leakey, richard & roger lewin_nuestros orígenes

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    NUESTROS OR GENESEN BUSCA D E LO QUE NOS H ACE HUMA NOS

    RI CHARD LEAKEYY

    ROGER LEW I N

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    Traduccin castellana de M.a JOS AUBET

    CRTICAGRUPO GRIJALBO-MONDADORIBARCELONA

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacinescrita de los titulares del copyright, bajo las sancionesestablecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de

    esta obra por cualquier medio o procedimiento,comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico,y la distribucin de ejemplares de ella medante alquiler oprstamo pblicos.

    Ttulo original: ORIGINS RECONSIDERED. IN SEARCH OF WHAT MAKES US HUMANDoubleday, una divisin de Bantam DoubledayDell Publishing Group, Inc., Nueva York

    Diseo de la coleccin y cubierta: Enric Satu 1992: Sherma B.V.

    1994 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica: CRTICA (GrijalboComercial, S.A.), Arag, 385, 08013 Barcelona

    ISBN: 84-7423-639-8 Depsito legal: B. 3.733-1994Impreso en Espaa 1994.HUROPE, S.A., Recaredo, 2, 08005 Barcelona

    Versin Electrnica: U.L.D.

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    Para Meave y Gai

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    AGRADECIMIENTOS

    Las pginas de este libro representan aos de trabajo y decontinua interaccin con mis colegas. Citar slo algunos nombressera ofensivo, e injusto. Damos, pues, las gracias a todos; ellosya saben quines son. Pero hay dos nombres que no puedenpermanecer annimos: Kamoya Kimeu y Alan Walker, viejosamigos y colegas.Merecen mencin especial el gobierno de Kenia y los directoresdel Museo Nacional por autorizar y alentar nuestra investigacin. Finalmente, agradecemos a nuestras respectivas esposas suslido y constante apoyo.

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    PRLOGO

    Durante ms de dos aos he vivido con la constante sensacin de peligro: soldados

    armados vigilaban mi casa, y unos guardaespaldas me acompaaban a todas partes enmi Land Cruiser, y otro coche detrs, siguindonos. Me sorprende cuan rpidamenteme he acostumbrado a su presencia, como algo cotidiano. Pero nunca olvido que setrata de personas que antes querran verme muerto que vivo.

    En abril de 1989 el presidente Daniel Arap Moi, jefe de Estado de Kenia, nossorprendi, a m y a muchos otros, al nombrarme director del Kenya Wildlife Service.Mi tarea consista en evitar la creciente caza furtiva de elefantes y rinocerontes yestablecer una estructura administrativa de control de los animales salvajes, base denuestra industria turstica. Esta industria es de vital importancia para Kenia porqueatrae divisas. Pero la lucha contra la caza furtiva del marfil implica enfrentarse a gentemuy poderosa que se ha enriquecido a manos llenas con la masacre de animales

    salvajes. De ah que quisieran librarse de m.Ahora estoy inmerso de lleno en un ambicioso programa cuyo objetivo es la

    coexistencia entre los animales salvajes y las poblaciones humanas. El equilibrio serdifcil, dada la presin demogrfica existente y la fragilidad de las mermadascomunidades de la fauna salvaje. En muchos aspectos representa un microcosmos dela difcil situacin por la que atraviesa todo el planeta.

    Cuando el presidente Moi me pidi que aceptara el trabajo, lo consider un honor.Era conciente de dnde me meta y de lo que dejaba. Durante veinte aos haba sidodirector del Museo Nacional de Kenia y haba pasado la mayor parte del tiempovisitando el lago Turkana, al norte del pas, en busca de fsiles de los primeroshumanos. La bsqueda de fsiles ha sido, y sigue siendo, mi primer amor.

    Tengo la suerte de vivir y trabajar en el continente que Charles Darwin llam lacuna de la humanidad. Y tengo la suerte, asimismo, de haberme criado en unatradicin familiar de independencia, de determinacin, y de conviccin de que ni aun elmedio ms hostil tiene por qu ser necesariamente peligroso. La naturaleza salvaje meha sido tan familiar como el parvulario y la escuela lo son para tantos adolescentes.Puedo sobrevivir all donde muchos occidentales sucumbiran a la sed, al hambre o alos depredadores. Lo aprend de nio.

    No hace falta ser un aventurero para buscar en zonas recnditas de la sabanarestos fsiles de nuestros antepasados. Pero saber cmo encontrar alimento, dndedar con agua, y cmo evitar el peligro en un paisaje rido y desnudo, me ha dado unasensacin de paz, de comunin. Me siento unido a nuestros antepasados, percibointimidad con esa tierra que fue la suya. Y, evidentemente, est tambin la tradicinLeakey. Mis padres, Louis y Mary, revolucionaron la investigacin sobre los orgeneshumanos con sus famosos descubrimientos.

    Pese a que de joven anhelaba profundamente mi independencia, y aunque luchdesesperadamente por salir de la sombra de mis padres, sin saber muy bien cmo, mevi empujado a interrogarme sobre nuestros principios, sobre qu hizo que seamoscomo somos. An hoy me resulta difcil explicar cmo la emocin subyacente a esabsqueda fue ms fuerte que mi decisin intelectual frecuentemente expresada de

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    desvincularme del mundo de los fsiles. Tal vez fuera la aventura, el desafo de estarah en plena vida salvaje. Louis muri repentinamente en 1972, y me satisface poderdecir que habamos conciliado nuestras diferencias. l haba aceptado finalmente miindependencia, y yo la realidad de sus grandes contribuciones cientficas, cosa quehasta entonces no haba podido ver ni comprender.

    Llevaba ya algn tiempo dedicado a la bsqueda de fsiles, las relaciones entre mipadre y yo todava tirantes, cuando di con el manuscrito de una conferencia que lhaba dado en California, creo. Me llam la atencin una frase: El pasado es la clavede nuestro futuro. Sent como si estuviera leyendo algo mo; expresaba enteramentemis propias convicciones. Habamos llegado a esa conclusin separadamente? O yola haba incorporado de l de forma inconciente? No creo que fuera esto ltimo, porquede nio nunca me interes demasiado por lo que haca mi padre. l era religioso,aunque no de una forma convencional. Yo no lo soy. Pero aparentemente habamosllegado a compartir el mismo punto de vista inmaterial. Aquellas palabras escritas pormi padre, el pasado es la clave de nuestro futuro, supusieron un momento clavepara m.

    Durante los aos que dur la bsqueda de fsiles en el lago Turkana era conciente

    de que haba algo ms que la experiencia del descubrimiento: descubr en m mismo lacerteza de lo que todo aquello nos iba a deparar. Sent que all, en los ridossedimentos de aquel grandioso lago, bamos a encontrar respuestas que trascenderanlas preguntas convencionales de la ciencia. Si podamos entender nuestro pasado,comprender aquello que nos haba hecho como ramos, entonces tal vez pudiramosobtener una visin fugaz de nuestro futuro. Todos los humanos, en todo el mundo,pertenecen a una especie, Homo sapiens, el producto de una determinada historiaevolutiva. Estoy convencido de que la comprensin de esa historia podr inspirarnuestras futuras acciones en tanto que especie. Y sobre todo nuestra relacin con elresto del mundo natural.

    Tras la bsqueda de los orgenes humanos hay una profunda motivacin personal. Es

    indudable que la paleoantropologa puede desarrollar un enfoque tcnico, igual queotras muchas disciplinas cientficas: desde el anlisis estadstico hasta los misteriososdatos de la biologa molecular, la cuestin de los orgenes humanos es exigente yrigurosa intelectualmente. Pero es ms que eso. Dado que el objetivo ltimo de lainvestigacin somos nosotros mismos, la tarea incorpora una dimensin que no estpresente en otras ciencias; una dimensin en cierto modo extracientfica, ms filosficay metafsica, que aborda cuestiones que surgen de nuestra necesidad de comprenderla naturaleza de la humanidad y nuestro lugar en el mundo.

    Cada vez que doy una conferencia, siempre hay alguien que me recuerda estanecesidad de saber sobre nosotros mismos. Muy a menudo siento que el pblico queviene a escucharme necesita sentirse seguro, reafirmado. Hablo de fsiles y de teorasantropolgicas, y la gente me pregunta qu pasar en el futuro. Una vez, hace diez

    aos, una seora mayor, visiblemente preocupada, me pidi que le dijera si era cierto,como le haban dicho, que los humanos son slo un accidente histrico. Yo le hablde la historia de la Tierra y del registro fsil; del azar y de la evolucin. Y le describmundos alternativos, sin humanos, mundos perfectamente plausibles. Pero lo que ellaquera or, evidentemente, era que los humanos no somos un accidente biolgico, queel Homo sapiens tena que existir. Su condicin humana, su necesidad de darsentido a su mundo, pareca exigir que no poda ser de otra manera.

    La paleoantropologa es, por consiguiente, una mezcla de elementos cientficos y de

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    elementos extracientficos. Los profesionales solemos interesarnos por los huesos,evidentemente: cmo relacionar una constelacin anatmica de un crneo con otrasimilar en otro crneo, ambos tal vez alejados entre s por un milln de aos dehistoria evolutiva. Es una ocupacin absorbente, que pone a prueba nuestra capacidadpara reconocer vnculos genticos en la ms exigua evidencia fsica. El elementofilosfico siempre est presente, pero por lo general en tanto que impronta no explcita

    en nuestro trabajo.Hace quince aos decid escribir un libro, junto con Roger Lewin, sobre el estado de

    la paleoantropologa, y tambin sobre algunas cuestiones filosficas que entonces mepreocupaban. Hace poco, en uno de esos poqusimos momentos de tranquilidad, mesent a leer de nuevo Origins1 Y comprob que su principal mensaje filosficoafirmaba, contrariamente al saber popular, que la especie humana no es siempreagresiva, ni tiende genticamente a la violencia. Muchas figuras prominentes, entreellas Konrad Lorenz, afirmaban que la territorialidad y el combate ritual en losanimales, extrapolados a la arena humana, explicaban la belicosidad que tanto hamarcado nuestra historia reciente. Otros autores, entre ellos Raymond Dart, sugirieronque en el registro fsil humano haba evidencia de combates sangrientos. Estas doslneas argumentativas fueron recibidas curiosamente con entusiasmo por parte de un

    pblico vido de explicar, si no justificar, la guerra.

    Como demostrbamos en Origins, ambas lneas argumentativas eran imperfectas.La territorialidad es un rasgo flexible del comportamiento en muchos animales, influidoen general por las circunstancias ecolgicas. Y el comportamiento humano,evidentemente, es flexible en extremo. Los humanos no cierran filas ante lasexigencias de los genes agresivos. Nuestro comportamiento como especie es complejo,siempre matizado y modelado por el contexto cultural, y siempre sujeto a opcin, allibre albedro. Afirmbamos que la voluntad de aceptar la idea de que Homo sapienstiende al conflicto violento por imperativo biolgico es en s misma una manifestacincultural. Sugerir que la guerra es algo normal en la historia humana debido a nuestraherencia gentica nos absuelve de toda culpa, dado que no se puede luchar contra lo

    inevitable; ms o menos esa era la lnea argumentativa. Pero nuestra postura enOrigins que el conflicto pertenece al mbito del libre albedro situaba laresponsabilidad en la sociedad humana, un peso que al parecer muchos preferiran notener que soportar. Creo que s tenemos que soportar esa responsabilidad, tanto por loque ha ocurrido en el pasado como por lo que nos depara el futuro.

    Cuando, en Origins, analizbamos la supuesta evidencia de violencia en laprehistoria, la segunda lnea argumentativa, muy popular en aquella poca, no resistia la penetrante mirada de la investigacin cientfica. La supuesta evidencia de golpesmortales en algunos crneos era en realidad producto de los daos producidos duranteel proceso natural de fosilizacin. Las supuestas armas resultaron ser tan slo losrestos del gape de algunas hienas. No hay evidencia de violencia regular o deconflicto armado en la prehistoria humana hasta hace unos 10.000 aos, cuando los

    humanos empezaron a producir alimentos, a raz de la llamada revolucin agrcola.

    Afirmbamos, en cambio, que la historia evolutiva ha dotado a nuestra especie deuna tendencia a la cooperacin. Adems, Homo sapiensposee una mayor flexibilidad

    1Origins, publicado en 1977, fue un best-seller. Le sigui The Making of Mankind (traduccin castellana: La

    formacin de la humanidad, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1981), escrita a partir de una serie detelevisin para la BBC. (N. de la t.)

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    de comportamiento, una gama ms amplia de opciones y por lo tanto deresponsabilidad que cualquier otra especie. Buena parte de los conflictos en elmundo se deben, en ltima instancia, al materialismo y a la desavenencia cultural, noa nuestra naturaleza biolgica. Cuando hay posesiones propias que defender y ajenasque codiciar, pueden encontrarse ventajas materiales en un conflicto militar; de ello nohay duda. La historia lo ha demostrado repetidas veces. Pero no existe ningn

    demonio interior que nos fuerce inexorablemente a luchar unos contra otros, comocrean Lorenz y Dart. Tenemos opciones, y responsabilidades.

    Por lo que se refiere al mbito cientfico sobre todo, en Origins hay una serie deideas e interpretaciones antropolgicas que se han demostrado equivocadas. Como nose cansan de repetir los filsofos, aunque nosotros seguimos empeados endescubrirlo por vas mucho ms intrincadas, la ciencia es experimental, y provisional:las percepciones de hoy acaban siendo reemplazadas por otras nuevas. Y as seguirnlas cosas en el futuro, porque ese es el camino del progreso cientfico. Pero tambinconfo en que quince aos de experiencia me hayan ayudado a ser menos proclive queantes a defender de forma dogmtica mis conclusiones, a insistir en que lo quecreemos saber ahora es la Verdad. La verdad absoluta es como un espejismo: tiende adesaparecer cuando ms te acercas a ella. Una de las lecciones ms importantes para

    m de estos aos es que, por mucho que se busquen apasionadamente ciertasrespuestas, algunas, como el espejismo, quedarn para siempre fuera de mi alcance.

    La superacin de algunas de las ideas e interpretaciones que aparecan en Originsse debe, evidentemente, al descubrimiento de nuevos fsiles, algunos por m, otrospor mis colegas. Los ltimos quince aos han sido enormemente productivos por loque a descubrimientos se refiere, casi siempre inesperados. En 1968 empec aexplorar los vastos depsitos de arenisca de la margen oriental del lago Turkana. Tuvela inmensa suerte de realizar descubrimientos que me catapultaron a la clase de famade que disfrut mi padre, cosa que me produjo cierta satisfaccin, lo admito. Solamirar fijamente las aguas de color verde-jade del lago Turkana pensando en lossecretos que guardaban los sedimentos de su margen occidental.

    Pero mis planes para explorar aquella zona se vieron truncados por variosacontecimientos, entre ellos el bloqueo total de mis riones en 1979. Una infeccinviral relativamente sencilla acaecida diez aos antes haba afectado a mis riones ydesencadenado un lento proceso de deterioro. Mi mdico me vaticin que un da misriones dejaran de funcionar, y que posiblemente morira joven. Decid que lo nicoque poda hacer era sacrmelo de la cabeza, no prestar atencin al asunto, y nodecrselo a nadie. Pero finalmente la inexorable patologa me alcanz, y luch contrasus efectos, contra todo cuanto me alejara de lo que yo tanto deseaba hacer. En juliode 1979, en las fases finales del fallo renal el caracterstico fro profundo y glacial,las nuseas, la fatiga mental vol con Meave, mi esposa, a Londres para sometermea un tratamiento. Abandon Kenia llorando en silencio, pensando que tal vez nuncams volvera a ver mi hogar, mis amigos, mi familia. Me preguntaba si volvera a ver el

    lago Turkana para descubrir lo que me constaba que esconda en sus profundidades.

    Tuve suerte. Un trasplante de mi hermano menor, Philip, me dio una segunda vida.Sintiendo que los aos que tena por delante, los que fueran, eran aos de ms, inicila exploracin de la margen occidental del lago. La espera haba valido la pena, comoluego contar. En nuestra primera tentativa hicimos notables descubrimientos, unostcnicamente asombrosos, otros emocionantes.

    En estos aos se producan otros cambios en la paleoantropologa, unos basados en

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    la evidencia arqueolgica, otros en la biologa molecular. Todos ellos afectaban a untema hoy central: el origen de los humanos modernos, de las gentes como nosotros.La historia evolutiva de los humanos incluye necesariamente la reconstruccin, enausencia de un trmino mejor, del rbol genealgico de la familia humana. A partir deah empezamos a ver el origen, la transformacin y la extincin de un grupo deespecies emparentadas con la especie humana a lo largo del tiempo, dejando al

    parecer tan slo una especie viva sobre el planeta, la de Homo sapiens. Todos losestadios de la historia del rbol genealgico son fascinantes, pero el ltimo estadio elorigen de los humanos modernos lo es especialmente. Estamos presenciando laemergencia final de seres de nuestra misma clase, seres imbuidos de la mismacondicin humana que nosotros experimentamos actualmente.

    Para m, la importancia del origen de los humanos modernos es estimulante, porquese relaciona con los temas filosficos subyacentes a nuestra profesin. Buena parte dela evidencia radica en fragmentos de anatoma, conjuntos arqueolgicos enigmticos,en coloides de ADN manipulados en los laboratorios de biologa molecular. Pero cuandoaplicamos esta evidencia a las preguntas de cmo, dnde y cundo aparecieron loshumanos modernos, surgen otras preguntas metafsicas. Cul es el origen de nuestracondicin humana? Qu queremos decir con humanidad? Abordar el tema cientfico

    del origen de los humanos modernos nos obliga a pensar nuestra existencia comoindividuos y como especie concreta, especial.

    Durante siglos los filsofos han indagado en aquellos aspectos que nos hacenhumanos, en la condicin humana. Pero, sorprendentemente, no hay acuerdo en ladefinicin de la condicin humana. No se crea necesario, en parte porque pareca seralgo tan evidente: la condicin humana es lo que nosotros sentimosacerca de nosotrosmismos. Los que intentaron definir la condicin humana se encontraron con unaespecie de materia resbaladiza entre las manos: se escurra entre los dedos. Pero siesta sensacin de humanidad ha aparecido durante la historia evolutiva, tiene queestar compuesta de algo, que a su vez tiene que ser identificable. Creo que estamosempezando a identificar esos componentes, que podemos ver la aparicin gradual de

    la condicin humana en nuestra historia evolutiva. De ah mi perplejidad, y miimpaciencia, ante la aparicin de una visin alternativa, y muy popular, liderada porvarios estudiosos.

    Estos sugieren que lo que llamamos condicin humana surgi ya completamenteformada en el cerebro de Homo sapiens. La condicin humana, segn este punto devista, es algo reciente en nuestra historia, algo negado a nuestros antepasados, atodos ellos. Desde el momento en que proponen que esta cualidad especial queexperimentamos como individuos apareci de la nada, por as decirlo, desconectada denuestra herencia evolutiva, estos autores efectivamente convierten la condicinhumana en una marca nica y cientficamente inexplicable de la humanidad. Estapostura corre un velo de misterio sobre lo que precisamente ms y con mayor urgenciaqueremos saber, en lo que cabra calificar de una especie de ofuscacin creacionista.

    Yo la rechazo de lleno. Creo que las cualidades de la mente humana, como la formadel cuerpo humano, se han ido moldeando y formando a travs de una fascinantehistoria evolutiva. La tarea de los paleoantroplogos es reconstruir esa historia, noocultarla.

    Dadas todas estas tendencias en liza, a raz de mis propias excavaciones y de lanueva prioridad otorgada a los orgenes de los humanos modernos, llegu a laconclusin, hace unos tres aos, de que haba llegado el momento de escribir un nuevolibro que presentara la evidencia bajo una nueva perspectiva. Sobre todo haba que

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    reubicar dentro de una perspectiva ms amplia a esta especie tan especial de Homosapiens, y su lugar en el universo de las cosas. Sin sentirme en posesin de la Verdad,senta que ahora era posible una mirada ms penetrante en esa direccin.

    Entonces lleg la peticin del presidente Moi. Como mis energas y mi tiempoestaban consagrados a las exigencias de salvar al elefante y a otros animales de Kenia,

    pens que el libro tendra que esperar; no podra concentrarme en mis ideas. Peroocurri que los problemas de la conservacin de la fauna salvaje arrojaron mayorclaridad sobre las cuestiones que me preocupaban. Samuel Johnson dijo una vez:Pierda cuidado, seor, que cuando un hombre sabe que va a ser colgado en quincedas, concentra perfectamente su mente. Pues bien, la presencia de losguardaespaldas tuvo el mismo efecto en m.

    Pero ms importante fue la naturaleza de mis propios intereses: comprender lainteraccin de las poblaciones humanas con los animales salvajes. Era otra perspectivapara comprender el lugar que ocupa nuestra especie. En vez de distraer mispensamientos, los agudiz. En vez de distraer mi atencin, me proporcion una lentepara focalizarla y analizarla. Decid seguir adelante, conciente de mi doble privilegio:como buscador de fsiles de nuestros antepasados y como persona implicada en la

    lucha por reconciliar la presin de las poblaciones humanas sobre la fauna africana.

    El presente volumen es un viaje personal de exploracin. Trabajando con RogerLewin espero compartir parte de esta experiencia, empezando por los primeros azaresen la zona occidental del lago Turkana, con las primeras excavaciones extraordinariasque llevamos a cabo all. La experiencia alcanza a muchos mbitos, el mundano y elsublime. Las implicaciones prcticas, cotidianas, de encontrar el lugar adecuado paraestablecer nuestro campamento, de localizar un punto de agua en un terreno seco, lasfrustraciones de ver hallazgos fsiles prometedores convertidos en material estril, sonlos principios de la exploracin, los poco atractivos pero inevitables primeros pasos deun largo viaje. Luego estn los propios hallazgos, motivo de fiesta en el campamento,objeto de titulares en los peridicos, y finalmente, claro, los restos fragmentados de

    individuos con los que tenemos vnculos genticos, por dbiles que sean: las partes deun rompecabezas evolutivo que hay que reconstruir lentamente. Los descubrimientosde la margen occidental fueron todo esto y mucho ms.

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    Prim er a p ar t e EN BUSCA DEL JOVEN TURKANA

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    Cap tu lo I

    HACI A EL TURKANA OCCI DENTAL

    La banda de seis individuos se ha puesto muy pronto en camino con una finalidaddeterminada, atravesando a grandes zancadas el terreno resbaladizo, herbceo,salpicado aqu y all por acacias de copa plana. Los colores del cielo oscilan entre lostonos grises y los rosceos a medida que el sol se levanta detrs de la cordilleramontaosa por el este, al otro lado de este gigantesco lago. Pronto las montaas deloeste reflejarn franjas de luz con los colores de la maana. La brisa del alba arrastraconsigo el olor de las aguas inmensas. Manadas de caballos triungulados y degigantescos us abrevan ya en la arena de las playas, con grandes sorbos de aguasedosa para saciar las necesidades del da. Los pjaros vadean delicadamente las olasdel lago, y pescan con pericia pequeos peces y cangrejos en el agua de color verdejade. Encima, miles de flamencos revolotean formando grandes bandadas de colorrosa, saludando con exuberancia el nuevo da africano.

    Durante la noche, todos han odo los continuos gemidos guturales de los felinosdientes de sable, clara seal de que han cazado una presa. Aunque la banda se sienterelativamente a salvo en su campamento ribereo, a un kilmetro y medio del lago,siempre hay tensin cuando los dientes de sable estn cerca. Hace slo un ao, unnio fue atacado cuando estaba fuera del alcance de la mirada vigilante de su madre yde sus compaeras. Al volver de la caza, el mismo grupo de hombres que hoy seprepara para ir en busca de alimento lleg justo a tiempo para ahuyentar a losdepredadores. Pero el nio muri pocos das despus a causa de la prdida de sangrey de la infeccin galopante tan letal en los trpicos. La discusin de esta maana se hacentrado en la recomendacin de suma vigilancia sobre las mujeres y sus cras, querecogen tubrculos y nueces cerca del campamento, recomendacin tambin aplicablea los hombres en la caza. Estos hombres tambin son depredadores.

    El objetivo del da es una manada de antlopes, de piel marrn brillante y retorcidasastas. Ayer se divisaron rastros de la manada, y si los clculos son correctos, hoy tieneque estar a unos veinticinco kilmetros hacia el norte, un paseo para estos cazadores,porque sus cuerpos, robustos y atlticos, estn hechos para cubrir fcilmente largasdistancias. Todos son hermanos y primos, hasta el ms pequeo. Pese a su corta edad,tambin es alto, gil y musculoso, con un rostro grande, marcado por una frente corta,inclinada, y unas cejas prominentes, como sus parientes. Va a ser su primera incursinen el mundo de la caza. Y la ltima.

    Los cazadores, expertos rastreadores, se dedican a detectar el rastro de su presa. Alrevs que las locuaces mujeres que se han quedado atrs, en el campamento, los

    hombres apenas intercambian alguna que otra frase. Estn atentos, hablan slo lonecesario. La caza exige silencio, y habilidad para confundirse con el paisaje. La vidadel campamento y la bsqueda de alimento estimula la chchara; el campamento esun sitio seguro, un lugar para la libre comunicacin, para el vasto aprendizaje de losjvenes. Es un lugar ruidoso, con socializacin intensa entre los jvenes y los ancianos,donde se juega por puro placer y por sociabilidad.

    Al medioda ya se ha avistado la manada, que reposa tranquilamente bajo lasombra de unos rboles, la estrategia animal para resguardarse del sol y del calor. No

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    hay a la vista ningn otro depredador activo a esta hora del da. Durante la marcha,los cazadores han visto un grupo de grandes primates, bpedos como ellos, pero msvoluminosos y pesados, provistos de grandes mandbulas. Estos primates bpedos noson cazadores, recogen alimentos vegetales, frutos de rboles y arbustos de la praderay de las zonas boscosas. Se han escabullido al ver acercarse a la banda de cazadores.Ellos no son cazadores, pero a veces son cazados, por eso huyen.

    Ms all, la banda de cazadores ha divisado una compacta manada de elefantes, deenormes colmillos. Los cazadores hubieran preferido descuartizar un cuerpo yamuerto, pero no hay ninguno a la vista. Porque estos animales son demasiadograndes, una presa demasiado arriesgada. Es mejor un antlope, ms seguro. Unojoven para la caza de hoy, o tal vez uno viejo y vulnerable. Compensan la falta dearmas naturales a base de maa y astucia. A su arsenal de piedras y de lanzas cortasy toscas los cazadores aaden trampas simples pero eficaces y la habilidad para atraerla presa. Divisada la manada a travs de un bosquecillo de acacias que oculta a labanda de cazadores, se prepara una estrategia. Alguien seala un escondrijo en lasrocas cercanas, rocas muy adecuadas para producir hojas y hachas de piedranecesarias para descuartizar el cuerpo del animal.

    Se selecciona la presa, un antlope joven, y la banda se divide. Cada uno sabe loque tiene que hacer para intentar dispersar la manada y atraer la presa hacia latrampa, un ingenio hecho a base de piel, tiras de corteza y ramas. Quizs porque lamanada es mayor de lo que los cazadores crean, o tal vez porque los antlopes, comolos humanos, estn hoy alertas debido a la presencia invisible de los felinos dientes desable en la zona; o quizs porque el muchacho tena mucho que aprender y no querafracasar en su rol; quizs por una combinacin de todo ello, los planes no han salidocomo estaba previsto. Sea por lo que fuere, el chico se ha encontrado de repentecorriendo, corriendo a ciegas, con un gran corte en el muslo y sangrandoprofusamente pero, curiosamente, no siente dolor. Todava no.

    Dbil a causa de la prdida de sangre, el muchacho se asusta cuando cae la noche.

    Ahora la herida le duele, siente palpitaciones. Recuerda que, hace un ao, el nio quefue atacado por los felinos dientes de sable tena heridas parecidas, infligidas por losdientes, largos y afilados, del depredador, y no, como l, por el tajo incidentalproducido por el asta de un antlope. Recuerda que el nio se fue debilitando,adoptando actitudes extraas, agitando los brazos y gritando salvajemente. Y recuerdacmo el nio ces de moverse, y se qued muy quieto. Y no volvi a verlo. El recuerdole asusta, pero no sabe muy bien por qu.

    Ha pasado un da, y otro. Dnde estn los dems? Por qu no vienen? Si al menospudiera llegar hasta el lago se sentira mejor en sus refrescantes aguas. Todo sucuerpo tiembla de fiebre. Si pudiera llegar al lago. No est lejos. Seguro que loconsigue, y entonces lo encontrarn.

    El joven consigue llegar hasta la orilla del lago, una laguna poco profunda rodeadade frondosos arbustos, y caizales emergiendo del fondo. Arrastra su maltrecho cuerpohasta el agua sedante, con la fiebre a punto de acabar con su vctima. Por unmomento s se siente un poco mejor, ms tranquilo, y tiene sueo, mucho sueo.

    Nunca lo encontraron en aquella laguna poco profunda de la margen occidental dellago Turkana, hace algo ms de 1,5 millones de aos.

    Kilo Noviembre Mike, listo para despegar. bamos cargados hasta los topes, con el

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    tanque lleno de gasolina y hechas todas las comprobaciones necesarias, y el Cessnamonomotor estaba listo para despegar. Esper la respuesta, feliz de emprender elvuelo. Finalmente gru el OK, justo encima de mi cabeza. Kilo noviembre Mike,despegue inmediato.

    Abr la vlvula y sent las vibraciones del fuselaje cuando la potencia del motor se

    transmiti a las ruedas frenadas del avin parado. Una ltima inspeccin visual de losagitados cielos del aeropuerto Wilson de Nairobi, y solt el freno. El 5Y-KNM se movihacia adelante como si tambin estuviera impaciente por emprender la marcha, y unavez en la pista aceler en direccin este, para lanzarse hacia aquel cielo demadrugada. Un gran bancal a la derecha nos indic la direccin hacia el lago Turkana,nuestro destino, a unos 400 kilmetros al norte.

    El vuelo hasta el lago dura unas dos horas y media. Pero en realidad es un viajehacia el pasado. Al final del viaje nos esperaban unos pocos fragmentos de unindividuo que vivi hace algo ms de 1,5 millones de aos: el joven turkana.Perteneca a la especie de nuestros antepasados, y el joven mismo nos deparaba unagran sorpresa.

    Ya ni recuerdo las veces que he realizado este vuelo, pero los hitos me son tanfamiliares como el trayecto de cualquier peatn hasta su trabajo. La primera vez queyo mismo pilot el avin fue en 1970, en las incipientes exploraciones de los antiguosdepsitos de las mrgenes del lago Turkana, antes de que el descubrimiento de fsileshumanos hiciera famosa la regin. Y, salvo en la poca de mi enfermedad, en 1980,con operacin y recuperacin incluidas, he hecho el trayecto Nairobi-Turkana-Nairobivarias veces al mes, a veces solo, pero casi siempre con colegas y visitantes. Perosiempre pensando en los fsiles desenterrados pocos das antes y en la forma delocalizar otros. Arriba en el avin es un buen lugar para pensar.

    En este vuelo concreto, del 23 de agosto de 1984, Alan Walker y yo bamos areunirnos con varios equipos que estaban explorando el territorio fsil de la margen

    occidental del lago Turkana. Alan y yo somos ntimos amigos y colegas desde 1969,cuando le invit a describir los fsiles homnidos descubiertos en la primera granexpedicin al lago Turkana. Alan, un ingls alto y de complexin atltica por lomenos, de tendencia atltica, segn los cnones actuales, de carcter franco, es unbrillante anatomista y un escultor de talento. Y tambin goza, desde hace poco tiempo,de una de las becas de investigacin ms prestigiosas, la MacArthur.

    El da antes del viaje, cuando Alan estaba trabajando con los simios fsiles delMuseo Nacional de Nairobi, Kamoya Kimeu me llam por radiotelfono para decirmeque se haban encontrado fragmentos de crneo de homnido en dos yacimientosdistintos. Querrs verlos?, brome Kamoya, sabiendo que s, que estaraencantado. Kamoya dirige el equipo de especialistas de buscadores de fsiles laBanda Homnida e informa por radiotelfono cada dos o tres das cuando l y su

    equipo exploran el terreno. Es una saludable prctica de seguridad, pero tambinayuda a mantener en pie un campamento tan alejado de cualquier fuente desuministro regular.

    Cuando le ped que me diera ms detalles, Kamoya me describi los hallazgos: setrataba de varios pequeos fragmentos de crneo. No parecan aportar nada especial,pero los homnidos fsiles son extremadamente raros. Ponlos en lugar seguro, nosveremos maana. Hablamos de los asuntos relacionados con el campamento, desuministros y del equipo que haba que llevar al lago, y desconect. Alan y yo hicimos

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    los preparativos para salir al da siguiente hacia el Turkana.

    Habr que comprobar la toba de Lothagam, me record Alan al abandonarNairobi. Las tobas, o estratos de ceniza volcnica, es man cado del cielo para losantroplogos, porque por lo general es posible fecharlas mediante anlisis geofsico.Pero a veces son intransigentes, y la de Lothagam nos estaba creando problemas.

    Tenemos que conseguir que nos diga su edad.Lothagam Hill est, cual len pensante, al oeste del lago Turkana. Misteriosamente

    bella, salpicada de amarillos, rojos y prpuras espectaculares, Lothagam es un enigma,hace tiempo. El contorno inferior de la colina, con su cresta elevada en un extremo lacabeza y la melena del len contiene una complicada geologa que hace difcilestimar la edad de algunas de sus rocas. Y la edad es importante, porque en 1966 seencontr aqu una mandbula de homnido, y la fecha de las rocas nos ayudara acalcular la edad de los fsiles que contienen. Veinte aos despus an no sabamoscon seguridad si el fsil tena 5,5 millones de aos, ms bien 4 millones de aos, omenos. Si la mandbula tena realmente ms de cinco millones de aos, poda ser elhomnido ms antiguo jams descubierto, prximo a los orgenes de la prehistoriahumana. S, tenamos que arrancarle la edad, de alguna manera. Haremos un par de

    tentativas, para ver hacia dnde va la toba, contest a Alan. Pero todava nosquedaban dos horas de vuelo.

    Kilo noviembre Mike. Lmite zona de despegue. Dejen libre para conectar concentro. Cambio. El viaje hacia el norte empezaba con una obligada verificacinponindose en contacto con la torre de control. Roger, Kilo noviembre Mike. Cam bio.

    Estbamos a diez minutos del aeropuerto Wilson, a ms de dos mil metros dealtura, y seguamos subiendo. Como era habitual en esta poca del ao, estaba muynublado. Ms al norte dejaramos atrs la masa de nubes, pero aqu podradificultarnos bastante la primera parte del viaje. Haba que ganar altura, rpidamente,porque justo delante nuestro estaba la cresta del gran valle del Rift. Estbamos a unos

    50 kilmetros de Nairobi.La ciudad de Nairobi est a unos 1.700 metros de altitud, y descansa sobre un vasto

    domo geolgico que hace quince millones de aos levant la corteza terrestre desde elnivel del mar hasta ms de 3.000 metros de altura en su punto ms alto. Por presinde profundos movimientos tectnicos, la placa continental se dilat y cedi, formandoel llamado Gregory Rift, una fractura geolgica de ms de 4.500 kilmetros, desdeIsrael al norte, hasta Mozambique, al sur. La formacin de la fractura, un accidentegeolgico de proporciones gigantescas, desempe un rol vital en la evolucin denuestra especie. De hecho, es posible que si el Gregory Rift no se hubiera formadocuando y donde lo hizo, la especie humana tal vez nunca habra aparecido.

    Pero el inters ms inmediato es que la cresta del desfiladero que tenamos ahora

    ante nosotros se eleva a casi 3.000 metros de altura. Todo piloto que vuela hacia elnorte desde Nairobi tiene que salvar ese obstculo, y algunos no lo consiguieron. Yoera el piloto y tena que concentrarme en ello. Frecuentemente he notado que en estepunto el pasajero ocasional, nervioso, parece querer ayudar al avin a ganar altura.Cosa que agradezco, claro, pues toda ayuda es poca.

    Al este, granjas pequeas y grandes, plantaciones de t y de caf, forman unpaisaje diverso y fresco en los frtiles altiplanos alrededor de la ciudad de Limuru. Latierra volcnica aqu es roja y fecunda. No es extrao que los britnicos decidieran

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    instalarse aqu cuando colonizaron el pas, hace un siglo. No muy lejos est Thika, elhogar de Elspeth Huxley, que plasm sus primeros aos en Kenia en varios libros,entre ellos el famoso Fame Trees of Thika. Pero mi atencin se centraba delante mo,porque la avioneta tena que abrirse paso entre los golpes de viento procedentes delvalle. Superamos la cresta del desfiladero, y el sol brill fugazmente a travs de lasnubes, aunque presagiando lluvia. Al oeste, las paredes del valle del Rift

    desaparecieron de repente. Bajo un cielo despejado es fcilmente discernible elespectculo y el contraste entre los verdes altiplanos y el valle reseco all abajo. Peroaquel da, bajo un manto casi constante de nubes, el valle estaba en la penumbra,bajo la niebla. Nunca es igual, cada mes cambia, y me gusta.

    Por lo general, a estas alturas del vuelo ya es posible relajarse un poco. Nunca deltodo, aunque slo sea por el peligro de colisionar con las alas de los buitres, halcones,o incluso pelcanos que vuelan a estas alturas. Un avin que choque con uno de estosanimales, que pueden llegar a pesar hasta quince kilos, y volar a 250 kilmetros porhora, puede tener serios problemas: un agujero en el fuselaje o un propulsor roto. Unpiloto que se encuentre en medio de una bandada de pjaros se enfrenta a la casiimposible tarea de esquivarlos. Una vez yo estuve a punto, y tuve la suerte depoderlos evitar. Tal vez parezca extrao, pero los pjaros son el mayor peligro para la

    vida del piloto. Yo no vea ninguna colisin potencial en este vuelo, pero las nubesbajas hacan el viaje difcil. As que intent elevarme por encima de ellas, a unos 4.000metros de altura, con el morro del aparato hacia arriba demasiado. El asientoempez a vibrar que suele ser motivo de alarma para aquellos no habituados a volaren avioneta, y tuve que volver a bajar el morro del avin para ganar velocidad. Denuevo la estabilidad.

    Al este, los picos de los montes Aberdares, por encima de las nubes. Alimentada porabundante humedad, la frondosa vegetacin de los Aberdares contiene una maravillosadiversidad de animales salvajes, como los elegantes monos colobos, blanquinegros, ytambin leopardos. En un tiempo hubo aqu miles de elefantes, pero lamentablementehoy ya no es as. Unas mil quinientas de estas majestuosas bestias viven actualmente

    en el parque de los Aberdares, protegidos de la caza clandestina. Pasados losAberdares, hacia el este, est el monte Kenia, con su pico nevado de 6.000 metros dealtura. Aquel da no se dejaba ver, estaba cubierto de nubes. Aunque no poda verlo, nitampoco sus frtiles laderas, pens de nuevo en los contrastes que me rodeaban:glaciares de alta montaa, valles alpinos, y frondoso bosque templado en el monteKenia a mi derecha, el desierto reseco en el fondo del desfiladero, a mi izquierda, y uncomplejo y escalonado mosaico de vegetacin uniendo ambos paisajes. No hace faltaser un apasionado de la naturaleza para quedar fatalmente impresionado por lavitalidad y la diversidad de todo ese paisaje.

    A una hora ya de Nairobi, todava intentando dar con una altura de vuelo mssuave, a veces por encima de las nubes, otras por debajo de ellas, ahora podamos verel lago Baringo, al oeste. Uno de los muchos lagos diseminados por el gran valle del

    Rift, el Baringo tiene un color marrn-lodo en esta poca del ao, resultado de lascopiosas lluvias estacionales que arrastran limos aluviales procedentes de los montesTugen, al oeste del lago. La isla volcnica en el centro del lago destaca en medio de lasaguas marrones. Mi hermano mayor, Jonathan, vive cerca del lago, en la margenoccidental, donde cultiva melones y hace tiempo tambin criaba serpientes. Gelogos yantroplogos han explorado la zona en busca de fsiles durante aos en variosyacimientos situados entre el lago y las montaas, con notable xito, y estnreconstruyendo un cuadro exquisito de la vida animal que abund en la zona haceentre trece y cinco millones de aos. Todava nada espectacular a nivel homnido, pero

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    nunca se sabe. No se por qu, pero el Baringo nunca me ha atrado: prefiero conmucho el paisaje ms salvaje, al norte.

    Kilo noviembre Mike. Informando operaciones normal. Cambio. Este era el ltimocontrol que hara con una torre de control areo; pronto estaramos fuera de sualcance. Ahora estbamos solos. Dentro de unos cuarenta y cinco minutos

    avistaramos el extremo sur del lago. Roger, Kilo noviembre Mike. Corto.Alan y yo no solemos hablar mucho durante el vuelo. Hay que gritar para hacerse

    or con el ruido del motor, y puede resultar muy incmodo. A m no me importa elesfuerzo, pero Alan, como casi todo el mundo, prefiere no gritar. As que se pone aleer.

    Siempre me ha gustado mirar desde el avin para ver lo que hay debajo: bosques,afloramientos sedimentarios, evidencia de vida humana, este tipo de cosas. El viajedesde Nairobi hasta el lago Turkana es especialmente interesante porque el terrenocambia de sur a norte y de este a oeste, como un caleidoscopio geolgico. Muchasveces, con un determinado ngulo de luz, puede verse algo que no se ha visto antes,un rasgo geolgico o un nuevo torrente de agua. Siempre suelo mirar hacia abajo,

    pero en ocasiones me dedico a observar los pjaros.

    Hasta este punto del vuelo, el fondo del valle del Rift queda a nuestra izquierdacuando se sobrevuela la meseta Laikipia. Pero ahora nuestra ruta nos lleva por elextremo de la meseta, con el fondo del valle debajo de nosotros, un terreno ridodesde aqu hasta nuestro destino. Adoro el desierto. Desde aqu, y durante la ltimahora y media de vuelo, vemos lavas y crteres, cauces fluviales secos, sombras deborrosos cursos de agua discurriendo en medio de tierra reseca. Para algunos, unatierra as puede parecer hostil. Para m, es como volver a casa, y me invade unasensacin de paz. Por la maana temprano el vuelo puede resultar mgico, cuando losrayos del sol se abren camino, muy bajos, a travs del paisaje. A veces es tanhermoso que me entran ganas de parar el avin en una nube para poderlo contemplar.

    Siempre me han apasionado los lugares salvajes y remotos, y los animales que allhabitan. En mi adolescencia lo nico que deseaba era proteger la fauna salvaje de laselva, atrapar animales peligrosos, llevar una vida de aventura. Y ahora soy directordel servicio de proteccin de la fauna salvaje. Soy el jefe de todos los guardas de cazade Kenia. No es difcil explicar ese amor por la vida salvaje. Mis padres, Louis y Mary,no quisieron que sus hijos interfirieran en sus expediciones, as que mis hermanosJonathan y Philip, y yo, bamos a todas partes con ellos, casi siempre a lugares muyemocionantes y peligrosos.

    En el frescor del atardecer, cuando las excavaciones del da haban terminado, Louissola dar largos paseos, buscando nuevos yacimientos o verificando los viejos. Y solallevarnos a los tres con l, con la condicin de que no le hiciramos perder el tiempo.

    Mi padre era un gran naturalista, y sola hablarnos de historia natural mientrascaminbamos. Los tres nos quedbamos subyugados, mientras interiorizbamos unprofundo conocimiento de la naturaleza. Tambin aprendimos a defendernos: aencontrar agua y comida en lo que pareca un rido desierto, a seguir el rastro deanimales salvajes y a atraparlos. Aprendimos a ser parte de la naturaleza, a respetarlay a no temerla.

    No todo era de color de rosa. Los nios pueden aburrirse enormemente cuando suspadres se pasan horas escarbando en tierra seca. Un da, cuando tena seis aos, harto

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    de lo que estaba pasando o ms bien, de lo que no estaba pasando, segn mi visinde las cosas entonces empec a quejarme de calor, de sed, y de incomodidad.Finalmente Louis se hart y me dijo: Ve y busca tu propio hueso!.

    Me march de all, y empec a buscar posibles yacimientos aunque ahora no estoyseguro de lo que buscaba realmente y vi un fragmento de hueso fosilizado de color

    marrn que sobresala del suelo, a unos diez metros de donde estaban trabajando mispadres. Empec a excavar vidamente el hueso, y estaba tan absorto que mis padresempezaron a preguntarse qu es lo que estaba haciendo. Cuando vieron lo que tena,me apartaron a un lado rpidamente para poder recuperar el fsil indemne. Result serla primera mandbula completa de una especie extinguida de cerdo gigante,Notochoerus andrewsi, que vivi hace medio milln de aos. Pero ningn premio pormi descubrimiento poda compensarme de la furia que sent por haberme quedado sinmi hueso. Ya entonces era ferozmente independiente, tanto es as que no pas muchotiempo antes de decirme a m mismo que, hiciera la carrera que hiciese, no seranunca un buscador de fsiles. No seguira los pasos de mis padres para vivir siempre asu sombra.

    Los nombres de Louis y Mary quedarn para siempre asociados a la garganta de

    Olduvai, en Tanzania, yacimiento de famosos descubrimientos que situ el fricaoriental en el mapa antropolgico. Desde 1925, Sudfrica haba sido el epicentro de labsqueda de antepasados humanos primitivos, y Raymond Dart y Robert Broom,nombres legendarios en los anales de la antropologa, lograron incontables xitos. Peroen el frica oriental de aquella poca no se haba descubierto nada. Luego, tras aosde bsqueda infructuosa, Louis y Mary realizaron dos grandes hallazgos en pocotiempo, en 1959 y en 1960. Primero fue Zinjanthropus, una especie extinguida deenormes dientes, similar a algunos de los fsiles descubiertos en Sudfrica. Y luegoHomo habilis, descubierto por Jonathan. Era una nueva especie de humano fsil, unfabricante de tiles, con gran cerebro, miembro de nuestro gnero y, segn mi padre,el antepasado directo de los futuros humanos. Homo habilis significa en realidadhombre hbil, un nombre sugerido por Raymond Dart.

    El modelo de prehistoria humana que establecieron estos primeros descubrimientossigue an vigente entre nosotros. Desde los tiempos ms remotos, hubo simiosbpedos, de pequeo cerebro, incluidos Zinjanthropus y las criaturas surafricanas,varias especies de Australopithecus. Todos ellos acabaron por extinguirse, y en algnmomento surgi la especie de gran cerebro que se convertira en el gnero Homo,nosotros. Actualmente tenemos una idea mucho ms clara de los tiempos de nuestraprehistoria, cuando los distintos protagonistas de nuestro pasado aparecieron porprimera vez, para luego la mayora de ellos desaparecer. Pero en la poca en quemis padres trabajaban en la garganta de Olduvai slo era visible una pequea parcelade esta historia. Sin embargo, ya era evidente que Zinjanthropus y otros seres depequeo cerebro vivieron hace unos dos millones de aos, y tal vez incluso antes.Hace un milln de aos se extinguieron. Lo sorprendente es que Homo habilis, la pri-

    mera especie en la lnea que conduce hasta nosotros, tambin se origin muytempranamente, tanto como Zinjanthropus.

    Homo habilisera exactamente lo que Louis y Mary haban estado buscando, lo quesaban que un da encontraran: una prueba de que la humanidad Homo tenaprofundas races en la historia evolutiva. La idea constitua una verdadera tradicinentre los crculos antropolgicos britnicos de los aos veinte y treinta, y Louis la habaabsorbido ya de sus mentores. Su descubrimiento de un fsil espectacular contribuy aponer carne y sangre a aquella idea. Sin fsiles, ni la mejor de las ideas puede

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    prosperar. Pero los fsiles descubiertos sobre todo su interpretacin pueden sercontrovertidos. As ocurri con Homo habilis. Y as ocurrira con un fsil similar que yodescubr unos diez aos ms tarde. En todo esto estaba pensando durante nuestrovuelo hacia el norte, y tambin en el nuevo fsil descubierto por Kamoya.

    Pese a hallarnos ahora a slo dos horas de vuelo de Nairobi, pareca que estbamos

    ya en otro mundo. Todo estaba seco, la alta meseta en el este, y debajo, al oeste, eldesierto. Este es mi paisaje. Habamos llegado al extremo sur del lago Turkana, queahora quedaba a nuestra derecha, prolongndose hacia el norte; hacia el sur habaquedado obstruido por una erupcin volcnica hace unos diez mil aos. Desde la orillameridional del lago, a unos 25 kilmetros lago adentro, est South Island, la Isla delSur, sitio de muchas leyendas locales. Alimentado por el gran ro Orno, que drena lasaguas de los montes etopes, el lago tiene una historia geolgica fascinante, que sloahora empieza a aflorar. En el pasado reciente las gentes del lugar lo llamaban el lagoBussa; luego fue bautizado con el nombre de lago Rodolfo por el conde Samuel Teleki,quien lo descubri en 1888; y finalmente lago Turkana, el nombre dado por elgobierno keniata tras la independencia en 1963, en reconocimiento del pueblo turkanaque vive en sus mrgenes occidentales.

    El lago, que tiene la forma de una garra canina, mide de norte a sur unos 300kilmetros, y tiene una anchura media de unos 40 Km. Es una masa de aguaimpresionante, una poderosa presencia para las gentes que viven cerca e incluso paraaquellos que slo estn de visita, como los cientficos que trabajan en la zona. Noconozco a nadie que haya pasado algn tiempo junto al lago que no se sienta, encierto modo, como en casa. Algo extraordinario, para un medio tan inhspito. Y, enmuchos aspectos importantes, yo tambin me siento en casa.

    Nuestra pista de aterrizaje est en la margen occidental del lago, a ms de la mitadde camino hacia el norte, a unos 120 Km. al norte de Lothagam Hill, as que nosquedaba todava una media hora de vuelo. Con el morro del Cessna apuntando hacia elnorte, ya poda ver, a lo lejos, en la margen oriental, la familiar lengua de arena

    adentrndose en el lago. Es el bancal de arena de Koobi Fora, mi campamento base yhogar durante ms de quince aos dedicados a la bsqueda de fsiles, que me situprecisamente en la va que haba jurado no emprender nunca: seguir los pasos de mispadres. Pero no a su sombra, creo.

    No puedo explicar ni a m mismo cmo acab finalmente implicado en labsqueda de los orgenes humanos, siguiendo un camino que tan ferozmente habajurado no emprender. Fue en parte algo accidental, como ocurre tantas veces. Dejoven era un buen organizador, y lo saba. Poda dirigir expediciones por aquellasdifciles tierras tan frecuentemente asociadas a la bsqueda de fsiles en el fricaoriental. Lenta pero inevitablemente me fui dedicando paulatinamente a gestionar ellado prctico de este tipo de expediciones. Y lenta pero inevitablemente la fascinacinpor los fsiles acab imponindose. Si entonces hubiera sabido las amargas luchas

    acadmicas y personales que me esperaban, tal vez hubiera abandonado la empresapara dedicarme a algo ms tranquilo, como ser general del ejrcito, por ejemplo. Perollevaba los fsiles en la sangre, y no pude escapar a su llamada.

    Se experimenta una profunda sensacin de temor y de respeto al ver, y sostener,un fsil de homnido, un fragmento del propio pasado, del pasado de todos los Homosapiens. Siempre me conmueve, y s que no soy el nico en esta profesin enreaccionar as. Mis colegas y yo no hablamos mucho sobre ello, porque no escientfico, pero es una parte muy real de esta ciencia tan especial, la bsqueda de la

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    identidad del gnero humano. Tal vez fue esto lo que me arrastr a ella.

    Mi decisin de explorar el potencial fsil de la margen oriental del lago Turkana fueuna apuesta salvaje, de esas que se hacen cuando la arrogancia de la juventud no dejaver la posibilidad de que puedes perderla. Fue una tormenta lo que me impuls atomar la decisin.

    Era agosto de 1967; estaba a cargo del equipo de Kenia que formaba parte de unaexpedicin conjunta franco-norteamericano-keniata al sur del valle del Orno, justo alnorte del lago Turkana. Mi padre haba ayudado a organizar la expedicin, gracias a suamistad con el emperador Haile Selassie de Etiopa. As que yo era muy consciente dela presencia de Louis, aunque no formara parte de la expedicin.

    Tras sobrevivir, durante nuestros primeros pasos, a un cocodrilo gigante quepretenda comerse el equipo de Kenia y la frgil embarcacin que nos llevaba a travsdel gran ro Orno, tuvimos bastante suerte. Encontramos fragmentos de dos crneoshumanos relativamente recientes, de unos 100.000 aos de antigedad, ejemplaresambos de los primeros humanos modernos, que desde entonces han sido reconocidoscomo evidencia en la historia humana. Pero en aquellos das todos estbamos mucho

    ms interesados en la parte ms arcaica de la historia humana, y este golpe de suerteno pareca suficiente para sentirse satisfecho. Tambin me di cuenta de que el equipode Kenia era el hermano pobre de la expedicin. A cada equipo le fueron asignadasregiones geogrficas distintas para operar, y la mayora de los fsiles de mi zona eranclaramente mucho ms jvenes que los de las dems regiones. Era evidente que habamuchas posibilidades de quedar eclipsados por los descubrimientos de franceses ynorteamericanos. No poda soportar la idea de que los mritos paleontolgicos fueranmonopolizados por los otros dos equipos.

    Finalmente, ni franceses ni norteamericanos encontraron nada de verdaderaimportancia, salvo un fsil humano poco atractivo, una mandbula inferior de 2,6millones de aos de antigedad que sus descubridores franceses llamaron

    Paraustr alopithecus aethiopicus. Casi veinte aos ms tarde esta pequea mandbuladesempeara un rol importante en mi vida, pero en aquel momento no despert miinters. Estaba demasiado preocupado por los pobres resultados de mi equipo y, talvez ms an, por mi propio estatus. S, yo diriga el equipo de Kenia, pero no tenacredenciales cientficos ni educacin formal. Era un buen organizador, pero cuantosaba de anatoma lo haba aprendido en mi negocio juvenil de venta de esqueletos amuseos, y como colaborador de colegas cientficos. En realidad, el director cientficodel equipo de Kenia era mi padre, y esto me molestaba.

    Con la expedicin al ro Orno a punto de acabar, tuve que volar de regreso a Nairobipara ocuparme de unos asuntos. A la vuelta, al llegar a nuestro destino, nos topamoscon una enorme tormenta en la parte occidental del lago, que oblig al piloto denuestra avioneta a cambiar de rumbo para volar por la parte oriental. Yo estaba

    familiarizado con los mapas de la regin, que mostraban la parte oriental cubierta derocas volcnicas, as que me qued muy sorprendido al ver debajo lo que pareca serun depsito sedimentario, el tipo de formacin susceptible de contener fsiles. Yosaba, por varias razones, que nadie haba explorado la zona en busca de fsiles. Asque decid hacerlo yo.

    Unos das ms tarde, en un helicptero alquilado por el contingente norteamericanode la expedicin, sobrevol la zona que haba visto desde el avin. Le ped al piloto queaterrizara cerca de unos sedimentos concretos, y a los pocos minutos ya sostena entre

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    mis manos fsiles y tiles de piedra. Exploramos otros yacimientos aquel da, yempec a vislumbrar el futuro. Supe enseguida lo que tena que hacer, pero mantuvemis planes en secreto.

    Cuatro meses despus, en la gran sala de juntas de la sede de la NationalGeographic Society en Washington D.C., inform sobre los progresos de la expedicin

    al ro Orno. Y luego avanc mi propuesta de una expedicin exploratoria a Koobi Fora,en la margen oriental del lago Turkana. Describ brevemente mi visita en helicptero yexpliqu al comit lo que haba encontrado. Estaba seguro, dije, de que all habafsiles. El coste poda elevarse a unos 25.000 dlares.

    Mi padre se qued atnito. Aunque conoca mi inters por investigar un da la zonadel lago Turkana, pensaba que mi presencia en la reunin obedeca a la necesidad depedir apoyo financiero para el equipo de Kenia en el proyecto conjunto del ro Orno.Tambin el comit se mostr sorprendido, aunque slo fuera por la audacia de unjoven de veintitrs aos que peda una generosa ayuda financiera para una expedicinindependiente. Yo haba abandonado la secundaria antes de hora, porque deseabaseguir mi propio camino en el mundo. No tena educacin universitaria ni la necesariapaciencia para ello. Pero a pesar de todo all estaba yo, pidiendo ayuda para una

    exploracin que podra haber ido a parar a un verdadero cientfico. Y pese a mifanfarronada, de hecho no tena la menor idea de lo que poda dar de s una expedicina la parte oriental del lago. Pero saba que tena que intentarlo. La National Geographicdecidi apoyar mi apuesta.

    Alan Walker y yo estbamos a la altura del extremo sur del Turkana, ahora anuestra derecha. Delante, el lago se alargaba ms y ms, como un infinito resplandor,mezclndose a lo lejos con la bruma de la maana. Ahora Nairobi estaba realmentemuy lejos. Me senta liberado de las tensiones de la ciudad, de las exigencias delmuseo. La oleada de tranquilidad que me invade al llegar a este punto del viaje nuncafalla. Volv a mirar a mi derecha y vi la Isla del Sur asomando lentamente, y recordpor qu unos depsitos fosilferos tan ricos, en la zona oriental, haban permanecido

    inexplorados hasta mi primera expedicin en 1968. Tiene que ver con la muerte de dosjvenes.

    El gelogo y explorador britnico Vivan Fuchs organiz una expedicin al lago en1934, con ambiciosos planes de exploraciones geolgicas, paleontolgicas yarqueolgicas extensivas. El plan original de la expedicin consista en un viajecontinuo alrededor del lago haba dicho Fuchs en una reunin organizada por laRoyal Geographical Society de Londres el 15 de abril de 1935. Tras la negativa delgobierno etope a concedernos autorizacin para entrar en territorio de Abisinia[Etiopa], el plan tuvo que modificarse y obviar el extremo norte del lago, que estjusto al otro lado de la frontera. Por lo tanto, decidimos organizar el trabajo en dosfases, primero en la parte occidental del lago y luego en el lado oriental.Precisamente las dos reas donde, cuarenta aos despus, yo ira a explorar.

    La margen occidental fue decepcionante para la expedicin, como explicara D. G.Mac lnness, uno de los ayudantes de Fuchs, a los eminentes cientficos y exploradoresreunidos en la Geographical Society. Conocamos la existencia de algunos depsitosfosilferos, presuntamente del Mioceno, en la parte occidental del lago, donde laexpedicin francesa haba descubierto fsiles dos aos atrs. Encontramos de hechoalgunas de las excavaciones realizadas por los franceses, pero o se lo haban llevadotodo, o no haba mucho que encontrar. No encontramos prcticamente nada. As quela expedicin se concentr en la margen oriental.

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    Uno de sus centros de atencin fue la Isla del Sur, un volcn extinguido a unos seiskilmetros de la orilla oriental, y a unos 25 Km. del extremo sur del lago.Anteriormente haba recibido el nombre de isla Hohnel, de acuerdo con el nombre delteniente Ludwig von Hohnel, que lleg a la isla con la expedicin del conde Teleki en1888. Tambin se la ha llamado, incorrectamente, Isla Elmolo. El Molo es el nombre deun pueblo que vive en la zona oriental del lago. Pero hay una isla Elmolo ms al norte,

    mucho ms pequea que la Isla del Sur. Independientemente del nombre que se le d,la isla siempre ha sido objeto de mitos y leyendas entre los pueblos del lago Turkana.Hablan de fuegos que se vieron hace tiempo. Como la isla es de origen volcnico,parecen leyendas muy lgicas.

    El 25 de julio de 1934, Fuchs y W. R. H. Martin, un topgrafo, visitaron la isla trasuna travesa breve pero difcil. A la maana siguiente ambos hombres exploraronpartes de la isla, en direccin hacia el pico ms alto, de unos 600 metros de altura. Alcabo de poco rato vimos las pisadas de un animal cuadrpedo: una verdaderasorpresa, porque creamos que la isla, a excepcin de los pjaros, estaba deshabitadacontaba Fuchs. Las pisadas resultaron ser de cabras, cabras inicialmentedomesticadas pero devueltas a su estado salvaje. Ms adelante encontramos treceesqueletos de cabra en diversas partes de la isla, y tambin un fragmento de cermica

    y huesos humanos. Posiblemente esta fuera la explicacin de los fuegos que sehaban visto en la isla, y no erupciones volcnicas. En todo caso, el descubrimiento ibaa constituir un preludio siniestro de otro misterio relacionado con la isla.

    El 28 de julio, Fuchs volvi a tierra firme, dejando que Martin continuara su tarea deinspeccin. Al da siguiente, el doctor W. S. Dyson, un mdico norteamericano de laexpedicin, se uni a Martin para lo que en principio iba a ser un trabajo cientfico,difcil pero fascinante, de dos semanas. A estas alturas la expedicin haba terminadosus exploraciones en la margen occidental del lago, y la excursin a la Isla del Surformaba parte de un trabajo similar en la zona oriental, donde se esperaba poderencontrar restos fsiles y arqueolgicos.

    Se hicieron planes para la comunicacin de emergencia entre la isla y loscampamentos continentales. Pero nunca lleg a establecerse ningn contacto. Lleg elda previsto para el reencuentro, pero no hubo seal alguna. Si algo les haba pasado aaquellos dos hombres tena que haber ocurrido en muy poco tiempo, puesto quedesaparecieron sin ninguna llamada de socorro. Pese a una bsqueda intensiva yfrustrante, con varios aviones y botes, no se pudo dar con ellos. Lo nico que seencontr de ellos y de su empresa fueron dos latas, dos remos, y el sombrero deDyson, todo ello arrojado en la orilla occidental, a unos 100 Km. al norte de la Isla delSur. Uno de los aspectos ms misteriosos de todo el asunto fue la desaparicin de laembarcacin y de los dos recipientes de gasolina que haba en ella, dira Fuchs mstarde.

    Exactamente cuarenta aos despus, en el verano de 1974, la tragedia volvi a

    golpear a una de mis expediciones, justo un poco ms al norte, en la margen oriental.Un joven estudiante estaba recogiendo muestras, solo, lo que supona una peligrosacontravencin de las normas del campamento. Se perdi. De nuevo una impresionantebsqueda area durante cuatro das, sin xito. Al final se dio con l por puro azar, peroestaba tan malherido, por el calor y la deshidratacin, que deliraba, y nuncaconseguimos descubrir lo que pas. Muri unos das ms tarde en el hospital deNairobi. Como en el caso de Martin y Dyson, la prdida del joven estudiante fue unrecordatorio siniestro de que el lago Turkana, ese lugar que tanto quiero, puede sercruel e inclemente, y exige respeto, como toda la naturaleza.

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    Por lo que puede inferirse a partir de informes y comentarios verbales, Fuchs y suscolegas haban conseguido llegar hasta un punto situado justo al sur de Alia Baycuando las muertes de Martin y de Dyson acabaron con la expedicin. El objetivoprevisto de la expedicin encontrar restos de culturas humanas primitivas no secumpli. Pero estuvieron muy cerca, porque la zona a la que llegaron la conozco muybien, precisamente donde los estratos empiezan a ser interesantes. A veces sonro

    cuando pienso en lo cerca que estuvieron de encontrar fsiles.Iniciamos el descenso a la altura de Lothagam Hill, y la temperatura de la cabina ya

    empezaba a subir. Pronto podramos percibir los olores familiares del lago Turkana,una extraa mezcla de hierba quemada y tierra reseca. Alan estaba escudriando unazona denominada Karukongar, deseoso de localizar la toba, el estrato de cenizavolcnica que aqu tiene un extrao color azulado. Por dnde vas a sobrevolar,Leakey?

    Lothagam Hill es lo que un gelogo llamara un horst, un amplio macizo rocoso quese eleva en el extremo occidental del valle. No se sabe qu es lo que provoc laelevacin de este macizo rocoso, pero el efecto es idntico a la estructura de loscaones y llanuras tpicas del Oeste norteamericano. Aqu, el horst adquiere la forma

    de una isla en medio de un angosto valle aluvial al oeste del lago. Hace diez mil aos,Lothaeam fue realmente una isla, porque entonces el lago Turkana era enorme, ycubra un rea por lo menos cuatro veces mayor que la actual. No hace mucho sedescubrieron yacimientos funerarios y ceremoniales de la misma poca hace diez milaos en la cima de la colina. Resulta intrigante imaginar una pequea comunidad enla isla de Lothagam.

    Una combinacin de actividad volcnica, sedimentacin y tiempo unos cuatromillones de aos transformaron Lothagam en un sueo para los paleontlogos y enuna pesadilla para los gelogos. Hay bolsas de sedimentos fosilferos, y en un pequeotorrente la erosin deja aflorar lentamente de la arenisca el esqueleto completo de uncarnvoro. Pero los elementos de la geologa son difciles de desentraar, lo que

    complica la datacin de los fsiles que all encontramos. Es el caso de la mandbula delAustralopithecus de Lothagam, el fragmento de mandbula inferior fosilizado quemencionaba antes. Su edad sigue siendo un enigma.

    Mira, ah est!, dijo Alan. A nuestra izquierda estaba la toba azulada, que desdeesta altura pareca una veta quebrada a lo largo del paisaje. En tierra es mucho msimpresionante, ya que en algunos punto puede llegar a alcanzar hasta tres metros degrosor, como un ro de piedra. A ver si podemos seguir su rastro hasta Lothagam,dije, al tiempo que inclinaba la avioneta hacia abajo, listo para planear a vuelo raso.Por desgracia, la toba era demasiado fragmentaria y, por mucho que lo intentramos,no bamos a poder seguir su trayectoria. Abandonamos la idea y decidimos quevolveramos a intentarlo desde tierra, al cabo de un par de das, para recoger muestrascon que llevar a cabo un anlisis qumico.

    Habamos descubierto la toba tres aos atrs, cuando Alan y yo realizbamos unsafari por Karukongar, con Kamoya y la Banda Homnida, abrindonos camino desde elnorte del lago Baringo hasta este punto, justo al sur de Lothagam. Fue una excursinrpida, una exploracin para programar futuros proyectos interesantes, que fuememorable, en parte porque el brazo de Alan se hinch hasta alcanzar proporcionesalarmantes a raz de una picada de avispa. Como era alrgico a las avispas, y por lotanto corra el riesgo de shock mortal, huelga decir que pasamos momentos difciles,sobre todo en plena jungla, a muchas horas de distancia del primer hospital. Pero por

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    suerte se recuper bastante pronto.

    El campamento final de aquel viaje estaba a unos quince kilmetros de Lothagam, porun gran cauce de arena flanqueado de rboles que nos daban sombra. Pero noestbamos solos, porque la margen occidental suele estar relativamente poblada.Sabamos que haba pastores por all, porque habamos visto sus animales, cientos de

    camellos y de cabras. Algunos hombres turkana vinieron al campamento a por t ytabaco, pero no haba jvenes. Ojal hubiramos sido menos confiados. Poco despusAlan y yo tuvimos que volver a Nairobi, dejando que Kamoya y la Banda Homnidalevantaran el campamento al da siguiente. Pero tuvieron que hacerlo antes de loprevisto.

    Tan pronto como el ruido del avin dej de orse, los jvenes ausentes aparecieroncargados de rifles para exigir mantas y otras cosas bandidos locales, como supimosluego. Kamoya consigui convencerlos como pudo para que volvieran al da siguiente,prometindoles que se les dara todo cuanto quisieran. Cuando los bandidos semarcharon, Kamoya y sus hombres recogieron todo cuanto pudieron dentro de lastiendas para evitar dar la sensacin de que levantaban el campamento. Luego, cuatrohoras despus de la puesta de sol, a una seal convenida, cortaron las cuerdas,

    lanzaron las tiendas rpidamente a los Land Rovers, y el grupo huy velozmente en laoscuridad de la noche, sin luces. Fue un poco difcil, me dijo Kamoya ms tarde,restndole importancia.

    Satisfechos de haber podido sacar el mximo de informacin del rompecabezas deLothagam gracias a nuestra exploracin area, Alan y yo decidimos dirigirnos alcampamento. Kamoya estara esperando. La pista de aterrizaje es corta. Yo lo prefieroas, porque disuade a posibles visitas indeseadas. Con el lago detrs nuestro y con lapared occidental del desfiladero delante, hicimos un descenso muy inclinado, y latemperatura segua subiendo. Mucha gente tiene miedo de los aterrizajes en plenanaturaleza, sobre todo de los mos. Pero yo no me arriesgo, ya no. Hubo un tiempo era mucho ms joven en que crea poder hacer cualquier cosa y salir airoso. Una vez

    me salv de milagro, y aprend la leccin. Prefiero seguir con vida.El altmetro marcaba 500 metros. La prdida de velocidad resonaba en los asientos.Por fin las ruedas tocaron tierra y siguieron rodando por la superficie herbceamientras yo frenaba con fuerza. Abr la cabina, y un soplo de ardiente aire turkana nosenvolvi, conteniendo el olor a lejanos rebaos de cabras y a vegetacin reseca. Vimosun Land Rover, y a Kamoya y Peter Nzube esperando, con una amplia sonrisa. O.K.Walker dije a Alan, veamos qu es lo que tienen para nosotros esta vez.

    **-

    Captulo I I

    UN LAGO GI GANTE

    Kamoya ha encontrado un pequeo fragmento de un frontal de homnido, de unos3,80 cm por 5 cm, en buen estado anot Alan en su diario de excavaciones el 23 deagosto de 1984. Se hallaba en un talud del bancal frente al campamento. El propiotalud est cubierto de guijarros de lava negra. Nunca sabr cmo lo encontr.

    La habilidad de Kamoya para encontrar homnidos fsiles es legendaria. Un buscadorde fsiles debe tener ojos de lince y un patrn de bsqueda muy claro, un modelo

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    mental que inconscientemente sopese todo cuanto ve durante la exploracin en buscade claves reveladoras. Una especie de radar mental sigue funcionando aunque no seest profundamente concentrado. Un especialista en moluscos fsiles posee un patrnde bsqueda de moluscos. Un especialista en antlopes fsiles posee un patrn debsqueda de antlopes. Kamoya es un experto en homnidos fsiles, y nadie le superadescubriendo restos fosilizados de nuestros antepasados. Pero aun contando con un

    buen radar interno, la bsqueda es mucho ms difcil de lo que parece, no slo porquelos fsiles suelen tener el mismo color que las rocas que los ocultan, mezclndose ascon el paisaje, sino tambin porque suelen aparecer rotos, y sus fragmentos a menudopresentan formas peculiares. El patrn de bsqueda debe tener en cuenta estadificultad.

    En nuestro mbito nadie confa realmente en encontrar un crneo entero, ah en elsuelo, mirndonos. El tpico descubrimiento suele consistir en un pequeo fragmentode hueso petrificado. Por lo tanto, el patrn de bsqueda del cazador de fsiles debeincluir mltiples dimensiones, emparejando cualquier Posible ngulo de cada una delas formas del fragmento de cada hueso del esqueleto humano. Kamoya es capaz deavistar un fragmento de homnido fsil en un talud de arenisca a una docena de pasos;cualquier otro, aun a gatas y mirando fijamente en direccin al fragmento,

    posiblemente ni lo vera.

    Conoc a Kamoya en 1964, durante mi primera incursin seria en el mundo de loshomnidos fsiles. l formaba parte de un equipo de trabajo en una expedicin al lagoNatrn, justo al otro lado de la frontera sur occidental con Tanzania. Enseguidatrabamos amistad y fue el inicio de una relacin profesional que hoy todava dura. Yaentonces demostr su habilidad al descubrir una mandbula de homnido de la mismaespecie que Zinjanthropus, descubierto cinco aos antes por mi madre en la gargantade Olduvai. El descubrimiento de Kamoya constitua el primer maxilar inferior conocidode esta especie homnida, as que qued muy impresionado. Sobre todo porqueKamoya lo descubri cuando el fsil apenas asomaba de un peasco situado a mediometro de donde yo mismo haba estado buscando fsiles pocos momentos antes. Parte

    del secreto de Kamoya reside en el hecho de que, pese a ser de constitucin robusta eirradiar una gran tranquilidad, siempre est en movimiento, inquieto, raramenteocioso. As fue como encontr el fragmento de crneo homnido que nos haba trado aAlan y a m hasta el Turkana occidental.

    Habamos acampado junto al ro Nariokotome explica Kamoya. Casi siempre estseco, pero remontndolo unos cien metros desde el campamento se puede encontraragua a medio metro de profundidad si acaba de llover, y a unos tres metros en pocaseca. Pero siempre se encuentra agua. Kamoya y su equipo iban de la parte norte dela margen occidental a ciertas zonas del sur, donde conocamos la existencia dedepsitos fosilferos bastante prometedores. El gelogo Frank Brown y el paleontlogoJohn Harris formaban parte de este barrido de norte a sur, correspondiente a las fasesfinales de una prospeccin de cuatro aos en busca de posibles yacimientos en la

    margen occidental. Habamos decidido empezar el trabajo serio en busca de fsiles dehomnido en 1984. Y tenamos razones para sentirnos optimistas, porque en los iniciosde la prospeccin se haban descubierto un par de pequeos fragmentos.

    Dado que el ao anterior el campamento se haba establecido en el Nariokotome,Kamoya saba que all encontraramos sombra y agua. Llegamos alrededor delmedioda, sucios y cansados recuerda. Lo primero que hicimos fue buscar agua. Si,ah estaba, igual que el ao pasado, aunque esta vez tuvimos que cavar a mayorprofundidad. Una vez con los cuerpos y la ropa limpios, y de haber comido, los

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    hombres decidieron darse el resto del da libre. Pero Kamoya no. Dijo que iba a echarun vistazo a un barranco al otro lado del cauce seco del ro, a unos trescientos metrosdel campamento.

    No s muy bien qu es lo que vio Kamoya en ese barranco, dice Frank Brown, quehaba coincidido con Kamoya en las tres anteriores temporadas de exploracin de la

    margen occidental. Pasamos por ah en 1981, el segundo ao de la prospeccin, y yaentonces se par a mirar, pero no encontr nada. Al ao siguiente lo mismo. Nada. Yahora este ao, 1984, bingo! Encuentra un homnido. La explicacin de Kamoya essiempre enigmtica: Me pareci interesante. Me considero a m mismo un buscadorde homnidos fsiles bastante experimentado, y a veces tambin siento nadatangible que voy a descubrir algo, as que comprendo a Kamoya. Pero incluso a maquel barranco me pareca poco prometedor, slo un puado de guijarros dispersos enun talud, un camino de cabras serpenteando junto a un viejo arbusto espinoso, elcauce seco de un ro atravesando el barranco, y una sucia carretera local de norte asur a pocos metros de distancia.

    La tierra del barranco tiene un color claro explica Kamoya, y las piedras sonnegras, trozos de lava. El fsil es algo ms claro que la lava, y por lo tanto fcilmente

    visible. Encontr lo que buscaba. El fragmento no era mucho mayor que un par desellos de correos juntos, pero aun as fue significativo. Un trozo de hueso chato conuna ligera curvatura era indicio de crneo, y un crneo perteneciente a un animal conun cerebro de gran tamao. Adems, la impronta del cerebro en la pared interna delcrneo era muy borrosa. El conjunto de todas estas claves dispararon el patrn debsqueda de Kamoya para afirmar que se trataba de un crneo de homnido. Unfragmento de hueso similar, ms delgado, con una curvatura ms pronunciada y conimprontas cerebrales ms profundas en la pared interior podra haber apuntado a unantlope, por ejemplo.

    Aunque al principio no result inmediatamente evidente de qu parte del crneohomnido proceda el fragmento fsil de Kamoya, finalmente result ser de la regin

    frontal. Kamoya s supo que el crneo tena ms de un milln de aos 1,6 millonesde aos, segn el clculo de Frank Brown, de modo que adivin que habaencontrado un Homo erectas, la especie homnida directamente predecesora de Homosapiens.

    El miembro ms antiguo de la familia homnida se desarroll hace entre diez y cincomillones de aos, de acuerdo con las estimaciones actuales. Por lo tanto, podemosavanzar una datacin media de unos 7,5 millones de aos para el origen de la primeraespecie homnida. Una de las caractersticas definitorias de los homnidos es su modode desplazarse: tanto nosotros como todos nuestros antecesores inmediatoscaminaban erguidos sobre dos piernas, es decir, que eran bpedos. Si bien los primerosmiembros de la familia eran bpedos, lo que exima a sus manos de la tarea inmediatade locomocin, la produccin de tiles de piedra y el desarrollo del cerebro se iniciaron

    relativamente tarde en nuestra historia, hace unos 2,5 millones de aos. La cuestines controvertida, pero yo estoy convencido de que la produccin de tiles de piedra esuna caracterstica de nuestra propia rama de la familia humana, el linaje Homo, yqueest estrechamente relacionada con el desarrollo del cerebro. Al principio, el desarrolloevolutivo en este sentido fue pequeo, pero con la aparicin de Homo erectusempiezaa ser importante. Tal como tendremos ocasin de ver a lo largo de este libro, el origende Homo erectus representa un momento crucial en la historia humana. Una miradaretrospectiva desde la posicin aventajada de hoy, nos habla del abandono de unpasado esencialmente simiesco para emprender el camino hacia un futuro ntidamente

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    humano. De ah que el descubrimiento de Kamoya fuera potencialmente muyimportante.

    Llam a mi gente dice Kamoya, e inspeccionamos toda la superficie. Encontramosotra pieza, pero nada ms. As que pusimos un montn de piedras, un hito, paramarcar exactamente el lugar donde se haban encontrado los fsiles. Era demasiado

    tarde aquella noche para llamarme a Nairobi, as que Kamoya esper a la maanasiguiente para darme la noticia. De hecho se trataba de una doble buena noticia,puesto que poco antes John Harris tambin haba encontrado un fragmento de crneo,que poda ser de homnido, o tal vez de un gran mono. Tena dos millones de aos,segn la estimacin inicial de Frank. As que cuando Alan y yo vimos a Kamoya y aPeter en la pista de aterrizaje, tuvimos muchas cosas de qu hablar y planes para unexamen ms profundo de ambos fsiles y, tambin, claro est, ponernos al da de loschismes del campamento.

    La pista de aterrizaje est en el lado sur del ro Nariokotome, y el campamento en ellado norte, a la sombra de Acacia tortilisque se levantan muy altas a lo largo de lalengua de arena. El campamento, un puado de tiendas de campaa de color verde,est dispuesto de forma muy sencilla en torno a un punto central formado por la tienda

    principal, una tienda-para-todo, donde comemos, analizamos fsiles y charlamos.Desde all no se divisa el lago, a unos cinco kilmetros al este, pero sentimos la brisaque suele soplar de este a oeste cruzando la cuenca del Turkana. La hierba crece sloespordicamente, y el paisaje, yermo casi todo l, aparece salpicado aqu y all por laforma arbustiva de las salvadoras, que con su frondoso follaje verde claro oscurecen laabundancia de pequeos frutos picantes que tanto gustan a los primates humanos yno humanos de la regin. Acacias de varios tipos bordean los cursos fluviales, quesuelen abrir profundos cauces en los antiguos sedimentos. La margen occidental dellago tiene mucha ms vegetacin que la margen oriental, sobre todo junto a los ros, yhabra mucha ms si no fuera por el pastoreo intensivo de los rebaos de cabras y devacas esculidas de los turkana. En estos parajes las montaas imponen su presenciade modo palpable; la silueta de la pared occidental del valle del Rift se proyecta contra

    el cielo. Es una tierra mgica, atrapada entre un lago gigante y majestuosas cordillerasmontaosas.

    Los grandes lagos, al igual que las altas montaas, siempre han atrado a la gente:exploradores en busca de descubrimientos, de realizacin personal o de fama. En laliteratura de los exploradores europeos de finales del siglo pasado, el lago Turkana,entonces llamado lago Rodolfo, aparece en los primeros lugares, casi siempre comometa de grandes expediciones. Una y otra vez se encuentran referencias a loscambios de nivel del lago: si ha experimentado "un descenso espectacular" o "unasubida espectacular" en pocos aos dice Frank, que posee un repertorio pico derelatos histricos de la regin. Es lgico, pues, que la imagen de esta gran masa deagua en constante fluctuacin acabara por dominar nuestras mentes. S, es lgico,porque yo mismo he visto bajar el nivel ms de diez metros en los ltimos veinte aos.

    La inmensidad de la cuenca y la cantidad de flujo de agua resultan apenascomprensibles. Frank calcula que, con los trescientos mil litros por segundo que vierteel Orno, el lago podra llenarse desde cero hasta su nivel actual en slo setenta aos.Lo cual implica un nivel inestable, es decir, que ligeras alteraciones prdidas ocrecidas pueden tener un gran impacto. A veces resulta difcil comprender que ellago haya podido llegar incluso a desaparecer del todo en ciertas pocas. Perosabemos que es cierto.

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    Los primeros indicios empezaron a vislumbrarse a principios de los ochenta, cuandoFrank empez a trabajar por primera vez en la parte oriental del lago y luego en laoccidental. Antes haba formado parte del equipo norteamericano dirigido por ClarkHowell, que trabajaba en el curso inferior del ro Orno, una continuacin de parte de laexpedicin conjunta franco-norteamericana-keniata que yo haba abandonado en1967. El trabajo de Frank consista en recoger datos sobre la historia geolgica de la

    regin, y establecer un registro de los cambios medioambientales sepultados enprofundos sedimentos.

    Los episodios de hiperpluviosidad, o los periodos de gran sequa, por ejemplo, dejanhuella en los sedimentos acumulados a lo largo de los siglos. La presencia de un lago,la tierra de aluvin de un ro cercano, tambin quedan inscritas en el registrogeolgico. Donde hay sedimentos se puede indagar el pasado y leer el registro de unambiente ya desaparecido y de los cambios habidos en l. La interfoliacin de losestratos de ceniza volcnica proporciona una escala temporal de estos cambios. Losistopos radiactivos, un componente natural de la ceniza volcnica, nos permiten fijarcon precisin la fecha de la erupcin que produjo la ceniza, porque la desintegracinlenta pero gradual de los istopos acta como un reloj atmico. La llamada datacinpor potasio-argn es uno de los mtodos ms utilizados para reconstruir el registro de

    las erupciones volcnicas en el frica oriental. Frank haba reconstruidometiculosamente un registro del bajo valle del Orno, y luego hizo lo mismo con lossedimentos al este y al oeste del lago Turkana.

    Me di cuenta de que existan intervalos en los que no hubo lago en la cuenca explica Frank, recordando sus primeros trabajos. Cuanto ms analizaba los datos,tanto ms claros resultaban. Pero el lago Turkana es tan vasto, su presencia tanimpresionante, y domina hasta tal punto nuestras vidas, que resulta difcil imaginaruna poca sin l. Resulta impensable.

    El lago todava nos plantea enigmas, entre ellos las pocas en que el ancho no Ornodej de verter sus aguas en l. Frank cree que, por alguna razn, las aguas del Orno

    se desviaron temporalmente para verter en el Nilo. Algn da conoceremos cadarecoveco de la historia de la regin. Pero lo importante es que sabemos lo suficientepara aceptar que todo cuanto vemos a nuestro alrededor hoy en da es tan slo unbreve momento en la larga evolucin de la historia, no necesariamente un hito precisode cmo fueron las cosas en el pasado ni, evidentemente, de cmo sern en el futuro.Si queremos alcanzar una perspectiva de la historia humana, como es mi caso, esta esuna leccin importante.

    EN BUSCA DEL JOVEN TURKANA

    En los ltimos aos he llegado a creer que esta perspectiva es tal vez la leccin msimportante que cabe aprender sobre nosotros mismos. Homo sapiens ocupa unabrevsima porcin de tiempo en la historia de la Tierra, un breve, efmero momento.

    Nuestro planeta tiene entre 4.000 y 5.000 millones de aos. La vida primitiva empezaqu hace unos 4.000 millones de aos; las primeras formas de vida en la Tierraaparecieron hace unos 350 millones de aos; el primer mamfero, hace 200 millonesde aos; los primeros primates, hace algo ms de 66 millones de aos; los primerossimios hace 30 millones de aos; los primeros homnidos, hace unos 7,5 millones deaos; Homo sapiens, tal vez hace 0,1 millones de aos. Pese a la multiplicidad, lacomplejidad y la riqueza de las cosas que hay en la historia de la Tierra capaces decautivarnos, nosotros, ineludiblemente, nos vemos abocados a interesarnos pornuestros propios orgenes.

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    Esta pasin por conocer, por saber cmo llegamos a ser y qu nos hizo ser lo quesomos, nos revela algo, evidentemente, acerca de nuestra propia naturaleza. Somoscriaturas de conocimiento, es cierto. Pero, ms importante an, somos criaturasabocadas a saber. Esta pasin por saber es la que me ha trado a m y a mis colegas alas orillas de este antiguo lecho lacustre, donde durante cuatro millones de aosnuestros antepasados fueron parte del mundo de la naturaleza, un drama moldeado

    por las fuerzas del azar y de la seleccin natural. Como el conde Teleki, llegamos allago Turkana atrados por la perspectiva de un viaje de descubrimiento. Pero, al revsque el conde, nos damos cuenta de que el objetivo de nuestro descubrimiento no es ellago, sino nosotros mismos.

    Tenemos muchos huesos que mostraros prometi Kamoya cuando aterrizamos.Os gustarn los homnidos. Supe que a m s me gustaran. Esqueletos tal vez?,brome, y todos remos ante tal improbabilidad. Al atardecer bebimos cerveza en latienda central; pronto la oscuridad se cerni sobre nosotros, como ocurre siempre enestas latitudes prximas al ecuador.

    Durante la cena discutimos nuestros planes, con la cabeza llena de homnidos fsiles.Propuse que nuestra primera visita del da siguiente fuera al yacimiento de John para

    ver el fragmento de un posible homnido o de un gran mono. Si el fsil era realmentehomnido, y si tena realmente dos millones de aos, poda ser muy importante. Lahistoria homnida de hace unos dos millones de aos no est clara, pero es crucial paraconocer el origen de los seres de gran cerebro que, con el tiempo, seramos nosotros,as que todo nuevo fsil es potencialmente significativo. Tena el presentimiento de quealgn da nos toparamos con alguna verdadera sorpresa relacionada con esta porcinde nuestra prehistoria de hace dos millones de aos. Tal vez el fsil de John fuera una.Por otro lado, no era optimista acerca de las posibilidades del yacimiento de Homoerectusde Kamoya. Pocas veces he visto algo tan desesperante, escrib en mi diarioantes de acostarme aquella noche, cansado pero feliz de estar

    UN LAGO GIGANTE

    A la maana siguiente nos levantamos a las cinco y media; t, pan y queso paradesayunar; y al alba, hacia las seis, nos pusimos en marcha. Condujimos lentamente,veinte kilmetros hacia el sur hasta el yacimiento de John, junto al Laga Kangaki, otrocauce fluvial seco. Sombras muy marcadas por el ngulo del sol naciente, un aire dulcey fresco: era una maravillosa maana turkana, realzada por un sentimiento deanticipacin respecto de lo que poda depararnos el yacimiento fsil.