liverani, mario - el dominio universal (2003)

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Liverani, Mario - El dominio universal (2003).

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  • 2. EL DOMINIO UNIVERSAL

    El uso de ttulos y eptetos reales alusivos al dominio universal del mundo es bien co11ocido en todas las pocas de la historia del Prxi1no Orier1te antiguo, sobre todo en el Bronce final. Es un interesante problema de orde.n lgico y taxon1nico: cmo expresan los a11tiguos escribas la totalidad, y Jor consi-gu.ier1te, crno expresar el dominio urriversal? La rnanera ms sencilla es afirma1 la autoridad sobre un rnu11do visto como una unidad indifE,renciada. Un ejer1111lo clsico es el ttulo acadio sar kissati (), que en nuestro periodo adoptan los reyes cassitas (desde Kurigalzu I) en su sentido abstracto,' y los reyes asirios (desde f~sst1r-uballit I l1asta Tiglatpileser I), 2 y corr10 reaccir1 tambi11 lo adoptar el rey hitita 'f1:idhaliya IV, 3 seg1.1ra1nente aludiendo directame11te al control sobre la Alta Mesopotamia. Otra forma es afirmar el co11trol sobre una totalidad, o un todo, entendida como algo uni-do aunque no unitario, homogneo pero no compacto, como se insina en el tt11lo acadio sar/bel kZ:ssat nise, ,4 o en el ttulo egipcio r1b 11 ~;swt nbt, .5

    Pero es ms frecue11te ver la totalidad como algo estructurado, es1;0 es, s11b-dividida en diferentes partes. De este inodo se destacan las relaciones espacia-les respecto al pas central y se confirma su posicin de eje central dE~l mundo. La totalidad suele estructurarse sobre todo oponier1do el pas interno y la pe-riferia (por ej., f;,q; kmt dsrt,

  • lar). 6 Otra posibilidad es l1tilizar l1r1a doble desigr1aci11 para refe1irse alcen-tro y/ o a la periferia para distingl.1ir 1.1110 ele otra. La divisir1 bipartita rns co-no
  • 54 TJ;~RRI'fORIO y )?RONTERAS

    Ahora bien, q11 relacin hay entre lln dominio universal puramente terico y la realidad poltica? En t111a visin del ln11ndo basada en la diferen-ciacin cualitativa y en un desequilib1io de rango er1tre el centro y la perife-ria, la nica sol11cin poltica es el imperio universal, un imperio t1nive1sal que, implcitamente, existe desde los inicios: el pas central man-tiene t111a relacin privilegiada con el dios o los dioses creadores y organiza-dores, y es la sede del nico ley que hace ele vr1cc1lo entre los dioses y los hombres slo a este soberano se le li.a confiado la tarea de cuidar del bue11

    ' :funcionamierrto de la actividad cosmolgica de los dioses. Todo el mundo de-be someterse a la al1toridad poltica del soberano central, 110 li.ay espacio pa-ra pode1es rivales ni para un poder co1nparticlo.

    Adecuar la realidad poltica a estos conceptos cosmolgicos es una activi-dad ms mental que fsica: el conocimier1to es ms impo1tar1te que la accirr. La ideologa centralista es t1na superestri..1ctura construida en funcin de la poblacin interna y del control de ese pueblo po1 parte del rey. I1nporta me-11.os dominar realmente el m1111.do que persuadir a la poblacin interna de q11e se domina el inundo. U11 co11.trol real -poltico, fiscal, administrativo y judicial- de tlna periferia brbara y s11bdesa11ollada no es siquiera rerr1u11.e-rativo; lo que importa es el p1estigio del rey en el leino central. Desde esta perspectiva, la realizacin prctica de la ideologa imperialista posee un va-lor ejemplar y paradignJ.tico: es urra de1nostracir1 de que el rey puede so-meter a los pases extranjeros, obtener tributos forneos y extermi11ar a los pueblos extranjeros a vol11.ntad. La prctica del domi11io es un ejercicio de la volurrtad qc1e, ac1nqi..1e no es aconsejable aplicar a todos los objetos, debe por lo menos ejemplificarse de una forma concluyerl.te.

    Aderns, el rey dispone de instrumentos de p1opaga11da L1'Lle le perrrriten su xito ante la po blacirl. interrra: desfiles co11.memorativos,

    relieves monurnentales, rituales y fiestas. Esta exhibicin regia es la unica oportunidad qc1e tiene la poblacin de conocer el mundo exterior; sencilla-mente lo ignora lrasta que el rey lo y exhibe sus conqc1istas.

    Los ttulos regios son parte de esta materializacin derrrostrativa del xi-to. Algunos contienen el para el reinaclo, las cualidades para-digrnticas del rey. Por eso se adoptan al principio del reinado, y por eso el rey se afar1a en demostrar C"L1anto antes que es merecedor del ttulo que se le otorga: cuando se trata de ttulos , liderar una campaa victo-riosa fc1era de sus fronteras. 19 Pero otros ttulos, sobre todo los ms concretos e ilustrativos de una realidad geopoltica, no pc1ede11. adoptarse sin justifica-

    19. Sobre el ttulo con10 progra1na de un reir10, vase I-!orn11ng en 1\dDJJ{, 15 (1957), pp. 120-133; Saeciilum, 22 (1971), pp. 48-58. Sobre la terrninologa de los ttulos egipcios, vase IVI. 1\. Bonl1eme en BIFAO, 78 (1978), pp. 3'e7-387.

    El" JJ()MINIO UNI\1ERSAL 55

    cin: los ttulos hay que ganarlos. 20 Porque si resulta imposible cc,rnprobar o falsear la de los ttulos muy genricos o vagos (), en el caso de los ttulos ms concretos la contrastacin con la realidad poltica corrstituye un p1oblema, y un interesante tema de anlisis.

    Nos lirr1itaremos a un solo ejemplo: el ttulo de sa1.tdrnti elitz u supaliti, , que asumi Tuku.lti-Ninurta I. 21 El ttulo era nuevo en Asiria y el soberano no pudo adoptarlo si11. un acto demostrati-vo que lo justificara. Es un hecho que Asiria no limita con 11.ingn mar, y que 'I'ukulti-Ninurta 11.Unca lleg al Mediterrneo ni al golfo Prsico, }Jero s con-quist BabilorJ.ia durante un breve lapso de tiempo, lo que segu:ramente le autoriz a adoptar el ttulo. De hecho, lo utiliza primero en relacin co11. la victoria sobre Babilo11ia y ms tarde el ttulo desaparece tras la renuncia a los territorios conquistados y la recuperacin de la autonoma de 1os cassitas.

    Si se ordenan las inscripcio11es del rey asirio por orden cro11olgico, se puede identificar con todo detalle el rrexo entre los ttulos y las conquistas militares. 22 Err la primera fase (antes de la conquista de Babilonia), todava no utiliza el ttulo de , pero E:n el sector septentrio11al se alude corl. orgullo a la llegada a ur1 , que por el contexto resulta ser el lago Van. Esta identificacin es bastante audaz ya que el lago en cc1estin es a todas 111ces pero no es ni 1nucl10 me-nos un (la otra orilla es claramente visible y abordable). F'ero la afir-macin asiria es irnportante porque revela que en la mente del rey ya estaba presente la idea de la unin entre arribos mares con vistas a justif'icar su pre-tensin de donrinio universal.

    Err la segunda fase (las i11sc1ipciones que celebran la corrquista de Babi-lonia, pero cue arr igrroran la const1ucci11 de la nueva capital .:le I(ar-rl~ul(cllti-Ninc1rta), la mencin de la llegada al Mar Superior desaparece en tan-to que afirmacin explcita y separada porq11e ya se corJ.sidera. un hecho cons11mado. Se co11.memora la victoria sobre los cassitas y por lo tanto se adoptan los ttulos de y aderns del ttc1lo de . Este ttulo viene co-rroborado por la afirmacin de que la frontera asiria llega hast

  • 56 TERRITORIO Y FRON'I'ERt\S

    ro surgen algi.1nos problemas. El cont1ol asirio de Babilonia se debilita. Cuando 'lukulti-Nini.1rta regresa a A.siria tras ejercer personalmer1te como re)' de Babilonia di.1rante un ao, SllS gobernado1es tienen que enfre11tarse a la oposicin de tres reyes cassitas -en rpida sucesin- a lo largo de i.1n pe-riodo de ocho aos. Durante esa fase, 1'ukulti-Ni11c1rta opta por conse1var los tt11los de y de , pero aade dos ms: , para describir de forma realista su do-minio (ya se }1aba perdido el sur de Babilor1ia), y , en alusin al con1ercio con Bal1rein y el valle del Indo para tratar de co1npensar si.1 retirada con i.1n ava11ce ideolgico. En esta tercera fase, ya no se inencio11a la frontera asiria a orillas del golfo.

    Paralelamente emerge con fi.1erza el proble1na hitita e11 el f'rente occi-dental (la fror1tera entre Asi1ia y Hatti es el ro ufrates). A.hora cue la opi-niJ11 pblica asiria est ater1ta al problema hitita, la p1ete11sin de extende1 el do1ninio hasta el l\lla1 Superior choca con el hecl10 evide11te de que las tie-rras de I-Iatti se interponen ent1e el ufrates y el Medite1r11eo. De ah qi.1e en la tercera fase aparezca la afirmacin de que desde el prinrer ao de su reir1ado 'I'c1kulti-Ni11urta 11aba deportado a 28.800 hititas . Esta afirmacin ha dado lugar a i11terpretaciones diversas. Algu-nos han sugerido que el iey asirio retras la celebracir1 de si.1 victoria para no empeorar sus relaciones co11 I-Iatti. 23 Pero esta interp1etacir1 es absurcla porque una victoria tan sensacional habra corr;portado unas relaci~rres an peores. Otros ha11 sugerido qi.1e la travesa del E11f1ates ( co11 la cons1gu1ente victoria y depo1tacin de los hititas) fue ms tarda, pero que se inscribi co-n1cJ ocurrida en el primer ao para clestacar su relevancia.'" Esta explicacin tarnbin es absi.1rda: u11a derrota real de los 11ititas y su deportacin masiva habra merecido i,111 prrafo especial (y s11rname11te triunfalista), y no se ha-bra incluido ju11to a las campaas del primer ao eh las r11ontaas Nairi.

    Estimo que la interp1etacin correcta es bien disti11ta: no 11ubo 11inguna victoria sobre los hititas, ni en el primer ao 11i rns tarde. Pero en el ar11-biente a~ti-hitita del periodo de la guerra, mie11tras el frente real se esta11-cal)a en el uf1ates, se reci.1per un viejo episodio de la primera campaa pa-ra poder conmemorar una victoria. Dr.1rante el pri1ner ao de la campaa, se atraves el principal afluente del i.1frates, el l\llurat-Si.1, y se hicieron rni.1-chos prisioneros. El ataqr.te no lleg a penetrar en el territorio del in;perio hi1:ita, pero en el asirio cualquier tierra ms all del Eui'ra-tes era , y si.1s habitantes podan defir1irse como sir1

    23. E. Weidner, Die Inschrijie11 T1,k1tlti-iVin1,rta I (Graz, 1959), p. 26; J. M. M11nn-Ra11l