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TERRITORIO
LIMITAClüNES DEL SELF-HELPPor Joaquín Casariego Ramírez
En 1.976, Hans Harms, a través deun artículo publicado en ArchitecturalDesign, trataba de poner en cuestiónaquellas posturas que progresivamentese iban decantando hacia una defensadel Self-Help como panacea para resolver el problema de la vivienda en situaciones de alto subdesarrollo.
"No es..." dice Harms, criticando elmodelo de análisis utilizado por lospartidarios del Self-Help " ...seleccionado cuidadosamente ejemplos sin referencia a su contexto político yeconómico, y describiendo procesos existentes en asentamientos de squatters"como podremos hacer una interpretación real de estos fenómenos. "Necesitamos conceptos teóricos que den unaexplicación de por qué estos procesosocurren".
En las recientes Jornadas sobre "Suelo no urbanizable" organizadas en Tenerife se planteó la cuestión en términos similares.
Al margen de que haya que dar siempre la bienvenida a cualquier eventoque posibilite la discusión y el contrastede opiniones entre personas preocupadas por los problemas de la ciudad seancuales sean las conclusiones que formalmente surjan de él, y esto es de agradecer a sus organizadores, sí es censurable el que se continue pasando de puntillas por encima de los ~spectos urbanos
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y territoriales que son específicos de laRegión por el hecho de limitar la discusión a aspe~osjurídicos y administrativos, y seguir confundiendo los efectosformales de los problemas de la ciudadcon sus problemas reales.
En Canarias, el "suelo no urbanizable" no existe sino en los textos legalespor tanto no es posible discutir sobre élen términos urbanísticos, a no ser queen vez de debatir sobre la ciudad real,queramos hablar de la ciudad deseableo si me apuran de la ciudad utópica.
Nuestro "suelo no urbanizable"(para entendernos) esta hiperurbanizado y no lo podemos homologar a las bellas imágenes del hinterland territorialgallego que de forma tan expresiva nosinformaba la ponencia de César Portela. No es ese nuestro problema, al menos no lo es de forma inminente.
Es por tanto necesario aproximarnosa aquellas situaciones donde sí se pueden establecer puntos de referencia enlos procesos de urbanización, y en losmodos de articulación social que estanen la base. Y esto, queramoslo o no,obliga a dirigir nuestra atención haciael mundo del subdesarrollo donde estosfenómenos tienen una cotidiana presencia.
Porque si es evidente que las causasinmediatas de la autoconstrucción hande buscarse en los deficits de vivienda
que es algo consustancial a la sociedadcapitalista, no son las mismas las consecuencias en el desarrollo urbano enuno y otro grado de subdesarrollo.
Las sociedades industrializadas quenecesitan también mantener un stockde población permanentemente subempleada para asegurar la reproducción del sistema posee mecanismospara preservarla o sustentarla y portanto controlar diversas formas el acceso al alojamiento. La urbanizaciónmarginal, pro contra, es un fenómenoespecífico del subdesarrollo por cuantose hace dejación de ese control ante ladimensión de la demanda y la incapacidad del sistema productivo para articularla. La diferencia sustancial entre unoy otro caso radica en que en el primerolas "salidas" no comprometen el desarrollo urbano por cuanto se trata de situaciones provisionales (ocupacionestemporales de suelo desvalorizado)mientras que en el segundo caso se contruye de forma definitiva gran parte dela ciudad.
¿Significa esto que el sistema del SelfHelp pueda institucionalizarse comopolítica alternativa de vivienda?
En principio habría que decir quecualquier planteamiento dirigido a institucionalizar el fenómeno de la autoconstrucción mediante la utilización delos mecanismos que le son propios para
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planificar o proyectar la ciudad, o se sitúa al margen de la legislación vigentecon lo cual el resultado no será diferente (económica y morfológicamente diferente) a los procesos conocidos precedentemente, o está condenado de raiz almás absoluto fracaso.
Marginalidad urbana y planificaciónurbanística son conceptualmente incompatibles ya que uno de los elementos generadores y sustentadores de lamarginalidad es la transgresión permanente de la norma. En rigor es absolutamente imposible "proyectar urbanizaciones marginales".
El simple hecho de que el proceso deedificación haya de iniciarse en base ala previa clasificación del suelo como"urbano" y a la implementación delsoporte infraestructural, sitúa fuera delmercado de suelo a un sector considerablemente importante de la población.Precisamente aquél que por insolvencia económica hubo de acudir al mercado de suelo marginal.
Pero es más, la propia organización ydistribución de los usos atiende exclusivamente a un aprovechamiento máximo del suelo, en el cual el "espacio calle", cuyas dimensiones se reducen allímite a partir del cual todo el esquemadejaría de funcionar, absorve cada unalas funciones urbanas que para los modelos tradicionales u ortodoxos representa una proporción de espacio equivalente al suelo estrictamente residencial. Es decir que mi.entras una operación "normal" exige una proporción desuelo para usos colectivos que puedellegar a representar un cincuenta porciento del área de actuación, en las parcelaciones no controladas esta superficie se reduce a una proporción que oscila entre el diez y el veinte por ciento decada propiedad que se introduce en elmercado ilegal.
Es evidente, por tanto, que cualquieractuación dirigida a institucionalizar elproceso debe modificar sus pautasproyectales que conllevan necesarimente la margen de otras consideraciones, a una reducción importante delsuelo edificable, y consiguientementeun descenso de la rentabilidad global nisiquiera abarcable desde la administración pública y por supuesto nada apropiada para cubrir la demanda de las cla-
ses más bajas de la estratificación social.
Pero aún aceptando que dichos esquemas sean rentables para la administración pública y su intervención hagaposible una reducción de los precios delsuelo urbanizado en origen, no se asegura con ello el desencadenamiento delprocesor especulativo que caracteriza alas urbanizaciones marginales con uncierto grado de consolidación. Más alcontrario, la propia valorización que elsuelo urbanizado conlleva tendería aacelerarlo, con lo cual se reproduciríael fenómeno anteriormente expuesto.
En el estadio posterior, el de la edificación propiamente dicha, las argumentaciones no son esencialmente diversas. O la autoconstrucción se produce sin un seguimiento, control, y asistencia técnica de las obras con lo cual elproceso degenera hacia altos índices deinhabitabilidad por ausencia de normativa y por deficiencias en la edificación y que a la postre repercuten en lapropia urbanización, o, por el contrario, la autoconstrucción se reduce exclusivamente a la realización materialde las obras y se traslada a los técnicoscualificados la organización tipológicade la edificación y el correcto cuidadode su ejecución, con lo cual el productofinal tenderá necesariamente a encarecerse.
Por último, la propia tipología edificatoria dominante (el salón y vivienda),no sería necesaria (colectivamente necesaria) en todas y cada una de los lotesresultantes de la previa organizacióndel suelo. Una normativa racional sólopermitiría su aplicación en determinadas zonas; aquellas que por su índolerequieran locales en planta baja, con locual estaríamos reduciendo el margende rentabilidad individual que la propia tipologia conlleva.
De la institucionalización, por tanto,de la autoconstrucción ¿qué queda quela caracterize para una posible políticade actuación sobre la vivienda popular?
A no ser que lo estemos proponiendosea una alternativa al crecimiento suburbial tradicional difícilmente aplicable a la población insolvente y para elque el desarrollo de la disciplina urbanística ha aportado modelos mas apro-
piados y de menos complejidad proce·sual, no creemos que la autoconstruc·ción sirva sino para explicar que el problema de la vivienda (y por tanto la au·toconstrucción) surge, como cualquierotro bien del consumo individual, deuna falta de equilibrio entre la oferta yla demanda en cada una de las capas delespectro social.
Consecuentemente, pensamos, nosería institucionalizando los efectoscomo podríamos corregir los fenóme·nós de periferismo urbano que presentanuestras ciudades, y mucho menoscuando dicha institucionalización des·figura totalmente los aspectos más va·liosos de estos efectos como el hecho depaliar el déficit de vivienda popular.
Es necesario actuar sobre las causasinmediatas reestableciendo ese equili·brio gradual entre oferta y demanda deque hablaba F. Engels, recuperando elsignificado urbano y arquitectónicoque la ciudad del siglo XX ha perdidoen base a la generalización de las pautasmorfológicas derivadas del modelo deciudad que proponía el MovimientoModerno.
En este sentido parecería más ajusta·do reconsiderar la política de viviendaaplicada a Canarias en los últimos añospara regular los mecanismos que impi·den la realización de la plusvalía, tantoen el sector público como en el privado,que aventurarse a plantear alternativaspoco probadas cuyos resultados pue·den significar a la postre un sobrecostopara la administración de la ciudad, ypara el colectivo social, sin la contra·partida, además, de que dichos esque·mas alternativos puedan contribuir aun mejoramiento del medio ambienteconstruido.
Ahora bien, ¿cómo actuar en aqueollas áreas donde el proceso de autocons·trucción se ha iniciado y no permitepautas de irreversibilidad?
En este caso, si pensamos que la propia forma de crecimiento, morfológicay socialmente, impide otros modos deactuación que no sean los basados enlos mecanismos proyectuales y proce·suales dominantes, en la completaciónfísica y en la rehabilitación urbana delas áreas.
En primer lugar, porque la capacidadbenéfica urbanizadora de los munici·
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pios canarios es muy escasa y la de laAdministración en general poco accesible, por otro lado los subsidios sobre lamejora de la vivienda no parecen efectivos en plazo inmediato.
En segundo lugar porque debe evitarse la tendencia de la promoción de viviendas del sector formal a dejar "fuerade ordenación" a aquellas viviendas.marginadas y conseguir que aquellosresidentes marginales, antes insolventes en el mercado de la vivienda normal, puedan ser ahora ya demandantes"más solventes" a la oferta de vivienda.Es conocido en otras latitudes el interéspor "reciclar" el sector marginal al que
en otro momento se le aceptó contruircomo "válvula de escape" para incidiren la "remodelación" de los barrios oen la "congelación" de los mismos.
Parecen más convenientes planteamientos dirigidos a establecer una "mejora progresiva" de las áreas que considere de forma prioritaria sus posibilidades de urbanización y estudie lascondiciones de legalización en orden asuperar la "marginalidad" hasta ahoraexistente tanto desde el punto urbanistico como legal. La superposición demodelos urbanísticos convencionales apartir de los cuales la ciudad se vieneproduciendo obligaría a la erradicación
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física del barrio y al desplazamiento social de sus residentes. En consecuencia,hace falta avanzar o modelos de intervención que sean compatibles comocada barrio existente y que permitan lamejora de su calidad urbana manteniendo a sus residentes.
En este sentido, los planes a realizarsobre estas áreas tendrían como objetivos prioritarios:
Evitar la extensión del proceso marginal que tantos costos reporta a sus futuros residentes señalando la parcelación y venta del suelo inicial como elacto irresponsable y especulativo queha condicionado este proceso. La pro-
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OTRAS FORMAS DEOCUPACION.
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moción del suelo barato debe producirse siempre con una valoración muyprecisa de su localización y una previsión muy racional de los espacios deservicios imprescindibles, y su procesode incorporación. En la situación actual sólo la Administración puede iniciar con garantías un proceso de subdivisión del suelo económico.
El Plan reconocería en el suelo ocupado por la casas marginales su calidadde "suelo urbano" de forma simultáneaal "proceso de urbanización" y a lasparcelas intersticiales siempre que seadelanten los costos de urbanizacióncomo la ley del suelo establece.
El establecimiento de un cuerpo normativo -la ordenanza- que atienda alas formas de edificación de las parcelasy a las invariantes propias de su dispo-
, sición y tipológicas, y que, por tanto, asu valor restrictivo como contenedor delo que es posible contruir en cada solar,se contraponga una actividad de "norma positiva" que muestre las soluciones más pertinentes para programas diversos y estimule las soluciones técnicas y constructivas mas próximas a losinvariantes detectados.
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El cuidado de la "naturaleza específica de cada servicio" en la definición ycontrucción de las redes a la residenciay su urbanización conjunta, así comoen la realización de las dotaciones yequipamientos colectivos. La organización de las calles y de las redes de servicio en las zonas ya edificadas de estasáreas entrañaría una dificultad notabley asigna a este elemento una funciónprimordial. Sabemos de la experienciade tantos barrios marginales que al sersometidos a un modelo de urbanización convencional, han visto remodelados la mayoría del barrio con costesenormes y con resultados muy poco satisfactorios.
Los planes deben negar la segregación fisica entre "ciudades normal" y"ciudad marginal" pretendiendo la recualificación general de las zonas controlando muy precisamente la naturaleza de las actuaciones tangentes a losbarrios marginales mediante la primacía pública de los operadores que permitan evitar las intervenciones especulativas laterales.
Por último, el peso mayoritario delas obras de urbanización deberá recaer
sobre el colectivo de residentes afrontados de modo comunitario de forma quepermita facilidad de gestión y economía de urbanización más notables. Laspropias obras de urbanización iniciadas marginalmente en los barrios sonmuestra frecuente de los costes de inicio e interrupción de las obras, de lasdificultades de coordinación de las redes, etc... , solamente superable con lainiciativa solidaria que se materializaría mediante el pago fraccionado de laurbanización proporcionalmente acada residente durante el tiempo que elplan establezca para la realización jerarquizada de las obras.
Por tanto, la urbanización debe estimarse como prioridad ineludible de laactuación en la que legalización se produzca simultánea o sucesivamente aaquella, proceso que permitirá no quebrantar las prioridades materiales delos barrios ya que anteponer la legalización a la urbanización por sus propioscostos y dificultades de gestión, podríallegar a bloquear el proceso de rehabilitación iniciada.
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