lnr del 16 de agosto de 2009

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TIENE 33 AñOS. Y CANTA CON PLACIDO DOMINGO. UNA SANTAFECINA EN LA MECA DE LA LIRICA LA PRIMA DONNA ARGENTINA VIRGINIA TOLA EL MAL SILENCIADO DESPUES DE LA GRIPE, ¿HABLAMOS DE CHAGAS? JACKIE Y BOB KENNEDY HISTORIA DE UN AMOR PROHIBIDO DECO EN EL TALLER DE MARTA MINUJIN BAFWEEK COMO SE PREPARA LA GRAN SEMANA DE LA MODA LN R LA NACION REVISTA 16 DE AGOSTO DE 2009

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LNR del 16 de agosto de 2009. Revista dominical del diario La Nación

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tiene 33 años. y canta con placido domingo.

una santafecina en la meca de la lirica

la prima donna

argentina

virginia tolael mal silenciadodespues de la gripe, ¿hablamos de chagas?

jackie y bob kennedyhistoria de un amor prohibido

decoen el taller de marta minujin

bafweekcomo se prepara la gran semana de la moda

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16 de agostode 2009

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A los 33 años, la santafecina, partenaire habitual de Plácido Domingo, puede jactarse de haber ganado algunos de los más importantes

concursos internacionales y de estar en la cumbre del mundo de la lírica

Nota de tapa Entrevista

la soprano

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p o r ale jandra herren

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en vivo Arriba, junto a Plácido Domingo, en el Barvikha Concert Hall, de Moscú. Derecha, arriba, en Las bodas de Fígaro, en Bruselas, Bélgica

No recuerda momento alguno de su vi-da en que no haya cantado. Para Vir-ginia Tola, el canto ha sido siempre

algo tan natural como respirar.Y aunque hoy, a los 33 años, se mira al

espejo y ve a una prima donna de la ópera que suele compartir escenario con Pláci-do Domingo, es apenas, sólo, nada más que, una cantante, como lo ha sido desde el primer aliento.

“No ha habido un solo día de mi vida –dice– en que no haya deseado ser cantan-te, en que no lo haya sido. Ser cantante de ópera es una decisión posterior, pero he cantado toda mi vida.”

Virginia es de aspecto menudo, suave, aniñado… Lejos de cualquier estereotipo, parece más bien una modelo teen antes que una señora dedicada al bel canto. Sin em-bargo, toda esa impronta se deshace cuando está sobre el escenario y desata el carácter que le exigen sus personajes.

Por estos días vive en Washington por razones profesionales, las mismas que la llevan a tener una existencia casi nómada,

de ciudad en ciudad, de teatro en teatro, de obra en obra, una rutina que, sin embargo, no le impide estar casada (su marido es abogado del Banco Mundial) y hasta fanta-sear con tener descendencia algún día.

Desde allí habló con LNR, mientras espe-ra ansiosamente el momento de volver a la Argentina, su tierra, donde actuará, el 25, 28 y 30 de este mes, en el Teatro Colón, in-terpretando Orfeo y Eurídice.

Nacida en Santo Tomé, provincia de San-ta Fe, Virginia tuvo sus primeros fogueos en el oficio a los 8 años, cuando pasó a ser integrante del coro de niños de su ciudad natal. “Era algo totalmente natural –cuen-ta–. Tengo grabaciones mías de cuando tenía 4 años, así que la voz y la musicalidad han estado conmigo desde siempre. Cuan-do era chica le cantaba las canciones a todo el mundo a mi alrededor, y cuando entré en el coro fue lo mismo; mi entorno me ha escuchado cantar permanentemente. Lo que pasó después fue curioso, porque en mi casa nadie escuchaba ópera, aunque, como mi abuela tenía un conservatorio de

piano en su casa, yo tuve contacto con ese ambiente musical."

La cuestión se puso seria y grave cuando apareció la ópera como opción, cuando te-nía 15 años. Un descubrimiento que hoy Virginia recuerda como la revelación de un mundo maravilloso, que la conmovía en las entrañas. “Descubrí que la ópera era teatro cantado. Y me fascinó el hecho de que a través de los personajes y con tu voz pudie-ras contar muchísimas historias.”

Pero también hubo cierto condiciona-miento familiar, que afortunadamente co-incidió con los anhelos de la futura prima donna. “En mi familia el tema era que po-días hacer lo que vos quisieras, pero había que estudiar, así que me decidí por estudiar ópera. Y fue entonces cuando el canto pasó de ser algo natural a ser algo serio, para lo que hacía falta esfuerzo, estudio, constan-cia. Yo suelo comparar al cantante lírico con un atleta, de hecho. Con el correr de los años he descubierto que para tener una salud vocal que te permita mantener un ritmo de trabajo tan grande como el que

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DE VIDA

Virginia completó sus estudios de canto lírico en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.

Cobró notoriedad internacional al consagrarse ganadora del concurso de canto Reina Sonja, en Oslo, Noruega, donde fue calificada por un jurado de notables del bel canto.

Obtuvo el concurso Operalia, creado y organizado por Plácido Domingo, donde se le adjudicaron tres galardones: el Premio del Público, el Premio a la Zarzuela y el Premio del Filántropo Lloyd Rigler.

Hizo su debut en el Teatro Colón con Los cuentos de Hoffmann, donde representó el papel de Antonia. Y en la misma temporada protagonizó, en el Colón también, el estreno mundial del Don Juan de J. C. Zorzi.

En la actualidad, además de sus conciertos y óperas, se presenta junto al tenor Plácido Domingo en los más importantes teatros del mundo.

tengo ahora hay que cuidar el cuerpo, más allá de hacer mis ejercicios de respiración y mis vocalizaciones.”

Cada día, Virginia se somete a una rutina de gimnasio, que viene agregada a sus cien-tos de ejercicios respiratorios y a sus voca-lizaciones. No es para menos, si se tiene en cuenta que un cantante lírico debe soportar con eficacia piezas que duran en promedio cuatro horas. Pero dista mucho de vivirlo como un sacrificio. “Me gusta tanto lo que hago que para mí es un placer y no un sa-crificio –dice–. Obviamente, todo en la vida exige esfuerzos, pero no me doy cuenta de esa parte. Una vez que estoy en el escenario, que pasaron los nervios previos, las ansie-dades del camarín, siento una profunda sensación de libertad. Incluso en mis prin-cipios, a los 15 o 17, que era la época de salir a bailar y esas cosas, yo disfrutaba de mis momentos de juventud pero lo que más an-helaba era estar cantando; era lo que más me gustaba.”

–¿Tus rutinas son siempre tan exi-gentes?

–Bueno, depende mucho del momento de la producción en la que estés… Si estás en-sayando una ópera, que por lo general lleva un mes, perdés un poco tu vida. O sea, tenés un día libre y el resto de la semana hay que estar a disposición del teatro ocho horas diarias. Son ensayos larguísimos. Yo suelo hacer mis rutinas antes de ir al teatro y allí sigo trabajando. Pero cuando no estoy en esa etapa, suelo estar estudiando y prepa-rando cosas nuevas, pero no necesariamen-te cantando, porque el instrumento se can-sa si uno abusa de él; para estudiar una partitura no hace falta cantarla: la podes tocar en el piano. Pero a mí esta cosa cam-biante de mi profesión me encanta, porque detesto aburrirme. Gracias a Dios, con este tipo de vida que llevo estoy en cambio per-manente, viajando, conociendo gente nue-va… Hasta ahora no me he cansado.

–Con el correr del tiempo, ¿en qué percibís que ha ido cambiando tu voz?, ¿cómo has ido creciendo?

–Uh, he cambiado muchísimo… Ahora se cumplen diez años desde que empecé a can-tar profesionalmente. Fue a partir de haber ganado mi primer concurso internacional, el primero al que me presenté. Fue el Reina Sonja, en Oslo, Noruega, donde tuve como jurados a varios popes de la lírica, como Birgit Nilsson, Christa Ludwig, Theo Adam e Ingrid Bjoner. En ese momento –tenía 23 años–, yo pensaba que estaba grande para el oficio y no sabía cómo me iba a ir; no sabía cómo hacer. A partir de ganar ese concurso mi vida y mi voz cambiaron mu-chísimo. Después gané el concurso Opera-lia, creado por Plácido Domingo, y tuve la oportunidad de conocer a este gran maestro y artista, gran persona, y de trabajar con él. Y hoy sigo de su mano, haciendo infinidad de proyectos. Así que desde el comienzo fue cambiando mi voz, mi vida, pero también mi manera de ser: cada personaje me per-

“Cuando gane el concurso operalia, creado por placido domingo,

tuve la oportunidad de conocer a este gran maestro y gran persona,

y de trabajar de su mano"

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RODANTE

–¿Cómo se hace para sostener un matrimonio cuando uno lleva ese tipo de vida? No debe de ser sencillo.–Mi esposo es abogado en el Banco Mundial, así que generalmente vivimos en Washington, donde él tiene su trabajo. El viaja cuando puede, hace escapadas para verme, y yo también, siempre vuelvo donde él esté. No hay nada planeado: es una experiencia que vamos viviendo día a día, pero no pasamos más de un mes sin vernos. Y... sí..., es complicado, pero al mismo tiempo es divertido… No me da miedo de que sea así: es más bien estimulante. Hablamos mucho por teléfono, chateamos, y

cuando aparece el bendito “no aguanto más sin verte”, hay un “venite” como respuesta, y él o yo nos escapamos hasta donde esté el otro, para estar juntos. El también es de Santo Tomé, como yo.–Bueno, parece que las argentinas nunca "zafamos" de los argentinos…(Se ríe) –No. Es que nuestro país es tan lindo, aunque haya tantas cosas para criticarle. Sobre todo cuando vivís afuera, hacés autocríticas sobre nuestra forma de ser, pero finalmente es tan fuerte nuestra idiosincrasia que terminás en pareja con algún argentino.

mite conocerme más a mí misma. Así como la voz se va modificando con cada nueva obra, con cada nueva exigencia, así tam-bién uno mismo va madurando como per-sona. Hoy miro hacia atrás, estos diez años, y estoy muy agradecida de todos los mo-mentos en los que he sufrido o en los que he sido feliz porque siento que hoy, a los 33 años, estoy como empezando nuevamente mi carrera pero con un bagaje enorme, tan-to en lo vocal como en lo personal.

–¿Parte de la maduración tiene que ver con ir encontrando un método téc-nico más adaptado a vos misma, más personal?

–Tal cual. He tenido siempre, gracias a Dios, muy buenos maestros. He ido tomando de ellos lo que más me sirve a mí, pero gra-cias a mi experiencia con mi cuerpo he po-dido ir armando mi propio sistema técnico, más adaptado a mis particularidades, y eso es algo que todo artista debe hacer. Si bien somos todos parecidos, nadie es igual, y la voz está ligada ciento por ciento a las emo-ciones. Así que he tenido que bucear mucho en mi manera de funcionar emocionalmen-te para lograrlo; eso me ha hecho crecer.

–Antes las cantantes líricas eran más bien rellenitas. ¿Cuidás tu apariencia física? ¿Ha cambiado el modelo estético tradicional de la cantante de ópera?

–Sí, trato de mantenerme en mi peso. Hoy en día el mundo de la ópera está cada vez más mediático, y uno tiene que respon-der al personaje. Casi siempre la soprano es la protagonista de la ópera, y el tenor se refiere a ella como alguien bello y sensible, habla de las cualidades que lo enamoran… Antes las sopranos estaban un poco exce-didas de peso y no importaba. Pero ahora ya no es así (se ríe). Eso también derriba algunos mitos, como que es necesario ser gordo para cantar bien, o que el sobrepeso está relacionado con tener una buena capa-cidad respiratoria.

–¿O sea que no es necesario comer dos kilos de espaguetis por día?

(Se ríe) –No, no... bueno, si tu cuerpo los necesita, adelante; de hecho hay modelos que se comen la vida y no engordan, pero

no es una condición para cantar bien.–¿Cómo combatís los nervios del es-

cenario?–Ultimamente no he tenido tantos ner-

vios como cuando era más chica. Supongo que haciendo lo que uno sabe que tiene que hacer antes, durante y después de cantar, es suficiente para no estar tan nervioso. Por ejemplo, el día de función solía encerrarme en casa y no hablar. Ahora hago una vida normal; hasta voy al gimnasio a hacer mis rutinas. Sólo aumento los mimos que me hago, nada más. Me dedico a mí misma, tipo mini- spa, para poder afrontar tres o cuatro horas de ópera.

–¿Tenés una estrategia para manejar tu carrera o vas guiándote por la intuición?

–La intuición para mí es algo muy impor-tante. Por ejemplo, al principio decía que no me gustaba cantar Mozart: "Nunca voy a cantarlo", me decía. Hoy, sin embargo, me he dado cuenta de que cantar Mozart es como un bálsamo para mi voz, que me ayu-da a cantar cada día mejor y que me mejora técnicamente. Así que hoy canto Mozart, aunque mis predilectos son Puccini y Ver-di, porque son más veristas (N. de la R.: el verismo es un estilo operístico italiano del siglo XIX inspirado en el naturalismo de escritores como Emile Zola o Henrik Ib-sen). Así que mi plan es ése: ir manejando

“yo creo que no tengo limites.

mi unico plan es seguir haciendo

lo que hago hasta que no sienta

mas pasion"

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EN ESCENA

Virginia Tola llegará a la Argentina, luego de haber realizado una extensa gira junto a Plácido Domingo, para presentarse en el Teatro Colón, el 25, 28 y 30 de este mes, en Orfeo y Eurídice, de Christoph Gluck, con Franco Fagioli como Orfeo, Virginia Tola como Eurídice y Paula Almerares en el papel de Amore. Director de escena y escenógrafo: Roberto Oswald. Vestuario: Aníbal Lápiz. Y la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Arnold Östman, más el Coro Estable del Teatro Colón.

mis repertorios de manera que me permi-tan seguir cantando hasta los sesenta y pico de años, como Plácido, totalmente sa-ludable. Al margen de eso, yo creo que no tengo límites: un cantante de ópera es un artista integral, y mi único plan es seguir haciendo lo que hago hasta que me canse, hasta que no sienta más pasión. Entonces me dedicaré a tener hijos y a cocinar, que también me encanta.

–¿Cómo te llevás con la gloria y con el aplauso?

–Has tocado un tema delicado: siempre me resultó muy difícil. Me acuerdo del pri-mer concierto que hice en el Colón. Yo esta-ba en la primera parte del concierto. Cuan-do terminé, el público estaba enardecido (eso es lo que amo del público argentino); me fui al camarín corriendo, me cambié y corrí al estacionamiento donde estaba el auto de mis padres para irme. No lo toleré. Obviamente, el concierto siguió, y cuando llegó el saludo final yo ya no estaba. Fue muy difícil. Al principio me decían “la nue-va Maria Callas…"

–¿Y eso cómo te sentaba?–Era un halago muy grande, pero nunca

estuve de acuerdo. Yo sabía que quería ser yo misma y no la segunda Maria Callas, al mar-gen de que uno tiene modelos a seguir y pre-ferencias que en los comienzos pueden no-tarse en la manera de cantar. Ahora estoy aprendiendo a disfrutar del aplauso un poco más, porque me gusta mucho dar todo en escena y tocar a la gente con mi voz. Yo soy una convencida de que el arte cura, y tocar a la gente con el arte de uno es lo mejor que te puede pasar. Creo en eso desde muy chica. Lo que uno recibe a cambio es el derecho del público a expresarse, pero no me pertenece.

–¿No deberías aprender a aceptar lo que la gente quiere devolverte, más allá de tu enorme autoexigencia, que te hace ver errores donde el público ve aciertos?

–Tal cual. Es así. Yo soy muy autoexigen-te, muy autocrítica, y nunca estoy del todo conforme con los resultados. Pero hay que buscar un equilibrio. Y eso hago. ✖

[email protected]

mas datos: www.virgiNiaTola.com

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p o r AlessAndrA FArk As (corriere dell A serA ) F oto Ap

historia de

un amorimposible

Se amaron apasionadamente durante cuatro años. Ni una sola indiscreción se filtró a los medios jamás. Y ahora, los escabrosos detalles

del romance que mantuvo Jackie Kennedy con su cuñado Bobby acaban de convertirse en libro: Bobby y Jackie: una historia de amor

(“Bobby and Jackie: A Love Story”), escrito por David Heymann

{grAndesromAnces}

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1963. Bobby y Jackie, tomados de la mano durante el funeral de John Fitzgerald Kennedy. Desde ese momento, la pasión entre ellos iría in crescendo

s e amaron con pasión ante los ojos indul-gentes de los familiares y consejeros, sin que –en la era preweb– una sola in-

discreción sobre su amor prohibido se filtrara a los medios. La narración de los detalles de la arrebatada historia de amor que por cuatro años ligó a Jackie Kennedy con su cuñado Bobby es ahora un libro: Bobby y Jackie: una historia de amor ("Bobby and Jackie: A Love Story"), escrito por el estadounidense David Heymann, luego de dos décadas dedicadas a estudiar los archivos del FBI y del servicio secreto, entrevistar al entorno de los Kennedy, incluyendo a Pierre Salinger, Arthur Schle-singer, Jack Newfield, Gore Vidal, Truman Capote y Morton Downey Jr. “Su historia de amor comenzó después del asesinato de JFK –escribe Heymann en el libro que saldrá a fin de mes y del que el New York Post publica algunos extractos–. Y se volvió tan intensa que, cuando le dispararon, fue Jackie y no la mujer, Ethel, a ordenar a los médicos que lo dejaran morir.” Según Truman Capote, durante años confidente de la primera dama, su amor nació del compartido luto doloroso. "La suya era una pasión ardiente y sin espe-ranza", explicaba el autor de A sangre fría. Robert fue el único hombre al que Jackie amó de verdad”, continúa el escritor Gore Vidal, pariente lejano de Jackie. Casado y padre de 11 hijos, Bobby no hizo ningún esfuerzo por ocultar la intriga. “Todos conocían lo que sucedía”, le narró el entonces ministro de Co-mercio, Franklin Roosevelt Jr., a Heymann,

nominado tres veces para el premio Pulitzer. “Se comportaban como dos adolescentes en-fermos de amor. Sospecho que Bobby desea-ba abandonar a Ethel para casarse con ella –continúa–, pero obviamente no era posible.”

La mujer toleraba la traición –“sabía que él no la iba a dejar nunca”, explica el autor–, pero cada vez que la cuñada visitaba a Bo-bby en Hyannis Port se producían escenas de celos, aunque sin resultado. Durante una cena en el yate presidencial USS Sequoia, seis meses después de la muerte de JFK, en mayo de 1964, Bobby y Jackie salieron a cu-bierta, dejando a Ethel sola con el resto de los comensales. “Cuando volvieron estaban relajados y satisfechos como dos gatos”, ironizaba Schlesinger.

En la Navidad de ese año la heredera Mary Harrington sorprendió a Jackie mientras tomaba sol en topless en la villa de los Ken-nedy en Palm Beach, con Bobby de rodillas a su lado. "Cuando se besaron, él le puso una mano sobre el seno y la otra dentro del slip: quedé shockeada”, testimonia la mujer, que a su vez fue protagonista de una historia pasajera con el hermano menor de JFK.

El desparpajo del senador continuaba dentro de los palacios del poder. Un día, el funcionario del Departamento de Comercio Kenneth McKnight llegó a una reunión nocturna con Kennedy en el Senado, y lo encontró acostado en un sofá con Jackie sentada sobre sus rodillas, con los brazos alrededor de su cuello.

El único que intentó enfrentar esa rela-ción fue Aristóteles Onassis, que amenazó con arruinar a su rival haciendo público el romance. “Puedo enterrar a ese energú-meno”, comentó el armador griego con un amigo, aunque terminó no diciendo nada, por temor, según Heymann, a perder a Jac-kie. Más tarde, cuando ella habló de casarse con el magnate, RFK confesó a Pierre Sa-linger: “Deberán pasar sobre mi cadáver”.

El 16 de marzo de 1968, RFK anunció su carrera hacia la Casa Blanca. Al día si-guiente telefoneó a su amigo Jack Newfield desde el departamento de Jackie en Nueva York. “Estaba deprimido y descorazonado –explica el columnista–. Ese había sido su último encuentro de amor.”

El 4 de junio, poco después de haber ga-nado las primarias en California, RFK cayó bajo los golpes de Sirhan Sirhan en el Am-bassador Hotel de Los Angeles. Jackie fue rápidamente a su lado y Ethel se apartó, permitiéndole estar sola con él hasta lo úl-timo. Bobby estaba cerebralmente muerto, pero su catolicísima mujer se resistía a que le retiraran la asistencia artificial, y el hermano, Ted, no estaba psicológicamente en condiciones de intervenir. A la 1.20 de la mañana del 6 de junio fue Jackie a or-denar a los médicos que lo dejaran morir, luego de haber firmado la autorización y los protocolos hospitalarios. En octubre del siguiente año Jackie Kennedy se casó con Onassis. ✖