lepecki. agotar la danza. introducción

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  • TEXTO INDITO DE USO EXCLUSIVO PARA EL TALLER. POR FAVOR, NO REPRODUCIR NI TOTAL NI PARCIALMENTE EN NINGN MEDIO

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    Agotar la danza

    Performance y poltica del movimiento

    Andr Lepecki

    Traduccin: Antonio Fernndez Lera

    1 Introduccin: La ontologa poltica del movimiento

    En el diagnstico del presente, debe introducirse una dimensin cintica

    y cinesttica pasar completamente por alto aquello que en la

    modernidad es ms real.

    Peter Sloterdijk (2000b: 27)

    El 31 de diciembre de 2000, The New York Times public un artculo de su

    veterana crtica de danza Anna Kisselgoff, titulado Partial to Balanchine, and a Lot of

    Built-In Down Time, un anlisis de la escena de danza de Nueva York en el ao que

    acababa de terminar. En un determinado momento de su texto, Kisselgoff escribe:

    Parar y seguir. Llammoslo tendencia o tic, la creciente frecuencia de secuencias

    espasmdicas en la coreografa es algo imposible de ignorar. Los espectadores

    interesados en un flujo o continuidad de movimiento han encontrado ltimamente

    escasos ejemplos de ello en numerosos estrenos. Despus de mencionar a algunos

    coregrafos espasmdicos, desde David Dorfman en Nueva York hasta William

    Forsythe (entonces en Frankfurt), Kisselgoff concluye: Todo es muy de hoy. Y

    maana qu? (Kisselgoff 2000: 6).

    La percepcin de un espasmo en el movimiento coreografiado produce una

    ansiedad crtica; es el propio futuro de la danza lo que parece amenazado por la

    erupcin de un tartamudeo cinesttico. Ante una interrupcin coreogrfica intencionada

    de un flujo o continuidad de movimiento, la crtica ofrece dos posibles lecturas: o

    bien esas estrategias pueden ser descartadas como tendencia (caracterizadas por tanto

    como un epifenmeno limitado, un fastidioso tic que no merece una consideracin

    crtica demasiado seria); o bien pueden ser denunciadas, ms en serio, como una

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    amenaza (una amenaza para el maana de la danza, para la capacidad de la danza

    para reproducirse sin sobresaltos en el futuro y dentro de sus parmetros familiares. Esta

    ltima percepcin (que la intrusin de los espasmos paralizantes de la coreografa

    contempornea amenaza las propias posibilidades de futuridad de la danza) tiene

    relevancia para una discusin de algunas estrategias coreogrficas recientes, donde la

    relacin de la danza con el movimiento se est agotando. Sugiero que la percepcin de

    la paralizacin del movimiento como amenaza para el futuro de la danza indica que

    cualquier interrupcin del flujo de la danza (cualquier cuestionamiento coreogrfico de

    la identidad de la danza como ser en flujo) representa no slo una perturbacin

    localizada de la capacidad del crtico para disfrutar de la danza, sino que, en un sentido

    ms relevante, realiza un acto crtico de profundo impacto ontolgico. No es de extraar

    que algunos perciban semejante convulsin ontolgica como una traicin a la propia

    esencia y naturaleza de la danza, de su signatura, de su mbito privilegiado. Es decir, la

    traicin del vnculo entre danza y movimiento.

    Cualquier acusacin de traicin implica necesariamente la reificacin y

    reafirmacin de las certidumbres con respecto a lo que constituye las reglas del juego, el

    camino adecuado, la postura correcta o la forma de accin apropiada. Es decir, cualquier

    acusacin de traicin implica una certidumbre ontolgica cargada de caractersticas

    coreogrficas. En el caso de la presunta traicin de la danza contempornea, la

    acusacin describe, reifica y reproduce toda una ontologa de la danza que puede

    resumirse del modo siguiente: la danza se imbrica ontolgicamente con el movimiento,

    es isomorfa respecto del movimiento. nicamente si se acepta esa fundamentacin de la

    danza en el movimiento se puede acusar a determinadas prcticas coreogrficas

    contemporneas de traicionar a la danza.

    Hay que sealar que esas acusaciones de traicin (y sus implcitas reificaciones

    ontolgicas) no se limita al mbito de la crtica de la danza en Estados Unidos.

    Aparecen tambin en los tribunales europeos. El 7 de julio de 2004, el Circuit Court de

    Dubln oy una demanda civil contra el Festival Internacional de Danza de Irlanda

    (International Dance Festival, IDF). El Festival haba sido acusado de exhibir desnudos

    y de supuesta comisin de actos lascivos en una pieza de danza titulada Jrme Bel

    (1995), del coregrafo contemporneo francs Jrme Bel.1 La pieza haba sido

    presentada por el IDF en su edicin de 2002. Por tecnicismos, el presidente del tribunal

    decidi finalmente sobreseer el caso. Al parecer, el demandante, Raymond Whitehead,

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    haba basado su demanda en una deficiente mezcla de leyes contra la obscenidad y

    falsas leyes de publicidad para reclamar daos por incumplimiento de contrato y

    negligencia (Falvey 2004: 5). Lo interesante de este caso es que el seor Whitehead

    apoyaba su caso de obscenidad y falsa publicidad con el argumento de que Jrme Bel

    no poda ser propiamente clasificada como un espectculo de danza. En una declaracin

    al Irish Times del 8 de julio de 2004, el seor Whitehead enunciaba una clara ontologa

    de la danza que no era en absoluto distinta de la de Kiesselgoff. Segn el Irish Times:

    No haba nada en el espectculo que [l] pudiera describir como danza, que defina

    como personas que se mueven rtmicamente y dan saltos, generalmente con msica,

    pero no siempre, y que transmiten alguna emocin. No le devolvieron el dinero

    (Holland 2004: 4).

    Puestos uno junto al otro, estos dos momentos discursivos requieren

    consideracin. Reflejan el hecho de que, en la pasada dcada, una parte de la

    coreografa estadounidense y europea se puso realmente a la tarea de desmantelar una

    idea de la danza la idea que asocia ontolgicamente la danza con flujo y continuidad

    de movimiento y con gente que da saltos (con o sin msica). Pero tambin

    reflejan una incapacidad generalizada, o incluso la falta de voluntad, para explicar

    crticamente las prcticas coreogrficas recientes como experimentos artsticos vlidos.

    De ese modo, la reduccin del movimiento en la reciente coreografa experimental es

    mostrada solamente como un sntoma de una inactividad general en la danza. Pero tal

    vez sea precisamente esa misma representacin lo que debe considerarse sintomtico de

    una inactividad en el discurso crtico de la danza, lo que indica una profunda

    desconexin entre las prcticas coreogrficas actuales y una modalidad de escritura

    todava muy vinculada a los ideales de la danza como constante agitacin y continua

    movilidad. Conviene recordar que la operacin de alineamiento inextricable del ser de

    la danza con el movimiento por muy de sentido comn que semejante operacin

    pueda sonar hoy en da es un desarrollo histrico bastante reciente. El historiador de

    danza Mark Franko ha mostrado que, en el Renacimiento, la coreografa se autodefina

    slo secundariamente en relacin con el movimiento:

    el cuerpo danzante como tal apenas aparece como tema en los tratados. Como

    dice el estudioso de danza Rodocanachi: quant aux mouvements, cest la

    danse en elle-mme dont la connaissance semble avoir t la moindre des

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    occupations du danseur [ ... en cuanto a los movimientos, es la danza en s

    misma cuyo conocimiento parece haber sido la menor de las ocupaciones del

    bailarn].

    (Franko 1986: 9)

    El predecesor de Ann Kisselgoff, el primer crtico permanente de danza del New

    York Times, John Martin, habra estado de acuerdo con Franko. En 1933, afirmaba:

    Cuando por primera vez vemos que la danza asume una cierta forma teatral es decir,

    despus de los tiempos antiguos la vemos poco o nada preocupada por el movimiento

    del cuerpo (Martin 1972: 13). Por qu entonces esta preocupacin obsesiva con la

    exhibicin de los cuerpos en movimiento, esta exigencia de que la danza se encuentre

    en un estado constante de agitacin? Y por qu ver en las prcticas coreogrficas que

    rechazan esa exhibicin y esa agitacin una amenaza para el ser de la danza? Estos

    interrogantes reflejan que el desarrollo de la danza como forma artstica autnoma en

    Occidente, a partir del Renacimiento, se alinea cada vez ms con un ideal de motilidad

    constante. El impulso de la danza hacia una exhibicin espectacular del movimiento se

    convierte en su modernidad, tal como lo define Peter Sloterdijk en el epgrafe a este

    captulo: como una poca y un modo de ser en el que lo cintico se corresponde con

    aquello que en la modernidad es ms real (2000: 27, cursivas aadidas). En la medida

    en que el proyecto cintico de la modernidad se convierte en la ontologa de la

    modernidad (su ineludible realidad, su verdad fundacional), el proyecto de la danza

    occidental se alinea cada vez ms con la produccin y la exhibicin de un cuerpo y una

    subjetividad aptos para ejecutar esta imparable motilidad.

    As, en la poca en que el ballet daction romntico est en plena vigencia,

    vemos que la danza se realiza claramente como espectculo de movilidad en flujo.

    Como han argumentado los estudiosos de la danza Susan Foster (1996), Lynn Garafola

    (1997) y Deborah Jowitt (1988), la premisa del ballet romntico era presentar la danza

    como un movimiento continuo, un movimiento de orientacin preferentemente

    ascendente, que animaba un cuerpo que se desplazaba con levedad en el aire. Semejante

    ideologa conformaba estilos, prescriba tcnicas y configuraba cuerpos, del mismo

    modo que conformaba criterios crticos para evaluar el valor esttico de una danza.

    Incluso aunque se considere que el primer ballet romntico fue la produccin de Filipo

    Taglioni, de 1832, de La Sylphide, estrenada en la pera de Pars, es en un texto de

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    1810 donde podemos encontrar una de las ms tempranas y sin duda ms densamente

    elaboradas teorizaciones de la danza como claramente vinculada a una representacin

    de un flujo ininterrumpido de movimiento. La clsica parbola de Heinrich von Kleist

    Sobre el teatro de marionetas elogia la superioridad de la marioneta sobre el bailarn

    humano porque la marioneta no necesita interrumpir sus movimientos para recuperar

    impulso:

    Los muecos necesitan el suelo slo para rozarlo, como los elfos, y para

    relanzar el mpetu de los miembros por medio del obstculo momentneo.

    Nosotros [los humanos] lo necesitamos para descansar sobre l, y para

    recobrarnos de los esfuerzos de la danza; momento ste que obviamente no

    pertenece a danza.2

    (en Copeland y Cohen 1983: 179).

    No obstante, no fue hasta los aos treinta cuando la estricta identificacin

    ontolgica entre el movimiento ininterrumpido y el ser de la danza se articul

    claramente como una exigencia ineludible para cualquier proyecto coreogrfico. John

    Martin, en sus famosas conferencias en la New School de Nueva York en 1933,

    planteaba que slo con la aparicin de la danza moderna la danza encontr finalmente

    su verdadero comienzo, ontolgicamente fundamentado: este comienzo fue el

    descubrimiento de la sustancia real de la danza, que result ser el movimiento (Martin

    1972: 6). Segn Martin, las exploraciones coreogrficas del ballet romntico y clsico, e

    incluso la liberacin antiballet de la expresividad del cuerpo encabezada por Isadora

    Duncan, haban todas ellas pasado por alto el verdadero ser de la danza. Ninguna de

    ellas haba comprendido que la danza deba basarse exclusivamente en el movimiento.

    En opinin de Martin, el ballet estaba dramatrgicamente demasiado vinculado con la

    narrativa y coreogrficamente demasiado impregnada por la pose llamativa, mientras

    que la danza de Duncan era demasiado dependiente de la msica. Segn Martin, no fue

    hasta Martha Graham y Doris Humphrey en Estados Unidos, y Mary Wigman y

    Rudolph von Laban en Europa, cuando la danza moderna descubri el movimiento

    como su esencia y se convirti por vez primera en un arte independiente (1972: 6).

    El estricto alineamiento de la danza con el movimiento que John Martin anunci

    y celebr no es sino el resultado lgico de su ideologa modernista, de su deseo de

    asegurar en el aspecto terico para la danza una autonoma que hiciera de ella una igual

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    con respecto a otras formas de gran arte. El modernismo de Martin es una construccin,

    un proyecto que, como ha mostrado el historiador de danza Mark Franko, tuvo lugar no

    slo en sus escritos y crticas, sino tambin en el disputado espacio entre lo coreogrfico

    y lo terico, lo corpreo y lo ideolgico, lo cintico y lo poltico (Franko 1995). El

    estudioso de la danza Randy Martin seala que el proyecto de basar la ontologa de la

    danza en el puro movimiento desemboca en una supuesta autonoma de lo esttico en

    el mbito de la teora, que es [ ... ] lo que fundamenta, sin necesidad de nombrar ni

    situar, la autoridad del terico o del crtico (Martin 1998: 186). Esta lucha por la

    autoridad crtica y terica define la dinmica discursiva que inspira la produccin,

    circulacin y recepcin crtica de la danza; define cmo, en las reseas periodsticas de

    danza, en las decisiones de programacin y en las demandas legales, algunos tipos de

    danza son considerados adecuados mientras que otros son rechazados como actos de

    traicin ontolgica. Reconocer que la danza tiene lugar en este disputado espacio viene

    a clarificar que las recientes acusaciones de traicin expresan un programa ideolgico

    en el que se define, se fija y se reproduce lo que debe ser valorado como danza y lo que

    debe ser excluido de su mbito como algo sin futuro, insignificante u obsceno.

    Mientras tanto, la cuestin ontolgica de la danza se mantiene abierta.

    Esta cuestin abierta, con sus implicaciones estticas, polticas, econmicas,

    tericas, cinticas y performativas, es lo que se aborda en Exhausting Dance. Dedico

    cada captulo de este libro a una atenta lectura de algunas piezas seleccionadas de

    coregrafos contemporneos, artistas visuales y artistas escnicos europeos y

    estadounidenses, cuya obra (independientemente de que dicha obra entre propiamente

    en la categora de danza teatral) propone, con especial intensidad, una crtica de ciertos

    elementos constitutivos de la danza teatral occidental. Los elementos crticos que resalto

    son, por orden de aparicin: el solipsismo, la inmovilidad, la materialidad lingstica del

    cuerpo, el desplome del plano vertical de la representacin, el tropiezo en el terreno

    racista, la proposicin de una poltica del suelo* y la crtica del impulso melanclico que

    es un elemento esencial de la coreografa. Los artistas cuya obra pone en movimiento

    * N. del T.: El autor utiliza a lo largo de este libro la palabra inglesa ground en su doble sentido de suelo o terreno y, ms figuradamente, como base o fundamento. En esta traduccin se ha escrito la palabra suelo en cursiva cuando en castellano puede o debe entenderse figuradamente como fundamento (en el sentido de base o fundamento de una argumentacin, por ejemplo filosfica, y no o no solamente en su sentido literal de suelo fsico donde, por ejemplo, se arrastra o repta el artista William Pope.L).

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    estos elementos crticos son (tambin por orden de aparicin): Bruce Nauman, Juan

    Domnguez, Xavier Le Roy, Jrme Bel, Trisha Brown, La Ribot, William Pope.L y

    Vera Mantero.

    El hecho de que estos artistas no sean propiamente bailarines y no se

    describan a s mismos como coregrafos, pero que, no obstante, hayan experimentado

    explcitamente con ejercicios coreogrficos (Bruce Nauman) o hayan abordado

    explcitamente la poltica de la motilidad en la contemporaneidad (William Pope.L) es

    metodolgicamente importante para mi argumento. Su obra permite reenmarcar la

    coreografa fuera de los lmites disciplinarios artificialmente cerrados en s mismos, as

    como identificar la ontologa poltica de la investidura de la modernidad en su extrao

    ser hipercintico. Abordar lo coreogrfico fuera de los propios lmites de la danza

    supone proponer para los estudios de danza la ampliacin de su objeto privilegiado de

    anlisis; supone reclamar que los estudios de danza se adentren en otros campos

    artsticos y creen nuevas posibilidades para pensar las relaciones entre cuerpos,

    subjetividades, poltica y movimiento.

    Una de las relaciones a las que este libro concede especial importancia es la

    existente entre danza, estudios de danza y filosofa. Este dilogo terico surge de la

    observacin de que las recientes dificultades para hacer una evaluacin crtica de danzas

    que se niegan a limitarse a un constante flujo o continuidad de movimiento indican

    una reconfiguracin de la relacin de la danza con su propia entrada en presencia.

    Ahora bien, la presencia no es slo un trmino relacionado con la negociacin del

    bailarn entre la habilidad tcnica y artstica en la realizacin de la coreografa. Es

    tambin un concepto filosfico fundamental, uno de los objetos principales de la

    destruktion de la metafsica de Heidegger y de la deconstruccin de Derrida.3 En este

    sentido, cualquier danza que ponga a prueba y que complique su acto de presencia y el

    lugar donde establecer el terreno de su ser, sugiere para los estudios crticos de la danza

    la necesidad de establecer un dilogo renovado con la filosofa contempornea. Pienso

    en particular en esos autores que siguen la destruccin de la filosofa tradicional por

    parte de Nietzsche con la proposicin de una crtica de la voluntad de poder, un

    proyecto que inspira la obra filosfica y poltica de Michel Foucault, Jacques Derrida y

    Gilles Deleuze y Flix Guattari; obras y autores que invoco a menudo en este libro.

    Pues la suya no es slo una filosofa del cuerpo, sino una filosofa que crea conceptos

    que permiten un replanteamiento poltico del cuerpo. La suya es una filosofa que

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    entiende el cuerpo no como una entidad autnoma y cerrada sino como un sistema

    abierto y dinmico de intercambio, que produce constantemente modos de sometimiento

    y control, as como de resistencia y devenires.4 Como explica la pensadora feminista

    Elizabeth Grosz:

    [despus de Nietzsche] el cuerpo es el espacio para la emanacin de la

    voluntad de poder (o de voluntades varias), un lugar intensamente energtico

    para toda produccin artstica, un concepto que creo que puede ser ms til

    para repensar el tema desde el punto de vista del cuerpo.

    (Grosz 1994: 147)

    Repensar el tema desde el punto de vista del cuerpo es precisamente la tarea de

    la coreografa, una tarea que puede no ser siempre subordinada del imperativo de lo

    cintico, una tarea que est siempre en dilogo con la teora crtica y la filosofa. Fredric

    Jameson, en un libro reciente, considera el retorno a la filosofa en los recientes estudios

    crticos como un peligroso retorno a los ideales e ideologas modernistas y

    conservadoras (Jameson 2002: 15). No creo que lo uno se desprenda inmediatamente

    lo otro. La posicin de Jameson me parece un perfecto ejemplo de las poderosas

    palabras con las que Homi Bhabha abre su ensayo The Commitment to Theory (El

    compromiso con la teora): Se plantea una hiptesis daina y contraproducente: que la

    teora es necesariamente el lenguaje elitista de los privilegiados sociales y culturales

    (Bhabha 1994: 19). Bhabha nos recuerda que es preciso establecer una distincin entre

    la historia institucional de la teora crtica y su potencial conceptual de cambio e

    innovacin (1994: 31). sta es precisamente la posicin de Deleuze cuando distingue

    entre la historia institucional de la filosofa y el poder poltico de la filosofa (Deleuze

    1995: 13555). Si alguna aportacin me gustara proponer en relacin con los estudios

    de danza, es la de considerar de qu maneras la coreografa y la filosofa comparten ese

    mismo interrogante poltico, ontolgico, fisiolgico y tico fundamental que Deleuze

    recupera de Spinoza y de Nietzsche: qu puede hacer un cuerpo?

    La obra de los filsofos y tericos crticos de los que me ocupo aqu despliega

    este potencial polticamente progresista sobre la base de este interrogante fundamental,

    en el necesario dilogo que este interrogante propone entre la teora crtica, la filosofa y

    todas las modalidades de actuacin, incluida la danza. En este sentido, a lo largo del

    libro invoco la crtica de Roland Barthes y Michel Foucault sobre la autoridad del autor;

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    la crtica de de Jacques Derrida sobre la representacin y la economa general; el

    concepto de Avery Gordon sobre la fuerza sociolgica de lo espectral; el

    replanteamiento de Anne Anlin Cheng del concepto freudiano de melancola; los

    conceptos de cuerpo sin rganos de Deleuze y Guattari; el descubrimiento de Peter

    Sloterdijk de una ontologa cintica de la modernidad; la crtica de de Frantz Fanon de

    la ontologa en el estado colonial; la reasignacin del concepto de Austin de accin

    realizativa [lo performativo] por parte de Judith Butler con el fin de comprender los

    despliegues coreogrficos de estos conceptos cruciales. Adems, el dilogo con la

    filosofa es un dilogo en el que estn explcitamente implicados los artistas a los que

    hago referencia aqu. Realmente puede decirse que, sin su compromiso explcito con la

    filosofa y la teora crtica, su obra artstica no existira. Como mostrar, Vera Mantero

    dialoga directamente con el concepto de inmanencia de Deleuze; William Pope.L

    charla con Heidegger y Frantz Fanon, Jrme Bel cita la importancia que en su obra

    tienen las ideas de repeticin y diferencia de Deleuze; Bruce Nauman invoca a

    Wittgenstein, mientras que Xavier Le Roy reconoce explcitamente a Elizabeth Grosz.

    Incluso cuando este dilogo no es directamente explcito, resulta obvio que Trisha

    Brown conversa con la teora arquitectnica y que La Ribot se mete de lleno en un

    debate con el concepto de Verfallen de Heidegger. A lo largo de este libro, hago poco

    ms que escuchar las propuestas de cada coregrafo y luego traer a primer plazo la

    filosofa que ellos desarrollan. Y en cada captulo reitero la pregunta de Bhabha: De

    qu formas hbridas, por tanto, puede surgir una poltica de la afirmacin terica?

    (1994: 22).

    Buena parte de mi argumentacin en este libro gira en torno a la formacin de la

    coreografa como una invencin peculiar de la primera modernidad, como una

    tecnologa que crea un cuerpo disciplinado para que se mueva a las rdenes de la

    escritura. La primera versin de la palabra coreografa se acu en 1589 y da ttulo a

    uno de los ms clebres manuales de danza de su poca: Orchesographie

    (Orquesografa), del sacerdote jesuita Thoinot Arbeau (literalmente, la escritura,

    graphie, de la danza, orchesis).5 Comprimidas en una palabra, fundidas la una en la

    otra, la danza y la escritura producan relacionalidades insospechadas y llenas de

    significado entre el sujeto que se mueve y el sujeto que escribe. Con Arbeau, esos dos

    sujetos se convirtieron en uno. Y mediante esta asimilacin no demasiado obvia, el

    cuerpo moderno se revel plenamente como una entidad lingstica.

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    No es casual que la invencin de este nuevo arte de codificacin y exhibicin del

    movimiento disciplinado coincida histricamente con la aparicin y la consolidacin del

    proyecto de la modernidad. Desde el Renacimiento, a medida que la danza busca su

    propia autonoma como forma de arte, lo hace conjuntamente con el desarrollo de ese

    gran proyecto de Occidente conocido como modernidad. La danza y la modernidad se

    entrelazan como un modo cintico de ser en el mundo. El historiador cultural Harvie

    Ferguson escribe: el nico elemento inmutable de la modernidad es la propensin al

    movimiento, que se convierte, por as decir, en su emblema permanente (Ferguson

    2000: 11). De este modo, la danza tiende cada vez ms hacia el movimiento en busca de

    su esencia. Como se indica en el epgrafe de este captulo, el filsofo alemn Peter

    Sloterdijk ha propuesto que el proyecto de la modernidad es fundamentalmente cintico:

    La modernidad es, ontolgicamente, puro ser que genera movimiento (Sloterdijk

    2000b: 36). La danza accede a la modernidad mediante su alineamiento ontolgico cada

    vez mayor con el movimiento como el ser del espectculo de la modernidad. Al escribir

    sobre la danza barroca, en particular en su representacin por el cuerpo del Rey Sol

    Luis XIV, Mark Franko seala que la escenificacin de la coreografa es ante todo una

    actuacin centrada en la exhibicin de un cuerpo disciplinado que escenifica el

    espectculo de su propia capacidad para ser puesto en movimiento:

    Cualquiera que haya estudiado danza barroca en el estudio bajo la atenta

    mirada del profesor puede atestiguar que apenas deja espacio a la

    espontaneidad. El cuerpo regio en danza era obligado a representarse a s

    mismo como remecanizado al servicio de una exigente coordinacin entre las

    extremidades superiores e inferiores dictada por un estricto marco musical. Era

    un precoz tecnocuerpo moderno.

    (Franko 2000: 36, cursiva aadida)

    Si la coreografa surge en la modernidad temprana para remecanizar el cuerpo

    de manera que pueda representarse a s mismo como un total ser que genera

    movimiento, tal vez el reciente agotamiento del concepto de la danza como una pura

    exhibicin de movimiento ininterrumpido forma parte de una crtica general de esta

    forma de disciplinamiento de la subjetividad, de constitucin el ser. Si estamos de

    acuerdo con la observacin de Ferguson de que el movimiento es el emblema

    permanente de la modernidad, entonces este terico punto de partida podra permitir

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    un replanteamiento discursivo del actual agotamiento de la danza. Si el nico elemento

    inmutable de la modernidad (Ferguson 2000: 11) es paradjicamente el movimiento,

    entonces bien puede ser que, mediante la ruptura de la alianza entre danza y

    movimiento, mediante la crtica de la posibilidad de sostener una modalidad de

    movimiento en un flujo y continuidad de movimiento, alguna danza reciente puede de

    hecho estar proponiendo desafos polticos y tericos a la antigua alianza entre la

    invencin simultnea de coreografa y modernidad como un ser hacia el movimiento

    y la ontologa poltica del movimiento en la modernidad. En este sentido, agotar la

    danza es agotar el emblema permanente de la modernidad. Es empujar hasta su lmite

    crtico el modo en que la modernidad crea y da preponderancia a una subjetividad

    cintica. Es agotar la modernidad, por utilizar la vigorosa expresin de Teresa Brennan,

    que bien podra leerse como sinnimo del ttulo de este libro (Brennan 1998).

    Dado que modernidad y subjetividad son dos trminos esenciales en los

    captulos siguientes, merecen una cierta clarificacin inmediata. Mi uso del trmino

    subjetividad no supone indica un retorno ni una reapropiacin del concepto del

    sujeto. Este ltimo suele asociarse con la reificacin de la subjetividad en la figura

    jurdica de la persona, con la afirmacin de la persona como un individuo ensimismado,

    autnomo, ligado a una identidad fija, y con la identificacin de una presencia plena en

    el centro del discurso (Dupr 1993: 137; Ferguson 2000: 3844).6 A lo largo de este

    libro, la subjetividad no debe confundirse con esta concepcin de un sujeto fijo. Ms

    bien debe entenderse como un concepto dinmico, que hace referencia a modalidades de

    accin (poltica, de deseo, afectiva, coreogrfica) que revelan un proceso de

    subjetivacin, es decir, la produccin de un modo de existencia [que] no puede

    confundirse con un sujeto (Deleuze 1995: 98, cursiva aadida). La subjetividad debe

    entenderse como un poder realizativo [performativo], como la posibilidad de que la vida

    sea constantemente inventada y reinventada, como un modo intensivo y no de un

    sujeto personal (1995: 99). La comprensin de la subjetividad en Deleuze es cercana a

    las tecnologas del ser de Foucault, que l define como operaciones. Las tecnologas

    del ser

    permiten a los individuos efectuar por sus propios medios [ ... ] un cierto

    nmero de operaciones sobre sus propios cuerpos y almas, pensamientos,

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    12

    conducta y forma de ser para transformarse con el fin de alcanzar un cierto

    estado de felicidad.

    (Foucault 1997: 225).

    As, tanto para Foucault como para Deleuze, las subjetividades son siempre

    procesos de subjetivacin, devenires activos el desencadenamiento de potencias y

    fuerzas con el fin de crear para uno mismo la posibilidad de existir como obra de arte

    (Deleuze 1995: 95).

    En esta dinmica, no se puede desdear el efecto destructivo de las fuerzas

    hegemnicas que constantemente tratan de dominar e impedir la creacin de

    subjetividades al obligar a los individuos a entrar en mecanismos reproductores de

    sometimiento, abyeccin y dominacin. Para explicar este efecto hegemnico, me

    gustara complementar las ideas de subjetividad de Deleuze y Foucault invocando un

    modelo de subjetivacin que ellos rechazaron explcitamente, pero que no obstante

    considero til para explicar crticamente las mltiples fuerzas en juego en la

    constitucin de las subjetividades. Este modelo es descrito por Louis Althusser en su

    ensayo Ideologa y aparatos ideolgicos del Estado (1994). Althusser planteaba que

    las fuerzas hegemnicas estn permanentemente interpelando a los individuos como

    sujetos en nombre de un Sujeto nico y Absoluto (Althusser 1994: 135). Hay algo

    siniestramente coreogrfico en el modo en que Althusser describe este mecanismo:

    El individuo es interpelado como sujeto (libre) para que se someta libremente a

    las rdenes del Sujeto, por lo tanto para que acepte (libremente) su sujecin,

    por lo tanto para que cumpla solo los gestos y actos de su sujecin. No hay

    sujetos sino por y para su sujecin. Por eso marchan solos.

    (1994: 136)

    Podemos entender el motivo por el que Deleuze y Foucault criticaban este

    mecanismo, en el que parece no existir margen para la accin y donde la reificacin es

    crucial. No obstante, la relevancia del modelo de Althusser para los estudios de danza

    fue resaltada recientemente por Mark Franko. A pesar de que criticar la ubicacin, por

    parte de Althusser, de los centros de poder ideolgico en instituciones especficas

    (Iglesia, Polica, Estado), Franko escribe que la interpelacin implica un tono visceral

    y por tanto sigue siendo un concepto muy til para los estudios de danza y artes

    escnicas, un concepto que plantea que la danza y las artes escnicas tambin podran

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    13

    llamar pblicos a posiciones de sometimiento (Franko 2002: 60). Coincido con la

    proposicin de Franko de que el modelo de Althusser sobre el reclutamiento de los

    individuos en una subjetividad normativa es especialmente til para comprender cmo

    crea la coreografa su proceso de subjetivacin. La coreografa requiere entregarse a las

    voces dominantes de los maestros (vivos y muertos), requiere someter el cuerpo y el

    deseo a regmenes disciplinarios (anatmicos, dietticos, sexuales, raciales), todo ello

    para la perfecta realizacin de un conjunto trascendental y preordenado de pasos,

    posturas y gestos que sin embargo deben parecer espontneos. Cuando Althusser

    escribe que el individuo es interpelado como sujeto (libre) para que se someta

    libremente a las rdenes del Sujeto, por lo tanto para que acepte (libremente) su

    sujecin, por lo tanto para que cumpla solo los gestos y actos de su sujecin (1994:

    136), esto suena de manera muy similar al mecanismo fundamental que la coreografa

    instaura para su xito representacional y reproductivo.

    Pero hay otro aspecto del modelo de Althusser que tiene una importancia

    decisiva para mi anlisis. Judith Butler, en Excitable Speech (Discurso excitable),

    recupera el concepto de Althusser de interpelacin para demostrar cmo la subjetividad

    est en constante proceso de constitucin mediante una dialctica de resistencia y

    sometimiento que no es ms que un mecanismo de discursos cuya eficacia es

    irreducible a su momento de enunciacin (Butler 1997b: 32). Los conceptos de

    imprecacin e interpelacin como mecanismos discursivos sern particularmente tiles

    en el captulo cinco, donde comento las estrategias cinticas de William Pope.L para

    moverse en el traicionero terreno racista y neoimperial de la contemporaneidad: un

    terreno moldeado por expresiones injuriosas que derriban cuerpos y dan forma a

    movimientos, gestos, posturas.

    Quisiera referirme ahora a la cuestin de la modernidad. Harvie Ferguson

    escribe: La modernidad es una nueva forma de subjetividad (Ferguson 2000: 5).

    Dicho esto, como ya hemos visto, Ferguson afirma asimismo que el emblema

    permanente de la modernidad es el movimiento, de ello se deduce que a modernidad

    impreca a sus sujetos para constituirlos como muestras emblemticas de su ser: la

    movilidad. La subjetividad de la modernidad es su movimiento y la modernidad

    subjetiviza mediante la interpelacin de los cuerpos para que realicen una constante

    muestra de movimiento, la agitacin ontolgica que Peter Sloterdijk identifica como el

    exceso cintico de la modernidad (2000b: 29). En los lmites de este abrumador y

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    14

    ontopoltico imperativo de moverse es donde las subjetividades crean sus vas de escape

    (sus devenires) y donde negocian su autoencarcelamiento (su sometimiento).

    Si la modernidad es una nueva forma de subjetividad, cul podra ser su alcance

    histrico? Podemos emplear el trmino modernidad para abordar la

    contemporaneidad? Aqu, es difcil hallar consenso. Recientemente, Fredric Jameson ha

    escrito sobre la dinmica poltica de la palabra modernidad, que ha revivido en todo

    el mundo y ha asociado su dinmica y su reciente renacimiento con la desaparicin

    (para l preocupante) de la posmodernidad (Jameson 2002: 10). Jameson ve aparecer

    todo tipo de regresiones junto con el resurgimiento de la palabra modernidad. Para

    Jameson, la desaparicin de la posmodernidad y el retorno de la modernidad como

    concepto indican un indeseable retorno de la filosofa, de la esttica y del

    falocentrismo del modernismo en el discurso crtico (2002: 9-11).7 En cuanto a la

    identificacin de la poca de la modernidad, Jameson afirma: el nico significado

    semntico satisfactorio de la modernidad reside en su asociacin con el capitalismo

    (2002: 11). As, segn Jameson, puede hablarse de modernidad slo despus de

    cumplirse dos condiciones: la aparicin de la crtica de la Ilustracin por parte de Kant y

    el establecimiento de los modos de produccin del capitalismo industrial (2002: 99).

    Los puntos de vista de Jameson son cercanos a los de Foucault y Habermas, que tienden

    a identificar la formacin de las condiciones polticas, epistmicas y afectivas comunes

    en la contemporaneidad del siglo xviii, en particular con la filosofa de Kant.

    No obstante, otro modo de temporalizar la modernidad sera seguir la frmula de

    Ferguson y considerar que la modernidad es realmente una forma de subjetividad. En

    este sentido, la periodizacin de la modernidad se basara en identificar no un periodo

    particular, ni una geografa particular, sino procesos de subjetivacin que producen y

    reproducen esta forma particular. El historiador cultural Louis Dupr identifica una

    forma moderna de subjetividad claramente vigente en el siglo XVII y que llega hasta

    nuestros das (Dupr 1993: 3, 7). La visin trascendental de la modernidad que expongo

    en este libro coincide con la de Dupr as como con las expuestas por Francis Barker

    (1995), Teresa Brennan (2000), Gerard Delanty (2000), Harvie Ferguson (2000) y Peter

    Sloterdijk (2000b). Estos autores identifican el establecimiento de la modernidad con la

    subjetivacin instaurada por la divisin cartesiana entre res cogita y res extensa. Incluso

    Jameson, en su severa crtica del renacimiento de la palabra modernidad, afirma:

    nicamente mediante esta certidumbre nuevamente adquirida [expuesta por el mtodo

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    15

    de Descartes] puede surgir histricamente una nueva concepcin de la verdad como

    cosa correcta; o en otras palabras, algo como la modernidad puede hacer su aparicin

    (Jameson 2002: 47). Aqu, Jameson explica la crtica de la representacin (Vorstellung)

    de Heidegger en relacin con la filosofa de Descartes y argumenta que la crtica de

    Heidegger ilustra la modernidad como un modo de subjetivacin (2002: 47). Jameson

    admite que esa dicha visin de la modernidad como subjetivacin puede ser preferible

    a toda una serie de insulsas falacias humanistas (2002: 49).

    Qu es lo que caracteriza este modo o forma de subjetivacin? Ante todo,

    encierra la subjetividad en una experiencia del ser separado del mundo. En la

    modernidad, la subjetividad queda atrapada en una experiencia solipsista del ego como

    el sujeto ltimo para y de la representacin (Courtine 1991: 79) que ve el cuerpo

    como algo que tiene una existencia independiente y que se rige por leyes inmanentes

    (Ferguson 2000: 7). Brennan insiste especialmente en la centralidad de este sujeto que

    experimenta su ser como plenamente independiente y ontolgicamente separado del

    mundo como constitutivo del proceso moderno de subjetivacin. Identifica en el sujeto

    mondico y autosuficiente el esfuerzo psquico de una fantasa fundacional

    especialmente alienante (Brennan 2000: 36).8 Esta fantasa debe reproducirse a toda

    costa con el fin de mantener el saqueo ecolgico y afectivo que caracteriza a los modos

    de produccin suscitados por el primer capitalismo y exacerbado hasta su paroxismo en

    nuestra contemporaneidad neoimperial. Escribe Brennan:

    puede discutirse si el nacimiento de la conciencia interior es un distintivo de la

    modernidad, un argumento difcil de sostener debido a las evidentes

    excepciones existentes. Yo dira que una mejor medida sera el rechazo

    uniforme, en Occidente, de la transmisin de afecto que efectivamente

    encontramos a partir del siglo XVII.

    (Brennan 2000: 10).

    Para la subjetividad moderna, los desafos ticos, afectivos y polticos consisten

    en encontrar modos sostenidos de relacionalidad. Cmo puede un ser presuntamente

    independiente establecer una relacin con las cosas, el mundo o los otros mantenindose

    al mismo tiempo como un buen representante del emblema de la modernidad: el

    movimiento? La inclusin de lo cintico en esta cuestin poltico-tica de la

    subjetividad moderna nos lleva de nuevo al problema de cmo bailar frente a las

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    16

    fantasas hegemnicas de la modernidad, una vez que dichas fantasas estn ligadas al

    imperativo de mostrar constantemente la movilidad.

    Aqu es donde adquieren importancia terica y poltica los anlisis de

    coreografas y actuaciones que abordan directamente la imposibilidad de sostener un

    flujo o continuidad de movimiento. Si queremos tomarnos en serio la formacin de lo

    que Randy Martin denomina estudios crticos de danza, entonces su proposicin,

    desarrollada en Critical Moves (Pasos crticos), de volver a examinar el concepto de

    movilizacin, entendido como concepto mediador entre danza y poltica, parece

    especialmente relevante para esta discusin (Martin 1998: 14). En realidad, para Martin

    la movilizacin es un concepto clave que los estudios de danza deben indagar para salir

    de su dudosa parlisis poltica.9 La formacin de una teora poltica y una prctica

    poltica basadas en la primaca del movimiento debe partir de la sugerencia de Martin de

    que la relacin de la danza con la teora poltica no puede entenderse provechosamente

    como meramente analgica o metafrica (1998: 6). Por tanto, considerar las relaciones

    literales o metonmicas entre danza y poltica (en oposicin a las analgicas y

    metafricas) se convierte en un paso fundamental para que la teora poltica y crtica

    pueda abordar la dinmica coreogrfica de los movimientos sociales y del cambio

    social, con independencia de que dichos movimientos y cambios se manifiestan en un

    escenario o en las calles. Martin observa que:

    las teoras de la poltica estn llenas de ideas, pero su xito ha sido menor en lo

    referente a su explicacin de cmo el esfuerzo concreto de participacin

    necesario para ejecutar dichas ideas se concentra a travs del movimiento de

    los cuerpos en el tiempo y el espacio sociales. La poltica no va a ninguna parte

    sin movimiento.

    (Martin 1998:3).

    El proyecto de Martin podra leerse no slo como una actualizacin y

    reformulacin crtico-cintica de la clebre tesis undcima de Marx sobre Feuerbach,10

    sino tambin como una estimulante argumentacin en el sentido de que la percepcin y

    la prctica de la danza a travs del punto de vista del pensamiento poltico podra

    realmente abrir la posibilidad de movilizar no slo teoras sino, adems, cuerpos que de

    otro modo seran polticamente pasivos. La palabra participacin en importante en la

    teora de Martin, dado que contiene una crtica de la representacin. Para Martin, la

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    17

    movilizacin es ya participacin, es un avanzar-hacia-el-mundo, en cuanto que la

    methexis [participacin en griego] propone un encuentro participativo que cuestiona las

    fuerzas distanciadoras de la mmesis. En realidad, el argumento de Martin se basa en

    una poltica progresista en tanto que esas fuerzas que se movilizan contra la fijeza de

    lo dominante en el orden social (1998: 10).

    La observacin de Martin repite un idea generalmente indiscutida que asocia la

    fuerza del movimiento con una dinmica polticamente positiva. Pensemos por ejemplo

    en Gilles Deleuze y en su definicin de dos posiciones polticas bsicas: aceptar el

    movimiento o bloquearlo (Deleuze 1995: 127). Deleuze asociaba lo segundo con una

    fuerza reaccionaria. Pensemos tambin en los conceptos de Deleuze y Guattari del

    devenir (como fuerzas y poderes polticas que se unen en un plano de consistencia

    definido como un plano de inmanencia donde las intensidades circulan sin obstculos),

    y del cuerpo sin rganos (recordemos que, para Deleuze y Guattari, el cuerpo sin

    rganos puede ser logrado o fallido, definindose lo segundo siempre por un bloqueo de

    intensidades).

    En Randy Martin, en Deleuze y en Guattari, el movimiento parece estar asociado

    positivamente como aquello que siempre aplicar su fuerza en favor de una poltica de

    progreso o al menos en favor de una formacin crtica que pueda considerarse

    progresista. Podemos pensar en muchos otros ejemplos de asociacin similar. Pero,

    dado que acabo de afirmar que la condicin de la modernidad es la de una motilidad

    emblemtica, se plantea la cuestin de averiguar dnde podra encontrarse la fijeza de

    lo dominante. La cuestin es saber si lo dominante se mueve y cmo. As como saber

    cundo, qu y a quin exige lo dominante que se mueva.

    Aqu es donde la crtica de la cintica poltica propuesta por Peter Sloterdijk

    en su libro Eurotaosmo, adquiere una especial relevancia. Sloterdijk escribe que el

    nico modo de valorar plenamente la ontologa poltica de la modernidad es abordar

    crticamente lo que l denomina el impulso cintico de la modernidad (Sloterdijk

    2000b: 35).11 Sloterdijk plantea que la modernidad es, ontolgicamente, puro ser que

    genera movimiento (2000b: 36). Por tanto, un discurso filosfico de la modernidad no

    es posible excepto como teora crtica de la movilizacin (2000b: 126). Aqu

    podramos casi leer en las proposiciones de Sloterdijk las palabras de Randy Martin en

    Critical Moves, dado que para ambos el ser cintico de la modernidad es lo que ha sido

    profundamente desatendido por la teora crtica. Pero las ideas de Sloterdijk podran

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    18

    leerse tambin como un argumento cautelar que discrepa y a la vez apoya y

    complementa las observaciones de Martin. En oposicin a Martin, Sloterdijk argumenta

    que la teora crtica y la poltica progresista deben tener en cuenta el hecho de que no

    existe nada fijo en el orden dominante o hegemnico. Por el contrario, para Sloterdik, es

    precisamente el impulso cintico de la modernidad articulada como movilizacin lo que

    muestra el proceso de subjetivacin en la contemporaneidad como correspondiente a

    una militarizacin idiotizada de la subjetividad vinculada con las actuaciones cinticas

    generalizadas de eficacia, eficiencia y efectividad tayloristas (por utilizar las

    expresiones de John Mackenzie [2000]). Para Sloterdijk, la ausencia de una teora

    crtica del impulso cintico de la modernidad es una carencia fundamental de la teora

    marxista, que en lo terico descuid involucrarse en una crtica de lo cintico debido a

    su aceptacin entusiasta de la industrializacin absoluta. Aunque las propuestas de

    Randy Martin parecen haberse elaborado sin conocimiento de la filosofa poltica de

    Sloterdijk, y pese a que ocasionalmente pueden incluso estar en directo desacuerdo con

    algunas de las lecturas que Sloterdijk hace de Marx, la crtica del filsofo alemn de la

    modernidad como exceso cintico complementa las ideas de Martin sobre los

    distintos usos de la movilizacin en los procesos polticos y en el pensamiento poltico.

    Si bien Sloterdijk es mucho ms crtico de la teora marxista de lo que Martin

    probablemente estara dispuesto a aceptar, ambos intentan, no obstante, expresar si es

    posible imaginar la poltica desde dentro de la movilizacin (Martin 1998: 12).

    Sloterdijk, al igual que Martin, busca asimismo posibilidades de contrarrestar las

    polticas hegemnicas mediante el pensamiento desde dentro de la movilizacin, aunque

    slo sea para sealar los problemas contradictorios implcitos en ese trmino. Desde

    luego, creo que Martin estara de acuerdo con Sloterdijk cuando escribe:

    las dos versiones de teora crtica conocidas hasta ahora (lase las escuelas

    marxistas y de Frncfort) carecen de sentido, ya sea porque no comprenden su

    objeto, la realidad cintica de la modernidad como movilizacin, o porque no

    pueden mantener una distancia crtica respecto a sta.

    (Sloterdijk 2000b: 267)

    La filosofa de Sloterdijk esboza una crtica de la movilizacin al abordar la

    poltica cinesttica de la modernidad como un proyecto ontopoltico agotador y

    agotado de ser que genera movimiento (2000b: 36). Lo que las obras de Sloterdijk y

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    19

    Martin muestran es que hemos llegado a un momento en la teora crtica y en los

    estudios crticos de danza en el que el problema poltico de la modernidad

    contempornea, el capitalismo y la accin han sido planteados desde el punto de vista

    terico como esencialmente pertenecientes al mbito de la ontologa coreogrfica de la

    modernidad. Esto supone un desarrollo fundamental no slo para la teora crtica, sino

    tambin para las posibles intervenciones tericas que los estudios crticos de danza

    puedan intentar en su anlisis de las subjetividades.

    En resumen, la modernidad se entiende a lo largo de este libro como un proyecto

    de larga duracin, que metafsica e histricamente produce y reproduce un marco

    psicofilosfico (Phelan 1993: 5) donde el sujeto privilegiado del discurso es siempre

    marcado como hombree heteronormativo, sealado como perteneciente a la raza blanca

    y que experimenta su verdad como (y dentro de) un incesante impulso en favor de un

    movimiento autnomo, automotivado, interminable, espectacular. Pero cmo podra un

    cuerpo moverse de un lado a otro de manera tan espectacular, con tanta eficacia y

    autosuficiencia? En qu suelo se mueve de un lado a otro este sujeto cintico,

    aparentemente sin esfuerzo, aparentemente siempre con energa y sin tropezar nunca?

    Aqu es donde la ineludible fantasa topogrfica de la modernidad moldea su formacin

    coreopoltica: pues la modernidad imagina su topografa haciendo abstraccin de su

    fundamentacin en un territorio previamente ocupado por otros cuerpos humanos, otras

    formas de vida, impregnado de otra dinmica, otros gestos, pasos y temporalidades.

    Como explica Bhabha: para la aparicin de la modernidad como ideologa del

    comienzo, modernidad como lo nuevo la plantilla de este no lugar se convierte en el

    lugar colonial (1994: 246). Para la argumentacin de este libro es fundamental el

    hecho de que el suelo de la modernidad es el terreno colonizado, aplanado y arrasado

    donde se produce la fantasa de la motilidad interminable y autosuficiente. Dado que no

    existe nada semejante a un sistema vivo autosuficiente, toda movilizacin, toda

    subjetividad que se encuentre consigo misma como un total ser hacia el movimiento

    debe obtener su energa de otra fuente. La fantasa del moderno sujeto cintico es que el

    espectculo de la modernidad como movimiento sucede en estado de inocencia. El

    espectculo cintico de la modernidad borra de la imagen del movimiento todas las

    catstrofes ecolgicas, tragedias personales y fracturas sociales ocasionadas por el

    saqueo colonial de recursos, cuerpos y subjetividades que son necesarios para mantener

    vigente la realidad ms real de la modernidad: su ser cintico. Dado que hoy en da

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    20

    toda creacin social y poltica tiene lugar en el marco del colonialismo y sus

    metamorfosis actuales, llevo a primer plano la teora poscolonial y la teora crtica de las

    razas como socios fundamentales para hacer una evaluacin crtica de cmo en algunos

    casos la danza contempornea y las actuaciones cinticas cuestionan el colonialismo y

    sus nuevos disfraces. Exploro la fuerza colonialista de la modernidad y su impacto

    sobre las prcticas coreogrficas contemporneas en las captulos 4, 5 y 6 en los que

    comento las obras de Trisha Brown, La Ribot, William Pope.L y Vera Mantero, e

    invoco las teoras crticas de Homi Bhabha, Henri Lefebvre, Frantz Fanon, Paul Carter,

    Anne Anlin Cheng, Jos Muoz y Avery Gordon.

    Una ltima observacin epistemolgica suscitada por la identificacin, por parte

    de Bhabha, de la condicin colonialista como la condicin de la modernidad es que el

    proyecto colonial introduce no slo una ceguera espacial (de percepcin de todo espacio

    como espacio vaco) sino que adems introduce una temporalidad fantstica en la que

    participa el concepto posmoderno. Mis dudas a lo largo del libro en cuanto al uso de

    este trmino central en los estudios de danza provienen no slo del debate inconcluso de

    finales de los aos ochenta en las pginas de la revista The Drama Review entre Susan

    Manning y Sally Banes sobre qu es lo que constituye danza posmoderna,12 sino

    tambin de la profunda observacin de Bhabha cuando escribe que el proyecto de la

    modernidad resulta tan contradictorio e indeterminado despus de la insercin del

    intervalo en el que los momentos coloniales y poscoloniales emergen como signo y

    como historia, que soy escptico sobre esas transiciones a la posmodernidad teorizadas

    por la escritura acadmica occidental (Bhabha 1994: 238). A lo largo de este libro, mi

    uso de la palabra modernidad es un resultado de este mismo escepticismo, iniciado

    por la teora poscolonial y reforzado por la reciente hipervisibilidad de la misma vieja

    brutalidad colonialista e imperialista que con toda destreza despliega cuerpos y moviliza

    muerte. La observacin de Bhabha reenmarca la descripcin de Habermas de la

    modernidad como un proyecto incompleto (Habermas 1998): mientras la condicin

    colonial siga existiendo (bajo cualquier disfraz), la modernidad no tendr fin.

    Durante el periodo de tiempo en el que Sloterdijk (en 1989) y Martin (en 1998)

    intentaron de manera independiente llamar la atencin de la teora crtica hacia las

    formaciones cintico-polticas de la modernidad contempornea, algunos bailarines y

    coregrafos experimentales de Europa y Estados Unidos replanteaban la relacin de la

    danza con su propia poltica y su propia tica del movimiento. As, los bailarines

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    21

    cuestionaban la propia ontologa poltica de la danza mediante escenificaciones de la

    inmovilidad, mediante la prctica de lo que Gaston Bachelard denomina una una

    ontologa ms lenta (Bachelard 1994: 215). Como se ver en todas las obras

    comentadas en este libro, la insercin de la inmovilidad en la danza, el despliegue de

    diversas formas de desaceleracin del movimiento y el tiempo, son propuestas

    especialmente poderosas para otros modos de replanteamiento de la accin y la

    movilidad mediante la escenificacin de actos inmviles, en vez de mediante un

    movimiento continuo.13

    El acto inmvil es un concepto propuesto por la antroploga Nadia

    Seremetakis para describir momentos en los que un sujeto interrumpe el flujo histrico

    y practica la interrogacin histrica. De este modo, si bien el acto inmvil no implica

    rigidez o morbidez, requiere una escenificacin de la suspensin, una interrupcin

    corprea de los modos de imposicin del flujo. Lo inmvil acta porque interroga a las

    economas del tiempo, porque revela la posibilidad de la propia accin en el seno de los

    regmenes dominantes de capital, subjetividad, trabajo y movilidad. Escribe

    Seremetakis:

    Frente al flujo del presente [ ... ] hay una inmovilidad en la cultura material de

    la historicidad; aquellos objetos, espacios, gestos y relatos que significan la

    capacidad perceptiva para la creacin histrica elemental. La inmovilidad es el

    momento en que lo enterrado, lo desechado y lo olvidado escapan a la

    superficie social del conocimiento como oxgeno vital. Es el momento de

    abandonar el polvo histrico.

    (1994: 12)

    Abandonar el polvo histrico es rechazar la sedimentacin de la historia en

    capas diferenciadas. El acto inmvil muestra cmo el polvo de la historia, en la

    modernidad, puede ser agitado para difuminar las divisiones artificiales entre lo

    sensorial y lo social, lo somtico y lo mnemnico, lo lingstico y lo corpreo, lo mvil

    y lo inmvil. El polvo histrico no es una simple metfora. Entendido en sentido literal,

    pone de manifiesto cmo las fuerzas histricas penetran profundamente en las capas

    interiores del cuerpo: polvo que se sedimenta en el cuerpo, que sirve para dar rigidez a

    la suave rotacin de juntas y articulaciones, que ata al sujeto a caminos y pasos

    excesivamente preceptivos, estancando el movimiento en una determinada poltica de

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    tiempo y de lugar. Es la coreografa experimental, a travs del paradjico acto inmvil,

    que traza las tensiones en el sujeto, las tensiones en la subjetividad bajo la fuerza de la

    polvorienta sedimentacin del cuerpo en la historia. Frente a la brutalidad del polvo

    histrico que cae literalmente sobre los cuerpos, el acto inmvil que rehace la posicin

    del sujeto en relacin con el movimiento y el paso del tiempo. Como seala Homi

    Bhabha: la funcin del intervalo es desacelerar el tiempo lineal, progresivo, de la

    modernidad para revelar su gesto, sus tempi, las pausas y acentos de la actuacin en

    su conjunto (1994: 253). Mi primer encuentro con el agotamiento cintico de la danza

    como acto inmvil, como respuesta incierta a eventos polticos apremiantes, sucedi

    durante el otoo de 1992, en una presentacin de una serie de actos inmviles por un

    (muy) variado grupo de coregrafos, msicos, crticos y artistas reunidos en la Cit

    Universitaire de Pars, durante un laboratorio coreogrfico de un mes de duracin

    titulado SKITE y organizado por el crtico de danza y programador francs Jean-Marc

    Adolphe. La insercin del acto inmvil tena todo que ver con las violentas actuaciones

    del colonialismo y sus racismos. Era el otoo posterior a la primera Guerra del Golfo.

    La guerra civil de Bosnia-Herzegovina estaba en pleno apogeo. Acababan de producirse

    los disturbios de Los ngeles. En SKITE, la coregrafa portuguesa Vera Mantero y el

    coregrafo espaol Santiago Sempere declararon ambos que los acontecimientos

    polticos del mundo eran de tal naturaleza que no podan bailar. La coregrafa

    norteamericana Meg Stuart coreografi una danza inmvil para un hombre tumbado en

    el suelo, que alargaba cuidadosamente una mano en busca de sus recuerdos del

    pasado;14 el coregrafo australiano Paul Gazzola reposaba tranquilamente tumbado en

    la noche, desnudo en un refugio improbable, junto a una autopista. Veo este momento

    de SKITE como un momento en el que las fuerzas sedimentarias del polvo histrico

    fueron desveladas por los coregrafos a travs de sus reordenamientos del concepto

    mismo de la danza: no slo de la posicin de la danza en relacin con la poltica, sino

    del papel ontolgico y poltico del movimiento en la formacin de aquellos

    acontecimientos inquietantes. Y el desvelamiento coreogrfico se produca por medio

    del acto inmvil. En aquellos momentos me pareci que las piezas tenan una calidad

    espontnea, que no haba habido discusiones para crear obras basadas en dramaturgias

    de la inmovilidad. Pero la serie de actos inmviles entonces escenificados sugeran una

    repentina crisis de la imagen de la presencia del bailarn (tanto en el escenario como en

    el mundo) como una presencia siempre al servicio del movimiento. El acto inmvil, el

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    agotamiento de la danza, abre la posibilidad de pensar la autocrtica de la danza

    experimental contempornea como una crtica ontolgica, ms an, como una crtica de

    la ontologa poltica de la danza. La revocacin del alineamiento incuestionado de la

    danza con el movimiento, iniciado por el acto inmvil, supone una reconsideracin de la

    participacin del bailarn en la movilidad: inicia una crtica, desde el punto de vista

    escnico, de su participacin en la economa general de la movilidad que nutre, sustenta

    y reproduce las formaciones ideolgicas de la modernidad capitalista tarda.

    Los captulos siguientes pueden leerse en el orden que se quiera, pero quisiera

    esbozar su importante progresin temtica. En cada captulo se aborda un elemento

    especfico que considero crucial para una crtica de la participacin de la coreografa en

    la ontologa poltica de la modernidad.

    En el captulo siguiente, comento algunos elementos y fuerzas no cinticos que

    son inherentes a la coreografa y que han marcado sus condiciones de posibilidad al

    menos con tanta intensidad como el deseo de moverse. Estos elementos y fuerzas son: la

    voz del maestro muerto, la relacin entre la coreografa y lo que Jacques Derrida

    denominaba la fuerza ilocucionaria o perlocucionaria inherente a la ley (Derrida

    1990: 929), la naturaleza solipsista del estudio de danza y el deseo homosocial

    masculino inherente a lo coreogrfico. Identifico estas fuerzas en una serie de pelculas

    creadas por el artista visual Bruce Nauman a finales de los aos sesenta, en las que

    aparece solo en su estudio vaco ejecutando unos pasos rigurosamente predefinidos. Mis

    lecturas de estas pelculas explican la fuerza de aparicin fantasmal de lo coreogrfico,

    una fuerza que altera el tiempo lineal y que surge siempre que se cumplen ciertas

    condiciones de subjetivacin. Seguidamente analizo dos piezas recientes de los

    coregrafos europeos contemporneos Juan Domnguez y Xavier Le Roy, en las que el

    solipsismo y la masculinidad se despliegan en una crtica de lo coreogrfico para

    reconsiderar el cuerpo del hombre bailarn en su relacin con el lenguaje (Juan

    Domnguez) y en su caracterizacin en los devenires (Le Roy).

    El Captulo 3 ampla algunas de las ideas exploradas en el Captulo 2 mediante

    el anlisis de varias piezas del coregrafo francs Jrme Bel en relacin con sus usos

    de la repeticin, la inmovilidad y el lenguaje. Expongo que la materialidad lingstica

    del cuerpo propuesta por Bel, cuando se asocia con la reduccin del movimiento que

    tambin caracteriza su obra, permite la identificacin de efectos paronomsticos que

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    reconstruyen la relacin de la coreografa con la temporalidad, a la vez que aproximan

    la obra de Bel a la filosofa de Derrida y Heidegger. Tambin expongo que la obra de

    Bel funciona temporalmente en consonancia con lo que Gaston Bachelard defini como

    una ontologa ms lenta, una ontologa que desconfa de la estabilidad de las formas,

    que rechaza la esttica de la geometra, y que por el contrario privilegia el tratamiento

    de los fenmenos como campos de fuerzas y como sistemas de intensidades.

    Mi lectura de la obra de Bel introduce el marco para la crtica de la

    representacin que prosigo en el Captulo 4 al concentrarme en dos piezas recientes de

    dos coregrafas muy diferentes, la estadounidense Trisha Brown y la espaola La Ribot.

    Me interesa aqu investigar cmo se involucra cada coregrafa en un dilogo directo

    con las artes visuales, para reconsiderar lo que constituye el terreno de la danza. La

    pieza de Brown titulada Its a Draw/Live Feed (Es un dibujo/Transmisin en directo) se

    lee a travs de su crtica de la verticalidad como crtica del impulso masculinista en las

    pinturas de goteo de Pollock. Invoco las lecturas de Rosalind Krauss del concepto de lo

    informe en Georges Bataille y utilizo el descubrimiento de Henri Lefebvre de la

    erectilidad incrustada en la formacin arquitectnica de espacios abstractos para

    analizar cmo Brown crea espacio mediante la confusin de las relaciones normativas y

    disciplinarias entre danza y dibujo. Mi lectura del espectculo de larga duracin de La

    Ribot titulado Panoramix introduce una discusin de lo oblicuo como espacio de

    desafos dimrficos frente a la priorizacin arquitectnica de lo vertical. La obra de La

    Ribot, no obstante, aade la cuestin fenomenolgica del peso de la mirada, que

    complementa la vinculacin de Brown a lo perspectivo en su actuacin de Its a

    Draw/Live Feed.

    Dado que la subjetividad moderna propone un ser hacia el movimiento que

    anda sin rumbo fijo por terrenos colonizados y racializados, cualquier crtica de la

    ontologa poltica de la danza implica inevitablemente una crtica de cmo moverse en

    un suelo arrasado por las heridas racistas y el saqueo colonialista. En el Captulo 5, en

    base al argumento de que el tropiezo es un trmino que acta como intermediario entre

    la poltica y la cintica, sugiero una lectura coreopoltica de La experiencia vivida del

    negro, de Frantz Fanon, en relacin con las prcticas paracoreogrficas del artista de

    performance art William Pope.L. Expongo que las reptaciones de Pope.L revelan toda

    su fuerza coreopoltica cuando se leen en relacin con lo que Paul Carter denominaba

    una poltica del suelo (Carter 1996). Y anticipo que dicha poltica del suelo supone

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    una reconsideracin la crtica de Fanon de la ontologa en La experiencia vivida del

    negro. Asimismo expongo el esfuerzo en el plano sagital escenificado por Pope.L

    como una desaceleracin de lo cintico que responde directamente e interpela en

    profundidad lo neocolonial que nos rodea y nos atraviesa.

    El hecho de prestar atencin a cmo el colonialismo y la coreografa, como

    facetas del moderno, cintico, ser hacia el movimiento, se basan en una poltica del

    suelo, pone de manifiesto esos movimientos iniciados por cuerpos inadecuadamente

    enterrados de la historia esos cuerpos que Avery Gordon ve como epistemologa

    fantasmal, como poderosas fuerzas ticas y crticas (Gordon 1997). En el Captulo 6, leo

    el solo de Vera Mantero titulado uma misteriosa Coisa, disse e. e. cummings (algo

    misterioso dice e. e. cummings) con la intencin de reconsiderar la melancola

    poscolonial. Presto especial atencin a la tica del recordar y el olvidar en su relacin

    con recientes estudios crticos raciales (en particular con Jos Muoz) as como con el

    proyecto ontolgico de la coreografa. Al centrarme en las particularidades de un solo

    creado en la ltima nacin europea abiertamente imperial, Portugal, trato de mostrar la

    centralidad del Otro racializado como fuente energtica para la movilidad coreogrfica

    en general. El libro concluye con una breve nota final, en la que abordo el proyecto de

    la melancola en la modernidad (Agamben 1993) con intencin de trazar el impacto de

    dicho proyecto en las recientes formulaciones de la coreografa por parte de los estudios

    de danza y artes escnicas, y donde expongo una modalidad alternativa de tiempo y un

    tipo de afecto diferente para ambas disciplinas.

    Notas

    1 Comento en detalle la obra de Jrme Bel en el Captulo 3. 2 Otra de las razones de la superioridad de la marioneta es su carencia de vida psicolgica interior, que le impide desplazar los centros naturales de gravedad a otras partes del cuerpo, garantizando as la plena expresin de movimientos llenos de gracia. El texto de Kleist ha sido objeto de numerosas lecturas y anlisis crticos. El ejemplo ms influyente de ello es sin duda Paul de Man en La retrica del romanticismo (2007). En pocas palabras, De Man entiende el texto de Kleist como una parbola sobre el acto de la lectura, donde la lectura se plantea como una prueba interminable a un lector que siempre pasa por alto las marcas de la escritura. Sin excluir esa lectura, yo dira que Sobre el teatro de marionetas requiere una ampliacin de su interpretacin como tan slo un simple comentario sobre la lectura, debido a los tres argumentos ontocinticos-teolgicos que propone entre movimiento humano, movimiento animal y movimiento de la marioneta en sus relaciones con la expresividad, la verdad, Dios y el ser. Tambin hay que mencionar que la evocacin por Kleist de los elfos en el pasaje citado es histricamente revelador, y que su descripcin de marionetas danzantes que resisten a la

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    gravedad podra encajar perfectamente con los espectculos escenificados mediante las tcnicas voladoras de Charles Didelot, mquinas teatrales que podan crear, a finales del siglo xviii, la ilusin del vuelo en escena. 3 Para Derrida, toda la historia de la metafsica occidental (que l identificaba con la historia de Occidente) giraba en torno a un centro fijo: el del Ser como presencia en todos los sentidos de la palabra (Derrida 1978: 279). Segn Derrida, slo con Nietzsche, Freud y Heidegger, esa presencia como Verdad, presencia como Sujeto y presencia como Ser, respectivamente, dejan de ocupar una posicin central fundamental (1978: 279). 4 Derrida sigue siendo un filsofo del cuerpo en cuanto que reformula radicalmente la cuestin del lenguaje como la cuestin de una gramatologa, mientras se ocupa meticulosamente de la prctica de la escritura y los efectos asediantes de la escritura. El hecho de que el cuerpo, para Derrida, sea ya de por s lingstico, se integre de por s en una mquina de escritura, en el sentido en que Kafka entiende el cuerpo, no significa que sea menos corpreo. Vase tambin el inters de Derrida por las performances [actuaciones] como tales y por la centralidad de lo performativo [lo realizativo] en algunos de sus temas ms apreciados: la fuerza de la ley, la entrega, la tica, el morir, la escucha del otro, la teologa. 5 Thoinot Arbeau acua el trmino orchesographie una escritura (graphie) de la danza (orchesis) en 1589. El sinnimo en uso actualmente, coreografa, fue introducido en 1700 por Raoul-Auger Feuillet en su clsico manual de ttulo homnimo. Es interesante observar que en 1706 John Weaver publica An Exact and Just Translation from the French of Monsieur Feuillet (Una exacta y precisa traduccin del francs del seor Feuillet) donde traduce el ttulo original de Feuillet, Chorographie, como orchesography, lo que indica la aceptacin de la versin ms antigua en el siglo xviii. En cualquier configuracin de la palabra, la fusin de la danza con la escritura identifica una prctica cuyas fuerzas programticas, tcnicas, discursivas, econmicas, ideolgicas y simblicas permanecen activas hoy. 6 El rasgo caracterstico de la personificacin moderna reside en el proceso de individuacin, en la identificacin del cuerpo con la persona como individuo nico y, por tanto, como portador de valores y de derechos legalmente exigibles (Ferguson 2000: 38). 7 Jameson fuerza un poco su argumento cuando identifica en Deleuze a un modernista quintaesencial (2002:4). 8 Es una fantasa que otorga ciertos atributos al sujeto, y despoja al otro de ellos como y por el proceso que convierte al otro en un objeto, una inmediacin (como podra decir Heidegger), un fondo ausente sobre el cual se presenta. Es una fantasa que se apoya en un divorcio entre diseo mental y accin corporal para sostener su omnipotente negacin. En esta fantasa, el sujeto debe negar tambin su historia, en la medida en que la historia revela su dependencia de un origen materno. (Brennan 2000: 36) 9 En muchos casos, la crtica y los estudios de danza contempornea siguen condicionados por las hiptesis [que sugieren] que considerar la danza desde un punto de vista poltico podra en cierto modo interferir en su eficacia (Martin 1998: 14). 10 Los filsofos no han hecho ms que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo (Marx y Engels 1969: 15). 11 En el texto original en ingls, todas las citas de distintas obras de Sloterdijk son traducciones del autor a partir de las ediciones francesas. [En esta edicin se han utilizado en algunos casos las traducciones de textos de Sloterdijk publicadas en castellano]. 12 Vase Banes 1988, Manning 1988. Vase tambin Siegel 1992. 13 La ontologa ms lenta se comenta en el Captulo 3. 14 El hombre en cuestin es el crtico y programador francs Jean-Marc Adolphe.