las rosas de los viernes en la tarde-cap1

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Capítulo 1 −Quiero La noche era calurosa y estaba animada. El nerviosismo se palpaba en el lugar del desfile, y Mariana era la más nerviosa de todas, al fin y al cabo ella no era modelo y no quería serlo nunca.

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LAS ROSAS DE

LOS VIERNES

POR LA TARDE

Serie Amor y Mentiras, 2

Mary Heathcliff

© 2007 por Mary Heathcliff.

All rights reserved / Todos los derechos reservados.

Registro de derecho de autor: 10-183-313 Bogotá, Colombia.

Registro de Safe Creative: 1308205616293.

ISBN: 9781476486215

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita y legal de los titulares del

“Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o

total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el

tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o

préstamo públicos.

Edición y corrección: MRC ©

Fotografía de portada: http://www.photorack.net/ © su propietario.

Montaje y diseño de portada: MRC ©

Después de casi cinco años, Mariana García ha olvidado el

pasado y ha sanado las heridas de su alma y su corazón.

Entonces Leonardo del Valle decide reaparecer para

atormentarla y reclamar lo que él mismo rechazó. Ha vuelto

decidido a recordarle el pasado compartido hasta con los

mínimos detalles como las rosas que le regalaba siempre los

viernes en la tarde.

Y aunque Mariana ya lo ha desterrado de su corazón, no puede

evitar recordar lo vivido y volver a experimentar los mismos

sentimientos cada vez que lo ve. ¿Todavía lo ama? No puede

ser. En el pasado le hizo mucho daño y ahora ha vuelto más

decidido que nunca para inquietarla. ¿Entonces por qué no

puede dejar de pensar en él?

Serie Amor y Mentiras, 2

Capítulo 1

—Cumpleaños feliz, te deseamos a ti, feliz cumpleaños

querida Jessi, cumpleaños feliz —cantaron los tres adultos a la

pequeña que celebraba su cuarto natalicio.

La tarde era calurosa y soleada, pero eso no era lo que la

hacía una tarde especial. Era tan especial porque ese día la

pequeña Jessica cumplía cuatro años de vida, y su madre,

Mariana, no podía estar más alegre.

—Sopla las velitas, amor —dijo Mariana a su hija.

—Pero recuerda que debes pedir un deseo —le recordó

Gabriel.

La niñita sonrió antes de decir:

—Mi deseo es que mi papi vuelva de su viaje y nunca

más se vuelva a ir —y enseguida sopló sin notar que los tres

adultos a su alrededor opacaban sus sonrisas.

Sucedió lo que pasaba siempre que la niña preguntaba o

mencionaba a su padre: cambiaron inteligentemente el tema de

conversación.

Mary Heathcliff ____________________________________________________________________________

♥ 6 ♥

—Ahora, vamos a cortar el pastel —dijo Mariana

sacando unas rebanadas que puso en los platos para los cuatro

asistentes a la íntima celebración.

—Sí, vamos a comer el pastel —dijo la niña con

entusiasmo.

—¿No quieres ver primero tus regalos, Jessi? —preguntó

Sonia.

—No. Primero el pastel —dijo la niña que ya dirigía a su

boquita una cucharada del suculento manjar.

—Vaya, por lo menos no es materialista —dijo Gabriel

arrancando risas de Mariana y Sonia.

Mariana observó a sus amigos, los mejores amigos del

mundo.

A Gabriel lo conocía desde hacía más de diez años al

iniciar sus estudios en la universidad. Desde el mismo inicio se

habían hecho más que amigos, eran hermanos y él siempre la

había ayudado y apoyado cuando más lo había necesitado, aun

cuando su propia familia le dio la espalda. Con él había

fundado MAGAS, la agencia de modelaje que poco a poco iba

creciendo para alegría de los dos.

Sonia era su amiga desde hacía casi un año. Había

llegado a la agencia haciéndose pasar por modelo, cuando en

realidad era una agente de la policía secreta que buscaba una

peligrosa red de trata de blancas.

Las Rosas de los Viernes por la Tarde ____________________________________________________________________________

♥ 7 ♥

Hacía cuatro meses Sonia y Gabriel se habían casado,

después de una misión tan peligrosa que hasta la misma

Mariana había estado a punto de perder la vida: había estado en

coma unos cuantos días. La relación de sus amigos también

había estado en riesgo, pero el amor entre ellos era tan grande

que había sobrevivido a todo. Ahora eran inmensamente

felices.

La charla giró en torno a Jessica, lo grande y linda que

estaba. Mariana se sentía muy orgullosa de su pequeña. Su hija

era lo más importante de su vida desde que había nacido y

jamás se arrepentía de haberla dado a luz, aunque el embarazo

no había sido una etapa fácil.

El timbre de la puerta sonó interrumpiendo la charla. Fue

Gabriel quien salió a atender la puerta y recibió el ramo de

rosas que, como todos los viernes por la tarde desde hacía seis

meses, llegaba para Mariana. Ya fuera en su casa o en la

agencia, siempre el secreto admirador le enviaba un ramo de

doce rosas rojas.

—Tu encargo semanal de los viernes por la tarde,

Mariana —dijo Gabriel sonriendo. Sabía que Mariana

detestaba que le llegaran esas rosas.

—Por mí puedes tirarlas a la basura o regalárselas a tu

esposa —dijo Mariana cambiando el humor alegre que había

tenido hasta hacía unos minutos.

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♥ 8 ♥

—No puedes hablar en serio. Son hermosas —dijo

Sonia—. Es un detalle precioso, el hombre que lo hace debe

estar muy interesado en ti.

—Nada de eso —dijo Mariana algo incómoda. Tomó la

tarjeta del ramo y leyó su nombre "Mariana García", pero eso

no era lo que la inquietaba, sino la caligrafía que ella había

conocido tan bien. Un escalofrío pasó por su cuerpo como un

mal presentimiento. Arrugó la tarjeta y la tiró al tacho de la

basura, como había tirado todos los recuerdos dolorosos.

—Pero no puedes negar que es muy romántico eso de

tener un admirador secreto —replicó Sonia—. Siempre quise

tener uno.

—¿Ah sí? —preguntó Gabriel fingiendo enfado—. Pues

más te vale que no tengas ninguno, porque me voy a poner

muy celoso.

Gabriel se acercó a su esposa y la besó en los labios.

—Ese admirador secreto podrías ser tú —dijo Sonia.

—Entonces no sería secreto, amor —afirmó él.

—Pero no nos desviemos del tema —dijo Sonia—. Aquí

lo que importa es averiguar quién es el admirador de Mariana.

—No, no me interesa —insistió la aludida.

—Pues yo creo saber quién es —dijo Sonia—. ¿Te suena

el nombre de Franco Solís?

Mariana sonrió.

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♥ 9 ♥

—Ese no es el estilo de Franco.

—Claro que no, él es mucho más directo, menos

enigmático —dijo Gabriel.

—Y mucho más simple —añadió Sonia.

—No es simple, es… caballeroso —dijo Mariana—. Y él

no puede ser, porque sabe que no quiero ninguna relación con

él además de una simple amistad.

—Eso es lo que no me explico —dijo Sonia.

Para nadie era un secreto, que el comerciante y

patrocinador de los desfiles de MAGA'S, Franco Solís, estaba

enamorado de Mariana. Desde que había salido del hospital

hacía seis meses le había confesado que siempre se había

sentido atraído hacia ella y que su accidente le había hecho ver

que podía perderla para siempre si no se arriesgaba a declararle

sus sentimientos.

Mariana había rechazado cortésmente sus avances. No

quería nada con ningún hombre. Su primera y única

experiencia en el amor le había dejado un amargo sabor y

ahora sólo quería dedicar su vida a Jessica. Franco le había

dicho que no importaba su negativa, estaba dispuesto a esperar

y conquistarla, así que la invitaba a cenar, al teatro, al cine y

hasta se había ganado la amistad de la pequeña hija de

Mariana.

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♥ 10 ♥

—No lo amo —dijo Mariana simplemente—. ¿Eso te lo

explica?

—No comprendo por qué no lo intentas, Mariana. Franco

es guapo, gentil, bueno, adinerado, te quiere y quiere a Jessica.

—Ya te dije, no lo amo. Y no es él quien me envía las

flores y ya no hablemos más de esto.

—¿Entonces quién es el de las rosas? Cuando despertaste

del coma había un ramo igual y desde ese día te llega uno

semanal. Por lo que le pude saber de la enfermera que estaba

esa noche de turno, me dijo que era guapo y muy elegante,

pero no me dio ninguna descripción exacta.

—No me interesa, Sonia, déjalo ya —añadió Mariana

con hastío.

—Si insistes…

Aunque la conversación se encaminó hacia otros temas,

la mente de Mariana, como todos los viernes después de la

llegada de las rosas, giraba en torno al hombre que las enviaba,

porque, aunque sus amigos no sabían quién era el enigmático

hombre, ella sí lo sabía. ¿Cómo olvidar que en su pasado

también hubo rosas los viernes por la tarde?

¿Qué pretendía? ¿Estaba en el país? No atinaba a

explicarse la razón por la cual él hacia esto.

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♥ 11 ♥

El timbre nuevamente los sacó de la conversación, pero

esta vez fue Sonia quien se dirigió diligentemente a abrir la

puerta, para encontrarse con un guapísimo desconocido.

—Buenas tardes —dijo el hombre alto de voz

profunda—. Necesito ver a Mariana y a Jessica.

En un primer momento, Sonia creyó que conocía al

hombre de alguna parte, pero cuando lo pensó mejor, se dio

cuenta que jamás lo había visto, y que había tenido esa

sensación porque el hombre era extraordinariamente parecido a

Jessica… ¿era acaso…?

—Supongo que están en casa —dijo el hombre al notar el

silencio de Sonia.

—Sí, sí claro… sólo que…

—Que no sabes si Mariana me reciba —completó él

cuando la vio titubear, para nadie era un secreto que la madre

de su hija no lo recibiría con agrado.

—Pues… sigue… —dijo Sonia dándole paso, un poco

temerosa de lo que estaba haciendo, pero no tenía otra opción:

tendría que ser la misma Mariana quien tenía que decidir si

verlo o no.

Ella entró seguida por el hombre y titubeó al llegar a la

sala.

—Mariana… alguien quiere verte.

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♥ 12 ♥

Mariana y Gabriel alzaron los ojos simultáneamente, y al

ver de quién se trataba se levantaron al mismo tiempo de sus

sillas como despedidos por resortes.

—¿Qué haces aquí? —dijo Mariana.

—¿Cómo te atreves a venir a esta casa? —preguntó

Gabriel.

—¡Papi! —gritó la pequeña Jessi que corrió a arrojarse a

los brazos de su padre.

—¡Princesita! —dijo el hombre antes de levantar a la

pequeña en brazos y besarla en la mejilla.

—Hoy estoy cumpliendo cuatro años, papi —dijo la

niña.

—Ya lo sé. Feliz cumpleaños, princesita —la volvió a

besar en la mejilla—. Te traje un regalo, pero te lo daré más

tarde.

—Papi, no dije nuestro secreto, no le dije a mami que

fuiste a verme el otro día a la escuela, ni tampoco le dije que

me llevaste al parque a comer helado.

—Que bueno —dijo él.

—Y también pedí de deseo de cumpleaños que vinieras y

que no te volvieras a ir —dijo la niña—. ¿Verdad que ya no te

vas a ir, papi?

—No, ya no princesita.

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♥ 13 ♥

Mariana sintió que se tambaleaba. No podía creer lo que

oía ni veía. Ahí estaba él… con su hija en brazos ¡y no era la

primera vez que se veían!

—¿Cómo te atreves a manipular así a mi hija? —dijo

acercándose a él.

Gabriel la tomó del brazo.

—Cálmate, no es bueno para Jessica ver un

enfrentamiento así —le dijo en voz baja—. Sonia, por favor

lleva a Jessi a abrir sus regalos.

—Ven, Jessi —dijo Sonia tratando de tomarla en sus

brazos.

—No. Quiero a mi papi —dijo la niña abrazándose más a

él.

—Obedece, Jessica —dijo Mariana enfadada.

—Vamos, princesita, ve con la tía Sonia —dijo el

hombre.

La niña se resignó a ir con Sonia, que se la llevó al otro

lado de la sala lo suficientemente lejos para no escuchar la

discusión que comenzaría ahora.

—Quiero una explicación —dijo Mariana—. ¿Qué haces

aquí?

—Vine a conocer a mi hija.

—La última vez que nos vimos dijiste que no era tuya…

además, por lo que noté ya la habías conocido… y ella a ti.

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♥ 14 ♥

—Es de humanos equivocarse y rectificar —dijo mirando

hacia donde la niña destapaba la caja que contenía una

muñeca—. Bastar con verla para notar el parecido. Es exacta a

mí, excepto por los ojos. Tiene tus preciosos ojos, Mariana.

Mariana bajó el rostro confundida por la oleada

electrizante que la recorrió cuando él pronunció su nombre y

galanteó sus ojos.

—Es evidente que no le hace bien verte. Lárgate de aquí

—dijo Gabriel enfadado.

—Gabriel, Gabriel, Gabriel —dijo el hombre—. Siempre

tan sobreprotector, tan bueno, tan generoso. El que sobra aquí

eres tú. Por lo que sé te casaste hace poco —volvió a mirar

hacia donde estaban Jessica y Sonia—. Una bella mujer, te

felicito. Cuídala mucho.

Gabriel hizo ademán de ir hacia él airado. Mariana lo

detuvo tomándolo del brazo.

—No le hagas caso, sólo trata de provocarte —le dijo.

Luego se giró al hombre—. Vete, Leonardo. No eres

bienvenido en mi casa.

—Jessica no opina lo mismo —dijo él yendo hacia donde

estaba la niña.

Se arrodilló junto a ella y sacó de su bolsillo una pequeña

cajita. En ella había una cadenita con una medallita grabada

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♥ 15 ♥

con el nombre de la pequeña. La sacó y se la colocó en el

cuello a la niña.

Mariana todavía no podía creer lo que veía: Leonardo en

su casa, con su hija… Dios, no puede ser verdad.

Se acercó donde la pequeña hablaba alegremente con su

padre ignorando a Sonia por completo.

—¿Te gusta, princesita?

—Sí, papi… pero me gustan más las muñecas.

—Bueno, entonces te prometo que mañana te traeré una

preciosa muñeca que se parezca a ti.

—¿En serio?

—Sí.

—Te quiero mucho, papi —dijo la niñita besando la

mejilla de su padre.

Esas palabras no podían dolerle más a Mariana.

No, Jessi, no lo quieras. Él no te quiere, mi niña, él no

puede amar a nadie. No le des tu amor porque lo destrozará

como destrozó el mío.

Los ojos de Mariana comenzaron a anegarse y aunque

trató de evitarlo, las lágrimas y el dolor eran más fuertes que

ella. Gabriel lo notó y puso una mano sobre su hombro.

—No llores, no sabemos qué pretende, pero no lo

dejaremos salirse con la suya.

Sonia se acercó a ella y la abrazó.

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♥ 16 ♥

—Yo creo que es mejor que Gabriel y yo nos vayamos…

ustedes necesitan hablar.

—No, no nos iremos —dijo Gabriel con firmeza—. No la

dejaré sola con ese cretino.

—Gabriel, no te preocupes —dijo Mariana, aunque ella

sí que lo estaba—. No temas en dejarme sola, puedo

defenderme.

Gabriel y Sonia se despidieron de la pequeña Jessi, que

sólo prestaba atención a su padre. Luego se fueron.

—Por favor, cuando se marche llámame a casa, no

importa la hora. Necesito saber que tú y Jessi están bien —le

dijo Gabriel antes de salir.

Mariana sabía que no podía hablar con él si Jessica

estaba presente.

—Jessi, es hora de dormir —dijo Mariana, aunque la

niña no había cenado y aún estaba temprano.

—No, mami. Quiero a mi papi.

Leonardo supo que Mariana quería hablar con él sin la

presencia de su hija. Así que facilitó las cosas.

—Vamos, princesita, tienes que obedecer a mami —dijo

levantándola en brazos—. Te contaré un cuento para que te

duermas.

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—Sí, cuéntame un cuento —dijo la niña entusiasmada,

mientras Leonardo la llevaba a su cuarto y la ponía sobre la

cama.

—Había una vez una reina y un rey… —comenzó él.

Mientras Leonardo contaba el cuento de memoria y su

hija lo oía atentamente luchando contra el sueño que

comenzaba a invadirla, Mariana los observó desde la puerta sin

atreverse a entrar. Sin poder evitarlo, su mente viajó a aquella

noche de verano hacía más de cinco años, la fatídica noche que

cambiaría su vida para siempre: la noche en que tuvo la

desgracia de conocer a Leonardo del Valle.

* * * * *

La noche era calurosa y estaba animada.

El nerviosismo se palpaba en el lugar del desfile, y

Mariana era la más nerviosa de todas, al fin y al cabo, ella no

era modelo y no quería serlo. Pero necesitaba el trabajo y

cuando Gabriel le dijo que le había conseguido algo en la

agencia en la que él trabajaba, ella lo había agradecido

enormemente.

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♥ 18 ♥

Así que allí estaba, a punto de salir a la pasarela con un

bonito traje de noche, diseño exclusivo de uno de los mejores

del país. Pero estaba muy nerviosa.

—¿Y si lo hago mal? —le preguntó a otra chica.

—Claro que no, eres lindísima y lo harás muy bien.

Mariana no estaba del todo convencida. Se miró al espejo

tratando de encontrar algún error, pero parecía que no había

ninguno.

Mariana García tenía veintidós años, era hija única y le

faltaba muy poco para terminar la carrera de administración de

empresas. Su mejor amigo desde el primer día de la

universidad había conseguido trabajo como asistente del

administrador de la agencia de modelos Glamour y la había

ayudado a ella que también necesitaba un trabajo.

Físicamente Mariana era una mujer bella: era alta, más

que la mayoría de las mujeres, su cuerpo era delgado y esbelto,

pero con curvas seductoras donde debe estar redondeada una

mujer. Su cabello era largo, de color castaño y se rizaba en

ondas que la hacían ver más bella. Su rostro ovalado era

armonioso, de labios carnosos y delineados y nariz pequeña y

respingada, pero lo más llamativo eran sus ojos, de pestañas

espesas y crespas, y un color verde oliva que le conferían una

belleza exótica.

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♥ 19 ♥

—Tu turno, Mariana —le dijo Silvia, la encargada de las

modelos.

—Estoy nerviosa —dijo la muchacha.

—Todas lo están, pero vas a salir muy bien.

Y así fue. Su salida a la pasarela fue triunfal y al final del

desfile muchos hablaron de la bonita modelo de los ojos

verdes. Mariana estaba exultante. Todo había salido a la

perfección.

Como siempre, después del desfile se ofrecía una

pequeña reunión en la que empresarios y diseñadores

concretaban negocios. Las modelos estaban invitadas y además

usaban los trajes que habían lucido.

Pero a pesar del éxito, Mariana no se sentía en su mundo.

Por eso salió un momento al jardín a tomar aire y pensar en el

grandioso futuro que la esperaba, y no precisamente en el

modelaje.

—¿Por qué una chica tan hermosa y talentosa podría

querer estar sola? —preguntó tras ella la voz más profunda y

seductora que jamás hubiera escuchado.

Se giró y entonces vio al hombre más guapo y varonil

que hubiera conocido en toda su vida.

Era muy alto, y un cuerpo atlético con pectorales, brazos

y piernas musculosas se adivinaba bajo el costoso traje. Tenía

porte y elegancia. Su cabello era negro y estaba perfectamente

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♥ 20 ♥

recortado. Su rostro tenía rasgos muy masculinos y marcados,

y sus hermosos ojos oscuros le sonrían al igual que los

magníficos labios seductores.

Ella no pudo evitar responder con otra sonrisa.

—Sólo quería tomar un poco de aire. No estoy

acostumbrada a esto.

—Escuché que es tu primer desfile —le dijo acercándose

más a ella.

—Sí, así es.

—Lo hiciste muy bien. Tu presencia se impone en la

pasarela.

—Gracias —dijo ella bajando tímidamente el rostro.

—¿Gracias? —preguntó él—. ¿Por qué?

—Por el piropo.

—No es un piropo es la verdad. Nunca agradezcas

porque te digan la verdad —le dijo.

Ella le sonrió y se sonrojó.

—Es que… no estoy acostumbrada a todo esto… se me

hace muy raro…

—Verás cómo con el tiempo te acostumbras. Tu carisma

hará que llegues muy lejos y también tu aire de inocencia.

El sonrojo se profundizó en el rostro de la joven. Pensó

que lo más inteligente sería huir de ese hombre que la hacía

sentir cosas extrañas.

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♥ 21 ♥

—Con permiso… tengo que volver a la fiesta —dijo

comenzando a alejarse, pero él la tomó del brazo haciendo que

una corriente eléctrica corriera por la espalda de la joven.

—Espera. No fue mi intención enfadarte.

—No estoy enfadada…

—Entonces estás avergonzada. Lo lamento —dijo él aún

reteniéndola—. Ni siquiera me has dicho tu nombre.

—Mariana. Mariana García.

—Es un nombre angelical, tanto como tú…

Ella se sonrojó de nuevo.

—De nuevo te sonrojaste. ¿Sabes lo atrayentes que me

parecen los sonrojos de una mujer?

Ella se giró para marcharse, aunque él aún la retenía.

—Yo soy Leonardo del Valle —la soltó para tenderle la

mano. Ella se giró y la aceptó, pues le parecía descortés irse y

dejarlo hablando solo. Cuando su mano entró en contacto con

la de él, de nuevo la oleada de sensaciones la invadió—. Y

lamento incomodarte, pero eres una mujer muy bella y no

puedo evitar decírtelo. Prometo no volver a hacerlo si no

quieres.

Ella le sonrió.

—Es que… ya le dije, no estoy acostumbrada…

—¿Y entonces a qué te dedicas, digo, cuando no estás

hechizando con tu belleza desde la pasarela?

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♥ 22 ♥

—Aún no termino la universidad…

En los siguientes cuarenta minutos, Mariana le contó

todo lo referente a ella. No sabía por qué, si siempre le había

costado abrirse con la gente. Pero estar ahí con ese hombre era

distinto. Le inspiraba confianza a pesar de su porte imponente

y además jamás se había sentido tan protegida. Era como si por

estar con él jamás le fuera a ocurrir nada malo.

—He estado mucho tiempo fuera, creo que debo volver

—le dijo ella después de notar que había estado largo rato

hablando con él.

—Está bien. ¿Podemos vernos de nuevo?

—¿De nuevo? —preguntó Mariana asombrada de que un

hombre como ese quisiera ver de nuevo a una chica tan normal

como ella.

—Claro. Tal vez salir por ahí a tomar algo.

—Sí, claro. Por mí encantada —dijo Mariana antes de

volver a la fiesta.

Leonardo sonrió al verla alejarse. Hacía mucho no veía a

una mujer como ella: hermosa y con pose angelical. Eso le

gustaba tremendamente. Esa mujer le gustaba mucho.

Desde que había salido a la pasarela no le había quitado

los ojos de encima. Era bellísima, como ninguna de las otras.

Después averiguó que era una de las nuevas modelos y se

planteó el reto: conseguirla a como diera lugar. Al fin y al

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♥ 23 ♥

cabo, él siempre conseguía cualquier cosa que quería. Y

entonces la había seguido… y notó que él no le era indiferente.

Sabía cuando le gustaba a una mujer.

Se planteó el plan de acción sonriendo. Dentro de muy

poco la hermosísima Mariana sería su nueva amante.

Capítulo 2

—¿Te gustan?

La voz tras ella la sacó de los recuerdos del pasado y la

trajeron de nuevo al presente. Sin saber cómo, estaba ahora

frente a la repisa de la sala en la que Sonia había colocado las

rosas que recibió más temprano. Sabía que Leonardo se refería

al regalo.

—Las rosas son hermosas… pero no me gustan por ser

un regalo tuyo ¿qué pretendes? —le preguntó girándose hacia

él para enfrentarlo.

—Agradarte. Sólo agradarte. Antes te gustaba que te

regalara rosas los viernes por la tarde, te gustaban más que

cualquier otra cosa. Pensé que ahora te agradarían.

—Pues no. El pasado es pasado y no hay que recordarlo

ni revivirlo.

—Las estabas acariciando.

—Mi mente estaba en otro lugar. No vuelvas a enviarme

rosas. Ni los viernes, ni ningún otro día.

Leonardo se encogió de hombros sin responder.

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♥ 25 ♥

—¿Desde cuándo te ves con Jessi? —preguntó ella—.

¿Hace cuánto estás en el país? ¿Qué pretendes al entrar de

nuevo en mi vida y en la de mi hija?

—Esas son demasiadas preguntas. Pero te las responderé

—dijo sentándose en el sofá de la sala y señalando el puesto

libre a su lado para que Mariana se uniera. Ella no se movió—.

Hace seis meses volví al país. Supe que estuviste muy mal…

estuviste a punto de morir. Fui a verte al hospital.

—Y me dejaste un ramo de rosas.

—Exacto. ¿No lo recuerdas?

—Pensé que era un sueño… o más bien una pesadilla.

—Antes decías que adorabas soñar conmigo… —dijo él

provocativo recordando una vez en que ella le había confesado

que había tenido un sueño erótico en el que él era el

protagonista.

Mariana se removió inquieta.

—Ya te lo dije, el pasado es el pasado. Ahora lo que

importa es el presente.

—Y el futuro.

—¿Qué quieres?

—A Jessica.

Mariana sintió un frío que la recorrió. Un frío de miedo.

—La he frecuentado desde hace un par de meses. Fui a la

escuela y aunque primero la directora se negó a permitirme

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♥ 26 ♥

verla, mi parecido con Jessica la convenció… y también una

generosa donación para el centro educativo. La he sacado de

clases para conocerla mejor. Es una niña tierna, dulce,

inteligente, cariñosa, te quiere mucho, me habla mucho de ti.

En cuanto me vio, me preguntó si yo era su padre… debió ser

el instinto. Enseguida supe que no podría apartarme de ella

nunca más. No la regañes por no decírtelo, como sabía la

reacción que tendrías, le hice prometer que no le dirías nada de

mi regreso de un viaje… ¿por qué le dijiste que yo estaba de

viaje?

—¿Qué querías que le dijera cada vez que preguntaba

por ti? ¿Qué su padre me había abandonado en cuanto supo

que iba a dar a luz? ¿Qué su padre no creía que ella fuera su

hija? O acaso una mentira. ¿Qué su padre estaba muerto? Con

el tiempo hubiera descubierto la verdad y jamás me lo habría

perdonado.

—Eres una madre amorosa. Adoras a nuestra hija.

—Adoro a mi hija —dijo haciendo énfasis en el

posesivo.

—Es nuestra hija, Mariana. Como te dije antes, es mi

vivo retrato, mi versión femenina, mi réplica… excepto por los

ojos.

—No es tu hija —dijo Mariana enfadada—. Dejó de

serlo cuando no creíste que el bebé que yo esperaba era tuyo.

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♥ 27 ♥

—Pero ahora estoy convencido de mi paternidad, y no

pienso dejar que Jessica crezca sin un padre a su lado.

—¿Qué quieres decir? ¿A qué te refieres? —preguntó

Mariana presintiendo que la respuesta no le gustaría.

—Quiero a mi hija conmigo —dijo Leonardo en tono

tranquilo pero firme.

—No… no sé… no sé qué quieres decir con eso —dijo

Mariana comenzando a ponerse nerviosa.

—Claro que lo sabes —dijo él levantándose y

acercándose al lugar en el que ella estaba de pie—. He

descubierto que tengo una hija hermosa e inteligente que me

quiere y me necesita. He descubierto que ser padre es

maravilloso y que Jessica es el regalo más lindo que me ha

dado el cielo… y también tú. Estoy dispuesto a lo que sea para

ganarme el amor de mi hija y conservarla a mi lado.

—No puedes estar hablando en serio.

—Jamás he hablado más en serio en mi vida.

Esta vez fue Mariana quien tuvo que sentarse en el sofá.

Estaba mortalmente pálida. No podía creer lo que estaba

escuchando.

—No me la vas a quitar —dijo ella—. No puedes y

menos después de que la abandonaste. Cualquier juzgado del

mundo me dará la custodia. Soy su madre. Las niñas tienen que

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♥ 28 ♥

estar con su madre. Además, puedo demostrar que tengo el

suficiente dinero para que no le falte nada.

Leonardo se sentó junto a ella.

—¿Qué dices, Mariana? No pretendo quitarte a la niña,

no soy tan ruin. Sé que Jessica te adora y sería muy desdichada

sin ti. No quiero quitarte a nuestra hija, sólo quiero que la

compartamos. Quitártela sería mi último recurso si no accedes

a compartirla.

Mariana aún temblaba cuando lo miró de nuevo. ¿De qué

hablaba entonces? ¿De una custodia compartida? ¿Seis meses

cada uno? ¿De vivir cerca y verla los fines de semana?

—No sé de qué me hablas con certeza si no me dices lo

que pretendes. Habla claro de una buena vez —dijo en un

susurro cansado.

—Quiero que mi hija viva conmigo… pero que también

viva contigo.

—Eso es imposible.

—No lo es, si te casas conmigo.

La palidez de Mariana se hizo más intensa después de las

palabras de Leonardo. ¿Cómo se atrevía a sugerir semejante

tontería? ¿Cómo podría estar hablando en serio? ¿Casarse con

él? ¿Con el hombre que más la había herido en su vida? ¿Con

su peor error del pasado? ¿Con el hombre que la había

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♥ 29 ♥

engañado, herido y humillado? ¿Con el que había rechazado a

su hija?

—Te volviste loco —dijo ella con mirada fría y

confundida.

—En absoluto, Mariana. Nuestra hija se merece un

hogar, una familia y estoy dispuesto a darle todo lo que ella

necesite.

—Jamás me casaría contigo.

—Piensa en Jessica.

—Porque pienso en ella es que te lo digo. Nuestra vida

en común sería un infierno, no quiero exponer a mi hija a

ningún ambiente dañino u hostil.

—Antes no pensabas que estar conmigo fuera un infierno

—dijo Leonardo en tono seductor tomando una mano de

Mariana.

Ella se soltó y se levantó del sofá para alejarse un par de

metros. El contacto fue tan electrizante como en otra época y

eso la confundió. No quería que él notara el efecto que todavía

ejercía sobre ella.

—Ya te dije que el pasado es pasado. Debes estar

totalmente demente para pensar que puedo casarme contigo

después de todo el daño que me hiciste.

—También te hice una hija.

—Una hija que negaste y rechazaste.

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♥ 30 ♥

—Ya no la rechazo. Mariana, entra en razón. ¿Qué te

impide casarte conmigo?

Lo que iba a responder Mariana fue interrumpido por el

timbre de la puerta.

—¿Esperas a alguien? —preguntó Leonardo algo

contrariado. Ya era de noche y no le gustó la idea de que

Mariana se entrevistara con alguien a esas horas.

—No, a nadie. Voy a ver quién es.

Mariana se dirigió a la puerta y se sorprendió al ver a

Franco allí con una enorme caja.

—Hola, Mariana. ¿Puedo entrar?

Mariana se hizo a un lado para que pudiera entrar su

visitante. Él dejó la caja sobre el suelo sin notar al hombre que

veía todo desde el fondo de la sala.

—Me imagino que Jessi está dormida.

—Sí, así es —dijo Mariana.

—Bueno, le traje su regalo de cumpleaños, espero no

molestar.

—Claro que no, Franco, no molestas. Si no te invité es

porque me dijiste que estarías de viaje… lo lamento.

—No hay nada que lamentar, Mariana —dijo tomándola

de los hombros—. Acabo de llegar y vine directamente desde

el aeropuerto. También te traje algo a ti —dijo sacando un

pequeño paquete que colocó en sus manos.

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♥ 31 ♥

La mujer lo recibió y entonces Franco notó que algo no

iba bien. Estaba muy pálida.

—Mariana, ¿estás bien? Estás muy pálida —dijo

volviéndola a tomar de los hombros.

—Sí… yo… estoy bien…

—Parece que soy inoportuno, Mariana —dijo Leonardo

haciéndose notar por fin. Ya se había cansado de ver el alegre

y elegante pretendiente.

Franco se giró para ver el hombre. Miró después a

Mariana pidiendo una explicación con sus ojos.

—Franco… —dijo Mariana—. Él es Leonardo del

Valle… el padre de Jessica.

Franco miró al hombre con recelo, mirada que fue

contestada de igual modo por Leonardo.

—¿Y usted quién es? —preguntó Leonardo con desdén.

—Soy Franco Solís… un muy buen amigo de Mariana —

dijo haciendo énfasis en la frase muy buen.

Leonardo miró con detenimiento al hombre. Era joven,

tal vez la misma edad de Mariana. Alto, con porte y elegancia,

tenía los ojos y el cabello color miel. Vestía un elegante traje y

en su actitud hacia Mariana notó que quería ser algo más que

un muy buen amigo de ella.

—¿Tiene algo que ver con Francisco Solís? —preguntó

Leonardo.

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♥ 32 ♥

—Sí, es mi padre —dijo el muchacho.

—Lo conozco, hijo, dale saludos de mi parte —dijo

Leonardo con actitud superior, como recordándole y

recordándose que un muchacho de esa edad no sería

competencia para él ante Mariana.

—Creo que llegué en mal momento —dijo Franco.

—Claro que no… —comenzó Mariana.

—A decir verdad, Mariana y yo estábamos conversando

algo muy importante —la interrumpió Leonardo—. Hijo, te

agradecería que nos dejaras concluir.

—Por supuesto —dijo Franco antes de despedirse de

Mariana con un beso en la mejilla—. Te llamaré mañana.

En cuanto Franco salió, el reproche de Mariana no se

hizo esperar.

—No tenías porqué hablarle así.

—¿Ah no? Parece que ese jovencito te interesa, Mariana.

—Deja de decir tonterías —dijo ella moviéndose

nerviosamente por el lugar. En otra época hubiera llorado para

que Leonardo le creyera, pero esa Mariana ya no existía—. De

todas maneras, lo que yo haga o deje de hacer con mi vida, así

como con quién me relacione, no es asunto tuyo.

—Claro que lo es. Te pregunté qué te impedía casarte

conmigo justo cuando él llegó. ¿Ibas a decirme que él?

—Franco no tiene nada que ver en esto.

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♥ 33 ♥

—No sabía que ahora te gustaran los jovencitos.

¿Cuántos años le llevas?

—A decir verdad, él me lleva a mí un año, pero eso no te

importa.

—Sigue siendo muy joven para ti —dijo acercándose

peligrosamente a ella—. Pensé que te gustaban los hombres de

verdad, no los niños que juegan a serlo.

—Déjame en paz —dijo ella tratando de alejarse de él,

pero su intento fue fallido, porque él la tomó de la cintura y la

pegó a su pecho.

El contacto fue tóxico para los dos. Sensaciones y

emociones que se creían olvidadas volvieron a ellos con la

misma fuerza de otra época. El corazón de Mariana comenzó a

latir violentamente mientras trataba de soltarse, sin lograrlo por

la fuerza que él tenía y que ella tanto había admirado.

—¡Suéltame!

—¿Te gustan los besos de ese mocoso? Te apuesto a que

no tanto como te gustan los míos.

Enseguida, los labios posesivos se apoderaron de la boca

tierna y suave. Aunque trató de empujarlo con todas sus

fuerzas, no logró removerlo ni un poco. La lengua

aterciopelada invadió la dulce cavidad con tanta delicadeza que

las piernas se le aflojaron. Su cuerpo le llevó la contraria a su

mente que le gritaba que debía detenerlo, y se deleitó en la ola

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♥ 34 ♥

de fuego que empezó a recorrerla por dentro. Las manos de

Leonardo ya no la aprisionaban, sino que la acariciaban lenta y

seductoramente acercándola más a él si eso era posible.

Pero no. Estaba mal. Él era el enemigo. La mente de

Mariana se hizo oír y obligó al cuerpo traidor a alejarse de él y

poner varios metros de distancia.

—Nunca vuelvas a hacerlo —dijo aún sin atreverse a

mirarlo.

—¿Por qué? Te gustó tanto como a mí —la voz de

Leonardo estaba ronca. Mariana la sintió casi en su oído. En la

espalda, sintió su calor.

—No está bien. Vete, Leonardo.

Él se alejó de ella un poco.

—Sí, me marcho. No estamos de ánimos para hablar

ahora. Espero que mañana estés más relajada y aceptes los

hechos. O te casas conmigo y formamos un hogar para Jessica,

o te resignas a perderla.

—Estás loco.

—Te digo la verdad. Piénsalo.

Leonardo salió del lugar, pero ella seguía sintiendo su

presencia embriagante allí.

No cabía duda que Leonardo había decidido volver a

entrar en su vida para trastornarla, tal y como lo hizo en el

pasado.

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* * * * *

La segunda vez que lo vio, fue el viernes siguiente al

desfile.

—Hola.

Dijo una voz firme y conocida tras ella. Se giró para

encontrarse con el hombre más guapo que hubiera visto en su

vida. No pudo dejar de sonreír al verlo allí, de pie, con ese

elegante traje y ese ramo de rosas en sus manos.

—Hola —respondió ella—. Qué sorpresa.

—¿Verdad que sí? Considerando que no me diste ni tu

teléfono ni tu dirección… y eso que quedamos en vernos de

nuevo.

Mariana sonrió y se sonrojó. Sinceramente había creído

que eso de verse de nuevo era algo que se decía por decir… al

fin y al cabo, no creía que un hombre como aquel se fuera a

fijar en una chica como ella.

—Lo lamento… me olvidé —dijo tímida.

—Afortunadamente recordé en qué universidad me

dijiste que estudiabas… así que aquí estoy. ¿Me vas a dejar

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♥ 36 ♥

aquí haciendo el tonto con estas flores, o las aceptarás e irás a

tomar un café conmigo?

La sonrisa de Mariana se hizo más amplia y recibió las

rosas de las manos de Leonardo mientras se dirigía a una

pequeña cafetería cerca de la universidad. Allí se sentaron y

pidieron café con unos pastelillos de fresa.

De nuevo la conversación se dio natural y espontánea

entre ellos. Mariana continuó contándole de su vida: tenía

veintidós años, estudiaba administración de empresas, y vivía

con su madre, quien siempre se había dedicado al hogar, y su

padre que ya era jubilado. No tenía hermanos, y por eso su

sentido de responsabilidad hacia sus padres se hacía mucho

más fuerte. Su sueño era tener una gran empresa y viajar.

—¿Así que te gusta viajar? —le preguntó él.

—Me encanta… aunque no lo puedo hacer mucho. Mi

padre ya es mayor y no puede, y mi madre no lo dejaría por

nada, menos para ir a un viaje conmigo.

—Podrías viajar con amigos o con tu novio.

—Bueno, sólo tengo un par de amigos… y no tengo

novio —dijo la chica.

—No puedo creer que una joven tan hermosa no tenga un

novio —dijo él muy sonriente.

—Es que… no he encontrado el hombre de mis sueños

—dijo ella con algo de timidez.

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♥ 37 ♥

—¿Y cómo es el hombre de tus sueños? —dijo él

tomándole una mano.

Mariana se agitó un poco y retiró la mano de la suya un

poco nerviosa, cambiando el tema en el acto.

—Yo ya te he dicho muchas cosas de mí, pero no sé nada

de ti…

—Bueno, es que yo no soy tan interesante como tú —

dijo él sonriente—. Pero ya que insistes, te contaré mi

aburridísima vida.

Le dijo que se llamaba Leonardo del Valle, que era

publicista, que tenía treinta y dos años, y que vivía solo, puesto

que sus padres habían muerto hacía muchos años y sus dos

hermanos -mayores que él- ya estaban casados. También se

enteró que tenía una gran empresa dedicada a elaborar la

publicidad para televisión, radio y prensa para muchas

empresas de productos y servicios a nivel nacional e

internacional -por lo que tenía que viajar mucho. Asimismo,

supo que su empresa había diseñado la publicidad para el

desfile en la agencia en la que ahora ella trabajaba y que por

eso había estado ahí esa noche.

—¿Y dices que tu vida es aburrida? —preguntó ella

deslumbrada—. ¡Vaya! ¿Qué dirás de la mía?

Él rió.

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♥ 38 ♥

—Que la tuya es mucho más libre que la mía. No tienes

que estar pendiente de llamadas, contratos, viajes, quejas de los

clientes, caprichos de los publicistas… ¿quieres que

cambiemos de vidas?

—Creo que no —dijo ella.

La charla estaba tan amena que Mariana no se dio cuenta

hasta muy tarde que habían pasado varias horas.

—¡Ah, qué tarde es! —dijo al ver la hora en su reloj.

—¿Tienes que ir a tu trabajo? —le preguntó él.

—No, los viernes no, pero le dije a mamá que llegaría

temprano. Me tengo que ir.

—¿Quieres que te lleve a tu casa?

—Gracias, pero no es necesario.

—No te pregunté si era necesario, te pregunté si querías.

Ella sonrió.

—Está bien —dijo.

El auto de Leonardo era un lujoso BMW, pero eso no la

impresionó tanto como la sencillez, carisma y encanto natural

que tenía él. Además de eso, era extremadamente guapo. En

pocos minutos la dejó frente a su casa.

—Ya conozco tu dirección, pero aún no me das tu

teléfono.

Después de que ella se lo dijo, él la tomó de la mano.

—Prométeme que volveremos a salir —le dijo él.

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♥ 39 ♥

—Sí, te lo prometo —dijo ella sonriente.

Entonces él acercó sus labios a los de ella… y le dio un

beso en la nariz, mientras que el corazón de Mariana latía

como un caballo desbocado.

—Entonces te llamaré.

Mariana salió del auto sin poder hablar y lo observó

alejarse. ¡Ese hombre había estado a punto de besarla! No

podía creer su suerte. Durante toda la tarde coqueteó

descaradamente con ella, dándole a entender que estaba

interesado en entablar una relación con ella. ¿Sería cierto?

Pero, ¿por qué un hombre como aquel, iba a sentirse atraído

por una muchacha como ella?

Decidió no atormentar su cabeza con eso, sino permitirse

disfrutar de lo que estaba viviendo. Jamás se había sentido tan

atraída hacia un hombre: se sentía alegre e importante junto a

él, se sentía libre, dispuesta a hablar de lo que fuera sin

timidez, se sentía viva. Leonardo no era como los demás… era

especial, tierno, dulce, sentía en su interior que era un hombre

lleno de sorpresas, tal y como lo descubrió en los siguientes

meses…