lección 03 - el despertar de la conciencia y la íntima...

22

Upload: others

Post on 25-Apr-2020

7 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Tema 3

El Despertar de la Conciencia y la

Íntima Recordación de Sí mismowww.gnosis.es

-3-

EL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

Como ya dij imos en la lección anterior, existen cuatro estados de conciencia posibles para el hombre:

- El sueño, - la conciencia de vig i l ia, - la auto-conciencia - y la conciencia objetiva.

Imaginad por un momento una casa con cuatro pisos. El pobre “ani-mal intelectual”, equivocadamente llamado hombre, vive normalmente en los dos pisos de abajo, pero jamás en la vida usa los dos pisos superiores. Es decir, vive sólo en dos de esos estados de conciencia; una parte la pasa en el sueño y otra parte en eso que denominamos “conciencia de vig i l ia”, que es por desgracia otra “forma del sueño”.

E n e l p r ime ro de esos estados, e l sue-ño, mientras el cuerpo f ís i co due rme en l a cama, el Ego anda con la conciencia dormida como un sonámbu lo moviéndose por la re-gión molecular o mun-do astral. En esa región p royecta “sueños” y vive en ellos.

No existe lógica alguna en el mundo de los sueños, no existe con-tinuidad, causas, efectos; todas las funciones psíquicas trabajan sin di-rección alguna y aparecen y desaparecen imágenes subjetivas, escenas incoherentes, vagas, imprecisas, restos de recuerdos del día, ecos del pasado, etc.

Objetiva

Conciencia

Vigilia

Sueño

-4-

Todo ese un iverso de sue-ños atraviesa nuestra psiquis sin dejar más que un rastro ínf imo en la memoria y casi siempre sin dejar huella alguna.

Cuando e l Ego regresa a l cuerpo físico, aparece entonces el segundo estado de concien-cia, l lamado estado de vig i l ia, y que en el fondo no es sino otra “forma de sueño”. Sucede como cuando sale el Sol, las estrel las se ocultan ante la luminosidad del día, pero eso no significa que dejan de existir. Así son los “sue-ños” en el estado de vigilia, ellos continúan secretamente, no desaparecen. Al regresar al cuerpo físico los sueños continúan en el interior; el l lamado estado de Vigi l ia, que algunos llaman conciencia lúcida o conciencia desp ierta, es realmente un “soñar desp ierto”, un estado de conciencia relativa y subjetiva.

A consecuencia de la vivacidad de las impresiones sensoriales, de los deseos y los sentimientos, en particular del sentimiento de con-tradicción o de imposibi l idad, cuya ausencia es total en el estado de sueño, los sueños se hacen invisibles, pero están presentes y a menudo ejercen sobre el conjunto de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones un influjo cuyo fuerza supera a veces la de las percepciones reales del momento. De hecho, es más peligroso el “soñar desp ierto” que el “soñar dormido” de la noche. El “soñador despierto” que quiere l levar a cabo sus sueños, puede l legar a dañar a otros en el mundo físico. Sin embargo, los “sueños de la noche” son inofensivos, por más violencia que se ejerza, a nadie se daña.

Esto significa que el “animal intelectual”, tanto de día como de no-che, vive en un mundo de sueños : maneja coches soñando, trabaja en la fábrica, en la oficina, en el campo, etc., soñando; se enamora en sueños, se casa en sueños; rara, muy rara vez en la vida está despierto,

-5-

vive en un mundo de sueños e i lusiones y cree firmemente que está despierto, sin darse cuenta que permanece influido poderosamente por los sueños. Con justa razón dijo el Poeta, que “la vida es sueño”.

Todos los absurdos y todas las contradicciones de los hombres y de la vida humana en general se explican si comprendemos que los hom-bres viven en el sueño, obran en el sueño y no saben que duermen.

Las enseñanzas sagradas del pasado se-ñalan con mucho énfasis este estado de conciencia dormida en que vive el hombre, e insisten en la necesi-dad de despertar. Los Cuatro Evange l ios , po r ejemp lo, exigen el despertar (unas d i ez veces encont ra-m o s e n e l N u e v o Tes t amen to l a ex i -gencia de “Velad”…), pero desgrac iada-mente esas ense-ñanzas no d i cen cómo hacer lo, no indican con preci-sión cómo desper-tar.

Pa ra l og ra r l o , ante todo es nece-sar io comp render q ue s e e s t á do r -m i do . Só lo cuando a lgu ien se da cuen-ta cabal de que está dorm ido , só lo cuando comprende lo que signi-fica “estar dormido”, entra realmente en el camino de l

-6-

despertar. Jamás podremos despertar si antes no nos damos cuenta de que estamos dormidos.

Resumiendo diremos que estos dos estados, sueño y “sueño des-p ierto” (o vigi l ia), son los únicos estados en que vive el “animal inte-lectual”… Más existen otros dos estados de conciencia, posibles de alcanzar para el hombre; pero estos estados no le son accesibles sino después de una lucha dura y prolongada. Estos estados son la auto-conciencia (o “conciencia de sí mismo” ) y la conciencia objetiva.

Creemos general-mente que poseemos la conc i enc i a de s í m i smos , que somos consc i en tes de no-sotros m ismos , o en todo caso que pode-mos ser conscientes de nosotros mismos en el instante en que lo deseemos; pero en realidad la “auto-con-ciencia” es un estado que nos at r i bu imos sin el menor derecho. Y en cuanto a la con-ciencia objetiva, es un estado del cual nada sabemos.

Para comprender mejor estos dos estados, debemos saber que la concienc ia de sí mismo es un estado en el que el hombre se torna objetivo respecto a sí mismo, adquiere el conocimiento de sí mismo, y la conciencia objetiva es un estado en el cual el hombre entra en con-tacto con el mundo real y objetivo, del cual ahora está separado por los sentidos, los sueños, las i lusiones y las fantasías; en definitiva, por los estados subjetivos de conciencia.

-7-

Para entender mejor los cuatro estados de conciencia, vamos a es-tudiarlos desde el punto de vista de las posibilidades que ofrecen cada uno de ellos para conocer la Verdad.

En el primer estado de conciencia, el sueño, nada podemos saber de la verdad. Aún si l legan a nosotros percepciones o sentimientos reales, éstos se mezclan con los sueños y en este estado no podemos distinguir los sueños de la realidad.

En el segundo estado de conciencia, el “sueño desp ierto”, no po-demos conocer sino una verdad re lat iva . La subjet iv idad caracteriza este estado, de allí que a veces se le denomine conciencia relat iva y subjetiva. Es un estado de creencias, opiniones, pero sin tener certeza alguna sobre lo que creemos y opinamos.

Un estado sujeto al proceso deprimente de la opción, en el que nunca sabemos nada a ciencia cierta. Aquí encontramos la lucha de los opuestos, los fanatismos y sectarismos sobre lo justo y lo injusto, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, donde las opiniones y creencias varían y enfrentan a las personas. Todo es relat ivo. En este estado nunca se puede tener la certeza total. Conclusión: un estado de ignorancia y de error.

En el tercer estado de conciencia, la auto-conciencia, podemos co-nocer toda la verdad sobre nosotros mismos. Este estado se manifiesta como sintetismo conceptual, revisión analítica y consciente de creen-cias y opiniones, inducción y deducción de tipo reflexivo, estudios muy serios sobre la psicología humana, y sobre fenómenos y leyes, etc., etc., etc. En un estado de experiencias vívidas y directas que lleva al hombre a alcanzar el conocimiento de sí mismo.

En el cuarto estado, la conciencia objetiva, el hombre está en con-diciones de conocer la verdad entera sobre todas las cosas, puede es-tudiar “las cosas en sí mismas”, “el mundo real tal cual es”; se alcanza la Iluminación.

Este estado está tan lejos de nosotros que no podemos siquiera pensar en él de manera apropiada, y debemos esforzarnos por com-

-8-

prender que los destel los de conciencia objetiva sólo pueden tenerse en el estado plenamente real izado de conciencia de sí mismo.

Esto quiere decir que en un estado inferior de conciencia podemos tener destellos del estado superior. Por ejemplo: Durante el sueño pro-fundo podemos tener destel los del estado de vigi l ia (en esos destellos es como si despertásemos en los sueños, los vivimos con mucha rea-l idad) . Durante el estado de vigi l ia podemos tener destel los de auto-conciencia (y en los destellos de ese nuevo estado despertamos a la realidad del “sueño de vigi l ia”; comenzamos a comprender el signifi-cado de “vivir dormidos”). Durante el estado de auto-conciencia po-demos tener destel los de conciencia objetiva (conciencia plenamente despierta; estado de Turiya, clarividencia realmente objetiva, iluminada, perfecta, polividencia, etc., etc., etc.).

Es lamentable que el “animal intelectual” no pueda alargar los des-tel los de auto-conciencia y convertirlos cada vez en más continuos y permanentes. Si queremos tener periodos más largos de auto-concien-cia, debemos comprender que éstos no pueden producirse por sí mis-mos. Exigen un acto de voluntad. Esto quiere decir que la frecuencia y la duración de los momentos de auto-conciencia dependen del poder que tengamos sobre sí mismo. En cierto modo, conciencia y voluntad son dos aspectos de una misma cosa.

El error más grave de las gentes es el de presumir de auto-cons-cientes y creer además que todo el mundo posee este estado de con-ciencia, que las gentes poseen la conciencia de sí mismos o que por lo menos pueden tenerla en el instante que quieran.

Si las gentes tuvieran la conciencia despierta la Tierra sería un pa-raíso, no habría guerras, no existiría ni lo mío ni lo tuyo, todo sería de todos, viviríamos en una Edad de Oro. Pero es muy difícil hacerles ver a las gentes que no son conscientes de sí mismos y que no pueden lle-gar a serlo a su antojo. Y es particularmente difícil porque a naturaleza les hace aquí una singular jugarreta:

Preguntad a un hombre “si es consciente”, o decidle “que no lo es”; os responderá que es perfectamente consciente de sí mismos y que

-9-

es absurdo decir que no lo es, puesto que en ese instante os oye y os comprende. Y tendrá completa razón, pero al mismo tiempo se equi-vocará totalmente. Esa es la “broma-ilusión” que le hace la naturaleza. Tendrá razón porque vuestra pregunta o vuestra observación le habrá hecho vagamente consciente por un instante. Instantes después (cuan-do no haya nadie ni nada que lo “desp ierte” vagamente) la conciencia habrá desaparecido, pero él recordará lo que le habéis dicho, lo que respondió y creerá de seguro ser consciente.

En realidad la adquis ic ión del tercer estado de conciencia supone un trabajo arduo y prolongado. ¿Cómo podría un hombre someter-se a ese trabajo si piensa que ya posee esa cosa que se le prome-te como resultado de un trabajo duro y prolongado? Naturalmente el hombre no emprenderá esa labor y no la considerará como un nece-sidad mientras no haya adquirido la convicción de que no posee ni la conciencia de sí mismo, ni todo lo que con ella se relaciona, es decir, unidad o individual idad psicológica, un Yo permanente e inmutable, voluntad consciente, capacidad de hacer, etc.

Cuan do u no De sp i e r t a Conc ienc ia , cuando se hace auto-consc iente, cuando ad-quiere conciencia de sí mismo, es entonces cuando realmen-te viene a conocer la verdad sobre s í mismo. Antes de al-canzar e l te rcer estado de conciencia, uno realmente no se conoce a s í m ismo, aun cuando crea que él mismo se conoce.

Es ind ispensab le adqu i r i r el tercer estado de concien-cia, subir al tercer p iso de la casa, antes de tener derecho a pasar al cuarto piso. El cuar-to estado de conciencia, e l

-10-

cuar to p iso de la casa, es rea lmente formida-b le. Sólo qu ien l lega a la conciencia objet iva, al cuarto estado, puede estudiar las cosas en sí m i smas , e l mundo ta l cua l es . Quien l lega al cuar to p iso de la casa es fuera de toda duda

un I luminado; conoce por expe r i enc ia d i rec ta los

Misterios de la Vida y de la Muerte, posee la Sabiduría,

su “sentido espacial” está ple-namente desar ro l lado… Pero

para ello tenemos que Despertar la Conciencia.

S i queremos l legar al Despertar de la Conciencia, a la auto-conciencia, tenemos que

trabajar con la conciencia aquí y ahora . Es precisa-mente aquí en este mundo físico donde debemos trabajar para

Despertar la Conciencia. Quien despierta aquí, despierta en todas par-tes, en todas las dimensiones del Universo.

-11-

LA ÍNTIMA RECORDACIÓN DE SI MISMO

Para alcanzar el estado de auto-conciencia debemos recordarnos a sí mismos… Una de las características del estado de vigi l ia (el “soñar despierto”), es que el hombre vive en olvido de sí mismo. Está ausente. No tiene verdadera real idad. El Recuerdo de Sí es un acto de voluntad en el que el estudiante trata de sentirse a sí mismo, de ser consciente de sí mismo.

Hablando sobre ello, el maestro Samael escribió: “Aún cuando parezca increíble, cuando el estudiante se observa

a sí mismo no se recuerda a sí mismo. Los aspirantes, fuera de toda duda, realmente no se sienten a sí mismos, no son conscientes de sí mismos. Parece algo inverosímil que cuando el aspirante gnóstico auto-observa su forma de reír, hablar, caminar, etc., se olvida de sí mismo, esto es increíble, pero cierto. Sin embargo es indispensable tratar de recordarse a sí mismo mientras uno se auto-observa; esto es fundamental para lograr el Despertar de la Conciencia.

Auto-observarse, auto-conocerse sin olvidarse de sí mismo, es terriblemente difícil, pero espantosamente urgente para lograr el despertar de la conciencia. Esto que estamos diciendo parece una tontería; las gentes ignoran que están dormidas, ignoran que no se recuerdan a sí mismas, ni aunque se miren en un espejo de cuerpo entero, ni aún cuando se observen en detalle minuciosamente.

Este olvido de sí mismo, esto de no recordarse a sí mismo, es realmente la causa-causorum de toda la ignorancia humana. Cuando un hombre llega a comprender profundamente que no puede recordarse a sí mismo, que no es consciente de sí mismo, está muy cerca del Despertar de la Conciencia.

Estamos hablando algo que hay que reflexionar profundamente; esto que aquí estamos diciendo es muy importante y no se puede comprender si se lee mecánicamente. Nuestros lectores deben re-flexionar.

-12-

Durante la íntima recordación de sí mismo, en ese tremendo súper-esfuerzo por ser consciente de su propio Yo, es claro que la atención se divide, y aquí volvemos nuevamente a aquello de la división de la atención. Una parte de la atención se dirige, como es apenas lógico, hacia el esfuerzo, y la otra hacia el Ego o Yo pluralizado...”.

LA DIVISIÓN DE LA ATENCIÓN

El recuerdo de sí exige la DIVISIÓN DE LA ATENCIÓN. Sin la divi-sión consciente de la atención, el recuerdo de sí es imposible de reali-zar. La división de la atención es un acto de voluntad que no se puede hacer por sí solo, requiere un esfuerzo intencional y consc iente . Es muy importante comprender a qué se refiere ésta división de la aten-ción.

Para explicar la idea de la división de la atención, el maestro Samael citó las experiencias que el escritor y esoterista ruso, Pedro Ouspensky,

exper imentó cons igo m i smo. Comentando esos experimentos, escribió:

“Trataré de describir mis ten-tativas de “recordarme a mí mis-mo”. Mi p r imera impres ión fue que los ensayos de recuerdo de sí, o de ser consciente de sí, de decirse: “Soy yo el que camina, soy yo el que hace esto”, al tratar continuamente de experimentar la sensación de este Yo, se de-tenían los pensamientos. Cuando tenía la sensación de mí, ya no podía ni pensar ni hablar: las mis-mas sensaciones se obscurecían.

-13-

Por eso uno no puede “recordarse a sí mismo” de esta manera sino por algunos instantes.

Yo había ya hecho ciertos experimentos en “detener el pensamien-to” del t ipo de aquellos que son mencionados en los l ibros sobre el Yoga… Los primeros ensayos de “recuerdo de sí” me hicieron recordar mis tentativas anteriores.

En efecto, ambas experiencias eran casi idénticas, con la única dife-rencia de que al detener los pensamientos la atención está totalmente orientada hacia el esfuerzo de no admitir pensamientos, mientras que en el acto del “recuerdo de sí” la ATENCIÓN SE DIVIDE: una parte se dirige hacia el mismo ESFUERZO; otra hacia la SENSACIÓN DE SÍ.

Esta ú lt ima experiencia me capacitó para l legar a una cierta de-f in ic ión, posiblemente muy incompleta, del “recuerdo de si”, que sin embargo probó ser muy úti l en la práctica. Yo hablo del recuerdo de sí, en lo que se refiere a la divis ión de la atención, siendo ésta su rasgo característico. Me la representé de la siguiente manera:

Cuando observo algo, mi atención está dirigida hacia lo que observo.

Yo -------------------------------> el fenómeno observado.

Cuando al mismo tiempo de observar algo, trato de recordarme a mí mismo, mi atención está dirigida a la vez hacia el objeto observado y hacia mí mismo.

Yo <-----------------------------> el fenómeno observado.

Habiendo def in ido esto, vi que el problema consistía en dir ig i r la atención sobre uno mismo s in permit i r que se debi l i te o se ecl ipse la atención dir ig ida sobre el fenómeno observado. Más aún, este “fenó-meno” podía estar tanto dentro de mí como fuera de mí.

Las primeras tentativas de hacer tal división de la atención me mos-traron su posibi l idad. Al mismo tiempo hice otras dos comprobaciones. En primer lugar vi que el “recuerdo de sí” resultante de este método no

-14-

tenía nada en común con la “introspección”, o el “anális is”. Se trataba de un estado nuevo y muy interesante, con un sabor extrañamente familiar. En segundo lugar comprendí que momentos de recuerdo de sí ocurren de hecho en la vida, aunque raras veces, y que sólo la produc-ción deliberada de estos momentos creaba la sensación de novedad.

Yo había tenido además la experiencia de tales momentos desde mi más temprana infancia. Llegaban, ya sea cuando me encontraba en circunstancias nuevas o inesperadas, en lugares nuevos, entre extraños; por ejemp lo durante un viaje, uno súbitamente mira a su alrededor y se dice: “¡Qué extraño! ¡Yo, y en este lugar!”, o en momentos muy emocionales, en momentos de peligro, en momentos en que es nece-sario conservar la cabeza, cuando uno oye su prop ia voz y se ve y se observa a sí mismo desde afuera. Vi muy claramente que los primeros recuerdos de mi vida, que en mi propio caso eran muy tempranos, ha-bían sido momentos de “recuerdo de si”.

Y en el mismo instante tuve la revelación de muchas otras cosas. De esta manera pude darme cuenta que no me acordaba realmente sino de los momentos en que me había recordado a mí mismo. De los otros momentos sólo sabía que habían transcurrido. No era capaz de revivir-los enteramente, ni experimentarlos de nuevo. Pero los momentos en que me había “recordado a mí mismo” estaban vivos y no diferían en manera alguna del presente.

Aún temía el l legar demasiado ráp ido a conclusiones, pero ya veía que me encontraba en el umbral de un gran descubrimiento. Siempre me había asombrado ante la debi lidad y la insuficiencia de nuestra me-moria. ¡Son tantas las cosas que desaparecen y que son olvidadas! Me parecía que todo el absurdo de nuestra vida tenía como base este ol-vido. ¡Para qué atravesar por tantas experiencias para luego olvidarlas! Además, había algo degradante en esto. Un hombre siente algo que le parece muy grande, p iensa que nunca lo olvidará: pasan uno o dos años y de ello nada queda.

Se me hizo claro entonces por qué esto era así y por qué no podía ser de otro modo. Si nuestra memoria realmente mantiene vivos sólo los momentos de recuerdo de sí, entonces resulta claro por qué ésta

-15-

es tan pobre. Tales fueron mis experiencias de los primeros días. Más tarde, cuando comencé a aprender a dividir mi atención vi que el “re-cuerdo de sí” producía sensaciones maravi llosas que no venían por sí solas, sino muy raras veces y en condiciones excepcionales.

Así, por ejemp lo, me gustaba mucho en ese entonces vagar por San Petersburgo en la noche y “sentir la presencia” de las casas y de las calles. San Petersburgo está lleno de estas extrañas sensaciones. Las casas, particularmente las viejas, estaban vivas para mí, no cesaba de hablar con ellas. No había “imaginación” alguna en esto. Yo no pensaba en nada, simplemente caminaba mirando a mí alrededor y tratando de “recordarme a mí mismo”; las sensaciones venían por sí solas…

Algunas veces el “recuerdo de sí” no tenía éxito; en otros momen-tos estaba acompañado de curiosas observaciones. En cierta oportuni-dad estaba caminando a lo largo de la Litein y hacia la avenida Nevsky y a pesar de todos mis esfuerzos no era capaz de mantener mi aten-ción en el “recuerdo de mí mismo”.

L a b u l l a , e l movim iento, todo me d istraía. A cada instante perdía e l h i lo de mi atención,

lo encontraba de nuevo y luego lo volvía a perder. Finalmente se n t í u na especie de ridícula

-16-

i rr itación conmigo mismo y doblé hacia la calle de la izquierda, f irme-mente decidido, esta vez, a recordarme a mí mismo al menos por algún tiempo, y en todo caso hasta que hubiera llegado a la calle siguiente.

Llegue a la Nadesjdinska ya sin perder el hi lo de mi atención salvo, quizás, por breves momentos. Entonces, dándome cuenta de que me era más fáci l no perder la línea de mi pensamiento en las calles tran-qui las y deseando probarme en las calles más ruidosas, decidí retomar la Nevsky, mientras continuaba recordándome a mí mismo. Llegué a la Nevsky sin haber cesado de recordarme a mí mismo y comenzaba ya a experimentar el extraño estado emocional de paz interior y de confianza que sigue a grandes esfuerzos de esta clase. Justamente a la vuelta de la esquina, en la Nevsky, había una cigarrería donde compra-ba mis cigarri l los. Todavía recordándome a mí mismo pensé pasar por ahí y encargar algunas cajas...

Dos horas más tarde, desperté en la Tavrisheskaya, es decir, muy lejos. Estaba yendo en un trineo hacia la imprenta. La sensación de des-pertar fue extraordinariamente vivida. Casi puedo decir que volvía en mí. De golpe recordé todo: Cómo había estado caminando a lo largo de la Nadejdinskaya, cómo había estado recordándome a mí mismo, cómo había pensado en los cigarr i l los y cómo, en este pensamiento, había caído como anonadado en un profundo sueño.

Sin embargo, mientras estaba sumido en este sueño, había conti-nuado ejecutando acciones coherentes y oportunas. Había salido de la cigarrería, telefoneado a mi departamento en la Liteyni y luego al im-presor. Había escrito dos cartas. Luego había regresado a la casa nue-vamente y retomado la Nevsky por la acera izquierda hasta la puerta Gostinoy con intención de llegar a la Off itzerskaya. Luego había cam-biado de op inión porque se estaba haciendo tarde. Había tomado un tr ineo para ir a la imprenta en la Kavalergardskaya. Y por el camino, mientras me dirigía por la Tavricheskaya comencé a sentir una extraía inquietud, como si hubiese olvidado algo. Y de pronto me acordé de que había olvidado recordarme a mí mismo…”.

La característica principal del recuerdo de sí, es la atención dividida. Y hay tres cosas extrañas respecto a esta idea:

-17-

Primera: por ciertas razones cósmicas, nadie puede intentarlo o practi-carlo hasta que se le haya hablado de ello y se le haya explicado. Es decir, el hombre no puede descubrirlo por sí mismo, necesita ser enseñado por aquellos que lo saben.

Segunda: cuando se le ha explicado, toda persona normal t iene suficien te voluntad y energía para captar lo que ello significa. Y si lo desea, puede en el momento que acaba de enterarse devenir consciente de él mismo en su medio ambiente –es decir, de él mismo sentado en una silla, atento a una nueva idea que se le está transmitiendo. Pero este recordarse a sí mismo no puede repetirse o mantenerse ex cepto por su esfuerzo consciente. Como hemos dicho, no ocurre por sí mismo. Nunca se con-vierte en un hábito mecánico. En el momento en que la idea de recordarse a sí mismo o de atención dividida se olvida, todos los esfuerzos, no impor-ta cuán sinceros sean, degeneran una y otra vez en “fascinación”, esto es, en el darse cuenta de UNA COSA a un tiempo (ya no se da cuenta de sí mismo y, simultáneamente, de una persona o un objeto, sólo del objeto o de la persona con la que se ha identif icado).

Tercera: otra curiosa treta psicológica se debe mencionar en conexión con el momento en que un hombre escucha por primera vez la idea de recordarse a sí mismo. Si él la relaciona con algo que ha escuchado o leído anteriormente, o con algún término filosófico, religioso u orientalista que le es ya familiar, inmediatamente la idea se le hace invisible, pierde su poder. Porque ésta sólo puede abrir nuevas posibilidades para el hombre como una idea completamente nueva.

Si se conecta con alguna asociación familiar, sig nifica que ha ingresado a una parte equivocada de su mente, donde podrá quedar alojada como cualquier otro fragmento de conocimiento. Se ha desarrollado un impacto y no ha producido el efecto que conlleva esta idea, y sólo con gran dificul-tad puede vol ver el hombre a la misma oportunidad.

La idea del recuerdo de sí debe llegar a nosotros como un gran des-cubrimiento, explicándonos cómo no nos habíamos dado cuenta antes de ello; y descubriendo también, como decía Ouspensky, que uno acaba de encontrarse en presencia de un problema enteramente nuevo que has-ta ahora la ciencia y la f i losofía han descuidado.

-18-

Concluiremos esta lección con las siguientes palabras del maestro Samael:

“La íntima recordación de sí mismo es algo más que analizarse a sí mismo, es un estado nuevo, que sólo se conoce a través de la experiencia directa.

La auto-observación acompañada en forma simultánea con la íntima recordación de su propio Yo, es terriblemente difícil y sin embargo indispensable para auto-conocerse de verdad.

La auto-observación, la íntima recordación de sí mismo, ini-cian el desarrollo del “sentido espacial”, que llega a su plena madu-rez con el Despertar de la Conciencia. Los chakras mencionados por Mr. Leadbeater y muchos otros autores son, con relación al “sentido espacial”, lo que las flores con relación al árbol que les da vida. Lo fundamental es el árbol.

El “sentido espacial” es el funcionalismo normal de la concien-cia despierta. Todo hombre despierto de verdad puede ver, oír, to-car, oler y palpar todo lo que ocurre en los cuarenta y nueve de-partamentos subconscientes...

Todo hombre despierto de verdad puede verificar por sí mismo, a través de la experiencia directa, los sueños de las gentes, puede ver esos sueños en las personas que andan por las calles, en los que trabajan en fábricas, en los que gobiernan, en toda criatura. Todo hombre despierto de verdad puede ver, oír, oler, tocar y pal-par las grandes realidades de los mundos superiores. Quien quiera experimentar la realidad de todo lo que sucede en las dimensiones superiores del espacio, debe despertar conciencia, aquí y ahora”.

En la siguiente lección ahondaremos en la posibil idad del despertar de la conciencia y las experiencias internas que ello nos proporciona, a través de un ejercicio práctico que la gnosis enseña y que tiene que ver con la tr ip le divis ión de la atención…

-19-

PRACTICA RECOMENDADA

Ponga en práctica el Recuerdo de Sí durante el día; trate de recor-darse a sí mismo de momento en momento, de instante en instante, siguiendo las indicaciones que se le han dado en esta lección.

-20-