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    Módulo 2Unidad 4

    Lectura 4

    Materia: Historia Social Latinoamericana

    Profesor: Lic. Florencia Palacios.

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    El auge del nacionalismo como ideal político, la doctrina de desarrolloeconómico con la ISI como herramienta para conseguir la autosustentaciónde la economía y el poder cada vez mayor de los movimientos de masa y delas FF.AA., muchas veces apoyadas por Estados Unidos, dentro de la escenapolítica forjaron la plataforma de los siguientes treinta años…1 

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    1 El esquema presentado es de la autoría del Prof. Rómulo Montes, Titular de laCátedra en modalidad presencial. 

     

     

     

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    4.1 La inestabilidad política en la región.

    Los actores sociales y políticos

    emergentes.

    4.1.1 Formas de ciudadanía, alianzas de

    clases y orden político.

    4.2 Los militares y los trabajadores en

    América Latina de la posguerra.

    4.2.1. La época del populismo y las

    revoluciones. Teorías y debates sobre el

    Estado 2 

    El siguiente cuadro refleja la situación de los gobiernos latinoamericanosdurante el período 1930-1950, contexto de entreguerras, momentoposterior a la 2GM y comienzo de la Guerra Fría. Como se puede apreciar apriori, la inestabilidad política, a causa del derrocamiento permanente degobiernos elegidos a través del sufragio, generó un contexto de convulsiónpermanente dentro de la vida social y política de los Estados. Pero, ¿cuálesfueron las causas?

    2 Abarca los puntos 4.1 y 4.1.2 del Programa. 

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    Fuente: Del Pozo, J. “Historia de América Latina 1825-2001”. Santiago de Chile, EditorialLOM. 2002.

    En base a la pregunta anterior y en relación a este contexto, durante losaños ´40 comenzaron a surgir nuevos liderazgos dentro de los movimientosde masa, que intentaban hacer frente a la transformación política, con eldecaimiento de la oligarquía tradicional y conservadora, apoyando asítambién el nuevo modelo de desarrollo económico.

    De este modo es que nacen los movimientos “Populistas” en AméricaLatina, representados por los regímenes de a los gobiernos de Juan Perónen la Argentina (1946-55), de Getulio Vargas (1930-45/1951-54) y JoãoGoulart (1961-64) en Brasil, de Lázaro Cárdenas (1934-40) en México, de

     Víctor Paz Estensoro (1952-56/1960-64) y Hernán Siles Suazo (1956-60) enBolivia, y de José María Velasco Ibarra (1934-35/1944-47/1952-56/1956-61/1968-72) en Ecuador. También son considerados como populistasalgunos movimientos políticos como el APRA peruano, liderado por VíctorHaya de la Torre o el Gaitismo colombiano, fundado por Jorge Gaitán(Stanley).

    Pero… ¿cuál es el concepto de “Populismo” y qué características posee paradenominar a estos gobiernos como Populistas? Hay muchas versiones y

     vertientes de pensadores e historiadores que se dedicaron a definir esteconcepto, pero casi todos coinciden en un punto, la imprecisión delmovimiento y las características propias de cada país, que marcaron encada caso la caracterización de este modo de hacer política.

    No obstante, a priori y siguiendo el análisis de Mackinon,

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    …es la inexactitud terminológica crónica lo que aqueja al término populismopues sirve para referirse a una variedad de fenómenos: movilizaciones demasas (de raíces urbanas o rurales) elitistas y/o anti-elite, a partidospolíticos, movimientos, ideologías, actitudes discursivas, regímenes y formasde gobierno, mecanismos de democracia directa (referéndum, participación),dictaduras, políticas y programas de gobierno, reformismos, etc. Académicos,políticos de diversas orientaciones, religiosos y periodistas echan mano altérmino para salvar el vacío cuando el objeto referido (una política, unrégimen, un gobierno, una actitud) es de difícil determinación y no entra enninguna categoría convencional.

    En el lenguaje periodístico actual, los gobiernos que siguen políticaseconómicas iliberales afirman con frecuencia que no están dispuestos aaplicar y/o volver a políticas “populistas". En este caso, utilizan el términocomo sinónimo de un Estado interventor y asistencialista que controla losservicios públicos, es dueño de empresas, alienta el proceso deindustrialización a través de regulaciones, subsidios y protección aduanera, yusa el gasto público con fines políticos. Es decir, todo lo contrario de lo que elneoliberalismo propone. Otras veces, en el uso cotidiano, el populismo

    aparece como la negación de los valores elementales de la democraciarepresentativa al poner el énfasis en la cuestión del liderazgo “demagógico”,las relaciones clientelistas y la “manipulación de las masas”. (Mackinon &Petrone, 2003).

    Este rasgo de ambigüedad encuentra sus razones en varias fuentes. Por unlado, en la relación entre el concepto y aquellos que lo construyen. Se hadicho que, en realidad, los estudios sobre el pasado revelan más sobre losautores y su presente que sobre ese pasado investigado. Esto pareceparticularmente cierto en el caso del populismo. Como todos sabemos, noexisten “populismos” (ni “naciones”, ni “clases”, ni siquiera “sociedad”)deambulando al azar, a la espera de que algún científico social se interese porestudiarlos. Los conceptos deben ser construidos y este punto es

    particularmente relevante para el populismo porque una de las cuestionesrecurrentes en este tema es la problemática relación entre la masa y la elite,incluyendo dentro de ella a la elite intelectual a la que pertenecen losacadémicos. Las dificultades aumentan cuando estos movimientosmanifiestan hostilidad hacia los intelectuales como lo han hecho muchosmovimientos populistas; cuando la gente común expresa sus opiniones, confrecuencia éstas resultan opuestas a los sesgos liberales y progresistas de losintelectuales. “En este sentido”, sostiene Canovan (1981:11), “lasinterpretaciones del populismo han estado fuertemente influenciadas por losresquemores de algunos intelectuales hacia lo popular y toda su progenierepulsiva, y por el idealismo de otros que han exaltado al hombre común ysus simples virtudes. (Mackinon & Petrone, 2003)

    En pos de aportar una mayor clarificación sobre el término, a continuaciónse detallarán algunas de las conceptualizaciones más relevantes de losteóricos latinoamericanos acerca de este fenómeno, para luego poderextraer una conclusión general acerca del mismo. Para comenzar esteanálisis hay que tener en cuenta el contexto y la relación de los teóricos conlas diferentes corrientes de pensamiento imperantes en ese momentohistórico. Según el texto de Mackinon, existen tres tipos de Populismo: elclásico, el desarrollista y el neopopulismo.

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    En el primer caso, se denomina “Clásico” por las causas o condiciones quedieron lugar a su nacimiento, distinguiendo las distintas líneas depensamiento entre los primeros autores que trataron el tema, a saber: “1.una línea de interpretación en clave del proceso de modernización,tributaria del funcionalismo, piensa al populismo como fenómeno queaparece en los países “subdesarrollados” en la transición desde la sociedad

    tradicional a la moderna (G. Germani, T. Di Telia); para Germani, “losmovimientos nacionales-populares” son “la forma de intervención en la

     vida política nacional de las capas sociales tradicionales, en el transcurso desu movilización acelerada” (1977: 29), es decir, cuando el grado demovilización rebasa la capacidad de los mecanismos de integración.

    Califica a estos movimientos como autoritarios (no fascistas)....  sobre todoporque el peronismo “se vio obligado a tolerar” cierta participación efectiva.....  Como lospartidos existentes no pueden ofrecer posibilidades adecuadas de expresión

    u estas masas, se origina una verdadera situación de anomia para estosgrupos cuya “disponibilidad” puede dar origen a movimientos nuevos(Germani, 1977: 32-4). La transición desde una mentalidad tradicionalforjada en una matriz autoritaria y paternalista a una moderna basada enindividuos autónomos y libres produce un estado de anomia ante la falta decanales institucionales adecuados. Salidos de la pasividad de la mentalidadtradicional pero aún incapaz de llevar a cabo ninguna acción colectivaautónoma, estas masas son vistas como potencialmente explosivas.

    La rigidez del sistema político y la incapacidad de los actores políticos dedirigir la crisis favorecen la emergencia de una figura carismática, que juntocon distintas elites los recluta y manipula. Este líder populista logra crear

     vínculos poderosos y directos con esas masas disponibles –como apoyoelectoral– pero también logra atraer a los nuevos sectores modernizantescomo el ejército y los industriales (Walton, 1993). Estas masas sonconsideradas “en disponibilidad” y su comportamiento se interpreta entérminos de irracionalidad y de heteronomía (Mackinon &Petrone, 2003).

    Otra línea mucho más amplia y heterogénea: línea de interpretación“histórico-estructural” vincula al populismo con el estadio de desarrollo delcapitalismo latinoamericano que surge con la crisis del modeloagroexportador y del estado oligárquico. Los autores destacan el rolinterventor del estado que, ante la debilidad de la burguesía, debe asumirun rol de dirección de los procesos de cambio.

    Dentro de esta línea interpretativa existen distintos énfasis: mientrasCardoso y Faletto, desde un perspectiva dependentista, ponen el acento enla reconstrucción del proceso histórico-estructural de las sociedades paraentender cómo se relacionan las clases y cuál es el movimiento que en cadaperíodo las impele a la transformación, Lanni, desde una óptica marxista,considera que el “Estado populista”, si bien no es un nuevo modelo deEstado, es intervencionista y nacionalista en lo económico dentro del marco

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    del capitalismo, y culmina con la metamorfosis de la política de masas enlucha de clases.

    Por su parte, Vilas afirma que el populismo es el resultado de un intenso ymasivo proceso de movilización social que se expresa en una aceleradaurbanización, en el impulso a un desarrollo económico de tipo extensivo, en

    la consolidación del Estado nacional y en la ampliación de su gravitaciónpolítica y económica. Murmis, Portantiero, Weffort y Torre (aunque conpreguntas distintas según la época) analizan al populismo como unfenómeno que resulta de la crisis de hegemonía: el populismo sería laexpresión de una alianza en la que ninguna clase tiene la fuerza suficientecomo para romper con la oligarquía y llevar adelante un proyectohegemónico propio. Touraine sostiene que el populismo es la identificacióndel movimiento con el Estado y por eso se define mejor como una políticade integración nacional (Mackinon &Petrone, 2003).

    Otros autores, que comparten algunos rasgos generales de los autoresanteriores, centran su análisis del populismo en la crisis de hegemonía.

     Aquí se ubican: Murmis y Portantiero, Weffort y Torre. Dentro de uncontexto de revalorización del peronismo desde la izquierda, Murmis yPortantiero recuperaron la racionalidad del comportamiento de los obreros,fenómeno que estaba opacado por las interpretaciones que hacían hincapiéen la anomia y el caudillismo. Rechazando el marco dicotómico de la Teoríade la Modernización y poniendo el énfasis en la racionalidad de las masas,en el interés de clase de los trabajadores, Murmis y Portantiero volvieron sumirada hacia una base estructural alternativa de las relaciones sociales: laconstrucción y deconstrucción de alianzas en la sociedad civil.

    De este modo, en Argentina y en distinto grado en América Latina,capitalistas industriales débiles y clases trabajadoras marginadas fueroncanalizados en movimientos nacional-populares más que en movimientosde base clasista. El problema radicaba en la peculiar disposición de la clasecapitalista industrial y en un movimiento sindical cercado por gobiernosilegítimos, despreocupados por el potencial electoral de una clase obreradescontenta. A medida que estas clases flotantes convergieron en una nuevaalianza vertical constituyendo un nuevo bloque histórico, desafiaron ladecadente hegemonía de la vieja elite terrateniente (Adelman, 1992: 246-8)(Mackinon & Petrone, 2003).

    Centrándose en el papel que jugó la vieja guardia sindical en elacercamiento de las masas a Perón, Torre (1990) se propone recuperar la

    problemática de la doble realidad de la acción de masas, ampliando elconcepto de racionalidad en el comportamiento obrero ya avanzado porMurmis y Portantiero en el campo social, para incluir también en el análisisel campo de la política. Por un lado, desde la perspectiva del interés declase, el criterio de racionalidad está basado en la maximización de los

     beneficios en el plano material; por otro, para comprender la identificaciónpolítica con Perón es necesario, afirma, introducir otro criterio deracionalidad: el del reforzamiento de la cohesión y la solidaridad de lasmasas obreras.

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    económicos que crearon distintas dinámicas y posibilidades de alianzasentre las clases (Mackinon &Petrone, 2003).

    Rechazando la tendencia a estudiar el populismo como un fenómenopatológico y disfuncional que explica y/o ilustra el desvío del caminonormal de la modernización, Daniel James (1990) analiza las experiencias

    populistas desde una perspectiva que desmenuza las condiciones subjetivasdel movimiento social, la constitución de los sujetos, los sentidos que tienenpara los actores sociales las experiencias vividas. James subraya lanecesidad de entender los movimientos populistas desde la óptica de losactores involucrados como un momento crucial para la participación yactuación social en el sistema político, un momento en que los actoresdeciden construir sus propias alternativas.

    El autor sostiene que esto no significa restringirse a los aspectos psico-sociales, también se deben vincular estas experiencias subjetivas conaspectos estructurales que caractericen al estado, la cultura y la historia.Siguiendo a Laclau, James afirma que en cualquier práctica política existe

    un momento populista que se convierte en una estrategia de interpelación alos actores sociales y políticos (y que puede desembocar en experiencias queapunten en diferentes direcciones). En otras palabras, existe un momentonecesario donde se recurre al populismo como interpelación pararearticular el sistema político y equilibrarlo, integrando a las masas.Cualquier proyecto antihegemónico de transformación total, si no tiene sumomento populista, está condenado a ser una experiencia ineficaz sinninguna influencia en las masas (Mackinon & Petrone, 2003).

    Se puede agregar una cuarta línea interpretativa, definida más bien desdesu método de análisis, que ubica la especificidad del populismo en el planodel discurso ideológico (Laclau, de Ipola, Taguieff, Worsley). MientrasLaclau sostiene que lo que transforma a un discurso ideológico en populistaes la articulación de las interpelaciones popular-democráticas comoconjunto sintético-antagónico respecto a la ideología dominante y queexiste una relación de continuidad entre populismo y socialismo, De Ipola yPortantiero argumentan, desde la noción gramsciana de construcción deuna voluntad nacional y popular, que la relación entre socialismo ypopulismo es, sobre todo, una de ruptura” (Mackinon & Petrone, 2003).

    Según la tesis de Laclau, el populismo comienza cuando los elementospopular-democráticos se presentan como opción antagónica frente a laideología del bloque dominante. Basta que una clase o fracción de clase

    requiera, para asegurar su hegemonía, una transformación sustancial del bloque de poder para que el populismo sea posible. En este sentido, puedeexistir un populismo de las clases dominantes (por ejemplo si el bloquedominante está en crisis, un sector de ella puede hacer un llamamientodirecto a las masas para desarrollar su antagonismo frente al estado comoen el nazismo) y un populismo de las clases dominadas (en la contiendaideológica, la lucha de la clase obrera por su hegemonía consiste en lograr elmáximo posible de fusión entre ideología popular-democrática e ideología

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    socialista; por ejemplo, los movimientos de Mao, Tito, el PC italiano, entreotros).

    Laclau se pregunta: ¿por qué a partir de 1930 en América Latina losdiscursos ideológicos de movimientos políticos de orientación y base socialmuy distintas debieron recurrir crecientemente al populismo, es decir, a

    desarrollar el antagonismo potencial de las interpelaciones popular-democráticas? Responde primero que en la Argentina anterior a la crisis de1930 la clase hegemónica dentro del bloque de poder era la oligarquíaterrateniente, y el principio articulatorio fundamental de su discursoideológico era el liberalismo.

     A diferencia de Europa, poder parlamentario y hegemonía terrateniente setransformaron en sinónimos en América Latina. Este proceso histórico,sostiene, explica el campo al que la ideología liberal estuvo articulada: a) elliberalismo en sus comienzos tuvo poca capacidad de absorber la ideologíademocrática de las masas: democracia y liberalismo estuvieronenfrentados; b) durante este período, el liberalismo estaba

    connotativamente articulado al desarrollo económico y al progreso materialcomo valores positivos; c) la ideología liberal estuvo articulada al“europeísmo”, es decir a una defensa de las formas de vida y los valoresideológicos europeos como representativos de la "civilización".

    Frente a ello hubo un rechazo radical de las tradiciones popularesnacionales que fueron consideradas sinónimo de atraso, oscurantismo yestancamiento; d) fue una ideología consecuentemente antipersonalistarecelosa de los caudillos que establecieron contacto directo con las masasprescindiendo de las maquinarias políticas locales de base clientelística. Elpositivismo fue la influencia filosófica que sistematizó en un todohomogéneo estos distintos elementos (Mackinon &Petrone, 2003).

     Ante la crisis mundial y la depresión económica, y la crisis deltransformismo, la oligarquía no puede tolerar más las generosas políticasredistributivas de los gobiernos radicales y debe cerrar a las clases medias elacceso al poder político; la escisión entre liberalismo y democracia llega aser completa. Ante la crisis del discurso ideológico dominante, parte de unacrisis social más general, resultado de una fractura en el bloque de poder ode una crisis del transformismo (es decir, una crisis en la capacidad delsistema para neutralizar a los sectores dominados), el populismo consistiráen reunir al conjunto de interpelaciones que expresaban la oposición al

     bloque de poder oligárquico -democracia, industrialismo, nacionalismo,

    antiimperialismo-, condensarlas en un nuevo sujeto y desarrollar supotencial antagonismo enfrentándolo con el punto mismo en el que eldiscurso oligárquico encontraba su principio de articulación: el liberalismo(Mackinon &Petrone, 2003).

    Basándose en Gramsci, de Ipola y Portantiero (1994) parten de la noción delo nacional-popular como la construcción de una voluntad colectivanacional y popular, ligada con una reforma intelectual y moral. Captado ensu totalidad, este proceso es el de la construcción de hegemonía, definida

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    como una actividad de transformación. El terreno donde lo nacional-popular se produce es un campo de lucha contra otra opción hegemónica, elámbito heterogéneo y contradictorio de la cultura, del “sentido común”como efectiva manifestación de un proceso de constitución de cada pueblo-nación (Mackinon &Petrone, 2003).

    En cuanto al “Populismo desarrollista”, está representado principalmentepor los autores de la Teoría de la Dependencia, que ponen su atención enlas condiciones históricas que potencian el fenómeno. Toman al populismocomo “resultado de la capacidad de convocatoria demagógica y emocionalde un líder carismático y/o de la ceguera de las masas”. De dos tipos deeconomías de exportación que se formaron durante una primera fase quedenominan “crecimiento hacia fuera” y que se extendió aproximadamentedurante el último cuarto del siglo XIX: economías con control nacional de laproducción (Argentina, Brasil) y economías de enclave (mineras o deplantación) (México, Chile, Perú). En esta construcción de tipos ideales, ladependencia –concepto socio-político que se entiende como un modoparticular de relación entre lo externo y lo interno, entre grupos y clasessociales “periféricas” y “centrales” y que implica una situación de dominioque conlleva estructuralmente la vinculación con el exterior– es unconcepto central para caracterizar la estructura de las distintas “situacionesde desarrollo” (Mackinon & Petrone, 2003).

    Para Cardoso y Faletto las formas que adopta el “populismo desarrollista”(que se extendería aproximadamente entre 1930 y 1960) van a depender delas alianzas de poder realizadas durante la “fase de transición”, que seextiende a lo largo de las primeras tres décadas del siglo XX.

    Según los autores, la presencia y participación creciente de las clasesmedias urbanas y de las burguesías industriales y comerciales en el sistemade dominación se expresan en las políticas de consolidación del mercadointerno y de industrialización, que consisten, sobre todo, en una política deacuerdos entre sectores muy diversos (clases medias ascendentes,

     burguesía urbana, sectores del antiguo sistema exportador-importador,incluso sectores de baja productividad) que debían compatibilizar lacreación de una base económica para sustentar a los grupos nuevos conoportunidades de inserción económico-social para los grupos popularescuya presencia en las ciudades podría alterar el sistema de dominación.

    Esto supone la constitución de una “alianza desarrollista” entre fuerzascontradictorias, reservándose el papel de grupo dominante el sector

    empresarial. El Estado es visto en conjunción como agente económico dedesarrollo interno y de la dependencia externa. Como el populismodesarrollista variará según los países, los autores señalan la existencia detres formas de populismo (aunque también clasifican a la alianzadesarrollista en dos: una versión nacional populista, varguismo, peronismo,

     y otra estatal desarrollista, México): el populismo y economía de libreempresa (Argentina); populismo y desarrollo nacional (Brasil) y el Estadodesarrollista (Chile) (Mackinon & Petrone, 2003).

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    Respecto al “neopopulismo”, se ha recuperado este término para aplicarlo afenómenos contemporáneos. Uno de los autores representativos esZermeño (1989), quien, analizando el caso mexicano, relaciona lareaparición de lo “popular-nacional” con los efectos de la salida de un ordentradicional y el crecimiento acelerado, y el encuentro posterior con elestancamiento; con su consecuente impacto modernizador en la

    urbanización, en la industrialización –en una matriz social muy diferente ala europea que fue cuna del industrialismo–, en el primer momento, y elchoque contra el muro del estancamiento sin ninguna previsión, en elsegundo. El problema que está en la base de estos procesos, para Zermeño,es el debilitamiento de los precarios órdenes intermedios de estassociedades en tránsito acelerado hacia el estancamiento.

    Las dificultades para denotar identidades consistentes en el tiempo, ladescomposición de las endebles identidades previas, desnaturalizadas porla propagación irrefrenable de la pobreza –que genera la individuaciónanómica en el mundo de la exclusión en lugar de tender a la confrontación ya la formación de actores globalizadores en lucha por apropiarse de laorientación del todo social– actúa en favor de la relación líder-masas,culmina en el regreso del líder. Cuando una sociedad está atomizada, singrupos secundarios, asociaciones intermediarias o corporaciones, sostieneel autor, en los hechos delega su unidad a la institución estatal y está inermefrente a ella. En esas condiciones el Estado es libre para manipular a lapoblación sin que nada amenace a su independencia (Mackinon & Petrone,2003).

     Alberti (1995), también con una mirada pesimista, sostiene que es la lógicaanti institucional del movimientismo, característica del proceso político delos países de América Latina, la que aún gravita sobre la naturaleza de sus

    democracias actuales. Destacando la importancia del rol explicativo de lacultura política (definido como la forma predominante en que hacenpolítica los distintos actores políticos), el autor sostiene que la formapredominante de expresión de las identidades e intereses en la mayor partede América Latina desde el comienzo del intenso desarrollo capitalista aprincipios de este siglo ha sido la movilización de fuerzas socialesemergentes a través de movimientos colectivos anti-institucionales. Estosmovimientos proveyeron la base para la formación de nuevas identidadespolíticas, siguieron una lógica de articulación política amigo-enemigo quechocó con un orden institucional en descomposición pero elástico.

    El movimientismo entonces, es una cultura política, una forma particular

    de hacer política en la cual todos los principales intereses de la sociedadestán expresados en movimientos poco organizados, dirigidos por líderescarismáticos que dicen representar los “verdaderos” intereses de la nación,que no reconocen la legitimidad de sus contrincantes; al existir un solomovimiento y no partes, el movimientismo se vuelve antitético alpluralismo democrático.

    El autor sostiene que esta lógica, que se desplegó como el modopredominante de articulación entre Estado y sociedad civil en la larga

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    duración, explica mejor que nuevas denominaciones como neopopulismo odemocracia delegativa, los rasgos de las nuevas democraciaslatinoamericanas (Mackinon & Petrone, 2003).

    Su hipótesis central es que en la mayoría de los países latinoamericanos lalógica movimientista de la articulación política ha impedido la

    diferenciación estructural entre el Estado, el sistema político y la sociedadcivil y también ha determinado, en gran parte, su naturaleza peculiar. ElEstado se ha identificado con la conducción del movimiento en el poder ocon las fuerzas anti-movimiento que lo derrotaron, y el sistema políticonunca ha avanzado más allá de una etapa embriónica a raíz de la lógicahegemónica del modo movimientista de hacer política. Como consecuencia,la sociedad civil ha permanecido horizontalmente débil y ha sidoincorporada verticalmente en forma segmentada.

    El autor afirma que la lógica movimientista política de expresión,agregación, articulación y lucha de identidades e intereses ha llevado ya seaa la fusión (Carretón, 1983, Touraine, 1993) entre Estado, sistema político y

    segmentos de la sociedad civil en una tendencia algo totalitaria (lo queGermani llamó “regímenes nacional-populares”) desnaturalizando alEstado, sistema político y sociedad civil, ya sea a la represión del sistemapolítico y a la desarticulación de estado y sociedad civil.

    Éstas son las condiciones estructurales que no sólo bloquearon lainstitucionalización de todo régimen desde la crisis oligárquica sino quetambién dificultaron cada intento nuevo de institucionalización debido a laprogresiva expansión de la arena política y la proliferación de rivales por elpoder, cada uno de los cuales seguía la misma lógica movimientista(Mackinon & Petrone, 2003).

    Otra forma de enfocar los fenómenos recientes que algunos han llamado“neopopulismo” es la de Lazarte (1992) quien, analizando el caso boliviano,sostiene que el surgimiento rápido de nuevos liderazgos con fuerte apoyosocial (sobre todo en el sector informal), es a la vez, resultado de las fallasde los partidos en tanto estructuras de mediación y de las reorientacionesde la población. Como no se trata únicamente de los movimientos, sino deuna forma de hacer política, en lugar de usar el término “neopopulismo”,preferirá referirse al conjunto en términos de “informalización de lapolítica”, entendiendo como tal el proceso que se desarrolla al margen y encontra de la política tradicional pero también de la institucionalidaddemocrática, con la cual mantiene vinculaciones ambiguas.

    En la tradicional desconfianza de la población a toda forma derepresentación indirecta, sostiene que han jugado tanto tradicionesculturales como experiencias políticas pasadas y presentes expropiatoriasde la voluntad colectiva (Mackinon & Petrone, 2003).

    Según este autor, una de las vías de legitimación del sistema políticodemocrático es la acción de sus actores centrales, los partidos políticos, quedeben producir legitimidad del sistema y de ellos mismos ante la sociedad.

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    Esta nueva variante liberal del populismo (en oposición a una formaestatista) está asociada a la desintegración de las formas institucionalizadasde representación política, que ocurre con frecuencia durante períodos detrastornos sociales y económicos.

    Roberts postula que en lugar de representar el eclipse del populismo, el

    neoliberalismo podría ser un componente necesario de su transformación, amedida que el populismo se adapta a las estructuras cambiantes derestricciones y oportunidades. Para este autor, el populismo, que debedesvincularse de cualquier fase o modelo de desarrollo socioeconómico, esun rasgo recurrente de la política en América Latina atribuible a lafragilidad de la organización política autónoma entre los sectores populares

     y la debilidad de las instituciones intermedias que articulan y canalizan lasdemandas sociales dentro de la arena política.

    El nexo teórico entre el populismo y el neoliberalismo tiene su fundamento,afirma, en la tendencia recíproca a explotar –y exacerbar– ladesinstitucionalización de la representación política (Mackinon & Petrone,

    2003).

    En conclusión, y habiendo explorado las diferentes vertientes y acepcionesdel término “Populismo”, se puede afirmar que hay factores en común queayudan a una mejor interpretación conjunta, como son los movimientos demasa, la democratización y transformación de la sociedad, el modeloeconómico desarrollista, el liderazgo carismático y la falta de estabilidaddentro de los Estados; además, todas las versiones tienen muy presente eltema del contexto histórico, ya que extrapolando las situacionesexperimentadas por los países latinoamericanos durante las décadas del´30, ´40, ´50 y ´60 es imposible analizar bajo una única teoría unfenómeno político, social y económico de semejante importancia.

    Ciertamente, el auge de los “Populismos” latinoamericanos estuvopotenciado por el contexto histórico y ayudado por el nuevo modeloeconómico de desarrollo hacia adentro. En el caso de Perón y Vargasprincipalmente, ambos promovieron el desarrollo de modelos de políticainclusivos con reformas económicas y sociales que abarcaban a las masasurbanas, algo que no se había logrado llevar a cabo anteriormente.

    Más allá de que el marco parlamentario y democrático fue discutible, ya queen la mayoría de las decisiones preferían dejar de lado los preceptosconstitucionales, el sentimiento de pertenencia de los sectores obreros y la

    identidad que les otorgaron los líderes populistas a través de un liderazgomás bien carismático en términos weberianos, así como las batallasganadas en el ámbito de las previsiones sociales alcanzadas (vacacionespagas, jornadas de trabajo remuneradas, acceso a la vivienda, la salud y laeducación), hicieron que durante muchos años e incluso hasta en laactualidad, los partidos que siguen con esta línea sean objetos de peso enlas elecciones de los dirigentes políticos. 

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    4.3. La política de Estados Unidos y

    América Latina.

    4.3.1 Auge y crisis de los Estados

    Autoritarios

    Este punto se desarrollará en la presente lectura, a partir de la página 22.

    4.3.2 Impacto de la Revolución Cubana y

    la Guerra Fría en la Región

     

    En un primer momento, las causas que impulsaron la Revolucióncomunista en Cuba no salieron del estereotipo de los conflictos satélites quelibraban los dos bandos opositores que comandaban el orden internacionaldel momento, EE.UU. y la URSS. No obstante, con el correr de los hechos,Estados Unidos comenzó a considerar la expansión de este fenómenodentro del subcontinente como una amenaza real y potencial que podríaafectar su territorio de influencia.

    La reacción latinoamericana frente al estancamiento económico y político

    en que amenazaba hundirse el subcontinente venía a reforzar los anhelosque la Revolución Cubana estaba suscitando entre quienes desde fueraaspiraban a orientar el rumbo de América Latina. En lo que tocaba a estosúltimos, el vigor que la ola de prosperidad había infundido a las economías

     y sociedades desde las cuales se disponían a orientar ese curso los animabaa hacer pesar con mayor firmeza que nunca su influjo sobre el desorientadosubcontinente; cuando en Washington o en Moscú se afirmaba con tantaseguridad que éste estaba entrando en una etapa decisiva, se quería decirentre otras cosas que quienes formulaban esa profecía se juzgaban capacesde hacer lo necesario para que así ocurriese (Halperin Donghi, 1998).

    Durante la guerra de guerrillas contra el dictador Batista, Fidel Castro se

    había presentado como un reformista demócrata que luchaba contra latiranía para restaurar la democracia representativa. Sin embargo, una vezen La Habana, se deslizó firmemente hacia la izquierda. Sabía que cualquieramenaza a la inversión estadounidense -o a su hegemonía política- en Cubaprovocaría la intervención de Estados Unidos. A comienzos de 1959, Fidelhizo proposiciones a los soviéticos; a finales de año, Cuba ya recibía ayudaeconómica de Moscú. Pasado un año más, había completado un cambio casi

    3 Abarca los puntos 4.3 y 4.3.2 del Programa. 

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    total en las relaciones comerciales: de una dependencia comercialaplastante de Estados Unidos a una dependencia comercial aplastante de laUnión Soviética. La ayuda militar soviética también había comenzado aderramarse en el país. Resultaba evidente que los soviéticos estabandispuestos a hacer una apuesta mucho mayor de lo que nunca habíancontemplado en Guatemala en 1954. (Skidmore & Smith, 1999)

    Esto dio pie a reacción estadounidense prevista por Fidel. El intento dedesembarco en Bahía de Cochinos a comienzos de 1961 podría haber tenidoresultados positivos si el presidente Kennedy hubiera ordenado a la marinaestadounidense proporcionara cobertura aérea, en cambio decidió nohacerlo y la intervención fracasó. La dicotomía en las políticas generaba enla administración estadounidense un dilema debido a que la administraciónKennedy bregaba por desarrollar un mayor acercamiento con los países dela región y una mayor y mejor cooperación latinoamericana.

    Estados Unidos se vio humillado y derrotado, en primer lugar por el fracasode la invasión anticastrista, segundo por la torpe cobertura utilizada para

    esconder su participación. El fracaso fortaleció la revolución de Fidel, yaque logro probar que Estados Unidos representaba efectivamente unaamenaza constante para la seguridad cubana, lo que le otorgaba vía librepara intervenir en contra de la oposición interna. La invasión fallidatambién confirmó la entrada de la otra superpotencia en el hemisferio. Eltemor de la penetración soviética en las Américas se había convertido enalgo real. “Si los soviéticos estaban dispuestos a abastecer a los cubanos,¿cuántos otros movimientos guerrilleros latinoamericanos podrían esperarel mismo respaldo? Esa preocupación acicateó a los responsables políticosde Kennedy para apresurarse a formular su programa latinoamericano(Skidmore & Smith, 1999).

    En cuanto a los Estados Unidos, sin duda su disposición a gravitar másdecididamente en los conflictos satelizados en Latinoamérica quedabaevidentemente explicada por el desafío de la revolución de Cuba y elpatrocinio soviético que le aseguró la continuidad, pero ninguno de loscasos explicaban el rumbo que la administración Kennedy decidiría tomarhacia una política más activa. El escenario principal del combate contra laamenaza revolucionaria se trasladaba así al continente americano, éstaseran las verdaderas razones que orientaban las propuestas de política de laadministración Kennedy, que se inspiraban por una parte, en la misma raízque estimulaban los procesos revolucionarios y por otra en lasconsecuencias de los procesos de cambio socioeconómicos llevados a cabo

    en Asia y África a partir de la Segunda Guerra Mundial, que en algunoscasos habían elegido las vías revolucionarias y en otros no, lo cual ofrecíaenseñanzas útiles sobre experiencias de cómo soslayar las primeras yalcanzar las del segundo tipo a través de transformaciones menosincompletas que las latinoamericanas.

    Expresión de esta nueva política latinoamericana fue la Alianza para elProgreso, cuyas propuestas (que retomaban otras de origenlatinoamericano, a partir de la Operación Panamericana lanzada por el

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    presidente brasileño Kubitschek y la aún más grandiosa propuesta por FidelCastro) ponían en primer plano los aspectos de esa nueva línea que podíanresultar más gratos a la opinión latinoamericana. Ella propugnaba a la vezel recurso a la reforma agraria, cada vez que –como ocurría en casi todaLatinoamérica– éste se revelaba necesario para romper el estancamientorural, y una industrialización más rápida y menos limitada que en el

    pasado. Esos objetivos debían lograrse mediante la transferencia de veintemil millones de dólares a lo largo de diez años, la mitad de los cualesprovendría del tesoro de los Estados Unidos y el resto de inversionesproductivas privadas, y que debía ser complementada por inversiones deigual monto y de origen latinoamericano, aquí a cargo sobre todo delEstado; el objetivo era asegurar una tasa de crecimiento del producto bruto

     per cápita del orden del 2,5 por 100 anual (Halperin Donghi, 1998).

    Ello requería además la expansión de las funciones y los recursos delEstado, que figuraban también entre los objetivos declarados de la Alianza;ésta preveía en efecto una reforma impositiva que aumentase yredistribuyese la carga fiscal, complementada por un sistema de percepciónmás eficaz, y capaz por lo tanto de hacer pagar su parte a los más ricos. Perola creación de una base financiera más robusta para el Estado no tenía tansólo por objetivo facilitar el desarrollo económico y contribuir a unatransformación de la sociedad en sentido más igualitario; servía a la vez aese otro objetivo menos insistentemente pregonado de la nueva políticalatinoamericana de los Estados Unidos que era la consolidación aceleradade estructuras políticas y sociales capaces de encuadrar sólidamente a lasmasas; si los nuevos dirigentes de Washington advertían muy bien que unestado capaz de hacerse presente de modo decisivo en todas las esferas de la

     vida colectiva no era suficiente para asegurar ese encuadramiento, no seequivocaban al considerar que su ausencia lo hacía extremadamente difícil

    (Halperin Donghi, 1998).

    Para esa tarea de encuadramiento y canalización de las masaslatinoamericanas el gobierno de Kennedy confiaba en las corrientes dereforma moderada cuya fidelidad a la posición norteamericana en la guerrafría no había vacilado ni aun ante la sistemática ingratitud de Eisenhower, yesa confianza se traducía en la preferencia por las soluciones políticasencuadradas en el marco de la democracia representativa, frente a lasdictatoriales, que sin duda era exhibida con particular insistencia enfunción de la nunca extinguida polémica anticubana, pero que se apoyabasobre todo en la convicción de que los partidos de masas, tanto en un marcode democracia competitiva como en uno de monopolio político de hechosino de derecho, podían cumplir mejor esa función de control que elautoritarismo de base militar (Halperin Donghi, 1998).

    Pero, como contracara a esta política de cooperación, había un trasfondoque llevaba impresa una estrategia para combatir el avance del comunismoen la región, ya que Estados Unidos apoyaba a los gobiernos de anticomunistas, entrenando y ayudando a poner a los ejércitoslatinoamericanos al servicio de ese ambicioso programa de transformación

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    con propósitos de conservación del statu quo. Una parte considerable de losfondos del plan se orientaron a financiar esos ejércitos, que a la vez eranincitados a tomar a su cargo, a través de los “programas de acción cívica”,funciones de los lineamientos de desarrollo económico-social que losintrodujesen en el horizonte de experiencias cotidianas de las masasrurales, para que luego tuvieran que apoyarse en ellos en busca de

    orientación en los momentos de crisis, en parte supliendo la insuficientellegada del Estado y la de los partidos en esos rincones inhóspitos, lugarespropicios para el crecimiento de la semilla de la revolución, ante laamenazante promesa cubana de hacer de la cordillera de los Andes una“Sierra Maestra” a escala regional.

    El resultado fue la implantación de la presencia norteamericana máscompleja y diferenciada hasta el momento y por esa razón capaz de gravitareficazmente en una Latinoamérica que estaba transitando el camino deentrada en la era de masas. Esa estrategia respondía a un doble propósitode transformación y conservación a la vez, o siguiendo más las teorías deseguridad, de “seguridad y desarrollo”.

     Algunos casos…

    Los forjadores de la Alianza para el Progreso confiaron en una combinaciónimprobable de factores favorables: gobiernos electos que fomentarían elcrecimiento económico al tiempo que lograban la reforma social. Si

     América Latina tenía todos los problemas que sus analistas describían contanta frecuencia, ¿cómo podían de repente los políticos producir elconsenso necesario para llevar a cabo estos programas tan ambiciosos?¿Por qué iban a apoyarlos los ricos y privilegiados? ¿Podía lograrse elcrecimiento económico si las reformas sociales del gobierno amenazaban alos productores establecidos? (Skidmore & Smith, 1999).

    Se ha mencionado previamente que el destino desdichado de losreformistas demócratas de Chile, Brasil, Argentina y Perú.

    En Chile, Frei (1964-1970) se quedó muy lejos de sus objetivos en ámbitosclave como la reforma agraria y la redistribución. Luego el poder pasó a unreformista más radical, Salvador Allende (1970-1973), bajo quien la políticase polarizó de forma muy peligrosa y la economía escapó del control, debidoen parte a la guerra económica de Estados Unidos contra Chile. Elreformismo -del que Allende seguía siendo representante- había fracasadoestrepitosamente. El régimen militar represivo que siguió a partir de 1973 fueen parte lo que la Alianza para el Progreso debía haber evitado. (Skidmore &

    Smith, 1999)

    En Brasil, Janio Quadros (1961) pareció al principio ser el dinámicoreformista muy votado que necesitaba el país. Pero renunció tras sólo sietemeses en el cargo, con lo que inició tres años de crisis política queculminaron en un golpe contra su ineficiente sucesor, Joao Goulart (1961-1964). Los gobiernos dominados por los militares a partir de 1964 hicieronhincapié en el crecimiento económico, pero se ocuparon poco de la reformasocial. El resultado fue el aumento de la desigualdad social, combinado con

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    un alejamiento constante en los años sesenta de las elecciones directas,camino que los artífices de la Alianza para el Progreso debían haberpensado que constituiría una invitación a las dificultades (Skidmore &Smith, 1999).

    En Argentina, la mayor esperanza de los reformistas demócratas fue el

    gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), pero pronto fue puesto en peligropor su impopular programa antiinflacionario y cayó víctima de la antiguaconfrontación entre peronistas y militares. Ninguno de los gobiernos quesiguieron se aproximó al modelo hipotético de la Alianza para el Progreso(Skidmore & Smith, 1999).

     Venezuela, uno de los pocos países que mantuvieron un gobierno civilcontinuo, era un lugar privilegiado para la política reformista patrocinadapor Estados Unidos. No obstante, produjo una reforma social insignificante

     y su importancia siempre se vio comprometida por sus ingresos petrolerosllovidos del cielo (Skidmore & Smith, 1999).

    En Perú, el presidente Fernando Belaúnde Terry (1963-1968) parecía unreformista demócrata y apostó por el desarrollo económico, sobre todomediante la apertura de la Amazonia peruana. Pero no pudo controlar a losmilitares nacionalistas y también se topó con severas dificultadeseconómicas. Fue depuesto por un golpe militar encabezado por el generalJuan Velasco Alvarado, cuyo régimen militar puso en práctica una reformaagraria más radical que cualquiera de las contempladas por Belaúnde. A su

     vez, Velasco fue reemplazado por un régimen militar más a favor del sectorprivado, que permitió la celebración de nuevas elecciones en 1980, yBelaúnde, exiliado desde hacía mucho tiempo en Estados Unidos, fuereelegido para la presidencia. Pero las dificultades económicas seamontonaron contra su gobierno reformista. (Skidmore & Smith, 1999)

    Colombia fue otro país en el que los planificadores estadounidensespusieron grandes esperanzas. El presidente de 1958 a 1962, Alberto LlerasCa-margo, era un elocuente y atractivo político del Partido Liberal,procedente de una importante familia colombiana. Su cuadro deeconomistas y tecnócratas preparó los detallados planes económicos ysociales que pedía la Alianza para el Progreso. Obtuvieron grandespréstamos del gobierno estadounidense y los organismos multilaterales, ylos entusiastas observadores estadounidenses pronto calificaron a ese paísde «escaparate» del reformismo demócrata. Desafortunadamente, lasesperanzas resultaron prematuras, ya que el gobierno colombiano logró una

    escasa reforma en ámbitos cruciales como la redistribución de la tierra. Aunque el crecimiento económico estaba en ciernes, muy poco de él benefició al sector rural de los poblados de chabolas que se multiplicabancomo hongos alrededor de las ciudades. A mediados de los años sesenta,Colombia se había convertido en un ejemplo primordial de las críticas delCongreso estadounidense, como las del senador J. William Fulbright, queencontraba muy pocos de los objetivos de la Alianza cumplidos en ese país«escaparate» (Skidmore & Smith, 1999).

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    Los acontecimientos de la República Dominicana expusieron de modo brutal las contradicciones de la política estadounidense. El asesinato en1961 de Rafael Trujillo, uno de los dictadores caribeños más famosos, abrióel camino para unas elecciones presidenciales libres, ganadas por JuanBosch, reformista popular cuyas ideas se adecuaban sin duda al molde de la

     Alianza para el Progreso. A pesar del apoyo estadounidense, fue depuesto

    por un golpe militar en 1963. Otra revuelta armada en 1965 desató lostemores en la administración de Lyndon Johnson de que surgiera unrégimen semejante al castrista, lo que sería un desastre tanto para supolítica exterior, como para su posición en la opinión internaestadounidense. Johnson escuchó a todos sus consejeros y luego envió20.000 soldados. Se les unieron tropas de Brasil, ahora regido por ungobierno militar ansioso por mostrar su celo en la guerra fría (Skidmore &Smith, 1999).

    En 1966 fue elegido presidente otro civil, Joaquín Balaguer, y las tropasestadounidenses y brasileñas se marcharon. Pero Estados Unidos habíasuscitado resentimiento en gran parte de América Latina por la manera tandura con la que la administración Johnson había demandado (y apenashabía conseguido) la bendición de la OEA para su intervención. No es quese hubiera vuelto a los años veinte, pero tampoco se estaba en la nueva erareluciente que John Kennedy había soñado en 1961 (Skidmore & Smith,1999).

    En 1970 resultaba evidente que la Alianza para el Progreso había fracasado.Las expectativas habían sido demasiadas, teniendo en cuenta las realidadespolíticas, económicas y sociales de la década. Además, el objetivo defomentar la democracia chocó de inmediato con la de impedir más “Cubas”.En Brasil, por ejemplo, Estados Unidos se convenció de que el presidente

    Joáo Goulart dirigía a su país hacia la izquierda de forma peligrosa y deinmediato apoyó a la conspiración de civiles y militares que finalmenteterminaron por derrocarlo. A finales de la década, el régimen militar sehabía convertido en uno de los más represivos, muy alejado de laspretensiones reforma social buscadas por la Alianza; no obstante, siguiórecibiendo la mayor cantidad de ayuda estadounidense.

    En Argentina, entre 1963 y 1966, Estados Unidos se encontró tratando conel débil gobierno civil de Arturo Illia, a quien sucedió el régimen represivodel general Onganía. Pero aquí también un general tenía sus atractivos para

     Washington, al igual que sus sucesores militares, ya que coartaban todotipo de iniciativa de los movimientos peronistas, devenidos en guerrilleros.

     A pesar de que la ideología de la Alianza para el Progreso fue establecidapor Kennedy y los «nuevos hombres de la frontera», luego de su asesinato,el presidente Lyndon B. Johnson, ex vice, prometió continuar con lasmedidas básicas cuando tomó posesión del cargo en noviembre de 1963, locual se vio dificultado por el nuevo contexto que comenzaría a vivir elpueblo norteamericano a partir de la intervención en Vietnam. La elecciónde Richard Nixon en 1968 produjo un cambio en la política, aunquemantuvo un compromiso retórico con la democracia y la reforma social, en

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    esencia Nixon y sus consejeros estaban a favor del retorno a la posturarepublicana más conservadora de dejar el desarrollo económico en manosdel sector privado. En consecuencia con el segundo objetivo de la Alianza,su administración aumentó la ayuda militar, cuya misión presidencial en1969 a América Latina señaló de forma contundente que «un nuevo tipo demilitar está destacando y convirtiéndose con frecuencia en una fuerza

    importante para la acción social constructiva en las repúblicaslatinoamericanas». Las implicaciones resultaban obvias y terribles a largoplazo...

    Nixon fue el primer presidente estadounidense que tuvo que tratar con un jefe de Estado marxista electo en América Latina. La victoria de Salvador Allende en 1970 fue una prueba para Estados Unidos, comprometidopúblicamente con la reforma social, pero muy contrario a los movimientosde izquierdas. Aunque el régimen de Allende nunca alcanzó un estadiorevolucionario, la administración Nixon estuvo determinada desde el día desu elección a usar cualquier medio («hacer chillar la economía» fue una delas sugerencias de Nixon al director de la CIA, Richard Helms) para impedirque tomara posesión o, si fallaba esto, para acelerar su caída. (Skidmore &Smith, 1999).

    Estados Unidos desactivó la inversión privada en Chile y obstruyó, cuandofue posible, su acceso a la financiación de los organismos multilateralescomo el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco deDesarrollo Interamericano. Al mismo tiempo, el presidente Nixon ordenó ala CIA desarrollar y poner en práctica un plan secreto para acosar algobierno chileno. Se gastaron al menos 10 millones de dólares en subsidiosa la prensa opositora chilena (en especial en El Mercurio, anti-Allendemilitante) y a grupos de oposición, incluidos muchos huelguistas que

    ayudaron a paralizar la economía del país en 1972-1973. Considerado en elcontexto de todos los problemas que afrontaba Allende, el esfuerzoestadounidense es muy probable que tuviera una importancia marginal.

    Fueron los militares y las clases medias y altas quienes se levantaron contrael gobierno de Unidad Popular. (Skidmore & Smith, 1999). No necesitabanel adoctrinamiento de Estados Unidos sobre qué hacer y cómo, perociertamente éste aumentó la sensación de asedio sentida por el gobierno de

     Allende y alentó a la oposición para que creyera que les esperaba sugenerosa ayuda tras el golpe, que incluso dio muerte al entonces Presidente.

    De este periodo, no careció de importancia la amplia publicidad que se

    otorgó a las actividades ocultas de Estados Unidos. La documentaciónoficial recogida por un comité específico del Senado en 1975 y lasrevelaciones periodísticas que siguieron confirmaron que seguía estandodispuesto a intervenir del modo que hacía tanto tiempo venían sosteniendolos latinoamericanos. Esta misma tendencia reaparecería durante los añosochenta, cuando el presidente Ronald Reagan autorizó una invasión militarde Granada y una constante campaña de operaciones encubiertas contraNicaragua (Skidmore & Smith, 1999) y demás países latinoamericanos.

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    En el módulo siguiente se analizarán más exhaustivamente los procesosmilitares y el cambio de modelo económico que terminó de marcar eldestino del subcontinente latinoamericano para los siguientes treintaaños…

    1.  ¿Qué entiende por Populismo?

    2.  ¿Cuáles fueron los objetivos de Estados Unidos a través de la implementación dela Alianza para el Progreso?

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    4.3.1 Auge y Crisis de los Estados

    Autoritarios.

    Decaimiento del Modelo de Industrialización por

    sustitución de Importaciones (ISI) y de los Estados Autoritarios.

     A fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta las economíaslatinoamericanas se encontraban en pleno proceso de industrialización yurbanización, acompañado de un rápido crecimiento económico y unaexpansión de las importaciones, junto con la recuperación del modelo

     basado en las exportaciones, lo cual permitió abrir un espacio a la ideologíaindustrializante que recién estaba surgiendo.

     Al contrario de la ideología liberal, la defensa del desarrollo mediante laindustrialización tenía el inconveniente del “vacío teórico” y del

    escepticismo a causa de la falta de teorías que pudieran adaptarse a larealidad económica y social a entender y transformar.

    Como ya se comentó previamente, el desarrollo de la EscuelaEstructuralista Latinoamericana y la CEPAL vinieron a cumplir ese papel enesta región, de la mano de los “Manifiestos”4 de Prebisch y personalidadescomo Celso Furtado, Aníbal Pinto, Osvaldo Sunkel y muchos otrospensadores.

    El análisis cepalino tiene como uno de sus ejes la dinámica del contrasteentre el modo en que el crecimiento, el progreso técnico y el comerciointernacional se dan en las estructuras económicas y sociales de los países

    periféricos y centrales (Sistema Centro – Periferia). Otro de los ejes es elproceso de industrialización, que aunque no atenuaría la vulnerabilidadexterna de la región (sostenimiento del rol de periferia exportadora deproductos primarios) que siempre tendía hacia el desequilibrio de balanzade pagos, aliviaría la demanda de importaciones a través del procesosustitutivo, pero imponía nuevas exigencias, derivadas de la nuevaestructura productiva y del crecimiento del ingreso, por lo que sólo alterabala composición de las importaciones, renovándose el problema deinsuficiencia de divisas.

    La preocupación por este desequilibrio llevó a que se destacara laimportancia de estimular las exportaciones, razón por la cual la CEPAL seembarcó en la elaboración de dos iniciativas institucionales importantespara la región: participó en la creación del ALALC (AsociaciónLatinoamericana de Libre Comercio) y varios años después Prebisch sedestacaría en la creación de la UNCTAD (Conferencia de las NacionesUnidas sobre Comercio y Desarrollo). La primera conllevaba la idea de

    4 En 1949 Prebisch redactó para la CEPAL “El Desarrollo Económico de la AméricaLatina y algunos de sus principales problemas” al que luego Hirschmandenominaría “Manifiesto Latinoamericano”.

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    ampliar el comercio intrarregional, que facilitaría la expansión del sectorindustrial y la profundización del proceso sustitutivo. La segunda, llevabaimplícita la idea de atenuar la vulnerabilidad de los países periféricosaplicando mecanismos de intervención internacional concertados con lospaíses centrales, diversificar las exportaciones y reforzar la cooperacióninternacional para el desarrollo de la periferia.

    Más allá de todas estas iniciativas, la región continuaría siendo vulnerablepor la insuficiencia de ahorro y divisas y la imposibilidad de esquivar losestrangulamientos externos, además de los problemas inherentes a suestructura productiva y a la incapacidad de los gobiernos de conocer lastendencias básicas de sus economías.

     A fines de la década del ´50 y principios de los sesenta hubo ciertoselementos que incidieron en la evolución del modelo de desarrolloeconómico latinoamericano.

    En primer lugar el crecimiento de los países en un contexto de inestabilidad

    macroeconómica y de presiones inflacionarias. Segundo, mientras elproceso de industrialización continuaba, el de urbanización se traducía enla pauperización del estilo de vida de los obreros, especialmente los ruralesque se trasladaban a las ciudades en busca de trabajo. Paralelamente, apesar de que la democracia se consolidaba, las presiones sociales políticas ysindicales se incrementaban. Y tercero, la repercusión de la RevoluciónCubana de 1959 en la región y en la actitud del gobierno de Estados Unidosfrente al movimiento político que se propagaba por América Latina,expresado en el Programa de la Alianza para el Progreso dirigido por laOEA (Organización de Estados Americanos).

     A mediados de la década del sesenta muchas de estas situaciones se

    envilecieron, resultando una polarización política e ideológica, que llegó enmuchos casos hasta el enfrentamiento entre las dictaduras de derecha y lasorganizaciones revolucionarias de izquierda.

    Frente a estas situaciones, la CEPAL se mantuvo en una posición moderada,sirviendo de foro para debatir ideas del proceso de desarrollo en curso,haciendo hincapié en la necesidad de alterar la estructura social yredistribuir el ingreso, específicamente a través de la reforma agraria, sinesto no sería posible superar la “insuficiencia dinámica” de las economíasde la región.

    En este período también nacen dos vertientes de pensamiento analítico

    representativas de la institución. Por un lado la tesis de la “dependencia” ypor el otro la de la “heterogeneidad estructural”.

    En cuanto a la Teoría de la Dependencia, el análisis político fue hecho porCardoso y Faletto en “Dependencia y Desarrollo en América Latina” (1969),

     y su tesis principal es la vinculación de los procesos de crecimiento de losdistintos países con el comportamiento de las clases sociales y lasestructuras de poder. Esta vinculación debe hacerse considerando las

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    relaciones entre esas estructuras internas y el poder económico y político enel resto del mundo. La especificidad histórica del subdesarrollo reside en larelación entre las sociedades periféricas y centrales, por lo que hay queanalizar la forma como las economías subdesarrolladas se vincularonhistóricamente con el mercado mundial y cómo se constituyeron los grupossociales internos que definieron las relaciones internacionales intrínsecas al

    subdesarrollo.

    Desde el punto de vista económico, el análisis estuvo vinculado con AndréGunder Frank, de tradición marxista, cuya idea era que la industrializaciónque ocurría en América Latina correspondía a una nueva modalidad deexplotación secular que el imperialismo imponía a los trabajadores de laregión subdesarrollada en alianza con la elite local. Según esta concepción,el proceso de acumulación era indisociable de la expansión capitalistainternacional y del imperialismo y constituía parte de un proceso que sóloenriquecía a los países desarrollados y a la pequeña elite dominante localque los representaba.

    El sistema capitalista mundial funciona basado en la formación yexplotación de un conjunto de satélites y subsatélites, que se reproducendentro de cada país, que forman subsistemas de explotación internosligados al sistema mundial (Frank, 1976). La conclusión de esta teoría es lanecesidad de una ruptura radical con la economía mundial capitalista, loque ciertamente no coincide con las ideas cepalinas ni estructuralistas.

    La CEPAL consideraba que la “condición periférica” no significabanecesariamente una fuente de explotación insuperable que implicararomper con el capitalismo, sino que los problemas debían superarsemediante políticas económicas y sociales bien elaboradas a nivel nacional einternacional. Paralelamente también se desarrollaba la tesis de“heterogeneidad estructural” de Pinto, que partió de la constatación de quelos frutos del progreso técnico tendían a concentrarse tanto respecto a ladistribución del ingreso entre las clases como a la distribución entresectores (estratos) y entre regiones dentro de un mismo país - Enclavesproductivos - (Pinto, 1965). Posteriormente, pulió dicho análisis con elargumento de que el proceso de crecimiento en América Latina tendía areproducir en forma renovada la vieja heterogeneidad estructuralimperante en el período agrario-exportador (Pinto, 1970).

    Como reflexión de estas tres tesis se puede decir que para alcanzar lasreformas y una mejora en la distribución del ingreso se precisaba una

    profunda transformación política que tuviera como centro prioritario larecuperación de la Democracia en los países que estaban bajo la égida de lasdictaduras militares5, para luego llevar a cabo las transformaciones elcampo económico y social.

    5 Muchos países latinoamericanos se encontraban en esta situación, a saber: Brasil(1964-1985), Argentina (1960-1963), Chile, entre otros tantos. 

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    Bibliografía Lectura 4

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     www.uesiglo21.edu.ar