? Qu razn ha podido llevarte...?

PEPITA.- Razn, ninguna. El caso es que tena esa idea. Y, como soy muy voluntariosa y muy testaruda, y en ocho das no haba logrado tropezarme en ningn sitio con usted, pens para m: pues lo que es metindome en su casa, s me lo tropiezo! Para algo han de servir los tobillos! y se me torci uno en su misma puerta. Se re usted?

D. MIGUEL.- De tu travesura... Pero Por qu haba yo de resistirme... por qu no haba yo de querer...?

PEPITA.- Que estamos diciendo la verdad, don Miguel de los Santos... Como usted apenas se acordaba de m...

D. MIGUEL.- Y t de mi s?

PEPITA.- Huy! De siempre tengo yo recuerdos de usted. El da que usted apareca de pronto en mi casa yo lo vea entrar como a un rey mago. Siempre me llevaba usted alguna cosa. Caramelos, chocolatinas, un juguete; Siempre algo que a m me ilusionaba...! D. MIGUEL.- Pero cmo es posible...? Qu memoria!

PEPITA.- Y oiga usted una cosa. Cuando yo nac pap andaba de negocios por Buenos Aires, y el da que volvi, mam muy alegre fue a decirme: "Pepita, ya est aqu pap; no queras t verlo? Este es pap!". Me entr a m un lloriqueo que no me consolaba nadie. Luego dej usted de ir mucho tiempo por casa.

D. MIGUEL.- No s... No recuerdo. (Viendo por el ventanal, acercarse a Curro.) Tu padre viene, nia.

PEPITA.- Es verdad, que est ah! Se me haba olvidado! No, pues ahora no quiero verlo.

D. MIGUEL.- Cmo?

PEPITA.- Que ahora no quiero verlo. Como si llegara de Buenos Aires. Es otra persona desde que mam se muri. D. MIGUEL.- Ah, s?

PEPITA.- Hemos de habar de l. Ya le he dicho antes a usted que con usted hablo ms a gusto que con nadie.

D. MIGUEL.- Y yo contigo. Hasta maana.

PEPITA.- Hasta luego, mejor. Y escapo a correr, no me coja.

D. MIGUEL.- Quin?

PEPITA.- Mi... mi padre. (Lo mira con ternura diablica y se va a la calle corriendo).

ESCENA 14

D. MIGUEL.- Lo sabe?... Lo sabe, lo sabe! Toda su conducta me lo confirma! Lo sabe! Es un peligro que siga aqu! (Queda pensativo).

(Y sale en esto Curro Cortina, que vuelve del jardn diciendo a su vez para s):

CURRO.- Lo sabe! Esa mujer lo sabe!

D. MIGUEL.- Lo sabe!

CURRO.- Lo sabe!

D. MIGUEL.- Eh?

CURRO.- Eh?

D. MIGUEL.- Soy yo tu eco?

CURRO.- Y yo soy el tuyo? Agustina lo sabe.

D. MIGUEL.- El qu?

CURRO.- Nuestro secreto.

D. MIGUEL.- No! Quien lo sabe es la nia.

CURRO.- La nia? La nia no sabe una palabra!

D. MIGUEL.- Te equivocas, Curro.

CURRO.- Te equivocas t. Agustina me est rustiendo a punchadas.D. MIGUEL.- S?

CURRO.- S! D. MIGUEL.- Pues la nia me habla a m de un modo... Y aunque no me dijese nada, Curro me mira con una ternura, con un cario que se esfuerza en disimular...

CURRO.- Pero si no te ve hace mil aos! No te hagas t ilusiones tampoco!

D. MIGUEL.- Ilusiones? Nada de eso. Es indispensable que la quites de aqu en seguida.

CURRO.- Maana mismo!

D. MIGUEL.- (Con sentimiento sbito). Maana?

CURRO.- Maana! Cuanto antes, mejor.

(Llega de la calle, a cortarles la conversacin, Felipa).

FELIPA.- (Todava en el zagun). Buenas tardes.

D. MIGUEL. - (Esta chismosa ahora...) Vmonos, Curro.

CURRO.- Vmonos.

D. MIGUEL.- Buenas tardes Felipa.

CURRO.- Adis FelipaFELIPA.- A paseo, eh?

CURRO.- S; antes de que nos manden.D. MIGUEL.- En el jardn estar Agustina.

FELIPA.- A verla vengo.

D. MIGUEL.- Pues nosotros, a nuestra marcha.FELPA.- Adis; muy buenas.

CURRO.- Que lo pase usted bien, Felipita.

FELIPA.- Gracias, Currito; adis. CURRO.- Ya veremos. (Se va escapado con don Miguel) ESCENA 15

FELIPA.- Huyen... No dan la cara!... Me parece que me encuentro el terreno abonado. Le abrir los ojos a esta santa! Menudo charloteo hay en Quesa! Hoy estalla la bomba!

(Sale oportunamente Agustina, que viene del jardn y que exclama al ver a su amiga):

AGUSTINA.- Felipa! Pero estabas aqu?

FELIPA.- Ahora mismo he llegado. Acabo de ver a tu marido y al sinvergonzn del pariente. Juntos se van a paseo.AGUSTINA.- Al sinvergonzn?

FELIPA.- S; a Curro.

AGUSTINA.- Felipa! Curro Cortina es un sinvergonzn?

FELIPA.- Mira, Agustina; se podr discutir que Dios haya hecho el mundo, porque hay mucho moro; pero que Curro Cortina sea un sinvergonzn...

AGUSTINA.- Pues ya ves t lo que son las cosas, Felipa: yo lo tengo por un buen hombre. Qu cuentos traes siempre, Felipa!

FELIPA.- Soy la voz de todos. Y lo que es con tu marido las ha corrido buenas!... Buenas!... Eso lo sabes t!

AGUSTINA.- Y t sabes tambin, porque te lo he repetido mil veces, que soy tan feliz en mi matrimonio porque precisamente de mi marido no he sabido nunca ms que lo que l ha querido contarme.

FELIPA.- Mal sistema.

AGUSTINA.- Malo o bueno, es el mo. Lo aprend de mi madre. El mismo me ha dicho -no te lo oculto- lo que le gust en su juventud el cante flamenco, el baile, la guitarra, el vino...

FELIPA.- Pues se es un terrenito muy peligroso AGUSTINA.- Pues nunca cre que pasara Miguel ningn peligro; y si lo pas, como l no me lo ha dicho, no me importa saberlo.

FELIPA.- Ni siquiera por curiosidad femenina?

AGUSTINA.- Carezco de ella; bien me conoces.

FELIPA.- Si yo te contara...

AGUSTINA.- No me lo cuentes, porque no me importa.

FELIPA.- Si yo te contara...

AGUSTINA.- Te repito que no! y si te empeas, no lo oigo. Me va muy bien as.

FELIPA.- De todas maneras, Agustina, las amigas hemos de servir para algo. Yo por lo menos, no s estarme callada cuando alguna amiga ma anda en lenguas y yo puedo advertirla. AGUSTINA.- Y yo siempre te oigo con mucho gusto. Siempre que no quieras entrar en terreno vedado.

FELIPA.- Pues, hija de mi alma, lo que es hoy, en ese vedado vengo a entrar.

AGUSTINA.- No, Felipa!

FELIPA.- S, Agustina, s; soy tu amiga y entro.

AGUSTNA.- Yo soy tambin tu amiga y no te dejo entrar!FELIPA.- Es que cuando una esposa honrada est en ridculo...

AGUSTINA.- Calla. Mi madre supo ignorar muchas veces y fue feliz. Yo tambin ignoro todo lo que l me calla y tambin lo soy. Me consta que en el altar mayor de su corazn no hay ms que mi imagen.FELIPA.- Lo que yo no concibo es tu santa pachorra; tu calma, tu frialdad, tu falta de dignidad de esposa, ya te lo dije.

AGUSTINA.- Por Dios Felipa, no hagas de esto un castillo. No vale la pena. Porque, despus de todo, qu vienes a contarme hoy? Esa ridcula invencin, ese chisme que corre ya de boca en boca referente a Pepita y a Miguel de los Santos?

FELIPA.- se! se!

AGUSTINA.- Que Pepita, que es una muchacha tan linda, le gusta a mi marido?

FELIPA.- No!

AGUSTINA.- S; si lo s; si lo he odo sin que me lo digan! Bueno! Y qu? Le gusta? Pues me parece muy natural! S, Felipa, s; a m me parece muy natural, y hasta me agrada, que a mi marido le gusten las mujeres bonitas! Lo que no me agradara sera que le gustasen las feas!

FELIPA.- Vamos, que le gustase yo!

AGUSTINA.- En ti creo que no ha pensado nunca. El buen gusto se lo he perdonado siempre a Miguel. Mientras se fije en las bonitas y yo siga siendo para l lo que soy, all l. (Despus de un instante de reflexin.) Sabes t lo nico que yo no le perdonara a mi marido nunca?

FELIPA.- Qu?

AGUSTINA.- Que porque yo no haya tenido la suerte de darle un hijo, l los hubiese buscado con otra mujer!

FELIPA.- Ay!

AGUSTINA.- Eso s que nunca se lo perdonara!

FELIPA.- Ay!

AGUSTINA.- Nunca!

FELIPA.- No, verdad? Pues preprate a perdonrselo!

AGUSTINA.- Qu dices?

FFLIPA.- Que te prepares a perdonrselo!

AGUSTINA.- Por qu?

FELIPA.- La suelto? La suelto? La suelto ya? S, s; ahora o nunca: la suelto!

AGUSTINA.- Sultala ya, mujer!

FELIPA.- Pues yelo; la suelto: Pepita... Pepita es hija de tu marido! AGUSTINA.- Felipa! Qu hablas?

FELIPA.- Hija de tu marido! Lo que oyes! AGUSTINA.- (Rompiendo a rer, con nerviosidad irreprimible, engendrara por sentimientos diversos, encontrados, contradictorios, pero todos gratos a ella) Ja, ja, ja! Ahora si que si no lo hubiera odo no lo creera! iJa, ja, ja! Qu gentes! Qu lenguas! Pobre Curro! Ya me explico que le llamaras sinvergonzn! Ja, ja, ja! FELIPA.- Pero, Agustina; me indigno de orte!

AGUSTINA.- Te indignas... t?

FELIPA.- Yo, s! Nada ms que risa te da lo que te he dicho?

AGUSTINA.- Nada ms! Ya lo ves! Ja, ja, ja! Pues, qu otra cosa podra darme?

FELIPA.- Lo que le dara a cualquier mujer con sangre en las venas. Lo que me dara a m! Celos, rabia!AGUSTINA. -Pues a m no me da nada de eso. Somos muy distintas, Felipa. Pero si quieres que te oiga de otro modo, que te hable de otro modo, voy a complacerte.

FELIPA.- Ya era hora!

AGUSTINA.- En tu casa ests; tu casa es sta. Vuelve a ella cuantas veces quieras; pero vuelve a todo menos a lo de hoy, ni a nada parecido. Si has de venir a pretender envenenarme la vida no vuelvas ms; no vuelvas.

FELIPA.- Eh?

AGUSTLNA.- No vuelvas ms! No vuelvas a mi casa!

FELIPA.- Eso quisieras t! He de volver hasta hacerte ver claro!

AGUSTINA.- Pero, es que va nadie a ser ms celoso de mi dignidad y de mi felicidad que yo misma? Quin eres t para llenarme de mal? Quin es el pueblo? (Conmovindose a su pesar) Miguel y yo..., mi marido y yo..., siempre, siempre..., lo oyes?..; desde el primer da... Este cario nuestro..., este cario mo... (La vence el sentimiento y dice entre lgrimas y sollozos.) No puedo ms! Vete, Felipa, vete! (Va a marcharse ella al interior.) FELIPA.- Agustina!

AGUSTINA.- Djame en paz!

FELIPA.- Pero, oye!

AGUSTINA.- Que te oiga el demonio!

FELIPA.- Pero si es el demonio quien me ha contado todo esto!AGUSTINA.- Pues ni tu ni el diablo tenis nada que hacer en esta casa!

(Entra, conteniendo a duras penas el llanto)

FELIPA.- Estall la bomba! (Y se va a contarlo todo)

FIN DEL ACTO SEGUNDO.

ACTO TERCERO

Cuatro das despus del segundo y en el mismo lugar. Es por la tarde.

ESCENA 16

(Pepita y Curro se van a marchar de Quesa, para que las imaginaciones y las lenguas descansen, y han venido a despedirse de Agustina y de don Miguel. A sabiendas de ello, las aguardan all, para conspirar contra su propsito, Felipa, Mara Reyes y Natividad, que con Agustina, tratan de impedirlo. Ni Pepita ni Curro desean, por su parte, marcharse tampoco; pero las circunstancias lo ponen en el ineludible deber dle fingir. Todas las mujeres le hablan a Curro a un mismo tiempo, aturdindolo. Antes de levantarse el teln se oye el rumor de las voces, que contina luego hasta que Curro, gritando, logra hacerse or. Unas y otras, en esa intervencin simultnea se expresan con palabras y frases por este orden:)

"Nada, nada; no hay pretextos que valgan; no se van ustedes tan pronto". "Es que aqu se les trata mal?" "Ni viajes, ni historias". "En ltimo caso, vyase usted solo y venga luego a recoger a la nia", "Eso, eso! Nos la deja aqu y viene dentro de unos das por ella!" "No se haga usted ilusiones, que no se va" "La secuestramos!" "La secuestramos!"

CURRO.- (Imponindose.) Pero, amigas mas, me dejan ustedes hablar?

FELIPA.- No!

AGUSTINA.- No!

MARA REYES.- No!

PEPITA.- Como lo dejen ustedes hablar, los convence a todos!

FELIPA.- Pues no lo dejamos!

AGUSTINA.- No lo dejamos!MARA REYES.- Que se calle!

NATIVIDAD.- Que se vaya, si quiere l! MARA REYES.- Tampoco es necesario eso!

CURRO.- Me van ustedes a volver loco? Tendr yo ganas de marcharme de aqu, y menos despus de esta manifestacin de simpata? i Pero es que necesito estar maana mismo en Granada!

AGUSTINA.- Nadie se lo impide: ya le decimos que se vaya usted solo!

NATIVIDAD.- Claro!

FELIPA.- Y que vuelva luego por Pepita!

AGUSTINA.- Aqu est segura; puede usted ir tranquilo.

NATIVIDAD.- Y no hay ya ms que discutir!

AGUSTINA.- Pepita se queda!

FELIPA.- Pepita se queda!

NATIVIDAD.- Vaya si se queda!

CURRO.- (A don Miguel, que sale del interior de la casa y se va a la calle para escurrir el bulto.) Miguel, no te marches ahora; aydame t a convencerlas!

D. MIGUEL.- Ese es un empeo imposible, Curro! Yo me quito de en medio!

CURRO.- Pero si no tienen razn ninguna!

D. MIGUEL.- Pues hay que drsela! (y se va, sonrindoles) FELIPA.- Lo oye usted? Tengamos razn o no, hay que drnosla!

CURRO.- Se acab: me rindo. Hagan ustedes de mi hija y de m lo que quieran.

MARA REYES.- Viva! Viva!

NATIVIDAD.- Ole, don Curro!

AGUSTINA.- T, Pepita, esto ya est resuelto. Vente al jardn conmigo, y t, Mara Reyes. Venid, venid todas. PEPITA.- Vamos vamos, s. Qu alegra! (Se va hacia el jardn con Agustina.) MARIA REYES.- Era una tontera marcharse tan pronto!

CURRO.- Mara Reyes, si es que se trata de un negocio importante...

MARIA REYES.- Y aqu no tiene usted ninguno? (Sigue a las otras al jardn.) FELIPA.- Ande usted con sa!

(Matea sale del interior en este momento y le pregunta a Natividad, cuando va a marcharse tras de Mara Reyes) MATEA.- Qu? Se queda por fin la seorita?NATIVIDAD.- Por ahora s.

MATEA.- Ole! Me alegro ms!... Es ms sal que las pesetas. (A Curro, al paso.) Que me alegro muncho de que no se vayan ustedes! (Y se va ella a la calle) CURRO.- Tambin esta?

NATIVIDAD.-Don Curro, a la pensin a deshacer el equipaje. (Se marcha al jardn.) ESCENA 17

CURRO.-S, hija, s; lo que quieran ustedes. (A Felipa, que lo est contemplando con sorna.) Pues no se me han saltado las lgrimas, Felipa? Soy un sentimental; est visto.

FELIPA.- No hay ms que hablar con usted dos veces para comprenderlo CURRO.- Detrs de los ojos tengo dos fuentes: nunca me falta agua.

FELIPA.- Fresca?

CURRO.- Tibia. Y si viera usted qu trastorno me produce aplazar el viaje a Granada!

FELIPA.- Pero no le faltar a usted aqu algn consuelillo. Ya ha odo usted a Mara Reyes.

CURRO.- S; se dej caer...

FELIPA.- Eso va en buen camino, verdad?

CURRO.- Con usted, Felipa, no valen disimulos. Lo que yo no le diga a usted, usted va a inventarlo!... Me gusta, me gusta la viuda. Y a ella le caen en gracia mis cosas. Esto ya es un principio.

FELIPA.- Casi es un postre, Curro. Se conoce que la viudez tiene imn para la viudez.

CURRO.- S; hay una coincidencia de pena y de alivio... Y que esa mujer avasalla!... Tan guapa, tan joven todava...FELIPA.- Hablando de todo un poco, Curro... Qu fue aquello que ayer tarde le o yo a Miguel de los Santos, cuando pas junto a ustedes, que charlaban con mucho calor?

CURRO.- Cundo dice usted? No recuerdo.

FELIPA.- S, hombre; en la calle de la palanca.CURRO.- Ah, s! bamos a la Colot Pero no recuerdo la conversacin.FELIPA.- Pues Miguel le deca a usted -lo o muy claramente-: "No, no; es regla. Si te casas con la viuda, pierdes la paga".

CURRO.- Ejem! Ejem! Usted lo ha soado, Felipa, No tengo ni la menor idea de esa frase.

FELIPA.- Ah, no? Ser eso; lo habr yo soado, Qu cara ms dura tiene usted, amigo!

CURRO.- No, que la de usted es de manteca!

FELIPA.- (Viendo reaparecer a Matea, que vuelve de la calle y se va al interior de la casa. Curro la oye perplejo y Matea con cada ojo como un plato) Y entonces fue comprende usted, Curro? cuando mi marido cogi la pistola que tiene en la mesilla de noche, y, enloquecido, me apunt a la cabeza, Gracias a que el perro, el animalito, salt sobre l y le desvi el brazo. Si no me asesina. La bala dio en un orinal que tengo en la alcoba.CURRO.- (Cuando ha desaparecido Matea.) Pero se ha vuelto usted loca, Felipa? Qu me est usted diciendo?

FELIPA.- Es que esa tonta de Matea no para de pasar por aqu para enterarse de lo que hablamos. Y a m no me da la gana de que se entere. Al que quiere saber, mentiras con l.CURRO.- Usted, por lo visto, quiere ser la nica en eso de enterarse de lo que no le importa?

FELIPA.- Ja, ja!... Ah tiene usted ya a su viuda.

CURRO.- (Asustado.) A mi viuda?

FELIPA.- A la viudita que se quiere casar... (Se va para el jardn)CURRO.- Ah, vamos! En efecto; ah viene Mara Reyes.

ESCENA 18

(Sale, radiante, la viudita.) MARIA REYES.- Pero qu mala es esa Felipa del demonio!

CURRO.- Te ha dicho algo?

MARA REYES.- Me ha dicho una cosa muy fuerte! Muy fuerte! Me ha puesto colorada! Le llaman Sete Lenguas aqu!...

CURRO.- Pues le deban llamar tambin Catorce Orejas! Oye hasta lo que piensa uno!

MARIA REYES.- Dios nos libre. Escchame, chiquillo.

CURRO.- Qu quieres, monumento?

MARIA REYES.- No te vas de Quesa todava?

CURRO.- No me voy hasta que te lleve conmigo! Pero tena que hacer la comedia! Miguel de los Santos no ve el da!

MARIA REYES.- (Maliciosamente.) Y eso, Por qu, Curro?

CURRO.- Un negocio que llevamos entre manos.

MARA REYES.- No, Currito, no; a m no me engaas.

CURRO.- Engaarte yo a ti, catedral?

MARA REYES.- Por lo menos, no eres franco conmigo. T me callas a m una cosa..., que ya debas decirme.

CURRO.- Yo no te callo ms que lo que debo. Y lo que debo te lo callo, porque debo mucho. Y como t eres rica!...

MARA REYES.- Ja, ja, ja! Tienes gracia, Curro; tienes gracia!

CURRO.- Si te la hago a ti, tengo gracia! Y si no fuera para hacrtela a ti, Para qu la querra?

MARA REYES.- Me vas a querer mucho, chiquillo?

CURRO.- Hasta que t me digas: "basta"! Yo no tengo en el mundo, para darle mi Corazn, ms que a una persona: mi nena Pepita. Y a mi Pepita me la van a robar muy pronto! Porque va a ser un robo, Mara Reyes! Pero yo no puedo gritar: "Ladrones! A se! A se!" No puedo gritarlo! De manera que, lejos de mi nena, mi cario completo ser para ti.

MARA REYES.- Mira que yo necesito mucho.

CURRO.- Pues conmigo te llevas un manantial que no se agota! Un corazn de cuerpo entero!(Se cogen las manos entusiasmados, y se las sueltan en seguida al ver a Pepita, que llega, y que parece haber estado esperando el momento.) PEPITA.- Estorbo?

CURRO.- Eh?

MARIA REYES.- Por Dios, Pepita! T no estorbas nunca donde yo est. No s si yo estorbar donde ests t.

PEPITA.- Ni muchsimo menos!

CURRO.- Aqu no estorba nadie, est quien est, ms que Felipa!

MARIA REYES.- Me despeda de tu pap.

PEPITA.- S; ya he visto que se despeda.

MARIA REYES.- Voy a casa a decir que no saquen el coche... Como ya no vamos a la estacin... Que me alegro de que se queden ustedes entre nosotros unos das ms! Haremos todos porque no se aburran. Adis, preciosa. Que te quiero mucho, Pepita; que te quiero mucho. Es una amistad de pocos das, pero te quiero mucho.

PEPITA.-Yo procurar corresponderle.

MARIA REYES.- Adis, Curro.

CURRO.- Adis, Mara Reyes. (Se marcha a la calle, satisfecha)PEPITA.- Blanco y en botella Te gusta Mara Reyes?

CURRO.- (Mirando al cielo.) Ay!... Me gusta; para qu negrtelo?

PEPITA.- No mires al cielo, porque no hay ninguna necesidad. Mam sabr ponerse en todo.

CURRO.- Y t?

PEPITA.- Yo todava ms que ella!

CURRO.- As lo esperaba de ti! Mara Reyes se llevar muy bien contigo.

PEPITA.- Seguro! Yo no rio con nadie... Y como, adems, no he de vivir con ella!...

CURRO.- Ah! No?

PEPITA.- No.

CURRO.- Con quin has de vivir, entonces?

PEPITA.- Yo tambin tengo derecho a elegir! Vete, vete tras de Mara Reyes, que an la alcanzas. Seguro que ir despacito.CURRO.- Siempre das en el clavo!PEPITA.- Siempre! Hasta luego.

CURRO.- Hasta luego, corazn; hasta luego. (Y se marcha, un tanto corrido.) PEPITA.- Se casan; se casan... Nadie se alegrar ms que yo! Me iba pesando ya mucho esta cadena! (se sienta, abstrada.) ESCENA 19

(En este momento llegan de la calle Aurelio)

PEPITA.- Quin viene ahora?AURELIO.- Pepita!

PEPITA.- Aurelio!

AURELIO.- Qu me ha dicho tu padre? Qu no se van ustedes ya?

PEPITA.- No, no nos vamos.

AURELIO.- Cunto me alegro!

(Sale Natividad del jardn oportunamente)NATIVIDAD.-Oye, Pepita.

PEPITA.- Qu quieres?

NATIVIDAD.- No te alarmes, Aurelio, que en seguida me voy.

AURELIO.- He dicho yo palabra?

NATIVIDAD.- Con los ojos me has querido comer. Voy a llegarme a casa, Pepita, a decirle a mam que no te marchas por ahora.

PEPITA.- Ya se lo habr dicho medio pueblo!

NATIVIDAD.- No; las buenas noticias no corren tanto como las malas. Te espero all?

PEPITA.- S, esprame. Dentro de diez minutos. NATIVIDAD.- De diez minutos y est aqu ste? Vamos! Se te harn las ocho de la noche.

PEPITA.- A que no?

NATIVIDAD.- A que s? Verdad que s, Aurelio?

AURELIO.- No s.

NATIVIDAD.- Yo s; sta goza dando plantones. No puede remediarlo. Tiene que comprar alguna cosa y sale cuando cierran las tiendas Hasta luego. PEPITA.- Adis, mujer. Vaya un cartelito que me dejos!

NATIVIDAD.- Adis, Aurelio. He sido discreta, verdad?

AURELIO.- Siempre.

NATIVIDAD.- Adis. (Se va a la calle.) (Pausa. Aurelio turbado no acierta a hablar. Pepita lo observa con temor y esperanza.) PEPITA- Ests disgustado, Aurelio?

AURELIO.- Tanto se me nota?

PEPITA.- Por causa ma?

AURELIO.- Por causa de todos, pero a cuenta tuya. Y ese Ramn es tan... tan bueno, tan ingenuo, que hiere, que lastima sin enterarse. Hay cosas que se pueden pensar, pero que no se pueden or. Por poco acabamos a bofetadas.

PEPITA.- Y todo a mi cuenta? Pues casi me arrepiento ya de quedarme!

AURELIO.- Nada de eso, Pepita, no! Eso no! As, yo, siquiera te veo. Y adems, resuelvo lo que quiero antes de que te vayas.

PEPITA.- Lo que quieres?

AURELIO.- Hubiera sentido mucho que te marcharas sin hablarte de ello. Pepita...

PEPITA.- Qu? Habla ya; no vaciles. No me tengas miedo; yo no soy Ramn.

AURELIO.- (Sonrindole.) No, no eres Ramn... Pero miedo..., s que me lo das.

PEPITA.- Aurelio! Pues qu temes de m?

AURELIO.- Si t me quieres, nada.

PEPITA.- Si yo te quiero?

AURELIO.- S. Pepita; no me conformo con ser tu amigo. Te quiero! T a m no?

PEPITA.- No lo s todava.

AURELIO.- No lo sabes? PEPITA.- No, no lo s. Yo no quiero as tan de pronto, Aurelio. Quiero ms despacito. Esto que me ha pasado en Quesa de llegar y que todo el mundo me coma a besos a m me inquieta mucho, Querer es muy grave, muy hondo; y querer una mujer a un hombre..., figrate t!

AURELIO.- Pero, si no me quieres an, crees que me querrs ms adelant, Pepita?

PEPITA.- Eso ha de depender de tantas cosas!...

AURELIO.- De tantas?

PEPITA.- De tantas!... Por ahora contntate con saber esto: yo quiero... que me quieras t.

AURELIO.- Ah! Pues te quiero ante todo y por encima de todo. Como seas, te quiero; como eres, te quiero! PEPITA.- Ves t? Ahora ya te quiero un poquito ms... Y no ha pasado ni un minuto.

AURELIO.- Un poquito ms!... Yo me atengo, desde luego, a lo que me has dicho: que quieres que yo te quiera.

PEPITA.- Lo quiero, s. Vanidad de muchacha engreda, simpata por ti, por tus delicadezas, por tus palabras... Quiero que me quieras, Aurelio! AURELIO.- Pues mrame y responde, Pepita: me permites que le hable a tu padre de este cario?

PEPITA.- (Con emocin.) A mi padre?

AURELIO.- A tu padre, s; ya sabes quin yo soy.

PEPITA.- Hblale cuando quieras. AURELIO.- Gracias, Pepita. Buscar a tu padre y le hablar.

(Llega don Miguel de la calle en este momento.) D. MIGUEL.- Hoja, pareja! Buenas tardes.

AURELIO.- Don Miguel!

(Pepita se turba hondamente. Mira a Aurelio y mira a don Miguel.) D. MIGUEL.- Siempre juntos... Esto va a acabar yo no s cmo...

AURELIO.- Yo s.

D. MIGUEL.- Me marcho, entonces?

AURELIO.- No! PEPITA.- (Con resolucin instantnea) Al contrario; llega usted muy a tiempo. (Aurelio la mira interrogndole. Ella, con emocin suprema, sin reflexionar, sin medir el alcance de sus palabras, contina as:) Este quiere hablar con usted.

D. MIGUEL.- Conmigo? De qu? De quin?

PEPITA.- l se lo dir... Ahora la que se marcha soy yo. Ah se quedan ustedes! (Y echa a correr hacia el jardn.) D. MIGUEL.- (A Aurelio.) No entiendo... No me explico... Qu le pasa a Pepita? Qu quieres t conmigo, Aurelio?

AURELIO.- (Cortado, ante la mscara de Don Miguel.) Yo, don Miguel... A m me cuesta una violencia... Acaso yo no tenga derecho...D. MIGUEL.- Conmigo a todo; te consta cunto te estimo yo.

AURELIO.- Si, pero... Pepita y yo hablbamos... de lo que usted ha supuesto al llegar y encontrarnos juntos. Le deca yo que deseaba hablarle a su padre de mi cario...

D. MIGUEL.- A su padre?

AURELIO.- S.

D. MIGUEL.- Bien, bien... Me parece bien. Es mi consejo lo que queras? Pues... me parece bien. Busca a su padre y dile...

AURELIO.- Me aconseja usted que lo busque?

D. MIGUEL.- S...

AURELIO.- Y dnde podr encontrarlo, usted sabe?

D. MIGUEL.- T vers.(Llega Agustina del jardn.) AGUSTINA.- Miguel, Aurelio...

AURELIO.- Qu?

AGUSTINA.- Qu le ha pasado a Pepita?

AURELIO.- Pepita?

AGUSTINA.- S. Me ha encontrado ah dentro se me ha abrazado y ha roto a llorar. Qu le pasa? D. MIGUEL.- Yo llego ahora mismo; no s...

AURELIO.- Yo s!

AGUSTINA.- Pues corre a consolarla.

AURELIO.- S, seora! (Y se va al jardn resueltamente.) ESCENA 20(Marido y mujer se contemplan entonces en silencio, con gravedad llena de recprocas interrogaciones.) AGUSTINA.- De veras no sabes t lo que tiene Pepita?

D. MIGUEL.-De veras... Si he llegado en este momento!...

AGUSTINA.- Pero... piensas que lo que tiene es cosa de este momento?

D. MIGUEL.- No s... Y t, lo sabes?

AGUSTINA.- Si no lo sabes t, yo tampoco.

D. MIGUEL.- Como t ests con ella ms tiempo que yo, como la observas ms...

AGUSTTNA.- No es seguro que yo la observe ms que t... T tambin la observas, Miguel; bien te he visto.

D. MIGUEL.-S, es verdad... Es una nia que se da a querer... y Se ha quedado tan sola con su padre!... A lo mejor, todo lo que tiene es que Curro no ve con gusto este noviazgo.

AGUSTINA.- Curro?

D. MIGUEL.- Curro, s.

AGUSTINA.- Puede desagradarle Aurelio a Curro para su hija?D. MIGUEL.- Qu s yo! Es una hiptesis que se me ha ocurrido!...

AGUSTINA.- Si fuera Pepita hija tuya. A ti te desagradara?

D. MIGUEL.- A m? Creo que no... Tengo muy buen concepto de Aurelio.

AGUSTINA.- Y... nunca se lo has dicho a Curro? Porque yo creo que eso bastara..., si eso fuera todo Curro no hace ms que lo que t quieras.

D. MIGUEL.- No siempre. AGUSTINA.- Por lo menos en lo que pueda importarle a Pepita.

D. MIGUEL.- Qu me quieres decir?

AGUSTINA.- Decirte yo, nada; lo que espero y deseo es lo que digas t.

D. MIGUEL.- Agustina...

AGUSTINA.- (Tras una mirada de estupor.) Hasta cundo va a callar este hombre!...

D. MIGUEL.- Qu dices? No te entiendo...

AGUSTINA.- Llevas veinte aos sin entenderme!

D. MIGUEL.- Eh?

AGUSTINA.- Sin entenderme en esto Miguel!

D. MIGUEL.- En qu, Agustina?

AGUSTINA.- En esto, Miguel! Qu mal me has juzgado! Qu mal me conoces! Es posible ya que me sigas ofendiendo con tu silencio? Hasta cundo, Miguel, hasta cundo? O es que han llegado ya las cosas a un punto que te abochorna haber callado toda la vida, y es esa vergenza la que ahora no te deja hablar? Pues si es as. Miguel, no vaciles: habla; habla, que yo s perdonrtelo todo: hasta eso! Habla: dime lo que ya s, pero habla.D. MIGUEL.- Y... si ya lo sabes. Por qu he de decrtelo yo?

AGUSTINA.- Porque si no lo oigo de tu boca, lo seguir ignorando. La norma ma para contigo ha sido siempre no saber de ti sino lo que t me dijeras. Por eso hemos podido vivir felices. Qu bien te has hallado a mi lado!, verdad? Qu cmodamente! Y habrs sido capaz de creer que yo era una ciega, una tonta, una simple? Pues no he sido ni seguir siendo ms que una mujer muy habladora, que ha tenido la abnegacin y el arte de callar. Una mujer que calla ms que habla!

D. MIGUEL.- Eres una santa, Agustina.

AGUSTINA.- No, de santa nada! Me falta mucho para llegar a los altares! Pero del teje maneje de algunos pecadores, sobre todo si me tocan de cerca s lo suficiente.

D. MIGUEL.- Y... desde cundo sabes...?

AGUSTINA.- Qu? Te da vergenza preguntrmelo? Pues nada, no te libro de ella, has de pasarla. Algo hay que sufrir alguna vez.

D. MIGUEL.- Bien. Desde cundo sabes... que Pepita es mi hija?

AGUSTINA.- Que Pepita es tu hija?

D. MIGUEL.- S.

AGUSTINA.- Pero, es tu hija Pepita?

D. MIGUEL.- (Desconcertado un punto.) Pero... no aseguras que lo sabes?

AGUSTINA.- Ah! Luego no era una invencin, una calumnia femenina, creada slo para atormentarte, por el torpe vicio de hablar por hablar? No era eso, Miguel?

D. MIGUEL.- No me tortures con tus ironas, Agustina, si me has de perdonar Desde cundo lo sabes?

AGUSTINA.- Lo supe horas despus de nacer la criatura.

D. MIGUEL.- Cmo puede ser eso?

AGUSTINA- Te asombra? Una mujer vino a decrmelo.

D. MIGUEL.- Y cmo has podido callar y disimular tantos aos?

AGUSTINA.- Los mismos que t. Cuando l no me lo confiesa -pensaba-, no debe de querer que yo me entere.

D. MIGUEL- Tem, la verdad, lo tem siempre y sa ha sido la nica razn de mi silencio, destruir la paz que haba entre nosotros. Al fin y al cabo, yo te habla ofendido.

AGUSTINA.- S; pero lo nico que me ha ofendido de veras ha sido tu obstinado silencio, tu increble disimulo. Cmo no has visto, en tanto tiempo, las lgrimas detrs de mis ojos? Lo que lloraron cuando naci esa nia! Y t, sin enterarte! Y as, un da tras otro, mientras t me creas feliz y resignada con mi pena de no tener hijos tuyos, he seguido incesantemente la vida de esa nia... a la que quiero ms que t.

D. MIGUEL.- Qu?

AGUSTINA.- Ms que t! La quiero ms que t! Ha dormido su sombra entre los dos tantos aos, Miguel, tantos aos!... Y mientras t la temas, yo la deseaba!

D. MIGUEL.- Agustina...

AGUSTINA.- Y ahora t queras que se fuese de Quesa, por cobarda, por temor a no s qu escndalo, por miedo a lo que hablan las mujeres; y soy yo quien hace que se quede aqu con nosotros, para que hablen ms! D. MIGUEL.- Ests segura?

AGUSTINA.- Cmo no he de estarlo, Miguel? Es que muerta su madre, se puede dejar a esa nia en poder de ese vividor de Curro Cortina? T tienes valor para eso, Miguel?

D. MIGUEL.- De mi valor no hables. He sido el hombre ms ciego y ms cobarde del mundo. Pero era perderte lo que me daba miedo! Si esto me disculpa a tus ojos, abselveme ya. Y Pepita es desde este instante ms hija tuya que lo es ma; lo que t quieras, Agustina, se ha de hacer. Ella conoce...?

AGUSTINA.- Como yo. Y como yo... ha sabido callar. Y eso que tambin es muy charlatana! D. MIGUEL.- Ella te ha dicho...?

AGUSTINA.- Ni palabra. Pero s que lo sabe. Me han bastado unos das a su lado para comprenderlo. iY t, en veinte aos de vida conmigo, no te has enterado hasta ahora de lo que saba yo!

(Sale Pepita, dispuesta a marcharse) .

PEPITA.- Una que se va.

AGUSTINA.- Pepita!

PEPITA.- Qu?

AGUSTINA.- Abraza a mi marido.

PEPITA.- Seora! AGUSTINA.- Abrzalo; quiero que lo abraces.

PEPITA.- Mire usted que dicen por ah malas lenguas que estamos liados.AGUSTINA.- Que digan lo que quieran; yo no soy celosa. Abrzalo.

D. MIGUEL.- (Recibindola en sus brazos paternales). Pepita!

AGUSTINA.- As!

D. MIGUEL.- Esta es la verdad! Ya podemos decrsela a todos!

AGUSTINA.- No hay ms verdad en este mundo que la verdad de los corazones.

PEPITA.- Si son como el suyo, Agustina.

D. MIGUEL.- Es que si no son como el suyo, no son corazones!

AGUSTNA.- Pepita! (La atrae hacia s y la besa muy conmovida).

(Asoma entonces Felipa a la puerta que conduce al jardn y exclama con graciosa irona):FELIPA.- Jajay! Lo que hablan las mujeres...!

FIN DE LA COMEDIA.