líneas generales de la espiritualidad de edith stein · tía en su interior la necesidad urgente y...

34
Líneas generales de la espiritualidad de Edith Stein FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMÍN, OCD Centro Internacional (Avila) Edith Stein fue una mujer cuyos planteamientos ante la realidad trataron de ser siempre objetivos y nunca cerrados a una explicación dada o adquirida. Con mirada profunda y guiada por la fenomeno- logía, se adentró principalmente en la dimensión de lo humano. En su adolescencia, y más intensamente como joven universitaria, sen- tía en su interior la necesidad urgente y vital de encontrar respues- tas. Sus deseos de verdad no eran abstractos, tenían un denominador común: ¿qué o quién es el hombre?, ¿dónde radica el sentido de su ser y de su existencia? Preguntas que llegaron a angustiarla y poner- la en auténtica crisis existencial. No era de talante para nada confor- mista. No podía vivir llevada por la inercia. Necesitaba respuestas intelectuales y existenciales. La psicología, por la cual optó al iniciar sus estudios universi- tarios, no daba una respuesta convincente a su búsqueda, más bien anulaba en gran medida su concepto experiencial de la persona. Tampoco la filosofía le proporcionaba un camino convincente. Pero el método fenomenológico abrirá un nuevo camino, una forma dife- rente de enfrentarse con la realidad: desde la observación directa y a través de la experiencia, dejar que la "esencia" de lo contemplado aparezca, el ser mismo que sólo se deja captar a través de una mirada espiritual pura. Lo que Edmund Husserl bautizó con el nom- bre de "intuición". En el fondo se trata se una actitud intelectual epistemológica que exige una profunda ascesis mental, como liberación de todo REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (58) (1999), 75-108

Upload: others

Post on 23-Oct-2019

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Líneas generales de la espiritualidad de Edith Stein

FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMÍN, OCD Centro Internacional (Avila)

Edith Stein fue una mujer cuyos planteamientos ante la realidad trataron de ser siempre objetivos y nunca cerrados a una explicación dada o adquirida. Con mirada profunda y guiada por la fenomeno­logía, se adentró principalmente en la dimensión de lo humano. En su adolescencia, y más intensamente como joven universitaria, sen­tía en su interior la necesidad urgente y vital de encontrar respues­tas. Sus deseos de verdad no eran abstractos, tenían un denominador común: ¿qué o quién es el hombre?, ¿dónde radica el sentido de su ser y de su existencia? Preguntas que llegaron a angustiarla y poner­la en auténtica crisis existencial. No era de talante para nada confor­mista. No podía vivir llevada por la inercia. Necesitaba respuestas intelectuales y existenciales.

La psicología, por la cual optó al iniciar sus estudios universi­tarios, no daba una respuesta convincente a su búsqueda, más bien anulaba en gran medida su concepto experiencial de la persona. Tampoco la filosofía le proporcionaba un camino convincente. Pero el método fenomenológico abrirá un nuevo camino, una forma dife­rente de enfrentarse con la realidad: desde la observación directa y a través de la experiencia, dejar que la "esencia" de lo contemplado aparezca, el ser mismo que sólo se deja captar a través de una mirada espiritual pura. Lo que Edmund Husserl bautizó con el nom­bre de "intuición".

En el fondo se trata se una actitud intelectual epistemológica que exige una profunda ascesis mental, como liberación de todo REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (58) (1999), 75-108

76 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

prejuicio racionalista, o de toda conceptualización apriorística, Este modo de abrirse a la realidad tiene mucho en común con la mirada contemplativa del místico. El místico, para alcanzar a Dios, sabe que tiene que "purificarse", desnudarse del "hombre viejo" para revestirse de Cristo, "el hombre nuevo", y así contemplar el autén­tico rostro de Dios, el Ser puro, tal como El es, sin estorbos ni reproducciones falsas. Desde este punto de vista no resulta extraño, pues, que muchos de los fenomenólogos husserlianos llegaran a encontrarse con Cristo y, por consiguiente, se convirtieran al cris­tianismo.

El camino de Edith Stein siguió también estos pasos: de la con­templación filosófica del ente pasó a la contemplación mística del Ser; a través de la búsqueda del ser de la persona humana, se topó con un Dios-Hombre que vino a dar respuesta total a sus preguntas. Este es el momento que marca toda su vida, y sólo desde ahí se explica el desarrollo de su espiritualidad, que va a tener dos puntos centrales de apoyo: el hombre y Cristo. Ello nos define ya las carac­terísticas de su pensamiento que es, simultáneamente, cristocéntrico y antropocéntrico. Como veremos, son dos realidades que van uni­das y se explican mutuamente. Los dos son sujetos y objetos de la vida espiritual. Desde el diálogo Dios-hombre en Cristo se explican todos los temas adyacentes. Estos temas son desarrollo, expresión, posibilidad y realización de la unión del hombre con Dios. Confor­me al siguiente esquema sintetizamos el mensaje espiritual de Edith Stein:

1. Como visión de conjunto tenemos su "experiencia del en­cuentro", en la que veremos el arco global donde encaja de forma unitaria su pensamiento antropológico-teológico-espiritual.

2. Siguiendo su misma experiencia partimos de la comprensión del hombre como ser espiritual, abierto al diálogo.

3. Cristo es el sentido, modelo y origen que da plenitud al ser del hombre. También diremos una palabra sobre María.

4. Analizamos los "medios" que posibilitan la comunión- co­municación entre Dios y el hombre:

4.1. La vida eclesial. 4.2. La vida teologal.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 77

S. Para concluir con los "caminos" prácticos en los que centra su atención Edith Stein:

5.1. El camino de la oración. 5.2. Una espiritualidad eucarística. 5.3. Vivir en las manos de Dios.

l. EXPERIENCIA DEL ENCUENTRO

El punto de partida de nuestra exposición es el mismo que llevó a Edith Stein hacia la conversión: 1:'1 experienci:'l del encuentro con Dios. Una experiencia que fue despertándose en ella poco a poco, hasta que llegó a configurarse en una auténtica experiencia mística que transforma definitivamente su vida. En estas palabras suyas, es­critas hacia 1919, descubrimos su cambio: "Esta suerte me fue depa­rada después de una experiencia que sobrepasó mis fuerzas, que ab­sorbió toda mi energía vital y que me privó de toda actividad. La quietud en Dios es algo totalmente nuevo y particular en contra de la negación de la actividad por falta de fuerza vital. En su lugar aparece el sentimiento de estar escondido, de estar liberado de todo proble­ma, preocupación u obligación. Y mientras más me entrego a este sentimiento, me comienzo a llenar más y más de vida nueva, que me empuja a nuevas ocupaciones, sin que para ello actúe la voluntad" l.

Apenas dos años más tarde, leyendo la autobiografía de santa Teresa de Jesús, puede confesar tranquilamente que "ésta es la Verdad". Una verdad que ya no es abstracta, sino que tiene un nombre propio y un rostro: Jesucristo. Y que es la respuesta a todas sus preguntas anteriores y el sentido que colmará toda su vida.

La experiencia steiniana queda plasmada en la comprensión unitaria de toda la realidad desde Dios, desde su actividad creadora, desde la misma Historia de la Salvación. Esquemáticamente repro­ducimos el marco global de la experiencia steiniana, fruto de su vivencia y de la reflexión. Sólo desde aquí podemos comprender el arco completo de su pensamiento espiritual

I «Psychische Kausalitat», en Beitriige zur philosophischen Begründung der Psychologie und der Geisteswissenschaften, Tübingen, 1970, p. 76.

78 FRANCISCO lA VIER SANCHO FERMIN, OCD

DIOS

/ombIe ---- Adán

Ser humano \ X. v_1 JI) Mi:, - E}3)

\ Jesús ---- Nuevo Adán

Encarnación I _~

Pecado

del Verbo \

María ---- Nueva Eva

Redención

Ciertamente el punto de partida en el encuentro con Dios no fue para Edith Stein -desde el punto de vista de su experiencia lógi­ca-, Dios mismo, sino el hombre, el "ser finito". Pero desde el momento de su conversión, y a través de la oración y la reflexión, concluye que en el origen siempre ha estado Dios presente, ese Dios que "se deja buscar para dejarse encontrar". El Dios que a través del Espíritu Santo va actuando en el hombre para que se mueva hacia el encuentro y se entregue confiadamente a El. Edith Stein no deja dudas al respecto: "Lo que no estaba en mi plan estaba en el de Dios. Cada vez creo con mayor convicción que la casualidad no existe, pero toda mi vida, hasta en sus más mínimos detalles, está inserta en el plano de la Divina Providencia, y que ella sólo adquiere su significado más completo ante el ojo de Dios que todo lo ve. Entonces comienzo a alegrarme pensando en la luz de la gloria por la que se me descubrirá su verdadero sentido" 2.

Tratamos ahora de dar una breve explicación al esquema, en el que encajan y dan explicación todos los puntos que tocamos en este

2 Ser finito y ser eterno. Ensayo de una ascensión al sentido del ser, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 130 (abreviamos SFSE). En el mo­mento de citar los escritos de Edith Stein seguiremos, como en este caso y siempre que sea posible, las traducciones correspondientes en lengua española. Cuando tengamos que citar del alemán seguiremos la edición oficial de sus escritos, llevada a cabo por la editorial Herder de Friburgo. Citaremos con la abreviatura ESW (Edith Stein Werke), seguida de un número romano que in­dica el volumen.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 79

artículo. En el orden cronológico es claro que el origen de todo es Dios, pero no un Dios simplemente creador porque sí, sino un Dios que crea porque su misma esencia es generadora de vida. Por eso Dios se comprende como un ser trinitario, es decir, amor-comuni­dad, que engendra en sí mismo a tres personas distintas pero unidas. Su amor sale de sí y a través del Verbo (el Logos), crea y plasma su imagen en la creación. El hombre es la imagen más sublime de entre las criaturas terrestres. Al ser imagen, se comprende sólo des­de su creador -el Logos-, y desde su origen -la Trinidad-. Esa imagen recibida queda plasmada en su ser (espíritu, alma y cuerpo), en su vocación (semejanza con Dios, dominio de la creación y con­tinuador de la misma), y en las dimensiones de su ser imagen de Dios (como ser humano [1], como hombre o mujer [2] y como individuo [3]).

En el principio, en la primera creación, el hombre vivía la armo­nía con su ser, con su especie y con Dios. Pero el pecado rompió con ese estado, pervirtiendo e imposibilitando que el hombre con sus propias fuerzas recuperase la unidad perdida. Se hacía necesaria una "nueva creación" que se correspondiese con la primera, pero que al mismo tiempo no fuese posible de pervertir. Sólo el creador, el Verbo, podía realizar tal prodigio: él es el modelo que ahora en el misterio de la encamación se hace visible a toda la humanidad. Un Nuevo Adán y una Nueva Eva son los "padres" de la humanidad en un sentido más auténtico y real. La redención es la posibilidad ofrecida a todos los individuos de acceder nuevamente a su origen, el Dios trinitario. Y la mediación absoluta es el Verbo de Dios hecho hombre. Para una comprensión de toda la Historia de la Sal­vación es fundamental, según Edith Stein, la justa comprensión del paralelismo existente entre los dos momentos centrales en la historia del hombre: su aparición en el mundo (creación), y la posibilidad de unirse con Dios (redención). El hombre, a través del desarrollo ple­no de su ser, que encuentra su modelo en el Verbo encamado, inicia el camino de regreso al Padre dentro de la comunidad eclesial y con la ayuda de las virtudes teologales y la vida de la gracia. El hombre tiene que desarrollar estos medios a través de una auténtica vida de oración y de configuración con Cristo presente en la eucaristía, vi­viendo en una dinámica continua de abandono en las manos de Dios.

80 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

Es cuando Edith Stein nos ofrece en sus reflexiones y lo que a continuación analizamos detenidamente.

2. EL HOMBRE, SER ESPIRITUAL

El ser humano encuentra la razón de su ser en sí mismo. Y él es capaz de una vida espiritual porque posee esa capacidad. Para Edith Steil1 el punto de partida es la unidad del hombre. No se trata de un alma que vive en un cuerpo, sino de una unidad de cuerpo, alma y espíritu. Sólo desde la unidad puede llegar a comprenderse rectamen­te cada uno de los "estratos o componentes" del ser humano. Estos elementos constitutivos son los que definen la naturaleza del hombre que al mismo tiempo es espiritual y material: "A la esencia del hom­bre en cuanto tal pertenece la doble naturaleza siguiente: ser una persona espiritual y ser informado corporalmente. En cuanto espíritu, la esencia forma parte del mismo género de ente que todos los espí­ritus creados. En cuanto informada orgánica-corporal-psíquicamen­te, forma parte del género de los seres vivientes. Pero puesto que el ser espiritual y el ser orgánico-material-psíquico no se presentan en ella separados y yuxtapuestos sino que son uno, es por consiguiente más justo -me parece- hablar de un género particular" 3.

La unidad del hombre es algo que posee pero que, al mismo tiempo, tiene que conquistar como meta de su realización plena, en la que contempla que su espíritu y su cuerpo tienen las mismas tendencias y que las tensiones existentes desaparecen. Es uno de los objetivos de la vida de la gracia, que busca la unificación de la naturaleza en sí y con Dios, devolver al hombre a su estado original, imagen auténtica de la unidad trinitaria. En este sentido la recupe­ración de la unidad personal es vocación que el hombre tiene que realizar en su vida. La persona unificada es una "persona espiritual que está en una libre posición no sólo frente a su cuerpo, sino también frente a su alma" 4. Pero para alcanzar dicha unidad, tiene que llegar al conocimiento de su ser, a la posesión de los elementos que le constituyen en persona.

3 SFSE, pp. 520-521. 4 lb., p. 442.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 81

2.1. El alma humana

El alma desempeña un papel primordial en la constitución de la persona, porque ésta "es creada directamente por la mano de Dios" 5,

pero no como un ser en sí, sino ligada a un cuerpo al que da forma: "por eso el alma humana no sólo es un intermediario entre el espí­ritu y la materia, sino que es también una criatura espiritual, no sólo un producto del espíritu sino también un espú"itu informante. Ahora bien, de ninguna manera deja de ser un intermediario ni un paso: en cuanto forma del cuerpo, se inserta en el espacio de la misma ma­nera que las formas infeliores: su espiritualidad misma lleva en sí los rasgos de su atadura con la materia; eH fin, constituye un fun­damento escondido sobre el cual se eleva la vida espiritual" 6.

El ser "forma del cuerpo" caracteriza su papel dentro de la uni­dad del hombre, que consiste fundamentalmente en "llenarle de sentido y de vida", desarrollando la vida espiritual 7. Este desanollo consiste principalmente en que el alma llegue al conocimiento y posesión de sn ser, que alcance su "centro" más profundo donde encuentra el lugar de su libertad y de su unión con Dios, donde se siente como en su propia casa: "En la interioridad se capta interior­mente la esencia del alma. Cuando el yo vive en esa interioridad sobre el fnndamento de su ser, allí en donde él está totalmente como en su casa y habita, adivina entonces en parte el sentido de su ser, experimenta su fuerza concentrada en este punto antes de su divi­sión en fuerzas separadas. Y cuando la vida se alimenta de esta interioridad, vive plenamente y alcanza el grado más elevado de su ser. Los elementos recibidos del exterior no subsisten sólo a título de recuerdos, sino que éstos pueden transformarse en la carne y en la sangre. Así se convierten en él en una fuente dinámica dispensa­dora de vida" 8.

El hombre descubre la vida de su alma en la medida en que se adentra en su interioridad. El hombre moderno vive como si esa dimensión de su ser no existiese y la mantiene anulada, pero en el

5 lb., p. 281. 6 lb., pp. 440-441. 7 Cfr. ib., p. 476. 8 lb., p. 451.

82 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCO

fondo sabe que hay algo más dentro de sÍ. Edith Stein reflexiona sobre los caminos que pueden conducir al hombre a adentrarse en su alma y descubre fundamentalmente tres: el trato con los otros, la experiencia personal y la investigación científica realizada por las ciencias del espíritu 9, Caminos que después de todo sólo conducen hasta un determinado punto, Alcanzar el centro más profundo es sólo don de la gracia, y el camino el de la oración 10.

2.2. La corporeidad

El hombre más que como cuerpo se define como corporeidad, es decir, como un cuerpo que se vive como experiencia de la unidad personal. De aquí que su caractelistica principal -a pesar de cuanto de limitación espacial y temporal conlleva-, sea su vida, Por eso el hombre contempla su cuerpo como fundamento de todo lo que en él es vida 11. En definitiva, el cuerpo es también para el hombre funda­mento de su vida espiritual l2

. Visto desde esta perspectiva se com­prende el valor de la corporeidad en la vida espiritual: como fuente y como expresión. Una vida espiritual que prescinda de la materia­lidad del hombre está anulando su fundamento.

Edith Stein es consciente que dentro de la funcionalidad de la corporeidad humana, ésta se vive también como limitación, como barrera en las ansias de libertad que siente su yo espiritual. Sin embargo, esta "limitación natural" asumida sirve de fundamento para una formación auténtica y unificadora de la corporeidad: "El funda­mento sobre el cual se elevan la vida espiritual y la actividad libre y con el que ellas permanecen comprometidas se les da como ma­teria; y ellas aclaran, fonnan y utilizan este fundamento, La vida física y sensible del hombre está fonnada de una manera personal y se convierte en una parte de la persona. Sin embargo, no cesa jamás

9 «El castillo del alma», en Obras Selectas (M.E.e. 12), Ed. Monte Carme­lo, Burgos, 1997, pp. 439-440 (abreviamos Obras).

10 lb., p. 439. 11 Queremos anotar que esta concepción ya la tenía Edith Stein mucho antes

de su conversión. En su tesis doctoral Sobre el problema de la empatía (Méxi­co, 1995) se expresa claramente en estos términos.

12 Cfr. SFSE, pp. 387ss.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 83

de ser un fondo oscuro o La tarea de la espiritualidad libre consiste en iluminarlo más y más, y en formarlo de una manera más personal durante toda la vida" 13 0

Desde aquí comprende ella la razón de ser de una ascesis corpo­ral, no como mortificación del cuerpo, sino como proceso de inte­gración del ser corpóreo desde la voluntad orientada a alcanzar un fin concreto: el de la unificación armónica de todas las tendencias desde la conciencia libre de la persona. "La educación corporal -dice Edith Stein- no es, pues, los cuidados dados al cuerpo, ni una costumbre, sino una dirección dada a la voluntad en vistas a la información del cuerpo según su plan libre y determinado de ante mano, es decir, consciente de los fines que persigue y alcanza" 1'!.

2.30 Espíritu y espiritual

El ser humano además de ser también espíritu, se define como ser espiritual. Porque es espíritu y alma espiritual posee en sí vida espiritual. Es el punto que más le asemeja y une con Dios 15. Si no fuese espiritual no sería capaz de acceder a la unión con Dios. Y si bien es cierto que el hombre no alcanza este estado sin la interven­ción de la gracia, su ser se siente necesitado de la unión para com­pletarse y perfeccionarse. El hombre ha sido creado para este fin como "criatura espiritual" 16.

Gracias a su ser espiritual el hombre tiene la capacidad de salir de sí y acceder al mundo del espíritu: "En cuanto el hombre es espíritu, según su esencia, sale de sí mismo con su "vida espiritual" y entra en un mundo que se abre a él, sin perder nada de sí mismo. Exhala no sólo su esencia -como todo producto real- de una manera espiri­tual expresándose él mismo en forma inconsciente, sino que además actúa personal y espiritualmente. El alma humana en cuanto espíritu

13 SFSE, p. 387. 14 lb., p. 442. 15 Cfr. Ciencia de la Cruz, Ed. Monte Cannelo, Burgos, 1989, pp. 186-187

(abreviamos CC). 16 SFSE, p. 392. 17 lb., pp. 379-380.

84 FRANCTSCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

se eleva en su vida espiritual por encima de sí misma" 17.

La capacidad en el hombre de una vida espiritual auténtica se debe a que su espíritu es participación del Espíritu divino 18. De este modo la vida espiritual del hombre debe considerarse también como imagen de la vida íntima de Dios, de la Trinidad 19. La participación del espíritu humano en el espíritu divino supone necesariamente una llamada-vocación a la unión con Dios, como realización en plenitud de su ser. Por eso la vida espiritual humana necesita de un continuo desanollo o ascenso hacia esa meta. Y porque la interioridad es, en definitiva, lo más espiritual del hombre, la persona se hace más espiritual cuanto más vive en lo profundo de su ser 20.

2.3. Desarrollo de la vida espiritual

Para Edith Stein, dada su comprensión del hombre, la vida es­piritual desanollada es la medida de la felicidad y de la plenitud de la persona. La finalidad de la vida espiritual es doble:

En un primer momento es camino de interiorización: el hom­bre adquiere conocimiento de su ser y de su vocación, y se aproxima al centro de su alma donde conquista su mayor grado de libertad y está dispuesto a poder unirse con Dios: "El centro del alma es el lugar en el que la voz de la conciencia se percibe y el lugar de las libres decisiones, Porque esto es así y porque para la unión amorosa con Dios se exige la entrega personal y voluntaria, entonces el lugar de la libre decisión tiene que ser el mismo de la unión con Dios" 21.

- En un segundo momento, y paralelo al anterior, es camino de unión con Dios: "Hemos conocido la interioridad más profunda del alma como la morada de Dios. Por su espiritualiad pura, esta inte­rioridad es capaz de acoger en ella al espíritu de Dios. Por su libre personalidad puede darse en él, puesto que este don es necesario para tal acogida. La vocación de la unión con Dios es una vocación

18 lb., p. 377. 19 Cfr. ib., pp. 461ss. 20 lb., pp. 453ss. 21 Obras, p. 446.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 85

a la vida eterna. Ya, naturalmente, el alma humana, en cuanto pro­ducto espiritual puro, no es mortal. En cuanto espiritual y personal es capaz, por otra parte, de un crecimiento de vida sobrenatural, y la fe nos enseña que Dios quiere ofrecerle la vida eterna, es decir, la participación eterna de su propia vida" 22.

Una comprensión de la vida espiritual en esta doble dimensión que propone Edith Stein tiene como consecuencias lógicas, las si­guientes 23: que el desarrollo auténtico de la vida espiritual lleva a un reconocimiento de la vocación individual de la persona y a su puesta en práctica; al mismo tiempo, la persona cuanto más espiritual es más libre, puesto que el centro de su interioridad es el centro de su libertad, desde donde puede tomar las decisiones con mayor claridad y conocimiento; el crecimiento de la vida espiritual en el hombre supone una apertura cada vez mayor al mundo, en cuanto que se hace más capaz de salir de sí mismo y adentrarse en la realidad sin el peligro de venir absorbido por ella.

3. CRISTO, PLENITUD DEL HOMBRE

Por muy grande que sea el conocimiento que el hombre tenga de su naturaleza y de su ser, siempre será limitado sin la referencia a su origen y a quien le ofrece la posibilidad y el camino para llevar a plenitud su ser y su vocación. Este es Cristo. Sólo en El se des­cubre su ser original. Cuando Edith Stein habla de la importancia de Cristo en la vida del hombre se refiere al Cristo Total, presente en cada uno de sus misterios. El hombre tiene que acogerle desde lo que El es, para poder asimilar, comprender y vivir la centralidad de su papel en la construcción de la persona y en la orientación hacia su fin: la unión con Dios. El Cristo Total está representado en sus misterios -que el hombre tiene que hacer suyos-, y en su obra en

22 SFSE, pp. 518-519. 23 No nos detenemos ahora en su análisis porque superaríamos los límites

propuestos. Una exposición detallada puede verse en F. J. SANCHO, Edith Stein, modelo y maestra de espiritualidad, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1998 (2." ed.), pp. 339ss.

86 FRANCISCO lA VIER SANCHO FERMIN, OCD

favor de la humanidad, que es la que llena de sentido y da posibi­lidad de desarrollo a la vida espiritual del hombre. Son los dos momentos que presentamos a continuación.

3.1. El misterio de Cristo

Aunque en sus estudios Edith Stein presta especial atención al misterio trinitario, centra su atención cristológica en cuatro puntos:

el Verbo creador y arquetipo del hombre, el misterio de la Encarnación, el misterio pascual, Cristo como el Nuevo Adán.

Aspecto esencial de la centralidad de Cristo en la vida del hom­bre lo descubre Edith en los orígenes de la creación del mundo. Siguiendo cuanto afirma el evangelista san Juan en su prólogo, considera al Verbo -la Palabra de Dios-, como el creador. Esto significa que todo lo creado "posee en El la subsistencia y la cohe­rencia" 24. Esta simple afirmación tiene para Edith Stein una larga serie de consecuencias: en Plimer lugar, que toda criatura es "inter­mediario" en la búsqueda de Dios; también que la Verdad de Dios está veladamente presente en todo; y que la unidad de toda la crea­ción es posible en Cristo y desde Cristo.

La reflexión sobre el Logos creador nos ayuda a comprender mejor el misterio de la Encarnación, no sólo como condición del misterio pascual, sino como culminación de la obra de la creación: la "coherencia" de todo lo creado se hace visible en la unión "espon­sal" 25 de la divinidad con la humanidad: "El se hizo uno de noso­tros, pero no sólo eso, sino también uno con nosotros. He aquí lo maravilloso del género humano, que todos somos uno. Si fuera de otra manera, si todos viviésemos como seres autónomos y separa­dos, libres e independientes los unos de los otros, la caída de uno no habría arrastrado a la caída de todos. Por otro lado, el precio de la expiación habría podido ser pagado y podríamos contar con ello,

24 SFSE, p. 124. 25 Cfr. CC, p. 317, nota 74.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 87

pero entonces su justicia no habría sido transmitida a los pecadores y no sería posible la justificación. Sin embargo, El vino para ser con nosotros un cuerpo místico: El como nuestra cabeza y nosotros como sus miembros,,26. Al mismo tiempo la encarnación es la revelación visible del origen del hombre: su ideal de perfección ya no es algo abstracto sino que tiene un rostro en Cristo. Siguiendo su ejemplo puede recuperar el estado de filiación perdido con el pecado: "Dios se hizo Hijo del Hombre para que todos los hombres llegaran a ser hijos de Dios" 27.

El misterio pascual es el eje en torno al cual gira la vocación personal de Edith Stein y la clave más clara para leer e interpretar su vivencia espiritual. El tema de la cruz es de los que ella más ha desarrollado, seguramente por sentirse más identificada con él, so­bre todo en los últimos años de su vida. Cuando habla de cruz lo hace desde una doble dimensión: como teología de la cruz y como escuela de la cruz, es decir, en cuanto que el camino hacia la unión con Dios se realiza como seguimiento de cruz.

En cuanto misterio de la vida de Cristo va ligado íntimamente a los otros, y su realización significa la recuperación de cuanto en la creación y en la encarnación se significaba: triunfo sobre la muerte y el pecado en cuanto realidades que rompen con la unidad origina­ria, y camino abierto al hombre para que desde su libertad pueda colaborar en la realización de este proyecto de redención de la hu­manidad y de la creación entera: "Jesucristo, por su pasión y muerte, ha expiado los pecados de todos los hombres y, de esta manera, ha satisfecho la justicia divina. La naturaleza humana es el instrumento de esta reparación, puesto que la hace posible por la pasión y la muerte. Si la expiación tiene un valor suficiente -más bien un valor sobreabundante- es porque es la obra de una persona divina: así la expiación es infinita ... Es un impulso de la gracia, es decir, un acto divino del cual ningún hombre es capaz ( ... ), que nos lleva por el camino que conduce a Dios: hacia el arrepentimiento, la expiación y la unión fiel al Redentor. ( ... ) Cristo no puede solamente, por un llamado de gracia, despertarnos y librarnos del peso del pecado, sino

26 Obras, p. 381. 27 lb., p. 381.

88 FRANCISCO lA VIER SANCHO FERMIN, OCD

que puede también hacernos justos, es decir, santos: llenarnos de vida divina y conducirnos al Padre celestial como a sus propios hijos. Nos hacemos entonces, por la justificación, hijos de Dios, tal como los hombres lo eran antes de la caída" 28.

Contemplar a Cristo como el Nuevo Adán es para Edith Stein mucho más que un título. En ello ve significada toda la obra reali­zada por Cristo en su unidad, y al mismo tiempo tiene un especial interés antropológico en sus reflexiones. En los misterios de la vida de Cristo hay una base común: la redención. Es la gran obra que Jesús realiza con su encarnación y con su muerte y resurrección. La redención es el triunfo sobre la realidad del pecado, presente en la historia de la humanidad desde la caída de Adán. Adán fue el primer hombre creado por Dios y llamado a convertirse en padre de la humanidad. Su pecado supuso la ruptura con el estado original de gracia para toda la humanidad posterior. Pero Dios, en su infinito amor al hombre, no quiso abandonarlo al poder de las tinieblas y envió a su Hijo para que recuperase, para el hombre, el camino de la salvación, Esta misión le une directamente con la figura de Adán, de tal modo que "la redención nos alcanzó por medio del hijo del hombre, el nuevo Adán" 29.

En la vida de Adán, Edith Stein encuentra un extraordinario paralelo con la vida y misión de Jesús. Esta semejanza, además de resaltar la misión redentora de Cristo, justifica la denominación de Jesús como "Nuevo Adán" (lo mismo sucede en la relación Eva­María). Y no se trata de una simple comparación, sino que encierra en sí una fuerte carga teológica. Para ella, "Adán era un modelo humano que anunciaba al futuro Rey, Dios-Hombre, al dueño de la creación" 30.

El primer punto de la comparación lo descubrimos en el misterio de la Encarnación: "Dios se hizo Hijo del Hombre para que todos los hombres llegaran a ser hijos de Dios. Uno de nosotros había roto el lazo de la filiación divina, y uno de nosotros habría de unirlo nuevamente y pagar la expiación. Nadie de la vieja generación,

28 SFSE, pp. 536-538. 29 Obras, p. 127. 30 lb., p. 134.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 89

enferma y degenerada, podría haberlo hecho. Por eso tenía que ser injertado un brote nuevo, sano y noble. El se hizo uno de nosotros, pero no sólo eso, sino también uno con nosotros. He aquí lo mara­villoso del género humano, que todos somos uno. Si fuera de otra manera, si todos viviésemos como seres autónomos y separados, libres e independientes los unos de los otros, la caída de uno no habría arrastrado a la caída de todos. Por otro lado, el precio de la expiación habría podido ser pagado y podríamos contar con ello, pero entonces su justicia no habría sido transmitida a los pecadores y no sería posible la justificación. Sin embargo, El vino para ser con nosotros un cuerpo mistico: El como nuestra Cabeza y nosotros como sus miembros" 11. En este texto descubrimos nuevas connota­ciones de la denominación de Cristo como el "Nuevo Adán": su unión con el género humano, la naturaleza humana como medio de redención, unión de la naturaleza humana con la divina, y el carác~ ter eterno de la Alianza por El establecida.

Así pues, la designación de Cristo en cuanto "Nuevo Adán" tiene además un carácter histórico-divino. Es "nuevo" porque intro­duce una novedad en la historia de la Salvación, novedad que ya poseía el primer Adán, creado a su imagen, pero que perdió con el pecado. Cristo se nos presenta como el arquetipo original-perfecto del hombre por ser su origen: "Es el primogénito no sólo porque es el Hijo eterno de Dios, sino también, según nosotros, en cuanto Padre de los elegidos, en cuanto Verbo hecho hombre, cuyo camino sobre la tierra y la majestad celeste se encontraban desde toda la eternidad en el plan de Dios. ( ... ) Si toda la creación estaba prefigu­rada en el Logos, la humanidad estaba figurada allí en un sentido particular" 32.

Decíamos que en las reflexiones antropológicas steinianas la con­templación de Cristo como Nuevo Adán tiene una gran importancia. Lo mismo sucede en la visión de María como la Nueva Eva. En el esquema que ofrecíamos al inicio aparece claramente señalado. Edith Stein descubre aquí el fundamento de la antropología diferencial. Al igual que en la primera creación el ser humano es creado como

31 lb., p. 381. 32 SFSE, p. 533.

90 FRANCISCO lA VIER SANCHO FERMIN, OCD

hombre y mujer, en la Nueva Creación el ser humano aparece repre­sentado en su doble carácter: masculino y femenino. Nuestros pri­meros padres pecaron y en ellos contemplamos nuestro ser en cierto modo ya no originario. Si el Verbo de Dios encarnándose realiza la nueva creación, consumada en la Cruz, tenía que hacerlo en su ple­nitud, mostrándonos no sólo el camino genérico que la humanidad debe recorrer para alcanzar la unión con Dios; tenía que prestar atención a las diferencias de género e individuales, y ofrecer un modelo perfecto de desarrollo para ambas partes: "Pero la mirada del juez divino percibía al lado de la primera pareja humana y de todos aquellos que ella representaba una segunda pareja que no fue tocada por la condenación: el nuevo Adán y la nueva Eva, Cristo y María. El escuchó su ¡Hágase tu voluntad-Hágase en mí según tu palabra! Cristo y María son los verdaderos primeros padres, los verdaderos arquetipos de la humanidad unida a Dios" 33. Por eso junto al Nuevo Adán está la Nueva Eva, para que el camino del hombre y de la mujer aparezcan desde sus peculiaridades correspon­dientes: "En la obra de la Redención vemos de nuevo junto al nuevo Adán la nueva Eva, colaboradora en la redención; la imagen de la humanidad perfecta se presenta ante los hombres en una forma doble, en Cristo y en María" 34.

Por esta razón, Edith Stein va a contemplar en María, no sólo a la Madre de los redimidos, sino el modelo perfecto y encarnado de la mujer. María es la encarnación humana del Espíritu Santo 35, el rostro femenino de Dios: "El amor servicial es auxiliador, viene en ayuda de todas las criaturas para llevarlas a su plenitud. Pero este es el título que se le da al Espíritu Santo. Así podemos ver en el Espíritu de Dios, derramado sobre todas las criaturas, el prototipo del ser femenino. Encuentra su imagen más completa en la Virgen purísima, esposa de Dios y madre de todos los seres humanos" 36.

33 lb. 34 ESW XII, p. 220. 35 Así lo refleja en una de sus poesías titulada «Esposa del Espídtu Santo»,

en Obras, pp. 598-599. 36 ESW V, p. 151.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDlTH STEIN 91

3.2. Cristo en la vida espiritual del hombre

En Cristo el hombre descubre su Oligen, porque El es su creador, porque ha hecho posible que vuelva a Dios, reconciliándolo y mos­trándole el camino de la perfección, de la cual es la encarnación. Por eso no hay más camino al Padre que el de la configuración con Cristo: él es el Mediador, el Camino, el que nos devuelve a la condición de Hijos a través de la adhesión personal a su Presencia, eclesial y eucarística, animados por el Espíritu Santo.

Desde la experiencia de Cristo-mediador, el hombre se adentra por el camino que conduce hacia Dios y hacia la perfección del ser humano. Es la misión que sigue teniendo Cristo a lo largo de la historia. Cristo no es el mediador por un privilegio. En el pensa­miento de Edith Stein descubrimos que Cristo es el Mediador por los siguientes motivos o razones: por su naturaleza humana y divi­na, unidas en su encarnación; porque ha realizado la reconciliación de Dios con el género humano; porque por El accedemos a Dios y, en El contemplamos nuestra auténtica imagen: "Toda alabanza divi­na se da por, con y en Cristo. Por El, porque sólo por Cristo la humanidad puede llegar al Padre, y porque su ser humano y divino y su obra redentora son la glorificación más perfecta del Padre; con El, porque toda oración auténtica es fruto de la unión con Cristo, al mismo tiempo que fortalece esa unión, y porque toda alabanza del Hijo es a la vez alabanza del Padre y viceversa; en El, porque la Iglesia orante es Cristo mismo -y todo orante, miembro de su Cuerpo místico-, y porque en el Hijo está el Padre, y el Hijo es el resplandor del Padre, cuya gloria hace visible. El doble sentido del por, con y en es la clara expresión de la mediación del Hombre­Dios" 37.

Como consecuencia de ser el único Mediador entre Dios y el hombre, Cristo es también el camino único que nos conduce al Padre. Cristo es el único que ha unido en sí las dos naturalezas, humana y divina, y, al mismo tiempo, es quien ha reconciliado a los hombres con Dios. Jesucristo es el origen y meta final del camino del hom­bre; es el modelo y la imagen auténtica de la humanidad. Afirma

37 Obras, p. 393.

92 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

Edith Stein: "Dios creó al hombre a su imagen. Y sólo él es el que puede, nuevamente, penetrar en plenitud tal imagen. Nosotros la contemplamos a través de las criaturas en muchas imágenes, que nos ofrecen una visión unilateral imperfecta. En el modo más completo en la más perfecta entre todas las criaturas: en el Hijo de Dios y en la Palabra de la revelación que nos habla de Dios" 38.

Jesús mismo en su vida terrena se presenta como el Camino que nos reconduce directamente a nuestra meta. Es una de las razones de su misión 39. Puesto que El es origen, camino y meta, su camino es nuestro camino. Un camino que hay que seguir de cerca y que pasa necesariamente, como el de Cristo, por la cruz y la resurrección: HA través de la pasión y de la cruz a la gloria de la resurrección: cs el camino del hijo de Dios hecho hombre. Con el Hijo del hombre, a través del sufdmiento y de la muerte a la gloria de la Resurrección. Es el camino de todos nosotros, el camino de toda la humanidad" 40.

En la práctica de la vida espiritual del hombre, tomar a Cristo como el Camino de interiorización se traduce en: querer alcanzar y conquistar el centro del propio ser, donde se produce el encuentro con la propia y auténtica humanidad, donde el hombre es más libre, y donde se encuentra con Dios. Sólo Cristo nos puede llevar hacia este lugar: "Cristo es el único camino hacia el interior de nuestra vida" 41.

Cristo es el camino y mediador del hombre porque es el único que puede devolvernos al estado de filiación divina, de amistad con Dios, que con el pecado original habíamos perdido. Cristo ha reali­zado la reconciliación del hombre con Dios en su muerte y resurrec­ción. Los frutos inmediatos son la justificación y el perdón de los pecados. El hombre tiene en el misterio de la Cruz la posibilidad de acceder a estos frutos, y recuperar la condición de hijo de Dios. Si el hombre se adhiere libremente a la obra de redención de Cristo, está acogiendo el don de la filiación: "Si el pecador penetra las intenciones de Dios y hace suyos los sufrimientos divinos (expresa-

38 ESW XII, p. 38. 39 Autorretrato epistolar (1916-1942), EDE, Maddd, 1996, p. 345 (abre­

viamos Cartas). 40 Obras, p. 391. 41 lb., p. 410.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 93

dos humanamente), entonces Dios puede percibir en Cristo a cada pecador anepentido y aceptar la expiación de Cristo por todos los pecados ... Sin .Cristo no habríamos podido volver a Dios, y ninguno de nosotros sería capaz de obtener reparación en lugar de Cristo. Es un impulso de la gracia, es decir, un acto divino del cual ningún hombre es capaz ( ... ), que nos lleva por el camino que conduce a Dios: hacia el arrepentimiento, la expiación y la unión fiel al Reden­tor. Debemos esta gracia preparatoria a los méritos de Cristo. Y puesto que estos méritos son sobreabundan tes, también lo es la misericordia de Dios para con los pecadores: Cristo, no solamente puede, por un llamado de la gracia despertarnos y librarnos del peso del pecado, sino que puede también hacernos justos, es decir, santos: llenarnos de vida divina y conducirnos al padre celestial como a sus propios hijos. Nos hacemos entonces, por la justificación, hijos de Dios, tal como los hombres lo eran antes de la caída" 42.

El hombre de la "Nueva Alianza" tiene que morir al hombre viejo y dejarse revestir por Cristo del hombre nuevo, si quiere ser hijo de Dios. Edith Stein contempla tres signos o consecuencias claves de la filiación divina en el hombre: la unión con Dios, la unión de la hu­manidad en Dios y el cumplimiento de su voluntad: "Ser uno con Dios: esto es lo primero. Pero un segundo momento le sigue inme­diatamente. Cristo es la Cabeza, nosotros los miembros del Cuerpo Místico, lo cual implica que nuestras relaciones mutuas son de miem­bro a miembro, y todos los hombres somos uno en Dios, una única vida divina. Si Dios es Amor y vive en cada uno de nosotros, tene­mos que amarnos con amor fraternal. Por eso nuestro amor al próji­mo es la medida de nuestro amor a Dios. Con esto nos referimos a un tercer signo de la filiación divina. Ser uno con Dios era el primero. Para que todos seamos uno en Dios, el segundo. Y el tercero: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (In 14,15). Ser lijo de Dios significa dejarse guiar por la mano de Dios, hacer su voluntad y no la propia, poner todas las esperanzas y preocupaciones en sus manos y no preocuparse más por sí mismos ni por el propio futuro. En esto se fundamentan la libertad y la alegría de los lijos de Dios" 43.

42 SFSE, pp. 537-538. 43 Obras, pp. 382-384.

94 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

La filiación divina no es algo que recibe el hombre como un simple título, sino que es vida, que aunque "gracia", necesita la colaboración activa del hombre, Se realiza en la medida en que el hombre busca unirse con Dios cuando se confía y se abandona a Su voluntad. La auténtica filiación es vida y comunión con el Dios amor, que habita en el interior del hombre y se deja descubrir: "La vida divina que se desarrolla en el alma amante de Dios no puede ser diferente de la vida trinitaria de la divinidad. El alma se da al ser trinitario. Ella se entrega a la voluntad paterna de Dios que, por así decirlo, engendra de nuevo a su Hijo en ella. Se une ella al Hijo y querría perderse en él a fin de que el Padre no vea ya nada en ella más que al Hijo. Su vida se une al Espíritu Santo, se transforma en una efusión de amor divino. Es evidente que esta imagen de Dios en el espíritu creado gracias a la unión de amor, fmto de la gracia y de la gloria, no es comparable a ninguna imagen simplemente natural. La palabra imagen ya casi no es el término adecuado. Debe ser comprendida en el sentido en que se dice que el Hijo es imagen del Padre. Se trata de una auténtica filiación divina" 44.

Para Edith Stein la importancia de Cristo en la vida del cristiano no se agota en la contemplación de su vida y misterios. El Cristo Total implica, además, su presencia aquí y ahora. Una presencia que no se agota a lo largo de toda la historia de la humanidad. Cristo no sólo ha enviado al Espíritu Santo, sino que él mismo ha querido prolongar su presencia en medio de los hombres. Sólo ha cambiado el modo de su presencia: la Eucaristía como presencia real y la Iglesia como su cuerpo místico. Aquí encontramos la razón y el porqué ella da tantísima importancia a la pertenencia a la Iglesia; no en cuanto institución sino en cuanto que significa la adhesión obje­tiva a la persona de Cristo que en su Cuerpo místico continúa la obra de redención de la humanidad. Sobre la incorporación del hombre a la comunidad eclesial, nos dice Edith: "Toda alma que a través del bautismo es purificada y elevada al estado de gracia, es creada por Cristo y nace para Cristo. Pero ella es creada en la Iglesia y nace por la Iglesia. Los órganos de la Iglesia son los que sirven para formar y llenar de la vida divina a los nuevos miembros. Así,

44 SFSE, pp. 471-472.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITE STEIN 95

la Iglesia es la Madre de los Redimidos. Y lo es en virtud de la íntima unión con Cristo, por la cual permanece a su lado como Esposa, colaborando con su obra de redención de la humanidad" 45.

También en el misterio de la presencia de Cristo radica la nece­sidad de hacer de la propia vida una vida eucarística, es decir, una vida configurada con cuanto se realiza en el sacramento eucarístico. Recibe su fuerza de la presencia real de Cristo y de la actualización de su obra. Pero lo veremos más adelante.

4. MEDIOS PARA EL ENCUENTRO

Hemos venido afirmando en varias ocasiones que el hombre alcanza su plenitud en la medida en que se cristifica y camina hacia la unión con Dios. Veíamos reflejado en el esquema que presentá­bamos al inicio cómo entre la primera creación del hombre y la "nueva creación" existe un fuerte paralelismo, pero al mismo tiempo una ruptura, causada por el pecado original. La humanidad ha per­dido la capacidad de caminar por sí sola hacia su meta. Por eso necesita de la obra de la redención de Cristo, que continúa realizán­dose en el hombre a través de la vida de la gracia expresada en las virtudes teologales y en el ámbito de la Iglesia. Edith Stein así nos expresa el camino del hombre hacia el encuentro: "En la Nueva Alianza el hombre participa en la obra de la redención con una fuerte relación personal con Cristo: por medio de la fe que lo une a El -camino de salvación-, a la verdad por El revelada, a los medios de santificación que El ofrece; por medio de la esperanza que le hace esperar con firme confianza la vida prometida por El; por medio del amor por el cual busca todo modo posible de unirse a El. Se esfuerza, para conocerlo mejor, meditando su vida y re­flexionando en sus palabras; obtiene la misión más íntima con El en la Eucaristía, y participa a la continuación mística de su vida vi­viendo el año litúrgico, la liturgia de la Iglesia" 46.

En una maravillosa síntesis nos ofrece aquí Edith cuanto nos queda por tratar para completar el arco de su espiritualidad: en pri-

45 ESW y, pp. 190-191. 46 Obras, p. 141.

96 FRANCISCO JA VlER SANCHO FERMIN, OCO

mer lugar, en este apartado, veremos su visión eclesial y la impor­tancia que ella concede a la vida teologal. En el siguiente apartado, centraremos nuestra atención en el camino de la oración, en la vida eucarística y en el camino de la relación personal con Cristo que ella descubre en la dinámica del abandono.

4.1. Iglesia: presencia de Cristo y de su obra

Del cristocentrismo steiniano brota como consecuencia lógica una eclesiología fundamentalmente anclada en Cristo. Para Edith el centro de la vida cristiana es Cristo. Pero un Cristo no independiente de su Cuerpo, de la Iglesia. Cristo sigue estando presente en medio del mundo. Quien de verdad quiere acoger a Cristo ha de hacerlo desde lo que El es, desde su misterio: Verbo creador y encarnado, muerto y resucitado, y siempre presente en la eucaristía y en su Cuerpo Místico. El que vive unido con Cristo descubre su vocación como miembro de su Cuerpo, como miembro integrante de su Igle­sia. Para nuestra Santa, la Iglesia se define como misterio del amor trinitario, como misterio de comunión y como misterio de reden­ción.

La Iglesia es fruto de la misión del Verbo encamado. Ella es la imagen y la consecuencia de la asunción por parte de Dios de la naturaleza humana. Con la Encamación comienza su vida: "la Igle­sia... ha nacido de la gracia de Dios y con el Hijo de Dios ha descendido del cielo, de modo que está unida a El indisolublemente. Ha sido construida con piedras vivas; su piedra angular fue colocada cuando la Palabra de Dios asumió la naturaleza humana en el seno de la Virgen" 47.

Desde su unión con Cristo, que constituye su ser, la Iglesia re­cibe el Espíritu Santo, que la anima y la mantiene en la senda de la Verdad. Es el Espíritu el que continuamente vivifica y crea la Igle­sia, renovándola en el tiempo y haciéndola atenta a las necesidades del hombre: "Cuando rompe con las formas tradicionales, lo hace porque vive en ella el Espíritu que sopla donde quiere: el Espíritu

47 Obras, p. 227.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 97

que ha creado las formas tradicionales y que tiene que crear conti­nuamente formas nuevas. Sin él no habría ni liturgia ni Iglesia" 48.

Pero la Iglesia también es obra del Padre que quiere hacer par­tícipes a los hombres de su amor, a través de la instauración de su Reino, del cual la Iglesia es germen y realidad actual 49 •

La comunión es otro de los elementos que definen el ser de la Iglesia para Edith Stein. Cristo funda la Iglesia para que la huma­nidad llegue a su pleno desarrollo, recuperando el estado de filiación divina y alcanzando la unión con Dios. La unión del género humano en Cristo es la base de la comunidad eclesial y su primer fundamen­to. La Iglesia debe su existencia al hecho de que "el individuo está ante Dios, y en virtud del encuentro y de la l"eciprocidad de la libertad humana y divina se le concede al hombre la fuerza de ser "uno por todos", y este uno por todos y todos por uno constituye la Iglesia" 50.

La realidad de la comunión eclesial aparece claramente expresa­da en la imagen paulina del Cuerpo de Cristo. Ello explica el ser de la Iglesia -en la que cada individuo es "miembro"-, y su misión -que consistirá en hacer que toda la humanidad se transforme en Cuerpo de CIÍsto-: "Se debe, sin embargo, hablar de la humanidad en cuanto cuerpo místico de Cristo en sentido estricto. En efecto, la humanidad es la puerta por la que el Verbo de Dios entró en la creación, la naturaleza humana lo recibió y únicamente con los hombres y no con la naturaleza inferior, ni con los ángeles fue como se unió a la unidad del conjunto original. Y en cuanto cabeza de la humanidad que une en sí lo superior con lo inferior, Cristo es la cabeza de la creación entera" 51.

Aquí se observan ya los elementos fundamentales de una ecle­siología basada en la imagen del Cuerpo: Ctisto Cabeza, los cristia­nos miembros. Una única Iglesia de Cristo en la que cada miembro tiene su misión "individual", como parte integrante de su vocación: "Las funciones que en el cuerpo místico son atribuidas a cada miem­bro, le corresponden en virtud de los dones que a cada uno le han

48 lb., p. 407. 49 Cfr. ib., p. 382 Y ESW V, p. 116. 50 ESW VI, p. 163. 51 SFSE, p. 542.

98 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

sido dados, dones del amor y del Espíritu; es sabiduría de la Cabeza el servirse de los miembros en función de sus dones; corresponde a la potencia divina conceder a cada uno los dones que puedan bene­ficiar a todo el organismo; el objetivo de este gran organismo, del místico Cuerpo de Cuerpo, consiste en que cada miembro ( ... ), lle­gue a la plenitud de la salvación y filiación divinas .. ,"52 Cada miem­bro entonces, posee una función particular en virtud de los dones recibidos. Es así que la función de todo miembro de la Iglesia ha de calificarse de "carismática", es decir, tiene su origen en la vocación originaria e individual que Dios mismo ha concedido a cada ser humano. Funciones diversas pero con un mismo fin, el bien de la comunidad eclesial y el de la gloria del Padre.

La finalidad última la califica Edith como "cooperación a la obra redentora de Cristo", y aSÍ, designa y contempla a la Iglesia como misterio de redención. En cuanto continuadora de la presencia de Cristo, asume también su misión. El cristiano que entra en comu­nión con Cristo se hace colaborador de su obra: "El retomo a la condición de hijos de Dios, la espera de la eterna contemplación de Dios y el restablecimiento pleno de la naturaleza están abiertos para el ser humano por la obra redentora de Jesucristo, y para la cual resulta accesible por la unión personal al Hombre-Dios, haciéndose miembro del corpus Christi mysticum, que le posibilita colaborar con la propia obra, bajo la dirección de la cabeza, en el cumplimien­to de la obra redentora en sí y en todo el cuerpo místico" 53.

Mientras la Iglesia colabora con Cristo asume su condición de esposa de Cristo y Madre de la humanidad. Misión que contempla reflejada y realizada en su símbolo más perfecto: la Virgen María. Partiendo de la relación Eva-María, Edith Stein afirma: "Eva, que nace del costado de Adán, es un símbolo de la nueva Eva -por tal entendemos a María, pero también a la Iglesia entera- que nace del costado abierto del nuevo Adán. La mujer ligada por un matrimonio auténticamente cristiano, es decir, por una unidad de vida y de amor indisoluble con su esposo, representa a la Iglesia, esposa de Cristo. Esta personificación de la Iglesia es más íntima y perfecta en la

52 Obras, p. 131. 53 ESW Y, p. 189.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 99

mujer que, cual sponsa Christi, ha consagrado su vida al Señor y se ha unido con El con un vínculo indisoluble. Ella está a su lado como la Iglesia, como la Madre de Dios, que es el prototipo y célula germinal de la Iglesia cual colaboradora en la obra de la redención. El don total de su ser y de toda su vida le hace vivir con Cristo y colaborar con El; lo cual significa también sufrir con El y morir esa muerte de la que surge la vida de gracia para la humanidad. Y así la vida de la esposa de Dios se enriquece con la maternidad espiri­tual sobre toda la humanidad redimida; y no existe diferencia si ella trabaja directamente entre las personas o si ella con el sacrificio trae frutos de gracia, que ni ella ni ningún otro ser humano tiene cono­cimiento" 54.

4.2. Vida teologal

El hombre, consciente de su ser y de su sentido en Cristo, entra a formar parte de modo libre de su Cuerpo. Pero el hombre en su interior carece de ese "puente" que le liga a Cristo y le impide seguirlo desde sus fuerzas. Cuando Cristo invita al hombre al segui­miento no le deja solo. Conoce su naturaleza y sabe que necesita del don de la gracia, que le da la posibilidad de llevar a cabo el desa­rrollo de su vida espiritual hacia la unión con Dios. A partir de entonces "lo que nosotros podemos y tenemos que hacer es abrimos a la gracia" 5S, que, en primer lugar, es invitación a la comunión con Dios. Una meta que se actúa desde el primer momento y que el hombre conquista progresivamente ayudado de la vida de la gracia. La vida de gracia presente en el creyente es la que hace posible la unión con Dios. Es Dios mismo que se da al hombre, haciéndose presente en su más profunda interioridad. La gracia en sí es el don mismo, Dios que crea amistad, Dios que se entrega al alma y le concede a ésta la capacidad de entregarse a El: "Dios no exige nada a los hombres sin darles al mismo tiempo la fuerza necesaria para cumplir. La fe lo enseña y la experiencia de la vida, fundada sobre

54 Obras, pp. 158-159. 55 ESW V, p. 88.

100 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

la fe, lo confirma, La interioridad más profunda del alma es un receptáculo en el que el espíritu de Dios (la vida de gracia) se difunde con profusión cuando se abre a él en virtud de su propia libertad. Y el espíritu de Dios es sentido y fuerza. Da al alma una vida nueva y la hace capaz de actividades a las que no hubiera podido pretender según su naturaleza; al mismo tiempo, orienta su acción. En el fondo de toda exigencia plena de sentido que se pre­senta al alma con una fuerza de obligación, hay una palabra de Dios. No existe ningún sentido que no tenga en el Logos su patria eterna. Y aquél que con empeño acoge en sí tal palabra divina re­cibe, precisamente, con esta palabra, la fuerza divina para COlTes­ponderle. Pero todo crecimiento de gracia constituye también un fortalecimiento del ser espiritual y abre al alma una comprensión más rica y más fina para la palabra divina, pai'a el sentido sobrena­tural, que se expresa a partir de todo suceso y se hace perceptible también en cuanto correspondencia en su interioridad. Por eso el alma que, en virtud de su propia libertad, se apoya en el espíritu de Dios o en la vida de la gracia, es capaz de una renovación y de una transformación total" 56.

La vida de gracia concede al hombre la capacidad de responder a la llamada de Dios y de entregarse a El. El camino es el de las virtudes teologales que dan al hombre la capacidad de acoger a Dios (fe), de crecer y progresar en el camino (esperanza), y de entrega libre y confiada (amor). Señalamos brevemente algunos de los con­tenidos subrayados por Edith Stein en cada una de las tres virtudes.

Lafe es el fundamento de la vida espiritual sobrenatural. Sin ella el camino es imposible, puesto que facilita el diálogo entre la gracia divina y la libertad del hombre, necesario para hacer todo el camino; es más, la fe "es el camino hacia la meta de la unión con Dios" 57

porque "ella sola nos da el conocimiento de Dios" 58. La fe, como acogida de la verdad de Dios y de Dios mismo, nos acerca a Dios desde lo que El es, y por eso Edith Stein habla de semejanza conec­tando con la visión sanjuanista y dionisiana: "Esta tiniebla que guía hasta Dios es, como ya sabemos, la fe. Es el único medio que nos

56 SFSE, pp. 458-459. 57 CC, p. 136. 58 lb., p. 73.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 101

lleva a la unión, porque pone a Dios delante de nuestros ojos tal como él es: infinito y trino. La fe es semejante a Dios porque ambos ciegan el entendimiento y se le aparecen en tinieblas. Por lo cual el alma está más Íntimamente unida a Dios cuanto más está llena de fe. ( ... ) la fe no sólo está por encima de la capacidad natural sino tam­bién de los diversos modos con que el entendimiento clara y parti­cularmente pueden comunicársele conocimientos sobrenaturales ... " 59

La virtud de la esperanza es la que mantiene al hombre en con e•

til1ua tensión de búsqueda de la vida eterna: es una constante invi­tación a vivir el momento presente como parte del camino hacia la plenitud totaL Por eso se define como dinámica, porque pone al hombre en continuo movimiento y en disposición de entrega al Dios en el que confía. La esperanza se transforma en la vida del creyente en confianza plena en un Dios que nos ama y nunca nos deja solos. Así nos lo explica Edith: "Por todos es conocida la parábola de las aves del cielo y de los lirios del campo. Sin embargo, cuando se encuentran con un hombre que no tiene ni fortuna, ni jubilación, ni seguridad y que vive despreocupado por su futuro, entonces menean la cabeza como si se tratase de un caso anormal. Ciertamente está equivocado quien piense que el Padre del Cielo se preocupará con­tinuamente del sueldo y del nivel de vida que el hombre considera idóneo; quien así lo crea es que ha hecho un cálculo muy equivo­cado. Tales condiciones no se escliben en un contrato con el cielo. La confianza en Dios puede llegar a ser inamovible sólo si se está dispuesto a aceptar todo lo que venga de la mano del Padre. Sólo El sabe lo que nos conviene. Y si alguna vez fuesen más convenientes la necesidad y la privación que una renta segura y bien dotada, o el fracaso y la humillación mejor que el honor y la fama, hay que estar también dispuesto a ello. Sólo así se puede vivir tranquilo en el presente y en el futuro" 60.

Edith Stein piensa que Dios y la Trinidad se comprenden sólo como amor, que es su esencia. El hombre que quiere adentrarse en la vida divina lo consigue desde el amor; un amor que surge de la experiencia de la gracia, que "consiste en conocer a Dios en cuanto

59 lb., pp. 81-82. 60 Obras, pp. 384-385.

102 FRANCISCO lA VIER SANCI-IO FERMIN, OCD

ser amante, en conocer que El nos ama" 61. El amor, a diferencia de cuanto ocurre con la virtud de la fe y de la esperanza, es participa­ción del ser mismo de Dios, por lo que se entiende que el contenido de la unión con El es sólo d amor. Un amor que si bien nace como don de Dios, en el hombre tiene que producir el mismo efecto: entrega libre y voluntaria en las manos de Dios. Un amor que se hace no sólo don al amado, sino a todas las criaturas: "Y si el amor de Cristo vive en nosotros, entonces actuaremos como El, e iremos en busca de las ovejas perdidas" 62.

5, CAMINOS PRÁCTICOS DE REALIZACIÓN DEL "ENCUENTRO"

5.1. La oración de la Iglesia

La oración ha sido el camino de la vida de Edith Stein desde su conversión. Su oración radica en Cristo, Es celebración y culto, pero principalmente es encuentro con el Dios uno y trino. Para ella la separación entre liturgia y oración mental sólo existe formalmente, es decir, como formas que no se oponen, sino que mutuamente se complementan. Desde su conversión reza la liturgia de las horas y asiste diariamente a la celebración eucarística. El paso a la conver­sión se lo proporciona santa Teresa de Jesús, de quien aprende el profundo valor de la oración contemplativa. Tanto lo uno como lo otro lo realiza plenamente convencida. Desde esta vivencia profunda de la oración "subjetiva" y "objetiva" puede ver con claridad la unión, mientras sus contemporáneos discutían sobre el mayor o menor valor de la una respecto a la otra. Edith así lo resuelve: "Es por eso que no se trata de contraponer las formas libres de oración como expresión de la piedad "subjetiva" a la liturgia como forma "objetiva" de oración de la Iglesia: a través de cada oración autén­tica se produce algo en la Iglesia, y es la misma Iglesia la que ora en cada alma, pues es el Espíritu Santo, que vive en ella, el que intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8,26). Esa es la

61 SFSE, p. 471. 62 Obras, p. 383.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 103

oración auténtica, pues "nadie puede decir Señor Jesús sino en el Espíritu Santo" (ICor 12,3)"63. De este modo se anticipa a dar una solución teológica al binomio liturgia-vida espiritual.

La oración para Edith, como para santa Teresa, es "un trato del alma con Dios", un "abrirse del alma a Dios": "La oración es el trato del alma con Dios. Dios es amor, y amor es bondad que se regala a sí misma; una plenitud existencial que no se encierra en sí, sino que se derrama, que quiere regalarse y hacer feliz. A ese desbordan­te amor de Dios debe toda la creación a su ser. ( ... ) La oración es la hazaña más sublime de la cual es capaz el espíritu humano. Pero no es rendimiento humano sólo. La oración es como la escala de Jacob, por la que el espíritu humano trepa hacia Dios, y la gracia de Dios desciende a los hombres" 64. Desde esta concepción se entiende como sólo puede darse una única oración, aunque las modalidades sean diversas. La oración, como ya tuvimos ocasión de afirmar, es el único camino que conduce al "centro" del alma, lugar donde el hombre es más libre y donde se da la unión con Dios. Desde esta perspectiva la oración es camino hacia la unión de amor con Dios, a quien busca y con quien dialoga en su caminar 65

• La oración, por ser camino de entrega y de unión, tiene una misión claramente apos­tólica, que justifica su necesidad en el individuo y en la vida de la Iglesia: "cuanto más profundamente alguien está metido en Dios, tanto más debe, en este sentido, "salir de sí mismo", es decir, aden­trarse en el mundo para comunicarle la vida divina" 66. Edith Stein está convencida de que la vida interior es esencial a la vida de la Iglesia y por eso afirma: "En la vida oculta y silenciosa se realiza la obra de la redención. En el diálogo silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas con las que va creciendo el Reino de Dios y se forjan los instrumentos selectos que promueven su construcción. La corriente mística que discurre a través de todos los siglos, no es ningún brazo perdido que se haya separado de la ora­ción de la Iglesia, sinoi que es su vida más íntima" 67.

63 lb., p. 408. 64 lb., p. 314. 65 Cfr., por ejemplo, SFSE, p. 520. 66 Cartas, p. 63. 67 Obras, p. 407.

104 FRANCISCO JAVIER SANCHO FERMIN, OCD

5.2. Una espiritualidad eucarística

Al centro de la vida de la Iglesia está su origen: la muerte y resurrección de Jesucristo. Una obra realizada para siempre y que se hace presente continuamente a través del memorial eucarístico, que es sacramento de la presencia real de Cristo. Quien comprende esta verdad no dejará pasar la oportunidad de acercarse lo más posible a quien es el centro de su vida. Edith Stein no puede comprender que un cristiano convencido pase ante la Eucaristía con indiferencia, y que prescinda de ella en el programa de su vida. No es liturgismo, ni asistencia obligada lo que propugna Edith, sino vivencia confor­me a lo que se cree.

Jesucristo nos ha dejado los sacramentos como fuente ordinaria de su gracia, como medios que nos ayudan en el camino hacia la santificación. Pero si en alguno de ellos se manifiesta su presencia de un modo más admirable es, precisamente, en el sacramento eu­carístico. Es el memorial de su obra de redención. Es el sacramento de la unión-comunión. Es presencia real de Cristo y acción de gra­cias al Padre. Es el acto supremo de culto dirigido a Dios. Por todo ello se constituye en el alma y principio de vida de la Iglesia. La celebración eucarística crea continuamente la comunidad de Cristo y une a los hombres entre sí y con Dios. El vivir cristiano, para alcanzar su plenitud, ha de acomodarse al misterio eucarístico, pues­to que éste significa y realiza el fin al que el cristiano está llamado: a "la unión más íntima con Cristo" 68.

Cristo se hace presente en la Eucaristía como Verbo encarnado y como vencedor sobre el pecado y la muerte; como aquél que quiere abrirse un camino en el alma que lo acoge. Todo hombre está invitado, si quiere configurarse con Cristo, a "hacer sitio para que el Salvador eucarístico... pueda transformar nuestra vida en la suya" 69. Entonces, vivir eucarísticamente consistirá en vivir la unión con Cristo. Unión que implica integración en la vida de la Iglesia­Cuerpo de Cristo, puesto que "cuando participamos en el Santo Sacrificio y en la comunión, alimentados con la carne y la sangre de

68 lb., p. 141. 69 lb., p. 388.

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDlTH STEIN 105

Cristo, nos convertimos en su carne y sangre" 70. La importancia que tiene el hacer de la propia vida una vida eucarística radica, según nos dice Edith Stein, en su contenido: "Una vida eucarística consiste en dejar que las verdades eucarísticas actúen eficazmente. Esencial­mente se trata de tres sencillas verdades de fe: 1." El Salvador está presente en el Santísimo Sacramento. 2." El renueva diariamente su sacrificio de cruz sobre el altar. 3." El quiere unir íntimamente consigo cada alma particular en la Santa Comunión" 71.

La vida eucarística afecta a toda la persona que se siente inva­dida por sus fmtos: del Salvador eucarístico recibimos fuerza, paz y alegría, amor y disponibilidad. El nos espera para "acoger todas nuestras cargas, para consolarnos, para aconsejarnos, para ayudarnos como el más fiel siempre amigo" 72. Lo que se produce es una trans­formación del ser que se va modelando según Cristo: "significa salir de las angustias de la propia vida y adentrarse en el horizonte infi­nito de la vida de Cristo" 73.

El hombre que se decide a configurarse con el Cristo eucarístico se va adentrando confiadamente en la vida de Dios, dejándose guiar y formar por el amor divino, el único capaz de transformar su vida: "Olvidarse de sí mismo, liberarse de todos los deseos y aspiraciones propios, obtener un corazón para todas las penurias y necesidades ajenas, eso sólo puede darse en la relación diaria, confiada en el Salvador en el tabernáculo. Quien visita al Dios eucarístico y con él se aconseja en todas las ocasiones, quien se deja purificar por la fuerza divina que surge del sacrificio del altar y se ofrece al Señor en ese mismo sacrificio, quien en la comunión recibe al Salvador en lo más íntimo de su alma, ése se verá sin excepción cada vez más profunda y fuertemente atraído en la corriente de la vida divina, crecerá en el cuerpo místico de Cristo y su corazón será configurado según el modelo del corazón divino" 74.

El cristiano que se adentre en el sentido de la Eucaristía, descu­bre en ella el camino eficaz para su transformación y para la recu-

70 lb., p. 410. 71 lb., p. 34. 72 lb., p. 35. 73 lb., pp. 389-390. 74 ESW Y, p. 14.

106 FRANCISCO lA VIER SANCHO FERMIN, OCD

peración de su filiación divina. Es el camino de la espiritualidad del cristiano, a través del cual comienza a ver la vida desde Dios mismo y a discernir los acontecimientos desde la fe. La vida en comunión con el Cristo eucarístico eleva al alma por encima de sus posibili­dades individuales, anclándola en el amplio espacio de la comuni­dad divina y eclesial. Desde la entrega eucarística el hombre crece en el amor y se empeña en el seguimiento de Jesucristo: "Si es cierto que una vida eucarística conduce a la unión con Cristo, a la seme­janza con él y a la redención, esto se tiene qne hacer necesariamente visible en el hombre. Será un fuerte motivo para creer en las verda­des eucarísticas si se demuestra con la vida y el testimonio de crk llanos ejemplares, cuán grande era su deseo por participar en la santa misa y por recibir la comunión y que por eso creció su amor hacia Cristo y su celo por servirle y agradarle; y cómo fueron for­talecidos para cargar con las dificultades y para superar sus faltas; y cómo todo su ser y vida se iba transformando en imagen de Clisto y en su seguimiento" 75.

Según Edith Stein la vida eucarística es el camino de la espiri­tualidad de todo cristiano. No sólo es la celebración culmen de la liturgia de la Iglesia, sino que es sobre todo el camino que crea la Iglesia, porque es el camino a través del cual el hombre entra en comunión con Dios y se transforma en Cuerpo de Cristo, en un sentido real.

5.3. Vivir en las manos de Dios: la espiritualidad del abandono

Sustancialmente no se diferencia ni del camino de la oración, ni del vivir eucarístico. Se puede comprender como la dinámica o el efecto de una auténtica vida configurada con Cristo. Las diferencias son más bien dadas por matices que nos pu eden ayudar en la rea­lización del propio camino. Cuando Edith Stein habla de abandono lo entiende desde su doble significado: como abandono del creyente en las manos de Dios, y como experiencia de sentirse abandonado por Dios.

75 ESW XVI, p. 199.

r I

LINEAS GENERALES DE LA ESPIRITUALIDAD DE EDITH STEIN 107

El "abandono" como camino progresivo de entrega es la actitud que puede tomar el hombre ante la inmensidad de Dios. Un Dios que se hace don amoroso al hombre y que puede ser acogido en la medida en que uno libremente se entrega a El. Es una respuesta llena de confianza en el amor divino: es la actitud que hace posible caminar hacia la unión. Seguir a Cristo, vivir eucarísticamente, entrar por la puerta de la oración ... Sea el camino que sea, todos tienen en común una actitud de respuesta posible en el hombre: abandonarse a la Pro­videncia, vivir confiadamente en las manos de Dios. Es una actitud que puede vivirse sólo desde la gracia y con el equipaje de las virtu­des teologales. Pero exige continuamente la respuesta libre del hom­bre que quiere poner su voluntad en las manos de Dios: " ... abando­narse a la gracia sin reservas. Es el alejamiento más decisivo del alma de sí misma, el abandono más incondicional. Pero para poderse abandonar de este modo tiene que aferrarse fuertemente, dejarse abra­zar por el centro interior con tal fuerza que ya no puede perderse. El abandono es el acto más libre de la libertad. Aquél que, totalmente despreocupado de sí -de su libertad e individualidad-, se entrega a la gracia, se adentra en ella completamente libre y siendo totalmen­te él mismo. Se ve entonces la imposibilidad de encontrar el camino mientras tenga la mirada puesta en sí misma" 76.

En la práctica el abandono consiste en poner en las manos de Dios aquello que forma parte de nuestro vivir cotidiano, haciéndole entrega a Dios de todo aquello que forma parte de nuestra existencia, , incluso aquello que vivimos como negativo e imperfecto. En un es-, crito en el que reflexiona sobre cómo cristianizar el cotidiano, acon­seja así a las mujeres: "Y cuando llega la noche y la revisión del día nos muestra que muchas de nuestras obras fueron fragmentarias y otras, que también nos habíamos propuesto, quedaron sin hacer y se despierta en nosotros una suerte de vergüenza y arrepentimiento, en ese momento habremos de tomar las cosas tal cual son, hemos de ponerlas en las manos de Dios y abandonarlas a El. De esa manera se puede descansar en El para, después de recuperamos verdaderamen­te, comenzar el nuevo día como si fuera una nueva vida" 77.

76 ESW VI, p. 156. 77 ESW V, p. 90.

108 FRANCISCO lA VIER SANCHO FERMIN, OCD

Para Edith la vivencia del abandono se caracteriza por la con­fianza, tanto en la vertiente activa como pasiva: por un lado el hombre se arroja en los brazos del Padre porque confía en El; y por otro lado la experiencia de saberse sostenido acrecienta la confianza y la seguridad de que dios no "abandona", De esta confianza surge la "seguridad" de saberse sostenido: "Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del hombre que, con su propia fuerza, se man­tiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?" n Desde esta perspectiva se puede compren­der y aceptar, como parte del camino, la experiencia del "abandono de Dios", que Dios reserva, tal como señalan los llÚsticos y la mis­ma Edith, a quien de verdad se ha entregado a El. El abandono de Dios es la expresión más radical del seguimiento de Cruz: "Ningún corazón humano ha penetrado jamás en una tan oscura noche como el Verbo Encarnado en GetsemanÍ y en el Gólgota, Ningún espíritu humano podrá, por mucho que investigue, penetrar en el secreto del abandono divino de Cristo moribundo. Pero Jesús puede dar a gustar a las almas escogidas algo de esta extrema amargura. Son sus más fieles amigos a quienes exige la suprema prueba de amor" 79,

78 SFSE, p, 75. 79 ce, p. 36.