lida del makiel, rosa mª - la tradición clásica en españa

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  • 5/22/2018 Lida del Makiel, Rosa M - La tradicin clsica en Espaa

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    LA TRADIC IN CLS ICA EN ESPAA*Muchas veces y desde distintos puntos de vista se ha llamado a nuestra poca una nueva Edad Media. Pocos argumentos pueden abonarms eficazmente tal calificacin que la aparicin, con brevsimo intervalo, de dos obras destinadas a recordar al lector medio el valor de latradicin literaria de la Europa occidental. La premura con que distin

    guidos especialistas como G. Highet y E. R. Curtius (EuropischeLiteratur und lateinisches Mittelalter, Berna, 1948) interrumpen suinvestigacin erudita para ejecutar vastas obras de recapitulacin, porinteresantes que stas sean, no puede menos de hacer abrir dolorosamentelos ojos sobre la precaria situacin de la cultura humanstica en nuestrosdas. La penosa impresin aumenta cuando se advierte hasta qu extremo ha debido llegar la vulgarizacin: hay en el libro de Highet, sobretodo en las notas, citas en algunas lenguas modernas fuera del ingls,yen latn, pero de griego no hay sino poqusimas palabras aisladas (pgs.4 5 , 305, 601 y 639) en las ochocientas pginas del libro; la historia delas universidades, el influjo del latn en la formacin de las nuevaslenguas estn compendiados en breves pginas (pgs. 1 1 y 1 4 ) . Ha sidopreciso explicar por qu el latn es lengua de cultura en la Edad Media(pg. 1 2 ys i g . )1 ,presentar al pblico a Virgilio (pgs. 6, 72 y sigs., 172y s i g . ) , Horacio (pgs. 225 y sigs., 363), Ovidio (pg. 59), Persio yJuvenal (pg. 303),Boecio (pgs. 41 y s i g s . ) , y advertir que el inglsnoes la lengua original de Isaas y San Pablo, en trminos que recuerdanla conocida ancdota de Santo Toms Moro acerca de la dama queperdi su devocin a la Virgen cuando se enter de que sta haba sidojuda (pg. 106). Ahora, ante nuestros ojos, cobra sentido el febrilepitomizar de los sabios de la baja Edad Media, capaces, a buen seguro,de hacer algo ms, pero que prefirieron hacer lo menos, porque era lourgente.Ariesgo de caer en la odiosidad de toda comparacin, creo til cote-* A propsito de GILBERT HIGHET, The classicaltradition. Greek and Romaninfluenceson Westernliteratuie. Oxford University Press, New York and London,1949 . xxxvm + 763 pgs.

    1 A mi ver, la explicacin exagera el valor de lengua viva del latnmedieval.Cf. las observaciones de G. G. COULTON, Europe's Apprenticeship. A surveryofMedieval Latin with examples. Londres-Nueva York, 1940, pgs. 73 y sigs., yHighet mismo, pg. 558,nota 10.

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    MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H Vjar los dos libros citados, ambos vecinos en fecha y animados por unamisma intencin, ambos unnimes en concluir con un conmovedor lla-mado al lector general, subrayndole el valor delartey del pensamiento,sobre todo el de la Europa Occidental, y ambos coincidentes en can-tidad de particulares, hasta en el de desconocerse mutuamente los dosautores.

    Dada la identidad de propsito, llama la atencin lo diferente delrea que se han recortado dentro de un mismo campo. En Curtius haprevalecido la actitud romntica de detenerse en el proceso de latrasmisin de la literatura grecorromana, y por eso destaca con nfasisel papel de la Edad Media; en Highet priva la actitud clsica devalorar el resultado, y por eso ha preferido atender al examen de lasnuevas literaturas. Bienmirado, pienso que esta y otras esenciales diver-genciasbrotan de que Curtius y Highet son, cada cual, muy tpicos desu respectivo pas, hasta en el hecho de no disimular el primero su par-ticularismo patritico, aun dentro del libro que defiende con no escasaelocuencia sentimental la unidad de la cultura europea, y de expresarel segundo con mesura y buen humor su rechazo de la mezquinidadnacionalista que inficiona con su provincialismo hasta el dominio delarte y del pensamiento (pg. 435; cf. tambin pgs. 366, 662 y sig.,682 y sig., 690). Ya en su primera pgina Curtius alinea diez epgrafes(uno ms encabeza el ndice de cosas y palabras), en cinco lenguas,desde Herdoto hasta Ortega y Gasset, mientras Highet antepone a sulibro unos versos del poeta ms romntico de un pas nuevo pero queimplican no obstante un rendido vasallaje a la belleza antigua: aun sinla explicacin del texto (pgs. 440 y s ig . ) , la poesa Helena de Poerevela intuitivamente a todo lector el propsito y contenido del libro.

    Pululan en el volumen de Curtius aclaraciones y avisos para explicarsu mtodo y plan, as como buen nmero de pormenores sobre las cir-cunstancias del libro, del autor y de sus allegados, siendo la distribucinycoordinacin de los temas en extremo deficiente. Sin distraer la aten-cin del lector en apartes sobre su propia obra, Highet estructura suamplio e intrincado contenido con orden y unidad en una exposicindidcticamente impecable: no hay conexiones rebuscadas ni digresionesociosas ni montones amorfos de datos que atestigen, bajo el nombrede excursos, la impotencia del autor para reducir su material a un planriguroso. Las notas son oportunas y densas. Highet posee, adems, unaprosa tan lcida como amena, y singular gracia de expresin. No esfcil olvidar una leccin tan epigramticamente perfilada como la queremata el vistazo a la leyenda de Troya (pg. 5 5 ) :

    Por consiguiente, la amarga obra de Shakespeare [Troilo yresida] es la dramatizacin de unapartede una traduccin inglesa

    de la traduccin francesa de una imitacin latina de una antiguaampliacin francesa de un eptome latino de una novela griega.

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    N R FH , V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAANise puede tildar ms risuea y certeramente que con el retrucanode Wolfpack el encarnizamiento de los disectores teutones de Homero,

    secuaces de Federico Augusto Wolf (pg. 488). Es caracterstico delbuen sentido ingls de su honestidad intelectual, si se quiere queHighet evite vagas teoras a vuelo de pjaro y explicaciones conjeturalesque nada explican, porque requieren ellas explicacin previa. Highetsuele salir muy airoso del difcil compromiso de escribir concreta yagudamente acerca de las ms arduas generalidades, ya sea para sealarlaesencia del Renacimiento, con suveloz desarrollo en artey erudicin(pgs. 1 5 y . s i g s . ) ,o para puntualizar el contraste entrela actitud clsicayla romntica (pgs. 227 y s i g . ) , o para caracterizar la Contrarreforma(pgs. 258 y s i g s . ) , la Querella de antiguos y modernos (pgs. 275 ys igs . ) , la pugna de la literatura con la sociedad en el siglo xrx (pgs.4 37 Ysig-) Un solo reparo metodolgico puede formulrsele, a mi parecer, y es que, aunque ha sealado el marco social de cada momentoliterario, no seala su concomitante actitud filosfica. Tal estrechamiento del panorama cultural -de resultas, los cambios en la tradicin literaria tienden a aparecer como arbitrarios e inconexos se debe probablemente al empeo de asegurar la accesibilidad del libro al pblico alque se dirige.Sera larga la ennumeracin de los aciertos particulares de estebien planeado volumen. Por su excepcional equilibrio y exactitud juzgo imprescindible mencionar la excelente delimitacin de las grandesunidades del mundo medieval (pg. 48) y, frente a la exagerada rehabilitacin de la Edad Media, el destacar la enorme baja cultural quesignific (pgs. 11 y s i g s . ) ; la discusin, esencial para un estudio dela tradicin clsica, del valor de la alusin y la reminiscencia, con susventajas e inconvenientes (pgs. 156 y s i g s . ) ; la explicacin de las restricciones de la tragedia y la stira neoclsicas como efectos no slo dereaccin literaria sino principalmente de condiciones sociales (pgs. 298y sigs., 316 y s i g s . ) ; la crtica del concepto parnasiano del arte por elarte (pgs. 444 y s i g s . ) ; la resea de las diversas interpretaciones de lamitologa clsica (pgs. 520 y s i g s . ) ; las sugerentes lneas sobre laamplitud mental que proporciona el bilingismo (pgs. 105 y sig.) ysobre el ensanchado presente del hombre culto (pg. 545); la concentrada recapitulacin final (pg. 546), y las numerosas reflexiones, generalmente discretsimas, de materia literaria: sobre el origen, sentido einflujo de las ficciones de Dictis y Dares (pgs. 51 y s i g s . ) ; sobre laforma o falta de forma delRomn de laRose (pg. 67 ) ; sobre la variaactividad de Petrarca (pgs. 82 y s i g s . ) ; sobre el contraste entre elfinal doliente de laEneida y el final triunfante delOrlando furioso (pg.1 5 4 ) ; sobre la espontaneidad de la lrica comparada con el tradicionalismo de otros gneros literarios (pgs. 219 y s i g s . ) ; sobre GIBBON ysu Decadencia y cada del Imperio romano (pgs. 344 y s i g s . ) ; sobre

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    MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H , Vla crtica homrica (pgs. 384 y s i g s . ) ; sobre Alfieri (pgs. 424 y s i g s . ) ;sobre los historiadores de Grecia y Roma desde Niebuhr (pgs. 472 ys i g s . ) ;sobre Mallarm,Valry, J o y c e ,Pound y Eliot (pgs. 5 0 1 y s i g s . ) ;sobre elteatro francs contemporneo de inspiracin griega (pgs. 531y s i g s . ) . En cierto modo, este libro sabio y modesto, tan alerta a casitodas las literaturas de la Europa Occidental y a todas sus pocas incluso el presente, en que no suelen hallarse a gusto los mantenedores delacontinuidad grecorromana es en s un testimonio elocuente del valorde la tradicin clsica, que no dejar de actuar por la mseficaz de laspedagogas: la del ejemplo. Si Curtius es, en varios puntos, ms hondoy original, ms fecundo para el erudito, Highet ha realizado mejor, segn creo, el fin que ambos se han propuesto: sealar la vigencia de tecultura clsica, en un libro al alcance del lector general, instructivo ysabroso para todos.E s muy probable que a la semejanza de intencin as como a la amplitud del tema deba el libro de Highet algunas flaquezas que compartecon el de Curtius, ante todo la de dar como opinin nica un parecerpersonal sobre cuestiones actualmente en debate. Alguna vez (por ejemplo, a propsito del parnasianismo, pg. 439) se previene al lector queun trmino est empleado en una acepcin peculiar. DesgraciadamenteHighet olvida tal precaucin donde ms falta hace, esto es, altratar elembrollado asunto del barroco (pgs. 289 y s i g s . ) . La definicin delobarroco como el juegomutuo de fuerte emocin y ms fuertes restricciones sociales, estticas, intelectuales, morales y religiosas (pg.289) dirase formulada con los ojos puestos en la tragedia neoclsicafrancesa, y no en obras tan caractersticamente barrocas como el Adonede Marino y las Soledades de Gngora. Muy personal es la delimitacin del barroquismo en el tiempo; muchas y muy discordes son lasopiniones a este respecto, pero pienso que sern contadas las que loextiendan desde Ticiano, nacido en 1477, hasta Tiepolo, muerto en1 8 0 4 , pues en lo literario ello equivale a incluir por una parte autorestpicos de la irradiacin del Renacimiento italiano2, como Fray Luis deLen, Ronsard y Sir Philip Sidney y, por otra parte, todos los autoresque ms particularmente se clasifican como neoclsicos. Arbitraria tambin es la nmina de los ms grandes artistas barrocos (pg. 290),tan desconcertante en sus presencias como en sus ausencias: en la yaindicada inclusin de los autores del Siglo de Luis X I V salvo LaFontaine y de los ingleses de la edad augustea, y en la exclusin deSir Thomas Browne, Donne, Crashaw, Marino, Quevedo, Caldern,Gracin, Grimmelshausen y los poetas de Silesia; en la mencin de

    2 A la inversa, al estudiar la pica renacentista Highet incluye no slo la Jerusalen libertada, 1 5 7 5 , sinotambinel Parasoperdido, 1667 y el Parasorecobrado,1 6 7 1 , que muchos crticos juzgan representativos del barroco, por lo menos envarios aspectos esenciales. Cf. el propio Highet, pg. 611 .

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    N R FH , V LA TRADICIN C L S I C A EN ESPAA l 8 7Ticiano, pero en la omisin de Velzquez y Rembrandt, cuando H.Wolffiin, de quien procede la difusin del trmino barroco , opone cabalmente el clasicismo de Ticiano al barroquismo de Velzquez, Rubensy Rembrandt3. Qu puede entender por barroco el lector general siencuentra conglomeradas bajo ese mismo rtulo individualidades, tanirreductiblemente diversas y hasta opuestas como el Greco y Rubens,Poussin y Tiepolo, Gngbra y Racine, Churriguera y Adam?Tampoco se advierte al lector que es muy personal la presentacinde la historia de la prosa (pgs. 322 ysigs.) como una suerte de dueloperpetuo entre ciceronianos y anticiceronianos: tal esquematizacin hacetabla rasa de toda la prosa artstica medieval, elaborada con crecienteartificio de Sidonio Apolinar a San Ildefonso, teorizada y practicada enelflorecimiento delsiglo xn. Extraa en la historia de la prosa inglesala omisin del eufusmo, que no aparece en el texto, mientras en nota(pg. 656) Highet muestra inclinarse a la teora de W. Ringler, quienlo deriva del estilo latino del anticiceroniano Juan Luis V ives . Bastaleer una pgina de Vives para persuadirse de que ste presenta muchomenos concentrado artificio retrico, menos aficin a las figuras de diccin,a la aliteracin, anttesis y quiasmo que Cicern. Por todo lo cual,la teora de M. W. Croll que deriva el eufusmo de la prosa latina medieval, y que Highet no menciona, rene mayor probabilidad de acierto4. De igual modo, en terreno muy distinto, es problema arduamentedebatido la proporcin de europesmo y asiatismo en la Rusia moderna(pg. 5 45) : la posicin europesta extrema que adopta Highet no debeofrecerse sin reservas al lector general.

    Lgicamente,no puede prescindir Highet de ejercer su juicio estticoyjams incurre, como Curtius, en la flaqueza de supeditar el mrito literario a la continuidad grecorromana, antes subraya profusamente elvalor artstico de la Antigedad, y muestra apreciacin simptica de3 Kunstgeschicktliche Grundbegriffe. Munich, 1 9 1 5 , pgs. 177y sig.4 Euphues The Anatomy of Wit. Euphues and his England, by John Lyly.Ed . de M. W. Croll y H. Clcmons. Londres, 1 9 1 6 . Introduccin de M. W. Croll,en especial pgs. xxrv-Lxrv. Esste uno de los puntos de historia literaria europeaen que la atencin a Espaa facilitara notablemente la solucin del problema,mucho ms transparente en la prosa castellana que en la inglesa. Desde laHistoriaGothica del arzobispo don Rodrigo 1 2 4 3 ) , fuente de la Primera crnica general,ese estilo se introduce en la prosa castellana con pretensin artstica, y est repre

    sentado ininterrumpidamente hasta Fray Antonio de Guevara. Norden (Die antikeKunstprosa vom VI Jahrhundert v. Chr, bis in die Zeit der Renaissance, Leipzig,1898 , pgs. 773-809), para remontar el estilo de Guevara a la Antigedad grecorromana, se empe en probar que Guevara era un humanista y, como tal,estudioso de Iscrates y Cicern. La verdad es que el examen de las obras deGuevara prueba que nada tena de humanista, que su latn era escaso y su griegonulo. Y prueba, sobre todo, que este escritor de tan sabrosa y rica vena estabafirmemente asido, en cuanto a su pensamiento, al pasado medieval y no al presentehumanista. Todo lo cual corrobora la filiacin medieval de su estilo. Cf. RFHSV I I , 1945, pgs. 346 y sigs.

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    MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H , Vcrecido nmero de obras y autores diversos. Como el juicio esttico esforzosamente individual, no siempre es posible adherirse a su opinin:dudo que, fuera de Inglaterra, nadie estime a Shelley superior a Esquilo(pg. 419) ni a Tennyson igual a Virgilio (pg. 446) ni a MatthewArnold superior a Virgilio (pg. 486) , por mucho que estime a esostres poetas; ni que, aun dentro de Inglaterra, el puesto normal de Popese halle entre Dante y Shakespeare (pg. 104). Ms seriamente discutibles me parecen unos pocos juicios basados en una deficiente consideracin histrica de las obras en cuestin. Excelente es el anlisis delas obras neoclsicas, que Curtis menosprecia sin disimulo pero, a lainversa, frente a la delicada y original compenetracin de Curtius conla Edad Media (y sobre todo despus de su admirables estudio ZurInterpretation des Alexiudiedes, ZRPh, LVI, 1 9 3 6 , pgs. 1 1 3 y s igs . ) ,sorprende que Highet arrincone este poema entre unas pocas obrasreligiosas, pequeas y sin importancia (pgs. 48 y s i g . ) , y que afirmeacerca del Lai d' Aristoteque, de no llevar su protagonista ese nombre,y no el de David o Salomn, apenas merecera mencin (pg. 57) .Para fundar tan sorprendente inferencia Highet expone en tono intencionadamente chocarrero la exquisita belleza del Lai, insensible a losfrescos cantares con que la amada de Alexandro subyuga al viejo Aristteles: elcuer li met un souvenirtel, que son livre li fait clore.

    No es sta pura materia de preferencia o desvo personal, sino queest ntimamente unida al ncleo del libro. El cultor de la tradicingrecorromana no peca contra el espritu humanista de creacin y libertad, al negarse a comprender una obra maestra la Vie de Saint Alexis- precisamente porque no pertenece a la tradicin grecorromana?E l poeta medieval que compuso el Lai d3 Aristote usa simblicamentelas figuras de la Antigedad para expresar cmo concibe el avallasa-miento de la razn por la pasin, de modo parejo a como procedenRacineen sus tragedias, Tennyson y Swinburne en su lrica, los dramaturgos franceses de nuestros das en sus variaciones sobre el teatro griego.E lanlisis bastante hostil de la lengua de Milton (pgs. 1 5 9 y s i g s . )5implicaun anacronismo, pues los reparos estn formulados desde el punto de vista del lector actual que, no sabiendo latn ni conociendo historiao mitologa clsica, debe descifrar penosamente cada alusin y cadaculto neologismo; no del lector coetneo, a quien las mismas alusiones

    3 En contraste, exagera Highet lo sencilloydirecto, norico ycomplejo delestilo de la Divina comedia (pg. 76). Dante puede simplificar algn pormenortomado de Virgilio, como el que indica Highet, pero en esencia est demasiadoanclado en la tradicin erudita medieval para aspirar a un estilo simple y natural . Cf. el aludido libro de Curtius, pgs. 354 y sigs. y, como ejemplo concreto,las intrincadas perfrasis de la pgs. 278y sig.

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    NR FH , V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAAyneologismos brindaran el placer de la reminiscencia y el goce en eljuego alusivo-elusivoentre la lengua corriente y su trasfondo latino. Parecido anacronismo asoma en el anlisis, admirable en sus lneas generales (pgs. 164 y s i g s . ) , de la novela griega. Highet es muy dueo depreferir personalmente la novela de Longo a la de Heliodoro; as lo hahecho el grueso de los lectores del siglo pasado ac, y a esa predileccinen el siglo en que las lenguas clsicas pierden terreno en el pblico general,creo que no ha sido ajena la extraordinaria fortuna deDafnis y Cloeen excelentes traductores: el lector que lee la prosa de Amyot, la deAnnibal Caro, la de Thornley, la de Moore, la de Merejkovsky, la dedon Juan Valera, no sospecha el oropel retrico (ni, en varias traducciones, la mitad de las indecencias) del original. Pero de las novelasgriegas no es Dafnis y Cloe la que ejerci jams accin purificadora(pg. 165 final), ni siquiera gran accin literaria, aun dentro de lanovela pastoril: no est probado su influjo, ni el deClitofonte y Leucipe,sobre la Arcadia de Sannazaro, compuesta antes de que ninguna deesasdos novelas estuviese traducida ni editada. En cambio, laHistoriaetipica influy an en la novela pastoril (es esencial en la Arcadia deSir Philip Sidney6 e importante en varias novelas de Greene y Lodge;en Guarini y Urf, segn J .MAILLON, Hliodore, Les thiopiques,Pars,l935> vol. I, pg. x c v i ) y en las creaciones de los ms grandes artistasde lossiglosxvi y X V H ,en elTasso,en Cervantes, en Caldern, en Racine(ocasionalmente en Shakespeare, cf. pg. 648) para no mencionar ingenios menores comoBarclay,el de laArgenis,Gil Polo, Alexandre Hardy,Basile y muchos otros. Es lstima que Highet seale de pasada, asombrndose, la admiracin de Racine (pg. 294), en lugar de detenersea exponer con su habitual penetracin y simpata las razones nada recnditas de la unnime admiracin por Heliodoro en esossiglos.Como E. R. Curtius, desatiende a veces Highet a lo que en lacultura de la Europa Occidental no es grecorromano. En principio lafalla parece menos seria en Highet, quien ha limitado modestamentesu cometido al influjo griego y romano en la literatura de Occidente.Pero es difcil que un libro de divulgacin, destinado a un lector demediana cultura, pueda ceirse estrictamente a un sector particularde la realidad sin falsear la perspectiva general a que aspira y, de rechazo, sin viciar la representacin de su sector particular. Por lo dems, en algunos casos Highet seala influjos no grecorromanos, talescomo la atraccin de los romnticos por el Oriente (pgs. 358 y 435),el Oriente como una de las huidas de los artistas del siglo xrx (pg.

    6 Highet afirma (pg. 169) que Sidney en su Arcadia estaba especialmenteen deuda con Dafnis yCloe . Ahora bien: el libro de S. L. WOLFF, The Greekromances in Elizabethan prose fiction, Nueva York, 1912, con el que Highetencabeza la bibliografa sobre este punto (pg. 6 12) afirma lo contrario, pg.3 3 5 : Lo ms extrao de todo es que ni aqu [ X I I I , 1 1 , descripcindel ro Ladn]ni en ninguna parte toma nada de Longo .

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    19 0 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H V4 3 8 ) , el influjo de China y Japn en los impresionistas (pgs. 502 ys ig . ) . Lo general, tanto en Highet como en Curtius, es la tendencia aensanchar el volumen de lo grecorromano a costa de lo no grecorromano.Ante todo, no disimula su antipata por el Oriente (pgs. 435, 688) nidejade favorecer a griegos y romanos adecundolos a sus propios ideales:frente a la phrodite terrible y asitica de Pierre Louys, la griegaes el sonriente espritu nacido de la espuma del mar Egeo (pg. 459).No es tal sonriente espritu la Afrodita implacable y enloquecedoradelHiplito: bien saban los griegos, demasiado francos para cerrar losojos a la realidad, que en la naturaleza que rodea al hombre y sobretodo dentro de su propia alma, no hay slo espritus sonrientes . Elmito de Afrodita es, precisamente, uno de los ms claros ejemplos desincretismo: lamente griega revisti con sus armoniosas formas un ver-dadero amasijo de especies asiticas, muchas obscenas y feroces, y elgriegono ignor nunca el secreto contenido del mito. Es muy peligrosogeneralizar sobre el sentido de una deidad griega, sentido que nuncatuvo definidores teologales, que es un acarreo annimo y folklrico, yque vara constantemente de una en otra regin, de una en otra poca.Muy exagerado tambin es el nexo entre la legislacin romana y lasdemocracias del mundo moderno (pg. 2) . Pues justamente las dosgrandes democracias de nuestros tiempos, Inglaterra y los Estados Uni-dos, basan su legislacin en sus propias usanzas mucho ms que en elderecho romano, mientras tantasnaciones latinas, poseedoras de perfec-tas constituciones de inspiracin romana, se han mostrado incapaces dedemocracia. Para bien y para mal el modo de ser de cada pueblo es msimportante que sus cdigos.Comn error con Curtius y la enorme mayora de los estudiosos dela cultura occidental es exagerar la deuda, siempre grande, por cierto,con Grecia y Roma. Vase cmo rezan las palabras iniciales (pg. 1 ) :

    Nuestro mundo moderno es, en muchos aspectos, una continua-cin del mundo de Grecia y Roma. No en todos sus aspectos enparticular, no en medicina, msica, industria y ciencias aplicadas.

    Noregatearemos las ciencias puras ni lapintura,aunque slo de manerams traslaticia que literal puede decirse que continen las griegas. Aunas, sorprende que Highet no recuerde aqu lo que Herdoto y Platnrecordaran en primer trmino: nuestra moral y nuestra religin, quetampoco son grecorromanas. Dentro de lo literario, no escapa Higheta la tendencia de mirar como hallazgos privativos de Grecia cosas que,cuando menos, Grecia comparte ampliamente con otras culturas. Muycuesta arriba se me hace creer que apenas hay un solo recurso [trick]estilstico usado ahora en Jas letras modernas que no inventaran ellos[losgriegos y romanos] (pg. 19; cf. pgs. 2 y 3 31 y sigs .) . Claroque si por stylistic trick se entiende una treta recetada por el maestro

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    NRFH, V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAAde retrica y remedada por el aprendiz, la exclusividad dentro de lacultura occidental corresponde a uno de los aspectos menos valiosos dela tradicin grecorromana aunque, desgraciadamente, uno de los msinfluyentes. Pero si con un concepto menos zafio del estilo y de la disciplina literaria, se entienden por ah ciertos eficaces esquemas y disposiciones que se hallan en los buenos prosistas de Occidente, tan absurdoes atribuir su invencin a los griegos como atribuirles la invencin de lamisma prosa o del lenguaje en s. Para nombrar el ejemplo menos extico: anfora, paralelismo, anttesis, climax, tricolon se hallan a manosllenas en la Bibl ia7 ,cuyo influjo, por lo menos en pases de habla inglesa,no es ciertamente menor que el de Cicern (pgs. 334 y s i g . ) . No esque tales recursos se hayan inventado en Judea o en ninguna otratierra: los invent el primer hombre que goz de lenguaje articulado yque, a la manera de Monsieur Jourdain, hizo anforas y anttesis sinsaberles el nombre. Tampoco puede pretenderse que el uso de ejemploshistricos o mitolgicos sea un hbito grecorromano (pgs. 67 y s i g . ) :algn ejemplo histrico se halla en la Biblia (I Reyes , 16, 2 : has andado en el camino de Jeroboam ; Isaas, 5 1 , 2; San Mateo, 6, 29; 12,39ysigs.;23, 35) y muchsimos en el Talmud y en los moralistas rabes,por ejemplo en ABUBQUER DE TORTOSA, Lmpara de los prncipes(traduccin de M. Alarcn, Madrid, 1 9 3 0 ) , no heredados de los griegos. Adems, la abundancia de exempla en las obras medievales no sedebe al influjo clsico, sino, como eshartosabido, a la predicacin cristiana que en sus ricos repertorios incluye el ejemplo grecorromano. Encuanto a la novela de amor y aventuras que, segn Highet, es invencingriega (pg. vn), hay que observar que, si bien en el Oriente cercanono se conocen novelas de ese carcter (aunque s novelas de aventurasdeotrotipo, como la aramea de A Ahqar, y la egipcia de Alejandro, delos siglos vi y ra respectivamente antes de la era vulgar) las novelas griegas ofrecen un fuerte carcter oriental. La ms antigua, el fragmentode la Novela de Nio, de fines del siglo 1 antes de Cristo, trata de Josamores de Nio y Semramis, en Babilonia; el ttulo mismo de la novelade Heliodoro subraya la importancia de su elemento oriental, como losugiere el autor en pg. 1 6 5 . Clitofonte y Leucipe no aportan por Grecia, aunque s por Tiro, Sidn, Bizancio y Egipto; la escena de Dafnisy Cloe esLesbo, junto a la costa del AsiaMenor. Highet seala lo escasamente helnico de Heliodoro (pg. 1 6 5 ) ; puede agregarse que todoslos autores conocidos de estas antiguas novelas Aquiles Tacio de Alejandra, Caritn de Afrodisias, Jenofonte de feso no son griegos denacin. No parece sino muy puesto en razn relacionar estas historias

    7 Anfora: Salmo 118, 1 0 - 1 2 ; 146, 7-10. Anttesis: Salmo 115 , 5-7; Proverbios, 10, 1 y sigs. Paralelismo: Salmo 114, 1 y sigs.; 1 2 1 , 5-6; 1 37 , 3-6. Climax:Salmo 119, 28-29; I5 - Tricolon: Salmo 107, 39; 109, 22; I Reyes 8, 42. Esociosoadvertir que una bsqueda sistemticamultiplicara fcilmente los ejemplos.

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    192 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H , Vconlas otras msbreves,quelograronsu msperfecta formulacinliterariaenelDecamerone y a las que Highet serefierecon ciertavaguedad(pg.89),comosi se lasconocieseslopor transmisin puramentefolklrica, sin calidad literaria: al fin de cuentas, la novelstica oriental(india,persa,rabe),vertidaal latn desde elsigloxn, haejercidosobrela narracin occidental un influjo tan bien atestiguadocomo el de laliteraturagrecorromana sobre otrosgneros.L a prevencin de Highet (y de Curtius) contra lo oriental8 llevaen s la penitencia, pues compromete la exactitud de varios puntosdel libro. As, las primeras lneas del prefacio (pg. vn) dan comoejemplo de uno de los temas elaborados en los dos mil aos deliteratura [gr iega] (sic) el del viaje del valiente por el infierno :el ejemplo es poco feliz, ya que la expresin mxima de esemotivo,la Divina comedia, se enlaza mucho ms esencialmente con las versiones rabes que con las grecorromanas del tema, segn lo ha probado el libro de M . AS N PALACIOS,La escatologamusulmana en la

    8 Varias veces, y sealadamente en la pg. 458, Highet endosa al Oriente lalicencia que varios escritores y escritorzuelos han reivindicado para Grecia. Permtasenos observar, en materia tan resbaladiza, que las obscenidades celebradaspor PierreLouys no pertenecen a la mejor Grecia como no pertenecen al mejorOriente. Falso es envilecer la imagen de Grecia haciendo hincapi en literaturanfima como la de buena parte de la Antologa griega y como los Dilogos de lascortesanas, pero es tambin falso blanquearla de acuerdo con nuestrasexigenciasno las griegas olvidando discretamente las elegas de Teognis a su amadoCirno, el fragmento 1 22 de Pndaro sobre las cortesanas de Corinto y el 123sobre el hermoso Texeno, y varios dilogos de Platn y los estados de Grecia enque el amor griego , lejos de castigarse limpiamente con pena de muerte, comoen el oriental Levtico, 20, 13, era una institucin honrosa. Highet esquematizay disocia demasiado el hombre griego y el oriental, en la vida y en la literatura.Enun floridoprrafo, Louys afirmaba que el Asia es la cuna natural de la poesa,y agregaba: Grecia misma la recibi de Jonia . Hight comenta con igual hiprbole, slo que de signo contrario (pg. 688): Esta identificacin de Jonia conAsia, y la idea de que Grecia sac su genio potico del Oriente es casi purocuento [bosh] .Vale la pena glosar ese casi : si son orientales y no griegos lospoetas obscenos de laAntologa, porqu han de ser griegos sin sombra de OrienteTales de Mileto, iniciador de la filosofa, cuya estirpe fenicia certifica Herdoto,I , 1 7 0 ,y Herdoto de Halicarnaso, iniciador de la historia, cuyo padre y to llevannombre brbaro (cario)? LaJonia no es, claro est, idntica al Asia, pero guardacon ella muy ntima relacin. Claro est, asimismo, que la lrica griega no procedede la asitica en el sentido de que derive de los Salmos o del Cantar de los cantares, pero los nombres de los modos y de la mayora de los instrumentos musicales griegos hablan a voces del influjo asitico en los orgenes de la lrica griega.Los ms antiguos msicos y poetas proceden del Asia Menor y de las Islas, envivo contacto con el Oriente (un hermano de Safo es mercader en Nucratis deEgipto; un hermano de Alceo milita entre los babilonios); tampoco es inoportunorecordar la conviccin de A. Meillet, segn la cual el hexmetro griego no esun verso indoeuropeo,Les origines indo-europennes des mtresgrecs, Pars, 1923.Me parece que Highet, que se halla tan por encima del nacionalismo de nuestrosdas,lo proyecta sin embargo en el pasado.

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    N R F H , V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAA 193Divina comedia , Madrid, 1 9 1 9 ,y lo ha confirmado el de U. M O N -

    NERET DE VILLARD, Lo studio delV Islam in Europa nel xii e nel xiiiseclo, Citt del Vaticano, 1944. Acerca de los controvertidos orgenes de la lrica moderna, no es imparcial insinuar la probabilidadde una de las hiptesis, la litrgica, no diciendo palabra sobre otra,la del influjo hispanorabe, que ha merecido el apoyo de R. Menn-dez Pidal, R. Briffault, E. Lvi-Provengal y A. R. N y k l8 M s . Intimamente enlazado con el florecimiento de la lrica romance est el problema del amor corts, cuyos principales factores enumera Highet enlas pgs. 57 y sig. A mi entender, esa enumeracin es muy discutible,el punto ms flojo es aquel, precisamente en que el autor hace caudalpara enlazarlo con su tema: el influjo de Ovidio, no por su Ars amatoria sino por sus muchas historias inmortales de apasionada adoracin ms all de la muerte . Tales historias se singularizan, en su enorme mayora, por su amor trgicamente sensual (Apolo y Dafne, Venusy Adonis, Biblis, Escila, Medea, Mirra, Slmacis). Pero aun las pocashistorias menos deshonestas (Atalante e Hipmenes, Cefalo y Procris,Pramo y Tisbe, Ceix y Alcione, Orfeo y Eurdice) no muestran el menor atisbo del vasallaje a la amada, de la complacencia en el sufrimiento sentimental, de la adoracin desinteresada, esenciales en el amorcorts. Dgase lo mismo de los elegiacos latinos. En cambio, esa esenciase encuentra en toda su complejidad y no era un secreto en el ao1 9 4 9 en la lrica rabe, en parte ya en la preislmica. AsnPalacios,GarcaGmez, Massignon, Peres han llamado la atencin sobre el amorudr , teorizado y celebrado desde Bagdad hasta Murcia, del siglo x alxrv y, por cierto, no ajeno en su raz a la especulacin neoplatnica delOriente helenizado. Don Ramn Menndez Pidal ha ilustrado con elocuentes muestras las ideas caballerescas en la literatura y la vida hispanorabe, y hasta Curtius, tambin muy parcial de lo grecorromano, admite la fuerte verosimilitud de su influjo sobre el Medioda de Francia(pg. 523). Lo que es ms, en Poesa rabe y poesa europea, Menndez Pidal ha probado la posibilidad material de la transmisin de lacancin rabe, evidente para todos los que presenciamos, por ejemplo,la penetracin popular de la cancin yanqui en Hispanoamrica, dondeel vulgo apenas comprende su lengua, a la par de la penetracin culta,por medio de traducciones, del pensamiento y la literatura de los Estados Unidos. El desconocimiento de la breve obra maestra de MenndezPidal, as como de las obras capitales de los otros autores citados, de-

    8 b i s . EI estudio de los finales romances de la lrica hispanohebrea e hispanorabe (S. M. STERN, AlAn, X I I I , 1948, 299-346 y X I V , 1949, 2 1 4 - 2 1 8 ; F.CANTERA, Sef, I X , 1949, 1 9 7 - 2 3 4 ; D. ALONSO, RFE, X X X I I I , 1949, 297-349)retrotrae considerablemente el problema de los orgenes y enriquece el conocimiento de la lrica primitiva peninsular. Su contribucin al esclarecimiento decmo surgi y se difundi la forma lrica de la muwassaha es menos importantey, sobretodo,menos directa.

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    194 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H , Vnunciapara nuestro desconsuelo el aislamiento en que, sin percatarse,trabajan los campeones de la tradicin humanstica y de la unidadeuropea.Fuerza esconfesar, adems, que el cristianismo,cuyo influjo positivoy negativo en la transmisinclsica nunca podr encarecersebastante, est tratado en forma poco satisfactoria. No habr lector que, enlugarde las magras pginas 7 a 9 no eche de menos un bien construidocaptulo, claro,agudo yexacto,como los que Highet sabe escribir, sobreeste tema trascendental. No le reemplazan, por cierto, ni las pginasindicadas, ni las contradictorias referencias hechas al pasar: es, enefecto,frecuente que Highet inciense a laIglesiacon muy trillados mitosquel mismo se encarga de desmentir a las pocaspginas9. Sus obser-

    9 Despus de exagerar el celo de los monjes en la conservacin de los clsicosantiguos (pgs. 8 y 1 1 , leemosen las pgs. 15 , 91 y 681 cmo los mismos monjesdejan sus bibliotecas en total abandono, destrozan los manuscritos para fabricaramuletos y borrar obras maestras de la Antigedad como la Repblica de Cicern para copiar en el mismo pergamino las obras devotas que les interesan.Extraa que un autor tan fino como Highet repita la fbula del espritu cristiano de Virgilio (pg. 5 9 ) : El espritu de Virgilio, con su solemnidad, su consagracin al deber, su trascendentalismo y su profundo sentido de lo divino estreencarnado en la Iglesia catlica... Peligrosos son tales devaneos en su libroescrito para lectores de elemental cultura. Esa supuesta identidad subraya unascoincidencias y omite mil diversidades obvias.Cundo la Iglesia catlica sancionel ideal de indiferencia epicrea y estoica que proponen las Gergicas, II, 499:Aut doluit miserans inopem aut inuidit habenti? Las cuatro primeras palabras deeste hexmetro bastan para probar la falacia de la cristianizacin sentimentalde Virgilio. ( Y no hablemos de miserias como Coridn y Alexis en la glogaII,Niso y Euralo en la Eneida.) Otro mito es el elogio hiperblico de los jesutascomo maestros del humanismo (pg. 291) . Corneille, como educado por los jesutas tena un aprendizaje clsicoslidoyllenode simpata (pg. 293; cf. 543) .Pero la pgina siguiente advierte que los jesutas hicieron poco para promoverlos estudios griegos, mientras los jansenistas se especializaron en ellos , y que,aunque se puso algo tarde en sus manos, a sus maestros jansenistas debe Racinesu versacin griega. Los jesutas fueron y son eficaces maestros de formalismo, yno de pensamiento vivificado por la Antigedad. Se especializaron en la enseanzade la composicin latina, no en la interpretacin de los grandes autores, y sobretodo los griegos, ms fecundos para el pensamiento, como lo prueban los resurgimientos que fomenta en Europa su renovado contacto: el del siglo xn, a travsdel rabe y del latn, el del siglo xv, el del siglo xix. El influjo formalista y estrecho de la educacin jesustica se revela cabalmente en el neoclasicismo del siglo xvn. Vase la luminosa pg. 394 de M. BATAILLON,Erasmo y Espaa, vol. II,Mxico, 1 9 5 0 . Confirma la presentacin de Bataillon el artculo-resea de P.AGUADO BLEYE,Espaa y la didctica geogrfica de los jesutas, EG, VII, 1946, pgs.3 5 5 y sigs., con muchas noticias interesantes sobre la actividad de los jesutascomo educadores. Otro extrao caso es el de las invasiones de los brbarosa fines de la Antigedad: sabido es que, en su comn angustia, paganos y cristianos se achacaban mutuamente la culpa de esas calamidades. L a polmica ha continuado con los defensores de una y otra parte; asombra ver (pg. 353) que alas ftiles razones de Gibbon contra el cristianismo, Highet opone razones igualmente ftiles en favor. Arguye Highet que los cristianos del Imperio romano de

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    N R FH , V LA, TRADICIN CLASICA EN ESPAA 195vaciones sobre autores eclesisticos contrastan con la habitual exactitudyperspicacia de sus juicios literarios. Toma al pie de la letra, por ejemplo,las ostentosas profesiones de ignorancia de varios padres de la Iglesia(pgs. 7 y 558) aunque bien advierte W. Jaeger, en unas lneas transcritas en la pgina 560, que slo equivalen a una adhesin formal alcristianismo (que ha de estar por encima de tales vanidades paganas)como lo prueba el estilo muchas veces artificioso en que prosiguen lasobras.A propsito de San Jernimo leemos (pg. 264) : Otros, comoSanJernimo, pensaban que todos los paganos eran malos, que eran lasvoces del mundo que Jess vino a destruir; sus mismos encantos eranmalos; Virgilioera un hermoso vaso lleno de culebras ponzoosas10. Esacreenciase repite una y otra vez en el curso de la historia moderna: enSavonarola, en el Padre Rane, fundador de los trapenses, en muchospredicadores fundamentalistas de hoy. (En esencia se remonta a Platn . . . ) Es evidente que Highet piensa en algunos pasajes (como lasCartas XXI yXXII) en que San Jernimo condena temperamental-mente sus antiguos amores. Pero tales pasajes no representan su pensamiento ms frecuente ni ms hondo. Basta hojear las obras del santo paravercmo, en todo momento, acuden a su pluma mil citas y recuerdos delos clsicos latinos. Adems, muy lejos de condenar la poesa, comoPlatn, se apresura a sealar su presencia en la Biblia,a legitimar as suejercicioy a recomendar la aplicacin de la cultura pagana a fines cristianos (ver principalmente CartasLili yLXX, el Prefacio a su traduccinde la Crnica de Eusebio, II y al Libro de Jo b). Con ello ejerce unpersistente influjo humanista hasta bien entrada la Edad Moderna:muy cumplidamente ha demostrado Curtius (Zur Literardsthetik desMittelalters, III ,ZRPh, L V I I I , 1 9 3 8 ,6), que San Jernimo es un puntal de la conciliacin del cristianismo con la cultura pagana. As lo reconoce,por otra parte, el mismo Highet al tratar en nota delsiglorv (pg.5 6 0 ) : Entonces fu cuando cristianos como San Agustn y San Jernimo, al adoptar (by taking over) lo que podran usar de la tradicinde cultura grecorromana, y darle nueva vida desde su propia fuente deenerga espiritual, sobrepasaron con mucho en hondura y fuerza a suscoetneos paganos .Oriente (puesni intenta aplicar su justificacin al de Occidente), lograron avecesrechazar a los brbaros y, cuando no lo lograron, acabaron por civilizarles. Nopuede sostenerse que los subditos del Imperio bizantino hayan rechazado las invasiones (cuando las rechazaron) en su carcter de cristianos, sino en su carcterde ciudadanos romanos, como lo venan haciendo desde siglos, como lo habanhecho, con ms xito, las legiones de Mario; y tampoco era iniciativa de la Iglesia,sino tradicin romana, el asiento pacfico de masas de brbaros.

    1 0 Como la redaccin de estas lneas es algo ambigua, conviene recordar quela comparacin de Virgilio con el hermoso vaso lleno de culebras, no es, que yosepa, de San Jernimo, sino del monje Juan en la vida de su maestro, San Odn,abad de Cluny (primera mitad del siglo xn). Vase MIGNE, Patrologa latina,vol. C X X X I I I , col. 49.

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    196 MARA ROSA L1DA DE MALKIEL NRFH, VAdecir verdad, si estas palabras referentes a los dos santos y sobretodo a San Jernimo son exactas, me temo que haya en lo ltimo un lu

    garcomn tan exagerado como inaceptable. Por renovador que fuese elmpetu moral y mstico del cristianismo, no color sensiblemente la formacin intelectual de sus devotos. Los testimonios son abundantsimos;basten dos. Si as no hubiese sido, si los cristianos no hubiesen tenidola cultura pagana por equipaje imprescindible, no habran protestadocon el vigor con que lo hicieron cuando el emperador Juliano les prohibi ensear la literatura pagana, recomendndoles, a la vez, que enseasen el Evangelio(Carta XXXVI). Elotrotestimonio es del mismoSan Jernimo, quien confiesa repetidas veces, y sealadamente en laCarta XXIIy su repulsin a la forma de la Bibliay se logra convencerde su belleza slo cuando, tras forzar unos pasajes de Josefo, cree hallaren ella artificio mtrico igual al de los poetas grecorromanos: a talpuntoaun una naturaleza tan sensitiva y original como la de San Jernimono poda sobrepasar las normas de la cultura grecorromana. Es el casoque al pensar en paganos y cristianos se suele contraponer el plano idealde los unos al plano real de los otros, conforme a la predileccin delautor y sin miramientos con la cronologa. Nada ms comn que abrumar a los ltimos poetas paganos con un paralelo con Santo Tomsde Celano o con Dante; a la inversa, en la Thais de A. France loscristianos son ignorantes y fanticos mientras los paganos son espritusexquisitosdelsiglode Pericles o del de Augusto, extintos varios cientosde aos antes de los tiempos en que se supone la accin de la novela.En lo literario, Highet tiende a reducir el influjo artstico judeocris-tiano. As, al trazar la historia de la oda, exagera la accin de Pndaroy tambin, aunque menos, la de Horacio, a costa de la bblica: subrayael horacianismo de Herrera (pgs. 244 y sig.) sin sealar que sus dosobras maestras (Cancin por la vitoria de Lepanto, Cancin por laprdida del rey don Sebastin) son bblicas y no horacianas. Tampoco recuerda que, con ser notables las versiones de clsicos de Fray Luis deLen,son incontestablemente superiores las de la Biblia,y no puede menos de reconocer que la primera y mejor oda pindrica inglesa es la deMilton a la Natividad, no slo poetizada al arrimo del Evangelio sinocompenetrada de la poesa del Antiguo Testamento. A propsito de la odade Watt sobre el Da del Juic io , destaca Highet dos veces lo impropiode emplear la estrofa sfica para temas de devocin cristiana (pg.2 4 9 ) , bien que Watt no hizo ms que acentuar una muy autorizadatradicin eclesistica, puesto que ya Prudencio haba adoptado esaestrofapara suHimno despus del ayuno (Cathemerinon, V I I I ) y parasu Himno a los dieciocho mrtires de Zaragoza (Peristephanon, IV)y Paulo Dicono para su himno a San Juan Bautista, Vt queant laxisresonare fibris (cf. F. J . MONE, Lateinische Hymnen des Mittelalters,Freiburg im Breisgau, 1 8 5 3 - 1 8 5 5 ,vol. I, nm. 3 1 6 ; vol. 2, nms. 327,

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    NRFH, V LA TRADICIN CLASICA EN ESPAA 1973 * 8 > 329> 3 3 3 3 3J > 332, 333; vol. 3, nms. 624, 806, 881, 9 1 1 ,912 ,9 3 4 , 96 l > 974, 9 76 > I O I 2 , 1 0 1 3 , 1 0 2 1 , 1 0 3 1 , 1 1 0 4 , 1 1 0 5 , 1 1 1 1 , 1 2 0 3 ,1 2 0 4 , 1 2 0 5 , 1 2 0 6 ) . En la historia del drama, Highet abulta el influjoclsico, por lo menos para el teatro espaol, y reduce el medieval que,por lo menos en Espaa, perdura prodigiosamente transformado en elauto sacramental. Por otra parte, su juicio sobre el drama medieval(pg. 127: EnTa Edad Media haba varios tipos de dramas populares groseros y de espectculos religiosos y, en ocasiones, un drama enlatn, hecho a medias, sobre temas clsicos o bblicos, para la Iglesia,loscultos y a veces los nobles, ) no permite sospechar al lector mediola existencia de joyas tan acendradas entre mucha escoria, es verdad comoEveryman, Le Jeu d' Adam et d9ve, LeMiracle de Tho*-phe, Gristidis, la Passion de Arnoul Grban, Le Jeu de ta jeudilleyLe Jeu deRobin et Marin de Adam de la Halle, y aun las bonitas

    'farsas del Cuvier y de Maitre Pathelin, infinitamente superiores en sugnero a las desaforadas tragedias de Sneca, el modelo clsico parala tragedia renacentista, y a ms de una deshilvanada farsa de Plauto.De igual modo, siendo indiscutible la importancia de la Biblia para losgrandes poemas de Milton (pg. 294), parecera que Highet se empease en rebajarla cuando declara (pg. 159) que Milton cita muchospoetas griegos y latinos, aunque notablemente poco de la Bibl ia . Nocomprendo cmo pueda sostenerse tal cosa de Milton, impregnado comoevidentemente estaba del contenido potico e histrico de la Biblia, yque en sus grandes obras (los dos Parasos y Sansn agonista) poetizaexclusivamente temas bblicos. Por grande que sea el influjo formal delapoesa grecorromana que Milton conoca tan bien y reflej tan admirablemente, conviene sealar lo secundario de sta y lo primordial dela inspiracin bblica para mejor marcar la jerarquizacin que ms queninguno necesita el libro destinado al gran pblico.

    As, pues, el cristianismo aparece ms venerado que apreciado y,sobre todo, ms que historiado. Porque tambin comparte Highet conCurtius el prejuicio anacrnico de concebir la Iglesia, en contraste contodas las instituciones y formas de cultura que estudia, como una entidad metafsicamente completa y esttica, sin evolucin histrica ni desarrollo gradual. Vanse unos pocos ejemplos. Aunque en la pg. 73se habla del posible contacto entre la gloga IV de Virgilio y algunosescritos hebreos mesinicos, en la pg. 8 se presenta el mesianismocristiano como un elemento decididamente no judo de la nueva religin. Una ojeada a la historia juda en el primer siglo antes y despusde la era vulgar, basta para convencer de la vivsima fe mesinica deesos tiempos. Una ojeada al librito de E. R. GODENOUGH, An intro-duction to Philo Judaeus, Y a l eUniversity Press, 1 9 4 0 , pg. 1 8 8 , pruebacmo para la alegora mstica juda (que probablemente sutilizaba concepciones ms populares), Isaac, uno de los salvadores , era hijo de

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    Dios,MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H , V

    Dios, no de Abraham, y de la eterna Virgen. Como Curtius, olvidaHxghet que la actitud apologtica del cristianismo no brota con SanJustino Mrtir, ni con Taciano, Tefilo de Antioqua, Clemente deAlejandra,Tertuliano, Orgenes y San Jernimo (pg. 640), sino queesanterioralcristianismo, que a sumodorepiteyvara losargumentos

    de los apologistas judos helensticos. A esacomoaprensin debucearen los orgenes del cristianismo se remonta la extraa animacin de quela traduccin latina de la Odisea por Livio Andronico es ms importante que la versin de los Setenta, la cual no fu tan gran mojn enla historia de la educacin (pg. 1 05) . Muy importante fu la traduccin de Livio Andronico para la historia de las letras latinas y sinduda contribuy a fomentar el estudio del griego en Roma. Pero nadams: a poco que se mire, se echa de ver que el estudio de lenguasen la Edad Media y Moderna no contina el bilingismo de los roma-snos. Pues la Edad Media en Occidente pierde pronto el griego y, frentea las hablas locales, es ahora el latn la lengua de cultura. Por otra parte,sin la versin de los Setenta, esdifcil concebir la redaccin y estilo delNuevo Testamento, como tambin parte de su difusin. Creo que taleshechos son muy importantes en la historia de la educacin, desde lascomunidades judeohelensticas hasta nuestros das; por lo menos lo son,algo ms que los fragmentos arcaicos de Livio Andronico, en la historiade la civilizacin del mundo en que vivimos (y tambin, dicho sea depaso, en la historia de la lengua griega).

    Sin duda, entran por mucho en tal actitud no slo la antipata alOriente sino la veneracin a la belleza que fu Grecia y a la grandezaque fu Roma , tambin a su grandeza material, a su podero polticoy militar, veneracin en la que por cierto no le acompaaran los pensadores de Grecia. Pinta Highet con simpata la felicidad del Imperio(pg. 3 ) : No siempre se entiende ahora cuan noble y ampliamenteextendida fu la civilizacin grecorromana, cmo mantuvo a Europa, alAsiaMenor y al Norte de fricapacfico, refinado, prspero y feliz durantesiglos.. . Excepto los pases de poderosa individualidad comoel rinconcillo de Judea que lucharon hasta el exterminio para salvar su individualidad del absolutismo arrollador del Imperio Romano.Highet seala alguna vez (pg. 476) las diversas oposiciones al rgimenimperial, bien que omitiendo la juda, con ser sta la mejor historiaday la ms trgica. Por ltimo, al tratar de algunas obras de imaginacinsobre el cristianismo primitivo, como el famoso cuento de A. France,Leprocurateur de Jude (pg. 454), pienso que Highet orientara mejora su lector destacando netamente la profunda cursilera de presentara judos y cristianos como a unos rudos y necios supersticiosos y ritualistas y a Poncio Pilato a quien los testimonios independientes deFiln y Josefo concuerdan en atribuir carcter violento y obstinado

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    N R FH , V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAA 199como un refinado patricio dotado de todas las gracias de la culturaclsica11.

    Qu opinin puede formarse el lector de este libro del valor einflujo de la tradicin literaria grecorromana? La presentacin depunto tan esencial es en la obra de Highet simptica, equilibrada y,en conjunto, exacta. Muy diestramente seala el autor el poder de estmulo, de fermentacin renovadora con que en muy distintas pocasy pueblos acta la Antigedad. Con saludable insistencia subraya locreador de su influjo que, en la medida en que eseficaz y valioso, nopuede indentificarse, como querra Curtius, con la retrica inerte: la mejor prueba est en el escaso valor de sus calcos (el frica de Petrarca,P^g- 85; la Francada de Ronsard, pg. 144) y en el alto mrito desus imitaciones recreadoras, como Os Lusadas y el Paraso perdido.De ah la cercana, el calor vital de su estudio que no poseen otrasantigedades contra lo que suele pensar el lego de nuestros das (conveleidades exticas que recubre con el nombre de antropologa): lashumanidades clsicas no son erudicin abstrusa (pg. 364).Acerca de cmo se realiza este influjo hay en este libro muy atinadas reflexiones generales. Sin formularlo explcitamente, da a entender Highet, a propsito de las ficciones de Dictis y Dares, que nosiempre es lo mejor de Grecia y Roma lo que ha fecundado el arte delosnuevos pueblos (pg. 56). Idntica conclusin se colige de las pginas que exponen la influencia de la novela griega (pgs. 1 6 3 y s igs . ) ,del menos que mediano teatro de Sneca, de lasAnacrenticasy buenaparte de laAntologa griega, tan eficaces en la lrica menor como ineficaz fu el admirado Pndaro en la oda solemne: los fracasos y losxitos de la lrica de Ronsard (pgs. 233 y sigs.) son el ms elocuentecomprobante de que las obras antiguas no han influido en proporcindirecta a su valor objetivo.E s a inferencia, indiscutible a mi modo de ver, guarda ntima relacin con otro concepto, que Highet expresa en un pasaje (pg. 361)e ilustra prcticamente en toda su obra, el concepto ms discreto quejams se haya dicho sobre un influjo literario, y mucho menos paradjico de lo que parece a primera vista: Probablemente es el caso

    1 1 Tambin pec en este sentido Gabriel Mir en las Figuras de la Pasin delSeor. Vale la pena tener presente que si todo un legado consular poda escribirixi por ipsi (Suetonio, Vida de Augusto, 88), lo que equivaldra a escribir hoyadoccin por adopcin, no se exigiran muchas letras a un simple procurator, generalmente subordinado al legado de Siria. En cuanto al linaje de Pilato, las opinionesestn divididas, puesunoslo creen liberto o de familia de libertosmientrasotros lo relacionan con la antigua gens Pontia. Pero un ex-esclavo poda ser gobernador: el procurador Antonio Flix, ante cuyo tribunal compareci San Pablo,debi su nombramiento a su hermano, el liberto Palas, favorito del emperadorClaudio.

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    200 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL N R F H , Vque cada poca toma, de la Antigedad lo que le place . En efecto:por qu, por ejemplo, Esquilo no es importante en el Renacimiento ys en el romanticismo? No creo que la respuesta se halle en la dificultadlingstica del poeta (pg. 1 3 2 ) pues salvo el caso muy excepcional deShelley, contados eran los romnticos que podan leerle sino en traduccin, y traducido al latn, que lean todos los hombres del Renacimiento, andaba desde 1 5 5 51 2 . La respuesta se halla en la adecuacinque cada poca encuentra o cree encontrar en los clsicos, adecuacinno exclusivamente esttica, segn prueba el fervor de Shelley por larebelda del Prometeo encadenado y por el patriotismo libertario deLos Persas. Muy interesante es el ejemplo a propsito del cual Highetformula esa observacin (pg. 3 6 1 ) : en nombre de Grecia se predicen el siglo xvn el mas estricto formalismo literario porque, despus delarte informe de la Edad Media y delarte tumultuoso del Renacimiento,los artistas aspiraban a un orden riguroso; y en nombre de Grecia sepredica a comienzos del siglo xix la libertad artstica porque, tras siglosde absolutismo, los romnticos ansian naturalidad y libertad artstica,poltica y moral (pgs. 364 y s i g s . ) . O recurdese la ancdota segn lacual Bossuet se encierra a leer Homero, antes de escribir la oracin fnebre de la reina Mara Teresa, para ponerse en vena sublime (pg.3 3 0 ) , mientras Goethe toma la Odisea como modelo para la poesaaburguesada de Hermn y Dorotea (pgs. 382 y s i g . ) , y, en nuestrosdas, Alfonso Reyes comenta con exquista simpata humorstica losresortes literarios y humanos de la litada (Homero en Cuernavaca, Mxico, 1 9 4 9 ) : no puede ser ms diverso lo que estos tres artistas han idoa buscar en Homero. Evidentemente, lo decisivo en cada caso no es loque Homero brinda, sino lo que el artista moderno busca. La moralejade la historia del influjo grecorromano ensea, pues, que la Antigedadclsica no vale como panacea ya confeccionada y lista para cualquiercaso,sino como estmulo que ha sabido arrancar altsimas respuestas delas naturalezas privilegiadas, sin poder, claro est, convertir en privilegiadas a las naturalezas que no lo son. El influjo grecorromano nonos engae la metfora no es un fluido que mane de Homero y Virgiliocon virtud devivificary ennoblecer cuanto toque: es un juego complejoen el cual, como muy bien demuestra el libro de Highet, tantoo msimportantes que la belleza del arte clsico son las circunstancias de suacogida. En ningn momento de la Edad Media las personas de algunacultura dejaron de conocer la leyenda de Troya, pero no en cualquiermomento, sino cuando triunfa la conquista normanda, laHistoria regumBrittanniae de Godofredo de Monmouth enlaza genealgicamente alosreyes britnicos conTroya. A este dato pueden aadirse los siguientes,anteriores a Monmouth: primero, que, segn Fredegario Escolstico,

    Aeschyli poetae uetustissimi tragoediaesex quotextant.Traduccin en prosade Johannes Sanravius impresa en dicho ao en Basilea.

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    NR FH , V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAA 201siglo V H ,parte de las familias troyanas desterradas fu a dar por el Rin,guiada por su caudillo Francio, y fund la poblacin de Franci, comotambin lo declara, en una carta real, Dagoberto I, rey de los francosypatrn de Fredegario; y segundo que, segn el Lber historiaefranco-rum (siglo vin) , algunos troyanos, capitaneados por Pramo y Antenor,fundan la Sicambria junto al Mar de Azof, y bajo Valentiniano, ayudana los romanos a expulsar del Azof a los alanos rebeldes, en premio delocual el emperador los llama Franci = feri?, feroces. (Ronsard usartodava estas patraas sobre el origen troyano de los francos en suFranciada). Del xito inmenso de esa fantasa no son factores suficientesla belleza de la leyenda (no muy perceptible en Dictis y Dares) niel talento de Godofredo de Monmouth: tambin hay que tener encuenta el deseo de la ndoleza anglonormanda de vincularse a ese mundodotado del doble prestigio caballeresco y antiguo, que elRomn d' EneasyelRomn de Trotedifundan fuera del estrecho mbito de la clereca(pgs.53 y s i g . ) . Otro caso: la Grecia y Roma de Plutarco, igualitariasytiranicidas, embriagan a Francia en la poca de su Revolucin (pgs.35^?390, 393 y s i g s . ) , no antes ni despus, aunque las Vidas paralelaseran perfectamente conocidas antes y despus, y haban tenido no pequea resonancia en los Ensayos de Montaigne. Aqu tambin, pues,esel estado de nimo de la poca, por as decirlo, lo que determina lafecundidad del influjo de la obra antigua, no slo el carcter intrnsecode sta13. El accidentado curso de la erudicin espaola, jalonado depujantes florecimientos seguidos de otros tantos eclipses, habla tambinen el mismo sentido. Cada vez que Espaa quiere estrechar vnculoscon el pensamiento europeo a comienzos desigloxvi, a mediados delXVIII,a comienzos del x x ,su atencin se ha dirigido al mundo grecorromano y sobre todo al griego. Los helenistas que simpatizaron con elerasmismo,el brillante ncleo erudito delsigloxvm que encabeza Juande Iriarte, el grupo primero de Emrita, filial del Centro de EstudiosHistricos, testimonian no tanto un influjo uniforme de la Antigedadsobre el hombre moderno, como una muy decidida bsqueda de ciertosideales antiguos por parte del hombre moderno.Por consiguiente, la acogida de la tradicin grecorromana aparecemuy ligada, como toda manifestacin de cultura, a complejos sociales,

    1 3 Entre otros smbolos grecorromanos de la Francia revolucionaria, Hghetrecuerda (pg. 396) la iglesia de la Magdalena que, en intencin de Napolen,haba de ser un templo de la Gloria. Pues bien: la iglesia con fachada de estilode templo griego fu el modelo que adopt Bernardino Rivadavia para la Catedral de Buenos Aires (Documentos de arte argentino,XX V . Buenos Aires, 1 9 4 7 ) .Aqu no fu precisamente el directo entusiasmo por la Antigedad lo que predomin, sino la fascinacin que ejerci la revolucin francesa y sus smbolos sobrelas jvenes repblicas americanas (como lo acreditan el gorro frigio y los laurelesdel escudo argentino), y el deseo, muy marcado durante los comienzos de la Independencia, de cortar con la tradicin espaola.

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    202 MARA ROSA' LID A DE MALKIEL N R F H , Ven el sentido amplio de la palabra. Los numerosos Pndaros fracasadosque registra Highet (pgs. 234 ysigs.) prueban muy a las claras quede nadavalela buena voluntad individual el mucho griego y la muchaadmiracin a Pndaro que poseen Ronsard o Chiabrera frente al hechode que cada poesa espartede una cultura y de que, existiendo un abismoentrela de Pndaro y la de sus admiradores, todointentode pindarizar enfrancs, italiano o ingls delsigloxvi iba de cabeza al fracaso. Por idnticasrazones hace sonrer el culto pegadizo a las antigedades griegas yromanas que puso de moda la Revolucin Francesa (Gaius GracchusBabeuf, eltuteoobligatorio, los trajes a la griega de Mesdames Tallieny Rcamier. El mismo importantsimo nexo social proporciona la mejorexplicacinde la actual decadencia de la tradicin grecorromana, la cualcomienza paradjicamente en elsiglopasado, cuando el estudio tcnicode la Antigedad cobr inusitado vuelo. Nada de la concepcin ingenuadel desgaste o agotamiento: Highet apunta (pgs. 466 y sigs., 493 ys i g s . ) , con inteligente exactitud, a la extensin de la educacin que, derechazo,se hace ms elemental y prctica, y deja para un eventual mstarde el latn y el griego que slo se aprenden bien cuando se aprendentemprano. El enorme incremento de la industria y de las cienciasfsicasno slo mermaron la porcin de las letras clsicas en el horario escolar,sinoque atrajeron a muchos de los mejores estudiantes; aun dentrode lashumanidades, disciplinas nuevas como sociologa, psicologa, lenguas yliteraturas modernas la propia en cada pas contribuyen a relegarel aprendizaje clsico al plano secundario. Para peor, por cierta subconsciente defensiva, el latinista y helenista tratan de ostentar tambinel cientificismo en boga, exagerando la especializacin, el rigor mecnico,y rechazando de su trabajo el juicio y el goce estticos. Resultado deestafalsaposicin es un nivel inferior de enseanza, indeciblemente perjudiciala la sobrevivencia de la tradicin clsica.

    No dudo que la obra de Highet, a pesar de los lunares sealados,cumpla satisfactoriamente su propsito y, aunque valiosa para todo lector, creo que lo ser ms an para el lector hispnico, a quien ofreceun cuadro brillante e instructivo de las literaturas inglesa, francesa, italiana y alemana desde elpuntode vista del influjo clsico: interesantepara el estudioso de la empresa de traduccin deAlfonso el Sabio es ladel anglosajn Alfredo (pgs. 40 ysigs.) y la del francs Carlos V (pgs.1 0 7 y s i g s . ) ;para el lector familiarizado con Juan R u i z , eloficio divinoen parodia del predicador bvaro Abraham a Sancta Clara (pg. 649);para quien lee en la Coronacin de Juan de Mena, copla 8: e vierasarder la mitra / del obispo Anfiarao toparse con el obispo Amphioraxen elTroilus and Criseyde, II, 1 0 0 - 1 0 8 , de Chaucer (pg. 1 0 o )1 4 . Muy

    1 4 Cf. la glosa alegrica del propio Mena y el excelente artculo de MissI. MACDONALD, The coronacin of Juan de Mena: poem and commentary, HR,

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    N R FH , V LA TRADICIN CLASICA EN ESPAA 203oportunas para el lector hispnico son las observaciones sobre el uso delaprosa y verso para traducir a los clsicos (pg. 485), pues entre nosotros se suele abrigar prejuicio contra la traduccin en verso, principalmente, segn creo, porque las mejores traducciones en verso corresponden a escuelas literarias antipticas al lector comn (pinsese en la litadade Hermosilla y las Gergicas o la Eneida de Caro) y porque aun loscontemporneos, como Ramn Prez de A y a l a , cometen el error de noemplear las formas poticas actuales, sino las anticuadas.Por otra parte, el lector hispnico es el menos perjudicado por ladeficiencia ms grande y evidente del libro: su desconocimiento de loespaol15. Claro que no es un yerro excepcional, antes bien ampliamentecompartido por la gran mayora de las historias culturales, artsticas yliterarias. Lo excepcional es la curiosidad, la comprensin y simpatade E. R. Curtius. La actitud de Highet implica un doble error pues,aunque en conjunto la tradicin clsica es en Espaa menos importanteque en Italia o Inglaterra, por ejemplo, est muy lejos de ser tan mseracomoaparece en su libro. Adems, como el Siglode Oro espaol ejercihegemona europea, no es posible desconocerle sin falsear a la vez lahistoria literaria de los pases en que influy, A continuacin trato primero de completar sumariamente el captulo sobre traducciones de clsicos,y luego de rectificar algunas afirmaciones errneas, con la intencinde que en futuras ediciones lo concerniente al espaol no desmerezcatantodelresto del libro.Comoqueda dicho, Highet ofrece nutridas pginas sobre las traduccionesmedievales inglesas y francesas (pgs. 40 ysigs., 1 0 7y s i g s . ) , peroha olvidado las traducciones castellanas deAlfonso elSabio,lingsticamente, a mi entender, mucho ms decisivas que ninguna de las mencionadas (cf. R. LAPESA, Historia de la lengua espaola, Madrid, 1942,V I I , 1939, 125 y sigs. L acoincidencia en poetas en los que no se puede presumirel menor contacto apunta a una fuente comn, verosmilmente latina, como lo soncasi todas las de Mena. Lo cierto es que el Roman de Thbes, que no parece haberalcanzado en Castilla la difusin de las historias troyanas, presenta ya su archevque Amphiaras.

    1 5 Comenzando por la lengua: vase la acentuacin de las palabras citadasen la pg. n i , la confusin con el portugus en la pg. 289, la alarmante historiadelespaol,en las pgs. 1 1 0 - 1 1 1 y 559, tanllenade errores. Es lo desconcertante queen la bibliografa de las pgs. 593 y sig. las nicas obraslingsticas que figuran corresponden alespaol: Highet ha consultado obra tan recndita como E. HERNNDEZ GARCA, Gramtica histricade la lengua espaola,Orense, 1938, pero no losmanualesde Menndez Pidal y de Rafael Lapesa. En elndice alfabtico los nombresespaoles estn amontonados casi todos en la letra D (de Ercilla, de Herrera, deJuregui, de la Vega.. .) ,inclusolos que no usaban de como Pedro Simn Abrily don Luis Zapata. Cierto que hay varios prfugos; los menos han escapado ilesos,Cervantes, por ejemplo. Otros han dejado en el camino el nombre de pila y el segundoapellido (Caldern, Gngora); otros, el de que s usaban (Villegas); otros,los acentos (Lpez de Ayala, Lpez de Mendoza, Prez de Oliva) .

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    204 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL NRF H, Vpgs. 129 y s i g s . ) . Recurdese, adems, desde el punto de vista delconocimiento de las obras antiguas, que la Primera crnica generalcomprende la traduccin de grandes porciones de Suetonio, Justino, Orosio,de las Crnicas de Eusebio, San Isidoro, y de varios otros autores medievales, adems de toda la Heroida Vil y largos pasajes de la Farsalia(cf. R. MENNDEZ PIDAL,La crnica general de Espaa que mand componer Alfonso elSabio, enEstudios literarios,Buenos Aires, 1 9 3 8 , pgs.1 6 2 y s i g s . ) . La General estoria traduce vastamente las Metamorfosis,lasHeroidas, losRemedios de amory losFastos;versintotalde la Farsalia se incluye en la Quinta Parte, y versiones parciales en las otraspartes. Estacio se traduce sobre todo en la Cuarta Parte, Dictis y Daresen la Segunda y Josefo en todas (cf. Alfonso el Sabio, General estoria,Primera Parte, ed. A. G. Solalinde, Madrid, 1930 pgs. xn y s i g s . ) .Tambin es preciso recordar la importante serie de traducciones aragonesas patrocinadas en el siglo siguiente por Juan Fernndez de Here-dia (cf. J .VIVES, Juan Fernndez de Heredia, gran maestre de Rodas,Barcelona, 1 9 2 7 , y W. R. LONG,La flor de las ystorias de Orient, TheUniversity of Chicago Press, 1 9 3 4 ,pgs. 3 y s igs . ) .

    HOMERO, pg. 1 1 4 . J u a n de Mena no tradujo lalitada de Homerosino la litas latina, atribuida antao a Pndaro Tebano y ahora aItalicus (vase A. MOREL-FATIO, Les deux Omero castillans, Ro,X X V , 1 8 9 6 , pgs. 1 1 1 - 1 2 9 , y la reciente edicin de Martn de Riquer).En nota Highet se refiere a la versin castellana de los cantos 1, 2, 3, 4y 1o basada en la latina de Pier Candido Decembri y realizada o patrocinada por Pedro Gonzlez de Mendoza, primognito del Marqus deSantillana y futuro gran cardenal de Espaa. As, pues, aunque no tradujo a Homero, es indudable que Mena conoci la llada en la versinlatina de Decembri. Muy curioso, muy moderno , es que destaque elvalor esttico y creador de Homero frente a sus imitadores y detractorestardos (J. AMADOR DE LOS R o s ,Historia crtica de la literatura espa-ola, Madrid, 1 8 6 5 , vol. vi, pg. 36, nota). Recurdese que siglo y medio ms tarde, Sir Philip Sidney en The defence of poesie exalta laveracidad de Dares. Aparte la versin completa de la llada, aprobadapor Lope de V e g a , pero no impresa, de Juan de Librija Cano, hay querecordar la versin de la Ulixea por Gonzalo Prez, cuya primera edicincompleta es la de Amberes, 1556, muchas veces reimpresa. Para lasnumerosas versiones latinas, fragmentarias y perdidas, vase A. REY yA . G. SOLALINDE, Ensayo de una bibliografa de las leyendes troyanasenla literatura espaol,Indiana University Publications, 1 9 4 2 ,pgs. 17Y sigs.

    L a Eneida, pg. 1 1 5 . M e n c i o n a Highet la versin de Enrique deVillena y la de Cristbal de Mesa. Omite la versin en coplas de artemayor del libro segundo por Francisco de las Natas, Burgos, 1 5 2 8 ; laversin completa de Gregorio Hernndez de Velasco, Toledo, 1 5 5 5 , re-

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    NRFH, V LA TRADICIN CLASICA EN ESPAA 205impresa con frecuencia, en octavas reales para los discursos y en versoblanco para la narracin; y las versiones en prosa de DiegoLpez,Va-Uadolid, 1 6 0 1 , y de Fray Antonio de Moya (Abdas Joseph), Madrid,1 6 6 4 .L a Farsalia, pg. 1 1 6 . S econserva la traduccin castellana annimaque posey el Marqus de Santillana (cf. M. SCHIFF,La bibliotque duMarquis de Santillane, Pars, 1 9 0 5 , pg. 139). Highet cita la versinen prosa de Martn L a s o de Oropesa y la versin potica de Juan deJuregui, con comentarios poco afortunados. Leemos acerca de la primera que realmente perteneca a la tradicin medieval de tratarle [aLucano] como historiador (cf. pgs. 71 y 5 7 7 ) . Creo que hay en estaspalabras un mal entendido que se remonta al artculo de MissJ . CROS-LAND, Lucan in theMiddle Ages, MLR, X X V , 1 9 3 0 ,pgs. 32 y sigs.;pues Miss Crosland confunde el reproche antiguo formulado contraLucanoen elSatiricn, 1 1 8 (el cual refleja el parecer de Aristteles sobreverosimilitud potica y verdad histrica, y fu repetido mecnicamentepor varios autores medievales) con la utilizacin de laFarsaliaen diversasnarraciones histricas comoLi hystoire de Julius Cesar de Jehan deTuim y Li jet des Romains. Ahora bien: en la historiografa medievalla utilizacin de fuentes poticas es un hecho corriente. Highet mismoobserva que una de las fuentes de la Histoire ancienne jusqu' Csarescrita entre 1 2 2 3 y 1 2 3 0 para Roger de Lille, es Virgil io ; la Generalestoriaincluye, segn queda dicho, a Ovidio, Lucano y Estacio. De estaconocida prctica no se infiere que Virgilio y Ovidio fueran especialmente tenido por historiadores sino, ms bien, que el hombre medievalbusca y halla meollo didctico en toda obra antigua, hasta en un purojuego de la fantasa como las Metamorfosis. Por supuesto, no puedeinferirse que Laso de Oropesa considerase a Lucano historiador por elhecho de traducirle en prosa, ya que as haban traducido Villenala Eneida, Mena la litas latina,y as se traducira a Plauto, Terencio,Juvenaly Ovidio mismoentreotros. La versin de Juregui est comentada en estos trminos: La boga de la poesa barroca en Espaa fufomentada contra su voluntad por Juan de Juregui y Aguilar, quienescribi una traduccin de Lucano que reproduca tan vividamente losconceptos y deformaciones de Lucano que dio autoridad a las afectaciones de Gngora y su escuela . En notaHighet insiste en que, aunqueJuregui prefera de suyo la dulzura transparente del Aminta de Tas-so le domin, contra su voluntad, la ardiente intensidad del estilode Lucano (cf. tambin pgina 6 1 1). Si bien Highet no cita el estudiode JOS JORDN DE URRES, Biografa y estudio crtico deJuregui, Madrid, 1899, benemrito en su poca, es evidente que le resume, exagerando su falta de crtica. Como en Gngora, la etapa transparente ylaetapa barroca de Juregui son ms simultneas quesucesivas,puestoque en las transparentes Rimas aparece un trozo de la versin de la

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    206 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL NRFH, VFarsalia. Tampoco toma en cuenta Highet elOrfeo, barroco y anterior a la traduccin de Lucano. Fu ingenua hiptesis de Urres el queJuregui, detractor de Gngora, se convirtiera al gongorismo no porinflujo de su enemigo , sino por el de Lucano. Pero Urres nota honestamente que la Farsalia de Juregui no es una traduccin sino una versin muy libre, a decir verdad, una versin gongorina. Entre la repulsin,sobre todo terica, y la atraccin real de Gngora oscilaron los msde los poetas coetneos Quevedo, Lope, Tirso, Vil legas, sin intervencin de Lucano.Las metamorfosis, pg. 1 16 (cf. pg. 62).No menciona Highettraduccin espaola alguna, siendo Ovidio el poeta latino ms traducidoal espaol. La primera en orden de fecha es la de Jorge de Bustamanteen prosa, del siglo xv, reimpresa varias veces en el siglo xvr, a la quesiguen la de Luis Hurtado de Toledo, Toledo, 1 5 7 8 ; la de Antonio Prez Sigler, Salamanca, 1 5 8 0 ; la de Felipe Mey, Tarragona, 1 5 8 6 ; la dePedro Snchez de Viana, en octavas reales y tercetos, Valladolid, 158 9;la annima de Amberes, 1 5 9 5 ; la annima de Burgos, 1 6 0 9 ; la de JuanBermdez y Alfaro, Lisboa, 1 6 1 8 ; la annima de Madrid, 1622. Haytraduccin de la contienda de A y a x y Ulises (libro X I I I ) , Valladolid,1 5 i g , atribuida por J . Fitzmaurice-Kelly a Hernando de Acua. Encataln hay que recordar la traduccin de Francisco Alegre, 1494, quereemplaz a la de Francisco de Pinos, hecha del italiano y no dellatn16 .

    TUCDIDES, pg. 1 1 7 . A d e m s de la versin de Diego Gracin deAlderete,existen en espaol la de Juan Castro Salinas, completa, y la dellibro I por Pedro deValencia. A fines del siglo xrv, el magnate aragonsJuan Fernndez de Heredia, muy relacionado con la Grecia bizantina,hace traducir a Tucdides; versin anterior casi en un siglo a la traduccin latina de Lorenzo Val la .

    JENOFONTE,pg. 1 1 7 . A la mencionada versin de laAnbasisporDiego Gracin de Alderete, puede agregarse la de la Ciropedia y variasobras menores por el mismo fecundo traductor (cf. BATAILLON, op. cit.sI I , 226) , y la de la Ciropedia por Antonio Agustn, 1579 .PLUTARCO, pgs. 1 1 7 y 1 1 9 . E l autor cita solamente la traduccinde lasVidasparalelasde Alfonso de Palencia, basada en la versin latinade Lapo Florentino y no en el original griego (cf. A. PAZ Y MELLA,El1 6 No ser inoportuno advertir aqu, que, como Highet atiende poco a lo italianoymenos a lo espaol, se le escapangneros enterosde filiacin grecorromanapor el merohecho de que no fueron muy practicados en Francia e Inglaterra. Asla fbula mitolgica al modo de Ovidio y de Claudiano, que cultivaron Juan deMena (en el Comentario a su Coronacin), el autor de la Fbula de Orfeo delCancionero general de Hernando del Castillo (nm. 297 en la edicin Biblifilosespaoles), Castillejo, Hurtado de Mendoza, Barahona de Soto, Mal Lara , Carrilloy Sotomayor, Pedro Espinosa, Gngora, Lope, Mira de Amezcua, Villamediana,Figueroa, Juregui, Bocngel, Daz Callecerrada y todava, en el siglo xvm, JosAntonio Porcel.

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    NRFH, V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAA 20 Jcronista Alonso de Falencia, Madrid, 1 9 1 4 , pg. x x x i v ) . En el sigloxrv, Heredia haba encargado una versin de treinta y nueve de lasVidas basada en la versin en griego moderno de Demetrio Talodiqui.E l protestante Francisco de Enzinas, que ense griego en Cambridge,tradujo las primeras, Estrasburgo, 1 5 5 1 ; Gracin las de Temstocles yCamilo; un annimo las de Cimn y Luculo (BATAILLON, op. cit., II,227, nota 1 5 ) . Juan Castro Salinas es autor de Ocho vidas entresacadas de Plutarco, Colonia, 1562. Quevedo, en su Marco Bruto insertauna versin de esta Vida. No menciona Highet versin espaola de lasMorales. El prncipe de Viana tradujo eltratadoapcrifo De toda condicin de la nobleza de la versin italiana de Angelo Decembri, basadaen la latina de Bonaecorso (cf. SGHIFF, op. cit.,pgs. 1 1 4y s i g s . ) .A comienzos del siglo xvi Pedro Fernndez de Villegas traduce el Libro dela utilidad que se recibe de los enemigos. Gracin de Alderete publicen Alcal , 1 5 4 8 , con el ttulo deLas obras morales,una seleccin de lasMorales; en Alcal , 1 5 3 3 , haba impreso losApotegmas. Diego de Astu-dillo agreg a su traduccin de Vivesun dilogo y una carta de Plutarco,Amberes, 1 5 5 1 . De Valladolid, 1538, es la traduccin annima deltratado Contra la codiciade las riquezas.

    SALUSTIO, pg. 1 1 7 . D e este autor, muy influyentes en la historiografa espaola medieval, Highet menciona nicamente la traduccin deFrancisco Vidal de Noya, 1493. Puede agregarse que sta no es sinoun arreglo de la que, a ruegos de Fernn Prez de Guzmn, compusosu primo Vasco de Guzmn a mediados del siglo xv; otra traduccin esla de Manuel Sueiro, Amberes, 1 6 1 5 .CSAR, pg. 1 1 7 . N o se nombra ninguna versin espaola. La msantigua parece ser la derivada de la italiana de Pier Candido Decembri,probablemente para el Marqus de Santillana; siguen las de Diego Lpezde Toledo, Toledo, 1498 (cf. M. MENNDEZ PELAYO, Bibliografa his-pano-latina clsica, Madrid, 1902, pgs. 422 y sigs.) y la de PedroGarca de la Oliva, Toledo, 1570.TITOLmo, pg. 1 1 8 . E n espaol Pedro Lpez de A y a l a hizo unatraduccin muy influyente . Alguna influencia debi detener,en efecto,ya que lleg a imprimirse: Salamanca, 1497. Con todo, Ayal a vertislo las Dcadas primera, segunda y cuarta y no directamente, sino dela versin francesa de Pierre Bersuire. Versiones directas son la de FrayPedro de la V e g a , Zaragoza, 1 5 2 0 y la de Francisco de Enzinas, Amberes, 1550, que corrige a la anterior.TCITO, pg. 1 1 8 . N o menciona ninguna versin espaola, siendoas que existen las de Manuel Sueiro, Amberes, 1 6 1 3 ;Baltasar lamosy Barrientos, Madrid, 1 6 1 4 ; Antonio de Herrera, Madrid, 1 6 1 5 ; y lamagnfica traduccin de lasHistoriasy losAnales por don Carlos Coloma, Douai, 1629.PLATN, pg. 1 1 8 . O l v i d a Highet las versiones espaolas, aunque

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    208 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL NRFH, Vlas primeras fuesen considerablemente ms antiguas que la latina deMarsilio Ficino ( 1 4 8 2 ) ya que El libro de Platn llamado Fedrn [sic]en que se trata de cmo la muerte no es de temer, de Pero Daz deToledo, capelln del Marqus de Santillana, estaba concluido hacia1 4 4 5 . Al mismo se debe la versin del Axoco, el dilogo espurio que,por sus tpicos consolatorios y ninguna especulacin filosfica, fu leidsimo en el Renacimiento. Pedro de Rha, el contrincante de fray Antonio de Guevara, tradujo el Critn y el Fedn; Pedro Simn Abril, elGorgias y el Crtilo, no impresos, pero s utilizados en su enseanza (cf.M . MORREALE DE CASTRO, Pedro Simn Abril, Madrid, 1949, pg.3 I 9 *

    ARISTTELES, pgs. 1 1 9 y 1 2 3 . L a nica traduccin espaola mencionada es la de latica por el Prncipe de Viana. SCHIFF,op. cit.,pgs.3 1 y sigs., registra una traduccin castellana de esta obra, de la Econmica yDe animalibusentrelos libros de Santillana. . L. LEGRAND, Bi-bliographie hispano-grecque, Nueva Y o r k , 1 9 1 5 - 1 9 1 7 , pg. 1 1 , menciona otra traduccin de la misma obra, Sevilla, 1493. En 1 5 0 9 , juntocon la tica del Prncipe de Viana se imprime una versin annima dela Poltica, basada en la latina de Leonardo de Arezzo. Pedro SimnAbrilverti la Poltica con el ttulo deLos ocho libros de repblica,Zaragoza, 1584, traduccin reimpresa con retoques hasta hoy; tambintradujo, pero no imprimi, la tica. Diego Hurtado de Mendoza tradujo la Mecnica (cf. ed. de R. Foulch Delbosc,RHi, V, 1898, pgs.3 6 5 - 4 0 5 ) ; el licenciado Murcia de la Llama verti los Meteoros, Madrid, 1 6 1 5 ; Diego de Funes y Mendoza, del latn, laHistoria general deaves y animales, Valencia, 1 6 2 1 . Cosme Gmez Tejada de los Reyestraduce abrevindolos los libros de filosofa natural y moral, Madrid,1 6 5 0 . A comienzos del siglo xvn, Vicente Mariner tradujo, sin dar a laimprenta, la Lgica y varias obras de fsica, psicologa y zoologa. (Paraversiones catalanas vase D. RUBIO, Classicalscholarship in Spain, Washington, 1 9 3 4 , pg. 1 7 1 . De comienzos del siglo xvn es la versin de laPotica al latn, de Juan Pablo R i z o ; de Madrid, 1626, la de AlonsoOrdez das Seyjas y Tobar; la Nueva idea de la tragedia antigua deJusepe Antonio Gonzlez de Salas, Madrid, 1 6 3 3 , se subtitula expresamenteIlustracin de la Potica de Aristteles.

    CICERN, pgs. 1 1 9 y 124.Tampoco se nombra versin alguna espaola. Hay antigua versin aragonesa del De officiisy De amicitia,que posey Santillana (cf. SGHIFF, op. ext., pgs. 63 y sig. Alfonso deCartegena tradujo elDe senectutey elDe officiis,probablemente en colaboracin con su secrtario, Juan Alfonso de Zamora, en la primeramitad del siglo xv; la primera impresin es de Sevilla, 1 5 0 1 . Fray ngelCornejo traduce el tratado De amicitia, Medina del Campo, 1548; elBachiller Francisco Tmara, elDe officiis, De amicitia y De senectute,Amberes, 1 5 4 6 ,varias veces reeditados. En la edicin de Amberes, 1549,

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    NRFH, V LA TRADICIN CLSICA EN ESPAA 209seagrega la traduccin de losParadoxa y delSomnium Scipionisde Juande J a r ava . (Para las traducciones portuguesas y catalanas, cf. MENN-DEZ PELAYO,B ibliografa..pgs. 678 ysigs.) Abril comenz por publicar en Tudela, 1 6 7 2 ,tres libros de cartas selectas de Cicern, muchasveces reimpresas repetidamente. Fray Gabriel Auln tradujo el librosegundo de las Familiares ms algunas de los libros restantes, Alcal ,1 5 7 4 -

    SNECA, pgs. 1 2 0 y 1 2 2 . E s paradjico que no seale Highet unasolaversin espaola del filsofo predilecto de Espaa. Alfonso de Cartagena tradujo De prouidentia, De vita beata, De clementia y algunasobras espurias impresas en Sevilla, 1 4 9 1 ; quiz pertenezca a Pero Dazde Toledo la versin de lasEpstolaspatrocinada por Fernn Prez deGuzmn (cf. D. RUBIO, op. cit., pg. 25, nota), impresa en Zaragoza1 4 9 6 . Juan Martn Cordero imprime sus Flores de Lucio Anneo Sneca en Valencia, 15 55. Martn Godoy de Loaisa tradujo De vitabeata, De prouidentia, De breuitate uitae y la obra atribuida De reme-diisfortuitorum en la primera mitad del siglo xvi . Estos y otros tratadosfueron traducido entre1627 y 1 6 2 9 , Madrid, por Pedro Fernndez deNavarrete. Alfonso Revenga tradujo en Madrid, 1 6 2 6 elDe Clementia;FrayGaspar Ruiz Montiano, en Barcelona, 1606 elDe beneficiis;JuanMello de Sande, algunasEpstolas a Lucilio; LuisCarrillo y Sotomayor,en Madrid, 1 6 1 1 , elDe breuiate uitae; Quevedo, en Madrid, 1 6 3 3 ,Deremediisfortuitorum y noventa Epstolas a Lucilio. Preceden a las castellanas las traducciones catalanas (cf. D. RUBIO, op. cit.,pgs. 29, 31y 1 7 3 ) . Del teatro Highet menciona la versin catalana de fines delsigloxrv por Antonio Vilaragut y una castellana de siglo xv , que ha deser la que se ejecut a instancia del Marqus de Santillana (cf. D. RU BIO,op. cit.,pgs. 26 y s i g . ) . En suNueva idea de la tragedia antigua,Gonzlez de Salas incluye una traduccin en verso de Las troyanas,

    SFOCLES, pg. 1 2 0 . L a venganza de Agamenn, de FERNN PREZ DE OLIVA,Burgos, 1 5 3 0 , no es traduccin de laElectra sino versinlibre en prosa.

    EURPIDES, pg. 1 2 0 . L o mismo hay que prevenir sobre laHcubatristedel Maestro Oliva. Pedro Simn Abril tradujo la Medea, impresaen 1570 y 1599, segn L. PFANDL, Historia de la literatura nacionalespaola en la Edad de Oro, Barcelona, 1 9 3 3 , pg. 1 1 3 . Fray Luis deLen tradujo dos fragmentos de laAndrmaca. Vase MENNDEZ PE-L A Y O , Cuatro palabras acerca del teatro griego en Espaa (en las Co-

    1bis N0 conozco directamente estas traducciones. Highet me ha escrito aeste respecto: Creo que Rubio se equivoca. He visto y ledo la traduccin de laStira X, por Jernimo de Villegas. Apareci en Burgos, 1 5 1 5 , como apndice a lavoluminosa traduccin anotada del Infierno de Dante y a un poema, al pareceroriginal, sobre la conversin del mundo, escrito por su hermano Pedro Fernndezde Villegas. Hay un ejemplar en la Coleccin Marston de la Universidad deYale .

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    210 MARA ROSA LIDA DE MALKIEL NRF H, Vmediasde ARISTFANES traducidas por F. Baribar y Zumrraga. Madrid, vol. I, 1880) sobre una traduccin de Boscn, un Hiplito de Villegas, y una curiosa noticia del Pinciano (Philosopha antigua potica,X I I I , repetida en el Guzmn de Alfarache de Mateo Lujan de S a y a -vedra), acerca de cierta Ifigena que se represent en el Teatro de laCruz.

    PLAUTO, pg. 1 2 1 . E l Anfitrin traducido en 1 5 1 5 por FranciscoLpez de Villalobos fu adaptado en 1529 por Fernn Prez de Oliva.En 1555 aparece en Amberes una versin annima del Soldado Fanfarrn y de losMeneemos. En 1559 Juan Timoneda imprime su adaptacin de esta ltima (que Highet menciona en la pg. 134) y delAnfitrin.ORATORIA, pg. 1 2 2 . A q u Highet ha olvidado del todo a Espaa.P. S. Abril declaraba utilizar en sus clases traduccin de las oracionesde Esquines contra Demstenes y Demstenes contra Esquines (M. Mo-

    RREALE DE CASTRO, op. cit.} pg. 3 1 9 ) . Espaa comparti con el restode Europa la predileccin por Iscrates: Gracin de Alderete tradujoDe la gobernacin del reino, al rey Nicocles, Salamanca, 1570 y PeroMexa tradujo, de la versin latina de Rodolfo Agrcola, la Parnesis aDemonico, incluida en su Silva de varia leccin, Sevilla, 1 5 4 2 . El doctor Andrs Laguna tradujo las Catilinarias, Amberes, 1 5 5 7 ; Abril, Ellibro primero de las Verrinas, Zaragoza, 1574 y, adems, empleaba ensus clases versiones castellanas de las oraciones de Tulio contra Verres,Pro le geManilla, Pro Archia, Pro Marcello, Pro Milone (M. MORREA-LE DE CASTRO, ibidem). Martn Laso de Oropesa agreg a su versinde la Farsalia, Burgos, 1 5 7 8 , la traduccin delPro Marcello yPro Liga-rio.Una imitacin delPro Archia, VI , 1 3se halla ya en elLibro infinidode don Juan Manuel (ed. Gayangos, pg. 2 7 5 - b ) .

    TECRITO, pg. 1 2 3 . E s t e b a n Manuel de Villegas tradujo en octavas reales elIdilio VI en susErticas,II, 2.LUCIANO, pg. 1 2 3 . C o m o en pocas literaturas modernas fu Luciano ms influyente que en la espaola pinsese en Alfonso de Valds,Villaln , B. L. de Argensola, Cervantes y Quevedo extraa nohallar mencin de traducciones espaolas. Aparte el manuscrito Tratadosobre la calumnia de Pedro de Valencia, hay que recordar el IcaroMenipo por Juan de Jarava, Lovaina, 1544; el Toxaris, por Frayngel Cornejo, Medina del Campo, 1548 y los Dilogos, Lyon, atribuidos a Francisco de Enzinas, losDilogos moralesde Francisco Herrera Maldonado, Madrid, 1 6 2 1 , el discurso Que no debe darse crditofcilmente a la murmuracin por Sancho Bravo de Lagunas, Lisboa,1 6 2 6 ; el dilogo Almoneda de vidas, annimo, Madrid, 1623. Bartolom Leonardo de Argensola tradujo el apcrifo Dilogo de Mercurio yla Virtud, publicado por Pellicer (cf. J . APRIZ, Apuntes para una

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    NRFH, V LA TRADICIN CLASICA EN ESPAA 211historia de los estudios helnicos en Espaa, Madrid, 1876, pg. 1 1 5 .Novelistas griegos, pg. 124.Tampoco hay mencin de traducciones espaolas. Francisco de Vergara, continuando a* su hermano Juan,tradujo la novela de Heliodoro, pero el manuscrito qued indito en labiblioteca del Duque del Infantado. En 1 5 5 4 apareci en Amberes unatraduccin annima que, segn LEGRAND, op. cit., pg. 1 5 1 , es la deFray Fernando de Mena, reimpresa en Alcal de Henares, 1587 con laaclaracin: trasladada agora de nuevo de latn en romance ; otratraduccin annima, apareci en Madrid, 1 6 1 5 . La de Mena fu corregida por Csar Oudin, Pars, 1 6 1 6 ; en 1 7 2 2 fu nuevamente traducidopor Fernando Manuel de Castillejo. Agustn Collado del Hierro compuso un poema sobre la novela (cf. Lope, Laurel de Apolo, V I I I ) : Sehan perdido las versiones de Clitofonte y Leucipe debidas a Quevedo ya Pellicer, pero queda la de Diego de Agreda y Vargas, Madrid, 1 6 1 7 ,hecha sobre una italiana (cf. Apriz,op. cit., pg. 1 1 6 ) y la imitacinde Alonso Nez de Reinoso, Amores de Clareo y Florisea, Venecia,1 5 5 2 .

    VIRGILIO, Buclicas,pg. 1 2 4 . J u a n del Encina las parafrase libremente, agregando mucha doctrina medieval filosfica y religiosa .L a caracterizacin de Highet no es del todo fiel: lo que resalta en laimitacin de Encina no es la doctrina medieval sino el sabor castizo ycircunstancial y la preferencia por metros de arte menor . Adems deFrayLuis de Len y Cristbal de Mesa, tradujeron lasBuclicasel Brcense {glogas I y II), Juan de Guzmn {gloga X ) , Hernndez deVelasco {glogas I y I V ) ,Juan Fernndez de Idiquez, Barcelona, 1 5 7 4 ;DiegoLpez, Valladolid 1 6 0 1y Fray Antonio de Moya, Madrid, 1660.De las Gergicas, menciona Highet la traduccin de los dos primeroscantos por Fray Luis de Len. Versiones completas son la de Juan deGuzmn, Salamanca, 1586 y las de Diego Lpez, Cristbal de Mesa yFray Antonio de Moya.HORACIO, pg. 1 2 4 . E n t r e