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LIBRO-02 José Antonio Lupiáñez Romero . . . Al lector: Me habéis abierto la puerta de vuestra casa. ¿Qué sitio es éste? ¿Es sagrado? ¿Se celebra aquí algún culto? Porque he entrado sin ningún respeto. . . . 1 He visitado el sitio donde nací que tiene para mí las propiedades del imán. Pasé la noche en los confines del cielo sometido al imperio de los otros astros, como una estrella más, fijo en el firmamento igual que los números, no como la luna que cruza con lentitud el cielo. Y cuando despuntó el día volví a casa ufano libre ya de la vejez estéril. . . . 2 Someteré a la razón con vino, me ahogo recordando tantas cosas ingratas. De este modo sin duda tan extraño quiero combatir a mi memoria, engañarla y acabar con los lamentos y clamores falsos. Puede más el vino que la razón que ebria del veneno se dormirá, y lo haré aunque con esta horrible acción se ahogue mi pena en vómitos. Sí, bebo por no tener más coraje, acabo de enseñar mi secreto, y también para que el futuro que nazca del dolor que tengo sea más humano. Quiero beber en la bodega, solo, que el vino me arranque de raíz la memoria, esa es mi esperanza, crear una sombra en mi mente, quiero el oro y la sangre de la ignorancia. Las semillas antes de nacer a la vida van primero a la tumba de la tierra, y yo voy a volver despreciando a la muerte. ¡Qué fácil será entonces seguir viviendo! ¿Por qué han llegado estas ideas extrañas,

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Page 1: LIBRO-02ñez.com/libro-02.pdf · LIBRO-02 Lupiáñez Romero José Antonio . . . 1 He visitado el sitio donde nací que tiene para mí las propiedades del imán. Pasé la noche en

LIBRO-02 José Antonio Lupiáñez Romero . . . Al lector: Me habéis abierto la puerta de vuestra casa. ¿Qué sitio es éste? ¿Es sagrado? ¿Se celebra aquí algún culto? Porque he entrado sin ningún respeto. . . . 1 He visitado el sitio donde nací que tiene para mí las propiedades del imán. Pasé la noche en los confines del cielo sometido al imperio de los otros astros, como una estrella más, fijo en el firmamento igual que los números, no como la luna que cruza con lentitud el cielo. Y cuando despuntó el día volví a casa ufano libre ya de la vejez estéril. . . . 2 Someteré a la razón con vino, me ahogo recordando tantas cosas ingratas. De este modo sin duda tan extraño quiero combatir a mi memoria, engañarla y acabar con los lamentos y clamores falsos. Puede más el vino que la razón que ebria del veneno se dormirá, y lo haré aunque con esta horrible acción se ahogue mi pena en vómitos. Sí, bebo por no tener más coraje, acabo de enseñar mi secreto, y también para que el futuro que nazca del dolor que tengo sea más humano. Quiero beber en la bodega, solo, que el vino me arranque de raíz la memoria, esa es mi esperanza, crear una sombra en mi mente, quiero el oro y la sangre de la ignorancia. Las semillas antes de nacer a la vida van primero a la tumba de la tierra, y yo voy a volver despreciando a la muerte. ¡Qué fácil será entonces seguir viviendo! ¿Por qué han llegado estas ideas extrañas,

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temores y sospechas en esta noche horrible? Soñaba con cosas que ya no ocurrirán jamás. He sido superado por otro hombre más feliz que yo y una insuperable felicidad se me ha escapado. Con el vino arrancaré de mi mente la esperanza y nunca más arraigará en mí ningún afecto. Desde hoy seré el juguete de delirantes sueños que serán más dulces que las odiosas sombras en las que ahora vivo. . . . 3 Escucha amada, no tengo alas, no pienso huir de noche, “bien loco está quien no se alegra amando”. Pero, elevarme de la tierra, eso sí puedo hacerlo. Y ya arriba, gozo de sueños placenteros en un mundo que es el mío. ¡Qué hermosura! ¿Dónde pasarás la noche? Ven a dormir conmigo a dónde lleva este camino con su hermosa blancura, a la miel de las colmenas, a la altura en que se ve el esplendor del aire como una corona. Donde los dos soles resplandecen al mismo tiempo en la inmensidad del aire. Qué gozo para las pupilas son esos jardines. El reflejo de la luz, con tanta fuerza y con tanto deleite, en mi sonrisa percibirás como la línea clara del horizonte, así, de luz y de esta calma será nuestro encuentro. ¿Qué te ata aquí abajo con tan fuerte nudo? Lava tus blancas carnes con agua purísima. Empiezo a sentir que pronto estaré sobre los pechos de mi amada, pasaré feliz las horas con el botín que tiene guardado, su corazón, que es del mejor oro de la tierra. Después la protegeré rodeándola con un castillo, y por la mañana ya habremos construido una fortaleza inexpugnable. ¡Qué fácil de cumplir es esa promesa!

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Sol, soberano de este día deslumbrante. ¿Tengo que ceder al destino también en mis sueños? en este mundo que es mío. ¿Por qué debería hacerlo? . . . 4 Me disgustan los jóvenes que siguen sus impulsos en vez de a la razón. O los que ceden a eso que pierde a tantos. Joven mira al viejo: ¿Podrías tú haber soportado aquellos trabajos? . . . 5 Posees tantas virtudes deliciosa y caritativa reina, posees la dulzura, que es un imán para el amor y capaz de derretir las piedras. Quería escribir, dulce amiga, algo que me recordara a ti, y un poema me obedeció a media noche. Deseo tus labios entreabiertos que encierran lo que es para mí la miel, y tu cuerpo, tan elegante, debajo de tus vestidos, lleno de maravillas femeninas con la pureza de tu carne blanca. Y tus dos purísimas montañas, y tus piernas, tan bonitas y esbeltas como columnas, de entre las que no me saldría jamás. Pero lo que más deseo es sentir tu corazón, hecho del mejor oro de la tierra, latir muy cerca del mío. Dueña mía, me está consumiendo amarte tanto. . . . 6 Paciste en campos de granito y era tu deber ser bravo y fiero en tiempos de violencia, pero tras la lucha no llevas en la boca arena. ¡Manso! Estoy frente a tu muerte y no seré clemente. Mi mano, que toros mata, seguirá el camino recto hasta la montaña que da nacimiento a un río de sangre. ¡Tú no engendrarás hijos! ¡Manso!

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Después responderé a tu muerte volviendo el rostro. . . . 7 Hermano Sol, tus cabellos infinitos son alegre guía del hombre errante. Te tengo siempre presente. Otro día de oro puro, resplandeciente a los ojos, Pleno, como una rama cargada de frutos, después de una noche sombría. Mis noches están envueltas en tinieblas y cubiertas de secretos. Sale el Sol y empiezo a sentir que no soy el mismo y gozo con todo lo de los hombres, con todo lo que es mortal. . . . 8 Sus bocas son flores de manzanilla más dulces que la miel, sus labios, rubíes suaves y delicados como la seda o el terciopelo, cuando se abren, escapan de sus dos pétalos carmín, torrentes de luz con el resplandor y la blancura de la plata. Sus cuerpos son esbeltos como columnas… Mujeres árabes, hijas del desierto, hermosas como lunas, la luz más bella. ¡Qué dicha siento al miraros! Nada logra desviar mi mirada. Sois goces que pueden llenar una vida, sois, para mí, como leche endulzada con miel. Solo con veros, sueño con cosas que negaría si fuesen ciertas, y ardo, y tardo en apagarme. Conviene al amor un tálamo oculto, la puerta cerrada y dulces palabras. Solo occidente, como los rebaños, se entrega en medio del campo a los deleites carnales. (Ovidio y Las mil y una noches) . . . 9 Está siendo muy frío este invierno y las noches inmensas. Las estrellas, muy próximas entre sí se mantienen visibles mucho tiempo. Las inalcanzables constelaciones se extienden en multitud de regueros. Las formas inconfundibles que adoptan se dibujan con claridad, y sobre todas ellas, en el cielo, reina el cazador a caballo. Nada de lo que se muestra se puede cambiar, nada se puede ocultar,

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todo está perfectamente claro y se manifiesta convertido en número. Es la belleza de las matemáticas. De este modo se cumple la primera regla que gobierna el mundo. Amantes, en el cielo están escritas vuestras mutuas promesas, y lo puesto por escrito se alza sobre los hombres y ni ahora ni en el futuro se podrá borrar. Terrible cosa es saber leer, creedme. Testigos somos de ello. Pero ahora estas noches son muy frías y es preciso recogerse pronto. . . . 10 Salió de caza y no volvió. Se adentró en el bosque y se convirtió en lobo, un perro que nunca duerme, y se hizo inmortal. . . . 11 Siempre estoy molesto entre un grupo de personas que no cesan de importunar, me pregunto qué entienden por molestar. ¿De qué hablan? No lo he olvidado. Por lo que se puede adivinar en efecto, al aire libre, de tender la mano sin un tesoro de todas las cosas y manso como un cordero. Por un valle, con todos los sentidos. Todo consiste en buscar. Y que padezca tanto como yo que se añada a eso mi gratitud. Porque en los tiempos presentes pon la esperanza en ello. Adornado con la separación de la manera más elegante, o en el aire, sin entrañas. ¿No lo sabías…? Y en ese instante yo no tenía necesidad de alargar más el tiempo, que no dura para siempre, pero quise hacerlo,

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y no por estar comprendiendo. Me perdí lo de un valle, ¿para qué la buscas? Y repetían: el esplendor, el esplendor, sin dañar la forma, repartiendo, y con tanto afán. Cambiaban. Mira, decía, al comprender el círculo y su morada se proclamaron, pero se partió, por eso cayó sin encontrar el mar, eso sí. Y así siguieron. Y al terminar gritaban. Entonces yo me di la vuelta. . . . 12 Al arte le damos importancia y un lujo incomprensible se extiende. Pero a mí lo que me gusta es mirar donde el cielo y la tierra se juntan, allí se vuelven mis ojos cada tarde a encontrar respuestas. Pienso que se nos va la pureza de la tierra, y que lo hace viendo lo poco que valemos los unos para los otros. El Sol, que hacía daño a los ojos, ha caído al sitio oscuro cumpliendo el ciclo que mezcla los dos mundos, y con él se marcha el día y brillan los otros astros Ahora en el cielo reinan muchos soles y es por tanto un lugar sin jueces. Ahí busco respuestas hasta que el sueño me vence. Si un día las encuentro, contaré la verdad, no el sueño, y así me creerán. . . . 13 Los hijos duermen dichosos en su nido de nácar entre sabanitas blancas. Son de mi manantial y su dulzura me da tanta vida. Con la esperanza de verlos vuela la paloma, la blanca, la que puso su nido en la soledad, veloz, sobre los árboles más altos.

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. . . 14 Como firme es la tierra y grande, así es el amor. En la mente engendra júbilo, emoción y arrebatamiento, placer y dolor. Es una furia poderosa con la que no valen razones, una dolencia deliciosa. Es un modo de locura, es aún peor que la codicia. Un robo de la libertad, hace posibles cosas imposibles, da profundo deleite, te llena de lumbre los ojos, y también trae temores, te saca de tus sentidos y te roba el seso sin poderte defender. Es lo que más une. (Jorge Manrique) . . . 15 Sécate los ojos y no llores por la pérdida, yo la he sufrido mayor. Abandóname si en algo te aprecias. Yo desconozco el arrepentimiento y apenas sí respeto ninguno de los Mandamientos. De mí se espantan hasta los pájaros. Por arrogancia creímos que lo nuestro iba a ser inmortal y lo que nos esperaba fueron más amarras. Hoy no ha nacido ningún mal y nos ayudará la suerte, ya hemos dado el primer paso y enseguida seremos libres. Detrás de las lágrimas, con más claridad brillarán tus ojos, como lenguas de fuego volverán a incendiarlo todo, a tu alrededor circularán otra vez el agua y el fuego cuanto hay te parecerá nuevo y todo será de color de rosa. Verás qué pronto dará dulces frutos tu árbol, de ti depende. Sin embargo, yo no espero días de paz, habrá motivos para el gozo, pero también para el dolor, cuando vengan, uno a uno los encararé a los dos. . . . 16

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El veneno calma al cuerpo y lo entrega a las sombras muy lejos del torbellino de la vida, pero no calma la ansiedad en la mente del hombre. Cuantas generaciones bebimos el vaso frío, la purga negra de los magos mentirosos, modelos de malas acciones y tiranos. Les oímos prometer que ocurrirían cosas asombrosas en el siglo: Que no sufriríamos cansancio, que vestiríamos sedas. Hechos despreciables, la mayoría vaciados de moralidad. No sé qué partido hay que tomar ni sé de qué lado inclinarme. Lo confieso, ni siquiera sé a quién debo dirigir estas palabras: “Desprecio la ignorancia y la visión del mundo que genera.” Puede que mis pensamientos, tan lentos, no sepan despejar la niebla de mi cabeza. El sueño, como un relámpago, convierte mi mundo en imágenes azuladas, transparentes y vagas, y son en estos momentos intensos cuando peor pienso. . . . 17 Hablan los locos y al cabo de algún tiempo todo lo que dicen es de cuerdos y parece que son los cuerdos los que están locos. Están los asuntos de los soberbios muy florecientes, no se cansan de repetir: Déjame hacer a mí, se sensato, ten confianza, sé lo que hago, tengo en mis manos los rayos que pueden destruir el mundo, obedece y podré mostrar piedad. No hay más que la línea recta. ¡Avaros! ¡Necios! Es lícito convocar a las armas. Sois una carga encima de otra carga. Un despropósito sobre un despropósito. Un día los pueblos despertarán del sueño, saldrán del mar, se pondrán en pie y se alzarán como montañas, empujarán la verja sin dudarlo, cruzarán el Rin a la parte de la Galia que es del Cesar y los incrédulos abrirán la boca de asombro. A nadie perjudicarán dándole lo que se merece. . . . 18 He subido a las montañas y después he vuelto a casa.

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Infinidad de veces he volado de los sueños a las sombras separados como están por un río imposible de cruzar despierto. He perdido la esperanza de estar en un lugar seguro, en un puerto en el que el viento sea apacible y libre del huracán que sopla fuera por todas partes. Mi casa está hundida en las tinieblas del valle, en la tierra de los que guían carros de guerra. Allí están huérfanos mis hijos que no hacen sino levantar muros que nada guardan. Ciudadanos dichosos, la mayoría ignorantes, abrumados por los suaves placeres que da el dulce vino, Raza de viejos a buen resguardo. Progenie de maldades antiguas. ¡Qué fácil es ser rey ahí abajo! He subido a la montaña donde está naciendo el viento. Cada día son más las nubes que tensan el arco azul, de allí vendrá el dardo de fuego que incendiará el pecho de los jóvenes. Pero ¿y yo? ¿De cuál de las dos partes soy? ¿En cuál estoy? ¿Dónde está mi país, y como podré reconocerlo? He subido a las montañas y luego he vuelto a casa. Infinidad de veces he volado de los sueños a las sombras. . . . 19 Conozco muy bien la isla donde están los pozos más hondos de la tierra. Nubes negras se amontonan a su alrededor y el aire, siempre oscuro, tiembla con los enormes truenos. Es un páramo lleno de maldad, no hay ni un solo camino recto, ni fuentes, ni verano. Seres cargados de pensamientos perniciosos y fuera de juicio naufragan a diario en sus peñas, como yo, almas sin luz. Me he visto obligado a morar aquí sin el calor del fuego, sin el placer del sueño, sin su dulce paladar, y es amargo todo lo que como. ¡No tengo esperanza alguna! Sobrevivo al tormento de la tristeza, sin ánimo. He caído al fondo de un pozo y escarbo aún más la tierra con dos enormes piedras atadas en los pies para no poder salir jamás de él. Qué angustia ¡pecho mío! Entró la muerte en mi cabeza y ya no sé distinguir el bien. Por cobardía no me eché al océano a pacer en las praderas del fondo del mar y encontrar allí el placer del descanso.

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Que poco valgo ya para nadie, era el primero en alcanzar el fuego y ahora he perdido el valor. ¿Cuánto habré de padecer aún antes de volver a ver lucir el Sol, y poder soñar? ¡Cómo se está vengando la vida de mí! Esta agonía está siendo muy larga. Me hiere hasta el aire que respiro. Daré gritos de dolor por lo que sufro, gritaré atormentado por el dolor que me devora y me dobla la cabeza. ¿Qué me calle? ¡no me callaré nunca! No sois vosotros los que sufrís. Gritaré a la vista de todo el mundo, mugiré como los toros o aullaré como un perro imposible de hacer callar. ¿Qué os atormento? ¡Peor para vosotros! No debí decirlo, me arrepiento y os pido perdón a todos. Me desprecio a mí mismo, mi mente extraviada desvaría y ya es una máscara el que actúa en mi lugar. Rituales de muerte, ¡ya me tenéis! Los días, aborrecibles, pasarán uno tras otro, interminables, hasta que al fin me consuma y mi pecho cese de latir. Cuando la muerte se quede mirándome no esperaré a que se acerque, ni pienso jugar a nada con ella, correré a echarme en sus brazos y me arrojaré vivo al mar y encontrar así el placer del descanso. La piedad es odiosa ante el espectáculo del sufrimiento. Burlarse de la muerte es absurdo. Al final no hay más realidad que nuestros afectos. ¡Tristes lamentos! Pobre alma sin luz. El fin siempre es el mismo, buscar un sitio donde no se oiga ningún ruido y haya toda suerte de frutos exquisitos. No dejes de abrazarme, aún no estoy muerto. . . . 20 Compañera de lecho, fuente de nuestros dos ríos, ahora tengo que partir. De nuestros dos horizontes en el mío ya se ha puesto el Sol, nada me sostiene en el presente. Te esperaré en el tiempo infinito que se aproxima igual que un torrente

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irresistible y claro, siempre veloz y sin consumirse. Allí te espero, y hasta que te acerques a mí, queridísima esposa, acuérdate, siempre te he preferido a ti antes que a ninguna. Recobra tu risa, amada que yo velaré por ti. . . . 21 Desde un lugar agitado por vendavales el río de agua esmeralda me transportó y al fin me dejó aquí, mi morada desde ese día. Una estancia colosal, un inmenso llano, infinito, bajo una cúpula portentosa y una luz clarísima. Un lugar de tanta hermosura que es un gozo morar en él. Vi segada mi vida y me siento alegre, delante de mí ya todo está despejado, . . . 22 Miré sus ojos y se llenaron de lágrimas los míos, vi con asombro como la llama acabó por consumirse. ¿Será el final tan bello como lo fue el principio? Ahora sopla el mismo viento que horas antes del Diluvio, el rencor que no cesa anegará los fértiles campos. Debo ocultarme y esperar. ¿Qué importa ahora el valor? ¿Y qué más puedo hacer? Esta noche es sofocante el aire, horrendos nubarrones se clavan en el cielo, muy pronto no habrá calma y no se verá la luz en mucho tiempo. Las noches oscuras son las más largas. Esta noche es sofocante el aire. Bien sé que la Ley tiene sus preferidos. Esta noche es sofocante el aire. Pero sé lo que tengo que hacer, sin decir una palabra construiré una nave y volveré a la tierra donde se guían carros de guerra.

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¿Qué más puedo hacer? ¿Desmoronarme? . . . 23 Antes que riquezas y poder preferí hijos, me repugnaba una vida sin hijos. Yo, que pronto veré mi final, veo en ellos como se forjó mi destino, otra vez veo mis años mejores, otra vez me veo buscando el amor. ¿A quién le es posible ser joven dos veces y una vez viejo, sin hijos? Eurípides, a ellos no les agrada pero a mí sí. ¿Resultaré juez imparcial de sus decisiones? . . . 24 Por todos los caminos por donde fui he gozado grandemente. Ahora, mis esperanzas, ¡qué pocas me quedan ya! Sujetas con hilos muy finos se están terminando. Han removido la tierra y la semilla no está segura en la luz. Ya no tengo nada que decir, me siento impotente, algo terrible, y repugnante. No sé expresar lo complejo de este sentimiento, la impotencia era independiente de mi alma y de mi corazón, hoy la experimento por primera vez. Y no sé qué hacer. Ha llegado a mi vida ese tormento que nunca imaginé: El día miserable en que mi cabeza se sumiría en las sombras. ¿Por qué habrá llegado tan pronto? Jamás pensé que dejaría de sentir pasión, que dejaría de soñar en cosas gloriosas, ni que perdería mi fuerza invencible. Nunca había estado vacío, ni libre de sueños. ni recuerdo haberme escondido nunca, aunque fuera grave lo que estaba ocurriendo en el mundo.

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Ya no sentiré más tentaciones, solo una ligera inquietud, casi borrosa. Mi mirada es de niebla, parecida a la mirada de las estatuas. Así no puedo engendrar nada. Estoy semejante a echar más agua en un vaso que ya está lleno. Se ha puesto el Sol en mi cabeza y me espera la oscuridad, cerrar los ojos y pasar las noches recordando penas. ¡Cesa angustia! Fatigas tanto. A quienes aún pueden ver y oír y que por sí mismos se mueven y hablan, Habladme para que yo pueda seguir viviendo. . . . 25 Bienvenido es el filósofo, el observador apartado del mundo que crea en un instante una montaña y la hace cada vez más grande, aunque de cerca es tan solo una ilusión hecha con una docena de fantasmas. Perdonad si no os juzgo bien, pero hay demasiadas montañas. A mí, dudar me gusta, y también fantasear. ¿Somos los ilusos menos veraces en nuestros sueños? . . . 26 Sé que no he llegado a ser mejor que los que desprecio, esa es mi batalla perdida, y por eso tengo tanta pena. . . . 27 Te imaginas una tarde de huracanes que no pasa y borrascas de invierno devorando los cuerpos. Te imaginas una piel a los ochenta años y una larga caricia por el tiempo. Mujer gris ceniza hoy te acaricié con inmenso placer, miré tus ojos con los míos llenos de lágrimas y brillaban más los tuyos. Te imaginas no vivir más en la oscuridad. Ya no te quedarás sin luz a mi lado. . . . 28 ¡Qué silencio! Entiendo lo que callas. Tus ojos negros tenían, como la noche, mil lunas, y se apagaron.

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El cielo está ahora como lo ve un ciego, negro, borrado de estrellas. . . . 29 Quiero oír del ser que amo las palabras más hermosas. Quiero oírlas, es bien poco y seré afortunado. Por largo tiempo contemplaré tu hermoso cuerpo y las sirenas cantarán para ti. Eres el Sol del cielo. ¡Ven! Te cogeré la mano dulcísima esposa, después te rodearé la cintura y te estrecharé entre mis brazos, te cercaré más y más con mis besos, abriré tu boca con mis labios y ya no escaparás. Sé levantar manantiales con la leche de tus pechos, con caricias sé llenar el cielo de tu cuerpo de luminarias e innumerables luceros. No llegará el día sin que oiga las palabras más hermosas. ¡Mi vida, ya no vivo! Tengo encendida la llama que hace arder tu cuerpo. Lentamente alcanzará el ardor del fuego y durante toda la noche una lluvia de ascuas caerá sobre ti en el lugar donde se funde el metal, y el placer será inmenso, pues de un dios proceden. Después te colmaré de ternura. No llegará el día sin que oiga de tus labios las palabras más hermosas: ¡Te amo, vida mía! . . . 30 Cuando el Sol deja de quemar la tierra y la noche lo cubre todo con un velo negro, a oscuras, mi alma se vuelve halcón y vuela, y sube muy alto. y yo la sigo por un camino empinado, solo con mis pensamientos que interpretan con toda claridad el sueño. Con qué anhelo escala las torres más altas y hace conquistas solemnes, triunfos conseguidos tras largos asedios, sin derramar una gota de sangre. Aunque a mí me abrasan las flechas clavadas en el pecho y mi corazón está en carne viva, pero no siento dolor pues no son dolorosas las heridas que causan las batallas. Jamás se extinguirá en mí la llama de esta hoguera,

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lo sé porque la conservo encendida en secreto tras las puertas de una fortaleza inexpugnable que es más fría que la nieve. Y mientras el Sol no deje de quemar la tierra, mientras mis manos sigan sin tomar las armas, creeré que no me será arrebatada y que tengo derecho a la indulgencia. Por primera vez no tengo ningún recuerdo de dolor. . . . 31 Traedle a casa. Hijo mío, sin palabras llevaste a cabo los deseos de tu corazón. y cuando lo hiciste, las estrellas desaparecieron del cielo. Superaba en brillantez a sus amigos, tanto brillaba que iluminaba la tierra completamente. Traedle a casa. Cruzad el lago, sacadle de las tinieblas y traedle a casa, sacadle del lugar siniestro donde flota ahogado. Traedle a casa. Aquí le lavaré y le vestiré con sus mejores galas y entregaré su cuerpo a la húmeda oscuridad de la tierra. Después me encerraré a solas y, como hizo él, renunciaré para siempre a la luz del día. . . . FIN de LIBRO-02